segundo nÚmero revista cultural avatares

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N. 2 - Agosto de 2011

www.revista-avatares.blogspot.com

Consejo Editorial Jos Chalarca Jonathan Alexander Espaa Eraso Augusto Enrique Lozada Lince Juan Sebastian Argoty Revisin de Textos Jonathan Alexander Espaa Eraso [email protected] Augusto Enrique Lozada Lince [email protected] Asistencia Editorial Javier Villacriz Villareal Camilo Bonilla Pazos Oscar Vallejo Diseo Editorial ferchoyela.blogspot.com [email protected] Car tula Fernando Yela Preprensa e Impresin Cargraphics, Bogota -Colombia

LA FORMACIN HUMANSTICA EN LA UNIVERSIDAD La Revista Cultural Avatares tiene el Aval de la Oficina de Formacin Humanstica de la Universidad de Nario. En palabras de su Coordinador Manuel Enrique Martnez Riascos: la Formacin Humanstica en la Universidad de Nario se materializa a travs de la puesta en escena de los distintos Proyectos que semestralmente concursan para ser seleccionados y ofrecidos a los estudiantes, los cuales se constituyen en la oportunidad y el espacio para la expresin, interpretacin y comprensin de la complejidad de la condicin humana, orientados a la formacin del espritu crtico y la creacin de sentidos para la vida profesional, individual, social, poltica y cultural.(2)

Fundadores Jonathan Alexander Espaa Eraso Augusto Enrique Lozada Lince Juan Sebastian Argoty Suscripciones [email protected] Contactos [email protected] Movil: (+57) 311 770 50 22 - (+57) 315 391 74 41 Pasto - Nario - Colombia Avatares, revista cultural no se responsabiliza de las opiniones expresadas por sus colaboradores. Prohibida la reproduccin parcial o total de los materiales de esta revista sin autorizacin escrita del equipo coordinador. issn: 2215-972x

SumarioVertientes

34ensayo

4 6reseas literarias

Editorial Muro de Babel* Un tal Rafael Jos Muoz Alberto Jos Perez

* El cerebro, inquietud y fulgor Ernesto Hernndez B.

Daimon* Nietzche y el principio de la nada Oscar Vallejo

38filosofa

8 10cine y televisin

El cronista* Libreras Nelson Chang

crnica

Escenarios* Subordinacin y valor Daro Rodrguez Medina

artes escnicas

41 46msica

Pantallas* Palabra e imagen Aymer Waldir

Pentagr ama* El solitario funeral de Kurt Kobain Ricardo Abdahllah

13poesa

Plyade* Muestra regional 13 * Muestra nacional 15 * Muestra internacional 18

Especiales* Juan Revelo

49dossier

24cuento

HISTORIETA Ficcionario* Muestra regional 24 * Muestra nacional 27 * Muestra internacional 30 * Cosas que pasan Paula Gonzlez Nogueira

60cmic

ndice de autores

64(3)

El avatar y el encuentro con lo que viene

E

l avatar se expone, no se impone. No inventa una verdad de la que no sabra qu decir. Slo se ofrece, se arriesga, se enfrenta al peligro que sale a su paso y que es el camino trazado por sus propias huellas. Cuando hay una presencia que encontrar, el encuentro puede ser tambin el trmino y el inicio; la direccin y el horizonte de una obra, de un proyecto. Pero lo que presenta el avatar es la ex-posicin de una presencia mvil y errtil; la orientacin que se libra ante la inminencia de lo que adviene desde un lugar que carece de estancia, desde un tiempo a la deriva, desarraigado, incierto e intempestivo. Entonces cada avatar ofrenda su vida para ser un lugar en que el encuentro tiene apertura en la presencia de cada obra. El avatar habla. De qu habla? De s mismo y del otro; de esto y de aquello, pero sobre todo, de lo que se manifiesta en el encuentro de la creacin por venir. Se trata entonces de ir al encuentro con lo que viene y de exponerse a la experiencia de ese encuentro. Se trata, tambin, de cada obra, de cada avatar, del que se sostiene en estas pginas, en su aqu y en su ahora. Siempre hay un tiempo de escrituras que implica pensar con detenimiento sobre la proliferacin de gestos, voces y tactos que se viven cuando se abre una pgina escrita. As se hilan las fuerzas que traman la intriga de la creacin, en los bordes donde se articula y se crea el mundo; all donde el rostro se deshace y se confunde con los seres de luz, con el fuego, con el libro entreabierto, levemente abrigado por el silencio. Conviene recordar que el avatar, al igual que las musas segn Heinrich Zimmer en su libro Filosofas de la India, no es una nica y sorprendente entrada de lo divino en los asuntos mundanos sino un evento rtmico, de acuerdo al comps de las eras del mundo para silenciar los puntos faltos de armona. Lo anterior supone algo

ms que una imagen o una metfora de la inspiracin creadora. Ah se logra que el presente de la escritura en tanto avatar, se recree en el espesor diacrnico de los acontecimientos, en cuya presencia resuena la concordancia de unas y otras eras. En ese sentido, se genera una anacrona como grieta o fractura del tiempo, como aquello que, habiendo acontecido una sola vez, acontece siempre, una y otra vez, aqu y ahora.

El avatar y el espacio constelado de la pginaEn la constelacin de los avatares, de acuerdo al hinduismo, resplandece el encuentro repentino de lo pasado y lo presente. La proyeccin de lo que se fue es un fulgor de lo irrepetible, que sobreviene en resonancia y consonancia con el ahora. En el espacio constelado de la pgina, la presencia de los avatares rima entre s con el magnetismo imprevisto que rene la sonoridad de la creacin en un sentido nico, acaso inaudible e incomprensible. Lo irrepetible del avatar no es un acontecimiento irremisiblemente perdido en la singularidad de su advenir momentneo, sino aquello que insiste en mostrarse repetidamente irrepetible. El tiempo del avatar como puro acontecer, da lugar al secreto del encuentro con lo que se ha olvidado, ya que un s-mismo es recordado siempre por otro que se olvida de uno mismo como lo afirma Jos Manuel Cuesta Abad. El presente del avatar en estas pginas es siempre otro, en la medida que causa, en quien lee, un olvido de su presente inmediato para recordar y sorprenderse con otro presente, el de la sobrevenida del avatar que reclama su memoria para estrechar la distancia y la dispersin de otras voces.

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Por eso, el avatar es la urdimbre del acontecimiento, la senda que desde el papel nos llama y nos hace avanzar con un toque de polvo de oro, para que se abran las manos y despunte el alba. Y es tambin, en su huda, un lmite no localizable; ni es un lugar especfico sino el rastro de los incontables lugares. El avatar manifiesta un ro de metamorfosis, un fluir de visiones, un cuerpo mltiple cuyas partes se esparcen con una intensidad de relmpago blanco, para que las palabras vuelvan a ser densas y sensibles, acogiendo lo que est fuera de ellas, pero que ellas llevan adherido como su afuera, que es su propia carne, su cuerpo y su sensibilidad, que a la vez es la nuestra, en tanto somos carne de palabras.

Los avatares de esta revistaDesde esta Revista, el fluir de las palabras van en variadas direcciones: en la poesa, el cuento, el ensayo, la filosofa, las artes visuales, las reseas literarias, el arte grfico Es la palabra de los escritores la que se convierte en viaje de mltiples facetas, voces y destinos. La palabra escrita viene y va desde y hacia diferentes puntos cardinales; empieza y termina, pero a la vez no deja de empezar ni terminar; e incluso, durante el viaje, trastoca el tiempo y lo reinventa. Cada texto que recibimos desde distintas regiones de Colombia y desde otros pases, es ledo y seleccionado cuidadosamente por nuestra mesa de trabajo, para que el contenido de la revista sea de calidad ptima, en un esfuerzo para que lectores disfruten, al mximo, de una nueva aventura con la palabra escrita; ahora transformada como un avatar reencarnado en su aqu y en su ahora. Un factor importante va apareciendo para unir a escritores y lectores de esta revista que tiene como objetivo dar a conocer a autores colombianos empezando por Nario, y a escritores de otros pases en donde se habla el espaol, lengua que nos hermana e identifica. Ese factor unificador es el desarrollo de las tecnologas de la informacin, que nos permiten abrirnos a la aldea global, no circunscrita a los territorios de nuestro hbitat cotidiano. Ahora vamos y venimos; vienen y van escritores y lectores de diversos lugares del planeta; personas que viven muy cerca a nosotros o en la antpoda, donde anochece a una hora diferente a la nuestra. Por eso nuestra revista se edita en papel para quienes desean abrazar sus pginas llevndola a cualquier sitio, como compaera

leal y amena; y tambin la editamos en el universo de la Internet, para que cada autor y su obra, con su fuerza propia y peculiar, tengan su tiempo y su espacio en ese mundo globalizado. Para este segundo nmero de la Revista Cultural Avatares, hemos seleccionado obras de treinta y cinco autores entre los cuales figuran el ganador y los finalistas del I Concurso Nacional de Poesa convocado por nuestra revista, que configuran un distinguido grupo de escritores, poetas, narradores, ensayistas, cronistas, filsofos y artistas visuales, oriundos de Argentina, Colombia, Ecuador, Espaa, Estados Unidos, Francia, Mxico, Per, Uruguay y Venezuela, a quienes agradecemos profundamente su colaboracin ya que gracias a ellos, el trabajo de edicin de esta revista se convirti en una experiencia nica. Entre los autores incluidos, queremos mencionar a los narienses Carlos VsquezZawadsky, Julio Csar Goyes y Juan Revelo Revelo, a quien dedicamos un completo dossier en la seccin Especiales, para continuar con el propsito de destacar a autores colombianos sobresalientes en el mundo literario contemporneo, como lo hicimos en el primer nmero con el novelista Evelio Jos Rosero. A nivel nacional tenemos el honor de contar con obras de importantes poetas, hombres y mujeres, como Harold Alvarado Tenorio, Fernando Denis, Amparo Romero Vsquez y Tallulah Flores. En la muestra internacional de poesa figuran: Marietta Cuesta Rodrguez, poeta y novelista de Ecuador, y el poeta mexicano Adn Echeverra. En la seccin de cuento, insertamos excelentes textos de los escritores colombianos Marco Tulio Aguilera Garramuo y Jos Chalarca; y tambin los cuentos de la prestigiosa escritora andaluza Socorro Mrmol Brs, del barcelons Gins Mulero Caparrs, del uruguayo Julio Csar Parissi y de la venezolana Mara Luisa Lzzaro, autora de libros de ensayo, narrativa y poesa. Queremos sealar que a partir de este nmero, damos inicio a nuestra seccin de artes escnicas, titulada Escenarios, con un interesante texto sobre una pieza teatral del mtico Antn Chjov, escrita por Daro Rodrguez Medina. As mismo, incluimos el ensayo de Ernesto Hernndez sobre el cerebro, y una resea literaria sobre el poeta venezolano Rafael Jos Muoz, escrita por Alberto Jos Prez. Felicitaciones a todos los autores que quedaron incluidos, por sus excelentes trabajos. Y a nuestros lectores: Buen viaje en estas pginas!

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bP

reseas literariasEn este escrito, nuestro colaborador se acerca a la poesa de Rafael Jos Muoz, que es la voz que limpia viejos vocablos para ensear su ms antiguo esplendor, sin anclaje en lo mismo o en lo propio de una trama previa, donde siempre tiene lugar el reencuentro con una intimidad de la que no sabemos dar cuenta. En El crculo de los Tres Soles, considerada una obra inslita en la contemporaneidad de la poesa venezolana, la palabra potica no crea sino lo olvidado de todos, aquello que nadie guarda en la memoria y, sin embargo, solamente la bestia memorstica puede hacer recordar.

Por Alberto Jos PrezEl Samn, Apure, Venezuela Ilustracin: Gabi Rub areciera que Rafael Jos Muoz pas la vida creando su propio infierno sin poder concluirlo, cual corresponde a un poeta como l; quiso la frmula para soar eternamente y si la consigui, esos sueos jams pisaron los lmites del espanto; quizs el amor fue el nudo mgico que hizo posible los nombres de personas y lugares, dioses y demonios que atesor en su poesa. Eso s, los puntos cardinales, sus puntos cardinales, son, en cierto modo, UNO, la bestia memorstica que hace posible la atmsfera para que el poeta respire, camine. Anterior a Muoz, Salustio Gonzlez Rincones tambin se arrincon as mismo en ludopata semejante a la del hombre de El Crculo de los Tres Soles (Fondo Editorial del Caribe, 2005), paisaje y hombre, amor y muerte. En Muoz esos planos son ms claros y precisos, el frrago provinciano no le pesa tanto como a Gonzlez Rincones, los smbolos de la ruralidad de la poca son, en su poesa, retrato de un pas que comienza a reconocerse como tal. Muoz juega con dardos y con ellos sostiene los estandartes, que como rboles, deja caer produciendo un estruendo; y en la huida, todo dolor se dimensiona a s mismo, cuando comienza a despegar las hojas del calendario de las rendijas de su alfabeto. Es extrao, pero percibo todo ese juego de Muoz como una ventana de alas batientes, cuyo sonido obliga a todos a atender los movimientos que con el viento estremecen los cimientos del poema, la voz de Muoz, la vida de Muoz, aun as puede distinguirse un poeta que no recala en esquinas ajenas, que no hiere el viento con banderas que no le pertenecen.

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El espacio sagrado de El Crculo de los Tres Soles es la huella de un gigante que no se borrar, en ella resbalarn quienes lo intenten, sino dan el tranco posible para alcanzar a mirar Las Siete Cabrillas, el Pjaro Siete Colores y los Siete Pecados Capitales: El viento llega otra vez y se pone como un pen en su cabestro de anchulina que apuramos cuando tombamos agua sin dolor. El viento llega, me trae sonidos del mar, batallones de cangrejos, fulgores de algas y los espejismos de las altas soledades nocturnas. Solapado yo lo veo junto a sus aves azules cuando envuelve como un miche de madrugada y hace que se esfumen los alcanfores en cruz. Es el viento que trae sus maletas, es l, mira su voladura, mira como voltea mi camioneta Austin 1958.

Su horizonte tiene que ver con el cielo, con las siete cabrillas, con el pjaro siete colores, con el arcoris tambin, y con los siete pecados capitales. El viento, si lo pasamos, muere Krist. Si lo dejamos en su crculo es que naci OGOR. Es que ya vino, ojal que haya trado Sus treinta y siete cocuyos. Muoz, Rafael Jos, est en el crculo de los poetas, donde el lector puede probar la llama de una poesa donde el nfasis es estrangulado y disfrutar la extraa manera de anunciar la muerte de sus amigos, quizs con la intencin de manifestar su lejana, cosas de poetas, seores del mundo.

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c

crnicaEn esta breve crnica de ficcin, Nelson Chang entabla un dilogo con la tradicin literaria, no slo para recrear una voz crtica y divertida que ironiza al canon actual, sino tambin para abrir un debate en torno al estado del mercado editorial. En alguna entrevista para la televisin chilena, Roberto Bolao exalt a los ladrones de libros y dijo que este acto no es un delito; en esta obra, tal opinin es tanto compartida como ejecutada. El resultado es una experiencia literaria completa.

Por Nelson ChangBucaramanga, Santander, Colombia (Residente en Ambato, Ecuador)

N

o preciso salir a hurtadillas de las libreras con un ttulo interesante presionando mi ingle u oculto bajo mi ropa, ahora Google est haciendo el trabajo sucio, gracias a ellos tengo toda una biblioteca PDF para imprimir. Sin embargo, alguna vez lo intent. No soy un hombre de impulsos, pero tras un viaje a X ciudad germin en m la semilla del delincuente intelectual; me encontr en el lugar ideal para cometer el crimen perfecto, el anonimato sera mi cmplice, y la baja temperatura, la aliada infalible. Con los detalles resueltos en cuanto a modo, tiempo y lugar, como aplica para dos grandes ficciones (la literatura y el derecho), me alist para dar el golpe: tom prestado el sobretodo del conocido donde estaba hospedndome, un hombre diez centmetros ms alto, que por poco me hace usar tacones para no arrastrar su enorme abrigo. .

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La vctima cerraba las puertas a las nueve de la noche, media hora antes decid entrar. En las libreras ya no hay rincones oscuros o pasajes secretos, todas se encuentran escandalosamente iluminadas. Es la cegadora luz blanca de la sabidura. Los locales se guardan con cmaras y espejos de aquellos pillos que aun pudiendo pagar por un libro, prefieren la adrenalina de tratar de salir impunes con un pedazo de conocimiento. Hasta existen escritores que promueven esta actividad a los cuatro vientos Por qu no hacerlo? Y all estaba yo, inicindome en ese vulgar arte, barriendo la alfombra con el pesado abrigo, cual To Cosa. Buscaba un ttulo agradable o a un autor conocido para aadir a mi coleccin. Recorr todas las secciones: literatura griega, inglesa, francesa, alemana, espaola (dentro de la cual habita toda la fauna latinoamericana, signo impertrrito de su decadencia), filosofa, derecho, auto-supresin Me detuve en el acto, vaya librera ms liberal. Escogera alguno de ellos, sin duda La Rochelle, Celine, Ciorn, Bierce Pero qu! Me encuentro con los pesados nombres de Osho, Chopra, de Mello, Ingenieros, Sharma, Kiyosaki, etc. Todo menos esto, deba existir una equivocacin, a diez minutos para cerrar y yo estancado con la auto-supresin. Repas ttulos y autores y nada sugera algo de sentido comn. Cmo es que nadie se ha dado cuenta? Como ya habr notado el lector, el error fue mo. El letrero no tena escrito auto-supresin sino autosuperacin. Fueron cinco minutos que exigir me sean devueltos en mi lecho de muerte. Reclamar una compensacin a la parca por ese desafortunado entuerto. A los cinco minutos del cierre pas casi corriendo, arrastrando el sobretodo como fantasma de sbana verde lenteja, por las secciones de cocina, manualidades, esoterismo, religin, y me vi nuevamente en literatura griega, inglesa, francesa... Decid con arrojo apoyar a un hermano latinoamericano y como acto del ms fenomenal prestidigitador, el libro ya se encontraba oculto en el bolsillo interno de mi atuendo. Por un altoparlante sealaban el cierre de la librera y que gustosamente nos atenderan al da siguiente. Lo ms fcil estaba hecho, ahora todo se centraba en una salida honrosa, sin alarmas, altercados, sujeciones, miradas. Haba llevado dinero para cancelar el valor de cual-

quier libro en caso de ser descubierto. Como podrn ver, aunque me guste la adrenalina, no soy incauto. Con prisa cog otro libro y repas las pginas para ver si contena aquella cintica de seguridad que hace sonar la alarma apenas se traspasan las torres guardianas de la economa editorial. Pero no, no haba cinta. Ya comenzaban a apagar la msica y ciertas luces distantes. Apret los puos e hice cara de malgeniado y en treinta y ocho pasos que duraron una eternidad, me vi fuera de la librera con mi botn a salvo y el corazn hiriendo mi pobre costillar. Hasta aqu mi aventura es tal que me conmueve contarla; si tuviera hijos o nietos, mi dicha sera enorme relatndola. As el premio se constituyera de un folleto de cincuenta centavos, lo que representa ir contra el sistema y las convenciones sociales es endemoniadamente placentero. Sin embargo, no todo es dicha en la via del seor. Tuve la tentacin de deleitarme repasando unas pginas del botn mientras llegaba a casa. El ttulo Tiempo de libertad de adivinen qu best seller brasileo. Han puesto al desgraciado en la seccin de literatura espaola, sub-seccin latinoamericana, una linda edicin de pasta dura y hojas de fina calidad. Que se lo lleven cien mil demonios pens, este ignominioso pertenece a la caneca de auto-superacin. La cuestin es que este seor no quiere soltar presa, pasa de la novela a los consejos para ama de casa como si nada, con sus chorradas light, con su literatura anorxica, de fcil consumicin. Quiere ser ubicuo para percibir ingresos por punta y punta y yo, vctima de esta entelequia comercial, me he sacado la lotera con su mamotreto, que ni para equilibrar una mesa chueca, porque son trescientas pginas llenas de boberas. Qu hara? Pedir reembolso? Arriesgar una devolucin y nuevo hurto? La verdad, y no me da pena decirlo, al llegar a mi casa no pude dejarlo tirado. Un libro es un libro y el papel que se gast en l debe ser aprovechado. Me he beneficiado ampliamente con este texto. Ahora soy un hombre nuevo, lleno de delectacin y optimismo. Veo las cosas de diferente forma y hasta varias sonrisas me ha trado ver cada da Tiempo de libertad sobre el escritorio. Con l tengo suficiente papel de alta calidad para liar mis cigarrillos por un ao entero.(9)

pL( 10 )

cine y televisinLas voces melanclicas que se escuchan en el libro Retrato de Artistas, del poeta antioqueo Elkin Restrepo, empiezan a hablar cuando la funcin en el cinema ha terminado, y las cruces empolvadas de algunas estrellas de Hollywood cuya fama ya se ha degastado, se hacen latentes. El autor de este artculo revive estas voces, para decirle al lector/espectador que as como en un verso puede verse un primer plano, tambin en alguna escena de una buena pelcula, puede sentirse el mejor de los versos de un poema.

Por Aymer WaldirMedelln, Antioquia, Colombia Ilustraciones: Jhon Benavides a presencia de la poesa en el cine es indiscutible. Ella, como Dios, aparece en todas partes y aprendiendo de lo sucedido en los das del gnesis, cuando l descans al sptimo da luego de crear al hombre (garantizando as el regreso al caos), ya no se permiti el lujo de descansar cuando lleg al sptimo arte. Como contraprestacin a esta generosidad, el cine quiso aportar el sentido del movimiento a la poesa y desde entonces, la imagen y la palabra van cada vez ms cercanas. De no aparecer el cine comercial, hubieran terminado fusionadas. Al Taller de Poesa de la Biblioteca Pblica Piloto ha llevado, nuestro director, la obra Retrato de Artistas, del poeta Elkin Restrepo, editado en los aos ochenta. Dijo, el querido Jaime Jaramillo Escobar, que la obra mereca una reimpresin. Y ha surgido la ocasin propicia para sostener una opinin opuesta. Mis argumentos, ms slidos que nunca, me darn la razn que me asiste y la oportunidad de disentir por primera vez del criterio y la prudencia de quien me quiere mantener despierto y atento para evidenciar el encuentro entre poeta y poesa. Van pues mis consideraciones para demostrar que el citado libro, el cual tiene el propsito de establecer (recuperar?) la relacin mgica existente entre la poesa y el cine; no merece una reimpresin. Merece varias. En el libro Retrato de artistas, el poeta presta su voz a los actores y actrices de cine; para que digan lo que debieron callar a favor de su

prestigio. All aparecen, por supuesto, los artistas que a l le tocaron en su poca, pero que con un cambio sencillo de nombres, aplica para los famosos de esta u otra generacin. Los artistas, convertidos en estrellas, dejan su fulgor en el teln de fondo de nuestros imaginarios, pierden su ser para convertirse en su parecer, mientras arrastran consigo la aureola de la fama. Pasa el tiempo, se marchitan piel e ilusiones, se pierde el brillo; la aureola cambia a corona de espinas y la estrella comprende que es fugaz, que su pelcula se acerca al fin y que pronto prendern las luces de la sala. Por un instante eres feliz, un animalito removiendo clidas aguas, una plazuela al medioda, una cancin de moda. Por un instante, como una dulce hermana, tienes piedad de ti misma, y no quieres ya el espejo que la enfermera te alarga, y, como una colegiala nerviosa, lloras y res. Tienen ellos mucho que decir a travs de la poesa, y ms si usan el lenguaje diario. La forma de expresarse de sus espectadores, que los vieron iluminar pantallas y sueos. Dicen sus obsesiones, sus cobardas y sus vergenzas. Hablan desde la cotidianidad de sus vidas en ocaso. La poesa les ayuda a expresarse en un estilo ntimo, sin la grandilocuencia que acostumbran los espectculos de Hollywood; en el tono conmovedor de quien recuerda. Al fin la tarde se desvanece, blanca y sola, como mi vida. Queda, al fondo del hotel, el ruido opaco del mar, su espuma deshecha y la oscuridad. La noche inmensa. He venido a morir aqu, y ya nada o poco comprendo. Ya nos lo han dicho: Los hombres estn dormidos mientras sucede lo ms importante de su vida. Las luces del escenario enceguecen y los artistas son sus personajes, pero apenas se apaga la ltima candileja y en el aislamiento del olvido: surge la iluminacin. La estrella vuelve a su centro, ya no gira nada a su alrededor, y entonces sale a la luz la revelacin que comparten con los lectores. Es la voz del artista retratado gracias a la melancola que transmite el poeta que la traduce.

An siento, sobre mi alma, la luz de cien reflectores, el loco bullicio, mi voz arrinconada en la locura, mis venas tensas como hilos de guitarra. No, no hay descanso; mi vestido tiene tantos brillos como la noche, mi pauelo anudado al cuello es del color de un pueblo polvoroso en la infancia, mi sonrisa ondea como una bandera izada en otro mundo, mis cabellos caen, por un instante, en la muerte. Por un instante mis ojos entrecerrados me hacen desaparecer y la oscuridad me colma, me alivia como un blsamo. A la par de cmo termina una proyeccin, acaba esa realidad tan diferente a la de la pantalla. Los protagonistas se despiden en la escena, cada uno toma su rumbo. Los espectadores contemplamos la pantalla en blanco. Termina el sonido. El espectculo dice adis. Tendremos que comprar otro tiquete para el prximo encuentro. Ahora que todo lo sabes, y slo eres un poco de polvo disperso bajo las estrellas, bajo el ms bello color de la noche, pienso en ti, pienso en ti. En tiempos de los brbaros romanos -deca mi abuelo-, el calvario terminaba en la cruz; los poemas nos muestran la ltima estacin que nos estremece. Dicen que la diferencia entre una estrella y un fracasado son quince minutos de gloria. Al parecer el poeta no coincide con la afirmacin, demuestra que un segundo basta. Un limpio firmamento cubre todo, y yo siento en el matorral al mirlo que salta y la radio del vecino de repente acallada. Yo siento, ahora, que todo vive y que mi corazn, oh Dios, que para llegar a ti necesit de largo tiempo, ya no se rehsa y se conmueve.

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Las fortunas y los pasos se gastan, es hora de andar ms despacio. En sus carteras, antes abultadas, guardan ahora los documentos que hacen de ellos unos hombres normales. No todos los reconocen, como antao. Muchos los ignoran y rechazan: empalidecen. Son ahora sujetos de multas de trnsito, sus tarjetas viejas habr que renovarlas, la pantalla del cajero electrnico les niegan el saldo que creen tener. Disponen en sus billeteras de tarjetas caducas que han perdido el magnetismo (como el mismo artista). El tiempo que se llenaba de mi perfume no ha vuelto y mi pensamiento anda perdido como mi ltimo par de medias, como los das en que fui feliz y me amabas y corramos como animalitos enmelotados por la amistad de un sol, que coloreaba sin afn el papel de las praderas, y el oro de mi cuerpo vala.( 12 )

La magia del cine se basa en que la pasin proviene de la ilusin y que nos recuerda que estamos hechos de sueos. Los espectadores vivimos las experiencias, que no tendremos, en los personajes que tampoco las tienen. Despus hablamos en plural, incluyendo al personaje elegido en un bando que no tenemos. Con el libro, el lector/espectador podr ver en un verso la existencia de un primer plano, del mismo modo que en la escena, que recordamos de alguna pelcula, pudimos llegar a sentir el mejor de los versos de un poema. La inspiracin, aquello a que Gustavo Adolfo Bcquer se refiri como: deformes siluetas / de seres imposibles... Memorias y deseos / de cosas que no existen; tambin es proyectada en una sala a oscuras sobre una pantalla blanca y armnica. All el movimiento es vida. La fbrica de sueos comienza a funcionar y el denominador comn entre la poesa y el cine empieza a ser visible.

p

poesa

Muestra RegionalPOR CARLOS VSQUEZ-ZAWADSKY

TRES POEMAS

Tumaco, Nario, Colombia ilustracin:Romn Ramrez *** A mi lado dormita una deidad. Bellas esmeraldas su mirada. Al despertar, cesar la lluvia y la noche de medias lunas. Ptalos en flor, tus ojos de agua recordarn mis sombras pasajeras. *** La tarde se inclina dorada, rodando al infinito deseado: all te encuentro en esquinas rosadas, descifrando el da y sus dioses muertos de risa. *** Tus ojos se comen lejanas y horizontes azules y naranjas en regiones transparentes. Ven, viajemos como la sal en el mar ocano. Nuestra isla contina en orillas y naufragios.( 13 )

POR JULIO CSAR GOYES NARVEZ

Y NO PODR N LOS NGELES EVITAR SU VINO DE NOSTALGIAIpiales, Nario, Colombia

TANK AS DE NIEVEPasto, Nario, Colombia Ilustracin: ferchoyela

POR ADRIANA ENRQUEZ

Tambin te decimos adis muchacho Daniel Santos del bolero, anoche encend una veladora tal como hacia mi madre cuando sus hijos partan para sus guerras, s de alguien que debi haber encendido su msica y tal vez hasta escribe un poema con la paciencia de los que todava aguardan. Orantes del amor y del desengao todos nos perdimos alguna vez por una mujer que no se le dio la gana de regalar sus besos. Jorge, se nos fue el jefe de los enamorados y no podrn los ngeles evitar su vino de nostalgia, qu vamos a hacer con toda esa serenata trasnochada en la memoria, con esas imgenes de barrio pobre soleado por adolescentes revolucionarios, domingos de bicicleta y minifaldas estelares, ftbol y cine de segunda con palomitas de maz. Y la rocola que resuena en el cabaret de al lado porque alguien decidi iniciarse en el despecho. Las que fueron hermosas, Rosa, la loca Margarita y Mara Ins, tararean a Beny Mor arrimadas en la puerta y las golondrinas llevndose uno a uno sus encantos. Dile a Carlos, a Fredy, a Germn, escrbele a Gabriel, que enciendan el altar antes de ir al parque por un helado, no vaya ser que a otro de la gallada le d por irse. De esto ninguna palabra a nuestras madres, que no piensen que hemos vuelto a las andanzas. Bien, adis muchachos, esta carta es breve, saluden de mi parte al ltimo de sus amores y no olviden que el casete de Charly Figueroa buscando su recuerdo, se termina en seguidita.

1 Luz de neblina Sobre el farol antiguo Como la nieve Se derrite plida Tu insalvable ausencia 2 En blanco nieve tomos de sol brillan Prstino aire Oculto en mi sangre El sol luz se deshila 3 Nieve de luna Nieve, fra ventisca Blanco el astro Luz da, agua de mi cuerpo Agua ma sin tiempo 4 Llega la nieve Hacia el fondo del ro Mira luceros Distancia doliente Es la luz que se proyecta 5 Cae granizo En la noche espesa Apariencia sonora Sobre todas las hojas En mi carne que alumbra

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Muestra NacionalPOR HAROLD ALVAR ADO TENORIO

LA LLUVIA APARECE NUEVAMENTE SOBRE EL MUNDOPOR LUIS ARTURO RESTREPO GONZLEZ

Medelln, Antioquia, Colombia Ilustracin: Alvaro Pantoja O.

LOMA CASTELLANABuga, Valle, Colombia

Plidas golondrinas creadas al final del da atraviesan su luz En su nostalgia, nombra el ocaso una esperanza Hay plantas y pjaros, plumas de un antiguo vuelo, cantos que recuerdan en la tierra la imposibilidad del reposo La cancin de la noche llega hasta m. La ltima palabra se detiene en la boca Su repeticin presagia la inutilidad del llanto Con ella accedemos, temerosos, al baile La cancin de la noche se detiene, mientras antiguos vientos impulsan nuestra barca hacia el abismo

Amarilla y seca como los desiertos fue nuestra vida. rida ser, tambin, nuestra muerte. Ni huesos ni polvo de huesos quedar de nuestra soberbia, vuestra vanidad, nuestro apetito, vuestra ruindad, nuestro rencor, vuestra indecente codicia de ser peor que los otros es decir, nosotros. Agradezcamos, al arte de imaginar la posible existencia de otros mundos. Quizs slo all haya color, luz, agua y descanso. Slo se muere una vez. Nosotros, hemos muerto dos veces.

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UNA PALABR A

POR FERNANDO DENIS

Cinaga, Magdalena, Colombia Ilustracin: Juan M. TavellaPOR TALLULAH FLORES

UNO

Barranquilla, Atlntico, Colombia

I Llegan buenas noticias del sueo y del regreso del verano. Las trae un cielo reticente de colores cortantes que promete largos das de alas. Pero no. Tu cuerpo canta demasiado lejos cuando tus ojos me miran yo miro otro mar y por tus ojos vacos ya no hay quien elogie mi silencio. Huye la luna y huye el mar. La noche no tiene piedad de las palabras sentada ah arriba nos deja desnudos ante sus ojos cansados yo quiero prolongar la vida. Pero no. El dolor no se difiere. Recuerdo la brisa proverbial en la colina tambin precaria y sabia animando el cortejo de un amor breve y posible hacinando el fuego fatuo del mar. Cmo discutir con el misterio y el espanto! Huimos los dbiles y huimos los impuros y ligeros derramamos nuestras lgrimas en las aguas ms profundas del Caribe con un adis improvisado y miserable nos despedimos eternamente amados. Adems, la noticia era una fbula. Hoy el mar entregaba sumiso otros cadveres al muelle intil de este puerto corrodo. Que nos libere la muerte, o me pliego a la tristeza para ser lo que elija recordar. Si pudiera en cada verso escuchar la voz de Dios, o la voz del agua o leer el trueno en la voz del aire A travs de la soledad viajera de las slabas el tiempo disgrega su eternidad. Yo acerco mi odo a la puerta del mundo y escucho el rumor del bosque, la msica verbal del agua, o del vino o del sueo del animal amarillo, cuento las siete noches que demora el viajero leyendo la geografa de tu mano, los siete caminos que le faltan para llegar al templo y al libro de los libros. Al alba, detrs de los grabados, de la voz bajo la piedra y del incendio, las palabras vuelan con las aves y se llevan sus metforas. El poema conoce de memoria la belleza que perdura en la palabra, sus retablos antiguos, sus bosques ardidos de sueo, la suave arquitectura de una estrofa imposible desenterrada en la cinaga. Te asomas a la orilla del mundo y arrojas una piedra o un astro. Antes de llevar tu nombre hasta el desierto y aspirar el humo de sus maderas en la noche, bbete las slabas del bosque y envuelve en tu manto prpura una palabra que llene la noche y el da.

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LA LECHE TIBIA DE LOS NGELES

POR AMPARO ROMERO VSQUEZ

Cali, Valle, Colombia Ilustracin: Alvaro Pantoja O.

Para bendecir tu vientre Trenzo hierbas y todos los azules. Que se estremezcan el agua de tu arcilla Y todas las vendimias en tu regazo dulce. Que te cruce de alcatraces el mar desnudo Y palpitante; Que posea tu vientre el ms perfecto aliento Y ardan en l maderas y cntigas. Que se abran insaciables el trbol y el esperma Y lluevan trigos y seales. Que a tu vientre de oro llegue el Verbo A redimir tu carne, para que se oville el lamo Y se anude a tu piel una tibieza de nidos Y de anmonas Y se multipliquen el precioso pez Y la leche tibia de los ngeles.

Yo bendigo tu vientre con mi boca Con mi piel habitada de cigarras como lumbres Con mi libertad de tigre y de paloma Con mis reinos de miel y adargas Con mi obstinado gozo; Con mis manos y mis races ungidas a la tierra. Buscando el agua todava Te envuelvo en este ocano de vrtigo Y campana Y bendigo tu vientre y lo hago un solo regocijo. Que florezca tu tero Con su acendrada constelacin de pjaros Muchachas a quien amo: buena como el pan Clara como la luna. Muchacha Hecha de mi carne y de mis huesos.

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Muestra InternacionalCINTA DE LUZPOR MARIETTA CUESTA RODRGUEZ

Cuenca, Ecuador Ilustracin: Alvaro Pantoja O.

Violines bajo el arco del rbol, cascada-manos verdes, races entre piedras arenas multiplicando playas. Buganvillas entonan msica de colores matizadas de sol, de amor. La cintura del tiempo vuela tercamente en aras de horizontes nuevos lares-distancias La hierba nace a escondidas y la montaa crece con su aroma. Hojas llueven otoos sabor a sepia, a oro, a circunstancias Una cinta de luz entrelaza texturas en lo profundo de los mares hay barcos que duermen mi naufragio, despierto nuevamente y camino los puentes y la niebla, los abismos, los soles temerarios hasta llegar al rojo-azul y alado puerto donde la noche teje sus crculos concntricos indefiniblemente inacabables amamantando al nuevo amanecer da, tras da.

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SUDOR, TEMPLO

POR PEDRO RODRGUEZ PALOMO

Colmenar, Mlaga, Espaa

DENTRO DE LA SOLEDAD EL CRUCIFIJOPOR ADN ECHEVERRA

Mrida, Yucatn, Mxico

ests como la gran ramera de las profecas bajo las murallas de Jeric te reconstruyes en el anuncio de la victoria equidistante de la hembra costa simulada de otra Alejandra vctima que no tiene contratiempos victimaria en esta noche que lo cubre todo Ella lo cubre todo es la victoria de los odios y los sinsabores constantes del miedo y sus distancias Bajo los higos espera el calor de su llamada victoria o cacera de serpientes? cacera o seduccin impuesta? no has podido velar conmigo? Todos callan desde el Sina hasta el Glgota callas y tu silencio me lame las heridas: Hijo he aqu a tu Madre dices abrindome las piernas

Hueles a orn y a vegetales buidos y tu cuerpo es sagrado como abatido mrmol de una edad con dioses como hombres. Hueles a sudor, a drmico yodo y me arrodillo ante tu templo. Hueles a un barro asptico sin caminos, y a un fro cloroformo que no desemboca. No montes esa barca. Abre tus ojos y retoma tus huellas digitales, aquellas que el trabajo encalleci y se hacan de llana seda en tu caricia. Dile a tu piel ahora, adelante, no escuches a los perros aullando entre las cinagas. Tu cuerpo abatido es mi templo: arrncate esa barca, esos perros, ese fro arterial que tirita en mi dolor, estas sondas clavadas en el vaco, y dibuja en las pantallas tu mirar transparente, ahora que hueles a ti, al sudor del mundo, a la dignidad sin tregua, a la limpieza del organo y los caminos, a la modestia de la albahaca y el hinojo. Abre tus ojos y espanta esos perros y a la barca, a la barca di adis, desde el puerto de tu hombra, desde el venero de tu humildad, desde el faralln de tu risa. No busques el eco de esa sombra que llena tus odos con su silencio. No duermas, porque la noche te vigila con su oscuro amor de races, con la red vaca de su nada. Regresa, con mi firme vigilia guardo tus inviernos. Sudor, orn, mi templo.

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LVII

POR YAMILA GRECO

Buenos Aires, Argentina Ilustracin: ferchoyela

acaso lo invisible fragmento de amarga quietud inalcanzable los pasos de los muertos que brotan la vigilia como anticipacin arrastran mi rasgo desconsolado el filo de la indiferencia que no es muerte ni vida alcanza mi espritu la enredadera del terror mixtifica mi espanto la Tierra que me expulsa porque mi respiracin fracasa la cicatriz de Dios en su eterno gesto elevada la sustancia en un rincn oculta todo rumor la luz que me declare viva la Tierra es constante y seca sean otros la fuerza bruta de las horas ni el dolor pudo salvarme su hbito de rabiosa subsistencia jams revel brillo en mi corazn tampoco el vaco

las interminables cadas lograron crear en m algo visible el vestigio del da las edades desenterradas por la noche existo finalmente porque tampoco s predecir la renuncia la inclinacin de los espejos mscaras de mi complexin existo inmiscuida en manos con las que comparto la muerte manos que intervienen muerte el corazn es compacto como una piedra percibo sonidos perjudico los smbolos me aferro constante como una nia empeada hacia la insolacin prefiero la profanacin el desabrigo este frio peor que cualquier invierno elijo esto a fingir que poseo ojos y comprendo

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ACTA DEL JUR ADO DEL PRIMER CONCURSO NACIONAL DE POESA CONVOCADO POR LA REVISTA CULTUR AL AVATARESLos suscritos miembros del jurado en el I Concurso Nacional de Poesa Revista Cultural Avatares 2010, manifiestan que despus de hacer una seleccin de finalistas entre los 86 concursantes que participaron con un total de 365 poemas, enviados por colombianos de diferentes regiones del pas y del exterior, se decidi escoger (por sumatoria de los votos individuales de cada uno de los jurados), un poema ganador y dos finalistas, teniendo en cuenta los de mejor factura, originalidad y valor esttico. Se deja constancia que no fue fcil formular esta valoracin, ya que las bases de la convocatoria permitan la presentacin de una unidad estructurada como conjunto de poemas; o de un poema individual, como un todo. La seleccin es abanico de esta categorizacin; y la valoracin final correspondi a la seleccin de poemas, considerados individualmente, y no como conjunto de poemas. Despus de revisar los trabajos preseleccionados, realizar las relecturas del caso, y hacer la sumatoria de los votos individuales de los cuatro jurados, se lleg, no por unanimidad, sino por puntuacin, al siguiente veredicto, que dio como resultado un poema ganador, dos finalistas y adicionalmente, dos menciones especiales: POEMA GANADOR: El viajero exhausto de la obra Novsima Teora del Caos firmada con el seudnimo Mustaf Al-Kassim, que a abrir la plica respectiva, correspondi al nombre de William lvarez Montoya, de la ciudad de Medelln. Este poema est estructurado con la tcnica del dilogo, donde el tratamiento de la forma y el lenguaje literario se simplifican en ideas e imgenes, ricas en sutil erotismo, para darle un tono nuevo al universal tema de la muerte. PRIMER POEMA FINALISTA: Urdo el juego firmada con el seudnimo Riobueno, que al abrir la plica correspondi a Jorge Luis del Rio Vsquez, de la ciudad de Sincelejo. Este poema muestra creatividad semntica significativa. Tiene buen ritmo, rica metaforizacin, y dentro de su estructura potica, proyecta una connotacin inconsciente profunda. SEGUNDO POEMA FINALISTA: Mujer Luz de la obra Mujer Insomnio firmada con el seudnimo Luna Sajoro, que al abrir la plica, correspondi a Andrea Naranjo Merino, de la ciudad de Cali. Este poema refleja madurez esttica. En lneas cortas y contundentes habla del viaje en el deseo amoroso; tal vez amor prohibido en una bella metfora de prematuro desaliento. POEMAS QUE MERECIERON MENCIN ESPECIAL: Avatar Amaznico enviado por lopezdevelez@, seudnimo correspondiente a Ana Milena Lpez Cifuentes, de la ciudad de Cali. Requiem por Antinoo enviado por Duncan, seudnimo correspondiente a Sergio Esteban Vlez Pelez, de la ciudad de Medelln. Felicitamos a los ganadores del certamen y manifestamos que aunque un alto porcentaje de los participantes muestran experiencia y ejercicio potico, a algunos les falta dominar este difcil gnero literario que exige ritmo, imgenes y capacidad de sntesis y asociacin, ms que rima y lenguaje melifluo. De todas maneras, lo importante en este concurso, es comprobar que la poesa est viva en el alma de los colombianos, y que seguir viva mientras haya hombres y mujeres que la trabajen con amor y disciplina. La presente acta se expide a los treinta das del mes de septiembre del ao 2010. El Jurado, Juan Revelo Revelo Carlos Vsquez-Zawadsky Jos Landa Jos Daro Quintero Medina

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Poema GanadorPOR WILLIAM LVAREZ MONTOYA

EL VIAJERO EXHAUSTOSeudnimo: Mustaf Al-Kassim Ilustracin: Adrin Montenegro

El viajero exhausto indag a la muchacha de la fuente por un poco de agua para calmar la sed. Ella respondi: Bebe el elixir de mis pechos y aplacars la sed de tu camino. El viajero dijo: Slo busco un poco de paz y de sosiego para restaar las heridas de la lucha. Ella replic: Besa mis labios y palpa mi pubis exultante y sanarn tus heridas ms profundas. Con un dejo cansino en sus palabras, el viajero dijo: Es tarde ya. Slo espero la muerte en mi destino. Con ojos relampagueantes, la muchacha exclam: Yo soy la muerte! Tmame y renacers como los pjaros del fuego.

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Primer Segundo Poema Poema Finalista FinalistaPOR JORGE LUIS DEL RIO VSQUEZ

URDO EL JUEGOSeudnimo: Robueno

MUJER LUZ

POR ANDREA NAR ANJO MERINO

Seudnimo: Luna Sajoro

Nazco de un silencio de fechas Para la bienaventuranza de la raza Soy gloria de dioses rotos en la piedra del tiempo Agua inocente que no sabe que es agua Domingo de la carne y sus mocedades sin alma Urdo el juego Decreto la luz del origen bajo el esto coleptero de las lmparas Cobro una risa perturbada por las venas de todos los soles Deshojo lupanares como das para atraer la edad inconfesable de la sangre Rezo solo a un violn que tambin es un pjaro con memoria de silencio Bailo el camino que suea el espanto de la muchedumbre Dejo el grifo abierto del lenguaje y su estrpito de plumas sin cielo Luego Enseo a huir de m

Defines un camino desconocido y un ro que se lleva el sueo de la lumbre junto al castao. Las almendras, duras y prohibidas, cien el deseo de dos cuerpos ciegos, tormento de un viaje que an no comienza.

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fLA GOTA

cuento

Muestra RegionalPOR JONATHAN ALEX ANDER ESPAA

Pasto, Nario, Colombia Ilustracin: Juan Pablo Garcia

N

o entiendo qu pas... te juro que no logr anticiparme a nada murmur Antonio, con el cabello despeinado, mientras mova la cuchara dentro del humeante pocillo de caf. Aparecieron al atardecer aadi clavando la mirada en el sombro mosaico del restaurante en donde me haba citado. Apenas me dieron tiempo de cubrirme la cabeza para evitar un golpe! Un lamento haba interrumpido mi descanso horas antes. Recostado en el sof, estir con pereza el brazo para tomar la bocina del telfono y contestar esa llamada. Despus lo supe. En medio del caos, slo una opcin haba cobrado vigor entre las cavilaciones que preocupaban a Antonio: llamarme a las once de la noche, para contarme lo que le haba sucedido. Y ahora nos encontrbamos frente a frente, sentados en aquella triste mesa cada uno con una taza de caf. Al contemplar los prpados hinchados de mi colega, y al ver su gesto de desconcierto y temor, comprend lo que mi amigo quera decirme. Cuntos eran? pregunt. No s! contest, moviendo la cabeza de un lado a

otro, como si buscara excusarse por no saber ese dato. Llegaron, y en segundos el comedor de mi casa se transform en una nube de polvo y fotografas que se agitaban como buitres sobre mi rostro. Hice una mueca de confusin. No entenda exactamente lo que Antonio me estaba diciendo. Beb un sorbo de caf y segu atento escuchndolo. Esas fotografasreiter con los ojos cerrados y se call. Lo mir con atencin y vi que respiraba agitado. Su vientre voluminoso se elevaba rtmicamente, semejando el fuelle de un acorden vencido por el maltrato. Le ofrec un cigarrillo. Lo tom con mano nerviosa y lo encendi aspirando el humo. Lo peor fue esa maldita gota coment, mientras tenda sobre la taza de caf, una nube de humo denso. Qu gota? indagu, mirndolo a los ojos. La gota que brot del techo y golpe justo en mi frente. Antonio volvi a aspirar el cigarrillo, y la brasa encendida dej escabullir un leve crepitar. En cada aspirada, mi amigo pareca inhalar un fragmento de lo que haba

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vivido esa tarde en su casa, y descompuesto e impotente, la expulsaba con rabia. Contina, por favor lo alent con una sonrisa amable. Te imaginas? dijo Antonio volviendo a aspirar el humo del cigarrillo. Llego a mi casa despus de salir del trabajo, con deseos de estar tranquilo, y en ese preciso momento, llegan ellos y una gota me cae justo entre los ojos paralizndome por completo. Descans los codos sobre la mesa, lo mir fijamente y dije: Y luego qu pas? Despus de un rato, cay otra gota, y al instante, otra y otra... Y mientras tanto, ellos acababan con todo, empujndose unos contra otros, de forma violenta. Por qu no te defendiste o por qu no saliste corriendo? lo increp, casi rogando por una actitud que l jams tendra. Nada poda hacer, Ernesto. Slo quedarme quieto y observar impvido, como rompan todo, con tanta furia y sevicia, casi con asco... Que cobarde exclam para mis adentros. No hizo nada para defenderse. Antonio le hizo una seal al que atenda el negocio y pidi otras dos tazas de caf. El hombre asinti con la cabeza.

Tendras que haberlos visto enfatiz. Tan seguros de su impunidad y tan confiados de mi cobarda. No se dignaron a mirarme ni una sola vez. Como si yo no existiera; como si yo fuera un cero a la izquierda. Slo se ocuparon de mis cosas; de borrar todo lo que he logrado con el esfuerzo de muchos aos dijo molesto, y afloj el cuello de su camisa que alguna vez quiz fue blanca. Tranquilzate Antonio, esto puede sucederle a cualquiera. Ests equivocado me interrumpi, abriendo los ojos. A poca gente le ocurre lo que me pas a m la voz se le quebr al decir esto. Llegaron de improviso sin hacer el ms mnimo ruido, sin que yo lo pudiera impedir. Realmente, la situacin exceda toda mi capacidad de reaccionar. Comprendes? Me mantuve callado. Lo observ detenidamente y vi que una lgrima rod lenta y lnguida por los pliegues de su mejilla y su barba. Empuan garrotes gigantescos, desbaratan todo sin demora, pero no se llevan nada continu. Eso es lo extrao! El hombre que atenda el negocio trajo las dos tazas de caf y las puso sobre la mesa, frente a nosotros; y junto a las tazas, coloc varios sobres de azcar. Inquieto, movindose en la silla, Antonio respir profundo y juguete con los sobres de azcar. Hizo un gesto, como si fuera a llorar, pero se contuvo. Bebi a grandes sorbos el caf. Quise imitarlo, pero prefer bajar la vista y enredar los dedos en mi cabello desordenado. A nuestro alrededor, la penumbra del restaurante le daba, a nuestro encuentro, un marco parecido a una reunin de olvidados. Nos estn rodeando pens que me dira Antonio si se lo preguntaba, y por eso permanec en silencio. Afuera, la madrugada se burlaba con frialdad de la vida, y destilaba su comedia adoptando la forma de llovizna pertinaz sobre las calles que a esa hora estaban hurfanas de gente y de automviles. Siempre pasa as dijo Antonio, retomando la conversacin. Mira lo que eres hoy, en este momento, y entiende que no puedes pertenecerle nunca a nadie. Ellos lo saben. Slo pueden acabar con aquello que ha nacido para suplantarlos. Por eso atacan! S asent con un hilo de voz, ante la inminencia de comprender lo que mi amigo deca. Vienen a cobrar cuentas pendientes. A dejar en claro

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que, pese a los intentos de la memoria, lo malo nunca muere. Siempre regresa. Vienen a recordarnos que es imposible dejar atrs los errores y las vivencias dolorosas. Entend claramente lo que mi amigo me deca. Mir la hora en mi reloj. An estaba oscuro. Debo irme, Antonio dije, ponindome de pie. Necesito dormir. Y t, vuelve a tu casa, que ya has pagado lo tuyo. No le debes nada a nadie. No lo creas susurr resignado con la cabeza echada para atrs. Aquellas gotas an continan desprendindose del techo. Y s que caern ms... Entiendo! dije y cuando quise dar unos pasos para salir del lugar. Su mano apret mi brazo con fuerza. No, Ernesto! T no entiendes nada! dijo enfurecido, y casi a gritos agreg: Vine a este sitio para decirte que ahora van por ti! De un tirn me liber de sus dedos desesperados y tensos. Paranoico idiota, pens mientras caminaba rpido hacia la puerta. Van por ti! sentenci, a todo pulmn, en el momento que yo sala apresurado a la calle. Camin sin detenerme. Cruc la ciudad an somnolienta con el rostro desencajado. Una nausea inexplicable invadi mi cuerpo. Trat de no pensar en lo que me haba dicho Antonio; pero a pesar de la caminata y del aire fro y denso del amanecer, no consegu librarme de sus palabras, ni de su ltima imagen con ese rostro perturbado. Medit sobre el clamor de los olvidados. No! Yo no debo nada, a nadie, me dije para tranquilizarme. Ellos nunca vendran por m! La lluvia empez a arreciar. Un relmpago ilumin la fachada de varios edificios y con ellos, tambin se ilumin un rincn de mi memoria. Aterrado, precipit mis pasos; corr por calles y avenidas que apenas empezaban a despertarse y al final, con la ropa empapada de lluvia y sudor, llegu a la puerta de mi apartamento. Vacil un momento; despus, con mano temblorosa, introduje las llaves y gir la cerradura. Al empujar la puerta, la oscuridad me ofreci sus fauces intimidantes. Adelant una pierna... Un segundo despus, la otra. Y una vez adentro, encend la luz y levant la mirada hacia el techo. Ah estaba aquello! Durante mi ausencia, una mancha hmeda y admonitoria haba crecido encima de la sala. Resignado, tom una silla y me sent a esperar a que cayera la primera gota.

PRESAGIO

POR JUAN S. ARGOTY

Pasto, Nario, Colombia Ilustracin: Ferchoyela

S

u corazn palpita en medio de la brisa nocturna, como si l no fuera ms que una estrella entre tantas que titilan en la inmensidad del cosmos. El fro penetra en sus huesos, invade los msculos de su cuerpo y lo deja parcialmente paralizado. Apenas puede respirar y tragar saliva, si fuera un cangrejo, no dudara en ocultarse en su agujero de arena para no tener que confrontar el misterio de la noche y jugar un cara y sello, en la incertidumbre del amanecer. Est lleno de dudas y su nica certeza es la de no ser ms que un instante, un rumor, un sueo que se agota, un depsito de recuerdos que no conoce otro camino distinto al de la nostalgia. Con el paso de las horas, la luz del sol surge detrs de las montaas, y poco a poco sus msculos vuelven a recuperar la elasticidad perdida. Abre los ojos, parpadea y respira con la levedad que tienen los presagios. Una meloda imperceptible levita al filo de la madrugada. Se mira y no se ve. Se palpa y no se siente. Tiene la impresin de que se ha convertido en canto.

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Muestra NacionalCuento breve del libro:

CUENTOS PAR A DESPUS DE HACER EL AMORCali, Valle, Colombia (Residenciado en Mxico) Ilustracin: Jhon Benavides

POR MARCO TULIO AGUILER A GARR AMUO

U

n hombre que era un extranjero hasta de s mismo se enamor de una mujer extraa. Y se lo dijo. Pero ella era una mujer extraa, muy solitaria, indiferente, con pjaros en la cabeza. Si me quieres le dijo yo no s si pueda quererte. Y cmo podr convencerte de que me quieras? pregunt el hombre. Yo no conozco el mar dijo la mujer, no conozco el bosque ni la selva. Sueo con orqudeas desde que las o mencionar. He vivido en mi casa desde que nac. No he ido ms all de los lmites de mi jardn.

En los ojos de la mujer haba algo semejante a una tristeza serena, a un aburrimiento domesticado, a una desesperanza ya vieja y sin solucin. Y, sin embargo, como quien trata de pescar ballenas en el manantial del traspatio, se atrevi a pedir: Llvame a ver el mar. De acuerdo dijo el hombre. Empaca y nos vamos. Pero quiero ir a pie, desnuda y con una venda sobre los ojos. No vers el camino. T me guiars. Pero entonces no podrs ver el bosque y las selvas, no conocers las orqudeas. No gozars al contemplar por primera vez el mar. Quizs s pueda verlos y conocerlos a travs de tus ojos. Y entonces, me amars? Antes de quitarme la venda me describirs el mar. Luego, cuando yo lo vea con mis propios ojos, sabr si puedo amarte o no.

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PAP ES UN CUENTOPOR JOS CHALARCA

Caldas, Manizales, Colombia

T

odos dijeron que acabara mal. No pasaba en casa un fin de semana que para l comenzaba desde el jueves. Su vida fue toda rumba, paseos, una orga perpetua. Vestido siempre con ropa de marca, relojes y joyas finas, lociones, las ms costosas. Para trasportarse, primero una moto grande de no s cuntos centmetros, luego otra gigantesca y finalmente el carro: un automvil descapotable de cuatro plazas. En l se fue con tres de sus mejores amigos una tarde de viernes. Y no volvi por sus propios medios pues de regreso, borrachos los cuatro, se metieron bajo una tracto-mula que los descabez. Y usted va para lo mismo, es lo que dice la ta que me cri, al tiempo que me entrega la fotografa de un muchacho, vestido con ropa de marca, que no puede pasar de los diecisiete, dos aos mayor que yo y quien, segn ella, es mi pap.

EL CUENTO DE UN CUENTO SOBRE OTRO CUENTOPOR REY CARLOS VILLADIEGO

inminente, el cuarto est en penumbras y l se despide de ella y sale. Ella no sabe si la sombra que sale, o todas las sombras que pueblan el cuarto y que siempre la han deprimido, o alguna de stas, es ella misma. Pienso en ella en medio de las sombras de esta noche; imagino a la mujer reconocindose como una sombra para el Amor, como un pino seco, sabedora del amor efmero de lo efmero del Amor y siento su conviccin postrera de ser una sombra para la vida. A esta hora en que la luz y el Amor olvidaron su camino hacia mi cuarto, escucho las sombras gritndome en coro lo que hace aos descifr inconscientemente en el cuento de Julieta Pinto. Ahora, con las sombras evocndome ese hermoso cuento, veo el fugaz resplandor de una hoja blanca pegada en mi pared, donde no alcanzo a leer los versos breves de Juan Manuel Roca, que en este instante, con Julieta Pinto, son testigos de las sombras que me cubren. Entonces no s si leo en la oscuridad o si he cerrado los ojos y leo en mi memoria, pero veo claramente los versos del poeta: Estoy tan solo, amor, que a mi cuarto slo sube, peldao tras peldao, la vieja escalera que traquea. La vieja escalera por la que me deslizo como una sombra. Tal vez de eso se trata el cuento de Julieta Pinto, al menos as es como lo recuerdo. Estoy tan viejo, Amor, que en mi corazn slo anidan telaraas.

Cali, Valle, Colombia Ilustracin: Juan Pablo Garcia

lguna vez le un cuento de Julieta Pinto, si no recuerdo mal se llama El pino de enfrente. Cuenta, si la memoria me acompaa, de una mujer que conoce a un hombre cuando ella no espera nada del Amor. El hombre se asemeja al Amor. Ella, aunque presiente lo efmero de ese amor, se entrega a l sin remedio, pues no se puede evadir lo inexorable. Ella establece un parangn entre el Amor y la gradual resequedad del pino de enfrente, y la muerte inevitable de ste debido al abandono. O quizs por su edad ella se refleja en el pino. No lo recuerdo. Vislumbro al personaje de Julieta Pinto con ms de treinta y cinco aos, quizs ms de cuarenta; en cualquier caso, los aos suficientes para presentir la derrota. En la noche final, cuando el adis es( 28 )

A

AOS DESPUS

POR AUGUSTO ENRIQUE LOZADA LINCE

Cundinamarca, Bogot, Colombia Ilustracin: ferchoyela

La literatura es la infancia al fin recuperada. Georges Bataille

E

l sendero de la montaa por el que nio y su abuelo caminaban era escarpado y oscuro. Una gran cantidad de rboles custodiaban el trayecto. Por doquier se sentan los olores del bosque, y la niebla era ms espesa a esa hora de la tarde. No quiero subir ms. Estoy cansado le dijo el pequeo al abuelo que lo llevaba de la mano. Ya vamos a llegar. Respondi el viejo, sin detenerse. Cerca, la danza del follaje se alborotaba, y algunos hilos naranja de luz lograban colarse perpendiculares como espadas. La inocente voz reiter con desespero: Estoy cansado abuelo, quiero regresar a casa! El viejo, como si no lo hubiera escuchado, le recit unos versos: Reyes haban ardido, reinas blancas, blandas, / sepultadas dentro de rboles geman an en la espesura Pero el nio no pudo or todo el poema, porque la voz del anciano se confundi con el barullo de los pjaros y el silbido del viento, y comenz a llorar. Con sus manitas untadas de tierra el chiquillo trat de secarse las lgrimas, pero el barro afect sus ojos y no pudo abrirlos de nuevo. El viejo lo carg sobre la espalda; y cuando por fin detuvo la marcha, cerca a un riachuelo que unos metros ms adelante se precipitaba al vaco, lo primero que hizo fue recoger con sus manos un poco de agua y le limpi el rostro. Luego, dijo: Llegamos Damin! Abre los ojos, mi pequeo! Lo primero que vio Damin fue el filo del precipicio que haba enfrente, por donde caa el agua del riachuelo. Atemorizado, retrocedi unos pasos; levant la mirada y un paisaje luminoso, casi infinito, le llen el alma. El silencio lo embarg y, absorto, vio ms all del alcance de su mirada, al final del horizonte, unas aves majestuosas al acecho y decenas de cascadas vrgenes trepidantes; nveas cumbres desconocidas por los seres humanos; el cielo azul unido en la lejana con el mar. Su abuelo, en cambio, no observ nada de eso, lo mir solamente a l,

y vio que su rostro estaba iluminado, con una luz interior, radiante, intensa. Ms tarde, cuando a Damin lo venci el cansancio, el anciano lo tom entre sus brazos y lo acun devotamente. Maana descenderemos le susurr carioso, pero el nio se haba quedado dormido y no pudo escuchar esas palabras. En algn lugar de sus sueos, un fuego extrao y mgico le teji alas en sus brazos con sonoras llamaradas, y un pico de guila, tambin de fuego, creci en su rostro, que ahora observaba el cielo con mirada gnea y penetrante; y su corazn le grit con ansiedad que alzara el vuelo, que se fuera a cruzar los vientos de mundos desconocidos. (Cuando vuelva, aos despus del viaje final del abuelo, un nuevo Damin traer consigo las palabras necesarias para escribir las crnicas de los viajeros).

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Muestra InternacionalHUELLAS BORR ADASPOR M A . SOCORRO MR MOL BRS

(Cuento tomado del libro: Ellas: Manual uterino para machos en celo) Madrid, Espaa Ilustracin: ferchoyela

quel verano Caminaba siempre delante de m. Claro! Un padre siempre camina por delante. Fue el ltimo da Sus pies inmensos iban abrindome camino y dejando grandes huellas marcadas en la hmeda arena. Eran como refugios en donde esconder vacilaciones. Nunca he sabido vivir sin desear esconderme en las huellas de alguien. Yo iba detrs, intentando meter mis pies desnudos en aquellas huellas reconfortantes; pero eran demasiado grandes para mi pequeez, y sus pasos, demasiado largos para mis insignificantes piernecillas de aprendiz de hija. Cundo podr ser como l? me preguntaba con todo el desaliento que cabe en los inalcanzables deseos de los nios a los que siempre les estn reprochando su pequeez. Ser capaz de caminar alguna vez al ritmo de la vida? * * * Aquel verano De repente, una ola ms grande que las dems borr las huellas por las que me guiaba. Cuando me encontraron, perdida entre mareas, Madre lloraba y el recuerdo de mi padre me abofete con lgrimas en los ojos. Era tan grande aquella playa sin sus huellas.

A

* * * Aquel da Se rompi como una polichinela. Son tan peligrosas esas carreteras! eso fue lo que dijeron. No, no fue en verano. Fue un mes de febrero, tan helado como ste, el que me congel el recuerdo en claroscuros... Febrero lo borr de un manotazo, como se borran huellas en la arena. No he vuelto a encontrar refugio. El hombre siempre camina por delante, dejando huellas borrosas e imprecisas. Yo voy detrs, sola, tratando de esconder mis poquedades, y con el deseo de su mirada escrito entre mis prpados con tinta de lgrimas eternas. Ya nunca sabr si podra haber aprendido algo de aquel Padre, que siempre marc unas huellas tan grandes en la arena de mi vida, que an hoy sigo diciendo: Nunca las mas tendrn esas holguras.

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CADO DE LA MATA

POR MARA LUISA LZZARO

(Cuento tomado del libro: Junta de hijas y otras peri-especies) Mrida, Venezuela Ilustracin: ferchoyela

E

l marido de misia Margarita es tan noble, que cuando me ve mojndome los labios con la lengua me da unos centavos para que me compre un refresco. El otro da que me le par enfrente con la blusita esa que deja al descubierto el ombligo, me pas a su casa para darme unos reales, para la tela que falta en la blusa. Igual lo hizo el da en que desde la empalizada me vio con la minifalda. Pero, cuando ms lo vi cado de la mata fue el domingo. No haba nadie ni en su casa ni en la ma. Se me ocurri baarme desnuda en el patio que colinda con el suyo. Me vio y de una vez, enterr la cabeza en los crucigramas. Das despus supe que estaba con el azcar bajo, me ofrec acompaarlo mientras misia Margarita buscaba las

medicinas en la ciudad. Estaba tan fro, tan jipato, que me dio lstima. Como estaba boca abajo me le mont en la espalda a ahorcajas y empec a masajersela. Le di y le di hasta que empez a coger calorcito. Por delante no le quise dar, porque si me le monto en caballete y va y se le para el corazn No vaya a ser que por ah est su dolencia y se quede tieso y sin respiro. Al menos, recuper el calor y hasta sud grueso; sntoma de que estaba vivo todava. Lo ltimo que supe del marido de misia Margarita porque se mudaron intempestivamente del pueblo, fue que recuper bastante bien el apetito y el vigor. Parece que la tranquilidad de la ciudad le favorece ms para la salud.

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AMOR INTERIOR

POR GINS MULERO CAPARRS

Barcelona, Espaa Ilustracin: Juan Pablo Garcia

E

mpequeeci hasta ser del tamao de un lapicero usado o de un ndice medio, ms o menos. Se desprendi de su pijamita de Kent hasta quedar desnudo. Su amada dorma plcida, gigantesca, con su camisn interminable, sin ropa interior. Nuestro hombrecillo en miniatura resbal por el sedoso tobogn de la almohada y camin paciente por las llanuras nevadas

de las sbanas. Avanz acariciando la pierna largusima de su diosa como el escolar distrado que pinta una raya de tiza en la pizarra. Lleg a la planta del pie y desde abajo, alzando la barbilla, mir sus dedos: torreones de un castillo. Parsimonioso, camin entre sus piernas hasta llegar a las puertas del Paraso. Delicado, despleg con toda la ternura que le caba en sus minsculas manos las alas flcidas de sus labios. Puls pcaramente, durante un buen rato, aquel botn sobresaliente, como quien presiona un timbre hasta quemarlo, para avisar de su llegada, y entr de cabeza en la gruta del amor: se le abrie-

ron de placer todos los poros, se le abrieron de placer todas las alertas. Las convulsiones sucedieron automticas. Luego vino la calma chicha. No se sabe bien cmo lo hizo, pero camin por aquel laberinto con sus botas montaesas: se sinti un egiptlogo avezado que descubre un hipogeo en el intestino sinuoso; lo recorri entre vueltas y ms curvas, hasta inventar una nueva semntica para el mareo; mientras, la emocin silbaba una cancin de moda. Vio el lago volcnico del estmago con burbujas de colores enigmticos: prstinos, crdenos, pardos, vio acantilados de piedra caliza, vio el pncreas que pareca una gran roca porosa, vio el bazo: una alubia enorme y el hgado, en un momento ntimo de limpieza Tropez, indag, merode embelesado, con la sensibilidad cautivada en el paisaje, detenida en el paroxismo del asombro. Escal penosamente por la trquea. Aferrado desde lo alto de ese palo mayor, avist los pulmones. Acrobtico, qued colgado como un chimpanc, sobre la tercera costilla, balancendose, dndose proyector impulso con la cuarta. Y qu espectculo desde all, el del corazn. Dios!, al fin el corazn, de belleza inigualable, latiendo exclusivamente como un maravilloso espectculo para sus ojos. Salt sobre l. Quera ser parte de ella, disolverse en ella, ser parte de su naturaleza, dormirse para siempre en ese msculo. Y all se qued, eternizado. Y aquel colchn de sangre palpitante fue su bao de multitudes, su lecho fnebre y dio gracias a Nuestro Seor en su dulce y golosa agona, y dio gracias porque ella no lo rechaz como a un elemento extrao.

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LA NAR ANJA PERDIDAPOR JULIO CSAR PARISSI

EL CAF FROLa Plata, Argentina Ilustracin: Gabi Rub

POR MARTN GARDELLA

Montevideo, Uruguay Ilustracin: Juan Pablo Garcia

I

ba con el libro abierto, leyndolo, y estaba a punto de bajarme en Diagonal Norte. Se abri la puerta del tren subterrneo y yo di un paso hacia el andn en el mismo momento que Ulises le daba una naranja a la cndida Erndira. Ella la parti y apareci un diamante luminoso. El diamante y la naranja cayeron al piso de baldosas terracota de la estacin, pero la joven segua en el lecho sosteniendo en sus manos otra naranja. Ulises, el muchachito de ojos de ocano, le haba trado varias, y ella estaba maravillndose con un nuevo diamante. Intent buscar la naranja perdida. La gente se amonton frente a las escaleras tratando de huir de la sofocacin de ese clima de caverna pegajosa. Nadie la vio; slo yo la divisaba rodando entre las decenas de zapatos que iban y venan. La naranja y su diamante rodaban entre los pies de la gente, y la muchedumbre ni se enteraba. Sonre imaginando qu dira Garca Mrquez si supiera que su cuento se desboc en una galera del subterrneo y dej caer una naranja en un lugar tan lejos del desierto y del mar, entre personas que nada saben de contrabandistas o de vientos que traen las desgracias. Luego, haciendo un ltimo intento por atraparla, cerr el libro imaginando que de esa manera la naranja volvera a su seno. Pero fue intil. La haba perdido para siempre, y supe que cuando abriera de nuevo el libro hoy, maana, dentro de un ao, esa naranja, esa nica naranja que rod por el piso de baldosas terracota de la estacin de subte, no estar ms habitando sus pginas.

C

omo todas las maanas, lea el diario mientras tomaba un caf cerca de la oficina. De repente, vi aparecer a Eduardo cruzando la puerta. Haca mucho que no lo vea al flaco; estaba casi igual que la ltima vez que nos habamos encontrado, algunos aos atrs, en esa misma cafetera. Se acerc caminando directo hasta mi mesa y festejamos el casual encuentro con un abrazo amistoso. Lo invit a sentarse y a tomar un caf conmigo. Le cont acerca de mi vida, de cmo estaban los chicos, mi esposa, los perros, nuestros amigos en comn. Sin embargo, l me escuchaba en silencio, con apata, apuntando su mirada triste hacia la tacita de caf que se enfriaba pasivamente. A pesar de mis preguntas, no quiso contarme nada acerca de sus cosas, salvo algunas quejas por tener demasiado tiempo libre en esos das. Al despedirse, not que lo estaba haciendo para siempre. Se alej sin darse vuelta, arrastrando los pies, esquivando las mesas. Me qued leyendo el diario por un rato. Descubr que el nombre del flaco se repeta varias veces, escrito en negritas, entre las necrolgicas.

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vJ( 34 )

ensayoErnesto Hernndez, uno de los directores de la revista de filosofa Euphorion, nos traza en este ensayo una cartografa dinmica de movimientos conceptuales, que presenta entre la inquietud y el fulgor el nacimiento de una nueva imagen del cerebro. Ese estar-teniendo-lugar es el mundo del pensamiento mismo, es su llegada y nuestra llegada a l, en l, en tanto permite extraer algo del orden de lo intensivo para devolverle al cerebro su inmanencia como vida y experimentacin beatfica.

Por Ernesto Hernndez B.Cali, Valle, Colombia Ilustracin: Jhon Corts

ean-Pierre Changeaux, al igual que Steven Rose, han sealado que la historia del cerebro, de su comprensin analtica y lgica, de su instrumentacin clnica, de su modulacin farmacolgica, de su utilizacin social y poltica, ha sido una historia de apuestas y renuncias, de compromisos y denuncias, de retrocesos y vueltas a empezar; de callejones sin salida, de errores fecundos, pero tambin de aberraciones y violentos repliegues. Historia ligada a la del alma y sus vicisitudes, a la del espritu con sus exploraciones y su viaje csmico. Su posicin a travs de toda esta historia ha sido muy variable pero persistente, pues si bien muchas veces no se lo enunci en forma directa, la filosofa no dej de acercarse, de aproximarse a ese centro de misterio, que tal vez no sea otra cosa que el ltimo cuarto vaco, esa nada, temida por Melville As por ejemplo, para Aristteles, era simplemente un rgano regulador de la temperatura de los fluidos; para Descartes, una tercera sustancia producto del encuentro entre la sustancia pensante y la sustancia extensa; para Kant, quien introduce una concepcin moderna del tiempo, es la sntesis de dos formas: la forma del

pensamiento y la forma del tiempo como lmite interno; afeccin de s por s en fin, quiz una explicacin de esta posicin misteriosa del cerebro respecto del cuerpo nos la brinda Rodolfo Llins, cuando comenta cmo en el cuerpo de los vertebrados, el cual est dotado, a diferencia de los crustceos, de un endo-esqueleto, el cerebro y la mdula son los nicos rganos que disponen de un exo-esqueleto, y esta condicin hace que no podamos percibir su funcionamiento por la experiencia directa. Deleuze, de un modo evidentemente cmico, en el Abecedario con Claire Parnet, y refirindose a sus gustos alimenticios comenta: los sesos son... son Dios, es el Padre, y el tutano es el Hijo, porque va unido a las vrtebras, que son pequeos crneos. Dios es el crneo, y los pequeos crneos-vrtebras son el Hijo, y entonces el tutano es el Hijo, es Jess, y la lengua es el Espritu Santo, que es la potencia misma de la lengua... Sea como sea, el cerebro, fuente espontnea del pensamiento, de la percepcin-accin, es igualmente receptculo sensible del acontecimiento, de la sensacin... acoge en s las materias que lo forman y de las que es expresin y contenido.

La nueva imagen del cerebroDe los tomos psquicos (que Demcrito esparce por todo el cuerpo, pero cuyo centinela es el cerebro guardin del pensamiento o de la inteligencia, contenedor principal de los lazos del alma) a las teoras de la localizacin cerebral, que se inician con la frenologa, adems de la anatoma cerebral y la casustica clnica de las modificaciones perceptivo-activas y afectivas, que han ido reordenando las localizaciones, reas y campos de integracin y de diferenciacin, al mismo tiempo que reactualizan el esquema funcional de las asociaciones entre el neocortex y el paleocortex, y de all a la neuro-tecnologa molecular, con su instrumentacin telecomunicacional, bio-social y farmacolgica, este devenir ha embarcado a la ciencia, la filosofa y el arte, forzando permanentemente sus orientaciones, los lmites mismos de su experiencia y experimentacin, sus prcticas, sus puntos de llegada, de tal manera que slo al final de largos periodos y de mltiples entrelazados, se instaura una nueva imagen del cerebro. Esta imagen es correlativa de la actualizacin de las sensaciones estticas, de las funcionalidades referenciales de la ciencia y de las velocidades infinitas de los conceptos y de los modos de vida tico-polticos y tico-estticos que le son concomitantes. Los componentes actuales de esta imagen, siguiendo la cartografa de Francisco Varela, recorren los movimientos conceptuales desde el anlisis probabilstico de las regularidades y su indiscernibilidad funcional, hasta las regularidades dadas como funcin de adecuacin y de anlisis de su origen y sus dimensiones en el universo perceptivo-afectivo que recorren los procesos de hominizacin, componentes que hacen evidente cada vez la potencia auto-organizadora, auto-potica de lo vital, y su comercio de intercambios creadores con lo virtual. Del modelo de trabajo material en el que el cuerpo se vea sometido y condicionado de modo disciplinario, y por consiguiente, de la eficacia productiva, dependa la precisin repetitiva de la cinestesia corporal predeterminada por el automatismo de la mquina. De este modelo, en el que el cuerpo humano se articulaba con la mquina de un modo discontinuo y discernible, se ha pasado al modelo del trabajo inmaterial en el que el automatismo ha cambiado de naturaleza convirtindose en automatismo cerebral y modificando radicalmente la relacin hombre-mquina que ahora adquiere un carcter conectivo, y estas conexiones hombre-mquina son ahora continuas e indiscernibles, constituyendo una zona, un campo maqunico. La subjetividad humana muta de una relacin agnica hombre-mquina a una relacin de reciprocidad maqunica. A la dominacin de la mquina, en un mbito que dejaba un amplio margen de libertad a la vitalidad social y colectiva, la sustituye un sometimiento maqunico en el que el cuerpo y sus fuerzas son gestionadas y la vitalidad colectiva est en corto-circuito, recortada y reducida, por concepciones y prcticas afectivo-perceptivas inspidas y pueriles que son interiorizadas, subjetivadas. As vamos de un movimiento centrfugo de conexiones maqunicas con su multiplicidad de prtesis motrices, sensoriales y perceptivas en vaivn, hacia un movimiento centrpeto de segmentariedad social y colectiva.( 35 )

Facebook e hipercinesiaDe facebook a la intimidad personal, toda una empresa de proporciones desconocidas desmaterializa la percepcin y reduce su potencia perceptiva del cosmos y del mundo a un sinnmero de clichs info-tele-neuronales redundantes, hasta el lmite en el cual, si es necesario, cada uno tendr, como afirma Guattari, su pequea huertecilla ntima para podarla y limpiarla sindonos comn un mismo escalofro de infamia y perversidad. Patticos ejemplos de esta perversa infamia son el modelado clnico y farmacolgico, en los extremos de la lnea vital humana condicionada por el modelo universal del trabajo, de un lado, para cierta capa social subsumida en la placentera eficacia del hiper-confort, la infatigable premura en la investigacin de la locura senil o Alzheimer, tanto como la persistente insistencia en una milagrosa solucin farmacolgica que restaurara los recuerdos o impedira su fuga, y que han contribuido a prolongar la existencia en una especie de infra-vitalidad angustiante e indigna. De otra parte, el diagnstico generalizado de hipercinesia en los nios de edades escolares que termin siendo exigencia paterna o condicin de escolaridad, ha conducido al uso indiscriminado de frmacos como el Ritalin que, al vencer ciertas resistencias, hace ms fcil la vida de padres y profesores, y le procura al cerebro del nio una dcil plasticidad. Quiz sea este el momento para recordar la advertencia brutal que nos hace Steven Rose en su libro Tu cerebro maana: Junto con la produccin lcita e ilcita de nuevos potenciadores del estado de nimo y nuevas pldoras de la felicidad para que nos sintamos mejor que bien, el futuro ofrece la posibilidad de que toda una poblacin vague sin rumbo por la vida, inmersa en una neblina de satisfaccin inducida por drogas, sin estar ya disconforme con las perspectivas de su propio futuro o del futuro ms general de la sociedad, con la neuro-tecnologa lista para eliminar los pequeos temblores de discrepancia que an puedan quedar, formando de esta manera parte del ya formidable arsenal de los medios estatales de control. En estas calamitosas condiciones el cerebro tiene que enfrentar a los sistemas de opinin enemigos muy poderosos, arriesgando hundirse en el caos para extraer algo ms que nada, resingularizando los modos de existir, de sentir, de pensar, de habitar.

El cerebro es mapa de disposiciones intensivasAhora bien, este autmata cerebral es objeto de un conjunto complejo de prcticas que intervienen en su modelado para fijar los comportamientos, las modalidades y las conexiones entre las afecciones, las percepciones y las acciones para constituir una memoria y determinar una conducta. Como dice Simondon: la transindividualidad como resolucin de la problemtica psquica en lo colectivo es histrica, se recompone y resuelve respecto de un quiasma de universos de referencia, de lneas de envolvimiento maqunicas, de territorios existenciales, de flujos materiales correspondientes a la poca. Pero por otra parte el cerebro conserva su estado de meta-estabilidad rica en potenciales manifestndose esencialmente como problemtico, abierto, perpetuamente modulable en su relacin con la realidad preindividual, de tal manera que la historicidad de la resolucin que implica cada nuevo estado de cosas, cada fijacin de la integracindiferenciacin cerebral, est atravesada por una cartografa dinmica que redistribuye las intensidades, los poblamientos, las corrientes afectivo-perceptivas, sobre un conjunto neuronal interdependiente pero incierto. En este sentido, el cerebro es mapa de disposiciones intensivas en conexin geodsica con la sensibilidad y la perceptividad telricas. El cerebro capta con sus sntesis pasivas los elementos informales de su campo de inmanencia: la tierra; y vuelva a lanzar sobre su tapiz inclinado y en deriva la apuesta de un conjunto ligado de combinaciones azarosas: una creacin. La imagen del cerebro, sea en su concepcin clsica de rgano de los rganos, o en la concepcin bergsoniana de imagen entre las imgenes, es una imagen compleja e indescomponible en sus elementos simples. An para los neurlogos siempre se va de una imagen compleja a otra imagen compleja, y en el paso de una imagen a otra, el cerebro piensa sin imgenes, en un sobrevuelo absoluto. Conciencia inmediata absoluta en donde la actividad misma no remite a un ser sino que se plantea en una vida, afirma Deleuze comentando a Fitche. Pensamiento sin imgenes que desborda la afectividad, forzando la aparicin de una nueva problemtica irresoluble, un hundimiento en el caos, una secante que recorta de nuevo el horizonte de reserva de acontecimiento de lo pre-individual. Entre lo vital expresivo y lo pre-individual real se extiende el intervalo de una

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individuacin nueva, que no es otra cosa que el cerebro, la vida en los pliegues deca Michaux, pliegues y repliegues que son como una desaceleracin de lo viviente, desaceleracin que conserva lo viviente en estado metaestable y tenso, rico en potenciales. Esos potenciales corresponden a las fuerzas intensivas preindividuales que nos embarcan permanentemente en nuevos devenires. El cerebro es entonces, citando a Henry Bergson, instrumento de anlisis de las acciones recibidas e instrumento de seleccin de las respuestas posibles, pero entre este anlisis y esa seleccin se introduce la duracin.

La memoria, la conducta y la noo-polticaLa memoria y la conducta son las condiciones bsicas del ejercicio facultativo, razn por la cual el ejercicio del poder, de la relacin de la fuerza con la fuerza y de la accin sobre acciones posibles, tiene por objeto modificar la conducta del otro en un campo probabilstico dado, en razn de un ordenamiento del ejercicio de las facultades definido por la objetividad de la fuerza sobre la fuerza y por la capacidad de prever de la accin sobre las acciones posibles: la estrategia. Ahora en el ejercicio del poder hay una reciprocidad de la fuerza sometida sobre la fuerza dominante que reordena el ejercicio de las facultades, introduciendo siempre un trozo de caos, caotizando. Entre la accin recibida y la respuesta posible, se introduce la lnea del tiempo como desaceleracin, lnea heterocrnica que corresponde cada vez al circuito constitutivo del conjunto accin recibida-respuesta posible. De este modo, los pliegues y repliegues son selecciones-contemplaciones sobre el afuera que constituyen la memoria y condicionan recprocamente la conducta. La duracin es el elemento creador porque es en la discontinuidad de la neuro-transmisin que dura como se selecciona un interior recortando el afuera, y es sobre la continuidad de la excitacin que se proyecta sobre el afuera un interior de sntesis en la respuesta. Pero cuando ese circuito de la excitacin-respuesta es superado por algo demasiado grande, sucede una especie de caos inmovilizante como si, segn la frmula de Bergson invocada por Deleuze, una pulsin motora se ejerciera sobre un nervio sensible... Kant lo llama: lo sublime. En ese lmite en el que ya no se puede establecer una relacin de proporciones relativas se introduce el elemento de una prctica

social que Maurizio Lazzarato califica de noo-poltica, pues su accin ya no est mediada por ningn sistema de representacin ideal ni de presentacin espacio-temporal, acta directamente sobre el sistema nervioso, orienta y polariza sus funciones como ya lo mostraba Gabriel Tarde respecto de la posibilidad de los medios de afectar la percepcin de miles de personas de manera instantnea, y esa afeccin sobre el sistema nervioso hoy en da puede alcanzar proporciones incalculables y consecuencias imprevistas, como lo demuestra Brian Massumi en su anlisis del efecto miedo con los sistemas de alarma dispuestos y generalizados en muchas de las grandes urbes planetarias. Ahora bien, estas acciones las alarmas asignificantes se lanzan en un medio, o en un medio de los medios, del que dice Raymond Ruyer que es una mezcla de incertidumbre y dependencia, de aleatoriedad parcialmente dependiente, lo cual implica un clculo probabilstico permanente acerca del complejo de pasiones-acciones que se desencadenarn. El comportamiento, la conducta, en suma el cerebro en cuanto funciona, concibe, siente, es, frecuentemente, segn Ruyer, un encadenamiento semi-fortuito de temas evocados sin plan de conjunto y segn el llamado de la fase precedente. No es un lenguaje, es un argot. Y el animal confunde muy fcilmente lenguaje y argot porque l mismo habla en jerga, su esquema es el de una cadena markoviana. El cosmos piensa en nosotros afirma Pierre Levy, pero quien piensa no es el hombre sino el cerebro. Ausente el hombre, el cerebro piensa pues se ve forzado a pensar, pero ya no piensa en el hombre, ni piensa al hombre ms que pensando su diferencia: ontognesis antes de ontologa, o an una ontognesis entendida como ontologa del presente. Enfrenta a los sistemas de opinin recortando el caos para extraer algo del orden de lo intensivo, un pedazo de inmanencia que sea capaz de devolverle al cerebro su inmanencia como vida, experiencia y experimentacin beatfica. Quiz corresponda al tercer gnero de conocimiento el alcanzar ese plano de inmanencia, en el que cerebro y vida, confunden sus movimientos al estar recorridos a velocidad infinita por caoideas a las cuales le brindan su consistencia. Entonces se dibuja de manera radical una nueva noo-poltica, a la manera de Gregory Bateson, hacia una ecologa del espritu.

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d A( 38 )

En este breve ensayo, nuestro colaborador plantea una dimensin paradjica, en la adecuacin a la verdad que ya no es posible, porque ahora la verdad misma funciona como un juego de varios elementos. Filsofo imaginario, filsofo real, filsofo metafrico, ya no son escindibles: solamente el juego de las remisiones entre uno y otro, puede dar sentido a la imagen de la filosofa como figura de la nietzscheana transvaloracin, encarnada en Zarathustra, como nuevo comienzo y potenciacin de un mundo que es el porvenir. Precisamente, porque no hay transvaloracin sin imagen; y tal vez no sea posible imagen sin filosofa.

NietzschePor scar VallejoPasto, Nario, ColombiaSiempre hay alguien por encima de uno: ms all del propio Dios se eleva la nada. mile Cioran (Ese maldito yo).

y el principio de la nada

nunciar el acontecimiento nietzscheano desde la apertura intempestiva que configura nuestro siglo, es apreciar la vacuidad del ser en toda su efervescencia. Es quiz, aqu, cuando se percibe la Buena Nueva como nulidad ontolgica que lleva a pensar, de otra manera, sobre el existir de los sujetos. Por lo anterior, se presentan a continuacin dos consideraciones esenciales sobre el nihilismo en Nietzsche, tratando de comprender la significacin bsica que en-

cierra la transvaloracin negativa de su propuesta y una posible tipificacin frente al develamiento de su devenir histrico, es decir, el aparecer de las fuerzas reactivas como inicio de un nuevo despertar humano. En consecuencia, la reflexin que se plantea acta no slo como interpretacin onto-filosfica de la propuesta nietzscheana, sino tambin como temblor arcano que ya retruena desde un futuro an por llegar.

Primer a parte:Sobre el nihilismo en Nietzsche El concepto de nihilismo en Friedrich Nietzsche puede ser reconocido desde su postura antimetafsica planteada en su clebre obra escrita en 1882 titulada La gaya ciencia1. El nihilismo es aquella postura filosfica que permite afirmar la nada como principio esencial para lograr una fragmentacin de fundamentos antiguos y slidos, es decir, una reaccin contraria ante cualquier tipo de razonamiento totalitario y trascendental, que conduce al sujeto a la supra-sensibilizacin de la vida y del mundo que la sustenta. El nihilismo es la sospecha de los argumentos absolutos que han servido de explicaciones sistemticas de lo existente, dados a su carencia de vigencia ontolgica: Qu significa nihilismo? Que los valores supremos han perdido su valor2 . Siendo as, para que el nihilismo cobre relevancia y finalidad, se debern considerar unos cuantos atributos que lo sustenten; cuestin que significara un proceso ontolgico prolongado.1

Segunda parte:El acontecer del nihilismo El reino del nihilismo es poderoso. Se expresa en los valores superiores de la vida, pero tambin en los valores reactivos que ocupan su lugar, e incluso en el mundo sin valores del ltimo hombre. Gilles Deleuze (Nietzsche y la filosofa). Cuando se habla de caractersticas nihilistas, se hace nfasis a la serie de rasgos que posee y seala la afirmacin de la nada en tanto principio activo para la transmutacin de todos los valores. Siguiendo tal cuestin, el primer atributo del nihilismo es el comienzo de la fragmentacin del principio de los principios, esto es, el deicidio con el objetivo de invocar una vicisitud ontolgica, [] El loco salt y los traspas con su mirada: A dnde se ha marchado Dios? Os lo voy a decir! Lo hemos matado. Todos somos sus asesinos!3. Una segunda caracterstica es el declive de un suelo firme, es decir, el develamiento de un panorama incierNIETZSCHE, Friedrich. La voluntad de poder. Madrid: Edaf, 2006. p. 46. Entre los principales valores supremos se pueden mencionar los siguientes: Dios, la razn, el Estado, la moral, la fe, el progreso, la ciencia, las leyes, etc. Entonces, para F. Nietzsche el nihilismo permite desmontar genealgicamente dichos fundamentos o valores bsicos que han cubierto y estructurado la historia humana y el devenir del pensamiento. Por lo tanto, la afirmacin de la nada o Principio de la nada significara la negacin ontolgica a los valores supremos, que se han convertido en verdades o relatos totalitarios para el conocimiento del mundo, del ser humano y de la vida desde la unidimensionalidad logocntrica. Teniendo en cuenta tal idea, el nihilismo nietzscheano se bifurca as: en primera instancia desvela la nada, un espacio vacuo, donde se puede percibir el advenimiento de un nuevo principio ontolgico que desde la perspectiva de Nietzsche sera el Superhombre. Y por otra parte, este nihilismo, tras afirmar la nada ontolgica a travs del Superhombre, anuncia un nuevo horizonte axiolgico llamado transvalorizacin de todos los valores. (HEIDEGGER,