revista huellas de la historia julio 2013

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AÑO 4 EDICIÓN 44

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PRESENTACIÓN: El hombre, desde tiempos remotos, ha buscado de diversas formas llevar un registro de su pasado. Pinturas rupestres, tablillas, grabados, manuscritos y tradiciones orales fueron, entre tantos otros, parte de aquellos medios que nuestros antepasados se valieron para transmitir a las nuevas generaciones el acervo cultural que los identificaba como miembros de un determinado grupo o comunidad. Por tanto, esa misma historia, ya sea aprehendida en forma de leyendas, mitos o elaboraciones científicas, ha servido desde entonces como factor indispensable para la construcción de la identidad de cada individuo. Es esta identidad, justamente, la que nos permite situarnos en el mundo que nos rodea, para desde allí comenzar a darle sentido y valor a las acciones y pensamientos sobre los cuales se va edificando nuestro destino. Pero, además, esa misma historia nos enseña que su utilización no siempre fue en provecho de todos aquellos que formaban un mismo colectivo identitario. Desde el surgimiento de las primeras aldeas de la Antigüedad, hasta los Estados basados en los cimientos del capitalismo, el conocimiento histórico nunca dejó de ser parte de un proceso de construcción de una identidad que tendía, sin dudas, a favorecer una visión e interpretación de la sociedad y los hechos de acuerdo, sobre todo, a los intereses de los sectores más beneficiados en cada una de esas épocas. Sin dudas, la historia fue a lo largo de tantos siglos una eficaz herramienta de control social, la cual al estar monopolizada en muy pocas manos consolidó un marco de significados sociales y culturales afín al proyecto de dominación de los poderosos de turno. En vista de ello, la historia pasó a ser el relato de las memorias, vivencias, hazañas, recuerdos, miserias y grandezas de los llamados "grandes personajes"; fue así que, para muchos de los que pasamos por las aulas del sistema educativo formal, las grandes obras y avances de la humanidad se debieron al genio de algunos en detrimento del esfuerzo de muchos. Nada, o casi nada, se decía de los que habían puesto su propia vida al servicio de tales progresos. Se trataba, en definitiva, de construir una matriz cultural que favorecía a los que detentaban el poder político, cultural y económico, quienes asociaban el crecimiento de sus intereses con el del propio Estado-nación. No descubrimos nada nuevo si decimos que en la actualidad reina, en buena parte de nuestras sociedades, la apatía, el desinterés, el egoísmo y la carencia de solidaridad. Pero sí podemos afirmar que estos males contemporáneos tienen una fuerte relación con la falta de una auténtica identificación con una realidad que deja al margen de toda felicidad y aspiración de plena libertad a la mayor parte de sus integrantes. Para ellos, indudablemente, la historia es algo que carece de sentido, pues no le brinda en la forma y el significado con que se la transmite un nexo de comunicación e interrelación con las aspiraciones más nobles y trascendentes de todo individuo. Creemos que es ineludible empezar a edificar desde lo más profundo de nuestro pasado una historia que ya no sea parte de un determinado sector, sino que se proyecte con sentido de pertenencia al conjunto social. Es por ello que " Huellas de la Historia " nace como un espacio pensado y destinado para la investigación y divulgación en forma masiva y accesible de todos aquellos temas y problemáticas vinculados al acervo cultural de nuestro pasado, teniendo presente que las historias de los pueblos las escriben los mismos pueblos y son ellos, en definitiva, los actores principales y decisivos de su propio acontecer. Invitamos, pues, a lectores, investigadores y apasionados del conocimiento histórico a formar parte de "Huellas de la Historia", donde podrán participar de diversas formas en este proyecto que tiende a consolidar y expandir una forma de comprender este campo del conocimiento científico como instrumento vital e indispensable para generar un sentido de identidad más íntegro y real, contribuyendo de esta forma a forjar un marco de referencia cultural auténticamente democrático e inclusivo.

Page 4: REVISTA HUELLAS DE LA HISTORIA JULIO 2013
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Huellas de la Historia, núm. 44, año 4

Julio 2013

Córdoba - Argentina

ISSN 1853-2756 www.huellasdelahistoria.com.ar

1

HISTORIAS DE NUESTRA AMÉRICA

““““““““CCCCCCCCeeeeeeeennnnnnnnttttttttaaaaaaaauuuuuuuurrrrrrrroooooooossssssss eeeeeeeennnnnnnn AAAAAAAAmmmmmmmméééééééérrrrrrrriiiiiiiiccccccccaaaaaaaa”””””””” oooooooo llllllllaaaaaaaassssssss ccccccccoooooooommmmmmmmpppppppplllllllleeeeeeeejjjjjjjjiiiiiiiiddddddddaaaaaaaaddddddddeeeeeeeessssssss

ddddddddeeeeeeee eeeeeeeessssssssttttttttaaaaaaaabbbbbbbblllllllleeeeeeeecccccccceeeeeeeerrrrrrrr llllllllaaaaaaaa hhhhhhhhuuuuuuuummmmmmmmaaaaaaaannnnnnnniiiiiiiiddddddddaaaaaaaadddddddd ddddddddeeeeeeee lllllllloooooooossssssss iiiiiiiinnnnnnnnddddddddííííííííggggggggeeeeeeeennnnnnnnaaaaaaaassssssss

aaaaaaaammmmmmmmeeeeeeeerrrrrrrriiiiiiiiccccccccaaaaaaaannnnnnnnoooooooossssssss dddddddduuuuuuuurrrrrrrraaaaaaaannnnnnnntttttttteeeeeeee llllllllaaaaaaaa pppppppprrrrrrrriiiiiiiimmmmmmmmeeeeeeeerrrrrrrraaaaaaaa mmmmmmmmiiiiiiiittttttttaaaaaaaadddddddd ddddddddeeeeeeeellllllll

ssssssssiiiiiiiigggggggglllllllloooooooo XXXXXXXXVVVVVVVVIIIIIIII

Juan Antonio Véjar Profesor de Historia,

Geografía y Ciencias Sociales

Los centauros según la mitología griega eran seres cuya naturaleza era una fusión de lo

humano y animal; siempre estuvieron asociados al desenfreno, lo bárbaro, la embriaguez.

Pese a tener rasgos humanos, finalmente eran bestias violentas capaces de causar gran daño

a los hombres. Podríamos decir que representaban para el pensamiento griego las “culturas

bárbaras” aquellas de la migración doria, todas aquellas que parecían tan distantes y

extrañas que prácticamente no pertenecían a los hombres.

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Permítame el lector esta descripción para establecerla como ejemplo de la forma en la cual

la España del siglo XVI (al menos en su primera mitad) representó a los indígenas

americanos. Una concepción difusa, diversa y variable según fuese teórica o producto de la

convivencia social.

El 2 de Junio de 1537 el Papa Paulo III dictó la Bula “Sublimis Deus”, documento

considerado tradicionalmente como el reconocimiento oficial por parte de la Iglesia

Católica de la “humanidad” de los indígenas americanos. Su autor fue durante su papado

un férreo defensor del catolicismo en Europa, actuando en la excomunión de Enrique VIII,

la creación de la orden Jesuita, el llamado al Concilio de Trento y la excomunión masiva a

todos aquellos que aceptaron el protestantismo.

Un hecho que no se puede dejar pasar es que al momento de dictarse esta Bula han

transcurrido 45 años de que Colón llegase a territorio americano; ¿será entonces que los

españoles tardaron todos esos años en establecer de manera categórica la humanidad de

éstos indígenas?, ó , ¿podría considerarse ésta, la primera vez que se les reconoce como

personas iguales a cualquier europeo o asiático?. En ambos casos la respuesta es no. Tan

pronto los españoles llegan a América, entienden que sus habitantes son “seres humanos”,

y pronta es de igual modo la “construcción” de una imagen semejante a los Centauros de la

Antigua Grecia, una imagen difusa en la cual parece convenir que no sean totalmente

hombres ni totalmente bestias, una imagen de la cual conquistadores y evangelizadores se

valdrán para justificar y priorizar sus respectivos proyectos en América.

Hacia 1537 ya hay una amplia experiencia de convivencia entre europeos y americanos.

Desde Florida al Estrecho de Magallanes se han realizado campañas exploratorias y de

conquista, los cronistas recopilan vivencialmente los relatos de sus obras, se acaba de

establecer el Virreinato de Nueva España y los mestizos –en la figura de Martín Cortés por

ejemplo- hacen sentir sus propios intereses y rol en una nueva sociedad en formación.

El concepto de “persona” como muchos otros conceptos éticos, morales y políticos es un

concepto que se ha ido complejizando y ampliando conforme han pasado los siglos; los

avances técnicos y científicos, así como la forma en la cual se gobiernan las naciones han

llevado a que sean conceptos crecientes, que van madurando junto a la Humanidad. Esto

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sea dicho para evitar la comparación directa entre la idea de lo que actualmente entendemos

por persona respecto a lo que en el siglo XVI y en Europa se entendía por tal. El parámetro

a utilizar en aquel momento, indudablemente es la propia sociedad europea, la cual será el

prisma por el que prácticamente todos quienes reflexionan sobre el tema miran al resto de

las naciones. La naturaleza humana, irá en directa relación con la capacidad de acción y

razón que posean las personas; las ideas de Aristóteles respecto a la servidumbre natural,

ciertamente influirán en las argumentaciones que los españoles darán sobre la situación de

las distintas culturas americanas.

Más que discutir sobre la esencia humana lo que parece estar en juego es la capacidad

de los habitantes de América para conducirse libremente así como poder entender y

razonar. Ambas capacidades son muy útiles para quien necesita fuerza de trabajo y fieles

creyentes. El concepto “bárbaro” denotará una carencia en ambas capacidades y será una

descripción impositiva cuya vigencia podría bien extenderse hasta el siglo XIX1.

José de Acosta realiza una

tipología de naciones bárbaras,

ya que según él la diversidad

cultural entre ellas no permite

una generalización. Los tres

niveles que describe son

parcialidades de lo que es la

sociedad europea; nación con

“uso y conocimiento de

letras”, ciudades permanentes, autoridades, códigos de conducta y ley, entre otras virtudes

similares. Esta forma de entender a las culturas americanas será fundamental respecto del

trato que recibirán por parte de los españoles, para José de Acosta “los salvajes semejantes

1 Considérese los discursos de las oligarquías y elites latinoamericanas del siglo XIX sobre la necesidad de

“europeizar” sus respectivos países como medio de alcanzar el progreso, modernidad y civilización.

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a fieras, que apenas tienen sentimiento humano (…) tales son primeramente los que los

nuestros llamaron Caribes”2.

No fue intrascendente que la conquista española en América comenzara por las islas del

Caribe, de hecho este modo de ver a sus habitantes significó una práctica de ocupación que

conllevó la esclavitud y mortandad notoria de la población isleña, y a raíz de ello, la acción

de diversos religiosos que buscaron humanizar no solo el trato hacia l (Lino 1966)os

indígenas sino también su

percepción. La propia rudeza

cultural que los españoles dijeron

observar en los habitantes de La

Española y otras islas evidencia

su reconocimiento de tales como

personas, sino, ¿por qué condenar

con tal fuerza la antropofagia si

no fuesen personas los que eran

salvaje o ritualmente devorados?.

Afortunadamente para las comunidades indígenas la expansión territorial se realizó hacia

Mesoamérica, espacio cultural que los españoles reconocieron más cercano a su cultura y

sobre la cual fueron estableciendo sucesivas similitudes3. De haberse avanzado

directamente hacia las periferias americanas4, la servidumbre y explotación encarnizada

habrían continuado mucho más tiempo y el indígena hubiese permanecido bajo la más baja

consideración en cuanto ser humano pudiendo “ser cazados como bestias y domados a la

fuerza”5. Por tanto, una de las primeras descripciones y concepciones del indígena

americano fue la de “bárbaro” quedando establecido por ejemplo en los Privilegios

Otorgados por el Papa a Fernando e Isabel el 4 de Mayo de 14936.

2 José de Acosta, Predicación del Evangelio en las Indias, Proemio, Ed. Alicante, Biblioteca Virtual Miguel

de Cervantes, 1999. 3 Desde observaciones de las ciudades de Mesoamérica y luego del Imperio Inca a las denominaciones a

lugares y ciudades bajo el encabezado “Nueva(o)…” 4 Brasil, Florida, Paraguay, descritas por José de Acosta.

5 Op, cit.

6 “Ac babaricae nationes”

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Es cierto que España fue un pueblo conquistador distinto a los demás; se dio tiempo y

recursos para reflexionar y justificar su conquista así como además dio cabida a que sus

súbditos y funcionarios informaran y denunciaran con cierto grado de confianza en que sus

denuncias serían examinadas a fin de verificar su exactitud7. Por ello es que no existirá

unanimidad respecto a cómo definir al indígena americano entre militares y religiosos

ni aun dentro de estos respectivos grupos. Esta oposición o discrepancia culminó

generando un clima propicio para la especulación y el beneficio particular. Como

señalábamos al comienzo de este artículo, mantener al indígena en una condición difusa,

“mítica”- si se quiere incluso-, permitía que no hubiese actuar errado, o condenable, y en

gran medida la sucesión de Ordenanzas, Leyes y Bulas sobre el tratamiento de los indios es

una constante delimitación de lo que es posible hacer con ellos.

Antes de proseguir es pertinente hacer la distinción sobre dos niveles de concepción del

indígena. Primeramente está el nivel teórico o jurídico, en el cual tanto la Corona como la

Iglesia legislan y proclaman diversas reglas y ordenanzas respecto al tratamiento de los

indios, otro nivel es el que se producía en la directa convivencia entre españoles e

indígenas, en donde la aplicación de reglas y ordenanzas tenía una intensidad y vigencia

distintas que las pensadas por sus creadores.

La capacidad racional de los indígenas será reconocida teóricamente en el Requerimiento8.

Dicha capacidad es producto de uno de los primeros defensores de la dignidad y humanidad

indígenas. El fray Antonio de Montesinos en su sermón de 1511 llamó la atención de la

corona respecto del trato que recibían los indios y de la prontitud que éstos tenían para

recibir la fe católica. Su argumentación llevó a la Corona a elaborar un documento legal por

el cual se instruía al indígena sobre las condiciones a las cuales se veía expuesto frente al

dominio español.

Para la Iglesia católica la capacidad de entendimiento del indígena será esencial en la

evangelización; tanto en los escritos de Montesinos y otros religiosos como así también en

la Bula de Paulo III se considera a la fe cristiana como una “revelación irresistible”

7 Esto es señalado por Carmen Alemany en América en el imaginario europeo… (Véase bibliografía)

8 El Requerimiento fue utilizado por primera vez en la expedición de Pedrarias Dávila en 1513, en la primera

expedición a tierra firme americana, estando en Castilla del Oro. Se utilizó formalmente hasta 1542 cuando se

promulgaron las Nuevas Leyes de Indias.

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razonada por cierto, entendida mas como una experiencia intelectual que por una

experiencia mística o espiritual. Esto puede observarse en el Requerimiento en donde la fe

se entiende como un “oiga-entienda-obedezca”. Afirmar que los indígenas son libres

significa decir que tienen razón para actuar, y si tienen razón para actuar del mismo modo

tienen razón para creer, y entonces la tarea de la Iglesia Católica consistirá en hacer

extensiva esa revelación racional a la mayor cantidad de indígenas posibles pues “el oro

que hay que extraer de las Indias es la conversión de los indios”9. La Adopción de la fe

católica repercutiría en el buen vivir de los indígenas ya que “andando el tiempo con la

doctrina y la conversión de los cristianos se hagan los indios tan capaces y aparejados a

ser cristianos y sean tan políticos y entendidos que por sí sepan regirse y tomen de la vida

que allá viven”10

.

Reconociéndoles su humanidad y vasallaje, la Corona estableció el Servicio Personal como

un medio eficaz en el control de la población indígena, así como en un incentivo a la

obtención de riquezas de los vecinos españoles de las primeras ciudades y villas

americanas. Así comienzan a sucederse instrucciones y ordenanzas para el buen

“gobierno” y “tratamiento” de las Indias que consistían en la reunión de indios dispersos

en pueblos, fijar autoridades para dichos pueblos, procurar su evangelización y doctrina, así

como la regulación del trabajo en las minas y lavaderos de oro.11

Si en la práctica vasallaje y esclavitud fueron prácticamente sinónimos no fue por razones

ideológicas ni porque para los españoles los indígenas no fueran personas. Será la codicia12

el fundamento de la explotación laboral indígena; la imperiosa necesidad de obtener la

mayor cantidad de metales preciosos llevó a exigir de los indígenas el mayor esfuerzo físico

9 Carta de Fray Julián Garcés a Paulo III sobre la evangelización de los niños indígenas y sus aptitudes,

1537. Disponible en “Colección de Bulas, Breves y otros documentos relativos a la iglesia de América y

Filipinas” de Francisco Javier Hernaez, p.56 10

Leyes de Valladolid de 1513, emitidas por la Reina Juana el 28 de Julio de 1513, disponible en versión

electrónica:www.biblioteca.tv/artman2/publish/1513_305/Leyes_de_Valladolid_de_1513_emitidas_por_la_R

eina__1118.shtml 11

Así se instruía por ejemplo en la Instrucción para el gobernador y oficiales sobre el gobierno de las Indias,

del 29 de marzo de 1503, disponible en versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1503_262/Instrucci_n_para_el_gobernador_y_oficiales_sobre_e_998.sht

ml 12

Véase por ejemplo la Provisión de Carlos I de España y V de Alemania, sobre el buen tratamiento de los

indios, del 27 de noviembre de 1526, disponible en versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1526_273/Provisi_n_Real_de_Carlos_I_de_Espa_a_y_V_de_Aleman_11

29.shtml

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ya que la “rudeza” que mostraban los hacían naturalmente aptos para

será la dimensión humana que tanto la corona como los religiosos defensores de los

derechos indígenas buscaran establecer como condición natural e inviolable de las distintas

etnias americanas. Conviene agregar por cierto, que tamb

aconsejaron la servidumbre de los indios, algunos franciscanos y dominicos

al Presidente del Consejo de Indias Gerónimo de Loaysa indicaciones para que se

sometiera a servidumbre a los indígenas para asegurar su con

católica.13

Desde la Corona se procuró restringir

libertad de los indios –y por ende la

aplicación de la esclavitud

de permanente beligerancia y hostilidad

de las parcialidades indígenas, hasta que

con la publicación de las Nuevas Leyes

de 1542 quedó totalmente prohibida la

reducción a esclavitud. Para la

generalidad de naciones indígenas la

Provisión de 1518 mandaba según

han hecho tan capaces y tienen tanta habilidad que podrían vivir por sí política y

honradamente en pueblos y se sabrán tratar y proveer de las cosas necesarias, como viven

los otros cristianos españoles que en aquellas partes residen (…) Lo cual visto

nuestro Consejo y conmigo el Rey consultado, nuestra merced y voluntad es que a los

indios naturales de las Indias que tuvieran la dicha capacidad, en quien concurrieren las

dichas cosas y tuvieran capacidad y habilidad para vivir por sí políti

que a éstos tales de entera libertad, conforme a la instruc

13

López de Gómara, Francisco.

Madrid, España, 1922 14

Real provisión por la que se promueve la emigración de labradores a las indias, concediéndoles tierras,

ganados y aperos, así como franquicias y privilegios

electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1518_282/Real_provisi_oacute_n_por_la_que_se_promueve_la_emigraci

_oacute_n_de_labradores_a_las_indias_concedi_eacute_ndoles_

ranquicias_y_privilegios.shtml

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que mostraban los hacían naturalmente aptos para el trabajo.

será la dimensión humana que tanto la corona como los religiosos defensores de los

derechos indígenas buscaran establecer como condición natural e inviolable de las distintas

etnias americanas. Conviene agregar por cierto, que también hubo religiosos que

aconsejaron la servidumbre de los indios, algunos franciscanos y dominicos

al Presidente del Consejo de Indias Gerónimo de Loaysa indicaciones para que se

sometiera a servidumbre a los indígenas para asegurar su control y conversión a la fe

se procuró restringir la

y por ende la

aplicación de la esclavitud- solo a casos

de permanente beligerancia y hostilidad

de las parcialidades indígenas, hasta que

ón de las Nuevas Leyes

de 1542 quedó totalmente prohibida la

reducción a esclavitud. Para la

generalidad de naciones indígenas la

Provisión de 1518 mandaba según “nos hemos informados que muchos de ellos (indios)

han hecho tan capaces y tienen tanta habilidad que podrían vivir por sí política y

honradamente en pueblos y se sabrán tratar y proveer de las cosas necesarias, como viven

anos españoles que en aquellas partes residen (…) Lo cual visto

nuestro Consejo y conmigo el Rey consultado, nuestra merced y voluntad es que a los

indios naturales de las Indias que tuvieran la dicha capacidad, en quien concurrieren las

dichas cosas y tuvieran capacidad y habilidad para vivir por sí política y ordenadamente,

libertad, conforme a la instrucción que para ello

López de Gómara, Francisco. Historia General de las Indias, TOMO II, Capítulo CCXVII

Real provisión por la que se promueve la emigración de labradores a las indias, concediéndoles tierras,

así como franquicias y privilegios, 10 de septiembre de 1518. Disponible en versión

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1518_282/Real_provisi_oacute_n_por_la_que_se_promueve_la_emigraci

_oacute_n_de_labradores_a_las_indias_concedi_eacute_ndoles_tierras_ganados_y_aperos_as_iacute_como_f

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7

el trabajo. La libertad

será la dimensión humana que tanto la corona como los religiosos defensores de los

derechos indígenas buscaran establecer como condición natural e inviolable de las distintas

ién hubo religiosos que

aconsejaron la servidumbre de los indios, algunos franciscanos y dominicos hicieron llegar

al Presidente del Consejo de Indias Gerónimo de Loaysa indicaciones para que se

trol y conversión a la fe

“nos hemos informados que muchos de ellos (indios) se

han hecho tan capaces y tienen tanta habilidad que podrían vivir por sí política y

honradamente en pueblos y se sabrán tratar y proveer de las cosas necesarias, como viven

anos españoles que en aquellas partes residen (…) Lo cual visto por los del

nuestro Consejo y conmigo el Rey consultado, nuestra merced y voluntad es que a los

indios naturales de las Indias que tuvieran la dicha capacidad, en quien concurrieren las

ca y ordenadamente,

ción que para ello lleváis”14

.

Capítulo CCXVII, Ed. Calpe,

Real provisión por la que se promueve la emigración de labradores a las indias, concediéndoles tierras,

. Disponible en versión

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1518_282/Real_provisi_oacute_n_por_la_que_se_promueve_la_emigraci

tierras_ganados_y_aperos_as_iacute_como_f

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Las Leyes de Burgos de 1512 establecieron una serie de resguardos hacia los indios15

,

sanciones y obligaciones para los encomenderos pero así mismo obligaba a éstos a que una

tercera parte de sus encomiendas (es decir, un mínimo de 13 indios y máximo de 50) se

dedicara a la extracción de oro, fijándose una multa por cada indio faltante a la tercera parte

correspondiente de su encomienda. Esta obligatoriedad no hacía sino acrecentar la fiebre

por el metal precioso y generaba condiciones que atentaban y negaban los mismos

propósitos de las leyes; de algún modo era obligar al indígena a un tipo de servicio que

culminaba en la negación de su condición de siervo libre. Por esta misma situación, un año

después deben nuevamente darse ordenanzas al respecto ya que “aunque las dichas

ordenanzas (1512) habían sido muy útiles y provechosas y necesarias en alguna de ellas

había necesidad de moderar”16

.

Todas las ordenanzas y documentos que se han indicado son inclusivos en cuanto van

adaptándose a los resultados obtenidos de las ordenanzas y disposiciones anteriores, así por

ejemplo, durante el reinado de Carlos V se permitirá y luego derogará la esclavitud entre

los indios. En la Iglesia Católica, los informes de las órdenes religiosas en América harán

su parte para que los Papas dicten sucesivos documentos tratando de atender a las urgencias

y necesidades que la conquista española pudieran ser perjudiciales para el avance del

catolicismo en los reinos americanos.

Si para la Corona la lectura del requerimiento, la vida en pueblos y policía y el estar sujeto

a tributación serán evidencias factuales del reconocimiento a la humanidad indígena, para

la Iglesia lo serán la administración de los sacramentos posteriores a la evangelización, la

Bula Cupientes Judaeos de 1542, ordenaba considerar como plenos ciudadanos a quienes

hayan sido bautizados.17

15

Cantidades mínimas y máximas de los encomendados, lugares donde vivir, disposiciones para recibir la fe y

sacramentos, restricciones para el trabajo en minas, raciones alimenticias, etc. 16

Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios, 23 de enero de 1513. Disponible en versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1513_305/Ordenanzas_para_el_buen_tratamiento_de_los_indios_Leyes_

de_Burgos.shtml 17

“Et quoniam per gratiam baptismi cives Sanctorum et domestici Dei efficiuntur, logeque dignius existit

regnare spiritu, quam nasci carne, eadem Constitutione Statuimus, ut civitatum et locorum, inquibus sancto

baptismate pro tempore regenerabuntur, vere cives sint, et privilegiis ac libertatibus et inmunitatibus, quae

alii, ratione nativitatis et originis dumtaxat consequnntur, gaudeant”

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9

En la Bula “Sublimis Deus” se establece como distintivo del ser humano la capacidad de

“alcanzar al Dios Supremo” y recoge la principal razón del por qué cuestionar la

humanidad indígena, la codicia (como antes lo mencionamos) que hacía prevalecer el

beneficio económico y contradecía las máximas del evangelio, el amor al prójimo y la

bondad de Dios. En la Bula se denunciará que algunos “se atreven a afirmar que los indios

occidentales y meridionales y otras gentes que en otros tiempos han llegado a nuestro

conocimiento -con el pretexto de ignorar la fe católica- deben ser dirigidos a nuestra

obediencia como si fueran animales y los reducen a servidumbre urgiéndolos con tantas

aflicciones como las que usan con las bestias”18

.

Se insiste en su condición de hombres libres ya que “aunque vivan fuera de la fe cristiana

pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus

propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre”. Ciertamente un avance respecto

a la radicalidad que presentaba el Requerimiento. Lo cierto es que esta Bula al igual que las

ordenanzas de 1512 y 1513 no zanjan el problema del buen trato a los indios y de su

reconocimiento cabal y pleno en igual de condiciones a los siervos españoles; Paulo III y

los Papas siguientes seguirán

recibiendo informes respecto de la

codicia y despreocupación por

garantizar la evangelización de los

indios, las Leyes Nuevas de 1542

reiteran los deseos de preservar y

aumentar el número de indios,

acercarlos a la fe Católica “como

personas libres y vasallos nuestros como lo son”19

.

Sea este análisis una referencia de la heterogeneidad y ambigüedad que tuvo el tema

durante la primera mitad del siglo XVI. Siendo disposiciones por lo general para todos los

reinos, gobernaciones y capitanías de las Indias, no tendrán las mismas aplicaciones, de ahí

18

Bula Sublimis Deus de Paulo III, 2 de Junio de 1537. Disponible en “Colección de Bulas, Breves y otros

documentos relativos a la iglesia de América y Filipinas” de Francisco Javier Hernaez. Pp. 65-68 19

Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por S. M. para la gobernación de las Indias, y buen tratamiento y

conservación de los indios, 13 de marzo de 1544.Disponible en versión electrónica:

www.uv.es/correa/troncal/leyesnuevas1542.pdf

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el conocido dicho “la ley se acata pero no se cumple”, dependerá de la cantidad de

indígenas así como los recursos minerales existentes en cada territorio, o incluso de lo

rentable que el mismo conflicto podía resultar. De hecho, en el caso chileno en donde se

produce uno de los enfrentamientos bélicos más extensos de la América Colonial, un

cronista del siglo XVII denunciará la codicia y necesidad de mantener esclavos como la

principal causa de dilatar el conflicto al interior de la frontera mapuche.20

Por otra parte pone en perspectiva una pervivencia que parece proyectarse por lo menos

durante el siglo XIX de que Latinoamérica está en una condición tutelada respecto de

Europa y Estados Unidos, necesitando de éstos para alcanzar el progreso y civilización,

creando descripciones culturales hacia lo americano a partir de lo “aborigen”, “autóctono”

o “folclórico”.

Fuentes y Bibliografía:

Alemany, Carmen. América en el Imaginario Europeo. Estudio sobre la idea de América

durante cinco siglos, Publicaciones Universidad de Alicante, Alicante, España, 2009.

Bula Sublimis Deus de Paulo III, 2 de Junio de 1537. Disponible en “Colección de Bulas,

Breves y otros documentos relativos a la iglesia de América y Filipinas” de Francisco

Javier Hernaez.

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20

Desengaño y Reparo de la guerra en el Reino de Chile de Alonso González de Nájera

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Hernaez, Francisco. Colección de Bulas, Breves y otros documentos relativos a la iglesia

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de 1503, disponible en versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1503_262/Instrucci_n_para_el_gobernador_y_oficiales

_sobre_e_998.shtml

José de Acosta, Predicación del Evangelio en las Indias, Proemio. Ed. Alicante, Biblioteca

Virtual Miguel de Cervantes, 1999, Edición digital a partir de Obras del P. José de

Acosta, Madrid, Atlas,1954, pp. 388-608

Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por S. M. para la gobernación de las Indias, y

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electrónica: www.uv.es/correa/troncal/leyesnuevas1542.pdf

Leyes de Valladolid de 1513, emitidas por la Reina Juana el 28 de Julio de 1513, disponible

en versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1513_305/Leyes_de_Valladolid_de_1513_emitidas_po

r_la_Reina__1118.shtml

López de Gómara, Francisco. Historia General de las Indias, TOMO II, Capítulo CCXVII,

Ed. Calpe, Madrid, España, 1922

Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios, 23 de enero de 1513. Disponible en

versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1513_305/Ordenanzas_para_el_buen_tratamiento_de_l

os_indios_Leyes_de_Burgos.shtml

Provisión de Carlos I de España y V de Alemania, sobre el buen tratamiento de los indios,

del 27 de noviembre de 1526, disponible en versión electrónica:

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www.biblioteca.tv/artman2/publish/1526_273/Provisi_n_Real_de_Carlos_I_de_Espa_a_y_

V_de_Aleman_1129.shtml

Real provisión por la que se promueve la emigración de labradores a las indias,

concediéndoles tierras, ganados y aperos, así como franquicias y privilegios, 10 de

septiembre de 1518. Disponible en versión electrónica:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/1518_282/Real_provisi_oacute_n_por_la_que_se_pro

mueve_la_emigraci_oacute_n_de_labradores_a_las_indias_concedi_eacute_ndoles_tierras_

ganados_y_aperos_as_iacute_como_franquicias_y_privilegios.shtml

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ENTREVISTA A RUBÉN DI MAURO, TITIRITERO Y TRABAJADOR DE LA CULTURA

““““““““LLLLLLLLaaaaaaaa ccccccccuuuuuuuullllllllttttttttuuuuuuuurrrrrrrraaaaaaaa ddddddddeeeeeeeebbbbbbbbeeeeeeeerrrrrrrrííííííííaaaaaaaa tttttttteeeeeeeennnnnnnneeeeeeeerrrrrrrr mmmmmmmmáááááááássssssss

aaaaaaaappppppppooooooooyyyyyyyyoooooooo eeeeeeeennnnnnnn ttttttttooooooooddddddddoooooooossssssss lllllllloooooooossssssss nnnnnnnniiiiiiiivvvvvvvveeeeeeeelllllllleeeeeeeessssssss””””””””

Entrevista realizada por:

Evelina Ramírez Periodista

Hablar de la familia Di Mauro es sinónimo de títeres en Córdoba. Los mellizos Héctor y

Eduardo Di Mauro son grandes exponentes del teatro de títeres, con reconocimiento a nivel

internacional. Nacieron el 18 de abril de 1928 en la ciudad de Córdoba y comenzaron

desarrollar su carrera de la mano de Javier Villafañe, que desde mediados de la década del

30, salió en su carreta “La Andariega” a presentar espectáculos recorriendo diferentes

localidades de la Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

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Su vida sirvió de inspiración para los hermanos, que comenzaron con su actividad titiritera

en 1942 cuando forman el grupo “La Comenta”. Progresivamente empiezan a desarrollar

nuevas técnicas para dotar de mayor expresividad a los personajes. Esto les vale

reconocimiento a nivel mundial en el II Festival Internacional de Títeres y Marionetas de

Bucarest (Rumania) en 1960.

El mensaje social de sus obras y el trabajo educativo que llevaban adelante los llevó a ser

perseguidos durante la última dictadura militar.

Héctor fue fundador de la Unión de Marionetistas de Argentina (Unima), y a lo largo de su

extensa carrera fue un incansable organizador de festivales nacionales e internacionales,

cursos, encuentros y talleres. Fue también cofundador de la Escuela Experimental de

Títeres de la ciudad de Córdoba, que dio origen al Movimiento Nacional de Escuelas y

Talleres de Títeres. Desarrolló una tenaz labor en defensa de la cultura popular. El 14 de

abril de 2008, a pocos días de cumplir 80 años, falleció.

Eduardo, como militante del Partido Comunista, tuvo que exiliarse en la década del 70. Su

destino fue Venezuela, donde aún reside. Allí ha podido emprender un notable trabajo

desde el teatro Tempo (Teatro Estable de Muñecos de Portuguesa), desarrollando

programas educativos que tienen a los títeres como herramienta pedagógica.

En Villa Carlos Paz tenemos un referente de este rico pasado y presente. Se trata de Rubén

Di Mauro, hermano de los geniales mellizos. Tiene 41 años y desde hace años cuenta con

su propia compañía de títeres. Optó por este oficio en plena crisis del 2001 y con la clara

visión de continuar con el legado de su familia, apostando a la defensa de la cultura

popular.

Durante el mes de mayo le dio vida al Primer Festival Nacional e Internacional de Títeres

“La Ruta de los Títeres” del Valle de Punilla. “La idea nació luego de recorrer distintos

festivales nacionales e internacionales en nuestra Latinoamérica, donde hemos

comprobado que los espectadores que asistían no sólo vivenciaban la función sino que

interrelacionaban con los grupos invitados de otros lugares. Conocer gente de otros

puntos del planeta, oírlos hablar con otras tonadas y modismos que hasta da la

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sensación que es otro idioma, son experiencias increíblemente positivas para cualquier

persona, mucho más si es un niño”, relata Rubén.

El festival contó con la presencia de grupos de Venezuela, Chile, Chaco, Córdoba y de

Villa Carlos Paz y contó con el apoyo de varios municipios del Valle y de comercios

amigos que se hicieron eco de la importancia de este proyecto. También fue acompañado

por la comunidad educativa de todo Punilla, llegando de esta manera a más de tres mil

niños de Villa Carlos Paz, Tanti, Capilla del Monte, Bialet Massé, La Falda y Córdoba.

En una entrevista concedida a Huellas de la Historia, Rubén habla de su familia de su

familia, del legado de sus hermanos y de la importancia de seguir trabajando en la cultura

como forma de expresión humana que libera. El lema de los Di Mauro ha sido durante todo

en este tiempo: “La cultura, para el artista, es un servicio. Para el gobierno es una

obligación. Y para el pueblo es un derecho”.

- Usted es parte de la tercera generación de titiriteros en la familia, ¿cómo ha sido esta

trayectoria familiar?

- Héctor y Eduardo comienzan con los títeres de la mano de Javier Villafañe. Él había visto

títeres con García Lorca en Buenos Aires y se le ocurrió hacer títeres e inventa La

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Andariega, que es una carreta tirada por caballos que iba de pueblo en pueblo haciendo

títeres. Pero los títeres de Villafañe, que era poeta, un gran mimo y también titiritero-,

salían sin expresividad. Se asomaban y bajaban, nada más. No había movimiento, ni una

preocupación en la mirada. Era una cuestión que, vista desde hoy en día, era un poco más

torpe, pero para la época era una maravilla. Aparte la voz, el tono que le ponía Javier, era

impresionante, cautivante, era una cosa maravillosa. Sus títeres eran Juancito y María.

En ese entonces, Héctor y Eduardo iban a la escuela Ortiz de Ocampo. Las escuelas de

antes eran con oficios. Las niñas podían hacer corte y confección, y los varones podían

hacer electricidad, carpintería… y títeres con Javier Villafañe. Ahí es donde empiezan, y

después luego siguen en la

escuela Garzón Agulla de barrio

General Paz, donde terminan

siendo maestros y dictaban

talleres de títeres en su

juventud. Así comienza la vida

de los títeres. Lo interesante de

esto es que Héctor y Eduardo se

empecinan en ir más allá. No

sabe exactamente por qué. Era

buscar este movimiento: que

camine, que salte, que esté

triste, que esté contento…

- Con más expresividad…

- Más expresividad, movimiento en las manos, todo este tipo de cuestiones que hacen que

le dé mayor credibilidad al títere, al personaje. También con una temática específica, que

deje un mensaje claro, en donde se busque sensibilizar al niño, al adulto, entonces a partir

de allí ellos crean esto que los catapulta a la fama.

-Justamente, ¿en qué momento les llega ese reconocimiento a nivel mundial?

Los hermanos Di Mauro

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- Villafañe es invitado en 1960 a un festival internacional en Rumania (el II Festival

Internacional de Títeres y Marionetas de Bucarest). Y el propio Villafañe, desde Buenos

Aires, dice: “Tiene que ir ellos, no tengo que ir yo”. Habían desarrollado esta cosa del

movimiento, la mirada, las pausas, los tiempos del texto, la síntesis, la acción, que antes no

se conocían. Tanto les insiste Villafañe a Héctor y Eduardo que ellos aceptan, aunque no

tenían un peso. Con algunas ayudas crean una tarjeta –que todavía hay algunas-, en donde

colegas, amigos, gente de la cultura, del teatro, los ayudan a recaudar los fondos y alcanzó

para el barco.

Allí logran el segundo puesto en un certamen internacional al lado de tremendas

realizaciones rusas, chinas, de todo el mundo. Nadie podía creer cómo era que ellos habían

desarrollado esa cuestión.

Se suponía que hacían ese viaje por veinte días, y finalmente fue por seis meses.

Recorrieron toda Europa, porque los llamaban de todos lados. A partir de ahí Héctor y

Eduardo quedan marcando muy fuertemente lo que es el teatro de títeres en la Argentina,

respetado a un nivel máximo.

- Sin embargo, durante la última dictadura, fueron perseguidos…

- Héctor terminó haciendo una obra que se llamaba “El soldadito de guardia”, donde estaba

el soldadito y María, que limpiaba la casa, cocinaba, y tenía miedo porque había visto un

fantasma. Y el que se lo llevaba todo era el soldadito de guardia. Esa obra podía ser

representada cuando se la autorizaban en ciertos lugares, porque estaba prohibida. Estar en

una lista negra implicaba dar explicaciones más que cualquier otro. Eduardo tuvo que irse

sí o sí, como militante del Partido Comunista, y quedó Héctor con estas limitaciones. Hubo

que desaparecer libros, bueno… todo lo que se sabe; no podías tener biblioteca. A Quique

(hijo de Héctor) lo agarran porque eran cinco, y lo encontraron sospechoso. Al estar en la

lista negra lo llevan a La Perla. Allí se salva porque en el bolsillo de su pantalón tenía la

fecha de su casamiento. Entonces, en aquel entonces el rebelde no se casaba. Lo dejaron en

la ruta desnudo, así que imaginate lo que fue hacer dedo hasta Córdoba. Dentro de todo,

había “zafado”, siendo parte de una familia en una situación muy difícil.

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Y Eduardo tuvo que exiliarse en Venezuela. Allí pudo desarrollar su tarea, por su

dedicación al trabajo, a la perfección, llevando títeres a todas las escuelas sistemáticamente,

no de forma eventual, sino con un programa, con una meta: ¿por qué se hacía títeres? Y no

era sólo para divertir a los chicos, había todo un tema de llevar un mensaje; y eso no se veía

acá. Él lo incorpora en su teatro de títeres, pero obviamente lo quiso hacer acá y le fue muy

mal, porque decirle a un gobierno de turno que tiene la responsabilidad de llevar títeres a

los lugares más pobres y necesitados es fuerte.

- Incluso hoy todavía no se está haciendo…

- Claro. Nosotros tenemos el proyecto para cuando nos quieran escuchar. Y por ahí no es

cuestión de dinero. Se gastan tantas cosas en el municipio que los hemos pagado tantas

veces, y esto no lleva mucha plata. Ese es nuestro reclamo como artistas, como trabajadores

independientes. Por eso cuando Eduardo lo quiso hacer acá no le fue bien, y se fue a

Venezuela con semejante conocimiento y le fue muy bien inmediatamente. Ahí está el

teatro Tempo, que significa Teatro Estable de Muñecos de Portuguesa, que es la ciudad

donde se construyó el edificio. Muchas agrupaciones de Argentina, Latinoamérica y de

habla hispana viajan para actuar en Tempo, para estar ahí, para conocer. Hay una videoteca

que tiene material de todo el mundo. Eso debería estar acá también.

Por ahí la cuestión política, tanto provincial como municipal, no escucha o no presta

atención a los llamados del artista local, o lo hace de una manera conveniente para sus

intereses. Por ahí da un poco de pena. Si bien en Argentina, comparado con otros países de

Latinoamérica, estamos muy bien, pero en muchas otras cosas no. La cultura acá debería

tener más apoyo, en todos los niveles: municipal, provincial y nacional. Yo soy apolítico y

no me interesa quién está en el poder. Uno es contratado, por ejemplo, por la Provincia, y te

pagan en cualquier época, y uno no tiene un soporte para eso. Hemos estado más de un año

para poder cobrar, y eso hace que nuestra economía se vea afectada terriblemente. Nosotros

pagamos alquileres, pagamos teléfono, pagamos todo lo que paga cualquier persona;

estamos inscriptos en la AFIP, como corresponde, y por ahí nos toman como una empresa

privada, y no somos ni una empresa ni algo privado; somos actores culturales, y eso es algo

que no se aprecia.

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- ¿A qué edad comenzó a dedicarse a los títeres?

- Ya era grande, tenía veinte y algo. En realidad, había decidido otra carrera. Cuando

terminé el secundario me anoté en el FAMAF (Facultad de Astronomía, Matemáticas y

Física, de la Universidad Nacional de Córdoba) y ahí estuve estudiando, hasta que

desestimé la idea y lo cambié por esto que era mucho más agradable y podía vivir de ello.

Yo veía que mi familia paterna vive relativamente bien, tenían su casa, su auto, y viajaban

por todos lados, y yo dije: “Yo quiero eso”. Ellos me alentaban a que hiciera títeres, hasta

que después de dudar me embalé, y eso fue antes del año 2000. Después vino el 2001, el

2002, que fue terrible para todo el mundo, y yo empezando con los títeres, imagínate…

Pero siempre tuve mucha ayuda de la familia, en todo sentido. Eso me sirvió para abrir

caminos, y hoy la idea es continuar y seguir abriendo caminos, dejar la idea a otros colegas,

porque acá no hay ningún secreto más que laburo y más laburo. Sueño las 24 horas qué es

lo que voy a hacer, lo que tengo que decir. Hoy que nos digan “no hay presupuesto” no es

un impedimento. Vamos y tenemos que seguir adelante. No pretendo hacer otra cosa más

que títeres. Hay una ley nacional, una provincial y la Carta Orgánica Municipal que apoyan

la cultura, entonces hay que cumplirla.

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- Comparándolo con años anteriores, ¿hay mayor producción de teatros de títeres?

- Lo veo mucho mejor. En Córdoba tenemos 64 grupos de títeres y en Argentina tenemos

más de 600 grupos, cuando en Venezuela hay 12 en total. En Córdoba está la Casa de los

Títeres, así que mientras más haya mejor es. Los títeres están muy bien vistos en Córdoba y

en el país. Está el títere profesional, el semiprofesional y el amateur o amante, porque hay

grupos malos de títeres, no te puedo mentir. Hay gente que cree que traés un títere y dice:

“Ah, yo lo puedo hacer, si es levantar con la mano el muñeco”. Pero después se encuentran

con cosas y terminan pasando vergüenza. Nosotros estamos constantemente pensando e

invirtiendo en el teatro de títeres, que se vea, que se escuche bien, con micrófonos

inalámbricos profesionales, con luces. En Córdoba hay festivales de títeres

importantísimos. El camino se va haciendo, pero no es nada fácil. Después de un tiempo, se

ven los frutos. Es un trabajo en equipo, y no es fácil. No soy solamente yo, sino que hay

gente detrás muy fuertemente arraigada y que comparte este proyecto.

- ¿Se acuerda del primer títere que armó?

- Sí, ese está en el teatro Tempo. Fue hecho con la mano de Héctor Di Mauro. A él lo

asesoraba Armando Ruiz, un gran plástico que ya no está con nosotros. Héctor era muy

riguroso, y lo primero que me dijo es que cuando yo empezara a hacer títeres tenía que

sacarme la papa que tenía en la boca (risas). Realmente le agradezco porque empecé a

hablar bien. Él tenía un retablo muy lindo. Nosotros, normalmente, para desarmar nuestro

teatro de títeres, nos lleva 15 o 20 minutos. Él, en cambio, se tomaba cerca de una hora,

porque iban los tubos cuadraditos, los largos, los títeres en su cajita, el reproductor en otra

cajita, o sea, un meticuloso al máximo. Con él aprendí mucho, así como con Eduardo. Con

Eduardo aprendí la cuestión de la autogestión, de tener todos los registros, de saber cómo

enfrentarte a un director de cultura –porque es un enfrentamiento, una batalla campal- y

convencerlos de que ellos van a quedar bien con muy poca plata.

El primer títere lo hice con la mano de Héctor. Él trabajaba con un diámetro de siete u ocho

centímetros –hoy en día estamos en once o doce centímetros, y con accesorios queda más

grande-, e hice un hombre y una mujer. Para mí tenía la emoción de ser los primeros títeres.

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- Su familia ha sido protagonista de la historia de los títeres en Argentina. ¿Creé que

tiene el reconocimiento de la gente?

- En la gente sí. Para mí portar este apellido es una espada de doble filo, ya que abre puertas

pero por ahí no gusta mucho, porque uno siempre es un innovador, un inquieto constante

que está haciendo cosas. Para mí es un orgullo y una responsabilidad, porque siempre

cualquier director de cultura culto conoce nuestra trayectoria, y siempre hay una escuela,

una maestra, un niño o alguien que dice: “¡Sí, ya sé quiénes son!”, y eso es una gran

satisfacción. Siempre busco de que eso continúe, siendo responsable, llevando un buen

sonido, buenos micrófonos, buenos títeres, una buena actitud, una buena historia, listo,

misión completa. Porque hacer reír es lo más fácil, pero nosotros vamos un poco más allá.

- ¿Qué cuestiones ha recibido de su familia y que valora mucho en tu profesión?

- Lo principal que me transmitieron es el respeto. No subestimar al público ni los espacios.

Prepararse y saber que no es

fácil. Tenemos proyectadas

muchas cosas, medio alocadas,

como crear este corredor de

títeres, fortalecerlo, traer

grupos de distintas partes del

mundo, seguir participando de

festivales.

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CARLOS PAZ: UNA “CIUDAD DE PUENTES”

BBBBBBBBrrrrrrrreeeeeeeevvvvvvvveeeeeeee hhhhhhhhiiiiiiiissssssssttttttttoooooooorrrrrrrriiiiiiiiaaaaaaaa ddddddddeeeeeeeellllllll ppppppppuuuuuuuueeeeeeeennnnnnnntttttttteeeeeeee

EEEEEEEEzzzzzzzziiiiiiiioooooooo AAAAAAAArrrrrrrrmmmmmmmmaaaaaaaannnnnnnnddddddddoooooooo CCCCCCCCaaaaaaaarrrrrrrreeeeeeeennnnnnnnaaaaaaaa

José Antonio Casas

Profesor en Historia

"Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes"

Isaac Newton

Bien se podría decir que Villa Carlos Paz es una “ciudad de puentes”. ∗

Su territorio se halla

dividido por el cruce de dos cursos fluviales (los ríos San Antonio y Los Chorrillos) y el

lago San Roque, lo cual ha implicado que se construyeran a lo largo de poco más de un

Trabajo originalmente publicado en el sitio www.identidadvcp.com, jueves 7 de marzo de 2013.

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siglo una serie de puentes que permitiesen la comunicación entre las poblaciones y

viajantes situados “al otro lado del río”. Uno de ellos es el puente Ezio Armando Carena,

situado en el centro mismo de nuestra localidad. A través del mismo, numerosas

generaciones de carlospacenses pudieron comunicarse y relacionarse unos con otros,

surgiendo miles de historias en esa vieja estructura de hormigón y hierro que aún sigue

brindando grandes beneficios a la comunidad serrana. Por ello, bien vale adentrarnos un

poco en su pasado, el cual ha estado ligado ineludiblemente al de la misma ciudad que hoy

lo reconoce como uno de sus símbolos culturales más importantes y queridos.

Origen

Antes de que se erigiera el primer dique San Roque (inaugurado en 1891), el camino que

unía la ciudad de Córdoba con la provincia de San Juan –también denominado como

“Camino a Cosquín”- pasaba por el frente del casco de la vieja estancia Santa Leocadia. Así

lo podemos corroborar en el anuncio de la venta de la parte de la Santa Leocadia que

apareció en el diario El Progreso a mediados de 1869:

“Muy importante – En la ciudad de Córdoba, el 1 de julio próximo venidero, a las doce del día,

en su casa de calle General Paz 52, se rematará a la más alta postura, bajo las condiciones que

se dirán en el acto de proceder a la venta, un magnífico establecimiento de campo situado en la

Pedanía de San Roque, Departamento de Punilla, denominado Santa Leocadia. […] El camino

carretero de San Juan pasa por delante de la casa, haciendo así de esta localidad, un punto

importante para negocio. […].”1

En vistas de la construcción del dique anteriormente mencionado y la futura formación del

embalse que ello produciría (lo que anegaría buena parte del camino a San Juan), el

gobierno provincial decidió emprender la reforma de esta vía de comunicación, lo cual

implicaba no sólo el desvío y la ampliación del camino existente, sino también la

construcción de una serie de puentes indispensables para sortear los principales cursos

hídricos de la región:

1 DE DENARO, Liliana, Carlos Nicandro Paz. Estanciero – Político – Fundador. Fundamentalmente

Visionario, Corintios, Córdoba, 2009, p. 9.

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Dos contratistas realizan la tarea. Guillermo Perkins y Cía. construye el camino desde el río San

Roque (San Antonio) hasta el arroyo Las Mojarras, incluyendo un puente sobre el San Roque, el

llamado “Puente Viejo”, otro llamado “Puente Negro” sobre el arroyo El Chorrillo, y otro puente

sobre el arroyo Las Mojarras. Ante tal proliferación de puentes en la zona, las tierras entre las

inmediaciones del río San Roque y el arroyo Los Chorrillos es [sic] llamada “Los Puentes de San

Roque”, constando así en los domicilios asentados por esa fecha.2

El denominado “Puente Viejo” se hallaba situado a pocos metros del sitio donde se asentó

el último lugar del casco de la estancia Santa Leocadia de la familia Paz, permitiendo

cruzar el río San Antonio de una banda hacia la otra. El mejoramiento de esta ruta posibilitó

incrementar el tráfico comercial entre las principales estancias de la zona y la ciudad de

Córdoba. Además, a partir de la difusión del automóvil como principal medio de transporte

para muchas familias de la élite capitalina, esta vía de comunicación promovió también el

desarrollo de la actividad turística, registrándose desde los primeros años del siglo XX el

arribo de los primeros visitantes a esta región del sur de Punilla. Gracias a este aumento del

flujo de personas y mercaderías se fue formando alrededor del casco del establecimiento

Las Margaritas de Carlos N. Paz un primigenio núcleo urbano, donde se fueron edificando

una serie de residencias para alquiler temporario e infraestructuras físicas para sostener la

actividad económica del lugar. En este sentido, el Puente Viejo era una obra fundamental

para asegurar la comunicación entre ambas orillas del lago San Roque y el río San Antonio,

facilitando sobre todo a la población del área occidental el acceso al beneficio del tráfico

comercial con la ciudad de Córdoba y el pueblo de Carlos N. Paz.

Destrucción y reconstrucción del Puente Viejo

Según Ezio Armando Carena, a las 15 horas del día 7 de febrero de 1931 se produjo un

hecho que produjo una honda conmoción en la población carlospacense: una gran creciente

del río San Antonio provocó la destrucción de gran parte del Puente Viejo, especialmente

afectando la parte superior del mismo donde transitaban los vehículos y peatones. Esto tuvo

como consecuencia inmediata la incomunicación de los territorios separados por el lago y

2 HUBER, Norberto, Paisaje y Vida del Valle Cordobés San Roque, Editorial Copiar, Córdoba, 2001, p. 74.

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el río San Antonio, lo cual traía consigo un severo problema social y económico que

afectaba, fundamentalmente, a los habitantes del sector oeste.

Ante esta situación, este mismo autor sostiene que fue Adolfo Carena quien se comunicó

con las autoridades del Ejército para que por su intermedio brindasen una pronta solución a

este problema. Para ello, ofreció su establecimiento hotelero para recibir al Cuerpo de

Zapadores Pontoneros, sección militar especializada en la construcción de puentes y que

había sido designada por la institución castrense para que se encargara de esta obra. De

acuerdo con Carena, la reconstitución del tramo que había afectado la creciente del río se

hizo en tiempo “record”. La misma se llevó a cabo mediante el “[…] sistema “Allgrain”,

bajo la dirección del mayor don Humberto Sánchez Freytes y del teniente don Néstor Arna

Isella, asesorados por el teniente coronel don Aníbal Montes, […].”3

Más allá de haberse logrado la reparación del puente central de Villa Carlos Paz, había

quedado evidenciado las graves consecuencias económicas y sociales que causaban este

tipo de eventos producidos por la naturaleza. Ésta fue, precisamente, una de las razones que

llevaron a varios vecinos de la ciudad a solicitar a la Dirección Nacional de Vialidad que

3 CARENA, Ezio Armando, Villa Carlos Paz en el Recuerdo. 1586 – 1955, Tomo I, Tipografía Norfield,

Córdoba, s/f, p. 155.

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5

llevase adelante la construcción de un nuevo puente, el cual se construyó entre 1943 y

1944:

Uno de los objetivos principales de su construcción fue de que no se interrumpiera el tránsito

vehicular por causa de las grandes crecientes del río (como sucedía con el Puente Central, que

era por donde, en aquella época, se transitaba haci y desde el Norte), o por la altura que

adquiriría el lago, con la cota 35,30 del embudo, una vez que concluyera la construcción del

nuevo Dique San Roque, que finalmente fue inaugurado antes de la finalización del Puente

Nuevo el 3 de julio de 1944, […].4

La necesidad de reformar el puente

Basándonos en antiguas fotografías y relatos escritos, podemos decir que, tras la

reconstrucción hecha por la fuerza militar, el tramo superior del Puente Viejo se había

realizado sobre tablones de madera que sólo permitían el paso de un solo vehículo, dejando

sólo un muy pequeño espacio para el tránsito de personas. Con el transcurso de los años y

el aumento del tráfico de vehículos automotores esta estructura quedó muy pronto

sobrepasada en su capacidad de funcionamiento, ya que la misma no había sido prevista

para un movimiento tan intenso como el que había producido en la localidad el fenómeno

del turismo de masas. Esto incrementó notablemente las quejas de los vecinos por la

situación en que se hallaba el viejo puente reconstituido en 1931, quedando claramente

expresado en la siguiente nota del periódico Carlos Paz en su edición del mes de diciembre

de 1946:

No es la primera vez que –y ojalá que ésta sea la última- que debemos comentar el estado de

abandono en que se halla el viejo puente de Carlos Paz. Esta desidia de los encargados de velar

por su conservación y estado –la Dirección de Vialidad de la Provincia- es más culpable porque

ya no se trata sólo de evitar los inconvenientes que ocasiona a los vehículos que deben cruzarlo y

el riesgo que corren los animales de quebrarse las patas en una de las tantas aberturas que se

advierte en su viejo maderamen. Ahora ya se halla en peligro la vida de los viandantes –en

particular los niños-, porque las barandas de hierro que deben proteger al público que transita por

4 TÁNTERA, Edgardo; PARFENIUK, Aldo, Pasado y presente del puente de Avenida Uruguay, Cuadernos

de Patrimonio Histórico, Municipalidad de Villa Carlos Paz, Córdoba, 2010, p. 6.

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el mismo en algunos trechos están rotas, retorcidas, lo que implica un permanente peligro para

aquellos que se animan a cruzarlo de noche: la menor inadvertencia los puede precipitar en el

vacío, entre las rocas del río, desde una altura aproximada de 15 metros.

Y no se crea que exageramos las tintas para impresionar; nada de eso. Ya en una oportunidad,

hace meses, no sabemos en qué circunstancias, un ciclista cayó con su máquina al lecho del río.

Y lo que pudo ser una tragedia, el azar quiso que fuera sólo un accidente sin más consecuencias

que el susto del muchacho y la bicicleta rota.5

Fondos nacionales para una solución duradera

En vista de la precariedad que mostraba el Puente Viejo y los peligros que ello

representaba, en la misma nota periodística se demandaba el tipo de acción que se

necesitaba para dar solución a esta problemática vial. Tal como expresaban en la primera

parte de la misma, el organismo oficial encargado de este tema era la Dirección Provincial

de Vialidad, a la cual le exigían además de arreglos inmediatos una respuesta más sólida a

futuro. Con respecto a esto último, se hablaba de su modernización o bien de su total

reconstrucción:

¿Debemos esperar y que nuevas desgracias empañen la tranquilidad de algún hogar para hacer

en el viejo puente los arreglos necesarios? Nosotros no ignoramos que en dos ocasiones estuvo

una cuadrilla de hombres haciendo algunos remiendos que disimularon algo su lastimoso estado;

pero no es eso lo que pedimos. En tanto no llegue la anhelada expropiación, que determinará la

expropiación, que determinará la desaparición o elevación –modernizado- del puente, deben

hacerse en el mismo trabajos más completos –como ser el cambio total de su carcomido pino de

madera-; revestido de sólida capa asfáltica y el arreglo a conciencia de sus barandas de hierro.6

Sería recién a partir de la creación del municipio local (1952) y la elección del vecino Ezio

Armando Carena como diputado nacional que se darían las condiciones necesarias para que

el Puente Viejo pudiese reformarse acorde a las necesidades de una población en constante

aumento. Tal como Carena señala en uno de sus libros sobre la historia de nuestra

localidad, una de sus primeras medidas como legislador fue presentar un proyecto de ley

5 Periódico Carlos Paz, Villa Carlos Paz, diciembre de 1946.

6 Ibíd.

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para que se destinara la suma de dos millones de pesos “[…] para la construcción de un

nuevo puente y un balneario popular sobre el río San Antonio, en la localidad de VILLA

CARLOS PAZ, Departamento Punilla, Provincia de Córdoba.”7

El proyecto de Carena fue destinado, como era de esperar, a la Comisión de Obras Públicas

de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación (de la cual era su presidente). Pero

como bien explica su autor, el deseo de una pronta resolución del problema del Puente

Viejo hizo que Carena optase por comunicarse con el ministro de Obras Públicas de la

Nación, Ing. Roberto Dupeyrón, a fin de solicitarle los recursos necesarios no sólo para

remediar la difícil situación de los puentes de Las Mojarras y del centro de Villa Carlos

Paz, sino también el de proveer de pavimento a la ruta hacia Tanti. El funcionario nacional

respondió de inmediato, confirmando su presencia en la villa hacia principios del mes de

febrero de 1953 para observar el estado de estas estructuras y ver qué tipo de obras eran las

más adecuadas para las mismas. En este sentido, la oportunidad fue propicia para que los

profesionales técnicos de Vialidad Nacional hiciesen los estudios correspondientes a fin de

elaborar la mejor opción de construcción sobre los pilares existentes.

Tras la visita del ministro –la que fue acompañada del gobernador de la provincia Lucini-,

una comisión de técnicos del organismo vial nacional se puso a trabajar en la elaboración

del proyecto para el puente central, cuyo presupuesto ascendía a la suma de 3.500 millones

de pesos. Debido a que la suma superaba con amplitud la partida prevista en el proyecto

presentado por Carena, éste comenta que se hacía imposible hacer realidad la obra bajo

estas condiciones. En esto, tenía mucho que ver el hecho de que preveía sentar las bases de

la parte superior del Puente Viejo sobre una estructura metálica: “Debe destacarse que los

primeros estudios que se realizaron del puente, fue con la base de hacer toda la estructura

de hormigón armado, pero esto resultaba muy costoso, desechándose esa idea […].”8

Ante esta dificultad, el legislador carlospacense ofreció una solución mucho menos

onerosa: la de asentar el puente sobre una estructura metálica. Asimismo, propuso la forma

en que se podía obtener estos materiales sin grandes erogaciones. La misma consistía en

acondicionar en la repartición de Construcciones de Navegación y Puertos unas vigas que

7 CARENA, Ezio Armando, Villa Carlos Paz en el Recuerdo. 1586-1986, Tomo II, Talleres Gráficos

Duplicar, Córdoba, 1987, p. 132. 8 CARENA, Ezio Armando [s/f], ob. cit., p. 257.

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se hallaban en desuso en la localidad de Paso de los Libres, las cuales alcanzaban “[…] una

longitud de 22 metros lineales, 1.60 de alto y 8 toneladas de peso, […].”9

En función de que se trataba de una propuesta viable y más económica (la suma total era de

400 millones de pesos), ésta fue aprobada por parte de las autoridades nacionales. En poco

tiempo se prepararon los pliegos correspondientes para el llamado a licitación, la cual fue

adjudicada según cuenta Carena a la empresa Bosch. La obra se emprendió de inmediato,

tardando sólo 90 días en materializarse.

Un símbolo del progreso y la unión de los carlospacenses

Cuando se inauguró el puente central con su nueva estructura, se descubrió en una de sus

entradas “[…] un pequeño monolito en el cual se colocó una placa con el nombre del

gobernador, del diputado Nacional y la fecha de inauguración, […].”10

Sin embargo, una

vez acaecido el golpe de Estado municipal de setiembre de 1955, partidarios de aquel

movimiento insurreccional procedieron a sacar dicho monolito de ese lugar. Así también,

fueron detenidos y encarcelados varios políticos y funcionarios justicialistas, entre los

cuales figuraba Carena. En ese momento, varios de quienes habían protagonizado la caída

del gobierno peronista aducían como argumento la presunción de un cierto número de actos

irregulares cometidos por funcionarios del mismo, entre los cuales se hallaba Ezio

Armando Carena. Uno de esos actos sospechados era el proyecto del Puente Viejo, razón

por la cual una comisión del Congreso Nacional decidió llevar adelante una investigación

que involucraba a todos aquellos que habían tomado parte de las decisiones. Finalmente,

éste y otros cargos contra Carena fueron desechados, quien no sólo terminaría recuperando

tiempo después su libertad, sino también todos sus bienes tras el levantamiento establecido

por decreto oficial Nº 5-804 el 16 de julio de 1963 de la interdicción en su contra.

Mientras se resolvía este conflicto de índole política, tanto los vecinos como los turistas de

la localidad pudieron empezar a disfrutar de una obra largamente anhelada. Muy pronto, el

puente central se convirtió en un renovado nexo de comunicación que, gracias a la

remodelación efectuada, permitió un mayor tráfico de vehículos y personas entre una y otra

orilla del río San Antonio, favoreciendo de esta manera el progreso económico y social de

9 Ibíd.

10 CARENA, Ezio Armando [1987], ob. cit., p. 136.

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la villa. Desde entonces, el querido puente Ezio Armando Carena o “puente viejo” -como

muchos aún lo siguen llamando- se transformó en uno de los sitios hechos por el hombre

más estimados por los carlospacenses, quienes lo sienten como parte ineludible de su propia

identidad serrana. Por ello fue nombrado a partir del trabajo de la Junta Municipal de

Patrimonio Histórico como uno de los bienes patrimoniales de la ciudad, siendo sin dudas

uno de los símbolos culturales más reconocidos y apreciados por nuestra comunidad.

Fuentes y bibliografía

CARENA, Ezio Armando, Villa Carlos Paz en el Recuerdo. 1586 – 1955, Tomo I,

Tipografía Norfield, Córdoba, s/f.

CARENA, Ezio Armando, Villa Carlos Paz en el Recuerdo. 1586-1986, Tomo II, Talleres

Gráficos Duplicar, Córdoba, 1987.

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10

DE DENARO, Liliana, Carlos Nicandro Paz. Estanciero – Político – Fundador.

Fundamentalmente Visionario, Corintios, Córdoba, 2009.

DE DENARO, Liliana, Pedanía San Roque. Donde los proyectos dieron sus frutos,

Corintios, Córdoba, 2009.

HUBER, Norberto, Paisaje y Vida del Valle Cordobés San Roque, Editorial Copiar,

Córdoba, 2001.

Periódico Carlos Paz, Villa Carlos Paz, diciembre de 1946.

TÁNTERA, Edgardo; PARFENIUK, Aldo, Pasado y presente del puente de Avenida

Uruguay, Cuadernos de Patrimonio Histórico, Municipalidad de Villa Carlos Paz, Córdoba,

2010, p. 6.

TÁNTERA, Edgardo, 1913-2003. Carlos Paz. 90 años en la memoria, Quo Vadis

Ediciones, Villa Carlos Paz, 2003.

Está permitida y alentada por los integrantes de Huellas de la Historia la reproducción de los

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1

ECOS DE UN PASADO RURAL

Aquel viejo Carlos

Paz de 1913

José Antonio Casas

Profesor en Historia

A lo largo de estas últimas décadas, Villa Carlos Paz fue consolidando un perfil

identitario fuertemente vinculado con su principal actividad económica: el turismo. El

empuje urbanístico que este sector trajo para la comunidad a partir de mediados de la

centuria pasada alcanzó una dimensión inusitada, que empujó la llegada de capitales y

aportes migratorios de todo el país e, incluso, de otras naciones. Desde entonces, y dada

la irregularidad que plantean los ciclos económicos dependientes de los recursos

turísticos, la composición demográfica de Villa Carlos Paz se caracterizó por una fuerte

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inestabilidad, marcada por el ingreso y egreso constante de población. Ésta,

precisamente, es una de las razones que muchos atribuyen a la falta de un amplio

conocimiento que gran parte de los carlospacenses poseen sobre la historia de la

localidad, lo que termina derivando en uno de los aspectos más criticados de esta

sociedad: la carencia de una identidad social arraigada y el supuesto escaso grado de

compromiso ciudadano de sus habitantes.

A partir de la elaboración de una simple encuesta se puede fácilmente constatar parte de

esta afirmación, donde se puede reflejar, entre otros aspectos, la escasa o nula noción

que en general se tiene de los procesos, hechos y personajes históricos fundamentales en

el devenir histórico local. Más aún, muchos se sorprenden al enterarse que la moderna y

pujante ciudad fue, hasta sólo hace unas siete u ocho décadas atrás, un pequeño poblado

rural de las serranías cordobesas, marginado de las prioridades de los gobiernos

provinciales de aquella época.

En esto, mucho ha contribuido la centralidad que han tenido la mayoría de los trabajos

historiográficos en rescatar y revalorizar, sobre todo, el reciente pasado urbanístico de la

villa. Asimismo, por muchos años las currículas escolares no ofrecieron espacios para

trabajar sobre estos temas, y la falta de apoyos oficiales para la promoción de

investigación y divulgación de estudios históricos locales agravó esta situación.

Teniendo presente este panorama, y ante la proximidad del centenario de la ciudad a

celebrarse el 16 de julio de 2013, nos dispusimos a indagar en esa vieja “Carlos Paz” de

1913, buscando desentrañar cómo era la vida cotidiana en ese pequeño poblado surgido

a la vera de los ríos San Antonio y Los Chorrillos, teniendo presente las diferencias

socioeconómicas, las actividades productivas y cómo se enlazaba todo ello en el marco

espacial de una sociedad con las características propias del ámbito rural de comienzos

del siglo XX en Argentina.

Espacios separados

A principios de la década de 1910, buena parte del territorio sobre el que hoy se asienta

Villa Carlos Paz estaba ocupado por algunas estancias de diferentes extensiones

geográficas y diverso grado de desarrollo económico. Entre estas unidades productivas

sobresalía la estancia Santa Leocadia, propiedad del Sr. Carlos Nicandro Paz, la cual

disponía de una superficie superior a las cinco mil hectáreas.1

1 Carlos N. Paz, preocupado por contar con una mensura jurídica firme de su propiedad, tramita en el

Juzgado de Primera Instancia y Cuarta Nominación en lo Civil de la ciudad de Córdoba dicho trámite.

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En 1913, y habiendo sido designado además jefe político de la región por el gobernador

Ramón J. Cárcano, Paz dispuso la elaboración de un plano donde se fijaran las arterias y

espacios destinados a un uso residencial en el área central de su propiedad. En ese

entonces, y con la construcción del camino hacia el valle de Traslasierra, se preveía un

aumento notorio en el flujo automotor, el cual demandaría un punto de descanso y

reabastecimiento en la ruta que unía la provincia con el oeste del país. En este sentido

vale recordar, siguiendo el relato de algunas fuentes locales, que quienes llegaron en

automóvil por primera vez con destino a la estancia La Quinta fueron los padres jesuitas

Tavares, Ortells y Auger, acompañados por el hermano Rosa, el 3 de enero de 1911.2

Por otra parte, entre los

criterios que Paz pretendía fijar

se contaba con la tipificación

socioespacial que debía tener el

uso del suelo. Comportando

una típica característica del

hacendado latinoamericano de

la época, estableció una rígida

división del territorio, el cual

sería habitado y puesto en

función de acuerdo al origen

social de sus ocupantes.

De esta manera, el entonces

poblado comúnmente llamado

“Los Puentes” se dividía en dos

sectores bien diferenciados: la

entonces denominada “banda

sur”, compuesta en su mayor

parte por tierras pertenecientes a la estancia Santa Leocadia, propiedad del Sr. Carlos N.

Paz; y la “banda norte”, separada de aquélla a lo largo del río San Antonio y unidas por

Éste, por decreto del 7 de septiembre de 1907, designa al agrimensor Manuel Indarte la realización de la

mensura. Al término de la misma, el profesional determina que la Santa Leocadia alcanzaba una

extensión de “5.457 Has. 6.983,62 Mt.2". Por diversos motivos, la mensura definitiva se daría,

finalmente, en el año 1921. CARENA, Ezio Armando, Villa Carlos Paz en el recuerdo. 1586-1955,

Tipografía Norfield, Córdoba, s/f, p. 87. 2 Información extraída de: BERTORELLO, Eldor; MICHELOUD, Atilio; TÓRTOLO, Luis,

“Efemérides”, en: http://www.historiavcpaz.com.ar, Villa Carlos Paz, 2006.

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un puente (el actual puente central Ezio A. Carena), donde se destacaba, desde 1906, la

presencia de los jesuitas en La Quinta. Esta zona, además, contaba con una mínima

actividad comercial, donde algunos pocos almacenes y carnicerías abastecían la

demanda de la población. Ambos sectores, que se denominan Santa Leocadia y

Saladillo respectivamente de acuerdo al trazado del plano que encargó Carlos N. Paz, se

convirtieron en los dos ejes socioespaciales desde los cuales se organizaba y

desarrollaba la vida diaria de los pobladores de estas tierras.

Esta división, a su vez, no sólo estaba basada en razones geográficas, sino que además

respondía a un claro criterio socioeconómico. La banda sur había sido destinada por

Carlos Paz para que allí vivieran, de forma permanente o temporaria, las familias más

encumbradas, como la suya o la de aquellos distinguidos visitantes capitalinos, mientras

que la banda norte se convirtió, principalmente, en el espacio vital de los sectores más

relegados de la sociedad carlospacense. Esta división, según Jara y Rossi, conllevaba

además fuertes restricciones en el uso del espacio y el desarrollo de ciertas actividades

económicas:

[...] esta distinción originada en razones geográficas se profundiza con el tiempo por las

propias actitudes del fundador, quien designa a la banda sur como el lugar de residencia de la

gente principal del poblado construyéndose allí las edificaciones de categoría, en tanto que

en la banda norte se asigna como lugar de residencia de la peonada.[...] Por otra parte,

expresas normas del fundador impiden el funcionamiento de negocios particulares en la zona

sur, no disponiendo en ese lugar de ninguna venta de tierras.3

Una economía rural orientada a Córdoba

Observando las actividades socioeconómicas predominantes en ambos sectores vale

afirmar, por tanto, que el pueblo conformaba en las primeras dos décadas del siglo XX

lo que típicamente se denominaba una “comunidad rural”. Siendo las actividades

pecuarias y agrícolas las predominantes, a partir de las cuales se organizaba el universo

político, cultural y social de esta comunidad, a lo que se le complementaban las

actividades turísticas veraniegas protagonizadas por un reducido número de visitantes,

no cabe duda de que Carlos Paz era por entonces una comunidad rural (una identidad

que aún perduraría hasta la década siguiente).

3 JARA, María Rosa y ROSSI, Liliana, De la estancia a la villa, Fojas Cero Editora, Córdoba, 2002, pp.

48-49.

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Una colorida descripción del panorama productivo de la estancia Santa Leocadia nos la

proporciona Ezio A. Carena, citando las palabras del agrimensor Manuel Indarte en su

descripción de la propiedad que se iba a mensurar:

[...] el campo medido es mixto, esto es: sierra y bajo, siendo apropiada su parte baja para

toda clase de cultivos, en donde se producen bien el maíz, trigo, avena, cebada, alfalfa,

porotos y toda clase de frutas comunes en estas regiones; tiene además su parte del monte del

cual se explota la leña; la parte de sierra es apropiada para la ganadería. Sus abrevaderos son

además del río San Antonio, las aguas del lago San Roque y las diversas vertientes

permanentes que se encuentran diseminadas en el campo; sus pastos variados y abundantes.4

Ese mismo contexto agrícola-ganadero se repetía en la estancia La Quinta, aunque no

con el grado de organización y eficiencia logrado por Carlos N. Paz. Tal como lo

describe Antonio Binimelis en su libro “El legado jesuítico en Villa Carlos Paz y obra

del Hno. Font S.J.”,5 éste fue un período de desorden en este espacio productivo, ya que

los quinteros encargados de su manejo imponían sus necesidades personales antes del

beneficio en conjunto de quienes dependían de los recursos de este lugar. Sólo recién a

partir de la gestión de Antonio Font, la residencia veraniega de los padres y estudiantes

provenientes del Noviciado que la Compañía de Jesús tenía en el llamado “Barrio

Inglés” de Córdoba Capital fue desarrollando una variada actividad agropecuaria que,

además de proveer para el consumo interno, producía un excedente que se destinaba a

satisfacer una parte de las necesidades básicas que demandaban los integrantes de la

orden en la ciudad de Córdoba. De allí se aprovechaba el viaje para traer aquellos

elementos de consumo que no se producían y vendían en el pueblo.

En el caso de la Santa Leocadia, el excedente productivo no sólo se lograba por la

mayor extensión geográfica de la misma (proceso llevado adelante mediante la compra

de propiedades lindantes), sino que también era el producto del surgimiento de una serie

de obras de infraestructura que apuntalaron este proceso. Entre ellos, el canal de riego

habilitado en 1906 posibilitó la siembra de numerosas hectáreas, así como gran cantidad

de bebederos para el ganado.6

4 CARENA, Ezio Armando, ob. cit., p. 87.

5 BINIMELIS, Antonio, El legado jesuítico en Villa Carlos Paz y obra del Hno. Font S.J., Quo Vadis

Ediciones, Villa Carlos Paz, 2007. 6 Para una mayor información de este período, ver: TÁNTERA, Edgardo, 100 AÑOS. Los Jesuitas, El

Canal y Carlos Paz, Quo Vadis Ediciones, Villa Carlos Paz, 2006.

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Sin embargo, y hasta la habilitación del nuevo camino a Traslasierra en 1915, la vida de

este poblado serrano se vio caracterizada por un alto grado de aislamiento y

autoabastecimiento, aún más teniendo en cuenta que el trazado del ferrocarril que unía

la ciudad de Córdoba con el Valle de Punilla pasaba, en su punto más cercano con la

estancia, por la quebrada donde se situaba el dique San Roque. Asimismo, esta situación

se veía reforzada por las dificultades de comunicación que había entre Los Puentes –

como comúnmente solía denominarse a este paraje- y otros pueblos y ciudades

cercanas.

La llegada a nuestro pueblo se realizaba por un camino de tierra; los únicos medios que se

contaba para ir a la ciudad eran el caballo o el sulky. Las mercaderías y cargas en general

eran transportadas en carros o por medios de arrias, métodos éstos que fueron reemplazados

por los actuales camiones. Las arrias se utilizaron hasta el año 1927. [...] Las arrias

consistían en una tropa de 20 ó 30 mulitas criollas, guiadas por la yegua madrina, que

marchaba al frente y a su pescuezo se ceñía un cencerro. Pasaban con frecuencia en los

meses de noviembre y primeros días de diciembre, pues en esa época los almacenes del norte

hacían sus provisiones para la temporada de verano.7

Una forma de vida tradicional

A diferencia de la realidad en que hoy vivimos, en que la noción de distancia y tiempo

con respecto al mundo que nos rodea es cada vez sentida como más próxima, gracias a

los avanzados medios de comunicación actuales como internet, telefonía fija y móvil,

fax, televisión, modernas autopistas y terminales aéreas, que nos ponen en contacto

directo y regular con la realidad de diversos lugares y sitios tanto de nuestro país como

del exterior, para quienes en aquellos años vivían en esta parte de la campaña cordobesa

la forma en que se percibía el tiempo y el espacio en la vida diaria lejos estaba de ser

comprendida y vivida bajo estos parámetros contemporáneos.

De acuerdo a E. P. Thompson, la vida cotidiana de una sociedad preindustrial como la

de este período no estaba estructurada en torno a un tiempo mecánico y artificial

signado por las horas de un reloj, tal como estamos acostumbrados en una sociedad

industrial como la actual, sino que se basaba en lo que frecuentemente se ha descrito

7 CARENA, Ezio Armando, ob. cit., pp. 95-96. Esta descripción de Carena debe ser en algo matizada,

teniendo en cuenta que antes de 1921 Carlos n. Paz tenía un automóvil, y a partir de ese año Enrique

Zárate contaba con el suyo. Además, en la estancia La Quinta –gracias al Hermano Font- se adquirió el

primer camión de transporte del pueblo, el que desde 1927 se utilizó para llevar a cabo el transporte de

mercancías y diversos elementos.

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como “orientación al quehacer”; es decir, una ordenación de los hábitos de trabajo y

demás quehaceres de la vida diaria adaptados a los ciclos naturales.8 Dentro de la “Santa

Leocadia” o “La Quinta”, cada época del año se vivía de acuerdo a las tareas que

demandaban determinados requerimientos de la vida del campo -ya sea para la siembra,

para la cosecha, la recolección de leña, la yerra, etc., además de, por supuesto, preparar

todo lo necesario para cuando llegara el verano atender las necesidades de los turistas

“de la ciudad”-.

En aquel entonces las campeadas se realizaban una vez por año, trabajo que se le

denominaba yerra. Al comenzar el otoño era la época en que se señalaba, marcaba, castraba,

contaba, etc., en esos meses los campos comenzaban a amarillear.9

Esta forma de vida adaptada en su mayor parte al contexto natural que la rodeaba no

conllevaba, asimismo, la ausencia de una cierta regularidad en los hábitos de trabajo por

parte de trabajadores que, por estar sujetos a la dependencia laboral del patrón de la

estancia, debían cumplir en la forma y tiempo estipulado por éste las tareas que se le

encomendaban. Pero el

cumplimiento de dichas labores

no implicaba que se debían

realizar en una determinada

cantidad de horas prefijadas,

sino que se iniciaban y

finalizaban cuando las

condiciones naturales de las

mismas lo permitían, tal como lo

explica Thompson:

Una comunidad donde es normal la orientación al quehacer parece mostrar una demarcación

menor entre “trabajo” y “vida”. Las relaciones sociales y el trabajo están entremezclados -la

jornada de trabajo se alarga o contrae de acuerdo con las necesidades laborales- y no existe

mayor sentido de conflicto entre el trabajo y el “pasar el tiempo”.10

8 THOMPSON, E. P., Tradición, revuelta y conciencia de clase, Editorial Crítica, Barcelona, 1986.

9 CARENA, Ezio Armando, ob. cit., p. 117.

10 THOMPSON, E. P., ob. cit., p. 245.

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8

Queda claro, pues, que no era ésta una época en que existiera una clara división entre el

tiempo de trabajo y el tiempo del hogar, por lo que ese hábitat confundía ambos tiempos

sin una delimitación precisa. Además, ante la falta de un contacto regular con otros

pueblos y ciudades, para el habitante de ese tiempo su lugar de estadía se convertía en

aquél espacio territorial en el cual transcurriría casi toda su vida.

En el casco de la Estancia ocurrían muchos episodios interesantes: doma de potros, la yerra,

juegos de destreza, etc. En esa oportunidad salían a relucir las mejores prendas que

adornaban a los hombres del lugar, que se floreaban en sus caballos primorosamente. Así

pasaba la vida en medio de todo un conjunto de hechos y hábitos que nos van atando,

insensiblemente, a ese medio libre y sencillo, donde no existe la esclavitud a que nos

someten el reloj y las prácticas sociales.11

De esta manera, ante la falta de una comunicación más fluida con el mundo exterior a

ese entorno, todo aquello que se hallaba más allá del mismo se lo percibía como lejano

y muy distante. Así, por ejemplo, cuando los carlospacenses de hoy viajan a Córdoba a

través de una moderna autovía, este viaje no suele implicar más de una hora hasta el

centro de la ciudad. Pues bien, en ese entonces tal viaje a través de un camino de tierra

implicaba una percepción del tiempo y la distancia bastante diferente, tal como lo

describe Carlos Capdevila:

Las provisiones para la estancia y los materiales con que se edificaban las primeras casas -de

lo que poco a poco se iba transformando en la “villa de Don Carlos Paz”- se traían, como la

decía antes, en tropas de “carros de mulas”. Los carros salían de a diez -más o menos - a la

mañana, bien temprano, por el antiguo camino, cuyo trazado no se apartaba demasiado del

actual. Llegaban el mismo día y cargaban en “los registros” (así se les llamaba a las grandes

proveedurías-corralones, ramos generales, etc... en aquella época) y salían de vuelta hasta un

depósito de forrajes ubicado en la “Bajada San Roque” (cerca de la actual rotonda donde se

emplazó el monumento de la Aeronáutica) que era de un tal Don Pepe, pariente del Sr.

Bergamín, esposo de Doña Margarita, la hija mayor de Don Carlos Paz.

Ahí desataban las mulas, les daban de comer y beber y los muchachos de los carros pasaban

la noche durmiendo sobre los fardos de alfalfa. Al otro día, bien temprano, ataban y se

venían. Al atardecer ya estaban de vuelta en la estancia. Aquí, Carlitos Paz -hijo de Don

11

CABRAL, Carlos Hernán y TÁNTERA, Edgardo, Proyección histórica de Villa Carlos Paz, Editorial

Iris, 1994, p. 79.

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Carlos Paz- ya tenía preparada otra tanda de mulas y al día siguiente volvían a salir; y así

siempre: como las hormigas. Iban y volvían constantemente. Donde ahora está la Terminal

de Ómnibus había un potrero que le decían “La Quinta”: ahí se preparaban las tropas de

mulas para hacer los viajes [...].12

1913, en vísperas de un proceso de cambio decisivo

Más allá de las discusiones que se produjeron en torno a fijar 1913 como el año

fundacional de nuestra comunidad, queda claro que en ese momento Carlos N. Paz ya

vislumbraba la necesidad de planificar un cierto ordenamiento poblacional en el área

central de su estancia, punto estratégico para el abastecimiento y descanso de quienes

transitaban el trayecto que unía la ciudad capital con la región cuyana.

La inauguración de la ruta que atravesaba las “Altas Cumbres” marcaría, sin dudas, un

antes y un después en el destino de la comunidad. El surgimiento de los primeros

hoteles, el crecimiento de la actividad comercial y el paulatino aumento demográfico

consolidado a partir de la década de 1920 y, sobre todo, desde los años ’30, eran

síntomas inequívocos de un proceso de transformación que iba progresivamente

sentando las bases de un nuevo modelo productivo y social, el cual giraba alrededor de

una actividad que, en contraste con las tareas rurales, no paraba de crecer: el turismo.

Pese a ello, la identidad rural de nuestra localidad todavía supo resistir varios años más,

hasta que la llegada del turismo masivo a mediados del siglo pasado la relegó a espacios

periféricos y marginales. Desde entonces, muy pocos lugares representativos de esta

época han logrado resistir el paso de la modernidad urbana. El complejo patrimonial

Parque Estancia La Quinta y los restos del canal construido por Carlos N. Paz son

algunos de estos sitios, que aún hoy nos invitan a descubrir un pasado que se extinguió

no hace mucho tiempo y que todavía puede ser percibido y sentido en sus muros.

Bibliografía

CARENA, Ezio Armando, Villa Carlos Paz en el recuerdo. 1586-1955, Tipografía

Norfield, Córdoba, s/f.

12

PARFENIUK, Aldo y TÁNTERA, Edgardo, Testimonios sobre la Historia de Villa Carlos Paz,

Editado por la Municipalidad de V.C.P., Villa Carlos Paz, 1985, pp. 03-04.

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Huellas de la Historia, núm. 34, año 3

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10

BINIMELIS, Antonio, El legado jesuítico en Villa Carlos Paz y obra del Hno. Font

S.J., Quo Vadis Ediciones, Villa Carlos Paz, 2007.

CABRAL, Carlos Hernán y TÁNTERA, Edgardo, Proyección histórica de Villa Carlos

Paz, Editorial Iris, 1994.

JARA, María Rosa y ROSSI, Liliana, De la estancia a la villa, Fojas Cero Editora,

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PARFENIUK, Aldo y TÁNTERA, Edgardo, Testimonios sobre la Historia de Villa

Carlos Paz, Editado por la Municipalidad de V.C.P., Villa Carlos Paz, 1985.

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THOMPSON, E. P., Tradición, revuelta y conciencia de clase, Editorial Crítica,

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SAN MARCOS SIERRAS Y VILLA CARLOS PAZ

Pasados similares, realidades diferentes

(Iª parte)

José Antonio Casas

Profesor en Historia

Introducción

Entre las Sierras Chicas y las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba se sitúan una

serie de localidades cuya principal actividad económica, en la mayoría de los casos, se

centra actualmente en el aprovechamiento de los recursos que genera la actividad

turística. Beneficiados por la proximidad con los grandes centros urbanos del país y el

poderoso atractivo natural de sus cerros, ríos y abundante vegetación, los valles serranos

se han convertido, desde fines del siglo XIX, en una geografía ideal para el surgimiento

de diversas poblaciones, de viejo o nuevo asentamiento, que fueron con el tiempo

consolidándose como importantes núcleos urbanos de neto y marcado perfil turístico.

Toda aquella infraestructura material surgida para satisfacer la demanda del creciente

número de visitantes temporarios, sumado al aporte inmigratorio para cubrir los

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requerimientos de trabajo que estas inversiones requerían, fue la base sobre la que

crecieron las actuales ciudades de nuestras serranías.

Sin embargo, no todas adquirieron el mismo ritmo de expansión, ni todas ellas se

asemejaron en su conformación socioeconómica y cultural definitiva. Algunas se

convirtieron en importantes y reconocidos conglomerados urbanos del territorio

cordobés; otras, en cambio, permanecieron ancladas en comunidades escasamente

pobladas. Dos de ellas, situadas cada una en los extremos de este panorama, hemos

escogido para trazar un cuadro histórico comparativo que nos permita, de forma inicial

y aproximada, comenzar a comprender cuáles han podido ser los factores que incidieron

en la cristalización de realidades tan diferentes, pese a contemplar y compartir procesos

culturales con muchos puntos en común: San Marcos Sierras y Villa Carlos Paz.

Raíces indígenas y conquista y colonización hispánica

No sólo las localidades antes mencionadas se encuentran en las antípodas del cuadro

demográfico de esta región,1 sino que además las mismas se asientan en los extremos de

esta parte de las sierras cordobesas: San Marcos Sierras (Departamento Cruz del Eje) se

ubica en el límite norte de las Sierras Grandes, en las postrimerías de las Sierras de

Gaspar,2 mientras que Villa Carlos Paz y el conjunto de comunas meridionales vecinas

marcan los últimos asentamientos poblacionales al sur del valle de Punilla

(Departamento homónimo).

Siendo un territorio óptimo para la supervivencia humana debido a la gran cantidad de

ríos y arroyos y su abundante flora y fauna, desde la llegada de los primeros grupos

humanos hace unos 8 o 9 mil años antes del presente aproximadamente, este valle

longitudinal fue permitiendo la progresiva adaptación de diversos núcleos humanos que,

ya en los primeros siglos de la era cristiano-occidental, compartían una serie de rasgos

culturales en común; de allí que, a la llegada de las fuerzas de ocupación dependientes

de la corona hispánica, éstos pudieron identificar a estos grupos bajo el denominador

común de “comechingones”.

De sus particularidades sociales y económicas mucho se ha escrito para volver aquí a

repetirlas; sólo rescataremos, pues ésta es la base de nuestro estudio, la base de su

1 El Censo Provincial de Población 2008 registró 56.970 habitantes para la ciudad de Villa Carlos Paz,

mientras que el censo nacional del año 2001 arrojó para San Marcos Sierras un total de 916 habitantes. 2 Una de las cinco ramificaciones montañosas que marcan el límite septentrional de las Sierras Grandes

son las Sierras de Cuniputo. A ésta pertenecen las Sierras de San Marcos, a cuyo piedemonte se ubica San

Marcos Sierras.

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supervivencia material. Situados en una escala intermedia entre los complejos y

notablemente desarrollados estadios culturales del actual noroeste argentino y las más

reducidas comunidades de cazadores y recolectores del centro y sur del mismo

territorio, los comechingones supieron articular un modo de supervivencia económica

que combinaba la agricultura del maíz, el poroto y el zapallo, entre otros, y una

ganadería menos desarrollada (las cuales se desenvolvían con notable aptitud en los

sectores bajos del valle y cercanos a los cursos fluviales), con los bienes adquiridos del

desplazamiento nómada por el bosque nativo serrano, de donde se proveían de recursos

esenciales como pieles, maderas, frutos, pescados, carnes, semillas, huesos, etc. Por

ello, al depender su supervivencia en parte no despreciable del apego a un modus

vivendi de raigambre paleolítico que limitaba su transformación en una cultura de

manifestaciones artísticas y tecnológicas más evolucionadas, estos grupos no alcanzaron

a desarrollar la siderurgia ni pudieron lograr manifestaciones cerámicas tan elaboradas y

finamente terminadas como, por ejemplo, las denominadas comunidades “diaguitas”.

Pero, en definitiva, no se trataba de una mayor o menor capacidad de desarrollo de cada

cultura, sino a las necesidades de adaptabilidad que cada una de ellas requería para su

modo de vida diario.

Todo este panorama de la región en cuestión se vio, inevitablemente, trastocado y

radicalmente transformado a partir de la segunda mitad del siglo XVI, luego de que la

avanzada española al mando de Jerónimo Luis de Cabrera hiciese pie en las

proximidades serranas para fundar una nueva ciudad destinada a reforzar el largo y

poderoso dominio colonial español al sur del continente: Córdoba.

Debido a su importancia estratégica y en retribución a los servicios prestados a la

corona en manos de los Habsburgo, de inmediato se procedió a otorgar a quienes habían

participado en esta empresa de conquista y colonización una serie de bienes que, hasta

ese momento, habían permanecido en manos de sus legítimos propietarios: los

comechingones. En forma de merced, se le transferían a su dominio extensas superficies

de tierras que, para su aprovechamiento, se complementaban con la obtención de

encomiendas, las cuales le permitían al nuevo “señor” disponer de la mano de obra que

le asegurase obtenerla riqueza tan anhelada y su principal leit motiv de acción en suelo

americano.

En el caso de la actual Villa Carlos Paz, en lo profundo de esta parte del valle se

producía la unión de tres ríos que hoy conocemos bajo el nombre de Cosquín, Los

Chorrillos y San Antonio. De allí que la región era conocida tradicionalmente como

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“Quisquisacate”, es decir (en opinión de unos),3 unión de los ríos. La encomienda y

merced de este territorio fueron puestas en manos de Tomás de Irobi, yendo luego con

posterioridad a poder de Juan Nadal y Diego Rodríguez de Ruesgas. Este último, en

1605, fundó la estancia de Quisquisacate.

Poco después, dicha estancia de dividiría en dos grandes unidades territoriales, las que

pasaron a denominarse como Santa Leocadia y San Roque. Gran parte de la primera y

una fracción mucho menor de la segunda se convertiría, siglos después, en la mayor

parte del espacio geográfico que dio sitio a la ciudad turística más poblada del Valle de

Punilla.

En el caso de San Marcos Sierras, las tierras

que hoy forman parte de la pedanía del

mismo nombre eran ocupadas por grupos

comechingones, quienes habían denominado

al lugar como “Tay-Pichín” o “Toi-Pitin”, lo

que traducido al castellano significa “Pueblo

Lindo”. Atravesado por dos caudalosos ríos,

conocidos hoy como San Marcos y Quilpo,

este paraje fue un hábitat ideal para la

siembra del maíz y el zapallo, los que

florecían en buena cantidad gracias a las

acequias que ellos mismos habían

construido. La presencia de numerosos

morteros y conanas aún preservados

atestiguan la importancia de estas

actividades, las que, por supuesto, se

complementaban con lo obtenido de la pesca, la caza y la recolección.

3 Liliana De Denaro, citando la obra Toponimia Autóctona de Córdoba de Marcelo Montes Pacheco,

ofrece otra interpretación del significado de este concepto: “La palabra “quisquisacate” se origina de la

unión de las expresiones “quisqui” que significa –en quichua- atorar, atascar, atragantar, obstruir y

“sacat” que en sanavirón significa pueblo. Es decir, quisquisacate, se refiere al pueblo que está en lugares en que el río se atoran o atascan en las gargantas rocosas (con el arrastre de árboles y

piedras).” DE DENARO, Liliana, Pedanía San Roque. Donde los proyectos dieron sus frutos, s/e, s/l, s/f,

p. 15. Las negritas son de la autora.

Imagen fotográfica de morteros comechingones situados a la vera del río

San Marcos. San Marcos Sierras

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Debido a su lejanía de las ciudades fundadas por el conquistador europeo y la mayor

resistencia a la sumisión presentada por los indígenas en el norte serrano, entre otras

razones, se le hizo muy difícil al ocasional propietario de estas tierras poder sacar un

intenso y lucrativo rendimiento en su aprovechamiento. De allí que, salvo pocos casos y

en especial el de Alonso Luján de Medina,4 la estancia San Marcos no logró afianzarse

como una unidad productiva que pudiese ser sustentable a mediano y largo plazo para

sus detentores.

Aquí, pues, podemos ir marcando una divergencia para destacar en una historia que,

hasta las décadas finales del siglo XVIII, había tenido más puntos en común que

diferencias notables. Mientras que la estancia San Marcos languidecía bajo la

indiferencia de sus propietarios -muchos de ellos ausentes- y la resistencia al trabajo

servil por parte de los habitantes originarios, las estancias del “Quisquisacate”

conseguían sobreponerse y mantener su esencia agroganadera gracias a su cercanía a la

ciudad de Córdoba y el tránsito de mercaderías entre ésta y la región de Cuyo.

Los caminos de la independencia

Así como la presencia colonial española lograba como podía subsistir en el sur de

Punilla, en el norte de la región la cuestión era más difícil. Prueba de ello, lo marca el

censo de 1785, en el que se constata que en el área norte y noroeste existían la mayor

cantidad de pueblos “indios”. De los nueve censados, cinco eran de allí: Quilino, San

Antonio de Nonsacate, San Jazinto, Soto, Salsacate y Pichanas.5

Como se puede observar, y a diferencia de lo que pasaba en el sur de Punilla con el

avanzado proceso de mestización, el área septentrional conservaba importantes núcleos

poblacionales que vivían bajo los parámetros culturales heredados de los tiempos

anteriores a la conquista. En contraste, la presencia del “indio” en el sur del valle era

cada vez menos visible.

4 “[…] Alonso Luján de Medina: se la compró a Bartolomé de Olmos y Aguilera, en 1671. El [sic] fue

quién levantó la Capilla y plantó las primeras huertas de viñas, higueras, duraznos, citrus; organizó el

riego y construyó el molino para moler trigo. Tuvo dos hijos, que les puso Marcos (por el santo del

pueblo), y Jacinto, (por el nombre antiguo de la Estancia, “Estancia de San Jacinto”, se llamó al

principio).”, en: NIEVAS DEL CASTILLO, Yamil, La historia de un pueblo. San Marcos Sierras, Iª

parte, Ediciones Rumi Huasi – La Luna Que, Bs. As., 2006, p. 20. 5 HUBER, Norberto, Paisaje y Visa del Valle Cordobés San Roque, Editorial Copiar, Córdoba, 2001, p.

52.

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En la zona de influencia del Valle de Quisquizacate, desde Cosquín hasta los puestos de Alta

Gracia (Estancia de San Antonio) vivían 730 individuos, de los cuales 192 eran indios: 76

indios vivían en el Pueblo de Cosquín, 4 en la Estancia de los Toranzo (Santa Leocadia), 2

en la de Tanti y unos 110 en los Puestos de Alta Gracia y cercanías.6

Los albores del siglo XIX, signados por la marcada decadencia de la hegemonía

española sobre sus colonias ultramarinas y el ascenso progresivo de la influencia

porteña amparada por el comercio británico, marcarán el fin del orden colonial

hispánico sobre esta parte del continente latinoamericano. Numerosos trabajos han

remarcado, una y otra vez y siempre bajo el espíritu de reconstruir una historia

“nacional”, aquellas causas que incidieron de forma decisiva en tal proceso. En este

sentido, era clave determinar, pues, qué factores habían convergido en el origen del país

o Estado-nación, y por ello las mismas se arraigaban de una u otra forma a ese momento

fundacional.

Imbuidos de los principios que sostuvieron la lucha contra el Antiguo Régimen, cuya

resonancia histórica pasó a la celebridad bajo el nombre de “Revolución Francesa”, los

actores principales del drama de Mayo de 1810, así como sus apologistas de esta

historia, nunca dudaron en legitimar el nuevo orden que buscaba ser impuesto de

cualquier manera por fines tan nobles como la república, la ciudadanía y los derechos

constitucionales. La teoría política que justificaba semejante acto “revolucionario”

anclaba, por tanto, en principios conocidos pero poco aplicables a la realidad colonial,

verdaderos slogans de los nuevos tiempos por-venir: libertad, igualdad y fraternidad.

Todo hecho, proclama, discurso o lo que fuera que hubiese anclado en estos principios y

tenido una relación directa con los hechos de Mayo, han sido recalcados y puestos en

valor por nuestros historiadores, ávidos de justificar la emergencia de la “patria” como

un signo de una época de libertad e igualdad (o, por lo menos, de más libertad e

igualdad) entre argentinos que, vaya paradoja, aún no sabían que eran argentinos.

Sin entrar en debates sobre la cuestión de la nacionalidad, sí podemos mencionar que

hubieron algunos hechos que, inclusive antes de ese sui generis de 1810, marcaron

nuevos aires de libertad entre esos “argentinos”, y cuya razón de ser no se debió

precisamente a heroicos criollos, sino todo lo contrario: a un virrey comúnmente

censurado de “traidor” y “cobarde”, y a un pueblo de “indios” que nunca dejó de luchar,

de la forma que fuese, por recuperar el sostén principal de su libertad: la tierra.

6 Ibíd., p. 50.

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En la plaza central de San Marcos Sierras se erige un monolito que recuerda y brinda homenaje al cacique Francisco Tulián, quien recibió de manos de las autoridades

coloniales las tierras que habían pertenecido a sus antepasados

Ese hecho, largamente olvidado y/o menoscabado en la historiografía tradicional y

oficial, ha sido la devolución de las tierras de la estancia San Marcos a sus legítimos

dueños, los comechingones del lugar. Para ser más precisos, “El Marqués de

Sobremonte se las entregó, el día 17 de marzo de 1806, recibiéndolas el Cacique

Francisco Tulián (a las 9 hs. de la mañana).”7

Para explicar este hecho tenemos que tener en cuenta dos hechos fundamentales. En

primer lugar, el último propietario colonial de estas tierras, Pedro José de Toledo

Pimentel, era deán de la iglesia catedral de Santa Cruz de la Sierra, en ese momento

parte del Alto Perú, el cual a su vez dependía del Virreinato del Río de la Plata. Al no

vivir en la estancia (la cual ni siquiera visitó), ni dejar herederos, la misma quedó en una

suerte de “vacío de título propietario”. Ante esta situación, los indígenas que habían

conseguido conservar su identidad cultural “[…] invadieron la Estancia que antes era su

Tay-Pichín.”8

De esta forma, se concretaba mediante una doble acción, en la que el poder colonial

refrendaba legalmente una situación de hecho, es decir, reconocía el status legal de la

propiedad comunal de estas tierras en poder de quienes, ilegítimamente, las habían

perdido a la fuerza en manos de los españoles y que ahora, luego de poco más de dos

siglos, las reconquistaban.

7 NIEVAS DEL CASTILLO, Yamil, ob. cit., p. 21.

8 Ibíd.

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En un país como el nuestro, donde el legado indígena no tuvo el peso suficiente para

conservar como en México o Perú algunos aspectos fundamentales de su acervo cultural

durante un período mayor de tiempo, por ejemplo las tierras comunales,9 lo ocurrido en

San Marcos es un caso único y notable, aún más por el hecho de que fue el propio poder

político colonial el que devolvió las tierras a sus legítimos poseedores.

A partir de ese día, y hasta 1893, las tierras de la estancia San Marcos pasaron a formar

parte de las pocas comunidades indígenas que aún existían, reconociéndose así no sólo

la identidad comechingona del espacio comunitario, sino su aceptación para vivir bajo

las pautas comunitarias aceptadas bajo el marco legal colonial, es decir, como un

“pueblo de indios”. Quizás su relativa lejanía de la vía principal de comunicación de la

época contribuyó a que esta situación durase casi toda la centuria, en una etapa de

nuestra historia donde los disensos y conflictos por construir un país políticamente

soberano terminaron por contribuir y explicar un hecho que aún hoy no deja, para bien,

de sorprendernos.

Tiempos difíciles en el Quisquisacate

Mientras tanto, en el sur de Punilla los vientos independentistas no soplaban para

transformar radicalmente la estructura socioeconómica de las estancias rurales surgidas

en la etapa colonial (Santa Leocadia, San Roque, El Pantanillo, San Antonio). Lo único

que cambiaban, por transmisión hereditaria o procesos de compra-venta o expropiación,

eran los titulares de dichas unidades productivas, algunas de las cuales veía

incrementarse o reducirse su extensión como consecuencias de estos motivos.

Además, y como hecho negativo para quienes detentaban el poder de las mismas, el

desarrollo de las guerras de independencia, primero, y luego las guerras civiles de la

primera mitad del siglo XIX, produjo severas consecuencias económicas10

que, en

9 En dichos países se alargó, no sin problemas ni contradicciones, hasta la segunda mitad del siglo XIX la

pervivencia de este tipo de organización social no capitalista ni feudal. La inserción de las economías

primarias exportadoras latinoamericanas en la división internacional del trabajo capitalista a fines del

siglo decimonónico impulsaron una serie de reformas políticas, económicas y sociales, comúnmente

conocidas como las “Reformas liberales”, que significaron un duro golpe a este tipo de propiedad sobre el

territorio. 10

Entre las razones que explican las dificultades económicas que vivían las estancias rurales de esta

región de Punilla, hay que tener en cuenta las continuas requisas que se llevaban a cabo para sostener con

recursos humanos y materiales el poder político de turno para sostener los distintos enfrentamientos

armados que debía hacer frente. “El Brigadier general Juan Manuel de Rosas pone en marcha la

expedición al desierto para combatir a los indios enemigos. El proyecto incluía varias divisiones, una de

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ciertos casos, llevaron a sus propietarios a no poder seguir manteniendo la titularidad

sobre los mismos o, en el mejor de los casos, el nivel de producción. Uno de estos casos

fue el de la estancia San Roque, cuyo propietario durante la década de 1830 era Mariano

Fragueiro. La derrota del proyecto unitario al que él adscribía en esos años le llevó a

perder todas sus posesiones terrenales, entre ellas la estancia fundada por Diego

Fernández Salguero a mediados del siglo XVII.

Al reinstalarse los gobiernos federales, su propietario [Mariano Fragueiro] vivió momentos

difíciles. El Gobernador Delegado don Claudio Antonio de Arredondo dispuso, en 1841, la

confiscación de la estancia y el gobernador Manuel “Quebracho” López ordenó la entrega de

la estancia a don Manuel de La Lastra, deudo y asociado de Fragueiro.11

En cuanto a la estancia Santa Leocadia, el panorama no era mucho mejor. La familia

Cabanillas, ya desde principios de este siglo, presentaba dificultades para cubrir algunas

obligaciones, como la de reconstruir la Capilla del Carmen.12

Si bien la titularidad del

lugar no dejó de estar en manos de los descendientes de esta familia hasta 1868,

aquellos años de guerras y requisas impidieron un importante desarrollo económico. En

este contexto, no fue de extrañar que Pedro Lucas Cabanillas decidiese vender la

estancia “[…] a favor de Julio Maurell por el precio de 7000 $ bolivianos.”13

Esta transacción económica no era una más en la larga historia de la estancia sobre la

cual surgiría, en su mayor parte, la actual ciudad de Villa Carlos Paz. Se trataba de la

incorporación de estas tierras a un mercado de producción y comercialización que, en

breve, aprovecharía las nuevas oportunidades que generaba el giro decisivo de la

economía cordobesa hacia el sudeste provincial, área que comenzaba a motorizar la

transformación capitalista de la sociedad mediterránea.

Continuará…

ellas pertenecía a Córdoba, el gobierno de esta provincia decide una requisa de ganados, el valle de

Punilla entrega 500 vacas, 150 caballos y 20 mulas.”, en: “Efemérides”, www.historiavcpaz.com.ar, 2004. 11 DE DENARO, Liliana, ob. cit., p. 23. 12

“Con el paso de los años, la situación económica de la familia se fue deteriorando y así lo reflejó el

Párroco de la Punilla Dr. José Miguel de Castro, que informaba al Obispo Ángel Mariano Moscoso el 6

de marzo de 1801: “Hacen muchos años a, que se arruinó enteramente la Capilla del Carmen,

construida en la estancia de los Toranzos, perteneciente al Curato de la Punilla, y que su reedificación

sobre no ser necesaria al vecindario; porque se halla inmediata la Capilla de San Roque; es quasi

imposible por las escasas facultades de los dueños de aquella hacienda y no haber arbitrios ni

proporciones para su nueva construcción, solicité del actual poseedor de la citada estancia la razón de

los bienes y alhajas que fueron de la enunciada capilla; y en su cumplimiento D. Nicolás Cabanillas, que

es el dueño, me ha remitido el simple apunte que acompaño.” Ibíd., p. 27. 13

Ibíd., p. 31.