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ÍNDICE: 

 

Parte 1: Artículos de las publicaciones 

Jehová ha hecho “brillar su rostro” sobre ellos 

Téngales cariño a sus hermanos sordos 

Un lenguaje que se ve 

Escuchar con los ojos 

Parte 2: Experiencias 

Llevan las buenas nuevas a los sordos 

Se atiende a una comunidad lingüística especial de Corea 

“Oyen” el mensaje del reino en Brasil 

“Jamás me he sentido tan querida” 

A pesar de mis desventajas físicas, ¡que Jehová sea alabado! 

Enseñamos a Kristi a amar a Dios 

La sordoceguera no me impide hallar seguridad 

Para comunicarme con mi hijo, aprendí otro lenguaje 

La notita que cambió mi vida 

Los sordos alaban a Jehová 

Mi perra oye por mi 

Parte 3: Aclaraciones finales 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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PARTE 1 

ARTÍCULOS DE LAS PUBLICACIONES 

 

 

 

 

 

 

 

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Jehová ha hecho “brillar su rostro” sobre ellos

EL ROSTRO humano tiene más de treinta músculos. Tan solo para sonreír necesitamos catorce de ellos. ¿Serían igual de animadas nuestras conversaciones si no los tuviéramos? Difícilmente. Pero en el caso de las personas que son sordas, los músculos faciales hacen mucho más que animar las conversaciones. Cuando los gestos de la cara se combinan con los ademanes del cuerpo, es posible transmitir toda clase de ideas. Mucha gente queda asombrada al ver la capacidad que tiene el lenguaje de señas (también llamado lengua de señas o de signos) para expresar los más complejos pensamientos con todo tipo de matices.

En fechas recientes, una gran cantidad de sordos de todo el mundo ha llegado a ver un rostro muchísimo más expresivo que el de cualquier ser humano. Por decirlo así, han llegado a ver el “rostro de Jehová” (Lam. 2:19). Pero esto no ha ocurrido por casualidad. Jehová siempre ha mostrado su gran amor por las personas que no pueden oír. Ya desde los tiempos de la antigua nación de Israel vemos ejemplos que lo demuestran (Lev. 19:14). Y en nuestros días también se percibe el amor que Jehová siente por los sordos, pues su “voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Tim. 2:4). Gracias a que han adquirido conocimiento exacto sobre él, muchos sordos han podido “ver” su rostro. ¿Y cómo han llegado a conocerlo si no pueden oír el mensaje de la verdad? Para contestar esa pregunta, veamos por qué es tan importante para ellos el lenguaje de señas.

Oír con los ojos

Hay muchos mitos relacionados con los sordos y su idioma, pero no son más que eso: mitos. Los sordos sí pueden conducir vehículos. No les resulta fácil leer los labios. El lenguaje de señas no es igual al braille ni es una pantomima. Tampoco existe un lenguaje de señas universal; más bien, hay muchos lenguajes de señas, cada uno con sus propias variantes regionales.

¿Pueden leer los sordos? Algunos saben leer, pero la realidad es que a la gran mayoría le cuesta mucho hacerlo. ¿Por qué? Porque la palabra escrita es la representación de un idioma hablado. Pensemos en cómo aprende su idioma un niño que tiene la facultad del oído. Desde que nace, está rodeado por personas que le hablan constantemente, de modo que en poco tiempo empieza a pronunciar palabras y formar oraciones. Aprende de manera natural oyendo a la gente hablar. Por eso, cuando el niño empieza a leer, solo debe aprender que los signos que ve en el papel corresponden a los sonidos que ya conoce.

Ahora imagínese que a usted lo llevan a un país extranjero cuyo idioma desconoce por completo y lo encierran en una habitación de cristal totalmente insonorizada. Todos los días viene gente a tratar de hablarle a través del cristal, pero usted no los puede oír; solo puede ver cómo mueven los labios. Cuando se dan cuenta de que no les está entendiendo, empiezan a escribir en un trozo de papel y se lo muestran pensando que ahora sí van a poder comunicarse con usted. ¿Cree que así logrará entenderlos? En realidad, sería casi imposible. ¿Por qué? Porque lo que le escribieron en el papel es la representación de un idioma que usted nunca ha oído. Esa es precisamente la situación en la que se encuentra la mayoría de los sordos.

El lenguaje de señas es el medio de comunicación perfecto para los sordos. El sordo utiliza el espacio que rodea su cuerpo para crear conceptos. Las señas que realiza con los ademanes del cuerpo y las expresiones faciales crean un lenguaje visual con reglas gramaticales bien definidas. Y gracias a este lenguaje puede transmitir información a los demás.

De hecho, cuando un sordo se está comunicando, casi todos los movimientos que realiza con las manos, el cuerpo y el rostro tienen significado. Las expresiones faciales no solo sirven para enfatizar las ideas: son parte integral de la gramática de su idioma. Veamos un ejemplo. En algunos lenguajes de señas hay que levantar las cejas para hacer preguntas retóricas o preguntas que se responden con un sí o con un no. En cambio, para hacer preguntas que en nuestro idioma empiezan con “quién”, “qué”, “dónde”, “cuándo”, “por qué” o “cómo” hay que bajarlas. Y ciertos movimientos de la boca sirven para indicar el tamaño de un objeto o la intensidad de una acción. La manera en que el sordo mueve la cabeza, los hombros, las mejillas, los párpados y los ojos añade sutiles matices de significado a las ideas que está transmitiendo.

Todos estos gestos y movimientos convierten al lenguaje de señas en un idioma muy rico y expresivo que permite comunicar cualquier concepto, sea este poético, técnico, romántico, cómico, concreto o abstracto.

Las publicaciones en lenguaje de señas marcan la diferencia

Cuando se usa el lenguaje de señas para expresar el mensaje acerca de Jehová, el sordo que lo recibe puede “oírlo” y poner fe en el Dios de quien proviene dicho mensaje. Por eso, los testigos de Jehová se esfuerzan sinceramente por predicarles a los sordos de todo el mundo y por preparar publicaciones que les beneficien (Rom. 10:14). En la actualidad hay en diferentes países equipos que traducen a 58 lenguajes de señas, y hay publicaciones en formato DVD en 40 de ellos. ¿Ha valido la pena el esfuerzo?

Jeremy, cuyos padres son sordos, dice lo siguiente: “Recuerdo una ocasión, cuando yo tenía 12 años, en que mi padre estuvo horas encerrado en su habitación tratando de entender unos cuantos párrafos de un artículo de

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La Atalaya. De pronto salió de su habitación y muy entusiasmado me dijo en señas: ‘¡Ya lo entendí! ¡Ya lo entendí!’, tras lo cual empezó a explicarme los párrafos. Eché un breve vistazo a la revista y le dije en señas: ‘Papá, me parece que eso no es lo que quiere decir’. Antes de que pudiera explicarle más, me dijo que me detuviera, dio media vuelta y volvió a meterse en el cuarto para tratar de entender el artículo por sí mismo. Nunca olvidaré la mirada de decepción en su rostro y la admiración que sentí al ver que no se dio por vencido. Ahora que ya hay disponibles publicaciones en DVD en lenguaje de señas, él puede entender mucho mejor la información. Para mí no tiene precio ver cómo se le ilumina el rostro al hablar de lo que siente por Jehová”.

Veamos ahora la experiencia de una pareja de Testigos que habló con Jessenia, una joven sorda de Chile. Tras pedirle permiso a la madre de la joven, la pareja le mostró a Jessenia el DVD en lengua de señas chilena de Mi libro de historias bíblicas. Ellos cuentan lo que sucedió a continuación: “Cuando Jessenia comenzó a ver el video, empezó a reírse y luego a llorar. Su madre le preguntó por qué estaba llorando, y ella le contestó que era porque le gustaba mucho lo que estaba viendo. En ese momento, su madre se dio cuenta de que ella realmente estaba entendiendo todo lo que veía”.

En una zona rural de Venezuela vivía un matrimonio con su hija. La esposa, que era sorda, estaba embarazada de nuevo, pero debido a los problemas económicos, la pareja estaba pensando en abortar. Entonces, unos publicadores llegaron a su casa y, sin saber lo que estaba pasando, les mostraron la lección 12 del video ¿Qué exige Dios de nosotros? en lengua de señas venezolana, que explica lo que piensa Dios sobre el aborto y el asesinato. Más tarde, la mujer les dijo que se sentía muy agradecida por haber visto esa lección, pues les había hecho cambiar de parecer a ella y a su esposo. Así es, gracias a una publicación en lenguaje de señas se pudo salvar una vida.

Lorraine, una Testigo que es sorda, dice lo siguiente: “Aprender lo que enseña la Biblia es como armar un gran rompecabezas. Mi problema era que me faltaban piezas, por lo que había cosas que no entendía y no podía ver el cuadro completo. Pero una vez que empecé a recibir publicaciones en lenguaje de señas, comencé a encontrar las piezas que me faltaban”. Por su parte, George, otro sordo que ha sido testigo de Jehová por treinta y ocho años, comenta: “Entender un asunto por ti mismo aumenta tu confianza y autoestima. Estoy convencido de que los DVD en lenguaje de señas son lo que más me ha ayudado a crecer espiritualmente”.

“¡Una reunión en mi propio idioma!”

Además de distribuir publicaciones bíblicas en lenguaje de señas, los testigos de Jehová han formado congregaciones donde todas las reuniones se llevan a cabo en señas. Actualmente existen más de mil cien de estas congregaciones en todo el mundo. En ellas, los hermanos pueden recibir las verdades bíblicas en un idioma que comprenden, un idioma que refleja su manera de pensar, su cultura y su forma de vida.

¿Ha valido la pena el esfuerzo por formar congregaciones en lenguaje de señas? El caso de Cyril nos dará la respuesta. Este hermano se bautizó en 1955 y pasó años tratando de comprender las publicaciones impresas y asistiendo fielmente a todas las reuniones a pesar de que no siempre había intérpretes. Cuando no había nadie que le interpretara la reunión, los hermanos le escribían notas sobre lo que decían los oradores. No fue sino hasta 1989 —cuando Cyril llevaba ya treinta y cuatro años sirviendo a Jehová—, que se formó en la ciudad de Nueva York la primera congregación en lenguaje de señas de todo Estados Unidos. ¿Cómo se siente Cyril desde que forma parte de esa congregación? Él explica: “Fue como salir de un bosque espeso, como salir de un túnel oscuro. Imagínese: ¡una reunión en mi propio idioma!”.

Las congregaciones en lenguaje de señas son lugares donde los sordos pueden reunirse regularmente para adorar a Dios y aprender de él. En un mundo que margina a los sordos, dichas congregaciones son refugios en los que ellos encuentran apoyo emocional, se comunican y entablan amistades. En ese ambiente pueden aprender, crecer como personas y servir más y mejor a Dios. Muchos de ellos se han hecho evangelizadores de tiempo completo. Algunos se han mudado al extranjero para ayudar a otros sordos a conocer a Jehová. Y hay quienes se han hecho buenos maestros, organizadores y pastores, y han llegado a ocupar puestos de responsabilidad en la congregación.

En Estados Unidos hay más de 100 congregaciones y unos 80 grupos de lenguaje de señas. En Brasil hay unas 300 congregaciones y más de 400 grupos. En México ya hay casi 300 congregaciones, y Rusia cuenta con más de 30 congregaciones y 113 grupos. Estos ejemplos son una pequeña muestra del crecimiento que se está produciendo a nivel mundial.

También se celebran asambleas en lenguaje de señas. El año pasado se organizaron más de 120 asambleas de distrito por todo el mundo. Estas ocasiones les dan a los Testigos sordos la oportunidad de comprobar que forman parte de una hermandad mundial que recibe oportunamente el alimento espiritual que prepara la organización.

Un hermano sordo llamado Leonard, que lleva bautizado más de veinticinco años, relata: “Aunque siempre he sabido que Jehová es el Dios verdadero, nunca había podido entender con claridad por qué permite el sufrimiento. Y debo reconocer que en ocasiones esto me hacía sentir enojado con él. Pero en una asamblea de distrito en lenguaje de señas se presentó un discurso que finalmente me ayudó a comprender el asunto. Cuando acabó el discurso, mi esposa me dio un pequeño codazo y me dijo sonriendo: ‘¿Te satisfizo ahora la explicación?’. Por primera vez pude decirle que sí. Siempre he amado a Jehová, pero no terminaba de comprender por qué permite la maldad. Hoy ya puedo hacerlo. ¡Qué bueno que nunca me alejé de Jehová!”.

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Sumamente agradecidos

¿Qué ven los sordos en el rostro de Jehová cuando aprenden la verdad? Ven amor, compasión, justicia, lealtad, bondad y mucho más.

La gran comunidad internacional de Testigos sordos está viendo el rostro de Jehová y lo seguirá viendo con mayor claridad aún. En su gran amor, Jehová ha hecho “brillar su rostro” sobre ellos (Núm. 6:25). ¡Qué agradecidos se sienten de haber tenido la oportunidad de conocer a Jehová!  

Referencia: Atalaya 15 de Agosto de 2009, Páginas 24 a 27. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Téngales cariño a sus hermanos sordos

EL PUEBLO de Dios conforma una gran familia de hermanos y hermanas espirituales. Todos ellos han heredado el legado de los hombres y mujeres fieles de la antigüedad, como Samuel, David, Sansón, Rahab, Moisés, Abrahán, Sara, Noé y Abel. Dentro de esta gran familia hay muchos hermanos que son sordos. Por ejemplo, en Mongolia, los dos primeros testigos de Jehová fueron un matrimonio de sordos. Y gracias a la integridad de nuestros hermanos sordos de Rusia, conseguimos una victoria en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

En tiempos recientes, “el esclavo fiel y discreto” ha producido publicaciones en lenguaje de señas. También ha organizado congregaciones y asambleas en este idioma (Mat. 24:45). Tales iniciativas han beneficiado muchísimo a los sordos. ¿Se ha preguntado alguna vez lo que suponía para ellos aprender la verdad sobre Dios y progresar espiritualmente antes de que existieran esos medios? ¿Ha pensado en lo que usted podría hacer para ayudar a los sordos que viven en su localidad?

Antes de tener lo que tenemos hoy

Si les preguntara a algunos sordos que llevan muchos años en la verdad cómo llegaron a conocer a Dios, ¿qué le contestarían? Quizás le dirían cómo se sintieron al aprender que Dios tiene un nombre y cómo esa sola verdad cambió su vida y los sostuvo durante años antes de que existieran videos en lenguaje de señas que les enseñaran conceptos más profundos. Tal vez le explicarían cómo se sentían cuando las reuniones cristianas no se interpretaban ni se dirigían en lenguaje de señas. En vez de eso, alguien se sentaba junto a ellos y les escribía notas en un papel para que entendieran lo que se decía. Un hermano estuvo siete años aprendiendo las verdades bíblicas de esta manera antes de que al fin llegara un intérprete.

Los hermanos sordos de más edad recuerdan lo que representaba participar en el ministerio y tener que predicarles a los oyentes. En una mano sostenían una tarjeta con una presentación sencilla, y en la otra, los últimos números de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Dirigirle un estudio bíblico a otro sordo era toda una odisea, pues solo contaban con publicaciones impresas que ninguno de los dos entendía muy bien. Es probable que muchos hermanos sordos recuerden también la frustración que sentían cuando no lograban hacerse entender, por lo que no podían seguir conversando sobre las verdades espirituales. Y además, saben lo que significa amar profundamente a Jehová pero no tener muy claro cómo aplicar lo aprendido.

A pesar de todos los obstáculos, nuestros hermanos sordos se han mantenido íntegros (Job 2:3). Han esperado en Jehová con todas sus fuerzas (Sal. 37:7). Y ahora él los está bendiciendo con más de lo que muchos de ellos se atrevieron a soñar.

Piense en la abnegación de cierto hermano sordo que es esposo y padre. Antes de que hubiera videos en lenguaje de señas, él ya dirigía fielmente el estudio de familia. Su hijo recuerda: “A mi papá, el estudio siempre se le hacía difícil, pues lo único que tenía para enseñarnos eran las publicaciones impresas. A menudo no entendía bien lo que leía. Y nosotros, que éramos niños, tampoco le ayudábamos mucho. Cuando no nos explicaba bien las cosas, lo corregíamos enseguida. Pese a todo, papá siempre dirigía el estudio de familia, pues el que conociéramos mejor a Jehová pesaba más para él que tener que pasar de vez en cuando situaciones embarazosas por no comprender bien el inglés”.

Otro ejemplo es el de Richard, un hermano de más de 70 años que vive en Brooklyn (Nueva York). Aunque es sordo y ciego, se le conoce por no perderse las reuniones cristianas. Para asistir, toma el metro por sí mismo y cuenta las paradas para saber cuándo bajarse. Un invierno hubo una nevada tan intensa que la reunión tuvo que cancelarse. Se avisó a toda la congregación, pero por alguna razón Richard no fue informado. Cuando los hermanos se dieron cuenta y salieron a buscarlo, lo encontraron de pie fuera del Salón del Reino, esperando pacientemente a que se abrieran las puertas. A la pregunta de por qué había salido a la calle con aquella tormenta, él respondió sencillamente: “Porque amo a Jehová”.

¿Qué puede hacer usted?

Si hay sordos que viven en su zona, ¿podría aprender algunas señas? Ellos suelen ser bastante amables y pacientes cuando enseñan su idioma a otros. Tal vez se encuentre con alguien sordo por casualidad o en el ministerio. ¿Qué puede hacer? Trate de comunicarse. Use gestos, ademanes, notas, dibujos o fotos. Incluso si la persona le indica que no está interesada en la verdad, háblele de su conversación a un Testigo que sea sordo o que sepa hablar en señas. ¿Por qué? Porque el mensaje le resultará más atractivo si se le presenta en su propio idioma.

Es posible que usted esté aprendiendo un lenguaje de señas y asista a una congregación en ese idioma. ¿Cómo puede llegar a dominarlo? Pues bien, aunque quizá haya publicadores oyentes con los que pudiera conversar, ¿por qué no se “desconecta” de la palabra hablada? Así logrará pensar en lenguaje de señas, es decir, en imágenes. Habrá ocasiones en las que se sienta tentado a tomar el camino más fácil y ponerse a hablar. Pero, al igual que con cualquier otro idioma, hay que perseverar para dominarlo.

Si se esfuerza por emplear el lenguaje de señas, demostrará que ama y respeta a sus hermanos sordos. Imagínese la frustración que sienten día tras día por no poder entender a sus compañeros de trabajo o de escuela.

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Uno de ellos lo expresó así: “Todos los días, la gente habla a mi alrededor. Con frecuencia me siento solo y marginado, de modo que me exaspero y hasta me enojo. Las palabras no alcanzan a expresar cómo me siento a veces”. Por lo tanto, hagamos todo lo posible para que nuestras reuniones sean como un oasis donde los hermanos sordos no solo reciban alimento espiritual, sino que también se comuniquen afectuosamente con otros cristianos y disfruten de su compañía (Juan 13:34, 35).

Además, no queremos pasar por alto los grupos pequeños de sordos que se reúnen con congregaciones de oyentes. Obviamente, se les tiene que interpretar lo que se dice. A fin de captar bien el contenido de las reuniones, los sordos se sientan en las primeras filas del Salón del Reino, pues así pueden ver sin impedimentos tanto al intérprete como al orador. La experiencia ha demostrado que el resto de la congregación no tarda en acostumbrarse, de modo que no supone ninguna distracción. Este mismo método es el que se sigue en las asambleas que se interpretan en lenguaje de señas. Los hermanos que hacen de intérpretes tienen mucho mérito, pues se esfuerzan por transmitir la información de manera significativa y natural, tal como lo haría un sordo.

Tal vez usted pertenezca a una congregación que sea anfitriona de un grupo en lenguaje de señas o que tenga algunos sordos a los que se interpretan las reuniones. ¿Qué puede hacer para mostrar a sus hermanos sordos que se interesa por ellos? Quizá pueda invitarlos a su casa y, si le es posible, aprender unas cuantas señas. No permita que la barrera de la comunicación lo detenga. Puede estar seguro de que encontrará la manera de superarla, y al expresarles su amor disfrutará momentos muy agradables (1 Juan 4:8). Nuestros hermanos sordos tienen mucho que ofrecer. Les gusta conversar, son muy perspicaces y tienen un gran sentido del humor. Un hermano cuyos padres son sordos comenta: “Toda mi vida he estado entre personas sordas, y ellas me han dado mucho más de lo que yo podré darles nunca. Podemos aprender muchísimo de nuestros hermanos sordos”.

Jehová ama a quienes lo adoran fielmente, sean oyentes o no. Sin duda, el ejemplo de fe y aguante de nuestros hermanos sordos enriquece a la organización de Jehová. Por eso, ¡téngales mucho cariño!  

Referencia: Atalaya 15 de Noviembre de 2009, Páginas 30 a 32. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Un lenguaje que se ve

¿CÓMO aprendió usted su lengua materna? Seguramente fue oyendo hablar a familiares y amigos durante su infancia. En la mayoría de los casos, el lenguaje se adquiere a través del oído, y se expresa con el habla. Cuando una persona oyente quiere formular conceptos e ideas, su reacción espontánea es ensayar primero mentalmente las palabras y frases que va a decir. Pero si alguien es sordo de nacimiento, ¿puede formular pensamientos de otra manera? ¿Existe algún lenguaje que permita a una persona comunicar ideas, abstractas y concretas, sin emitir sonido alguno?

Se ve pero no se oye

Una de las maravillas de la mente humana es su capacidad para aprender lenguas y adaptarlas. Y cuando falta el sentido del oído, normalmente se recurre a la vista para ese fin. El ser humano desea tanto comunicarse que es capaz de vencer cualquier obstáculo para conseguirlo. Los sordos, por ejemplo, al relacionarse entre sí —sea en la familia, en una escuela especializada o en la comunidad—, han ido desarrollando un complejo medio de comunicación visual, llamado lenguaje de señas, que adopta modalidades muy diversas en todo el mundo.

Carl, estadounidense sordo de nacimiento, aprendió señas de sus padres, también sordos. Siendo muy pequeño, ya era capaz de denominar objetos, formar frases y expresar ideas abstractas en lenguaje de señas americano (ASL, por sus siglas en inglés). La mayoría de los niños sordos cuyos padres también lo son y se comunican por señas, hacen sus primeras señas a los diez o doce meses. Según el libro A Journey Into the Deaf-World, “los lingüistas reconocen que el cerebro tiene la capacidad de aprender un lenguaje natural y luego transmitirlo a los hijos. El que el lenguaje en que dicha capacidad aflore sea de señas u oral es totalmente irrelevante”.

Sveta nació en Rusia en el seno de una familia sorda de tercera generación. Tanto ella como su hermano, también sordo, aprendieron el lenguaje de señas ruso. A los tres años, cuando empezó a cursar preescolar para sordos, ya se expresaba con fluidez en su lenguaje natural. Sveta recuerda: “Los otros niños no conocían este lenguaje, y lo aprendieron de mí”. Muchos niños sordos, hijos de padres oyentes que no sabían señas, aprendieron a expresarse en señas de condiscípulos de más edad, y ahora pueden comunicarse fácilmente.

Hoy día son cada vez más los padres oyentes que aprenden señas a la par con sus hijos. Gracias a ello, estos niños ya se expresan con soltura antes de ir a la escuela. Este fue el caso de Andrew, en Canadá. Sus padres aprendieron el lenguaje de señas y lo utilizaron para comunicarse con él desde su más tierna infancia. De esa forma le suministraron un vocabulario básico que podría ir ampliando con el paso de los años. Actualmente toda la familia puede dialogar en señas sobre cualquier tema.

Los sordos tienen la capacidad de concebir ideas, abstractas y concretas, sin necesidad de una lengua hablada. Tal como un oyente piensa en su propio idioma, muchos sordos lo hacen en su lenguaje de señas.

Una diversidad de lenguajes

Las diversas comunidades de sordos que hay en el mundo, o bien han inventado su propio lenguaje, o bien han incorporado aspectos de otros lenguajes de señas. La historia del ASL se remonta a ciento ochenta años atrás, cuando se combinaron una serie de señas francesas con otras que ya se utilizaban comúnmente en Estados Unidos. Los lenguajes de señas progresan con el paso de los años y se van puliendo de generación en generación.

Normalmente no guardan una relación sociogeográfica con la lengua hablada de la zona. Por ejemplo, en Puerto Rico se habla español, pero se utiliza el ASL. Aunque en Gran Bretaña, como en Estados Unidos, se habla inglés, en aquel país se utiliza el lenguaje de señas británico, que difiere bastante del ASL. El que se emplea en México también difiere de los muchos lenguajes de señas de Latinoamérica.

Cuando uno estudia un lenguaje de señas y ve la abundancia de matices que tiene y su gran riqueza de expresión, queda asombrado. La mayoría de los temas, pensamientos o ideas pueden expresarse en señas. Cabe mencionar que cada vez se producen más publicaciones para sordos en videocinta, un medio que permite narrar historias, expresar poesía, presentar relatos históricos y enseñar la verdad bíblica en lenguaje de señas natural. En muchos países va en aumento la cantidad de personas que saben señas.

Leer lo que nunca se ha oído

Al leer, la persona oyente por lo general se remite a la memoria auditiva para recordar los sonidos de las palabras. De modo que mucho de lo que lee lo entiende porque lo ha oído antes. En la mayoría de los idiomas, la representación gráfica de las palabras no guarda un parecido con las ideas que comunican. Muchos oyentes aprenden este código escrito constituido por signos arbitrarios asociando las palabras que ven con los sonidos de la lengua hablada, y de ese modo pueden leer con entendimiento. Pero trate de imaginar lo que sería no haber oído en toda su vida un sonido, una palabra, un idioma. Resulta difícil y frustrante aprender el código escrito arbitrario de un lenguaje que no puede oírse. No es de extrañar que su lectura represente un gran desafío para los sordos, especialmente para aquellos que lo son desde su tierna infancia o desde que nacieron.

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Muchos centros docentes del mundo especializados en niños sordos han descubierto los beneficios de utilizar señas desde las primeras etapas del desarrollo del lenguaje (véanse los recuadros de las páginas 20 y 22). También han observado que cuando se expone al sordo desde su tierna infancia a un lenguaje de señas natural y se crea en él un fundamento lingüístico, mejora su rendimiento académico y adaptación social, y se le facilita el aprendizaje posterior de una lengua escrita.

Una comisión de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) encargada de la educación de los sordos dijo: “Ya no es admisible descuidar el lenguaje de señas ni dejar de participar activamente en su perfeccionamiento dentro de los programas educativos para los sordos”. No obstante, debe decirse que, prescindiendo de cuál sea el método de enseñanza que los padres escojan para su hijo sordo, es fundamental que ambos progenitores participen plenamente en la educación del niño (véase el artículo “Para comunicarme con mi hijo, aprendí otro lenguaje”, de la revista ¡Despertad! del 8 de noviembre de 1996).

Tratemos de entender el mundo de los sordos

Cuando los niños sordos llegan a adultos, muchas veces confiesan que lo que más anhelaban era comunicarse con sus padres. Un hombre sordo llamado Jack trató de comunicarse con su anciana madre cuando esta se estaba muriendo. La mujer se esforzaba por decirle algo, pero no podía escribirlo y no sabía lenguaje de señas. Cayó en coma y posteriormente murió. Aquellos momentos finales fueron tan frustrantes que Jack quedó obsesionado y decidió dar el siguiente consejo a los padres de niños sordos: “Si desean comunicarse con fluidez e intercambiar ideas, emociones, pensamientos y amor con su hijo sordo, utilicen el lenguaje de señas. [...] Para mí ya es demasiado tarde. ¿Y para usted?”.

Durante años, muchos no han comprendido la situación de los sordos. Unos han opinado que no sabían casi nada porque no oían nada. Algunos padres han sobreprotegido a sus hijos sordos o han temido dejarlos integrarse en el mundo oyente. En algunas culturas se les ha calificado erróneamente de mudos, aunque por lo general no les falta el habla. Simplemente no pueden oír. Otros han considerado el lenguaje de señas como primitivo o inferior al oral. En vista de tanto desconocimiento, es comprensible que algunos sordos se hayan sentido agobiados e incomprendidos.

Joseph se crió en Estados Unidos y en los años treinta lo matricularon en una escuela especial para niños sordos en la que se prohibía utilizar lenguaje de señas. Tanto a él como a sus condiscípulos se les disciplinaba a menudo por usar señas, aun cuando no pudieran comprender lo que decían los profesores. ¡Cuánto deseaban entender y que les entendieran! En los países donde la educación de los niños sordos es limitada, algunos crecen con muy poca formación académica. Por ejemplo, un corresponsal de ¡Despertad! en África occidental dijo: “Para la mayoría de los sordos de África, la vida es difícil y amarga. De todos los discapacitados, los sordos son probablemente los más desatendidos y los menos comprendidos”.

Todos sentimos la necesidad de que se nos comprenda. Lamentablemente hay personas que cuando ven a un sordo solo ven a alguien incapaz. La incapacidad que perciben puede oscurecer la verdadera capacidad del sordo. Muchos de ellos, por el contrario, se consideran personas capaces, pues pueden comunicarse con fluidez, desarrollar amor propio y alcanzar objetivos en los campos académico, social y espiritual. Desafortunadamente, el maltrato que tantos han sufrido ha repercutido en que algunos desconfíen de los oyentes. No obstante, cuando estos se preocupan sinceramente por entender su cultura y su lenguaje natural, y los ven como personas capaces, todos resultan beneficiados.

Si desea aprender un lenguaje de señas, recuerde que todo idioma es un reflejo de un modo de pensar y procesar ideas. Para aprenderlo bien, hay que procesar los pensamientos en ese lenguaje. De ahí que el sencillamente memorizar unas señas sacadas de un diccionario no valga para desenvolverse entre los sordos. ¿Por qué no aprenderlo directamente de ellos, que son los que lo utilizan en su vida cotidiana? Aprender un segundo idioma de quienes lo tienen como lengua materna ayuda a uno a pensar y procesar ideas de una manera distinta, pero natural.

En todo el mundo, los sordos amplían sus horizontes utilizando un lenguaje de señas muy rico. Examine personalmente cómo se valen de ese medio de comunicación.

[Notas]

En estos artículos, los términos sordo y oyente no aluden tan solo a la capacidad auditiva sino también a las diferencias de cultura y vida de las dos comunidades.

Se calcula que en Estados Unidos hay un millón de sordos que poseen “un lenguaje y una cultura singulares”. Estos son, por lo general, sordos de nacimiento. Además, hay unos veinte millones de personas con problemas de audición que se comunican mayormente en su lengua oral materna (A Journey Into the Deaf-World, [Introducción al mundo de los sordos] de Harlan Lane, Robert Hoffmeister y Ben Bahan).

[Recuadro de la página 20] “Nueva York enseñará a los sordos en lenguaje de señas, y después en inglés” Así rezaba el titular que apareció en The New York Times del 5 de marzo de 1998. Felicia R. Lee escribió: “La única escuela pública para sordos que hay en la ciudad revisará sus métodos a fin de que todos los maestros enseñen principalmente en un lenguaje de señas basado en símbolos y gestos, lo que constituye un cambio histórico en la

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educación de los estudiantes sordos”. La señora Lee explica que muchos educadores “dicen que, de acuerdo con las investigaciones, el lenguaje primario de los sordos es visual, no verbal, y que las escuelas que utilizan el método que ellos prefieren, denominado lenguaje de señas americano, educan mejor a los estudiantes que otras escuelas. ”Dicen que a los estudiantes sordos hay que tratarlos como bilingües, no como discapacitados.” Harlan Lane, profesor de la Northeastern University de Boston, dijo: “En mi opinión, [la escuela de Nueva York] está a la vanguardia de un movimiento”. También comentó a ¡Despertad! que el objetivo final es enseñar inglés como segundo idioma, para utilizarlo en la lectura.

[Recuadro de la página 21] Es un lenguaje Algunos oyentes han llegado a la conclusión errónea de que el lenguaje de señas es una especie de mímica compleja. Se le ha descrito como un lenguaje gráfico. Si bien utiliza eficazmente el rostro, el cuerpo, las manos y el espacio circundante, la mayoría de las señas tienen poco o ningún parecido con las ideas que comunican. Por ejemplo, en lenguaje de señas americano (ASL), para transmitir la idea de “producir, hacer” se configura la “S” con ambas manos (puño cerrado), se coloca una encima de la otra y se giran hacia dentro y hacia afuera. Aunque esta seña es común, no describe claramente su significado a la persona que no sabe señas. En lenguaje de señas ruso (RLS), el concepto de “necesitar” se transmite con ambas manos, colocando el pulgar en contacto con el cuarto dedo y describiendo movimientos circulares paralelos (véanse las fotos de esta página). Así pues, muchos conceptos abstractos no pueden expresarse de manera gráfica. En cambio, sí hay señas descriptivas para conceptos concretos como “casa” y “bebé” (véanse las fotos de esta página). Otro criterio para determinar lo que es un lenguaje es la posesión de un vocabulario y una estructura gramatical aceptados por una comunidad. Los lenguajes de señas cumplen este requisito. Por ejemplo, en una oración en ASL generalmente se expone primero el tema, y a continuación un comentario sobre este. Una característica común a muchos lenguajes de señas es que expresan los conceptos en orden cronológico. Existen muchas expresiones faciales que también desempeñan funciones gramaticales, como las de ayudar a distinguir entre una pregunta y una orden, una frase condicional o una simple declaración. La naturaleza visual del lenguaje de señas le ha permitido desarrollar dichas expresiones faciales y muchos otros rasgos singulares.

[Recuadro de la página 22] Son verdaderos lenguajes “Contrariamente a lo que nos dice la sabiduría popular, los lenguajes gestuales no son simples pantomimas, inventos de educadores o transcripciones directas del lenguaje oral que se habla en la comunidad. Estos sistemas se dan allá donde exista una comunidad de sordos, y cada uno de ellos constituye una lengua específica y completa, con todos y cada uno de los componentes de las gramáticas típicas de las lenguas orales.” En las escuelas para sordos de Nicaragua “se ejercitaba a los niños en la lectura labial y en el lenguaje oral, y al igual que en todos los casos en que se intenta esto, los resultados fueron catastróficos. Sin embargo, aquello no tuvo mayores consecuencias, ya que en los recreos y en los autobuses escolares, los niños se habían puesto a inventar su propio sistema de signos [...]. Al poco tiempo, este sistema de comunicación cuajó en lo que hoy se conoce como Lenguaje de Signos Nicaragüense”. Una generación de niños más pequeños ha desarrollado un lenguaje mucho más fluido que se conoce como Idioma de Signos Nicaragüense (El instinto del lenguaje, de Steven Pinker).

Referencia: ¡Despertad! 15 de Septiembre de 1998, Páginas 19 a 22. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Escuchar con los ojos

¿CUÁL es un factor clave para comunicarse eficazmente con una persona sorda? Mantener un adecuado contacto visual. Tanto es así, que cuando dos personas conversan en lenguaje de señas, se considera falta de educación que una de ellas aparte la mirada y rompa el contacto visual. ¿Y cómo se capta la atención de un sordo? Dado que no puede oír su nombre, es mejor hacerlo con un toquecito en el hombro o en el brazo, moviendo la mano dentro de su campo de visión periférica o, si no se está lo bastante cerca, haciendo una seña a alguien próximo para que le indique que mire hacia uno. Dependiendo de las circunstancias, también es apropiado dar unos golpecitos en el suelo con el pie o encender y apagar la luz. Estos y otros métodos de captar la atención complementan las vivencias del sordo y forman parte de su cultura.

El vínculo unificador del lenguaje

Hay quienes, cuando encuentran a una persona sorda, concluyen erróneamente que leer los labios es fácil. Sin embargo, para muchos sordos este es un medio de comunicación muy restrictivo. Hay excepciones, por supuesto, pues algunos son verdaderos expertos en la lectura labial; pero por lo general es una delicadeza no dar por sentado que quien tenemos delante puede leernos los labios. Otra opción para lograr cierto grado de comunicación es recurrir a un intérprete o escribir en un papel lo que se quiere decir.

Ahora bien, si uno se encuentra a menudo con sordos, sería una muestra de consideración que aprendiera algunas señas. La comunicación permite forjar preciosos vínculos de amistad, especialmente entre los que comparten la misma fe. Es una situación comparable a la de quienes viven en una cultura bilingüe y tratan de aprender las expresiones básicas del otro idioma. Los testigos de Jehová se preocupan desde hace mucho tiempo por hacer llegar el conocimiento de Jehová Dios a todo el mundo. Dado que los sordos no pueden aprender a oír, cuánto mejor sería que nosotros nos adaptáramos a ellos utilizando el lenguaje de señas (1 Corintios 9:20-22).

Antonino, de Italia, dice que cuando empezó a asistir a las reuniones cristianas “no había un verdadero intercambio de estímulo con los hermanos oyentes”, y añade: “Como no nos entendíamos, me sentía excluido”. Pero un buen número de los miembros de la congregación se pusieron a aprender el lenguaje de señas italiano (LIS). Los sordos que manifestaban interés se decidieron a estudiar la Biblia y, con el tiempo, ya se celebraban reuniones en este lenguaje. Antonino se siente animado y expresa así su deseo: “Quiero que todos mis amigos sordos sepan de nuestras reuniones y del gran amor que existe en el pueblo de Jehová”.

Los testigos de Jehová están formando en todo el mundo congregaciones de lenguaje de señas en las que los sordos pueden disfrutar de compañerismo afectuoso. En España existen grupos de lenguaje de señas desde hace más de veinte años. En Estados Unidos hay actualmente 19 congregaciones y 47 grupos más reducidos.

Los sordos pueden ser evangelizadores de tiempo completo (precursores), siervos ministeriales y ancianos. También pueden presentar discursos en asambleas, ser instructores de la Escuela del Servicio de Precursor y llevar la delantera en diversos campos. En este entorno no hay limitaciones, únicamente oportunidades de alabar a Jehová según las aptitudes de cada uno.

En todas las culturas y lenguajes del mundo se percibe la necesidad innata en el hombre de tener compañerismo y comunicación. No veamos a los sordos como personas con carencias o deficiencias; fijémonos más bien en los logros, las aptitudes y los atributos que hacen de toda persona un ser humano. Cuando respetamos a los demás y estamos dispuestos a adaptarnos, contribuimos a que la familia humana, aunque variada, esté unida.  

Referencia: ¡Despertad! 15 de Septiembre de 1998, Páginas 24 a 25. 

 

 

 

 

 

 

 

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PARTE 2: 

EXPERIENCIAS 

 

 

 

 

 

  

 

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Llevan buenas nuevas a los sordos

EL DIRECTOR de una residencia de mayores de Navalcarnero (Madrid, España) agradeció hace poco las visitas que realizan los testigos de Jehová a los residentes de su institución con estas palabras: “Vosotros impartís espiritualidad”. ¿Qué lo impulsó a expresarse así?

Varios ancianos de la residencia geriátrica Las Rosas del Camino son sordos, pero los Testigos pueden comunicarse con ellos porque han hecho el esfuerzo de aprender la Lengua de Signos Española. El director los alabó por ofrecer gratuitamente su tiempo para enseñar valores de índole espiritual a las personas con necesidades especiales, y dijo que había observado en los ancianos la influencia positiva de las buenas nuevas del Reino. Los residentes, por su parte —sobre todo los que tienen problemas auditivos o visuales—, también aprecian mucho las visitas de los Testigos.

Cierto día, mientras un señor sordociego llamado Eulogio estudiaba la Biblia con un testigo de Jehová, se les acercó otro anciano para entregar al Testigo un poema compuesto por los residentes como muestra de su gratitud. Se titulaba “Ser Testigo”. Una estrofa decía: “Equilibrados mantienen / vida recta, disciplina, / y de Jehová obtienen / gozosa sabiduría... / A las casas ‘van y vienen’”. Y otro verso añadía: “Porque a Jehová se confían”.

Es precisamente esta confianza en Jehová lo que ha inducido a muchos Testigos del mundo entero a aprender el lenguaje de señas de los sordos de su país. Así pueden transmitirles el animador mensaje de esperanza que ofrece la Biblia.  

Referencia: Atalaya 1 de Noviembre de 2005, Página 32. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Se atiende a una comunidad lingüística especial de Corea

EN EL verano de 1997, un grupo muy entusiasta, aunque bastante callado, se reunió para una asamblea de distrito de los testigos de Jehová. Fue la primera asamblea para personas sordas o con problemas auditivos que se celebraba en Corea, y tuvo un máximo de 1.174 asistentes. El entero programa —discursos, entrevistas y un drama— se presentó en lenguaje de señas coreano al tiempo que era proyectado en una gran pantalla que podía verse desde todo el Salón de Asambleas. Aquella ocasión fue el punto culminante de muchos años de duro trabajo por parte de numerosos voluntarios.

Llegará el día —cuando la Tierra sea un paraíso— en que “los oídos mismos de los sordos serán destapados” (Isaías 35:5). Pero para vivir en ese Paraíso, todos, incluidos los sordos, tienen que entrar primero en el paraíso espiritual, el próspero estado espiritual en que se encuentra el pueblo que goza de la bendición de Dios. Tales personas han de dedicarse y bautizarse como testigos de Jehová y dejarse instruir por él (Miqueas 4:1-4).

Modestos inicios

Aunque en la década de 1960 ya se efectuaba algo de predicación a los sordos, no fue sino hasta la siguiente década que unos pocos de ellos empezaron a asistir a las reuniones que los testigos de Jehová celebraban en Seúl, la capital de Corea. En dichas reuniones, un hermano que escribía deprisa anotaba en una pizarra los puntos principales y los textos bíblicos que se citaban.

En 1971, en la ciudad de Taejon, un Testigo que tenía un hijo sordo empezó a enseñar el mensaje del Reino tanto a él como a las amistades sordas que este tenía. De aquel grupo salieron varios cristianos celosos que ahora son pilares en el campo del lenguaje de señas (Zacarías 4:10).

Los jóvenes se ofrecen de buena gana

Para que los sordos adquirieran conocimiento de Jehová y Jesús, y pudieran entrar en el camino de la vida, hacía falta la colaboración diligente de muchos voluntarios (Juan 17:3). Con ese objetivo en mira, un buen número de testigos de Jehová han aprendido el lenguaje de señas y han sido bendecidos con experiencias enriquecedoras.

Un joven de 15 años llamado Park In-sun se puso la meta de aprender el lenguaje de señas. Para ello entró a trabajar como aprendiz en una fábrica que había empleado a veinte trabajadores sordos. Durante ocho meses trabajó en estrecha colaboración con ellos para aprender el lenguaje y el modo de pensar de los sordos. Al año siguiente emprendió el servicio de precursor regular (proclamador del Reino de tiempo completo) y centró su labor en un grupo de sordos que habían manifestado interés en la verdad bíblica. El grupo aumentó enseguida y pronto acudían más de treinta y cinco sordos a las reuniones del domingo (Salmo 110:3).

A partir de entonces, y por primera vez en Seúl, se celebraron reuniones cristianas exclusivamente en lenguaje de señas. El hermano Park In-sun sirvió de precursor especial en aquel creciente grupo, pues ya dominaba bien el lenguaje de señas. Durante unos meses estuvo dirigiendo veintiocho estudios bíblicos a personas sordas. Muchas de ellas progresaron y se hicieron testigos de Jehová.

Gracias a esta activa labor voluntaria, en octubre de 1976 se formó la primera congregación de lenguaje de señas de Seúl, con 40 publicadores y dos precursores regulares. Aquello fomentó el interés por predicar a los sordos en otras ciudades de Corea. Había muchos sordos que anhelaban las buenas nuevas y esperaban que se les visitase.

Cómo se atiende a los sordos

Tal vez se pregunte cómo se localizó a los sordos. A muchos se les encontró por referencias. Además, se abordó a los dueños de establecimientos de venta de arroz, y ellos suministraron los nombres y direcciones de bastantes sordos de la localidad. Algunas oficinas del gobierno también facilitaron nombres y direcciones. La diligente predicación efectuada en el territorio donde vivían los sordos tuvo tanto éxito que, con el tiempo, se formaron cuatro congregaciones de lenguaje de señas. Muchos jóvenes cristianos se sintieron impulsados a aprender dicho lenguaje.

La sucursal de los testigos de Jehová asignó a esas congregaciones a precursores especiales que habían aprendido el lenguaje de señas. Últimamente también se ha asignado a ellas a graduados de la Escuela de Entrenamiento Ministerial, que las han fortalecido en sentido espiritual.

Para ayudar a las personas de este territorio se han de vencer una serie de obstáculos. Hay que esforzarse por entender su cultura. Los sordos son personas muy francas, tanto de carácter como en su forma de expresar lo que piensan. Dicha franqueza a veces sorprende a quienes tratan con ellos y puede dar pie a malentendidos. Además, cuando los Testigos dirigen estudios bíblicos a personas sordas, tienen que ayudarlas a dominar bien su propio lenguaje y animarlas a ampliar su programa de lectura y estudio.

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Los sordos afrontan inconvenientes en su vida cotidiana que los oyentes difícilmente se imaginan. Cuando tienen que acudir a oficinas del gobierno o a algún centro de salud, o incluso a la hora de realizar sencillas transacciones comerciales, la comunicación representa un verdadero problema para ellos. No obstante, gracias a que Testigos de congregaciones cercanas han ofrecido bondadosamente su ayuda, las personas sordas han encontrado una verdadera hermandad en la congregación cristiana (Juan 13:34, 35).

La predicación informal produce buenos resultados

En Pusan, la ciudad portuaria más importante del sur de Corea, un Testigo encontró por casualidad a dos sordos que le escribieron en un papel: “Nos gusta el Paraíso. Queremos saber los textos que hablan de la vida eterna”. El hermano apuntó su dirección y quedó en visitarlos. Cuando fue, encontró la sala llena de sordos que lo estaban esperando para que les predicara el mensaje del Reino. Aquella experiencia lo impulsó a aprender el lenguaje de señas, y al poco tiempo se formó una congregación de lenguaje de señas en Pusan.

Un hermano de esa congregación vio a dos sordos comunicándose por señas y los abordó. Al descubrir que venían de una reunión religiosa, los invitó a que fueran al Salón del Reino aquel mismo día a las dos de la tarde. Ambos acudieron y aceptaron un estudio bíblico. Poco después, los dos asistieron a la asamblea de distrito acompañados de veinte amigos suyos que también eran sordos. De aquel grupo, varios han dedicado su vida a Jehová, dos sirven en calidad de ancianos y uno de siervo ministerial en congregaciones de lenguaje de señas.

La determinación es recompensada

Como algunos sordos viven bastante lejos de las congregaciones de lenguaje de señas, se requiere mucho esfuerzo y una gran determinación para nutrirlos regularmente con el alimento espiritual procedente de las Escrituras. Por ejemplo, un joven oyó el mensaje bíblico de los testigos de Jehová y se lo transmitió a su hermano mayor, un hombre sordo de 31 años que se ganaba la vida pescando cerca de una isla. Este, a fin de saciar su hambre espiritual, empezó a recorrer unos 16 kilómetros en barco hasta Chungmu, en la costa sur de Corea, para encontrarse con un precursor especial de la congregación de lenguaje de señas de Masan. Todos los lunes, el hermano viajaba 65 kilómetros con el único propósito de dirigirle el estudio bíblico.

A fin de asistir a la reunión del domingo, el pescador tenía que viajar 16 kilómetros en barco hasta Chungmu, y desde allí otros 65 kilómetros en autobús hasta Masan. Pero su determinación se vio recompensada. En tan solo unos meses mejoró su dominio del lenguaje de señas, aprendió más caracteres del alfabeto coreano y, lo más importante, llegó a saber cuál es el único modo de cultivar una buena relación con Jehová. Reconociendo la importancia de asistir a las reuniones y predicar con regularidad, se trasladó al territorio de la congregación de lenguaje de señas. ¿Le fue fácil hacerlo? De ninguna manera, pues tuvo que renunciar a su trabajo de pescador, que le producía unas ganancias mensuales netas de hasta 3.800 dólares. De nuevo, su determinación se vio recompensada. Progresó en la verdad, se bautizó y ahora sirve feliz a Jehová junto con su familia.

Traducción para los sordos

Las buenas nuevas del Reino suelen transmitirse de manera oral. Ahora bien, para transmitir el mensaje de la Palabra de Dios con mayor precisión, es fundamental que este se presente de una forma más permanente. De ahí que en el siglo primero, hombres maduros con experiencia escribieran libros y cartas (Hechos 15:22-31; Efesios 3:4; Colosenses 1:2; 4:16). En nuestros tiempos también se ha suministrado gran abundancia de alimento espiritual mediante libros y otras publicaciones cristianas. Estas se han traducido a centenares de idiomas, entre ellos varios lenguajes de señas. Con este propósito, la sucursal cuenta con un Departamento de Traducción al lenguaje de señas coreano y un Departamento de Vídeo que produce videocintas en dicho lenguaje. Así se proporciona sustento espiritual a los sordos de las congregaciones de toda Corea, tanto a los que son proclamadores de las buenas nuevas como a las personas interesadas.

Aunque muchos han llegado a familiarizarse bien con el lenguaje de señas y han colaborado en la producción de vídeos, los mejores intérpretes suelen ser los hijos de padres sordos, pues han aprendido el lenguaje de señas desde su infancia. Estos no solo utilizan las señas precisas, sino que, mediante sus gestos y expresiones faciales, también aportan al mensaje el significado y el énfasis adecuados que les permite llegar a la mente y el corazón de las personas.

Como se ha indicado, en Corea ya se celebran con regularidad asambleas de distrito y circuito en lenguaje de señas, pese a la gran cantidad de trabajo, dinero y esfuerzo que requieren. Pero los asistentes se sienten tan agradecidos que, cuando concluye el programa, muchos tardan en marcharse, pues desean seguir disfrutando del sano compañerismo y repasar el buen alimento espiritual que han recibido. Desde luego, atender a esta comunidad lingüística especial presenta sus dificultades, pero las bendiciones espirituales que reporta hacen que valga la pena.  

Referencia: Atalaya 15 de Junio de 2003, Páginas 8 a 11. 

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Los proclamadores del Reino informan “Oyen” el mensaje del Reino en Brasil

A FIN de proclamar las buenas nuevas del Reino a la comunidad sorda, muchos testigos de Jehová de Brasil han aceptado el reto de aprender el lenguaje de señas brasileño. Sus esfuerzos están surtiendo efecto, como lo ilustran las siguientes experiencias.

Eva, una sorda de São Paulo, se puso a aprender el lenguaje de señas cuando, llevándose a sus tres hijos, se fue a vivir con un hombre sordo. Cierto día, Eva y su novio se toparon en un centro comercial con un grupo de Testigos sordos, quienes los invitaron a una reunión en el Salón del Reino. Ellos aceptaron, pues creían que se trataba de una reunión social.

Eva entendió muy poco de lo que se dijo en la reunión, dado su limitado conocimiento del lenguaje de señas. Al terminar, una pareja de Testigos la invitaron a su hogar para tomar un refrigerio. Con la ayuda de las ilustraciones del folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra!, le explicaron la promesa de Dios de hacer de este planeta un paraíso en el futuro. A Eva le gustó lo que aprendió y empezó a asistir regularmente a las reuniones.

Al poco tiempo dejó a su novio a fin de vivir según las normas bíblicas. A pesar de la oposición violenta de su familia, siguió progresando en sentido espiritual y se bautizó en 1995. Seis meses más tarde comenzó a servir de precursora (proclamadora del Reino de tiempo completo). Desde entonces, ha ayudado a cuatro sordos a dedicarse y bautizarse.

Carlos nació sordo. Desde niño consumía drogas, robaba y era inmoral. Cuando unos pandilleros lo amenazaron, huyó a São Paulo y vivió con João por algún tiempo. Este, al igual que Carlos, era sordo y llevaba una vida disoluta.

Unos años después, Carlos aprendió el mensaje del Reino y se sintió impulsado a vivir de acuerdo con la Biblia y a legalizar su matrimonio. Tras reunir los requisitos bíblicos, se bautizó en símbolo de su dedicación a Jehová. Mientras tanto, sin que Carlos lo supiera, João también había “escuchado” las buenas nuevas y había hecho grandes cambios en su vida. Cuando aprendió que Jehová no aprueba el uso de imágenes, tiró todos sus “santos”. Después de abandonar su anterior modo de vivir, João también se bautizó.

¡Cuánto se alegraron Carlos y João cuando se encontraron en un Salón del Reino y observaron los cambios que uno y otro habían efectuado! Ambos son actualmente cabezas de familia responsables y celosos proclamadores del Reino.

En Brasil hay ahora 30 congregaciones de lenguaje de señas y 154 grupos, que cuentan con más de dos mil quinientos publicadores, de los cuales unos mil quinientos son sordos. Hubo más de tres mil personas presentes en las asambleas de distrito “Maestros de la Palabra de Dios” para los sordos, y se bautizaron 36. Con la bendición de Jehová, esperamos que muchos más sordos acepten el mensaje del Reino.  

Referencia: Atalaya 1 de Febrero de 2003 Página 24. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Carta de la República Dominicana “Jamás me he sentido tan querida”

ESTA semana, Niurka presentó por primera vez un tema bíblico delante de la congregación. Para prepararse, había escrito en braille lo que iba a decir y luego lo memorizó. Yo estaba con ella en la plataforma, interpretando el papel de una persona que quería conocer la verdad de la Biblia. Un micrófono llevaba mi voz a los auriculares de Niurka. Al terminar, todos los presentes aplaudieron tan fuerte que hasta ella pudo oírles. Su sonrisa reflejaba la alegría y satisfacción que sentía. Y, por supuesto, yo también estaba contenta. ¡Qué felicidad produce el servicio misional!

Recuerdo el día que conocí a Niurka; de eso hace dos años. Llevaba media hora conduciendo por polvorientos caminos rurales cuando la vi por primera vez. Estaba sentada a la puerta de su casa, una sencilla construcción de madera y bloques de hormigón con un techo de zinc oxidado. Las cabras, los conejos y los perros aportaban sus sonidos y olores a la escena. Niurka estaba sentada con la cabeza agachada, la viva imagen de la soledad y la depresión. Tenía 34 años, pero parecía mucho mayor.

Cuando le di un golpecito en el hombro, levantó la cabeza y nos miró con unos ojos que hacía once años habían dejado de ver. Gritándole al oído, le pude decir quiénes éramos. Tiempo después supe que Niurka padece el síndrome de Marfan, una enfermedad genética que la hacía sufrir mucho. También tiene diabetes grave, lo que exige un control permanente de sus imprevisibles niveles de azúcar.

En cuanto le puse la Biblia en las manos, la identificó y me dijo que antes de perder la vista le encantaba leerla. Ahora bien, ¿cómo iba a enseñar las alentadoras verdades de la Palabra de Dios a aquella criatura frágil y humilde, que se hallaba tan sola? Puesto que ella conocía el alfabeto, empecé colocándole letras de plástico en las manos, y no tardó en reconocerlas. Después, tocando mis manos mientras me comunicaba por señas, Niurka aprendió a relacionar cada letra del alfabeto con su equivalente en el lenguaje de señas americano. Poco a poco aprendió otras señas. Puesto que yo misma estaba empezando a aprender el lenguaje de señas, cada sesión de estudio me exigía horas de preparación. Pese a todo, tanto Niurka como yo estábamos muy entusiasmadas, así que nuestra habilidad con el lenguaje de señas aumentó con mucha rapidez.

El progreso de Niurka recibió un fuerte impulso cuando una organización benéfica le entregó unos audífonos sencillos, pero que le fueron de gran ayuda. Después de más de una década en oscuridad y en un silencio casi absoluto, Niurka se había encerrado en sí misma. No obstante, el espíritu de Jehová le despertó tanto la mente como el corazón, llenándolos de conocimiento, esperanza y amor. Al poco tiempo, con la ayuda de un bastón, Niurka ya caminaba por su vecindario hablando a otras personas sobre la verdad bíblica.

Ahora Niurka enseña a su tía y a dos de sus primas lo que ha aprendido en la Biblia. Para ello, se prepara muy bien memorizando cada lección. Sus estudiantes leen el párrafo, y Niurka lee la pregunta de su libro en braille. La persona que la acompaña le repite la respuesta ya sea hablándole alto al oído o mediante las señas táctiles.

Toda la congregación ayuda y anima a Niurka. Varios de sus hermanos cristianos la llevan a las reuniones y asambleas, y otros la acompañan a predicar. Hace poco, ella me dijo: “Jamás me he sentido tan querida”. Quiere bautizarse en nuestra próxima asamblea de distrito.

Cuando pasamos ahora frente a la casa de Niurka, la vemos sentada con la cabeza bien alta y una sonrisa iluminándole el rostro. Le pregunto por qué sonríe, y ella me contesta: “Pensaba en el futuro, cuando la Tierra sea un paraíso. Me imaginaba que ya estaba allí”.  

Referencia: Atalaya 1 de Marzo de 2008 Páginas 24 a 25. 

 

 

 

 

 

 

 

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A pesar de mis desventajas físicas, ¡que Jehová sea alabado!

LOS que sirven fielmente a Jehová Dios a pesar de padecer de alguna enfermedad grave constantemente reciben prueba de que Jehová los apoya. “Nunca permitirá que tambalee el justo.” (Salmo 55:22.)

Estas consoladoras palabras tienen verdadero significado para Bill y Janice, quienes tienen casi treinta años de edad. Llevan unos tres años de casados y se asocian con una congregación de los testigos de Jehová en Washington, D.C. Bill sirve de precursor, proclamador de tiempo completo del Reino, y conduce varios estudios bíblicos en hogares. Conduce cuatro de estos con personas sordas.

Janice nació sorda, y ciertas complicaciones relacionadas con la clase de sordera de que padece resultaron en que se quedara ciega también. El año pasado, en la Asamblea de Distrito “Aumento del Reino”, Janice se sentó en una sección reservada para los sordos, a quienes mediante el lenguaje por señas se les comunicaba lo que se decía. Claro, puesto que Janice es ciega también, no podía recibir el mensaje de este modo. Por lo tanto, un intérprete fue asignado a sentarse al lado de ella. Por medio de poner su mano sobre la mano dominante del intérprete, Janice podía “oír” el programa.

Mientras se cantaba uno de los cánticos del Reino, ningún intérprete subió a la plataforma debido a un mal entendido relacionado con el horario. De modo que Bill, quien entonces estaba interpretando para Janice, subió con ella a la plataforma e interpretó por señas el cántico. Ella, a su vez, puso la mano sobre la de él y cantó con los demás... esto hizo que los ojos de muchas personas se llenaran de lágrimas.

Ya hace unos dos años que Bill y Janice han estado “andando en la verdad” (3 Juan 4). Y aunque Janice es físicamente ciega y sorda, está ayudando a otras personas a ver y oír la verdad de Dios. Ella ha sido bendecida con tres estudios bíblicos en hogares, los cuales conduce en lenguaje por señas, pues los estudiantes también son sordos. Así, cuando hay el deseo sincero de alabar a Jehová y de ayudar espiritualmente a otras personas, sus siervos hallan la manera de hacerlo.  

Referencia: Atalaya 15 de Julio de 2985, Página 25. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Enseñamos a Kristi a amar a Dios

POCO después del nacimiento de nuestra hija Kristi, en 1977, el médico nos dio la terrible noticia de que padecía una profunda sordera y una leve parálisis cerebral. No teníamos ni idea de cuánto nos iba a cambiar la vida.

Unos meses después, Gary (mi esposo) y yo empezamos a asistir a unas clases especiales en la ciudad australiana de Melbourne, donde nos enseñaron a comunicarnos con nuestra hija y ayudarla. Cuando la niña tenía diez meses, fuimos al Laboratorio Acústico Nacional, también en Melbourne, para que le hicieran unos pequeños audífonos. Ella los detestaba, y como tenían cables, tiraba de ellos y se los quitaba tan pronto como lográbamos colocárselos en los oídos. Por si fuera poco, tenía que llevar unas correas para sujetarle las baterías, las cuales eran bastante pesadas.

Debido a la parálisis cerebral, Kristi necesitó sesiones semanales de fisioterapia para aprender a caminar. A los tres años logró andar sola, aunque se caía muchas veces, y tuvo que seguir recibiendo fisioterapia hasta los cinco años. Entre tanto nos trasladamos a Benalla, una ciudad que no quedaba muy lejos y en la que Gary tenía su negocio.

La educación de Kristi

Cuando un profesor de sordos nos hizo ver las necesidades especiales que tendría la niña en materia de educación, reconocimos que deberíamos mudarnos de nuevo, esta vez a la ciudad de Bendigo, donde había una escuela para sordos. Pero como estaba embarazada de Scott, nuestro segundo hijo, esperamos a que este naciera y, poco después, cuando tenía cinco meses, y Kristi cuatro años, hicimos la mudanza. Kristi empezó a recibir sesiones semanales de logopedia en un hospital de Bendigo, y siguió recibiéndolas por los siguientes diez años. Mientras tanto, Gary y yo empezamos a aprender lenguaje de señas.

Lo que más nos preocupaba era la educación espiritual de nuestra hija, pues Gary y yo somos testigos de Jehová, y estábamos resueltos a criarla “en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4). Pero ¿cómo lo íbamos a hacer? El director de su escuela nos dijo: “El concepto de Dios será el más difícil de enseñarle. ¿Cómo van a explicárselo, si a Dios no se le puede ver?”. ¡Qué reto se nos presentaba! Pronto nos dimos cuenta de que educar a Kristi requeriría mucho tiempo, estudio y paciencia.

Al principio utilizamos fotografías y dibujos, y procurábamos que nuestro lenguaje fuera lo más sencillo posible. La llevábamos a las reuniones cristianas y a la predicación, aunque ella casi no entendía nada de lo que sucedía a su alrededor. Cuando llegó a dominar el lenguaje de señas, se le abrieron las puertas a un mundo completamente nuevo. Aun así, en la Biblia había muchas palabras, frases y conceptos difíciles de explicar. Uno de sus libros favoritos era Mi libro de historias bíblicas, redactado especialmente para los niños. Sus coloridas ilustraciones —junto con algunos dibujos que nosotros hacíamos— fueron una ayuda inestimable. Con el tiempo, Kristi empezó a amar a Dios de corazón.

El director de la escuela tuvo el amable gesto de ponernos en contacto con otros Testigos que estaban criando hijos sordos, lo cual nos ayudó mucho. Ellos nos explicaron diversos métodos de los que se valen los sordos para predicar a personas oyentes, uno de los cuales consiste en entregar una tarjeta con un mensaje bíblico escrito. Así que cuando nuestra hija estuvo lista para difundir las verdades de la Biblia, lo pudo hacer con facilidad. A los 14 años fue nombrada publicadora no bautizada de las buenas nuevas, y a los 17, en 1994, se bautizó.

Aun así, Kristi necesitaba compañerismo sano, y le resultaba difícil entablar amistad con Testigos oyentes. De modo que Gary y yo empezamos a dar clases de lenguaje de señas a los miembros de nuestra congregación que desearan ayudar a los sordos. Cabe mencionar que algunos de los que asistieron a nuestras clases consiguieron empleo interpretando para sordos. Pero lo más importante es que muchos de ellos disfrutaban de comunicarse con nuestra hija, y ella por fin se beneficiaba más plenamente de las reuniones y asambleas cristianas. Desde entonces, Kristi toma parte activa en las reuniones y agradece mucho que los miembros de la congregación se interesen afectuosamente por ella.

Cierto día nos dijo que deseaba ser precursora regular (evangelizadora de tiempo completo). Gary la ayudó a sacarse la licencia de conducir, y en 1995, tras resolver otros asuntos, fue nombrada precursora regular. En el año 2000 también pudo empezar a trabajar de media jornada en una escuela primaria ayudando con la educación de niños sordos.

Actualmente, Kristi, Gary, nuestro hijo Scott y yo tenemos el gozo de ser precursores regulares. A los cuatro nos encanta enseñar al prójimo acerca de nuestro Dios, Jehová.

‘Las peticiones de nuestro corazón’

La sordera de Kristi es un reto continuo para todos nosotros. A veces, cuando participa en el ministerio cristiano, no hay nadie que pueda interpretarle lo que otros dicen ni nadie a quien ella pueda comunicarle lo que piensa y lo

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que siente. Ella explica: “Es como vivir en un país en el que todo el mundo habla otro idioma”. Pese a las dificultades, hemos aprendido a sobrellevar bien la situación.

Las palabras del Salmo 37:4 son muy consoladoras para nosotros: “Deléitate exquisitamente en Jehová, y él te dará las peticiones de tu corazón”. Kristi acaricia la esperanza de escuchar música y los sonidos de la naturaleza, así como de comunicarse con sus seres queridos audiblemente. Anhelo que llegue el día en que Kristi pueda oír mi voz. Tenemos fe en que Dios nos concederá pronto estas peticiones de nuestro corazón, tal como promete la Biblia (Isaías 35:5).—Colaboración.  

Referencia: ¡Despertad! 8 de Abril de 2004, Páginas 14 a 15. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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La sordoceguera no me impide hallar seguridad

Relatado por Janice Adams

Nací prácticamente sorda, aunque aprendí a valerme entre los oyentes. Años más tarde, en la universidad, me destrozó saber que iba a volverme ciega. El consejero del centro, bienintencionado, me entregó un artículo que trataba sobre cómo vivir sin los sentidos de la vista y el oído. Enseguida me fijé en una frase que decía que los sordociegos eran las personas más solas del planeta, y rompí a llorar.

NACÍ en Des Moines (Iowa, Estados Unidos) el 11 de julio de 1954, y fui la única hija de Dale y Phyllis Den Hartog. Mis padres no sabían que ambos eran portadores de una enfermedad genética denominada síndrome de Usher, caracterizada por sordera congénita y pérdida gradual de la vista.

Al principio no sospecharon que me sucediera nada malo, quizá porque aún me quedaba cierta audición residual y a veces respondía a los sonidos. Sin embargo, al ver que no hablaba, se dieron cuenta de que algo grave me ocurría. Al final se me diagnosticó sordera cuando tenía unos tres años.

Mis padres quedaron desolados. Aun así, se resolvieron a darme la mejor educación que estuviera a su alcance. Me matricularon en una buena institución para niños en edad preescolar con problemas de audición; pero como estaba casi sorda, fracasé rotundamente. A veces exteriorizaba mi frustración golpeándome la cabeza contra la pared.

Me envían a una escuela especial

Mis padres decidieron internarme en el Central Institute for the Deaf, una escuela para sordos de San Luis (Misuri). Pese al elevado costo económico y al dolor emocional de separarse de mí, que solo contaba cinco años de edad, pensaban que sería la mejor opción para que triunfara en la vida y fuera feliz. En realidad, apenas podíamos comunicarnos para aquel tiempo.

Recuerdo que estuve mirando cómo colocaba mamá mi ropa en un baúl y que el viaje por carretera me pareció interminable. Una vez en la escuela, al ver a las demás niñas sin sus madres pensé: “¡Qué bien!, no voy a quedarme porque yo tengo mamá y papá”. A la hora de partir, mis padres trataron de explicarme que volverían a los pocos meses. Lloré desconsoladamente y me aferré a ellos, pero la supervisora me agarró y me separó para que se marcharan.

Me sentí abandonada. Durante la primera noche que pasé en la escuela con otras niñas recién llegadas, fingí que hablaba —en realidad no sabía hacerlo en aquel tiempo— a una de ellas para tratar de confortarla, pues lloraba. La supervisora me regañó y puso una mampara entre las dos para que no tratáramos de comunicarnos. Aquella pared nunca se retiró. El aislamiento era abrumador.

Poco a poco llegué a la conclusión de que todos los internos éramos sordos y de que mis padres me querían. Pero como seguía pensando que era responsable de mi fracaso en preescolar, me resolví a triunfar esta vez y a volver un día con mi familia.

La enseñanza de la escuela era buena. Si bien no nos permitían usar el lenguaje de señas, nos daban muchas clases particulares para que aprendiéramos a leer los labios y a hablar. Además, estudiábamos el resto de las asignaturas comunes a todos los colegios. Aunque opino que el llamado método oral no resulta eficaz en muchos niños sordos, a mí me fue bien y estaba satisfecha. Gracias a mis audífonos, empecé a escuchar los sonidos apagados de las conversaciones y a relacionarlos con los movimientos de la boca. Muchos oyentes comenzaron a entender mi manera de hablar que, a pesar de que había mejorado, estaba lejos de la perfección. Mis padres y los profesores estaban sumamente complacidos con mi progreso. No obstante, añoraba volver a casa.

En las vacaciones de verano les rogaba a mis padres que me dejaran ir a la escuela en Iowa, pero aún no existían programas locales para no oyentes. Tan pronto como volvía al internado, mamá me escribía y me enviaba un chicle todos los días. Yo los valoraba muchísimo porque representaban su cariño. Los guardaba todos en vez de mascarlos, y cobraban un significado especial cuando me deprimía.

De nuevo en casa, pero con problemas

Por fin, volví a casa con 10 años de edad. Estaba muy contenta y me sentía tranquila al lado de mi familia. Me matriculé en una escuela en Des Moines para niños con dificultades auditivas. Con el tiempo me integraron en las clases normales puesto que leía los labios bastante bien y se me entendía cuando hablaba. Con todo, la nueva situación presentaba muchos desafíos.

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En el dormitorio del internado me vi aceptada por mis compañeras sordas; pero ahora, cuando quería relacionarme con más de una persona a la vez, no podía seguir sus rápidas conversaciones. De modo que me sentía excluida. Deseaba que me aceptaran a toda costa.

Aquella actitud me llevó a buscar la aprobación de los chicos y a verme implicada en situaciones comprometedoras. No sabía negarme a nada. A los 14 años me violaron, pero no se lo dije a nadie. Estaba aislada y perdida a pesar de que mis padres siempre fueron atentos y cariñosos.

Con los aparatos que tenía, era capaz de oír algo de música, aunque mi selección era cuestionable, pues escuchaba a todo volumen un tipo de rock llamado acid. También fumaba marihuana y me hice cada vez más retraída. Todavía me apesadumbro cuando recuerdo mi comportamiento en aquellos años turbulentos y lo mucho que sufrimos tanto mi familia como yo.

Intento mejorar mi estilo de vida

En este lapso de tiempo abrigué un deseo constante de aprender y de aumentar mi capacidad creadora. No dejaba de leer, pintar, coser y bordar. Quería sacar mucho más partido de la vida que mis amigos, a quienes solo les interesaban las drogas. Por ello me matriculé en una escuela cerca de casa para continuar mis estudios de arte. En aquellas fechas decidí aprender el lenguaje de señas, pues me frustraba sentirme excluida de la sociedad.

Más tarde trasladé mi matrícula al National Technical Institute for the Deaf, en Rochester (Nueva York), para especializarme en cerámica. Aunque mi capacidad visual iba empeorando —hecho que me negaba a admitir—, creía que mi vida estaba bien encaminada. Pero entonces mi consejero me hizo ver la realidad al decirme que pronto iba a quedarme ciega.

Como la institución no estaba preparada para atender mis necesidades, tuve que abandonarla. ¿Qué haría? Aun cuando me entristecía saber que pronto perdería la vista, me resolví a encontrar un modo de vida independiente y a no terminar como, en palabras del artículo que me dio el consejero, ‘una de las personas más solas del mundo’. Regresé a casa en Iowa para aprender braille, así como a utilizar un bastón para moverme.

Me mudo a Washington

La Universidad Gallaudet de la ciudad de Washington, la única facultad de humanidades para sordos del mundo, ofrecía servicios especializados para sordociegos. De modo que me mudé. Al licenciarme con matrícula de honor en 1979, volví a sentirme capaz de triunfar en el ámbito intelectual.

Aun así, me daba la impresión de estar aislada de mis compañeros. Antes de perder la vista, había aprendido el lenguaje de señas justo a tiempo para sentirme que pertenecía a una comunidad: los sordos. Empleo el mismo lenguaje de señas que ellos; sin embargo, dado que tengo que colocar mis manos en las suyas para entenderlos, algunos me evitan porque les parece extraño. Me puse a pensar si algún día me integraría de verdad en alguna colectividad.

En busca de la religión verdadera

La religión no me había consolado mientras crecía. Y aunque en la facultad tomé un curso de religión, nunca recibí respuestas a mis numerosas preguntas. Después de licenciarme, seguí buscándolas. En esta época no estaba contenta con mis amistades, de modo que oraba a Dios pidiéndole su guía.

En 1981 volví a la Universidad Gallaudet para obtener una maestría en reeducación. No dejé de orar solicitando la ayuda para encontrar la religión verdadera. Varias personas se ofrecieron a llevarme a su iglesia, pero al final, todo quedó en nada. Más tarde conocí a Bill, un oyente que, como yo, estaba haciendo un curso de postgrado. Por casualidad descubrió que también me interesaba mucho la Biblia y me dijo que estaba aprendiendo cosas asombrosas con los testigos de Jehová.

Yo creía que eran una secta judía, opinión muy divulgada entre los sordos; en cambio, Bill me aseguró que no era así y que la mejor manera de averiguarlo sería asistiendo a una de sus reuniones. No tenía ningún deseo de ir; pero recordé mi oración y acepté a regañadientes, con la condición de sentarnos en la última fila para que pudiéramos salir corriendo si se nos presionaba.

Me sentí como en casa

Estaba muy nerviosa mientras nos dirigíamos a la reunión. Ambos llevábamos pantalones vaqueros y camisa de franela. Me alegró llegar un poco tarde porque así no tuvimos que hablar con nadie antes de la sesión. Bill me comunicó en detalle todo lo que yo no veía ni oía. Pese a que no entendí por completo lo que se dijo, me impresionaron dos cosas: el orador usaba la Biblia a menudo, y los niños, sentados con sus padres, tomaban parte activa en el programa. Al finalizar la reunión, a pesar de nuestra vestimenta y raza diferentes, nos dieron una cordial bienvenida y no nos presionaron en lo más mínimo.

Éramos los únicos blancos en el Salón del Reino. Que yo supiera, no tenía ningún prejuicio contra los negros, pero al principio me sentía algo incómoda. No obstante, el mensaje de la verdad bíblica era tan atractivo que superé

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el obstáculo. Empezamos a asistir a las reuniones de continuo. El hecho de que no hubiera sordos en la congregación supuso un desafío aún mayor para mí, así que cuando nos enteramos de que había algunos no oyentes en otra, decidimos asistir allí. En la nueva congregación también éramos los únicos blancos. Con todo, nos hicieron sentir muy a gusto.

Aceptamos un estudio bíblico. Por fin recibía respuestas a mis preguntas. No siempre las comprendía enseguida, pero estaban basadas en las Escrituras. Necesité un poco más de investigación y meditación para captar el sentido de las verdades bíblicas. Fue la primera vez que me sentí cerca del Dios verdadero, Jehová. Mientras tanto, Bill y yo nos habíamos hecho muy amigos. Yo sabía que le gustaba, pero me sorprendió que me propusiera matrimonio. Acepté encantada. Bill se bautizó poco después de la boda, y yo lo hice unos meses más tarde, el 26 de febrero de 1983.

Encuentro la seguridad que buscaba

Al comienzo temía quedarme aislada porque en la congregación solo había dos no oyentes, que tenían poca experiencia en comunicarse con sordociegos. Percibía que los hermanos eran cariñosos, pero no lograba relacionarme con ellos sin intermediarios, lo que me entristecía. Muchas veces me sentía desalentada y abrumada por la soledad; pero algún acto de bondad de los hermanos espirituales me llegaba al corazón y me animaba. Bill también me instaba a persistir en el ministerio y a orar a Jehová para que acudieran más sordos a la congregación.

Decidí obtener un perro lazarillo para gozar de mayor independencia. El animal también contribuyó a disipar mi soledad. Cuando Bill estaba trabajando, caminaba hasta el Salón del Reino para encontrarme con el grupo que se reunía para el ministerio cristiano. He tenido cuatro perros a lo largo de los años, y todos han sido como parte de la familia.

Aunque los animales fueron útiles, anhelaba más contacto humano. Con el paso del tiempo, Jehová bendijo nuestro empeño en despertar el interés por la Biblia en la comunidad sorda, hasta tal punto que se formó una congregación de lenguaje de señas en la ciudad de Washington. Por fin era capaz de comunicarme con todos los hermanos de la congregación.

Bill llenó los requisitos para ser anciano y fue nombrado superintendente presidente de la congregación. Fue un verdadero placer dirigir estudios bíblicos con sordos y sordociegos, muchos de los cuales sirven fielmente a Jehová. También di clases a algunas hermanas oyentes para que fueran más eficaces a la hora de predicar a personas sordas.

Una época de pruebas

En 1992 me sumí en una depresión profunda por la violación que sufrí de joven. Durante un par de años, apenas pude llevar una vida normal. Me sentía tan inútil —no debido a la sordera o la ceguera, sino por mi profunda confusión mental—, que muchas veces no me creía capaz de ir a la reunión o salir al ministerio, y le rogaba a Jehová que me diera la fortaleza para mantenerme íntegra. El resultado fue que rara vez me perdí una reunión y conseguí ser regular en la predicación en el transcurso de aquellos tristes años (Mateo 6:33).

En 1994 nos mudamos a Vancouver (Columbia Británica, Canadá) para colaborar en la formación de otra congregación de señas. No fue nada fácil, pues dejamos una ciudad conocida y a muchos queridos amigos. Aunque todavía no me había recuperado de la depresión y la ansiedad, el gozo de ver formarse una congregación en la ciudad superó con creces los sacrificios. Hicimos tan buenos amigos en la nueva congregación que llegamos a sentirnos como en casa.

Nuestro afectuoso Padre nos bendice

En 1999, mi marido y yo, junto con dos Testigos más, visitamos Haití durante seis semanas para ayudar en el ministerio con los no oyentes. Trabajamos en coordinación con la sucursal local de los testigos de Jehová e impartimos un curso de lenguaje de señas a los hermanos de la congregación, además de predicar con ellos en el relativamente poco trabajado territorio de los sordos. A las pocas semanas se habían iniciado más de treinta estudios bíblicos con personas interesadas. Regresé a casa con el vigor espiritual renovado y emprendí el ministerio de tiempo completo como precursora en septiembre de 1999. Con la ayuda de Jehová, mi amado esposo y una congregación que me ha brindado su apoyo, los períodos de depresión no me han robado el gozo.

A lo largo de los años he comprobado que Jehová es muy tierno en cariño (Santiago 5:11) y que cuida a todo su pueblo, sobre todo a quienes tienen necesidades especiales. Gracias a su organización, disfruto de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras y de muchas más ayudas bíblicas en braille. Me encantan las asambleas de distrito y las de circuito en el lenguaje de señas. En la congregación, los hermanos me demuestran su amor interpretando al tacto los discursos y los cánticos para que me sienta completamente integrada. A pesar de la doble deficiencia, he hallado seguridad en el pueblo de Jehová. No solo recibo, sino que también doy, lo que me reporta mucha felicidad (Hechos 20:35).

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Anhelo recobrar tanto el oído como la vista en el nuevo mundo de Jehová. Mientras tanto, no soy de las personas más solas del planeta, sino que formo parte de una familia mundial de millones de hermanos espirituales. Y todo gracias a Jehová, quien ha prometido que de ningún modo me dejará y de ningún modo me desamparará. Pese a las dificultades, puedo afirmar: “Jehová es mi ayudante; no tendré miedo” (Hebreos 13:5, 6).  

Referencia: ¡Despertad! 22 de Abril de 2001, Páginas 19 a 23. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Para comunicarme con mi hijo, aprendí otro lenguaje

EL NACIMIENTO de nuestro hijo, Spencer, en agosto de 1982, fue uno de los momentos más felices de nuestra vida. ¡Era un niño perfecto! Mi esposo y yo habíamos decidido esperar cinco años antes de tener el primer hijo. Verlo crecer con el paso de los meses nos producía una inmensa satisfacción. En las revisiones médicas mensuales siempre lo encontraban bien. Daba gracias a Jehová por haberme bendecido de manera tan maravillosa.

Pero cuando Spencer tenía nueve meses empecé a sospechar que algo andaba mal. No respondía a las voces ni a ciertos sonidos. Para probar su capacidad auditiva, me colocaba donde no pudiera verme y golpeaba una cazuela o algún otro objeto. A veces se volvía, pero no siempre. Cuando lo llevé a la revisión de los nueve meses le expresé mi preocupación al médico, el cual me aseguró que el niño estaba bien y que no había ninguna razón para inquietarse. No obstante, los meses pasaban y el niño aún no respondía ni vocalizaba.

En la revisión de los doce meses volví a mencionarle al doctor mi inquietud. Aunque durante su reconocimiento siguió sin encontrarle ningún defecto, nos remitió a un audiólogo. Llevé al niño para que le hiciera unas pruebas, pero los resultados no concordaban. Volvimos una segunda vez y una tercera, y los resultados seguían sin concordar. El médico opinaba que a medida que Spencer creciera, los resultados saldrían mejor. No obstante, como los primeros tres años de la vida de un niño son fundamentales para el desarrollo del lenguaje, yo estaba sumamente preocupada. Seguía preguntando al audiólogo si había algún examen médico que proporcionara resultados concluyentes. Finalmente, me habló de un estudio del tronco encefálico que se efectuaba en el hospital Massachusetts Eye and Ear Infirmary.

La noticia me dejó deshecha

La semana siguiente fuimos a ese hospital de Boston. Oré a Jehová pidiéndole que me diera fuerzas para afrontar los resultados, fueran los que fueran. En mi interior pensaba que Spencer era duro de oído y que solo necesitaría un audífono. ¡Qué equivocada estaba! Una vez finalizada la prueba, la especialista nos llamó a su despacho. Los resultados no dejaban lugar a dudas: Spencer padecía una profunda sordera neurosensorial. Le pregunté qué significaba exactamente aquel diagnóstico, y me explicó que mi hijo no podía oír el habla ni la mayoría de los demás sonidos. Aquello no era lo que yo esperaba; la noticia me dejó deshecha.

Enseguida me pregunté: ‘¿Cómo ha podido suceder? ¿Cuál habrá sido la causa?’. Pensé en el embarazo y el parto. Todo había ido bien. Mi hijo no había tenido nunca una infección de oídos ni un catarro fuerte. Estaba abrumada. No sabía qué hacer. Telefoneé a mi familia y a algunas amistades y les comuniqué los resultados de la prueba. Una amiga Testigo me animó a ver la situación como un reto; simplemente tenía que utilizar otros métodos para enseñar a Spencer. Di gracias a Jehová por haberme proporcionado la fortaleza necesaria.

¿Qué sería lo mejor para Spencer?

Yo no sabía nada de criar a un niño sordo ni de lo que significaba ser sordo. ¿Cómo iba a educar a mi hijo y comunicarme bien con él? Por mi mente pasaron un sinfín de ideas y preocupaciones.

A la semana siguiente regresamos al hospital, y la especialista nos dijo las opciones que teníamos. Explicó que uno de los métodos, el oral, se centraba en el desarrollo del habla y de la lectura de labios. Otro consistía en aprender el lenguaje de señas, el que utilizan los sordos. Existía un curso de lenguaje de señas que con el tiempo incorporaba nociones de lectura de labios y técnicas del habla. La especialista también recomendó el uso de audífonos para aumentar el más mínimo vestigio de sensibilidad auditiva que tuviera mi hijo. Así que fuimos a un audiólogo cercano, y este le adaptó a los pabellones auditivos unas piezas plásticas anatómicas conectadas a unos audífonos. También nos dijo que, según su opinión, Spencer respondería bien al método oral.

¿Qué sería lo mejor para él? Pensé en lo que era verdaderamente importante. Jehová quiere que nos comuniquemos con los hijos; el diálogo es imprescindible para la felicidad familiar. Podíamos recurrir al método oral y centrarnos en el desarrollo del habla y de la lectura de labios. Cabía la posibilidad de que Spencer aprendiera a hablar hasta el grado de hacerse entender. Pero pasarían años antes de saber si podría lograrlo. ¿Qué íbamos a hacer? Decidimos recurrir al lenguaje de señas.

Al mes siguiente inscribimos al niño en un curso de comunicación total, como entonces se llamaba. Tanto Spencer como yo aprendíamos nociones básicas de lenguaje de señas, y a él también le enseñaban inglés hablado y lectura de labios. Aprendí a enseñar a mi hijo. Los meses pasaban, y Spencer hacía muchos progresos. Pero aún había momentos en que me sentía abrumada. Me desanimaba cuando oía a otros niños que decían “mamá” o trataban de pronunciar el nombre “Jehová”. Pero entonces me preguntaba: ‘¿Por qué me siento así? Mi hijo es feliz y está sano’. Le rogaba a Jehová que me ayudara a apreciar el privilegio de tener un niño tan hermoso.

Cuando Spencer tenía dos años fuimos a una asamblea de los testigos de Jehová en la que el programa se interpretaba en Lenguaje Americano de Señas (LAS). Hablé del desánimo que sentía con un matrimonio que había

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trabajado por muchos años con Testigos sordos. Me informaron que en Massachusetts se celebraban mensualmente reuniones de los testigos de Jehová en LAS, y me animaron a ir.

Seguí su consejo y empezamos a asistir los dos. En ellas tuvimos ocasión de conocer a adultos sordos y relacionarnos con ellos. En nuestra congregación de habla inglesa Spencer no se había beneficiado mucho de las reuniones. No se apartaba de mi lado, y yo era la única persona con quien podía comunicarse. Su frustración durante las reuniones iba aumentando conforme se hacía mayor, y su comportamiento empeoraba. Sin embargo, cuando asistíamos a las reuniones en lenguaje de señas, se sentía más a gusto. Podía relacionarse libremente con todos sin tener que recurrir a mí como intérprete. Hizo amistad con miembros de la congregación, algo muy necesario. Ambos mejoramos nuestro lenguaje de señas y yo aprendí a ser mejor maestra en el estudio familiar de la Biblia. ¡Qué maravilla! Por primera vez podía ir a las reuniones con mi hijo y solo ser su MAMÁ, no su intérprete.

Un momento crucial para mí

Con la aprobación de mi esposo, cuando Spencer cumplió los tres años lo matriculé en un curso para niños sordos y duros de oído que se impartía en una escuela pública. Hacían también reuniones de grupo para enseñar a los padres, y yo aproveché la oportunidad de aprender más. En una de aquellas reuniones dirigió la palabra a los padres un panel integrado por adultos y adolescentes sordos. Estos explicaron que entre ellos y sus padres o familiares existía muy poca o ninguna comunicación. Cuando les pregunté la razón, respondieron que como sus padres no habían aprendido el lenguaje de señas, nunca habían podido comunicarse bien con ellos sobre temas como la vida, sus sentimientos o sus intereses. Parecía que no se sentían parte de la familia.

Aquel fue un momento crucial para mí. Pensé en mi hijo. No podía soportar la idea de que creciera y se marchara de casa sin haber forjado ninguna relación con sus padres. Estaba más decidida que nunca a pulir mi lenguaje de señas. Con el tiempo fui comprobando que la decisión de recurrir a ese lenguaje había sido la mejor para nosotros. Su dominio de las señas fue aumentando y podíamos hablar de cualquier tema, como por ejemplo, dónde le gustaría ir de vacaciones o qué quería ser cuando fuera mayor. Me di cuenta de cuánto me habría perdido si hubiera tratado de contar con el habla audible para comunicarnos.

A los cinco años de edad, Spencer empezó a asistir a clases regulares con niños oyentes y una maestra que conocía el lenguaje de señas. Siguió estos cursos durante tres largos años, pero no le gustaba la escuela, y resultaba difícil verle pasar tantas penalidades. Menos mal que podía comunicarme con él y probábamos diferentes maneras de sobrellevar sus frustraciones. Pero al final llegué a la conclusión de que aquella escuela pública no fomentaba su amor propio ni su progreso educativo.

En 1989 mi matrimonio terminó. Me encontraba sola con un hijo de seis años cuyo dominio del lenguaje de señas aumentaba por momentos. Aunque podía comunicarme con él, sabía que necesitaba dominar el LAS para mantener y fortalecer nuestra comunicación.

Llegó el tiempo de mudarnos

Investigué muchos cursos para niños sordos en varios estados y encontré una escuela en Massachusetts que, en lo que se conoce como enfoque bilingüe de la enseñanza, utilizaba tanto LAS como inglés. Además, me dijeron que los testigos de Jehová pronto tendrían una congregación de LAS en las inmediaciones de Boston y un amigo me sugirió que nos mudáramos allí. Como madre sola, me costaba aceptar la idea de alejarnos del hogar, la familia y los amigos de la región rural de Nuevo Hampshire y mudarnos a una zona metropolitana. A Spencer también le gustaba vivir en el campo. No obstante, había dos cosas que tenía que tomar en consideración. Él necesitaba estar en una escuela en la que tanto los profesores como los alumnos se comunicaran libremente en el lenguaje de señas, y me parecía que sería mejor estar en una congregación con otros Testigos sordos.

Nos mudamos hace cuatro años, cuando Spencer tenía nueve. Poco después se formó la congregación de Lenguaje de Señas de Malden (Massachusetts), y desde entonces el niño ha progresado enormemente. Su comportamiento ha mejorado mucho y le gusta estar en las reuniones. Me da mucha satisfacción verlo comunicarse y hacer amistades. Los miembros sordos de la congregación son un magnífico modelo de conducta para mi hijo, pues le ayudan a darse cuenta de que él también puede alcanzar metas espirituales. Y lo ha hecho. Ya da discursos en la Escuela del Ministerio Teocrático y es publicador no bautizado. También ha expresado su deseo de bautizarse.

Qué placer siento en el ministerio cuando lo veo expresar su fe a otras personas sordas mediante el lenguaje de señas. Su amor propio ha aumentado sensiblemente. Spencer me ha dicho cómo se siente en la congregación: “Este es nuestro lugar. Los hermanos pueden comunicarse conmigo”. Ya no me ruega que nos marchemos inmediatamente después de las reuniones. ¡Ahora tengo yo que decirle que ya es hora de marcharse del Salón del Reino!

En la escuela a la que asiste actualmente, dialoga sin dificultad con los demás niños sordos. Esas conversaciones le ayudan a ver la diferencia entre cómo ve el mundo a los niños y cómo los ve Jehová. Spencer y yo hablamos con franqueza y gozamos de una estrecha relación en armonía con los principios bíblicos. Cuando llega a casa por la tarde, hacemos juntos las tareas escolares. Vamos juntos a las reuniones y al ministerio de casa en casa. Pero él se da cuenta de que no todos los niños de la escuela gozan de esta estrecha relación con sus padres. (Colosenses 3:20, 21.)

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“Podemos hablar de lo que sea”

Cierto día, hace más o menos un año, noté que Spencer me miraba como si quisiera decirme algo. Le pregunté si necesitaba alguna cosa. “No”, respondió. Le hice unas cuantas preguntas sobre cómo le iba todo en la escuela, y así por el estilo. Estaba segura de que quería decirme algo. Luego, durante nuestro estudio de familia de La Atalaya, dijo: “¿Sabías que algunos de los padres de mis compañeros de escuela no han aprendido el lenguaje de señas?”. Lo miré sorprendida. “De verdad —añadió—. Hay padres que no pueden comunicarse con sus hijos.” Me explicó que algunos padres habían visitado la escuela y él los había visto tratar de comunicarse con sus hijos señalándoles las cosas y representando en mímica lo que les querían decir. “Estoy muy contento de que hayas aprendido el lenguaje de señas. Podemos comunicarnos. Tú no solo me señalas los objetos; podemos hablar de lo que sea.”

¡Cuánto me conmovió aquello! Muchos no nos damos cuenta de los sacrificios que hicieron nuestros padres hasta que somos adultos. Pero ahí estaba mi hijo, a los 12 años, diciéndome lo agradecido que se sentía de que pudiéramos conversar de manera significativa.

Uno de mis objetivos como madre era tener una buena relación con mi hijo y estar unida a él. Probablemente no lo habría conseguido si no hubiera aprendido el lenguaje de señas. Mi dedicación a Jehová me impulsó a pensar seriamente en mis responsabilidades maternas, lo que facilitó las decisiones importantes que tuve que tomar en pro de la comunicación. Ambos nos hemos beneficiado espiritualmente de tales decisiones. Qué valiosas son las palabras de Deuteronomio 6:7, donde se dice a los padres que hablen a sus hijos de los mandatos de Jehová ‘cuando se sienten en su casa y cuando anden por el camino y cuando se acuesten y cuando se levanten’. Estoy muy agradecida de que Spencer y yo podamos hablar libremente de “las cosas magníficas de Dios”. (Hechos 2:11.) —Relatado por Cindy Adams.  

Referencia: ¡Despertad! 8 de Noviembre de 1996 Páginas 10 a 13. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Biografía La notita que cambió mi vida

RELATADA POR IRENE HOCHSTENBACH

Sucedió en 1972, un martes por la noche. Tenía 16 años de edad y había acompañado a mis padres a una reunión religiosa en Eindhoven, ciudad de la provincia de Brabante (Países Bajos). Me sentía insegura y no quería estar allí. Fue entonces cuando dos muchachas me pasaron una notita que decía: “Querida Irene: nos gustaría ayudarte”. Lo que menos me imaginaba es que esa nota cambiaría mi vida. Pero antes de contarles la historia, permítanme que los ponga al corriente de mi pasado.

NACÍ en la isla de Belitung (Indonesia). Recuerdo algunos sonidos de aquella isla tropical: el susurro de las palmeras al viento, el suave murmullo de un río cercano, la risa de los niños jugando alrededor de la casa y la música que invadía nuestro hogar. En 1960, cuando contaba cuatro años, mi familia se mudó a los Países Bajos. Hicimos el largo viaje en barco, y el sonido que recuerdo en particular es el que emitía mi juguete favorito: un payasito que tocaba el tambor. A los siete años perdí el sentido del oído por una enfermedad y desde entonces no he oído nada. Lo único que me quedan son los recuerdos.

Mi desarrollo y la sordera

Gracias al cuidado amoroso de mis padres, al principio no percibí por completo las repercusiones de ser sorda. De niña creía que hasta llevar un voluminoso audífono era divertido, aunque no me servía de mucho. Para comunicarse conmigo, los niños del vecindario utilizaban tiza para escribir en la acera lo que querían decirme, y yo les respondía audiblemente, pese a que no oía mi voz.

Al ir creciendo, me di cuenta de que era diferente de la gente que me rodeaba. Además, empecé a observar que había quienes se burlaban de mí por mi discapacidad y que otros rechazaban mi compañía. Me sentía aislada y sola. Comencé a comprender lo que significaba ser sorda y a temer cada vez más el mundo de los oyentes.

A fin de que yo pudiera asistir a una escuela especial para sordos, mi familia se trasladó de un pueblo de la provincia de Limburgo a la ciudad de Eindhoven. Mi padre consiguió otro trabajo, y mi hermano y mis hermanas se matricularon en una escuela de la zona. Les agradezco mucho todos los cambios que hicieron por mí. Aprendí en las clases a regular el volumen de mi voz y articular con mayor claridad, y, aunque los maestros no usaban el lenguaje de señas, lo aprendí de mis compañeros.

Vivo en mi mundo

Mis padres se esforzaban por comunicarse conmigo, pero, aun así, había muchas cosas que no comprendía. Por ejemplo, no sabía que ellos estudiaban la Biblia con los testigos de Jehová. Sin embargo, recuerdo que un día toda la familia fuimos a un lugar en el que había cientos de personas sentadas en sillas. Todos miraban al frente, a veces aplaudían y de vez en cuando se ponían de pie, pero desconocía la razón por la que hacían todo eso. Mucho tiempo después entendí que había estado en una asamblea de distrito de los testigos de Jehová. Mis padres también me llevaban a un pequeño local de Eindhoven. Me sentía bien porque todos eran amables y mi familia parecía contenta, pero no sabía por qué íbamos siempre allí. Ahora sé que aquel local era un Salón del Reino de los Testigos de Jehová.

Desgraciadamente, no había nadie que me interpretara el programa de las reuniones. Hoy me doy cuenta de que aquellas personas querían ayudarme, pero no sabían cómo, debido a mi sordera. En las reuniones me sentía excluida y pensaba: “¡Ojalá estuviese en la escuela!”. Entonces, en una ocasión en que me vino ese pensamiento, dos jóvenes me escribieron algo en un papel y me lo dieron. Esta es la notita a la que aludía en la introducción. No tenía la menor idea de que aquella nota sería el inicio de una entrañable amistad que rompería con mi aislamiento.

Cultivo una preciada amistad

Colette y Hermine, las de la nota, tenían poco más de 20 años. Luego me enteré de que habían ido a la congregación de los testigos de Jehová que yo visitaba a servir de precursoras regulares, o sea, predicadoras de tiempo completo. Aunque ninguna de las dos sabía en realidad lenguaje de señas, me las arreglaba para leerles los labios mientras me hablaban, y así nos comunicábamos bastante bien.

A mis padres les agradó mucho que Colette y Hermine les pidieran permiso para estudiar la Biblia conmigo, pero ellas hicieron por mí mucho más que eso. Se esforzaron para interpretarme las reuniones del Salón del Reino y para que me relacionara con otros hermanos de la congregación. Practicaron conmigo presentaciones para predicar y también me ayudaron a preparar discursos estudiantiles de la Escuela del Ministerio Teocrático. ¡Hasta había cobrado valor para hacer una asignación ante un grupo de oyentes!

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Por otra parte, Colette y Hermine se ganaron mi confianza. Eran pacientes y me escuchaban. A pesar de que nos reíamos muchas veces de mis errores, nunca se rieron de mí ni se sintieron incómodas con mi presencia. Intentaron comprenderme y me trataron como a una igual. Estas amables chicas me hicieron un bello regalo: su amor y amistad.

Más importante aún, Colette y Hermine me inculcaron que nuestro Dios, Jehová, debía llegar a ser para mí un amigo confiable. Me dijeron que él me había visto en el Salón del Reino y que comprendía lo que significaba para mí ser sorda. Estoy muy agradecida de que nuestro amor a Dios nos haya convertido a las tres en amigas. El cuidado de Jehová me conmovió, y por amor a él me bauticé en símbolo de mi dedicación en julio de 1975.

Acompaño a un amigo muy querido

En los años siguientes amplié mi círculo de amistades cristianas. Un hermano llegó a ser un amigo muy querido, y me casé con él en 1980. Poco después emprendí el servicio de precursor, y en 1994 a mi marido, Harry, y a mí nos destinaron al campo holandés de lenguaje de señas como precursores especiales. Al año siguiente me enfrenté a una asignación que suponía un desafío para mí: acompañar a mi esposo, que es oyente, cuando visita las congregaciones como superintendente de circuito sustituto.

Esto es lo que hago: la primera vez que visitamos la congregación, me presento enseguida a todos los hermanos y hermanas que puedo. Les digo que soy sorda y les pido que me miren a la cara y me hablen despacio. Además, intento dar un comentario lo más pronto posible en las reuniones de la congregación. Y averiguo si hay alguien que desee ser mi intérprete en las reuniones y el servicio del campo esa semana.

Este método funciona tan bien que a veces los hermanos se olvidan de que no oigo, lo que provoca situaciones cómicas. Por ejemplo, me dicen que cuando me ven andando por la calle, tocan el claxon de su automóvil para saludarme, pero, claro, no reacciono. Yo también olvido a veces mis limitaciones, como cuando trato de susurrarle algo confidencial a mi marido. Si lo veo sonrojarse de repente, sé que le “susurré” en voz alta.

A veces, los niños ayudan de formas inesperadas. En una congregación que visitamos por primera vez, un chico de nueve años observó que algunos hermanos del Salón del Reino dudaban un poco en hablar conmigo y decidió hacer algo al respecto. Vino hasta mí, me tomó de la mano, me llevó al centro del salón y dijo a plena voz: “¡Quisiera presentarles a Irene; es sorda!”. Los que allí estaban se acercaron y me saludaron.

Al acompañar a mi esposo en la obra de circuito, mi círculo de amigos no deja de aumentar. ¡Qué gran diferencia con mi vida anterior, cuando me sentía excluida y aislada! Desde la noche en que Colette y Hermine me entregaron aquella notita, he experimentado el poder de la amistad y he conocido a personas que han llegado a ser muy queridas. Ante todo, he conocido a Jehová, el Amigo más preciado (Romanos 8:38, 39). ¡Cómo cambió mi vida aquella notita!  

Referencia: Atalaya 1 de Enero de 2003, Páginas 23 a 26. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Los sordos alaban a Jehová

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN NIGERIA

DURANTE muchos años, a los testigos de Jehová de Nigeria se les hizo difícil enseñar la Biblia a los sordos de su país, ya que pocos Testigos sabían hablar por señas. Pero la situación está cambiando. Una cantidad creciente de Testigos ha aprendido el lenguaje de señas y está predicando a la población que padece deficiencias auditivas. En una asamblea de distrito de los testigos de Jehová celebrada en Nigeria hace más de un año, se dio un gran paso adelante en este campo.

“El entusiasmo flotaba en el ambiente”, dijo un asistente a esta asamblea, que tuvo lugar en la localidad de Ota. “Estábamos conmovidos, maravillados”, dijo otro asambleísta. ¿Qué provocó estos sentimientos? Era la primera vez que en Nigeria se interpretaba todo el programa en el lenguaje de señas. Fue la única de las 96 asambleas celebradas en el país durante ese año que tuvo esa característica.

Entre los miles de concurrentes había 43 sordos, quienes se sentaron en la sección delantera del auditorio, a la izquierda de la plataforma. Por encima de ellos colgaba un cartel blanco con letras rojas que decía: “Lenguaje de señas”. Los asambleístas sordos estaban contentísimos de hallarse presentes. Uno de ellos escribió: “Les escribo con un gozo inmenso y lágrimas en los ojos. Hasta hace poco nos sentíamos apenados cuando nos enterábamos de que en otros países se habían hecho provisiones espirituales para nuestros compañeros cristianos sordos. Poco nos imaginábamos que nosotros también tendríamos las mismas bendiciones”.

¿Quiénes asistieron?

De toda Nigeria acudieron personas con trastornos auditivos. Una Testigo sorda llevó a tres de sus estudiantes de la Biblia, también sordos. Otro grupo, que viajó 700 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, llevaba siete meses ahorrando para costearse el viaje. Pero cuando se acercó la fecha de la asamblea, los viajeros no pudieron alquilar un vehículo de la empresa estatal de transporte porque era la temporada de vacaciones. Cuando el gobierno estatal se enteró de su problema, les entregó 13.000 nairas (152 dólares [E.U.A.]) para ayudarles a sufragar el desplazamiento en algún otro medio de transporte.

Varias familias con hijos sordos hicieron el viaje para asistir a esta singular asamblea. Una mujer de la zona rural oyó hablar de la asamblea y se presentó en ella con su hijo sordo. Ninguno de los dos conocía bien el lenguaje de señas. Lo que vieron les hizo llorar de la emoción, y ahora están resueltos a aprender dicho lenguaje.

De los miles de concurrentes, algunos habían viajado cientos de kilómetros solo para ver cómo los sordos “escuchaban” el programa. La asistencia del domingo fue de 13.936 personas, la mayor de las 96 asambleas de distrito de Nigeria. A los asambleístas sordos les encantó formar parte de aquella multitud.

Observadores impresionados

Era la primera vez que muchos de los sordos “escuchaban” las buenas nuevas en el lenguaje de señas, y la primera vez que los oyentes lo veían. Uno de los presentes dijo que le asombró que se interpretara todo el programa, incluidos los cánticos, las oraciones, los anuncios y hasta el drama. “Ha sido impactante”, comentó otro.

El gozo de los sordos se reflejaba cuando cantaban. Llenos de entusiasmo, utilizaban las manos para alabar a Jehová. Para los oyentes fue muy emocionante verlos “cantar”. A muchos se les humedecieron los ojos. A un asistente se le oyó exclamar con reverencia y aprecio: “¡Oh, Jehová!”. Al finalizar uno de los cánticos, los que estaban sentados cerca de la sección del lenguaje de señas rompieron a aplaudir espontáneamente.

Cuando terminó el discurso de bautismo y los candidatos se pusieron de pie, un joven de la sección del lenguaje de señas también se levantó. Por todo el auditorio se oyeron murmullos de aprecio cuando respondió “sí” con las manos en respuesta a las dos preguntas formuladas por el orador.

¡Qué alegría sintieron los asambleístas sordos al conocer a sus hermanos espirituales de otras partes del país! Los brazos y los dedos de los sordos se movían con excitación mientras se relacionaban entre sí. Hubo muchos estrechamientos de mano e intercambios de direcciones.

Estuvieron presentes nueve intérpretes procedentes de diversas partes del país. Era maravilloso ver sus manos y brazos interpretar con gracia todos los discursos y cánticos. Su esforzada labor se vio recompensada con abrazos, apretones de mano y elogios. También los asaltaron con preguntas: ¿Cómo aprendiste el lenguaje de señas? ¿Cómo lo puedo aprender yo? ¿Hay libros que lo enseñen?

Se abre un nuevo campo

Para los sordos, uno de los aspectos más destacados de la asamblea fue la presentación de una videocinta con la versión en lenguaje de señas del libro El conocimiento que lleva a vida eterna. Se hizo un llamamiento para que más

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hermanos aprendan este lenguaje y, con la ayuda de este instrumento docente, prediquen a los sordos de toda Nigeria. La asamblea hizo que muchos se resolvieran a hacerlo.

“Anteriormente, cuando nos encontrábamos con un sordo en el ministerio del campo, continuábamos hacia la siguiente casa —dijo una hermana—. Ahora sabemos qué hacer.” En vista de que en Nigeria hay alrededor de cinco millones de sordos, el potencial es, sin duda, enorme. Un hermano expresó: “Esto es solo el principio. Ahora tenemos que cultivar este singular campo nuevo”.

Eso es exactamente lo que ha sucedido en el tiempo que ha transcurrido desde la asamblea. Se están coordinando los esfuerzos para enseñar las verdades de la Palabra de Dios a los millones de nigerianos con dificultades auditivas. Estos también necesitan conocer las buenas nuevas sobre el nuevo mundo que existirá bajo el Reino de Dios, pues en este tendrá lugar una curación milagrosa y “los oídos mismos de los sordos serán destapados”. (Isaías 35:5.)  

Referencia: ¡Despertad! 8 de Abril de 1997, Páginas 26 a 27. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Mi perra oye por mí

De nuestro corresponsal en Gran Bretaña

“¡NO SÉ cómo me las arreglaría sin mi perrita!”, exclamó Dorothy mientras miraba cariñosamente a la joven perra cruzada de Jack Russell terrier, de color blanco y manchas pardas, que yacía contenta debajo de su silla. “Hace solo unos meses que tengo a Twinkie, pero ya le ha dado un nuevo aliciente a mi vida.”

Al mirarla detenidamente, vi que Twinkie llevaba un arnés ajustado de color amarillo con unas gruesas letras negras que decían: “PERRO OYENTE PARA SORDOS”. “¡Qué asombroso! —recuerdo que pensé—. Me pregunto qué hace.”

Fue una casualidad que nos encontráramos entre una asistencia de 44.000 personas en la Asamblea Internacional “Andemos en el camino de Dios”, que tuvo lugar en Londres el pasado mes de julio. Dorothy podía escuchar el programa si se sentaba cerca de un altavoz; entonces, ¿para qué necesitaba un perro oyente? Mientras conversamos sentados durante la pausa para el almuerzo, me contó la historia.

El papel de Twinkie

Dorothy quedó totalmente sorda debido a un acceso de fiebre reumática que sufrió a los tres años. Desde que su marido falleció, hace veintitrés años, ha vivido sola, pero, como ella dice, necesitaba más que compañía conforme se hacía mayor. “Los sordos nos sentimos muy inseguros a mi edad —explica—. Tengo 74 años y vivo en un apartamento con vigilante, pero cuando él me visita, nunca oigo el timbre de la puerta. En ocasiones, pensando que pudiera estar enferma, ha entrado sin que yo me diera cuenta, lo que me ha dado un susto tremendo; pero ahora, Twinkie oye el timbre, viene, me da unos golpecitos en la pierna y me conduce hasta la puerta. De igual modo, cuando oye el zumbido del temporizador del horno, corre hasta mí para que la siga. En caso de que suene una alarma contra incendios, Twinkie está adiestrada para que llame mi atención y, entonces, se tumbe para indicarme que hay peligro. Cada vez que me avisa, la recompenso con algo especial, una sabrosa golosina.”

Amaestrados con destreza

Estaba intrigado, así que le pregunté: “¿Cómo la consiguió, y quién la entrenó?”. Mi pregunta le dio la oportunidad de hablarme de Hearing Dogs for Deaf People, una sociedad benéfica cuyo propósito es ayudar a los sordos de Gran Bretaña a ganar más independencia y, por extensión, a mejorar la calidad de vida. La entidad ha distribuido cientos de perros a personas sordas en Gran Bretaña desde 1982. Terminado el adiestramiento, el nuevo propietario adopta al perro sin cargo alguno.

Los perros que se utilizan normalmente son callejeros, a menudo rescatados de las perreras de todo el país, aunque algunos son donados por criadores. Se tarda hasta un año en amaestrar a un perro. Los gastos se cubren frecuentemente gracias a un patrocinador, ya sea una empresa o un grupo de personas que aúnan sus pequeñas contribuciones. Dorothy me contó que un club de adelgazamiento había apadrinado amablemente a Twinkie.

Una vez seleccionado el perro oyente en potencia, con edades entre siete semanas y tres años, se le adiestra para que reaccione ante ciertos sonidos. Al principio, no obstante, se le asigna a un socializador, es decir, un voluntario que lo lleva a su casa por un período de dos a ocho meses, en razón de la edad y la experiencia del perro. La socialización puede incluir enseñarle a comportarse en la casa, pero el objetivo principal es familiarizar al animal con el transporte y los lugares públicos, y exponerlo al trato con personas de todas las edades, hasta niños y bebés. La idea es preparar al perro para que se comporte bien en cualquier situación en la que se halle.

Además, aprendí que hay otras organizaciones que usan perros para ayudar a los que tienen necesidades especiales. Aparte de entrenárseles para obedecer órdenes, se les expone a determinadas escenas y olores. Un perro de caza que atiende a una señora confinada a una silla de ruedas ha aprendido a descolgar el teléfono, recoger las cartas y humedecer los sellos para el correo. Otro responde a 120 órdenes, entre otras recoger latas y paquetes de los estantes del supermercado. La persona incapacitada usa un puntero de láser para señalar las cosas que desea, y el perro se las lleva.

Una sociedad feliz

“¿Reconocen todos el valor de Twinkie?”, le pregunté. “Un tendero le impidió que entrara —contestó Dorothy—. Creo que fue porque tenía comida en el escaparate; pero su actitud, de verdad, es una excepción. No entendió por qué Twinkie me hacía falta.”

Ya comprendía la importancia de un perro oyente en la casa, pero aún tenía una pregunta. ¿Para qué le servía Twinkie si Dorothy estaba feliz relacionándose con tantos compañeros cristianos? “Aunque leo bien los labios y con el audífono puedo mantener una conversación —explica Dorothy—, cuando las personas ven el arnés amarillo de Twinkie, saben inmediatamente que soy sorda. Entonces, me hablan cara a cara y, en general, lo más claro posible. De esta manera no tengo que explicar mi problema, lo que me hace la vida mucho más fácil.”

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La sesión de la asamblea estaba a punto de reiniciarse y Twinkie necesitaba dar un paseo previo al programa de la tarde. Antes de irme, me incliné para acariciarla. Abrió sus brillantes ojos y miró a Dorothy mientras sacudía la cola. ¡Qué amiga tan útil y obediente, y qué bien compenetradas están!  

Referencia: ¡Despertad! 22 de Julio de 1999, Páginas 19 a 20. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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PARTE 3: 

ACLARACIONES FINALES  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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