reconciliación, restitución y fe en la historia del pueblo...

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1 Reconciliación, restitución y fe en la historia del pueblo afroamericano Reconciliación para los afroamericanos significa también el reconocimiento de sus aportes a la construcción de la 'civilización' a nivel psicológico, cultural, religioso, político y económico, que incluye formas de restitución. Según la doctrina más conservadora de la Iglesia católica no hay reconciliación-absolución sin arrepentimiento y reparación-restitución. Reconciliación es "restablecer la amistad, la concordia entre personas o grupos que estaban enemistados" (Espasa-Calpe, 1998). Esta palabra supone un proceso casi siempre difícil y largo, en proporción a las vicisitudes históricas, los sufrimientos y los odios que se han venido acumulando a espaldas de los oprimidos. Se necesita un esfuerzo constante de reconciliación a lo largo de la historia y en la actualidad entre los africanos y sus descendientes con los esclavizadores y sus descendientes. Es un desafío inmenso por su duración y crueldad; dejó heridas profundas, no sólo en los cuerpos sino también en las mentes, en los corazones, en las relaciones sociales, inclusive en la economía, base de la sobrevivencia y de una vida digna. Si se aplica a la(s) Iglesia(s), el desafío es aún mayor: tiene(n) una historia de contradicciones y alcanzan lo más íntimo de su institucionalidad: La reconciliación no es solamente una idea cristiana: es una responsabilidad cristiana. Nadie puede reconciliarse con Dios si no se ha reconciliado con el hermano. Dios habla como juez a los que son discriminados a causa de la pigmentación de la piel... En nuestro entusiasmo por el separatismo negro, no podemos permitir a los blancos virar la onda de este movimiento contra nuestra liberación y hacer imposible así una verdadera reconciliación (Roberts, 1978:90). Harding, en Barbour (1968) dice: Nuestra presentación ante este Cristo no fue muy propicia en Africa. Y los horrores continuaron sobre el suelo americano. Por ello, durante toda la historia de la nación, muchos negros rechazaron a este Cristo, de hecho, parece un milagro que tantos lo aceptaran... nos lo presentaban blanco y sonrosado, rubio y de ojos

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Reconciliación, restitución y fe en la historia del pueblo afroamericano

Reconciliación para los afroamericanos significa también el reconocimiento de sus

aportes a la construcción de la 'civilización' a nivel psicológico, cultural, religioso,

político y económico, que incluye formas de restitución. Según la doctrina más

conservadora de la Iglesia católica no hay reconciliación-absolución sin

arrepentimiento y reparación-restitución. Reconciliación es "restablecer la amistad, la

concordia entre personas o grupos que estaban enemistados" (Espasa-Calpe, 1998).

Esta palabra supone un proceso casi siempre difícil y largo, en proporción a las

vicisitudes históricas, los sufrimientos y los odios que se han venido acumulando a

espaldas de los oprimidos. Se necesita un esfuerzo constante de reconciliación a lo

largo de la historia y en la actualidad entre los africanos y sus descendientes con los

esclavizadores y sus descendientes. Es un desafío inmenso por su duración y crueldad;

dejó heridas profundas, no sólo en los cuerpos sino también en las mentes, en los

corazones, en las relaciones sociales, inclusive en la economía, base de la sobrevivencia

y de una vida digna.

Si se aplica a la(s) Iglesia(s), el desafío es aún mayor: tiene(n) una historia de

contradicciones y alcanzan lo más íntimo de su institucionalidad:

La reconciliación no es solamente una idea cristiana: es una responsabilidad

cristiana. Nadie puede reconciliarse con Dios si no se ha reconciliado con el

hermano. Dios habla como juez a los que son discriminados a causa de la

pigmentación de la piel... En nuestro entusiasmo por el separatismo negro, no

podemos permitir a los blancos virar la onda de este movimiento contra nuestra

liberación y hacer imposible así una verdadera reconciliación (Roberts, 1978:90).

Harding, en Barbour (1968) dice:

Nuestra presentación ante este Cristo no fue muy propicia en Africa. Y los

horrores continuaron sobre el suelo americano. Por ello, durante toda la historia

de la nación, muchos negros rechazaron a este Cristo, de hecho, parece un milagro

que tantos lo aceptaran... nos lo presentaban blanco y sonrosado, rubio y de ojos

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azules, y no sólo en las iglesias de los blancos, sino también en las de los negros.

Millones de niños negros tienen grabada al rojo en su memoria la imagen de este

pseudo-nazareno... Este cristo nos avergonzaba con su color tan claramente

distinto del nuestro. Nos condenaba por nuestra negritud.

Esta investigación busca el significado de la reconciliación para los afrodescendientes

en el Nuevo Mundo, en su relaciones con Dios, con los hombres. Se considerará el

pensamiento y las actitudes de teólogos, de algunos actores e instituciones como:

misioneros, predicadores y autoridades civiles y religiosas (Pimentel, 1995). El análisis

tendrá que ver con: la esclavización en África, la travesía, la venta en los mercados

americanos, la lucha por la sobrevivencia en el sistema esclavista, el cimarronaje, la

participación en la independencia de América, la reincorporación en la vida socio-

económica de sus países cuyas consecuencias perduran hasta hoy.

1. Reconciliación y pueblo negro en el proceso de esclavización africana y de

esclavización en el Nuevo Mundo

La reconciliación suele entenderse en la actualidad como un acuerdo entre dos partes;

no aparece en documentos de la época de la conquista o la colonia. Es obvio, la

documentación la elaboraban los españoles y lo hacían en función de ellos mismos.

Los esclavizados, considerados “piezas de indias”, sin ningún derecho, ni siquiera de

vida o muerte, no conservaban escritos. Pero alguna idea se puede desprender de los

procesos a los cimarrones y a los esclavizados rebeldes. Por lo general, la

reconciliación se entendía como el regreso al dueño del esclavo huidizo o la

capitulación de los palenques, por parte de las autoridades europeas; ellas tomaban la

iniciativa, ante el grave daño recibido, y llevaban los puntos del procedimiento. Se

pueden considerar acuerdos escritos o hablados entre los colonizadores y los jefes

cimarrones, como Alonso de Illescas (Ecuador), Yanga (México), Bayano (Panamá),

Zumbi (Brasil), Cudjoe (Jamaica), Chatoyer (St Vincent), Lemba y los manieles

(República Dominicana), Alabi (Surinam), Tula (Curaçao), Andresote (Venezuela)...

Se lee en Wikipedia (2013), para el caso de Jamaica:

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Con la palabra 'cimarrón' se designa a los esclavos que huyeron de las plantaciones

a principios del siglo XVII y establecieron sus asentamientos en las Montañas

Azules y en los Montes Johncrow. Al principio del siglo XVIII, esas comunidades

controlaban casi toda la zona occidental de la isla. Los cimarrones formaron

unidades militares clandestinas muy bien organizadas y de una considerable

eficacia para paralizar la expansión del sistema de plantaciones, entonces bajo

dominio británico. Tras varias décadas de conflictos, los ingleses accedieron al fin

a la demanda de las comunidades, y en 1739 firmaron un tratado en el que se

reconocía oficialmente su autonomía.

La propuesta de los europeos era fundamentalmente la de conceder el indulto o

perdón del rey de turno al jefe de los sublevados y a su secuaces. Estos se

comprometían a no cometer delitos de atraco a españoles y sus intereses, devolver a

los esclavizados que huían de las haciendas, no aliarse con los piratas, vigilar que estos

no entraran en sus territorios y defenderlos (Maldonado, 1948); en algunos casos se

les ofrecían cargos. El presbítero Cabello de Balboa, a nombre de la Real Audiencia

de Quito, le ofreció a Alonso de Illescas, además del perdón por sus muchos delitos, el

cargo de gobernador de “la República de los Zambos de las Esmeraldas”. Este

territorio, dominado por negros libres, abarcaba desde Bahía de Caraquez (Ecuador) a

Buenaventura (Colombia); muchos capitanes ambicionaron y gastaron energía y

recursos para conseguirlo.

Las autoridades coloniales españolas, portuguesas, inglesas, holandesas o francesas, al

establecer acuerdos o tratados con los cimarrones, se enfrentaban con frecuencia a la

resistencia de los 'blancos' perjudicados por los asaltos, los robos y las muertes por

parte de los negros rebeldes y que querían que se les exterminara. Las autoridades en

muchos casos sabían que no podían controlar a los cimarrones por vía militar, esto

exigía más impuestos para los propietarios y bajas en sus soldados; al final, para

terminar con las zozobras, conseguir la tranquilidad y seguir trabajando y

comerciando, se rendían a la necesidad de tratados de paz (Thompson, 2005).

La alianza de las autoridades coloniales con los cimarrones era necesaria para evitar

males peores. Panamá la Vieja, por ejemplo, fue destruida en 1599 por el pirata

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Drake, pero gracias a la colaboración de los cimarrones que le informaban y que lo

guiaron por caminos que le permitieron tomar por sorpresa a los españoles.

Sería interesante examinar en este contexto el aporte significativo y reconocido de los

negros en la defensa de Buenos Aires, atacada por los ingleses. ¿Por qué asumieron la

causa de sus amos? (Lanuza, 1967)

Así lo declamó, muy solemnemente, un acuerdo de la Sala Capitular del 22 de

octubre de 1807:

“El extraordinario entusiasmo con que la esclavatura de esta ciudad se dedicó a

defenderla desde los días primero hasta el 6 de julio pasado: el generoso

ardimiento con que se prestó a toda clase de fatigas y riesgos, y la parte que tuvo

en el memorable triunfo conseguido contra las armas británicas, han sido motivos

muy poderosos para excitar en el Cabildo de Buenos Aires, los más vivos deseos de

hacer demostrable su reconocimiento” (Lanuza, 1967:64).

Varios de estos 'tratados' fueron rotos por las autoridades por cualquier pretexto;

apresaron y ejecutaron a traición a los jefes (como a Domingo Biohó en Cartagena, o

a Bayano en Panamá) o deportaron a los cimarrones (caso Jamaica y St Vicent con los

garífunas). También, los pocos pronunciamientos de la Iglesia quedaron en letra

muerta, como el decreto que Propaganda Fide envió a los obispos misioneros de

África en 1686 (Pena, 2007).

El presbítero Miguel Cabello de Balboa le sugiere a Alonso de Illescas que se confiese.

El líder afro le contesta: “Señor, cuanto a lo tocante a la confesión, es cosa tanto de mí

deseada cuanto necesaria... Y esto no lo puedo tener ahora, mientras ando ocupado en

la redención de estas gentes...” (Cabello, 1945;43). Los cimarrones y cimarronas

siempre desconfiaron de las autoridades, temían una trampa; el mismo sacerdote,

pone en boca de los negros y los indígenas estas palabras dirigidas a Illescas:

¿Quién te mueve ahora soltar de las manos la libertad que con tanto trabajo has

adquirido, y dejar el estado de Señor y meterte de tu voluntad en el de esclavo y

siervo? ¿Cómo das oído y crédito a quienes tantas veces te han pretendido

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engañar, cómo te confías de estos cristianos, pues, conoces sus condiciones a

aplicarlo todo para sí?

Se lo dijeron cuando estaba a punto de aceptar el perdón y el reconocimiento de la

Real Audiencia de Quito y del rey; el líder negro, en efecto, rechazó la oferta en 1577

y prefirió la libertad con su pueblo (Cabello, 1945;43).

Una reflexión documentada sobre los tratados de los cimarrones, algunos de sus

protagonistas y la reacción de las autoridades en América continental y en el Caribe se

puede consultar en Thompson (2005:275).

¿Cuál reconciliación era posible entre los esclavizados y sus esclavizadores europeos o

africanos que los vendían como animales, cosas o 'piezas de indias'? Algunos,

convertidos al ambiguo o descarado discurso evangelizador del perdón, perdonaron; la

mayoría absoluta reaccionó de forma profunda y duradera contra la inhumanidad y la

injusticia del hombre 'blanco'. Además de explotarlos, se destruía a sus familias, se

separaban hijos de padres y la recompensa eran castigo y muerte. Gritaban a Dios

por su liberación y por la venganza divina contra tanta maldad, que fundamentaban en

la biblia, la teología y la costumbre.

Malcolm X afirma que no hay posibilidad de reconciliación; la única vía es la rebelión,

la revolución contra el sistema:

Así cito estas diversas revoluciones, hermanos y hermanas, para mostrarles que no

hay revoluciones pacíficas. No hay revoluciones de “poner la otra mejilla”. No hay

ni la más remota posibilidad de una revolución sin violencia... Siempre que un

pastor de ovejas y de almas nos enseña, a ustedes y a mí, que no debemos luchar

contra el blanco, está siendo un traidor con ustedes y conmigo. No entreguen una

vida así. No, preserven su vida porque es lo mejor que tienen. Y si tienen que

renunciar a ella, que sea parejo (Malcolm X, 1992:157-159).

La reconciliación exigía reconocer la humanidad de los esclavizados. El primer paso

de la conversión de Bartolomé de Las Casas fue la pregunta ”¿no son humanos?",

interpretación autentica del Amor cristiano, de la Biblia y de la tradición cristiana. Su

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conclusión práctica es la restitución. De Las Casas es una figura emblemática: viaja

con su padre a la Hispaniola, aprende a ser un encomendero eficiente, se ordena

sacerdote y explota su propia encomienda con sus esclavos. La Luz se enciende en su

corazón en la noche de Pentecostés de 1514 en Cuba, a través de la Escritura.

Entiende que aceptar a Dios como Padre exige asumir de forma plena e integral la

fraternidad universal del Eclesiástico (34, 18-22):

Ofrecer en sacrificio el fruto de la injusticia es presentar una ofrenda defectuosa, y

los dones de los impíos no son aceptados.

El Altísimo no acepta las ofrendas de los impíos, y no es por el número de víctimas

que perdona los pecados.

Como inmolar a un hijo ante los ojos de su padre, es presentar una víctima con

bienes quitados a los pobres.

Un mendrugo de pan es la vida de los indigentes: el que los priva de él es un

sanguinario.

Mata a su prójimo el que lo priva del sustento, derrama sangre el que retiene el

salario del jornalero.

Las Casas coincide con Montesinos en la pregunta "¿No son ellos hombres? ¿Acaso

no tienen alma? ¿Con qué derecho los despojamos de sus pertenencias y de su

tierras? ¿No están ustedes en la obligación de amarlos?" (Josaphat, 1995:117).

El socio de De las Casas en la encomienda pasó la cuaresma con los franciscanos y al

final coincide con el dominico "en que ellos no podían salvarse esclavizando a los

indios" (Sermón de De las Casas de agosto 15 de 1514; Josaphat, 1995:121). Sólo

liberándose se puede anunciar y llevar la liberación, la reconciliación y la restitución.

El gobernador primero se extraña y luego se une a los otros encomenderos enemigos.

De las Casas consigue la energía para enfrentarse en la reflexión y la contemplación

con el Cristo que se identifica con los últimos (Mt 25). Aguirre, consejero del rey, lo

acusa de no entender la política y la economía, de cuestionar el sistema colonial y la

autoridad del rey, de meterse en lo que no le corresponde. De las Casas le responde:

Señor, si ves que maltratan nuestro Señor Jesucristo o lo ultrajan ¿no suplicaría

con insistencia para querer adorarlo y servirlo como un cristiano de verdad? Fue

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así, señor, que yo actué. Allá dejé Nuestro Señor Jesucristo en las Indias. Allí lo

maltratan, lo ultrajan, lo crucifican, y no sólo una, sino miles de veces. Siempre se

opusieron a lo que yo pedía en favor de ellos, porque, me decían, lo importante es

que el Rey consiga beneficios de esas tierras (Josaphat, 1995:123).

Este dominico se preocupa por los pobres, pero también por los encomenderos. Les

dice que, si siguen así, se perderán, no tendrán salvación. Les pide la conversión y la

reconciliación; les pone como condición cumplir con los requerimientos de la justicia y

liberar a los esclavizados.

La doctrina de los dominicos y De las Casas se difundirá y encontrará personas

sensibles al Evangelio de la caridad de Cristo que se oponen al sistema esclavizador.

Prueba de ello son dos capuchinos, Moirans y de Jaca, que luchan por defender los

derechos de los esclavizados y en particular a la restitución in solido: real, no sólo

moral o de palabra.

Cumplir con los derechos humanos, los mandamientos de la ley de Dios y el

mandamiento nuevo de Cristo es condición para la reconciliación. Implica liberar a

los esclavos, darles el justo salario, el sueldo atrasado y pagarles lo que tenían cuando

se les apresó en su gentilidad; si el esclavizado quiere regresar, se le debe costear el

valor del viaje:

Luego como en las Indias, como en Europa, se han enriquecido con injuria de los

negros contra el derecho natural de los esclavos, es claro que hay que restituir todo

en lo que se han hecho más ricos. En efecto, con la sangre, sudor y esfuerzo de un

solo siervo injustamente esclavizado, se compra otro injustamente. Así se han

enriquecido, con injurias, con injusticia en las Indias (Moirans, 2007;119-123).

Los esclavizados piden justicia al Dios de la vida en contra de sus dueños; algunos

perdonan, otros no ven otra forma que la violencia, como Rey Miguel (1553),

Makandall en Haití (1758) o Nat Turner (1831) en Estados Unidos.

La visión de la reconciliación, como la ven devotos dueños de esclavos, puede verse en

la película La ultima cena de Tomás Gutiérrez Alea (1976). En ella, un marqués se

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digna de lavarles los pies a los esclavos. El jaleo que se forma, lo aprovechan los

esclavizados para huir. Se les apresa, ajusticia y sus cabezas se exhiben en estacas.

¿Qué puede esperar el negro del blanco?

Benjamín Banneker escribió en 1791 una carta a Thomas Jefferson, el futuro

presidente de EE.UU., en ese entonces secretario de Estado. En ella solicita el

respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona. Le pide primero

que considere que Dios es Padre de todos y no existen diferencias substanciales entre

los seres humanos; luego solicita que, por ley y apoyados en el cristianismo y en la

experiencia de la lucha por la libertad de los ingleses como razón mayor, extienda la

libertad a todas las personas de cualquier raza y color. Lo que quieren para sí los

blancos, lo cumplan también con los negros:

Ya que usted mismo dijo “consideramos como verdades evidentes por sí mismas,

que todos los hombres fueron creados iguales, que su Creador los dotó de ciertos

derechos inalienables y que entre ellos figuran la vida, la libertad y la búsqueda de

la felicidad”. Sin embargo, señor, es muy triste que... Quisierais al mismo tiempo

oponer a sus mercedes, al mantener, mediante el fraude y la violencia, a una

porción tan numerosa de mis hermanos bajo una cruel cautividad y dura opresión,

y se os pudiera considerar culpable del más criminal de los actos, que tanto

aborrecíais en relación a vos mismo (Barbour, 1969:15).

David Walker, en su llamamiento de 1829, pide a sus hermanos, ante todo, el

despertar de su conciencia crítica. Admite que hay muchos en tan grande ignorancia

que no pueden entender este llamamiento, pero que también hay negros ligados a los

patrones en busca de los beneficios que surgen de explotar a sus hermanos y a otros

que, en nombre del orden establecido por Dios, rechazan el llamamiento a la libertad

y la dignidad. Les invita a reaccionar y a tomar partido por sus mismos compañeros

de esclavitud; sólo rebelándose pueden mostrar su dignidad de personas y de hijos de

Dios:

Nosotros no somos duros de corazón; Dios nos salvará de vosotros. ¡Ay de

vosotros si, para lograr nuestra libertad, debemos recurrir al combate! Prescindid,

pues, de vuestros miedos y de vuestros prejuicios, iluminad nuestras mentes y

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tratadnos como personas humanas. Entonces, os querremos más de lo que ahora

os odiamos (Walker, 1969:17-23).

2. Reconciliación y pueblo negro en la segunda mitad del siglo XX

Deotis Roberts, estadounidense de Carolina del Norte, profundizó el tema en

Liberation and reconciliation en 1971 y A Black political theology en 1974. Sus

posturas teológicas lo llevaron a enfrentarse a otros teólogos negros, como James Cone

en Teología Negra de la Liberación y Poder Negro (1969). Su polémica, de una forma

u otra, continua hasta nuestros días: representan corrientes ideológicas y grupos-

organizaciones de acción. Se reflejó en la lucha por los Derechos Civiles de los negros

en EE.UU. en los 60 y 70: la opción por la violencia (o como decía Malcolm X 'con

todos los medios necesarios') y la no violencia de Martin Luther King, la

reivindicación del movimiento negro en América del Sur entre los 90 y 2010. Influyó

en el reconocimiento en las constituciones nacionales, la obtención de políticas

públicas y acciones afirmativas y, al mismo tiempo, el fortalecimiento de la corriente

que exige la restitución al pueblo negro por la trata y la esclavitud (NU, 2001), que

debe concretarse en la restitución en variadas formas.

La reconciliación, para el Nuevo Testamento, es la obra que Dios ha realizado en

Jesucristo con su muerte y resurrección. El término lo emplea San Pablo doce veces

en sus cartas; supone el cambio de actitudes personales y comunitarias que se

consolida con una decisión firme de dejar atrás el pasado con sus rencores, que

muestre que otro mundo es posible:

Nosotros tenemos que ser activistas, proféticos... Nosotros proclamamos un

Evangelio abiertamente revolucionario... Algunas estructuras e instituciones

regadas con agua bendita pueden mostrarse estériles e inútiles. Nosotros estamos

en movimiento para destruir el sistema esclavista, y no sólo para liberar a los

esclavos. Nosotros queremos afirmar nuestra humanidad, pero haciendo esto

nosotros no podemos como cristianos, negar o destruir la humanidad de los otros,

blancos o negros... El Evangelio de reconciliación ofrece el modo de trabajar

juntos con todos los que se inspiran en Él... Nuestra vida juntos, nuestra

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coexistencia en este país, en el mismo planeta tierra depende de todo eso...

Nosotros debemos afirmar nuestra negritud y llevar la riqueza de nuestra cultura y

de nuestra historia... Este Dios, nuestro creador, redentor y juez, nos envía como

agentes de reconciliación. En esta sociedad racista, esto significa que nosotros

debemos ser liberados como hombres y reconciliados como hermanos (Roberts,

1978;93-94).

El hombre es autónomo y libre y por ende responsable de su opciones. Los

existencialistas como Sartre y Camus ven la libertad del hombre como ilimitada.

Camus, en cambio, añade la idea del hombre 'inocente culpable', involucrado en una

determinada sociedad con sus finalidades buenas o malas. Luther King afirma: 'tengo

miedo al silencio de los buenos'. Restitución abarca derechos humanos, justicia,

solidaridad, ciudadanía. Cuando una sociedad hace caso omiso, olvida y no repara,

tarde o temprano la historia se lo cobra. Salvarse a sí mismo por encima de los demás

es no entender que 'o nos salvamos junto o nos hundiremos juntos' como decía el

premio Nobel afro.

La relación con Dios es esencial para el hombre en la visión cristiana. Si se rompe,

con Dios, se rompe con los hombres y todo es posible. Se llega a esclavizar millones

de seres humanos, como con la trata de los siglos XVI al XIX, o llegar a quemar otros

millones en los hornos crematorios nazis en la segunda guerra mundial. El pecado

personal y social separa de Dios y de los hombres; según las Escrituras, nos atañe a

todos y a cada uno. Superarlo implica un ejercicio de humildad y acercamiento a los

otros, de cualquier raza y cultura, sin prejuicios de superioridad. Cecil Cone escribe:

"El nacionalismo negro, bajo el aspecto religioso y teológico, tiene el problema de

considerar al pecado personal. El pietismo negro tiene el problema de no enfrentarse

con las radicales consecuencias sociales de la transgresión humana" (1978:81). Para

reconciliar a los hombres con Dios y entre sí, se necesita reconocer y denunciar el

pecado personal y social. La parábola del samaritano, extraño al judío, herido y

abandonado a lo largo del camino, es paradigmática. Para Cone, "Kesley es correcto

cuando indica la naturaleza pecaminosa del racismo por el hecho que substituye la

adoración de lo infinito de Dios por la adoración del finito, u hombre de piel blanca”

(C. Cone, 1978:82).

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La liberación de todo prejuicio y cadena es indispensable y previa a toda

reconciliación. Es interesante cómo los afro se perciben y son percibidos por blancos

e indígenas. Paulo de Carvalho (1985) nos hace ver la fuerza de las palabras, a través

de los epítetos que un grupo hace contra el otro y de lo que afirma de sí mismo.

No es fácil superar el pecado y sus consecuencias: falta de autoestima, complejos,

resentimientos, odios, faltas de humanidad. El Dios del Antiguo Testamento perdona

y ofrece su alianza en varias ocasiones, por su 'amor constante'. En el Nuevo

Testamento, la reconciliación se da en Cristo con Dios y entre los hombres: se sabe si

se ama a Dios si se ama a los hermanos. El Espíritu continua esta relación a lo largo

del tiempo en su Iglesia.

La historia, desde el comienzo del cristianismo, no fue tierna con los esclavos. Pablo

ofrece, en la carta a Filemón, una interpretación de la cual se aprovecharon los

esclavistas: le pide recibir a Onésimo como 'esclavo en la carne y hermano en el

Señor'. Algunos autores negros (Thurman y Cleage) rechazan esta postura de Pablo;

Deotis Roberts, aunque trata de ver los aspectos positivos, es tajante al afirmar:

Lo que yo absolutamente rechazo es pensar que un hombre puede estar al mismo

tiempo físicamente encadenado y espiritualmente liberado. Cuando Cristo el

libertador nos libera, somos verdaderamente libres en el cuerpo y en el espíritu, en

la tierra como en el cielo, en el tiempo como en la eternidad. Pablo era de muchas

maneras un cristiano del 'status quo'... Tal vez nadie, que considere la situación

socio-política existente como 'ordenada por Dios', podría desafiar verdaderamente

las estructuras de una sociedad de forma suficiente para hacer brotar una

revolución... La libertad cristiana es una experiencia global y completa. Es una

libertad de, pero es también una libertad para la filiación en el Reino de Dios

(1978:84-85).

La historia muestra la disminución del hombre y la mujer afro al punto de dudar si

tenían alma (hasta entrado el s. XIX). El sistema esclavista necesitaba separar la

conversión/salvación de la libertad de las cadenas. El Consejo de Indias, ante las

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dudas del rey sobre la esclavitud india y afro, contestará que sin esclavitud no hay

Perú.

Un tribunal de Virginia, por su parte, negaba la relación entre conversión y

emancipación; muchos teólogos justificaron esta postura con la Escritura y, en

particular, las cartas de San Pablo, como base. Los padres capuchinos José Francisco

de Jaca de Aragón y Epifanio Moirans dirán que eso teólogos eran 'canes mudos' al

servicio de los patrones. Varios teólogos negros y no negros, con el transcurrir de los

años, rechazaron las opiniones contrarias a la libertad plena de los esclavizados y de

cualquier otro ser humano.

¿Quién puede devolver el bienestar y la alegría a la cual tenían derecho millones de

esclavizados durante siglos? Es frecuente leer en los medios de comunicación como

víctimas piden y consiguen reparaciones no solo por daños corporales o económicos,

sino también psicológicos y espirituales. ¿Cómo compensar millones de esclavizados y

sus descendientes? Los europeos podrán aducir que tendrían que entregarlo todo. ¡A

tanto asciende la deuda!

El grito de fray Epifanio de Moirans resuena todavía hoy, casi un eco del famoso fray

Montesinos:

Restituyan, por tanto, a los negros y a sus herederos y sus descendientes lo que hay

que restituir. Y lo demás que tengan, dénselo a los pobres, porque son dinero de

iniquidad, porque están obligados a ello bajo condenación eterna... Vean, pues, en

lo tocante a hacer restitución a los negros, a que están obligados reyes, consejos

reales, comercios sevillanos, parisinos, portugueses, mercaderes, dueños de nave y

todos los otros participantes... (Moirans, 2007:213).

Lo exclama como respuesta a los cinco argumentos de su libro:

1. Nadie puede comprar o vender a ni uno de los esclavos de África, denominados

comúnmente negros.

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2. Todos los que poseen a algunos de ellos están obligados a manumitirlos, bajo pena

de condenación eterna.

3. Los amos de los mismos, al manumitirlos, están obligados a restituirles sus trabajos

y a retribuirles sus servicios.

4. Los negros, moradores de las regiones de las Indias que trabajan en azucareras,

llamadas sucreries por los franceses o ingenios por los españoles, en las que se

tienen esclavos, están obligados, por derecho divino natural, a salir y buscar lugares

en los que se cuide su salvación eterna.

5. Por causa de la injuria de los negros, trasladados de sus territorios y exportados a

las Indias, los príncipes cristianos huirán de sus propias regiones y las perderán; y

los obispos y clérigos emigrarán de ellas y navegarán, fugitivos; y los cristianos se

convertirán en siervos y esclavos (2007:5).

Fray Francisco José de Jaca de Aragón tiene una argumentación similar; los puntos

claves de la argumentación en contra de la licitud de la compra de esclavos están en

Pena, 2002:

a. No sirve razón de buena fe.

b. No hay posibilidad de ignorancia en el comercio humano.

c. No se ha de admitir la libertad usurpada.

d. Los autores confiesan las violencias cometidas (LXXII-LXXIII).

Se buscó, lastimosamente y a lo largo de los siglos, justificar la superioridad del blanco

sobre el negro, en la sociedad y en las iglesias permeadas por el racismo. Esta postura

es la que hay que seguir combatiendo (CMI-CLAI, Programa ecuménico de combate a

o racismo, 1992). La teología debe luchar contra toda forma de discriminación o

menosprecio de cualquier hombre o mujer. Para Fanon, "el desastre del hombre

negro es que él ha sido hecho esclavo". Mientras lucha por la sobrevivencia, el

'hombre blanco' lo explota para su beneficio. Inclusive, la terminología “blanco y

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negro” sirve como cadena de esclavitud. Todo lo blanco es bueno, todo lo negro es

malo.

Vincent Harding, uno de los autores negros más duros contra esta mentalidad y

postura 'blanca', denuncia al 'Cristo blanco y sus secuaces'. Sostiene que, para ayudar

de forma efectiva a los afro, hay que vivir y sufrir con ellos en sus mismos lugares y

denunciar también a los eclesiásticos que se aprovechan de ellos, sin buscar la

autentica reconciliación que exigen la igualdad y la equidad: devolver lo robado, no

solo lo material, también lo espiritual, la dignidad humana, la libertad, el tiempo

perdido en el infierno del sistema esclavista, la exclusión y la marginación racista y

discriminatoria:

Los partidarios del poder negro conocen bien a este Cristo blanqueado... Han

visto a su gente correr desesperadamente, maldecir en silencio, abandonar por 2

veces las ciudades, con todo un pueblo doliente. Han visto la multitud de los

blancos huir ante el movimiento de los negros reprimidos que abandonaban sus

guetos, dejando tras de sí sus mausoleos de cristal manchado. Este auténtico

éxodo de los cristianos, que abandonan los lugares donde vive el débil y el pobre,

ha constituido una de las fuerzas motrices del poder negro.

Los abanderados del poder negro, al ver que los cristianos de América

abandonaban a sus hermanos más pobres y miserables, se unieron a ellos en los

propios lugares del abandono. Ahora proclaman la unidad de los negros, y las

antiguas mansiones de los cristianos se llenan de negros jóvenes y viejos que

estudian la historia de Africa. Los nuevos líderes de los guetos les dicen: “ahora

los blancos hablan de reunir fuerzas, pero ¿hubo alguien que quisiera unirse con

vosotros? Lo único que quieren es servirse de vosotros, especialmente esos

mentirosos cristianos blancos. Sólo os aman en teoría, sólo aman a vuestras

encarnaciones de clase media. Pero os tienen miedo, porque sois negros y pobres

y llenos de ira y desesperación. Hablan del progreso del negro, pero no se refieren

a vosotros (Harding, 1968:89).

15

Los líderes afro, al mismo tiempo, deben estar alerta ante el ascenso vertical; si les

ofrecen cargos civiles o religiosos sólo a algunos de ellos, esto puede volverse un

tapabocas:

Cuando alguien [del grupo afro] recibe un encargo de la Casa Blanca, de inmediato

es exaltado por los negros, aunque en ese encargo tal vez haya sido puesto en

condición de callarse. A veces, parece que un encargo como tal haya sido pensado

precisamente para quitar de en medio una voz autorizada, influyente de la

liberación negra. Nos han lavado el cerebro al punto que, cada vez que ponen el

manto de la aprobación encima de un líder negro por parte de las estructuras

blancas de poder en la Iglesia o el estado, nosotros pensamos que es una ventaja.

Tenemos la necesidad de liberarnos del modelo de éxito “blanco estándar”. Cristo

el libertador nos hace libres o nos libera de falsos juicios con relación al éxito. Si

no logramos hacer más humana la vida del hombre, no servimos la causa de la

liberación negra (Roberts, 1978:88-89).

La reconciliación va mas allá de la liberación. Puede darse sólo entre iguales, entre

hombre y hombre, entre mujer y mujer, blancas o negras a la par, y entre hombres y

mujeres. “Todos somos iguales frente a Dios” saben decir las mamás afro a sus hijos,

cuando les gritan “¡negro!” o “¡negra!”. Libertad y dignidad son inherentes a la

naturaleza humana y a la creación de Dios en la redención de Jesucristo, para los que

tienen una fe auténtica. Dios nos envuelve en su amor a todos por igual. '¿De qué

color es la piel de Dios?' preguntaba el niño en la canción de los años 80. 'De todos

los colores' es la respuesta. Pero todavía hoy el color de la piel hace la diferencia para

millones de personas:

Deotis Roberts (1978:89) ve que

la palabra reconciliación está ligada a la consideración ética de las relaciones entre

hombre y hombre. Los hombres de la piel blanca y los de la piel negra tienen que

confrontarse, no como patrones y esclavos, no como superiores e inferiores, sino

como hombres. Para que el diálogo pueda realizarse, los hombres blancos tienen

que respetar la humanidad del hombre negro. El hombre negro afirma su

identidad frente a Dios. La libertad y la dignidad son para el cristiano derechos

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adquiridos por nacimiento. Están en el designio creativo de Dios y son afirmados

por el acto redentor de Dios en Cristo. Todos son iguales, en la creación, en el

pecado y en la redención.

La reconciliación exige una constante vigilancia en el interior de cada uno y en cada

sociedad y en cada Iglesia. Los prejuicios son más fuertes que las buenas intenciones

y se filtran en la enseñanza secular y religiosa, en la administración pública y en las

comunidades eclesiales; lo hacen de forma solapada y sutil, pero no menos peligrosa

que un racismo abierto. No se puede aceptar un falso irenismo en honor al Evangelio,

o un fundamentalismo que se vuelve opio del pueblo:

Pienso que la violencia tiene que ser la última arma. Pero la violencia puede ser

responsable o irresponsable. La revolución, o el cambio radical, puede ser no

violenta o violenta. Nadie puede poner en duda el activismo de Martin Luther

King, tampoco su coraje y su entrega total a la causa de la justicia racial. Y, por

otra parte, algunos que habían gritado a gran voz la afirmación de Fanon: “la

matanza de los colonizadores es purificación”, desaparecieron cuando comenzó a

correr sangre... (Roberts, 1978:91).

Las condiciones sociales de los afroamericanos, de prejuicios y discriminación y desde

Canadá hasta Argentina, no puede decirse (aun hoy, después de Durban) que hayan

desaparecido. Tampoco se pueden ocultar el resentimiento y la amargura, que

aparecen de diferentes formas y en varias circunstancias; en especial en encuentros

nacionales e internacionales sobre racismo y en particular en los choques que a veces

se dan en los barrios de las ciudades por la captura, el maltrato o la muerte de un

negro. Son los casos de los jugadores de fútbol o profesionales negros detenidos por

sospecha, o los disturbios causados por el abuso de fuerza de la policía contra Rodney

King en Los Ángeles en los años noventa. No se puede negar que las condiciones de

vida han mejorado; se reconoce a los afroamericanos en diferentes constituciones

nacionales y se han elaborado políticas públicas apropiadas, pero para la gran mayoría

silenciosa afro no es suficiente.

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Cecil Cone presenta una solución en base a las enseñanzas de Jesús sobre la

reconciliación, el perdón y el amor. Blancos y negros tienen que trabajar juntos para

afirmar los derechos propios, no pueden negarlos a los demás:

Mientras condenamos el trato inhumano que nos reservan los blancos, puesto que

como negros no somos sólo víctimas del pecado sino también pecadores, nosotros

tenemos que erradicar la explotación de los negros sobre los negros (Roberts,

1978:93).

La violencia de los negros contra los negros se da en la historia: desde las capturas en

África, pasa por los capataces negros y llega hasta a negros dueños de esclavos. La fe

cristiana exige a blancos y negros trabajar juntos, en particular donde se convive en un

mismo país; se necesita para el progreso de todos. Los negros contribuyen con los

valores de la cultura y de las capacidades afro en la economía y en la política, por

medio de microempresas, organizaciones populares locales y nacionales para que el

pueblo negro sea respetado, favorecido y tenga parte en las decisiones de poder. Las

iglesias deben apoyar en este camino:

El predicador negro y la Iglesia negra, gigantes somnolientos de autonomía y poder

en los barrios negros, tienen que ser despertados y deben reactivar sus músculos y

dar poder al pueblo como nunca antes... De ahora en adelante, nosotros tenemos,

como pueblo negro, que operar desde una postura de fuerza. Como cristianos

tenemos el apoyo de un Dios de justicia, amor y poder. Este Dios, nuestro

creador, redentor y juez, nos invita como agentes de reconciliación. Dios a

reconciliado consigo mismo en Cristo. En una sociedad racista, esto significa que

nosotros tenemos que ser liberados como hombres y reconciliados como hermanos

(Roberts, 1978:93-94).

La posición pacífica de Deotis Roberts ha sido cuestionada por los líderes negros

como Malcolm X. El teólogo James Cone, por ejemplo, le reprocha hacerle el juego a

los blancos pues predica una actitud caritativa y le quita fuerza al movimiento negro.

Sostiene que

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la alianza reconciliadora no es posible sino como consecuencia del actuar liberador

de Dios al lado de los pobres, los débiles y los desesperados. La liberación viene

primero, luego la reconciliación. La liberación es una condición previa a la

reconciliación... En todo caso, la reconciliación tiene primero que vivirse en el

seno de la comunidad negra como unidad de lucha. Muchas veces, en el curso de

la historia, hemos visto líderes negros atacarse entre ellos. Sin la solidaridad en el

combate, la comunidad negra no puede sobrevivir. En este sentido la

reconciliación es condición para liberarse... La reconciliación es el sentimiento de

“estar juntos” con nuestros hermanos y hermanas en lucha, conscientes de que

venceremos en la mañana del gran despertar (Chenu, 1977:300-302).

La teología negra, para algunos, quiere destruir todo lo que oprime al hombre negro y

persigue cambios radicales en las instituciones. James Cone (1973) afirma que “la

situación negra es entonces el símbolo de todas las víctimas de la opresión que toman

conciencia de no poder realizar su humanidad sin que el hombre se libere de la

opresión blanca”. Otros (como Cecil Cone, su hermano), quieren confiar en Dios y

en un futuro mejor: "ten confianza en Dios y no temas". Rubén Alves, en la teología

de la esperanza, presenta el mesianismo humanístico que busca con sus fuerzas la

solución de los contrastes y conflictos raciales y sociales. El humanismo mesiánico, al

esfuerzo humano, le añade el aporte de Dios creador, redentor y liberador; descubre

cómo Él actúa en el mundo para volver la vida más humana. "En este esfuerzo, todos

los cristianos, blancos y negros, deben colaborar entre ellos y con Dios" (Roberts,

1978:94).

Este breve y limitado recorrido histórico sobre la fe, la reconciliación y el conflicto en

el pueblo negro muestra las diferentes interpretaciones, a veces opuestas, sobre el

tema. No es difícil comprender por qué, los mismos teólogos y líderes

afroamericanos, frente a esta realidad de sufrimiento, de fe y desengaños, no logran

ponerse de acuerdo. Denuncian la ambigüedad del concepto de reconciliación; es la

primera palabra que saca a relucir el opresor; es una forma de confundir al hombre

negro. Bruno Chenu, en Dieu est noir (1977:300) concluye, entre otras cosas, que

“descubrimos un desacuerdo demasiado grande entre los teólogos negros al respecto:

ellos son irreconciliables sobre el tema de la reconciliación”.

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El pueblo afro, los desplazados y despojados de sus tierras, los que confían en la

reconciliación y la restitución, como con la ley de víctimas en Colombia, tienen todavía

una gran esperanza radicada en su fe y su cotidianidad.

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