políticas y estéticas del cuerpo

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    INTRODUCCIN

    Polticas y estticas del cuerpo: la modernidad enAmrica Latina

    Zandra Pedraza Gmez

    CMO PENSAMOS EN EL CUERPO

    Este libro surgi de mi inters en reunir perspectivas acerca de los estudios delcuerpo en Amrica Latina, y espero ofrecer con l una visin de este campo deestudio, de su alcance y de lo que compromete. Al revisar las referenciasbibliogrficas incluidas en cada uno de los textos de este compendio se advierten lavariedad de orientaciones y el nmero creciente de trabajos de investigacin, ensayosy reflexiones publicados al respecto en los pases latinoamericanos. Pese a esta

    diversidad, algunos pases aparecen fuertemente representados, mientras que otros nolo estn en absoluto. Incluso se podra pensar que ms que de un conjunto deartculos sobre Amrica Latina, se alcanzan apenas a pergear avances hechos enalgunos pases de Amrica del Sur. Pero tras aos de ocuparme de este tema einteresarme por su expresin en la regin, tengo la conviccin de que los trabajos queaparecen aqu dan fe, con mucha solvencia, del tipo de problemas, de los procesoshistricos, de las orientaciones metodolgicas, de la recepcin terica, de las reflexioneslocales, de las condiciones sociales y simblicas propias del campo de estudio y,parcialmente, de una historia del cuerpo en Amrica Latina, que tenemos pendiente.

    Respecto a la dificultad de lograr una mayor representacin de autores de otrospases, basta mencionar un rasgo de lo que este libro quiere ayudar a mitigar: ladistancia y la incomunicacin acadmicas caractersticas de la regin, en donde apesar de la unidad y la familiaridad idiomticas1, as como de facilidades de lascomunicaciones electrnicas, no siempre se consigue identificar comunidades

    1 Por esta familiaridad tambin he querido que los artculos se publiquen en los idiomas maternos de los autores,espaol y portugus, a fin de que da a da la vecindad lingstica obre como un vnculo acadmico ms.

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    acadmicas especficas y darles alcance amplio a las publicaciones. Esteinconveniente se acenta si el objeto, como en este caso, es de carcter propiamentetransdisciplinario y relativamente joven. Si bien es cierto que el inters en losestudios del cuerpo ha ganado terreno en las reflexiones de las ciencias socialeslocales, tambin lo es que no est situado en el ncleo denso de los temasestablecidos y prioritarios en la regin2.

    Frente a las reas de investigacin ya establecidas en los pases latinoame-ricanos, los estudios del cuerpo aparecen como asuntos menores o temas blandos dela agenda terica e investigativa. La academia latinoamericana no cuenta entre susautores ms reconocidos e influyentes con algunos que legitimen los estudios delcuerpo en toda la extensin que ellos involucran. Salvo las referencias puntuales hechaspor Anbal Quijano (2000) en torno a la clasificacin racial como base de ladominacin subjetiva a travs de una objetivacin del cuerpo que convierte a lapoblacin en dominable y explotable -desafortunadamente, sin un ampliodesarrollo de su contenido e implicaciones-, las preguntas de investigacin, los

    aportes tericos y los retos que plantean los estudios del cuerpo a las ciencias y laspolticas sociales no figuran en las agendas fuertes de la regin. Aunque autores deamplia recepcin en las ciencias sociales latinoamericanas han sealado de muydiversas formas el alcance de este asunto (Agamben, 1995; Bourdieu, 1979; Bynum,1999; Elias, 1969; Feher, 1989; Giddens, 1991; Martin, 1987; Porter, 2001), laperspectiva analtica de los estudios del cuerpo slo ha sido incorporadatangencialmente en los estudios y anlisis de las disciplinas sociales y humanas, ytodava no cuenta con grupos de trabajo ni agendas de investigacin propias.

    Un cambio de esta situacin se insina en el inters que ha brotado recientemente porcomprender con mayor nitidez las formas del biopoder en Amrica Latina. Comoparte de esta orientacin, es de esperar que algunos tpicos relativos al cuerpo

    reciban mayor atencin, especialmente por el propsito de engranar lasdiscusiones acerca de procesos regionales con orientaciones analticas de

    A este respecto puede consultarse la agenda que FLACSO ha puesto en circulacin para el CongresoLatinoamericano y Caribeo de Ciencias Sociales que conmemora los 50 aos de la Facultad. Los temasdestacados en la convocatoria cubren reas clsicas de los estudios de las ciencias sociales en la regin,relacionadas con el Estado, la economa, la pobreza, los procesos de democratizacin, las relacionesinternacionales, la historia, la educacin, el trabajo, el arte y la literatura. Tambin han entrado a formar partede las agendas de las ciencias sociales temas como gnero, movimientos sociales y etncidad (http://www.flacso.org. 10.10.2006). En contraste, y para sealar lo que los estudios sobre el cuerpo abarcan en elactualidad, puede consultarse la agenda de la conferencia de EASST 2006 realizada en Lausana entre el 24 y 25de agosto de 2006 bajo el ttulo, Reviewing Humanness: Bodies, Technologies and Spaces (http://www2.unil.ch/easst2006).

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    circulacin internacional, como es el caso de la renovada interpretacin de labiopoltica3 y sus vnculos con las teoras poscoloniales o la teora de lamodernidad/colonialidad 4.

    Sobre este ejemplo en particular, el de las concepciones biopolticas, se advierte quetambin es posible que sus recursos y efectos se analicen sin reparar en el orden delcuerpo, mxime si se consideran los regmenes biopolticos de forma abstracta -esdecir, en sus indicadores incorpreos- y se privilegia adems situar el anlisis en elorden del discurso. Este riesgo anida en la proposicin misma de la vida como objetode regulacin del biopoder y en el hecho de ser sus principales instrumentossusceptibles de abstracciones racionalistas del tipo de las categoras e indicadoresdemogrficos y estadsticos. Es perfectamente posible hacer un minucioso anlisisdel funcionamiento del biopoder sin mencionar siquiera el cuerpo, sin adentrarseen la microfsica de los poderes que lo constituyen. De hecho, ste es un rasgo quesubyace a la nocin de trabajo inmaterial propuesta por Hardt y Negri (2000) paracaracterizar la forma en que el imperio estimula la produccin posfordista.

    El notorio nfasis en la subjetividad como mbito del sujeto moderno, delagente, del conocimiento y de la comunicacin puede desviar el impulso dado porFoucault, Nietzsche o Marcel para ahondar en la hermenutica del sujeto moderno,empujar el cuerpo bajo la alfombra y conseguir que se continen analizando formasmetafsicas del ejercicio del poder y se perpete la muy discutida confusinemanada de la idea de que la conciencia, la razn y el lenguaje anteceden y producen elcuerpo (Crossley, 1995 y 1996; Jung, 1996; Lash; 1984; Lyon y Barbalet, 1994). Lainsistencia en la subjetividad como entidad descorporeizada puede dar al traste conlos intentos de sacudir la racionalidad moderna.

    Un campo que en la regin muestra con claridad cmo pueden soslayarse los

    compromisos de un pensamiento corporal es el de los estudios de gnero, en elcual muchas reflexiones han avanzado sin cimentarse del todo en el hechoaparentemente trivial de la produccin de cuerpos sexualizados y afinados en clave degnero, que no pasa de ser sealada a menudo como aspecto que debedesnaturalizarse. As pues, si muchos de los temas cobijados por los estudios delcuerpo llevan el lastre de los desarrollos tericos de determinados autores europeos

    3 Geyer, 2001; Hardt y Negri, 2000; Lazzaratto y Negri, 2001; Negri y Coceo, 2006; Rabinow y Rose, 2006;Virno, 2003, entre otros.

    4 Pueden consultarse, por ejemplo: Castro, 2005; Grossfoguel, 2006; Mignolo, 2000; Quijano, 2000.

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    y estn notoriamente marcados por los intereses que estas orientaciones suscitan,ello no obsta para que, a su vez, algunos asuntos que en la regin son relevantes,incluso como parte del desarrollo de estas mismas orientaciones, an estn porexplorarse e incorporarse con mayor autonoma a un proyecto que caracterice yanalice el pensamiento corporal en Amrica Latina.

    Los principales vacos que se pueden detectar en los estudios del cuerpo en laregin provienen de los pocos avances e interpretaciones que hay disponiblesacerca de la condicin del cuerpo durante la Colonia, pues buena parte de lostrabajos especializados se ha ocupado del tema a partir de mediados del sigloXIX. Este desequilibrio proviene del enfoque terico con el que se plantea elgrueso de las investigaciones: la analtica interpretativa del poder de MichelFoucault, cuya recepcin ha derivado en un notable inters por desplegar lacapacidad interpretativa de los conceptos de la antomo-poltica y la biopoltica enrelacin con fenmenos como la escuela y la pedagoga, la higiene y la medicina, lasexualidad o los jvenes. Por la forma como los investigadores regionales han

    acogido estos conceptos, la investigacin ha tendido entonces a concentrarse enprocesos directamente relacionados con la formacin y consolidacin de los Estadosnacionales y de las instituciones que ejercen estos tipos de biopoder, en especialdurante los siglos XIX y XX. Sin embargo, la recepcin ha atendido menos a lasindicaciones hechas por el mismo Foucault acerca del desarrollo de las formas jurdicas que envuelven la evolucin de los mecanismos del biopoder. Este asuntotiene importancia capital, pues ellas precisamente componen un marconotablemente distinto durante la Colonia y exigen que el ejercicio del poder, en loque concierne al cuerpo, se piense con sus particularidades.

    Las formas complejas de la organizacin social y poltica durante la Colonia, lasespecificidades de la colonialidad del poder, de las formas de organizacin del

    trabajo, de las principios de pureza de sangre y de discriminacin racial, ladisposicin de poblaciones indgenas y esclavas, las diversas formas e influencias delas migraciones en diferentes territorios, la variedad tnica de los sobrevivientes y susdiferentes maneras de enfrentar las imposiciones coloniales, todas estas cuestionesobligan a considerar con mucho detalle lo que en la Amrica colonial debeentenderse por formas de poder soberano y sociedad disciplinaria. La produccinde una inmensa poblacin como la de los "indios", capaz de un significativoproceso de eliminacin de particularidades y de soportar la inauguracin deprocesos de gobierno poblacional sin precedentes, merecen un estudio minuciosopara que los principios de la analtica interpretativa les hag

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    justicia a sus propias categoras. Los perodos histrico-polticos que se tracenmediante un acercamiento al biopoder deben tener presente que ellos mismos y laspoblaciones que los hacen visibles son producto de la formulacin de talespoblaciones como medios y objetivos para el gobierno, de los discursos que las

    conciben y las ponen en funcionamiento como poblaciones, y de las prcticas que lashacen aprehensibles.

    Hechas estas observaciones acerca de ciertos rasgos sobresalientes de losestudios del cuerpo en Amrica Latina, los artculos reunidos aqu muestran algunas delas cuestiones centrales cobijadas por los estudios del cuerpo y, tambin, la formacomo stos se llevan a cabo en varios pases latinoamericanos: los intereses queconcitan, su espectro histrico, las orientaciones metodolgicas y, en particular, deltenor marcadamente poltico que caracteriza esta temtica.

    Es evidente que la educacin ha sido uno de los temas en los que mayor nfasis harecado y en el que se han encontrado destacadas posibilidades de investigacin. Estos

    trabajos estn reunidos en la primera parte del libro y se orientan sobre todo aanalizar el surgimiento de las estrategias disciplinarias en la escuela y sufuncionamiento, haciendo hincapi en las dcadas de formacin y expansin de lasinstituciones del Estado encargadas de la educacin. Hay un marcado acento en laeducacin fsica, lo que parece necesario si se considera que en la escuela el cuerposobresale como foco de la accin pedaggica. Tambin parece que al introducir elinters en la perspectiva disciplinaria resulta imprescindible comprender ydiscutir el sentido de esta asignatura en la organizacin curricular escolar, lo que haestimulado a los investigadores de este tema. En cuanto a la educacin y laescuela, est a la vista el vnculo entre las estrategias antomo-polticas que hacenel da a da escolar y la consolidacin de los estados nacionales en lo relacionado conla gobernamentalidad, ante todo en la produccin del ciudadano y del trabajador.

    En estos textos el acento se pone sobre los proyectos escolares mismos, en elpanptico escolar, en el discurso pedaggico, ms que en el vnculo entre losproyectos y la conformacin de los estados nacionales. Como resultado del uso de losconceptos de antomo-poltica y biopoltica proporcionados por Foucault, los anlisisque se presentan aqu se concentran en la escuela y en lo que ella pone enfuncionamiento, en su comprensin micropoltica: pedagoga, maestros,asignaturas, concepciones curriculares, psicologa del desarrollo, es decir, el entramadodiscursivo.

    Para redondear una comprensin genealgica de la escuela, ser necesario unanlisis que tambin comprometa al Estado y a otras instituciones involucradas, a

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    fin de lograr una visin que exponga las mltiples consecuencias sociales y polticas dela escuela. Amanera de ejemplo: sera importante destacar el efecto diferenciador de laescuela, no slo en trminos de gnero, rea en la que se ha avanzado, sino de clase,donde las enormes diferencias entre modelos pedaggicos y escolares en Amrica

    Latina deben ser escudriadas en detalle, puesto que el carcter obligatorio,universal y gratuito de la escuela moderna no se ha aceptado ni ejecutado de la mismaforma en todos los pases de la regin y, por lo tanto, la construccin de habitusreproductores de hondas diferencias sociales y de violencia simblica est lejos desuperarse. Consecuencia de ello es que la sensibilidad social y las posibilidadesde compromiso con sociedades ms democrticas e igualitarias encuentren en elhabitus que la escuela fortalece un importante obstculo para la transformacin. Noen vano, Amrica Latina sigue mostrando una drstica desigualdad en ladistribucin del ingreso y en la disponibilidad de oportunidades laborales derivadasdel acceso a la educacin formal. Es, pues, una tarea hacer un mayor esfuerzo porcomprender de modo ms global las consecuencias de las antomo-polticas y lasbiopolticas en la relacin entre el Estado y la sociedad.

    Los trabajos recogidos en la segunda parte del libro exponen la evolucin de losfenmenos propios del proyecto de la modernidad poscolonial en Amrica Latina5. Setrata de reflexiones e investigaciones que abarcan desde la segunda mitad del sigloXX hasta la actualidad. En ellas se estudian algunos de los elementos que hanconvertido al cuerpo en un asunto de primer orden para las ciencias sociales: lasexpresiones estticas y subjetivas que afloran en las luchas entre los sexos, lasclases y las razas, as como en algunos fenmenos caractersticos de la vida urbanaen los cuales el cuerpo aparece como una entidad que habla por s misma de lasluchas polticas y las tecnologas subjetivas contemporneas.

    Los estudios sobre el cuerpo tienen ciertos rasgos particulares, en buena parte

    porque el tema no es susceptible de incluirse sin ms en las disciplinas acadmicastradicionales y porque, al tiempo que exploran las mltiples dimensiones del cuerpo, nologran an resolver la creciente fragmentacin que se produce en este campo

    Si durante los primeros siglos de la realizacin de la modernidad el ejercicio de gobierno se orient a lacatequizacin mediante el poder pastoral, de forma paradjica se practic tambin una forma de poder paraorganizar el trabajo esclavo y servil (Quijano, 2000). Esta forma de poder supuso grandes esfuerzos paraorganizar los territorios y las poblaciones, pero sus recursos disciplinarios y de control no coincidenplenamente con los que definen la biopoltica, por cuanto no hacan parte de las responsabilidades delgobierno la conservacin de la vida ni la garanta de formas de bienestar material. La modernidad poscolonialcompromete del todo en Amrica Latina las responsabilidades del gobierno con el bienestar de la poblacin.Entonces, los recursos disciplinarios y reguladores deben tender a la proteccin de la vida y de lo que lagarantiza: la salud.

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    de estudio (Shilling, 2003). Este hecho no obsta para que muchos trabajos deinvestigacin y ensayos puedan sin lugar a dudas ser reclamados por la historia, lasociologa, la educacin, la antropologa, el psicoanlisis, los estudios de gnero, losestudios culturales, etctera. Aunque se identifican dentro de las ciencias sociales,

    particularmente una antropologa del cuerpo (Blacking, 1977; Jackson, 1983; LeBretn, 1990; Lock, 1993), una sociologa del cuerpo (Body & Society, 1985-2007;Berthelot, 1995; Shilling, 2003; Turner, 1984 y 1992; Falk, 1994; Featherstone,1982; Frank, 1991) y, ms conocida aun en la regin, una historia del cuerpo(Barran, 1995; Boltansky, 1971; Bynum, 1999; Corbin et al, 2005; Feher et al,1989; Porter, 2001; Vigarello, 1975 y 1985), no es as como suelen clasificarse losestudios y los ensayos que se ocupan de algunos de los mltiples asuntos quecomprende el trmino cuerpo.

    ste es el segundo aspecto que vale la pena mencionar, ya que no cabe aquintentar siquiera determinar qu tipo de trabajos compondra un rea tal deconocimiento. Lo cierto es que si bien algunos aspectos resultan privilegiados en los

    intereses del tema en la regin -como el ya mencionado de la educacin-, ello nosignifica que otra multiplicidad de cuestiones no aparezca comprometida. Losestudios sobre el cuerpo convocan un amplio espectro de materias, desde lasabstractas propuestas en las reflexiones filosficas y ligadas al clsico problemacuerpo-alma hasta las ms concretas y cotidianas tratadas en anlisis sociolgicos,psicolgicos, antropolgicos o del rea de la salud. Tambin salta a la vista en estavariedad que el cuerpo est lejos de ser una referencia ntida, pese a que enapariencia nadie dudara del contenido del tema de reflexin cuando decimos "elcuerpo". Despus de todo, nuestra sola presencia parece hacer innecesaria cualquierprecisin al respecto. Veremos que no hay tal. Ese cuerpo obsequiado con tantaatencin prctica se muestra esquivo como objeto de definicin para elconocimiento cientfico.

    A las aproximaciones reunidas aqu las asemeja el hecho de reconocer todas unorden corporal. Esto significa que los autores consideran especficamente que elcuerpo constituye un concepto central para comprender el ordenamiento social ysimblico de la sociedad porque en l confluyen y se realizan intenciones diversas, obien tienen la conviccin de que en el cuerpo se encuentra una clave ontolgica paraavanzar hacia una comprensin sinttica de la sociedad. Muchos aspectos que en elorden del cuerpo se consideran atributos propios se tratan desde otras perspectivas,ignorando el orden corporal. Es frecuente que se estudien la infancia, los jvenes, elgnero, las clases sociales o el problema de la raza sin reconocer en

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    la existencia de estas "temticas" la evidencia de una localizacin clara de lasociedad moderna en el orden corporal. Este olvido se agudiza por el rumbo que el"giro lingstico" dio a muchos intereses de las ciencias sociales y humanas,resultado del cual ha sido que el cuerpo se emplee a menudo como operador

    lingstico, a saber, como mero referente en el cual o a travs del cual algo se haceevidente o legible (Berthelot, 1995). A causa de este desvo, se habla de cuerpos osujetos exentos de corporalidad, y no de personas; se describe y analiza la apariencia delcuerpo (movimiento, adorno, arreglo, vestido) como un lienzo que sugiere ciertaindependencia de la persona; se trata el movimiento como una cualidad de unorganismo que puede pensarse despersonalizado o sirve para inculcar disciplina,claridad de pensamiento, fortaleza de carcter, habilidad y resistencia para el trabajo auna suerte de mquina en la que no se identifican individuos especficos dotados devoluntad, pensamientos o sentimientos. Este organismo mecnico se ve afectado en suforma y funcionamiento por la dieta y el ejercicio, efectos stos que se hacenevidentes en su superficie, su apariencia, pero que no parecen comprometer aspectosanmicos, cognitivos o de la experiencia. Se habla tambin a menudo de un cuerpo

    vinculado con la subjetividad, de nuevo en relacin con la apariencia y lastecnologas de disciplinamiento que forman en la persona una nocin de quin es y desu comportamiento, ms como un efecto de la accin social que como unaexperiencia activa de la persona. De forma similar, el cuerpo puede reconocersecomo lugar donde se concreta el gnero, sin que esto suponga considerar a lapersona que se desenvuelve como ser sexuado y ms o menos atenta a un canon degnero. Se habla tambin del cuerpo como un organismo que puede ser saludable oenfermo y el cual es, por esta condicin, objeto de regulaciones biopolticas a travsde la salud sexual y reproductiva o del control de la natalidad. El cuerpo puedemencionarse asimismo como expresin del habitus y, por tanto, del orden social yde las luchas simblicas propias de tal orden, haciendo nuevamente caso omiso de susentido fenomenolgico (Bourdieu, 1977; Crossley, 1996; Turner, 1992; Frank,

    1991; Shilling, 2003).

    Es usual que en estos acercamientos el cuerpo aparezca como el recurso en el quese objetiva o se expresa lo que realmente interesa: el gnero, la clase, el gusto, laraza. Se trata entonces al cuerpo como un lenguaje situado en un registro discursivoque relaciona, a manera de quiasma, la pragmtica y la semntica: lo que en verdadimporta es el significado y la eficacia de lo que se dice por medio del cuerpo. Si elcuerpo es un instrumento, ms que la existencia o un sujeto de conocimiento, cules entonces su papel? Convertido a travs de este proceso epistemolgico en unaherramienta para el intercambio generalizado de signos, el

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    cuerpo cumple a menudo dos funciones en el discurso sociolgico: se utiliza comomedio de validacin y, por encima de este valor discursivo, se lo esgrime confrecuencia como mediador e integrador del subjetivismo y el objetivismo, laestructura y los actores, las funciones y los significados. No se logra as establecer el

    cuerpo como objeto de conocimiento, sino que se transforma en instrumento paraconstruir un discurso, que lo deja incrustado en un rgimen discursivo que loantecede (Berthelot, 1995: 17 y ss).

    Si bien la sucesin de los artculos muestra el seguimiento cronolgico de losfenmenos tratados, ello obedece, ms que a la intencin de ordenar procesoshistricos, a una interpretacin genealgica que aborda el decurso del cuerpo comombito en el que se ejecuta el biopoder y que a la vez resulta de l. Los escenarios eintenciones de este ejercicio estn vinculados con la tarea de disciplinarse elindividuo, especialmente con miras a producir, como perspectiva antropolgica, alciudadano, y, como visin sociolgica, el orden social y la rentabilidad del trabajo.Puesto que ello debe pensarse como campo de la experiencia individual, es

    simultneamente un escenario para el desarrollo de una subjetividad msautnoma.

    Los aspectos discutidos en este libro transcurren entonces entre las ltimasdcadas del siglo XIX y la actualidad. El hecho de que este perodo haya resultadoprivilegiado revela una inclinacin propia de mucha de la bibliografalatinoamericana sobre el tema o directamente relacionada con l, como es el caso delos estudios sobre higiene, medicina, salud pblica, educacin o pedagoga. Por lasealada recepcin de algunos conceptos especficos de la analtica interpretativadel poder, han sido determinados asuntos relativos a la consolidacin del Estadonacional y a las formas correspondientes de ejercicio del poder y su efecto degobernamentalidad (Dreyfus y Rabinow, 1982) en dicho perodo, los temas que ms

    han alentado a los investigadores a ocuparse de cuestiones como los procesos paranormalizar y disciplinar, su relacin con la conformacin del ciudadano y el vnculoestablecido entre poder y saber con estos propsitos.

    Por otra parte, y como resultado de que en la dcada de los aos ochenta delsiglo XX el cuerpo se reconoce especialmente como un fenmeno social que se hacetambin evidente en los pases de la regin, muchos de los estudios al respecto handedicado sus esfuerzos a comprender y analizar estos hechos y susconsecuencias simblicas y polticas. Desde la incuestionable importancia otorgada a labelleza corporal y a los mtodos para alcanzarla, pasando por dietas, moda, arreglocorporal, anorexia, obesidad, tcnicas de musculacin, tatuajes,piercings,

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    body art o la preocupacin por la nutricin, hasta las formas de intervencinquirrgica de la figura corporal, la prctica de deportes de alto riesgo y elhiperestesiamiento, las investigaciones han dado cuenta de muchas de lasexpresiones que se consideran propias de los estudios del cuerpo. La notable

    dedicacin que las personas y las instituciones le conceden al cuerpo no ha pasadodesapercibida desde su aparicin, cuando tambin los estudios sobre el cuerpocomenzaron a perfilarse como un campo autnomo en las ciencias sociales yhumanas. Lo que hasta entonces haba sido un rea de los debates filosficosclsicos en torno de la dicotoma cuerpo-alma y mente-cerebro pas a incorporarse alas agendas antropolgicas, sociolgicas, histricas, feministas y de los estudiosculturales. Tambin la sociologa de la ciencia y, en general, las orientacionescrticas frente al desarrollo del conocimiento cientfico volvieron los ojos haciahechos que se expresan corporalmente o cuyos indicadores se muestran en el cuerpo yque da a da se hicieron visibles: el control de la natalidad, el aborto, las terapiashormonales, la ingeniera gentica, los cambios de sexo, la clonacin, lasintervenciones estticas, el trasplante de rganos, los deportes de alto rendimiento, la

    eutanasia. Diversas orientaciones en las ciencias sociales y humanas como elposestructuralismo, los estudios culturales, la semiologa o el debate posmodernoestimularon de formas distintas el inters por los asuntos corporales y por dilucidar suincremento y sentido simblico. A las interpretaciones arqueolgicas ygenealgicas se sumaron las influencias de las investigaciones de cuo histrico,sobresaliendo las lneas de la historia de las mentalidades y de las ideas. Asimismo, laasimilacin del proceso de civilizacin como marco general de interpretacin, enespecial del siglo XIX y de las primeras dcadas del XX, es indicativa de larecepcin local del trabajo de Norbert Elias sobre tal desarrollo6.

    Mucho menos notoria, no obstante su gran aceptacin en otros campos, es lainfluencia regional de Pierre Bourdieu, otro de los pilares en el campo de los

    estudios corporales junto con Norbert Elias, Richard Sennett, Erving Goffman yBryan Turner (Shilling, 2003). Este olvido est en mora de compensarse, conmayor razn si se tiene en cuenta que la teora de la prctica social ofrece elmodelo analtico ms sensible para examinar la marcada reproduccin de ladiferencia social y la incisiva violencia simblica de los procesos de divisin socialdel trabajo simblico, como diversos autores los han reconocido en Amrica Latina(Garca, 2000; Gonzlez, 1994; Pedraza, 1996; Quijano, 2000), y porque es en estosaspectos en los que los estudios sobre el cuerpo ofrecen una perspectiva

    6 Como ejemplos de diferentes orientaciones, ver Aries y Duby, 1985;Barrn, 1995; Boltansky, 1971;Corbin et al.,2005; Pedraza, 1996; Sant'Anna, 2001; Sennett, 1994; Soares, 2001; Vigarello 1975 y 1985.

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    densa y fuerte para incursionar no slo en las clsicas diferencias modernas, como lasde clase, raza, gnero y edad, en las formas de ejercicio del poder en connubio con elsaber, o en los recursos corporales comprometidos en las subjetividadescontemporneas, sino tambin en temas menos dilucidados, como la comprensin

    general del orden corporal a partir de la Colonia, los mecanismos de poderinstaurados carnalmente en lo que se denomina la diferencia colonial (Quijano,2000) y, de forma amplia, lo que los estudios interesados en la actualidad en elcarcter moderno/colonial del capitalismo definen como la colonialidad del poder7, sucondicin encarnada y la conformacin de un habitus criollo caracterizado por ladoble conciencia, es decir, rasgos de la corporalidad que obstaculizan, con la fuerzaque tienen las barreras de la sensibilidad y de la apreciacin subjetiva que la primeraestimula, el avance hacia otros modelos sociales.

    LOS ESTADOS NACIONALES Y LAS POLTICAS DEL CUERPO

    La primera parte del libro ofrece perspectivas acerca de los procesos de introduccin deformas modernas de disciplina relacionadas con las tecnologas que la escuela, lapedagoga y la educacin despliegan para formar la subjetividad moderna y lasociedad civilizada. No sorprende que el ritmo de estos textos est marcado por lassugerencias de Michel Foucault acerca de las formas de gobierno encaminadas avigilar y orientar el comportamiento individual, dotar al individuo, a travs delseguimiento de estrictas normas corporales, de una forma de actuar y de obedecerregida por el principio panptico, que a la postre, y de ser exitosa, conformar unhabitus garante del orden corporal moderno y de la cultura somtica de lamodernidad. De todos los sistemas panpticos que es posible estudiar como parte deuna genealoga del poder soberano, la escuela -aparentemente el ms benigno por ser

    el ms alejado del principio de hacer morir y dejar vivir, y por lo tanto, del ejerciciode la violencia fsica, o al menos de concentrar su existencia en principios distintos delde la vigilancia- es el fundamental y ms arraigado para el control antomo-polticoy el ms especializado en las formas de violencia simblica, particularmentecuando sta incorpora (forma el habitus de) la doble conciencia y la colonialidad delpoder. Es en esta perspectiva como aparece en los textos incluidos aqu. Porquetambin podra ofrecerse una visin poblacional de la educacin como se hace enlos anlisis que privilegian la escuela como institucin

    7 Castro, 2005; Grossfoguel, 2006; Mignolo, 2000.

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    biopoltica. Esta orientacin es algo posterior a la que se ha estudiado aqu, pues eshacia los aos cuarenta y cincuenta del siglo XX (Martnez, 2004) cuando lainfluencia del desarrollo como mecanismo para administrar la pobreza (Escobar,1996) reemplaza a la higiene como camino hacia la moralizacin que el progreso

    requiere (Pedraza, 1996).

    La preocupacin de los nacientes estados nacionales por educar al pueblo estnaturalmente asociada con la conformacin misma de la nacin (Herrera et al.,2003), la formacin del ciudadano, el trabajador y el obrero. En Amrica Latinaotros tpicos marcan notablemente estas dcadas: el inters por la homogeneizacinlingstica, las soluciones al mestizaje y a las diferencias raciales, la forma de la vidaurbana y la civilizacin del campo, el ordenamiento de la familia burguesa y del amade casa-esposa-madre (Nari, 2004), la organizacin del tiempo de trabajo y de latica obrera, y la respuesta democrtica frente al miedo al pueblo. El Estado privilegiala escuela para esta tarea. Se dira que durante las primeras cinco dcadas del siglo XXla escuela, ms que concebirse para la transmisin de conocimiento, se adapta para

    resolver estas necesidades. Buena parte de la concepcin pedaggica y curricular debecomprenderse como respuesta a estas urgencias, razn por la cual se introduce unaasignatura como la educacin fsica. El currculo, afirma ngela Aisenstein,responde a necesidades socioculturales y es un artefacto social. De ah quecomprender cmo se estructura el discurso pedaggico permita asimilar lainsercin social de la escuela y de las asignaturas. Asimismo, abarcar suconstitucin prctica da pie para esclarecer los mecanismos de divisin del trabajosimblico en el que la escuela desempea un papel decisivo. El modo como laeducacin fsica plante en su momento la divisin entre hombres y mujeres ya nospermite acercarnos al temor que suscitaron el cuerpo y la subjetividad femenina ala cultura somtica de la modernidad.

    El propsito primero de la educacin fsica no estriba en conseguir que a travs delcuerpo los individuos experimenten la energa, el movimiento o el ejercicio comoliberacin u obtencin de fuerza o flexibilidad porque ello tenga un valor estticopropio. La introduccin de la educacin fsica escolar muestra claramente una etapa yuna faceta en que el cuerpo debe convertirse en un instrumento con funcinantropolgica especfica. Los autores se refieren a menudo a l como si este cuerpofuera una entidad autnoma. En l se destaca, ante todo, la propiedad antropolgicaque la pedagoga le reconoce de poder compensar, mediante el movimiento, elesfuerzo intelectual y el aquietamiento que requiere la formacin escolar,especialmente cuando ella busca educar al trabajador. ste es un momento

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    en que la dualidad cuerpo-alma y cuerpo-mente adquiere una dimensinparticularmente contrastante.

    Para ahondar en la instauracin del orden del cuerpo en Amrica Latina, es

    imprescindible hacer los ajustes al principio de accin del poder soberano eintroducir algunos aspectos que resultan definitivos para comprender la maneracomo este poder se organiz y los principios que sigui. Un primer punto tiene quever con el hecho de que este mecanismo panptico por excelencia que es la escuelaviene en realidad a adoptarse en Amrica Latina ya en el perodo republicano, osea, en los aos de formacin y consolidacin de los estados-nacin. ste es un asuntoque no ha recibido mucha atencin en la recepcin regional de los estudiosgenealgicos. No obstante, no es de talla menor, dada la enorme acogida, nosolamente de la genealoga como recurso para explorar el ejercicio del biopoder,sino en particular del desarrollo del concepto de biopoltica, que gana terreno y seemplea crecientemente en la regin. Esto significa que el siglo XIX latinoamericanovendra a combinar y a poner en prctica de forma muy apretada principios

    modernos de disciplinamiento junto con mecanismos de regulacin que losestados-nacin requieren para su concepcin y funcionamiento, es decir, la nocinbiolgica de la vida y, por ende, la concepcin poblacional de los ciudadanos, a lavez que las tecnologas de gobierno concomitantes.

    Una cuestin inherente a los estudios del cuerpo es la que proviene del enormeconsenso en torno de su carcter cultural, simblico y constructivista. Ello, encierto modo, no deja de asombrar, pues en las discusiones en la regin poco seconsidera lo que hace precisamente al cuerpo un hecho duro para las cienciassociales, a saber, su condicin material. Pero debido efectivamente a la recepcin dela perspectiva genealgica de Foucault, los estudios y las reflexiones hanprivilegiado el enfoque del cuerpo como campo de fuerzas que lo producen y han sido

    negligentes con los hechos del orden biolgico. De ah que la inquietud por lasformas especficas de ejercerse el poder, por las tecnologas, sea recurrente, mximepara quienes se ocupan de la historia de la educacin y, ms en concreto, de lasprcticas pedaggicas, terminologa toda sta que proviene del arsenal genealgico.Raumar Rodrguez lo expone con claridad: cmo se acoplan la moral y la fisiologapara producir un rgimen de verdad? El cuerpo se produce a partir de condicionesmateriales especficas y en un medio concreto de conocimiento. En esto se traducela consabida diada saber-poder que interesa a la genealoga y hace posible que seerija un rgimen de verdad, que debe estar encarnado para poder ser verdadero.Desde el punto de vista epistemolgico, es la produccin de

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    un rgimen de verdad capaz de hacer concebir, darle forma y hacer gobernable lapoblacin a travs de la regulacin, lo que empuja el cuerpo hacia el proscenio. Enel caso del rgimen biopoltico, son las ciencias modernas, con la Biologa y laPsicologa en la vanguardia, las disciplinas que echan un piso slido a este rgimen.

    Aunque la interpretacin de Nietzsche sobre el cuerpo no se invoca a menudo enla lectura que las ciencias sociales hacen de Foucault en la regin, vale recordar queNietzsche comprende el cuerpo como un campo de fuerzas y el nico punto posiblepara iniciar una comprensin del ser humano. El desarrollo del cuerpo comoentidad poltica primigenia por excelencia se engrana con la visin de que elgobierno del cuerpo que interesa al Estado debe superar la mera disciplinaindividual para producir tambin un cuerpo ampliado: la poblacin, verdaderoasunto de gobierno para el Estado nacional. Ins Dussel destaca que a la genealoga leincumbe entonces la historia de las tecnologas, por cuanto ellas permiten analizar laactividad de gobernar. La tecnologa es un ensamblaje de conocimientos, tipos deautoridad, vocabularios, prcticas de clculo, formas arquitectnicas,

    capacidades humanas que se conjugan, en este caso, en la escuela. El aula,puntualiza Dussel, sera una tecnologa donde se emplean diferentes tcnicas.

    En el caso latinoamericano este tema resulta primordial, comoquiera que laimplantacin de las tecnologas disciplinares, en especial la de la escuela, quetratar aqu en detalle, ocurre simultneamente como tecnologa disciplinar yreguladora. A diferencia de la paulatina evolucin de las ideas y los sistemaseducativos que evolucionaron en Europa a partir del siglo XVI (Wulf, 2001), ladiscusin acerca de las ideas pedaggicas y de su aplicacin en la educacin popularslo se hace rotunda en el siglo XIX. Recin entonces se despliegan las fuerzasestatales de gobierno que, pese a todas las limitaciones de alcance, calidad ycobertura, hacen aparecer la educacin como asunto de inters estatal. La

    exposicin de discursos y la introduccin de prcticas escolares en la reginaglutinan intereses antomo- y biopolticos (Helg, 1984; Jaramillo, 1989; Zuluaga,1987; Senz et al. 1997). Aqu, los sistemas escolares deben, al mismo tiempo,poner en funcionamiento las tecnologas disciplinares que en Europa se habandesarrollado lentamente, y las tecnologas de regulacin ms recientes que hicieranposibles tareas tan dispendiosas como construir nacin a la par que ciudadanos,cometidos que en la genealoga biopoltica designan momentos diferentes.

    La formacin de ciudadanos, que toma unos cinco siglos en la larga duracin deElias (1969 y 1987) y est ms estrechamente relacionada con la evolucin de los

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    monasterios, las cortes, los burgos, las escuelas y las ciudades, slo ms tarde vienea mostrar sus frutos y su utilidad civil, cuando los estados nacionales recurren a lanormalizacin ya ganada para estructurar y gobernar poblaciones. Carmen Soares

    recuerda que es en la larga duracin, considerando la historia de las mentalidades,como es posible identificar los vestigios que deja la educacin en el cuerpo, y que sonestos vestigios las fuentes disponibles para quien se interesa en esta historia.

    En Latinoamrica se sobreponen ambos procesos, y esta premura, tancaracterstica del mundo escolar latinoamericano en el siglo XIX y las primerasdcadas del XX, convirti al maestro en una suerte de prestidigitador. Agente denormalizacin, de disciplina y de regulacin, el maestro debe actuar sobre s mismo a lamanera del gobernante que se forma concienzudamente a travs de lastecnologas del yo, ejerce el poder despiadado del soberano de un rgimendisciplinario y convierte los discursos de la higiene, la moral, la salud y la educacinfsica, entre otros, en tecnologas de regulacin poblacional. Tanto Rodrguez comoMarcus Taborda de Oliveira incursionan en el papel del maestro como ejemplofundamental de la corporalidad que la escuela promueve.

    Respecto a este proyecto, Rodrguez nos recuerda que la higiene es su arquitecta, y laeugenesia, su rectora. En la escuela se introduce, incluso para quien nunca va allegar a ser obrero, el tiempo industrial capitalista. All se aprenden el gobierno delcuerpo y el gobierno de s inherentes al trabajo fabril de ritmo fordista. Ordenar eltiempo, el espacio y el movimiento como lo hace la educacin fsica (Oliveira) es elsustrato de sensibilidad que requiere la produccin capitalista. Sin unasubjetividad como la que promueve el rgimen escolar no es posible hacergobernable la poblacin, crear gobernamentalidad.

    La relacin en la que Oliveira incursiona para referirse al nexo entre discursosescolares y educacin del cuerpo interesa precisamente porque destaca que es laproduccin de corporalidad como acto fundacional de la subjetividad moderna elobjetivo de la gobernamentalidad, tarea ingente que demanda enormes inversiones, amenudo ignoradas en la contabilidad del estado de la educacin en los pases de laregin. El cuerpo del nio es el principal dispositivo de esta formacin, a la vezcivilizadora y nacionalista. Tanto en Uruguay como en Paran y Argentina se ve enfuncionamiento el gobierno de los cuerpos echado a andar al tiempo con elgobierno de la poblacin. Despus del trabajo hecho en casa y contando con l(razn por la cual la escuela es tambin lugar de formacin de padres y de lafamilia moderna), la escuela incide en el cuerpo infantil a travs del currculo. La

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    corporalidad moderna resulta de realizar actividades especficas: gimnasia, canto,escultismo, higiene, trabajos manuales. Oliveira persigue el sentido de lasocupaciones que garantizan que la corporalidad se refiera a la capacidad decomunicacin que debe instilarse para hacer posible el orden social. Pero tambin nos

    recuerda que la corporalidad es contingente histrica y culturalmente, y que laeducacin del cuerpo que se expresa en las prcticas corporales deviene unacorporalidad especfica, en este caso, una que comunica con el alma.

    El cuerpo se produce en la escuela con un currculo, un tiempo, un espacio,unas asignaturas, un maestro, un atuendo, movimientos y divisiones. Por eso, es enella donde se leen los fundamentos de la cultura somtica de la modernidad. Losaspectos que abordan los autores de este libro muestran diversas facetas de esteproceso en Amrica Latina: la afirmacin del Estado nacional en Brasil(Oliveira), la lucha de la civilizacin y el progreso en contra del salvajismo(Rodrguez), la formacin de la nacin, la moral y la raza argentina (Aisenstein) y elcuidado de la salud pblica e individual como insumo indispensable para el

    trabajo. Mientras que hasta mediados del siglo XIX se empleaba la fuerza detrabajo disponible y la considerada intil se despreciaba, a partir de entonces estafuerza debi transformarse toda para el trabajo. El paso del siglo XIX al XX nosmuestra que el cuerpo emerge como problema y debe preparrselo para los embates dela vida moderna. De ah que en este perodo se movilicen los dispositivosespecficos con los cuales se trata la corporalidad (Oliveira). Se hace necesariohomogeneizar la diversidad racial, al igual que enfrentar los problemas nerviososasociados a la vida urbana y moderna que conducen a la degeneracin de la raza. Elejercicio fsico, entonces, endereza moralmente (Aisenstein) y la asignatura escolarque recibe el nombre de educacin fsica se distancia de una concepcin general dela educacin del cuerpo -physica-, como subraya Oliveira. En el conjunto de lasasignaturas escolares esta asignatura debe entenderse como la que procurar un

    equilibrio en relacin con el trabajo intelectual, y as, una formacin higinica quesea tambin soporte para la educacin de personas productivas. Aisenstein insisteen la conveniencia de que la nocin de cultura fsica designe todas las actividades(deporte, recreacin y gimnasia) que componen un conjunto altamente codificado einstitucionalizado. Esta cultura fsica que habita la escuela y se traduce en laasignatura de educacin fsica no se asimila al trabajo corporal que se lleva a caboen gimnasios, en parques, en cursos de aerbicos, yoga o tcnicas corporales. Laeducacin fsica quiere contrarrestar los males urbanos y el agotamiento intelectualprovocados por el sedentarismo escolar, al tiempo que intenta normalizar a losalumnos y normar sus movimientos. Tales intenciones de

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    los sistemas escolares hasta mediados del siglo XX conviven con otros modelos en losque, al tornarse ms evidentes los fines estticos, se enfatiza en que los efectosemocionales del juego, de la accin corporal y del dominio de s se orienten a forjaruna personalidad independiente (Aisenstein).

    El propsito general de la poca es gobernar a los sujetos a travs de formas decontencin, mecnicas; no se trata an de los mecanismos de autorreflexin como elque insina posteriormente el ejemplo que trae a colacin Dussel. Puesto que elprincipal recurso es el trabajo, tambin se construyen sentimientos colectivos ypatriticos en desfiles, estadios (Aisenstein) y deportes. Las sociedades se vuelvenurbanas rpidamente. En Argentina, por ejemplo, ya en 1920 est en funcionamiento laestrategia correctiva de la matriz disciplinar.

    En este modelo antropolgico que paulatinamente transforma las prcticaspedaggicas de las pedagogas catlicas de sumisin y de la escuela antigua (Senz etal., 1997), el nio no debe ser castigado ni humillado; a travs de la sensibilidad se

    conquistan el espritu infantil, su voluntad, su pensamiento y su accin. Y aunque lalectura ms frecuente de este proceso se haga en trminos de la antomo-poltica, ya sesiembran los grmenes de las subjetividades que dcadas ms tarden seguirn unhabitus hiperestsico. Toda vez que la subjetividad se realiza a travs del cuerpo y delas prcticas materiales que moldean el comportamiento, tambin lasreglamentaciones del vestido y del uniforme escolar, particularmente, obedecen a lospropsitos de la escuela.

    Dussel profundiza en la situacin en la que, tanto en aras de la libertad como delconformismo contemporneo, la escuela pone en funcionamiento tecnologas delcuerpo. Lejos de ser un recurso superado, nos muestra que la ley social mantiene sudominio sobre los cuerpos a travs de mecanismos disciplinares como el que se ejerce

    por medio de las prendas. En Amrica Latina los uniformes escolares seintrodujeron como parte del proceso de higienizacin y de construccin nacional,pero tambin en muchos pases cumplen actualmente la funcin de reproducir elorden simblico; en este sentido, los jvenes los perciben tambin como enemigos dela libertad y la individualidad (Garca, 2003; Salazar, 2005), aunque los empleanefectivamente como marcas de distincin social. El caso que describe Dussel, encontraste, subraya que los uniformes como tecnologa del cuerpo pertenecen alrgimen de apariencias que convierten el cuerpo en un signo legible a travs delcual se reconocen la sumisin, la subversin, la transgresin, la posicin social y elestilo. En la genealoga de la modernidad, nos recuerda el autor, deben incorporarse

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    las lgicas de las estrategias de oposicin que provienen tambin de estos procesosfrgiles de configuracin de la corporalidad moderna, y que componen las formas deresistencia de la vida escolar y la subjetividad de los alumnos.

    En Estados Unidos el uniforme no se ha introducido para homogeneizar a lapoblacin estudiantil, sino para reforzar un precepto fundamental del ordendemocrtico: al actuar con austeridad sobre s, el individuo pone en prctica unatcnica de s que debe forjar su subjetividad a contrapelo del consumismo. Lamisma tendencia nos la muestra Denise Bernuzzi de Sant'Anna pginas despus,con respecto al control que se debe ejercer frente a la abundancia y a lo atractivo dela comida. En ambos casos, la confluencia de trabajos ticos y estticos apunta ya alos rasgos del orden esttico-poltico del mundo contemporneo.

    La introduccin de la esttica como campo de reflexin filosfica incidi acomienzos del siglo XX en las ideas pedaggicas en Amrica Latina. Aunquetmidamente, ya vimos que la sensibilidad infantil aparece bien pronto como

    argumento para la conquista del alma (Senz et al, 1997). Los avances en lapsicologa cognitiva y del desarrollo han conducido a que la educacin esttica seconsidere una necesidad apremiante en la educacin escolar. No se trata deintroducir las bellas artes como asignaturas escolares, sino de atender a los aspectosestticos de la antropologa pedaggica, como los plante Schiller. El llamado deSoares a recordar que el cuerpo es lugar de pertenencia e identidad, y que es laesttica la orientacin escogida para introducir la perspectiva de la propiapercepcin y experiencia del cuerpo, subraya que ste permanece como indicadorprincipal de los modos por los cuales aprendemos a vivir en sociedad. Pensar en elcuerpo, nos dice Soares, es pensar en cmo se representa una sociedad. Y estambin comprender los mecanismos que crea para conseguirlo y las contiendas quesurgen para resistirse a ellos.

    SUBJETIVIDAD Y CORPORALIDAD: EL RGIMEN ESTTICO-POLTICO

    Los estudios sobre las polticas del cuerpo desarrollan los principios de una analtica delpoder en la escuela con base en los conceptos propuestos por Foucault paracomprender el ejercicio del poder de forma positiva, y en relacin con la necesidad delos estados modernos de contar con una poblacin que se ha tornado gobernablemediante la adopcin individual de una disciplina adquirida con la creacin de un

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    habitus especfico formado a su vez segn normas de urbanidad, higiene y pedagoga.Erigidas en costumbres, estas normas tienden a configurar un modelo antropolgico quede forma algo paradjica se fundamenta en un uso escindido del cuerpo y de la mente,pero confa en que las prcticas pedaggicas consigan integrar estas entidades en el

    ciudadano y el trabajador, que engranan con la produccin capitalista, el orden urbano yburgus, y la colonialidad subjetiva.

    Los fenmenos que sobresalen en la segunda parte del siglo XX muestran unpanorama cambiante. Varias cosas se relacionan. La primera es que sonprecisamente estos fenmenos los que llamaron la atencin de las ciencias socialeshacia el cuerpo, en particular, el hecho de que desde los aos sesenta la presenciacorporal se hace ms evidente en la sociedad. El continente moderno, conseguido encada persona y en poblaciones enteras gracias a la disciplina adquiridacorporalmente por cada quien -la que madres, maestros, mdicos, psiclogos,sacerdotes, funcionarios y policas inculcaron mediante ejercicios, formas de actuar, dequerer, de sentir, de vestir, de comer, de organizar el tiempo y el espacio, de

    concebir las capacidades y potencialidades, de sentirse parte de una nacin, deconocer y de pensar- y engranada poblacionalmente en familias, clases, empresas,fbricas, hospitales, ejrcitos, escuelas, as como en instituciones sociales queintentaron controlar a quienes no quedaron incorporados a ellas (hurfanos,desempleados, locos, viudas, vagos) y resultaron contenidos en tasas de pobreza, desubdesarrollo, de analfabetismo, de desempleo, en expectativas que resuenan en losindicadores estadsticos (Cadena, 2004); todos los esfuerzos hechos en pos de unacultura somtica moderna, en suma, se desmoronaron tras anticonceptivos, psicodelia,liberacin femenina, vanguardias artsticas, fenomenologa, Vietnam, pobreza,hambrunas, guerra fra, orientalismos, mayo del 68, devastacin ecolgica, desempleo,Tercer Mundo, explosin demogrfica, antipsiquiatra, tasas nunca alcanzadas de

    nutricin, bienestar y desarrollo, desastres nucleares, y pese a todos los intentos decambiar unos indicadores por otros. Y se relaj la espalda, retrocedi el pecho, sedesnudaron y ondularon tobillos, brazos, torsos y vientres. La sensacin del aqu y elahora desvirtu la contencin para el maana, porque el maana no lleg como se loesperaba.

    Si se piensa en lo que la expresin del desnudo tiene en comn con laspreocupaciones por el vestido y la apariencia, por conseguir salud a costa deaumentar el riesgo y el sufrimiento, si se consideran los procesos de transformacin eintervencin corporal que hacen los travests, si reparamos en las discusiones sobreel aborto o en el privilegio concedido a la percepcin visual que se expresa

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    de estudio, conviene ajustar sus principales concepciones a la forma como se hantramado el ejercicio del poder y la divisin social del trabajo simblico en torno delos diferentes aspectos que histricamente se han considerado elementos corporalesen la regin.

    La manera como se ejerce el poder soberano tiene piso en una concepcinantropolgica que formula un ser humano compuesto de alma y cuerpo en tensin. Sinembargo, esta forma de ordenar la experiencia no se limita a la consideracin clsicaque ha visto el alma prisionera del cuerpo y, por lo tanto, seala que ste debe serignorado o eliminado. Por el contrario, el cuerpo barroco, lejos de ser despreciado,se apresta como una entidad cuyo valor consiste en ser apta para experimentar unaforma de disciplina como la que caracteriza la vida monstica o los suplicioscarnales, justamente porque tales prcticas disciplinarias revierten en el alma atravs del dolor fsico y del potencial espiritual que emana de la capacidad desoportarlo y de encontrar en l un placer surgido de compartir el dolor de Jess(Borja, 2002). Este mismo principio lo emplea el poder soberano valindose del

    terror de los suplicios, ya no autoinfligidos en busca de la gracia, sino como castigocarnal al alma y como disciplina de obediencia y sumisin (Garca, 2000). Se tratade un modelo antropolgico apoyado en una epistemologa que ve el dolor carnalcomo un camino hacia la iluminacin espiritual a travs de la sujecin subjetivapresente en el temor: temor a Dios, temor al Rey, temor al Padre.

    Pese a que las organizaciones sociopolticas democrticas ganan paulatinamentelegitimidad a partir del siglo XIX, el modelo antropolgico no se transforma porcompleto sino que adopta nuevas entidades, sin por ello desterrar otras. As, porejemplo, coexisten la mente y el alma, aunque la primera tienda a sustituir a lasegunda a medida que la psicologa gana capacidad explicativa. Lentamente cede latensin y la vida humana alcanza su mayor expresin cuando se realiza como un

    ejercicio de desarrollo racional. Las experiencias de esta labor no se organizan entorno de la disciplina de la carne, de su laceracin, sino de una entidad corporal queresponde a las explicaciones puestas a disposicin por la anatoma y la fisiologa.

    El cuerpo carnal, continente de pasiones, verdadero escenario de pecadosinstigados por entidades como la lujuria, la pereza, la vanidad, se va convirtiendodesde el Renacimiento en un mecanismo. El decaimiento de tales debilidades despeja unterreno que pasan a ocupar entidades mecnicas que no obedecen a sensaciones comoel miedo o el dolor. La organizacin msculo-esqueltica, la apreciacin de

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    las funciones de los rganos y los fluidos corporales, no encaja del todo con unadisciplina del temor. Para que tal organismo cumpla su cometido antropolgico, sediscierne otro tipo de ejercicios, no ya para la carne apasionada, sino para losrganos mecnicos: moverlos, mantenerlos en buen estado, alimentarlos con los

    nutrientes necesarios, darles buen aire, agua, calor, abrigo. Estas tareas pasanpoco a poco a ocupar la vida de las personas para que estos cuerpos, formadossegn tales leyes cientficas, comuniquen a la mente los principios que la organizan:racionalidad, claridad, distincin, juicio. Con semejantes cualidades no se encuentra lagracia; en cambio, se constituyen seres racionales, pensantes, ilustrados,ciudadanos, productores, trabajadores. La disposicin -habitus- para la riquezamaterial tiene asidero en una disciplina cuya expresin se halla en el esfuerzo, elrendimiento y la productividad. En este rgimen, donde gobierna el poder pastoral, eldolor -que no est ausente- no goza de un valor en s mismo; slo si este dolor setraduce en un componente del canon simblico tiene un sentido; de lo contrario esvano y, a la larga, incluso, pasa a considerarse no slo intil sino contraproducente,porque impide el uso claro y distinto de la razn. Ms adelante, ya en el umbral del

    siglo XX, ocasiona traumas, rencores y heridas emocionales que obstruyen eltranscurso de la vida individual, familiar y social. El conjunto de recursos con que elEstado, las instituciones sociales y las organizaciones de todo tipo ejercen elbiopoder apela a este modelo antropolgico propiamente moderno.

    Los desacuerdos que surgen con tal concepcin tienen una larga historia, pues losintereses antropolgicos holistas han corrido paralelos a esta historia oficial. Peroya hacia finales del siglo XIX, justo cuando en Amrica Latina la segundamodernidad requiere intensificar los ejercicios de biopoder en los que secompromete el cuerpo concebido mdicamente, tambin se abren camino entidadesantropolgicas del orden esttico que prefiguran nuevas entidades. Los llamados auna educacin esttica se hacen ms frecuentes, y Soares nos muestra cmo se ha

    desenvuelto la intencin esttica, con todo y las confusiones asociadas a su uso.Las crticas a las epistemologas racionalistas y objetivistas desbrozan el caminopara que la sensibilidad, la perspectiva interna y propia de la persona, entre aformar parte de las experiencias que deben ocupar la vida humana. Estasexperiencias no se conciben ya asociadas al dolor carnal y a espolear las pasionescarnales para recibir la gracia espiritual por medio del padecimiento. Asimismo, sevan devaluando los intereses en la eficiencia, el rendimiento y el racionalismo. Peretiy Silva destacan que la esttica se propone como un camino de aprendizaje tico enel que la sensualidad confronta el orden de la razn. El motivo fundamental de estatransformacin antropolgica se sita en que slo si el individuo puede

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    expresarse, adquiere sentido su vida. Y esta expresin no debe estar limitada almbito de la mera razn, sino que debe surgir de la entidad antropolgica de msreciente aparicin: la subjetividad. Puesto que la subjetividad es la realizacin de la

    existencia corporal9 y se produce como resultado de estar-en-el mundo, la forma en laque se concreta la vida humana, tareas como desarrollar la percepcin y dar a lossentidos la posibilidad de participar en la construccin del conocimiento son algunasde las labores que se han incluido entre los ideales pedaggicos y existenciales.Desarrollar la sola racionalidad se torna un ideal rido que pierde legitimidad comoargumento de vida.

    Las experiencias estticas abundan. En ellas han fijado su atencin los autores delos textos recogidos en la segunda parte de este libro. Lo que tienen en comn es elhecho de tratarse en todos los casos de fenmenos que se fundan y se justifican porqueprovienen del interior de la persona. Vale aclarar que el interior no es el alma, ni

    tampoco el organismo. El interior donde est activa la subjetividad, donde ella puedeexistir y ser el ncleo de la vida humana, es plenamente estsico.

    Un momento en el que dicho mpetu se hace visible y se inician las tensiones quearrastra es el que resea Mara del Carmen Suescn a raz de los debates ocasionadospor la exhibicin de dos pinturas de desnudos femeninos en la dcada de los aostreinta del siglo XX en Bogot. Si bien ya unos aos antes se haban expresado lasinquietudes subjetivas del modernismo en las que el viaje al interior de s mismo atravs de los sentidos aparece como un recurso vanguardista y sirve para exponerargumentos que remecen la concepcin poltica de la sociedad, y abogar por lascausas subjetivas, es decir, corporales, largamente contenidas y constreidas (Pedraza,2000), la exhibicin pblica de las obras que analiza Suescn muestra la fuerza que en

    este momento adquiere el cuerpo como un recurso de luchas sociales y culturales, ycomo metfora poltica que desvela el meollo mismo del ejercicio poltico. El cuerpo queha sido tallado mediante principios higinicos, mdicos, pedaggicos, que ha sidoradicalmente separado en funcin de los sexos, los preceptos de moralidad catlica y deproduccin burguesa, se expone entonces en la forma de desnudo de mujer ante lasautoridades de los poderes tradicionales, para reivindicar la experiencia sensible. Elcuerpo se expone aqu porque desnuda las tensiones polticas y por su capacidad parainvocar la experiencia individual y social en una lucha por redefinir las formas de ladivisin social del trabajo simblico y de la expresin de las experiencias personales.Las dos obras analizadas

    9 A menudo se la nombra como corporalidad, que vendra a ser un ngulo distinto, para sealar la intencin

    holista de las antropologas contemporneas.

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    enfrentan tambin, como parte de esta lucha, el surgimiento de las estticasmasculinas y femeninas, ambas experimentadas de modos distintos por lasgeneraciones contemporneas y ambas reclamando ser percibidas en un nuevoorden poltico de la sociedad, en el que el cuerpo incluya de manera activa fuerzashasta entonces pasivas.

    En los aos veinte y treinta del siglo XX aparecen los primeros sntomashiperestsicos en la sociedad y los principales argumentos que en las dcadassiguientes se convirtieron en recursos para el ejercicio de la esttico-poltica. Nosolamente el temor a la sensualidad y a la condicin femenina, tambin el temor alpueblo y a los efectos democratizadores est presente en las tensiones corporales dela poca. El uso alegrico del cuerpo femenino resume las tensiones en torno de losconflictos instaurados por la biopoltica: la raza, las clases, los sexos, aparecen todosfeminizados en los desnudos.

    Otra faceta que la nocin de subjetividad permite comprender es la de las

    posibilidades de expresin distintas de las del yo. El caso que analiza TeresaPorzecanski del ritual umbanda practicado en Montevideo ensea cmo funciona lapersona cuando el yo y la mente se apaciguan, despus de una intensaintervencin de preparativos y movimientos que fuerzan el cuerpo a significar. Eltrance aparece como una experiencia esttica de comunicacin para losparticipantes en el ritual y es posible porque los sujetos quedan liberados de laresponsabilidad del sentido. La persona, desindividualizada, liberada de su yo, nonecesita ser coherente; simplemente se pone a disposicin y, con ello, se convierte ensmbolo. Aqu, como en el travestismo, tanto la hexis como el atuendo cumplen unpapel decisivo, pero tambin contrario al que solemos atribuirles, y al que ilustranRoco Gmez y Julin Gonzlez en la ciudad de Cali. En el ritual umbanda, el atuendoy los preparativos ocultan las disposiciones cotidianas y consiguen marcar una

    distancia frente a la vida corriente. En este hiato, la persona se libera por vacorporal de su identidad fiduciaria, de la marca de su yo, para ser puro smbolo. Enel travestismo, que ocupa a Andrea Jeftanovic, basndose en obras literarias ycinematogrficas, se pone de presente que la identidad de gnero es una conviccinntima y profunda que anida en el entramado de la subjetividad. Sin embargo, no esuna conviccin abstracta; requiere tambin del atuendo, de la hexis, para poderrealizarse personal y socialmente. En cuanto los umbandistas permiten que el cuerpose libere a travs del atuendo y del movimiento, los travests se aferran a estas mismasprescripciones pero, en su caso, concertadas segn el canon retrico del gnero,para realizar su identidad de gnero. El cuerpo es un

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    locus de significado de gnero porque permite traducir el sueo de s mismo comopoltica de la subjetividad queer. En la representacin para la vida diaria y para laescena, la forma como el travesti se siente a s mismo, su experiencia estsica,expresada y comprendida socialmente a travs del arreglo y del vestido, producen el

    significado de gnero.

    Con todo, el cuerpo travesti, como soporte de sexualidad y gnero, no estatrapado en la lgica binaria, como sucede con los clientes de gimnasios y salas deesttica, cuya experiencia esttica est fuertemente orientada a sentir y expresar elorden binario de los sexos. Las diferencias de gnero que explora el grupo deAlexandre Vaz subrayan que la conquista de la masculinidad y la feminidad quepersiguen los jvenes clientes del gimnasio en Florianpolis incluye la procura deldolor muscular, de la privacin y del sufrimiento que ello causa. Sin embargo, nodebe llamarse a confusin con el canon esttico monacal: en estos jvenes, laviolencia autoinfligida es legitimada por la mirada y en ella se gana la certeza deldeber cumplido. En la pedagoga que se sigue en los gimnasios, mirar y sentirse

    mirado son los objetivos de la disciplina. Al consumir al otro a travs de la mirada, alser percibido, el cuerpo se convierte en el principal elemento de la subjetividad. Loshombres esperan el reconocimiento de los compaeros en el prestigio cosechadomediante un dolor que se traduce en msculos que incrementan la capacidad deseduccin, pero que ante todo debe ser legitimado por los pares. Los hombres seembellecen para su propia mirada de gnero. Las jvenes, a su turno, esperan lamirada masculina del deseo. El valor de las experiencias yace en las sensaciones ypercepciones de ser magras y tonificadas las unas, y tener el cuerpo musculoso yfuerte los otros. Al adquirir la forma y la consistencia justas, se previene tambin lafealdad.

    El trabajo muscular es el recurso principal para forjar la subjetividad, al menos en

    estos lugares y all donde el resultado puede exhibirse: la fiesta, el grupo, la playa.Estas actividades y estas formas de consumo visual, de expresin ptica del deseo,corresponden a una pedagoga del cuerpo sugerida, enseada y reproducida en losmedios de comunicacin. Los recursos hiperestsicos brindan las formas para elejercicio de la esttico-poltica. Segn Sant'Anna, el riesgo de fealdad, enfermedady obesidad, no como conceptos abstractos sino como sensaciones propias, permiteque la subjetividad se componga tambin de la necesidad de control frente al cmulode imgenes provocativas que ofrece la comida. El individuo se forja en una tensiny en un ejercicio permanente de resistencia, en el cual la

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    sensacin de s mismo como cuerpo delgado, sin grasa, fortalecido y tonificado seresiste a la tentacin representada por la comida, la pereza o el sedentarismo.

    Estar en tensin consigo mismo y ejercitarse muscularmente, pero tambin

    organizar la apariencia. En la ciudad de Cali, la sensibilidad que funciona comoncleo de s mismo se expresa en la experiencia esttica del arreglo personal y en elingente esfuerzo de producir un sentido propio, a despecho de la capacidad delconsumismo de reducirlo todo al puro signo. Invertir en un proyecto corporal por lava del consumo, y tratar de aplacar as el malestar de los acomodados, es la tareaque Roco Gmez y Julin Gonzlez reconocen en estos jvenes, que luchan porresistir a la disolucin total del sentido. Nuevamente, son el vestido y la hexis, comolos son para travestis y umbandistas, las herramientas con que se quiere forzar elcuerpo a significar por s mismo. Pero la diferencia aqu reside en el yo expuesto enla personalidad: a los jvenes les interesa sublimarlo invirtiendo en el cuerpo. Que elcuerpo como experiencia de s mismos y como expresin de tal experiencia d vidaal estilo es un recurso esttico-simblico que despliega en el cuerpo los repertorios

    simblicos y expresivos que les procuran sentido. En la medida en que se trata desentidos y smbolos personales, grupales y tambin de clase o tnicos, o una mezclade stos, organizados adems para darle forma y expresin a su personalidad, noalcanzan la eficiencia simblica del rito umbanda de amplio alcance social, ni laeficiencia que, pese a la resistencia y a la ambigedad, consigue tambin el travest.

    En los jvenes, sea en el gimnasio, a travs de la figura o del atuendo, el recurso alcuerpo tiene un carcter fragmentario y algo endeble, pues no comprendecompleta ni correctamente las condiciones de existencia. Su estar-en-el-mundo se fijaobsesivamente en la imagen corporal, una experiencia recortada de todo lo que estcontenido en la corporalidad. A pesar de ello, forjar un estilo personal mediante elproyecto corporal proporciona una sensacin de s mismo que manifiesta la vida

    emocional a travs de la apariencia y es el esfuerzo por aliviar el sufrimiento de unyo frgil amenazado por el consumismo.

    La expansin esttica se advierte en el amplio uso de la nocin de estilo de vida.El estilo no es entonces nada ms una apariencia proyectada con la hexis. Enparticular, el estilo de vida saludable, que sirve en la actualidad como motivoostensible en campaas de salud en todo el mundo, surge de lo que Alex BrancoFraga entiende como el paso de una biopoltica analgica a una de tipoinformacional. Esta ltima se caracteriza por la expansin de la retrica poltico-

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    sanitaria, cuyos principales recursos estn en representaciones acerca de la vidasaludable. Las vemos a diario en los medios de comunicacin y en las campaasoficiales, as como en las que lideran organismos internacionales. La difusin de unprincipio esttico para guiar la vida, como es el estilo de vida saludable, tiene como

    condicin previa el largo trabajo de higienizacin y medicalizacin, en virtud del cualla sociedad y los individuos han adoptado como experiencia la nocin de riesgo. Estosignifica para Fraga sentir efectivamente que el cuerpo y la salud son vulnerables yestn en permanente amenaza.

    Vale notar la diferencia que resulta en el uso esttico de la idea de un estilo.Mientras que el caso que estudian Gmez y Gonzlez entre los jvenes acomodados dela ciudad de Cali hace hincapi en el estilo personal como una cualidad especfica quedebe dar relieve a las caractersticas nicas de la personalidad individual, el estilode vida saludable promovido por las campaas de salud apunta a estilizar la vidapoblacional, como ocurri con la campaa higinico-moral desatada desde lasltimas dcadas del siglo XIX y que se extendi aproximadamente hasta mediados

    del siglo XX. Las representaciones que se ofrecen de la vida saludable tienen unfundamento esttico, que, de nuevo, como en las campaas de control de lanatalidad de mitad del siglo XX, recurren enfticamente a las estadsticas; pero estavez no fomentan el miedo al hiperpoblamiento del planeta como amenaza compartida,sino que siembran en la autopercepcin el riesgo de la obesidad, la fealdad, eldecaimiento y la enfermedad. En la medida en que se desarrolle en las personas lacapacidad de cuidar de s mismas, puede considerarse que el estilo de vida activo rigecomo horizonte de percepcin. El mismo fundamento aparece ilustrado porSant'Anna en relacin con la belleza, la salud y los hbitos alimenticios. Laconexin establecida a lo largo de varias dcadas de esfuerzo cultural da comoresultado la trada de la megaindustria: alimentacin-salud-belleza. La evolucin,asimismo, del vnculo bueno-bello-saludable es un tropo de la cultura somtica de la

    modernidad (Pedraza, 1996) que fortaleci la sensacin de riesgo que habita comorecurso esttico-poltico en cada quien y entre poblaciones -en algunas ms que enotras- y sirve para que la alimentacin se utilice como elemento de control.

    Tanto en los alimentos, en el movimiento, en los recursos sanitarios como en elarreglo personal est presente el mismo mecanismo que insta al sujeto a ejercer pors mismo la actividad clave del rgimen esttico-poltico: escoger. El sujetocontemporneo no se somete por las vas del terror, de la obediencia o del anhelo deun futuro prspero. Este individuo informado debe escoger en el interminable y

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    denso mercado del consumismo. Escoge qu come, cunto y cmo; escoge qu vistey cmo lo usa; escoge cmo se transporta, cmo se mueve, cmo y con qu intensidady propsito se ejercita fsicamente; escoge cmo trata sus enfermedades y dolencias,con qu tratamiento y bajo cules premisas mdico-antropolgicas. Educar paraescoger, sugieren Gmez y Gonzlez, es una de las tareas que llenan la vida de losjvenes. En este preciso acto se hacen realidad las formas de intervencin. Escogeres el momento crucial del rgimen esttico-poltico, cuando las posibilidadeseconmicas, simblicas, informativas y todas las fuerzas subjetivas deben encontrar enun objeto o servicio la traduccin apropiada. Al escoger, se hacen operativos losprincipios que han dado forma a la corporalidad que se expresa en ese acto y espera losbeneficios. Los circuitos globalizados se concretan en buena parte en el mercado y elconsumo, pues all escogen los individuos y expresan la dimensin esttico-poltica delfenmeno de la gobernamentalidad. Es en la accin especfica de quien de formamotivada e informada escoge cuando tiene lugar el ejercicio esttico-poltico:atravesado por el riesgo que se corre, en el consumo se conjugan las formas deconcebir personal y socialmente la relacin "entre el yo y el nosotros", que es el

    quehacer por antonomasia de las polticas y las estticas del cuerpo.

    Pero escoger es tambin una expresin que ofrece alternativas de vida y puedeilustrar de manera radical lo que contiene una lucha esttico-poltica. Para cerrar estecompendio, incursion en el difuso sentido de la nocin de cuerpo. Esta vaguedadresulta notablemente visible cuando se enfrenta a la idea de la vida, como sucede enlos debates sobre la legalizacin del aborto. En este ensayo subrayo lo que hay deindescifrable e irreconciliable en el reclamo hecho, por un lado, con la intencin dehacer valer lo que la definicin antropolgica contempornea considera que es elvalor supremo para los seres humanos: la vida. Y por el otro, el reclamo que losmovimientos de mujeres hacen cuando reivindican el cuerpo como expresin supremade su autonoma y, por consiguiente, el derecho a gobernar, a travs del cuerpo, su

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