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Número 113 de mayo de 2013 Notas del mes Cuaderno de depresión: 20 Por Albert Recio Andreu Los indultos del gobierno español durante 2012: un panorama preocupante Por Antonio Madrid Pérez Construir la alternativa Por Agustín Moreno La modificación de la Ley de Costas Por Mar Aguilera Vaqués, Àlex Peñalver i Cabré y Lluís-Xavier Toldrà i Bastida El Mediterráneo en llamas Por Boaventura de Sousa Santos Una visión distinta del origen del paro Por Joaquín Juan Albalate y Jesús Matamala Bacardit Desafíos para el sindicalismo Por Antonio Antón Comentarios prepolíticos: 15 Por Joan Busca Ley Wert: Iglesia, empresa y democracia Por José Manuel Barreal San Martín Los afluentes del Duero y las competencias docentes Por Ángel I. Pérez Gómez ¿Lecciones desde Cuba? Por Carlos Lema Añón Ensayo Más allá de la negación. El neoliberalismo, el cambio climático y la izquierda Philip Mirowski, Jeremy Walker y Antoinette Abboud La Biblioteca de Babel El libro de los deberes J. A. Estévez Araújo (ed.), J.-R. Capella, J. L. Gordillo, R. Campderrich Bravo, A. Giménez Merino, P. Mercado, A. Cambrón, A. Madrid En la pantalla 1

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Número 113 de mayo de 2013

Notas del mes

Cuaderno de depresión: 20

Por Albert Recio Andreu

Los indultos del gobierno español durante 2012: un panorama

preocupante

Por Antonio Madrid Pérez

Construir la alternativa

Por Agustín Moreno

La modificación de la Ley de Costas

Por Mar Aguilera Vaqués, Àlex Peñalver i Cabré y Lluís-Xavier Toldrà i

Bastida

El Mediterráneo en llamas

Por Boaventura de Sousa Santos

Una visión distinta del origen del paro

Por Joaquín Juan Albalate y Jesús Matamala Bacardit

Desafíos para el sindicalismo

Por Antonio Antón

Comentarios prepolíticos: 15

Por Joan Busca

Ley Wert: Iglesia, empresa y democracia

Por José Manuel Barreal San Martín

Los afluentes del Duero y las competencias docentes

Por Ángel I. Pérez Gómez

¿Lecciones desde Cuba?

Por Carlos Lema Añón

Ensayo

Más allá de la negación. El neoliberalismo, el cambio climático

y la izquierda

Philip Mirowski, Jeremy Walker y Antoinette Abboud

La Biblioteca de Babel

El libro de los deberes

J. A. Estévez Araújo (ed.), J.-R. Capella, J. L. Gordillo, R. Campderrich

Bravo, A. Giménez Merino, P. Mercado, A. Cambrón, A. Madrid

En la pantalla

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Antonio Gramsci. Los días de la cárcel

Lino Del Fra

15M: Málaga despierta {trailer}

La espiral de la muerte del hielo marino ártico

El extremista discreto

Detalles de poca importancia

El Lobo Feroz

Quiasmos rencorosos y aforismos intransigentes

Fuertebrazo

...Y la lírica

La princesa está triste

Rubén Darío

Reparto de cosa ajena en el mercado de los ladrones

Roque Dalton

De otras fuentes

El rey, la infanta, el chambelán y el fiscal

José María Mena

Delenda est monarchia

Luis García Montero

Este país no da espías: del oasis a la granja de Orwell

Gregorio Morán

Grecia ha muerto

Pelayo Martín

La OTAN topa de nuevo con su pasado terrorista

Rafael Poch de Feliu

De cómo la escasez de recursos y el cambio climático podrían

producir una explosión global

Michael T. Klare

Foro de webs

Crisis Energética

Diario "Contropiano"

Revista "Capitalism Nature Socialism"

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Cuaderno de depresión: 20

Albert Recio Andreu

¿Derechos contra economía?

La decisión del Tribunal Supremo portugués de declarar inconstitucional el

recorte de salarios a los funcionarios ha vuelto a poner en la palestra el

debate entre la lógica de los derechos de la democracia y la lógica de los

mercados. Es evidente que, desde sus inicios, la contrarrevolución neoliberal

se centró en demoler el sistema legal que concedía derechos a la población,

aunque la derogación de estos derechos se ha producido fundamentalmente

por la vía política. Más que una lucha entre derecho y mercado, lo que hemos

y seguimos presenciando es una lucha entre propuestas políticas en que los

defensores de los derechos del capital van ganando por goleada. De hecho,

los mismos mercados financieros que desempeñan un papel tan crucial en el

desencadenamiento de tormentas económicas, que se utilizan para justificar

la introducción de reformas antisociales, son una creación política. Una

política que ha permitido la aparición de grandes conglomerados financieros,

de una amplia variedad de activos financieros, opacidad fiscal, paraísos

fiscales... Y una política que ha creado un imponente entramado de

salvaguardias que han evitado a este sistema financiero irse a pique por

méritos propios. Desde esta perspectiva puede concluirse que no existe una

oposición entre política y economía, sino una confrontación entre políticas que

tienen efectos económicos diferentes.

Una cuestión distinta es analizar en qué medida una estrategia centrada

exclusivamente en la defensa de derechos formales es capaz de contrarrestar

satisfactoriamente la dinámica del capitalismo mundial. Esta fue en gran

medida la configuración del modelo keynesiano posterior a la Segunda Guerra

Mundial, el que generó reconocimiento de negociación colectiva, prestaciones

sociales y un cierto derecho a la ciudadanía económica. Es en gran medida el

núcleo de las políticas socialdemócratas de embridamiento del capitalismo.

Dejar que la actividad económica se dirija fundamentalmente bajo pautas

capitalistas e introducir regulaciones que limitan su campo de acción y obligan

a establecer concesiones, a veces sustanciales, a la mayoría de la población.

Un modelo que sólo funcionó mientras a las élites económicas les resultó

aceptable mantener estas concesiones. El problema crucial es que el marco

legal deja en manos de los capitalistas las decisiones cruciales de asignación y

movilización de recursos económicos, y articula un enorme arsenal de

medidas que protegen las rentas de la propiedad por encima de otras

demandas sociales. Ello concede a los capitalistas una enorme capacidad de

iniciativa y acción frente a la que la lógica de los derechos siempre va a

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remolque. La globalización económica, la articulación de un nuevo marco de

acción a escala planetaria, no ha hecho sino ampliar el espacio de acción del

capital y debilitar la eficacia de la defensa de los derechos. El caso portugués

es ilustrativo: la decisión judicial sobre los sueldos públicos puede permitir

que los funcionarios recuperen su salario, pero no va a impedir que el

Gobierno practique otros recortes.

Oponer simplemente derechos a economía tiene, además, otro peligro. El

establecimiento de derechos se realiza en momentos concretos, suponiendo

que la realidad económica va a seguir inalterada. Pero la actividad económica

real está inevitablemente asociada a cambios continuos que pueden afectar a

estos derechos. En la economía actual esto se traduce a menudo en un

vaciamiento de las condiciones económicas que permiten satisfacer estos

derechos. Pero también pensando en una gestión económica alternativa no

capitalista subsiste este problema. Siempre que pienso en una transición a

una economía igualitaria y sostenible me resulta evidente que ello obliga a

tocar muchos derechos establecidos, no sólo del capital. Pues, al fin y al cabo,

nuestra propia valoración de lo que es un marco de vida aceptable está en

gran parte fijada por nuestra experiencia pasada. Una experiencia que incluye

las luchas por los derechos, pero también el despilfarro ambiental, la

explotación colonial y el sometimiento de las mujeres.

Tenemos la necesidad de luchar por otro modelo económico que garantice a

todo el mundo condiciones materiales esenciales. Lo que sugiero es que la

estrategia de defender derechos establecidos es insuficiente, y a veces

inadecuada, para llevar a cabo una transición hacia una economía

democrática, igualitaria y sostenible; una estrategia que obliga a plantearse la

defensa de los derechos y la democracia desde otra perspectiva. En primer

lugar, aumentar los derechos sociales en el campo de la toma de decisiones

—lo que incluye la democratización de las políticas públicas, el aumento del

papel de las actividades colectivas y la planificación democrática de

actividades clave—, el desarrollo de otras formas de propiedad y gestión

económica, y la institucionalización de la participación de la sociedad sobre

las actividades de todo tipo de empresas o unidades productivas. En segundo

lugar, introducir mecanismos deliberativos serios que permitan un verdadero

debate y una toma de decisión social sobre la forma en que se concretan los

derechos básicos. Y, en tercer lugar, desarrollar una estrategia de acción

internacional básica para quebrar el entramado de poderes internacionales

que protege y refuerza los poderes del capital.

Pescanova: ¿un caso aislado?

I

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Pescanova añade un nuevo acento a la sostenida crisis económica del país. Se

trata del “petardazo” de la primera empresa nacional en un sector en el que

el país es una relativa potencia mundial: la pesca. La empresa, fundada por

empresarios gallegos en 1960, siempre ha estado orillando el peligro. En el

plano financiero ya tuvo graves problemas en la década de 1990, estuvo a

punto de ser absorbida por el coloso anglo-holandés Unilever y sólo pudo

superar la situación con un generoso crédito avalado por la Xunta de Galicia

presidida por Fraga (las buenas relaciones con el PP gallego y con las cajas

gallegas han sido cruciales en su historia). En el plano de la gestión ambiental,

la empresa ha merecido numerosas denuncias; no en vano es uno de los

grandes tratantes y manipuladores de camarones (en países como

Guatemala, Nicaragua o Ecuador), una actividad con un brutal impacto tanto

ambiental —sobre los marjales costeros— como social, puesto que destruye

las actividades pesqueras tradicionales. Es también el prototipo de empresa

pesquera transnacional (en Latinoamérica, en el cono sur de África, en

Australia...) con un grado de actividad insostenible. En el plano político, aparte

de sus relaciones con el PP gallego, destaca su vieja asociación con capitales

sudafricanos en tiempos del apartheid, lo que le permitió sentar una de sus

principales bases de operaciones en Namibia y Sudáfrica. Un exponente más

de transnacional a la española, donde suelen combinarse buenas relaciones

políticas, riesgo financiero y depredación ambiental.

También la historia de su crisis se ciñe a un modelo clásico. A los problemas

generales de todas las empresas locales se ha sumado el descubrimiento de

una deuda adicional de unos 1.000 millones de euros que el máximo

responsable del grupo (la familia Fernández de Sousa, que aún controla un

20% del capital) había conseguido ocultar a sus mismos socios (el grupo

cervecero Damm y diversos grupos financieros). Ocultó asimismo el fracaso

de sus actividades de acuicultura en Chile (salmón) y Portugal (rodaballo)

—muestra de los problemas de esta actividad—, algo agravado en el caso de

la instalación portuguesa por haberse ubicado en un emplazamiento

inadecuado. La elección de Mira (Portugal) fue fruto de la pataleta de la

empresa ante su fracaso (por la acción del movimiento ecologista y los jueces)

a la hora de instalar la planta en un paraje natural protegido de la costa

gallega. No podía faltar tampoco el toque canalla del uso de “información

privilegiada”, consistente en que la familia Fernández de Sousa vendió, poco

antes de que se destapase la gravedad de la situación, un importante paquete

de acciones (7%) por la módica suma de 31,5 millones de euros, una venta

que está dando lugar a la apertura de un proceso judicial. La crisis de

Pescanova es otro ejemplo prototípico del fracaso de la burbuja española

(aunque en este caso es de pescado y marisco en lugar de inmobiliaria),

incluyendo en ello la incapacidad o complicidad de la auditora que año tras

año evaluaba las cuentas o de la Comisión Nacional del Mercado de Valores,

que debía controlar estrechamente una empresa cotizada. El caso Pescanova

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sirve, además, para mostrar que los grandes grupos empresariales pueden

utilizar el entramado de sus diversas filiales para, entre otras cosas, camuflar

deudas (además de evadir impuestos y transferir rentas).

II

Puede que estemos ante un caso particular, uno más, en la larga serie de

fiascos empresariales que han ido estallando a lo largo de los últimos cinco

años. Pero es también posible que el descontrol de la deuda que ha puesto de

manifiesto el caso de Pescanova no sea más que un ejemplo, una punta de

iceberg, de un problema más global: el del elevado endeudamiento de las

grandes empresas españolas y el del ocultamiento de la misma, lo que puede

acabar generando un nuevo estallido financiero. Hay pistas de que está entre

los riesgos probables a corto plazo. Es una cuestión que seguir en un

momento en que el discurso oficial es que ya hemos culminado el

saneamiento financiero de la economía.

La deuda de las empresas no financieras se situaba a finales de 2012 en 1,14

billones de euros. Sólo la deuda de las empresas no financieras cotizadas en

el Ibex (las que más movimiento tienen en bolsa) se situaba en 270.000

millones de euros (40.000 más que al final del año anterior). En el total se

incluye la deuda de las empresas inmobiliarias, pero en el caso de las

empresas del Ibex las inmobiliarias son prácticamente inexistentes. Las

causas de este endeudamiento, burbuja inmobiliaria aparte, redican

fundamentalmente en el elevado apalancamiento con el que se ha producido

el crecimiento y la internacionalización de las grandes empresas españolas: la

compra de empresas en el exterior mediante créditos. Mientras la economía

estaba en crecimiento, podían suponer que el aumento de las ventas en el

futuro podría permitir la devaluación paulatina de los créditos, pero en una

economía estancada o en recesión esto no es posible. Como muchos de los

grandes créditos se obtienen con un plazo de devolución relativamente corto

(5-7 años), las empresas endeudadas pueden encontrarse con graves

problemas de liquidez cuando vence un plazo importante. De hecho, este

problema también lo tienen los bancos que recurrieron a la financiación

exterior, pero en este caso los grandes bancos han podido acudir al crédito

“blando” y generoso que les suministra el Banco Central Europeo (y que a

finales de 2012 superaba los 300.000 millones de euros).

El problema del apalancamiento y la devolución de los créditos ya se planteó

hace unos años, y la respuesta en la mayor parte de los casos fue la

refinanciación de la deuda, esto es, un acuerdo por el que se aplazaba la

devolución del principal, se pactaban nuevos intereses y, en determinados

casos, se condonaba parte de lo adeudado a cambio de la entrega de activos

(aquí se ha generado la enorme cartera de activos inmobiliarios —edificios,

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solares, etc.— en manos de la banca) y hasta se concedían nuevos créditos. El

resultado interesaba a ambas partes: con el aplazamiento, las empresas

obtenían oxígeno para seguir viviendo y los bancos evitaban tener que

contabilizar esos créditos como impagados. La solución podía ser buena en

una coyuntura crítica a corto plazo, la crisis en forma de V en la que muchos

creían (una recesión corta seguida de una rápida recuperación de la

actividad), puesto que el aplazamiento trasladaba el momento de los pagos al

de la recuperación. Pero en una economía deprimida de larga duración, en la

que las ventas no crecen, el aplazamiento del pago simplemente pospone la

situación de crisis (la puede incluso agravar si se han negociado intereses más

altos como contrapartida del aplazamiento, lo cual aumenta el volumen de las

cantidades a devolver). En gran medida, la magnitud de estas

renegociaciones de grandes créditos explica también la ausencia de créditos

al resto de la economía, pues los bancos han tenido que destinar grandes

sumas a evitar quiebras de sus grandes clientes. Prueba de que la cuestión

empieza a escocer es que las grandes empresas españolas se han aprestado a

poner en venta activos importantes para reducir deuda, aunque en tiempos

como los actuales la venta no siempre es fácil y a menudo es una operación

ruinosa. Hay, por tanto, un riesgo serio de que el affaire Pescanova no sea un

caso aislado, sino que inicie una nueva serie de grandes suspensiones de

pagos (“concursos voluntarios”, se dice ahora; suena más suave) que generen

nuevas tensiones al sistema bancario. No hay razones para pensar que no

existan otras empresas que hayan realizado prácticas filibusteras para

trampear su situación. La libertad que se le permitió al sector financiero para

continuar las prácticas especulativas, con la coartada del riesgo global, puede

acabar deparando un riesgo mayor y constituir uno de los elementos de

prolongación de una crisis que para millones de personas ha pasado ya a ser

un drama kafkiano.

30/4/2013

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Los indultos del gobierno español durante 2012: un panorama

preocupante

Antonio Madrid Pérez

Durante 2012 el gobierno español concedió 534 indultos. Los medios de

comunicación suelen airear determinados indultos especialmente llamativos:

el de los 4 policías catalanes que durante 2012 se beneficiaron de dos indultos

encadenados en el plazo de unos meses (el primero en febrero y el segundo

en noviembre), el del ex alcalde que había sido condenado por prevaricación,

el del ex toxicómano que recibió el apoyo popular para conseguir su indulto, el

del kurdo que lanzó un zapato al presidente turco como muestra de protesta,

el concedido a la mujer maltratada que mató a su marido, el indulto concedido

a un preso que llevaba 35 años cumpliendo condena o los concedidos a

responsables políticos condenados por corrupción.

De los 534 indultos concedidos en 2012, la inmensa mayoría se aplicaron a

personas que habían cometido delitos contra la salud pública (205 de 534, el

38,3%). El resto de indultos se aplicaron a personas que fueron condenadas

judicialmente por haber provocado lesiones a otras personas, por robos, por

delitos contra la seguridad vial, por homicidio imprudente, por abandono de

familia, por alzamiento de bienes, por delitos contra el medio ambiente,

contra la propiedad intelectual, por falsedad documental, por desobediencia,

por deserción, por secuestro, por torturas… y se podría seguir con una retahíla

de delitos cometidos. En bastantes ocasiones, la persona condenada ha

cometido varios delitos. El indulto, que concede en Consejo de Ministros, se

puede aplicar al tiempo de condena de privación de libertad así como a otras

sanciones: multas o inhabilitaciones, por ejemplo.

Uno de los usos del indulto menos conocido es la concesión del mismo a

soldados que desertan. Si un soldado profesional se marcha de su destino, de

su unidad o de su lugar de residencia, con intención de incumplir sus

obligaciones militares, está desertando. Este delito se pena con prisión un

mínimo de 2 años y 4 meses y un máximo de 6 años. En 2012 se concedieron

33 indultos a soldados que se hallaban en esta situación. Otro uso llamativo

es la concesión de indulto a petición de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús el

Rico. El rey Carlos III concedió un privilegio singular a esta Cofradía: la

concesión del indulto solicitado por esta cofradía. En 2012, siguiendo esta

tradición, se indultó a un preso a petición de esta cofradía.

Durante 2012, los indultos que más oposición han encontrado por parte del

poder judicial (que es el que dicta sentencia) y por parte de las asociaciones

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de defensa de derechos han sido los concedidos a cuatro mossos d’esquadra

(policía autonómica catalana). Los delitos cometidos por estas personas eran

en el caso más leve: delito contra la integridad moral, una falta de lesiones,

un delito de detención ilegal y una falta de maltrato. Las penas impuestas por

estos delitos y estas faltas fueron de: dos años y tres meses de prisión,

inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo

de condena e inhabilitación especial para el empleo o cargo público durante el

mismo tiempo, ocho meses de multa con una cuota diaria de diez euros, e

inhabilitación absoluta durante nueve años. Pues bien, en febrero de 2012 a

esta persona se le conmutó las penas de inhabilitación especial para empleo o

cargo público e inhabilitación absoluta impuestas, por una única pena de dos

años de suspensión para empleo o cargo público. Y la pena de cárcel de dos

años y tres meses de prisión se conmutó por otra de dos años de prisión. De

esta forma el gobierno preparaba el terreno para evitar la estancia en prisión

de este mosso d’esquadra. Unos meses después, en noviembre de 2012, el

gobierno conmutó la pena privativa de libertad que le quedaba por cumplir

por otra de dos años de multa (a razón de 10 euros diarios). Los otros tres

mossos, condenados por torturas más otros delitos, recibieron el mismo trato

que el primero. En resumen: el gobierno español indultó dos veces seguidas

en el mismo año a cuatro policías autonómicos que habían sido condenamos

por delitos graves a varias penas.

La figura del indulto y su utilización plantea una serie de interrogantes acerca

del poder que detenta el Estado y el uso que hace de él. El acto de indultar es

una característica del poder soberano. En términos históricos, el indulto es

una expresión del derecho de gracia del soberano, de su potestad de

clemencia, de perdón, es decir, de su reserva del ejercicio de poder sobre la

vida de los súbditos. La pena (entendida como sanción penal) y el indulto

(entendido como medida de gracia) son expresiones del poder estatal: el

poder de castigar e imponer el castigo y el poder de reducir o suprimir el

castigo impuesto. Sin embargo, la evolución del modelo estatal y de la

estructuración política y jurídica del poder que detenta, ha hecho que el

indulto se halle en una situación fronteriza: condena el poder judicial e indulta

el poder ejecutivo.

Sorprende saber que la Ley que regula el “ejercicio de la gracia del indulto” es

de 1870, aunque fue modificada en algunos aspectos en 1988. Se podría

pensar, y en parte con razón, que el indulto es un residuo histórico que no ha

de tener sentido en un sistema jurídico que garantice un proceso equitativo y

una punición rehabilitadora. No obstante, determinados usos de la figura del

indulto, como los casos de los mossos d’esquadra o los indultos concedidos a

responsables políticos condenados por los llamados delitos de cuello blanco,

expresan un rasgo que continúa siendo preocupante en el funcionamiento del

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poder ejecutivo del Estado: el recurso a una vía excepcional para recomponer

estructuras funcionales al mantenimiento del poder estatal.

El problema es que estos funcionamientos, como puede ser el abuso de poder

en algunas intervenciones policiales o la connivencia malhechora entre

responsables políticos, empresarios y partidos políticos, son precisamente los

funcionamientos que han de ser transformados. Estos usos del indulto se

muestran como salvaguardas de estructuras que son contrarias al estado de

derecho, a la transparencia y a la exigencia de responsabilidad por los actos

de los cargos públicos y del aparato estatal.

Estas actuaciones generan frustración entre la ciudadanía y entre quienes se

toman en serio la lucha por la justicia. Entre la ciudadanía provoca

desconfianza respecto del funcionamiento de las instituciones de gobierno al

evidenciar la utilización de dobles y triples raseros jurídicos y morales. Entre

quienes rechazan una justicia de amigos y allegados, estas actuaciones

provocan indignación.

30/4/2013

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Construir la alternativa

Agustín Moreno

Realmente vivimos tiempos sombríos, que diría Brecht. Aquellos que todavía

ríen ignoran el posible despido que les puede afectar, los recortes que

sufrirán, las nuevas subidas de impuestos, el deterioro de los servicios

públicos, los años que tendrán que seguir trabajando más allá de lo razonable

y la merma futura de su pensión. Ya no hay muchos jóvenes que rían porque

sufren el brutal paro, conocen la inseguridad laboral y quizá estén haciendo

las maletas. Los griegos han sido empobrecidos un 40%; en España vamos, de

momento, por el 22% y el paro es mayor, la desprotección aumenta y se

convierte en humillante en muchos casos.

El problema de España es sobre todo político. Las crisis económicas y

financieras se repiten periódicamente, pero son la consecuencia de las

equivocadas políticas que se han aplicado durante mucho tiempo: modelo

especulativo, dependencia tecnológica, subvenciones a los empresarios,

mercado de trabajo degradado y con bajos salarios, excesivo gasto militar… Y

la rampante corrupción: se repartieron comisiones delincuentes metidos a

concejales y políticos, se financiaron los grandes partidos, se enriquecieron los

sinvergüenzas. Acabó la fiesta del ladrillo, nadie pagó la cuenta y ahora nos la

pasan a todos nosotros.

La crisis tiene un carácter político que presenta rasgos más importantes

incluso que la crisis económica. Desafección política y electoral, desconfianza

hacia partidos, instituciones y casta política. Deslegitimación que se resume

en el “No nos representan” como metáfora del alejamiento de los ciudadanos

de lo que consideran un simulacro de democracia.

Cuánto vamos a aguantar, se preguntan muchos, conscientes de que la

política de ajuste nos lleva al abismo, a levantarnos cada día con un nuevo

recorte de derechos. En Grecia resisten, y algún día de huelga y de protestas

ardieron bancos y edificios en Atenas. En algunos barrios sublevados contra la

injusticia como la Exarchia los vecinos y los jóvenes anarquistas se

autoorganizan en la solidaridad y en la lucha: no entra allí la policía. Aquí se

han quemado cuatro papeleras con un alto coste de detenciones y el

Ministerio de Gobernación, dirigido por un tipo del Opus Dei, quiere

criminalizar a la PAH por los escraches, porque consideran que no entra en el

sueldo de los políticos que actúan contra el pueblo que les llamen

sinvergüenzas y ladrones. La vía para cambiar las cosas no es la violencia. La

violencia suele ser el recurso que ejerce el poder para mantener inmutable la

injusticia y en ese terreno llevamos las de perder.

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Si tras la Transición había quien hablaba del desencanto por la quiebra de

expectativas, hoy podríamos hablar del tiempo de la desesperanza. O de la

simple espera a que llegue algún día el final de esta pesadilla. Y esto es lo

peor. El desánimo y la pasividad son los aliados cruciales para que el poder

imponga sus políticas. Aquí nada va a cambiar a mejor por sí solo. Cuando una

parte importante de la sociedad no es capaz de armarse de esperanza y juntar

un volumen importante de optimismo y de energía transformadora, el

horizonte se nos cierra más a todos y la vida se vuelve más angustiosa.

Ha empezado a haber un importante proceso de movilización. Pero la

pregunta que se hace todo el mundo es si va a servir para algo. O si al final, a

pesar de tanta calle y huelgas, acaba ganando de nuevo las elecciones la

derecha, un gobierno que se protege de los ciudadanos, o los que también

harían políticas económicas liberales. Por todo lo anterior, los ciudadanos

tenemos la responsabilidad de cambiar las cosas. De lo contario, la

movilización sin expectativas de cambio se convierte en una rutina de

manifestaciones. Y acabarían teniendo razón los que dicen que cada pueblo

tiene el gobierno que se merece, por odioso que nos pueda parecer. Y, en este

caso, estaremos más cerca de ser súbditos políticos y esclavos del mercado,

que ciudadanos libres.

Como parece que Rajoy no va a dimitir voluntariamente, ni se vislumbra

siquiera una moción de censura, hay que mantener la movilización sostenida

y toda la desobediencia civil susceptible de generalizarse. También hay que

crear y desarrollar espacios de autonomía ciudadana y formular propuestas

alternativas para influir en las instituciones y fuerzas políticas. Pero no hay por

qué renunciar al espacio político-electoral, el reto es recuperarlo para la

ciudadanía. Y para ello es fundamental trabajar de cara a las primeras

elecciones políticas que se celebren. No importa de qué sean las elecciones.

Hay que convertirlas en un profundo rechazo de la política de saqueo de

derechos que se está practicando.

Y en algo más importante si fuéramos capaces: un profundo cambio político

que conllevaría un proceso constituyente hacia una democracia real. “La

cuestión clave estriba en cómo conseguir que las reivindicaciones aisladas o

sobre temas concretos (…) confluyan en un proceso constituyente

protagonizado por las mayorías sociales, por las clases populares, por lo que

se ha dado en llamar el 99%”, como dice Gerardo Pisarello en un interesante

artículo sobre el tema.

Si estamos a un año de las elecciones europeas, no hay tiempo que perder.

Hay que seguir en la calle deslegitimando un poder ilegítimo que actúa al

servicio de los mercados, que arruina al país, que incumple por completo su

programa electoral. La lucha es importante, pero hace falta una alternativa

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que sea palanca de cambio. Josep Fontana lo expone muy crudamente: Que

salgan en manifestación los jóvenes no importa a nadie. Mientras vayan a la

Puerta del Sol o la plaza de Catalunya y sus padres voten al PP o a CiU, no hay

nada que hacer.

En este país ha habido ejemplos históricos que conviene tener presente.

Siempre que se ha producido un cambio político en profundidad: la “Gloriosa”

de 1868 (que acabó con el trono de Isabel II), las elecciones municipales de

1931 (que permitieron la proclamación de la II República), hubo previamente

un acuerdo amplio y muy plural de las fuerzas políticas de la oposición.

El Pacto de Ostende o el Pacto de San Sebastián permitieron que el pueblo

español visualizara la alternativa de cambio y se volcara en los

levantamientos populares que apoyaron a Prim y a Serrano, o fueran a votar

masivamente por las candidaturas republicanas en una elección de

concejales.

Hay que ponerse manos a la obra, a allanar el camino para dar con una

alternativa política esperanzadora y viable. Y en este proceso deben de

participar todos y todas las personas, movimientos ciudadanos, miembros de

organizaciones y sindicatos, partidos políticos que sientan la urgencia de

cambiar la situación política, económica y social en España. Hay que

arremangarse para la tarea, teniendo en cuenta que, como decía Paco

Fernández Buey, la política sin ética es politiqueo y la ética sin política puede

ser narcisismo.

No nos sirve el PSOE, si no cambia de programa de forma radical, ya que

practica una política que les hace ser parte del problema y no una solución. Lo

que podríamos llamar el “socialismo de derechas” que implantó González y

que consiste en una impostura de izquierda para hacer políticas económicas

neoliberales que apenas se diferencian de la derecha; no olvidemos el cambio

constitucional del artículo 135 para que el pago de la deuda sea la gran

prioridad, es decir, la rendición del Estado Social a la deudocracia. Por otro

lado, practica la “política de la fruta madura”, esperando que el desgaste del

PP por la crisis le permita recuperar el poder y seguir jugando al eterno juego

del bipartidismo cómplice. Es decir, esperando no ganar las elecciones, sino

que las pierda el gobierno; y para ello no necesitan renovación ni cambio

programático de fondo.

No es suficiente el avance que pueda experimentar IU. Las encuestas le

pronostican hasta un 15% y es importante y merecido, pero hace falta más

presencia política y electoral para cambiar las cosas de raíz. Y se necesita

generosidad política para entender que los intereses generales deben de estar

por encima de los de la formación, después de tantos años de travesía del

desierto.

13

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Habría que crear algo así como “el partido de los honrados”, “el frente por la

decencia”, donde se sientan representados esa amplísima mayoría que

padece las políticas actuales y que necesita un referente político electoral.

Que necesita recuperar la ilusión de que es posible acabar con la falsa política

de apaciguamiento de los mercados que conduce al recorte si fin. Para que no

se quede la indignación en casa y llegue a las urnas, porque la abstención es

un regalo para el poder que seguiría gobernando tan deslegitimado como

ahora. Para salir de la actitud de espera, para romper el miedo.

Para ello, haría falta avanzar en una serie de líneas de acuerdo: un programa

de mínimos que cuestione la política de ajuste, se plantee la recuperación de

derechos expoliados y los objetivos del empleo, la protección social y los

servicios públicos; una orientación hacia un proceso constituyente que cambie

las bases del modelo político, que resignifique el concepto de democracia y

cambie la ley electoral; una elección de candidatos con criterios muy

participativos, representativos y plurales (mujeres, jóvenes, afectados,

personas con la formación necesaria…); un código ético muy riguroso en el

ejercicio de los cargos públicos, la limitación de mandatos y la revocación; así

como todas aquellas propuestas de interés que se consensuen. En

resumen, un programa alternativo y una bandera ética.

Cómo se llame el movimiento de alternativa (unidad popular, bloque

progresista, frente amplio, océano de mareas…) no es lo más importante,

aunque debería no tener connotaciones excluyentes ni que produzcan rechazo

y que sirva para sumar y construir. Que dispute el poder institucional y

combine ésta presencia con la organización en las bases y la movilización

social.

Para que esta alternativa política ciudadana cristalice, tienen que participar

los ciudadanos comunes. Pero el mayor riesgo no es la radicalidad del

proyecto sino los sectarismos y contra ellos hay que vacunarse. Como

decía Paulo Freire, “la radicalidad es tolerante, mientras que el sectarismo es

ciego y antidemocrático, aferrado a sus certezas. El radical está al servicio de

la verdad, mientras que el sectario está al servicio de su verdad, que además

pretende imponer”. De ahí que el sin duda difícil debate sobre proyecto y

propuestas no debe de estar reñida con un funcionamiento amable que

permita confluir a muchos y desmontar de forma paciente los sectarismos

bloqueadores.

Si falta la inteligencia necesaria para construir la alternativa, el futuro nos

deparará más desigualdad, menos derechos y más represión para imponerlo.

Estamos ante la ocasión histórica de acabar con el bipartidismo de esta

segunda restauración borbónica, de cambiar de base esta sociedad y abrir un

nuevo proceso constituyente. No va a ser fácil, seguro. Pero el 23-F demostró

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con un gran éxito en la movilización que es posible la unidad de muchas

mareas o movimientos sociales, ciudadanos y políticos. Quiero mantener la

esperanza de que seamos capaces, pero no tengo la certeza. Si lo

conseguimos y luchamos tendremos esperanza, por ello estamos obligados a

intentarlo.

1/4/2013

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La modificación de la Ley de Costas

Una reforma para desproteger y privatizar la costa

Mar Aguilera Vaqués, Àlex Peñalver i Cabré y Lluís-Xavier Toldrà i

Bastida

La Ley de Costas de 1988 ha sido una herramienta que se ha revelado útil,

pese a sus limitaciones, pues ha encarnado uno de los aciertos más que

notables en la protección del litoral frenando así, en parte, la aniquilación de

la costa española que venía produciéndose en las décadas que la preceden.

Estos 35 años de vigencia de la Ley de Costas han sido un ejemplo de

transversalidad ideológica en la preservación de la costa. Prueba de ello ha

sido su supervivencia normativa durante estos años de gobiernos de diferente

signo. Algo que sería muy positivo en los tiempos actuales. Este proceso de

conservación ha implicado a muchos ciudadanos de todas las tendencias y

color político. No es justo que ahora se abandone la costa a este peligroso

fantasma conocido como “el mercado”.

El actual proyecto de ley que modifica esta norma de 1988 (recientemente ya

aprobado por el Senado y pendiente de su inminente posterior aprobación

definitiva por el Congreso de los Diputados) causa una profunda decepción.

Aunque se autodenomina “ley de protección y uso sostenible del litoral”, este

proyecto abre la puerta a una banalización, degradación y destrucción aún

mayor de nuestras costas. Por ello, se debería denominar “Ley de explotación

del litoral”, puesto que, de manera más coherente, indica lo que se va a

perpetrar. Se olvida que asumir y asegurar una política activa de conservación

del litoral es la manera que mejor contribuye a mantener e impulsar la

actividad turística y económica de nuestro litoral. No podemos compartir de

ningún modo la reducción de la zona de servitud de protección de 100 metros

para permitir desarrollos urbanísticos en municipios cuyas dos terceras partes

ya estén transformados. Tampoco entendemos la amnistía generalizada de

construcciones fuera de ordenación dentro del dominio público-marítimo

terrestre (DPMT). Causa estupor la legalización de monstruos del pasado que

se excluyen del DPMT (como Empuriabrava y otros once más) y la amenaza

sobre espacios naturales de altísimo nivel de protección (como el Salobrar de

Campos, en Mallorca). Marinas y salinas de nueva construcción dejarán de ser

DPMT. Se aumenta a 75 años el plazo de la concesión de ocupación (DPMT) lo

que también fomenta el uso privado del litoral. Además, ignora las previsiones

del cambio climático al mantener construcciones existentes en zonas de

dominio público-marítimo terrestre pudiendo ser a cargo del Estado los costes

de las obras de defensa. Todas las previsiones mínimamente protectoras

tienen su consiguiente excepción que, como ya sabemos y viene ocurriendo

en derecho español, se convertirán en norma. No hace falta ser muy sagaz

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para ver que se trata de medidas que, a socaire de los vientos de crisis,

contienen una clara intención ideológica de permitir una mayor urbanización

de nuestras costas para mayor gloria de los lobbies del cemento que han

destruido nuestra geografía y nuestra economía.

Esta desagradable propuesta normativa que, de no mediar cambios

parlamentarios de última hora, será aprobada por las Cortes Generales, hace

gala de un profundo desconocimiento de las tendencias normativas sobre el

litoral en el Mediterráneo. Se ignoran los protocolos que derivan del Convenio

de Barcelona y las directrices europeas sobre protección integrada del litoral

que nunca incluyen referencias a ser más permisivos con los usos y la

edificación de la franja que nos ocupa. Parece que se haya olvidado que, por

ejemplo, España es parte del Convenio para la Protección del Mar

Mediterráneo contra la Contaminación, denominado posteriormente Convenio

para la Protección del Medio Marino y de la Región Costera del Mediterráneo

(conocido como «el Convenio de Barcelona») al que se adhirió la Comunidad

Europea mediante las Decisiones 77/585/CEE (1) y 1999/802/CE (2) del

Consejo. La Decisión del Consejo de 27 de noviembre de 2006, autorizó las

negociaciones organizadas por el Convenio de Barcelona con vistas a la

preparación de un Protocolo sobre la gestión integrada de las zonas costeras

del Mediterráneo (denominado «el Protocolo ICZM»). Este protocolo fue

precisamente aprobado en la reunión de plenipotenciarios de 20 de enero de

2008, celebrada para mayor escarnio en la capital de este Estado (de lo cual

seguro que no se acuerdan el Consejo de Ministros ni los diputados y

senadores que han votado a favor de esta reforma legislativa).

Posteriormente, dicho protocolo fue adoptado como Decisión del Consejo el 4

de diciembre de 2008 bajo las siglas “Protocolo IZGC”. La modificación de la

Ley de Costas incumple una tras otra sus previsiones sobre el litoral.

Recordamos que uno de los considerandos de esta decisión establece que “los

Estados miembros y sus autoridades competentes se encargarán de formular

y aplicar determinadas medidas concretas contempladas en el Protocolo

ICZM, tales como el establecimiento de zonas donde esté prohibido edificar.”

También es recomendable la lectura de los primeros párrafos del preámbulo

del Protocolo de Madrid: “Considerando que las zonas costeras del mar

Mediterráneo constituyen un patrimonio común natural y cultural de los

pueblos del Mediterráneo, que conviene preservar y utilizar juiciosamente en

beneficio de las generaciones presentes y futuras. Preocupadas por el

aumento de la presión antrópica sobre las zonas costeras del mar

Mediterráneo que amenazan su fragilidad y deseosas de detener e invertir el

proceso de degradación de esas zonas y de reducir, de manera significativa,

la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas costeros. Inquietas por los

riesgos que amenazan a las zonas costeras debido a cambios climáticos que

pueden provocar, entre otras cosas, una elevación del nivel del mar, y

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Page 18: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

conscientes de la necesidad de adoptar medidas sostenibles para reducir los

efectos negativos de los fenómenos naturales […].

Sobre el llamado “informe Auken” del Parlamento Europeo al que se hace

referencia en el preámbulo del proyecto de ley causa una gran estupefacción

comprobar cómo sólo se hace referencia de forma sesgada a un fundamento

concreto y, por el contrario, se obvian clamorosamente todos los otros. Así,

por ejemplo, el fundamento V recuerda como “esta actividad extendida que

respaldan las autoridades locales y regionales irresponsables a través de una

legislación inadecuada y en ocasiones injustificada, que en muchos casos es

contraria a los objetivos de varios actos legislativos europeos, ha dañado

considerablemente la imagen de España y de los amplios intereses

económicos y políticos que tiene en Europa, debido a la aplicación laxista de

las legislaciones urbanísticas y medioambientales vigentes en las

Comunidades Autónomas españolas en algunas actuaciones urbanizadoras,

así como la aparición de algunos casos relevantes de corrupción ocasionados

por ellas”.

Resulta increíble que el Gobierno sea tan miope e insensible a las sencillas y

clarividentes prescripciones de esta normativa internacional y europea.

Además el Gobierno permanece ciego a las iniciativas consolidadas de otros

países del continente como la que en Francia hacen instituciones tan bien

valoradas por la ciudadanía de aquel país como el Conservatoire du Littoral et

des Rivages Lacustres que desde 1975 ha adquirido y protegido

conjuntamente con otras administraciones públicas casi el 25% de la línea

costera francesa. Se trata de un ente público muy bien conceptuado (incluso

pese al descrédito generalizado de las instituciones) por los ciudadanos, que

ha sobrevivido a cuarenta años de gobiernos de diferente color político. Este

ejemplo hubiera podido exportarse perfectamente al sistema jurídico español

y esta ley que se está gestando será la enésima ocasión perdida a este lado

del Pirineo.

En conclusión, si es cierta la afirmación que la vicepresidenta portavoz del

Gobierno vertió ante la prensa (y ante los ciudadanos) de que se pretende

conservar más y mejor el litoral, entonces debe abandonarse este proyecto de

ley. De lo contrario, la sociedad no puede quedar impasible a este

despropósito y, pese a sus modestos medios (aunque con el poder de la

convicción), hará lo que esté a su alcance para dejar sin efecto una normativa

irresponsable que sume el único capital que tenemos (nuestro territorio) en

unas tinieblas más inciertas que la situación económica de este país.

[Mar Aguilera Vaqués, Àlex Peñalver i Cabré y Lluís-Xavier Toldrà i

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Bastida son miembros del Fons de Defensa Ambiental]

30/4/2013

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El Mediterráneo en llamas

Boaventura de Sousa Santos

Regresé de Túnez, donde participé en el Foro Social Mundial, convencido de

que el Mediterráneo continuará haciendo justicia a la importancia que le

atribuyeron Hegel y Fernand Braudel, aunque por razones diferentes. Si para

Hegel el Mediterráneo fue el elemento unificador y el centro de la historia

mundial, para Braudel fue la cuna del capitalismo. Ambos pusieron en valor el

Mediterráneo a partir de Europa y de lo que entendían que era la superioridad

de Europa. Yo veo en el Mediterráneo la premonición de un mundo diferente,

no sé si mejor o peor, pero donde la Europa que esos autores imaginaron será

un pasado cada vez más pequeño para poblaciones cada vez mayores en el

mundo.

Puede parecer extraño que estos pensamientos se me ocurran en el momento

en el que participo en una reunión de muchos miles de personas venidas de

todo el mundo, unidas por la voluntad de luchar por un mundo mejor. Pero

como sociólogo, no puedo huir de la magia de esta ciudad de Túnez donde

nació, en 1332, Ibn Jaldún, aquel que hoy considero que fue el gran fundador

de las Ciencias Sociales modernas después de haber enseñado durante

décadas que ese título correspondía a Max Webber, Émile Durkheim y Karl

Marx. En un libro espléndido, Ibn Jaldún aborda temas tan diversos como la

historia universal, el ascenso y la caída de las civilizaciones, las condiciones

de la cohesión y de cambio social, economía, teología islámica y teoría

política. Me refiero a Muqaddimah, o Prolegomena, escrito en 1377.

Inmerso en el bullicio del comercio de Medina, o en la algarabía de la marcha

monumental con la que abrió el Foro Social Mundial, releo de memoria el libro

y entiendo por qué las dos orillas del Mediterráneo están en llamas. Al norte,

los ciudadanos de países supuestamente democráticos asisten al secuestro de

sus ahorros, de sus salarios y de su esperanza para satisfacer a los banqueros

insaciables; al chantaje de sus gobiernos a los tribunales constitucionales,

como si las constituciones fuesen tan descartables como la montaña de papel

que queda de la comida macdonaldizada; a la pesadilla alemana que, después

de destruir a Europa dos veces en un siglo, parece querer destruirla una

tercera, siempre en nombre de la superioridad teutónica. Y todo esto pasa en

las ciudades italianas otrora libres, y en países como Portugal y la España a la

que Braudel confirió tanta importancia en el nacimiento del capitalismo

moderno y que ahora, ninguna importancia consiguen conferir a la humillación

a la que son sometidos.

Al sur, ciudadanos sedientos de democracia y de dignidad han concluido que

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han estado sujetos a dos dictaduras: a la de los dictadores y sus policías, y a

la del capitalismo global. Entre la sorpresa y la confirmación de tanta derrota

histórica, verifican que sus vecinos del norte saludaron su libertad de la

primera dictadura, pero que en ningún caso tolerarán que se libren de la

segunda. Por el contrario, arrestan, matan o dejan morir a sus hijos que,

desesperados, se lanzan al mar con la esperanza de una vida mejor llamada

Isla de Lampedusa. Si con la democracia ven la miseria, no es difícil decretar

la miseria de la democracia. Y es aún más fácil si las dictaduras más

retrógradas del golfo Pérsico vienen de un Islam agresivo que sabe explotar la

piedad de los creyentes para bloquear el ímpetu democrático que, en caso de

que el contagio funcionase, un día podría llegar a su tierra. ¿Qué le sucedería

a los superricos del norte si los superricos del sur no pudiesen disponer de

esas dictaduras para prosperar en sus negocios?

Ibn Jaldún no narra estos hechos, pero narra otros muy parecidos. Común a

todos es la idea de que la civilización declina cuando las élites políticas que

quieren servir al pueblo no lo pueden hacer y las que se quieren aprovechar

del pueblo tienen el camino libre. En términos contemporáneos sería así. Los

miembros de la clase política que se dedican al país lo hacen de forma que

nunca podamos participar en la gobernanza. Todos los demás, la aplastante

mayoría, gobiernan el país en función de sus carreras personales futuras, sea

en las instituciones internacionales, como comentaristas políticos o colocados

en multinacionales. Si esto no es el principio del fin, es el fin de todos los

principios.

[Boaventura de Sousa Santos es doctor en Sociología del Derecho y

director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra

(Portugal)]

14/4/2013

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Una visión distinta del origen del paro

Joaquín Juan Albalate y Jesús Matamala Bacardit

La ausencia de empleo se ha asociado, generalmente, a la pobreza y a la

exclusión social ya que, para aquellos que necesitan trabajar por cuenta de

terceros, el hecho de no ganar un salario puede convertirse en un suceso

nefasto, especialmente, para quienes aquél constituye la única fuente de

ingresos. A su vez, estar en paro no sólo significa no tener empleo, sino que

comporta, entre otras cosas, la pérdida de las cualificaciones de la persona

desocupada conforme transcurre el tiempo que tarda en volver a la

ocupación, además de que se tiende a enfermar en mayor proporción que los

que tienen empleo continuado (Recio, 1997)

Por el contrario, tener empleo, no sólo es ganar un salario, es también tener

una posición social, una identidad profesional, autoestima, relaciones sociales

con terceras personas en el centro de trabajo, etc. Ahora bien, que no exista

paro o éste sea mínimo no implica que no exista pobreza o exclusión social. El

caso de EE.UU. es paradigmático en este sentido.

Hoy en día, no hay ningún medio de comunicación ni conversación en el

espacio público que, directa o indirectamente, no haga referencia a la

situación de desempleo en la que se encuentran muchas personas en España.

En la actualidad, el paro ha alcanzado unos niveles absolutos y relativos sin

precedentes en la historia reciente de España desde que en 1976 se iniciara el

cómputo de las cifras del paro.

Se mire como se mire (desde la EPA, desde la Seguridad Social o desde el

INEM), las cifras de parados en España han superado todos los límites

registrados hasta ahora. Según datos de la EPA (que es la única fuente de

referencia para comparar los datos del empleo en Europa), a finales de

diciembre de 2012 habían casi seis millones de parados en España

(5.965.000), mientras que en ese mismo mes de 2007, esa cifra no llegaba a

los dos millones (1.950.000).

Que España tuviera, según Eurostat, las tasas de paro global y juvenil más

alta de todos los países de la Unión Europea y de la OCDE —26,04 y 50,1,

respectivamente, a inicios de 2013— no es novedoso pues hace ya muchos

años que encabeza el "honor" de ser el país con el mayor porcentaje de

desocupados dentro de estas organizaciones internacional. Lo inédito es que

el número de parados registrados por el INEM nunca antes había alcanzado

los 5 millones de personas.

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Page 23: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

Entonces, ¿qué pasaría en España si todos los que trabajan parcial o

totalmente en la economía sumergida, decidieran "darse de alta" como

nuevos parados?, ¿qué sucedería si todos los mayores de 16 años que están

en situación de inactividad (y, por tanto, no computan como parados), se

pusieran de golpe a buscar trabajo porque, por ejemplo, el "colchón" que

financiaba su vida cotidiana hasta ahora, desapareciera también de golpe?

Estas y otras preguntas no parecen suscitar demasiado interés entre los

tertulianos y los mismos servicios de información de los medios de

comunicación más importantes los cuales, junto a otras fuentes de

socialización, son corresponsables de crear una opinión pública negativa del

parado.

En la actualidad, es muy común que estos agentes privados o públicos sólo se

dediquen a discutir —a menudo, con formas vulgares que son, según parece,

las que proporcionan mayor audiencia y, por tanto, mayor negocio vía

publicidad— aspectos nimios o dramáticos de las consecuencias del paro,

pero sin profundizar en las graves consecuencias objetivas y subjetivas de la

existencia de esta lacra social y, menos aún, de las causas que explican la

existencia de ese estrago social.

Parece como si ya nos hubiéramos acostumbrado a convivir,

irremediablemente, con la ausencia de empleo para una gran parte de la

sociedad, sin otra alternativa para encontrar ingresos que no sea la de recurrir

al autoempleo o, como ya sucede últimamente, volviendo a emigrar a otros

países con una estructura económica más sólida que la nuestra. Autoempleo,

en forma de autónomo o, como hace ya unos años se viene diciendo, en

forma de "emprendedor". Eufemismo éste que parecería esconder, quizás,

una mala imagen del término centenario de empresario —¿por sus

connotaciones de responsable de la explotación de los asalariados?— como si

los empresarios de antes no hubieran sido emprendedores o, peor aún, como

si los denominados emprendedores de ahora fueran innovadores de por sí y

distintos a aquellos, porque el ánimo de lucro no sería su objetivo principal

sino uno más, quedando subsumido a otros de "calado superior".

Llegados aquí, sería necesario aclarar qué dimensiones tiene el paro en la

sociedad española actual y, sobre todo, qué causas y consecuencias pueden

explicar las consecuencias de tal situación. Para ello sería pertinente empezar

por definir qué se entiende por paro o desempleo o, mejor aún, por parado,

para pasar luego a apuntar las posibles causas que explicarían el paro.

El concepto de parado no se desarrolla hasta principios del siglo XX en

algunos países occidentales y se consolidará tras la Segunda Guerra Mundial.

Hasta entonces los que no tenían empleo, simplemente, o eran pobres de

23

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solemnidad (“el ejército de reserva” que diría Marx), o eran considerados

vagos, despreciables o, incluso, delincuentes.

Tras el largo período del fordismo en los países occidentales y hasta la llegada

de la crisis económica de 1973, el paro era, prácticamente, inexistente y las

pocas personas que padecían el desempleo era, básicamente, de tipo

friccional —tiempo que se tardaba en salir de una empresa para entrar en

otra— para, a partir de mediados de los setenta, iniciar una trayectoria de

carácter estructural, hasta ahora, irreversible. Es decir, desde esas fechas, el

paro en España comenzó a alcanzar tasas elevadas de forma permanente, con

aumentos y descensos en función del ciclo económico, para llegar a principios

del siglo XXI a unos niveles hasta ahora nunca habidos desde la implantación

de la democracia.

Causas del paro

El número de puestos de trabajo en una economía capitalista depende,

directamente, de la productividad de esa economía, es decir, del valor de lo

que se produce en esa economía dividido por el valor de lo que cuesta esa

producción, algo que, generalmente, se simplifica calculándolo, únicamente, a

partir del coste del factor trabajo. Por tanto, lo primero que se podría deducir

es que, a mayor productividad menos necesidad del factor trabajo ocupado, a

no ser que ese sobrante ocupacional se pueda contrarrestar con una

reubicación en otras actividades o, caso de no ser posible, creando nuevos

puestos de trabajo ajustados a las características de las personas

excedentarias. Cuando esa compensación no se produce aparece un aumento

del paro más o menos coyuntural, en función de la oferta de trabajo existente

en el mercado de trabajo.

Según la teoría económica neoclásica (aún hoy de hegemónica impartición en

gran parte de las facultades de economía, en comparación con otras

perspectivas de la economía), las causas de la aparición del paro están

relacionadas, fundamentalmente, con dos argumentos:

a) si hay paro es porque las reivindicaciones salariales de los sindicatos no se

compensan con iguales aumentos de productividad, es decir, se elevan los

costes de producción mientras que la productividad no crece al mismo ritmo.

Esto, si sucede, sólo podría ser, relativamente, plausible en los sectores con

productos sometidos a una elevada competitividad en el mercado. Se trata de

empresas que no siempre pueden trasladar la totalidad de esos costes a los

precios de venta de sus bienes o servicios. Ahora bien, son cada vez menos

las empresas que están sometidas a esta lógica de competencia, además de

que, cada vez, son menos también las reivindicaciones sindicales que

consiguen elevar los salarios por encima de la inflación real y, por tanto, que

24

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sean los sindicatos los únicos responsables de la erosión a la baja de la

productividad.

De hecho, los costes salariales reales han oscilado durante los últimos

decenios, según se han comportado una serie de variables (expansión

económica, existencia de acuerdos generales entre los agentes sociales,

presión sindical, inflación, etc.), no obstante, en su cómputo final, han tendido

hacia la baja, en razón a un descenso continuado del incremento real de los

salarios respecto el aumento de la inflación. Más aún, el paro ha sido mayor

en los países europeos con salarios más bajos, lo cual podría indicar que,

tanto las decisiones de inversión de los empresarios como la competencia

internacional se rigen por factores que van más allá de los costes salariales

(Juan, 2011).

b) la segunda argumentación es que, si hay paro, es porque los desocupados

no aceptan las ofertas de trabajo que presentan los empresarios. Y eso porque

no son suficientemente flexibles para admitir las condiciones de trabajo y

salariales que se ofrecen, o no ponen el interés necesario para buscar empleo.

Una vez más, si bien pueden existir personas que puedan permitirse

desestimar algunas ofertas de empleo, lo cierto es que la gran mayoría de los

desocupados necesitan dinero para vivir y, por tanto, trabajar (sólo hay que ir

a las colas del INEM para ver la cantidad de individuos que cada día esperan

encontrar un empleo). También es cierto que hay personas que desisten de

buscar empleo porque se han cansado de buscarlo, a veces durante años, por

lo que, al no encontrarlo, han decidido abandonar esa búsqueda hasta el

punto de que —y cada vez más— han pasado a formar parte del creciente

ejército de personas que mendigan algo que comer en todas las ciudades de

España, suceso éste, que a algunos les recuerda épocas pretéritas de

incrédula reaparición.

Ahora bien, ante esos dos argumentos es necesario recordar que, por encima

de todo, si existen personas en paro, es porque no se crea el suficiente

número de puestos de trabajo para cubrir una determinada demanda de

empleo, por lo que, como sólo crean empleo el Estado y los empresarios, los

principales responsables de que exista paro no reside en los trabajadores que

no encuentran empleo, sino que, en todo caso, recae sobre esos dos agentes

sociales.

Si el paro es masivo es porque ambos agentes son incapaces de crear el

empleo suficiente para cubrir la demanda. Quienes gobiernan el Estado,

porque se niegan a desarrollar políticas expansivas de demanda y empleo

aunque eso implicara elevar el déficit público o la inflación. Los empresarios,

porque sólo crean empleo si creen firmemente que el riesgo de mantener o,

en su caso, ampliar, la inversión productiva existente y, por tanto, la plantilla

25

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correspondiente, supera el beneficio que obtendrían si invirtieran el mismo

capital en otras inversiones (por ejemplo, en productos financieros), con

réditos equivalentes con un riesgo parecido al de mantener o ampliar la citada

inversión productiva.

Y es que, no lo olvidemos, el ideal de un empresario capitalista estándar es

depender el mínimo imprescindible del trabajo humano. Si contrata a

personas para que trabajen en su empresa es porque, a priori, espera que su

valor aportado le proporcione más beneficios de los que habría ganado si no

las hubiera contratado. Por tanto, en cuanto aparecen coyunturas económicas

que no permiten compensar los costes con los ingresos, el despido aparece

como una alternativa para solucionar, temporal o definitivamente, las

pérdidas en las que incurre ese empresario. Otra cosa sería juzgar si esa

lógica —la de contratar a las personas cuando gana el empresario y

despedirlas cuando no gana lo que esperaba o, incluso, si pierde; es decir, que

no cubre ni los gastos generales— es moralmente justa o no. Lo único que se

puede decir es que el "juego" de la oferta y la demanda en el mercado

capitalista de trabajo funciona así.

Tampoco esta teoría tiene en cuenta otras causas que han contribuido y

siguen contribuyendo, tanto o más que las anteriores, a que el paro siga

siendo masivo en España. Además de la crisis de ventas y de reorganización

productiva de los sectores con mayor ocupación e intensivos en trabajo desde

la década de los ochenta, debido al cambio tecnológico y al aumento

constante de la competitividad internacional, especialmente, en la industria y

en algunos servicios como, por ejemplo, los seguros o, más recientemente, la

construcción y los servicios financieros; existen otros factores que,

igualmente, inciden a la baja en la productividad de un país y causan el

aumento del paro, pero que no suelen aparecer en los manuales tradicionales

de economía y, a menudo, en los medios de comunicación.

Para empezar, no se puede olvidar que algunos errores de los empresarios en

la toma de decisiones sobre los productos o servicios a producir (que luego

demostraron que carecían de la demanda esperada), o que algunas de las

inversiones efectuadas en la compra de materias primas a precios no

competitivos, o que la financiación externa ha resultado ser mucho más

costosa de lo que se había calculado de antemano, o que la compra de

equipos y tecnologías no ha resultado ser lo eficiente que se previó en el

momento de su compra (averías continuas, inexistencia de ergonomía,

infrautilización de las prestaciones, etc.), pueden haber tenido gran

trascendencia para que ciertas empresas hayan tenido que cerrar, sin que,

generalmente, los trabajadores hayan podido intervenir en tales decisiones

erróneas.

26

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Asimismo, la inexistente o escasa previsión del impacto negativo para la

empresa de la competencia (leal o desleal; interna o externa) de terceras

empresas o de multinacionales puede haber sido otro factor que haya

conducido a otras empresas a tener que cerrar.

Pero dentro de la propia empresa, determinadas ineficiencias en la gestión de

los recursos humanos como ciertos “fichajes estrella”, selección de ejecutivos

con salarios muy elevados (con repercusión desproporcionada en los costes

de producción, pero también la inexistencia o escasa formación continua de

los trabajadores, de un nivel tecnológico bajo, de políticas comerciales

inadecuadas, etc., han podido contribuir también a que otras empresas no

pudieran hacer frente a los costes y, por tanto, tener que cerrar.

Todo lo anterior, en un país donde los salarios y la presión fiscal se sitúan,

significativamente, por debajo de la media europea. Por ejemplo, según datos

de la OCDE para 2011, España tenía una presión fiscal del 32,4% sobre el PIB,

por debajo de países como Checoslovaquia (34,5%), Portugal (36,1%), Hungría

(40,2%), Italia (42,8), etc., por no hablar de Dinamarca (48,6) o de Suecia

(44,9).

Por tanto, el argumento históricamente aducido por la patronal española

contra una supuesta carga fiscal excesiva no parece que pueda sostenerse

como causa del paro tan elevado. Ni tampoco se sostiene el exceso de

demandantes de empleo extranjeros en el actual mercado de trabajo pues, si

a alguien le interesó la entrada masiva de inmigrantes fue, precisamente, a

los empresarios al ver en ellos una potencial fuente de negocio al entender

que, procediendo de países más pobres, con salarios más bajos, cubrirían la

demanda de trabajo empresarial de media y baja cualificación en ciertos

sectores como la construcción y la hostelería a un coste inferior, aunque fuera

a costa del despido de los autóctonos, normalmente adheridos a convenios

que garantizaban salarios y condiciones de trabajo superiores.

En definitiva, estar en el paro, sobre todo si es de larga duración (más de un

año, según el INEM) en la sociedad capitalista, no sólo tiene repercusiones

materiales (descenso del consumo, además de que el subsidio dura, cada vez,

menos tiempo y siempre es menor que el salario que se cobraba cuando se

estaba en activo), sino que no es una situación deseada y que se alarga a

voluntad del sujeto —como insinúan ciertos políticos y economistas

neoliberales, cuando difunden públicamente ese mensaje a través de

determinados medios de comunicación controlados por empresarios afines a

esa ideología— además de que tiene consecuencias socio-psicológicas

(desánimo y autoculpabilización, como resultado de la exclusión social que se

sufre, pero también, por sentirse responsable de los conflictos familiares que

suelen generarse por no traer ingresos al hogar, etc.), sin olvidar las

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consecuencias de orden profesional (obsolescencia de las cualificaciones

conforme transcurre el tiempo de desocupación, pérdida de oportunidades de

promoción en la empresa y en la propia sociedad, etc.).

Bibliografía

JUAN ALBALATE, JOAQUÍN (2011), Sociología del trabajo y de las relaciones laborales,

Barcelona: Edicions UB.

OECD (2012), Tax Income in OECD Countries.

RECIO, ALBERT (1997), "Paro y mercado laboral: formas de mirar y preguntas por contestar",

en Recio, A. et al., El paro y el empleo: enfoques alternativos, Valencia: Germania.

[Joaquín Juan Albalate y Jesús Matamala son profesores de Sociología

de la Universidad de Barcelona]

10/4/2013

28

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Desafíos para el sindicalismo

Antonio Antón

Acaban de celebrarse los congresos confederales de los principales sindicatos:

CC.OO. y UGT Sus estrategias afectan al conjunto de la sociedad y, en

particular, a las clases trabajadoras y la izquierda social. Es un momento para

participar en el debate colectivo sobre la experiencia reciente del sindicalismo

y los desafíos presentes y futuros.

Fracaso del diálogo social

En los últimos años, junto con el paro masivo y las graves consecuencias

sociales producidos por la prolongada crisis económica, se consolidan y

generalizan las políticas de ajuste económico y austeridad para las clases

trabajadoras en España y la UE, particularmente, desde el Consejo europeo de

mayo del año 2010. Al recorte de condiciones y derechos sociolaborales de la

ciudadanía se suma la apuesta liberal por el desequilibrio en las relaciones

laborales, con refuerzo del poder empresarial y debilitamiento de los

sindicatos. La imposición gubernamental de esas políticas regresivas, con el

apoyo del poder económico y financiero, conlleva el fracaso del sistema de

diálogo social como vía de freno a esas medidas y marco para establecer una

política equilibrada y compartida frente a la crisis.

La tradición del movimiento sindical ha combinado en diferentes momentos

una doble estrategia basada en el conflicto social y el acuerdo general, en la

movilización sindical y sociopolítica y en la negociación y el diálogo

institucional. La combinación de esos dos elementos básicos está

condicionada por las estrategias y la posición de las contrapartes (gobiernos y

organizaciones empresariales), así como por las expectativas de avance en los

objetivos reivindicativos fundamentales para trabajadores y trabajadoras y la

ciudadanía: mejoras sociolaborales y de empleo sustantivas, y fortalecimiento

de la participación popular y, específicamente, del sindicalismo como

instrumento de representación de intereses y mediación de propuestas y

reivindicaciones de sus bases sociales. La acción sindical es un medio

fundamental para conseguir resultados concretos en los dos planos: avances

reivindicativos; mejorar la capacidad representativa, movilizadora y

contractual del sindicalismo. En condiciones defensivas, se puede formular

como freno al deterioro de las condiciones en los dos ámbitos con una acción

firme y continuada que modifique esa situación desventajosa.

En los últimos años la estrategia sindical de diálogo social ha materializado

tres grandes pactos generales: Acuerdo para la negociación colectiva del año

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2010; acuerdo social y económico con el aval a la reforma de las pensiones

del año 2011, y nuevo acuerdo para la negociación colectiva del año 2012.

Ninguno de ellos ha supuesto avances sustantivos ni mejoras significativas

para trabajadores y trabajadoras. Los supuestos compromisos de las

contrapartes a los sacrificios salariales y de pensiones acordados también se

han incumplido, y las arduas negociaciones posteriores han fracasado.

En el primer caso, no evitó la ruptura del diálogo social sobre la reforma

laboral y con el beneplácito de la patronal el Gobierno del PSOE impuso su

regresiva reforma laboral, a la que hubo que contestar con la huelga general

del 29-S, exigiendo su rectificación y la consiguiente ILP.

En el segundo caso, la mayoría de las direcciones sindicales, aun con una

ligera suavización respecto del plan inicial, colaboró con un recorte sustancial

de los derechos de pensiones, con importantes dificultades de legitimación

social. La mayoría ciudadana estaba y está en contra de las dos condiciones

de aplicación mayoritaria para acceder a una pensión completa: la edad legal

de jubilación a los 67 años y el aumento de cotización de 35 a 37 años; las

consecuencias son, entre otras, la correspondiente penalización de casi un

20% (15% + 4,5%) respecto de los derechos actuales del 100%, en los casos

más ordinarios según la edad (65 años) y cotización (35 años). Ese gran

sacrificio para los asalariados ha sido cuantificado oficialmente como de 3,5

puntos del PIB (35.000 millones de euros anuales) cuando se apliquen

íntegramente esas medidas (a los que se añadirían la reducción estimada por

el Gobierno del PP de 4.000 millones por la reciente reforma de la jubilación

parcial y anticipada y el recorte de los subsidios de desempleo).

Pero, además, también fue incumplida la contrapartida gubernamental de

consensuar la siguiente reforma de la negociación colectiva. Por tanto, el

acuerdo sindical con el retroceso en los derechos de las pensiones tampoco

evitó la imposición unilateral por el Gobierno del PSOE de otra reforma

atentatoria de los derechos y equilibrios contractuales en la negociación

colectiva. Hubo que constatar esa trampa y contestar esa nueva agresión,

junto con un distanciamiento a la política gubernamental y europea que se

reafirmaban en las políticas de austeridad (reforma constitucional) y, más

tarde, ya con la derecha en el Gobierno, en mayores y profundas reformas

regresivas.

En el tercer caso, el acuerdo firmado en enero de 2012 para la negociación

colectiva, además de aceptar y favorecer la pérdida de poder adquisitivo de

los salarios y la desactivación de las exigencias reivindicativas en los

convenios colectivos, tampoco evitó la ruptura de la negociación institucional

sobre las normas reguladoras de la negociación colectiva. El Gobierno del PP

aplicó una dura y agresiva reforma, la de mayor trascendencia en estas

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Page 31: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

décadas, para debilitar los derechos de la población asalariada y desequilibrar

todavía más las relaciones laborales en beneficio del poder empresarial y en

perjuicio de la representación sindical y la capacidad defensiva en las

empresas. Hubo que contestar con la huelga general del 29-M.

Las tres grandes reformas han constituido un fracaso en los dos planos:

retroceso de condiciones y derechos sociolaborales, y debilitamiento de la

capacidad contractual del sindicalismo (reforma laboral y de la negociación

colectiva) o de su legitimidad social (reforma de las pensiones). Los intentos

negociadores en torno a ellas no las han modificado y han fracasado. Siguen

pendientes los objetivos de revertir esos retrocesos: garantías laborales,

equilibrios en las relaciones laborales y derechos de jubilación (65+35).

Combinado con esos pactos globales se han promovido tres grandes huelgas

generales, con importante participación y mayor apoyo popular a sus

objetivos. Han sido procesos de reafirmación del sindicalismo y aumento de su

legitimidad social, imprescindibles tras las evidencias de las fuertes

agresiones gubernamentales, su incumplimiento de las promesas anteriores y

el fracaso de la negociación. Han expresado el otro componente fundamental

de la acción sindical. La firme voluntad sindical y la masiva contestación

popular contra medidas impuestas e impopulares. Es verdad que tampoco han

conseguido sus objetivos reivindicativos inmediatos de echar atrás las

respectivas reformas laborales. Pero han señalado el camino para ello, han

consolidado una opinión ciudadana contra los recortes sociales y laborales y

en defensa de un empleo decente, han debilitado la credibilidad

gubernamental, y apuntan a una rectificación de esa política regresiva.

Suponen también una relegitimación de la actuación representativa y de

liderazgo del sindicalismo, aspecto crucial ante los intentos conservadores de

su marginación.

Firmeza reivindicativa por el cambio de la política socioeconómica y

laboral

Existe un contexto de hegemonía de las políticas regresivas y fuerte poder

institucional y patronal. Junto con la continuidad del paro masivo y las nuevas

brechas sociales, las medidas regresivas que se están aplicando, todavía van

a tener efectos sociales y sindicales más perniciosos. Pretenden una salida

regresiva de la crisis y la subordinación de las capas populares, junto con

marginación del sindicalismo y la neutralización de la indignación ciudadana.

La estrategia sindical de diálogo social o acuerdos generales no ha ofrecido

soluciones a los grandes problemas y objetivos externos (reivindicativos) e

internos (capacidad representativa y contractual). Tampoco ha servido,

significativamente, en un sentido defensivo, como veto o freno a dinámicas

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mucho más agresivas.

La acción sindical fundamental no pasa por la prioridad de un diálogo social

subordinado y de colaboración con esa dinámica. La pasividad o simple inercia

tampoco es suficiente. La experiencia de las tres huelgas generales ha

expresado los límites de participación y de resultados reivindicativos, aunque

ha permitido ampliar el apoyo social a los objetivos y la representatividad de

los propios sindicatos. Igualmente, las importantes movilizaciones sectoriales

en diversos ámbitos sectoriales y territoriales (como la enseñanza en Madrid o

los empleados públicos en Catalunya) han demostrado el amplio respaldo a

las iniciativas sindicales, aun cuando sean lejanos o parciales los frutos

reivindicativos. En su conjunto, se han puesto de manifiesto las dificultades

sindicales para garantizar los derechos sociolaborales y evitar la involución

social. La realidad de la crisis socioeconómica y de empleo y las regresivas

políticas gubernamentales son un obstáculo para avanzar en una salida

equitativa y progresista de la crisis. Pero ha quedado claro que la política

sindical de colaboración o pasividad con los recortes de derechos tiene

efectos perniciosos para la población trabajadora y el propio movimiento

sindical, y que el distanciamiento y la oposición a los mismos, condicionan su

aplicación y facilitan un mayor prestigio y legitimación del sindicalismo,

palanca desde la cual se posibilita el avance posterior.

Los próximos años no aventuran un deseo gubernamental y de las

instituciones europeas de un cambio sustancial hacia una salida más justa y

equitativa de la crisis. Esa es la alternativa que el sindicalismo pretende

conseguir en defensa de un modelo social, laboral, democrático y productivo

progresista. Para ello, sería necesaria una acción sindical firme y prolongada

de activación de todos los recursos laborales y sindicales para revertir esa

tendencia dominante y abrir una dinámica de cambio de esas políticas y el

reequilibrio en las relaciones laborales. Los sindicatos son agentes

representativos fundamentales para condicionar esa orientación. Su

reconocimiento institucional y el impulso negociador deben estar basados en

los resultados de mejoras reivindicativas para las clases trabajadoras, en el

cuestionamiento de los retrocesos.

Supone impugnar el acuerdo de la negociación colectiva e impulsar la acción

reivindicativa en la negociación colectiva y frente a las reestructuraciones

empresariales. Es preciso que los sindicatos promuevan una firme acción

sindical y sociopolítica, junto con otros agentes y movimientos sociales,

particularmente contra los recortes sociales y del Estado de bienestar,

asegurando la calidad de los servicios públicos, una protección social plena y

los derechos de las pensiones. Se trata de enmarcar esa acción sindical en un

proceso de activación sindical y movilización social contra las medidas

agresivas más relevantes y, en primer lugar, por la abolición de las reformas

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laborales impuestas. Para ello es necesaria una estrategia global, continuada

y prolongada, basada en la firmeza para exigir la reorientación de la política

socioeconómica y laboral y en defensa de los intereses y derechos de

trabajadores y trabajadoras que, además, refuerce al propio sindicalismo y la

acción democrática de la ciudadanía. En el plano sociopolítico favorecerá la

democratización del sistema político y la renovación y el fortalecimiento de las

izquierdas, cuestión necesaria para avanzar en una salida justa de la crisis.

En definitiva, el sindicalismo, junto con diversos grupos sociales, ha sido capaz

de activar un amplio movimiento sociopolítico contra la austeridad y

constituye una fuerza social clave para defender a las clases trabajadoras y

promover un cambio de rumbo. Pero ha cometido algunos errores que han

debilitado su legitimidad social y su capacidad transformadora. Y sus inercias

organizativas dificultan una mejor vinculación con significativos segmentos de

la sociedad. A los sindicatos se les puede pedir más: evitar actuaciones

erróneas, incrementar su dinamismo y firmeza en la acción sindical y renovar

sus dinámicas organizativas y sus discursos. Así se fortalecerá su doble

dimensión reivindicativa y social.

[Antonio Antón es profesor honorario de Sociología de la Universidad

Autónoma de Madrid]

15/4/2013

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Comentarios prepolíticos: 15

Joan Busca

De impaciencias, rupturas y posibilidades de acción

Estamos forzosamente enfrentados a una situación de difícil salida. La crisis

actual y su manejo político constituyen una evidencia del fracaso social del

neoliberalismo y de la necesidad de superar el capitalismo. La crisis ambiental

y la crisis de los cuidados plantean la necesidad de introducir grandes

cambios en la organización de la vida cotidiana, de la regulación social. La

corrupción y la dictadura de las élites apoyan la necesidad de un cambio

sustancial en las formas de articulación política. En nuestro país, además, el

escenario político se completa con la reaparición de la cuestión republicana y

el siempre presente tema de la articulación territorial. El tiempo parece

abierto a todo tipo de rupturas y transformaciones radicales, de tablas rasas y

nuevas construcciones sociales (del capitalismo, del euro, de la monarquía,

del Estado español...).

Se trata de un contexto propicio a los impacientes, a los que creen contar con

la solución inmediata, a los que proponen salidas automáticas. Me sumo al

grupo de los impacientes, de los que creen que las cosas podrían ir

increíblemente mejor con un cambio radical, con nuevas instituciones

promotoras de la democracia participativa y deliberativa, del igualitarismo, de

la cooperación. Pero cuando trato de ver cómo llevar a cabo esta ruptura

descubro límites claros a mis ganas de acción.

Empezando por la propia densidad humana de las personas que trabajan por

la ruptura. Hay muchos activistas, pero insuficientes, en número, capacidad,

voluntad para desarrollar acciones de largo alcance. Lo peor no es esto, sino

que a menudo queman sus energías en enfrentamientos estériles. O en la

construcción de proyectos organizativos que, en lugar de cooperar con lo ya

existente, tienden a competir con ello. Siguiendo por la enorme acumulación

de poder, de recursos, de resortes con que cuentan los beneficiarios del orden

actual, un poder que no dudan en utilizar impunemente (ahí está la campaña

de demonización de la PAH) para mantener el statu quo. Un poder

estructurado a niveles diferentes, desde el local al planetario, por una

sucesión de instituciones que bloquean el cambio social. Siguiendo también

por las aspiraciones contradictorias de todas las personas beneficiarias de un

posible cambio, pero cuya experiencia vital les ha llevado a “normalizar” las

relaciones sociales dominantes, a mantener actitudes y prácticas funcionales

al orden existente, que les ha impedido pensar y desear un orden social

distinto. Y terminando por que tampoco distingo que haya claras propuestas

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de cómo articular una sociedad alternativa ni qué medidas de transición poner

en marcha. En el ambiente de los movimientos sociales y de la izquierda hay

numerosas propuestas de cambio, pero muchas de ellas son parciales, a

veces contradictorias, contienen más un recetario que una estructura. Y aún

tienen que apechugar con el sambenito del fracaso del modelo soviético. Todo

ello conduce a la perplejidad, a la contradicción ante la necesidad de un

cambio radical y la dificultad de llevarlo a cabo por la desigualdad de fuerzas,

la ausencia de una cultura alternativa compartida y de una buena propuesta

alternativa. Los clásicos solían expresar sus análisis en clave militar.

Utilizando este esquema diríamos que estamos en una situación que demanda

una “guerra de movimientos” (una acción rápida, transformadora, de cambio

real) y, en cambio, estamos atrapados en una sucia “guerra de trincheras” en

que el enemigo controla buenas posiciones, tiene fuerzas y se enfrenta a una

ofensiva a menudo poco o mal organizada.

Considero básico entender la contradicción esencial que supone esta

situación. Y empezar a pensar una actuación política partiendo de la misma.

No hacerlo conduce a caminos sin salida: al radicalismo sin posibilidades, al

esteticismo vacuo, a la desesperanza y la apatía. Asumirla supone aceptar

que, posiblemente, a corto plazo hay que picar mucha piedra para socavar la

estructura del poder. Y hay que hacerlo en múltiples direcciones: reforzando la

organización de las víctimas, su capacidad de conocimiento, elaborando mejor

las propuestas, articulando bien las acciones. Además, exige un enorme

esfuerzo de tolerancia y voluntad para minimizar las tendencias fratricidas

que siempre sobrevuelan a los grupos y la gente de izquierdas, y conseguir

que las distintas voces y acentos puedan acabar dando un buen orfeón.

Necesitamos personas con capacidades diversas, de sensibilización, de

organización, de mediación, de elaboración teórica… Las necesitamos todas.

Las necesitamos pacientes y, al mismo tiempo, insistentes.

Parece claro que cualquier avance pasa por fijar algún objetivo intermedio

posible, que permita ampliar los poderes y la capacidad de acción de la

inmensa mayoría social. Pero esto difícilmente se conseguirá si no se produce

alguna confluencia en torno a algún objetivo concreto. La urgencia de la

situación está provocando la proliferación de manifiestos, propuestas de

organización, propuestas electorales, pero se corre el riesgo de que queden

en nada. Tenía razón Agustín Moreno cuando recordaba hace poco que el

advenimiento de las dos repúblicas españolas vino precedido de un amplio

acuerdo de fuerzas que generó el espacio político y cultural que lo hizo

posible. No estoy seguro de que los tiempos sean los mismos, pero en todo

caso creo que éste es un buen recordatorio de lo que debería hacerse en casi

todos los campos: generar propuestas unitarias con objetivos concretos que

permitieran desbloquear la situación, que abrieran algún espacio al cambio. Y

seguir trabajando con diálogo, tesón, esfuerzo y sentido del humor en articular

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vías de transición que permitan la superación de la inhumana sociedad del

capital.

30/4/2013

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Ley Wert: Iglesia, empresa y democracia

José Manuel Barreal San Martín

Podría parecer que salir, actualmente, en defensa de la Escuela Pública

resulta manida y hasta obsoleta tal actitud. Pero, no. Es decir, repetir que una

escuela pública, laica y de calidad para todas y todos, además de gratuita,

democrática, participativa, integradora, e igualitaria y que solo con ella y así,

se conseguiría tener una garantía de integración y cohesión social, no solo no

está desactualizada, sino que es urgente volver a decirlo alto y claro.

El Proyecto de Ley, la LOMCE, que el gobierno del PP, de la mano del inefable

Wert, quiere convertir en el futuro modelo por el que se regirá la enseñanza

pública en España, hace que se tenga que volver a recordar y a defender los

principios básicos expuestos.

En mi opinión, dos son, entre otros, los aspectos que hacen vislumbrar una

educación pública puesta al servicio no precisamente de todas las personas

con derecho a una educación pública de calidad. Me refiero: a) la enseñanza

de la religión en la escuela pública y b) la función integradora y democrática

que debe de tener.

La regulación de la enseñanza de la religión en la escuela ha suscitado en

España controversias y no pocos enfrentamientos a lo largo de los últimos

años.

Como cabía esperar, la mayoría absoluta del PP, y la anterior dejación de las

otras mayorías que hubo (PSOE) y la buena vecindad de los gobiernos de

Zapatero con la Iglesia Católica, ha vuelto a reabrir un nacionalcatolicismo

que, en mi opinión, no había desaparecido, pero que ahora, en buen lógica de

la derecha, se recrudece. La polémica gira, como siempre, en torno a la

cuestión sobre qué lugar debe ocupar la religión en los centros de educación

pública. ¿Debe formar parte del currículo escolar la enseñanza de la religión?

Y, si formase parte, con qué carácter ¿confesional o aconfesional? A mi juicio,

el debate es falso. Lo único que cabe decir es que en el marco de una Estado

aconfesional la religión como asignatura (voluntaria o no) sobra en el currículo

de la Escuela Pública y por añadidura, con ella, el profesorado que mediante

el único “mérito” de ser señalado por el obispo de turno se introduce como

enseñante en la educación pública. Sería, de una vez y por todas, la hora de

una escuela libre, democrática, laica y justa. De otra manera, el Estado

abandona sus competencias educativas para dejarlas en manos de la iglesia

católica en todo lo relativo a determinación del currículo, aprobación de libros

de texto. Etcétera.

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Para avanzar hacia el Estado laico y, así, respetar la libertad de conciencia de

alumnos y alumnas, y por extensión, de todos los ciudadanos, se necesita, sin

lugar a dudas, una reforma de la Constitución que dictamine el carácter laico

del Estado; una revisión total de la actual Ley Orgánica de Libertad Religiosa

de 1980; y tal vez, lo primero de todo, la anulación de los Acuerdos entre el

Vaticano y el Estado español. Mientras se continúe como ahora, se seguirá

retrasando el momento de tener un estado moderno y europeo. El

anteproyecto de la LOMCE elimina, de facto, los derechos efectivos a la

libertad de conciencia y libre elección de todos los ciudadanos.

En lo referente a la conexión educación-empresa el preámbulo de la LOMCE,

que modifica la LOE, considera a la educación como una actividad orientada

principalmente a incidir en el sistema productivo desde dos perspectivas que,

reflejadas con claridad posteriormente, son: espíritu “emprendedor” y

formación para el empleo; es decir, en ningún caso considera la educación

como un bien público, un derecho universal que el Estado tiene la obligación

de garantizar a todos los ciudadanos. En Román Paladino y para entenderse:

formar, instruir para ser buenos actores sumisos en el sistema de producción

capitalista y de consumo. Un ejemplo que corroboraría lo dicho es la supresión

de materias que no son susceptibles de “producir”, pero que sí serían

educadoras de sentido crítico y sensible, me refiero a la Filosofía o a la

Educación para la Ciudadanía. Así, ese querer formar “emprendedores”,

digamos empresarios, hace peguntarse si todo el alumnado tendrá las mismas

oportunidades, al margen de su estatus social o de sus capacidades.

No es pesimismo pensar, insistiendo en la función integradora que la

enseñanza pública debe tener, que la disminución de un año del itinerario

común y el adelantamiento de la opción por el Bachillerato o la Formación

Profesional sean un filtro clasista. Que esto pueda ser así, lo hace prever que

la FP se vaya a desarrollar no tanto en centros educativos como en grandes

empresas, que tendrán de este modo una abundante, barata y precaria mano

de obra.

En lo relacionado con el funcionamiento democrático de los centros, la LOMCE

modifica la LOE en lo relativo a los Consejos Escolares, que si ya tenían poco

que decir ahora nada dirán ya que se introducen cambios sustanciales en las

competencias de los mismos en el sentido de convertirlos en órganos

consultivos en lugar de órganos de gobierno, hurtando la ya poca incidencia

que la llamada comunidad escolar (profesorado, padres/madres y alumnado)

tenían en lo que afecta a la vida y funcionamiento de los centros

educativos. En el mismo sentido van los cambios orientados a reforzar el

poder del Director del centro en general, y especialmente en la selección del

profesorado.

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Es fácil, pues, entender que "la mejora educativa” que el tal Wert quiere

introducir en la educación española es una congruente apuesta por las élites

sociales y económicas; es decir al resto: las clases trabajadoras, los

inmigrantes, las personas sin recursos, que sus aspiraciones tienen un límite,

que todos no somos iguales. Es una ley que entra de lleno en el debate

político e ideológico, no tanto en el técnico ni en el exclusivamente

pedagógico.

20/4/2013

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Los afluentes del Duero y las competencias docentes

Ángel I. Pérez Gómez

Puesto que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, un informe

sobre los catastróficos resultados de los candidatos a docentes en la

Comunidad de Madrid ha sido utilizado para denigrar una vez más al

profesorado, imponer sin debate un cambio radical de baremo y solicitar la

modificación de la formación inicial del profesorado, creo que no vendría mal

intentar separar el grano de la paja, deshacer mitos incuestionados y

denunciar las interesadas simplificaciones y falsedades generadas por dicho

informe y difundidas por los medios.

En primer lugar convendría considerar los límites de un supuesto informe que

no ha sido realizado con los requisitos de la investigación científica en ciencias

sociales y que nadie ha podido analizar y contrastar. ¿Cuales han sido las

condiciones experimentales del proceso? ¿Qué se pretendía medir, y como se

ha realizado la prueba? ¿Quién garantiza la fiabilidad de los datos ofrecidos y

la ausencia de manipulación interesada de los mismos? ¿Qué datos se han

seleccionados y cuales han sido omitidos? ¿Cuál es el motivo real para su

selectiva publicación actual?

En segundo lugar, llama poderosamente la atención la naturaleza de los

contenidos que aparecen como constitutivos de la prueba. ¿Es la reproducción

fiel, memorística y mecánica de datos e informaciones, de utilidad discutible,

el núcleo de esta prueba de valoración de la capacidad del docente para

provocar aprendizaje en las nuevas generaciones? ¿Son estas informaciones,

este escalón inferior del conocimiento, las herramientas con las que queremos

preparar a las futuras generaciones para afrontar el mundo complejo,

cambiante e incierto en el que estamos navegando y al parecer con más

frecuencia de la deseada naufragando, en la España actual?

A la luz de lo que hemos conocido sobre el contenido de esta prueba, quienes

deberían considerarse suspensos son los responsables de su diseño y

aplicación para la selección de maestros. ¿A quién se le ha ocurrido una

prueba tan ridícula e irrelevante para la selección de los docentes que

requiere la era digital? ¿Dónde están las capacidades de orden superior:

pensamiento crítico, creativo, innovador, las capacidades de comunicación y

evaluación, argumentación, toma de decisiones, elaboración de juicios

sensatos y consistentes, actuación racional y proporcionada, elaboración de

hipótesis, diseño y planificación de propuestas y programas? Identificar las

provincias o pueblos por los que transita cualquiera de los ríos de España o de

cualquier otro país está al alcance de cualquier individuo, en cualquier

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momento y en cualquier situación, solamente a un clik de su móvil. Ocupar los

circuitos cerebrales y el tiempo del aprendizaje en la acumulación de datos

era una pretensión tal vez justificada en épocas pasadas de la humanidad,

donde los datos o se almacenaban en la mente de cada individuo o no

estaban disponibles para la mayoría de ellos.

Hoy día es una pretensión imposible y además estéril. Nadie puede acumular

la ingente cantidad de datos que producen la investigación científica y el

desarrollo social, económico y cultural en progresión exponencial en la era

digital contemporánea. Pero además es claramente un despropósito, una

necedad, cuando hemos sido capaces de construir artificios tecnológicos

capaces de almacenar sin limite y recuperar fielmente los datos que

necesitemos en cualquier momento y actualizados en tiempo real. Situemos

los datos e informaciones en el “disco duro externo”, y utilicemos nuestro

cerebro para construir esquemas, modelos y mapas mentales que nos

permitan organizar, relacionar y aplicar los datos a los propósitos y finalidades

que consideremos valiosos. Estas capacidades de orden superior son las que

requiere el ciudadano y el profesional contemporáneo para poder comprender

y actuar en el complejo, cambiante y caótico mundo que nos ha tocado vivir y

ahora parece que fundamentalmente sufrir. Y estas capacidades son las que

tiene que poseer de manera excelente el docente contemporáneo si

queremos que ayude a que los ciudadanos las desarrollen desde sus primeros

años de formación.

Sorprende el cinismo o la ignorancia de algunos responsables políticos en

educación, en este caso de la Comunidad de Madrid, cuando al mismo tiempo

que proponen este tipo de pruebas se escandalizan de los mediocres

resultados de los estudiantes españoles en las pruebas de PISA. ¿Que puede

extrañarles? En las pruebas de PISA no hay ninguna pregunta que requiera

reproducir de memoria, datos e informaciones. Por el contrario, plantean

problemas y situaciones de la vida cotidiana, con distinto grado de

complejidad, que hay que resolver aplicando razonamiento. Si para la

resolución de los mismos se requieren datos o fórmulas se les facilitan en el

mismo enunciado de los problemas a resolver. Ninguna pregunta como “las

capitales que recorre el rio Duero”, tiene cabida en estas pruebas de

reconocido prestigio internacional. No podemos sorprendernos del resultado

mediocre de nuestros estudiantes en las pruebas de PISA, si durante toda la

escolaridad la estrategia pedagógica dominante en España es fomentar el

aprendizaje memorístico de datos sin cabida en dichas pruebas, y no el

desarrollo de la capacidad de pensar y aplicar el conocimiento.

Las competencias profesionales de los docentes en la era digital se hacen

cada día más complejas y son bien diferentes a la mera transmisión

memorística de datos e informaciones. Acompañar, estimular y orientar el

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aprendizaje relevante de todos y cada uno de los estudiantes que tenemos

encomendados requiere la fortaleza de dos pilares imprescindibles y

complementarios: pasión por el saber (teórico y práctico), por la aventura de

descubrir y utilizar el conocimiento y pasión por ayudar a aprender y

desarrollar la singularidad de cada uno. Ninguno de ambos pilares se fortalece

por el aprendizaje memorístico y la reproducción mecánica de datos, fechas,

formulas y algoritmos.

18/3/2013

42

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¿Lecciones desde Cuba?

Carlos Lema Añón

En un estudio publicado recientemente en el British Medical Journal se

concluye que la profunda crisis que sufrió Cuba en los años noventa se tradujo

indirectamente en un descenso muy significativo de la mortalidad por

enfermedades coronarias y por diabetes. Las razones de ello tienen que ver

con una pérdida de peso moderada de la población (5,5 kg de media) y con un

aumento del ejercicio físico moderado, producto respectivamente de la

disminución de la ingesta calórica y de la escasez de combustible para el

transporte.

Lo que me resultó sorprendente, una sorpresa agradable, es haber conocido

este estudio en un periódico como El País, habitualmente hostil incluso hasta

el ridículo ante cualquier información sobre Cuba. Lo hacía además con un

titular en su edición digital que, quizá sin quererlo, apunta al núcleo de una

cuestión importante; ”La lección de la crisis cubana para rebajar la

mortalidad”. Obviamente la lección de la que habla, y a la que apunta el

estudio, no es que debamos ver algo positivo en la crisis y en la penuria, o

que haya algo deseable en una disminución forzosa del alimento y de la

energía disponible para el transporte. No hay nada ejemplar en ello, para

decirlo sencillamente. La lección aquí es que el caso de la crisis cubana de los

noventa es un ejemplo casi ideal, de laboratorio, por así decirlo. Lo es porque

permitió un estudio con datos completos en un período de tiempo muy largo,

con una crisis muy profunda que provocó la mencionada escasez en muy poco

tiempo y —esto será importante— sobre una población homogénea en

términos de salud, es decir, sin grandes desigualdades socioeconómicas ni en

el acceso a los cuidados de salud. En estas circunstancias es posible

establecer una relación directa entre las condiciones citadas y un descenso en

la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y diabetes, por más que no

sea posible decir si fue más importante la menor ingesta de calorías, la

pérdida de peso o el aumento del ejercicio. Así, la lección de la crisis cubana

para la reducción de la mortalidad, según este estudio, no es nada sobre las

crisis económicas, sino sobre el hecho de que las políticas de prevención de

este tipo de enfermedades habrían de estar dirigidas al conjunto de la

población y que efectivamente el peso y el ejercicio tienen una gran

importancia, por más que en el caso cubano viniesen dadas por circunstancias

no queridas y, en su conjunto, indeseables.

Pero la crisis de los noventa en Cuba esconde otras lecciones útiles para la

salud pública y para la gestión de las crisis económicas en lo que respecta a la

salud de las poblaciones. Este tipo de lecciones son tanto más importantes en

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la presente crisis económica que sufrimos, uno de cuyos efectos está siendo el

deterioro de la salud de la población. Este deterioro se ponía de manifiesto en

un artículo publicado hace poco en otra prestigiosa revista médica, The Lancet

, en el que se concluía que la crisis financiera y la austeridad estaban

constituyendo una fuerte amenaza para la salud pública en Europa, que ya se

estaba empezando a sentir especialmente en países como España, Grecia y

Portugal, algo que ya había advertido hace algún tiempo —incluso a pesar de

su habitual conformismo político— la OMS. Y todo ello sin tener en cuenta dos

cosas. En primer lugar que las principales consecuencias de las políticas

actuales de recortes, exclusión y privatización en el ámbito sanitario no se

percibirán con toda su amplitud más que en el medio plazo. En segundo lugar,

que el principal factor que afecta a la salud de las poblaciones en los países

desarrollados no es tanto —sorprendentemente, pero la evidencia empírica es

demoledora al respecto— el acceso o la extensión de los servicios de salud,

sino la desigualdad socioeconómica. Como se sabe, la desigualdad

socioeconómica se ha disparado en el Reino de España, siendo hoy el segundo

Estado con más desigualdad en la Unión Europea, sólo por detrás de Lituania.

La lección de la crisis cubana de los años noventa muestra que no es

ineluctable que una crisis económica, ni siquiera si es de enorme profundidad,

necesariamente tiene que llevar a un deterioro grave de la salud o a un

incremento de las desigualdades en salud. En definitiva, que hay otras

políticas de salud posibles en situaciones de crisis, e incluso en una situación

de emergencia, una vez que se establecen cuáles son las prioridades.

Se acepta generalmente que el régimen revolucionario cubano prestó desde

el inicio una atención destacada a la salud pública, con resultados destacables

en comparación con los países de su entorno. Sin embargo, el hundimiento de

la Unión Soviética, con la que Cuba mantenía unas relaciones económicas

privilegiadas que le permitían compensar el bloqueo norteamericano, provocó

en los años noventa un desastre económico de proporciones enormes, lo que

el gobierno cubano denominó “período especial”. Entre 1989 y 1993 el

comercio exterior se redujo en un 80% y el PIB cayó un 34%. Paralelamente el

bloqueo norteamericano que ya se venía produciendo durante tres décadas se

intensificó con las leyes Torricelli y Helms-Burton. Lo que todo esto supuso

para los programas de salud es imaginable. Así, la falta de divisas redujo a un

tercio la importación de medicinas al tiempo que la industria farmacéutica

local se deterioró por carencia de materias primas. Los efectos del bloque,

que incrementaron las presiones a las multinacionales farmacéuticas para que

no comerciaran con Cuba supusieron también un aumento de los precios, de

forma que en 1994 Cuba pagó 5,2 millones de dólares por transporte de

medicinas desde países de Europa o Asia que sólo habrían costado 1,4

millones en el caso de que se hubieran podido transportar desde Estados

Unidos. Es una anécdota, pero significativa, que también se interrumpiese el

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suministro de libros de texto de medicina desde España: la editorial que los

publicaba fue adquirida por la norteamericana McGraw Hill, que bajo las leyes

del embargo no llegó a cumplir el contrato. La situación económica no empezó

a revertirse sino en el año 1994, pero el tamaño de la economía era sólo del

65% respecto a 1989 y las importaciones se habían reducido para aquel

entonces a la cuarta parte.

En términos de resultados de salud, todo este proceso significó un

empeoramiento de las condiciones. Ya no sólo por las carencias provocadas

en el sistema de salud, sino por el deterioro ya destacado de las condiciones

nutricionales, así como por el resurgimiento de enfermedades tales como la

tuberculosis o la diarrea. Vale la pena detenerse a considerar la cuestión

nutricional. La ingesta de calorías se redujo un 40% de 1989 a 1993 y a pesar

de que las políticas nutricionales intentaron proteger a los niños, a los

ancianos y a las embarazadas, el porcentaje de nacidos con bajo peso subió

del 7,3% en1989 al 9% en 1993, después de los diez años anteriores de

mejora del indicador. El nivel nutricional sólo se logró recuperar en 2001,

mientras que el nivel de reducción de nacidos con bajo peso se recuperó algo

antes, en 1998.

Sin embargo, frente a lo que suele ocurrir en situaciones de crisis económica,

el ajuste estructural llevado a efecto en esos años no puso en cuestión el

carácter público, gratuito y universal de la atención sanitaria. En destacable

estudio de campo conducido por Nayeri y López Parado, publicado en 2005 en

el International Journal of Health Services, mostró que a pesar de la evidente

escasez en servicios y atención hasta la recuperación de 1995, no se

produjeron en cambio graves problemas de desatención sanitaria ni —lo que

es tan importante— un acceso desigual a la misma (incluso a pesar de

introducirse reformas favorables al mercado y la oferta d tratamientos

médicos a turistas como forma de ingresar divisas). Se vieron afectadas, sí, la

atención secundaria y la terciaria debido a la falta de suministros y de

tecnología médica, pero eso no ocurrió en el caso de la atención primaria.

Ciertamente la crisis tuvo consecuencias para la salud pública. Pero el hecho

de contar con un sistema fuerte de asistencia universal que no fue puesto en

cuestión durante la crisis, junto con una apuesta por la mejora de la atención

primaria y la participación comunitaria, mitigaron los efectos sanitarios de la

crisis e incluso, sorprendentemente, permitieron mejorar algunos indicadores

básicos. Así, por ejemplo, la mortalidad infantil que en 1990 era de 10,7 por

cada 1.000 nacidos vivos, se redujo en 1995 —durante el peor momento de la

crisis— a 9,4 (e incluso a 6,5 en 2001).

El contraste puede venir incluso por lo que en esos mismos años ocurría en los

países resultantes de la desaparición de la Unión Soviética: una catástrofe

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sanitaria de la mano primero del colapso de la economía y después por el

deterioro de las instituciones sanitarias, las privatizaciones salvajes, el

desmantelamiento de los servicios públicos, el aumento de la desigualdad y el

deterioro de las condiciones de vida. El tránsito a una economía capitalista

incrementó en Rusia de forma masiva el porcentaje de la población viviendo

en condiciones de pobreza (la liberalización de precios de 1992-1993 supuso

un descenso del 40% de los ingresos reales de la población). Con ello, los

resultados en términos de salud medidos por los principales indicadores,

reflejaron un empeoramiento con pocos precedentes en tiempo de paz. La

esperanza de vida para los hombres cayó desde 63,8 años en 1990 a 57,6 en

1994 y aunque se recuperó en 1998 (61,4), volvió a caer a 58,5 en 2001.

El contraste sirve para resaltar la otra lección de la crisis cubana, es decir, que

es posible mantener la protección de la salud en niveles razonables incluso en

los peores escenarios de crisis. Llegados a este punto, sin embargo, soy

consciente de que es casi una temeridad analizar el caso de Cuba para buscar

alguna lección. Es casi imposible hablar de Cuba razonablemente por encima

de todos los prejuicios, o evaluar un aspecto concreto sin tener que pasar por

el fastidioso peaje del juicio sumario sobre su sistema político-social, sólo a

partir del cual muchos formarán su criterio sobre lo escrito. Pero también lo

es, en el tema que nos ocupa, por la incorporación que en esta experiencia de

salud pública se hace de los elementos más destacables de la tradición

latinoamericana de medicina social. Y ya se sabe que es una tradición que por

considerarse periférica y subdesarrollada es invisible o fácil y

displicentemente desechada desde el centro. Creo, sin embargo, es lo que me

anima a escribir esto, que no están los tiempos para —como suele denunciar

Boaventura de Sousa Santos— desperdiciar experiencias.

[Carlos Lema Añón es profesor titular de Filosofía del Derecho de la

Universidad Carlos III de Madrid]

30/4/2013

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Ensayo

Philip Mirowski, Jeremy Walker y Antoinette Abboud

Más allá de la negación. El neoliberalismo, el cambio climático y la

izquierda

Vivimos en un invierno de desconexión [los autores hacen un juego de

palabras entre discontent y disconnect, N. del t.] mientras se funde el

permafrost y el calentamiento global se acelera, llevándonos a la cúspide de

cambios medioambientales catastróficos, los gobiernos y las empresas siguen

su campaña de negación.

El último libro de Ian Plimer, presentado por John Howard en el Club Minero de

Sydney, anima a los escolares a que los expulsen por acosar a sus profesores

de ciencias. El libro de Plimer, que tiene como objetivo a los ejecutivos

mineros y a los ideólogos del libre mercado, nunca tuvo la intención de hacer

una contribución al conocimiento científico o la educación. No obstante,

justificó una refutación exhaustiva punto por punto por parte del

Departamento de Cambio Climático y Eficiencia energética.

Cuando no estamos liados defendiendo la posición firmemente verificada de

que se está produciendo un cambio climático antropogénico, nos encontramos

—aunque a veces a nuestro pesar— respaldando soluciones “basadas en el

mercado” como la única opción política plausible. Aquellos que todavía

defienden la legislación del gobierno laborista esperan que la gente recuerde

algún día que el “tóxico” impuesto sobre el carbono es solo una parada

temporal para salir del paso, que será eliminada gradualmente en la

construcción de una solución de mercado del carbono duradera.

El agotamiento de la izquierda (definida aquí en su sentido más amplio) se

ejemplifica en el artículo de Robert Manne en la edición de agosto del Monthly

. “La larga guerra que el movimiento negacionista ha luchado contra la ciencia

y contra la razón —escribe— en los EE.UU. y en todo el mundo anglófono,

verdaderamente ha conseguido una gran victoria. Es una victoria que las

próximas generaciones que nos maldigan verán como quizá la más oscura en

la historia de la humanidad.”

Nick Feik va más allá en un texto reciente en Age, castigando a los ecologistas

por haber fracasado en “convertir el consenso científico en acción”. Como los

negacionistas han ganado, argumenta, es hora de abrazar todo el abanico de

tecnologías de geoingeniería de alto riesgo especulativas como nuestra única

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esperanza restante frente al desastre planetario.

Muchos de nosotros estamos atrapados en el teatro público de la política

climática, perplejos porque algo tan transparentemente ilógico como la

rotunda negación de la ciencia haya sido tan efectivo. ¿Por qué la izquierda,

que siempre se ha visto a sí misma como si tuviese a la ciencia de su lado, ha

quedado tan paralizada por la política climática?

Aunque estamos de acuerdo en que la situación es realmente terrible,

queremos subrayar otra dimensión a la tragedia: el no reconocido dominio de

las ideas neoliberales en todo el espectro del debate climático aceptable. Es

crucial que los análisis de la política del cambio climático vayan más allá de

las tácticas de los “negacionistas”. También creemos que la vaguedad que

acompaña las discusiones sobre el neoliberalismo contribuye a la parálisis

intelectual impidiendo que la izquierda articule cualquier clase de alternativa

viable.

El neoliberalismo es un movimiento político coherente encarnado en la

historia institucional de la red mundial de think tanks: el American Enterprise

Institute, el Cato Institute, el Institute of Economic Affairs, el Institute of Public

Affairs (el nodo clave australiano de la red) y sus think tanks propagandistas

dedicados a la contraciencia. Se puede seguir la pista de todos ellos hasta la

Mont Pelerin Society, el think tank central de la contrarrevolución neoliberal,

fundado en 1947 por Friedrich Hayek y Milton Friedman.

Una razón por la que los neoliberales han triunfado sobre sus rivales

ideológicos es que se han aventurado más allá de una simple “solución” a un

problema dado, desplegando en cambio un amplio espectro de políticas,

desde los recursos más prescindibles a corto plazo, a políticas a medio plazo,

a proyectos utópicos en un horizonte lejano. Aunque podrían parecer políticas

distintas y contradictorias, están verdaderamente integradas de forma tal que

ocasionan una capitulación final al libre mercado.

Pensamos que la mayor parte de la gente en la izquierda no comprende

plenamente que el fenómeno del negacionismo científico, el comercio de

emisiones y la geoingeniería no son de hecho panaceas no relacionadas o

rivales sino que en realidad constituyen todas juntas la respuesta total

neoliberal al calentamiento global.

Las razones por las que esta diversidad se califica de “neoliberal” son dos.

Primera, todas ellas se han originado en think tanks y unidades académicas

asociadas al pensamiento colectivo neoliberal; segunda, la consecuencia neta

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de las tres es dejar el problema no al Estado sino al mercado. El negacionismo

compra tiempo para las otras dos opciones; la financiarización del ciclo del

carbono consigue la atención en el medio plazo; la geoingeniería se incuba

bajo las alas como un deus ex machina tecnoutópico para cuando las otras

dos opciones fallen.

La izquierda ha creído ingenuamente que la aceptación atávica de la derecha

de la ciencia estilo culto de carga y de estadísticas poco firmes estaba

condenada al fracaso, que una vez el estrépito producido por los provocadores

groseros de Murdoch y tranquilizados los chiflados de Alan Jones, surgiría un

debate razonable y “racional” sobre política climática basado en la

neutralidad transparente de la ciencia.

La izquierda ha pensado tradicionalmente que la ciencia estaba de su lado.

Pero “naturaleza” y “economía” nunca han estado claramente separadas en la

historia de la economía política. Como los economistas se han visto a sí

mismos como científicos estudiando un fenómeno natural llamado “la

economía”, el colapso ecológico arroja a los hábitos convencionales de

pensamiento a la confusión: el “crecimiento económico” es, después de todo,

una metáfora biológica tranquilizadora que desvía la atención de lo que

describe realmente: la tasa a la que los humanos convierten la tierra alguna

vez ocupada por los ecosistemas en minas de carbón y tecnomasas

industriales.

Como la izquierda ha mezclado alguna vez el neoliberalismo con la economía

neoclásica, o ha confiado en que la “economía medioambiental” podía

conformar una política climática racional, es importante clarificar las

diferencias entre estos enfoques bastante distintos.

La economía neoclásica y “el medio ambiente”

La razón por la que la economía es una fuente de nuestra parálisis política es

que supone, tanto en lo relativo al formalismo como en lo relativo a la

ontología, que el mercado es idéntico a la naturaleza.

La “economía política” (pensemos en Smith, Ricardo, Mill y Marx) ha supuesto

siempre que la sociedad industrial estaba dividida por conflictos sobre la

tierra, el trabajo y el capital. La desigualdad, la coerción y el poder eran

obstáculos al surgimiento de la ciencia de la sociedad neutral, matemática,

que los fundadores de la economía neoclásica buscaban desarrollar en la

década de 1870. El modelo general de equilibrio de una sociedad ideal

autoregulada de individuos autoregulados eliminó la “tierra” y “la política” de

la ecuación. El carácter “científico” de la economía neoclásica sigue atado a la

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Page 50: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

afirmación de que los precios de mercado son el hecho más básico de la

existencia social, determinados mecánicamente por una escasez natural que

limita el impulso “naturalmente” infinito a acumular riqueza.

La forma estándar de lidiar con la degradación medioambiental dentro del

marco neoclásico ortodoxo ha sido preguntar cómo un agente económico

racional debería responder a la ruina de su medioambiente por el

funcionamiento normal del mercado. Pero dado que la economía se describe

siempre en la ciencia económica como natural, plantear la cuestión de esta

manera lleva a paradojas. En particular, no puede existir la idea de mercados

existentes como implacablemente hostiles al medio ambiente natural: ¿cómo

puede estar la naturaleza en guerra consigo misma?

La “economía medioambiental” ejemplificada por el trabajo de William

Nordhaus y el ampliamente leído informe Stern extiende la economía

ortodoxa al colapso ecológico. Afirma que si el hombre racional no muestra

signos de despertarse para hacer algo por el calentamiento global se debe a

“fallos de mercado”: algo está atascando los trabajos, quizá en paralelo con la

adulteración de la atmósfera.

Las intervenciones de los economistas profesionales han servido para desviar

nuestro foco hacia el modelo abstracto del hombre económico racional,

impidiendo así una comprensión de la economía como el reino de lo

intrínsecamente artificial y de la transformación intencional de los recursos

naturales en artefactos como soplahojas de jardín, McMansiones e iCosas. Si

la degradación medioambiental aparece en la economía ortodoxa como un

“fallo del mercado” y se atribuye a “externalidades”, esto equivale a

argumentar que el cambio climático aún no ha recibido un precio en las

decisiones de inversión porque los derechos de propiedad privada sobre la

atmósfera todavía no se pueden asignar en contratos financieros. En la

economía convencional, la contaminación no es mala porque disturbe y

debilite la naturaleza, sino porque de alguna manera desbarata el mercado.

La receta general es conceder un rol al gobierno para restaurar el mercado a

su estado pristino natural, en lugar de hacer en realidad algo para reparar la

naturaleza o dejar de hacer las cosas que la fastidian.

Discutir el cambio climático de esta forma sirve principalmente para desviar la

atención de las cuestiones políticas que la economía es intrínsecamente

incapaz de resolver. ¿Qué tipo de naturaleza podemos esperar conservar o

relegar para que sea barrida de la faz del planeta? ¿Estamos preparados para

excavar y exportar hasta el último pedazo de carbón y gas para vivir en una

burbuja con aire acondicionado, mirando nuestras pantallas planas mientras

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Page 51: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

la Armada intercepta aquellos exresidentes de Bangladesh o Kiribati lo

suficientemente resueltos como para subirse a un barco desvencijado antes

de que todo se hundiese?

Los neoliberales lo hacen de forma diferente

Aunque los neoliberales comparten con los economistas neoclásicos una

visión exaltada de la naturalidad del mercado, y aunque es cierto que

numerosos economistas neoclásicos (siendo los más famosos los de la Escuela

de Chicago) son también neoliberales, hay diferencias cruciales en sus

posiciones. Los neoliberales tienen una concepción muy diferente de lo que

hace un mercado y exponen una doctrina innovadora respecto al rol del

Estado. En lugar de reclamar simplemente el practicar una ciencia neutral

capaz de un análisis racional de “la economía”, los neoliberales son activistas

políticos dedicados a un proyecto integral de transformación social.

Lo que surgió en la última parte del siglo XX fue un cambio sustancial de la

vieja definición de “la economía” como la “asignación de medios escasos a

fines dados” mediante las leyes invariables de la oferta y la demanda, a la

reificación neoliberal del “mercado” como el árbitro omnisciente de la verdad,

un cambio inspirado por la insistencia de Hayek en los precios como un

sistema autoorganizado de conocimiento distribuido, siempre bajo el riesgo de

la intervención del gobierno y la planificación racional.

Desde la Depresión en adelante, la carrera de Hayek se definió por su

oposición a las políticas económicas derivadas de la obra de Keynes, políticas

que él insistía en que eran una pendiente resbaladiza hacia el socialismo

totalitario. Al elaborar su crítica de la democracia social keynesiana, Hayek

llegó a ver incluso el marco ortodoxo de economía neoclásica como peligroso

para la “libertad”, desde el momento en que la afirmación de poseer una

ciencia de la economía tienta a los expertos a creer que la planificación

gubernamental puede ser posible.

Los neoliberales otorgan al mercado cualidades sobrehumanas de

procesamiento de la información —es el Cyborg Definitivo, llevado a ser más

inteligente que cualquier ser humano y capaz de transmitir exactamente la

información correcta a aquellos que la necesitan en tiempo real—. Como dijo

Hayek en su famoso artículo de 1945 sobre “El uso del conocimiento en la

sociedad”:

el agente inmobiliario cuyo conocimiento se reduce casi exclusivamente a oportunidades

temporales, o el arbitrajista cuyas ganancias se derivan de las diferencias locales de los

precios de las mercancías, todos ellos desempeñan funciones útiles basadas en un

conocimiento particular de las circunstancias de un momento efímero que no tienen los

demás. (…) De esto se deduce que la planificación central basada en la información

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estadística no puede, por su naturaleza, hacerse cargo directamente de estas circunstancias

de tiempo y lugar (…) Es más que una metáfora el describir el sistema de precios como una

especie de maquinaria para registrar el cambio, o un sistema de telecomunicaciones.

Los neoliberales todavía consideran al mercado como un aspecto especial de

la naturaleza —ninguno está preparado para renunciar a eso—, pero la

naturaleza es representada (a partir de ideas desarrolladas en la cibernética,

la ecología y la teoría de sistemas) como indescriptiblemente compleja. El

mercado es adaptativo, no lineal, caótico: un orden no planificado que

evoluciona en respuesta a la inerradicable ignorancia con la que, para Hayek,

continuamente se enfrentan individuos y organizaciones. Este es el núcleo de

la crítica neoliberal del socialismo: ninguna inteligencia humana podría nunca

comprenderse a sí misma, mucho menos el caos que constituye su medio

ambiente natural, hasta un grado suficiente como para planificar cualquier

parte de la economía, porque la razón con la que contamos es siempre menos

compleja que los fenómenos que queremos dominar.

En la versión neoliberal del mundo, la naturaleza no es algo externo que

acorrala o constriñe la economía. Más bien, la naturaleza es algo que los

humanos nunca podemos conocer realmente, excepto por la información que

es absorbida por el mercado y destilada para nosotros mediante señales de

precios. La ciencia no es un modo independiente de descubrimiento de la

verdad: es un formato de conocimiento de boutique validado solo por “el

mercado de las ideas”. En consecuencia, los científicos naturales no pueden

pronunciarse sobre política económica, porque esto implicaría que el mercado

podría equivocarse.

Los neoliberales no creen en el simple laissez-faire, aunque han sido

conocidos por promover esta doctrina como una distracción. En realidad,

suscriben la doctrina de un Estado fuerte, preparado y deseoso de construir y

mantener el mundo de los mercados. Esto a veces parece confuso a los

extraños que no pueden comprender cómo los neoliberales pueden demonizar

tan alegremente el Estado y, sin embargo y simultáneamente, buscar

capturarlo. Su receta para las quiebras del mercado es siempre más mercado

—pero esta receta solo puede ser impuesta por un Estado fuerte capaz de

obligar al electorado a acatar las normas—. El estado debe ser despojado de

las obligaciones con la sociedad y ser utilizado en cambio para aislar al

mercado de la democracia.

La ciencia en un planeta neoliberal

Para los neoliberales, no se puede confiar en que los seres humanos sepan

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nunca si la biosfera está en crisis o no, porque la naturaleza y la sociedad son

enormemente complejas y en evolución. La solución neoliberal es por tanto

emplear al Estado para asegurar que el mercado decida lo que debe hacerse,

si es que hay que hacer algo, en respuesta. Esto solo se puede conseguir, sin

embargo, si se deja al mercado manifestarse con todo su poder.

Esta es la razón por la que los neoliberales atacan a los científicos afirmando

hablar en nombre del interés público, mientras someten al mismo tiempo a

toda la estructura institucional de educación pública e investigación científica

al ethos de la gestión corporativa y la privatización del conocimiento,

produciendo así un nuevo tipo de científico empresarial.

En cada paso del camino, los neoliberales garantizan que su dogma básico

siga vigente: el mercado arbitrará las respuestas a la degradación de la

biosfera porque sabe más que cualquiera de nosotros sobre la naturaleza y la

sociedad. Como extra, algunos sectores de la izquierda, actuando bajo la

impresión de que se pueden oponer a una o más de las opciones neoliberales

abogando por otra —esto es, pueden pensar que pueden derrotar el

negacionismo o la geoingeniería abogando por el comercio de emisiones—

terminan como involuntarios soldados rasos de la larga marcha neoliberal.

Cada componente de la respuesta neoliberal está firmemente anclado en la

doctrina económica neoliberal y tiene su propia función especial. Similar a las

estrategias de las compañías tabaqueras, el negacionismo científico pretende

ahogar los impulsos inmediatos para responder a la crisis, comprando así

tiempo para que los intereses comerciales encuentren alguna vía para el

beneficio. Los think tanks que están detrás de la negación del cambio

climático no creen seriamente que ganarán, en el largo plazo, la guerra de las

ideas dentro de la ciencia académica. Pero vapulear a las vistas como

arrogantes élites intelectuales les da cierto caché populista, protegiendo a la

vez los intereses comerciales de las empresas petrolíferas, a las mineras del

carbón y a los perforadores de gas.

El proyecto para crear mercados de permisos de emisiones es una estrategia

neoliberal a medio plazo, bien sintonizada para atraer a gobiernos centristas,

ONG y sectores educados de la población, así como al sector financiero. De

hecho, la estrategia es una maniobra elaborada para dar gato por liebre,

donde los actores políticos originalmente decididos a usar el poder del Estado

para frenar las emisiones directamente son en cambio desviados a

interminables tecnicismos sobre el establecimiento y mantenimiento de

nuevos mercados para permisos y compensaciones de carbono, mientras las

emisiones de carbono crecen rápidamente.

Seamos claros: el comercio de carbono no funciona —y nunca fue pensado

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para que lo hiciese—. Una vez establecido el comercio de permisos, la

innovación financiera y los lobbies inundarán el mercado incipiente con un

exceso de permisos, compensaciones y otros instrumetos de forma que el

tope nominal de emisiones de carbono nunca entorpece en realidad el

crecimiento de las emisiones. Esto, a su vez, lleva a que los precios de los

permisos tiendan a un absoluto colapso, que es precisamente lo que ha

sucedido numerosas veces con el Sistema de comercio de emisiones de la

Unión Europea desde su implantación en 2005. Los precios del Sistema de

comercio de emisiones de la UE cayeron a cero en la primera fase en 2007, y

han caído de nuevo, incluso cuando, al mismo tiempo, las emisiones han

subido más o menos continuamente, excepto un breve periodo de tiempo

durante la primera fase de la crisis financiera. La superabundancia maquinada

de permisos no es temporal. En Nueva Zelanda, el mercado de emisiones ha

sufrido un destino similar, con un precio inicial del carbono en 2009 de unos

20 dólares neozelandeses por tonelada y comerciándose actualmente con un

90% de descuento. El Chicago Climate Exchange, un programa voluntario que

comerciaba reducciones de emisiones anticipándose a que los EE.UU. tuviesen

finalmente que adoptar la reforma, ha cerrado; el valor de los certificados

colapsó a cero tras la crisis financiera y nunca se recuperó.

Los sistemas de comercio tienden a reforzar el poder oligopólico porque

siempre eximen a los mayores emisores y penalizan a los nuevos

participantes. En el bienentendido de que los sistemas de comercio tienden a

aplastar otras medidas tecnológicas para frenar las emisiones. El dinero que

hubiera podido ser utilizado productivamente para transformar la

infraestructura energética se bombea por el contrario a otro conjunto de

instrumentos financieros especulativos, llevando a horizontes de inversión a

ultracorto plazo, dinero caído del cielo para los comerciantes y todos los

síntomas habituales de la financiarización.

Es difícil imaginar por qué en Australia será diferente cuando el proyecto de

comercio se lleve a efecto en 2015. Pero, por supuesto, la extrema turbulencia

en los mercados no molesta a los neoliberales, puesto que ellos tienen una

visión a largo plazo. El recurso neoliberal tras que el modelo de

“tope-y-comercio” [cap-and-trade] inevitablemente fracase será la

geoingeniería, que se deriva del núcleo de la doctrina neoliberal que los

emprendedores innovarán soluciones de mercado para resolver los serios

problemas medioambientales.

La geoingeniería es un baúl que incluye toda una serie de manipulaciones

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intencionadas a gran escala del clima de la Tierra. Incluye fenómenos tales

como el aumento del albedo de la Tierra mediante la “gestión de la radiación

solar” (mediante el volcado de enormes capas de partículas reflectantes en la

estratosfera o gigantescos espejos en el espacio); el secuestro de CO2

(sembrando el océano, enterrando biochar, introduciendo organismos

genéticamente modificados o con la captura y almacenamiento de carbono); y

la directa modificación del tiempo atmosférico (mediante el sembrado de

nubes o la modificación de tormentas).

Este es el lado de últimisima ciencia ficción futurista del neoliberalismo,

financiado por multimillonarios inspiradores “líderes del pensamiento” como

Bill Gates o Richard Branson. Como lo entiende Branson:

Si pudiésemos elaborar una respuesta de geoingenería a este problema, Copenhague no sería

necesario. Podríamos seguir volando nuestros aviones y conduciendo nuestros coches.

De ahí la avalancha para patentar tecnologías de geoingeniería, algo que

comprometió tanto al equipo científico británico del proyecto Inyección de

Partículas Estratosféricas para la Ingeniería Climática (SPICE por sus siglas en

inglés) que sus campos de prueba tuvieron que ser cancelados. De forma

similar, los científicos coautores de un informe sobre geoingeniería con

diversos tecnólogos militares y halcones políticos neocon (entre los que se

encuentra el veterano miembro de think tanks Thomas Schelling) para el

Bipartisan Policy Center, un think tank de Washington, ya habían tomado

posiciones como dueños de patentes y directivos de empresas incipientes en

el mundo de la geoingeniería. Ken Caldeira —un gestor del fondo de Bill Gates

para la “innovación climática” y Jefe del Departamento de Tecnología de

Nuevos Emprendimientos Intelectuales— es cofirmante de numerosas

aplicaciones de patentes de geoingeniería, incluyendo cinco para la “gestión

de huracanes”, con su famoso patrón.

Como en la mayor parte de las recetas neoliberales, el aspecto más

importante de este torturado matrimonio de ciencia y mercantilización

corporativa es que no funciona. La geoingeniería supone que las empresas

pueden llevar a cabo acciones unilaterales violando tratados internacionales

sin tener que responder por las consecuencias. No resuelve el problema de

raíz —el aumento de las concentraciones de CO2— y no parará la acidificación

de los océanos, algo tan grave que algunos científicos han pedido un conjunto

de nuevas técnicas de “ingeniería oceánica” para impedir el colapso de los

arrefices de coral.

Quizá la promesa utópica para los emprendedores resida en el hecho de que

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la geoingeniería, una vez puesta en práctica, no tendrá estrategia de salida,

exigiendo durante los próximos siglos intentos ininterrumpidos y cada vez

más drásticos para desviar la radiación solar. Hasta que Marte pueda ser

transformada mediante geoingeniería, la población de la Tierra estará

acorralada en el mercado cautivo definitivo.

¿Y entonces qué?

La vía de salida de nuestro actual punto muerto implica una seria

reconsideración de lo que es en realidad “la economía”. En lugar de

permitirnos enrolarnos pragmáticamente en el guión neoliberal, necesitamos

recordarnos a nosotros mismos que hay otras opciones políticas. Por ejemplo,

fijar tasas sobre el carbono altas o en aumento aplicadas universalmente a

todas las transacciones con carbón, petróleo y gas merece nuestra seria

consideración, puesto que podría en realidad cumplir el efecto de una “señal

de precios” y estimular la desinversión en el siempre en expansión sector de

los combustibles fósiles. No es una sorpresa que la derecha haya vilipendiado

tanto esta estrategia.

Si la ciencia ha estado alguna vez sólidamente situada al lado de la izquierda,

esos días hace mucho que se fueron. Para el neoliberalismo, el negacionismo

es solo un recurso a corto plazo en un programa político mucho más

elaborado, aquel que también implica una visión de la ciencia plenamente

privatizada. La ciencia está siendo arrancada del dominio del “bien público” y

se hará que se conforme cada vez más de acuerdo con el imperativo del

mercado, como se puede ver en los ataques a los profesores de ciencias de

los institutos y la reingeniería de la universidad para la economía del

conocimiento.

En lugar de que nuestros gobiernos ajusten la actividad económica a las

necesidades de la sociedad y el planeta, los neoliberales ven un planeta

modificado por la reingenería de las fuerzas del mercado de forma que “los

negocios como siempre” puedan seguir por siempre. Es el neoliberalismo, más

que simplemente el “negacionismo”, lo que debe ser derrotado. Si fracasamos

en esta tarea, nos podríamos también acostumbrar a la turbia luz de sol

sintética de una atmósfera pagada por el usuario.

[Philip Mirowski ocupa la cátedra Carl Koch Chair de Economía y de

Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Notre Dame

(Illinois). Jeremy Walker da clases de economía política y estudios

medioambientales en la Universidad de Tecnología de Sidney.

Antoinette Abboud es una profesora residente en Sidney y escritora

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con una amplia experiencia trabajando en comunicaciones y defensa

del sector sin ánimo de lucro. El presente ensayo se publicó en inglés

en el n.º 210 de la revista australiana Overland

(http://overland.org.au/). La traducción al castellano es de Carlos

Valmaseda.]

21/4/2013

57

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La Biblioteca de Babel

J. A. Estévez Araújo (ed.), J.-R. Capella, J. L. Gordillo, R. Campderrich

Bravo, A. Giménez Merino, P. Mercado, A. Cambrón, A. Madrid

El libro de los deberes

Las debilidades e insuficiencias de la estrategia de los deberes

Trotta, Madrid, 2013, 264 pags.

En no pocas ocasiones la mirada del ciudadano lego

en derecho es más lúcida que la del propio jurista cuando de derechos se

trata, sobre todo cuando estos parecen desvanecerse. El jurista, interpelado

sobre si en definitiva tenemos derecho, por ejemplo, a la vivienda, podrá

moverse con soltura apelando al valor indudablemente normativo de la

constitución, a la vinculación de todos los poderes públicos a la constitución y

al resto del ordenamiento, a la ubicación sistemática del artículo 47 o a la

naturaleza jurídica de los principios rectores de la política social y económica.

Pero, en definitiva, y en términos claros para que la ciudadanía sepa a qué

atenerse ¿tenemos o no tenemos derecho a una vivienda digna? Aquí el

jurista bienintencionado y acaso favorable a la expansión de los derechos en

un sentido propicio a los más débiles no sabrá bien qué contestar. Si una

respuesta cínica está fuera de lugar, aceptar sin más la debilidad de los

derechos se le antoja contraproducente. ¿No sería admitir también la

debilidad de los argumentos que en algún momento habrían de servir para

intentar forzar su mayor protección legal o su exigibilidad ante los tribunales?

¿No sería renunciar de alguna manera a la fuerza argumental y de legitimidad

que otorgaría el reconocimiento normativo como derecho?

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Estas prevenciones podrían tener sentido mientras fue de alguna manera

plausible el relato de la expansión y consolidación de los derechos, junto con

la convicción de que la fase ascendente de los derechos era una tendencia de

fondo, por más que fuera compatible con retrocesos puntuales incluso si estos

podían llegar a ser graves. En tales condiciones se trataba de ir avanzando

jurídicamente, paso a paso, de recuperar eventuales retrocesos en un proceso

en el que los juristas —desde distintas posiciones— tendrían un protagonismo

especial. Poner en duda el relato sería una mala táctica, por más que en

ningún caso —y por la propia coherencia del relato— podría llegar a

comprometer las trincheras básicas, garantizadas por la irreversibilidad

histórica del Estado de derecho y de la Democracia. No interesa discutir en

qué momento dejó de ser plausible esta visión o si lo debió haber sido alguna

vez. El hecho es que hemos podido ver cómo la crisis iniciada en 2008

propició el barrido sistemático de unos derechos sociales que apenas si

mostraron capacidad de resistir la corriente que se venía encima. Ya antes, las

políticas securitarias desatadas con motivo del terrorismo habían erosionado

gravemente algunos de los derechos antirrepresivos con más solera histórica

y creado zonas de excepción en las que ni siquiera estaban presentes los

derechos. Lo que tienen en común ambos casos es que los derechos

sucumbieron estrepitosamente justo en los momentos en que parecían

llamados cumplir su principal razón de ser. Justo en el momento en que

habían de suponer, por utilizar una metáfora ya muy maltratada, la línea roja

que no se podría traspasar bajo ningún concepto, el límite mínimo ante el cual

otras consideraciones (políticas, económicas, de eficacia…) debían ceder.

No es que no se hubiera advertido antes de que culminaran todos estos

hechos consumados, claro está. Se repitió muchas veces que los derechos y

las conquistas sociales no eran irreversibles, aunque cabe cuestionarse si

éramos plenamente conscientes de lo que realmente implicaba esta

afirmación. El propio Juan-Ramón Capella, uno de los autores del libro, había

insistido ya tiempo atrás en el hecho de que la cristalización de los derechos

suele traer consigo la disolución de las fuerzas sociales que han contribuido a

su victoria, la disolución de ese poder y su delegación para ser administrado

por parte de funcionarios estatales. Pero precisamente por eso es destacable

el esfuerzo sistematizador que hay en El libro de los deberes por desarrollar

las implicaciones de este punto de vista, lo que involucra un desarrollo de

categorías conceptuales originales que presentan novedades destacadas

respecto a las que venimos utilizando habitualmente para pensar estas

cuestiones. Pero más allá de su novedad, lo destacable es que estos

conceptos y marcos de trabajo presentan importantes potencialidades para el

análisis y contribuyen a pensar mejor viejos y nuevos problemas. Y esto es

algo que los propios autores se encargan de demostrar a lo largo de unos

capítulos que al afrontar una amplia gama cuestiones ponen a prueba el

esquema de partida. Solo esto bastaría para decir que estamos ante un libro

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importante, que debería además abrir caminos en la investigación, sí, pero

también caminos en la invención de prácticas emancipatorias nuevas.

El argumento central de este libro, ya desde la propia intención explícita de

los autores, es poner el acento en los deberes, como contenido esencial [1]

de los derechos. Mediante esta operación de poner los deberes en primer

plano se lograrían varias cosas. Por un lado hay una cuestión metodológica, es

decir se trata de buscar una vía para analizar el derecho y los derechos “de un

modo que descarte falsedades fundamentales”. Una intención explícitamente

antiideológica, pues. Pero, además de eso, se trata de afrontar algunas

cuestiones que desde el lenguaje y la práctica de los derechos no pueden ser

abordadas satisfactoriamente.

Por eso resulta un mérito nada desdeñable del planteamiento de este libro,

que se percibe desde su subtítulo, el concebir los derechos como una

estrategia emancipatoria, esto es, como un recurso. Esto es importante, pues

no en pocas ocasiones la centralidad de los derechos, el postularlos como la

medida de todas las pretensiones legítimas, conduce a resultados perversos.

Así en el ámbito del activismo por los derechos, pero sobre todo en la

academia, ocurre no pocas veces que si una pretensión, por más justificada

que pueda antojarse, es incapaz de ser traducida al lenguaje de los derechos,

eso será tomado como una razón contra ella, no como una deficiencia del

lenguaje de los derechos. Pensemos en los variados ejemplos de los derechos

relativos al medio ambiente, de los derechos de las generaciones futuras, de

los derechos de los animales o aún de los derechos colectivos, entre otros. De

las dificultades —de variada índole— que tienen para ser concebidos como

auténticos derechos (o para ser debidamente ejercidos o garantizados) se

llega con frecuencia a suponer que su relevancia es menor o que no vale la

pena volcar esfuerzos en esas cuestiones. Si, por tomar uno de los ejemplos,

las generaciones futuras no pueden ser titulares de derechos, en lugar de

concluir que eso es una insuficiencia de tal institución, se concluye que los

intereses de estas no han de ser valorados con tanta intensidad como otros.

Ello sólo se puede hacer desde una concepción que de alguna manera cosifica

la propia noción de derechos hasta poner la institución por encima de aquello

para lo que debía servir. Hay que notar, que ni en este caso ni en ninguno de

los otros que he usado como ejemplo, la noción de deber —junto con la de

responsabilidad— tiene esos inconvenientes.

El libro se articula en buena medida a partir del capítulo de J. R. Capella

“Derechos, deberes: la cuestión del método de análisis”, que funciona como

referente teórico general con el que se dialoga para el tratamiento de las

distintas cuestiones que se van afrontando en los demás capítulos. En este

trabajo se desarrolla entre otros asuntos el que sería el eje principal y la tesis

más importante del libro: la ya mencionada de que el contenido de los

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Page 61: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

derechos no es el bien que protegen sino los deberes que otros tienen, de tal

modo que no se tiene realmente un derecho si otros no tienen deberes

respecto a aquello que se quiere proteger. En este sentido, la noción de deber

sería primaria respecto a la idea de derecho, que sería derivada de aquella. Si

no existen deberes relacionados no se puede decir que en el plano jurídico

exista un derecho o, en todo caso, si los deberes son insuficientes tendremos

un derecho medio vacío.

Ésta que por comodidad denominará la tesis de los deberes puede,

efectivamente, emparentarse con la noción de las garantías, tal y como la ha

desarrollado L. Ferrajoli en su teoría garantista de los derechos

fundamentales. Así lo sugiere por ejemplo Pedro Mercado, uno de los autores

del libro. Ferrajoli argumenta la conveniencia de distinguir entre derechos y

garantías. Para Ferrajoli los derechos expresan expectativas respecto a ciertas

obligaciones, que pueden ser obligaciones de prestación o prohibiciones y que

constituirían las garantías primarias. A la vez, habría garantías secundarias

que son obligaciones de reparación para el caso del incumplimiento de las

garantías primarias. Así, aunque se trata de nociones relacionadas con la del

deber, para Ferrajoli puede darse el caso de la existencia de un derecho

fundamental, esto es, un derecho jurídicamente reconocido con carácter

general, pero que todavía no cuente con las garantías adecuadas.

Creo, sin embargo, que hay algunas diferencias notables entre estas dos

propuestas. Para Ferrajoli la inexistencia de las garantías no afectaría a la

existencia del propio derecho, dado que ambas cosas son diferentes y

relativamente independientes. La existencia del derecho implicaría un

mandato jurídico vinculante para el poder que le compelería a incorporar las

garantías correspondientes. Esta presencia de un derecho proclamado,

combinado con la ausencia de garantías, suele ocurrir frecuentemente dada la

habitual distancia entre las grandes proclamaciones constitucionales (e

internacionales) de derechos y el derecho ordinario. Sin embargo, lejos de

constituir una negación del derecho fundamental lo que hace es incorporar

limitaciones a la potestad del legislador que deberá verse obligado a

incorporar las garantías. Tendríamos, por retomar el ejemplo con el que

comenzamos, derecho a una vivienda digna, si bien las garantías

correspondientes no estarían (todavía) o estarían insuficientemente

desarrolladas. La propuesta de los deberes como contenido esencial, por el

contrario, juzga que en una situación como esta el proclamado derecho sería,

en el plano jurídico, un derecho vacío o como mucho un derecho a medias por

carecer total o parcialmente de contenido. No creo que esta diferencia sea

puramente lingüística, reconducible a la idea de que donde para unos

tenemos jurídicamente un derecho, para otros no lo tenemos, sin que de eso

se derivasen mayores consecuencias. Para la tesis de los deberes como

contenido esencial, en la medida en que los deberes y obligaciones son

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Page 62: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

primarios respecto a los derechos, sólo una vez que tengamos los primeros

podremos pasar a considerar el derecho.

Hay una segunda diferencia que creo destacable. En la medida en que la tesis

de los deberes evalúa la calidad de un derecho de acuerdo con los deberes y

obligaciones en que consiste, tiene un indudable carácter antiideológico,

empezando por evitar los autoengaños en el análisis jurídico. Pero ¿no cabe la

posibilidad de caer al tiempo en un cierto formalismo jurídico? La respuesta es

sin duda negativa, precisamente por otra diferencia notable con el

planteamiento garantista, y es que no se trata de una tesis en absoluto

juridicista. Por más que se plantee situar en los deberes el centro del análisis

jurídico de los derechos, hay un elemento que evita este problema: la

conciencia radical de la precariedad de los derechos. En efecto, en la medida

que muchos —y en ocasiones la totalidad— de los deberes son deberes del

Estado no podemos tener la garantía de que el Estado cumplirá sus deberes.

Es decir, los mecanismos puramente jurídicos para asegurarse de que el

Estado cumplirá sus deberes son precarios, como precarios son entonces los

derechos. Así será siempre, sin que exista la posibilidad de dar por ganado un

derecho de una vez por todas. De ahí que también ha de ponerse en primer

plano la cuestión del poder social, la politicidad de las luchas que el derecho

tiende a despolitizar [2]. La rigurosidad del análisis jurídico no exige, más bien

al contrario, que el análisis sea sólo jurídico o formal.

Quizá no habría ni que aclararlo, pero la tesis de los deberes no es

conservadora, antimoderna o banal. Desde luego no es banal, porque de lo

dicho hasta aquí ya resulta claro que la pretensión de los autores no es

meramente hablar de derechos desde unos deberes que serían una mera

contracara interdefinible de aquellos, sino que hay aquí mucha más enjundia.

Con respecto a las otras cuestiones, es cierto que en ocasiones el reclamo de

una mayor incidencia en los deberes ha venido de la mano de cierto

pensamiento conservador, incómodo con la propia noción de los derechos y

desde una pretensión paternalista. Quizá esa identificación conservadora haya

sido uno de los motivos por los que generalmente haya habido una cierta

reticencia a teorizar los deberes. Pero no hay aquí ningún tipo de nostalgia

premoderna o comunitarista sino la constancia de que la reducción a derechos

(en muchas ocasiones privados de contenido) de las instituciones —mentales

y materiales— que hemos podido crear como intentos de contener la injusticia

y la barbarie, ha supuesto un considerable empobrecimiento que se hace

urgente corregir. Es necesario, como afirma Capella, inventar instituciones

nuevas, ante las debilidades e insuficiencias de las que tenemos.

Los casos analizados en el libro para poner a trabajar la tesis de los deberes,

se agrupan en tres partes: los deberes ante la violencia estatal, los deberes

ante nuevos problemas y los deberes de las empresas. El trabajo de José Luis

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Page 63: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

Gordillo “Leviatán sin bridas” evalúa la “demolición controlada” de los límites

al uso estatal de la fuerza. En él se analiza cómo algunas de las instituciones

que venían limitando el uso de la fuerza por parte de los Estados han sido

puestas en cuestión en lo que supone un ataque a cualquier atisbo de

democracia y derechos… en nombre precisamente de la democracia y de los

derechos humanos. Particularmente la recuperación de doctrinas como la de

la “guerra justa” o la misma idea de “guerra contra el terrorismo” han

contribuido a demoler las instituciones materiales que intentaban contener

algunos de los usos más extremos de la fuerza estatal. Pero al mismo tiempo

han hecho un trabajo de destrucción análogo respecto de las instituciones

mentales en que se apoyaban, generando en las sociedades una conciencia

de excepción que sirve para legitimar decisiones del poder para llevar a cabo

guerras de agresión o para suspender selectivamente derechos que se

antojaban capitales. Para ello no se ha dudado en mentir y en manipular

utilizando el miedo (el terror y el terrorismo) para destruir instituciones que

parecían básicas: la prohibición de la guerra como instrumento político, la

universalidad de los derechos de defensa, el uso del derecho y del proceso

penal —no la guerra o la venganza— como instrumento frente a los crímenes,

la prohibición de la tortura, la responsabilidad de los Estados, la limitación

jurídica de la actuación discrecional y abusiva del poder… En fin, la demolición

—en ocasiones selectiva, para guardar las apariencias— de una serie de

instituciones jurídicas sin duda insuficientes y precarias, pero que parecían

una barrera sólida en la medida en que casi nadie se atrevía seriamente a

cuestionarlas abiertamente. Por eso quizá es tanto más grave la demolición

de las instituciones mentales que les daban cobertura. Una vez aceptada la

justificación de la “guerra preventiva”, aceptado que no hay casi límites frente

al enemigo —interno o externo—, aceptado que las ejecuciones extrajudiciales

son una forma de “hacer justicia” (como dijo en su momento Obama coreado

por casi todos), entonces se deshacen también las bases para la pervivencia

de esas instituciones como instituciones jurídicas y materiales. Frente a ello,

Gordillo recuerda que si las garantías jurídicas para los deberes y obligaciones

de los Estados resultan suprimidas, con ellas también desaparecen las bases

de cualquier atisbo de legitimidad de esos poderes. Y por eso la última

garantía, ya extrajurídica, sería la resistencia popular legítima no violenta.

El capítulo de Ramón Campderrich examina la cuestión de la (deficiente)

justicia transicional con relación al pasado franquista y a sus crímenes.

Afrontar casos de graves injusticias y atrocidades sistemáticas cometidas en

el marco de una dictadura no suele ser una tarea fácil, ni política ni

conceptualmente. Pero el caso español puede ser visto, como afirma el autor,

como uno de los ejemplos históricos de justicia transicional “menos intensa”

que se conozcan. Que un intento tan limitado como el de la ley para la

recuperación de la memoria histórica haya sido atacado de forma tan

desproporcionada es muy significativo. En el trabajo se analizan y refutan los

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Page 64: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

argumentos contrarios a la justicia transicional frente a los crímenes del

franquismo. Muchos de esos argumentos incluso entroncan con los propias

sinrazones de legitimación franquista, lo que pone de manifiesto la necesidad

de una justicia transicional también en el nivel simbólico. Entre los

argumentos que se manejan está el de la negación del carácter fascista del

régimen, como si de esta calificación dependiese el desvelar su carácter

criminal o represor. Otros de los argumentos analizados son el de la

equiparación moral, política e histórica de ambos bandos de la guerra civil, o

incluso —llevándolo al extremo de la indecencia el razonamiento— la

justificación del golpe de estado de 1936 y de los crímenes franquistas como

una forma de evitar males mayores. En la necesaria reconstrucción de una

memoria colectiva sobre los crímenes del franquismo, los poderes públicos

han de asumir también una serie de deberes en el ámbito jurídico.

Los siguientes capítulos confrontan la estrategia de los deberes a tres

problemas como es el del género, el de la crisis ecológica y el de la eutanasia.

Común a todos ellos es lo insatisfactorio del uso de la gramática de los

derechos para afrontarlos de manera adecuada, por contraste con una vía

más prometedora como es la de los deberes. Estos problemas constituyen por

eso excelentes ejemplos de las “debilidades e insuficiencias de la estrategia

de los derechos”, por retomar el subtítulo del libro. El capítulo de Antonio

Giménez Merino enfrenta la dificultad ya no sólo de pensar los problemas

regulatorios del género mediante derechos, sino la propia dificultad de los

abordajes jurídicos de la cuestión. Las desigualdades sociales reproducidas a

través de relaciones de poder, han venido ofreciendo una resistencia

poderosa a las tentativas jurídicas de atacarlos desde el derecho. Pero

además, según analiza el autor, el énfasis en la diferencia sexual antes que en

la desigualdad social —de diferentes tipos— no ha contribuido a mejorar la

situación. Es necesario pasar de estrategias basadas en derecho y de las

basadas en discursos a las basadas en los deberes y en los poderes sociales

democratizados.

El planteamiento de Pedro Mercado en el capítulo referido a la crisis ecológica

habla de “derechos insostenibles”. Para el autor, una de las razones por las

que el derecho ambiental y los derechos del medio ambiente han resultado

tan débiles es su posición subordinada, incapaz de contrarrestar

significativamente el peso de unos derechos preexistentes y plenamente

asentados en la lógica sistémica de un crecimiento sin conciencia de los

límites ecológicos. Esos derechos preexistentes, el derecho a contaminar, el

derecho a apropiarse de recursos no renovables, a extinguir especies, etc.,

están tan asentados en los derechos de propiedad, de libre empresa, de libre

circulación de mercancías que no obstante ser estos unos “derechos

insostenibles” desde el punto de vista ecológico, han mostrado una enorme

capacidad de resistencia. Para el autor es necesario superar la idea del

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Page 65: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

desarrollo sostenible o resignificarlo a través de las ideas de límite y de

preocupación por el futuro. La traducción jurídica de estas ideas nos habría de

conducir a las nociones de deberes, de responsabilidad colectiva y de

definición de un estatuto jurídico de los bienes comunes ambientales.

En la tercera cuestión, la de la eutanasia, de la que se ocupa Ascensión

Cambrón, se comienza evaluando la posibilidad de que sea reconocido un

derecho individual a ser auxiliado para morir como forma de evitar graves

padecimientos. A la aceptación social de esta aspiración habría contribuido la

idea del valor de la autonomía personal. Ahora bien, si el reconocimiento

jurídico del valor de la autonomía habría favorecido la consolidación de la

institución del “consentimiento informado”, existen todavía grandes

resistencias para que se pueda también reconocer a partir de él el deber de

aceptar las decisiones de las personas cuando se refieren a su propia muerte.

Pero con ello lo que se está haciendo es imponer un deber inverso de vivir

contra la propia voluntad, vulnerando de paso las obligaciones de los poderes

públicos relativas a la aconfesionalidad. Especialmente relevante es aquí la

cuestión de la objeción de conciencia, pues una mera despenalización de las

conductas eutanásicas sin determinar si existe algún deber de auxiliar al que

quiere morir, podría significar un derecho a una muerte digna vacío de

contenido. Como sostiene la autora, sin embargo, no se trataría de la objeción

de conciencia frente a un mero deber jurídico como podría ser la prestación

militar, lo que no afecta directamente a derechos de otras personas, sino de

una objeción de conciencia que podría comprometer el ejercicio de un

derecho fundamental. En este sentido, ya no es únicamente que esa objeción

de conciencia debiera ser considerada de forma restrictiva, sino que tendrían

que quedar perfectamente definidos los deberes y responsabilidades respecto

a quién ha de auxiliar al enfermo.

La última parte del libro se refiere a los deberes de las empresas. El capítulo

de Antonio Madrid se refiere a los deberes de las empresas trasnacionales.

Este tipo de corporaciones ha alcanzado cuotas de poder comparables a las

de muchos Estados, ya no sólo en lo que se refiere a su potencia económica

sino a su capacidad para afectar a nuestras vidas. Sin embargo, los límites

jurídicos a su actuación vienen fundamentalmente dados por formas de

regulación débil, de cumplimiento optativo o basado en la autorregulación. En

este punto la noción de Responsabilidad Social Corporativa aparece como

sospechosa de ser poco más que una forma de publicidad funcional al

proyecto globalizador neoliberal. Si bien la idea de la RSC parte de que

además de con los shareholders (accionistas) las empresas tienen

responsabilidad con los stakeholders (personas y grupos de alguna manera

afectados por la acción de la empresa), parece necesario un enorme esfuerzo

de redefinición para que esta noción pueda captar el intenso trabajo que se

hace necesario para un control democrático mínimo de la acción de estas

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Page 66: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

empresas. También aquí la vía a adoptar habrá de notar las dificultades de las

estrategias basadas en los derechos frente a estrategias basadas en

obligaciones y responsabilidad de las empresas que, sin embargo, deben

establecerse de tal modo que su cumplimiento no sea potestativo.

En el último capítulo, José Antonio Estévez se ocupa de la privatización de los

derechos, a partir de la constatación de que las empresas aplican derecho y

de que se ha producido un proceso de privatización mediante el que también

crean derecho. Lo hacen, además, de una forma que afecta a los derechos de

los trabajadores, de los consumidores y en general de todos, en la medida en

que también afectan a la salud y al medio ambiente. Con ello no sólo se pone

en cuestión el relato tradicional según el cual el derecho es creado por el

legislador y aplicado por el juez. También se hace real que actores privados

puedan ser responsables de violaciones de derechos análogas en su magnitud

y gravedad a las de los estados. La posición jurídica de las personas afectadas

por estas violaciones, es incluso más débil que la que tienen respecto a los

Estados, pues los intentos de definir en este ámbito una ciudadanía en alguna

medida análoga a la ciudadanía política, se han ido saldando de forma

insatisfactoria. En todo caso, el autor muestra como la privatización de los

derechos ha venido favoreciendo su vaciamiento: ya sea en la regulación de

los derechos de los trabajadores o la protección ambiental, bien sea mediante

la autorregulación o las formas privadas de resolución de conflictos, todas

ellas han contribuido a favorecer la posición con mayor poder de negociación.

Por ello se hace necesario revertir esta privatización, lo cual, sin embargo, no

puede consistir en volver a entregar sin más su custodia al Estado. Y esta

última es una lección que tiene carácter general como se insiste a lo largo de

todo el libro.

Notas

[1] No deja de ser llamativo el detalle de subvertir la noción de “contenido esencial” de los

derechos, una antipática construcción doctrinal con regusto iusnaturalista que aparece en el

artículo 53.1 de la constitución española con la idea de poner límites ante posibles leyes que

intentasen devaluar el ejercicio de los derechos y libertades. El Tribunal Constitucional —STC

11/81— entiende el “contenido esencial” bien como el núcleo de cada derecho que

“preexiste” al momento legislativo (algo así como su “naturaleza jurídica”) y bien como

vinculado con los “intereses jurídicamente protegibles que dan vida al derecho”. En esta

visión el “contenido esencial” sería algo así como el núcleo mínimo más allá del cual un

derecho resulta irreconocible, pero siempre pensando en el bien jurídico-constitucional objeto

de protección (la vida, la intimidad, la libertad de expresión, etc.).

[2] Si quisiéramos seguir con el lenguaje de las garantías, tendríamos que hablar de lo que

se ha dado en llamar garantías sociales no jurídicas o extrainstitucionales.

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Carlos Lema Añón

30/4/2013

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En la pantalla

Lino Del Fra

Antonio Gramsci. Los días de la cárcel

Italia, 1977

En los últimos años han aparecido numerosos libros que han

vuelto a analizar, desde diferentes perspectivas ideológicas y metodológicas,

la vida y el pensamiento del gran pensador comunista Antonio Gramsci. Más

concretamente, se está desarrollado un interesante y hasta polémico debate

en torno a los años que Gramsci pasó en la cárcel por su antifascismo y sobre

su relación con la dirección del Partido Comunista de Italia en el exilio. Sobre

estos temas, el director italiano Lino Del Fra realizó en 1977 una película

histórica que sigue siendo útil e interesante para tener una primera idea tanto

del cautiverio de Gramsci como de las reflexiones que desarrolló en sus

célebres Cuadernos de la cárcel. Un material visual, pues, pensado para

ayudar al espectador a acercarse a este clásico del pensamiento

emancipatorio. Mientrastanto.e reproduce aquí la versión original de la

película subtitulada en castellano.

30/4/2013

15M: Málaga despierta {trailer}

15 de mayo de 2011. Miles de personas salen a las calles para denunciar el

secuestro de la democracia en manos del sistema neoliberal al servicio de la

banca. Bautizados como 15M, se organizan en las plazas de sus ciudades, en

un movimiento sin líderes que se reproduce viralmente por todo el mundo. En

Málaga, la céntrica plaza de la Constitución sirve de escenario de ese

despertar colectivo, uniendo a personas de condiciones y generaciones muy

diversas. 15M: Málaga despierta recoge algunas de las historias surgidas

gracias a ese despertar colectivo.

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Para más información: www.15mmalaga.cc

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30/4/2013

La espiral de la muerte del hielo marino ártico

Estos dos vídeos ilustran la acusada disminución de hielo que el Ártico está

experimentando en la actualidad. Así, mientras que en 1979 la extensión del

hielo durante el mínimo estival fue de unos 17.000 kilómetros cúbicos, en

2012 fue de poco más de 3.000 kilómetros cúbicos, lo cual supone una

disminución de más del 80%.

Los puntos rojos del segundo vídeo señalan los cálculos semanales del

volumen de hielo ártico entre 1979 y el año en curso. La escala oscila entre

los 0 y los 35.000 kilómetros cúbicos. Se produce una expansión estacional

del hielo en invierno y una contracción en verano. No existen evidencias de

que en los últimos 700.000 años haya tenido lugar un deshielo total del Ártico

en verano, pero los científicos prevén que eso ocurra en los próximos entre 5

y 30 años. (En este sentido, y tomando en consideración los mecanismos de

retroalimentación positiva que gobiernan el clima, el profesor Peter Wadhams,

de la Universidad de Cambridge, ha predicho que quizá veremos un Ártico

libre de hielo en verano en una fecha tan temprana como 2015-2016, y ha

advertido de que eso equivaldrá a añadir veinte años de emisiones de CO2.)

A este fenómeno se lo ha denominado "espiral de la muerte del hielo marino

ártico", y está relacionado directamente con la emisión de gases de efecto

invernadero y el calentamiento global de origen antropogénico. Es probable

que el Ártico haya alcanzado ya un punto de no retorno irreversible a partir

del cual no pueda recuperar ya el hielo perdido.

Una buena muestra de la extraordinaria velocidad a la que está

produciéndose este fenómeno es la siguiente imagen, en la que puede

apreciarse claramente la diferencia cada vez mayor entre las previsiones de

diferentes modelos climatológicos elaborados en el pasado y la pérdida

exponencial de hielo ocurrida en las últimas décadas:

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Para comprender mejor las graves implicaciones de la mutación al que

estamos asistiendo, es recomendable la lectura del artículo «Entender la

gravedad del cambio climático 2: ¿Qué es el cambio climático "desbocado"?

(Punto de no retorno ¿hacia dónde?», del blog Usted no se lo cree.

Como podrán deducir los lectores y lectoras de lo expuesto en dicho artículo,

las notables fluctuaciones meteorológicas que hemos estado experimentando

últimamente tal vez no haya que atribuirlas a los caprichos de la naturaleza,

sino más bien a las transformaciones que el deshielo del Ártico está

ocasionando en la "corriente en chorro" (o jet stream) y en el régimen de

vientos asociado a ella.

Carles Mercadal

15/4/2013

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El extremista discreto

El Lobo Feroz

Detalles de poca importancia

El diktat de la Generalitat catalana

Ahora la Generalitat se niega a acatar las sentencias de los tribunales. Es

como ese general que dijo que la Constitución es solamente una ley, sin caer

en que un general es general solamente por una ley. Si la Generalitat catalana

no acata a los tribunales, los ciudadanos de Cataluña nos quedamos sin

razones para acatar su normativa. Pues la ley ha de ser ley para todos, opina

modestamente el Lobo.

Fútbol trucado

El fútbol es hoy el opio del pueblo, el que facilita unos instantes de consuelo

"al margen de lo que no es un juego". Y es además un opíparo negocio, como

todas las drogas en este mundo desalmado donde tanta gente las necesita

tanto.

A veces la competición está trucada, como bien saben en Italia, donde por

causa de apuestas o de descensos de categoría se han amañado muchos

partidos. Pero eso es delito menor, hasta cierto punto. Delito mayor se

produce cuando el truco lo montan los organizadores de las competiciones.

¡Ay, aquella eliminatoria de España en el mundial de Corea! No se podía

permitir que los eliminados fueran los anfitriones. Ahora la china le ha tocado

al Málaga en la supercompetición europea. No se podía prescindir del lucrativo

negocio televisivo alemán.

Dicho de otra manera: esta droga del fútbol puede estar mal cortada por el

vendedor.

Estropicios en el castellano

Cuando ya nos habíamos recuperado del "pienso de que" de Roca Junyent

—en vez de "pienso que", "creo que", etc.—, se ha puesto de moda el "de

entre": usar dos preposiciones para un solo caso, cuando siempre se puede y

se debe prescindir de una de las dos. La cosa es bastante grave porque

mucha gente ya no se atreve a usar sola la preposición "entre", y se apunta al

"de entre". Ruiz Gallardón da una vuelta de tuerca más al afirmar, por

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ejemplo, que doce de los miembros del CGPJ deben ser elegidos de entre y

por jueces y magistrados (lo correcto lingüísticamente sería entre jueces y

magistrados y por ellos).

Los estropicios en el castellano de Gallardón no son nada en comparación con

los que introduce en la administración de justicia y no digamos en el Código

Penal.

No hay mal que cien años dure

Pero puede durar otra legislatura. ¡Poneos las pilas!

"Un activo de España"

¿Se imaginan al presidente de cualquier república europea diciéndole "¿Por

qué no te callas?" a otro jefe de Estado?

Adivinanza

Se trata de adivinar, en menos de dos segundos, qué conocida familia

catalana hace suyo el siguiente lema: Entre tots ho afanarem tot.

Del evangelio del Lobo

Por el morro los conoceréis.

Científicos postmodernos

Gran Noticia: científicos de la Universidad de Stanford han descubierto que el

origen de la diversidad de los gustos musicales está en el cerebro.

¿En qué otro sitio podía estar?

¿Acaso en las subculturas sociales?

De la Academia

Una fundación de la Universitat de Barcelona ha escrito al Lobo Feroz con

recomendaciones: "Haz que tu conocimiento llegue al mercado —me dice—.

Colabora con empresas e instituciones". Se han inventado una cosita nueva:

los "proyectos colaborativos", y pagan a gente para vender ese colaborativo

humo.

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A las autoridades universitarias el mercado las provoca vahidos de placer. No

dejan de repetir: "¡Ponedlo en valor!", o sea: ¡llevadlo al mercado! Pero los

conocimientos del Lobo que suscribe, al igual que los de mucha buena gente

que no son lobos, no son mercancías, sino directamente valores de uso y, a

veces, medios intelectuales de producción de medios intelectuales que son

valores de uso (tal vez estas autoridades de ahora ni siquiera entiendan el

significado de todo esto). Es una verdadera lástima que las universidades se

vayan olvidando de los valores de uso y sólo produzcan envoltorios que se

pueden vender en el mercado, algo así como los kinder-huevo, aunque, como

es natural, los venden muy caros (los títulos de maestría, aquí llamados

masters, por ejemplo, son carísimos, aunque no se sabe qué certifican: ¡quién

osará suspender a quien ha pagado esos costosísimos cursos!).

Por cierto: hubo una época en que las autoridades académicas, antes que

autoridades académicas, eran dignidades académicas. Cuando perdieron la

dignidad quedaron solo en autoridades, y ahora son, finalmente, el refugio de

personas que en sus especialidades no suelen tener ya nada que decir;

únicamente ¡señor, sí, señor! a las órdenes de los empresarios y sus

delegados políticos.

Ni saben guardar las formas. El Lobo nunca podrá perdonar que gente como

esa se atreva a tutearle.

Acosadores

La Madera Nacional mandada por el PP acosa a los periodistas. He aquí una

pequeña lista sacada de la prensa digital (la otra calla):

Juan Martín Zarza, fotoreportero, trabaja para el periódico

15-M: “El día a de la Huelga del 14N, sufrí una agresión de un policía

con la porra que, a pesar de que vio que estaba acreditado y con

equipo profesional, no le gustó que le hiciese fotos. En el escrache de

plaza Castilla me registraron la mochila y me identificaron.

Detenciones por ahora no, denuncias: una de sanción administrativa y

dos por vía penal; de las tres, en dos he sido absuelto y la tercera,

tengo el juicio en Junio.

Ana Miranda, fotoperiodista de Periodismo Digno: “He sido

identificada y multada por realizar mi trabajo en diferentes ocasiones.

25S, 14N en dos encierros oficinas de Bankia una en Gran Vía y la otra

en Elipa; las multas las tiene la abogada. Identificada en todos y cada

uno de los desahucios y en tres escraches, uno a Soraya, escrache a

Gallardón y escrache del viernes Serrano”.

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Jaime Alekos, freelance: “En lo que va de año me habrán

identificado unas 12-15 veces, multas de momento no tengo ninguna.

Cubriendo la mani del 23F me tiró un antidisturbios al suelo de un

empujón. En el Stopdesahucios del 5 de abril, un antidisturbios me dio

un puñetazo en la boca al pedirle que dejaran de empujar, pues había

una señora mayor en el suelo y la estábamos aplastando, tengo parte

de lesiones. Ese día, me sacaron a golpes del portal de la afectada y

me rompieron el parasol del objetivo. Cubriendo la manifestación de

apoyo a los detenidos por el encierro en el banco malo, 21 de marzo,

me tiraron al suelo a empujones y me rompieron la capucha del

abrigo. Lo del 23F fue un empujón deliberado, estaba grabando una

detención, no estaba en ningún tumulto ni nada, vino un antidisturbios

por detrás y me tiró al suelo".

Isabel Montenegro, fotoreportera de Periodismo Digno: “En el

desalojo del CSOA Casablanca me pidieron la identificación tres veces,

una mientras hacía una foto”.

Alicia Armesto, colabora con Toma la Tele, Tele K, etc.,

haciendo streaming que se emiten en directo: “Desde hace unos

meses, han empezado a tener un trato diferente con la prensa que

ellos consideran “alternativa” o “de segunda”, es decir, prensa que no

pertenece a los medios más conocidos o cadenas televisivas más

populares, tanto es así, que ya cuando te identifican ponen que eres

prensa o no según les parezca y por supuesto el motivo ni lo dan, me

ha llegado una multa del pasado noviembre, sin especificar que soy

prensa, diciendo que se me puso en un sitio donde no era y por incitar

a la gente a ocupar la calzada ... nos salva que está todo grabado en

directo y se puede ver claramente que todos esos datos no son

correctos, pero es un ejemplo del acoso al que se nos está

sometiendo. Aparte de recibir patadas, golpes con escudos, de tirarnos

el equipo (esto último en el escrache a Sáenz de Santamaría), con el

detalle de que también tiraron a uno de una tele convencional y a ellos

sí les pidieron los datos para pagar el arreglo o lo que fuera, y a mi

simplemente pues a fastidiarse”.

El lema del Ministerio del Interior seguramente es: "¡Más madera! ¡Más

madera! ¡Es la guerra!".

Como cuestión de hecho, la de madero parece la única oferta de empleo

público que se anuncia.

24/4/2013

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Fuertebrazo

Quiasmos rencorosos y aforismos intransigentes

Siguiendo el consejo de Manuel Sacristán, durante mucho tiempo me declaré

un “derrotado con buen humor”. Pero mi buen humor, desde hace unos años,

ya no aguanta las piedras políticas que se nos caen encima. De modo que, si

no puedo evitar el mal humor, más vale tratar de ser ganador.

***

En España, ningún tipo de nacionalista se separará jamás de los otros. Es más

gratificante odiar a tus adversarios que amar a tus correligionarios.

***

Antes los esclavos eran deslocalizados allá donde estaban las empresas. Hoy

las empresas son deslocalizadas allá donde están los esclavos.

***

Es curioso: una buena parte de nuestra izquierda rechaza la Monarquía pero

acepta formar parte de un Imperio (alemán).

***

El político liberal confunde a la gente sofisticando conceptos simples; el

economista liberal confunde a la gente simplificando conceptos sofisticados.

***

No hay alternativas al tener que buscar alternativas.

***

Si el comunismo realmente existente murió entre los escombros de un muro

berlinés, la socialdemocracia realmente existente es un escombro que aún no

sabe que está muerto.

***

El poder desgasta sobre todo a quien no lo entiende.

***

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Page 77: Número 113 de mayo de 2013 - mientrastanto.org

El drama de la izquierda de la Transición: haber llegado en las mejores

condiciones en el peor momento. El drama de la izquierda de hoy: haber

llegado en el mejor momento en las peores condiciones.

***

Desconfiad de aquellos peperos y sociatas que siempre apelan al “sentido de

la responsabilidad”. No es tanto porque no tengan responsabilidad. Es que,

dicho por ellos, no tiene sentido.

***

El periodista político es un tío al que le pagan por no hablar de todo lo que

sabe; el tertuliano político es un tío al que le pagan por hablar de todo lo que

no sabe.

***

La Unión Europea es una estructura que todos padecen, pocos aman y nadie

puede mejorar.

***

En todo el Estado español hay canallas que se creen el último refugio de la

Patria.

***

El otro día un “militante del PSOE” me envió un correo para felicitarme por

mis aforismos. Lector, lectora: juro que no lo hice aposta y que no volverá a

ocurrir.

***

Sigue a Fuertebrazo en Facebook: Fuertebrazo MT

27/4/2013

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...Y la lírica

Rubén Darío

La princesa está triste

La princesa está triste..., ¿qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa,

que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro.

Está mudo el teclado de su clave sonoro,

y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.

Parlanchina, la dueña dice cosas banales,

y, vestido de rojo, piruetea el bufón.

La princesa no ríe, la princesa no siente;

la princesa persigue por el cielo de Oriente

la libélula vaga de una vaga ilusión.

17/4/2013

Roque Dalton

Reparto de cosa ajena en el mercado de los ladrones

Nos han dicho que el Poder Ejecutivo

es el Primer Poder

y que ese Poder Legislativo que se reparten

un grupo de sinvergüenzas fraccionado en «Gobierno» y «Oposición»

es el Segundo Poder

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y que la prostituida (pero siempre Honorable)

Corte Suprema de Justicia

es el Tercer Poder.

La prensa y la radio y la TV de los ricos

se autonombran el Cuarto Poder y desde luego

marchan tomadas de la mano con los primeros tres poderes.

Ahora nos salen con que la juventud nuevaolera

es el Quinto Poder.

Y nos aseguran que por sobre todas las cosas y todos los poderes

está el Gran Poder de Dios.

«Ya están todos los poderes repartidos

—nos dicen a manera de conclusión—

no hay ya poder para nadie más

y si alguien opina lo contrario

para eso está el Ejército y la Guardia Nacional.»

Moralejas:

1) El capitalismo es un gran mercado de poderes

donde sólo comercian los ladrones

y es mortal hablar del verdadero dueño

del único poder: el pueblo.

2) Para que el verdadero dueño del Poder

tenga en sus manos lo que le pertenece

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no deberá tan sólo echar a los ladrones del Templo Comercial

porque se reorganizarían en los alrededores:

por el contrario, deberá derribar

el mercado sobre las cabezas de los mercaderes.

10/4/2013

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De otras fuentes

José María Mena

El rey, la infanta, el chambelán y el fiscal

El rey

Al duque de Palma pueden quitarle la calle de Palma, pero no el título. El título

de nobleza lo da el rey, con carácter graciable, personal y vitalicio, a los

componentes de la familia real, en la que se incluyen las infantas y sus

consortes mientras lo sean o permanezcan viudos (Real Decreto 1368/87). Y

no está previsto en ninguna norma que las infantas dejen de ser Infantas. El

rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad para el mantenimiento

de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma (artículo 65 de la

Constitución). Dirige, manda, nombra y cesa libremente todo, y a todos los

funcionarios de la Casa (Real Decreto 434/88). Al rey, por lo tanto, le

corresponde el mantenimiento de la parte de la familia real que es la familia

Urdangarín. Consecuentemente le corresponde conocer sus necesidades, y su

situación económica, sus gastos y sus ingresos, sus ocupaciones y su

alojamiento. Y dispone de medios para conocer todo eso. Por eso conocía las

andanzas de su yerno.

Cuando las conocidas andanzas de Iñaki resultaron enojosas para su

majestad, le envió un recado, le tildó de poco ejemplar y le mandó a

Washington. Las andanzas han resultado ser indiciariamente delictivas. El rey,

en el famoso mensaje de navidad, le abandonó a su suerte “igual para todos”.

Nadie, ni la Casa Real, o sea el rey, ni la fiscalía, ha discutido la corrección de

la imputación de Urdangarín, ni, por lo tanto, los hechos en que se basa.

La infanta y el chambelán

García Revenga era, y es, secretario de las infantas, pero prefería aparecer,

en las andanzas de Urdangarín, con el pomposo título de “Vocal Asesor de la

Casa de S. M. el Rey”. Así pues, no es excesivo ni desajustado llamarle

chambelán, que es tanto como gentilhombre de cámara. Alto funcionario

palaciego, ni más ni menos. En los negocios indiciariamente delictivos del

duque la infanta y el chambelán compartían una condición peculiar: la de

cooperadores. Ninguno de los dos apareció personalmente jamás en las

empresas del duque, ni participó ni intervino en ninguna actividad, reunión o

decisión. Simplemente, ambos conocían y consentían, según el juez, que en

las cartas de presentación de sus empresas, el duque y su socio exhibieran el

rango y títulos de ambos cooperadores, “con la pretensión de aparentar ante

empresas privadas e instituciones públicas que todas sus operaciones eran

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conocidas y gozaban del respaldo de la Casa de S. M. el Rey”.

Los que cooperan a la ejecución de un delito con un acto sin el cual no se

habría efectuado, son los cooperadores necesarios, que son tan responsables

como los autores materiales o directos. Cuando la participación no es

imprescindible, son cómplices, y tienen una pena menor. La cooperación de la

Infanta y del chambelán puede ser más o menos imprescindible, ya se verá. El

juez deja abiertas las dos posibilidades. Pero, por ahora, lo relevante es si

sabían que eran delictivos (indiciariamente) los negocios del duque que ellos

posibilitaban con su presencia nominal.

El juez, en un ejercicio encomiable de sensatez deductiva, y de transparencia

expositiva, va señalando los argumentos de los que deduce que la Infanta y el

chambelán tenían que saberlo todo. No son datos objetivos sino inteligentes

deducciones. Y, por si con ello no bastara, añade el cañonazo final de los

mensajes informáticos generadores de nuevas deducciones, aportados por el

amigo traidor. Ya se sabe en la experiencia criminológica que las bandas

criminales, como todas las tramas delictivas, suelen hundirse por la mano de

un traidor interno.

Al desdichado chambelán le ha pasado, procesalmente, lo mismo que al

duque. Le han abandonado a su suerte “igual para todos” (aunque no consta

que le hayan cesado en el cargo, que es facultad libérrima del rey). Nadie, ni

la Casa Real, que es el rey, ni la fiscalía, ha discutido la corrección de la

imputación de García Revenga, ni por lo tanto, los hechos en que se basa.

Pero cuando la imputación se dirige contra la Infanta saltan las alarmas. La

Casa Real, que es el rey, se permite opinar negativamente sobre el pretendido

cambio de criterio del juez, y alabar a la fiscalía por su imparcialidad, que es

una forma poco sutil de referirse al juez como parcial. Nunca debió hacerlo.

No sólo porque una institución no tiene derecho a pronunciarse sobre un

Poder del Estado, sino porque es lo que le faltaba al titular de esa institución

para poner de manifiesto sus resabios de ancien régime. Además, es casi

razonable su pérdida de la ecuanimidad, si se considera que no es difícil

suponer, al ciudadano medio, que si se afirma que la Infanta sabía la

dimensión indiciariamente delictiva de los negocios que el duque arropaba

con el manto real, también lo sabría el dueño del manto. Y una cosa es que

este sea constitucionalmente inviolable, y otra es que también hay una

libertad de expresión que debería ser inviolable…

El fiscal

La fiscalía anticorrupción de Palma siempre ha sido considerada como

ejemplar, eficaz, valiente, íntegra. No es posible pasar, de un día para otro, de

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la exaltación a la satanización. Si la posición del fiscal es propia de su libre y

personal criterio profesional, tal como parece, tan sólo cabe mostrar una

respetuosa discrepancia.

En efecto, el juez, en su auto de inculpación contra la infanta, dispone de

deducciones inteligentes más que de datos objetivos. No será el juez, sino el

fiscal, quien tendrá que pelear en el juicio oral frente a defensores que saben

la debilidad de las pruebas objetivas. Si el fiscal no se considera bien armado

de pruebas acusatorias, es razonable que sea cauto en la preparación del

juicio, y pretenda evitar una acusación sustentada con deducciones fácilmente

rebatibles, según su criterio.

Pero ahora, todavía, no se está juzgando a nadie. En esta fase procesal sólo

hay que decidir si la Infanta y el chambelán han de quedar total y

definitivamente fuera del proceso, como ajenos a todo lo ocurrido, a pesar de

formar parte de la dirección de las sociedades desde las que se tramó el delito

(indiciariamente), o si han de comparecer ante el tribunal, para que sea este

el que decida si su participación llegó al límite de la cooperación, y si esta fue

necesaria o no tanto.

Al fiscal le parece que con las deducciones del juez no hay suficiente, o teme

no hallarse suficientemente armado para la confrontación del juicio.

Sorprende el exceso de cautela del fiscal, y se lamenta.

En la calle las deducciones del juez resultan convincentes. El arribista duque,

sus pícaros compinches, el chambelán y la infanta han quedado al

descubierto. Y el rey, que es inviolable pero no ciego, tenía que haberlo visto

todo (indiciariamente).

[Fuente: la lamentable. José María Mena es ex fiscal jefe de Cataluña]

4/4/2013

Luis García Montero

Delenda est monarchia

Es el título de un famoso artículo que publicó José Ortega y Gasset el 15 de

noviembre de 1930 en el periódico El Sol. Después de apoyar el golpe de

Estado de Primo de Rivera, Alfonso XIII había intentado regresar a una

aparente normalidad constitucional a través del gobierno presidido por el

general Berenguer. Como en España nunca pasaba nada —eso se decía—,

como la sociedad española era confundida con un rebaño, el error de Alfonso

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XIII y de Berenguer consistió en creer que la realidad no les iba a pasar

factura. El filósofo convocó a los ciudadanos: “Y como es irremediablemente

un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle,

de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro

conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!”. Ortega

acertó y el 14 de abril se proclamó la II República.

Sería un error nuestro pensar ahora que la imputación de la Infanta Cristina en

el proceso por corrupción del caso Nóos, y la presión sobre la justicia ejercida

por la Casa Real mediante un comunicado fuera de tono, suponen

acontecimientos equiparables al golpe de Primo de Rivera y al gobierno

Berenguer. Son noticias que no desencadenan una república de la noche a la

mañana. Pero también sería un error no tomar conciencia del descrédito que

estos sucesos implican para una monarquía que está en horas muy bajas. El

sentido común de la calle ya no acepta de forma sumisa la opacidad de las

cuentas del Rey y va a resultar muy difícil que la gente no comprenda que las

corrupciones de su yerno se han gestado al amparo de la Casa Real. ¿Qué otro

poder tenía el señor Urdangarín para ganar dinero con tanta facilidad?

Tampoco será fácil que la gente no se ría cuando el monarca vuelva a decir en

el tono solemne de los discursos que todos los españoles son iguales ante la

ley. Y que los ciudadanos no vivan como un acto de humillación política que el

Partido Popular y el PSOE se pongan de pie para ovacionar durante muchos

minutos semejante hipocresía.

El Congreso de los Diputados ovacionó a un monarca que, advertido de los

negocios de su yerno y su hija, había intentado silenciar el asunto

mandándolos vía Telefónica a los Estados Unidos. ¿Está España en

condiciones de seguir viviendo en la mentira? ¡Españoles, vuestro Estado no

existe! ¡Reconstruidlo!

Y es que la corrupción que afecta a personajes de la familia real se produce en

un momento de radical empobrecimiento, de indignación ante los escándalos

generalizados y de fracaso de la política. Y la Corona empieza a vivirse como

el síntoma más evidente de la tristeza de España, de las mentiras de España.

Las cosas se agravan, además, cuando el fracaso de la política se entiende

como consecuencia del sistema organizado por la Transición, el rey Juan

Carlos a su cabeza. Las precariedades en la justicia, los amparos públicos, la

economía, la información y el juego bipartidista exigen un cambio de época, la

configuración de un nuevo tiempo.

Una ilusión política puede surgir de la gente de la calle, gente de tres al cuarto

y nada revolucionaria. Que el sistema esté envenenado por la corrupción y la

mentira desencadena una serie de responsabilidades. En primer lugar fueron

las cúpulas de los partidos mayoritarios. Después se hicieron cómplices los

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militantes de base por su incapacidad de exigir responsabilidades a sus

dirigentes. Permitieron que las siglas se ensuciaran y se generalizara el

descrédito. Y el turno nos llega ahora a los votantes. Corremos el riesgo de

convertirnos en la causa última de la descomposición, bien por volver a votar

a los corruptos, bien por no articular una respuesta política de dignificación

del Estado.

Y no se me ocurre ningún distintivo mejor para el ciudadano insumiso que una

escarapela republicana.

[Fuente: diario Publico]

4/4/2013

Gregorio Morán

Este país no da espías: del oasis a la granja de Orwell

No tenemos tradición ni para la llamada novela negra, menos aún para el

género de espías. Los maestros sabían de qué escribían. Dashiell Hammett

había ejercido de canalla contratado por los empresarios para dedicarse a

romper huelgas, y con toda probabilidad en más de una ocasión se pasó en la

paliza. La tapadera era una agencia de detectives en la que estaba empleado.

La experiencia debió de ser tan demoledora que de allí salió para cumplir tres

cosas que condicionarían lo que le quedaba de vida: escribir novelas, hacerse

comunista —lo que le costaría cárcel en los Estados Unidos de la libertad y la

guerra fría—, y beber hasta matarse. Tuvo la suerte de conocer a una dama

elegante y pija, valiente hasta la osadía, rica del sur, Lillian Hellman,

dramaturga de éxito y memorialista imprescindible, que le echó la última

mano cuando ya su talento estaba anegado en destilados pero seguía siendo

un hombre digno.

El género de espías es un producto de la guerra fría; había precedentes, el

gran Eric Ambler, por ejemplo. Cuando David Cornwell, agente operativo en la

Alemania dividida toma el nombre de John le Carré, han pasado muchas

cosas. Las traiciones de la Central en Londres, donde los chicos guapos se

disfrazaban de comunistas. La más selecta high class intelectual trabajaba

para el enemigo comunista. Para un lector común pensar que tal o cual

personaje se pasa de bando es como un incidente novelístico. Se equivoca por

ignorancia. Que Kim Philby, sin ir más lejos, el más grande de los espías

probablemente del siglo XX, trabajara para los soviéticos, no tiene nada que

ver con la literatura.

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Tendemos a ver al gulag, a Guantánamo, a los crímenes que leemos, como si

se tratara de textos. No. Son vidas. Que Kim Philby trabajara para el enemigo

significó centenares de vidas que con toda probabilidad terminaron

fatalmente. La tortura a un espía no tiene nada que ver con lo que la gente

cree que es la violencia del Estado. Es la conversión de un ser humano en un

desecho capaz de cualquier cosa con tal de que le dejen morir. Siempre

entendí que Le Carré no quisiera nunca encontrarse con Philby en Moscú. Lo

mismo hizo Graham Greene, otro profesional del servicio de espionaje. Era

como embalsamar a los amigos muertos.

Nosotros tenemos muy poco que ver con esto. Nuestros espías, desde los

tiempos de Felipe II —acaba de aparecer un libro sobre su espía principal—

son muy representativos de un Estado frágil, torpe, con escasos recursos de

talento y sin embargo munificente en el pago. En Catalunya nos ha dado por

aquel Garbo que parece que consiguió él sólo ganar el desembarco de

Normandía, pero no solemos recordar que el eminente hombre de negocios y

político Bertrán y Musitu fue el primer jefe de espionaje de Franco durante la

Guerra Civil. Producía cierta pena ver el exagerado documental que se dedicó

a este Joan Pujol Garbo. Un tipo listo que nunca se enteró de nada que fuera

importante. El hombre de la gran operación de engaño británico de la

operación de Normandía se llamaba Ted Roberson, capaz de inventarse un

póquer con comodín para alcanzar la cima del gran engaño. Nuestro Garbo no

tenía ni zorra idea de lo que estaba en juego, felizmente, porque ni los nazis

eran idiotas ni nosotros talentos tan distinguidos.

Esta introducción es imprescindible, creo, para situarnos en un restaurante

discreto llamado La Camarga, donde una agencia dedicada al trabajo sucio y

al cobro limpio, Método 3 (me seduce el nombre), que empezó una pareja y

un chaval dentro de toda sospecha, Francisco Marco, con inclinaciones que

exigen proveedores, colocaron un florero, ¡un florero con micrófono! Si al

difunto Orson Welles le cuentan la historia los hubiera echado de la habitación

por falsarios. Con menos, él había hecho la obra maestra de El tercer hombre,

sin que fuera suya, y sin una sola chapuza en la impecable realización. (Con

Alida Valli. En castigo a un lapsus antiguo me he comprometido a citar a Alida

Valli cada vez que me refiera a El tercer hombre. Es lo menos que puedo

hacer). O los periodistas somos tontos o disimulamos. Un encuentro entre

Alicia Sánchez-Camacho, que a mí digámoslo en lenguaje machista me parece

un esperpento, y una chica que dice haber sido amante de un hijo de Jordi

Pujol, experto en este tipo de lances. Se habla de dinero negro, fuga de

capitales e incluso violencia de género, con toques de sexo hard. ¿Y el florero?

¿Quién estaba interesado en escuchar lo que no le correspondía? Yo, lo

admito, no me reuniría con Alicia Sánchez-Camacho ni en una floristería; me

produce una cierta repulsión física que no sé muy bien cómo calificar, si de

ideológica o mental.

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Pero eso sucedió en el verano del 2010, cuando gobernaba el tripartito y

aquel inefable Zapatero. Hasta aquí la historia transcurre en el mejor estilo

catalán. No tenemos ni idea de qué va eso del espionaje y los servicios. Los

servicios no tienen sexo. Pero por qué esos tipos de Método 3, famosos al

parecer por haber sido contratados por un tipejo de aspecto sórdido al que

llamaban el nen, que fue jefe de no sé qué del Barca, luego de Convergència y

ahora de la Generalitat, creador de un grupo al que se llamaba en el gremio

“los mortadelos”, y que responde al nombre de Xavier Martorell, vinculado a

esa especie de cofradía de masones católicos que orienta “el rei del pinyol”,

expresión intraducible al castellano y que sería algo así, como el ayudante del

padrino, en términos sicilianos. Pero resulta que los de Método 3 habían sido

contratados, a la sazón, por Pepe Zaragoza, antiguo camillero y luego líder

local del socialismo, más conocido entre su gente, ya sea militante o

compañera de pernada, como “el sucio”. Cada vez que lo contemplo en un

informativo, admito que me produce “pena de telediario”, que diría aquella

teórica de las transformaciones profundas en la Catalunya socialista,

Montserrat Tura, y es que le veo como alguien que va a hacer algo por lo que

habremos de sufrir.

Resumiendo, hay un individuo, factótum de Método 3 al que todos recurren

para hacer trabajos que no exigen mayor esfuerzo. Hasta los pobres de las

CUP aseguran que los contrataron para ir al registro de la propiedad y saber si

un alcalde tenía tales o cuales fincas. (Reconocerán conmigo que la política

catalana está alcanzando niveles que aún superan la estupidez de la política

mesetaria, para entendernos) Trabaja para José Zaragoza y el PSC, también

para Convergència, y nada menos que para espiar a sus propios dirigentes.

¿De verdad estos tipos no deberían ser cesados todos a una y ser objeto de

una visita al frenopático, previo paso por el juzgado de guardia?

¿Y la dama? Oh, la dama. Apenas unas horas antes que los servicios del

Estado detuvieran a nuestro 007, guardador de los secretos de este

pretendido Estado en trance de llegar a Ítaca, se encontró con una dama. Era

al mediodía, casi la hora de comer, y la entrevista duró una media hora. Luego

ella salió y tras cruzar la calle —hay quien asegura, en su descargo, que cruzó

tres calles— se metió en el coche del responsable de los Mossos d’Esquadra,

Manel Prat. La escena es más cutre que una operación del inspector Carvallo.

Ella es periodista, Mayka Navarro, y no sé por qué nosotros actuamos como la

mafia siciliana y los diarios españoles, ocultando los nombres. Recuerdo que

escribió un libro, por llamarlo de alguna manera, una biografía de Magda

Oranich; lo que tiene su mérito conseguir echar hacia delante una biografía de

tan egregia personalidad. Me esforzaré en ser más claro y contundente en la

segunda entrega de este culebrón, aún sin más violencia que el hecho de que

todos los coches camuflados de la Policía Nacional, aparcados y sin conductor,

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en los alrededores del set de esta película de “lladres i serenos”, aparecieron

con las ruedas pinchadas. Lo que se llama colaboración entre cuerpos de

Seguridad del Estado. No recuerdo una cosa igual desde Palermo y su Brigada

Móvil.

Estamos rozando la emergencia social y nuestros grandes letrados, gente

aguda, sostiene que eso de estar imputado en procesos de corrupción política

apenas si es un accidente. Casi una medalla por los servicios prestados a la

patria… catalana o española, da lo mismo. No preocuparse, sólo están

implicados en casos de corrupción. Luego, cuando sean procesados, diremos

que no es lo mismo que te procesen a que te condenen. Y luego, cuando los

condenen, te explicarán que mientras la condena no sea firme, siempre caben

recursos. Y para entonces, nosotros estaremos muertos y los nietos de los

Pujol Ferrusola estarán organizando otra consulta soberanista.

Una pregunta nada retórica: ¿ustedes se imaginan a este país independiente,

dirigido por esos mismos imputados en casos de corrupción? Sería como en

Madrid, con la diferencia de que no me imagino a un mosso d’esquadra

registrando la casa de un líder político del mismo partido que dirige los

Mossos d’Esquadra. Primero no estarían imputados. Segundo no habría juez

capaz de seguir adelante con el asunto, a menos que lo hiciera como aquel

inefable del caso Palau, muy profesional, pero que parecía dirigir a los

elefantes de Aníbal; cuando se cansó de tanto esfuerzo, lo sustituyeron.

Yo contemplo a Luis Bárcenas, ínclito encargado durante años de las finanzas

del PP, y me aterrorizo. Es la Italia del socialista Bettino Craxi que hizo rico a

su recogedor de pelotas de plata, Silvio Berlusconi. Fueron los intelectuales

como Indro Montanelli quienes se inventaron aquella fórmula genial e

irresponsable: tapaos la nariz, pero votad a los corruptos. Ellos tienen una

responsabilidad en el desastre, que ninguno asumió nunca. Murieron con ese

halo entre Marinetti y Malaparte, de haber tenido siempre razón; sólo se

equivocaba la historia. Lo mismo que estos chicos, aprendices de asesorías,

cuando sacaban pecho cuando algunos decíamos que no había ni siquiera que

ir a votar, para mostrarles nuestro desprecio. ¿Y nuestra responsabilidad

ciudadana? Se la han pasado estos caballeros por sus partes.

¿Y ahora qué hacemos? Se inventaron hace años un espejismo al que algunos

llamamos oasis, para ridiculizarlo, mientras el país se iba degradando a pasos

agigantados. La nueva prensa del Movimiento Nacional y la inteligencia se

convertían en serviles ante el poder que las subvencionaba. En Madrid había

pelea, aseguraban, duelos a primera sangre, que se decía antiguamente.

Nada decisivo, porque el día que dos diputados autonómicos socialistas se

pasaron al enemigo y dejaron a los suyos compuestos y sin alternativa, ese

día la suerte estuvo echada. La hegemonía conservadora perduraría durante

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el tiempo que la gente aguantara. Y la gente aguanta décadas, incluso siglos,

de humillación y silencio. Luego vienen los historiadores y explican que había

mucha oposición pero que no se notaba, porque era silenciosa, como sus

papás y sus abuelas.

Para los antiguos, como yo, la situación se asemeja a los tiempos de la prensa

del Movimiento, cuyo lema era “los que gobiernan nos pagan, y no cabe

quejarnos, tal y como está el patio”. Los partidos políticos en Catalunya han

decidido jugar a la parábola del dentista: no nos vamos a hacer daño. Es muy

bestia decir que el partido que gobierna Catalunya tiene su sede principal

embargada por los tribunales de justicia por el caso Palau. ¿Palermo?

¿Catania? Por supuesto, sólo están implicados, no hay sentencia y cuando la

haya, la única certeza es la que pronosticaba el gran Keynes para el futuro:

todos calvos.

Nos inventamos el oasis como chascarrillo, y resultó que muchos se lo

creyeron. Tanto camello y tanto beduino disfrazado daban para componer un

cuadro escénico tentador. ¡Se acabó el bròquil! Nuestra clase política está

dando los últimos estertores antes de que el personal se subleve y esto sea la

de Dios es Cristo. La paciencia de la gente tiene un límite. No es que la gente

se sienta estafada, es que la han estafado y en la más absoluta impunidad. Y

de ahí partirá una agresividad inevitable. El Estado sólo puede ser el que

monopoliza la violencia si al tiempo garantiza la justicia. No se puede engañar

a la gente con el descaro que se ha hecho hasta ahora. La transición fue una

estafa, un juego de trileros donde todos sabían dónde estaba la pelotita, pero

nadie quería levantar la chapa.

No sé si estos graciosos, bien engrasados, de la imputación como medalla y

riesgo de las responsabilidades políticas, son conscientes de que estamos

llegando a un punto de ebullición que nos retrotrae a otras épocas. La actitud

de los partidos políticos y de los medios de comunicación que de ellos

dependen está llevando a una desafección política absoluta. Yo escucho a

Dolores de Cospedal y me produce una irritación que no recordaba desde Pilar

Primo de Rivera. Oigo a Duran Lleida vacilar con nosotros sobre si su partido

cometió un delito o fue sencillamente un gesto galante no bien interpretado

por la judicatura, y pienso en lo que hubiera hecho yo, y montones, hace un

puñado de años. Nadie tiene el derecho de mofarse de ti impunemente. Estos

caballeros están fraguando la violencia. No te puedes descojonar de un ciego

y luego llamarle ínclito invidente.

Ha vuelto la necesidad, es decir, el hambre. Y sobre todo una cosa que ha sido

siempre en las sociedades un motor para la agresividad y la violencia, la

absoluta falta de perspectivas. Los supuestos líderes hablan con “lengua de

madera”, como dicen los franceses, y por más que se inventen soberanismos

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y demás frivolidades para gente asentada, no colma las necesidades de unos

tipos que han trabajado como chinos antiguos y que se encuentran ahora con

ahorros robados, pensiones ridículas, prejubilaciones, y juegos financieros que

consienten a sus jefes beneficios de escándalo, mientras ellos han de limitarse

a la supervivencia doméstica.

La clase política debe entender que está poniendo la mecha sobre el explosivo

que ha ido fabricando, y que carece del más mínimo mérito para considerarse

ni siquiera “la casta”, como dicen en Italia. Porque allí existe y existió siempre,

por ser país dominado por las grandes potencias, el talento emergente de una

sociedad civil. Nosotros no tenemos eso. Hasta nuestra inteligencia es

gregaria y sumisa. ¿Se acuerdan de tantos apoyos a Zapatero cuando

gobernaba? ¿Ninguno de ellos tendrá la dignidad de suicidarse, me es

indiferente si física o ideológicamente? Pero un gesto. Sólo un gesto les

salvaría de la vergüenza de haber sido los cómplices de aquel irresponsable.

Lo más despreciable: la complicidad silenciosa.

Aferrarse al escaño. Muchas más razones tendría el trabajador para aferrarse

a su puesto de trabajo. Primero, porque lo sudó. Segundo, porque bien que le

sacaron su plusvalía. Y tercero, porque creyó en ellos, unos estafadores de

tres al cuarto. Esos diputados de Convergència, del PSC, del PP, o de la

izquierda desmañada, “aferrados al escaño”. Eso es una provocación para

quien no puede aferrarse a nada que no sea su indignación y esa sensación de

haber sido burlado y humillado por una camarilla de personajes que él eligió

en mala hora y que ahora le miran con gesto de conmiseración: “Chico, es lo

que hay”.

Vamos a la violencia, de cabeza. ¿Quién no tendría la tentación de llevar hasta

la UCI de un hospital con recortes a esos tipos de la troika, que deciden que tu

familia es una mierda, tu trabajo una nadería y tu vida inútil? Imagínenselo

por un momento. Usted ha ahorrado unos dinerillos que han utilizado como

han querido unos gángsters que no necesitaron matar para ganarse el título, y

que de pronto le dicen que “usted vivía por encima de sus posibilidades”, y le

arruinan.

Me ha dejado una desazón absoluta saber que Oriol Pujol Ferrusola, imputado,

al que parece que hubiéramos de dar las gracias por no cesar en nada que no

siga cobrando, estudió veterinaria y es experto en granjas de cerdos. ¡Hostia,

la pesadilla de Orwell! Del oasis a la granja.

[Fuente: La Vanguardia, 16 y 23 de marzo de 2013]

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15/4/2013

Pelayo Martín

Grecia ha muerto

A los hospitales ya llegan los que desesperados, tras muchos meses de

exclusión social, presentan cuadros solo vistos en antiguos libros de

medicina... un hombre con el 90% de su cuerpo corroído por la sarna... una

mujer con un tumor de pecho del tamaño de una naranja, tan grande que ya

asoma por la herida que se limpia con servilletas de bar... médicos y

enfermeras que salen del dispensario para que el paciente no les vea llorar...

Grecia ya apenas ocupa espacio en los medios, de un tiempo a esta parte sus

problemas apenas son un murmullo entre el estruendo de los papeles de

Bárcenas, las faldas de Corina, los diferidos y los simulados... Grecia ya no

existe, es solo un montón de cenizas bajo una gran cortina de humo.

"Silencio radio", término acuñado durante la Segunda Guerra Mundial, referido

al cese total de las transmisiones. Aplicado al ámbito militar significa que no

se permite comunicación alguna hasta nueva orden. El silencio de radio tiene

como objetivo evitar la localización o alerta por parte del enemigo, impedir

que las señales interfieran con las comunicaciones oficiales de una

determinada misión, u operación de rescate.

Silencio, silencio absoluto... y que lo que no esconda el silencio... que lo

esconda el ruido.

Grecia ya apenas ocupa espacio en los medios, de un tiempo a esta parte sus

problemas apenas son un murmullo entre el estruendo de los papeles de

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Bárcenas, las faldas de Corina, los diferidos y los simulados... Grecia ya no

existe, es solo un montón de cenizas bajo una gran cortina de humo.

Quizá sea pura prevención... quizá sea por nuestro bien, quizá sea que lo que

fue Grecia se ha transformado en una inmensa bola de cristal, la que refleja

con detalle nuestro porvenir... lo que está por llegar... y por eso ya no se habla

de esos once millones de personas que no hace mucho parecían ser el centro

de la economía mundo, el epicentro de la gran quiebra occidental... quizá no

sea por ninguna de esas razones, y sea porque ha comenzado la voladura

controlada del mundo que conocimos.

Siento curiosidad por saber cómo harán para, llegado el momento, volver a

conectarnos con aquél pozo de miseria, cuales serán las palabras que

justifiquen tan prolongada desconexión, su salida de las portadas de los

grandes periódicos, cómo enlazarán la simple crisis con ese infierno en que se

ha convertido Grecia.

Ya lo sé... nos dirán que todo ocurrió ayer... nos darán grasientas raciones de

medias verdades y embalsamados enviados especiales... o simplemente

callarán... es lo más probable.

Saltarán de la nada al holocausto, que eso siempre impacta en el telediario de

las tres, y luego, poco a poco, irán administrando las imágenes más duras...

los testimonios doblados con voz de tarado... y todo ligeramente desenfocado,

los colores desvaídos los rostros difuminados, con aspecto de catástrofe en un

país muy, muy lejano, lejano y distinto... cuando distinto significa peor.

Lo que hoy ocurre en Grecia es muy fácil de entender... es que la crisis ya

pasó... y han entrado en un indefinible estado de agonía, a medio camino

entre la guerra civil y la postguerra.

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El documento de rendición se llama MEMORANDUM.

Allá por febrero de 2012, los parlamentarios griegos pusieron su firma en lo

que no es más que una condena a muerte de todo un país. “Memorando de

Entendimiento” (MOU en sus siglas en inglés), es la entrega sin condiciones de

la soberanía de Grecia en manos de bancos y empresas extranjeras. Páginas y

páginas en las que se diseña el paulatino y sistemático desmantelamiento del

estado, la usurpación de sus recursos naturales, de sus industria, de lo más

necesario para la supervivencia de los ciudadanos...

El edicto impone normas estrictas para todo, desde la reducción de gastos en

medicamentos de vital necesidad a las “limitaciones impuestas a los

minoristas en la venta de productos de categorías restringidas, como

alimentos para bebés."

En otro apartado exige un progresivo recorte del sueldo de los funcionarios y

demás trabajadores del gobierno, descapitalización de los fondos de la

seguridad social y pensiones, privatizaciones de activos de propiedad pública,

y una consecuente reducción del PIB. Algunos de sus párrafos dicen así:

El gobierno está comprometido a sacar a la venta las participaciones que aún mantiene en

empresas propiedad del Estado, si es necesario, para alcanzar el objetivo de la privatización

total. El control público será puramente testimonial y limitado solo a casos críticos...

El gobierno no propondrá ni implementará medidas que infrinjan en modo alguno las normas

del libre movimiento de capitales.

El gobierno griego debe revocar el derecho a huelga y a la negociación colectiva, derogar la

legislación sobre el salario mínimo que socava la “competitividad de los costes” [ya se ha

aplicado en cuatro ocasiones la ley marcial].

El gobierno establecerá un mecanismo especial para revisar el tratamiento de determinados

contenciosos judiciales (evasión de capitales), mecanismo que ha de incluir incluso la

posibilidad de eliminar de los archivos judiciales ciertos casos en espera de ser juzgados.

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Atenas permanece oculta bajo una espesa capa de humo, parte de ese humo

proviene de las estufas de quienes ya no pueden pagar la factura de la luz, de

quienes han arrasado los bosques que rodean la ciudad para conseguir

madera gratis y no morir de frío durante este invierno... otra parte de ese

humo procede de los edificios en llamas, edificios que ya no arden por ser

atacados con cócteles molotov, sino con explosivos caseros.

En la plaza de Exarchia, en el mismo centro de la capital, ya no existe nada

que pueda recordar al lugar que fue en su día. El pequeño comercio ha

desaparecido, traficantes de todo tipo se entremezclan con grupos de jóvenes

ansiosos por dar con el responsable de su rabia y de su frustración, la mafia

albanesa de la heroína se ha establecido definitivamente y campa a sus

anchas, bandas de chiquillos la emprenden a golpes con todo aquél que tenga

aspecto de inmigrante...

No muy lejos de la plaza, cientos de bolsas azules llenas de fruta son

repartidas por miembros de "Amanecer Dorado" entre los paseantes (previa

inscripción voluntaria en el partido)... ya ni siquiera se dejan ver por el barrio

los lujosos descapotables cargados de chicos, chicas, y bolsos de Louis

Vuitton, hijos de familias acomodadas ansiosos por "saborear la revolución"...

la violencia ya dejó de ser contenida, casi al mismo tiempo que la miseria.

Pintadas desmañadas cubren cada pared, muchas de ellas reivindican ataques

a edificios públicos, otras prometen venganza por la muerte de Lambros

Funtas, miembro del grupo armado "Lucha Revolucionaria"... un muro

empapelado con carteles recordando la muerte de un quinceañero llamado

Alexis Grigoropulos... más nombres... todos muertos a tiros durante

enfrentamientos con la policía.

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No solo Atenas ya no es Atenas... nada es como era en Grecia... todo se refleja

en un espejo imperfecto que ya nadie llama crisis... todo se ha deformado

hasta lo irreconocible. Coches negros con los cristales tintados llegan de

cuando en cuando a las barriadas de inmigrantes para atropellarlos, incluso

ante la complaciente mirada de la policía...

Las posibilidades de encontrar trabajo ya no son distintas entre jóvenes y

adultos, todas se reducen a empleos por horas, a esporádicas reparaciones a

domicilio, a cobrar en especias... a ganar cinco euros al día por ayudar en un

taller o en una panadería, a conseguir algo de pan o chatarra que vender para

pagar la gasolina del generador eléctrico... comprar champú, mantequilla,

pilas para la radio... y poder escuchar las palabras de Yannis Stournaras

(ministro de Economía griego): "Si abandonamos la austeridad no recibiremos

el siguiente tramo del préstamo. Hemos establecido objetivos que tenemos

que cumplir. Si no, perderemos la confianza que hemos empezado a

reconstruir".

Los griegos se preguntan cuándo comenzó esta guerra que no han visto

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empezar, esta guerra sin trincheras, sin banderas y sin cartelones llamando a

filas... esta guerra sin bombas, pero con tanta miseria como la que más... esta

guerra sin noticias del frente.

Amnistía Internacional ha denunciado ante la Comisión de Derechos y Justicia

de la UE en Bruselas el hecho de que se esté deteniendo a personas sin la

asistencia de un abogado, que se las incomunique y se las torture... son de

ver los groseros retoques de la fotografías tomadas a los detenidos para

ocultar las señales de sus rostros.

Patrullas compuestas de policías y miembros de "Amanecer Dorado" patrullan

las calles y dan caza a todo aquel con aspecto de ser inmigrante.

Ya son más que habituales los multitudinarios saqueos de los supermercados,

ya nadie se extraña de la complicidad de los mismos empleados que facilitan

a los asaltantes el acceso a la comida y artículos de primera necesidad. Son

varios los asaltos a sucursales bancarias en los que los atracadores han

repartido el dinero entre los viandantes.

Cientos de pequeños empresarios agrícolas se niegan a cumplir la orden del

gobierno de destruir sus productos y deciden distribuirlos gratuitamente por

colegios y hospitales.

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Casi un centenar de activistas armados con cócteles molotov atacaron una

mina de oro y cobre situada al norte del país, una mina cuya explotación se ha

cedido a una empresa canadiense... una mina de la que se esperan extraer

más de 12.000 millones de euros solo en oro... una empresa que paga a al

estado griego apenas 11 millones... una mina que está causando efectos

desastrosos en la agricultura y la pesca de toda la zona.

La mitad de los griegos viven ya bajo lo que se considera índice de pobreza. El

9,5% de paro de antes del "rescate" se ha transformado en un 28%... hoy sólo

uno de cada siete parados recibe algún tipo de subsidio... subsidios que

oscilan entre un mínimo de 180 euros y un máximo de 468 euros... por un

periodo nunca mayor de 12 meses. Los más afortunados... los pensionistas y

los que aún conservan su trabajo, se han visto obligados a aceptar un recorte

del 50% de sus ingresos... a renunciar a su derecho de estar asegurados.

En Grecia ya no existe ningún tipo de deducción fiscal para familias

numerosas, en paro, o con miembros discapacitados... por el contrario, se han

creado nuevos impuestos sobre la vivienda y las rentas del trabajo... las

exenciones fiscales a las grandes multinacionales alcanzan en algunos casos

el 60%... la carga impositiva sobre pequeñas y medianas empresas se ha

incrementado en un 420%... y con ese dinero se rellena esos agujeros negros

llamados "recapitalización bancaria" o "pago de la deuda"

El consumo de gasóleo para calefacción ha caído en más de un 75%... y aun

así su precio se multiplicado por tres desde 2009. A pesar del frío intenso de

este invierno, a pesar de que incluso la Corte Suprema ha declarado

inconstitucional el corte de luz por impago, el gobierno ha cedido a las

presiones de las grandes compañías energéticas y casi un tercio de los

hogares no reciben suministro eléctrico desde hace meses.

El presupuesto sanitario ha quedado reducido a al mitad... el copago de las

medicinas se ha doblado... una gran mayoría de los griegos ya no pueden

pagar sus medicamentos... Los diabéticos no pueden costearse la insulina, el

uso de antidepresivos y otros fármacos para prevenir el suicidio, están fuera

del menú, las tasas de tuberculosis y VIH son altísimas.

El Centro de Control de Enfermedades de la UE ha emitido un informe que

avisa contra el más que probable rebrote de todo tipo de infecciones y

enfermedades contagiosas... la asociación de médicos advierte del

espectacular incremento de casos en los que bebés son llevados a los

hospitales con graves problemas estomacales dado que los padres no pueden

pagar los adecuados a su edad.

A los hospitales ya llegan los que desesperados, tras muchos meses de

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exclusión social, presentan cuadros solo vistos en antiguos libros de

medicina... un hombre con el 90% de su cuerpo corroído por la sarna... una

mujer con un tumor de pecho del tamaño de una naranja, tan grande que ya

asoma por la herida que se limpia con servilletas de bar... médicos y

enfermeras que salen del dispensario para que el paciente no les vea llorar...

Grecia debe salir, rápida y temporalmente del euro, y aún a riesgo de la definitiva destrucción

de su economía, su moneda habrá de ser devaluada en un 20-30%. La situación actual ha

llegado a un punto tal de degradación que podría ser considerada como tragedia humanitaria,

y por tanto, deberíamos empezar a barajar la hipótesis de pedir la intervención de la ONU.

Estas son las recomendaciones de un reciente informe presentado con

urgencia ante el Consejo de Europa, el BCE, y la Oficina de Preupuestos y

Hacienda de la UE. Está firmado por los más influyentes economistas de

Alemania, entre ellos Hans Werner Sinn (asesor personal de Merkel).

Probablemente seguiremos escuchando palabras como "rescate" "ayuda" o

"recuperación" durante mucho más tiempo... las palabras "genocidio",

"catástrofe humanitaria", o "crímenes contra la humanidad" todavía tardarán

en llegar... si es que llegan.

Alguna razón habrá para que ya nadie hable de Grecia... será por ocultarnos

ese futuro que nos viene... será por no alterar esa falsa esperanza de que todo

este infierno será para bien... o tal vez, sencillamente... porque Grecia no ha

soportado tanta ayuda... porque Grecia ha muerto aplastada por el rescate... o

quizá porque, bajo el silencio radio y tras la gran cortina de ruido, Grecia ya

no existe... y comienzan a surgir otras nuevas.

La economía griega está acabada. La economía griega está en una tremenda depresión … No

hay potencia, no hay fuerza dentro de la economía griega, ni hay fuerza dentro de la sociedad

griega para evitarlo … Imagínense si estuviésemos en Ohio en 1931 y preguntásemos: "¿Qué

puede hacer la casta política de Ohio para conseguir sacar a Ohio de la Gran Depresión?". Y la

respuesta es “nada". [Yannis Varoufakis, economista griego].

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[Fuente: Kaos en la Red]

24/4/2013

Rafael Poch de Feliu

La OTAN topa de nuevo con su pasado terrorista

“Gladio” reaparece en Luxemburgo

Un testigo inesperado ha dado esta semana un extraordinario giro al “proceso

del siglo” que se sigue en Luxemburgo desde febrero. Se trata del caso

“Bommeleeër”, literalmente el “colocador de bombas”: una serie de veinte

atentados con bomba realizados en el tranquilo ducado entre 1984 y 1986

que fueron cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad. El

historiador alemán Andreas Kramer ha dado un vuelco al caso: el autor de 18

de aquellas 20 bombas, fue su padre, un agente del servicio secreto alemán,

BND, que actuaba por cuenta de una estructura secreta de la OTAN, ha dicho.

Es así como la trama “Gladio”, relativamente bien conocida en países como

Italia y Bélgica, asoma ahora en Luxemburgo. El testimonio de Kramer exculpa

a los dos acusados del caso, Marc Scheer y Joseph Wilmes, ex miembros de la

brigada móvil de la gendarmería y coloca en el primer plano de las sospechas

al padre de Kramer, Johannes Kramer, fallecido en 2012 y definido por el hijo

como “un prototipo de nazi”. También apunta al ex jefe de los servicios

secretos de Luxemburgo (SREL), Charles Hoffmann.

Kramer es uno de los 90 testigos del proceso entre los que figuran el primer

ministro Jean-Claude Juncker, el ex primer ministro y ex presidente de la

Comisión Europea, Jacques Santer, el ex ministro de justicia Mar Fischbach y

los príncipes Juan y Guillermo, hermanos del Gran Duque Enrique de

Luxemburgo.

Los atentados de Luxemburgo, contra la cumbre de la Unión Europea del 2 de

diciembre de 1985, contra una sede judicial y una larga serie de torres

eléctricas, fue obra de un grupo de 40 personas, diez de ellas

luxemburguesas, incluido el jefe de la “Brigada Móvil” de la Gendarmería

local, Ben Geiben, en conexión con los servicios secretos alemanes (BND) y

británicos (MI6), explicó Kremer.

“Mi padre era un terrorista, se trataba de puro terror y de asesinatos,

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calculaba conscientemente la muerte de personas”, declaró Kramer ante los

jueces. Su padre le explicó sus hazañas porque quería que el hijo ingresara

también en el BND. “Me amenazó de muerte en caso de que explicara algo,

me lo tomé muy en serio”, dice el hijo.

Kramer sostiene que su padre participó en el atentado con bomba más grave

de la historia alemana de posguerra, el del 26 de septiembre de 1980 en

la Oktober Fest de Munich, la fiesta de la cerveza, que dejó 13 muertos y 213

heridos y fue inverosímilmente atribuido a la acción de un solo neonazi que

murió en la explosión. El artefacto era complejo, una granada introducida

dentro de un extintor, y requirió una notable pericia técnica.

En Luxemburgo se trataba de cultivar la estrategia de la tensión, el gran

ducado era reticente en la probación de legislación de seguridad y había que

motivarlo, explicó Johannes Kramer a su hijo. La operación formaba parte de

la estructura “stay behind”, una red internacional conocida en Italia como

“Gladio” que creó inicialmente grupos armados preventivos para acciones de

sabotaje en la retaguardia europea en caso de una invasión soviética y que

acabó siendo utilizado políticamente en Europa y nutriéndose de

ultraderechistas.

La existencia de Gladio, una estructura de la OTAN, secreta dentro del secreto

de la Alianza, que Kramer describe como “un servicio secreto dentro del

servicio secreto”, fue reconocida en Italia por el primer ministro Giulio

Andreotti en agosto de 1990.

En un informe de 326 páginas de la comisión de investigación del Senado

italiano sobre los sangrientos actos terroristas que Italia conoció entre 1967 y

1987, en el marco de la estrategia de la tensión para impedir, entre otras

cosas, la participación de los comunistas en el gobierno, lo que le costó la vida

al primer ministro Aldo Moro (491 muertos y 1.181 heridos en dieciocho años),

la cámara concluyó finalmente, en junio del año 2000, que, “aquellas

masacres bombas y acciones militares fueron organizadas, o promovidas, o

apoyadas por hombres dentro de las instituciones del Estado italiano y, como

se ha descubierto más recientemente, por hombres vinculados a las

estructuras de la inteligencia de Estados Unidos”.

La historia de esta estructura es parcialmente conocida gracias al estudio del

profesor suizo Daniele Ganser publicado en 2005, Gladio los ejércitos secretos

de la OTAN. El juicio de Luxemburgo es sumamente interesante porque

incluye las veinte bombas del gran ducado en una serie vinculada a algunos

de los mayores actos terroristas realizados en Europa en los años setenta y

ochenta.

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Kramer dijo el jueves en su declaración que los atentados se coordinaban a

través del “Comité Clandestino Aliado”(Allied Clandestine Committee) bajo la

dirección del General alemán Leopold Chalupa. Aún vivo, Chalupa fue

comandante en jefe de las tropas de la OTAN en Europa Central (CINCENT)

desde 1983 a 1987. Kramer ha pedido que sea llamado a declarar junto con el

ex secretario de estado de defensa Andreas von Bülow y otro agente del BND

vinculado al “stay behind” llamado Norbert Zuretzko.

Los abogados de la defensa, Gaston Vogel y Lydie Lorang consideran que esta

trama explica el cúmulo de irregularidades y misterios que la instrucción del

proceso ha conocido a lo largo de los años, en forma de decisiones judiciales

ignoradas, desaparición de más de 80 pruebas, destrucción consciente de

documentos por el SREL así como informaciones sensibles que la policía de

Luxemburgo no entregó a los investigadores y que habrían exculpado a sus

defendidos, meros chivos expiatorios.

Kramer dijo que los atentados de Luxemburgo crearon divergencias dentro de

la OTAN que llevaron a interrumpir la serie de golpe en 1986 para

concentrarse más en Bélgica.

Entre 1983 y 1985 Bélgica sufrió una insólita ola de atentados que ha pasado

a la historia como las “masacres de Brabante”, gran parte de ellos a cargo de

unas “Células Comunistas Combatientes” (CCC) que en realidad fueron

organizadas por la extrema derecha y que utilizaron armas y explosivos

procedentes de una acción clandestina de entrenamiento de las fuerzas

especiales americanas en la localidad de Vielsalm en la que murió un oficial

de la policía belga.

Particularmente actual e inquietante ha sido la impresión manifestada por

Kramer en el juicio de Luxemburgo de que la estructura del “stay Behind”

continúa activa en Alemania y que el escándalo de la célula neonazi NSU,

cuyo juicio comienza el miércoles en Munich podría estar relacionado. El caso

“Clandestinidad nazi” (NSU) es el asunto de terrorismo más grave registrado

en la Alemania de los últimos veinte años y ha venido marcado por una

misteriosa ineficacia de los servicios secretos. Durante más de una década el

grupo responsable de diez asesinatos, nueve de ellos xenófobos, dos

atentados con bomba y más de una docena de atracos entre 1998 y 2011,

actuó impunemente sin que oficialmente fuera detectado.

[Fuente: La Vanguardia]

16/4/2013

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Michael T. Klare

De cómo la escasez de recursos y el cambio climático podrían

producir una explosión global

Prepárense. Puede que aún no se lo digan, pero, según los expertos de todo el

mundo y la comunidad de la inteligencia estadounidense, la tierra está

cambiando ya bajo sus pies. Lo sepan o no, ustedes están sobre un planeta

diferente, un mundo con los recursos asediados a un nivel no experimentado

nunca antes por la humanidad.

Dos escenarios de pesadilla —la escasez global de recursos vitales y el

comienzo de un cambio climático extremo— están empezando ya a

converger, y es muy probable que en las próximas décadas produzcan una

oleada de agitación, rebelión, competitividad y conflicto. Puede que aún sea

difícil discernir cómo será ese tsunami de desastres, pero los expertos

advierten de “guerras del agua” sobre disputados sistemas fluviales, de

disturbios alimentarios globales provocados por las crecientes subidas de los

precios de los productos básicos, de migraciones masivas de refugiados

climáticos (que acabarán desencadenando actos de violencia contra ellos) y

de ruptura del orden social o de colapso de los estados. Es probable que, al

principio, ese caos estalle básicamente en África, Asia Central y otras zonas

del Sur subdesarrollado, pero, con el tiempo, todas las regiones del planeta se

verán afectadas.

Para apreciar el potencial de esta amenazante catástrofe, es necesario

examinar cada una de las fuerzas que están combinándose para producir ese

futuro cataclismo.

La escasez de recursos y las guerras por los recursos

Empecemos por un supuesto sencillo: la perspectiva de futuros períodos de

escasez de recursos naturales vitales, incluyendo la energía, el agua, el

territorio, los alimentos y los minerales básicos. Todo esto, en sí mismo,

garantizaría agitación social, fricciones geopolíticas y guerras.

Es importante tener en cuenta que para que ese escenario se produzca no es

necesario que haya en el horizonte una escasez absoluta en alguna categoría

de determinados recursos. Es suficiente con que haya una carencia en los

suministros adecuados para satisfacer las necesidades en una población

creciente, cada vez más urbanizada e industrializada. Dada la oleada de

extinciones que los científicos están registrando, algunos recursos

—determinadas especies de peces, animales y árboles, por ejemplo— serán

menos abundantes en las décadas venideras y puede que incluso lleguen

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todas a desaparecer. Pero materiales clave para la civilización moderna como

el petróleo, el uranio y el cobre serán sencillamente cada vez más difíciles y

más costosos de adquirir, produciéndose en los suministros cuellos de botella

y periódicas escaseces.

El petróleo —el producto más importante en la economía internacional— nos

aporta un ejemplo adecuado. Aunque los suministros globales de petróleo

pueden realmente crecer en las próximas décadas, muchos expertos dudan

de que puedan ampliarse lo suficiente como para satisfacer las necesidades

de una creciente clase media global que se espera, por ejemplo, compre

millones de coches nuevos en un futuro próximo. En su World Energy

Outlook de 2011, la Agencia Internacional de la Energía afirmaba que en 2035

iba a satisfacerse una prevista demanda global de petróleo de 104 millones de

barriles al día. Esto, sugería el informe, podría conseguirse gracias, en una

gran parte, a los nuevos suministros de “petróleo no tradicional” (las arenas

bituminosas, las pizarras bituminosas, etc.), así como 55 millones de barriles

de petróleo nuevo de campos “aún por encontrar” y “aún por desarrollar”.

Sin embargo, muchos analistas se burlan de tan optimista valoración,

postulando que los crecientes costes de producción de la energía (cuya

extracción será cada vez más difícil y más costosa), la oposición-reacción del

medio ambiente, las guerras, la corrupción y otros impedimentos harán

extremadamente difícil conseguir incrementos de esa magnitud. Es decir,

incluso aunque se consiga incrementar la producción durante un tiempo

desde el nivel de 87 millones de barriles al día de 2010, el objetivo de 104

millones de barriles no va a alcanzara nunca y los principales consumidores

del mundo se enfrentarán a una virtual, cuando no absoluta, escasez.

El agua nos ofrece otro ejemplo potente. Sobre una base anual, el suministro

de agua potable que proporcionan las precipitaciones naturales sigue siendo

más o menos constante: alrededor de 40.000 kilómetros cúbicos. Pero gran

parte de la tierra que recibe estas precipitaciones es la de Groenlandia, la

Antártida, Siberia y la Amazonia interior, donde vive muy poca gente, por

tanto el suministro de que disponen las mayores concentraciones humanas es

con frecuencia sorprendentemente limitado. En muchas regiones con altos

niveles de población, los suministros de agua son ya relativamente escasos.

Esto es así sobre todo en el norte de África, Asia Central y Oriente Medio,

donde la demanda de agua continúa creciendo como consecuencia de las

poblaciones crecientes, la urbanización y la aparición de nuevas industrias

que utilizan el agua de forma intensiva. El resultado, incluso cuando el

suministro es constante, es un medio ambiente de creciente escasez.

Dondequiera que mires, la imagen es aproximadamente la misma: los

suministros de recursos fundamentales pueden estar aumentando o

decreciendo pero parece que nunca superan la demanda, produciendo un

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sentimiento de escasez extendida y sistémica. Sin embargo, una vez que se

genera, la percepción de escasez —o de inminente escasez— lleva

regularmente a la ansiedad, el resentimiento, la hostilidad y la beligerancia.

Es una pauta que se comprende muy bien y que ha sido evidente a través de

la historia humana.

En su libro Constant Battles, por ejemplo, Steven Leblanc, director de

colecciones del Museo Peabody de Arqueología y Etnología de Harvard, señala

que muchas civilizaciones antiguas experimentaron la mayor incidencia de

guerras cuando tuvieron que enfrentarse a una escasez de recursos

sobrevenida por el aumento de población, las cosechas fallidas o las

persistentes sequías. Jared Diamond, autor del bestseller Collapse ha

detectado un modelo similar en la civilización maya y en la cultura Anasazi de

Chaco Canyon, en Nuevo México. Más recientemente, la preocupación por el

alimento suficiente para la propia población fue un factor importante en la

invasión japonesa de Manchuria en 1931 y en las invasiones alemanas de

Polonia en 1939 y la Unión Soviética en 1941, según Lizzie Collingham, autora

de The Taste of War.

Aunque el suministro global de los productos más básicos se ha incrementado

enormemente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los analistas ven

que la persistencia de conflictos está relacionada con los recursos en zonas

donde las materias siguen siendo escasas o hay ansiedad por la futura

fiabilidad de los suministros. Muchos expertos creen, por ejemplo, que las

luchas en Darfur y otras zonas asoladas por la guerra del norte de África han

estado impulsadas, al menos en parte, por la competencia entre las tribus del

desierto por el acceso a los escasos suministros de agua, exacerbados en

algunos casos por los niveles crecientes de población.

“En Darfur —dice un informe de 2009 del Programa Medioambiental de la ONU

acerca del papel de los recursos naturales en el conflicto—, la pertinaz sequía,

el aumento de las presiones demográficas y la marginación política son

factores de destacado peso entre las fuerzas que han empujado a la región

hacia una espiral de desorden y violencia que desde 2003 ha provocado

300.000 muertes y el desplazamiento de más de dos millones de personas.”

La ansiedad ante los futuros suministros es también a menudo un elemento a

tener en cuenta en los conflictos que estallan por el acceso al petróleo o al

control de las disputadas reservas de petróleo y gas natural. Por ejemplo, en

1979, cuando la revolución islámica en Irán derrocó al Shah y los soviéticos

invadieron Afganistán, Washington empezó a temer que algún día pudiera

negársele el acceso al petróleo del golfo Pérsico. En ese momento, el

presidente Jimmy Carter anunció con prontitud lo que pasó a llamarse

Doctrina Carter. En su Discurso al Estado de la Nación de 1980, Carter afirmó

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que cualquier movimiento que impidiera el flujo de petróleo del Golfo sería

considerado como una amenaza para los “vitales intereses” de EE.UU. que

sería repelida por “todos los medios necesarios, incluida la fuerza militar”.

En 1990, este fue el principio invocado por el presidente George H. W. Bush

para justificar la intervención de la primera guerra del golfo Pérsico, al igual

que haría su hijo para justificar, en parte, la invasión de Irak en 2003. En la

actualidad, sigue siendo fundamental en los planes estadounidenses el

empleo de la fuerza para impedir que los iraníes cierren el estrecho de Ormuz,

la estratégica vía de agua que conecta el golfo Pérsico con el océano Índico, a

través del que pasa alrededor del 35% del comercio marítimo de petróleo del

mundo.

Recientemente, una serie de conflictos por los recursos han estado llegando al

punto de ebullición entre China y sus vecinos del sudeste asiático en lo que

referente al control de las reservas de gas y petróleo del mar del Sur de

China. Aunque los consiguientes enfrentamientos navales no han provocado

aún pérdida de vidas humanas, hay grandes posibilidades de que se produzca

una escalada militar. Una situación similar se da también en el mar Oriental

de China, donde China y Japón están luchando entre ellos por controlar

similares valiosas reservas submarinas. Mientras tanto, en el océano del

Atlántico Sur, Argentina y Gran Bretaña están de nuevo disputando por las

Islas Malvinas al haberse descubierto petróleo en las aguas que las rodean.

Según se dice, los potenciales conflictos derivados de recursos como éstos

van a ir en aumento los próximos años según vaya creciendo la demanda y

menguando los suministros, porque gran parte de lo que queda se halla en

zonas en disputa. En 2012, un estudio titulado “Resources Futures”, del

respetado think tank británico Chatham House, expresó una especial

preocupación ante las posibles guerras por los recursos del el agua,

especialmente en zonas como las cuencas del Nilo y del río Jordán, donde

varios grupos o países deben compartir el mismo río para la mayoría de sus

suministros de agua y pocos poseen los medios necesarios para desarrollar

alternativas. “En este contexto de escasez de suministros y competitividad,

las cuestiones relativas a los derechos al agua, los precios y la polución son

cada vez más polémicas”, indicaba el informe. “En las áreas con capacidad

limitada para gobernar recursos compartidos, el intento por equilibrar las

competitivas demandas y movilizar nuevas inversiones pueden originar

nuevas y abiertas confrontaciones”.

Rumbo a un mundo de recursos asediados

Las tensiones de ese cariz estarían abocadas a crecer por sí mismas porque

en demasiadas zonas los suministros de recursos clave no podrán satisfacer la

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demanda. Aunque, como suele ocurrir, no es sólo “por sí mismas”. En este

planeta, una segunda mayor fuerza ha entrado en la ecuación de forma

significativa. Con la creciente realidad del cambio climático, todo se vuelve

mucho más aterrador.

Normalmente, cuando consideramos el impacto del cambio climático,

pensamos ante todo en el medio ambiente: el deshielo del casquete polar del

Ártico o de la capa de hielo de Groenlandia, el aumento en el nivel de los

mares del planeta, la intensificación de las tormentas, los desiertos en

expansión y el peligro de extinción o desaparición de especies como el oso

polar. Pero cada vez mayor número de expertos están dándose cuenta de que

los seres humanos experimentarán directamente los efectos más potentes del

cambio climático a través del deterioro o destrucción total de los habitats de

los que dependemos para la producción alimentaria, actividades industriales

o, sencillamente, para la vida. Esencialmente, el cambio climático causará

estragos en nosotros al reducir nuestro acceso a los elementos básicos de la

vida: recursos vitales que incluyen el alimento, el agua, el territorio y la

energía. Esto será devastador para la vida humana, y más aún a medida que

aumente significativamente el peligro de conflictos de todo tipo a causa de la

lucha por los recursos.

Sabemos ya bastantes cosas sobre los futuros efectos del cambio climático

como para poder predecir los siguientes con razonable seguridad:

El aumento en los niveles de los mares en los próximos cincuenta años

eliminará muchas zonas costeras, destruyendo grandes ciudades e

infraestructuras vitales (incluyendo carreteras, ferrocarriles, puertos,

oleoductos, refinerías y centrales eléctricas) y excelente tierra

agrícola.

La disminución de las lluvias y las prolongadas sequías convertirán las

que fueron verdes tierras de cultivo en zonas desérticas, reduciendo la

producción alimentaria y convirtiendo a millones de seres en

“refugiados climáticos”.

Tormentas más graves e intensas oleadas de calor agotarán las

cosechas, desencadenarán incendios forestales, causarán

inundaciones y destruirán infraestructuras vitales.

Nadie puede predecir cuánto alimento, tierra, agua y energía se perderá como

consecuencia de este brutal asalto (y otros efectos del cambio climático que

son más difíciles de predecir o incluso posiblemente de imaginar), pero el

efecto acumulativo será sin duda impactante. En “Resources Futures”,

Chatham House ofrece una advertencia especialmente seria en lo que se

refiere a la amenaza de las decrecientes precipitaciones de lluvia para

alimentar la agricultura. “En 2020”, dice el informe, “los rendimientos de la

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agricultura de secano se reducirán hasta en un 50%” en algunas zonas.

Se teme que las proporciones más altas de pérdidas se den en África, donde

la dependencia de la agricultura de secano es mayor, pero también es muy

probable que resulte gravemente afectada en China, la India, Pakistán y Asia

Central. Olas de calor, sequías y otros efectos del cambio climático reducirán

también el caudal de muchos ríos vitales, disminuyendo el suministro de agua

para el regadío, las instalaciones de energía hidroeléctrica y reactores

nucleares (que necesitan cantidades masivas de agua a efectos de

refrigeración). El deshielo de los glaciares, especialmente en los Andes en

Latinoamérica y los Himalayas en el sur de Asia, privará también a las

comunidades y a las ciudades de importantes suministros de agua. El

esperado incremento en la frecuencia de huracanes y tifones supondrá una

amenaza cada vez mayor para las plataformas petrolíferas marítimas, las

refinerías costeras, las líneas de trasmisiones y otros componentes del

sistema global energético.

El derretimiento del casquete polar del Ártico abrirá esa región a la

exploración de gas y petróleo, pero el incremento en la actividad de los

icebergs hará que todos los esfuerzos para explotar los suministros

energéticos de esa región sean peligrosos y sumamente costosos. Estaciones

cada vez más largas en el norte, especialmente en Siberia y las provincias del

norte de Canadá, podrían compensar a algún nivel la desecación de las tierras

agrícolas en latitudes más meridionales. Sin embargo, el traslado del sistema

agrícola global (y de los agricultores del mundo) hacia el norte desde las

abandonadas tierras agrícolas en EE.UU., México, Brasil, la India, China,

Argentina y Australia sería una perspectiva desalentadora.

Puede asumirse con seguridad que el cambio climático, especialmente si se

combina con una creciente escasez de suministros, provocará una reducción

importante de los recursos vitales del planeta, un aumento del tipo de

presiones que han llevado históricamente al conflicto, incluso bajo mejores

circunstancias. De esta manera, según el informe de Chatham House, el

cambio climático se entiende como un “multiplicador de amenazas… un factor

clave que exacerba la vulnerabilidad de los recursos existentes” en Estados

ya propensos a esos desórdenes.

Al igual que otros expertos en la materia, los analistas de Chatham House

afirman, por ejemplo, que el cambio climático reducirá la producción agrícola

en muchas áreas, haciendo que los precios globales de los alimentos suban

por las nubes y provoquen disturbios entre quienes están ya al límite a causa

de las situaciones actuales. “La incrementada frecuencia y gravedad de

fenómenos meteorológicos extremos, tales como sequías, olas de calor e

inundaciones, también provocarán mayor y mucho más frecuente escasez de

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cosechas locales por todo el mundo… Esta escasez afectará a los precios

mundiales de los alimentos cuando los centros importantes de producción

agrícola se vean afectados, además de ampliar la volatilidad de esos precios”.

Esto, a su vez, incrementará las probabilidades de disturbios civiles.

Cuando, por ejemplo, una ola brutal de calor diezmó la cosecha de trigo en

Rusia durante el verano de 2010, el precio mundial del trigo (al igual que el

del elemento básico de la vida, el pan) empezó a subir inexorablemente,

alcanzando niveles especialmente altos en el norte de África y Oriente Medio.

Con los gobiernos locales muy poco dispuestos o capacitados para ayudar a

las desesperadas poblaciones, la indignación ante la imposibilidad de adquirir

alimentos, mezclada con el resentimiento hacia los regímenes autocráticos,

desencadenó el masivo estallido popular que conocemos como la Primavera

Árabe.

Ese tipo de explosiones son muy probables en el futuro, sugiere Chatham

House, si prosiguen las tendencias actuales y la escasez de recursos y el

cambio climático se funden en una única realidad en nuestro mundo. Una

única y provocativa pregunta de ese grupo debería obsesionarnos a todos:

“¿Estamos al borde de un nuevo orden mundial dominado por las luchas por el

acceso a recursos asequibles?”.

Para la comunidad de la inteligencia estadounidense, que parece haber sido

influida por el informe, la respuesta fue contundente. En marzo, por vez

primera, el director de la Inteligencia Nacional, James R. Clapper, enumeró “la

escasez y competencia por los recursos naturales” como una amenaza para la

seguridad nacional en igualdad con el terrorismo global, la guerra cibernética

y la proliferación nuclear.

“Muchos países importantes para EE.UU. son vulnerable al impacto de

recursos naturales que degradan el desarrollo económico, frustran los intentos

de democratización, aumentan el riesgo de inestabilidad que amenaza a los

regímenes y agravan las tensiones regionales”, escribió en su preparada

declaración para el Comité de Inteligencia del Senado. “Fenómenos

meteorológicos extremos (inundaciones, sequías, olas de calor) perturbarán

cada vez más los mercados energéticos y alimentarios, exacerbando la

debilidad de los Estados, forzando migraciones humanas y desencadenando

disturbios, desobediencia civil y vandalismo”.

Hubo una frase nueva en sus comentarios: “el shock en los recursos”. Capta

algo del mundo hacia el que sin remedio nos precipitamos, y el lenguaje es

sorprendente en una comunidad de inteligencia que, al igual que el gobierno

al que sirve, ha rebajado o ignorado en gran medida los peligros del cambio

climático. Por vez primera, altos analistas del gobierno pueden estar

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empezando a apreciar lo que siempre han estado advirtiendo los expertos de

la energía, los analistas de recursos y los científicos: que el consumo

desenfrenado de los recursos naturales del mundo, junto con el advenimiento

de cambios climáticos extremos, producirá una explosión global de caos y

conflicto humano. Estamos yendo ya, directos y de cabeza, hacia un mundo

de recursos asediados.

[Este artículo, publicado originalmente en Tom Dispatch, ha sido

traducido del inglés por Sinfo Fernández para Rebelión. Michael T.

Klare es profesor de Estudios sobre la Paz y la Seguridad Mundial en

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el Hampshire College y autor del libro recién publicado The Race for

What’s Left: The Global Scramble for the World’s

Resources (Metropolitan Books).]

30/4/2013

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Foro de webs

Crisis Energética

lacrisisenergetica.wordpress.com

La página web Crisis Energética, decana en el Estado español sobre todo lo

relacionado con los acuciantes problemas energéticos a los que se enfrenta la

humanidad, se ha trasladado —al menos temporalmente— a esta nueva

dirección en formato blog.

Las primeras entradas de la nueva plataforma digital están dedicadas a

recoger las ponencias de la interesante jornada de debate organizada por el

Espai Marx el pasado 20 de abril sobre "Crisis económica, crisis ecológica,

crisis de civilización. ¿Qué hacer?", que contó con la participación de Pedro

Prieto, Óscar Carpintero y Joaquim Sempere.

30/4/2013

Diario "Contropiano"

www.contropiano.org

Contropiano es un diario italiano de orientación política comunista. Nacido en

1993 como periódico cercano al partido de Refundación Comunista,

actualmente es un diario digital cuyo objetivo es el de dar voz a las luchas de

la izquierda alternativa de todo el mundo y reflexionar sobre la articulación de

un proyecto anticapitalista sólido y coherente.

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27/4/2013

Revista "Capitalism Nature Socialism"

www.cnsjournal.org/

Capitalism Nature Socialism es una revista ecosocialista estadounidense que,

desde hace muchos años, analiza y reflexiona con rigor acerca de los

movimientos políticos rojiverdes de todo el planeta, la historia

medioambiental, las luchas en el mundo del trabajo, la ecología y la economía

ecológica, el feminismo y la democracia radical.

27/4/2013

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