número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

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Número 136 de junio de 2015 Notas del mes Más allá de la primavera democrática Por La Redacción Los independentistas catalanes y el artículo 135 Por José Luis Gordillo ¿Plebiscitarias? Por Joan Busca La primera derrota de Matteo Renzi Por Giaime Pala Energía atómica: el conflicto de las bajas dosis (1) Por Miguel Muñiz ¿Una recuperación sólida? Por Albert Recio Andreu Ensayo Actos de ciudadanía José A. Estévez Araújo Arrastrar todo en la caída Götz Eisenberg El extremista discreto España cañí El Lobo Feroz De otras fuentes La Ciudad de los Prodigios de Barcelona en Comú Xavier Domènech Por el cambio educativo Agustín Moreno 24M: para que otra democracia sea posible Antoni Aguiló España, ¿neocolonia de una Europa alemana? Manolo Monereo El panfleto de Mélenchon contra Merkel Rafael Poch-de-Feliu 1

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Número 136 de junio de 2015

Notas del mes

Más allá de la primavera democrática

Por La Redacción

Los independentistas catalanes y el artículo 135

Por José Luis Gordillo

¿Plebiscitarias?

Por Joan Busca

La primera derrota de Matteo Renzi

Por Giaime Pala

Energía atómica: el conflicto de las bajas dosis (1)

Por Miguel Muñiz

¿Una recuperación sólida?

Por Albert Recio Andreu

Ensayo

Actos de ciudadanía

José A. Estévez Araújo

Arrastrar todo en la caída

Götz Eisenberg

El extremista discreto

España cañí

El Lobo Feroz

De otras fuentes

La Ciudad de los Prodigios de Barcelona en Comú

Xavier Domènech

Por el cambio educativo

Agustín Moreno

24M: para que otra democracia sea posible

Antoni Aguiló

España, ¿neocolonia de una Europa alemana?

Manolo Monereo

El panfleto de Mélenchon contra Merkel

Rafael Poch-de-Feliu

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Más allá de la primavera democrática

La Redacción

I

No ha habido ruptura democrática. Pero las elecciones municipales del pasado

domingo han producido una importante grieta en el sistema de partidos

establecido desde la Transición. Madrid y Barcelona son la punta de este

cambio, pero no están solas. Valencia, Zaragoza, a Coruña, Santiago de

Compostela, Cádiz apuntan en la misma dirección. No deja de ser divertido

que Barcelona y Madrid, muchas veces enfrentadas entre sí por sus élites

dominantes, vuelvan a aparecer juntas cuando hay un giro progresista en el

país. Al final al PP no le ha servido el leve repunte económico para volver a

engatusar a mucha gente (aunque mantiene importantes resortes de poder y

hegemonía cultural en sectores importantes de la sociedad) y la corrupción,

los recortes, la prepotencia, el desprecio democrático, el clasismo, las ideas

retrógradas y la impudicia de sus líderes le han acabado pasando factura. A la

derecha no le ha dado tiempo de fabricar una alternativa más vistosa y, pese

a su notable ascenso, Ciudadanos sólo le va a resultar útil en unas pocas

autonomías. El PSOE ha salido algo mejor librado (con descalabros

importantes, como en Catalunya) pero no parece que vaya a tener potencia

para volver a ser una gran alternativa nacional.

II

Los triunfos de Manuela Carmena y Ada Colau tienen bastante en común. En

la fórmula y en la base social. La fórmula es clara, un planteamiento de

unidad de izquierdas aglutinada en torno a personas conocidas en los

movimientos sociales y una presencia de partidos en segundo plano. Más

unitaria y amplia en el caso de Barcelona, sin lugar a dudas porque los

dirigentes catalanes de ICV-EUiA han sido mucho más generosos e

inteligentes políticamente que sus homónimos de Izquierda Unida en Madrid.

La fórmula ha tenido la virtud de ayudar a fomentar la participación de mucha

gente de movimientos sociales, especialmente de la generación posterior al

movimiento antiglobalización (que a nuestro entender fue donde se forjaron

nuevos liderazgos ajenos a —y a menudo ignorantes de— la izquierda

tradicional presente en partidos y movimientos sociales). Y en bastantes casos

ha conseguido que la mezcla de personas de tradiciones políticas diferentes

haya funcionado notablemente bien. Sólo por esto, la experiencia ya hubiera

sido válida.

La base social del voto resulta evidente. El éxito de ambas fórmulas se ha

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producido sobre todo por una cierta activación, en aumento de la

participación y cambio de voto, de los barrios más humildes de la ciudad. En

Barcelona lo podemos mostrar incluso con una correlación estadística: hay

una clara relación positiva entre el voto de Barcelona en Comú y el bajo nivel

de renta de los barrios: El Ayuntamiento de Barcelona publica una estimación

de renta media de la ciudad: en los dos barrios más ricos —renta estimada

superior al 200% de la media— el voto a BEC apenas ha llegado al 5,3%,

mientras que en los cuatro más pobres ha llegado al 37,4%. La candidatura de

Ada Colau ha ganado en 6 de los 10 distritos de la ciudad y ha sido en los dos

más humildes (Ciutat Vella y Nou Barris) donde se ha decantado la victoria

final. Aunque es también cierto que se ha conseguido un buen resultado en

todas partes gracias a la movilización de las clases medias progresistas. No

podemos afinar tanto en el caso de Madrid, pero todo apunta en la misma

dirección. Ahora Madrid ha triunfado en 11 de los 21 distritos de la ciudad. Sus

mejores resultados en Centro (otra vez el paralelismo con Ciutat Vella), Villa

de Vallecas, Puente de Vallecas y Vicálvaro; los peores (aunque siempre

buenos) en los elitistas distritos de Salamanca, Chamartin y Chamberí.

No se deben extraer conclusiones mecánicas, pero todo apunta a que la

división social generada por la crisis, la conciencia creciente de injusticia que

viven las clases trabajadoras, han encontrado una respuesta cuando menos

parcial en término de votos. Luchas como las de la PAH, las mareas de

diversos colores, Nou Barris Cabrejada, las movilizaciones vecinales contra los

impactos del turismo en varios barrios de Barcelona... han ayudado a construir

un imaginario colectivo que se ha activado con la llamada a las urnas. Y la

personalidad de las candidatas ha facilitado asimismo una mayor

identificación con los sectores de clases populares más reticentes con las

estructuras partidistas tradicionales. Lo pudimos apreciar muchas de las

personas que el pasado domingo hacíamos trabajo de apoderado electoral en

muchos de estos barrios, donde se vivía un cierto aire de fiesta electoral en

las antípodas de la desencantada crónica de la —por otra parte magnífica—

Jornada de un interventor electoral de Italo Calvino.

Hay tres cosas a retener de este modesto pero, al mismo tiempo, alucinante

éxito. El papel del trabajo de base continuado, del tejido de movimientos

sociales que han ayudado a avivar conciencias, a insuflar optimismo y

activismo a una base social maltratada. En segundo lugar que si bien los

proyectos políticos progresistas atraviesan muchas capas sociales, no puede

perderse de vista una visión en términos de clase que en muchos casos se

encarna en los barrios y las vecindades. Y en tercer lugar —y a ello nos

referiremos posteriormente— el modelo de construcción de la alternativa

política.

Sólo un comentario final respecto a esta cuestión. En Barcelona al menos,

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hemos constatado que hay una estrecha correlación entre nivel económico y

abstención (y por tanto entre abstención y voto a BEC). La abstención en los

barrios obreros sigue siendo muy alta. Creemos que es otra expresión de las

desigualdades clasistas. Cuanto mayores son las desigualdades, más distancia

existe entre la política y las clases subalternas. El sentimiento que es un

espacio extraño, hostil, ajeno, acaba produciendo pasividad (algo parecido a

lo que ocurre con la educación: cuanto más humilde es la gente más extraño

le parece lo que se enseña en las aulas, de ahí que el fracaso escolar y la

abstención vayan por barrios). El discurso moralista de cierta izquierda es

inútil. La gente que no vota no cambia de actitud porque le demos lecciones

de política. La gente que ahora se ha movilizado lo ha hecho porque le ha

llegado un discurso en el que se hablaba de sus problemas: de los desahucios,

de la pobreza, del paro, de la falta de respeto, de los recortes. Y allí donde se

ha conseguido mayor movilización coincide con la existencia de

equipamientos sociales en los que la gente se relaciona cotidianamente:

casales de barrio, de jóvenes, cooperativas de consumo, ampas, comisiones

de fiestas... allí donde se consolida un tejido social que es funcional para la

vida cotidiana y que construye un entramado sobre el que se organizan las

movilizaciones. Claridad de discurso y creación de espacios de socialización

cotidiana son esenciales para romper la apatía: para, como diría un clásico,

contribuir a que “la clase en sí” se convierta en “clase para sí”, o sea, para

que la gente común entienda que la política es un instrumento de cambio y

mejora social, no un mero mecanismo de dominación.

III

Si nos atenemos a los problemas de la izquierda política, los resultados de las

elecciones confirman de forma más nítida lo que apuntaba nuestro amigo Joan

Busca al comentar el resultado de las elecciones autonómicas andaluzas de

marzo. El Partido Socialista sigue en caída pero muestra que aún es una

fuerza organizada importante en bastantes comunidades autónomas (excepto

en Catalunya, donde su crisis parece difícil de parar). Y la fuerza emergente

de Podemos obtiene un avance importante, pero sin conseguir superar un

cierto techo. Por su parte, Izquierda Unida, que ya tenía un problema de

espacio con la irrupción de Podemos, se sitúa ahora al borde de la

desaparición institucional, en gran medida autogenerada por la incapacidad

de renovación y, sobre todo, por el dogmatismo, el apego a la marca, el

sectarismo de parte de sus líderes. No es casualidad que en Madrid y el País

Valenciano, donde desde hace tiempo se ha vivido una lucha fratricida, el

desastre sea absoluto. Sentimos que gente valiente y honrada como Alberto

Garzón, Luis García Montero o Cayo Lara se haya visto envuelta en una

dinámica perversa de la que no han podido desmarcarse.

A corto plazo, Podemos tiene todas las de ganar en este pulso por un espacio

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a la izquierda del PSOE, ahora que está claro que ya no va a ganar la batalla

de la centralidad. Las urnas le han marcado el terreno. Pero tiene enormes

debilidades: Una estructura excesivamente piramidal. Un proyecto político

demasiado simple, que puede ser efectivo para discursos electorales pero

insuficiente para desarrollar un proceso político de gran calado. Unas bases

sociales con baja experiencia política. Un modelo organizativo poco elaborado.

Y un cierto sectarismo basado en sus resultados electorales y en las encuestas

(a veces tenemos la sensación que miran al resto de la izquierda con tics

parecidos a los de los militantes socialistas de otras épocas, unos militantes

que ahora están desorientados con las derrotas). Posiblemente la buena

noticia es que la dirección de Podemos empieza a ser consciente de estas

limitaciones, de la dificultad de tejer un proyecto de alcance estatal sin una

organización más consolidada. Y el primer atisbo de este cambio se percibe en

Catalunya donde ya se apunta la posibilidad de una candidatura conjunta con

ICV-EUiA. En este sentido, la experiencia barcelonesa ha sido elocuente.

ICV-EUiA es quién ha realizado una aportación organizativa más importante,

ha sabido dar un paso atrás —particularmente valioso en el que había sido

portavoz municipal de Barcelona, Ricard Gomà— para consolidar el proyecto,

ha neutralizado con acierto a sus sectores más aferrados a las siglas y ha

aguantado con especial buen talante muchas de las críticas que le han venido

tanto desde fuera —especialmente de la CUP— como desde dentro de la

confluencia. Además —al menos en nuestra experiencia local— ha conseguido

a cambio un acercamiento real entre viejos militantes y nuevos activistas,

gente más joven que la campaña ha conseguido movilizar. Una confluencia

imprescindible para próximas batallas electorales y para un trabajo sólido de

larga trayectoria. Al menos en algunas zonas de la ciudad, lo que se está

ganando no es solo una victoria política sino la posibilidad de consolidar una

izquierda que trabaje en la esfera política y en la social, que construya desde

abajo.

Y también en ese terreno hay algunas cosas que la campaña enseña. Allí

donde las candidaturas han sido más transversales, donde la gente se ha

sentido más partícipe, la movilización ha sido más eficaz. Algo que no sólo se

ha dado en las grandes ciudades sino que ha tenido la réplica en poblaciones

pequeñas, donde se han tejido alianzas locales sumamente interesantes. Por

ello, si los partidos organizados quieren superar sus limitaciones y construir un

movimiento político de largo alcance, es necesario afinar un modelo

organizativo que precisamente procure articular esta diversidad. Un proyecto

que conduce inevitablemente a que se sacrifiquen siglas en aras de construir

un espacio mayor. Un proyecto que exige líderes y comportamientos

generosos, así como reconocimiento mutuo; buscar fórmulas organizativas

que permitan ciertos grados de discrepancia interna y cohesión en lo esencial;

y una articulación a través de espacios autónomos donde la gente se sienta

partícipe. Algo, sin duda, ambicioso y difícil, pero que es la única opción seria

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cuando la vieja forma partido tiende a la fosilización y lo que se requiere es un

proyecto que genere energías, sinergias y que promueva una repolitización

social. O se hace ahora o algunas organizaciones desaparecerán y otras

acabarán generando una nueva frustración social.

IV

La victoria electoral no garantiza el poder. Esto es de perogrullo y

particularmente claro cuando además no se ha conseguido una mayoría

sólida. Lo obvio es ver que tanto Barcelona en Comú como Ahora Madrid van a

sufrir desde el primer momento un acoso sostenido. Por parte tanto de los

poderes económicos temerosos de que corran riesgo alguna de sus ganancias

como de sus oponentes políticos, que conocen su debilidad institucional. Pero

el problema más grave no proviene ni de la inexperiencia, ni del hecho de

gobernar en minoría —aunque ambas cuestiones constituyen inconvenientes

importantes—. Lo peor es el marco en el que se sitúan estos proyectos,

dominado por una clara hegemonía del capital. Hegemomía que se sustenta

en un entramado de políticas neoliberales encarnado en instituciones y

políticas que operan a distintos niveles (internacional, estatal, autonómico).

Ninguna de las candidaturas se plantea la revolución. Desde el fracaso

soviético, la mayoría de la nueva izquierda, de los nuevos movimientos

sociales, persigue objetivos más modestos. Focales en cada caso, más bien

orientados a volver a “domar” al capital (en cierta medida representan un

cierto tipo de respuesta polyniana a la expansión del poder del capital, una

reacción orientada a reequilibrar el poder): frenar desahucios, impedir los

desmanes urbanísticos, frenar el deterioro ambiental, recuperar los servicios

públicos, revalorizar los derechos laborales, profundizar la democracia y la

participación, luchar contra la pobreza extrema... Objetivos todos ellos

valiosos en sí mismos y por los que vale la pena pelear. La cuestión crucial

estriba en que, por moderados que sean los objetivos, a menudo atentan a

intereses capitalistas concretos, a grupos de poder. Y para construirse exigen

impugnar partes sustanciales del entramado institucional dominante. Algo que

es más evidente de constatar que de llevar a cabo en el corto plazo

(especialmente a nivel local, donde el poder político es menor y donde

necesariamente habrá que navegar entre los escollos que crearán los poderes

reales y las necesidades de satisfacer demandas cotidianas).

Encontrar un cierto equilibrio, una ruta de navegación viable, es tarea difícil,

requiere mucha capacidad de leer la situación, de seleccionar adecuadamente

los enfrentamientos, de saber elegir las concesiones inevitables y las líneas

rojas que no conviene pasar. Y saber arrostrar el peligro de la incomprensión

de las propias bases, los desafíos de los impacientes y de quienes siempre

apuestan porque las cosas salgan mal —algo por otra parte posible—. Hacer

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una política socialdemócrata hoy —esto o algo parecido significa este intento

de introducir reformas radicales en un contexto neoliberal— es una labor de

alto riesgo. Y por ello es necesario que la gente que va a tener

responsabilidades de gobierno otorgue prioridad a algunas cuestiones

esenciales. Hacia adentro: buen soporte técnico, equipos de trabajo que

preparen bien los temas y evalúen las dificultades, promover la colaboración

de toda la gente aprovechable que hay en la Administración, desarrollar redes

de apoyo. Hacia fuera: garantizar algunas propuestas tangibles

—posiblemente unas pocas— en las que se perciba un cambio con lo anterior

tanto en cuestiones sustantivas —alguna medida que mejore la situación de la

gente-—como en el plano de la participación y el diálogo con la ciudad.

A veces la primavera llega pronto y después la helada destruye los brotes

tiernos. El peligro de la helada está ahí, pero el trabajo de mucha gente, su

inteligencia, puede hacer que estos primeros brotes fructifiquen en algo más

potente y que esta modesta victoria electoral se convierta en el primer paso

de un cambio más profundo. Se lo merece toda la gente que ha trabajado en

diversas ciudades por promover el cambio, desde los líderes hasta los meros

votantes. Lo necesita mucha otra gente. De ahí que sea tan necesario

comprender dónde están nuestras debilidades, qué tipo de cosas debemos

hacer para impedir a la reacción que imponga de nuevo su negra lógica de

dominación.

30/5/2015

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Los independentistas catalanes y el artículo 135

José Luis Gordillo

Uno de los aciertos de la campaña electoral de Barcelona en Comú fue el

mitin celebrado el 15 de mayo pasado con diferentes representantes de la

izquierda europea (Alberto Garzón de IU, Joan Herrera de ICV, Marisa Matias

del Bloco d’Esquerda de Portugal, Ska Keller de los verdes alemanes y Stavros

Karagkounis de la Syriza griega, además de Ada Colau y Gerardo Pisarello)

con el lema Guanyem Barcelona! Guanyem Europa!. Este tipo de actos son

muy necesarios si de verdad se pretende luchar con eficacia contra las

políticas de empobrecimiento masivo propugnadas por la oligocorporocracia

occidental.

La batalla que está librando el gobierno de Syriza contra la dictadura de la

troika comunitaria es una batalla contra eso y, más en general, contra el

desprecio a la soberanía popular mostrado por las oligarquías europeas.

Resulta por ello llamativo que el grueso del independentismo catalán, que

curiosamente se autodenomina “soberanista”, no haya convocado un acto de

solidaridad con Grecia o, cuando menos, no haya hecho un llamamiento de

apoyo al pueblo griego. Es una omisión tan llamativa como el hecho de que el

nuevo artículo 135 de la Constitución española no haya sido elegido por dicho

movimiento como símbolo de la opresión nacional de Cataluña. El

independentismo catalán prefiere centrar su lista de agravios en los recortes

del Estatuto de Autonomía de 2006 llevados a cabo por el Tribunal

Constitucional.

Las izquierdas ibéricas contrarias a las políticas neoliberales se han declarado

favorables a abrir un nuevo proceso constituyente. La derecha, en cambio, se

declara formalmente contraria al mismo pero, por otra parte, ya está haciendo

el proceso constituyente que más le conviene a sus intereses. El artículo 135

es un buen ejemplo de ello. Éste socava el carácter de Estado Social del

Estado español, prescrito en el artículo 1 de la CE, y afecta directamente a la

financiación de las Comunidades Autónomas o, dicho de otra forma, comporta

una recentralización de facto del Estado de las Autonomías.

Como se sabe, dicho artículo fue aprobado el 2 de septiembre de 2011 con los

votos favorables de PSOE (que fue de quien partió la propuesta), PP y UPN.

Era la segunda reforma que se hacía de la Constitución de 1978. Bastó con

una votación en el Congreso y el Senado para sacarla adelante dado que el

artículo 135 se encuentra ubicado en una de las partes de la Constitución que

pueden ser reformadas por la vía fácil del artículo 167 (mayoría de 3/5 de las

dos cámaras y referéndum si así lo solicita la décima parte de los miembros

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de los diputados o senadores, algo que no ocurrió en este caso).

Según el nuevo artículo, “el Estado y las Comunidades Autónomas no podrán

incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos por la

Unión Europea” y, además, el pago de la deuda pública gozará de “prioridad

absoluta”. Así pues, las políticas sociales de todas las administraciones no

pueden generar un déficit contrario al ordenado por la UE y se debe pagar la

deuda antes que pagar las pensiones, la sanidad o las ayudas a la

dependencia. No se puede, por ejemplo, decretar una moratoria o el impago

de la deuda ilegítima como ha hecho Ecuador. Para poder hacerlo habría que

promover primero una reforma constitucional. A partir de la entrada en vigor

del nuevo artículo 135, España es más un Estado “deudocrático” de Derecho

que un Estado social y democrático de Derecho, como dice que debe ser el

artículo 1 de la CE. También porque el art. 135 especifica que “el volumen de

la deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación con

el producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia

establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea”.

Bien es verdad que en su apartado cuatro el precepto admite que en caso de

“catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia

extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen

considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o

social del Estado”, los límites de déficit estructural y de volumen de deuda

podrán ser superados. Pero para ello es preciso que dicha necesidad sea

apreciada por la mayoría absoluta “de los miembros del Congreso de los

Diputados”, y no por la mayoría de los miembros de los parlamentos

autonómicos que es donde en muchos casos se legisla o colegisla sobre las

políticas sociales porque se trata de competencias transferidas a las CC.AA.

Por si hubiera alguna duda al respecto, el último apartado del mencionado

artículo remacha el clavo: “Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus

respectivos Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este artículo,

adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación efectiva del

principio de estabilidad en sus normas y decisiones presupuestarias”.

Los parlamentarios de CiU no votaron a favor de él, pero tampoco en contra.

Sencillamente no votaron. Esta curiosa toma de posición la justificaron en que,

por un lado, estaban a favor del lugar común neoliberal según el cual “no se

puede gastar más de lo que se ingresa” y a que les parecía muy bien que

“ciertas cuestiones vengan marcadas por la Unión Europea” pero, por el otro,

expresaron su queja porque no se hubiera aceptado su propuesta de que

fueran los parlamentos autonómicos, y no el Congreso de los Diputados, los

que tuvieran la última palabra en las decisiones que afectasen al déficit de las

Comunidades Autónomas. Esta ambigua posición se vio confirmada cuando el

25 de noviembre de 2014 Izquierda Plural y el Grupo Mixto presentaron una

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propuesta para derogar el nuevo artículo 135 y CiU se abstuvo aduciendo

absurdamente que en 2011 no había participado en la votación para

aprobarlo.

ERC, en principio, fue muy crítico con la reforma con el certero argumento de

que se trataba de un atentado contra el autogobierno y la financiación de las

CC.AA. Y en noviembre de 2014 fue una de las formaciones políticas que

propusieron la contrarreforma del artículo de continua referencia. Pero, desde

2012, no ha dudado en apoyar los recortes de CiU, que son su plasmación

práctica, con la justificación de que se trataba de un sacrificio necesario para

poder avanzar hacia la independencia de Cataluña.

ERC, CUP, ICV y EUiA afirman que la defensa del “eje nacional” y del “eje

social” viene a ser lo mismo o, como mínimo, que son dos luchas totalmente

compatibles. Pues bien: hasta la fecha no parece que eso haya sido posible ya

que el “eje nacional” ha pasado como una apisonadora por encima del “eje

social” y de todo intento de adecentar mínimamente la esfera pública

catalana.

Fue el “eje nacional” el que propició el abrazo de David Fernández y Artur Mas

tras el pseudo-referéndum del pasado 9 de noviembre y, con ello, la

indulgencia entre la izquierda independentista respecto al partido de los

recortes, la privatización de la sanidad y las muchas corrupciones (Caso Banca

Catalana, Caso Casinos, Caso Javier de la Rosa, Caso Pascual Estivill, Caso

Turismo, Caso Palau, Caso ITV, Caso Pretoria, Caso familia Pujol, etc.) que

nada tienen que envidiar a las del PP valenciano, balear o madrileño.

De hecho, la llamada hoja de ruta del proceso soberanista catalán, pactada

entre CiU, ERC, la ANC, Omnium Cultural y la Asociación catalana de

municipios por la independencia, lo reconocen implícitamente al relegar la

resolución de los problemas sociales a la etapa posterior a la independencia,

algo que no ocurrirá, como mínimo, hasta dentro de dos años según el cuento

de la lechera explicado en el citado documento. El "eje nacional" y el "eje

social" no son compatibles ni ahora ni en un futuro cercano según los

principales promotores del "procés".

La política siempre es una cuestión de prioridades a partir del propio punto de

vista. Negarse a establecerlas es lo mismo que negarse a hacer política. Los

partidarios de "Cataluña, nuevo estado de Europa" lo saben muy bien: como

su prioridad no es luchar contra las políticas neoliberales sino separarse de

España para buscar un mejor lugar al sol en el orden neoliberal europeo, no

critican las políticas de pauperización impuestas por la dictadura de Bruselas,

ni el carácter recentralizador del nuevo artículo 135 que tanto agradó a

Angela Merkel, ni convocan actos de solidaridad con Grecia. Emplean sus

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energías en satanizar todo apoyo y unidad de acción entre colectivos,

sindicatos y partidos de los dos lados del Ebro y en estigmatizar a

candidaturas como Barcelona en Comú porque da prioridad a las cuestiones

sociales. Ya es hora de empezar a decir alto y claro que la unión hace la fueza

y que sólo hay posibilidades reales de cambio vertebrando alianzas con los

sectores sociales más desfavorecidos de todos los países de la Unión

Europea.

31/5/2015

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¿Plebiscitarias?

Comentarios prepolíticos: 25

Joan Busca

Cuando escribo estas notas el futuro de las elecciones autonómicas en

Catalunya es incierto. Aunque el president Mas ha anunciado que su idea es

seguir con el compromiso de convocarlas hay muchas dudas, sobre todo tras

el batacazo de Barcelona. Es previsible que una de las condiciones clave que

Esquerra Republicana de Catalunya ponga a Barcelona en Comú para darle su

apoyo es el apoyo a la Assamblea de Ajuntaments Independentistas.

Posiblemente un marrón pero que, como ocurre en muchos campos, quizás

habrá que pagar para tirar adelante cuestiones más tangibles. Lo que me

parece que en cambio no debería apoyarse en ningún caso es la consideración

de plebiscitarias que quiere imponer la hoja de ruta Mas-Junqueras con el

beneplácito de la Assamblea Nacional de Catalunya y Òmnium Cultural, las

dos grandes organizaciones que han articulado la sociedad civil de

independentistas.

La oposición a las plebiscitarias es por una cuestión de principios

democráticos y por sus consecuencias. El tema de los principios tiene que ver

sobre todo en la forma como se computa el voto de cada persona. En un

referéndum cada voto vale igual. En unas elecciones cada voto vale más o

menos según las reglas que convierten votos en escaños. De hecho hay dos

mecanismos básicos a tener en cuenta: el número de escaños en cada

territorio y la ley d’Hondt, que se aplica para asignar escaños en cada

demarcación.

En el caso de Catalunya, el reparto territorial es claramente beneficioso para

las tres provincias pequeñas en detrimento de Barcelona. Los ciudadanos de

Girona, Tarragona y Lleida pesan relativamente más. La ley d’Hondt, que

favorece a la lista más votada en cada demarcación, refuerza aún más está

discriminación entre ciudadanos. Los sectores independentistas acaban por

obtener una sobrerrepresentación en escaños. Si de verdad fueran sinceros

los partidarios de las plebiscitarias deberían empezar aprobando la ley

electoral en curso estableciendo, al menos para las próximas elecciones, una

proporcionalidad absoluta.

Las elecciones autonómicas se caracterizan además por una mayor

abstención que en elecciones generales y municipales de la población, cuyo

sentimiento identitario es más español que catalán, lo que beneficia la

sobrerrepresentación de los nacionalistas. Esta abstención es sin duda un

problema de cultura política, enraizada en los mismos problemas que son

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comunes a la baja participación de la gente pobre, pero tampoco nadie se ha

preocupado por mejorar la cultura política de estos sectores. Las elecciones

catalanas movilizan sobre todo a la gente que se siente catalana.

Posiblemente un referéndum en torno a una pregunta clara sobre la

independencia resultaría mucho más movilizador, como ocurrió en Escocia,

pero las clases dirigentes catalanas, al igual que las españolas, están

encantadas con la baja participación de la gente humilde.

Si los principios fallan, también fallan las consecuencias. De hecho con esta

convocatoria Artur Mas lo que busca es ganar tiempo (y posiblemente

Esquerra Republicana una vía de salida a su bloqueada estrategia). La

propuesta es, tras las elecciones (suponiendo que no haya una respuesta

radical por parte del Gobierno central), trabajar para una nueva constitución

catalana por un plazo de dos años. O sea, en el mejor de los casos, cocinar

una constitución totalmente al servicio de sus promotores (los borradores que

han circulado elaborados por el injustamente sancionado juez Santiago Vidal

son ciertamente reaccionarios), y llegar a una posible situación de

independencia. En el peor, y más probable, es que se utilice este período para

seguir desarrollando las políticas reaccionarias que con tanto ahínco ha

practicado CiU, mientras se sigue contando con el apoyo de ERC porque ésta

sólo juega de verdad en la liga de las naciones y le preocupan mucho menos

las políticas sociales. La hoja de ruta significa cuando menos dos años más de

políticas reaccionarias, de chanchullos de hundir al país real en aras del país

imaginario que nos quieren vender.

Que esté en contra de las plebiscitarias no me lleva a pensar que hay que

pasar por alto todo el proceso independentista. En Catalunya se ha reactivado

el independentismo por la conjunción de diversos elementos: una agresiva

política (las formas y los discursos cuentan mucho) por parte del PP, una

incapacidad de reconocer que esta es una cuestión mal solucionada por parte

del PSOE, una eficaz campaña política independentista, los efectos de la crisis,

un sistema de financiación inadecuado (seguramente para todas las CC.AA.). Y

tal como están las cosas, la única forma de cerrar de alguna forma el tema es

aceptando un referéndum, con un adecuado proceso democrático, en el que la

gente pueda opinar si quiere o no la independencia. Visto fuera de Catalunya

puede parecer intolerable. Nunca consigo entender este miedo a resolver la

cuestión por esta vía. Personalmente no soy partidario de la independencia

por razones diversas, pero me parece que es mucho mejor que la gente pueda

decirlo que no bloquear la cuestión. Mientras esto no lo entienda al menos la

izquierda española, en Catalunya seguiremos bloqueados en un debate sin fin

que paraliza el país y deja las manos libres a CiU para seguir haciendo las

mismas políticas que hace el PP en Madrid. Entiendo que un referéndum de

independencia es enojoso para mucha gente fuera de Catalunya, pero más

vale convivir con un problema recurrente (la celebración de referéndums) que

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enclaustrar a toda una comunidad (y dejarla en manos de la derecha local) en

un espacio sin salida y en el que desde el poder se desmantelan derechos

sociales. La única alternativa a unas plebiscitarias tramposas es la celebración

de una consulta.

29/5/2015

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Page 15: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

La primera derrota de Matteo Renzi

Giaime Pala

Ayer se celebraron en Italia elecciones para elegir a los presidentes de siete

regiones (Toscana, Liguria, Marche, Umbria, Campania y Veneto) y a los

alcaldes de 742 ayuntamientos (17 de los cuales, capitales de provincias). Se

trataba de un examen importante para Matteo Renzi, presidente del gobierno

desde febrero de 2014 y tercer primer ministro no elegido por los ciudadanos

desde la caída de Silvio Berlusconi en noviembre de 2011. El Partido

Democrático (PD) ha ganado en cinco de las siete regiones y en la mayoría de

los 742 ayuntamientos. Sin embargo, estas elecciones representan una

primera derrota política para el exalcalde de Florencia. Por de pronto porque

el PD pierde hasta el 20% de los votos que cosechó en esas mismas regiones

y ciudades con ocasión de las elecciones europeas de 2014, además del

gobierno de una región históricamente escorada a la izquierda como Liguria. Y

en segundo lugar, porque la oposición a su gobierno −que parecía en declive

y/o sustancialmente inocua− o bien mantiene posiciones, como el Movimiento

5 Estrellas de Beppe Grillo, o bien vuelve a ser competitiva allá donde la

derecha (es decir, Forza Italia y la Liga Norte) se presenta unida. Si el PD ha

vuelto a ganar es gracias sobre todo a una abstención enorme (48%), que va

camino de volverse crónica y que le beneficia por tener a un núcleo de

electores cuya fidelidad de voto aún es elevada.

Con todo, pocas dudas pueden caber acerca de que el primer ministro italiano

aspirase a obtener una victoria mucho más contundente que le reforzara

después de la aprobación de una nueva ley electoral ultramayoritaria y de una

reforma laboral −parecida a la que aprobó aquí el gobierno de Mariano Rajoy

en 2012− presentada como la panacea para solucionar el problema del paro

(que ya roza el 13%). El mismo Renzi presentó implícitamente estas

elecciones como una especie de test sobre su acción de gobierno. De modo

que los resultados de ayer nos revelan algunos puntos interesantes: que su

liderazgo pierde eficacia y que su manera de gobernar empieza a ser vista

como arrogante y peligrosamente personalista; que su política económica

neoliberal y atenta a respetar todos los insostenibles tratados de la UE, le está

enajenando el favor del electorado de izquierdas; y que su gobierno ya no

parece tan brillante como antes a la hora de ganar consenso en el electorado

de derecha. En suma, su propuesta política muestra ya las primeras grietas

pese a contar con el apoyo incondicional de los grandes medios de

comunicación, de las organizaciones empresariales y, sobre todo, de Bruselas

y Berlín.

Aún es pronto para saber cómo va a evolucionar el panorama político tras las

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elecciones de ayer. Pero cuesta creer que el ingenuo populismo de Grillo o la

xenófoba Liga Norte puedan representar un serio desafío para un PD avalado

por la UE y los poderes fácticos italianos. En realidad, su control del país es y

será sólido mientras no tenga una alternativa política a su izquierda. Porque,

reconozcámoslo, en Italia la izquierda transformadora sigue sumida en la

irrelevancia a causa de la lógica electoralista que ha caracterizado la práctica

de sus dirigentes. Una práctica que, al menos desde la desastrosa derrota

electoral de 2008, ha priorizado el volver al Parlamento y a las instituciones

en detrimento de la movilización social y el trabajo capilar en los territorios.

Un ejemplo palmario de ello lo encontramos en el naufragio del proyecto

“Un’Altra Europa con Tsipras”, una plataforma electoral que el año pasado

agrupó a un conjunto de partidos y movimientos alternativos y que se

proponía implantar una suerte de franquicia italiana de Syriza (como si el

éxito político fuera el fruto de una marca mediáticamente potente y no el

resultado de un movimiento real construido desde abajo). Se trata de la

misma lógica que lleva ahora a no pocas personas a pedir un “Podemos

italiano” y que esconde un grave problema de fondo: la escasa voluntad de

iniciar un lento, desagradecido pero eficaz proceso de reconstrucción

político-cultural del que la izquierda italiana anda necesitada. Más claro

todavía: su declive se inició (o se acentuó) cuando olvidó el consejo

metodológico que le legó su más preciado teórico del siglo XX: el de estudiar

en serio los problemas económicos y sociales del país, y ofrecer respuestas y

estructuras adherentes a la realidad de las clases trabajadoras. En definitiva,

cuando renunció a su carácter nacional-popular en nombre de un europeísmo

tan abstracto como falsamente internacionalista. Para la izquierda italiana,

pues, ha llegado la hora de cambiar categorías interpretativas y métodos de

lucha.

1/6/2015

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Page 17: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

Energía atómica: el conflicto de las bajas dosis (1)

Miguel Muñiz

Una vez quedó constatado que el funcionamiento “normal” de las centrales

atómicas implicaba la emisión continuada de contaminación radiactiva al

exterior la conclusión sólo podía ser una: la radiación emitida debía ser

calificada como “inofensiva”. La alternativa, no construir las centrales

atómicas para evitar dichas emisiones, no se contemplaba por parte de los

que mandan.

Así, en 1959, cinco años después de la entrada en funcionamiento del primer

reactor atómico, en plena campaña de los “átomos para la paz”, y con un

programa de construcciones en fase avanzada, la Comisión Internacional de

Protección Radiológica (CIPR), organismo fundado en 1950, emitió su primer

informe con decisiones sobre los “valores límites”, aquellos niveles de

radiación que se podía considerar aceptables para la población, decisión a la

que se llegó después de varios debates sobre “recomendaciones” realizados

entre 1954 y 1958. Parece ser que en dicho informe, la CIPR reconoció que los

valores limites podían ser nocivos para la población por los daños genéticos

que podían causar, pero consideró que «éstos pueden considerarse como

soportables y justificables comparados con las ventajas que resultan del uso

de la energía atómica.» [1]

Por tanto, se decidió establecer un umbral de emisiones máximas por un

procedimiento similar a un acto de fe, es decir, sin ninguna investigación

médica o científica previa, tan solo en base a los datos sobre la evolución de

las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, y del pesquero japonés “Dragón

afortunado”. El procedimiento para calcular el umbral fue sencillo: se limitaron

a establecer un consenso entre factores sociales y económicos, adjudicando al

resultado la etiqueta de emisiones que “no tenían consecuencias para el

medio ambiente y la salud de la población”.

Pero mantener esta etiqueta exigía cuestionar toda investigación que

estableciese una relación entre emisiones radioactivas y enfermedades. Había

comenzado el conflicto sobre los efectos en la salud de las personas de las

bajas dosis de radiación, un conflicto con los profesionales de la medicina en

primera línea de confrontación con la industria atómica.

Porque frente a unos expertos e ingenieros nucleares, en su mayoría alejados

de las poblaciones que sufrían las emisiones radioactivas, los médicos

constituían, y constituyen, una amenaza que no puede ser minimizada: se

trata de personas que trabajan de manera directa con la sociedad, capaces de

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Page 18: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

establecer vinculaciones afectivas con sus pacientes, con una escala de

valores centrada en el bienestar humano y el rechazo al sufrimiento, etc. Por

tanto, la primera tarea para el poder atómico consistió en acallar la voz de las

personas del mundo de la medicina que pudiesen abordar los problemas de

salud de las radiaciones ionizantes desde esas perspectivas. La operación

partió del máximo nivel jerárquico.

El nivel internacional más elevado de la profesión médica se encuentra en la

ONU. El 28 de mayo de 1959, se firmó un Acuerdo entre la Organización

Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional de Energía Atómica

(AIEA), que situaba a la primera bajo el control y supervisión de la segunda.

Subordinación que se detalla en varios puntos, pero especialmente en el

punto tercero del artículo primero del Acuerdo: “Siempre que cualquiera de

ambas organizaciones tenga el propósito de iniciar un programa o actividad

relativa a una materia en que la otra organización esté o pueda estar

fundamentalmente interesada, la primera consultará a la segunda a fin de

resolver la cuestión de común acuerdo.” [2] Como resulta difícil concebir que

los médicos pudiesen iniciar programas o actividades relacionadas con la

ingeniería nuclear (con la excepción mínima de la medicina radiológica),

resulta evidente que son ellos los que deben consultar a los “expertos”

atómicos en todo lo que se relacione con efectos de las nucleares sobre la

salud.

Es necesario destacar que extrapolar este punto al conjunto de la actividad

industrial, llevaría a situaciones aberrantes en el caso de la industria química

o biológica, o bien en otros campos de la energía. Por ejemplo, que las

compañías petroleras obligasen a la OMS a “acordar” con la Agencia

Internacional de la Energía los términos de los estudios médicos relacionados

con las enfermedades derivadas de los óxidos de nitrógeno o los óxidos de

azufre que contienen los combustibles fósiles. Esto nos ilustra sobre la

situación de extraordinario poder y el privilegio excepcional que tiene la

energía atómica en el sistema energético, y el grado de complicidad que

mantiene con estamentos empresariales, financieros, institucionales y

universitarios.

Desde 1959, el Acuerdo OMS – AIEA ha sido cuestionado y denunciado

repetidamente por la dejación de responsabilidad que suponía en el estudio

de los efectos de las radiaciones en la salud [3]. Y hubo que esperar hasta

febrero de 2011 para que la OMS redactase una declaración [4] en que, 52

años después de suscrito el Acuerdo, y 57 años después del inicio de la

fabricación de electricidad con energía atómica, declarase que “la OMS está

en proceso de desarrollar un programa integral Mundial sobre la radiación

con una estrategia y prioridades claras para salvaguardar las preocupaciones

de salud pública en el uso de técnicas nucleares” (las negritas son mías).

18

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Tranquilizador y clarificador, como el hecho de que el trabajo de años de

denuncia de la prepotencia nuclear haya sido ridiculizado como “teoría de la

conspiración” en alguna página web de dudosa intencionalidad [5].

Pero donde verdaderamente se ha manifestado la lucha continuada y sorda

entre el “pueblo nuclear” [6] y las personas de la profesión médica con

compromiso ético, ha sido en los casos en que se han establecido relaciones

entre funcionamiento de centrales atómicas y efectos cuantificables en la

salud de poblaciones cercanas. Las implicaciones de dicha lucha llevan a

considerar dos aspectos: impacto genérico de los materiales radiactivos sobre

la salud, y la naturaleza de las radiaciones emitidas por un reactor atómico en

funcionamiento “normal”. Hagamos una breve reseña de ambos aspectos.

Sin entrar en detalle sobre las diferentes radiaciones ionizantes [7], hay que

apuntar que sus efectos sobre los seres vivos son calificados de

“estocásticos”, es decir, efectos en que el azar juega un importante papel

dentro de un grupo de factores que pueden determinarse o, en otras palabras,

“efectos que pueden aparecer, pero que no lo hacen necesariamente” [8]; lo

que significa que en un grupo de personas que recibe una dosis de radiación,

las reacciones de cada organismo pueden ser muy diferentes, o también

manifestarse en distintos períodos de tiempo. Por todo ello es necesario un

tratamiento estadístico de casos y enfermedades para determinar efectos,

especialmente el cáncer que es la manifestación más evidente de alteraciones

celulares.

La naturaleza de las radiaciones es algo aún más complejo; se puede

encontrar una aproximación a las emisiones de un reactor atómico en los

informes que anualmente presenta el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) al

Congreso de los Diputados y al Senado [9]. Las cantidades, reflejadas en

unidades de radiación (Becquerelios), se refieren a siete factores, los más

abundantes, Tritio, gases disueltos, efluentes gaseosos, gases nobles,

halógenos, partículas y Carbono-14; aunque en la “GUIA DE SEGURIDAD

sobre Control y vigilancia radiológica de efluentes radiactivos

líquidos y gaseosos emitidos por centrales nucleares ” [10] aparece

una relación de 22 sustancias radioactivas líquidas, 11 sustancias radioactivas

gaseosas, y 11 tipos de partículas diferentes [11].

Por todo lo anterior, una aproximación al conflicto debe tener en cuenta las

emisiones más abundantes, es decir, de Tritio y Carbono-14, y los casos de

leucemias infantiles, mortalidad elevada por cáncer, deformaciones de

nacimiento en bebés, etc., que constituyen el núcleo de los estudios

sanitarios. Dedicaremos a este apartado la segunda parte de esta serie, y la

tercera se detendrá en el análisis del último caso de investigación sobre

impacto de las bajas dosis en España.

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Notas

[1] Referencia contenida en

http://www.horizons-et-debats.ch/index.php?id=1334&print=1&no_cache=1 La consulta de

la documentación original de 1958 y 1959 resulta imposible vía internet ya que los

documentos de la página web del CIRP calificados como “Recomendaciones” remiten al

último documento actualizado (Publicación 103, año 2007) en el que no hay citas textuales de

las anteriores “Recomendaciones”. Ver http://www.icrp.org/publications.asp ,

http://www.icrp.org/publication.asp?id=ICRP%20Publication%20103 y

http://www.icrp.org/docs/P103_Spanish.pdf , para una breve visión de conjunto del trabajo de

la CIRP

http://www.icrp.org/docs/The%20History%20of%20ICRP%20and%20the%20Evolution%20of%

20its%20Policies.pdf

[2] http://www.ippnw.de/commonFiles/pdfs/Atomenergie/Agreement_WHO-IAEA.pdf

[3] http://independentwho.org/en/

[4] http://www.who.int/ionizing_radiation/pub_meet/statement-iaea/en/

[5] Ver http://rationalwiki.org/wiki/WHO-IAEA_conspiracy

[6] “pueblo nuclear”, utilizo la expresión popularizada entre las personas que trabajan contra

la energía atómica en Japón para definir el conjunto de empresas, instituciones, bancos,

estamentos universitarios, sindicatos y grupos de presión que se benefician de la existencia

de nucleares e imponen sus intereses, es el equivalente a la denominación “lobby” nuclear,

que viene a designar el mismo fenómeno.

[7] Dos de las muchas opciones para informarse en

general http://oec.blog.pangea.org/files/2012/08/laradioactividadylasalud2012.pdf o

http://www.sirenovablesnuclearno.org/nuclear/nuclearcat/salutinuclear.html#CAST

[8] Ver, entre muchos

ejemplos, http://www.ugr.es/~amaro/radiactividad/tema7/node19.html o, más en

general, http://es.wikipedia.org/wiki/Proceso_estoc%C3%A1stico (matemático)

y http://es.wikipedia.org/wiki/Estoc%C3%A1stico (divulgativo). Una excelente explicación del

profesor Eduard Rodríguez Farré

en http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/programa/3alacarta/video/3515170/

[9] Ver http://www.csn.es/index.php/es/relaciones-cortes/-informe-anual

[10] Ver https://www.csn.es/publicaciones/N1_4.pdf

[11] La relación aproximada sería: EFLUENTES LÍQUIDOS: PRODUCTOS DE FISION Y

20

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ACTIVACION: Sr-89, Sr-90, l-131, Co-58, Co-60, Fe-59, Zn-65, Mn-54, Cr-51, Zr-Nb-95, Mo-99,

Tc-99, Ba-La-l 40, Ce-141. GASES DISUELTOS: Ar-41, Kr-85, Kr-87, Kr-88, Xe-131,

Xe-135. EFLUENTES GASEOSOS: GASES NOBLES: Kr-85, Kr-87, Kr-88, Xe-l 33, Xe-l 35,

Xe-137, Xe-138, Ar-41. HALOGENOS: l-131, l-133, l-135. PARTICULAS: C-14, Sr-89, Sr-90,

Cs-134, Cs-137, Co-58, Co-60, Ba-La-l 40, Fe-59, H-3.

[Miguel Muñiz es miembro Tanquem les Nuclears-100% EER, y

mantiene la página de divulgación

energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/]

29/5/2015

21

Page 22: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

¿Una recuperación sólida?

Cuaderno de estancamiento: 21

Albert Recio Andreu

El último cartucho que le queda al Gobierno del Partido Popular para tratar de

salvarse del naufragio es el de la vuelta del crecimiento y el augurio de que

hemos entrado en una fase de recuperación sin sobresaltos. El sueño deseado

es pensar que volvemos a estar como en 1995 cuando, tras la aguda crisis de

1991-94, la economía española entró en una fase inesperada de crecimiento

económico que se alargó hasta 2008 con una masiva creación de empleo. El

problema es que se trató de un crecimiento no sólo perverso en cuanto a sus

efectos sociales (proliferación del empleo precario, escasas mejoras salariales,

problemas de vivienda para la gente joven y los inmigrantes, desastres

ecológicos, corrupción) sino que se sustentó fundamentalmente en el auge

constructivo alimentado al alimón por la burbuja especulativa y por los planes

públicos de infraestructuras. Cuando llegó la crisis mundial se hizo patente

que además de los problemas globales generados por la desregulación

financiera se añadían otros, específicos del “modelo español” de crecimiento.

Éstos podían resumirse en varias cuestiones clave: excesiva especialización

en la construcción y el turismo, desequilibrio exterior debido a un inadecuada

estructura productiva (en gran parte relacionada con la desindustrialización

persistente y la elevada dependencia energética), un elevado nivel de

endeudamiento privado exterior (la contrapartida ineludible del desequilibrio

real), un sector público infra-desarrollado respecto a la mayoría de países

europeos y un nivel de desigualdades excesivo. Sin contar (el análisis

económico convencional nunca lo hace) el elevado nivel de deterioro

ambiental que genera este modelo.

Propiciar un desarrollo sólido requería por tanto no sólo esperar una

recuperación económica global, sino también empezar a poner soluciones a

este conjunto de problemas fácilmente detectables. Y cuando se analiza la

situación actual no parece que ésta haya mejorado sustancialmente. El

reciente crecimiento del empleo vuelve a tener a la construcción y al turismo

como los sectores de impulso. El desequilibrio exterior ha mejorado pero como

reconoce un informe reciente del Consejo Económico y Social, se debe

fundamentalmente a la caída de las importaciones provocada por la caída del

consumo interno. Es algo que ya ocurrió en la crisis anterior; en los primeros

años el saldo exterior fue positivo pero en poco tiempo cambió el signo. Y un

saldo negativo del sector exterior implica un endeudamiento externo neto. De

hecho el saldo positivo empieza a moderarse a pesar de los ingresos que

entran por una actividad turística en crecimiento. El endeudamiento externo

se ha reducido moderadamente, pero sobre toda ha cambiado de titular, pues

22

Page 23: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

el Sector público que empezó la crisis con un endeudamiento bajo y tolerable

ha absorbido una parte de la deuda externa, especialmente la bancaria. El

sector público sigue también débil y el Gobierno ya ha iniciado una nueva

reforma fiscal que impide pensar que pueda darse un cambio en la situación.

Y las desigualdades no paran de crecer.

En resumen estamos ante un período de crecimiento sin que se hayan

efectuado cambios que permitan pensar que se han atacado las debilidades

estructurales de nuestra economía. No ha habido ningún atisbo de política

industrial que promueva un cambio de modelo productivo. En parte no la

podía haber porque las políticas industriales clásicas están proscritas por la

Unión Europea y han dejado de formar parte del arsenal de propuestas que

tienen en mente la mayor parte de economistas que asesoran a los gobiernos.

He intentado rastrear estas políticas y sólo he sabido ver los planes renove

tan del agrado del sector automovilístico pero cuyo impacto local es discutible

(los planes renove priman la compra de nuevos vehículos con independencia

del lugar en que han sido producidos, y en un país donde gran parte de los

coches que compran los locales son de importación equivale a primar a la

industria alemana y de otros países, algo que agrada a los grandes grupos

multinacionales pero que tiene un dudoso efecto local). He sabido encontrar

otra, pero de impacto negativo: la reforma energética, que ha puesto en crisis

a la emergente industria local de las energías renovables. Es posible que los

sistemas de primas anteriores propiciarán una nueva burbuja especulativa

con la instalación de plantas solares y parques eólicos, pero es indudable que

el frenazo se puede entender más como un nuevo peaje a favor de los

grandes grupos energéticos tradicionales que como una política bien diseñada

de largo plazo. Fuera de estas medidas todo se reduce a las clásicas políticas

transversales y la promoción de los emprendedores que puede convertirse

fácilmente en otro pozo de despilfarro e ineficiencia.

La industria española que ha funcionado es la poca que ya se había

modernizado, la que llevaba una cierta experiencia de internacionalización. Y

que ahora ha visto mejorada su situación con la devaluación de facto del Euro

provocada por el cambio en la política del Banco Central Europeo. Un cambio

que pone a las claras la responsabilidad de esta misma política a la hora de

propiciar la desindustrialización del Sur de Europa. El problema está que

cuando se ha destruido tanto aparato productivo y ha emigrado tanta

industria posiblemente la mejora en el plano del tipo de cambio no baste para

reactivar la actividad. Cerrar empresas y eliminar líneas de producción es

siempre más fácil que crear nuevas. Y sin políticas industriales bien diseñadas

va a ser difícil que el Sur de Europa recupere parte de la actividad perdida. Ni

la estructura productiva ni el sector público se han reorganizado para alterar

crucialmente las debilidades del modelo anterior. En la mente de los

gobernantes actuales sigue flotando la ilusión de que es posible generar una

23

Page 24: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

vuelta al viejo modelo anterior basado en lo inmobiliario. Y ahí sí se han

aplicado con ahínco, tanto con reformas legales (como la que concede

permiso de residencia a quien compra un inmueble, o la mayor permisividad

constructiva que incluye la ley de costas) como en el apoyo de cualquier

proyecto especulativo que ha tenido a bien proponerse (Eurovegas, Barcelona

World, grandes proyectos hoteleros urbanos....).

Y si las cosas han cambiado tan poco ¿de dónde viene el crecimiento actual?

En parte proviene de la mejora exterior ya comentada. En buena parte de un

repunte del consumo. La retracción del consumo en la crisis tiene que ver

principalmente con el aumento del paro y la caída de las rentas de la gente

más pobre. Pero es posible que ante la incertidumbre de la situación también

la gente que no pierde el empleo aplace compras (especialmente de bienes de

consumo duradero) y esta misma gente una vez pasado el temporal recupere

hábitos de consumo del pasado (la caída del ahorro en el último año hace

pensar que algo de ello ha ocurrido). La tercera pata es el gasto público;

resulta evidente que en un año electoral en el que el Gobierno se juega tanto

ha habido una relajación del gasto impuesta por el ciclo político y facilitada

por la caída de los intereses de la deuda. La cuestión es que posiblemente

pasadas las elecciones esta alegría del gasto no será posible (y si pierde las

elecciones el PP tendrá una excusa para atacar al nuevo gobierno de frenar la

economía y el nuevo gobierno de acusar al anterior de haber vuelto a

empeorar las finanzas públicas; nos espera ser espectadores de una nueva

batalla de ping-pong). Una vez aumenta alguna actividad el multiplicador

keynesiano hace el resto, un poco más de empleo y actividad en un sector

inducen más actividad en otros. De la misma forma que los drásticos ajustes

de 2012 hundieron aún más la actividad los ligeros aumentos del gasto actual

la han animado. El problema está en si va a ser posible que esto sea un

proceso de largo plazo. Y hay muchos puntos para prever nuevos sobresaltos

propiciados por el elevado endeudamiento, el posible deterioro de la balanza

exterior o el estallido de alguna de las burbujas que ya se han hinchado. En

1995 nadie era capaz de prever que pudiéramos tener una fase de

crecimiento tan sostenida y exagerada como la que propició la burbuja

especulativa. A menos que surja una nueva burbuja de magnitud sostenida (o

un nuevo factor expansivo que soy incapaz de detectar) más bien hay que

esperar que, en lo esencial, persista el nivel de problemas básicos del país. La

crisis y su gestión han tenido unos impactos nefastos. Lo peor sin embargo es

que no ha servido para generar políticas que nos protejan frente a su posible

repetición. Y es que nuestras élites dirigentes han sido incapaces de pensar

en cambios de dirección. Y las políticas europeas no han hecho más que

bloquear cualquier posibilidad de cambio real.

29/5/2015

24

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Ensayo

José A. Estévez Araújo

Actos de ciudadanía

La ciudadanía como derecho a tener derechos

A lo largo de la historia se han dado muchas concepciones diferentes de la

ciudadanía. En la antigua Grecia eran ciudadanos quienes podían participar en

las asambleas deliberativas y judiciales. La Revolución Francesa distinguió

entre los derechos del hombre y los del ciudadano, éstos fundamentalmente

políticos. En estos últimos años ha tenido lugar un renacimiento de los

estudios sobre la ciudadanía. En ellos ocupa un lugar central el debate acerca

de la planteamiento de Hannah Arendt. La discípula de Heidegger concibe la

ciudadanía como el “derecho a tener derechos” [1]. Pero esta caracterización

puede tener tanto un sentido negativo, como uno positivo.

En sentido negativo, significa la inexistencia de derechos humanos

propiamente dichos. Las personas no tienen efectivamente derechos en

cuanto tales. Sólo los tienen bajo la protección de un estado. Esa protección

se consigue fundamentalmente mediante el status de ciudadano. La

experiencia de las masas de apátridas sin derechos en el periodo de

entreguerras europeo llevó a Hannah Arendt a esta conclusión. Los campos de

concentración nazis la consolidaron: a los judíos se les privó de la ciudadanía

antes de exterminarlos.

Concebir la ciudadanía como el derecho a tener derechos también tiene un

sentido positivo. Lo pone de manifiesto Margaret Somers en su libro

Genealogies of Citizenship (Somers 2008): ese derecho fundamental debe ser

garantizado a todo ser humano. Es el mecanismo básico de reconocimiento

del otro como alguien que merece igual consideración. Es el derecho de

formar parte de la sociedad en igualdad de condiciones que el resto de sus

miembros. En este sentido, toda persona debe tener derecho a la ciudadanía.

El derecho a la ciudadanía es un derecho universal (Somers 2008, 44ss).

El problema sigue siendo el respeto de ese derecho humano por parte de los

estados. Puede concebirse la ciudadanía como un derecho de las personas en

cuanto personas. Pero el ejercicio efectivo del mismo exige el reconocimiento

como ciudadano por parte del estado: que éste te dé los papeles. Ahí se

produce un conflicto entre las prerrogativas de los estados y el derecho

humano a la ciudadanía. El carácter universal de este derecho impone

obligaciones a los estados. Algunas parecen claras: ningún estado puede

privar a alguien de su ciudadanía [2]. Y, sin embargo Gran Bretaña aprobó el

25

Page 26: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

año pasado una ley autorizando al poder ejecutivo a sustraer ese status a sus

ciudadanos. Este conflicto entre la soberanía estatal y el derecho universal ha

sido estudiado con detalle por Sheila Benhabib (Benhabib 2005). No vamos a

ocuparnos de él aquí. Para los propósitos de este texto es necesario

únicamente dejar sentada la existencia de un derecho humano a la ciudadanía

de carácter universal.

Margaret Somers plantea, además, otra cuestión interesante: la inclusión en la

comunidad política no es condición suficiente para ser ciudadano. Es

necesaria, también, la inclusión en la sociedad civil (Somers 2008, 45-48).

El concepto de “sociedad civil” es bastante vago. Se ha entendido por

“sociedad civil” cosas muy diferentes. Locke la concibió como una esfera de

intercambio de mercancías y de opiniones que existía ya en el estado de

naturaleza. Luego fue vista como la esfera de la economía en el caso de

Hegel, pasando por la “sociedad burguesa” en el de Marx, hasta la concepción

de los años setenta del siglo pasado. Según esta última, la sociedad civil

estaría constituida por los movimientos ciudadanos “de base”.

La sociedad civil se contrapone, en cualquiera de estas concepciones, al

aparato político. Las instituciones estatales no forman parte de la misma.

Tampoco los partidos políticos con presencia en sus instituciones. La

transformación de los sistemas representativos en “estados de los partidos”

convierte a éstos en parte del poder político institucionalizado.

Con la globalización y la difusión de la ideología de la gobernanza la “sociedad

civil” ha vuelto a cambiar de significado. Hoy en día, al hablar de “sociedad

civil”, muchas veces se hace referencia a las empresas privadas. En cualquier

caso, el uso dominante contemporáneo del término “sociedad civil” incluye al

“sector privado”. Incluso los defensores de la “sociedad civil cosmopolita”

aceptan el uso hegemónico actual del término incluyendo a las empresas

dentro de la misma (Keane 2003).

No se va a intentar resolver aquí esa polémica histórica acerca del uso

correcto del término “sociedad civil”. Únicamente se señalará el significado de

ese término en este texto. Una primera aproximación nos la da la división de

los sistemas sociales en tres esferas: el estado, el mercado y la sociedad civil

(Somers 2008, 39). Cada uno de estos ámbitos tiene una lógica propia. El

estado funciona de acuerdo con mecanismos burocráticos. El mercado es el

espacio donde los agentes negocian unos con otros teniendo en cuenta sólo

sus propios intereses. La sociedad civil sería el ámbito donde las relaciones

sociales se rigen por el principio del reconocimiento mutuo y la solidaridad.

Esta caracterización es, desde luego, muy vaga. Pero se puede precisar la

26

Page 27: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

idea de inclusión en la sociedad civil señalando los principales mecanismos de

exclusión de la misma en el presente.

El primero de ellos es el funcionamiento del sistema económico. La

globalización neoliberal está empobreciendo activamente a grandes masas de

población en todo el planeta, como señala Pogge (Pogge 2012). El

empobrecimiento se manifiesta también en los países supuestamente “ricos”.

Wacquant utiliza el término “precariado” para referirse a la situación laboral

de muchos de los trabajadores actuales (Wacquant 2008). Esas personas

nunca tendrán un trabajo fijo y estable. Sus contratos serán “precarios”

(temporales, sujetos a despido libre…) y pasarán largas temporadas en el

paro. La suerte de estas personas es un claro ejemplo de exclusión de la

sociedad civil.

El mismo Wacquant identifica los “vertederos” creados por este sistema para

arrojar a las personas “desechables”. En primer lugar, están las prisiones

(Waquant 1999). Estados Unidos, con casi siete millones de personas

sometidas a alguna forma de privación de libertad va destacado a la cabeza

de los países del “Norte global” en cuanto a la utilización de este dispositivo.

Otro de los vertederos son los barrios habitados por gente de raza negra, por

inmigrantes o, simplemente, por personas pobres. Estas zonas urbanas sufren

procesos de degradación resultado de la dejación por parte de las

autoridades. En muchas ocasiones estas políticas de degradación de los

barrios pobres forman parte de operaciones urbanísticas especulativas.

Esos ejemplos sirven para ilustrar el punto que se quiere destacar aquí: la

titularidad de la ciudadanía puede ir acompañada de una pérdida de todos o

parte de los derechos que constituyen el presupuesto de su ejercicio. Si una

persona es ciudadano “de iure” pero es excluido “de facto” de la sociedad

civil, puede llegar a encontrarse en la misma situación que un inmigrante sin

papeles. Es lo que les ocurrió a los habitantes negros de Nueva Orleans

abandonados a su suerte durante el azote del Katrina. Esas personas fueron

“dejadas atrás” (left behind) por su estado y por sus compatriotas. En las

noticias se hablaba de ellos como “refugiados”. Y estas personas

abandonadas insistían en vano en que no eran refugiados, sino ciudadanos…

La ciudadanía como práctica

Las consideraciones hechas en el apartado anterior permiten aventurar la

hipótesis de que el estatus legal de ciudadanía no es condición necesaria ni

suficiente para ser reconocido como ciudadano. Si la ciudadanía es un

derecho universal, las personas que viven es un país extranjero pueden ser

reconocidas como ciudadanos, aunque no se hayan naturalizado. Es el caso

de esos extranjeros con derechos políticos llamados “ciudadanos europeos”.

27

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Es el caso, también, de los extranjeros extracomunitarios en Holanda, a

quienes se les reconoce el derecho de sufragio en las elecciones locales tras

cinco años de residencia. Y es, asimismo, el caso de los sistemas de Seguridad

Social universal en que los inmigrantes “sin papeles” son atendidos en los

hospitales públicos.

La hipótesis se ve reforzada por los argumentos de los autores que defienden

una concepción de la ciudadanía no como estatus, sino como “práctica”

(Somers 2008, 54). El ciudadano, según esto, no nace, sino que se hace (como

decía Simone de Beauvoir de las mujeres en El segundo sexo). Son los “actos

de ciudadanía” los que constituyen al ciudadano (Isin y Nielsen 2008). Una

persona que tenga el estatus legal de ciudadano y que se limite a votar en el

marco de los sistemas representativos actuales puede no realizar acto de

ciudadanía alguno, si no hay donde elegir. Su pasividad lo puede convertir en

alguien ajeno, extraño, en un “alien”. Si él no es un ciudadano “activista”, sí

podría serlo alguien formalmente extranjero que practicase la ciudadanía en

territorio ajeno (Bonner 2008).

Podemos probar la solidez de la concepción de la ciudadanía como práctica en

dos escenarios diferentes: en lugares que carecen de espacio político

constituido y en sitios que sí tienen ese espacio.

Michel Agier es un antropólogo francés especializado en el estudio de los

campos de refugiados africanos. En su último libro La condition cosmopolite

(Agier 2013), subraya la importancia de fijar la atención en el momento del

surgimiento de la política en esos espacios, entendidos como no lugares [4],

que son los campos de refugiados. La asistencia humanitaria trata a los

habitantes de estos espacios como rebaños a los que hay que alimentar, dar

cobijo, a cuyos miembros hay que curar en caso de enfermedad… (Agier

2008). Los refugiados tienen existencia exclusivamente como “víctimas” que

reciben ayuda humanitaria. Son objetos y no sujetos.

La situación cambia radicalmente cuando estas personas pasan a hacer

reivindicaciones. Dejan entonces de ser víctimas pasivas pasando a realizar

activamente exigencias de derechos. Agier relata varios casos en los que esta

transformación se produjo. En uno de ellos, un grupo de mujeres “encuadró”

(framed) sus reivindicaciones utilizando argumentos derivados del lenguaje

burocrático de administración de los campos. Las organizaciones humanitarias

distinguen entre diversas categorías de refugiados, entre los cuales se

encuentran la de personas “especialmente vulnerables”. En el campo de

Boreah, en Guinea, se había proporcionado a las personas incluidas en esa

categoría (enfermos, ancianos, menores no acompañados…) unas tiendas

especialmente impermeabilizadas. El grupo de mujeres que protestó vivía en

tiendas que dejaban pasar la humedad y, a veces, hasta la lluvia. Entonces

28

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reivindicaron su derecho a tener tiendas impermeabilizadas alegando que

ellas estaban igualmente desvalidas (Agier 2008, 226). En ese momento

dejaron de ser víctimas a las que las entidades gestoras de la ayuda

humanitaria clasificaban, para pasar a ser sujetos que exigían.

Ese es el “momento cero” de la política. En esa situación, la persona tratada

como mero objeto pasivo se convierte en sujeto. Este sujeto realiza un “acto

de ciudadanía” y ello lo constituye como ciudadano.

En el caso de sitios donde el espacio político está ya constituido, podemos

pensar en todas las situaciones históricas en que, parafraseando a Rancière,

sectores enteros de la sociedad se convierten en parte (Rancière 1996, 49).

Este autor habla, por ejemplo, de la revuelta de los plebeyos en el Aventino

(Rancière 1996, 37ss) que desembocó en su reconocimiento como parte de la

comunidad política por parte de los patricios. Lo mismo puede decirse de los

proletarios o las mujeres en su lucha por el derecho al sufragio. Es la práctica

de estos grandes grupos sociales lo que les constituye como ciudadanos y

hace que otros les tengan que reconocer como tales. Esa auto-constitución es

producto de sus actos de ciudadanía. El hecho de que se les reconozca el

derecho al sufragio es una consecuencia de su capacidad para hacer oír su

voz, de su activismo y del framing de sus reivindicaciones que permite

hacerlas aparecer como legítimas.

Otra situación relevante es la que se da en el presente. La globalización ha

transformado la estructura del campo político. Hoy en día, las campañas

reivindicativas de los más elementales derechos exigen la formación de

complejas alianzas y redes transnacionales. Cuando los trabajadores de una

“maquila” subcontratista de Nike, ubicada en México, exigieron a su empresa

(perteneciente a una multinacional coreana) el derecho a formar un sindicato

independiente fueron sancionados y, algunos, despedidos. Esto ocurrió el año

2001, ¡en pleno siglo XXI! Para que los trabajadores pudieran ver reconocido

su derecho a sindicarse y a la negociación colectiva fue necesario construir

una “red transnacional de activistas” (Rodríguez Garavito 2005 y 2007). Los

estudiantes de las universidades norteamericanas promovieron un boicot las

prendas deportivas de Nike fabricadas en esa maquila para los equipos

universitarios. Los sindicatos coreanos presionaron a la multinacional

propietaria de la planta. Los sindicatos norteamericanos proporcionaron

asistencia legal a los trabajadores mexicanos y presionaron a Nike. Al final, los

operarios de la maquila consiguieron ver reconocidos sus derechos sindicales,

que conservan hasta hoy en día.

Este ejemplo, nada rebuscado por lo demás (Tarrow 2010 y 2012), pone de

manifiesto hasta qué punto los actos de ciudadanía pueden estar desligados

hoy en día de la posesión del estatus legal de ciudadano. Los estudiantes

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norteamericanos que boicotearon los productos de Nike realizaron actos de

ciudadanía cuyos efectos beneficiaron a personas de un país del que ellos no

eran ciudadanos. Lo mismo puede decirse de los actos de ciudadanía de los

sindicatos coreanos. Hoy en día necesitamos ir a manifestaciones en países de

los que no somos ciudadanos para hacer efectivas nuestras reivindicaciones.

Es lo que ha hecho el movimiento altermundista desde, por lo menos, las

protestas en Seattle contra la Ronda del Milenio de la OMC en 1999. Estamos

en una época de ciudadanía post-nacional (Spiro 2008). Podemos

auto-constituirnos como ciudadanos en nuestro país siendo activistas en el

territorio de otro estado. Y podemos auto-constituirnos como ciudadanos

mediante nuestras prácticas en el territorio de un estado que nos considera

extranjeros.

Los actos de ciudadanía como práctica emancipatoria

El juez Warren definió la ciudadanía como el “derecho a tener derechos” en

1958 (v. nota 1). Casi medio siglo después el Tribunal Supremo de Brasil

caracterizó la ciudadanía de una forma más cercana a la que se defiende aquí:

la ciudadanía es el “derecho a reivindicar derechos”. La inclusión del derecho

a exigir dentro del contenido de la ciudadanía se hizo a propósito de las

ocupaciones de tierras del Movimiento de los Sin Tierra (MST). El Tribunal

Supremo brasileño no consideró ilegales estos actos de desobediencia civil. Se

trataba de prácticas dirigidas a la efectiva realización del mandato

constitucional relativo al reparto de tierras. Por eso las ocupaciones no sólo no

son ilegales, de acuerdo con el Tribunal Supremo, sino que constituyen una

forma de ejercicio de la ciudadanía (Houtzager 2007) [5].

Esta concepción de la ciudadanía como el derecho a exigir derechos se acerca

bastante a la idea de los actos de ciudadanía y de la ciudadanía como

práctica. Podemos despojarla del lenguaje de los derechos para hacerla más

ligera y polivalente. En ese caso, la caracterización de la ciudadanía como

práctica podría formularse así: los actos de ciudadanía son aquellos que

tienen una finalidad emancipatoria.

De acuerdo con Rancière (Rancière 1996), la emancipación es una “prueba de

la igualdad”. Para este autor la acción política tiene que ver

fundamentalmente con la igualdad. Se trata de que la propia voz sea

reconocida y escuchada. Es una exigencia de ser considerado como igual en la

esfera pública. Y, como hemos visto en el caso del Tribunal Supremo

brasileño, los actos de ciudadanía no precisan ser legales. Pueden consistir en

la violación pacífica de determinadas leyes, en acciones de desobediencia

civil.

Llegados a este punto, uno podría preguntarse por qué mantener el sustantivo

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“ciudadanía” para referirse a este tipo de prácticas. Si la ciudadanía es ahora

post-nacional; si la ciudadanía no es un estatus, sino la auto-constitución de

un sujeto político resultante de su práctica; si se pueden realizar actos de

ciudadanía en territorio extranjero… ¿tiene sentido seguir hablando de actos

“de ciudadanía” y no acuñar otra expresión que prescinda de ese

sustantivo? [6] Esa es, desde luego, una pregunta que tiene una enorme

trascendencia, pero precisaría de un nuevo ensayo dirigido específicamente a

contestarla.

Notas

[1] Formuló esta tesis en su obra Los orígenes del totalitarismo, publicada en

inglés en 1951.

[2] El juez Warren formuló un voto particular en el caso Pérez Vs. Brownell en

1958. La mayoría del Tribunal Supremo norteamericano se había inclinado a

favor de convalidar la decisión de privar de su ciudadanía al Sr. Pérez. En su

opinión disidente, Warren dijo que esto no podía hacerse porque “La ciudanía

es un derecho humano básico: nada menos que el derecho a tener derechos”.

[3] En el prólogo a la edición castellana del libro de Keane tuve ocasión de

ocuparme de este tema (Keane, 2008).

[4] Los “lugares” son sitios cargados de significado, como las ciudades con

una historia antigua y viejos barrios medievales. Los “espacios” son sitios

estandarizados, iguales unos a otros en todo el mundo, como las autopistas o

los aeropuertos.

[5] Vid. STJ. 6ª Turma. rel. desig. Min. Cernicchiaro, Luiz Vicente. HC 5.574/SP.

DJU 18.08.1997. RT 747. Voto (vencedor) del relator p. 611-612, donde se

dice: “Reivindicar, por reivindicar, insista-se, é direito”.

[6] Debo esta observación al profesor Antonio Giménez.

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32

Page 33: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

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26/5/2015

33

Page 34: Número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org

Götz Eisenberg

Arrastrar todo en la caída

Desde el 11 de septiembre se ha impuesto una atmósfera esquizoide a escala mundial que

favorece síndromes Amok a nivel individual y colectivo. Vivimos cada vez más en un ambiente

de violencia y guerra. Alemania vive en un estado de excepción desde que un Airbus se

estrellara causando muchas víctimas y –como de momento solo podemos suponer– a

consecuencia de una acción intencional y deliberada del copiloto. Götz Eisenberg plantea una

aproximación a lo ocurrido. [Nota de la redacción de http://www.nachdenkseiten.de]

"Nadie se hace una idea del volcán que se incuba y hierve en mi interior"

(De las memorias de Ernst August Wagner) [1]

Vampirismo mediático

Desde que el pasado 24 de marzo un Airbus de la compañía Germanwings se

estrellara en los Alpes durante el trayecto entre Barcelona y Düsseldorf, en

Alemania no se habla de otra cosa. Grecia, Ucrania, la crisis del Euro, los

ataques aéreos de Arabia Saudí en Yemen: todo ha desaparecido de un

plumazo de la percepción pública. Apenas se había aplacado la última

explosión de luto y frustración después del ataque a la revista satírica

francesa Charlie Hebdo, y de nuevo teníamos a Angela Merkel y François

Hollande mirando a las cámaras consternados en el lugar del siguiente

siniestro. Los medios informan ininterrumpidamente sobre las consecuencias

de la catástrofe y, en su ansia por lograr mayores tiradas y conquistar índices

de audiencia, a menudo rebasan los límites del buen gusto y se desentienden

de los mínimos periodísticos de diligencia y respeto. La prensa

sensacionalista, y también buena parte de la llamada prensa seria, se

alimenta de la desgracia y el dolor ajeno, como un vampiro. El país entero se

encuentra en un estado de excepción. Las banderas ondean a media asta, y

por todas partes se guardan minutos de silencio y se celebran actos

conmemorativos. El presidente de la República Federal Alemana interrumpió

un viaje por Latinoamérica y se dirigió a Haltern am See para participar en el

funeral de los 16 estudiantes y las dos profesoras que fallecieron en el

incidente. Tras la celebración de la misa ecuménica, declaró que con el

siniestro había surgido un "vínculo de compasión y luto compartido", y

prosiguió en tono pastoral: "En estas situaciones de emergencia uno percibe

que vivimos en una sociedad de seres humanos, y no sólo de entidades que

funcionan de forma mecánica".

34

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Pánicos homogeneizadores

La noticia de una catástrofe semejante, así como la búsqueda de las víctimas

y el intento de esclarecer las causas –debidamente escenificados en los

medios–, permiten unir afectivamente a toda la nación mejor que ninguna otra

cosa. Está claro que los individuos socializados, aislados por la competencia e

individualizados a través del consumo, sólo perciben sus vínculos en

momentos de grandes desgracias o en eventos deportivos. Peter Sloterdijk ha

afirmado que "las naciones modernas son comunidades de excitación que se

mantienen en forma mediante un stress sincrónico [...] producido mediante

las telecomunicaciones". Mediante histerias sincronizadoras y pánicos

homogeneizadores, sitúan a los individuos en el nivel mínimo de tensión

requerido para mantener unida a una sociedad desgarrada por las crisis.

Como dijera Brecht, todo "se ha desplazado hacia lo funcional", y necesitamos

catástrofes ocasionales, como las inundaciones por las crecidas del río Elba,

los asesinatos masivos y otros crímenes espectaculares para poder sentirnos

–al menos provisionalmente– como una sociedad unida frente al peligro. Al

igual que los puercoespines que se juntaban muertos de frío en la fábula de

Schopenhauer, las partículas elementales de hoy se acercan unas a otras y

corren peligro de hacerse daño, lo que las lleva a separarse rápidamente,

volviendo a la frialdad de su indiferencia y su aislamiento.

Si bien las investigaciones sobre la catástrofe aérea aún no han concluido,

parece probado que el copiloto Andreas L., que habría causado

deliberadamente la caída del Airbus, tenía problemas psíquicos y padecía

depresión. Por ese motivo debería haber estado en tratamiento psiquiátrico.

Además, según la edición dominical del Frankfurter Allgemeine Zeitung,

parece que tenía problemas de vista, quizá el órgano más importante para un

piloto.

En los casos más graves, las depresiones pueden llevar a una especie de

fosilización: pueden incapacitar a alguien para actuar y paralizar su

motivación. La imagen profesional del piloto parecería sugerir todo lo

contrario: remite a una persona activa, despierta, decidida, resolutiva, capaz

de dominar la situación en todo momento y de mantener el control incluso en

momentos de peligro. Los folletos publicitarios muestran a hombres robustos

en uniformes cortados a medida, con dientes blancos y brillantes y una

sonrisa que despierta confianza. ¿Quién estaría dispuesto a poner su vida en

manos de un depresivo taciturno e indeciso?

Depresión y agresión

La depresión es el trastorno psíquico diagnosticado con más frecuencia. El

Ministerio de Sanidad alemán calcula que cuatro millones de personas

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padecen depresión en Alemania, y que unos diez millones de personas pasan

por una depresión antes de cumplir los 65 años.

La gran mayoría de estas personas vive su vida en una desesperación

silenciosa, y toma diligentemente los antidepresivos que se les prescriben. La

vida de las personas con depresión es a menudo un constante aplazamiento

del suicidio, que para muchos representa una posibilidad. Estudios recientes

han concluido que aproximadamente un 15% de los pacientes depresivos

acaba suicidándose. También es sabido que en ocasiones la depresión va

acompañada de una buena dosis de agresividad. Ésta puede ir en distintas

direcciones. Si se dirige contra la propia persona, lleva al suicidio o a otras

acciones autopunitivas y lesivas contra el propio cuerpo. Si se dirige hacia

fuera, la amalgama de agresión y depresión puede dar lugar a una mezcla

explosiva que se denomina "suicidio ampliado". Para casi todos los analistas,

es típico que la explosión homicida del síndrome Amok vaya precedida por

rasgos depresivos. Se habla de una fase de "incubación" que precede al

"raptus" de la furia sanguinaria. A consecuencia de decepciones y fracasos, el

futuro homicida se retira cada vez más del mundo, refugiándose en su

interioridad, cuyos estrechos límites no le permiten hacer frente a estas

energías. Las adversidades alcanzan su mayor potencial explosivo cuando los

individuos carecen de todo contacto social y giran únicamente sobre sí

mismos. La percepción se distorsiona y se estrecha y las alternativas de

acción se reducen. La rabia y la furia dejan paso al puro odio, que busca

descarga.

En los casos recientes de homicidios Amok puede observarse una dinámica

que se ha denominado "narcisismo mediático". Lo que incita al autor es el

deseo de ser conocido y famoso. Antes de su acción disfruta fantaseando

sobre su gloria póstuma, quiere escenificar su muerte a lo grande y arrastrar

en su caída a tantos como sea posible, preferiblemente al mundo entero. El

autor se refugia entonces en el epicentro de sus aflicciones y convierte el

lugar de sus traumas en el escenario de su triunfo. Hace que su Yo,

maltratado e incomprendido, se extinga en una gigantesca traca final.

Según sus declaraciones, Lufthansa no tenía conocimiento ninguno de los

trastornos y problemas psíquicos del copiloto Andreas L. Pero seguro que eso

no hubiera podido seguir así por mucho tiempo. En algún momento L. hubiera

tenido que comparecer ante su superior e informarle de sus trastornos, o bien

otros hubieran tenido que hacerlo en su lugar.

El ocultamiento de informaciones relevantes y embarazosas para el posterior

autor de la masacre no es atípico. Ya había jugado un papel central en la

masacre de Erfurt [2]. Robert S. había ocultado en su casa que llevaba seis

meses sin ir a clase. Después de haber faltado a clase y falsificado certificados

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médicos, el Instituto Gutenberg le había expulsado a principios de octubre de

2001 mediante un acto de exclusión administrativa. Como Robert S. era

mayor de edad, el instituto no necesitaba informar a sus padres. Pero la

expulsión había dejado sin fundamento su proyecto de vida y, por una

particularidad de la ley educativa de Turingia, le arrojaba al vacío. Sin un

certificado escolar amenazaba con convertirse en lo que la jerga del

darwinismo social imperante denomina un "perdedor". Al ocultar en su casa su

expulsión del instituto y fingir que todo iba bien, comenzó a jugar a

"bádminton con dinamita" –como señaló Gerhard Maus–. Porque antes o

después iba a llegar el día en que se descubrirían sus mentiras y tendría que

hacer frente a sus padres y reconocer su fracaso. Así fue como el último día

de las pruebas de selectividad se convirtió en el día en que decidió "resolver"

con violencia las terribles contradicciones en las que se había enredado.

La dinámica mortal del ocultamiento

El equivalente al silenciamiento de su expulsión del instituto en el caso de

Robert S. podría ser, en el caso de Andreas L., el ocultamiento de su

enfermedad. Sabía que no podría mantenerlo en secreto por mucho tiempo y

que, si se descubría, se arriesgaba a perder su licencia de vuelo y, con ella, la

profesión de sus sueños. En nuestra cultura, la profesión es un pilar

fundamental de la percepción de uno mismo, y para muchas personas

funciona incluso como una prótesis de la autoestima. La profesión del piloto,

que es el sueño de muchísimos jóvenes y tiene un cierto aura de glamour,

ofrece a quien la ejerce distintas gratificaciones narcisistas y puede ayudarle

a mantener sus ilusiones sobre la propia grandeza.

Si esto pudiera aplicarse al caso del copiloto Andreas L., podemos hacernos

una idea de lo dramático de la situación. Antes de llegar a una situación que

le hubiera llevado a perder su licencia de vuelo, podría haber decidido poner

fin a su vida y ahorrarse la humillación de hacer pública su enfermedad. El

derrumbamiento de la autoestima y el colapso narcisista son dos de los

fenómenos anímicos más amenazadores. Uno podría llegar a aceptar el propio

hundimiento con tal de evitarlos.

En una situación semejante, lo único que podría ser de ayuda y detener la

amenaza de exclusión sería una red de vínculos emocionales con amigos o

familiares. Quien tiene la fortuna de contar con una red semejante, capaz de

reforzarle y –llegado el caso– de activarle, está mucho mejor protegido de las

amenazas de derrumbamiento que quien está abandonado a sí mismo.

El peligro se activa en cuanto alguien que se encuentra en una situación

crítica no busca o no encuentra el modo de comunicarse, sino que se encierra

tras un muro de mentiras o se parapeta en el mutismo. Sin duda, hay formas

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de desahogarse, de dar expresión a secretos reprimidos y patógenos, que

tienen un efecto terapéutico. Son formas de desahogo que permiten asimilar

las verdades más incómodas y las humillaciones más embarazosas. Aquello

que puede expresarse en palabras ya no requiere de acciones para

descargarse; las confesiones dolorosas pueden reemplazar a las acciones

fatales. ¿Acaso Andreas L. no ha encontrado modo de comunicarse con las

personas cercanas? En el caso de Robert S., al parecer, un clima familiar muy

centrado en el rendimiento dificultó o imposibilitó que reconociera su fracaso

escolar.

Un clima de confianza

En casos como el de Andreas L., otro factor capaz de contrarrestar lo peor

hubiera sido que en la empresa hubiera dominado un ambiente de confianza,

en el que los problemas psíquicos de los trabajadores no hubieran sido

percibidos tan solo como una molestia o como un elemento que disminuye el

rendimiento. Sólo quien no esté expuesto a las amenazas del despido, la

degradación laboral o el descalabro profesional podrá dirigirse a sus colegas y

superiores en una situación de emergencia.

En sus declaraciones a Spiegel Online, una serie de psicólogos y psiquiatras y

un comandante de vuelo han ofrecido una imagen preocupante del modo en

que el sector de la aviación hace frente a los problemas psíquicos. De acuerdo

con estas declaraciones, las depresiones, la adicción al alcohol, el cansancio

crónico y el exceso de trabajo se silenciarían a menudo. Las enfermedades

psíquicas no se tratarían abiertamente, y en lugar de ello prevalecería un

clima de ocultamiento y temor por la propia carrera. “La presión del

management aumenta constantemente”, afirma un comandante de vuelo que

trabaja en el sector desde hace veinte años. “Los partes de baja por cansancio

crónico y problemas psíquicos han aumentado drásticamente”. En ocasiones

incluso se ha llegado a cancelar vuelos. De acuerdo con el comandante, que

prefiere permanecer en el anonimato por temor a posibles repercusiones

profesionales, no todos los colegas afectados solicitan una baja. “La gente

funciona a pesar de todo. Algunos lo logran con ayuda de alcohol o

medicamentos”.

Dado que, según los indicios que tenemos hasta la fecha, el avión de

Germanwings se estrelló deliberadamente, se exige que los pilotos se

sometan a controles regulares no solo de carácter médico, sino también

psiquiátrico –como si las molestias psíquicas pudieran medirse como la

hipertensión o el ácido úrico–. Algunos políticos exigen además suprimir el

secreto médico profesional–como si así una molestia psíquica no se fuera a

ocultar a los médicos–.

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Todos los programas preventivos que se barajan hasta la fecha utilizan el

concepto de “management”, y de este modo revelan su carácter como

socio-técnicas y psico-técnicas vinculadas a la ratio económica dominante.

Desde una perspectiva asociada a la neurociencia, se apuesta por el

desarrollo de escáneres cerebrales que permitan reconocer a potenciales

terroristas y autores de masacres. En la transición del estado de derecho al

estado securitario y preventivo, se arrojan por la borda todos los escrúpulos

vinculados a los derechos fundamentales. Thomas Metzinger, filósofo y

profesor de neuroética de la Universidad de Maguncia, afirmaba en una

entrevista que sería positivo “monitorizar a los individuos durante sus

primeros años de vida” para poder diagnosticar y tratar a tiempo las

disposiciones a un comportamiento divergente y violento. El médico italiano

Cesare Lombroso, que afirmó en el siglo XIX que era posible identificar a los

“criminales natos” en virtud de ciertos estigmas anatómicos y fisiognómicos,

parece resucitar en la estampa de una policía del pensamiento que se

higieniza como neurociencia. Ésta se compromete a poder pronosticar el

crimen leyendo directamente en el cerebro de los sospechosos.

El culto del “ganador”

Antes de entrar en el problema de por qué algunos suicidas arrastran a la

muerte a otras personas, hay que hacer frente a la cuestión de por qué

revelar una depresión se percibe como una vergüenza o una humillación.

“A los famosos y a los ricos se les certifica un burnout, a los pobres diablos y a

la gente sencilla se les diagnostica depresión”, me decía estos días un amigo

médico. Mientras que el síndrome del burnout se considera una medalla de

veteranos de la sociedad competitiva –“lo he dado todo y me excedido, ahora

necesito una pausa”–, la depresión suena a psiquiatría y a fracaso. Quien no

está a la altura del modelo del “ganador”, de la persona de acción –siempre

en forma, de buen humor y con éxito–, se siente un “loser”, se avergüenza y

se encierra en sí mismo. Se retira de la competición por el éxito, la carrera y el

dinero, que hoy comienza en la guardería, sigue en el colegio y desemboca en

la lucha por el ascenso profesional y el éxito.

El problema no es tanto la depresión como la estigmatización y el aislamiento

social relacionados con ella. La sociedad de la competencia trata a los

depresivos como a desertores que se alejan ilícitamente de la “brigada del

trabajo”. En un entorno social que se define en función del rendimiento y que

vincula a él toda forma de reconocimiento, la depresión tiene mala prensa y

los depresivos se encuentran en una situación difícil. Eso les puede llevar a

buscar refugio en la mentira y en el juego del escondite.

A mediados de los años noventa, el sociólogo parisino Alain Ehrenberg

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interpretó la depresión como una enfermedad sintomática de nuestros días.

En su libro La fatiga de ser uno mismo señalaba cómo desde los años setenta

la promesa de la autorrealización se había ido transformado poco a poco en

una imposición endemoniada. Al convertir el Yo auténtico en el motor de

todas nuestras acciones, el agotamiento estaba pre-programado. Pero el

agotamiento como estado permanente culmina en la depresión, que

Ehrenberg define como una “enfermedad de la responsabilidad en la que

predomina el sentimiento de inferioridad. El depresivo no está completamente

a la altura, está agotado del esfuerzo de tener que ser él mismo”. Para

Ehrenberg, la depresión y el creciente consumo de alcohol y autodepresivos

son reacciones a los agobios de la autorresponsabilidad que se les impone a

los individuos (“¡cada uno forja su suerte!”).

De este modo, el proyecto de la modernidad –liberar al sujeto de vínculos y

tradiciones superados– experimenta una inversión paradójica. Si la neurosis

era el producto de una formación social represiva, basada en la contención de

los instintos, la depresión es el reverso de una sociedad competitiva que

convierte al Yo auténtico en fuerza productiva y explota su creatividad hasta

el agotamiento.

La depresión ofrece a nuestra sociedad una imagen en la que podríamos

reconocernos. Como no queremos arriesgarnos a ello, rompemos el espejo,

convertimos la depresión en un defecto genético o en una enfermedad

cerebral y recluimos a los depresivos en los hospitales.

“Going postal”

Cuando en los Estados Unidos de los años ochenta, a consecuencia de las

políticas de recorte de las reaganomics, se privatizó y se redujo el servicio

postal, muchos antiguos trabajadores volvieron armados a su anterior lugar

de trabajo y se pusieron a disparar. “Going postal”, ir a la oficina de correos,

es desde entonces en Estados Unidos un modo de denominar las masacres de

tipo Amok. En Francia, la privatización de la empresa de telecomunicaciones

France Telecom desató una ola de suicidios: en solo 18 meses 25 empleados

se quitaron la vida [3]. En Europa parecen predominar aún las reacciones de

carácter más bien depresivo ante las rupturas biográficas y la reprivatización

de los conflictos sociales. La gente se culpa a sí misma y se hunde en la

resignación y en una desesperación callada. Como vemos ahora, eso no tiene

por qué seguir siendo así. Comoquiera que se mire, al final de nuestras

reflexiones nos encontramos bajo los árboles venenosos de nuestra jungla

neoliberal.

Suicidio ampliado

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“Cuando una catástrofe parece inevitable hay que acelerarla”, afirmó Ernst

Jünger en una ocasión, y con ello nos dio una clave para resolver el enigma

del suicidio ampliado. En lugar de contemplar pasivamente cómo se

resquebrajan los fundamentos del propio proyecto de vida, uno prefiere tomar

las riendas de la destrucción. Pero, ¿por qué decide el suicida arrastrar a otros

en su caída? ¿Por qué no sube al desván y se ahorca allí en silencio? ¿Por qué

no se va en coche al bosque y se asfixia con la salida del tubo de escape? O

bien su ira contra los causantes reales y supuestos de su desgracia es

demasiado grande, o bien es tan narcisista que el simple suicidio le resulta

algo demasiado poco espectacular. El suicidio ampliado da expresión a una

fantasía de grandeza y omnipotencia, pero en negativo. Quien lo comete se

cree Dios o un superhombre, y se erige en dominador sobre la vida y la

muerte de los otros. Lo que subyace es una forma específica de ira narcisista.

Algunas personas pueden lidiar serenamente con las humillaciones. Éstas no

afectan a su autoestima, que permanece intacta. Otros, en cambio, no pueden

hacer frente a humillaciones relativamente banales e inofensivas sin temer

por su existencia. El revés que supone una humillación puede resultar

sobremanera violento, porque se experimenta como algo que no debería

haber podido pasar en absoluto.

En la “era del narcisismo” entra en juego otro factor. Quien no logra ser

reconocido por los canales sociales al uso puede pasar a los anales de la

historia como héroe negativo. Dicho de forma algo exagerada: quien no llega

a participar en “Alemania busca una superestrella” [4] puede optar por la

variante malvada del narcisismo mediático y alcanzar la celebridad a través

del homicidio Amok.

Desde la masacre en el instituto de Columbine en Littleton, Colorado en 1999,

este factor ha jugado un papel crucial en las espectaculares acciones de Amok

de algunos jóvenes. “Quiero que llegue el día en que todos me conozcan”,

había revelado Robert S. a una compañera de clase poco antes de su acción.

De esta manera los sin nombre y los excluidos se aseguran que se les tome

en consideración y se les conceda importancia. La falta de reconocimiento

hace que las personas sean susceptibles a lo que Florian Rötzer ha

denominado el “terror de la atención”: hay que cometer una gran maldad

para salir del vacío de la irrelevancia y generar la sensación de que uno

existe. En Estados Unidos se denomina “Rampage killing” a un modo de

homicidio público en el que la furia privada se une con el ansia de eco

mediático, dando lugar a una mezcla explosiva. Si las conjeturas y

declaraciones que se han hecho sobre Andreas L. son ciertas, habrá que

ubicarle también en este tipo de homicidio.

El ansia de la seguridad perfecta

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Una última observación: la catástrofe en los Alpes franceses revela que el afán

que, sobre todo desde el 11 de septiembre de 2001, se empecina en tapar

todos los posibles huecos en la seguridad, produce nuevas inseguridades.

Antes, por ejemplo, los niños podían entrar a ver a los pilotos en la cabina si

iban acompañados por una azafata, mientras que hoy la cabina de pilotaje

está tan blindada contra intrusos indeseados que ya no es posible entrar en

ella ni siquiera para salvar el avión. La regla de que haya al menos dos

personas, que está siendo sopesada y que algunas compañías ya han

implementado, tampoco podrá garantizar una seguridad perfecta y sin fallas.

Después de catástrofes como la que acabamos de vivir, esta sociedad apuesta

por ampliar la seguridad técnico-instrumental, por técnicas de vigilancia y de

control, que permitirán a ciertas industrias obtener buenos beneficios. Sin

embargo, a largo plazo, un modelo de seguridad de carácter social brindaría

una protección mejor. La seguridad de carácter social es un factor dinámico

determinado ante todo por el ambiente que predomina en una sociedad, que

puede fomentar o impedir que las relaciones interpersonales estén marcadas

por la aceptación y la confianza. El darwinismo social que se desata en la

locura de la competencia genera más bien un clima de desconfianza y

hostilidad recíproca. Pero, sin duda, también en una sociedad más libre y

menos represiva tendremos que vivir con ciertos riesgos. Quien aspira a una

seguridad perfecta y sin huecos perece en el intento.

Observación final

Intentando ser precavido y escéptico respecto a las propias ideas y supuestas

seguridades teóricas, no quisiera dejar de mencionar la posibilidad de que mi

tentativa de hacer comprensible para mí y para otros estos sucesos tenga

algo de “dar sentido al sinsentido” (Theodor Lessing). Después de todo, quizá

exista el “acte gratuit” del que hablaba André Gide. Sería una acción sin

sentido, violenta y destructiva, en último término absurda y sin una

motivación inteligible. Somos pequeños mamíferos sobre los que ha irrumpido

la catástrofe de la conciencia, y como tales nos cuesta resignarnos al

tormento de un estado de incertidumbre con demasiadas incógnitas, e

intentamos satisfacer nuestra necesidad de causalidad reduciendo lo

desconocido y amenazador a lo medianamente conocido, que se ajusta a

nuestra rutina de asimilación. De momento, todo o casi todo lo que se diga

sobre el acto y su perpetrador debe formularse en condicional, y también en

las frases donde no lo he utilizado debe pensarse en ello. Pero incluso si un

día se esclarecen las circunstancias de los hechos, crímenes como el que se

ha analizado aquí preservan un elemento enigmático, al que nuestros intentos

de explicación solo pueden acercarse de modo aproximativo.

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Notas

[1] Autor de una masacre que en septiembre de 1913 causara la muerte de

14 personas [n. del t.].

[2] El autor se refiere a la masacre que ocurrió el 26 de abril de 2002 en el

Instituto Gutenberg de Erfurt, que también se considera un caso de síndrome

Amok. El autor era un joven de 19 años que había sido expulsado del instituto,

y que mató a dieciséis personas antes de suicidarse [n. del t.].

[3] Ver el Süddeutsche Zeitung del 30 de octubre de 2009.

[4] Programa televisivo similar a lo que fuera en la televisión española

“Operación Triunfo” [n. del t.]

Traducción del alemán: Jordi Maiso

20/5/2015

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El extremista discreto

El Lobo Feroz

España cañí

Las grandes multitudes lo saben todo sobre, pongamos por caso, Belén

Esteban. Pero nadie sabe nada sobre las actuales tendencias de la poesía

española, por ejemplo.

Resulta curiosa la veloz adaptación de un nuevo cuerpo de policía a la imagen

tradicional de la policía. Paradigma: el cuerpo catalán de los mossos

d'esquadra, que se ha ganado a pulso su universal reputación.

Por la lengua vehicular son capaces de matarse.

En España hay más chorizos que longanizas.

Lo que pasa es en cierto modo natural. Hubo una guerra civil. Durante años

anduvimos cruzándonos en la calle con personas que habían matado a otras y

con personas que llevaban en la cabeza a un pariente asesinado en una

cuneta. Y de eso no hemos hablado todos nunca.

Cada dos por tres me tropiezo con un torturador de la Brigada Político-Social

del franquismo, un jubilado que vive en mi barrio. Tampoco hablamos de

esto.

La llamada "memoria histórica" está pobremente subvencionada pero

correctamente orientada: ¡miren que fortín de la guerra hemos descubierto!

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¡Miren qué bunker hemos reconstruido! Y visitas guiadas: ¡George Orwell pasó

por aquí!

Los empresarios saben muy bien que los trabajadores, en general, no tienen

la cabeza demasiado amueblada: ellos son los que se encargan de

desamueblar al quedarse con todo.

Pero eso no les impide a los trabajadores distinguir entre ellos y los otros. Por

eso existe la policía, para qué nos vamos a engañar.

En España hay larga experiencia de ver las cosas al revés. Por ejemplo:

"¿Cuándo será que pueda / libre de esta prisión / volar al cielo?". El cuerpo

como prisión, y no como sustrato del intelecto libre (entre otras cosas,

algunas muy placenteras). Si eso decía una mujer de tanto carácter como

Teresa de Jesús, ¿cómo pensarán las infinitas lolitas de Lancôme, por decir

algo?

Con el abandono primaveral de las prendas de invierno, y con el vestirse, o

desvestirse, con las prendas del verano, los españoles (sobre todo los

varones) empiezan a ganar la primacía del mal gusto europeo, superando

incluso a los franceses, lo que es mucho superar. La piel de toro es un país de

ética y antiética, pero la estética parece importar muy poco.

Aquel abogadillo del estado que alcanzó la presidencia del gobierno de los

zaplanas, trillos o acebes, por no hablar de las loyolas, y que metió al país en

un fregado que nadie quería, reaparece ahora en mítines para sacarse del

bolsillo millones de asesinados "por los marxistas". Hay que decirle a ese

pájaro, para empezar, que Stalin era tan marxista como él (esto es, ambos

nacionalistas de lo suyito), y que los asesinados por Stalin son nuestros

muertos, como los asesinados por Franco también lo son. Y que si quiere

desenterrar muertos empiece por apoyar una ley que permita dar una

sepultura decente a los que hay en las cunetas. ¿Habrase visto la caradura del

tipejo?

Un pelín irritado por todo eso, el Lobo recoge una información del diario digital

Público: «la empresa de la que es consejero José María Aznar Botella, el hijo

del expresidente y Ana Botella, y que preside Juan Hoyos Martínez de Irujo, el

íntimo amigo de infancia del expresidente, "está directamente relacionada"

con el fondo buitre Blackstone y las sociedades instrumentales que compraron

las 1.890 viviendas públicas que vendió Ana Botella como alcaldesa de Madrid

a través de la EMVS por 128,5 millones de euros en noviembre de 2013». Ale

ya.

Debería darle vergüenza a Iberdrola y a su galano presidente, Sánchez Galán,

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haber denunciado a Greenpeace por acciones no pacíficas respecto de la

central de Cofrentes. Los tribunales no le han hecho caso: la acción de

Greenpeace fue pacífica, como siempre. Eso sí: obligan a la ong a reparar

desperfectos en pintura. Sánchez Galán va de listísimo: primero segregó de la

empresa principal su sector de renovables y lo sacó a Bolsa con el nombre de

Iberdrola Renovables: gran negocio; luego, cuando la Bolsa cayó en picado,

volvió a comprar Iberdrola Renovables mediante una opa. Nuevo negocio. O

sea que todos sabemos —salvo, quizá, los tribunales— cómo funciona ese

caballero (lo deben saber, sobre todo, los inversores que picaron). Gran

prestigio para la renovable Iberdrola le habrá reportado denunciar a

Greenpeace.

¿Habría que nacionalizar las grandes compañías eléctricas? Bueno, yo sólo lo

haría cuando hubieran pagado el cierre de las nucleares que poseen, el

almacenamiento de los residuos y todo eso, que a la que nos descuidemos

acabará pagando la hacienda pública. Pero sí, sería una gran cosa tener una

gran compañía eléctrica estatal que abaratara la electricidad, compatible con

la producción ecológica de quien quisiera fabricarse la suya.

"Embustero en mítines" tendría que ser una categoría común en el castellano,

algo así como "tonto en vísperas".

22/5/2015

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De otras fuentes

Xavier Domènech

La Ciudad de los Prodigios de Barcelona en Comú

Barcelona, conocida desde principios del siglo pasado como aquel lugar "en

donde el pueblo luchó con denuedo (...) La Rosa de Fuego, como la llamamos

nosotros en América" según recordaba un viejo activista obrero, es una capital

donde a veces se han gestado los cambios más inauditos e inesperados. Allí

durante el sitio de 1714 se libró la batalla donde, en palabras de Azaña

recordadas recientemente por Josep Fontana, "El último Estado peninsular

procedente de la antigua monarquía católica que sucumbió al peso de la

corona despótica y absolutista fue Cataluña; y el defensor de las libertades

catalanas pudo decir, con razón, que él era el último defensor de las

libertades españolas". Infinitas veces sus calles han sido protagonistas de las

luchas por las libertades, buscando en ellas, como afirmaba uno de los líderes

del primer republicanismo catalán, "la cuchilla niveladora de la democracia",

la consecución de las ocho horas de trabajo conseguidas para todo el estado

gracias a la huelga de la ciudad entera durante 44 días de 1919 o,

sencillamente, provocando que Bush afirmase durante la guerra de Irak

aquello de que "las protestas de Barcelona no pueden dictar nuestra política"

(y en ello sigue a veces el intento). Pero también se contienen varias ciudades

en esta ciudad.

Una herida la atraviesa, a veces larvada, a veces aguda. Señalaba Vázquez

Montalbán, recordando su propia infancia de postguerra, que para él había

dos ciudades "si travesabas la frontera de las rondas te encontrabas con un

mundo que tenia una coordenadas físicas y étnicas completamente diferentes

al mío". Una herida que en parte el movimiento vecinal de la ciudad consiguió

suavizar con la construcción, realizada desde la calle, de la Ciudad

Democrática y que ahora la crisis y su gestión ha vuelto abrir, supurando

realidades insoportables. Y ante ello la ciudad ha vuelto a reaccionar, lo ha

hecho ocupando las plazas, parando desalojos, enfrentándose y denunciando

la represión, soñando con la posibilidad de refundarse de nuevo. Las

elecciones municipales no podían quedar al margen de esta reacción. En la

Ciudad de los Prodigios, puede producirse de nuevo un cambio inaudito e

inesperado, la llegada de Barcelona en Comú a la alcaldía.

Grandes esperanzas

La fuerza de esta posibilidad impulsaría oleadas de cambio que por un

momento podría parecer no conocer fin. Evidentemente supondría un cambio

radical en las políticas de la ciudad, un cambio hecho y pensado para las

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mayorías populares, un cambio hecho y pensado para cerrar la herida abierta.

Más allá, sus oleadas marcarían también la tierra de la que es capital,

Catalunya. Nada sería ya como antes para sus actuales gobernantes y de allí

que se les tuerza el gesto, la palabra y la mirada y de allí que busquen su

criminalización con las tácticas más burdas. Reforzaría, a su vez, las

posibilidades de cambio que se están protagonizando a nivel del estado, todo

ello desde abajo, desde el municipalismo, fuera de cualquier operación

diseñada por el Ibex 35. Es por ello que a lado y lado del Ebro las críticas

arrecian contra esa posibilidad, de hecho ha llegado un punto donde es difícil

no abrir cada día un diario donde uno no encuentre una opinión contraria a

Barcelona en Comú y ninguna favorable. En el caso catalán esto se ve

reforzado en la medida que esta candidatura representa parte de un

catalanismo popular que busca en las solidaridades horizontales, y no en las

verticales, las alianzas necesarias para construir una sociedad y un país libres.

Un catalanismo popular que ha sido la clave para el mantenimiento y la

construcción de un mundo de identidades compartidas que tejen la realidad

catalana como pueblo. Pero "la nación es, sobretodo, un espacio en pugna",

como ha afirmado uno de los historiadores más brillantes sobre este tema,

Ferran Archilés, y Catalunya no está al margen de ello.

Campos de Batalla

Después del éxito de movilización que supuso el 9 de noviembre en

Catalunya, siguiendo la hoja de ruta trazada por el propio Mas y reforzada por

la ANC, lo que tocaba era realizar unas elecciones plebiscitarias inmediatas.

Ello no sucedió ya que las mismas no se daban en las condiciones que Mas

deseaba (una lista de unidad nacional capitaneada por el líder de

Convergència i Unió). Ese fue el primer cambio en la ruta anunciada, el

segundo se presentó hace pocas semanas. Estas elecciones, que se presentan

en la hoja de ruta elaborada por el Consell de Transició Nacional como un

substitutivo del referéndum no permitido, ahora, en boca del presidente Mas,

ya no deberán contar los votos, sino los representantes elegidos. Pudiendo

darse la paradoja de decir que se quiere proclamar la independencia con una

mayoría de parlamentarios, que no con una mayoría de votos. Llanamente

esto significa el abandono de la posibilidad del proyecto pilotado por Mas de

construir un bloque mayoritario socialmente, manteniendo eso sí una

arquitectura retórica que le permita seguir en el poder. Si lo conseguirá o no

está por ver, siempre se ha mostrado como un hábil piloto de una nave en

desguace desde hace tiempo, pero para ello es clave que Barcelona no rompa

la imagen de ese domino. Por ello han querido situar en esa clave las

elecciones municipales y también por ello se están dedicando a fondo en el

intento de estigmatizar esta candidatura como contraría ya no a los intereses

de Barcelona, sino de toda Catalunya, en una operación ya vieja donde los

intereses de unos son los del país, mientras que las reivindicaciones de otros

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son de los que lo disuelven. Pero en realidad el problema es otro, la posible

victoria de Barcelona en Comú, significa el fin de un proyecto catalanista

liderado por los conservadores, hasta un extremo que hace imposible que

devenga socialmente mayoritario, significa la posibilidad de un cambio de

hegemonía a favor de un catalanismo popular que no sublima todas las

injusticias en una y que acepta que la solución debe encontrarse no en la

sumisión de la pluralidad, sino en crear las condiciones para su expresión

democrática sin más límite que el de la propia soberanía popular y no el de la

ley electoral. Un campo de batalla donde se sitúa de nuevo el conflicto entre

el neoliberalismo, representado en este caso por una gestión municipal que

hace del superávit su orgullo mientras una parte de la ciudad observa el

espectáculo del Mobile World Congress como una luz que encubre su cada vez

más difícil vida cotidiana, y las alternativas surgidas de su sociedad civil más

popular. Un campo de batalla donde, unos envolviéndose en la bandera, en

realidad le hacen el peor servicio posible.

El prodigio sería, de todas formas, que el día siguiente de esa posible victoria

la vida empezará a cambiar para los ciudadanos de Barcelona, el prodigio

sería además que con este pequeño gran cambio se ayudara a otros cambios

más allá de la capital de Catalunya. Barcelona es una ciudad de referencia

mundial, sus alianzas pueden jugarse en un terreno donde ensayar también

las políticas que necesitamos para un futuro que ya no puede ser un pasado

que se ha mostrado insostenible para una parte de la población. Es un sueño

cierto, el sueño de la historia de una ciudad hecha de justicia y dignidad, de

pasión y deseo. Es un sueño, pero también es una ciudad. No cabe distinguir

siempre entre sueño y realidad y menos en Barcelona.

[Fuente: Público]

13/5/2015

Agustín Moreno

Por el cambio educativo

Una mujer iba pidiendo en el tren de cercanías y se presentaba como maestra

de educación infantil arrojada de las listas de interinos. El hecho ponía en

primer plano la cara concreta de los recortes que ha supuesto el despido de

muchos miles de profesores, el despilfarro de recursos humanos y la situación

de vulnerabilidad social que produce la política económica neoliberal. Me

pareció un terrible ejemplo de lo que hay que cambiar. ¿Qué se está haciendo

para ello?

El 9 de mayo en Valencia salían a la calle la comunidad educativa y todos los

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partidos progresistas y sindicatos para colocar el tema educativo en mitad de

la campaña electoral. Convocaba la Plataforma en Defensa de la Escuela

Pública con el lema Por el cambio educativo. Pedían “Ni Lomce ni recortes.

Más inversión, más calidad, más valenciano, más dignidad”. Representaban el

grito de las Mareas por la Educación Pública de todo el Estado, hartas ya de

recortes y de cambios legislativos que los consolidan y contra los que se han

movilizado profusamente en los últimos cuatro años.

Por otra parte, a mediados de abril se produjo un Encuentro Social de Debate

por una Nueva ley Educativa en las Escuelas Pías de Madrid (Lavapiés). En él

hubo una representación muy cualificada y plural de la comunidad educativa y

académica para debatir y elaborar las bases de una nueva ley de

educación. En cursiva se recogen algunas de las conclusiones del Encuentro

que serían puntos clave para que se pueda producir el necesario cambio

educativo:

1. La reafirmación de los principios orientadores del sistema

educativo: igualdad, diversidad, inclusión, participación, laicidad,

coeducación, sostenibilidad, autonomía, cooperación y otros valores

democráticos. Dadas las dificultades para alcanzar un consenso político que

dé estabilidad a la legislación educativa, sería necesario abrir un proceso

constituyente en educación en el que participen organizaciones

educativas, movimientos sociales, familias, sindicatos y partidos políticos.

2. La creación de una red única de centros de titularidad y gestión

pública que progresivamente, y de manera voluntaria y negociada, integre a

los centros privados-concertados.

Empezando por exigir el cumplimiento de la ley en cuanto a escolarización sin

discriminaciones, participación de la comunidad educativa, no cobro de

cuotas, auditorías en casos de irregularidades, etc. Ni un concierto más, ni un

metro cuadrado de suelo público, supresión de beneficios fiscales, y no

financiación de la separación de niños y niñas. Hay que reforzar la inversión

en la red pública y asegurar su oferta en los nuevos barrios y poblaciones con

crecimiento demográfico con nuevas construcciones. Habría que revertir el

proceso privatizador del alumnado en lugares como Madrid que tienen casi un

20% menos de alumnado escolarizado en la red pública que en el resto del

Estado. Tendencialmente se avanzará hacia la supresión para homologarnos a

los países de nuestro entorno donde no existe esta situación, para evitar

injusticias fiscales y para corregir el elemento de desigualdad que la doble red

crea en la sociedad española.

3. La universalidad del derecho a la educación mediante una oferta

suficiente de escolarización pública y gratuita de 0 a 18 años que garantice el

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éxito escolar de todo el alumnado. Con una apuesta por la etapa 0-6 y la

Formación Profesional.

4. La Laicidad del sistema educativo , lo cual supone sacar la religión en

sus formas confesionales, del currículo y del ámbito escolar. También excluir

la introducción de “sesgos ideológicos” particulares y de “adoctrinamiento” de

cualquier otra naturaleza.

Ello pasa por denunciar el Concordato como paso previo a la eliminación de

los idearios religiosos y de la asignatura de religión en la escuela: solo cabe un

ideario laico que respete la libertad de conciencia y eduque sin dogmas.

5. La defensa de un sistema regido por el principio de inclusión en la

organización del centro educativo y en el currículo, donde cada alumno y

alumna tenga el apoyo necesario y en el momento en que lo necesite.

La escuela tiene que ser efectivamente para todos, sin ningún tipo de

discriminación. En este sentido, son rechazables las pruebas externas

orientadas a elaborar rankings, las revalidas, los itinerarios que reducen la

comprensividad del tronco común, las especializaciones competitivas entre los

centros. Modelos bilingües, como el de Madrid, suponen: segregación entre el

alumnado y los centros, el debilitamientos de los contenidos científicos y la

división entre el profesorado: hay otras formas de elevar la competencia

lingüística y de atender a la diversidad del alumnado.

6. Disponer de un profesorado comprometido y reconocido, que actúen

como verdaderos educadores/as y no sólo como enseñantes , formados

en contenidos que sobrepasan los conocimientos específicos de las

asignaturas y potenciando la cultura de la investigación e innovación

educativa.

Hay que recuperar al profesorado despedido con amplias Ofertas Públicas de

Empleo, para reducir al mínimo la interinidad. Mejorar las condiciones de

trabajo y salariales, derogando las instrucciones que aumentaban la ratio de

alumnado y los horarios docentes. Aplicar un nuevo sistema de acceso

equilibrado que tenga en cuenta también la experiencia y que permita que los

opositores realicen todas las fases (teórica, práctica y programación docente).

Recuperar la formación docente como un derecho y una obligación para la

innovación pedagógica.

7. Hacer una nueva ley de participación educativa que garantice la

implicación real de la comunidad, abierta a las organizaciones sociales de los

barrios, a colectivos educativos y sociales y asociaciones de padres y madres

y estudiantes, así como a la colaboración entre políticas sociales y educativas

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que favorezcan la equidad y la cohesión social.

8. Reclamar una política presupuestaria para educación que nos devuelva de

inmediato, al menos, a la situación previa a la crisis y que se haga explícito el

compromiso para estabilizar un aumento progresivo del gasto en

educación hasta el 7% del PIB.

9. Apoyar a la Universidad Pública, que debe de estar al servicio de la

sociedad y no del mercado. Bajar las tasas a los precios de 2010 y reducción

del precio de los másteres igualándolos al de los grados; aumento de la becas

para que nadie tenga que abandonar los estudios por dificultades

económicas. No al modelo 3+2 que elitiza la universidad. Plan de rescate de

las universidades públicas y compromiso de financiación del 2% del PIB.

La movilización y las alternativas son muy importantes, pero no son

suficientes. Aunque las ideas estén claras y los deberes hechos, ahora falta el

cambio político en España para que se produzca el cambio educativo. De ahí

la importancia de las todas las elecciones que se celebrarán en 2015. Pero el

cambio político se dará si es obra de todos. Solos no podemos.

[Fuente: Cuarto Poder]

12/5/2015

Antoni Aguiló

24M: para que otra democracia sea posible

Vivimos en una época carente de indicios que nos permitan creer en la

democracia representativa tal como la conocemos. La participación política se

reduce al voto en las urnas cada cuatro años; la representación se ha

convertido en un ejercicio profesionalizado, dominado por la dinámica del

cheque en blanco, que permite a los gobernantes mandar sin obedecer al

pueblo, y ejercido por un bipartidismo decadente que ha facilitado el control

del Estado y la democracia a élites privadas; los reglamentos de participación

ciudadana acaban como papel mojado; y las instituciones funcionan como un

búnker impermeable a la soberanía popular, pero permeado por prácticas

autoritarias, corruptas y clientelares.

¿Cómo salir de la crisis de legitimidad que atraviesan la democracia

representativa y sus instituciones? ¿Han aprendido algo los partidos de las

formas de hacer política surgidas en las calles y plazas al calor del 15M?

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¿Están comprometidos con la democracia de alta intensidad de la que habla

Boaventura de Sousa o se limitan a absorber retóricamente este discurso con

fines electoralistas?

Tras cuatro años de lucha pacífica en las calles, de solidaridad y represión,

sabemos que las elecciones del 24M serán las del "no nos representan", pero

también las del "sí se puede". Frente a la cultura de la impotencia, que crea

un sentido común de conformismo institucionalizado, quienes albergan la

convicción de que es posible avanzar hacia formas de política legitimadas por

el poder de los de abajo tendrán la oportunidad de votar contra la política de

la exclusión económica y social, elitista y desconectada de las necesidades de

la gente.

Relegitimar las instituciones representativas y abrir los cerrojos de la

democracia son dos de los grandes desafíos a los que se enfrentan los

partidos que buscan canalizar la indignación social. Si gobiernan, tendrán una

ocasión única para hacer converger la democracia institucional con la otra

política impulsada por los movimientos, colectivos y luchas que privilegian

una democracia radical, comunitaria y desde abajo. Una oportunidad para

demostrar que otra cultura política comprometida con los "oprimidos pero no

vencidos", utilizando la expresión de Silvia Rivera, es posible, además de

urgente y necesaria.

Més, Podemos y Guanyem Mallorca (Esquerra Unida) son los partidos de

ámbito supramunicipal que, más allá de sus tensiones y contradicciones,

comparten el diagnóstico de que la democracia necesita ser radicalizada. Sus

programas plasman este reclamo popular de apertura democrática e

institucional, aunque sus propuestas de democratización varían en alcance y

contenido.

Més ha presentado uno de los programas electorales más ambiciosos en

materia de democracia conocidos en la historia política de Balears. Se trata de

una apuesta audaz por una democracia en revolución que conecta con un

proyecto aspiracionalmente radical que surge del experimentalismo político

(ley de consultas populares, consejos de participación sectoriales,

presupuestos participativos, planes de participación ciudadana, etc.) y se

compromete con una "radicalidad democrática" desdoblada en tres ejes

complementarios (participación y transparencia, soberanía y administración

pública) que suman 123 medidas. En conjunto es un proyecto potencialmente

transformador del sistema político vigente porque aspira a derribar los límites

a la democracia impuestos tanto por la institucionalidad liberal como por la

socialdemocracia institucionalmente conservadora, poniendo las condiciones

para potenciar la soberanía popular y promover dicha apertura democrática a

través de la combinación entre democracia participativa y democracia

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representativa, la reorganización de la política representativa mediante una

nueva ley electoral proporcional, la eliminación de los privilegios de

aforamiento de todos los cargos políticos, la limitación salarial y de mandatos,

el fin del monopolio de la política por parte de los partidos, las audiencias

ciudadanas con los servidores públicos, la desparlamentarización y

desprofesionalización de la política, el derecho de autodeterminación y la

creación de estructuras de Estado para abrir un proceso constituyente en

clave republicana, entre otras medidas.

Podemos presenta en el programa marco para las autonómicas una batería de

propuestas (209 a 2015) destinadas a promover la participación ciudadana y a

crear "herramientas públicas con paredes de cristal, que estén a la altura de

la gente, que sean profesionales y eficaces, donde la soberanía popular se

manifieste cada día". Sus propuestas de democratización pasan, entre otras,

por el uso de herramientas digitales de participación ciudadana, la creación de

consejos ciudadanos sectoriales y transversales, una ley de transparencia

autonómica, el recurso a instrumentos democracia directa y la

democratización de los consejos de radio y televisión públicas. La versión

autonómica del programa, que define al partido como una "alternativa

radicalmente democrática", reitera dichas medidas (46 a 51 y 219 a 225) y

hace algunas aportaciones interesantes para revitalizar la maltrecha

democracia representativa (medidas 52 a 56). Sin embargo, ni el programa

marco ni el autonómico (y en este punto el programa de Més también

presenta algunas ausencias) incorporan el mandato imperativo sobre los

representantes, la revocabilidad de todas las funciones públicas y la rotación

de los cargos de elección popular, prácticas cruciales para construir una

política comunitaria alternativa a la lógica individualista y competitiva sobre la

que se apoya la democracia liberal imperante. El programa marco tampoco

contempla el derecho de autogobierno, insinuado en la propuesta número

cincuenta del programa autonómico, que habla genéricamente del "derecho a

decidir en relación con todo".

Guanyem Mallorca dedica el cuarto eje de su programa a presentar sus

propuestas para consolidar una "democracia avanzada" y "radicalmente

participativa" que supere la "formalidad representativa". Aboga, entre otras

medidas, por la participación ciudadana en la cogestión de los bienes y

servicios públicos, la revocabilidad de los cargos políticos, el apoyo al

asociacionismo y a los movimientos sociales, la potenciación de los procesos

de consulta (vinculantes o no), los presupuestos participativos y un sistema

federalista, republicano y plurinacional que respete el derecho de

autodeterminación.

Sea como sea, lo cierto es que para que otra democracia sea posible no basta

realizar algunos ajustes cosméticos de la democracia liberal. Para ello ya

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están las fuerzas que enarbolan la bandera de la regeneración democrática

para que toda siga más o menos igual, como Ciudadanos. Tampoco parece

que el PSIB-PSOE, dada su trayectoria y el problema de credibilidad que

arrastra, esté en condiciones de impulsar el proceso de radicalización de la

democracia, a pesar de apelar en su programa a "una nueva política desde la

radicalidad democrática".

Radicalizar la democracia exige mucho más que un mero compromiso con la

regeneración democrática que busca perpetuar el sistema liberal, un freno de

las demandas de auténtica democratización. Exige prácticas emancipadoras y

rupturistas cuyo objetivo no es asaltar el poder, sino invertirlo, transformarlo y

dispersarlo para alterar la correlación de fuerzas a favor de las clases

trabajadoras y populares. Prácticas que muestren que otra democracia es

posible a partir de la organización directa y desde abajo de los hogares,

barrios, centros de trabajo y otros espacios de relación social; que asuman

que las formas de decisión democrática no pasan necesariamente por el voto,

los partidos y la separación entre políticos y ciudadanos; que promuevan la

despartidización de la representación y la creación de espacios de autogestión

fuera de los espacios institucionales tradicionales; que posibiliten la

experimentación de nuevas formas de convivencia social incómodas para el

capitalismo; que diseñen una ingeniería política compuesta por mecanismos

representativos, participativos y radicales de democracia; que generen

sistemas asamblearios de gestión local descentralizada como ejercicio de

democracia radical desde abajo.

Todas estas prácticas constituyen posibilidades reales de ruptura y

transformación, aunque la democracia liberal ahogue su potencial

emancipador. Son las piezas que los partidos por la radicalización democrática

deberán ir integrando en el rompecabezas para conformar esa otra

democracia que permita a la gente decidir y gestionar su propia vida.

[Fuente: Diario de Mallorca]

21/5/2015

Manolo Monereo

España, ¿neocolonia de una Europa alemana?

Nuestro verdadero problema

El Debate Prohibido. Moneda, Europa y pobreza era el título de un libro

publicado en 1995 porJean-Paul Fitoussi, donde –era uno de los pocos–

alertaba de los peligros de la Unión Europea para los derechos sociales, para

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nuestras libertades concretas y, específicamente, para nuestras ya maltrechas

democracias. Sigue siendo un debate prohibido. No hay nada más que ver la

campaña electoral para entender que nadie quiere entrar en el fondo de una

UE que se ha convertido en una poderosísima máquina de expropiación de

patrimonios, derechos y libertades de los pueblos europeos y,

específicamente, de los pueblos del Sur.

Asombra la soledad de Grecia y que no haya solidaridades efectivas de unas

fuerzas progresistas que con la boca llena hablan de que no hay salidas

nacionales a la crisis, que son necesarias más convergencias europeas y que

necesitamos más Europa; eso sí, a renglón seguido, se dice que tiene que ser

diferente a esta. Mientras, repetimos, Grecia está sola frente a todos los

demás gobiernos de la eurozona. ¿Dónde quedó el internacionalismo de la

llamada izquierda europea?

La paradoja más sobresaliente es que más de siete años de crisis y el tipo de

integración resultante justifica, hasta la exageración, las razones por las que

algunos nos opusimos a la Unión Europea en general y al euro en particular.

No fuimos muchos, es verdad, pero lo que sorprende hoy es que no

critiquemos a fondo esta específica construcción europea y no hagamos de

esto un elemento central de la crítica al capitalismo neoliberal; ambas cosas,

integración europea y neoliberalismo, son parte de un mismo proceso que

solamente cabe calificar de regresión e involución civilizatoria.

Hay tres cuestiones que están íntimamente unidas y de cuya solución va a

depender el futuro de nuestro país y, especialmente, de las generaciones

jóvenes que buscan un mañana de dignidad, justicia y libertad. Estas tres

cuestiones configuran un nudo que es necesario cortar, romper en mil

pedazos: a) España, periferia del Sur de la UE; b) el modelo productivo

configurado por las políticas de austeridad y c) la crisis del régimen del 78.

Como se ha dicho, es una sola cosa con tres nódulos que se entrecruzan y se

relacionan entre sí.

¿Qué significa ser parte de la periferia de la UE? Decía Eduardo Galeano que

la división del trabajo es un mecanismo en el que unos se especializan en

ganar y otros se especializan en perder. En la UE, en la zona euro, se ha ido

organizando una división del trabajo en torno a un centro, cada vez más

fuerte y poderoso, y una periferia cada vez más subalterna y dependiente

cuyos modelos productivos se han ido estructurando según las necesidades,

objetivos y estrategias de los países centrales.

Los años de crisis no han hecho otra cosa que profundizar este esquema de

poder y España, como los demás países del Sur, se está especializando en

perder. Resulta patético que se pueda hablar hoy de impulsar de nuevo

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derechos sociales, laborales y sindicales, es decir, de realizar políticas

económicas sociales y democráticas como si la UE no existiera. Algunos

hemos insistido hasta la saciedad en esta paradoja: las fuerzas

nacional-populares tenemos hoy una gran posibilidad de construir un bloque

político y social muy amplio en defensa de los derechos humanos

fundamentales y de las libertades básicas, es decir, un programa

anti-neoliberal de reconstrucción nacional, económica y social. La otra cara, la

que está sufriendo la Grecia de Syriza, es que los límites para reformas,

aunque sean muy moderadas, son enormes. Para decirlo de otra forma, la UE

es una estructura de poder funcional a la globalización neoliberal dominante y

no admite políticas alternativas aunque éstas sean mínimas.

Las personas serias lo sabían y así lo dijeron. La introducción del euro sin una

política económica común, una hacienda común y una legislación laboral y

social común, es decir, una moneda sin un Estado detrás y con economías

extremadamente heterogéneas tendría como consecuencia la profundización

de lo que ya antes existía y que hoy es gravísimo: un centro cada vez más

fuerte y poderoso y una periferia, los países del Sur, cada vez más

dependiente económicamente, más subalterna políticamente y en regresión

social y laboral.

El cuento que se nos narra es algo peor que una mentira. Se trata pura y

llanamente de bloquear el futuro de nuestro país y conducirnos al

subdesarrollo económico, social y político. Si no hay políticas realmente

redistributivas en la UE y, específicamente, en la zona euro, estamos

condenados a una “devaluación interna” permanente y a ir liquidando lo poco

que queda ya de un Estado social que fue siempre débil. Haremos, como

siempre, del ajuste salarial la variable clave y ganaremos competitividad

rebajando derechos sociales, derechos laborales y precarizando

sistemáticamente la fuerza de trabajo.

¿Alguien se imagina al Estado alemán dedicando el 8 o el 10 por ciento de su

PIB para ayudar a los países del Sur? ¿Alguien se imagina al resto de los

países ricos haciendo algo parecido? ¿De qué federalismo hablamos si no hay

redistribución territorial, social y económica de renta y riqueza en nuestra

cada vez más desigual e injusta Unión Europea? ¿Qué solidaridad? ¿Qué

modelo social? El federalismo es la cobertura que legitima no solo las políticas

neoliberales sino que, paradoja de las paradojas, impide la Europa

política. Friedrich Hayek siempre defendió esto y no otra cosa.

El modelo productivo que emerge tras las políticas de crisis es cada vez más

claro: una industria débil, dependiente y poco integrada en la economía

productiva nacional; un sector servicios hipertrofiado, basado en un turismo

de masas de bajo coste y, de nuevo –el entusiasmo es irresistible– el ladrillo

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como mecanismo de futuro, a lo que se añade una agricultura sin impulso y,

en muchos sentidos, bloqueada. El asunto es simple, un modelo productivo así

configurado no genera pleno empleo con derechos, hace de la precariedad la

forma predominante de gestión de la mano de obra y consolida un modelo de

relaciones laborales que significa para la mayoría de la población una nueva

forma de servidumbre.

Nuestro sistema productivo es, sobre todo, un sistema de poder; ambas cosas

están íntimamente relacionadas. No es casual que la crisis económica esté

significando una enorme erosión del régimen del 78. Los poderes económicos,

una alianza entre la oligarquía española y los poderes europeos, decidieron

que los derechos y libertades consagrados en la Constitución de 1978 ya no

servían para el capitalismo salvaje y depredador que estaba emergiendo de y

desde la crisis. La “Constitución material” fue cambiando a golpe de directivas

europeas y Zapatero terminó por convertirla en Constitución formal

modificando el artículo 135.

El proceso constituyente, mejor dicho, destituyente, comenzó hace tiempo

con una pequeña y singular variante: al margen y contra el pueblo soberano.

Ser periferia de una Europa alemana significa más desigualdad, pérdidas

concretas de libertades y de poderes reales, en definitiva, una ciudadanía

condenada a la inseguridad económica, a la vulnerabilidad social, simples

mercancías en un mundo cruel, despiadado y sin alma. No hay que darle

demasiadas vueltas. A un modelo económico así configurado le corresponde

una democracia cada vez más limitada y oligárquica y una clase política que

convierte la corrupción en el modo normal de gestionar la cosa pública.

Al final el nudo se fortalece y se consolida cada vez más. El tipo de Unión

Europea que el Estado alemán garantiza, representa una alianza duradera

entre élites económicas y políticas, entre oligarquías en guerra de clases

contra sus poblaciones. Las élites económico-financieras que hoy mandan en

nuestro país, incluidas la burguesía vasca y catalana, están de acuerdo en

este modelo de sociedad, con este sistema productivo y con esta estructura

de poder resultante. Ellos son los enemigos de España y solo enfrentándose a

ellos sistemáticamente estaremos en condiciones de vencer. O ellos o

nosotros.

¿Cuándo entenderemos que nuestros pueblos tienen un enemigo común y que

sólo unidos podemos vencerle?

[Fuente: Cuarto Poder]

14/5/2015

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Rafael Poch-de-Feliu

El panfleto de Mélenchon contra Merkel

El líder de la izquierda francesa publica un libro que refleja el

hartazgo con el insolente dominio de Berlín

Hace tiempo que la disciplina alemana y la impertinencia aleccionadora de los

políticos de Berlín hacen mella en Francia. Pero en los medios de

comunicación y entre los políticos está feo hablar de ello. Por eso, el libro que

acaba de publicar con mucho ruido y general condena, el líder del Front de

Gauche Jean-Luc Mélenchon, es muy significativo. Se llama “El arenque de

Bismarck” y es un simple panfleto, desenfadado, mordaz y divertido, contra la

prepotencia germana y su maltrato, –del sur de Europa y de Francia– el tabú

que nadie se atreve a mentar.

El motivo es que si en Alemania el gobierno ha perdido todo complejo, en

Francia hay –por una mezcla de cálculo oligárquico, elegancia, y prevención a

caer en rancios chovinismos– mucho escrúpulo ante la crítica al vecino del

otro lado del Rin. No es el caso de Mélenchon, un político que sin llegar, quizá,

a la altura de su homólogo alemán, Oskar Lafontaine –sin duda el más

brillante político de su país– también es un excelente orador (véase su épico

discurso de Marsella, un 14 de abril de 2012) y una persona de una rara

sensibilidad política. Estos días Mélenchon está siendo entrevistado por los

principales canales públicos de radio y televisión sobre su explosivo libro, que

mezcla conscientemente tópicos ligeros con constataciones bien actuales y se

está vendiendo como rosquillas.

“Hay un asombroso contraste entre la insultante arrogancia de los dirigentes y

mediócratas alemanes y el pánico de sus homólogos franceses para decir

cualquier cosa que les contrarie”, afirma. Esa actitud, “ya provocó el naufragio

moral de las élites francesas de antes de la guerra”, que ahora, “colaboran

con entusiasmo en la denigración de su patria”, proclama.

Francia, que cuenta con una economía mucho más diversificada que la

alemana y una cultura general sobre el vivir infinitamente más rica y

sofisticada, que siempre ha acomplejado a los alemanes, asiste a un

aleccionamiento insoportable, por decirlo, “merece inmediatamente el

anatema de germanófobo”, dice Mélenchon. Eso, “cuando el secretario

general de la CDU, Volker Kauder, proclama que “Europa habla alemán” ante

el aplauso del congreso de su partido; cuando el jefe de la federación de

exportadores alemanes, Anton Börner, afirma que, “los países mediterráneos

no entienden nada que no sean palabras duras y la firmeza de los mercados

de capitales”; cuando el esperpéntico comisario Günther Oettinger apela a

“tratar con rigor” a Francia, ese “país deficitario reincidente” (es decir,

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equiparando el déficit con un crimen); cuando Merkel dice que la ley del ex

banquero y actual ministro de economía, Emmanuel Macron, es “buena” pero

que las reformas en Francia son “insuficientes”; o cuando su siniestro ministro

de finanzas, Wolfgang Schäuble, se lamenta del obstáculo que el parlamento

francés supone para las “reformas”.

La altanería guillermina ya denunciada por el anciano canciller Helmuth

Schmidt e impensable en la Alemania anterior a la reunificación, se ha

convertido en pose habitual del discurso político y mediático germano en su

cruzada por imponer recetas que no están funcionando y llevaron a Japón a

veinte años de deflación y estancamiento.

La Europa del Sur es el “Club Med”, la prensa alemana –y no sólo el inefable

Bild– se permite todo tipo de excesos, reproches falsos y populistas sobre

edad de jubilación y días festivos que han sido bendecidos en algunos

discursos por la propia canciller Merkel, quien se permite alabar o censurar las

“reformas” francesas, apuntar sus insuficiencias, o hacer consideraciones

sobre pueblos que se levantan pronto para ir a trabajar y otros gandules;

“¿Qué otro jefe de gobierno se permitiría hablar en esos términos de sus

vecinos?”, se pregunta el líder del Front de Gauche, que obtuvo un 12% en las

presidenciales pero que desde entonces se busca a sí mismo, por la reticencia

de algunos de sus sectores a romper definitivamente con el partido

hollandista, que ha demostrado, por activa y por pasiva, su completa

inutilidad como fuerza de cambio. Respecto al modelo alemán, simplemente

es un mito, dice Mélenchon.

Con el 16% de la población por debajo del nivel de pobreza, una desigualdad

galopante, un 25% de los asalariados en contrato basura (Francia, 13%) y un

salario mínimo recién establecido que queda por debajo del francés, ¿qué es

lo que hace de Alemania un modelo?, se pregunta. Pues precisamente eso: un

modelo para quienes propugnan el regreso al siglo XIX revestido de

modernidad, progreso y racionalidad.

La caricatura alemana de Mélenchon no deja pie con bola. Son los principales

emisores de CO2 de Europa y pasan por “ecologistas”, exportan pesticidas a

mansalva, vuelven a ser los grandes vendedores de armas y van imponiendo

poco a poco a su sociedad, tan adversaria de lo militar, una creciente

militarización de la política exterior que destroza el mejor sentido común

alemán de posguerra. Su nefasto modelo agropecuario-industrial orientado a

la exportación a base de “granjas-fábrica”, así como sus grandes cadenas

comerciales de alimentos estandarizados orientados a la reducción de costes

(Aldi + Lidl), resultan en una epidemia de obesidad que afecta al 24% de los

alemanes adultos (frente al 15% en Francia), dice.

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La obsesión por este modelo estandarizado provoca en los gobernantes

alemanes, “una espectacular disminución de su comprensión del mundo e

incluso del sentido de la vida”, afirma Mélenchon en una de sus frases más

crueles. Alemania, dice, “es un modelo para quienes no se interesan en la

vida, nadie quiere ser alemán, ni siquiera los alemanes y la prueba es que no

tienen hijos”: el país más anciano de Europa en el que los mayores de 65 años

representan el 20,6% del total (Francia 16,7%), con una de las tasas de

procreación más bajas del mundo: 1,38 hijos por mujer en edad de procrear.

Se comprende la obsesión por el ahorro y los excedentes comerciales: de lo

que se trata es de “organizar su geriatría”, dice. Con el sistema de pensiones

mayormente privatizado, los dineros se colocan en fondos, lo que explica la

obsesión por cobrar las deudas de sus bancos manirrotos que invirtieron sin

mirar en los negocios inmobiliarios americanos, españoles e irlandeses,

contribuyendo a inflarlos junto con su corrupción intrínseca. Mélenchon no

perdona.

“Nos invadieron tres veces en menos de un siglo, ocuparon nuestro país dos

veces, una de ellas durante cerca de cincuenta años en Alsacia-Lorena:

“ninguna reconciliación es incondicional”, cuando “el imperialismo alemán

está de regreso”, dice el político antes de demoler la política exterior de esa

Quinta Alemania que aparece tras la reunificación de 1990:

Primero en Yugoslavia, contribuyendo a la secesión de sus antiguos

compinches de los años treinta (Eslovenia, Croacia y Bosnia), luego con su

expansión económica en la débil Europa central/oriental recién salida del

marasmo del “socialismo real”, burlando luego toda promesa de no expandir

la OTAN, que hoy llega a las fronteras de Ucrania con las consecuencias

conocidas, y liderando, finalmente, el “acuerdo comercial” secreto con

Estados Unidos (TTIP) que quiere ser la guinda del pastel neoliberal en Europa;

“Hay que empezar a descifrar a la Señora Merkel”, dice, antes de remontarse

a los tiempos del Emperador romano Claudio:

“Ya en el siglo I de nuestra era decía que los jefes germanos no entendían de

parlamentos ni de finezas, lo único que comprendían y respetaban era las

relaciones de fuerza”. “Ante eso, las sutilezas francesas, las bromas del

Presidente de la República le deben parecer a esa mujer como defectos de

una voluntad somnolienta”, ironiza.

Mélenchon tiene muy mala entrada con los chiens de garde de la prensa,

porque es poco tolerante ante su programada servidumbre siempre en

sintonía con el recetario neoliberal, circunstancia que dice mucho en su favor.

Pero, pese a esa mala prensa –que no llega al nivel de demonización,

tergiversación y campaña denigratoria que Die Linke sufre en los medios

alemanes– su libro ha sido criticado con cierta indulgencia. Le Figaro ha dicho

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que rezuma “un antigermanismo de café”, mientras que Le Monde se ha

contentado con observar que, “cae en los mismos excesos que los

germanófilos que denuncia”. Pero ambos medios han suscrito, por lo menos,

parte del mensaje. Esa relativa benevolencia es muy significativa porque

sugiere que el hartazgo con la actitud alemana es algo que trasciende a la

izquierda y al ultraderechista Frente Nacional porque afecta al alma gaullista

de parte del establishment francés.

Seguramente Mélenchon nunca habría escrito este panfleto si no hubiera sido

por la “manera odiosa” con que “la nomenclatura germana está tratando al

gobierno de Alexis Tsipras”. Ese es un espectáculo que revuelve el estómago,

dice.

“Permitir que un Estado miembro de la Unión sea tratado de esa manera es

un gran error político contra el ideal europeo”, dice Mélenchon en una

entrevista con L´Humanité. “Después de haber hecho de Grecia un laboratorio

político quieren hacer un escarmiento: ¡miren cómo son tratados los que se

resisten! Cuando Tsipras ganó me reuní con François Hollande y le dije, “si

permitimos que actúen así contra ellos, luego vendrá el turno de Francia”. Ya

estamos en ello porque en el fondo estamos siendo tratados como los griegos.

El comportamiento de Berlín no es soportable en ningún lado y la

germanofobia está explotando por doquier en Europa. Es un sentimiento que

puede transformarse en odio xenófobo, así que tenemos que explicar el

porqué de su conducta: decir que Berlín se pone al servicio del

ordoliberalismo. El otro motivo del libro es desmontar la idea de que hay un

lugar en el que el sistema funciona, informar de la situación real de ese país. Y

el tercer motivo es llamar la atención sobre la cobardía de los dirigentes

franceses”, explica.

Si en España quedara algo del espíritu quijotesco, este panfleto, con todos los

defectos inherentes al género, debería haber sido escrito allí hace tiempo. En

lugar de eso, el país se recrea en su miserable papel de “alumno obediente”.

Hay que recordar cuándo fue la última vez de la historia en la que España fue

obediente aliada de Alemania y en qué papel. No hay duda de que esas

actitudes, de ayer y de hoy, están emparentadas. Los líderes del germanismo

hispano de hoy son los hijos y nietos del de ayer.

Mélenchon dice no querer una confrontación entre los pueblos francés y

alemán, sino la de ambos pueblos contra la oligarquía, pero “es necesaria una

franca confrontación” con Alemania, única manera de hacerse respetar, dice.

El consejo vale para todos.

En lugar de las odas a Alemania de François Hollande y de su primer ministro

Manuel Valls, hay que plantearse, “¿Quién decide en Europa y en nuestro país;

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las rentas o el trabajo? ¿El pueblo o la oligarquía? ¿El Banco Central Europeo o

los ciudadanos? ¿Alemania o la unión libre de pueblos libres?”. En cualquier

caso, con este explosivo arenque, diciendo todo eso que muchos piensan y no

se atreven a decir, el político francés se ha quedado bien descansado. La vieja

tendencia alemana de utilizar a Europa para su propia proyección de poder

siempre se ha encontrado enfrente con Francia, el único país europeo capaz

de ejercer una inspiración alternativa al modelo alemán. El panfleto de

Mélenchon anuncia que todo eso acabará explotándole tarde o temprano al

gobierno alemán.

[Fuente: La Vanguardia]

15/5/2015

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