la santidad de bill murray (oja x oja 2015-02-16)

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14 Arequipa Lunes, 16 de Febrero de 2015 S heepshead Bay, Brooklyn. Vincent MacKenna es un veterano de Viet- nam convertido en un misántropo conspicuo. MacKenna está malge- niado todo el tiempo y es un airado protector de su soledad gracias al alcohol y el tabaco. Es un perfecto devoto de su mala suerte como apos- tador en el hipódromo donde invierte el poco dinero del que puede agenciarse. Su única compañía en casa es su gato Félix y eventual- mente Daka Paramova, una lady of the night, que está embarazada y tiene un temperamento tan irascible como el propio Vincent. Oliver Bronstein tiene 12 años y es nuevo en el vecindario. El pe- queño llega solamente junto con Maggie, su madre (recientemente separada y tan angelical como su sobrepeso). Por azares propios de la mu- danza provocan un acci- dente y los Bronstein lle- gan a tener un contacto nada grato con Vincent quien les da una antipá- tica bienvenida. De esa manera es que estos vecinos, con dis- funcionalidades adqui- ridas y asumidas, es que estrechan lazos verda- deramente humanos, no precisamente esa amis- tad edulcorada a la que nos han acostumbrado las cabezas de hidra de Hollywood, sino de esa fraternidad que asoma por sobre todas las ca- retas y camuflajes en las que uno se refugia para no verse afectado por el otro. Por: Omar Suri "ST. VINCENT”, ESTRENADA EN OCTUBRE DEL PASADO AÑO, ES EL PRIMER METRAJE DE THEODORE MELFI hasta el mínimo detalle para tener que decir y las más de las veces no sentir, ha señalado que Murray no ha tenido que actuar en la película de Melfi, que es un ejercicio autobiográfico, no de ta- lla dramática enorme de Mickey Rourke en “The Wrestler” de Darren Aro- nofsky, pero sí encomia- ble en el sentido que la frescura y esa resignada vitalidad del actor están en forma y se trasmite. “St. Vincent” hace más evidente lo evidente res- pecto a Murray, respec- to a que estamos frente a un actor que le sigue sacando los dos dedos medios a la gran indus- “St. Vincent”, estrena- da en octubre del pasa- do año, es el primer me- traje de Theodore Melfi. El reparto cuanta con ac- tores de porte histrióni- co como Bill Murray (Vin- cent), Melissa McCarthy (Maggie) y Naomi Watts (Daka). También es el de- but de Jaeden Lieberher (Oliver), de notable inter- vención y esperemos no sea fagocitado y explota- do descaradamente por ese monstruo que lla- man “séptimo darte”. La película tiene una pues- ta en escena correcta y su ilación está muy bien ensamblada. La fórmula argumental puede que caiga en algunos luga- res comunes (relación amical adulto mayor con niño adolescente, para que la tensión y el acer- camiento generacional sean más notorios), pero el portento actoral de un Murray, entrado en años, carne y experien- cia, salva la cinta y con- vierte a ese cascarrabias (en el que seguramente se refugia y con el cual se identifica) en un en- trañable personaje que contempla tranquilo su irredención, pero se sa- biéndose en paz porque ya no está solo. Los años le han sen- tado bien a Bill Murray. Atrás quedó esa etique- ta de “actor cómico” y “taquillero” en lo que lo convirtió los ochenta con “Los Cazafantasmas” (aunque muchos con- servan esa imagen y no se creerán nunca a un canoso Murray liberado de papeles tan sosos, fatuos y masivos como las vidas de todos esos espectadores). La con- firmación de su faceta dramática —celebrada y muy respetada— lle- gó pasados los noventa con “Lost in Translation” de Sofia Coppola (2003), cuyo protagónico le va- lió una nominación a un Oscar, “The Life Aquatic with Steve Zissou” de Wes Anderson (2004) y “Broken Flowers” (2005) de Jim Jarmusch por ci- tar las más destacadas. El diálogo entre esos dos flancos, el dramático y el cómico (propiamente de un pesado humor negro, muy pero muy heavy), hace que muchos gus- temos de “St. Vincent” porque un Bill Murray entrega mucho de sus dos antagónicas marca- das presencias actorales. La crítica especiali- zada, esa que ausculta LA SANTIDAD DE BILL MURRAY Bill Murray tarareando, ayudado por su ochentero walkman, “Shelter from the storm” de Bob Dylan, buscando un cigarro prohibido y escondido en la base de una maceta”. tria (como en esa escena cuando la enfermera le pide vocalizar palabras luego de haber sufrido un derrame cerebral), un actor que tiene una merecida, y ganada, ver- satilidad y trayectoria en un medio cada vez más frívolo. Murray necesita de guiones como el de Melfi para sentirlo más cercano, más creíble. ¿Tenemos un verda- dero actor para rato?, es más que posible, a su edad sería ridículo que Murray claudique a las exigencias del Bloc- kbuster, y como Michael Keaton en la nominada “Birdman” de los Oscar de este año, se asoma como un primer revan- chista para hacer frente a ese vampirismo sal- vaje de la industria que dejó postergadas a mu- chas figuras de su gene- ración. Me quedo con unas líneas de la cinta re- señada, una escena con un remate directo, en la parte final, al niño que lo admira (al que tilda de estúpido para luego agachar la cabeza): «O: Vin, lamento tu pérdida / V: Nunca he entendido por qué la gente dice eso / O: No saben qué más decir / V: Qué tal: “¿Cómo era ella?”, “¿La echas de menos?” o “¿Qué vas a hacer ahora”…». Corre aún la cinta para el final avisado, pero uno no puede dejar de contemplar —una y otra vez—al santificado y ventrudo Bill Murray tarareando, ayudado por su ochentero walkman, “Shelter from the storm” de Bob Dylan, buscando un cigarro prohibido y escondido en la base de una maceta.

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Sheepshead Bay, Brooklyn. Vincent MacKenna es un veterano de Vietnam convertido en un misántropo conspicuo. MacKenna está malgeniado todo el tiempo y es un airado protector de su soledad gracias al alcohol y el tabaco. Es un perfecto devoto de su mala suerte como apostador en el hipódromo donde invierte el poco dinero del que puede agenciarse. Su única compañía en casa es su gato Félix y eventualmente Daka Paramova, una lady of the night, que está embarazada y tiene un temperamento tan irascible como el propio Vincent. Oliver Bronstein tiene 12 años y es nuevo en el vecindario. El pequeño llega solamente junto con Maggie, su madre (recientemente separada y tan angelical como su sobrepeso). Por azares propios de la mudanza provocan un accidente y los Bronstein llegan a tener un contacto nada grato con Vincent quien les da una antipática bienvenida.

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Page 1: La santidad de Bill Murray (Oja x Oja 2015-02-16)

14 ArequipaLunes, 16 de Febrero de 2015

Sheepshead Bay, Brooklyn. Vincent MacKenna es un veterano de Viet-

nam convertido en un misántropo conspicuo. MacKenna está malge-niado todo el tiempo y es un airado protector de su soledad gracias al alcohol y el tabaco. Es un perfecto devoto de su mala suerte como apos-tador en el hipódromo donde invierte el poco dinero del que puede agenciarse. Su única compañía en casa es su gato Félix y eventual-mente Daka Paramova, una lady of the night, que está embarazada y tiene un temperamento tan irascible como el propio Vincent. Oliver Bronstein tiene 12 años y es nuevo en el vecindario. El pe-queño llega solamente junto con Maggie, su madre (recientemente separada y tan angelical como su sobrepeso). Por azares propios de la mu-danza provocan un acci-dente y los Bronstein lle-gan a tener un contacto nada grato con Vincent quien les da una antipá-tica bienvenida.

De esa manera es que estos vecinos, con dis-funcionalidades adqui-ridas y asumidas, es que estrechan lazos verda-deramente humanos, no precisamente esa amis-tad edulcorada a la que nos han acostumbrado las cabezas de hidra de Hollywood, sino de esa fraternidad que asoma por sobre todas las ca-retas y camuflajes en las que uno se refugia para no verse afectado por el otro.

Por: Omar Suri

"ST. VINCENT”, ESTRENADA EN OCTUBRE DEL PASADO AÑO, ES EL PRIMER METRAJE DE THEODORE MELFI

hasta el mínimo detalle para tener que decir y las más de las veces no sentir, ha señalado que Murray no ha tenido que actuar en la película de Melfi, que es un ejercicio autobiográfico, no de ta-lla dramática enorme de Mickey Rourke en “The Wrestler” de Darren Aro-nofsky, pero sí encomia-ble en el sentido que la frescura y esa resignada vitalidad del actor están en forma y se trasmite. “St. Vincent” hace más evidente lo evidente res-pecto a Murray, respec-to a que estamos frente a un actor que le sigue sacando los dos dedos medios a la gran indus-

“St. Vincent”, estrena-da en octubre del pasa-do año, es el primer me-traje de Theodore Melfi. El reparto cuanta con ac-tores de porte histrióni-co como Bill Murray (Vin-cent), Melissa McCarthy (Maggie) y Naomi Watts (Daka). También es el de-but de Jaeden Lieberher (Oliver), de notable inter-vención y esperemos no sea fagocitado y explota-do descaradamente por ese monstruo que lla-man “séptimo darte”. La película tiene una pues-ta en escena correcta y su ilación está muy bien ensamblada. La fórmula argumental puede que caiga en algunos luga-res comunes (relación amical adulto mayor con niño adolescente, para que la tensión y el acer-camiento generacional sean más notorios), pero el portento actoral de un Murray, entrado en años, carne y experien-cia, salva la cinta y con-vierte a ese cascarrabias (en el que seguramente se refugia y con el cual se identifica) en un en-trañable personaje que contempla tranquilo su irredención, pero se sa-biéndose en paz porque ya no está solo.

Los años le han sen-tado bien a Bill Murray. Atrás quedó esa etique-ta de “actor cómico” y “taquillero” en lo que lo convirtió los ochenta con “Los Cazafantasmas” (aunque muchos con-servan esa imagen y no se creerán nunca a un canoso Murray liberado de papeles tan sosos, fatuos y masivos como las vidas de todos esos espectadores). La con-firmación de su faceta

dramática —celebrada y muy respetada— lle-gó pasados los noventa con “Lost in Translation” de Sofia Coppola (2003), cuyo protagónico le va-lió una nominación a un Oscar, “The Life Aquatic with Steve Zissou” de Wes Anderson (2004) y “Broken Flowers” (2005) de Jim Jarmusch por ci-tar las más destacadas.

El diálogo entre esos dos flancos, el dramático y el cómico (propiamente de un pesado humor negro, muy pero muy heavy), hace que muchos gus-temos de “St. Vincent” porque un Bill Murray entrega mucho de sus dos antagónicas marca-das presencias actorales.

La crítica especiali-zada, esa que ausculta

LA SANTIDAD DE BILL MURRAY

Bill Murray tarareando, ayudado por su ochentero walkman, “Shelter from the

storm” de Bob Dylan, buscando un cigarro prohibido y escondido en la base de una maceta”.

tria (como en esa escena cuando la enfermera le pide vocalizar palabras luego de haber sufrido un derrame cerebral), un actor que tiene una merecida, y ganada, ver-satilidad y trayectoria en un medio cada vez más frívolo. Murray necesita de guiones como el de Melfi para sentirlo más cercano, más creíble.

¿Tenemos un verda-dero actor para rato?, es más que posible, a su edad sería ridículo que Murray claudique a las exigencias del Bloc-kbuster, y como Michael Keaton en la nominada “Birdman” de los Oscar de este año, se asoma como un primer revan-chista para hacer frente a ese vampirismo sal-vaje de la industria que dejó postergadas a mu-chas figuras de su gene-ración. Me quedo con unas líneas de la cinta re-señada, una escena con un remate directo, en la parte final, al niño que lo admira (al que tilda de estúpido para luego agachar la cabeza): «O: Vin, lamento tu pérdida / V: Nunca he entendido por qué la gente dice eso / O: No saben qué más decir / V: Qué tal: “¿Cómo era ella?”, “¿La echas de menos?” o “¿Qué vas a hacer ahora”…».

Corre aún la cinta para el final avisado, pero uno no puede dejar de contemplar —una y otra vez—al santificado y ventrudo Bill Murray tarareando, ayudado por su ochentero walkman, “Shelter from the storm” de Bob Dylan, buscando un cigarro prohibido y escondido en la base de una maceta.