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41 El objetivo del artículo es indagar el proceso de inserción del Movimiento Evita 1 , Libres del Sur 2 y el Movimiento de Unidad Popular (MUP) 3 en el go- bierno de Néstor Kirchner. Con la recomposición de la autoridad presidencial y del funcionamiento rutinario del sistema político, las organizaciones piqueteras se vieron ante el desafío de reposicionarse frente a un contexto de reflujo de la movilización y, fundamentalmente a redefinir sus estrategias políticas frente a un gobierno que construyó rápidamente su legitimidad de ejercicio apelando * El presente trabajo constituye una sección de la tesis de doctorado en Ciencias Sociales de FLACSO “La reconfiguración de las identidades ‘nacional populares’ durante el kirchnerismo (2003-2009). Los casos de tres organizaciones: Libres del Sur, Movimiento Evita y Movimiento de Unidad Popular”, dirigida por el Dr. Aníbal Viguera y codirigida por el Dr. Martín Retamozo, a quienes se agradece las observaciones y comentarios. Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y magíster en Ciencia Política (Universidad Nacional de La Plata). Profesor de Problemas de Historia Argentina en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) y de Historia de las Ideas y los procesos políticos en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador de CONICET. Integrante de los centros CPS e IdIHCS en la UNLP. E-mail: [email protected]. 1 Dentro de la confluencia de organizaciones y movimientos que en 2005 formarán el Movimiento Evita se encontraban el Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita, el MTD Resistir y Vencer, las 4 P (Pan y Poder para el Pueblo), una escisión de Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho (MPRQ), el Movimiento Patriótico 20 de Diciembre (MP 20), la organización estudiantil 20 de Febrero (fecha que hace a alusión a la lucha de resistencia a la implementación de la ley de Educación durante febrero de 1996), Peronismo que Resiste, y sectores del Partido Justicialista. 2 El movimiento Libres del Sur se lanzó oficialmente el 27 de abril de 2006 en un acto en el Centro Costa Salguero de la Ciudad de Buenos Aires. El movimiento se conformó a partir de la fusión del Movimiento Barrios de Pie (brazo territorial de la Corriente Patria Libre), la Corriente Patria Libre como ejes vertebradores de la organización, sumados al Partido Comunista Congreso Extraordinario, la Agrupación Martín Fierro, el Frente Barrial 19 de Diciembre y la Agrupación Envar el Kadri. 3 El MUP surge en 1999 a partir de una organización de vertiente anarquista llamada AUCA (rebelde en mapuche). Este movimiento de raíz libertaria se inició a fines de los años noventa en barrios de La Plata y fue creciendo hacia otras provincias y el conurbano bonaerense. El MUP nacía como el “movimiento de masas” de dicha línea política. Mauricio Schuttenberg Sociohistórica / Cuadernos del CISH 28 | segundo semestre 2011 | ISSN 1853-6344 | 41-73 La reconfiguración de las identidades “nacional populares”. Los puentes discursivos para la inserción de tres tradiciones políticas en el espacio “transversal kirchnerista”*

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El objetivo del artículo es indagar el proceso de inserción del Movimiento Evita1, Libres del Sur2 y el Movimiento de Unidad Popular (MUP)3 en el go-bierno de Néstor Kirchner. Con la recomposición de la autoridad presidencial y del funcionamiento rutinario del sistema político, las organizaciones piqueteras se vieron ante el desafío de reposicionarse frente a un contexto de reflujo de la movilización y, fundamentalmente a redefinir sus estrategias políticas frente a un gobierno que construyó rápidamente su legitimidad de ejercicio apelando

* El presente trabajo constituye una sección de la tesis de doctorado en Ciencias Sociales de FLACSO “Lareconfiguración de las identidades ‘nacional populares’ durante el kirchnerismo (2003-2009). Los casos de tres organizaciones: Libres del Sur, Movimiento Evita y Movimiento de Unidad Popular”, dirigida por el Dr. Aníbal Viguera y codirigida por el Dr. Martín Retamozo, a quienes se agradece las observaciones y comentarios. Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y magísteren Ciencia Política (Universidad Nacional de La Plata). Profesor de Problemas de Historia Argentina en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) y de Historia de las Ideas y los procesos políticos en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador de CONICET. Integrante de los centros CPS e IdIHCS en la UNLP. E-mail: [email protected] Dentro de la confluencia de organizaciones y movimientos que en 2005 formarán el Movimiento Evita se encontraban el Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita, el MTD Resistir y Vencer, las 4 P (Pan y Poder para el Pueblo), una escisión de Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho (MPRQ), el Movimiento Patriótico 20 de Diciembre (MP 20), la organización estudiantil 20 de Febrero (fecha que hace a alusión a la lucha de resistencia a la implementación de la ley de Educación durante febrero de 1996), Peronismo que Resiste, y sectores del Partido Justicialista.2 El movimiento Libres del Sur se lanzó oficialmente el 27 de abril de 2006 en un acto en el Centro Costa Salguero de la Ciudad de Buenos Aires. El movimiento se conformó a partir de la fusión del Movimiento Barrios de Pie (brazo territorial de la Corriente Patria Libre), la Corriente Patria Libre como ejes vertebradores de la organización, sumados al Partido Comunista Congreso Extraordinario, la Agrupación Martín Fierro, el Frente Barrial 19 de Diciembre y la Agrupación Envar el Kadri.3 El MUP surge en 1999 a partir de una organización de vertiente anarquista llamada AUCA (rebelde en mapuche). Este movimiento de raíz libertaria se inició a fines de los años noventa en barrios de La Plata y fue creciendo hacia otras provincias y el conurbano bonaerense. El MUP nacía como el “movimiento de masas” de dicha línea política.

Mauricio Schuttenberg

Sociohistórica / Cuadernos del CISH 28 | segundo semestre 2011 | ISSN 1853-6344 | 41-73

La reconfiguración de las identidades “nacional populares”. Los puentes discursivos para la inserción de tres tradiciones políticas en el espacio “transversal kirchnerista”*

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a la oposición al modelo neoliberal a través de un imaginario productivista y distributivo que recuperaba buena parte de las demandas que habían permitido la articulación de la protesta (Pereyra, Pérez y Schuster, 2008).

El proceso abierto en 2003 y la dinámica política de las organizaciones sociales que se insertan en el kirchnerismo ha sido abordado desde lo que se denominó la hipótesis de “la cooptación”. En ella se describe cómo el Estado determina la acción colectiva a partir del manejo de los programas y subsidios estatales. De esta forma, los movimientos sociales insertos en el kirchnerismo fueron cooptados, manipulados e inducidos por el Estado. Además de la pasividad que supone este enfoque, también basado en una mirada “desde arriba” del proceso político, no posibilita comprender la heterogeneidad del campo “nacional popular” que, como se intenta mostrar en este trabajo, no es un espacio político homogéneo sino más bien diverso en tradiciones, trayectorias, interpretaciones y posicionamientos.

Nos introduciremos entonces en los tres puentes discursivos que construirán las organizaciones para insertarse en el gobierno. El primero será el de Patria Libre y Barrios de Pie, que luego en el espacio transversal conformarán Libres del Sur, donde se observó un acercamiento muy cauteloso hasta la decisión definitiva de formar parte, aunque siempre manteniendo un alto grado de autonomía. En segunda instancia, el Movimiento Evita, a partir de interpretar diversas señales en la conducción de Kirchner, se insertará dentro del nuevo espacio retomando la tradición de izquierda peronista. Por último, la inserción para el Movimiento de Unidad Popular será sumamente compleja e implicó la ruptura de la organización. Allí, a diferencia de los otros dos casos, la tradición política de la que provenían complejizó la operación política de llegada realizando lo que se denominará un giro “nacional popular” que implicó un cierre o clausura de su identidad pasada.

El arribo de las organizaciones implicó la construcción de una compleja ope-ración política que articulará sus identidades sedimentadas4 muy disímiles y el

4 Libres del Sur nucleará un conjunto de partidos, movimientos de trabajadores desocupados y organiza-ciones que se definían como “izquierda nacional”, es decir se reivindicaban “marxistas”, planteaban la cuestión “revolucionaria”, pero desde una óptica crítica a la que definían como “la izquierda dogmática”.El Movimiento Evita expresará de la misma manera el aglutinamiento de experiencias previas pero ligadas a la identidad del “peronismo de izquierda”. Allí si bien existirán cuestionamientos a “la izquierda” la organización se asume peronista. En tanto, el Movimiento de Unidad Popular no era una organización que más allá de buscar una determinada tradición histórica como lo era el anarquismo, no se nutría de fuertes experiencias previas como sí fueron los otros dos casos, sino más bien se conformó a partir de militantes jóvenes que cuestionaban las representaciones existentes dentro del panorama político partidario de fines de los años noventa.Las tres expresaban la crítica al sistema político partidario de esos años. Libres del Sur y sus organizaciones predecesoras muestran la crisis dentro de las representaciones de izquierda, el Movimiento Evita aglutinará a sectores descontentos con la dirección política que había tomado el partido Justicialista y entenderán que ese

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gobierno nacional. Esta inclusión en el espacio kirchnerista produjo una serie de articulaciones que denominaremos “puentes discursivos”, que permiten explicar, justificar y plantear las estrategias de los movimientos hacia delante y a su vez en-lazar los nuevos posicionamientos con el pasado de las propias organizaciones.

Este proceso por medio del cual estas organizaciones fueron reconfigurando sus identidades políticas se reconstruirán a través del análisis del conjunto de planteos, cuestionamientos y posicionamientos, que las organizaciones tuvieron durante el período. No obstante, reconstruir esta historia, implica tomar en consideración un conjunto de elementos de contexto que posibilitaron o dieron un marco a esas interpretaciones.

En este sentido, desde el inicio de su mandato Kirchner procuró rápidamente darle a su gobierno la tónica de una superación de la década larga de neoliberalismo en las políticas económicas y sociales. El nuevo gobierno aparecía prestando escasa atención a los partidos políticos, incluido el oficialista, y a otros componentes tra-dicionales del sistema de poder, se mostró decidido a construir alianzas con parte de los nuevos actores, a condición de que moderaran la modalidad y frecuencia de sus protestas, y asumieran un grado de compromiso con la gestión pública. En tanto, a los variados ejes de debate ya existentes entre las organizaciones populares, y al interior de cada una de ellas, vino a sumarse el de qué actitud tomar frente al gobier-no y sus medidas. Incluso algunas de las agrupaciones más radicalizadas surgieron opiniones propensas, si no al apoyo franco al gobierno, al menos a una actitud de expectativa favorable frente a su trayectoria (Campione y Rajland, 2006).

Diversos estudios (Biglieri, 2007; Retamozo, 2006; Retamozo y Muñoz, 2008) muestran como en sus primeros discursos Kirchner fue construyendo un campo antagónico. Los enemigos fueron las grandes corporaciones, la cúpula de las Fuerzas Armadas, las empresas concesionarias de los servicios públicos priva-tizados, la Corte Suprema de Justicia, el FMI y una posición latinoamericanista en política exterior. El gobierno comenzó a absorber demandas circulantes en

camino era la “traición a las banderas históricas”. En tanto el MUP y su organización anterior AUCA muestran el camino que tomaron algunas experiencias territoriales en donde se expresaba la cuestión asamblearia y la democracia participativa como aspectos centrales de las nuevas construcciones.El Movimiento Evita retoma la línea clásica del peronismo de izquierda y reivindica a sus figuras históricas como Perón, Eva y Cooke, mientras que en Libres del Sur, si bien como se señaló comparten a grandes rasgos la “lógica histórica”, aparecen otros referentes que rompen con la identidad peronista o apuntan a desbordarla. Allí el peronismo sería un proceso más de los reivindicados y no el central como lo es para el primero. Para el MUP la historia no es una referencia sustancial para sostener los posicionamientos actuales frente al imperia-lismo, incluso las luchas anarquistas de fines de siglo XIX y principios del XX son escasamente retomadas. La identificación con el anarquismo estaba anudada a que representaba una forma de cuestionamiento a las formas de acción políticas vigentes en ese contexto.

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el entramado social. De esta manera, la nominación de los enemigos implicó también la de los amigos. Si las corporaciones, los militares acusados de crímenes en la última dictadura, las empresas de servicios públicos privatizados, la Corte Suprema y el FMI fueron señalados como los “enemigos del Pueblo Argentino”, necesariamente quedaron dentro del campo de los “amigos” quienes estaban de acuerdo con el presidente.

De esta forma, los citados trabajos abordaron las transformaciones del orden social a partir del enfoque de las identidades y cómo estas se construyen en el discurso. Parten de la categoría de hegemonía y analizan cómo se constituye un determinado orden social a partir de la articulación de demandas e identidades políticas. De hecho, la recomposición política que implicó la llegada de Kirchner fue analizada desde esta mirada por numerosos autores que describen cómo el presidente articula una serie de demandas que se encontraban en los discursos de distintos sectores sociales.

Aquí es necesario destacar que los estudios anteriormente citados sobre transformaciones hegemónicas han tenido en cuenta una mirada desde el lado “articulador” (Barros, 2005) y no desde el lugar del “articulado”. De esta manera, existen algunas investigaciones que analizan el discurso de Kirchner y “el llamado” a construir el espacio de la transversalidad, pero es más escaso el desarrollo en torno al discurso “desde abajo” y cómo estos actores construyen dicho proceso, cuestión que se propone abordar en profundidad en este trabajo.

El artículo trata entonces de un análisis del discurso político de las organi-zaciones y esto implica definir el concepto de discurso. En ocasiones se suele discernir entre lo que los actores hacen y lo que dicen, pero nuestra idea es que para superar ese dualismo la noción de discurso debe entenderse como que en todo comportamiento social, la acción política no es comprensible fuera del or-den simbólico que la genera y del universo imaginario que ella misma engendra dentro de un campo determinado de relaciones sociales.

Ahora bien, el camino para acceder a los mecanismos imaginarios y simbólicos asociados al sentido de la acción es el análisis de los discursos sociales. Esta tarea no consiste en estudiar lo que los actores dicen por oposición a lo que hacen, como sostiene Verón y Sigal (2004). La investigación de los discursos es indispensable porque si no conseguimos identificar los mecanismos significantes que estructuran el comportamiento social, no comprenderemos tampoco lo que los actores hacen. Los discursos interesan analíticamente en tanto es imposible interpretar la acción política fuera de toda hipótesis sobre la matriz significante que la genera.

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De esta manera, para el análisis se tomaron documentos públicos y de cir-culación interna de las tres organizaciones. En tanto también se trabajó con las publicaciones que las organizaciones tuvieron en las distintas etapas: Revista Evita del Movimiento Evita, En Marcha de Patria Libre y Patria Grande de Libres del Sur y con respecto al MUP se tomaron centralmente los documentos en los diversos períodos abordados.

A su vez se realizaron entrevistas semiestructuradas a dirigentes de las tres organizaciones desde agosto de 2007 a 2009. Los cuestionarios apuntaban a recabar información sobre las distintas interpretaciones, posicionamientos que las organizaciones analizadas tuvieron desde su conformación hasta el presente y sobre las trayectorias y tradiciones de la militancia que las compone.

La inserción de Libres del Sur

La inserción de lo que en el 2006 será el movimiento Libres del Sur en el marco del kirchnerismo constituye un quiebre de suma importancia en la historia de la organización vertebradora, Patria Libre. En este sentido, los militantes en las entrevistas siempre manifestaban sentirse “extraños” por esa conjunción ya que decían “siempre le tiramos piedras a la Casa de Gobierno y ahora estamos adentro”. El año 2004 marcará el apoyo explícito al gobierno de Kirchner. Dentro de las medidas que se enumeraron unos párrafos arriba, la que reviste gran im-portancia para las organizaciones sociales es la promoción que desde el gobierno se le otorgó a los derechos humanos. A partir de esta cuestión se producirá la decisión de insertarse en el gobierno.

“El Presidente Néstor Kirchner acaba de producir un gran hecho político que reivindica la historia de lucha de nuestro pueblo por una Argentina más justa, y la incansable batalla librada desde la dictadura hasta nuestros días contra la impunidad. Con toda la presión encima de la derecha y las vacilaciones de los timoratos, cumplió con lo que había prometido hace tiempo atrás y le quitó la ESMA a la marina para instalar allí un museo de la memoria, que cuente a las generaciones presentes y futuras lo que representó el terrorismo de Estado. Fue más allá y en persona asistió al Colegio Militar de la Nación para que, por orden suya, fueran descolgados los retratos de Videla y Bignone, personajes opuestos por el vértice al legado sanmartiniano”. (En Marcha, 2004)

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A partir de 2004 la interpretación del gobierno de Kirchner como una “chance” de avance del campo popular se consolidó. Desde la organización se analizaba el momento como de polarización entre el kirchnerismo y una alianza de actores que conformarían “la derecha”. El posicionamiento de Kirchner frente a temas como la deuda externa, el ALCA, los militares, la represión de la dictadura, los jueces de la Corte, las cúpulas policiales, etcétera, podían ser aprovechadas para los fines de parar cualquier intento de “la derecha” de dar marcha atrás y para presionar sobre los sectores del oficialismo que no actuaran en un mismo sentido.

Al igual que los casos del Movimiento Evita y del Movimiento de Unidad Po-pular, como veremos más adelante, la inserción en el gobierno viene de la mano de “gestiones” que desde el kirchnerismo se realizaron para acercarse a las organizaciones. De hecho, los dirigentes de Libres destacan el papel de Parrilli, el entonces secretario de la Presidencia, en el intento de sumar a la mayor cantidad de movimientos.

En este marco, Patria Libre proponía dar un debate con aquellas organizaciones que interpretaban como continuidad al kirchnerismo. Allí el blanco del ataque será “la izquierda tradicional influida por el trostkismo” que sería incapaz de ver en el gobierno de la etapa inaugurada en el 2003 algún elemento progresista, ya que homologaban la presidencia de Kirchner con el menemismo, el delaruismo y el duhaldismo. En cambio, “la férrea oposición de la derecha” y sus discursos contra el gobierno dejarían entrever que el Ejecutivo estaría ubicado a la izquierda del espectro político con respecto a ellos.

La justificación del apoyo a Kirchner se sustenta entonces en el no apoyo de los actores identificados como el enemigo político. Es decir, mientras la izquierda debatiría el carácter progresista o no del proceso abierto en 2003, “la derecha” ten-dría claro que el kirchnerismo sería el enemigo. Esta interpretación era una señal inequívoca de que el rumbo del gobierno iba en la dirección de la organización.

“¿Cuál es el análisis de la derecha pronorteamericana? Evidentemente ha concluido que el Presidente no es su representante; y que, por el contrario si se consolida por este rumbo afectará más temprano que tarde su domi-nio y sus intereses. De allí que ya haya puesto en marcha la ofensiva para desgastarlo, arrinconarlo y conflictuarlo hasta ponerlo a la defensiva, como paso previo a buscar sacarlo del gobierno. Allí va a estar Patria Libre, en la primera línea de batalla contra las fuerzas de la reacción, empujando

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junto a los demás sectores nacionales y populares este incipiente proceso de cambio, apoyando a Néstor Kirchner”. (En Marcha, 2004)

A medida que trascurre el año 2004 el apoyo a la gestión de Kirchner se hace más explícito. Las primeras expresiones que hablaban de que no constituía una continuidad con el neoliberalismo pasan a destacar al kirchnerismo como un nuevo proyecto popular que requiere de la participación activa de las organizaciones populares.

En esta misma línea, el proyecto de Kirchner, que antes era percibido como similar, es ahora interpretado como contrapuesto al de Duhalde. Es más, esos dos liderazgos expresarían dos proyectos en pugna. El de Duhalde representaría a los grandes grupos económicos locales con intereses en la exportación. El de Kirchner representaba el de “más soberanía frente a los poderosos del mundo, más poder al Estado, mayor justicia social, nuevas representaciones sociales y políticas, lucha frontal contra las mafias policiales, respeto a los derechos humanos, verdad y justicia con los crímenes de la dictadura, no es exactamente la agenda del duhaldismo (En Marcha, 2004).

Partiendo de esa lectura, la inserción en el Estado se percibe como “natural” y apuntaba a aportar la experiencia de la organización enraizada en los barrios. En este sentido, se genera un vuelco fundamental en las concepciones de la or-ganización acerca del Estado. De las primeras interpretaciones ligadas al Estado como “proyecto de dominación” pasan a considerarlo como herramienta que permitiría potenciar las transformaciones sociales.

“Nosotros si bien combatimos contra el Estado en el origen, nacemos puteando contra el Estado pero siempre desde una posición estratégica en el proyecto político de que el Estado es valorable y que es una herramienta de la que hay que apropiarse. Las organizaciones que nacen de la izquierda más tradicional si bien en la teoría pueden tener alguna valoración con respecto al Estado, en la práctica no tienen ejercicio concreto de la política refugiados en que es un Estado burgués al que hay que seguir combatiendo y que es una herramienta del enemigo, no hay disputa concreta por el poder”. (Entrevista a dirigente de Libres del Sur)

Este “giro” en torno a la concepción del Estado tiene su fundamento en que el 2001 y 2002 significaba el tránsito hacia otra etapa política signada ahora por el avance de los “sectores populares”. Ahora bien, esta lectura permitirá entretejer

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una posición que irá, con el correr de los meses, acercándose al kirchnerismo hasta insertarse en el Estado.

En ese contexto, la crisis de 2001 era el eje vertebrador de las explicaciones de la organización, puesto que el propio gobierno de Kirchner era visto como un emergente de ese proceso. A partir de allí, el presidente habría retomado las banderas de los sectores más relegados por lo que encuentran una sintonía entre los objetivos del gobierno y los de la organización.

De esta forma, las tareas de esa etapa consistían en el avance de la construcción del frente nacional y popular. Su conformación implicaba no solo la dificultad del agrupamiento, sino también “conflictuar viejas expresiones políticas”. Esa es la definición que dan de la “transversalidad” que denomina un “ambicioso proyecto de reagrupamiento político estratégico”.

En ese marco, surge en junio de 2004 el Frente de Organizaciones Populares que nucleaba a los movimientos sociales afines al kirchnerismo como el MTD Evita, El Frente Transversal y la Federación de Tierra y Vivienda. La pregunta que se formulan es cuál es la postura que las fuerzas coincidentes deben adoptar en el proceso abierto en el 2003. La idea del Frente se basaba en el intento de “unir e instalar en el panorama nacional a uno de los componentes principales de este gran frente que hay que forjar en los próximos años: el kirchnerismo que existe y trabaja por fuera del partido justicialista” (Tumini, 2004).

De esa manera, se llega al 2005 con un panorama que planteaban se disputaría en dos frentes. El primero, al que califican de fundamental, era el del canje de la deuda que representaba la batalla que el gobierno llevaba adelante con los sectores financieros y de la banca internacional. El segundo, tenía que ver con la disputa interior contra “las viejas estructuras tradicionales y burocráticas” representadas fundamentalmente por Duhalde y “el viejo aparato del PJ”.

La dinámica del proceso era entendida en los mismos términos que la de los años setenta. En la actualidad la “nueva fuerza política portadora de un programa de transformaciones profundas de la Nación” se enfrenta a “los enemigos del cambio, quienes pusieron sus cañones en la transversalidad” (Tumini, 2005). Estos últimos, emparentados directamente con la dirigencia del justicialismo “más comprometida con la vieja política, esa penetrada de corrupción, de vín-culos mafiosos y de relaciones ‘carnales’ con el poder económico”, intenta, en la interpretación de la organización, equiparar la transversalidad como construcción por fuera y contra el justicialismo. Allí tienden un puente con lo sucedido en los setenta. “No es nuevo esto, ya se usó, es la estratagema de la derecha peronista en

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los setenta; y ya se sabe a qué apunta: a conservar poder y a castrar la posibilidad de que surja lo nuevo desde adentro y por afuera del PJ” (Tumini, 2005).

En síntesis, el movimiento planteaba librar dos batallas. La primera era con-tra la derecha que pretendía, según la lectura que realizaban los dirigentes de la organización, derrotarlos y hacerlos retroceder en la historia. La segunda, contra los enemigos internos que luego “de haber contribuido a destruir el país, buscan reciclarse para seguir” (Tumini, 2005). En ese marco, y a pesar de realizar esa serie de críticas, la organización se presentaba como “el brazo popular del kirchnerismo” que intentaba ser el eje de esa disputa.

Esta cuestión del enemigo dentro del kirchnerismo se reitera en varias oca-siones y es una de las preocupaciones centrales del movimiento a medida que avanza la presidencia de Kirchner. Desde esta óptica es vital para el avance del proceso una renovación política profunda y no alcanza “con algunos maquillajes solo en la superficie de las cosas”. Lo que se destaca es que las contradicciones del kirchnerismo parecen no resolverse definitivamente y los avances que se habían dado en 2005 parecen haber vuelto hacia atrás.

Se había remarcado en un comienzo que la organización Patria Libre, que termina confluyendo en Libres del Sur, se identificaba como un movimiento de “izquierda revolucionaria y popular”. ¿Qué implica en términos prácticos esa definición?, ¿cómo piensan la cuestión de la revolución y cómo debería llevarse a cabo?, ¿cómo se articula la identidad con el kirchnerismo?

La organización más allá de aparecer, sobre todo en los inicios, como una corriente “revolucionaria” tendrá un planteo “gradualista” al destacar la necesi-dad de avanzar lentamente en la organización del movimiento popular y de ir modificando las políticas de Estado.

En la primer Asamblea Nacional de Organizaciones Populares que se realizó en Parque Norte de la Capital Federal en el 2004, que contó con la participación de 54 organizaciones los movimientos más importantes como el Movimiento Barrios de Pie, la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat, y el MTD Evita, elaboraron un documento donde destacan que “creemos en la gradualidad de los logros a alcanzar y no suscribimos la pretensión de cambios instantáneos y rotundos. Porque hemos aprendido que cada decisión política para cambiar la realidad injusta que nos dejó un cuarto de siglo de políticas neoliberales, requiere de fuerza social organizada que la pueda sostener. Y ninguna transformación profunda de nuestra sociedad será posible, si no somos capaces de cambiar la relación de fuerzas existente”.

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No es posible en este análisis, realizar una transformación de fondo sin mo-dificar la relación de fuerzas sociales. Esta tarea, según la interpretación de las organizaciones, es la central en la etapa que se abre en 2003. En ese sentido, la posibilidad de un avance al socialismo sería en un estadio posterior. De esta forma, el planteo revolucionario lo entendían como una expresión de organizaciones opositoras al gobierno de Kirchner. Allí destacaban que la izquierda termina “haciendo el juego a la derecha” al cuestionar al proceso encabezado por Kirchner bajo un discurso “revolucionario”.

“La magnificación de una imagen de “caos y anarquía”, es funcional a quienes pregonan que el gobierno de Kirchner debe fortalecer una alianza con las viejas corporaciones de la política y con los sectores y grupos económicos que sostuvieron el modelo neoliberal las últimas décadas. Son éstos quienes quieren que el actual proceso fracase, no para instalar una propuesta corrida más “a la izquierda”, sino para volver a enriquecerse a costillas del sacrificio nacional. Es absolutamente infantil creer, como parece concebir esa izquierda opositora, que existe una correlación de fuerzas favorable para avanzar al “socialismo hoy”. Terminan creyendo lo que venden los medios informativos de la derecha en el sentido de pensar que son protagonistas principales porque los hacen aparecer en las primeras planas”. (En Marcha, 2004)

¿Qué entienden entonces por socialismo?, ¿cómo tomaría cuerpo ese proyecto en los análisis de las organizaciones? El socialismo lo plantean en los términos de la construcción de un proyecto antiimperialista y de reafirmación nacional y no en el plano de la “revolución marxista”. Lo “nacional” aparece revalorizado en la nueva escena política mundial a partir del fin de las experiencias socialistas y también a la luz de los cambios que se dieron en el plano latinoamericano.

La crítica que le formulan a los partidos y representaciones de izquierda es descartar de plano cualquier variante dentro del sistema capitalista y cualquier posibilidad de alianzas sectoriales o de clases. Afirman que esta línea política plan-tea que “todo capitalismo es igual de malo, por lo que no hay que involucrarse en las luchas interburguesas”.

Aquí aparecen dos de los déficit que les endilgan a esa “izquierda dogmática”. En primer lugar, la lectura de que la contradicción central estaría dada por la oposición burguesía-proletariado, cuando en realidad ellos proponen anteponer la contradicción Nación-Imperio. En este punto retoman a la revolución cubana

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(renovada hoy por la revolución bolivariana) como el ejemplo de las tareas que deberían realizarse en el sentido de conformar una alianza de clases “con todos los agredidos por el enemigo principal, que tenga una identidad que refleje la historia de lucha de esa sociedad y que ponga en el centro de la escena la contradicción Imperio o Nación” (En Marcha, 2005).

Allí se construye un puente entre la revolución cubana, la revolución boli-variana de Venezuela y el gobierno de Kirchner. En esta lectura el gobierno de Kirchner abre una puerta a un cambio de correlación de fuerzas a favor de las mayorías. Las diferencias con el chavismo las explican en que por las especifi-cidades del proceso político argentino en el cual “el embate del campo popular no rompe la identidad tradicional, sino que produce al interior del peronismo” (En Marcha, 2005).

Además, critican la idea de revolución como insurrección y toma del poder del Estado por caracterizarla como alejada de lo que denominan “posibilidades reales”. El alejarse de esas opciones “reales” generaría, en la óptica de la organización, una práctica “testimonial” que implicaría solo una oposición discursiva pero que en los hechos no se traduciría en acción. La estrategia revolucionaria estaría dada en esta etapa por la lucha por imponer un proyecto nacional.

“Entonces no es abandonar la estrategia revolucionaria, es darle una estrategia a cada etapa acorde a la realidad concreta, nosotros podemos seguir con el socialismo y hacer todos los discursos que queramos, pero posibilidad de influir sobre los acontecimientos con esa estrategia… Acá lo que va a estar parado son los proyectos nacionales y lo dijimos en el ‘96 y entonces no había ningún proyecto nacional en curso ni en Lati-noamérica, fijate todos los que hay ahora o sea que la visión que tuvimos de hacia donde iba Latinoamérica fue absolutamente acertada, más allá del éxito que puedan tener estos procesos lo cual está en disputa, pero lo que es innegable es que la salida para nuestros países eran los proyectos nacionales”. (Entrevista con dirigente de Libres del Sur)

La crisis de 2001 representa, en la interpretación de la organización, “un cambio en el bloque de poder”. El acceso de Kirchner implica entonces el inten-to de construcción de hegemonía de sectores de la burguesía con intereses en el mercado interno. En ese marco, puede existir una confluencia de intereses con estos sectores de la burguesía puesto que los uniría la idea antiimperialista.

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La idea central de la organización es la de priorizar las múltiples contradicciones de fuerzas. En este sentido, plantean que se deben dejar de lado lo que denominan cuestiones secundarias en pos de profundizar las acciones que la etapa necesita que se basen en la construcción de un frente antiimperialista.

Para sostener esta postura retomaban a Mao Tse Tung quien, en la interpre-tación de la organización, ajustaba su accionar político en centralizar en cada momento todos los esfuerzos en la principal contradicción, la determinante para el curso de los acontecimientos y dejaba las demás contradicciones que tenían carácter secundario. En la lectura de Mao resaltan que estas características tenían siempre un carácter temporario y cambiante, y la que hoy era principal podía devenir con el transcurrir del tiempo en secundaria y viceversa.

A partir de lo anterior proponen tener presente estas apreciaciones para poder interpretar adecuadamente el momento por el que transcurre la realidad del país. Este argumento les posibilita retomar la lógica de la principal contradicción para presentar el campo político dividido en torno al imperialismo, pero a su vez les permite diferenciarse, y eso será una constante durante todo el gobierno de Néstor Kirchner y hasta la ruptura en el de Cristina Fernández, del espacio kirchnerista del cual participan como una organización independiente y autónoma.

La inserción del Movimiento Evita

La inserción del Movimiento Evita en el kirchnerismo no aparece tan compleja como sí lo fue para las otras organizaciones, que les significó amplios debates e incluso rupturas internas. La militancia ligada al “peronismo de izquierda” rápi-damente se encolumnó detrás de lo que sería luego el Movimiento Evita con la intención clara de ser parte de la gestión del presidente Kirchner. En este senti-do, entendieron que la nueva etapa tomaba las “viejas banderas” del peronismo por lo que insertarse tenía más un rasgo de continuidad y de retorno que de ruptura y refundación como para las otras organizaciones. El peronismo como superficie de inscripción de la identidad del Movimiento Evita implica una doble identificación. En primer lugar con una tradición “clásica” en torno a la idea de Estado Popular, redistribución del ingreso y, por otro, un puente que articula lo anterior con los años setenta que está dado con la reivindicación de la lucha por los Derechos Humanos.

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Las primeras medidas del gobierno de Kirchner marcaron claramente, para los dirigentes de estas organizaciones, que se estaba ante una oportunidad his-tórica en la cual había que participar. La decisión de insertarse en el Gobierno fue leída como la posibilidad de reorganizar la “dispersión” de las organizaciones provenientes del “nacionalismo revolucionario” o “peronismo de izquierda” y encolumnarse con el objetivo de “reconstruir el movimiento nacional”.

La primera discusión que se dio alrededor de los núcleos preexistentes del Peronismo Revolucionario, u otros que venían de organizaciones piqueteras peronistas, era la necesidad de rearmar en el nuevo contexto una organización nacional. Kirchner representaba para estos núcleos militantes esa posibilidad. Desde esta concepción aparece la cuestión de cambiar la idea de Movimiento de Trabajadores Desocupados por una organización capaz de contener un arco político más amplio que tienda a cumplir con el objetivo central que era rearmar el “movimiento nacional”.

La idea de desarrollar el movimiento nacional y popular no se pensaba solo como representación de los excluidos, pese a la enorme importancia que las or-ganizaciones de trabajadores desocupados tendrán en el armado de lo que será el Movimiento Evita, sino que se planteaba como representación de los sectores medios y trabajadores. Por eso se organizará el movimiento en ramas “a la vieja manera” retomando la tradición de la experiencia Montonera del setenta. El movimiento tendrá de esta manera una rama juvenil que abarca a jóvenes del territorio y de las universidades; una rama sindical que comienza a reagruparse alrededor de dirigentes o militantes sindicales de base, aunque sin gran desarrollo; las mujeres, se nuclearán en el Movimiento de Mujeres Evita; y, posteriormente, se reconstruyó lo que habían sido en los setenta las Ligas Agrarias.

La cuestión de la identidad política por supuesto no sería un problema a discutir, era peronista. Evita expresaba las concepciones de esa pluralidad de organizaciones y el sentido político que se quería tomar.

“Nosotros no tenemos que ser un Movimiento de Trabajadores Desocu-pados, nosotros queremos ser un movimiento nacional, expresión política de todos los sectores nacionales y sociales. Fue la primera conclusión que todos aceptamos. Porque nosotros entendíamos que si es cierto que estaba abierto un proceso de reconstrucción del proyecto nacional y popular en Argentina, debíamos intentar, precisamente, reconstruir el movimiento nacional y popular”. (Entrevista a dirigente del Movimiento Evita)

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El Movimiento Evita planteaba entonces, como objetivo central, la recons-trucción del “proyecto nacional”, del “movimiento nacional” y la redistribución de la riqueza. Lo que además se destaca que en la búsqueda por la concreción de esos objetivos debe darse una militancia activa dentro de las estructuras del gobierno de Kirchner. El camino para el avance de las reivindicaciones populares que defienden se da en el acompañamiento del proceso y en insertarse en el Estado para transformar el “Estado neoliberal en un Estado Popular”.

“El Movimiento Evita nace como un desafío histórico: unir al campo nacional en el camino de fortalecer al gobierno popular. Porque la brecha que va abriendo nuestro presidente va sembrando el camino de esperan-zas. Se hace entonces posible y necesario un movimiento que organice la esperanza, que rescate el valor de la unidad (superando la fragmentación y el quietismo de las diversas tribus kirchneristas), que se comprometa con las políticas del gobierno, siendo puente entre Pueblo y Estado, que sea a su vez vehículo de las propuestas y necesidades de un Pueblo dispuesto a dar pelea contra los enemigos de la Patria”. (Evita, 2005: 2)

El proceso abierto en 2003 abre la posibilidad, en la lectura del movimiento, de que los sectores populares se apropien de parte de la gestión del Estado para la continuidad y el desarrollo del poder popular. Aquí trazan un paralelo con los años setenta en donde reafirman que la idea era apropiarse de un Estado que pertenecería al enemigo mediante la lucha armada. Según los dirigentes del Mo-vimiento Evita, en el caso de los Montoneros, la consigna era “hay que apropiarse del Estado oligárquico, hay que tomarlo por asalto”. Ahora, en el proceso abierto en el ‘83 con la democracia y en el 2003, principalmente con Kirchner, este sector afirma que “se abre un proceso progresista, el Estado recupera su condición de jefe, la conducción del gobierno nos convoca, entonces, vamos a formar parte de ese Estado” (Entrevista a dirigente del Movimiento Evita).

De esta manera, aparece con fuerza la idea de introducir el conflicto social en las estructuras estatales. En este punto se puede observar el cambio de visión con respecto a los anteriores gobiernos de Argentina. La idea de introducir el conflicto en el Estado solo es posible a partir de la lectura de que en esta etapa el gobierno es afín a los objetivos del movimiento.

Este posicionamiento de apoyo a la gestión presidencial, de ser parte integrante del proceso es uno de los elementos que más claramente definen al movimiento.

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El planteo de la organización se asienta en que en esta etapa de avance popular no sirve quedar fuera del Estado, sino que interesa ir adentro para explotar las posibilidades que abre la gestión. La idea del “Estado neoliberal enemigo” queda al margen para reconocer que la actual direccionalidad del Estado va de la mano de los intereses populares y la mejor forma de canalizarlos es a través de la parti-cipación en esas estructuras.

Aquí se desarticula la cadena de sentido que enlazaba al Estado con el neolibe-ralismo y con el Gobierno. Estos tres significantes que se encontraban unidos en la década del noventa y hasta 2003 se desarman y el Estado y el Gobierno comienzan a ser entendidos como posibles caminos de construcción popular y la noción de neoliberalismo que se encontraba atada a estos, pasa a formar una frontera identitaria que se aleja de la construcción kirchnerista formando una otredad.

“En algunas organizaciones que quieren pegarle al Estado es una cuestión política que quieren sacar a los que están y es lógico que se plantee, pero hasta ellos mismos no concebirían no avanzar hacia el Estado generando organización. Todo proceso revolucionario está claro que se va transfor-mando en el momento en que vas avanzando hacia el Estado, porque no se puede transformar y controlar sin tener los resortes para hacerlo, si no mirá en Cuba tomaron el Estado más allá de que se fue transformando en el camino, si vos no tenés las herramientas políticas, económicas y las leyes para hacerlo de dónde lo vas a hacer, de dónde lo masificás. La dinámica es tomar el Estado y de ahí hacer la transformación. Estamos en otra etapa, en una democracia formal y tenemos que avanzar hacia el Estado y no tenemos que ir al Estado a tomarlo sino a transformarlo e integrar a la gente hacia eso. No es nuestra tarea hacer prolijito al Estado porque cubriríamos el 2% de las demandas que existen y entonces lo que tenemos que hacer es meternos adentro e intentar transformarlo ¿qué es transformar? que la gente sea parte del proceso, que las problemáticas de los barrios se metan en la discusión de los ministerios”. (Entrevista a dirigente del Movimiento Evita)

De esta forma, el ingreso al Estado tiene como objetivo general “la liberación de la Patria y la justicia social para el Pueblo, o en las tres banderas históricas del peronismo, o bien en la consigna de FORJA en la década infame: Patria, Pan y Poder al Pueblo” (Koenig, Marcelo, Memoria y Movimiento, Revista Evita, Nº 5 marzo de 2006).

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Con ese objetivo general argumentan entonces cómo debe darse ese proceso y en base a ello cuál es la táctica y la estrategia en la coyuntura política. Esta lectura es central en la organización ya que a partir de esas interpretaciones se desandarán los posicionamientos ante determinados temas y en el campo electoral. Todo está atravesado por la posición que se tome ante las diversas situaciones y por la consideración del objetivo que se pretende alcanzar.

“Esto es como un viaje a Jujuy. Salimos de Capital. En ese momento habrá compañeros que salgan en esa estación pero quizás se bajen antes, pero no por eso dejan de ser aliados en alguna de las etapas. Por el contrario, habrá otros compañeros que no se subirán en el comienzo y quizás lo hagan en otra estación y nos acompañen hasta el final”. (Entrevista a dirigente del Movimiento Evita)

Desde esta perspectiva construían sus alianzas tácticas y estratégicas. Los aliados tácticos serán aquellos que acompañen la acción hasta determinado momento de su progreso. “Luego sabemos que no serán de la partida”. Los aliados estratégicos, en cambio, son aquellos que, sin pertenecer al seno del grupo acompañarán hasta el final de la acción, hasta cumplir el objetivo central planteado por el movimiento.

La inserción del MUP en el kirchnerismo

La inserción del MUP comienza con una serie de contactos con el entonces secretario de la Presidencia, Oscar Parrilli y con Carlos Kunkel, en ese momento subsecretario general de la Presidencia, que apuntaron a establecer puentes de acción comunes, la posibilidad de financiar algunas de la cooperativas del movi-miento y tareas que la organización venía desarrollando.

“Al principio de la gestión habíamos hablado con Kunkel, quien nos había venido a ver y le dijimos que si hacía todo lo que nos decía íbamos a estar con ellos. Cuando nosotros nos definimos por la opción de ser parte del gobierno y que ya el movimiento como estaba no podía seguir y que iba a haber una ruptura política, lo primero que hicimos fue llamarlo a Parrilli y comentarle que íbamos a laburar con él. Tuvimos la suerte después de que

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nos abriera la puerta y nos diera la posibilidad de profundizar el trabajo que veníamos haciendo desde el acuerdo con el gobierno. Fue progresivo igual, nosotros no nos incorporamos inmediatamente al Frente para la Victoria ni al gobierno”. (Entrevista a dirigente del MUP)

Este acercamiento se produjo en medio de, y a la vez dinamizó, una redefinición de la identidad política del movimiento. La inserción en el gobierno significó no solo el “giro nacional popular” sino una nueva concepción de las tareas y herra-mientas políticas para llevar adelante los “nuevos objetivos”.

“Nosotros teníamos una situación interna que era que todas las bases del movimiento apoyaban a Kirchner, y la conducción que decíamos que Kirchner era más de lo mismo. Cuando nosotros tomamos la decisión de acercarnos al gobierno, lo que primero se produce es una empatía mayor con nuestros propios compañeros. Y si además el que nos respalda es el secretario general de la Presidencia, para los que están en los cuadros in-termedios significa mucho. Aparece ahí un apoyo muy fuerte de participar en reuniones nuestras, en actividades. Después lo que se nos abre, son un montón de programas del Estado para la acción política y para la acción social. O sea nosotros de pasar de pelear por planes, pasamos a pelear por hacer cooperativas, para hacer veredas, para hacer casas, para trabajar en el Ministerio de Desarrollo”. (Entrevista a dirigente del MUP)

La redefinición a la que se alude planteaba la necesidad de trascender la forma organizativa en torno a ser un movimiento de trabajadores desocupados y pasar a ser un movimiento social de características más amplias capaz de nuclear otros sujetos sociales de lo que denominaban “campo popular”. Se ve también la im-portancia que tomará la inserción en la estructura estatal para la organización.

Esa decisión modificará la concepción que anteriormente tenían del Estado. El nuevo posicionamiento posibilitará nuevas acciones que contribuirán a conformar lo que después denominaremos el “giro nacional popular”.

“Dar el salto político o quedarnos como movimiento social, esta es la disyuntiva que se dio con Kirchner, porque ese gobierno avanzó en políticas sociales, en gasto público, generó esperanza en los sectores más humildes, al punto que el movimiento social como se lo conoce ya no

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sirve, porque hasta los sectores más humildes esperan otra cosa que el plan, el bolsón de comida o el comedor, porque la situación ha generado otras expectativas. Hay más trabajo y eso hace que el movimiento social como lo conocemos, como espacio de lucha para el desocupado, no exista más, y por eso el resto de las organizaciones que hoy están en la oposición no se beneficiaron menos que nosotros en lo que es proyectos productivos, subsidios para emprendimientos o el armado de cooperativas de trabajo y entonces, ¿por qué ven mal al K?, porque realmente los perjudica como estructura organizativa en los términos que conciben que tienen que con-tinuar, entonces la discusión es dar el salto político o no, empezar a jugar en otro nivel de la política. El tema es seguir siendo un sector marginal o empezar a disputar el poder”. (Entrevista a dirigente del MUP)

Desde el MUP entendían la dinámica de los movimientos de trabajadores desocupados como ligada a la reivindicación de los derechos básicos como la alimentación, y esa urgencia llevaba a la organización a concentrar todos sus esfuerzos en la solución de cuestiones inmediatas sin la posibilidad de plantear lo que denotaban “cuestiones de fondo” o “disputas culturales”.

A su vez, este cuestionamiento a la capacidad de acción de los movimientos de trabajadores desocupados, se centraba en una concepción distinta del poder. Esta partía de la idea de que los movimientos habrían quedado “presos” de una dinámica aislacionista y que la etapa que se había abierto en 2003 necesitaba lo que llamaban una “vocación real de poder”, que consistía en la disputa por espacios decisorios en el Estado.

Esta concepción del poder y de cómo debía operarse políticamente los llevó a revalorar el partido político como instrumento al servicio de una posible trans-formación, no obstante, siempre teniendo como referencia que habían surgido como movimiento social y que sus bases estaban identificadas con ello.

Estas distinciones consolidan el “giro nacional popular” que operó sobre la anterior reconceptualización del rol que debían afrontar las organizaciones en el nuevo marco político y, a través de una segunda instancia, ligada a que “las masas”, “los trabajadores”, “el pueblo”, es decir, las bases del movimiento valoraban el nuevo gobierno por lo que la dirigencia no debía aislarse de estas.

En los testimonios de los dirigentes del movimiento se observa un redescubri-miento del peronismo que anteriormente estaba ligado al neoliberalismo de los años noventa. Esta revalorización se entronca con la idea de un peronismo refor-

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mista abierto a la inclusión de movimientos “transformadores” que se orientaría hacia “sus raíces” intervencionistas y centradas en la justicia social.

“En el territorio hay que reconvertir y hacer un laburo centrado en cues-tiones de fomento, lo que es la concepción del peronismo. Entonces ya el eje no pasa a ser lo económico, el eje pasa a ser lo social, lo cultural, la familia. ¿Cómo y dónde van a vivir mis hijos? Ahora se recompone la relación social de otra manera porque hay otra perspectiva. Entonces, evidentemente, una sociedad en ese camino, es mucho más factible de ser organizada racionalmente, de manera peronista”. (Entrevista a dirigente del MUP) (Subrayado nuestro)

En la concepción que predominaba en los dirigentes del MUP que se habían acercado al Gobierno, la idea de revolución queda relegada, por lo menos mo-mentáneamente, en torno a la idea de la necesidad de reconstruir una sociedad “con justicia social”. Según la interpretación de los dirigentes hay dos formas de transformación, una por vía de la violencia que quedaba descartada en el mapa democrático y la que quedaba entonces era la de intentar por todos los medios que “la ciudadanía recupere otro rol” en la búsqueda de una sociedad integrada.

Ese imaginario de una sociedad justa e integrada los remite a los años setenta en donde interpretan existía una sociedad de esas características. Además, esa recuperación de la década del setenta les permite retomar el posicionamiento de las organizaciones de izquierda y su relación con el peronismo.

En los testimonios de los dirigentes del MUP aparecía con fuerza la idea del “pueblo peronista” para explicar la decisión de insertarse en el Gobierno. El “redescubrimiento” de la identidad del “Pueblo” operó como elemento de acerca-miento. A su vez, existe un componente de cuestionamiento a la visión “crítica” del peronismo que tenían anteriormente basado en el supuesto alejamiento que los dirigentes tenían de los sectores populares.

Es así que primó la idea de que había que insertarse en el Gobierno porque este era seguido por los sectores que se representaba, lo que implicaba que de seguir en una postura crítica hacia el kirchnerismo se iba a producir tarde o temprano un quiebre con las bases. Por ello, el pasaje de la etapa de “protesta”, de fines de los noventa, lo explicaban en términos del encuentro con una identidad popular que era el peronismo que podía tomar un sentido distinto al que había tomado durante el menemismo.

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“Fuimos el exponente de algo que había por debajo que era mucho más amplio, me parece. Con el tiempo, cuando vas a trabajar en la militancia cotidiana te das cuenta que todo el mundo es peronista, por lo que significó el peronismo. Empezás a entender, o empezamos a entender nosotros que el peronismo era una concepción de la sociedad, muy similar a lo que nosotros queríamos y a lo que nosotros planteábamos. Hoy visto en perspectiva evidentemente entre la ideología libertaria y el peronismo hay mucho, mucho que ver, en cuanto a buscar un equilibrio entre el rol del Estado y la sociedad. Como decía Perón, que ‘el capitalismo era el interés del individuo y el comunismo el interés del Estado, el peronismo venía a plantear un equilibrio entre ambos’”. (Entrevista a dirigente del MUP) (Subrayado nuestro)

La apelación a la identidad peronista de las bases es el eje central del “giro na-cional popular” de la organización. Esta perspectiva implicaba que el ser opositor al gobierno de Kirchner era ir contra las bases, lo que provocaría un aislamiento de la dirigencia, que era lo que decían le ocurría al resto de las organizaciones.

“A los dos meses de andar la gente se hizo kirchnerista. En los barrios hay gente que es peronista hasta la médula. Entonces tarde o temprano los movimientos se terminan disolviendo, porque los que fueron en contra del gobierno van contra la gente. Pero en un primer momento, había una cuestión perversa que era que las bases pensaban una cosa y la dirigencia pensaba otra. Entonces ¿qué mecanismo llevaba a que esa gente fuese a pelear contra su propio gobierno? Evidentemente era el manejo cliente-lar, de los planes y la mercadería que había en todos los movimientos”. (Entrevista a dirigente del MUP)

El peronismo se redescubre desde lo barrial, desde la experiencia de la militancia y desde una adhesión al revisionismo. En los comienzos del MUP si bien se mostró que se reivindicaba el anarquismo desde una perspectiva más latinoamericanista, no estaban tan fuertemente marcados los elementos del revisionismo histórico como marco conceptual de análisis político.

“Y yo tenía una visión muy lineal ¿cómo puede ser peronista, si Menem le está regalando todo? Yo no había vivido el peronismo, y además evi-

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dentemente durante muchos años acá se escondió la historia del pero-nismo. No se hablaba del peronismo de Perón. O sea, el peronismo era el menemismo. Sin embargo, el peronismo esencialmente representa las clases populares en un momento en el cual eran poder”. (Entrevista a dirigente del MUP)

A su vez la relectura del peronismo les permite retomar la idea de construir una contrahegemonía. Eso los “aleja” de pensar el proceso revolucionario como de “rápida ruptura del orden” para hacerlo en términos de pequeños avances hacia la transformación. De hecho la crisis de 2001 se analizaba como un colapso del sistema neoliberal que no podía ser suplantado por una nueva fuerza política. Eso constituía el nexo entre el kirchnerismo, el peronismo y la organización. Dotar de un sentido transformador al espacio político que surgía era la tarea de la organización para su dirigencia.

“Teníamos una visión muy ingenua de la realidad al creer que el fin del neoliberalismo iba a ser producto de solo el desgaste que estaba sufriendo el modelo. Nosotros veíamos que lo que estaba pasando era el colapso del modelo neoliberal, pero no veíamos que surgiera algo superador, primero no había un espacio político, social, cultural y económico que pudiera reorganizar la sociedad”. (Entrevista a dirigente del MUP)

A su vez, comienza a existir una relectura de la crisis del 2001. De ser el quiebre y un momento de condiciones para la revolución comienza a ser leída como una etapa “anómica”. Con esto referimos a la idea de que la crisis lejos de ser vista por la organización como la puerta de entrada al proceso revolucionario, se la identificó con la idea de un reclamo de múltiples sectores y clases sociales por un retorno al orden perdido. Es decir, la lectura hacía hincapié en que “la sociedad” buscaba ese orden perdido por la década neoliberal, pero eso no implicaba “una salida socialista”.

“El estallido popular reunió a distintas organizaciones en un programa muy básico compartido pero que no necesariamente podía conducir a un cambio de modelo. Había un programa que nos unía: los comerciantes querían vender más, los desocupados querían trabajar o tener algo para

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sobrevivir, el movimiento estudiantil no quería que les cierren las facultades ni que le achiquen el margen de vida a futuro, el campo quería la devalua-ción, ese era el programa. El 20 de diciembre del 2001 se hizo porque la gente quería eso. La gente no quería socialismo, el grito ‘que se vayan todos’ en realidad era un grito común, la gente tampoco quería que se vayan todos. El comerciante quería vender más, nada más y el desocupado quería comer. Nosotros hacíamos una marcha que por ahí juntaba 3.000, 4.000 personas. ¿Sabés lo que querían nuestros compañeros? querían comer, no querían un socialismo ni un gobierno… nosotros lo que planteábamos es que a través de un gobierno popular se podía lograr la demanda de cada uno de esos sectores”. (Entrevista a dirigente del MUP)

La operación discursiva que los inserta dentro del kirchnerismo generó una redefinición identitaria que implicó nuevas lecturas del pasado y una manera diferente de interpretar elementos clave de la identidad primera como ser qué es el peronismo, qué implica la revolución, cuál es el camino para llegar a ella y cómo es la dinámica de la lucha de clases.

Surge la pregunta entonces acerca de cómo aparece el pasado anarquista en el marco de significación que construyeron en lo que denominamos el “giro nacional popular” de la organización. La sutura que construyen entre el anarquismo y el peronismo gira en torno a que las dos identidades, desde la mirada de la organi-zación, son formas de representación de “los sectores populares”.

“El de los noventa era un Estado burgués ahora lo que seguimos mante-niendo del anarquismo son los principios y la lucha de clases. Estamos en una lucha de clases permanente, por más que hoy juguemos en lo electoral o en la política tradicional, nuestra estrategia es seguir hacia delante por la justicia social, por el trabajo, por la educación, no se termina acá ni en cinco años, hay que darle para adelante hasta que las clases populares obtengan todo tipo de derechos políticos, sociales, culturales, económicos. El anarquismo y el peronismo no son enfrentadas, vienen de las luchas obreras donde lo que hicieron fue organizar a la clase obrera”. (Entrevista a dirigente del MUP)

Esto último reviste gran importancia y constituye uno de los dos elementos centrales que el MUP articula en la operación discursiva de la inserción en el

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kirchnerismo. Me refiero al “redescubrimiento del pueblo peronista” y ligado a este aparece la idea del peronismo como expresión de lucha de clases y como la “forma nacional” que adquiere ese conflicto.

De la misma forma, retoman el vínculo entre las dos identidades a partir de la idea de que en el período de las dos primeras presidencias de Perón muchos militantes anarquistas se habían pasado al peronismo. Además, según la lectura del MUP el programa del peronismo habría plasmado en la realidad cuestiones del programa anarquista.

La cuestión de la naturaleza del Estado aparece como compleja de resolver puesto que partirían de concepciones enfrentadas, no obstante, el vínculo que construyen explica la necesidad pragmática de consolidar un “poder fuerte” que opere a favor de los sectores populares. Este “giro pragmático” lo explican por la etapa histórica que se atraviesa y guarda relación con la “forma de acumulación política” que expresaban con la llegada de Kirchner al poder. La fortaleza del Es-tado entonces no será un factor de opresión sino una condición del avance de los sectores populares y como contrapartida identifican el debilitamiento del Estado con el fortalecimiento de los sectores transnacionales opresores.

Los tres puentes discursivos para el pasaje de una tradición política al kirchnerismo

Se puede definir la identidad como la conformación “exitosa” de una determinada articulación de sentidos en torno a puntos nodales que adquieren relativa estabilidad (Laclau, 1990, 2005 y Laclau y Mouffe, 2004). La llegada de Kirchner y sus primeras medidas al frente del gobierno provocó en las tres tradiciones políticas analizadas una desarticulación de los puntos nodales que constituían las identidades de las organiza-ciones que conformarán Libres del Sur, Evita y el Movimiento de Unidad Popular. La “llegada” al nuevo espacio reestructurará de forma disímil a cada una de esas cadenas de equivalencias que daban forma a las tres vertientes.

Dentro del espacio de los movimientos sociales el antagonismo, que conso-lidaba fuertemente los posicionamientos en la etapa previa a 2003, era la articu-lación discursiva que se tejía entre el neoliberalismo, el gobierno y el Estado. Es justamente a partir del discurso de Kirchner, en donde se rompe esa ligazón que provocará una redefinición identitaria en las organizaciones. Al comienzo de esta

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etapa, las formaciones políticas reconfigurarán sus identidades y construirán lo que llamamos “puentes discursivos”, que permiten explicar las estrategias de las organizaciones en relación al presente, su historia y sus tradiciones.

El primero de los pasajes que denominaremos “etapa de avance” está relacionado al caso de Libres del Sur y sus organizaciones predecesoras (Barrios de Pie, Patria Li-bre, Partido Comunista Congreso Extraordinario) y hace hincapié en el acercamiento paulatino que tuvieron con el gobierno de Kirchner. En este caso la concepción latinoamericanista, antiimperialista y de cuestionamiento al neoliberalismo fueron los principales argumentos para formar parte del nuevo gobierno.

No obstante, el gobierno aparece como algo externo a la organización, se está en él pero de una forma distante y evaluando todos los pasos que se daban. En este caso, la autonomía es reivindicada fuertemente y el movimiento actúa como conjunto tomando sus decisiones a través de su organización interna.

Las tres organizaciones analizadas tienen la similitud de caracterizar el 2001 como un quiebre histórico y como una crisis del sistema neoliberal dominante. A su vez también coincidieron en cuestionar el accionar de lo que denominan “la izquierda”, por no haber reconocido una oportunidad que ese proceso abrió para la construcción de “un nuevo orden”.

En torno a la inserción de lo que será el movimiento Libres del Sur, pudimos observar una mutación en su posicionamiento que transcurre en cuatro etapas diferenciadas. La primera, en donde Kirchner era interpretado como la continui-dad del modelo neoliberal. La segunda, en donde esa interpretación empezó a dar lugar a otras de carácter más conciliadoras: el nuevo presidente, si bien no era lo esperado, expresaba un corte con el neoliberalismo. La tercera abrirá la etapa de inserción directa en donde la lectura del nuevo proceso será apoyada en los términos de ser un gobierno al servicio de los intereses de los sectores populares. Por último, se producirá a fines de 2008 la ruptura con el kirchnerismo.

En este caso la inserción parte de la espera y ratificación de lo que entienden son una serie de señales que Kirchner habría dado acerca del rumbo de su gobierno. Lo que se quiere remarcar es que en la llegada de la organización al espacio kirchnerista tuvo un peso central la cuestión antiimperialista y latinoamericanista que el presi-dente retomaba en sus discursos, es decir que el puente discursivo se daría porque “desde arriba” se habría dado el espacio para la participación de la organización y porque el gobierno representa los mismos intereses que la organización.

Aboy Carlés (2007) destaca que la emergencia de identidades “populistas”, que pretenden una representación comunitaria global, pronto choca con la resistencia

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de identidades sedimentadas que demuestran una menor plasticidad para el cambio que aquella que aparecía propuesta en la impronta fundacional. A diferencia de las otras organizaciones, el peso de la identidad sedimentada fue mayor en el caso de las organizaciones que conformarán Libres del Sur, puesto que no se fundió dentro del “kirchnerismo” sino que resguardó su identidad estableciendo una alianza en donde la relación hacia el espacio transversal continuó siendo de exterioridad.

El segundo puente se estructuró en la reconstrucción de la tradición plebeya del peronismo, que se relaciona con el movimiento Evita y se fundamenta en el rescate del ideario de la izquierda peronista. Este caso es, sin duda, la operación menos compleja, porque la ruptura que significó la inserción para las otras dos organizaciones fue en realidad, para el Evita, una cuestión rápida y lógica puesto que podría pensarse que percibieron que era el gobierno el que retomaba y se acercaba a las “banderas históricas del peronismo” por lo que la participación en ese espacio era vivida como el renacer del campo “nacional y popular”.

Para esa identidad política la idea de Pueblo ligado al peronismo estuvo desde los comienzos, por lo que la ligazón “por abajo” estaba consolidada y faltaba la articulación “por arriba” que se daría con la lectura de que Kirchner estaría reto-mando las históricas banderas de justicia social e independencia económica.

Inmediatamente se identificó el discurso de Kirchner como destinado a reconstruir el Estado de Bienestar y el “proyecto nacional” y realizaban una comparación del proceso abierto en 2003 con el año 1945. Ambos períodos estarían precedidos de sendas “décadas infames” y serían etapas en donde el Pueblo habría recuperado el protagonismo a partir de la construcción de un Estado a favor de los sectores populares. En este sentido, entendieron que la nueva etapa tomaba las “viejas banderas” del peronismo por lo que insertarse tenía más un rasgo de continuidad y de retorno que de ruptura y refundación como para las otras organizaciones.

El Movimiento Evita reconstruirá una sólida identidad sedimentada, con-densada en redes heterogéneas de militantes de antiguas experiencias ligadas al peronismo de izquierda, que nucleaban a ex militantes montoneros; expresiones ligadas al peronismo en los años ochenta; y la vertiente de movimientos de tra-bajadores desocupados que reivindicaban la identidad peronista. La llegada de Kirchner produce una reactivación de ese sustrato en un nuevo contexto. Estas redes reconstruyeron el imaginario simbólico del “peronismo de izquierda” en el marco del sistema democrático y confluyeron en el armado del Movimiento Evita como espacio que disputaría al interior del peronismo.

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Además el pasaje operó de forma más directa que en las otras organizaciones puesto que el acercamiento tenía como fundamento la idea de “recuperación” del peronismo. Desde la organización se interpretaba que el movimiento peronista volvía a ser lo que históricamente había sido, es decir, un movimiento “trans-formador y popular”. En ese marco, la participación de la organización en ese espacio “refunda” una tradición persistente.

Asimismo, la organización reconstruye la etapa kirchnerista como otra “cruzada regeneracionista” del peronismo. Para ello apelan a la historia y destacan que al igual que otros procesos, como los primeros gobiernos de Perón y su vuelta en el ‘73, estos se vieron precedidos por etapas “oscuras” como lo fue el neoliberalismo en los años noventa.

Como se pudo observar tanto para las organizaciones que conformarán Libres del Sur como para el Movimiento de Unidad Popular la llegada al espacio “trans-versal” generó un proceso de discusión y requirió de una operación política más compleja. Esto implicó que las tres vertientes revisen sus interpretaciones sobre la cuestión revolucionaria y sobre el Estado.

Allí también existían diferencias notorias, mientras el Movimiento Evita se fundía detrás de la idea de “proyecto nacional” las otras dos organizaciones construían un paso entre las concepciones de Estado como dominación a pensar el Estado como posible articulador de los intereses populares.

En el tercer caso, el Movimiento de Unidad Popular, la construcción del puente hacia el kirchnerismo aparece como más compleja. La decisión de formar parte del espacio “transversal” generará la ruptura de la organización. A su vez, exhibe una distancia “mayor” entre su identidad originaria, que como se mostró estaba ligada al anarquismo, y la mutación que implicó el nuevo panorama político abierto en 2003.

El pasaje se construirá sobre una revisión de la identidad tradicional y sobre una nueva lectura del sujeto político al cual se aspiraba a representar. A su vez, ese “redescubrimiento del Pueblo peronista” producirá una recomposición identitaria en los dirigentes del MUP que se insertarán en el gobierno. Esto generó lo que denominamos “giro nacional popular” que implicó una transformación en los marcos de interpretación de la realidad política por parte de la organización y la relectura de los anteriores.

En este último punto el Movimiento de Unidad Popular también planteó la idea de una etapa de avance, aunque lo hace desde la perspectiva de la im-posibilidad de desencadenar un proceso revolucionario puesto que haría falta “conciencia y organización”. Para ello plantearon la formación del Frente de

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Clases Oprimidas que combatiría el intento del “viejo discurso populista” de reencauzar el conflicto.

Allí radica una diferencia sustancial con el Movimiento de Unidad Popular, puesto que el puente hacia el kirchnerismo, si bien también reivindican el dis-curso del presidente, estaría dado “desde abajo” a partir del redescubrimiento del “Pueblo peronista” como motor de la mutación identitaria. Unas páginas antes se desarrolló dicho proceso que tuvo como ejes centrales el redescubrimiento de la identidad del sujeto político al cual se aspiraba a representar y de las esperan-zas que el gobierno de Kirchner despertaba en esos sectores. De esta forma, se visualizaba que era imposible “no estar con ellos”.

Existe en ese proceso, en los testimonios de los dirigentes, una intención de acercamiento a los sectores populares, que incluyó una redefinición de la propia identidad. Se da una tensión entonces entre la identidad política con la que los militantes llegaban al barrio y la de los habitantes. De esta forma, comienza a haber una inclinación hacia la identidad peronista que empieza a ser leída como sinónimo de Pueblo. A su vez el gobierno de Kirchner habría despertado, según esta interpretación, la esperanza en los sectores populares con lo cual se hacía inviable políticamente predicar en contra de ese proceso.

En el caso del Movimiento de Unidad Popular la mutación identitaria que se dio con el “giro nacional popular” hizo que se pasara de pensar en “clases opri-midas” a “Pueblo” como sujeto oprimido y a su vez “peronista”. Esa articulación de sentido explica en parte el pasaje de una identidad anarquista a una “nacional y popular”. De esta forma, se desarrolló una doble identificación que rearticulará su cadena de significaciones previas. En este punto es necesario pensar en la di-ferencia entre identidad e identificación. Por el primer concepto se entiende una cierta estabilidad en esa cadena equivalencial (Laclau, 2005) que la constituye. En tanto, el concepto de identificación reabre la posibilidad de redefinir la identidad en la búsqueda de una nueva sutura.

Como bien señala Hall (2003) la identificación se construye sobre la base del reconocimiento de algún origen común o unas características compartidas con otro grupo o con un ideal. La identificación desde esta perspectiva expresa un lazo emocional con otro sujeto y consistiría, según el autor, en un moldeado a imagen de otro que se funda en la proyección y la idealización. De esta forma, la identidad es el punto de sutura inestable entre los discursos y las prácticas. De tal modo, las identidades son puntos de adhesión temporaria de las posiciones subjetivas

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que construyen las prácticas discursivas. Son el resultado de una articulación o encadenamiento “exitoso” del sujeto en el flujo del discurso.

Este proceso puede ayudar a comprender el paso del MUP al kirchnerismo. Hay, en el discurso del movimiento y de sus dirigentes, un doble proceso de identifica-ción con el peronismo que aparece anudado al kirchnerismo. Por un lado, hay una identificación en el sentido que expresa Hall (2003), es decir una construcción e idealización con el sujeto Pueblo-Peronista, y por otro, la identidad anarquista de sus inicios mutará hacia una identidad “nacional-popular” en un intento de acer-camiento al kirchnerismo. Esa inserción en el nuevo espacio político implicará una reorientación del discurso y los elementos que estructuraban la identidad anarquista serán desplazados por los de la identidad “nacional y popular”.

Por ello los puntos nodales del discurso basados en las concepciones de clases oprimidas, lucha de clases, anarquismo, Estado como dominación, se desplaza-rán y la identidad se reconfigurará en torno a la idea de justicia social, Estado al servicio del Pueblo y Peronismo como motor del cambio, que ya no será pensado en términos “de insurrección” sino en la forma de una transformación gradual de la sociedad en los marcos de la democracia.

En el caso del MUP se puede observar el proceso de conformación y despla-zamiento de una identidad política. Nuevas identificaciones dieron lugar a una desarticulación de los puntos nodales que estructuraban la identidad anarquista y dieron lugar a una rearticulación en torno a los ejes estructurantes del espacio “nacional-popular”. Esa rearticulación operó “desde abajo” al producirse una identificación como acercamiento e idealización con el sujeto popular-peronista y “por arriba” con una “seducción” de la identidad que se pasará a compartir, que será el kirchnerismo.

Reflexiones finales

Estos procesos de reconfiguración identitaria anteriormente desarrollados dieron lugar a tres formas de inserción distintas. En primer término denominaremos como “fusión identitaria” la reconfiguración del Movimiento Evita en el espacio kirchne-rista. En segundo lugar, Libres del Sur se incluirá en una alianza con el gobierno en los términos de la producción de una serie de ganancias a corto plazo basadas en una relación contingente y concebida exteriormente entre fuerzas políticas que no fusionaron sus cadenas significantes (Howart, 2008) y la preocupación por la propia

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identidad continuará como elemento central de la organización en toda la etapa posterior al 2003 marcando constantemente los límites con el kirchnerismo. En este plano, los significantes “pejotismo” y “vieja política” conformaban una frontera discursiva que impidió la articulación o fusión como en el caso del Movimiento Evita, aunque participarán del espacio común. Por último, observamos un proceso de “peronización” a partir de un “giro nacional popular” en la identidad del Movi-miento de Unidad Popular en el cual absorberán significantes ligados al peronismo, solapando los elementos simbólicos del anarquismo en lugares subalternos dentro de sus cadenas de significación. Ese momento decisorio de inserción transformó la identidad de la organización que desestabilizó la cadena de significantes ligados al anarquismo para dar lugar a la hegemonía, dentro del propio discurso, de los elementos “nacional populares”. Este cambio reconfigurará desde esa coyuntura la identidad que ingresará en un proceso de “peronización” en el sentido que adopta una ideología extraña hasta ese momento, el peronismo.

En este sentido, la idea de “conversión” resulta oportuna en tanto esta organi-zación intentó distinguirse de otras modalidades de aproximación al kirchnerismo-peronismo que tuvieron otras agrupaciones. La conversión implica entonces un alejamiento, rechazo o crítica a su pertenencia anterior, y el consecuente descubri-miento o redescubrimiento de un campo político antes extraño o incluso opuesto, de manera que comienza a construir su nueva identidad, a “construirse a sí mismo a través de la conversión” (Reta, 2008). La modalidad de inserción que derivó de la reconfiguración de la identidad se caracterizó por una resignación decidida de la autonomía, en tanto para este movimiento la autonomía, a diferencia de Libres del Sur, no es un valor político que deba perseguirse. Sus dirigentes afirman ser “orgánicos al proyecto de Kirchner” y no plantean la discusión acerca de la capacidad del Partido Justicialista de ser el vehículo del cambio.

Estas formas diferenciales que adquirieron esos desplazamientos discursivos y los elementos simbólicos que predominarán en cada una de las identidades explicará las también diversas maneras de articular con el espacio kirchnerista. Si bien se hizo hincapié en las diferencias que se establecieron a la hora de insertarse, las tres organizaciones compartieron la idea de estar dentro del Estado e interpretaron al nuevo Gobierno como antagónico del neoliberalismo lo que les permitió, de diferente modo, significar el proceso como de avance. Por otro lado, la constitución de límites y fronteras iden-titarias que históricamente tenían con otras expresiones de la izquierda sumada a una interpretación del proceso histórico hizo que las organizaciones, con sus diferencias se articulen con el gobierno de Kirchner.

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En los tres casos se puede advertir la tensión constitutiva de toda identidad política que aspira a crecer en un contexto dado. Aboy Carlés (2001 y 2007) des-taca la tendencia contradictoria implícita en la afirmación de la propia identidad diferencial y la pretensión de expandirse más allá de los propios límites diferen-ciales. Así una fuerza política con aspiraciones de poder, atraviesa siempre esa disyuntiva que supone toda tentativa de crecimiento, que es la conversión de lo que inicialmente aparece como el afuera de la nueva identidad diferencial a la propia identidad emergente, o ante la resistencia de antiguas identidades sedimentadas, la apertura de un proceso de negociación en el que las distintas identidades, la emergente y la sedimentada desdibujan sus límites constituyéndose una identidad que ya no reconoce exclusivamente ni en la ruptura fundacional de la identidad emergente, ni en las características previas de las identidades sedimentadas.

Como marca el autor, toda identidad política con pretensiones de expansión reproducirá ese inestable juego entra particularidad y universalidad, entre la afirmación de su diferencia específica y la pretensión de cubrir un espacio más vasto. Esto es central para analizar la dinámica de las organizaciones. En los tres casos aparece reflejada la búsqueda de esas identidades de generar espacios colectivos más amplios. Ahora bien, el espacio de articulación comienza a ser el peronismo, con lo cual esa identidad que conformaba la exterioridad constitutiva de las organizaciones pasa a ser parte, aliado o a ser refundado. Como reflexión final, las tres organizaciones analizadas desarrollan distintos posicionamientos, y expresan de diversa manera esa tensión de la propia identidad entre la custodia de la propia “esencia” o la apertura y articulación hacia espacios que anteriormente no conformaban parte de la misma.

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Resumen

Este trabajo se propone analizar la articulación de un grupo de organi-zaciones que habían protagonizado la oposición al modelo neoliberal en lo económico, delegativo, en lo político a partir de mediados de los noventa con el gobierno de Néstor Kirchner. Se plantea un estudio que recupera la historia de las organizaciones y permite comprender que la dinámica política que comienza en 2003 no es una ruptura, cooptación y abandono de prédicas revolucionarias, sino que se trata de un proceso de construcción y reconstrucción de las identidades “nacional populares”, en donde se pone en juego la historicidad sedimentada de las organizaciones en un nuevo con-texto. Interesa desarrollar una lectura de largo plazo de las mutaciones de las identidades de las organizaciones para captar los elementos de continuidad y los antecedentes precursores que se corresponden con desarrollos y posi-cionamientos ulteriores.

Palabras clave: nacional popular, kirchnerismo, identidades, tradiciones políticas.

Abstract

This article attempts to analyze the articulation with Néstor Kirchner’s government of a group of organizations that during the 1990’s had opposed the neoliberal model and the delegative political system of Menem´s period. The study retrieves the history of the organizations and allows us to un-derstand that the political dynamics beginning in 2003 is not a cooptation nor a rupture with revolutionary ob-jectives, but a process of building and reconstruction of “national popular” identities, in which long term histori-city of these organizations is at stake in a new context. We intend to develop a long-term perspective of the changes in the organizations’ identities in order to capture the elements of continuity and the precedents that correspond with further developments and political positions.

Key words: national popular, kirchnerism, identities, political tra-ditions.