la ciencia-politica-de-marcel-prelot

109

Upload: salonvirtual

Post on 11-Apr-2017

221 views

Category:

Education


6 download

TRANSCRIPT

Page 1: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot
Page 2: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

LA CIENCIA POLITICA

Page 3: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

Título de la obra original:La Science politiquePresses Universitaires de France, Paris, 1961

Traducida por Thomas Moro Simpson

La revisión técnica estuvo a cargo del traductory del doctor Luis A. Arocena,profesor de la Universidad de Buenos Aires

Sexta edición: Diciembre de 1972

EU D EBA S.E.M.Fundada por la Universidad de Buenos Aires "P LA N E D IT O R IA L 1972/1973"

(Ó ) 1964

EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES - Rivadavia 1571/73 Sociedad de Economía MixtaHecho el depósito de leyIMPRESO EN LA ARGENTINA . PRINTEO IN ARGENTINA

Page 4: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

INTRODUCCIÓN

I. La políticaLa definición de política que adoptaremos se apo­ya tanto en la historia de las palabras como en la historia de las ideas, se inspira ampliamente en las concepciones y el vocabulario actuales.En las ciencias humanas es necesario remitirse a la opinión general. Los sociólogos han observado una correspondencia directa entre la formación del len­guaje y la creación del derecho. Lo mismo se aplica a los conceptos políticos. Con fretuencia basta aclarar la posición tradicional y medir exactamente su valor para que se desvanezcan numerosos equívocos. En lu­gar de soluciones diversas y controvertidas, prevalece la que goza de la más amplia aceptación.La palabra “política” se origina en las palabras griegas polis, politeia, política, politiké.

— é polis: la Ciudad, Estado, el recinto urbano, la co­marca, y también la reunión de ciudadanos que forman la ciudad;— é politeia: el Estado, la Constitución, el régimen po­lítico, la República, la ciudadanía (en el sentido de derecho de los ciudadanos);— ta política: plural neutro de políticos, las cosas po­líticas, las cosas cívicas, todo lo concerniente al Estado, la Constitución, el régimen político, la Re­pública, la soberanía;— é politiké (techné): el arte de la política.

Para los antiguos, la política pragmateia es el es­tudio o el conocimiento de “la vida en común de los hombres según la estructura esencial de esta vida, que es la constitución de la ciudad” 11 Eric Weil, Philosophie politique. París, Vrin 1956. pág. 11.

5

Page 5: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

1

El hombre antiguo, tal como lo definió Aristóte*aparece así como un ser o “animal cívico”. Se dis­minuye enormemente el alcance de la definición al traducir zoon politikon por “animal social”. El animal es también social, pero solo el hombre es político. El hombre no vive en manadas o en hordas; su carácter específico es vivir insertado en el organismo social que constituye la Polis, la Ciudad, y ésta es para él tanto una necesidad natural como ideal.La Polis no es solo la ciudad como planta urbana. Atenas como Ciudad-estado es mucho más vasta que la Atenas como recinto urbano. No solo incluye la metrópoli, sino también un territorio agrícola, la campaña circundante, sembrada de granjas y peque­ños pueblos, y un puerto: el Píreo. Es todo esto lo que constituye el Ática. Su estructura política integra un conjunto complejo, como el de un cantón suizo. El recinto urbano es, sin duda, esencial; es el “músculo cardíaco”, al decir de Maurice Defourny, 2 pero no es toda la Ciudad-estado.Hay pues correspondencia, en cuanto al concepto mismo, entre la Ciudad antigua y el Estado moderno. Aún hoy empleamos a veces el término “Ciudad” en el sentido antiguo. R. Poincaré ha escrito hace peco una obra de vulgarización titulada: Ce que demande la Cité,3 donde se considera las exigencias del Estado francés y no las necesidades de París.La correspondencia verbal entre la Ciudad y el Estado se halla asegurada, en latín, mediante la pala­bra respublica. A ta politika —las cosas cívicas, lo que concierne a la ciudad— corresponde res publica: la2 Essai sur la Politique d’Aristóte. París, Beauchesne, 1932, p. 7. [Como bien se ha observado, los griegos utili­zaban una palabra especial —asty— para referirse a la ciu­dad como mero lugar de residencia y aun como centro capital de una comunidad políticamente organizada. La ex­presión polis varió con el tiempo de significación. Comenzó por indicar a la ciudadela —la acrópolis en Atenas, p.e., y terminó por nominar a la totalidad de elementos que se inte­gran en la constitución de un organismo político soberano. Vid. Ernst Barker, The Politics o/ Aristotle, Oxford Uni- versity Press, 1952, “Introduction”, págs, lxiv - lvx .3 París, Hachette, sin fecha (hacia 1910).

6

Page 6: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

cosa pública. Según Quicherat, de República erit si- lentium se traduce por “no hablaremos de política”; y accedere ad Rempublicam por “intervenir en polí­tica” (Cicerón). Como adjetivo, “repúblico” es equi­valente a ' cívico”. El eco de esta equivalencia llega hasta el siglo xvm , en las expresiones revoluciona­rias “juramento cívico” y “espíritu cívico”.El latín clásico no utiliza la palabra politicus (a, um) más que como adjetivo. Si bien Cicerón to­ma directamente del griego la palabra politeia para designar la República, usa una perífrasis para desig­nar el conocimiento político: civilis scientia, y tam­bién rerum civilium scientia. Quintiliano dice civili- tas, y Tito Livio ars reipublicae gerendae.Más tarde la palabra “Estado” se une a la ex­presión res publica. La conjunción “estado de la cosa pública” aparece en la definición del derecho pro­puesta por Ulpiano: Hujus studii duae sunt positio- nes: publicum et privatum . Publicum jus est quod ad statum rei romanae spectat; privatum, quod ad singulorum utilitatem (“En el estudio del derecho hay dos aspectos: el público y el privado. El derecho público concierne al estado de la República; el pri­vado, a la utilidad de los particulares”) 4.En sí mismo, el término status solo significa una posición, una actitud, el estar de pie. Da la idea de una cierta estabilidad. Pero adquiere un sentido po­lítico con el determinativo “la cosa romana” o “la co­sa pública”. Con el correr del tiempo la palabra status y la expresión res publica fueron adquiriendo poco a poco, y separadamente, el mismo sentido.La latinidad media y baja desconoce la palabra politica, que no figura en el glosario de du Cange (1678). En francés, en cambio, la palabra “politique” se emplea desde el siglo x m en el sentido griego del término. En el Livre de toutes choses (Libro de todas las cosas), Brunetto Latini observa que política es el gobierno de las ciudades, que es la ciencia más alta y más noble y comprende los más nobles oficios

4 Instituías de Justiniano, libro 1,1.1: De Justitia et Jure, IV.7

Page 7: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

del mundo, de modo que la política comprende gene­ralmente todas las artes que ocupan a la comunidad humana”. De igual modo, en la lengua erudita de los siglos xv y xvii se usa politie por gobierno, y policien para referirse al ciudadano y al hombre de Estado; durante un tiempo aún más largo y más corrien­temente, pólice designó la forma establecida de go­bierno.Durante el siglo xvi, la palabra Política pertenece al latín de los humanistas. Tal es el título de la gran obra de Johanes Althusius (1557-1638): Política met- hodice digesta exemplis sacris et profanis illustrata (Política metódicamente compuesta e ilustrada con ejemplos sagrados y profanos).Como se verá más adelante, las otras “Políticas” i del siglo xvi se denominan II Principe (El príncipe, de Maquiavelo) y los Six livres de la République (Seis libros sobre la República, de Bodin). Maquia­velo incorpora al uso corriente la expresión “Estado”. ,En el siglo xvn Bossuet vuelve a la costumbre antigua, y titula su obra La Politique Tirée des pro- pres paroles'de V Ecriture Sainte (La política según las propias palabras de la Santa Escritura), y no,; como sus predecesores, V institution du prince chré-. tien (La institución del príncipe cristiano). Durante la misma época, Mme de Sévigné escribe más fami­liarmente: “Vengo de la casa de Mme de la Fayette. Hemos politiqueado * mucho”.En el siglo xvm, el presidente de Lavie publica, bajo el título Des corps politiques et de leurs gouver- nements (De los cuerpos políticos y de sus gobiernos, Lyon, 1764), la obra que había titulado anteriormente Abrégé de la République de Bodin (Compendio de la República de Bodin, Londres, 1755). Por su parte, Beaumarchais calca del inglés politician el término peyorativo politicien (politicastro).Hoy día el lenguaje corriente ha enriquecido con* Politiqué, en el original. La versión politiqueado de politiquear, esto es, “frecuentar más de lo necesario los cuidados de la política”, no debe cargar aquí la acepción peyorativa adquirida en el actual uso corriente: “servirse de la política para usos bastardos”. (N. del T.)

8

Page 8: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

otras acepciones la definición de política, pero deja al sentido principal su acepción tradicional.En el diccionario de la Academia Francesa se lee, por ejemplo: “politique (nombre femenino): co­nocimiento de todo lo que se relaciona con el arte de gobernar un Estado y de dirigir sus relaciones exte­riores. Se dice también de los asuntos públicos; acon­tecimientos políticos; hablar de política; política in­terior. Politique (adjetivo de dos géneros): concer­niente a los asuntos públicos, al gobierno de un Esta­do, a las relaciones mutuas de diversos estados. Droit politique, las leyes que regulan las formas de gobier­no, que determinan las relaciones entre la autoridad y los ciudadanos o los súbditos”.**Hatzfeld y Darmesteter dicen: “politique: rela­tivo al gobierno de un Estado; Droit politique: dere­cho por el cual un ciudadano participa en el gobierno de un Estado; homme politique: el .que se ocupa del gobierno de las cosas públicas; politique, como sus­tantivo: arte de gobernar, manera de gobernar, todo lo concerniente a los asuntos públicos”.Littré definió igualmente la política como “la ciencia del gobierno de los Estados”, o, también, “el arte de gobernar un Estado y de dirigir sus relaciones con los otros Estados”. Y agrega: “politique: se dice de los asuntos públicos; nada nuevo en política. Polí­tica interior. Política exterior”. Droit politique: las leyes que regulan las formas de gobierno; Droits po- litiques: derechos en virtud de los cuales un ciudada­no participa del gobierno.Y La grande Encyclopédie confirma que “la po­lítica es estrictamente el arte de gobernar un Estado. La ciencia política puede, pues, definirse como la ciencia del gobierno de los Estados, o el estudio de los principios que constituyen el gobierno y deben dirigirlo en sus relaciones con los ciudadanos y los otros Estados”.** En el diccionario de la Academia Española (XVIa. edición) se dice: “POLÍTICA (Del lat. politice, y éste del gr. politiké, t. f. de —kós, político). F. Arte de gobernar y dar leyes y reglamentos para mantener la tranquilidad y

o

Page 9: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

II. La poiitologia * ~ ’Si bien la etimología y el lenguaje señalan cla­ramente el objeto de la política, el término presenta cierta ambigüedad, en la medida en que designa, al mismo tiempo que las instituciones o las actividades políticas consideradas en sí mismas, la disciplina que las estudia.“La política” alude tanto a los hombres y a los hechos como al conocimiento que se tiene de ellos. “La política de Richelieu” es una expresión que se refiere tanto al comportamiento del cardenal en su lucha contra los protestantes, los duelistas y en gene­ral contra todos los adversarios del Estado, como a la éxposición de sus opiniones sobre la conducta hu­mana en sus famosas Máximes d’ État.En general, la política es esencialmente la vida política, la lucha por el poder; es el fenómeno en sí mismo. En el lenguaje culto, la política es el conoci­miento del fenómeno. Quien desee ser exacto, debe indicar constantemente en cuál de los sentidos em­plea el término. Actualmente se hace la distinción mediante el uso del término “ciencia política”. Yo mismo he procedido así en este opúsculo, al titularlo La ciencia política, pues de otro modo mi doble con­dición de profesor de ciencia política y de senador se hubiese prestado a equívocos.Sin embargo la perífrasis “ciencia política” es pe­sada, y ningún término puede derivarse de esta ex-j presión para designar a los que estudian la ciencia política; la expresión inglesa political scientist re­sulta intraducibie.Hay aquí una laguna del vocabulario, que se hace molesta en la medida en que la ciencia política rena­ciente ocupa un lugar importante en la investigación y en la enseñanza.Las palabras eufónica y etimológicamente ade­cuadas serían estadística y estadístico. Estas desig-

seguridad públicas, y conservar el orden y buenas costum bres". (N. del T.)* * * Politologie, en el original. Neologismo aceptado poi el autor en remplazo de Ciencia política cuya precisión sig nificativa recusa. Vid. infra, n. 13. (N. del T.)10

Page 10: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

k ,nan, de manera tan agradable para el oído como fá­cil para la lengua, lo que se relaciona con el Estado. Pero el uso ha dado a la palabra “estadística” un sen­tido diferente del que aún en el siglo xix se expresa a través de Carnot, para quien la estadística es “la 1 recopilación de los hechos originados en la aglomera­ción de los hombres en sociedades políticas” . 5 * Pero en “estadística”, status en el sentido de situación, prevalece sobre status en el sentido de Estado. Hoy día designa una ciencia o un método que puede apli­carse no solo a los asuntos de Estado, en lo referente al gobierno y la conducción de los asuntos públicos, sino también a las otras ramas de la sociología: la economía y la psicología. Todas las relaciones socia­les pueden ser consideradas en su aspecto numérico, y registrarse así en las estadísticas. Si el término ha desbordado la política, se ha hecho también dema­siado restringido en relación con ella, porque la esta­dística solo atiende a lo que puede formularse en cifras. En consecuencia, no es más que un aspecto, sin duda importante, fundamental para algunos, pero sin embargo parcial, del conocimiento político.®En lugar de “estadística”, un profesor de la Es­cuela francesa de Derecho de El Cairo propuso la palabra statologie (estadología), en un artículo titu­lado: Une Science sociale nouvelle, la statologie, son caractére, son objet.7 (Una nueva ciencia social, la

5 A. Cottrnot, Théorie des chances et des probabilités, París, 1851, cap. IX, págs. 181-182.8 La misma limitación de su significado y una desvia ción análoga se han producido con respecto al término cibernética. Etimológicamente, éste designa la ciencia o el arte de la conducción: kibem etiké. Tanto en la acepción platónica como en la clasificación de Ampére (Essai sur la philosophie des Sciences, 1834), la cibernética sería el es­tudio de los medios de gobierno, o sea una parte esencial de la política. Actualmente se ha convertido en la ciencia —en pleno desarrollo— de la construcción y el empleo de las máquinas automáticas, de los mecanismos capaces de iutogobernarse (cf. G. T. Guelbaud, La cybernétique, P.U.F., colección “Que sais-je?”, 1954).7 Aparecido en 1935 en L ’égypte C o n te m po r a in e , Re­me de la Société Royale du Caire d’Économie politique, le Droit, de Statistique et de Législation.

Page 11: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

estadología, su carácter, su objeto.). M. de la Bigne de Villeneuve dice haber forjado el término. Pero sin duda estaba ya en la atmósfera, porque en la misma época, en mis estudios sobre el Empire fasciste,8 yo empleaba un término semejante, statocratie (estado- erada), para caracterizar la dictadura musoliniana, fundada ella misma sobre una estadología, o sea sobre una doctrina del Estado de carácter filosófico, socio­lógico y místico.Este neologismo habría tenido la ventaja de disi­par de golpe todas las incertidumbres acerca del ob­jeto mismo de la política y de ubicar a ésta clara­mente, como rama de la sociología. Sin embargo, el término estadología no tuvo aceptación. El mismo M. de Bigne, retrocediendo ante una innovación tan ra­dical, dio a su obra principal el título de Traite, ge­neral de V État (Tratado general del Estado). Y des­pués, con el sello de la Librairie Sirey, el opúsculo titulado Principes de sociologie politique et de stato- logie générale (Principios de sociología política y es- tatología general). La definición de “estadología” que propone aquí es sensiblemente menos clara que le anterior. Ganado por la tendencia que durante el siglo xix inspiró a los autores alemanes, el autor dis­tingue, de acuerdo con el título mismo de su obra, la sociología política de la estadología. La primera sería el estudio del comportamiento de las sociedades hu manas y de sus relaciones recíprocas. La segunda s< limitaría al aspecto de esta disciplina que se refiera a la ciencia y al arte de gobernar las comunidades En estas condiciones, estadología deja de correspon der a la necesidad terminológica a la que nos hemof referido.En cambio, la palabra politología parece perfec tamente aceptable. Su primera vefttaja, con respecté a estadología (y también, por otra parte, con respectl a sociología), es que sus dos componentes han sidí tomados del mismo idioma. Constituido por dos pa labras griegas: polis = ciudad, Estado; logos = ra zón, exposición razonada de un tema, el término estl

Page 12: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

r

bien elegido para designar el conocimiento sistemá­tico de la cosa pública o del Estado.La iniciativa de este neologismo viene de Ale­mania, donde su introducción responde ante todo a ciertas dificultades autóctonas. 9 En efecto: la tra­ducción directa de “ciencia política” por la expresión alemana politische Wissenschaft puede implicar un cierto matiz peyorativo que no tiene su equivalente castellano, y significar “la ciencia politizada”, o sea la ciencia utilizada con fines políticos. Ahora bien; es éste un punto sobre el cual, al salir del régimen hitle­riano, la sensibilidad de los universitarios alemanes estaba particularmente alerta. También se prefiere decir “ciencia de la política”, Wissenschaft der Poli- tik. Pero esta expresión demasiado larga y bastante pesada se hace ella misma anfibológica, pues el plu­ral “las ciencias de la política” designa para algunos las disciplinas científicas al servicio de la política. 10Además, Wissenschaft der Pólitik no permite sa­tisfacer la costumbre alemana de nombrar a los pro­fesores, y más aún, a los estudiantes, por su especia­lidad. El que se dedica a esta nueva disciplina que es la Política no puede ser llamado Politiker, que corresponde a “político”. En cambio, politólogo suena bastante bien. Recuerda a sociólogo, filólogo, etnó­logo, etc. 11La objeción más seria que podría hacerse a “poli­tólogo” es que no se forma directamente a partir de polis (la Ciudad o el Estado), sino de su derivado po- lites (el ciudadano). En consecuencia, la politología8 Propuesto por M. Eugen Fischer Baling, el término “politología” encontró la adhesión del Pr. Gert von Eynem en un artículo breve,pero muy denso,titulado “Folitologie”, que se publicó en el número inaugural de la Zeitschrift für Politik (1954, pág. 83 y siguientes).10 Cf. H. Lasswell. D. Lerner y otros, Les Sciences de la politique aux Etats-Unis, Domaines et techniques, cua­derno 19 de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, París, Armand Colín, 1959.11 Desde 1952, la Universidad de Berlín Oeste otorga el grado de Doctor en Letras y de Doctor en Ciencias po­líticas con la mención “Politología”. Desde 1955 se confie­re un título de “Politólogo diplomado”.

13.

Page 13: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

sería más bien la ciencia del ciudadano que la de la ciudad. Pero en esto el ejemplo fue dado por los mismos griegos, quienes formaron politeia a partir de polites y no a partir de polis.Una tendencia disidente propone politicólogo, que se acerca más a la palabra griega políticos. El tér­mino ha sido empleado desde 1934 por Gerhardt Me- yer, editor de Hermann Hellers, y en Francia se be­neficia actualmente con la gran autoridad de M. Geor- ges Burdeau. Pero politicología no presenta, desde el punto de vista de su formación, ninguna superio­ridad sobre politología, puesto que políticos es tam­bién un derivado de polites. Además, politicólogo es menos eufónico y menos fácil de hacer entrar en el lenguaje corriente, el que adoptó sociología y no societología.Por ello, atendiendo al uso y deseando contri­buir a crearlo, hablaremos aquí de politología cada vez que el término permita designar brevemente lo que requeriría una expresión más larga, o sea, cada vez que consideremos el conocimiento sistemático y ordenado de los fenómenos relativos al Estado.

Page 14: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

PRIMERA PARTE

LAS VICISITUDES DE LA CIENCIA POLÍTICA

Page 15: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CAPITULO ILA POLITOLOG1A CLÁSICA

I. El nacimiento de la politologíaLa politología —o sea el conocimiento sistemáti­co y ordenado del Estado— ha constituido una cien­cia desde sus orígenes. Los griegos son a la vez los creadores de la política y de la ciencia política. 1 “La Grecia antigua— dice Edmond Goblot— madre y rec­tora de la civilización europea, le imprimió su carác­ter dominante: la ciencia” .1 2Y, entre los griegos, Aristóteles fue no solo el principal promotor del conocimiento científico, sino también el autor de un gran descubrimiento: el de que cada ciencia tiene su individualidad. Le debemos a él la política, la ciencia política y la situación de ésta en el seno de las ciencias.La clasificación aristotélica se apoya en la distin­ción de tres operaciones del espíritu: saber (théórein) hacer (prattein) y crear (poíein). En consecuencia, de acuerdo con el Estagirita existen tres grandes categorías de ciencias: las ciencias teóricas, las cien­cias prácticas y las ciencias poéticas. Las ciencias teó-1 Una parte de los estudiosos contemporáneos solo lla­ma Ciencia política a lo que es ciencia positiva. Pero histó­ricamente la ciencia corresponde al “conocimiento” sin especificación. Tal es el sentido de la palabra griega epis- teme y de la alemana Wissenschaft. Para una distinción — aquí inútil o más bien prematura —entre la política como arte, sabiduría o ciencia, remitimos a nuestros estudios: Ampleur et limite de la création dans VArt et la Science politique, en “Mélanges Jamati”, París, C.N.R.S., 1956, pág. 269 y siguientes; Morale et Politique en “Universitat und Christ”, Zurich, EVZ, 1960 pág. 64 y sig., y al opúsculo pró­ximo a aparecer en la colección “Mesopé”: Connaissance de la politique.2 Le systéme des Sciences, París, A. Colin, 1922.

17

Page 16: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ricas son las matemáticas, la física y la metafísica; las ciencias poéticas incluyen la lógica, la retórica y la poética; situadas entre ambas, las ciencias prácti­cas son la ética, la económica y la política.La ética es la ciencia del comportamiento perso­nal, el conocimiento de la conducta del individuo, la moral.La económica es la ciencia de la familia, de su composición y del mantenimiento del hogar, el o'ikos.La política es la ciencia de la constitución y de la conducta de la Ciudad-estado.La política ocupa prácticamente la cúspide de la jerarquía, porque su objeto, la Ciudad-estado, engloba toda la organización social. En su base, la Ciudad-es­tado se compone de familias: esposos, niños, esclavos; se constituye luego por la asociación de familias a través de relaciones, ya muy esparcidas en la aldea, que se podría denominar con exactitud “colonia de familias”; y, finalmente, por la asociación de varios pueblos. La Ciudad-estado completa, originada en las necesidades de la vida, existe porque las satisface todas, habiendo llegado al punto de bastarse absolu­tamente a sí misma. 8La política domina teóricamente a las otras cien­cias, porque regula todas las actividades humanas. Se ve claramente —dice Aristóteles— que entre to­das las artes el fin de aquellas que se podría llamar ordenadoras o rectoras es más deseable o más impor­tante que el de las artes que les están subordinadas. 3 4 El significado de las expresiones “ordenadora” y “rec­tora” se capta aún mejor si empleamos la palabra de origen griego, “arquitectónica”, que indica a la vez la primacía intelectual y material de la política. Siem­pre en la Ética a Nicómaco, Aristóteles subraya que3 Cf. Politique d’ Aristote, ed. M. Prélot, París, P.U.F. 1950, pág. 1 y sigs.4 Ethique á Nicomaque, trad. Thurot, París, Didot 1823, pág. 4; esta traducción antigua,pero excelente.ha sido reeditada en los clásicos Garnier. [Vid: Moral a Nicómaco, trad. castellana de Patricio de Azcárate, en Obras Selectas¡ Ed. El Ateneo, 2? ed., Buenos Aires, 1959, lib. I, cap. I pág. 239].

18

Page 17: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

‘‘hay algo de más noble y más elevado en ocuparse del bien y del contenido del Estado en su totalidad que en el de un solo hombre, aunque podamos limi­tarnos a lo concerniente a un solo hombre” . 5 6Sin embargo, la frontera entre la ética y la polí­tica no es siempre trazada claramente. “El objeto de la ética es una especie de política”: esta otra afirma­ción del Estagirita .muestra que hay en él alguna incertidumbre en lo relativo a la delimitación de las diferentes artes. Además, incluye en la política una serie de elementos que, desde nuestro punto de vista, más bien formarían parte de la ética y de la económi­ca: la procreación, la educación, y hasta la música.En cambio, distingue con claridad entre la polí­tica, que es el conocimiento de las cosas cívicas, y la económica, que es la ciencia de las cosas domésticas. Ésta engloba los conocimientos relativos a la casa, al ajuar, al oikos, a todo aquello a lo que correspondería bastante bien la palabra alemana Wirtschaft. Aristó­teles considera tres tipos de relaciones sociales: entre esposos, entre padres e hijos, y entre amo y esclavo. Agrega el conocimiento de la administración del ajuar de la casa. Sobre este último punto pasa rápi­damente, pero otros Económicos son más completos, en especial El Económico de Jenofonte (427-355), an­terior al de Aristóteles, donde el autor expone las reglas teóricas de una buena administración de un dominio rural, siempre haciendo depender la econó­mica de la política. El Estagirita estima que estas dos disciplinas no deben confundirse, puesto que las re­laciones de subordinación de la familia y las relacio­nes de sujeción entre amo y esclavo son por completo diferentes de las relaciones de ciudadanía. Aristóteles rechaza desde el principio la idea de que el Estado sería una familia ampliada, tesis que se vuelve a en­contrar en algunos doctrinarios de la política. Por lo tanto, no hay entre la familia y la ciudad una dife­rencia de grado, sino de naturaleza.

5 Op. cit., pág. 7. fVid: ed. esp. citada. Lib. I, cap. I,págs. 240-241.]

I

19

Page 18: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

El vínculo entre la Antigüedad griega y latina fue anudado por Cicerón, de quien puede decirse que era un romano helenizado. Los títulos mismos de la República (Tratado de la República) y De legi- bus (Tratado de las leyes) indican su filiación pla­tónica.Siguiendo también una inspiración aristotélica, Cicerón acepta como básica la noción de Ciudad, pero amplía el marco y la define de un modo mucho más jurídico. Pone a ésta en boca de Africanus, Escipión el Africano, quien en el diálogo de la República figu­ra como el héroe cívico al que se dirige la admiración del gran orador: Est igitur, inquit Africanus, res pu­blica, res populi; populus autem non omnis hominum coetus quomodo congregatus, sed coetus multitudinis juris consensu et utilitatis communione sociatus (“La República es la cosa del pueblo, y el pueblo mismo no es,no importa qué conjunto de hombres, sino una colectividad unida por un acuerdo de derecho y por una comunidad de interés”).Si con Cicerón permanecemos exactamente en la línea política griega, la Ciudad convertida en Repú­blica ha crecido, sin embargo, hasta alcanzar las di­mensiones imperiales de Roma, lo que hace que se la conciba como una aglomeración cuantitativamente importante. Entrevemos ya la concepción moderna de masa. Por otra parte, Cicerón, abogado romano, pone en primer plano el aspecto jurídico de la Ciu­dad: el derecho común a todos, aceptado por todos, efectivamente obedecido por todos. Se encuentra así claramente especificada la naturaleza particular de la sociedad política.La revolución cristiana, si el fenómeno se con­sidera sociológicamente (la revelación cristiana, si se lo considera filosóficamente), trae profundos cam­bios morales y psicológicos, pero técnicamente trans­curre dentro de los moldes antiguos. San Agustín, “educado —como él lo afirma— en los escritos de la Escuela”, toma sus ideas políticas de De República y de De Legibus de Cicerón. Y hasta se ha podido re-

II. La tradición Antigua y Medieval

20

Page 19: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

constituir, recurriendo a sus citas, el texto considera­blemente mutilado de Cicerón.Sin embargo, Agustín modifica la definición cice­roniana de Estado. Populus est coetus multitudinis rationalis rerum quas diligit concordi communione societus.6 Como el pueblo de Cicerón, el pueblo de la “Ciudad de Dios” es también un agregado humano, una multitud razonable, pero unida por la pacífica y común posesión de lo que ama y no por el derecho y la utilidad.Pasamos de una concepción jurídica a una con­cepción afectiva, de una noción que el lenguaje actual calificaría de “societaria” a una noción “comunitaria”. San Agustín prepara así ese sometimiento del Esta­do respecto de la Iglesia, que tendrá tan gran reper­cusión en el pensamiento medieval. El problema es demasiado vasto para ser tratado aquí. 7 Basta recor­dar, desde el punto de vista que nos ocupa, que el prototipo social sigue siendo la Ciudad. Hay en el obispo de Hipona una transposición y ampliación del ideal terrestre, una sublimación de la idea de Ciu­dad; pero sin que ésta sea abandonada. San Agustín modifica la definición de Estado, propuesta por Cice­rón, para negar la perfección al Estado romano. De tal modo la noción puede aplicarse a otra comunidad que trasciende la ciudad carnal a la ciudad espiritual: Civitas Dei. La concepción agustiniana se halla en­cuadrada en una vasta concepción dél mundo, en una filosofía y aun en una teología de la historia.El “agustinismo político”, para hablar como mon­señor Arquilliére, domina el pensamiento medieval. Sin embargo, el representante más eminente de este pensamiento, Santo Tomás de Aquino, vuelve a la concepción de los autores paganos. No acepta las modificaciones de San Agustín. Más exactamente, to-6 San Acustín, De Civitate Dei, XIX, 24; La Cité de Dieu, traducción de L. Moreau, París, Garnier, t. III, 1899, 4a ed., pág. 256# [Véase: La Ciudad de Dios, trad. cast. de J. C. Díaz de Beyral, Buenos Aires, Ed. Poblet, 1941, t. II, págs. 475-476].7 Cf. M. Prélot, Histoire des idees politiques, París, Dalloz, 2* ed., 1961, cap. x: UL’Augustinisme politique”.

21

Page 20: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ma de San Agustín una definición de Ciudad que es en realidad la de Cicerón, y mediante una pequeña habilidad dialéctica, de la cual ni los santos mismos están siempre exentos, omite decir que San Agustín había citado a Cicerón para refutarlo. Por otra parte, la posición de Santo Tomás se explica muy bien. Es- ¡ tima que la definición ciceroniana es perfectamente válida para la naturaleza, mientras que San Agustín se ha ocupado de lo sobrenatural. Además, Santo To­más estudia a Aristóteles, de quien Guillaume de : Moerbecke, un dominico flamenco, tradujo al latín un texto considerablemente mutilado de La política. Santo Tomás había hecho un comentario literal de esta obra en In libros poliiicorum Aristotelis expo- sitio (Exposición sobre los libros políticos de Aristó­teles) . En consecuencia, la concepción tomista es sim­plemente una formulación detallada de las doctrinas aristotélicas. La Ciudad forma una unidad indivisa, constituida bajo una autoridad suprema, donde cada uno conserva su propia autonomía mientras contri­buye al ordenamiento general.Sin embargo, Santo Tomás se aleja del Estagiri- ta en un punto: con él la política pierde la primacía que le había asegurado Aristóteles. Aunque conserva el primer lugar entre las artes prácticas, ya todas las ciencias y las artes no convergen más hacia la polí­tica, sino hacia la teología. La política, como las de­más ciencias, es su sirvienta, ancilla Theologiae.Por otra parte, además de ocuparse de la Ciudad antigua, de la cual tiene una concepción doctrinal, pero no histórica, Santo Tomás participa en las preo­cupaciones de su tiempo por medio de una obra que en francés se titula Du góuvernement royal (Del go­bierno real), y en latín De regimine principum (Del régimen de los príncipes), o, sin duda más exacta­mente, De Regno (Del reinar). Este opúsculo incon­cluso, cuya pertenencia a Santo Tomás niegan algu­nos autores, fue escrito entre 1265 y 1267. Es un arte, o más bien una ética del gobierno, destinada al rey de Chipre, Hugues II Lusignan. Como el joven prín­cipe murió a los dieciséis años, Tomás, cargado de trabajo, renunció a terminar su obra. Pero lo que

22

Page 21: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

escribió refleja un fenómeno nuevo, muy pronto dominante. La noción de Estado pasa de la colectivi­dad popular al gobierno, del gobierno a la persona de quien gobierna, del Estado al reino y del reino al príncipe.III. Las concepciones modernas

El Príncipe: tal es, en efecto, el título del libro que inicia la politología moderna. En sus dos prime­ros siglos, ciertamente, toda la atención la reclama el detentador del poder absoluto. Es a él a quien es necesario conquistar y a quien conviene instruir. La política se inclina hacia la psicología y la pedagogía.Sin embargo, bajo estos aspectos nuevos conti­núa fluyendo la corriente antigua. Impulsado por un realismo cruel y por necesidades imperiosas, Maquia- velo da a su libro el título de El Príncipe, pero solo lo considera como un elemento de una “Política” que constituiría el conjunto de su obra. Ya en el comienzo de El Príncipe, en efecto, Maquiavelo distingue entre repúblicas y principados. Da a la palabra “república” un sentido preciso: el de gobierno temporario. En este lugar no habla de los Estados que se gobiernan de ese modo, y no porque sean poco interesantes, sino porque trató de ellos en sus Discursos sobre la prime- ra Década de Tito Livio.La filiación aristotélica del secretario florentino es segura. Ha leído y meditado una traducción italia­na de la Política publicada en 1435 por el erudito Leonardo Bruni, traducción cuyas ediciones se multi­plicaron desde 1470.® Pero la inspiración del florentino no es la de Aristóteles. El Estagirita dirige sus inves­tigaciones hacia el buen gobierno que asegura una vida buena a sus buenos ciudadanos. Maquiavelo tie­ne en vista un objetivo más directo y brutal: un go­bierno eficaz para “una Italia unida y desclericaliza- da”. En consecuencia, la política es el arte del Estado, dirigido menos a la felicidad de los miembros de la Ciudad que a la obtención de su obediencia. Pero ya 88 Agustín Renaudet, Machiavel, París, 1956, nueva ed.

23

Page 22: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

se trate del bien de los hombres o de su obediencia, el objeto del conocimiento político sigue siendo el Estado, concebido así como un cuerpo político.Esta noción todavía aparece nítidamente en Bo- din, quien con Althusius, un autor menos conocido, hace dar a la ciencia política un paso decisivo.El tratado de Bodin abarca toda la ciencia poli- tica, con los diversos órdenes de hechos que com­prende y las leyes fundamentales que la integran. 9 J. C. Bluntschli destaca su importancia al poner al primer capítulo de su Geschichte des allgemeinen Sta- atsrechts und der Politik seit der 16. Jahrhun dert biszu Gegenwart. (Historia del Derecho general del Estado y de la política desde el siglo xvi hasta la actualidad) el título de “Die Staatslehre Bodins” (La teoría del Estado, de Bodin) . 10 San Agustín, en este aspecto mejor ubicado que Santo Tomás, no solo posee una vasta erudición y una gran experiencia personal: sabe aprovechar directamente los elemen­tos que ofrecen los hechos y las instituciones de su tiempo. La concepción tomista, bastante libresca, em­pleaba simplemente las categorías políticas de Aris­tóteles. Jean Bodin, que lo conocía bien, modifica y enriquece (aunque cae también en desviaciones la­mentables) el esquema aristotélico, con el aporte de puntos de vista que son tanto el resultado de su re­flexión personal como del paso de la Ciudad-estado al Estado monárquico, transición que tiene lugar a principios del siglo xvi. 1515 es la fecha de la difu­sión de El Príncipe, y también de la batalla de Ma- rignan y del advenimiento de los Valois-Angu- lema con Francisco I. La monarquía francesa, toda­vía feudal con sus predecesores, se convierte en mo­narquía moderna con su sucesor Enrique II, soberano ya casi clásico.Bodin ve claramente en el Estado el producto de una evolución secular que engendra un equilibrio de derechos- y obligaciones en el seno de un grupou Cf. H .B a u d r ii.i .ard , Jean Bodin et son tem ps, París,1853.10 Esta obra se publicó en Munich en 18C4.

24

Page 23: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

más complejo que el estudiado por el Estagirita. No solo hace del Estado el “recto gobierno de varias familias”, sino que interpreta las desigualdades com­probadas por él como causa de una división del tra­bajo que, para decirlo en términos actuales, se re­suelve ella misma en una solidaridad orgánica.A tal concepción del Estado, que en ciertos as­pectos puede calificarse ya de “sociológica”, agrega Johanes Althusius una concepción no menos impor­tante. Ya hemos dicho que su gran obra se denomina

Política sistemática (Política methodice digesta). Apareció en Herborn en 1603. Eue reeditada en Gro- ninga en 1610, y nuevamente en Herborn en 1614. En cada edición aumentó el número de páginas, hasta duplicar su volumen. Althusius define allí la política como el arte de constituir, cultivar y conservar la vida social. Le da, en consecuencia, el nombre de simbiótica, que toma del griego.La palabra simbiótica muestra bien la concep­ción fuertemente articulada que Althusius posee del Estado. El Estado es, en la cúspide, una comunidad política superpuesta a las comunidades más simples, a las familias, a las corporaciones, después a las so­ciedades más complejas, las comunas y las ciudades. Siguiendo el método que más tarde se llamará gené­tico, Althusius llega a una concepción contractual, y sin embargo orgánica, de la soberanía. Se pasa por gradaciones de las sociedades más simples a la socie­dad estatal. Por ello se puede considerar a Althusius como el precursor de las doctrinas políticas que más tarde serán calificadas de federalistas o aun de cor­porativas. Otto Gierke, quien en el siglo xix hizo conocer a Althusius, el cual fue casi ignorado duran­te largo tiempo, hizo de él el fundador del derecho social, del Genossenschajt$recht.Con él se comienzan a advertir también las bi­furcaciones posibles del Estado. Mientras que Al­thusius considera al Estado como una federación de grupos ligados por un contrato del que surge la sobe­ranía, Bodin afirma el carácter unitario e indivisible de esta soberanía. Mientras que Althusius es un “or- ganicista popular”, para quien la autoridad reside en

25

Page 24: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

el pacto concluido por los elementos orgánicos qu* constituyen el Estado. Bodin es un “monarquista uni< tario”, partidario de la soberanía, que reposa en 1; persona del príncipe.Bodin acelera, sin duda involuntariamente,, lj tendencia generada por los acontecimientos. El Prín- cipe prevalece definitivamente sobre el Estado y do- mina la politología de los siglos xvi y xvn. En unj galería suntuosa se suceden el príncipe conquistado] imaginado por Maquiavelo, y el príncipe cristiane concebido por Erasmo. Bossuet y Fenelón, escritore¡ políticos, son figuras eminentes de preceptores de príncipes. Aquél realiza la sustitución mediante lj identificación del príncipe con el Estado, cuandc afirma: “Todo el Estado se halla en él” . 11

De manera opuesta, la Escuela del Derecho na tural y de gentes redescubre la concepción social Puffendorf y Barbeyrac vuelven al término Civitai Utilizan también la expresión “sociedad civil” coij preferencia a status, que conserva para los latinistas su imprecisión primera, y con preferencia a res pu­blica, que tiende a perder cada vez más su sentid* general (según Bodin) para tomar su sentido res tringido (según Maquiavelo).Ésta es también la acepción que propone Mon tesquieu. Pero éste no cita sus fuentes y con fre cuencia presenta como propio lo que toma de lo demás. Sin embargo, entre sus recopilaciones de no tas de lecturas, un tomo no vuelto a encontrar s< denominaba Política, y su biblioteca de La Brédi contenía dos ejemplares de la Política de AristótelesLa tentativa más completa de elucidar el voca bulario político de su tiempo es sin duda la de J. J Rousseau. Al final del capítulo VI del libro I de Contrato social, capítulo de importancia considera ble, pues trata en él del “pacto social” o sea de contrato social mismo, ofrece las siguientes explica ciones acerca de su vocabulario: “La persona públic que se constituye así mediante la unión de todos lo11 B o ssu et , Politique tirée des propres paroles d VÉcriture sainte, libro V, art. 4, 1* proposición.

26

Page 25: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

otros tomaba en la Antigüedad el nombre de Ciudad, y se la denomina actualmente república o cuerpo po­lítico, al cual sus miembros llaman Estado cuando es pasivo, soberano cuando es activo, y potencia al compararla con sus semejantes Y Rousseau protes­ta contra las desviaciones que ha sufrido el término Ciudad. “La verdadera significación de esta palabra —advierte— hase casi perdido entre los modernos: la mayoría de ellos confunde el recinto urbano con una Ciudad y a su habitante con el ciudadano. Igno­ran que las casas constituyen el mero poblado y que los ciudadanos conforman la Ciudad.” El ginebrino es de este modo fiel a la tradición helénica. Sin em­bargo, hace de “social” el equivalente de politikos y no de koinónikos. En el “contrato social”, la palabra “social” se refiere a la sociedad civil, o sea a la Ciu­dad, la República, el Estado. Rousseau.mismo entien­de que realiza una obra de político. Nos ofrece el Contrato social como un extracto de una obra más amplia dedicada a las “instituciones políticas”, y en Les confessions (Las confesiones) afirma que hu­biera querido trabajar en ella toda su vida. El Con­trato social se llamó durante algún tiempo De la société civile. (De la sociedad civil) (se conserva un manuscrito en el cual este título fue preferido mo­mentáneamente). En cuanto al subtítulo conservado, es todavía más revelador: Principes de droit politi- que (Principios de derecho político). Anteriormente Rousseau había dudado entre Essai sur la constitu- tion de l’État (Ensayo sobre la constitución del Es­tado) . . . , sur la formation du corps politique (sobre la formación del cuerpo político). . . sur la forma- non de VÉtat (sobre la formación del Estado). . . , sur Ja forme de la République (sobre la forma de la Re­pública) .Pero estos tanteos terminológicos traducen sim- >lemente matices y no una incertidumbre sobre el óndo de las cosas. De Aristóteles al siglo xviii, la radición es una y segura. Hay, como lo expresa muy )ien Paul Janet, quien escribió la historia de este >eriodo, “una ciencia del Estado, no de tal o cual ístado en particular, sino del Estado en general con-

27

Page 26: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

siderado en su naturaleza, en sus leyes y en sus fot mas principales” . 12 Es la ciencia política, y nadi derivó entonces de ella otra rama del conocimient de la vida social.

12 Paul J anet, Histoire de la Science politique dai ses rapports avec la morale. Editada en París en 1872, coi tituía ya la segunda edición de una Histoire de la philos phie morale et politique. Reeditada varias veces por Alca se halla hoy completamente agotada. [Trad. esp.: Histot de la Ciencia política en sus relaciones con la Moral, 2 mos, v. de C. Cerrillo y Ricardo Fuente, Madrid, ed. Jorr28

Page 27: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CAPITULO II

LA SUSTITUCIÓN DE LA POLITOLOGÍA

I. La politología sustituida por la ciencia económicaSin embargo, desde la segunda mitad del siglo

xviii existe ya una fisura en este hermoso bloque. El uso cada vez más generalizado de un término que se origina a principios del siglo xvii, el de economía política, provoca una incertidumbre creciente.De la herencia aristotélica hemos visto florecer la rama fértil constituida por la política. La otra rama, la económica, bastante débil ya en el Estagi- rita, se marchitó rápidamente. Bajo la influencia del cristianismo las relaciones de familia tomaron cada vez más el aspecto de relaciones personales atinentes no a la económica, sino a la ética. Y la desaparición de la esclavitud redujo sensiblemente la importan­cia de relaciones entre amo y servidor. Aun aquí, el cristianismo tiende a colocar estas relaciones bajo el imperio de la moral. En consecuencia, solo quedó a la económica la administracic i del patrimonio y el cuidado de la casa.En el siglo xvii se produce otro de estos cambios, ya vistos en la historia de la politología, que mo­difica completamente el sentido del término “eco-Sómica”. Montchrestien publica en 1615 un Traite ’économie politique (Tratado de economía política), dedicado al joven rey Luis XIII y a su madre, la regente, María de Médicis. Explicitada en una súpli­ca, la idea de Montchrestien es que el Estado debe lomportarse, con respecto a sí mismo, como si se ;ratara de una casa cuyos limitados recursos deben tdministrarse juiciosamente. Montchrestien opone a a conducta dispendiosa del Estado, encamada par- icularmente en los pródigos de Valois, la idea de

29

Page 28: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

una gestión económica, o sea “familiar”. El Príncip debe aplicar al Estado las leyes de administración di un hogar. De este modo Montchrestien hace que si reúnan y confundan dos órdenes de conocimient) que el Estagirita había distinguido cuidadosamente Llama economía política a las reglas de una buen) administración de los bienes del reino.Esta concepción recibe pronto el aval de un horri bre que no solo es un escritor, sino también, si puedi decirse, el primer ministro francés de Economía na¡ cional: Sully, quien en su vejez publica sus Sage\ et royales économies d’État domestiques, politique, et militaires (Prudentes y reales economías de Esta; do domesticas, políticas y militares, 1634). Transpor.; tada del hogar al Estado, la economía se convierte ei el arte de la administración de las cosas materialesUnido a “economía”, que es el sustantivo, el adjei tivo “política” es equivalente a estatal. En su origina obra dedicada a los Trois ages de Véconomie (Trej edades de la economía), M. André Piettre dice mu] acertadamente: “el carácter nacional de la economií sobrepasa en mucho su carácter crematístico” . 1 Máj adelante da a esta economía el calificativo de “mo| narquizada”, invocando a Hauser para quien el rej es “el legislador y el regulador de la vida política’jY aun en quien es considerado el primero de lo| grandes economistas modernos, en Adam Smith, 1) economía política conserva su dependencia tradicioj nal respecto de la política. Ésta es entendida comí “una rama de los conocimientos del legislador y de hombre de Estado, que se propone enriquecer a lí vez al pueblo y al soberano, particularmente con el objeto de proporcionar al Estado renta sufk míe pa­ra el servicio público”.Pero la posición de Adam Smith aparece prontc como una supervivencia. Desde la segunda mitad de] siglo xviii la economía se aleja de la política. Se con vierte en un sistema lógico de asuntos económicoi que deben ser “considerados en sí mismos, por ello! mismos y para ellos mismos”, según una fórmula de ii Editions ouvriéres, P arís, 1955. pág. 200.

30

Page 29: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

bida a André Piettre. El conocimiento de estas cosas Eorma un mundo aparte. La económica de nuevo es­tilo no solo se ha separado de la política, sino que pretende una autonomía total. El orden natural, para hablar en el lenguaje de los fisiócratas, obedece a jus leyes propias. Tiene sus mecanismos espontáneos Y sus automatismos reguladores. Así la economía es illa misma una fisiocracia, o sea un gobierno de la naturaleza, mientras que la política, sea cual fuere il régimen considerado, es un gobierno del hombre, ma antropocracia.La economía reivindica su autonomía tanto en el jrden práctico como en el orden intelectual. En el >rden práctico, en tanto que actividad humana, re­pudia las exigencias morales de las teorías medie­vales, pero quizás rechaza aún más la dominación política de los regímenes en vigor. En el orden in- ¡electual, la economía desea ser una ciencia inde­pendiente con respecto a las otras ciencias, y sobre ;odo con respecto a la ciencia del gobierno del Estado.Si bien el hecho de haber arrebatado a la política jna vasta parte de su dominio era ya grave, el desa­rrollo de la economía le es aún más perjudicial, pues ísta manifiesta casi inmediatamente la pretensión de remplazaría. La economía no solo quiere separarse le la política, sino desvalorizarla colocándola en un segundo plano, poniendo en tela de juicio su impor- ¡ancia y su existencia. En esto concuerdan las dos íscuelas rivales del liberalismo y del socialismo.En muchos aspectos, la idea fundamental del in- lividualismo liberal está quizás constituida, más que por las nociones de libertad y de individuo, por el íoncepto de espontaneidad. Los fenómenos econó- picos son una manifestación de la naturaleza: sur­gen inevitablemente y se organizan por sí mismos. De acuerdo con la famosa frase de un clérigo ita- íano, il mondo va da se. La economía se halla some­tida a leyes “naturales”. En consecuencia, la política iada tiene que hacer en este terreno. Si interviene, erá para ponerle obstáculos a esta rueda maravi- osa, que de otro modo giraría por sí misma. El libe- alismo concluye en una concepción minimalista del

31

Page 30: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

Estado, en la que se le deja el menor sitio posible En la vida del hombre común la política no es máj que una excepción o un episodio. Como se ha com probado más tarde: “El hombre de la era liberal e el hombre menos politizado que ha existido”.2En lo que se refiere al antipoliticismo, en el fon do el socialismo se halla de acuerdo con su advei sario. Los reformadores franceses casi no se parecei en nada, pero tienen un punto en común: todos de sean la desaparición del poder político, pero no sol tal como existe, con sus accidentes actuales, sino e; sí mismo, en su esencia. Hay sin duda un socialism partidario de la conquista del poder. Pertenece, co Blanqui, a la filiación de Babeuf. Tal es también 1 posición que tomará Luis Blanc. Pero no se trata d pensadores de envergadura, y sus teorías tendrá menos importancia que su acción. La primacía de 1 económico, la desvalorización y la exclusión de 1 político se expresan en la famosa parábola de Sainl Simón. Pero es sobre todo Proudhon quien le dio u extraordinario relieve. El séptimo estudio de V idé genérale de la révolution au x ix siécle (La idea g< neral de la revolución en el siglo xix) se titula: “D solución del gobierno en el organismo económico1 Para el autor, la única y verdadera revolución es 1, revolución “social”, que opone a las seudorrevolu ciones “políticas” de 1830 y 1848. Ella remplazará e Gobierno por el Taller: “Ponemos la organizació) industrial en lugar del Gobierno, y las fuerzas eco nómicas en lugar de los poderes políticos” .3La idea de la disolución del gobierno en la socie dad no es menos fundamental en Marx, al menos el cierto Marx, porque sus concepciones variaron mij cho. Es sin embargo innegable que su pensamiento tal como se lo comprendió hasta el día en que fu¡ revisado y corregido por Lenin, es antipolítico. íJ forma actual de los regímenes y el Estado mismo so superestructuras que deben ser completamente el) minadas por la evolución económica, que conduce2 Georges Lavau, “Science politique et Sciences d l’homme”, Esprit, abril 1956, pág. 506.3 París, Garnier, 1851, pág. 283.

32

Page 31: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

la revolución social. La única realidad es la econo­mía, y en este punto Marx se halla muy cerca de las concepciones de los reformadores franceses, en las que se apoyó considerablemente. Su visión del por­venir es la de un “languidecimiento del Estado”. Cuando el proletariado sea dueño del poder, no habrá más poder ni habrá más Estado, porque la autoridad política es la consecuencia de la lucha de clases.En sus rasgos fundamentales, la economía polí­tica de los siglos xix y xx ya nada tiene que ver con la política, ni tampoco con la economía en el sentido etimológico del término. Las nuevas definiciones la califican, de acuerdo con la concepción francesa clá­sica de J. B. Say y de Pellegrino Rossi, de “ciencia de la riqueza”; según autores más recientes es la “cien­cia del cambio”, y M. F. Peroux agrega a la palabra “cambio” el adjetivo “oneroso”. Al mismo tiempo se le busca un nuevo nombre. Algunos proponen el de “crematística”, que se encuentra ya en Aristóteles; Dtros, “plutología”, y algunos, particularmente los ingleses, cataláctica. En Francia, bajo la influencia de A. Landry, se ha vuelto a “económica” simple­mente como sustantivo, pero se dice con más espon­taneidad “ciencia económica”, entendiéndose que el hnérito principal del término es sancionar —palabra y cosa— la desaparición de la política. II.II. La politología sustituida por la sociología

• Se produce otro cisma, que no deja de mostrar semejanzas, en sus orígenes y en sus resultados, con ?1 de la economía. Es el que ahora separa lo político le lo social.Esta dicotomía no es nueva. Cierta distinción en­re lo “político” y lo “social” aparece ya desde el “enacimiento del Estado. Ya en Bodin y Althusius lemos encontrado la idea de que existiría lo social úera de lo político, o sea un elemento social distin­guible, si no diferente, de lo político. Diríamos ac- ualmente que estos dos autores consideran el Estado orno un fenómeno de superposición. Pero la “sim- liótica” de Althusius, la concepción del “recto go-33

Page 32: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

r

bierno de varias familias” de Jean Bodin, implica un conocimiento del Estado que envuelve el de las so­ciedades menores sobre las que se construye. Esta1 actitud concuerda así con la concepción arquitecto-! nica de la Ciudad, que vimos era la de Aristóteles.Diversos autores de los siglos xvi y xvn insisten en la existencia de vínculos de carácter social que están fuera de los vínculos estatales. Tal es el caso de Grotius, cuya obra fundamental data de 1625; e] del filósofo Leibnitz y el de un jurista que ya era sociólogo, Nettelbladt, quien no alcanzó la misma notoriedad. Dentro de esta línea algunos distinguen ya, como Schlótzer, entre die Staat, el Estado, y die bürgerliche Gesellschaft, la sociedad civil. Aparecen así dos órdenes jurídicos independientes: un orden de vecindad o de localización territorial, y un orden de actividades profesionales o de oficios. 4A comienzos del siglo xix, y esta vez bajo la influencia de la economía, particularmente de la Es cuela inglesa, algunos autores alemanes (por ejem> pío Robert von Mohl) separan la ciencia social d( la ciencia política. El término “social” designa laí instituciones, las costumbres, o los comportamiento no organizados directamente por el poder: la fami lia, la propiedad y —el concepto comienza a circu lar— las clases sociales. Se opone el Estado social Sozialzustand, al Estado político, Staat. Más tarde en Francia, el historiador Henri Hauser distinguid la historia llamada política, que se preocupa sobrf todo de las formas de gobierno de las sociedades, 3 la historia calificada de social, que se interesa prin cipalmente en la vida material, económica y mora en las mismas sociedades. Lo social comprende as toda la vida privada, no solo en su aspecto individua e interindividual, sino colectivo.Esta división podría no haber tenido grandes in convenientes para la ciencia política si hubiera coi servado el carácter de una comprobación objetivi pero muchos de sus defensores le agregan una apr<4 Cf. Georges Gurvitch. Éléments de sociologie juril que, París, Aubier, 1940, cap. I, “Les précurseurs”.

34

Page 33: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ciación cualitativa. El orden de la sociedad es consi­derado infinitamente más rico que el orden jurídico del Estado, tanto desde el punto de vista de su con­tenido espiritual como de su capacidad de vida es­pontánea. Ya sea conjuntamente, ya en forma para­lela a la corriente económica, el flujo social desva­loriza también a la politología.Las exaltaciones de lo social son múltiples: unas veces se convierten en sistema, como en las escuelas sociales de inspiración cristiana; 5 otras, constituyen una reacción difusa de los medios burgueses, que sienten que la conducción de los asuntos públicos pasa a nuevas capas sociales; o, inversamente, pro­ceden de la afirmación nueva de que la “cuestión social” predomina sobre los problemas políticos.6Charles Péguy hace de todo esto una especie de ra­mo lírico cuando escribe: “La vida privada transcurre bajo la vida pública, conserva, lleva, sostiene y nutre la vida pública. Las virtudes privadas se desarrollan bajo las virtudes públicas. Lo privado es el tejido mis­mo. Pública: las actividades públicas no son más que islotes; es lo privado lo que constituye el mar profun­do”. Pero es mucho más grave para la integridad de la política la pretensión de lo social de convertirse en cien­cia autónoma y global, bajo el nombre de sociología.Como todo el mundo lo dice, Augusto Comte es el inventor del término. “Creo que debo aventurar desde ahora este término exactamente equivalente a mi expresión ya introducida de física social. “Aho­ra bien, aunque la expresión “física social” no tuvo aceptación alguna, la palabra “sociología” fue adop­tada en la mayor parte de las lenguas con el sentidoB Tal es la posición de Le Play y también de una parte importante del catolicismo social (cf. M. Príxot, “La fin d’une extraordinaire carence’/ en Revue Internationale d’histoire politique et constitutionnelle. enero-junio 1957, iPág. 9).

\ 6 “El estudio de la cuestión social es el estudio de losmales que sufre la sociedad en el orden del trabajo, y la búsqueda de los medios de curarlos o suavizarlos” (R. P. ¡Charles Antoine, S. J., Élements de Sciences sociales, lec­ciones dictadas en Jersey, 1892-1893, Poitiers. Oudin, 1893).

Page 34: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

de un conocimiento general y objetivo de la constitu­ción y del desarrollo de las sociedades.La iniciativa de Augusto Comte priva a la polí­tica de su primacía tradicional, porque la sociolo­gía la reemplaza como ciencia arquitectónica. “La se­rie natural de las especulaciones fundamentales se constituye por sí misma. Todos los estudios prelimi­nares (matemática, astronomía, física, química, bio­logía) preparan de este modo la ciencia final, la cual en adelante influirá sin cesar sobre su cultivo siste­mático, para que en él prevalezca al fin el verda­dero espíritu de conjunto, siempre ligado al auténtico sentimiento social.” 7Al mismo tiempo que la sociología sustituye a la politología, el centro de interés pasa de las Ciu­dades o los Estados a la Humanidad. “A. Comte de­finió la humanidad: el cbnjunto de seres humanos pasados, futuros y presentes. Pero los más numero­sos —y siempre en aumento— son los muertos, que subsisten por la inmortalidad subjetiva, sea porque se guarda su recuerdo, o porque el resultado de sus actos permanece gracias al progreso.”8Sin embargo, Comte sustituye muy pronto el es­tudio científico de la Humanidad por la religión de la Humanidad. “La política positiva” es así absor­bida por “la religión positiva”. De tal modo la sociolo­gía comtiana entraña finalmente, sin verdadera com­pensación, la desaparición de la politología clásicaÉsta no ha sido más renovada por la “Escuela sociológica”. En la medida en que Durkheim y sus discípulos estiman, a diferencia de Comte, que le social más auténticamente positivo es el hecho cons­tituido por las sociedades particulares, hubieran po-J dido concebir la sociología como un Corpus de cien­cias sociales donde la politología hubiese ocupado st lugar. Pero no es ésta su perspectiva. Insisten en la especificidad del hecho social, atribuyéndole carao; teres propios. La sociedad misma es algo más y, tamf7 Augusto Comte, Discours sur l’ensemble du posit visme, París, 1848.8 J ean Lacroix, La sociologie d’A. Comte, París, P.U.f 1956, pág. 65.

Page 35: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

bién, algo diferente que la suma de los individuos que la componen. No es una adición, sino un “todo” —algunos sociólogos llegan a decir: un “ser”— que tiene su vida, su historia, su conciencia, sus intere­ses. Por lo tanto, solo será sociológico, en sentido pre­ciso, el conocimiento de los fenómenos humanos en tanto que sociales, o sea no como productos de la vo­luntad de los individuos, sino como resultados de la influencia ejercida por el grupo social. Éste origina actitudes que los miembros que lo componen no ha­brían tenido nunca si no estuviesen agrupados. In­cluso cuando parecen actuar libremente, sus actos traducen una compulsión social. En consecuencia, la sociología no estudia todo lo que ocurre en las socie­dades existentes; solo se pregunta de qué modo y en qué medida los hechos sociales se originan en la vida social, y cómo, a su vez, actúan, sobre ella.En estas condiciones, al estudiar la política, la sociología se conduce de manera diferente que la ciencia política. Considera la incidencia del factor político sobre la vida social, y, recíprocamente, del factor social sobre la vida política. Los actos políti­cos interesan realmente al sociólogo, pero no se ocu­pa de ellos del mismo modo que el politólogo. El sociólogo no estudia la política más que como una manifestación específica de vida colectiva. El poli­tólogo considera todos los aspectos de las institucio­nes y de la vida del Estado, comprendidos los com­portamientos individuales (recordemos el lugar ocu­pado por el Príncipe conqúistador, cristiano o econo­mista), y los estudia desde el punto de vista estricta y esencialmente político, mientras que el sociólogo solo toma en cuenta los fenómenos políticos en tanto que son sociales, y exclusivamente en ese aspecto.En la realización concreta, esta diferencia de in­terés selectivo produce obras de muy distinta inspi­ración. Al ocuparse de fenómenos políticos, los soció­logos eliminan en su investigación lo que más inte­resaría al politólogo. Mientras que el politólogo se dedica con predilección al estudio de los fenómenos políticos superiores que están más próximos a él en el tiempo y en el espacio, los sociólogos dedican casi

37

Page 36: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

todas sus investigaciones a los pueblos primitivos. Su atención se concentra en los fenómenos exóticos, en las costumbres que se relacionan más bien con la etnología y solo tienen una conexión remota con la sociedad política sutil y profundamente instituciona­lizada que es el Estado actual. Sin duda que a este respecto los sociólogos han formulado promesas; pero el lugar que en su clasificación se le confiere a la sociología política está bastante mal asegurado. De hecho se ocuparon poco de los problemas políti­cos, y en modo alguno cumplieron lo que habría po­dido ser su tarea.9No cabe duda de que en el futuro renacimiento de la politología, la sociología cumplirá su parte fe­cunda, particularmente gracias a su influencia me­todológica. Pero en la evolución intelectual del siglo xix y comienzos del xx constituye un rival, tanto más peligroso cuanto que invoca para sí misma el rigor científico y la categoría universitaria. Supe­rando el escepticismo de su medio, Durkheim logró que la sociología fuera reconocida como ciencia y se le concedieran cátedras. En cuanto a la política, solo se le concede el papel de un arte de aplicación. La sociología la rechazó fuera de la ciencia y fuera de las Facultades, porque “en el medio universitario, de­cir que una rama del saber o de una actividad es un arte implica arrojar el descrédito sobre ella”.10 III.III. La politología remplazada

por la ciencia jurídicaLa economía se desarrolló bajo la influencia in­glesa, y la sociología nació en Francia; de allí que la0 Los sociólogos que se dedicaron a la sociología políti­ca han recopilado, en su mayor parte, elementos dispersos en otras obras. Así, el pequeño libro de Sociologie politique del deán Davy es fundamentalmente un estudio penetrante de la obra de los juristas sociólogos L. Duguit y M. Hauriou (París, Vrin, 1950, 2* ed.). También A. Cuvillier, en su Ma nuel de sociologie (París, P.U.F., 2* ed., 1959, 2 vol.) utilizc ampliamente el trabajo de los constitucionalistas y de los especialistas en derecho público.10 J acques Leclercq, Du droit naturel á la sociologie París. Spes, 1960, t. II, pág. 47.

Page 37: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

Alemania de mediados del siglo xix parezca el país menos afectado por las tendencias disolventes. Reac­cionando sobre éstas, logró inclusive reintegrar, bajo la influencia de sus “economistas nacionales”, la eco­nomía en la política; y, al insistir sobre el aspecto “nacional” de los fenómenos, volvió a colocar lo so­cial en lo político.Este énfasis en la idea del Estado como un “con­junto que domina a los individuos y aun a las gene­raciones” se debe a la obra de Adam Muller.11 Pero la influencia de este autor se origina en el hecho de que sintetiza una triple corriente jurídica, lingüísti­ca y filosófica, que a las tres tendencias de la econo­mía clásica: el individualismo, el cosmopolitismo y el perpetualismo, opone, en orden, el espíritu comu­nitario, el ideal nacional y la relatividad histórica.Después de Adam Muller, las obras de Dahl- mann, Waitz y Treitschke confirman la unidad clá­sica de la ciencia política como conjunto de conoci­mientos relativos al Estado-nación. Superan así la dicotomía de Mohl, que distinguía lo social y lo polí­tico, y que dentro de lo político distinguía a su vez idivex’sas partes, una de las cuales, la Staatskunst, era la política propiamente dicha. Waitz y Treitschke identifican “obviamente” la política y la doctrina del Estado.11 12 Dalhmann, quien en 1835 publica en Go- tinga el tomo primero y único de Die Politik (La Política sobre la base y medida de los objetos reales), usa la palabra “política” en el sentido de los anti­guos, o sea que la política es para él la doctrina del Estado. En su Grondziige der Politik (Fundamentos de la Política, Kiel, 1862), Georg Waitz ve en la política una Staatslehre, sin distinguir el ordenamiento estáti-11 Adam Muller, nacido en Berlín en 1779, y muerto en Viena en 1829, reunió en su libro Die elem ente der Staats kunst (Los elementos del arte político) las conferencias da das por él en Dresde, donde actuaba como diplomático [Trad. esp.: E lem entos de Política. Lecciones dadas en Dres

den en el inv ierno de 180X2X09, traducción de E. Tmaz, Ma drid, Rev. de Occidente, 1935.]12 Esta expresión irónica y algo despectiva se debe al jurista y sociólogo alemán S tier-So m l o , autor de un peque ño libro titulado P olitik, Von Quelle y Meyer, Leipzig, 1919.3H

Page 38: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

eo del Estado y la vida pública en movimiento, sin dis tinguir Staatsrecht y Politik. Treitschke publica er 1859 una Ciencia de la sociedad, donde el Estado e¡ “la sociedad organizada unitariamente”.Sin dejar de ubicar en la base de su construc ción más a la Nación (Volk) que al Estado (Staat) la escuela alemana sostiene o redescubre la concep ción global de la política formulada por Aristóteles En el sentido helénico, “politología” significaba “co nocimiento de la polis”; en el sentido germánico, si convierte en la teoría general del Estado, la Allge meine Staatslehre.Pero la escuela alemana, que superó el divorci< entre lo económico y lo sociológico, va a engendra] ella misma la separación de lo jurídico.La ruptura se anuncia en el último tercio de siglo xix con Allgemeine Staatslehre (Teoría gene ral del Estado), de J. C. Bluntschli, cuya primer; parte Lehre von modernen Staat (Teoría del Estadi moderno) apareció entre 1875 y 1876. Según la con cepción clásica, Die Politik hubiera debido ser el equi valente del título general: Lehre von moderne] Staat. Pero en la pluma de J. C. Bluntschli la pala bra “política” no solo no designa el conocimiento de Estado en su conjunto, sino que solo en último téi mino entra en la “doctrina” o “teoría” del Estad moderno. Lo esencial de la doctrina del Estado mo derno se halla constituido por la teoría general di Estado y del derecho del Estado. La política es rele gada a un segundo plano con respecto a estas do disciplinas, que toman la delantera.13 No tiene qu investigar ya los fundamentos del Estado, pues s ocupa de ello la teoría general; tampoco le compet el examen de la constitución y los órganos del Es tado, pues ésta es tarea del derecho público. Solo 1 queda el estudio de las actividades estatales. Formul13 Armand de Riedmatten, quien tradujo la obra i francés, la presenta también en tres volúmenes: La théor générale de l’État, Le droit public, La politique, París, Gu laumin, 1877. [Trad. esp.: Derecho público un iversa l, v. c A. García Moreno y J. Ortega García, Madrid, Ed. F. Gó gora, 1880.]

40

Page 39: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

1

y explica las reglas que deben seguirse en el gobier­no de los pueblos, y analiza el espíritu de las institu­ciones y la actividad de la nación en el Estado.Este relegamiento de la política es aún en Johann Bluntschli lo suficientemente discreto como para no romper la unidad de una politología global. Hay distinción, pero no separación. El derecho público y la ciencia política surgen de un tronco común. Pero la teoría general del Estado domina a la vez el de­recho y la política. El Estado real vive y la vida vincula el derecho con la política. El derecho, sobre cuyo carácter estático los sucesores de Bluntschli insistirán más que él, no permanece, sin embargo, invariable. Por su parte, la política busca un punto de equilibrio y de reposo. El derecho posee una his­toria, y hay una política de la legislación. El derecho procede de la política, y la política presupone el derecho como condición fundamental de la libertad. Ésta se desarrolla en límites que traza el derecho.De todos modos, la autoridad de J. C. Bluntschli logró que desde ese momento la doctrina alemana aceptase la idea de que la política no es más que una parte del dominio de los conocimientos sobre el Es­tado. Así, von Holtzendorff, en sus Prinzipien der Politik (Prmcinios de la Política, 2 ed., 1879), ve ;n la ciencia del derecho el ejercicio de la voluntad :olectiva del Estado, en tanto que es voluntad ge- íeral, o sea voluntad independiente, suprema, sobe­rana. La política, en cambio, es la misma voluntad ictuante, pero dentro de los límites prescriptos por as circunstancias y los antecedentes, y determinada ín sus resoluciones por la ocasión y la historia.Mucho más radicales y sonoras son las tesis de Seorg Jellinek. Ya al principio de su libro Allge- neine Staatslehre14 (Teoría General del Estado), >bserva que la palabra “política” significa en griego 'doctrina de la Polis”, y que se debe traducir porb4 Traducido al francés con el título poco satisfactorio le VÉtat moderne et son droit, París, Fiard & Bjiére, 1911,1 vol. [Trad. esp.: Teoría General del Estado, trad. dt Fer

íando de los Ríos, Madrid, 1914. La misma versión reedita- la en Buenos Aires, Ed. Albatros, 1954.]41

Page 40: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

“doctrina del Estado”. Pero abandona inmediatamen te esta posición lógica para dejar la política fuen de la “doctrina del Estado”. Ciencia descriptiva i explicativa del Estado, la Allgemeine Staatslehre es tudia la noción del Estado bajo todas las formas ei que manifiesta su actividad. Se divide, por una pai te, en una doctrina “social” del Estado, y por otrj en una doctrina “jurídica” del Estado o derecho pú blico en general. Por lo tanto, y a diferencia de J. ( Bluntschli, G. Jellinek no concibe ninguna doctrin general del Estado que abarque a la vez el derech público y la política. Ésta solo examina la maner en que el Estado puede realizar sus fines y apreci sus actitudes. Se convierte en un estudio accesori de carácter práctico y crítico.Como consecuencia directa de este retroceso de esta subordinación, queda asegurada la hegemc nía del derecho público en la teoría general. Frent a Ja política, y aislada y circunscripta, brilla co todo el prestigio que su rigor le confiere.Menos de diez años antes de que J. C. Bluntschl desmantelara la politología, el “venerable” Gerbei a quien los alemanes consideran el padre del dere cho público, había publicado sus Grundzüge eim Systems des deutschen Staatsrechts (Fundamento de un sistema del Derecho Político alemán, 1865 Deplora allí que sus predecesores hayan considerad que la tarea de determinar los principios constitucic nales modernos es más de naturaleza filosófica (léí se “política”) que jurídica. Se esfuerza por clarific< los principios del derecho sobre los cuales debe ed ficarse el derecho público, y se propone eliminar lí tendencias políticas, históricas o doctrinarias qu eran precisamente las de los autores alemanes qu hemos mencionado. Inspirándose en concepciones d< derecho privado entonces dominantes, Gerber se ap< ya en las teorías de la personalidad y de las relaci< nes jurídicas y las aplica al dominio del derech público. Para él, el derecho público es exclusivi mente el derecho del Estado concebido como sujei de derechos. Los derechos estatales mismos se op< nen a los derechos privados. Son los derechos de d<

42

Page 41: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ilinación del Estado sobre los hombres exteriores i él, eine Herrschaft über fremde Personen. Lo dog- nático termina sustituyendo a lo sociológico, para legar a la creación de un derecho público que nada lebe a ninguna disciplina, salvo al derecho mismo.El sucesor de Gerber será Paul Laband, uno de os maestros más reputados de la Universidad de Estrasburgo durante el período de la anexión. P. La- >and exige que el análisis del sistema constitucional e un país determinado sea puramente jurídico. HayIue establecer, ante todo, las relaciones de derecho ue constituyen el derecho público; fijar luego con recisión su naturaleza jurídica; descubrir después js principios jurídicos generales a los que se hallan lubordinados, y desarrollar, finalmente, las conse- iuencias que se desprenden de ellos. Partiendo de as reglas inscriptas en los textos, nos remontamos iasta los principios, desde los cuales descendemos fi­elmente, mediante el razonamiento lógico, para des­abrir las aplicaciones no formuladas. •

Este método es exclusivamente, y, como lo ha licho el profesor Lexis, “intensivamente” jurídico, -os autores que se inspiran en él “hacen derecho mblico” y no ciencia política, disciplina inferior, in- ligna de las cátedras universitarias. P. Laband y sus liscípulos no solo descartan las consideraciones polí- icas como extrañas a su disciplina, sino que mani- íestan repecto a ellas una hostilidad característica, in tanto que sirven con demasiada frecuencia para lisfrazar la ausencia de análisis y de trabajo cons- ructivo. Es, dicen, “literatura de periódico”.Algunos juristas alemanes son menos despecti- ros y se esfuerzan (como lo hace, por otra parte, el nismo Laband) por dar a la política un contenido; >ero la determinación de este contenido queda como Igo abstracto y sin real importancia práctica. Como a sociología, y aún más, puesto que es más antigua más rentable, la ciencia jurídica detenta las cáte­las y mediante la preparación de exámenes ocupa as espíritus.

43

Page 42: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CAP171 I O

LA POLITOLOG1A DESMEMBRAI;Y ABANDON \I]

I. Una ciencia sin conteníYa sea beneficiándose con el entusiasmo por novedad, o haciendo uso de una antigua posesión i estado, la economía, la sociología y el derecho p blico despojan de lo mejor de su sustancia a lo q fue tradicionalmente el dominio de la política, contenido de ésta disminuye hasta desaparecer p completo, debido a la creciente especialización de ] ciencias políticas.Existen ahora la sociología política, que estu<| los fenómenos políticos en su aspecto social; la e< nomía política, que examina el Estado como ager o como marco económico; el derecho político, ir corrientemente calificado de público, que considí el aspecto jurídico de las instituciones y relacioi públicas; existe también la historia política, que tablece los hechos relativos a la vida pública; la losofía política, que permite apreciarlos; la geogra política, que considera las relaciones del suelo y i Estado, y, finalmente, todas las disciplinas a las-c puede aplicarse el calificativo de política.Cada vez que aparece, la política es absorb por alguna otra ciencia. Cada hecho, desde que se aborda, cada problema, desde que se lo profundi deja de pertenecer al conjunto general que es ciencia política para entrar en el compartirme particular de una disciplina positiva bien carac rizada. Lo que constituía la ciencia política clás pertenece ahora, por razones de prioridad, a ot ciencias más evolucionadas, y por lo tanto en m< res condiciones de promover el estudio y hacer í gresar el conocimiento. A fines del siglo xix la p tica desapareció como sustantivo que designa i

44

Page 43: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

[iáciplina autónoma y solo quedó como calificación le otras disciplinas. No existe más la ciencia polí- ica; solo subsisten las ciencias políticas.Como toda investigación política se transforma n un estudio particular, y cada problema considéra­lo en sí mismo escapa a “la” política para entrar en una” ciencia política determinada, mejor organiza- la para hallar una respuesta, ya nada queda para a politología cortio tal. La comprobación de su va­nidad y de su inutilidad se hace inevitable.Algunos, sin embargo, consideran que esta reab- prción total es excesiva. En su opinión, queda toda- ía algo después de que todas las ciencias han recibi-0 plenamente su parte. Su desarrollo deja, entre Has o fuera de ellas, algunas partes inexploradas, a ciencia política se interesará así en investigacio- es inéditas, aún no organizadas, en el descubrimien- ) de elementos nuevos, todavía no regimentados, si

5 que puede utilizarse esta expresión. Situada aquí ti la vanguardia, la politología conservará además, en t retaguardia, lo que las disciplinas particulares no ayan podido asimilar.Es evidente que esta teoría “residual”, como se1 llama hoy, no puede servir de base para una su- ervivencia honorable de la ciencia política. Tal con- epción le ofrece un campo demasiado pobre para que ¡ueda conservar algún prestigio. Pero, además, el [bjeto que se le destina, con toda su mediocridad, no e halla ni siquiera asegurado, porque el progreso de Bs ciencias políticas tiende a eliminarlo mediante la reación de nuevas ciencias diferenciadas, y porque

Ida nueva mutilación de la ciencia política general rá considerada como un progreso científico.

Se le ofrece a la ciencia política un destino ape- is mejor viendo en ella una encrucijada donde se unen disciplinas suficientemente diversas para pro- esar cada una por su lado, pero lo bastante próxi- as en sus itinerarios para que se encuentren por i momento.Considerada de cerca, la imagen de la encruci- da, con ser más halagüeña, oculta simplemente otra oría de la reabsorción. En sí misma, una encrucija-

45

Page 44: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

da carece de existencia propia. Esta hecha dt dos más caminos que se cruzan, y de este modo se coi funden en un breve trecho de su itinerario; per cada camino retoma en seguida su dirección propijSin embargo, esta comparación describe bastar te bien la situación en la que se colocó a la cienci política a fines del siglo x ix y comienzos del xi “Academia de Ciencias morales y políticas”, “Escuel de Ciencias políticas”, “Doctorado en Ciencias polít cas”: son éstos simples puntos de reunión de disc plinas diversas. Entre los especialistas no se intenta aproximaciones más estrechas, porque, como lo h< mos observado, toda la filosofía de la época ve en 1 especialización un signo de progreso y el criteri mismo de lo “científico”.La idea de que la ciencia política sería una sír tesis de las ciencias políticas aparece entonces com contradictoria en los términos. Los más benévolc admiten la existencia de una filosofía política qu tendría una ambición, pero la sitúan en un futui indeterminado. Para la comodidad del presente bast haberlas reunido bajo un mismo techo, como en 1 Escuela libre de Ciencias políticas, o en la Escuel de Derecho, o, mejor aún, bajo una cúpula, como e la Academia de Ciencias morales y políticas. Pero < quai Conti (Academia de ciencias morales y polít: cas), objeto de ironías ligeras, es como el centr mismo del “mundo donde uno se hastía”, y la cali Saint-Guillaume (Escuela libre de ciencias polít: cas), enseña cada vez menos política y cada vez má administración.1Paradójicamente, la multiplicidad y el progres de las ciencias políticas engendran la desaparición d la politología.II. Una ciencia sin adepto

Como es natural, la corriente que acabamos d describir ocasionó durante el siglo x ix y comienzo del xx el debilitamiento de la literatura politológica1 Cr. André Siegfried, Hommage á Emile Boutmy e á Albert Sorel, Fundación Nacional de Ciencias políticai París, 1956.

46

Page 45: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

¡Sin duda que este período no carece de grandes obras políticas,2 pero ninguna corresponde ya al ideal clá­sico, de acuerdo con el cual el autor considera el ¡conjunto del fenómeno político y reconsidera por.sucuenta todo el problema de la ciudad y de su go­bierno.Cuando Marcel Waline sostiene que André Siegfried, con su famoso Tableau de forces politiques de la France de Vouest (Cuadro de las fuerzas polí­ticas del oeste de Francia), es en Francia el ver­dadero creador de la ciencia política moderna, que Tocqueville es el precursor y que Boutmy ocupó el lugar entre Tocqueville y Siegfried,3 ofrece en este breve resumen una imagen exacta de la época y con­firma con ella lo que acabamos de decir sobre el carácter especializado que adquieren en adelante las publicaciones.

Hay pocas “Políticas” escritas durante tal perío­do, y las que existen corresponden raramente a las promesas contenidas en sus títulos. Casi todas han sido olvidadas actualmente, y exigen difíciles inves­tigaciones. No puede decirse que éstas sean compen­sadoras. Después de sacudir el polvo que cubre los ejemplares descubiertos con gran esfuerzo y de ho­jear sus páginas amarillentas, se comprueba que no contienen casi nada de lo que se esperaba de ellas, o sea que, partiendo de una definición segura, hiciesen una exposición sistemática de la ciencia política. Es cierto que no todo carece de interés o está despro­visto de talento, pero el hombre de mediados del siglo xx, con su gusto por la precisión, exige algo más que reflexiones bastante deshilvanadas acerca de una actualidad perimida.Así ocurre con la Science politique (la ciencia política), de Ivan Golovine, cuya obra se publicó en2 Cf. Marcel Prélot, Histoire des idees politiques, op. cit., libros IV y V.3 Influencia de Duguit sobre el derecho constitucional y la ciencia política, en Revue juridique et éconómique du SudOuest, números 3 y 4, 1959. Congreso conmemorativo del centenario del nacimiento del deán León Duguit, Bur­íleos, mayo 29-30 de 1959.

47

Page 46: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

Didot en 1844. “La política —escribe— es la cienci, del gobierno tanto en sus relaciones interiores comí exteriores, la ciencia del Estado por excelencia.” Pe ro de esta afirmación liminar no deduce el autoj ninguno de los desarrollos que debieran seguirse ló gicamente de ella.En cambio, el Traite de politique et de scieno sociale (Tratado de política y de ciencia social), d P. J. B. Buchez 4 es una obra importante. Considera do a veces como un precursor de Saint-Simon, otra como un precursor de los cooperativistas y de los de mócratas cristianos, Buchez se vincula con la tradi- ción aristotélica. “La terminología y las definición^ de Platón y de Aristóteles constituyen todavía hoi la base de la ciencia política”.5 Estima, sin embargo que la concepción antigua debe completarse por 1 introducción de una idea nueva en la ciencia política la del progreso. Por otra parte, Buchez distingu la ciencia social de la política práctica, insertando en tre las dos la teoría constitucional. La ciencia social tiene por objeto los principios que rigen la forma­ción de la sociedad, al igual que la coordinación di las instituciones y de las funciones en virtud de laj cuales las sociedades se conservan y progresan; 1í teoría o doctrina constitucional, llamada aún teorú de la sociedad y arte del gobierno, establece la tran sición de la ciencia a la práctica; la política práctict varía según los tiempos, las sociedades, los.países las civilizaciones; ella se aprende mediante el estu dio de las leyes, de los reglamentos, de las costum bres, de las circunstancias presentes, y sobre todo mediante el uso.6 Pero para completar semejante cuadro hubiese hecho falta algo más que la plumí caída de la mano de un moribundo; habría sido tam­bién necesario que la imaginación y el sentimientí fuesen orientados con más frecuencia en beneficie de una experiencia que Buchez sin embargo poseíaEs precisamente la experiencia —y solo la expe4 Publicado por los ejecutores testamentarios del autor L. Cerise y A. Ott, París, Amyot, 1866.5 Libro I. cap. II, pág. 23.8 Eod. loe., pág. 46 y sigs.

48

Page 47: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

riencia— la que invoca León Donnat, con quien pa­samos del lirismo del 48 al positivismo de fines del Segundo Imperio y de comienzos de la Tercera Re­pública. La politique experiméntale 7 (La política ex­perimental), sostiene como divisa este aforismo: “Solo la experiencia nos debe dirigir; ella es nuestro único criterio.” L. Donnat juzga, en efecto, que la simple observación es insuficiente; la experimenta­ción, tal como Aristóteles la ha reclamado para la medicina, es también indispensable para la política. León Donnat ha hecho la demostración mediante la ciencia, la historia, la situación política de Francia, la observación comparada de los pueblos libres. El uso de esta última fórmula muestra claramente que L. Donnat ha sufrido otra influencia: la de Le Play, a quien conoció bien y de quien habla con simpatía, aunque él mismo sea furiosamente anticlerical. Sin embargo, Donnat desarrolla menos las reglas de una política que las de una legislación experimental, y su obra, finalmente, se dirige más hacia la práctica que hacia la ciencia.Sin duda, La politique: principes, critiques, re­forme (La política: principios, críticas, reforma), simple recopilación de artículos publicada por Th. Funck-Brentano (París, 1892), posee una textura dé­bil y un interés precario. Los principios se reducen a algunas afirmaciones triviales, y las reformas con­sideradas parecen hoy día tan anacrónicas como an­tes pudieron parecer novedosas. Es por otra parte probable que Th. Funck-Brentano no se hiciera ilu­siones respecto de su obra, y que el sentimiento de su insuficiencia no haya estado ausente en la funda­ción, tres años más tarde, del Collége libre des Scien­ces sociales (Colegio libre de Ciencias sociales), cu- lyos servicios a la ciencia política, en el momento mismo en que reinaba todavía la desconfianza hacia .la enseñanza pública, habrían de ser considerables.

‘ Aunque netamente superior a la obra de Th. Funck-Brentano, tampoco se puede clasificar entre 77 Publicada en 1885 y reeditada en 1891, París, Reinwald (Bibliothéque des Sciences contemporaines).

49

Page 48: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

las grandes obras La politique (La política), que Charles Benoist 8 publicó hacia fines del siglo xix. Profesor de la Escuela de ciencias políticas, parla­mentario, miembro del Instituto, embajador, el autor no es aún más que la promesa de una gran carrera. Su obra posee la característica propia de la juventud: une a una exposición débil el enunciado de vastas ambiciones. Influido a la vez por la tradición antigua y por la sociología reciente, Charles Benoist procla­ma: “La política es estrictamente la ciencia de la vida de los hombres en sociedad o de las sociedades humanas. Cualquiera otra definición la rebaja o la disminuye... Todas las formas de la vida social en­tran por algún lado en el campo de la vida política, o tocan por algún lado su dominio”. Pero desde la pá­gina veinticinco Charles Benoist estudia el Estado, y hasta el final del Libro I no se ocupará de otra cosa que de la soberanía y del gobierno. El Libro II está dedicado al poder político, y el III a los órganos y funciones del Estado. La exposición parecería una sucesión de apuntes escolares si en algunos momen­tos no mostrara un rasgo original.

8 Colección “La vie nationale”, Bibliothéque des Scien ces sociales et politiques, León Chailley, París. 1894.50

Page 49: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

SEGUNDA PARTE

LAS CIENCIAS POLÍTICAS EN NUESTROS DÍAS

Page 50: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CAPITULO IVLA POLITOLOGÍA RENACIENTE

I. El nuevo climaContrariamente a lo que podría creerse ahora, la Primera Guerra Mundial no' contribuye en absoluto a sacar del marasmo a la ciencia política. Ésta conti­núa, al igual que antes, fuera de los recintos uni­versitarios. Un viento de árido tecnicismo minucioso sopla entonces sobre las Facultades de Derecho. En cuanto a las obras, constituyen más bien un retro­ceso, tanto en número como en importancia.1En cambio, la Segunda Guerra Mundial da el im­pulso decisivo al renacimiento politológico, qiife co­menzará desde la ocupación y el armisticio. En un mundo extremadamente politizado, la convicción de que la ciencia política no puede ser ignorada oficial­mente surge pronto y se extiende de un modo irre­sistible.Hemos explicado en otra parte cómo la “década decisiva” (1945-1955) marca el “fin de una extra­ordinaria carencia”,1 2 por lo cual nos limitaremos a poner de relieve dos factores secundarios, pero muy directos, de la transformación del clima. Uno es ex­terno y de imitación; el otro, interno y de tradición.En el renacimiento de la politología tiene gran importancia, ante todo, el ejemplo norteamericano. Las universidades de los Estados Unidos poseían cáte­dras sobre gobierno desde fines del siglo xix; crearon1 Confrontando Economía y Ciencias políticas, Gaétan Pirou solo cita a André Siegfried y Célestin Bouglé, con referencia a obras anteriores a 1914. Introduction á l’Écono- mie politique, París, Sirey, 2* ed., 1945.2. Cf. nuestro análisis .ya citado, “La fin d’une extraor- dinaire carence”, Revue Inter, d’hist. pol. ét constit., P.U.F., enero-junio de 1957, pág. 1.

53

Page 51: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

y sin duda extendieron su departamento de ciencias políticas, paradójicamente favorecidas por los acon­tecimientos europeos, que provocaron la partida ha­cia el otro lado del Atlántico de hombres como Cari Friedrich, Mario Einaudi, Waldemar Gurian y mu­chos otros. En compensación, y particularmente a través de la Unesco, el prestigio norteamericano actúa sobre muchos jóvenes espíritus que van directamente a la ciencia anglosajona sin sentirse obligados a los rodeos y precauciones de sus antecesores.8Sin embargo, la brusca ascención de la ciencia política solo pudo producirse porque durante todo el siglo x ix y comienzos del xx las Facultades de De­recho han sido, a pesar de las reticencias y las hosti­lidades, la verdadera Escuela de la Ciencia política.Si, entre los constitucionalistas, Raymond Carré de Malberg quiso ser un jurista puro,3 4 si León Du- guit no hizo ciencia política más que de un modo inconsciente y “esporádico”,8 Maurice Hauriou debe ser considerado, en cambio, entre los grandes politó- logos. Se advertirá ello más adelante, cuando nos ocupemos de las instituciones. Desgraciadamente, M. Hauriou presenta un pensamiento profundo y origi­nal bajo la forma de libros de texto indigeribles, cu­ya riqueza escapa al público, inclusive al considerado intelectual. Por otra parte, el deán de Toulouse, quien se esforzó por animar el derecho constitucio­nal mediante la sociología, no pidió jamás inspira­ción a la ciencia política.Tal es, en cambio, la actitud de la línea de pen­samiento, que cuenta ya cuatro generaciones, cuya obra se extiende desde los Éléments de droit consti- tutionnel et comparé (Elementos de Derecho consti­tucional y comparado), de Adhémar Esmein, en 1895, hasta la tesis de Auguste Soulier, en 1939.A fines del siglo xtx , los Éléments son la prime-3 Cf. Mattwtce PTTVERrER, Méthodes de la Science politi- que. París, P.U.F., 1959, pág. 48.4 Fue después de él y a su pesar que su obra adquirió contenido político.8 Marcel Waline, “Influence de Duguit”, op. cit., pág.159.

54

Page 52: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ra obra francesa que hace época en materia consti­tucional. Contiene un estudio de los regímenes de libertad en que se le concede espacio considerable a la historia de las ideas, a la comparación de las ins­tituciones y al examen del juego de fuerzas.Durante el primer tercio del siglo xx el contacto con la vida pública anima las obras de Joseph Bar- thélémy, que en su gran Traite de Droit Constitu- tionnel (Tratado de Derecho Constitucional, 1933), y en numerosas monografías registra su experiencia electoral y parlamentaria.Entre las dos guerras, J. J. Chevallier publica dos volúmenes sobre L’évolution de l’Empire bri- tannique (La evolución del Imperio británico, 1931) y un Barnave ou les deux faces de la Révolution (Barnave o las dos caras de la Revolución, 1936), cuya influencia se comprueba en Gouverneur Morris {Gobernador Morris), de Adhémar Esmein.® El autor de estas líneas publicó en 1936 VEmpire fasciste (El Imperio fascista), y, en 1939, un cuadro de L’évolu­tion politique du socialisme frangais (La evolución política del socialismo francés).El mismo año se distingue en particular, entre las tesis de la generación siguiente, L’instabilité mi- nistérielle en France sous la lile. République (La inestabilidad ministerial en Francia bajo la Tercera República), de Auguste Soulier.7Debe observarse, sin embargo, que en estas obras la ciencia política presente en todas partes, no se afirma a cara descubierta, sino que toma la aparien­cia del “punto de vista”. En la Conferencia de agre­gación, Luis Rolland usó este recurso con virtuosis­mo, rehaciendo las lecciones, más o menos logradas, de los candidatos, según dos planos alternativos: uno0 En espera de la tesis (de Letras) de P aul Bastid so­bre S ieyés e t sa pensée, París, Hachette, 1939.7 Hay que considerar también, durante la misma época, la acción perseverante y fecunda de Boris Mirkine-Guetzé- vitch. Cf. M. P rélot, “Adieu á Boris Mirkine- Guetzévitch”, en R evue In ternationale d ’histoire politique et constitution-

nelle, París, P.U.F., 1955, pág. 1; y Prefacio a Carl Fríe- drich, La dém ocratie constitu tionnelle , París, P.U.F., 1958.

55

Page 53: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

propiamente jurídico, y el otro formulado “desde el punto de vista de la ciencia política”. En esta pers­pectiva se muestra claramente que el estudio del Estado, de los fenómenos constitucionales y rela­ciónales, contiene algo más que lo que capta y ex­plica el Derecho. Para ser completa, la visión del constitucionalista debe tomar en cuenta las diferen­cias existentes entre la situación concreta que obser­va directamente y los esquemas dogmáticos que construye en su condición de técnico.Sin embargo, la resistencia de los especialistas en Derecho Público formados en la escuela del Dere­cho Privado, o de los que sufren la influencia ger­mánica de Laband, es lo suficientemente fuerte para que Iq teoría del punto de vista permanezca implíci­ta, sin ser nombrada.Le tocó a Georges Burdeau efectuar la revolución, ya latente pero todavía insegura de sí misma, de ha­cer pasar el Derecho Constitucional de la situación de ciencia principal a la de ciencia complementaria.Separándolo deliberadamente de las ciencias ju­rídicas, Georges Burdeau hizo del Derecho Constitu­cional el punto de partida y el elemento de apoyo de la ciencia política. La reedición, en 1949, en forma de primer tomo de un Traite de Science politique, (Tra­tado de Ciencia Política), de su libro Le pouvoir et VÉtat (El poder y el Estado), aparecido en 1943, mar­ca el paso decisivo. Burdeau se acusa en el prefacio de “presuntuosidad” e “ingenuidad”. Pero mientras su obra se terminaba y se imprimía dejó de ser una temeridad para convertirse en un testimonio.8

II. Redescubrimiento de la políticaTransacción y transición, la teoría del punto de vista había permitido introducir prácticamente sin escándalo los temas de la ciencia política, temas que8 Otro signo de un cambio total de clima lo constituye la publicación por M auhice D uverger, después de 1945, de su primer curso de derecho constitucional; en 1948 lo titulará, sin cambiarlo mucho, Manuel du droit constitución- nel et de Science politique.

56

Page 54: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

en los programas de enseñanza figuraban nominal­mente como jurídicos. Al mismo tiempo, esta teoría abre intelectualmente el camino a una noción autó­noma de la ciencia política: la de interés selectivo.9Es propio del espíritu humano elegir en el seno de la realidad, en sí misma indiferenciada, aquello que desea conservar. Intereses muy distintos pueden manifestarse con respecto a los mismos datos globa­les. Un paisaje no es en sí mismo más que un con­junto de elementos diversos, entre los cuales solo la persona del observador establece una conexión. No tiene el mismo sentido para el pintor que ve en él un conjunto de colores y de líneas; para el poeta que lo siente como la traducción de un estado de alma-, para el general interesado en la mejor utilización tác­tica del terreno; para el geólogo que adivina bajo el suelo las capas rocosas; para el agricultor, en fin, que se pregunta cuántas bolsas de trigo podrá recoger. Todas estas elecciones son legítimas e igualmente válidas.De igual modo, el politólogo no se considera como el propietario de un dominio medido y limitado, sino como un investigador a través de todo lo social. Co­mo otros adeptos de las ciencias humanas, lo que él descubre es la realidad social; pero la considera de un modo diferente, y le concede un interés que es el único en experimentar.A lo que la noción de punto de vista tenía de pa­sividad, al ligero perfume de diletantismo que toda­vía conservaba, la teoría del interés selectivo opone una concepción activa, un espíritu de investigación y de descubrimiento. Siente predilección por los fenó­menos constitucionales, pero tiene sin embargo una curiosidad mucho más vasta. Ningún asunto que pue­da aportar algo al conocimiento político es dejado de lado a priori. Un examen metódico elige en las cien­cias ya existentes todo lo que puede ser utilizado, y los vacíos se llenan con nuevas investigaciones. Pe-9 La teoría del “interés selectivo” ha sido formulada particularmente por R. M. Mac Iver y Charles H. P ace (Society. An introductory Analysis, Londres, 1950).

57

Page 55: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ro el conjunto y el detalle se hallan ligados por una cierta unidad de enfoque.La teoría del interés selectivo se halla implícita en la creación de los Instituís d’études politiques (Ins- títulos de estudios políticos), emprendida por Re* né Capitant desde 1945. Subyace también en los tra­bajos de la Unesco en 1948, en relación con el esta­blecimiento de la lista-tipo, de la que pronto nos ocu­paremos, y sobre todo en el intenso movimiento de curiosidad que va a convertir a la ciencia política, como lo dirá Julliot de la Morandiére en el Instituto, en “la ciencia de moda”.

- Pero para que la selección fuera posible se nece­sitaba un criterio que diera fundamento y justificara la elección. Por lo tanto, la primera y fatal consecuen­cia del renacimiento de la ciencia política debía ser necesariamente un debate sobre su objeto. Pero no era necesario, en cambio, darle las proporciones que adquirió; apenas redescubierta, la ciencia política fue declarada “inencontrable” y se la buscó en todos los lugares donde no estaba.10 11A los que buscaban demasiado lejos una respues­ta que, como ya lo hemos visto, la tradición y el uso ponían al alcance de la mano, Jean Dabin y la

Escuela de Lovaina recordaban, con un buen sentido imperturbable, que “aquí no puede haber dudas: la ciencia política no es ni puede ser otra cosa que la ciencia del Estado. Tal era el objeto de la política en la antigüedad... No hay razones para que el ob­jeto de esta ciencia haya desaparecido desde Platón, Aristóteles y Cicerón”.11

10 Nos proponemos dedicar próximamente a esta discu­tida cuestión un pequeño volumen de la colección “Mesope’: Des Sciences politiques á la politologie (ed. Privat). Cf- P ierre Duclos, “L’introuvable science politique”, en Recueil Dalloz, 1949, Chr., pág. 37.11 “Sur la science politique”, en Revue dxi droit public et de la science politique, enero-marzo 1954, pág. 9.

58

Page 56: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

III. La lista-tipo y los grandes temasLo que de este modo afirmaba la doctrina, el em­pirismo lo había ya reconocido con el establecimien­to de la lista-tipo de la Unesco.Cuando Jean Dabin comprueba que si parti­mos de un sentido nítido de la palabra “política” la ciencia política tiene un objeto específico perfecta­mente distinguible, o sea la cosa política, res política (“.. .todas las realidades, nociones y valores que im­plica la cosa política, relación política, agrupamien- tos políticos, poder político, instituciones políticas, partidos políticos, acontecimientos políticos, ideas po­líticas, fuerzas políticas, vida política, revoluciones políticas”), no hace más que establecer un vínculo intelectual entre los temas tomados en cuenta por los expertos que en 1948 se reunieron en París por inicia­tiva de la Unesco.En este coloquio, en el que dominó el empirismo anglosajón, no se trató de definir a priori la ciencia política; los esfuerzos se dirigieron a enumerar aque­llo en lo que se interesaban, de hecho, las institucio­nes y los hombres dedicados a su investigación y a su enseñanza. Se consignaron así, de común acuerdo, cuatro temas fundamentales:19 La teoría política

a) La teoría políticab) La historia de las ideas29 Las instituciones políticas

a) La Constituciónb) El gobierno centralc) El gobierno regional y locald) La administración públicae) Las funciones económicas y sociales del gobiernof ) Las instituciones políticas comparadas3? Partidos, grupos y opinión pública

a) Los partidos políticosb) Los grupos y las asociaciones59

Page 57: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

c) La participación del ciudadano en el go bierno y en la administraciónd) La opinión pública4? Las relaciones internacionales

a) La política internacionalb) La política y la organización internado nalc) El Derecho internacionalAdemás del prestigio del consentimiento univer sal, la lista-tipo ofrece una triple serie de ventajasEn primer lugar, cumple adecuadamente la fun ción de registrar los temas que, de una manera i otra, constituyen el objeto de escritos o de investiga ciones diversas, sea o no reconocida la existencia di la ciencia política como disciplina independiente.En segundo lugar, la lista-tipo toma felizmenti en cuenta el hecho de que, allí donde no es autónomi la ciencia política, resulta tributaria, en lo que si refiere a la obtención de sus maestros y la formado! de sus bibliotecas, de otras disciplinas que gozan di autonomía. Así las ideas políticas, ligadas al conjun to del movimiento de los espíritus, deben ser estu diadas al principio por los filósofos, al igual que la otras manifestaciones del pensamiento. Las institu ciones dieron lugar a investigaciones dependientes de una disciplina de desarrollo avanzado: el derechi constitucional. La vida política, en sus diversos as pectos, necesita de las variadas investigaciones de! sociólogo, del geólogo, del historiador, del psicólogo cultores de disciplinas enseñadas generalmente en la¡ facultades de letras, convertidas también en facul tades de ciencias humanas.Finalmente, la lista-tipo evita caer en los peli' gros que la politología no supo evitar anteriormente, disolviéndose en una serie de ciencias especializadas que solo dejaban a la ciencia política un residuo ca rente de interés. La nomenclatura de la Unesco li libera de la sujeción a las disciplinas tradicionales y de las clasificaciones pedagógicas más o menos acci' dentales, sin que por ello la ciencia política deje d*

60

Page 58: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

r

beneficiarse con aportes exteriores diversos. Median­te un reagrupamiento homogéneo que se adapta a la naturaleza de los elementos considerados, elimina las tendencias centrífugas hacia la dispersión, y permite que, dentro de los temas básicos propuestos, toda la ciencia política pueda ser tratada a través de grandes estructuras fundamentales.Es posible, no obstante, y sin dejar de ser fiel a la lista-tipo, racionalizar aún más sus divisiones (co­mo lo haremos nosotros), sustituyéndolas por una clasificación ternaria en ideas, instituciones y vida políticas, que es aproximadamente la conservada en la enseñanza francesa de la ciencia política.12 i

i2 El programa de 1954 de la licenciatura en derecho incluye el estudio de las instituciones políticas en primer año, de las ideas y de la vida en tercero, y el conjunto es unificado mediante un curso de método..61

Page 59: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CAPITULO \LAS IDEAS POLITICaJ

I. La oposición entre la doctrina y la teoríaEl primer tema de la lista tipo se denomina “teo­ría política”. Contiene dos subdivisiones: la teoría política y la historia de las ideas políticas.Esta clasificación es adecuada si las palabras no se usan con una significación demasiado precisa, si se considera que teoría e idea son términos equiva­lentes.1 Es discutible, en cambio, si se usa el térmi­no teoría con el sentido que le dio, Gaétan Pirou en la “Introduction” a su gran Traité d’économie politi- que (Tratado de economía política), donde retoma la distinción ya hecha anteriormente por él en su obra de 1929 Doctrine sociale et Science économique (Doc­trina social y ciencia económica).La teoría es el resultado de la observación. Se coloca en el terreno del conocimiento positivo, pero no consiste solo en la comprobación de hechos; los trasciende primero para agruparlos, y luego aleján­dose aún más, para explicarlos. Con este fin utiliza lo que en la lógica de las ciencias se denominan “hi­pótesis”, las que una vez verificadas se convierten en leyes. Por lo tanto, la teoría corresponde al conjunto de los hechos no solo comprobados y ordenados, sino explicados y organizados. Es el vínculo que pone entre ellos el espíritu. Pero no se trata de un vínculo sub­jetivo, pues solo tiene validez cuando es controlado en seguida por la experiencia, y solo entra en la cien­cia cuando es confirmado de este modo.1 Observemos que la obra de George E. Sabine dedica­da a la historia de las ideas políticas se titula en inglés A H istory o f political theories, Holt, Nueva York, 1951, y Storia delle dottrine politiche en italiano. [Trad. esp.: His­toria de la Teoría política, trad. de Vicente Herrero, Méxi­co, Fondo de Cultura Económica, 1945.]

62

Page 60: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

La doctrina se ocupa también de los fenómenos, pero los aprecia, los acepta o los rechaza en función de un ideal inmanente o trascendente al Estado. Las doctrinas juzgan los hechos, indican los caminos por seguir para asegurar la felicidad de los ciudadanos o el poder del Estado. Se refiere a lo mejor, a lo más noble, a lo más moral, a lo más justo, a lo más fuerte, de acuerdo con la Weltanschauung en la que se ins­piran. Pero los elementos de juicio no se hallan cons­tituidos solamente por los hechos políticos. Los es­fuerzos efectuados para extraer de ellos una moral o un arte no han sido, en general, coronados por el éxito. Lo más frecuente es que los juicios de valor y los ideales de reforma procedan de consideraciones extrapolíticas.La distinción de Gaétan Pirou es por lo tanto útil desde el punto de vista lógico y metodológico; ha he­cho progresar seriamente el pensamiento económico y también el pensamiento jurídico.2 Todavía sigue siendo necesaria. Georges Vedel afirma, con razón, que es lamentable que el pensamiento político actual esté hecho más de doctrina que de teoría.3Es por lo tanto evidente que, en su sentido pre­ciso, la teoría política es más amplia que cualquier aspecto aislado de la ciencia política. Si se estima po­sible y deseable, como lo veremos al concluir, la uni­ficación de esta ciencia, entonces la teoría política es el coronamiento de la investigación política y la consagración ideal de su realización.Hay que adoptar, pues, como nombre del primer tema, una expresión neutra, ideas o pensamiento, pero preferentemente la primera, pues tiene la ven­taja de figurar en los programas de tercer año de la licenciatura y del doctorado en ciencia política. Este nombre designará en bloque lo que ha sido escrito2 Nosotros mismos hemos escrito durante la ocupación una Introduction au droit constitutionnel ampliamente ins­pirada en la Introduction de Gaétan P iroü (publicada en Introduction á l’étude du droit, París, Rousseau. 1953, t. II).3 “Un d e m i-s ié c le d e S c ie n ce é c o n o m iq u e ’, e n Revue frangaise de Science politique, 1957.

63

Page 61: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

sobre el Estado, sea cual fuere el punto de vista en el que se hayan colocado sus autores.Aquí la dicotomía de Gaétan Pirou deja de tener vigencia; hasta podemos preguntarnos si no arrastra a la politología en una dirección equivocada. Émi- le James observa con justicia que, muy frecuente, mente, lo que se presenta como teoría es en realidad doctrina.4 El autor de una doctrina la disimula bajo el velo científico; inversamente, las doctrinas dan lu­gar a teorías. En la mayor parte de las obras el vín­culo entre la doctrina y la teoría no podría ser cor­tado. A lo sumo, en caso de que se lo lograra, se em­pobrecería considerablemente su estudio. Hasta se correría el riesgo de desfigurar completamente el sentido. La mayoría de los escritores son a la vez doctrinarios y teóricos. Si solo se los considera como teóricos, se presenta una imagen parcial de su pensa­miento. Las grandes obras deben estudiarse, pues, en toda su amplitud y densidad, aprehendiendo su eco­nomía interna del modo en que fue concebida por el autor.II. El punto de vista politológico

Las ideas políticas hallan su expresión en la masa de obras, escritas o transcriptas, referentes a la Ciu­dad antigua o al Estado moderno.5 La literatura polí-4 Al ocuparse ellos mismos de la historia de las ideas, los economistas, partidarios primero del enfoque de Gaétan Pirou, lo han abandonado por completo actualmente. Émile James, que adhería entonces a la tesis de Gaétan Pirou, había escrito en 1950 una Histoire des théories écono- m iques y ha titulado sus obras recientes: Histoire sommaire de la pensée économ ique y Histoire de la pensée économi

que au xxe siécle. Ya Daniel Villey, en su P etite His­toire des grandes doctrines économ iques, había descartado la dualidad teoría-doctrina, a la que Henri Guitton fue siem­pre refractario. E. James considera que no hay una teo­ría y una doctrina, sino cinco operaciones del espíritu que podrían clasificarse del siguiente modo: observación, siste matización, verificación, juicio de valor, proposición de re­forma. Pero, finalmente, desesperando de llegar al fin de tales complicaciones, acepta la confusión.5 “Escritas” o “transcriptas”, pues deben incluirse en

1

64

Page 62: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

tica incluye así textos de toda especie; no solo trata­dos o ensayos, sino también novelas, piezas de teatro y hasta poemas. Desde el punto de vista literario, la política es un tema como cualquier otro y aun mejor, dada su particular importancia y su enorme reper­cusión. Se pueden citar tanto el teatro de Aristófanes como Les tragiques (Los trágicos) de Aubigné; tan­to algunos sermones de Bossuet como los panfletos de P. - L. Courrier; tanto los alegatos judiciales de Berr- yer como las novelas de Balzac o de Barrés. Chate­aubriand, Hugo y Lamartine son grandes poetas o novelistas cuya obra política hubiera bastado para darles fama.Naturalmente, el estudio que efectúa el politó- logo no es el que realizan otros especialistas. Un poli- tólogo no es un filólogo. La publicación de la misma obra en una colección de ciencia política y en una colección de literatura son cosas diferentes.' La colec­ción Guillaume Budé, que comenzó la edición de La política de Aristóteles, reproduce el texto del modo más exacto posible. Entre las diversas versiones bus­ca la más segura y saca de ella el mayor provecho.® La posición del crítico político es diferente. Se inte­resa, sin duda, por tener un buen texto, pero esto no es para él más que una condición preliminar. Ante todo debe dar al documento su fuerza y alcance polí­ticos. Y esto no lo han hecho siempre los editores que lo precedieron. Se puede conocer bien el griego e ignorar el vocabulario de la ciencia política. Por otra parte, la politología querrá que el texto resulte inte­ligible desde el punto de vista actual. Claro que hay límites para las libertades que podemos tomarnos con el texto, pero algunas deben asumirse. Personalmen­te, no he creído que debiera sentirme obligado por 6este conjunto obras habladas, en particular discursos que nos fueron transmitidos de modo más o menos completo, como el elogio de Pericles a los guerreros muertos en la guerra del Peloponeso, que relata Tucídides.

6 París, Les Belles-Lettres, 1960, libros I y II. La intro­ducción d e J e a n A u b o n n e t , doctor en derecho, es una importante contribución a la historia de las ideas políticas. Es posible ser simultáneamente politólogo y filólogo.

G5

Page 63: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

el orden perfectamente conjetural de los libros de La política de Aristóteles. La presentación preferible se desprende para nosotros de la lógica de las insti­tuciones, o sea de los datos que constituyen la espe­cialidad del constitucionalista.El politólogo no es un crítico literario, pero no es indiferente a la belleza de la forma. Se siente feliz de encontrar un escritor político que sea también un escritor, como Fran^ois de Chateaubriand en la Mo- narchie selon la Charte (La monarquía según la Car­ta). Tampoco será insensible a algunas torpezas ex­presivas, o a los rasgos moralmente reprobables de la inspiración del autor. Pero nada de esto es para él esencial. Lo que busca en el autor, sin recibir siem­pre el honor de una respuesta, es su pensamiento acerca del Estado, del poder, de sus caracteres y sus orígenes, de su transmisión legítima, de la manera en que ha sido establecido, de la parte de iniciativa que deja a los ciudadanos, etc.7 En un análisis seme­jante, la crítica literaria cae en numerosos contra­sentidos. Si bien hay estudios de Saint-Beuve sobre Proudhon y de Albert Thibaudet sobre Barrés y Mau- rras que poseen una rara penetración, los relativos a J. - J. Rousseau caen en frecuentes errores, porque el crítico literario no ha distinguido en él el verdadero sentido de las palabras, cuya extrema importancia para el autor del Contrat Social hemos considerado anteriormente.El politólogo no es un historiador. Sin duda que, de acuerdo con la fórmula de la Escuela histórica, las ideas se desarrollan, o sea que no son el fruto del azar, ni tampoco el resultado de factores individua­les solamente. Pertenecen a un movimiento vital de los espíritus, del cual no constituyen más que una expresión. Todas tienen la marca de la época y el sitio en que se desarrollan. Por lo tanto, deben ser estudiadas en su tiempo, en el lugar en que son ela­boradas, y en relación con la vida de su autor. Pero el punto de partida histórico no puede seguir preva-7 Sobre las dificultades que enfrenta el politólogo en esta cuestión, ver M. Prélot, Histoire des idées politiques, op. cit. , pág. 8.

66

Page 64: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

r

leciendo. En la expresión historia de las ideas polí­ticas, la palabra política nos parece más importante que la palabra historia.8 9 La fecha de aparición y el medio tienen su importancia, pero estos aspectos cola­terales son menos interesantes que las concepciones políticas mismas. Son ellas las que debemos colocar en primer plano. Esto parece obvio, pero es frecuen­temente olvidado. Así, debemos liberarnos de con­ceptos como la actualidad o la vejez de una obra. In- telectualmente, ha dicho A. Sudre, historiador de las doctrinas de la Antigüedad, “la historia no comienza ni termina en ninguna parte”.0 No hay doctrinas que se hayan hecho verdaderamente antiguas, ni doctri­nas enteramente nuevas. Entre las doctrinas existen puntos de contacto, puntos de oposición en virtud de los cuales las doctrinas reaparecen no idénticas a lo que eran, sino con ciertas modificaciones que les dan un aire de novedad. En síntesis, sufre*!, procesos de desaparición y de retorno comparables con los de la moda. Se vinculan entre sí por su analogía o su con­traste; se suceden con rapidez, pero su originalidad o su carencia de ella no son necesariamente cronoló­gicas. Con frecuencia hay más relación entre las ideas de dos épocas muy alejadas que entre las de dos períodos históricos más próximos.10El criterio del interés selectivo debe aplicarse aquí plenamente. Para evitar la dispersión en lo “cir­cunstancial”, el estudio de las ideas se apoyará en los datos ofrecidos por las otras partes de la politología: las instituciones y la vida política.8 Volvemos aquí a la proposición efectuada por J ean Touchard en el prefacio a su H istoire des idées politiques, que él mismo presenta como una “empresa literaria” (París, P.U.F., colección Thémis”, 2 vol., 1959). [Trad. esp.: Historia de las ideas políticas, Madrid, ed. Tecnos, S. A., 1962, en 2 tomos.]9 A. Soudre, H istoire de la souveraineté ou Tableau des

institu tions et des doctrines comparées de l’an tiquité, París, 1864.10 Sobre el paralelo entre el estudio de los regímenes en Derecho constitucional comparado y el estudio de los sis­temas en lig a tu ra política comparada, ver M. Prélot, His­

toire des idées politiques, op. cit., págs. 5 y 6..67

Page 65: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

III. Las ideas como fuente de conocimientos políticos

Las instituciones y la vida política del pasado, y, en menor medida, del presente, se conocen a través de las obras políticas, en el sentido amplio que hemos dado a este término.11Aunque son fundamentalmente obras de carác­ter valorativo en que se proponen reformas, contie­nen también elementos de politología positiva. Ya sean reformadores o revolucionarios, los autores se ocupan de describir el estado de cosas de su tiempo. Inclusive los que dieron a su obra la forma de una utopía o una ucronía, o sea la forma de una descrip­ción de lo que no se encuentra ni en el espacio ni el tiempo, siempre reflejaron en ella alguna parte de la realidad que les era conocida. De otro modo, si se lo priva de toda referencia a lo que ve o a lo que conoce, el lector no podría comprender lo que se le expone. Debemos pensar también que el autor no hubiera po­dido concebir su obra solo mediante la imaginación. En consecuencia, el valor científico de las doctrinas se mide por el aporte progresivo que hayan dado al conocimiento.El espíritu humano se halla constituido de tal modo que casi siempre toma posición frente a los hombres y frente a las cosas antes de haberlas estu­diado completamente. Hay en esto algo como una necesidad de la vida. Generalmente, la observación científica solo interviene después de los juicios y tentativas de modificación. En virtud de un fenóme­no extraño, pero aparentemente incoercible, lo pri­mero que se formula es la crítica. Tanto el mundo científico como los medios populares reaccionan pri­mero sobre la base de la valoración de las cosas, an­terior al conocimiento razonado de las cosas mismas.La contribución de las grandes obras a la polito­logía positiva es evidentemente muy variable, según11 Sobre la descripción literaria de los fenómenos po­líticos, ver las interesantes reflexiones de J ean M eynaud , La Science politique: Fondement et perspectives, Lausana, ed. del autor, 1960, pág. 194.

68

Page 66: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

el autor y la obra. La Ciudad-estado es para Aristó­teles tanto real como ideal. El Estagirita usa amplia­mente el método comparativo. Nos queda un frag­mento de la Politeiai: la monografía constitucional de Atenas, que constituye una obra prodigiosa, pues sigue el método de exposición que nosotros practica­mos hoy día. En cuanto a La política, obra doctrina­ria. M. Glotz ha podido aclarar mediante ella la mul­titud de datos sobre la Ciudad griega obtenidos me­diante los otros métodos históricos. Santo Tomás ra­zona en gran parte apoyándose en elementos que no corresponden a su siglo, ya que se basa en las con­cepciones políticas legadas por Aristóteles; pero en De regimine principum se dirige ai joven Lusignan que debía ser rey de Chipre, y le propone el ideal de una monarquía moderada, análoga a la concebida por un San Luis. Bodin, que fue diputado en los Estados generales, nos ofrece indicaciones preciosas sobre el Estado moderno naciente. Su análisis es rico en da­tos concretos, por ejemplo sobre la naturaleza del dominio real. Bossuet, bajo el velo de las Santas Es­crituras, como Hacine bajo el disfraz de los griegos, los romanos o los turcos, nos presenta a los hombres de su tiempo. Hay en ambos numerosos elementos susceptibles de aclararnos aspectos de la monarquía absoluta en su modalidad francesa. El escritor puede hallarse aún más estrechamente ligado a los aconte­cimientos. Cuando el barco lleva a la reina María de regreso a Inglaterra, cerca de ella se encuentra un hombre con un manuscrito. Es Locke, quien escribió su Gobierno civil para la defensa e ilustración del nuevo régimen. No carece de importancia que J. - J. Rousseau sea ciudadano de Ginebra y que se consi­dere tal. Sus concepciones son frecuentemente la idea­lización de la realidad de su país de origen. Se ha discutido su fidelidad, pero los reflejos de la imagen helvética son^claramente perceptibles. Los revolucio­narios y los reformadores franceses nos han explica­do el gobierno de su tiempo; su hostilidad aguzaba muchas veces su clarividencia.Así, no hay obra política que ro proporcione, en alguna medida, los elementos de un conocimiento de

Page 67: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

'

las instituciones y de los hechos políticos contempo­ráneos, y que, de acuerdo con el genio o el talento del autor, no contribuya a la formación de la ciencia política.12IV. Las ideas como creadoras de instituciones

y de acontecimientos políticosPero el interés y la importancia de las ideas no reside solamente en que constituyen una documenta­ción inteligentemente seleccionada. Tienen más que un valor retrospectivo; para la politología represen­tan una fuerza creadora. En la medida en que influ­yen en la formación y el desarrollo de las institucio­nes o de la vida política, las ideas políticas mismas constituyen un elemento del devenir político.Paul Bureau, a quien La Science sociale (La cien­cia social) encargó en su juventud una investigación sobre el campesino de los Fiords de Noruega, partió hacia Escandinavia compenetrado con las ideas de la Escuela y manejando la famosa nomenclatura de Le Play, revisada por el abate de Tourville. Pero este viaje debía revelarle brutalmente la insuficiencia de los factores materiales. Para explicarlo todo no bas­taba considerar una situación geográfica, por parti­cular que fuera, inventariar las herramientas, estu­diar un tipo humano, a pesar de que ambas cosas se hallaban bien caracterizadas. Faltaba el elemento esencial que Paul Bureau, en su Introduction á la methode sociologique (Introducción al método socio­lógico), debía traer más tarde a plena luz con el nombre de “representación de la vida”, de Wéltans- chauung.13 * * * * 18“Para un materialismo tosco —observa Alfred Fouillée, autor de la expresión dinámica las ideas13 Una historia de las ideas escrita desde el punto devista de la formación de la ciencia política, o sea de la creación de las “teorías” a través de las doctrinas, sería de unenorme interés. Joseph Schumpeter lo ha intentado en eco­nomía. En materia política, solo hubo hasta ahora tentativas parciales.13 Párís, Bloud & Gay, 1923, caps. V y VII, passim.

70

Page 68: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

fuerzas —todo lo que no es una realidad es por eso mismo una quimera; pero lo que no es una realidad puede ser un ideal. El ideal es fecundo como las con­cepciones creadoras del poeta, del artista, del filó­sofo, que pueden hacer surgir un mundo nuevo me­diante las ideas, los sentimientos, las voluntades.” 14La historia nos muestra, en efecto, que la mayo­ría de las transformaciones políticas se deben a la difusión de las ideologías correspondientes.15 16 * Parti­cularmente en Francia, “el desarrollo intelectual y el desarrollo social han tenido lugar en forma para­lela. Junto a los grandes acontecimientos, las revo­luciones, las mejoras de carácter público, se advier­ten siempre en nuestra historia las ideas generales, las doctrinas que les corresponden. Nada ha ocurri­do en el mundo real de lo cual la inteligencia no se haya apropiado al instante y no haya extraído por sí misma una nueva riqueza; nada sucedió en el do­minio de la inteligencia que no haya tenido en el mundo real, y casi siempre con rapidez, su repercu­sión y su resultado. En Francia, por lo general, las ideas precedieron y provocaron el progreso social. Éste se preparó en las doctrinas antes de realizarse en las cosas, y el espíritu marchó primero en la ruta de la civilización”.18Es la Escuela del Derecho natural y de Gentes la que se halla en la base de las tres grandes revolucio­nes: la inglesa de 1698, la norteamericana de 1774, y la francesa de 1789, y de lo que Adhémar Esmein lla­mó “el régimen político moderno”. Los hechos se hallan claramente dominados por los movimientos in­telectuales anteriores. Entre las corrientes doctrina­rias y las realizaciones institucionales puede haber14 A . F o u il l é e , L’idée moderne du droit, París, Hache- tte, 1878, págs. 235 y 236.15 Denominamos “ideología”, en el sentido objetivo del término, a un conjunto de “tesis políticas relacionadas entre sí y vinculadas a un principio cuando han adquirido la con­sistencia de un sistema” (H enry M ichel , “Lecon d’iritroduc- tion á un cours d’histoire des idées politiques”, Revue bleue, 19 de dic. 1896, separata, pág. 8).16 F. Gurzor, Histoire de la civilisation en France, Pa­rís, Bichen, 1829-1830, págs. 16 y 17.

71

Page 69: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

diferencias sensibles, marcados desajustes, pero no existen ejemplos de transformaciones políticas du- rabies que no hayan sido preparadas por la madura* ción de las ideas en los espíritus.Las revoluciones del siglo xx, sean comunistas o fascistas, no invalidan esta afirmación. Indican sim­plemente que la influencia ideológica, que en 1789, y también después, tenía un carácter eminentemen­te intelectual y racionalista, puede manifestarse en otras épocas de modo fundamentalmente pasional. La idea se hipostasía entonces en “mito”. Según las conocidas distinciones de Georges Sorel, el “mito” difiere de la “utopía” en que no es, como ésta, una “descripción pasiva”, sino una imagen motriz, “una manifestación de la voluntad”. El valor del mito no reside en absoluto en la realidad que no es, sino en la realidad que crea.Como lo acabamos de ver, la historia de las ideas podría ser estudiada desde el punto de vista de la historia de las teorías, o sea de la formación misma de la ciencia política; puede concebirse aquí en fun­ción del papel creador de las doctrinas, las que se clasifican según que precedan al acontecimiento o sean posteriores a él.De este modo nos veremos conducidos a tratar primero las doctrinas que se denominarán prepara­torias o proféticas, las que pueden ser tanto doctri­nas revolucionarias como reformadoras. Las doctri­nas revolucionárias son las que preparan el camino a las grandes convulsiones, a las mutaciones bruscas, generalmente acompañadas de violencia y de episo­dios sangrientos. Las doctrinas reformadoras se pro­ponen modificar lo existente mediante la evolución, por medio de transformaciones progresivas. Al tipo de doctrina profética y revolucionaria pertenecen ¿Qu’ est ce - que le tiers? (¿Qué es el tercer esta­do?), de Sieyés, y el Manifest der Kommunistischen Partei (Manifiesto del Partido Comunista), de Marx. Al segundo tipo pertenecen los libros publicados por los escritores liberales de los últimos años del Se­gundo Imperio, que ejercieron una influencia decisi­va sobre la Constitución de 1875. La Asamblea de Ver-

72

Page 70: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

salles, que ha sido presentada como víctima exclu­siva del oportunismo, fue inspirada directamente por el duque de Broglie, por Prévost-Paradol o Labou- laye, y, de una manera más general, por la Escuela liberal clásica de Benjamín Constant o por la Escuela liberal católica del Correspondant.A las doctrinas preparatorias se oponen las doc­trinas apologéticas, o sea las que vienen después para justificar el régimen existente. Son numerosas las obras escritas para defender a los hombres y las situaciones imperantes, en particular los tratados para la educación de los príncipes. Tal es el caso de La politique tirée des propres paroles de V Écriture sainte (La Política según las propias palabras de la Santa Escritura), que es una ilustración del régi­men absoluto. En un sentido completamente opuesto, Of civil Government (Del gobierno civil) de Locke fue escrito esencialmente para consolidar al nuevo trono del príncipe de Orange.Julien Benda dio a la historia de las ideas crea­doras de hechos el nombre de historia democrática de las ideas. Ensayista a veces irritante, pero por lo general sugerente, el autor de la famosa Trahison des clercs (La traición de los intelectuales) ha visto muy bien que para toda doctrina existe una expre­sión auténtica, que es la formulada por el autor en su obra, y una expresión derivada, o, por así decir, dirigida, que difunden el periodista, el orador ca­llejero, el militante. De este modo ha ocurrido que obras pobres por su pensamiento y mediocres por su forma, como Ursrganisation du travail (La organiza­ción del trabajo), de Louis Blanc, alcanzaran gran influencia. En cambio, obras importantes fueron casi completamente ignoradas. Vico, por ejemplo, no fue reconocido hasta el momento en que inspiró a Mi- chelet; Cournot tuvo desde su época solo un público reducido, que apenas aumentó en nuestros días.Julien Benda deja de lado la historia de las gran­des obras, “historia aristocrática”, que compara con la historia política que se ocupa de los reyes. “Las ideas solo desempeñan un papel cuando son previa­mente deformadas con el fin de llegar a la multitud,

73

Page 71: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

de influir en las masas.” De una obra ilegible, Das kapital, kritik der politischen Oekonomie (El Capi­tal, crítica de la Economía política), poco es lo que ha quedado en las mentes de muchos que se conside­ran marxistas, pero eso es suficiente para proporcio­narles un enorme potencial revolucionario. Son las doctrinas “adoptadas por el vulgo en la medida en que satisfacen sus pasiones, y deformadas constante­mente para satisfacerlas aún más, las que constitu­yen la historia de las ideas, en cuanto éstas desem­peñan un papel en la historia de los hombres y no en la de algunos solitarios”.17

17 J u lien Benda, "Mon premier testament”, Cahiers de la Quinzaine, tercer cuaderno de la serie número XII, París, 1910.74

Page 72: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

* '■

CAPITULO VI LAS INSTITUCIONES POLITICAS

I. Primacía de la instituciónA diferencia del nombre dado al primer tema, el título del segundo: Las instituciones políticas, no provoca objeciones. Lo hallamos tanto en la nomen­clatura de la Unesco como en el nombre de varias materias de la Licenciatura en Derecho de 1954: “De­recho Constitucional e Instituciones políticas”, “His­toria de las instituciones y de los hechos sociales”, ‘Instituciones judiciales”, “Instituciones internacio­nales”, “Instituciones financieras”.La invariabilidad del vocabulario corresponde al hecho de que las instituciones son la parte más sóli­da de la ciencia política. Como se apoyan en los textos y las costumbres jurídicas’ ofrecen una indi­cación más precisa en lo que se refiere a las fuentes, j poseen un aspecto máfc definido que los otros fenó- nenos de los que se ocupa la ciencia política. Son también la parte más elaborada de la politología, )uesto que, con el nombre de Derecho Constitucio- íal, las instituciones fueron estudiadas oficialmente lurante largos años —desde la monarquía de Julio, r sobre todo desde la Tercera República—, lo que lio origen a grandes obras tanto en Francia como n el extranjero.Por otra parte, y más recientemente, fue elabo- ada una teoría de las instituciones que, a pesar de lgunas oscuridades iniciales, logró ser ampliaménte ceptada en los medios más diversos, en particular los Movimientos juveniles y las organizaciones sindicales.Con las instituciones llegamos así al núcleo duro resistente del conocimiento político. La politología io es, al menos de manera directa, el conocimiento e los hombres, ni tampoco de las relaciones entre

75

Page 73: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

1

los hombres. No se confunde con la psicología y lg interpsicología; no se disuelve en la infinita multi- plicidad de las conexiones; se concentra en una reali. dad objetiva propia, que es la de las instituciones en su formación y su vida, su decadencia y su desapari. ción. Por eso no podemos aceptar la concepción an- tropológica de la ciencia política sugerida reciente- mente por varios politólogos alemanes, a pesar de la simpatía que sus intenciones merecen. Como reacción contra los excesos totalitarios del Reich hitleriano y el consiguiente aniquilamiento del hombre, Dolí Sternberger hace del hombre el objeto de la política y ve en él “el cuerpo político”.1Que nuestra investigación debe llegar hasta el hombre es una verdad que ya hemos reconocido a propósito de la sociología, pero lo mismo puede de­cirse de todas las ciencias humanas. En cambio, el estudio de lo institucional en sus aspectos superiores y más evolucionados es propio de la politología.Conviene cuidarse aquí, naturalmente, de toda transposición biológica, en particular de absorber en el Estado, como hacen los organicistas, toda la vida colectiva, reduciendo a los ciudadanos a la categoría de células componentes. No todos los politólogos han podido evitar este error. Pero, inversamente, disol­ver la politología en una antropología política sería ignorar la exterioridad del Estado respecto del hom­bre considerado individualmente.Una concepción de la ciencia política fundada en las tesis institucionalistas posee el gran mérito de salvaguardar la dualidad fundamental de la per­sona humana y de las instituciones sociales. No solo constituye una protección práctica de la vida de los ciudadanos, como lo quieren los politólogos alema­nes, sino también una sólida base teórica para 1* investigación científica.

1 Cf. el coloquio habido en la Sorbona a principios & 1956, donde los estudiantes alemanes adoptaron dos posictf nes originales, una en cuanto al carácter “comprometido" d la ciencia política, y otra en cuanto a sus fundamentos manistas.76

Page 74: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

II. La noción de instituciónUsamos aquí la palabra “institución” en el sen­tido preciso que le da la Escuela institucionalista, sin insistir por ello demasiado en tal o cual tenden­cia particular. Vemos así ‘en la institución-persona una colectividad humana unificada, con su doble as­pecto de organización interna y de individualización externa.2Para evitar todo lo que podría hacerla confundir con la persona humana, la “institución-persona”, o, más exactamente, la “institución-cuerpo”, aparece asi cada vez que en una colectividad dada se instaura otra vida que agrega algo a la vida de sus compo­nentes. Desde que alcanza un cierto grado de inte­gración, desde que, comunidad o sociedad, constituye un cuerpo, deja de reducirse a los individuos que allí se encuentran agrupados.Ya los romanos habían distinguido claramente el cuerpo —llamado, según el caso, corpus, collegium, sodalitas—, en que los individuos pasan y se suceden sin que por ello quede afectada la existencia misma de la sociedad, y la soctetas, simple agrupamiento personal, yuxtaposición pasajera de individualidades :ontractuantes.

2 Sobre la institución se hallarán indicaciones genera les, pero suficientes, en el libro de P aul R oubier , profesor de la Facultad de Derecho de Lyon: Théorie générale du iroit, París, Sirey, 1946, págs. 12 y sigs. Los lectores que deseen ir a las fuentes consultarán, si no los ensayos publica­dos en 1906 en Recueil de législation de Toulouse, y después sn otras obras de Maurice Hauriou, al menos la disertación difundida en 1925, fuera del mundo de los juristas, por los Vahiers de la Nouvelle Jcnirnée dirigidos por P aul A rcham íault (fascículo iv ) : La cité modeme et les transforma- ions du droit: “La Théorie de l’institution et de la fonda ion, essai de vitalisme social”. Es un texto difícil, inclusive, >ero de una excepcional riqueza de pensamiento, que ser­rina de estímulo para toda una serie de publicaciones e nvestigaciones, en particular las de G eorces R enard, La héorie de l'institution, essai d’ontologie juridique, París, lirey, 1930; La philosnphie de l'institution. París, Sirey, 1939, y las de J. T. D élos. “La théorie de l’institution (Ar- ’hives de philosophie du Droit, 1931). En su tesis de docto- ado M. A. Desqueyrat se esforzó por presentar un cuadro

77

Page 75: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

Hoy día damos a las palabras sentidos diversos, pero queda la idea fundamental: la de que la insti- tución subsiste independientemente de los hombres que la componen. A la compleja red relacional que liga entre sí a los participantes, la institución agrega algo más y distinto de los elementos iniciales, que son ellos mismos componentes. Más allá de los miem­bros individuales nace un elemento nuevo, una en­tidad autónoma, que no resulta de una simple suma.En lo que a esto se refiere, no se ve por qué el espíritu se negaría a reconocer en el mundo social la existencia de realidades propias formadas por los grupos instituidos. En la vida corriente nadie con­funde el edificio más simple con la pila de materiales que sirvieron para construirlo. Y la institución es también una obra, un conjunto arquitectural en que

los individuos desempeñan su papel, pero adquieren un valor nuevo en virtud de su situación en el todo. . El fenómeno institucional implica, en efecto, una influencia del todo sobre las partes incorporadas más o menos conscientemente a un conjunto orgánico. En el plano intelectual, el vínculo puede ser la idea de la obra que deben realizar juntos —algunos filó­sofos hablan hoy día del “proyecto colectivo”—, pero el núcleo de la institución es frecuentemente menos una idea que una necesidad. Ésta no puede ser .satis­fecha apelando a los recursos individuales, o en todocompleto de las cuestiones referentes a L ’institu tion , le droit ob jectif e t la technique positive (París, 1933). Hoy día se requiere una nueva síntesis, después que el instituciona- lismo, como ha sido ya observado, alcanzó el lenguaje co­rriente. La Escuela constitucionalista francesa tiene en el extranjero numerosos precursores, particularmente en Ale­mania, con von I hering , en su obra tan seductora y notable L ’esprit du droit rom ain, y von G ier k e , en su Genossens chaftsrecht; en Italia, con S a n ti R o m a n o , L ’ordinamento giuridico, Pisa, 1918, 29 ed., Florencia, Sansoni, 1945; en los Estados Unidos, donde una escuela económica lleva ese nom­bre. Además, se hallan muy próximas de las teorías institu- cionalistas francesas algunos sociólogos anglosajones, par­ticularmente B. M a l in o w s k i, Freedom and Civilization (Alien & Unwin, 1947, Esquema y resumen de A. C uvillier, M anuel de sociologie, París, P.U.F., 1950, pág. 217).78

Page 76: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

caso lo será más plenamente a través de los esfuerzos colectivos. Debido a su permanencia, las ideas y las necesidades dan a la institución un carácter por com­pleto diferente del de un simple medio de relación. El agregado humano se convierte en una comunidad efectiva.3 Como lo ha dicho muy bien Georges Re­nard, nace y se desarrolla una “intimidad constitu­cional”, acompañada por un sentido de exclusividad de los participantes respecto de los otros, si no por un sentimiento de hostilidad hacia los extraños.4Por lo tanto, ya en los orígenes de la institución se pone de manifiesto una voluntad expresa o tácita que no se agota en el cumplimiento del compromiso del cual nace; la categoría de lo institucional se opo­ne de este modo a la categoría de lo contractual. La estipulación contractual es temporaria, mientras que la norma institucional, obedecida durante cierto tiempo, aceptada con entusiasmo o resignación, deja de poder ser denunciada libremente. Las voluntades creadoras e iniciales son sustituidas por la voluntad nueva de los órganos de la institución. Ya sea en for­ma individual o colectiva, los hombres ejercen inte­riormente el poder de decidir sobre la institución, y hablan por ella en el exterior.Esto nos conduce al último rasgo característico de la institución, que no es solo el de existir como algo distinto respecto de sus miembros, sino el de adquirir personalidad con relación a los extraños. De este modo puede entrar con el exterior en rela­ciones de hecho y de derecho. Después de haber su­perado en su propia estructura la etapa meramente relacional, podrá establecer con las otras institucio-

8 La teoría de la institución puede ser integrada perfec­tamente reduciendo a su justa medida la oposición funda­mental de la sociología de Ferdinand Tonnies, Gemeinschaft y Gesellschaft (cf. J. Leif, La sociologie de Tonnies, París, P.U.F., 1946).4 Paralelamente, la teoría de la institución puede acep­tar la parte de verdad contenida en el antagonismo amigo enemigo, criterio de lo político, según C arl S c h m it t , “Der Begriff des Politischen”, en Archiv, für Sozial Wissenschaft und Sozialpolitik (t. 56, 1927).

79

Page 77: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

nes vínculos susceptibles de ser a su vez institucio­nalizados, caso en que la nueva institución estará compuesta de otras instituciones anteriores a ella.

ni. La institución de las instituciones:el EstadoEl carácter de institución compleja pertenece es­trictamente al Estado. Maurice Hauriou la denomina acertadamente la institución de las instituciones, atendiendo al hecho de que es la institución suprema o última; ninguna otra institución posee igual poder de integración. Como lo veremos después, a propósito de las relaciones internacionales, fuera del Estado no existen instituciones integrantes, sino solo institu­ciones añadidas.El Estado domina el campo de lo institucional. Engloba el conjunto de las restantes instituciones, sin estar comprendido en otra institución tan sólida, coherente y rigurosa como el Estado mismo. Su es­tructura es así la de un sistema articulado de insti­tuciones. Él mismo institución-cuerpo, el Estado se expresa por intermedio de los individuos o de los grupos que tienen “el poder de decidir en su nom­bre” y que son también instituciones. Además, con­tiene en su seno instituciones secundarias, colectivi­dades locales o especiales.Esta concepción institucional del Estado permite tomar partido en un problema fundamental, que con­cierne no solo a la extensión sino al espíritu mismo de la investigación politológica.Según cierto punto de vista, reflejo implícito de la opinión popular o fórmula explícita de algunos teóricos o doctrinarios, el Estado sería solamente un aparato de gobierno, exterior a la colectividad gober­nada.“En Francia —nos dice André Siegfried—, el concepto de Estado es para nosotros absolutamente claro; es el de algo que existe fuera de nosotros mis­m os... Para un inglés, el Estado es la expresión de la comunidad; en Francia lo concebimos como exte-

80

Page 78: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

rior a nosotros.” 5 En consecuencia, el Estado toma a los ojos de muchos franceses la apariencia de un or­ganismo peligroso, que les exige su dinero para los impuestos, su tiempo e inclusive su vida para el servicio militar, que los rodea de compromisos, que los obliga a efectuar múltiples prestaciones, todas onerosas y desagradables. A causa de ello, la idea del Estado engendra un sentimiento de resistencia y no de colaboración. Para poner de relieve esta exterio­ridad del Estado, los franceses no lo llaman por su nombre, que les resulta un término demasiado abs­tracto. Tal como Dañinos lo ha descripto con humor, emplean el término “ellos”, que representan concreta­mente el conjunto impersonal e indeterminado del poder estatal. El pueblo no dice “El Estado somos nosotros” sino “El Estado son ellos”.Esta concepción ha sido avalada por algunos so­ciólogos, y no de los menores, particularmente por Durkheim. “Es indudable —escribe— que con fre­cuencia se llama Estado no al órgano gubernamental,sino a la sociedad política en su conjunto___ Es asícomo se habla de los Estados europeos y se dice que Francia es un Estado. Pero debido a la conveniencia de disponer de términos especiales para realidades tan distintas como la sociedad y uno de sus órganos, llamaremos más especialmente Estado a los agentes de la autoridad soberana, y sociedad política al grupo complejo del cual el Estado es el órgano eminente. El Estado es un órgano especial encargado de ela­borar ciertas representaciones que valen para la co­lectividad”.6Emile Durkheim solo da a la distinción entre Estado y sociedad política el valor de permitir un uso más claro y cómodo de los términos: “Como se necesita una palabra para designar al grupo especial de - funcionarios encargados de representar la auto­ridad soberana a la que se someten los individuos,5 En la introducción que escribió para la obra colectiva Aspects de la société frangaise, París, Pichón & Durand- Auzias, 1954, pág. 32.6 Legons de sociologie, philosophie des m oeurs et du droxt, Estambul, París, P.U.F.', 1950, págs. 58-59. 61 62.

81i

Page 79: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

convendremos en reservar para este uso la palabra Estado.” Contrariamente a esto, las doctrinas de la disociación del Estado y la sociedad tienen origen y contenido político.Puede pensarse que la concepción popular des­cripta por Andró Siegfried es una supervivencia, en una sociedad democrática, de la idea de monarquía absoluta en la que el Príncipe se identifica con el Estado, según la famosa fórmula “El Estado soy yo”, atribuida a Luis XIV y presente, en efecto, en los teóricos de su reino. El Príncipe puede conceder al pueblo libertades privadas, pero rechaza su parti­cipación en el Estado. Los gobiernos de este tipo desean permanecer separados del pueblo, situados frente a él como frente a un adversario, si no de un enemigo. Desafiantes y recelosos, se atrincheran de­trás de los funcionarios y soldados, que les sirven de escudo protector y de instrumento de dominio.La misma visión, pero yendo esta vez desde aba­jo hacia arriba, ha sido sistematizada por Marx y Engels. Para ellos el Estado, máquina de opresión de una clase sobre otra, está constituido por los go- I bemantes y sus agentes. De acuerdo con un folleto comunista de vulgarización, “en cada país el poder se ejerce por medio de cierto número de organismos.El Estado se halla constituido por el conjunto de esos o rg a n ism o sEl Estado francés de 1960, por ejemplo, I comprende los tribunales, la policía, las prisiones, un ejército, administraciones diversas con sus funcio­narios; se compone también de Cámaras, de un Pre­sidente de la República, de ministros, de consejos generales y municipales, etc.Es un hecho curioso que un adversario de Marx (y de Durkheim) como Jacques Maritain, quien hoy día representa prestigiosamente en Norteamérica ¡ el pensamiento neoescolástico, adopte la misma idea del Estado atrincherado en el poder.7 Según Maritain, el Estado es “el órgano habilitado para em-7 En la obra titulada Uhomme et l’État, publicada por la “Bibliothéqne de la Science politique”, París, P.U.F., I 1953. [Trad. esp. El hombre y el Estado, trad. M. Guerra, Buenos Aires, ed. G. Kraft, 1952.]

82

Page 80: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

plear el poder y la coerción. Compuesto de expertos y especialistas del orden y el bienestar público, fun­ciona como un instrumento respecto del ‘cuerpo po­lítico’; la ‘sociedad política’ es el ‘todo’; el Estado, solo la ‘parte’ dominante o especializada”. Maritain espera contrarrestar por medio de esta distinción la marcha del Estado hacia el totalitarismo, que lo acecha.

A nuestro juicio, estas actitudes, ya sea que tra­duzcan la reacción del pueblo opuesto al Estado, o, a la inversa, la desconfianza del príncipe respecto del pueblo; ya sea que expresen la voluntad de sumir el Estado en la sociedad, o, a la mversa, de afirmar la resistencia de la sociedad a fundirse con el Esta­do, desconocen todas el hecho de que en el Estado el poder y la sociedad son indisolubles. En,este aspecto coinciden, #a pesar de que sus premisas e intenciones son contradictorias. El Estado-poder necesita al Es­tado-sociedad, así como el Estado-sociedad necesita al Estado-poder.Aquí la concepción institucional aclara profun­damente la realidad del Estado. La sociedad política nace en el momento en que ella es, en el sentido escolástico del término, “informada” por el poder; deja de existir cuando los dos elementos se disocian. Oponer la sociedad al poder es destruir la intimidad que constituye la vida del Estado; es herirlo en su ser mismo; es no solo suprimir su carácter y alterar su esencia, sino comprometer su existencia.En el sentido preciso del término, el Estado es una forma calificada, perfeccionada, eminente de la vida colectiva; se origina en una creación de la volun­tad y de la razón humanas que aplica sus esfuerzos y reflexiones al problema de la organización políti­ca, y logra asegurar su continuidad. En consecuencia, como lo ha explicado muy bien Georges Burdeau, solo hay Estado donde la autoridad ha sido institu­cionalizada, o sea allí donde “hay una diferenciación de funciones públicas que las separa de las otras for­mas de la vida social, que las instituye, y órganos

83

Page 81: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

propios que las centralizan para hacer surgir la uni­dad del Estado soberano.” 8 9Como la idea de este fenómeno se produce en el vacío, fuera del marco social que lo sitúa en el lugar y el momento en que aparece, resulta ser estricta­mente inconcebible, y la separación del Estado-poder del Estado-sociedad no es, allí donde se efectúa, más que un accidente patológico, calificado justamente de “crisis del Estado”.®Desde el punto de vista científico, la colocación de la sociedad fuera del Estado, efectuada de modo diferente por la concepción de la política como cien­cia del poder, tiene consecuencias ilógicas. Quita a priori a la politología dos de sus conceptos esencia­les: el de legitimidad y el de nacionalidad.En su A Grammar of Politics (Gramática de la política), Harold J. Laski observa muy bien que his­tóricamente el Estado presentó siempre “el aspecto asombroso de una vasta multitud que debe obedien­cia a un número relativamente reducido de hom­bres”.10 11 En lo que a esto se refiere, el primer fe­nómeno político no es el poder, sino la obediencia. Bertrand de Jouvenel, uno de los raros escritores políticos de nuestro tiempo, comienza su libro Du pouvoir, histoiré naturelle de sa croissance (El po­der, historia natural de su crecimiento), con un capí­tulo dedicado precisamente a la “obediencia civil”. Y la califica de “misterio”, de acuerdo con la termino­logía de Gabriel Marcel.11 Contrariamente a lo pre­tendido por cierta “física social”, el fenómeno del poder no se apoya, en su conjunto, en la fuerza de los que lo detentan. La fuerza de los poderosos no8 J. T. D élos, La Nation, Montreal. L’Arbre, 1944, t. II, pág. 8.9 Cf. J. M. Auby, “L’État divisé”, en Crise du pouvoir et crise du civism e, Semana social de Rennes. Crónica so cial, 1954, pág. 45 y sig.10 El Estado moderno; sus instituciones politicas y eco­

nómicas. [Trad. de T. González G arcía, Barcelona, 19321.11 Ginebra, C. Bourquin, 1947, pág. 29 y sigs. ITrad. esp.: El poder. Historia natural de su crecim iento , Madrid, Ed. Nacional, 1956],

84

Page 82: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

sería nunca suficiente si no respondiera, de manera explícita o no, al consentimiento de los “humildes”. Debido a ello, el problema doctrinario fundamental de la ciencia política de antaño era el de la legitimi­dad. Se lo vio reaparecer en primer plano el 18 de junio de 1940, el 13 de mayo de 1958, y el 23 de ene­ro de 1960.No menos importantes y actuales son los proble­mas relativos a la composición misma de la colectivi­dad política. Ésta puede ser de estructura homogé­nea, o sea fundada sobre la existencia de una nación natural, o hallarse constituida por elementos hetero­géneos, reunidos por vínculos diversos, como hasta hace poco el de la fidelidad dinástica. El problema de la nación sería ignorado si la política residiera enteramente en el poder. Y sería omitido también el problema fundamental de la correspondencia entre la Nación, sociedad natural, y el Estando, sociedad instituida, problema conocido históricamente con el nombre de principio de las nacionalidades.Otra ventaja de la concepción societaria del Es­tado es la de mostrar con claridad, por debajo de las instituciones de gobierno, la posición de las insti­tuciones administrativas y judiciales. Como se halla claramente implícito en la lista de la Unesco, el térmi­no “político” no se usa aquí en el sentido que le da la expresión “Derecho político”, empleada hasta hace poco en Francia y utilizada todavía, particularmente en España. Las instituciones políticas no son solo las instituciones de gobierno, sino también las adminis­trativas y judiciales.Sin éstas, el Estado no se halla realmente insti­tuido, porque entre la cúspide donde se sitúan los órganos gobernantes que ejercen la autoridad sobe­rana y los gobernados que se encuentran en la báse, se intercalan una serie de órganos necesarios. Unos se ocupan de la vigencia de las libertades y de la administración de los servicios públicos, y otros apli­can las leyes y hacen justicia. Estos elementos inter­mediarios pueden ser simples dependencias de la administración central, pero con frecuencia toman la

85

Page 83: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

forma de instituciones1 de autonomía más o menos amplia. La lista de la Unesco acentúa esta orienta­ción al hablar del “gobierno regional y local”.

IV. Las instituciones políticas no estatalesSi bien la politología estudia, como lo acabamos de ver, la institución estatal en su totalidad, no se limita a ella. La toma como punto de partida y de referencia para el estudio de los fenómenos que por ser preestatales, paraestatales, infraestatales y supra- estatales se relacionan también con el Estado.A este respecto, la politología evita el error me­todológico de la sociología, que comienza el estudio de los fenómenos políticos por el de las manifesta­ciones de autoridad, todavía mal diferenciadas, y sobre las cuales nuestro conocimiento es con frecuen­cia conjetural. Si bien los considerables esfuerzos efectuados por los autores de trabajos en este dominio merecen respeto, no podemos evitar la comprobación de su relativa esterilidad. Para llegar a resultados fe­cundos es necesario proceder en el orden inverso, par­tiendo de los conocimientos seguros que ofrece el Estado.12Entonces hallarán su ubicación correcta los fe­nómenos preestatales, o sea los fenómenos relativos

a épocas o lugares en que el Estado aún no existe. En la medida en que se relacionan con los comienzos del Estado, forman también parte de la política. En todas las ciencias se admitió siempre que los oríge­nes, por inciertos y brumosos que fueren, dependen de la ciencia misma, al menos como introducción a ella. Naturalmente, el límite inferior de lo pre-esta- tal se ubica en un período donde los descubrimientos ya nada pueden aportar al conocimiento del Estado.12 En esta perspectiva fue instituido por el D.E.S. de ciencias políticas un curso dedicado a la historia de las sociedades políticas. Cf., en el mismo sentido, Roland M a s-

petio l , La société politique et le droit, París, Montchrestien, 1957.86

Page 84: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

En cuanto al límite superior, se halla constituido por la Ciudad-estado. Creemos que de La Bigne de Villeneuve comete un error al descartarlo, por con­siderar imprudente la asimilación del Estado griego al Estado moderno. Es cierto que hay diferencias cualitativas y cuantitativas, intelectuales e institu­cionales, particularmente en el plano espiritual, pero estas particularidades deben examinarse dentro y no fuera de la categoría de Estado.Los fenómenos para-estatales pueden conside­rarse como fenómenos de reemplazo. Hay épocas sin Estado, pero donde, a diferencia de los tiempos pri­mitivos, reemplaza al Estado una organización social poderosa que asegura las funciones que en la civili­zación estatal serán competencia del Estado. El feu­dalismo constituye uno de los ejemplos más acabados de estos tipos de reemplazo. P. C. Timbal lo des­cribe como “una organización de un tipo especial que aparece cada vez que el Estado, al debilitarse y no ser ya capaz de dar cumplimiento a sus deberes, termina por perder la conciencia de su papel”.13 Este “relevo del Estado”, para expresarnos con palabras de P. C. Timbal, es característico, en particular, de dos sociedades consideradas tan perfectas como el Estado mismo: la familia y la Iglesia. Durante la Edad Media la Iglesia goza de un período de hege­monía; sobreviene luego un período de equilibrio, seguido a su vez por la declinación de su actividad temporal. En 1789 el Estado adquirirá en Francia, en calidad de servicios públicos, funciones consideradas hasta entonces propias de la Iglesia, como las fun­ciones asistenciales y las relativas al estado civil. Aunque la politología no se ocupa directamente de la sociedad familiar o eclesiástica, las incluye en su dominio cuando cumplen funciones que en nuestros días atribuimos al Estado.Los fenómenos intra-estatales pertenecen tam­bién, en virtud de una extensión análoga, al dominio del conocimiento político. Pueden definirse como las13 P. C. T im b a l . Histoires des institutions et des faits sociaux, París, Dalloz, 1957, pág. 10.

87

Page 85: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

instituciones y las relaciones propias de colectivida­des a las que se les reconoce carácter político, pero se les niega la calidad de Estado. Entran en este cua­dro los Estados denominados semiindependientes o ciertas situaciones “coloniales”. No podemos entrar aquí en el análisis de fenómenos sobre cuya califica­ción ha dudado mucho el Derecho internacional. Al­gunos autores consideran que no es posible atribuir a estas colectividades el carácter de Estado, ya que su soberanía no es completa; pero otros sostienen, en cambio, que si poseen la estructura del Estado y ejercen sus prerrogativas pueden ser consideradas ta­les. En nuestra opinión, los fenómenos infra-estatales poseen también carácter estatal. El Estado vasallo, protegido, o interiormente autónomo, se halla en el dominio de los conocimientos políticos, porque, o bien —de acuerdo con la teoría generalmente admitida— los Estados semi-soberanos siguen siendo Estados, o bien no lo son, y constituyen entonces elementos de otro Estado complejo y diversificado. Sea cual fuere el modo en que se los estudie, considerados en sí mismos, o integrados en una estructura estatal glo­bal, siguen perteneciendo a la categoría de lo estatal, o sea de lo politológico.Los fenómenos inter-estatales, supra-estatales y trans-estatales, por razones no menos lógicas, se ha­llan en la misma situación. Un reparo hecho con fre­cuencia a la politología como ciencia del Estado es que en nuestros días el Estado clásico habría entrado en decadencia; de acuerdo con este punto de vista, el Estado clásico, tal como se lo conoce en la Antigüe­dad, y más tarde, de modo más perfecto, en la época moderna, habría agotado en el siglo xix todas sus posibilidades. Los fenómenos políticos que interesan a los hombres de nuestra época sobrepasarían al Es­tado. Serían universales o regionales (en el sentido que posee este término en Derecho internacional). Pero la formación de instituciones internacionales, transnacionales o supranacionales no implica en ab­soluto, hasta ahora, la desaparición del Estado. El Estado mismo sigue siendo la institución principal de la vida política. Las estructuras adicionales, lejo? j

88

Page 86: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

de ser la negación de lo estatal, constituyen un nuevo aspecto para el que se busca aún una terminología, como lo veremos al considerar las relaciones interna­cionales. Los fenómenos considerados nuevos perma­necen en el dominio de la politología, puesto que su elemento fundamental sigue siendo el Estado. ¿Cómo es posible que fenómenos en sí mismos políticos, por ser relativos a un Estado, dejen de ser políticos cuan­do conciernen a varios Estados? No hay en Principio ninguna dificultad en incluir estas manifestaciones en el dominio clásico de la politología. Un excelente jurista, en la actualidad consejero canónico de la Em­bajada de Francia en la Sante Sede, el R. P. Délos, afirma que hoy día existe menos diferencia entre la organización estatal y los fenómenos supra e inter­estatales que la continúan, que entre el orden feudal y el orden estatal.14 Así, lejos de constituir,un reparo a la identificación de lo político y de lo estatal, los fenómenos que trascienden el Estado no hacen más que confirmarla, pues ellos mismos tienen su funda­mento en el Estado.

14 La Nation, op. cit., t. II, pág. 9.89

Page 87: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CAPITULO Vil

LA VIDA POLITICA

I. Multiplicidad y fluidez de los factores de la vida política

Con “los partidos políticos, los grupos, las asocia­ciones, la opinión pública y la participación de los ciu­dadanos en el gobierno y la administración”, la lista de la Unesco forma un tercer apartado que lleva el nombre de “partidos, grupos y opinión pública”.Este título, que en realidad es una simple enu­meración, es incompleto a pesar de su longitud. Ade­más de las ideas y de las instituciones, que ya hemos tomado en cuenta, queda todavía sin explorar todo un mundo que sobrepasa los partidos, los grupos y las manifestaciones de opinión.A pesar de los esfuerzos ulteriores de síntesis, este tercer grupo conservará contornos mucho más desdibujados y un carácter mucho menos homogéneo que los dos precedentes. Es teniendo en cuenta el carácter indeterminado de sus fronteras y la fluidez de su contenido que proponemos designarlo con la palabra vida. Otra justificación para el uso de este término es que, como ya lo hemos dicho, fue elegido para designar un curso optativo de tercer año y un curso del doctorado: Instituciones y vida políticas.Puede objetarse que este término es demasiado general; se lo puede rechazar también por sugerir a contrario que no hay vida en las ideas o en las insti­tuciones. Pero esta interpretación sería demasiado tendenciosa. La palabra vida indica, en cambio, que, en el estudio de la ciencia política, el tercer tema es la parte dinámica, opuesta a lo organizado y estabili­zado por el derecho, aspecto del que se ocupa la par­te titulada instituciones. De igual modo, vida contras­ta con ideas por abarcar numerosos elementos no in­telectuales.90

Page 88: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

r

Finalmente, vida implica, a través de la multi­plicidad de aspectos, una cierta unidad del devenir político que puede reducirse a una dialéctica del po­der y la fuerza, efecto ella misma del juego de fuer­zas, de las influencias y de los comportamientos.

II. La dialéctica del poder y la fuerzaAl colocar la institución estatal como centro del conocimiento político, hemos puesto de relieve la pri­macía que tiene para el politólogo el poder estabili­zado, organizado e impersonal. Lo mismo vale para la vida política, donde toda fuerza individual o co- llectiva tiene el designio inconsciente o confesado de detentar el poder. Como es lógico, un movimiento hacia el poder atrae a los hombres animados por el pmpulso del interés individual o colectivo. Queriendo hervir o servirse a sí mismos, son arrastrados direc­ta o indirectamente a apropiarse del poder o al menos a influir sobre él. Si la historia estrictamente política ¡no se reduce a un mero anecdotario, traduce la ten­dencia fundamental, que es condición de la existen­cia de todo Estado, hacia la retención conjunta del poder y la fuerza.Bajo todo poder, potestas, existe una fuerza, po- lentia, y generalmente varias. Un texto no basta pa- :a conferir autoridad a un jefe de Estado, para dar uerza a una asamblea. Detrás de la institución de la borona se hallan una persona física y una dinastía }ue, de acuerdo con la situación y el individuo, re­presentan una fuerza variable. Detrás de una asam- )lea hay una opinión. Una cámara es ella misma un órgano que el derecho instituye, pero si no tuviera nás que una base jurídica no sería una fuerza. Es lecesario que sea también representativa, en el sen- ido sociológico del término. El país debe encontrar n ella su verdadera imagen, sus preocupaciones ín- imas, su voluntad profunda. Debe ser al mismo tiem- •o el “país legal” y el “país real”.La politología descubrirá bajo cada una de las istituciones políticas las fuerzas que las animan ac-

91

Page 89: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

tualmente, y, más allá de éstas, las fuerzas exterio­res a la institución que algún día vendrán a insta­larse en ella o a provocar la formación de institucio­nes nuevas.La dinámica política consiste en continuos cam­bios de fuerzas en el seno del poder. El poder debe renovar y conservar su fuerza. Por lo tanto, nece­sita incorporar toda fuerza que llegue a la madurez política, comprendiéndose que hay fuerzas que nun­ca alcanzan la madurez y otras que llegan al poder, pero no pueden conservarlo. La vida política, entre dos hipótesis extremas, implica toda una serie de situaciones intermedias.En el punto de partida, la fuerza existente se ha­lla estrechamente integrada en el poder. En ese mo­mento las fuerzas políticas se ajustan de manera per­fecta a las formas institucionales. Esta situación se encuentra en la historia no exactamente durante el nacimiento de nuevas formas institucionales, sino en el momento en que formas y fuerzas han logrado una adaptación recíproca. Pero el agradable período de pleno equilibrio termina necesariamente. Llega el momento en que salen a luz fuerzas nuevas, mientras que el poder ha perdido en parte su antigua fuerza. Tal es la situación que existe en la víspera de una revolución, aquella que Sieyés evoca en ¿Qué es el Tercer Estado? Éste no es nada como poder, pero lo es ya todo como fuerza. Titulares del poder —la monarquía, las clases privilegiadas— se han visto de­bilitados, y la fuerza ya no se encuentra en sus ma­nos. El régimen entra entonces en decadencia. Se llega a la situación extrema en que la fuer- se halla de un lado y el poder de otro. La consecuer a de es­ta situación es generalmente la conquista del podei por una fuerza nueva, mediante un despliegue de mayor o menor violencia. Pero también es frecuente que la ascensión al poder de nuevas fuerzas y el re­tiro de las antiguas se efectúe de modo lento e im­perceptible.El análisis de este fenómeno ha constituido siem­pre una preocupación de los escritores políticos. Aris­tóteles dedicó un notable y profundo estudio al man-

92

Page 90: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

¡enimiento y subversión de los reinos; Montesquieu >mprendió la misma investigación en sus Considéra- íons sur les causes de la grandeur des Romains et de !eur décadence (Consideraciones sobre las causas de a grandeza de los romanos y de su decadencia, 1734).Con menos genio, pero quizás con más método, a politología contemporánea considera las fuerzas ¡xistentes en una sociedad dada, examina su estruc- ;ura, analiza su ideología, sigue su ascención hacia >1 poder estatal, describe su éxito o su fracaso, toma ai cuenta Id disociación entre el poder y las fuerzas¡ue declinan, comprueba el eclipse de las fuerzas an- guas y analiza la ascensión al primer plano de las íerzas nuevas.

III. Las fuerzasI

»El papel activo de las fuerzas políticas obliga a •fectuar una comprobación necesaria en cuanto a su laturaleza: las fuerzas políticas no pueden ser abs- racciones; tampoco pueden ser cosas. En sí mismas y >or sí mismas, las fuerzas políticas deben ser suscep- ibles de ascender, de tomar posesión del poder, de lesintegrarse y de caer. Solo seres humanos —colec- ividades e individuos— pueden poseer este carácter utónomo y, podríamos decir, automotor.Las fuerzas individuales son las primeras que de­bemos considerar. Como ya lo hemos anticipado, se- ía un grave error construir la politología sobre una ase exclusivamente colectiva y anónima. En política 1 poder más grande pertenece al hombre, a la per- bnalidad que por sus características sabe apropiarse leí poder, o, mejor aún, obtenerlo mediante el con­finamiento general. Están en primer plano, pues, las olíticas y los políticos. La desconfianza del sociolo- ismo respecto del fenómeno individual es un error úe la actualidad y la historia señalan a cada instan- k Cuando falta el elemento humano, los otros que- an impotentes. Grandes movimientos políticos que mían vasto arraigo en las masas fracasaron por no aber hallado jefes que transformaran en poder esa lerza espontánea y naturalmente anárquica. Gran-

93

Page 91: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

des cambios históricos tienen su origen en un hom­bre, en su perseverancia, en su visión, a pesar de que los medios de que disponía en los comienzos eran ridiculamente reducidos. El hombre de Estado y el político constituyen para la politología un objeto de estudio fundamental. En este sentido la ciencia poli-1 tica es una ciencia de lo individual.Las fuerzas colectivas, que representan el otro elemento importante de la investigación, pueden ser clasificadas en dos grandes categorías: los grupos no organizados y los grupos organizados.La primera categoría corresponde a las colecti­vidades difusas, de límites vagos y de cohesión es­pontánea, pero con frecuencia muy débil.Consideraremos en primer término la opinión pública, que desempeña un papel fundamental en la política moderna, como se refleja en la lista de la Unesco. En su Explication de notre temps, que tuvo su momento de notoriedad, Lucien Romier le dio el nombre pintoresco de “emperatriz nómada”.También puede considerarse como una categoría difusa la determinada por el sexo. Las mujeres tie­nen su lugar entre los factores individuales, pero tam­bién como elemento colectivo, en la medida en que sus movimientos de reivindicación constituyeron en el Estado una fuerza política autónoma. Actualmente la adquisición casi universal del derecho al sufragio y a la elegibilidad tiende a hacerlas entrar en el mar­co común.Las clases sociales presentan otro tipo de colec­tividad difusa. Por lo general carecen hoy en día de una organización jurídica que las institucionalice en órdenes. Sin embargo, actúan sobre el poder con fuerza considerable. Es la eliminación de una clase por otra lo que en el esquema marxista constituye la Revolución. Aun si se rechaza esta concepción —o si, como nosotros, se la inserta en una concepción más amplia del devenir social— la influencia política de las clases sigue siendo importante. Por otra parte, donde no existen clases bien definidas hay medios, y los medios sociales son también colectividades difusas cuyo estudio compete a la politología. El estudio dp

94

Page 92: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

los medios ricos, por ejemplo, revela la existencia de la fuerza del dinero. Generalmente esta no se mues­tra a cara descubierta, pero su poder no es por ello menos grande. Se la ha comparado acertadamente con un muro, donde la pasividad puede ser una forma de acción, como la huelga en los medios populares. De igual modo, deben considerarse como políticamen­te importantes las reacciones del medio rural, debi­do a su estabilidad, su homogeneidad y su extensión numérica.De las fuerzas colectivas difusas se pasa por tran­siciones insensibles a los grupos organizados, que po­seen límites precisos y reconocen un jefe, se ajustan a reglas y cuentan con adherentes.En la época contemporánea el agrupamiento or­ganizado típico es, en política, el partido. Al reunir un número elevado de miembros, que se sqmeten a una discip’ na, crea una fuerza que en la democracia llega al poder mediante el mecanismo del voto, y en los sistemas monocráticos mediante otros procedimien­tos. Actualmente, la atención se concentra sobre los partidos políticos en grado considerable. La ciencia política cíe los últimos años les ha dedicado numero­sos estudios. Se han beneficiado con la atracción de la novedad, porque en Francia los partidos políticos son una realidad reciente; durante el siglo xix y co­mienzos del xx nuestra vida pública se caracterizó por su ausencia casi absoluta. Hasta 1920, solo uno merece el nombre de partido político: el Partido So­cialista Unificado (S. F. I. O.). Pero el estudio de los partidos políticos no data de la Liberación. Entre 1923 y 1928 nosotros mismos dictamos en la Escuela de Ciencias sociales y políticas de Lille un curso sobre La evolución de los partidos políticos en Francia y en el extranjero. Ya existía entonces, con André Sieg- fried, una geografía de los partidos, y, con Ostro- gorski y Roberto Michels, una sociología; el primero estudió los partidos políticos anglosajones, y el se­gundo sacó a luz las tendencias oligárquicas de la Sozialdémocratie alemana. La diferencia entre esa época y la actual estriba en un gran enriquecimiento del tema debido a la multiplicación de los partidos

Page 93: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

auténticos, a la .aparición de los partidos únicos, a los fenómenos de multipartidismo y antipartidismo. Am­pliado de este modo el campo de investigación, permi­tió que se efectuaran algunos intentos de síntesis.1También pueden clasificarse como fuerzas polí­ticas organizadas los sindicatos profesionales. Los sindicatos de trabajadores y de patronos actúan en la vida pública de manera más o menos declarada. La actividad política y la actividad sindical se confun­den en Inglaterra, donde los trade-unions son un ele­mento integrante del laborismo. En Francia, en cam­bio, la “Carta de Amiens” formuló el principio de una distinción entre la acción política, reservada en­tonces al Partido Socialista Unificado, y la acción sin dical, desarrollada por la Confederación General del Trabajo (C. G. T.). Esta distinción fue suprimida con el advenimiento del comunismo. El único sindicalis­mo que se declara completamente apolítico es el sin­dicalismo patronal grande y medio. Se han efectuado frecuentes tentativas para formar un partido político surgido de los sindicatos, o al menos uno que recibie­ra directivas sindicales. Se formó así un partido cam­pesino, al margen del sindicalismo agrícola. Sin em­bargo, éste ha permanecido en su mayor parte fuera de todo partido.Los agrupamientos espirituales son también, a su modo, fuerzas organizadas, ya sea porque las reli­giones nacionales constituyen una prolongación del poder temporal, ya porque, de manera inversa, la Iglesia católica separa las cosas de Dios de las que corresponden al César. Sin embargo, no proponiéndo­se regir más que lo espiritual, la Iglesia se encuentra con la sociedad política en muchos dominios, por el hecho de que ella misma es una sociedad organizada. Es éste el problema de las materias mixtas y del po­der indirecto. En ciertas épocas las fuerzas espiri­tuales intervienen directamente en la arena política mediante el ejercicio del poder temporal, o adqui-1 Cf. M aurice D uverger, Les partís politiques, París, A. Colín, 1954 2? ed. [Trad. es.: Los partidos políticos, tra­ducción de J ulieta C a m po s y E nrique G onzález P edrero, México, Fondo de Cultura Económica, 1957.]

96

Page 94: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

riendo la condición de órdenes privilegiados, como el clero en el antiguo régimen. En la época contempo­ránea existen partidos independientes de la jerarquía eclesiástica propiamente dicha, pero que hallan su cohesión profunda en la comunidad de fe de sus adhe- rentes. No pueden, por lo tanto, prescindir de la orien­tación dada a los fieles por sus pastores.Las fuerzas armadas son también fuerzas suscep­tibles de adquirir carácter político. Aquí existen dos posiciones opuestas: por una parte, la del ejército de tipo español que “grita” y se “pronuncia” (el pronun­ciamiento es la toma de posición política de un jefe militar que, lanzando un “grito”, reúne al pueblo en torno a su persona y a su programa); por otra, la del ejército de tipo francés (antes de los acontecimien­tos recientes) calificado de “gran mudo”. Este ejér­cito sirve menos a los hombres y los regímenes suce­sivos que al Estado y a la Nación. Se unió .a la Mo­narquía de la Restauración, después de haber sido el ejército de Bonaparte; sirvió a la Monarquía de Julio, después de haber sido el ejército de Carlos X; aceptó, en su conjunto, la Segunda República y el Segundo Imperio: Entre el ejército que grita y el ejército que calla existen variadas situaciones, en particular la pasividad complaciente. En casos extremos, el ejér­cito, que es siempre una fuerza, puede convertirse directamente en el poder mismo, como ocurrió, en ciertos aspectos, con la flota bajo el régimen de Vichy. IV.

IV. Las influenciasJunto a las fuerzas propiamente dichas, indivi­duos o colectividades humanas, se ejercen influen­cias que condicionan en grado variable las institucio­nes y la vida política.Las influencias se distinguen de las fuerzas en que no son susceptibles de convertirse en poder polí­tico. En sí mismas son inertes, pero a su contacto los elementos humana se modifican, los comportamien­tos se transforman.El primer factor es la influencia étnica. Ya en

97

Page 95: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

el siglo xviii, Montesquieu puso bien de relieve la incidencia política del temperamento de los pueblos. Los suizos, los holandeses y los ingleses poseen un sentido cívico muy desarrollado, y además una men­talidad pragmática, debido a lo cual su vida pública excluye generalmente la violencia. En cambio, otros pueblos poseen un espíritu difícilmente disciplinable. Cuando desaparecen sus estructuras tradicionales, el mantenimiento de un poder regular presenta difi- • cultades enormes; la muerte política, en particular, se convierte en un hecho común, como ocurre en el Cercano Oriente.La influencia geográfica tiene importancia sufi­ciente como para que una disciplina científica, la geo­política, haya tratado de establecer una correlación directa entre la estructura del suelo y los fenómenos políticos. Algunos autores, como Ratzel entre los ale­manes, y entre nosotros la Escuela de Ciencia Social y la Escuela de Geografía humana de Jean Brunhes y Camille Vallaux, creyeron en un determinismo geo­gráfico de las estructuras y del comportamiento polí­ticos. Las características geográficas crearían una predisposición favorable para la formación de Esta­dos, algunas formas institucionales y a ciertas prác­ticas de la vida política. Hay sin duda algo de ver­dad en estas explicaciones, pero la lección de los acontecimientos señala, en conjunto, el predominio del factor humano. Algunos de los autores que aca­bamos de citar habían considerado imposible que ciertas zonas del planeta tuvieran Estados. Sin em­bargo, los acontecimientos actuales, con la formación de un África negra independiente, señalan que esta pretendida imposibilidad geográfica no era más que un prejuicio.Las influencias económicas son particularmente activas. Para algunos son inclusive las que determi­nan el espíritu y la forma de los regímenes políticos. La economía es la estructura profunda, la infraestruc­tura, mientras que las instituciones políticas solo constituyen la superestructura, en dependencia direc­ta de la primera. La teoría marxista hace de la socie­dad feudal o de la sociedad burguesa el resultado de

98

Page 96: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

una economía que a su vez depende directamente de un cierto instrumental. Aquí hay también mucho de exageración, de sistematización a priori. Sin embar­go, es indiscutible que existe una correlación entre ciertas fuerzas económicas y ciertas fuerzas políticas. En particular, son claramente perceptibles las afini­dades entre el régimen parlamentario clásico y la economía liberal. La crisis de ésta provoca con fre­cuencia la decadencia del régimen parlamentario.Las influencias ideológicas desempeñan también un papel que en ciertos casos es fundamental. Ante­riormente hemos hecho una distinción entre las ideas políticas consideradas en sí mismas y los factores ideológicos, y con Julien Benda establecimos una opo­sición entre dos tipos de historia de las ideás: la de­mocrática y la aristocrática. La segunda es un ele­mento del conocimiento político, la primera, el estu­dio de las influencias motrices. Los acontecimientos recientes incitan a pensar que los factores intelec­tuales tienen con frecuencia más peso que los ma­teriales. Nada en el terreno de los hechos, ni siquie­ra sus millones de desocupados, obligó a Hitler a de­sencadenar la Segunda Guerra Mundial. Hubiese po­dido obtener sin guerra una serie tal de satisfaccio­nes que el Tercer Reich habría logrado sin duda la hegemonía mundial, simplemente debido al desarro­llo de sus fuerzas de expansión. Pero, tanto en el ré­gimen hitleriano como en el régimen fascista, la ideo­logía no permitía una evolución pacífica prolongada. Al reducir toda la política a la antinomia amigo-ene­migo, el nacionalsocialismo debía concluir en la gue­rra total por razones de lógica intelectual. V.

V. Los comportamientosEl juego de las influencias que actúan sobre las fuerzas, o sea el^uego de los factores citados sobre los individuos y las colectividades, tomados separa­damente o en grupos, engendra los comportamientos políticos.Los comportamientos políticos son muy numero­sos y diversos; desde el punto de vista moral sus dos

99

Page 97: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

polos son la lealtad y la traición. La primera es la dedicación espontánea o cultivada del ciudadano a la vida del Estado; la segunda es el incumplimiento de las obligaciones vitales con respecto al Estado en beneficio de otro Estado o de otro régimen. La leal­tad puede tomar en el ciudadano una forma activa y consciente, que es el civismo, peí o iambién puede ser alterada por algunos comportamientos patológicos, como el fenómeno de la corrupción. Se abre así un vasto campo a los psicólogos y a les moralistas. Nos debemos limitar a señalar su existencia, no solamen­te por razones de espacio, sino también porque faltan en este campo trabajos suficiente" como para permi­tir la deducción de conclusiones generales.La importancia de las influencias que se ejercen sobre los comportamientos varía enormemente, se­gún que resulten del azar o que sean estimuladas por la propaganda. Como ya lo hemos observado en rela­ción con “la historia democrática de las ideas”, algu­nas representaciones del porvenir poseen tanta más fuerza impulsora cuanto más indecisos son sus con­tornos, porque solo crean fuerzas y ejercen influen­cias mediante la vulgarización, a través de las técni­cas de sugestión: la televisión, la radio, lbs periódi­cos, la' noticia que se transmite de puerta en puerta. A este nivel los movimientos políticos no son general­mente de carácter racional, sino pasional. Pueden ser en gran medida provocados, y esto nos conduce a un dominio en el que la ciencia política actual tiene aún mucho que descubrir: el de la persuasión no solo in­culcada sino arrancada a los espíritus rebeldes, hasta un punto tal que ha podido hablarse de la “violación de las multitudes”.La propaganda puede ser obra de individuos y de grupos privados, pero solo revela su novedad y su am­plitud cuando es obra de un Estado o de un partido convertido en órgano del Estado. Lo inverso de la propaganda es de este modo la presión. Ésta es exte­rior al Estado. No se propone conquistar el poder, si­no, más sutilmente, utilizarlo para sus fines, median­te hábiles intervenciones, frecuentemente discretas y a veces hasta clandestinas. “La acción emprendida

100

Page 98: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

—dice muy bien Jean Meynaud— puede tomar cami­nos esencialmente diversos. El grupo puede combatir directamente a aquellos cuya conducta es necesario modificar para obtener una victoria: sindicatos de trabajadores que afrontan a los patronos con el ob­jeto de fijar condiciones de trabajo, adversarios de un culto que intervienen para dificultar o impedir su ejercicio... Una modalidad particular de acción consiste en ejercer presión sobre las autoridades, pa­ra fijar un salario, por ejemplo, o lograr que se pro­híba una manifestación.2 A nuestro parecer la presión es un “comportamiento” que puede ser asumido por cualquier individuo o grupo. La fórmula “grupo de presión” tiene la desventaja de que solo se aplica es­trictamente a algunas formaciones, mientras que “desde este punto de vista es imposible establecer una diferencia entre los grupos de interés, porque todo organismo de esta categoría puede transformar­se en cualquier momento en un grupo de presión: basta que el camino gubernamental aparezca como el método único, o el más eficaz, para tratar una de­terminada dificultad o problema”.3Lo que el grupo de presión se propone fundamen­talmente es influir en ei comportamiento político de los gobernantes, que tienen monopolio de la decisión política. Ésta depende, en la cúspide, del jefe de Es­tado, de los gobiernos, de los ministros, de los parla­mentos, y de los electores en la base. La politología encuentra aquí problemas que comienzan a ser estu­diados cada vez más de cerca: los relativos a los orí­genes, composición, hábitos y métodos de trabajo del personal gubernamental. Hace ya medio siglo Gaeta- no Mosca dedicó toda su Scienza política al estudio del fenómeno de la clase política, que anticipó una explicación profunda del advenimiento del fascismo.4

2 J eaw M eynaud , Les groupes de pression en France, París, Arrnand Colín, 1958, pág. 21.3 Ibid., pág. 22.4 Gaetano Mosca, Elementi di Scienza política, 1? ed.,

Roma, 1898; 4* ed., Barí, 1947.101

Page 99: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

CONCLUSIÓN

I. £1 lugar de las relaciones internacionalesEl anterior análisis dedos grandes temas de la politología no ha concedido ningún lugar especial a las relaciones internacionales. Nos parece, en efecto, que su clasificación en un grúpo separado, como en la lista tipo de la Unesco, constituye sin duda una comodidad práctica, pero carece de fundamento cien­tífico. No hay razón alguna para conceder autonomía a las relaciones internacionales. Nada hay en ellas que no forme parte de alguno de los aspectos ya con­siderados: que no dependa de las ideas, o no sea rela­tivo a las instituciones a no pertenezca a la vida po­lítica.Según fue definida por Jean Baptiste Duro- selle, uno de los mejores especialistas en la materia, la ciencia de las relaciones internacionales “es el es­tudio científico de los fenómenos internacionales con el objeto de descubrir los datos fundamentales o ac­cidentales que las rigen”.1Podría parecer que es pedagógicamente útil rea­lizar una exposición separada de los problemas rela­tivos a las relaciones internacionales, pues, por una parte, ello permitiría estudiarlos más ampliamente, y, por otra, ofrecería una mejor preparación a los que se dedican a la diplomacia. Una enseñanza más completa de las relaciones internacionales se impone en el caso de los futuros diplomáticos y de todos los , que deben actuar en el extranjero. También puede considerarse de interés, en el aspecto material, la1 J. B. D uroselle, “L’étude des relations internationa- les”, en Revue Frangaise de Science politique, 1952, n? IV, pág. 683.

102

Page 100: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

creación de establecimientos particulares para el es­tudio de las relaciones internacionales, con el fin de utilizar mejor los recursos provenientes de donacio­nes privadas o de subvenciones públicas, de organizar mejor los horarios de clase, de multiplicar los semi­narios y de poseer un temario más amplio para los exámenes. Y hasta es posible tratar de enseñar las materias desde un punto de vista nuevo, pues mu­chas cuestiones adquieren un aspecto diferente en la perspectiva internacional.Pero, si vamos al fondo de las cosas veremos que la separación es funesta inclusive pedagógicamente. Los estudiantes de relaciones internacionales tendrían una formación muy mala si solo conocieran relacio­nes internacionales. Las especializaciones dejan de ser legítimas cuando su resultado es la ignorancia recíproca. Y ésta sería la consecuencia si las relacio­nes internacionales fueran enseñadas al margen de otras ciencias políticas. Al perder todo vínculo, las disciplinas no tardarían en evolucionar independien­temente. Se iría hacia una incomprensión total, a pe­sar de que la política interior y las relaciones inter­nacionales son como las dos caras de una misma rea­lidad. La primera tarea de un diplomático que llega a su lugar de destino es conocer la estructura del Es­tado ante el cual ejercerá sus funciones. No puede ignorar el Derecho constitucional del país con el que trata. Son conocidas las funestas consecuencias oca­sionadas por el hecho de que algunos negociadores del Tratado de Versalles conocían mal la constitu­ción de los Estados Unidos y el papel de su Senado. Pero para comprender las instituciones de un país es necesario haber estudiado muy seriamente Derecho constitucional, porque el único medio de conocer bien una constitución es conocer muchas otras. De igual modo, el diplomático debe tener familiaridad con la organización de los partidos políticos del país en que se encuentra. Lo necesita para situar a los hombres y seguir los movimientos de opinión. Sería un grave error creer que es posible efectuar un estudio útil de las relaciones internacionales si tal estudio se limita estrictamente a la consideración de éstas.

103

Page 101: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

La tesis separatista se halla también mal funda­da en el plano teórico, cuando se considera la estruc­tura de la politología. El objeto “de las relaciones internacionales —dice muy bien W. A. Robson— no es diferente del de la política. Se trata de rela­ciones entre Estados, grupos e individuos. Si no exis­tieran Estados nacionales, no podría haber relaciones internacionales para estudiar. La naturaleza del Es­tado, de la soberanía, del nacionalismo, del derecho y de la organización política y social constituyen la esencia misma de la ciencia política’’.2 Las relaciones internacionales, confirma J. B. Duroselle, son ante todo “las relaciones políticas de Estado a Estado, y después las relaciones de grupos o individuos de una parte y de otra de una frontera; el primer aspecto, la política exterior, es el más importante y accesible”.3Las relaciones internacionales son, pues, políti- i cas por naturaleza, porque aun cuando se trata de 5 vínculos privadós, dependen del fenómeno de la exis­tencia de los Estados. En el capítulo dedicado a las instituciones hemos situado fácilmente las institucio­nes internacionales entre las instituciones políticas agregativas. No hay ninguna dificultad en aplicar el I mismo criterio a los fenómenos internacionales no institucionalizados. La vida internacional es también un juego de fuerzas y de influencias, que se traducen2 No se había secado aún la tinta con que se escribió la lista-tipo cuando se discutía ya su existencia. Sobre este punto la UNESCO provocó una clara investigación, bajo los ¡ auspicios no de la Asociación internacional de Ciencia poli- I

tica, sino de la Conferencia perm anen te de A ltos Estudios t internacionales. Primero tuvo lugar una reunión preparato- I ria en Utrecht, y luego, en abril de 1950, otra más impor- | tante en Windsor. En setiembre de 1952, en La Haya W.A. Robson retomaba la cuestión ante la Asociación interna­cional de Ciencia política. Robson dirigía allí una tendencia j disidente o fraccionista, según la cual las relaciones Ínter- | nacionales constituyen una disciplina independiente de la : ciencia política. Retomó los argumentos contenidos en su opúsculo, perteneciente a la serie de monografías dp la UNESCO, sobre L e s Sciences socia les d a ns Venseignem ent su p é r ie u r : la Science po lit iq u e (1955).

3 J. B. D uhoselle, “L’étude des relations internationa- les”, ibid.104

Page 102: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

en comportamientos. Separar las relaciones interna­cionales y la ciencia política, hacer de ellas dos do­minios, dos materias separadas, es, por lo tanto, un error de principio: implica,por una parte, privar de la integridad de su contenido a los temas normales de la ciencia política; y, por otra, transgredir el prin­cipio lógico fundamental en virtud del cual no deben crearse más categorías distintas de las que sean ri­gurosamente indispensables.Por el momento, las categorías constituidas por las ideas, las instituciones y la vida parecen irreduc­tibles. Es posible, sin embargo, que dentro de algunos años comprobemos que este esquema que hoy nos satisface contiene divisiones demasiado estrechas o mal construidas, que algunas cuestiones entran a la vez en varias categorías, mientras que otras no son consideradas en ninguna parte. Pero aun suponiendo que el futuro nos reserve tal comprobación, ésta no constituiría actualmente una condena. El día en que el esquema propuesto se halle superado deberemos buscar otro. En estos continuos descubrimientos con­siste precisamente el progreso científico.4No por ser una hipótesis de trabajo, la nomen­clatura revisada de la Unesco deja de constituir hoy día un instrumé|ito indispensable, en especial para la redacción de los programas de enseñanza e investi­gación.II. La unidad de la ciencia política

Si bien en sus grandes líneas es generalmente aceptada, osea nomenclatura enfrenta, sin embargo, una objeción fundamental que se refiere a su inspi-4 Haré ya más de veinte años, ye mismo había propues­to como tema fundamental de la ciencia política: las grandes doctrinas, las grandes formas y las grandes fuerzan Cf. el prólogo de la Évolution politique Ju socialisme frengáis. Parí?. Spéo. 1939. Es de acuerdo con la misma división que hemos estructurado, hasta estos últimos tiempos, las tres series de la Biblioteca de Ciencia política fundada en 1950 con mi amigo Boris Mirkine-Guetzévitch. Actualmente juz­gamos preferible seguir la nomenclarura de la UNESCO, revisada y confirmada por los programas franceses.

105

Page 103: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

ración misma. Bertrand de Jouvenel la ha plan­teado con claridad tanto a los dirigentes del Instituto de estudios políticos de París como a los miembros del Instituto internacional de Filosofía política. “La defi­nición de la ciencia política por enumeración —dice con elegancia— evoca un trébol de cuatro hojas don­de se ven bien las hojas,pero se busca en vano el ta­llo común.” Una ciencia no puede ser el resultado de una adición; sus diversos elementos deben integrar­se en una teoría general, que sería “la teoría política pura”.5 6No discutiremos aquí las ideas personales formu­ladas a este propósito por Bertrand de Jouvenel; ya las hemos considerado parcialmente en las páginas anteriores. Como se comprende, éstas han sido re­dactadas con un espíritu de fidelidad a la ciencia po­lítica tradicional, y expresan una reacción tanto con­tra la atribución a ésta de un objeto inédito como contra la increíble dispersión de las investigaciones actuales.Georges Lavau —quien no pertenece más a la “nueva ola”— ha descripto muy bien su estado caó­tico. Como el renacimiento de la ciencia política tiene su origen en una “mirada a la realidad”, en una vo­luntad de “captar los problemas en toda la densidad de sus múltiples tejidos y en la red de sus interac­ciones”, ésta multiplica los interrogantes numerosos pero desordenados. Sus investigaciones no siguen ningún plan definido ni conocen límites: el politi-cal scientist reivindica un derecho de curiosidad casi universal”.6Esta actitud ha originado numerosos trabajos, in­teresantes y hasta pintorescos, pero que son con fre­cuencia puramente informativos, de modo que no puede afirmarse que hayan hecho avanzar sensible­mente la politología. Para ser fecundos, los análisis no deben ser efectuados desde el exterior, con esa5 B ertrand de J ouvenel, “Invitation á la théoric-politi- que puré”, Rev. intern. d’hist. pol. et const., P.U.F., enero- junio de 1957, pág. 86.6 G eorges L avau, Sciences politiques et Science de Vhomme, op. cit., págs. 504 y 505.

106

Page 104: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

multiplicidad de enfoques cara a los anglosajones y algunos franceses que siguen su escuela, sino partir de un punto central de referencia. Por otra parte, la lógica de todo buen método indica que se debe partir de lo conocido para ir hacia lo menos conocido, y des­pués hacia lo ignorado. La observación misma debe apoyarse sobre los datos seguros para comparar con ellos lo probable o lo incierto.Es por eso que en este pequeño volumen nuestro mayor cuidado ha sido “volver a centrar” la ciencia política, de acuerdo con su concepción tradicional, es­forzándonos por impedir su desviación o dislocación. Para que exista una politología es necesario, en efec­to, que sea dueña de sí misma, que no sea derivada hacia otra disciplina o dividida en disciplinas diver­sas que no le dejañ nada propio.Tal había sido, según lo hemos comprobado, su desgracia desde el fin del siglo xvm; tal derivación o división conduce lógicamente a la desaparición de la política como ciencia autónoma.Este riesgo fundamental no ha desaparecido com­pletamente en nuestros días. Así, el Dr Francesco Vito, de la Universidad católica del Sagrado Corazón de Milán, afirma en su discurso inaugural del se­gundo Congreso italiano de Ciencias políticas y so­ciales (Palermo, 5 de abril de 1956) que la mayor parte de los estudiosos italianos no aceptarían la con­cepción unitaria de la ciencia política, cuya paternidad atribuyen a los anglosajones: “Ante todo, es inacep- ; table la idea de una ciencia que representaría la sín­tesis de las variadas disciplinas cuyo objeto es el es­tudio del proceso político/ Esta idea sería tan enga­ñosa como la que en el siglo pasado prometió hacer de la sociología la síntesis de todas las ciencias so­ciales. No se puede efectuar la síntesis de componen­tes que se hallan en continuo desarrollo. Reservas análogas deben expresarse respecto de una ciencia unitaria entendida como la suma de disciplinas que obedecen a diversos métodos de investigación. Tal concepción excluye de entrada la posibilidad de for­mular proposiciones que tengan el carácter de leyes i científicas. Puede ayudar a describir los hechos en

107

Page 105: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

su estructura compleja, pero se detiene en el umbral de la construcción científica”. Es por ello que, sin adoptar una posición política, los investigadores ita­lianos no han ocultado su preferencia por las ciencias políticas en plural, tanto en los tres congresos inter­nacionales habidos en Zurich (1949), La Haya (1952) y Estocolmo (1955), como en las reuniones científi­cas internacionales que tuvieron lugar en Florencia en 1953, Mostraron “la fecundidad de las contribu­ciones que pueden esperarse de los estudios políticos que siguen la línea de las tradicionales disciplinas ju­rídicas, históricas, filosóficas, económicas, etc., cuan­do éstas son aplicadas oportunamente a la individua­lización de los problemas dominantes del mundo con­temporáneo, puestos a luz por la más vasta reunión posible de materiales, reunidos de acuerdo con los procedimientos de la ciencia empírica y coordinados cuidadosamente, de modo que no quede sin explorar ninguno de los múltiples aspectos de la realidad po­lítica”.7Amicus Vito, sed magis amica veritas. Que el emi­nente profesor italiano nos permita expresar nuestro desacuerdo con un propósito que le inspiran sin duda su propia especialidad de economista y el recuerdo de las desgraciadas circunstancias que en Italia acom­pañaron la fundación de las Facultades de ciencia política. Pero si lo siguiéramos se confirmaría la si- J tuación actual: en muchos países la politología no es considerada debidamente y la ciencia política sigue constituyendo para sus adeptos más una vocación personal que una verdadera especial] zación.La tormenta de la unidad es para toda ciencia el fermento de su desarrollo. El nombre mismo de la politología, que significa “explicación de la Ciudad”, señala su cohesión interna y su carácter global. Mues­tra que de ningún modo rechazamos, según la pro­mesa de Bertrand de Jouvenel, “la construcción de un edificio conceptual que si va do apoyo común ¡7 F. V it o , "Indirizzi a t t u a l i d e g i i s t u d i p o l i t i c i ” , en Ri- vista in tem aziona le di Scienze Sociáli, ju l io - a g o s to de 1956, pág. 287.

108

Page 106: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

a diferentes investigaciones”.8 * Creernos haber seña­lado inclusive su elemento esencial al situar en el corazón de la politología la teoría de la institución, que también ocupa una posición central en el gran tratado de Georges Burdeau, y en toda la tradición intelectual, que confirma de este modo la gran tesis de Georges Gurvitch sobre L’idée du droit social.®Naturalmente, en la extraordinaria dispersión ac­tual no nos jactamos de que todos los especialistas adhieren a nuestras opiniones. En el estado naciente de los estudios politológicos tampoco lo deseamos, aorque varias hipótesis pueden ser simultáneamente ’ecundas.Pensamos, en cambio, que la ciencia política na­da ganará con proseguir las controversias in abs­tracto en las que se complace desde su renacimiento y que hace que “la ciencia de moda”, como ya se la ha calificado, sea también para algunos “una ciencia imprecisa, frágil y fragmentada”.10“Imprecisa, frágil”: creemos haber probado en las páginas precedentes que no hay nada de eso. En cuanto a la calificación de “fragmentada”, es cierto que con frecuencia hemos arrojado sobre nuestras dudas íntimas el manto de Noé, pero una vez llega­dos al término de este examen nos parece que nuestro gesto piadoso corresponde también a una realidad más profunda de lo que sugerirían las irritantes apa­riencias.Todos los politólogos |—inclusive los que desean llamarse political scientiszs o politicólogos— buscan exactamente lo mismo, porque, de acuerdo con el afo­rismo pascaliano, no lo buscarían si ya no lo hubie­ran encontrado.

8 B. DE JOUVENEL, op. CÍf., pág- 87.® G eorges G urvitch , Uidée du droit social, París, Sirey, 1932.10 G eorges B urdeau , Méthode de la science politique, París, Dalloz, 1959, Introducción.

109

Page 107: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

Además de las obras citadas por el autor y cuya ver­sión castellana queda indicada entre corchetes en las notasdel texto, pueden consultarse con provecho sobre los temasespecíficas de que tratan, las siguientes:B eard, Charles, A., Fundam entos económicos de la política, México, Fondo de Cultura Económica, 1947.C hevalier, J ea n -Jacques, L os grandes tex tos políticos, desde

M aquiavelo hasta nuestros días, Madrid, Aguilar 1960.F ayt, C arlos, S., Teoría de la Política, Buenos Aires, Abe- ledo-Perrot, 1960.F riedrich , Carl, J., Teoría y realidad de la organización

constitucional democrática, México, Fondo de Cultura Económica, 1962.G arcía P elayo, M a n u el , Lugar de la política en la esfera

de la realidad social, Buenos Aires, Facultad de Dere­cho y Ciencias Sociales, 1958.H eller . H e r m a n n , Teoría del Estado, México, Fondo de Cultura Económica, 1942.

I M er r im a n , Charles, E., Prólogo a la Ciencia Política, México, Fondo de Cultura Económica, 1941.M eynaud , M. J ea n , Introducción a la Ciencia Política, Ma­drid, Editorial Tecnos, 1960..R obson , W il l ia m A. (redactor^, La enseñanza universita:

ria de las ciencias sociales: ^ciencia política, Washington D. C., Unión Panamericana, 1961. Tomo II de la colec­ción “Estudios y Monografías de la Secretaría General de la OEA”, que comprende un informe de la Asociación Internacional de Ciencia Política para la UNESCO, como parte de los resultados de una encuesta sobre la enseñanza de la ciencia política en ocho países.S ánchez V ia m o n t e , Carlos, Las instituciones políticas en la

historia universal, Buenos Aires, Editorial Bibliográfica Argentina, 1962.S c h m it t , C arl, Teoría de la Constitución, Madrid, edito­rial Revista de Derecho Privado. Reimpresión, s. d.S chwarzenberger, G., La política del poder. Estudio de la

sociedad internacional. México, Fondo de Cultura Eco­nómica, 1960.S ey m o u r , M artin L ipse t , El hom bre político. Las bases

sociales de la política, Buenos Aires, Eudeba, 1963.V ereker , C harles, El desarrollo de la teoría política, Bue­nos Aires, Eudeba, 1961.

* Preparada por el revisor técnico para esta edición.

Bibliografía complementaria *

111

Page 108: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

INDICE

I n t r o d u c c ió n 5

P r i m e r a p a r t e . LAS VICISITUDES DE LA CIENCIA POLÍTICA

I. La politología clásica ........................... 17II. La sustitución de la politología ........ 29

III. La politología desmembrada y aban­donada .................................................. 44

S e g u n d a p a r t e . LAS CIENCIAS POLÍTICAS EN NUESTROS DÍAS

IV. La politología renacienteV. Las ideas políticas ........

VI. Las instituciones políticasVII. La vida p olítica______

C o n c l u s i ó n .......................................

B i b l io g r a f ía s u m a r i a ......................

53627590

102110

Artes Gráficas Rioplatense,

dio térm ino a esta obra en el mes de diciembre de 1972,

3 Sargentos 1156, Lanús.

Page 109: La Ciencia-Politica-de-Marcel-Prelot

'

LA CIENCIA POLÍTICA

Marcel Prélot

El libro del profesor Prélot ofrece un análisis amplio de un tema de viva actualidad, pues se desarrolla en torno de las posibilidades, carácter y objetivo de una ciencia política —"politología", en términos técnicos—, cuyos orígenes rastrea en los textos aristotélicos, pa­sando de la concepción antigua y medieval a las con­cepciones modernas.La parte histórica presenta una crónica breve y estimu­lante de las vicisitudes de esta ciencia a través de los siglos, en sus íntimas y a veces confusas relaciones con la economía, el derecho y la sociología: en la parte sistemática hallará el lector —especialista o profano— un cuadro orgánico en el que ocupa su justo lugar el análisis de las ideas políticas, creadoras de instituciones y acontecimientos; de las instituciones políticas, cuya primacía corresponde al Estado en la concepción mo­derna, y de la vida política, donde se pone de relieve la dialéctica del poder y la fuerza. Finalmente se hallará también en este panorama un análisis de las relaciones internacionales, aspecto de la ciencia política que en nuestro tiempo ha dejado de ser uña cuestión académica para convertirse en un tema de apasionante interés común.

EL PERSONALISM O -E . Mounier LOS GRUPOS DE PRESION -J. Meynaud ARISTÓTELES Y EL L IC EO -J . Brun EL DERECH O ROM ANO MrVilley LAS ORGAN IZACIONES IN TERN AC IO N ALES - P

Gerbert