historia de escritos

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Historias de escritos

colombia, 1858-1994

compilado y editado por:sergio mejía y adriana díaz

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

FACULTAD DE Ciencias sociales - CESO

departamento de Historia

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Page 4: Historia de Escritos

Primera edición: octubre de 2009

© Sergio Mejía, Adriana Díaz© Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales - CESOCarrera 1ª Nº 18 A-10 Edificio Franco P. 3Teléfono: 3 394949 - 3 394999 Ext. 3330 - Directo 3 324519Bogotá D.C., Colombiahttp://faciso.uniandes.edu.co/[email protected]

Ediciones UniandesCarrera 1ª Nº 19-27 Edificio AU 6Teléfono: 3 394949 - 3 394999 Ext. 2133 - Fax: Ext: 2158Bogotá D.C., Colombiahttp://[email protected]

ISBN: ??????

Diseño, diagramación e impresión: Legis S.A.Av. Calle 26 Nº 82-70Bogotá, ColombiaConmutador.: 4 255255

Impreso en Colombia - Printed in Colombia

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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Para Luisa, Para Hernando, Jose y Juan,perfecto espejismo de la dicha por lo escrito en el cuerpo

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ContenidoÍndice de ilustraciones ................................................................................. xiIntroducción ................................................................................................. 1

Sergio Mejía

Presentación editorial................................................................................... 5Adriana Díaz

Las Lecciones de aritmética y áljebra de Lino de Pombo ........................... 7 Deisy Yanira Camargo Galvis

La formación de ciudadanos neogranadinos en la obra escrita de Constancio Franco Vargas ...................................................................... 47

Luisa Fernanda Rivière Viviescas

Consejos para ser civilizado: las recetas de El Estuche ............................. 75Adriana Díaz

Memoria de la infancia en Soledad Acosta, José María Samper, Baldomero Sanín Cano, Eduardo Caballero Calderón y Gonzalo Canal .... 109

Paula Andrea Ila

Catálogos de objetos prehispánicos en las exposiciones colombianas de Madrid y Chicago (1892/1893) ..................................................................... 137

Alejandra Valverde

Las palabras están en situación – La revista Mito y sus intelectuales ......... 169Lina María Martínez Hernández

Cine e historia: Confesión a Laura de Jaime Osorio ................................... 223Juan Camilo Aljuri

Fernando Vallejo y su virgen – Contra la fe pensar, contra la esperanza escribir y contra la caridad diatribas ........................................................... 245

Sergio Mejía

Índice de nombres ........................................................................................ Índice de temas ............................................................................................ Sobre los autores ..........................................................................................

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anexos

Anexo 1 – Tabla de contenido de Lecciones de aritmética i álgebra ......... 43

Anexo 2 – Consejo 6.292 de El Estuche: “La cocaína. Su preparación”; tomo 5, pp. 250-251 .................................................................... 107

Anexo 3 – Inventario general de las piezas llevadas a las exposiciones de Madrid y Chicago ...................................................................... 168

Anexo 4 – Catálogo de los artículos publicados en Mito, 1955-1962 .......... 197

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índice de ilustraciones Portada de las Lecciones de aritmética i áljebra de Lino de Pombo .......... 32

Portada de Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la Independencia ..................................................................................... 58

Portada del tercer volumen de El Estuche ................................................... 84

Página 27 del primer volumen de El Estuche .............................................. 94

Fotografía de Eduardo Caballero Calderón, niño. Publicada en Beatriz Caballero, Papá y yo —Eduardo Caballero Calderón, Bogotá, Taurus, 2004, p. 18 .................................................................................................... 128

Representación de El Dorado, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina XVII ................................................................................................. 143

Hachas en piedra, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina LVIII 148

Figura antropomorfa en madera, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina LVI ................................................................................................... 153

Jarra en cerámica, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina XXV 155

Figura antropomorfa en cerámica, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina XXXIX .......................................................................... 158

Momia del páramo de Toquilla, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina LVII .................................................................................................. 160

Portada del primer número de la revista Mito ............................................. 177

Santiago baila un tango mientras Laura lo contempla ................................. 234

La luz de vela ilumina actos felices ............................................................. 234

Josefina vigila el apartamento de Laura, segundos después de que se ha visto a Santiago bailar .................................................................................. 236

Portada de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo (quinta edición, Madrid, Suma de Letras, 2002) y fotomontaje del afiche promocional de la película La Virgen de los Sicarios, dirigida por Barbet Schroeder, con guión de Fernando Vallejo (2000) (2000) .................................................... 282

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Deutsche Litaraturgeschichte

In keiner Literaturgeschichtewirst du meinen Namen finden.Wie ich die Geschichte mir richte?Ich lasse sie drucken und binden,Und bringe die Literaturgeschichte In die Literaturgeschichte.

Historia de la literatura alemana

En ninguna historia de la literaturaencontrarás mi nombre.¿Cómo me pasé de la historia?La dejé impresa y empastaday traje la historia de la literaturaa la historia de la literatura.

Karl Krauss

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introducción

Sergio Mejía

Este volumen es el primero de una serie dedicada a estudiar históricamente escritos colombianos significativos. Esto no quiere decir que hayan sido considerados excelentes por la crítica especializada, pues varios de los que aquí figuran no habían sido comentados hasta ahora. En cuanto a ser colombianos, lo son todos los considerados en esta primera entrega, si bien esperamos que Colombia no se convierta en una limitación, y que en próximas entregas podamos acoger escritos latinoamericanos y, en último término, de cualquier lugar. Todos los escritos considerados en este volumen fueron producidos en los siglos XIX y XX, si bien los editores aspiramos a que la república tampoco se convierta en limitación, y que nuestra serie pueda acoger escritos contemporáneos, coloniales y prehispánicos cuando encontremos autores dispuestos a estudiarlos y a ofrecer de ellos una comprensión histórica significativa. En su mayor parte fueron publicados, mas tampoco será esto una limitación. Nos interesa el mundo de la lectura masiva, pero no rechazamos el estudio de inéditos, de manuscritos que circularon de mano en mano, ni de obras prohibidas o censuradas.

Historia, como se sabe, es una palabra de amplio significado. Indagación, decían los griegos, como la que realizan un juez o un curioso obsesivo. Descripción, pensaron los ilustrados de las cortes europeas del siglo XVIII, amantes de lo que llamaron civilización, quienes acogieron con gusto tanto historias de imperios y costumbres como de pelucas o jarrones. Historia fue también el recuento edificante del origen, la expansión, el apogeo y la decadencia de órdenes políticos, se tratara de Roma o de la más nueva de las repúblicas. En fin, historia es hoy ciencia social con perspectiva temporal, a cuya luz todas las acciones de hombres y mujeres guardan una relación inextricable con la configuración social en que ocurrieron, y con el presente.

Los editores no hemos reclamado de los autores una perspectiva historiográfica particular. Lo cierto es que el estudio de la cultura escrita colombiana (y latinoamericana) –si bien no puede decirse que sea pobre– no es aún un tema maduro de nuestros estudios históricos. Sucede que los mejores pioneros han sido dejados solos. En esta serie acogeremos de buen grado a quienes inicien indagaciones inteligentes en algunos géneros y momentos de la escritura en Colombia que aún no se comentan o que han

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2 Sergio Mejía

sido olvidados para el mundo de la lectura. Les damos la bienvenida a descripciones excelentes de obras que fueron determinantes en su tiempo pero que no han sido reeditadas y hoy se recuerdan mal. No nos oponemos a que algunos autores dediquen su esfuerzo a documentar “tradiciones patrias” poco estudiadas, y que de esta forma contribuyan a la vieja y ya lejana historia de la literatura nacional. En algunos casos, el estudio de un escrito logrará arrojar luz nueva sobre todo un momento histórico o sobre todo un género de la cultura escrita. Es un hecho que sobre algunos temas se escribe hoy en mayor soledad que sobre otros.

En su estudio sobre las Lecciones de aritmética i áljebra de Lino de Pombo, de 1858, Deisy Camargo se interesa por la historia de las matemáticas en Colombia desde el siglo XVIII. Deisy, matemática de formación, demuestra que el libro de Pombo fue posible gracias a una tradición matemática local que se remonta a la cátedra de filosofía newtoniana dictada por Mutis en el Colegio del Rosario. Ella establece una serie de matemáticos unidos por la relación maestro-discípulo, que documenta hasta principios del siglo XX. Pombo, discípulo de Caldas y maestro de Indalecio Liévano, ocupa un lugar central en esta serie, y fue él quien más contribuyó a la institucionalización de la enseñanza de las matemáticas en el siglo XIX, como miembro fundador y profesor en el Colegio Militar (1848-1854). Luisa Rivière, historiadora, contribuye a este libro con un artículo sobre la obra de pedagogía cívica de Constancio Franco Vargas. Franco, quien se desempeñó como director de Instrucción Pública de Cundinamarca entre 1880 y 1881, promovió desde esa oficina la educación cívica de los niños del estado soberano, y destacó para ello la enseñanza de la historia patria. Durante esos dos años, Franco dirigió El Maestro de Escuela, periódico oficial de la oficina a su cargo, y en él promovió sus ideas pedagógicas. Él mismo escribió manuales destinados a la escuela, y Luisa resalta en ellos la promoción de modelos cívicos tomados de las biografías de próceres de la Independencia. En Rasgos biográficos de héroes, publicado en Bogotá en 1880, Franco promovió lo que consideró la educación cívica imprescindible para la vida republicana en los Estados Unidos de Colombia.

Adriana Díaz, lingüista y periodista, nos ofrece su interpretación de una publicación peculiar: El Estuche de Jerónimo Argáez, del que se publicaron cinco volúmenes entre 1879 y 1908. Esta colección de más de seis mil consejos prácticos, recetas y nociones de economía doméstica presenta un reto particularmente difícil para el historiador de la cultura escrita, pues no contiene discurso de presentación alguno ni el menor asomo de orden temático que permitan deducir la ideología del autor. El principal interés investigativo de Adriana es la prensa de asuntos comerciales y culturales, declarada por sus editores al margen de la política, que maduró en Colombia a finales del siglo XIX. Esta experiencia le permite a Adriana una interpretación histórica de El Estuche: ve en él un episodio significativo en la

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introducción 3

discusión y promoción de la vida privada al abrigo de la república. Esto es, el avance en Colombia de lo que Benjamin Constant llamó la libertad de los modernos. Paula Ila, historiadora, estudia la autobiografía como género literario, y en esta ocasión discute cinco escritos realizados entre 1875 y 1972 por Soledad Acosta de Samper, José María Samper, Baldomero Sanín Cano, Eduardo Caballero Calderón y Gonzalo Canal Ramírez. Esta serie de un siglo le permite a Paula detectar cambios en la concepción y el estatus de la escritura autobiográfica y en la valoración de la infancia en Colombia. Entre las Memorias íntimas de Acosta (1875) y Los días de la infancia de Canal Ramírez (1972), Paula constata la consolidación de la propia vida como tema literario autónomo, al margen de la historia de la república, y liberada del pudor tradicional que pesaba sobre la vida privada. Con la autobiografía se consolida la memoria de la infancia, que es el tema que más interesa a Paula.

Alejandra Valverde, antropóloga, dedica su artículo a los catálogos y otras piezas compiladas y escritas por Vicente y Ernesto Restrepo para acompañar las primeras exposiciones internacionales en que participó Colombia. Para presentar al país en Madrid en 1892 y en Chicago en 1893, el gobierno de Colombia contrató a los Restrepo, padre e hijo, para reunir, catalogar y comentar una colección de piezas prehispánicas que, junto con otros objetos, sirvió como carta de presentación de Colombia ante otras naciones. Alejandra estudia los catálogos y álbumes que se conservan hoy, y logra documentar y comentar históricamente este momento significativo en la colección, valoración y utilización del patrimonio prehispánico de Colombia. Lina Martínez estudia la revista Mito, la publicación periódica en que se ventilaron temas hasta entonces tabú en la sociedad colombiana, como la corrupción, la prostitución y el provincialismo de las letras nacionales. Mito abrió camino a diversas vanguardias intelectuales entre 1955 y 1962. A Lina le interesa el papel social de los intelectuales y ve en el grupo de Mito un esfuerzo por tomar posiciones críticas en los difíciles tiempos de la violencia partidista colombiana y de la dictadura de Rojas.

Juan Camilo Aljuri, historiador y cinéfilo, dedica su artículo a la que considera la mejor película colombiana de todos los tiempos, Confesión a Laura, dirigida por Jaime Osorio. Juan Camilo comenta la película en su conjunto, sin aislar para su análisis el guión escrito por Alexandra Cardona, que por supuesto comenta. Sus lecturas en hermenéutica le permiten discutir diversos planos de la película y, siguiendo a Roland Barthes, varios de sus “códigos sémicos”. Juan Camilo concluye de manera persuasiva que la película constituye una alegoría del 9 de abril de 1948. Mi propia contribución a este libro es un artículo concebido a partir de la relectura de la La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, que documento con sus demás obras. El artículo es un comentario sobre el significado de la obra acumulada de Vallejo en la literatura colombiana, y sobre el peculiar lugar que ocupa la Virgen en una y otra.

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4 Sergio Mejía

Es significativo que esta colección de estudios, tan disímil a primera vista, revele una inquietud común, bastante contemporánea y que no fue coordinada por los editores. Me refiero al esfuerzo, por parte de nuestros ocho autores, por documentar y comprender la conformación y la reivindicación en Colombia de la esfera de la vida privada. Esto es, la posibilidad de contar con una esfera pública desarrollada y segura a partir de la cual sea posible el cultivo de la libertad privada. Libertad de publicar y coleccionar consejos para la vida doméstica, al margen de constituciones, prohombres y escándalos públicos; libertad entre los intelectuales de escribir críticamente sobre mitos nacionales y políticos nefastos; libertad de un escritor de pronunciar diatribas inéditas e inadmisibles. Entrado el siglo XXI, en Colombia la libertad moderna y el valor del individuo parecen ser temas acuciantes. En nuestra serie nos limitaremos a la escritura, que es una forma privilegiada del ejercicio de la libertad. Privilegiada pero no egoísta, pues leer también es un ejercicio de la libertad.

Así, pues, la serie que lanzamos con este volumen acoge artículos que versen sobre escritos. El criterio de selección como temas de investigación no es que hayan sido aclamados, sino que quien los estudie logre demostrar su significación histórica. Esto es, que su comentario saque a la luz aspectos antes no considerados de una sociedad en una época. En esta primera entrega se presta atención a la sociedad nacional colombiana en sus dos siglos de historia republicana. Las sociedades modernas producen riqueza, la distribuyen a veces bien y a veces muy mal, son escenario de conflictos sociales más o menos fructíferos, lugar de catástrofes más o menos absurdas, conforman un mosaico de ciudades, campos, patrimonios y deudas, poseen esferas públicas más o menos estables, más o menos agónicas y, al tiempo que producen y abrigan todo lo anterior, escriben, publican y leen. Esta serie será un lugar de publicación y lectura para aquellos que se interesan especialmente en ese último aspecto de la vida social moderna. Así como existen grupos, laboratorios y revistas dedicados a la historia económica, al proceso de la Independencia, a los movimientos sociales y a las violencias colombianas, esta serie de publicaciones colectivas se concentrará en los escritos que ha producido la sociedad colombiana (y más allá) y que, a su manera, hablan de ella. Los editores aspiramos a promover de la manera más amplia y plural posible, la presentación y discusión de la cultura escrita reciente y de siglos pasados. Quizás esta serie sirva para que los colombianos comprendamos y aceptemos que las letras también son nuestras, que siempre han tenido un lugar en nuestra sociedad y que no son prerrogativa ni préstamo de otras sociedades. Que comprendamos mejor que las letras y la escritura también son parte de nuestra vida pública y que su estudio es otra forma de entender la historia.

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presentación editorial

Adriana Díaz

Los ocho artículos sobre escritos colombianos que comprenden este volumen, primero de una serie, responden al deseo de estudiar históricamente la cultura escrita colombiana. Esta inquietud fue presentada por Sergio Mejía sin mayores justificaciones, método por seguir ni autores de cabecera en el seminario Hacer historia con escritos colombianos, siglos XIX y XX de la Maestría en Historia de la Universidad de los Andes. Cada uno de los participantes del seminario eligió un escrito como tema, planteó sus propias preguntas históricas y redactó un ensayo. Cinco de ellos aceptaron continuar el trabajo luego del seminario y hacer de sus ensayos artículos.

Así, pues, de los ocho artículos que componen este volumen, cinco empezaron siendo ensayos en aquel seminario; uno es una extensión de su última sesión (Sergio Mejía); otro es parte de una tesis de pregrado (Luisa Rivière); y uno más fue madurado a partir de un ensayo de pregrado que fue presentado en Historioramas, el foro de los estudiantes de historia de la Universidad de los Andes (Lina Martínez). Luego del trabajo conjunto con los dos editores, en reuniones periódicas, los ensayos tomaron la forma con que aquí se presentan. Inicialmente, el objetivo de los editores fue afinar las preguntas y ampliar un poco su ambición. Posteriormente, el trabajo conjunto entre los autores y los editores se encaminó a ordenar y fortalecer las argumentaciones de cada ensayo, hasta convertirlos en artículos académicos.

Las discusiones se vieron enriquecidas por la diversa formación disciplinaria de los autores. Las diferencias de criterio fueron muy importantes durante el proceso de escritura y edición, pues contribuyeron a poner de presente lo específico del estudio histórico. Los editores leímos todos los artículos varias veces y los discutimos detalladamente con cada uno de los autores. Con todo, fueron los autores quienes definieron su tema, plantearon todas las preguntas, adelantaron sus investigaciones con su propio criterio y tomaron todas las decisiones finales sobre el contenido de sus artículos. Los editores trabajamos como promotores, lectores atentos, comentadores, y un tanto como parteras, pues definimos fechas de entrega y diagnosticamos algunos ejercicios para que esas fechas se cumplieran.

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6 adriana díaz

Los escritos estudiados en esta primera entrega son apenas una muestra del fértil campo que ofrece la cultura escrita a los estudios históricos. En próximas entregas nos concentraremos en géneros o medios de publicación determinados, que podrán ser memorias o ensayos, periódicos, revistas o colecciones. En esta primera entrega los autores enfrentaron dos retos: comprender lo específico del género en que se inscribe el escrito estudiado y lograr comentarlo históricamente. El lector juzgará si lo lograron y si cada artículo dedicado a una novela, un catálogo museográfico o un manual de álgebra contribuye a conocer mejor la época y la sociedad en que estas obras fueron escritas, publicadas, leídas y utilizadas.

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las Lecciones de aritmética y áLjebra de lino de pombo

Deisy Yanira Camargo GalvisResumen

En este trabajo exploro la enseñanza de las matemáticas en Colombia desde mediados del siglo XVIII hasta finales del XIX, con el fin de comprender históricamente la escritura y publicación, en 1858, del primer texto de álgebra escrito por un colombiano: las Lecciones de aritmética i áljebra de Lino de Pombo. Haré énfasis en la secuencia maestro-alumno que empezó con la fundación de las primeras cátedras de matemáticas, el comienzo de la enseñanza de la ingeniería, el papel de Lino de Pombo en la enseñanza de ambas disciplinas, el contenido de las Lecciones y su utilización en la enseñanza de la aritmética y el álgebra en la segunda mitad del siglo XIX en la Nueva Granada.

Palabras clave: manuales escolares, enseñanza de las matemáticas en Colombia, 1762-1875; tratados de álgebra; Lino de Pombo; Colegio Militar (1848-1854); cátedras de matemáticas; maestros y discípulos.

Presentación

Lecciones de aritmética i áljebra1 de Lino de Pombo, publicado en Bogotá en 1858, fue el primer texto de álgebra escrito por un colombiano y también el primero impreso en el país. El texto estaba dirigido a los jóvenes estudiantes de la Nueva Granada y su propósito era facilitarles alcanzar los estudios mínimos necesarios para emprender una carrera en ciencias o el estudio de la ingeniería, tanto civil como militar. Para estudiar las Lecciones y a su autor es necesario comprender el sistema educativo vigente antes y en el momento de su publicación, los textos que circulaban sobre estos temas en el país, y preguntarse por qué en Colombia no se publicaron antes obras de este tipo. La aritmética elemental es la única rama de las matemáticas que se ha enseñado en el país desde el periodo colonial. Las demás áreas de las matemáticas han conquistado sus lugares en las aulas durante el período republicano. Empezaré por analizar cómo

1 Lino de Pombo, Lecciones de aritmética i áljebra, Bogotá, Imprenta de la Nación, 1858; vii + 176 páginas, 18 x 27 centímetros. La obra no ha sido reeditada hasta hoy.

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8 deiSy yanira caMargo galviS

el álgebra entró a hacer parte de los planes educativos y cómo algunos profesores se interesaron en la publicación de textos sobre este tema. Este trabajo comienza con un recorrido por las diferentes etapas de la enseñanza de las matemáticas, desde su enseñanza supernumeraria u opcional hasta su presencia obligada en los programas de estudio, tanto en ciencias –propuesta en la reforma de Mariano Ospina Rodríguez de 1842– como en la carrera de ingeniería que se enseñaba en el Colegio Militar, que funcionó entre 1848 y 1854. Luego me referiré a Lino de Pombo y, por último, me concentraré en las Lecciones, en algunos pormenores de su contenido y en su utilización para la enseñanza del álgebra.2

Los trabajos publicados hasta ahora relacionados con la historia del álgebra en Colombia pueden agruparse en dos: los de carácter general y bibliográfico, y los de carácter monográfico. El primer grupo incluye: Historia de la educación matemática en Colombia durante el periodo de 1820 a 1886,3 e Historia de la educación matemática en Colombia durante el periodo de 1886 a 1954.4 Estos dos trabajos contienen información valiosa, aunque difícil de verificar, debido a falencias en la referencia de sus fuentes. Además, ellos solo tocan de manera tangencial el tema del álgebra. En el segundo grupo están: “The Work of Indalecio Liévano on the Foundations of the Real Numbers System”,5 de Víctor Albis y Luis Soriano, y “Las nociones de infinito y continuo en la obra del matemático Indalecio Liévano Reyes (1834-1913)”,6 de Gabriela Arbeláez, que, desde puntos de vista diferentes, estudian el trabajo de Liévano sobre la teoría de los números

2 Este trabajo forma parte del programa de investigaciones en la historia de las matemáticas en Colombia, iniciado en 1974 y dirigido por el profesor Víctor S. Albis. Uno de los propósitos de este programa es la recuperación, conservación y análisis de los textos escritos en Colombia por naturales y extranjeros a lo largo de su historia, y al cual han contribuido, en una u otra forma y en diversos momentos, los profesores Luis C. Arboleda, Regino Martínez-Chavanz, Luis Moreno Armella, Clara H. Sánchez y el fallecido Luis I. Soriano Lleras. Ver: Víctor S. Albis, “Un programa de investigación en la historia de la matemática de un país latinoamericano”, en Quipu: Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, número 1 (1984), pp. 391-400.

3 Jazmín Abu-Abara Pérez, Iván Bermúdez Aya y Urbano Ferreira Pradilla, Historia de la educación matemática en Colombia durante el periodo de 1820 a 1886, tesis de pregrado, Universidad Nacional de Colombia, 1981.

4 Hilda Marina Boada Ortiz y María Aracely García Rodríguez, Historia de la educación matemática en Colombia durante el periodo de 1886 a 1954, tesis de pregrado, Universidad Nacional de Colombia, 1983.

5 Víctor S. Albis y Luis I. Soriano Lleras, “The Work of Indalecio Liévano on the Foundations of the Real Numbers System”, en Historia Mathematica, volumen 3 (1976), pp.161-166.

6 Gabriela Arbeláez, “Las nociones de infinito y continuo en la obra del matemático Indalecio Liévano Reyes (1834-1913)”, en Luis Carlos Arboleda y Michel Paty (editores), Formación de la cultura científica en Colombia: ensayos sobre matemáticas y física, Cali, Instituto de Educación y Pedagogía, 2004.

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laS Lecciones de aritmética y áLjebra de lino de PoMbo 9

inconmensurables, base del análisis y el álgebra modernos. También se ubican en este grupo: “Pedro José Sosa: un gran ingeniero matemático”,7 de Víctor Albis y Deisy Camargo, que estudia las publicaciones en matemáticas del neogranadino Pedro José Sosa, sobre la teoría algebraica de los cuaternios de Hamilton; y Los ingenieros matemáticos colombianos del siglo XIX y comienzos del XX,8 de Clara Sánchez, libro que analiza las tesis presentadas por los estudiantes de ingeniería para optar por el título de profesor de matemáticas a finales del siglo XIX.

La historia de la enseñanza de las matemáticas en Colombia (1762-1853)

El estudio supernumerario de las matemáticas

A mediados del siglo XVII se fundaron en la Nueva Granada el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y el Seminario Colegio Mayor San Bartolomé que, junto con la Universidad Tomística, eran las instituciones de educación superior de Santafé. En ellas funcionaban las facultades de filosofía, derecho y teología, y posteriormente la de medicina, todas enseñadas según la filosofía neoescolástica.9 El acceso a estas facultades presuponía saber leer y escribir y poseer las bases de la lengua latina y los rudimentos aritméticos,10 temas que se aprendían con los padres o maestros particulares en casa.11 Las universidades y colegios mayores estuvieron dominados por las órdenes religiosas, lo que impidió durante el siglo XVII y primeros dos tercios del XVIII la apropiación de la ciencia moderna que había surgido al margen del escolasticismo, y en particular de la matemática, entendida como instrumento para el aprendizaje de la “filosofía natural”.12

7 Víctor S. Albis y Deisy Camargo, “Pedro José Sosa: un gran ingeniero matemático”, en Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, volumen 29, número 113 (2005), pp. 525-534.

8 Clara H. Sánchez, Los ingenieros matemáticos colombianos del siglo XIX y comienzos del XX, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2007.

9 Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808 – Genealogía de una comunidad de interpretación, Medellín, Universidad Eafit, 2002, p. 33.

10 Con rudimentos aritméticos me refiero a contar, las cuatro operaciones aritméticas (sumar, restar, multiplicar y dividir) y la utilización de fraccionarios o quebrados, de porcentajes y de la regla de tres, tanto simple como compuesta.

11 Alberto Martínez Boom, “El maestro y la instrucción pública en el Nuevo Reino de Granada (1767-1809)”, en Gloria Calvo de Mina (editora), Dos estudios sobre educación en la colonia, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 1984, pp. 15-16.

12 Newton y sus contemporáneos entendían por “filosofía natural” el estudio de los fenómenos físicos. Precisamente, la obra cumbre de Newton es Philosophiae naturalis principia mathematica,

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Si bien la física era parte del trienio filosófico y constituía generalmente el segundo curso desde el siglo XVII, los estudios de Regino Martínez-Chavanz13 y de Ana Celina Lértora14 nos muestran que el modelo aristotélico y escolástico se mantuvo en el estudio de la física hasta mediados del siglo XVIII, tanto en los colegios regentados por la Compañía de Jesús como en aquellos a cargo de franciscanos y dominicos. Hasta entonces las matemáticas no tenían lugar como estudio independiente, estatus que solo alcanzaron con la cátedra que José Celestino Mutis ofreció por primera vez a partir del 13 de marzo de 1762.

Este curso se creó para satisfacer el interés de algunos de los oficiales que acompañaron a Mutis en su viaje de Cádiz a Santafé.15 La pronta acogida de Mutis en las altas esferas santafereñas y la aceptación de la importancia de esta cátedra entre algunos hombres notables de la capital virreinal la convirtieron en pública y abierta. A ella podía ingresar cualquier estudiante. Se ofreció en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario entre 1762 y 1766 y luego se suspendió debido a que Mutis tuvo que trasladarse a Pamplona para ponerse al frente de la dirección de las minas del Real de Montuosa.16 Apenas en agosto de 1787, veinte años después, se restableció la cátedra bajo la dirección de Fernando Vergara y en las mismas condiciones en que fue ofrecida por Mutis: “Como estudio supernumerario y sin que por él puedan optar grados los jóvenes sirviendo para la diversión de los estudiantes aplicados y no para la necesidad de su carrera”.17

En efecto, la cátedra de matemáticas no era obligatoria para ninguna carrera o estudio ofrecido en Santafé. En realidad, la reapertura de la cátedra se debió a la continua insistencia de Vergara sobre su utilidad y no a una disposición virreinal. Sin embargo, ella no tuvo buena acogida y debió ser cerrada de nuevo ante la falta de estudiantes interesados.18 En 1802 la cátedra de matemáticas del

Londres, S. Pepis, 1686 (Principios matemáticos de la filosofía natural). Su tercer libro lleva por título Sistema del mundo matemáticamente tratado.

13 Regino Martínez-Chavanz, “La física en Colombia: su historia y su filosofía”, en Carlos Eduardo Vasco, Diana Obregón y Luis Orozco (editores), tomo IV de la Historia social de la ciencia en Colombia, Bogotá, Colciencias, 1993.

14 Ana Celina Lértora, Fuentes para el estudio de las ciencias exactas en Colombia, Bogotá, Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, 1995, pp. 19-23.

15 Luis Carlos Arboleda, “Mutis y la enseñanza de las matemáticas”, en cf., Historia social de la ciencia en Colombia, tomo II, p. 33.

16 Cf., Luis Carlos Arboleda, “Mutis y la enseñanza de las matemáticas”, p. 33.17 Guillermo Hernández de Alba (compilador), Documentos para la historia de la educación en

Colombia, tomo V (1777-1800), Bogotá, Editorial Kelly, 1983, p. 103.18 Cf., p. 213.

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Rosario se reabrió y se puso en manos de Jorge Tadeo Lozano,19 quien ya había sido nombrado para la cátedra de química y mineralogía. Fue Mutis, por los derechos que le fueron conferidos por la real orden del 4 de marzo de 178720, quien sugirió a Lozano como nuevo catedrático de matemáticas.21 Lozano aceptó el cargo pero no pudo evitar el tercer cierre poco tiempo después.22 Por último, en 1809 se eligió como responsable de la cátedra a Francisco José de Caldas,23 por su cercanía a Mutis y porque ya estaba a cargo, para ese entonces, del Observatorio Astronómico.24 Uno de sus alumnos fue Lino de Pombo, durante el último año del orden colonial.25 Pombo, además, era una de las pocas personas autorizadas para ingresar al Observatorio en compañía de Caldas, lo que dice mucho sobre la cercanía entre ambos.26 Más adelante discuto con mayor detalle la formación educativa de Lino de Pombo.

El Colegio del Rosario no fue la única institución en la que se ofrecieron clases de matemáticas a los jóvenes del Nuevo Reino de Granada. En el Colegio de San Bartolomé, Félix Restrepo se desempeñó como pasante de filosofía entre 1778 y 1780,27 y con esta primera experiencia docente comenzó el proceso que lo llevó a ser reconocido como uno de los hombres que más trabajó por la secularización

19 Guillermo Hernández de Alba (compilador y editor), Archivo epistolar del sabio naturalista don José Celestino Mutis, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1968-1975, tomo IV, pp. 50-51.

20 En la cual se promovía a Mutis a la condición de profesor y director perpetuo de la cátedra de matemáticas del Colegio del Rosario y se le habilitaba para recomendar maestros ante el virrey, preparar los programas, determinar el método de estudio, elegir los textos, fijar los horarios y, en general, dirigir y controlar la enseñanza de las “ciencias exactas” tanto en el Colegio del Rosario como en las demás escuelas de la capital. Ver: cf., Guillermo Hernández de Alba, tomo III, pp. 74-75.

21 Guillermo Hernández de Alba, Crónica del muy ilustre Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Santafé de Bogotá, Bogotá, Editorial del Centro, 1940, p. 335.

22 Es importante aclarar que estos cierres de la cátedra, dado su carácter de supernumeraria, no eran más que el dejar de ofrecerla mientras no hubiera suficientes estudiantes interesados en tomarla.

23 Lino de Pombo, Estudios varios, precedidos de la biografía del sabio [Francisco José de Caldas] por Lino de Pombo, Bogotá, Imprenta Nacional, 1941, p. 28. La primera edición fue publicada por entregas en el periódico bogotano La Siesta, en 1852.

24 Frank Safford, El ideal de lo práctico: el desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia, traducción de Margarita González y María Victoria Gussoni, Bogotá, Áncora Editores – Uni- versidad Nacional de Colombia, 1989, p. 143.

25 José María de Mier, El ingeniero don Lino de Pombo, Bogotá, Sociedad Colombiana de Ingenieros, 2003, p.26.

26 José María Samper, Galería Nacional de Hombres Ilustres o Notables, o sea colección de bocetos biográficos, Bogotá, Imprenta de Zalamea por F. Ferro, 1879, tomo 1, p. 364.

27 Daniel Herrera Restrepo, “José Félix de Restrepo, maestro de Caldas”, en Luis Carlos Arboleda, Santiago Díaz Piedrahíta y Rosario Molinos, Caldas 1768-1816: Francisco Joseph de Caldas y Thenorio, Bogotá, Colciencias-Molinos Vásquez Editores, 1994, p. 23.

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de la filosofía natural; es decir, de la física y su matematización. Al terminar sus estudios de Derecho en San Bartolomé, Restrepo partió para su natal Envigado, en 1780.28 Pasaron casi nueve años antes de que se ofreciera nuevamente una cátedra de matemáticas en este colegio, esta vez por petición de los estudiantes, como informa el arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora en su relación de mando, firmada el 20 de febrero de 1789:

Contentándome con fundar una cátedra de matemáticas en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario; y por un efecto de esta laudable emulación de la juventud, el catedrático de Artes del de San Bartolomé se empeñó voluntariamente en leer a los discípulos los más útiles tratados de las matemáticas.29

Como su establecimiento se debió más al interés de los estudiantes del Colegio San Bartolomé y a la buena voluntad del catedrático de artes que a un verdadero interés por parte de esta institución, la cátedra nació débil y solo funcionó mientras los estudiantes así lo quisieron. En Popayán, Félix Restrepo fue nombrado en 1782 como catedrático de filosofía en el Real Colegio Seminario de Francisco de Asís.30 Allí no ofreció propiamente una cátedra de matemáticas, si bien en el curso de filosofía a su cargo sí impartió a sus estudiantes numerosos conocimientos en matemáticas, en particular, en aritmética, geometría, trigonometría y álgebra.31 Este curso sí era obligatorio en los estudios de filosofía y lo incluyo en este aparte, pues Restrepo no solo fue reconocido por su esfuerzo por secularizar la física y recalcar las matemáticas como su instrumento, sino porque formó a Francisco José de Caldas, los hermanos Torres (Camilo, Ignacio y Jerónimo), Manuel José Caicedo, Miguel Pombo,32 José María Cabal y Joaquín Caicedo y Cuero, entre otros.33 Cabe anotar que en las biografías más comunes de estos hombres no se menciona su formación en ciencias, y que es norma limitarse a su pensamiento político.34

Así, pues, el funcionamiento de las cátedras de matemáticas, tanto en el Colegio del Rosario como en el San Bartolomé, fue inestable, y sus períodos de

28 Guillermo Hernández de Alba, Vida y escritos del doctor José Félix de Restrepo, Bogotá, Imprenta Nacional, 1935, p. 15.

29 Cf., Guillermo Hernández de Alba, Documentos para la historia de la educación en Colombia, tomo V, p. 166. En la cita, “leer” se refiere a ofrecer, enseñar o dictar la cátedra.

30 Cf., Guillermo Hernández de Alba, Vida y escritos del doctor José Félix de Restrepo, p. 17. 31 Cf.,Daniel Herrera Restrepo, “José Félix de Restrepo, maestro de Caldas”, p. 2332 Tío paterno de Lino de Pombo.33 Cf., Daniel Herrera Restrepo, “José Félix de Restrepo, maestro de Caldas”, p. 23. 34 Éste es el caso del más completo compendio de biografías de próceres: Joaquín Ospina Vallejo,

Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia, Bogotá, Editorial Cromos, 1927.

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funcionamiento muy cortos. De otro lado, en el Colegio Seminario de Popayán no existía una cátedra de matemáticas sino unos preliminares obligatorios para la comprensión de la física en la cátedra de filosofía, y la enseñanza de las matemáticas se subordinaba a aquellos estudios. Este recorrido por las cátedras de matemáticas anteriores al período independentista nos muestra, además de la posición de dicha materia en los currículos, una interesante serie que describe la relación entre maestro y discípulo. Me refiero a la existencia, en la enseñanza de las matemáticas en Colombia, de lo que podría denominarse una escuela en el tiempo, de hombres que transmitieron su curiosidad e interés por las matemáticas a sus alumnos más aventajados, éstos, a la generación siguiente, y así sucesivamente. Por lo expuesto, esta escuela comenzó con José Celestino Mutis, continuó con Félix Restrepo,35 luego con Francisco José de Caldas y después con Lino de Pombo, hasta mediados del siglo XIX.

Manuales de enseñanza matemática utilizados entre 1762 y 1853

En esta sección discuto los libros utilizados en las cátedras o que tuvieron algún tipo de circulación en el Nuevo Reino de Granada, con el fin de conocer los tipos de texto que se usaban comúnmente en el sistema educativo colonial. En la Nueva Granada, como en casi todo el mundo, la obra de Euclides estaba presente en las principales bibliotecas, como la de la Compañía de Jesús,36 lo cual nos indica que probablemente se usó para la enseñanza de la geometría. En contraste, para la enseñanza de las matemáticas, el único medio de circulación de información en este período eran los manuscritos y las cartas personales, ya que la escasez de tipos para la edición de fórmulas matemáticas en el país no permitió difundir, mediante periódicos o revistas, conocimientos matemáticos hasta la aparición, en 1886, de los Anales de Ingeniería, órgano de la Sociedad Colombiana de Ingenieros.37

35 Aunque Restrepo realizó sus estudios filosóficos y jurídicos en el Colegio Mayor de San Bartolomé, Herrera sostiene que él “supo aprovechar en forma sobresaliente la oportunidad brindada por Mutis de seguir sus cursos privados”. Ver: cf., Daniel Herrera Restrepo, “José Félix de Restrepo, maestro de Caldas”, p. 25. Aunque no hubiese sido así, Caldas se benefició de los conocimientos de Restrepo por sus estudios en Popayán y de los de Mutis por cuenta del Observatorio Astronómico y de la Expedición Botánica. Por esto es razonable ubicar a Restrepo en esta posición en la serie.

36 Cf., Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808, p. 234.37 Deisy Camargo, Dilucidaciones alrededor del trabajo de Pedro José Sosa sobre el cálculo de los

cuaternios en 1890, tesis de pregrado en matemáticas, Universidad Nacional, 2005.

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Los libros de matemáticas que fueron utilizados en este período pueden ser clasificados en dos categorías: los textos de aritmética y los compendios de matemáticas. De los primeros sabemos que su objetivo era enseñar los rudimentos aritméticos y la forma de utilizar estos conocimientos en la vida cotidiana. Muchos de ellos incluían extensas tablas de multiplicación, otros avanzaban un poco más e incluían las propiedades de la potenciación y la radicación, al igual que algunas propiedades de divisibilidad de los números. En los compendios, de carácter enciclopédico, se relacionaban más áreas de la matemática, como aritmética, álgebra, geometría y trigonometría rectilínea, pero su nivel no era muy profundo y su extensión en páginas los hacía costosos. Ejemplo de esto es el texto de Benito Bails Elementos de matemática en 10 tomos, cada uno con más de 350 páginas.38

Sobre los manuales utilizados en este período sabemos que Mutis, mientras estuvo a cargo de la cátedra de matemáticas del Rosario, se guió por el texto de Christian von Wolff, Compendium elementorum mathesos universae,39 como lo demuestra Luis Carlos Arboleda en su estudio de las notas de clase de la primera lección.40 Cuando Fernando Vergara se hizo cargo de la cátedra, en 1787, debió seguir las recomendaciones hechas por Mutis en el Plan provisional para la enseñanza de las matemáticas en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario,41 entre las que estaba la utilización del compendio de Benito Bails, Principios de Matemática de la Real Academia de San Fernando,42 el cual también sirvió como guía a Lozano cuando se hizo cargo de la cátedra en 1802.

En el primero de sus dos volúmenes, el texto de Wolff incluye: aritmética, geometría, trigonometría, mecánica, hidrostática, aerometría, hidráulica, óptica, catóptrica, dióptrica y perspectiva. El segundo comprende: astronomía, geografía, cronología, gnomónica, pirotecnia, arquitectura militar, arquitectura

38 Benito Bails, Elementos de matemática, Madrid, Joachim Ibarra, 1772-1776, 10 tomos.39 Christian von Wolff, Compendium elementorum mathesos universae in usum studiosae juventutis

adornatum. Ginebra, Sumtibus Joannis Samuelis Cailler, 1773. En este trabajo se consultó la segunda edición, de 1778.

40 Cf., Luis Carlos Arboleda, “Mutis y la enseñanza de las matemáticas”, tomo II, p. 45.41 Cf., Guillermo Hernández de Alba, Documentos para la historia de la educación en Colombia,

tomo V, p. 110.42 En su plan Mutis no especifica a cuál de las obras de Bails se refiere, si a los Elementos de

matemática (Madrid, Joachim Ibarra, 1772-1776, 10 volúmenes) o a los Principios de Matemática de la Real Academia de San Fernando (Madrid, Viuda de Ibarra, 1776, tres volúmenes). En el “Plan provisional para la enseñanza de las matemáticas en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario” Mutis hace mención de un libro de Bails, “su compendio, el más bien reducido”. Ver: cf., Guillermo Hernández de Alba, Documentos para la historia de la educación en Colombia, tomo V, p. 111.

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civil, y álgebra.43 Todos estos temas eran considerados parte de la matemática y, sobre todo, parte de la matematización de los fenómenos físicos, como lo planteaba la filosofía natural. El objetivo de Wolff con su manual era enseñar lo absolutamente necesario en matemáticas para llegar al conocimiento de los fenómenos físicos.

Por su parte, el primero de los tres volúmenes de los Principios de Bails incluye: principios de aritmética, de geometría, de trigonometría y geometría práctica; el segundo volumen abarca: principios de álgebra, de secciones cónicas, de las series, de cálculo diferencial y de cálculo integral, y de trigonometría esférica; y el tercero: principios de dinámica, de hidrodinámica, de óptica y de astronomía.44 Bails discute mayor cantidad de áreas de las matemáticas, pero incluye menos ejercicios o ejemplos. Para los estudiantes de una cátedra opcional, el texto de Bails implicaba un mayor esfuerzo de comprensión y dedicación, pues incluía muy pocas aplicaciones, lo que pudo dificultar su escogencia en un ambiente académico en el que estaba continuamente en discusión la utilidad práctica de los conocimientos científicos. Aun así, el texto de Bails estaba escrito en español, lo que facilitaba el aprendizaje autodidacta de aquellos que supieran leer, mientras que el texto de Wolff estaba en latín. El período colonial terminó, pues, con un sistema educativo que mantenía el estudio de las matemáticas como materia opcional y con una pobre circulación de textos de enseñanza que la dificultaba.

Matemáticas y filosofía natural en el plan de estudiosde Santander

La inestabilidad política de la segunda década del siglo XIX afectó el funcionamiento del incipiente sistema educativo colombiano. Luego del Congreso de Cúcuta, y con las primeras reformas educativas realizadas por el vicepresidente Santander, se dieron los primeros pasos en el establecimiento de un sistema nacional de educación, y el relanzamiento de la enseñanza de las matemáticas. Santander distinguió cuatro tipos de instituciones educativas, todas ellas de carácter público: las escuelas de primeras letras (también llamadas “escuelas de parroquia”), las casas de educación, los colegios y las universidades.45 Los

43 Cf., Christian von Wolff, Compendium elementorum mathesos universae. 44 Cf., Benito Bails, Principios de Matemática. 45 Decreto 1066A del 3 de octubre de 1826, en Codificación Nacional de todas las leyes de Colombia

desde 1821, Bogotá, Imprenta Nacional, 1924, tomo VII, p. 51; citada en lo sucesivo como Cod. Nal., con el tomo y las páginas correspondientes. Las casas de educación eran instituciones que combinaban la educación primaria con la secundaria, según los recursos y estudiantes

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colegios y las universidades fueron separados formalmente, se eliminó el título en filosofía, y los cursos de derecho, teología y medicina fueron limitados a las universidades.46

Las escuelas de primeras letras debían funcionar en cada ciudad de 100 o más familias,47 y tenían por objetivo “enseñar a los niños a leer, escribir, los principios de aritmética, y los dogmas de la religión y de la moral cristiana”.48 Los principios de aritmética se referían a “las cuatro reglas principales de la aritmética, tanto con respecto a números enteros, como a decimales i denominados [también llamados complejos], i la regla de tres”,49 lo que conformaba un programa menos amplio que los ofrecidos en la época colonial, cuando se les denominaba rudimentos aritméticos.

Con respecto a las casas de educación y los colegios, el decreto del 6 de agosto de 1821 ordenaba que en cada provincia debía existir por lo menos un colegio o una casa de educación que ofreciese educación secundaria. Allí se debían ofrecer al menos dos cátedras, una de gramática española, latín y principios de retórica, y otra de filosofía y de las ramas de las matemáticas que fueran consideradas prioritarias en cada provincia.50 Los temas abarcados en matemáticas quedaban bajo decisión de los rectores de los respectivos colegios o casas de educación, según varios factores: el presupuesto de que dispusieran, el nivel educativo de los catedráticos, la posibilidad de encontrar textos de enseñanza y la importancia que cada rector otorgara a las ciencias. Recordemos que la matemática era instrumental en la enseñanza de la física, lo que explica que la decisión de enseñar matemáticas dependía además del deseo o de la posibilidad de enseñar física.

inscritos con que contaran en un momento dado. Se distinguieron dos tipos de universidades: las centrales y las departamentales. Eran centrales las que funcionaban en Bogotá, Caracas y Quito, y departamentales las demás, ya creadas o por crear. Ver: Adolfo Montenegro Arrieta, La educación en la Nueva Granada, 1819-1850, tesis doctoral en Historia, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1984, p. 65.

46 John Lane Young, La reforma universitaria de la Nueva Granada, 1820-1850, traducción de Gloria Rincón Cubides, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo-Universidad Pedagógica Nacional, 1994, p. 39.

47 Según decreto del Congreso de Cúcuta (1821). En 1826 se decretó que debían funcionar en cada parroquia del país, sin importar su tamaño. Ver: cf., Frank Safford, El ideal de lo práctico, p. 80.

48 Felipe Osorio Racines, Compilación de los decretos del General Santander, 1819-1821, Bogotá, Imprenta Nacional-Universidad Nacional de Colombia, 1969, p. 156.

49 Cf., Decreto 1066A del 3 de octubre de 1826.50 Evelyn Ahern, El desarrollo de la educación en Colombia, 1820-1850, traducción de Guillermo

Arévalo y Gonzalo Cataño, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, s. f., p. 17.

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En el ámbito universitario las reformas no cambiaron sustancialmente la enseñanza de las matemáticas. Las carreras ofrecidas seguían siendo derecho, medicina y teología, y la adición de la matemática a los currículos se dio a través de las clases de filosofía. Para ingresar a la universidad, los jóvenes debían pasar un examen en que demostraran “saber leer i escribir correctamente; los fundamentos de la religión, los principios elementales de la gramática i ortografía castellana i los de la aritmética”.51 Solo se les pedía saber un poco de aritmética y, como veremos, en la universidad los temas de la clase de matemáticas estaban sujetos a la escogencia del catedrático a cargo de la clase, lo que no estimulaba que algún colegio se interesara por suministrar a sus estudiantes un alto conocimiento en matemáticas.

El decreto del 3 de octubre de 1826, que reglamentaba la ley de 18 de marzo de ese mismo año, establecía la organización de la enseñanza en las universidades, tanto centrales como departamentales, en cinco clases: literatura, filosofía o ciencias naturales, medicina, jurisprudencia y teología.52 En la clase de filosofía o ciencias, el decreto contemplaba las siguientes cátedras: “Una de matemáticas; una de física general y particular; una de geografía y cronología; una de ideología y metafísica, gramática general y lógica; y una de moral y derecho natural”.53

En la cátedra de matemáticas “un catedrático dará lecciones de matemáticas y deberá enseñar todos aquellos ramos que sean más necesarios para las demás ciencias, y que permitan la extensión de los cursos”.54 La cátedra de matemáticas debía servir de introducción a las demás cátedras de ciencias que se tenía contemplado enseñar, pero la Universidad Central de Bogotá solo tituló abogados y médicos, por lo cual los planes de la clase de filosofía o ciencias no se realizaron. De lo anterior, puedo concluir que la reforma educativa de Santander trajo consigo la generalización de la enseñanza rudimentaria de la matemática y un incremento en la cantidad de estudiantes que conocían tales rudimentos, si bien la enseñanza y profundización en otros temas dependió de los profesores que en cada institución ofrecieron estas cátedras.

Para investigar qué otras áreas de la matemática, además de la aritmética, se enseñaron efectivamente al tenor de las reformas de Santander, son especialmente útiles los carteles y asertos que anunciaban los certámenes o exámenes públicos de las casas de educación, los colegios y las universidades de la Nueva Granada.

51 Cf., decreto 1066A del 3 de octubre de 1826, en Cod. Nal., tomo VII, p. 73.52 Cf., p. 83.53 Cf., p. 84.54 Cf., p. 87.

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Estos certámenes eran eventos públicos en los cuales los estudiantes procuraban hacer lucir al colegio o casa de educación ante sus invitados, para así mostrar la calidad de la enseñanza ofrecida en la institución. Asumo que las materias que se presentaban allí eran aquellas en las cuales se había logrado mayor adelanto, y no necesariamente todas las materias que ofrecía la institución.

Los carteles eran hojas de diversas dimensiones en las que se invitaba al evento e incluían el nombre de la institución, el día o días en que éste se realizaría, el lugar, las materias que se presentarían y su orden de presentación, así como el nombre del catedrático responsable. En algunos de estos carteles podemos encontrar los temas evaluados en cada materia, el nombre del texto del que se tomarían los temas del certamen y la lista de los estudiantes que lo presentarían. Los asertos, por su parte, eran cuadernillos en los que se proporcionaba la misma información más extensamente, y en muchas ocasiones exponían todas las proposiciones (temas específicos) que sostendrían los alumnos en cada materia. Ambos documentos permiten corroborar qué parte de la legislación educativa se hizo efectiva en la práctica de las instituciones educativas. Su estudio me permitió, además, determinar que en algunas instituciones ciertos ramos de las matemáticas diferentes a la aritmética, contemplada ya en la reforma, alcanzaron el suficiente adelanto como para ser incluidos en estos certámenes, como es el caso del álgebra y de la geometría.55

Los carteles y asertos consultados, publicados antes de 1840, muestran cómo, si bien no era obligatorio, muchos colegios adoptaron como materias mínimas de enseñanza en matemáticas la aritmética, el álgebra y la geometría. Por ejemplo, en 1835, en el Colegio de San Bartolomé, los estudiantes de la clase de filosofía presentaron proposiciones en aritmética, álgebra, geometría, geometría elemental, trigonometría rectilínea y logaritmos,56 evaluadas a partir del texto de Mariano Vallejo.57 En un cartel de la Primera Casa de Educación,58 de José María Triana,

55 Estos documentos se conservan en el fondo Colegios del Archivo General de la Nación (en adelante A.G.N.), en misceláneas de la Biblioteca Luis Ángel Arango, y en el fondo “Anselmo Pineda” de la Biblioteca Nacional. En este último acervo ocupan diversos volúmenes y misceláneas de los documentos coleccionados por el coronel.

56 Colección de asertos de las materias que se defenderán en certámenes públicos en el Colejio de San Bartolomé, Bogotá, Imprenta de la Universidad por Nicolás Gómez, 1835, pp. 6-11; en Biblioteca Nacional (en adelante B.N.), Fondo Pineda, 356, pieza 1.

57 José Mariano Vallejo, Compendio de Matemáticas puras y mixtas, tomo primero, París, Librería de A. Bouret y Morel, 1847. La primera edición de esta obra es de 1819; en este trabajo se consultó la edición de 1847, que solo difiere de la primera en la sección de geometría especulativa.

58 Certámenes públicos de los alumnos de la primera casa de educación de Bogotá, Bogotá, Imprenta de Nicomedes Lora, 1836; en B.N., Fondo Pineda, 887, pieza 252.

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se menciona la utilización del catecismo de álgebra de José Núñez de Arenas.59 Un año después, el aserto de los actos literarios del Colegio del Rosario afirma que los estudiantes del primer año de filosofía presentaron proposiciones en aritmética, álgebra y geometría, mientras que los del segundo año lo hicieron en geometría y trigonometría rectilínea.60

Hasta aquí solo me he referido a los carteles y asertos publicados antes de 1840, pues la reforma educativa establecida por Mariano Ospina Rodríguez en 1842, como secretario del Interior de la administración de Pedro Alcántara Herrán (1841-1845), intervino el modelo de la enseñanza universitaria drásticamente, por lo menos en el papel. Ospina intentó establecer carreras en ciencias y fueron reformados los decretos que establecían la enseñanza de las matemáticas en los colegios.

Matemática para las ciencias: la reforma de Ospina Rodríguez

El plan de estudios de Ospina Rodríguez, promulgado en el decreto del primero de diciembre de 1842,61 clausuró la Universidad Central de Bogotá y dividió el territorio de la república en tres distritos universitarios, cada uno con una universidad: Bogotá, Cartagena y Popayán.62 En cada universidad la enseñanza se dividía en cinco facultades: literatura y filosofía, física y matemáticas, medicina, jurisprudencia y ciencias eclesiásticas.63 Los jóvenes que ingresaban a la universidad debían comenzar en la facultad de literatura y filosofía, obtener el título de bachiller y luego ingresar a las facultades mayores; es decir, a una de las otras cuatro facultades.64

Esta reforma constituía un cambio trascendental en la legislación: de enseñar matemáticas según las necesidades y posibilidades de cada institución se pasó a tener toda una facultad dedicada a la enseñanza de las matemáticas y la física. Además, como veremos, la reforma intensificó el número de cursos

59 José Núñez de Arenas, Catecismo de Algebra, Londres, R. Ackermann, 1851. Para mayor información sobre este tipo de textos, ver: Elena Ausejo y Mariano Hormigón, “Mathematics for Independence: From Spanish Liberal Exile to the Young American Republics”, en Historia Mathematica, número 26, 1999, pp. 314-326.

60 Recopilación de las doctrinas i principios que en los diferentes ramos de las ciencias han adquirido los alumnos del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá, Imprenta de la Universidad por Nicolás Gómez, 1836; en B.N., Fondo Pineda, 356, pieza 2.

61 Cod. Nal., tomo IX, pp. 593-654.62 Cf., p. 594.63 Cf., pp. 594-595.64 Cf., p. 610.

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de matemáticas en la escuela básica de literatura y filosofía, y estableció que en todos los colegios se debía crear esa escuela y que los colegios con mayores recursos deberían también establecer la escuela de ciencias físicas y matemáticas.65 La enseñanza en la Facultad de Literatura y Filosofía estaba dividida en dos secciones, correspondientes a las previstas en su nombre.66 La reforma establecía que en la de filosofía debían enseñarse aritmética, teneduría de libros, álgebra, geometría elemental, trigonometría rectilínea, topografía, dibujo lineal, psicología, teodicea, metafísica, lógica, moral, principios de religión, física, química, mineralogía, geología, geografía y cronología.67

Además de aumentar considerablemente el número de áreas de las matemáticas, la reforma estableció que la enseñanza de dichas áreas no se podía reducir a los conocimientos teóricos, sino que debía incluir las aplicaciones prácticas de estos conocimientos y ejercitar continuamente a los jóvenes en la resolución de problemas.68 La diversidad de áreas de las matemáticas incluidas en la prevista Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas habría sido el detonante para el aumento de la formación en matemáticas de los neogranadinos y para la publicación de textos en estas áreas, pero no fue así. La Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas se quedó en el papel, pues tanto el cuerpo de profesores como los laboratorios e instrumentos necesarios para poner en funcionamiento el plan en los colegios eran insostenibles con los recursos financieros de la mayoría de los colegios de la república.69

Al revisar el esquema de enseñanza de la Facultad de Literatura y Filosofía y el de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, vemos un elemento que llama la atención: se especifica la enseñanza del álgebra. En la reforma de Santander no aparecía el álgebra como parte de las cátedras, aunque, como vimos, algunos colegios la ofrecían. En la reforma de Ospina Rodríguez sí aparece especificada su enseñanza, no solo teórica sino también aplicada. Comienzan a ganar terreno las áreas de la matemática en los planes educativos: de un curso o cátedra en la que se ofrecían diferentes áreas de la matemática como opcionales en los últimos decenios del período colonial, pasamos, en cerca de 60 años, a la enseñanza obligatoria de aritmética, geometría y álgebra,

65 Cf., p. 595.66 Cf., p. 611.67 Cf., p. 611.68 Cf., p. 613.69 Cf., Frank Safford, El ideal de lo práctico, p. 179.

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en cátedras separadas. Otro elemento en el desarrollo de la enseñanza de las matemáticas en la Nueva Granada fue la educación en ciencias para los oficiales militares, quienes lograron establecer la primera institución de educación técnica y científica en el país.

La enseñanza de las matemáticas en el ejército

En Colombia no se ha realizado un estudio que profundice en la intervención de los cuerpos militares en las ciencias ni en las matemáticas en el período republicano, ni tampoco en el enfoque de la ciencia promovido por ellos.70 La mayor parte de la historia militar que se ha hecho en Colombia se concentra en las biografías de oficiales destacados en las guerras de independencia y en la narración de batallas. Desconocemos aún el papel de los militares en los adelantos que se han hecho en Colombia en las ramas de la matemática, en ingeniería, mecánica e hidráulica. En esta sección discutiré algunas nociones y hechos que conciernen al establecimiento de una educación técnica en Colombia durante el siglo XIX y al papel asignado a las matemáticas en esos proyectos y realizaciones.

En 1811 el presidente de Cundinamarca, Antonio Nariño, creó el Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos y nombró a Caldas como su capitán.71 Cuando Caldas abandonó las filas del ejército de Nariño y se refugió en la república de Antioquia fue acogido por el dictador Juan del Corral, quien lo encargó de la fundación de una academia de ingenieros militares y de la instrucción de doce cadetes del ejército.72 Esta academia se llamó Escuela Militar de Cuerpos Facultativos y funcionó en Medellín desde agosto de 1814 hasta septiembre de 1815, año en que Caldas, junto con seis cadetes, se trasladó a Bogotá para fundar allí otra escuela militar.73

70 El artículo pionero de los estudios recientes sobre la ciencia militar es: José Antonio Amaya, “Cuestionamientos internos e impugnaciones desde el flanco militar a la Expedición Botánica”, en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, número 31 (2004), Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, pp. 75-118. Amaya se concentra aquí en los últimos años coloniales y en los debates sostenidos entonces en el seno de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada.

71 Cf., Lino de Pombo, Estudios varios, precedidos de la biografía del sabio [Francisco José de Caldas], p. 39. El Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos pasó al control del Congreso de las Provincias Unidas luego de la caída de Nariño en 1814 y de la unión de Cundinamarca a esas provincias.

72 Cf., Lino de Pombo, Estudios varios, precedidos de la biografía del sabio [Francisco J. de Caldas], pp. 41-42.

73 Cf., Camilo Riaño, “El coronel Francisco José de Caldas”, p. 151.

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En su discurso, pronunciado en Medellín el primer día de clases, Caldas resaltó la importante labor social y política que les esperaba a los jóvenes cadetes, les explicó los cursos que tenía planeado ofrecer en la recién creada institución y, sobre todo, los preliminares en matemáticas que deberían superar para avanzar en el arte militar: “Se compondrá de seis tratados, sin contar con los preliminares de aritmética, geometría, trigonometría, álgebra hasta el segundo grado [ecuaciones de segundo grado], y el conocimiento de la parábola”.74 Estos temas no hacían parte de la enseñanza impartida hasta entonces en las instituciones educativas civiles. El carácter técnico, científico y militar de la institución fue lo que impulsó la enseñanza en matemáticas y, si bien su duración fue de apenas trece meses, en ella se hizo realidad el deseo de utilizar la ciencia desde el flanco militar, en particular, las matemáticas, en la preparación para el ataque y la defensa.

En la Segunda República hubo nuevos intentos de establecer una educación técnica y científica para los cuerpos militares. En 1822 se decretó la fundación de una escuela náutica en Cartagena, en la que los alumnos debían recibir lecciones de aritmética y álgebra, artillería, geometría especulativa y práctica, geografía, trigonometría rectilínea y métrica, cosmografía, navegación, dibujo y lenguas francesa e inglesa.75 Posteriormente se dispuso por la ley primera de 29 de abril de 1836 que en cada una de las universidades de la república se ofrecerían “enseñanzas militares” a los jóvenes. Ellas incluirían náutica, matemáticas puras, artillería, fortificaciones, práctica militar y ciencias de la guerra.76 Todos estos esfuerzos quedaron en el papel y solo en 1848 se logró poner en funcionamiento un verdadero Colegio Militar, en el que se impartió una educación técnica y científica y se titularon los primeros ingenieros civiles y militares neogranadinos. El Colegio cambió el panorama de la enseñanza de las ciencias y las matemáticas en Colombia, y fue para sus aulas que Lino de Pombo escribió las Lecciones de aritmética i áljebra.

74 Francisco José Caldas, “Discurso preliminar el día en que se dio principio al curso militar del Cuerpo de Ingenieros de la república de Antioquia”, en Obras completas de Francisco José de Caldas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia-Imprenta Nacional, 1966, pp. 77-78. El conocimiento de la parábola y de ecuaciones de segundo grado aparece enfatizado fuera de los temas de la geometría, pues su conocimiento era indispensable para los artilleros y constructores de plazas defensivas.

75 Luis Horacio López, Obra educativa de Santander, 1819-1826, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República, tomo I, 1990, p. 65.

76 Felipe Pérez, Geografía general física y política de los Estados Unidos de Colombia y geografía particular de la ciudad de Bogotá, Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1883, p. 275.

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El Colegio Militar

A diferencia de las anteriores, la administración de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849) respaldó las iniciativas de promoción de la ciencia con partidas efectivas del presupuesto nacional. Algunos proyectos realizados en esa administración se habían lanzado antes, pero sin la asignación de los recursos necesarios. El Colegio Militar fue puesto en funcionamiento en 1848 y su dirección fue encargada a la Secretaría de Guerra y Marina. El Colegio tuvo continuidad hasta 1854, sirvió como modelo para las futuras escuelas de ingeniería de Bogotá y fue una de las instituciones científicas más sólidas de las primeras seis décadas siglo XIX. Su función fue la formación de militares con conocimientos científicos en ingeniería, a la manera de la Escuela Militar de Cuerpos Facultativos, fundada por Caldas en Medellín en 1814. Si bien su existencia fue breve,77 el Colegio Militar fue el lugar de formación de los primeros ingenieros titulados del país, e institución clave en la aceptación de la ingeniería como nueva alternativa profesional para los jóvenes granadinos. El establecimiento fue el primero en mantener un alto nivel en la enseñanza de las matemáticas. Los aspirantes a su matrícula presentaban un examen para demostrar sus conocimientos en...

[…] traducción de francés e ingles, aritmética, áljebra i jeometría [...] Abrazará el examen de aritmética, el sistema de numeración, las operaciones fundamentales con números enteros, simples i complejos, con fracciones decimales i comunes, las proporciones i progresiones, i la esposición del sistema métrico decimal; en áljebra hasta la resolución de las ecuaciones determinadas de segundo grado, la formación de potencias i la estracción de las raíces cuadradas i cúbicas de las cantidades numéricas; i en geometría, además de los principios fundamentales, las teorías de las líneas combinadas entre sí i con las líneas rectas, sobre los cuerpos poliedros i de revolución, i sobre la medición i comparación de volúmenes.78

Lo exigido en este examen de admisión no se ajustaba a la realidad del sistema educativo neogranadino discutido en las secciones anteriores, de modo que solo un joven educado en un colegio con alto nivel en matemáticas o que se dedicara a su estudio autodidacta y sistemático podría superarlo.

77 Copia del decreto ejecutivo, orgánico del Colejio Militar, Julio de 1847, en A.G.N., Sección Colección, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, caja 12, rollo 6, folio 15. El Colegio Militar se intentó reabrir en 1866, pero no alcanzó el éxito que se esperaba y fue integrado a la Universidad Nacional en 1867. Ver: Cod. Nal., tomo XXII, pp. 221-222 y Cod. Nal., tomo XXIII, pp. 8 y 258.

78 Cf., Copia del decreto ejecutivo, orgánico del Colejio Militar, f. 15.

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Por esta razón, en el Colegio se abrieron cursos preparatorios, luego de los cuales se ingresaba formalmente a sus aulas. En este decreto también se estableció la organización de la enseñanza de las matemáticas en tres cursos:

Curso 1º: Aritmética, áljebra, jeometría especulativa, jeometría práctica, trigonometría rectilínea y trigonometría esférica. Curso 2º: Jeometría analítica, secciones cónicas, jeometría descriptiva con sus aplicaciones, i los principios de óptica aplicables a la perspectiva i a la teoría de las sombras. Curso 3º: Cálculo diferencial e integral, mecánica i maquinaria, cosmografía, caminos, puentes i calzadas.79

Cada uno debía enseñarse en un año académico. Los primeros dos cursos eran obligatorios para los alumnos de todos los cuerpos (artillería, infantería, caballería, ingenieros y civil) y solo era obligatorio el tercer curso para los alumnos de los cuerpos de ingenieros, artilleros y civil.80 El Colegio comenzó clases el 2 de enero de 1848 con 16 alumnos admitidos a las clases regulares81 y 16 a la clase preparatoria.82 El director de la institución era el general José María Ortega; Lino de Pombo era profesor de matemáticas; José María Galavís, de legislación militar; Miguel Bracho, de dibujo, y Santiago Fraser era el inspector.83 Poco tiempo después ingresó como alumno Indalecio Liévano, el segundo autor en publicar un texto de álgebra en Colombia y uno de los alumnos más sobresalientes de Lino de Pombo, quien lo consideraba ejemplo de científico e investigador.84 Esta relación entre maestro y discípulo explica la inclusión de un breve artículo

79 Cf., folio 27.80 Cf., folios 27-28.81 Joaquín Barriga, Antonio Merizalde, Rafael Pombo (hijo de Lino de Pombo), Miguel Pradilla,

Jose María Arrubla, Ysac Arias Vargas, Pedro Herrera i Arce, Manuel Ponce, Juan Francisco Urrutia, Ignacio Ortega, Jose Cornelio Borda, Manuel García Herreros, Alejo Hinestrosa, Celestino Castro, Feliz Caro y Sisto Barriga. En: A.G.N, Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo 715, folio 922. Se conserva aquí la ortografía del documento original.

82 Federico Rash, Antonio Ibáñez (nieto de Antonio Nariño), Jenaro Gaitán, Ramón del Castillo, Ignacio Beltrán, Ramón Posadas, Mario Padilla (tachado y reemplazado por González Cararo), Aurelio Froes, Francisco María García Tejada, Isac Sánchez Rendón, Limón Salón, Leonidas Salcedo, Ramón Espinas, Gregorio Fernández (tachado y reemplazado por Simón Quevedo), Alejandro Ortega, Nicolás Caycedo. En: A.G.N., Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo 715, folio 932.

83 Anónimo, Noticias históricas, hojas sueltas manuscritas sobre la historia del Colegio Militar entre 1848 y 1854. En A.G.N., Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo 747, folios 222-222r.

84 Cf., Lino de Pombo, Lecciones de aritmética i áljebra, p. 174.

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de Liévano sobre bases numéricas en las Lecciones de Pombo.85 En principio, el Colegio estaba destinado a la formación militar, pero Lino de Pombo y una parte de los profesores consiguieron hacer del Colegio una escuela de ingeniería civil.86 En primer lugar, lograron derogar la ley que exigía a los estudiantes del Colegio prestar servicio militar luego de la obtención de grado de alférez o de su graduación como ingenieros civiles.87 Aun así, el Colegio Militar conservó este nombre hasta su cierre en 1854, a raíz de la ley de 10 de octubre de ese año que suprimió las asignaciones presupuestales para el pago de profesores y para compra de materiales.88

Sin duda, los graduados del Colegio correspondían más al perfil de ingeniero civil que al de militar. El programa académico, con un riguroso énfasis en matemáticas, provocó la deserción de muchos jóvenes al cabo del primer año. Los que permanecieron constituyeron un grupo selecto, que correspondía a las aspiraciones de Lino de Pombo de mantener un elevado nivel académico. Frank Safford comenta que “los informes del Colegio Militar muestran claramente que aunque Pombo nunca se desempeñó como director del colegio, fue, en realidad, el alma de la empresa. Su liderazgo es evidente en todos los ámbitos”.89 Su compromiso con la institución lo llevó a defenderla cuando se instituyeron las leyes de libre enseñanza en la Nueva Granada, y a publicar un texto de geometría analítica para el beneficio de sus estudiantes, que discutiré más adelante.

Este breve recorrido por la historia de la enseñanza de las matemáticas, desde la cátedra de Mutis hasta los tres cursos del Colegio Militar, muestra cómo llegó a consolidarse en Colombia la primera institución de educación técnica en la que se exigía una rigurosa formación en esta área. Lino de Pombo, el discípulo de Caldas y verdadero director del Colegio Militar, desempeñó un papel central en esta historia. En la siguiente sección hago un esbozo biográfico de Pombo para luego entrar con detalle en el estudio de sus Lecciones de aritmética i áljebra. También me referiré, si bien de manera menos sistemática, a su otro texto de matemáticas, las Lecciones de geometría analítica, publicado en 1850.90

85 Cf., p. 169.86 Cf., Frank Safford, El ideal de lo práctico, p. 260.87 Cf., John Lane Young, La reforma universitaria de la Nueva Granada, 1820-1850, p. 97.88 Cf., anónimo, Noticias históricas, folios 222r-223.89 Cf., Frank Safford, El ideal de lo práctico, p. 262.90 Lino de Pombo, Lecciones de jeometría analítica, Bogotá, Imprenta de El Día, 1850.

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Lino de Pombo O’Donnell

Lino de Pombo nació en Cartagena el 7 de enero de 1797. Fue el primer hijo de Manuel de Pombo y Ante, natural de Popayán, y de Beatriz O’Donnell, de Tarragona (España).91 Vivió en Popayán sus primeros 8 años y luego se trasladó a Santafé con su padre. En 1808 comenzó los cursos de filosofía como externo en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario, con beca que le fue conferida en 1806.92 A la par con dichos estudios, comenzó su formación militar como cadete del Regimiento Auxiliar.93 Desde muy joven entabló amistad con Francisco José de Caldas, pues su padre fue asiduo concurrente a la casa de Camilo Torres, a la Casa de la Expedición Botánica y al Observatorio, y porque Lino de Pombo fue uno de los alumnos más sobresalientes en la cátedra de matemáticas que ofreció Caldas en el Rosario.94 El aprecio y admiración que Pombo desarrolló por Caldas en esos años le llevaría a publicar la primera biografía del maestro en 1852.95 En 1812 se trasladó a Cartagena con el cargo de alférez del Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos, que desempeñó hasta que la ciudad fue sitiada por Morillo en 1815. Rendida la ciudad, Pombo fue apresado y pocos meses después se le puso en libertad, presumiblemente por considerársele de menor rango y con poca influencia. No deben descartarse, por otra parte, las influencias movilizadas por la familia materna en la Península.

Gracias a esas influencias fue exonerado su padre, Manuel, de cargos de mayor gravedad.96 En su caso y en el del hijo fue sin duda determinante el parentesco con los tenientes generales españoles José O’Donnell, conde de la Bisbal, y Carlos O’Donnell, hermanos de Beatriz. Una vez libres, padre e hijo partieron hacia España en 1817 y arribaron a Madrid el 15 de enero de 1818. En España, Lino ingresó a la academia de ingeniería de Alcalá de Henares, donde continuó los estudios que había comenzado en la Nueva Granada y que culminó

91 Sobre Lino de Pombo, ver también: cf., José María de Mier, El ingeniero don Lino de Pombo; Carlos Julio Cuartas, Lino de Pombo – Guía biográfica ilustrada, Bogotá, Javegraf, 2003; cf., José María Samper, Galería Nacional de Hombres Ilustres o Notables, o sea colección de bocetos biográficos; Carlos Julio Cuartas Chacón, “Bicentenario de Don Lino de Pombo”, en Anales de Ingeniería, volumen 104, número 866 (1996), Bogotá; cf., Joaquín Ospina Vallejo, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia.

92 Cf., José María de Mier, El ingeniero don Lino de Pombo, p. 8.93 Cf., p. 11.94 Cf., Carlos Julio Cuartas, Lino de Pombo – Guía biográfica ilustrada, p. 9.95 Cf., Lino de Pombo, Estudios varios, precedidos de la biografía del sabio, Bogotá, 1852. 96 Cf., José M. de Mier, El ingeniero don Lino de Pombo, p. 15.

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en 1820. En Alcalá obtuvo el título de Subteniente Aspirante al Cuerpo Nacional de Ingenieros de Ejércitos, Plazas y Fortalezas, y fue agregado al Regimiento de Zapadores, Minadores y Pontoneros.97 Pombo regresó a Cartagena en abril de 1825 y desde allí envió una comunicación al general Soublette, secretario de Guerra y Marina, en la que informó su llegada y presentó un proyecto de organización científica de los estudios militares. Soublette lo invitó a Bogotá para llevarlo a cabo, pero una vez en Bogotá Pombo declinó la propuesta, al parecer porque se sentía más útil en la guerra que en la enseñanza, y se reincorporó al servicio con el rango de capitán de ingenieros, el mismo que tenía en 1815.

Fue transferido a Popayán, donde fue nombrado adjunto del estado mayor del departamento de Cauca y, posteriormente, ascendido a primer comandante del Cuerpo de Ingenieros. Durante sus años de servicio en el sur, Pombo escribió varias memorias científicas: una descripción del puerto de Buenaventura con un comentario sobre su utilidad; otra de la bahía de Málaga y un estudio sobre el camino de Popayán a Pasto. En 1826 realizó el reconocimiento militar del puerto de Guayaquil y de la costa pacífica colombiana, como consta en el informe que presentó en 1826 y que remitió desde Popayán.98 La guerra civil iniciada por los generales Obando y López en el departamento del Cauca lo llevó a pedir la licencia absoluta, que le fue concedida en 1829 por el presidente Rafael Urdaneta.99 Aún como oficial del ejército, Pombo se desempeñó como profesor de matemáticas desde que abrió sus puertas la Universidad del Cauca, en 1827, por orden del Plan de Estudios de 1826. Su labor allí se extendió hasta junio de 1833,100 cuando se trasladó a Bogotá para asumir el cargo de Secretario del Interior y Relaciones Exteriores en el gabinete de Santander (ver el cuadro 1).101

97 Cf., p. 19.98 Ramón Guerra Azuola, “Don Lino de Pombo: tributo en su centenario”, en Anales de Ingeniería,

volumen 9, número 101-102 (1897), Bogotá, p. 9.99 Cf., José María de Mier, El ingeniero don Lino de Pombo, p. 27.100 Cf., p. 32.101 Cf., Ramón Guerra Azuola, “Don Lino de Pombo: tributo en su centenario”, p. 10.

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Cuadro 1. Cargos públicos desempeñados por Lino de Pombo102

Cargo desempeñado por L. de Pombo

Período Administración

Secretario del Interior y Relaciones Exteriores

1833-1836 Francisco de Paula Santander

” ” 1837,1838, 1840 José Ignacio de Márquez

” ” 1855-1857 Manuel María Mallarino

Ministro ante los gobiernos de Perú, Ecuador y Bolivia

1839 José Ignacio de Márquez

Representante a la Cámara por Bogotá

1839-1840 José Ignacio de Márquez

Ministro ante el gobierno de Venezuela

1841-1843 Pedro Alcántara Herrán

Senador por Cartagena 1844-1845 Pedro Alcántara Herrán

” ” 1847-1850 Manuel María Mallarino

Secretario de Hacienda 1845-1847 T. C. de Mosquera

Fundador y director de la Caja de Ahorros de Bogotá

1845, 1847-1849 T. C. de Mosquera

Pombo también publicó tres libros importantes: junto con José Antonio de Plaza compuso la Recopilación de leyes de la Nueva Granada,103 publicada en 1845 por encargo oficial del presidente Pedro Alcántara Herrán; las Lecciones de jeometría analítica, de 1850; y las Lecciones de aritmética i áljebra, de 1858. Lino de Pombo murió en Bogotá el 20 de noviembre de 1866 a los 69 años. Fue recordado por quienes le conocieron como un hombre que nunca tomó posiciones extremas a favor de ningún partido político.104

102 Información tomada de: cf., Ramón Guerra Azuola, “Don Lino de Pombo: tributo en su centenario”, p. 9; cf.,. Carlos Julio Cuartas, Lino de Pombo – Guía biográfica ilustrada, p. 15; y cf., José María de Mier, El ingeníero don Lino de Pombo, p. 33.

103 Lino de Pombo y José Antonio de Plaza, Recopilación de leyes de la Nueva Granada, formada i publicada en cumplimiento de la lei de 4 de mayo de 1843 i por comisión del Poder Ejecutivo, Bogotá, Imprenta de Zoilo Salazar e Imprenta del Neogranadino, 1845-1850, 2 volúmenes, 30 cm.

104 Cf., José María Samper, Galería Nacional de Hombres Ilustres o Notables, o sea colección de bocetos biográficos, tomo 1, pp. 371-372.

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Las Lecciones de aritmética de Lino de Pombo

Pombo fue el cerebro en la planeación y dirección del Colegio Militar,105 y como profesor se encargó de las clases de aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, topografía, geometría analítica, geometría descriptiva y, en ocasiones, cálculo diferencial e integral.106 Para la enseñanza de estas materias se basó en cuadros sinópticos que elaboró él mismo hasta que, insatisfecho con ellos, decidió escribir sus propios textos. En 1850 publicó sus Lecciones de jeometría analítica, que utilizó como texto de enseñanza en el Colegio Militar.107 En la introducción, Pombo explica los motivos que lo llevaron a publicarlo:

La falta de testos adecuados para la enseñanza ó solitario aprendizaje de varios ramos de las matemáticas puras en su estado actual de adelanto, falta lamentable en la presente época en que principia a estar en boga en el país el estudio reflexivo de las ciencias esactas, es lo que ha motivado la publicación de esta obra, como ensayo para otras de la misma especie.108

Unas páginas más adelante se refiere a su libro como preferible a otros que circulaban, a los cuales se refiere críticamente:

Peor será mil veces continuar echando mano de los insustanciales catecismos de importación estranjera que han estado en boga, apenas adaptables a las escuelas primarias, en que la voz viva tiene tanto que suplir o comentar.109

Se refiere al Catecismo de Álgebra de José Núñez de Arenas,110 ordenado en forma de preguntas y respuestas a la manera de los catecismos religiosos, lo que, según Pombo, suscitaba el aprendizaje mecánico de los temas, simplificaba las explicaciones, dificultaba la enseñanza de temas cuya explicación no se agota al recitar un párrafo de memoria, y que impedía realizar ejercicios interesantes y cálculos largos. Ocho años después de la publicación del texto de geometría analítica, publicó sus Lecciones de aritmética i áljebra. El libro fue publicado en octavo, con 176 páginas, un prólogo escrito por el autor y treinta y cinco lecciones divididas en numerales que contienen los diferentes temas. Las primeras ocho lecciones se refieren a la aritmética y las restantes al álgebra. La sección de álgebra comienza

105 Cf., José María de Mier, El ingeniero don Lino de Pombo, pp. 38-39.106 Cf., Ramón Guerra Azuola, “Don Lino de Pombo: tributo en su centenario”, p. 16. 107 Cf., Lino de Pombo, Lecciones de aritmética i áljebra, p. V.108 Cf., p. IV.109 Cf., p. VI.110 Cf., José Núñez de Arenas, Catecismo de Álgebra.

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con una breve introducción de no más de media página, que Pombo organiza en los primeros dos numerales de la lección novena. La primera pregunta que viene a la mente es: ¿Por qué incluir en un solo libro estas dos materias y no más bien publicarlas por separado? La respuesta está en las primeras líneas de la introducción a la sección de álgebra:

No es cosa inusitada la combinación de la Aritmética con el Áljebra, para la mejor enseñanza de estos dos ramos de las Matemáticas que en realidad constituye uno solo, la ciencia elemental del cálculo.111

Al publicar un texto que incluye aritmética y álgebra, que en algunas instituciones ya se dictaban separadas, Pombo no retrocedía, sino que aprovechaba la estrecha relación entre estas dos áreas de la matemática para mejorar la claridad pedagógica de su texto. De hecho, los temas de aritmética incluidos sirven como una introducción fundamental a las lecciones de álgebra. Esta rama de las matemáticas recurre a la abstracción de cantidades, pues no se refiere, como la aritmética, a cantidades fijas sino a expresiones arbitrarias como a o

2 1290 12+ −a a , lo que al principio confunde al estudiante. Con todo, el tema siguen siendo las cantidades numéricas, y Pombo sostiene en su introducción que las herramientas algebraicas generalizan lo aprendido en la aritmética:

Al tratarse de las operaciones con las diversas clases de números, quedan atrás las cuatro fundamentales, los raciocinios a los que hai que ocurrir se complican i oscurecen, e insuficientes al fin, tienen que ser suplidos o complementados por esfuerzos de memoria con detrimento de las facultades intelectuales si no interviene con oportunidad el Áljebra. Esta aclara, simplifica i generaliza las cuestiones, pone en evidencia para su resolución el enlace de los datos, fija con rigor los principios, abre certera vía para establecer y perfeccionar las reglas de procedimiento.112

Con la aritmética se obtiene un número como solución de un problema específico, mientras que con el álgebra se comprende el problema, se expresa y se generaliza a otros con similares condiciones, y se les asigna el mismo procedimiento general de solución. Demostrada la importancia de los temas que escogió para su texto, Pombo debía mostrar su idoneidad para desarrollar y exponer estos temas de forma clara y provechosa para el lector:

El autor de esta obra confía en que algunos años de esperiencia profesional en establecimientos públicos, el estudio ref lexivo de los grandes maestros i no pocas investigaciones propias, le habrán hecho capaz de escoger i encadenar bien las materias comprendidas dentro de los forzosos límites de su plan, darles

111 Cf., Lino de Pombo, Lecciones de aritmética i áljebra, p. V.112 Cf., p. V.

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en ciertos puntos diverso jiro o más ventajosa forma, i facilitar el acceso a ellas para toda regular inteligencia, esponiéndolas con laconismo sin perjuicio de la claridad.113

Llama la atención que se refiera a “investigaciones propias”, lo que sugiere que cultivaba la investigación y no se veía a sí mismo solamente como educador y traductor de libros. Hasta el momento desconozco a qué investigaciones se refiere –aparte de sus trabajos militares en el Cauca–, pues Pombo no publicó ningún documento que pueda ser entendido como resultado de ellas. Cuando menciona sus investigaciones, considero que Pombo incluye el aprendizaje autodidacta de las matemáticas y, en particular, del álgebra. Al mencionar su conocimiento de los grandes maestros, intenta mostrar su erudición teórica y ponerla a la par de sus aptitudes prácticas. Describe la escritura de su trabajo como “lacónica”; es decir, de fácil entendimiento y concisa. Confía en que su texto facilite el entendimiento de los temas para cualquier “regular inteligencia”, con lo cual manifiesta que no está dirigido a estudiantes avanzados sino a todo aquel que se interese en el tema.

Debe tenerse en cuenta que la compra de textos para el aprendizaje autónomo era una práctica común, y dado que este texto no tenía compradores asegurados, pues cuando lo publicó el Colegio Militar ya había cerrado sus puertas, resultaba útil para su comercialización afirmar que estaba al alcance de cualquier persona que quisiera dedicarse por su cuenta al estudio de las matemáticas:

Con abundante fondo en pocas pájinas para un estudio serio, encierra este libro más de lo que conviene o puede enseñarse en algunas casas de educación de la República; no se juzgue por esto impropia o embarazosa su adopción por los Directores o Profesores para los alumnos de aquellos establecimientos [...] Fácil es para un maestro apto tomar de aquí para sus lecciones lo que admita cabida en su programa pedagógico, i esté seguro de que encontrará esplanado íntegra i concisamente cuanto fuere del caso.114

La distribución del contenido del texto por lecciones facilitaba su adaptación a las necesidades particulares de las instituciones y de los alumnos. De hecho, los carteles y asertos que invitaban a los exámenes públicos de las instituciones en que fue utilizado no publicaban la lista de preguntas por examinar, sino que remitían directamente a secciones del texto de Pombo.115 Él mismo advierte que el texto encierra más temas de los necesarios, lo que por otra parte hace posible su adopción en distintos niveles de enseñanza.

113 Cf., p. V.114 Cf., p. VI.115 Ver: Colección de los programas para los certámenes públicos que han de presentar los alumnos del

Colejio de San José de Marinilla, Medellín, Imprenta de Balcázar, 1859; en B.N., Fondo Pineda, 508, pieza 6. Ver también: Padres de la Compañía de Jesús, Ejercicios literarios del seminario menor i colejio, Bogotá, Imprenta de Francisco Torres Amaya, 1859; en B.N., Fondo Pineda, 508, pieza 17.

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El contenido de las Lecciones de aritmética i áljebra

La aritmética en las Lecciones

Como ya se dijo, las primeras ocho lecciones del libro, con un total de 32 páginas, corresponden a la aritmética. Al álgebra se dedican las restantes 27 lecciones, y al final figura un apéndice sobre algunas propiedades de los sistemas numéricos, demostradas con herramientas algebraicas (que es lo que hoy llamamos teoría de números). En sus lecciones de aritmética, Pombo explica la noción de cantidad, el sistema de numeración decimal, la adición, sustracción, multiplicación y división en este sistema. Familiariza al lector con la noción de orden y con los signos y símbolos utilizados para representar las operaciones. Después de introducir la división, explica las nociones de divisibilidad, máximo común divisor, mínimo común múltiplo, fracción o quebrado, las operaciones de suma, resta, multiplicación y división de fracciones y el concepto de fracción continua. Define número conmensurable y número irracional o inconmensurable y el sistema métrico decimal, el sistema de pesas, medidas y monedas vigente en la Nueva Granada y sus unidades de conversión, así como algunas medidas, pesas y monedas españolas, inglesas y norteamericanas. Supongo que este último tema fue incorporado a la exposición porque le ofrecía al lector un caso cotidiano al cual aplicar las lecciones precedentes. La sección de aritmética del texto de Pombo es un comprimido de la información mínima que un estudiante debe tener para poder ingresar a un curso de álgebra. No debe olvidarse que las Lecciones de Pombo están dirigidas a un público general y que el autor no exige de él conocimientos avanzados en matemáticas.

El álgebra en las Lecciones

La sección de álgebra comienza con una explicación:

[Las teorías de la aritmética superior] aunque pudieran ser fundadas i desenvueltas sobre raciocinios directos, para que formen un solo cuerpo independiente con las anteriores, es preferible tratarlas como emanaciones o casos particulares del álgebra, aplicada a las cuestiones numéricas.116

A continuación explica la notación utilizada y la simplificación de fórmulas algebraicas por repetición. Define término, monomio, binomio, polinomio y la forma de determinar su dimensión. Explica las cuatro operaciones elementales con monomios para luego extender los resultados a polinomios, y a algunos

116 Cf., p. 32.

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productos notables. Del contenido del texto resalto los siguientes temas, pues en ellos se puede notar que su trabajo no se constituía en un texto elemental sino que explica nociones que serán de gran utilidad en estudios más avanzados: números imaginarios (operación, noción de módulo y de conjugado) y combinatoria elemental (ordenaciones, permutaciones y combinaciones, con sus respectivas fórmulas). Así mismo, el binomio de Newton, la teoría de ecuaciones, la resolución de ecuaciones de primer y segundo grado y de sistemas lineales de dos o más variables por el método de eliminación, la regla de Cramer y el método de Bezout. Los ítems presentados en el anexo muestran la actualidad de los temas discutidos en el libro de Pombo, comparables, en explicación y presentación, con cualquier texto de álgebra publicado en la época, como los Principios de Matemática de la Real Academia de San Fernando, de Benito Bails, de uso frecuente entonces y con el que Pombo estudió en el Rosario. Lo mismo puede decirse de textos clásicos franceses como Eléments d’algèbre a l’usage de l’école centrale des quatre-nations de Silvestre Lacroix,117 o Eléments d’algèbre de Louis Pierre Marie Bourdon.118 Los mismos temas también son discutidos en textos universitarios ingleses y norteamericanos de la primera mitad del siglo XX.119

El texto de Pombo fue usado en varios colegios del país. Los registros y carteles encontrados muestran, por ejemplo, que fue utilizado o recomendado como texto guía en el Colegio de San José de Marinilla,120 en el Seminario Menor y Colegio de Bogotá,121 en el Colegio de San Bartolomé122 y en el Colegio San José de Pamplona.123 El siguiente texto de álgebra publicado en Colombia luego de las Lecciones de Lino de Pombo fue el Tratado de áljebra124, escrito por Indalecio Liévano y publicado en Bogotá por Medardo Rivas en 1875.

117 Silvestre François Lacroix, Eléments d’algèbre à l’usage de l’école centrale des quatre-nations, París, Chez Courcier, 1807.

118 Louis Pierre Marie Bourdon, Eléments d’algèbre, París, Bouret, 1876.119 Como es el caso en: J. V. Uspensky, Theory of Equation, Nueva York, MacGraw-Hill, 1948.120 Cf., Colección de los programas para los certámenes públicos que han de presentar los alumnos

del colejio de San José de Marinilla.121 Cf., Padres de la Compañía de Jesús, Ejercicios literarios del seminario menor i colejio, 1859.122 En el cartel Exámenes Anuales en el Colejio de San Bartolomé, Bogotá, Imprenta de Gaitán,

1867; en B. N., Fondo Pineda, 948, pieza 65.123 En el cartel Programa de los certámenes i exámenes públicos del colegio de San José de

Pamplona, s. e., 1867; en B. N., Fondo Pineda, 948, pieza 68.124 Indalecio Liévano, Tratado de áljebra, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1875.

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Conclusiones

Desde la cátedra de matemáticas ofrecida por Mutis en 1762 hasta la reforma educativa de Mariano Ospina Rodríguez en 1842, la enseñanza de las matemáticas estuvo condicionada a su utilidad para el aprendizaje de la filosofía natural, la economía doméstica y comercial, la física, las ciencias o la técnica. Las cátedras de matemáticas fueron un instrumento para aprender otras ciencias. En sí mismas no eran consideradas un conocimiento importante. Las matemáticas adquirieron mayor importancia a medida que se hizo necesario enseñar un mayor número de sus áreas y especialidades. En la época colonial y durante la Primera República, el conocimiento de la aritmética era suficiente para las necesidades de la sociedad. Incluso, en la reforma educativa de Santander solo se contemplaba la enseñanza de esta área y de la geometría, pues los grados universitarios seguían siendo los de leyes, teología y medicina. Solo cuando se hizo el intento de ofrecer grados en ciencias y, entre 1848 y 1854, cuando el Colegio Militar ofreció grados en ingeniería civil, se hicieron obligatorias otras áreas de las matemáticas en los currículos de colegios y universidades. El Colegio Militar demostró que una educación técnica requería la enseñanza de diversas áreas de la matemática, lo cual hizo necesario enseñarlas en los colegios, para hacer posible el ingreso de los estudiantes a la carrera de ingeniería.

Cuando Pombo publicó sus Lecciones de aritmética i áljebra en 1858, era consciente de que el Colegio Militar había abierto el panorama de la enseñanza de las matemáticas, y que el esfuerzo de adaptación, concreción y simplificación que como profesor tuvo que hacer en sus cátedras sería de enorme utilidad para otros profesores, y en otras instituciones. En un principio recurrió al diseño de cuadros sinópticos para sus clases, y a partir de unos y otras compiló sus dos manuales, las Lecciones de jeometría analítica, publicadas en 1850, cuando el Colegio estaba en su esplendor, y las Lecciones de aritmética i áljebra, publicadas en 1858, cuatro años después de su cierre.

Estas instituciones y textos para la enseñanza de la matemática en Nueva Granada hacen parte de la historia más amplia de la asimilación y difusión de la matemática en el país. En lo que toca a las matemáticas modernas, esta historia empieza con la apertura de la cátedra de Mutis en el Rosario en 1762, y continúa como una serie de relevos de maestro a discípulo. Esta sucesión pasa de Mutis a Félix Restrepo, luego a Francisco José de Caldas, y de él, a Lino de Pombo. Como miembro fundador y profesor principal de la primera escuela de ingenieros de Colombia, Pombo logró multiplicar la serie maestro-discípulo al transmitir sus conocimientos a los graduados del Colegio Militar. Entre ellos se destacan, por sus logros posteriores en matemáticas, Indalecio Liévano, Rafael Celedón,

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Manuel Antonio Rueda, Rafael Pombo, Manuel Antonio Suárez, Manuel Ponce de León y Delio Cifuentes Porras. Las Lecciones de Pombo fueron una herramienta eficaz e idónea para multiplicar el relevo de la antorcha entre los matemáticos del país. Es cierto que sus Lecciones de aritmética i áljebra llegaron tarde para enriquecer la enseñanza matemática y la formación de ingenieros en las aulas del Colegio Militar. También lo es que a partir de su publicación, en 1858, las sucesivas instituciones de enseñanza y los jóvenes matemáticos neogranadinos contaron con un manual que estaba a la altura de los mejores del mundo.

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Tomás Cipriano de Mosquera y Joaquín María Barriga. Emitido por la Secretaría de Guerra y Marina. Sección Colección, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, caja 12, rollo 6, folios 1-53.

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• Lino de Pombo, Estudios varios, precedidos de la biografía del sabio [Francisco José de Caldas] por Lino de Pombo, Bogotá, Imprenta Nacional, 1941. Primera edición por entregas con el título “Sobre la vida, carácter y servicios patrióticos de Francisco José de Caldas”, en el semanario La Siesta, (volumen 1, número 5 del 19 de agosto; número 6 del 26 de agosto; número 7 del 2 de septiembre; número 8 del 9 de septiembre; número 9 del 18 de septiembre; número 10 del 25 de septiembre; número 11 del 2 de octubre y número 12 del 11 de octubre; editado como libro en Bogotá, Imprenta de Francisco Torres Amaya por Carlos López., 1852.

• , Lecciones de aritmética i áljebra, Bogotá, Imprenta de la Nación, 1858.

Obras antiguas ordenadas cronológicamente• Benito Bails, Principios de Matemática de la Real Academia de San Fernando,

Madrid, Viuda de Ibarra, 1776. Tres volúmenes.

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• , Elementos de matemática, Madrid, Joachim Ibarra, 1772-1776, 10 volúmenes.

• Christian von Wolff, Compendium elementorum mathesos universae in usum studiosae juventutis adornatum, Ginebra, Sumtibus Joannis Samuelis Cailler, 1778.

• Silvestre François Lacroix, Éléments d’algèbre à l’usage de l’école centrale des quatre-nations, París, Chez Courcier, 1807.

• Francisco José Caldas, “Discurso preliminar el día en que se dio principio al curso militar del Cuerpo de Ingenieros de la república de Antioquia”, Medellín, 1813; en Obras completas de Francisco José de Caldas, Bogotá, Universidad Nacional-Imprenta Nacional, 1966.

• Colección de asertos de las materias que se defenderán en certámenes públicos en el Colejio de San Bartolomé, Bogotá, Imprenta de la Universidad por Nicolás Gómez, 1835. Fondo Pineda, 356, pieza 1.

• Certámenes públicos de los alumnos de la primera casa de educación de Bogotá, Bogotá, Imprenta de Nicomedes Lora, 1836. Fondo Pineda, 887, pieza 252.

• Recopilación de las doctrinas i principios que en los diferentes ramos de las ciencias han adquirido los alumnos del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá, Imprenta de la Universidad por Nicolás Gómez,1836. Fondo Pineda, 356, pieza 2.

• José Mariano Vallejo, Compendio de Matemáticas puras y mixtas, tomo primero, París, Librería de A. Bouret y Morel, 1847.

• José Núñez de Arenas, Catecismo de Álgebra, Londres, R. Ackermann, 1851.

• Colección de los programas para los certámenes públicos que han de presentar los alumnos del Colejio de San José de Marinilla, Medellín, Imprenta de Balcázar, 1859. En la Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Pineda, 508, pieza 6.

• Padres de la Compañía de Jesús, Ejercicios literarios del seminario menor i colejio, Bogotá, Imprenta de Francisco Torres Amaya, 1859. En la Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Pineda, 508, pieza 17.

• Exámenes Anuales en el Colejio de San Bartolomé, Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1867. En la Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Pineda, 948, pieza 65.

• Programa de los certámenes i exámenes públicos del colegio de San José de Pamplona, s. e., 1867. Fondo Pineda, 948, pieza 68.

• Indalecio Liévano, Tratado de áljebra, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1875.

• Louis Pierre Marie Bourdon, Eléments d’ algèbre, París, Bouret, 1876.

• José María Samper, Galería Nacional de Hombres Ilustres o Notables, o sea colección de bocetos biográficos, tomo 1, Bogotá, Imprenta de Zalamea por F. Ferro, 1879.

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• Felipe Pérez, Geografía general física y política de los Estados Unidos de Colombia y geografía particular de la ciudad de Bogotá, Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1883.

Obras de referencia histórica y de consulta (libros y artículos)

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• Codificación Nacional de todas las leyes de Colombia desde 1821, tomo IX, Bogotá, Imprenta Nacional, 1924.

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• Clara H. Sánchez, Los ingenieros matemáticos colombianos del siglo XIX y comienzos del XX, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2007.

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anexo – tabla de contenido de Lecciones de aritmética i áLgebra

lección 1Principios generales: cantidad, unidad, nú- mero; aritmética. Sistema completo de numeración decimal. Idea de numeración de los sistemas griego y romano.

lección 2Adición y sustracción con enteros y decimales, signos, pruebas, alteración en los resultados por los que sufren los datos. Complemento aritmético.

lección 3Multiplicación con enteros y decimales, signos, los tres casos generales, el orden de los factores no altera el producto. Potencias. Abreviaciones. Máximo y míni- mo de las cifras de un producto de dos o más factores. Alteraciones del resultado por la de los datos.

lección 4División con enteros y decimales, los dos casos. Alteraciones de resultado por la de los datos. Números primos. Divisibilidad por los números dígitos y por 12, 25 y 125.

lección 5Principios sobre simplificación de la división, aproximación del cociente. Factores simples y compuestos de los números. Teoría del máximo común divisor entre dos o más cantidades numéricas, por dos métodos. Menor multíplice común.

lección 6Fracciones comunes, consideraciones gene- rales, simplificación y reducción al mínimo denominador común. Adición, sustracción, multiplicación y división. Fracciones sucesivas. Fracciones continuas. Valuación de quebrados. Números inconmensurables.

lección 7Fracciones decimales. Conversión de las comunes en decimales; decimales finitos y periódicos de las dos clases. Conversión de los decimales en fracciones comunes. Sistema moderno decimal de medidas, pesas y monedas. Verificación del metro.

lección 8Números complejos. Medidas, pesas y monedas de la Nueva Granada. Algunas medidas, pesas y monedas españolas, inglesas y norteamericanas. Las cuatro operaciones con números complejos. Valuación de fracciones y decimales de pesas y medidas.

lección 9Preliminares del álgebra; comparación con la aritmética, notación algebraica. Idea del planteo y resolución de las cuestiones del álgebra, y de la interpretación de las soluciones; aplicación a dos cuestiones generales. Términos, poli- nomios, dimensiones; algunos principios sobre las cantidades negativas.

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lección 10

Las cuatro operaciones elementales con monomios y polinomios. Productos nota-bles. Descomposición en factores.

lección 11

Cocientes notables, potencia 0 y exponentes negativos. Desarrollo de fracciones en series indefinidas. Teoría del máximo común divisor algebraico. Menor multíplice.

lección 12

Fracciones literales, simplificación, las cuatro operaciones elementales. Potencias de los monomios y de las cantidades numéricas. Raíces de los monomios. Cantidades radicales: simplificación y reducción, multiplicación, división y elevación a potencias. Radicales sucesivos, radicales imaginarios.

lección 13

Cálculo de las expresiones imaginarias: potencias de √-1, imaginarias conjugadas, módulo, condiciones de α±β(√-1)=0, y de A±B(√-a)=0. Cuadrado de los polinomios. Raíz cuadrada de las cantidades numéricas.

lección 14

Raíz cuadrada de polinomios; raíces de -a±√ab-b. Demostración aritmética del carácter y significación de 1/0, 1/∞, 0/0, y a^0. Observaciones adicionales sobre las cantidades negativas. Permutaciones, ordenaciones y combinaciones: análisis de las fórmulas.

lección 15

Desarrollo de las potencias en general. Deducción y análisis de la fórmula del binomio de Newton; aplicación a las potencias de los polinomios y a las de las

imaginarias conjugadas; observaciones diversas. Extracción de la raíz cúbica de las cantidades numéricas, extracción de raíces de grados superiores.

lección 16

Ecuaciones que considera el álgebra: literales, numéricas, completas o no, determinadas e indeterminadas. Reglas elementales para el despeje de las incógnitas. Resolución de las ecuaciones de primer grado con una incógnita; cuatro cuestiones particulares. Ecuaciones con dos incógnitas; métodos diversos de eliminación.

lección 17

Continuación: valor único de la incógnita en la ecuación de primer grado. Ecuaciones con más de dos incógnitas; tres cuestiones particulares. Fórmulas generales de solución de las ecuaciones del primer grado; método de Bezout. Enunciados de seis cuestiones más.

lección 18

Conclusión de la teoría; discusión analítica de las soluciones algébricas del primer grado, por medio de tres ejemplos: soluciones positivas y negativas, e interpretación de los símbolos 0/0 y a/0. Examen especial de las fórmulas para dos incógnitas.

lección 19

Teoría elemental de las desigualdades. Ecuaciones de segundo grado con una incógnita; ecuación binomia, ecuación trinomia; formación de la ecuación con la suma y el producto de las raíces. Discusión de la fórmula de solución con tres coeficientes. Factores binomios del primer grado. Discusión de la fórmula con dos coeficientes. Raíces de un trinomio de segundo grado.

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lección 20Aplicación del análisis de segundo grado a los máximos y mínimos. Eliminación entre dos ecuaciones del segundo grado con dos incógnitas. Teoría de las ecuaciones binomias en general; raíces de la unidad: raíces de la ecuación. Ecuaciones trinomias solubles por la fórmula de segundo grado. Ecuación bicuadrada y discusión de su formula; reducción de la misma a la suma de dos radicales del segundo grado.

lección 21Razones y proporciones en general. Equidiferencia: propiedad característica: medios diferenciales. Proporción geométrica; propiedad característica; medias, cuartas y terceras proporcionales. Series de razones iguales. Regla de tres, directa, inversa, simple y compuesta; cuestiones varias, y regla de compañía en particular.

lección 22Progresiones: teoría, fórmulas y cuestiones varias de las progresiones por diferencia y por cociente; aplicación a los decimales periódicos. Idea de las series convergentes y divergentes; suma de las potencias de un mismo grado de todos los términos de una progresión por diferencia.

lección 23Series y fórmulas de los números figura- dos. Análisis indeterminado; principios generales, dos métodos de procedimiento para una ecuación con dos variables; análisis de los casos de soluciones limitadas e ilimitadas. Reglas generales para dos ecuaciones con tres variables.

lección 24Ecuaciones de tercer grado: deducción, análisis y aplicaciones de la fórmula de

solución. Funciones en general. Derivadas de un polinomio, función de una o más incógnitas o variables. Desenvolvimiento de f(x+h) por las potencias de h. Desenvolvimiento de una función de dos o más variables por las potencias de sus incrementos. Derivada del producto de dos o más polinomios.

lección 25Carácter y composición de las ecuaciones en general; factores binomios del primer grado, número de las raíces. Cómo entran estas en la formación de los términos; consecuencias diversas. Raíces imaginarias, siempre conjugadas: consecuencias. Regla de los signos, de Descartes y consecuencias varias.

lección 26Transformar una ecuación en otra: cuyas raíces estén aumentadas o disminuidas en cierta cantidad, que carezca del segundo término o de un término cualquiera, cuyas raíces sean múltiplas o submúltiplas de las de la propuesta, o sus cuadrados; observaciones importantes. Ecuaciones recíprocas entre sí: pasar de la una a la otra. Teoría de las ecuaciones recíprocas en general.

lección 27Método de los coeficientes indeterminados: aplicaciones al desenvolvimiento de una fracción en serie y a su descomposición en sumandos. Demostración de la fórmula del binomio para los exponentes fraccionario y negativo. Teorema exponencial y aplicación a la deducción de la base de los logaritmos neperianos.

lección 28Resolución de las ecuaciones numéricas de todos los grados. Raíces en general; fórmulas de Euler, clasificación. Límite de las raíces reales. Teoría de las raíces iguales.

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lección 29Raíces conmensurables. Teoría de las raíces enteras. Teoría de las raíces fraccionarias.

lección 30Descomposición en factores del segundo grado. Raíces inconmensurables: observaciones previas; método de Newton, método de Lagrange; aplicación de ambos métodos; ejemplos.

lección 31Conclusión. Raíces imaginarias: teorema de Budan, teorema de Sturm, y aplicación de este al caso irreducible de la ecuación de tercer grado. Ecuaciones irracionales.

lección 32Eliminación de dos ecuaciones de cualquier grado; principios generales, método de Euler. Funciones simétricas de las raíces de las ecuaciones, fórmula para la suma de las potencias positivas de todos los grados, y reemplazo de estas fórmulas por un simple procedimiento de división. Fórmula para la suma de las potencias negativas: funciones simétricas de dos o más raíces. Aplicaciones de esta teoría, e indicación especial sobre la ecuación de los cuadrados de las diferencias.

lección 33Ecuación fundamental de la teoría de los logaritmos y análisis de ella. Deducción de la teoría: bases diversas, principios generales, progresiones correlativas de los números y de sus logaritmos. Cálculo por logaritmos y aplicación a ejemplos

algebraicos. Relación entre los logaritmos de varios sistemas. Resolución de las ecuaciones exponenciales.

lección 34Formación de las tablas de logaritmos: logaritmos negativos, peculiaridades de la característica y de la mantisa. Uso de las tablas para los cálculos numéricos. Cuestiones de progresión geométrica que se resuelven por logaritmos.

lección 35Regla de aligación: casos diversos. Reglas de interés simple y compuesto. Regla de descuento. Anualidades, y aplicación a la contratación de un empréstito nacional y a las rentas viajeras. Reglas de simple y doble posición: aplicación a la ecuación Ax^x=B. Proporción y progresiones armónicas.

apéndice

El número según Newton. Fórmula general de las cantidades numéricas del sistema decimal, y su generalización para los sistemas de cualesquiera otras bases. Sistema duodecimal de numeración. Conversión de cantidades numéricas del sistema decimal a cualesquiera otros, y de estos entre sí o al decimal. Prueba adicional directa de la invariabilidad de principios para la multiplicación y división en todos los sistemas. Demostración del caso de divisibilidad de una cantidad numérica por la base del sistema más o menos la unidad. Menor multíplice y máximo divisor común entre fracciones irreductibles: dos proposiciones comunicadas por Indalecio Liévano.

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la Formación de los ciudadanos neogranadinos en la obra escrita

de constancio Franco Vargas

Luisa Fernanda Rivière ViviescasResumen

En este artículo se exploran las relaciones entre la escuela, la escritura de la historia patria y la formación de los ciudadanos ideales en Colombia en la obra escrita de Constancio Franco Vargas (1842-1917). Franco fue director de Instrucción Pública de Cundinamarca entre 1880 y 1881, dramaturgo, escritor de textos de carácter histórico y manuales de texto para uso oficial de las escuelas. En su obra y en el desempeño de sus cargos públicos –tanto durante gobiernos radicales como regeneradores– Franco concibió y puso en práctica un proyecto de educación para la ciudadanía. Según Franco, en la historia patria se conjugan el pasado, el presente y el futuro de la nación, y su enseñanza es el vehículo más idóneo para la difusión de las virtudes ciudadanas, sin las cuales la nación no puede existir. En los escritos y la pedagogía histórica de Franco se reserva un lugar especial a los héroes, los “fundadores de la república”, cuyas figuras promueve como ideal y ejemplo para todos los neogranadinos. El proyecto de pedagogía cívica adelantado por Franco se destacó por su recurso sistemático a la historia patria y por la eficacia con que pudo ponerlo en práctica en las escuelas del Estado Soberano de Cundinamarca desde su cargo como director de Instrucción Pública.1

Palabras clave: historias patrias, discurso nacional colombiano, escuela democrática, virtudes ciudadanas, Constancio Franco Vargas (1842-1917).

Presentación

La implantación temprana de los ideales republicanos en Nueva Granada significó un proceso de aculturación entre las elites de la primera mitad del siglo XIX y de quienes participaron efectivamente en la política republicana, mas no fue así entre el grueso de la población. A lo largo del siglo XIX, la república fue, por lo tanto,

1 Quiero agradecer a Sergio Mejía su lectura y comentario de mi tesis de pregrado La formación de ciudadanos en la obra de Constancio Franco Vargas, (1877-1891), presentada a la Universidad Javeriana y aprobada en marzo de 2008. Este artículo proviene de esa investigación y muchos de sus pasajes fueron madurados y precisados gracias a los comentarios de Sergio.

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un tema urgente de pedagogía nacional. Hasta la década de 1860, los intelectuales neogranadinos y las instituciones encargadas de la educación en la república seguían en mora de realizar grandes esfuerzos encaminados a la formación de ciudadanos modernos; es decir, de ciudadanos comprometidos con su sociedad nacional. El objetivo de este ideal era lograr el compromiso y la participación de los neogranadinos en lo que se concebía como el progreso moral y material de la nación.

En este contexto, la pedagogía, y fundamentalmente aquella de carácter histórico, sirvió para difundir nociones y valores republicanos novedosos y desconocidos por la mayor parte de los neogranadinos. Este proceso de enseñanza, si bien fue diseñado para incluir a los adultos, se enfocó principalmente en los niños, y la escuela fue el lugar de su aplicación. Las obras de contenido histórico diseñadas para divulgar los valores republicanos en la escuela son las que en rigor conforman el género de las historias patrias. En sus libros Franco no se propuso elaborar una obra historiográfica original o innovadora, ni llenar un vacío temático en la creciente biblioteca histórica neogranadina. En lugar de ello, dedicó sus esfuerzos a simplificar y normalizar el conocimiento histórico acumulado en la república, para disponerlo en obras breves, accesibles desde la edad de las primeras lecturas y útiles en la propagación de una educación cívica entre los jóvenes ciudadanos neogranadinos. Su obra debía estar alejada de faccionalismos políticos y desprovista de las complejidades propias de historias republicanas como las de José Manuel Restrepo, José Joaquín Posada, Joaquín Acosta o José Manuel Groot. Su trabajo no fue un aporte al conocimiento histórico propiamente dicho, sino a la difusión de un discurso cívico. Diseñadas para la escuela, para dar lección y para ser leídas ante niños y adultos analfabetas, las historias patrias sirvieron para divulgar el contenido simplificado de obras monumentales que eran y siguen siendo accesibles a muy pocos.2

En Colombia, la expresión “historia patria” ha sido adoptada sin mayores cuestionamientos por los historiadores recientes para referirse a la producción histórica del siglo XIX. Como lo ha argumentado el historiador venezolano Germán Carrera Damas desde 1966, no toda la producción de carácter histórico que tuvo lugar durante el siglo XIX puede catalogarse como historia patria. Las

2 El historiador venezolano Germán Carrera Damas ha estudiado los diferentes tipos de historias decimonónicas venezolanas. Reconoce entre ellos a las historias patrias, que asocia con los contenidos oficiales del sistema educativo venezolano. Ver su artículo “Para una caracterización de la historiografía venezolana actual”, introducción a Historia de la historiografía venezolana – Textos para su estudio, tres volúmenes, Caracas, 1996, p. 9 (la introducción a la primera edición, de 1961 se titulaba “Sobre la historiografía venezolana”).

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investigaciones y obras monumentales de autores como Restrepo, Groot o Vergara y Vergara son trabajos intelectuales y empresas editoriales muy diferentes a los manuales, compendios y catecismos históricos publicados por autores como Franco, Borda o Quijano Otero. En su artículo “¿Qué hacer con las historias latinoamericanas del siglo XIX?, Sergio Mejía ha planteado el estudio de las historias latinoamericanas del siglo XIX como un proyecto de historia cultural.3 Una parte sustantiva de ese proyecto es el estudio de las historias patrias tal como las define Carrera, pues su importancia en la difusión de una educación cívica ha sido mayor que la de las obras monumentales.

Así, pues, los autores de historias patrias del siglo XIX seleccionaron de las obras monumentales escritas por los primeros historiadores republicanos los hechos y las ideas que serían inculcados a los ciudadanos desde su infancia. Sus obras tomaron la forma general de manuales de historia, y el sitio privilegiado de su uso pedagógico fue la escuela.4 Estos manuales fueron los transmisores de un discurso oficial y escolar de la historia nacional. Sin duda, la obra más madura que sirvió a este propósito fue el Compendio de la Historia de Colombia de Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, publicado por primera vez en 1911.5 Esta síntesis, que en 1963 había sido reeditada treinta y tres veces, no fue la primera obra en su tipo, sino el término de un largo proceso y la sucesora de numerosos manuales, compendios y catecismos de historia publicados durante el siglo XIX.

3 Sergio Mejía, “¿Qué hacer con las historias latinoamericanas del siglo XIX?”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, número 34 (2007), Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, pp. 425-458. El artículo de Mejía es una respuesta a las ideas expresadas por Germán Colmenares en Las convenciones contra la cultura (Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987). Luego de reconocer el valor pionero del ensayo de Colmenares, Mejía critica, entre otras cosas, la utilización por Colmenares de la expresión “historias patrias” para referirse a las obras de historiadores como Bartolomé Mitre, Diego Barros Arana y José Manuel Restrepo. Mejía explica que Colmenares tomó esa expresión de un comentario casual de Woodrow Borah en una entrevista publicada en la Hispanic American Historical Review. Desde entonces, en Colombia se han confundido bajo un solo nombre y género obras tan disímiles como la Historia de la Revolución de Restrepo (10 volúmenes, París, Dramard Baudry, 1827) y la Historia de Colombia contada a los niños de José Joaquín Borda (1 volumen, Bogotá, Imprenta del Mosaico, 1872).

4 El único análisis general sobre la educación histórica en Colombia es la obra de Miguel Aguilera, La Enseñanza de la Historia en Colombia, número 26 de la serie Memorias sobre la enseñanza de la historia, México, D.F., Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comisión de Historia, 1951. Es de utilidad especial para este artículo el primer capítulo, “Enseñanza de la Historia Patria”, pp. 3-94.

5 Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Compendio de la Historia de Colombia, Bogotá, Imprenta Eléctrica, 1911, 191 páginas.

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Entre los manuales de enseñanza de la historia patria que circulaban en ese momento se encuentran el Compendio de la Historia de Nueva Granada desde su Descubrimiento hasta el 17 de Noviembre de 1831 para el Uso de los Colegios y Universidades de la República (Bogotá, 1850) de José Antonio de Plaza; la Historia de Colombia contada a los niños (Bogotá, Imprenta de El Mosaico, 1872) de José Joaquín Borda, y el Compendio de la Historia Patria, Bogotá, 1874 (segunda edición de 1883) de José María Quijano Otero.6 Otro de estos autores de historias patrias fue Constancio Franco (Bogotá, 1842-Bogotá, 1917), cuya obra pedagógica en historia resulta aún más interesante, debido al hecho de que el autor desempeñó la Dirección de Instrucción Pública de Cundinamarca entre 1880 y 1881, entre las Presidencias de Julián Trujillo y Rafael Núñez, y cuando Wenceslao Ibáñez Nariño7 era presidente del Estado Soberano de Cundinamarca. Desde ese cargo, Franco promovió la utilización de sus propios manuales de historia patria en las escuelas del estado.

Franco inició su carrera de escritor en la prensa capitalina, en periódicos como El Centinela, El Ciudadano, El Porvenir y El Rejistro del Estado. Fue dramaturgo, pintor y autor de obras de pedagogía histórica durante la segunda parte del siglo XIX. Su producción en obras de pedagogía histórica incluyó textos escolares, dramas históricos, biografías de próceres, relatos de contenido histórico, a los que agregó compendios de civismo y moral. Las principales obras de pedagogía histórica publicadas por Franco fueron: Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la Independencia, de 1880;8 Leyendas Históricas: Boves, Morillo, Latorre, de 1885 (con una segunda entrega en 1887 titulada

6 José Antonio de Plaza, Compendio de la Historia de Nueva Granada desde su Descubrimiento hasta el 17 de Noviembre de 1831 para el Uso de los Colegios y Universidades de la República, Bogotá, Imprenta del Neogranadino, por León Echavarría, 1850, 136 páginas. José Joaquín Borda, Historia de Colombia contada a los niños, Bogotá, Imprenta del Mosaico, 1872, 160 páginas. José María Quijano Otero, Compendio de la Historia Patria, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas 1874, 447 páginas.

7 José María Quijano Wallis da luces para pensar a Wenceslao Ibáñez Nariño como un partidario de Rafael Núñez; de igual manera, establece su relación cercana con Julián Trujillo. En palabras de Quijano Wallis: “Los liberales pertenecientes al antiguo círculo nuñista o independiente resolvieron enviar una comisión desde Bogotá a cargo de los Señores Wenceslao Ibáñez Nariño y Ángel María Céspedes, respetables y prestigiosos caballeros del círculo nuñista, para encontrar al General Trujillo en la ciudad de Neiva y preparar su ánimo en contra del gobierno del Sr. Parra, contra el cual querían revivir los antiguos odios, latentes, pero no extinguidos, durante la revolución”. Ver: José María Quijano Wallis, Memorias autobiográficas histórico-políticas y de carácter social, segunda edición facsimilar, Bogotá, Editorial Incunables, 1983, p. 345 (la primera edición fue publicada en la ciudad italiana de Grottaferrata, Tipografía Italo-orientale, 1919).

8 Constancio Franco Vargas, Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la independencia, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1880.

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Leyendas Históricas: Monteverde-Morales);9 y su Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’, publicado en 1881, inicialmente por entregas en El Maestro de Escuela, y ese mismo año, en su totalidad, por la Imprenta de Medardo Rivas.10 Franco complementó sus obras de pedagogía histórica con 151 retratos al óleo de próceres y mártires de la patria, realizados en colaboración con Julián Rubiano11 y Eugenio Montoya.12 Parte de esta colección, que no será estudiada en este artículo, cuelga hoy en las paredes de la Sala Republicana del Museo Nacional de Colombia.

En este artículo se explorará la relación entre ciudadano, educación e historia patria que se presenta en la obra biográfica e histórica de Constancio Franco Vargas. La argumentación consta de tres partes. En la primera discutiré las directrices pedagógicas definidas por Franco como director de Instrucción Pública de Cundinamarca, en las que la historia patria desempeña un papel central. Los textos de Franco discutidos en esta sección son el periódico oficial de su oficina, El Maestro de Escuela, cuya redacción corrió bajo su entera responsabilidad mientras desempeñó aquel cargo entre 1880 y 1881.13 En este periódico se reunían

9 Constancio Franco Vargas, Leyendas Históricas: Boves, Morillo, Latorre, primera entrega, Bogotá. Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1885, 168 páginas; la segunda entrega se tituló Leyendas Históricas; Continuación: Monteverde-Morales, Bogotá, Imprenta de Zalamea Hermanos, 1887, 135 páginas.

10 Constancio Franco Vargas, Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’, inicialmente por entregas en el periódico El Maestro de Escuela, edición definitiva en Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1881. Franco también escribió varias novelas históricas, entre ellas: Policarpa Salavarrieta, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1890; y Galán, el Comunero – Novela Histórica, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos 1891; dramas históricos como Los próceres ó el 20 de Julio de 1810 – Tragedia histórica en cuatro actos, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1887; así como un Tratado de Economía Política, Bogotá, Imprenta de Ignacio Borda, 1876.

11 Julián Rubiano Chávez, pintor y retratista. Se ignora el lugar de su nacimiento. Hizo sus primeros estudios de pintura con el maestro mexicano Felipe Santiago Gutiérrez. Desde 1878, en compañía de Eugenio Montoya y bajo la dirección de Constancio Franco, inició la pintura de los rostros de los próceres colombianos de la independencia (la indumentaria fue pintada por Franco). Tomado de: Catálogo del Museo Nacional, Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1960. También en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/todaslasartes/diccioart/diccioart16e.htm.

12 Eugenio Montoya, retratista. Nacido en Antioquia. Ingresó a la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo como profesor a Constancio Franco. En 1878 pintó, junto con Julián Rubiano, los rostros de los retratos de los próceres de la independencia, colección que actualmente se encuentra en el Museo Nacional y está señalada con los números 220-237. Tomado de Catálogo del Museo Nacional, Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1960. También en, http://www.lablaa.org/blaavirtual/todaslasartes/diccioart/diccioart16e.htm.

13 El Maestro de Escuela fue el periódico oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano de Cundinamarca. Se publicó en Bogotá quincenalmente y se distribuyó a los empleados del ramo. El primer número es del miércoles 28 de febrero de 1862, y fue publicado hasta el 31 de enero de 1880 en la Imprenta de Echeverría Hermanos; desde entonces lo tiró la Imprenta de Gaitán.

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artículos de opinión, así como ordenanzas de reforma de las escuelas públicas y decretos en los que se reglamentaban los contenidos de los estudios en el Estado Soberano de Cundinamarca. En la primera sección también estudiaré el libro Nociones de Moral para el uso de las escuelas primarias, publicado en 1881 y reeditado en 1883, en el que pueden estudiarse las nociones generales de Franco sobre pedagogía.14 En la segunda sección discutiré la noción de virtud ciudadana y el papel asignado a la historia que informó los escritos pedagógicos y la gestión pública de Franco. Aquí haré una lectura de Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la Independencia, de 1880.15 En la tercera parte, que corresponde a la conclusión, aspiro a hacer una contribución general a la definición y comprensión de ese género particular de literatura histórica que proliferó en la Nueva Granada en las décadas de 1870 y 1880, que no fue historia propiamente dicha sino pedagogía histórica o historia patria y cuyo objetivo principal fue inculcar un sentimiento nacional común a todos los neogranadinos. Escritores como Franco buscaron crear, en obras muy similares, un discurso patrio fundamentado en la historia y apto para la formación de los ciudadanos sin distingo de colores políticos. En esta sección comentaré las siguientes obras de Franco: Leyendas Históricas: Boves, Morillo, Latorre, de 1885; su continuación de 1887, Leyendas Históricas: Monteverde-Morales);16 y su Compendio de la Historia de la Revolución de Colombia, publicado en 1881.17

En la labor de Franco como director de Instrucción Pública de Cundinamarca se conjugan su trabajo en la dirección de la escuela pública, su preocupación por el niño como ciudadano del futuro y la historia patria como vehículo pedagógico. En este artículo estudio los textos de carácter histórico y educativo producidos por Franco entre 1876 y 1887, con atención a la relación entre el proceso de formación de ciudadanos para la república y la creación de una historia patria constituida alrededor de la figura del héroe, ciudadano ideal de la república. A pesar de que Franco no figuró en la primera línea de la política, su cargo como director de Instrucción Pública de Cundinamarca le dio poder sobre las escuelas públicas en la jurisdicción del estado soberano y dio curso eficaz a sus ideas de pedagogía histórica.

14 Constancio Franco Vargas, Nociones de Moral para el uso de las escuelas primarias, Bogotá, Imprenta de “La Luz”, 1881; segunda edición corregida y aumentada, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883.

15 Cf., Constancio Franco Vargas, Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la independencia, 1880.

16 Cf., Constancio Franco Vargas, Leyendas Históricas, en dos entregas, 1885 y 1887.17 Cf., Constancio Franco Vargas, Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’, 1881.

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Si bien Franco no fue el único autor de la época que publicó estudios históricos y biografías de héroes, la particularidad de su obra consiste en la manera en que logra relacionar sus ideas sobre la formación de un ciudadano ideal con la historia patria y con el sistema educativo de la época en Cundinamarca. Así, pues, la educación se conjuga con la historia en el proyecto intelectual de Franco. Con obras como las de Franco la historia republicana dejó de ser un discurso inalcanzable para las mayorías. En sus obras, la historia es elaborada como historia vivida por sus protagonistas, los héroes de la Independencia, y sus adversarios, los españoles. De esta manera, la historia patria puede ser recreada y aprehendida por los niños, y solo así ella puede ser eficaz para inculcar el amor a la patria y la disposición a colaborar con el progreso moral y material de la república. Más allá de la antigua historia magistra vitae, las obras de Franco fueron historiae magistrae civium (historias maestras de los ciudadanos), artefactos modernos, republicanos y nacionalistas. El director de Instrucción Pública vio en el pasado al maestro por excelencia en la formación republicana de los neogranadinos, en la era de los ferrocarriles, el telégrafo y las escuelas públicas.

La escuela democrática

La “Edad de Oro”: una nota sobre el proyecto educativo radical

Para entender la labor de Franco dentro de la escuela como institución pública es preciso comentar, en primer lugar, el proyecto educativo radical. La intención de los radicales en materia educativa fue crear en la capital un centro intelectual que, a través de la promoción de la ciencia y de las letras, sirviera a los propósitos de unión nacional, en el marco de un régimen político y administrativo federal. El proyecto respondía a las ansias de progreso, paz y civilización que la generalidad de los neogranadinos consideraba aún pospuestos, luego de la gesta emancipadora. La inestabilidad política y los conflictos armados entre regiones y partidos habían sido la mácula constante en el proceso de consolidación republicana. Los radicales vieron en la escuela la institución por excelencia para difundir los valores republicanos, y en el empeño educativo, la única manera de realizar la república.

El proyecto educativo radical alcanzó su madurez (como proyecto) en la Reforma Educativa de 1870. En ella se planteaba la educación abierta, obligatoria y gratuita, lo que permitiría ampliar la base de individuos o ciudadanos que componían la nación. El carácter de obligatoriedad convirtió a la educación en un deber y reivindicó el papel del Estado en el control de títulos, programas y textos. El proyecto recibió el nombre de la “Edad de

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Oro”, y con él los radicales buscaron hacer de la educación oficial el vehículo de su soberanía federal y de un proyecto político que serviría de vínculo entre los nueve estados soberanos.

Franco, como director de Instrucción Pública de Cundinamarca, hizo parte de este proyecto, y colaboró en él por medio de una explosión de textos y retratos al óleo que debían servir a la difusión de un discurso pedagógico. Según Franco, la escuela era el lugar donde los niños deberían aprender su papel en el seno de la sociedad republicana. En la escuela ninguna figura serviría mejor este propósito que el héroe, fundador de la república y ciudadano ideal. En la galería de los héroes republicanos se reunían los valores morales y sociales adecuados y el sentimiento patriótico que debía hacer parte del patrimonio educativo de los escolares. Para Franco, estos valores debían inculcarse con el estudio de tres áreas fundamentales: las artes y oficios, la historia patria y la moral. Los materiales para este estudio debían ser de dos tipos: las representaciones iconográficas y los textos escolares. Con el concurso de ambos era posible crear en el niño una imagen visual y otra narrada de los héroes y de la historia de la patria. Según Franco…

[…] a los niños hai que despertarles la admiración por lo sublime, haciéndolos amar todo aquello que es digno del aprecio de la historia, a fin de que tributen desde su juventud el debido homenaje a los grandes hechos i a los grandes hombres; pues que este es solo el medio de hacerles tener verdadero culto por las ideas que han de servir más tarde para arreglar su conducta de ciudadanos.18

Para conseguir estos objetivos, Franco propuso como proyecto educativo la escuela democrática. El gobierno es el responsable de fomentar la instrucción pública para dar a conocer los derechos y deberes de los ciudadanos, las aptitudes que garanticen el bien y la correcta dirección de los destinos sociales, y promover estudios desde el campo de la ciencia. La escuela es la institución que instruye a los ciudadanos sobre sus deberes sociales y derechos jurídicos, fundamentales para la construcción de una nación igualitaria, civilizada, homogénea, regida por el orden y la moral. La única forma de gobierno aceptable es la república, y para ella es imprescindible la instrucción pública, pues…

[…] la Republica no puede existir con la ignorancia. El Gobierno representativo exije en cada asociado los conocimientos necesarios para entrar en el libre ejercicio de los derechos que se le conceden. Si el pueblo no conoce sus obligaciones i abusa de las garantías que se le otorgan, claro está que la democracia traerá consigo el desorden i la inmoralidad.19

18 El Maestro de Escuela, año VIII, número 414 (25 de junio de 1880), Bogotá, p. 1653.19 Constancio Franco Vargas, Artículos de Constancio Franco Vargas, tomados de diversos

periódicos, Bogotá, Imprenta de Ignacio Borda, 1873, p. 115.

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Puede aceptarse que Franco suscribió una ideología igualitarista y que concibió su proyecto educativo con propósitos progresistas de inclusión social. Por otra parte, para Franco, la instrucción, más que un derecho, es un deber. El ciudadano no puede permitirse renunciar a ella, pues solo con ella puede seguir el camino de la virtud republicana y contribuir a la justicia y libertad de Nueva Granada, y solo ella lo premune contra los vicios de los malos ciudadanos. Para Franco…

[…] la ignorancia es incompatible con la justicia y la libertad de todas sus amplias y significativas manifestaciones, ya que ella es fuente de los más lamentables y funestos errores, así como del imperio de los más degradantes y vergonzosos vicios y crímenes, y teniendo todo miembro de la sociedad humana el deber moral de contribuir á su bien y al de sus prójimos, es evidente que, aun cuando cada cual tiene libertad de enseñar y de aprender aquello que satisfaga sus aspiraciones, no debe deducirse de ello que le sea permitido prescindir del cultivo de sus facultades, supuesto que los preceptos del Deber lo sujetan a buscar, no solo su perfección y bienestar individuales, sino también la de aquellos en cuya sociedad vive.20

Virtud y moral

Donde mejor se reúnen las ideas generales de Franco sobre la educación es en su manual sobre Nociones de Moral, publicado en 1882. La obra fue concebida en el espíritu del Decreto Orgánico de Educación de 1870, que en sus artículos del 29 al 33 prescribía que la educación no debería comprender únicamente la instrucción en conocimientos sino también el cuidado del cuerpo y el cultivo de la moral. En las palabras preliminares de su libro, Franco afirma:

Después de haber consultado los mejores autores sobre la materia, el presente pequeño libro […] comprende en tesis sencillas y conducentes, los más trascendentales principios de la doctrina del Deber y el Derecho, principios que, enseñados con discernimiento á los niños […] podrán darles un gran fondo de moralidad que les servirá para conducirse en su vida particular y de relación por el sendero de la virtud.21

20 Constancio Franco Vargas, Nociones de Moral para el uso de las escuelas primarias, segunda edición corregida y aumentada, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883, pp. 111-113. La primera edición es de 1882.

21 Cf., Constancio Franco Vargas, Nociones de Moral, p. IV.

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En este libro, Franco retoma el planteamiento de Montesquieu sobre el papel de la ciencia en el ámbito moral y propone algunos principios fundamentales que deben constituir el proyecto educativo. Primero, el proceso moralizador por medio de la instrucción en las ciencias y las artes. Segundo, el papel fundamental del profesor como difusor del conocimiento y como quien rescata a los futuros ciudadanos de la ignorancia. Por último, la convicción de que la instrucción integra al ciudadano al progreso material y moral de la república, pues lo dota de lo necesario para participar en el sistema económico y estimula en él un sentimiento de pertenencia a la nación, lo que lo faculta para la participación política. En este proyecto el Estado tiene un papel primordial, así como el Partido Liberal que lo dirige. Franco resume su función así:

El partido liberal tiene hoi, más que nunca, un deber imprescindible, una misión que cumplir, puesto que está en el poder. ¿Cuál es esta misión? Educar, ilustrar al pueblo. Llamar al menos a los niños a la escuela i enseñar el mayor número de cosas posible. Con esta condición es que él tiene derecho al Gobierno.22

En la jurisdicción del Estado Soberano de Cundinamarca, Franco, en tanto que director de Instrucción Pública, es el abanderado del proyecto educativo, y su responsabilidad es contribuir al progreso material y moral de la patria con la educación de los futuros ciudadanos. El Director define su propio deber cuando anuncia…

[…] tener grande empeño en hacer hombres útiles al aumento i propagación de la riqueza, fuente de la felicidad individual i publica, [i llama a] todos aquellos ciudadanos que, teniendo alguna participación eficaz en la comunión activa de la vida social, deseen en su patriotismo cooperar al bienestar de la patria, propagando la industria que destruye la miseria i el cultivo de las bellas artes que modifica las malas condiciones del espíritu, haciéndolo admirador de lo justo, de lo bello i de lo bueno.23

Por otra parte, en su labor como director de Instrucción Pública, Franco trabajó en la formación de un determinado tipo de ciudadano con recurso a medios particulares. Para él fue imperativo elaborar un discurso unificado sobre la república, y su medio para lograrlo fue la educación histórica en la escuela. El proyecto planteado por Franco fue integral, toda vez que hizo parte de sus propias reflexiones en torno a la política y la moral. Por otra parte, a la vez que el Director de Instrucción Pública ordena y decreta, el escritor redacta

22 Cf., Constancio Franco, Artículos de Constancio Franco Vargas, tomados de diversos periódicos, p. 117.

23 Constancio Franco Vargas, Informe del Director de Instrucción Pública de Cundinamarca para la Secretaría de Instrucción Pública i la Asamblea Legislativa de 1880, Bogotá, Imprenta de Vapor de Echeverría Hermanos, 1880, p. 9.

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los libros de texto prescritos, y de esta forma logra realizar sus proyectos. Así, tanto en sus textos como en sus normas de instrucción pública abordó dos áreas o materias: la moral y la historia patria. En la décima lección de su obra Nociones de Moral, “De la virtud”, Franco entiende que ella es “el objeto y fin de la vida humana [i] tiene que ser una disposición ó costumbre del alma para el ejercicio de las acciones buenas, caritativas y justas”.24 Además, la describe como la ciencia del bien, “porque ella es esencial á la moralidad, toda vez que el bien no se puede practicar sin conocerle. De aquí la importancia de ilustrar á los hombres en los principios morales, á fin de mejorarlos, dado que el vicio depende muy á menudo de la ignorancia”.25 Franco agrega que no es suficiente conocer la diferencia entre lo que es bueno y malo para practicar el bien; es preciso que el individuo lo cumpla y necesariamente quiera el bien. Esta es la base de la moralidad humana.

La virtud proviene, en principio, de la Providencia misma: “[El] Creador de los mundos reparte las cualidades humanas entre todos los seres de la especie, dotando a los hombres de diferente manera a fin de guardar el equilibrio entre ellos”.26 Si bien es Dios quien distribuye las cualidades de partida, los individuos no están limitados a ellas. A partir de las condiciones providenciales es posible aumentar las virtudes propias y ajenas por medio de la educación. Franco lo expresa así:

Ayúdate que yo te ayudaré. Hé aquí una máxima que explica nuestro pensamiento. “Yo te he dado la inteligencia –dice la naturaleza al hombre–, ahora tú préstala, impúlsala, fecúndala, y sin contrariar mis leyes, toma el camino que te está señalado, así avanzarás en vez de retroceder y llegarás á la cima que te está reservada”.27

La Providencia dota tanto a héroes como a ciudadanos comunes de virtud, y si bien no la reparte en cantidades iguales, a todos les corresponde refinarla y aumentarla a través de la educación. Solo así podrán unos y otros cultivar el bien y acostumbrarse al camino virtuoso. Esta característica les permitirá prestar servicios a la república, unos mayores, otros menores. Por otra parte, la enseñanza de la virtud pone fin a la ignorancia y a los vicios y excesos que provienen de ella. Además, cuando ella se transforma en un deber y un hábito, se elimina la posibilidad de volver al mal camino.

24 Cf., Constancio Franco Vargas, Nociones de Moral, p. 25.25 Cf., p. 56. 26 Cf., Constancio Franco Vargas, Rasgos biográficos de próceres y mártires, pp. 119-120. 27 Cf., Constancio Franco Vargas, Los próceres ó el 20 de Julio de 1810, p. 6.

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Porque formándose por la ejecución constante del Deber eso que se llama sentimiento íntimo, adquiere un estado de conciencia moral que lo impulsa hacia las acciones buenas y generosas, á la vez que lo aleja de obrar el mal, separándolo de la intención de cometerlo.28

Además, el cultivo de la virtud debe tomarse por costumbre para poner fin a los excesos y a la tiranía de los deseos corporales, así como a los arranques malévolos de las pasiones y las tentaciones ilegítimas.29 La relación entre la virtud del héroe y su educación será un aspecto fundamental de Rasgos biográficos. Se trate de patriotas criollos que hicieron su grand tour por Europa o de lanceros llaneros, el autor enfatizará en los conocimientos adquiridos por los héroes de la república. La guerra de independencia fue un gran momento de aprendizaje de la virtud y la civilización, y Franco lo ilustra en Rasgos biográficos con la vida del coronel Leonardo “el Negro” Infante.30 De él dice Franco que fue hijo de una familia pobre, pero que desde su infancia tributó amor a la libertad y odio a la opresión. Lo describe como un ser criado en la llanura y de buena complexión, y agrega:

No tuvo nunca escuela; así que, la civilización jamás penetró en su espíritu; pero al salir de la vida nómada que llevara en su infancia para entrar en otro mundo mejor constituido, su ánimo abandonó la cerril corteza que lo cubría, i admirando los grandes hechos, tributó culto a los grandes hombres.31

Si bien Franco presenta la escuela y la educación formal como el camino fundamental hacia la civilización, reconoce que existen otros. Destaca la importancia de las guerras de independencia como civilizatorias, en tanto que abrieron el camino al verdadero progreso moral y material de la nación. Sus obras pedagógicas recogen héroes de diferente extracción y carácter, y en todos ellos Franco rescata los esfuerzos que, tarde o temprano, ellos hicieron para educarse, civilizarse y refinar sus principios republicanos.

28 Constancio Franco Vargas, Artículos tomados del “Rejistro del Estado”, Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1877, pp. 25-27.

29 Cf., Constancio Franco Vargas, Artículos tomados del “Rejistro del Estado”, p. 28. 30 Cf., Constancio Franco Vargas, Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la independencia,

p. 282.31 Cf., p. 283.

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El papel de la historia patria en la educación de la virtud republicana

La historia patria se consolidó como la herramienta que permitió la formación del ciudadano, en la medida en que exaltó el sentimiento patrio y mostró los arquetipos ejemplares. Ella fue, pues, uno de los pilares fundamentales para la educación y la formación del ciudadano en la virtud republicana. En procura de un discurso oficial unificado sobre los acontecimientos de la historia republicana, a partir de la segunda edición de la obra de José Manuel Restrepo,32 Franco escribió un Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’ para el uso de las escuelas oficiales, que fue parcialmente publicado por entregas en El Maestro de Escuela.33 La totalidad del libro fue impresa en enero de 1881 como Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’.34

El programa de historia patria propuesto por Franco para las escuelas de niños fue publicado en El Maestro de Escuela como la circular número 20 de la Dirección de Instrucción Pública de Cundinamarca.35 Esta circular ordenaba que en la Sección Elemental se impartieran nociones o primeras aproximaciones al proceso de Conquista y Colonización; en la Sección Media, conocimientos sobre los principales descubridores y colonizadores; y para la Sección Superior se prescribía la “repetición de lo enseñado en las primeras secciones; conocimientos jenerales sobre el Gobierno de las Colonias de América hasta la época en que se proclamó la República; e ideas sobre la revolución de la independencia i sus

32 José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, Besanzón, 1858, cuatro volúmenes. La primera edición, parcial, fue publicada en París en 1827.

33 Constancio Franco Vargas, “Compendio de la Historia de la Revolución de Colombia para el uso de las escuelas oficiales”, primeros dos capítulos en El Maestro de Escuela, año VIII, número 429 (12 de octubre de 1880), Bogotá, pp. 1713; capítulo 3, en año VII, número 430 (16 de octubre de 1880), pp. 1717; capítulo 4, en año VII, número 431 (23 de octubre de 1880), pp. 1721-1723; capítulo 5, en año VIII, número 436 (21 de diciembre de 1880), pp. 1766-1770; capítulo 6, en año VIII, número 437 (24 de diciembre de 1880), pp. 1774-1775; capítulo 7, en año VIII, número 440 (7 de enero de 1881), pp. 1785-1787; capítulo 7 (continuación), en año VIII, número 441 (12 de enero de 1881), pp. 1789-1791; capítulo 8, en año VIII, número 442 (15 de enero de 1881), pp. 1793-1794; capítulo 9, en año VIII, número 443 (21 de enero de 1881), pp. 1797-1799; capítulo 10, en año VIII, número 444 (28 de enero de 1881), pp. 1801-1803. En el número 444 del periódico la Dirección de Instrucción Pública publicó el siguiente aviso, con fecha 31 de enero de 1881: “Publicándose en libro el compendio de Historia de la Revolución de Colombia, que ha estado saliendo a la luz en este periódico, se suspende su publicación en El maestro de Escuela, i se avisa que está abierta la suscripción a dicha obra en la Dirección de la Instrucción Pública, a razón de $1-60 el ejemplar. C.F.V.”.

34 Cf., Constancio Franco Vargas, Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’, 1881.35 Dirección de Instrucción Pública de Cundinamarca, circular número 20, El Maestro de Escuela,

año VIII, número 437 (24 de diciembre de 1880), p. 1770.

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grandes hombres”. La enseñanza de la historia patria se concebía, pues, en orden cronológico a partir de la Conquista, considerada como el origen de la civilización en el país.

El programa de historia en las Escuelas Normales de Institutores del Estado de Cundinamarca, también prescrito por la oficina de Franco, se planteaba en cuatro cursos: el primero tenía como tema la conquista; el segundo, la colonia; el tercero, la independencia (1810 a 1819), y el último, la república (1820 a 1830). Los currículos de cada uno de los cuatro cursos debían contar con textos escritos ex profeso. La tendencia estadounidense a dictar clases de manera oral, sin el uso de textos o manuales, había influenciado la educación neogranadina hasta la década de 1880. Ante esta situación, Franco argumentó en El Maestro de Escuela que con este método los alumnos y alumnas se preocupaban más por tomar apuntes que por prestar atención al contenido del conocimiento. De manera que propuso para las materias que incluían algún tipo de conocimiento matemático, así como de la historia, el uso de textos y manuales escolares. La propuesta generó disputas, que se resolvieron en favor de Franco, cuando se dispuso un cambio en el método de enseñanza por medio de la circular número 13 de julio 9 de 1880, con vigencia para todas las escuelas públicas de Cundinamarca.36

Con el fin de proveer a su propio proyecto educativo de los textos necesarios, Franco escribió manuales históricos en los que sustentó sus ideas sobre el ciudadano, el progreso y la moral. Paso a discutir estas obras, con el fin de documentar y comentar su contribución a la formación de los jóvenes ciudadanos neogranadinos, según el plan formulado por Constancio Franco en El Maestro de Escuela, cuando se desempeñaba como director de Instrucción Pública de Cundinamarca.

Virtud para la república: las biografías nacionales de Franco

En las últimas tres décadas del siglo XIX se incrementó en Colombia la producción de biografías sobre personajes de la historia patria y se consolidó el género de la biografía nacional. Con él se contribuyó a la construcción de una historia patria coherente que, según Julio Arias Vanegas, sirviera para “generar formas de identificación, simultaneidad y homogeneidad en una misma temporalidad”,

36 El Maestro de Escuela, año VIII, número 416 (9 de julio de 1880), Bogotá, pp. 1662. Las discusiones sobre el tema en El Maestro de Escuela son obra de Franco. En estos años y los siguientes Franco participó en debates públicos sobre la enseñanza de la historia; ver al respecto: cf., Miguel Aguilera, La enseñanza de la historia en Colombia, 1951, pp. 18-33.

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todo ello indispensable en el diseño de un discurso nacional.37 Jorge Orlando Melo plantea en “La literatura histórica de la República”38 que en la segunda mitad del siglo XIX se dio un florecimiento de la escritura biográfica, pues fue un momento apto para la apología de la Independencia, en el que se consolidó la concepción de una historia basada en héroes y sucesos épicos. Entre los cultivadores de este género se destacan Mariano Ospina Rodríguez, Carlos Martínez Silva, José María Baraya, Leonidas Scarpetta y Constancio Franco Vargas.39

Según Julio Arias Vanegas, el reto de la biografía nacional fue lograr que los ciudadanos se sintieran identificados con los personajes de la historia, y hacer de ellos modelos de virtud. Esta identificación generalizada con los mismos personajes contribuye a crear una identidad republicana homogénea.40 Germán Colmenares ha mostrado en Las convenciones contra la cultura cómo las historias fundacionales latinoamericanas fueron escritas con especial énfasis en los héroes de la independencia como pilares de la república. Colmenares plantea que los héroes “servían para construir un epos patriótico en torno a los actores que desarrollaban una acción ejemplar [...] El héroe conciliaba su propio destino con el destino del ser colectivo o, de lo contrario, entraba en contradicción con su propia sociedad”.41 Colmenares agrega que fue frecuente verter estas representaciones de los héroes en forma narrativa, y que para ello la historia y la biografía fueron los géneros más idóneos.42

37 Julio Arias Vanegas, Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano – Orden nacional, racialismo y taxonomías poblacionales, Bogotá, Universidad de los Andes, 2005, p. 5.

38 Jorge Orlando Melo, “La literatura histórica de la República”, en Manual de Literatura Colombiana, Bogotá, 1988; publicado también, junto con otros artículos historiográficos, en Historiografía colombiana. Realidades y perspectivas, Medellín, 1996. Puede consultarse en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/grafia/indice.htm.

39 Cabe mencionar de Mariano Ospina Rodríguez, Don Félix Restrepo y su época (Medellín, 1888); el ensayo de Pedro María Ibáñez sobre Gonzalo Jiménez de Quesada (Bogotá, 1892); el escrito de Carlos Martínez Silva sobre José Fernández Madrid; las Biografías Militares o Historia Militar del País en Medio Siglo de José María Baraya (Bogotá, 1874); y La vida de Rufino Cuervo y noticias de su época por Ángel y Rufino J. Cuervo (Bogotá, 1897).

40 Cf., Julio Arias Vanegas, Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano, p. 5.41 Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura – Ensayos sobre la historiografía

hispanoamericana del siglo XIX, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987, p. 59.42 No solo la historia sirvió a este propósito, ni todas las representaciones de los héroes republicanos

fueron narrativas. Viene a la mente el Canto a Junín del poeta ecuatoriano Joaquín Olmedo (Londres, Ackerman, 1824).

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La biografía fue el género en el que se logró plasmar la vida de los héroes de la manera más accesible y popular. Para el caso de Brasil, José Murilo de Carvalho plantea en La formación de las almas cómo a través de la figura del héroe se logra reunir a los brasileños de todas las clases y razas, a despecho de las diferencias ostensibles en el seno de la república. Según él, los problemas raciales y económicos se ven pospuestos en el imaginario colectivo cuando Tiradentes43 es impulsado como un símbolo nacional:

Todos podían identificarse en la figura de Tiradentes: él realizaba la unidad mística de los ciudadanos, el sentimiento de participación, de unión en torno de un ideal, ya fuese la libertad, la independencia o la república. Era el tótem único. No era el antagonista de nadie, no dividía a las personas ni a las clases sociales, no dividía el país, no separaba el presente del pasado ni del futuro. Al contrario, ligaba a la república con la independencia y la proyectaba hacia el ideal de la creencia de libertad futura.44

La biografía nacional también le sirvió a Franco –así como a otros autores de obras similares, tales como Leonidas Scarpetta y Saturnino Vergara– como recurso para configurar un pasado común y establecer un vínculo entre las guerras de independencia y las sucesivas edades de la república. Las virtudes de los héroes no tenían tiempo, no caducaban y no eran susceptibles de ser reemplazadas en la educación de los ciudadanos. Para Franco son los…

[…] próceres todos de la magna guerra de nuestra emancipación política, vuestros altos ejemplos [que] servirán de guía de los republicanos, hijos de la patria que fundasteis, si alguna vez la ambición estranjera surcando el océano, quisiera venir a hollar los derechos que conquistásteis con vuestra sangre, i que han sido benéficos á la vida social i política de los pueblos.45

En sus libros Rasgos biográficos y Leyendas Históricas Franco compendió las biografías de trece granadinos, trece venezolanos, y, por sobre todos ellos, la de Simón Bolívar.46 El autor comienza sus biografías con una descripción de los rasgos físicos de los biografiados (presumiblemente tomada

43 Joaquín José da Silva Xavier, 1746-1792, apodado Tiradentes debido a su oficio de dentista; líder principal de la Inconfidência Mineira, movimiento precoz y abortivo de la independencia brasileña.

44 José Murilo de Carvalho, La formación de las almas. El imaginario de la República en el Brasil, traducción de Ada Solari, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997, p.104. La primera edición es de 1995.

45 Cf., Artículos de Constancio Franco tomados de diversos periódicos, 1873, p. 66.46 En contraste, obras como la de Leonidas Scarpetta y Saturnino Vergara, Diccionario biográfico

de los campeones de la libertad de Nueva Granada, Venezuela, Ecuador i Perú, incluyen un mayor número de entradas, pero cada una de ellas contiene menos información, en su mayor parte referencias a su participación militar en la independencia, sin mencionar su vida cívica ni desarrollar el tema de sus virtudes ciudadanas.

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de la iconografía disponible sobre cada uno de ellos), dedica especial atención a su educación y período formativo, discute su posición social y luego se dedica al inventario cronológico de sus hechos heroicos y al comentario de sus virtudes. La publicación de Rasgos biográficos contó con el apoyo del entonces presidente Julián Trujillo, manifiesto en su firma de la patente de privilegio (por otra parte, un documento común en los libros de la época). Trujillo fue más explícito en el documento análogo que firmó en 1878 para avalar la publicación del Diccionario biográfico de los campeones de la libertad de Nueva Granada, Venezuela, Ecuador i Perú de Scarpetta y Vergara. Allí el presidente caucano expresó su deseo de dar impulso a trabajos de esa índole, en los que se describían las hazañas heroicas en la construcción de la república.

En primera instancia Franco dispone a sus personajes de acuerdo con su grado militar, y luego los relaciona de acuerdo con categorías como padre, estadista, poeta o sabio, entre otras. De esta manera establece que existen diversos caminos para prestar servicios heroicos a la república. Al postular diferentes tipos de héroes, Franco concibe y promueve diversos tipos ideales de ciudadano republicano. Es probable que con esta pluralidad Franco también buscara enriquecer el panteón nacional y multiplicar los cultos republicanos. Más aún, esta constelación de tipos heroicos tiene un efecto práctico: a mayor número de modelos para imitar, más eficaz será esta pedagogía cívica, pues ciudadanos de distintas profesiones, razas, diverso nivel educativo e incluso procedencia regional podrán sentirse más cercanos a determinado tipo de héroe y más dispuestos a asumirlo como modelo.

El escenario en el que se forjaron los héroes verdaderamente dignos de imitar fue la gesta de la Independencia. Por haber sido ella un acontecimiento político y militar, la mayor parte de sus 27 modelos provienen de esas profesiones. De entrada, y para no contradecir una de las virtudes que promovió en su obra Nociones de Moral, Franco considera necesario justificar la Independencia como una decisión tomada en aras de la buena política y del amor a la patria, y no como un acto de simple rebeldía contra la madre patria. Según Franco, España había introducido a la América Meridional en la civilización. A pesar del papel fundamental que le reconoce a España en el camino del progreso neogranadino, en tiempos de la independencia ella había perdido el rumbo del gobierno justo y virtuoso. Franco sostiene que los crímenes cometidos por España fueron contra la conciencia del mundo civilizado: “La España no podrá justificar jamás, ni ante la moral, ni ante la civilización, ni ante el augusto tribunal de la historia, los horribles crímenes

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que sus tenientes cometieron en América”.47 Por tanto, es preciso que América encuentre nuevas formas de gobierno que reabran los buenos caminos de la historia y la moral para sus ciudadanos.

Para Franco la república es el mejor sistema de gobierno, y el prócer, su primer y mejor ciudadano. El pueblo debe imitarlo y reconocer sus triunfos. Franco establece una relación directa entre la epopeya republicana, las glorias del héroe y la sociedad: “Cada sociedad tiene sus epopeyas i estos hechos sublimes que marcan el carácter de los pueblos son precisamente lo que constituye la elevación de los hombres i la glorias de las nacionalidades”.48 Los triunfos del héroe no deben ser reconocidos como de carácter individual, sino que expresan la gloria de la sociedad nacional. Desde su perspectiva de liberal moderado, Franco –hombre adaptado a la transición entre el Olimpo Radical y el régimen anunciado por la Presidencia de Trujillo– fue un creador de tipos heroicos que podían ser apropiados por la sociedad de la manera más amplia posible: más allá de los partidos, ciertamente, y puestos al alcance de todos por medio de una prosa pedagógica. Rasgos biográficos se abre con los héroes de finales del siglo XVIII. Para Franco la Revolución Comunera y, en general, las revoluciones de finales de este siglo son los antecedentes de la Independencia, y, por tanto, los acontecimientos y sus protagonistas deben ser incluidos y tributados dentro de la historia patria. Tras ellos siguen los próceres del 20 de Julio y, por último, los de las guerras de independencia.

En el compendio de biografías Los próceres ó el 20 de Julio de 1810, las semblanzas de José Miguel Pey, Juan José Padilla Bernal, José Acevedo y Gómez, y José María Moledo ilustran el planteamiento de Franco sobre el papel del prócer y su relación con la Independencia. Su José Miguel Pey argumenta que es necesario morir en defensa de los derechos naturales dados por Dios al hombre, y que por esto se declara al servicio de la revolución, para realizar cualquier tipo de sacrificio, justo como los antiguos espartanos.49 Padilla reitera la relación entre religión e independencia, y comenta que es una obligación moral de las inteligencias trabajar sin descanso por la fundación de la patria, sin importar los obstáculos que haya que superar.50 Acevedo habla del momento en el que los neogranadinos serán libres, a partir del cual seguirán la igualdad civil, “que hace

47 Cf., Constancio Franco Vargas, Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la independencia, p. 68.

48 Cf., Constancio Franco Vargas, Los próceres ó el 20 de Julio de 1810, 1887, p. 43. 49 Cf., p. 43. 50 Cf., p. 44.

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la felicidad humana, y que consiste en abrir á todas las aptitudes la misma vía franca y expedita hacia el progreso, en dar políticamente voto a todos, y á todos los votos el mismo peso; y en conceder religiosamente á todas las conciencias el mismo derecho”.51 Moledo insiste en que cualquier sacrificio debe ser hecho en aras del porvenir del pueblo, para echar los primeros cimientos de la república.52 Así, pues, la guerra de independencia es fundamental para que la Nueva Granada pueda avanzar en su camino hacia la civilización y el progreso. Una vez ella fue independiente, pudo establecer la vía política más adecuada, la república. Como forma ideal de gobierno, ella permitiría el progreso material y moral de la nación.

En Franco existía un afán por tomar a Europa como el referente de la civilización y el progreso.53 De allí que constantemente realice comparaciones entre los próceres nacionales y los grandes héroes de la historia europea. Franco quiere otorgarles a aquellos un lugar dentro de la historia universal, para situar a la patria dentro del mundo occidental y civilizado. Puesto que la civilización y el progreso son los mayores objetivos de la nueva república, es necesario que los próceres estén dispuestos a sacrificar su vida por construirla. Este sacrificio vital está en consonancia con el derecho natural del hombre, que es el vivir en libertad o buscarla cuando no se la tiene. Y fueron los próceres de la independencia quienes hicieron justamente esto, según Franco. La historia se convierte en el paradigma del deber ser del ciudadano, lo que traerá el progreso y la civilización a la república. Así, pues, las obras históricas de Franco no son otra cosa que manuales de comportamiento público. En otras palabras, libertad de los antiguos predicada al pueblo en tiempos en que las elites reivindican para sí la libertad de los modernos.

En Rasgos biográficos Franco se sirvió de los héroes de la historia republicana para elaborar y difundir un sentimiento patrio a partir de un pasado común glorificado. El conjunto nacional tras la independencia estaba compuesto de una sociedad estratificada y dividida como consecuencia de su herencia colonial. El mayor reto de los dirigentes republicanos fue construir una sociedad nacional coherente, y para comunicarla a todos era necesario un acuerdo básico. Ese acuerdo no fue otra cosa que un sentimiento patriótico común, y su forma más accesible, el relato biográfico de figuras heroicas.

51 Cf., p. 66. 52 Cf., p. 96. 53 Tema estudiado para el siglo XIX colombiano por Frédéric Martínez en El nacionalismo

cosmopolita – La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900, Banco de la República-Instituto Francés de Estudios Andinos, Bogotá, 2001.

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La figura del héroe fue el vehículo más eficaz para que los niños, y también muchos adultos, se hicieran a imágenes comunes extraídas de una historia que se presentaba también como común. Este procedimiento era moderno y republicano, y conformó lo que bien puede llamarse –por contraste y adición a la noción antigua– una historia magistra civitatis civiumque (historia, maestra de la ciudadanía y de los ciudadanos).

También a la manera de la Antigüedad, Franco insiste en poner al servicio de su pedagogía la baza mayor del discurso histórico: su realidad. Insiste en el carácter legítimamente histórico de sus bocetos biográficos, y reclama haber utilizado fuentes fidedignas para construirlos. Entre los autores que cita se cuentan José Manuel Restrepo y José Manuel Groot.54 Dice haberse valido de cartas, documentos auténticos, obras de historiadores reconocidos y periódicos oficiales.55 A veces remite al lector a sus fuentes:

El que quiera saber hasta dónde este ciudadano [Santander] cooperó a la independencia i después al planteamiento de las instituciones libres, á cuya influencia el país ha progresado tan prodijiosamente, lea sus ‘Apuntamientos para las Memorias de Colombia i Nueva Granada,’ i los periódicos oficiales de 1821 a 1838.56

El uso de fuentes y el interés por la historia nos remite a la discusión de si Franco es un historiador. En este punto es preciso decir que él no se consideró a sí mismo como tal y que tampoco fue leído así por sus contemporáneos. Más bien, Franco comprendió su trabajo como un servicio a la historia, y en ocasiones se refirió a sus textos en esos términos:

En posesión de un gran acopio de documentos, impresos e inéditos, emprendí mi tarea, desconfiando de mis fuerzas intelectuales en atención a la magnitud del asunto, pero impulsado por la convicción de que, al relatar, aun cuando fuera a grandes rasgos, la vida militar i política de los mas preclaros de nuestros patricios, prestaba un servicio á la historia.57

54 Cf., José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la república de Colombia, cuatro volúmenes; José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada. Escrita sobre documentos auténticos, Bogotá, primer volumen en la Imprenta de Foción Mantilla, segundo y tercer volúmenes en la Imprenta y Estereotipia de Medardo Rivas, 1869-1871.

55 “Policarpa quiso ir a los Llanos, según aparece de documentos fidedignos, a servir en las filas del Padre Mariño”, en: cf., Constancio Franco, Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la independencia, p. 155.

56 Cf., p. 76.57 Cf., p. 56.

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En suma, los textos acá referidos no son propiamente historiográficos, y es pertinente incluirlos en lo que Germán Carrera Damas ha llamado historias patrias (ver la nota 2). Por su parte, otra obra de Franco, las Leyendas Históricas, persigue varios objetivos. De un lado, justificar la guerra de independencia; de otro, mostrar que los oficiales patriotas fueron grandes combatientes, además, por supuesto, de poseedores de las mayores virtudes republicanas. Su novedad radica en la movilización de los vicios como herramienta pedagógica. En las Leyendas, los capitanes españoles sirven de contraste a los héroes republicanos. En sus páginas, Franco reúne para sus jóvenes lectores las atrocidades cometidas por España en la guerra de independencia, que, además de vicios de los realistas, presenta como fatalidades de la historia. Ante unas y otros, la independencia, más que una necesidad política, fue un imperativo moral.58 Sobre los enemigos, escribe Franco:

Ya que hemos hecho los Rasgos biográficos de muchos de los más nobles y levantados caracteres de aquella magnífica generación de héroes y pensadores que consagraron su vida entera á la Independencia de la América meridional, nos imponemos ahora la tarea de enseñar á la juventud estudiosa los más célebres capitanes, que, opuestos en sentimientos y en ideas á nuestros próceres y mártires, lucharon con mano fuerte en favor de la tiranía. ¡Forzoso es conocer la cantidad de heroísmo, de esfuerzos y de constancia, empleados por los realistas para conservar un despotismo de tres siglos, á fin de poder apreciar debidamente la tarea de los libertadores que fundaron la Patria libre, haciendo sacrificios dignos de la historia y de la inmortalidad!59

De esta obra pedagógica puede decirse que contribuye a la construcción de lo propio a partir de la construcción discursiva del otro. Arias Vanegas comenta al respecto:

La nación resultaba fundada así en una tensión entre lo propio y lo ajeno. Lo nuestro, como individualidad diferenciable que emerge de la crítica y la distancia frente al otro, tenía como origen el otro español. Esta tensión se creía superada con la idea de que lo español era un pasado que nos nutre, pero al fin al cabo un pasado, a partir del cual nacía el carácter único nacional.60

Franco muestra a los capitanes españoles José Tomás Boves, Pablo Morillo y Miguel de Latorre y Pando, entre otros, como adversarios dignos de los héroes patriotas, a pesar de que defienden la tiranía. Boves fue un caudillo que sirvió a la causa realista con un heroísmo que parece demente, además de haber sido

58 Cf., Constancio Franco Vargas, Leyendas Históricas: Boves, Morillo, Latorre, p. 5.59 Cf., p. 3. 60 Cf., Julio Arias Vanegas, Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano, p. 13.

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pertinaz, astuto y osado.61 Es claro, sin embargo, que Franco no equipara héroes y villanos, sino que utiliza a los segundos para hacer efectiva su elaboración de los primeros. En las Leyendas no se eleva a los capitanes españoles a la categoría de virtuosos. Por el contrario, Franco comenta los trucos y cizañas que emplearon en la guerra y se vale de ellos para ilustrar los peligros que ofrecen los caminos del vicio y las fatalidades. Con sus Leyendas Históricas Franco completa su colección de manuales de comportamiento y su lista de útiles para la pedagogía de los valores republicanos. El rasgo común a esas obras es el recurso al pasado y su disposición al alcance de todos en la escuela.

Conclusiones

Las biografías de los héroes de la Independencia fueron el componente principal de las lecciones de historia patria que Franco promovió desde la Dirección de Instrucción Pública de Cundinamarca entre 1880 y 1881. Desde ese cargo, Franco logró difundir y poner en práctica sus ideas sobre la formación del ciudadano. El ejercicio de un cargo administrativo pertinente, de ejercer un poder efectivo, lo diferencia de otros autores que contribuyeron a la difusión de la historia patria en la pedagogía republicana. Sus obras contaron con medios oficiales de difusión inmediata y eficaz. La escuela fue el lugar social principal al que Franco destinó sus obras, mas no fue el único en que ellas tuvieron incidencia. Sus colecciones de biografías y novelas también circularon en el mundo de los lectores adultos, y sus piezas dramáticas fueron representadas con éxito en Bogotá.

Franco movilizó una forma de la escritura histórica simplificada, purificada de complejidades y purgada de toda referencia a la existencia de facciones republicanas. Este tipo de obras fue destinado para la pedagogía republicana, y su objetivo inmediato fue contribuir a la construcción de un sentimiento y unas ideas compartidas entre extraños; es decir, entre connacionales. El trabajo de Franco, en este sentido, tanto por medio de sus obras escritas como de su gestión pública, puede verse como una contribución temprana a la construcción de una historia patria oficial. En este propósito, Franco pudo beneficiarse del legado de los historiadores republicanos que lo precedieron. Su obra, por otra parte, proveyó materiales útiles y efectivos para la consolidación posterior de la historia patria oficial, en trabajos como el mencionado Compendio de la Historia de Colombia de Henao y Arrubla.

61 Cf., Constancio Franco Vargas, Leyendas Históricas: Boves, Morillo, Latorre. p. 5.

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Franco recurrió, antes que a narraciones de series de eventos, a las biografías de héroes. Juzgó que éste sería el vehículo más efectivo para la difusión de ideas y sentimientos republicanos, y el que sería comprendido con mayor facilidad y eficacia por los niños en la escuela republicana. Diseñó no uno, sino varios tipos ideales de héroes neogranadinos, con lo que probablemente aspiró a aumentar la recepción de sus enseñanzas en una audiencia diversa. Así contribuyó a crear un panteón civil para la república y un abanico de cultos posibles. En Rasgos biográficos, al lado del héroe militar, figuran el héroe sacerdote, la mujer, el científico y el literato. Todos ellos se desempeñaron en tiempos de la revolución y guerra de independencia, única época que Franco consideró digna de proveer las más puras enseñanzas republicanas. Para marcar un contraste y hacer más claras sus enseñanzas, Franco, en Leyendas Históricas, se preocupó por caracterizar los antivalores republicanos. Para ello describió a los opositores realistas de sus héroes patriotas. Los capitanes y generales españoles completan su lección. Su presentación tanto del camino correcto como del que lleva al vicio conforma en la obra de Franco un manual de comportamiento público para los ciudadanos de su época, diseñado para ser asimilado desde la infancia.

Franco –heredero de una tradición historiográfica republicana y hombre de inclinaciones liberales– requirió de la historia uno de sus servicios más antiguos y vio en ella, más que una maestra genérica de la vida, la mejor maestra de los ciudadanos. Más allá de la antigua, medieval y renacentista historia magistra vitae, cabe constatar en la Colombia del último cuarto del siglo XIX el cultivo de una historia magistra civium (maestra de ciudadanos). Por último, Constancio Franco Vargas dedicó un esfuerzo sistemático, tanto intelectual como práctico, a la construcción de una pedagogía republicana socialmente incluyente y destinada a todos los ciudadanos. Fue suya la profunda convicción de que la educación no es únicamente un derecho, sino también un deber de quienes viven en la república.

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bibliograFía

Obras de Constancio Franco utilizadas en este artículo

• Artículos de Constancio Franco Vargas, tomados de diversos periódicos, Bogotá, Imprenta de Ignacio Borda. 1873, p. 115.

• Colaboraciones en el periódico Rejistro del Estado, Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1877.

• Colaborador y director entre 1880 y 1881 de El Maestro de Escuela, periódico oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano de Cundinamarca; se publicó en Bogotá quincenalmente y se distribuyó a los empleados del ramo; el primer número es del miércoles 28 de febrero de 1862 y fue publicado hasta el 31 de enero de 1880 en la Imprenta de Echeverría Hermanos; desde entonces lo tiró la Imprenta de Gaitán.

• Rasgos biográficos de los próceres y mártires de la Independencia, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1880.

• Informe del Director de Instrucción Pública de Cundinamarca para la Secretaria de Instrucción Pública i la Asamblea Legislativa de 1880, Bogotá, Imprenta de Vapor de Echeverría Hermanos, 1880.

• Compendio de la ‘Historia de la Revolución de Colombia’, inicialmente por entregas en el periódico El Maestro de Escuela, edición definitiva en Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1881.

• Nociones de Moral para el uso de las escuelas primarias, Bogotá, Imprenta de “La Luz”, 1881; segunda edición corregida y aumentada, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883.

• Leyendas Históricas: Boves, Morillo, Latorre, primera entrega, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1885.

• Leyendas Históricas. Continuación Monteverde-Morales, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1887.

• Los próceres ó el 20 de Julio de 1810 – Tragedia histórica en cuatro actos, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1887.

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Obras de referencia histórica

• Miguel Aguilera, La Enseñanza de la Historia en Colombia, número 26 de la serie Memorias sobre la Enseñanza de la Historia, México D.F., Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comisión de Historia, 1951.

• Julio Arias Vanegas, Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano – Orden nacional, racialismo y taxonomías poblacionales, Bogotá, Universidad de los Andes, 2005.

• José Joaquín Borda, Historia de Colombia contada a los niños, Bogotá, Imprenta del Mosaico, 1872, 160 páginas.

• Germán Carrera Damas, “Para una caracterización de la historiografía venezolana actual”, introducción a Historia de la historiografía venezolana. Textos para su estudio, tres volúmenes, Caracas, 1996.

• Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura, Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987.

• José Antonio de Plaza, Compendio de la Historia de Nueva Granada desde su Descubrimiento hasta el 17 de Noviembre de 1831 para el Uso de los Colegios y Universidades de la República, Bogotá, Imprenta del Neogranadino, por León Echavarría, 1850, 136 páginas.

• Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Compendio de la Historia de Colombia, Bogotá, Imprenta Eléctrica, 1911.

• Frédéric Martínez, El nacionalismo cosmopolita – La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900, Banco de la República-Instituto Francés de Estudios Andinos, Bogotá, 2001.

• Sergio Mejía, “¿Qué hacer con las historias latinoamericanas del siglo XIX?”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, número 34 (2007), Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, pp. 425-458.

• Jorge Orlando Melo, “La literatura histórica de la República”, en Manual de Literatura Colombiana, Bogotá, 1988; publicado también, junto con otros artículos historiográficos, en Historiografía colombiana. Realidades y perspectivas, Medellín, 1996.

• José Murilo de Carvalho, La formación de las almas – El imaginario de la República en el Brasil, traducción de Ada Solari, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997; primera edición, São Paulo, Companhía das Letras, 1995.

• José María Quijano Otero, Compendio de la Historia Patria, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas 1874, 447 páginas.

• José María Quijano Wallis, Memorias autobiográficas histórico-políticas y de carácter social, segunda edición facsimilar, Bogotá, Editorial Incunables, 1983,

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p. 345 (la primera edición fue publicada en la ciudad italiana de Grottaferrata, Tipografía Italo-orientale, 1919).

• Ernesto Restrepo Tirado, Catálogo general del Museo de Bogotá – Museo Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional, 1912.

• José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, Besanzón, 1858, cuatro volúmenes. La primera edición, parcial, fue publicada en París en 1827.

• Leonidas Scarpetta y Saturnino Vergara, Diccionario biográfico de los campeones de la libertad de Nueva Granada, Venezuela, Ecuador i Perú, Bogotá, Imprenta de Zalamea, 1879.

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Adriana DíazResumen

En este artículo estudio El Estuche. Conocimientos útiles aplicados á la vida práctica ó sean 8000 recetas y hechos diversos compilados por John Truth, seudónimo de Jerónimo Argáez, compilación de consejos de economía doméstica publicada por entregas entre 1879 y 1908 en Bogotá. La comprendo como parte del anhelo civilizatorio que se vivió en el país en ese momento y demuestro que, a diferencia de otras obras del mismo género, su intención fue divulgar y no prescribir. Esto permite pensar que el ideal de civilización por el que abogó esta obra interpelaba al individuo para que hiciera uso de su razón, como lo planteaba la filosofía ilustrada y moderna. Esta empresa editorial de Jerónimo Argáez hizo parte, desde la literatura de la economía doméstica y el buen vivir, del proyecto modernizador que en Colombia se intensificó con nuevos énfasis en las últimas décadas del siglo XIX.

Palabras clave: literatura de civilidad, civilización, progreso, economía doméstica, vida cotidiana, libertad de los modernos, Jerónimo Argáez, El Estuche (1879-1908).

Presentación

Un mes después de restablecido el orden público en los Estados Unidos de Colombia luego de la guerra civil de 1876-1877,1 el periódico bogotano El Zipa incluyó en su sección de Noticias y Variedades, el primer anuncio de publicación de una obra que recopilaría “8000 recetas y observaciones utilísimas y de fácil aplicación… [y trataría] de cuanto se necesita en los usos diarios de una casa”.2 Dicha obra se tituló El Estuche. Conocimientos útiles aplicados á la vida práctica

1 Con el decreto 470, del 7 de agosto de 1877, el gobierno restableció el orden público, “dado que ya no existía ningún grupo de consideración en armas contra las instituciones liberales”. Ver: Luis Javier Ortiz Mesa, Fusiles y plegarias. Guerra de guerrillas en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2004, p. 185.

2 John Truth, “Noticias y variedades”, El Zipa, año I, número 5 (6 de septiembre de 1877), Bogotá, pp. 52-53. John Truth era el seudónimo de Jerónimo Argáez. En este artículo se respetará la ortografía original de las citas.

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ó sean 8000 recetas y hechos diversos compilados por John Truth, seudónimo de Jerónimo Argáez. El plan inicial era hacer 50 entregas, en forma de folleto, al menos una semanalmente, de 16 páginas en cuarto, a 10 centavos cada una, para un total de 800 páginas que formarían el primer volumen. Posteriormente, el número se redujo a 25 folletos y se pidió a los interesados suscribirse, pues el editor reclamaba conocer el número de suscriptores antes de “lanzarse en una publicación tan costosa”.3

El Estuche recopiló en cinco tomos, publicados entre 1879 y 1908, 6.041 entradas de conocimientos útiles, al final de cada uno de los cuales hay un índice alfabético cuyos números remiten a la entrada, no a la página.4 He trabajado con las primeras ediciones de los tomos primero al cuarto, una fotocopia del tomo quinto, y una recopilación parcial, publicada en 1995, de algunas de las recetas de cocina, que constituyen tan solo uno de los temas de la obra original.5 En 1877, cuando empezó a anunciar El Estuche y a promover su venta,6 Argáez tenía

3 John Truth, “Noticias y variedades”, El Zipa, año I, número 13 (1 de noviembre de 1877), Bogotá, p. 149.

4 Para este trabajo se consultaron los siguientes ejemplares: tomo primero, Bogotá, Imprenta de Enrique Zalamea, 1879; tomo segundo, Bogotá, Imprenta de Enrique Zalamea, 1879; tomo tercero, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1882; tomo cuarto: s.f., s.n., aunque se puede fijar como fecha 1905, pues en el periódico La Caridad del 23 de diciembre de ese año se anuncia la cuarta serie de El Estuche, publicada por la Imprenta de La Luz.; tomo quinto, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1908. El título de la obra afirma que son 8.000 recetas, consejos y asuntos diversos. El tomo quinto llega hasta la entrada 6.401. Esto indicaría que falta al menos un volumen. Son varios los motivos que hacen presumir que éste nunca fue escrito. El más fuerte de todos es quizás el año de publicación del tomo 5, 1908, dos años después de la muerte de Argáez, ocurrida el 13 de julio de 1906 (ver: Gustavo Arboleda, Diccionario biográfico y genealógico del antiguo departamento del Cauca, Bogotá, Horizontes, 1962, p. 25). Otro motivo es la inexistencia de esta obra en la Biblioteca Nacional (BN) y la existencia de solo tres tomos, uno de ellos fotocopiado, en la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA). Al consultar los catálogos en línea de las bibliotecas de varias universidades, solo aparece referenciado en el de la Universidad de Antioquia el tomo 3. Finalmente, el hecho de haber aparecido en un principio como folleto por entregas puede haber ocasionado la pérdida de algunas secciones. Las recetas, fórmulas y conocimientos útiles están distribuidos así: tomo primero, 1 a 1.072; tomo segundo, 1.073 a 2.299; tomo tercero, 2.300 a 3.562; tomo cuarto, 3.563 a 5.462, y tomo quinto, 5.463 a 6.401.

5 Lácydes Moreno Blanco, Sabores del pasado. Recetas y hechos diversos, Bogotá, Panamericana, 1999, 311 páginas; la primera edición es de Editorial Voluntad, 1995.

6 Los anuncios promocionales de El Estuche explicaban a sus clientes bogotanos que podían suscribirse en las agencias de Vargas, García Rico, Honorato Barriga, Jorge Pérez y de El Zipa, así como en el almacén de Primitivo Delgadillo. Para las suscripciones desde fuera de Bogotá debían entenderse con Jerónimo Argáez. Así aparece, por ejemplo, en la sección de Anuncios de El Zipa, año I, número 29 (21 de febrero de 1878) sin número de página, Bogotá. Esta sección está ubicada después de la portada de cada número. En ocasiones constaba de una hoja, en ocasiones de varias, casos en los que estaba numerada. La numeración de las páginas de información distinta a anuncios es continua durante un año.

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36 años, había regresado de Europa luego de estudiar en Inglaterra, y se había casado con María Ferro Baraya.7 No fue El Estuche la única obra de largo aliento a la que dio vida: en 1886 fundó El Telegrama, el primer diario privado exitoso publicado en el país, como quiera que circuló continuamente durante algo más de una década.8 Para explicar el interés que puede tener hoy estudiar El Estuche, quiero detenerme en su introducción, en la que Argáez explicaba a quién iba dirigido y cuál era su propósito:

Es un libro de referencia que constituye una completa librería práctica en los más variados asuntos, pues desde el niño hasta el anciano encontrarán en él algo que les interese. En el curso ordinario de la vida se encuentra uno en dificultades aun para saber la explicación de cosas triviales. A los agricultores, industriales, comerciantes, padres de familia, propietarios, delicadas señoritas, criados, niños, etc. A todos contestará satisfactoriamente este libro.9

Tres elementos llaman la atención en esta presentación de la obra: se la describe como de referencia, práctica y de interés general. Si bien más adelante me detendré en su contenido, vale la pena señalar desde ahora que en medio de los folletines, periódicos, catecismos, manuales y tratados que, entre otros géneros, constituían el panorama literario del momento, El Estuche ofrecía información variada, no circunscrita a un género y, por sobre todo, útil. A partir de él, es posible entrever el ideal de civilización de finales del siglo XIX en Colombia desde el punto de vista de las necesidades de la vida diaria, para las cuales se ofrecen soluciones. El Estuche abogó por un ideal de civilización en el que se interpelaba al individuo para que, como señaló Kant, fuera capaz de valerse libremente de su propio entendimiento, de tal manera que razonara autónomamente, en lugar de limitarse a obedecer reglamentaciones. Kant comprende esta libertad como el uso público de la razón, en el sentido de la

7 Jerónimo Argáez nació en Nóvita (Chocó) el 12 de julio de 1841, como lo consigna Isidoro Laverde en Apuntes sobre bibliografía colombiana, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1882, p. 170. En El Zipa, año I, número 2 (16 agosto de 1877), p. 19, se publicó una carta que recomendaba en buenos términos el proyecto de Argáez de abrir un colegio. Allí se menciona que Argáez era “profesor con certificado del célebre colegio de Bruce Castle, en Inglaterra”. Poco antes de la aparición de El Zipa, Argáez ofrecía en El Relator – Periódico político, literario y noticioso, dirigido por Felipe Pérez, sus servicios como “profesor de matemáticas, inglés, francés, castellano, jeografía e historia.” (10 de julio de 1877). En cuanto a su matrimonio, se encuentra la referencia en el Archivo General de la Nación, Notaría Segunda, volumen 9, folios 406r-409r, donde se protocoliza la ceremonia fechada el 10 de junio de 1870.

8 El primer número de El Telegrama apareció el 13 de octubre de 1886, fue suspendido en el número 3.033 del 6 de agosto de 1897, reapareció el 27 de noviembre de 1903 y su último número (3.091) circuló el 2 de julio de 1904. Tuvo una edición dominical literaria entre el 31 de julio de 1887 y el 10 de marzo de 1889.

9 Jerónimo Argáez, El Estuche: conocimientos útiles aplicados á la vida práctica ó sean 8000 recetas y hechos diversos, primer volumen, Bogotá, Imprenta de Enrique Zalamea, 1879.

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libertad para “hablar en nombre propio”.10 Ese ideal de civilización promovido en El Estuche apelaba también a la libertad orientada al disfrute de los goces privados. Ello sin renunciar a la participación en las cosas públicas por medio, entre otros, del sufragio y la manifestación de las propias opiniones políticas. De hecho, la libertad privada solo era posible con la consolidación de la libertad pública, como lo planteaba Benjamin Constant en su discurso “De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”.11

En el proceso civilizatorio desempeña papel importante lo que Philippe Ariès denomina literatura de civilidad, uno de los caminos para modificar “la idea que las personas tienen de sí mismas y de su papel en la vida diaria de la sociedad”.12 El Estuche se inscribe en esa literatura de civilidad que, como veremos, tiene una larga tradición de existencia en el país. ¿Cuál es ese ideal de civilización que él transmite? Para responder a esta pregunta, primero hablaré sobre algunas obras, extranjeras y colombianas que cabe ubicar en esa literatura de civilidad, en el género de la economía doméstica: aquel que se ocupa del buen gobierno del hogar. En segundo lugar describiré El Estuche, discutiré algunos comentarios hechos sobre él y, finalmente, analizaré su contenido agrupándolo en cuatro tipos de entradas dirigidas a diferentes públicos: la higiene, el desempeño de un oficio, el provecho de la tierra y de los animales domésticos, y el correcto comportamiento en sociedad.

Economía doméstica

Dentro de la literatura de civilidad pueden ubicarse los escritos que tratan sobre el buen gobierno del hogar, o economía doméstica. El español Antonio Surós, quien escribió Lecciones de higiene y economía doméstica para uso de las maestras de 1ª enseñanza y madres de familia13, un texto escolar, la definió como:

El verdadero conocimiento de la familia, los deberes generales que incumben á cada individuo y los particulares de ama de casa, los diferentes puntos de vista bajo los cuales se podrá adquirir el mobiliario, el ajuar de la cama y la batería de cocina para

10 Immanuel Kant, Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?, Bogotá, Universidad Nacional, 2002.

11 Benjamin Constant, “De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”, discurso pronunciado en el Ateneo de París en febrero de 1819. Se utiliza aquí la traducción de Marcial Antonio López, publicada en Benjamin Constant, Del espíritu de la conquista, Madrid, Tecnos, 1988.

12 Philippe Ariès, Para una historia de la vida privada, Madrid, Taurus, 1988-1989, p. 9.13 Antonio Surós, Lecciones de higiene y economía doméstica para uso de las maestras de 1ª

enseñanza y madres de familia, 1892. La edición consultada es una reimpresión publicada por Plaza y Janés en Barcelona, en 1998.

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ser más asequible á la familia, la manera más cómoda y acertada para proveerse de combustible y alumbrado, según su posición social, la forma más conveniente de conservar las sustancias alimenticias, la adquisición de los vestidos y ropa blanca, su limpieza, reposo y planchado, y la sencilla y lógica distribución del tiempo y trabajo, puntualizando á cada individuo sus respectivas atenciones.14

Los temas de las obras que pertenecen a este género pueden agruparse en cuatro: cocina (recetarios y conservación de alimentos), guías para el buen gobierno del hogar, manuales de urbanidad y buen tono y secretos útiles. Todos ellos considerados aspectos del ser civilizado y con un mismo propósito: educar, especialmente a la mujer, en la mejor manera de llevar un hogar. Por lo revisado en los catálogos de las principales bibliotecas colombianas, se constata que esta literatura circuló en el país al menos desde el siglo XVIII.15 Las obras revisadas, europeas y colombianas, insisten en la necesidad de manejar ordenadamente los recursos, incluidos el tiempo y el espacio, según lo prescriben las reglas del orden, la moral y la higiene. Si bien El Estuche comparte los valores de orden y de higiene, no se dirige exclusivamente a la mujer ni prescribe reglas. Su objetivo es dar soluciones –en ocasiones, más de una por problema– a necesidades de la vida cotidiana y presentar algunos hechos curiosos que puedan interesar a cualquier persona.

Precisamente esa es una de las grandes diferencias entre El Estuche y otras obras de economía doméstica antecesoras y contemporáneas suyas. Por una parte, El Estuche no incluye ningún tipo de discurso a favor del orden, la moral o la higiene, y en lugar de ello detecta problemas cotidianos y propone soluciones prácticas. Por otra, sus entradas no son un listado de deberes, sino una colección de conocimientos aplicables en diferentes situaciones. Esta intención se inscribe en lo planteado por Kant: un individuo que razona y que no se limita a la obediencia. Visto su éxito entre las obras colombianas de economía doméstica, El Estuche es evidencia de la emergencia de nuevas actitudes ante la libertad individual y en la relación con el poder, sea éste religioso o político. Es decir, esta obra accede a individuos que consideran válido y posible valerse por sí mismos para resolver sus propios asuntos, más privados que públicos, sin atender a prescripciones tradicionales.

La cocina

Con respecto al tema de la cocina pueden citarse el Nuevo arte de cocina, sacado de la escuela de la experiencia económica, cuyo autor es Juan

14 Cf., p. 23.15 Se revisaron para este trabajo los catálogos en línea de las bibliotecas Luis Ángel Arango y

Nacional, y los de las universidades Nacional, de Antioquia, del Valle, del Cauca, Javeriana, Industrial de Santander y Eafit.

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Altamiras,16 y la obra del Barón Brisse, cuyo título no especifica Argáez pero que puede ser Les 366 menus du Baron Brisse avec 1200 recettes et un calendrier nutritif,17 ambos mencionados en la introducción de El Estuche: el primero como antigua autoridad y el segundo como el más moderno. El Nuevo arte de cocina hace énfasis en el orden que debe existir en la cocina y en la correcta disposición de los desperdicios, y dedica la mayoría de sus páginas a explicar diferentes recetas de la cocina española, algunas de las cuales serán reproducidas en El Estuche. También pueden mencionarse en este campo los recetarios La cuisinière bourgeoise, suivie de l’office – A l’usage de tous ceux qui se mêlent de dépenses de maisons18 y el Trattato di cucina pasticceria moderna credenza e relativa confetturia,19 que dedican sus páginas a dar recetas para la conservación y preparación de alimentos y presentan una clasificación de las recetas por tipo de alimento o de preparación: carnes, sopas, mermeladas, entre otros.

A diferencia de estas obras, El Estuche no puede catalogarse como recetario de cocina. Si bien incluye recetas para preparar alimentos, ellas aparecen en cualquier lugar de la obra y no están organizadas por temas como sí lo están en un recetario. En El Estuche el tema culinario es uno más de los que atañen a la vida cotidiana y para el cual presenta no solo recetas, sino diversos consejos generales, desde el cuidado de los utensilios hasta formas de conservación de alimentos, pasando, por supuesto, por numerosas recetas de diversas tradiciones culinarias.

Guías para el buen gobierno del hogar

En cuanto a las guías para el buen gobierno del hogar, que se ocupan principalmente de dar consejos para que todo en la casa marche ordenadamente y de la manera más económica posible, pueden citarse al menos cuatro obras: las europeas Manuel

16 Juan Altamiras, Nuevo arte de cocina, sacado de la escuela de la experiencia económica, Barcelona, Imprenta de María Ángela Martí, 1767; se consultó una reproducción facsimilar: Librerías París-Valencia, 1999.

17 Aunque Argáez no menciona el título de la obra del Barón de Brisse, debe tratarse de Les 366 menus du Baron Brisse avec 1200 recettes et un calendrier nutritif, cuya edición decimocuarta, impresa en París en 1885, figura en el catálogo de la BN, si bien no está actualmente en circulación.

18 Sin autor, La cuisinière bourgeoise, suivie de l’office – A l’usage de tous ceux qui se mêlent de dépenses de maisons, París, 1775. Puede consultarse en la BN.

19 Giovanni Vialardi, Trattato di cucina pasticceria moderna credenza e relativa confetturia, Turín, Tipografía de G. Favale, 1854. Puede consultarse en Raros y Manuscritos de la BLAA.

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de la maîtresse de maison, ou Lettres sur l’économie domestique20 y la Guía del ama de casa21, y las nacionales El hombre de bien. Preceptos de moral privada, economía doméstica, pensamientos morales sobre el trabajo, educación física y moral de la infancia, profesores de artes y oficios22 y el Tratado sobre economía doméstica para el uso de las madres de familia i de las amas de casa.23 Estas obras centran su atención en la necesidad de aprovechar el tiempo, concebido como un recurso que debe usarse ordenadamente y sin desperdicio, e insisten en el papel que desempeña la mujer en la preservación del orden. Estos libros proponen una organización del tiempo doméstico basada en los rituales del comer y del limpiar, regidos por la virtud y los deberes cristianos. Según la Guía de Carlos Yeves, éste es el cuarto deber de un ama de casa:

Cada individuo de los que componen una familia debe tener en ella, como veremos luego, su cargo especial; pero quien principalmente la dirige y debe dirigirla en su parte interior; quien dicta muchas veces las reglas bajo las cuales ha de gobernarse; quien las ejecuta ó las hace casi siempre ejecutar; quien debe distribuir todos los fondos que se destinan á los gastos interiores ordinarios; quien causa las delicias ó produce los profundos dolores del esposo; quien le anima ó no para el aumento de recursos; quien cría los hijos y forma su corazón; quien imprime con especialidad el carácter á toda la familia; quien constituye el alma, en fin, que da la vida á la casa ó que la destruye, es principalmente la mujer.24

Estas guías dirigen su información a un lector específico, que cumple un determinado papel social: la mujer como responsable de la familia y de sus recursos. Puede afirmarse que esos listados de deberes buscan orientar el comportamiento del individuo que, al actuar ordenadamente, contribuye al orden

20 Madame Pariset, Manuel de la maîtresse de maison, ou Lettres sur l’économie domestique, París, Audot Libraire Editeur, 1825. Se puede consultar en Raros y Manuscritos de la BLAA.

21 Carlos Yeves, Guía del ama de casa ó principios de economía e higiene domésticas, con aplicación a la moral, relacionados con todos los demás deberes de la madre de familia y reglas generales para cumplir con ello, Madrid, Librería de Hernando y compañía, 1902. Disponible en la BLAA. Vale la pena señalar que en el catálogo en línea de la Biblioteca Nacional de España aparece referida la tercera edición, de 1861.

22 Colección extractada de varios autores, y dedicada a los artesanos, El hombre de bien. Preceptos de moral privada, economía doméstica, pensamientos morales sobre el trabajo, educación física y moral de la infancia, profesores de artes y oficios, Bogotá, Imprenta de J. A. Cualla, 1841. Esta publicación está dedicada “a los ciudadanos que han presentado sus obras en la 1ª Esposición de los productos de la Industria de Bogota el día 28 de noviembre de 1841”. Se conserva una copia microfilmada en la BN.

23 Josefa Acevedo de Gómez, Tratado sobre economía doméstica para el uso de las madres de familia i de las amas de casa, Bogotá, Imprenta de José A. Cualla, 1848. En Raros y Manuscritos de la BLAA.

24 Cf., Carlos Yeves, p. 6.

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social. A diferencia de estas guías, El Estuche se presenta a niños y ancianos, mujeres y hombres, independientemente de su ocupación. Argáez entiende que cada lector puede tener necesidades similares en la vida diaria y no prescribe otra responsabilidad que la propia, a diferencia de las guías que asignan a la mujer una responsabilidad sobre todos los miembros del hogar. El deber aquí es para consigo mismo y consiste en garantizar los goces privados de que habla Constant, algo diferente de hacer prescripciones morales que no admiten discusión.

Manuales de urbanidad y buen tono

Respecto a la urbanidad y el buen tono, pueden mencionarse las obras francesas Politesse et du bon ton ou devoirs d’une femme chrétienne dans le monde25, dedicada al debido comportamiento de la mujer, y Usages du monde – Règles de savoir-vivre dans la société moderne, de la Baronne Staffe26; y escritas en español, el muy conocido Manual de urbanidad de Carreño27 y el Código del buen tono, traducción libre del Manuel du savoir-vivre de Alfredo de Meilheurat, por Florentino González.28 Todas ellas son compendios de las reglas que enseñan a conducirse adecuadamente (“civilizadamente”) en sociedad y que están, al igual que las obras dedicadas al buen gobierno del hogar, fundamentadas en los deberes morales que regulan una vida ordenada. Así mismo, vinculan el cumplimiento de dichos deberes con la higiene personal y la limpieza del lugar de habitación. Según este género de libros, el vivir civilizadamente debe sustentarse en deberes morales que permiten llevar una vida ordenada, pues es imperativo conducirse en sociedad “con la decencia y moderación que distinguen al hombre civilizado y culto”, como lo prescribe Carreño. Preocupación que excede el ámbito individual, pues como señala González, el “observar con discreción las reglas de urbanidad i los usos sociales, haciéndose agradable a las personas con quienes se está en sociedad”29 debe ser materia de enseñanza:

25 Comtesse Drohojowska, Politesse et du bon ton ou devoirs d’une femme chrétienne dans le monde, París, 1868. Se puede consultar en la BN.

26 Baronne Staffe, Usages du monde – Règles de savoir-vivre dans la société moderne, París, Victor Havard Editeur, 1889. Se puede consultar en la BN.

27 Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos, en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre, Nueva York, Appleton, 1854.

28 Florentino González, Código del buen tono, Bogotá, Imprenta de la Nación, 1858; es traducción libre de: Alfredo de Meilheurat, Manuel du savoir-vivre, sin datos de edición. Se puede consultar en Raros y Manuscritos de la BLAA.

29 Cf., Florentino González, p. VIII.

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Mucho se ha mejorado entre nosotros los granadinos el trato social; pero falta mucho todavía para que lleguemos a la perfección, que, sin embargo, no es difícil alcanzar. Basta para ello que cada padre de familia, cada profesor de colejio cuide de inculcar a los niños los principios a que deben ajustar sus acciones en la sociedad.30

De las obras mencionadas hasta el momento, agrupadas en los tópicos de recetarios, guías para el buen gobierno del hogar y manuales de urbanidad, puede afirmarse que todas disciplinan al individuo, induciéndolo a regirse por deberes morales que garantizan el ser civilizado. Ellas enfatizan en la necesidad de ordenar el tiempo, el espacio y las acciones cotidianas de los individuos mediante instrucciones explícitas. Si bien El Estuche se inscribe en una intención similar sobre la economía doméstica, su finalidad no es prescriptiva. Su contenido, libre de discursos, no es más que una compilación de información a la que muy pocos tienen acceso en su totalidad, y el propósito de su autor no es otro que divulgar esa información. La razón de ambas cosas es hacer de El Estuche una herramienta de progreso individual.

Secretos útiles

Ahora bien, el cuarto tópico, los secretos útiles, apunta a ser civilizado de otra manera: con base en el conocimiento y la capacidad para desenvolverse aprovechando de la mejor manera lo que se tenga a mano. Pueden inscribirse aquí dos obras, ambas predecesoras de El Estuche. Una es el Diccionario Doméstico. Tesoro de las familias ó repertorio universal de conocimientos útiles, del español Balbino Cortés y Morales.31 La otra es el Manual de artes, oficios, cocina i repostería, impreso en Bogotá, en 1853 por Nicolás Gómez, cuyo objetivo, explícito en el prólogo, es buscar la regeneración de la patria por medio de la industria, de la misma manera en que los ensayos de la ciencia social buscan la regeneración por medio de cambios políticos.32 Esta obra está organizada

30 Cf., p. VII.31 Balbino Cortés, Diccionario Doméstico – Tesoro de las familias ó repertorio universal de

conocimientos útiles. Contiene más de 4,000 fórmulas, preceptos o recetas de fácil ejecución. Esta obra tampoco aparece relacionada en ninguna de las bibliotecas colombianas mencionadas. En el catálogo en línea de la Biblioteca Nacional de España (http://www.bne.es) hay una referencia según la cual fue impresa por M. Rivadeneyra en Madrid, en 1866. Este catálogo indica, además, que hubo una tercera tirada en 1876 y una octava en 1890.

32 Varios autores, Manual de artes, oficios, cocina i repostería. Obra sacada de los mejores autores y acomodada a las necesidades de los granadinos, así como a las circunstancias de esta república, Bogotá, Imprenta de Nicolás Gómez, 1853. El prólogo es firmado por “El Editor”, sin nombre. El contenido del Manual alude a noticias publicadas en diferentes periódicos, sin

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en “tres materias esenciales para los pueblos cultos, a saber: Artes, Oficios i Cocina”, con explicaciones sobre temas disímiles como barnices, charoles, secretos artísticos, fórmulas médicas, cosméticos y recetas de cocina y repostería. Llama la atención la relación planteada entre el bienestar público y el individual:

Tiempo es ya de que nos desprendamos de la preocupación, que tan duramente pesa sobre nosotros, de creer que la felicidad nos viene del Gobierno i de que la política es el bálsamo de los males de la sociedad. Ya que hemos asegurado el porvenir de la república debemos tratar de nuestro bienestar individual i este no se consigue sino mediante el trabajo, la economía i la acumulación de valores circulantes.33

Intención claramente inscrita en el concepto de la libertad de los modernos señalada por Constant, que asume la existencia de garantías por parte del gobierno para el ejercicio de la libertad, y que ésta “debe componerse del goce pacífico y de la independencia privada”.34 Ideal difícil de comprender en la Nueva Granada en la época en que se imprimió este Manual, pues si bien la literatura de la época se refería con bastante frecuencia al progreso y la civilización, lo hacía apelando al deber patriótico que tienen los individuos de someterse a la acción del gobierno. Tenemos entonces un género de escritura, el de la economía doméstica, ocupado de cuatro grandes temas: recetarios de cocina, guías para el buen gobierno del hogar, manuales de urbanidad y secretos útiles, todos ellos promotores de la “civilización” de individuos y familias. Como veremos enseguida, son temas de los cuales también se ocupa El Estuche, solo que con la intención de ser útil al individuo que se enfrenta a diferentes problemas de la vida cotidiana, y no con el propósito de disciplinar (excepto, en lo poco que incluye concerniente a la urbanidad).

El Estuche, compendio de recetas útiles

En diciembre de 1877, tres meses después del primer anuncio de su publicación, El Estuche entró en prensa,35 se amplió el número de agencias donde podían

citarlos. Así, por ejemplo, en la página 100 aparece: “Los periódicos anuncian que un industrial, M. Christian acaba de establecer una máquina para la fabricación de los clavos que sirven para fijar las herraduras en los cascos de los caballos”.

33 Cf., p. II.34 Cf., Benjamin Constant, “De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”,

p. 75.35 John Truth, “Noticias y Variedades”, El Zipa, año I, número 20 (20 de diciembre de 1877), Bogotá,

p. 233.

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suscribirse los interesados36 y los primeros 46 conocimientos útiles fueron entregados en forma de folleto en la semana del 24 de enero de 1878.37 Cada uno de los cinco tomos que llegaron a ser publicados recopila en promedio 26 entregas.38 Las 8.000 recetas y consejos planeados se redujeron a 6.401, según la numeración de El Estuche, que se reducen aún más por la repetición de algunas entradas y por la omisión de otras. Contadas una por una, quedan 5.826.39

Como lo indican su título y su primer anuncio en la prensa, El Estuche incorpora una gran variedad de temas. La clasificación propuesta en el primer anuncio es: cosas de cocina; recetas para enfermedades; cultivo de árboles frutales, flores y hortalizas; manera de limpiar la ropa; fórmulas para tinta y betún; juegos; y consejos de etiqueta y urbanidad. Se habla tanto de una receta de cocina como de la mejor manera de limpiar la ropa o de la forma de llevar las cuentas. Son, al fin y al cabo, “conocimientos útiles de que se tiene necesidad á cada paso y á cada instante”, según lo anuncia Argáez desde la introducción, y recogidos de muy diversas fuentes. Esos temas no se convirtieron en secciones y, en cambio, aparecieron azarosamente en las distintas entregas. No guiaron la organización ni de los folletos ni de los tomos definitivos, sino que sirvieron para anunciar la amplia variedad temática de la obra.

Múltiples fuentes para hechos diversos

El Estuche es una compilación de conocimientos que su autor recoge de “innumerables libros”, de los cuales cita dos en la introducción: las mencionadas obras de Altamiras y Brisse. También cita libros, periódicos, revistas y autores

36 Los puntos de suscripción y venta de El Estuche cambiaron con los años. Además de los ya señalados, se vendió en la imprenta que creó Argáez, meses después de fundar El Telegrama, y que tuvo este mismo nombre. En El Telegrama se ofrecían para la venta los tres primeros volúmenes el 13 de agosto de 1887.

37 Anuncio en El Zipa, año I, número 25 (24 de enero de 1878), Bogotá, p. 292.38 El primer tomo recopila 25 entregas; el segundo, 40; el tercero, 25; el cuarto, 21, y el quinto, 20.

En el segundo tomo hay 30 pliegos de 8 páginas y no de 16, como era lo anunciado y como se había cumplido en el tomo primero. Ello podría deberse a que Argáez viajó a Guatemala y la publicación quedó a cargo de Filemón Buitrago, según se explicaba en El Zipa, año II, número 33 (20 de marzo de 1879), Bogotá, p. 511. Buitrago imprimió las entregas a un ritmo más pausado.

39 El primer tomo se titula El Estuche – Conocimientos útiles aplicados á la vida práctica ó sean 8000 recetas y hechos diversos. La expresión hechos diversos no estaba en el título inicialmente dado a la obra. Si bien es cierto que en ella se incluyen fórmulas distintas para un mismo asunto, también lo es que algunas se repiten. Para citar solo un ejemplo, los números 2.614 (tomo tercero) y 3.913 (tomo cuarto) repiten la fórmula para aumentar la leche en las vacas. Por otra parte, en el tomo primero se salta del número 59 al 70, y en el segundo, del 1.456 al 1.557. En total existen 121 saltos de números que pueden interpretarse como entradas previstas mas no publicadas.

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de diferentes procedencias. Entre los primeros están el Diccionario Doméstico40 (consejo 760, sobre el trigo); El arte de la restauración, de Vicente Paleró y Toledo (788, sobre la restauración de cuadros); el Dictionary of Mechanical Science (2.184, sobre herraduras); y la Memoria sobre el cultivo del té, de José de Arouche de Toledo Rendón (sobre ese tema, en el consejo 3.413). Forman parte de los segundos la Revista Médica de Bogotá; los periódicos ingleses The Farm (2.614, sobre cómo aumentar la leche en las vacas), The Lancet (4.734, sobre la correspondencia entre los diferentes calendarios), el British Medical Journal (4.215, sobre un método para curar el hipo) y The British Farmer’s Gazette (5.002, sobre el modo de conservar los estantillos o postes de las cercas); los franceses Le Fer (1.118, sobre el agua verde para curar enfermedades de los ojos), el Journal de Pharmatie (1.696, sobre el zumo venenoso de la raíz de la yuca) y Science pour tous (947, sobre la diarrea en los niños, y 1.822, sobre la elefantiasis); la brasileña Revista Médica de Río de Janeiro (3.436, sobre longevidad) y la española La Industria é Invenciones (5.797, sobre la leche en polvo).

Entre los autores citados se cuentan algunos médicos nacionales: Nicolás Osorio, Gabriel Castañeda (602, sobre sarampión), J. T. Henao (629, sobre vacunación, con Osorio) y Evaristo García (3.830, sobre fiebres palúdicas), así como el naturalista Francisco Bayón41 (plantas usuales de Colombia, en varias entradas). También recurre Argáez a autores extranjeros: Henry Gosse, de quien se cita una fórmula para la fabricación del agua de mar (421, sobre acuarios); Burdach y Le Coeur (688, sobre curación de la embriaguez); Boussingault (830, sobre la arracacha); Mattieu de Dombasle (2.513, sobre el método para pesar animales); Poirot (2.746, sobre el ajenjo como insectífugo); Young (5.220, sobre dosis de medicamentos); Ruiz Miyares (5.855, sobre barnices); Gifford Jules (6.078, sobre el cultivo del arroz); y Julián González de Soto (6.395, sobre la fécula de patatas). Sobre el acceso que tuvo Argáez a obras recientes de autores extranjeros escribió Baldomero Sanín Cano con admiración:

Su biblioteca, abundante y selecta, las revistas y diarios extranjeros que recibía en gran cantidad y en varios idiomas estaban a la disposición de la juventud estudiosa. Allí leían quienes podían hacerlo la ‘Revue Bleue’, el ‘Correspondant’, ‘The Nation’, ‘The Tablet’, libros recientes sobre literatura y arte, obras clásicas de varias literaturas y diarios de todas partes.42

40 Cf., Balbino Cortés, El número entre paréntesis indica el número de cada entrada en El Estuche.41 “Distinguido botánico y modesto profesor” lo llamó Pedro María Ibáñez en sus “Memorias para

la historia de la medicina en Santafé de Bogotá”, en Revista Médica, número 84 (1883), Bogotá, p. 572.

42 Baldomero Sanín Cano, “Un periodista nato, Jerónimo Argáez”, en Cromos, volumen XXIV, número 572 (27 de agosto de 1927) Bogotá, pp. 1-2.

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Para Argáez era fundamental divulgar la información a la cual tenía acceso. Lo hizo en el ámbito privado, como lo señala Sanín Cano, y también en el público, a través de la prensa. Su trayectoria como periodista empezó en El Zipa, donde se encargó de la sección “Noticias y Variedades”, bajo el seudónimo John Truth. Siguió en Las Noticias, periódico dirigido por Ignacio Borda,43 y finalizó en El Telegrama, el diario que fundó y dirigió para divulgar noticias frescas de Europa recibidas por el cable telegráfico. Aunque fue clara su adhesión al Partido Nacional y a los principios de la Regeneración, en la prensa se ocupó preferentemente de hechos de la vida cotidiana y de problemas sociales, y no dio cabida a polémicas partidistas. El Estuche hace parte de ese esfuerzo por divulgar entre sus contemporáneos las novedades que acontecían no solo en el país sino en el extranjero.

De variada extensión, los conocimientos divulgados en El Estuche daban respuesta a las necesidades que se presentaban en “el curso ordinario de la vida [de] agricultores, industriales, comerciantes, padres de familia, propietarios, delicadas señoritas, criados, niños”, para convertirse en un “libro de referencia que constituye por sí solo una completa librería práctica”, afirmaciones todas contenidas en su introducción. Para lograrlo, concurría la rica información a la que tuvo acceso Argáez, quien seleccionaba y agrupaba lo que creía ser de interés para el amplio público al que se dirigía. El diverso contenido de El Estuche muestra que las preocupaciones de Argáez eran el bienestar individual y el progreso. Este último referido no solo al individuo sino también a la república, particularmente en términos de economía agrícola. Sin embargo, la proporción de entradas es mucho mayor en el primer caso y en el segundo se concentra preferentemente en proponer la importación de cultivos alternativos que en otros países rinden grandes beneficios.

Libro útil, curioso recetario

Sus contemporáneos hablaron de El Estuche como una obra curiosa, necesaria y útil, que le daría reconocimiento a su autor.44 Además de Filemón Buitrago, quien lo recomendó en su periódico El Zipa como muy importante y cuyos comentarios

43 Las Noticias circuló semanalmente desde el 2 de febrero de 1884, dejó de aparecer en mayo de 1888 y reapareció el 21 de octubre de 1890. El último número referenciado en el catálogo de la BN es el 328, de enero de 1891.

44 En ese sentido opina Isidoro Laverde Amaya en Bibliografía colombiana (Bogotá, Imprenta de Zalamea, 1895): “Durante algún tiempo toda su atención la consagró [Argáez] a una obra que, por ser útil, alcanzó merecida boga”. Se refiere a El Estuche. Julio Áñez, en Parnaso colombiano (Bogotá, Librería Colombiana Camacho Roldán & Tamayo, 1877), al referirse a Argáez, de quien incluye un poema, lo menciona como “autor del acreditado Estuche”.

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podrían obedecer a un interés comercial,45 también lo elogiaron el periodista, escritor y político Manuel María Madiedo,46 el periodista José María Mallarino47 y el poeta Rafael Pombo. Así mismo, en el Papel Periódico Ilustrado se dice de él que es “un importante libro de recetas é indicaciones prácticas”.48 Bajo el título “Un libro muy útil”, Madiedo resalta que El Estuche es “un libro que pudiéramos llamar eminentemente colombiano, por su armonía con nuestros conocimientos y elementos de vida doméstica, industrial y medicinal”. Por su parte, Mallarino afirma: “El Estuche es, en nuestra humilde opinión, uno de los mejores libros que ha publicado nuestra prensa, porque, además de la rareza de estar escrito en castellano corriente, reúne también la singularidad de servir para algo”. Por estas razones, Mallarino le augura a la obra larga vida. Este elogioso comentario se comprende mejor si se compara con la receta de polvos para el veneno del Manual de artes, oficios, cocina i repostería, que remitía a España para los ingredientes:

Cojidas verdes las plantas que se dirán, (i pudiendo ser de las que se crían en la sierra de Mariola, en Valencia, pues se ha observado que tienen más virtud), se secan a la sombra, se pulverizan i mezclan en partes iguales.49

Y el de Pombo es quizás el comentario más curioso que he encontrado sobre la obra. Con motivo del matrimonio de Isabel, la hija mayor de Argáez, Pombo escribió unos versos dedicados a ella y a su padre.50 En ellos asegura que tanto a El Telegrama como a El Estuche los tiene en vieja estima y describe a este último como “la encarnación impresa/ajuar, botica, horno y mesa de la mujer prototipo”. Además, dedica una estrofa a las recetas de la obra:

Aunque ni un maíz que asarhaya en el fogón platónico,El Estuche, a la Delmónico,

alegrará el paladar.

45 Como está señalado, Buitrago se encargó durante un tiempo de la publicación de la obra en ausencia de Argáez, y la vendía en su agencia.

46 Manuel María Madiedo, “Un libro muy útil”, en El Zipa, año II, número 13 (24 de octubre de 1878), Bogotá, p. 202.

47 José María Mallarino, “Un libro útil”, en El Deber, número 15 (22 de noviembre de 1878), Bogotá, p. 60.

48 Alberto Urdaneta, “Jerónimo Argáez”, en Papel Periódico Ilustrado, año IV, número 75 (21 de septiembre de 1884), Bogotá, p. 35.

49 Cf., Manual de artes i oficios, p. 172.50 Rafael Pombo, “Telegrama nupcial. A mi amigo Jerónimo Argáez en la mesa de bodas de Isabel,

su hija, con Juan Antonio Peñarredonda”, en El Telegrama, año VI, número 1.578 (24 de agosto de 1892), Bogotá, p. 6.896.

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Me consta: en hambres sin parde enfermo convaleciente,

me he dado yo, mentalmente,almuerzos de tomo y lomo

hojeando en la cama un tomode esta despensa inocente.

Madiedo lo inscribe explícitamente en el género de la economía doméstica, y los tres autores, siguiendo esa tradición, señalan la importancia de El Estuche para la mujer, si bien Argáez haya dicho que su libro era útil para cualquier persona. Lo que hace Madiedo es poner de relieve la autonomía de la esfera privada, sin mencionar la pública:

Cierto es que el libro del señor Argáez no es el único en su especie; pues así Madame Celnart en su Manual de Economía Doméstica, Mr. Belèze en su Libro de los hogares, el señor Ronquillo en sus Mil doscientos secretos y otros muchos autores, han enriquecido el repertorio de los recursos del hombre dentro de la sombra del techo de su vivienda privada.51

Comentarios todos que enfatizan la utilidad de la obra desde el punto de vista práctico: sirve para algo, sus recetas proveen soluciones para ese afán de progreso y bienestar en el cual lo útil es indispensable. Ya en el siglo XX, Lácydes Moreno Blanco ubica El Estuche dentro de la historia culinaria colombiana, señala que es curioso y sigue siendo útil y valioso, y afirma que su propósito era contribuir al espíritu de cambios en las “aficiones alimenticias de Bogotá”, operados, según él, a partir de la Independencia.52 También en la historia culinaria nacional lo incluye Aída Martínez Carreño en su obra Mesa y cocina en el siglo XIX53, y como una referencia forzosa al hablar de los primeros recetarios en nuestro país. Allí transcribe apartes de la introducción, lo califica como “una ambiciosa y descabellada recopilación de fórmulas universales” y critica su desorden. Martínez sostiene que presentar mezclados temas tan distintos entre sí hacía posible añadir nuevos tomos a medida que Argáez reunía o componía fórmulas. En este sentido, el argumento presentado en la introducción de El Estuche, según el cual “a fin de darle mayor interés para todos los lectores hemos preferido el método de presentar mezclados todos los asuntos”,54 indica la manera en que Argáez compuso la obra. A medida

51 Cf., Manuel María Madiedo, p. 202.52 Cf., Lácydes Moreno Blanco, p. XIV.53 Aída Martínez Carreño, Mesa y cocina en el siglo XIX, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1985. 54 John Truth (pseudónimo de Jerónimo Argáez), “Introducción”, en cf., primer tomo de El Estuche,

p. 3.

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que accedía a información que consideraba interesante y útil, iba armando e imprimiendo los folletos. Aunque en efecto éstos tienen mezclados todos los asuntos, al final de cada tomo, en el que se reúnen varios folletos, viene un índice alfabético, sugerencia hecha por Madiedo:

Cierto es que en “El Estuche” se encuentran mezclados artículos de muy distinta naturaleza; pero es de observar que el que necesita un artículo, nada tiene que ver con los que lo preceden ó suceden en el libro; y bastará con un buen índice alfabético que abrace los artículos por su nomenclatura; y lo demás es asunto de pura preocupación imaginaria.55

En todo caso, como reconoce Martínez, “los cinco tomos del Estuche vendidos por entregas, señalaron que este género tenía un público”.56 Tanto Martínez como Moreno destacan El Estuche exclusivamente como recetario, lo que puede deberse a que los temas referentes a la cocina constituyen el 37% de la obra: 2.159 consejos y conocimientos útiles están relacionados con conservación y preparación de alimentos. Sin embargo, la cocina es solo uno de los aspectos del ideal de civilización que deja ver El Estuche. Además de este tema, incluye: la higiene, tanto personal como de la casa; posibilidades de explotación agrícola; temas de conversación y pasatiempos; así como conocimientos actualizados, para su época, sobre diversos temas. En la siguiente sección discutiré la diversidad y riqueza en la noción de civilización, tal y como Jerónimo Argáez se propuso promoverla en El Estuche. Al hacerlo me propongo ampliar las ideas desarrolladas por Aída Martínez y Lácydes Moreno, por medio de la clasificación analítica de las más de 5.000 entradas de la obra. En las conclusiones discutiré esta diversidad y el significado histórico de El Estuche en la Nueva Granada del último cuarto del siglo XIX.

Consejos para civilizarse

Si bien El Estuche presenta “mezclados todos los asuntos”, es posible agruparlos analíticamente, según se refieren a cuatro tipos de problemas: la higiene, el desempeño de un oficio, el provecho de la tierra y de los animales, y el correcto comportamiento en sociedad. El agrupamiento de entradas sobre estos cuatro temas y su análisis permitirán ver la cristalización de la intención civilizadora de Argáez. Me concentraré en el 63% de la obra que no conforma un recetario de cocina.

55 Cf., Manuel María Madiedo, pp. 202-20.56 Cf., Aída Martínez Carreño, p. 113.

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La obsesión por la mancha

El 36% de las recetas, fórmulas, consejos y observaciones contenidos en El Estuche se refieren a la limpieza: de la casa, de la ropa, del cuerpo. Al respecto, puede encontrarse en El Estuche un rico inventario con un claro hilo conductor: la necesidad de higienizar; situación estrechamente relacionada con la infraestructura de las ciudades y preocupación constante para los propósitos civilizadores. Al respecto explican Catalina Reyes y Lina González:

Los hábitos de higiene en la familia colombiana estuvieron determinados básicamente por la infraestructura de las ciudades. A todo lo largo del siglo XIX nuestros principales centros urbanos carecían por completo de sistema de alcantarillado y contaban con acueductos muy deficientes, carecían de energía eléctrica, recolección de basuras, servicios sanitarios, necesidades que solo empezaron a ser satisfechas a finales del siglo.57

Falta de infraestructura que, unida al crecimiento demográfico,58 creaba serios problemas, para los cuales El Estuche ofrecía consejos que buscaban neutralizar la contaminación de las aguas con greda y alumbre (465), purificar el agua de albañal (725), limpiar las letrinas con sulfato de cobre (4.143) y eliminar animales incómodos, como ratas y ratones, con una mezcla que incluye nitrato de mercurio (684); cochinilla, con calor (3.251); hormigas, con una mezcla de bórax y azúcar (2.759), y pulgas, con papaya (5.422), entre otros. En el hogar, la suciedad lo mancha todo: muebles, cuadros, paredes. Las recomendaciones abundan: desde cómo limpiar la plata (304), el mármol (1.630) y el cobre (2.447) hasta cómo limpiar el papel de colgadura manchado con grasa (5.691) y cómo fumigar las alcobas (5.630). Sobre el cuidado de la ropa, El Estuche ofrece soluciones para todo tipo de manchas, como quiera que 145 entradas les están dedicadas: de vino (38), de sudor (1.693), de anilina (3.683, 4.171), de cigarrillo (4.165), de café con leche (4.175), de cal (5.212), de ácidos (5.217), de albúmina (5.249), de barniz (5.251), entre muchas otras. Se incluyen múltiples consejos sobre la limpieza y cuidado de textiles. Se explica cómo limpiar, entre otros, el terciopelo (25), la seda (543), los sombreros de pelo (1.095) y los guantes de cabritilla (4.201), y cómo hacer sachets o saquitos perfumados (4.840). A la necesidad de limpiar se une la de hacer que los objetos perduren, y aparece la conveniencia de impermeabilizarlo todo con el

57 Catalina Reyes y Lina Marcela González, “La vida doméstica en las ciudades republicanas”, en Beatriz Castro Carvajal (editora), Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Editorial Norma, 1996, p. 235.

58 Germán Mejía Pavony, Los años del cambio – Historia urbana de Bogotá, 1820-1910, Bogotá, CEJA, 2000. Mejía describe los problemas demográficos, de hacinamiento y desaseo, y la alta mortalidad en Bogotá causada por las antihigiénicas condiciones de vida.

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barniz, al cual hay dedicadas 162 entradas. La 1.027 explica su importancia: “Es todo líquido que extendido de varios modos sobre los cuerpos sólidos, produce en ellos un aspecto brillante ó vítreo, que realza su hermosura y los preserva además de los agentes destructores que deterioran su superficie”.

El cuerpo también es objeto de atención y por ello se enseña, por ejemplo, cómo controlar la transpiración (339), el mal olor de los pies (1.065) y el sudor de las manos (3.961), y hace especial énfasis en el papel de la higiene para evitar enfermedades. Aunque señala que muchas de ellas tienen “causas oscuras”, reconoce que la falta de higiene ocasiona muchas otras, y para combatirlas aconseja gotas, jarabes, fomentos, cataplasmas, sinapismos, linimentos y específicos. Especial atención le merecen los dolores de muela, las diarreas infantiles, el envenenamiento y los diferentes tipos de heridas que puede recibir el cuerpo. No se limita el autor a explicar cómo preparar los remedios, sino que también incluye varias explicaciones sobre su dosificación, sobre anatomía y sobre la importancia de la vacunación. Insiste, además, en la importancia de la alimentación, cómo debe variar según la edad y el género de la persona, y la necesidad de guiarse por la sobriedad como la mejor “salvaguarda de la salud” (1.720).

En todo esto se perciben tres ideas rectoras: la capacidad de cada individuo para actuar por sí mismo con base en el conocimiento, la necesidad de hacerlo para mejorar su bienestar y la relación estrecha de ese actuar con los estados deseables de la civilización y el progreso. Se podría arriesgar la idea de que una consecuencia de ese actuar es la comprensión de la libertad como una conquista de la razón que, además, conduce a la civilización y al progreso, según los ideales de la Ilustración. Es interesante ver que para Argáez la divulgación ocupa un papel central en el propósito civilizatorio y que, además, la concibe alejada de los discursos y enfocada en propuestas prácticas. Puede pensarse que, en su concepto, lo útil es precisamente lo que lleva a la acción individual sostenida por el razonamiento y no por el dogma ni la prescripción, y que éste es el verdadero camino hacia el progreso.

El Estuche también está dirigido a un lector preocupado por su apariencia personal, que procura la blancura de su piel (4.869) y de sus dientes (5.554), la abundancia del cabello (878) y el ocultamiento de las pecas (5.129), entre otras medidas. Aspiraciones nada sencillas en la sociedad de entonces, toda vez que, por lo que se deduce de su lectura, el baño y el cambio de ropa no eran costumbres diarias. Los conocimientos de El Estuche referidos a estos temas buscan, por una parte, informar y explicar sobre procedimientos y, por otra, incorporar hábitos en los rituales cotidianos de sus lectores. Se deduce de esta rápida ojeada a los conocimientos relacionados con la higiene, que El Estuche les habla a quienes gozan de una vivienda amoblada y adornada, a quienes pueden procurarse los ingredientes

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para sus fórmulas y pueden leer las instrucciones sobre cómo mezclarlos para obtener el resultado deseado. A quienes usan capas de paño, sobretodos, sacos de alpaca, ruanas de merino, sayas de seda, guantes de cabritilla, sombreros de fieltro,59 pues ésta es la ropa que debe salvarse de las manchas y lavarse con cuidado. Se trata de un público que tiene los medios para procurarse bienestar y para ocuparse de cosas distintas a sobrevivir. El mismo público cuya voz, en las tertulias, el gobierno o las publicaciones, reclama el progreso de la ciudad. Éste es un público que piensa o intuye la libertad de razonar y de expresar su opinión como condición para el progreso. Ésta es la noción de libertad que suscribe El Estuche.

Adelantos para los oficios

Por otra parte, El Estuche también está dirigido a quienes ejercen como pintores, escultores, impresores, empastadores, ebanistas, joyeros, panaderos, fontaneros, tintoreros, talabarteros, lapidarios, entre otros oficios. El 16% de sus consejos les informa sobre las mejores preparaciones para sus obras, las novedades técnicas que se están usando en otros países y las ventajas de un material sobre otro. Es claro que su estructura y la sucesión sin orden temático de las entradas no le permitirían ser un libro de texto para las escuelas de artes y oficios. Así, por ejemplo, el procedimiento para hacer la argamasa del fontanero (2.493) está entre la leche de cera para limpiar muebles y el remedio para las mataduras o alunaduras en las cabalgaduras. Por su parte, el Manual de artes, oficios, cocina i repostería impreso por Nicolás Gómez, al que he hecho referencia, sí tiene una disposición que lo hace útil como manual de oficios, gracias a su clara separación de los asuntos de interés para el artesano y para el ama de casa.

El contenido de ambas obras coincide en algunos temas, como es el caso de los barnices y las tintas. En muchos otros, El Estuche ofrece más detalles que el Manual, no solo acerca del método para hacer una preparación, sino también acerca de sus aplicaciones y de sus posibles peligros. La obra de Argáez termina por ser, pues, más comprensiva que su antecesora. Adicionalmente, El Estuche incluye –aunque no en todos los casos– argumentos de la ciencia en desarrollo. En dos ocasiones explica la procedencia del caucho (entradas 3.745 y 6.400), las clases que se han desarrollado (como el proceso de vulcanizado, del que explica que fue descubierto por Goodyear), los distintos tratamientos a los que ha sido

59 Esos artículos, entre otros, son anunciados para la venta, por ejemplo, por la Casa J. Yerles en el Almanaque de los Estados Unidos de Colombia para 1875, que no tiene datos de impresión y que se puede consultar en Raros y Manuscritos de la BLAA.

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sometido experimentalmente y la gran cantidad de aplicaciones que tiene. Puede colegirse entonces que en El Estuche, el litógrafo Daniel Ayala, el ebanista Juan Bermúdez, el escultor Bernabé Martínez, el joyero Gaspar Bodmer y el talabartero Pedro Clavijo60 encontrarían información clara y novedosa sobre su trabajo. Se ve en estos consejos un deseo de contribuir a mejorar la calidad de lo elaborado por estos artesanos, según lo que ya se hace o experimenta en países “civilizados”.

El provecho de la tierra y los animales

Otro tema que aparece en El Estuche, aunque en menor proporción respecto a los anteriores, es el de la agricultura, con entradas relativas a cultivos y a la cría y cuidado de animales. Este tema comprende el 5,4% de la obra. En las primeras entregas se incluyó la serie Plantas usuales de Colombia, escrita por el naturalista Francisco Bayón, quien describió la composición, propiedades medicinales y algunos usos del aguacate (entrada 646), el totumo (755), la doradilla (945) y el berro (1.064), y un análisis sobre el envenenamiento causado por el manzanillo (1.019). También se incluyen consejos para el mejor cultivo del trigo (76 y 760) y el cacao (5.914).61 Se dedican varias páginas al tabaco (6.043), que había tenido su auge entre 1850 y 187562, el arroz (6.078), el henequén [pita] (6.080), la vainilla (6.401) y el caucho. Luego de explicar sus bondades y de señalar que en “Colombia se dan todas las especies de caucho conocidas en el mundo” (6.400), afirma:

Hay empresarios de los pocos que explotan entre nosotros el caucho que han adquirido la costumbre de tumbar el árbol creyendo así sacar mayor ventaja y economizar tiempo, pero eso es un grande error, porque además de acabar con una de las riquezas más pingües del país, es enteramente antieconómico, puesto que, para tumbar un árbol, necesitan de cuatro ó seis peones y dos horas de trabajo, lo menos, tiempo suficiente para que esos cuatro ó seis operarios extraigan el caucho de cuatro o seis árboles, sin hacer daño alguno.

La obra también proporciona información sobre la mejor manera de podar los árboles frutales, encaminada “a su conservación y fructificación” (756);

60 Nombres de algunos de los artesanos que aparecen relacionados en la Guía de Bogotá para 1881, de la cual no aparecen datos de impresión. Puede consultarse en Raros y Manuscritos de la BLAA.

61 Estos cultivos más comerciales no lograron una expansión significativa durante el período que va de 1850 a 1899, según anota Jorge Orlando Melo en “Vicisitudes del modelo liberal (1850-1899)”, en José Antonio Ocampo Gaviria (compilador), Historia económica de Colombia, Bogotá, Planeta, 2007, pp. 135-194.

62 Cf., pp.159-160.

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sobre el análisis de las quinas, “dada la importancia que debe prestar un buen procedimiento de análisis de estas útiles cortezas” (3.733), que durante la década del 70 llegaron a ser el principal renglón de exportación del país,63 y de un producto que probablemente hoy no sería visto con los mismos ojos con que lo vio Argáez, la cocaína (6.292), de la cual elogia su efecto anestésico: “La cocaína es indudablemente de interés del momento, y no hay un médico de ideas progresistas que no se sirva de los efectos maravillosos de este anestésico”. A continuación añade: “Considerando las dificultades para obtener el artículo legítimo, creemos hacer un bien indicando un método, que ensayos repetidos nos han mostrado que es el más efectivo para extraer este alcaloide de la Erythroxylon coca”.

Respecto a los animales, El Estuche enseña, por ejemplo, sobre la cría del cerdo (2.554); cómo aumentar la leche en las vacas (2.614); cómo calcular el peso de un animal vivo, “fundado en el principio de que el peso de la carne neta está en la relación constante con el perímetro del tórax” (2.513); y la importancia de una buena herradura (2.184):

Sin necesitar ser albéitar,64 hay para el labrador algunos conocimientos generales que no debe ignorar […] el principal y más importante objeto de las herraduras es conservar los pies de los animales en el lleno de sus funciones […]

También se refiere a cómo curar enfermedades de los animales como la diarrea en los terneros (3.671); las contusiones o torceduras de los caballos para las cuales explica la preparación de un linimento (71); las enfermedades de los ojos (764); o las grietas en las pezuñas de los cerdos (2.358). Llama especialmente la atención la entrada dedicada a la rotación o alternativa de cosechas (811), por la crítica que hace a la práctica de dejar descansar las tierras luego de una cosecha y por la información que da sobre las prácticas agrícolas de la época:

Las tierras cultivadas constantemente, en lugar de año y vez, deben dar doble producto, ó lo que es lo mismo, se duplica por este medio el terreno laborable con el consiguiente aumento de la riqueza pública y particular. Verdad es que sería poco acertado doblar los productos en donde ya rebosan y no tienen salida; pero cabalmente nuestros consejos tienden á todo lo contrario, á variar las cosechas, ó sean los productos de la tierra; a criar ganados, que buena falta nos hace; á ensanchar la población y á crear ramos desconocidos de industria. Se nos dirá que queremos introducir en Colombia prácticas ó sistemas extranjeros y que estamos montados á la moda; y que nos olvidamos de que en las grandes haciendas sobradas de terrenos y difíciles de atender, el barbecho es un recurso y como un desahogo para el propietario, y una imprescindible necesidad en donde los brazos son poco abundantes. A lo cual responderemos que en fincas extensas

63 Cf., p. 161.64 Veterinario.

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y desproporcionadas, lo que hay que hacer es, ó tener capitales y medios de cultivarlas competentemente, ó bien vender ó dar á censo lo que sobrare, con lo cual la población, que hoy es escasa, se hará mañana numerosa, y evitaremos las emigraciones.

Su argumento es claro: aunque contradice una práctica establecida y a riesgo de ser tildado de socialista, en el lenguaje de la época, defiende una idea que considera conducente al progreso. Puede decirse que Argáez es un progresista moderado que defiende algunas reformas sociales, toda vez que no sean radicales. Esta actitud es evidente en las páginas de El Telegrama, donde promovió todo lo que condujera a las mejoras materiales de la nación, como la colonización de las tierras orientales, tema al cual dedicó cinco artículos en 1888.65

Ese interés en divulgar las informaciones sobre nuevos cultivos y cuidado de animales puede explicarse en la creciente actividad colonizadora que se dio durante el siglo XIX. Una parte de su público previsto eran, como lo señala la introducción, los agricultores y los empresarios rurales o urbanos que buscaban nuevos productos agrícolas explotables que, como el café, contribuyeran al crecimiento de la economía nacional. De hecho, como se queja Argáez en la cita sobre la rotación de cultivos y como afirma Melo en el artículo citado, lo que caracterizó el periodo 1850-1899 fue “la expansión de las haciendas y latifundios y su aparición en áreas hasta entonces despobladas o pobladas por colonos dispersos”.66 En estos temas se ve también la intención de orientar hacia el progreso, bien sea mediante la propuesta de nuevos cultivos, bien mediante la aplicación de técnicas probadas en otras tierras para el buen cuidado de los animales y la tierra. Aunque parecería que en este asunto se aleja de la idea de bienestar individual que he venido planteando, puede decirse que dicha idea permanece, si se toma nota de la confianza que Argáez deposita en el criterio individual para actuar por sí mismo: en El Estuche se prevé un lector capaz de evaluar por sí mismo los caminos de su propio progreso.

Buen comportamiento en sociedad

El Estuche presenta también asuntos propios del comportamiento en sociedad y el buen gusto, y habla sobre pasatiempos que pueden ser de interés para personas curiosas. Dentro del primer grupo estaría el arte de la conversación (consejo 1.983), respecto del cual dice:

65 Jerónimo Argáez, “Las regiones orientales de Colombia”, en El Telegrama, serie 22, número 519 (12 de septiembre de 1888), Bogotá, p. 2.057.

66 Cf., Jorge Orlando Melo, p. 154.

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La conversación debe estudiarse como arte, y su estilo es tan importante como el de un escritor: la manera de decir las cosas les da mucho valor. Bajo favorables circunstancias, y entre personas que saben conducir una conversación, pocas diversiones hay más agradables para el espíritu humano.

El modo de andar (2.012), el arte de servir la mesa “á la rusa, que es la moda adoptada hoy por las personas distinguidas en todo el mundo civilizado” (2.103), el servicio francés de vinos en las comidas (2.170) y el servicio de mesa (5.176), sobre el cual indica cómo poner el mantel, cómo organizar la vajilla de porcelana de Sèvres, el espacio entre cubiertos y el orden de servir los alimentos. Entre los pasatiempos tienen cabida la explicación sobre cómo bailar el Lanceros (31), cómo jugar ajedrez (291), cómo adivinar cartas tapadas (la suerte de las veinte cartas, en la entrada 375), el arte de la ventriloquia, que “se puede aprender como cualquier otro” (503), las propiedades curiosas de los números (931), o el arte de descifrar escrituras secretas (2.791). Aparece de nuevo un público que puede ocuparse de asuntos distintos a procurarse el sustento diario y que, en el buen tono del progreso y la civilización, tiene tiempo para el ocio. Estos lectores esperados tienen vajillas, si no de Sèvres, por lo menos completas, y se interesan en la mejor manera de poner la mesa “civilizadamente” y a la moda. La información curiosa, que no responde directamente a una preocupación práctica, podría verse como la respuesta a la necesidad de combatir el aburrimiento. Un remitido de un lector, publicado en El Telegrama, apunta en ese sentido:

Los caminos están anegados y hay que hacer uso de la canoa para pasar a La Gloria en una extensión de tres leguas. Para ir a Tamalameque pasa otro tanto; y del Carmen nadie viene. Estamos sin víveres y sin más medio de comunicación que el telégrafo que por fortuna marcha muy bien por aquí, pero que no nos sirve para conducir algo que alivie nuestras necesidades. La plaga de mosquitos aterra y desespera. La lectura de El Telegrama algo nos alivia; mándenos El Estuche.67

Este aislado individuo pide, al modo de un náufrago, una buena compañía que le recuerde, con variados hechos y consejos, que existe un mundo civilizado más allá de su pequeña isla rural. Éste es otro aspecto que El Estuche pone en evidencia: en ese momento, la civilización y el progreso son ante todo un anhelo, no una realidad. El libro mismo es visto como signo de adelanto, puesto que informa sobre novedades y modos “civilizados” de hacer las cosas.

67 En El Telegrama, Sección Sueltos, año V, número 1.666 (13 de noviembre de 1890), Bogotá, p. 4.644.

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Conclusiones

Si bien se inscribe en la tradición de escritura de economía doméstica, El Estuche se diferencia de sus predecesoras en evitar el precepto y en dedicarse a la divulgación. Por esta razón, la falta de orden temático no fue obstáculo para el éxito de la obra. Puede afirmarse que para el autor la divulgación es un componente importante del progreso y que con El Estuche aspira a poner al alcance de cualquier persona herramientas que le ayuden a su bienestar individual y, en algunos casos –dependiendo del lector–, que contribuyan al progreso del país. Los tres primeros tomos de El Estuche fueron publicados en los Estados Unidos de Colombia y entre las dos guerras que cerraron el ciclo de esta forma de organización política: la de 1876-1877 y la de 1885. Se cumplía una década en la cual las élites con acceso a importaciones europeas mejoraron el aprovisionamiento de sus casas, según afirman Reyes y González.68 Esta prosperidad fue posible gracias a la reactivación de la economía del país con el nuevo ciclo de exportaciones de café.69

Desde hacía ya varias décadas, como puede verse en el citado libro de Nicolás Gómez, ya se hablaba en el país de la necesidad de ocuparse, para ser civilizado, no solo de los asuntos públicos, sino también de los privados. Para citar solo dos ejemplos, Florentino González70 y José Manuel Restrepo71 escribieron en ese sentido. Al finalizar la década de 1850, González reclamaba la necesidad de instruir a la juventud…

[…] no solamente en los principios políticos que sirven de base a la buena organización de las sociedades sino también en los que deben conocer los ciudadanos para hacerse miembros agradables de las mismas sociedades i cultivar las relaciones privadas con ese comercio de atenciones simpáticas que, al mismo tiempo que morigeran al hombre, contribuyen a dar a un país la fisonomía de la civilización.72

Y Restrepo pedía alejar la mirada de la política, para dirigirla a la acción individual:

Excitamos a todos los verdaderos patriotas granadinos, a que constantemente llamemos la atención e ilustremos al pueblo de la Nueva Granada sobre el modo de promover todos aquellos elementos que encierra nuestro suelo fecundo, para aumentar

68 Cf., Catalina Reyes y Lina Marcela González, p. 211.69 Charles Bergquist, Café y conflicto en Colombia (1886-1910), Bogotá, Banco de la República – El

Áncora Editores, 1999, p. 53. 70 Cf., Florentino González.71 José Manuel Restrepo, Cultivo del café, Bogotá, Imprenta de Ortiz y Compañía, 1856, p. 1.72 Cf., Florentino González, p. V.

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sus riquezas i bienestar. Esto de ningún modo se consigue llamando de continuo la atención sobre las intrincadas cuestiones políticas que se discuten en la actualidad i que agitan a los diferentes partidos.73

Es decir que cuando Argáez publica su “libro de referencia” esta mirada diferencial entre la acción colectiva y pública, y la acción individual y privada ya tenía al menos dos décadas de difusión en la Nueva Granada. Recordemos que también Madiedo, en el comentario citado, reconoce esa diferencia y sitúa El Estuche dentro de esa tradición de libros que “han enriquecido el repertorio de los recursos del hombre dentro de la sombra del techo de su vivienda privada”.74 Puede aceptarse la existencia de un público que exigía soluciones de problemas apremiantes de la vida cotidiana y privada, como las enfermedades, la apariencia personal, la higiene y la limpieza del hogar. Un público que también se interesaba por el bienestar y los placeres de la vida privada y buscaba maneras para refinarlos. Un público que, en palabras de Constant, era celoso de su vida privada independiente, al margen de los asuntos públicos, y que decidía por sí mismo.75

En El Estuche, Argáez se propuso actuar, en el ámbito de la libertad individual, como una fuente de información de calidad que permitiera a ese público tomar una buena decisión. El compilador de informaciones útiles confiaba en el discernimiento de ese público, en mayor medida para asuntos de su vida privada y, en menor medida, para aquellos que, gracias a su acción individual, abogaran por el propio progreso y por el del país, y que corresponderían a la esfera pública. En ese sentido, aunque no son contemporáneas, sería interesante comparar cuatro obras ya citadas que promovían el ideal civilizatorio del siglo XIX desde perspectivas distintas: aumentar la riqueza y bienestar del país, la urbanidad, y la información útil para la vida cotidiana. Serían, respectivamente: El cultivo del café, de Restrepo; el Código del buen tono, traducido por Florentino González; el Manual de urbanidad, de Manuel Antonio Carreño; y El Estuche, de Jerónimo Argáez. Esta comparación excede los alcances de este artículo, mas lo dicho hasta aquí permite afirmar que esas obras y otras más conforman una literatura de civilidad que hace énfasis en diferentes aspectos de la esfera privada, tema que ha sido poco estudiado entre nosotros.

73 Cf., José Manuel Restrepo, p. 1.74 Cf., Manuel María Madiedo, p. 202.75 Cf., Benjamin Constant, “De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”, en p. 75.

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bibliograFía

Fuentes primarias

Archivos

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Publicaciones periódicas

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• Pedro María Ibáñez, “Memorias para la historia de la medicina en Santafé de Bogotá”, Revista Médica, número 84 (1883), Bogotá, p. 572.

• Manuel María Madiedo, “Un libro muy útil”, El Zipa, año II, número 13 (24 de octubre de 1878), Bogotá, p. 202.

• José María Mallarino, “Un libro útil”, El Deber, número 15 (22 de noviembre de 1878), Bogotá, p. 60.

• Rafael Pombo, “Telegrama nupcial. A mi amigo Jerónimo Argáez en la mesa de bodas de Isabel, su hija, con Juan Antonio Peñarredonda”, El Telegrama, año VI, número 1.578 (24 de agosto de 1892), Bogotá, p. 6.896.

• John Truth (pseudónimo de Jerónimo Argáez), “Noticias y variedades”, El Zipa, año I, número 5 (6 de septiembre de 1877), Bogotá, pp. 52-53.

• , “Noticias y variedades”, El Zipa, año I, número 13 (1 de noviembre de 1877), Bogotá, p. 149.

• , “Noticias y Variedades”, El Zipa, año I, número 20 (20 de diciembre de 1877), Bogotá, p. 233.

• , “Noticias y Variedades”, El Zipa, año I, número 25 (24 de enero de 1878), Bogotá, p. 292.

• Alberto Urdaneta, “Jerónimo Argáez”, Papel Periódico Ilustrado, año IV número 75 (21 de septiembre de 1884), Bogotá, p. 35.

• Sección Sueltos de El Telegrama, año V, número 1.666 (13 de noviembre de 1890), p. 4.644, Bogotá.

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Literatura de civilidad

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• Julio Áñez, Parnaso colombiano. Colección de poesías escogidas, Bogotá, Librería Colombiana Camacho Roldán Tamayo, 1887.

• Jerónimo Argáez, El Estuche: Conocimientos útiles aplicados á la vida práctica ó sean 8000 recetas y hechos diversos compilados por John Truth, Bogotá, Imprenta de Enrique Zalamea, 1879.

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• Baron de Brisse, Les 366 menus du Baron de Brisse avec 1200 recettes et un calendrier nutritif, París, 1885.

• Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos, en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre, Nueva York, Appleton, 1854.

• Comtesse Drohojowska, Politesse et du bon ton ou devoirs d’une femme chrétienne dans le monde, París, 1868.

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• Sin autor, La cuisinière bourgeoise, suivie de l’office – A l’usage de tous ceux qui se mêlent de dépenses de maisons, París, 1775.

• Sin autor, Almanaque de los Estados Unidos de Colombia para 1875, sin datos.

• Varios autores, Colección extractada de varios autores, y dedicada a los artesanos. El hombre de bien. Preceptos de moral privada, economía doméstica, pensamientos morales sobre el trabajo, educación física y moral de la infancia, profesores de artes y oficios, Bogotá, Imprenta de J. A. Cualla, 1841.

• Varios autores, Manual de artes, oficios, cocina i repostería. Obra sacada de los mejores autores y acomodada a las necesidades de los granadinos, así como a las circunstancias de esta república, Bogotá, Imprenta de Nicolás Gómez, 1853.

Fuentes secundarias

• Gustavo Arboleda, Diccionario biográfico y genealógico del antiguo departamento del Cauca, Bogotá, Horizontes, 1962.

• Philippe Ariès, Para una historia de la vida privada, Madrid, Taurus, 1988-1989.

• Charles Bergquist, Café y conflicto en Colombia (1886-1910), Bogotá, Banco de la República-El Áncora Editores, 1999.

• Beatriz Castro Carvajal (editora), Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Editorial Norma, 1996

• Benjamín Constant, “De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”, en Del espíritu de la conquista, Madrid, Tecnos, 1988. Discurso pronunciado en el Ateneo de París en febrero de 1819.

• Immanuel Kant, Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?, traducción de Rubén Jaramillo, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002. La primera edición alemana es de 1784.

• Isidoro Laverde Amaya, Apuntes sobre bibliografía colombiana, Bogotá, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, 1882.

• , Bibliografía colombiana, Bogotá, Imprenta de Zalamea, 1895.

• Aída Martínez Carreño, Mesa y cocina en el siglo XIX, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1985.

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consejos para ser ciVilizado: las recetas de eL estuche 105

• Germán Mejía Pavony, Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá, 1820-1910, Bogotá, CEJA, 2000.

• Jorge Orlando Melo, “Vicisitudes del modelo liberal (1850-1899)”, en José Antonio Ocampo Gaviria (compilador), Historia económica de Colombia, Bogotá, Planeta, 2007.

• Lácydes Moreno Blanco, Sabores del pasado. Recetas y hechos diversos, Bogotá, Panamericana, 1999; primera edición de Editorial Voluntad, 1995.

• Luis Javier Ortiz Mesa, Fusiles y plegarias. Guerra de guerrillas en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2004.

• Catalina Reyes y Lina Marcela González, “La vida doméstica en las ciudades republicanas”, en Beatriz Castro Carvajal (editora), Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Editorial Norma, 1996.

• Baldomero Sanín Cano, “Un periodista nato, Jerónimo Argáez”, Cromos, volumen XXIV, número 572 (27 de agosto de 1927), Bogotá.

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anexo

Consejo 6.292 de El Estuche: “La cocaína. Su preparación”; tomo 5, pp. 250-251

6292. LA COCAÍNA. Su preparación – La cocaína es indudablemente de interés del momento, y no hay un médico de ideas progresistas que no se sirva de los efectos maravillosos de este anestésico. El comercio de drogas, sorprendido de improviso con una repentina y sostenida demanda de cocaína de las diferentes marcas que son garantías de legitimidad, no está en capacidad de dar abasto á ella y se ve obligado á ofrecer un sustituto en muchos casos inferior al artículo ordenado por el médico. La consecuencia natural es que el efecto previsto no se produce, y la insensibilidad local deseada y esperada con plena confianza no se alcanza. El experimentado se desatiende al primer experimento, el orgullo profesional recibe un golpe y al entusiasmo que lo inspiraba se sucede la duda. Sin embargo sería injusto echarle la culpa á la cocaína, porque este alcaloide cuando es genuino y químicamente puro, tiene el poder de producir anestesia local, no solo en las membranas mucosas, sino también en la epidermis y á alguna profundidad de ella.

Considerando las dificultades para obtener el artículo legítimo, creemos hacer un bien indicando un método, que ensayos repetidos nos han mostrado que es el más efectivo para extraer este alcaloide de la Erythroxylon coca. Habiendo observado que la cocaína es en extremo susceptible de cambio bajo la influencia de los ácidos, estudiamos el medio de agotar las hojas de coca sin el uso de líquidos acidulados, y descubrimos el siguiente método, por el que un gramo de cocaína puede ser extraído de cuatrocientos ochenta gramos de hoja de coca. Para obtener este resultado es sin embargo indispensable que las hojas de coca sean de buena calidad, es decir, recogidas en el tiempo oportuno, secadas debidamente (las hojas con manchas oscuras producidas por la humedad pierden todo su valor), y sobre todo ni demasiado enrojecidas ni demasiado resecas por la acción prolongada del aire.

Método – Sobre una parte, en peso, de hojas de coca, derrámense ocho de agua hirviendo, y déjese quieta y tapada la vasija que la contiene por media hora y al baño de maría. Échese todo en un colador y cuando todo el líquido haya escurrido, continúese echando sobre las hojas para extraer el alcaloide, ocho partes de alcohol á 85°; mézclense los dos líquidos y precipítense por medio del

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acetato de plomo, decántese con un sifón y hecho esto añádase sulfato de sodio para separar las sales de plomo. Fíltrese y evapórese á un calor suave hasta que el líquido haya obtenido consistencia de jarabe. Trátese todo con agua para separar la parte resinosa, y entonces precipítese con carbonato de sodio. El precipitado se agita por medio del éter sulfúrico y la solución etérea; después que el éter es destilado, se expone al aire hasta que toda huella de éter desaparezca. Por estos medios se obtiene un residuo cristalizado amarillo oscuro y de olor desagradable. Esta es la cocaína impura.

La materia colorante se quita lavando una ó dos veces con alcohol frío. La cocaína así purificada aparece en la forma de prismas trasparentes, sin olor, de sabor amargo, soluble en setecientas partes de agua fría, más soluble en alcohol, y soluble completamente en el éter. La solución tiene reacción alcalina, y aplicada á la lengua le comunica sabor amargo y cierta insensibilidad, seguida de una ligera sensación de frío, parecida al que produce el éter sobre la epidermis.

Calentado hasta 208° F., la cocaína se vuelve líquida, y bajo la influencia del frío se torna en una masa trasparente que gradualmente asume la forma cristalina. Si se le expone á un calor superior á 208° F. la cocaína cambia de color y se descompone. Es inflamable, y quema con una llama brillante que deja ceniza. Forma sales solubles con los ácidos (su hidroclorato es el mejor) y todas ellas son más amargas que el alcaloide. Está compuesta de carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno.

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memoria de la inFancia en soledad acosta, josé maría samper, baldomero sanín cano,

eduardo caballero calderón y gonzalo canal

Paula Andrea IlaResumen

Este artículo aborda la memoria de la infancia en los escritos autobiográficos de cinco autores colombianos entre 1875 y 1972. Se discuten las intenciones de los autores con respecto a su obra autobiográfica, así como el lugar que le dedican a su infancia. La hipótesis es que el recuerdo de la infancia en escritos autobiográficos del siglo XX adquiere mayor relieve que en aquellos del XIX. Esto se relaciona con transformaciones sociales que llevaron al despliegue de formas de cuidado y protección de la infancia y que llevaron a su mayor visibilidad social, así como a una experiencia subjetiva distinta respecto de esta etapa vital. Aspiro a realizar un aporte a la historia de la infancia en Colombia con el estudio de las representaciones de infancia en escritos autobiográficos publicados.

Palabras clave: escritos autobiográficos, memoria de la infancia, sentimiento de lo individual, Soledad Acosta de Samper, José María Samper, Baldomero Sanín Cano, Eduardo Caballero Calderón, Gonzalo Canal Ramírez.

Presentación

Los cambios operados en el recuerdo de la infancia en memorias y autobiografías colombianas de los siglos XIX y XX constituyen un tema poco estudiado. A partir del análisis de cómo se configura el recuerdo de la infancia, es decir, cómo se rememora esta etapa de la vida en sucesivos escritos autobiográficos, es posible indagar sobre los cambios culturales acaecidos en Colombia. En este artículo me concentro en el período que va de 1875 a 1972, entre las Memorias íntimas de Soledad Acosta de Samper y Los días de la infancia de Gonzalo Canal Ramírez. Un marco temporal tan amplio puede suscitar reservas en el lector crítico, mas sucede que detectar el cambio en el recuerdo de la infancia supone una mirada de larga duración. Si se concentrara el análisis en el siglo XIX, por ejemplo, no

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se detectarían cambios significativos, pues el tratamiento público de la infancia depende de condiciones culturales que solo cambian en períodos largos. Este análisis se basa en el recuerdo de la infancia de cinco personas, todos escritores reconocidos públicamente. Así, pues, el análisis se focaliza en los testimonios de personas privilegiadas, con acceso a la educación, a la escritura profesional, en algunos casos a cargos públicos y, en general, miembros de círculos sociales acomodados.

Los autores y obras en cuestión son: Memorias íntimas (1875) de Soledad Acosta de Samper,1 Historia de un alma (1881) de José María Samper,2 De mi vida y otras vidas (1949) de Baldomero Sanín Cano,3 Memorias infantiles, 1916-1924 (de 1964) de Eduardo Caballero Calderón,4 y Los días de la infancia (1972) de Gonzalo Canal Ramírez.5 Cuatro de estas obras fueron publicadas en su tiempo y algunas tienen varias ediciones. Dos de ellas fueron escritas en el siglo XIX y las tres restantes en el XX. El relato autobiográfico de Soledad Acosta de Samper permaneció inédito hasta 2003, cuando fue publicado junto con su diario íntimo (hallado recientemente) y otros manuscritos privados.6 Ese relato autobiográfico no fue concebido por Acosta para su publicación, a diferencia de los otros cuatro considerados. Discuto en la primera sección la elección de la expresión escritos autobiográficos, en lugar de autobiografía y memoria. Luego examino algunos problemas relacionados con el uso de este tipo de escritos como fuente histórica. Posteriormente ubico este trabajo en el contexto historiográfico colombiano. Finalmente, analizo las obras seleccionadas para determinar el papel de la infancia en cada una de ellas y su cambio a lo largo del período 1875-1972.

1 Soledad Acosta de Samper, “Memorias íntimas”, en Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, editado por Carolina Alzate, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá-Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2003, pp. 591-597 (escrito en 1875 e inédito hasta 2003).

2 José María Samper, Historia de un alma – Memorias íntimas y de historia contemporánea, Bogotá, Imprenta de Zalamea Hermanos, 1881; otras ediciones: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, volúmenes 107-108, Bogotá, Ministerio de Educación Pública, 1946-1948; Medellín, Bedout, 1971. En este artículo se utiliza la edición de 1971.

3 Baldomero Sanín Cano, De mi vida y otras vidas, Bogotá, A.B.C., 1949; otra edición: Bogotá, Antares, 1971. Los dos capítulos autobiográficos referidos aquí fueron publicados en la revista Noticias Culturales, número 149 (1 de junio de 1973), Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, pp. 8-14.

4 Eduardo Caballero Calderón, Memorias infantiles, 1916-1924, Medellín, Editorial Bedout, 1964. Otras ediciones: Medellín, Movifoto, 1969; Bogotá, Neira Impresores, 1987; Bogotá, Villegas Editores, 1990 (prólogo de Gonzalo Mallarino Botero); Bogotá, Panamericana, 1994. En este artículo utilizo la edición de 1994.

5 Gonzalo Canal Ramírez, Los días de la infancia, Bogotá, Antares Imprenta, 1972.6 Cf., Soledad Acosta de Samper, “Memorias íntimas”, 2003.

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Escritos autobiográficos

Ante la ausencia de una frontera clara entre los géneros de la autobiografía y las memorias, parto de una definición de la primera como el “relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de la personalidad”.7 Respecto a las segundas, en ellas…

[…] el hecho externo se traduce en experiencia consciente, la mirada del escritor se dirige más al ámbito de los hechos externos que de los interiores. Así, el interés del escritor de memorias se sitúa en el mundo de los acontecimientos externos y busca dejar constancia de los recuerdos más significativos.8

Se ve entonces que las autobiografías aluden principalmente a la esfera de lo privado y las memorias al ámbito de la vida pública de una persona.9 La expresión escritos autobiográficos reúne ambos géneros. Así, pues, utilizo la expresión escritos autobiográficos para referirme a los cinco textos que analizo. Aunque no todos configuran autobiografías en sentido estricto, sí manifiestan una intención autobiográfica, la cual presupone a un sujeto que es producto de la historia, a la vez que es productor de la misma.10 En este sentido, la validez de los escritos autobiográficos como objeto de estudio para la historia radica en que provienen de sujetos históricos, quienes en calidad de testigos y de forma fragmentada relatan sus vidas aspirando a la veracidad. Al respecto, vale la pena citar al escritor colombiano Germán Espinosa, quien, si bien no es uno de los autores estudiados en este artículo, resulta elocuente cuando manifiesta en la Introducción a sus memorias:

Asentado lo anterior, habrá que aceptar cómo, en cualquier libro de memorias, lo único exigible es que el autor proceda de buena fe. Una objetividad absoluta se halla siempre por encima de las humanas capacidades, y no la obtienen ni siquiera los más fehacientes periodistas. Hablemos, pues, de una objetividad relativa o, en últimas, humana. De una actitud movida por la buena fe, por el deseo de no incurrir en falacias. Es lo máximo que se nos puede pedir y lo mínimo que podemos ofrecer. Así, pues, me animaré a afirmar que, al iniciar la escritura de este libro, me he propuesto presentar, en la forma en que los recuerdo, sucesos de los cuales fui testigo.11

7 Philippe Lejeune, “El pacto autobiográfico”, en Anthropos Suplemento, número 29, extra (diciembre de 1991), Barcelona, p. 48.

8 Karl J. Weintraub, “Autobiografía y conciencia histórica”, en cf., Anthropos Suplemento, número 29, p. 19.

9 Edgar de Jesús Velázquez Rivera, La biografía, Popayán, María Fernanda-Diseño Gráfico e Impresiones, 2007, p. 270.

10 Cf., p. 113.11 Germán Espinosa, La verdad sea dicha – Mis memorias, Bogotá, Taurus, 2003, pp. 11-12.

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En este sentido aquí se considerarán libros y escritos identificados como autobiográficos por los propios autores. Así mismo, se incluirán memorias consideradas como tales por los autores. Por consiguiente, la selección de textos se basa en la intención explícita del acto autobiográfico. Parto de dos constataciones históricas en relación con la escritura autobiográfica de los dos últimos siglos. En primer lugar, si bien la escritura autobiográfica decimonónica en los países occidentales ya era bastante prolífica,12 en el siglo XX ocurrió un notable incremento de este tipo de escritos. En segundo lugar, entrado el siglo XX se vuelve norma adjudicar mayor importancia a la infancia en la reconstrucción autobiográfica, frecuentemente por encima del énfasis en lo público, propio de las memorias.

En el siglo XIX la infancia puede ser un episodio más o menos breve en las memorias y autobiografías, por lo general el primero en ser narrado, en cuanto constituye el inicio de la historia personal. En el curso del siglo XX se torna común que la infancia se convierta en el motivo central de la memoria y la escritura. Es significativo que avanzado el siglo XX, la infancia ocupe un lugar central en las memorias y autobiografías colombianas. Obras como Memorias infantiles y Los días de la infancia están dedicadas en su totalidad a esta etapa de la vida. Así mismo, es frecuente que estos autores modernos justifiquen la autonomía que le asignan a la infancia aludiendo a ella como la etapa más feliz de su existencia. Cabe preguntarse por qué se dan estos cambios en la escritura autobiográfica en relación con el recuerdo de la infancia, común en el siglo XIX, y cómo se explica su creciente importancia en memorias y autobiografías colombianas del siglo XX.

La historia y la escritura sobre la propia infancia

Hay consenso entre teóricos de la autobiografía como Georges May, en que este género de escritura es bastante tardío, se desarrolla tímidamente desde fines del siglo XVIII y con mayor claridad desde 1800, y es un fenómeno representativo de la cultura occidental. En este sentido, un hito fundamental es la autobiografía de Jean-Jacques Rousseau, titulada Confesiones y publicada póstumamente en cinco volúmenes entre 1782 y 1789. Esto no significa descartar, por ejemplo, las Confesiones de San Agustín, del siglo IV, sino que la conciencia colectiva del fenómeno autobiográfico como “instauración de una tradición auténticamente literaria de la autobiografía” data propiamente de fines del siglo XVIII.13

12 Georges May, La autobiografía, México, FCE, 1982; primera edición francesa, 1979.13 Cf., Georges May, La autobiografía, p. 23.

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El abordar históricamente escritos autobiográficos presenta al menos tres problemas que deben ser discutidos en este punto: las posibilidades referenciales del lenguaje, la memoria como constitutiva del Yo y la distancia temporal entre lo ocurrido y el momento de la escritura. El interés por los relatos autobiográficos es notorio en los debates teóricos sobre la literatura de las décadas de 1960 y 1970, a partir de dos cuestiones centrales: si la autobiografía se puede considerar como un género literario y cuáles son los límites entre autobiografía y novela (ficción).

El teórico James Olney encuentra tres etapas en la escritura autobiográfica que son útiles para abordar su análisis.14 La primera es la del “bios”, que se refiere a la capacidad del lenguaje para capturar la realidad vivida. En la segunda etapa, la del “autos”, está en cuestión la relación entre el sujeto y el texto.15 Esto aboca al problema de si el Yo del narrador es el mismo Yo narrado, con lo que se hace problemática la relación entre escritura autobiográfica y ficción. Gusdorf sostiene que en la autobiografía, a la experiencia se añade la conciencia de esa experiencia y, por tanto, su lectura es más significativa que el mero recuerdo de unos hechos. Por último, la tercera etapa, la del “graphe”, supone considerar cabalmente las implicaciones del acto de escritura con el cual el Yo y la vida adquieren una determinada forma, teniendo en cuenta que en esa representación, en esa figuración, el lenguaje desfigura al Yo, tal como sostiene Paul De Man en su teoría de la autobiografía.16 Esta propuesta resulta esclarecedora para avanzar en la discusión histórica de textos autobiográficos, particularmente cuando mi objetivo es detectar cambios en la importancia que asignan a la infancia cinco colombianos que escribieron entre 1875 y 1972.17

14 James Olney, “Algunas versiones de la memoria, algunas versiones del Bios – La ontología de la autobiografía”, en cf., Anthropos Suplemento, pp. 33-47.

15 El “autos” es discutido más ampliamente por Georges Gusdorf en “Conditions and Limits of the Autobiography”, en Anthropos Suplemento, p.9 (en traducción de Ángel G. Loureiro de 1956); publicado originalmente en Formen der Selbstdarstellung – Analekten zu einer Geschichte des literarischen Selbsportraits – Festgabe für Fritz Neubert, Berlín, Duncker y Humboldt, 1948, pp. 105-123.

16 Paul De Man, “La autobiografía como desfiguración”, en cf., Anthropos Suplemento, pp. 113-118.

17 Es significativo anotar que el objetivo último de Spiegel, cuyo tema de estudio son las crónicas medievales, es defender la posibilidad de detectar cambios en ese género de escritura histórica y correlacionarlos con cambios sociales. Puede consultarse al respecto su artículo “Medieval Canon Formation and the Rise of Royal Historiography in Old French Prose”, en MLN, volumen 108, número 4 (septiembre, 1993), pp. 638-658.

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El problema de la comprensión de la memoria como construcción y reconstrucción del Yo alude a la operación psicológica del recuerdo, en el que tienen un papel la representación de lo vivido, los olvidos y negaciones, las recreaciones e idealizaciones de lo pasado. En este sentido, resulta fundamental leer los textos desde la idea que “el pasado queda subsumido dentro de una visión desde el presente”.18 Por ejemplo, cuando Baldomero Sanín Cano describe el paisaje de su infancia, su Rionegro natal, no puede refrenar su nostalgia al rememorar el fin de su auge económico luego de la apertura del ferrocarril de Puerto Berrío, en los últimos años del siglo XIX.19

En cuanto a la distancia temporal entre el momento del recuerdo y la escritura y aquel en que sucedieron los hechos recordados, el problema es mayor cuando es la infancia la que está en cuestión. Los recuerdos de Soledad Acosta se remontan a los tres años de edad, si bien se acepta que la norma general es recordar desde los seis. Aquí entra en juego la particular percepción sensorial de la niñez, que sobredimensiona el recuerdo. Es el caso recurrente de recordar espacios grandes cuando desde la perspectiva adulta se comprueba su pequeñez. Por otra parte, hay indicios que ligan el presente con el pasado de manera aparentemente contundente, como ocurre cuando el recuerdo se recupera mediante una fragancia o un sabor. Es el caso muy conocido de la madeleine de Marcel Proust. Persiste la pregunta de qué tan real o inequívoca es esta mediación sensorial con el pasado, basada en “impresiones” e “imágenes” de la infancia. Real o no, ella es ciertamente percibida como extraordinariamente nítida en los escritos autobiográficos.

En suma, no es contundente la impugnación de la autobiografía como un género de escritura menos confiable que, por ejemplo, un documento oficial. En este artículo asumo la posibilidad de estudiar históricamente los escritos autobiográficos mencionados, de analizar el tratamiento que en ellos se da a la infancia y a aquello que se considera digno de recuerdo y publicación en diferentes momentos históricos. Como lo sostiene Karl J. Weintraub:

Mientras los hombres reflejen en sus concepciones del yo la cultura en la que viven, la cultura que les ha ayudado a crearse a sí mismos, y a la que ellos, a su vez, dan forma, la historia de las concepciones del yo puede funcionar a modo de “barómetro” de las diferentes configuraciones de la cultura. Así, la autobiografía, como supo ver Dilthey hace dos décadas, puede tener una función muy especial en la elucidación de la historia y puede además ayudarnos a entender la vida como un proceso continuo.20

18 Cf., Karl J. Weintraub, “Autobiografía y conciencia histórica”, en cf., Anthropos Suplemento, p. 21.

19 Cf., Baldomero Sanín Cano, pp. 69-70.20 Cf., Karl J. Weintraub, p. 26.

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Resulta relevante ver cómo en el siglo XX el desarrollo de disciplinas como la pediatría, la pedagogía, la psicología y el psicoanálisis, que se basan en la noción de infancia, colaboraron en la construcción del sujeto niño o niña, y en la comprensión de las experiencias formativas de esta etapa de la vida. Un punto nodal consiste en la valoración de la individualidad en la cultura occidental, proceso que tuvo su relanzamiento en Occidente con el Renacimiento y la Reforma y permitió la autoconciencia de la individualidad. Desde entonces fue posible la autobiografía como expresión ordenada de la historia personal.21 Otra cuestión clave es el punto de vista del lector. La pregunta de por qué los lectores leen autobiografías y memorias debe abordarse para ofrecer una explicación que posiblemente apele a nociones de identificación y proyección de sentimientos. Georges May afirma:

Y así, por estos caminos, se llega a la razón fundamental que explica el interés y el placer que nos produce el leer las autobiografías de los otros: la narración que hace el autor de su propia vida tiene por virtud quizás inesperada, quizás mágica, la de reflejar también, aunque de otra manera, la de su lector.22

Paso ahora a analizar los textos autobiográficos seleccionados, para hacer una contribución sobre las concepciones e imágenes acerca de la infancia en Colombia entre 1875 y 1972.

El estudio de la autobiografía en ColombiaLa literatura sobre la historia de la infancia en Colombia es relativamente rica.

Se destaca Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia de Javier Sáenz Obregón, Óscar Saldarriaga y Armando Ospina,23 que, con un riguroso trabajo de fuentes primarias, plantea los problemas de la modernización de la escuela y los cambios en los modelos pedagógicos entre 1903 y 1946. Cecilia Muñoz y Ximena Pachón, en La aventura infantil a mediados de siglo y La niñez en el siglo XX, estudiaron a cuatro manos, con base en información de prensa, la infancia en relación con los cambios sociales, culturales y educativos durante el siglo XX.24 En

21 Cf., Georges May, p. 28.22 Cf., pp. 125-126.23 Javier Sáenz Obregón, Óscar Saldarriaga y Armando Ospina, Mirar la infancia – Pedagogía,

moral y modernidad en Colombia, 1903-1946, Medellín, Colciencias – Ediciones Foro Nacional por Colombia – Ediciones Uniandes – Editorial Universidad de Antioquia – Clío, 1997, 2 volúmenes.

24 Cecilia Muñoz y Ximena Pachón, La niñez en el siglo XX. Salud, educación, familia, recreación, maltrato, asistencia y protección, Bogotá, Planeta, 1991; y Cecilia Muñoz y Ximena Pachón, La aventura infantil a mediados de siglo – Los niños colombianos enfrentan cambios sociales, educativos y culturales que marcarán su futuro, Bogotá, Planeta, 1996.

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la Historia de la infancia en América Latina, coordinada por Pablo Rodríguez y María Emma Mannarelli y publicada en 2007,25 se discuten temas novedosos de la historia de la infancia: Carlos Eduardo Jaramillo, en “Los guerreros invisibles”,26 aborda la participación de los niños en las guerras, tema ocultado hasta hace unas décadas, por el hecho de que la adultez era asumida desde una edad más temprana; Otto Vergara González se pregunta en “Ritos de paso en tiempos de guerra” sobre la iniciación de los niños en los conflictos armados.27

También publicado en el libro coordinado por Rodríguez y Mannarelli, “El concertaje laboral de los niños abandonados en Bogotá (1642-1885)”, de Estela Restrepo, aborda el abandono de niños, el establecimiento de asilos y refugios y la inserción de los niños en el mercado laboral hasta la Regeneración.28 Ximena Pachón, en “La Casa de Corrección de Paiba en Bogotá”, trata sobre las deficiencias del sistema correccional en Bogotá en la primera mitad del siglo XX, y muestra la situación de los niños abandonados y “delincuentes” en la ciudad. Susana Romero establece un desarrollo cronológico de la legislación sobre infancia en los ámbitos internacional y nacional desde fines del siglo XIX y durante el siglo XX, en “Un siglo de legislación sobre infancia en América Latina”.29 Por último, en “El niño en la literatura infantil colombiana”, Beatriz Robledo analiza la presencia de personajes infantiles en la literatura colombiana moderna.30 En algunos de estos artículos se utilizaron memorias como fuentes primarias; es el caso del estudio de Carlos Eduardo Jaramillo. Con todo, la utilización de escritos autobiográficos con testimonios sobre la infancia no ha sido frecuente. El Instituto Caro y Cuervo publicó en el boletín Noticias Culturales, entre 1972 y 1975, una serie de “curiosas, desconocidas u olvidadas autobiografías, todas ellas de autores colombianos”.31 Vicente Pérez Silva, coordinador de la serie, explicó su propósito:

25 Pablo Rodríguez y María Emma Mannarelli (coordinadores), Historia de la infancia en América Latina, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2007.

26 Carlos Eduardo Jaramillo, “Los guerreros invisibles – El papel de los niños en los conflictos civiles del siglo XIX en Colombia”, en cf., Rodríguez y Mannarelli, pp. 231-246.

27 Otto Vergara González, “Ritos de paso en tiempos de guerra – El reclutamiento de niños, niñas y jóvenes en el conflicto armado en Colombia”, en cf., Rodríguez y Mannarelli, pp. 577-590.

28 Estela Restrepo Zea, “El concertaje laboral de los niños abandonados en Bogotá (1642-1885)”, en cf., Rodríguez y Mannarelli, pp. 263-279.

29 Susana Romero, “Un siglo de legislación sobre infancia en América Latina – Un cuadro cronológico”, en cf., Rodríguez y Mannarelli, pp. 615-632.

30 Beatriz Robledo, “El niño en la literatura infantil colombiana”, en cf., Rodríguez y Mannarelli, pp. 633-648.

31 Vicente Pérez Silva, serie de artículos en Noticias Culturales, números 132-143 (enero-diciembre, 1972), p.5; números 144-155 (1973); números 156-167 (1974); números 168-179 (1975).

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En fin, creemos que la autobiografía real o fantástica, seria o festiva, en prosa o en verso, constituye aquí y en cualquier parte, un valioso documento que contiene y transmite, con rasgos singulares e inconfundibles, el sentimiento de lo estrictamente individual.32

Pérez se propuso rescatar del olvido fragmentos de obras autobiográficas que podían resultar de interés literario, con fines de esparcimiento intelectual. Posteriormente, publicó muchos de esos textos autobiográficos en La autobiografía en la literatura colombiana, que hace parte de los 15 títulos de la Colección Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República.33 Si bien este libro tiene el mérito de recopilar múltiples escritos autobiográficos, presenta un problema desde la perspectiva del historiador: no explicita los criterios de selección de los fragmentos que forman parte de la serie. Considera como autobiografías expresiones literarias muy diversas, tales como obras autobiográficas espontáneas que pueden conformar un libro de memorias, fragmentos de una novela, relatos autobiográficos pedidos por terceros (como el de la vida de la Madre Josefa Francisca del Castillo, escrito por mandato de su confesor) e, incluso, reportajes autobiográficos publicados en periódicos.

El ensayo de Mario Jursich Durán y Patricia Londoño Vega, “Diarios, memorias y autobiografías en Colombia”34, es un valioso catálogo de estos tres géneros, que incluye 376 títulos. Este esfuerzo, dedicado a subsanar las imperfecciones de la compilación de Pérez Silva, da “un paso más allá, pues incluye material inédito”. Los autores proponen un examen de conjunto, con un método numérico que denominan bibliometría y que se inspira en la antolometría de Gabriel Zaid.35 El método consiste en realizar una serie de mediciones para entender algunos aspectos sociales del género, los temas de mayor relevancia, el oficio de los autores, entre otros. Posteriormente cruzan la información de las obras catalogadas con otras referencias del contexto, tales como los niveles de escolaridad en determinada época, las tasas de alfabetización o el número de bibliotecas públicas. De este modo, dan cuenta de una verdadera “biblioteca sumergida”, que les permite refutar la afirmación de algunos historiadores sobre

32 Vicente Pérez Silva, “La autobiografía en la literatura colombiana – Selección y notas de Vicente Pérez Silva”, en Noticias Culturales, número 132 (1972), pp. 5-6.

33 Vicente Pérez Silva, La autobiografía en Colombia, Bogotá, Biblioteca Familiar Presidencia de la República, Imprenta Nacional de Colombia, 1996.

34 Mario Jursich Durán y Patricia Londoño Vega, “Diarios, memorias y autobiografías en Colombia”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, número 40, volumen XXXII (1997), Bogotá. En: http://lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti1/bol40/b40n.htm [consultado: 20 de febrero 2008].

35 Gabriel Zaid, poeta y ensayista mexicano.

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la escasez de escritura autobiográfica en Colombia. Jursich y Londoño sostienen que ella es, en realidad, una “zona poco documentada de nuestra cultura”.36 Esta compilación facilita hoy el análisis de escritos autobiográficos colombianos y del papel que ha tenido la infancia en ellos, así como su cambio en el tiempo.

La infancia, tema digno de la escritura

En Colombia, según el catálogo de diarios, memorias y autobiografías de Jursich y Londoño, encontramos que de los 413 títulos diferentes incluidos (574 en total, si se cuentan las diferentes ediciones de una misma obra), entre 1817 y 1996, 14 fueron escritos (no publicados) en la Colonia (siglos XVII y XVIII); 143 en el siglo XIX; y 256 en el siglo XX. 37 En cuanto a las memorias o autobiografías que incluyen recuerdos de infancia, se tiene conocimiento de 17 autores para el siglo XIX y de un número igual para el siglo XX, para un número total de 34. La diferencia radica en que en el siglo XX se encuentran textos dedicados por completo al recuerdo de la infancia, lo cual no ocurre en el siglo XIX, cuando él es breve y accesorio en la reconstrucción de las memorias individuales.

Entre estos 34 autores he seleccionado cinco que incluyen en sus escritos autobiográficos la memoria de la infancia. Juntos conforman una serie que abarca un siglo. El primero es de 1875 (Soledad Acosta de Samper) y el último, de 1972 (Gonzalo Canal Ramírez). Soledad Acosta fue seleccionada por sus Memorias íntimas. Le sigue su esposo, José María Samper, quien escribió una memoria representativa del género en el siglo XIX, con una obertura pródiga en detalles de la vida cotidiana infantil. Baldomero Sanín Cano inicia su texto con el tema de la infancia, todavía según la modalidad de las memorias convencionales del siglo XIX, para darle anclaje genealógico a lo narrado. Eduardo Caballero Calderón y Gonzalo Canal Ramírez, el primero de ellos un escritor de oficio, dedican libros completos a su memoria de la infancia.

Soledad Acosta de Samper (Bogotá, 1833-1913), escritora prolífica en un contexto difícil para la escritura pública de las mujeres, escribió Memorias íntimas cuando tenía 42 años de edad, veinte después de escribir su Diario íntimo (que solo cubre los años entre 1853 y 1855). No abordaré el Diario, pues él no contiene referencias a la infancia. En cambio, las Memorias íntimas registran recuerdos determinantes de su vida infantil. Carolina Alzate explica que la

36 Cf., Jursich y Londoño, p. 2.37 Cf., p. 2.

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numeración de su única sección (“I-Infancia”) sugiere que la autora pensaba continuar su autobiografía.38 Es importante el dato que revela Alzate en relación con el momento de producción del texto: la autora lo escribe en ausencia de su amado, quien en 1875 está preso por motivos políticos. Al respecto dice Alzate: “La nostalgia con la cual mira la infancia y las marcas de tristeza que rastrea desde sus primeros momentos de conciencia pueden apuntar también a los difíciles momentos por los que atravesaba”.39 Es significativo recordar que Soledad escribió su Diario íntimo cuando, a los 20 años de edad, su prometido también se encontraba involucrado en conflictos políticos y se hallaba ausente de la ciudad durante la guerra civil de 1854.

José María Samper (Honda, Tolima, 1828-Anapoima, Cundinamarca, 1888) escribió en 1880 su Historia de un alma, dedicada a sus hijas. Escrita a los 52 años, fue presentada por el autor como un “prolijo examen de conciencia”, una “confesión” que puede ser enseñanza para los lectores, mientras que para él es “expiación y consuelo”.40 Historia de un alma ilustra bien la difusa frontera entre autobiografía y memoria en la segunda mitad del siglo XIX colombiano, pues Samper se esfuerza tanto por reconstruir la historia de su personalidad y su individualidad como por dar cuenta de los hechos públicos entre los cuales transcurrió su vida. Es significativo que Samper se refiera a su libro como “memorias”, y que le sea ajena la noción de autobiografía.41 Lo digno de ser recordado sigue siendo aquello de la vida privada que arroja luz sobre la vida de la “Patria”:

Así la historia íntima de esta alma es también la de muchos hombres y acontecimientos; es, en no pequeña parte, la historia de la Patria: historia anecdótica, escrita puramente de memoria, familiar en sus formas y su tono, lealmente recordada y narrada con ingenuidad.42

El ensayista y crítico literario Baldomero Sanín Cano (Rionegro, Antioquia, 1861-Bogotá, 1957) publicó a los 88 años De mi vida y otras vidas. Se deduce de su contenido que lo escribió poco antes de su publicación en 1949. Luego de comentar la autobiografía de Benvenuto Cellini,43 Sanín afirma:

38 Cf., Carolina Alzate, Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, p. XXXVI.39 Cf., p. XXXVII.40 Cf., José María Samper, Historia de un alma, Medellín, Bedout, 1971, p. 7. 41 Cf., “Epílogo”, p. 631. 42 Cf., p. 8.43 Benvenuto Cellini, artista del Renacimiento, escribió su autobiografía, titulada Mi vida, entre

1538 y 1562.

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Partir del principio de que el autor de unas memorias ha figurado en su tiempo es anticiparse al juicio de la posteridad […] Debe escribir sus memorias el que sin haber figurado notablemente en su tiempo cree tener algo que decir a los circunstantes o a la posteridad, no de sí mismo, sino de los sucesos que ha visto y de los hombres que ha conocido.44

Así, pues, Sanín Cano también pensó su libro como unas memorias. Escrita a mediados del siglo XX, De mi vida y otras vidas parte de una concepción similar a la de Samper, según la cual, quien ha figurado en la ciencia, la guerra o la política tiene recuerdos dignos de ser comunicados al público. Si bien la sección dedicada a la infancia es breve, Sanín expresa en ella una sensibilidad diferente a la de Samper, más moderna, en cuanto diferencia más claramente los ámbitos público y privado. Siguen en mi serie las Memorias infantiles, 1916-1924 de Eduardo Caballero Calderón (Bogotá, 1910-1993). Publicado en 1964, el libro ha tenido cinco ediciones hasta la fecha. Lo más significativo para este artículo es que, a los 54 años, Caballero, un reconocido escritor bogotano, haya dedicado un libro completo a sus memorias de infancia entre los 6 y los 14 años. En el prólogo, Caballero describe su retorno a la casa de la abuela en el barrio La Candelaria luego de cincuenta años de ausencia: “En mi caso se trataba de regresar, pues buena parte de mi vida, la mejor, es decir mi infancia, había transcurrido allí”.45 A diferencia de las obras anteriores, en la de Caballero la vida privada goza de un estatus autónomo, lo que hace posible la memoria de la infancia sin el ánimo de iluminar la vida pública. Gonzalo Canal Ramírez (Gramalote, Santander, 1916-Bogotá, 1994) también dedicó un libro completo a sus memorias de infancia. Canal fue novelista, ensayista y columnista de prensa y consagró la mayor parte de su vida a las artes gráficas, tanto en el país como en el exterior. A los 56 años escribió Los días de la infancia, en donde describe su niñez campesina.

De lo digno de la posteridad a la escritura de la individualidad

En esta sección me concentro en el tratamiento que dan a su infancia los cinco autores considerados, cómo esos recuerdos se relacionan con el momento de la escritura, qué puede decirse sobre la intención de los escritores y sobre la relación entre esas representaciones de la infancia y los cambios culturales acaecidos en Colombia entre 1875 y 1972. Mi propósito es entender cómo cambian las convenciones que rigen la escritura y publicación del recuerdo de la infancia entre

44 Cf., Baldomero Sanín Cano, De mi vida y otras vidas, p. 7.45 Cf., Eduardo Caballero Calderón, Memorias infantiles, 1916-1924, p. VIII.

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los siglos XIX y XX en Colombia. Como se ha dicho, el manuscrito autobiográfico “I-Infancia” de Soledad Acosta no fue publicado por iniciativa de la autora ni con su consentimiento, a diferencia de las demás obras analizadas. Parte de su interés proviene de la escasez de escritos autobiográficos sobre la infancia publicados por mujeres colombianas. En palabras de Carolina Alzate, “para las mujeres de la época hablar de sí mismas era aún más difícil que emprender una carrera literaria y publicar su producción”. Alzate agrega que la escritura autobiográfica logra vencer “la condición de abnegación (auto-negación) fundamental del sujeto femenino decimonónico”.46 Para una escritora del siglo XIX, hablar de su niñez podía tener la consecuencia indeseable de reforzar el estereotipo masculino que asumía la persistencia de rasgos infantiles en la vida adulta de las mujeres.

En su breve escrito (siete páginas en la edición de 2003), Acosta relata recuerdos que son para ella “impresiones”, como fotografías en su mente: su madre tocando el piano, la primera vez que fue al teatro, las visitas a la casa del general Acevedo,47 personas influyentes en su infancia como Teodoro Valenzuela,48 Amalia Mosquera49 (hija de Tomás Cipriano) y Carolina Elbers.50 El tono del escrito revela el contexto romántico del medio siglo XIX, que otorgaba un lugar importante a la confesión de sentimientos. Escribe sobre Amalia Mosquera:

Así fue con la mayor pena que yo supe que se casaría con el General Herrán, un hombre excelente, amigo de mi padre, pero ya entrado en edad y que todo podría ser menos el tipo romántico que yo había ideado para el esposo de la que yo creía un ser casi perfecto física y moralmente.51

46 Cf., Carolina Alzate, Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, p. XVI.47 El general José Acevedo (1806-1850) participó en la guerra de independencia y sirvió en el

gobierno de Joaquín Mosquera. Fue gobernador del Cauca, representante en los congresos de 1836 y 1837 y secretario de Guerra y Marina en 1841. Ver: José María Baraya, Biografías militares, Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1874. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/biomi/biomi68.htm [consultado en octubre 15, 2008].

48 Teodoro Valenzuela, egresado de la Universidad Externado de Colombia y político caucano.49 Amalia de la Concepción Mosquera y Arboleda, hija de Tomás Cipriano de Mosquera; se casó

con Pedro Alcántara Herrán, presidente de la república de 1841 a 1845. Ver: Eduardo Caballero Calderón, Biografía de Tomás Herrán, Biblioteca Virtual del Banco de la República; edición de 5 de diciembre de 2004; consultado el 2 de noviembre de 2008. Ver también: Alonso Valencia Llano, “Amor y poder en la vida del general Mosquera”, en: http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index2.php?option=com_content&do_pdf [consultado en octubre 23, 2008].

50 Carolina Elbers fue vecina de Soledad Acosta en la plazuela de San Francisco. Falleció el 13 de febrero de 1894. Su necrología, “Sensible pérdida”, se publicó en El Telegrama, año VIII, número 2.189 (13 de febrero de 1894), Bogotá.

51 Cf., Carolina Alzate, Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, p. 596.

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Soledad se refiere a su infancia en estos términos:

Nada está tan arraigado en mí como los recuerdos de mi infancia […] las horas más felices de mi vida […] No sé si todos recordarán sus primeros años con el recogimiento y ternura que yo. Siento que entonces germinaban en embrión en mi espíritu todos los pensamientos, los entusiasmos, las melancolías, los pesares, las desilusiones, los dolores del alma y las pocas alegrías que he sentido después. Mi infancia explica mi vida, fue un presentimiento de lo que sería después. Así la recuerdo con respeto, como hacen los nobles con los pergaminos en que están escritas las genealogías de sus familias: ellos ven allí la cuna de sus antepasados, yo veo la cuna de mis mejores pensamientos. Por eso, las personas que vi, que traté y que pasaron por mi vida en aquellos tiempos son para mí sagradas y nunca podré mirarlas con indiferencia.52

Para Soledad, la importancia de su infancia radica en que esta etapa vital explica su vida; en su infancia se encontraba en germen lo que ella sería cuando adulta. Es decir, la idea de la infancia como el tiempo del ser humano en potencia, lo cual podría relacionarse con la idea de desarrollo lineal, progresivo, en el cual se despliega dicha potencia. Es importante anotar que con ella no ocurre aún la disyuntiva entre lo público y lo privado, puesto que no escribió con la intención de publicar. Podría pensarse, por otra parte, que la máxima volteriana, “no digas a la posteridad sino aquello que es digno de la posteridad”,53 pesaba tan fuertemente sobre Soledad que por esta razón la idea de publicar sus escritos autobiográficos estaba fuera de cuestión. Puede afirmarse que en su vida de escritora convivieron la pulsión de escribir y el escrúpulo de su tiempo que otorgaba a la esfera pública una posición de dignidad muy superior a la de la esfera privada. Al respecto, es significativo el título Memorias íntimas, del cual hace parte el texto “I-Infancia”. Carolina Alzate, editora de ambos, aclara que el término memorias es empleado por Acosta en el sentido de recuerdos.

En José María Samper la máxima volteriana es un criterio permanente, que se manifiesta, por ejemplo, cuando afirma que determinados hechos que relata son importantes para él en particular y de sumo interés para Colombia: “He nacido para el sacrificio, y el mayor que puedo hacer a mi patria es el contenido en esta confesión general, que puede ser útil para otros hombres, o tentados a pecar, o pecadores como yo”.54 Samper piensa que su vida es parte de la historia de la patria y que la una aporta a la construcción de la otra. Evidencia la intencionalidad de

52 Cf., Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, pp. 595-596.53 Voltaire incluyó la frase Ne dîtes à la postérité que ce qui est digne de la postérité, en letra

bastardilla, en el prefacio a su Historia del Imperio de Rusia bajo Pedro el Grande, publicada en París en 1759.

54 Cf., José María Samper, Historia de un alma, p. 7.

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su obra autobiográfica desde la dedicatoria, titulada “A mis hijas”, donde habla de su “confesión general […] útil para otros hombres”.55 Al igual que su esposa, en Samper también la infancia cumple un papel importante, porque ha sido la etapa de la educación de su alma y del aprendizaje que formó al adulto. Esta idea, que se desarrollará teóricamente en el siglo XX, particularmente en la obra de Freud, era ya común en el XIX, y no era ajena a la sensibilidad de los románticos colombianos.56

A diferencia de lo que hará Caballero Calderón en el siglo XX, Samper no destaca la distorsión que puede causar el tiempo en el recuerdo. Por el contrario, afirma que su historia está “servida con fidelidad por el poder de la memoria”.57 Entre los autores del siglo XIX que discuto es notorio el asumir la memoria de la infancia como prerrogativa del individuo, sobre cuya claridad y fidelidad no se abrigan dudas. En el siglo XX el recuerdo de la infancia se tornará problemático, pues entonces ni siquiera el presente psíquico será considerado dominio del individuo. El presente y el pasado del Yo tendrán una zona de sombra y se percibirán como inefables. Para Acosta y Samper las impresiones de infancia son incontrovertibles. Ellas educaron el alma que ahora escribe y sin ellas no sería posible la memoria:

Todo lo que se ve y oye, lo que se siente y palpa educa, bien o mal. Pero acaso lo que más contribuye a educar el cuerpo, así como el alma, es el medio físico, el domicilio en que uno vive, principalmente durante la infancia; esta verdad la he comprendido al recordar y analizar, después de ser adulto, el influjo que sobre mí ejercieron ciertas circunstancias del hogar paterno y de los primeros años de mi niñez, y las localidades donde los pasé”.58

Samper elabora de modo poético sus impresiones de infancia sin mayor interpretación. La infancia pasada, posible lugar de catarsis y refugio creado con recuerdos frecuentemente ficticios, no es concebible para Samper. Su viaje a ese lugar tiene el propósito de evocar, no de comprender. El tono de la autobiografía de Samper es propio de las memorias. Su interés fundamental es situar los recuerdos íntimos en el mundo de los acontecimientos públicos y dejar constancia de aquellos

55 Cf., p. 8.56 Las teorías de Sigmund Freud (1856-1939) tuvieron gran influencia en la reflexión teórica sobre

la infancia, más allá de las intuiciones románticas del siglo XIX. Es notable la descripción de la infancia que hizo Jules Renard en Poil de Carotte, publicado en París en 1894.

57 Cf., José María Samper, Historia de un alma, p. 8.58 Cf., p. 32.

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que considera significativos.59 La fe total en sus recuerdos le da licencia a Samper para aleccionar a sus contemporáneos. Dos generaciones más tarde, Caballero Calderón afirmará en el prefacio a sus Memorias infantiles que “recordar la infancia es recordar un sueño. […] De ahí que cueste tanto trabajo recordarlas. Si las viéramos otra vez con nuestros ojos de hombres maduros, seguramente no las reconoceríamos”.60 Otra característica de la obra de Samper es su romanticismo, manifiesto en tres rasgos: la atención prestada a sus sentimientos, el carácter divino del amor a su madre y la importancia de la naturaleza. Javier Ocampo define así la sensibilidad romántica:

El Romanticismo fue un movimiento intelectual y artístico que se caracterizó por sus postulados individualistas y su independencia frente a los preceptos clásicos. Los románticos se manifestaron emotivos y se interesaron por la Nación en su fase de consolidación; en sus poesías buscaron avivar los sentimientos patrióticos, religiosos y tradicionales; se interesaron por afirmar la personalidad nacional y el orgullo patriótico, la sublimación de la raza americana, la sobre-valoración de la naturaleza del continente americano y la belleza de sus paisajes. A través de la naturaleza, los románticos pintaron sus propias emociones.61

En un pasaje de Historia de un alma, Samper da cuenta del miedo a la muerte que le atacó luego del fallecimiento de su tío. En otro rememora una ocasión en que su madre lo felicitó por una buena acción: “Me sentí doblemente gozoso en los brazos de mi madre”.62 A todo esto Samper se refiere como “impresiones”, captadas por los sentidos y luego educadoras del alma.63 En otro lugar recuerda una conversación sobre Dios con su madre, cuando niño:

La vaga idea de Dios sorprendía y desfloraba por primera vez algo de mi mente, […] pero si me impresionaba tal idea, de seguro no era por la fuerza que ella misma contenía, sino por la seducción amorosa de la persona que me la insinuaba. A mis ojos, instintivamente, mi madre era en aquellos momentos la providencia y la forma de Dios […] Comencé a amarle por amor a mi madre.64

Samper explica los contrastes en su carácter con los contrastes del paisaje en su ciudad natal:

59 Cf., Karl J. Weintraub, “Autobiografía y conciencia histórica”, p. 19.60 Cf., Eduardo Caballero Calderón, Memorias infantiles, 1916-1924, p. VII.61 Javier Ocampo López, “José Joaquín Ortiz (biografía)”, en Biblioteca Virtual del Banco de la

República, edición de 15 de diciembre de 2004. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/ortijose.htm [consultado: noviembre 10, 2008].

62 Cf., José María Samper, Historia de un alma, p. 14.63 Cf., p. 32.64 Cf., p. 15.

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El río Magdalena, haciendo allí un codo repentino, se precipita turbulento a la vera de la ciudad, por una sucesión de raudales estruendosos. El lindo río Gualí, que divide la ciudad en dos partes, como una línea perpendicular tirada sobre el Magdalena, encanta con el rumor de sus ondas, antes diáfanas, que se estrellan contra grandes pedriscos y escombros hacinados sobre una y otra margen y sombreados por árboles corpulentos. Aquel estruendo de los ríos, aquella magnificencia de la vegetación, aquel silencio de tantas ruinas solitarias; lo escarpado de las vecinas montañas y la hermosa llanura que se extiende entre Honda y su rival en ruinas, Mariquita; el contraste permanente de bullicio y silencio, de actividad y soledad, de cosas poéticas y cosas prosaicas, de goces y tristezas: todo eso que componía el medio físico y moral en que yo había nacido y debía pasar mi infancia, imprimió en mi mente un sinnúmero de ideas y reminiscencias perdurables. Por tanto, mi vida hubo de ser un reflejo de la turbulencia de los ríos que arrullaron mi cuna con su ruido, y de la tristeza grabada en los solitarios escombros de la ciudad; mezcla de aspiraciones poéticas e inquietudes y preocupaciones sociales; permanente antítesis de pensamientos tumultuarios que solo el tiempo y la experiencia del mundo podían sosegar.65

Los recuerdos de infancia de Samper lo impresionaron en extremo y las anécdotas relatadas los hacen aparecer nítidos y sin asomo de duda sobre el poder de la memoria.66 Estas afirmaciones tienen por fin otorgar validez a la escritura de sus recuerdos, a su autobiografía. Escribe sobre la casa de los padres, los cuentos que le contaban las criadas, la madre y la idea de Dios Providencia; la figura del padre patriota y filántropo de quien ha querido seguir el ejemplo; su abuelo paterno, sus tíos, las diversiones populares, las fiestas religiosas, el espectáculo de la muerte que educa el alma; las lecturas realizadas, la educación primaria y los castigos del padre, entre otros temas. Se trasluce el recuerdo de una infancia feliz, “mi dulce vida infantil”,67 la que educó su alma. La validez asumida de estos recuerdos permite el ejercicio de la todavía ineludible máxima volteriana: las memorias íntimas deben ilustrar lo público, lo histórico, deben ser útiles a otros hombres.

A diferencia de los esposos Samper, Baldomero Sanín Cano no tuvo el recuerdo de una infancia feliz. Confiesa el autor: “Fue mi infancia inevitablemente triste. La muerte de mi madre, cuando yo tenía apenas cinco años, echó sobre mi vida una sombra de tristeza que se prolongó por muchos años”.68 Este prolífico ensayista antioqueño vivió entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX, época de transición en la historia y

65 Cf., p. 33.66 Cf., p. 9.67 Cf., p. 53.68 Cf., p. 11.

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la cultura colombianas. Se percibe en De mi vida y otras vidas el estilo del siglo XIX, si bien Sanín escribe a mediados del siglo XX. En cuanto a su intencionalidad, Sanín parece sujetarse a la máxima volteriana, aunque de una manera nueva, cuando afirma…

[…] de lo poco digno de memoria [de mi vida] que acaso merezca ser comunicado al público, la mayor parte ha salido a la luz. Pero sin haber figurado, el presente escritor ha visto y admirado la figuración de muchos. Por eso este libro ha debido llamarse: “Memorias de los otros”.69

Sanín titula la mayoría de los capítulos con el nombre de algún personaje público del país. Las páginas sobre su infancia son muy pocas. En el primer capítulo, “Infancia”, escribe sobre su lugar de nacimiento, su familia, el aprendizaje de la lectura, la escuela. De modo similar a Samper, Sanín Cano dedica un apartado al “Paisaje de la infancia”, que comienza así: “Entre las personas que he conocido puedo contar a la naturaleza. El paisaje, el árbol, las flores […]”.70 En las memorias autobiográficas sobre la infancia, los espacios de la casa, el lugar del juego, el paisaje son escenarios privilegiados que enmarcan su recuerdo y que ofrecen elementos para una lectura de la vida cotidiana en el período que va de 1865 a 1875.

Cuando Sanín escribió De mi vida y otras vidas era una personalidad pública consolidada en el mundo de la cultura colombiana. La suya fue la primera generación que en el país alcanzó notoriedad desde las letras, sin participar en la política, si bien llegó a desempeñar cargos públicos (en la Subsecretaría de Hacienda, durante el gobierno de Rafael Reyes) y diplomáticos (ministro plenipotenciario de Colombia en Argentina).71 Su declaración de que “la mayor parte [de su vida] ha salido a la luz”72 remite a sus otros libros, entre los que se destacan La civilización manual y otros ensayos (1925), Indagaciones e imágenes (1926), Crítica y arte (1932), Divagaciones filosóficas y otros apólogos literarios (1934), Ensayos (1942), Letras colombianas (1944), El humanismo y el progreso del hombre (1955) y Pesadumbre de la belleza (1957). En De mi vida y otras vidas solo se dedican unas pocas páginas a la infancia, y el grueso del libro evoca vivencias de sus viajes, el ejercicio de cargos diplomáticos en el extranjero y a personajes públicos que conoció.

69 Cf., Baldomero Sanín Cano, De mi vida y otras vidas, p. 8. 70 Cf., p. 67.71 María Isabel Vargas, “Baldomero Sanín Cano (biografía)”, en Biblioteca Virtual del Banco de la

República, edición de 16 de diciembre de 2004. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/sanibald.htm [consultado: 15 de noviembre de 2008].

72 Cf., Baldomero Sanín Cano, De mi vida y otras vidas, p. 8.

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Al tratamiento de su infancia en Sanín se opone el de Eduardo Caballero Calderón en sus Memorias infantiles, cuyo contenido total está dedicado a la niñez, transcurrida entre 1916 y 1924. En Caballero el escrito autobiográfico está concebido como literatura, “resultante de la emoción lírica producida por los recuerdos que se agolpan”.73 Es significativo que un escritor y novelista consagrado escriba a sus 55 años un relato autobiográfico concentrado en la infancia, con el argumento de que fue ella la mejor parte de su vida.74 Caballero había escrito numerosos ensayos, columnas periodísticas, y las novelas El Cristo de espaldas (1952) y Siervo sin tierra (1954), “considerada la consolidación del escritor en cuanto a la técnica, al mundo imaginario que logra proyectar y la construcción de los personajes; allí se presenta toda la problemática de la miseria de los campesinos, explotados y desposeídos, abandonados a un mundo que los arrasa”.75 Caballero era un escritor altamente reconocido en Colombia cuando publicó sus Memorias infantiles, en 1964.

Además, en sus estadías en España (1946-1948, como diplomático, y 1954-1957, como particular) tuvo ocasión de relacionarse con la intelectualidad española y fundó en 1954, junto con Manolo Sanmiguel, la editorial Guadarrama.76 En su relato, ocupan un lugar central la figura de la abuela y su entorno de la casa señorial. Las anécdotas indican la familia aristocrática de la que procede el autor, así como las costumbres y rasgos de la vida cotidiana en la Bogotá de las primeras décadas del siglo XX: prácticas religiosas, distribución de los espacios y del mobiliario, relaciones fuertemente jerárquicas en la familia, juegos infantiles, primer amor. La infancia que se lee en Memorias infantiles es feliz, si bien la evocación está dictada por la nostalgia y la tristeza de volver a la casa de la abuela en la década de 1960 y verla rodeada por un barrio de La Candelaria en ruinas.

73 Ernesto Ojeda Suárez, “Estudio introductorio a Eduardo Caballero Calderón”, en cf., Memorias infantiles, 1916-1924, p. XXIII.

74 Cf., Beatriz Caballero, Papá y yo – Eduardo Caballero Calderón, Bogotá, Taurus, pp. 19 y 147.

75 Luis Carlos Molina, “Eduardo Caballero Calderón (biografía)”, en Biblioteca Virtual del Banco de la República, edición original del 1 de diciembre de 2004. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/cabaedua.htm [consultado: noviembre 8, 2008].

76 Cf., Beatriz Caballero, Papá y yo – Eduardo Caballero Calderón, pp. 113 y 116.

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Fotografía de Eduardo Caballero Calderón, niño.

Publicada en Beatriz Caballero, Papá y yo – Eduardo Caballero Calderón, Bogotá, Taurus, 2004, p.18.

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El tono de Caballero Calderón es más intimista que el de los otros autores analizados. A diferencia de Samper y de Sanín Cano, Caballero no se propone contribuir a la historia de la república sino que toma como tema único sus vivencias y experiencias como niño, en un ejercicio de introspección. El recuerdo de la infancia se dispone en una obra completamente dedicada a ella, y no como presentación de la propia vida pública. Memorias infantiles da cuenta del individuo niño y de su mundo circundante. A diferencia de Soledad Acosta, el relato de la infancia no necesita justificarse por su importancia en la configuración del adulto, sino por su valor en sí mismo. Más aún, ese recuerdo es ocasión para la creación literaria. No está de más recordar, por otra parte, que Caballero Calderón escribió Memorias infantiles cuando se desempeñaba como embajador ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).77 Es probable que en el ejercicio de ese cargo Caballero se haya acercado a las nociones más contemporáneas sobre la infancia y los esfuerzos de la ONU por promoverla y defenderla, en consonancia con su papel internacional.

Contemporáneo de Caballero Calderón, Gonzalo Canal Ramírez rememora una infancia campesina transcurrida en el municipio de Gramalote (Norte de Santander) y que fue interrumpida dramáticamente por la violencia política. Canal no tuvo la trayectoria literaria de Caballero Calderón, sino que se destacó como tipógrafo en su Imprenta, Rotograbado, Litografía Canal Ramírez Antares. En ella imprimió obras que muestran su vena humanista, particularmente en la reivindicación de la cultura como salvación en los tiempos violentos de la república. Me refiero, por supuesto, a la llamada época de la Violencia, que tuvo en Canal uno de comentadores más comprometidos y sensibles. En Los días de la infancia, publicada en 1972, se manifiesta esta actitud a propósito de los odios políticos y religiosos desatados en Norte de Santander desde la década de 1910, mucho antes del período reconocido como la Violencia (ca. 1930-1969): “No puedo creer en quienes le ponen fechas recientes a la violencia colombiana, o en quienes hacen recaer su responsabilidad exclusivamente sobre determinado partido”.78 En su libro relata episodios que entreteje con los sucesos políticos del momento y su memoria de la infancia ofrece al humanista una oportunidad para reflexionar sobre el sectarismo y la violencia colombiana. Canal dice guardar “un herido recuerdo, una lacerante memoria de la conturbadora violencia”.79 Rememora

77 Cf., pp. 139-147.78 Cf., Gonzalo Canal Ramírez, Los días de la infancia, p. 31.79 Cf., p. 24.

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las amenazas que ocasionaron el desplazamiento de su familia de su casa en Gramalote. Esta “fuga, naufragio y proscripción” se debió a que su padre era partidario del candidato Presidencial conservador Guillermo Valencia, quien en 1918 se presentó a elecciones en coalición con el Partido Liberal, dirigido por el general Benjamín Herrera, y fue derrotado por la influencia del clero.80 Canal escribe sobre la casa de su abuela en la vereda El Talquito; la iglesia que con sus campanas regía el tiempo campesino; el abuelo que de niño era su “héroe” por su servicio en el ejército conservador; la presencia del demonio como “personaje familiar de mi niñez”. Como en el caso de Caballero Calderón, Canal cuenta que sus “días estaban regidos por la presencia de la abuela”, su aliada y refugio.81 El padre representaba para él “la providencia toda”.

La contribución de Canal Ramírez en Los días de la infancia es poner en evidencia una contradicción literariamente significativa entre la evocación de una infancia feliz y el recuerdo de la violencia, el miedo y la vivencia del exilio. El escritor adulto contextualiza el recuerdo de su infancia campesina desde una preocupación humanista y crítica frente a los odios irracionales motivados por sectarismos políticos y religiosos. Ellos no logran enlutar la felicidad vivida, sino que dan lugar a la reflexión. Diez años antes de la publicación de Los días de la infancia, había salido a la luz el libro La Violencia en Colombia, de Germán Guzmán, Eduardo Umaña Luna y Orlando Fals Borda. En la segunda parte del segundo volumen, los autores incluyeron un capítulo sobre el problema social de la niñez abandonada con ocasión de la Violencia.82 Fue con plena conciencia de ese informe que Canal Ramírez ilustró el impacto de la violencia en su infancia. El tema ha recobrado actualidad recientemente, como lo ilustra la obra colectiva Memoria secreta de la infancia, editada en 2004 por Esmir Garcés Quiacha.83

80 María Alexandra Méndez Valencia, “Guillermo Valencia (biografía)”, en Biblioteca Virtual del Banco de la República. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/valeguil.htm [consultado: octubre 20, 2008].

81 Cf., Gonzalo Canal Ramírez, Los días de la infancia, p. 21.82 Orlando Fals Borda, Germán Guzmán y Eduardo Umaña Luna, La violencia en Colombia,

Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1962-1964, dos volúmenes; la primera edición, parcial, fue obra de Germán Guzmán Campos, y fue publicada en un volumen por la Editorial Iqueima, en 1962.

83 Esmir Garcés Quiacha (compilador), Memoria secreta de la infancia. Textos de veintiún escritores del Huila, Bogotá, Trilce y Altazor Editores, 2004.

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Conclusiones

Luego de esta aproximación selectiva a las memorias y autobiografías de infancia escritas en Colombia, puedo afirmar que en el siglo XIX Soledad Acosta y José María Samper dan preferencia al recuerdo de los sentimientos en el marco de las ideas románticas. Para ambos, el recuerdo del niño es importante porque contiene en germen al individuo adulto. En cuanto a la intencionalidad de la escritura autobiográfica y memorística, se puede decir que, en el caso de Samper y de Sanín Cano, la máxima “no digas a la posteridad sino lo que es digno de la posteridad” es un criterio importante y fundamenta la decisión de la escritura y publicación de las vivencias personales. Ambos creen tener algo que decir a la posteridad, tanto de sí mismos como de los sucesos que han visto y de los hombres que han conocido. Sanín Cano lo hace con un tono de aparente humildad, y con una ironía muy modernista. Samper, con más convicción y tono pedagógico, en lo que termina por constituir un relato ejemplar. Esta forma de autobiografía se identifica con el género de las memorias, en el que se entrelazan lo público y lo privado y es frecuente la justificación de la propia vida ante los demás, ante la posteridad y ante la historia de la república. En las memorias –y es el caso en las de Samper y Sanín– hay en realidad dos protagonistas: el autor y la “Patria”. En las obras de Caballero Calderón y de Canal Ramírez el recuerdo de la infancia da lugar a sendos libros por entero dedicados a ella. Esta iniciativa responde a un cambio en la subjetividad y en la valoración de la infancia que solo ocurre en Colombia bien avanzado el siglo XX. En ella convergen una nueva tradición literaria (en la que la obra de Marcel Proust ocupa un lugar prominente), así como la consolidación en el país de disciplinas médicas y académicas como el psicoanálisis y la pedagogía.

Es interesante la correlación de la noción de felicidad con los años de la infancia, presente en cuatro de los cinco autores (la excepción es Sanín Cano). También es recurrente el tema de la muerte de los seres queridos, tales como la abuela (Caballero Calderón), el padre (Canal Ramírez), la madre (Sanín Cano). La muerte de estos pilares en la vida infantil de los autores es una de las motivaciones para escribir, lo que, sumado a la noción de una felicidad pura perdida, sugiere que es la nostalgia la pulsión que lleva a la escritura autobiográfica tanto en el siglo XIX como en el XX. De hecho, Canal Ramírez finaliza así Los días de la infancia:

El valle bajo cuya tierra reposa mi padre. Se fue él, cuando constituía el grande afecto de mi vida, en una noche de borrasca de 1932. Una de aquellas noches cuando su presencia era para nuestro miedo una garantía contra el foetazo del relámpago y la reventazón del trueno. Se fue con la misma sencillez con que lo había hecho todo.

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Un ¡ay¡ sin dramatismo, una mano desgonzada y la muerte fulmínea en el corazón. Allí cayó para siempre, en su Mosquito, mi Mosquito. Con él se fue mi niñez, y para él la he evocado aquí, porque él resucita muchas veces, en mí, en mis hijos y en sus árboles.84

Respecto al concepto de infancia que se manifiesta en los escritos autobiográficos, en los cinco casos analizados se reconoce la importancia de esta etapa formativa para el Yo del escritor. La infancia se describe ligada a figuras fundamentales como el padre, la madre, los abuelos, las nanas (o “amas”), los hermanos, los amigos. Se les recuerda apelando a sentimientos e impresiones que fijaron el recuerdo: paisajes, olores, sabores. También los lugares de la infancia ocupan un espacio importante en los escritos autobiográficos, como se ve en la descripción de las casas de las abuelas en Caballero y Canal. En Caballero, el jardín era el lugar de los niños: “Nuestro mundo particular: un jardín muy grande plantado de árboles sombríos, caminitos empedrados y sardineles de ladrillo”.85 En Canal, el pueblo de nacimiento y la “vereda natal” son el marco necesario del recuerdo de la infancia. En Sanín Cano el paisaje de la infancia está ligado al “río familiar” y a los “altos y bajos” de su ciudad natal, Rionegro. En Samper los ríos de Honda sirven de alegoría de las cualidades del alma, y acaso cumplen un papel en su conformación. Así mismo, figuran con gran relevancia las creencias religiosas, que se encarnan frecuentemente en la presencia providencial de las abuelas y en la tierna abnegación de las madres, con licencia para prodigar caricias y hablar con ternura sobre la Providencia. Por otra parte, los juegos y los juguetes, pero también los castigos –ligados a la figura paterna– constituyen aspectos relevantes del recuerdo de la infancia.

Es importante tener en cuenta que en la primera mitad del siglo XX en Colombia tuvo lugar una serie de transformaciones sociales, económicas y culturales ligadas al fortalecimiento del Estado, especialmente promovidas por los gobiernos liberales a partir de 1930. En el campo educativo se impuso el discurso modernista entre 1903 y 1934, caracterizado por el predominio de las teorías evolucionistas y la biología como paradigma de la ciencia. En este período se realizaron reformas de la educación pública centradas en las escuelas primarias y en la formación de los maestros.86 Por entonces fueron incorporadas en Colombia disciplinas como la pedagogía, la psicología y la pediatría. En las

84 Cf., Gonzalo Canal Ramírez, Los días de la infancia, p. 172.85 Cf., Eduardo Caballero Calderón, Memorias infantiles, 1916-1924, pp. 7-8.86 Cf., Javier Sáenz Obregón, Óscar Saldarriaga y Armando Ospina, Mirar la infancia, volumen 1,

p. XVII.

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autobiografías discutidas se perciben estos cambios en las motivaciones aducidas para escribir sobre sí mismo y la infancia. En el siglo XX, recordar la infancia es una prerrogativa de la individualidad que no se justifica en términos de lo público ni de la historia de la patria.

Esos cambios pueden percibirse en la escritura autobiográfica. Si bien los escritos de los cinco autores estudiados tienen rasgos comunes, es claro que la noción de infancia varía entre uno y otro y de generación en generación. En líneas generales, a excepción de Sanín Cano, la infancia se recuerda como el Edén perdido, sin la pretensión del retorno que se sabe imposible. En De mi vida y otras vidas, de Sanín, la infancia se asocia a un recuerdo “inevitablemente” triste y la felicidad inexistente pareciera ser buscada en la rememoración de su trayectoria intelectual, que sirve de sucedáneo. Para José María Samper su historia personal es ilustrativa de la historia de la patria. En Soledad Acosta su Yo autobiográfico se delimita a partir de un recuerdo fotográfico de la infancia, más allá de algunas lagunas en su memoria, a la manera del diario íntimo y no del género de las memorias. Caballero Calderón escribe sus memorias infantiles en la época de su consagración como el principal novelista del país. En Canal Ramírez los días de su infancia reflejan la preocupación del humanista por un contexto de violencias repetidas.

En Samper rige la máxima volteriana, que desde el siglo XVIII imponía decir a la posteridad solo aquello que es digno de ella. Su infancia merece ser pública porque fue durante ella que se forjó el alma del hombre público. Por esto ella sirve para aleccionar a contemporáneos y lectores futuros. En Sanín Cano lo digno de ser recordado responde a la lógica del siglo XIX, en el sentido de que es lo público lo que justifica la exposición de lo privado. Soledad Acosta escribió sobre experiencias de su infancia que no consideró dignas de ser publicadas, sino que legó a sus hijas. En Caballero Calderón ya no rige la máxima volteriana y su autobiografía es un ejercicio literario que además satisface la curiosidad de sus lectores. Canal Ramírez publicó su infancia como parte de una postura humanista frente a la violencia, en un afán por salvaguardar el tesoro interior de las amenazas que acechan en la esfera de lo público.

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bibliograFía

Fuentes primarias

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• José María Baraya, Biografías militares, Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1874.

• Eduardo Caballero Calderón, Memorias infantiles, 1916-1924, Medellín, Editorial Bedout, 1964, 251 páginas.

• Gonzalo Canal Ramírez, Los días de la infancia, Bogotá, Antares Imprenta, 1972, 172 páginas e ilustraciones.

• José María Samper, Historia de un alma, Medellín, Bedout, 1971.

• Baldomero Sanín Cano, De mi vida y otras vidas, Bogotá, Antares, 1971.

Fuentes secundarias

• Beatriz Caballero, Papá y yo – Eduardo Caballero Calderón, Bogotá, Taurus, 2004.

• Mario Jursich Durán y Patricia Londoño Vega, “Diarios, memorias y autobiografías en Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico, número 40, volumen XXXII (1997), Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.

En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti1/bol40/b40n.htm. Edición en papel como documento suelto, 43 hojas, Biblioteca Luis Ángel Arango, R015 L65d.

• Germán Espinosa, La verdad sea dicha. Mis memorias, Bogotá, Taurus, 2003.

• Orlando Fals Borda, Germán Guzmán y Eduardo Umaña Luna, La violencia en Colombia, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1962-1964, dos volúmenes; la primera edición, parcial, fue obra de Germán Guzmán Campos, y fue publicada en un volumen por la Editorial Iqueima, en 1962.

• Esmir Garcés Quiacha (compilador), Memoria secreta de la infancia. Textos de veintiún escritores del Huila, Bogotá, Trilce y Altazor Editores, 2004.

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• Philippe Lejeune, “El pacto autobiográfico”, en Anthropos Suplemento, número 29, extra (diciembre de 1991), Barcelona, p. 48.

• Georges May, La autobiografía, México, Fondo de Cultura Económica, 1982.

• Cecilia Muñoz y Ximena Pachón, La niñez en el siglo XX. Salud, educación, familia, recreación, maltrato, asistencia y protección, Bogotá, Planeta, 1991.

• , La aventura infantil a mediados de siglo. Los niños colombianos enfrentan cambios sociales, educativos y culturales que marcarán su futuro, Bogotá, Planeta, 1996.

• Ernesto Ojeda Suárez, “Estudio introductorio a Eduardo Caballero Calderón”, en cf. Memorias infantiles, 1916-1924, p. XXIII.

• Vicente Pérez Silva, La autobiografía en Colombia, Biblioteca Familiar Presidencia de la República, Bogotá, Imprenta Nacional de Colombia, 1996.

• , serie de artículos en Noticias Culturales, números 132-143 (enero-diciembre, 1972), 144-155 (1973), 156-167 (1974), 168-179 (1975), Bogotá.

• Pablo Rodríguez y María Emma Mannarelli (coordinadores), Historia de la infancia en América Latina, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2007.

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de madrid y cHicago (1892/1893)Alejandra Valverde1

Resumen

Para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de América en 1892, los gobiernos de España y Estados Unidos organizaron exposiciones internacionales en Madrid y Chicago. El gobierno colombiano encargó a Vicente y Ernesto Restrepo organizar la parte de esas exposiciones conformada por las antigüedades indígenas, destinada a mostrar el adelanto en el cual se encontraban estos pueblos a la llegada de los españoles en el siglo XVI. Este artículo es la reseña crítica de una visita hipotética a las exposiciones de Madrid y Chicago de 1892 y 1893. Sus fuentes son los catálogos y libros compuestos por los Restrepo para referenciar y comentar los objetos expuestos en esas ciudades. Este artículo también es un estudio crítico de esos catálogos. Estas exposiciones y sus catálogos permiten comprender mejor la idea de nación con que Colombia se presentó ante el mundo a finales del siglo XIX y el papel que se le asignó en ella al patrimonio arqueológico prehispánico.

Palabras clave: catálogos museográficos, exposiciones de Madrid (1892) y Chicago (1893), centenario del descubrimiento de América, Vicente y Ernesto Restrepo, objetos arqueológicos, patrimonio arqueológico colombiano.

Presentación

En vísperas del cuarto centenario del descubrimiento de América, España convocó a las repúblicas americanas a participar en una exposición conmemorativa que se llevaría a cabo en Madrid. En tiempos de la Presidencia de Carlos Holguín, Colombia decidió participar en esta exposición, que se constituiría en la primera presentación de la república en el ámbito internacional. Un año más tarde, Estados Unidos convocó a las naciones americanas a una exposición

1 Quiero agradecer a Carl Langebaek por la orientación que me dio sobre este tema y muchos otros que de diversas maneras están relacionados con este artículo.

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industrial en Chicago, también en conmemoración del Descubrimiento. Con este fin, los ministros de Fomento, Carlos Uribe, y de Relaciones Exteriores, Marco Fidel Suárez, promovieron la creación de una junta organizadora, en la que desempeñó un papel central el erudito antioqueño Vicente Restrepo. Él y su hijo Ernesto fueron encargados de recopilar, organizar y montar la exposición de objetos precolombinos, denominados por ellos antigüedades. Su propósito fue mostrar el grado de adelanto que tenían estos pueblos a la llegada de los conquistadores y presentarlos a nombre de Colombia en Madrid y Chicago.

Vicente y Ernesto Restrepo elaboraron cuatro documentos para acompañar las piezas que fueron escogidas para llevar a la exposición. El primero de ellos se titula Catálogo general de los objetos enviados por el Gobierno de Colombia a la exposición histórico-americana de Madrid,2 y contiene, a modo de inventario, cinco listados de las piezas que serían expuestas en esa ciudad, así como un listado de fotografías. El segundo documento es un libro escrito por Ernesto Restrepo, con miras a la exposición, titulado Estudios sobre los aborígenes de Colombia.3 Este libro incluye un apéndice titulado Observaciones sobre las inscripciones indígenas en piedra que se encuentran en Colombia, obra de Lázaro Girón, en el que se ilustran y comentan los petroglifos de Chinauta y Anacutá.4 El tercer documento es otro libro de Ernesto Restrepo, titulado Ensayo etnográfico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada.5 Los dos libros de Ernesto Restrepo fueron editados en el mismo año del cuarto centenario y fueron preparados para el Congreso de Americanistas, evento que dio apertura a la Exposición en Madrid. El cuarto documento es el Catálogo descriptivo de antigüedades indígenas, compuesto de cuatro álbumes de fotografías dedicados, uno a los Chibchas6, otro a los Quimbayas, uno más a los pueblos

2 Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo, Catálogo general de los objetos enviados por el Gobierno de Colombia a la exposición histórico-americana de Madrid, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892, 88 páginas.

3 Ernesto Restrepo, Estudios sobre los aborígenes de Colombia, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892.

4 Lázaro Girón, Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá, Bogotá, Imprenta de Antonio María Silvestre, 1892, 7 páginas.

5 Ernesto Restrepo, Ensayo etnográfico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892.

6 Hoy los arqueólogos denominan Chibcha a la familia lingüística a la cual pertenecen varios pueblos, entre ellos los Muiscas, que habitaban en el altiplano de la cordillera Oriental a la llegada de los españoles. En la época de Vicente y Ernesto Restrepo, hablar de los Chibchas era hacer referencia a esa población y no a la familia lingüística.

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prehispánicos de Antioquia y el último a los de Cauca, Tolima y Panamá. De estos catálogos descriptivos, solo se conserva el dedicado a los Chibchas, que incluye 58 fotografías de objetos de oro y cerámica.7 Me refiero a él como Catálogo descriptivo.

En este artículo analizo los siguientes documentos de los arriba mencionados: el Catálogo general, el Catálogo descriptivo, el Estudios sobre los aborígenes de Colombia, el Ensayo etnográfico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada y Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá. Además de estos documentos, consulté prensa de la época en donde se mencionan las dos exposiciones, su preparación, dificultades y resultados. Mi objetivo es enriquecer la comprensión que hoy se tiene de la idea de nación a finales del siglo XIX y el papel que en su promoción se reservaba a lo que hoy llamamos patrimonio arqueológico, y que entonces recibía el nombre de antigüedades. Discutiré los tipos de objetos llevados a las exposiciones, la apropiación que se hizo de ellos para la promoción internacional de la república y las nociones cultas sobre el pasado prehispánico a finales del siglo XIX, según pueden leerse en las reflexiones de Vicente y Ernesto Restrepo.

En este artículo doy cuenta, si el lector acepta esta idea, de una visita histórica a las exposiciones de Madrid y Chicago, con la guía de los catálogos y libros mencionados. Mi propósito es lograr un análisis antropológico e histórico de lo que se propusieron los organizadores con la participación de Colombia en estas exposiciones internacionales. Es decir, cómo un grupo de políticos e intelectuales colombianos decidió presentar la república ante el mundo en 1892 y 1893. Presto especial atención a los objetos llevados a Madrid, según fueron inventariados en los catálogos que preparó la comisión. En primer lugar, hago una breve recopilación de la historia de los montajes de las exposiciones. Después analizo los documentos señalados, y me sirvo de ellos para inventariar, presentar y comentar las piezas que fueron expuestas en Madrid y Chicago. Finalmente, comento una recopilación de artículos de prensa publicados luego de ambas exposiciones, en los que se evaluó esta primera presentación internacional del país.

7 Sin autor, editorial, fecha, ni comentarios sobre las fotos que allí se incluyen. Se trata de una compilación de fotografías de objetos arqueológicos, organizada a la manera de un álbum.

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Vicente y Ernesto Restrepo

Antes de ser nombrado comisionado y organizador de la exposición colombiana en Madrid, Vicente Restrepo se había destacado por su estudio de los objetos precolombinos y de los grupos prehispánicos que poblaron Colombia, a los cuales se refería como antigüedades y tribus, respectivamente. Cuatro años antes había publicado un Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia8 y, a raíz de su trabajo como comisionado, publicó en 1892 Los Chibchas antes de la conquista española9, y en 1895, un Atlas arqueológico.10 Fue, junto con su hijo Ernesto, quien coleccionó y seleccionó las antigüedades que se exhibieron en Madrid y en Chicago, así como las piezas que fueron fotografiadas para la composición de los cuatro álbumes del Catálogo descriptivo de antigüedades indígenas.11

Nacido en Medellín en 1837, a los 14 años viajó a Francia, donde se educó en matemáticas, historia, literatura y ciencias naturales. Posteriormente se dedicó a la química, en los laboratorios de Velouze de Francia, y a la metalurgia, en Treiberg, Alemania, donde comenzó su interés en orfebrería prehispánica. Regresó a Colombia en 1857 y, junto con su hermano Pastor, se dedicó a la industria de la fundición del oro en Antioquia, trabajo en el que se familiarizó con las piezas antiguas de oro y otros materiales descubiertos en los llamados entierros o guacas. Vicente Restrepo falleció en Bogotá el 5 de junio de 1899.12 Su hijo Ernesto nació en Medellín en 1862. Como su padre, cultivó la arqueología y la historia de Colombia, y llegó a ser director del Museo Nacional y miembro de la Academia Colombiana de Historia. Sus principales trabajos históricos están dedicados a la etnografía, la arqueología y la lingüística de las poblaciones prehispánicas que habitaron el territorio de Colombia, con atención especial a los Quimbayas.13

8 Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia, Bogotá, Imprenta de Silvestre y compañía, 1888, 334 páginas.

9 Vicente Restrepo, Los Chibchas antes de la conquista española, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1895, 239 páginas.

10 Vicente Restrepo, Los Chibchas antes de la conquista española – Atlas arqueológico, Bogotá, Imprenta La Luz, 1895, 461 láminas.

11 Según explica Carlos Martínez en “Exposiciones de Madrid y Chicago”, El Correo Nacional, número 352 (24 de febrero de 1892), Bogotá, pp. 2-3.

12 Joaquín Ospina, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia, edición facsimilar en CD-ROM, Manizales, Hoyos Editores, 2002, pp. 422-423. Edición original: Bogotá, Editorial Águila, 1937.

13 Cf., Joaquín Ospina, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia, p. 423.

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Nación, patrimonio e identidad

Durante el siglo XIX, las ideas de progreso y civilización conformaron el paradigma que justificó y promovió el conocimiento y el inventario del patrimonio de la naciente república. Es en este contexto que Colombia participó por primera vez en dos exposiciones internacionales. Al respecto, Anderson14 y Prats afirman que el proyecto de nación es una construcción social dada en un período histórico particular, y que se manifiesta en la generación de un discurso político encaminado a definir la identidad de un pueblo. Este discurso incluye ideas sobre el pasado, la tradición y la historia que confluyen en la idea de patrimonio.

Que el patrimonio sea una construcción social quiere decir, en primer lugar, que no existe en la naturaleza, que no es algo dado, ni siquiera un fenómeno social universal, ya que no se produce en todas las sociedades humanas ni en todos los periodos históricos; también significa, correlativamente, que es un artificio, ideado por alguien (o en el decurso de un proceso colectivo), en algún lugar y momento, para unos determinados fines, e implica finalmente, que es o que puede ser históricamente cambiante, de acuerdo con nuevos criterios o intereses que determinen nuevos fines en nuevas circunstancias.15

En Colombia y en general en América, el cuarto centenario del Descubrimiento fue el momento histórico particular en que tomó forma la noción de patrimonio prehispánico. Las invitaciones a Madrid y Chicago dieron lugar a la colección, exhibición y comentario de objetos prehispánicos y a su comprensión como motivos de identidad nacional y de sentido de pertenencia. En su trabajo como comisionados oficiales para preparar las exposiciones colombianas, Vicente y Ernesto Restrepo lograron por primera vez en Colombia establecer un vínculo cultural efectivo entre las sociedades prehispánicas y los ciudadanos de la república. Un grupo considerable de esos ciudadanos, establecidos en la capital, pudo visitar la exhibición de antigüedades preparatoria de las exposiciones internacionales y pudo leer los comentarios y estudios publicados desde entonces por sus organizadores. El trabajo de los Restrepo proveyó a los colombianos con un insumo nuevo que nos ha servido desde entonces para figurarnos miembros de una comunidad nacional: el patrimonio tangible y, concretamente, el conformado por los objetos prehispánicos.

14 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.15 Llorenc Prats, Antropología y patrimonio, Barcelona, Ariel, 1997, pp. 19-20.

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Existen dos estudios recientes que tratan sobre las exposiciones y los catálogos que comento en este artículo. En El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia – Viajeros, arqueólogos y coleccionistas, 1820-1945, Clara Isabel Botero dedica una sección a discutir la participación de Colombia en las exposiciones de Madrid y Chicago a la luz de la historia de la arqueología en el país.16 Botero concluye que el propósito de la junta organizadora fue mostrar a Colombia ante el mundo como una nación civilizada. Por otro lado, Pablo Gamboa, en su libro El Tesoro de los Quimbayas, documenta la historia de las exposiciones de Madrid y Chicago con atención a la colección de orfebrería prehispánica conocida con ese nombre, y que fue entregada como regalo a la reina de España, Cristina de Habsburgo, luego de su exhibición en Madrid, en 1892.17

En este artículo me sirvo de ambas perspectivas para comprender mejor la idea de nación promovida por los organizadores de las exposiciones y para estudiar el papel asignado al pasado prehispánico en ese discurso oficial. Vicente y Ernesto Restrepo recurrieron para su valoración y promoción de lo prehispánico tanto a los testimonios de los cronistas del siglo XVI como a las piezas arqueológicas que ellos coleccionaron, ordenaron y comentaron. Hoy es posible tener una idea de este conjunto de piezas gracias a las fotografías contenidas en el Catálogo descriptivo y a información dispersa en los periódicos, libros e informes mencionados. Una parte de las piezas expuestas en 1892 y 1893 se conserva hoy en el Museo Nacional, lo que permite continuar esta investigación desde la perspectiva museográfica.

Preparación de las exposiciones de Madrid y Chicago

La organización en España, Estados Unidos y Colombia

En el cuarto congreso de americanistas, realizado en 1881 en Madrid, se declaró la importancia de realizar actos conmemorativos del cuarto centenario del descubrimiento de América, y desde 1888 se nombró en Madrid una junta encargada de los preparativos.18 Sin embargo, el centenario no despertaba un interés unánime entre los españoles, pues la figura del genovés Colón opacaba el protagonismo hispánico en la celebración. Esta apatía era evidente tres años

16 Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia – Viajeros, arqueólogos y coleccionistas, 1820-1945, Bogotá, ICANH-Universidad de los Andes, 2006.

17 Pablo Gamboa, El Tesoro de los Quimbayas, Bogotá, Planeta, 2002.18 Cf., p. 102.

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Representación de El Dorado, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina XVII.

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después de los decretos de 1888, pues la comisión no había adelantado nada.19 El reglamento de la exposición de Madrid contemplaba que estaría dividida en tres períodos: época precolombina, colombina y post-colombina. Por esta razón los objetos solicitados para la exposición eran variados: cerámica, orfebrería, tejidos, objetos en hueso, cartografía, epigrafía, embarcaciones del siglo XV, numismática americana, así como cráneos de razas puras, retratos, fotografías y trajes de las razas americanas que subsistían entonces.20 El presidente del Consejo de Ministros de España, Práxedes Mateo Sagasta, afirmaba en su discurso del 28 de febrero de 1888 que el objetivo de la exposición no era solo conmemorativo, sino también el dar idea al mundo de lo que era América antes del descubrimiento y lo que era en 1892:

La Exposición será así, no solo vivo trasunto de lo pasado, sino testimonio y prenda del porvenir que aquellos pueblos jóvenes esperan, adelantando con rapidez hasta que logren elevarse a la prosperidad y a la grandeza de la poderosa nación de la distinta raza que ha formado en el mismo continente y al superior grado de progreso de que los viejos pueblos de Europa con razón se enorgullecen.21

Por otro lado, Benjamin Harrison, presidente de Estados Unidos, tomó como pretexto a Colón y al cuarto centenario del Descubrimiento para organizar su propia exposición comercial e industrial en Chicago. El 12 de mayo de 1891 el gobierno de Estados Unidos dirigió una carta al Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, en la que decía:

[…] los Estados Unidos han determinado inaugurar una Exposición de artes, industrias, manufacturas y productos del suelo, de minas y marina en la ciudad de Chicago, con el objeto de celebrar el cuadricentécimo aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, la apertura de la cual habrá de efectuarse el 1° de Mayo de 1893. En nombre del presidente, que habla en nombre del Gobierno de los Estados Unidos, invito de la manera más sincera y cordial, al pueblo y Gobierno de Colombia a tomar parte en la demostración que se intenta [sic] a todas las naciones […] Parece singularmente propio que Colombia, única República cuyo nombre guarda la memoria del gran Descubridor, tenga en aquel concurso una participación tal que exhiba adecuada y extensamente sus recursos, sus industrias y sus adelantamientos en la civilización.22

19 Cf., p. 111.20 Comité Organizador IV Centenario, “Reglamento general de la exposición histórico-americana

de Madrid”, en El Centenario, tomo II, sin número, (1892), Bogotá, pp. 142-144.21 Palabras recogidas en un comunicado del comité organizador del cuarto centenario, publicadas

en “Centenario de Colón”, en Diario Oficial, número 7.423 (12 de julio de 1888), Bogotá, p. 741. 22 Carta del gobierno de los Estados Unidos dirigida al ministro de Relaciones Exteriores, Marco

Fidel Suárez, publicada en “Documentos referentes a las exposiciones de Madrid y Chicago en celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón”, Diario Oficial, número 8.432 (13 de mayo de 1891), Bogotá, p. 569.

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La exposición de Chicago perseguía objetivos diferentes a la de Madrid. Mientras que en España se daba prelación a documentos y objetos históricos que dieran cuenta de los acontecimientos antes, durante y después de la llegada de Colón, en Chicago se buscaba exhibir objetos y materias primas que mostrasen la capacidad productiva de los países americanos.

El gobierno colombiano aceptó ambas invitaciones. En un comunicado publicado en el Diario Oficial del 12 de julio de 1888, el gobierno de Colombia acepta la invitación de la Reina de España. Marco Fidel Suárez, ministro de Relaciones Exteriores, manifiesta que la exposición de Madrid es histórica, razón por la cual es indispensable llevar a ella objetos arqueológicos para mostrar el estado de las artes entre los indígenas americanos antes de la Conquista, para ilustrar el grado de avance al que habían llegado las naciones hispanoamericanas y para dejar en claro “los altos destinos a que sin duda están llamadas”.23 Por otro lado, la exposición de Chicago, decía Suárez, sería de carácter industrial y comercial, por lo que sería apropiado que el país presentara en ella elementos de industria extractiva, madera, minerales y oro, así como productos agrícolas.24 Así, pues, la participación de Colombia en estos eventos se concentraría en exponer antigüedades indígenas como signos de identidad de la república y en exhibir sus riquezas naturales y el estado de su industria.

El presidente Holguín creó una comisión para organizar la participación colombiana en estos eventos. Instalada el 8 de julio de 1891, estaba conformada por Salvador Camacho Roldán, Carlos Martínez Silva, Vicente Restrepo, Felipe Paúl y Gonzalo Ramos Ruiz,25 con Vicente Restrepo como encargado de la sección de antigüedades. Sin embargo, con los compromisos ya adquiridos, y a pocos días de inaugurarse la exposición de Madrid, Holguín derogó el decreto 621 de 1891, por el cual se nombró la comisión para las exposiciones de Madrid y Chicago, con lo cual canceló la participación de Colombia en ambos eventos.26 No he logrado documentar las razones de esta decisión, aún más extraña si se tiene en cuenta el alto precio que el gobierno nacional pagó para adquirir el Tesoro Quimbaya.27

23 Cf., p. 569. 24 Cf., p. 569.25 Cf., Pablo Gamboa, El tesoro de los Quimbayas, p. 137.26 Decreto 764 del 28 de agosto de 1891, emitido por el presidente Carlos Holguín, en Diario Oficial,

número 8.546 (4 de septiembre de 1891), Bogotá, pp.1.087-1.088.27 El tesoro fue comprado a Fabio Lozano por $70.000, cifra que correspondía al 70% del presupuesto

asignado a la comisión organizadora. En: cf., Pablo Gamboa, El Tesoro de los Quimbayas, pp.149-151.

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A finales de octubre de 1891, la legación de Estados Unidos envió una nota al Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, en la que le manifestaba que aquel gobierno estaba complacido con la aceptación del gobierno colombiano de ir a la exposición de Chicago, que comenzaría el primero de mayo de 1893.28 Holguín reorganizó la comisión mediante el Decreto 1035 del 19 de noviembre de 1891, y comisionó esta vez a Carlos Martínez Silva, Gonzalo Ramos Ruiz, Vicente Restrepo, Nicolás Casas, Carlos Calderón, Arturo del Cambil y Julio Pérez para reunir, colectar, empacar, remitir y pagar el alquiler o venta de las piezas en propiedad de coleccionistas particulares. Vicente Restrepo continuó al frente de la sección de antigüedades.29

En la época, el estado colombiano contaba con poco material arqueológico para enviar al exterior. Guaqueros y coleccionistas privados eran los poseedores de la mayor parte de las piezas de valor histórico y museográfico. Por esta razón la Comisión del cuarto Centenario y el Ministerio de Fomento emitieron varios comunicados en donde apelaban a quienes estuvieran interesados en alquilar, donar, prestar o vender momias, cráneos y antigüedades indígenas en piedra, hueso, madera, cerámica, loza, cobre, textil u otro material. En suma, todo aquello que pudiera ilustrar el grado de adelanto de los aborígenes en el momento de la Conquista. En sus comunicados la comisión apeló al patriotismo de los ciudadanos.30

Para bien de la comisión, no fueron pocos los ciudadanos interesados en colaborar. La lista incluye, entre otros, a Carlos Uribe (ministro de Fomento), Nicolás Casas (secretario de Hacienda de Cundinamarca), y los comisionados Vicente y Ernesto Restrepo. Muchas piezas cambiaron de manos, pues fueron puestas a la venta en Madrid y Chicago. El gobierno se comprometió a entregarlas a sus compradores en esas ciudades o Bogotá, según fuera el caso.31 Del Museo Nacional se llevaron a las exposiciones dos momias, algunos cráneos, varias piezas de cerámica, calendarios muiscas en piedra, armas y adornos de tribus salvajes.32 Vicente Restrepo afirmó que la exposición de Madrid era una forma de fomentar el patriotismo de autoridades y particulares, por tratarse de un evento que comprometía el nombre de la república. Era un deber, según Restrepo, dar a conocer el estado de adelanto de la nación Chibcha, sus ideas religiosas, gobierno,

28 Vicente Restrepo, “Exposición de Chicago”, en Diario Oficial, número 8.602 (30 de octubre de 1891), Bogotá, p. 1.342.

29 Decreto 1.035 de 1891, emitido por el presidente Carlos Holguín, en Diario Oficial, número 8.628 (25 de noviembre de 1891), Bogotá, p.1064.

30 Salvador Camacho Roldán, “Exposición histórico-americana de Madrid”, en Diario Oficial, número 8.535 (24 de agosto, 1891), Bogotá, p. 1.040.

31 Cf., Pablo Gamboa, El Tesoro de los Quimbayas, p. 164.32 Cf., Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo, Catálogo general, pp. 1-88.

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industria, etc.33 La exposición sería también el espacio ideal para mostrar el progreso que las tribus bárbaras y antropófagas de Antioquia y del Cauca lograron en el campo de las artes: “Hay en la colección piezas que, puede decirse, son únicas en su género, no solo en este país sino que, comparadas con las figuras de oro de México y del Perú, son superiores a todas”.34 En referencia a los estudios de su hijo Ernesto, Vicente argumentó:

Quizá pensarán algunos que este lujo de estudios no tiene objeto, juzgando que los americanistas europeos lo saben todo. Son nuestros maestros y debemos inclinarnos ante ellos con respeto, pero sería grave error creer que basta presentarles objetos de un país cuya historia primitiva les es desconocida para que los interpreten. Terminaré este informe excitando por medio de él el patriotismo de los que lo lean, para que coadyuven con decisión a los altos fines que el Gobierno se propone, ya sea presentando los objetos antiguos que posean, ya dándome aviso de las personas que los tengan y que estén dispuestas a prestarlos con las seguridades del caso, alquilarlos o venderlos.35

En febrero de 1892 Restrepo informó que ya estaba catalogada y fotografiada la colección que sería enviada a Madrid y Chicago. Según informó Restrepo, con esas fotografías se harían tres catálogos descriptivos para las exposiciones:36 uno dedicado a los Quimbayas, otro a los Chibchas –con un apéndice de inscripciones en piedra a cargo de Lázaro Girón– y uno más con los objetos de las demás tribus. Como fotógrafo, la comisión contrató a Julio Racines, quien tomó 200 fotografías de las piezas y cobró por ello 1.200 pesos.37

Exposición preliminar, hecha en casa

Vicente Restrepo organizó una exposición en su casa con los objetos que serían llevados a ambas exposiciones internacionales. Esta exposición privada tuvo lugar en mayo de 1892 y fue la primera en presentar una colección de objetos prehispánicos en Bogotá.38 A su inauguración asistieron, entre otros, el presidente

33 Cf., Carlos Martínez, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, pp.2-3.34 Cf., p. 2.35 Cf., p. 2.36 Dado que hoy solo se conoce y se puede consultar uno (el dedicado a los Chibchas), no es posible

establecer con claridad el número total de álbumes que se hicieron. El Catálogo general habla de cuatro. Clara Isabel Botero, en entrevista personal, asegura que fueron siete.

37 Cf., Pablo Gamboa, El Tesoro de los Quimbayas, p. 168.38 Cf., p.177. Cabe anotar que en 1886 se realizó una exposición de arte colombiano que solo incluyó

objetos coloniales y republicanos, y dejó por fuera lo prehispánico. La exposición de Vicente Restrepo fue la primera realizada en Bogotá que presentó objetos prehispánicos.

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Hachas en piedra, en Antigüedades Indígenas de Colombia, lámina LVIII.

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de Colombia, Carlos Holguín, su gabinete de ministros, el gobernador de Cundinamarca, el delegado apostólico y representantes de Alemania, Francia, Italia e Inglaterra.39 La ceremonia fue introducida con un brindis que Restrepo hizo en honor del presidente y de la reina de España. En su discurso, Restrepo mencionó trabajos sobre antigüedades previos al suyo, como los de Ezequiel Uricoechea40 y Liborio Zerda41, y comentó que en ellos no se recopilaba un número suficiente de imágenes de piezas prehispánicas que permitiera la reconstrucción de las formas de vida de los aborígenes.

El trabajo preparatorio de la comisión para las exposiciones internacionales se concretó en una colección importante: 600 piezas de oro, 30 de cobre, 300 de cerámica, 100 de madera, hueso, piedra y concha, y 620 fotografías. La colección también incluyó dos momias, cráneos, inscripciones en piedra, armas e instrumentos de algunas tribus contemporáneas, así como los dos libros escritos por Ernesto Restrepo. En ellos se ilustran las antigüedades expuestas y se intenta ponerlos en la perspectiva de la historia americana. Era deber de los colombianos –según el discurso de Vicente Restrepo en la apertura de la exposición organizada en su casa– estudiar las tribus del territorio a la llegada de los españoles y no dejar esta labor a terceros.42 De hecho, antes de inaugurarse la exposición de Madrid apareció en El Telegrama un artículo titulado “Colombia en Chicago”, publicado originalmente en el American Mail de esa ciudad por un autor no mencionado, quien sostenía que…

[…] desde los tiempos de los indios, fue Colombia nación industriosa, donde se supo cuanto había que saber en cosas de minas, fundiciones y telares. Aún hoy maravilla lo que hacían con el oro y el lino los colombianos de entonces; y los de ahora con el mundo nuevo en las venas no hacen menos. Vías y oportunidades de mercado es lo que les hace falta.43

No obstante el entusiasmo y optimismo de algunos sectores frente a la promoción de la imagen de Colombia, existía también cierta desconfianza. Prueba de ello es un artículo publicado en El Criterio, en el que se afirmaba que Colombia…

39 Carlos Martínez, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, en El Correo Nacional, número 391 (7 de mayo de 1892), Bogotá, pp. 1-2.

40 Ezequiel Uricoechea, Memoria sobre las antigüedades neogranadinas, Berlín, Schneider, 1854, 76 páginas

41 Liborio Zerda, El Dorado, Bogotá, Imprenta de Silvestre, 1885, 386 páginas.42 Cf., Carlos Martínez, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, pp.1-2.43 Jerónimo Argáez, “Colombia en Chicago”, en El Telegrama, número 1.390 (2 de julio de 1891),

Bogotá, p. 5.529.

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[…] ocupará un lugar notable en Madrid en lo relativo a la época prehispánica, pero en Chicago, Colombia puede competir con pocas naciones; podríamos haber conquistado un puesto más elevado que aún no sabemos si alcancemos a conquistar.44

Esta cita y la anterior reflejan la división de opiniones frente a la participación de Colombia en las conmemoraciones, particularmente en Chicago. Por un lado estaban quienes consideraban que el país podría mostrar las profundas raíces históricas de sus habilidades artesanales, y ocupar un lugar destacado en la exposición. Otros consideraban que la Colombia de 1892 no tenía mayor desarrollo industrial y que, a pesar de su pasado valioso, su estado de industrialización era demasiado precario para participar en una exposición internacional.

Las exposiciones

Preámbulos

Como preámbulo español a la exposición conmemorativa en Madrid, se celebró un congreso de Americanistas en La Rábida (España). La escritora Soledad Acosta de Samper fue delegada por el gobierno colombiano para presentar una conferencia sobre las poblaciones indígenas que habitaron el territorio colombiano.45 Su ponencia, titulada “Los aborígenes que poblaban los territorios que hoy forman la república de Colombia en la época del descubrimiento de América”, se basaba en las obras de cronistas y conquistadores como Jorge Robledo, Lucas Fernández de Piedrahíta, Antonio Julián y Pedro Cieza de León. Para Acosta de Samper era claro que los indígenas que encontraron los españoles a su llegada a Colombia eran tribus decadentes de las antiguas razas civilizadas que poblaron la nación. El canibalismo de las tribus del Cauca y de Antioquia era muestra de su salvajismo en el siglo XVI, posterior a la época en que fueron confeccionados los artefactos encontrados en los célebres entierros y guacas de esas regiones.46 A su juicio, la única tribu civilizada que encontraron los españoles fueron los Chibchas: “Aunque mucho menos adelantados en civilización que los Mexicanos y Peruanos, a la

44 Enrique Restrepo, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, en El Criterio, número 169 (13 de septiembre de 1892), Bogotá, pp. 2-3.

45 Cf., Pablo Gamboa, El Tesoro de los Quimbayas, p. 134.46 Soledad Acosta de Samper, “Los aborígenes que poblaban los territorios que hoy forman la

república de Colombia en la época del descubrimiento de América”, en Memorias presentadas en congresos internacionales que se reunieron en España durante las fiestas del IV centenario del descubrimiento de América en 1892, Bogotá, Imprenta de Durand, 1893, 91 páginas.

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llegada de los españoles el Imperio Chibcha era el tercero en cultura en toda América después de aquellos”.47 Aunque los Restrepo compartían esta opinión en términos generales, su conocimiento de la habilidad para trabajar diversos materiales en varias zonas del país les permitió comprender y divulgar el avance de otros pueblos prehispánicos del territorio de Colombia.

En cuanto a la exposición de Chicago, el ministro de Relaciones Exteriores, Marco Fidel Suárez, nombró una nueva comisión, en la que se contaban, entre otros, Carlos Martínez Silva, Enrique de Narváez, Julio Fernández y Jorge Pombo. Algunos de estos delegados se unieron al grupo de comisionados luego de la fecha de apertura de la exposición.48 En los documentos examinados hay escasas referencias a la exposición de Chicago, en contraste con un despliegue generoso sobre la de Madrid. Podría pensarse que esta última fue considerada más importante, por tratarse de la madre patria y por ser la primera ocasión en que Colombia se exhibía en un escenario europeo. Con todo, se conservan testimonios de la participación de Colombia en Chicago en los que se menciona la creación de comisiones departamentales en Cauca, Santander, Boyacá y Antioquia que trabajaron de la mano con la comisión central.49 Carlos Martínez Ribón, de Mompox, recibió el premio a la calidad por sus productos enviados a Chicago: Ron Viejo Adam, Ron Matusalén, cremas de cacao, moka, parfait amour y un tónico aromático.50 Después de todo, la industria nacional sí tenía algo qué mostrar.

Los catálogos de las exposiciones de Madrid y Chicago

Tanto en el Catálogo general como en el Catálogo descriptivo se hacen inventarios de las piezas expuestas. Ninguno de los dos incluye comentarios, que sí se encuentran en los libros de Ernesto Restrepo. En el Catálogo general de los objetos enviados por el Gobierno de Colombia a la exposición histórico-americana de Madrid se presenta el listado de piezas que fueron llevadas a esa ciudad. En él se relacionaban cinco listados de piezas organizados según la procedencia de los objetos51 y se menciona un sexto listado de fotografías de

47 Cf., p. 44. 48 Marco Fidel Suárez, “Exposición de Chicago”, en Diario Oficial, número 9.146 (26 de abril de

1893), Bogotá, p. 529.49 Jerónimo Argáez, “Exhibición de Chicago”, en El Telegrama, número 2.464 (12 de enero de

1895), Bogotá, p. 2.50 Jerónimo Argáez, “Nombramientos”, en El Telegrama, número 2.238 (13 de abril de 1894),

Bogotá, p. 2.51 Cf., Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo, Catálogo general, pp.1-88.

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grabados en piedra y objetos de otra naturaleza que fueron llevados también a Chicago. Este sexto listado, en el que se relacionan dibujos de pintura rupestre, cráneos y objetos guahíbos, cunas y de otras etnias de los Llanos Orientales, está hoy perdido.

En la tabla 1 se reproducen los listados del Catálogo general según su material y procedencia. Puede concluirse que en su mayoría los objetos de cerámica y de metal (oro, cobre o la aleación de los dos52) proceden de la región del Viejo Caldas, zona denominada por los autores como Quimbaya, contrario a lo que sucede con los objetos de líticos, que en su mayoría proceden de Antioquia. Se lista un alto número de piezas Quimbaya, lo que no sorprende, por ser esta una de las zonas donde la guaquería era una actividad intensa, debido a la fama de sus entierros. Los Restrepo se interesaron en incluir imágenes que ilustraran las habilidades manuales de los aborígenes prehispánicos. De ahí sus dibujos de petroglifos, recogidos en un álbum cuyo paradero actual se desconoce, así como el nombre de su autor. La tabla 1 muestra que en total se exhibieron 38 dibujos de grabados en piedra, algunos de ellos correspondientes a sitios que se habían descubierto recientemente, como Chinauta y Anacutá, dibujados por Lázaro María Girón. Los restantes son reproducciones de dibujos anteriores, algunos de ellos ya publicados, como es el caso de los realizados por miembros de la Comisión Corográfica.

Llama la atención la diversidad de objetos llevados a las exposiciones, lo que responde al propósito de inventariar las habilidades manuales de los grupos prehispánicos que habitaron el territorio colombiano, así como su aspecto físico. Con este propósito se incluyeron momias y cráneos. También se consideró importante organizar los objetos según su procedencia y naturaleza, con el fin de ilustrar las formas de vida y logros de los diferentes grupos indígenas. Entre los objetos enviados fueron incluidos algunos de comunidades que sobrevivían a finales del siglo XIX, como una forma de vincular a la población indígena republicana en la nación. En el montaje de las exposiciones se consideró importante presentar a las sociedades vivas como parte del legado indígena de la república.

Por su parte, el Catálogo descriptivo de las “antigüedades chibchas” constaba de 59 láminas; el de las “antigüedades quimbayas”, de 121; el de las “antigüedades de las tribus que habitaron Antioquia”, de 76, y el de las “antigüedades de las tribus que habitaron Cauca, Tolima y Panamá”, de 54 láminas, según se explica en el Catálogo general. Como se dijo, de los cuatro catálogos descriptivos

52 La aleación de oro y cobre en la orfebrería prehispánica se denomina tumbaga.

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Figura antropomorfa en madera, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina LVI.

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mencionados, solo se conserva uno: el dedicado a los Chibchas.53 Cabe anotar que aunque en el Catálogo general se listan 59 láminas en el álbum de las antigüedades chibchas, hoy solo se conservan 58. En el Catálogo descriptivo se reúnen fotografías de piezas de diversa índole. En metalurgia se cuentan tunjos54 y representaciones de animales, como gatos y serpientes, así como narigueras y placas con representaciones zoomorfas. La muestra cerámica contiene volantes de huso55, vasijas, jarras y figuras antropomorfas, algunas completas, otras rotas. Los líticos, no muchos en este álbum, son hachas y metates para moler. Por último, el álbum contiene las fotografías de algunas piezas en madera, flechas, arcos, y una momia.

En cuanto al lenguaje de los Restrepo en sus comentarios y descripciones, se echan de ver algunas contradicciones, pues aunque los objetos fueron empleados para mostrar el grado de avance de estos pueblos, el término antigüedad conlleva una cierta carga despectiva. La antigüedad, entendida como aquello que sucedió o se hizo en tiempo remoto, sería lo opuesto a lo moderno y actual. En ese sentido, es importante resaltar que la arqueología actual no emplea el concepto antigüedad para referirse a la cultura material de sociedades pasadas. Los arqueólogos hablan de objetos o artefactos para referirse genéricamente a la cerámica, los líticos o la metalurgia. Los Restrepo veían sus colecciones de antigüedades como la evidencia de formas de vida, tecnología y pensamiento al que habían llegado las comunidades aborígenes, pero que estaban lejos del progreso contemporáneo de la república. Aquí se seleccionaron seis imágenes del Catálogo descriptivo que ilustran parte de la muestra llevada a las exposiciones internacionales. Una buena parte de ella está dedicada a la orfebrería prehispánica del centro del país. El marcado interés de los Restrepo –y, particularmente, de Vicente– en mostrar piezas de oro se asocia con su propósito de establecer ante el mundo el potencial minero colombiano. Ernesto, en su Estudio sobre los aborígenes de Colombia, describe cada tunjo y cada objeto de oro del catálogo, que se compone de fotografías sin descripción, título ni comentario.

53 Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo, Antigüedades indígenas de Colombia – Exposición de Madrid, s.c, s.e, 1892, 58 páginas.

54 Se denominan tunjos las figuras metálicas encontradas en el centro del país, generalmente antropomorfas.

55 Un volante de huso es un disco pequeño elaborado en cerámica o piedra, utilizado para hilar el algodón.

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Jarra en cerámica, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina XXV.

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La foto 1 ilustra, según Ernesto, la escena de El Dorado, relato conocido por los españoles desde la época de la conquista y que dio fama de opulencia y riqueza a los Chibchas (o Muiscas, según el nombre utilizado hoy). La inclusión de esta pieza muestra el interés por ratificar un testimonio bien conocido recogido en las crónicas de descubrimiento y conquista. Es notable que Ernesto Restrepo recurra a cronistas como Fernández de Piedrahíta,56 Simón57 y otros para describir las piezas incluidas.58 El catálogo también incluye fotos de artefactos en piedra, como las hachas de la foto 2; madera, como la figura antropomorfa en madera de la foto 3; y cerámica, como la jarra y la figura de las fotos 4 y 5. En las fotos se aprecia la intención de los expositores de mostrar la habilidad manual de los antiguos colombianos, que incluía la destreza en la manipulación y creación de objetos útiles y rituales a partir de materias primas tan diversas como la madera, la cerámica y la piedra. La foto 6 llama particularmente la atención porque es la única que se conserva de una de las dos momias llevadas a esta exposición, hoy perdidas.

El informe sobre petroglifos de Lázaro Girón

El informe escrito por Lázaro Girón, Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá,59 se conserva hoy en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia. El documento consta de siete páginas, cinco de texto y dos de dibujos. En ellas se describen las ubicaciones y características generales de los dos sitios donde se encuentran las inscripciones y se incluyen dos ilustraciones que reproducen los dibujos de las piedras. Girón explica que en abril de 1892 visitó ambos sitios, en el sur de Cundinamarca, y realizó el levantamiento de los grabados en piedra allí encontrados. En su viaje visitó los potreros de la hacienda La Barranca en Chinauta, propiedad de Daniel Umaña.

En Anacutá, entre las haciendas de Nicolás Osorio y Jacinto Díaz, Girón encontró una gran roca con diseños de animales, seres humanos y figuras geométricas. En otra roca, conocida como “El Lavadero”, encontró inscripciones similares a las de Chinauta. La frecuente representación de ranas, serpientes y líneas

56 Lucas Fernández de Piedrahíta, Historia de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada, Amberes, Verdussen, 1688.

57 Fray Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, Cuenca, Domingo de la Iglesia, 1637.

58 Cf., Ernesto Restrepo, Estudios sobre los aborígenes de Colombia, pp. 143-181. 59 Cf., Lázaro Girón, Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá, pp. 1-3.

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le hace pensar que los petroglifos simbolizan cursos de agua. Para él es claro que las inscripciones fueron hechas por una civilización que desapareció antes de la llegada de los españoles, pues éstos solo encontraron en esa región tribus salvajes, “indiferentes a estos monumentos e inscripciones”.60 La información recopilada en su informe es incluida por los Restrepo tanto en el Catálogo general como en los Estudios de Ernesto,61 en el que se da cuenta de hallazgos recientes sobre la producción material de los grupos precolombinos del territorio colombiano.62 Sin embargo, las conclusiones de Girón no son comentadas en ninguno de los dos documentos.

Los libros de Ernesto Restrepo

Ernesto Restrepo redactó dos libros que contextualizan y explican algunas de las piezas llevadas a las exposiciones. Estos libros buscan reconstruir la forma de vida de las distintas sociedades que poblaban Colombia a la llegada de los españoles, a partir de lo que se afirma en las crónicas de los siglos XVI y XVII. Restrepo parte, pues, de evidencias escritas, que ratifica con la evidencia física conformada por las piezas de cerámica, orfebrería, líticos, y demás. Insiste en la importancia de dar su lugar a los pueblos precolombinos que habitaron el territorio nacional en relación con las demás civilizaciones americanas, pues, si bien aquéllos no fueron constructores de grandes centros urbanos, su adelanto, habilidad e inteligencia se evidencian en las piezas exhibidas en las exposiciones.

Estudios sobre los aborígenes de Colombia consta de 143 páginas, 16 capítulos y un apéndice, en los que se tratan desde temas generales –como las características antropométricas de cada una de las tribus que habitaban el territorio a la llegada de los españoles y las tradiciones de las mismas– hasta temas específicos como la religión de los Chibchas. Es importante mencionar que dedica gran parte de su libro y su mayor énfasis a este pueblo. Restrepo procura constantemente establecer un paralelo entre las crónicas de conquista y los objetos coleccionados. Para Restrepo existieron dos tribus destacadas: los Quimbayas y los Chibchas. Los primeros sobresalieron por su habilidad en el

60 Cf., pp. 4-7.61 Cf., Ernesto Restrepo, Estudios sobre los aborígenes de Colombia, pp. 161-168.62 Cf., Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo, Catálogo general, pp. 1-88.

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Figura antropomorfa en cerámica, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina XXXIX.

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manejo del oro y de la cerámica, y los segundos, en su organización política, gobierno y leyes. Llama la atención la valoración que hace Restrepo de los guaqueros, de quienes proviene la mayoría de los objetos, y asegura que por su labor se han descubierto numerosos entierros y sus contenidos. Sin embargo, a continuación los recrimina cuando explica que por su ignorancia se pierde valiosa información, pues no son cuidadosos al extraer y anotar todas las características de las tumbas.

En el libro de Restrepo persiste una dualidad con respecto a las tribus de Colombia. En algunos apartes del texto rechaza sus prácticas y creencias y descalifica a sus miembros como antropófagos, borrachos, idólatras, déspotas, esclavistas y faltos de buen gusto. En otro registro de su discurso, se enorgullece de aquellos aborígenes, a quienes califica de laboriosos, valientes, hábiles e industriosos. Nada le merece más elogios a Restrepo que la orfebrería y alfarería de los pueblos prehispánicos, a las que se refiere como “avanzadas industrias”. En un apéndice que acompaña las Observaciones de Girón, titulado Petroglifos y las piedras llamadas calendarios, Restrepo critica las interpretaciones hechas por el padre José Domingo Duquesne, el médico Liborio Zerda y el naturalista Alexander von Humboldt, quienes concluyeron del estudio de otros petroglifos del Nuevo Reino que eran formas de escritura fenicia o egipcia. Así mismo, postularon que las figuras talladas en piedra hacían referencia a calendarios chibchas. Para Restrepo, estos grabados representan la cotidianidad de los aborígenes, ya sea los diseños de sus textiles, los animales que veían a diario o los elementos que hacían parte de su mitología. Por otro lado, considera que las piedras grabadas de menor tamaño fueron usadas como moldes para hacer las figuras en oro. Restrepo afirma que Duquesne, Zerda y Humboldt aceptaron interpretaciones poéticas sobre los grabados, con el propósito de presentar a los Chibchas como un pueblo avanzado en la escritura y en la medición del tiempo, en lugar de hacer apreciaciones justas sobre su verdadero grado de civilización.

El otro libro de Ernesto Restrepo, Ensayo etnográfico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada, consta de 62 páginas y 12 capítulos.63 Al igual que en Estudio sobre los aborígenes de Colombia, compulsa y complementa las descripciones de cronistas como Cieza de León, Castellanos y Simón con los objetos de cerámica y oro llevados a la exposición. Aquí también Restrepo muestra una actitud ambigua frente a los aborígenes. En varios apartes menciona que son supersticiosos, antropófagos, infieles, adúlteros,

63 Cf., Ernesto Restrepo, Ensayo etnográfico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892.

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Momia del páramo de Toquilla, en Antigüedades indígenas de Colombia, lámina LVII.

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y que las constantes borracheras, sumadas a las deformaciones que se hacían en la cabeza, afectaron sus facultades intelectuales. Por otro lado, se maravilla de la cantidad y calidad de objetos en oro encontrados en sus tumbas y de sus habilidades manuales en la explotación de las fuentes de agua salada y sus industrias de tejidos, piedra pulida, metales y cerámica.

Restrepo comenta que cinco piezas de oro llevadas a la exposición fueron analizadas en el Laboratorio Químico Restrepo y Escobar en Medellín, de su copropiedad, para determinar su composición. En cuatro de estos objetos, el cobre es el componente predominante en las piezas, seguido cercanamente del oro y luego de la plata. Esto le da lugar para discutir los procesos y técnicas de elaboración de las piezas en oro, y concluye admirado que es increíble que esos bárbaros e ignorantes pudieran lograr piezas tan perfectas, puesto que es la orfebrería mejor lograda en toda la América prehispánica.

Luego de la exposición

A pesar de los inestables preparativos de la exposición, la presentación de Colombia en Madrid fue, a juicio de voceros del estado, todo un éxito. Así se sostuvo en el senado de la república el 13 de octubre de 1892, donde se reconoció el trabajo de las comisiones encargadas de la exposición del cuarto centenario. Las razones aducidas para esta felicitación fueron la masiva afluencia de público al pabellón colombiano y la admiración que manifestaron los visitantes hacia los objetos precolombinos del país.64 La exposición de Madrid duró hasta la primavera de 1893, razón por la cual muchos de los objetos expuestos en esa ciudad no fueron llevados a Chicago.

Para suplir esta ausencia se llevaron copias de las fotografías presentadas en Madrid, entre ellas, algunas piezas del famoso Tesoro Quimbaya. En Chicago, la atención se concentró en una exposición de minería, apoyada por exhibiciones sobre la riqueza maderera, agrícola, pecuaria e industrial del país. Como preludio a la exposición norteamericana, la Revista Ilustrada de Nueva York publicó el artículo “Colombia, Venezuela y Haití en la Exposición de Chicago”. En él se afirmaba que la participación colombiana en Madrid se había destacado por los objetos arqueológicos que llamaron la atención de visitantes y expertos alemanes, y se explicaba que en Chicago el país agregaría a su presentación muestras de

64 Jerónimo Argáez, “Exposiciones del IV Centenario”, en El Telegrama, número 1.805 (17 octubre de 1892), Bogotá, p. 6133.

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minerales, plantas, productos agrícolas y muestras de sus industrias modernas.65 El 25 de abril de 1893 Carlos Martínez Silva, director de la comisión encargada de preparar las exposiciones internacionales, presentó un informe final al ministro de Fomento, José Manuel Goenaga. Martínez anexó a ese informe los catálogos y libros preparados por Vicente y Ernesto Restrepo, entre ellos el Catálogo descriptivo, que hoy se encuentra en el Museo del Oro. A la fecha de la redacción de este informe sobre la exposición de Madrid, el comisionado no estaba aún al tanto de los resultados de la de Chicago, que por entonces tenía lugar.66

Conclusiones

La revisión de la historia, de los catálogos, de los libros y del informe de las exposiciones conmemorativas de Madrid y Chicago permite llegar a varias conclusiones. En primer lugar, llama la atención que el estado colombiano tuviese que comprar o pedir piezas arqueológicas en calidad de préstamo o alquiler a particulares. Fue necesario publicar avisos destinados al público general para lograr conformar las colecciones que viajarían a las exposiciones. Muchas personas se rehusaron a prestar sus piezas porque las consideraban parte de su propiedad, que de hecho lo eran. Esto guarda relación con la historia de la guaquería en Colombia, actividad bien vista y permitida hasta hace pocos años. Al respecto, Clara Isabel Botero anota:

La guaquería se insertaba en el esquema colonizador y económico de la época y era aceptada legal y socialmente en razón a la vigencia de la ley de 1833, que le otorgaba derechos de propiedad a los descubridores de objetos prehispánicos.67

Por una parte, la mencionada ley muestra que el tema fue discutido y que se debatió en las corporaciones públicas. La conclusión de los legisladores neogranadinos fue que primaban los derechos de la propiedad privada sobre objetos que aún no se declaraban patrimonio de la nación. Para los dueños de las piezas, ellas comportaban un interés estético o exótico más que cultural o científico. Es claro que la idea de patrimonio arqueológico como componente importante en la identidad y en la idea de nación no estaba constituida aún

65 Anónimo, “Colombia, Venezuela y Haití en la exposición de Chicago”, en Revista ilustrada de Nueva York. Publicación mensual consagrada al comercio, industrias, artes y literatura e intereses generales en América Latina, volumen 12, número 1 (1893), Nueva York, pp. 16-18.

66 José Manuel Goenaga, “Exposición de Madrid”, en Diario Oficial, número 9.179 (4 de junio de 1893), Bogotá, pp. 681-683.

67 Cf., Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia, p. 72.

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a finales del siglo XIX. Solo en la tercera década del siglo XX la legislación colombiana empieza a contemplar la importancia en la protección del patrimonio arqueológico.68 Ernesto Restrepo aceptaba esta situación sin reparos:

Gracias a la costumbre de los indios de hacerse enterrar con sus bienes, hemos podido recoger los objetos que figurarán en la Exposición de Madrid. Gracias a ellos han podido sacar nuestros guaqueros preciosos tesoros para la ciencia.69

Hoy la guaquería es una actividad ilegal que atenta contra el patrimonio arqueológico nacional y que destruye la evidencia necesaria para el trabajo arqueológico. Para los expositores de 1892, el contexto en el cual se encontraba un objeto arqueológico no era tan importante como lo es ahora para la interpretación arqueológica. En el momento en que Vicente y Ernesto Restrepo prepararon las exposiciones de Madrid y Chicago, las fuentes de interpretación de los objetos del pasado eran las crónicas escritas por los españoles desde el siglo XVI. De allí que en muchos casos se exaltara la labor de la guaquería, pues el objetivo no era contextualizar sino acumular piezas de diversa índole. Con todo, estas exposiciones también deben considerarse como un importante episodio en la arqueología colombiana, pues aunque no fue esa la primera ocasión para la producción de textos sobre el tema de los grupos prehispánicos, sí fue la primera vez en que se promovió la idea de nación a partir del legado indígena.

Por otro lado, el empleo de términos como antigüedad, tribu, indio y aborigen, tanto en los catálogos como en el informe y en los libros, deja la sensación de una imagen despectiva frente a los grupos prehispánicos. En este sentido, es significativa la ambigüedad del lenguaje de los comisionados al referirse a estos grupos. Imputaciones de borrachera, antropofagia y canibalismo conviven con apreciaciones sobre sus habilidades manuales y la exquisitez con que trabajaron el oro y la arcilla. Los comentarios sobre los objetos frecuentemente presentan una actitud negativa y sesgada ante los grupos indígenas, mientras que el objeto mismo es comentado favorablemente. El objeto es prueba de las habilidades manuales de los nativos que, a pesar de la mezcla racial con los españoles, todavía persisten en sus descendientes y habitantes de la naciente república. Por ello es común

68 La Ley 130 de 1931 fomentó la conservación de los monumentos arqueológicos de San Agustín. El artículo 7 de esta ley prohibía la venta de objetos arqueológicos procedentes de ese lugar. Aunque la ley no contemplaba la protección de todos los objetos arqueológicos del país, fue un primer paso para la protección de este tipo de patrimonio en la legislación colombiana. Ver: Gonzalo Castellanos, Régimen jurídico del patrimonio arqueológico en Colombia, Bogotá, ICANH, 2003, pp. 111-112.

69 Cf., Ernesto Restrepo, Estudios sobre los aborígenes de Colombia, p. 142.

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encontrar en los libros de Ernesto Restrepo la palabra industria para referirse a los trabajos cerámicos, orfebres, textiles, y demás realizados por estos grupos humanos. En ello se percibe el interés por mostrar una nación con materias primas adecuadas y mano de obra calificada, en donde sería un éxito la implantación de industrias modernas de diversa índole. Era pues posible para Colombia lograr el progreso que les faltó a las tribus del pasado.

Entre las piezas llevadas a las exposiciones cabe resaltar una por la significación que ella tenía entonces y que conserva hoy. Me refiero a la balsa que hace alusión a la ceremonia de El Dorado, historia difundida por los cronistas de la Conquista. El incluirla en la muestra de las exposiciones demuestra la importancia que tenía el objeto para ilustrar las creencias y mitología de los pueblos indígenas en el siglo XVI y para ratificar los testimonios españoles sobre las prácticas indígenas. La Balsa Muisca servía como evidencia material –como un monumento– que demostraba la verdad del pasado contenido en las crónicas de la Conquista.

Por último, se puede decir que las exposiciones de Madrid y Chicago demuestran la necesidad del estado colombiano de mostrar la república ante otros países como poseedora de un pasado valioso, fundamento de las habilidades e idoneidad para la industria en la población contemporánea. El país era, pues, un lugar óptimo para la inversión extranjera, el establecimiento de industrias modernas y la recepción del progreso. Por otra parte, la riqueza natural del país –exhibida generosamente en Chicago– permitiría proveer a la industria norteamericana con abundantes materias primas de buena calidad. La participación de Colombia en las exposiciones de Madrid, en 1892, y en Chicago, en 1893, fue una forma de mostrar una nación civilizada y productiva ante el mundo. Así, pues, el recurso al pasado prehispánico y el énfasis en su cultura material fueron utilizados para promover el país en la coyuntura del capitalismo global de finales del siglo XIX.

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bibliograFía

Obras producidas a raíz de las exposiciones de Madrid y Chicago

• Soledad Acosta de Samper, “Los aborígenes que poblaban los territorios que hoy forman la república de Colombia en la época del descubrimiento de América”, en Memorias presentadas en congresos internacionales que se reunieron en España durante las fiestas del IV centenario del descubrimiento de América en 1892, Bogotá, Imprenta de Durand, 1893, 91 páginas.

• Jerónimo Argáez, “Colombia en Chicago”, en El Telegrama, número 1.390 (2 de julio de 1891), Bogotá, p. 5.529.

• Jerónimo Argáez, “Exposiciones del IV Centenario”, en El Telegrama, número 1.805 (17 de octubre de 1892), Bogotá, p. 6133.

• Jerónimo Argáez, “Nombramientos”, en El Telegrama, número 2.238 (13 de abril de 1894), Bogotá, p. 2.

• Jerónimo Argáez, “Exhibición de Chicago”, en El Telegrama, número 2.464 (12 de enero de 1895), Bogotá, p. 2.

• Salvador Camacho Roldán, “Exposición histórico-americana de Madrid”, en Diario Oficial, número 8535 (24 de agosto de 1891), Bogotá, p.1040.

• Lucas Fernández de Piedrahíta, Historia de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada, Amberes, Verdussen, 1688.

• Lázaro Girón, Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá, Bogotá, Imprenta de Antonio María Silvestre, 1892.

• José Manuel Goenaga, “Exposición de Madrid”, en Diario Oficial, número 9.179 (4 de junio de 1893), Bogotá, pp. 681-683.

• Carlos Holguín, “Decreto 764 del 28 de agosto de 1891”, en Diario Oficial, número 8.546 (4 de septiembre de 1891), Bogotá, pp. 1087-1088.

• Carlos Holguín, “Decreto 1.035 de 1891”, en Diario Oficial, número 8.628 (25 de noviembre de 1891), Bogotá, p. 1064.

• Carlos Martínez, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, en El Correo Nacional, número 352 (24 de febrero de 1892), Bogotá, pp. 2-3.

• Carlos Martínez, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, en El Correo Nacional, número 391 (7 de mayo de 1892), Bogotá, pp. 1-2.

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• Ernesto Restrepo, “Exposiciones de Madrid y Chicago”, en El Criterio, número 169 (13 de septiembre de 1892), Bogotá, pp. 2-3.

• , Estudios sobre los aborígenes de Colombia, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892.

• , Ensayo etnográfico y arqueológico de la provincia de los Quimbayas en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892.

• Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia, Bogotá, Imprenta de Silvestre y compañía, 1888, 334 páginas.

• , Los Chibchas antes de la conquista española, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1895, 239 páginas.

• , Los Chibchas antes de la conquista española – Atlas arqueológico, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1895, 461 láminas.

• Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo, Catálogo general de los objetos enviados por el Gobierno de Colombia a la exposición histórico-americana de Madrid, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1892.

• , Antigüedades indígenas de Colombia – Exposición de Madrid, s.c., s.e., 1892.

• Vicente Restrepo, “Exposición de Chicago”, en Diario Oficial, número 8.602 (30 de octubre de 1891), Bogotá, p.1342.

• Fray Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, Cuenca, Domingo de la Iglesia, 1637.

• Marco Fidel Suárez, “Exposición de Chicago”, en Diario Oficial, número 9.146 (26 de abril de 1893), Bogotá, p. 529.

• Ezequiel Uricoechea, Memoria sobre las antigüedades neogranadinas, Berlín, Schneider, 1854.

• Liborio Zerda, El Dorado, Bogotá, Imprenta de Silvestre, 1885, 386 páginas.

• Anónimo, “Colombia, Venezuela y Haití en la exposición de Chicago”, en Revista ilustrada de Nueva York, volumen 12, número 1 (1893), Nueva York, pp.16-18.

• Carta del gobierno de los Estados Unidos dirigida al ministro de Relaciones Exteriores, Marco Fidel Suárez, en Diario Oficial, número 8.432 (13 de mayo de 1891), Bogotá, p. 569.

• Comité organizador IV Centenario, “Centenario de Colón”, en Diario Oficial, número 7423 (12 de julio de 1888), Bogotá, p. 741.

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Fuentes secundarias

• Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, México, FCE, 1993.

• Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia – Viajeros, arqueólogos y coleccionistas, 1820-1945, Bogotá, ICANH-Universidad de los Andes, 2006.

• Gonzalo Castellanos, Régimen jurídico del patrimonio arqueológico en Colombia, Bogotá, ICANH, 2003.

• Pablo Gamboa, El Tesoro de los Quimbayas, Bogotá, Planeta, 2002.

• Joaquín Ospina, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia, edición facsimilar en CD-ROM, Manizales, Hoyos Editores, 2002 (edición original: Bogotá, Editorial Águila, 1937).

• Llorenc Prats, Antropología y patrimonio, Barcelona, Ariel, 1997.

• Entrevista a Clara Isabel Botero realizada por la autora, Bogotá, 15 de febrero de 2007.

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las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales

Lina María Martínez Hernández

Resumen

La revista Mito, fundada en Bogotá y publicada entre 1955 y 1962, es reconocida por el papel que cumplió en la renovación del quehacer intelectual colombiano. En este artículo abordo esta publicación desde la perspectiva de la historia intelectual, con el fin de indagar en la relación entre los intelectuales que la componían, los textos publicados en ella y su impacto en la cultura de su tiempo. Mito dio voz a tres temas: la función social del intelectual colombiano y su posición ante los cambios de la intelectualidad internacional del período; la promoción de vanguardias artísticas, literarias y culturales contra el provincialismo del medio intelectual colombiano; y el ejercicio de una actitud crítica frente a la sociedad y la política nacional entre los intelectuales colombianos, en particular, ante temas como la censura a los medios de comunicación, la Violencia, la Revolución Cubana y el intervencionismo estadounidense. Estos tres aspectos contribuyeron a la consolidación de un tipo de intelectual que se apartó del modelo tradicional del letrado político adherido al bipartidismo, y que abogó por una profesionalización y autonomía de su labor cultural y crítica en un medio de diálogo y tolerancia ideológica. El mayor logro de la revista Mito, más allá del impacto que tuvo en sus años de publicación, fue cuestionar el papel del intelectual en la sociedad con debates que siguen vigentes.

Palabras clave: revista Mito, revistas culturales, cultura escrita durante el Frente Nacional, intelectuales colombianos, intelectual crítico, Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel.

Presentación

La función que cumplen los intelectuales en su medio social y el modo en que inciden en los órdenes político y cultural son temas de constante debate. Ya sea por medio de su relación a veces cercana, a veces crítica, de las instituciones estatales; por su labor como productores de saber especializado desde la academia u otras instituciones; por su articulación de la conciencia crítica en el seno de una sociedad o como mediadores

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públicos en contextos de conflicto.1 En Colombia la figuración de los intelectuales estuvo estrechamente vinculada con el Estado durante la mayor parte de la historia republicana, y de manera más intensa desde sus transformaciones de finales del siglo XIX y a lo largo de la primera mitad del XX. Desde la década de 1950 la esfera de acción de los intelectuales colombianos se ha tornado cada vez más autónoma y crítica, y en este cambio histórico tuvo un papel fundamental la revista Mito,2 fundada por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, que circuló entre 1955 y 1962.3

Si desde la Regeneración hasta la década de 1950 la labor del intelectual colombiano estuvo fuertemente asociada con su militancia en los partidos políticos tradicionales, a finales de este período nuevas posiciones políticas y nuevos proyectos autónomos y progresistas significaron la ruptura con el modelo tradicional del letrado político.4 En esa transición se ubica el grupo de escritores, artistas, críticos y filósofos cuyos debates estéticos, políticos y culturales fueron reunidos en las páginas de la revista Mito. De la misma manera que otros grupos de intelectuales que los precedieron –como los Nuevos y los Leopardos–, los intelectuales de Mito utilizaron un medio periódico de difusión para generar debate público. Así, continuaron la labor de apertura cultural iniciada en Colombia por escritores de principios del siglo XX como Baldomero Sanín Cano, León de Greiff, Porfirio Barba-Jacob, Eduardo Caballero Calderón y Germán Arciniegas, entre otros.5

1 Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, estado y nación en Colombia – De la guerra de los Mil Días a la constitución de 1991, Bogotá, Siglo del Hombre Editores – Universidad Central, 2002, pp. 9-12.

2 La revista Mito fue fundada en 1955 por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel; fue una publicación bimestral de 60 páginas por número, aproximadamente; alcanzó los 42 números, desde el número 1, de abril-mayo de 1955, hasta el número 41-42, de marzo-junio de 1962.

3 Jorge Gaitán Durán (1924-1962) nació en Pamplona, Norte de Santander. Estudió derecho en la Universidad Javeriana. Fue ensayista y critico literario. Sus libros de poemas más conocidos son Amantes, de 1959, y Si mañana despierto, de 1962. Murió en 1962 en un accidente aéreo. Hernando Valencia Goelkel (1928-2003), nacido en Bucaramanga, es reconocido como uno de los mejores ensayistas colombianos, además de crítico de cine y traductor literario. Estudió Filosofía y Letras en España y dedicó su vida a los oficios de leer y escribir.

4 Cf., Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, estado y nación en Colombia, pp. 25-29.5 Entre los diferentes espacios de producción de los grupos intelectuales hacia finales del siglo

XIX, Lewis Coser resalta el salón, el café y la sociedad científica, y medios como la revista mensual o trimestral y la publicación de libros. En cuanto a las revistas de difusión mensual que reúnen los debates intelectuales de cada época, Coser ubica sus orígenes en la Inglaterra del siglo XIX, con publicaciones como The Edingburgh Review y The Westminster Review. En ellas se popularizó la colaboración de intelectuales con diferentes posiciones ideológicas reunidos para la defensa de una causa. Lewis A. Coser, Hombres de ideas – El punto de vista de un sociólogo, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, pp. 87 y ss. (primera edición inglesa, 1965).

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La revista Mito fue una publicación bimestral, cuyo tema fue la cultura escrita y, especialmente, la producción literaria de autores colombianos y extranjeros. Conforme sus colaboradores asumieron una posición comprometida con la realidad social colombiana, las páginas de la revista incluyeron debates sobre los mayores problemas y conflictos nacionales y mundiales. Cabe destacar los artículos publicados en la revista sobre la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, la crisis social de la época de la Violencia, los debates sobre la Guerra Fría y la Revolución Cubana.6 La posición crítica de Mito permite estudiarla como la palestra de un grupo de intelectuales colombianos que se manifestaron sobre las convulsionadas y renovadoras décadas de 1950 y 1960 en la historia del país. Este artículo tiene como antecedente la selección de artículos de Mito que en 2005 publicó Fabio Jurado Valencia para conmemorar los 50 años de su fundación.7 En su prólogo, Jurado se concentra en el carácter contestatario e irreverente de Mito y sostiene que fue en sus páginas donde por primera vez los intelectuales colombianos prestaron atención a temas universales. Mito marca un punto de quiebre en una escena intelectual que seguía anclada a formas tradicionales, determinadas por el catolicismo y el bipartidismo dominantes. Jurado deja de lado el análisis de proyectos y procesos culturales anteriores que abrieron el camino para publicaciones como Mito. Esta omisión no ocurre en la tesis doctoral de Pedro Sandoval Sarmiento, La revista Mito en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad literaria en Colombia, publicada en 2006.8 Sandoval estudia los logros literarios y culturales de la revista como parte de la modernización de la literatura colombiana iniciada por José Asunción Silva. En su tesis, Sandoval intenta demostrar…

[…] que Mito [fue] una empresa cultural que, por un lado, cabalga sobre una ‘tradición’ de modernidad, aupada por obras y autores que contribuyeron a que el impulso renovador no se detuviese, así adolecieran, al mismo tiempo, de evidentes anacronismos, y que, por el otro, refleja los primeros signos del avance de la cultura y de la literatura posmodernas.9

6 En Colombia, la expresión “la Violencia”, siempre con mayúscula, se refiere al periodo 1930-1960 de la historia política y social colombiana, y remite a la pugna entre los partidos Liberal y Conservador desde 1930, a su intensificación en el período 1948-1960 y a su particular incidencia, luego del Bogotazo del 9 de abril de 1948, en múltiples zonas rurales del país.

7 Fabio Jurado Valencia, “La revista Mito: irreverencia y contestación”, en Mito, 50 años después (1955-2005) – Una selección de ensayos, Bogotá, Lumen, Universidad Nacional de Colombia, 2005, pp. 7-33. En su prólogo, Jurado Valencia incluye breves reseñas literarias de los textos seleccionados para este volumen conmemorativo.

8 Pedro Sandoval Sarmiento, La revista Mito en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad literaria en Colombia, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 2006; tesis doctoral realizada en la Universidad de Salamanca, dirigida por Carmen Ruiz Barrionuevo.

9 Cf., p. 30.

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Darío Jaramillo Agudelo también se ocupó de la revista Mito en su artículo “Mito y Eco, dos revistas colombianas”.10 Jaramillo hace referencia a publicaciones similares y contemporáneas de Mito y Eco (1960-1984) pero que no trascendieron como ellas. Explica la trascendencia histórica de estas publicaciones por la vigencia de sus contenidos, y se refiere a ellas como “faros intelectuales” que aún hoy en día buscan erradicar el provincialismo de la intelectualidad y la sociedad colombianas. Para Jaramillo esto fue posible gracias al descubrimiento e invitación a participar en sus páginas de un grupo selecto de autores colombianos y extranjeros sensibles a creaciones y reflexiones contemporáneas.

Como una contribución a los estudios sobre Mito, me propongo profundizar en el contenido de los artículos de la revista desde la perspectiva de la historia intelectual colombiana con el fin de comprender mejor el lugar que ocupó esta revista y el impacto cultural que tuvo durante los siete años de su existencia. En primer lugar tendré en cuenta los artículos publicados en la revista sobre el tema de los intelectuales y su función social en el medio colombiano. En particular, discutiré cómo los intelectuales de Mito lograron incidir en el panorama cultural de su tiempo. Luego abordaré algunos artículos en los que puede apreciarse la intención de los directores y colaboradores de Mito de promover las vanguardias culturales internacionales y la producción literaria y artística nacional, así como sus aspiraciones pedagógicas entre los lectores colombianos. Por último, comentaré los artículos de Mito sobre los acontecimientos históricos más notables de su tiempo. Así podrá apreciarse el papel que este grupo de intelectuales se adjudicó ante la sociedad colombiana de los años 1950 y 1960.

La revista Mito: sus fundadores, sus propósitos y sus colaboradores

Antes de discutir el proyecto cultural de los fundadores de Mito, es preciso hacer un breve recuento de las tendencias intelectuales en Colombia anteriores a la fundación de la revista. Estudiar los postulados de los grupos intelectuales dominantes en relación con el contexto histórico en que operaron permite comprender mejor sus contribuciones y limitaciones. En el caso colombiano, la estrecha relación entre política e ideas da pie para establecer una tendencia

10 Darío Jaramillo Agudelo, “Mito y Eco, dos revistas colombianas”, en La cultura de un siglo: América Latina en sus revistas, Saúl Sosnowsky, editor, Madrid, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1999, pp. 387-394.

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continua desde finales del siglo XIX hasta la ruptura ocasionada en el período de la Violencia. A partir de entonces, a los intelectuales se les ha exigido un mayor compromiso social. Surgieron en esos años nuevas perspectivas ideológicas y nuevos medios de debate, entre los cuales se destacó la revista Mito.

La Regeneración legó al siglo XX la figura consolidada del letrado vinculado a la actividad política, al Partido Conservador, y fiel al dogma católico. Durante la hegemonía conservadora de 1885 a 1930, los instrumentos de trabajo del intelectual fueron “la moral y las formas clásicas, y su principal tarea definir los límites de lo que debería ser el Estado nacional y lo que debería ser instrumento de control moral”.11 No fue casual el esfuerzo que representantes, senadores y presidentes dedicaron al cultivo de la gramática y la poesía. Como lo anota Gonzalo Sánchez, estos intelectuales suscribían la idea de que “del bien decir y del bien escribir, debe fluir de manera natural el buen gobernar”.12 En este contexto político y cultural no se esperaba de la intelectualidad la comprensión crítica de la realidad, sino la conservación de las formas imperantes y la preponderancia de los grupos sociales dominantes. Esto ocurría al tiempo que el país comenzaba a industrializarse y se urbanizaba aceleradamente. La actitud conservadora y elitista es evidente en la producción literaria de esos años, en la que primaban la repetición de ejercicios estéticos poco innovadores y la difusión de géneros como el costumbrismo y el romanticismo, idóneos para representar la división entre la “élite letrada” y el “pueblo inmoral”.13 Con todo, perspectivas como la de Ricardo Arias cuestionan la noción de una limitada actividad intelectual conservadora en las primeras dos décadas del siglo XX. A partir de 1920, con la aparición de grupos jóvenes de intelectuales como los Leopardos, los miembros del partido se propusieron la revitalización conservadora, y lo hicieron desde la tertulia de café, las publicaciones literarias y académicas, la universidad, la política, el catolicismo y el periodismo.14

La instauración de la llamada República Liberal en la década de 1930 no trajo cambios inmediatos en el tradicionalismo generalizado de la intelectualidad colombiana, y serán acontecimientos internacionales –específicamente, la Guerra Civil española y la expansión del comunismo– los que abrirán las puertas a

11 Cf., Miguel Ángel Urrego, p. 37. 12 Gonzalo Sánchez Gómez, “Intelectuales... Poder... Cultura Nacional”, en Los intelectuales y

la política, Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Colombia, Fundación para la Investigación y la Cultura, 2003, p. 59.

13 Cf., Miguel Ángel Urrego, p. 59. 14 Ricardo Arias Trujillo, Los Leopardos – Una historia intelectual de los años 1920, Bogotá,

Universidad de los Andes, 2007.

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nuevas opciones culturales e intelectuales. Durante el primer mandato de Alfonso López Pumarejo, las iniciativas de progreso industrial y social requirieron un nuevo intelectual, versado en la tecnología y la gestión administrativa. Se fundaron facultades universitarias de estudios técnicos y modernos en Bogotá y otras ciudades, entre las que se destaca la Escuela de Minas de Medellín,15 y surgieron nuevos medios de difusión cultural que le disputaron a la “Atenas suramericana” su primacía como centro intelectual.16 Si bien no surgía aún en el país un intelectual francamente desprendido de la actitud conservadora heredada, en este período se relanzaron la modernización y diversificación de la práctica intelectual, más allá del cultivo de las bellas formas. Surgen entonces, “figuras más bien esquivas a la política […] receptivas y propensas a la indagación científica y a la secularización”,17 como Luis López de Mesa y Alejandro López.

Esta evolución hacia la autonomía se vio interrumpida por el trauma del 9 de abril de 1948 y la renovación de los enfrentamientos bipartidistas durante el período de la Violencia. La crisis nacional obligó a cerrar diversos medios culturales como la Revista de Indias, dirigida por Germán Arciniegas, y Crítica, dirigida por Jorge Zalamea. Sánchez llama a ésta la “generación invisible” y Urrego señala que el conflicto político generalizado tuvo el efecto de cobrar una nueva cohorte de intelectuales para el bipartidismo. Con todo, la persistencia de la Violencia y las repercusiones en Colombia de acontecimientos internacionales como la Segunda Guerra Mundial despertaron en algunos intelectuales colombianos la conciencia de una nueva responsabilidad y de compromiso con la defensa de la justicia y la vida.18

Este creciente afán de vinculación social vino acompañado de la apertura a corrientes culturales extranjeras. Esta vez, a medida que el conservatismo se consolidaba de nuevo en el poder, la escena cultural colombiana se diversificaba con la incorporación de vanguardias europeas y de desarrollos locales. Como

15 Cf., Gonzalo Sánchez Gómez, pp. 67 y ss. Sánchez se refiere a los intelectuales de esta etapa histórica como los “intelectuales maestros”, extranjeros exiliados y nacionales, concentrados en la difusión de conocimientos prácticos en el espacio académico de las universidades y de escuelas especializadas, como la mencionada Escuela de Minas de Medellín y la Escuela Normal Superior, en Tunja.

16 Algunos de estos nuevos medios de difusión cultural fueron las revistas Costa, de Cartagena; Revista Santanderana, de Pamplona; Humanidad, de Popayán; Revista Cultural, de Ibagué; la revista feminista Hogar y Patria, de Bogotá; Atalaya, de Manizales; Llama, de Cali; todas publicadas en la década de 1930. cf., Miguel Ángel Urrego, pp. 94 y ss.

17 Cf., Gonzalo Sánchez Gómez, p. 80. 18 En Colombia no todos los intelectuales respondieron a este reto, como lo sostiene Urrego: “Por

una parte, estaban altamente comprometidos con sus propias colectividades [políticas] y no tenían una conciencia muy precisa de los procesos históricos ni de los políticos. Por otra, concebían su actividad como un cultivo de las bellas artes”, en cf., Miguel Ángel Urrego, p. 120.

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en la década de 1930, la de 1950 también fue una época de fortalecimiento en la educación superior y de auge de medios cultures como la radio, la televisión, museos, bibliotecas, editoriales y cineclubes. La prensa cultural tuvo un papel de primer orden en estos años. Surgieron revistas culturales que salieron a la caza de una nueva literatura y dieron difusión a nuevas inquietudes intelectuales, ahora a tono con los debates contemporáneos en occidente. En esas revistas tuvieron cabida los jóvenes talentos nacionales y se fomentó en ellas la expresión de un nuevo tipo de intelectual crítico.19 Dar expresión a estos intelectuales comprometidos con la realidad social fue uno de los propósitos fundacionales de la revista Mito. En sus páginas tuvieron cabida ideologías y actitudes que antes no podían acceder a medios de difusión impresa.

En el primer número de la revista Mito, en la nota editorial titulada “Presentación”20, sus fundadores, Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, expresaron su propósito fundamental. Como palestra que era de los literatos más conocidos en los ámbitos nacional y mundial, no sorprende que el nervio de este primer manifiesto haya sido el proyecto de desmitificar las palabras.21 Es decir, abogar por la honestidad de las palabras en el medio social en que son pronunciadas y escuchadas, que se desprendan de atavismos morales y se abran caminos claros en medio de la ambigüedad y la manipulación:

Solo después de limpiarlas [las palabras], de devolverles con el análisis su dimensión histórica auténtica y de ratificar con un proceso de síntesis el enriquecimiento que les confieren las circunstancias de la época, podríamos entrar a considerar problemas mayores como son los de sus relaciones con la moral y la libertad.22

En esta presentación están planteados los tres ejes sobre los que giraron los contenidos de Mito y la posición cultural de sus directores: la libertad de expresión; la lucha contra el parroquianismo y la cerrazón frente al progreso y las vanguardias culturales; y el compromiso con la época histórica en que se publicaba la revista. Los directores de Mito reclamaron dirigirse a los tiempos que corrían al utilizar el

19 Gonzalo Sánchez puntualiza: “En el caso concreto colombiano, el intelectual crítico es aquel que ha asimilado la experiencia histórica de la Violencia, que la ha vivido como barbarie cultural, y que se propone en cierto modo disecarla”, en cf., Gonzalo Sánchez, p. 90.

20 Cf., Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Presentación”, p. 1. 21 En una entrevista posterior al cierre de Mito, Hernando Valencia Goelkel dijo que el propósito

de “desmitificar” las palabras, los valores y los prejuicios justificaba el título de la revista: “Todo eso fue por decir algo – Jorge se había enamorado del término y yo también”. Consultado el 17 de junio de 2008 en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/bole65/bole50b.htm

22 Cf., Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Presentación”, p. 1.

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lenguaje, las palabras, para “exponer o una problemática estética o una problemática humana”.23 Otro propósito manifiesto de Gaitán y Valencia fue el rechazo de todo dogmatismo, sectarismo y sistema de prejuicios, y el no aceptar nada que atentara contra la condición humana: “Pretendemos hablar y discutir con gentes de todas las opiniones y todas las creencias. Esta será nuestra libertad”.24 Los fundadores y colaboradores de la revista quisieron hacer de ella un espacio para la convivencia y difundirla como un ejemplo de tolerancia en tiempos difíciles.

La revista Mito contó con un comité editorial internacional, lo que evidencia su apertura a las vanguardias literarias europeas y latinoamericanas.25 El comité estuvo conformado por Octavio Paz, Alfonso Reyes, Vicente Aleixandre y Jorge Luis Borges (este último solo en los últimos números), lo que hizo de la revista un vehículo eficaz de contacto y difusión cultural transatlántico, además de avalarla como una revista cultural de reconocimiento internacional de la talla de publicaciones como Sur y Orígenes. Durante los siete años de circulación de Mito, se mantuvo la convicción de que el arte es el medio por excelencia para la educación de los hombres y que los artistas y los intelectuales cumplen una función pedagógica. En Mito, esa función debió orientarse, además, a la formación de su propio público lector.

Mito es reconocida hoy como la revista que familiarizó a una generación de intelectuales colombianos con las formas y contenidos de la vanguardia europea y difundió las obras de escritores como Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger y Bertolt Brecht. También se divulgaron en ella aportes científicos que para el medio social colombiano resultaban controversiales, como los estudios sobre la sexualidad de Alfred Kinsey y algunas derivaciones del psicoanálisis freudiano. Al mismo tiempo, fue uno de los epicentros culturales en la renovación de la intelectualidad colombiana. Como se dijo atrás, la modernización cultural iniciada en la década de 1930 fue interrumpida por la crisis política de 1948, por lo que los directores de Mito insistieron, no en lanzar, sino en reactivar la cultura colombiana. En ese sentido, y contrario a lo que algunos críticos afirman,26 Mito no fue una revista de ruptura por su vinculación a las vanguardias estéticas, sino un proyecto de continuación en la profesionalización y logro de la autonomía intelectual en Colombia.

23 Cf., p. 1.24 Cf., p. 2.25 Cf., Pedro Sandoval Sarmiento, p. 116.26 Pedro Cote explica que “Gaitán Durán encontraba un país virgen intelectualmente, después de lo

que había visto en Europa, donde las discusiones y la crítica estaban siempre a la orden del día”. En: Pedro Cote, “La revista Mito”, en Revista Casa Silva, número 1 (enero de 1988), Bogotá, p. 99.

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Esta renovación del sector intelectual se vio facilitada, y de manera especial entre los fundadores y colaboradores de Mito, gracias a sus viajes y permanencia en Europa.27 Éste fue el caso de los más jóvenes: Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Hernando Valencia Goelkel, Rafael Gutiérrez Girardot y los pintores Enrique Grau, Eduardo Ramírez Villamizar y Alejandro Obregón.28 Del contacto que tuvo Jorge Gaitán Durán con el movimiento cultural francés en París, y especialmente de la lectura de la revista Les Temps Modernes de Jean-Paul Sartre, nació su interés en crear un medio impreso similar en Colombia tras su regreso, en 1954. Al año siguiente regresó Hernando Valencia Goelkel de España y a los pocos meses apareció el primer número de la revista. Tanto ellos como varios de sus colaboradores conocían bien el ideal del intelectual sartreano, comprometido con su realidad social.29

Por otra parte, era claro que los fundadores de Mito gozaban de grandes privilegios, no solo el de pertenecer a la élite letrada del país, sino también a las élites políticas. Por ejemplo, Jorge Gaitán Durán descendía de una importante familia de políticos liberales de Santander e hizo parte del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), liderado por Alfonso López Michelsen. Por su parte, Hernando Téllez perteneció al Concejo de Bogotá en 1934 y en 1937 y se desempeñó como cónsul de Colombia en Marsella. En palabras de la época, no podían negar su pertenencia a la clase burguesa. En “Notas sobre la conciencia burguesa”, Hernando Téllez reflexiona sobre el lugar del intelectual en la sociedad, si bien lo hace a raíz del debate generado por la Guerra Fría entre la clase burguesa norteamericana y el comunismo ruso.30 Desde una perspectiva crítica, destaca el lugar central que ocupan las apariencias en la moral burguesa: aparentar ser rico, aparentar ser sexualmente prudente en el matrimonio, aparentar ser más de lo que realmente se es. Luego de este retrato negativo de la sociedad burguesa, Téllez se incluye en ella al afirmar que…

27 Cf., Pedro Sandoval Sarmiento, p. 133: “Entre los escritores de Mito, esta disposición al viaje es patente y sigue obedeciendo a un ideal concreto: superar el aislacionismo secular de la cultura colombiana y trascender las visiones provincianas del mundo moderno y de la literatura”.

28 Cf., Pedro Cote, “La revista Mito”, p. 95.29 Como uno de los deberes del intelectual, Sartre resalta, entre otros: “Utilizar el capital de saber

dado por la clase dominante para elevar la cultura popular; es decir, echar las bases de una cultura universal […] y recuperar su propio fin (la universalidad del saber, la libertad de pensamiento, la verdad) a ser logrado por todos en la lucha, [que no es otra que] el porvenir del hombre.” En: Jean-Paul Sartre, “Los intelectuales”, en Escritos políticos – El intelectual y la Revolución, tomo III Madrid, Editorial Alianza, 1987, pp. 121 y ss. En números posteriores, los directores de Mito adhirieron tanto a la defensa de la libertad de expresión como a la participación en manifestaciones estudiantiles contra la dictadura de Rojas Pinilla y contra la intervención soviética en Hungría.

30 Hernando Téllez, “Notas sobre la conciencia burguesa”, en Mito, número 3 (agosto-septiembre, 1955), Bogotá, p. 173.

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[…] los escritores burgueses somos capaces de enjuiciar y de condenar intelectualmente a la sociedad burguesa. Nos repugna su rapacidad, su injusticia, su vulgaridad, su sentimentalismo y su cursilería. Pero si se nos propone asumir personalmente los riesgos correspondientes a otro tipo de sociedad, declaramos nuestro cinismo: preferimos aplazar indefinidamente esos riesgos y continuamos beneficiándonos de todas las ventajas del sistema que nos permite usufructuar la injusticia y aparecer, intelectualmente, como personas de la justicia [...] Somos deliberadamente, esplendorosamente culpables.31

Este tipo de pasajes demuestran las contradicciones que deben enfrentar los colaboradores de Mito en el medio sociocultural colombiano, en donde el acceso al conocimiento y a la cultura se restringe a las élites. Esta realidad está en contravía de los postulados intelectuales que vinculan la producción del conocimiento a la emancipación de las clases desfavorecidas. Los privilegios intelectuales y sociales de la mayor parte de los colaboradores de Mito no fueron el único dilema autocrítico que se ventiló en la revista. Desde la perspectiva del deber social de los hombres de ideas, estos intelectuales se enfrentaban con diversas contradicciones y debates sobre su función y la autonomía de su trabajo. En su artículo “En el reino de lo Absoluto”, Hernando Téllez analiza las condiciones negativas a las que está sujeto el intelectual en situaciones de intransigencia política, en referencia velada al gobierno de Rojas Pinilla. Tanto en escenarios críticos de violencia desatada (en alusión al Bogotazo) como en situaciones de paz forzada como las dictaduras, los absolutos políticos, los fanatismos de derecha o de izquierda, condenan al servilismo, al automatismo, a la impunidad y al oficio intelectual estático. Esto lleva a la anulación del intelectual comprometido con la lucha justa:

El absoluto político en que estamos comprometidos exige con nuestra clarividencia, nuestra crueldad [...] Por consiguiente, nuestro quehacer histórico excluye la situación de libertad o el concepto de libertad en que se encuentre expresada o realizada la conciencia del Otro, del Desemejante, del Adversario, del Rebelde, del Irreductible.32

Otra visión sobre la función social del intelectual colombiano la ofrece Jorge Eliécer Ruiz en “Situación del escritor en Colombia”. Para este autor, los escritores e intelectuales colombianos se aproximan a las letras no como un oficio, sino como un privilegio. A diferencia de los oficios monetariamente tangibles, como el de obrero o empresario, la creación literaria es concebida como una actividad “ociosa”. En Colombia, por lo común, la obra literaria ha sido “un producto ancilar de ocupaciones más lucrativas: generalmente la burocracia pública o privada”.33

31 Cf., p. 176.32 Hernando Téllez, “En el reino de lo Absoluto”, en Mito, número 2 (junio-julio, 1955), Bogotá, p. 66.33 Jorge Eliécer Ruiz, “Situación del escritor en Colombia”, en Mito, número 35 (marzo-abril, 1961),

Bogotá.

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Esta condición condena al intelectual a tener que sacrificar su autonomía, en aras de su supervivencia, y compromete la honestidad intelectual del escritor. Para Ruiz esta situación no aboca necesariamente al escritor a la falsedad. Al contrario, las condiciones económicas y sociales, además de las psicológicas, deben ser transformadas por los mismos escritores con su trabajo esforzado y riguroso, que debe ofrecerse a la sociedad como herramienta imprescindible para comprender y vigilar su funcionamiento.

En nuestra sociedad “asocial”,34 donde los diferentes grupos o clases no tienen estructuras de cohesión ni proyectos comunes, los intelectuales han optado por no comprometerse con la realidad, cuando deberían hacer justamente lo opuesto: actuar como un puente comunicativo entre las partes de esa sociedad y contribuir a su funcionamiento armónico. Entre los colaboradores de Mito fue común reconocer, por otra parte, que la acción del intelectual comprometido se ve dificultada por las condiciones socioeconómicas y culturales del medio colombiano. En este medio, los intelectuales comprometidos, a pesar de sus intenciones, difícilmente logran hacerse oír más allá de un público culto y minoritario y sus ideas quedan por lo general encerradas en páginas como las de la revista Mito. Ésta es, justamente, la crítica que hace Darío Mesa en una carta que dirigió a los directores y fundadores de Mito y que se publicó en el número 4 de la revista. En la misiva, titulada “Mito, revista de las clases moribundas”, Mesa destaca el hecho de que la publicación de medios culturales en Colombia es de por sí una hazaña, y en el caso de Mito aún más, si se tiene en cuenta que los primeros números se agotaron completamente. También rescata la alternativa que la revista significaba para la sociedad colombiana, tradicionalmente limitada a las perspectivas culturales de “una clase terrateniente inculta y provinciana y una burguesía comercial sin los rasgos espirituales ni los objetivos históricos que, en el pasado, hicieron de ella una fuerza revolucionaria”.35 No obstante, según Mesa, Mito no deja de ser una mala copia de Les Temps Modernes, en la que el contenido, que supuestamente debería promover la discusión abierta, no hace más que ventilar las angustias y preferencias de sus colaboradores burgueses.

Según Mesa, la excesiva preocupación por la innovación en las formas estéticas lleva a que el propósito desmitificador de la palabra fracase. Con sus juegos literarios, Mito perpetúa la abstracción y mitificación de los temas más urgentes. Sin embargo, la crítica de Mesa incurre en una paradoja, pues al

34 Cf., 106.35 Darío Mesa, “Mito: revista de las clases moribundas”, en Mito, número 4 (octubre-noviembre,

1955), Bogotá, p. 281.

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tiempo que señala la falta de un verdadero espacio democrático en la revista, busca imponerle una forma determinada de acercarse a la realidad: la perspectiva marxista de la lucha de clases. Para Mesa, el problema de la intelectualidad colombiana es no haber comprendido realmente el marxismo, puesto que se llegó a él, no directamente, sino en las críticas que de él ha hecho la burguesía. En el caso de Mito, esta incomprensión proviene del alejamiento de sus intelectuales con respecto a la realidad social colombiana:

Los escritores de ese grupo son de una brillantez a veces encandilante, y han dirigido la realización de importantes tareas políticas; pero se hallan lejos de su pueblo. Se apiadan de él o se indignan por su situación; pero no hacen nada por esclarecer su lucha.36

Para Mesa, el intelectual colombiano debe ser más bolchevique que sartreano, pues el primero pone el acento en la acción más que en las palabras, en el pensamiento como preludio de la acción y su lucha es contra el statu quo burgués.37 Su deber es dirigir a las masas hacia la toma del control estatal de la sociedad. Mesa identifica en la realidad colombiana los desastres ocasionados por el poder de la burguesía: la concentración de capital, el empobrecimiento de la clase obrera, la presión de las fuerzas productivas sobre las relaciones de producción, la conversión de valores en mercancías, etc. Esta realidad llama al fin del intelectual burgués, que Mesa identifica con los colaboradores de Mito, y a la consolidación de uno nuevo que reivindique las clases populares.

Otra crítica en este sentido se encuentra en el número 36 de la revista. Bernardo Carreño Varela envía una carta titulada “Contra los intelectuales”.38 Carreño, como Mesa, insiste en que los colaboradores de Mito pertenecen a una clase burguesa excluyente y critica la importancia que dan a las formas vanguardistas y simbolistas, en detrimento de contenidos claros para la sociedad colombiana: “Ustedes han creado su propio mundo esotérico, misterioso, con gradaciones y ceremonias, con cultos extraños y extravagantes; no conocen el mundo en que viven; y son tan ingenuos que creen producir para el hombre común”.39 Si la carta de Mesa llegaba para uno de los primeros números, y en ella se percibía la intención de incidir en la revista, la de Carreño llegó en su sexto año, en 1961, cuando ya es notoria una cierta falta de fe entre

36 Cf., p. 286.37 Cf., Lewis Coser, p.173.38 Bernardo Carreño Varela, “Contra los intelectuales”, en Mito, número 36 (mayo-junio, 1961),

Bogotá, pp. 394-397. 39 Cf., p. 396.

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los fundadores sobre su proyecto social. Justamente, en el número en que se publicó la carta de Carreño, Gaitán Durán y Valencia Goelkel reconocían la disminución progresiva del impacto inicial que causó la revista: “Para aquellos que en 1955 tenían 20 años, Mito ha perdido interés como órgano de divulgación: su propio trabajo y su propio criterio les permiten prescindir de la mediación que en un momento dado representó nuestra revista”.40 Seis años no parecen mucho tiempo, pero la pérdida de interés en Mito demuestra la velocidad con que cambiaban los intereses culturales, especialmente tras la caída de Rojas Pinilla y la instauración del Frente Nacional. Como lo explica Miguel Ángel Urrego, en los comienzos de los años sesenta los intelectuales colombianos por fin “rompen la tutela bipartidista y adquieren plena autonomía”.41

No es extraño entonces que tras la muerte de Jorge Gaitán Durán, y luego de anunciar en el número 41-42 que el próximo número estaría dedicado a su memoria,42 la revista dejara de circular. En junio de 1962, Hernando Valencia Goelkel y Pedro Gómez Valderrama43 dejaron morir, junto a Gaitán Durán, un proyecto que a su juicio había perdido resonancia en el medio cultural colombiano. Las ideas y debates que en 1955 resultaban controversiales y provocativos, en 1962 eran usuales e incluso repetitivos. El fin abrupto de Mito cierra un ciclo abierto siete años antes. Como lo mencionaban sus fundadores en el sexto aniversario de la revista, su propósito era generar debate en una sociedad y un medio cultural anquilosados. Su propósito no fue convertirse en dogma, ni adoctrinar a los intelectuales y ciudadanos de la época, y Gaitán y Valencia señalaban en mayo de 1961: “Hemos tenido algún éxito en socavar el conformismo nacional”.44 La intención desmitificadora de la revista permitió la publicación de artículos que cuestionaban el orden imperante y la mentalidad autoritaria de la sociedad colombiana. Los intelectuales de Mito relanzaron la transformación cultural

40 Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Seis años”, en Mito, número 36 (mayo-junio, 1961), Bogotá, p. 404.

41 Cf., Miguel Ángel Urrego, p. 145. 42 Fernando Charry Lara, Eduardo Cote Lamus y Eduardo Mendoza Varela, sin título (prólogo), en

Mito, número 41-42 (marzo-abril-mayo-junio, 1962), Bogotá, sin paginación. 43 Pedro Gómez Valderrama integró el Comité de Dirección de Mito a partir del número 7, junto con

Eduardo Cote Lamus y Hernando Valencia Goelkel. Esta organización se mantuvo hasta el número 18, tiempo durante el cual Jorge Gaitán Durán aparecía como fundador. A partir del número 19 y hasta el último número de la revista, el Comité de Dirección fue integrado, rotativamente, por Hernando Valencia Goelkel, Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Eduardo Mendoza Varela, Pedro Gómez Valderrama, Fernando Charry Lara y Jorge Eliécer Ruiz.

44 Cf., Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Seis años”, p. 404.

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interrumpida por el sinsentido del conflicto bipartidista. Mito ofreció un espacio para la elaboración y producción literaria, artística y cultural durante un período de notorio silencio e inactividad, y acogió en sus páginas a un nuevo tipo de intelectual colombiano.

El contenido de Mito

En esta sección estudio el contenido de Mito para aclarar en qué consistió su carácter transgresor y provocador.45 También aspiro a contribuir con algunas reflexiones sobre el tipo de trabajo intelectual y literario que se produjo en el país entre 1955 y 1962. En sus siete años de existencia y 42 números publicados, con un tiraje bimestral de entre 1.000 y 2.000 ejemplares, el contenido de Mito siempre fue rico y plural. La diversidad temática acogía la publicación y promoción de diversos géneros literarios y no literarios, como cuento, ensayo, poesía, estudios científicos, diarios de viajes, fragmentos de novelas, críticas de literatura y cine, reseñas de todo tipo de producciones culturales y testimonios históricos contemporáneos.

Los viajes de los colaboradores y fundadores aseguraban la publicación de material novedoso mundialmente, de autores europeos, estadounidenses y latinoamericanos, así como de material que resultaba anacrónico internacionalmente, pero pertinente en el ámbito colombiano: “El proyecto modernizador de Mito [...] [abogó por] enseñarle por primera vez al público nacional en qué consistía el escándalo y el irracionalismo en el ámbito estético, sin importarles el anacronismo en que incurrían”.46 La posición vanguardista que asumía la revista Mito adoptaba la noción de atemporalidad en la obra de arte y, por ende, la aceptación de la confluencia de diversos autores y diferentes épocas en las páginas de la revista. Es por ello que en un mismo número se reúnen escritos de Sartre, el marqués de Sade, Antonio Machado, Paul Valéry y Gabriel García Márquez, pues con todos ellos se enriquecían los intelectuales y lectores colombianos, la mayor parte desconocedores de esas corrientes literarias.

En Mito también se promovieron las obras de escritores nacionales que luego alcanzaron notoriedad. En sus páginas publicaron Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Eduardo Cote Lamus, Eduardo Carranza, León de Greiff, Pedro Gómez Valderrama, Hernando Téllez, Jorge Zalamea,

45 Al final anexo un catálogo de todos los artículos publicados en Mito. 46 Cf., Pedro Sandoval Sarmiento, p. 186.

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Baldomero Sanín Cano, y los nadaístas Gonzalo Arango, Eduardo Escobar y Diego León Giraldo, estos últimos invitados en grupo para el último número de la revista. Mito acogió simultáneamente a escritores de trayectoria y a inéditos, lo que contribuyó a la modernización cultural que se gestaba en Colombia desde la década de 1930. La importancia que revistas como Mito dieron a la producción nacional apuntaba a la creación de un espacio autónomo, en el cual el escritor pudiera dedicarse de forma profesional a su oficio, sin tener que ceder ante las presiones políticas y corporativas que limitan el trabajo intelectual.

Mito significó una nueva ‘apuesta’ en la modificación del campo de las letras colombianas y [...] su singularidad estriba precisamente en que, al ser el intento más avanzado hasta ese momento, superó en coherencia conceptual y en perspectiva histórica a los que lo precedieron.47

La publicación de autores ya establecidos en el medio literario colombiano sirvió para darle un espacio a la literatura nacional en una publicación de vanguardia y también para abrirle las puertas a la revista en el medio colombiano. La publicación de nuevos autores contribuyó a que las letras colombianas dejaran de ser prerrogativa de un grupo pequeño de figuras asociadas con el poder político y las élites, y se abriera a una reflexión más amplia sobre la identidad colombiana y sus problemas contemporáneos.48 Tanto los autores reconocidos –empezando por los mismos directivos de la revista– como los aún inéditos –a algunos de los cuales Mito dedica una sección completa en el número 16, bajo el título “La nueva literatura colombiana”– contribuyeron con sus aportes literarios, críticos, científicos e históricos a una alternativa de identidad nacional diferente al bipartidismo. Además de la confluencia de las generaciones, los directores de la revista pusieron en primera fila la convivencia de diversas expresiones y opiniones y, en segundo lugar, la apropiación de la realidad colombiana, de sus problemas y de posibles soluciones. Los fundadores dejaron clara su intención de contribuir a la convivencia nacional, en el primer aniversario de la revista:

La sola supervivencia de Mito indica que no todo está perdido: intelectuales venidos de los más diversos horizontes políticos y culturales han estado fraternal y generosamente unidos para testimoniar, al lado nuestro, una común voluntad de darle a la inteligencia un sitio en nuestra sociedad.49

47 Cf., p. 303. 48 El impacto de la revista en la literatura colombiana se multiplicó con la creación de la Editorial

MITO en 1957. Su primera publicación fue Literatura y sociedad, obra de Hernando Téllez, editor y colaborador de la revista.

49 Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Mito: primer aniversario” (nota editorial), en Mito, número 6 (febrero-marzo, 1956), Bogotá, p. 478.

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Aparte de las contribuciones literarias y de crítica, en Mito se destinaron secciones para otros tipos de textos. Ejemplo de ello es la sección Testimonios, con la cual los directores de la revista buscaron ventilar diversos temas de la realidad nacional que eran tradicionalmente silenciados. En artículos como “Un juez rural en Guataquí”,50 “La cárcel colombiana, lugar de castigo”51 e “Historia de un matrimonio campesino”52 se expusieron facetas de la sociedad colombiana y de los efectos que en ella cobró la Violencia desatada. En esta sección innovadora se discutían aspectos de la realidad que hasta entonces habían permanecido al margen de la cultura escrita, a cubierto de tabúes y atavismos. Algunos artículos fueron escritos y publicados con la clara intención de poner contra las cuerdas la moral tradicional; es el caso de “La prostitución en Colombia”53 e “Historia clínica de un homosexual”.54 Al compromiso social se sumaban la provocación y la rebeldía contra el sistema dominante, que también hizo parte del proyecto desmitificador de la revista. También se incluyó una sección de diarios de viajes, en los que se ponía a los lectores al tanto de la vida y la cultura en otros lugares del mundo. Fueron significativos los viajes de los fundadores y colaboradores habituales de la revista, como fue el caso del recuento que hizo Pedro Gómez Valderrama de su estadía en Londres.55

El impacto de Mito puede medirse también en la aparición de otras revistas similares, acogidas con beneplácito por los directores. Fueron usuales las notas breves en que se celebraba la aparición y difusión de revistas como Prometeo, de tendencia política conservadora y anterior a Mito; la revista de arte Prisma, dirigida por Marta Traba; la Revista América, dirigida por Jaime Posada y de tendencia democrática; la revista Documentos Colombianos, a cargo de Alberto Zalamea y dedicada a temas políticos, económicos, estadísticos y culturales; y la revista de izquierda Horizontes. Este trabajo de difusión cultural es aún

50 Ramiro Cárdenas, “Un juez rural en Guataquí”, en Mito, número 2 (junio-julio, 1955), Bogotá, pp.126-134.

51 Álvaro Delgado, “La cárcel colombiana, lugar de castigo”, en Mito, número 5 (diciembre-enero, 1955-1956), Bogotá, pp. 383-392.

52 Humberto Salamanca Alba, “Historia de un matrimonio campesino”, en Mito, número 15 (agosto-septiembre, 1957), Bogotá, pp. 201-224; y número 17 (diciembre-enero, 1958), Bogotá, pp. 352-377.

53 Lucila Rubio Valverde, “La prostitución en Colombia”, en Mito, número 11 (diciembre-enero, 1956-1957), Bogotá, pp. 343-347.

54 Gustavo Hetzig, “Historia clínica de un homosexual”, en Mito, números 22 y 23 (noviembre-diciembre, 1958; enero – febrero, 1959), Bogotá, pp. 344-359.

55 Pedro Gómez Valderrama, “Londres”, en Mito, número 11 (diciembre-enero, 1956-1957), Bogotá, pp. 302-324.

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más significativo si se tiene en cuenta la censura de prensa durante la dictadura de Rojas Pinilla. Para los directores de Mito la proliferación de medios de difusión cultural era la respuesta más adecuada por parte de la intelectualidad para defender, ética y profesionalmente, su derecho a la libertad de expresión y para comprometerse con la transformación de la realidad nacional. Las páginas de Mito sirvieron para expandir la labor intelectual, hasta entonces demasiado ligada a las coyunturas puramente políticas. Más allá de las musas y el parnaso, y sin olvidarlos, Mito reunió y divulgó en sus páginas otros enfoques sobre la realidad colombiana, desde las ciencias sociales y la historia hasta el periodismo independiente.

Mito y la tolerancia en tiempos de Violencia y dictadura

Hasta aquí he discutido los esfuerzos de los fundadores y colaboradores de Mito por mantener la revista comprometida con la realidad nacional. En esta sección me concentraré en cómo se encararon y discutieron en la revista los dos acontecimientos históricos más relevantes de esa época en Colombia: la dictadura de Rojas Pinilla y la proliferación de la violencia bipartidista. La dictadura de Rojas Pinilla coincidió con los primeros años de circulación de la revista, y ella explica las numerosas páginas dedicadas a la defensa de la libertad de expresión. Luego del pacífico y aparentemente tolerante primer año de su gobierno, Rojas Pinilla tomó medidas que continuaban la censura de prensa iniciada en el gobierno de Ospina Pérez. El decreto del 6 de marzo de 1954 ordenaba que los periódicos del país debían “ceñirse al relato de los hechos y evitar la interpretación”.56 Un medio cultural que se proclamaba abierto a la discusión con todas las posiciones ideológicas debía oponerse a una medida que prohibía la crítica social y política. Desde los primeros números, los escritores de Mito emprendieron una lucha enfática por la preservación de la libertad de expresión. En el número 4, en la nota editorial titulada “Libertad de Expresión”, Gaitán y Valencia lamentaban el cierre de los periódicos El Siglo y El Tiempo, en 1953 y 1955, respectivamente, y se declaraban en contra de las medidas dictatoriales: “No nos engañemos, la cultura y la libertad son indivisibles [...] La libertad de expresión será total o no será de ninguna manera”.57

56 Álvaro Tirado Mejía, “Rojas Pinilla: del golpe de opinión al exilio”, en Nueva historia de Colombia, Bogotá, Editorial Planeta, 1989, p. 115.

57 Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Libertad de expresión”, en Mito, número 4 (octubre-noviembre, 1955), Bogotá, p. 275.

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En el número 8, y como continuación de la primera declaración, en “Libertad de expresión II”, los autores se pronunciaban contra del cierre de El Espectador en 1956 y se aferraban a su voluntad de analizar a fondo los problemas políticos y sociales: “Resulta apenas un deber elemental de patriotismo y dignidad manifestar nuestras opiniones al respecto. Si necesitáramos escoger entre la desaparición y una existencia vergonzante, sin vacilar preferiríamos la desaparición”.58 En el número 9, y con ocasión de un homenaje a Baldomero Sanín Cano en la Universidad de América, Gaitán Durán pronunció un discurso en el que retomó el tema de la libertad de expresión y anotó que en sus tiempos “la tolerancia se ha convertido en crimen”. También asoció la calidad del trabajo del intelectual con su humanidad y su sentido ético. Desde una posición responsable, el intelectual tiene el derecho de exigir…

[…] todos los materiales de su profesión fuere cual fuere la orientación de los mismos. Y ya que está sometido a no pocos riesgos por sus ideas o por el simple hecho de ser intelectual, debe exigir también la creación del Estatuto de Preso Político para que no pueda ser tratado, o presentado ante el público, como un delincuente de derecho común.59

La censura fue implantada por la dictadura contra la producción y difusión de escritos en que se cuestionaban las medidas de excepción tomadas por Rojas y sus asesores.60 Quedaba silenciada y en entredicho la voz del intelectual. Él tiene la responsabilidad de decir lo que no se debe decir y de sacar a relucir lo escondido, lo que lo hace particularmente vulnerable a retaliaciones y ataques personales y objeto de la censura de Estado. En el número 13 de Mito se reunió una compilación de los diversos artículos publicados por la revista en defensa de las libertades humanas, y se publicó una “Declaración de los intelectuales colombianos durante el paro general” (los editores se refieres al paro del 7 de mayo de 1957, que puso fin a la dictadura de Rojas). En ella un grupo de intelectuales colombianos, desde las páginas de Mito, hacía referencia explícita a la censura: “Hemos sido los intérpretes de la opinión pública y hemos corrido su misma suerte, al ser paulatinamente reducidos a escoger entre el silencio y el servilismo”.61 Esta manifestación ocurrió en defensa

58 Cf., p. 381.59 Jorge Gaitán Durán, “Notas: Baldomero Sanín Cano y los intelectuales colombianos”, en Mito,

número 9 (agosto-septiembre, 1956), Bogotá, p. 182.60 Con la creación de la Empresa Nacional de Publicaciones (ENP) el gobierno dictatorial se

aseguraba un medio estatal de propaganda e incluso lograba control sobre la importación y distribución de papel. Este aparato se fortaleció con la reaparición del Diario Oficial, en agosto de 1956, subvencionado por las empresas oficiales y con costos de operación más bajos que los de los demás periódicos. Cf., Álvaro Tirado Mejía, p. 117.

61 Baldomero Sanín Cano, Hernando Téllez, Eduardo Caballero Calderón, Alberto Zalamea, “Declaración de los intelectuales colombianos durante el paro general”, en Mito, número 13 (marzo-abril-mayo, 1957), número extraordinario, Bogotá, p. 1.

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de Gerardo Molina, rector de la Universidad Libre, quien en 1956 fue acusado por la Iglesia y la dictadura de tener filiaciones comunistas. Mito publicó en su número 10 la explicación de Molina y su defensa en nombre de la libertad de cátedra, sin la obligación de rendir tributo a ningún credo.62 Para Molina y para otros intelectuales –como Belisario Betancur, desde las páginas de la revista Prometeo– este tipo de ataques se explicaba por la influencia de la Guerra Fría, el macartismo y el afán de la iglesia católica de mantener su control sobre el sistema educativo colombiano.

Para 1957, con el recrudecimiento de la violencia en el país, la escandalosa corrupción pública y la persistente censura de la prensa –que afectaba directamente a algunas de las familias políticas más poderosas de Colombia–, el apoyo a Rojas por parte de los partidos políticos se había convertido en franca oposición. Los líderes del bipartidismo, especialmente Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, orquestaron la unión del liberalismo y el conservatismo para poner fin al gobierno del general. La oposición se manifestó abiertamente en los primeros días de mayo de 1957 con protestas estudiantiles, manifestaciones de altos jerarcas de la iglesia y la huelga general de bancos e industrias del 7 de mayo, que produjo la renuncia de Rojas el 10 de mayo.63 El papel de los intelectuales en la coyuntura debe comprenderse en relación con todos estos actores:

La presión sobre el dictador fue liderada por los partidos políticos, los gremios económicos, los medios de comunicación y sectores de la Iglesia. De manera que el rechazo a la dictadura por parte de los intelectuales no fue un caso aislado sino, por el contrario, parte de una actitud generalizada. En este sentido, evidenciaron el hecho de ser intelectuales orgánicos del bipartidismo. 64

Esta secuencia de acontecimientos fue celebrada por Mito, si bien en sus páginas se resaltó especialmente la protesta en el espacio académico por parte de estudiantes y profesores, además de la participación de algunos directivos de la revista en las manifestaciones del 7 de mayo en el centro de Bogotá. En el número 13, los directores Pedro Gómez Valderrama, Hernando Valencia Goelkel y Jorge Gaitán Durán, junto con Eduardo Cote Lamus, apoyaron la iniciativa de los estudiantes e insistieron en el papel de los intelectuales en las transformaciones políticas por venir:

62 Gerardo Molina, “El caso de la Universidad Libre”, en Mito, número 10 (octubre-noviembre, 1956), Bogotá, pp. 270-275.

63 Cf., pp. 124 y ss. 64 Cf., Miguel Ángel Urrego, p. 137. Urrego se refiere a los intelectuales colombianos en general,

entre los que cabe incluir a los colaboradores de Mito.

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No corresponde a los escritores la tarea difícil de las reformas institucionales que la república espera, pero, a la vez que pueden y deben influir en la orientación de estas, su papel esencial reside en la realización de la reforma ética del país, cuya estructura moral y cuyos estilos de conducta han sido implacablemente socavados.65

A las puertas de una coyuntura política que prometía ser más flexible y democrática, los escritores de Mito se adjudicaban la reeducación del pueblo. Fieles a su lema de tolerancia y respeto por las opiniones diversas, consideran que el primer paso era el establecimiento de un gobierno estable que auspiciara la normalidad democrática. De allí que hayan aceptado inicialmente el Frente Nacional, por considerarlo una alternativa de participación pacífica. Es comprensible que un grupo políticamente heterogéneo, como lo fue el que se congregó en la revista Mito, creyera en la convivencia pacífica de los partidos por medio de la alternancia en el poder, que evitaría la exclusión total de alguno de los dos. Incluso consideraban ser ellos mismos un ejemplo de tal convivencia: “Nuestras posiciones no provienen de una ideología, sino de una manera de ser, si se quiere, de un estilo de conducta”.66 No debe olvidarse que muchos colaboradores de Mito se adherían a uno de los dos partidos políticos dominantes, “de manera que el rechazo a la dictadura por parte de los intelectuales hacía parte de la acción del bipartidismo”.67 Más adelante, los directores de la revista reformularon su posición y se manifestaron sobre los primeros años del Frente Nacional como, después de todo, un “amago de la democracia”.

El segundo tema central que vinculó el quehacer cultural y crítico de los intelectuales de Mito con la realidad del país es su atención a lo que en Colombia llamamos la Violencia.68 En el número 16, los directores, de acuerdo con su propósito fundacional de comprometerse con los problemas actuales del país, y también en respuesta a críticos que los acusaban de hermetismo estético, expresan su intención de analizar el fenómeno de la violencia colombiana. En esta declaración demuestran su simpatía y apoyo a una reforma agraria que efectivamente ofreciera soluciones al descontento generalizado.69 En el número

65 Eduardo Cote Lamus, Pedro Gómez Valderrama, Hernando Valencia Goelkel y Jorge Gaitán Durán, “Una exigencia fundamental: libertades totales”, en Mito, número 13 (marzo-abril-mayo, 1957), número extraordinario, Bogotá, sin paginación.

66 Eduardo Cote Lamus, Pedro Gómez Valderrama, Hernando Valencia Goelkel y Jorge Gaitán Durán, “Presentación”, en Mito, número 13 (marzo-abril-mayo, 1957), número extraordinario, Bogotá, p. 1.

67 Cf., Miguel Ángel Urrego, p. 134.68 Ver la nota 6. 69 Eduardo Cote Lamus, Jorge Gaitán Durán, Pedro Gómez Valderrama y Hernando Valencia

Goelkel, “De la violencia”, en Mito, número 16 (octubre-noviembre, 1957), Bogotá, p. 301.

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25, y con el título “La responsabilidad de los intelectuales ante la violencia”, la dirección de la revista convocó a un grupo de intelectuales de diversas posiciones ideológicas para que aportaran sus perspectivas sobre el conflicto colombiano. La pluralidad de interpretaciones tenía como fin “evitar que la estimación unilateral del problema lo [redujera] a una clasificación cualquiera, que le [quitara] su entidad angustiosa y lo [redujera] a la categoría de boomerang de uso alterno”.70 El compendio realizado por la revista ilustra muy bien el cambio operado en la actitud de la intelectualidad colombiana entre las décadas de 1950 y 1960:

Por la vía de la aproximación crítica a la Violencia, este intelectual se encuentra y choca con la realidad externa al mundo universitario, al sistema educativo. Se encuentra con partidos, con campesinos, con hacendados, con guerrilleros, con clases, con estructuras sociales, con un poder político. Su blanco y también su reto es la sociedad global. Su compromiso político es una simple prolongación de sus actividades intelectuales.71

De las diversas intervenciones publicadas en Mito sobre la Violencia, es importante destacar el modo como cada autor la aborda a partir de un núcleo o explicación fundamental. Para Juan Lozano y Lozano, simpatizante de los alzamientos populares, es importante en el análisis de la crisis esclarecer el significado que se adjudica al concepto “violencia”, pues la dimensión y los alcances de la agresión en el medio social colombiano han ocasionado que se llame violencia por igual al “asalto criminal y bárbaro a un casa de campesinos para robar una gallina o un cerdo, y la insurrección moralmente justa y vital y políticamente obligatoria de grupos oprimidos, contra la autoridad y la fuerza del gobierno”.72 Lozano encuentra en esta confusión una explicación parcial del conflicto: la designación de los revolucionarios como bandoleros buscaba deslegitimar su lucha y mantener el dominio total de una minoría sobre la mayoría nacional. Es apenas natural esperar que de un sistema coercitivo resulten manifestaciones de resistencia popular a la dominación. Estas confrontaciones de violencia política no deberían considerarse bandolerismo, y Lozano piensa que el gobierno ha enturbiado deliberadamente esta distinción.

70 Eduardo Cote Lamus, Jorge Gaitán Durán y Eduardo Mendoza Varela, “La responsabilidad de los intelectuales ante la violencia”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, p. 40.

71 Cf., Gonzalo Sánchez Gómez, p. 92 (cursivas mías).72 Juan Lozano y Lozano, “Guerrilleros y bandoleros”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959),

Bogotá, p. 41.

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Para Bernardo Ramírez, la discusión sobre la crisis nacional debe comenzar por el autocuestionamiento de los mismos hombres de ideas que pretenden brindar soluciones. La primera pregunta es: ¿Los intelectuales colombianos realmente pueden incidir en la sociedad? Sostiene Ramírez que sí lo han hecho, pero proveyéndola de materiales intelectuales de mala calidad. La crisis nacional –que compara con el segregacionismo estadounidense y la persecución contra los argelinos en Francia– no necesita intelectuales que se limiten a producir ‘literatura deplorable’, sino un Estado “dirigido no por filósofos platónicos sino por hombres realistas, honrados y con cierta noticia de lo que es la dignidad humana”.73 La perspectiva de Ramírez se inserta en la transición del medio intelectual colombiano mencionada atrás: los años sesenta fueron el período de fortalecimiento de una clase de intelectual práctica y racional que había comenzado en la década de 1930 y había sido interrumpido. Una perspectiva similar fue la de Fernando Charry Lara en “Ostracismo e insensibilidad”, en el que reconoce la existencia de una clase intelectual cuya mayoría no ha podido alejarse de los intereses de los grupos partidistas. Por ende, esos intelectuales han permanecido insensibles a los problemas sociales, y los pocos que logran su autonomía deben enfrentar otros obstáculos que limitan su contribución a la solución de la crisis nacional: “En un juicio sobre la responsabilidad del intelectual colombiano, es justo señalar, si no como disculpa sí como explicación, la circunstancia de su ostracismo y la consiguiente falta de influjo en la vida nacional”74. Para Charry Lara es imperativo promover la autonomía intelectual desde las instituciones culturales, de manera que los hombres de ideas puedan contribuir a solucionar los problemas del país, en lugar de verse reducidos a oficios vanos.

Javier Arango Ferrer, en “La paz es máximo presupuesto de educación y mínimo presupuesto de guerra”, continúa con la reflexión sobre el papel del intelectual en tiempos de crisis social y ve en él una explicación del caos contemporáneo: “Si Colombia no ha logrado convertir la horda en sociedad organizada ello se debe a la nula o mermada visión de los intelectuales que la han gobernado”.75 Para Arango Ferrer, el futuro de la nación y la resolución del conflicto violento se encuentran en la promoción de una educación para toda la sociedad, tarea obligada del intelectual de acción. En esta línea de reflexión sobre el papel del intelectual en la modernización

73 Bernardo Ramírez, “Mirar la tragedia con otros ojos”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, p. 44.

74 Fernando Charry Lara, “Ostracismo e insensibilidad”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, p. 44.

75 Javier Arango Ferrer, “La paz es máximo presupuesto de educación y mínimo presupuesto de guerra”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, p. 46.

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del país, se inscriben los demás aportes sobre la Violencia publicados por Mito: “En Colombia el intelectual es un conscripto”, de Hugo Latorre Cabal; “Se rompieron las reglas del juego de las mayorías”, de Cayetano Betancur, y “La educación, única arma”, de Jaime Posada.

Las posiciones de los intelectuales de Mito ante la censura y la Violencia revelan dos características definitorias de la revista. Por una parte, la intención sistemática de incidir en la sociedad colombiana por medio del cuestionamiento del statu quo. Por otra, sus aportes literarios y reflexivos buscaron sacudir el medio intelectual colombiano de la inmovilidad ideológica en que quedó sumido luego del 9 de abril de 1948. Su aspiración fue relanzar la modernización de la cultura y la política colombianas. En contrapartida, estos mismos temas –la censura y la Violencia– revelan dos grandes obstáculos a los que se enfrentaban los modernos intelectuales colombianos, tanto los de Mito como los de otros medios. Por un lado, la dificultad de actuar con verdadera autonomía y libertad crítica en un medio en el que la adhesión política determinaba los comportamientos y las mentalidades, y que excluía a quienes se encontraran por fuera de las filas bipartidistas. Por otro lado, la urgencia de temas imperiosos como la violencia generalizada, la percibida necesidad de educar para la convivencia y, en consecuencia, el posponer temas propios de los intelectuales del mundo, que son percibidos aquí como lejanos y esotéricos. No obstante los obstáculos, las reflexiones reunidas en la revista Mito sirvieron como nuevo punto de partida para los intelectuales cada vez más críticos de la década de 1960, frecuentemente adscritos a los proyectos de la izquierda revolucionaria. Este nuevo giro de la intelectualidad colombiana desplazó aún más al intelectual burgués y abrió espacios en los que el intelectual y el guerrillero pudieron encontrarse en el mismo plano de acción.76 Mito fue, pues, el lugar de reunión de una intelectualidad de transición en Colombia.

Mito hoy

La revista Mito, sus fundadores y colaboradores conformaron un proyecto cultural de alcances ciertamente limitados en su tiempo, si bien de trascendencia a largo plazo. En sus siete años de circulación, sus colaboradores defendieron la libertad de expresión en tiempos de dictadura, produjeron análisis relevantes sobre los problemas más acuciantes de la sociedad colombiana, ventilaron debates de relevancia mundial y, sobre todo, lucharon por la autonomía intelectual en

76 Cf., Miguel Ángel Urrego, p. 161.

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las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 193

Colombia. Por otro lado, las condiciones de la época limitaron el papel que idealmente buscaban cumplir los fundadores de la revista. Tanto la censura durante el gobierno de Rojas Pinilla como la división política y la hostilidad imperantes en el período de la Violencia restringieron su campo de acción. Adicionalmente, la pertenencia de sus fundadores a la élite política y cultural dio lugar a críticas de intelectuales marxistas, quienes resaltaron la contradicción entre el origen burgués de sus directores y colaboradores y sus expresas intenciones progresistas. Por estas razones, la revista Mito es recordada hoy como un proyecto de impacto literario que allegó vanguardias estéticas a las letras nacionales.

Si bien contribuyó efectivamente a la reactivación del trabajo intelectual y académico iniciado en la década de 1930, la revista no logró constituirse en un medio autosostenible tras la muerte de Jorge Gaitán Durán, quien financió el proyecto desde sus inicios. Este fenómeno sigue siendo común en la actualidad, cuando las empresas culturales independientes están en desventaja frente a la propaganda estatal y el alcance de las corporaciones mediáticas. Visto desde hoy, el proyecto de Gaitán Durán y Valencia Goelkel se destaca como una iniciativa improbable, y su permanencia de siete años constituye en sí misma un éxito en la historia de las revistas culturales colombianas. Por otro lado, el trabajo intelectual tiende cada vez más a restringirse a las instituciones académicas y a alejarse del público general. Más aún, con el recrudecimiento del conflicto armado, las amenazas y limitaciones sobre el quehacer crítico del intelectual se han vuelto más flagrantes y peligrosas. La censura ya no se limita al cierre de periódicos, sino al atentado contra la misma vida de quienes actúan como la conciencia crítica de la sociedad. Proyectos culturales similares a Mito hoy deben enfrentar las políticas comerciales de las editoriales y corporaciones de comunicación, las cuales, según simples estudios de mercado, deciden qué contenidos dan a conocer al público sin que la calidad de las producciones literarias y artísticas sea el factor decisivo. De allí la abundancia de revistas superficiales, programas de televisión sin significado cultural y libros inocuos.

La imposibilidad de ejercer el oficio intelectual con autonomía y la escasa o nula influencia de los hombres de ideas sobre su medio social son fenómenos sociales asociados. Los hombres de Mito se reunieron para escribir y difundir sus ideas, con el propósito explícito y sistemático de luchar contra ambas cosas. Además, promovieron la convivencia pacífica y la tolerancia en dominios que iban más allá de su trabajo como escritores, y se permitieron soñar con la educación y la humanización de la sociedad colombiana en la pluralidad.

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bibliograFía

Artículos de Mito

• Javier Arango Ferrer, “La paz es máximo presupuesto de educación y mínimo presupuesto de guerra”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, pp. 45-46.

• Ramiro Cárdenas, “Un juez rural en Guataquí”, en Mito, número 2 (junio-julio, 1955), Bogotá, pp. 126-134.

• Bernardo Carreño Varela, “Contra los intelectuales”, en Mito, número 36 (mayo-junio, 1961), Bogotá, pp. 394-397.

• Fernando Charry Lara, “Ostracismo e insensibilidad”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, pp. 44-45.

• Fernando Charry Lara, Eduardo Cote Lamus y Eduardo Mendoza Varela, sin título (prólogo), en Mito, número 41-42 (marzo-abril-mayo-junio, 1962), Bogotá, sin paginación.

• Eduardo Cote Lamus, Jorge Gaitán Durán, Pedro Gómez Valderrama y Hernando Valencia Goelkel, “Presentación”, en Mito, número 13 (marzo-abril-mayo, 1957), Bogotá, pp. 1-2.

• , “Una exigencia fundamental: libertades totales”, en Mito, número 13 (marzo-abril- mayo, 1957), número extraordinario, Bogotá, sin paginación.

• , “De la violencia”, en Mito, número 16 (octubre-noviembre, 1957), Bogotá, p. 301.

• Eduardo Cote Lamus, Jorge Gaitán Durán y Eduardo Mendoza Varela, “La responsabilidad de los intelectuales ante la violencia”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, p. 40.

• Álvaro Delgado, “La cárcel colombiana, lugar de castigo”, en Mito, número 5 (diciembre-enero, 1955-1956), Bogotá, pp. 383-392.

• Jorge Gaitán Durán, “Notas: Baldomero Sanín Cano y los intelectuales colombianos”, en Mito, número 9 (agosto-septiembre, 1956), Bogotá, p. 182.

• Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, “Presentación”, en Mito, número 1 (abril-mayo, 1955), Bogotá, pp. 1-2.

• , “Libertad de expresión”, en Mito, número 4 (octubre-noviembre, 1955), Bogotá, p. 275.

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Page 209: Historia de Escritos

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• , “Mito: primer aniversario”, en Mito, número 6 (febrero-marzo, 1956), Bogotá, pp. 478-479.

• , “Seis años”, en Mito, número 36 (mayo-junio, 1961), Bogotá, p. 404.

• Pedro Gómez Valderrama, “Londres”, en Mito, número 11 (diciembre-enero, 1956-1957), Bogotá, pp. 302-324.

• Gustavo Hetzig, “Historia clínica de un homosexual”, en Mito, números 22 y 23 (noviembre-diciembre, 1958; enero-febrero, 1959), Bogotá, pp. 344-359.

• Juan Lozano y Lozano, “Guerrilleros y bandoleros”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, pp. 41-43.

• Darío Mesa, “Mito, revista de las clases moribundas”, en Mito, número 4 (octubre-noviembre, 1955), Bogotá, pp. 281-297.

• Gerardo Molina, “El caso de la Universidad Libre”, en Mito, número 10 (octubre-noviembre, 1956), Bogotá, pp. 270-275.

• Bernardo Ramírez, “Mirar la tragedia con otros ojos”, en Mito, número 25 (junio-julio, 1959), Bogotá, pp. 43-44.

• Lucila Rubio Valverde, “La prostitución en Colombia”, en Mito, número 11 (diciembre-enero, 1956-1957), Bogotá, pp. 343-347.

• Jorge Eliécer Ruiz, “Situación del escritor en Colombia”, en Mito, número 35 (marzo-abril, 1961) Bogotá, pp. 256-266; publicado también en el volumen Mito, 50 años después (1955-2005)— Una selección de ensayos, prólogo y selección de artículos de Fabio Jurado Valencia, Bogotá, Editorial Lumen, Universidad Nacional de Colombia, 2005, pp. 103-116.

• Humberto Salamanca Alba, “Historia de un matrimonio campesino”, en Mito, números 15 y 17 (agosto-septiembre, 1957; diciembre-enero, 1958), Bogotá, pp. 201-224 y 352-377.

• Baldomero Sanín Cano, Hernando Téllez, Eduardo Caballero Calderón y Alberto Zalamea, “Declaración de los intelectuales colombianos durante el paro general”, en Mito, número 13 (marzo-abril-mayo, 1957), número extraordinario, Bogotá, p. 1.

• Hernando Téllez, “En el reino de lo Absoluto”, en Mito, número 2 (junio-julio, 1955), Bogotá, pp. 63-67.

• , “Notas sobre la conciencia burguesa”, en Mito, número 3 (agosto-septiembre, 1955), Bogotá, pp. 172-177.

Obras de referencia histórica y de consulta (libros y artículos)

• Ricardo Arias Trujillo, Los Leopardos – Una historia intelectual de los años 1920, Bogotá, Universidad de los Andes, 2007.

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Page 210: Historia de Escritos

196 lina maría martínez Hernández

• Lewis A. Coser, Hombres de ideas – El punto de vista de un sociólogo, México, Fondo de Cultura Económica, 1980 (primera edición en inglés, 1965).

• Pedro Cote, “La revista Mito”, en Revista Casa Silva, número 1 (enero de 1988), Bogotá, pp. 93-111.

• Darío Jaramillo Agudelo, “Mito y Eco, dos revistas colombianas”, en La cultura de un siglo: América Latina en sus revistas, Saúl Sosnowsky, editor, Madrid, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1999, pp. 387-394.

• Fabio Jurado Valencia, “La revista Mito: irreverencia y contestación”, en Mito, 50 años después (1955-2005) – Una selección de ensayos, Bogotá, Lumen, Universidad Nacional de Colombia, 2005, pp. 7-33.

• Gonzalo Sánchez Gómez, “Intelectuales... poder... cultura nacional”, en Los intelectuales y la política, Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Colombia – Fundación para la Investigación y la Cultura, 2003.

• Pedro Sandoval Sarmiento, La revista Mito en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad literaria en Colombia, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 2006.

• Jean-Paul Sartre, “Los intelectuales”, en Escritos políticos – El intelectual y la Revolución, tomo III, Madrid, Editorial Alianza, 1987.

• Álvaro Tirado Mejía, “Rojas Pinilla: del golpe de opinión al exilio”, en Nueva historia de Colombia, Bogotá, Editorial Planeta, 1989. pp. 105-126.

• Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, estado y nación en Colombia – De la guerra de los Mil Días a la constitución de 1991, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, 2002.

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Page 211: Historia de Escritos

anexo

Catálogo de los artículos publicados en Mito, 1955-1962

En el presente catálogo se incluyen todos los artículos publicados en los 42 números de la revista Mito. Se destinan columnas al número de entrega, fecha, autor, título, tipo de artículo (o género en el que puede clasificarse) y páginas de publicación. Algunos artículos fueron publicados sin nombre de autor o con seudónimo. En el primer caso se utiliza la palabra anónimo, y en el segundo caso, cuando es conocido, se especifica entre paréntesis que el nombre incluido es un seudónimo. En Mito se publicaron escritos de una gran diversidad temática y formal. En su mayor parte estos géneros no requieren explicaciones. Es el caso de cuentos, ensayos, piezas de teatro (que incluyo como Teatro) y cartas de lectores. Otros requieren una breve explicación. Se incluyen como Declaraciones los artículos en que se adoptan posiciones críticas frente a una circunstancia política o cultural asumida por los fundadores y/o colaboradores de la revista. Debates y polémicas se diferencian en que los primeros son publicaciones de dos o más artículos en que se discute un mismo tema desde puntos de vista diferentes, sin que los autores los hayan escrito con conciencia unos de otros; las polémicas son aquellas donde dos o más autores escriben para contradecir los puntos de vista de los otros. Por tributo u homenaje se entiende un segmento dedicado a exaltar la obra de intelectuales y artistas del momento. Diferencio cuentos de relatos en el entendido de que los primeros son ficción y los segundos no. Por último, documentos son historias verídicas, escogidas por su contenido controversial o provocativo, por lo general sustentadas en fuentes judiciales. Se utiliza letra bastardilla para títulos de libros, cuentos, poemas, revistas, periódicos y ensayos extensos de autores que no son colaboradores de Mito y que son comentados, traducidos o reseñados por ellos; redondas con comillas para títulos de artículos, comentarios, reseñas y ensayos breves escritos por los colaboradores de Mito. Van en redondas sin comillas los títulos genéricos de series compuestas de varias colaboraciones sobre un tema.

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198 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

VOLUMEN I

1/ Abr-may, 1955

Jorge Gaitán Durán “Sade contemporáneo” Ensayo 3-10

Marqués de Sade“Diálogo entre un sacerdote y un moribundo”

Relato 11-19

León de Greiff Sonatina Poesía 20-21

Octavio Paz Poemas/ Refranes Poesía 22-24

Vicente Aleixandre Ausencia Poesía 25-26

St. John Perse; traducción de Fernando Arbeláez

Vientos Poesía 27-32

Pedro Gómez Valderrama

“Consideración de brujas y otras gentes engañosas”

Ensayo 33-48

Jorge Gaitán DuránLos mandarines, de Simone de Beauvoir

Reseña

49-59

Hernando Valencia Goelkel

Bonjour Tristesse, de Françoise Sagan

Reseña

Jorge Gaitán DuránLa hojarasca, de Gabriel García Márquez

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

Testigos de nuestro tiempo, de Fernando Arbeláez

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

Memorias de poco tiempo, de José Manuel Caballero Bonald

Reseña

Jorge Gaitán Durán Nido de ratas, de Elia Kazan Reseña

Antonio MontañaTrigo joven, de Claude Autant Lara

Reseña

Jorge Gaitán DuránConferencias sobre la crisis moral, de Jaime Posada y Gonzalo Canal Ramírez

Reseña

Jorge Gaitán Durán Prometeo, revista cultural Reseña

Alberto Villalobos “El drama de las cárceles en Colombia”

Testimonio 60-62

2/Jun-jul, 1955

Hernando Téllez “En el reino de lo Absoluto” Ensayo 63-67

Carlos Drummond; traducción de Jorge Gaitán Durán

Canto órfico Poesía 68-71

Álvaro Mutis“Reseña de los hospitales de ultramar”

Poesía 72-76

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las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 199

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Gerardo DiegoMirada/ Ojos de Amor/ La mariposa negra

Poesía 77-79

Martin Heidegger; traducción deRafael Gutiérrez Girardot y Mito

“De la experiencia del pensar” Filosofía 80-84

Andrés Holguín El unicornio Ensayo 89-93

Jean Reverzy; traducción de Jorge Eliécer Ruiz

La matanza de los inmortales Cuento 94-98

Pedro Gómez Valderrama

“Consideración de brujas y otras gentes engañosas (continuación)”

Ensayo 99-105

Pedro Gómez Valderrama

Cuestiones colombianas, deAlfonso López Michelsen

Reseña

106-125

Luis Emiro Valencia Gaitán y la revolución colombiana, de Antonio García

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

“La verdadera historia de Ligia de Cadaqués,de Eugenio D’Ors”

Reseña

Jorge Gaitán DuránHistoria universal de la infamia,de Jorge Luis Borges

Reseña

Jorge Gaitán DuránCardos como flores, de Clemente Airó

Reseña

Jorge Gaitán DuránAntologías de la poesía francesa, de Andrés Holguín

Reseña

Jorge Gaitán DuránMonsieur Le 6, del marqués de Sade

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

Shane, de George Stevens Reseña

Jorge Gaitán Durán Carmen de Fuego, de Otto Preminger Reseña

Hernando Salcedo Louisiana Story, de Robert Flaherty Reseña

Gretel Wernher Secretos de mujeres, de Ingmar Bergman

Reseña

Ramiro Cárdenas “Un juez rural en Guataquí” Testimonio 126-134

3/ Ago-sep, 1955

Martin Heidegger; traducción de Francisco Soler

“¿Qué significa pensar?” Filosofía 135-146

William Blake; traducción de Hernando Valencia Goelkel

El libro de Thel Poesía 141-151

Dylan Thomas; trad. de Mito

El bebé ardiente Cuento 152-168

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200 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Selección y traducción de Mito

El informe Kinsey sobre la sexualidad

Ensayo 159-167

Eduardo Cote Lamus Algo pasa bajo la lluvia Poesía 168-171

Hernando Téllez“Notas sobre la conciencia burguesa”

Ensayo 172-177

Leyenda de los indios Bororo, del Alto Iragunza

Discurso nocturno sobre el nacimiento de las aguas

Mitología 178-180

Jorge Gaitán Durán“Hombre y Dios, de Dámaso Alonso”

Reseña

181-202

Jorge Eliécer Ruiz “El pasaje, de Jean Reverzy” Reseña

G. Vasco M.“Las guerrillas del Llano, deEduardo Franco Isaza”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“La crisis moral, de Gonzalo Canal y Jaime Posada”

Reseña

Sociología política de Colombia, de Eduardo Santa

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Las brujas de Salem, de Arthur Miller”

Reseña

Gretel Wernher“Romeo y Julieta, de Renato Castellani”

Reseña

Gretel Wernher“Los orgullosos, de Yves Allegret”

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

“French cancan” Reseña

Hernando Salcedo “Robinson Crusoe, de Luis Buñuel”

Reseña

Jorge Gaitán Durán “Exposición de Cecilia Porras” Reseña

Jorge Gaitán Durán“Ballet Theatre y Jorge Soto del Corral”

Reseña

Hernán Quijada“La necrofilia y el tabú de los muertos”

Ensayo 203-207

4/ Oct-nov, 1955

Mito“La obra de Nicolás Gómez Dávila”

Reseña 209-210

Nicolás Gómez Dávila Notas Aforismos 211-218

Álvaro Mutis Moirologhia Poesía 219-220

Gabriel García Márquez

Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo

Relato 221-225

Rogelio Echavarría El transeúnte / Ved Poesía 226-227

Carlos Fuentes Por boca de los dioses Cuento 228-235

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las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 201

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Jorge Krimer “El resto es silencio” Ensayo 236-240

Varios Homenaje a ChaplinEnsayos y reseñas

242-262

Hernando Valencia Goelkel

“Aventuras de la dialéctica, de Merleau-Ponty”

Reseña

263-277

G. Vasco M.“Proceso y destino de la libertad, de Gerardo Molina”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Psicoanálisis del diablo, de Rossete Dubal”

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

“La poesía de Antonio Machado, de Ramón de Zubiría”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“La penúltima hora, de Eduardo Caballero Calderón”

Reseña

Hernando Salcedo “Peggy and Bess” Reseña

Hernando Salcedo “Petroushka” Reseña

Mito “Libertad de expresión” Declaración

Jorge Gaitán Durán “Thomas Mann” Reseña

Jorge Gaitán Durán “Revista Mexicana de Literatura” Reseña

Hernando Téllez “Poesía y declamación” Ensayo 278-280

Darío Mesa“Mito: revista de las clases moribundas”

Correspon-dencia

281-297

Esmeralda Gómez“Historia de un matrimonio colombiano”

Testimonio 298-305

5/ Dic, 1955 y ene, 1956

León de GreiffCin Cesar, Cin Cejar y Erigir / Son / Cancioncilla

Poesía 307-314

Antonio Machado Cartas inéditas Cartas 316-322

José Ortega y Gasset “La última lección: Toynbee” Conferencia 323-328

Juan Liscano Rito de sombra Poesía 329-333

Daniel Arango “La estética contemporánea” Ensayo 334-347

Jorge Gaitán Durán “Diario de viaje” Diario 348-363

Héctor Rojas Herazo Jeroglífico del varón Poesía 364-367

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202 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: La Cultura en 1955

368-382

Juan Liscano“París: teatro griego y ballet soviético”

Reseña

Juan Liscano “La Orestiada” Reseña

Marcelo Arroita-Jauregui

“Optimismo en el cine español” Reseña

Pierre Courthion “Después de Picasso” Reseña

Hernando Valencia Goelkel

“Exposición de Lucy Tejada” Reseña

Jorge Gaitán Durán“Libertad de expresión: protesta contra el cierre de El Espectador”

Reseña

Hernando Valencia Goelkel

“José Ortega y Gasset” Reseña

Álvaro Delgado“La cárcel colombiana, lugar de castigo”

Testimonio 383-392

6/ Feb-mar, 1956

Octavio Paz “Verso y prosa” Ensayo 393-407

Antonio Gramsci Literatura funcional Ensayo 408-413

Jean-Paul Sartre; trad. de Mito

Nekrassov (fragmentos) Teatro 414-423

Colette Audry; trad. de Mito

Conocimiento de Sartre Teatro 424-432

Paul Valéry; trad. Darío Achury

Variaciones sobre las bucólicas Ensayo 433-443

Andrés Holguín “La tortuga” Ensayo 444-449

Pedro Gómez Valderrama

El corazón del gato Ebenzer Cuento 450-456

Ricardo A. Latcham“Hernando Domínguez Camargo y el tema ignaciano”

Ensayo 457-468

Hernando Téllez“Casas muertas, de Miguel Otero Silva”

Crítica 469-470

Fernando Charry Lara“Luís Cardoza y Aragón: Guatemala”

Ensayo 471-474

Marta Traba“¿Qué quiere decir un arte americano?”

Ensayo 474-478

Carlos Arturo Trueque “La vocación y el medio: historia de un escritor”

Testimonio 480-486

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las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 203

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

VOLUMEN II

7/ Abr-may, 1956

Jorge Gaitán Durán “Diario de viaje II” Diario 1-28

Kenneth Patchen Siete poemas de amor Poesía 29-32

Fernando Arbeláez Nocturnos del sur Poesía 33-35

T. S. Eliot; traducción de Pedro Gómez Valderrama

Las tres voces de la poesía Conferencia 36-48

Vicente Aleixandre Luis Cernuda deja Sevilla Memoria 49-50

Jean Tardieu ¿Quién va ahí? Teatro 51-53

Colette Audry; trad. de Mito

Conocimiento de Sartre Teatro 54-63

Jorge Eliécer Ruiz“Desde la luz preguntan por nosotros, de Héctor Rojas Herazo”

Reseña

65-80

Alain Bosquet; traducción de Juan Liscano

“La novela de Alejo Carpentier” Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“El americano tranquilo, de Graham Greene”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Hugo y la sexualidad, de Henri Guillemin”

Reseña

Ricardo Salcedo Silva “Bibliografía cinematográfica” Reseña

Hernando Valencia Goelkel

“Rififi” Reseña

Selección y traducción de Mito

Informe Kinsey sobre la sexualidad II

Ensayo 75- 80

8/ Jun- jul, 1956

Henry Miller; traducción de Pedro Gómez Valderrama

La obscenidad y la ley de la reflexión

Ensayo 81-92

Vicente Aleixandre “En casa de Pedro Salinas” Artículo 93-94

Eduardo Cote Lamus Elegía a mi padre Poesía 95-97

Hernando Valencia Goelkel

“Destino de Barba-Jacob” Ensayo 98-106

Hernando Téllez “Notas sobre teatro” Ensayo 107-110

Rafael Santo Toroella “La crítica del arte y sus problemas”

Ensayo 111-120

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204 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Carlos Fuentes “Pedro Páramo, de Juan Rulfo” Reseña

121-124Pedro Gómez Valderrama

“El genio y la diosa, de Aldous Huxley”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Cierta sonrisa, de François Sagan”

Reseña

Sección: Circunstancias

124-126

Jorge Gaitán Durán “Conocimiento versus creencia” Nota breve

” ” “De la lengua y el libro francés” Nota breve

” ”“Las letras y los días, de Clemente Airó”

Nota breve

” ” “El girasol, de Eduardo Santa” Nota breve

” ”“Desde la luz preguntan por nosotros, de Héctor Rojas Herazo”

Crítica

” ”“La exposición de Armando Villegas”

Nota breve

” ” “El hombre de traje gris” Nota breve

” ” “Notas sobre La Strada” Ensayo 127-130

Hernando Salcedo “El nuevo cine americano” 131-135

Darío Mesa Las guerrillas del Llano Ensayo 136-146

9/ Ago- ssp, 1956

Bertolt Brecht y Gothfried Benn; traducción de Antonio Zubiarre

Dos poetas alemanes Poesía 145-147

Luis Cardoza Aragón “Los tarahumaras y Artaud” Ensayo 150-153

Antonin Artaud; traducción de Pedro Gómez Valderrama

Satán. El fuego Ensayo 154-156

Jorge Zalamea Un día entre los días Poesía 157-159

Francisco Posada “Apuntes sobre la fenomenología”

Ensayo filosófico

160-167

Aron Gurwitsch; traducción de Francisco Posada

“Presupuestos filosóficos de la lógica”

Ensayo filosófico

168-175

H. L van Brede“Reducción a autenticidad en Husserl”

Ensayo filosófico

176-177

Dylan Thomas; trad. anónima

Lo que pasó realmente Cuento 178-180

Historia de escritos.indb 204 12/10/2009 11:21:36 p.m.

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las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 205

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Jorge Gaitán Durán“La revista Prometeo y Gerardo Molina”

Nota breve

181-185

” ”“El premio Nobel a Alfonso Reyes”

Nota breve

” ”“Sanín Cano y los intelectuales colombianos”

Nota breve

” ” “Bizantinismo o hispanidad” Nota breve

” ” “Juan Lozano y Lozano” Nota breve

” ” “Cine en Bogotá” Reseña

Álvaro García Herrera“De la repúblicaa la dictadura: Carlos Lleras”

Debate 184-185

Howard Rochester y Pedro Gómez Valderrama

“Homenaje a Shaw” Discursos

Universidad de América

186-194

Jorge Child“La comedia de las contradicciones liberales”

Correspon-dencia

195-205

10/ Oct-nov, 1956

Rafael Gutiérrez Girardot

“Nota sobre Hegel” Ensayo 207-223

Colette Audry Conocimiento de Sartre III Teatro 224-233

Mito “Mito y la tragedia húngara” Declaración 233

Alfonso Reyes Arma virumque Ensayo 234-238

Sigmund Freud; trad. de Mito

Nacimiento del psicoanálisis Ensayo 239-243

Fernando Charry Lara“Tres poetas mexicanos: Ramón López Velarde, Xavier Villarrutia y Octavio Paz”

Ensayo 244-262

Jorge Gaitán Durán “El arco y la lira, de Octavio Paz” Reseña 263-267

Hernando Salcedo “Raíces y el indigenismo” Reseña

Francisco Norden “Teatro y teatro escrito” Polémica 267-269

Sección: Vida cultural

269

Mito“Roberto García Peña y premio de periodismo”

Reseña

“Tres pintores: Obregón, Cecilia Porras, Roda”

Reseña

“El clavecinista Puyana” Reseña

“Premio Nobel: Juan Ramón Jiménez”

Reseña

Gerardo Molina “El caso de la Universidad Libre” Opinión 270-275

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206 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

11/ Dic, 1956 y ene, 1957

Ernst Cassirer; traducción de Ricardo Samper

Lenguaje y mito 277-301

Pedro Gómez Valderrama

“Londres”Diario de

viaje302-324

Jorge Eliécer Ruiz Historia de un día Cuento 325-327

Ramiro Montoya La ciudad Cuento 328-331

Eduardo Cote Lamus Meditación de otoño Poesía 332-333

Dr. Hachiya; traducción de Mito

Diario de Hiroshima Testimonio 334-342

Lucila Rubio Valverde “La prostitución en Colombia” Ensayo 343-347

12/ Feb, 1957

Jean Genet; traducción de Jorge Gaitán Durán

Las sirvientas Teatro 349-374

Miguel de UnamunoDe Miguel de Unamuno a Rafael Uribe Uribe

Carta 375-378

Hernando Salcedo “Ataque” Reseña

379-382Francisco Norden

“René Clair y las grandes maniobras”

Reseña

Noticias Mito

Edición especial: “Segundo aniversario de Mito”; “Reaparición del periódico El Independiente...”

Noticias breves

382-383

Rafael Maldonado Piedrahíta

Conversaciones con un sacerdote colombiano (Camilo Torres)

Entrevista 384-393

VOLUMEN III

13/ mar-may, 1957

Hernando Valencia Goelkel

“Mito y las libertades; Declaración de los intelectuales colombianos – La universidad”

Opinión

1-13Jorge Gaitán Durán “Sanín Cano” Comentario

Jorge Gaitán Durán, Pedro Gómez Valderrama y Hernando Valencia Goelkel

“Por una liga de los derechos humanos”

Declaración

Eduardo Mendoza Varela

“Roma”Diario de

viaje14-21

Cesare Zavattini; traducción de Guillermo Angulo

Relatitos Relato breve

22-25

Historia de escritos.indb 206 12/10/2009 11:21:36 p.m.

Page 221: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 207

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Laura Bohannan; traducción de Pedro Gómez Valderrama

‘Michigan Mallecho’: esto es brujería

Ensayo 26-36

Fernando Charry Lara Sombras bajo los álamos Homenaje 37-38

Eduardo Caballero Calderón

“Literatura y sociedad” Ensayo 39-42

Fernando Charry Lara“Ki: el drama de un pueblo y de una planta, de Fernando Benítez”

Reseña

43-46Pedro Gómez Valderrama

“Cuentos fríos, de Virgilio Piñera”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Cuentos y novelas cortas de Norteamérica”

Nota breve

Jorge Gaitán Durán “Las hazaña del cabo” Reseña

Bernardo Ramírez “A propósito de la María” Debates 46

Sección: Comentarios

46-47

Mito“Muerte de Luis Eduardo Nieto Caballero”

Nota breve

” ” “Revista Prometeo” Reseña

” ” “Revista Prisma (Marta Traba)” Reseña

” ”“Revista Documentos Colombianos”

Reseña

” ” “Revista de América” Reseña

” ” “Revista Horizonte” Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Crónicas de mayo” 48-53

Darío Mesa“Treinta años de historia colombiana”

Ensayo 54-70

14/ Jun-jul, 1957

Jean Paul Sartre; traducción de Francisco Posada

Bosquejo de una teoría de las emociones

Ensayo filosófico

71-112

Mariano Picón Salas Adolescencia Cuento 113-122

Baldomero Sanín Cano

Almoneda Cuento 123-129

Jorge Gaitán Durán “Sobre La Celestina” Ensayo 130-135

Jorge Child“El comandante Guadalupe Salcedo”

Historia 136-140

John Steinbeck El juicio de Arthur Miller Ensayo 141-142

Ferenc VastaLa confesión de un emigrado húngaro

Testimonio 143-147

Historia de escritos.indb 207 12/10/2009 11:21:36 p.m.

Page 222: Historia de Escritos

208 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

15/ Ago-sep, 1957

Hernando Téllez Márgenes Aforismos 151-156

Guillermo de la Torre“Antonio Machado y sus poetas africanos”

Ensayo 158-161

Ramiro Montoya El regreso Cuento 162-163

Henri LefebvreEl marxismo y el pensamiento francés

Ensayo 164-187

Fernando Charry Lara“Las peras del olmo, de Octavio Paz”

Reseña

188-191Jorge Eliécer Ruiz

“Evolución de la novela en Colombia, de Antonio Curcio Altamar”

Reseña

Carlos Rincón

“Marxismo y catolicismo. Conversaciones con un sacerdote colombiano, de Rafael Maldonado Piedrahíta”

Reseña

Sección: Comentarios

192-194Rafael Gómez Picón “Cantinflas” Comentario

Andrés Holguín“Asomante, revista puertorriqueña”

Comentario

Andrés Holguín “La pintura de Wiedemann”Artículo

arte195-198

Jorge Gaitán Durán y Eduardo Franco Isaza

Diálogo sobre la guerrilla del Llano

Entrevista 199-200

Humberto Salamanca Alba

“Historia de un matrimonio campesino”

Documento 201-224

Sección: Actuales

225

Mito“El olvidado y Alambra, de Eduardo Carranza”

Nota breve

” ” “Crítica al semanario La Calle”Crítica breve

” ” “Revista Junio” Nota breve

” ”“Mito se opone a la pena de muerte”

Declaración

” ”“Mito respalda el editorial de El Tiempo sobre libertad de cultos”

Nota breve

” ”“Entrega del Nobel: Albert Camus”

Nota breve

16/ Oct-nov, 1957

Ezra Pound Cantos y epigramas Poesía 225-234

Luis Cardoza y Aragón

Semblanza de Orozco Ensayo 235-240

Historia de escritos.indb 208 12/10/2009 11:21:37 p.m.

Page 223: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 209

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Especial: La nueva literatura colombiana

241-269

Iván Garcés La muerte aburrida Cuento

Ramiro Montoya El sueño Cuento

Germán Pinzón La sin calzones Cuento

William Massy Mor Lamentaciones en la arena Poesía

Félix Turbay La ciudad devastada Poesía

Alberto Hoyos Gómez Poema para levantar la noche Poesía

Francisco de Paula Ossa

Diario de un prisioneroPoesía y narración

Rafael Gutiérrez Girardot

“Otra vez Nietzsche” Filosofía 270-276

Pedro Gómez Valderrama

Complementos a Borges Relatos 277-291

Anónimo “Radiografía del ´Opus Dei ” Ensayo 292-297

Sección: Actuales

298-301

Salvatore Quasimodo; traducción de Jorge Eliécer Ruiz

A luna nueva Poesía

Mito “Muerte de Whilhem Reich” Nota breve

” ” “Libertad para Venezuela” Nota breve

” ” ¿Revolución o democracia?Carta de un lector

” ” “Mito y el ambiente colombiano” Denuncia

” ” “De la violencia” Declaración

” ” “El primer festival de teatro” Nota breve

” ” “La nueva generación” Reseña

17/ Dic, 1957 y ene, 1958

Luis Cernuda Shelley Ensayo 303-312

Hugo Latorre Cabal “Influencia de Sanín Cano” Ensayo 313-319

Marqués de Sade; traducción de Jorge Gaitán Durán

Discurso de Saint-FlorentDiscurso literario

320-321

Federico Fellini; traducción de Eduardo Mendoza Varela y Álvaro González Moreno

Las romanasDiario de filmación

322-330

Historia de escritos.indb 209 12/10/2009 11:21:37 p.m.

Page 224: Historia de Escritos

210 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Rafael Gutiérrez Girardot

“Literatura y sociedad” Literatura

331-345Francisco Posada

“Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, de Erich Fromm”

Reseña

Carlos Rincón“Glosa ‘Carta sobre el humanismo’, de Martin Heidegger”

Reseña

Sección: Teatro

346-351Hernando Salcedo “El primer festival de teatro” Reseña

Francisco Norden “La violencia de la cultura” Ensayo

Humberto Salamanca Alba

“Historia de un matrimonio campesino (continuación)”

Reportaje 352-377

Sección: Actuales

378-381

Jorge Gaitán Durán “Alrededor de El que debe morir” Reseña

Hernando Salcedo “El cuarenta y uno” Reseña

Mito “Problemas de tierras” Declaración

” ” “El caso de Julián Gutiérrez” Comentario

” ” “Les Temps Modernes y Argelia” Denuncia

Mito

Carta al Comité de Dirección al Ministerio de Relaciones Exteriores: libertad del pueblo venezolano

Carta/ Petición 382-388

Jorge Gaitán Durán Escándalo en la censura Carta

18/ Feb-abr, 1958

Hernando Téllez “Notas sobre Mito” Nota 390-391

San Francisco de Asís; traducción de Mito

Cántico del sol Poesía 392-397

Eduardo Mendoza Varela

“Palestrina y sus ritos fálicos”Diario de

viaje398-401

C. Wright Mills; trad. de Mito

Sermón pagano a la clerecía cristiana

Ensayo 402-410

André Malraux ; traducción de Jorge Eliécer Ruiz

La metamorfosis de los dioses Ensayo 411-427

Marta Traba“Problemas del arte en Latinoamérica”

Ensayo 428-436

Indalecio Liévano Aguirre

“El gran general ante su destino” Ensayo 437-464

Historia de escritos.indb 210 12/10/2009 11:21:37 p.m.

Page 225: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 211

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Orlando Fals Borda“Experimentos agro-sociológicos en Colombia”

Sociología 465-487

Anónimo ¿Cómo, mamá?Manual de sexualidad

Sección: Actuales

Pedro Gómez Valderrama

“Alberto Lleras” Declaración

Jorge Gaitán Durán “La candidatura de Lleras” Declaración

Jorge Gaitán Duran

Reproducción de la nota sobre la toma de la Radiodifusora Nacional el 9 de abril de 1948, aparecida por vez primera en la revista La Calle

Reportaje

Jorge Eliécer GaitánReproducción: La oración por la paz

Discurso

MitoReproducción: El ridículo no mata

Panfleto

Sección: Los papeles de Mito

Fernando Charry Lara“Sanín Cano, claridad del espíritu”

Comentario

Mito “Dos escritores” Anuncio

Mito ‘O’ y Edelmira

VOLUMEN IV

19/May-jun, 1958

Gabriel García Márquez

El coronel no tiene quien le escriba

Novela 1-38

Werner HeisenbergLa investigación atómica y la ley de la causación en la naturaleza

Ensayo 39-76

Indalecio Liévano Aguirre

Las manos muertas Ensayo 77

Sección: Actuales

77-82Gerardo Molina, Darío Mesa, Bernardo Ramírez, Mario Latorre y Jorge Gaitán Durán

“La ejecución de Imre Nagy” Opinión

Sección: Cine

82-84Hernando Salcedo “Las noches de Cabiria” Reseña

Guillermo Angulo “La patrulla infernal” Reseña

Ramiro Montoya “Para la esencia de la poesía” Artículo 84

Historia de escritos.indb 211 12/10/2009 11:21:37 p.m.

Page 226: Historia de Escritos

212 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

20/ Jul-ago, 1958

Marta Traba “Ramírez Villamizar” Nota 85-86

George Lukacs; traducción de Álvaro González Moreno

La lucha entre la reacción y el progreso de la cultura actual

Ensayo 87-106

Rafael Gutiérrez Girardot

“Marginalia” Ensayo 107-116

Jacques HarelProblemas de la genética contemporánea

Ensayo 117-130

Darío Achury Valenzuela

“La venerable Madre del Castillo y su obra”

Ensayo 131-139

Indalecio Liévano Aguirre

“El juicio ante el Senado” Ensayo 139-165

Fernando Charry Lara “Poesía de Jorge Cuesta” Nota breve

166-169

Pedro Gómez Valderrama

“La balada del café triste, de Carson McCullers”

Nota breve

Pedro Gómez Valderrama

“El café en la sociedad colombiana, de Eduardo Nieto Arteta”

Nota breve

Hernando Salcedo “Jazz” Nota breve

Guillermo Angulo “Dos centavos de esperanza” Reseña 170

José del C. Ramírez León

“El diario de un delator” Documento 171-174

21/ Sep- oct, 1958

George Lukács “En la muerte de Brecht” Artículo 175-176

Enrique Buenaventura “De Stanislavzky a Brecht” Ensayo 177-182

Bertolt Brecht General, tu tanque es invencible Poesía

183-221

” ” Canción de la puta Poesía

” ”; traducción de Eduardo Cote Lamus

Los siete pecados capitales Poesía

” ”; traducción de Guillermo Angulo

La excepción y la regla Poesía

” ”; traducción de MitoCinco dificultades para quien escribe la verdad

Ensayo

John Hans Winge; traducción de Lucy Morales

Brecht y el cine Literatura

222-239Arthur Adamov; traducción de Cecilia González Laverde

Intimidad Teatro

Juan Liscano “Fuentes de la poesía popular” Literatura

Hugo Latorre Cabal “Sobre la poesía” Literatura

Historia de escritos.indb 212 12/10/2009 11:21:38 p.m.

Page 227: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 213

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Gabriel Trillas El quinto día llovió en Argeles Cuento 240-242

Gerardo Molina“Panamericanismo democrático, de Diego Uribe”

Nota breve243-246

Guillermo Angulo “Torero” Reseña

22 y 23/ Nov- dic, 1958 y ene-feb, 1959

Arthur Rimbaud; traducción de Jorge Gaitán Durán

Un corazón bajo la sotana Literatura 247-256

Juan Goytisolo Cara y Cruz Cuento 257-261

Sección: El trabajo literario en Colombia

262-266

León de Greiff Tu toisón, mi trofeo Poesía

Eduardo Carranza Cuando Poesía

Fernando Charry Lara Ciudad Poesía

Álvaro Mutis La cascadaPoesía en

prosa

Eduardo Cote Lamus Ander Gewesenheit Poesía

Héctor Rojas Herazo Salmo de la derrota Poesía

Jorge Gaitán Durán Amantes Poesía

Antonio Montaña Trotalotodo Teatro

Álvaro Cepeda Samudio

Los soldados Cuento

Pedro Gómez Valderrama

Noticia de los cuatro mensajeros Cuento

Eduardo Caballero Calderón

La muerte del santo Cuento

Andrés Holguín“La evolución aplicada a la divinidad”

Ensayo

Sección: Circunstancias

340-343Jaime García Terrés “Jóvenes novelistas mexicanos” Artículo

Manuel Drezner “Israel y Eduardo Zalamea” Artículo

Gustavo Hetzig“Historia clínica de un homosexual”

Documento 344-359

Sección: Actuales

360-361Hernando Valencia Goelkel

“Pedro Gómez Valderrama y Mito”

Anuncio

T. Machová “El cine checo” Reseña

Historia de escritos.indb 213 12/10/2009 11:21:38 p.m.

Page 228: Historia de Escritos

214 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Pastillas (noticias breves)

362Mito

“El primer número doble de Mito y otras noticias”

NoticiaEditorial

24/ Mar- may, 1959

Vladimir Nabokov LolitaDos

capítulos 363-375

Eduardo Cote Lamus“Diario del alto San Juan y del Atrato”

Diario de viaje

376-394

José Manuel Caballero Bonald

Las horas muertas Poesía 395-399

Mauro Torres “El mito de Edipo” Ensayo 400-409

Sección: Documentos

410-421Muestrario de hospitales Carta

“Memoria de virreyes” Documento

Daniel Defoe La visitación de la peste Fragmento

Sección: Actuales

422-423

Mito “Cuatro años de Mito” Nota breve

Mito “Jorge Gaitán Durán” Reseña

Eduardo Pachón Villa“Antología del cuento colombiano Ministerio de Educación”

Reseña

Mito “Otras notas breves”

Sección: Pastillas

423-424“Mito explica el porqué de la publicación que abarca tres meses y otras noticias”

VOLUMEN V

25/ Jun-jul, 1959

Hernando Valencia Goelkel

“Durrell o los infortunios del virtuosismo”

Artículo 1-3

Lawrence Durrell; trad. de Mito

1. De Justine 2. Balthazar 3. De Mountlive

Fragmentos 4-17

Gottfred Benn; traducción de Antonio de Zubiaurre

Cinco poemas estáticos Poesía 18-39

Sección: Los intelectuales y la Violencia

Juan Lozano y Lozano; Bernardo Ramírez; Javier Arango Ferrer; Fernando Charry Lara; Hugo Latorre Cabal; Cayetano Betancour; Jaime Posada y Jorge Child

Reflexión 40-52

Historia de escritos.indb 214 12/10/2009 11:21:38 p.m.

Page 229: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 215

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Henri Lefebvre; trad. de Mito

La alienación y la bomba atómica

Ensayo 53-54

Michel de Ghelderode; trad. de Jorge Gaitán Durán

El club de los mentirosos 55-64

Fabio Lozano Simonelli

“Carlos Lozano y Lozano” Biografía 65-70

Traducción de Hernando Baquero Borda

“Historia de un matrimonio italiano”

Documento 71-84

Pedro Gómez Valderrama

“Rezadores y ayudados, de Arturo Escobar Uribe”

Reseña

85-88” ”

“La torre y la plaza, de Fernando Guillén Martínez”

Reseña

Eduardo Cote Lamus “Fiestas, de Juan Goytisolo” Reseña

Hernando Salcedo “El Dorado Oeste” Reseña 89-90

Sección: Actuales

91-92

Mito“25 años del Fondo Nacional de Cultura”

Noticias breves

” ” “Jorge Zalamea regresa al país”

” ”“Regreso de Hugo Latorre Cabal”

” ”“III Festival de Teatro del 13 de agosto al 30 de septiembre”

26/ Ago-sep, 1959

Saint-John Perse; traducción de Jorge Zalamea

Mares Poesía 91-92

Álvaro MutisMemoria de los hospitales de ultramar

Poesía 103-110

Enrique Buenaventura El monumento Teatro 111-127

Emilio Abreu Gómez “Martín Luis Guzmán” Biografía 128-139

Javier Arango Ferrer“Dioses, brujos y héroes precolombinos”

Ensayo 140-160

Fernando Charry Lara“Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier”

Reseña

161-164Alfonso Armas“Poesía y prosa en América, de Luis Monguio”

Reseña

Pedro Gómez Valderrama

“Amas a Brahms, de Françoise Sagan”

Reseña

Hernando Salcedo “Juventud, divino tesoro” Reseña 165-166

Historia de escritos.indb 215 12/10/2009 11:21:38 p.m.

Page 230: Historia de Escritos

216 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Actuales

167Jorge Gaitán Durán

“Estrofa al alba del 14 de septiembre de 1959”

Dirección de Mito“Ingresa en la Dirección Fdo. Charry Lara”

Noticia

27 y 28/ Nov-dic, 1959 y ene-feb, 1960

Octavio Paz Agua y viento Poesía 169-176

Jorge Gaitán Durán “Notas de lectura” Reseñas 177-181

Pedro Gómez Valderrama

La procesión de los ardientes Fragmento 182-186

Georges Bataille; traducción de Mito

Introducción al erotismo Filosofía 187-197

Hugo Latorre Cabal “Alfonso Reyes” Tributo 198-206

Claude Lévi-Strauss, Henri Lehnman, H. Jeanmaire, Raymond Bloch, André Chastel, Pennethorno Hughes, Voltaire, Casanova, Isak Dinesen, Lawrence Durrel

Luz de máscaras Literatura 207-216

Sin autor El guerrillero Canción 216

Hernando Salcedo Bergmanía Cine 217-218

Sección: Actuales

219-220

Mito“Muerte de Alfonso López Pumarejo”

Nota breve

” ” “Muerte de Alfonso Reyes” Nota breve

” ” “Muerte de Albert Camus” Nota breve

” ” “La prisión de Goytisolo” Protesta

Jorge Gaitán Durán “Gérard Philippe” Nota

29/ Mar-abr, 1960

Juan Goytisolo Aquí abajo Novela 221-272

Rodolfo Mondolfo “Marx y Mazzini” Filosofía 273-279

Anatol Stern; traducción de Ilma Villanueva

“¿Apollinaire biznieto de Napoleón?”

Ensayo 280-296

“Atormentada” (pseudónimo)

“Historia de una muchacha colombiana”

Testimonio 297-298

Historia de escritos.indb 216 12/10/2009 11:21:39 p.m.

Page 231: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 217

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Actuales 299

Mito “Libertad para Luis Goytisolo” Protesta

” ” “Castro o el diablo” Crítica

30/ May-jun, 1960

Marta Traba “Alejandro Obregón” Ensayo 301-311

Danilo Cruz Vélez“Punto de partida de la filosofía”

Filosofía 312-330

Martin Heidegger; traducción de Carlos Rincón

La época de la imagen del mundo

Filosofía 331-354

Carlos Fuentes“El otro tiempo” (tomado de La muerte de Artemio Cruz)

Fragmento 355-365

Jorge Eliécer Ruiz“Notas sobre la obra de Albert Camus”

Reflexión 366-373

Fernando Charry Lara “Orozco y Cardoza y Aragón” Reseña 374-376

Jorge Carrera Andrade Hombre planetario Poesía 377-386

Cecilia Laverde“Las buenas conciencias, de Carlos Fuentes”

Reseña387-392

Hernando Salcedo “Sidney Lumet” Reseña

Indalecio Liévano Aguirre

“Reflexiones sobre el sesquicentenario de la Independencia”

Historia 393-394

VOLUMEN VI

31 y 32/ Jul- oct, 1960

Pedro Gómez Valderrama

¡Tierra! Cuento 1-4

Gabriel García MárquezEn este pueblo no hay ladrones

Cuento 5-26

Jaime García Terrés La frente oscura Poesía 27-32

Pierre Auger; trad. de Mito

Grandeza y servidumbre del recadero

Ensayo 33-53

Roger Callois; trad. de Mito

Natura Pietrix Ensayo 54-61

Marta Mosquera “El teatro de Jean Genet” Comentario 62-63

Fernando Charry Lara“La emancipación literaria de Hispanoamérica”

Ensayo 64-66

Carey Shaw Jr.

“La Iglesia y el Estado en Colombia vistos por los diplomáticos norteamericanos”

Documento -

Testimonio67-96

33/ Nov-dic, 1960

Jorge Guillén Poesías Poesía 97-99

Rafael Gutiérrez Girardot “¿Qué es la dialéctica?” Filosofía 100-118

Historia de escritos.indb 217 12/10/2009 11:21:39 p.m.

Page 232: Historia de Escritos

218 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Temas de cine

Max Aub“Discurso por y para la esperanza”

Discurso 119-127

Hernando Valencia Goelkel

“Fragilidad de Hiroshima” Reseña 128-137

Guillermo Angulo“Sobre Los cuatrocientos golpes”

Reseña 138-139

Cesar Zavattini; traducción de Guillermo Angulo

Lo viejo y lo nuevoDiario de

Cuba140-150

Alain Robbe-Grillet “Personajes y mitos” Ensayo 151

Luchino Visconti; traducción de Guillermo Angulo

“El rollo XV de Senso” Reseña 152-154

Camilo Boito; traducción de Guillermo Angulo

Fragmento de Senso 152-154

Gerardo Molina “La izquierda colombiana” Artículo 158-165

34/ Ene-feb, 1961

Álvaro Cepeda Samudio La muerte de un padre Cuento 167-175

Eduardo Cote Lamus Poemas Poesía 176-179

Samuel Beckett La última cinta Teatro 180-190

Luis Guillermo Piazza Acapulco Cuento 191-195

Ramiro Montoya Qué lejos de la Universidad Cuento 196-204

Antonio Montaña Cuando termine la lluvia Cuento 205-210

John Updike; traducción de Hernando Valencia Goelkel y Pedro Gómez Valderrama

Cortejando a la cónyuge Cuento 211-214

José Manuel Caballero“La solidaridad humana en la poesía de Vicente Aleixandre”

Ensayo 215-224

Darío Ruiz “¿Es neutral el sexo?” Carta 225-227

Hernando Valencia Goelkel

“Aden Arabie, de Paul Nizan” Reseña

228-235Gretel Wernher“La semana santa, de Louis Aragon”

Reseña

Cecilia Laverde“El rey viejo, de Fernando Benítez”

Reseña

35/ Mar- abr , 1961

Luis Cernuda Díptico español Poesía 237-243

Juan Goytisolo La isla Fragmento 244-247

Tomás Segovia Aniversario (1939-1959) Poesía 248-249

Historia de escritos.indb 218 12/10/2009 11:21:40 p.m.

Page 233: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 219

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

H. A. Murena “Las artes negativas” Filosofía 250-255

Jorge Eliécer Ruiz“Situación del escritor en Colombia”

Reflexión 256-266

Loren Baritz “El intelectual solitario” Reflexión 267-271

Nicolás Maquiavelo La mandrágora Teatro 272-293

Fernando Charry Lara“De Baudelaire al surrealismo, de Marcel Raymond”

Reseña

294-296

Fernando Arbeláez“Diario de Lecumberry, de Álvaro Mutis”

Reseña

Sección: Diccionario joven, pp. 297-301

Mito “Ubú, de Jarry” Reseña

” ” “Rinoceronte, de Ionesco” Reseña

” ”“La vertiente, de Ingmar Bergman”

Reseña

“El cardenal de España, de Henry de Montherlan”

Reseña

Marta Mosquera“El camino de Flandes, de Claude Simon”

Reseña

Jorge Gaitán Durán “Información sobre Cuba” Recuento 302-304

36/ May-jun, 1961

Juan Liscano El reino de tu cuerpo Poesía 305-317

Jorge Zalamea La transfiguración Relato 318-325

Octavio Paz “Un himno moderno” Reseña 326-329

Fernando Charry Lara Tres poemas Poesía 330-332

Hernando Téllez “Márgenes” Compendio 333-339

Pedro Gómez Valderrama El maestro de la soledad Cuento 340-349

Edmundo Valdés La cortapisa Cuento 350-358

Fabio Lozano y Lozano“Las aventuras de don Francisco de Miranda”

Historia 359-367

The Economist; traducción de R. Samper

“El futuro de Latinoamérica” Economía 368-393

Bernardo Carreño Varela “Contra los intelectuales” Carta 394-397

“Antonio Larrota, un hombre serio”

Testimonio 398-400

Historia de escritos.indb 219 12/10/2009 11:21:40 p.m.

Page 234: Historia de Escritos

220 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Actuales, pp. 401-404

Jorge Gaitán Durán“La muerte de un fotógrafo ambulante”

Protesta

Jorge Gaitán Durán “20 de julio” Protesta

” ” “Yuri Gagarin y Gary Cooper” Comentario

” ” “Pepe el buen vecino” Cine

” ” “Hacia la filosofía” Reseña

” ”“Proceso de filosofía en Colombia”

Comentario

Hernando Salcedo “ Anarkos´ en Tutú” Crítica

Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel

“Seis años” Nota 404-405

VOLUMEN VII

37 y 38/ Jul-oct, 1961

Vicente Aleixandre Incorporaciones Poesía 1-8

Julio Cortázar Después del almuerzo Cuento 9-14

Marta Traba “Wiedemann” Ensayo 15-22

Sección: El fenómeno cubano 23-90

Alejo Carpentier“A los escritores y artistas cubanos”

Discurso

Paul Baran“Cuba: revolución en marcha hacia el socialismo”

Ensayo

Luis Emiro Valencia“Estructura de la economía cubana”

Análisis

Hugo Latorre Cabal “Punta del Este” Ensayo

Helena Iriarte“Nuevos cuentistas cubanos”

Nota breve 91-95

” ”“Antecedente históricos de la Revolución cubana”

Reseña

“Atormentada” (pseudónimo)

“Historia de una muchacha colombiana”

Testimonio 96-97

Sección: Actuales 98-99

Jorge Gaitán Durán “Los desesperados” Comentario

Jorge Gaitán Durán “Jorge Guillén en Bogotá” Noticia

39-40/ Nov-dic,1961 y ene-feb, 62

Eduardo Mendoza Varela Parábola de Ganímedes Cuento 101-109

Alejandra Pizarnik Diario 1960-1961 Poesía 110-115

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Page 235: Historia de Escritos

las palabras están en situación – la reVista mito y sus intelectuales 221

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Homenaje a Borges, pp. 116-160

Jorge Luis Borges Carta a Jorge Gaitán Durán Carta

Hernando Téllez “Agenda borgesiana” Nota

Rafael Gutiérrez Girardot “Jorge Luis Borges” Ensayo

Marta Mosquera “Borges el memorioso” Literatura

Jaime Mejía Duque“De nuevo Jorge Luis Borges”

Literatura

Pedro Gómez Valderrama“Nuevos complementos a Borges”

Cuento

Fernando Charry Lara“El mediterráneo es un mar joven, de Eduardo Mendoza Varela”

Reseña 161-169

Guillermo Sucre“Poemas recientes de Octavio Paz”

Reseña

” ”“Ricardo Paseyro y su obra poética”

Reseña

Camilo Arango Jaramillo“El método psicoanalítico de Erich Fromm”

Reseña

Eduardo Pachón Padilla“La ciudad y el viento, de Clemente Airó”

Reseña

Guido Aristarco; traducción de Guillermo Angulo

La aventura Cine 170-179

Alfonso López Michelsen“Discurso a los intelectuales”

Discurso 180-183

Sección: Actuales, pp. 184-189

Pedro Gómez Valderrama “Encuentro con Borges”

Jorge Gaitán Durán “La muerte de un campeón” Nota

Eduardo Carranza, Jorge Gaitán Durán y Jorge Zalamea

Homenaje a Jorge Gaitán Durán

Tributo

Hernando Valencia Goelkel

“Nuevo cine”Recomen-

dación.

Jorge Gaitán Durán “La cultura en México” Nota

41-42/ Mar -jun, 1962

Jorge Guillén Despertar español Poesía 193-200

Eduardo Carranza“Palabras de un poeta a otro poeta”

Discurso 201-205

Luis Guillermo Piazza Carta a Gaitán Durán Carta 206-208

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222 lina maría martínez Hernández

N° / Fecha

Autor Título Género Páginas

Sección: Nadaístas

X-504 El loco y usted Teatro 209-212

Amílkar U Prisionero número nada Teatro 213-221

Malgren Restrepo A a Z Cuento 222

Diego León GiraldoEn la ciudad las tortugas mueren de sed

Cuento 223-228

J. Mario¿No es cierto que yo parezco un beatnik?

Cuento 228

Eduardo Escobar Esteban solitario Cuento 229

Alberto Escobar Los sinónimos de la angustia Poesía 230-233

Elmo ValenciaPoema pasaporte para viajar a la ciudad de los gatos

Poesía 234-240

Amílkar UPoema capital para un ombligo

Poesía 241

Humberto NavarroPoema de alguien y la muerte

Poesía 242

Héctor EscobarTemas para una composición

Poesía 243

Sección: Documentos dadaístas, pp. 244-246

Manifiestos, ensayos, reseñas y

homenajes

Manifiesto dadaísta 244

“Diario de un dadaísta” 244

“Yo no era nadie, ahora soy dadaísta” 245

Manifiesto poético, 1962 245

“Primera Bienal de Las Cruces” 246

“A Noel Cassady” 246

“Caryl Chessman y el dadaísmo” 246

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cine e Historia: confesión a Laura de jaime osorio

Juan Camilo Aljuri

Es extraño mirarse a uno mismo desde la casa de enfrente.

Laura, en Confesión a Laura, interpretada por Vicky Hernández.

El historiador interesado en el cine no debe referirse únicamente a los elementos sociales que dejan entrever las imágenes, ya que debe reflexionar sobre las diferentes formas de representación del mundo.

Ángel Quintana, Fábulas de lo visible— El cine como creador de realidades, Barcelona, Acantilado, 2003

Resumen

Este artículo es una interpretación de la película Confesión a Laura, dirigida por Jaime Osorio, producida en La Habana, Cuba, y estrenada en 1991. Esta interpretación tiene tanto de cinematográfica como de histórica, y uno de los temas del artículo es precisamente una discusión sobre la relación entre cine e historia. En primer lugar discuto Confesión a Laura en la historia del cine colombiano, y presto atención a aspectos como el papel que cumplió Focine en la producción de películas y los temas comunes en la cinematografía colombiana de las décadas de 1980 y 1990. En segundo lugar hago una interpretación de la película basado en las ideas de Roland Barthes en su libro S/Z. Me concentro en dos pares de oposiciones planteados por Barthes que son significativos en la película: la que ocurre entre el interior (el apartamento en el que sucede la acción) y el exterior (la calle); y el contrapunto entre lo masculino y lo femenino. Al final correlaciono el argumento de la película con el 9 de abril de 1948, y concluyo que, así como la vida del protagonista ya no será la misma, la de Colombia tampoco lo fue luego de esa fecha. Confesión a Laura es la única película colombiana que muestra los sucesos del 9 de abril de 1948, y, si bien su argumento no se limita a los asuntos políticos, discuto por qué ese suceso histórico es significativo en su interpretación.

Palabras clave: cine e historia, historia del cine, cine e interpretación, cine colombiano, Confesión a Laura, Jaime Osorio, Focine, Roland Barthes.

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224 juan caMilo aljuri

Presentación

En repetidas ocasiones insistí entre amigos que Confesión a Laura –coproducción colombo-cubana dirigida por Jaime Osorio y estrenada en 1991– era la mejor película colombiana de todos los tiempos. Luego me sorprendió saber que está basada en la película italiana Una giornata particolare de Ettore Scola,1 cuyo argumento es muy similar: una historia de amor efímero que transcurre en un día históricamente significativo, el 3 de mayo de 1938, fecha de la llegada de Hitler a Roma en su primera visita a Mussolini. En Confesión la historia de amor entre Laura y Santiago sucede el 10 de abril de 1948, un día después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.2 Se podría zanjar la cuestión diciendo que la película colombiana es un plagio de la italiana. Yo prefiero pensar que éste es un caso fructífero de intertextualidad cinematográfica y que, si bien Osorio se sirve de una estructura narrativa ajena, su película tiene una serie de logros que hacen que se destaque en el cine colombiano. Confesión a Laura merece ser discutida tanto desde el cine como desde la historia, y esto es lo que me propongo hacer en el presente artículo.

Una de las características interesantes del cine es que en él frecuentemente se ventilan problemas sociales sin hacer explícitas las categorías de análisis propias de las ciencias sociales. De la misma manera, en el cine encontramos frecuentemente reconstrucciones e interpretaciones de eventos históricos que no recurren al discurso especializado del historiador.3 En el presente análisis de Confesión a Laura discutiré el papel que en ella cumple el 9 de abril de 1948, tanto en la construcción del argumento de la película como en lo que ella dice sobre esa fecha significativa de la historia colombiana.

Jaime Osorio, director de Confesión, de joven “emprendió viaje a Bogotá picado por el sarampión revolucionario de la época. Desde su juventud y por mucho tiempo fue dirigente estudiantil en el ámbito nacional […] y desempeñó labores de

1 Ettore Scola, Una giornata particolare, Italia, 1977.2 En lo sucesivo me referiré al 9 de abril –que es la categoría histórica apropiada–, si bien el

argumento de la película sucede el 10 de abril.3 La relación entre cine e historia ha sido discutida por Siegfried Kracauer, De Caligari a Hitler

– Una historia psicológica del cine alemán, Barcelona, Paidós, 1991; Marc Ferro, Historia contemporánea y cine, Barcelona, Ariel, 2000; Robert Rosenstone, El pasado en imágenes – El desafío del cine a nuestra idea de la historia, Barcelona, Ariel, 1997. En un artículo anterior discutí las posibilidades de pensar el tiempo desde la historia y el cine y la forma en que ellos pueden relacionarse: Juan Camilo Aljuri Pimiento, “Una analogía sobre el tiempo: entre historiografía e historiofotía, Octubre y Koyaanisqatsi”, Historia Crítica, número 31 (enero-junio de 2006), Bogotá, Universidad de los Andes, pp. 173-186.

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cine e hiStoria: confesión a Laura de jaiMe oSorio 225

activista político”.4 En su película, Osorio nos hablará de esa Bogotá que lo acogió y que imaginó dos décadas antes, el día siguiente a la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. La película comienza con un fragmento documental de una alocución de Gaitán. En sus últimas frases se sienta pie en el odio que se vive en la década de 1940 en Colombia: Gaitán insiste en que no es pecado ser liberal, que serlo no es lo mismo que ser comunista, y termina afirmando que los conservadores no son más que gente de mala fe.5 Luego del discurso siguen otras imágenes en blanco y negro, clásico recurso para llevar la imaginación del espectador al pasado. Se observan personas que corren por las calles y saquean tiendas luego de que se voceó la muerte del caudillo. En medio del peligro un hombre camina solitario, se acerca temeroso a un edificio y entra en él. Es Santiago, uno de los dos personajes principales. Mientras sube la escalera camino del segundo piso, aparece el color como código de que la historia se narrará el 10 de abril de 1948. En lo sucesivo la película avanzará como una metáfora del cambio, cuyo referente principal es esa fecha histórica.

Es importante anotar que entre las películas colombianas sobre acontecimientos históricos o en las que se retrata una época particular, Confesión es la única que trata el 9 de abril de 1948.6 Por otra parte, es claro que la película es más que una representación del asesinato de Gaitán y los eventos que le sucedieron. Confesión a Laura narra la historia de un hombre, una mujer que no es su esposa y la esposa, quien, si bien no está presente durante la mayor parte de la acción, tiene un papel constante entre los protagonistas y para el espectador. La obra cinematográfica es rica en oposiciones que no guardan relación necesaria con el hecho histórico que sirve a su argumento. Por ejemplo, la mayor parte de nosotros podemos estar de acuerdo con la frase pronunciada por Laura, protagonista de la película, sobre la extrañeza que produce el imaginar “mirarse a uno mismo desde la casa de enfrente”.7

4 La época en cuestión es los años sesenta. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Jaime Osorio Gómez, 1947-2006, en http://www.patrimoniofilmico.org.co/noticias/067.htm. Consultado el 5 de diciembre de 2008.

5 Jaime Osorio, Confesión a Laura, Cuba, La Habana, 1990, 5:10. Al citar un pasaje de Confesión se anotan el minuto y los segundos del rodaje en que él ocurre, separados por dos puntos.

6 En Colombia, a excepción de la época de la Violencia, se ha producido muy poco cine sobre temas históricos. Sobre personajes históricos: María Cano de Camila Loboguerrero (1990); Aquileo Venganza de Ciro Durán (1968); y Camilo, el cura guerrillero de Francisco Norden (1974). Sobre el desplazamiento del campo a la ciudad: Ayer me echaron del pueblo de Jorge Gaitán Gómez (1982) y La primera noche de Luis Alberto Restrepo (2003). Sobre conflictos diferentes a la Violencia: Tierra amarga de Roberto Ochoa, sobre el Chocó (1965); y Rodrigo D. No futuro de Víctor Gaviria, sobre las comunas de Medellín (1990).

7 Esta frase también puede ser sugestiva para los historiadores en relación con su trabajo y la naturaleza de las fuentes que por lo general utilizan. La prelación como fuentes históricas la han

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En este artículo también consideraré aspectos psicológicos contenidos en la principal obra de Jaime Osorio. Discutiré dos oposiciones significativas que se hallan en Confesión. En primer lugar, el contraste entre la calle, que se muestra frecuentemente por la ventana, y el apartamento, donde ocurre la acción: el afuera y el adentro. La calle simboliza la vida pública y el contexto histórico; el apartamento, la privada y la intimidad de los personajes. En segundo lugar, discutiré la oposición entre lo masculino y lo femenino, registrada en la relación de un día entre Laura y Santiago y en el papel de la esposa, ausente pero cercana, a quien se alude constantemente, si bien solo aparece esporádicamente, sin llegar a entrar en el apartamento donde ocurre la acción. El contraste entre lo masculino y lo femenino es aún más interesante por tratarse de un triángulo político, con Santiago en el papel del liberal reprimido, Laura en el de la liberal declarada y Josefina en el de la conservadora.

Para analizar estas oposiciones utilizaré el código que Roland Barthes ha llamado sémico en su trabajo S/Z,8 obra posestructuralista que abre puertas para el análisis de diferentes tipos de narrativas, incluidas las cinematográficas. Barthes comienza sus análisis de narraciones definiendo una serie de códigos. Por ellos entiende todo aquello que ocurre en una narración (como el liberalismo de Laura) y que, además del significado literal y evidente, tiene implicaciones en el progreso de la narración (el liberalismo de Laura contrasta con el conservatismo de Josefina). Barthes, en sus análisis semióticos de la literatura universal, utiliza códigos que connotan personajes, situaciones, ambientes, objetos, etc.9 En suma, en este artículo haré un análisis promiscuo de Confesión a Laura. Me referiré a la forma en que Osorio y su equipo hacen una metáfora del cambio personal y social recurriendo al 10 de abril de 1948, y también a las mencionadas oposiciones que estructuran la película.

tenido los documentos escritos y son pocos los historiadores que utilizan en su trabajo documentos audiovisuales. Archivos fílmicos como el que se conserva en la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano (Bogotá, Carrera 13 No. 13-24, oficina 921) son, para la mayoría de los historiadores colombianos, un ejemplo de aquella casa de enfrente de que habla Laura.

8 Roland Barthes, S/Z, México, Siglo XXI, 2001. La primera edición francesa es de 1970. Una obra útil para profundizar sobre los puntos de encuentro entre las narrativas literarias y las cinematográficas es: Robert Stam, Robert Burgoyne y Sandy Flitterman-Lewis, Nuevos conceptos de la teoría del cine. Estructuralismo, semiótica, narratología, psicoanálisis, intertextualidad, Barcelona, Paidós, 1999.

9 Cf., Barthes, p. 160. Los siguientes trabajos profundizan sobre las posibilidades de integrar análisis semióticos al trabajo del historiador: Gabrielle Spiegel, “Historia, historicismo y lógica social del texto en la Edad Media”, en Françoise Perús (editora), Historia y literatura, México, Instituto Mora, 1994; también de Spiegel, “History and Post-modernism (III)”, en Past and Present, número 135 (mayo de 1992), pp. 189-208.

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Cine e Historia

Entre los historiadores es común una cierta resistencia a considerar el cine como una fuente histórica o como el vehículo de interpretaciones válidas sobre fenómenos históricos. Esta reticencia ha incidido en la forma en que por lo general son tratadas las obras cinematográficas por historiadores: comúnmente las películas se discuten a partir de una rigurosa búsqueda del contexto de su producción. Se busca así el imaginario cultural bajo el que se realizan y se deja de lado el análisis intensivo de su contenido.10 Se priman así el contexto sobre los temas, las formas narrativas y el contenido de las películas.

En último término, existe una brecha entre la disciplina histórica y la interpretación cinematográfica. Para la mayor parte de los historiadores, el cine es una ficción visual, similar a la ficción literaria, que, por contraste, ha servido secularmente para definir el género histórico, realista, crítico y basado en fuentes mayoritariamente documentales.11 Pero sucede que también el historiador es un traductor, ya sea de la realidad presente (cuando es testigo de los acontecimientos) o de las fuentes en las que investiga el pasado. Son estas traducciones las que concatena en un orden que le parece apropiado, tanto narrativa como explicativamente. Esto tiene consecuencias desafortunadas cuando el historiador acomete la discusión del cine y sus temas confiado únicamente en su instinto de espectador y desprovisto de preparación sobre el lenguaje y las convenciones propias del cine. En estos casos es común ver historiadores hablar de lo que ven en la película, compararlo con versiones historiográficas de los mismos hechos, comentar la verosimilitud de su contenido y su correspondencia con la realidad. Sin embargo, el medio audiovisual requiere unas estrategias explicativas específicas. Las mejores teorías sobre la interpretación cinematográfica son obra de especialistas que han estudiado el cine por fuera de las ciencias sociales, y son estas teorías las que deben servir de plataforma a la intervención de los científicos sociales en el tema. No se estudia botánica sin conocer el lenguaje de la botánica. El lenguaje del cine, como todo lenguaje artístico, es específico de su medio,

10 Ver los trabajos citados de Marc Ferro y Robert Rosenstone en la nota 3.11 El historiador Renán Silva lo sostenía en relación con la obra de García Márquez y María de Jorge

Isaacs: “Para evitar en el análisis histórico un uso puramente documentalista e ingenuo de textos literarios, hay que empezar por reconocer la característica que los individualiza, es decir, el de ser obras de ficción construidas a partir de códigos literarios que el analista no puede ignorar”. En Renán Silva, “La servidumbre de las fuentes”, en A la sombra de Clío – Diez ensayos sobre historia e historiografía, Medellín, La Carreta Editores, 2007, p. 72.

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de su soporte. Rosenstone lo expresa de la siguiente manera: “Si la historia escrita está modelada por las convenciones del género y el lenguaje […] las convenciones [de la interpretación cinematográfica] serán aquellas de los géneros visuales y el lenguaje visual”.12

Si queremos incluir a Confesión dentro de la reflexión entre el cine y la historia, entonces debemos comenzar por preguntarnos: ¿Qué se propuso Osorio al concebir su historia en relación con el 9 de abril? En referencia al guión, obra de Alexandra Cardona, Osorio explicó que él solo intervino para hacer un cambio, que fue el de la época en que se desarrollaría el argumento. Cardona insistió en ubicarla en los tiempos actuales y Osorio la convenció de hacerlo en el día siguiente al 9 de abril.13 Agregó que “para que [la película] ganara en contenidos dramáticos, era preciso contar la historia enmarcándola en un acontecimiento que hubiera ocurrido en el país”. Cardona, finalmente, estuvo de acuerdo, aunque pensaba que el simple hecho de tocar un tema como este “sería un irrespeto para el espectador, porque no se puede tocar un tema de esta magnitud sin desarrollarlo a fondo”.14 Osorio logró convencer a Cardona desde una postura ética que él mismo explicó públicamente:

Me interesaba ese fenómeno del 9 de abril porque era una manera de lograr tener una integración con el resto de la película; es decir, tratar de hacer un cubrimiento de la historia sin hacer concesiones, sin caer en la tónica del panfleto.15

La presencia del 9 de abril es determinante en el argumento de la película, que avanza con una escena propia de ese día convulsionado. Santiago acaba de llegar a casa y su esposa ha horneado un pastel de cumpleaños para Laura, una vecina que vive en el edificio al otro lado de la calle. Santiago debe llevarlo; luego de cruzar la calle, entrar al edificio de Laura y comenzar a subir la escalera, estalla una bomba que lo hace caer y destruir el pastel, y que sume el edificio en la oscuridad. Laura sale al rellano de la escalera, ayuda a Santiago a incorporarse y lo conduce a su apartamento. Lo siguiente es el destino: no es posible volver a la calle donde resuenan tiros y ambos deben permanecer juntos en el apartamento.

12 Robert Rosenstone, “History in Images / History in Words – Reflections on the Possibility of Really Putting History onto Film”, en The American Historical Review, volumen 93, número 5 (diciembre de 1988), p. 1181.

13 Entrevista a Jaime Osorio (sin autor especificado), “El círculo abierto, la otra cara (II parte)”, en Arcadia va al cine, número 16 (junio-julio, 1987), Bogotá, p. 36.

14 Cf., Sin autor, “El círculo abierto…”, p. 36.15 Cf., sin autor, “El círculo abierto…”, p. 38.

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La investigadora Luisa Fernanda Acosta, luego de revisar 216.000 pies de película y realizar una selección de doce largometrajes y seis medios, no escoge a Confesión dentro del corpus de películas de la Violencia.16 Sin embargo, al ser la única película que muestra el 9 de abril de 1948 en Bogotá, cabe otorgársele un lugar en esa categoría. El cine de la Violencia tiene varios largometrajes y algunos cortometrajes dentro de su corpus17 –que comienza en 1965, con El río de las tumbas de Julio Luzardo–, y Confesión a Laura es la última película hasta hoy en tratar el tema.18

Confesión a Laura en el cine colombiano

Confesión a Laura es uno de los mayores logros estéticos del cine nacional. La primera explicación sobre la calidad de la película se halla en su guión, obra de Alexandra Cardona. Es, sin duda, un guión bastante refinado, basado en diálogos y que se abstiene de hacerlo todo explícito, algo poco común en el cine colombiano.19 La trama se desarrolla en un tiempo lineal, sin que se recurra una sola vez a la ruptura de ese tiempo. El rasgo literario de ser un guión conversacional resulta posible por las excelentes actuaciones de Gustavo Londoño (Santiago) y Vicky Hernández (Laura).

Uno de los grandes problemas que ha tenido el cine colombiano (y el cine en general) es el de las continuidades. Es decir, el reto técnico de lograr que de un corte a otro los objetos permanezcan en su sitio, los actores en su lugar y no se

16 Luisa Fernanda Acosta, “El cine colombiano sobre la Violencia, 1946-1958”, en Signo y Pensamiento, número 32, volumen XVII (1988), Bogotá, Universidad Javeriana, Departamento de Comunicación, pp. 29-40. En todo caso, Acosta no tenía que incluir Confesión a Laura en su estudio por ser posterior al período que ella trata. En su posterior libro, El cine colombiano sobre la Violencia – De la caída del gobierno liberal al Frente Nacional (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1996), sí habría cabido considerar el corto Derechos Reservados, en el cual se basó Confesión. Por mi parte, no estoy de acuerdo con el análisis que la autora hace de estas películas, porque su proceder consiste en revisar la historiografía de la Violencia, encontrar unas categorías en esa historiografía y cotejarlas con las películas, para probar que el cine no ha tenido en cuenta esa historiografía. La metodología de este trabajo deja a cinéfilos e historiadores insatisfechos por igual.

17 Aquí solo tendré en cuenta los filmes que existen y pueden ser tomados en préstamo en la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano. Los largometrajes son: El río de las tumbas (1965), Canaguaro (1981), Pisingaña (1983), El día de las mercedes (1985), Cóndores no entierran todos los días (1986), Caín (1986), Técnicas de duelo (1988) y Confesión a Laura (1990), y los cortometrajes El hombre de acero (1985), El potro chusmero (1985) y La mejor de mis navajas (1986).

18 Delfín Acevedo dice que la Violencia es el “único tema que lleva una línea argumental continua y coherente a lo largo de la historia del cine colombiano”. En: Delfín Acevedo Restrepo et al., Colombia a su alcance, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, 1999, p. 490.

19 Jairo Obando Melo, “Fundamentos para una cinematografía colombiana”, Máquina de Cine, suplemento de Arcadia va al cine, número 10 (agosto de 1985), Bogotá, p. 2.

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pierda la continuidad narrativa.20 La linealidad temporal del guión de Confesión facilitó la continuidad. En la atmósfera de la película, que poco cambia, Osorio optó por realizar sutiles movimientos de cámara, muy al estilo de Escenas de un matrimonio de Ingmar Bergman, solo que evitando el acercamiento a las caras de los actores.21 Estos movimientos encierran al espectador en la intimidad de un lugar y lo hacen vivir el encierro al que se ven obligados los personajes por causa de la violencia que se desarrolla en la calle e incluso en los techos de los edificios vecinos.

Nunca antes se había realizado otra película de características similares en Colombia. Parte de su acierto se halla en la coherencia de lo que ve el espectador. El efecto estético del apartamento de clase media bogotana, en el que ocurre la acción, debió ser logrado en La Habana. Fue necesario “trastear sombreros y ruanas, cucharas de palo y empaques de productos nacionales de la época para enriquecer nuestra cotidiana atmósfera hogareña”.22 Según el crítico Mauricio Laurens, Confesión a Laura no es solamente “el ejemplo más pulcro de nuestro cine”;23 también es, o mejor, quisiéramos que fuera, una película fundacional dentro del cine colombiano. Sergio Becerra opina que “en la búsqueda de un cine sostenible [con Confesión a Laura], no solo surge una mirada, emerge también un estilo. La estética jalona una ética”.24 Éste es apenas un deseo, pues Confesión no ha tenido seguidoras en su ley. Debemos aceptar que Confesión no creó una ética ni un estilo en el cine colombiano, pues nadie tomó el relevo luego de sus pocas proyecciones, comercialmente apenas rentables. Una posible razón es que aún no existía en Colombia –ni existe todavía– una industria del cine que pudiera capitalizar los logros estéticos de la película de Osorio.

20 Un maestro en el juego de las continuidades es David Lynch, en particular en Mulholland Dr., de 2001.

21 Ingmar Bergman, Scener ur ett äktenskap, Suecia, 1974.22 Mauricio Laurens, “Antes con Laura, ahora sin Amparo”, Ciudad Viva, Bogotá, Instituto Distrital

de Cultura y Turismo, octubre de 2005, en http://www.ciudadviva.gov.co/octubre05/periodico/9/. Consultado el 5 de diciembre de 2008.

23 Mauricio Laurens escribía en el 2005: “Personalmente suelo incluir [a Confesión a Laura] entre las tres primeras, precedida por El río de las tumbas (Julio Luzardo, 1965) y Cóndores no entierran todos los días (Francisco Norden, 1984). El cuarto lugar sería para La mansión de Araucaima (Carlos Mayolo, 1986) y en quinta posición La vendedora de rosas (Víctor Gaviria, 1998). Es, repito, una opinión personal que no compromete a nadie más”. En Mauricio Laurens, “Dos hombres tras la sombra de una mujer”, en http://tr.eltiempo.terra.com.co/blogs/home/contenidoblog.php?blog=3603223287 (1 de Septiembre de 2005). Consultado el 5 de diciembre de 2008.

24 Sergio Becerra, Obra y milagros de Jaime Osorio, en www.colarte.com/directores/OsorioJaime/recuento.htm?nomartista=Jaime+Osorio+Gomez&idartista=15543. Consultado el 5 de diciembre de 2008.

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También porque, si bien Confesión fue producida en un momento de transición del cine colombiano –la llamada era Focine–, el proceso del que hizo parte nunca llegó a una consolidación definitiva. El cine nacional se dispersó en diferentes opciones estéticas que le siguieron y que llevaron a los estrenos de los últimos quince años, disímiles en argumentos, géneros, temas y niveles de calidad. A finales de los años ochenta, el cine colombiano presentaba películas cómicas como El embajador de la India y moralistas como Droga, viaje sin retorno (ambas de 1987); o historias de amor como Visa USA (1986), El día que me quieras (1987), Amar y vivir (1988) y Con el corazón en la mano (1990), entre otras. La cinematografía colombiana puede entenderse como una serie de esfuerzos dirigidos a crear una industria y, rara vez, a la innovación estética. Luis Alberto Álvarez explica que con la iniciativa estatal de crear a Focine en 1979 (Decreto Ejecutivo 3137) se buscaba capitalizar éxitos de taquilla y no promover la reflexión cinematográfica en sí misma. Álvarez afirma que el decreto se concibió…

[…] sin una clara delimitación de los aspectos aparentemente contradictorios que el cine comporta y sin una conciencia de la amplia gama de actividades que la cinematografía abarca, menos aún de cuáles de ellas eran su campo.25

Otra limitación de la política de Focine fue que no se tuvieron en cuenta la distribución y la exhibición de las películas. También han sido criticados otros aspectos, como la financiación de proyectos basura. Con todo, fue con el apoyo de Focine que se realizaron algunas de las películas colombianas de más alto nivel artístico. Entre ellas se cuentan Cóndores no entierran todos los días, Purasangre, Canaguaro, Carne de tu carne y Pisingaña, obras cinematográficas que, según Carlos Mayolo, han dado entidad al cine colombiano más allá de los proyectos destinados a la televisión.26 Con un patrocinio estatal que mejoraba las condiciones de producción, Focine participó en diversas coproducciones y sentó nuevas bases para que el cine colombiano no dejara de existir, luego de su cierre en 1993. El relevo de esa entidad fue tomado por el Ministerio de Cultura, creado en 1997 a partir de Colcultura.

25 Luis Alberto Álvarez, “Reflexiones sobre el cine en Colombia con Focine al fondo” en Lecturas Dominicales de El Tiempo (5 de junio de 2005), Bogotá, p. 16. Uno de los mejores análisis sobre la industria cinematográfica en Colombia se encuentra en: Jairo Obando Melo, “Fundamentos para una cinematografía colombiana (III parte)— Los técnicos”, Arcadia va al cine, número 13 (octubre-noviembre, 1986), Bogotá, pp. 91-94. Esta tercera parte de la serie es la más sobresaliente por la calidad de sus propuestas.

26 Carlos Mayolo, “La esquizofrenia nacional”, en Lecturas Dominicales de El Tiempo (11 de agosto de 1985), p. 14.

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Jaime Osorio le debe a Focine su ingreso al medio cinematográfico, pues sus primeros proyectos fueron ganadores en las convocatorias de esta institución: Derechos Reservados y De vida o muerte, este último el corto del que nacerá Confesión. Sin embargo, Confesión a Laura fue realizada a pesar de Focine, pues fue rechazada por la institución.27 Confesión fue una coproducción de Meliés Producciones Cinematográficas (compañía de Osorio), ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico) y la Fundación Nuevo Cine Latinoamericano (consorcio con participación de Cuba, TVE de España y el Sundance Institute de Estados Unidos). La propuesta estética de esta producción incluyó hechos cotidianos, espacios cerrados y el tratamiento de hechos históricos. Su manejo de personajes, espacios, luz e interiores es magistral.28

Por otra parte, en Confesión a Laura se parafrasea Una giornata particolare, la película de Ettore Scola con un argumento similar. En Una giornata, Gabriele es homosexual, y aunque la mujer se enamore de él –y él se interese en ella–, sus destinos están trazados: ella deberá permanecer en casa con su esposo y muchos hijos, mientras él será arrancado de sus brazos y apresado por esbirros del régimen fascista italiano. También en Una giornata el personaje principal –interpretado por Marcelo Mastroianni– se pregunta sobre la extrañeza que produciría observarse desde la ventana del frente, palabras que retomará Laura en Confesión. La paráfrasis que hace Osorio de la obra de Scola no obsta para que Confesión marque una cota mayor en el cine colombiano.

Contribución al análisis de Confesión a Laura

Quisiera profundizar ahora en los personajes de Confesión. Ellos recapitulan las fuerzas que ese día se enfrentan en las calles de Bogotá: Josefina simboliza el Partido Conservador y el establecimiento; ella cree, por su fe ciega en el gobierno, que todo se resolverá con celeridad. Laura representa al Partido Liberal y también al pueblo, todo aquello que ha sido reprimido y marginado por un orden injusto. Santiago podría ser leído como esa parte de la población que trabaja en los puestos

27 Luis Alberto Álvarez, “Confesión a Laura de Jaime Osorio— La fuerza de la modestia”, en Páginas de cine, volumen 3 (1992), Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, pp. 84-87.

28 Cf., sin autor, “El círculo abierto (II parte)”, p. 32. Si fuéramos consecuentes con la forma de hacer historia del cine en Colombia, tendríamos que comprender a Osorio y a su nueva propuesta estética en una tradición de autores, pero faltan investigaciones que permitan hacerlo. Por ahora, hasta que realizó Confesión y antes de la creación de Tucán Producciones, Osorio parece no formar parte de una red o tradición. Desde este enfoque, es útil la obra de Hernando Martínez Pardo, Historia del cine colombiano, Bogotá, Editorial América Latina, 1978.

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burocráticos (como lo hace), que, después de los eventos del 9 de abril, finalmente ha perdido la fe en el estado y ha optado por un cambio de vida. También puede ser entendido como parte de esa mayoría que no tiene una posición política clara, ni la fuerza para seguirla cuando la intuye. Confesión a Laura lleva al espectador al 10 de abril de 1948. Los colombianos comprendemos la significación de ese día porque conocemos su víspera y el papel que desempeñó en la historia nacional. Según Gonzalo Sánchez, el 9 de abril…

[…] constituye una ruptura decisiva en la historia nacional. Hacia él convergen y en él se condensan las contradicciones de varias décadas precedentes, con él se inauguran los tiempos que vivimos. “Antes” y “después” del 9 de abril, son las expresiones con las cuales la memoria popular historiza su reciente pasado.29

El personaje de Santiago en Confesión le da la razón a Sánchez. Es justo después del 9 de abril que un hombre cualquiera consigue una ruptura radical en su vida. Sus palabras y sus acciones de esa noche ponen de manifiesto las contradicciones de su vida como empleado en la burocracia conservadora y una vida conyugal insatisfactoria. El Santiago que se revela y se confiesa ante Laura es diferente. La convulsión del asesinato de Gaitán significó para él el despertar de una nueva identidad, así como Colombia no fue la misma luego de ese día.

El apartamento y la calle: adentro/afuera

El espectador está encerrado en el apartamento de clase media junto a Laura y Santiago; solo en pocas oportunidades ve el exterior, sin contar aquellas ocasiones en que se encuadra la cara de la esposa de Santiago, mientras ella los observa desde su ventana en el edificio al otro lado de la calle. En el exterior continúa la guerra y se sugiere que ella pone en peligro la cotidianidad de los personajes. Es ese afuera peligroso el que condicionará sus acciones. La primera vez que se ve el afuera tres hombres hablan y se siente una calma tensa.30 Minutos después se escuchan tiros y en la calle yace el cuerpo de un hombre asesinado; el espectador ve que un francotirador es quien ha sellado su destino desde un techo contiguo.31 En ese momento la radio nos ubica en los acontecimientos del momento: una columna del ejército intenta recuperar un punto clave de la ciudad, la Biblioteca Nacional, y para hacerlo debe enfrentarse al pueblo y los francotiradores.

29 Gonzalo Sánchez, Los días de la revolución – Gaitanismo y 9 de abril en provincia, Bogotá, Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán, 1983, p. 5.

30 Cf., Osorio, Confesión, 10:57.31 Cf., Osorio, Confesión, 19:44.

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Santiago baila un tango mientras Laura lo contempla.32

La luz de vela ilumina actos felices.33

32 Confesión, 51:56. Las imágenes incluidas provienen del DVD de Confesión a Laura que sacó a la venta Proimágenes en Movimiento y Video Factory, copia más oscura que el original y de granulado menos denso.

33 Cf., Confesión, 1:10:16.

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Ese exterior peligroso determinará las acciones que ocurrirán en el interior del apartamento, y que llevarán a Laura y Santiago a la intimidad. Las siguientes tomas desde la ventana34 muestran que era precisamente desde los techos que atacaban los liberales, y la sensación de incertidumbre aumenta, pues el apartamento está más cerca del techo que de la calle. En la penúltima mirada que hace la cámara hacia afuera se registra un automóvil que recorre la calle. Sus ocupantes intiman a la gente a mantener las luces apagadas, con lo que se da paso a la oscuridad de la noche y a la intimidad entre Santiago y Laura. Con Confesión a Laura el cine colombiano logra por primera vez la confluencia entre el exterior, el contexto histórico y el interior íntimo (el verdadero indoors), en el que se da cabida a la sensibilidad y la sensualidad de personajes plausibles e incluso convencionales.

Masculino/femenino

Algunas personas no reconocen en Confesión a Laura una historia de amor. Yo incluyo este aspecto en mi interpretación, en parte a raíz de la comparación con la que, a mi juicio, es la gran película sobre la Violencia: El río de las tumbas de Julio Luzardo. En ella se trata el tema de forma opuesta, a partir del humor: “El pueblo es el país, la violencia son los cadáveres que nadie quiere. Pero con base en el humor, precisamente para mostrar más la ridiculez del país.”35

Según Joan Scott, las nociones de género se construyen a partir de diferencias percibidas sobre los sexos, y estas nociones generales o estereotipos son luego confrontados con las múltiples experiencias particulares de las personas en su relación con los demás.36 Vale la pena observar estas interacciones de género entre los tres personajes de Confesión a Laura. Por una parte está el personaje secundario, Josefina, esposa de Santiago. Ella es la mujer tradicional, conservadora, que cree en el gobierno y en cómo éste puede resolver los conflictos sociales. La suya es la personalidad dominante por excelencia: controla la personalidad de Santiago, su dieta y la forma en que él expresa lo que siente. Josefina tiene su antítesis en Laura, lectora de libros y liberal, mujer que optó por no casarse y no establecer una familia, y que no siguió las convenciones de su época. Para hacer creíble un personaje como el de Laura,

34 Ocurren en: cf., 38:30, 54:54 y 1:04:52.35 Julio Luzardo, “Lo que me interesa es la gente”, en Cinemateca – Cuadernos de cine colombiano,

número 1 (1981), Bogotá, p. 12.36 Joan Scott, Gender and the Politics of History, Nueva York, Columbia University Press, 1988

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Osorio debió buscar a una actriz de gran talento. En Derechos Reservados, el corto que precedió a Confesión, Vicky Hernández interpreta a una mujer que interviene ante el bloqueo creativo que sufre su marido escritor, y le escribe sus guiones. Encargarle el papel de Laura a Hernández, suponía hacer olvidar a los espectadores a esa mujer intelectual y presentarla como una simple ama de casa. Osorio explica cómo tomó esta decisión:

El estereotipo que tenía Vicky era el de ser siempre un ama de casa, era la “mamá” de todos los muchachos de la televisión. En Derechos Reservados es una mujer que, siendo ama de casa, pasa a participar en la labor intelectual de su marido.37

Hernández dará un giro en su carrera y representará a la mujer sensual, deseada y que desea, y que compartirá su intimidad con Santiago. La mujer de “cara amable, seductora, tierna, emotiva y fascinante [antítesis] del rostro justiciero y vindicativo de Josefina”.38

Josefina vigila el apartamento de Laura, segundos después de que se ha visto a Santiago bailar.39

37 Cf., sin autor, “El círculo abierto…”, p. 35.38 Diego Mauricio Cortés Zabala, “El Bogotazo en Confesión a Laura”, en La ciudad visiblee – Una

Bogotá imaginada, Bogotá, Imprenta Nacional, Ministerio de Cultura, 2003.39 Cf., Confesión, 52:43

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¿En qué lugar de la película se siente que el guión fue escrito por una mujer y no por un hombre? En las confesiones. El primero en confesarse es Santiago, quien admite en verdad ser ese hombre predecible, que la gente puede fácilmente leer en su totalidad con un golpe de ojo.40 El hombre es quien primero muestra su debilidad. Luego, Laura se confiesa, y ésta es la muestra de la máxima debilidad femenina: rectificarse sobre sí misma, mostrarse equívoca. Laura decide finalmente aceptar, confesar, que ella sí es esa mujer predecible, como lo es Santiago, y no aquella mujer fatal y misteriosa que tiene mucho que esconder. Por todo esto es que Confesión es una película sobre dos personas que se enamoran y que logran mostrarse como son.41 La liberación de Santiago no está únicamente correlacionada con la coyuntura histórica significativa del 9 de abril, sino que es hecha posible por Laura, personaje femenino que también simboliza la transición y el abandono de las viejas ataduras.

La nueva vida de Santiago

Confesión a Laura es un largometraje que se resuelve en Santiago, el personaje que ha cambiado; es él quien estructuralmente representa la síntesis de la película. Santiago caminó por las calles del 9 de abril, entró en su apartamento y luego fue al de Laura; pasó de una vida a otra, se conoció a sí mismo y se entregó a una nueva vida. Al final, cuando toma la opción de no volver con su esposa, prende un cigarrillo, y es en ese acto en el que se demuestra que su confesión era verdadera: él era el tipo de hombre predecible y ahora, en la calle, ha tomado la decisión de ya no serlo. Este proceso personal ha ocurrido simultáneamente con el trauma histórico del 9 de abril, después del cual el país no será el mismo. El 9 de abril es la metáfora del cambio de Santiago, así como Santiago es la metáfora del cambio que ocurrió ese día en la historia del país.

Podría decirse que el “Bogotazo” es una contingencia, que no es relevante en la película. El argumento sería que cualquier incidente sucedido en las calles conseguiría desatar los acontecimientos que viven Santiago y Laura, pero eso sería desconocer el significado del contexto escogido por Osorio. Es decir, el hecho de que el 9 de abril trajo consigo cambios muy significativos en la historia

40 ¿Se me permitiría hablar de una subversión del signo hombre y el signo mujer, tal vez una trasgresión sexual? Quien quiera indagar más sobre este tema puede utilizar el código simbólico de Roland Barthes (en S/Z) para interpretar la escena en que Laura plancha los pantalones de Santiago mientras él viste una falda de Laura.

41 Cf., sin autor, Confesión a Laura, http://www.embcol.or.at/culturales/2006/SinopsisPel%edcula-Confesi%f3n-a-Laura.pdf. Consultado el 5 de diciembre de 2008.

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de Colombia y, particularmente, la correlación artística que se establece entre esa fecha significativa y el argumento de la película. El cambio de Santiago también es el cambio de Colombia, lo que queda afirmado en la película gracias a la utilización del exterior sugerido desde la ventana del apartamento de Laura.

La representación del 9 de abril es entonces una que tiene como sema el cambio.42 Esto es significativo porque nadie dudaría de que los acontecimientos que ocurrieron ese día efectivamente cambiaron el país. Sin embargo, lo importante del cine, y de Confesión en particular, es que, por su naturaleza, no es su intención explicar el cambio social en términos historiográficos. Por el contrario, este largometraje debe apoyarse en un ejemplo del cambio –en la vida de un hombre– para explicar la idea de cambio. El cine representa lo general desde lo particular; ese es el paradigma cinematográfico por excelencia.

El final de Confesión tuvo su propia historia, que nació en el largometraje que la antecedió, De vida o muerte. Allí el final se presenta cuando Santiago (el mismo Gustavo Londoño) toma un cuadernillo de sucesivas fotos de Gaitán (un flipbook, en inglés) y se le escucha diciendo: “Ah, Gaitán, pienso lo mismo que tú”, y comienza a pasar las hojas, lo que produce la impresión de movimiento del caudillo. Más aún, la escena produce la impresión de que el caudillo no ha muerto, pues, después de todo, hay gente que piensa igual que él. El recurso que se utiliza en Confesión es bien diferente, pues está centrado en la vida de Santiago, y difícilmente en su pensamiento político. Es la vida entera de Santiago la que ha cambiado, no solo sus ideas. La implicación es que en Confesión Osorio llevó su metáfora sobre el 9 de abril más lejos que en De vida o muerte: no solo perviven las ideas de Gaitán entre sus seguidores, sino que el país cambió para todos luego de su muerte y de la convulsión popular que la sucedió. Igual que Santiago nunca volverá a ser el mismo luego de descubrirse con Laura, Colombia tampoco volverá a ser la misma luego de descubrirse en su capacidad de reaccionar.

Laura no existe

En Confesión a Laura no se recurre a lo excéntrico ni a lo sórdido que puede haber en las relaciones entre un hombre y una mujer, como se ve en el cine de David Lynch.43 Las películas de este autor ocurren en los ambientes, con los personajes y la escenografía más sórdidos, lo que hace que, en cuanto

42 Cf., Roland Barthes, S/Z, p. 13.43 Piénsese en el “black lodge” de Twin Peaks o en el cuarto de Isabella Rossellini en Blue Velvet.

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al argumento, el espectador se atenga a los desarrollos y desenlaces más inesperados. Lo interesante de Confesión es precisamente que tanto el desarrollo progresivo como el desenlace –ambos inesperados– son logrados, con gran sutileza, a partir de un planteamiento, unos personajes y un ambiente escénico decididamente normales, aparentemente predecibles y convencionales. Esta medianía –la medianía de la clase media bogotana de los años cuarenta y de siempre– se dispone con arte para que el espectador no se atenga a ningún desenlace inesperado. Aparte de la guerra civil en la calle –cuyo desenlace los colombianos conocemos– nada está dispuesto para que el espectador imagine un desenlace dramático. Con todo, es en el confinamiento de ese apartamento bogotano de clase media donde se prepara el camino para que el espectador encuentre…

[…] la más baja mitología masculina, esta idea de que la mujer no existe por sí misma, que la mujer es simplemente el sueño realizado del hombre, o aun como algunas feministas radicales claman, la culpa masculina realizada; la mujer existe porque el hombre desea al dios impuro, si el hombre se deshace del material sucio, sus fantasías, la mujer deja de existir.44

Confesión es una película que tiene un único protagonista: Santiago. Este hombre emprende un viaje que comienza en la calle, pasa por su apartamento, sigue en el de Laura y finaliza de nuevo en la calle, huyendo de su pasado. Es por eso que, de entrada, vemos cómo Laura no existe en sí; más bien, existe en función de Santiago, es su sueño y el medio que le permite a él deshacerse de su antigua vida. En la mañana del 10 de abril, el hombre inconsciente de sí mismo, y por esta razón predecible, desaparece junto con el viejo país anterior a la gran convulsión política. Podemos seguir el argumento de Slavoj Žižek y concluir que Laura solo encarna la frustración de Santiago, la de no poder ser quien desea, la de no atreverse a fumar, a cantar, a tener los amigos que le gustan y a no ser el dueño de su propia representación, de su pasado, ni aun de sus ideas.

Entonces, ¿quién es Laura? Solo una fantasía que se expresa como antítesis de la mujer que Santiago tiene en casa y lo reprime. Laura es de pensamiento liberal, con una sexualidad más abierta; ella le presta atención, celebra sus diferentes gestos, lo va guiando durante la película hacia la cama. Finalmente, es Laura la culpa y el sueño, y es ella quien, con su mentira final a Josefina, permite

44 Sophie Fiennes, A Pervert’s Guide to Cinema – Lacanian Psychoanalysis and Film, videograbación, narración de Slavoj Žižek, Londres, 2006. Esta idea es original de Jacques Lacan; ver, Seminario XX – Aún, edición española en Barcelona, Paidós, 1981. Lacan no hace aquí referencia explícita al cine.

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la nueva vida de Santiago, que él pase por muerto y así consiga liberarse de su esposa y de su vieja vida. Si en Solaris de Tarkovski45 la comunión espiritual del personaje se realiza con el padre y no con su esposa, aquí la de Santiago se realiza consigo mismo y no con Laura, pues es él quien parte solo en el camino de su fantasía a algún lugar, cualquier lugar, para nunca volver a su viejo apartamento. Ante las posibilidades infinitas e indeterminadas de la libertad de Santiago, al espectador solo le queda una certeza: luego de liberar a Santiago, Laura ha dejado de existir.

45 Andrei Tarkovski, Solaris, Unión Soviética, 1972.

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Fernando Vallejo y su Virgen – contra la Fe pensar, contra la esperanza

escribir y contra la caridad diatribas

Sergio Mejía1

Saliéndose uno de Colombia ya no hay nada, nada cierto, sigue un hueco, del tamaño del infinito. 2 La historia es ciencia inútil, recopilación de olvido.3

Alexis y yo diferíamos en que yo tenía pasado y él no; coincidíamos en nuestro mísero presente sin futuro: en ese sucederse de las horas y los días vacíos de intención, llenos de muertos.4

Resumen

Este artículo es un comentario sobre el significado de la obra de Fernando Vallejo en la tradición escrita colombiana. En su conclusión me refiero específicamente a la novela La Virgen de los Sicarios (1994). Se desarrollan cinco ideas que guardan relación con la novela y que se documentan en toda la obra de Vallejo, incluidas sus películas: 1. El arte literario de Vallejo es contemporáneo, en el sentido de que sus formas, novedosas y más chocantes que complacientes, están a la vanguardia de la sensibilidad de su público. 2. Colombia es el motivo y referente principal en la obra de Fernando Vallejo, en lugar de “la humanidad” o “el Hombre”. 3. Toda la obra de Vallejo es moral, pero su modo es no categórico; es decir, con sus enunciados morales el escritor no aspira a una formulación coherente ni a hacer prescripciones. 4. Fernando Vallejo es hoy uno de los mayores conocedores de la literatura colombiana y los referentes literarios de su obra provienen, más que de ninguna otra, de esa tradición. 5. Los cuatro puntos anteriores se encuentran en La Virgen de los Sicarios, compendio sorprendente del arte literario de Fernando Vallejo.

Palabras clave: obra literaria de Fernando Vallejo, literatura colombiana, literatura contemporánea, imperativos morales no categóricos en la literatura, violencia y literatura en Colombia, performance y medios en Vallejo, La Virgen de los Sicarios (1994).

1 Quiero agradecer a Luisa Ungar su lectura de este artículo y todos sus comentarios.2 Fernando Vallejo, Almas en pena, chapolas negras, Bogotá, Editorial Nomos S. A., 2006

(reimpresión), p. 44 (primera edición con el título de Chapolas negras, Madrid, Editorial Santillana S. A., 1995). Vallejo odia las cursivas; yo las utilizo para títulos de libros, periódicos, revistas y palabras extranjeras.

3 Cf., p. 69.4 Fernando Vallejo, La Virgen de los Sicarios, Madrid, Suma de Letras, 2002, p. 108 (primera

edición, Bogotá, Alfaguara, 1994).

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Presentación

En 1994 Fernando Vallejo publicó La Virgen de los Sicarios. Seis años después Barbet Schroeder, con la ayuda de Vallejo, hizo la película, y entonces un público general, colombiano y extranjero, pudo constatar algo que ya sabían los lectores fieles de El río del tiempo: el maestro de la diatriba y de las apariciones públicas estrepitosas era también un poeta.5 Solo homofóbicos compulsivos, integristas y cristianos renovados pueden ser indiferentes a la tristeza que producen las muertes en tándem de Alexis y Wílmar. Matones de la calle, sí, pero amados con ternura por Fernando, el narrador, y huérfanos de una sociedad injustificable. Por ambas razones sus muertes son tan tristes. En Colombia, donde la lectura es privilegio, las ideas no circulan masivamente en libros, sino por la televisión. El cine, que en Colombia casi siempre nos presenta curiosidades norteamericanas, esta vez nos trajo la poesía de Vallejo, intransigente, desinhibida, dura y nueva.

Con todo, la sensibilidad literaria de Vallejo no ha sido bien recibida por el público general colombiano, si bien es cierto que hoy en día se le estudia en departamentos de Literatura. Después de todo, cunde entre nosotros un sentido nacionalismo capaz de hacernos recelosos ante ese Vallejo que, en octubre de 2006, invitado como conferencista a una universidad de Medellín, dice ante todas las cámaras y micrófonos (el personaje nos llama la atención) que Colombia no es un país sino el peor territorio del mundo, y Antioquia su peor parte. Saltan alarmas y los periódicos antioqueños condenan al escritor, quien a esas horas reirá a carcajadas a bordo de un avión, camino a casa, en México. Este es el Vallejo de La Virgen de los Sicarios, y este artículo, un comentario sobre esa novela, su autor y toda su obra.

Me interesa particularmente el significado de Vallejo y de su novela en la cultura escrita colombiana. La Virgen de los Sicarios es una novela; en rigor, la única que ha escrito Vallejo. En la serie de cinco libros El río del tiempo se impone la autobiografía, vertida literariamente, pero no novelada.6 Otra parte de Vallejo son sus diatribas: contra Darwin, los papas, Einstein. Todas persecuciones solitarias de alguna verdad, y en este sentido patéticas; es decir, apasionadas. Sus dos biografías literarias son hoy imprescindibles:

5 Barbet Schroeder, director; Fernando Vallejo, guión y adaptación, La Virgen de los Sicarios, producción de Les Films du Losange, 2000.

6 Que Los días azules o El fuego secreto sean novelas o no, es cuestión debatible. Por ahora solo me interesa hacer notar su contraste con La Virgen de los Sicarios, que es una construcción literaria de naturaleza diferente.

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Chapolas negras, vida de José Asunción Silva, “nuestro poeta, el más grande”, e invectiva contra una Bogotá mezquina que lo llevó a matarse; El mensajero, investigación biográfica sin precedentes sobre Barba-Jacob, “el escándalo, el sol”. Y, el primer libro suyo, Logoi, investigación original sobre el lenguaje literario, inspirada en Rufino José Cuervo y dedicada a él. La Virgen, en cambio, es una novela, con una historia ficticia hecha creíble gracias a la construcción de un ámbito literario y a la manipulación del tiempo en que se suceden sus acciones.

En La Virgen hay un narrador en primera persona, Fernando, o el buscador de amor en el centro de Medellín. Dos personajes principales, jóvenes, matones y amantes sucesivos de Fernando, descritos con una economía y una concreción tales que pueden ser dos sicarios cualesquiera de las comunas de Medellín (siempre y cuando sean bellos al gusto proclamado de Vallejo: morenos y ojiverdes). Una historia hiperbólica, pero únicamente en razón de la frecuencia delirante de asesinatos tomados sin adornos de nuestra crónica diaria. Si en Vallejo son docenas en ciento setenta páginas, en la Medellín de 1993 eran docenas por día. Historia punteada con los comentarios de un narrador ahíto de nostalgia y enemigo visceral de toda hipocresía. En fin, un lugar y una época que los colombianos conocemos bien, tratados por Vallejo literariamente, no literalmente. Confundir lo uno con lo otro ha sido un malentendido frecuente entre quienes solo lo oyen por la radio o ven sus peroratas en la televisión.

Escojo La Virgen de los Sicarios por ser ella un compendio de las ideas y las formas literarias creadas por Vallejo. Esta novela me da lugar para discutir cinco ideas que podrán interesarles a algunos lectores de Vallejo y llamar la atención de quienes aún no lo leen. Estas ideas se refieren a su obra conjunta –no solo a La Virgen– y también a la historia de la literatura colombiana y a la literatura sin más. Estas son las cinco ideas: El arte de Vallejo es nuevo y, como la mayor parte de las formas estéticas nuevas, de entrada choca más de lo que complace; su rasgo más original es que el autor presta su persona a su búsqueda artística. Un tema central de la obra de Vallejo es Colombia, el país, y el escritor se refiere obsesivamente a ella en lugar de hacerlo al mundo, a la humanidad o al Hombre (esa abstracción en mayúscula). Toda la obra de Vallejo responde a un imperativo moral cuya principal característica es el rechazo de toda formulación categórica; es decir, que no aspira a la coherencia filosófica, no puede ser prescrito a los demás y ofende a muchos; como tal, es una reivindicación de la individualidad. Fernando Vallejo es un estudioso de la cultura escrita colombiana; en parte gracias a esta conciencia, su propia obra es el mejor capítulo abierto hoy en la literatura colombiana y el que mejor la continúa: más allá del boom, de novelistas negros y descontentos austriacos;

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en fin, la suya es obra de frontera. Estos cuatro aspectos confluyen y pueden leerse en su única novela de ficción, La Virgen de los Sicarios, compendio y transposición sorprendente de El río del tiempo, prosa de formas inéditas y vehículo del arte de Vallejo en el mundo.7

Escribo como historiador. No soy crítico literario ni semiótico. Tampoco aspiro a entablar una conversación con Vallejo, para quien estas páginas serán académicas. Llevan resumen, palabras clave, notas al pie y bibliografía, pues estas cosas enseño de oficio. Él no se aguanta las ganas de enseñar gramática.

Letras contemporáneas de Vallejo. Rememoración prestarse

En esta sección discuto dos características de la literatura de Fernando Vallejo. La primera es la rememoración: Vallejo elabora sus libros con recuerdos que consigna, transforma y ordena según formas literarias propias, tomadas de nadie. La segunda característica es que su actividad artística no termina con sus libros. Vallejo se asegura de manifestarse a través de los medios de maneras que concitan una amplia atención en Colombia y fuera de ella, y que causan polémica. Sostengo aquí que esta participación pública, su juego con los medios, y dirigirse de viva voz a un público más amplio que el de sus lectores, es parte de su arte. Es un prestarse.8 El efecto combinado de una literatura original, poderosa y sorprendente, y de sus polémicas calculadas no es siempre afortunado, aunque sirva para aumentar las ventas de sus libros. Vallejo no habla para gustar, sino que frecuentemente calcula la sensibilidad pública para disgustar. Tanto sus letras como su prestarse son formas artísticas originales para las que la sensibilidad del gran público no está preparada, puesto que son radicalmente nuevas.

7 La Virgen de los Sicarios ha sido editada en 1994 y 1998 por Alfaguara, en Bogotá, y en 2006 por Punto de Lectura, en Madrid, España. La casa Uitgeverij de Geus la publicó en Breda, Bélgica, en 1994, en traducción de Adri Boon; en 1997 Belfond la publicó en francés, con el título de La vierge des tueurs, en traducción de Michel Bibard; Ugo Guanda Editore la publicó en italiano en Parma en 1999, en traducción de Elena Dallorso; Paul Zsolnay Verlag la publicó en alemán en 2000, en traducción de Klaus Laabs; la Companhia das Letras de São Paulo la publicó en portugués en 2006, en traducción de Rosa Freire d’Aguiar. La novela no ha sido traducida al inglés.

8 Prefiero prestarse que performance. Primero, porque es palabra española, y segundo, para no confundir a mis lectores con las definiciones antropológicas y artísticas de la palabra performance. No cabe duda, por cierto, de que cuando Vallejo se presta a los medios y a la comidilla pública está haciendo un performance.

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Cada tanto Vallejo alza su voz desde México y dice lo que piensa sobre Colombia y los colombianos (el resto del mundo apenas le interesa). Luego vuelve a su vida, que, hasta donde sé, consiste principalmente en escribir, ceder a algunas entrevistas y pasear a su perra. La última vez que se pronunció con resonancia generalizada –anterior a la publicación de un libro contra la iglesia– fue a raíz de una serie de artículos sobre el horror en Colombia publicados por un periódico de circulación nacional. Vallejo respondía a un reportaje de seis páginas –publicado veinte años tarde (o cincuenta, o doscientos, o quinientos)– en el que paramilitares graduados en escuelas de descuartizamiento narraban su barbarie.9 A raíz de esos asuntos, ante las políticas de un gobierno connivente, y también a causa de un fallo de censura en contra de una publicación suya, Vallejo renunció a la nacionalidad colombiana y se puso una vez más en boca de la prensa, la radio y la televisión.

Entre 1977 y 1984, cuando hacía películas, Vallejo ya mostraba ese horror y tomaba partido. En Crónica roja no queda duda sobre quiénes inician la espiral de la violencia: funcionarios y policías corruptos son los culpables de que dos hermanos adolescentes se conviertan en asesinos.10 Al final la policía los arrincona, no para capturarlos sino para abalearlos. En sus películas sobre la Violencia, En la tormenta, de 1980, y La derrota, de 1984, Vallejo mostraba el machete, la mutilación, las masacres de los años cincuenta, de los que oyó hablar cuando niño y que probablemente alcanzó a ver o sentir de cerca.11 Con sus películas, el antioqueño denunciaba desde México lo que un puñado de literatos y sociólogos analizaban y denunciaban desde principios de los años sesenta. Comparadas con otras películas sobre la Violencia,12 las de Vallejo han sido poco vistas en el país. Realizadas en México, su circulación fue prohibida en Colombia y solo recientemente han sido difundidas en la televisión (Crónica roja, por Señal Colombia, en diciembre de 2008).

El género cinematográfico, por otra parte, es engorroso. No se puede realizar en soledad, cuesta mucho dinero y sus imágenes, si bien pueden ser elocuentes, son frecuentemente repetitivas en su gramática (Vallejo dice unívocas). El cineasta

9 El Tiempo (24 de abril de 2007), pp. 4A-9A, Bogotá. 10 Fernando Vallejo, Crónica roja, México, 1977.11 Fernando Vallejo, En la tormenta, México, 1980. En codirección con Kado Kostzer, La derrota,

México, 1984.12 En Colombia se utiliza Violencia con mayúscula para hacer referencia a la guerra partidista entre

1930 y 1960. A lo anterior se le llama guerras civiles, y a la posterior violencia, con minúscula, y, entre especialistas, en plural.

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decidió que lo suyo era escribir, pero, según él mismo cuenta, no sabía hacerlo.13 Entonces se dedicó a componer una gramática del lenguaje literario, y en 1983 publicó Logoi.14 Esta obra de investigación sistemática sobre las formas propias del lenguaje literario (por oposición al hablado, que estudio Rufino José Cuervo en sus Apuntaciones15) no le dio a Vallejo la fama de dos filos de que goza hoy, pero sí fue su carta de presentación entre literatos, filólogos y, probablemente, también entre pichones de escritor. El libro está dedicado a Cuervo, “cuya vida fue la pasión por el idioma”, y es una confesión indirecta de sus lecturas más queridas. El índice analítico del libro –más un gesto que una herramienta erudita necesaria– permite compendiar los amores literarios de Vallejo. Selecciono a los siguientes, entre más de doscientos, por su alta frecuencia: Mateo Alemán, Corrado Álvaro, Azorín, Barba-Jacob, Pío Baroja, Bécquer, Bioy Casares, Blasco Ibáñez, Borges, Vitalino Brancati, Camus, Capote, Carpentier, Tomás Carrasquilla, Colette, Conrad, Chateaubriand, D’Annunzio, los hermanos Goncourt, Henry James, Mariano José de Larra, Gregorio Marañón, Maupassant, Menéndez Pidal, Mujica Laínez, Proust, Alfonso Reyes, Rousseau, Rulfo, San Agustín, Twain, Juan Valera, Valéry, Valle-Inclán, Enrique José Varona, Voltaire. Su queridísimo José Asunción Silva está ausente, lo que puede sugerir que su pasión por el poeta conservaba la intensidad de las primeras lecturas y la feracidad del recuerdo: el de la abuela que, cuando él era niño, le leía de Silva Los maderos de San Juan.16 Por cierto, Logoi no es solo una gramática de la prosa literaria, pues abundan poetas, y Barba-Jacob le sirve para 101 ilustraciones.

Luego vinieron en cascada los cinco libros de El río del tiempo, que Vallejo asegura haber cerrado para siempre con La rambla paralela (puede ser que se desdiga).Vallejo no esconde los resortes íntimos de esos libros autobiográficos. Son recuerdos convertidos en literatura gracias a las formas del lenguaje literario (las de Logoi): les agrega algunas metáforas, como las bandadas de pericos que gritan “Tirofijo hijueputa” sobre los montes de la Uribe; y se permite algunas

13 Luis Ospina, dirección; Fernando Vallejo, guión y adaptación, La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo, película documental, 2003.

14 Fernando Vallejo, Logoi: una gramática del lenguaje literario, México, Fondo de Cultura Económica, 1983.

15 Rufino José Cuervo, Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, Bogotá, Arnulfo Guarín, 1867-1872.

16 “¡Aserrín!, ¡Aserrín!, ¡Aserrán! Los maderos de San Juan, Piden queso, piden pan, Los de Roque, Alfandoque, Los de Rique, Alfeñique, ¡Los de trique, trique, tran! Y en las rodillas duras y firmes de la abuela, Con movimiento rítmico se balancea el niño, Y ambos agitados y trémulos están, La Abuela se sonríe con maternal cariño, Mas cruza por su espíritu como un temor extraño, Por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño, Los días ignorados del nieto guardarán…”.

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licencias, como ‘confesar’ homicidios de juventud (sostengo que son imaginados, pero esto es asunto de la policía). Con todo, para Vallejo escribir empieza por recordar. Cuando escribe que Laureano Gómez era el sol, quien “con su palabra de fuego fustigó por años a los corruptos gobiernos liberales y los tartufos de su partido”, calculo que hace un acto de amor a la memoria de su padre, político laureanista, y, sostiene Vallejo, ni matón ni ladrón. Cuando repite que la televisión es un “retroceso, una idiotez”, si bien es probable que así lo piense, lo que hace es repetir las palabras de la abuela, adicta a las radionovelas. Cuando vocifera que los pobres no trabajan sino que roban, está pensando, me parece, en los vecinos del barrio Las Casitas que se robaban las naranjas de Santa Anita, la casafinca familiar, y una tarde, de una pedrada, descalabraron a su hermano: “Un día se gana, otro se pierde: la guerra es así. Lo importante es combatir”.17 En cuanto a sus estridentes diatribas eugenésicas, ellas provienen del dolor causado por muertos adorados, como el padre:

Entramos al cuarto donde papi agonizaba. Sus ojos vidriosos me miraron desde el fondo de la muerte. Me acerqué a la cama, le besé la frente y le ausculté el corazón: seguía con su ritmo obligado contando el tiempo […] Esa tarde en el balcón, mirando en el vacío, vi ponerse el sol estúpido por entre las montañas, y salir de entre las montañas la estúpida luna. En la oscuridad, de súbito, al unísono, se encendieron tras la luna los infinitos focos de los infinitos barrios de la ciudad, y sumando su luz a la luz de ella, en la vasta bóveda negra, me iluminaron la Muerte: con sus alas deleznables de ceniza, aleteando, descendía sobre Medellín y mi casa el gran pájaro ciego […] Oh Muerte justiciera, oh Muerte igualadora, comadre mía, mamacita, barre con esta partida de hijos de puta, no dejes uno, con tu aleteo bórralos a todos.18

A las películas, Logoi y El río del tiempo siguieron sus biografías de José Asunción Silva, Chapolas negras, y de Porfirio Barba-Jacob, El mensajero. A cada una de estas investigaciones Vallejo dedicó lustros, viajes y docenas de entrevistas. Entre estas últimas, Vallejo menciona la que sostuvo con Enrique Santos Molano, autor de la biografía de Silva El corazón del poeta, y de quien dice: “Él era quien más sabía de Silva; hoy soy yo”.19 Y sobre Barba-Jacob: “Como si su vida fuera mía, llegué a saber más de él que nadie”.20 Sobre un dato descubierto para su libro dice que, de manera inesperada, fue “la recompensa de esperar uno cuarenta años en el polvo de las hemerotecas desenterrando periódicos viejos, hasta que por fin,

17 Fernando Vallejo, Los días azules, Bogotá, Alfaguara, 2008 (primera edición, 1985).18 Fernando Vallejo, El desbarrancadero, Bogotá, Alfaguara, 2008, pp.88/90 (primera edición,

2001).19 Cf., Fernando Vallejo, Almas en pena, chapolas negras, p. 514.20 Fernando Vallejo, El mensajero – Una biografía de Porfirio Barba-Jacob, Bogotá, Alfaguara,

2003, p. 178 (primera edición de Planeta, 1991).

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en el del día, los viejos acaban por decir lo que han callado”.21 Exagera, pero no miente. Vallejo no solo investigó durante lustros correrías y tertulias en Barba-Jacob y deudas y parientes en Silva, sino que coleccionó, editó y anotó sus obras y cartas para que los colombianos volviéramos a leerlas.22

Luego, Vallejo se concentró en la diatriba, y con ella perfeccionó una técnica de su arte: el prestarse en persona. Ya en Chapolas negras, de 1995, Vallejo perora contra Juan Fernández de Sotomayor, el faustiano protagonista de De sobremesa, quien soñaba con “hacer de su país un centro de civilización y un emporio”:

¿De Colombia, por Dios, un emporio? ¿De ese país salvaje? ¿De ese desastre? Pero si Colombia es un paisuchito insignificante, malo, un desastrito pequeñito, inconmensurable, irrescatable, irremediable, y el que diga o sueñe otra cosa delira: debe tomar tintura de genciana, que es febrífugo.23

Además, “el café es una maleza”;24 Andrés Pastrana, presidente, “un hijueputa”;25 otro presidente, Uribe, “un enano culibajito”; la iglesia, la peor organización criminal de la historia; dios y el diablo, la misma cosa, y ser colombiano, una vergüenza y una deshonra. Estas sentencias producen dos tipos de reacciones entre lectores, radioyentes y televidentes. La más común es una indignación profunda, que ocurre entre quienes sienten un compromiso moral y un afecto íntimo por dios, el país, el progreso, el presidente, Medellín (“capital del agio y de la montaña”) o Bogotá (“la mezquina”). Quienes han dejado de sentir esos afectos en la forma adquirida durante la infancia, y que son minoría, sienten que es probable que Vallejo esté hablando sobre cosas imperiosas de nuestro tiempo, innegables y que nadie más dice de esa forma. Estos últimos calculan que su lenguaje no es inadecuado para referirse a un país que acumula cuatro millones de personas violentamente expulsadas de sus tierras y pueblos, decenas de miles de muertes violentas en los últimos veinte años, 252.000 agredidos en lesiones personales durante 2008, siete mil secuestrados, un número incalculable de desaparecidos, al menos mil seiscientos “falsos positivos” asesinados por

21 Se refiere a un impulso de Barba-Jacob en un bar de La Habana, cuando mordió en el brazo desnudo al adonis que atendía la barra, y terminó en la calle a empujones.

22 Porfirio Barba-Jacob, Poemas, recopilados y anotados por Fernando Vallejo, Bogotá, Procultura, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1985, 239 páginas; José Asunción Silva, Cartas: 1881-1896, ensayo introductorio de Gabriel García Márquez, recopilación y notas de Fernando Vallejo, Bogotá, Ediciones Casa Silva, 1996.

23 Cf., Fernando Vallejo, Almas en pena, chapolas negras, p. 548.24 Cf., p. 305.25 En entrevista radial de difusión nacional. Ver: cf., Luis Ospina, La desazón suprema: retrato

incesante de Fernando Vallejo.

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militares y policías durante dos décadas, y un gobierno que acumula un escándalo y una gran mentira cada semana. La diferencia entre unos y otros es que los creyentes no pueden escapar de una lectura literal de las palabras de Vallejo; los no creyentes, libres de una reacción afectiva incontrolable, tienen la calma para recordar que Vallejo es un literato y pueden leer sus palabras en libros y oírlas al micrófono como parte de su literatura. Lo que confunde a muchos que entran en el primer grupo (el de los indignados) y podrían pertenecer al segundo (el de los lectores) es un rasgo peculiar del arte de Vallejo: el hecho de que continúa su literatura en sus apariciones públicas; presta su persona para dar continuidad a su arte.

Germán Santamaría, comentador de poetas y libros por televisión, de corbata y gafas de carey, se cuenta entre los indignados. En 2001, en entrevista radial con cobertura nacional y por teléfono desde México, Vallejo le mentó la madre a Pastrana, el presidente de turno. Santamaría se hallaba en conferencia y Luis Ospina, con oportunidad maestra, tenía su cámara bien dispuesta en el apartamento de Vallejo, junto al teléfono. Santamaría avanzó su teoría: el escritor despotricaba contra el país y el presidente porque era un homosexual reprimido que se había criado en el ambiente clerical de Medellín. Vallejo no hace guiños a la cámara cuando contesta vehemente que, muy por el contrario, en esa ciudad y de joven siempre pudo acostarse con cuanto muchacho quiso, y cuelga. En Colombia retumbó escándalo doble: el escritor homosexual llamaba hijo de puta al presidente.26

Margarita Vidal, entrevistadora de escritores en su programa Palabra Mayor, invitó a Vallejo y quiso sorprenderlo en horario triple A. Luego de un par de segmentos con preguntas sobre literatura, Vidal asumió pose transgresora, se cruzó de piernas, se arrellanó en triunfo y le pidió a Vallejo que hablara sobre su homosexualidad. Todo con peinado y vestido sastre de señora bien compuesta. El escritor, a todas luces sorprendido, dudó unos segundos, se repuso y contestó con toda la gracia que él no era homosexual, pues le gustaban los niños y los muchachos. Vidal, descompuesta y tomada de golpe contra sus propias cuerdas, llamó a comerciales con un hilo de voz. Vidal, Santamaría y Julio Sánchez Cristo –quien en su programa de radio dio lugar al madrazo de Vallejo contra Pastrana– no son los mayores expertos en literatura colombiana. En lugar de ello tienen voz en los medios de difusión masiva, en los que se manifiesta la indignación nacional contra el autor de La Virgen de los Sicarios y a cuyo juego él se presta de buen grado.

26 Cf., Luis Ospina, La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo. No sobra recordar aquí que Santamaría pidió la censura de la película La Virgen de los Sicarios desde la Revista Diners en el año 2001.

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Cuando Vallejo se divierte afirmando que García Márquez es un prosista mediocre, “de escasos recursos sintácticos”, el creador de Macondo tiene el tino de guardar silencio público. Puede especularse que igual harían, sub specie aeternitates, Darwin y Einstein ante La tautología darwinista y el Manualito de imposturología física.27 Es lo que hacen los miembros de la Conferencia Episcopal Colombiana ante una diatriba contra la iglesia tan sonora como La puta de Babilonia y ante acusaciones contra el cardenal López Trujillo, “ladrón, maricón” (Vallejo utiliza esta última palabra como un insulto, que es como se ha utilizado siempre, y lo hace con particular deleite para referirse a curas y obispos).28 A todo esto deben sumarse gestos bien publicitados, como el de renunciar a la ciudadanía colombiana cuando se divulgan las hazañas de los paramilitares descuartizadores, simular rabo entre las patas para pedirla de nuevo pasados unos meses, o emprenderla por internet contra el rey de España por sus inversiones oscuras.

Muchos se ofenden; pierden su tiempo. Vallejo no hace estas cosas porque sea un caso clínico de “personalidad autoritaria”, como sostiene Álvaro Camacho Guizado.29 Tampoco vive en México porque allí “puede dar rienda suelta a su tendencia homosexual”, como dice un partidario que más valdría tener de enemigo.30 Tampoco se le hace justicia al autor de La puta de Babilonia cuando se le reseña como “un científico, un estudioso, un intelectual de verdad”.31 La puta es una diatriba, no un tratado. Y en esto radica el punto: el gesto de Vallejo al componer diatribas sobre temas milenarios, insondables y cotidianos (la iglesia, la teoría de la relatividad, el país), y el tratar de hijo de puta a un presidente no son ni actos de ciencia social ni faltas a los deberes ciudadanos. Es el ejercicio de un derecho. También consisten en el acto de prestar su persona a su arte.

García Márquez escribe Cien años de soledad y se pasa el resto de su vida liberando a gotas las claves arcanas de su novela, nos dice poco a poco quién es, publica su autobiografía en sus últimos años. Ernst Jünger publica Radiaciones, sus diarios de la Segunda Guerra, y los introduce con la advertencia de que en

27 Fernando Vallejo, La tautología darwinista y otros ensayos de biología, Madrid, Taurus, 1998; Manualito de imposturología física, Madrid, Taurus, 2004.

28 Fernando Vallejo, La puta de Babilonia, Bogotá, Editorial Planeta, 2007.29 Álvaro Camacho Guizado, “Uribe, Vallejo, Colombia”, en El Espectador, semana del 13 al 19 de

mayo de 2007. Camacho se apoya en la obra de Theodor Adorno, La personalidad autoritaria. A Camacho pueden interesarle las páginas 85-89 de Los días azules (en la edición de 2003, reimpresa con la misma paginación en 2008), donde Vallejo explica su personalidad autoritaria. Se sirve de Adamov el dramaturgo, no de Adorno el musicólogo.

30 Fernando Sánchez Torres, “Barba y Vallejo – Semejanzas entre dos escritores renegados de su país, uno biógrafo del otro”, en Lecturas Dominicales, El Tiempo, (2 de junio de 2007).

31 César Jaramillo, “Fernando Vallejo y la Iglesia”, en El Tiempo (3 de julio de 2007), Bogotá.

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ella “el autor permite al lector que comparta su evolución”. Ni lo uno ni lo otro en Vallejo, sino algo inusitadamente diferente: el escritor pregona a voz en cuello sus obsesiones y, en lugar de pensar que desciende al nivel de sus lectores, se presta a los avatares de la opinión pública y de los medios masivos para continuar sus libros en su vida. Ni coquetería, ni condescendencia, ni exhibicionismo. Este es otro malentendido. Prestar la propia persona para decir lo mismo que los libros. Si estos no se leen, a aquella sin duda se le prestará atención, aunque se la malentienda. Oscar Wilde se prestaba de manera tan elegante como escandalosa; Bertrand Russell hacía sit-ins; Sartre quiso ser profeta de jóvenes y se mezcló con ellos en las calles de mayo (los obreros, mala cosa, lo rechazaron); en fin, algunos escritores de la India dan conferencias sobre cómo vivir mejor.

La charla en Eafit, el blog contra el rey en tiempos de su visita a Medellín, la renuncia a la ciudadanía, todos son actos de prestarse. Y uno supremo, orquestado: el documental de Ospina, La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo. He visto gente que se ofende con él, sin darse cuenta ni de su belleza ni de su ternura, y sin percibir que en él Vallejo se presta. Piénsese en esto: ¿Qué valor literario puede tener el llamar enano culibajito a Álvaro Uribe, hijo de puta a Pastrana, gran meretriz a la iglesia o impostor a Einstein? Ninguno. El valor está en el gesto, en el performance; en transgredir atavismos; en incitar un odio fuera de lugar, como hacía Wilde; en obligar a un crítico literario con audiencia nacional a proponer teorías psicosexuales en viejo desuso para explicar la diatriba poética de vanguardia que es La Virgen de los Sicarios; en extraer diagnósticos de psicología genérica de Camacho Guizado, director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de los Andes; en fin, en obligar a los colombianos a encarar la literatura más sorprendente de este país con sus atavismos más vergonzosos.

Vallejo se presta tanto al documental de Ospina, cuyo guión es suyo, como a los “programas culturales” de Santamaría y Vidal. Pero entiéndase: prestar su persona a la difusión de sus ideas no es mentir. La desazón suprema empieza con una conferencia de Vallejo en la Universidad de Antioquia, ilustrada con diapositivas forenses de cadáveres descuartizados. Vallejo se asegura de que su admiración por Rufino José Cuervo quede plasmada de entrada como un tributo. Confiesa que cuando quiso escribir se dio cuenta de que no sabía hacerlo. Explica que se fue de Colombia porque fracasó en el marasmo del cine nacional. Se hace filmar de Ospina en visita nostálgica a su vieja casa del barrio Laureles, en Medellín. Su hermana figura por algunos minutos en el rodaje, los suficientes para dejar en claro que no todos los Vallejo son letrados. Ruedan videos caseros con Vallejo niño y Vallejo joven. Se ve la cabecera de su cama en México coronada de vírgenes como la de cualquier rezandera de Medellín. Figura Vallejo junto al

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computador, pidiéndole a Ospina su opinión sobre el mejor adjetivo. En fin, Vallejo mima su mascota, recibe amigos en su casa, los trata con la mayor dulzura, llora a moco tendido por Colombia, por Medellín, igual que llora por su pasado perdido y por sus muertos, sin vergüenza.

Y, para terminar, en el último plano de La desazón suprema se encuadra a Vallejo sentado en una poltrona, en actitud de dictador, y desde allí se le ve pronunciar un discurso suelto, un colofón, en términos eugenésicos: que los pobres no deben reproducirse, que la pobreza se perpetúa a sí misma, que a los pobres se deben los males del mundo, que hay razas feas. A esto dedico la tercera sección de este escrito, y por ahora solo hago una anotación: estas palabras no deben ser tomadas literalmente, sino literariamente. No digo que Vallejo las improvise como improvisaría cualquier otro monólogo; no digo que sean inocuas. Lo que digo es que son parte de su prestarse, de su arte, y que constituyen un motivo literario y también un gesto que va más allá de la literatura: gesto con el que Vallejo reivindica el derecho a la individualidad hasta la excentricidad y más allá de la moral, en un país en el que el ejercicio de la individualidad aún ofende, y en el que todavía cunden un patriotismo anacrónico, atavismos políticos y una moral de seminario. Ruego a sus lectores que cuando Vallejo hable de razas y eugenesia no se le tome por un científico, como hace Jaramillo, ni que se espere de él una buena teoría sociológica sobre Colombia, como hace Camacho.

Un ejercicio de entresaca entre sus libros puede ilustrar este punto. En La rambla paralela Vallejo dice algo aún más inquietante que sus diatribas sobre los pobres. Un pasaje que puede engañar a un incauto, como me pasó a mí cuando empezaba a componer este escrito. El narrador deja caer al paso, de manera gratuita, la confesión de dos crímenes:32

Para reforzar la brisa el viejo sacó un abanico y se puso a abanicarse. ¿Quién que viera a esta odalisca iba a pensar que un día, un lejano día de su disoluta juventud, había despeñado desde un puente a un gringuito en Granada? ¿Y que semanas antes de lo del gringuito había despachado al otro toldo, con chocolatinas arsenicadas, a una conserje en París?33

32 Como es bien conocido, Vallejo desprecia el recurso literario del narrador en tercera persona. Aquí lo utiliza, al igual que en otras ocasiones de la serie El río del tiempo, como si el narrador en primera persona se mirara en el espejo. “Esa odalisca” es él mismo. El caso más sorprendente de este procedimiento ocurre en El desbarrancadero, entre páginas 125 y 127 de la edición de Alfaguara de 2008.

33 Fernando Vallejo, La rambla paralela, Bogotá, Alfaguara, 2002, p.131. La narración con sus detalles está en Los caminos a Roma, Bogotá, Alfaguara, 2004: la conserje, en pp. 70-73, el gringuito, en pp. 86-90 (primera edición, 1985).

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Le cabe al lector preguntarse: ¿Habrá matado Vallejo de joven, este obsesivo del horror, de la muerte y del asesinato? Además de escribir y proclamar frases violentas, ¿es capaz Vallejo de realizar acciones violentas? ¿Estamos ante un criminal? En El mensajero, el libro sobre Barba-Jacob, Vallejo discute el supuesto asesinato que el poeta pregonaba ante sus amigos y con el que hacía aún más cautivantes las veladas que presidía en bares y burdeles. Vallejo transcribe de su entrevista con el mexicano René Avilés, viejo amigo de Barba Jacob:

¿Y del asesinato qué? Del asesinato nada. Que se lo dijo Tallet, José Zacarías Tallet, años ha, veintinosecuantos, en La Habana, y a lo mejor Tallet ya ni existe. Que en la Frontera Norte, que no sé cuándo, que a no sé quién… Pero mi querido amigo Avilés, andar por estas tierras malpensadas, sugiriendo con la pluma deslenguada que Barba-Jacob fue un asesino “porque se lo dijo Tallet” a mí me pone los pelos de punta. ¿Le estoy siguiendo entonces la pista a un asesino? ¿O a un poeta? ¿O a qué?34

El “gringuito de Granada” proviene de los embustes hiperbólicos de Barba-Jacob, la conserje envenenada suena balzaciana. Ambos son fantasías de haber querido matar, de querer matar. Vallejo juega con esto: no cree lo del homicidio de Barba-Jacob y lo imagina para sí mismo. A todas luces un gesto de literato, y además prestado. Lo que quiere decir es que dan ganas de matar a una conserje, “el espécimen más feo de la fauna humana, seguida del burócrata y del policía”. Es un juego de palabras arriesgadas, que se relaciona con su fobia a los imperativos categóricos y con su pasión por la moral personal, individual, rebelde, desesperada. Dice Vallejo de Tallet, el amigo cubano de Barba-Jacob, y de Avilés, el mexicano, que “lo conmueve su credulidad”. Nada de asesinatos de Barba-Jacob, nada de asesinatos de Vallejo. Por el contrario, motivos literarios, obra, concatenación interna, juegos de sentido, citas de sí mismo; en una palabra: literatura. Ahora tres conclusiones para cerrar esta sección.

El arte literario de Vallejo consiste en la búsqueda estética de formas nuevas, hoy. Esto significa que solo de manera basal recurre a formas estéticas conocidas y que su propósito es crear nuevas. También significa que el público lector y espectador no conoce aún esas formas inéditas, que apenas surgen, que se ensayan. En esta búsqueda se ofende al lector tanto como se le sorprende y solo de manera diferida se le deleita. Las descripciones que hace Vallejo de la miseria, el horror y la abyección ocurren en un lenguaje construido con renuncia deliberada a las formas más familiares de la “gramática del lenguaje literario”.35

34 Cf., El mensajero, p. 12.35 Expresión del mismo Vallejo en cf., Logoi: una gramática del lenguaje literario.

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El motor principal de ese arte es la nostalgia, el recuerdo. Vallejo escribe porque recuerda y no soporta recordar sin escribir. Casi siempre escribe Tiempo con mayúscula (sorprende que a dios también lo ponga con mayúscula). El río del tiempo es el río de su tiempo, y por fuera de él la nada: “Dos son los patios interiores de Santa Anita y se extienden, simétricos, con prados como jardines a lado y lado camino al comedor”. Este es el tono enumerativo de Vallejo, como quien pasa lección, como su madre que mira a la pared y recita los nombres de sus muchos hijos para no olvidarlos. Con este tono Vallejo apuntala sus recuerdos y los trata como máximas teológicas o axiomas matemáticos. Ellos han existido y él es su dueño absoluto. Sus libros no están hechos de otra cosa, ni de máximas, ni de fe, ni de teorías del hombre, ni de buenas intenciones, ni de amor al prójimo, solo de recuerdos. Siete son los pecados capitales, cuatro las operaciones aritméticas, dos los patios de Santa Anita y dos los nidos en su corredor delantero, que hace muchas décadas no existen, como tampoco existen ya Santa Anita, ni la niñez, ni la juventud, ni los muertos.

Al lado de su nostalgia profunda, a veces rabiosa, con frecuencia tierna, y de un lenguaje literario preciso y nuevo para describir el horror del tiempo –y ciertos amores bellos–, el rasgo principal del arte contemporáneo de Vallejo es el prestar su persona a su obra. Poner su intimidad en boca de una sociedad donde la sofisticación y la tolerancia no son norma, prestarse a entrevistas con personajes de farándula, expresar sus opiniones más íntimas en la televisión, la prensa, conferencias y documentales, acompañar sus libros con la intervención pública. De esto se ha dicho que es exhibicionismo. No lo es. Es parte de su arte, como en un performance. También hace parte, sin duda, del propósito de difundir su literatura, y de comentar, si es que no de incidir, a la manera ambigua de un nuevo Petronio, en el curso moral de su república agónica.

Fuera de Colombia, un hueco del tamaño del infinito

República agónica o polis agónica, como diría Pocock.36 La condición de las repúblicas es su perpetua agonía, su siempre inminente disolución, y su enfermedad la corrupción. A Vallejo solo le interesan dos cosas, que funde en una: su nostalgia –su propio pasado– y la corrupción de Colombia (su disolución, como la de un cadáver), de la que es profeta estridente. De la tragedia poético-mercantil de José Asunción Silva, del mal ambiente que le dio Colombia a Barba-Jacob, de los horrores

36 J. G. A. Pocock, The Macchiavellian Moment – Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition, Princeton University Press, 1975. A algunos lectores podrá interesarles este estudio erudito sobre la aprensión republicana, mal que Vallejo sufre con particular intensidad.

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políticos de sus años de infancia, del cinismo del sistema político colombiano y de sus propios muertos, Vallejo no saca conclusiones en H mayúscula: ni sobre la Humanidad ni sobre el Hombre. Todo lo refiere Vallejo a sí mismo –lo que no sorprende– y a Colombia, lo que sí. ¿Por qué esa obsesión colombiana? ¿Por qué esa proyección obsesiva de lo íntimo en el telón del país y no del mundo ni de la humanidad?

En esta sección, quiero referirme al inusitado papel de Colombia en la obra de Vallejo, desde sus películas hasta La Virgen de los Sicarios de 1994 y lo que ha escrito después. No me limitaré a su obsesión por Colombia como un tema en su obra, sino que la presentaré como otra característica radical, definitoria de su literatura: la ausencia de formulaciones universales. En lugar de ello, Colombia. No se trata en lo absoluto de provincialismo cultural, sino todo lo contrario. En esta discusión vienen al caso algunos comentarios que ha suscitado su obra en el extranjero, particularmente en países europeos. Aspiro a discutir sus libros más allá del manido problema de la tradición nacional y las influencias extranjeras. Esto es posible porque la obra de Vallejo es de relevancia general, así gire obsesivamente en torno a Colombia.

Su insistencia sobre algunos puntos –tales como la muerte, la desesperanza y la maldad– tiene mucho en común con los aforismos de Cioran o el desahucio de Céline, por ejemplo, pero mientras el rumano y el francés los expresan a propósito del mundo y del Hombre, Vallejo se ciñe a su país de manera obcecada. Este es uno de los rasgos originales de su arte. De la tragedia que resalta al comparar el Nocturno de Silva con el Diario de cuentas de su almacén en bancarrota, Vallejo no saca conclusiones sobre el “torcido madero de la humanidad” y mucho menos una nueva glosa sobre el hombre, lobo para el hombre. A él no parecen interesarle todos los hombres, y mucho menos el Hombre, esa manía de la Ilustración europea. Lo que le interesa es Colombia, y para él la tragedia del poeta Silva habla, por sobre todo lo demás, de ese “país de envidiosos”, de “Medellín, capital del agio y de la montaña” y de “Bogotá, la mezquina”. En El desbarrancadero escribe:

–¡Coño! Colombia se acabó –sentencié.

¡Qué va, Colombia no se acaba! Hoy la vemos roída por la roña del leguleyismo, carcomida por el cáncer del clientelismo, consumida por la hambruna del conservatismo, del liberalismo, del catolicismo, moribunda, postrada, y mañana se levanta de su lecho de agonía, se zampa un aguardiente y como si tal, dele otra vez, ¡al desenfreno, al matadero, al aquelarre! Colombia, Colombina, Colombita, ¿no es verdad que cuando yo me muera no me vas a olvidar?37

37 Cf., Fernando Vallejo, El desbarrancadero, p. 82.

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Empecé este escrito con estas palabras de Vallejo: “Saliéndose uno de Colombia ya no hay nada, nada cierto, sigue un hueco, del tamaño del infinito”.38 En los libros de Vallejo, Roma, Nueva York y España pasan ante su mueca de desdén: “¿Y Roma? A Roma la relegué al más recóndito rincón del desmantelado edificio del olvido, de donde la tuve que ir a sacar, añísimos años después, para escribir un libro recordándola”.39 Libro que, por cierto, está tan lleno de Colombia como todos los demás. México solo figura cuando por calles suyas se pasea la Bruja, su perra gran danés, y porque en algunas primeras páginas del periódico que llega a su casa aparece el presidente López Portillo, “ese personajito ridículo, engreído”. La única excepción es el largometraje Barrio de campeones, de 1981, sobre un boxeador mexicano. No así las primeras veinte páginas de Entre fantasmas, sobre México, su terremoto, su poeta Paz y su pintor Cuevas. Luego de esa breve digresión en su río del tiempo, Vallejo se llama la atención a sí mismo y vuelve a Colombia. Simulando dirigirse a su editor: “Borre también ese párrafo, y el anterior. Y el anterior y el anterior y toda esa historia idiota del terremoto y volvamos a empezar de cero. Borrón y cuenta nueva, da capo”.40

Hay mucho de Medellín y sus barrios, algo de Santafé de Antioquia, de Rionegro, Envigado, el Alto de Minas, la carretera a Santa Helena, el río Cauca, y hay algo de Bogotá. Y siempre al lado de esos lugares, con profusión, una abstracción sorprendente: Colombia. A Vallejo nunca le sucedió nada en Colombia sino en lugares precisos con nombres que él recuerda muy bien, desde la calle Ricaurte de Medellín hasta la calle 21 entre carreras quinta y cuarta en Bogotá. Y, sin embargo, Colombia sirve para explicar muchas cosas y lanzar muchos gritos: paisuchito malo, madrastra asesina, territorio terrible. Colombia, la obsesiva abstracción nacional de este recitador de recuerdos, también es pilar del arte original de Fernando Vallejo. Gracias a Colombia, el escritor se salva de abstracciones peores: la humanidad del cristianismo y el Hombre de los ilustrados del XVIII.

Aquí viene al caso el problema geográfico de la cultura. En Francia se han promovido las obras de Vallejo con comentarios que aquí sorprenden pero que en esos países son simple necesidad. Un tal Jacques Fressard presentaba al autor de los Los caminos de Roma como “una especie de Céline suramericano”; un tal Cluny, en un periódico, rememoraba en las imprecaciones de Vallejo los Cantos de

38 Cf., Fernando Vallejo, Almas en pena, chapolas negras, p. 44. 39 Fernando Vallejo, Años de indulgencia, Bogotá, Alfaguara, 2004, pp. 166-167 (primera edición,

1989). El libro al que se refiere es Los caminos a Roma, de 1985.40 Fernando Vallejo, Entre fantasmas, Bogotá, Alfaguara, 2005, p. 15 (primera edición, 1993).

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Maldoror de Lautréamont. Estas son interpretaciones de europeos para europeos, que no saben cuál de todas estas repúblicas es Colombia, nunca han oído hablar de Antioquia ni de Santo Domingo, mientras que nosotros, desde Isaacs y Carrasquilla hasta Abad y Mendoza, sabemos qué es Carcassone, dónde queda Lichtenstein y leemos nuestro Salgari y nuestro Verne desde los cinco años. Los europeos franceses necesitan decir “Céline suramericano”, “suena a Maldoror” para ampliar sus horizontes con el ancho mundo y llenar sus anaqueles con letras frescas. Puede ser que en cada país de Europa los críticos entiendan la literatura como el progreso de las innovaciones literarias nacionales: en Francia: … Hugo → Balzac → Zola → Proust → Gide → Céline…; en Inglaterra: ... Fielding → Sterne → Austen → Hardy → Conrad → Greene… Puesto que Vallejo no entra en estas series, será un “Céline suramericano”, entre los germano parlantes un Bernhardt ídem, entre los anglófonos un black novelist, un angry young South American (lo que podría hacerle mucha gracia al aludido) o un beat de allende el río Grande. ¿Paraguayo, surinamés, colombiano? Da igual. Esto solo sirve como analogía para que en Europa y Norteamérica crean saber de qué se les habla, de qué hablan, nada más.

Los verdaderos escritores no tienen entre sus recursos un catálogo ordenado de innovaciones literarias europeas, checas o rumanas. Por lo menos no como las imaginan los críticos. Tienen dos cosas: su vida y sus lecturas (en ellos, leer es parte esencial de la vida), y esas lecturas solo tienen un orden: el desorden de la propia vida. En Vallejo, como en la mayoría de los verdaderos escritores no europeos, las lecturas son más ricas que las de los europeos, pues incluyen las europeas y otras. Céline y Carrasquilla (más Carrasquilla), Stendhal y Silva (más Silva), Verlaine y Barba-Jacob (más Barba-Jacob), Homero y El Carnero, Heidegger y Fernando González. Interpretar a Vallejo en términos de las historias literarias de los países de Europa es miseria de dos caras: usurpación de europeos y sonsera de no europeos. Usurpador el europeo que diga que Vallejo es un Céline suramericano y sonso el colombiano que lo repita.

¿Qué es más importante en la obra de García Márquez, Faulkner o las tradiciones orales de la Provincia? Alguno dirá que la Provincia da los temas, no las formas. ¿Y no hay larga herencia de formas en las tradiciones orales, las crónicas de Indias, la literatura colonial, la historiografía republicana, los escritores del Caribe, Silva y Barba-Jacob, el grupo de Barranquilla? Kafka y Faulkner son dos experiencias más en la formación del escritor o, mejor, en su liberación. ¿Leo un checo muerto desde 1924 que describe cómo un hombre se convierte en cucaracha? Pues entonces será posible que otro checo me lea mañana, acaso un francés, si escribo sobre un bebé con cola de marrano. ¿Que un norteamericano se inventó una saga familiar que salta de libro en libro? Yo conozco bien mi propia saga y la puedo acomodar entera en un volumen.

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Vallejo tiene sus lecturas y tiene su vida: emparedar alacranes en la casa de la calle Perú; elevar globos en Santa Anita; el padre que soportó a la madre como un hombre manso; la muerte de Darío, “el hermano que sufrió mi destino”; la abuela que, a su pedido, le leía Heidegger desde una mecedora de rezar; Ricardo Carbonell perdido y Joselito suicidado; el Studebaker por la avenida La Playa cargado de muchachos y cervezas; la calle Junín y el café Miami; La Quinta Porra y el Gusano de Luz. Y también Salgari, Balzac y Cervantes; una rica y poco común colección de italianos: Brancati, D’Annunzio, Guareschi, Malaparte, Pirandello, Silote, Svevo. También tiene su entresaca de clásicos (clásicos de todos, no de Francia): Apuleyo, Aristóteles, César, Cicerón, Horacio, Livio, Ovidio, Platón, Agustín, Séneca y Virgilio (si bien no los utiliza en Logoi, no habría que descartar a Aristófanes, Petronio, Tibulo y las glosas de Diógenes). Por ser hispanoamericano (no suramericano) tiene a Valle-Inclán y a Tirso, a Quevedo y Pérez Galdós, a Ortega y Menéndez Pidal, a fray Luis de León y Fernando de Herrera, a Guevara y Garcilaso, a Espronceda y Calderón, a Blasco, Bécquer, Baroja y Azorín. Por “suramericano” no le faltan Borges, Bioy, Carpentier, Darío, Gallegos, Guillén, Lugones, Neruda, Rulfo ni Vasconcelos. Y será por colombiano que tiene tan bien conocidos a Silva y Barba-Jacob, a Carrasquilla y a García Márquez. Es decir, una tradición universal –no europea– y herramientas eficaces de uso selecto en las literaturas española, latinoamericana y colombiana.

Y con todo eso, Colombia por todas partes, su diatriba más dolida. Diatriba alimentada con nostalgia, la propia de un exilado voluntario, acaso la peor de todas, sin consuelos. Una sensibilidad inusitada ante algo que desde México debe percibirse como que va muy mal. En Colombia necesitamos pensar en otra cosa. En los resquicios de nuestras vidas diarias tragamos a palo seco y sin mirar. No son cuatro millones los desplazados, son tres. Los homicidios han bajado, ya no son treinta mil sino quince mil, aunque desde julio están subiendo; es la Oficina de Envigado que se reacomoda, ya pasará. Los mil seiscientos falsos positivos (cada día descubriremos que fueron más, acumulados desde los ochenta, sin contar los de los cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta) no fueron ordenados por el presidente, sino que fueron iniciativa de mandos medios; querían ascensos; los obtuvieron. Helicóptero, Tranquilandia, alcalde cesado de Medellín, mi hermanito mocho, Fabito Ochoa, el primo de Pablo, Convivir, El Ubérrimo, Rito Alejo, Mapiripán, los desplazados del sur de Córdoba, Ralito, justicia y paz, no confiesen delitos atroces, Mancuso habla, Mancuso extraditado, el helicóptero de Moreno, homicidios en la minga, Tasmania, Job, Yidis, Teodolindo, los negocios de mis hijos, el DAS. ¿Que de qué hablo? Hablo de Vallejo.

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Vallejo es Casandra, condenada por Hera a ver el futuro y que nadie le crea. Más aún, soberbio, hace todo lo posible para que no le crean. Nos reta a todos y ofende a tirios y troyanos. ¿Qué quiere menos él que ser el gurú de este país? ¿Un Octavio Paz, “el superputas, el gallo que profetiza” (en Años de indulgencia), un Sartre, un Deepak Chopra? No, por favor. Y, con todo, él sabe que el tiempo juega a favor de sus palabras, que sus letras son proféticas aunque no suenen edificantes. La posteridad lo oirá, el tiempo le dará la razón. Ni Uribe ni su sucesora señalada firmarán ninguna paz, la guerrilla no se rendirá, el narcotráfico crecerá, las carreteras de doble carril serán metros de Medellín, los fondos de pensiones se esfumarán, la salud colapsará, el TLC no será mejor negocio que la apertura de Gaviria, “esa loca”, y ningún presidente, ministro o eminencia ha hecho nada en veinte años, cincuenta años, doscientos años, quinientos años para que en este país se acabe el horror del alfanje, del machete, del fusil, de la motosierra. Las profecías cifradas de Vallejo son una maleza que crece: “Colombia, Colombina, Colombita, ¿no es verdad que cuando yo me muera no me vas a olvidar?”.41

Decía que la literatura de Vallejo amasa su materia, que son sus recuerdos, en un molde sorprendente: Colombia. Vallejo la culpa de los asesinatos de sus amigos, de Jesús Lopera, José Vélez, Óscar Echeverri, Fabio Moreno, Jesús Restrepo, Ernesto Isaza, Luis Cortés, Jaime Monsalve, Jaime Ocampo. De los asesinatos de sus amores: Joselito Alexis, Ricardo Wílmar. De las eternas largas burocráticas en el pleito del abuelo, Leonidas Rendón Gómez, “a su mandar”. De los nefastos conservadores, liberales y comunistas. Del marasmo del cine nacional. Hasta de crecimiento demográfico culpa Vallejo a Colombia.

Vallejo funde su nostalgia con el país y de esta manera se salva de abstracciones peores, más engañosas, más peligrosas y más convencionales: abstracciones universales. Se salva de esa manía europea de pensar por todos los hombres. Esta es otra de las bazas fuertes en las letras nuevas de Fernando Vallejo. Nada de hablar por todos los hombres para todos los hombres, nada de prescripciones morales. Ningún Port Royal para parisinos, esquimales y argentinos. Y, sin embargo, todo en Vallejo es moral. Al difícil tema de los imperativos no categóricos de Fernando Vallejo dedico la siguiente sección. A su alergia a reglas de oro. Me refiero a los exabruptos de Vallejo, a sus malditos pobres, sus razas feas y sus horribles mujeres encintas, todo lo que, acaso sin remedio, aliena de su lectura a tantas personas.

41 Cf., El desbarrancadero, p. 82.

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Los imperativos no categóricos de Fernando Vallejo

Imperativo categórico es toda formulación moral universal, como la de Kant: obra solo de forma que puedas desear que tu actuación pueda ser recomendada como ejemplo y ley moral para todos los hombres. La traducción popular del imperativo categórico kantiano es la regla de oro que se les enseña a los hijos: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti. Un imperativo categórico sería: No robes naranjas hijo mío. Uno no categórico sería su contrario: Hijo, roba naranjas. Todo lo que escribe Vallejo es moral, pero nada es categórico. Es decir, nada en sus libros está formulado como un precepto universal ni sirve para ser prescrito a los demás. En estos juicios morales no categóricos consiste gran parte del efecto chocante de su obra. Sus comentarios sobre los pobres, los negros y las mujeres encintas son terribles. El método es similar al que utiliza cuando le atiza a Colombia, España, poetas que no le gustan, como los nadaístas, las conserjes de París, policías, presidentes, curas, obispos y papas. Me limito aquí a sus diatribas contra los pobres, los negros y las mujeres encintas. No me preocupa que españoles, nadaístas, conserjes de París, policías, presidentes, curas, obispos y papas dejen de leer a Vallejo. En cambio, sí me parecería bien que lo leyeran los demás.

Esta sección arrojará un residuo, una antinomia imposible de resolver. El lenguaje literario, por móvil, metafórico o polisémico que pueda ser, tiene, en cuanto lenguaje, código, una mínima fijeza, un sustrato basal e inquebrantable de literalidad. Es la estulticia del lenguaje. Las cosas que dice Vallejo sobre pobres, negros y madres son literarias, pero no pueden dejar de tener algo literal y no existe argumento contundente que haga que pobres, negros y madres las puedan aceptar. ¿Cómo lee a Vallejo un muchacho poeta y pobre? En una conferencia universitaria, ¿cómo contesta Vallejo las preguntas que le hace un estudiante negro de literatura? ¿A qué silencio recurriría Vallejo si pudiera leerle Años de indulgencia a su abuela y llegara al pasaje sobre las “vagamundas viejas preñadas”? La abuela probablemente le dedicaría una sonrisa y un “Ay, este nieto mío”. Vallejo podría decir en este punto que lo suyo no es contra pobres, negros y madres sino contra la condición humana; agregará que en algún pasaje les dio su merecido a los blancos y que en un libro puso a raya a su propia madre. No importa, persiste el residuo. En esta sección aspiro a sostener dos cosas: que los imperativos morales no categóricos de Vallejo son parte de su literatura y que su valor radica en la reivindicación y promoción del derecho a una individualidad no categórica. Es decir, el derecho a ser al margen de todo sistema general de preceptos morales. De esto hablo:

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[Los pobres]

–¿No tienen agua? –pregunta Miss Klinengferter intrigada.

–No.

–¿Y leche toman?

–No se conoce.

–¿Y carne?

–Menos.

–¿Entonces cómo le hacen?

–¿Le hacen qué, Miss Klinengferter?

–Para tener tantos niños…

–Ah, mi Diosito que es muy bueno y al ciego no lo hace cojo ni al manco tuerto.42

Los negros, que en la noche no se ven, aquí andan sueltos. No es como en Colombia, donde el negro está en su nicho ecológico, en su hábitat: en el pantano, en la laguna, con la marta, con el armadillo, con el tapir. A veces se les ve en lo alto de una palma, trepados cogiendo un coco. A veces, porque la pereza usualmente no los deja. Usualmente están en tierra, bailando cumbia. O durmiendo, descansando, colgaditos de sus rabos de las ramas de un árbol.43

Maldita sea, me acabo de cruzar con otra vieja preñada, ya se me dañó el día. ¿Qué hiciste, vagamunda? se me antoja preguntarles a estos tambores de humo, de impudicia. Habría que cargarles, como dice el presidente Lleras, “todo el peso de la ley”. Pero no, les celebran el día de la madre y les dan chocolatinas. Como dizque detrás de toda madre hay una santa… ¡Qué va a haber! Lo que hay es un lugar común y una bestia.44

Es siempre difícil hablar moralmente sin caer en lo categórico, en el precepto. Para no hacerlo nunca es necesario apuntar en otra dirección por sistema. Todo enunciado moral no categórico es inquietante. Esta es la parte más delicada de la obra de Vallejo, y su discusión la más difícil. Para empezar, quiero comparar las ideas morales no categóricas de Vallejo con otras que circulan a diario en la esfera pública de este país, que aceptamos sin chistar, que no hacen parte de un empeño artístico y que en Colombia son insumos del lenguaje cínico de la política, además de ser perfectamente categóricas.

El ministro del Medio Ambiente, Juan Lozano, está diciendo en este preciso instante, Canal 9, institucional, lunes 12 de enero de 2009, 1:48 pm: “[…] para que durante el invierno los pobres no tengan que prender la veladora para rezar para que no se les rueden sus casiiitas.” Mismo día, mismo programa, mismo ministro,

42 Cf., Años de indulgencia, pp. 118-119.43 Cf., p. 32.44 Cf., p. 122.

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1:57 pm: “Por supuesto que la vivienda de interés social puede ser boniiiita, coloriiida”. El Ministro, 2:19 pm: “Cuando yo era chiquito y algo se rompía en la casa, mi abuela le decía a mí mamá: Vaaaya se queja al mono de la pila”. Lozano agrega que ahora, con su gestión, ya no es así, pues los colombianos pueden quejarse en su despacho (Colombia, noveno año del siglo XXI). El Ministro, 2:25 pm: “Titulamos unas casas en el Orteguaza que no se habían podido titular hace más de sesenta años, bien habidas y pagadas por sus propietarios con su trabajo, porque había un error en el proceso de titulación en la oficina correspondiente. Más de seseeeenta años, y logramos que la nación aclarara la propiedad en los títulos”. Un señor del Orteguaza, 2:29 pm: “Gracias al señor ministro Juan Lozano, porque nos ayudó mucho en la titulación de nuestras casas”.

El invierno es parecido todos los años: a octubre 8, sesenta mil afectados (El Espectador, año 121, número 34.433 [8 de octubre de 2008], portada; desarrollo en pp. 2-3). A primero de diciembre, 700.000 afectados (“Inundaciones en Timbío y El Tambo”, en El Espectador, año 121, número 34.487 [lunes 1 de diciembre de 2008], p. 3). En el mismo número del mismo periódico, misma página, recuadro: “El ministro de Ambiente, Juan Lozano (foto) agradeció a los colombianos por las donaciones para los damnificados de la ola invernal. Con la jornada de recolección del sábado se recaudaron cerca de 280 toneladas de ayudas, 250 unidades de sangre y 25 millones de pesos”. Veinticinco millones de pesos son diez mil dólares. El año pasado fue igual, y el antepasado, y el otro. El susodicho es el invierno B de 2008, porque cada año ocurre en dos oleadas: la primera dejó “100.000 damnificados, 9 muertos, 32 heridos y la destrucción de alrededor de unas 360 casas y unas diez mil más dañadas” (El Espectador, año 121, número 34.433 [8 de octubre de 2008], p. 3).

Lozano también es el mismo de siempre: Carlos Lozano y Lozano, sustituto de López Pumarejo en la Presidencia, 9-19 de octubre de 1942, pensionado. Juan Lozano y Lozano, cliente del clan Santos, columnista y autor de panegíricos cínicos como este: “Eduardo Santos es por naturaleza refractario al vicio, y [puesto] que no gusta de la filatelia, ni de la numismática, ni de la relojería ni del bridge, ha resuelto el problema espiritual de su vida por el lado del servicio público […] La administración de Santos fue perfecta, todo lo que un colombiano patriota puede desear para su país”.45 Santos también es de lo mismo: hoy tiene tres cabezas: una dirige el periódico de mayor circulación nacional, otra es Vicepresidente, otra Ministro de Defensa. La última comanda a

45 En Ignacio Arizmendi Posada, Presidentes de Colombia, 1810-1990, tomo anexo a la colección Nueva historia de Colombia, Bogotá, Planeta, 1989, p. 239.

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los perpetradores de 1.600 falsos positivos y, amén de otras 150.000 unidades, a héroes como estos: “Una niña de 16 años fue herida en el abdomen por miembros del ejército en Ituango, Antioquia, cuando ingresó al área de seguridad donde descansaba una patrulla militar” (1 de diciembre de 2008). “Edwin Legarda, esposo de la líder indígena Aída Quilcué, murió por tres impactos de bala que le propinaron soldados de la III división del ejército, con sede en Cali […] El ministro Santos se puso en contacto con la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos” (17 de diciembre de 2008). “2.878 miembros de la fuerza pública podrían estar implicados en ejecuciones extrajudiciales, dice el organismo de control [la Procuraduría]” (domingo, 2 de noviembre de 2008). A las ejecuciones extrajudiciales por parte de fuerzas del estado les decimos falsos positivos en este país. El comandante Santos aspira a la Presidencia de la República en 2010.

La prosa y la oratoria de estos Ospinas, Lozanos, Santos, Gómez, López y Uribes están acuñadas en el modo del cinismo. Los imperativos morales no categóricos de Vallejo están acuñados en modo de literatura y arte. Los segundos son un alarido contra los primeros. Vallejo no escribe realmente contra pobres, negros ni madres, sino contra el lenguaje cínico de este país y contra sus convenciones retóricas, que siempre son categóricas. ¿Qué es más chocante, que Vallejo arme diatribas de factura impecable en ejercicio de la literatura, o que quienes ocupan los más altos cargos públicos de este país, generación tras generación, recurran a la moral cristiana y a los humanismos consagrados para ejercer un cinismo inveterado? Pienso que los verdaderos destinatarios de la ira de Vallejo son quienes disponen afirmaciones categóricas en un lenguaje cínico, público y oficial. Años de indulgencia empieza con un conjuro: “Levanten sus culos al aire, viejas del Aquelarre: yo soy el Diablo. Soy y soy y soy y siempre he sido”.46 Ningún otro libro suyo es tan violento, excepto La Virgen, pero ni siquiera en ellos Vallejo cae en el uso cínico del lenguaje, a diferencia de congresistas, ministros, presidentes y comunicadores, a cuyas mentiras categóricas tantos colombianos se han habituado con docilidad.

Existen razones artísticas que explican los enunciados más terribles, no categóricos, en la obra de Vallejo. Sostengo que la eliminación sistemática de lo categórico es una cruzada del escritor por la individualidad, en un país que aún no la acepta con naturalidad. Vallejo expresa opiniones extremas porque, in nuce, en semilla, son las suyas (es decir, en el nivel de lo emotivo, de lo instintivo, de lo inculcado antes del uso de razón) y porque insiste en abrirle

46 Cf., Años de indulgencia, p. 7.

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espacio a su ser tal y como es, así suene a veces racista, clasista y misógino. Construye literatura con sus pulsiones íntimas y lo que resulta son diatribas desmesuradas, diatribas literarias. Escribía el alemán Ernst Jünger, veterano de las dos guerras mundiales, en Sobre la línea, de 1956, en referencia a la crisis europea del medio siglo XX:

La gran marea desde lo desconocido ha superado todos los pluviómetros […] Es evidente que aquí no basta el pensar tal como lo heredamos […] Quien menos conoce la época es quien no ha experimentado en sí el increíble poder de la Nada y no sucumbió a la tentación […] Aquí está la caverna ante la que se agolpan los demonios. Aquí está cada uno, da igual de qué clase y rango, en lucha inmediata y soberana, y con su victoria se cambia el mundo. Si él es aquí más fuerte, entonces retrocederá la Nada. Dejará en la orilla de la playa los tesoros que estaban sumergidos. Ellos compensarán los sacrificios […] Todo esto aboca al juicio de que cuando se tiene suficiente fuerza de espíritu no hay ocasión ni para el optimismo ni para la desesperación […] ¿Qué hacer en semejante situación? Son incontables los que cavilan sobre esta pregunta. Es el tema de nuestro tiempo […] Los artistas son los que dan a la palabra el sentido polémico. Entre ellos se cuentan los tres grandes ámbitos de lo enfermo, lo malo y lo caótico. No puede estar el sentido del arte en ignorar el mundo en que vivimos, y esto trae consigo el que es menos alegre […] No basta el puro servicio de lo bello. Incluso es discutible lo que se reconocerá como bello.47

Todo esto va hacia una dirección: la muda de la piel por una menos falsa, menos pacata, menos impuesta. La muda necesaria de su piel que deben hacer las sociedades cuando pasan pruebas de fuego. Vallejo pronuncia diatribas clasistas, racistas y misóginas que tienen un núcleo irreducible como tales. Al tiempo, esas diatribas son ocasión para una literatura de formas nuevas, que no tiene nada de falsa, ni de pacata, ni de impuesta. Las diatribas literarias de Vallejo no tienen consecuencia fuera de la literatura, están al margen del poder público, del presupuesto, de la violencia y de la prédica. Vallejo mismo proclama su inocencia:

A mí que no me juzguen por lo que digo sino por cómo lo digo, por lo que filmo sino por cómo lo filmo, por lo que hago sino por cómo lo hago. Me da lo mismo el amor que el odio. Y no me exijan verdad que la verdad es inestable, escurridiza, evasiva. Una quimera con cola de humo.48

47 Ernst Jünger, Sobre la línea, traducción de José Luis Molinuelo, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica S. A., 1994, p. 26; título original: Über die Linie, primera edición, Stuttgart, Ernst Klett Verlag, 1956.

48 Cf., Años de indulgencia, p. 111.

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Vallejo rechaza, pues, los imperativos categóricos. Este rechazo es en sí mismo un gesto: reivindica su individualidad, y, en concreto, el ejercicio de la literatura y de la creación de formas nuevas. Esto en un país en el que el derecho a la individualidad aún debe ser combatido en la trinchera, y en una esfera pública en la que viejos usos categóricos del lenguaje continúan siendo el vehículo de un preponderante cinismo público. Vallejo lo dice con su mejor humor, el que ha alcanzado su mayor refinamiento en Años de indulgencia, de 1989. A propósito de sus años de trabajo como cineasta en el Icodes (Instituto Colombiano de Desarrollo Social), fundado por el padre Gustavo Pérez, comenta: “El padre Pérez es de los que piensan que el mundo hay que cambiarlo, como Marx. Yo no. Yo lo que quiero es hacer cine”.49 Doce años después, en El desbarrancadero, Vallejo vuelve sobre el eco de sus viejas diatribas de 1989:

Y que quede claro para terminar con este penoso asunto que los demagogos obnubilados tacharán de “racista”, que yo a los negros heroinómanos de Nueva York no los odio por negros ni por heroinómanos ni por ser de Nueva York sino por su condición humana.50

En parte, de acuerdo. Vallejo ha construido una literatura con uno de sus motivos en la misantropía, y que es, ante todo, una reivindicación artística de la individualidad. Sin embargo, también el lenguaje literario conserva un sustrato de literalidad: el enunciado “Negros colgaditos de sus rabos de las ramas de un árbol” lleva un núcleo de significado irreducible. No hace falta ser un demagogo para entenderlo así. Por otra parte, esto es crucial: Vallejo es un creador que supera el nihilismo con su arte, y su lenguaje nunca es cínico. Entre una retórica moralmente categórica al servicio del cinismo y una literatura sorprendente y honesta compuesta con una moral no categórica, me quedo mil veces con la segunda.

Fernando Vallejo y la literatura colombiana

Luego de Logoi, respuesta a Rufino José Cuervo, y de sus biografías de Silva y Barba-Jacob, Vallejo abandonó sus investigaciones sobre otros escritores y se entregó por completo a su propia literatura. Anclada en la tradición literaria colombiana, la obra de Vallejo se beneficia de un hiato: justamente el que corresponde a la duración de su propia vida (Vallejo nació en 1942, año de la

49 Cf., p. 111.50 Cf., El desbarrancadero, pp. 177-178.

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muerte de Barba-Jacob). Esta distancia con respecto a sus contemporáneos es otra característica de la literatura de vanguardia de Vallejo: él no tiene contemporáneos, y quienes escriben en su generación no le interesan como le interesaron Cuervo, Silva y Barba-Jacob. En algunas alusiones suyas a escritores de su tiempo puede verse cómo Vallejo levanta ese muro de distancia y soledad que es necesario para la creación de cosas nuevas. En esta sección hago énfasis en el hecho de que Vallejo es uno de los principales estudiosos de la literatura colombiana, y que, gracias a ello, tiene plena conciencia del lugar que su obra ocupa en ella. Sus diatribas y su prestarse a veces confunden a quienes reciben sus dardos. Con todo, Fernando Vallejo es un conocedor y su obra se compone tanto de creación como de investigaciones literarias. Comprender las segundas ayuda a comprender la primera.

Lo primero que llama la atención es que Vallejo haya dedicado sus estudios literarios más sistemáticos a dos poetas, puesto que él nunca ha publicado versos. En sus entrevistas repite con frecuencia que las rimas y los metros se agotaron hace rato. El adorador de poetas es, pues, prosista. Otra explicación se halla en El fuego secreto. Luego de narrar su único concierto de piano, “impecable”, de recibir la ovación y de retirarse sin encore, concluye:

[…] esto se acabó. Si no tengo música propia en el alma, me retiro, me voy al diablo. No nací para repetir lo que escribieron otros. Que lo repita un loro y que lo grabe un disco. Y adiós. Tal es la historia de mi soberbia, de mi fracaso. Lo que sigue son variaciones sobre el mismo tema, sueños vueltos humo y humo recuerdos.51

¿Escritor sin música? No realmente. Su prosa no es solamente la de un ejecutante impecable y es poética de una manera que él inventó. A Silva y Barba-Jacob lo unen la sensibilidad y los temas. De Silva es Juan Fernández de Sotomayor, el protagonista en De sobremesa, capaz de hablar así:

¡Ah! Vivir la vida… eso es lo que quiero, sentir todo lo que se puede sentir, saber todo lo que se puede saber, poder todo lo que se puede… Los meses pasados en la pesquería de perlas, sin ver más que la arena de las playas y el cielo y las olas verdosas, respirando a pleno pulmón el ambiente yodado del mar; las temporadas de orgías y de tumulto mundano en París; los meses de retiro en el viejo convento español, entre cuyos paredones grises solo resuenan los rezos monótonos de los frailes y las graves músicas del canto llano; la permanencia agitada en el escritorio de Conills, con mi fortuna comprometida en el engranaje vertiginoso de los negocios yankees, y la cabeza llena de cotizaciones y de cálculos, en pleno hardwork; las suaves residencias en Italia…52

51 Cf., El fuego secreto, p. 170.52 José Asunción Silva, De sobremesa, edición del Círculo de Lectores, Bogotá, 1984.

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Vallejo, en el horizonte literario de un siglo después, escribe pasajes bastante similares:

Ya al abuelo y a Santa Anita hacía mucho que se los había llevado el gran río. Cuando él tocaba “María Cristina” en su dulzaina yo era un niño lleno de futuro; cuando la oí de nuevo en el parque ya era un hombre lleno de pasado. Sumado lo uno y lo otro el resultado da igual: yo, la misma mísera cuenta. Álgebra elemental, de la que aprendí en la secundaria. El futuro todo está en el pasado y la absoluta tristeza en la absoluta felicidad.53

El suicida canta a la vida y el sobreviviente a la muerte. Se parecen en el fondo: someten sus vidas opuestas a la operación literaria, cada uno a su manera y en su ley. Barba-Jacob vivió en la cresta de las vanguardias latinoamericanas, al garete, y escribió cosas como esta:

Señora, buenos días; señor, muy buenos días…Decidme, ¿Es esta granja la que fue de Ricard?

¿No estuvo recatada bajo frondas umbrías?¿No tuvo un naranjero, y un sauce y un palmar?

El viejo huertecito de perfumadas grutasdonde íbamos… donde iban los niños a jugar,

¿no tiene ahora nidos y pájaros y frutas? Señora, ¿y quién recoge los gajos del pomar?54

Vallejo, cosas como estas:

Volvía a estar contigo, en tu casa del barrio de Manrique, la casa que tenías cuando compramos Santa Anita […] Volvía a estar feliz, contigo, pero tras el sueño feliz venía el frío amanecer […] El sol tacaño de Bogotá llegaba a nuestro patio en unos débiles rayos. Mi recuerdo adolorido por tu ausencia, abuela, empieza a tiritar.55

La obra investigativa de Vallejo está escrita en la misma ley que su obra creativa. En aquella también imperan la diatriba y la nostalgia. El mensajero, sobre Barba-Jacob, escrito dos veces,56 es una investigación exhaustiva tras los pasos del poeta. Vallejo entrevistó parientes y amigos sobrevivientes de Barba-Jacob en Colombia, Venezuela, Perú, Cuba, México, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y otros países. Consultó hemerotecas y archivos personales y leyó todo lo disponible sobre el poeta antioqueño. Vallejo deja ver en sus libros su admiración por Barba-Jacob, vida y letras, y a veces pareciera que comparte con

53 Cf., Fernando Vallejo, Los días azules, pp. 109-110.54 Porfirio Barba-Jacob, Parábola del retorno, primeras dos estrofas.55 Cf., Los días azules, p. 76.56 Fernando Vallejo, Barba-Jacob – El mensajero, México, Séptimo Círculo, 1984; reescrito como

El mensajero: una biografía de Porfirio Barba-Jacob, Bogotá, Alfaguara, 1991.

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el poeta un mismo tipo de obsesión por el pasado, e incluso recuerdos que son en el fondo iguales:

Allí, en ese café […] círculos de asombrados oyentes le oyeron referir [a Barba-Jacob] sus historias, truculentas, fantasiosas, desvergonzadas historias de un pasado que engrandecía su memoria. Remontándose por “los cauces del tiempo”, iba del marinero de ojos verdes que había raptado en un buque del Pacífico, a ese remoto viaje de su niñez a Sopetrán, a cuyo regreso florecieron en la casa de la abuela las astromelias.57

Vallejo se precia de haber descubierto quién es la “dama de los cabellos ardientes” de Barba-Jacob: la marihuana. Al cabo de los ires y venires del poeta por el mapa del vanguardismo latinoamericano, es de la marihuana que Vallejo toma su conclusión:

Miguel Ángel Osorio o Ricardo Arenales o Porfirio Barba-Jacob o como se llame y quien sea, que fue conservador y liberal, zapatista y antizapatista, burgués y comunista, gringo y antigringo, que supo lo huecas y vanas que son las palabras y qué cambiantes y necias las verdades humanas, moralista, inmoralista, ortodoxo, heterodoxo, partidario del Espíritu Santo y de Nuestro Señor Satanás, ángel y demonio, que estuvo cuatro veces en Cuba, dos en Guatemala, una en Costa Rica, tres en Honduras, dos en El Salvador y que tuvo dos patrias en lugar de una, y a la postre ninguna, que escribió un centenar de poemas e infinidad de artículos, firmados y no firmados, en infinidad de periódicos de no sé cuántos países para decirse y desdecirse en su múltiple, inestable, inasible verdad de humo, ¿de veras existió? […] ¿No será más bien acaso el invento de un novelista tramposo, una ficción? No. En absoluto. Barba-Jacob existe, existió. Y lo aseguro yo que lo he seguido por años […] lo veo en ligeros trazos de humo con su espíritu burlón y su boquilla de ámbar, fumando, esfumándose, etéreo, huidizo, escurridizo, como un duende travieso, como el humo de una cita de otra cita de otra cita, recuerdos que son olvido: ése, ése es él, ya lo he encontrado. Barba-Jacob es humo.58

Chapolas negras es un contrapunto de dos fuentes principales: la poesía de Silva y el diario de cuentas de su almacén. La biografía discurre en la tensión manifiesta entre esos dos cuerpos de escritos y notas, en el contrapunto entre las ideas poéticas más hermosas y la serie infinita de cuentas por pagar. Pero Vallejo no trata esa tensión con la conmiseración usual. En lugar de una comprensión romántica del poeta romántico, en lugar de ver al creador como la víctima de su sociedad e incomprendido entre contemporáneos mundanos, Vallejo se admira y se regocija en ese “sableador” por excelencia. Es decir, el Silva maestro en pedir prestado para no pagar (igual que Barba-Jacob). Silva vivió como un aristócrata en la más definitiva bancarrota, y en ello también ve Vallejo la grandeza del poeta, hábil, a su manera, en la vida.

57 Cf., El mensajero, p. 21.58 Cf., Fernando Vallejo, El mensajero, pp. 411-412.

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Otra contribución original de Chapolas negras es su tratamiento de la madre de Silva, Vicenta Gómez. El anterior biógrafo, Enrique Santos Molano, presa del culto colombiano por las madres, vio en ella a una santa. Vallejo la pone en su lugar: inconsciente, vanidosa, mundana, salonera, egoísta y obtusa, la mujer nunca supo quién era su hijo. Vicenta es otra Lía, la madre de Vallejo, la Loca, la mandona egoísta, tirana de todos en El desbarrancadero. Y como Colombia, mezquina. Bogotá, la ciudad hostil que arrinconó a su mejor poeta, que se burlaba de él, de José Presunción Silva, de Silva Pendolfi (de pendejo). Los comensales y amigos más queridos de Silva eran parientes en primer grado de sus acreedores más implacables. Sus propios parientes desesperaban con el poeta dandy en quien se perdía la plata y los negocios fracasaban. Tiempos de burguesía ascendente que no hacía más que mandar sembrar tabaco y café (malezas, dice Vallejo), comprar y vender enlatados, trapos y armatostes europeos. Y entre ellos, el comerciante de mayor gusto, el tendero más elegante, el mejor poeta que ha dado el país, el que se “gastó unas de las rimas que aún quedaban por chotear, y de las más bellas”.59

Así, pues, contando desde Logoi, tributo a Rufino José Cuervo y obra propia de este país de filólogos, y hasta Barba-Jacob, Vallejo es el estudioso más profundo de aquello que en la literatura colombiana cabe entre Jorge Isaacs y León de Greiff. Y es justo por los tiempos de De Greiff que empieza el hiato en las investigaciones literarias de Vallejo para dar lugar a su propia obra, a El río del tiempo, escrita en primera persona del singular, modo de diatriba y escala musical propia. Esta es la disyuntiva de la contemporaneidad, el punto en que se hace necesario tomar uno de dos caminos: o se dedica uno a comprender a sus contemporáneos, a alcanzarlos, o se adentra por caminos nuevos. Vallejo hizo esto último y para lograrlo debió separarse de sus contemporáneos. Sobre los nadaístas, sus mayores por media generación, escribe en un rincón de su río:

Sí, ahí estás en [el bar] El Cisne […] este Cisne donde han venido a dar los nadaístas expulsados de Medellín por sacrílegos. A ver, ¿qué derecho tienen estas ratas, estos cerdos, a cruzarse por mi vida? Todo lo escupieron, todo lo insultaron, todo lo empuercaron, y a cambio ¿qué? Dos o tres dizque poemas escribieron en que ponían jirafa con ge y Egipto con hache y jota. ¿Qué tiene que hacer una jirafa con ge en Egipto, animales, como no sea en un circo? En Egipto, bestias, hay cocodrilos como aquí hay caimanes que ahora suben remontando el río mientras de una pared, en el cuarto de mi abuela, en Santa Anita, cuelga la Santísima Trinidad, y en el vestíbulo de mi casa de la calle del Perú, la nuestra, Cristo de perfil mira ponerse tras unas nubes la luna, cuya tenue luz le baña la cara.60

59 Cf., Fernando Vallejo, Almas en pena, chapolas negras, p. 17.60 Cf., Fernando Vallejo, Los días azules, pp. 207-208.

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Y también sumido en el hiato, Fernando González. ¿Qué del maestro, del viejo antioqueño de quien todos querían opiniones? Vallejo le tenía una pregunta, pero nunca pasó a hacérsela:

¿Habré de ver una de estas míseras noches en que regreso, desolado del café Miami a Santa Anita, habré de ver al maestro González paseándose frente a su finca de Otraparte por la carretera, en pelota, escandalizando viejas? Claro que no. Vivo no lo habré de ver, muerto lo conoceré en una foto: lleva puesta una boina vasca. Filósofo chocarrero, viejo payaso en esta tierra de payasos, te me fuiste la otra tarde en tu Otraparte sin avisar, sin esperar mi visita, sin que alcanzara a llegar a preguntarte lo único que me interesa: “Maestro, ¿qué opina de esta raza hijueputa?” “Joven, usted lo ha dicho”, me habrías contestado.61

Se conoce lo que proclama Vallejo a los cuatro vientos sobre García Márquez: que no sabe escribir. Y poco ha dicho sobre Carrasquilla, tan presente con su Simón el mago en Los días azules y comidilla en El fuego secreto. La obra de Vallejo hace parte de una rica tradición literaria, que él conoce mejor que nadie: Cuervo, Silva, Carrasquilla, Barba-Jacob, Fernando González, nadaístas al diablo y García Márquez al demonio. Por supuesto que ya no se puede escribir como Silva, quien “se gastó las últimas rimas que quedaban”; ni como Barba-Jacob, quien en forma de humo sigue vivo; y ciertamente no como los nadaístas, que escriben jirafa con ge. Hace falta, pues, escribir como Vallejo. ¿Y eso cómo es? Por ahora, incluyo unas notas generales antes de traer a colación La Virgen de los Sicarios. Me refiero a la materia prima, la estructura, el método y el tono de esta prosa nueva.

La materia prima de El río del tiempo y de sus otras obras es la misma de la vida de muchos antioqueños más o menos contemporáneos de Vallejo y alcanza a ser plenamente reconocible por los de la generación siguiente. La tía abuela que vive en la casa de los abuelos, la finca propia o cercana, pesebres, pólvora y globos, el barrio, su granero, el carro familiar legendario, procesiones y misas eternas, la geografía de Medellín y la de Antioquia, la mudanza desde el centro, y luego la nueva mudanza, el pariente mafioso, la llegada del ruido al barrio, los semáforos atestados de inmigrantes, los matones y los políticos nefastos en la televisión. Fue amasando esta materia que Vallejo hizo descubrimientos literarios. Materia transformada, claro está. Lo interesante de la prosa rememorativa de Vallejo es que nunca puede saberse cuándo salta la liebre y los recuerdos se vuelven ficción. Y no puede saberse porque esto sucede en el reino de los matices, de los giros, del tono. Ante todo recuerdo cada quien se planta en su presente. Que no tuve

61 Fernando Vallejo, El fuego secreto, Bogotá, Alfaguara, 2004, p. 235 (primera edición, 1985).

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miedo, que fui yo quien avanzó, que, viéndolo bien, debió quererme. Este es el humo perpetuo de Barba-Jacob, el humo perpetuo de Vallejo. Recuerdos que son olvido.

¿Cómo están construidos los libros de Vallejo? ¿Tienen estructura, partes, plan? No. Ninguno de ellos tiene subdivisiones (solo Logoi, que es un catálogo de formas del lenguaje literario). Ni tan siquiera las biografías de Barba-Jacob y Silva tienen tabla de contenido, plan argumentativo, disposición preliminar de la información recolectada. Chapolas negras es un mamotreto (así lo llama Vallejo) sin separaciones ni capítulos. Tiene tono y tino, que son otras cosas, avanza y se lee con fluidez. Se puede leer a saltos, por pedazos, que es una gran ventaja. Como en todo Vallejo, hay repeticiones y relanzamientos de cosas ya dichas. Nada que sugiera un plan argumentativo. El plan está en la investigación, en las excursiones a los archivos y en las entrevistas planeadas durante años para llenar vacíos. A la hora de escribir, el día a día. Vallejo parece cifrarse en sus impulsos diarios de escritor, incluso en sus trabajos eruditos. El último punto de la víspera le permite recomenzar la escritura cada mañana:

¿Qué más quisiera yo que el libro mío fuera sólido, compacto, cual piedra para descalabrar y que solo pasara en Medellín con su unidad de tema, tono, tiempo y espacio, en el curso de un año? Pero el destino, mal novelista, tira por la borda las unidades clásicas y nos dispersa, por aquí, por allá […] Y hace que se cruce por el camino de uno el mismísimo Sartre, y que sea un personaje accesorio, un comparsa. ¿Lo ven?62

La estructura en la literatura de Vallejo no está en cada libro, sino en todos sus libros juntos, que son, de uno a otro, un ir y venir por sus recuerdos. Calculo que esa estructura de libros sumados, armados unos sobre otros, es posible porque a Vallejo lo entretiene mucho leerse a sí mismo. Esta manía es también método. Esto explica las proyecciones precisas de un libro en otro. En Años de indulgencia hay mucho del tiempo pasado en Nueva York con su hermano Darío, y allí están sus más insistentes, maniáticas diatribas contra los negros, regadas entre las páginas 30 y 70 (edición de Alfaguara, 2004). Estas diatribas provienen a más tardar de 1989, año de la primera edición. Pero el plumazo final viene doce años después, en El desbarrancadero, de 2001: “A los negros heroinómanos de Nueva York no los odio por negros ni por heroinómanos ni por ser de Nueva York sino por su condición humana”.

62 Cf., El fuego secreto, p. 120.

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Vallejo hace suceder pasajes y pasajes inconexos que recuerdan aforismos, pasajes hechos con jirones de recuerdos que se suceden sin orden ni estructura. Recuerda al escribir, y de libro en libro repite recuerdos. No recuerda apenas, no recuerda en bruto. Lee y relee los recuerdos que ya escribió, y les da vueltas. Arma un edificio de recuerdos escritos y reescritos. Calculo que entre 1989 y 2001 lo habrán acusado de racista cien veces. Su juego con la crítica, los medios y sus lectores, su prestarse, también son insumos de esa arquitectura armada libro a libro. Y acaso también la arquitectura de su vida: harto de limpiar inodoros en Nueva York en 1989, misántropo llegando 2001, misántropo a los cuatro vientos camino de 2002, año de La rambla paralela: “El viejo detestaba a los pobres, a los defensores de los derechos humanos, a los médicos, los abogados, los blancos, los negros, los curas, las putas y las parturientas le sacaban rayos y centellas […] El viejo era un insensato, un irresponsable, un inconsciente, un loco”.63 En fin: “La literatura es así, e igual la vida: uno no es, ni vive, ni escribe lo que quiere, sino lo que puede”.64

En cuanto al tono de los libros de Vallejo, él se aprecia muy bien en su humor, ya maduro en El fuego secreto y arrollador en Años de indulgencia: “Decime Salvador una cosa –le increpé– ¿no se te hace una locura hacer una fiesta con puro viejo y sin un muchacho? ¡Ni que fueras una sucursal del Arlequín!”.65 El humor no está en sucursal ni en Arlequín, sino en “decime Salvador”. En el circunloquio de tono para increpar, el planteamiento de diálogo cuando no hay tal sino la contraposición de la razón de Vallejo con la sinrazón de su personaje, todo con la mayor cortesía, la mayor ironía. Vallejo interpela a sus interlocutores en sus libros, quienes solo hablan por su boca. Estas frases son como las de la abuela: “Decime una cosa muchacho, ¿nunca se te ha antojado casarte?”. Es humorística la forma en que Vallejo tuerce la sintaxis de la abuela. Y lo es más cómo interroga con esa forma a los habitantes de sus recuerdos: “El padre Pérez sostiene que se puede hacer en paz la revolución. –¿Cómo padre?”.66

Hasta aquí: Vallejo no es un Céline suramericano. Su arte literario se alimenta en escritores de todo el mundo, pero se ancla ante todo en la tradición colombiana, que conoce con profundidad. Dos son las razones de esto último: por una parte, Vallejo es un obsesivo de Colombia; ella es su mayor abstracción.

63 Cf., La rambla paralela, p. 35.64 Cf., El fuego secreto, p. 252.65 Cf., p. 122.66 Cf., Años de indulgencia, p. 110.

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Por otra parte, es un conocedor profundo de la literatura colombiana, que es la que más le interesa, a juzgar por sus biografías sistemáticas, su recelo agresivo frente a los escritores de su generación y por la presencia permanente de Cuervo y Carrasquilla, de Silva y Barba-Jacob, en El río del tiempo. Pocos recuerdan esto cuando oyen a Vallejo prestándose en los medios y diciendo lo que no se quiere oír: cuando grita que García Márquez no sabe escribir y cuando pronuncia imperativos no categóricos contra pobres y papas. Con todo, la literatura de Vallejo es la obra de un estudioso sistemático y, particularmente, de un escritor que se ha apropiado de la tradición escrita de su país y ha creado algo nuevo con pleno conocimiento de lo que hace. La obra de Fernando Vallejo es el último capítulo en la literatura colombiana y uno de los más interesantes que hoy se abren en la literatura de todas partes.

Cuatro conclusiones con La Virgen de los Sicarios

La Virgen de los Sicarios puede leerse como el compendio renovado de las ideas y las formas literarias inventadas por Vallejo. Ella fue un ejercicio y también un logro mayor. En esta última sección quiero recapitular los cuatro argumentos anteriores con respecto a La virgen y llevarlos a mayores consecuencias. La novela empieza con otros días azules: Santa Anita, el globo de ciento veinte pliegos y la casa de la calle Perú. El globo de candileja encendida se parece al corazón sangrante de Jesús (del que había una copia en aquella casa), a quien está consagrada Colombia, “la sangre que derramará Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos, amén”. Y luego: “¿Pero por qué me preocupa a mí Colombia si ya no es mía, es ajena?”. En el siguiente párrafo, tercera página, aparece Alexis, en días que ya no son azules, sino oscuros. A vuelta de página aparecen los pobres, que lo que mejor saben hacer es “pedir, pedir, pedir, amén de parir hijos”. Para volver por última vez al azul de aquel pesebre de Navidad en una casita de Sabaneta, visión tan feliz que “parpadeaban las estrellas incrédulas: no podían creer lo que veían, que aquí abajo, por una simple carretera, pudiera haber tanta felicidad”. Siete páginas más adelante aparece una alusión a los gramáticos colombianos, o más bien a “este país que fuera de gramáticos, años ha”, quienes podrían corregir su “presuntez”. “Yo me quedé pensando en Rufino José Cuervo, y lo mucho de agua que desde entonces había arrastrado el río”. Los gramáticos se acabaron junto con Santa Anita y el último día azul.

La Virgen está novelada, su tiempo ficticio es modelado y hay en ella expectativa de novela camino de su desenlace. Con todo, ella también hace parte del río del tiempo de Vallejo. Pasados los días azules, el Medellín de la juventud

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sepultado y los últimos amores de La Virgen abaleados, el río se ensanchará en El desbarrancadero. Allí llegará el desenlace de haber “arrastrado a mi hermano a mi destino”, el exorcismo de la madre, la Loca tirana, la inyección de eutanal en el suero del padre agonizante y la sentencia definitiva contra el hermano menor, el Gran Güevón. Luego, en La rambla paralela, el río desembocará en el mar, igual que la famosa rambla de la ciudad mediterránea donde ocurre la acción del libro. La Virgen corresponde a un retorno largo a Medellín, por la época en que su hermano Darío se moría. La Virgen, luego de Los días azules y El fuego secreto, es nostalgia de tiempos recientes, vividos en una ciudad de vértigo: “Wílmar no lo podía entender, no lo podía creer. Que alguien llorara porque el tiempo pasa”.67

En La Virgen tanta nostalgia no es producida por el pasado perdido, es nostalgia ante el presente, ante el futuro, ante el tiempo mismo. Luego de Entre fantasmas, el regreso de Vallejo en La Virgen completa toda la dimensión de su nostalgia: es nostalgia sin tiempo. Su obra empezó recordando los días azules y termina con una profecía de futuro y un adolorido sentir del presente propio, el de Alexis, de la madre de Alexis, de Wílmar, del cadáver de un bebé en la morgue, de Medellín y de Colombia. Vallejo en La Virgen ya no rememora, sentencia y profetiza. Hay al comienzo un globo rojo de ciento veinte pliegos echado en el jardín de Santa Anita, pero eso ya no importa. Al final del libro el dolor por el presente ha sepultado la nostalgia del pasado. Y no falta el futuro: Fernando en la terminal de buses, luego de reconocer a Wílmar en la morgue, camina entre muertos que aún no saben que están muertos. Él sí lo sabe, pues ya no mira al pasado sino a un futuro vacío. En La Virgen de los Sicarios la nostalgia de Vallejo se ha convertido en profecía. También en La Virgen, como en El río, se presta Vallejo, presta su persona y su entidad moral. Solo que en La Virgen lo hace de una manera mucho más profunda. Ya no calcula sentencias insoportables para oídos colombianos que proclama de brazos cruzados ante un micrófono, de cara al piso. No, en La Virgen presta toda su entidad moral, su humanidad entera. No se trata aquí de la gran meretriz de Babilonia, de imposturas de físicos alemanes ni de la hipocresía nacional. Se trata ahora de todo su ser moral:

Afuera del Salón Versalles, que es una cafetería, estaba la otra tarde un niño oliendo sacol, que es una pega de zapateros que alucina. Y de alucinación en alucinación acaba por empegotarte los pulmones hasta que descansas del ajetreo de esta vida y sus sinsabores y no vuelves a respirar más smog. Por eso el sacol es bueno. Cuando vi al

67 Cf., La Virgen de los Sicarios, p. 139.

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niño oliendo el frasquito lo saludé con una sonrisa. Sus ojos, terribles, se fijaron en mis ojos, y vi que me estaba viendo el alma. Claro que Dios existe.68

Es Vallejo quien sonríe ante el horror y afirma que el mal es bueno, solo para ser demolido por la mirada del niño, por la negra luz del mal. Aquí Vallejo toca en el fondo de su angustia moral, y ya no juega a medirle el aceite a la moral pública, hipócrita y perezosa. Juega a demonio y sale fulminado. Aquí Vallejo se presta todo él, como un redentor. ¿Se regocija ante un niño abandonado entre los hombres? No, solo actúa hacerlo. Suplanta al diablo ante nosotros sus lectores, y al hacerlo se presta como un redentor, como los Cristos de este mundo.

Una vez más, Colombia y Medellín por todas partes, y nada del Hombre, ni de la humanidad, ni del mundo. Luego de la muerte de Alexis: “En mi desierto apartamento sin muebles y sin alma, solo, me estaba muriendo, rogándoles a los de la policlínica que le cosieran, como pudieran, aunque fuera con hilo corriente, a mi pobre Colombia el corazón”.69 Y no es cosa de sentimentalismo solamente, sino de conocimiento, de prestar atención: “Yo sé más de Medellín que Balzac de París, y no lo invento: me estoy muriendo con él”, explica Vallejo.70 Y no sabe lo mismo de otros lugares, y si lo sabe no le importa. Al diablo con París, con Occidente y con Europa, por dos razones. Porque le interesan más Medellín y Colombia, cosa natural frecuentemente olvidada por nuestros balzaques, y porque, cosa sorprendente, esta es la única manera de crear cosas nuevas. No se hace pan con pan. Si la literatura de Vallejo es del mundo es gracias a que no cree en el universo, ni en centros de cultura, ni en la decanatura de Balzac o Céline. Solo cree en lo que ve y en lo que ha vivido, y eso queda en Colombia.

En La Virgen, también abundan los imperativos no categóricos, ya no solo como sentencias sino como acciones. Actos no categóricos, crímenes, en los que participa Fernando al lado de Alexis como un nuevo Virgilio al lado de otro Dante, de paseo en el infierno. Acabado de conocer Alexis en el cuarto de las mariposas, suena la música estridente del vecino punkero. Alexis lo mata de un tiro, instigado por Fernando. “¿La solución para acabar con la juventud delincuente? Exterminen la niñez”. Una vez más Vallejo se defiende de las acusaciones y los ceños fruncidos de sus lectores: “¿Yo un presunto sicario? ¡Desgraciados! ¡Yo soy un presunto gramático!”.71 En La Virgen, las investigaciones morales de Vallejo

68 Cf., pp. 105-106.69 Cf., p. 127.70 Cf., p. 58.71 Cf., p. 62.

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van más allá de la reivindicación del derecho a ser y decir; más allá de la cruzada por la individualidad en un país donde la esfera pública está teñida de miedo y de muerte y velada por hipocresías, algunas más sofisticadas y cínicas que otras. En La Virgen, Vallejo construye una fábula que no deja lugar a dudas: sus enunciados no categóricos (exterminen la niñez, envenenen el agua de los pobres) son a las claras operación literaria realizada a partir de una moralidad que ahora se revela hondamente categórica, como sepultada por estratos geológicos. Cada vez que habla de sus días de pianista Vallejo recuerda su oído absoluto. Tiene algo parecido en el sentido moral: no absoluto, pero sí hipersensible, capaz de aprehender tonos y timbres de forma poco común. Un sentido moral permanente, nunca en latencia, cansado desde la infancia y, sin embargo, en forma. ¿Atrofiado? No, utilizado para hacer literatura.

De esa sensibilidad incontrolada, hipertrófica, quedan testimonios contundentes en La Virgen. Su viaje a Santo Domingo Savio para hablar con la mamá de Alexis recién muerto: “Hasta allá subí a buscar a la mamá de Alexis y de paso a su asesino […] Sentí una inmensa compasión por ella, por sus niños, por los perros abandonados, por mí, por cuantos seguimos capotiando los atropellos de esta vida”.72 Es decir, compasión inmensa y genuina por una mujer embarazada, rodeada de niños, pobre y en quien no reconoció “un solo rasgo de Alexis, nada pero nada de su esplendor”.73 Compasión inmensa hacia el objeto más frecuente de sus peores diatribas no categóricas. Moralidad categórica que subyace a su operación literaria.

La Virgen de los Sicarios es una novela por dos razones significativas en sí mismas (que sea novela u otra cosa es lo menos importante). Primero porque en ella Vallejo modeló el tiempo como no lo hizo en su río del tiempo. En La Virgen el tiempo es premeditado. Ella se hace novela en su última parte, a partir de la muerte de Alexis. Hasta entonces es como el río, escritura de día a día con interjecciones y diatribas al paso, recuerdos más o menos reales, más o menos manipulados en el arte de escribir. La novela empieza cuando se oculta y se anuncia, en pulsaciones, que el asesino de Alexis es Wílmar, que Fernando querrá matarlo, que no podrá, que Wílmar también morirá, ¿cómo, cuándo, dónde, a manos de quién? ¿Y luego? ¿Qué será de Fernando? Hacia el final La Virgen se hace cada vez más novela: se comprende que Wílmar morirá en las pocas horas que lo separan de una felicidad imposible, que no escapará de Medellín con Fernando, que morirá mientras Fernando lo espera sin esperanza.

72 Cf., p. 125.73 Cf., p. 124.

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Así, pues, Vallejo se tomó el sorprendente trabajo de construir una novela. Lo interesante es que al hacerlo anudó todos los cabos de su río del tiempo. Su nostalgia se vuelve profecía; su habitual prestarse para el escándalo en los medios alcanza aquí el calibre de una parábola redentora; su obsesión colombiana es convertida en literatura para traducir a todos los idiomas; las diatribas morales no categóricas se revelan como la operación literaria a que es sometida una moralidad hiperestésica. Y, por último, la gran respuesta, en clave de novela, a una de esas preguntas con que la ciudad siempre ha interrogado a sus sabios, pues para eso los tiene. ¿Qué hará Fernando cuando tenga al asesino de su amor inerme, dormido a su lado, a su merced? ¿Lo matará, lo perdonará? ¿Cómo se pone fin a la violencia? ¿Qué hace falta hacer para escapar de la rueda de fuego?

Entonces descubrí lo que no sabía, que estaba infinitamente cansado, que me importaba un carajo el honor, que me daba lo mismo la impunidad que el castigo y que la venganza era demasiada carga para mis años […] Wílmar era como yo, de los que dejábamos pasar, perdonavidas.74

No es Fernando quien va a la morgue a reconocer, para no verlo nunca más, el cuerpo de Wílmar. Quien va es “el hombre invisible”:

El hombre invisible pasó. Era una sala alta, espaciosa, la de necropsias, con unas treinta mesas de disección ocupadas todas por los del último turno. Todas, todas, todas y todos eran hombres, y casi todos jóvenes […] Entonces lo vi, sobre una de esas mesas, uno más entre esos muertos inertes, fracasos irremediables. Ahí estaba mi Wílmar, mi niño, el único… Me acerqué un instante a esos ojos verdes y vi reflejada en ellos, allá en su fondo vacío, la inmensa, la inconmensurable, la sobrecogedora maldad de Dios.75

Ante el horror supremo, el del amor inerte y asesinado, ya no hay Fernando que lo resista. Su sustancia se hace incorpórea, invisible. Ante el vacío y el horror de la violencia es mejor dejar de ser, aunque sea por un tiempo. Es mejor dejar de ser que matar, mandar matar, soñar con matar. Luego, si se puede, callar, caminar hasta la terminal de buses, tomar uno cualquiera, sentarse a la ventana y dejar pasar el tiempo.

74 Cf., p. 165.75 Cf., pp. 170-171.

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Cronología de publicación de las obras de Fernando Vallejo

1. Un hombre y un pueblo, documental, 1968.

2. Una vía hacia el desarrollo, documental, 1969.

3. Crónica roja, película, 1977.

4. En la tormenta, película, 1980.

5. Barrio de campeones, película, 1981.

6. Logoi: una gramática del lenguaje literario, 1983.

7. La derrota, película, 1984.

8. Barba-Jacob— El mensajero, 1984.

9. Los días azules, 1985.

10. El fuego secreto, 1985.

11. Los caminos a Roma, 1985.

12. Poemas de Porfirio Barba-Jacob, recopilación y anotación, 1985.

13. Años de indulgencia, 1989.

14. Entre fantasmas, 1993.

15. El mensajero— Una biografía de Porfirio Barba-Jacob, 1991.

16. La Virgen de los Sicarios, 1994.

17. Almas en pena, chapolas negras, 1995.

18. Cartas de José Asunción Silva: 1881-1896, recopilación y anotación (con una introducción de Gabriel García Márquez), 1996.

19. La tautología darwinista y otros ensayos de biología, 1998.

20. El desbarrancadero, 2001.

21. La rambla paralela, 2002.

22. La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo, película documental de Luis Ospina, con guión y adaptación de Fernando Vallejo, 2003.

23. Manualito de imposturología física, 2004.

24. La puta de Babilonia, 2007.

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bibliograFía consultada • Ignacio Arizmendi Posada, Presidentes de Colombia, 1810-1990, tomo anexo a la

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• Álvaro Camacho Guizado, “Uribe, Vallejo, Colombia”, en El Espectador, semana del 13 al 19 de mayo de 2007.

• Rufino José Cuervo, Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, Bogotá, Arnulfo Guarín, 1867-1872.

• César Jaramillo, “Fernando Vallejo y la Iglesia”, en El Tiempo (3 de julio de 2007), Bogotá.

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• J. G. A. Pocock, The Macchiavellian Moment – Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition, Princeton University Press, 1975.

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• José Asunción Silva, De sobremesa, edición del Círculo de Lectores, Bogotá, 1984.

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• Luis Aristizábal, “Subversión de la realidad”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, volumen 27, número 23 (1990), pp. 101-102, Bogotá.

• Michel Bibard, “La realidad ya no es maravillosa ni mágica”, en Gaceta, número 42-43 (enero-abril, 1998), Bogotá.

• María Elvira Bonilla, “Socavón de nostalgia”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, volumen XXIII, número 63 (1986), Bogotá.

• Andrés Burgos, “Postal para don Fernando o de cómo conocí al ogro”, en El Malpensante, número 23 (junio 15-agosto 15, 2000), Bogotá.

• José Chalarcá, “El arte de la biografía”, en Consigna, volumen 10, número 292 (febrero, 1986), pp. 46-47, Bogotá.

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índice de temas

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sobre los autores

Deisy Yanira Camargo Galvis

En el 2005 se graduó como matemática de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y recientemente como Maestra en Historia de la Universidad de los Andes. Como matemática se interesa en las áreas de probabilidad, procesos estocásticos, teoría de riesgo y teoría del interés y, en la rama del álgebra, en la teoría de cuerpos finitos. Como historiadora se interesa en la historia de la matemática en la Colombia del siglo XIX, así como en la creación y fortalecimiento de programas universitarios de matemáticas en América Latina.

Luisa Rivière Viviescas

Es graduada de la carrera de Historia de la Pontificia Universidad Javeriana y actualmente escribe su tesis de Maestría en Antropología en la Universidad de los Andes. Se interesa por la historia cultural, la antropología cultural, el siglo XIX colombiano, la historia de la educación y, en particular, las luchas por el logro de la plena ciudadanía en Colombia.

Adriana Díaz

Estudió Lingüística y Literatura en la Universidad Distrital, en Bogotá, y se graduó recientemente de la Maestría en Historia en la Universidad de los Andes. Le interesan la relación entre prensa y modernidad en el siglo XIX y el estudio de la cultura escrita en el siglo XIX colombiano.

Paula Ila

Cursó la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires., y recientemente se graduó de la Maestría en Historia en la Universidad de los Andes. En su tesis de maestría trató el tema de

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294 Sobre loS autoreS

la memoria de la infancia en escritos autobiográficos, con especial atención al impacto del conflicto armado y la construcción de la memoria familiar como un acto de resiliencia ante él. Hoy se interesa en profundizar su reflexión sobre la historia de la infancia en Colombia a partir de otras fuentes, tales como archivos judiciales, prensa, diarios, cartas y otros escritos autobiográficos inéditos.

Alejandra Valverde

Es antropóloga de la Universidad de los Andes, con Maestría en Antropología de la misma universidad. Hoy se dedica a recopilar información arqueológica sobre momias colombianas, restos humanos prehispánicos (datos generales, deformación craneal, perforaciones rituales, etc.) y a recopilar un archivo de fotografías de muertos de finales del siglo XIX y principios del XX. Sus campos de trabajo son la antropología física y la bioarqueología

Lina Martínez

Se graduó en Literatura e Historia de la Universidad de los Andes y recientemente inició su doctorado en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Pennsylvania. Sus campos de interés son la historia intelectual y la literatura latinoamericana contemporánea.

Juan Camilo Aljuri

Se graduó como historiador de la Universidad de los Andes, donde también cursó la Maestría en Historia. Actualmente trabaja en el programa “Historia Hoy: Aprendiendo con el Bicentenario de la Independencia”, auspiciado por el Ministerio de Educación Nacional. Sus intereses investigativos incluyen la relación entre el cine y la historia, la resolución de conflictos, los estudios sobre la pobreza y la apreciación del cine en relación con todos estos temas.

Sergio Mejía

Estudió biología en la Universidad de los Andes, cursó la Maestría en Historia en la Universidad Nacional de Colombia e hizo su doctorado en historia en la Universidad de Warwick, en el Reino Unido. Desde 2007 trabaja en el

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Sobre loS autoreS 295

Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, donde está a cargo de los cursos de Introducción a la Historia, Historia de Colombia en el siglo XIX e Historia de América Latina en el siglo XIX. Su trabajo investigativo se concentra en la historia de la historia y en la historia de la cultura escrita en

Colombia, América Latina y América en general.

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Este libro se terminó de imprimiren octubre de 2009,

en la planta industrial de Legis S. A.Av. Calle 26 Nº 82-70 Teléfono: 4 25 52 55

Apartado Aéreo 98888Bogotá, D. C. - Colombia

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