gustavo morales - ramiro ledesma y la rebelión europea - falange española

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RAMIRO LEDESMA Y LA REBELIÓN EUROPEA Gustavo Morales “A principios de siglo (1910-1911), en la publicación de Les Cahiers du Cercle Proudhon en Francia y La Lupa en Italia, convergían los discípu- los de George Sorel, como Edouard Berth, con nacionalistas provenientes de L'Action Francaise, liderada por el francés Charles Maurras. Allí quedó sintetizada la primera unión entre el pensamiento sindicalista y el socialismo moral soreliano con el nuevo nacionalismo integral de Charles Maurras y Maurice Barres. Esa síntesis, que influyó en gran medida en el desarrollo del pensamiento sindicalista italiano, rompía con el antagonismo marxista entre burguesía y proletariado. Como bien lo definía el sindicalista italiano Sergio Pannunzio, el viejo conflicto de clases se transforma en choque entre un bloque conserva- dor y un bloque revolucionario. Al bloque revolucionario sólo podían perte- necer militantes sindicalistas, anarquistas o nacionalistas radicales, mientras que tanto liberales como socialistas marxistas, que comparten los mismos principios materialistas y racionalistas de la sociedad y cultura burguesa, comprenden el bloque conservador.” Alberto Spektorowski Ramiro Ledesma se alinea en el bloque revolucionario. Desde él extenderá el nacionalsin- dicalismo en España, dotándole de doctrina, símbolos y consignas. Es el único dirigente de los asesinados en 1936 que publicó un libro de pensamiento y doctrina, además de artículos y discur- sos. Dios dio al hombre el poder de poner nombres a las cosas y con esos nombres no sólo se de- finían las cosas sino el que así las llamaba. La quinta esencia del ser de Ramiro está en el nombre que puso a su organización: Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. Ramiro Ledesma fue cardinal para la generación de un movimiento de liberación nacional que se enfrentó con el parlamentarismo decadente y con la dictadura comunista. Ese movimiento pasaba por el alambique español el nacionalsindicalismo que llegaba de Francia y de Italia. En España fue un movimiento mínimo, vertebrado en su mayor parte alrededor de periódicos. Ven- derlos, en ocasiones defendiéndose a tiros, era parte de la militancia. Ledesma animó sucesivos proyectos editoriales, siempre empezando, supliendo dinero con viajes, el sudor ahorra sangre. Ramiro en su moto es una imagen de la fuerza de la voluntad del superhombre de Nietzsche. La moto de Ledesma es la máquina a la que cantan en Italia los futuristas: la moto, el coche, el avión. Sin extender una estructura revolucionaria Ledesma había creado una mítica en su entorno. Poco para Ledesma, no se conformaba. Ramiro quería la transformación de la nación, su nacionalización, la conquista del Estado para hacerle timonel de los destinos españoles. Tres cuartos de siglo después del nacimiento político de Ledesma, ninguna de las organi-

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  • RAMIRO LEDESMA Y LA REBELIN EUROPEA

    Gustavo Morales

    A principios de siglo (1910-1911), en la publicacin de Les Cahiersdu Cercle Proudhon en Francia y La Lupa en Italia, convergan los discpu-los de George Sorel, como Edouard Berth, con nacionalistas provenientesde L'Action Francaise, liderada por el francs Charles Maurras. All quedsintetizada la primera unin entre el pensamiento sindicalista y el socialismomoral soreliano con el nuevo nacionalismo integral de Charles Maurras yMaurice Barres. Esa sntesis, que influy en gran medida en el desarrollo delpensamiento sindicalista italiano, rompa con el antagonismo marxista entreburguesa y proletariado.

    Como bien lo defina el sindicalista italiano Sergio Pannunzio, elviejo conflicto de clases se transforma en choque entre un bloque conserva-dor y un bloque revolucionario. Al bloque revolucionario slo podan perte-necer militantes sindicalistas, anarquistas o nacionalistas radicales, mientrasque tanto liberales como socialistas marxistas, que comparten los mismosprincipios materialistas y racionalistas de la sociedad y cultura burguesa,comprenden el bloque conservador.

    Alberto Spektorowski

    Ramiro Ledesma se alinea en el bloque revolucionario. Desde l extender el nacionalsin-dicalismo en Espaa, dotndole de doctrina, smbolos y consignas. Es el nico dirigente de losasesinados en 1936 que public un libro de pensamiento y doctrina, adems de artculos y discur-sos. Dios dio al hombre el poder de poner nombres a las cosas y con esos nombres no slo se de-finan las cosas sino el que as las llamaba. La quinta esencia del ser de Ramiro est en el nombreque puso a su organizacin: Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista.

    Ramiro Ledesma fue cardinal para la generacin de un movimiento de liberacin nacionalque se enfrent con el parlamentarismo decadente y con la dictadura comunista. Ese movimientopasaba por el alambique espaol el nacionalsindicalismo que llegaba de Francia y de Italia. EnEspaa fue un movimiento mnimo, vertebrado en su mayor parte alrededor de peridicos. Ven-derlos, en ocasiones defendindose a tiros, era parte de la militancia. Ledesma anim sucesivosproyectos editoriales, siempre empezando, supliendo dinero con viajes, el sudor ahorra sangre.Ramiro en su moto es una imagen de la fuerza de la voluntad del superhombre de Nietzsche. Lamoto de Ledesma es la mquina a la que cantan en Italia los futuristas: la moto, el coche, elavin. Sin extender una estructura revolucionaria Ledesma haba creado una mtica en su entorno.

    Poco para Ledesma, no se conformaba. Ramiro quera la transformacin de la nacin, sunacionalizacin, la conquista del Estado para hacerle timonel de los destinos espaoles.

    Tres cuartos de siglo despus del nacimiento poltico de Ledesma, ninguna de las organi-

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    zaciones que fund ha cuajado como fuerza ni como alternativa sindical o electoral siquiera. Pesea ello, Ramiro Ledesma sigue seduciendo a sus lectores, incluidos quienes con ms de 40 aosson recusados para el mando en el jonsismo rabiosamente joven. Ramiro est entre los lderesjvenes que nunca envejecieron, extrao privilegio a cargo de las balas de los piquetes. Ramiro selibr con la muerte de la burocratizacin del partido y del peso tremendo de la Iglesia en el poder,la clericalizacin del Estado, en el gran golpe de timn que se produce en Europa tras la victoriade los Aliados y de Stalin.

    A Ramiro se le disputan como los restos desabridos de un banquete. En Ledesma tambines verdad el verso del poema If: Si puedes soportar el or la verdad que has dicho retorcida porbribones que hacen trampas para tontos. O mirar las cosas en que tu vida has puesto, rotas, y aga-charte y reconstruirlas con herramientas viejas. Ese fue el camino escogido por Ramiro cuando,meses antes del 14 de abril de 1931, sale de las filas de los intelectuales para nutrir las de loshombres de accin.

    La rebelin de Ledesma se manifiesta en su desprecio a la burguesa como clase dirigente,su hostilidad al marxismo como opcin de poder, una eleccin de la nacin como espacio de or-ganizacin y destino, el protagonismo de trabajadores y masas y la crtica del individualismofrente al Estado redentor que iguala, protege y proyecta. Esas son las cinco tesis que defiendenestas lneas.

    Periodismo rebelde

    En la vida de Ledesma se suceden un peridico, unas juntas, una revista, una falange, unaescisin, otro peridico... Como en una reedicin del mito de Ssifo, en las continuas actuacionesde Ramiro conviven el fatalismo de saber que la roca caer cuando el hombre la empuje hasta lacima y la grandeza moral de ese hombre que baja para comenzar a subir una vez ms la montaaarrastrando la pea hacia la cima sabiendo lo que va a pasar. La Conquista del Estado, JONS, LaPatria Libre, Nuestra Revolucin, Ledesma funda, pierde y crea una publicacin tras otra. En el-las dej Ramiro su impronta. Saba que la creacin de opinin es bsica para un movimientopoltico. Simn Bolvar dej dicho que la primera de todas las fuerzas es la opinin pblica [1].

    Cuando la opinin pblica era plasmada fundamentalmente en los peridicos, a principiosdel siglo XX, el equilibrio era aceptable por la existencia de una prensa libre y mltiple, incluy-endo la anarquista o la nacionalista. El conjunto de lo publicado representaba muchas voces dadoque la edicin de un peridico era un esfuerzo accesible a grupos y organizaciones. Ledesmalleg a maquetar muchas veces su prensa: Cada ejemplar de gran tamao costaba un real, abar-cando seis pginas, confeccionadas por el propio Ramiro [2]. Posteriormente, la complejidadtcnica y la inversin financiera masiva de los nuevos medios emergentes: cine, televisin, red...niega la posibilidad de una edicin influyente adoptada como romntica aventura personal o co-lectiva, como reconoce Joaqun Estefana, quien dirigi El Pas.

    A pesar de estar en las sencillas tecnologas de la prensa de su poca, los peridicos de Le-desma no tuvieron distribuciones masivas ni inversiones suficientes para conmocionar a unaaudiencia amplia. Siempre estuvo corto de financiacin. A travs de su presencia spera llega eljonsismo a los medios de comunicacin. El aislamiento termina cuando los nacionalsindicalistascomienzan a ser asesinados o asaltan la Asociacin de Amigos de la URSS. La violencia es unacceso seguro a los medios de comunicacin, la ruptura del aislamiento. Las armas tienen su eco

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    en los medios, esa es la verdadera estrategia del terror. Stanley G. Payne da la razn a Ledesma:la izquierda espaola usaba la accin directa ms que los propios fascistas pero stos tambingeneran una mstica en sintona con los tiempos preblicos, son causas irredentas que saben,como Andr Malraux, cunto peso adquiere una idea por medio de la sangre que se derrama ensu nombre.

    Lo que cautiva de Ledesma es el vigor, la actualidad, la juventud desde la que llama y a laque convoca a levas. Es claro y directo, no programtico. En sus afirmaciones no hay lugar parael titubeo. La apuesta es su vida, que entreg por entero. Entra en el periodismo poltico con unaintencin clara que proclama desde la cabecera de su primer peridico, La Conquista del Estado,el ttulo de su publicacin lo toma de un semanario que editaba el fascista italiano CurcioMalaparte. Csar o nada.

    Ramiro es hostil a la especulacin, al racionalismo, a los modelos legales que todo preten-den preveerlo: las constituciones [3]. En el lenguaje ramirista hay expresiones poco usuales en lapoltica de la poca: exasperado, actual, rebelde, vigor, y otras de uso general en los tiempos re-publicanos: guerra, fusil, bandera. Ledesma no teme al lenguaje. Sus afirmaciones son hirientespara la sociedad light del siglo XXI, donde prima el individualismo menos solidario y lassensaciones instantneas y fugaces que corresponden al modelo de cultura audiovisual. La apar-ente libertad annima ser espejismo (...) donde slo las clases propietarias e ilustradas tendrnvida y actividad reales. [4] El soma de un mundo feliz y el haoma de los Magos zoroastrianos semezclan en la televisin. Un mundo audiovisual ha sustituido su vida por la visin de otras vidasms interesantes. De forma creciente, la realidad la explican a las masas los medios de comuni-cacin. Lo que no ha sido publicado o emitido no ha ocurrido para la sociedad, puede que s en laesfera de la tica o de las leyendas para minoras, pero no en el mundo de la poltica que espblico por definicin.

    Revolucin nacional europea

    La rebelin que preconiza Ramiro Ledesma es la presente, la de su tiempo. Somos actua-les proclama en La Conquista del Estado. Desde esa vigencia vitorea las revoluciones europeascontemporneas al movilizar y poner en pie la nacin, igualitaria por lo nacional. No es un hechopuntual, se repite en distintas pginas de diferentes nmeros de La Conquista del Estado.

    La patria nueva es la piedra de toque, el objetivo ltimo de los revolucionarios a quienesRamiro convoca. Ledesma niega la autenticidad del marxismo pero destaca su potencia como in-strumento revolucionario para movilizar en manos de los bolcheviques. Con esta perspectiva, Le-desma celebra sin timidez las rebeliones de Lenin, Stalin, Mussolini y Hitler. Ramiro es asesinadoel 29 de octubre de 1936, el mundo desconoca las consecuencias de esos nuevos sistemas pero elvigor con que surgieron marcaba un nuevo tiempo en Europa. Todava poda este continente pro-tagonizar un destino propio ajeno a Estados Unidos. Roma y Grecia ayer; Estados Unidos y Eu-ropa, hoy. Dice Karl Marx que la Historia cuando se repite pasa de tragedia a comedia.

    Ramiro se alinea con el cambio pujante y feraz. Sin igualar, coloca al partido fascistaitaliano y el nacional-socialismo alemn, entre los resucitadores y alentadores de la idea nacionalcontra la negacin marxista, y el partido bolchevique ruso, como embestida ciega y catastrfica,pero con lnea y espritu peculiares de este siglo [5]. No es excepcional el juicio de Ledesma.Los europeos antiliberales se definen entre el marxismo y el fascismo. Durante la Guerra Civil,

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    Antonio Machado le canta al tanque ruso en Castilla [6], halagos para Stalin. Alberti dirige lacheca del Crculo de Bellas Artes [7]. Desde el nacionalsindicalismo Manuel Hedilla, jefelegtimo de Falange, afirma al corresponsal de la agencia DNB: Somos y nos sentimos consan-guneos con el fascismo italiano y con el nacionalsocialismo alemn y declaramos nuestra msabierta simpata por estas revoluciones [8]. Son declaraciones hechas en guerra, anteriores a laderrota alemana de 1945. La otra opcin era el mundo sovitico contra el que se est combatiendoen Espaa desde 1936, con un ensayo en 1934. Alemania es la potencia pujante, un destino dis-tinto al de Washington o Mosc, aunque en Espaa despertaba mayores simpatas Mussolini.Esas revoluciones hicieron que se tambalearan las propias estructuras del Estado liberal, incapazde asumir el crecimiento del papel estatal y la presin de las masas [9]. Eso parecen compren-derlo el fascismo italiano, el nacional socialismo alemn y el bolchevismo ruso. El objetivo es latoma del poder que se realiza de diferentes modos, por las urnas en Berln, por una Marcha enRoma y por un alzamiento bolchevique contra la repblica de Kerensky en Mosc.

    Los nacionalsindicalistas, con marcadas diferencias ideolgicas, ven ligado su futuroprximo a Berln y tambin, con menos incompatibilidades, a Roma. La Guerra Civil haba cam-biado el destino de las minoritarias organizaciones nacionalsindicalistas espaolas que ni siquieralograron representacin en las ltimas elecciones republicanas. En la primavera de 1936 los na-cionalsindicalistas agrupaban segn los ms optimistas a menos de ocho mil hombres, antes deser barridos por crceles y paseos del Frente Popular. En marzo de 1937 FE de las JONS en-cuadra a medio milln de espaoles en el segundo ao de guerra. Tiene academia de oficialespropia. Pedro Yen. Los cambios en la jerarqua de Falange por la Unificacin de abril de 1937, lariada de afiliaciones con la guerra y las necesidades de la propaganda simplificaron el mensajenacionalsindicalista que se condens en gritos y canciones a partir de 1945.

    El profesor Francisco Blanco destaca: Ese grupo de falangistas considerados como intran-sigentes tenan muy claro que en el caso de triunfo de los aliados su proyecto poltico estabaagotado para siempre. De ah, que intervinieran en proyectos ambiciosos pero muy limitados dadasu capacidad y la existencia, adems, en el seno franquista de poderosas influencias poco favor-ables a Alemania. Posiblemente el ms interesante fue el intento que en 1943, se realiz para vo-lar el arsenal que los ingleses tenan en Gibraltar y con el que abastecan el rea del Mediterrneo.Detrs de aquello, Narciso Perales Herrero y un reducido grupo de falangistas. Plan que fall yque llev a la horca al falangista Luis Lpez con el silencio ms absoluto por parte del gobiernodel general Franco [10]. El silencio tena una explicacin que dieron los hechos con la victoriasovitico-anglosajona aos despus. El alineamiento del falangismo puro, el autntico, es claro.Los legitimistas de Primo de Rivera en torno a Agustn Aznar, el ala de Hedilla en el Norte deEspaa, orientada cada vez ms hacia el nacionalsocialismo alemn, y por ltimo el grupo deoportunistas y corporativistas conservadores [11]. En esta lnea, destacar a numerosos camisasviejas, partidarios de Hedilla, que, tras su detencin, emigraron a Alemania [12]. Aunque lasrelaciones entre los dos estados son buenas, las existentes entre ambos partidos, NSDAP y FET,son mejores. La casa parda era receptiva a los defensores del embrionario concepto de la revolu-cin pendiente espaola, si bien no comparta con los nazis el determinismo biolgico ni el radi-cal antisemitismo porque los nacionalsindicalistas estn vacunados por el catolicismo espaol. Encualquier caso, este apoyo a las revoluciones nacionales europeas no se produce en la derechaextrema ni en el partido militar, orientados a la monarqua catlica, sino en las organizacionesrevolucionarias nacionalsindicalistas. Su mtica y lenguaje, en la guerra abierta (1936-39), eraniconos centrales de los rebeldes frente al gobierno de Madrid. Tras esa guerra, con las armas fas-

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    cistas triunfando en Europa, algunos nacionalsindicalistas recibieron reas de experimentacin enla construccin del nuevo Estado: vivienda, trabajo, sindicatos y juventud, llevando adelante ex-tensin de la Seguridad Social, las leyes laborales avanzadas, la vivienda subvencionada, la recu-peracin del folclore regional y la coreografa de un rgimen que, a partir de 1945 [13], puso elazul a desteir. Es evidente la reduccin de la presencia de nacionalsindicalistas tras la victoriaAliada. Serrano Suer, amigo de Primo de Rivera y ex diputado de la CEDA, haba construido unpartido falangista a la medida del Generalsimo. Guerreras blancas y negras cubran las camisasde azul proletario, una corbata negra por el Ausente y la boina roja o la gorra de plato. La simbio-sis de Serrano Suer con las autoridades nazis e italianas era muy alta por lo que tuvo que desa-parecer del panorama poltico cuando los Aliados cambiaron la suerte de Europa. La Falange deizquierdas fue relegada polticamente. Puestos de experimentacin, que Franco haba encomen-dado a la Falange, despus de la Guerra Civil espaola, fueron suprimidos [14]. La cuestinqueda clara para los colaboradores del rgimen cuando en el I Congreso Nacional de Falange el29 de octubre de 1953, en el que Fernndez Cuesta, sin decirlo, abandon la utopa nacionalsin-dicalista [15]. El fascismo haba acabado tambin en Espaa, no era necesario buscar nuevasrutas imperiales.

    Aos antes, la dinmica de guerra hizo arrebatadoras las consignas claras del jonsismo sinhipocresas ante el fusil: una, grande y libre, que aportaron una esttica, una literatura y una le-gitimidad ideolgica a la contienda y a la administracin de la victoria. Fuera del alcance del na-cionalsindicalismo minoritario de preguerra, el movimiento rebelde contra el Gobierno central seidentific con una figura nica, la de Franco, quien as super las contradicciones entre los com-ponentes de su base combatiente, proceso que no realiz la izquierda dividida y fue una de lascausas principales de la cada de la Repblica, a pesar de disponer, como record IndalecioPrieto, de las reservas de oro y divisas del Banco de Espaa y del poder del Estado. La unidad delmando tan cara a los militares le permiti a Franco ganar la guerra y movilizar a la sociedad, conlemas nacionales, en un proceso de reconstruccin con la mirada puesta en la Iglesia y en lamonarqua como qued demostrado. El poder se distribua a voluntad del Generalsimo, con dosprioridades: el desarrollo interior y la ruptura del aislamiento internacional. Fue una polivalenteestrategia de concentracin de poder, prctica industrialista y dinmica burocratizadora [16].Las distintas familias polticas que forjaron una estructura al Franquismo nunca vieron compen-sados sus programas mximos. El comandante Pardo Zancada destaca que el partido nico semilitariz y se produjo una mayor transferencia de smbolos y modos del Ejrcito a la FalangeTradicionalista que a la inversa.

    La rebelin que representa Ramiro Ledesma fue algo ms que una de las banderas de en-ganche que anim la lucha para impedir la sovietizacin de Espaa (1934-39). No condujo a lahegemona de los sindicatos nacionales, cuyo ltimo intento serio estar a cargo de Gerardo Sal-vador Merino, sino a la restauracin de una mediocridad burguesa donde los poderes fcticos dela derecha, abrumada por la represin republicana, asumieron la conduccin de la sociedad y larehabilitacin de una moral pacata. Ledesma ya no estar, en los aos citados, para influir en losnacionalsindicalistas con una idea y un afn: un estado nuevo con las masas movilizadas cuandodestaca el vigor de las revoluciones nacionales en Europa. Ramiro llevaba muerto casi tres aoscuando comenz la Segunda Guerra Mundial. La primera mitad del siglo XX recoge el enfren-tamiento entre el fascismo, por un lado, y, por otro, las democracias liberales y el comunismo so-vitico. La segunda mitad del siglo pasado es la historia de la convivencia entre los vencedores.El parlamentarismo liberal queda como triunfador hegemnico al final del siglo XX. Todas las

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    revoluciones nacionales que Ledesma vitoreaba han sido destruidas, unas por las armas; otras porla ruinosa bsqueda de la paridad.

    La rebelin

    La dictadura del general Primo de Rivera fue un conato regeneracionista cuyo fracaso pordesarraigo arrastrar a la Corona. En vano, el Dictador intent construir un partido desde el Go-bierno, la Unin Nacional. Despus Adolfo Surez tendra ms xito con la Unin de Centro De-mocrtico. En Italia, Mussolini toma el poder pero el Partido Fascista no suplanta al Estado. EnAlemania y en Rusia los partidos bolchevique y nazi sustituyen al Estado. En ellos hay un fuertecomponente obrerista. El rgimen de don Miguel Primo de Rivera, con fuertes simpatas porItalia, no proceda de un izquierdista que descenda de un herrero, metido a director del peridicosocialista Avanti!.

    El 14 de abril de 1931 los jvenes espaoles no quieren ser prncipes, suean con soviets oimperios. Ledesma est en el segundo grupo. El Estado liberal parece que no sobrevivir a loscambios de la Europa de entreguerras. Contra l se alzan millones de socialistas y miles de fas-cistas. El espritu de rebelin sacuda a los jvenes espaoles entonces, tambin a los artistas. Al-berti se hace comunista y Dal, fascista. A muchos fascina el anarquismo, un movimiento con unafuerza en Espaa sin parangn en la Historia. A casi todos repugna esa opereta del Palacio deOriente, una monarqua que cae sin pena ni gloria en unas simples elecciones municipales. Al filode las mismas, Ledesma retaba a monrquicos y republicanos. Los socialistas radicales y los co-munistas anuncian en su prensa que la Repblica es una paso hacia el nuevo Estado socialista.Los anarquistas denuncian que la permuta no cambia el poder del Estado.

    Ledesma apuesta por el cambio en Espaa, por un nuevo modelo que termine con elespritu burgus encarnado en el parlamentarismo y en el capitalismo privado; alzando al puebloen torno a lo nacional que no es, en Ledesma, recurso al pasado. Se siente precursor, avanzado,as lo manifiesta: Antes de La Conquista del Estado no pueden apreciarse esfuerzos de ningunaclase por propagar en Espaa una bandera nacional y social, es decir, una bandera de signo fas-cista [17]. Su entrada en la poltica y en el periodismo de opinin se realiza bajo las banderasnegras del fascismo, una de las dos rebeliones que sacudan Europa. Origen no significa destino.

    Rebelin contra la burguesa

    La burguesa relev a la aristocracia en el dominio nacional, el rea del poder poltico, yalo haba hecho en la vida social y econmica. Con la hegemona de la burguesa lleg el capital-ismo, el parlamentarismo y el individualismo. Ledesma se rebela contra ellos y los combate conpasin. Al capitalismo lo ataca por la mera bsqueda de beneficio personal, al parlamentarismopor estril y al individualismo por retrgrado en la era de las masas. No le serva el mundocreado por la Ilustracin, sentencia Emiliano Aguado.

    Ramiro propugna la accin directa, esa tctica revolucionaria es la respuesta autnoma a ladejacin del poder por parte del endeble Estado partitocrtico: Una tctica que prescinde delactual Estado liberal-burgus, como protesta contra la inercia de ste frente a las audacias de losgrupos antinacionales [18]. Esa ineficacia del Estado frente a lo antiespaol subleva a Ramiro.Quiere un Estado con el que colaborar activamente, no la pasividad respetuosa del dejadles

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    hacer, dejadles pasar, laissez passer.

    Imbuido de espritu jacobino, Ramiro marca el deber de rebelarse contra un Estado artifi-cioso, antinacional [19]. Ese Estado mentiroso y antiespaol que rechaza Ledesma es la expre-sin del grupo dominante, la burguesa, un estamento dbil ante la pujanza de las numerosas fuer-zas de izquierda y el nuevo escenario social. Ledesma detecta que la burguesa demoliberal esincapaz de comprender en sus dimensiones exactas la realidad social de nuestro siglo [20]. Lasmasas trabajadoras exigen su lugar y estn dispuestas a conquistarlo por su peso electoral, por suafiliacin millonaria en militantes, por las armas. Lo han hecho en varias naciones de Europa. Laburguesa se muestra incapaz de dar respuestas y fracasa en estabilizar el sistema. La Repblica,que ha redistribuido el poder, tampoco consigue prolongarse: La izquierda, el PSOE a la cabeza,y los secesionistas la asaltan en 1934 y los nacionales en 1936.

    La burguesa, en una primera fase de su dominio en Occidente para consolidarse comoclase dirigente, difunde unos valores slidos: religin, patria y familia, y unas virtudes, recogidaspor Max Weber en La tica protestante y el espritu del capitalismo, como el ahorro, la responsa-bilidad, la decencia, etc. tica que emana de la moral religiosa protestante.

    Cuando el desarrollo transforma los sistemas de produccin y consumo, se desarrolla elcomercio trasnacional y es necesario deshacerse de las virtudes burguesas para dejar paso al estilocosmopolita. ste asume un estilo de seleccin elitista que responde a nuevos sistemas de controly poder que se estructuran ms como una red que como una pirmide.

    En esta segunda fase, de gran expansin, el capitalismo se hace aptrida. Las nuevaselites, que incluyen no slo a los directivos de corporaciones sino a todos los profesionales queproducen y manipulan informacin la sabia vital del mercado mundial son mucho ms cos-mopolitas que sus predecesoras [21]. Los valores y virtudes de antao son trabas de las que hayque librarse para impulsar la tercera ola postindustrial que anunci Alvin Toffler. Su generali-zacin es posterior a la muerte de Ramiro Ledesma. Esas elites no asumen responsabilidades na-cionales ni reconocen los valores de la tradicin, a la que extienden el certificado de defuncin.Aunque tuvieran razn, que no es el caso, el fin de una tradicin no significa de manera nece-saria que los conceptos tradicionales hayan perdido su poder sobre la mente de los hombres[22].

    Ramiro parte de una tradicin nacional en la que no redunda porque ya la ha estudiadocomo filsofo. Antes, sobre las cabezas de los hombres y an de los astros existan una serie deverdades inmutables es una frase de Primo de Rivera que Ledesma no contempla porque est enel presente. Ramiro conquista, no reconquista.

    Ramiro quiere un Estado nuevo catalizador de la energa del pueblo, que sirva a los desti-nos histricos de una nacin unitaria pero no en base a la construccin de un sistema de ideassino de hechos. Ledesma nada espera de la accin del Estado liberal por eso opta por la accin enun momento decisivo para Espaa.

    El sistema capitalista ha demostrado su injusticia y sta ha generado trabajadores sindica-dos, socializados. La beneficiaria global del sistema, la burguesa capitalista europea, es incapazde superar la crisis que provocar la mayor guerra del siglo XX. Durante el proceso de descoloni-zacin, la burguesa ser acusada nuevamente de no atreverse a hacer la guerra necesaria paradefenderse. No transformarse, renovarse, para llevar la guerra al terreno del adversario, encer-rarse en ciudades confortables, no batirse por la noche, emplear a mercenarios en vez de arrojar a

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    la batalla a todos los que tienen inters en que el sistema capitalista sobreviva, sustituir la fe porel dinero y la tcnica, y olvidar que el pueblo es la despensa de todas las energas. Pudrirlo por elconfort en vez de conservarlo delgado y nervioso por medio de algunas razones vlidas [23]. Laburguesa europea pierde el poder econmico a favor de las multinacionales, como clase diri-gente est en retroceso por no saber evitar una guerra mundial.

    Ledesma reclama el derecho al pan, al hogar, a la salud pero no se limita a un puado dereivindicaciones ni a la redaccin de programas y constituciones. Vimos en estudios anterioresque Ramiro abomina de los programas. Al intelectual se le escapa la actualidad y vive en per-petuo vaivn de futuro. De ah eso de los programas, elegante medio de bordear los precipiciosinmediatos. [24] De nuevo un llamamiento de Ledesma a la actualidad, la necesidad de la ac-cin y la inutilidad de las predicciones tericas al no ser una ciencia mensurable. Aade Le-desma: No de ideas objetivas, esto es, no de pequeos orbes divinos, sino de hechos y de hom-bres, es de lo que se nutren las realidades polticas. Primero es la accin, el hecho. Despus, sujustificacin terica, su ropaje ideolgico. La persona antecede al pensamiento y se expresa porla accin, la idea no es original de Ramiro, an as, expresa la base de un pensamiento dirigido alos hombres: hacer.

    Ramiro exalta la nacin vigorosa, imperial, mira al maana y no dedica atencin a losjeremas ni a los adoradores del pasado de Espaa. Para ello llama a los espaoles en torno suyo.No encuentra un capitn a quien seguir, un jefe; s ha tenido maestros como veremos en elepgrafe Persona y Trascendencia. Los nacionalsindicalistas buscan un lder para galvanizar a lasmasas. Algunos piensan en Indalecio Prieto, el origen de Mussolini parece crear un paradigma.En 1931 Ledesma es consciente de cuando se ha desgastado el orden pblico o la confianza yningn nuevo lder atrae el apoyo de las masas, la tarea del revolucionario es desarrollar ese lid-erazgo [25]. Ese quehacer lo asume Ramiro y abandona las filas de los intelectuales, a las queperteneci hasta ese ao. Ese concepto de liderazgo le aleja de los sindicatos libertarios. Ramirono busca en la derecha porque sabe que el burgus carece en absoluto de capacidad para tareaspolticas rectoras. Es el tipo social menos propio y adecuado para el ejercicio del poder poltico[26].

    Extiende Ledesma su crtica a la expresin poltica partitocrtica del capitalismo, que sloes capaz de generar banderas de signo rotatorio, parlamentario, nacidas para la tolerancia y elturno [27]. Esa tolerancia ante el asalto generalizado a una Espaa de rumbo cambiante re-sponde al relevo de los dos principales partidos en el poder poltico que es ejercido por las may-oras parlamentarias que monopolizan la soberana fuera del momento electivo. Las eleccionespolticas son una delegacin de soberana. Su afn de supeditar la soberana social a la soberanapoltica distorsiona la convivencia y genera desarticulacin con los objetivos de la institucionali-dad del estado y de la comunidad. El socialismo es la supeditacin total de la soberana nacionala la soberana poltica del estado. [28] El parlamentarismo que rechazan muchos en Europa sededica, escribe Ledesma, a hacer del Estado y de la vida nacional objeto de botn transitorio, sinfidelidad esencial a nada. [29] Las alianzas, la poltica exterior, la defensa, el comercio, cuantodefine al Estado queda al vaivn electoral. Ningn valor ni concepto son inmutables, slo el go-bierno de las mayoras parlamentarias.

    Es cierto, la burguesa hace una cosa bien, ganar dinero. Para ello necesita estabilidad, es-encial para el comercio: la libertad de circulacin de bienes y dineros. La estabilidad no tiene fa-cilidades con gobiernos que cambian bruscamente o sin crdito poltico o financiero. Las eleccio-

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    nes se suceden en Europa cada ciertos aos, de 2 a 6 segn el pas. Esas perspectivas temporalesproducen polticos pero no estadistas. El poltico piensa en las prximas elecciones, el estadistaen la siguiente generacin. Los avatares del parlamentarismo no facilitan la aparicin del hombrede Estado.

    Como la burguesa quiere un referente estable, para dotar al Estado de una estructurapoltica se impone el Derecho, la ley de leyes que elaboran los parlamentos. Esto busca dar esta-bilidad al Estado y paz al dominio de la burguesa. Para ello, us la ideologa dominante: el ra-cionalismo.

    Nace el Estado liberal cuando triunfaba en Europa la cultura racionalista. Una Consti-tucin es ante todo un producto racional, que se nutre de ese peculiar optimismo que caracteriza atodo racionalista: el estar seguro de la eficacia y el dominio sobre toda realidad posible, de losproductos de su mente [30]. Es una muestra ms de la soberbia racionalista al afirmar que suburocratizacin da respuestas a priori a todos los casos posibles. Es la expresin escrita del con-trato social. La condena ramirista trasciende al burgus individual o poltico, se extiende a toda laclase incapaz de comprender la realidad, una realidad donde el poder escapaba a las calles enmanos de la izquierda, que entonces tambin era resueltamente antiparlamentaria.

    Ledesma seala el dficit humano inherente al sistema monopolista de partidos polticoscuando destaca como obligacin imperiosa de los gobernantes la necesidad de conceder audien-cia diaria al material humano autntico, el hombre que sufre, el soldado que triunfa, el acapara-dor, el rebelde, el pusilnime, el enfermo, o bien la fbrica, las quiebras, el campo, la guerra[31]. Es un pensamiento humano con nombres y caras. Para Ramiro el pueblo no es un ente ab-stracto como s lo es para quienes lo perciben como electores o masas. En su servicio Ledesmapide el Estado totalitario, no rbitro en conflictos ni parte de los mismos. Un Estado que cree ens mismo. No es un caso nico de personalizacin en Ledesma. La medida de las fuerzas polticasla da el elemento humano que las compone. Un pensamiento universal que tambin tiene unaaplicacin concreta. Escribe Ramiro que los movimientos polticos en caso de ser entraablesfecundos y sinceros no se caracterizan slo por sus ideas, su programa escrito, en cuyas cosascoinciden quizs con otros, sino que poseen tambin zonas ms genuinas y profundas. Habr quepercibir en ellos qu calor humano arrastran, qu voluntades y qu gentes sostienen y nutren sucamino [32]. La puerta abierta a las masas y entornada a los proyectos polticos similares. Le-desma prefiere contar con las masas suficientes para optar por la va insurreccional. EmilianoAguado califica a Ramiro de soldado de la vida.

    Ramiro no es individualista en su concepcin de la poltica, aunque hay rasgos de eso ensu propio carcter como veremos ms adelante. Ledesma no cree en pactos y constituciones peros en las personas y en los hechos, uno de los rasgos ms ntidos del fascismo. La persona trasci-ende al individuo aislado cuando se encarna en la sociedad y dentro de una cultura con la que nohay contrato social sino armona o conflicto. Nadie puede elegir nacer en un entorno, no se nego-cia. En palabras de Maurras, la sociedad es, pues, un agregado natural, que se rige por lasleyes de jerarqua, seleccin, continuidad y herencia. Su desarrollo consiste en la elevacin delgrado de sociabilidad desde la familia hasta la nacin [33]. Podemos decir sin temor a equivo-carnos que la aceptacin de la relacin entre persona y sociedad marca la integracin en la Histo-ria humana, la rebelin contra esa relacin con xito hace la Historia. Sin xito a veces tambincomo es el caso de Ledesma.

    La crtica poltica, filosfica y social contra la burguesa se ensancha a lo econmico en la

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    pluma de Ramiro: La mentalidad liberal-burguesa, que inici una etapa de vigorizacineconmica individualista en la que cada uno buscaba mediante la libre concurrencia forjar supropia riqueza, termina, en cambio, en un sistema econmico cerrado, donde un entretejidosumamente complejo une en un solo organismo las riquezas de todos [34]. Lo predice Ledesmay acierta, el sistema se cierra a nivel mundial. Ramiro muri sin conocer las tres instituciones quecumplieron su profeca y que hoy gobiernan la globalizacin: el Fondo Monetario Internacional,el Banco Mundial y la Organizacin Mundial del Comercio, criticadas por anglocentristas por elpremio Nobel Joseph Stiglitz, anterior vicepresidente del Banco Mundial. La concentracin delpoder financiero permite el control de las economas regionales y no lo ostenta una persona sinoun solo organismo..

    Ledesma advierte, muchos aos antes de esa concentracin hoy evidente, que no hayproblemas circunstanciales sino estructurales. Es el propio sistema quien genera las crisis quedice combatir. Ramiro seala: Pues esos parados y esas juventudes de porvenir incierto no loestn en virtud de una crisis transitoria y concreta, sino que son vctimas de todo un sistema dedesorganizacin y de insolidaridad. [35] Para Ledesma el sistema a combatir promueve la des-vertebracin, grupos desestructurados y hostiles entre s. Ledesma va desnudando los actos capi-talistas de las palabras liberales que ocultan su realidad.

    Al sindicalismo de Ledesma lo corroboran los anlisis de hoy, cuando sabemos que eltrmino flexibilidad del mercado laboral ha sido simplemente una expresin en clave que sig-nifica salarios mas bajos y menor proteccin laboral [36]. Ledesma entiende que no son prob-lemas del capitalismo, el capitalismo es el problema. La crisis, mortal en apariencia, del industri-alismo liberal europeo en los aos 30 recoge las consecuencias de un sistema de produccin er-rado, donde se mantena a la mayor parte de la gente alejada de la redistribucin de la riqueza ysin seguros sociales. Enormes masas estaban proletarizadas. Bajo el sistema capitalista, diceRamiro, la produccin no tiene como finalidad primera servir las necesidades de los hombres yproveerles de artculos de consumo, sino otra distinta, (...) la de ser y constituir un medio de lu-cro, una manera de enriquecerse [37]. Ledesma no se engaa sobre el verdadero sentido delcontrato social: apoderarse de la plusvala. El marxismo est lastrado por su explicacineconomicista al heredar en su crtica esa monomana de la burguesa industrial primitiva. La riqu-eza tiene objetivos nacionales en el pensamiento de Ramiro de ah su defensa de la resistencia na-cional contra una mundializacin de corte anglosajn. Pero no a cualquier precio ni junto a todoel mundo. Adjetiva de forma crtica los movimientos de Gandhi en India y de Sandino en Nicara-gua.

    Ledesma desoy el canto de sirenas. Segn escriba el acadmico Demetrio Ramos, Al-fonso XIII realiz a travs del marqus de Desio, un sondeo para organizar una fuerza fascista Mussolini era un paradigma [38] para arrebatar la calle a los marxistas. Azaa y Ortega re-chazaron la oferta, don Jos pero seal a un colaborador suyo, Ramiro Ledesma, quien cambiabala vida de intelectual por la de poltico. Las conversaciones tuvieron lugar el 23 de marzo de 1930en Barcelona, donde haba un encuentro de intelectuales [39]. El acuerdo, si lo hubo, dur pocopues Alfonso XIII sale de Espaa en abril del ao siguiente. Payne afirmaba que Ledesma reci-bi un donativo procedente de fondos para propaganda monrquica del gobierno del almiranteAznar. Borrs rechaza esta tesis [40]. Es cierto que en las publicaciones de Ramiro Ledesma nose apoy de forma alguna la monarqua ni los sucesivos remiendos de Alfonso XIII para internarrecomponer el poder en vano. La Conquista del Estado exige un tiempo nuevo y deja para los ar-

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    quelogos la monarqua y sus cuidados. Poco se definieron los nacionalsindicalistas de entoncessobre la forma de Estado. Se rechazaban ambas como anticuadas. La actitud en la izquierda erasimilar, la Repblica era un paso, cuanto ms breve mejor, para llegar al socialismo. Ledesmapide un estado republicano de exaltacin hispana y estructura sindicalista. La forma de Estado fueotro de los temas poco tratados por Ledesma, que no crea en la variacin sino en la transforma-cin a modelos nuevos. Ante las elecciones de abril de 1931, escribe Ramiro: Queremos cosasmuy distintas a esas que se ventilan en las urnas: farsa de seoritos monrquicos y republicanos.Contra cualquiera de los bandos que triunfe lucharemos [41].

    Ledesma subraya en los medios donde escribe que no se casa con la aristocracia monr-quica ni con su sucesora, la burguesa republicana. Denuncia a las derechas cuando se envuelvenen la bandera de Espaa para volver de nuevo a utilizar lo nacional como escudo y mscara deuna mercanca averiadsima [42]. Ledesma sita como el peor servicio el de identificar lo na-cional con toda la impedimenta fracasada y anmica, con todos los privilegios de legitimidad du-dosa y de carcter irritante para la mayora del pueblo [43]. Si lo nacional tiene como mascarnde proa a la derecha, el rechazo del pueblo contra los explotadores polticos y econmicos se harextensivo al pas que dicen representar y monopolizar.

    El concepto de nacin en Ledesma no es patrimonial ni est anclado al medioevo. No hayaoranza de un orden anterior en su pensamiento, como s se demuestra en los primeros prrafosdel Discurso de la Comedia de 1933. Ledesma escribe: Espaa tiene en su pasado no slo jor-nadas triunfales y xitos magnficos sino tambin catstrofes considerables y desplomes histri-cos ruidosos. El mismo peligro encierra pasarse la vida celebrando los primeros que lamentandolos segundos [44]. Ese rechazo de ambas drogas histricas muestran un Ramiro poco dado alconformismo y a la complacencia al mirar atrs; en poltica lo hace poco. De hecho, Ledesma le-vanta una bandera propia, recogiendo los colores del sindicalismo revolucionario y las flechasunidas de los Reyes Catlicos en una feliz imagen de sntesis. Iza un gallardete propio para losrevolucionarios espaoles. Tampoco l se envuelve en los colores nacionales.

    Afirma Ramiro que tiene la actitud necesaria para la revolucin nacional y desprecia loscnticos de sirena jubilada que realiza la derecha cuando sus intereses se ven amenazados. Laderecha realiza defensas suizas de los valores tradicionales hasta que ve en peligro vida y haci-enda, entonces financia las armas. Ledesma es claro ante los conspiradores, una vez ms: Nopensamos contribuir a vigorizar otras consignas que las creadas por nosotros mismos. Y aludi-mos, al hablar as, a los esfuerzos que la generacin espaola ms joven hace ya, y har cada dacon ms bro, por encontrar el camino de su propia liberacin y el de la liberacin nacional delpas entero. [45] Pero el jonsismo no obtiene la masa crtica para vencer, la palabra de Ramirono llega a toda Espaa pero s consigue estudiantes, necesita alianzas para crecer. Ledesma re-conoce un necesario oportunismo ante Santiago Montero porque busca el jefe de las JONS mov-erse en terrenos de eficacia para Espaa y para el nacional-sindicalismo revolucionario [46].Sabemos que Ledesma primero busca influir en un poderoso sindicato, la CNT. A partir de eseintento, paralelo al nacimiento de La Conquista del Estado y sealando a la izquierda las coinci-dencias de Joaqun Maurn con sus tesis, Ramiro crea su propia organizacin, JONS, que enbreve cristaliza con las juntas de Onsimo Redondo y la Falange de Julio Ruiz de Alda y JosAntonio Primo de Rivera, cuya acta de diputado evitaba la marginalidad absoluta del partido, conmucho ms peso en mbitos estudiantiles que en la clase obrera.

    Ledesma realiza una afirmacin rotunda de actualidad, donde la presencia en el presente

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    mediante la accin directa es la tctica poltica del nacionalsindicalismo. Para salir de la margi-nalidad poltica acepta Ledesma la unin con el grupo de Falange Espaola. En FE convergen losescasos adherentes al fascismo en Espaa, los rebeldes frente al Siglo de las Luces y al racional-ismo excluyente y monopolista. No es comprensible a primera vista que Ramiro se entregara porigual a las meditaciones llenas de cordura de la ilustracin y a las visiones arrebatadas de lirismode Federico Nietzsche, es porque se propende con frecuencia a creer que nuestra razn ejerce so-bre la vida un influjo ms poderoso del que en verdad suele ejercer [47]. Los nacionalsindi-calistas sorelianos afirman: la razn no sirve para conocer la vida. Hay que darle una signifi-cacin a la existencia, incorporarse a la Historia.

    Individualismo y Estado

    Ramiro piensa que es la nacin ms que la clase la unidad primaria de la poltica. Lanacin es trasversal, recoge a gentes de distintos estamentos, generaciones y regiones. Es la apli-cacin del destino histrico y el espacio de la solidaridad. La nacin favorece una democrati-zacin social con la generalizacin de la enseanza, de la sanidad, de la vivienda o la creacin deleyes laborales para desbrozar la jungla cruel del liberalismo econmico. La nacin es la aco-tacin cultural y poltica de un pueblo con voluntad de serlo y con ese empeo mantiene unEstado. Ledesma tambin incide de forma especial en la juventud, y no precisamente para hacerlakonsomol.

    Ramiro Ledesma recoge de Hegel y de Mussolini el culto al Estado. Slo contra unEstado artificioso, antinacional, detentador, incapaz, es lcito y obligado indisciplinarse. No hayespacio alguno en la vida del Estado nacional para la disidencia contra el Estado [48]. Cmoentiende Ledesma el Estado? La respuesta est cuando Ledesma rechaza a la burguesa como de-tentadora del poder poltico y destaca como defecto: Le falta por completo el sentido de lo co-lectivo, el espritu de comunidad popular, la ambicin histrica y el temple heroico [49].

    Ramiro supera las crticas tradicionales de izquierda y derecha ante el poder poltico. Elpoder, para el economista socialdemcrata Joaqun Estefana, es una conspiracin permanentecontra el dbil. El periodista liberal Revel lo denomina la tragedia de la sumisin del individuoal poder poltico. Los revolucionarios buscan una nueva relacin con mayor participacin, pien-san que la persona aislada no produce valores, sino dentro de su sociedad. Marx lo llama el hom-bre socializado. Esta caracterstica es comn a los dos movimientos totalitarios del siglo XX.

    Ledesma representa un poder carismtico, deja el poder compensatorio a la derecha cuyasreformas no frenan el avance del socialismo bolchevizante que lo quiere todo. Rusia les ensea elcamino.

    A Ledesma le preocupa mucho la eficacia revolucionaria y poco las palabras, y eso que enellas viaja su pensamiento. Ledesma, ms all de la literatura, asume un destino. A la postre,afirma Henry Kissinger, la distincin reside entre quienes adoptan sus objetivos a la luz de la re-alidad y los que intentan modelar la realidad a la luz de sus propios objetivos. Unos son los go-bernantes y los otros los revolucionarios.

    Ledesma rechaza el levantamiento contra el Estado, pero no a costa de aceptar cualquierEstado supletorio. La rebelin se legitima contra el Estado liberal que al renegar de sus funcionespierde el impulso colectivo nacional y popular. Su supuesta fuerza es (...) de gendarmera, perosin realidad alguna honda. Y este bagaje armado a su servicio reconoce, como seala Sorel, un

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    origen pintoresco. Cada triunfo revolucionario demoliberal traa consigo un aumento de fuerzapblica para consolidarse y una centralizacin no unificacin frentica en las dbiles manosde los gobiernos. [50] Ledesma practica una concepcin subversiva de la poltica que desvela lanaturaleza meramente represiva del Estado dbil en quien en modo alguno poda verse represen-tado Ramiro. Cuando los intelectuales europeos miran atrs, su glorificacin del pasado sirvislo para marcar el momento de la poca moderna. En que el cambio de nuestro mundo y de lascircunstancias generales era tan inminente que dej de ser posible una confianza rutinaria en latradicin [51].

    No es por pacifismo por lo que Ramiro objeta ese Estado que centraliza y no une. Ledesmapiensa que el Estado liberal se asienta sobre una desconfianza y proclama una primaca mon-struosa [52]. Esa hegemona es la del egosmo como motor liberal, el egosmo individual quepor arte de magia liberal muta de vicio privado a virtud pblica. Ledesma no acepta ese hombreaislado que parte de la Revolucin Francesa, que tienen un contrato social que le da patente decorso en la bsqueda individual de beneficio. El hombre que al nacer se supone realiza ese pre-sunto contrato social para aceptar los lmites a su libertad a cambio de las ventajas del grupo, Elfascismo es tambin una reaccin contra el siglo XVIII, que ha levantado la razn como unadiosa sin iguales y, en nombre de ella, impone el egosmo como razn ltima. El joven espaol,para combatir el egosmo, como trabajador ha de estar en un sindicato y como espaol a favoractivamente de la nacin desde su municipio.

    La fe de Ledesma en el Estado, reflejo y brazo de la comunidad nacional, expresa su inten-cin de llevar a cabo tareas colectivas gigantescas. La transformacin social que propugnamosbusca precisamente la organizacin y la solidaridad de los espaoles. [53] Lo colectivo es el si-gno de los tiempos, las masas han entrado en la Historia y el ingenio humano ha inventado laametralladora. Ledesma no comparte el concepto falangista de personalismo cristiano, no es latrascendencia de cada persona lo prioritario para Ramiro sino el destino de todo el pueblo, lacontinuidad de su historia, el triunfo de la nacin. Ledesma recusa el marxismo porque arranca lanacin del alma popular a la par que realiza una acusacin clara contra la burguesa en el poder,cuya actuacin define Julio Ruiz de Alda como el bolchevismo de los privilegiados.

    Ramiro muestra cierto individualismo cuando bajo el pseudnimo de Roberto Lanzas es-cribe sobre s mismo: La actividad periodstica y poltica de Ledesma supuso para l el aban-dono radical de su actividad anterior, cuando se le abran por ese camino las mejores perspectivasacadmicas. Es ste uno de los episodios de su vida que menos se explican sus amigos de enton-ces, y no tiene otra explicacin que la profunda generosidad de este hombre, verdadera existenciade fundador, con una mstica entrega a la revolucin nacional que comenz a presentir [54].Aunque peque de evidente falta de humildad, es cierto. Tambin ser una de las causas del ale-jamiento de Ledesma de la definicin fascista. Ledesma quiere una doctrina nueva para Espaa.Comparte con Jos A. Primo de Rivera la repugnancia a la apariencia de una direccin interna-cional que s exista en los partidos comunistas.

    Un filsofo se apart de la filosofa para llevarla adelante en el campo poltico (...) ex-presado primero en su decisin, filosfica en s misma, de abjurar de la filosofa y, en segundalugar, en su intencin de cambiar el mundo y, por tanto, la conciencia de los hombres [55].Hannah Arendt se refiere a Marx pero el paralelismo en el proceso de toma de una decisin vital,que cambia la vida personal misma, es semejante en Ledesma con la diferencia de que el alemnmuri de viejo y el espaol bajo las balas. El afn de Ledesma por la revolucin era la necesidad

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    de justificar su existencia. La revolucin vino a desempear (...) el papel que en otra poca de-sempe la vida eterna: salva a quienes la hacen [56]. Es la tesis que sostiene Malraux en Lacondicin humana, una nivola dira Unamuno.

    No es un hormiguero lo que pretende nuestro autor. Si as fuera, no se opondra al marx-ismo que no en vano sigue gobernando buena parte de Asia como vaticin Lenin.

    Rebelin frente al marxismo como ideologa del siglo XX

    Existen desiguales modelos para conseguir el cambio social. Uno es la construccin de unasociedad paralela a la burguesa que se organiza dentro de sta pero de espaldas a ella. El Estadodentro del Estado. Casos conocidos fueron las colectividades anarquistas de Aragn y el controlde Barcelona en los primeros tiempos de la Guerra Civil espaola en el siglo pasado. Otro modeloes el enfrentamiento contra el poder establecido. El cambio puede conseguirse por la revolucindesde abajo, socavando las estructuras hasta que el Estado, perdida su autoridad, se desprendacomo cscara muerta. Fue la revolucin jomeinista iran de 1979. Tambin puede propiciarse elcambio mediante el asalto al poder de una minora concienciada y profesional: los bolcheviques.

    El modelo que asume Ledesma es la toma del poder y la transformacin desde arriba, aligual que Lenin, en octubre de 1917; Mussolini con la marcha sobre Roma o Hitler, en las elec-ciones de 1933. Conquistar el Estado. Para ese asalto al Estado, como vanguardia de la lucha,Ramiro convoca a la juventud espaola, una leva trasversal, no de clase. Tienen en comn serjvenes espaoles y conquistadores. El marxismo tambin quiere el poder y predica la dictadurade clase. Sern enemigos.

    Marx dio una respuesta a la bsqueda permanente del valor universal que todo lo mida: eltiempo de trabajo. Engels anunci: El trabajo cre al hombre, con lo que elimina a Descartes:Pienso, luego existo. Es la labor y no el pensamiento lo que define determinante la identidadhumana. Es el alzamiento comunista contra el homo sapiens en nombre de una nueva supersti-cin, la ciencia marxista que anuncia la gnesis humana por la tarea. Si el trabajo crea al hombrey Marx y Engels predicen que el mundo paradisaco futuro apenas requerir trabajo humano evi-dencian una de las muchas contradicciones de su tesis, aunque es cierto que la ciencia modernasera superflua si la apariencia y la esencia de las cosas coincidieran [57].

    Ledesma conoce el marxismo porque ha ahondado en la filosofa alemana. El marxismo esun intento de organizacin racional de la sociedad en base a la produccin. Kant, otro alemn,pretende una filosofa moral universal y Hegel busca organizar con la generalizacin y am-pliacin del Estado y de la explicacin dialctica de la Historia. Marx, como los otros, es euro-cntrico y crey en la universalidad del modelo europeo de desarrollo que describe en El Capital.

    El marxismo es una doctrina errante, aptrida. Sigue a las concentraciones urbanas que seforman en torno a las fbricas en la era de la mano de obra intensiva. Ramiro lo combate exal-tando el nacionalismo espaol. De hecho, la sentencia condenatoria de Ledesma se debe a que elmarxismo es antinacional y desaloja del alma de las clases populares el sentimiento que corre-sponde a stas de modo ms directo: la fidelidad a la Patria [58]. Su falta de sentido nacional,hace que el marxismo sea rechazado de plano, ms an cuando se revelan las obediencias mosco-vitas de los distintos partidos comunistas. El internacionalismo marxista y el cosmopolitismo lib-eral coinciden en el desprecio a lo nacional. Robert Reich destaca que cuando la gente no tienelazos nacionales, se siente poco inclinada a realizar sacrificios o aceptar la responsabilidad de sus

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    acciones [59]. La nacin es un espacio concreto donde las fuerzas de la izquierda y la derechano saben moverse porque para ellos la patria es incomprensible y despreciable. Por ello prefierenla mundializacin que simplifica los interlocutores del planeta y enfoca los circuitos de emisin yrecepcin cultural en una direccin nica para un sistema nico. Ramiro reclama pueblo y patria.

    Marx es el triunfo del racionalismo, de la planificacin, de las leyes histricas que aca-ban con el libre albedro inherente al espritu del capitalismo: El hombre est sometido a las leyesque genera el sistema de produccin y de propiedad. El progresismo reduce el desarrollo humano,es el monstruo que engendra el sueo de la razn que nos representa Goya, un racionalismo febrilque pretende dar respuesta a todo, rechaza factores como sentimientos, identidad, etc. Una nuevaciencia que pronto iba a degenerar en el cientifismo y en la supersticin cientfica general [60].La razn, asegura Joaqun Estefana, en un tiempo histrico de vaco teolgico, convertida en ab-straccin de logos, deviene en caricatura de s misma.

    Marx es parte de lo que Ledesma detesta: el racionalismo, los programas, las constitucio-nes. Al contrario que el mecanicismo histrico marxista, Ledesma obvia la trampa de los intelec-tuales y de los programas, no sita la solucin en generaciones posteriores o en el ms all.

    Menos tericos, los bolcheviques profesionalizan la agitacin y la propaganda. Practicanuna doble moral: Exigen a Occidente que cumpla las leyes y derechos que proclama en los fron-tispicios de los parlamentos, mientras ellos estn dispuestos a la mentira, la traicin y el crimenpara conseguir sus fines. A la victoria que no sea limpia y generosa, preferimos la derrota,asume la oracin difcil de Rafael Snchez Mazas. Ramiro Ledesma prefiere la otra, la victorianecesaria porque lo que est en juego es Espaa.

    Ledesma, como Sorel, desecha el marxismo aunque no fue seguidor de Marx, al contrarioque el ingeniero galo. La ideologa que anima la revolucin sovitica es condenada sin ambagespor Ledesma: El resentimiento marxista es el mximo enemigo (...) No caben pactos con elmarxismo [61]. Precisamente esa cualidad de competencia revolucionaria con el comunismo lehace entender que el avance de ste fortalecer las filas de cuantos resueltos se opongan al le-vantamiento bolchevique en Espaa. Las J0NS de Ramiro no sern solamente pro: revolucion-arias, sindicalistas e hispanas. Tambin son intrpidamente anticomunistas. Ramiro sabe que esprecisamente el auge del marxismo el que reforzar las filas espaolistas y rebeldes. Por esoaconseja prudencia en la calle a sus camaradas de Valladolid. Ledesma escribe a OnsimoRedondo: Nuestras Juntas no pueden robustecerse mientras el peligro de la canalla marxista nogravite con ms furia sobre la Patria [62]. Ramiro espera una reaccin ms amplia ante el in-cremento del bolchevismo en Espaa. La hubo en forma de dos guerras, civil y mundial, y los so-viticos se aduearon de media Europa en la segunda mitad del siglo XX.

    Desde la perspectiva dialctica, ya implcita en la rotacin de los cuatro elementos, el na-cionalsindicalismo es una tesis surgida del enfrentamiento entre derecha e izquierda. La idea delnacionalsindicalismo nace en la primera mitad del siglo XX, tras el fracaso del liberalismo capi-talista y el rechazo a la solucin economicista que pretende aplicar la izquierda, donde el odio essuperior al afn de justicia. Por ello, Ledesma exige arrebatar al pseudorrevolucionarismo de lasizquierdas la bandera catilinaria, subversiva y liberadora [63]. Porque el marxismo no buscajusticia, es una reaccin revanchista ante los crmenes brutales del capitalismo en sus inicios.

    Los sorelianos, y Ledesma entre ellos, abren la tercera va entre las dos concepciones to-tales del hombre y la sociedad que son el liberalismo y el comunismo, ideologas presas del ra-

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    cionalismo donde se prescinde de la intuicin y del sentimiento en favor de una quimrica con-cepcin matemtica de las ciencias sociales, tan fantasiosa como La Fundacin de Isaac Asimov.El discurso superador del marxismo poltico es radical, basado en el poder de los sindicatos,Lenin repudia el carcter meramente reivindicativo de stos y Sorel su domesticacin por el so-cialismo parlamentario. Jos Antonio Primo de Rivera escribe: Los sindicatos son el instrumentode ataque y defensa del proletariado en tanto no concluya la lucha de clases. Los sindicalistasnacionales originales condenan los pactos y acuerdos con la burguesa, as como el sistema dedominio del liberalismo democratizado: el parlamentarismo. En cambio, Stalin llama al pactoms amplio con la burguesa demcrata, fomenta la poltica de Frentes Populares cuando larevolucin fracasa en Alemania y Hungra y decide implantar el socialismo en un solo pas, laURSS. La consigna es el antifascismo y justamente en Espaa, donde el fascismo era dbil, lasarmas le dieron la victoria sin alas durante casi cuarenta aos. Mientras la URSS se extendi pormedia Europa casi tres cuartos de siglo, en Espaa fracas el no pasarn. Donde los partidosfascistas eran fuertes y llegaron al poder por movimientos de masas o electorales, sus regmenesfueron destruidos militarmente por los adeptos del parlamentarismo capitalista y del monolitomarxista que extendi sus fronteras de forma inimaginable. En Espaa la debilidad numrica delfascismo hasta 1936 contrasta con el peso absoluto de sus imgenes y mitologa en la primerafase del nuevo Estado entre 1936 y 1945.

    En el siglo XX europeo, las muchedumbres han entrado en la Historia y Ledesma lo sabeirrevocable. Su accin poltica busca acceder a ellas. Ledesma haba tenido una mirada amplia ygenerosa. Nosotros decimos al grupo disidente de la CNT, a los Treinta, al Partido Sindicalistaque preside ngel Pestaa, a los posibles sectores marxistas que hayan aprendido la leccin deoctubre, a Joaqun Maurn y a sus camaradas del bloque obrero y campesino: Romped todas lasamarras con las ilusiones internacionalistas, con las ilusiones liberal-burguesas, con la libertadparlamentaria. [64] El llamamiento de Ledesma no tuvo eco pero sirve para definir sus referen-tes en la izquierda real.

    Sern finalmente los comunistas quienes asesinen a Ramiro. El corresponsal del peridicosovitico Pravda en Espaa, Mijail Koltsov, en su entrevista con el Comit Central del PartidoComunista, inst a sus miembros a que se fusilase a los reclusos de las crceles madrileas [65].El delegado de Seguridad de Madrid, Santiago Carrillo, cumpli la orden. Uno de sus destaca-mentos de la muerte asesin a Ramiro.

    Sindicalismo

    Las tareas que plantea Ledesma son titnicas. Realizarlas requiere un pueblo militante y enaccin. Busca movilizarlo y fija su mirada en la accin directa de los sindicatos: Aplaudimos laaccin sindicalista que, por lo menos, reanuda las virtudes guerreras y heroicas de la raza [6 6].Como Sorel, rechaza la domesticacin en la figura industrial y burguesa del ciudadano. Ledesmatransfiere las virtudes y el poder creador del guerrero medieval al trabajador moderno. El obreroindustrial sustituye al guerrero heroico. Los valores de ambos son comunes y el ascetismo y laeliminacin del individualismo suponen caractersticas compartidas por el soldado-monje y por elobrero-combatiente. En esta lnea frugal y casi mstica marchaban las asociaciones anarquistasque a comienzos del siglo XX practican el naturismo y hacen publicidad contra el juego, el alco-hol y la prostitucin, buscan un hombre nuevo. Los planteamientos sorelianos apareceran en lasformulaciones anarcosindicalistas, lo que supuso un punto de contacto entre este movimiento y el

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    movimiento nacionalsindicalista [67]. Esta proximidad, como vimos en otro artculo, propiciun encuentro con ngel Pestaa, cenetista histrico y fundador del Partido Sindicalista. Pero eldesencuentro tena ms fondo. Mientras que los anarquistas queran que los sindicatos fueranuna especie de clubs de metafsica antiautoritaria, los sorelianos, en cambio, conciben a los sindi-catos en trminos de unidades de combate disciplinadas, slidamente organizadas y dirigidas poruna elite de militantes de profundas convicciones [68]. Ramiro est en el segundo grupo, comodemuestra cuando escribe que son los trabajadores, es decir, los sindicatos obreros, los que conmayor urgencia y premura tienen necesidad de que se vigorice y aparezca sobre la Pennsula larealidad categrica de Espaa [69]. Los asalariados son los primeros beneficiarios del principiode nacin por el igualitarismo en la ley comn, en la enseanza, la sanidad y los seguros sociales,adems de por la idea dinmica de patria que contrarresta el simple egosmo individualista quedefienden los liberales.

    En las primeras dcadas del siglo pasado, la condicin de trabajador fue la principal, laidentidad que englobaba ms aspectos de la vida de la persona, donde sta dejaba ms tiempo yenerga. De forma paulatina, el productor es incluido en las redes del mercado mediante la gener-alizacin de un estado del bienestar, impulsado por el nacionalismo y sindicatos fuertes, y ocupaotro puesto ms en la cadena, como trabajador, como consumidor y como sujeto fiscal. El incre-mento del ocio dar ms peso a la condicin de consumidor pasados los aos 60 del siglo pasado.

    A esa doble condicin de trabajador y consumidor se aade la de justificar, con su voto, elsistema parlamentario. Es habitual y necesario citar a Hubert Lagardelle cuando escribe en Plansen 1931: La utopa de la democracia ha despojado al individuo de sus cualidades sensibles, re-ducindolo a la condicin abstracta de ciudadano. Esa condicin tiene una vertiente poltica, lade legitimar con el voto el orden democrtico y otra doble econmica: producir y consumir. Sinconocer la existencia de los poderosos reclamos audiovisuales de hoy, ni la televisin, an nopoda afirmarse con tantas evidencias como ahora que a excepcin de las minoras perseguidas yde los intelectuales desclasados, los trabajadores occidentales estn cautivos en las redes de lacultura consumista [70]. Ramiro Ledesma ya prev esa nueva figura encadenada, el ciudadano aquien el sistema aplica la doble funcin de producir y consumir [71]. Ramiro se adelanta a sutiempo y vaticina el futuro, nuestro presente, mientras los socialistas siguen predicando la dic-tadura del proletariado. Ledesma vaticina algo que ya ocurre lejos de Europa, plus ultra. La inclu-sin de los obreros en las redes de consumo impulsada por Henry Ford, quien desarroll la ca-dena de montaje para abaratar costes y la venta a plazos para dar salida a sus famosos cochesFord T que, hasta 1914, haban vendido 15 millones de unidades. Ford es un representante genu-ino del cambio que supuso la segunda revolucin industrial, con un talante ms dado a la accinque al dilogo: La mayora de las personas gasta ms tiempo y energas en hablar de los prob-lemas que en afrontarlos. Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, ests en locierto. Hay algo de voluntarismo en la actitud de los renovadores de la industria que gener-alizaron la venta a plazos pero su objetivo no consiste en hacer llegar ms coches a ms gentesino ms dinero al fabricante. Ledesma rompe el hechizo del progreso cuando deja la verdad des-nuda. Ramiro condena el inters egosta creciente ante la menguante igualdad pblica. Los me-dios de produccin son usados como instrumentos de dominio de una minora que tiene sobre unamayora desposeda. Los medios de produccin son caros por eso la fabricacin en serie incor-pora miles de puestos de trabajo para producir ms y ms barato. El avance de la tcnica en Occi-dente requiere de forma creciente un mayor conocimiento tcnico. La industrializacin ir de-jando su etapa salvaje de mano de obra intensiva que multiplic la aparicin de las ciudades. Una

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    guerra mundial generalizar el Estado del bienestar en Occidente: la educacin y la sanidadpblicas se imponen en Europa occidental. El papel de los sindicatos europeos en esta extensines indudable.

    Rebeldes espaoles

    Ledesma explica que la bandera social de las JONS consiste precisamente en difundir en-tre las masas un sindicalismo nacional, es decir, jerarquizado y al servicio de los intereses na-cionales [72].

    Imperio y pan, no hay grandeza ni dignidad nacional sin esas dos cosas afirma Ramiro Le-desma. Junto al imperio, el pan porque la miseria material puede llevar a la negacin de la fe. Elmito sorealiano alrededor del que Ledesma convoca a la juventud es la nacin. Encuentra enSorel la idea del "mito social", una imagen que activa sentimientos e instintos colectivos, capazde suscitar energas siempre nuevas en una lucha cuyos resultados no llegan a divisarse [73].

    Ramiro quiere nacionalizar a los espaoles, a todo el pueblo, ligar su destino con el des-tino nacional de Espaa. Ese es el camino ms inmediato, la tarea ms importante [74]. Algntiempo, poco, Ramiro so con espaolizar la Confederacin Nacional del Trabajo, hasta quecomprendi la necesidad de nacionalizar los mismos sindicatos [75]. Diversas actuaciones sin-dicales en Italia y en Francia junto a la trayectoria del lder italiano Benito Mussolini facilitabanla creencia en la conversin de la izquierda al nacionalismo, con ms fuerza en nuevas nacionescomo Alemania e Italia. No es exclusiva de Ledesma esta forma de pensar ni ese objetivo. EnFrancia Valois ha iniciado la tarea e influye en el tradicionalista espaol Vctor Pradera. El ob-jetivo de Valois era recuperar las masas obreras de la izquierda, a travs del sindicalismo para elnacionalismo [76]. Ledesma siembra en Iberia esas ideas con fuerza y sin eco, los escritos deSorel se repiten en las bibliotecas fascistas. Se produce un encuentro de ngel Pestaa con Primode Rivera; otro de un enviado de Cipriano Mera con falangistas donde son detenidos, cuenta elpropio Mera a Vicente Talon en la revista Personas.

    En el fascismo espaol primitivo confluyen gentes de distinto origen, hasta izquierdistasnacionalizados y derechistas socializados. Unos, los menos en Espaa, llegan a lo nacional por lava de lo social: Manuel Mateo, Guilln Salaya y Nicasio lvarez de Sotomayor, por ejemplo.Otros acceden al mismo punto por sentido inverso, comprenden lo social desde lo nacional. Con-vergen en la nacin como unidad poltica de accin de un pueblo que merece equidad. Los anhe-los de justicia generalizados a partir del socialismo toman cuerpo en el mbito nacional. Elpueblo sustenta el Estado, la mquina nacional por excelencia, y ese Estado trae la justicia queexigen las multitudes, que llegan a la arena pblica en el siglo pasado sin intencin ya de salir deella. A partir de ah las ideologas, cualquiera de ellas, han de proclamarse populares, en su ver-sin democrtica o asamblearia. Los discursos de las facciones polticas habrn de tener ya muyen cuenta al protagonista biolgico de la vida nacional, el pueblo. Todo se har por y para elpueblo pero reduciendo la presencia de ste al mnimo en los centros de toma de decisiones, me-diante el prstamo de soberana cuatrienal que el pueblo da al parlamento.

    La prioridad en Ledesma la tiene la Patria. Vivimos los espaoles una poca decisiva.Tenemos a la intemperie lo ms profundo, valioso y delicado (...) no slo a nuestras instituciones,a nuestro bienestar, a nuestra cultura, sino a nuestra propia Patria [77]. En la salvacin de esapatria, en la conjuncin entre la justicia social y lo nacional como proyeccin histrica y rea de

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    la solidaridad est la tesis bsica del nacional sindicalismo: la nacin, ese espacio de la solidari-dad, es la unin de una historia comn y una voluntad presente de mantener un Estado, que ga-rantiza el pan y el imperio. Santiago Montero explica: La universalidad constituye la esenciamisma del Imperio (...) por referirse a un orden de valores universales [78]. Hemos visto queRamiro Ledesma vive los tiempos de las revoluciones europeas y apuesta por ellas globalmente:Las revoluciones realizan el hallazgo de tareas formidables, a las cuales se lanzan con intrepidezy entusiasmo las energas del pueblo [79]. Dos claves de la rebelin, el concepto de misinhistrica, la tarea, y el protagonismo del pueblo en accin con alegra. Ese es el sentido del lder,encontrar la misin, entusiasmar al pueblo en pos del destino asumido. La nacin es un qu hacerentre los hombres, es decir, en la Historia, que marca el devenir humano, el presente continuo delgnero. La nacin es territorio y es pueblo, presente, pasado y futuro. Ledesma afirma que elfascismo es en su ms profundo aspecto el propsito de incorporar a la categora de soporte osustentacin histrica del Estado Nacional a las capas populares ms amplias. [80]

    Hemos visto en otras ocasiones que ese protagonismo de las masas en la vida nacionallleva a Ledesma a choques con algunos falangistas ms cercanos a la teora de la aristocracia delconocimiento de Ortega, a la postre platnica. Eugenio Montes acusa a Ledesma de jacobino enun homenaje a Gimnez Caballero. Hoy dudo si es una acusacin incorrecta pero desconoce elpensamiento profundo de Ramiro, que anhela un pueblo movilizado en pos de sus lderes natura-les: Poltica, en su mejor acepcin, es el haz de hechos que unos hombres eminentes proyectansobre un pueblo. [81] De nuevo la idea de liderazgo por la accin. Ms an, escribe el directorde La Conquista del Estado: Una Espaa grande ser imperialista, porque su influencia cultural,econmica y militar, se dejara sentir en todo el mundo. [82] Si Eugenio Montes tiene razn yRamiro Ledesma es jacobino hay que aadirle el adjetivo napolenico. El propio Ledesma es-cribe en Nuestra Revolucin: Vigorizar con pulso jacobino la idea nacional de Espaa y revol-verse contra los poderes que tienen puesto a nuestro pueblo los grilletes de la pobreza y de la ru-ina [83]. La redencin social de los espaoles se realiza a travs de la nacin.

    El nacionalsindicalismo recoge las corrientes patriticas vivificadas por los procesos deunidad italiano y alemn y la eclosin nacional posterior al desmembramiento del imperio austro-hngaro en Europa. A ello se aade la democratizacin econmica en Italia y el desarrollo de te-sis sindicalistas en Francia. Esas actuaciones han generado fuerzas que han conquistado el poder.En 1936 el nacional sindicalismo espaol es extraparlamentario y la nacin sufre violentas ten-siones secesionistas a manos de los separatistas vascos y los secesionistas catalanes desde queEspaa perdi formalmente su imperio en 1898 contra Estados Unidos. Desde ese momento,hemos considerado que era muy peligroso tener una identidad nacional mientras nos parecamuy democrtico que existieran nacionalismos [84].

    Para poner en pie de guerra la nacin, hace falta mantener su unidad. El nacionalismo dela clase media proporcion una base comn, unas pautas comunes y un marco de referenciacomn sin los que la sociedad se disuelve en facciones en lucha [85]. El nacionalismo revolu-cionario critica el monopolio del poder poltico a manos de los partidos parlamentarios, cuyo fines crear problemas que permitan su existencia, pero es ms crtico, si cabe, con las faccionesseparatistas. Ramiro es celoso de la unidad de la nacin y del Estado. Se enfrenta a los estatutosde autonoma, desvela su fin ltimo: No se trata de una simple autonoma regional dentro delEstado, sino de reconocer una nacionalidad, una soberana poltica frente a la soberanaespaola [86]. Es la ruptura de la soberana nacional, compartirla y, por tanto, vaciarla de sen-

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    tido. La defensa de la unidad espaola se hace sin fisuras desde los distintos grupos de tercera vacontemporneos de Ledesma del arco poltico extraparlamentario. Escribe Rafael Ibez: La vozde Ledesma es por eso bronca: de inoperante, falso y sin calor califica ese patriotismo reaccion-ario al que las propias fuerzas conservadoras traicionan [87].

    Esa primaca de lo espaol tiene un instrumento de ejecucin histrica, el Estado nacionalunitario, en un concepto total. El vigor de Ledesma en la defensa de ese Estado como instrumentoy protagonista de la vida nacional le supuso que un sector de la derecha civilizada abjurase de lcomo totalitario, al menos en poltica. El cardenal ngel Herrera Oria, fundador del periodismocatlico en Espaa, acus a Ledesma ante Onsimo Redondo. Ledesma escribe en tercera personaque ngel Herrera (...) los calificaba a todos de hegelianos, empedernidos, estatlatras y unaporcin ms de herejas [88]. Sin embargo, Ramiro fue claro en su actitud ante las relacionesentre el trono y el altar: No aceptamos la disciplina poltica de la Iglesia pero tampoco seremosnunca anticatlicos. [89]

    Persona y trascendencia

    Ledesma llega a travs de Heidegger a la teora de los valores, cuyos representantes sonMax Scheller, Nicolai Hartman, Heidegger y Hans Gadamer: Ellos proponen una moral valricaque surge de la naturaleza del ser y de la vida, en oposicin a la moral formal de Manuel Kant de-sarrollada en el siglo XVIII en su obra Crtica a la Razn Prctica publicada en 1788. Kant afir-maba que la moral se basa en la nocin del deber que aparece como una orden incondicional de larazn o imperativo categrico al que debemos obedecer y que no admite ninguna derogacin,sean cual fueran las circunstancias. Unamuno, Kierkegaard, James y Bergson han afirmado que larazn no sirve para conocer la vida. El hombre vive y muere y no quiere morir del todo. (...) Poreso los hombres le dan significacin a la existencia, ser de la vida segn Heidegger, como formade ser y de convivir, que debe llevar a la plenitud como ser vivo autntico y real que se incorporaa la historia como parte de la realidad existencial, cuya esencia participa del ser como origen ydestino de todo cuanto existe [90]. En la formacin de su pensamiento encontramos, tambin,huellas de Ortega y Gasset con su concepto de nacin como proyecto sugestivo de vida encomn. Est adems Nietzsche, el cambio de valores, el voluntarista, solitario y heroico. Speng-ler, la decadencia de Occidente; Sorel, la mstica del sindicalismo violento, el desprecio por laburguesa parlamentaria y pacifista; otros como Hegel, Fichte, Maurras, Costa, Gimnez Cabal-lero, etc.

    Frente a esos planteamientos en que la persona posee algo de la eternidad que la precede ycontina, ser de la vida, la realidad del modus videndi occidental evidencia que la vida de lageneralidad de la poblacin se dirime entre trabajos alienantes y ocio artificial [91]. Esas perso-nas son incorporados indolentes a la Historia como espectadores sin existencia significativa. Laidea subleva a Ledesma. El concepto catlico de la existencia, que inspiraba a Jos AntonioPrimo de Rivera, Leon Degrelle, Onsimo Redondo o Codreanu, da la primaca a la persona puesla trascendencia de su alma inmortal es la razn ltima. El fascismo primigenio pone su fuerza ysus esperanzas en el Estado que es el instrumento y el protagonista del destino nacional, su dis-curso se dirige a los derechos comunes. En ese sentido, el diputado Primo de Rivera habla a lossocialistas en el Parlamento: Nosotros slo hemos asumido del fascismo aquellas esencias devalor permanente que tambin habis asumido vosotros (...) ese sentido de creer que el Estadotiene algo que hacer y algo que creer, es lo que tiene de contenido permanente el fascismo, y eso

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    puede muy bien desligarse de todos los alifafes, de todos los accidentes y de todas las galanurasdel fascismo, en el cual hay unos que me gustan y otros que no me gustan nada. [92] En el fas-cismo catlico que representan Jos Antonio Primo de Rivera y Onsimo Redondo el Estado noes un todo ni una estructura opresiva sino un instrumento para alcanzar el desarrollo de la personapues la idea de la salvacin en el creyente cristiano es ms determinante que cualquier otra pormucho nfasis que se pusiera en la nacionalizacin de la justicia social. En el fascismo catlicoespaol hay una concepcin trascendente del individuo al que se le unen valores eternos como lalibertad y la dignidad en lnea con lo expuesto por Santo Toms. El individuo en su relacin conel entorno se hace persona. La influencia catlica vacuna contra el panestatismo que caracteriza aotras concepciones ms prximas al fascismo original como es la lectura que hace el jonsismoramirista. Mientras que el programa social del jonsismo procede del sindicalismo revolucionariode izquierdas la del fascismo catlico bebe de la doctrina social de la Iglesia. Para Jos Antonio,abogado, existen las personas; para Ledesma, filsofo, las naciones imperiales. Cuando Primo deRivera habla del fecundo camino de la crtica, un modo jesustico, Ledesma le contesta en lasprimeras lneas de Fascismo en Espaa?: La fecundidad de la crtica es siempre muy limitada[93]. El desarrollo que se produce en el pensamiento de Jos Antonio Primo de Rivera desde susintervenciones en la Unin Monrquica en 1930 hasta el Discurso de la Revolucin Espaola de1935 es enorme. En Ledesma hay variaciones tcticas, pero mantiene una constante en supensamiento como es apreciable desde La Conquista del Estado hasta Nuestra Revolucin. Cu-ando Ramiro se integra en la poltica, tienen la cabeza amueblada y no realiza cambios significa-tivos. Incluso no pone demasiado nfasis en el talante moral de la rebelin, cosa que s haca elabogado Primo de Rivera: desmontar el capitalismo es una alta tarea moral. Sorel ya discuti conlos marxistas ortodoxos cuando defendi que el socialismo era una "cuestin moral", el cambiode valores anunciado por Nietzsche. Para Sorel la lucha de clases era para movilizar al proletari-ado en la guerra mtica contra el orden burgus. Ledesma cree que los trabajadores son la partems viva del cuerpo social de la nacin.

    Ledesma vivi consciente el tiempo de las masas, siglo europeo en que dos guerras mun-diales, varias civiles y setenta aos de experimento socialista en media Europa han dejado paso ala sociedad a medida del cliente, donde el individuo y su cualidad liberal inherente, el egosmo,han triunfado. Al menos, como valor extendido, aunque las infraestructuras del sistema tenganhoy mucho ms de red que de pirmide monrquica. Es el resultado del contrato social.

    La lucha contra el individualismo fracas. En la actualidad, impera incluso por encima delas calles. No slo son individualistas los meros ciudadanos que van por libre: tambin elpoltico lo es en la medida en que su oficio ha dejando de ser un claro servicio pblico para ser unservicio a los intereses de un partido o de una clase profesional [94]. Desde los puestos ejem-plarizantes de la conduccin poltica emanan un modo de vida y unos valores que se extienden alresto de los ciudadanos. La cultura del pelotazo, de las promesas incumplidas y del circo televi-sivo informa a la sociedad. Occidente tiene olvidado que fuera de la historia, el hombre no esnada. Este es el motivo por el cual el fascismo se opone a todas las abstracciones individualistasfundadas en el materialismo del siglo XVIII [95]. Es tan absurda la expresin poltica ymeditica del Siglo de las Luces hoy que alienta los derechos de sus enemigos mortales, dis-puestos a exigir hasta el mnimo privilegio que les otorga Occidente pero no van a cumplir leyajena alguna.

    Ledesma acert. Antes que lo indicara Marcusse, Ramiro destac el valor de los jvenes

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    como conquistadores de la liberacin nacional. La juventud es la protagonista de las movilizacio-nes: La pugna de la Espaa de los jvenes con la Espaa de los viejos (...) No ms mitos fraca-sados. Espaa se salvar por el esfuerzo joven [96]. Para lidiar por una Espaa nueva, para con-seguir el predominio de una forma justa de convivencia, de servicio en pos de una misin, es ne-cesario el combate, la perseverancia, la militancia entregada y seria. Ledesma subray este com-promiso con su vida.

    Hoy existe una juventud pobre, sin perspectivas de futuro, movilizada de forma perma-nente en torno a una fe que impone a su alrededor. Una juventud que dejaba de lado los partidospolticos porque rompan con la unidad de la comunidad [97]. Sin embargo no son banderasrojas ni nacionalistas las que agitan los nuevos jvenes airados, ahora viven en el Magreb, frica,Oriente y Europa. Pero esa ya es otra historia.

    Ramiro Ledesma fue un rebelde en hechos y palabras. Dej el flemtico anlisis intelectualpara servir a una causa que se sustancia ms por sus actuaciones. Para extender el nacionalsindi-calismo Ledesma public distintos peridicos y predic la accin directa, que era ms frecuenteen la izquierda y poco ms all que retrica en los grupos fascistizados. El nacimiento de Le-desma en el fascismo origen no significa destino responde a su espritu de rebelda, airado ycortante. Viste camisa negra, lleva una temporada un irritante flequillo hitleriano y da vivas a to-das las revoluciones. Aconseja que si para hacerla en Espaa es necesario gritar abajo el fas-cismo pues a ello. Si una etiqueta mantuvo hasta su muerte fue la de nacionalsindicalista,probablemente el primero en Espaa. Ledesma no era hombre de marcas, ante la burocratizacinde la novedad revolucionaria deja de reivindicar lo fascista como definicin. La institucionali-zacin en Roma y Berln hizo virar el tono poltico desde la rebelda al pragmatismo guberna-mental. Muchos revolucionarios, en Alemania son las Secciones de Asalto (SA) y en Espaa, losfalangistas primigenios, quedan eliminados de la vida poltica para ceder el paso a un partido pa-trimonio del Estado. Ninguno de estos sistemas sobrevivi a su dirigente, unos en 1945 y otros en1975.

    Ajenos a esas contaminaciones, los escritos de Ledesma siguen a por levas en la juventudespaola para encuadrar al protagonista de la liberacin nacional, vigorizando con pulso jacobinola idea de Espaa y el afn de cambiar el orden social mientras Espaa cede a la devastacin y alanacronismo.

    * * *

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    NOTAS:

    1 Bolvar us la opinin pblica, entre otras cosas, para que encubrir el asesinato de 800prisioneros espaoles ante el avance del general Juan Murillo.

    2 Juan Aparicio Aniversario de La Conquista del Estado. Edita Crculo Cultural LCdelE.Sevilla, 2003, pgina 14.

    3 Sobre Ledesma y los consensos ver mi artculo Juventud, accin e izquierda en RamiroLedesma, Catoblepas. http://www.nodulo.org/ec/2004/n031p04.htm

    4 Francisco J. Palacios Romeo La civilizacin de choque Centro de Estudios Polticos yConstitucionales. Madrid, 1999, pgina 168.

    5 Ramiro Ledesma en la revista Accin Espaola, n 24. Marzo de 1933.

    6 Fernando Daz-Plaja Los poetas en la guerra civil espaola Plaza y Jans, Barcelona1975.

    7 Torcuato Luca de Tena Franco s, pero Planeta, Barcelona 1993.

    8 Herbert R. Southworth. Antifalange, estudio crtico de la Falange en la guerra deEspaa. Ruedo Ibrico, Pars, 1967, pg. 155.

    9 Jess de Andrrs El voto de las armas Los libros de la catarata, Madrid, 2000, pgina61.

    1 0 Francisco Blanco Un tab que no debiera serlo

    http://www.rumbos.net/rastroria/rastroria05/Relaciones_NSDAPFET.htm

    11 Klaus-Jrg Ruhl Franco, Falange y III Reich Akal, Madrid, 1986, pgina 14.

    12 Xavier Moreno Juli La Divisin Azul Ed. Crtica, Barcelona, 2004, pgina 18.

    13 Muestra de ello es la prohibicin del saludo brazo en alto en Espaa tras la derrota delIII Reich.

    14 Klaus-Jrg Ruhl Franco, Falange y III Reich Akal, Madrid, 1986, pgina 174.

    15 Juan Velarde Fuertes Cincuenta aos despus de que cambiase todo Cuadernos deEncuentro, otoo 2003, nmero 74, pgina 43.

    16 Francisco J. Palacios Romeo La civilizacin de choque Centro de Estudios Polticos yConstitucionales. Madrid, 1999, pgina 159.

    17 Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro Ledesma Ramos-

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 165.

    18 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen III Fundacin Ramiro LedesmaRamos-

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 287.

    19 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 185.

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    20 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 350.

    21 Christopher Lasch La rebelin de las lites y la traicin a la democracia EdicionesPaids, Barcelona 1996. Pgina 14.

    22 Hannah Arendt Entre el pasado y el futuro Ediciones Pennsula, Barcelona, 2003,pgina 46.

    23 Jean Larteguy Los centuriones Ediciones Cid, Madrid, 1961, pgina 107.

    24 La Conquista del Estado Madrid, 11 de abril de 1931 nmero 5 pgina 3

    25 Rubenstein, Richard Alquimistas de la revolucin Granida Ediciones, Barcelona,1988, pgina 259

    26 Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro Ledesma Ramos

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 115.

    27 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos-Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 156.

    28 Principios y Valores

    http://www.aspas.cl/Doctrina/Principios_Valores.htm Movimiento Revolucionario Na-cional Sindicalista de Chile - M.R.N.S. - www.aspas.cl - 2005

    29 Ramiro Ledesma Ramos Escritos polticos, 1935-1936 Edita Trinidad Ledesma, Ma-drid, 1988, pgina 166.

    30 Ramiro Ledesma en la revista Accin Espaola, n 24. Marzo de 1933.

    31 La Conquista del Estado, Madrid, 11 de abril de 1931 nmero 5, pgina 3.

    32 Jos M. Snchez Diana Ramiro Ledesma Ramos y su interpretacin de la Historia Cr-culo Cultural La Conquista del Estado- Ediciones Nueva Repblica. Barcelona 2003, pgina 16.

    33 Pedro C. Gonzlez Cuevas Maurras en Catalua Razn Espaola

    http://www.galeon.com/razonespanola/re85-mec.htm

    34 Ramiro Ledesma Discurso a las juventudes de Espaa Obras Completas Volumen IVFundacin Ramiro Ledesma Ramos-Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004,pgina 121.

    35 Ramiro Ledesma Nuestra Revolucin.

    36 Joseph Stiglitz El malestar en la globalizacin Suma de Letras, Madrid, 2003, pgina172

    37 Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro Ledesma Ramos-

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 122.

    38 Entre sus admiradores declarados estuvieron Lenin, Churchill y Mounier..

    39 Mnico Mlida Los resortes de Onsimo Redondo Aportes, n 32, pgina 24.

    40 Antonio Brea Ramiro Ledesma Ramos en 1931. Una visin fascista del cambio de r-

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    gimen. Crculo Cultural La Conquista del Estado. Sevilla, 2003. Pgina 5.

    41 Juan Aparicio Aniversario de La Conquista del Estado. Edita Crculo Cultural LCdelE.Sevilla, 2003, pgina 19.

    42 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos-Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 494.

    43 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos-Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 494.

    44 Jos M. Snchez Diana Ramiro Ledesma Ramos y su interpretacin de la Historia Cr-culo Cultural La Conquista del Estado- Ediciones Nueva Repblica. Barcelona 2003, pgina 7.

    45 Ramiro Ledesma Nuestra Revolucin, julio de 1936.

    http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/rnr.html.

    46 Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro Ledesma Ramos-

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 524.

    47 Emiliano Aguado La personalidad de Ramiro Ledesma Ramos

    http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/fundador_02.html

    48 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 185.

    49 Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro Ledesma Ramos-

    Ediciones Nueva Repblica, Barcelona-Madrid, 2004, pgina 115.

    50 Ramiro Ledesma Ramos Escritos polticos, 1935-1936 Edita Trinidad Ledesma, Ma-drid, 1988, pgina 168.

    51 Hannah Arendt Entre el pasado y el futuro Ediciones Pennsula, Barcelona, 2003,pgina 45.

    52 Ramiro Ledesma Ramos Escritos polticos, 1935-1936 Edita Trinidad Ledesma, Ma-drid, 1988, pgina 165.

    53 Nuestra Revolucin. Julio 36 http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/rnr.html

    54 Ramiro Ledesma Ramos Obras Completas Volumen IV Fundacin Ramiro LedesmaRamos

    Ediciones Nueva R