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FEDOR DOSTOIEVSKI; NOCHES BLANCAS EL AMOR DE UN SOÑADOR ENSAYO Por: Fernando Chacón UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN TEORÍAS DE LA LITERATURA Profesor: RICARDO PÉREZ

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FEDOR DOSTOIEVSKI; NOCHES BLANCAS

EL AMOR DE UN SOÑADOR

ENSAYO

Por:

Fernando Chacón

UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN

TEORÍAS DE LA LITERATURA

Profesor:

RICARDO PÉREZ

BOGOTÁ D.C.

DICIEMBRE DE 2009

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¿Y ya con qué voy a soñar, cuando he sido tan feliz despierto?

INTRODUCCIÓN

Para cualquier lector, sea de la edad que sea, del contexto económico, social, político o circunstancial en el que se encuentre, Noches blancas será siempre un ejemplo de aquel sentimiento básico en el comportamiento humano: el amor; pero no ese amor que está disponible cuando le queramos, sino aquel que se muestra oculto tras una pared de sinsabor, aquel que llega sin que menos lo esperemos. Y es, asimismo, la eterna búsqueda del ser humano por situarse en su inmediatez, por permanecer inmerso en un mundo que en ocasiones le es ajeno, a pesar de que tiene todo allí para que sea feliz o infeliz; si lo desea.

En un ámbito más formal, nos hallamos ante un relato corto. Se evidencia por parte de Fedor Dostoievski (su autor) la necesidad de una narración corrida, sin espacios para una disertación demasiado profunda de las acciones de los personajes ni la descripción detallada de los mismos y de los ambientes que ocupan en la obra. Ésa es quizá una de las más marcadas características de esta obra de Dostoievski: una atención inconmensurable a los hechos, a la transición entre una noche y la otra, entre una disertación y otra, entre el pensamiento del protagonista y sus posibles acciones a partir de él.

El amor de un soñador. “Un soñador no es un hombre, es simplemente una criatura de sexo neutro” decía, mientras empezaba a labrar lo que sería su amor, la presencia de la sustancia finita con la que se trenzan los sueños, diría Shakespeare. Así transcurre noches blancas, novela corta, célebre, íntimamente pasional y tempestiva, muestra clara de lo que significa ser humano, a pesar del quebranto interior del yo.

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NOCHES BLANCAS

BREVE MARCO TEÓRICO

Noches blancas, de Fedor Mijailovich Dostoievski, se enmarca de lo que se denomina la novela corta, género literario muy extendido en la obra del autor y un recurso básico para conocer de primera plana la producción directa sin recurrir a “epopeyas”. Además de su extensión, está marcada de nuevo una situación muy bien descrita por Dostoievski en su producción: el posible encuentro del amor por parte de seres que usualmente sufren de algún problema importante; seres atormentados, vacíos y solitarios que se yerguen en nuevas posibilidades. Es, en fin, una búsqueda perpetua que termina, pero que para el protagonista no tiene un final “feliz”.

En la obra no se evidencian, como ya se había señalado, descripciones detalladas, ni de personajes, ni de ambientes. Intervienen en ella pocos de los primeros, centralizando la acción en sólo dos. En cuanto al espacio, las acciones se desarrollan en la ciudad de Petersburgo (patria chica del autor) y dentro de ella en varios parajes específicos, igualmente descritos sin mucho detalle.

La obra conserva, en cuanto al tiempo, linealidad en los hechos. El narrador no es aquel omnisciente sino que utiliza al personaje principal como arma narrativa. El recurso más utilizado por Dostoievski es el diálogo, con el que da a conocer cada suceso, pero también existe la presencia de monólogos, normalmente realizados por el protagonista y que van aclarando el hilo de la historia.

Enmarcada dentro de principios de la segunda mitad del siglo XIX, Noches blancas se haya dentro del realismo que en Dostoievski no es tan marcado como en otros autores (aunque esa característica se extiende a la mayor parte de la Rusia de ese tiempo) pero que da visos de su obra. El Petersburgo de aquella época era solitario, frío y sombrío, de manera tal que el narrador sabe contrarrestar ese efecto con un relato que, desde la condición humana, resulta interesante debido a los cambios de parecer súbitos y un ánimo de colaboración con el lector que hoy nos es familiar.

Noches blancas resulta ser una típica sensación de lo incompleto, de lo no realizable y de lo utópico. Para el latinoamericano en general sería bueno tener algún conocimiento de la obra, ya que ese espíritu tranquilo cautiva desde un inicio la percepción de mundo. Aquí tenemos la vista reducida y todo el mundo es enemigo nuestro, aún cuando la entrada está al frente de nuestros pies.

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EL AMOR DE UN SOÑADOR

¿Cómo soñar con alguien que acabamos de conocer?

Como parte de lo que se denomina ser humano, nuestra mente forja imágenes todo el tiempo, representaciones de lo que existe, en pocas palabras, de lo que podemos percibir a través de nuestros sentidos. Pero éstos engañan, nuestra consciencia (e inconsciencia desde luego) también. Es parte de esta condición, es ese movimiento errático característico. Pero no lo hacemos con el fin de cometer vanas equivocaciones. No. Es por la acusada curiosidad que nos vemos envueltos en deslices, por el denotado carácter de exploración y contemplación hacia lo que nos es novedoso y esquivo. Pero estoy siendo un tanto pesimista, así que diré que nos es grato levantarnos, evocar y corregir, pedir perdón y perdonar. Ello también es humano.

La soledad como medio de adquisición

¡Oh, Nastenka, Nastenka, si supieras qué solo estoy ahora!

Simple. La aparente soledad humana es adquirida. Ni aun siendo ciegos, sordos o mudos nos vemos impedidos de contemplar al otro, de hablarle, de manifestarle, de quererle. La soledad se da por conflictos no con los demás, sino desde el interior de la personalidad, por creaciones inmutables de restricción y baja estima. Pero la soledad no es convicción, es sólo condición, maldición, virtud.

Desde un punto de vista biológico, hemos de estar muertos en vida para no admirar las razones que nos han traído aquí. Admitir soledad es admitir que estamos ante la razón misma de los problemas sociales del hombre, de una de las razones por las cuales éste se distancia de los demás seres: se da cuenta de que está vivo, de que está solo.

El soñador vive sus noches blancas en la compañía de su circunstancial e inesperado amor, Nastenka, más aun en el calor cercano de su mano, se siente solo, porque para la compleja mente humana no hace basta con estar, también se debe ser. Buscar y preguntar son dos premisas para el hombre de todos los tiempos, para aquel que vive consciente de ello. Pero la vida es más que tener los pies sobre la tierra, respirar un aire y cumplir necesidades biológicas. Vivir es soñar, es sumergirse en todas las facetas posibles; ser acompañado, estar solo.

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Para el soñador, protagonista de estas noches blancas, la soledad es más bien el pan de cada día, (La soledad y la indolencia acarician la fantasía) parte de la rutina que le lleva de la mano, “todo por la fuerza de la costumbre” (Albert Camus, El extranjero). La soledad es ya una amiga, hasta que aparece la figura femenina y es allí donde esos inquietos sentidos entran a jugar, donde la consciencia abandona parcialmente su parte de razonamiento y varios procesos orgánicos tienen lugar. Todo ello posible sólo con la presencia de otra persona, aunque ésta se encuentre a varios metros de distancia. Metros que son sólo símbolos inicialmente infranqueables.

Pero, ¿cómo soliviantar aquello que es penumbroso, ya que es parte de esta conducta humana, de esta condición soñadora?

El sueño como parte de estar despierto

El soñar brinda al hombre la posibilidad de encontrarse con un futuro, de alcanzar lo que siempre ha querido, de idear mundos perfectamente equilibrados para su bienestar y progreso. Nos encontramos pues, con la esencia misma de los propósitos. Dicho de otra manera: “Pobre no es quien sus sueños no se han realizado, sino aquel que no sueña” Sin embargo, no sólo basta con soñar, hace falta empezar a hacer, intentar, probar. Nuestro soñador puso en marcha los dos pasos, pero aquí entra en juego otro factor, que va inherentemente de la mano con esos pasos, y ese factor son las circunstancias.

Nastenka aparece ante el protagonista como una mujer solitaria, parecida en ese sentido a él. Pero las circunstancias fueron adversas para el soñador, quien creyó haber encontrado el amor pero que en un último instante se fuga cual agua en la palma de la mano. Así, el sueño de estar al fin en la compañía de un par se aparca, y si bien se evidencia pesar, personalmente me asombra la tranquilidad con la que se toman los hechos (la existencia de un posible rival, la terrible espera, las confesiones de su amada, etc.) a los que tiene lugar el protagonista.

Finalmente, el soñador es humilde, se encuentra a caballo entre la felicidad ajena y la resignación, entre la posibilidad de un nuevo acercamiento con otra persona y su aparente soledad, entre el Petersburgo conocido y la enmarañada mente humana por conocer.

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Las tormentas de las noches blancas

“Hoy ha sido un día triste, lluvioso, sin un rayo de luz, como será mi vejez. Me acosan unos pensamientos tan extraños y unas sensaciones tan lúgubres, se agolpan en mi cabeza unas preguntas tan confusas, que no me siento ni con fuerzas ni con deseos de contestarlas. No seré yo quien ha de resolver todo esto”.

Tormentos. Eso es lo que acompaña al hombre y a su vida a través del tiempo. Es la lluvia, es el gris del cielo, es su hambre, es su necesidad. Se vive pensando en una acción inmediata, en un eterno complemento que justifique el sentido del lucro y de insuficiencia. Es, desgraciadamente, un inconformismo. Quizá a nuestro protagonista no lo muevan las malas intenciones, el camino de una inmediatez insensata; lo mueve el deseo de la experimentación, el ánimo de fundirse en el calor de una amante, la premisa de sentirse por primera vez, después de 26 años, querido y amado.

Cada noche tiene una peculiaridad. Cada noche es pasión, sentimientos rebosantes y sinceridad. ¡Qué época y que entorno para vivir! Este panorama es fiel muestra de lo que un variable Dostoievski sufre desde su interior. Es una caracterización de la vida tormentosa, de la evocación hacia el amor perdido y de la soledad por siempre encontrada.

Concluyo así, a pequeños rasgos, esta visión de Noches Blancas, una novela que reparte desde el principio una visión única de la vida, de la juventud que se agota cada día, de las pasiones que mueven y sintetizan al hombre, no sólo de aquella época, sino de todos los tiempos; de un hombre más moderno que antiguo.

Noches blancas es una novela que vale la pena leer, ya que pertenece a un compás de relatos cortos que de manera muy simple van narrando sucesos típicos de la vida, de la ciudad, del clima y de las personas que pasajeramente van dejando su huella en el polvo de la misma tierra.

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BIBLIOGRAFÍA

- CAMUS, Albert. El Extranjero. Librodot. Com. 38 PP.

- CIRCULO DE LECTORES. Diccionario Enciclopédico Vox. Primera y única edición. Barcelona: Biblograf, 1984, tomos II, VII, IX, XIII, XV y XIX.

- DOSTOIEVSKI, Fedor Mijailovich. Noches blancas. Librodot. Com. 32 pp.