el entramado cultural purÉpecha

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    E l entramado cu lturaLpurpecha

    Carlos Garca Mora

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    El entramado culturalpurpecha

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    Carlos Garca MoraInstituto Nacional de Antropologa e Historia

    Direccin de Etnohistoria

    TSIMARHU

    Estudio de etnlogos

    E l e n t r a m a d o c u l t u r a lp u r p e c h a

    i m p r o n t a s d e s u s p r o t a g o n i s t a s

    y d e s u s m o v i m i e n to s h i s tr ico s

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    Garca Mora, Carlos:El entramado cultural purpecha. Impron-

    tas de sus protagonistas y de sus movimien-

    tos histricos, Mxico, Tsimarhu Estudio

    de Etnlogos, 2013, fascculo de 26 pp. enformato electrnico.

    Portada y frontispicio:Gabn elaborado en Charapan, Mich.

    por el maestro obrejero Francisco Clemente(Foto: Carlos Garca Mora)

    El contenido de este fascculo forma parte del libroEl baluarte purpecha,

    en el que est includo como captulo 13,y en el cual pueden consultarse las chas comple-tas de las referencias bibliogrcas aqu citadas.

    Escrito con resultados de investigacinllevada a cabo en la

    Direccin de Etnohistoria del

    Instituto Nacional de Antropologa e Historia

    Mxico 2013

    Carlos Garca [email protected]

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    Presentacin

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    Este fascculo versa acerca de la continuidad de los impulsos del

    pasado, patentes en las huellas culturales que sus protagonistas

    histricos fueron dejando en cada poca. En stas puede percibirse

    la trama cultural que etnias y clases tejieron en la confguracin del

    pueblo purpecha. El tema es abordado desde el caso de San Antionio

    Charpani, un poblado de la sierra de Michoacn.

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    En Charapanse platicaba un cuento burln. Despus de una largaausencia, luego de haber salido a trabajar en los Estados Unidos,

    un hijo regres a su hogar con una indumentaria diferente a la usualentre los jvenes del poblado. En la noche, le sirvieron atole caliente enun jarrito de barro; l lo tom del asa y lo agit en pequeos crculospara enfriarlo, tal como acostumbraba la gente del lugar, pero conun gesto de extraeza despectiva en el rostro le pregunt a su padre:

    Qu es esto?l, mordaz, le respondi:Se te olvido el nombre, hijo, pero no el meneadito, verdad?En la segunda mitad del siglo xx, cuando este relato charapanense

    se transmita, en Nahuatzen se contaba una versin semejante:

    Hubo un paisano que se fue al seminario, lo mandaron aRoma. Se sali del seminario y regres a su casa. Luego se fue al

    Norte; y cuando vino del Norte, su abuelita le hizo atole en una jcaray entonces [menendola en el aire,] l le pregunt a su abuelita:

    Abuelita, qu es esto?Y la abuelita le dijo:Ay hijito, el nombre se te olvid pero el bullido no! 1

    Como diferentes regiones del pas conocieron este cuento del jo-ven y el jarrito o la jcara, contado de este modo o de otros, es un relatocompartido con otras reas culturales. No obstante, la mera circuns-tancia de haber circulado en la sierra de Michoacn, mostr cmopercibieron sus pobladores el hecho de compartir un conjunto de valo-

    res y costumbres interiorizadas, con las cuales se hicieron partcipes deuna cultura comn que los identic. El caso particular de San Antonio

    Charpani ilustr la omnipresencia de esa cultura, en apariencia diluidacomo crey el hijo que regres a su casa.

    De ah que las narraciones expresaran un pasado subyacente,que continu involucrando a los individuos y a la sociedad pues siguihilando viejos procesos tnicos y culturales originados en pocas ante-riores. stos traspasaron numerosas generaciones, como si se tratase de

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    las orillas, ya casi imperceptibles, de ondas levantadas por un guijarroal caer sobre una laguna. A semejanza de cuando apenas se percibenlos tenues movimientos del agua, que llegan a la orilla sin haber vistocaer la piedra ni a quien la lanz, las personas han formado parte sa-

    bindolo o no de movimientos y de pensamientos producidos tiempoatrs por fenmenos de mayor o menor envergadura. En la sierra,uno de los ms importantes y profundos fue el del engarce de las po-litnicas sociedades e ideologas tarasca y espaola, cuyo desenlace anest por verse. La cultura lo mostr muy bien en la prolongada continui-dad de los impulsos del pasado, en las improntas de cada poca, en susprotagonistas humanos y sociales y en la presencia de lo propio y loajeno. Vanse en ste y el siguiente captulo cada uno de estos aspectoscon ms detalle.

    i

    En laprimera parte del libroEl baluarte purpecha se relat la historiade la repblica purpecha de San Antonio Charpani. Luego se conocila comarca colonial novohispana en donde estuvo eslabonada. Con ello,el lector dispone de la contextura necesaria y, sobre todo, puede perca-tarse de cmo el apurepechamiento en la sierra de Michoacn ocurri alconstituirse la sociedad novohispana. En la segunda parte, se desenredesa trama para extender algunos de los hilos que la tejieron empezan-do por los de la organizacin social y los del gobierno de esta repblica.

    Ahora, toca destramar los de su cultura.Entre otras cosas, el lector har una aleccionadoraidenticacin de las huellas que, de la repblica purpecha y los

    efectos de su vigencia, fueron quedando en la manera serrana devivir y de pensar. stas proporcionan, aqu y all, pistas sueltas paracomprender algunos de los sucesos charapanenses mencionados eneste libro.

    Por ejemplo, en los siglos xix y xx, el uso y el abandono delidioma regional fueron tanto fenmenos lingsticos, como testimoniosde la hoy olvidada articulacin original entre los pueblos purpechay espaol sin que, a veces, sus descendientes se percataran de que se-

    guan viviendo sus secuelas. Entre otras, baste slo mencionar la de unacuestin vital, que se plante desde la primera mitad del siglo xviy quesigui vigente en los sucesivos: Quines seguiran haciendo y quinesconduciran la historia serrana? Con esa pregunta, la permanencia o ladesaparicin de la lengua purpecha cobra todo su sentido, ya que supaulatina desaparicin en Charpani tuvo que ver conque, en un tiem-po, estuvo en duda con cul lengua se continuara hablando: si con stao con la espaola.

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    Otros indicios de cmo se resolvi quines seran los protagonis-tas histricos en Charpani, fueron perceptibles en otras manifestacionesculturales. Ni duda cabe que ser til conocerlos, mxime que, en stas,se percibe cmo las repblicas de los naturales purpechas se constituye-

    ron en las articulaciones fundamentales de las comarcas novohispanas.

    i

    Tratando de descubrir y de caracterizar los ciclos de larga duracin enla cuenca del mar Mediterrneo, cuna de la civilizacin europea, un afa-mado estudioso francs recurri al desarrollo de su cultura material.2Su esfuerzo permiti conocer algo ms que los sucesos breves cuyoanlisis desentraa los vericuetos, las intrigas y los trasfondos inme-diatos de hechos breves; en particular de aquellos espectaculares congrandes consecuencias, pero que descuidan el proceso mayor del quefueron parte.

    Es cierto que, vistos en conjunto, los grandes desarrollos del g-nero humano son pequeas historias, en comparacin con la evolucinque dura ms que siglos, milenios. Aun stos, son parte de la historia dela naturaleza y sta del universo. A la inversa, con nuestro catalejo esposible enfocar tambin los periodos ms pequeos de tiempo, inclusoel instante o aquella fraccin en que mucho conuye y en el cual mucho

    logra ser observado.La visin panormica y la de los tiempos pequeos se engarzan

    para reexionar acerca de los sucesos vindolos de diferentes modos,como sucede en un estudio fotogrco, en el que ninguna de sus im-genes en particular reeja toda la realidad, sino que cada una muestra

    una faceta de ella. Amn de un afn relativista, este dicho indica que, elacercamiento a las transformaciones fundamentales, es un esfuerzo pormirar el rbol en el bosque tratando, al mismo tiempo, de mantener a lavista tanto el mundo de lo microscpico como de lo inconmensurable.Es decir, atendiendo el tiempo en el que cabe cada generacin humana,el cual no tiene la dimensin de un extremo ni del otro, sino aquella quehace posible observar lo suciente sin perder los horizontes del pasado

    y el futuro.

    El conocimiento de la cultura descubre conjuntos de fasessucesivas de las que fueron parte los periodos crticos del siglo xxcharapanense. Lo hace a sabiendas que, con ello, el conicto religioso,

    por ejemplo, cobra un sentido ms amplio del que tuvo la lucha por losintereses catlicos. Lo har revelando cmo fue uno de los aconteci-mientos de una larga secuencia, tal vez inconsciente pero tan real comolos problemas especcos por el mantenimiento del culto en aos

    aciagos.

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    Asimismo, la cultura ayuda a ver, de nuevo, a los pueblos queprotagonizaron la humanizacin de la sierra y permite distinguir losrastros que stos dejaron: los de las pocas que vivieron, los de sus con-juntos humanos y sociales y los de sus rasgos propios y ajenos. A saber.

    i

    Dado que, en la formacin y el desarrollo de Charpani, se fueronhaciendo adaptaciones culturales, fueron quedando distintos residuosen cada poca. Al menos, tres improntas de ellas se reconocen:

    La primera, fue la de la poca de la confederacin tarasca,cuando su ltima y ms trascendente conguracin cultural result

    de la fusin de pueblos agricultores y pescadores mesoamericanoshablantes del nhuatl, el purpecha y de otras lenguas con un pue-blo guerrero chichimeca que los conquist y que usaba una variacindialectal del purpecha. La interrelacin entre dichos pueblos produjouna integracin de los segundos, quienes a su vez le imprimieron unsello distintivo.3 A la vez que los cimientos demogrcos y sociales, ylos aprovechamientos vegetales y animales, esos aos heredaron en-tre otras manifestaciones perdurables la lengua purpecha y el ciclomaicero que envolvi toda la vida serrana.

    La segunda, la dej la poca de la repblica de los naturalespurpechas. Tras otra conquista armada, volvieron a recongurarse

    las regiones tarascas fraccionadas en varias comarcas novohispa-

    nizadas. Los purpechas adoptaron los minuciosos y perseverantesprocedimientos de los agentes transculturadores administradores deocupacin, frailes evangelizadores y colonos espaoles trocandosu cultura antigua y asimilndola en ideas cristianas y en nuevas formascoloniales. Su cultura cristaliz en aquel tiempo y su existencia poste-rior fue una herencia de sus repblicas.

    La ltima, la dej la poca del municipio charapanense.Reformas profundas de ndole variada transguraron la sociedad e im-plicaron numerosos e importantes cambios y adiciones de la herencianovohispana. Tantos y tantas que, mucho de lo que luego se conside-r la expresin cultural propia del pueblo purpecha, fue un producto

    decimonnico. Ms que un simple parntesis o un tiempo de merasupervivencia, el siglo xix fue un tiempo de reconformacin de la sierra,por ejemplo en la dinmica econmica y en la administracin pblica,lo mismo que en la indumentaria, en la vivienda, en la msica y en otrasmuchas cosas. Algunas de sus herencias fueron el uso generalizado dela lengua espaola, que se volvi la predominante; la administracinmunicipal, que separ el ayuntamiento del templo; la concienciaagrarista militante, que rompi el cerco social de los propietarios; y

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    el derecho universal a votar los candidatos para desempear los car-gos polticos, que acab con las designaciones virreinales y las de losviejos principales.

    De particular importancia fueron los cambios provocados por las

    profundas reformas liberales en Michoacn. En esa poca, la cultura seus como medio didctico de proselitismo poltico y como arma de en-frentamiento ideolgico, mediante ceremonias civiles, bailes pblicos,bandas de msica laica, canciones populares, poemas, novelas, prensalibre, etc. Antes, la cultura tambin era usada para promover ciertasconcepciones, pero cada una tena sentidos polticos diferentes, comoocurri en el siglo xix cuando los sectores sociales, que integraron losbandos polticos en pugna, generaron opuestos productos culturales desus respectivos movimientos.

    En el siguiente siglo, una serie de levantamientos revoluciona-rios recuperaron la importancia de las clases trabajadoras. Eso implicuna revaloracin signicativa y duradera de la cultura popular y,

    como parte de ella, la del pueblo purpecha. Aun el nuevo modelo quede sta se difundi, a partir de esos aos, es considerada un resultado deello y, por lo tanto, un registro de aquellos aos.4

    Con ese proceder, las impresiones del pasado mostraronque la subsistencia de una cultura caracterstica, estuvo lejos de im-plicar una eterna convivencia pacca ni un utpico mundo pastoril

    y, menos, una constante estabilidad. Lo que cupieron en tales impre-siones fueron reejos tanto de los indudables equilibrios sociales, que

    la hicieron posible durante largos periodos, como las quiebras que los

    modicaron de vez en vez.

    i

    Como en otros rincones serranos, en Charpani la cultura preva-leciente plasm la forma de ser de los pobladores y la de cmoamoldaron su poblado en cada poca. Justo por eso, la cultura fuemotivo de inters entre ellos, tanto que ste mismo qued plasmadoen su contenido.

    En una regin donde tuvieron lugar varios proyectos civilizado-

    res, Charpani fue escenario de conglomerados tnicos y sociales quefueron forjadores culturales. Ello dej ver cmo los protagonistas sejugaron con o sin la conciencia de hacerlo la constitucin de la po-blacin humana en la regin, el establecimiento de sus asentamientos, lamodelacin de su entorno, la distribucin de sus recursos, la produccinde sus medios de vida, el establecimiento de sus relaciones sociales, lainstitucin de valores, el acatamiento de normas y la elaboracin de supensamiento.

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    Al menos desde la poca de la repblica de los naturales hastaprincipios del siglo xix, la cultura que predominaba era purpecha, talcomo lo indica el hecho que sus habitantes hablaran esa lengua. Alre-dedor de 1845, ellos conocan adems el espaol, aunque a la manera

    propia de quienes lo estn asimilando como segunda lengua.5 Al nalreal de ese siglo, es decir hacia 1910, se haba extendido la varianteregional del espaol.

    En la poca de la repblica purpecha, el poblado tuvo un pe-queo ncleo de familias espaolas arraigadas, a ms de un minsculoaporte negro.6 En el siglo xix, incluy belgas o zuavos y otros espao-les criollos de origen fuereo. Por aquel tiempo y en el siguiente siglo,llegaron inmigrantes de poblados vecinos (Zacn, Corupo y otros) yde regiones fuera de Michoacn (Altos de Jalisco y otras).7 Esto fueestimulado por el obispo de Zamora, que promovi que se avecindaranno purpechas en los poblados serranos.8 Esto pudieron impulsarlo porigual autoridades polticas y empresarios.

    As como los purpechas siguieron presentes tras la indepen-dencia poltica de la Nueva Espaa, lo estuvieron los espaoles criollosarraigados. Estos ltimos, al tomar nombre de mexicanos, michoacanoso charapenses, ya slo llamaron espaoles a los peninsulares; pero, porms que algunos se amestizaron, los criollos no dejaron de distinguirsecomo etnia incluso en el siglo xx. A pesar de todo, su enraizamiento fueevidente y se engarzaron con el pueblo purpecha con el que formaronsociedades regionales politnicas.

    Cada charapanense de la mayora purpecha recibi una cultura

    que lo marc, pero sta alcanz a la minora espaola residente. Enbuena medida, esto fue as debido a la antigedad de los antecedentesde dicha cultura y a la amplia gama de aspectos que cubra, al mismotiempo que estuvo abierta en el poblado a varias inuencias y la com-paa de manifestaciones forasteras.

    Un somero vistazo a los testimonios materiales, intelectuales yespirituales, que recibieron y portaron los charapanenses, muestra que,a pesar de sus contradicciones y rupturas, en ellos tuvieron una de suspeculiaridades ms acusadas. Ya lo veremos en los captulos siguientes.

    i

    La cultura de Charpani estuvo constituida por el conjunto de su pro-duccin material e intelectual, a partir de su cristalizacin novohispana,compartida en mayor o menor medida por cada integrante de su po-blacin. La suya fue una articulada, cultivada, acumulada, transmitiday heredada por los pobladores, quienes la elaboraron, la mantuvieron,la innovaron y la reprodujeron gracias a la produccin de sus bienes

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    de subsistencia que los sustent y a la organizacin de las relacionessociales que cobraron forma en esa cultura. Los charapanenses volca-ron en sta su capacidad creativa y plasmaron su desarrollo; y tanto suespecicidad y rasgos, como la capacidad de poseerla y de mantener

    su control social, los distingui junto con los asentamientos circun-dantes, con los cuales compartieron elementos comunes.9 Es decirque, adems de la cultura en s misma, la capacidad social de hacerla,manejarla y repetirla, fueron rasgos que distinguieron a los pobladoresmayoritarios como purpechas serranos en un principio, y luego comocharapanenses.

    Por supuesto, esto implic la asimilacin de inuencias de fue-ra, como las provenientes de tierra caliente. Verbigracia, las bandaspurpechas con todo y su arraigo y sustento social lejos de ex-hibir pureza musical, fueron producto de numerosos aportes. Si comoresultado de la invasin francobelga de Michoacn en el siglo xix, losmsicos fueron inuidos por la tradicin austriaca, al mismo tiempo

    tuvieron la capacidad para adaptarla.Las fuentes culturales remodeladas fueron variadas. La tarasca

    antigua incluy, junto con la de los hablantes del purpecha, la de quie-nes tenan hablas emparentadas con el nahua. Ya que Charpani seform con la congregacin de varios caseros, cuya composicin tnicase desconoce, slo es dado especular cul fue la liacin cultural de

    cada uno de ellos. Luego, bajo el rgimen de la repblica purpecha, enCharpani se sumaron por lo menos espaoles y mulatos. El origenespecco de unos y de otros determin el tipo de su inuencia y reper-

    cusiones. Como los poblados vecinos, Charpani fungi en la sierra deMichoacn como unidad de asimilacin demogrca, tnica, social y

    cultural, y como palestra histrica.Desde el punto de vista demogrco, Charpani naci integran-

    do en su seno varias aldeas; luego, sirvi de centro de congregacin deotras ms y, despus, recibi inmigrantes de todo tipo. Desde el puntode vista tnico, fue patente la heterogeneidad de los pobladores que sefueron sumando. Desde el social, su conguracin policlasista y la re-lativa movilidad en su seno, lo muestran como punto donde individuosde diferentes clases regionales acudieron a hacer fortuna o a satisfacersus necesidades elementales.10 Desde el cultural, todas esas presen-cias demogrcas, tnicas y sociales tuvieron repercusiones en el

    poblado.Respecto a que Charpani haya sido palestra, lo revelan las pe-

    ripecias polticas, que tuvieron lugar en ese escenario durante los siglosxix y xx, puesto que estuvieron muy relacionadas con grandes fe-nmenos polticos de Michoacn y del pas; como los fueron lasreformas liberales, los conictos religiosos y los movimientos revolu-cionarios populares.11

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    A partir de ello, otros componentes venidos de fuera se inltra-ron en la cultura purpecha, por lo que cabe preguntarse si sta absorbilo ajeno o si, por lo contrario, lo ajeno la absorbi a ella. Una res-puesta explcita sera que, sobre un antecedente mesoamericano (el

    tarasco), la cultura purpecha fue un modo de hacer propio lo extra-o. Este fue uno de sus rasgos distintivos. Tal sucedi en las danzas.En la de viejos, si bien el bastn que portaron los danzantes tena undiseo antiguo, en cambio su indumentaria, la msica y los instrumen-tos que los acompaaron tuvieron ms que nada, procedencia hispanay novohispana. Esto ltimo es comprensible si se tiene presente latransferencia medieval institucional y cultural que supuso la ex-pansin del dominio castellano en Amrica.12

    En un periodo crucial, la cultura purpecha con la que convi-vieron los espaoles criollos minoritarios empez a competir conuna ms amplia, regional y politnica, impulsada con fuerza por la so-ciedad michoacana dominante. Lo que al nal del siglo xix se habainiciado, en el xx termin por suceder: el ingrediente purpecha dej deser el serrano por antonomasia, para pasar a ser un componente msde ella, mayoritario en algunos casos, pero obligado a competir con elcrecimiento del espaol amestizado y arraigado portado por cada vezms charapanenses.

    Quiz sea mejor decir que la cultura purpecha misma siguimezclndose sin desaparecer, ya que, aun cuando llegara a transmitirseen lengua espaola, mantuvo cierto contenido, integridad y coherenciainterna. En tal grado que se fue asemejando, cada vez ms, a la que

    laxamente suele llamarse campesina mexicana y, en mucho, a laranchera atribuida a los agrupamientos familiares de espaoles delotro lado del mar y a sus descendientes criollos de a caballo, ence-rrados en ranchos agropecuarios, adaptados y enraizados en regionescomo el valle de Cotixa donde absorbieron tierras, mujeres y cul-turas antecedentes dndoles nueva forma. Despus de todo, la culturafue medio de construccin social. Es decir, conforme se integr, sedesarroll y se troc en una nueva, facilit a la sociedad su recons-titucin sobre bases diferentes y tuvo la exibilidad necesaria para

    permitirle adaptarse a los cambios.Al menos desde el siglo xix, todos los pobladores compartieron

    aspectos comunes como el gusto por sus bailes y otros slo algu-nos, sea por diferencias clasistas como la manera de coger alimentos:con tortillas o cubiertos o culturales como fumar con hojas detabaco o con cigarrillos entre descendientes de purpechas y espa-oles. Convivieron hablantes monolinges del purpecha, hablantesbilinges de purpecha y espaol y monolinges del espaol. Pese aque estos ltimos ganaron adeptos, los pobladores conservaron un ba-gaje cultural que compartieron cada uno en mayor o menor medida,

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    ya descendieran de tecos, negros, espaoles, belgas o purpechas, acep-tando que ciertas diferencias culturales persistieron entre ellos debido asus orgenes diferentes.

    Por lo dems, las conguraciones y las reconguraciones cultu-

    rales testimoniaron las tendencias sociales de quienes, en cada poca,lograron realizar en la sierra sus intereses materiales y sociales. Comoconsecuencia, la conciencia histrica de los diversos sectores tnicos ysociales con identidades diferenciadas y las ideas que tuvieron en tornode su desarrollo futuro, se abandonaron, desaparecieron, erradicaron,sustituyeron o cambiaron conforme cada uno logr o no colocarse enposicin para mantenerse y expandirse o, por el contrario, perder susoportunidades. Razn por la cual cambiaban con frecuencia su identi-cacin social, sus explicaciones del presente y sus interpretaciones delpasado, de acuerdo a su manera de vivir, sus intereses y sus posibilida-des.13

    O para decirlo con otras palabras: la cultura en Charpani fuela de quienes lograron imponerle sus rasgos, a pesar de la competen-cia de otros sectores presentes en la regin, a los cuales asimilaron odesplazaron, como fue el caso de los pobladores nahuas.14 Uno de losvencedores fue el pueblo purpecha, con todo y que comparti su triun-fo con otros.

    Por lo tanto, la cultura registr xitos como fracasos de losdiferentes sectores internos y externos, que pretendieron asentar susvalores e ideales sobre otros con los que convivieron, subordinarono excluyeron. Ese proceder result del equilibrio y del conicto a la

    vez; tuvo fallas y suras, en ocasiones indicadas con alegoras alusivas.Despus de todo, en cada sistema cultural hay divergencias y perturba-ciones que toman forma simblica.15 En n, la cultura, que se integry evolucion en el transcurso de un largo proceso de concentracioneshomogeneizadoras, sntesis selectivas y rupturas marcadas por gran-des conmociones, fue siempre parte del movimiento de la sociedad engeneral.

    Pese a la abrumadora presencia material e intelectual de la cul-tura espaola, el pueblo purpecha fue el que la adapt y el que la hizoperdurar. Este xito indudable, uno de los mayores en la Nueva Es-paa, se debi al arraigo antiguo del pueblo purpecha, gracias a que

    era heredero de una cultura tarasca asociada con la tierra. Debidoa eso se apropi de lo espaol y lo ciment en su geografa. A su vez,el pueblo espaol hizo suya la parte de la cultura purpecha, que lepermiti aclimatarse a la tierra y hacerse criollo, es decir, propiode Michoacn.

    Los naturales, ms que neotarascos o neoespaoles, se hicieronpurpechas. Es decir, tarascos conversos colonizados que apropiaron,adaptaron y arraigaron la organizacin social y poltica, la religin y

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    la cultura novohispanas en la sierra, bajo el inujo de varias fuentes

    formativas.

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    Bajo el inujo de la civilizacin mesoamericana, la sierra fue ocu-

    pada por pobladores nahuas o tecos conviviendo con tarascoschichimecas viejos. Luego, el podero uacsecha impuso gobernado-res tarascos chichimecas y seores isleos de la cuenca lacustre, queconquistaron la sierra formando un grupo predominante diferente alde una parte de la poblacin. El dominio novohispano aadi un peque-o grupo de espaoles de distinto origen. Los tarascos tendieron a diluirlas diferencias tnicas entre ellos y a organizarse en dos conjuntos arti-culados de familias, uno mayoritario (el comn) y otro de seores(los principales).

    Tras las reformas sucesivas de los siglos xviii y xx, aumentel mestizaje, las familias hablantes del purpecha permanecieron am-pliando su cultura, y asimilando y conviviendo con otras tradicionesal variar las inuencias externas. Dos de sus rasgos distintivos fueron

    su variada extraccin y su impureza. Despus de todo, era resultado deuna adaptacin para vivir, primero, bajo dominio colonial y, despus,oligrquico, lo que permiti a sus portadores darle continuidad acatan-do y reproduciendo los valores dominantes.

    Aparte de las fuentes tnicas, brotaron otras del propio desarro-

    llo histrico. Al menos es posible mencionar dos:

    Una de gran envergadura fue la de las civilizaciones

    mesoamericana y europea que desencadenaron un complejode modicaciones radicales en el medio natural, en la sociedad

    y en el modo de producir los bienes materiales y espiritualesdando lugar a nuevas formaciones sociales y culturales.

    Otra fuente menos abrumadora pero notoria fue la de los pro-cesos sociopolticos.

    Un ejemplo de la ltima: la ruptura del viejo orden porrista,

    revelada con elocuencia en la constitucin de bloques familiaresopuestos de alfabetizados y de analfabetos. El primero difundi el co-nocimiento de la escritura en espaol, gracias a la educacin rural; yel segundo, mantuvo lo que fue quedando de la cultura del viejo ordenatvico.

    A lo largo del siglo xix, se constituyeron las corrientes socialesy polticas del conservadurismo clerical y del liberalismo secularizador.La primera, se mont sobre el campesinado el al sector clerical y a los

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    espaoles criollos arraigados, mientras la segunda promovi las desa-cralizacin con los agricultores libres y la clase media pueblerina. Conla rebelin social del siglo xx, una fue retomada por el bloque defensordel viejo rgimen (espaoles criollos arraigados, clero catlico, cabildo

    purpecha y campesinos pequeo propietarios) y otra por el emergentebloque revolucionario (jornaleros sin tierra, pequeos propietarios y es-paoles criollos liberales).16

    A veces, la tradicin careca de visiones clasistas explcitas,pero podan percibirse en la medida en que sus protagonistas rehacanla exgesis del pasado, para dominar su presente con plenitud al in-cluir la memoria colectiva. Muestra de ello fue cierta leyenda del agua,alegora de la reduccin de varios caseros en un Charpani fundadopor mandones, funcionarios y evangelizadores.17 Otra, fueron los seressobrenaturales que marcaban la divisin social entre los principales y elcomn y que mantenan el orden establecido.18

    La tradicin plasmada en relatos, normas, costumbres, edicios,

    documentos y otros medios expresivos y de registro, orient cmo en-tender y organizar el presente recibiendo del pasado los presupuestoscon los cuales ordenarse y hacerse portador de smbolos colectivos.19En Charpani y Charapan, ello consisti en la transmisin de lo que, anes del porriato, se llamaba lajakjkukwa (la creencia) y elpintkwa(el costumbre). Una y otro proporcionaron indicaciones para afrontarlos riesgos probables y los inesperados. O para decirlo en sentido -gurado: el destino de los campesinos a travs de las emboscadastendidas en su devenir, fue una continuacin del viejo sendero que,

    en el pasado, caminaron para supervivir y que fue creado y manteni-do por generaciones de caminantes, para evitar algunos de los peligroscircundantes. Ese sendero no fue otro que la tradicin transmitida pordisposiciones, ejemplos y comentarios. Para los campesinos, el futurose encontraba siguiendo ese camino.20

    En Charapan, la alianza de campesinos pequeos propietarioscon un terrateniente en el siglo xx, en contra del agrarismo revolucio-nario, en parte result de la defensa del poder instituido como de lapreservacin de valores amenazados por continuos e inexorables cam-bios. Tal como ha ocurrido con el campesinado cuando, a veces, sejunta en defensa de un sector ms rico.21 Por eso, las diferentes po-

    siciones referentes a la cultura traducan mecanismos de dominacinimpuestas y cmo los campesinos afrontan los retos.22

    A nes del porrismo, imper un orden cultural asociado a la

    sujecin del mundo rural y a la integracin politnica y clasista, conla consecuente tensin entre sus componentes. Encima, ste disputa-ba tradiciones y aliaciones es decir, el derecho al predominio y

    mantena la capacidad autogestionaria de la comunidad como manerade control interno.

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    Como sucedi a nes del siglo xviii y como ocurrira a nes

    del xx, un segmento social desprendido de los intereses generales delas sociedades novohispana y mexicana pretendi imponer un proyec-to histrico, que rechazaba las culturas del pueblo mexicano, lo cual

    puso en juego el vnculo y la identidad de ste con la tierra y con sugente. De tal suerte que la cuestin de la cultura se convirti en la de lavinculacin con el entorno y con las races de sus formas de vida.

    Entre tanto, la cultura purpecha contuvo un cdigode su propioproyecto. Lejos de estar en proceso de extincin, ratic su viabilidad

    mediante un cambio adaptativo.El populismo nacionalista de la primera mitad del siglo xx, en

    particular el mujiquista y el cardenista, tuvieron razn al emprender unanueva y posible renovacin cultural, ya que era preciso para deshacersede la oligarqua y su ideologa, as como reconstruir el entramado socialsobre bases populares. Por supuesto, tras esa renovacin se desataron yataron etnias, clases, sociedades, historias y culturas.

    Durante su desarrollo, el contenido y los rasgos de la culturapurpecha implicaron una participacin colectiva en Charpani perotambin la realizacin de las aspiraciones de ciertas tendencias socialesen el poblado. O sea que la cultura registr el xito con el cual secto-res internos y forneos enraizaron en la sociedad sus valores e ideales,cuando se impusieron encima de los dems. Este fue el caso de estamen-tos de conquistadores tarascos antecedentes y de espaoles posteriores,quienes con el concurso de nobles y mandones regionales lograronaculturar a la poblacin de la sierra a tal punto que, a nes del siglo xx,

    sus rasgos espaoles seguan predominando sobre los tarascos antiguos.No siempre la cultura fue percibida por algunos de sus portadorescomo purpecha, es decir, como propia de un pueblo. Dada la hetero-geneidad social, tuvo variaciones y no la homogeneidad estereotipadacon la cual, a veces, algn sector la present en el siglo xx. Por ejemplo,tras el reordenamiento novohispano, el estamento de las familias demandones y principales compartieron con el mayoritario una culturaque consideraron comn, por ser ambos parte del pueblo purpecha.Pero en el siglo xx, una parte de los charapanenses, en particular losvecinos espaoles criollos arraigados, rechazaron esa cultura e iden-tidad, lo cual le dio al poblado un aspecto diferente al de sus vecinospurpechas. Sin embargo, varios rasgos de esa apariencia identicaron

    al pueblo purpecha que vivi siempre en su seno: su lengua (habladaa lo largo de ms de cuatro siglos despus de fundado el poblado),23el troje (llamativo elemento de su cultura material),24 el atpakwa (suplatillo favorito),25 las danzas de moros y viejos,26 el rebozo serrano,el rollo o falda femenina, la hechicera,27 etc.

    Es cierto que la conversin cultural de Charapan fue mayorcomparada con sus vecinos, sobre todo con Ocumicho, que mantuvo

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    con ms plenitud su naturaleza purpecha; pero lo mismo con los otrospoblados que la tuvieron en diferentes grados: Pamatcuaro, San Felipede los Herreros, Sicuicho, Patamban, Zacn, Corupo y Cocucho. Poraadidura, fue patente el crecimiento de poblacin no purpecha y la

    transformacin de los charapanenses purpechas.

    i

    Debido a las fuentes que nutrieron la cultura en la sierra y a las con-guraciones sucesivas que adopt, con sus continuidades y rupturas, staadquiri algunos de sus atributos:

    La participacin de varias etnias y clases sociales en su produc-cin y diversicacin teniendo como ms notable protagonista

    al hablante del purpecha. La cohesin interna y la profundidad de su arraigo que le die-

    ron la creencia y el costumbre cristianos. El triunfo de tendencias tnicas y sociales que le imprimieron

    sus rasgos y que desplazaron a otras. La repercusin de los procesos civilizadores, los sociales y los

    polticos. La asimilacin de aportes externos.

    La conservacin en cada poca de algunos vestigios y la per-dida de otros.

    El reejo de equilibrios, de cambios y de rupturas. La continuidad de algunos elementos bsicos, como el cultivo

    del maz; la revolucin de otros, como las tcnicas agrcolas;los abandonos de otros ms, como la disolucin de la msicatarasca; y las reconfiguraciones, como la mayor de todas:la purpecha que sustituy a la tarasca.

    Entre otros ms, estos ingredientes contribuyeron a darle lassemejanzas de Charapan con sus vecinos y las peculiaridades que ladistinguieron de otras regiones. Ambas, las semejanzas y las peculiari-dades, arrastraron seales del pasado que, en fascculos subsecuentes,

    convendr examinar de cerca.

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    Notas

    1 Segn testimonio de Jacinto Zavala (1988: 20), antroplogo de Nahuatzen, aqu transcrito con orto-

    graa y puntuacin corregidas.2 Braudel 1984.3 La uente para conocer ese proceso son los testimonios y discursos recop. por Alcal (1541). Vanse

    interpretaciones de la historia cultural, que se desprende de dicha uente, en Kirchhof (1959: passim y 1963: 256)

    y en Clezio (1985: passim).4 Vase la imagen otogrca del pueblo purpecha y su cultura, que se diunda a principios de los aos

    cincuenta del siglo xx (Locke 1952).5 Segn el cura Doroteo Hernndez (en el ahmcm 1845).6 Vanse padrones del ahmcm.7acrl-cgm 1973-4: passim.8 Entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 18 de mayo de 1974 (en acrl-cgm 1973-4, lbta. 4: . 2 v.).9 Vanse nociones generales relativas a la produccin y el control social de la cultura, en Bonl Batalla

    (1987).10 La integracin tnica y social se trat en el cap. 12.11 Consltese Garca Mora (1975, cap. ii; y 1999: passim).12 Consltese Weckman (1984: passim).13 Prez Ruiz (1992: 66).14 Alcal (1541), en eds. acs. (1977: 15, renglones 9-13; y 2001: 63 r., renglones 9-13).15 Robert Darnton, cit. en Nettel (1993: 32, 3 col.).16 Consltese cap. 12.17 Consltese cap. 32.18 Consltese etimologa y acepciones del nombre, que reciban algunos seres sobrenaturales (achs),

    en Velsquez Gallardo (1947: 94; y 1978: passim). Se volver a este ejemplo en el cap. 25.19 Balandier (1993: 11).20 Parrasis de un dicho de Berger (1990: 25).21 Berger (1990: 25).22 Consltese Tutino (1992: 181).23

    Velsquez Gallardo (1978: passim).24 West (1948: 27, 1 col.).25 Velsquez Gallardo (1978: 68, 2 col.).26 Garca Mora (1975: 226 y 228) y Murgua ngeles (1968 a: passim).27 Velsquez Gallardo (2000: passim).

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    El fascculo

    El entramado cultural purpecha

    se termin de editar el mircoles 12 de

    junio de 2013 en el estudio del autor, a

    las afueras del pueblo de Tlalpan en la

    cuenca de Mxico.

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