roma en llamas por la dinastía habsburgo. las fiestas por la elección de fernando iii como rey de...

18
goya 347 · año 2014 134 En diciembre de 1636 el Archiduque Fernando, hijo del empe- rador Fernando II, era elegido para ser coronado como Rey de Romanos y, por lo tanto, sucesor a la corona imperial. La elec- ción de un sucesor llegaba al final de la primera fase de la Gue- rra de los Treinta Años y había sido posible gracias a la Paz de Praga y a la relativa reconciliación de los príncipes alemanes con el poder del emperador. La noticia de la elección como Rey de Romanos de Fernando III llegó a Roma el 3 de enero de 1637 por cartas al embajador cesáreo Scipione Gonzaga, Príncipe de Bozzolo, y a Monseñor Cornelius Henricus Motman, auditor de la Rota y agente del emperador en la ciudad. La decisión tomada por los Príncipes Electores el 22 de diciembre de 1636 produjo que el embajador imperial Príncipe de Bozzolo comenzara inmediatamente los preparativos para la celebración del evento y mandara aviso a todos aquellos que sus- tentaban a la casa de Austria. Comenzaban así enormes celebra- ciones por parte de algunas de las fuerzas de mayor poder en la Roma de 1637, y la importancia de la confirmación sucesoria del que se presentaba como gran adalid europeo del catolicismo fue inmediatamente recogida en la literatura impresa 1 . Los fastos emprendidos en la corte romana, verdadero teatro de la política europea, toman sentido sólo en el contexto de alianzas y enemistades que se tejían entre los distintos esta- dos de Europa 2 . La Guerra de los Treinta Años, iniciada como un conflicto religioso, había visto enfrentarse a los Habsbur- go españoles y austriacos contra distintas potencias europeas, y la primera fase del conflicto, concluida con la Paz de Praga, parecía dar la hegemonía a la casa de Austria, que celebraba en este momento victorias como la de Nördlingen 3 . Los Habs- burgo, vencedores de las fuerzas protestantes desde la batalla de la Montaña Blanca, se presentaban a sí mismos como adali- des del catolicismo, conscientes, probablemente, del precario equilibrio que contenía a potencias emergentes como Suecia y, sobre todo, Francia 4 . Urbano VIII Barberini, contrario a la hegemonía habsbúrgi- ca, se negó a celebrar más allá de lo estrictamente imprescin- dible la continuidad de los Austrias al frente del Imperio 5 , lo que probablemente avivó más los deseos de los partidarios de la facción imperial de convertir la ciudad en una verdadera ascua ardiente para celebrar la buena nueva. El más completo de los libros impresos con motivo de las cele- braciones romanas por el futuro emperador es el de Theodor Meyden, que contiene la totalidad de los festejos excepto los patrocinados por el Cardenal protector de la nación alemana, Mauricio de Saboya 6 , pero se publicaron, además, multitud de relaciones particulares 7 . El impacto de las celebraciones fue tal que hasta se imprimieron relaciones sobre ellas fuera de la ciu- dad de Roma 8 , y, además, se conservan impresos de la acade- mia literaria celebrada por el Cardenal Mauricio de Saboya 9 así como un conjunto de composiciones poéticas de exaltación de Fernando III acompañadas de un rico aparato iconográfico 10 . La riqueza de los festejos se explica, como se ha indicado, sólo por la particular coyuntura política que incita a los agentes im- periales a desarrollar un complejo programa propagandístico sabiamente orquestado destinado a potenciar la imagen del Im- perio y de la familia Habsburgo y alcanza las dimensiones que se verán debido a la participación no sólo de los representantes imperiales, sino de los agentes de España en la capital papal. Conviene recordar que en el momento de su elección como Rey de Romanos Fernando III se encuentra en Madrid visitando a Felipe IV, y que éste será el primero en agasajarle con espectá- culos y construcciones efímeras en el Palacio del Buen Retiro 11 . La unión de España y el Imperio será la que hará posible que, durante unos días, toda Roma arda por los Habsburgo 12 . las fiestas de la nación alemana Además de por la relación de Meyden, sobre los festejos direc- tamente vinculados con la nación alemana se conserva relación particular de las celebraciones patrocinadas por el embajador cesáreo, el Príncipe de Bozzolo 13 , y por el agente imperial Cor- nelius Henricus Motman 14 . El Cardenal de Saboya, protector de la nación alemana, intentó que se organizaran las fiestas de modo que cada uno de los pro- motores fuera sucediéndose cronológicamente en los festejos. De esta manera se pretendió aumentar el fasto de la ocasión pro- longando durante nueve días las alegrías de la ciudad de Roma · pablo gonzález tornel · Universitat Jaume I Roma en llamas por la dinastía Habsburgo Las fiestas por la elección de Fernando III como Rey de Romanos en 1637

Upload: uji

Post on 25-Jan-2023

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 141 3 4

En diciembre de 1636 el Archiduque Fernando, hijo del empe-rador Fernando II, era elegido para ser coronado como Rey de Romanos y, por lo tanto, sucesor a la corona imperial. La elec-ción de un sucesor llegaba al final de la primera fase de la Gue-rra de los Treinta Años y había sido posible gracias a la Paz de Praga y a la relativa reconciliación de los príncipes alemanes con el poder del emperador.

La noticia de la elección como Rey de Romanos de Fernando III llegó a Roma el 3 de enero de 1637 por cartas al embajador cesáreo Scipione Gonzaga, Príncipe de Bozzolo, y a Monseñor Cornelius Henricus Motman, auditor de la Rota y agente del emperador en la ciudad. La decisión tomada por los Príncipes Electores el 22 de diciembre de 1636 produjo que el embajador imperial Príncipe de Bozzolo comenzara inmediatamente los preparativos para la celebración del evento y mandara aviso a todos aquellos que sus-tentaban a la casa de Austria. Comenzaban así enormes celebra-ciones por parte de algunas de las fuerzas de mayor poder en la Roma de 1637, y la importancia de la confirmación sucesoria del que se presentaba como gran adalid europeo del catolicismo fue inmediatamente recogida en la literatura impresa1.

Los fastos emprendidos en la corte romana, verdadero teatro de la política europea, toman sentido sólo en el contexto de alianzas y enemistades que se tejían entre los distintos esta-dos de Europa2. La Guerra de los Treinta Años, iniciada como un conflicto religioso, había visto enfrentarse a los Habsbur-go españoles y austriacos contra distintas potencias europeas, y la primera fase del conflicto, concluida con la Paz de Praga, parecía dar la hegemonía a la casa de Austria, que celebraba en este momento victorias como la de Nördlingen3. Los Habs-burgo, vencedores de las fuerzas protestantes desde la batalla de la Montaña Blanca, se presentaban a sí mismos como adali-des del catolicismo, conscientes, probablemente, del precario equilibrio que contenía a potencias emergentes como Suecia y, sobre todo, Francia4.

Urbano VIII Barberini, contrario a la hegemonía habsbúrgi-ca, se negó a celebrar más allá de lo estrictamente imprescin-dible la continuidad de los Austrias al frente del Imperio5, lo que probablemente avivó más los deseos de los partidarios de la

facción imperial de convertir la ciudad en una verdadera ascua ardiente para celebrar la buena nueva.

El más completo de los libros impresos con motivo de las cele-braciones romanas por el futuro emperador es el de Theodor Meyden, que contiene la totalidad de los festejos excepto los patrocinados por el Cardenal protector de la nación alemana, Mauricio de Saboya6, pero se publicaron, además, multitud de relaciones particulares7. El impacto de las celebraciones fue tal que hasta se imprimieron relaciones sobre ellas fuera de la ciu-dad de Roma8, y, además, se conservan impresos de la acade-mia literaria celebrada por el Cardenal Mauricio de Saboya9 así como un conjunto de composiciones poéticas de exaltación de Fernando III acompañadas de un rico aparato iconográfico10.

La riqueza de los festejos se explica, como se ha indicado, sólo por la particular coyuntura política que incita a los agentes im-periales a desarrollar un complejo programa propagandístico sabiamente orquestado destinado a potenciar la imagen del Im-perio y de la familia Habsburgo y alcanza las dimensiones que se verán debido a la participación no sólo de los representantes imperiales, sino de los agentes de España en la capital papal. Conviene recordar que en el momento de su elección como Rey de Romanos Fernando III se encuentra en Madrid visitando a Felipe IV, y que éste será el primero en agasajarle con espectá-culos y construcciones efímeras en el Palacio del Buen Retiro11. La unión de España y el Imperio será la que hará posible que, durante unos días, toda Roma arda por los Habsburgo12.

las fiestas de la nación alemanaAdemás de por la relación de Meyden, sobre los festejos direc-tamente vinculados con la nación alemana se conserva relación particular de las celebraciones patrocinadas por el embajador cesáreo, el Príncipe de Bozzolo13, y por el agente imperial Cor-nelius Henricus Motman14.

El Cardenal de Saboya, protector de la nación alemana, intentó que se organizaran las fiestas de modo que cada uno de los pro-motores fuera sucediéndose cronológicamente en los festejos. De esta manera se pretendió aumentar el fasto de la ocasión pro-longando durante nueve días las alegrías de la ciudad de Roma

· pablo gonzález tornel ·Universitat Jaume I

Roma en llamas por la dinastía HabsburgoLas fiestas por la elección de Fernando III como Rey de Romanos en 1637

1 3 5

por la elección de Fernando III. Así, quedó establecido que los primeros tres días se celebraran festejos por parte de Santa Ma-ria dell’Anima, el embajador imperial, Monseñor Motman y el resto de la nación alemana. A continuación, durante otros tres días, demostrarían su alegría la iglesia de Santiago de los Espa-ñoles, el Marqués de Castel Rodrigo, el resto de representantes de su Majestad Católica y toda la nación española. Por último, el Cardenal de Saboya patrocinaría tres días más de festejos.

Sin embargo, los desacuerdos entre las distintas facciones, de-seosas de superar en fasto a las restantes, hicieron que finalmen-te los festejos se realizaran en toda la ciudad al mismo tiempo, aunque se prolongaron durante toda una semana. El segundo de los domingos de celebración, último día de los festejos, el clí-max reunió a todos los celebrantes que pasaron primero por la fiesta del Cardenal de Saboya, a continuación por la del embaja-dor cesáreo y por último por la del Marqués de Castel Rodrigo. Fiestas todas que fueron dando comienzo conforme acababa la anterior y todos los invitados, embajadores, cardenales, nobles y prelados, pudieron desplazarse hacia las plazas elegidas por los promotores para desplegar fuegos y luminarias.

Comenzó pues la celebración el primero de febrero con la misa de acción de gracias oficiada por el Arzobispo de Táranto en el templo de Santa Maria dell’Anima, en la que participaron el Príncipe de Bozzolo, embajador cesáreo, y los embajadores es-pañoles Marqués de Castel Rodrigo y Juan Chumacero. Duran-te todo el día y la noche se sucedieron las fiestas en la iglesia alemana, Santiago de los Españoles, Santa María de Monserrat y el colegio germánico de Sant’Apollinare.

Se adornaron con luminarias o efímeras perspectivas arquitec-tónicas los palacios de los Cardenales Aldobrandini y Saboya y todo el camino entre la iglesia nacional alemana y la Plaza Navona, así como esta gran platea y el Palacio del Príncipe de Bozzolo que en ella se encontraba, se llenaron de fanales hasta relucir como ascuas.

La iglesia de Santa Maria dell’Anima se decoró con las ban-deras ganadas en la batalla de Nördlingen en 1635 que habían sido donadas por el emperador a la Santa Casa de Loreto y a la

congregación alemana de Roma15. Los primeros grabados de la relación de Meyden muestran tanto la fachada del templo teu-tónico adobada con el águila bicéfala y los escudos imperial y papal (fig. 1), como la imagen del primero de los pendones que adornaban el interior de Santa Maria dell’Anima, con un emblema en el que un águila sobre un orbe rodea a este últi-mo con ramas de laurel. La referencia es el escudo de Suecia, con un águila negra, acompañado, además, de un escrito en alemán que afirmaba que “cuanto más se mueve, más firme y

1

1 Fachada del templo de Santa Maria dell’Anima adornada para las fiestas de 1637. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 141 3 6

estable es”. Así hasta cuarenta y seis estandartes con lemas, como el pendón de Sajonia, que se acompañó con premitur sed non opprimitur (aprieta pero no oprime). Además, Lu-cas Holstein compuso versos para la ocasión que se colgaron en un trofeo a la antigua.

La Plaza Navona fue el lugar donde, debido a la amplitud del es-pacio, se concentraron las decoraciones de mayor empaque. Se alzaron en la espina del antiguo circo agonal dos grandes tro-feos dedicados, mediante figuras y textos en latín, a exaltar las virtudes del nuevo Rey de Romanos.

La iglesia de Santa Maria dell’Anima, debido a que mientras preparaba los festejos sufrió un incendio en los materiales que debían constituir el aparato festivo, celebró la coronación ocho días después y concentró las escenografías preparadas en una sola noche. En esta jornada se erigieron tres grandes máquinas. La primera era un enorme águila coronada con el collar de lau-rel al cuello, imagen tomada de relieves romanos como el que en el momento de las celebraciones se encontraba en la galería del Marqués Giustiniani (fig. 2). La referencia de la imagen y los textos que la acompañaban iban orientados a exaltar el carác-ter renaciente, cual fénix, de la dinastía austriaca, que podía ser vapuleada pero no destruida. A ello contribuían, en dos de las caras del pedestal que servía de base al águila, dos emblemas. El primero con una balanza sopesando el cetro y la espada y el lema aequo libramine (con balanza justa), y el segundo mos-trando un altar romano sobre el que aparecían símbolos de la religión y el poder con el lema basis firmissima regni (la base más firme del reino).

El segundo aparato erigido por la iglesia teutónica mostraba a un guerrero armado levantando del suelo a una matrona que sustentaba una cornucopia, en referencia directa a la victoria de Nördlingen, en la que se había derrotado a los herejes y que había supuesto la restauración de la fe católica. También esta máquina, además de inscripciones, lucía imágenes emblemá-ticas en dos de sus flancos. La primera un zodíaco con el lema nota regione viarum (en la parte conocida de los caminos) y la segunda una cadena de medallas efigiando a héroes con las palabras coelo dependet ab alto (pende del alto cielo).

El tercero de los monumentos, también con base cuadrada, si-tuaba en cada una de sus fachadas un emblema con su corres-pondiente divisa. Una balanza con el texto aequo librami-ne (con balanza justa), un altar antiguo acompañado de basis firmissima regni (la base más firme del reino), el zodíaco y la cartela bis sena austriacum completum sidera caelum sol duodena inter sidera caelar erit. nota regione viarum (dos veces seis estrellas sol será al cielo austriaco completo entre los doce astros de los cielos. En la parte conocida de los caminos), y una cadena con el lema caelo dependet et ab alto fatotum serie nusquam interrupta manebit cingens austriaca lau-rea clara domum (pende del alto cielo la serie de los hados nun-ca interrumpida que permanecerá ciñendo el laurel austriaco de su ilustre casa)16. En cada una de las fachadas había, además, dos dípticos con textos latinos y, entre ellos, el águila del Rey de Ro-manos. La máquina tenía como centro un gran trofeo a la antigua sobre el que se alzaba la corona imperial. El trofeo se levantaba por encima de cuatro esclavos encadenados y estaba rodeado por cuatro sátiros en representación de los vicios, aunque un ángel con espada en mano lo defendía de ellos al tiempo que remataba el conjunto. De este modo se destacaba la intervención divina en la defensa de la casa de Austria frente a los vicios y como susten-tadora de su dominio, y se apuntalaba el derecho de los Habsbur-go a la corona imperial por su defensa de la virtud (fig. 3).

La primera noche de la semana comenzaron también las cele-braciones en Plaza Navona ante la residencia del Príncipe de Bozzolo, que ocupaba el palacio De Cupis17. El recinto festivo fue cercado por una empalizada de madera en cuyo interior, junto a otros aderezos, se dispuso una fuente con la forma de Baco de la que manaba vino.

La primera de las máquinas erigidas en el interior del efíme-ro teatro era la figura de una loba amamantando a Rómulo y Remo. Tanto el tema icónico como las inscripciones latinas del pedestal hacían referencia a la antiquísima procedencia del tí-tulo de Rey de Romanos que ahora se otorgaba a Fernando III, pues procedía del propio Rómulo (fig. 4).

El segundo monumento estaba compuesto por dos leones rampantes que sostenían con sus garras un orbe. El león era

1 3 7

el símbolo heráldico de Bohemia, estado del que Fernando III era rey, y mediante los textos latinos del basamento se expo-nía como el nuevo Rey de Romanos y de Bohemia lograría, con la ayuda de su padre el Emperador Fernando II, sostener el imperio del mundo.

Con la llegada de la noche se encendieron luminarias en toda la plaza y, tanto la loba como los leones se convirtieron en má-

quinas pirotécnicas que maravillaron al mundo con sus fue-gos artificiales.

El tercer día del mes se repitieron las celebraciones nocturnas de luminarias y fuegos. Esta vez dentro de la empalizada las dos máquinas pirotécnicas adoptaron la forma de sendas montañas que simbolizaban el monte de la gloria y, como tal, aparecían cubiertas de laurel del que surgían palmas.

2-3 Dos de los monumentos efímeros erigidos en plaza Navonna por la iglesia alemana de Santa Maria dell’Anima. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

2 3

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 141 3 8

La primera de las montañas mostraba en su cima una figura fe-menina armada con una espada que representaba el reino de Bohemia, la cual pisaba con sus pies una esfinge a la que atrave-saba el corazón con su arma. Se figuraba de este modo el aplas-tamiento de la rebelión por el nuevo rey. Sobre el segundo mon-te la estatua representaba a Hungría que hundía su lanza en las vísceras de un Turco.

Ambas esculturas, Bohemia y Hungría, portaban en su mano una corona que ofrecían en dirección a la enorme tiara que, suspendi-da, se ubicó entre las dos efímeras montañas de la gloria. El con-junto simbolizaba, de este modo, no sólo las victorias de Fernando II, sino el sometimiento de las dos coronas al objeto de sostener la que ahora se celebraba, la muy codiciada de Rey de Romanos.

La tercera noche de celebraciones se levantó un sólo monu-mento que adoptó la forma de un castillo de planta cuadrada que se remataba con el águila bicéfala coronada del Imperio. En los cuatro ángulos aparecían, además, las alegorías de los cuatro vientos, cada uno de ellos a lomos de un animal distin-to: un león, un basilisco, una gamba y una ballena. Los cuatro soplaban contra la enorme águila imperial intentando abatirla pero fallando en el intento (fig. 5).

Por su parte, el Colegio germano y húngaro de Sant’Apollinare decoró el campanario de la institución como si fuera una co-rona y, en su perímetro, se leían las palabras ferdinando ro-manorum regi tertio (Fernando Tercero Rey de Romanos). Sobre la torre surgía una enorme águila imperial trifronte de manera que desde cualquiera de las tres fachadas visibles de la torre se presentaba la misma imagen frontal bicéfala.

Monseñor Cornelius Enricus Motman, agente de Fernando II en Roma, participará también de forma activa en las fies-tas que van a recorrer la ciudad, aderezando con distintos di-vertimentos el frente de su palacio, situado entre el Palacio Madama y el de la Sapienza. Se empleó para ello el ensancha-miento del tejido urbano frente a la fachada del Palacio Mada-ma, tanto por las posibilidades espaciales que ofrecía, como por su cercanía y conexión visual con la Plaza Navona, que se había convertido durante estos días en un verdadero teatro de las glorias de los Habsburgo.

Las máquinas erigidas por Monseñor Motman se asentaron todas ellas sobre un pedestal con la forma de un gran monte poblado de animales. La primera de ellas era una montaña sobre la que campeaba un fénix con las alas desplegadas que miraba el sol resplandeciente. Llegada la noche se llenó el barrio de luminarias y se prendió fuego al monumento pi-rotécnico. Cuando la máquina hubo ardido, para sorpresa de todos, surgió de sus entrañas un nuevo fénix que vino a mostrar al pueblo romano la inmortalidad del Imperio y de la Casa de Austria.

A los tres días, sobre el mismo basamento, se levantó la segun-da máquina en forma de colina llena de serpientes sobre la que surgían un Hércules, vestido con la piel de león y la maza en alto siendo coronado con laurel por un ángel, y una Hidra con las cabezas de lobo, perro, oso, león, dragón, cocodrilo y de la Medusa. Al arder el monumento Hércules destruyó a la Hidra y el ángel descendió sobre él poniendo la corona de laurel en sus sienes, mientras se descubría a sus pies una cartela con las palabras herculi austriaco (Hércules austriaco), y bajo la hi-dra de hostibus ecclesiae et imperii (de los enemigos de la Iglesia y el Imperio) (fig. 6).

El último día de celebraciones se alzó una enorme máquina en forma de montaña rematada por el águila imperial bicéfala con la corona sobre su cabeza. A sus lados dos estatuas efigiaban a la Piedad, vestida de blanco y con un incensario en las manos, y a la Justicia, con la espada y la balanza. En el nivel inferior del conjunto se veía un enorme trofeo romano y, además, cuatro esculturas de la Fama con la trompeta y la corona de laurel en las manos. Fuera del promontorio aparecía un águila coronada suspendida en el aire mediante cuerdas y, bajo ella, un centau-ro semioculto en una gruta. Al prender el artificio comenzó la lucha entre el águila real y el centauro, siendo vencido este últi-mo y retirándose en su cueva. Después todo el aparato ardió en hermosos fuegos (fig. 7).

4

1 3 9

sita personalidad de Mauricio de Saboya, Cardenal y Prínci-pe, refinado patrón de las artes cuyo nombre aparece al pie de alguno de los grabados como autor de la idea que inspiró las máquinas pirotécnicas20. El noble piamontés, una pieza más de la política sabauda en Roma, pasaría de ser protector de Francia a ejercer brillantemente como Cardenal protector del Imperio entre 1636 y 163821, contando con la oportunidad de desplegar las arquitecturas efímeras más elaboradas frente al palacio que ocupaba en la zona de Montegiordano, el actual Palacio Taverna22.

El Cardenal de Saboya ordenó festejos por cinco días, y duran-te tres noches promovió la erección de formidables máquinas destinadas a convertirse en fuegos de artificio. El primero de febrero el Cardenal marchó en rico cortejo a la iglesia de San-ta Maria dell’Anima y tras la ceremonia regresó a su palacio de Montegiordano acompañado por el Príncipe de Bozzolo, em-bajador cesáreo, el obispo de Córdoba y Juan Chumacero, em-bajadores extraordinarios de España, el Marqués de Castel Ro-drigo, embajador ordinario de España, y Monseñor Motman, agente del emperador.

La plaza del palacio del Cardenal, conocida como Plaza Spada, había sido transformada en un semicírculo a modo de anfitea-tro mediante la realización de un pórtico de columnas de or-den rústico que circuía toda la plaza y continuaba por la calle que lleva a Montegiordano creando una gran perspectiva que resaltaba aún más la fachada del palacio del Cardenal, llena de imágenes e inscripciones (fig. 8).

4-5 Máquinas pirotécnicas erigidas por el embajador imperial Príncipe de Bozzolo en la plaza Navona. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

las fiestas de los cardenales aldobrandini y de saboyaEl Cardenal Aldobrandini decidió, de manera particular, contri-buir al verdadero incendio festivo que sacudió Roma con motivo de las celebraciones imperiales18. Sin embargo, la situación de su palacio en la Via del Corso no permitió la erección de grandes máquinas de fuegos de artificio. Por ello, la decoración se centró en la construcción de un arco de triunfo en la fachada del edifi-cio en cuyos dos nichos laterales se situaron fuentes de las que manaba vino blanco y tinto. Todo el arco fue cubierto con can-delabros y demás objetos de plata que se arracimaban en torno a la inscripción central de ferdinando tertio romanorum regi (Fernando Tercero Rey de Romanos). Además, sobre la puerta del palacio, estuvo durante los tres días que duró el festejo un grupo de músicos tocando de manera ininterrumpida. Toda la enorme fachada del palacio Aldobrandini, que se extendía desde la iglesia de Santa Maria in Via Lata hasta la Plaza de San Marcos, se llenó durante las tres noches con innumerables luminarias.

Sin embargo, las celebraciones más ricas de aquellas que se ce-lebraron en el foro germánico en que se había convertido la Plaza Navona y su entorno fueron las auspiciadas por el Car-denal Mauricio de Saboya. Estas quedaron recogidas en una relación impresa de altísimo nivel que rivaliza en riqueza con la general de Meyden y con la particular sobre las fiestas en Plaza de España y que está ilustrada con hermosos grabados de Luca Ciamberlano19.

Las cuidadísimas escenografías ideadas y construidas para las fiestas sabaudas por Fernando III no se explican sin la exqui-

5

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 1414 0

Frente al palacio se construyó una efímera logia de tres arcos que creaba otras tantas perspectivas de gran realismo y belleza. La central, que empleaba el orden rústico, llenaba sus bóvedas con símbolos alusivos a Fernando III y los intercolumnios del corredor con esculturas antiguas. Las laterales, por el contra-rio, eran una sucesión de columnas de orden compuesto que culminaban en hermosas fuentes. Sobre la cornisa exterior de la logia se situó un gran águila imperial que llevaba en el pecho

el escudo del nuevo Rey de Romanos. Además, un cuarto tramo enlazaba con esta hermosa logia y orientaba el paso hacia la Via di Panico creando un crucero de enlace entre la logia de la fa-chada palaciega y el resto del teatro habsbúrgico.

Toda esta obra de arquitectura fue obra de Orazio Torriani, cuya elección como responsable del complejo arquitectónico vincula de nuevo las opciones artísticas del Cardenal de Saboya con la dinastía Habsburgo, ya que este artífice era el arquitec-to de la comunidad española en Roma, y como tal había cons-truido unos años antes el grandioso catafalco de Felipe III en el templo de Santiago en la Plaza Navona23.

Junto a los elementos arquitectónicos, la plaza se llenó de una intensa carga simbólica. Así, el friso que recorrió todo el pe-rímetro de la efímera columnata llevaba escrito en letras de oro sobre la clave de cada arco la palabra fert, símbolo y lema acróstico de la casa de Saboya, salvadora in extremis de los caballeros de Rodas (fortitudo eius rhodum tenuit) (esta fortaleza mantuvo Rodas). Esta repetición del emblema sabau-do se alternó con cartelas dedicadas al Fernando III, llegando, entre ambas, a las sesenta, una por cada uno de los treinta ar-cos que vestían ambos lados de la plaza. Pero en honor al nuevo Rey de Romanos cada uno de los fert de los Saboya fue, a su vez, transformado en un acrónimo fernandino, de modo que la antigua invocación a la defensa de los caballeros de Rodas se transformó en lemas como:

FERDINANDUS ERNESTI RES TUTAE

FIDES ET RELIGIO TRIUMPHATFERDINANDUS ELECTUS ROMANORUM THRONO

FERDINANDUS ExEMPLUM REGIBUS TERRAE

(Fernando perseverante en todas las cosas,La fe y la religión triunfan,

Fernando elegido al trono de los romanos,

Fernando modelo para los reyes de la tierra)

Además, en la fachada principal del palacio cardenalicio, por encima de las arcadas efímeras de la logia, se situaron los tex-tos de dedicación de todo el aparato y, debajo de estos, se col-gó un escudo dorado dentro del que se veían el cetro, la espa-

6

6-7 Dos de las máquinas pirotécnicas alzadas por voluntad de Cornelius Henricus Motman en plaza Madama. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

14 1

da, la balanza y la cruz, con el lema firmamenta regnorum (sostén de los reinos).

El espacio sobre el arco central estaba ocupado por la enorme águila imperial y encima de otro se leía:

PIO IUSTO INVICTO FOELICI

FERDINANDO III AUSTRIO

AVITAS GLORIAS

NOVIS TITULIS REGNIS TRIUMPHIS CUMULANTI

MAURIT. PRINC. CARD. A SABAUDIA

ASSURGIT PLAUDIT OBSEqUITUR(Piadoso, justo, invencible, feliz,

Fernando III de Austria,

las hazañas de sus ancestrosaumenta con nuevos títulos, reinos y triunfos,

ante los que el Príncipe Cardenal de Saboya

se alza y obsequia con aplausos).

Bajo esta cartela, sobre el arco, aparecía un escudo con un águila anidada sobre elevada montaña con el lema in arduis

quies (frente a las dificultades calma), en referencia a la gloria lograda en las más difíciles empresas. Por su parte, sobre el arco que orientaba hacia Via di Panico, se escribió, así mismo, una tercera dedicación a Fernando III. Aquí otro escudo mostraba un águila que con su garra derecha agarraba un rayo y con la izquierda una rama de laurel acompañada del lema ad utrum-que (preparado para ambos), en referencia al doble carácter, vengador y protector, de la casa de Austria. Además, en los pe-destales de los pilares que sustentaban las arcadas principales adosadas a la fachada del palacio, se pintaron cuatro de las ciu-dades recuperadas por el Imperio para la fe católica.

En el anfiteatro sabaudo se erigieron tres máquinas pirotécni-cas preparadas por el ingeniero Giovanni Andrea Ghiberto. La primera de ellas, la de mayores dimensiones, se situó en el cen-tro de la plaza y se trató de una recreación del Monte Etna que adoptaba forma de escollo sobre el que se erguía el águila im-perial bicéfala. A los pies de la roca el Cancerbero con sus tres cabezas amenazaba al águila y era acompañado en su acción por la infinidad de monstruos en forma de dragones, esfinges y quimeras que surgían de los numerosos huecos cavernosos de

7

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 1414 2

la montaña. Por encima del conjunto una nube parecía amena-zar tormenta sobre la escena que se desarrollaba a sus pies.

Con la noche se encendieron las luminarias en la plaza y lle-garon nuevos invitados al palacio del Cardenal, entre ellos Dª Anna Colonna Barberini, el prefecto de Roma o el Con-destable Colonna. Se distribuyeron entonces entre el público panfletos explicando el significado de la máquina que ardería esa noche para que el vulgo comprendiera que lo que se plas-

maba era la lucha de la casa de Austria contra los ataques de herejes y enemigos.

La construcción efímera prendió fuego esa primera noche mediante una llamarada expulsada desde el Etna. Inmedia-tamente el Cancerbero comenzó a asediar al águila imperial con sus llamas, y lo propio hicieron el resto de monstruos. Ante esto, el águila se alzó y dejó ver, pendido de sus garras, el escudo de Fernando III. Entonces la nube, hasta ahora a os-

98

8 Arquitecturas efímeras de Orazio Torriani en el entorno del palacio del Cardenal Maurizio de Saboya en Montegiordano. En Luigi Manzini, Applausi festivi fatti in Roma per l’elezzione di Ferdinando 3. al regno de’ Romani dal ser.mo Maurizio card. di Savoia da Luigi Manzini, Pietro Antonio Facciotti, Roma, 1639.

9 Primera máquina pirotécnica patrocinada por el cardenal Maurizio de Saboya, Luca Ciamberlano. En Luigi Manzini, Applausi festivi fatti in Roma per l’elezzione di Ferdinando 3. al regno de’ Romani dal ser.mo Maurizio card. di Savoia da Luigi Manzini, Pietro Antonio Facciotti, Roma, 1639.

14 3

curas, comenzó a vomitar su furia ígnea sobre los monstruos que asediaban al águila austriaca, la cual continuó su vuelo alzándose victoriosa mientras sus enemigos eran devorados por las llamas (fig. 9).

El día siguiente, jornada de la Purificación de María, pasó el Cardenal a orar a Santa Maria in Via Lata, iglesia de la que era titular. Fue el martes cuando en el formidable tea-tro en honor de Fernando III aparecieron nuevas máquinas

pirotécnicas. Surgía en medio de la plaza una montaña llena de árboles a modo de selva en la que habitaban multitud de animales salvajes. Sobre la cima de la montaña, en su parte derecha, surgía una gran águila imperial con las alas exten-didas en vuelo majestuoso. Aún más alto aparecía una gigan-tesca estatua de la Religión, portando un cáliz y una cruz, en forma de hermosa mujer rodeada de rayos de oro y apoyando sus pies en un enorme dragón.

10 Segunda máquina pirotécnica patrocinada por el cardenal Maurizio de Saboya, Luca Ciamberlano. En Luigi Manzini, Applausi festivi fatti in Roma per l’elezzione di Ferdinando 3. al regno de’ Romani dal ser.mo Maurizio card. di Savoia da Luigi Manzini, Pietro Antonio Facciotti, Roma, 1639.

1110

11 Tercera máquina pirotécnica patrocinada por el cardenal Maurizio de Saboya, Luca Ciamberlano. En Luigi Manzini, Applausi festivi fatti in Roma per l’elezzione di Ferdinando 3. al regno de’ Romani dal ser.mo Maurizio card. di Savoia da Luigi Manzini, Pietro Antonio Facciotti, Roma, 1639.

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 1414 4

Llegada la noche se encendieron las luminarias y se repartie-ron de nuevo panfletos explicando el significado del nuevo mo-numento: la religión que aplastaba a la herejía gracias al soco-rro del Imperio. Cuando la máquina empezó a arder el dragón arrojó fuego amenazante en dirección a la Religión, pero esta levantó el brazo apartando la cruz de las llamas. Entonces el águila comenzó su ascenso y, defendiendo a la Religión, envol-vió al dragón en fuego (fig. 10).

El miércoles se representó la Aminta de Tasso aderezada con entremeses sobre el Amor Fugitivo y la jornada se llenó con va-rios ballets, uno de amorcillos, otro de corsarios y un tercero de héroes en recreación de los Campos Elíseos.

La noche triunfal de las fiestas en torno a Fernando III patro-cinadas en Montegiordano por el Cardenal de Saboya estaba prevista para el jueves. Sin embargo, el mal tiempo hizo que el festejo hubiera de retrasarse hasta la noche del domingo. Se erigió, en esta jornada, una gran fuente en el patio del palacio cardenalicio llena de surtidores de agua con bizarros y brillan-tes juegos entre las arquitecturas de Marc’Antonio Toscanella.

La máquina pirotécnica para esta noche de domingo, construi-da por Pietro Bianco Anconitano, tomaba también la forma de una gran montaña, esta vez de mayores dimensiones que las anteriores, que se hallaba dividida en siete promontorios en alusión a las siete colinas de Roma. Cada uno de los promonto-rios estaba rematado con una corona real, excepto el central y más elevado que culminaba con una corona imperial. El monte aparecía enteramente poblado de distintas especies vegetales y animales y sobre él campeaban, suspendidos en el aire, por un lado una luna menguante con afilados picos, y por otro una gran águila imperial bicéfala.

Sobre la monumental estructura señoreaba una gran esfera celeste que contenía la representación de varias de las cua-renta y ocho figuras que, según los astrónomos, vestían el fir-mamento. Eran estas Cinosura, Arturo, el Dragón, Cefeo, Boo-tes (el Pastor), Hércules, la Lira, el Cisne, Casiopea, Perseo, el Auriga, Esculapio, la Serpiente, la Saeta, el Águila, el Delfín y la Corona de Ariadna. Esta última se situaba en la parte más baja del globo y, con todo relieve, tomaba la forma de una co-rona imperial.

Al llegar la noche se dispusieron infinidad de luminarias, cohetes y demás juegos pirotécnicos sobre los tejados de to-dos los edificios que rodeaban la plaza. A ambos lados de la fuente de plata se colocaron dos montañas de hielo en cuyo interior, para admiración y sorpresa del público, ardían las llamas. Se repartieron entonces los folletos que explicaban la gran máquina montañosa y donde se contaba como águila y luna representaban, respectivamente, a la majestad cesárea y el Imperio Otomano, de cuya lucha saldría victoriosa la dinas-tía Habsburgo restaurando el Imperio Romano que aparecía efigiado mediante las siete colinas a sus pies. El cielo estrella-

do, en forma de orbe cuajado de constelaciones, proclamaba la universalidad del imperio habsbúrgico coronándolo con la tiara de Ariadna (fig. 11).

La máquina ígnea se encendió mediante ocho pájaros que, sa-liendo al mismo tiempo de las ventanas del palacio, prendie-ron fuego a los ocho promontorios que la componían. Al mismo tiempo la funesta luna quedó envuelta por el fuego mientras el águila se acercaba a ella y le lanzaba violentas llamaradas, y las constelaciones del firmamento comenzaron a brillar intensa-mente. La luna acabó cayendo ennegrecida mientras el águila bicéfala alzaba el vuelo orgullosa llegando hasta el globo ce-leste y siendo coronada con la diadema imperial de Ariadna. Al mismo tiempo comenzaron a arder veinticuatro soles que habían sido distribuidos por los tejados que rodeaban el coso convirtiendo la plaza en un verdadero teatro de fuego.

Todo el pueblo romano quedó impresionado por la magnifi-cencia exhibida por el Cardenal quien, no satisfecho con las jornadas de espectáculos, celebró el 12 de febrero una acade-mia literaria en la que los principales eruditos de Roma com-pusieron odas al Rey de Romanos que quedaron recogidas en la relación festiva.

las fiestas de la nación españolaEl protagonismo en las celebraciones por la elección de Fer-nando III como Rey de Romanos fue compartido en Roma por los representantes imperiales y los del monarca español. Con la inclusión de la comunidad hispana en las celebraciones por los Habsburgo se añadían tres nuevas instituciones al patrocinio de los festejos. Por un lado los dos templos nacionales españo-les en Roma, San Giacomo y Santa María de Monserrat, iglesias, respectivamente, de las coronas de Castilla y Aragón, y por otro la figura del embajador, con unas características muy particula-res en el caso español24.

De los dos templos hispanos, aquel que focalizó los festejos de 1637 fue el de Santiago de los Españoles25, mientras que Santa María de Monserrat, algo alejada del epicentro en Plaza Navo-na, permanecía al margen26. La implicación del templo de San-tiago se explica no sólo por la preeminencia castellana dentro de la monarquía hispana, sino por el hecho de ubicarse entre el palacio de la Sapienza y la Plaza Navona, con dos fachadas que abren respectivamente el templo en sus pies y cabecera. La participación de Santiago venía de este modo a completar los adobos que en la Plaza Navona patrocinaban el templo de Santa Maria dell’Anima y el embajador cesáreo Príncipe de Bozzolo.

Por su parte, en 1637, el embajador de España ante el Papa, en aquel momento el Marqués de Castel Rodrigo, residía en el Pa-lacio Monaldeschi, frente al inicio de la subida hacia el templo conventual de la Trinità dei Monti, en las estribaciones del Pin-cio27. Es por ello que las celebraciones más fastuosas de la co-munidad hispana en Roma se desplazaron lejos del foro habs-búrgico de Plaza Navona28.

14 5

Los festejos celebrados por la nación española en Plaza Na-vona con motivo de la elección de Fernando III como Rey de Romanos aparecen descritos e ilustrados en la relación general de Meyden29. Los administradores de la iglesia nacional de San Giacomo, Alonso de Oviedo y Francisco Vaca, encargaron que se decorara ricamente la fachada del templo hacia la plaza. Las ocho pilastras de travertino del imafronte se llenaron de fana-les y las ventanas se cubrieron con grandes telas en las que cam-

peaban águilas y leones. En el centro del cuerpo inferior, sobre la puerta central, se colgó un gran tondo pictórico con Santiago a caballo sobre el que surgía la escultura del mismo santo que ornaba normalmente la fachada, a la que se añadió en las manos una antorcha. A los lados de la escultura se colgaron también las armas de Alejandro VII y del Rey Católico, y en el centro del cuerpo superior se situó un gran sol lleno de luces a cuyos pies se leía post nebula phoebus (tras la niebla el Sol). El gran sol

12 Primera máquina pirotécnica patrocinada por el Marqués de Castel Rodrigo, embajador español en Roma, Claude Lorraine. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

12

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 1414 6

Las fiestas tuvieron lugar la noche del domingo primero de febrero en la plaza del señor marqués que se adobó ricamen-te para la ocasión convirtiéndose prácticamente en un teatro. Todo el coso aparecía lleno de luminarias, la fachada del pala-cio de la embajada se llenó de antorchas decoradas con pape-les coloreados y se colgaron los escudos imperiales de la casa de Austria.

En medio de la explanada se dispuso una enorme estructura realizada en mármoles fingidos que apoyaba sobre un pedes-tal de generatriz cuadrada. En las cuatro fachadas de este pe-destal, que eran ovaladas, se situaron cuatro inscripciones en loor del recién coronado Rey de Romanos, mientras que en las esquinas se ubicaron cuatro fuentes de las que manaba vino. A los lados de cada surtidor dos niños sostenían las armas del Marqués de Castel Rodrigo y el basamento se coronaba me-diante balaustrada sobre la que campeaban multitud de águilas imperiales bicéfalas y castillos. Por encima de la balaustrada aparecían cuatro pedestales en los que apoyaban cuatro leones rampantes que sujetaban con sus garras otros tantos escudos en los que podía leerse:

HAC DUCE (aquí gobernante), junto a la alegoría de la Fe,

HAC COMITé (aquí compañero), al lado de la alegoría de la

Prudencia,

HAC MILITE (aquí soldado), junto a la alegoría de la Fortaleza,

HAC VICTRICE (aquí victorioso), acompañando a la imagen de la

Religión.

Sobre los cuatro pedestales surgía uno mayor que servía de base a la figura principal del monumento, Atlante, que soste-nía sobre su espalda un enorme globo terráqueo. Por último, el águila bicéfala imperial remataba el conjunto con una gran co-rona sobre sus cabezas. La ingente máquina ardió con el castillo de fuegos a las dos de la madrugada del domingo (fig. 12).

Todos los días la Plaza de España se cuajaba al anochecer de lu-minarias, pero además, el lunes se representó en la plaza ante el palacio una comedia en lengua española, el martes por la noche se repitió un espectáculo de fuegos de artificio y el miércoles una nueva comedia española fue ofrecida al público.

Sin embargo, mayor impacto causó en el pueblo romano el festejo preparado para el domingo siguiente. Este día la Plaza de España amaneció ocupada por dos grandes máquinas efí-meras. La primera presentaba un elevado pedestal cuadrado con cuatro fuentes que se coronaba con balaustrada sobre la que águilas y castillos introducían la heráldica de los vincu-lados a la fiesta. Sobre el basamento, el grupo escultórico se basaba en la figura de un enorme Neptuno, rey del mar, que surgía de un simulado océano sobre el que navegaba encima de una enorme concha en la que numerosos monstruos ma-rinos parecían rendirle obediencia (fig. 13). Las cuatro caras del pedestal se emplearon para introducir hermosos poemas de exaltación:

se flanqueaba, además, con las armas del Imperio, del Rey de Romanos y del Rey Católico con el lema triplex funiculus difficile rumpitur (difícil romper la triple unión).

Sobre el frontón que coronaba la fachada se colocaron tres enor-mes banderas. Una de Carlos V, con la que había obtenido nu-merosas victorias en Alemania, otra del Reino de Castilla, mos-trando por un lado a dicho reino teniendo sujetas con sogas por el cuello a la herejía y la envidia, y por la otra, sobre un mundo, un león al que la fortuna ofrecía otro orbe, y la tercera con las armas de Felipe IV. El conjunto se completó colocando sesenta y seis banderas en las balaustradas de remate con las armas del Imperio, del Rey de Romanos, del Rey de España, y de todos los reinos y provincias pertenecientes a la casa de Austria.

Delante de la iglesia de San Giacomo se construyó una gran torre efímera de planta cuadrada con cuatro puertas sobre las que apa-recían, de nuevo, las armas del Emperador, del Rey de Romanos y el Rey de España. Sobre la torre aparecía un castillo y, como re-mate, dos águilas imperiales y dos leones, todos ellos coronados.

Los festejos en San Giacomo se celebraron al mismo tiempo que los patrocinados por el embajador imperial en Roma, de manera que la muchedumbre que acudió a la plaza pudo asistir de ma-nera simultánea a varios espectáculos de enorme riqueza.

En Plaza Navona se sanciona la imbricación total en las cele-braciones cesáreas de las naciones alemana y española. Tam-bién la iglesia nacional española se suma a estas fiestas y tanto en la simbología empleada en la fachada de San Giacomo como en el castillo pirotécnico se repite el tema de la alianza dinás-tica entre las dos ramas de la casa Habsburgo. Esta unión, apa-rentemente indisoluble, que hace que la española sea la única nación con un protagonismo señalado en unas fiestas netamen-te germánicas, es la que desplaza parte de las celebraciones por la elección de Fernando III como Rey de Romanos hacia otro de los espacios privilegiados del centro de la ciudad papal, la Platea Trinitatis o Plaza de España.

La implicación hispana en las fiestas de 1637 se redimensiona a través del patronazgo que ejerce el poderoso y refinado mar-qués de Castel Rodrigo, Manuel de Moura y Corterreal, sobre las escenografías que se montarán en la plaza frente al palacio estable de la embajada de España ante el Papa30. Sobre las ce-lebraciones en Plaza de España se publicaron dos relaciones festivas, una de ellas empleando cuatro toscos grabados31 y la otra las magníficas estampas de Claude Gellée32, algunas de las cuales aparecen también en la relación general de Meyden33. La elección de un artista de la talla de Claude Lorraine dará lugar a la mejor colección de imágenes sobre la fiesta que, además, tie-nen un carácter muy particular34. Los grabados ofrecen una se-cuencia del proceso de cremación de las máquinas pirotécnicas que, si bien ya aparece en las estampas de Luca Ciamberlano sobre los festejos del Cardenal de Saboya, resulta mucho más completa en este caso.

14 7

Aunque yo las aguas mando

no me podrán socorrer

pues que las han de vencer

los fuegos del Rey Fernando

contra el natural poder.Rindo el Imperio del Mar

al Rey Fernando Tercero,

y como vasallo quiero

13 Segunda máquina pirotécnica patrocinada por el Marqués de Castel Rodrigo, embajador español en Roma, Claude Lorraine. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

mi privilegio dexar

pues siendo agua, en fuego muero.

Hoy con el fuego compite

la mar en campos de plata

mas pues Fernando dilatasu Imperio; el de Amphitrite

en incendio se desata.

Pues que ya el Orbe aclama

13

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 1414 8

El hermoso castillo, además, servía como base al desarrollo de poemas en lengua española que aparecían a razón de dos cuar-tetos en cada una de sus cuatro fachadas.

Este castillo preñado

de un incendio artificioso

puede llamarse glorioso

por lo que tiene encerrado.

Del orbe las cuatro partes

al águila se sujetan

pues dos Fernandos respectan

como Reyes, como Martes.

Soy un castillo encantadoque en quatro partes del mundo

oy mi fortaleza fundo

pues con Austria me he juntado.A la Fénix que renace

se ve que el Águila imita

pues si muere, resucita

el parto, que della nace.

Tanto el Águila creciódeste castillo a la sombra

15

a Fernando Emperadorde mar y tierra es Señor

si el agua se cambia en llamay toda espuma en fulgor35.

El segundo monumento adoptó la forma de un castillo, ale-goría de las armas de Castilla, con potente torreón central y cuatro torres angulares. Sobre estas últimas aparecían cuatro dragones idénticos a los del casco de las armas del Rey Cató-lico, y sobre el torreón central el águila imperial coronada. En los ángulos del terraplén donde reposaba el castillo se ubica-ron cuatro esculturas, cada una de ellas con un atributo que la identificaba de manera clara. Todas llevaban en la mano una corona que ofrecían al águila imperial en el centro del monu-mento. La primera, acompañada de un león, era África, y en su base se leía fortiter dimicat (combate valerosamente). Asia llevaba un camello como atributo y la cartela patienter vincit (conquista pacientemente). La imagen de Europa se acompañaba de un caballo y el escrito generose triumphat (triunfa noblemente). Por último se efigió a América con un cocodrilo y el lema opulenter coronatur (es coronado fas-tuosamente) (figs. 14, 15 y 16).

14

14 9

que ya por Reina se nombray su vuelo eternizó.

De los Godos el valorcomo es en favor del cielo

se le compensa su zelocon tan señalado honor.

El alma deste Castillo(porque hay Castillos con alma)

es quien se llevó la palma.En esta Cesárea pompa

que oy el Castillo sustentaCastel Rodrigo presenta

su devoción a la trompa36.

Entre ambas construcciones se levantó un tercer grupo escultórico en forma de enorme águila imperial coronada en cuyo pecho se leía:

Tanto puedo remontarme

por mirar al Sol de hitoque con sus rayos compito

y cual Fénix abrasarme

podré, pero resucito37.

Durante toda la jornada del domingo el pueblo romano dis-frutó de la rica escenografía mientras saciaban su sed en las fuentes báquicas de las que el vino no cesaba de manar. Al caer la noche, al tiempo que se encendían los fanales de la embajada, el espectáculo de fuego comenzó a devorar las de-coraciones efímeras. Primero ardió Neptuno, y después, en medio de los ensordecedores y brillantes efectos de los fue-gos artificiales, el castillo. Pero esta segunda máquina piro-técnica encerraba aún una nueva sorpresa para los especta-dores. Conforme la fortaleza se consumía en las llamas surgió de su interior la estatua ecuestre de Fernando III al tiempo que el águila que se encontraba suspendida en el centro de la plaza comenzaba a arder.

Finalmente el monumento fue elevado por un grupo de gue-rreros en traje de gala y llevado en procesión a través de la pla-za hasta reposar dentro del palacio de la embajada española. Culminaba así el despliegue escenográfico en Plaza de España que, a través de Atlante, Neptuno y las cuatro partes del mun-do, destacaba el carácter universal de la familia Habsburgo que, a través de las dos ramas, extendía sus dominios por todo el mundo conocido.

16

14 a 16 Secuencia del funcionamiento de la tercera máquina pirotécnica patrocinada por el Marqués de Castel Rodrigo, embajador español en Roma, Claude Lorraine. En Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il signor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l

g o ya 3 4 7 · a ñ o 2 0 141 5 0

· notas ·

1 Antonio Gerardi, Relatione di quanto e seguito in Germania circa l’elettione e coronatione del re de’ Romani in persona del serenissimo Ferdinando 3. d’Austria re d’Vngaria e di Bohemia con un ris-tretto delle feste fatte in Roma, Lodo-vico Grignani, Roma, 1637. Tanto para esta como para otras fiestas en la Roma de las Edades Moderna y Contem-poránea resultan fundamentales los enciclopédicos trabajos coordinados por Maurizio y Marcelo Fagiolo. Las celebraciones vinculadas a la elección de Fernando III como Rey de Roma-nos aparecen tratadas en M. Fagiolo del Arco, La festa barocca, De Luca, Roma, 1997, particularmente pp. 289-302.

2 Sobre el papel de la ciudad de Roma como verdadero tablero de ajedrez de la política europea véase G. Signorotto y M. A. Visceglia (coords.), La Corte di Roma tra Cinque e Seicento, teatro della politica europea, Bulzoni, Roma, 1998.

3 El despliegue propagandístico de la casa de Austria en esta fase de la Gue-rra de los Treinta Años resulta espe-cialmente significativo en otro conjun-to de celebraciones festivas, aquellas vinculadas al otro gran vencedor de

Nördlingen, el Cardenal Infante Fer-nando, en la ciudad de Amberes. Véase al respecto Diego de Aedo, El memora-ble y glorioso viaje del infante cardenal don Fernando de Austria, en casa de Juan Cnobbart, Amberes, 1635, y, so-bre todo, Jean Gaspar Gevaerts, Pompa introitus honori serenissimi principis Ferdinandi Austriaci Hispaniarum in-fantis..., Ioannes Meursius, Amberes, 1641. El estudio del despliegue de arte y arquitectura efímera orquestado por Rubens con motivo de esta efeméride ha sido estudiado en profundidad por J. R. Martin, The decorations for the Pompa Introitus Ferdinandi, Phaidon, Londres-Nueva York, 1972.

4 Véase A. Leman, Urbain VIII et la rivali-té de la France et de la Maison d’Autriche de 1631 a 1635, René Giard-Edouard Champion, Lille-París, 1920. Sobre las complejas relaciones diplomáticas entre España y Francia durante este período véase A. Hugon, Au service du roi Catho-lique. “Honorables ambassadeurs” et “divins espions”. Représentation diplomatique et service secret dans les relations hispano-françaises de 1598 à 1635, Casa de Veláz-quez, Madrid, 2004.

5 A. Sommer-Mathis, “…ma il Papa rispose, che il Re de’ Romani a Roma era lui. Früh-neuzeitliche Krönungsfestlichkeiten am Kaiser – und am Papsthof”, en Kaiser-hof-Papsthof (16.-18. Jahrhundert), R. Bö-sel, G. Klingestein y A. Koller, Verlag der Österreichischen Akademie der Wis-senschaften, Viena, 2006, pp. 251-284. Traducción española publicada en A. Sommer-Mathis, “Admirables efectos de la providencia… fiesta y poder con moti-vo de coronaciones en el Sacro Imperio Romano”, Studia Historica, Historia Mo-derna, 31, 2009, pp. 53-94.

6 Theodor van Meyden, Relatione delle feste fatte in Roma per l’elettione del re de romani. In persona di Ferdinando 3. scritta al sereniss. et reuerendiss. sig. il si-gnor card. de Medici, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

7 Sobre la figura de Meyden véase A. Bas-tiaanse, Teodoro Ameyden (1586-1656). Un Neerlandese alla corte di Roma, Staatsdrukkerij, La Haya, 1967. El im-portante papel de Meyden en esta y otras celebraciones destinadas a la exaltación de la familia Habsburgo en Roma ha sido destacado por D. García Cueto, “Los embajadores de España y el

Imperio en Roma y la representación de la Casa de Austria en tiempos de Felipe IV”, en La Dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio, J. Martínez Millán y R. Gon-zález Cuerva (coords.), Polifemo, Ma-drid, 2011, pp. 137-174, especialmente las páginas 159-174.

8 Vera relatione delle cerimonie seguite nell’elettione del re de’ Romani Ferdi-nando III, erede del Benacci, Bolonia, 1637.

9 Agostino Mascardi, Per l’elettione del re de’ Romani Ferdinando d’Austria re d’Ungheria, e di Boemia, oratione d’Ago-stino Mascardi recitata nell’Accademia del sereniss. principe Cardinal di Sauoia, Giacomo Facciotti, Roma, 1637.

10 Francesco Balducci, Tributo di Parna-so alla maesta cesarea di Ferdinando 3. d’Austria. Poesie di Francesco Balducci, Pietro Antonio Facciotti, Roma, 1638.

11 F. J. Pizarro Gómez, “Arte y espectá-culo en las fiestas reales del Retiro en 1637”, Norba-arte, 7, 1987, pp. 133-140.

12 Las relaciones entre España y el Impe-rio, y entre ambas potencias y la Santa Sede atraviesan, a lo largo del siglo xVII, situaciones muy variables. Con

codaEn 1637 el Imperio y España despliegan en Roma las que proba-blemente sean unas de las fiestas de mayor resonancia en la capi-tal papal durante todo el siglo xVII38. La ocupación de la urbe en determinadas ocasiones por las distintas naciones en rivalidad no resulta algo nuevo en Roma y se prolongará durante toda la Edad Moderna convirtiéndola en escenario privilegiado de la política europea. El empeño Habsburgo de 1637 no cuenta con el apoyo del Papa Barberini, quien sí lo dará, sin embargo, a las cele-braciones francesas por el nacimiento del delfín tan sólo un año después39. A pesar de ello, las llamas habsbúrgicas, tras la tibia ce-lebración papal, se extienden como la pólvora por toda la ciudad.

La Plaza Navona se convierte en el escenario principal de fue-gos, colgaduras, luminarias, efímeras esculturas y demás adere-zos. Se configura así como platea privilegiada del festejo urba-no sobre el que la comunidad española reclamaba desde hacía años un patronazgo especial40. Así lo había demostrado con la celebración de la Pascua durante la que la cofradía de la Resu-rrección, con sede en San Giacomo degli Spagnoli, hacía suyo el antiguo estadio de Domiciano41. Sin embargo, Navona será sólo el epicentro de las festividades, y desde la plaza, a través de los ejes viarios que le sirven aún hoy de acceso, se alcanzaría a ver los juegos pirotécnicos frente a los palacios Madama y Taverna

o en el templo de Sant’Apollinare. De esta manera se ocupaba el centro de la ciudad, toda la extensión urbana densamente po-blada que, en la ribera opuesta del Tíber, se mostraba a los ojos del Vaticano. Pero la embajada española en el Palacio Monalde-schi y las fiestas patrocinadas por el Marqués de Castel Rodrigo ampliaban la presencia habsbúrgica hacia el palacio papal del quirinal y señalaban el que se convertiría en nuevo foco de la fiesta barroca romana, la Plaza de España42.

En 1637 Roma ardía por la dinastía Habsburgo y la proclama-ba en sus plazas y calles principales como universal defenso-ra de la fe católica sin necesitar para ello de la cabeza visible de la Iglesia. Las dos ramas de la familia se unían para exaltar la pietas austriaca como legitimadora de su poder y, median-te una compleja y orquestada simbología, ocupaban la capital del mundo católico43. Junto a mitos y símbolos tradicionales en el imaginario de la casa de Austria como Hércules, el águila o el ave Fénix, se destacaba el carácter universal de la dinastía y, especialmente, su identificación total con el Catolicismo que otorgaba a la familia un tono casi mesiánico. Esta legitimación por la religión, sobre la que se fundaba la fortuna de los Habs-burgo desde que Rodolfo I se humillara ante el viático, cobraba especial sentido en una Europa convulsa en la que los conflic-tos militares y territoriales se vestían de guerras de religión44.

1 5 1

carácter general resultan útiles por el manejo de abundante documenta-ción H. Günter, Die Habsburger-Liga (1625-1635), E. Ebering, Berlín, 1908, B. Chudoba, Spain and the Impire, Uni-versity of Chicago Press, Chicago, 1952 (publicado en español como España y el Imperio (1519-1643), Rialp, Madrid, 1963), y R. J. W. Evans, La monarquía de los Habsburgos (1550-1700), Labor, Bar-celona, 1989. Sobre la diplomacia espa-ñola véanse M. Á. Ochoa Brun, Emba-jadas y embajadores en la Historia de España, Aguilar, Madrid, 2002, e His-toria de la diplomacia española. La Edad Barroca, I y II, Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 2006. Acerca de la actitud de la Santa Sede ante la elec-ción de Fernando III véase A. Leman,

“La Saint Siège et l’election imperiale du 22 décembre 1636”, Revue d’Histoire Ecclésiastique, 34, 1938, pp. 542-555, así como los trabajos citados en la nota 5. La visión más actualizada del comple-jo sistema de relaciones de la dinastía Habsburgo, que reúne en tres volúme-nes multitud de estudios particulares sobre diplomacia entre España, el Im-perio y la Santa Sede en J. Martínez Mi-llán y R. González Cuerva (coords.), op. cit., 2011.

13 Relatione delle allegrezze fatte in Roma dall’illustrissimo, & eccellentissimo sig. prencipe di Bozolo ambasciatore ordi-nario della maesta dell’imperatore Fer-dinado 2. nella elettione di Ferdinando 3. re d’Ungheria, e di Boemia, in re de’ Ro-mani, Francesco Cavalli, Roma, 1637.

14 Relatione delle feste, e fuochi artificiati fatti in segno d’allegrezza per l’elettio-ne, e coronatione della maesta del re de’romani seguita nella persona di Fer-dinando III. re d’Ungheria, e di Bohemia dall’illustrissimo, e reverendiss. monsi-gnore Cornelio Henrico Motmanno au-ditore di Rota e residente della medesima maesta, Lodovico Grignani, Roma, 1637.

15 Sobre la iglesia de Santa Maria dell’A-nima véase B. Baumuller, Santa Maria dell’Anima in Rom: ein Kirchenbau im politischen Spannungsfeld der Zeit um 1500. Aspekte einer historischen Archi-tekturbefragung, Mann, Berlín, 2000; R. Samperi, “La fabbrica di Santa Ma-ria dell’anima e la sua facciata”, Annali di architettura, 14, 2002, pp. 109-128; y M. Matheus, S. Maria dell’Anima: zur Geschichte einer deutschen Stiftung in Rom, Walter De Gruyter, Berlín-Nueva York, 2010.

16 Agradezco a David García de la Fuente la ayuda prestada en la traducción del latín.

17 M. M. Tuccimei, Genealogia di un pala-zzo: palazzo De Cupis-Ornani-Tuccimei, Istituto Araldico Genealogico, Milán, 2007.

18 Francesco Vacilla, Breue relatione del-le allegrezze, & feste fatte in Roma dalli eminentissimi sig. cardinali Pio, et Al-dobrandini, ... con l’occasione della elet-tione, & coronatione fatta in persona di Ferdinando 3. re de’ Romani, Francesco Cavalli, Roma, 1637.

19 Luigi Manzini, Applausi festivi fatti in Roma per l’elezzione di Ferdinando 3. al regno de’ Romani dal ser.mo Maurizio card. di Savoia da Luigi Manzini, Pietro Antonio Facciotti, Roma, 1639.

20 Véase M. Di Maco, “L’ornamento del Principe. Cultura figurativa di Maurizio di Savoia (1619-1627)”, en Le collezioni

di Carlo Emanuele I di Savoia, G. Ro-mano, Editris, Turín, 1995, pp. 349-374, y, sobre todo, M. Oberli, Magnificentia Principis. Das Mäzenatentum dês Prin-zen und Kardinals Maurizio von Saboy-en (1593-1657), Verlag und Datenbank für Geisteswissenschaft, Weimar, 1999.

21 T. Mörschel, “Il Cardinale Maurizio di Savoia e la presenza sabauda a Roma all’inizio del xVII secolo”, Dimensioni e problemi della ricerca storica. Rivista del Dipartimento di Storia moderna e con-temporanea dell’ Universita’ degli studi di Roma “La Sapienza”, 2, 2001, pp. 147-178.

22 Véase P. Grassi, Palazzo Taverna, Istitu-to Poligrafico e Zecca dello Stato, Roma, 2010.

23 Gerónimo Fernández, Relacion de las funerales exequias que la Nacion Espa-ñola hizo en Roma a la Magestad del Rey N. S. D. Phillippo III de Austria El Pia-doso. Al Illustrissimo, y Aexcelentissimo Señor D. Francisco Fernandez de la Cue-va y Cordova, Embaxador en Roma de la Magestad Catholica D. Philippo IIII, por Giacomo Mascardo, en Roma, 1622.

24 Sobre las iglesias nacionales en Roma véase C. Sabatini, Le chiese nazionali a Roma, Istituto poligrafico e zecca dello Stato, Roma, 1979.

25 Una visión actualizada de la historia del templo en B. Alonso Ruiz, “Santia-go de los Españoles y el modelo de igle-sia salón en Roma”, en Roma y España. Un crisol de la cultura europea en la Edad Moderna, C. J. Hernando Sánchez (coord.), Seacex, Madrid, 2007, pp. 173-187. Los estudios sobre la iglesia nacio-nal de San Giacomo son, sin embargo, muy numerosos. Desde el artículo de C. Cecchelli, “Una chiesa insigne sul nuo-vo Corso del Rinascimento. San Giaco-mo degli Spagnoli”, Roma. Rivista di studi e di vita romana, xIV, 10, octubre 1936, pp. 325-334, previo a la amputa-ción de la primera crujía del templo llevada a cabo por la apertura del Cor-so Rinascimento, a las fundamentales aportaciones de J. Fernández Alfon-so, “Las iglesias nacionales de España en Roma. Sus orígenes”, Anthologica Annua, 4, 1956, pp. 17-48; “Santiago de los Españoles, de Roma, en el siglo xVI”, Anthologica Annua, 6, 1958, pp. 9-122; y “Santiago de los Españoles y la Archicofradía de la Santísima Resur-rección de Roma hasta 1754”, Antho-logica Annua, 6, 1958, pp. 279-329. Un estudio actualizado de la trayectoria de la institución en E. García Hernán,

“La iglesia de Santiago de los españoles en Roma: trayectoria de una institu-ción”, Anthologica Annua, 42, 1995, pp. 299-363. Una revisión del proceso con-structivo y decorativo del edificio en M. Barrio Gozalo, “La iglesia y Hospital de Santiago de los Españoles. El papel del arquitecto en la Roma del Renaci-miento”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, III, 1991, pp. 31-42. Sobre la iconografía de Santia-go desplegada en ámbito romano y en concreto en la iglesia nacional española véanse las aportaciones de R. Vázquez Santos, “San Giacomo degli Spagnoli. Arte e iconografía jacobeos en la Roma de los siglos xV al xVII”, en Santiago e l’Italia, P. Caucci von Saucken (co-ord.), Edizioni Compostellane, Perugia, 2005, y “Primeras conclusiones sobre el culto y la iconografía de Santiago el

Mayor en la ciudad de Roma”, Archivo Español de Arte, LxxxIII, 329, 2010, pp. 1-22. Acerca de la vinculación de la iglesia nacional española con la corona véase M. Barrio Gozalo, “La Iglesia y Hospital de Santiago de los Españoles de Roma y el Patronato Real en el siglo xVII”, Investigaciones Históricas. Épo-ca moderna y contemporánea, 24, 2004, pp. 53-76.

26 El autor de la monografía fundamen-tal para aproximarse a esta iglesia, que acogió buena parte del patrimonio mueble de San Giacomo degli Spag-noli tras la venta del templo, es J. Fer-nández Alonso, S. Maria di Monserra-to, Edizioni “Roma”, Roma, 1968. Un estudio pormenorizado del proceso constructivo del templo desde sus orí-genes a la actualidad en G. Lerza, Santa Maria di Monserrato a Roma. Dal Cin-quecento sintetista al purismo dell’Otto-cento, Edizioni Librerie Dedalo, Roma, 1996. Una visión del patrimonio de la institución antes de la supresión del templo de San Giacomo en R. Vázquez Santos, “La obra pía de Santa María de Monserrat en las guías de Roma y otras fuentes histórico-artísticas (siglos xVI-xIx)”, Anthologica Annua, 76, 2000, pp. 635-652. Sobre la localización del altar mayor original del templo G. Redín Michaus, “El cuadro del altar mayor de Santa Maria de Monserrat en Roma”, Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 81, 2001, pp. 155-159. Acerca de la vinculación de la iglesia de Montser-rat con la corona véase M. Barrio Goza-lo, “La iglesia nacional de la Corona de Aragón en Roma y el poder real en los siglos modernos”, Manuscrits, 26, 2008, pp. 135-163.

27 Véase el magnífico trabajo de A. An-selmi, Il Palazzo dell’Ambasciata di Spagna presso la Santa Sede, De Luca, Roma, 2001.

28 La ocupación festiva del espacio ante la embajada de España ha sido estudiada en M. Moli Frigola, “Palacio de España: centro del mundo. Ingresos triunfales, teatro y fiestas”, en Il Barocco romano e l’Europa, M. Fagiolo y M. L. Madonna, Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato, Roma, 1992, pp. 727-766. Véase también M. Boiteux, “Fêtes et traditions espa-gnoles à Rome au xVIIe siècle”, en Ba-rocco romano e Barocco italiano: il teatro, l’effimero, l’allegoria, M. Fagiolo y M. L. Madonna, Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato, Roma, 1985, pp. 117-134.

29 Theodor van Meyden, op. cit., 1637.30 D. García Cueto, “”Mecenazgo y repre-

sentación del Marqués de Castel Ro-drigo durante su embajada en Roma”, en C. J. Hernando Sánchez (coord.), op. cit., 2007, pp. 695-716.

31 Ferrante Corsacci, Relatione delle fe-ste fatte dall’eccellentiss. sig. marchese di Castello Rodrigo ambasciatore della maesta cattolica, nella elettione di Fer-dinando 3. re de’ Romani, Francesco Ca-valli, Roma, 1637.

32 M. Bermúdez de Castro, Descripción de las fiestas que el Sr, Marques de Castel Rodrigo Embaxador de España celebrò en esta Corte a la nueva de la elección de Ferdinando III de Austria Rey de Roma-nos, Francesco Cavalli (Francisco Ca-ballo), Roma, 1637.

33 Theodor van Meyden, op. cit., 1637.34 Al parecer las estampas de Lorraine

fueron concebidas como una colección

independiente por parte del propio artista sin estar asociadas a ninguna relación festiva en concreto. Sólo tras su publicación serían empleadas, de manera parcial, por las relaciones pu-blicadas acerca de las fiestas patroci-nadas por el Marqués de Castel Rodri-go. Véase al respecto S. Bettini, “I Feux d’Artifice di Claude Lorrain. Fortuna e al-tre considerazioni”, Römisches Jahrbuch der Bibliotheca Hertziana, 34, 2001-2002 (2004), pp. 221-254.

35 F. Corsacci, op. cit., 1637, pp. 8-9.36 F. Corsacci, op. cit., 1637, pp. 9-10.37 F. Corsacci, op. cit., 1637, p. 10.38 éase M. Fagiolo del Arco, op. cit., 1997,

particularmente pp. 289-302.39 Antonio Gerardi, Descrittione delle fe-

ste fatte in Roma per la nascita del Del-fino ora Ludovico XIV Re di Francia e di Navarra, e del donativo mandato alla Santa Casa di Loreto, Ludovico Grigna-ni, Roma, 1663.

40 Véase M. Rak, “Piazza Navona. Trionfi, feste di gioco, feste stellari”, en M. Fa-giolo del Arco, op. cit., 1997, pp. 182-201.

41 Así queda registrado en la literatura impresa especialmente en los años ju-bilares. Véase, por ejemplo, Giovanni Briccio, Le solenni e devote processioni fatte nell’Alma Città di Roma, l’anno del Giubileo 1625. Con la sontuosa festa fat-ta la mattina di Pasqua di Resurrettione in Piazza Navonna, erede di Bartolo-meo Zannetti, Roma, 1625, o Feste, et allegrezze fatte nella piazza di nauona dall’illustriss. et eccellentiss. sig. don Rodrigo de Mendoza, e natione spagnola per la resurrettione di Christo sig. nostro nella notte del sabbato santo, e feste di Pasqua, Francesco Moneta, Roma, 1650.

42 Además de la bibliografía citada véase sobre la configuración festiva de la pla-za Elena Gigli, “Piazza di Spagna. Ap-parati tra Francia e Spagna”, en M. Fa-giolo del Arco, op. cit., 1997, pp. 202-211. Sobre la importancia de la rivalidad entre España y Francia en el devenir arquitectónico de la misma resulta fun-damental el estudio de W. Lotz, “Die Spanische Treppe. Architektur als Mit-tel der Diplomatie“, Römisches Jahr-buch für Kunstgeschichte, 12, 1969, pp. 39-94.

43 Sobre este concepto y sobre el desa-rrollo de algunos temas especialmen-te vinculados a la construcción de la imagen de los Habsburgo, como la de-voción a la Eucaristía, véase A. Coreth, Pietas Austriaca, Purdue University Press, West Lafayette, 2004. De gran interés para el desarrollo posterior de la imagen del rey piadoso en la monar-quía española resulta el estudio de A. Álvarez-Ossorio Alvariño, “Virtud co-ronada: Carlos II y la piedad de la Casa de Austria”, en Política, religión e inqui-sición en la España moderna: Homenaje a Joaquín Pérez Villanueva, P. Fernán-dez Albadalejo, J. Martínez Millán y V. Pinto Crespo (coords.), Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1996, pp. 29-58.

44 Una visión actualizada de los distintos componentes iconográficos de la ima-gen habsbúrgica aplicados a la figura de Carlos II en V. Mínguez, La inven-ción de Carlos II. Apoteosis simbólica de la casa de Austria, Centro de Estudios Europa Hispánica, Madrid, 2012 (en prensa). Agradezco al autor la consulta del manuscrito.

pa b l o g o n z á l e z t o r n e l