revista delatripa: narrativa y algo más número 16

90
delatripa: narrativa y algo más Número 16. Junio 2014 -Julio 2015. Un año después

Upload: uane

Post on 29-Apr-2023

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

delatripa: narrativa y algo más

Número 16. Junio 2014 -Julio 2015.

Un año después

delatripa: narrativa y algo más

Narrativa y algo más Número 16. Junio 2014 a Junio 2015. Es un proyecto de la Catarsis LiterariaRevista

El Drenaje, editada en Mérida, Yucatán. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría([email protected]). Consejo Editorial: Angélica Santa Olaya, Alejandra Aké Sustersick,Joelia Dávila, Cristina Leirana, Katia Rejón, Roberto Cardozo, Jorge Manzanilla, Mario Pineda Quin-tal, Daniel Ferrera y Édgar Damián.

ContenidoLos retos de la abuelaIbrahim Pech....................................................59

AnocheDaniela Eugenia...............................................65

Los signos en trasmutación

Andrés Galindo.................................................66

Inti vino a nacer en ActlipaJesús Guerra Sánchez.......................................72

De entrada un buen EscarnioBlanca Vázquez.................................................77

Gritar por donde arde el asfalto

Jorge Manzanilla..............................................79

ColumnasMemorias de nómadaKatia Rejón.......................................................83

¿Te atreves a seguirme al infierno?

Jéssica Montaño de Juárez................................85

Sin papelesDaniel Ferrera ..................................................87

Nos vemos en el slam

Mario Pineda Quintal......................................89

Imágenes portada e interiores del Artista

Francisco Martín

Juego teatral de ilusión - realidad en la

construcción narrativa de El amante del TeatroJessica Marcela Mora Camarena........................3

El asilo

Iliana Hernández Partida.................................11

RelatosLuis Mendoza....................................................14

Retroceso

Erick Salgado...................................................23

Ecclaire de chocolate

Mónica Martínez...............................................25

DesechableJéssica de la Portilla Montaño de Juárez........ 26

Saudade

Ariel López........................................................27

NarracionesGladys Beatriz Gamboa Hamilton....................29

Parricidio

Adán Echeverría...............................................30

La piel de Adriana o un mundo sin likesÁngel Fuentes Balam.......................................31

Día de independenciaEsaú Cituk Andueza.........................................36

La Metamorfosis de Franz Kafka

o los porqués de la cucaracha

Jesús Suárez ......................................................37

El beso de Juan Gabriel

Adán Echeverría...............................................42

ReflexionandoBlanca Nieves Eslava.......................................43

Unforgettable

Juan Machín.....................................................45

Narraciones

Jhonny Euán.....................................................47

RelatosJosé Reynold Quintanilla Morán......................51

Sin necesidades

Ibrahum Pech...................................................55

delatripa: narrativa y algo más

Sólo pueden conseguir la comunicación físicaa través de un complicado proceso decomunicación emocional. Es tan grande laesterilidad, tanto física como emocional, de lapareja, que sólo pueden acercarse el uno al otroen un mundo de fantasía (Wellwarth 2013: 17).

Éste es el tema que recoge Fuentes paradesarrollar su relato. La relación intertextual en-tre ambos textos la podemos encontrar tanto enel título, de manera velada, como en el primerparatexto del cuento de Carlos Fuentes: "A HaroldPinter y Antonia Fraser" (Fuentes 2008: 529). Noobstante, en nuestra obra, el autor mexicanodesarrolla y resignifica el tema de una maneradiferente. Aquí no se trata de una pareja, sino dela esterilidad física y emocional de un personajeque se conduce en solitario: el protagonista.Mismo que construye desde la narrativa de unaforma peculiar, como ya apuntamos, a partir deconceptos teatrales.

El cuento "El amante del teatro", narrado enprimera persona, se trata de un hombre cuyopasatiempo favorito es asistir al teatro. Nuestroprotagonista es un mexicano solitario residenteen Londres, Lorenzo O´shea o Larry O´shea, quientrabaja en la industria cinematográfica en el áreade edición. Larry se convierte en un verdaderoamante del arte escénico, al grado de acudir al teatro

Juego teatral de ilusión - realidad en la

construcción narrativa de El amante del Teatro

Jessica Marcela Mora Camarena

3

a finalidad del presente trabajo será mostrarcómo la narrativa del cuento "El amante del

teatro", de Carlos Fuentes, está construida a partirde diversos elementos teatrales. Es decir, narrativay teatralidad confluyen a lo largo del relato, paracon ello dar un mayor efecto de ilusión teatral enel lector y a la historia en sí misma. Elementosque, a su vez, se encuentran en relación intertextualcon otras obras. De esta forma, a partir de nuestroanálisis, veremos que el cuento de nuestro autor estáconstruido sobre la base de un mosaico intertextualque establece un diálogo entre la narrativa y ladisciplina teatral.

En principio, habrá que poner de relieve que eljuego "ilusión-realidad" es justamente el tema princi-pal en torno al cual se desarrolla nuestra obra. Temaque Fuentes retoma, en primera instancia, de la obradel dramaturgo inglés Harold Pinter, El amante. Enesta obra teatral, observamos que los protagonistas,marido y mujer, sólo logran comunicarse como parejaa partir de un juego de representación ficticia; en elque aparentan ser otras personas: juegan a seramantes. En relación con el juego de ilusión-realidad,en la obra de Pinter, George E. Wellwarth nos explicaque los personajes del dramaturgo inglés necesitandel juego, no sólo para conseguir a través de él unacierta potencia sexual, sino también porque:

L

"El deseo de verificación es comprensible,

Pero no siempre puede ser satisfecho. No

hay distinción entre lo que es verdadero y

lo que es falso. Las cosas no son

necesariamente verdaderas o falsas;

pueden ser a la vez verdaderas y falsas".

Harold Pinter.

delatripa: narrativa y algo más

londinense al menos dos veces por semana. Actividadcuya motivación él mismo explica:

La escena me proporciona la distancia vivaque requiere mi espíritu (que exigen mis ojos).Estoy allí pero me separa de la escena la ilusiónmisma. Soy "la cuarta pared" del escenario. Laactuación es en vivo. Un actor de teatro melibera de la esclavitud de la imagen filmada, in-tangible, siempre la misma, editada, cortada,recortada e incluso eliminada, pero siempre lamisma. En cambio, no hay dos representacionesteatrales idénticas (Fuentes 2008: 350).

Pero la fascinación que ejerce en nuestroprotagonista la representación escénica secomprende no sólo en tanto la dicotomía entreteatro y cine, esté último su espacio laboral, sinotambién en relación con la dicotomía que existeentre su propia realidad monótona y la liberacióncatártica que le ofrece la ilusión teatral.

Larry se asume como la "cuarta pared",como el plano de contacto que existe entre elespacio teatral (la escena viva) y el público. Enotras palabras, él no se percibe como unespectador más en la sala, sino que se ubica a símismo en el espacio de la boca del escenario. Nodentro de la escena ni fuera de ella, él es la cuartapared porque justamente está en esa zonaintermedia entre la ilusión teatral de la escena vivay la realidad. Desde este punto de vista,comprendemos porqué la representación le ofrecea nuestro protagonista "la distancia viva" que suespíritu requiere, porque lo que requiere es laposibilidad de una alternativa momentánea quelo distancie de su realidad: ésta es la ilusiónescénica.

Sin embargo, el juego entre ilusión-realidadno quedará ahí, conforme avanza el relato estadistancia tomará otros matices y paulatinamentese irá acortando. Esto sucede cuando Larrydescubre a su vecina desde su ventana y la labor deobservarla se convierte para él en una obsesión.Nuestro protagonista comienza a construir una ilusiónen torno a la chica que todos los días al abrir las

cortinas de su casa le ofrece un espectáculo muypeculiar. Se trata de una actriz ensayando su próximaobra de teatro, pero Larry desconoce dichacircunstancia. El enamoramiento por la mujer de laventana crece tanto en O´shea que éste se niega aconocerla personalmente con tal de no romper lailusión. La obsesión crece tanto que Larry llega alpunto de pedir vacaciones en su trabajo, para poderdedicarse a observar a la chica a través de la ventana,noche tras noche y esperando el día entero para queella abra las mágicas cortinas a modo de telón.

En este sentido, observamos que tanto elprotagonista como la chica comienzan a construiruna especie de teatralidad a partir del juego de laventana. Ella nota que es observada y continúadiscretamente con el juego. En dicho juego, ellaes la actriz y nuestro narrador protagonista, através de quien conocemos la historia, es elespectador. Esto implica en sí mismo un juego denarración de cierta forma teatral, todo lo quesabemos es a partir de la visión de Larry, pero nose trata de focalización desde el punto de vista deGenette. Se trata, en cierta medida, de visión teatral.La visión, según el estudio de José Luis GarcíaBarrientos, se define de la siguiente manera:

Un elemento fundamental del teatro es elpúblico. La recepción dramática que sedenomina visión, a través de los fenómenos quede ella surgen, se subraya el carácterprimordialmente del teatro: "Teatro es poresencia, presencia y potencia visión -espectáculo-, y en cuanto público, somos antetodo espectadores, y la palabra griega teatro,no significaba sino eso: miradouro, mirador"(García Barrientos 2007: 193).

Con base en lo anterior, podemos afirmar quela ventana es ese mirador, Larry es el espectador, elpúblico. Sin embargo, esta representación teatral enel relato ya no está delimitada como al principio deltexto, cuando Larry asistía regularmente al verdaderoteatro. Ahora el límite entre ilusión y realidad es másambiguo. La vecina es un personaje y a la vez es lamujer desconocida; él es el espectador moviéndose

4

delatripa: narrativa y algo más 5

en esa zona intermedia de la cuarta pared. Pero estavez oscilando entre la representación, su estatus comopúblico y la realidad misma: el protagonista se de-bate entre conocer a la mujer de carne y hueso omantener intacta la ilusión ficticia.

Sobre esta base, podemos afirmar que el juegode ilusión-realidad, en el que se encuentra inmersonuestro personaje, está construido de una maneraun poco más compleja que en la obra de Pinter. Elmundo de fantasía en el que Larry logra liberar suesterilidad emocional se construye primero frente ala representación teatral, actividad en sí misma lúdicae ilusoria por excelencia. Es decir, el juego comienzaen su calidad de público y no como en la obra deldramaturgo inglés, en calidad de personaje. El juegova creciendo en la mente de Larry, al extremo depercibirse a sí mismo parte de la representación; peroes hasta la segunda parte del relato que nuestropersonaje abandona por completo su lugar comopúblico y se asume físicamente un personaje másdentro de la obra teatral.

Asimismo, del concepto de visión, como loanota García Barrientos, surgen otros fenómenosteatrales, tal es el caso de la distancia. Ya hemosvisto al principio, que la distancia que Larrynecesita y concibe como espectador está en elplano de la cuarta pared. Se trata de una distanciaacortada con respecto al espectáculo, es ambiguaen relación con su rol de público. Y es que de ladistancia depende el efecto de ilusionismo yantiilusionismo en el teatro. Barrientos nos explicaque a mayor ilusión de realidad hay una mínimadistancia representativa:

La distancia representativa es una categoríaestética general que se mide entre el planorepresentante y el representado de cualquierobra de arte u obra y que resulta inversamenteproporcional a la ilusión de realidad. (GarcíaBarrientos 2007: 194, 195).

Entonces, si de por sí Larry, público frecuentedel teatro londinense, vive el espectáculo con unamínima distancia (desde la boca del escenario,concibiéndose a sí mismo como la cuarta pared),

comprendemos que esta distancia se acorta a un nivelextremo frente al espectáculo de la ventana. De ahíque el efecto de ilusión de la realidad comience aconfundir al protagonista con respecto a la chica.

No obstante, mientras la distancia teatral se vaacortando al interior del relato, al mismo tiempo ladistancia narrativa se va acrecentando en relacióncon el lector; ya que, en la narración, la ilusión derealidad se acentúa en tanto el narrador es cada vezmás transparente o invisible: "el hecho de que atraigala atención sobre sí, no puede sino incrementar ladistancia: hacer a aquél consciente de la narración,del hecho de que alguien le está contando unahistoria" (García Barrientos 2007: 195). Esto sucedea lo largo de todo el relato, el narrador protagonistahace frecuentes llamadas al lector: "querido lector","estimado lector", "el lector comprenderá", etc. Demodo que el juego de ilusión de la realidad en elinterior del relato y con respecto al lector parecierair en direcciones opuestas.

Regresando al interior del relato, vemos en lanarración que esta distancia va acercando los planosde manera proporcional al creciente y obsesivoenamoramiento de Larry por la chica. Dicha distanciallega su mínimo nivel cuando el protagonista descubrea la chica de la ventana representando en el teatro elpapel de Ofelia en la puesta profesional de Hamlet.Ahí comprende que ella permitió que el juego teatralocurriera, debido a que se encontraba ensayando supapel y él le sirvió de espectador. Pero al mismotiempo, también es en ese momento cuando elenamoramiento llega a su máximo nivel y con ellocrece la confusión entre ilusión-realidad: Larry sedescubre enamorado de "Ofelia" el personaje y node la mujer que vive frente a su departamento.

Es por esa razón que regresa una y otra vez alas funciones para ver a su amada. La obsesión es talque comienza a perder la noción de la realidad, hastallegar al punto culminante de romper mentalmente lacuarta pared. Vale decir, al vivir el espectáculo conuna mínima distancia entre el plano de lo representadoy su plano como espectador, la ilusión de realidad

delatripa: narrativa y algo más6

tan nítida lleva al protagonista a concebirse a sí mismocomo un actor más de la representación y ya no comola cuarta pared:

El teatro era mi catarsis no sólo emocionalsino sexual. Toda mi energía erótica, mi libidoentera, la dejaba en la butaca del teatro. Mifuerza viril se me desparramaba. Mediante laemoción escénica ascendía de mi sexo a miplexo y de allí a mi corazón batiente sólo parainstalarse como una reina en mi cabeza. Micabeza ya no de espectador sino de actor a laorilla del escenario, viviendo la emoción delteatro como un participante indispensable. Laaudiencia. Yo era el público de la obra, sin mipresencia, la obra tendría lugar ante un teatrovacío. Ven ustedes cómo pude trasladar estaemoción teatral a la pura visión de mi amor, lachica de la ventana, y convencerme de quebastaba esta liga visual para satisfacermeplenamente (Fuentes 2008: 535).

En este sentido, hay que subrayar tres cosas:primero, el autor coloca en cursivas las palabrasespectador y actor. Es decir, esta transición depúblico a actor, la ruptura mental de la cuarta paredpor parte de Larry, no es una construcciónarbitraria del relato, sino una construcción bienpensada por parte del autor. Aquí vemos cómoutiliza de manera muy particular los elementosde la disciplina teatral, para dar un efecto másnítido al juego de ilusión-realidad.

Segundo, el motivo de ilusión-realidad enrelación con la comunicación sexual y emocional,extraído de la obra de Pinter, encuentra en estepunto su máxima expresión en el cuento de CarlosFuentes. Así como en El amante de Harold Pinter,en donde la pareja sólo logra comunicarse a travésde la libertad emocional y la potencia sexual dadaspor el juego; de la misma forma Larry expresaque la "visión" de su amada Ofelia en la escenaes el punto culminante que le ofrece la potenciaemocional y sexual que lo hacen sentir emocio-nalmente vinculado y en comunicación con el objetode su amor.

Y tercero, el acotamiento de la distancia, cuyoresultado es una relación espacial más cercana y demayor integración entre la representación teatral ynuestro espectador protagonista, provoca tambiénun juego de distancia temática o argumental entre laficción y la realidad al interior del relato.

Con respecto a este tipo de distancia, GarcíaBarrientos nos explica que se trata de la distinciónentre el plano de la "naturaleza de lo ficticio" y elde la "naturaleza de lo real". En el teatro, ficcióny realidad se corresponden dado que se trata deuna representación en vivo, de una cara representaday una cara representante, con la fábula y la esceni-ficación, indisociables del acto de comunicación realen que se produce y que la produce (García Barrien-tos 2007: 194).

La distancia temática se comienza a dar desdeel espectáculo frente a la ventana, pero se acentúacon mayor fuerza en la representación de Hamlet.Allí Larry se enamora por completo de Ofelia elpersonaje, se asume como un actor más delespectáculo y se crea también una cierta rivalidadcon el actor principal de la obra por el amor de Ofelia.Inclusive, una vez más se debate entre amar a la actriz(la mujer cuyo nombre desconoce) o al personaje:"decidiría qué hacer. Purgarme de ella, asimilarlacomo lo que era, actriz profesional. O ir esta vez asu camerino presentándome" (Fuentes 2008: 542).Finalmente, decide dejar intacto el juego, su mundode fantasía, para seguir amando al personaje.

Asimismo, la distancia argumental comienza atomar otros matices y mayor profundidad cuandoLarry se convence de que Ofelia lo mira y le guiñedesde el escenario. Dichos guiños aumentan el ena-moramiento en Larry, al mismo tiempo que aumentanel asentamiento de la convención teatral. De estemodo, la confusión del protagonista con respecto ala ilusión de la representación teatral y la realidad yaes absoluta. Con ello, los guiños de la actriz, desdeel escenario, construyen otro tipo de distancia teatral:la distancia interpretativa. Ésta es la que se da entreel personaje dramático y la persona real, entre el

delatripa: narrativa y algo más 7

actor y la persona ficticia, "el papel" o "personaje"(García Barrientos 2007: 200).

Por otro lado, la distancia interpretativa tambiénestá relacionada con el espacio. En el caso de nuestrorelato, se trata de un espacio clásico de escenacerrada, cuya separación entre espectáculo yespectadores está definida por las luces y el telón.Es decir, un espacio clásico en el que la comunicaciónse da sólo cuando se abre el telón y se enciende lailuminación; un espacio con escenario recto y cuyoplano de contacto es la boca del escenario y la cuartapared. En este sentido, la distancia interpretativa semanifiesta con mayor claridad en el espacio escénicocuando éste se convierte en un espacio, por ejemplo,icónico realista, como es el caso de nuestro cuento.De tal suerte que "el efecto de quiebra de la ilusiónde realidad de cada una de estas "anomalías" en elpúblico es inversamente proporcional a su grado deasentamiento como convención" (García Barrien-tos2007: 200).

Esto es lo que sucede en la recepción de Larry.En cuanto nota el guiño de la actriz, y dado que aceptala convención ya sin distinguir entre realidad y ficción,se arroga cada vez más su participación como actordentro de la representación. Con ello aumenta ladistancia argumentativa al nivel de la narración. Espor esta razón que Larry acaba por romper com-pletamente la cuarta pared al subir al escenario en eldesenlace de la obra teatral. Está convencido de quedebe salvar a Ofelia, que realmente será asesinada.Sin embargo, incluso en ese momento, la distanciaargumentativa sigue latente en el relato; ya que el actorprincipal finge, según nos explica el narrador, quetodo es parte de la obra y de su propuesta escénicainnovadora. De este modo, en el desenlace delcuento, la distancia y el juego de ilusión-realidadpermean también al nivel del lector. Es decir, nosotrosya no sabemos si Ofelia murió en el escenario o sitodo estuvo planeado por el intérprete de Hamlet,Peter Massey, y el resto del elenco.

Con ello, el personaje se construye comoespectador-actor de la representación. De esta

forma, y desde el punto de vista teatral, el espacioescénico se convierte también en el espaciodiegético o argumental. Este último espacioexplicado desde el punto de vista de GarcíaBarrientos se define de la siguiente manera:

El espacio escénico o argumental es elcomponente espacial del contenido, el conjuntode los lugares ficticios que intervienen oaparecen, de la forma que sea en la fábula oargumento; el espacio significado en suintegridad, o si se quiere, el espacio representadomediante cualquier procedimiento representativo(espacial o verbal, dramático o narrativo, etc.)[…] es en definitiva el espacio de la ficción, sindeterminación genérica o modal ninguna: listopara ser narrado en una novela lo mismo quepara ser filmado en una película o para serrepresentado en un teatro (García Barrientos2007: 128).

Con base en lo anterior, podemos afirmar queen el relato de Fuentes la unión del espacio escénicocon la diégesis de la narración crea un efecto teatralmuy particular: el espacio escénico se ha extendidohasta la sala, el lugar del público. Sala y espectadoresson parte del escenario, debido a que losespectadores han comenzado a tomar un rol deactores en la representación. Y dado que el espaciodramático se define como "la relación entre losespacios diegético y escénico, es decir, la maneraespecíficamente de representar los espacios ficticiosdel argumento en los espacios reales disponibles parasu escenificación" (García Barrientos 2007: 128);podemos afirmar que el edificio teatral por completoes parte del espacio dramático del relato, junto conlos demás espacios narrativos enunciados a lo largodel cuento.

Es a partir de lo anterior que vemos que laconstrucción narrativa, a partir de elementosprovenientes de la dramaturgia y la disciplina dela representación teatral, en general, crean un mayorefecto de ilusión-realidad teatralizada en el lector.

En conclusión, como hemos observado, lahistoria de Larry O´shea como espectador de teatro,

delatripa: narrativa y algo más8

en relación con el tema de ilusión-realidad, seconstruye a partir de la visión teatral del espectadorprotagonista. En esta construcción, a su vez, se jueganlos elementos de ilusionismo teatral, distanciaargumentativa, interpretativa y narrativa. Todosperfectamente bien distribuidos en los distintosespacios en los que se desarrolla la historia: en elespacio diegético o argumental, en los espaciosescénicos (la ventana y el teatro donde se representala obra) y en el espacio dramático. Este último,configurado por el espacio en el que el narradorprotagonista comienza a participar de larepresentación, al romper paulatinamente la cuartapared.

De esta manera, el juego de ilusión-realidad,tema principal, se construye de una formacompletamente distinta al de la obra de Harold P.En este caso, la comunicación sexual y emocionalno necesita de una comunicación e interacciónfísica por parte de la amada, ésta se da únicamentea partir de la "visión" escénica. Aquí no se tratade un juego explícito de representación, sino dela construcción de la ficción a partir de la visióndel espectador-actor.

Para finalizar, con base en nuestro análisispodemos observar que nuestro cuento presenta uninteresante diálogo entre dos disciplinas artísticas:narrativa y teatro. Diálogo en el que confluyenfocalización narrativa y visión teatral; distanciaargumentativa, interpretativa y narrativa; y espaciosdiegético y dramático. Todo en conjunto, con lafinalidad de desarrollar el tema "ilusión-realidad",tomado de la obra dramática de Harold Pinter,creando en el lector artificios artísticos propios de laescena viva con respecto al juego teatral-narrativodel protagonista.

Bibliografía

Fuentes, Carlos. Obras reunidas III, "El amante del teatro",México: FCE, 2008, 529-550.

García Barrientos, José Luis. Cómo se comenta una obra deteatro: ensayo de método, España: Editorial Síntesis,2007.

Pinter, Harold. El amante, http://www.LibrosTauro.com.ar,marzo-2013, 1-16.

----- George E. Wellwarth. "Sobre el amante", 17-18.

delatripa: narrativa y algo más 9

delatripa: narrativa y algo más10

delatripa: narrativa y algo más 11

ramos dos adolescentes pendejos ysolitarios en esa reseca llanura llamada

las familias de los vejetes los tiraron ahí, paraesconder la cabeza debajo de la tierra y no vermás ésas manos temblorosas como ramas;asqueados de los olores macerados, hartos delcuenta que recuenta las mismas sobadashistorias.

El Juan sólo era un amigo, pero al vernostan dedicados como voluntarios católicos, ypuntuales a las ocho de la mañana para las faenasdiarias, se corría el rumor de que andábamos.Ahora entiendo el por qué se me hacía raro queme acompañara por las tardes hasta mi casa,con los cachetes colorados de pena y mepreguntara a cada rato quién me gustaba, si teníanovio o qué.

Juan cambiaba pañales a los viejitos yayudaba a meterlos a la regadera sólo paracompartir un tiempillo conmigo. Aquellossábados, yo hablaba por horas con Lolita, unaanciana que había sido pretendida por el mancoÁlvaro Obregón; ella lo rechazó porque no legustaba, me decía y yo le daba de comer en laboca porque ella tenía las manos agarrotadas,vueltas en un círculo doloroso de huesos, y mepagaba con consejos que no supe escuchar, oque ya se me olvidaron.

Lo que el Juan no supo era que yo no iba alasilo por bondad o generosidad, iba porquenecesitaba ver a los más olvidados y enfermospara tratar de entender algo que también meatravesaba y me estaba matando.

Me aguantaba las ganas de vomitar cuandolimpiaba los baños, o al vaciar las bolsas deorina. Todo porque en esos años me cargaba

El asiloIliana Hernández Partida

ÉTijuana. Cada uno queriendo encontrarse unpoco, sentir, resquebrajarnos la corteza de lapiel de vez en cuando. Antes del asilo, pasá-bamos los sábados retorcidos entre las cobijasqueriendo salvar al mundo con el controlremoto en la mano y una profunda flojera delevantarnos a diseccionar esto que usted llamavida pero que entume, acalambra y nos hacededucir que hemos de nombrar la realidad concuanta palabra descarnada se nos venga a lamente para atizarle significados.

Como buenos redentores del mundo, delpedazo de mundo jodido en el que crecimos,el Juan y yo, decidimos servir a Jesucristo enun asilo de la colonia. Era una enorme pocilgade concreto, más miserable por su color blancoque enseñaba a los transeúntes la cara másmugrosa de su evangelio de viejos.

Yo picaba papas en la cocina, llenaba unaolla enorme y las ponían a cocer; luego uno delos religiosos del asilo le echaba azúcar desa-fiando la efectividad de los medicamentos con-tra la diabetes y añadía la polvorienta canelaque convertiría a las dichosas papas en camotesenmielados para la cena.

El Juan barría y trapeaba, y no le faltabatiempo para contarme de su mamá que hacíamuñecas de trapo para entretenerse y del bancoen el que trabajaba; la verdad no me importabasu plática, me entretenía más observar a losancianos olvidados desde hacía tanto; losreligiosos de la congregación habían bautizadoa media población con nuevos nombres, porque

delatripa: narrativa y algo más12

una culpa que me hacía pagar limpiando vómito,abriendo ventanas, atragantándome de nostal-gias que arreciaban con los monólogos de losancianos dementes, los llantos y las rayadas demadre que me aventaban, seguro me lasmerecía.

Había una mujer joven que vivía en el asilo,Lupita, estaba perdida en el limbo del odio ygritaba con horror y dolor cuando alguienintentaba acercarse a ella; apestaba siempreporque era difícil hacer que se bañara. Susnalgas y pechos se le desbordaban de cualquierropa que le ponían, se entretenía sentada en unrincón donde se platicaba a sí misma y reía;pero enfurecía si alguien le hablaba. Losreligiosos dijeron que sólo llegó y no seanimaron a correrla, años después entenderíapor qué era más prisionera que habitanteresignada.

No sé cuántos meses pasé mis sábados enaquel lugar, por más que limpiábamos siemprebrotaba la peste de las paredes, del suelo surgíaun olor enrarecido, era tristeza, esa mugreamarilla de las sábanas, una insuficiente tazade baño para tanta gente. Regresé a la prepa yme olvidé de los ancianos; me pasaba los finesde semana en el Río Rita o en el Last Tempta-tion, sin que me cruzaran por la mente laspromesas de volver con los viejillos, tocar susmanos y sus cabellos grasos. Los habíaolvidado.

Un domingo de esos raros que uno entra ala iglesia así porque sí, me senté en una bancaa orar, a pedirme por milésima vez no olvidar-me de sentir, y en silencio le dije a Dios quecreía en él y que siempre creería aunque sureputación cada vez estuviera más devaluada;aun en contra de la realidad alucinante, pavo-rosa, aun cuando fuera más justo dejar deconfiar en su acción incomprensible, en sumantra del "hágase tu voluntad y no la mía", asíoré durante un rato en una iglesia vacía, habíaalgunos anuncios pegados en el periódico mu-ral del templo, me detuve a leer un comunicadocon sellos de cruces donde se hacía del conoci-miento del público que los hermanos de lacongregación del asilo habían sido expulsadospor conducta impropia y "delitos lamentables".

No tuve que preguntar mucho paraenterarme que los hermanos armaban tremen-das borracheras en las noches y se ensañabancon los ancianos; no pude sino aumentar otropeso a mis culpas, había cerrado los ojos denuevo a lo que el horror de Lupita nos gritabacon su cuerpo. La peste en el asilo no desapa-recía porque por más que limpiábamos duranteel día, los religiosos se reventaban el instintosalpicando su inmundicia en la oscuridad; poreso los moretones y rasguños inexplicables,los chillidos de los dementes ante la persignadapresencia de los hermanos. Pero para mí eratarde para ir y limpiar de nuevo.

delatripa: narrativa y algo más 13

delatripa: narrativa y algo más14

Un murmullo bajo la lluvia

—En esta vida estamos solos y muertos—dijo la abuela antes de morir, sentada en elmecedor, con los brazos en el pecho infladode matriarca cansada. La joroba de dromedarioimpasible sobresalía de su enorme caparazónde elefanta muerta. Pensé: "Mi abuela es unroble derrotado". Nunca le conocí tristeza algu-na. Siempre se mantuvo estoica, incluso cuandomataron a su esposo Juventino.

Por las mañanas, Juventino se sentaba en lasescaleras del patio a fumar mientras los pájaroscantaban en sus jaulas. Nunca se percató queel día de su cumpleaños iba a ser el último desu vida. Alguien se postró frente a su casa: unhombre llamado Espiridión —cuya fortalezade acero era perceptible desde lejos— desen-fundó su escuadra y le pegó un tiro. Sólo seescuchó el rebote ronco de su cabeza. Lasangre brotó de la sien, derramándose lento porcada escalón.

Quizá eso fue lo que arruinó a la abuela y lamantuvo en el mecedor durante casi cinco años,encerrada en su habitación, empolvada; aunquesabía esconder perfectamente sus ojos de fieralastimada.

El día parecía igual que los anteriores; perotenía algo nuevo: la abuela Alejandrina semovía en el mecedor. Era una manecilla de unpéndulo cansado. Estaba agonizando desde lasemana pasada por un dolor en el vientre. Laspiernas se arquearon por el peso de sus huesosy la grasa acumulada de casi noventa años de

trabajo. Su respiración era rasposa. Nada podíaalterarla. El canto de los grillos la arrulló du-rante el periodo de aguas. Se quedó dormidadurante casi toda la mañana y yo salí a ver elganado. La abuela Alejandrina no había probadoalimento en todo el día, por eso mi hija se quedócon ella para cuidarla y darle de comer.

La mañana de ese sábado la puso melan-cólica. Siempre tomaba una taza de café conleche bajo el techo de lámina de la cocina ynunca se quejaba. Sin embargo, cuando lleguéa la casa, mi abuela estaba muriéndose.

—Sácame afuera, al corredor. Quieromojarme con la lluvia —me dijo y no pudenegarle su última voluntad— Ponme mi rebosoy no me quites el anillo que Juventino me dio—murmuró. Aún me pregunto de dónde saquéfuerzas, pues desde que me trozaron el pie meha sido difícil cargar pesado.

Todo empezó cuando —en el atrio de laiglesia— hicieron la fiesta patronal. Esa tardehubo fuegos pirotécnicos y fritangas y rodeode caballos y reses. Me acostumbré a subirmea esos caballos embrutecidos. Esa diversión sinprecedentes me costó los dos dientes frontalesy una pierna rota que nunca se pudo arreglar.Lo recuerdo perfecto: estaba tirado en el sueloy sentí cómo la sangre fluía de mi boca y cómoel mundo daba vueltas. El pie estaba de lado yquebrado en dos. No sentí dolor; sentí miedode no volver a subirme a los caballos. Usomuletas para poder desplazarme con facilidad.En un principio fabriqué un carrito de llantas

RelatosLuis Mendoza

delatripa: narrativa y algo más 15

de bicicleta; pero después era difícil subir lasescaleras del segundo piso de la casa, de modoque lo dejé guardado en el armario para nuncasacarlo de ahí.

Lo que nunca superé fue mi incapacidad decalzar el par de zapatos. Siempre creí que teníaderecho a comprarme sólo uno, el izquierdo,porque el derecho no lo tenía. Incluso discutíaseveramente con los dueños de las zapateríasporque se negaban con un rotundo no a ven-derme sólo un zapato. "No, señor. Eso no sepuede. Lástima que aún no existen zapateríaspara personas como usted" —dijo uno de tantoszapateros. Otro dijo: "Me gustaría venderle unsolo zapato. Pero, ¿qué hago con el otro? Unono tiene la fortuna de encontrarse clientes co-mo usted. Y lo más probable es que se mequede de adorno". Era imposible disuadirlos, ydecidí guardar el zapato sobrante en una repisaque ahora está en mi habitación.

Mi madre siempre dijo que el mar eramaravilloso porque en el Médano hay muchasconchas en cuyo interior se escuchan las olascon sólo pegar el oído. Pero, ahora que noestá viva, descubrí un secreto inimaginable.En mi incapacidad pensé mucho en ella, y sintener nada que hacer imaginé que el zapatoderecho era una concha y me lo puse en el oídoy las olas del mar se escucharon en aquel objetoque no era una concha sino un pedazo de cuerocurtido con suela. "Carajo mi madre estabaequivocada. También en los zapatos que no seusan existe el mar".

Mi abuela tenía los huesos tristes. Por esopesaban demasiado. No hay nada más triste quecargar con la propia soledad. La lluvia se dejócaer con mayor intensidad. El corazón de miabuela se hizo lento. Así que le dije a mi hijaque llevara el mecedor al corredor parasentarla. La dejé como pude y le tomé lasmanos mientras la lluvia me rozaba el rostro.

—Ahora vuelvo. Voy a comprarte un regalo.Te nos vas y no quiero que me sorprenda tumuerte con las manos vacías.

Tomé la muleta y salí a la calle en busca deun ataúd. Mi hija se quedó con la abuelaAlejandrina. No recuerdo el rostro de mi hija;pero sentí el tono de su voz apagada que seoxidaba con cada gota de lluvia. Llegué comopude a la casa. Hecho una sopa. Cuando quiseencontrarlas en el corredor, no las hallé. Mihija la metió a su habitación empolvada y elpolvo se disipó. Al verme dijo que la volvierasacar al corredor porque la abuela quería morirbajo la lluvia. Estaba agonizando.

—Antes de morir quiero decirte una cosa; yquiero que me prometas que ante todo no teenojarás ni me guardarás rencor.

Su última frase me heló la sangre.

--No temas y dime lo que tengas que decir.

La lluvia cayó con mayor fuerza.

—Tu esposa no está muerta. Se fue lejos conotro muchacho —comenzó a toser muy fuertey un borbollón de agua quemada vibraba concada movimiento de la boca.— Tu hija no es tuhija sino de aquel muchacho. Dijo que guardarael secreto hasta que fuera a morir. Perdón.

Su voz se escuchó apagada.

—Perdóname. Me doy cuenta que no tieneimportancia el arrepentimiento cuando unoestá a punto de morir. Acércate: ese muchachoes…— y su corazón se apagó con la fuerza delviento que olía a tierra mojada.

Al día siguiente hice su funeral. Su cuerpoestaba en el ataúd y aún siento cómo el mur-mullo de su voz se extinguió. La lluvia no dejóde caer. Cuando no hubo más que hacer en elpanteón, abracé a mi hija, arrojé una rosa a latumba en medio de la lluvia y me retiré de ahí.

delatripa: narrativa y algo más16

La carta olvidada

A Diana Lizbeth, que me dió la tarde

en una taza de café

—Será mejor que te olvides de mí— dijoDiana con la voz entrecortada pero con unaseguridad infalible.

—No podré. Es como olvidarme de míporque estoy en ti. Y si lo hago corro el riesgode no volver a este mundo— aclaró Luis conla desdichada certeza de hombre enamorado; yuna excesiva reflexión de arrepentimiento.

—Bastó la noche clara para entender elmotivo de mi existencia. Cuando era niña creíque sólo sería una simple célula, una especiede masa amorfa en cuyo interior había arteriasy sangre; creí que no llegaría a formarme conpies y cabeza y que en unos años nadie merecordaría. Ahora puedo encontrarme en ti,como si fueras el espejo de mi infancia y demis recuerdos. Necesito irme para saber sipodré encontrarme de nuevo en este mismolugar y a esta misma hora.

No pasaban intervalos prolongados para queLuis admitiera que en realidad, era unadespedida. Se dieron cuenta que se habíanencontrado el uno en el otro; lo que no sabíanera que esa noche sería la última vez que severían bajo la luna llena de agosto.

—Lo que necesitas —dijo Luis— es darmetu amor ésta y todas la noches que faltan y temostraré el origen de tu existencia.

Habían pasado parte de la noche platicandoen un balcón del Teatro de la Ciudad cuando enla Plaza de Armas se inauguraba la semanainternacional de la cultura. Ambos se cono-cieron en el desfile de botargas y personajesemblemáticos del Japón y de magos húngaroscon gorros largos pero con una catadura de

cardumen triste. La plazuela Francisco Goitiaestaba cansada de tanto alboroto de tamboresy panderos que sonaban imperiosamente en lafuente de los deseos.

—No podré estar contigo. Hoy salgo a lasseis. El tren me espera en la PlazaBicentenario— le dijo Diana quien sabía, muyen el fondo de su corazón, que quería estar conLuis a pesar de la distancia; pero ya no creía enamores lejanos después de haber terminadocon Peter, aquel médico danés que conoció enel ángel de la Independencia de la ciudad deMéxico.

—No creo en las casualidades de la vida.Por alguna extraña fuerza de la naturalezanuestros caminos nos unieron.

—Escribí esto antes de llegar a la ciudad.—Diana estiró la mano y le entregó a Luis unsobre decorado de una línea azul—. Te laentrego porque en ti encontré esa confianza quedesde hace mucho tiempo perdí en loshombres. Éste es nuestro sello. No la abrashasta que nos volvamos a encontrar. Si no lapierdes yo estaré contigo.

Luis nunca titubeó. El buen temple de lassituaciones difíciles lo mantuvo en su rostro,hasta cuando sintió que las palabras prosaicasde Diana le mataban el calor de la sangre. Sehospedaron en el hotel Rada y en ese mismolugar se despidieron con un abrazo y un besode fuego al filo de la cama. A pesar de poseeruna belleza elegante, Diana había ocultado unaoscura parte de su vida desde hacía tiempo.

Mujer de ojos almendrados, de cabellocastaño, como rayos delgados de sol quemado,y sus diminutas manos le daban una aparienciasobrenatural. Tenía una afición a los versos deRubén Darío y a la música de Belá Bartók. Ésefue el vínculo más cercano que la unió a Luis.Apenas habían tomado una taza de café cuando

delatripa: narrativa y algo más 17

los dos ya estaban hablando de sus autorespredilectos. Luis le dijo que su primera novelatenía tres meses de publicada y que se tratabade una anciana que perdió el juicio después dela muerte de sus cinco hijos, y todas las tardesse sentaba en el mecedor a tejer mientraspasaba el tren de las seis de la tarde. Luis lepreguntó si conocía la novela; pero Diana negósorprendida con la cabeza porque siempre habíacreído que sólo se conocían a los escritoresen películas o en los cafés de París.

—¿Me pides que lea esta hoja?

—No sólo te pido eso, sino también queconozcas mi vida.

—¿Piensas volver pronto a la ciudad?—preguntó Luis con la seguridad de que recibiríaun sí de respuesta.

—Lo único que quiero es volver paraencontrar a esta Diana que existe ahora. Temoque no me reconozcas después de todo.

Diana clavó la mirada en sus piernas, y susmanos temblaban un poco por el frío de lanoche. —Siempre creí que estas despedidassólo sucedían en cuentos o en novelas rosas.

A lo lejos, el tren se escuchó mientras en-medio de dos colinas un viento frío impulsabael carbón que salía de la locomotora. Veníaagotado de otra ciudad sin nombre. Diana mirósu reloj. Eran las seis menos treinta.

—En media hora el tren llegará a la estación.Tengo que irme. —Su voz era tenue pero firme.A pesar de su inagotable carisma, sintióenclenques sus huesos y desfallecer suespíritu.— Me has entregado la felicidad entan sólo media noche. Temo que no podamosvernos otra vez. Pero, regresaré a la ciudad sitodo sale como planeo. Te veo la próximasemana aquí, en el hotel. Estaré en el café delvestíbulo el martes a las seis de la tarde.

Luis sintió remordimiento e impotencia.Una gota de cólera resbaló de sus ojos y pocoa poco comenzaron a humedecerse por la nos-talgia. Tres meses antes de la publicación desu novela había terminado con una estudiantede Biología que apenas tenía diecinueve años.Su corazón aún no estaba listo para un encuen-tro de amor. Sólo se tranquilizó con la fuerzaque puede tener un ser humano, tomó de lasmanos a Diana para no sentirse solo, y latranquilizó con un beso.

—Te espero el martes a las diez.

—Si no llego, no desesperes.

—Quédate Diana. Temo que no vuelvas y queesta sea la última noche.

—Tengo que irme. Alguien me espera encasa. En ese sobre te cuento muchas cosas demi vida. Mi madre está sólo con mi hermana.Mamá tiene cáncer terminal. No la puedoabandonar.

—Puedo acompañarte.

—No. Enfrentar la muerte de mi madre esun acto personal. Gracias por ser tan gentil.

El tren se escuchaba más cerca. Luis nopudo disuadir la irrefrenable decisión de Diana,de modo que tomó su sombrero del perchero,se puso su abrigo almidonado y se apeó a untaxi para encaminarla a la estación. Dentro sólose escuchó un bolero de Carlos Gardel mien-tras el rancio aliento del taxista impregnaba loscristales de un vapor taciturno y amargo. Lacomunicación que tuvieron fue esporádica.Sólo Luis sintió el frío de las manos de Dianay trató de abrazarla más para transmitirle elcalor que emanaba de su cuerpo.

Bajaron del taxi y se dirigieron a la estacióndel tren. El bolero de Carlos Gardel se perdióen el silencio de ambos. El tren llegó puntual.

delatripa: narrativa y algo más18

Diana dio un ligero bostezo y clavó su miradaen los ojos de Luis.

—Te extrañaré.— susurró Diana antes desubirse al vagón.

—Déjame ir contigo— insistió Luis.

—Y recuerda: no abras el sobre hasta quevolvamos a vernos. Si no pierdes la carta yoestaré contigo.

La voz de Luis parecía adquirir un toque desúplica; pero la joven, astuta y considerada,nunca se dejó convencer por los ruegos inútilesde quien, hasta entonces, consideraba su únicoamor sincero. Subió al vagón y estiró el brazopara dar una señal de adiós con la manoizquierda. La locomotora chilló en un bruscomovimiento y esparció diminutas virutas decarbón. La madrugada de esa noche, Luiscaminó sobre las calles empedradas de la Fuen-te de los Faroles y lanzó una mirada diáfana alhotel Rada cuyo balcón estaba triste y vacío,como si fuera el fondo de un pozo sin agua ycuya noria podrida se miraba destruida yobsoleta. No había nadie que pudiese acom-pañarlo en ese trance profundo de confusión;ni siquiera el mullido méndigo ni el ciego farolde la fuente. Sólo se escuchó lejos el chillidode unas llantas de carro y el grito desaforadode personas alegres.

No hizo otra cosa que ir al museo RafaelCoronel para apreciar las pinturas dionisiacas,en donde el artista refleja los siete pecadoscapitales y el desorden mental humano;conoció el museo de arte abstracto de la calleRoma y visitó las galerías de personajesemblemáticos de la ciudad. La semana culturalestaba por concluir con una ceremonia triunfalde la banda de guerra de los noruegos y lascalandrias exportadas de países como Suiza yBélgica. Los magos parlanchines hacían desa-parecer la dentadura de un perro árabe y le

cortaban las alas a un pájaro para volvérselas apegar por arte de magia. También los turcosllevaron una vasija en donde aparecían a unaniña diminuta, traída de una cueva del Congo.Pero lo más sorprendente era la víbora persaque sabía hablar el sánscrito de un modoelegante: mostraba sus colmillos de fierarastrera y su lengua hacía un movimientoondulatorio. —Y esto es el comienzo—pregonó un persa. La caravana finalizó con elbaile peculiar de las brasileñas y con la bellezadespampanante de las mujeres venezolanas. Elruido de las gaitas y de los tambores ensordecióel centro de la ciudad que se hundía en la fiestay el despilfarre de alcohol y felicidad.

Luis llegó al vestíbulo del hotel media horaantes de la cita. Llevó el sobre como se lo habíapedido Diana. Trató de distraerse todo lo posi-ble para no caer en las garras de la tentación.Era una persona responsable en toda la mag-nitud de la palabra. Jamás traicionaría susvalores aunque fuera necesario arrancarse unbrazo o dejar el amor de su vida para siempre ynunca verla jamás. Pidió una taza de café y tratóde leer un poco. El tiempo se le hizo eterno.El vuelo de un pájaro errante pasó por la ventanae inevitablemente la recordó.

Dieron las seis de la tarde. No se escuchóningún tren.

—Quizá —pensó— regresó en auto particu-lar.

La taza de café se terminó. Sacó un ciga-rrillo y trató de volver a la lectura; fue impo-sible. Dieron las seis con media y aún nollegaba Diana.

Así estuvo durante una hora más hasta quefue y preguntó a la del servicio si estaba hospe-dada una mujer llamada Diana.

—¿Diana qué, joven?

delatripa: narrativa y algo más 19

—No lo sé. Nunca pregunté su nombrecompleto— dijo Luis.

—Hoy se han hospedado más de unaseñorita llamada Diana.

Luis nunca tuvo necesidad de preguntarapellidos. Lo único que sabía de Diana, apartede su afición a la literatura, era que se dedicabaa la medicina, que había estudiado en Oxfordgracias a una beca y que ahora su madre estabaenferma en casa y que su hermana (no supo sunombre ni su edad) la estaba cuidando porquetenía cáncer terminal. Hasta cierto punto,Diana era una nebulosa.

Dieron las diez y aún no llegaba. Miraba elsobre con una desesperación de niño y suspi-raba para tratar de olvidar su situación.

—Tienes que volver.

Cansado de esperar, tomó del perchero susombrero y su abrigo y salió caminando sinrumbo. Encendió un cigarrillo para calmar ladesesperación y se sentó en una banca en laPlaza de Armas. Se sintió tan solo como nunca,libre, quizá, de olvidarse de la noche de hacíasiete días que vivió en el balcón del hotel. Solo,pero libre; y en el fondo de su pensamiento serepetían las palabras de Diana: "Si no la pierdesestaré contigo". Luis se resignó a la posibilidadde volver a verla. Miró detenidamente el sobrey lo abrió. Encontró una hoja amarilla, con unacaligrafía ilegible, como de niña de nueve años.

—Carajo, parece que la escribí yo cuandotenía diez años.

Leyó cada línea como si fuera una novela.Cada renglón era caer a un precipicio sinprotección; como si resbalara en cada escalóny se levantara y volviera a caer una y otra vez,infinidad de veces: “Nunca tuve muñecas y noconocí el tren. Mi mamá dice que pronto voy amorir, que tengo cáncer en la sangre. Ya no

tengo cabello. Quisiera seguir con vida paraestudiar Medicina en una escuela de Europa,de esos países grandes; y casarme, tener hijosy ser feliz. Soñé que te conocí en un hotel yque platicamos de muchos libros. Esa nocheconocí el amor; aunque ahora no sepa qué eseso. Mi madre dice que yo creceré y cumpliréese sueño. Lo dudo porque estoy muy cansada.Si en algún momento encuentras esta carta, nola rompas. Aquí vienen mis deseos.

Diana escribió esa carta cuando tenía nueveaños. La carta fue el puente entre la vida y lamuerte para que ambos se conocieran ensueños y pudieran hacer realidad esa segundaoportunidad en este mundo.

El otro lado de la muerte

Cuando Lucio partió al Médano para tocaren la boda de Clarisa, el puente Dos Pasos sevino abajo por el diluvio que se dejó caer desdehacía una semana, de modo que el Datsun quemanejaba se quedó atascado en el lodo y todoslos tripulantes tuvieron que bajarse para haceruna especie de catapulta sobre la llanta trasera;pero todo fue en vano porque el acelerador sedescompuso y la palanca de velocidades serompió en un estrepitoso movimiento, así quese guarecieron en un techo de palma de unacasa abandonada con baldosas y un balcóndecrépito que se derrumbaba con el golpeteode la lluvia.

Todos permanecieron parados en la orilladel río, mirando cómo los pedazos del puentese desvanecían tras la corriente de agua y cómoárboles enteros eran arrancados de las raíceshasta destrozarlos y convertirlos apenas enpolvo mojado. Se miraban desconcertados,preguntándose cómo vamos a cruzar si el puente

delatripa: narrativa y algo más20

está caído; cómo vamos a llegar a la boda conesta lluvia. Y nadie tenía una respuesta. Si noslanzamos —pensó uno de ellos— el río nosdevorará y no quedarán sino los huesos quealgún día se ha de tragar esta tierra.

Sin embargo, Lucio no perdió en ningúnmomento los estribos.

—Vamos a sacar un lazo del carro y cruza-remos el río. No pienso quedarme aquí.

Uno de ellos abrió la cajuela del carro y sacóun lazo grueso que servía para colocar una carpadurante las fiestas y evitar una posible inso-lación, pues trabajar en la canícula no sólo eraun ambiente insoportable, sino un riesgo parala salud porque los rayos penetrantes del solimplicaban una infección de llagas y ronchasen todo el cuerpo.

Lucio era un virtuoso del acordeón. Todoslos días se ponía a practicar las escalas en elbalcón de su casa y le cantaba a su hermanaLucero en las tardes crepusculares de septiem-bre. Lucio tocaba en los eventos más impor-tantes del pueblo, acompañado de un equipode percusiones y metales.

Nadie imaginó que ese día la lluvia se preci-pitaría como si fuera un acontecimientoapocalíptico, pues los cantineros, los maestrosy los ganaderos trabajaron como de costum-bre; pero no previnieron la catástrofe que seavecinaba. Las tejas de las casas y de los nego-cios se hacían agua a medida que el vientogolpeaba con furia.

Mientras ataban el lazo de un árbol, un arrieropasó cerca del Datsun en una carreta jalada porun buey macizo. Las llantas de la carreta llora-ban cada vez que se golpeaba con las piedraspicudas y el buey bufaba cuando el arriero ledaba un latigazo en el dorso. Lucio lo miró,observó el sombrero de alas anchas que traía yle hizo una seña con la mano derecha.

Lucio, vete pa' tu casa —dijo el arriero. Elviento gritó desesperadamente—. Éstas sonaguas malas y traen peste. La llanta de mi carre-ta está pudriéndose. Esta lluvia es la peor decasi noventa años de vida que tengo.

Lucio no alcanzó a escuchar la última fraseporque el viento gritó con mayor fuerza, demodo que los tripulantes hablaban sin enten-derse y solamente podían comprender laspalabras con el movimiento de los labios. Lalluvia cayó con más intensidad hasta que fueimposible escuchar el murmullo de la carretadel arriero. El lazo fue atado con fuerza alárbol y arrojaron una piedra al otro lado, atadaal lazo, así que cuando estaban dispuestos apasar, Lucio dijo: Sube tú primero, yo me quedóa vigilar el lazo. La corriente del río se hizomayor y poco a poco comenzó a tragarse losescombros del pasado. Los caracoles y gusanoscomenzaron a nadar en el agua hasta que seestrellaron en las rocas y se convirtieron enagua roja.

La carreta del arriero se detuvo cuando laniebla abrazó la colina y los dos cerros queunían al puente Dos Pasos. Las llantas traserasresbalaron, la cosecha de maíz que traía ama-rrada en los costados se regó en los fangososcharcos grises, y el buey abrió las aletas de sunariz para exhalar un vapor amargo y sus ojosparpadearon hasta limpiar de su retina el aguaque se precipitaba con mayor fuerza. Con untremendo esfuerzo, la carreta chilló para noresbalar en el lodo, así que el arriero descendiódel asiento y sujetó al buey para que no seespantara del estruendo de las nubes y los rayos.

Después que dos de los tripulantes pasaranel río, Lució gritó: Para qué amarras el lazo enese lugar si el árbol es frágil. No tarda en quesus raíces salgan volando como ese buitre queanda por aquel lado. Pero no hicieron caso asus reclamos, el río cobró mayor fuerza, así

delatripa: narrativa y algo más 21

que Lucio se arriesgó al tratar de pasar el ríocon todas las adversidades y se abalanzó en unmovimiento de péndulo y su cuerpo se estrellóen las piedras que el puente iba lanzando trasel paso del río.

Los tripulantes sólo vieron cómo el cuerpode Lucio era arrastrado por la corriente y cómouna sábana roja se mezclaba con el color deescombros de pueblos ajenos. La hojarasca deagosto penetró en las plantaciones de maíz,descuartizó las sandías y calabazas, sembradasen los corrales periféricos, y el viento soplócon intensidad cuando el puente se vino abajoen su totalidad hasta producir un rugido deelefante embravecido y los tripulantes huyerondel lugar tratando de no resbalar del cerrodesmoronado.

El Datsun se hundió en el agua y nadó en elmar de la muerte.

El arriero escuchó el ruido del puente y delas piedras que chocaban con el agua y vio elcuerpo de Lucio que era arrastrado como sifuera una basura. De un golpe detuvo al buey yse abalanzó, no sin precaución, al río y corriópara tratar de alcanzarlo. La lluvia no dejabade azotar con pesadas gotas y con truenosensordecedores. A paso lento, la carreta avanzóen el camino infestado de cuerpos de perros yde cerdos, hasta que se encontró con un troncode un castaño. Ahí estaba el cuerpo de Lucio,atorado en las ramas.

—Chamaco, aguanta— dijo el arriero. Sabíaque sus palabras sólo las escuchaba el viento ysu buey, porque el color verde que traía en lapiel no se debía a las hojas del castaño, sino alcolor de la muerte.

El cuerpo se infló y comenzó a adquirir uncolor verde. Los brazos del arriero sólo podíansoportar el peso de un niño de cinco años, asíque usó una rama como catapulta para girar el

cuerpo. Fue demasiado tarde. Un tufo a muertosalió de la boca de Lucio.

El arriero conocía al padre de Lucio. Teníanmucho tiempo trabajando juntos, en la siembray cosecha de maíz; pero el tiempo los separócuando el padre de Lucio se dedicó a la fabri-cación de ataúdes y lápidas; pero su mayorpasatiempo era fabricar relojes porque pensabaque sólo así podía medir el tiempo. Una oca-sión hizo uno con el mecanismo inverso: lasmanecillas giraban de izquierda a derechaporque pensaba que de esa manera podía mante-nerse joven para trabajar en lo que, hasta suedad, consideraba el mejor trabajo del mundo.

“Nunca he tenido el valor de ver un cadáver.Ni siquiera de los que se han muerto en laluchas de tierras ni de los que se matan poramores. No tengo el valor de verte a los ojos,Lucio, y sentir que ya estás muerto. Eres mihijo y mi todo. No soportaría la idea de ver tucuerpo porque la muerte es ausencia; y sirealmente estás muerto como dice tu madre,en ti vería todo, hasta esa ausencia que ahoratienes. Este Flavio llegó a la casa y tocó lapuerta. Salió tu madre. Cuando entró al dormi-torio dijo: tu hijo está muerto y Flavio lo traeen la carreta. Escuché el golpe seco cuandosolté el cincel y le dije a tu madre que te dejaranen el corredor y que te taparan porque no teníael valor de verte a los ojos. No quise enterrarte,hijo, porque para mí la muerte aún no te havisto. Me gusta que me acompañes mientrasfabrico este reloj que pondré en tu tumba.”

“Abre los ojos. Cuando era niña siempre creíque sería madre y que mis hijos me sepultarían.Pero, mírame. No hay peor condena para unpadre que sepultar a su hijo en medio de laoscuridad de su casa. Me preparé para lamuerte de tu abuela, que ya no podía andar portan pesada que era; pero nunca me preparé para

delatripa: narrativa y algo más22

perderte a ti, hijo mío. En unos años andaránvagando los huesos de tu acordeón por todo elcorredor de la casa y llegará otra familia paraderrumbar estas paredes y edificar otroscimientos y hacer su casa; tendrán el mismodeseo que yo tuve cuando era una niña de trenzalarga y de sonrisa invisible; harán su familia ytendrán hijos para después enterrarlos en laoscuridad de la casa, de modo que los recuer-dos servirán de cenizas para purificar las almasde los que se van antes de tiempo. Quedaráapenas el polvo de cadáveres ajenos y losescombros de todo lo que habita la casa; lasargollas y anillos enterrados y los esqueletosde los armarios derruídos se desmoronarán enel mar del olvido. Tu alma se fue; pero tu cuerpose queda en estas lágrimas podridas. Te vescomo siempre, hijo. Ahora duermes, acostado

en esa caja que hizo tu padre. Me dijo que lepuso una almohadilla para que tu cabeza nuncaperdiera equilibrio y para que tus ojos nuncadejaran de ver las estrellas cuando el miedo teinvada y nosotros no podamos estar contigo.El terciopelo rojo es la mejor sábana que pudis-te haber tenido, Lucio. Estás un poco infladopor el cúmulo de agua que hay en tus huesos.Tus labios reventaron de tanto arañazo delcáñamo y de la milpa que corrió en el río. Tusojos parecen dos bolsas de tristeza que serompen al contacto con el viento. ¿Quién medespertara al rayar el alba, cuando cumpla añosy cuando sea el día de las madres? Sólo tu cantode ultratumba me llegará desde lejos para arru-llarme en las noches de desconsuelo. Las cor-cheas de tu guitarra lloran conmigo. Estásmuerto y yo, aquí, sin poder morir contigo.”

delatripa: narrativa y algo más 23

ntes de estar hechos pedazos en el suelo,rodeados de sus entrañas y sangre coagulada,

ácidos gástricos, astillas de huesos, reporteros ygente curiosa, descendieron en una pieza a granvelocidad, y se estrellaron poco después de sellarsus labios en un último beso lleno de lágrimas, conlas manos sujetadas y apretando sus cuerposmutuamente; muestra de amor iniciada por él, cuandoleyó en los labios de ella "adiós", palabra que habíasostenido con duda de liberarla durante los previosquinientos metros de agonía; la cual los habíainvadido cuando los paracaídas no abrieron comodebían. Esta última imagen se dibujó en elpensamiento de ella cuando estaban en la avionetay el piloto les dijo: es normal tener miedo, perotodo saldrá bien. Hemos llegado. ¡Salten!

RetrocesoErick Salgado

A

delatripa: narrativa y algo más24

delatripa: narrativa y algo más 25

ra un dia nublado, de ensoñación ; de esosen los que caminas y miras como en

Recién se había divorciado, era amiga de mimadre, no tenia a nadie, y mi novio y yo ladejamos quedarse un tiempo mientras encon-traba un lugar dónde vivir. Masticaba píldorasde ajo; seis al dia:

—Son buenas para la circulación— decía.

El olor era tan fuerte que mis gatos no se leacercaban y mis plantas comenzaron a secarse.

—Discúlpame, no me voy a quedar muchotiempo. Solo unas semanitas, no quiero moles-tarlos, ustedes necesitan privaciad.

Dana seguía hablando rápido, porque suhora de comida terminaría. Yo perdida en mispensamientos, como si fueran escenas de unapelícula que pasan vívidamente de una a otra.

Recordé algo que me sucedió cuando niñay creí haber olvidado:

Iba en el carro con mis padres, de regresode una comida familiar y pasamos por unacalle cercana a nuestro hogar. Había una casaque nunca olvidaré: la barda estaba hecha decarrizos de bambú enormes, de un verde muybrillante. Sus paredes eran de cristal y se po-dia ver el interior. En lo que parecia ser lasala, observé una pareja de esposos que empu-jaban a una ancianita en silla de ruedas. Laanciana tenia el cabello muy largo, condestellos como de luna. Sostenía con la manoun espejo redondo, con su marco antiguo, y conla otra me saludaba, como si me recordara;mostrándome el espejo en el que rápidamentevi la imagen del carro de mi padre pasar.

Dias después cogí la bicicleta, y me dirigí aaquella casa.

Ecclaire de chocolateMónica Martínez

Ecámara lenta. La luz más brillante, los rostrosde la gente sin expresión, el pavimento flácidoy los árboles sin movimiento, como si algofantástico estuviese a punto de ocurrir.

Dana, la cajera de la pastelería a la queconozco bien, me vió a través del cristal y salióa preguntar por qué mis lágrimas eran azules.

—Siempre he llevado el mar dentro.

Nos sentamos en la banqueta, afuera de lapastelería, era su hora de comer. Me ofrecióun Eclaire de chocolate, mi pastel preferidodesde que tenia 10 años, me recordaba a mimadre.

Solo la dulzura de aquel delicioso pastelitopodia calmar por un momento aquella gastadamelancolía.

Lo comí mientras mis lágrimas azulesmanchaban la blusa y se mezclaban con eldelicioso fondue del pastel.

Dana me hablaba sin parar de su nuevo ro-mance.

Al principio intenté escucharla, pero soloasentía con la cabeza. Después solo miraba suboca moverse en cámara lenta, mientrasdivagaba en recuerdos y pensamientosilimitados.

Recordaba el día, en que Tristeza llegó avivir a mi apartamento. Se instaló en el sillóndonde le hago el amor a mi novio, sobre unatela muy colorida para no manchar el mueble,y dejamos abierta su maleta tapando la puertade la entrada.

delatripa: narrativa y algo más26

Invadida por un gran sentimiento decuriosidad, pedalee aprisa hasta llegar al lugar.Pregunté por la casa a un jardinero que cortabalos rosales en un jardin cercano pero no supodecirme nada sólo me miró contestando:

—Estoy trabajando y no hay ninguna casade cristal por aquí.

Un escalofrió recorrió mi cuerpo regresán-dome al presente, ahí sentada frente a Dana queme miraba ya sin hablar con los ojos postradossobre mi blusa llena de chocolate y lágrimasazules.

El viento soplaba y el olor de los pastelesrecién horneados me hizo valorar ese precisomomento.

Tan sumergida estaba en mis pensamientosy recuerdos que ni siquiera habia tomado encuenta un carro alegórico que pasaba frente anosotras. Anunciaba las funciones de un teatromitológico, y habia un unicornio hecho deespejos en el que pude ver mi imagen y la deDana.

e dije al ingeniero genético que ahora deseaba una niña. Ojos grandes y verdes,cejas bien delineadas, cabello lacio color naranja. Alta como mi padre, delgada, y

DesechableJéssica de la Portilla Montaño de Juárez

con un coeficiente intelectual superior al de los otros cultivos en proceso.

Tres días después, ahí estaba: un feto más dentro de la polimatriz termoplástica. Yano sorprende lo rápido que se desarrolla un prospecto de bebé humano: para eso unopaga las hormonas sintetizadas a partir de monómeros vacunos.

Mi hija estará lista en menos de un mes. La mandé construir con dos corazones paraque me ame inexorablemente. También la pedí con una anomalía vascular por si acasono lo hace... El ingeniero, que afortunadamente no hizo juramento ridículo alguno,sugirió que un seudoclón sano sería más rentable, pero no: siempre puedo encargar uncultivo nuevo, con otras características (ojos castaños, cabello rizado color choco-late, pestañas que parecen postizas) por si la actual tampoco me convence.

L

delatripa: narrativa y algo más 27

se día creo que fuimos el Flaco, el Monoy yo. No conocíamos al dealer, pero nos

dos y con un lindo envoltorio rosa que se amarraa los lados.

Abrimos el envoltorio, dentro había una bo-lita color anaranjado, de aspecto chicloso queemanaba un olor muy ácido. Me dio algo degracia el producto que teníamos en las manos.Nos mirábamos entre nosotros mientraspensaba si no era una broma pesada, una buenamanera de robarnos dinero.

—¿Cuánto cuesta nuestro primer viaje?,pregunté a MamáYonky, quien ya se habíapuesto a barrer nuevamente.

—Ya te lo dije mi niño, serán 15 minutos,solo disfrútalo. Volteó hacia la derecha indi-cando el patio que tenía a un lado la casaabandonada.

—Te recomiendo que salgas antes de tragarteel dulce,— dijo sin dejar su tarea. Salimos alpatio, un jardín que a pesar de su descuido, todolleno de maleza y flores silvestres, provocabauna paz silenciosa que me recodaba un poco alos patios baldíos del barrio, donde jugaba deniño.

Lo primero que sientes es una risa conte-nida, una sofocación histérica; sonríes de orejaa oreja y después de eso no puedes contener laemoción que se acumula en el cuerpo, comosí nunca hubieras estado más feliz de seguirvivo.

El Mono me toca el hombro —¡¡Lastraes!!— , nos dice al momento en que arrancoa correr para alcanzar al flaco. Nos pusimos ajugar por todo el jardín como si no hubiera unmañana. Se me salía la baba de lo mucho quereía. —¡¡Corre corre corre, te va a alcanzar!!—

SaudadeAriel López

recomendaron mucho su producto: siempretiene la mejor calidad de la mierda que te metasal sistema, dijeron todos, pero nunca nosmencionaron el personaje que se presentaríaaquel día.

La llaman Mamá Yonky, pionera de losdulces, recuerdo muy bien que me cagué derisa por un rato cuando la vi aquella vez. Laseñora de por sí era extraña, algo alta eimponente a pesar de ser tan delgada, con unoslentes enormes y un gorro en la cabeza. Laencontré tarareando felizmente con una escobaen las manos, limpiando inútilmente la casaabandonada donde acordamos vernos aquel día.

—Serán solo 15 minutos, mi niño; no másni menos, espero estés seguro de lo que haces.

La droga ya para entonces era famosa. Nose puede recordar el viaje totalmente perotodos los experimentados afirman que es unaregresión hacia los puntos más recónditos dela nostalgia, descubrir las formas detrás de loque ahora sólo es silueta y bruma.

Le aseguré que sabíamos en qué nos metía-mos y que deseábamos probarla esa mismatarde.

Ella sonrío con una mirada que expresabauna profunda compasión y la sostuvo mientrasme acarició el cabello. No sabía cómo re-sponder a la situación, todo era muy jodida-mente incómodo, pero ella se adelantó a mispensamientos y fue por su bolso dando saltitospara agarrar unos pequeños dulces, como esoscaramelos que se ven en las caricaturas, redon-

E

delatripa: narrativa y algo más28

gritaba con todas mis fuerzas mientras mirabaal cielo y escuchaba sus voces a lo lejos y mesonrojaba de la agitación.

La noche estaba tan iluminada entonces, elviento se sentía tan fresco y el pasto era tansuave. Lloraba de las carcajadas con tantafuerza que no veía al Mono o al Flaco a la caracuando comenzó el efecto en su plenapotencia. Me perdí, no estoy seguro que pasódespués, sólo tengo imágenes extrañas en lacabeza, como fotos borrosas.

Cuando desperté me encontraba en el centrodel jardín, tirado en el suelo y muy sudado, altocar mi rostro todo embarrado de lodo,recordé el juego y volví a carcajearme. Mecalmé un poco y vi que algo no andaba bien.Logré levantarme para descubrir que no habíanadie y el cielo estaba oscuro.

Me dio un escalofrío seguido de unas ganasintolerables de ponerme a llorar; no había unarazón en particular pero mi garganta se cerrabay el mundo se me oscurecía. Lancé un gemidoal cielo, con una mueca de insoportable dolor,lloré con tanta amargura que no podía dejar detemblar. Como si me arrebataran algo que seencontraba en el centro de mi corazón, comosi lo hubieran manoseado y vaciado de todaimportancia. Mi cabeza daba vueltas intentandobuscar algo que no se encontraba, pero que teníaque estar. —¿Qué está pasando?, ¿Este es elbajón?, gritaba entre lágrimas esperando queme escuchara la dealer. Pero lo único que seencontraba era un pequeño papel pegado en laescoba de MamáYonky: Fueron 15 minutos,nos vemos el próximo jueves donde siempre.

Decidí escribir este diario, para intentarmantener lo que me quede de cordura.

delatripa: narrativa y algo más 29

Un instante desesperado

Corrí y corrí con la fuerza de un ser quesiente en sus entrañas el peligro. La escuchéunos pasos atrás pero no me detuve; sabía quecualquier minuto mal gastado significaría queella me habría ganado, sentía rabia y miedo.¿Por qué me había elegido a mi? Siempre huyode su camino, cuido no visitar sitios donde espalpable su presencia. Unas lágrimas escurrenpor mi rostro, siento escalofrío, no encuentrola llave, ella me alcanzó. Me resisto, lucho,aprieto fuerte para obligarla a irse, no puedo…¡Maldita diarrea! Me ganó.

Metamorfosis

La primera vez que le vi fue a los cinco añosentré a mi cuarto muy de prisa después de unregaño de mamá. En ese entonces reí condescaro al verle… de eso han pasado 25 añosy hoy después de un largo día está frente a mi.Quizá en 25 años ha estado en muchasocasiones más pero, no me he detenido a verle;sólo que hoy no me causó risa, sentí miedo, elrostro amorosamente refunfuñando de mirecuerdo se había convertido en un monstruoensimismado. Me veía con el veneno hechoraíces, sentí el frio de mis pensamientos enun corazón aterrado. ¿Quién era aquel ser? ¡Ésano era yo! No podía serlo. Es sólo un espejomaldito, reflejando la ira acunada en mi inte-rior.

La noche

La noche era tibia, se adormecía con eltierno susurro del viento. A ratos se perdíavoyerista en las rendijas de aquella habitacióndonde él, el de siempre, escurría sus manos demiel en la candidez de ella. Ella se dejaba vestirde piel cuando en las sombras él la amaba.Ellos eran uno entre las sabanas, él acariciabael comienzo de la vida provocando un mar en-tre sus piernas y sintiendo la dureza entre lassuyas. Ella, delicada, se ofrecía saboreando eldeseo de sus besos. Besos que empezaban enla boca y terminaban en el monte de su cuerpo.Él comía del manjar entre sus labios, bebía enel cuace de sus ganas. Ella chillaba suplicanteque llenara el espacio de él vacío. Él penetrabacon ansias mojadas el amor que ella le ofrecía.Ellos se fundían en el karma ardiente de sulecho, explotaban, y el vapor de su cuerpoexpedía un olor a sal y ganas derramadas en unexilio al sueño. Mientras la luna se perdía,divagante, extasiada, en los rayos del nuevo día.

NarracionesGladys Beatriz Gamboa Hamilton

delatripa: narrativa y algo más30

e qué se le acusa?

El niño de ocho años caminó, escoltado porlos guardias, hacia el centro de la ampulosa salade juicios orales, recién inaugurada. La cara lamantenía limpia y sin lágrimas, y los ojosabiertos como un recién nacido a quien apenasle ha golpeado la luz.

—Mató a sus padres, dijo uno de los guardiasacercando el folder con el expediente delinfante hacia las manos del juez.

—Algo que añadir, hijo, puedes decirme.

El niño apretó los dientes y endureció laquijada. —Siéntete libre de hablar, pequeño, eljuez escuchará tus argumentos, el otro guardiaempujó con la palma de la mano el hombroderecho del niño.

—Acá dice que mataste a tus padres mientrasdormían, luego de una fiesta que se habíadesarrollado en tu casa.

—Tertulia, señor, le llamaban tertulia;escupió apenas el infante agachando la cabezamientras se rascaba la pantorrilla derechausando la punta del zapato izquierdo.

—¿Cómo dices? Tendrás que hablas másclaro. Bueno, como sea... algo que añadir, oesperamos se te asigne un abogado.

—No soy culpable, señor juez, pero sí losmaté, y volvería a hacerlo. No estoy arrepen-tido. Ellos lo merecían y así tenía que ocurrir.

—Ya que parece que entiendes el asunto,continúa, y explícate por favor.

—Me robaron mi niñez.

—Tendrás que ser mucho más preciso queeso, pequeño.

—Será mejor esperar por el abogado, o porun psicólogo, su señoría— añadió el guardia.

—Me robaron la niñez. Tal como lo dije.Mis padres eran escritores, o eso decían. Desdeantes de cumplir los tres me obligaron a leerlibros de peluche que compraban en la Gandhi.Los niños de la guardería tenían juguetes, yotenía libros de peluche. Cuando todos corríany jugaban, mamá y papá me sentaban aescucharlos leerme cuentos infantiles escritospor adultos idiotas. Sombras de dinosaurios, oentes ñoños que se la pasaban persiguiendoletras. Los escuchaba decir a sus amigos (otrabola de imbéciles): saben cómo se sorprendecon cada cuento que escucha, será un gran lec-tor mi hijo, y aquellos aplaudían y brindaban,siempre brindaban. Yo solo quería jugar perome lo impedían. Los niños listos no corren.Las carreras son para retrasados mentales.Ahora que he crecido, y que desde los cincoaños he leído más libros que cualquier jovende preparatoria, me prohíben los deportes, ytengo excelentes calificaciones, pero no bastó.Los niños listos no pierden el tiempo encompetencias tontas. Un niño listo sólo lee,somos libres por los libros. Se la pasabancriticando a mis maestros, y me avergonzabanen las escuelas públicas cuando ni pagaban losimpuestos porque no tenían un trabajo formal.Editaban libros que ellos mismos escribíanpara vender (o mendigar) en los restaurantes.Me cambiaban de escuela si los maestros lesparecían mediocres, y al final me sacaronporque ellos querían educarme. Violentaronmis derechos una y otra vez, y al darme cuentaque no tengo dinero para entablar una demandacontra ellos, decidí matarlos. Pretendoeducarme en la correccional, y jugar fútbolcuando me de la gana.

ParricidioAdán Echeverría

-¿D

delatripa: narrativa y algo más 31

driana iba a abrir la ventana para mirar elmundo, confiada en que sería el mundo el

con los brazos. Tenía ligeramente arqueada laespalda, proyectando el trasero; portaba unpequeñísimo pantalón de licra. Su rostro teníaexpresión alegre, con la boca ligeramenteabierta, el cabello suelto y los ojos comopiedras preciosas. La foto había sido retocadamínimamente (cosa que la enorgullecía), losuficiente para que no perdiese naturalidad.

Miró las opciones de la página; entonces,llegó la verdadera tragedia: cuatro likes y ningúncomentario. ¡Cuatro! Miró la fecha. No podíaser cierto. La había subido antes de dormirseel día anterior y ya eran casi las seis de la tarde.Por accidente presionó la tecla de direcciónderecha y el álbum retrocedió. La diferenciaera abismal. De trescientos cuarenta y nuevelikes a cuatro. Volvió a la foto nueva. Cuatro.Tres, porque uno era el de su hermana y nocontaba. Tres. Se sintió sola de pronto. Inválida,como si fuese una península que se rompíaviolentamente volviéndose una isla, una isla quese iría alejando de la costa sin lógica terrenal.El continente de lo socialmente interesante.

Revisó el Facebook de su amiga Elvira.

Elvirita Mastreta: Quiero amarte de unaforma diferente... #nomeimporta #amorasí#casualquebesas con Joaquín Estrada.

A Joaquín Estrada y 68 personas más lesgusta esto.

Ver 42 comentarios más.

¡Imposible! ¿Qué demonios le había pasadoal mundo? ¿Cómo eso podía tener tantas vistasy comentarios y ella no? Volvió a su foto deperfil. No podía ser. Era igual a muchas otras

La piel de Adriana o un mundo sin likes

Ángel Fuentes Balam

que la vería a ella. La habría visto ya, segura-mente, mientras dormía. Sí… el planeta enterola había visto y todos sus habitantes le habíandicho "me gustas" y muchos, muchísimos deellos le otorgaron —por supuesto— algunaspalabras para alabar su belleza.

Suspiró y arqueó los labios. Era el pan decada día. No sólo de likes viven el hombre y lamujer; sino de cada comentario que les seadirigido, aun con la ortografía más horrorosa.Cada like significaba un alma cautivada por ella,dos ojos que la habían deseado, dos hileras dedientes que se habían acomodado para estruc-turar una sonrisa de complicidad y dos manosprestidigitadoras, ávidas por tocar su cuerpo.

Dio un click y abrió la ventana. Colocó sunombre de usuario y tecleó rápidamente lafecha en la que había conocido a alguien, comocontraseña. Siempre olvidaba cambiarla.Entonces apareció la página. Lo notó deinmediato. En la parte superior, donde estabaacostumbrada a ver el feliz rojo de las notifica-ciones, yacían los iconos nada más azules,oscurecidos por una rotunda y trágica falta deinterés. Creyó que era un error y recargó. No.Ese día no tenía ni un solo aviso. "Deben serlas fechas", se consoló. "Todos tienen trabajoo nadie se ha conectado; pero… sí… nadie hachecado su celular, ha de ser eso". Extrañada,llevó el puntero hasta su foto de perfil: ella depie frente a la puerta de su baño, con una blusablanca sin mangas, cuyo gran escote rebosabacarne; no tenía sostén y se apretaba los senos

A

delatripa: narrativa y algo más32

que había subido. Se veía hermosa. ¿Acasonadie más lo notaba? ¿Elvira era más popular?¡Por Cristo! Cerró el espacio de la fotografíay se quedó viendo la pantalla un rato. Luegoabrió la cámara fotográfica de la laptop. Se miróconcienzudamente. Se veía igual que siempre.Escudriñó su faz, concentrada en la menorseñal de irregularidad. No… Sí… ¿Sí? Algohabía cambiado en ella. Si de un día para otrola gente había dejado de prestarle atención, sedebía a algo serio. Se analizó. Hizo zoom paraobservarse. Sí, se veía diferente, pero no sabíadefinir por qué. ¡Dios mío!

No tuvo valor para seguir en la computa-dora. Cerró todo y salió. Quizá el tiempo paraver la foto había sido poco. Habría que darlemás al público, esperar a que todos se dierancuenta de lo bella que lucía y de lo que signifi-caba en la existencia colectiva.

Sacó algunas prendas del clóset y se dirigióal baño. Iría a comprar una falda al centro co-mercial. Con eso podría calmar los nervios ocanjearlos por otro tema. Se cambió frente aun gran espejo rectangular, mirándose inquisi-tivamente. Sin duda, algo faltaba. Su carne noera la misma. No resistió y, mientras se poníalas otras prendas, se fotografió. Subió la fotoal Facebook con el Iphone, sin colocarle ningu-na leyenda o filtro. Se terminó de cambiar y seprometió que no miraría la web en todo elcamino.

Salió de casa. Abordó el auto de su madre yarrancó. Mientras conducía, las ansias lamataban. Quería saber si al fin la gente habíarecapacitado. Ahora eran dos fotografías. Ellabifurcada, repetida, al alcance de todos. Queríamirar, sentirse conectada con el resto del mun-do, saber si éste ya había caído en cuenta de suerror. Con la mano derecha se sobó la sien.Sentía algo parecido a la comezón, pero muydentro del cráneo. Miraba de reojo el teléfono,

las manos le sudaban; incluso exhalaba por laboca, pero muy imperceptible. Fijó su vista enel camino, consternada. "Qué raro, es la primeravez en mucho tiempo que salgo sola". Eracierto. Un sabor amargo pobló su garganta. Nohabía quedado con nadie, ninguna amiga le habíallamado. Novio no tenía, había terminado conél cuatro meses atrás. Nada importante. Loverdaderamente raro era la ausencia de preten-dientes, de invitaciones, de inbox de descono-cidos que querrían poseerla. "¿Estaré desapare-ciendo?", pensó mientras se aferraba a la guía."Hasta hace poco todos me veían, estaban alpendiente hasta de mis pensamientos másestúpidos". Se sintió miserable. En medio deltráfico, una angustia pesada como el acero leoprimió el pecho. Observó los automóvilesque tenía a los costados y a la gente dentro. Elde la izquierda: un Ford Fiesta azul que alojabaa un hombre de aproximadamente cincuentaaños, calvo y prieto. Hacia la derecha una mujerjoven se pintaba los labios a bordo de un NissanPlatina blanco. El corazón explotó. Personassin valor, sin nombre; infames seres que semueven sin ser vistos. "¿Y si me estoy convir-tiendo en uno de ellos?".

Llegó al centro comercial. Se bajó del carro,una camioneta Mazda5 del año y se dirigióhasta la puerta de la boutique que buscaba.Mientras caminaba fue diciendo quedo el nom-bre de todos los modelos de automóviles queveía. Era un talento extraño, pero a ella se legrababan los nombres de los autos, y le gustabaaprenderlos. Tenía la teoría de que un automóvilreflejaba la personalidad de su dueño: mientrasmás caro era, quizá había más complejos perso-nales que ocultar. Al llegar a la entrada, pensóque, de estarse volviendo invisible, la puertaelectrónica no se abriría. Falló. La puerta seabrió en dos mitades perfectas, como siempre.Entró y deambuló un rato, observando un con-siderable número de prendas. Mientras lo

delatripa: narrativa y algo más 33

hacía, miraba también a los clientes. Gentebonita. Visible aún. Movía la cabeza. "Estoes mentira", dijo en voz baja. Se preguntó siesa gente era admirada. Imaginó sus fotos, susintereses, sus círculos de amistades. Se pre-guntó si la veían.

Cuando se dirigía al pasillo de las faldas,se detuvo. "Dije todo el trayecto". Sacó elreluciente Iphone negro, inhaló profundo yentró a Facebook.

De vuelta a casa, tuvo que estacionarse variasveces para respirar. El llanto era profuso ycortado, como una sinfonía dubstep mezcladasin esmero. Golpeó el volante con furia. Losautomovilistas la miraban o tocaban la bocina,para insultarla o para burlarse de su estado. Ellamiraba sus ojos en el espejo. Esos ojos laretaban, la obligaban a ver solamente un asientovacío. "Esto no puede estar pasando... yo nopuedo ser igual a todos", se repetía. Se comen-zó a sentir liviana, liviana y frágil como unamosca muerta o una hoja arrastrada por elviento. "¿Qué pasará si me convierto en un serantisocial y sin importancia?".

Regresó a su hogar. Devolvió la camionetay fue directo a arrojarse a la cama, enredándoseen las cobijas para llorar un aguacero deindignación. Antisocial y sin importancia. Pero¿qué es la importancia? Era estudiante dediseño, guapa, alegre (al menos antes de latragedia), amigable… ¿amigable? Los amigoste miran. No te traicionan así como así, deján-dote en el anonimato de la red. Pero es imposi-ble el anonimato. ¿Entonces qué era? Unaanónima con rostro público. Ninguno de susamigos virtuales, ni siquiera sus amigascercanas, sabían que era capaz de nombrar másde doscientos modelos de automóviles. Sacóel teléfono. Vió la red: 14 notificaciones.Sintió un golpe de alegría que pronto se apagó.Ninguna era para ella. Molesta arrojó el aparato

hacia el buró, tirando unos lápices, polvo demaquillaje y unas pastillas. Se oprimió elrostro con las palmas de las manos. No. Nin-guna de sus amigas sabía que tenía esa habilidado que tenía un lunar bajo la barbilla. Casi nadielo sabía. En una selfie no se colocan esosdatos. Por más trascendentes que puedan serpara conocer al otro, no se colocan. Aunquelos supieran, no les importaría. Rodó sobre elcolchón y recogió el Iphone. Nuevamenteentró en la red. En Twitter habían dejado deretwittearla desde hacía días, y en Instagramhabía sido poco vista últimamente. Se sintiópresa de un complot, de una broma macabra.

No quiso entrar el resto de la noche a ningu-na red social. No quería ni husmear en internet.Y se quedó allí, pensando en su inminente invi-sibilidad hasta dormirse.

Pasaron semanas. Al principio sintió lamisma irremediable ansiedad, el asco de noverse siendo vista. Dejó de hablar con algunaspersonas, y es que no tenía mucho caso, puesparecía que en el mundo el acto de hablar sehabía convertido en pura agilidad de pulgares.Veía los selfies de sus amigas en las redes ylos comparaba con la realidad, quedándose conuna sensación de melancolía muy densa, comosi su corazón fuera papel ensopado.

Así fue pasando el tiempo, y la isla que eraella se alejaba cada vez más de la tierra, poblán-dose de elementos distintos a los habitualeslikes y a las jergas de la web. Nadie había notadosu ausencia en la vida cotidiana y tampoco enla virtual. Al parecer, ser eliminada de lasociedad de las redes, también la anulaba de laexistencia en carne y hueso. La isla se adentrabaen el gran océano sin ser parte más que de símisma.

Dejó de hacerse selfies y de publicar laubicación de cada sitio que visitaba. Ya no hubo

delatripa: narrativa y algo más34

más fotos de su comida, su cerveza, o de ellacon sus amigas en un antro. No se robó máslas frases cursis de escritores que nunca habíaleído y tampoco subió fotografías editadas queplagiaban el espectro del arte pop. Incluso dejóde poner imágenes de su gato, un estúpido gatogris que era su única compañía, pero menosestúpido que los habitantes de los círculossociales de internet. Cerró todas sus cuentas yfue como cerrar la tapa de su sepulcro, mirán-dose tanto adentro como afuera. Ya era casiinvisible, menguante luna próxima a esfumarseentre las nubes de tiniebla.

Algunas personas le preguntaron por quéhabía cerrado sus redes sociales. Fueron sólotres. No supo entonces qué contestar y evadióla pregunta. Sin réplicas virtuales de su pensa-miento, de su imagen y de sus emociones, tuvoque darse a la tarea de buscar cuáles eran estoselementos, genuinamente. Al cabo de untiempo, el no tener que mostrarse y esperarser vista, se sintió como apartar una planchade hierro de su cuerpo. Era la liviandad, latransparencia de sus órganos, la claridadinfinita de sus nuevos ojos.

Por esas fechas aprendió muchos modelosde autos y se dio a la tarea de no pensar en loque hacían los otros ni en la ansiedad de nopertenecer a esas cosas. Lo lograba a duraspenas. El ser de pronto exiliada de la sociedadvirtual era como arrancarse la piel, una pielconstruida a través de los años, una piel-ofrenda para el que quisiera mirar.

Se deprimió, se alteró, se resignó. Era comoestar en período de abstinencia a alguna droga.Lo supuso, ya que nunca lo había experimen-tado. Para controlar la ansiedad, comenzó acaminar y a aprender más modelos de carros.Leyó viejos diarios, viejas cartas, periódicos(pues ya no tenía otro medio para saber las

noticias), revistas, incluso viejos libros. Y sesintió bien con el papel. Le comenzó a gustarsu tacto, su olor, su sonido. Se sintió con mástiempo libre, con mayor soledad. Sin embargo,no le disgustaba como antes. Su soledad era lasoledad de una página física, una página que enverdad podía romperse, de la que quedaríantrozos de verdad y no un link quebrado, sinexistencia.

Empezó también a escribir sus estados men-tales, sólo que sin la tensión que daba la que-rencia de originalidad o peor aún, en la intras-cendencia de los actos mundanos. Así fuecomo "Aki n la party", se convirtió en "Aquí,sin fiesta, sin nada", por ejemplo. Recordó lasclases de ortografía y de español básico quehabía recibido en la secundaria. Curiosamente,apuntar sus estados mentales sólo para símisma, los transformaba en confesionesvaliosas que era vital escribir correctamente.

Un día, mientras estaba en la cafetería de launiversidad, escribió en una servilleta:

La gente ya no habla de frente, ya no hacefalta. Verse en los ojos del otro implica muchascosas, como ver sus defectos y hasta su fealdad.Todos somos feos. Todos. Pero estamosdesesperados por…

Se detuvo. "Todos somos feos". Sacó delbolso un pequeño espejo y se miró. Su rostroestaba más pálido que nunca. Era fea. Fea enun mundo de enfermizo afán por la belleza.Era ella, la real, que no se compartía ni seexhibía para nadie. Se acordó de su Mazda5."Simplemente un auto como cualquier otro.Funciona bien, es vistoso. Yo no sé si funcionobien o soy vistosa. La gente de ahora seclasifica como si fuera un automóvil. Se tomauna fotografía y se muestra como en un con-trol de calidad". Pálida como estaba, sonrió ysiguió escribiendo:

...ser vistos. Podemos no abrir la ventana.

delatripa: narrativa y algo más 35

Podemos ser invisibles y no es malo. Podemosexistir sin estar conectados a todo, como existela hoja de un árbol cualquiera en cualquier lugardel planeta o ser tan insignificantes como unamosca muerta. No tenemos que gustarle almundo para sentirnos bien. Podemos ser unaisla en medio del más enorme océano y esperarpor nuestros habitantes.

Al poner el punto final, se sintió liberada,valorada en secreto por sí misma; como unaisla llena de las voces del mar y nada más.

Desapareció completamente un martes, sinser vista. Su piel se volvió translúcida, y esa

liviandad que desde hacía semanas comenzó asentir, involucró a todos sus huesos. Ya nonecesitaría ningún modelo de automóvil nialguien que observara su carne duplicada en lospixeles. Así como se eliminan los datos de unordenador, Adriana se borró, se liberó, suplantóa la que era (o a la que le habían dicho que era)por una mujer de piel transparente, como elpapel cuando se moja o como una ventana porla cual es posible atisbar un poco del mundo.

A ella le gusta esto.

delatripa: narrativa y algo más36

os fuegos artificiales continuaban iluminando la noche y despedazandoel silencio, despedazando mis oídos, ya devastados por las rancheras a

todo volumen.

Salí del bar La libertad con mucho menos de lo que entré: menos dinero,menos cordura, menos valor; pero me adentré en esa oscuridad. ¿Noche cerradao madrugada? No pude distinguirlo; para seguir bebiendo no sé a quién leempeñé mi Citizen.

Serpenteando por la calle me parecía que mi casa estaba a kilómetros, yeso que vivo todo derecho del centro y a unas cuantas cuadras. Cada pared mesostenía para no terminar en la escarpa; iba de poste en poste, uno y hasta elotro a gran distancia, la luz no cubría mi camino: poste, oscuridad, estruendode fuegos artificiales, oscuridad, poste. Según mi ebriedad, ya había avanzadobastante, ya quería estar en casa. Al llegar a un tramo de espesa noche escuchéunos ruidos, algo se arrastraba, pasitos, patitas. Un poste me sostuvo, algo enmi estómago comenzó a revolverse. De lo oscuro se asomó una perritacallejera, sin raza y sucia de lodo, con las tetas colgantes y exprimidas, cuandoestuvo más cerca de mí noté también la sangre. Algo llevaba en el hocico,oscuro y maltrecho; cuando cruzó frente a mí, del otro lado de la calle, sedetuvo, volteó a mirarme, a olfatearme, y distinguí lo que mordía. Era unacabeza humana, mordisqueada, y aún chorreaba sangre. La borrachera huyópor mis pantalones y bajó a la calle dejando un tibio charco. La perra siguió sucamino sin darme mayor importancia; apenas se perdió en las penumbras salídisparado hacia mi casa.

Entré y encendí la luz. Casi de inmediato escuché ruido en la terraza trasera.Sentí un vuelco en el pecho. Fui despacio —más por miedo que cautela— aver qué era. Encendí la lámpara de la terraza y ahí estaba Dulcinea, alborotadapor la pirotecnia y emocionada de verme. Con más calma, pero aún despacio,salí a la terraza; daba vueltas a mi alrededor. Me temblaban piernas y manos,pero decidí darle de comer. En su plato de alimento eché croquetas, bastantes;no quería que ella pasara hambre, Dulcinea, mi rottweiler.

Día de independenciaEsaú Cituk Andueza

L

delatripa: narrativa y algo más 37

Introducción

La metamorfosis, novela escrita por la plumade Franz Kafka, fue publicada en octubre de 1915en la revista Die weissen Blätter, dirigida por RenéSchickele, en la editorial Kurt Wolff de Leipzig. Kafkafue un escritor nacido en Praga, capital de la naciónCheca en 1883, fue un escritor bohemio en lenguaalemana. Es uno de los autores con mayor difusión apesar de su escasa obra.

Recibe influencias literarias de autores realistascomo Dostoievsky, Flaubert o Dickens y de losfilósofos Kierkegaard y Nietzsche; de sangre Judía,fue testigo de las grandes penurias causadas por elestallido de la primera guerra mundial.

Comenzó a estudiar Química en la Universidadde Praga pero a las dos semanas decidió dejarlo yprobó suerte en Filología Alemana e Historia del Arteaunque finalmente estudió Derecho, obligado por supadre, sin embargo, nunca desarrolló dicha profesión.Realizó una serie de viajes por Europa entre 1909 y1912 en los que comenzó a desarrollar su facetaliteraria

La novela narra una metáfora, la de la propiavida del autor. Kafka reconoció explícitamente larelación habida entre La metamorfosis y su propiavida. En muchas ocasiones se ha hablado tambiéndel paralelismo entre el apellido Samsa del prota-gonista y el del propio autor Kafka, pues las vocalesy la posición en la que están son las mismas y laextensión de los apellidos también es la misma.

Cuando a Kafka se le planteó esta posibilidad,éste replicó: "No se trata de un criptograma. Samsano es por entero Kafka. La metamorfosis no esuna confesión, aunque sea, en cierto sentido, unaindiscreción"

Su triste existencia nunca fue pletórica degrandes realizaciones, pues su carácter era enextremo introvertido y no gustaba de socializar; porello nunca se casó. Es sabido que su padre ejercíaun control casi total sobre él, lo que era un comúndenominador de los padres judíos de la época.

Kafka sufrió una serie de enfermedades y unatuberculosis pulmonar que le llevaron a la muerte el3 de Junio de 1924 en un pequeño hospital de VienaAustria a los 41 años.

El escritor austriaco Max Brod, su amigo ybiógrafo, publicó póstumamente sus manuscritosinéditos, contraviniendo su deseo de que fuesendestruidos a su muerte. Kafka nos dejó grandesobras, entre ellas: El proceso, La condena yAmérica, además de La metamorfosis, que es unade las más reconocidas, ya que indudablementerefleja su vida bajo la fuerte influencia de su padre yla crítica de los regímenes de aquéllos años en el estede Europa.

La obra la podemos ubicar dentro del géneronarrativo, constituyendo un relato de realismofantástico, con facetas expresionistas y surrealistas;durante toda la historia, el autor plasma situacionescotidianas, sin embargo, un aspecto que lo haceformar parte de esta corriente es el elemento de latransformación que sufre el personaje principal.

El sentimiento de inferioridad suscitado por elhecho de ser judío fue un gran motivador e inspiradorpara Franz Kafka.

El análisis del comportamiento y de su contexto,así como la aparente decaída de Gregor y la frecuentepresencia de escenografías con entornos templados,oscuros, nebulosos, convierten al relato en un híbridodigno de la literatura "Kafkiana".

La Metamorfosis de Franz Kafka o los porqués de

la cucarachaJesús Suárez

delatripa: narrativa y algo más38

Sinopsis

En La metamorfosis aborda el tema delautoritarismo y sus graves consecuencias, a travésde la historia de un agente de ventas itinerante,de nombre Gregor Samsa, el cual al despertarseun aciago día, se mira transformado en un bichodespreciable, convirtiéndose así en una vergüenzay causa de deshonor, que lo lleva a sufrir los másgrandes sinsabores y penas por parte de su familia,su ambiente laboral y la sociedad que lo rodea.

Después de varias y diversas vivencias, GregorSamsa termina su vida de una manera trágica, mientrasque su familia, aún los más cercanos a él, toman esteacontecimiento como la liberación de una pesadacarga, para seguir adelante con sus propias vidas.

El autor plantea velada y metafóricamente, deuna forma única y sui géneris, su biografía, el con-trol que ejercía sobre él, su padre, mostrándole almundo las terribles consecuencias y los paupérrimossentimientos que se experimentan bajo tal régimende autoritarismo, en donde la más grande fatalidades haber nacido dentro de ese sistema de cosas.Asimismo, la obra contiene también una clase develada crítica a los gobiernos de aquella época, plenade disciplina, subordinación y autoritarismo, dondelas reglas estaban ya predeterminadas y se aplicabansiempre sin explicación ni razón alguna, lo que denotasu calidad de desadaptado social, como se puedever en cada párrafo del relato.

Análisis

Si ponemos atención a la estructura externa dela obra, podremos observar que la novela seencuentra dividida en cuatro capítulos carentesde título, la reticencia del autor a jerarquizar loscapítulos, bien podría deberse a que la obra es detipo biográfica y muestra un paralelismo con su propiavida, su existencia estuvo situada en un ambiente deeste tipo, sin picos ni valles, con una medianía paralela

a su mediocridad, sin grandes emociones ni triunfosni penas calamitosas; de esta manera, la ausencia detítulos o encabezados crea un nivel jerárquico deigualdad entre las cuatro partes de la obra, es decir,las desparticulariza, para que ninguna sea másimportante que las demás.

En una primera secuencia la obra comienzacuando el actante principal, con su despertar almundo "real", ve que ha sucedido durante la "noche"una transformación corporal, Gregorio Samsa se hatransformado en un "monstruoso insecto", presumi-blemente una cucaracha, aunque nunca se menciona.

Esta transformación parece significar su huidao punto de fuga, del mundo real al mundo "real", estosmundos también se transforman o metamorfoseanadoptando cada uno las características del otro, elanterior, la realidad real, es inadmisible y tan inaguan-table que es necesario fugarse a la "realidad" virtualposterior; en ésta la situación no mejora, no va demenos a más, en esta otra "realidad", se ve a sí mismocomo es "realmente": no un hombre erguido, orgullosoy cabal sino un ser nimio y despreciable. Así el narra-dor extradiegético sumerge al lector en ese otro mundofantástico, pleno de realidad virtual, para ser testigode los hechos narrados.

Esto sucede después de un "sueño intranquilo"¿cómo interpretar este hecho?, el sueño intranquilosignifica su vida real de la cual es imperativodespertar, esa vida real mediocre y llana, pero tanllena de frustraciones, temores, ansiedades, doloresfísicos y espirituales, que son la causa de intranquilidaden un sueño real tenido por hombres normales.

"Estaba tumbado sobre su espalda dura, y enforma de caparazón"... esta acción podría significarun reforzamiento de lo dicho anteriormente. No esun hombre seguro de sí mismo y altivo del cual senarra, no es un hombre orgulloso de sus saludablesacciones y decisiones, caminando erguido, siemprecon la cabeza en alto, no; él es mucho menos queeso, menos que un hombre, menos que uncuadrúpedo, solo es un ínfimo animal rastrero,

delatripa: narrativa y algo más 39

tumbado en el piso, por su condición, su lugar es elsuelo donde se arrastran las alimañas y por máspataleos y esfuerzos que haga por cambiar esacondición, no logra superarse a sí mismo, todoconfabula para impedirlo, jamás podrá levantarse porsus propios pies ni por sus propios medios.

"¿Qué me ha ocurrido?, pensó. No era unsueño"..., desde luego que no era un sueño, significaque era su realidad, la que en un momento dedubitación Kafka nos confiesa, haciendo al lector suconfidente, cómplice de la indiscreción cometida.

"Su habitación, una auténtica habitaciónhumana, si bien algo pequeña, permanecía tranquilaentre las cuatro paredes harto conocidas"...al tratarcon condescendencia su espacio vital llamándolo "unaauténtica habitación humana" significa que seencontraba ante su espacio habitual, aquel en el queel vivir le producía un cierto grado de confort y en elque se sentía cómodo al desarrollar sus distintaslabores habituales, aquel espacio cercado por "cuatroparedes harto conocidas", que a fuerza de estar, uncarácter débil y pusilánime, encerrado durante muchotiempo, produce confianza y seguridad.

"Por encima de la mesa, sobre la que seencontraba extendido un muestrario de pañosdesempaquetados"... como por descuido Kafkamenciona esta escena, que nos muestra una facetamás del carácter del actante mencionado: significadescuido en la colocación de sus objetos de traba-jo, no se menciona que se haya realizado una actividado trabajo previo sobre la mesa, por lo que estemuestrario se siente fuera de lugar, como resultadológico del desorden físico y espiritual en el que viveKafka-Gregor. Llegar del trabajo y tirar sus objetosen el primer lugar a la mano, desorden total en suvida, es el concepto resultante del análisis somerode las acciones de la escena.

"Samsa era viajante de comercio"... comotantos otros de sus connacionales o consanguíneospodríamos precisar, agentes viajeros o aboneros lesllamamos en Yucatán, ocupación aleccionada por sus

padres judíos que, como todos los de su raza, porprescripción Talmúdica, desprecian cualquier tipo delabor productiva, prefiriendo ocuparse siempre, enel mundo occidental, de labores comerciales, usura-rias, periodísticas, médicas, literarias, cinemato-gráficas, que no por ello deja de ser un trabajo duroy habitualmente propio de clases sociales bajas,comenzadas a llamar proletarios en aquella época,por lo que podemos establecer, sin lugar a dudas, elestrato social al que pertenecían el singular duetoGregor-Kafka.

"...Estaba colgado aquel cuadro que hacía pocohabía recortado de una revista y había colocado enun bonito marco dorado"... esta escena de aparienciainocua nos dice su significado aclarando el hecho deque, aún en estratos sociales humildes, existe genteexitosa y perdedores, agentes de ventas o abonerosdiligenciosos y en vías de enriquecerse y aquellosque por más que lo intenten no progresan, de estosúltimos era Gregor, ¿Kafka?, la carencia de losmínimos recursos para hacerse de un cuadro aunquefuera de ínfima categoría y tener que fabricarse uno,burdamente, con los recortes de una revista, nosrecuerdan los pósters orondamente exhibidos en lostugurios y talleres mecánicos de barriada actualmente;la carencia de recursos y de "buen gusto", es notoria,reflejan el modo de vida y la economía de la familia¿Samsa? en los años 900. La escena también nosmuestra "intención", la sana preocupación por mejorar"la vista" de su espacio, por acrecentar el interés,proporcionando un punto de atención a algo preten-didamente "bello" que significaba romper la monótonacotidianeidad de sus cuatro paredes.

"Representaba a una dama ataviada con unsombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentadamuy erguida"... la figura es plena de significancia, esel objetivo inalcanzable de nuestros sueños, significanuestra aspiración y deseo cumplido virtualmente, laadoración de lo que jamás podríamos conseguir connuestro miserable modo de vida y que al tenerla enimagen, llena nuestras pocas expectativas, hacién-donos poder prescindir de la realidad, prescindir de

delatripa: narrativa y algo más40

una pasión y de una mujer real; pienso que esto es loque nos trata de comunicar Gregor, tal como fue elcaso de Kafka, que nunca se casó.

“¿Qué pasaría —pensó— si durmiese un pocomás y olvidase todas las chifladuras?”

Todo lo que está describiendo, en un momentode lucidez, se torna grotesco, y en ese instante deduda se pregunta: ¿debo seguir con esto?, ¿medetengo?, ¿doy marcha atrás? Dormir un poco mássignifica continuar viviendo la realidad real que podríaresultar no ser tan mala como esta, la virtual, o cuandomenos podría ser igual de mala por lo que no teníacaso seguir en la virtual, abandonar por un tiempoesa realidad virtual en la que ya estaba sumergido yolvidarse de escribir, de analizar la difícil propia vida,el caótico desorden imperante en la sociedad deci-monónica que le rodeaba y las razones que lo llevarona escribir, chifladuras les llama él.

Y así podría continuar por las próximas 2,317páginas que llevaría analizar todo el trabajo de Kafka.

Conclusión

Durante el análisis de la obra pude oteardiversos trabajos realizados al respecto,pareciéndome todos muy respetables, sin em-bargo, y haciendo caso a los tres puntos de RomeroTobar, pude notar que en su mayoría esos trabajosde ensayo, análisis literario y semiótico, carecen deun ingrediente básico de análisis y es que noconsideran los entornos culturales del autor. Creofirmemente, que si los consideramos, podríamosdesentrañar los motivos ocultos aún, que llevarona escribir tan singular obra, y por fin tener luzsobre los verdaderos significados de sus escritos,cuando menos en La metamorfosis.

Aclaremos lo dicho, por lo general el lectormedio ignora cuestiones de sangre, religión ycostumbres del autor o actantes, que los hacen erraren su interpretación de las acciones que se vansucediendo con la lectura-vivencia.

Por ejemplo como que:

1. En la nación judía asentada en cualquierpaís, un muy elaborado ritual talmúdico rige susexistencias, es exigido para todas las actividadesdel hogar teniendo un solo fin, que es el de:purificar la casa, la ingesta de los alimentos, launión matrimonial, el trato entre conyugues y entrepadres e hijos, especialmente los cuerpos de losmiembros de la familia, entre otras cosas.

2. El mismo exigente ritual talmúdico haceque los miembros de esa raza consideren a laenfermedad, como pago o consecuencia, de unavida licenciosa o pecaminosa, de la impurezaligada al pecado, es decir, si se contrajera una enfer-medad contagiosa significaría que, secretamente suvida debe ser, especialmente indecente, no se diga sise contraen enfermedades venéreas o la lepra o tu-berculosis, como era el caso de Kafka, en las quehay implícito el pecado cometido (enfermedad delespíritu), sumado a la propia enfermedad del cuerpo.

Imaginemos el en extremo escandaloso ascode los familiares y amigos ante la descripción dela enfermedad de Gregor-Kafka: las efusiones delíquidos corporales de alguna de las enfermedadesmencionadas, que atentan contra la santidad cor-poral y la pureza del hogar.

3. El multicitado ritual exige también a losespectadores, apartarse sin miramientos del pecado,del pecador y de todo lo que contamine la mente, elespíritu, el hogar y el cuerpo, además y en especial,de la familia.

4. De la misma forma, la familia judía noconforma un ambiente democrático en el que losproblemas se resuelven en concilios familiares,no, el ritual señala al padre como cabeza de lafamilia, indiscutible posición, grave porque obliga atomar todas las decisiones sobre la misma, decisionesespecialmente severas, en el caso de brotes decorrupción física o espiritual, que pudieran ser focosemisores de contaminación.

delatripa: narrativa y algo más 41

Ahora consideremos la historia de Gregorfiltrada a través de estos cuatro puntos y tendremosuna óptica radicalmente distinta de lo que manejannuestros esforzados analistas contemporáneos,consideremos el horror propio de Gregor-Kafka,criado bajo esas estrictas reglas de purificación, alsaberse protagonista de una de esas espantosasenfermedades; crecido en un ambiente cultural conlos más estrictos códigos morales y rituales orientadosa la santidad, la limpieza física y espiritual y laaplicación consecuente de los estrictos códigos deerradicación del "mal".

Podemos fácilmente llegar a nuevasconclusiones como la lógica razón por la que niél mismo se podía soportar, no podía considerarsiquiera, la conservación de su propia existencia enese estado de putrefacción física y espiritual, eflu-yendo líquidos de corrupción, ¿Cómo considerarnosen ese caso?, ¿Cómo caballos?, ¿Cómo gallos?, Ocomo bichos inmundos y rastreros, menos queinsectos diría yo. ¿Me doy a entender?

De la misma forma enfrentemos la óptica de lafamilia, crecida, formada y educada en esos mismosestrictos códigos, ¿Qué hacer en ese caso?, la fa-milia y los amigos no podían escoger, el ritual les exigeaún hoy, apartar esa fuente de corrupción a fin de nocontaminar el hogar, el ritual exige pasar por encimade los afectos, exige cumplir los deberes para con laescritura que es la voz de Di()s, sobre los cariñosentrañables, de ahí la exclusión acotada, ya que, por

no quedar otro remedio, y por haber sostenido a lafamilia, se le permitió vivir bajo el mismo techo, deahí los sentimientos de incredulidad de Gregor antela separación forzosa, cuando era el sostén de la fa-milia, claro, en el pasado.

Ello justificaría el comportamiento, ante la vistade un ser tan despreciable, por parte del servicio yde los inquilinos de las recamaras sobrantes, en elcaso de ser judíos también. Ver de pronto a un sujetolleno de heridas y de costras, de llagas supurientas oel esputo sanguinolento de un tuberculoso, brotándolede un cuerpo sin alimentarse, debe ser una visiónfantasmagórica y nauseabunda para cualquier per-sona, no digamos ya para un devoto judío de sangrey religión.

Ciertamente los valores Cristianos del espec-tador-lector, hacen rechazar dicha actitud, por lo queGregor acude a sus nobles sentimientos para quejarsede tan severo sistema de trato social. La novela cortafue dirigida a un lector piadoso que se solidarizaracon sus sentimientos y pudiera igual que él, rechazarlas muestras de "impiedad" de su propia familia, desu religión y de la sociedad que le rodeaba.

Creo que aportar algo al mundo del conoci-miento es parte de nuestro deber, es regresar a lasociedad en la que estamos inmersos, algo de lorecibido y es una recíproca aportación al Estado,que subvenciona nuestros estudios. Espero nohaberlos cansado.

delatripa: narrativa y algo más42

Cuando Jorge dejó la casa de su novia esa noche, estaba seguro que las palabras de supadre: alguna vez serás un hombre que fundará una familia y perpetuará nuestro apellido,era una consigna a punto de cumplirse.

Su novia había quedado satisfecha después que él removió sus prendas íntimasarrancando las furias contenidas en su vientre. Ella duerme ahora mientras Jorge viajajunto con sus amigos al burdel de moda de la ciudad. Esa noche iban invitados por el jefede la oficina.

—Imposible negarse, amor, los negocios se hablan en la cantina. O en el putero, esoquiere el jefe y él invita. Tengo que ir.

Las mujeres desfilaron sus formas relucientes por toda la pista y luego dieron paso alos hombres. Jorge no tenía inconveniente por continuar mirando la escena. Su hombríaestaba a salvo en el olor a hembra, permanente en la yema de sus dedos, y los olisqueabaintentando ignorar los dorsos desnudos, las nalgas poderosas, las piernas endurecidas delos excelentes ejemplares masculinos que se divertían en el entarimado.

—Bueno señores, lo prometido, escojan lo que quieran, dijo el jefe.

Cada uno de los acompañantes de Jorge de inmediato sentó en sus piernas a cualquierade las bailarinas. Pero Jorge se debatía mentalmente en si esto no sería registrado en suinconciente como una infidelidad de su parte.

—¿Vamos Jorgito, tú no escogerás?, —el jefe también se encontraba sin pareja, yextendiendo la mano, la poso en el hombro de Jorge, y se acercó para soltarle en eloído.— Traje a estos con el pretexto de traerte a ti. Quisiera que pudiéramos platicar agusto; si lo deseas, claro.

Jorge no supo qué pensar. El jefe era un tipo muy seguro de sí mismo.

—No me malinterpretes, yo te respeto, pero necesito ser honesto, me gustas,— soltóa bocajarro.

Jorge palideció. Había bebido poco por lo que sus pensamientos eran lúcidos y nopodía estar seguro de que los de su jefe fueran igualmente transparentes; lo que hace elalcohol, pensó. —Ven conmigo, levántate que nos meteremos juntos a ese privado conesta negra. Jorge obedeció.

Luego de dos horas, aun laten en su recuerdo las palabras de su jefe ya desnudo, de pieenfrente de él, con la negra acostada en el sofá, haciéndole una felación, mientras aqueldecía, besándole la oreja. —Qué sabes del amor si no has besado a Juan Gabriel. Y elsabor de los labios de su jefe, su mano detenida en su miembro erecto, siguen hoy siendoal fin, una gran liberación.

El beso de Juan GabrielAdán Echeverría

delatripa: narrativa y algo más 43

l amparo del enorme roble cuyas ramassuavemente el paso del viento mece, quise

Y tal vez hasta quieras menospreciarme yvulgarizarme, porque aun no logras vencermeante ti, pero no puedes, me amas, con todo ymis osadas travesuras, porque he sido, soy ytal vez muera siendo aquello que no es palpable,lo perverso, lo prohibido, tantas cosas…

Sé que quieres poseerme, se que quieroposeerte, sodomizarte, follarte, humillarte, nosabes aun lo insaciable que soy, ni lo perversani lo egoísta que puedo llegar a ser. Sé quepiensas que he sido una niña buena contigo,dócil y obediente, pero no soy ningún cándidoángel.

Reflexiono, tal vez embriagada por elfrenesí de mis osadías, de mi desenfrenadodeseo de sentir, de orgasmear, de… en fin, mesiento tan embriagada de emociones, éxtasis ylujuria, que creo es mejor terminar de una vezesta carta, ya que el deseo comienza a despertarde nuevo en mi, ¡maldita sea!, ¿porque seré taninsaciable?, y sé que llegara el día en que tepediré lo imposible (y aun no sé qué es loimposible en nuestras locas fantasías), se queseguramente tú me lo pedirás, y es que con elpaso de los años, eres quien analiza más, quiensutil y descaradamente lleva las riendas de milujuria; y se, que siempre de ti escuchare: "Mepierde tu psicología, me vuelve loco tu coño,me pone como lo frotas y a otros, con mipermiso se los ofreces; ven golfa mía, mi golfainsaciable, quédate a mi lado, haz de mi tuesclavo, sodomízame, conviérteme en tupadrote, para después, a tus caprichos rendirme,para en tu libido perderme".

ReflexionandoBlanca Nieves Eslava

escribirte una carta, tal vez una más ante la cualde largo pasarás sin dar lectura; tal vez unamenos que decida ya no volver a escribir,pero… tenía que escribirla para poder decirteque tal vez me siento una pérfida, desleal ángelque con sus trastadas a más de uno hipnotiza,pero dime, ¿cómo no ser así?, si esto no estádentro de lo que soy capaz de hacer.

Permite decirte amor mío que disfruto dela vida, de la perversión y de la morbosidad,igual que de la candidez y la ternura, y si mepidieras decirte de qué disfruto más, callaría,omitiría responder, porque ni yo misma se, decual de todas las cosas gozo más.

Pero no temas, que te juro por Dios, quejamás te haría daño, porque mi mayor anheloes alegrar a tu corazón con mis travesuras;porque sé que hasta el día de hoy, eres el únicohombre, que con infinita complicidad me urgesa que te traicione, a que te envilezca. Y por esote admiro, te adoro, porque sé que sólo lacomplicidad y el amor, llevan a amar y a lalibertad al mismo tiempo.

Y es en mis momentos de reflexión, cuandome vuelvo a preguntar: ¿Qué es lo querealmente deseo o espero de ti?, no lo sé, perolo que si tengo claro es que te exigiré hasta loimposible, porque eres tú, quien me alientas aello.

Sé que me deseas, que enloqueces con misosadías y mis travesuras, que deseas hacermetuya, sodomizarme, follarme, utilizarme parahacer de mi, la mejor de tus creaciones: "UNAPUTA OBEDIENTE"

A

delatripa: narrativa y algo más44

delatripa: narrativa y algo más 45

mor de lejos, es de pendejos". Esa máximade la sabiduría popular no dejaba de dar

Machín le temía especialmente al Alzhei-mer pero sobre todo, a que Juliana lo olvidara.Juliana tenía peor memoria que él (todo eltiempo le preguntaba a Juan, "¿cómo se llamabaesa película, donde salía... cómo se llama?,¿quién es el autor de...?"). Y esa ausenciaobligada por dos años, Machín la sentía comosi hubiera sido condenado, fatídica e inexora-blemente, al olvido.

Juan, para ayudar a su amor a superar laprueba del tiempo, había estudiado lo mismoel fenómeno de histéresis, los experimentosde Zeigarnik sobre las condiciones de recorda-ción y los modelos de Hebb y Hopfield deredes neuronales matemáticas, capaces deaprender y rememorar, con el secreto objetivode mantenerse presente, a como diera lugar,ante la memoria de Juliana.

Como el Morel de Bioy Casares, Machíndescubrió que la televisión, la telefonía, lafotografía, el fonógrafo, etcétera, no son sinomedios científicos para contrarrestar ausenciasespacio-temporales, pero Juliana no era afectaa ninguno de ellos. Juan decidió, entonces,hacerse presente en la memoria de Juliana através de pequeños signos que sirvieran paradisparar sus recuerdos. Como el zorro de "Elprincipito", que al ver el campo de trigorememoraría el cabello dorado del pequeño oescucharía su risa al contemplar el cielo estre-llado, al toparse Juliana con la infinidad deindicios que Juan habría dejado en los lugaresmás inesperados, lo recordaría a cada instante.

UnforgettableJuan Machín

Todo esto lo ejecuto en el gran salón de mi memoria. Allí se

me presentan el cielo, la tierra, el mar y todas las cosas que

mis sentidos han podido percibir en ellos, excepto las que ya

se me han olvidado.

San Agustín

"Avueltas en la cabeza de Juan Machín. Temíaperder a Juliana.

Justo cuando Juliana le dijo que sí, Juanrecibió el anuncio de que había sido aceptadoen el King's College de Londres para estudiarsu doctorado en Geología. Juan amaba laGeología, casi tanto como a Juliana, porque lehabía enseñado cómo la Tierra sabía guardarsu propia historia: fósiles que testimoniabanuna flora y fauna de otra manera perdidas parasiempre; los cambios en los polos, puntual ysucesivamente grabados en los mineralesferromagnéticos petrificados a ambos lados dela cordillera mesoatlántica, antiguos mares quehoy se levantan en el Himalaya, costas queempataban como perfectas piezas de un rompe-cabezas. En los pétreos estratos de la cortezaterrestre todo quedaba registrado. El planetallevaba en su seno la memoria perfecta de unmundo cambiante.

A Juan le preocupaba sobremanera el temade la conservación de la memoria, porque élmismo no se distinguía por poseer una buena,sino al contrario: al terminar la carrera comoingeniero geólogo, descubrió, por ejemplo, queya casi no recordaba al famoso personaje delPapirolas, ni el nombre del maestro más barcode toda la facultad y que, sin embargo, le habíapuesto "S", y, no se diga, los nombres de losinvertebrados del Precámbrico.

delatripa: narrativa y algo más46

Decidido, Machín tomó su inmensa colec-ción de piedras, minerales y fósiles y lasdistribuyó amorosa y pacientemente por todoslados: en cada rincón del departamento, bajola mirada irónica de Fausto, el gato de Juliana;a lo largo del camino del estacionamiento dela Universidad y en cada uno de los salones;por la vereda donde solían pasear, y en la casade todos sus amigos y familiares. Juan le dejóa Juliana, además de una docena de macetasde No-me-olvides, una nota pegada en la puer-ta del refrigerador donde le expresaba todo loque la amaba y el deseo de que no le olvidaranunca.

Una semana después de instalarse enLondres, Juan recibió feliz una carta de Juliana."En verdad no he podido olvidarte", comenzabala misiva que Machín apenas podía sostener de

la emoción. "Todo me recuerda a ti... el díamismo de tu partida tropecé con la enormeamonita que dejaste en la regadera: tengofracturados tres dedos del pie izquierdo y unesguince en la rodilla. Me rompí una muela conla amatista que escondiste en la mermelada. Elesquisto que colocaste en mi armario me pro-dujo un limpio corte en la palma de mi manoderecha y tuvieron que darme seis lindaspuntadas. Fausto murió ahogado con la geodaque pusiste en su comida. El mecánico meexplicó que mi auto se desbieló con la turma-lina que "quién sabe cómo" llegó al depósitode aceite. Así que, como puedes deducir, nosólo me he acordado de ti, todo el tiempo, sinoque no dejo de acordarme de la puta madre quete parió."

delatripa: narrativa y algo más 47

NarracionesJohnny Euán

¿Qué sigue?

¿Y ahora? ¿Qué sigue? Después de unaintensa mañana en la que tuve que preparartelas corbatas y el desayuno, sin olvidar el perió-dico y tu manía del café sin azúcar, ¿Qué siguecariño? Si luego de regresar justo a las 10:23cuando la novela estaba en su momento cum-bre; Sofía descubre al imbécil de Sebastián consu amante en la tina, dándole de todo.

Y cuando llegas pides la cena caliente y otrocafé para desvelarte leyendo tus odiosos librosde la pubertad. Seguro después de venir a lacama, cerca de las 12, querrás, como siemprey digno de ti y de todos, tu porción nocturnade amor. Y yo, como que no queriendo la cosa,accedo porque también lo necesito.

Pero, dime, qué sigue. Si todos los días eslo mismo.

Panorama

Estoy un poco harto de la situación globalque nos rodea, a nosotros los hombres. Muje-res, ¿qué pretenden? Si a todas las he queridobien. He tenido las mejores intenciones, perono, ellas solo buscan un momento intenso quealigere sus estresantes vidas.

Solo quieren sentirse las reinas del mundocon sus insolentes fotografías publicadas, endonde muestran a diestra y siniestra susencantos; senos infernales sólo cubiertos porsus manos, bikinis de infarto, piernas, espaldasdesnudas, traseros o invitaciones de tiro alblanco.

Es brutal; y yo estoy harto de querer teneralgo serio con una de ustedes y que ninguna

crea en su persona. Ya no creen en flores nicartas, ni en ese amor bello y real.

Esfuerzo por la familia

Oye Nacho, aquí la gente cree que lo sabetodo. Cuando pasa algo, a la mera hora, todosson unos sabelotodo, y se expresan peor queel gordo con la cerveza. Supongo que lo sabes;que en el bar de La concordia la gente grita,no canta, grita canciones de moda vaquera, deesas que se bailan pegadito a una mujer. Esincreíble su crítica de hoy, si incluso son hastamás valientes que el niño cuando va a comprarun condón.

Cuando ocurrió lo del asalto a la papeleríaSonder, todos dijeron que la policía fue in-competente; que los ladrones son hijos de losestirados del gabinete del alcalde; que fue unafarsa inventada por el gobierno; que hubodisparos y sangre por las aceras. Todos ha-blaron, pero ninguno de esos habladores prepo-tentes fue capaz de agarrar al ladró; un mocosode 15 años que armado con una navaja se bailó10,000 pesos de la papelería. Ninguno hizoalgo, lo vieron pasar como la lluvia por laventana.

Ya no regreses Nacho, la ciudad es unamierda, mejor siéntate a tomar tu vaso de lechecon doña Fausta en la puerta de tu casa, que yoiré pronto. Ya tengo los 10,000 para el avión.

Bohemio

¡Qué noche! Estábamos en pleno júbilo conlas rolas del Calamaro, junto a Gloria y Fernan-da. Las dos bellas y jóvenes, y la multitud de

delatripa: narrativa y algo más48

adolescentes coreando los éxitos de Andrés.Todo era perfecto, hasta que a ti, miserable hijode la mierda, se te ocurrió tocarle las nalgas ala rubia demoniaca de los senos abismales y elshort masacrado por Freddy Kruger.

Nos sacaron de forma humillante, y mi liguecon Fernanda se frustró. Pero luego, solos yavergonzados nos pusimos a fumar, esperandoa las chicas que se quedaron dentro, y fue poreso que conocí a Sandra, la que vendía playerasde Calamaro. Dijo que era del norte, y que asíse ganaba la vida, a pura venta de artículos mu-sicales en los conciertos.

Nos invitó un par de cigarros más, le platica-mos tu babosada y río hasta el cansancio. Notéque te tiro una mirada perversa, como querien-do ser aquella afortunada que recibiera tu cari-cia. Sé que te latió, que la invitaste a salir des-pués de aquella noche, pero brother, te confie-so que yo logré lo que ambos queríamos deesa provinciana de cabello ondulado. El cd delBohemio firmado por el Calamaro.

Desliz

¡Diosito! ¡Ayúdame! No sé cómo decirle aLuis lo que pasó. Por dónde empezar.

No entiendo como pude ser tan estúpida, ycómo fui capaz de hacerle eso a mi novio, elamor de mi vida.

Yo lo amo, pero todo pasó tan rápido; Marvintraías las copas, unas tras otra, y los tequilasme mataron. Valentina se fue temprano, y yodebí irme con ella; jamás dejaré de repro-charme lo que hice. Solo recuerdo el vestidosubiéndose más y más, la alegría del momento,las risas, las fotografías, y de repente, me en-contraba desnuda junto a Brenda, mi cuñada.

Lo peor fue cuando ella se despertó y dijo:Ahora ya eres parte de la familia, cuñadita.

Ana María

Llovía de a madres. Era la vigésima nochede Ana María sin trabajo. La corrieron por in-culta e inepta.

Hoy veremos películas si los truenos lopermiten. La abrazaré y le diré que la quiero,que no importa su situación, la quiero igual.Sé que no es perfecta, pero su corazón tocó elmío, y a pesar de sus errores y su horripilantetatuaje en la espalda, la amo.

Y dejo a la posteridad que nunca habrá algomejor que pasar las noches con la mujer queamas, aunque no sepa cocinar ni besar, ni hacerel 69, ni lavar sus bragas.

Nunca he sido más feliz que con ella; porqueme abraza cuando el asesino mata al niño en lapelícula, y la lluvia nos jode dejándonos sin luzeléctrica.

Y bueno, pues a la cama, ya que no hay nadamás que hacer, solo amarnos.

delatripa: narrativa y algo más 49

delatripa: narrativa y algo más50

delatripa: narrativa y algo más 51

RelatosJosé Reynold Quintanilla Morán

Mundo Aparte

A mí, que al principio no me interesaba eincluso llegué a cuestionarlo como otra bromade mal gusto auspiciada por los medios, derepente me llamó la atención. Sobre todo¿cómo en poco tiempo acaparó tantos adeptos?más, incluso, que la pornografía o la cerveza,que para ese entonces se había convertido enla bebida nacional, por encima del agua dulce.

Su paso era avasallador. Los mismos polí-ticos aprovecharon el escaparate para hacersepublicidad.

Ahora que lo veo, con la generosidad que dael tiempo, entiendo el por qué incursionó contanto éxito en la mentalidad popular. ¡Y cómono!, si prometía satisfacción individual inme-diata, sin depender de drogas ni religiones.

El método era perfecto, vivir con lujos yescoger pareja en el extenso catálogo. Nadiese acordó de prejuicios. Un mundo al alcancede todos. Bueno, de los que tuvieran internet,porque eso sí, era necesario estar en red.

Escenarios paralelos fue el buque insigniade la compañía japonesa ese verano; sin dudauna revolución tecnológica. "¿Quién ocupalevantarse si tiene todo a un click?" fue elslogan con el que se dio a conocer en las redessociales.

La gente abandonó su miserable vida. Ahorausan gafas y pasan al lado de algún familiar sindetenerse. Cada uno construye su mundoaparte.

Claustro

De los 300 días del año en curso, Miguelsolo ha pasado tres frente al sol. Su familia quesiempre lo vio como un chico raro aguarda laesperanza de que de una vez por todas abra esamaldita puerta.

Nadie sabe qué hace ahí adentro. Especu-laciones van y vienen; los más fantasiososcomo yo, sostenemos que es una especie devampiro melancólico adicto a la sangre de losperros de la casa; la abuela Evangelina por suparte, quien siempre ha sido una enfermizacreyente, piensa que es un enviado del cielo yque el claustro de su nieto es un sacrificio porlo pecados del mundo. Los días que no andacon pereza después de la novela de la seis, lededica un rosario en dirección a la puerta.

La vida familiar trascurre con total norma-lidad, los Amador salen, ven tele, hacen com-pras, pelean y se disculpan. Algunos, comoJosé el miembro más inquieto de apenas cincoaños, no entiende por qué hace tanto que no veal tío Miguel. Cada vez que llega de visita a lacasa, toca con insistencia la puerta —es elúnico que se atreve hacerlo—, pero nada.

Encerrado en su aposento pasa más del 90%de su tiempo. Todavía recuerdo la última vezque lo vi, llevaba puesto una panta gris y unacamiseta negra en la cual se leía algo como"warcraft". De su cara no me acuerdo bien.¿Tenía manchas de acné o ya se le habíanquitado?

A los meses me contaron que solo sale denoche, que come bocados cuando todos duer-men. Mi tía lo encontró una vez merodeando

delatripa: narrativa y algo más52

la despensa, caminaba cabizbajo y encorvado.Mi pobre tía, de la impresión, no pudo decirnada, él con los ojos atontados simplementehizo una mueca.

No pudo saludar a su madre, solamente hizoun chillido. Dicen que se le atrofió la capacidadde articular palabra.

¿Vivís solo?

—¿Vivís solo?— para Nelson la respuesta aesa pregunta era siempre un sí, sobre todo paraimpresionar a las chicas de la facultad. Eldiscurso se adosaba con distintos matices segúnla ocasión; 24 años, deportista, graduado eningeniería eléctrica, con un posible trabajo parauna compañía trasnacional —total indepen-dencia— y una vida por delante.

No obstante, con el tiempo se empezó acuestionar si realmente vivía solo o era unsimple artificio mental. En sus alocucionesocultó los extraños sucesos que lo perseguían;no sabía por qué en repetidas ocasiones apare-cían platos sucios en el fregadero o por qué laarrocera amanecía a la mitad de su capacidad.No entendía la escasez acelerada de los pro-ductos de limpieza.

—¿Cómo es posible tener que comprar ja-bón cada semana, si casi no me baño?— repetíapreocupado para sí mismo.

Todo le parecía extraño. Incluso sus amigosle dejaron de visitar después que escuchabanuna que otra anécdota relacionada con lo queél llamaba su “total independencia”.

Con el tiempo, los extraños sucesos le preo-cuparon con mayor intensidad, sobre todo des-pués que Leticia le obligó a leer textos con ar-gumentos metafísicos y paranormales, —¡puronew age!— recriminó obstinado en más de unaocasión.

Sin embargo, a partir de ahí nada fue igual,sus sentidos se agudizaron hasta el punto deescuchar risas, murmullos y pasos en formarecurrente.

Para explicar el desorden en la cocina norecurrió a lo sobrenatural, ideó una hipótesis.Sostuvo que cuando llegaba exhausto por lasnoches era él quien dejaba los platos sucios ylas ollas destapadas sin darse cuenta; acciónque era aprovechada por las ratas para alimen-tarse y hacer de la cocina un desastre.

Pra los demás acontecimientos no encontróexplicación razonable; las ratas no son recono-cidas por simular risas humanas como lashienas, ni tampoco por imitar los sonidos delos humanos al caminar —aunque éstas fuesentan gordas como un gato.

El asunto empezó hacerse caótico. Las ac-ciones no solo se concentraron en la cocina oel baño, por las madrugadas escuchaba el tele-visor encendido y el tipeo de algún teclado a ladistancia. Eran sonidos tenues pero incómodos.No tenía claridad para decidir si era su imagina-ción o de verdad por las noches alguien o algorondaba la casa. Su nerviosismo fue en aumen-to, a altas horas de la noche no se atrevió a salirdel cuarto, aguantaba las ganas de orinar porhoras, se convirtió en todo un maestro en esemenester —muy pocos logran acomodarseboca abajo con la vejiga llena.

Las constantes desveladas le cobraron fac-tura; con rapidez, su concentración en el trabajofue disminuyéndose y su cara se marcó conojeras que le daban aspecto enfermizo.

Cada mañana antes de partir, insistía eninspeccionar con detalle cada rincón; el desas-tre era peor cada día: platos rotos, ollas desta-padas, papeles en el piso; incluso aparecieronen el cesto de basura productos que él no con-sumía.

delatripa: narrativa y algo más 53

—¡Será que estoy realmente loco!— decíapara sus adentros.

La tranquilidad volvía apenas en pocos epi-sodios —casi siempre coincidía con el perío-do de vacaciones— cuando la extraña ac-tividad cesaba se ponía feliz e incluso recupe-raba peso. Eran temporadas en las que podíadisfrutar con intensidad su soledad o la compa-ñía de alguna fémina sin distraerse; todo parecíanormal hasta que por arte de magia volvía eldesastre con sonidos cada vez más intensos yaberrantes.

Cansado de la situación, Nelson desarrollóun plan para corroborar si realmente vivía soloo su imaginación lo traicionaba; inspirado en

la película Actividad Paranormal instaló ensitios estratégicos cámaras con visión noc-turna.

Cuando por la mañana contempló, nerviosoy asustado, el contenido de los vídeos, no lopodía creer: la sombra iba y venía con relativafacilidad por cada recoveco; y además poseíala capacidad de desplazar objetos. Era posibleque al fin de cuentas no viviera solo.

Para la tarde recordó que hacía algún tiempole rentó el cuarto del fondo a un informáticocon el que nunca hablaba —por incompati-bilidad de horarios— llevaban antagónicosmodus vivendi, y ese fue su veredicto.

delatripa: narrativa y algo más54

delatripa: narrativa y algo más 55

arlene y yo estábamos muy alegres dehaber encontrado al fin un pequeño cubo

especial que había perdido y recuperando pocoa poco dependiendo de lo seguido de las nochesmal dormidas. Por mi parte, el ocaso de miatención lo obtuvo una conservada máquina deescribir que aún contenía un pedazo de papelen el rodillo. Algo dijo Marle, y la escuchabaclaramente, profusa dentro de mí, como sentirsu voz que dibujaba ciertas frases diciendocosas verdaderas. Si mis manos serían dema-siado torpes para escribir en ella o demasiadolentas para plasmar lo que voy pensando a cadamomento. No pasó por alto dibujar el cómopodría lastimarme por las teclas tan duras con-tra mis dedos poco mancillados por el tiempo.Me volví para mirarla, para estar seguro queaún seguía al otro lado del cuarto y no a un ladosusurrándome al oído o dentro de mí, como lahabía escuchado y sentido. Me miró al rostroy me repitió lo que sus letras me dijeron, simis manos muy lentas o muy torpes o muysuaves, le sonreí y seguimos escudriñando porel lugar.

Trabajamos muy duro todo el día. Primerosacando la basura, la chatarra, la otra vida, yluego limpiando cada rincón para que nadaquedase igual a como lo encontramos; inclusocomimos sobre el poco pasto que había en latierra, justo en la entrada de nuestro nuevo lugara compartir, para ahorrar tiempo; y es que esnecesario mencionar que a Marle nunca le hagustado comer en cualquier sitio, y para queéste no lo sea, le dió por poner un poco de sí:una figura de papel, un mantel, o esconder enalguna cosa que le pareciera de interés, su voz,para que si alguna vez volvemos al mismo sitiopueda recordar qué fue lo que dijo, todo paraque ese lugar, no fuera cualquier lugar. Ya

Sin necesidadesIbrahim Pech

Mpara compartir. Y es que cuatro paredes, un parde ventanas y puertas con alguna cosa donderecostarse puede resultar totalmente satisfac-torio si todo lo que se necesita se lleva encima,en los bolsillos o en alguna mochila, parecidaa mágica, donde todo lo demás que se necesite,salga de ahí.

Por supuesto que necesitaba mejoras y mu-chos detalles, ya que era lo más parecido a unabodega; cosas sucias por aquí y por allá, elhábitat perfecto del polvo y sus conejos quellegábamos a perturbar, las miserables manosdel tiempo que acongojaban a la vida que seescondía y se arrastraba y se dejaba trepar portodos lados. Marle (aunque algo común y pocooriginal, me gustaba mucho llamarle así, habíaalgo místico en recortar las letras de su nombrepara crear otro contexto, como si las que sehubiesen quitado de su lugar, de su nombre, sequedaran al aire mirándome para luegoacomodarse, y yo mirarlas para saber qué con-testarle, qué decirle en momentos de angustiapara calmarla o qué chiste bueno o malo contarpara intentar hacerla reír, y no era de sorprenderpor supuesto, que pasara, que las letras se mequedasen viendo, y que funcionara, porque alfinal esas letras eran suyas, las que habíansalido de ella de una forma u otra para susu-rrarme lo que suele callar) se sorprendió engrande cuando descubrió entre la muchedumbrede chatarra, un viejo espejo prácticamenteintacto con bordes de madera de fresno talla-dos, con curiosas figuras curvas, posiblementedel siglo XVIII y lejos de opacar, resaltaba sutez; en especial bajo los ojos; le daba un brillo

delatripa: narrativa y algo más56

cansados y un tanto maltrechos por las horas,le pedí a Marle que hiciera las decoracionesfinales otro día con más calma; que ya laoscuridad comenzaba a ganarnos la tierra ydebíamos meter algunas cosas, que aunque nadaostentosas si eran necesarias. Por el momentosólo dimos pie adentro a un colchón, un estantepequeño, una mesita de noche y una mesita paracolocar la televisión. Le tomé gusto a mirarlos infomerciales que transcurren y transcurrendurante parte de la noche y toda la madrugada,por una afición secreta a discernir de lo impo-sible, lo poco probable y finalmente de lo quese dice cierto. Por supuesto que también lasmochilas estuvieron con nosotros.

Colocamos la televisión sobre la mesita(como era de suponer) que se encontraba alfondo de la estructura amurallada y a la derechadel estante pequeño. El colchón quedó pegadoa la pared izquierda de forma perpendicular amedia distancia de la entrada, y por supuestola mesita de noche al lado izquierdo de la camamirándola de frente. La forma de acomodar lascosas fue al azar como siempre y como siem-pre, de forma distinta; simplemente la ocurren-cia del momento para estar lo más cómodosposible. Eso sí, siempre tratando que ningunacosa que metiésemos a la estructura bloquearalas ventanas o la puerta principal, porque nonos gustaba que la lejanía de las cosas seopacase bajo lo inerte artificial, y sobre todopor cuidarnos a nosotros mismos; nunca sabía-mos en qué momento iba a ser necesario salir.

Y es que necesitamos cuidarnos a nosotrosmismos porque somos lo único que tenemos,lo único que verdaderamente tenemos. No meimagino qué podría pasar si Marle no medespertarse en algún momento de la noche ohiciera un gesto durante el día para indicarmeque debemos comer o ducharnos. Tratar demantener limpia la ropa o recordarme de

manera insistente que no olvide un pulóvercuando salimos por lo mal que el frio y lalluvia me hacen. Aunque ella nunca me lo hadicho, yo sé que también de cierta maneraaprecia y suele necesitar ciertos gestos quetengo, inclusive inconscientemente, productode estar juntos. Como el hecho de quedarmea su lado al dormir por la necesidad que tienede que alguien esté en el mismo cuarto o deabrazar algo cuando duerme. De dejarle elúltimo sorbo de agua en un día caluroso, y alcaminar buscar sombra porque el sol la irrita(que es diferente al calor).

Cuando ya todo estaba listo (y justo al tiem-po del anochecer) procedimos a entrar, aunquesin muchos cuidados sí con cautela. Sacamosla ropa limpia de las mochilas y tomamos laducha; una de esas largas duchas que degus-tamos. Nos acostamos sobre el colchón llenode mantas y frazadas aunque no hubiese frío,porque a Marle le gusta envolverse en ellas decualquier forma, dice que la protege de laspesadillas. Hablamos mientras veíamos latelevisión, criticando lo que transmitían; laverdad es que la televisión es sólo un pretexto,siempre terminamos hablando de otras cosas.Seguimos así unas horas hasta que Marle sequedó dormida, yo mirando los infomercialesseguí un rato despierto y además, comosiempre, de guardia.

Esa noche agradecí a mis defectos y a misterrores, el no dejarme dormir; minutos des-pués del sueño profundo un crujir comenzó allenar la habitación desde el centro del suelohasta el techo, pasando por el medio de lasparedes, dejando un surco de grietas que secomenzaron a bifurcar hasta el infinito. Des-perté a Marle con una caricia poco tímida enla mejilla y le susurré al oído que debíamossalir de ahí, que la pared se caía. (Esto sucediómientras la parte derecha del techo cedía ante

delatripa: narrativa y algo más 57

el horror de las grietas) Aunque sobresaltada,se levantó tranquila del colchón (como otrasveces), y ambos buscamos con la mirada lasalida del lugar. Intentando que nada de losalabastros nos aplasten, caminamos de prisaesquivando con los pies los escombros ya enel suelo. Estando fuera nos dimos vuelta por laatracción del espectáculo, mirando como ter-minaba de caer sobre sí misma la habitación.Cuando hubo pasado lo peor, regresé a la zozo-bra de la madrugada; le di su mochila a Marle,aun intacta y me lo agradeció con una sonrisa,

la mía había sufrido una leve rasgadura en laparte frontal, pero servía. Al menos, nada se lesalía por abajo. Sin mucho más que hacer nosmiramos una vez más, de frente, reconocién-donos sin heridas y decidimos andar.Y es quecuatro paredes, un par de ventanas y puertas conalguna cosa donde recostarse, puede resultartotalmente satisfactorio si todo lo que se nece-sita se lleva encima, en los bolsillos o en algunamochila, parecida a mágica, donde todo lodemás salga de ahí.

delatripa: narrativa y algo más58

delatripa: narrativa y algo más 59

sa mañana Carlos me pidió que le ayudaracon el suyo. Yo no sabía que decirle, des-

comer ricas galletas hechas con todo tipo decosas (pobres, de saber de lo que se trataba,nunca hubiesen ido más de visita). Todos habíantenido siempre buenas ideas, y cuando a ellosno se les ocurrían las cosas yo los ayudaba,como a Carlos. Pero en esta ocasión no podía,no podía hacerlo, no podía ayudarlo y todosdebíamos tener algo hecho. Es más fácil nochocar de frente consigo mismo.

Por supuesto que era una buena abuela, unaabuela excelente; nos preparaba galletas (lasde chispas con chocolate y las que tenían cocorayado encima eran mis favoritas), y se alegrabaal vernos, llenándonos de besos; de tanto entanto nos daba mesadas a escondidas de lospadres, para poder seguir comprando dulces opara salir de casa y sentirnos un poco libres(no íbamos tan lejos, apenas a los cinemas aunas cuantas calles de distancia, o frente a lacasa por mucho mantecado para comer duranteel día; no podíamos desperdiciar el tiempo contanta presión por tener listos los retos de laabuela, listos antes que cualquier otra cosa);de aquél control que ejercía sobre nosotros,(tan buena abuela era, que no deseaba que nossintiésemos presionados todo el tiempo) deaquél control al que llamábamos familia.

Ya por la tarde cuando el sol se dejaba tragarpor la tierra, y todos alegaban el habersecansado de estar jugando, y estar corriendo deun lado a otro, sucios y maltrechos en laexplanada de la casa; Carlos se me acercónuevamente con la cara pálida, y unos ojoshundidos entre luz y sombra, parecía un zombi;como si el cansancio fuese tan absoluto queapenas respiraba para sobrevivir, y tan asustadoque los respiros huían de él dejándolo imposi-

Los retos de la abuelaIbrahim Pech

Epués de todo en una competencia, todos buscanganar, aunque algunos nos conformábamos conno perder.

La abuela había dado una semana para mos-trarle nuestros avances; y que Carlos aun notuviese nada hecho era preocupante para todos.Todos debían entregarle algo hecho.

Apenas y recuerdo cuándo no fue así; aúnconservamos las quemaduras de ese día, yaunque no estaba participando formalmente,abuela mencionó que nos serviría de lección,lo decía para tomarnos en serio la tarea tandivertida que nos asignaba cada determinadotiempo, y para que no se nos ocurriera deciralgo respecto a ello, porque entonces sóloempeoraríamos las cosas evadiendo el fin detodo, mantenernos unidos guardando el secre-to, por la delgada situación de un conocimientocompartido sin quererlo.

Porque ese tipo de encadenamiento es elmás diligente y eficaz, el compartir un conoci-miento. No se puede ignorar que se sabenciertas cosas aunque se intente por muchotiempo, y tampoco esconderse incluso de lomás importante, de uno mismo.

Pero no era justo que nos exigiera tanto,después de todo era mi primer año de encon-trarme frente a ella recibiendo instrucciones,de cómo quería que los elaborásemos y de quémanera prefería que los fuésemos aplicando.

¡Qué miedo en verdad!, hubo muchas vecesen las que deseaba ser grande para poder jugarcon mis primos y otros niños, que de tanto entanto visitaban la casa para disfrutar el juego y

delatripa: narrativa y algo más60

bilitado de recuperar aliento. Balbuceabapalabras que no reconocía, que si había estadoen el living con la abuela o si habían charladomucho rato en la cocina mientras preparabagalletas, o si lo invitaba a escuchar en silenciomientras ella lavaba la ropa (qué sucia nos queda,después de todo, hay que reconocer que es unesfuerzo muy grande el que hace la pobreabuela por nosotros).

Ese fue el primer indicio de que estaba per-diendo la calma y que la desesperación lo co-menzaba a cubrir todo, cual noche que avanzadejando sólo puntos de esperanza. En esemomento me parecía que yo era la únicaesperanza del buen Carlos, y aunque nunca meagradó, he de admitir que no lograba pensar enabandonarlo a su suerte; a él y a todos nosotros.En verdad me hubiese gustado tanto negarme,desentenderme, fingir que huía de la situacióny esperar a que simplemente se resolviese,después de todo no era mi problema, aunque alfinal estuviese más cerca de mí que al propioCarlos.

Esa noche antes de la cena y en lo secretode la quietud del zaguán principal, (así debíaser, el loro del living hace un escándalo terri-ble cuando mira a más de tres personasreunidas, y Rocky nunca saluda ni tiene buenosmodales, no da la pata ni mueve la cola pero dasaltos que son dignos de reconocer, aunque seaun perro malo y sólo se tranquilice, al mirar ala abuela, al cuidar a la abuela), Carlos y yonos reunimos para discutir lo que cada uno yasabía; él no iba a pensar en nada más que nofuese salir de la embarrada en la que se encon-traba, y siendo al día siguiente, muy temprano,el encuentro de los retos no habría tiemposiquiera de ayudarlo, ni hacer por él lo que nofue capaz de hacer solo. Le dije que no sepreocupase, que trabajaría toda la noche paraque mañana todo estuviese listo, para que todo

estuviese bien, y aunque le solté la frase degolpe, en realidad sentía un gran ahogo en elestómago, como si yo no hubiese sido capazde creer en lo que le dije. Seguí maldiciendoesta preocupación, si tan sólo hubiese hechosu parte como debía, o hubiese pedido ayudaantes, sin malgastar el tiempo jugando con Yoyoy Karol, yendo de cinema en cinema, comiendofrituras o haber pensado un poco en nosotros,nada de esto pasaría.

Al llegar a mi habitación, que solía encon-trarse en el piso de arriba, en la buhardilla dela casa, al lado del cuarto de la abuela, miré ami alrededor y estaban esperándome todas esashojas partidas entre sueños, y anhelos de porfin escapar; se volvieron a reunir para trazar unnuevo plan, un nuevo reto que fuese lo suficien-temente bueno para sacarnos a todos de estevivir perdido, y retroceder a esos sueños yanhelos donde apenas hace unas horas había unaesperanza. Era difícil saber por dónde empezar,porque el cómo estaba prácticamente resuelto,tratándose de la abuela; si por las revueltas ylos golpes o las columnas de fuego y sopletes,quizá con los empalados de cristal, las lanzasprofundas, y un huir despavorido de todoaquello que no nos pertenecería. En algúnpunto de la noche me habré quedado dormidocon la tarea tan divertida entre manos, pues aldespertar por la mañana, las hojas se encon-traban listas con lo que debían contener. Norecuerdo como lo logré ni lo que escribí enlas hojas, qué tan peligroso o excelso podríaser, pero al final, se cumplió lo dicho. Tomélas hojas y después de ducharme bajé por eldesayuno, para luego comenzar el desfile in-terminable de gritos y de golpes, de seriascacerías de ganado. Dejé la esperanza sobre elestante del living, a la vista de todos y sin mayorpreocupación me senté a la mesa; rápidamentemiré de reojo a Carlos entrar por el zaguán y

delatripa: narrativa y algo más 61

pasar alado del estante con una mirada mali-ciosa, como si supiese lo que pasaría. Bajo lamesa le comenté lo que le había dicho ayer,que no debía preocuparse, que todo estaba listo.Terminamos con el desayuno y esa charlamatutina con la abuela y otros invitados, corri-mos hacia la explanada de la casa rápido, puesla abuela no tardaría en salir, (sólo necesitabalavar los platos y ponerlos en el fregadero) alllegar le comenté a Carlos que debía regresarpues había olvidado las hojas a las que meaferraba, y con los labios secos y un mirar

extranjero me percaté que las hojas no seencontraban donde las había dejado hacía unosminutos; solo los bordes de ellas por el suelo.Regresé con Carlos y le comenté lo sucedidomientras nos resguardábamos en un vagón viejode metal, tirado a mitad del patio porque algunasexplosiones ya habían comenzado y no quería-mos que nos alcanzaran las astillas. Ambosmirándonos con solemne decepción en un díaprecioso y la abuela bajando por el zaguánacercándose.

delatripa: narrativa y algo más62

delatripa: narrativa y algo más 63

delatripa: narrativa y algo más64

delatripa: narrativa y algo más 65

AnocheDaniela Eugenia

Anoche soñé que estaba con tres personas;éramos amigos en el sueño, dos mujeres y unhombre. En realidad no se quiénes eran pero elcielo azul se tornaba negro y tenebroso, seescuchaban lamentos por todas las calles yalgunas personas corrían hacia sus casas; otrosno podían mirar más que ese cielo negro con avesque picoteaban hasta matar. Corrí hacia una casa,que ahora recuerdo y me doy cuenta que era lacasa de mi tía Juana, una vez ahí, miré el cieloque se veía de nuevo azul y soleado, pero despuésde un rato también se empezó a tornar gris, yescuche que decían: donde hay gente buena elcielo seguirá azul, el sol brillara y las avescantaran, entonces me di cuenta que yo era la quehacia que todo se volviera obscuro.

Luego soñé que andaba desnuda por la casa,iba de un cuarto a otro y salía al jardín. Cogí lamanguera y jalando, caminé con ella a través dela casa pasando por la sala y atravesando lacocina para llegar al patio; ahí me empecé abañar con el agua que salía de la maguera; elagua era muy tibia y sentí que alguien meobservaba y se relamía los labios, chasqueandolos dientes; lo sabía aunque solo sientera sumirada.

delatripa: narrativa y algo más66

adjectio. Y es que, insisto, si pensamos en poesíacomo actividad intrínseca del ser humano, lossignificados, a la par del devenir humano, también secrean y se recrean a través de tiempo y espacios. Eneste sentido, creo que las palabras atribuidas (piensoen el eje rector del deconstruccionismo: la muertedel autor) a un tal Borges no necesitan más explicaciónpor el momento.

En pro de una si no perfecta al menos sí mejorexégesis de "Los signos en rotación", decidí extraerlas palabras que me parecían más importantes entodo el texto y, a la luz de la lectura total, entender elsentido de que el autor las dotaba. Tenemos, pues,dos pares de palabras regidoras:

Sociedad es la actividad de gregarismo intrín-seca del ser humano.

Comunidad aquí posee un sentido totalmentehistórico (aún cuando considero que todo significado,en mayor o menor grado, es histórico): comunismo,socialismo, marxismo.

Poema aquí posee también el significado deactividad intrínsecamente humana; mientras quePoesía práctica es, pretendidamente, la conciliaciónentre poema y sociedad.

Dado este primer paso creo que ya podemosavanzar en la lectura. Para Paz:

Una comunidad creadora sería aquellasociedad universal en la que las relaciones en-tre los hombres, lejos de ser una imposición de

Los signos en transmutaciónAndrés Galindo

n una primera lectura de "Los signos en rota-ción", había distinguido tres preocupacionesE

Escasas disciplinas habrá de mayor interés que la etimología; ello se debe a las imprevisibles

transformaciones del sentido primitivo de las palabras, a lo largo del tiempo. Dadas tales

transformaciones, que pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muy poco nos servirá para la

aclaración de un concepto el origen de una palabra. Saber que cálculo, en latín, quiere decir piedrita y

que los pitagóricos las usaron antes de la invención de los números, no nos permite dominar los

arcanos del álgebra; saber que hipócrita era actor, y persona, máscara, no es un instrumento valioso

para el estudio de la ética. Parejamente, para fijar lo que hoy entendemos por clásico, es inútil que

este adjetivo descienda del latín classis, flota, que luego tomaría el sentido de orden.

J.L.B. "Sobre los clásicos". Otras inquisiciones.

que se mueven en todo el texto de Octavio Paz, asaber: el desajuste entre individuo (poeta) y su entorno(sociedad); la consecuente discordia entre signo ysignificado; y la atomización de las artes.

Una segunda lectura me llamó a ascender unescalón más en la interpretación. Creo que la preocu-pación intrínseca de Paz en el texto que nos ocuparáes la desintegración de la imagen del mundo tras elascenso de la modernidad. Una tercera lectura noha hecho más que integrar y conciliar las dosanteriores.

En la primera lectura pensé erróneamente queal hablar Paz del antagonismo entre poesía ysociedad, aludía al significado aristotélico de poesía.Pronto me di cuenta de que esa no era la vía másidónea para la interpretación del texto. Una segundaposibilidad era que Paz significara con poesía unaactividad inherente al ser humano. Esa segundainterpretación fue la que me hizo recordar el primerpárrafo del ensayo de Borges, "Sobre los clásicos",que ahora dispongo como epígrafe. Y es que, siguiendoa Paz, si la poesía es tal actividad ontológica, nadanos impide hablar de una evolución social, tal queuna de las múltiples acepciones de Hombre es sersocial, gregario. Si no hay sociedad sin poesía, si nohay poesía sin sociedad, entonces, en dicha evoluciónhumana, el pretendido divorcio entre poesía ysociedad no queda más que en contradictio in

delatripa: narrativa y algo más 67

la necesidad exterior, fuesen como un tejidovivo, hecho de la fatalidad de cada uno alenlazarse con la libertad de todos. Esa sociedadsería libre porque, dueña de sí, nada exceptoella misma podría determinarla; y solidariaporque la actividad humana no consistiría, comohoy ocurre, en la dominación de unos sobre otros(o en la rebelión contra ese dominio), sino quebuscaría el reconocimiento de cada uno por susiguales o, más bien, por sus semejantes. La ideacardinal del movimiento revolucionario de la eramoderna es la creación de una sociedad uni-versal que, al abolir las opresiones, desplieguesimultáneamente la identidad o semejanza origi-nal de todos los hombres y la radical diferenciao singularidad de cada uno (254).

Aunque el mismo Paz, más adelante, reconocecomo definitiva la derrota del movimiento revolu-cionario, a través de la creación de sistemastotalitarios, la cita anterior no deja de ser el reflejode una utopía determinista totalmente enraizada enla historia; una historia fraguada por la utopía delsocialismo; historia que, como él mismo Paz reconoce,ya de nada nos sirve. Con el paso del tiempo, despuésde los acontecimientos de 1989, las nuevasgeneraciones hemos aprendido que esa sociedadideal, creadora, tolerante para / con el prójimo nuncaexistirá. Creo que ese cada vez más viejo discursono tomaba en cuenta una necesidad más grande ymás inmanente al ser humano: la necesidad dedestrucción. Pero, reconozcamos, que no se tratade una destrucción a ultranza, no, es una destrucciónen pro de la construcción de nuevos sistemas, quizáno mejores, porque el sentido de evolución comoavance y mejoría es algo que ya tampoco está vigente.Hoy ya no podemos negar ese otro lado del ser. Yano es valido decir que el hombre es bueno pornaturaleza. Aun cuando así no lo queramos o noseamos conscientes del hecho, siempre, irrefuta-blemente, estaremos destruyendo algo o a alguienpara crear y sobrevivir en nuestro efímero presente.

El marxismo, a final de cuentas, no ha hechomás que poner de manifiesto, de una vez por todas,la eterna discordia entre teoría y realidad.

La lucha de clases es eterna e indisoluble, sóloque en cada etapa de nuestra historia se reviste condiferentes mascaras: monarquía y nobleza vs nacienteburguesía; burguesía vs proletariado. Para Paz noera más que un cambio de palabras (pero bajo elpeso del mismo significado: la lucha social): "clasepor nación, burguesía por países desarrollados,proletariado y obreros por países subdesarrollados"(255, nota al pie); hoy, para nosotros, es OMC vsONGs, globalidad vs identidad y tradición de lospueblos del mundo.

Ahí donde la generación de Paz se preocupabapor el vertiginoso cambio de la sociedad inmersa enla modernidad y escribía que

Los medios se han vuelto fines: la políticaeconómica en lugar de la economía política; laeducación sexual y no el conocimiento por elerotismo; la perfección del sistema decomunicaciones y la anulación de losinterlocutores; el triunfo del signo sobre elsignificado en las artes y, ahora, de la cosa sobrela imagen (255).

Detrás de esa preocupación estaba otra másgrande y más aterradora: la deshumanización delhombre. Pero regresamos una y otra vez al mismopunto. Esa esperanza por crear un tipo de hombrenaturalmente bueno no pasa de ser mera ilusiónhistórica. Y es extraño ya que aquella generacióntambién fue muy dada a mirar hacia culturas yreligiones de oriente. Entonces creyeron que se podíadominar la lucha entre yin y yan; creyeron quedominando una de las fuerzas antagónicas la otraquedaba plenamente anulada. No, aquello quellamamos mal, así como aquello que llamamos bien,permanece en estado latente dentro de nosotros yaguarda el instante preciso para actuar. Es así comohemos llegado a un mundo global, a la cumbre delcapitalismo: el neoliberalismo y su subsecuenteindividualismo, este sí, a ultranza. Si para Paz todoseran, sabiéndolo o no, marxistas, nuestra generaciónno puede dejar de decir que todos, queriéndolo ono, somos neoliberales e individualistas.

delatripa: narrativa y algo más68

Si todavía nos queda la duda y nos preguntamos¿qué es lo Humano? Podemos contestar, quizáprovisionalmente y con enorme amplitud de rango,que Humano es todo aquello que el ser humano llevea cabo en su paso por este planeta y los que le seandados conquistar. Sí, la respuesta puede parecerambigua en primera instancia, de acuerdo, pero creoque no podemos adjetivar con inhumano cualquiercosa que tenga como fuente precisamente lo humano,así sea la destrucción y el desconocimiento del otro,del prójimo.

Y todas estas preocupaciones se derraman enla relación de la sociedad con el poeta. Tras elascenso de la modernidad, el intento de los poetasfue el de crear un tipo de poesía universal ytrascendente. Traducir la experiencia humana,subjetiva, en expresión verbal eterna, es la fórmuladominante de la poesía modernista. Eso fue unexcelente intento por empatar el tiempo del poemacon el tiempo de lectura; esto supone un intento poruniversalizar significados; pero, de acuerdo con lodicho en las primeras líneas, esto no haría más quedetener de una vez y para siempre la evolución so-cial, y con ello la de la palabra. Desafortunadamentehoy, desde nuestra postmodernidad, leemos a losmodernistas con carencias de significado; porque pormucho que se haya querido negar al objeto tangiblecon el encumbramiento de su abstracción, hoyposeemos significados que ya no empatan plenamentecon los conocimientos de las generaciones pasadas;de ahí la necesidad de ediciones anotadas. Un amigoque intenta sus primeros pasos como narrador medecía que no quería que en el futuro su obra se tuvieraque estar explicando con notas al pie, por lo cualintentaba un lenguaje que fuera legible para cualquiertiempo y espacio; bueno, el resultado de su intentodejémoslo al futuro, cuando los editores tengan queexplicar tal o cual término que ya ha dejado de servigente o cuyo significado ha transmutado en algoimprevisible. El poeta está condenado a escribir conun conjunto de significados perecederos.Eventualmente aventurará algún giro no menos

sorprendente que el que la sociedad vital y enirrefrenable cambio puede brindarle. De hecho creoque el poeta, aun cuando su escritura evada elcompromiso social —aquello que llamamos literaturacomprometida— le debe mucho o más bien todo alcontexto en que le toca nacer y desenvolverse.

En esta relación entre poema y sociedad, Pazaquilataba la historia pasada de la poesía y describíauna serie de circunstancias a las que los nuevos poetasse tendrían que enfrentar.

Sin duda la nueva poesía no repetirá lasexperiencias de los últimos cincuenta años. Sonirrepetibles. Y todavía están sumergidos losmundos poéticos que esperan ser descubiertospor un adolescente cuyo rostro seguramentenunca veremos. Pero desde el exterior quizá nosea del todo temerario describir algunas de lascircunstancias a que se enfrentan los nuevospoetas. Una es la pérdida de la imagen delmundo; otra, la aparición de un vocabulario uni-versal, compuesto de signos activos: la técnica;otra más, la crisis de los significados (260).

Pero tras la derrota del socialismo, tras lamuerte de las ideologías, ese adolescente y esosmundos poéticos han emergido y, lejos de enfrentarsea un conjunto de signos carentes de significado, noha hecho más que crecer de la mano de nuevossignificados. La sociedad en macro nunca ha dejadode acoger, aun en calidad de mártir marginado, alindividuo. En realidad no existe tal Robinson Crusoeque sea capaz de aislarse por entero de su seno so-cial. La sociedad ha nutrido de signos y significadosen constante cambio al individuo. Y es aquí dondecabe rescatar la palabra impresa de Borges. El interéspor la etimología es el interés por la palabra enmovimiento:

ello se debe a las imprevisibles trans-forma-ciones del sentido primitivo de las palabras, a lolargo del tiempo. Dadas tales transfor-maciones,que pueden lindar con lo paradójico, de nada ode muy poco nos servirá para la aclaración deun concepto el origen de una palabra (288).

Apelo a Borges para querer decir que enrealidad el signo jamás quedará en el limbo en busca

delatripa: narrativa y algo más 69

de significado. Tal desvinculación entre signo ysignificado sería, para Paz, lógica consecuencia dela negación del individuo por la sociedad; de ladesintegración del mundo, sin futuro; del aparentedesajuste entre ser y ambiente. Pero creo que Pazapela a un viejo orden; orden en que la arquitecturatenía un significado más allá de lo meramentefuncional. Además no sólo eso; la visión de mundo ala que apela Paz es aquella en que aún podíamoscreernos, aunque en sueños, el centro del universo.Por la época en que Paz escribe "Los signos enrotación" poco o nada se hablaba de la teoría delcaos y de un tiempo infinito, por lo cual las primerasluces de tal teoría suponían el eterno temor a lodesconocido. Entonces no es raro que, para Paz, elfuturo resulte desesperanzador y el mundo enconstante desintegración. Y es que es cierto, hoy,pasados los años, aún no podemos decir queposeemos un futuro, un asidero de donde colgarnuestras esperanzas. Pero esto no quiere decir queel universo haya dejado, en esa desintegración, dereconstruirse constantemente. Rescato de El librode los veinticuatro filósofos la siguiente cita, queBorges más de una vez tuvo presente, por otromedios:

Deus est sphaera infinita cuius centrum estubique, circunferentia nusquam.

[Dios es una esfera infinita cuyo centro sehalla en todas partes y su circunferencia enninguna]

Esta definición está formulada de modo quese imagina la primera causa, en su vida, comoun continuo. El término de su extensión se pierdepor encima del dónde e incluso más allá. Poresta razón, su centro está en todas partes, y elalma no puede pensarlo con dimensión alguna.Cuando busque la circunferencia de suesfericidad, dirá que se halla elevada al infinito,puesto que aquello que carece de dimensión esindeterminado, como lo fue el inicio de lacreación (47).

Lo anterior, por muy acertado que nos parezca,no es más que un intento humano, loable, porcomprender al universo y nos constata que, en su

infinitud, el universo no deja de crearse y recrearse.Bajo muy personal apreciación, creo que tambiénevidencia que el mundo ha dejado de ser exclusi-vamente nuestro, nunca lo ha sido. Ahora podemoscomprender que el mundo siempre ha estado lejosde ser antropocéntrico. La muerte de los dioses loes del dios antropomorfo; pero también es elreconocimiento del Dios infinito y transespécico. Anosotros no nos queda más que hacer, y reconocer,nuestra poesía de la expresión fragmentaria de eseinaprensible universo infinito. Efectivamente,Mallarmé no podría mostrarnos un mundo, preci-samente por la fragmentariedad del referente. Creoque el más grande pecado del ser humano es pre-tender alcanzar la totalidad de la voluntad divina.Resulta más digno aventurar interpretaciones comolas de los veinticuatro filósofos o como la de "Uncoup de dés", pero nunca pretender alcanzar laVerdad.

Ahí donde Paz ve la falta de un mundo, o unmundo que se desintegra irremediablemente,nosotros vemos un mundo del cual sólo podemosaprehender apenas un trozo. Pero con eso basta paraconstruir la nueva poesía. Poesía llena de nuevossignificados, irremediablemente perecederossignificados, que son de sí reflejos del orden del caos.Porque el pretendido fútil utilitarismo del objetotambién está dotado de significado. Esta desbordaday caótica ciudad no es sino imagen fractal deluniverso. Eso es lo que significan las nuevas ciudades:un orden del caos. Si hay una crisis de significados,eso es evidente y constante, pero siempre, al siguienteminuto se crea un nuevo significado. Paz se alarmabanostálgicamente por la caída de las antiguasconstrucciones, aquellas que sí tenían un significadovital para el hombre. Yo pregunto: ¿quién me puededecir hoy el significado de las antiguas siete maravillasdel mundo? o aún más: ¿quién me puede decir elsignificado original de dios, deus, div o deiv?, ¿elsignificado de la palabra proferida por primera vezpor el hombre? Y, ante todo, ¿cuál es la lectura deese pasado para nosotros hoy, que tenemos máspresente el muro de Berlín, el Worl Trade Center y

delatripa: narrativa y algo más70

el dinero virtual? "…de nada o de muy poco nosservirá para la aclaración de un concepto el origende una palabra".

Insistentemente, Paz no deja de proferir ladesintegración de la imagen del mundo:

Plantado sobre lo informe a la manera delos signos de la técnica y, como ellos, en buscade un significado sin cesar elusivo, el poema esun espacio vacío pero cargado de inminencia.No es todavía la presencia: es una parvada designos que buscan su significado y que nosignifican más que ser búsqueda (263-264)

E insistentemente podemos contestar, cuantasveces sea necesario, que si bien se acepta que hemosheredado la visión de un mundo fragmentado y unfuturo difuso, eso no quiere decir que no tengamos,desde nuestro pedazo de realidad efímera, laposibilidad de engendrar una poesía cargada designificados, si se quiere, igualmente efímeros, peroal fin poesía. Y es cierto, hoy se cuestiona el sentidode la historia. Antes pensábamos que, gracias a lamemoria histórica, no podríamos cometer los mismoserrores. Es cierto, no cometeremos los mismos, perosí otros muy parecidos. Nos seguiremos matando. Eincluso esa muerte está ya cargada de un significado:la supervivencia; eso es algo que la historia no puededetener.

Paz dice que "gracias a la técnica el hombre seencuentra, después de miles de años de filosofías yreligiones, a la intemperie" (265). Pero no importa,porque lo mismo lo estuvo antes de todas esasfilosofías y religiones, y lo volverá a estar, y no porello hemos dejado de crear poesía y significados. Lapoesía no es búsqueda de un aquí y ahora, porque elaquí y ahora ya son. La poesía es impresión del aquíy ahora. Tras nuestra muerte tenemos la esperanzade que sea eso lo único que quede; pero aun así lasfuturas generaciones necesitarán ediciones anotadas;nuestros significados habrán caducado dando pasoa otros nuevos.

Ante aseveraciones tales como:…todas nuestras artes padecen nostalgia de

significación… (279)

Nada sabemos de ese sentido porque lasignificación no está en lo que ahora se dicesino más allá, en un horizonte que apenas seaclara (282).

…el poema es un conjunto de signos quebuscan un significado, un ideograma que girasobre sí mismo y alrededor de un sol que todavíano nace. La significación ha dejado de iluminarel mundo; por eso hoy tenemos realidad y noimagen. Giramos en torno a una ausencia y todosnuestros significados se anulan ante esa ausencia(282).

no puedo quedarme callado y apelar a nuestrossignificados, aunque efímeros, nunca faltos deexistencia y de constante vinculación con el signo. Elsigno es aquello que los hombres de cada lugar ytiempo dotan de un sentido distinto, siempre enconstante cambio. Porque bastó con articular un gritoo gruñido particular y distintivo para significar dios,hambre, amor, odio, frío, calor… para queinmediatamente nacieran múltiples e infinitasinterpretaciones que aún no han cesado. Es por elloque el conocimiento se ha atomizado, para bien opara mal; y con ello la poesía de la música ya es otra,así como otra es la música de la poesía. Ese es elvalor del lenguaje, engendrar constantemente nuevasformas de significar una misma cosa, aun cuando laimagen del mundo se desintegre.

Quiero terminar esta exposición regresando ala respetuosa broma que atreví en el cuarto párrafo:"En este sentido, creo que las palabras atribuidas aun tal Borges no necesitan más explicación por elmomento". Justifico la broma recordando las cuatroúltimas estrofas del "Poema de los dones", que nonecesitan más explicación, por el momento:

delatripa: narrativa y algo más 71

Algo, que ciertamente no se nombracon la palabra azar, rige estas cosas;otro ya recibió en otras borrosastardes los muchos libros y la sombra.Al errar por las lentas galeríassuelo sentir con vago horror sagradoque soy el otro, el muerto, que habrá dadolos mismos pasos en los mismos días.¿Cuál de los dos escribe este poemade un yo plural y de una sola sombra?¿Qué importa la palabra que me nombrasi es indiviso y uno el anatema?Groussac o Borges, miro este queridomundo que se deforma y que se apagaen una pálida ceniza vagaque se parece al sueño y al olvido.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis. "Poema de los dones". El hacedor.Madrid: Alianza, 1972. 71-73 [1ª ed., Buenos Aires:Emecé, 1960]

--. "Sobre los clásicos". Otras inquisiciones. Salamanca:Alianza, 1997. 288-294 [1ª ed., Buenos Aires: Emecé,1952]

El libro de los veinticuatro filósofos. Ed. de Paolo Lucentini.Trad. de Cristina Cerna y Jaume Pòrtulas. Bibliotecamedieval XI. España: Siruela, 2000

Paz, Octavio. "Los signos en rotación". El arco y la lira. 3ªed. México: Fondo de Cultura Económica, 1972. 253-284

delatripa: narrativa y algo más72

entado con sus cuarenta y dos encima yfrente a la computadora, juntando las

sus aspiraciones de escritor de clásicos litera-rios, se resignaba a la posibilidad de generarun tono cursi y sensiblero en su tarea universi-taria, pero después de todo, hacía rato que noescribía y el haber crecido viendo películas deMarga López y Libertad Lamarque no dabanposibilidad para mucho más. Quería ser el pa-dre de Inti —tal es el nombre del destinatario—épico y optimista en la narración y evitar darlugar a la estéril desesperanza o a la resigna-ción, Inti tenía que saber algún día los motivosque su madre y padre tuvieron para llegar a esehoyo del morelense domicilio. Quería resaltarlos antecedentes de los fieros guerrerostlahuicas y su pasado que se remonta al año 830de Nuestra Era y tal vez inventar por allí algunaleyenda de un linaje guerrero que le diera a lafamilia y al niño algún título nobiliario (por lomenos imaginario) de las épocas pre-cuauhtémicas. Después de todo, las útiles yoportunísimas materias que la UniversidadAbierta y a Distancia de México tiene bien aproveer, le habían dado el pretexto perfecto paraindagar sobre los pormenores de la micro ymacro Historia Acatlipense. Tenía que inventarJesús una historia fantástica sobre las coor-denadas del Pueblo. Algo que sonara a MitoFundacional o de Creación o cualquier otracosa que sonara como a epopeya. Eso de estaren la región noroeste del Estado de Morelos a18°51’16” de latitud norte y los 99°13’38” delongitud oeste del meridiano de Greenwich, yencontrarse a 1,269 metros sobre el nivel delmar no tenía que ser cualquier cosa expuestaasí nomás. Jesús al mismo tiempo divagaba ycabeceaba con el calor y el sonido delventilador. En ocasiones sus desvaríos se con-

Inti vino a nacer en AcatlipaJesús Guerra Sánchez

palabras que revoloteaban sin ton ni son en sucabeza, Jesús el estudiante de la UNADM,comenzó por encender el aparatejo y aacomodar las ideas que tenían que ser leídaspor su docente, sus compañeros pero másimportante aún, por su propio hijo. Jesús hacíarato que no escribía y el calor, sudor y elrecuerdo de que no le habían pagado en eltrabajo lo tenía un poco disperso. Respiró largoy profundo y al exhalar escribió lo siguiente:"Hace ya casi tres años de tu advenimiento yparece que fue ayer cuando tu madre y yoarribamos al Lugar de las Cañas, este pobladoAcatlipa ha sabido acogernos y mostrarnos susbondades y también algunos de sus sinsabores.Llegaste hijo un veintiséis de septiembre justoen la madrugada y te susurré al oído tu nombre,porque estaba justo allí en el alumbramientopara recibirte y darte personalmente la bienve-nida. Tu madre —una guerrera hermosa— terecibió en sus brazos y yo entre el asombro yla incertidumbre permanecía inútil y expec-tante ante lo que se pudiera necesitar. La miradade Angelina, la mejor partera de Temixco yprobablemente de México, estaba irradiandoconfianza y paz, muy necesaria en momentoscomo ese, sobre todo para mí; que comohombre, no me quedaba otra cosa que acom-pañar la fuerza y entrega que tu madre nosprodigaba. Prácticamente una noche entera ysu madrugada duró el trabajo de parto y sí,viniste a llegar aquí, a la zona con más oportu-nidades en el mundo ya que en medio de laviolencia que se vive día a día queda unaesperanza posible para todos". Jesús a pesar de

S

delatripa: narrativa y algo más 73

fundían con la somnolencia, la ensoñación ylas ganas de poner una letra después de la otraen el texto. "Hijo" —logró escribir Jesús—"estamos en un lugar que tiene muchas posibi-lidades, aquí cerca, nomás a diez kilómetros alnorte, está Cuernavaca, al sureste Miacatlán yXochitepec y al noreste Zapata. Acatlipa tieneuna variedad de gente interesante debido a lasmigraciones constantes y porque su historiatampoco ha sido nada estática, en el mercadopor ejemplo se pueden escuchar lo mismocorrido suriano, rock rupestre, trova y can-ciones de rondalla, interpretados por músicosde la legua que sintetizan el imaginario dellugar y alrededores".

"Acatlipa por un karma incierto" —escribióJesús intentando ser profundo— "y por ser lu-gar de paso forzado entre el Distrito Federal yel Estado de Guerrero, ha pasado por muchasbatallas como lo son: las Guerras de resistenciacontra Cortés, las Guerras de los Negros Cima-rrones, la Guerra de Independencia (dicen quepor aquí pasó prisionero el "Siervo de laNación" José María Morelos y Pavón rumbo asu sacrificio en Ecatepec), la RevoluciónZapatista también fue protagonista en Acatlipa,el Ingenio Azucarero del lugar, fue represen-tativo del Modelo Económico implementadopor el General Emiliano Zapata Salazar, latristemente célebre Guerra Civil Cristera yahora recientemente, la lamentable y contro-versial Guerra contra el Narco. Cuando crezcasun poco más querido Inti y entiendas más delas cosas, no vamos a ir a caminar por las crestasde los cerros, para estar en los lugares dondepasaron todas estas cosas. Eso si no se los hacomido la mancha urbana y la poca vergüenzade la Industria de la Construcción y la funciónpública. Si no podemos por allí, pues está lacarretera federal México-Acapulco que aunqueya no pasen carretas" podemos dar la vuelta enbicicleta y ver si llegamos hasta Taxco, Xoxo-

cotla o a Puente de Ixtla y ¿porqué no? hastaAcapulco. Siento que no podamos ver más lospaisajes naturales que cuentan los que llevanmás tiempo viviendo aquí, ni que podamosremar por el Río del Pollo. Pero bueno no hayque lamentarse por lo que no hay, en todo casohay que ponerse listo para lo que se puedehacer". Jesús se quedó largo rato reflexionandoen las casas de interés social cada vez máspauperizadas y en el impacto ambiental queesto conlleva. Ahora la vista panorámica queofrece la carretera se ensucia con lasinacabables construcciones de vías carreteras.Pero aún había la posibilidad de visitar la Ex-Hacienda de Temixco o partes de la subcuencadel rio Apatlaco. Jesús también entró en pánicoal pensar en el deterioro y pérdida de la calidady profundidad del suelo fértil, la erosión eólicay en la Minería a cielo abierto y la Industria dela Construcción que casi aniquilaron ya losecosistemas. No es poca cosa que 108,126habitantes (55,752 mujeres y 52,374 hombres)necesiten vivienda e intenten hacer frente alasunto de los feminicidios, consumo de alco-hol, violencia contra las mujeres, deserciónescolar, el aumento de secuestro, extorsión yrobo de vehículos que ponen a Acatlipa comoel lugar más peligroso del Estado de Morelos.¡El 94.5% de la población consume poco artey cultura! Tenía que haber una relación lógicaentre la falta de subjetividad artística y laviolencia en la zona. Tal era la tesis de Jesús.

—"Inti iba a ser artista como sus padres"—,decretaba susurrando Jesús frente al monitorde la computadora. Con las letras agolpándoseen sus dedos pero sin encontrar una tecla con-creta para poder plasmarlas en el texto, sevolvió el estudiante de la UNADM, un marasmode especulaciones filosóficas que retrasabany alejaban cada vez más la concreción de latarea… Pasaron mil y un cosas por su cabezaantes de volver al asunto de Inti artista… ¿Será

delatripa: narrativa y algo más74

que se iba a amilanar como muchos pobladoresque piensan que la cultura es para la gentepudiente? ¿O para la gente de ciudad? ¿Habrásido bueno que naciera Inti en el pueblo deAcatlipa en lugar de la Ciudad de México? Lasculpas comenzaban a inundarlo. "Inti, la Culturaestá donde uno está y la demuestra con susacciones, hay cultura de violencia y otra de luz"Allí estaba otra vez Jesús sonando cursi, utó-pico y maniqueo, justo como él mismo seresistía a ser… El melodrama casero del estilode Gutierritos era mucha influencia para él.

"Hijo, ¡los grandes artistas y filósofos deEuropa han venido a México a aprender y quenadie te diga lo contrario!" —tecleó confirmeza— "acá hay Arte y Cultura avanzadas…traqueteadas y minimizadas sí, pero hay quepotenciar lo bueno y frenar lo inconveniente.Por ejemplo hijo, hay muchas tecnologías parahacer actos criminales pero esas mismastecnologías se pueden usar para producir arte,cultura y comunidad, un cuchillo hijo, puedeservir para tallar un tronco y hacer una esculturao bien para cocinar…"

Sicarios atrapados en Acatlipa en diciembre de 2013

Consumos Culturales en Morelos

delatripa: narrativa y algo más 75

Jesús ya no estaba seguro si lo que estabaescribiendo era conveniente para un niño dedos años y medio o si al final estaba revolviendosus deseos con lo que le habían dejado de tareaen la Universidad. Todo estaba revuelto en lacabeza, sin pagos del trabajo e intentando lidiarcon el docente de administración que bajapuntos por no entregar las tareas en tiempo yforma. Jesús estaba hecho un manojo denervios y cocinado en su propio sudor Acatlipaestaba a 38° a la sombra. "Inti tienes que saberque el Arte es algo que nos viene de adentro yes una herramienta para podernos comunicarcon la gente de una manera positiva. Noincurras en el error de vender tu Arte de unamanera mercenaria o servil a intereses queafecten a tu comunidad, tú eres alguien biennacido y con muchas posibilidades de expandirtus conocimientos o volar a otrasposibilidades". Esa idea de volar a otrasposibilidades le chocaba porque después detodo, Jesús estaba trabajando para que Acatlipafuera un lugar donde poder vivir asertivamente.Que su hijo buscara irse (por lo menos comoidea delirante) resultaba desconcertante einconcebible. Tal vez los pequeños esfuerzosde un artista o un desarrollador comunitariono serían suficientes para detener al CrimenOrganizado y sus muy diversificadas industrias.¿Sería mejor prepararlo para salir del país? Elrecuerdo de entregar la tarea lo hizo volver alpresente. "Hijo no podemos dejarnos amilanarpor cualquier hijo de vecino", quedó largo ratoviendo lo que había escrito y descubriendo queno había una secuencia lógica y que sucalificación tendría un sino incierto. Pero lacalificación era ahora lo que menos importaba,¿Inti se iría? ¿Se fugaría como tantos talentos?Habría que darle las suficientes armas para sa-ber decidir y saber que hacer en donde quieraque él escoja. Comenzó Jesús a anotar una seriede palabras en una libreta: Cultura de Paz,

Interculturalidad, Interreligiosidad, Inteligen-cia inter e intrapersonal. Después le puso comotítulo: Mis tareas como papá. —"Ya estuvo,ahora sí que me pasé de ideático" —dijo Jesússonriendo— "La culpa la tienen estas tareas quelo ponen a uno a elocubrar ¿o se dice elucu-brar? y a asociar una cosa con otra, con razóndicen: Bendita sea la ignorancia." Jesús recordóde pronto que se venía la feria del pueblo y quesería mejor ir introduciendo a Inti en las activi-dades del lugar. Hizo junto a la lista de Mistareas como papá otra columna: Fiestas dela fundación del pueblo, Tres de mayo, día dela Santa Cruz, Treinta de noviembre, Fiesta delSanto patrón de Acatlipa. También pensó quesería bueno para Inti aprender un idiomaoriginario, náhuatl con sus amigos de Xoxo-cotla o incluso, un oficio, en Acatlipa despuésde todo existían estupendos ceramistas, piña-teros, tamaleros y panaderos. Incluso pensó enenrolarlo al equipo de beisbol del pueblo perojamás a un domador de caballos o de toros oentrenador de gallos de pelea. Sus divagacioneslo llevaron a hacerlo un cronista de Acatlipadonde hablara de los Monumentos Históricos,allí estaba el Templo de San Andrés Apóstol,construido en el S. XVII o el Monumentodedicado al General. Emiliano Zapata Salazar(que unos dicen que ni es la imagen el Caudillodel Sur, sino de un hacendado que se mandóhacer su propia efigie y como no le gustó, ladonó al Municipio). "Inti, ojalá te toquen lobeneficios de la Ley de Cultura para Morelos"—dijo Jesús asociando de la nada— "que estoyimpulsando con unos amigos para que seapruebe en el Congreso" —escribió Jesúspensando ya en el texto escolar como una lluviade ideas a mejorar y potenciar en el futuro.También comenzó a agregar en su libreta lasposibilidades que había para que Inti pudieratener estudios artístico-culturales más allá delo que él quisiera estudiar— "Probablemente

delatripa: narrativa y algo más76

quiera ser Ingeniero como su tío o Médicocomo su abuelo pero alguien con un sentidoartístico y de conocimiento de las tradiciones.Eso seguro. Un profesionista escuchando aMozart o leyendo Tagore y a su vez, planteán-dose como héroe de su propia historia, acce-diendo libremente a la vida cultura reflexiva,lúdica y artísticamente. Algo como soñó el

Tolteca (el que se hace a sí mismo): Hacernosde un Rostro y un Corazón Firmes. La tarea, aesas alturas de la especulación, ya estaba fueradel tema para Jesús, ahora había que asegurarque Acatlipa fuera terreno fértil para Inti y suscircunstancias, después de todo Jesús es artistay un incipiente desarrollador comunitario. Esoera el territorio a conquistar.

delatripa: narrativa y algo más 77

¿A poco no usan también ustedescondones similares?

En la solemnidad de las emociones, en el amor,en el yo, en la familia es en donde mejor se exponeese retrato del escarnio, porque cómo hacer que esoa lo que aducimos como sagrado, serio o prudentenos mueva a la burla o haga que nos esboce unasonrisilla reencontrando lector / autor un juego lúdicoeliminando la sobriedad de la que tanto se precia lapoesía. Sin embargo, ahí mismo donde se puede unoalborozar también nos topamos con una fuerte cargaemocional, un relativismo de esto que en el día a díanos acontece y pareciera cosas de risa pero nos peganun bofetón de la tristeza y de la melancolía.

Antes de suicidarme desayunarécon Omara PortuondoMadre siempre alegó que al que madruga dios lo ayuda,por eso decidí consumirme con Omara y dosansiolíticos.Hubo carcajadas a las cinco de la mañanaque se desamarraron para subir por las paredes.Esta es la música que dormita en el oído.Omara se postró en un palco imaginario, fui tan cursique el agua de mis ojos ascendió a su origen.

Escarnio ofrece un guirigay de emociones, desituaciones disímbolas por medio de una adjetivaciónconstante, de una reiteración de la metapoesía, deltrabajo intertextual de otros y otras poetas, lo quehace que el lector se detenga y hurgue entre susreferentes culturales y piense en las huellas que lalectura deja, porque como mencionaba Lou Andreas

De entrada un buen Escarnio

Blanca Vázquez

eer como ustedes saben, es un acto intimista,pero en ocasiones se convierte en la oportunidad

de compartir con otros; como si comiéramos con losojos e invitáramos a aquellos huidizos de la palabra adarse un banquete o a sólo probar por el mero deseode saber a qué sabe eso que llaman literatura. Así,que les convidaré un tanto y si ustedes así lo deseanpodrán engullir los versos de Escarnio de Jorge Man-zanilla.

Leer a Jorge Manzanilla nos remite a ese boomjuvenil de la ironía —sé que no hay nada nuevo bajoel sol, en todas la épocas se ha externado a través dela mofa el descontento o la desilusión ya sea social opersonal, citaré como ejemplo las Cantigas deescarnio del medioevo— pero en este momento laliteratura de varios de los jóvenes, ya llevados poreste mundo de cabeza o bien por los yos internos delos que nos habla el buen Freud nos arrojan esta sátiraíntima. Escarnio lo componen treinta y seis poemasque van dando pistas explícitas o implícitas de unaposición de esto que llamamos vida, obligando al lec-tor a encontrar en esos versos su propia burla o comootros llaman ese campo semántico de la humorología.

Un cliché para dos amantesde esos que juegan con la luna entre las piernas,creen que la noche se meterá en su alcoba,y que piensan las ramas truenan cual gemidos.Amantes de cliché, yunque de los parques,usan la espina como falo y el no de las rosas;helados McDonald's entre sudores de pelvis.Te diré otra mentira sin que tus párpadosse muevan.

L

Me gusta cuando hablas de claveles y de incienso

cuando realmente el fango nos construye la mirada.

Deberías de nadar en esa antorcha de marzo,

caminar en la espalda de los días, ser

el remolino que llueve en su locura.

delatripa: narrativa y algo más78

-Salomé, el cuerpo se va marcando y no lo digo deuna manera explícita, sino de aquellos que subjetivonos llega y nos llaga. Sí, porque a pesar de las redesléxicas generacionales del autor (Milkiway, Apache,Maruchan, Mc, Donalds, Merthiolate) que buscanironizar el mundo del recuerdo o del globalizadoespacio hay una carga emocional que deconstruyeel poema y parece que deliberadamente crea unrompimiento en la forma provocando una disonanciaversal que obliga al lector a la relectura, pero aúnmás a sentir la voz poética.

Cuando la tarde se inaugura de tatuajesTú que encuentras en este suelo el follaje de un sentido.Tú que encuentras mi sordera extraviada en un sueño.Alrededor silban las balas que rompen en ola.Más allá la rama inquieta pende en el perfumede unos pasos. Nos acercamos entre fábulasal fruto, mientras el oído oscuramente, nos aleja.

Justo Serna nos dice que el libro es único y portal motivo siempre merece un argumento, así que leerpor placer o leer para presentar un libro son accionessí soberanas pero diferentes. Mientras que en laprimera acción se hace para sí y quizá para aquelloscon los que uno se regocija hablando de libros y detrasnochadas lecturas, ahí se podrá decir si gusta ono; y en la segunda acción se hará con el respetoque merece la obra y el autor, no ponderando lasubjetividad sino presentando los elementos visiblesdel texto y brindándolo como un suculento banquetea aquellos que van a degustar con la palabra paraque ellos, como buenos comensales, primero se lesantoje, lo prueben al leerlo y al final puedan quedarsatisfechos cual buen gourmet. Jorge Manzanilla yEscarnio pueden ser sí una buena entrada de aquellosque aún no se han acercado a la poesía.

delatripa: narrativa y algo más 79

os poetas no son más que el reflejo de unasociedad y en el libro De leyenda de Angélica

que cierran la boca". Esta es Santa Olaya, poeta queconstruye sus malestares en medio de la penumbra.

Quiero resaltar el poema "Apología delmarrano" que a mi parecer se me hace de los más in-teresantes del libro y me atrevería llamarlo medulardentro del corpus poético. Como he recalcado ante-riormente la poesía de Santa Olaya es denuncia, enéste poema de tono irónico mantiene la crítica a unperiodo de grandes conflictos en el país, conflictosque siguen vigente, la rabia de Angélica en su líricaes presente en todo el libro, quizás algunos poemasde pronto cae en la rutina, en el cansancio de soportarla mezquindad mexicana, todo es intencional yjustificado porque en De leyenda así lo manifiesta yasí va Santa Olaya como un Virgilio llevándonos ainfiernos internos y externos.

Sobre la poeta íntima se autonombra mosca,no soporta su rutina agobiante y por eso tiene ganasde pararse entre esquinas y extender su soledad, San-ta Olaya invita al lector a mirarle su tendido de invi-sibles alimañas; ella está sola y confusa, dice sí yluego dice que no, porque su duda es una tentación,somos hijos de la desidia y del desencanto, aquí co-menzamos a interrogarnos nuestro día a día a partirde la lectura y la interpelación con la voz poética.

En cuanto a la poeta a la poeta externa, elladibuja con ponzoña todo aquello que le emputa vadesarrollándolo con entrega y coraje, su camino estádecidido y no sabe quedarse callada.

Como representante de la editorial Rojo Sienaubicada ahora en la ciudad de Puebla me congratuloy festejo este hijo lírico de Santa Olaya, hijo repa-triado que viene a contar su experiencia desde lejos.La editorial siempre publicará obras que cumplan conla sinceridad y el valor estético.

Gritar por donde arde el asfaltoJorge Manzanilla

LSanta Olaya me lo deja claro. Este libro está publi-cado por una editorial independiente con una autorade convicciones independientes. Santa Olaya aunquevive en Emiratos Árabes, conoce la sangre, el dolor,las voces tasajeadas de este México cada vez másmasacrado por sus situaciones sociales. Cuando ter-miné de leer el libro entendí, entonces, a una AngélicaSanta Olaya como una poeta de la denuncia. Al leerel poema "La araña" pensé en un momento en CésarVallejo quién dibuja una araña incolora y a su vezsangrante, pero mi sorpresa en Santa Olaya fue queesta "araña" lleva a todos los poetas a comer tacosen un puesto callejero, mientras mastican sesos y sucarne arde en el asfalto, araña humanoide con siluetapolítica y cito:

"Es la araña de cabeza humanaque antes se veía en el circo.Aquí les traigo el espectáculode gratis,directo desde las cloacasdel palacio donde vive el rey".

Leo a Santa Olaya desde un caligrama en formade avión, la leo mientras pienso en las pocas monedasque traje a esta presentación y que estas monedasno saldrán de este recinto, en cambio su poema"moneda" se irá depositando a los ojos del lector.Ahora que estamos en tiempos mundialistas y nosenajenamos en cortinas de humo, previamente com-prada en Parisina. Debemos recordar que todostenemos un Pedro Páramo, pues bien nuestro oficioes "buscar entre sombras/la grieta por dondeescurren/los ombligos y las narices rotas". Debo derecalcar que su poesía está llena de campos semió-ticos oscuros como" círculos oscuros, hambre de os-curas mandíbulas, abismos, y noches prosopopéyicas

delatripa: narrativa y algo más80

uién no ha definido la poesía? En nuestrotiempo existen múltiples definiciones, cadauno lo explica desde su trinchera y crea

tados el misticismo es necesaria para la voz poéticay cito: Somos un collar de asombro, rezo de otoño,trazo de Dios, blanco sobre blanco y separarformas de lodo. En estos últimos dos haré hincapiéen la visión politeísta pues bien, el blanco sobre elblanco marca la epifanía, esto desde la religión judeo-cristiana, el lodo está presente en los libros sagradosdel Popol Vuh, más adelante encuentro un Chamánque el poeta lo nombra como una presencia de otro.Cabe mencionar que el chamanismo tiene antece-dentes desde la era Neolítica.

Hacer estas regresiones históricas-religiosasconlleva a la literatura mística, caso particular SantaTeresa de Jesús que en parte de su lirismo existe unafuerte carga erótica, mismo caso ocurre en nuestrohoy poeta celebrado. Su propuesta tiene ciertosmatices eróticos y cito: En ti un claro resqueamorde luna/del agua mansa donde los ciervos beben/pulpa de flor para los muslos danza.

La editorial Tierra Adentro trae con ustedes unapropuesta del norte del país

Luz de Loto para la rutina fatídicaJorge Manzanilla

¿Cómo decir árbol sin abrir el aire a cantos?

Fernando Alarriba

¿Qénfasis para presentaciones de libro como la deahora,—por si no sabían este texto pertenece a una.Sin embargo una de las definiciones que más valoroes la del poeta francés Jean Arp y cito: la poesía esun racimo de imágenes, esto sin desdeñar la deOctavio Paz que sin duda, también siento necesariocitar en este momento: La poesía es imagen, ritmoy sentido. Partiendo de éstas aproximacionespoéticas parto para comentar el libro de FernandoAlarriba.

Al hablar de la flor de loto enseguida tendremosla referencia espiritual y a su vez una cercanía con losupersticioso, sin embargo cuando comencé a leerLoto de Fernando Alarriba recordé a Sidharta deHerman Hesse, Así habló Zaratustra de Nietzschey en nuestro contexto mexicano a poetas como Con-cha Urquiza y su libro El corazón preso, o inclusoLas urgencias de un Dios de Enriqueta Ochoa y elTrópico del desierto de Javier Sicilia, sólo pormencionar algunos. En todos ellos converge laespiritualidad como la médula en sus respectivoslibros. Loto es la búsqueda catártica, es la realizaciónde nuestra fatídica y monótona rutina. Tal parecieraque para Alarriba La tierra está podrida/…/ la luzamarilla cruza caminos.

En el discurso del poeta sinaloense está la rutinailuminada por el deseo semántico, todos somos partede su búsqueda y no lo digo sólo en la labor literariasino en lo espiritual. Más allá de la cercanía con elbudismo que pueda tener el libro o incluso en losuniversos paralelos que se vayan generado, el poetahace una revisión histórica ya que en diversos apar-

delatripa: narrativa y algo más 81

delatripa: narrativa y algo más82

delatripa: narrativa y algo más 83

De los gringos me gustan sus insultos. Holy shit,mothafucka, bitch, dumbass, el talento que tienen paraser nacionalistas de incubadora, la graciosa certezade que sus estrellas y sus barras fueron traídas delcielo al pisar la luna y los hot-cakes que no sé por quésiempre me hacen pensar en un oso de peluche. Losaustralianos me caen bien por su acento arrastrado deniña fresa, sus cuerpos musculosos, sus sirenas, laspelículas de la playa y las mascotas con bolsitas paracargar a sus bebés. Ojalá fuéramos tan puntuales comoun alemán, estoicos para no ponernos a llorar convídeos de jóvenes muertos, dejar que el viento hagacon nuestras esperanzas lo que quisiera siempre ycuando todo siga en orden. Del Medio Oriente (agrupoporque en Historia Mundial sólo me enseñaron looccidental y confieso que tampoco lo estudié por micuenta) me encantan las mujeres, sus ojos como doscortadas negras y su piel calientita en telas estampadas,la manera en la que dejan boquiabierto a todo el mundo(Occidente). De Argentina, las páginas para bajarpelículas de Internet y aquellas empresas que subtitulancon una ortografía no tan mala mis películas favoritas.Una vez conocí a una argentina que fue a preguntarseis veces en un mes si ya habían llegado a la tiendalos pantalones blancos, qué persistencia, dios mío. ARusia y sus escritores les agradezco que mi nombreesté siempre en algún personaje (casi siempre comoprostituta o sirvienta) y que hayan hecho del lugarun cuadro inacabable que Dostoievski no dejó dedescribir en sus libros. De Francia me gusta sulengua, sus filósofos y su olor, su clima y esa Amayúscula que sale siempre en las postales. Pero de

Memorias de nómadapor Katia Rejón

Acá, globalizando.

México y no me vengan con el patriotismo, no esperenque enliste las virtudes ni que hable de su folclor, quieroreferirme a su gente que es lo único que todavía estávivo, aunque vayan cayendo uno por uno, de aquí megustan los apretujones del camión, los cuerpos pegadossin asco en la combi, el sudor de uno mojando al otro,la confianza para mentar la madre al carro de atrás,los compadres, las comadres, los bautizos, las tamalizas,los chistes puercos, la madrugada que se abre amena-zando con otro día a madrazos, y esa resurreccióncontinua que Jesucristo envidia tanto.

delatripa: narrativa y algo más84

delatripa: narrativa y algo más 85

Las buenas costumbres

Las buenas costumbres se pierden cada día.Así como se pierde la lluvia al caer de las nubes ychocar contra el asfalto.

Saludas a un desconocido con quien tratas delunes a viernes. Si tienes suerte se dignará a mirartecon mal disimulado desprecio sólo porque tu acentoes distinto. Tanto cuesta sonreírle a la gente cuyonombre e historia ignoras, tanto cuesta que otros seanamables contigo.

Las niñas de esta ciudad gritan "Queeé" contodo el fastidio posible. "Queeé", "qué quieres", o deplano: "Qué chingaos". ¿No pueden decirlesimplemente "¿Mande?", ¿a su propia madre? Desdeque llegaste aquí dejó de sorprenderte que losmenores jueguen en las calles sin que nadie los vigile.Ya tampoco dices nada de la otra niña que con treceañitos empezó a tirarle los canes a un mariguano.¿De quién es culpa si un vago delincuente de veinti-cinco años anda con una escuincla a quien le doblala edad?

Lo bueno es que el tipo tampoco dirá nadacuando su ahora bebé se fije en un cabrón pedófilocomo él.

Y la chica que vive con "la familia acomodada"en esa casa donde se acomodan al menos doce per-sonas en dos recámaras... ¿su hija de tres años sellama Adriana?, ¿o en serio, en serio la bautizó conel nombre: "Hija de tu puta madre, te dije que no tesalieras o te voy a dar"?

¿Cómo esperas que tus niñas no escapen decasa cuando tú no haces nada más que gritarles?

¿Cómo esperas que se muerdan la boca antes decerrarte la puerta en la cara por más que las amenacescon unos cuantos trancazos a los que ya estánacostumbradas?

Eso es lo malo: que ya todos estamos acostum-brados a tratarnos sin un por favor, sin un gracias,sin levantarnos de nuestro asiento para que unaancianita se siente.

¿Te atreves aseguirme al infierno?

por Jéssica Montaño de Juárez

delatripa: narrativa y algo más86

delatripa: narrativa y algo más 87

Conocí a Carlos Martín Briceño, hace más decuatro años, en una sala pequeña y reservada de lafacultad de antropología. Por aquellas fechas, yohabía decidido estudiar literatura y Carlos -supongo-amablemente accedía a prestar sus servicios, impar-tiéndonos un taller de creación literaria. Lo primeroque me llamó la atención fue su atuendo de maniquíy su acento ligeramente cubano. Traía unos pantalo-nes caquis, acompañados de unos zapatos marrón,de puntas ovaladas, y una guayabera blanca que leconfería un extraño dejo de altivez a su labio infe-rior caído. Tomó asiento y, con la frescura habitualque le otorgan los años de oficio, se obstinó a presen-tar sus credenciales: bueno, mi nombre es Carlos,ya me conocen (la mueca hacia abajo) soy escritory les garantizo que… momentos después unaacalorada discusión se iniciaba cuando se evidencia-ron los perfiles académicos. Las diferencias habíancomenzado cuando Martín expresó que nos olvidá-ramos de las enseñanzas universitarias; que siqueríamos ser escritores debíamos, en primer lugar,escribir en abundancia, leer aún mucho más y aban-donar la teoría literaria. Un compañero, que tomabala clase conmigo, le recriminó el valor de sus obser-vaciones y, presintiendo que no llegaría a buentérmino, cerró la puerta de vidrio vociferando a rega-ñadientes que era un pendejo.

Con todo, llegó la hora para presentar los tra-bajos y con ella mi turno para leer. La historia,minutos antes, había sido celebrada y vitoreada entrelos miembros del salón; por ello cuando Carlos mecomentó sus primeras impresiones, mi cara sedesencajó: hay que tener cuidado con los títulos,recuerden que, yo quise, sí pero no está en el texto,en Rulfo hay pero Rulfo aunque recoge, HaroldBloom afirma, olvídate de eso, te faltan más lec-turas. ¡Cómo! Yo que me afanaba de abandonar lasclases por preferir estar en la biblioteca, este cabrón

debía de estar equivocado. Con impaciencia esperéla resolución de la clase y en el camino de regreso acasa, me convencí, al igual que mi compañero, queCarlos era un pendejo.

No fue hasta hace unos meses que, revisandoentre una carpeta de cuentos escogidos, me topécon un texto de Briceño. ¿Quién era este cabroncitoque aparecía tanto en antologías y colecciones? ¡Surelato me deslumbró! Durante horas, no sé cuántosdías, estuve recordando la imagen de aquel viejodel pene por fuera, arrugado y flácido, y la delhombre que, muy a su pesar, se excitaba con losfluidos y sopores de la anciana. La historia sencilla-mente me parecía abrumadora y fascinante. Enton-ces busqué más textos de Martín Briceño en Inter-net, y para mi sorpresa di con Al final de la vigilia,su página personal como escritor.

El blog Al final de la vigilia, como otros tantos,está compuesto en su mayoría por cuentos, reseñas,artículos y entrevistas que dan cuenta de la trayec-toria de Martín como escritor. El Blog reúne un to-tal de treinta y cinco artículos y reseñas. Pero noson sus artículos y reseñas los que me interesan,sino sus cuentos los que me producen especialinterés; en particular por dos razones: una, la cons-trucción de la imagen femenina en su obra y dos, lamúsica como manifestación del deseo. Si pudieraadelantarles algo, diría que los cuentos publicadosen el blog Al final de la vigilia son de una facturainigualable. Escritos bajo un lenguaje sencillo,nutrido de tradición y recursos literarios, sus lecturaspueden ejercer una no sé qué de poderosa fuerza

Sin papeles por Daniel Ferrera

Carlos Martín Briceño o breve repaso desde

la Cantera

delatripa: narrativa y algo más88

seductora. No agregaría nada al afirmar que paramuchos, sus argumentos son de un gusto ambiciosopor las atmósferas opresivas, por el pavor ante elcompromiso conyugal y hastío por lo rutinario. Puesbien, sin más contratiempos, pasemos a lo que lesdecía.

Opinar siempre sobre la construcción de laimagen femenina, de unos años para acá, se havuelto todo un reto al integrar un campo más ex-tenso de definiciones. Por ello, sabiendo que ésteno es un ejercicio de representación que incluyateoría de género, me inclinaré por el sentido comúny describiré lo femenino como el papel y atributosque tienen las mujeres en la obra de Carlos MartínBriceño.

Gran parte de los relatos publicados en el blogde Al final de la vigilia están poblados por perso-najes femeninos que ocupan un papel secundario.A mi parecer, creo que bajo la evidente intenciónautoral de sacar a relucir lo más oscuro de las pasio-nes humanas, de no plegarse a las buenas costum-bres, se filtra una visión sexista que se expresa através de la voz de los narradores. Así, mujeres depiernas y pantorrillas bien formadas, libres de va-rices y rodillas firmes (Iracema en el Cielo Perdido,la Arquitecta en Se renta) de pechos grandes,jóvenes y anchas caderas (Helena, la Arquitecta)pero sobre todo de traseros firmes y redondos (Julia,Iracema, la Arquitecta) alojan estas historias comomodelos de belleza y estereotipos prevalecientes enOccidente. Quizá lo más significativo no sean susatributos físicos, ni su condición social de mujeresabnegadas -amas de casa y profesoras insatisfechas,secretarias infieles, embarazadas irritables- sino sucaracterización bestial y hasta misógina como obje-tos sexuales. Para muestra un botón "a cambio deun poco de amor, había una hembra dispuesta aregalarle el monte de Venus…" (Abismos) / "Lasmujeres son animales difíciles, te pasas de pendejocon Irene" / "Una mujer, bien la definiría Ricardo,en celo permanente" (Piso 17) / "las mujeres noson como los albatros, esas aves cuyas hembras caenrendidas ante el macho que ejecute la danza máselaborada, sino como los pájaros glorieta, que

prefieren aparearse con el macho que les construyala galería de ramas más impresionante." (Memo-rial de la danza del vientre o breve repaso de lo bai-lado) En fin, creo que cada quien formará su criterio.

Continuando por la misma línea, el de las pa-siones desenfrenadas, la literatura erótica, un esce-nario importante es el de la música como manifes-tación del deseo. Ya en un artículo anterior, tituladoEl ruvalcabiano arte de musicalizar las palabras,Carlos Martín Briceño reflexionaba sobre el poderemancipador de la música: "El texto versaba sobreun menáge a trois entre una madre, su hija adoles-cente y una seductora pianista. Mazurcas de Chopin,rapsodias de Liszt y las gimnopedias de Satie envol-vían su deseo." Y es que no sólo se trata de lasreferencias explícitas a los compositores clásicos,sino también de la potencialidad seductora del baile:"Entonces me fue revelada la capacidad seductoradel baile. ¿Cómo olvidar esa escena en la que elbuen John, al ritmo de You should be dancing, esvitoreado por las mujeres mientras se contoneacomo iguana sobre el piso iluminado de la disco-teca? Era demasiado. Si Travolta, pensé, en virtuddel ondulante movimiento de sus caderas es capazde llevarse a la cama -o al asiento trasero del auto-móvil- a la que se le antoje, debía imitarlo." Comen-tario un tanto aparte recibiría Salón Bach, relato enel que se ficcionaliza la muerte de Guty Cárdenas yen el que el deseo no solamente es de corte sexual,sino también de violencia.

Para finalizar, diría que a pesar de lo anterior-aunque pueda sonar contradictorio- la obra reunidaen el blog Al final de la vigilia es de una calidadadmirable. Escritos con un lenguaje exquisito, suscuentos no sólo cumplen las expectativas, sino queademás se circunscriben como un fehaciente modeloliterario. Y es que un escritor -entre otras cosas- noes aquel que deja indiferente a sus lectores, sinoaquel que tiene la capacidad de persuadirlos a travésde sus personajes.

delatripa: narrativa y algo más

Nos vemos en el slam

¡Gol de México, estamos en octavos!

Ya vi "Ilusión Nacional" y también la hevivido…en ciertos momentos. El documental deOlallo Rubio es una respuesta con fundamentohistórico a las dos veces que carga en sus onceespaldas titulares (también las de la banca) laselección mexicana de futbol. Esa voz de despres-tigio, malquerida y en muchos casos con un letrerode ignorancia en cada palabra confundida en lapolítica. Esa otra voz que da todos sus sonidos acantos de porras y gritos de gol, defensora decualquier resultado y conocedora más allá de lacancha.

La película no se estructura en el esquemade declaraciones de expertos futboleros o jugadoresretirados con el fondo de trofeos, medallas, postersde leyendas o el pasto verde en plena soledad. Cen-tra su creatividad entrelazando una serie de videosque muestran un recorrido de la participación deMéxico en los mundiales, momentos emotivos dejugadores de otras naciones y unas pizcas de lainfluencia política a este deporte. No hay nada nuevopara los que saben de la selección en esta justa depor-tiva, por ahí anda la victoria contra Checoslovaquia,la goleada en el Maracaná, el golazo de ManuelNegrete y otras anotaciones más.

El documental tiene una buena estructura narra-tiva acomodada cronológicamente de Uruguay 1930a Sudáfrica 2010, que, apoyada por una voz en off,va dando al espectador un relato que plantea unconflicto de duda desde el principio, la cual agarrafuerza, tras ciertas comparaciones de México y otros

países, llevando a querer formular un análisis pararesponder la pregunta "¿por qué sigue pasandoesto?". Olallo igual nos desbarata la costumbre dequerer escuchar los resúmenes de partidos con elaudio original para despertar un sentimiento de nos-talgia. Gran acierto. Es cine, no You Tube o unreportaje de Televisa o TV Azteca, solo por algunosmomentos escuchamos la voz de conocidosnarradores de este par de televisoras fieles a lapublicidad monetaria que deja cada partido de laselección.

En su mayoría y en el trayecto de todo eldocumental, tenemos para los oídos dos bandassonoras acorde al momento. Un sonido trágicoque hace sentir al público la impotencia de nopoder entrar a la pantalla a evitar los goles de brasi-leños, argentinos, franceses, búlgaros, ingleses,alemanes y hasta gringos. Pero también hay un sonidode grandeza o valentía que presenta a los mexicanoscomo grandes jugadores capaces de vencer, darvolteretas al marcador o empatar de último momentoa cualquier equipo.

Si no me falla la percepción, los conocedoresde la participación de México en mundiales podríanesta película en el archivero donde están todos losdocumentos de necesidad cercana. Aquellos que hayque consultar al momento de armar una tesis o unensayo acerca del tema, o solamente para salir dedudas y seguir tomando las chevas sin más discu-siones. Quizás sea el registro del parteaguas negativo,del volver a empezar, de cómo fue la participación

89

por Mario Pineda Quintal

delatripa: narrativa y algo más

mundialista de una mayoría de selecciones queclasificaron sin problemas al torneo y ahora, a partirde 2014, viene una nueva historia, un nuevo registrode selecciones que ya tienen como el reto más impor-tante pertenecer a los 32 equipos de la competenciaen vez de alcanzar el quinto partido en ella.

Y para terminar, ¿Qué respuesta da a losfanáticos de corazón y a los troles de cada partidomundialista?, Ilusión Nacional nos demuestra quela selección mexicana se ha estancado en el primernivel de eliminación directa también conocidocomo octavos de final. De "Estados Unidos 94" a"Brasil 2014" México solo ha llegado hasta esta partede la competencia. ¿Mediocridad?, ¿mala suerte?Si vemos hacia atrás nos damos cuenta que la "verde"en siete ocasiones no paso de la fase de grupos ynada más en las competencias de 1970 y 1986 tuvoresultados diferentes. Entonces estamos ante unavance. Un avance que ya debe tener más pasosconsiderando los destacables resultados de lasselecciones menores.

Por eso señores y señoras troles, los verda-deros fanáticos a este deporte, los que no se pierdenni un partido de México (y si pasa, buscamos todaslas formas para saber el marcador), celebran cuandoen el mundial le empatamos con Holanda e Italia, ole ganamos a Francia e Irán, o damos volteretas alos coreanos o ecuatorianos, porque cada resultados,nos da la ilusión de abandonar dicho estancamiento.Por eso, cuando pitan el final y el resultado es positivo,se celebra en las calles y en los monumentos patrió-ticos el respiro de alcanzar una ilusión. Por eso seño-res y señoras troles, sus frases de "¿Qué celebran?,¿ya vieron cómo está el país?", "fue de chiripa, mañanapierden", más que ponerlos como seres parados enla realidad, los refleja como ignorantes en un deportede victorias, derrotas y hazañas.

90