presentación del tema y de la hipótesis

24
1 El intervencionismo imperialista de los EE.UU. en la construcción y des- mantelamiento del Estado neocolo- nial en Cuba (1898 1965) Autores: María Sol Copley y Claudio Damián Sacco

Upload: independent

Post on 27-Nov-2023

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

El intervencionismo imperialista de los EE.UU. en la construcción y des-mantelamiento del Estado neocolo-

nial en Cuba (1898 – 1965)

Autores: María Sol Copley y Claudio Damián Sacco

2

Lista de abreviaturas por orden de aparición

GR: Gobierno Revolucionario

FF.AA.: Fuerzas Armadas

UFCO: United Fruit Company

ALCA: Asociación de Libre Comercio para las Américas

EE.UU.: Estados Unidos

CIA: Central Inteligente Agency

PRC: Partido Revolucionario Cubano

RU: Reino Unido

MR-26-VII: Movimiento Revolucionario 26 de Julio

ER: Ejército Rebelde

FCR: Frente Cívico Revolucionario

PSP: Partido Socialista Popular

MNR: Milicias Nacionales Revolucionarias

CDR: Comités de Defensa de la Revolución

URSS: Unión de República Socialistas Soviéticas

AP: Associated Press

UPI: United Press International

G-2: Inteligencia cubana del Estado

MINFAR: Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias

INRA: Instituto de la Reforma Agraria

OEA: Organización de los Estados Americanos

TIAR: Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca

ANAP: Asociación Nacional de Agricultores Pequeños

ORI: Organizaciones Revolucionarias Integradas

MINCEX: Ministerio de Comercio Exterior

LCB: Lucha Contra Bandidos

3

Al corazón del amigo

abre la muralla

Al veneno y al puñal

cierra la muralla

Y al mirto y la yerbabuena

abre la muralla

Al diente de la serpiente

cierra la muralla

Al ruiseñor en la flor

abre la muralla

Nicolás Guillén, La Muralla, 1960

Frente de Liberación Nacional es sinónimo de

unión e incorporación progresiva de distintos

sectores a una lucha por la recuperación inte-

gral, es decir, que incluye la soberanía del

país y la revolución social como partes indivi-

sibles de un proceso indivisible.

John William Cooke, “Aniversario de la Revo-

lución cubana”, en Revista Militancia peronis-

ta para la liberación. Buenos Aires, Año 2, Nº

31, 17 de enero de 1974, p. 31.

A contraviento, siempre de ida, nunca de vuelta, la

revolución cubana continúa escandalosamente viva

a no más de ocho minutos de vuelo de Miami.

Eduardo Galeano, Memoria del fuego III. El siglo

del viento. México, Siglo XXI editores, 2000, p.211.

4

1. Introducción al tema

Esta monografía se ocupará del imperialismo norteamericano como práctica de intervención mul-

tipolar. Tomaremos como eje de análisis su despliegue en Cuba durante dos períodos: la instauración de

la República mediatizada1 en su fase más temprana (1898 – 1958) y el desmantelamiento de la estatalidad

neocolonial por efecto del GR en su etapa formativa (1959 – 1965). En ambos períodos, el despliegue

contrarrevolucionario llevado a cabo por la intervención multiplolar, resultó trascendente para la historia

nacional de Cuba, como para la de América Latina en su conjunto.

Asimismo, aportaremos elementos de juicio tendientes a validar la siguiente hipótesis: la inter-

vención imperialista norteamericana en Cuba resultó determinante para estructurar una dependencia neo-

colonial (1898 – 1958) que se tradujo en la creación de un Estado cuyos elementos (vg. FF.AA., guardia

rural, aparato jurídico, etc.), sólo serían desmantelados en buena parte como consecuencia de una nueva

intervención imperialista durante el período formativo del GR (1959 – 1965). De esta forma, la primera

de las intervenciones sentaría las bases para configurar un tipo de sociedad y Estado en los cuales, princi-

pio de contradicción mediante, emergería el fenómeno insurreccional más significativo de América Lati-

na. Y triunfante dicha insurrección en 1959, otra injerencia norteamericana, esta vez de tipo restauracio-

nista, se presentará como uno de los factores decisivos para acelerar la destrucción del antiguo Estado a

manos del GR y de las masas organizadas. Por último, en lo que a desarrollo metodológico se refiere, si

bien no abordaremos el imperialismo desde un punto de vista teórico2, sí efectuaremos una presentación

circunstanciada de las tres esferas que lo sintetizan como práctica multipolar de intervención (vg. la geo-

política, la económica y la de su territorialización político-ideológica)3.

2. La praxis imperialista norteamericana

Al proponer una caracterización multipolar de la intervención, estamos presentando al imperia-

lismo norteamericano como un sistema de dominación unitario compuesto por tres esferas interligadas

jerárquicamente. Si bien los elementos que componen cada una de ellas se retroalimentan recíprocamente

es, en última instancia, la esfera económica la que condiciona el movimiento de las otras dos. A su vez,

ella implica el despliegue extraterritorial de los capitales monopólicos nacionales que buscan ampliar su

plusvalía (limitando la caída tendencial de la tasa de ganancia en el ámbito metropolitano)4, explotando

para ello los recursos humanos y materiales de las sociedades y Estados periféricos (vg. caso de la UFCO

descrito por Mario Posas -1993- en su análisis de las economías centroamericanas entre fines del siglo

XIX y primera mitad del XX). Por su parte, la esfera geopolítica se define e irradia desde el centro metro-

politano a través de sus aparatos burocráticos, civiles y militares (vg. Casa Blanca, departamento de Esta-

do, Pentágono, CIA, etc.), siendo una de sus particularidades la de anteceder temporalmente a la forma-

ción de los capitales monopólicos.5 Sin embargo, esta esfera se constituye en garante del sistema de acu-

mulación monopolista, por cuanto sus aparatos burocráticos asumen la triple función de: quebrar las opo-

siciones y restricciones que la periferia pueda plantear a las empresas monopolistas; abrirles el camino a

nuevos espacios de acumulación (vg. mediante arreglos estratégicos como el Plan Marshall, la Alianza

5

para el Progreso o el ALCA) y legitimar su expansión mediante sistemas ideológicos que la presenten

como fuerza progresiva del desarrollo social.

Por último, la esfera de territorialización político-ideológica o esfera territorial, comporta por va-

riados motivos el hic et nunc de la praxis imperialista. Por un lado, representa la cristalización de los lími-

tes que cada realidad periférica estipula a las esferas económica y geopolítica. Se trata aquí, de los límites

que el territorio exterior le impone a la economía y geopolítica de la Metrópoli. Pero a su vez, a estos

límites exteriores deben agregarse los límites interiores que proceden de los órganos de expresión civil de

la sociedad norteamericana (vg. prensa, organizaciones no gubernamentales, intelectuales, etc.). En este

frente interno, no ha sido menor el poder manipulador sobre la opinión pública, desplegado por una pren-

sa más o menos obsecuente de los intereses del capital monopólico. Tampoco lo fueron los apoyos y opo-

siciones que en diferentes épocas esgrimieron muchos intelectuales respecto de la praxis imperialista6. Sin

embargo, la manipulación de las masas no ha sido jamás ilimitada y en casos como la guerra de Viet Nam

(1968 – 1974), su descontento por el curso concreto de los acontecimientos, acabó expresándose inclusive

por medio de la prensa pro-imperialista. En virtud de todo lo expuesto, puede argumentarse la existencia

de un frente externo y otro interno de la territorialización imperialista. En lo que atañe al frente externo,

vale tener en cuenta que son determinados capitales monopólicos y determinados instrumentos de la geo-

política metropolitana los que alcanzan a territorializarse, siempre en tensión constante con las limitacio-

nes concretas que les impone la realidad histórica del medio social periférico. Por ejemplo, a principios

del siglo XX operaban capitales monopólicos e instrumentos de la esfera geopolítica de los EE.UU. en

países como México y Cuba. No obstante ello, en cada caso su territorialización difería en naturaleza y

grado. En México se encontraba limitada por la autocracia porfirista y por unas estructuras de producción

y de clase mucho más diversificadas. En el caso de Cuba, la derrota de una potencia de segundo orden y

el desmantelamiento de un ejército revolucionario, hicieron viable un tipo de territorialización político-

ideológica menos restringida y de naturaleza diferente7. Por ende, esta esfera, constituida como terminal

de las otras dos, es al mismo tiempo un vaso comunicante que transmite las condiciones reales de la peri-

feria a los centros de decisión metropolitanos (sean ellos las grandes corporaciones capitalistas o los apa-

ratos burocráticos civiles y militares). En el caso de las realidades caribeñas y centroamericanas de fines

del siglo XIX y primeras décadas del XX, la territorialización político-ideológica pudo cumplir amplia-

mente su “misión civilizadora” por medio de la ocupación militar, la disolución de ejércitos preexistentes8

y la creación ex profeso de ejércitos supletorios (constabulary model)9 que facilitaron la protección y

desarrollo de los negocios estadounidenses en la región. A su vez, en cada subrregión y país la territoriali-

zación implicó diferentes consecuencias. Hechas estas observaciones generales acerca del carácter unita-

rio y combinado de la intervención imperialista, pasemos a estudiar su desenvolvimiento en Cuba durante

el período histórico inmediatamente anterior y posterior al desenlace de la guerra Hispano-

norteamericana.

6

3. Antes de la splendid little war (1880 – 1897)

La confrontación bélica entre una potencia capitalista de primer orden y una monarquía restaurada

de segundo, duró aproximadamente 110 días. Para la comunidad de negocios estadounidense con epicen-

tro en New York y para los “halcones” de la Casa Blanca -con T. Roosevelt a la cabeza-, se trató de una

little splendid war.10 Para los españoles sería “el desastre de 1898” (Cagni, 1999: 9), trágico epílogo del

ciclo de dominación abierto en 1492 (Fiske: 374; 1902). Su consecuencia significó para Cuba, Puerto

Rico y las Filipinas, cambiar al amo colonial español por el yanqui. Para los grandes intereses capitalistas

de la industria y el comercio, implicó hacerse de una base en el Lejano Oriente (vg. Filipinas), desde la

cual “tomar por asalto” el gigantesco mercado chino. Asimismo, Cuba y Puerto Rico colmaban los sueños

de A. T. Mahan y T. Roosevelt sobre un mare nostrum caribeño, por cuanto ambos países proporcionaban

puntos estratégicos para la instalación de bases militares (vg. Guantánamo en Cuba) y de reposta desde

las cuales asegurar el transporte de mercancías y soldados a otros puntos de la América atlántica (LaFe-

ber: 1991). Ahora bien, las razones del inicio del conflicto como así también las de su rápida resolución,

nos conducen a examinar sus raíces económicas, geopolíticas y territoriales previas a 1898. Situándonos

en la realidad del agresor, esto es, en la de los EE.UU., la raíz económica era sintetizada por una fuente de

época en los siguientes términos:

“La Guerra Hispano-Americana no fue sino un incidente de un movimiento general de expansión

que tuvo su raíz en el cambio de entorno de una capacidad industrial más allá de nuestras capaci-

dades interiores de consumo”. (Foner, 1975: 359).

Frederick Emory, jefe de la oficina de comercio exterior del Departamento de Comercio, publica-

ba este pensamiento suyo en el World’s Work de enero de 1902. En efecto, desde el final de la guerra de

secesión (1861 – 1865), el crecimiento y expansión de los capitales industriales y bancarios del Norte, fue

dando forma a un sistema económico dominado por el capital financiero y sus necesidades monopolistas

de expansión supranacional. Y en 1900 un “visionario” de la República Imperial como Albert Beveridge11

declaraba:

“Las industrias americanas están fabricando más de lo que el pueblo americano puede utilizar; las

tierras americanas están produciendo más de lo que pueden consumir. El destino ha marcado

nuestra política; el comercio mundial debe ser nuestro y lo será”. (Zinn, 1999: 223).

En lo que a geopolítica se refiere, antes de 1898 los EE.UU. habían sintetizado los lineamientos

generales de su política exterior a partir de dos doctrinas claves: la Doctrina Monroe (1823) y la doctrina

del Destino Manifiesto (1853).12 La segunda de ellas, elaborada con posterioridad a la guerra contra Mé-

xico, establecía el principio de intervención sobre los pueblos de América Latina al considerarlos inferio-

res, moral, política y militarmente, al “gran pueblo americano” (Tavosnanska, 2001: 171). En considera-

ción de lo dicho, esta doctrina impugnaba seriamente los principios establecidos por la Doctrina Monroe,

que inhibían no sólo las ambiciones colonialistas de las potencias europeas, sino las mismas que pudiesen

germinar en EE.UU.13 Ahora bien, en las condiciones de crisis de sobreproducción de la década de 1890,

7

surgieron nuevos soportes ideológicos para una geopolítica de la expansión ultramarina. Sobresalen al

respecto las tesis de Turner y Brooks Adams, intelectuales cercanos al poder, que trataron de explicar y

superar la crisis en clave imperialista.14

El gabinete formado por McKinley (1897 – 1901), a diferencia del de su antecesor Cleveland

(1893 – 1897), se hallaba animado por fervientes belicistas como T. Roosevelt –subsecretario de Marina-

quien se encargaría de poner en práctica las tesis geopolíticas del Almirante Mahan acerca del “poderío

naval”15 como condición sine qua non de la prosperidad económica nacional.

Sin embargo, en lo que atañe al poder militar previo a 1898, debemos señalar que EE.UU. contaba

para 1895 con 27.495 efectivos regulares en su ejército federal. Asimismo, en 1880 la marina estadouni-

dense se ubicaba detrás de las de Chile y Argentina, ocupando el duodécimo puesto mundial (Cagni:

1999). No obstante estos datos, Estas raíces económicas y geopolíticas no completarían el cuadro históri-

co previo a 1898, si dejáramos de lado el marco territorial donde fueron configurándose los alcances y

límites de la primera gran intervención. En este sentido, el frente interno empezó a ser barrido por de-

mandas de expansión imperialista desde al menos fines de 1896. La prensa capitalista, a través de órganos

como el Journal of Commerce de New York, exhortó al Estado a comprometerse en la erección de un

colonialismo militar capaz de asegurar el acceso a los grandes mercados del Oriente (Zinn, 1999: 225). Y

para el caso concreto de Cuba, la Lumbermen’s Review –portavoz de la industria maderera- lo conminó a

tomar el control de una tierra que poseía diez millones de acres de selva virgen, con abundante madera

valiosa la cual, vendida en los EE.UU., “produciría pingues beneficios” (Zinn, 1999: 230). Por último, en

el frente externo, las cosas no podían presentarse más conformes a los designios intervencionistas. Cen-

trándonos en Cuba, la guerra anticolonial iniciada en 1868 con el grito de Demajagua, devastó durante

diez años el oriente de la isla hasta producirse en 1878 el armisticio que, Pacto de Zanjón mediante, puso

fin a la esclavitud y a la “guerra de los diez años” (Le Riverend: 1999). En esta coyuntura histórica, em-

pezaron a penetrar hacia 1883 los primeros grandes capitales norteamericanos orientados al sector azuca-

rero. Empresarios como Edwin Atkins o Hugh Kelly, adquirieron centrales y grandes extensiones de tie-

rra iniciando con ello, un movimiento de inversiones que se profundizaría después de 1898. Desde un

principio, este movimiento fue articulándose con el cambio de la estructura de comercialización del azú-

car por efecto del arancel McKinley de 1890.16 Otros capitales, como ser los de la Bethlehem Iron Works

o los de la Pennsylvania Steel Company, orientaron sus inversiones a la minería cubana paralizada por la

guerra anticolonial17.

Pero el elemento más significativo del frente externo, residió en el desarrollo que tomaron los su-

cesos cubanos durante el segundo ciclo de lucha anticolonial abierto en los primeros meses de 1892 con la

constitución del PRC. La conducción política de este partido quedó en manos de José Martí, en tanto que

a Máximo Gómez le cupo la dirección militar del Ejército Libertador creado ex profeso por el PRC

(Abad: 1995). Con ambos instrumentos fue retomada la insurrección en 1893. Y a pesar de la brutalidad y

el terror desencadenados por el general español Weyler –que incluyó fusilamientos sumarios, quema de

8

poblaciones rurales y creación de campos de concentración-, a principios de 1898 los insurrectos mambi-

ses ejercían de facto su control sobre la mayor parte de Cuba. El general revolucionario Máximo Gómez

amenazaba La Habana, mientras que las fuerzas del extinto general Antonio Maceo, tenían en jaque desde

fines de 1897 a toda la oficialidad española. Fue sólo ante esta situación concreta, que las diferentes ins-

tancias reseñadas para cada esfera del imperialismo intervencionista acabarían combinándose para iniciar

en mayo de 1898 la intervención armada. Ya la administración Cleveland había manifestado sus temores

de que en Cuba triunfase la causa insurreccional, sobreviniendo entonces “el establecimiento de una re-

pública de negros y blancos” (Zinn, 1999: 225), en la cual predominaría “peligrosamente” el elemento

negro. Los “halcones” de la administración McKinley, de ningún modo podían tolerar una nueva “Haití”,

menos aún en los últimos tramos de un siglo que había visto crecer significativamente las inversiones

directas del capital norteamericano en la isla. Para hombres como McKinley y Hay, la presencia colonial

española había implicado hasta 1898 una protección de estos capitales, ¿pero qué sucedería con estos ca-

pitales si caía el poder español y Cuba pasaba a ser controlada por la raza “inferior”?

Estos límites específicos del frente externo fueron moldeando la aplicación práctica de todas las

medidas tendentes a iniciar la guerra estadounidense contra España. El trágico hundimiento del Maine –

febrero de 1898-, fondeado en La Habana, fue una de las principales excusas para que el Congreso apro-

base la Enmienda Teller (1897), la cual comprometía a EE.UU. a no anexionarse Cuba en caso de un con-

flicto militar abierto con España18. Y dicho conflicto llegó en mayo de ese año. McKinley movilizó cerca

de 274.000 efectivos, y más importante aún, jamás reconoció al hacerlo el estado de beligerancia de los

cubanos insurrectos, ni su lucha independentista. Actuaba movido por esas grandes corporaciones que

celebraban desde New York el inicio de las hostilidades, a pesar de que se esgrimiera el argumento de la

defensa de la vida y propiedades de los ciudadanos norteamericanos en Cuba. El ejército norteamericano

actuó como si no existiera ejército libertador cubano. Las capitulaciones de guerra las rindieron oficiales

españoles a oficiales estadounidenses. Y el sustrato histórico de todos estos hechos había sido anticipado

por José Martí cuando, refiriéndose al EE.UU. de 1884, escribió:

“La tiranía acorralada en lo político, reaparece en lo comercial. Este país industrial tiene un ti-

rano industrial. Este problema, (…) es uno de aquellos graves y sombríos que acaso en paz no

puedan decidirse, y ha de ser decidido (…), antes tal vez de que termine el siglo”. (García Ma-

rruz, 1990: 5).

4. Después de la splendid little war (1898 – 1909)

Una vez derrotada España no se produjo la temida “anexión” de Cuba, como sí se produjo la de

Puerto Rico. Sin embargo, la gobernación militar norteamericana presidida por el grl. Leonard Wood

(1900 – 1902), forzó que el Congreso Constituyente cubano de 1903 sancionara la Enmienda Platt, reco-

nociendo por ella el derecho de intervención yanqui en los asuntos internos y externos de Cuba. Esta me-

diatización de la soberanía cubana fue ejercida en forma discrecional por EE.UU. de 1903 a 1933. Impli-

có desde nuestra perspectiva analítica, un tipo de territorialización específica de la economía y la geopolí-

9

tica imperialistas, adecuada a una modalidad “republicana” de intervención que no habían desarrollado

potencias como el RU o Francia en sus propias empresas colonialistas.

Si bien uno de los artículos de la enmienda estipulaba la cesión de territorio donde asentar bases

navales y militares, los EE.UU. decían intervenir no en nombre de sus intereses militares o económicos,

sino en el de la libertad y democratización del pueblo cubano. Este tipo de argumento sería repetido una y

otra vez en las experiencias intervencionistas llevadas a cabo por Washington.

Volviendo al caso específico de Cuba, el cuestionado gobierno “democrático” de Estrada Palma19

acabó violentamente en 1906. En ese año, el presidente exhortó a los EE.UU. a cumplir la enmienda Platt,

interviniendo militarmente por segunda vez en el contexto general de una revolución. Una nueva adminis-

tración militar yanqui se hacía cargo de la isla entre 1906 y 1909. Durante este período fueron sentadas

las bases para construir el tipo de andamiaje legal que acabó reforzando todas las condiciones estructura-

les de la dependencia neocolonial. Económicamente hablando, esas condiciones habían sido territorializa-

das mediante el Tratado de Reciprocidad que estipulaba rebajas arancelarias para todas las manufacturas

importadas de los EE.UU., fijando una cuota azucarera cubana en el mercado metropolitano. Ambas me-

didas reforzaban el carácter monoproductor de Cuba, cerrando los caminos formativos de una burguesía

nacional industrialista. Tengamos en cuenta al respecto, que hacia 1897 el comercio total de Cuba con los

EE.UU. ascendía a 27 millones de dólares, mientras que veinte años después superaba los 430 (Freeman

Smith: 1965).

Las inversiones norteamericanas que provocaban la extraversión económica de la isla, eran prote-

gidas por las fuerzas supletorias –vg. Guardia Rural, Policía Municipal, Ejército Nacional- que implica-

ban su extraversión militar. Incluso podríamos hablar de una extraversión jurídica, si tomamos en cuenta

que la coerción legal se ejerció sobre el campesinado desde el momento mismo de la primera ocupación.

En 1907, la gobernación militar de Charles Magoon estableció por decreto el deslinde y división de todo

tipo de fincas rústicas que desembocó en el despojo de tierras a campesinos y “su traspaso a manos de

grandes latifundistas cubanos y compañías extranjeras” (Agosto, 2003: 11). Pero no se agotó con ello el

celo “legalista” de este abogado republicano de Nebraska. Gracias al voluminoso informe que el mismo

Magoon elaboró en 1908 –consignando en forma minuciosa su obra de gobierno en Cuba-, podemos tener

una visión global de las implicancias que una intervención in situ de Washington podía traer aparejadas

para la formación de un Estado satelital.20 Magoon contó con el apoyo de la oligarquía nativa para, refor-

mar legalmente el sistema de tenencia del suelo –reforzando el latifundio-; promulgar una ley electoral

que concedía el voto a los extranjeros residentes –ergo, a los estadounidenses-; reorganizar desde arriba el

juego político aumentando el número de cargos de gobierno para hacer posible una mayor integración

estatal de los partidos liberal y conservador (Jenks, 1965: 113); acentuar el carácter represivo de la legis-

lación laboral –ilegalizando las huelgas- y reformar al ejército nacional en una línea “profesionalista” que

buscaba restringir el compromiso de futuros militares cubanos con las causas de los partidos políticos

tradicionales (Magoon: 1908). La posterior alternancia de gobiernos liberales y conservadores no habría

10

de comprometer la estatalidad neocolonial. De hecho, como examinaremos brevemente a continuación,

dictaduras sangrientas como la de Gerardo Machado (1928 – 1933) y las dos de Fulgencio Batista (1934 –

1940 y 1952 – 1959), acabarían reforzándola.

5. 1. Reajustes de la dependencia en Cuba (1910 – 1958)

Durante este período, sucesivas impugnaciones al orden neocolonial fueron encauzadas mediante

la organización y movilización de las masas trabajadoras urbanas y campesinas. Entre 1923 y 1925, se

fundaron expresiones orgánicas de estas impugnaciones como ser, el Partido Social Popular y la Confede-

ración Nacional Obrera de Cuba (Le Riverend: 1981). Sectores de la pequeña y mediana burguesía, orga-

nizaron sus propios partidos populares, como el Partido Ortodoxo fundado por Eduardo Chibás y Rivas

en 1945. Frente a tales impugnaciones –que tanto en 1933 como entre 1956 – 1959 llegaron a adoptar un

carácter armado-, reaccionó el bloque histórico formado por los intereses imperialistas norteamericanos y

de la oligarquía nativa. En este sentido, podemos decir que las intervenciones encaradas por EE.UU. entre

1910 y 1959, buscaron reajustar las condiciones estructurales de la dependencia cubana. Estos reajustes,

no solo se hallaban circunstanciados por la evolución del frente externo. En lo que se refiere a economía,

geoestrategia y frente interno de la territorialización, las cosas habían cambiado significativamente duran-

te todos estos años.

Hacia 1930 las inversiones norteamericanas en América Latina igualaban las del RU, mientras

que con posterioridad a la IIda Guerra Mundial, los EE.UU. se habían convertido en el principal inversor

del continente. Asimismo, mientras que en 1898 eran una potencia incipiente que no detentaba suprema-

cía naval ninguna, en el período de pos-guerra habían pasado a ser la primera potencia militar del planeta.

Y en lo referente al plano ideológico, el triunfo y consolidación de la revolución bolchevique (1917 -

1921), fue acelerando la formación de un discurso anticomunista que adquirió dimensiones mundiales a

partir de la Doctrina enunciada por Harry Truman en marzo de 1947.

Estos cambios, al alterar el contenido de las principales esferas de la praxis imperialista, acabaron

reestructurando las pautas de intervención estadounidense tanto en Cuba, como en el resto de América

Latina y el mundo. En el caso concreto de Cuba, la extraversión económica generada por el control mo-

nopolista de la producción azucarera, resultó clave para sobredeterminar desde, la estructura de clases

hasta los movimientos de impugnación popular a la dependencia, sin perder de vista las formas político-

estatales arbitradas para reprimirlos. En los períodos en que aumentaba el precio internacional del azúcar

se creaban las condiciones especulativas de la inversión neocolonial. Estas darían origen entre 1914 y

1920 a la llamada "danza de los millones". Cuando el precio del azúcar caía, como sucedió entre 1920 y

1925, la "danza de los millones" daba paso a la "danza de los hambrientos". Por ella eran movilizados los

obreros de ingenios que caían en parate total, quienes junto a campesinos precaristas tomaban tierras para

sobrevivir. También incluía a los proletarios del medio urbano que en la coyuntura recesiva mejoraban los

lazos solidarios que hacían posible su organización sindical. En virtud de ello, dictaduras como la de Ge-

11

rardo Machado tuvieron desde el principio la clara misión de defender la estatalidad neocolonial de estos

impugnadores populares.

Para ponderar los tipos de reajustes que la praxis imperialista norteamericana efectuó en la reali-

dad cubana del período 1909 - 1959, proponemos tomar dos casos emblemáticos: el pasaje de la dictadura

machadista a la primera dictadura de Batista (1933 – 1934) y su segunda dictadura erigida en batistiato

(1952 – 1959) de cuyas entrañas emergería la lucha insurreccional más influyente de América Latina.

5. 2 . Seleccionando al “buen vecino” en la tormenta

A mediados de septiembre de 1933, la dictadura machadista había convertido la vida social y polí-

tica cubana en una procelosa tormenta. El complejo movimiento revolucionario que ponía fin a ella, ilus-

traba las limitaciones que el frente externo oponía a la política de intervención directa contemplada por la

enmienda Platt. El clima de revolución social que se había adueñado de Cuba, hizo desistir a F. D. Roo-

sevelt tomar el expediente de una invasión armada. Verdad es que desde su asunción en 1932, la política

exterior norteamericana había adoptado los medios pacíficos de la "Buena Vecindad", abandonados en

1947 por la Doctrina Truman de contención del comunismo.

Pero también resulta cierto que para los EE.UU. existía otra vía posible a partir de la cual condi-

cionar el proceso revolucionario de 1933. Dicho proceso, incluía a genuinos reformadores sociales como

Antonio Guiteras Holmes, tibios políticos de la partidocracia como Grau San Martín y advenedizos gato-

pardistas como el sargento Fulgencio Batista. Ante este frente tan heterogéneo, Washington decidió apo-

yar mediante su embajador S. Welles a las fuerzas conservadoras lideradas por Batista. De esta forma, en

1934 caían las banderas del nacionalismo revolucionario de Guiteras en manos de las fuerzas lacayas de

la estatalidad neocolonial. No en balde Batista se presentaba como hijo pródigo de ese ejército "nacional"

creado por EE.UU. a principios de siglo. Y como tal recibía en 1934, depresión económica mediante, un

préstamo de 2,7 millones de dólares por parte de su "buen vecino" F. D. Roosevelt (Freeman Smith:

1965).

5. 3. El Batistiato, la lucha insurreccional y la revolución como principio legitimador del poder

El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista revocó con un golpe de estado la convocatoria comi-

cial establecida para el 1 de junio de ese año. Fidel Castro, un joven militante del Partido Ortodoxo, en-

carnó el rol de luchador lockeano contra la dictadura. Su lucha se prolongaría por siete años, al cabo de

los cuales, emergían triunfantes las fuerzas insurreccionales que consiguió ir uniendo desde el fallido

asalto del Moncada (julio de 1953). Y si bien las fuerzas insurreccionales (MR-26-VII, ER y FCR), se

levantaron en contra de una dictadura y a favor de la Constitución democrática de 1940, no es menos cier-

to que una vez conquistado el poder, apelaron al mismo principio que había pretendido legitimar el batis-

tiato: “la revolución es la fuente de la ley” (Dubois, 1959: 29). Dicho principio había sido establecido el

24 de marzo de 1952, por el Tribunal de Garantías Constitucionales, reconociéndose por su intermedio la

constitucionalidad del golpista Fulgencio Batista. Por ende, los continuistas de la estatalidad neocolonial

12

utilizaron argumentos que, al menos en su forma –no así en sus contenidos, favorecieron la lucha insu-

rreccional como un medio pertinente para obtener legitimidad política.

Ante la lucha insurreccional del MR-26-VII y del ER, Washington respondió poniéndose del lado

de Batista. El desembarco del Granma (diciembre de 1956) resultó catastrófico porque los EE.UU. habían

dado aviso a las fuerzas batistianas para esperar la “invasión” por las playas de Manzanillo (Guevara:

1965). Sin embargo, en poco tiempo las fuerzas insurreccionales no sólo se habían rehecho así mismas en

la sierra Maestra, sino que desde mediados de 1957 pasaban a liderar un amplio frente policlasista antidic-

tatorial. Ante esta coyuntura, el embajador norteamericano en La Habana trató de aislar al MR-26-VII de

la conducción del frente cívico anti-dictatorial, por medio del Pacto de Miami (Sept. De 1957). Por él, se

pretendía aunar a las fuerzas burguesas de los partidos tradicionales dejando la puerta abierta a una inter-

vención yanqui que liquidase, de ser necesario, al corrupto y violento régimen de Batista (Harnecker:

1987). Como esta medida no tuvo éxito, el Depto. de Estado se vio obligado a apoyar con armas y equi-

pos, la gran ofensiva militar que Batista impulsó en junio de 1958 para destruir el foco guerrillero en las

sierras de Oriente. Pero dicho foco venció al dictador, en virtud de lo cual, las columnas de Guevara y

Cienfuegos ingresaban en La Habana el 1 enero de 1959.

Sin embargo, dado que se trataba del triunfo de un amplio FCR, Washington mantuvo sus espe-

ranzas de cooptar el proceso posterior interviniendo en favor del ala derechista. Los ministros José Miró

Cardona y Manuel Urrutia, como así también los militares Humberto Sorí Marín y Huber Mathos –

comandantes ambos del ER-, se presentaban desde antes de 1959 como hombres permeables a las deman-

das de EE.UU. para conservar la estatalidad neocolonial. Ahora bien, tanto el Batistiato, como la insu-

rrección armada y la revolución posterior en el poder, habían cabalgado a lomos de una lucha de clases

tributaria de la dependencia imperialista. Esta lucha no sólo no se detendría dentro del nuevo GR, sino

que a instancias de la praxis imperialista desatada entre 1959 y 1965, iría definiendo los contornos de una

estatalidad muy diferente.

6. 1. David versus Goliat, primer round (1959 – 1961)

La figura bíblica del título pertenece a Noam Chomsky, quien definió en estos términos la lucha

feroz y desigual, que desde 1959 viene soportando Cuba por parte de los EE.UU. (Chomsky, 2000: 109 –

119). Para comprender la raíz histórica de esta confrontación crucial, proponemos tomar como hilo con-

ductor del proceso, la construcción de una nueva legalidad revolucionaria por parte de los elementos más

radicalizados del MR-26-VII y del ER. Esta consistió en un cúmulo de leyes disruptivas del viejo orden

dependiente. Las vicisitudes de ese despliegue condujeron a la revolución desde una primera etapa “anti-

imperialista” y “reformista” (1959 – 1961), a una segunda etapa “socialista” (de 1961 hasta nuestros

días). Pero cabe aclarar que ese pasaje del “reformismo” al “socialismo”, no fue la consecuencia de una

serie de actos legales que suprimieron la lucha de clases, sino que por el contrario, la serie de actos lega-

les fueron consecuencia de una lucha de clases en virtud de la cual iban siendo suprimidas las fuerzas

opositoras a la nueva legalidad. En este sentido, la frontera externa de la praxis imperialista desafió de

13

forma cabal el sebo de los capitales monopólicos, el espantajo del anticomunismo golpista –tan caro a la

Guatemala de Arbenz-21 y el temor a esas armas nucleares que amenazaban hundir al mundo bipolar de la

post-guerra.

El GR liderado por Castro, había tomado desde enero de 1959 una serie de medidas legales crucia-

les para profundizar la revolución. Al respecto, la ley N° 33 del 29 de enero de 195922, establecía para los

delitos cometidos por militares o civiles al servicio de la tiranía, la jurisdicción de los Tribunales Revolu-

cionarios formados por: “los comandantes, los auditores, los Consejos de Guerra y los Jefes de Misiones

Militares” todos pertenecientes al ER (Carreras: 1985, 518). La pena capital quedaba incorporada en la

ley N° 33, con lo cual, la nueva legalidad no sólo condenaba al presidio a los esbirros de la dictadura, sino

que también los enviaba, llegado al caso, al paredón de fusilamiento. A su vez, la Ley Fundamental del 7

de febrero de 195923, que restauraba parcialmente la Constitución de 1940, establecía que el poder legis-

lativo recaía en el Consejo de Ministros y no en el parlamento tradicional. De esta forma las aceitadas

maquinarias comiciales de los partidos políticos burgueses (que integraban el Frente Revolucionario),

hallaban cerrado su camino demo-burgués al poder. En adelante, sólo se hallaban habilitados para legislar

quienes formaran parte del Consejo de Ministros, siendo que Fidel Castro asumía su completo control el

15 de febrero bajo la figura del Primer Ministro.

La destrucción de unos cuerpos armados adictos a Washington y la liquidación rápida del sector

monopolista extranjero del azúcar a través de la Reforma Agraria, hubieran sido imposibles de instituir en

el corto plazo, hallándose vigentes los dispositivos legales de la democracia burguesa. Por ende, esta pri-

mera confiscación de índole político-estatal fue una clara señal de insubordinación a EE.UU., que estos

respondieron alentando la formación de núcleos conspirativos interiores y exteriores. Por medio de estos

núcleos, Washington inició una serie de acciones desestabilizadoras en el territorio de la isla. Dichas ac-

ciones se volverían más sistemáticas y violentas a partir de la sanción de la Reforma Agraria de mayo de

1959. Antes de ella, sólo existían dos organizaciones contrarrevolucionarias24, ninguna de las cuales se

radicaban en La Habana. Tampoco existían indicadores de relaciones “promiscuas” entre el GR y el PSP

cubano. No existían las MNR, ni los CDR. Sí existían desde el mes de marzo las Milicias Voluntarias

Populares25, las cuales no implicaban a la gran mayoría de la PEA26. La sanción de la Reforma polarizó

tanto a las facciones políticas, como a las fuerzas sociales del proceso revolucionario. En vísperas de su

sanción (17 de mayo de 1959), la prensa nacional y extranjera inició su campaña macartista, individuali-

zando a los “elementos comunistas” que se estaban apoderando de la Revolución27. Las contradicciones

latentes empezaban a multiplicarse. Para fines de diciembre de 1959 existían otras cinco organizaciones

contrarrevolucionarias, entre ellas el terrorista MAOC28 fundado en Miami por el prófugo batistiano Ro-

lando Masferrer29. En Pinar del Río se habían producido desde mayo los primeros alzamientos armados

en contra del GR30. Las embajadas de Cuba en el exterior habían sido objeto de brutales atentados durante

junio. También en junio empezaron a estallar bombas en La Habana. ¿Cuál es la característica más sobre-

saliente que adoptó la contrarrevolución en este período?

14

Respuesta: La adopción utilitaria de todos los marcos categoriales de la “Guerra Fría”31, sella-

dora de una duradera alianza entre los burgueses cubanos afectados y el imperialismo estadounidense. En

este contexto de violencia creciente, el GR sanciona la ley N° 425 del 7 de julio de 1959, definiendo co-

mo “contrarrevolucionarios” aquellos delitos cometidos contra la integridad y estabilidad de la Nación,

así como contra los poderes del Estado. Los violadores de esta ley eran pasibles de la pena capital. Esta

medida legal tenía por contexto general, una crisis ministerial del GR donde los ministros que conforma-

ban el ala “derecha” lo abandonaban, dejando al entonces presidente “moderado”, Dr. Manuel Urrutia, al

borde mismo de la renuncia32. A su vez, iba en aumento la propaganda macartista promovida por mono-

polios mediáticos como AP y UPI, a los cuales se sumaba el vernáculo y reaccionario, “Diario de la Ma-

rina”. Sin embargo, no podemos decir que en esos momentos la correlación de fuerzas se mostraba total-

mente definida en favor del ala izquierda del GR. Aún no habían sido desestructuradas por completo las

muchas solidaridades militares que ligaban a buena parte de las FF.AA. conquistadas con el viejo orden, e

incluso dentro del ER, oficiales de alto rango como William Morgan y Gutiérrez Menoyo (ambos líderes

del II Frente del Escambray), preparaban un alzamiento contrarrevolucionario en Trinidad que resultaría

finalmente desbaratado por la incipiente G-2 (Inteligencia del Estado). La necesidad de reforzar el control

de la fuerza para evitar un golpe de Estado similar al que padeciera Jacobo Arbénz en 1954, llevó a la

sanción de la ley N° 600 del 16 de octubre de 1959, la cual disolvía a las FF.AA. existentes, creando en

su lugar el MINFAR (Carreras, 515). A esta medida legal, Washington contestó con un ataque terrorista

en apoyo de los militares “profesionales”. El comando de la operación correspondió al ex-oficial de la

fuerza aérea revolucionaria, Pedro Díaz-Lanz, quien el 21 de octubre de 1959 lideró a los aviones que

procedentes de La Florida abrieron fuego de metralla sobre la población civil de La Habana, causando 2

muertos y 45 heridos. La respuesta del GR no se hizo esperar, creándose en ese mes de octubre una insti-

tución armada sepulturera del viejo orden: las MNR. La defensa que aún no podía asegurarse desde los

aparatos del Estado, era asegurada con el masivo apoyo de los trabajadores organizados en milicias.33

Ante esta situación, el gobierno de Eisenhower desplegaba la capacidad de sus burócratas para

multiplicar los ataques a través de los organismos creados por la geopolítica norteamericana. En la OEA,

fueron presentados como lesivos del TIAR y por extensión, de la “Seguridad Hemisférica” (Ianni: 1973,

33-42), los crecientes vínculos económicos y diplomáticos con Moscú34 y Pekín.

Este ejercicio de la soberanía cubana, cerraba a los EE.UU. uno de los mecanismos fundamentales

para quebrar al gobierno de Castro. El petróleo que hasta entonces Cuba importaba de compañías esta-

dounidenses radicadas en Venezuela, de ahora en más lo importaría directamente de la URSS a cambio de

su excedente azucarero. La respuesta contrarrevolucionaria no se hizo esperar. Los grupos conspiradores

que se estructuraban en Miami y en la clandestinidad de la gran isla, comenzaron a recibir un apoyo deci-

sivo (financiero y organizacional) por parte de la CIA.

Sus objetivos consistieron en perturbar mediante acciones terroristas la producción interna, rarefa-

ciendo el clima social (Escalante Font: 2003). La principal institución afectada fue el INRA.35 El año de

15

1960 fue testigo de la orden ejecutiva por la cual Eisenhower, ponía en manos de la CIA la supervisión

general del “Plan Pluto”. Dicho “plan de planes” debía vertebrar la oposición interna de carácter civil, con

los movimientos armados de “alzados” que operaban fundamentalmente en el macizo central del Escam-

bray36. La provisión de armamentos y alimentos para los “alzados”, fue una característica sobresaliente.

La coordinación de aquellos con grupos contrarrevolucionarios urbanos como MRR, era determinante

para nutrir con voluntarios de las ciudades (en especial de La Habana) a la oposición armada de las sie-

rras. El GR tomó entonces una serie de medidas mortales para los niveles de operatividad de la contrarre-

volución en Cuba. La supresión de la cuota azucarera por Eisenhower operó como catalizador de dichas

medidas. Después de producida la supresión (julio de 1960), la orientación del GR hacia el bloque socia-

lista fue automática37, por cuanto este último accedió a comprarle lo que EE.UU. le suprimía. En esta

coyuntura, ¿qué sentido tenía mantener bajo la propiedad de los “yanquis” a las industrias de bienes y

servicios que extorsionaron desde siempre la economía cubana?

Por otro lado, ¿a qué sectores de la sociedad apoyaban dichas firmas con sus capitales? No hacía

falta ser muy perspicaz para comprender que la caída de los últimos monopolios yanquis en Cuba, arras-

traría consigo a su aliado interno. Las nacionalizaciones de agosto de 1960, que produjeron la condena

formal de la Revolución Cubana por la VII reunión de cancilleres de la OEA38, se fundamentaban en “la

actitud de constante agresión del Gobierno y el Congreso de los EE.UU. contra los intereses fundamenta-

les de la economía cubana (léase supresión de la cuota azucarera)”, determinando así la nacionalización

de 26 empresas estadounidenses (entre ellas la petrolera Texaco, la Cuban Telephone Company y varias

centrales azucareras). A la primera ola que nacionalizó los capitales extranjeros, le siguió en octubre de

1960 (Ira Declaración de La Habana mediante39), una segunda ola que hizo lo propio con más de 380

grandes empresas de capitales cubanos. Sus fundamentos fueron a un mismo tiempo económicos y políti-

cos. De este modo, el desarrollo que pretendía alcanzarse mediante la planificación de la economía, hubo

de conjugarse con la necesidad de liquidar el poder de clase de una burguesía que atentaba contra la pro-

fundización social de la revolución. El “POR CUANTO” tercero en que se apoyaba la nueva ley naciona-

lizadora del 13 de octubre de 1960 expresaba: “las grandes compañías privadas han seguido una política

contraria a los intereses de la Revolución, (y han financiado) a grupos contrarrevolucionarios en alianza

con el imperialismo financiero internacional” en vistas de los cual “el Gobierno Revolucionario debe li-

quidar definitivamente el poder económico de los intereses privilegiados que conspiran contra el pueblo y

que jamás se podrán adaptar a la realidad revolucionaria de nuestra patria” (Carreras: 513).

Dicha liquidación fue posible, merced a la creación de los CDR (septiembre de 1960), reaseguros

sociales fortísimos de la represión estatal revolucionaria40. De esta forma, los “enemigos internos” adqui-

rían hacia fines de 1960 un perfil de clase bien definido, como ser, la burguesía media y alta que en los

años siguientes iniciaría su exilio masivo. Pero antes de que dicho exilio se produjese, estos sectores aún

confiaban en una intervención decisiva de EE.UU. capaz de aniquilar la revolución.

16

Esa intervención llegaría en los idus de abril de 1961. Como la exitosa primera limpia del Escam-

bray frustró los planes originales de invadir Cuba a través de Trinidad, la Agencia estadounidense aconse-

jó al nuevo presidente J. F. Kennedy desembarcar a la brigada mercenaria 2.50641 por Bahía de los Co-

chinos, en la esperanza de tomar y retener, un pedazo de tierra en la Ciénaga de Zapata (Provincia de Ma-

tanzas). En esa cabecera de playa, sería instituido el gobierno del “pueblo en armas” que presidía el Dr.

Miró Cardona, en su calidad de presidente del Consejo Revolucionario42. Establecido el Consejo en tie-

rras cubanas, se apelaría al derecho internacional para ser reconocido como el “legítimo gobierno de Cu-

ba”, y en cuanto tal, apoyado militarmente por EE.UU.

Cuando finalmente se produjo el desembarco mercenario en Bahía de los Cochinos (17 de abril de

1961), la revolución cubana cumplía menos de 12 horas de haberse declarado socialista a través de su

jefe, Fidel Castro43. Y al parecer dicho carácter no despertó los recelos y antipatías del pueblo, dado que

en menos de 72 horas los mercenarios apoyados por la US Navy, fueron militarmente derrotadas en Girón

y Playa Larga, por las FAR (Fuerzas Aéreas Rebeldes), el ER y las MNR. ¿Qué hizo para impedir aquel

desastre la contrarrevolución interna? Pues nada de nada, en virtud de la efectividad revolucionaria de dos

instituciones fundamentales como ser, el G-2 (estatal) y los CDR (social), las cuales detuvieron y encarce-

laron en menos de 72 horas, al 95% de los confirmados y sospechados de ser contrarrevolucionarios44.

Podía decir con orgullo Fidel en su Comunicado N° 4 del 19 de abril: “La Revolución ha salido

victoriosa, aunque pagando un saldo elevado de vidas (...) destruyendo así en menos de 72 horas el ejérci-

to que organizó durante muchos meses el gobierno imperialista de los EE.UU.” (García Luis: 2000, 74)

6. 2. David versus Goliat, el round decisivo (1962 – 1965)

Digamos que en los hechos, con inmediata posterioridad a Girón fue intensificándose la emigra-

ción de las diferentes capas burguesas (vg. propietarios, gerentes, profesionales, técnicos, etc.) a los

EE.UU., mientras que por otro lado, aumentaba la cantidad de acciones terroristas en Cuba. No cabe en

estas páginas explicar la compleja evolución de estos dos fenómenos. Sí cabe señalar cuáles cambios es-

tructurales habrían potenciado la fuga de los “muchos” y la renovada violencia de los “pocos”. Después

de romper sus relaciones diplomáticas con Cuba, el Depto. de Estado y el de Justicia de EE.UU, eximie-

ron del requerimiento de visa a los cubanos que quisiesen abandonar su país45. Si tomamos como guía lo

publicado por la Oficina de Recursos Demográficos de Washington, las cifras de los inmigrantes cubanos

a EE.UU. fueron de: 49.961 para 1961, y 78.611 para 1962 (Díaz Briquets y Pérez: 1981, 26). ¿Cuáles

medidas revolucionarias condicionaron, con posterioridad a Girón, el exilio de las capas burguesas?

Una respuesta tentativa no puede dejar de lado la nacionalización de todas las escuelas privadas

decretada el 1 de Mayo46, ni la reafirmación del carácter estatista que creaba la ANAP47. Asimismo, la

integración de las principales fuerzas revolucionarias en las ORI48 y el decidido apoyo brindado al GR

por la URSS, ensombrecieron aún más, los ya oscurecidos horizontes burgueses. En este contexto, mu-

chos cubanos desafectos, mas no por ello contrarrevolucionarios, optaron por el exilio. Sin embargo, las

17

medidas extraordinarias de la legislación inmigratoria yanqui, también facilitaron el exilio de los elemen-

tos probadamente contrarrevolucionarios, quienes acrecentaron el número de agrupaciones en Miami. De

hecho, era en los EE.UU. y no en Cuba, donde se obtenían los más jugosos subsidios contrarrevoluciona-

rios. Desde esta perspectiva cabe analizar el Cuban Refugee Program puesto en marcha por Kennedy en

1961. El programa trajo aparejado el blanqueo de la financiación a las organizaciones terroristas con sede

en Miami. Un presupuesto inicial de 4 millones de dólares (1961), pasó a 38 millones en 196249.

Sin embargo, aquello que prometía ser un incentivo externo para la contrarrevolución interna,

acabó transformándose en uno de los peores recursos instrumentados por el imperialismo durante el si-

guiente año de 1962. Para entender esto, debemos considerar que la dirigencia revolucionaria desde me-

diados de 1959 desató un proceso de reformas desestructurantes de la vieja economía capitalista cifrada

en la propiedad privada y el mercado autorregulado. Con el MINCEX (Feb – 1961) se convertía al Estado

en el exportador-importador único de la nación. En el sector comercial interno, la red nacional de tiendas

quedaba bajo pleno control del Ministerio de Comercio Interior. El Banco Nacional pasaba a ser tesoro,

emisor y contralor de la circulación monetaria, como así también banco de depósito y administrador de

créditos. La mayor parte de las empresas industriales se hallaban después de las nacionalizaciones de oc-

tubre de 1960, bajo control directo del Estado50. Por su parte, el Ministerio de Trabajo fijaba a escala na-

cional los salarios y las condiciones laborales. Con estas nuevas reglas, ¿quién les daría créditos a los sos-

pechados de apoyar la contrarrevolución? ¿Quién les facilitaría las importaciones de bienes suntuarios,

colectivamente inútiles? ¿Y quiénes podrían comprar dichas mercancías, en un régimen que impedía la

superexplotación laboral? El horizonte de acumulación de la burguesía cubana (fuese propietaria o geren-

cial) nolens, volens51, desaparecía de Cuba para reaparecer en Miami. La decidida dirección hacia el sis-

tema estatal de planificación, explica no sólo los 120.000 exiliados de 1961-1962, sino también la reno-

vada violencia contrarrevolucionaria que siguió a Girón. Sólo en Julio de 1961, el G-2 abortó dos planes

de atentados contra Fidel52, mientras aumentaban los sabotajes contra los más variados símbolos del nue-

vo orden53. Sin embargo, la praxis imperialista no era inefable. El embargo que había disminuido en Cuba

la importación de bienes de subsistencia (vg. arroz y maíz procedentes del Viejo Sur de EE.UU.) trajo

consigo una medida estatal que buscaba impedir el alza inflacionista de precios. Dicha medida consistió

en la “libreta de abastecimientos54” (fines de 1962), quedando a cargo de los CDR su gestión popular55.

¿Qué contrarrevolucionario identificado como tal, no se hallaría en graves problemas al tener que tramitar

su libreta en un CDR? ¿Cómo sostendrían los grupos contrarrevolucionarios urbanos en un contexto de

escasez gestionada, a los grupos armados que libraban combates en las sierras pinareñas y centrales?

Para la contrarrevolución aumentó dramáticamente la disyuntiva de exiliarse al capitalismo conti-

nental, o quedar completamente aislados en el nuevo orden popular de la patria. De poco le serviría a

Kennedy soñar con el triunfo de su “Operación Mangosta56” (Nov. 1961), oficialmente abortada el 3 de

enero de 1963. En Miami había mucho presupuesto del Gobierno Federal para planes de ayuda social a

cubanos exiliados (Lamrani: 2003). Hacia esos planes viajaron entre 1963 y 1965, la clase media urbana y

18

rural. Buena parte de los medianos propietarios rurales iniciaron su exilio con posterioridad a la sanción

de la Reforma Agraria de octubre de 1963, que reducía a 5 caballerías el máximo de tierra apropiable. De

este modo se liquidaba al remanente de burguesía agraria superviviente de 1959.

Y la contrarrevolución armada no la pasaba nada bien, si consideramos que en octubre de 1961

había sido sancionada la ley N° 988, que autorizaba el fusilamiento en menos de 48 horas a los individuos

capturados con armas en las manos (Carreras: 1985). En julio de 1962 el Estado creaba las unidades es-

peciales de Lucha Contra Bandidos (LCB), como contrapartida de la reorganización táctica de los “alza-

dos”. Si entre 1959 – 1961 habían sido capturados 4 grupos de “alzados”, entre agosto de 1962 y diciem-

bre de 1963, habían caído 25 grupos. La contrarrevolución rural se vio forzada a abandonar las alturas del

Escambray. La táctica defensiva de romper el cerco por abajo57, ocultándose en cuevas cavadas con sus

propias manos, comportaba la más patética señal de su completa derrota. El 26 de julio de 1965, Fidel

Castro anunciaba en Santa Clara, el fin del bandidismo organizado.58 La contrarrevolución armada, expe-

diente territorial yanqui para impedir la dilución del orden neocolonial en Cuba, había dada sobradas

muestras de ineficacia ante una sociedad y Estados movilizados puestos en pie de guerra para conquistar

la soberanía conculcada en 1898.

7. A modo de conclusión

Creemos haber aportado suficientes elementos de juicio para validar nuestra hipótesis. Por un la-

do, hemos aportado argumentos acerca de la praxis imperialista norteamericana que hacia fines de siglo

XIX y principios del XX, creaba un tipo de configuración estatal garante de las relaciones de dependencia

con Cuba. A su vez, la imposibilidad que todo imperio encuentra en controlar de forma absoluta los pro-

cesos históricos, llevó a que los EE.UU. practicasen reajustes a su dominación sobre Cuba, durante más

de cincuenta años. Y de las contradicciones propias al Estado neocolonial emergieron las condiciones

sociopolíticas para el triunfo de una insurrección armada que concretó en 1959 una revolución política.

La transformación de dicha revolución en un proceso de transición al socialismo, y por ende, en la

más cabal desestructuración de la estatalidad neocolonial, fue desarrollándose en un contrapunteo histó-

rico con la praxis imperialista. Sin las medidas tomadas por esta última desde la operatoria múltiple y

unitaria de sus tres esferas, sería completamente inexplicable la Cuba forjada en los últimos 49 años.

19

Notas

1 El concepto de “República mediatizada”, es manejado hábilmente por la historiadora cubana Marifeli Pérez-Stabile, quien lo utiliza para

analizar el caso cubano entre los años 1903 - 1959. Con dicho concepto la historiadora alude a una situación donde el pueblo de la república

no es efectivamente soberano. La causa de ello radicaría en el injerencismo norteamericano que a través de la enmienda Platt queda estable-

cido en la misma Constitución Cubana (1903). Cfr. Pérez Stabile: 1998; 74-109. 2 Para una lectura del imperialismo en clave teórica proponemos V. Lenín: 1974; V. Testa: 1975, y P. Braillard y P. De Senarclens: 1989. 3 En el esquema 1 del Apéndice 3, puede apreciarse una representación ilustrativa de los principales elementos constitutivos de cada esfera. 4 Como ha dicho al respecto Ernesto Laclau, “para un sostenido proceso de acumulación la existencia en algún sector del sistema, de unida-

des productivas en las que la baja tecnología o la superexplotación del trabajo, permitan contrapesar el efecto depresivo de la creciente com-

posición orgánica sobre la tasa de ganancia, en las industrias dinámicas o de avanzada (en este sentido), las empresas de las áreas periféricas

están en condiciones ideales para representar este papel (siendo ejemplo de ello), las plantaciones o haciendas (de América Latina desde

mediados del siglo XIX)”. Cfr. AA.VV.: 42; 1986. 5 Tengamos presente que la Doctrina Monroe fue enunciada en el año 1823, esto es, sesenta años antes de las primeras grandes fusiones de

capitales que darán origen al capitalismo monopolista estadounidense de fines del siglo XIX. Una fuente norteamericana clave que denuncia

el control monopólico de la economía nacional, es el informe del Comité Pujo sobre la concentración de la riqueza del 28 de febrero de 1913

(Cfr. Núñez García y Zermeño Padilla: 640 – 648; 1988). También pueden consultarse al respecto Beard: 345 – 362; 1962; Guérin y Mandel:

37 – 45; 1971; y Nigra: 29 – 55; 2007. 6 Noam Chomsky es un caso emblemático de intelectual norteamericano anti-imperialista. De hecho, en EE.UU. la lista de este tipo de inte-

lectuales es larga, destacándose entre otros, Wright Mills, Leo Huberman, Paul Sweezy, Paul Baran, Howard Zinn y James D. Cockcroft,

Asimismo, los intelectuales imperialistas se encuentran bien representados en “órganicos” del poder como Samuel P. Huntigton y Francis

Fukuyama. 7 Si bien los EE.UU. derrotaron a México en la guerra de 1846 – 1848, esto no supuso -como en el caso cubano posterior al desenlace de la

guerra de 1898-, la creación de una guardia rural y de una guardia urbana, ni la conversión del país derrotado en un enclave monoproductor. 8 En 1916 los invasores norteamericanos disuelven el ejército de Haití pasando a enfrentar, con una nueva fuerza creada al efecto, los cerca

de 15.000 guerrilleros que lideraba Charlemagne Péralte (Cfr. Rouquié: 142; 1984). 9 El término ha sido acuñado por Alain Rouquié y hace referencia a la creación de unas fuerzas armadas capaces de suplir con elementos

“nacionales”, a los efectivos estadounidenses que el imperio desplegara en su invasión del territorio. Cfr. Rouquié: 134 – 145; 1984. 10 La expresión pertenece a John Hay, por entonces secretario de Estado del presidente republicano McKinley. Cfr. Perkins, 1964: 163. 11 Albert Beveridge representó el espíritu triunfalista posterior a 1898. Uno de sus más encendidos opúsculos fue En defensa de la República

Imperial, publicado en el año 1900. En el mismo declaró que la raza anglosajona fue elegida por la Providencia para regir los destinos del

mundo. El RU era presentado como el modelo para cumplir esos designios. Por otra parte, rechazaba el uso del término “imperialismo” por

considerarlo sinónimo de “opresión”. Según Beveridge, de ese acto inhumano nadie podría acusar a los EE.UU., nación que se habría com-

portado “bondadosamente” durante sus intervenciones armadas en Cuba, Puerto Rico, o Filipinas (Cfr. Núñez García y Zermeño Padilla:

1988; 583). Sin embargo, en los tres casos la presencia militar de los EE.UU. implicó persecuciones y asesinatos, cuando no verdaderos

genocidios. En el caso de Filipinas, diez años después de la ocupación habían sido aniquilados 15.000 rebeldes, mientras que cerca de

200.000 civiles fueron ultimados por la hambruna. Cfr. LaFeber, 1991: 74. 12 Para una lectura de la Doctrina Monroe, cfr. Perkins, 1964: 322 – 324. Para una lectura de la doctrina del Destino Manifiesto, cfr. Tavos-

nanska, 2001: 171. 13 Recién con el Corolario Roosevelt de la Doctrina Monroe, esto es, a partir de 1904, la fórmula América para los americanos pasará a

significar para los EE.UU. Cfr. Perkins, 1964: 54. 14 El núcleo de las tesis de Turner consistió en presentar a la nación norteamericana (circa 1893), como un espacio “completo” que no permi-

tía la expansión dentro de sí mismo, pues había alcanzado sus límites continentales. Por su parte, las tesis de Brooks Adams sobre la expan-

sión imperialista, implicaban una visión “fisicalista” de la crisis. En esta coyuntura la nación se debilita por una pérdida dramáticas de sus

energías. Por ende, se requiere el despliegue de las energías marciales y económicas para conquistar primero y explotar después, aquellos

países de ingentes recursos que encarnaban el rol de “depósitos de energía”. Cfr. Rodríguez, 1979: 7 – 14. 15 En el año 1890, Mahan publicó su famoso ensayo The Influence of Sea Power upon the History 1660 – 1763. En su prefacio el autor esta-

blecía que “el uso y el gobierno del mar (…) siempre ha sido un gran factor en la historia del mundo (…) la nación inglesa, más que ninguna

otra, ha debido su grandeza a él”. Cfr. Mahan, 1946: 13. 16 “(Dicho arancel) tendía a erradicar violentamente del mercado norteamericano los azúcares de más alta calidad procedentes de Cuba a los

que se aplicaba un derecho arancelario más alto, mientras se ofrecía la reducción de los derechos sobre los azúcares crudos que constituían la

materia prima necesitada por la industria refinadora (establecida en EE.UU.)”. Cfr. Le Riverend, 1972: 205 – 206. 17 Una presentación clásica del flujo de inversiones norteamericanas dirigidas a Cuba con anterioridad a 1898, puede encontrarse en Jenks,

1965: 60 – 66. 18 Merced al clima de tensión creciente con España y en vistas de una posible intervención militar en Cuba, el Congreso de los EE.UU. san-

ciona la enmienda Teller, que estipulaba que en caso de acciones armadas contra España por el tema de Cuba, el gobierno norteamericano no

podía anexionarse la isla. Dicha enmienda, con la cual los EE.UU. entraron en guerra, fue derogada en 1901 por otra enmienda del Congreso

que cambiaba radicalmente las cosas. Se trató de la enmienda Platt, que sería incorporada a la Constitución cubana por la asamblea constitu-

yente de la isla, en el año 1903. Cfr. LaFeber: 1991. 19 Quien fuera el máximo dirigente político del PRC tras la muerte de José Martí (19 de Mayo de 1895), De hecho, a fines de 1898 Estrada

Palma firmaba en los EE.UU. –sin consulta alguna a sus bases-, la disolución del PRC y del Ejército Libertador. Cfr. Le Riverend, 1999: 73. 20 El Informe de la Administración Provisional que escribiera Charles Magoon, ha sido publicado por Imprenta y Papelería de Rambla y

Bouza, en la ciudad de La Habana, en el año 1908. Puede consultarse un ejemplar de esta obra en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y

Letras dependiente de la Universidad de Buenos Aires. Cfr. Magoon: 1909. 21 Un excelente análisis de la caída del régimen de Arbenz la hallamos en Cockcroft, 2001: 157 – 181. 22 Modificación parcial del Reglamento N° 1 del Régimen Penal del ER, dictado en la Sierra Maestra el 10 de octubre de 1958. Cfr. Carreras:

1985. 23 Confería la ciudadanía por nacimiento a los extranjeros que hubiesen luchado en el ER ostentando el grado de comandante, lo cual benefi-

ciaba a Guevara, habilitándolo para ocupar cargos políticos de relevancia en el nuevo Estado. Uno de esos cargos sería el de embajador

plenipotenciario de la Revolución, algo que jamás le perdonaría Washington a Castro, pues el “Che” pudo de esa forma atacar al “imperia-

20

lismo” desde los principales foros internacionales (vg. condenó en la Conferencia de Punta del Este de agosto de 1961, la política interven-

sionista de EE.UU. que Kennedy lanzaba bajo la engañosa fórmula de “Alianza Para el Progreso”). Cfr. Gicés: 1972, 344. 24 Rosa Blanca, creada a fines de enero en Miami, y la Legión Democrática Constitucional, fundada en Las Villas hacia fines de febrero. Cfr.

Cuadro 3 del Apéndice 2. 25 El 22 de marzo de 1959, en acto multitudinario, Fidel Castro propuso la creación de las Milicias Voluntarias Populares. Dicha propuesta

respondía a la solicitud de los obreros que pretendían defender la Revolución, mejorando para ello su preparación militar. Hacia fines de

octubre de 1959, las milicias obreras, campesinas y estudiantiles en formación, acabarían siendo reorganizadas como Milicias Nacionales

Revolucionarias (MNR). 26 PEA significa “Población económicamente activa”. Las futuras MNR traerán consigo la obligatoriedad del servicio miliciano para todo

trabajador cubano capacitado física y moralmente. 27 “La revista ‘Newsweek’, en su número de abril de 1959, ve comunistas por todas partes, después que el diario “Revolución” que dirige

Carlos Franqui, pone los puntos sobre las ies a la United Fruti Co.” Asimismo, “el 3 de mayo desde la cadena Columbia Broadcasting, Stuart

Novins, (...) dijo que los métodos de Castro estaban destinados a empobrecer a la gente rica”. Cfr. Ramírez Novoa: 1960, 120. Cabe señalar

que para los intrigantes de entonces, uno de los principales “elementos comunistas” era el “Che” Guevara, quien entre otras cosas, había

rechazado de plano la pastoral que el 2 de febrero emitiera Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Stgo. de Cuba, exhortando al GR para que

pusiese fin a los fusilamientos. Secundaban al “Che” en esta tesitura, Fidel Castro, su hermano Raúl y otros altos mandos del ER. 28 Milicias Anticomunistas Obreras y Campesinas. 29 Para tener una idea más acabada de la multiplicidad de grupos y movimientos contrarrevolucionarios que fueron surgiendo en Cuba y el

exilio durante el período 1959 – 1964, véase cuadro N° 3 del Apéndice N° 2. 30 A los grupos armados que encabezados por Fidel Castro pelearon en las sierras de Oriente durante el período insurreccional (1956 – 1958),

el poder dictatorial de Batista los nombró en términos de “alzados”. Este término remite en Cuba, a la persona que ha dejado de concurrir,

temporal o definitivamente, a un lugar que solía frecuentar. Después de tomado el poder, y a medida que la Revolución se polarizaba, los

oficiales desafectos del ER pasaron a conspirar con las facciones políticas tradicionales (vg. del Partido Auténtico y Ortodoxo), como así

también con la CIA estadounidense, para alzarse en las sierras del país y desde allí, disputarle la soberanía territorial al GR instalado en La

Habana. Ellos se dieron el título de “guerrilleros”. Sin embargo, el GR los identificó como “alzados” primero, y como “bandidos” después.

En esta monografía, tendremos ocasión de estudiar más detenidamente este tipo de oposición armada. 31 Para una lectura sumaria de los elementos más destacados de dichos marcos, véase el Esquema 2 del Apéndice número 3. 32 El primer gabinete formado por el GR, contaba en sus filas con muchos dirigentes “históricos” de la política cubana, quienes fueron aban-

donando sus cargos al compás de la radicalización política que iba adquiriendo el proceso. Los nombres de mayor relevancia de aquel primer

gabinete, que gravitarían de modo considerable durante el período que analizamos, son los de: Dr. José Miró Cardona (Primer Ministro);

Roberto Agramonte (ministro de Estado); Raúl Chibás Rivas (ministro del Tesoro); Humberto Sori Marín (ministro de Agricultura). Por lo

común, el paso siguiente dado por estos hombres después de abandonar el GR, consistió en dirigirse a los EE.UU. para situarse al frente de

todo tipo de conspiraciones “Made in CIA”. Cfr. Dirección Política del Ministerio del Interior: 1982. 33 En cada cooperativa agraria dependiente del INRA, en cada Granja del Pueblo y en cada fábrica confiscada a los malversadores, los obre-

ros contarán con una armería y practicarán un entrenamiento militar diario. 34 “Hasta esos momentos las relaciones económicas entre la Unión Soviética y Cuba habían sido unilaterales: las exportaciones cubanas se

habían limitado a ventas de azúcar que durante el período 1951-1958 llegaron a unos $108 millones, mientras que las importaciones cubanas

de ese país fueron solamente de $3.175” (Pérez-López: 2004). 35 Decenas de cañaverales fueron incendiados en toda la isla mediante ataques aéreos (avionetas) y terrestres (grupos comandos), siendo las

áreas más afectadas las de Matanzas, la provincia de La Habana y Pinar del Río. Solamente entre febrero y abril de 1960, fueron atacadas 17

fincas azucareras confiscadas por el GR. 36 Factores sociales, económicos y políticos, hicieron del Escambray (en la antigua provincia de Las Villas) una especie de Vendée cubana.

Por un lado se trataba de una zona donde existía hasta antes de la reforma agraria, una importante cantidad de campesinos ricos y medios.

Por otro lado, los dirigentes del IIdo Frente Nacional del Escambray resultaron tempranamente defraudados por las máximas autoridades del

GR, las cuales (con Fidel a la cabeza), arruinaron con su ascética gestión los proyectos políticos venales que alentaban sus principales diri-

gentes (vg. aquellos a los cuales capitaneaba el comandante del IIdo Frente, Eloy Gutiérrez Menoyo). El otro factor significativo que explica

los alzamientos de esta zona, es la propaganda confusionista desarrollada entre los campesinos por elementos vinculados a la “politiquería”

tradicional. Cfr. los artículos que ha publicado electrónicamente sobre el bandidismo en el Escambray, el periódico “Escambray”, sitio WEB:

http://www.escambray.islagrande.cu 37 Al menos en lo que refiere al nivel de las relaciones económicas. 38 Esta reunión fue celebrada en Costa Rica concluyendo el día 22 de agosto de 1960. 39 Dicha declaración no fue producto de una elite de “iluminados” acuertalada en sus reductos de poder, sino que fue la obra del pueblo

cubano constituido en Asamblea General de la Nación, mediante un acto que concentrando a más de 1 millón de cubanos en la Plaza Cívica

de La Habana, constituía una revalidación positiva para las nacionalizaciones de Octubre. 40 Vale la pena rescatar las palabras con que Fidel Castro (en otro discurso multitudinario del 28 de septiembre de 1960), creaba los CDR:

“Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva (...) y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo (...) que

todo el mundo sepa quiénes y qué hace el que vive en la manzana; y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se

junta; en qué actividades anda (...) le implantaremos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana, para que el pueblo vigile (...)

cuando la masa del pueblo se organiza (no hay imperialista, ni lacayo, ni vendidos) que puedan moverse”. Cfr. Castro: 1968, 17. 41 Los mercenarios que participaron en la invasión no superaron los 1.500. Habían sido entrenados por hombres de la CIA y del Ejército de

los EE.UU. en Retalhuleu (Guatemala). Alen Dulles, perjudicado por la Ley de Reforma Agraria de mayo de 1959, era quien supervisaba el

cumplimiento de estos preparativos en calidad de jefe de la CIA. Cfr. Galeano: 2000, 211. 42 El 21 de marzo de 1961, el Frente Revolucionario Democrático dirigido por Manuel Antonio de Varona y el Movimiento Revolucionario

del Pueblo encabezado por Manolo Ray, firmaron en el Hotel Skyways (Miami), un acuerdo que dio origen al Consejo Revolucionario presi-

dido el doctor José Miro Cardona. Tanto el FRD como el MRP, sobrellevaban actos terroristas en la gran isla. Cfr. el sitio WEB del “Instituto

de la Memoria Histórica Cubana Contra el Totalitarismo” (IMHCT), http://cubamemorial.organización/efemerides.php 43 El 16 de abril de 1961, se celebraban en la Plaza Cívica de La Habana, los funerales de los cubanos asesinados por los bombardeos que

perpetrara el día anterior la “camuflada” aviación estadounidense sobre varios aeropuertos militares de Cuba. La finalidad de este ataque

consistía en destruir la capacidad de defensa área del MINFAR, para hacer más viable la invasión mercenaria en marcha (Cfr. Molina: 1983,

118-119). Fue en aquella ceremonia luctuosa que Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución. En menos de 48 horas, Nica-

ragua rompía relaciones diplomáticas con Cuba, siguiendo el ejemplo de EE.UU. que había hecho lo propio el 3 de enero de ese año.

21

44 Dirección Política del Ministerio del Interior, “Las reglas del juego, Tomos I y II”, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 1982 45 La medida fue sancionada el 17 de enero de 1961 (Lamrani: 2003, 32). 46 Esta medida suponía el fin de la segregación ideológica disfrutada por la burguesía cubana merced a los servicios educativos brindados a

sus hijos por los “selectos” institutos privados de enseñanza. Estos se hallaban en su mayor parte controlados por la minoritaria Iglesia Cató-

lica, como así también por algunas confesiones protestantes. Para una lectura ilustrativa acerca de las relaciones entre “Religión y Revolu-

ción”, cfr. Cardenal – Castro: 1986; como así también los artículos que al respecto ha publicado en formato electrónico el portal cristiano

“Foros Ekklesia Viva”, sitio WEB: http://www.foroekklesia.com/ 47 Los historiadores suelen omitir que la Reforma Agraria de mayo de 1959, trajo consigo la virtual inmovilización mercantil del medio de

producción “tierra”. El INRA había pasado a ser el único comprador habilitado, tanto de la tierra confiscada como de la cedida en título de

propiedad al pequeño productor. Esta medida que ponía fin a la especulación inmobiliaria ejercida por sectores burgueses internos y exter-

nos, fue reafirmada con la disolución de las asociaciones especializadas por productores (vg. “Asociación de colonos de Cuba” –productores

de azúcar-; “Asociación de ganaderos”; “Asociación Nacional de cosecheros de tabaco”; etc.). Estas asociaciones dieron paso a la ANAP,

única gran asociación nacional del pequeño productor bajo control efectivo del INRA. Cfr. Chonchol: 1965, 468-546. 48 Estas Organizaciones Revolucionarias Integradas estaban compuestas por el MR-26-VII, el DR-13-III y el PSP. 49 Para 1972 el presupuesto ascendía a U$136 millones. El Cuban Refugee Program duró 15 años y costó más de mil millones de dólares al

Tesoro estadounidense. En las estadísticas “auxilió” a más de 700.000 exiliados cubanos (Masud-Piloto: 1987, 19). 50 La cantidad de empresas industriales se reducían su número en un 50%, dado que por fusión pasaban de 38.000 en 1958, a 18.500 en 1961

(Cfr. Mesa-Lago: 1994, 28). De esta forma aumentaba significativamente la concentración obrera por establecimiento industrial. 51 En latín significa literalmente “queriendo, no queriendo”, y equivale a nuestro “quieras o no quieras, por grado o por fuerza”. 52 El 27 de febrero de 1961, resultó frustrado un atentado al “Che” Guevara, que costó la vida a un custodio. El 12 de septiembre de ese año,

moría José Martoris Silva (militante del terrorista MRR) explotándole la granada con que pretendía matar al funcionario “comunista” Carlos

Rafael Rodríguez. Cfr. IMHCCT, sitio WEB: http://www.cubamemorial.org/efemerides.php 53 En su cronología de agresiones a Cuba, la Agencia Cubana de Noticias da cuenta entre 1959 y 1960 de 67 daños perpetrados contra la

economía nacional. Entre 1961-1963, la cifra asciende a 166. Cfr. la cronología de agresiones a Cuba, publicada en formato electrónico por

la “Agencia Cubana de Noticias”, sitio WEB: http://www.ain.cubaweb.cu. 54 La oposición anticastrista la rebautizó como “libreta de racionamiento”. Cfr. la publicación electrónica anticastrista “No Castro nor his

regime”, sitio WEB: http://www.nocastro.com 55 Dicen los autores Pedro Tadioli y Alejandro Etchenique; “algunas tareas cederistas fueron necesarias sólo durante los primeros años, por

ejemplo, la distribución de artículos de primera necesidad, el control, inventario y entrega a los organismos estatales correspondientes de los

bienes que debían dejar los que emigraban, etc.” (Tadioli y Etchenique: 1981, 148) 56 Propongo una lectura ilustrativa de los niveles organizativos de la “Operación Mangosta”, en el esquema número 3 del Apéndice 3. 57 Enrique Encinosa explica que existían dos formas de romper un cerco tendido por las milicias, la primera era romper el cerco por arriba

estableciendo combate con los milicianos. La segunda era romper por abajo disolviendo la guerrilla, escondiéndose en cuevas o aromales, a

la espera de que las tropas cansadas de no encontrar a nadie, retiraran el cerco. Esta última táctica se volvió completamente ineficaz cuando

el GR desplegó sus unidades de LCB, dado que estas se hallaban entrenadas para individualizar a los “alzados” escondidos en espera de

burlar el cerco. Cfr. de Enrique Encinosa, Escambray: la guerra olvidada. Un libro histórico de los combatientes anticastristas de Cuba

(1960 – 1966), en sitio WEB: http://www.latinamericanstudies.org 58 Cfr. el sitio WEB de la revista “Escambray”, http://www.escambray.islagrande.cu/Bandidismo/Gpersona.htm

22

Bibliografía de consulta que fue publicada en soporte papel

1. Abad Diana. De la Guerra Grande al Partido Revolucionario Cubano. La Habana, Editorial de

Ciencias Sociales, 1995.

2. Agosto Patricia. El cooperativismo agrario en Cuba; Buenos Aires, Cuaderno de Trabajo N° 3 del

Centro Cultural de la Cooperación; 2003.

3. Beard Charles. “La reconstrucción de posguerra y la expansión económica”, W. Beard. Historia

de los EE.UU. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1962, págs. 345-363.

4. Braillard Philippe y De Senarclens Pierre. El imperialismo. México, FCE, 1989.

5. Cagni Horacio. La Guerra Hispanoamericana, inicio de la globalización. Buenos Aires, OLCESE

editores, 1999.

6. Cardenal Ernesto y Castro Fidel. La religión en la revolución cubana. La Habana, Editorial de

Ciencias Sociales, 1986.

7. Carreras Julio. Historia del Estado y el Derecho en Cuba. La Habana, Editorial Pueblo y Educa-

ción, 1985.

8. Castro Fidel. Discursos de Fidel en los Aniversario de los CDR, 1960-1967. La Habana, Instituto

del Libro, 1968.

9. Chomsky Noam. Estados Canallas. El imperio de la fuerza en los asuntos mundiales. Buenos Ai-

res, Paidós, 2.000, pp. 109-119.

10. Chomsky Noam. La Quinta libertad. La intervención de los EE.UU. en América Central y la lu-

cha por la paz. Barcelona, Editorial Crítica, 1985.

11. Jacques Chonchol. “Cuba (1959 - )” (sic) en Oscar Delgado (comp.). Reformas Agrarias en la

América Latina, procesos y perspectivas. México, Fondo de Cultura Económica, 1965, pp. 468 –

546.

12. Cockcroft James. América Latina y EE.UU. historia y política país por país. México, Siglo XXI

editores, 2001.

13. De León Aníbal. Truman: la Guerra Fría. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1972.

14. Díaz-Briquets S. y Pérez L. “Fertility decline in Cuba: a socioeconomic interpretation” en Popula-

tion and Devolopment Review 8. Washington D. C., Septiembre 1983, pp. 28 – 36.

15. Dirección Política del Ministerio del Interior. Las reglas del juego, Tomos I y II. La Habana, Edi-

torial Capitán San Luis, 1982.

16. Dubois Jules. Fidel Castro. Buenos Aires, Editorial Grijalbo, 1959.

17. Escalante Font. La guerra secreta. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2003.

18. Fernández Lamuño (Teniente Coronel). No al marxismo. Buenos Aires, Círculo Militar, 1969.

19. Fiske John. Historia de los EE.UU. Madrid, Centro Cultural del Libro, 1909.

20. Foner Philip. “Por qué los Estados Unidos fueron a la guerra”, en Foner. La guerra his-

pano/cubano/americana y el nacimiento del imperialismo norteamericano, 1895 – 1898. (Madrid:

Akal), 1975, vol. 1, págs. 354 a 385.

21. Freeman Smith Robert. Estados Unidos y Cuba. Negocios y diplomacia, 1917 – 1960. Buenos Ai-

res, Editorial Palestra, 1965.

22. Galeano Eduardo. Memoria del Fuego III. El siglo del viento. México, Siglo XXI editores, 2001.

23. García Luis José (comp.). Revolución cubana: 40 grandes momentos. La Habana, Editorial Políti-

ca, 2.000.

24. García Marruz Fina (comp). Textos Antiimperialistas de José Martí. La Habana, Editorial Pueblo

y Educación, 1990.

25. Gicés Rodrigo. Che Guevara: el hombre nuevo. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,

1972.

26. Granillo Fernández Abraham. Subversión comunista en Latinoamérica. Buenos Aires, Círculo

Militar, 1962.

27. Guerin Daniel y Mandel Ernest. La concentración económica en Estados Unidos. Buenos Aires,

Amorrortu editores, 1971.

28. Harnecker Marta. Fidel Castro: del Moncada a la victoria. Buenos Aires, Editorial Contrapunto,

1987.

23

29. Heinz-Dietrich Steffan. Cuba ante la razón cínica. México D.F., Editorial Nuestro Tiempo, 1994.

30. Hodgers Rodolfo. El movimiento obrero norteamericano entre la crisis y la guerra. Buenos Aires,

Centro Editor de América Latina, 1991.

31. Ianni Oscar y Kaplan Marcos. América Latina y EE.UU. Relaciones políticas internacionales y

dependencia. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1973.

32. Jenks Leland. Nuestra colonia de Cuba. Buenos Aires, Editorial Palestra, 1960.

33. Laclau Ernesto. “Feudalismo y capitalismo en América Latina” en Modos de producción en Amé-

rica Latina. Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente, Nº 40, 1986, pp. 23 – 46.

34. LaFeber Walter. “Un momento crucial: los años de McKinley (1816 – 1900)”, en Arriaga et. al.

op. cit., 52 – 85.

35. Le Riverend Julio. “Cuba: del semicolonialismo al socialismo (1933-1975)” en América Latina:

historia de medio siglo. México 2 – Centroamérica y el Caribe. México, Siglo XXI, 1981.

36. Le Riverend Julio. Historia Económica de Cuba. Barcelona, Ediciones Ariel, 1972.

37. Le Riverend Julio. Breve historia de Cuba. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1999.

38. Lenín Vladimir. El imperialismo, etapa superior del capitalismo. Buenos Aires, Editorial Polémi-

ca, 1974.

39. Magoon Charles. República de Cuba. Informe de la Administración Provisional. La Habana, Im-

prenta y papelería RAMBLA Y BOUZA, 1908.

40. Mahan Alfred Tayer. Influencia del poder naval en la historia. Buenos Aires, Editorial Partenon,

1946.

41. Mairet, G. “La Cristiandad. La ideología de Occidente: significación de un mito orgánico” en

Chatelet (comp.), Historia de las Ideologías. Barcelona, Crítica, 1990.

42. Massud-Piloto R. M. With Open Arms: the political Dynamics of the migration from revolution-

ary. La Habana, Rowman & Littlefield, 1987.

43. Mesa-Lago Carmelo. Breve historia económica de la Cuba Socialista; políticas, resultados y

perspectivas. Madrid, Alianza, 1994.

44. Molina Gabriel. Diario de GIRÓN. La Habana, Editora Política, 1983.

45. Nigra Fabio. Una historia económica (inconformista) de los Estados Unidos de América en el si-

glo XX. Buenos Aires, Maipue, 2007.

46. Pérez-Stabile Marifeli. La revolución cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid, Colibrí, pp.

74 a 109.

47. Perkins Dexter. Historia de la Doctrina Monroe. Buenos Aires, EUDEBA, 1964.

48. Posas Mario. “La plantación bananera en Centroamérica (1870 – 1929)” en Edelberto Torres Ri-

vas (coord.). Historia de Centroamérica. Madrid, FLACSO, 1993. Tomo IV, pp. 111 a 165.

49. Ramírez Novoa E. El proceso de una gran epopeya. La revolución cubana y el imperialismo yan-

qui. Lima, Ediciones “28 de Julio”, 1960.

50. Recarte Alberto. Cuba: economía y poder (1959-1980). Madrid, Alianza Universidad, 1980.

51. Rodríguez Carlos Rafael. Cuba en tránsito al Socialismo, (1959 – 1963). La Habana, Editorial de

Ciencias Sociales, 1978.

52. Rouquié Alain. El Estado militar en América Latina. Buenos Aires, Emecé editores, 1984.

53. Selser Gregorio. Arbenz: revolución en el imperio del banano. Buenos Aires, Centro Editor de

América Latina, 1986.

54. Tadioli P. y Etchenique A. Cuba: una historia de luchas, una realidad palpitante. Buenos Aires,

Editorial Fundamentos, 1981.

55. Tavosnanka Gregorio. Cubanacán. Apuntes para una historia de la América Hispana. Buenos Ai-

res, Ameghino editora, 2001.

56. Testa Víctor. El capital imperialista. Buenos Aires, Ediciones Fichas, 1975.

57. Zermeño Padilla Guillermo y Núñez García Silvia. EUA. Documento para su historia política.

México, Instituto Mora, 1988.

58. Howard Zinn. La otra historia de los EE.UU. México, Siglo XXI editores, pp. 221 a 237.

24

Bibliografía de consulta que fue publicada en soporte electrónico

59. “Algunos documentos de la Iglesia Católica Cubana (1959 – 1960)”; sitio WEB www.exilio.com

60. “Cronologías de las diferentes agresiones padecidas por la sociedad y el estado cubanos (1959 –

1965)”; “Agencia Cubana de Noticias”, sitio WEB; www.ain.cubaweb.cu

61. “Efemérides que recuerdan los Anticastristas (1959 – 1965)”; “Instituto de la Memoria Histórica

en Contra del Totalitarismo” (IMHCT); sitio WEB; http://cubamemorial.org

62. The Miami Herald, La libreta de racionamiento cumple hoy 38 años. Publicación electrónica de

http://www.nocastro.com

63. Lamrani S. El lobby cubano en EE.UU. de 1959 hasta nuestros días. Publicación electrónica de

http://www.rebelion.org

64. Pérez-López J. El sector externo de la economía. Publicación electrónica de

http://www.cubancenter.org

65. Encinosa, E. Escambray: la guerra olvidada. Publicación electrónica de

http://www.latinamericanstudies.org

66. Mesa-Lago A. El fraude de los 20.000 muertos. Publicación electrónica de

http://www.cubaArchive.org