impacto economico de las areas naturales protegidas

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Dourojeanni, M. J. 2004 Impacto econômico de las áreas naturales protegidas Corporación Andina de Fomento, Caracas, Perspectivas 2(1):159-179 IMPACTO ECONÓMICO DE LAS ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS Marc J. Dourojeanni 1 / Resumen Se discute, con especial referencia al Brasil, la situación de las áreas protegidas y las diversas formas en que ellas aportan, económicamente, al desarrollo. Se pasa revista, sucesivamente, a su importancia para el turismo en sus diversas modalidades, el aprovechamiento de la biodiversidad, la fijación de carbono y el mantenimiento de los servicios hidricos, mencionándose también otras contribuciones. Se concluye que el financiamiento del manejo de las áreas protegidas es buen negocio, aunque depende en gran medida de decisiones que no van a demorar mucho, sobre mecanismos internacionales y nacionales de compensación por servicios ambientales. Se termina insistiendo que la naturaleza debe tener su lugar reservado en el planeta, independientemente de su valor económico. Áreas protegidas de América latina Las áreas naturales protegidas pretenden ser un muestrario de la naturaleza original del mundo. En ellas se intenta conservar una muestra de la diversidad biológica, es decir de las plantas y animales y de los ecosistemas en que estos viven, que en otros lugares son inexorablemente eliminados por el avance de las actividades humanas, en especial por la agricultura. En las áreas protegidas también se cuidan los paisajes más bellos del planeta, como el Lago Argentino y los fenómenos naturales más espectaculares, como las cataratas de Iguazú. Muchas veces, las áreas protegidas también existen 1 / Ingeniero Agrónomo, Ingeniero Forestal, Doctor en Ciencias. Presidente de la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (ProNaturaleza), Lima, Perú.

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Dourojeanni, M. J. 2004 Impacto econômico de las áreas naturales protegidas Corporación Andina de Fomento, Caracas, Perspectivas 2(1):159-179

IMPACTO ECONÓMICO DE LAS ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS

Marc J. Dourojeanni1/

Resumen

Se discute, con especial referencia al Brasil, la situación de las áreas protegidas y lasdiversas formas en que ellas aportan, económicamente, al desarrollo. Se pasarevista, sucesivamente, a su importancia para el turismo en sus diversasmodalidades, el aprovechamiento de la biodiversidad, la fijación de carbono y elmantenimiento de los servicios hidricos, mencionándose también otrascontribuciones. Se concluye que el financiamiento del manejo de las áreasprotegidas es buen negocio, aunque depende en gran medida de decisiones que novan a demorar mucho, sobre mecanismos internacionales y nacionales decompensación por servicios ambientales. Se termina insistiendo que la naturalezadebe tener su lugar reservado en el planeta, independientemente de su valoreconómico.

Áreas protegidas de América latina

Las áreas naturales protegidas pretenden ser un muestrario dela naturaleza original del mundo. En ellas se intentaconservar una muestra de la diversidad biológica, es decir delas plantas y animales y de los ecosistemas en que estosviven, que en otros lugares son inexorablemente eliminados porel avance de las actividades humanas, en especial por laagricultura. En las áreas protegidas también se cuidan lospaisajes más bellos del planeta, como el Lago Argentino y losfenómenos naturales más espectaculares, como las cataratas deIguazú. Muchas veces, las áreas protegidas también existen

1/ Ingeniero Agrónomo, Ingeniero Forestal, Doctor en Ciencias. Presidente de la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (ProNaturaleza), Lima, Perú.

para conservar lugares de alto valor cultural o histórico ensu entorno natural, como Machu Picchu.

Existen más de 1000 áreas protegidas2/ en América Latina (WRI,1997) y unas 184 áreas protegidas federales y 451 estatales3/en el Brasil (Brasil.MMA, 1998). Cubren millones de hectáreas,unos 70 millones de hectáreas tan sólo en el Brasil(Brasil.MMA, 1998). Pero si se considera su tamaño relativo yen especial su valor para proteger la naturaleza, ellas apenasrepresentan una muy pequeña proporción del planeta. Tanpequeña que la mayor parte de los especialistas la consideraninsuficiente para el cumplimiento de sus objetivos, enespecial el de proteger muestras ecológicamente viables de labiodiversidad y de los ecosistemas (Soulé y Wilcox, 1980). Másaún, las áreas protegidas no son todas de igual valor paraproteger la biodiversidad y los ecosistemas. Algunas, enteoría, brindan protección integral, como las reservasbiológicas y los parques nacionales, pero la mayor parte delas numerosas categorías de áreas protegidas que existen en elmundo, las llamadas de aprovechamiento sustentable o de usodirecto, protegen poco o muy poco a esa biodiversidad que esel pretexto de su creación. En el Brasil, menos del 2% delterritorio está incluído en áreas protegidas integralmente. Y,para complicar esa situación, por falta de inversiones y demanejo efectivo, muchas de las áreas naturales protegidas,inclusive las de protección integral o uso indirecto, tampococumplen sus funciones (Brasil.MMA, 1998, 2002; Dourojeanni yPádua, 2000).

Cuando se confronta, de una parte, la aparentemente evidenteimportancia de conservar una pequeña parte de la naturalezaque acompaña a la humanidad desde sus albores con, de otraparte, las presiones y prioridades económicas y socialesactuales, la primera casi siempre pierde. Por eso es tandifícil crear y en especial administrar bien las áreasprotegidas; por eso, esos refugios son frecuentementeabandonados, invadidos y destruídos y, también; por eso es que

2/ Sólo considerando las categorías I a V de la WCPA (UICN)3/ Incluyendo todas las categorías, excepto las reservas indígenas.

algunos piensan que las áreas protegidas son un lujo que lospaises pobres no pueden permitirse. Uno de los pretextosusados para oponerse a hacer inversiones para proteger lanaturaleza es que ella está mejor si se le explota,sustentablemente. El problema es que a pesar de la retóricaque conlleva el concepto de desarrollo sustentable, éste aúnno pasa de ser una utopía (Dourojeanni y Pádua, 2001, Terborghet al., 2002).

Por eso, para poder salvar algo de la naturaleza para lasgeneraciones futuras, en el mundo globalizadamente archi-economicista de hoy, no son suficientes los argumentos éticoso estéticos y se debe apelar a los económicos. De eso trataesta contribución. Trata de demostrar que proteger muestrasrepresentativas de los ecosistemas y de la biodiversidad es,también, un buen negocio. El análisis estará basado esencial,pero no exclusivamente, en la experiencia brasileña.

Comentários sobre las categorías de áreas protegidas y sus beneficios

Para esta discusión debe llevarse en cuenta que, dependiendode la categoría de área protegida, ellas pueden generaringresos a través del uso directo o de la explotación de susrecursos naturales, cuando se trata de las categoríasconocidas como de uso sustentable (por ejemplo, los bosquesnacionales, las reservas de fauna, las reservas comunales ylas reservas para extrativismo) o que pueden generar ingresosde modo indirecto, es decir sin explotación de recursosnaturales, como en las categorías de áreas protegidas deprotección integral o uso indirecto (por ejemplo, los parquesnacionales). En este último caso los beneficios son generadospor el aprovechamiento no consumtivo de los recursosnaturales, como los que se derivan de los resultados de lainvestigación científica, del disfrute de la naturaleza através de la recreación o del turismo y, claro, por losservicios ambientales propios de los ecosistemas naturales,entre ellos la fijación de carbono, el mantenimiento de losflujos hídricos y de la calidad del agua, la protección de los

suelos y la propagación de la fauna fuera de los confines delárea, donde puede ser aprovechada. En el Cuadro 1 se muestra,esquemáticamente, una clasificación de los beneficios de lasunidades de conservación de las diferentes categorías, Losbeneficios no consumtivos y de uso indirecto de las áreasprotegidas han sido considerados, durante mucho tiempo, como“intangibles”. Pero la economia ecológica está revelando queellos son muy reales y cuantificables (Pearce, 1993;Constanza, 1997).

Cuadro 1. Beneficios de las áreas protegidas

Beneficios

Beneficios derivados Beneficios que no

Usodirecto

ConsumtivoAgriculturaPastoreoCazaMaderaLeñaOtros productosPescaColecta de genes

No consumtivo

Uso indirecto

Estabilización del climaControl de inundacionesRecarga de aguasubterráneaSecuestro de carbonoPrevención de desastres naturalesConservación de cuencasEducación ambiental

Posibilidad deoptar

Usos futuros (directose indirectos)

Herencia

Valor de uso o no uso para la posteridad

Especulación sobre base de

Existencia

Ética Biodiversidad (el derecho a vivir de otras formas de vida)

Valor ritual o espiritualCultura, tradiciónValores

Nota: Adaptado de IUCN (1998, 2000)

En esta discusión no se tocará el tema de las áreas protegidassometidas a uso directo. Ellas, como cualquier propriedadrural, deben o pueden generar utilidades para susproprietarios o beneficiarios a través de la explotación delos recursos naturales. Por eso, para muchos especialistas enáreas protegidas, los bosques nacionales, las reservasextractivistas del Brasil o las reservas comunales y nacionales delPerú, no pueden ser vistas como verdaderas áreas protegidas.Esas áreas, muchas veces porque no existe otra alternativa,son establecidas primariamente para producir bienes. Laprotección de la naturaleza en ellas es objetivo secundaria ocolateral, dependiendo de la categoría y de la calidad delmanejo. Ese también es el caso, obviamente, de las reservas oparques indígenas. En todas esas categorías, en un grado uotro, están permitidos la explotación, comercial o paraconsumo propio, de madera y leña; la agricultura y laganadería, por lo menos a nivel de subsistencia; la caza y lapesca y, por cierto, la extracción de productos no madererosdiversos. En la mayor parte de esas áreas tambien hayhabitantes, que forman áreas urbanas en constante crecimientoy que disponen de servicios cada vez mayores y mejores,generando contaminación. Claro que, dependiendo de sucategoría, estas áreas también brindan servicios ambientales.De otra parte, es indudable que un bosque nacional o unareserva indígena, por ejemplo, conserva mejor los ecosistemasy la biodiversidad que una propiedad ganadera o que áreascultivadas com soya o algodón.

Aportes actuales y potenciales de las áreas protegidas

Áreas protegidas, motores del turismo y ecoturismo

La contribución económica más evidente y más fácil dematerializar de las áreas estrictamente protegidas es, sin

duda, a través del turismo y, en especial, del ecoturismo.Estas actividades se materializan como visitas dentro de lasáreas protegidas, que son el foco de atracción y en servicios,ofrecidos principalmente por empresas privadas alrededor deellas. Las visitas pueden revestir toda clase de formas, desdevisitas breves y superficiales hasta la práctica deactividades especiales como campismo, deportes radicales,fotografía o pintura, observación de aves o, en algunospaises, pesca deportiva. A estas actividades se suman otras,más sofisticadas, como la educación ambiental, el turismocientífico, el turismo esotérico y tantas más. Categorizar aestas actividades como turismo o como ecoturismo es, paraefectos de esta discusión, innecesário. La frontera entreambos estilos de turismo es de difícil definición y generainterminables discusiones (Blackstone Co., 1998).

El turismo internacional, en 2001, movimentó 463 billones dedólares4/. El turismo es la principal industria de laactualidad, contribuyendo con el 11% del PBI mundial. Elnúmero de llegadas de turistas internacionales, en 2001, sumó693 millones (WTO, 2003). La World Tourism Organization (WTO)estimaba, en 1997, que el ecoturismo en sus diversasmodalidades captaba el 10% del mercado turístico y anotaba queese sector crecía a un ritmo de 30% anual. Tan sólo los 65millones de observadores de aves (bird watchers) gastan, cadaaño, 5.2 billones de dólares para satisfacer su curiosidad(Blackstone Co., 1997). La mayor parte de las actividades deecoturismo se desarrollan en áreas protegidas de las másdiversas categorías (Ceballos, 1996).

Las cifras de uso público de las áreas protegidas sonimpresionantes. En 1996, más de 77 millones personasdesarrollaron actividades en la naturaleza en los EEUU, enáreas protegidas de todas las categorías, y gastaron más decien mil millones de dólares para pagar esas actividades. Lamayor parte de ellos realizaron sus actividades en 385unidades del US National Parks Service, las que en 2002

4 / En este trabajo, cuándo se habla de billones o trillones, esos términosson usados en su significado en inglés.

recibieron 421 millones de visitas, justificando que ésteobtenga un presupuesto que supera ahora los 2,600 millones dedólares (US National Park Service, 2003). A eso deben sumarselas visitas a los parques estatales y a los bosquesnacionales y estatales. El efecto multiplicador de las visitasa las áreas protegidas de EEUU en la economía local y nacionales enorme, siendo estimado mediante el modelo MGM (MoneyGeneration Model) desarrollado por el Servicio de Parques (USNational Parks Service, 2003).

En América Latina estas cifras colosales no son alcanzadas enningún país. Los sistemas de parques más visitados de laregión reciben apenas una ínfima fracción de las visitas quereciben los de EEUU o Canadá. Costa Rica, por ejemplo, a pesarde ser el país que mejor aprovecha sus áreas naturales,todavía no supera el primer millón de visitantes por año(Eagle, 2002), pero eso es casi lo mismo que recibenoficialmente los comparativamente enormes sistemas de áreasprotegidas federales del Brasil (1.3 millones), de Argentina(1.2 millones) y de Chile (un millón). Los parques de AméricaLatina también reciben menos visitas que pagan menos que enlos de Africa (Linberg y Hawkins, 1993). Además, las visitas alos parques de América del Sur están concentradas en muy pocosde ellos. En el Brasil, por ejemplo, la mayor parte de lasvisitas se concentran en los parques Iguazú (750,000visitantes por año), Tijuca (donde el ingreso no escontrolado), Itatiaia y Fernando de Noronha, entre pocos más.En el Perú, sólamente Machu Picchu tiene un númerosignificativo de visitantes. Hay más, en América Latina lamayor parte de los visitantes no pagan ingresos a los parques;si pagan, pagan muy poco y, muchas veces, ni siquiera sonregistrados. Para ilustrar este punto baste mencionar un caso.La Estación Ecológica Jureia-Itatins, del Estado de San Pablo,en Brasil, recibe cada año oficialmente 7,393 visitantes perorecibe también, sin pagar, 94,500 visitantes, a los que porrazones legales5/ no puede ni siquiera registrar. En verdad, el

5 / Las estaciones ecológicas, de acuerdo a la Ley del Sistema Nacional deUnidades de Conservación, no pueden recibir “visitantes”. Sólo puedenrecibir visitas con fines de educación ambiental y, claro, investigadores

número de visitantes a las áreas protegidas de América Latinay del Brasil es varias veces superior al oficialmentereconocido. Se señala, por ejemplo, que existen en el Brasilmás de 500,000 personas que cada año realizan no menos de 4viajes clasificables como de ecoturismo, lo que se traduce,esencialmente, en 2 millones de visitas a áreas protegidas(Nifolo, 2001). ¿Son los parques de América del Norte más atractivos que losde América Latina? La respuesta, considerando los atractivosnaturales, es categóricamente negativa. Los parques de AméricaLatina exhiben, en su conjunto, atractivos naturalesigualmente bellos, pero muy superiores en diversidad natural ycultural, a los del Norte. Los parques de América Latinaapenas ceden el paso a los de Africa, por el carácterespectacular de su fauna. La fauna de Asia es tan atractivacomo la de Africa, pero su población está, en la mayoría delos paises, limitada a pocos parques pequeños.

Pero, considerando las facilidades para la visita, los parquesde América del Norte son, definitivamente, mucho másatractivos. Los parques de América del Norte, han recibidoinversiones públicas importantes para su manejo adecuado ypara acoger visitantes, creando condiciones para que el sectorprivado desarrolle negocios asociados al turismo. Un parquesin personal suficiente, sin equipamiento, sin infrastructurasy, a veces, hasta sin accesos, no puede ser abierto al públiconi atraer inversionistas privados para instalar losequipamientos complementarios como son hoteles, restaurantes,agencias de viaje, servicos de guías, puestos de combustible,alquiler de barcos o implementos, entre tantos otros querequiere el negocio turístico. En otras palabras, los sistemasde áreas protegidas de América Latina, con la honrosaexcepción de Costa Rica y de determinados parques de algunospaises, no están cumpliendo las funciones para las que fueroncreadas, especialmente la de estimular el desarrollo económicolocal. En América del Norte, la población tiene una largatradición de uso recreativo de áreas naturales, sostenida y

científicos.

aumentada por un constante e inteligente esfuerzo de educacióny concientización. La conciencia ambiental y la atracciónpopular por la naturaleza han aumentado enormemente en AméricaLatina durante los últimos 20 años, pero la mayoría de losparques de la región no han recibido inversionessignificativas y, en su mayoría, están formal o informalmentecerrados al uso público. Un estudio reciente (James et al.,1999) reveló que el presupuesto promedio mundial, por hectáreade área protegida, es de US$8.9/ha. El promedio en los paisesdesarrollados es de US$20.6/ha. En los paises en vias dedesarrollo el presupuesto para las áreas protegidas es deapenas US$0.27/ha. En el Brasil, el país de América Latina querecibió más apoyo internacional para la conservación de labiodiversidad, el presupuesto es de US$2.2/há., es decir 5veces menos que el promedio mundial y 10 veces menos que enlos paises desarrollados.

En 1996 el prestigioso diario “Gazeta Mercantil”, de SanPablo, publicó a cinco columnas un artículo bombástico:“Parques nacionais dão prejuízo” (“Los parques nacionales no sonrentables”), cuyo sub-título era “De 35 parques nacionales delIBAMA, apenas Iguazú presentó lucro en 1995”. Explicaba elautor que Iguazú tuvo un “superavit” de 563 mil Reales,comparando ingresos com egresos, mientras que todos los otrosparques tuvieron pérdidas (Gramacho, 1996). Los “ingresos”contabilizados fueron, apenas, las entradas y los derechos porconcesiones y ventas de souvenirs. No se llevó en cuenta que lasciudades localizadas en la entrada del Parque vivenesencialmente del turismo motivado por el Parque y quenumerosas empresas, inclusive aéreas, lucran mucho en base alParque. No fue hecho un cálculo de los ingresos considerandoel aumento del valor de las entradas, basada en la voluntad depagar de los visitantes. El autor, claro, ni pensó en laexistencia de servicios ambientales o de otros valoresmencionados en el Cuadro1. Mucho menos llevó en cuenta que unparque nacional, en verdad un museo natural, no tienenecesariamente que ser “rentable”, como no lo son, tampoco, lamayoría de los museos del mundo, sin que por eso se propongacerrarlos y desprenderse de las obras de arte.

El ejemplo anterior es importante pues demuestra bien la clasede dificultades que enfrentan las administraciones de áreasprotegidas para defenderlas y para ponerlas, efectivamente, alservicio del desarrollo, sin prejuicio para su tareafundamental. Eso está cambiando, felizmente, como lodemuestran varios hechos. Primeramente, la aparición de lasreservas o santuarios naturales privados, como Monteverde enCosta Rica y Vagafogo en el Brasil, que entre cientos más, handemostrado que los proprietarios pueden pagar sus costos e,inclusive, lucrar, apenas con los visitantes. El caso deVagafogo, un santuario de apenas 17 ha localizado a 140 km deBrasilia, y sin atractivos naturales especiales, esparticularmente demostrativo pues recibe unos 10,000visitantes por año brindando a los proprietarios unosUS$21,000 por año, sólo por concepto de entradas. Mucho másobtienen de la venta de souvenirs y de la venta de alimentosnaturales o tradicionales. Los beneficios son, obviamente,proporcionales a la calidad del área y a la de su manejo.Vagafogo compensa su falta de atractivos naturales com unaeficiente e inteligente administración.

Al hecho de que pocos visitantes pagan, el precio de lasentradas a los parques es excesivamente bajo en la mayoría delos paises. Diversos estudios sobre “disposición a pagar” delos visitantes de áreas protegidas de América Latinademuestran que los precios de las entradas son bajos tantopara los visitantes nacionales e internacionales y hasta paralos locales. Por ejemplo, una amplia encuesta en Machu Picchureveló que el 66% de los turistas peruanos están dispuestos,en promedio, a pagar US$26 por entrada en lugar del precioactual de US$10, y que el 91% de los turistas extranjerosestaban, en promedio, dispuestos a pagar US$47. Otro resultadointeresante es que tanto extranjeros como nacionalesconsideran, por amplia mayoría, que es justo un preciodiferencial entre ellos (Finnish Forest and Park Service yEFTEC (1999). Un trabajo similar, en el Bosque Atlantico delBrasil, reveló que la voluntad de pagar de los visitantes, enáreas protegidas, va de US$22 en reservas forestales hasta

US$86 en parques bien equipados (Holmes et al, 1998). Existenvarios otros trabajos recientes que confirman esasinformaciones en muchos parques de diversos paises (Norris yCurtis, 1999; Spergel, 2002, May, 1999, May et al., 2000). Comolo anota Spergel, la experiencia de aumentar el precio de laentrada a los parques revela que eso no afecta la demanda, quesigue creciendo. Una reciente compilación y análisis, por Mayet al. (2000) sobre valoración económica de la biodiversidad enBrasil menciona, com relación a ecoturismo, una serie deestudios que, aunque difícilemente comparables entre ellos,tienen resultados muy significativos (Cuadro 2).

Cuadro 2. Valores atribuídos a áreas naturales para usosturísiticos o recreativos

Bioma Valores atribuídos Observaciones/Área AutoresAmazonia US$26/ha Valor presente a 6% Andersen (1997)Bosque Atlántico

US$22-US$88/persona/año

Disposición a pagar (Una)

Holmes et al. (1998)

Bosque Atlántico

US$2.1/ha/año Disposición a pagar (Jatai)

Santos et al. (s/d)

Manglares US$3,583/ha/año Disposición a pagar, pesca deportiva (Cananeia)

Grasso & Schaeffer-Novelli(1999)

Pantanal US$970/persona/visita

Pesca deportiva (1994-95)

Seidl & Moraes (1999)

Pantanal US$53-US$138/licencia/año

Disposición a pagar, pescadores deportivos

Moran & Moraes (1999)

Estuarios del Sur (RioGrande Sur)

US$30/persona/año Disposición a pagar, visitantes a dos parques

May (1993)

Litoral sudeste(Santa Catarina)

US$7.8/perosna/mesUS$3.3/persona/dia

Disposición a pagar, residentesDisposición a pagar, turistas

Faria (s/d)

Fuente: May et al. (2000)

En conclusión, no cabe dudar que inversiones, relativamentemodestas, en las áreas protegidas o alrededor de ellas tendránun retorno económico considerable para la propia área, para laregión y para el país. Por eso, aunque lentamente, estánaumentando las inversiones públicas en áreas protegidas oalrededor de ellas. El Brasil está ejecutando el Programa de

Desarrollo del Turismo en el Nordeste, gracias a cuya primeraetapa fue creado el Parque Estatal Serra do Condurú y secrearon las condiciones para el uso turístico del ParqueNacional Chapada Diamantina, ambos en Bahia. El nuevo Programade Desarrollo Turístico del Sur va a invertir recursos másimportantes para habilitar o mejorar parques nacionales yestatales en Rio Grande del Sur, Paraná y Santa Catarina. Enel Pantanal, se están aplicando recursos considerables para elmanejo y para el uso turístico de parques y, en la Amazonia,se está concluyendo la primera etapa del Programa deDesarrollo Turístico de la Amazonia, integramente volcado afomentar el uso de los parques nacionales y estatales de laregión. El Brasil, desde 1995, está invirtiendo más de 500millones de dólares asociados a turismo en áreas protegidas, através de esos programas, que deberán dar frutos en lospróximos años. Pero esa iniciativa no es exclusiva al Brasil yse repite en el Ecuador, en las islas Galápagos, en AméricaCentral con la Ruta Maya y otras iniciativas, y futuramente enlos paises andinos, con la anunciada Ruta Inca.

Los múltiples impactos económicos de los recursos de labiodiversidad

Años atrás, el Gobierno de Costa Rica exploró la posibilidadde obtener un préstamo del BID, por un valor de 80 millones dedólares, para estudiar la biodiversidad de la región deGuanacaste. Según la propuesta, la experiencia y lasexpectativas del INBIO (Instituto Nacional de Biodiversidad) aese momento (ver Reid et al., 1993), daban garantías de que laoperación era económicamente viable. El BID no estabapreparado, en esa época, para embarcarse en un proyecto tanatrevido y la gestión abortó. Pero una iniciativa de talmagnitud en un país pequeño, demuestra cuán importante puedeser el tema de la biodiversidad.

¿Cuánto vale la biodiversidad? No existe respuesta precisapara esa pregunta. Se sabe que vale muchísimo. No sólo como

bienes de consumo, como los que generan las áreas protegidasde uso directo, sinó como opciones que, en el futuro, puedentransformarse en negocios multi-millonarios. En el Brasil, elaporte de la biodiversidad (natural) es oficialmente estimadoen 5% del PIB, de lo que 4% proviene de la explotaciónforestal y 1% de la pesca. Pero eso, aunque importante, es unaevaluación burdamente inferior a la realidad pues ignora lamayor parte de los beneficios de la biodiversidad y apenasvalora su uso destructivo o degradante. Como ya se sabe, unpaís no queda más rico después de transformar en madera susbosques. En verdad, queda más pobre. Eso es algo que lascuentas nacionales y corporativas deben registrar y que, pesea la existencia de metodologías para hacerlo los gobiernos(Solórzano et al., 1991) y las empresas (Ditz et al., 1995), seresisten a aplicar.

La importancia mundial de la biodiversidad, en su sentido másamplio6/, há sido estimada en 33 trillones de dólares por año,según estimado por Constanza (1997), es decir mayor que el PBImundial, estimado entonces en 29 trillones de dólares.Obviamente, esa cifra faraminosa no se transforma en dineropara los paises o para la población que posee esos recursos sino existen mecanismos especiales para ello. Y, para la mayorparte de cada dólar producido por la vida natural, esosmecanismos todavía no existen. Pero, todo indica que seránconstruídos progresivamente, en forma de pago por servicios,como son agua y fijación de carbono (por ejemplo, cuándo seimplemente plenamente el Protocolo de Kyoto o se apliquenotras opciones) o, como en cierta medida ya está ocurriendo, através del reconocimento de los derechos por uso de recursosgenéticos, por ejemplo a través de la Convención sobre laBiodiversidad.

6/ El concepto de biodiversidad , en su versión más amplia, incluye no sólolas especies y la diversidad genética que contienen, sinó que acumula losconceptos de biocenosis, ecosistemas y biomas, así como los bienes yservicios que en sus diversos conjuntos proveen, Usado en esa forma, elconcepto de “biodiversidad”, descontando el mundo inanimado, casi es unequivalente a “naturaleza”

Al margen de los usos directos de la biodiversidad, parabienes y para servicios ambientales globales, esta tiene unenorme potencial como material genético y bioquímico,ampliamente abierto por la biotecnología. En agricultura,piscicultura, silvicultura y ganadería es enorme y crecienteel uso de genes obtenidos de especies salvajes para elevar laproductividad o defender cultivos y crianzas contra enemigosnaturales o condiciones físicas adversas. Baste llevar encuenta que el monumental negocio de los transgénicos, cuyasventas ya deben superar los 100 billones de dólares anuales,depende, en última instancia, de la naturaleza. De otra parte,Reid et al (1993) recuerdan que 25% de los fármacos que se usanen EEUU son extraídos o derivados de plantas. La venta de esosproductos sumaba 16 billones de dólares en 1990. En los demáspaises desarrollados ese valor alcanzó 43 billones de dólaresen 1989. Por eso, la voluntad a pagar de empresasfarmaceúticas para conservar una hectárea de tierra en losnúcleos de mayor diversidad biológica en el mundo (“hotspots”)es alta. Por ejemplo, Simpson (1997) indica que esas empresasestán dispuestas a pagar US$2.29/ha/año para conservarmuestras de la Amazonia ecuatoriana. Esa sóla cifra, querepresenta apenas el valor asignado a un fragmento de losvalores de la biodiversidad, es mayor que lo que invierten lamayoría de los paises de América Latina para cuidar de susáreas protegidas (James et al., 1999). Pero, en verdad, cadaplanta o animal es una posibilidad de contribuír a resolver,directa o indirectamente, los más diversos problemas humanosactuales o futuros. La literatura es profusa en ejemplos (Reidy Miller, 1989; Reid et al, 1993). Otra noción del valor de labiodiversidad es dado por una evaluación de NNUU, que estimóla “bio-piratería” (derechos o royalties no pagos) en agriculturay farmacia, en 5.4 billones de dólares anuales, esencialmenteadeudados a paises en vías de desarrollo (UNDP, 1996).

Aprovechar la biodiversidad para mejoramiento genético ycontrol biológico, para industria biofarmaceutica o bioquímicao, como modelo para invenciones humanas, requiere de gandesinversiones en investigación científica. Por ejemplo, seestimaba ya en 1991 que las empresas farmaceúticas

estadounidenses invertían US$231 millones, en promedio, paracolocar una nueva droga en el mercado (DiMasi et al., 1991).Sobre la base de la experiencia de las grandes empresasprivadas y como resultado de las nuevas evidencias sobre elvalor de la biodiversidad para el futuro de la humanidad, losgobiernos de América Latina están, tímidamente, implementandomecanismos que les permitirán controlar, estimular yaprovechar en el país ese tipo de benficios de labiodiversidad. El INBIO de Costa Rica fue pionero y, ahora,muchos paises tienen instituciones equivalentes ylegislaciones estrictas7/ contra la bio-piratería. El Brasilestableció en 1994 el PRONABIO (Programa Nacional deDiversidad Biológica) y, creó el PROBIO (Proyecto deUtilización Sustentable de la Diversidad Biológica Brasileña)que se inició con unos US$20 millones. y el FUNBIO (FondoBrasileño para la Biodiversidad) que tambíen comenzó con US$20 millones (Brasil.MMA, 1998). Esos mecanismos legales einstitucionales trabajan y trabajarán, cada vez más, en lasáreas protegidas.

Las áreas protegidas conservan lo que equivale a lo “más ymejor” de la biodiversidad. Es más, las áreas protegidas deuso indirecto son creadas esencialmente para proteger muestrasrepresentativas y viables de la biodiversidad que es eliminadao degradada, progresiva o brutalmente, involuntaria opropositadamente, del resto del planeta. Es decir que labiodiversidad se está concentrado en las áreas protegidas,sean estas terrestres o acuáticas y, es de esperar, que antesde que la población mundial alcance su punto de equilibrio,esos serán los únicos lugares donde sobrevivirá la mayor partede los recursos genéticos. Por eso, su valor futuro, apenascomo fuente de material genético, será enorme. En un estudiosobre costos de mantener la red mundial de áreas protegidas sellegó a la conclusión de que ello costaría 45 billones dedólares por año, pero la pérdida de esos bienes y serviciospor destrucción de los habitats costaría entre 4,400 y 5.200

7 / Algunas de esas leyes son tan estrictas que se han convertido en un severo obstáculo para la investigación científica y, en cierto modo, en un fuerte estímulo a la bio-piratería.

billones de dólares, concluyendo que proteger esas áreas es unexcelente negocio (Balmford et al, 2002). Un estudio sobrecostos de creación y manejo de áreas protegidas sobre el 30%(unos 126 millones de hectáreas) de la Amazonia brasileñademostró que la implantación costaría 7.7 billones de dólaresy que el costo de mantenimiento sería de 99 millones dedólares el primer año y de 91 millones de dólares lossubsiguientes (Funatura, 1992). El costo de implantación es,esencialmente, compra de la tierra (96%). Eso es,admitidamente, mucho dinero pero, como se verá más adelante,se confirma que puede ser un negocio rentable para el pais,en el mediano plazo,.

Fijación de carbono: Gran negocio del futuro

El efecto estufa es, probablemente, la mayor amenaza naturalpara el planeta. Existen evidencias irrefutables de que elfenómeno es real y existen evidencias razonables de que suimpacto puede ser enorme para la economía humana. Las dudas ydiscusiones giran en torno a las causas y responsabilidades y,también, en torno a la magnitud y velocidad del proceso.Obviamente, también se discute quién y como se pagará lacuenta. Todo eso salió del ámbito científico y se encuentraahora también en los ámbitos político y económico. El primeroestá encuadrado esencialmente por la Convención Marco sobreCambios Climáticos, firmada en 1992 y el llamado Protocolo deKyoto, firmado en 1997. El ámbito económico está señalizadopor algunos paises, organizaciones de la sociedad civil y porempresas privadas que, sin esperar los mecanismos oficialesinternacionales, ya están implementando o forzando suimplementación de la Convención. Eso, porque el pago por lafijación de carbono o por la limitación de sus emisionesimplica mucho dinero y muchas oportunidades. Para la economíade las áreas protegidas interesa el primer tema, el de lafijación del carbono. En el Brasil el 59% de las emisones dedióxido de carbono provienen del cambio de uso de la tierra(que se inicia com grandes “quemadas”), el 32% viene delconsumo energético y el 9.% de la agricultura (Chandler et al,

2002). Las áreas protegidas también son una alternativa a lasemsiones por cambio de uso de la tierra.

Al nivel mundial, los biomas terrestres que más estoqueancarbono son los bosques boreales (559GT), seguidos por lostropicales (428 GT) a los que hay que sumar las savanastropicales (330GT). Estos dos biomas tropicales juntos, sumanel 31% del estoque global de carbón en la vegetación (IPCC,2000). La mayor parte de eso se encuentra en América Latina,especialmente en el Brasil, cuyo paisaje está dominado porbosques tropicales (Amazonia, Bosque Atlántico) y por savanas(Cerrado, Caatinga). Por eso, se han desarrollado esfuerzospor valorizar ese servicios, cuyos resúmenes se observan en elCuadro 3 para la Amazonia brasileña. Los cálculos para llegara esos resultados son extraordinariamente complejos puesdependen del enfoque usado y de múltiples variables, desde elvolumen de carbono que cada tipo forestal contiene, hasta cómoestimar la voluntad de pagar por controlar el efecto estufa yel valor que se asignaría a la tierra para usos alternativos(Seidjo and Sohngen, 2000; IPCC, 2000). Por eso, esas cifrasson apenas indicativas, pero aún así son significativas.Schneider (1993), por ejemplo, usando diferentes variablesindica que el valor líquido por hectárea puede ir de US$4,950,en base a la tasa de carbono cobradas en Suecia y Holanda(US$45/TC) hasta sólo US$198, usando el estimado menor deldaño marginal causado por el efecto estufa (US$1.8/TC). Apenaspara demostrar la enorme variabilidad de los resultados, elpróprio Schneider menciona que los valores pueden ir hastaUS$28,300/ha si se usa la variable extrema (Alemania, que enla época valuaba en US$100 cada tonelada de carbono fijada).En el cuadro 3 se utiliza, para el valor mayor indicado, elestimado medio del daño marginal (US$7.3/TC).

Cuadro 3. Valores atribuídos esencialmente al secuestro decarbono en la Amazonia

Valoresatribuídos Observaciones Autores

US$198-US$803/ha Secuestro de carbono Schneider (1993)

US$750/ha Secuestro de carbono, Valor presente a Andersen

6% (1997)

US$1819/ha Secuestro de carbono y biodiversidad, Valor presente a 5%

Fearnside (1997)

Fuente: Modificado de May et al. (2000)

Los instrumentos que están siendo estructurados por políticosy economistas son, precisamente, los necesários para que losque emiten carbono en proporciones significativas compensen alos que lo fijan o lo retienen en la vegetación. Se trata decrear incentivos económicos (Dower y Zimmerman, 1992) einstrumentos de mercado para proteger la atmósfera, porejemplo los “certificados de carbono” y de garantizar que, alfinal, los beneficios generados lleguen, efectiva yequitativamente, a los que conservan el recurso. Parece simplepero no lo es. Existe, por ejemplo, una gran discusióncomparando los bosques en crecimiento (las plantacionesforestales, los bosques secundários) y los bosques maduros,que teóricamente no crecen. Los primeros acumulan carbonoporqué crecen pero los otros, si son quemados o destruídos,lanzan al aire grandes cantidades de carbono. La verdad no estan clara y, ahora, ambos tipos de bosques están siendoconsiderados en los instrumentos en preparación. Goldemberg8/hace un cálculo muy simple pero ilustrativo para estimar elvalor de los certificados de carbono. Si, en promedio, porcada 15,000 Km. recorridos un automóvil emite una tonelada decarbono y si una hectárea reforestada fija 10t de carbono/año(durante 10 años), apenas una hectárea reforestada compensalas emisiones de toda la vida útil de 10 automóviles.Considerando el costo de la reforestación en US$1,000/ha, cadaautomóvil debería pagar US$100 para compensar sus emisiones.Con 100,000 ha plantadas por año se compensaría la entrada enservicio de un millón de automóviles nuevos por año.. Elmismo cálculo puede hacerse para cualquier fuente emisora decarbono y para cualquier tipo de vegetación. En el caso de losbosques naturales, por ejemplo, disminuirá el volumen decarbono extraído pero debe llevarse en cuenta el que no eslanzado a la atmósfera y, de otra parte, el costo por hectáreaes mucho menor. Pero, existen muchas otras formas, en su8/ Comunicación personal (05 de mayo de 2000) del Profesor José Goldembergde la Universidad de San Pablo

mayoría más complejas, de estimar el valor de los certificadosde carbono

Cada día hay más ejemplos de aplicación de los criteriosarriba mencionados. Unos son oficiales, como a través de lallamada “implementación conjunta” de la Convención sobrecambio climático (Zollinger y Dower, 1996; IDB, 2000; ForumBrasileiro de Mudanças Climáticas, 2001) que forman parte delllamado Mecanismo de Desarrollo Limpio. Otros son iniciativasprivadas, de las que también hay varias que están en operaciónen el Brasil. Merece mención el caso de la Peugeot que conapoyo de la Fundación Natura está invirtiendo US$12 millonesconservando bosques naturales y reforestando 5,000 ha conespecies nativas en áreas degradadas en una propriedad de laempresa, en la parte amazónica de Mato Grosso, como forma decompensar las emisiones de los automóviles que produce en elpaís. La Sociedade de Pesquisa para a Vida Selvagem (SPVS), deCuritiba, há obtenido más de US$18 millones de tres grandesempresas norteamericanas para preservar relictos forestales dela costa de Paraná, como compensación por emisiones de CO2 enel país de origen. Existe también, entre otros ejemplos, elcaso de una organización no gubernamental, en el Estado deTocantins, que recibe recursos de la AES Barry Foundation deInglaterra para los mismos fines en el Parque Nacional deAraguaia y en su entorno, pretendiendo acumular 25 millones detoneladas de carbono en 25 años. También en Tocantins, se estádesarrollando el primer proyecto de secuestro de carbono anivel municipal, en la ciudad de Palmas y periferie,utilizando el comercio de certificados o créditos de carbono..Mediante la preservación de 3,700 ha de vegetación de Cerrado ybosque ribereño y la reforestación de 1,800 ha degradadas y de300 ha en jardines y plazas, se fijarán 246,000 tm de carbonoen 15 años. Pero estos esfuerzso particulares existen en casitoda América Latina, notoriamente en Costa Rica, Guatemala,Perú y Ecuador.

En conclusión, lo importante para efectos del tema abordado,es que los bosques naturales y otros biomas tienen un valorpotencial enorme, mucho mayor que el que les dan los usos

convencionales actuales, como explotación maderera agotante osu conversión a pastos o agricultura de baja intensidad. Esevalor puede redituar en dinero contante y sonante,periódicamente, para quien conserva esa vegetación o la usa enforma verdaderamente sustentable9/. Las áreas protegidas, enese sentido, son importantísimos proveedores de ese servicio ya través de los nuevos mecanismos pueden autofinaciar supropria conservación, sin recargar el erario nacional y, si elprecio es justo, posiblemente puedan dar “lucro”.

Agua y energía

Las áreas protegidas tienen un potencial considerable aofrecer en torno al ciclo o regimen de las aguas, a la calidadde éstas y a la regularidad del flujo hídrico. Todo eso tieneincidencia directa en la provisión de servicios básicos paralas poblaciones, en forma de agua potable para consumo y parasaneamiento urbano, industria, agricultura, piscicultura y,obviamente, para la generación de energía.

El valor atribuído al bosque natural por mantener el ciclohidrológico, en la Amazonia del Brasil, ha sido estimado entreUS$390/ha (Fearnside, 1997) y US$1,133/ha (Andersen, 1997),respectivamente a valores presentes de 5 y 6%. Apenasconsiderando su valor para prevenir inundaciones, el valor delbosque preservado fue calculado en US$622/ha/año en el caso dela Estación Ecológica de Jataí, en San Pablo (Santos et al.,s/d). La importancia de las áreas protegidas para el sectorenergético son reconocidas desde hace mucho tiempo y, por eso,por ejemplo el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE),mantiene diversas áreas reservadas para ese fin. En Colombia,también, existe desde 1981 un mecanismo para que las empresasde electricidad financien la protección de las cuencashidrográficas correspondientes, asimismo en parte cubierto9 / The Economist (marzo 22, 2000) reporta que una empresa está pagandoUS$7/ha a 100 agricultores de Iowa apenas para que mantengan sustradiciones agrícolas, que permiten secuestrar carbono, metano y oxidonitroso. Otro informe menciona, entre otros 20 casos, el del manejo de10,000 ha de bosque en Madhya Pradesh, en la India, que reporta un pago, enefectivo, de US$300,000 /año a los propietarios (Smith & Scherr, 2002)

ahora por el Fondo Nacional de Regalias (Rodríguez y Ponce deLeón, 1999).

Las áreas protegidas están localizadas, com gran frecuencia,en los lugares ecológicamente más sensibles de cuencas que, ensu parte media o baja, poseen instalaciones hidroeléctricas,centros urbanos y, obviamente, áreas agrícolas. Ahora que,debido a la creciente crísis del agua, existe consenso en laregión para que todos paguen un precio justo por el agua que,de una u otra forma, todos consumen, llegó el momento en queparte de los ingresos que se recauden por derechos de uso delagua, a través o nó de mecanismos de mercado, retornen a lacuenca y, en especial, que sean usados para pagar por elservicio prestado a las áreas, públicas o privadas, que noexplotan directamente los recursos naturales precisamente paragarantizar los servicios hídricos (Dourojeanni y Jouravlev,1999; Dourojeanni et al., 2002). Muchas áreas protegidas, hoycon graves deficits presupuestales, se mantendríanexclusivamente con el pago por ese único servicio. Un ejemploilustra la situación. El Parque Nacional de Brasilia, en elaño 2000, tenía un presupuesto de operación de un millón dereales por año y eso era, aproximadamente, lo que obtenía porconcepto de ingresos. Esa suma es absolutamente insuficientepara mantener el Parque que, al mismo tiempo, genera yconserva el 15% del agua potable que se usa en la capitalfederal. La empresa de agua de Brasilia (CAESB) explota eserecurso desde 1961 sin, nunca, haber devuelto un centavo alParque. El Instituto de Pesquisas Aplicadas (IPEA) calculó, en1995, que la CAESB debería asegurar un ingreso de 30 millonesde dólares por año al Parque (Marsicano, 2000).

La nueva legislación de aguas del Brasil, como otras en todala región, garanten que las cuencas, y las áreas protegidas enellas, deben beneficiarse com los recursos provenientes de losderechos por uso del agua. Numerosos proyectos, financiadoscom apoyo del Banco Mundial y, en especial, del Banco Inter-Americano de Desarrollo, incluyen en el financiamiento delsaneamiento urbano el manejo de toda la cuenca alimentadora.El pago, por los usuarios del agua, de los costos de manejo de

la cuenca, inclusive el de las áreas protegidas en ella, esahora condición de la continuidad de esas operaciones decrédito, como en el caso de los Programas Pantanal y Pro-Guaíba, entre otros.

Reducción de riesgos de desastres naturales y otros beneficios

Existen, claro, otros valores no consumtivos generados por lasáreas naturales y, en especial, en las áreas naturalesprotegidas (Cuadro 1). El valor de evitar o disminuírsignificativamente el riesgo de desastres naturales, comoinundaciones, derrumbes, aluviones, avalanchas, entre otrosfenómenos, puede llegar a tener un valor enorme en lugaresdonde poblaciones u costosas infraestructuras están en jaque.La importancia de las áreas naturales para la recarga de lanapa freática está igualmente demostrada. Del mismo modo, seconoce la importancia de los humedales para la auto-depuraciónde aguas. Cada uno de esos servicios ambientales se transformaen dólares por hectárea.

Otro uso ancestral de las áreas protegidas es el mantenimientode poblaciones de fauna terrestre y acuática, cuyos excedentespoblacionales se dispersan fuera de ellas, donde sonexplotadas mediante caza, pesca o captura. De no existir lasáreas protegidas, las poblaciones disminuirían hasta no sermás económicamente explotables. May et al. (2000) reportanalgunos estimados recientes de este efecto para la Amazônia,pero ellos han sido documentados más de tres décadas atrás(Pierret y Dourojeanni, 1966, 1967).

¿Cuánto valen la ética y la estética?

Como se mencionó antes, la sobrevivencia de la naturaleza nodebería depender exclusiva ni centralmente de su valoreconómico. Eso es, claramente, una deformación. Oantropocentrismo exacerbado de la actualidad es, en parte,producto de la necesidad derivada del crecimiento de la

población y de la falta de equidad pero, más que nada, esproducto de la codicia que genera desperdicio. Nada másjustifica destruír los últimos reductos naturales del planeta,cuando la mayor parte de la tierra habilitada para usoshumanos es sub-utilizada. Diversos estudios demuestran, porejemplo, que apenas una de cada 3 a 5 hectáreas deforestadasen la Amazonía es utilizada anualmente y que cada hectárea enproducción produce hasta 10 veces menos de lo que podría(Dourojeanni, 1990, Dourojeanni, 1998). Bajo esa evidencia nose justifica destruír bosques de una sóla hectárea adicional ydebería haber mucho espacio para convivir com las demásespecies del planeta.

Es tiempo de reconocer que existen otras razones, quizá máspoderosas, para conservar algunas muestras de la naturalezaque aquellas que se pueden estimar en dinero. La pérdida deuna sóla especie, y son millares las que se destruyen cadaaño, es un sacrilegio, o debe serlo, para quienes creen que unser supremo creó la vida. Ese hecho alimenta, también, unsentimiento de creciente soledad, hasta para los que no creen.El ser humano, apenas uno de los pasajeros de una naveespacial perdida en el universo, va eliminano uno a uno suscompañeros de viaje, sin misericordia y, peor aún, hasta sinpecibirlo.

Existe un tímido resurgimiento de la valoración ética de lasáreas protegidas, como patrimonio natural que es la base delpatrimonio cultural y espiritual de cada pueblo. Así como sereconoce el derecho a amar el arte y las obras de arte, siendoel costo de su promoción y protección asumido por el Estado,debe aceptarse que la mayor parte de los ciudadanos tambiénaman la naturaleza, sus plantas, animales y paisajes...¿porqué, entonces, los estados no pagan los costos de mantenerese patrimonio y, en cambio, exigen su auto-sustentación?

Pensando en que las obras de arte valen mucho dinero, por elmero hecho de ser consideradas como tales, existe un grupo devisionarios que combinan, como los marchands, amor al arte condinero. John Forgach, un famoso banquero com inclinaciones

ambientales, que opera en el Brasil, inició una charla sobrecertificación forestal en Curitiba, en el año 2000,reconociendo que él compra y recomienda comprar cada hectáreade selva intacta que pueda conseguir, pues según él, cuándolas selvas sean aún más raras que hoy, se convertirán enverdaderas joyas, por las que se pagará cualquier valor quesea solicitado. Y en ese punto, se recombinan los valoreséticos y estéticos com los puramente económicos... hasta conla especulación.

Conclusión

Si se reunen y suman, para un área protegida real ohipotética, los valores mencionados en el texto prévio,resultará evidente que las áreas protegidas no sólo sonimportantes para la humanidad sinó que, si sus valores sonreconocidos y pagos, ellas son un gran negocio para la nacióno para los individuos que las poseen, si son privadas. Esasuma no puede ser hecha, en esta ocasión, pues en AméricaLatina no se dá un sólo caso de área protegida en quesemejante estudio fuera realizado ni, menos aún, puesto empráctica. Las razones para no poner en práctica esaspotencialidades ya han sido comentadas. Desde falta deinversiones para recibir visitantes hasta falta de mecanismospara el pago de los servicios ambientales. Pero nada justificano hacerse un estudio teórico, pero sériamente realizado yprofusamente consultado, sobre el tema. Cualquier entidadfinanciera multilateral o fuente de cooperación técnicabilateral puede, sin esfuerzo, pagar el costo de hacer unanalisis económico de las potencialidades de una muestrarepresentativa de áreas protegidas en la región.

Algunos de los autores antes citados han sumado los totales,como para la Amazonia brasileña, en que Andersen (1997) llegaa un gran total de US$4,481 y, para manglares, Grasso ySchaeffer-Novelli (1999) suman US$4,751/ha/año. Pero esosejemplos no son completos pues, en el primero, el usoturístico es diluído y no concentrado como en las áreasprotegidas y, en el segundo, no fueron estimados servicios

ambientales como secuestro de carbono o ciclo hidrológico. Decualquier modo, eso es una renta muy superior a la de la mayorparte de las especulaciones agropecuarias. A este punto esinteresante anotar que algunos autores consideran que en lugarde resarcir indirectamente a las áreas protegidas, por ejemploa través del fomento del ecoturismo, podría tener un mejorrendimiento costo-beneficio hacer pagos directos para ellas(Ferraro and Simpsons, 2001; Ferraro, 2001). Los autoresreconocen la existencia de muchos obstáculos para aplicar estaforma de compensación.

Los tiempos están cambiando rápidamente y todo indica queserán más favorables para las áreas protegidas. Los mecanismospara pagar servicios ambientales, sean internacionales comopara compensar la fijación de carbono o, nacionales, como elpago por derechos de uso del agua, están ya consolidados enlas leyes y su implantación es cosa de poco tiempo. La demandapor turismo en la naturaleza está creciendo rápidamenete y losúltimos eventos bélicos en el viejo mundo están canalizando lademanda hacía América Latina. Y, finalmente, las entidadesfinancieras internacionales están comenzando a despertar altema del financiamiento sustantivo de las áreas protegidas.

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