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Texturas francesas

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El título del presente trabajo remite a la obraque Freud produce y publica entre 1929-1930 titulada “El malestar en la Cultura”(1).He colocado un guión entre “mal” y “esta-res” para demarcar dos cuestiones que ten-dré en cuenta. Por un lado la del “males-tar”, que llamaré angustia, depresión, comoestados afectivos presentes en la adolescen-cia; y por otro la del “estar ubicado” enrelación a él, que llamaré las posiciones sub-jetivas más frecuentes que encuentro en mipráctica clínica con adolescentes.

Es sólo con fines didácticos que aventuroreferirme “al adolescente”, los adolescen-tes son Sujetos, cada uno con un sufrimien-to particular. Se trata en cada caso no de“él” (como universal) sino de “un” adoles-cente singular, en oposición al discurso con-sumista que busca homogeneizar; un Sujetoal que tomamos sincrónicamente en un par-ticular momento de su subjetividad, al quelos adultos nombramos adolescencia.

Infancia y adolescencia constituyenmomentos de estructuración del psiquismo,momentos lógicos que se caracterizan por-que en ellos el ser hablante tiene que resol-ver distintas cuestiones. En este trabajotomaré específicamente una de ellas, eltener que tomar una determinada posiciónen relación a las exigencias pulsionales y asus posibilidades de satisfacción.

Freud en sus Tres Ensayos (2) despliegala característica del modo de satisfaccióninfantil, habla de una sexualidad perversapolimorfa que en el atravesamiento edípi-co deberá encontrar un destino represen-tacional a través de la represión. Edipomediante, el niño quedará posicionadotransitoriamente, resignando las cargaseróticas, en beneficio de las tiernas y delas identificaciones con las figuras paren-tales. A ese posicionamiento lo podemosllamar “infancia”.

Adolescencia y actualidad: mal-estares más frecuentes

Susana Belda de Baima*

∗ Psicoanalista (APC)

Ponencia presentada en el año 2006, en el marco de las Jornadas organizadas por el Instituto Cabred de Córdoba y dirigido a estu-diantes de los últimos cursos y egresados de la Institución

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En “Metamorfosis de la Pubertad”,Freud plantea que esa estabilización logra-da al final del Edipo se pierde, lo pulsionalarremete nuevamente desde lo “viviente”,desde el cuerpo, desde lo real del cuerpo,imponiendo al sujeto nuevos estímulos ynuevos modos de satisfacción pulsional(goce), es decir el acceso a un nuevo tipo degoce, ausente en la infancia. El resultado esentonces una desestabilización subjetiva(un mal-estar, un estar diferente). La ado-lescencia es entonces un tiempo de recapi-tulación y de recomienzo, de reinicio, perodesde esa desestabilización.

Ser niño o ser joven no está determinadopor la biología o por la edad cronológica,sino por un modo particular de organizar lopulsional en un sistema simbólico que orde-na el acceso a nuevos posicionamientos.

La cuestión del “malestar”

Comenta Strachey (2) que el título queFreud inicialmente eligió fue “La infelicidaden la cultura”, y que para su traducción a lalengua inglesa sugirió “incomodidad en lacultura” decidiéndose finalmente por“malestar”. Entonces vamos a plantear siexiste un modo de infelicidad, incomodi-dad, malestar particular del adolescenteen la cultura actual. Una cultura adolescen-

trista caracterizada por ofrecer una ampliagama de objetos de consumo destinados asatisfacer imaginariamente las demandasadolescentes; no obstante los jóvenes consus mal-estares denuncian que se trata de“otra cosa” más allá de la satisfacción de lasdemandas. Que por un lado, hay un restode malestar presente por estructura quejamás podrá calmarse, una falta imposiblede colmar más allá de todos los señuelosofrecidos para taponarla, falta necesariapara constituirse en Sujeto; y que, por otrolado, se trata en todo caso de “otro consu-mo” que del de un objeto concreto.

Volviendo a Freud, en el trabajo mencio-nado anteriormente, postula como causasdel malestar de su época a la “colisión”entre sexualidad y agresividad por un ladoy las exigencias culturales por otro. Estacolisión produce “una perturbación en labúsqueda de felicidad en la que estánempeñados los hombres”. Puesto que lacultura impone tantos sacrificios no sólocon la sexualidad, sino con la inclinaciónagresiva del ser humano, comprendemosmejor que los hombres difícilmente se sien-tan dichosos dentro de ella.”2

Podemos representar esta propuestafreudiana a través de un esquema queincluye tres elementos, que remiten a latopología del aparato psíquico (Carta 52):

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2 Freud, Sigmund: (1930) “El malestar en la cultura”, pág. 111

Sexualidad ----------- Sacrificios que impone --------- Infelicidad, incomodidad, malestar

Agresividad la cultura

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Freud plantea que los hombres recurrena diferentes teorías o sistemas de creenciascon el fin de tolerar el sufrimiento y laausencia de felicidad. Teorías y creenciasque con su contenido imaginario ofrecenun campo de sentido que opera como sos-tén simbólico, que permite “tolerar”, “cal-mar”, “ligar” el malestar a un orden repre-sentacional. Un borde Imaginario-Simbólico. J.A. Miller (3) ubica al fantasmaen este lugar, “el fantasma tiene una fun-ción de consolación” que ya había sidoadvertida por Freud, “es como una máqui-na para transformar el goce en placer”, que“tiene una función semejante al juego” entanto permite acotar, domar al goce.

Ante el malestar producto de “la sofoca-ción pulsional” el sujeto apela al Otro, y

entre dicha apelación y la respuesta del

Otro, siempre habrá un resto que volverá a

relanzar el proceso.

Para Freud: “La vida (con sus sacrificios y

frustraciones) trae dolores, desengaños,

tareas insolubles. Para soportarla no pode-

mos prescindir de calmantes. Freud dice

“los hay (calmantes) quizás de tres clases:

poderosas distracciones, satisfacciones susti-

tutivas y sustancias embriagadoras”. Freud

las llama “quita penas” “que producen

una ganancia inmediata de placer para sus-

traerse a la realidad”.3

Podemos volver al Esquema planteado y

continuar desarrollándolo:

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3 Freud, Sigmund:( 1930), “El malestar en la cultura”, pág. 75

1 2 3

Sexualidad ---------- Sacrificios que impone la cultura ----- Infelicidad, incomodidad,

Agresividad malestar

Exigencias ---------- Represión ------------------------------------ Apelación al Otro

Pulsionales Resto

Angustia

Calmantes:

*poderosas distracciones

*sustancias embriagadoras

*satisfacciones sustitutivas

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Observando este Esquema encontramosen (1) “lo pulsional”, en (2) los efectos de“tope” que la cultura produce en el sujetoy en (3) un resto que insiste.

Si esta es la situación a comienzos delSiglo XX y la comparamos con la actual, vol-vemos a encontrar los tres lugares. No obs-tante, los síntomas por los que el sujetollega a la consulta son muy diferentes.Podría decir que hay cada vez menosJuanitos y Doras; en cambio los sufrimientosde la Joven Homosexual o del Hombre delos Lobos son más frecuentes. Si Freud nosalerta acerca de que la Cultura exige larenuncia pulsional y la regulación de losvínculos entre los hombres para poder viviren sociedad; podemos preguntarnos:¿Cuáles son entonces “los sacrificios queimpone la cultura” en este Siglo producien-do malestares que revelan su frágil tramasimbólica? Quizás la respuesta incluya quelo que se sacrifica o se obstaculiza es elacceso a la condición deseante, una “elisióndel deseo a favor del goce-cínico”. ColetteSoler (4) dice, en relación al análisis que rea-liza del discurso actual, que se trata de undiscurso que acentúa la homogeneización,el empuje a lo mismo, lo unisex, “que des-dibuja las diferencias”. Promoviendo for-mas de satisfacción también homogéneas ycomo consecuencia la soledad y la indivi-dualidad por ausencia de lazos diferencia-dos. El discurso contemporáneo, para laautora, sumerge en un sinsentido y dice:“En el lugar del deseo surge lo que llamé elnarcinismo, un sinsentido efecto de ladeclinación del Otro”. Un narcisismo de lostiempos modernos “basado en las perfo-mances, los record, en el promoverse a símismo como modelo de goce, etc.”(…)“Cuando los semblantes ya no son creíbles,la única brújula que queda es el goce”4,

como veremos en los casos clínicos citadosal final.

Como paradigma de la homogeneiza-ción del goce podemos referir el recorridonocturno de algunos grupos de jóvenes que“balizan” su campo de satisfacción reali-zando un recorrido que va de la “previa” encasa de familia con mucho alcohol y a vecesalgo más; pasando por “tomar algo” antesde entrar al Boliche; luego el Boliche consus tragos que teóricamente es el objetivode la salida pero en el que paradójicamentese está poco tiempo; más tarde el Aftercuando se sale del Boliche a “tomar untrago”, y finalmente la Estación de Serviciodonde se intenta recuperar la condición deSujeto perdida o parcialmente perdida en eltrayecto. Recorrido que necesita, como loscuentos infantiles, repetirse siempre delmismo modo y en la misma secuencia.

La cuestión del “estar”adolescente: un nuevoposicionamiento subjetivo,diferente del infantil

En la adolescencia se trata de un encuen-tro diferente con lo real, del que tiene quesurgir un modo de tratar lo real, un hacercon lo real, un modo típico singular de res-ponder a lo real, es decir una posición, un“estar”.

Siguiendo la propuesta Freudiana, losdiferentes “calmantes” ofrecen tambiéndiversas soluciones; el camino “elegido”definirá entonces su modo de estar, su posi-cionamiento subjetivo. El estado de laestructura es diferente según la soluciónprovenga de la posibilidad simbólica deproducir un síntoma neurótico o bien pro-venga de intentar “tapar los huecos” con

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4 Soler, Colette: “Qué se espera del Psicoanálisis y del psicoanalista”, pág. 34 - 35

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distracciones, con sustancias, con actos:“Como última técnica de vida, que le pro-mete al menos satisfacciones sustitutivas, sele ofrece (al sujeto) el refugio en la neuro-sis, refugio que en la mayoría de los casosconsuma ya en la juventud”.5

La neurosis es propuesta entonces porFreud como un refugio que se termina deconstruir en la adolescencia. Con su estruc-tura significante la neurosis ofrece un refu-gio simbólico, metafórico, que protege nosólo del malestar intolerable, de la angus-tia, sino de los otros caminos que Freud des-cribe como “quita penas: poderosas distrac-ciones y sustancias embriagadoras”.Caminos que podemos vincular con lasactuaciones del adolescente, que en eseimpulso de calmar por la vía del acto con-ducen su posicionamiento subjetivo al filo,al borde, al “estado límite de la estructurasubjetiva”.6

Si dirigimos la mirada a nuestra clínicapsicoanalítica es evidente que este refugiosimbólico que ofrece la neurosis freudiana,parece estar poco disponible para el adoles-cente actual. Al no poder refugiarse en laneurosis, permanece en sus bordes. No nosreferimos al campo de la psicosis, de la for-clusión del Nombre del Padre, sino a unespacio de borde que siguiendo a J.J.Rassial, podemos conceptualizar como“estado límite”, no como una estructuraclínica particular sino como un estado dela estructura psíquica del sujeto adoles-cente actual.

Si el joven no puede apelar a las forma-ciones del Inconsciente, al lapsus, al chiste,especialmente al síntoma, no puede dispo-ner de los recursos del Significante. Desde

ese lugar, generalmente no movido por susíntoma sino traído por otro que se queja,llega el sujeto a la consulta.¿Cómo llega?Habitualmente llega con actuaciones, queno responden a la misma lógica del sínto-ma: intensa angustia, intentos de suicidio,impulsiones diversas (alrededor de la ali-mentación, del dinero, de la sexualidad,etc.); estallidos de impulsividad, irritabili-dad, accidentes a repetición, automutilacio-nes, fenómenos psicosomáticos, etc. Los rui-dos de su sufrimiento. Podríamos seguirdescribiendo manifestaciones múltiplesdonde pareciera haber un trayecto compar-tido que va desde el vacío y el incrementode angustia, a la insuficiencia de las posibi-lidades simbólicas para contenerlos y luegoal acto. Todas estas manifestaciones aludena “una falta de confianza en elSignificante”.7

Si el sujeto no puede apelar al síntomacomo un recurso simbólico, recurre al actoen el cuerpo, en el mundo. Ahora bien,¿para qué o para quién actúa?

Si entra en análisis podemos pensar quecon dichas actuaciones apela a que el ana-lista lo ayude a tramitar su sufrimientosegún otras vías. Tratar lo real mediante losimbólico, dice Lacan. La tarea no es sencillapor las modalidades de la transferencia, lafalta de confianza en el Otro, las impulsio-nes y la búsqueda de soluciones mágicas yrápidas que no tienen que ver con la pala-bra. Ya Freud hablaba que los quita penasofrecían “una ganancia inmediata”, y laoferta de escucha no rinde igual, requieretiempo, un tiempo de ver, de comprenderpara poder concluir, intentando haceringresar al terreno simbólico lo que se da a

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5 Freud, Sigmund: 1930, “El malestar en la cultura”, pág. 84

6 Rassial,J.J.: 2001 “El adolescente en estado límite”. N.Visión.

7 (H. Heinrich, citando a Weill) Heinrich, Haydée: ”Borde-R-S de la neurosis”. Homo Sapiens. Rosario. 1997

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ver por fuera de él en el acting-out o en lasdiversas actuaciones.

Decíamos que el adolescente debe aban-donar un posicionamiento infantil, unmodo infantil de vérselas con las pulsiones ycon su posibilidad de satisfacción, pero quetodavía no “está” posicionado en otrolugar y ese vacío de estructura simbólica lolleva a actuar, si bien no encontramos entodos los adolescentes el mismo nivel deutilización de este recurso. Sí observamosen la Clínica Psicoanalítica un incrementode actos por sobre los síntomas, pero lasdiversas actuaciones no revisten la mismadimensión, ni responden al mismo estadode la estructura psíquica. Dependerá decómo se han tramitado los momentosestructurantes previos, que son los quedeben ofrecer la materia prima para operaren la adolescencia. La adolescencia no estraumática por sí, se trata de un nuevoencuentro, de una segunda acometida de lasexualidad y la sexualidad es traumáticaporque no hay ningún Saber que dé cuentadefinitivamente sobre ella, la desestructu-ración que produce y su posibilidad de reor-ganización dependerán por “a prés-coup”de las fichas con que se cuente. Comparto elpunto de vista de otros psicoanalistas(Heinrich, Rassial) que sostienen que ladimensión de la desestructuración depen-derá de la existencia o no de una situacióntraumática infantil no reprimida, traumaque no se cruzó con la presencia de Otroque estuviera ubicado en su lugar, sino con“el desfallecimiento del Otro”8 y que al nopoder pasar a la categoría de recuerdo insis-te como actual. Desestructuración quemuestra que una estructura psíquica es endefinitiva el efecto de un modo individual,particular, de responder a lo real.

Traigo para que acompañen nuestrorecorrido a dos protagonistas: Varón yMujer. Nos hablan del “trabajo psíquico”que les demanda ser adolescentes. Dellugar de objeto del deseo del Otro al desujeto deseante y en el medio una impasse,un vacío, difícil de tolerar pero que es nece-sario transitar para interrogarse sobre eldeseo, interrogación que se verá dificultadasi en el camino aparecen “ofertas de alivioengañoso e inmediato”

Giuliano y Guadalupe

Giuliano tiene 16 años pero su aspectofísico es el de un adolescente mayor. Sumadre solicita la consulta: “vengo porqueme manda mi madre”.Primer gran obstácu-lo a trabajar para poder iniciar un análisis,el de su implicación, el de su demanda.Comenta que sus padres están separadosdesde que tenía 2 años, que su madre sevolvió a casar y tiene dos hijos:”Mamáagranda todos los problemas, no la puedoescuchar, es metida, me revisa las cosas; secasó con un tipo serio que le gusta dirigir,los odié, llegué a pensar en matarlo, pero lepegaba a mamá, a la pared, con él sentíhumillación”. Cuenta que su padre fuesiempre adicto a la marihuana, a la cocaína,que también está en pareja y tiene un hijo,que es más libre, que le enseñó a fumarmarihuana a los 13 años y que ahí también“perdí mi virginidad”.

“No tengo un grupo, me quedé de año,me echaron, me peleo con todos los chicos.Yo me quise suicidar hace un mes, cortarmelas venas, me sentía solo. Otra vez me cortépor todo el brazo, con un amigo y unaamiga...dijimos: nos cortemos las venas”.

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8 Heinrich, Haydée: ”Borde-R-S de la neurosis”, pág. 23

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“A veces tengo insomnio, o crisis en querompo todo. Estoy redespistado…como siestuviera en blanco. Me encanta escribirpoesías, eso hago cuando no me puedo dor-mir, mientras tomo vino o fumo...”

Cuando la analista pregunta sobre el“fumo”, cuenta lo siguiente: “Tengo ami-gos transitorios, con ellos nos juntamos encasa a mirar las estrellas, todos chupados,drogados, en un sillón...la vida es una mier-da le dije a D...pero no lloro...les digo: o nospegamos un tiro o nos tomamos todo.”

Cuenta que comenzó a tomar y a fumarmarihuana a los 13 años, en las vacacionescon su papá: “él me compraba, él me ense-ñó, me dejaba solo en X (otro país), enton-ces fumaba lo que me dejaba (…) Nadame importa, ni le encuentro sentido a lascosas...es raro…estoy como desorganiza-do… depre… raro... ayer fui a verlo a mipapá... no lo encontré… deambulé...”

Guadalupe, tiene 15 años, sus padresconsultan debido a reiteradas actuacionesque los enojan mucho. Se quejan de que norespeta horarios, fuma compulsivamente,anda con “chicos de la calle”, ha regresadoalcoholizada en varias oportunidades. Tieneun hermano de 18 años y una hermanamenor de 12, ese hermano mayor nuncatrajo problemas ni con el estudio, ni con suconducta, es el hijo modelo.

Para Guadalupe los motivos de su males-tar son otros. Las quejas se invierten. Diceestar harta de que sus padres la persigan,no la entienden, tiene momentos de inten-sa angustia y tristeza que calma “con loschicos” fumando o bebiendo. Su angustiano la deja dormir, de noche “siempre estoytristona, melancólica, depresiva, me calmoleyendo… o escribiendo”. Dice de sumadre: “todo el día me tortura, me recrimi-

na, grita todo el tiempo, está frustrada por-que nunca hizo nada y se la agarra conmi-go. Todo el tiempo imponiéndome cosas. Teescapás de la familia, me dice”. De su padrecuenta que la deja más, para él “somos unainversión más”. “Es exigente. No te permiteequivocarte.”

“Todos los chicos que me gustan sonadictos a la marihuana. A mi novio lo persi-go para que no fume, lo agredo, le digocosas horribles, él no se defiende, no reac-ciona”(…)“Con la gente soy retímida, meaíslo, si hay gente muy diferente a mí tengopánico, fobia. Pero me gusta que me veandiferente, por eso me visto así” (superponediferentes prendas y colores de medias,zapatillas rotas).

“A veces cuando no me puedo dormirescucho voces en mi cabeza, como si yohablara conmigo misma… yo siempre vola-da, de la cabeza… estoy reída.”

Guadalupe comienza a transitar un perí-odo de entrevistas preliminares que tomanla siguiente modalidad: viene dos veces porsemana, en la segunda sesión semanal traesus poemas, no quiere hablar de otra cosa,ni que le pregunte, me dice “solamenteescuchá”. De su palabra desplegada en laletra de sus poemas, a la escucha de la ana-lista, se va configurando un espacio transfe-rencial donde probablemente podrán des-plegarse los enigmas que la angustian. Delas voces en su cabeza, el “me hablo a mímisma”, a la constitución de un espaciodonde se dirige a un Otro interpelando suconsistencia, lugar del analista, deseo delanalista, que seguramente será puesto aprueba, hasta que dé muestras, muestre lascartas, de que es un Sujeto al que se lesupone un Saber, un Otro que está en sulugar y que es “confiable”. ¿Fácil…no?

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Resumen

A partir de la obra de Freud “El malestaren la cultura” la autora produce -con unguión que atraviesa “malestares”- la emer-gencia de dos cuestiones: la del mal y la delestar adolescente. La primera es abordadadesde el afecto de angustia y la segundadesde el posicionamiento subjetivo, en rela-ción a las nuevas exigencias pulsionales ysus posibilidades de satisfacción.

No son las neurosis la salida más fre-cuente, sino diversos tipos de actuacionesque denuncian la dificultad para tramitar loreal mediante lo simbólico. Por otra parte,el discurso de la actualidad, con el énfasispuesto en los récords, el éxito, etc., empujaal sujeto hacia el camino del goce y en elmedio el sacrificio que Freud planteabacomo condición del deseo y por lo tanto delas neurosis, termina en su carrera sacrifi-cándolo. Finaliza el trabajo con la palabrade dos adolescentes, varón y mujer, y susparticularidades en el campo del goce.

Bibliografía

(1)Freud, Sigmund: “Tres ensayos sobre una teoría sexual”, Ob.Completas. AE, T 7.

(2) Freud, Sigmund:“El malestar en la cultura”, Ob. Completas.AE, T 21

(3) Miller,Jacques-Alain: ”Dos dimensiones clínicas: síntoma yfantasma”. Manantial. Bs As. 1984

(4) Soler, Colette: “Qué se espera del Psicoanálisis y del psico-analista”. Letra Viva.

(5) Rassial,J.J.: “El adolescente en estado límite”. N.Visión.2001

(6) Heinrich, Haydée: ”Borde-R-S de la neurosis”. HomoSapiens. Rosario. 1997

(7) Lacan, Jacques: Seminario X: “La angustia”. Paidós. Bs As.2006

Imbriano, Amelia: “La Odisea del Siglo XXI”. Letra Viva. 2006

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En el Manuscrito G Freud plantea que “Laneurosis alimentaria paralela a la melanco-lía es la anorexia” y agrega: “La famosaanorexia nerviosa de las niñas jóvenes meparece (luego de una observación detenida)una melancolía en presencia de una sexua-lidad no desarrollada”.1

Esta cita nos pone sobre la pista de queya en 1895 Freud consideraba que la melan-colía podría adoptar diversas modalidades yque algunas de ellas adquirirían en la ado-lescencia despliegues particulares. Por otrolado, en “Duelo y Melancolía” nos advierteque sus conclusiones serán parciales, ya quela melancolía se presentaría en múltiplesformas clínicas difícilmente sintetizables.

Quisiéramos partir entonces de la supo-sición de que el concepto de melancolía no

se agota en el típico estado depresivo,resignado, falto de deseo, con autorrepro-ches, baja autoestima y fantasías suicidas,derivado de la caída de la sombra del obje-to perdido sobre el yo.

Por el contrario, sabemos que la presen-tación clínica también puede ser muchomás activa, ruidosa, desorganizada, queru-lante, pretenciosa, infatuada, loca, dondesospechamos que la furia que se había diri-gido contra el yo vuelve a recaer sobre elobjeto, con las consiguientes complicacio-nes en el lazo social y transferencial, sindejar por eso de tratarse de una melancolía.

Jacques Hassoun plantea que la anore-xia, la bulimia y la toxicomanía no seríanmás que equivalentes sintomáticos de lamelancolía.2 Lacan, por su parte, en un

Melancolías

Haydée Heinrich*

∗ Psicoanalista (EFBA)

Este texto parte de algunas ideas expresadas en varios seminarios dictados por la autora en la EFBA, entre 2003 y 2007, sobre lalocura, la melancolía y sus variados entrecruzamientos.

1 S. Freud – 1895 - Manuscrito G. – Los Orígenes del Psicoanálisis – Ed. Biblioteca Nueva – T.III – p.679.

2 Reconozco mi deuda con la enseñanza de J. Hassoun, imprescindible para orientarse en esta temática. Se puede consultar princi-palmente: La crueldad melancólica, Ed. Homo Sapiens – 1996 El oscuro objeto del odio, Ed. Catálogos – 1999Los contrabandistasde la memoria, Ediciones de la Flor – 1996 Les passions intraitables, Ed. Aubier – 1989.

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texto muy temprano, “La Familia”, enume-ra tres formas de suicidio no violento: laanorexia, el lento envenenamiento de latoxicomanía y lo que allí llama neurosis gás-tricas que, según creo, se podría equiparara la psicosomática. 3

Anorexia-bulimia-toxicomanía-psicoso-mática. Agregaría a este listado aparente-mente errático, determinados actings, pasa-jes al acto, accidentes reiterados, episodiosde violencia, inadecuaciones diversas, repro-ches (más que autorreproches), y plantearíala pregunta acerca de si podrían responder auna misma lógica, signada por la resistenciaa dar por perdido lo perdido, con sus inevi-tables correlatos: la elección narcisista deobjeto y la dificultad para llevar adelante eltrabajo de duelo. Se trata de característicascentrales en la melancolía, que generan unarelación adictiva en presencia del objeto ymanifestaciones afines al síndrome de absti-nencia, ante su ausencia.

Al mismo tiempo, sabemos que tampocoes unívoco el modo en el que la melancolíase desencadena. Estamos acostumbrados apensar que es motivada por una pérdida,con la particularidad de que el sujeto sabríaqué perdió pero no qué perdió con eso.Esto explicaría, para Freud, la dificultad derenunciar a lo perdido, lo que a su vez seríael impedimento para realizar el trabajo deduelo.

Sin embargo, la melancolía bien podríaestar actuando desde mucho antes, que-dando de manifiesto en la elección narcisis-ta, la cual no solamente es deducible aprèscoup, después de acaecida la pérdida, sinoque -como se verá- da lugar a una fenome-nología clínica particular. Por otro lado,Freud considera que también una afrenta

narcisista contra el yo podría producir unamelancolía, aún cuando no hubiera unapérdida de objeto en juego.4

Freud comienza “Duelo y Melancolía”afirmando que en la melancolía no hay tra-bajo del duelo a consecuencia de una “dis-posición enfermiza” (krankhafte Anlage).Más adelante dirá que es esa disposición laque determina la elección narcisista deobjeto, que proponemos entender como lanecesidad de garantizarse la absoluta per-manencia del objeto y la imposibilidad derenunciar a él.

Esta disposición enfermiza acompañaríaal sujeto desde antes de haber sufrido unapérdida irreparable que pueda ser situada,afectando la tramitación de las pérdidas yen consecuencia también de los encuentros.

Conocemos pacientes que nos cuentandesarticuladamente desde el vago recuerdode su infelicidad infantil -pasando por unaadolescencia marcada por una vertiginosa einexplicable sucesión de actings, episodiosde anorexia-bulimia, cleptomanía- hasta uneventual intento de suicidio que determinala consulta actual, y donde se evidencia unaespecie de sonambulismo carente de mojo-nes que permitan historizar el relato.

Entonces, vemos hasta aquí, por un lado,que la melancolía no solamente se desenca-denaría como consecuencia de una pérdidacuyo duelo no se pudo tramitar, sino quepodría estar presente desde mucho antes. Ypor el otro, que no sólo se manifestaría almodo de la depresión, los autorreproches,el sentimiento de indignidad y el desgano -que sería un modo “resignado”-, sino quehabría quienes intentan desesperada y des-mesuradamente salir de ese estado y ofre-

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Haydée Heinrich Texturas francesas

3 J. Lacan – 1938 – La Familia – p. 32 – Ed. Argonauta (1978)

4 He encontrado que la psiquiatría llama “depresión atípica” a esta especial sensibilidad al rechazo.

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cen una presentación clínica diferente, queno por ello deja de responder a la mismalógica.

A modo de recorte clínico

En el libro “Nación Prozac”, de ElizabethWurtzel,5 encontré inmejorablementeexpresado lo que -de distintas maneras-hemos escuchado de nuestros pacientes yde lo cual es tan delicado testimoniar públi-camente. Esta joven nos relata autobiográ-ficamente el infierno en el que vive: depre-sión, intentos de suicidio, desorientación,adicciones, reclamos a sus padres, medica-ciones varias que no le ayudan, excesos detodo tipo; y la ilusión de encontrar algo(alguien) que no la abandone nunca, que lacalme y que le cambie la vida, antes que seademasiado tarde:

Y entonces apareció Zachary: era un

muchacho asombroso, guapo y de buena

familia; (…) era un tío genial, sociable,

encantador, divertido (…) y va y resulta que

está conmigo (…) Sin embargo: Por debajo

de las apariencias yo me sentía tan perdida

como siempre. (…)

Dedico toda mi energía a pensar en cómo

podré conservar esa relación y evitar a toda

costa que un día se termine. (…) Para mí, el

tiempo que pasábamos juntos no era nada

más que el hecho de estirar ese tiempo; cada

cita consistía en planear cuándo me iba a lla-

mar otra vez, a qué hora, en qué minuto (…)

por miedo a volver de golpe a aquel mundo

diminuto y solitario en el que yo vivía antes.

(…) Zachary me abandonó sin dejar rastro

(…) vino a decir que quería sentirse como si

de veras pudiera irse a jugar al baloncesto sin

tener que agobiarse por mí, sin preocuparse

de que yo me echara a llorar (…)

Después de la ruptura mi estado podía

calificarse de naufragio total (…) Antes llora-

ba por no tener nada que valiera la pena per-

der, pero ahora estaba sencillamente resplan-

deciente -hinchada, enrojecida, histérica por

una pérdida que podía identificar por com-

pleto- (…) Zachary era mi última oportuni-

dad, para mí todo había terminado.

Poco tiempo después su novio era Jack:

Todas las noches me siento en mi aparta-

mento y espero que den las doce, agarrotada

por el miedo a que Jack no me llame, aterra-

da de que no me quiera ver, de que se vaya

con otra, segura de que si tal cosa llega a

suceder no tendré más remedio que meter-

me en mi bañera anticuada y teñir de borgo-

ña el agua caliente con la sangre que me

brote de las muñecas. Apenas lo conozco,

nuestra historia empezó hace sólo dos sema-

nas, pero estoy totalmente obsesionada

desde el primer día. (...) La verdad es que si

no fuera una idea tan devastadora, podría

incluso admitir que Jack no significa nada. Da

lo mismo quién sea él. (...)Lloro la pérdida de

algo que nunca he tenido. Estoy enferma,

muy enferma. Dios, cómo echo de menos a

mi madre en todo momento. Mi madre, por

descontado, últimamente no me habla. Sólo

estamos yo, Jack y la botella.

Desesperación, devastación, obsesión,suicidio, todo, nada, nunca. Pero ¿podemosdecir que la depresión en la que caeElizabeth después de cada pérdida es porno poder hacer el duelo? ¿O es que esa rela-

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Texturas francesas Haydée Heinrich

5 E. Wurtzel – 1994 – Nación Prozac –Ediciones B.

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ción ya está marcada desde el inicio por laimposibilidad de la pérdida, no la de laseparación final, sino aquélla de tolerar ladistancia inexorable que descompleta cual-quier encuentro?

Después de la ruptura de otra relaciónque tampoco tendría futuro, Elizabethescribe:

Era como una adicta privada de su drogapreferida. Allí sentada sin Rafe, estaba segu-ra de que el mono de la heroína no podía sermuy diferente, porque me moría de dolorpor él, lloraba por él, temblaba por él, meponía de rodillas, vomitaba por él, por suausencia, como si estuviera en proceso dedesintoxicación. (…) Nada permanece, ése esmi problema. Rafe se marcha durante cincominutos y estoy convencida de que ya nuncavolverá. Y así es como me lo tomo todo. Nohay nada que sea real, a menos que lo tengadelante de mis narices.

Detallado y sentido testimonio, a mimodo de ver, de lo que Freud llama relaciónnarcisista. No está regida por el deseo sinopor la necesidad, no contempla la falta sinoque exige la imposible completud6. DiceElizabeth:

Hasta cuando estaba bien era un engorro:mi presencia creaba una tensión que pertur-baba las buenas vibraciones (…) Para mínunca era suficiente ir a una fiesta y disfrutardel buen rollo de la gente… tenía que habermás, algo de peso, alguna grandilocuentepromesa de redención. 7

Para que algún encuentro con un otrosea viable, sabemos que hay que atravesar

el duelo por el todo, por la no comunión,por la no relación sexual, por la ausenciaque hay en cualquier presencia, en lo coti-diano del fort-da, más allá de la posibilidadreal de perderlo definitivamente. La capaci-dad de aceptar que, cuando está presente,no lo está del todo, permitiría tambiénrecordar, extrañar, evocar su presenciadurante su ausencia.

A diferencia del sujeto que puede estarsolo, confiado, relajado, en presencia deotro aun sin estar interactuando, hay niños(y adultos) que no soportan la falta de estí-mulos, para quienes el aburrimiento cobrauna dimensión dramática. D. Winnicott, consu habitual agudeza clínica, nos da herra-mientas para entender la necesidad dealgunos sujetos de estar en continua inte-racción, en una exigencia constante desobreestimulación y excitación.8 En “Lacapacidad para estar solo” diferencia eljuego feliz de los niños de esos otros esta-dos de excitación compulsiva, donde los gri-tos, los golpes, la aceleración, llegan a nive-les tales en que el niño solo ya no puedeparar y requiere de un adulto que lo frene.

De aquí podemos extraer una doble con-secuencia para la dirección de la cura: porun lado, nos permite abstenernos de inter-pretar tontamente algunas acciones, acci-dentes, atropellos, incluso frases, que noson más que un efecto dominó de esa ace-leración alocada; y también nos confrontacon la necesidad de encontrar, en transfe-rencia, la intervención pertinente para quenuestro paciente pueda frenar con esa locu-ra y dejar de hacerse daño.

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Haydée Heinrich Texturas francesas

6 J. Hassoun ha profundizado en esta cuestión a lo largo de toda su obra.

7 Notemos que el siguiente libro de la misma autora tendrá como título: “Más, ahora, otra vez” (More, now, again – www.amazon.com).

8 D. Winnicott – “La capacidad para estar solo” (en “Los procesos de maduración y el ambiente facilitador”) – pág.36 - Ed. Paidós.

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Dar por perdido lo perdido

Si volvemos por un momento a Freudrecordamos que introduce a la Amentia deMeynert (también llamada confusión aluci-natoria o psicosis alucinatoria de deseo),entre el duelo y la melancolía, como otraposibilidad ante la eventualidad de unapérdida9:

En el duelo se reconoce la pérdida y se laacepta, a partir de lo cual se produce unlento retiro de cargas acompañado de inhi-bición y tristeza, y después -dice Freud- elYo queda libre para una nueva elección deobjeto, es decir que se relanza el deseo.10

En la Amentia de Meynert no se recono-ce la pérdida: por no romper con el objeto,se rompe con la realidad y el objeto es con-servado alucinatoriamente. Recordemos elclásico ejemplo de la madre cuyo hijo hamuerto y mece el leño creyendo que setrata de su hijo.11

Y la tercera manera de tratar una pérdi-da es la melancolía, donde se reconoce lapérdida (es decir que no se alucina que elobjeto esté presente) pero el Yo se resiste aaceptarla. Al no resignarse a dar por perdi-do lo perdido, los lamentos pueden sereternos. A partir de allí, se instala la quejapor la pérdida y a veces se hace evidente lapretensión de ser indemnizado por el dañoque ésta ha ocasionado. En este caso, nadarevestirá suficiente interés como para relan-zar el deseo, el cual será vivido como unaclaudicación del reclamo.

A diferencia de la melancolía típica, enque la furia del Superyó se desata sobre elYo, sabemos que también puede dirigirseconcientemente contra el otro. Freud repa-ra en el odio que se desencadena contra elobjeto cuando amenaza con desaparecer.Vimos que en la melancolía esta amenazaestá siempre presente; el fracaso de laansiada comunión absoluta será leído ima-ginariamente como un rechazo del otro -debido a la propia indignidad-, al no poderentenderse como imposibilidad real.Asimismo conocemos las demandas insacia-bles, que suelen culminar, al modo de laprofecía autocumplida, en el rechazo tantemido y esperado a la vez.

Ya en el cap. VII de la “Interpretación delos Sueños”, Freud ubica al duelo como ins-tituyente del deseo. Hablando de la prime-ra vivencia de satisfacción, dice que debeproducirse una amarga decepción para quese pueda renunciar a la satisfacción alucina-toria del deseo y encaminarse por el traba-joso rodeo del deseo.

Si no se renuncia a una satisfacción ideal,total, si no hay duelo, no habrá deseo. Porel contrario, en el lugar del deseo, lo queaparece es la necesidad de colmar una hian-cia que no es reconocida como estructural,imposible de llenar, sino que pretende sertapada de alguna manera: con una perso-na, con una sustancia, con una emociónfuerte, con otro dolor. Y cuando eso fraca-sa, el sujeto, una vez más, sabe qué objetoperdió pero no qué perdió con ese objeto.

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Texturas francesas Haydée Heinrich

9 S. Freud: Véase Adición metapsicológica a la Interpretación de los Sueños (T.I pág.1069) y especialmente Lo Perecedero (T.IIIpág.172), además de Duelo y Melancolía (T.I pág. 1075 – Ed.Biblioteca Nueva).

10 J. Allouch, en su imprescindible ensayo sobre el duelo, critica duramente la propuesta de Freud de que el objeto perdido pueda,deba, ser sustituido por otro una vez terminado el trabajo de duelo. Coincidimos con esta crítica, no así con la rapidez con que desa-credita las reflexiones de Freud sobre la Amentia de Meynert, las que, a mi modo de ver, son de enormes consecuencias clínicas.(Véase J. Allouch – Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca – Ed. Edelp.)

11 S. Freud – 1894 - Las neuropsicosis de defensa – T. I – pág. 173 - Ed. Biblioteca Nueva.

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Ante la ausencia del signo de amor infi-nito que haga UNO, la menor frustracióntendrá una gravedad letal, que relanzará lafantasía de suicidio. El sujeto cree que lasdemás personas son felices, no porque pue-dan soportar los contratiempos, sino por-que éstos podrían no existir. ¿Cómo sobre-vivir a la cantidad de pérdidas, frustracio-nes, privaciones a las que estamos expues-tos cotidianamente, sin contar con el recur-so del duelo?

También Lacan va a poner el deseo encorrespondencia con el duelo, como apare-ce claramente en su análisis de “Hamlet”.12

Recordemos que la tragedia se desencade-na a partir de la obscena falta de duelo ensu madre; Hamlet recién se va a reencontrarcon su deseo cuando se confronte conLaertes llorando en la tumba de Ofelia.Lacan va a decir que es el encuentro con eseduelo en un semejante, lo que le permite aHamlet hacer el duelo y también reencon-trar su deseo: el duelo en el Otro, comocondición del duelo y del deseo.

En esta misma línea, en el Seminario X,Lacan plantea que estamos de duelo poraquél respecto del cual podemos decir “yoera su falta”.13 Ocupar un lugar de falta enrelación al Otro primordial, al modo en que,en el fallo salomónico, la verdadera madrees aquélla que hace mostración de estar dis-puesta a perder a su hijo para que éste viva.

Entonces, tanto en Freud como en Lacan,duelo y deseo son correlativos: el melancóli-co ha perdido su deseo en la medida en quefracasa la función del duelo. Lo que apareceen su lugar es una necesidad desesperadapor restaurar el narcisismo desfalleciente, entérminos de Jacques Hassoun.

Podríamos decir que el melancólico porno hacer el duelo por la primera y míticavivencia de satisfacción, no se resigna adejarse seducir por señuelos, por objetosparciales, a conformarse con pequeñassatisfacciones. El abanico de posibilidadesque se le ofrece no alcanza como premioconsuelo, entonces ¿para qué vivir si no haygarantía de satisfacción absoluta? Y vice-versa, como en un círculo vicioso: al no con-tar con el rodeo del deseo como sustituto,más se aferra el sujeto a la (in)satisfacciónmítica.

El deseo, sabemos, es metonímico, se vadeslizando, el sujeto se va encontrando conque “no es eso”… y la diferencia entre lasatisfacción esperada y la satisfacción encon-trada relanza la búsqueda; el melancólico,en cambio, se decepciona, se deprime y (se)hostiga por no soportar esa diferencia.

Entonces, la capacidad de renunciar a loperdido deberá estar operando en la estruc-tura, y no solamente para tramitar un duelopor una pérdida puntual que pudiera acae-cer en algún momento de la vida, sino por“lo perdido” en general, por la no relaciónsexual.

Desfallecimiento narcisista einfatuación narcisista

Escuchemos nuevamente a ElizabethWurtzel:

Ellos creen estar haciendo todo lo posible

y no funciona. No tienen ni idea del pozo de

miseria, el pozo sin fondo en el que me

encuentro. Tendrán que hacer más, y más, y

más. (…) No saben siquiera cuánto voy a exi-

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Haydée Heinrich Texturas francesas

12 J. Lacan – Seminario VI – El deseo y su interpretación – cap. 14,15, 17,18 - Ed. Paidós.

13 J: Lacan – Seminario X – La Angustia – Cap. 10 - Ed. Paidós.

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gir de ellos antes incluso de pensar en recu-

perarme. (…) Es demasiado tarde y estoy

segurísima de que siguen sin oírlo. (…) tienen

que intentar llegar a mí aunque eso les

suponga dejar de comer, de dormir, de respi-

rar aire fresco durante varios días; tienen que

intentarlo hasta que mueran por mí. Tienen

que sufrir igual que yo, e incluso entonces,

no será suficiente. (…)

Este es el punto en el que la melancolíase revela como una locura reivindicativaque no se priva de ningún exceso. Locura ensentido coloquial, fenoménico, desaforado;y también en el sentido más estricto queencontramos en Lacan, cuando dice que“está loco el que se la cree”.14

Infatuación narcisista como contracara deldesfallecimiento narcisista, y que encontra-mos descripta tanto en Freud como en Lacan.

Antes de ir a esas fuentes, aclaremos queen ninguna de las dos caras a las que nosestamos refiriendo, se encuentra una ela-ción maníaca, es decir que no estamoshablando del tan mentado trastorno bipo-lar, por el contrario, estamos pensando enuna especie de paranoización de la melan-colía.15 No hay que descartar que en la clí-nica este viraje pueda ser bienvenido (adiferencia de lo que sucede con el virajehacia la manía), en la medida en que sueleponer a distancia las fantasías suicidas.

En el desfallecimiento narcisista predo-minan los autorreproches, mientras que lainfatuación yoica ofrece un blindaje para-noide difícilmente horadable: el culpablede los males del sujeto es algún otro o bienalguna de las figuras del destino.

En Freud podemos leer esta posición deinfatuación en su texto “Las excepciones”,donde plantea que hay personas convenci-das de que ya han sufrido o se han privadodemasiado, que tienen derecho a que no seles impongan más restricciones y que noestán dispuestas a someterse a nuevos dis-placeres, ni siquiera los derivados del análi-sis, pues son excepciones y se proponenseguir siéndolo. Paradigmáticamente,Ricardo III, de físico contrahecho, carentede atributos, considera que el mundo estáen deuda con él, por lo que tendría algunosderechos sobre sus semejantes, incluyendola crueldad. 16

En la tragedia de Shakespeare, Freud leeel drama de todos los mortales: todos cree-mos tener motivo para estar descontentoscon lo que la naturaleza nos ha brindado; ytodos pretendemos compensación de tem-pranas ofensas inflingidas a nuestro narci-sismo, a nuestro amor propio. Es decir quetodos tenemos un Yo que se compara conese pequeño otro, el yo ideal, en relación alcual estaría siempre en desventaja.

Esta reivindicación da consistencia allugar de resto en el cual se ha sido supues-tamente, dañado, perjudicado, victimizado.No se trata en estos casos de la furia que elsuperyó descarga sobre el yo; aquí no hayautorreproches sino abiertos reproches con-tra los otros, responsables de las desgraciasdel sujeto.

Lacan también habla a su modo de esteestado de excepción. En un texto muytemprano, Acerca de la CausalidadPsíquica, -basándose en Hegel- planteatres características para la locura: el alma

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Texturas francesas Haydée Heinrich

14 J. Lacan – 1946 - Acerca de la causalidad psíquica – Escritos I – p. 142 – ed. Siglo XXI.

15 Véase Silvia Szuman – Melancolía-Paranoia www.ipba.org.ar/biblioteca.htm

16 S. Freud – 1916 – Las Excepciones (En: Varios tipos de carácter descubiertos en la labor psicoanalítica) – T.II - pág. 1082 – Ed.Biblioteca Nueva.

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bella, la ley del corazón y la infatuación.Conjugadas, pueden hacer que alguien sela crea. Y creérsela es estar loco.

Desde esa infatuación es imposible pre-guntarse nada, y toda la culpa será siemprede los otros. Esto cuestiona la suposición deque siempre el melancólico se siente culpa-ble mientras que el paranoico se siente ino-cente. También el melancólico puede ser unalma bella perjudicada por los demás ydeseosa de revancha. Aquí la crueldadmelancólica no solamente es interpretableo registrable en la transferencia (Klagensind Anklagen), sino que es descaradamen-te explicitada.

Como veremos a continuación en otropárrafo de Elizabeth Wurtzel, es difícil quealguien pueda hacer algo para saldar esadeuda, lo cual conviene recordar en la clíni-ca, especialmente si se nos ocurre la peli-grosa idea de querer darle a nuestropaciente lo que otros le han negado17:

Tendrán que hacer más de lo que nuncahayan podido pensar que iban a hacer, si esque quieren que yo siga viva. No tienen niidea de la cantidad de energía y de exaspera-ción que estoy deseosa de chuparles hastaque me sienta mejor. Los consumiré y los aho-garé hasta que sepan qué poco es lo quequeda de mí, incluso después de haber toma-do todo lo que hayan tenido que darme, por-que los odio por no saberlo.

Por más dañado e indigno que se consi-dere el Yo, esto no quita que se pueda infa-tuar, pretendiendo que se lo indemnice. Yo,la peor de todas… acuso, exijo.

Pues bien, hasta aquí algunas reflexionessobre distintas presentaciones que puedeadoptar la melancolía, las que, a mi modode ver, merecen nuestra atención a fin decernir una lógica que nos permita orientar-nos en la clínica ante fenómenos que, de locontrario, se nos presentan como erráticos ycontradictorios y, en consecuencia, nos des-conciertan a la hora de intervenir. Entiendoque contar con esa lógica sería de utilidadpara la lectura y el manejo de la transferen-cia que, como sabemos, es el campo dondese dirimirá la cura.

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Haydée Heinrich Texturas francesas

17 Véase mi trabajo: “Locura y Transferencia”, presentado en el coloquio sobre La Locura organizado por la Propuesta PsicoanalíticaSur (hay publicación), y luego, con modificaciones, en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Tucumán, 2003. www.efba.org

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Introducción

El hecho de que trabajemos en el campode la salud, nos constriñe a privilegiar ennuestro campo de observación aquello queremite al eje de lo normal y lo patológico, aestar atentos a la emergencia de lo mórbi-do, de lo anormal y a nuestra misión decurar, o al menos de aliviar. DesdeHipócrates ésta ha sido y es la consigna delas distintas disciplinas médicas.

Pero en una época donde prevalece larazón instrumental y la manía clasificatoriao taxonomista fomentada y promovida porla industria farmacéutica, por criteriosindustriales de producción -expresión por locual es de la irrupción de la serie de los DSM(no sé en qué número andaremos)-, la psi-cología y psicopatología del adolescentepuede abordarse de modo exclusivo yreductivo a este enfoque, a la enumeraciónde síntomas y trastornos. En contraste, miempeño irá en otra dirección. Dirección que

podría definir como un intento de abrir ode restituir la problemática adolescente alcampo de la antropología y de la historia.Porque un enfoque reductivo sólo dirigidoa discernir lo normal y lo mórbido, nos haríaperder lo más sustantivo, lo más sabroso yprecioso de esta época de la vida.

Antes de clasificar lo normal y anormalprocuraré hacer algunas notas para caracte-rizar cuáles son los rasgos distintivos quedefinen este período de la vida humana.

Por eso uso el plural: Las adolescencias, yla fecha: el tercer milenio, para destacarque nuestro objeto de estudio, la adoles-cencia, es una construcción histórica, conrasgos diferentes en cada tiempo y lugar, encada coyuntura histórica y cultural, y que silogramos o conquistamos algún saber, ésteserá axiomáticamente efímero y perimible yse irá modificando en la medida en queevolucionen las coordenadas históricas yculturales, de clase social, de culturas hege-mónicas y culturas alternativas.

Las adolescencias del siglo XXI

Marcelo Viñar*

∗ Psicoanalista (APU)

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Para clasificar es necesario definir conqué criterios se hace y qué consecuenciastiene el hacerlo.

Las adolescencias del siglo XX

El término Adolescencia: focalizando laproblemática del tránsito entre la infancia yla vida adulta, es de aparición reciente en lahistoria de las ideas. No es un objeto natu-ral sino una construcción cultural. El alcancey la resonancia del mismo no cesan demodificarse en subordinación a las transfor-maciones aceleradas de la cultura. Con unpromedio de vida de 3-4 décadas, los perío-dos de transición son diferentes que cuandola expectativa de vida al nacer es de 7 a 8,como ocurre en el siglo XX en las clases aco-modadas del occidente actual. David vencióa Goliat cuando era apenas un púber,Etienne de la Boetie escribió su Discursosobre la Servidumbre Voluntaria a los 18años y murió a los 33, y nuestras abuelasparían entre los 16 y los 20, lo que hoy sellamaría, con alarma, embarazo adolescen-te. Nuestras esposas cerca de los 25, pocoantes o después de “graduarse” y nuestroshijos arañan los treinta o más, retardandola procreación por las exigencias de los estu-dios de post grado. Esta mirada es autoreferencial a mi grupo de pertenenciasociocultural y económica. No la uso con elpropósito de crear un universo autorreferi-do sino para poner en relieve, como carac-terística nuclear del objeto que estudiamoso construimos (tal o cual adolescencia), quelos datos se subordinan o remiten al marcohistórico cultural donde se observan. Nohay adolescencia estudiable como tal, sinoinserta en el marco societario en que sedesarrolla y transita. Objetivar o reificar lasadolescencias es un error frecuente.

Con esta afirmación no quiero desaten-der las (aparentes) invariables biológicas dela irrupción pubertaria -neurológicamenteprogramada- desencadenando la explosiónhormonal, sino patalear contra un esquemacausal de una linealidad determinista, quenos sustrae lo más relevante del procesoque queremos estudiar y entender: el viejoprejuicio de la anterioridad o primacía de labiología sobre la cultura. Lo biológico no esla causa que determina efectos psicosocia-les (intrapsíquicos y vinculares), que vendrí-an por añadidura. Este determinismo lineales mecanicista y simplificador. Es mejordecir y pensar que la tormenta hormonalpubertaria es el gatillo que dispara, quedesata un trabajo mental, inédito (inaugu-ral quizás), que cada individuo y grupohumano deben transitar, tramitar o resol-ver. Y que una vez desatada la tormentapuberal, biología y cultura interactúan enun paradigma complejo sin prioridad lógicade uno sobre otro. La adolescencia esmucho más que una etapa cronológica de lavida y de desarrollo madurativo. Es un tra-bajo de transformación o proceso de expan-sión y crecimiento, de germinación y creati-vidad, que -como cualquier proceso vivien-te- tiene logros y fracasos, los que nunca sedistribuyen en el blanco y negro. Reducir losprocesos complejos a las opciones binariasdonde los fracasos son la patología, son unaverdad simplificadora y esquemática queempobrece la riqueza y la diversidad delobjeto que queremos comprender. Estopara oponerse a las trampas del cientificis-mo y la medicalización, lo que es una pato-logía del que estudia y no del sujeto estu-diado, y del que los trabajadores en saludmental debemos estar siempre alertas yvigilantes, en el dilema de definir lo normalcomo calmo y traducir toda trasgresióncomo patología.

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Marcelo Viñar Texturas francesas

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Una perspectiva dialógica:transformación y no etapa

La semiología de las adolescencias (yel plural es obligatorio de acuerdo a lospreliminares que vamos exponiendo)requiere pensar simultáneamente lomirado (el adolescente o la adolescen-cia) y la mirada (quién mira, desdedónde y para qué), organizando uncampo de saber dialógico, que involucreal par investigador-investigado. Este noes un punto formal y retórico, sino deética, y tomarlo en cuenta nos ahorraríamucha yatrogénia y mal praxis.

En modo alguno pretendo afiliarme auna postura antipsiquiátrica, negadora dela patología y de la enfermedad mental(postura que inventó una cultura alternati-va como tantas, llena de poesía o de dispa-rate, con algunos logros y muchos desas-tres). Hoy, con poco talento, algún psicolo-gismo barato confunde la bizarrería con laoriginalidad y con la penuria de la enfer-medad mental. Yo viví durante el exilio casiuna década en una Comunidad Terapéuticapara esquizofrénicos y algo sé del dolor y elhorror de la locura, pero entre el horror dela enfermedad y el disfrute y el deleite deadvenir a la vida, los extremos de la de lacampana de Gauss son claros y no requierende una semiología muy sagaz, pero en losgrises del medio, que son frecuentes yabundan, discernir los límites de lo normal ylo patológico, en la turbulencia adolescen-te, es una tarea difícil. Mientras los maes-tros son cautos en hacer diagnósticos y pro-nósticos, el dispositivo a la moda puedeactuar con ligereza y medicalizar, (en nom-bre de la ciencia), lo que andaría mejor sinla intrusión tecnocrática, estigmatizandocon diagnósticos oprobiosos y pronósticos

que son amenazas. Cierta bizarrería formaparte de la originalidad de esta época de lavida y, aunque es bueno soportarlas, mepropongo entonces recorrer el tema deltránsito adolescente, no sólo como unaetapa cronológica definible por una franjaetárea entre tal y cual edad, sino como untiempo transformacional de progresos yretrocesos, de logros y fracasos, cuyo tiem-po de comienzo puede fijarse en la niña conla menarca y en el varón con la primer eya-culación o polución nocturna, acompañadopor el cortejo de cambios corporales portodos conocidos (caracteres sexuales secun-darios). En nuestra cultura actual -como dijeantes favorecido por el aumento de laexpectativa de vida al nacer- y en los gruposprivilegiados por la extensión casi al infinitode estudios y diplomas de capacitación, lafecha de cierre del tiempo adolescente seha estirado indebidamente. Por consiguien-te, creo que hay retener los 12-13 a los 16-17 años de vida como un tiempo fuerte porla magnitud e intensidad de los cambios enel cuerpo y el alma, y llamar al resto juven-tud o adolescencia tardía, donde va cesan-do la moratoria de esta edad y se plantea lainscripción en el mundo adulto. Es un tiem-po que a veces, y de más en más, se prolon-ga indefinidamente, una adolescentizaciónen el modo de existencia. En la culturaactual y local, la convergencia de una hiper-producción opulenta, que la tecnologíahabilita como nunca antes lo hizo en la his-toria humana y de padres permisivos y encrisis con el principio de autoridad (reactivoal denostado pater familia de antaño), losjóvenes adolescentizan -para bien o paramal- la tercera década de su vida. Esta difi-cultad para fijar los criterios para el cierredel proceso adolescente son, sin duda, unproblema de la sociedad actual, sobre elque vale la pena reflexionar.

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Texturas francesas Marcelo Viñar

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Me explico: el desarrollo, la maduraciónestuvo pautada hasta nuestra generación(las décadas del 60-80), por una ciertasecuencia: 1º conchavo (es decir trabajo-autonomía subsistencial), 2º rancho (esdecir vivienda autónoma) y 3º china (parejaestable), trabajo y habitación propia prece-diendo la libertad de cohabitación sexual.

Regla y transgresión

En las últimas décadas, esta secuenciaque operaba como referente, está lejos deser la norma promedial y en muchos secto-res sociales perimió como norma axiológica.Por añadidura lo que está bien y lo que estámal, lo sagrado y lo sacrílego, que antañoestuvieron definidos por la autoridadpatriarcal que ejercían la religión y/o elestado y la familia, hoy ya no nos precede niencuadra, ya no nos empuja o al consenti-miento o a la rebelión transgresora (todoesto en diferentes combinatorias persona-les). Hoy, para fijar lo que está bien o mal,la responsabilidad de cada sujeto y cadagrupo es mayor que antes, lo que es un pro-greso en la autonomía y en la emancipa-ción, pero también un mayor riesgo deerror o descarrilamiento. Lo que la religióny/o el estado legislaban como bisagra entrelo legítimo o ilegítimo ha sufrido una con-fiscación, un movimiento de reapropiación,que J.P. Barrán llama “El derecho a ser loque se es”, y es afín a la noción deModernidad líquida que trabaja Z. Baumany en nuestro medio Ignacio Lewcowicz.Asumir una identidad o libertad biográficaautoengendrada en zonas que antes esta-ban pautadas y codificadas por la autori-dad, la tradición o la religión. Estos cambiosde las mentalidades (de la sensibilidad, qui-zás el inicio de una inflexión civilizatoria),

tienen capital importancia en la considera-ción del caso individual.

Adolescencia y sociedad

Los referentes sociales que organizannuestra mente (familia, filiación parentali-dad, trabajo y ocio, norma y trasgresión,sexualidad permitida y trasgresora) hancambiando profunda y rápidamente en lasúltimas décadas.

Los cambios de la revolución informática(en el plano de la producción material) y dela emancipación de la mujer y la revoluciónsexual, (en la producción simbólica) soncambios profundos y agregan ingredientesinéditos al conflicto intergeneracional.Personalmente, por ejemplo, me declaroinepto e incapaz de comprender la formaen que escuchan música y en que hablan losjóvenes, y si no fuera por el miedo a ser eti-quetado de viejo tonto, lo tildaría de oligoy/o esquizofrénico. Pero lo que importa noes la opinión de los miembros de tal o cualgrupo etáreo sobre otro, sino que existan ono existan zonas de confrontación o debateentre los estilos tradicionales y los actuales.Por ejemplo, ese rock que rompe los oídos ytrae sus códigos narrativos importados delimperio que domina y destruye el mundo yla convivencia tal como yo la concibo.Entendámonos: No se trata de establecerquién tiene razón y quién no, porque en elconflicto intergeneracional no hay triunfa-dores ni derrotados; es la calidad de la con-troversia y no es el resultado lo que cuentapara los protagonistas. De quién tienerazón se encarga la Historia y cómo recogenel mensaje otros sujetos que son testigos yterceros respecto al par confrontativo. Nome preocupa el desenlace sino la ausencia o

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la escasez de la controversia, la incapacidado desistimiento del mundo adulto en fijarpautas, normas y límites a la pretendidaautarquía juvenil. Eric Hobsbawn, uno delos mayores historiadores del siglo XX, sos-tiene que en ninguna otra época de la his-toria hubo mayor irrelevancia por los valo-res de la tradición y la autoridad.

Hoy día, el desafío (imposible pero ine-ludible) para una práctica que se reconozcaen la genealogía (o el linaje) de una filia-ción freudiana es, por una parte, no desco-nocer los aportes que durante los siglos XIXy XX han llevado a cabo la nosografía y lapsicopatología, pero simultáneamente con-frontar estos hallazgos con los profundoscambios culturales y civilizatorios que demodo acelerado se están produciendo enlas últimas décadas, de las que somos agen-tes y producto. Como dice E.Morin, los seresvivientes somos producto y productores dela trama social en que vivimos, somos agen-tes y efecto de la cultura. Salvo que grite-mos como Mafalda: “Paren el mundo queme quiero bajar”.

Con el chiste (con la adhesión a Mafalda)quiero poner en relieve, denunciar un seriodilema en la educación y la transmisión enel mundo de hoy: hay maestros que buscantransmitir o enseñar lo sabido, el capital deconocimientos que la tradición nos ha apor-tado; otros educadores consideran que loesencial es apuntar en dirección a interro-gar lo desconocido y enigmático del mundode hoy. Ambos extremos son excesivos, peroconciliarlos y atar las dos moscas por el rabono es tarea fácil. Tomemos por ejemplo, enpsicoanálisis, el tema de la sexualidad infan-til y adulta, que son claves en la psicopato-logía de la neurosis (también en otrasestructuras), ¿acaso el referente es el mismo

en la moral victoriana que en la del 3º mile-nio? Pensemos, por ejemplo, en nuestroposicionamiento frente al adulterio o lahomosexualidad y su evolución en las últi-mas décadas, aunque sigamos pensandocategóricamente que la pedofilia y el inces-to siguen siendo el polo abominable de lasexualidad. Un límite -regla o ley- debesiempre existir, afirma Levi Strauss, lo queen la historia viva es materia de debate escon qué criterios y parámetros se define eselímite. Porque no es lo mismo el gesto acti-vo y creador de cambiar una norma que lapasividad desdiferenciante de disolverla. Noson operaciones análogas sino opuestas.

Nuestra disciplina nació con los pacientes(con el padecer humano) y a ellos nos debe-mos. Esto lo dijo Freud y yo me afilio y losigo. Es una clínica y no una concepción delmundo. Pero es sin perder esa brújula ysobre todo atendiendo a ella, que piensoque un eje de nuestra semiología debeapuntar al malestar en la cultura y no hacerde lo intrapsíquico una entelequia a-históri-ca, una entidad que no se modifica con losavatares del cambio societario, con lo quealgunos autores designan como el vértigo deuna mutación civilizatoria. En buena partede la clínica actual, el yo y el nosotros estánsolidamente trenzados, los referentes queorganizaron el corpus teórico del psicoanáli-sis (o si se quiere las condiciones históricas desu surgimiento) han cambiado. Familia,sexualidad, parentalidad, filiación, trabajo yocio, norma y trasgresión, tienen resonanciasmuy distintas que antaño. Es a explorar loque conocemos y lo que ignoramos de estosreferentes a lo que aludo cuando digo quedebemos estar atentos al malestar en la cul-tura. En esto no dudo que, por ejemplo, lanoción de estructura edípica y fantasmas ori-ginarios guarden plena vigencia en la actua-

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lidad, pero eso no me autoriza a tomarloscomo saber inamovible, ni me exime de rein-terrogarlos con los jóvenes de hoy.

Como el tema es inmenso como el océa-no, los invito a una cierta ruta de navega-ción, sin desconocer que hay otros múltiplesenfoques posibles.

Rebeldía adolescente y conflictointergeneracional

“Los jóvenes de hoy aman el lujo,están mal educados, desdeñan la auto-ridad, no tienen ningún respeto por susmayores y charlan en vez de trabajar.Ya no se ponen en pie cuando un adul-to entre en la habitación en donde seencuentran. Contradicen a sus padres,en la mesa se apresuran a engullir lospostres, cruzan las piernas y tiranizan asus maestros”1

¿Quién creen Uds. que dijo esto?¿Quiénes son los autores?

En varios congresos he escuchado concierto asombro esta cita de Hesíodo ySócrates sobre los malos hábitos y conduc-tas de los adolescentes que derrumbarían yliquidarían los valores más preciados ysagrados de la polis del autor.

Desde hace pues 25 siglos, Sócrates con-denaba a los jóvenes hasta el anatema, pro-nosticando por su acción el desmorona-miento, la decadencia y hasta la destrucciónde la cultura amada y de las buenas cos-tumbres. Es asombroso cómo los argumen-tos tienen una actualidad pasmosa. Puedenser escritos por cualquier mentalidad con-servadora de cualquier época.

Pero como aquí andamos y seguimos

vivitos y coleando -dos milenios y mediodespués de aquel presagio catastrófico-,podemos concluir que el pronóstico teníaalgo de fantasioso, de construcción ilusoria.

Pero ya que el discurso se reitera enpadres y docentes de todas las épocas, unose pregunta: ¿qué combustible de tan altaeficacia alimentará la pasión perpetua delconflicto y la rivalidad entre las generacio-nes; de la rivalidad de viejos y jóvenes;haciendo de él un motor de la historia?

¿Por qué hablamos de conflicto interge-neracional? ¿Por qué ser viejo y ser joven,en cualquier tiempo y lugar, se transformaen conflicto leve o grave, dulce o agrio,guerrero o simpático? La confrontaciónentre tradición y novedad no es un hechoaccidental o coyuntural, sino estructural einherente a la dinámica de la historia, fuen-te de crispación, pero también del cambio ymotor del progreso que define a las socie-dades humanas. El dilema no es entre laexistencia o ausencia del conflicto, sino enla calidad, la textura y el desenlace de estos:hay conflictos que se empecinan y empan-tanan en la repetición, hay otros donde seventila la espiral creativa de la perlabora-ción. ¿Qué diablo de impulso sopla paramantener encendido el fuego de la rivali-dad y la guerra intergeneracional?

Yo creo tener (necesité fabricarme) unalectura que me resultó bastante convincen-te de los orígenes de esta guerra milenariay perpetua. Veamos los contrincantes:

A) Del lado de los viejos, del mundoadulto, seguramente todos guardamos enalgún rincón secreto del alma, el recuerdosilencioso, pero vívido, de la desmesura delas emociones, del exceso de los impulsos,del tumulto, los que fuimos capaces de

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1 Baudelot, Ch. y Establet, R. (1990) [1989]. El nivel educativo sube. Madrid: Morata. (pp. 133-134)

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hacer o pensar en esa época de la vida.Podíamos tocar el cielo con las manos, en elamor y en la crueldad. Excesos que no siem-pre llevamos al acto, que no siempre reali-zamos pero supimos del impulso que estuvi-mos al borde de hacerlo, que no siemprefueron actos perpetrados en el mundomaterial, pero fueron actos en la realidadde nuestra mente y palpamos en nuestramente el deseo perentorio de la desmesura,de la trasgresión. Las tristezas, las alegrías,las ilusiones, la sexualidad, la rivalidad, loscelos, nunca tuvieron tanta intensidad ymisterio como entonces en aquel vívidorecuerdo del propio tiempo adolescente. Entodo adulto y todo viejo hay una memoriaindeleble de esa época de turbulencia y ful-guración.

B) Del lado de los jóvenes, tengo unaexplicación también bastante clara. Lasadolescencias vienen después de las infan-cias. El mundo infantil ha sido (en general)un mundo de credulidad. Confiábamos enel saber de los adultos, éramos crédulos ensu omnisciencia, en su omnipotencia. Losadultos sabían lo que estaba bien y lo queestaba mal, lo que era justo y lo que erainjusto, lo que era lindo o feo, eran capacesde otorgarnos o rehusarnos lo que anhelá-bamos. Y los niños creíamos… Sé que sim-plifico y esquematizo en exceso, pero la cre-dulidad es la tónica dominante. Las adoles-cencias son el tiempo pendular opuesto, dederrumbe de esa dependencia y credulidaddel mundo infantil, del crédito casi ilimita-do que otorgábamos al mundo adulto,como principio de sabiduría y autoridad. Lasospecha en la legitimidad del saber adultoes la tónica dominante.

Y el desmoronamiento, el desasimiento,el derrumbe no viene sin tumulto. El des-

prendimiento identificatorio de las figurasparentales de la infancia y de sus subroga-dos, es un proceso necesario, ineludible,imprescindible, saludable, pero el desgarrono se hace sin ruido y sin dolor. Y si este des-garro no se lleva a cabo, o si se vuelve calmoy anodino, si resulta beato y pacífico, si nohay dolores de parto; esto se paga con estu-pidez o en patología psíquica a resolver conel psicoanalista o el psiquiatra.

No pretendo que mis explicaciones seanúnicas y verdaderas, sino que sean un apoyoque ayude a pensar. Por supuesto que loque vengo diciendo es un esquema simplifi-cador, un prototipo telegráfico, ajustado altiempo de un desarrollo breve, porque nopuedo detenerme en la diversidad y multi-plicidad de experiencias singulares diferen-tes. Esquema simplificador que se pretendeprovocador de un debate que se enriquezcay complejice.

No al singular. Una entidad: la adolescencia

Otra premisa que quiero traer al debatees que la adolescencia, como franja etárea oetapa de la vida, nunca se debe conjugar ensingular. Siempre hay, por una parte, unapluralidad de adolescencias, en cada tiem-po histórico y según el lugar geográfico ysocial y, por otra parte, las diferencias deestilos personales que muestran la diversi-dad humana. No hay una noción unitaria ygenérica, la adolescencia es una unidadestallada, a estudiar en la diversidad de susafinidades y contrastes. Debe ser siempreun estudio de lo singular e inédito, y hayciertas formas de generalización en “regu-laridades observables” que caminan en elsentido opuesto, de desconocer lo singular.

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No hay acumulación de experiencia, lasemiología debe ser por distinción y con-traste. En ciencias humanas (ciencias delsujeto o del discurso), es inconvenientehomologarse al proceder en ciencias natu-rales donde la observación metódica de unobjeto estable permite conocer inductiva-mente sus cualidades y atributos. En cien-cias humanas lo que estudiamos son cons-trucciones discursivas en perpetuo cambio yla operación de conocimiento no es apre-hender cualidades estables, sino los algorit-mos de la variación del contraste entre unestado previo y otro posterior.

No al mecanicismo de undeterminismo lineal

Entonces, siempre hay lío, desdeSócrates hasta hoy, y cada vez hay que dete-nerse en definir perfiles singulares del lío encada tiempo y lugar. Dejemos pues las inva-riantes que son tales porque se repiten y seatribuyen a la edad y al tumulto hormonalque lo provoca. El dato cronológico y bioló-gico no deja de importar, -los cambios en elcuerpo son obvios y evidentes-, pero loesencial y problemático es describir los pro-cesos adolescentes como construcción cultu-ral y psicológica, lo más arduo es la semio-logía psicosocial de los cambios, ya que delos cambios hormonales se ocupa la natura-leza y lo habitual es que no necesiten aten-ción médica, salvo patologías infrecuentes.Pero de las consecuencias psíquicas delempuje puberal, de eso sí debemos ocupar-nos con mucha frecuencia y con cierta com-petencia, de cómo un cuerpo fisiológicodesata un cuerpo fantasmático en ebulli-ción, y esto concierne a padres y artesanosde la salud y la educación.

No a la naturalización, sí a la construcción

La adolescencia -como proceso- se cons-truye. La maduración acompaña, la biologíaes una apoyatura (anaclisis), pero no es lonuclear. El tránsito adolescente entre infanciay vida adulta, no es madurativo, sino trans-formacional, algo que se logra, se conquista,con trabajo psíquico y cultural, o se estanca yse fracasa. Dice Jeammet, un adolescentólo-go francés, que la adolescencia es el espejode la sociedad; yo le replico que es el fusible,ahí donde las tensiones, la intensidad de lacorriente hace fundir y saltar los tapones.

No a la herencia positivista

Hay conceptos en ciencias humanas quesufren la maldición parmenidiana. Lo quenos llega del filósofo clásico, seguramentecomo simplificación, es un empeño en tra-ducir la realidad múltiple (las apariencias),que siempre es chisporroteante y contradic-toria, en elementos fijos, estables (las esen-cias). Sí podemos hablar de esencias en elmundo de la naturaleza -de las maderas, delos metales, del vidrio- cuyos atributos soncualidades fijas de una sustancia, pero pormal camino andamos si queremos aplicar elmismo criterio y procedimiento para pensaren las ciencias humanas (la democracia o laadolescencia), creando entidades fijas cuyascualidades preexistentes hay que descubrir.

El camino de la búsqueda, de la investi-gación es otro; se lleva a cabo en el espesorde un proceso que se produce performati-vamente como consecuencia o efecto de supropia operatoria. Sin embargo, la genera-lización se hace a menudo en nombre de lasacrosanta objetividad u objetivación y con-

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duce a la sustancialización de resultadosestáticos.

Tal vez se pueda adjudicar esta fijeza a laorden neuro/hormonal para los cambiosque acontecen en cierto momento del desa-rrollo para producir el cambio del cuerpoinfantil, prepuberal, en cuerpo adulto ydefinitivo.

Me parece innecesario el debate acerca desi la crisis adolescente reproduce, en el esce-nario pubertario, los rasgos de la tormentaedípica o la pérdida y el duelo por el desasi-miento de figuras parentales omniscientes, osi es un trabajo original de apropiarse de unnuevo cuerpo, de investir figuras exogámicasy, sobre todo, intentar pensar por unomismo, retomar sobre los propios hombrosun saber que estaba delegado y depositadoen el mundo adulto y principalmente en lasfiguras parentales. La oposición entre repeti-ción y creación (en el proceso adolescente)me parece innecesaria o bizantina, porqueelude lo singular de averiguar cuánto hay deuna y otra en cada caso. Porque es axiomáti-co que cada acto humano significativo tienealgo de repetición y otro tanto de creación.En la secuencia madurativa del desarrollo ysus crisis, cada momento reproduce e innova.Es justamente la sagacidad de la semiosis laque debe dar cuenta del intervalo entre repe-tición y elaboración.

Entonces, habrá que entender la adoles-cencia como proceso, más que como la fran-ja etárea donde estos procesos (los logrosmadurativos y las transformaciones) ocurreno se inhiben y fracasan. También creo que esexcesivo o arbitrario atribuirles a los tumul-tos hormonales la condición de ser causalesy etiológicos en el sentido de un determinis-mo lineal, que tendrá efectos psicológicos yculturales como consecuencia.

Prefiero un posicionamiento más interac-tivo de causalidades complejas, culturales ypsicológicas, que modelan la tormenta hor-monal de la pubertad para producir adoles-cencias múltiples propias de cada tiempo ylugar, lo que da lugar a saberes más efíme-ros y perimibles, lo que nos reposiciona enun lugar más crítico y modesto, menos legis-lante y tutelar. Lo que nos sitúa de otromodo en el campo de los fenómenos a estu-diar, respecto de un sujeto pleno, con quienpodemos establecer relaciones de reciproci-dad, evitando la tentación de colonizarlocon nuestra experiencia y saberes superio-res. Lo que sí sé, es que la experiencia delcuerpo adolescente es inédita y fulgurante.El cuerpo se vuelve extraño y reveladorcomo espejo de una autoestima que basculaentre la exaltación y la denigración, se vuel-ve como una realidad casi externa a la psi-quis, una realidad que hay que explorar einterrogar y que, muchas veces, le resultaenigmática al propio sujeto.

El tiempo vivencial

Personalmente, una de las aristas de laépoca actual que más me interpela y da apensar es la velocidad de los acontecimien-tos y el ritmo de las experiencias. Con larevolución informática y la instantaneidadde la información, todo saber aparece comoaccesible y al instante… salvo el poder denuestra mente o nuestro espíritu paraalcanzarlo. ¿Acaso la noción de alma o espi-ritualidad estará perimida o sumergida enel mundo del consumo y de la imagen? Losritmos cotidianos son frenéticos, pletóricosde información a procesar y metabolizar yel todo resulta imposible de digerir. Somosla civilización de la imagen y de lo efímero.A mi sobrino, estudiante brillante, la madre

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le pregunta si está estudiando, él respondeque sí, cuando junto all libro de estudiotiene una computadora con un juego, otracon un film y otra con un chat…

¿Qué ocurre en la mente, cuando, desdetemprano en la vida, todo ocurre a esteritmo? Para alguien como yo, adulto viejo,que tiene sus engranas mentales estabiliza-dos o anquilosados, la respuesta es deasombro o perplejidad, pero, ¿qué ocurrecuando la información y el acontecer verti-ginoso viene de la infancia o durante elempuje pubertario? ¿Cómo se inscribeninteriormente las experiencias? En mi sabery entender, inscribir una experiencia en lamente requiere dos tiempos distintos. Uno,transitivo, donde los acontecimientos estánocurriendo; otro, reflexivo, de inscripción ode apres-coup, de asimilación, donde loocurrido se significa, se inscribe y queda unresto que es basura a evacuar. Un humoris-ta de mi pueblo (Juceca) afirmaba sagaz-mente: “Ud. va y hace las cosas…Después, de noche, en el boliche,…lecuenta a los amigos,… Y allí se da cuen-ta de lo que pasó.” El pobre Funes deBorges es la historia ejemplar en la cual estaoperación de selección y recorte no se llevaa cabo y los efectos deletéreos que ellotiene sobre la vida mental. Es esta interro-gación la que atravesará mi desarrollo.

Yo tenía el hábito de que mis pacientesdesplegaran en un relato los avatares de sussíntomas, conflictos y malestares. El pacien-te era un cuentero, un narrador de símismo. Hoy los síntomas tienen poca cabidaen el espacio mental y el padecimiento delos casos, en buena parte, no es una novelao un cuento que llamamos fantasía deenfermedad. Hoy es la crisis de pánico, eltrastorno alimentario, las conductas adicti-

vas, las conductas hostiles y/o de riesgo,para sí mismo o los demás. El padecimientono es sufrido sino actuado, no hay espesorinterior o mirada reflejada sobre el sí mismopara interrogar las causas o fuentes delpadecimiento. Pero, como bien diceJeammet, no hay que homologar perturba-ción de conducta con enfermedad y, juntocon la estructura psicopatológica del afec-tado, es menester la consideración de suhistoria familiar contemporánea y transge-neracional y la coyuntura sociocultural delos espacios de pertenencia.

En la cultura del vértigo, en el tiempovivencial interiorizado producto de reali-dades sociales en cambio permanente y demodo acelerado, la pregunta que debemoshacernos los psicoanalistas es ¿qué efectotiene en la mente y en la psicopatología lainteriorización de un presente vertiginosoy sobrecalentado que pulveriza o estalla latemporalidad historizante? (Pierre Nora).El presente ya no se muestra en un trípti-co, como articulación de lo que fue y de loque será (es decir, del pasado y del futuro),sino que es un presente epiléptico, actual yperpetuo.

¿Acaso esta experiencia del tiempo aten-ta contra una temporalización historizante?Donde un cierto equilibrio entre estabilidady transformación, entre la repetición estruc-turante y la perlaboración, se opone alritmo sin aliento de digerir una sobreesti-mulación de efectos inciertos. Son pregun-tas a transitar.

El cuerpo

1- Todo el mundo está de acuerdo en quelos cambios en el cuerpo son una piedraangular en el proceso adolescente. Al decir

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de Jeammet, el cuerpo fisiológico disparaun cuerpo fantasmático, pero es menesterno establecer entre ambos una relaciónlineal. Los cambios hormonales pubertarioscambian también la relación del sujeto(niño) con su cuerpo. El cuerpo niño, hastaentonces sentido como familiar y armónicocon la autopercepción, se vuelve en la ado-lescencia zona de enigma e interrogación.Se da la paradoja de un yo que aspira a laautonomía, a ser el amo y resulta el esclavode los imperativos corporales: sensacionesnuevas, tentadoras y temibles, son señalesenigmáticas a descifrar y a significar.Trabajo inédito, insólito. Un cuerpo nuevo ydesconocido, que envía sensaciones desco-nocidas, imperativas, extrañas, a decodifi-car, no sin conflicto entre la tentación y laprohibición.

Una parte de este proceso es subsumiblea la razón civilizada y domesticable por ella.Con ilusión humanista y como cruzadoscontra el oscurantismo religioso y prejuicio-so que condena los laberintos de la vidaerótica, ha nacido en la vida hogareña y enel ámbito escolar la consigna iluminista dela Educación Sexual. Bienvenida, siempreque no se pretenda omnisciente y capaz deiluminar toda la escena. Porque algo omucho de la sexualidad que irrumpe en laadolescencia habita en la oscuridad, su cua-lidad intrínseca es la opacidad, el carácterenigmático, que al ser indescifrable, muevee instiga hacia la curiosidad y la explora-ción. Esta opacidad irreductible del cuerposexuado que irrumpe en la pubertad es tanimprescindible y necesaria como aquellaque se domestica en la educación. Pero notodo es iluminado, y la oscuridad remanen-te, fuente de enigma y misterio, mueve a labúsqueda, a la exploración.

2- Por otra parte el cuerpo es espejo revela-dor de la autoestima y pívot que integra lamayor parte de las organizaciones psicopa-tológicas. Ser lindo o feo, atractivo o recha-zado, se vuelven nudos cruciales de la auto-estima; y la configuración de ésta, un puntoclave de la adolescencia, que siempre tran-sita por lo grandioso y por la humillación.

3- Debemos agregar el tema que algunosautores titulan “el umbral hedonista”. Elhedonismo, de su lugar en la mente y en lacomunidad, es tanto un tema de psicopato-logía como de cultura. En ésta siempre exis-ten -en pugna- posturas austeras y severas,que miran el placer con ojos de sospecha, yposturas permisivas, libertarias o hastalibertinas, que legitiman y celebran el pla-cer. En toda la historia de la humanidad, laliteratura y la legislación atestiguan estapugna. ¿Cómo construir un debate fecundoy una controversia productiva en lo que hoyes una guerra entre austeros y libertarios?¿Donde las campañas y las medidas de con-trol y vigilancia en vez de promover los lími-tes y la sujeción producen la tentación tras-gresora y oposicionista? El caso individual yla conducta trasgresora, en relación de con-flicto oposicional con un entorno toleranteu hostil, el equilibrio entre autoridad, pues-ta de límites y permisividad son temas depermanente y apasionante discusión. Undebate abierto sobre las fuentes de placer,su legitimidad o el carácter transgresor,pecador, delictivo, facilitaría el diálogo enel consultorio o en la campaña preventivacontra el consumo y la adicción a drogasnocivas. El tema de las toxicomanías es untema de psicopatología, pero también deciudadanía: la estigmatización y delincuen-tización del adicto es tema de todo elmundo. Sobre consumo y toxicomanía,sobre estos temas, nos debemos un debate

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ciudadano y académico, quizás intermina-ble, y no debemos abandonar su respuestaa técnicos y académicos. La lectura de lostextos de José P. Barrán2 es esencial parasituar el caso individual que vemos en rela-ción con la sensibilidad o la moral de unaépoca. Esta lectura es imprescindible por-que nos ayuda a descentrarnos de una pos-tura legislante, normativa o predicadora,que ejerce, en nombre de una moral laica,el registro de la indoctrinación religiosa,produce adeptos sumisos y obedientes y noseres pensantes, que asuman los avataresde sus conflictos. Todo esto es que nos faltay a lo que debemos tender en la funcióneducativa y en la promoción de la salud delmundo de hoy. Es necesario ocupar el lugarde especialistas, de expertos que la socie-dad nos asigna, pero, también, es necesariosaber rehusarlo y no eximir el debate ciuda-dano de su deber de abordar y pensar estostemas.

El espejo de los pares: las tribus adolescentes

Es frecuente hablar del trabajo de des-prendimiento, de desasimiento de las figu-ras parentales, con el saber y el poder, máso menos absoluto que en ellos estaba dele-gado y depositado. La adolescencia iniciaun trabajo de reapropiación, de una auto-nomía que se incrementa. Pero pensar porcuenta propia es un problema arduo encualquier edad y lo es más aún en loscomienzos. Llámese a este proceso despren-dimiento, separación o individuación.Llevarlo a cabo en soledad es demasiadocuesta arriba y, aunque el trabajo interior es

imprescindible, una porción de la atracciónque ejercían de las figuras parentales (conla ambivalencia consiguiente) se tercerizaen figuras exogámicas.

Son figuras de alteridad las que el ado-lescente propone al mundo adulto (la recí-proca también es a considerar). El mundoadulto es percibido como extraño por eladolescente, quien reacciona con actitudesde exclusión o intentan ser domesticadas oconsumidas como productos exóticos (es elejemplo que puse con la música, el baile olas vestimentas). La negociación de la alteri-dad es un punto crucial en toda convivenciay fomenta o atenúa el trastorno (síntoma oproblema) que luego vemos en el consulto-rio como patología.

Es la época del amigo confidente, de labarra de los pares, de las pandillas y tribusque legislan y regulan los comportamientosde esa edad. Comportamientos miméticos,con los pares y no con los padres, son losque marcan las pautas; el diario íntimo o elconfidente, o los ritos tribales que propicianconductas ordálicas y traumatófilas. Latribu de pertenencia toma una jerarquíainusitada, mientras que lo familiar antesatrayente se troca por momentos en recha-zante y hasta repugnante: los gestos, acti-tudes y valores del mundo adulto son cues-tionados y/o rechazados. José Bleger insistíahace décadas en cómo los procesos identi-tarios que se trabajan en la adolescencia lohacen más sobre bases oposicionistas quemiméticas, como intento de desmarcarse delas identificaciones infantiles.

Para un texto general y panorámicocomo el que estoy intentando es difícil elu-

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2 Barrán, José Pedro; “Historia de la sensibilidad en el Uruguay” .Tomo 1: La cultura Bárbara; “Historia de la sensibilidad en elUruguay”, Tomo 2: El disciplinamiento (1860-1920). Ed. De la Banda Oriental, Montevideo, 1998; “Medicina y Sociedad en el Uruguaydel Novecientos”. Tomo 3: La invención del cuerpo, Ed. De la Banda Oriental, Montevideo, 1999; “Amor y transgresión en Montevideo:1919-1931”, Ed. De la Banda Oriental, Montevideo, 2001.

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dir lo grupal y la parcela de singularidad,pero también abordar la filigrana de lo queen psicoanálisis se conoce como procesosidentificatorios singulares. Si se da lugar ala causalidad inconsciente y a la constela-ción edípica, reconocer los puntos singula-res de identificación requiere un desarrolloextenso y minucioso. Dejemos esto para laclínica del psicoanálisis. Aquí me refiero apsicología de Masas, grupos o multitudes ylos efectos de sugestión o hipnosis que lasociología releva, con una pluralidad denominaciones. Estos procesos tienen unainsospechada extensión y eficacia psíquica.Mentalidad de época o mentalidad colecti-va son conceptos para los que me sientoincapaz de una definición precisa. Pero des-conocerlos es más torpe aún y la lectura deM.Castells, Z.Bauman, Lipovesky oBaudrillard nos ayuda a tenerlos en cuenta.El contagio psíquico y la sugestionabilidadde las opiniones hegemónicas es un hechoordinario y ciudadano y no se limita al cole-gio de jóvenes histéricas, donde Freud lodescribió.

Probablemente, la tensión entre suges-tionabilidad y pensar por cuenta propiatenga una amplia variación de un individuoa otro, y también se modifique en un mismoindividuo según su grado de angustia varia-ble en el tiempo. Esta disyuntiva será aúnmás relevante en el mundo adolescente.Tenemos (los psicoanalistas) que dialogarcon sociólogos y semiólogos, pero quieromarcar aquí este tema de investigaciónpendiente, en el que debemos profundizar.Reanudar y extender el trabajo que Freudpersiguió en Psicología de la multitud yAnálisis del yo.

Conductas de riesgo

Prodigar y aplaudir ciertas conductas deriesgo auto o hetero-agresivas es propio deesta edad y en un mundo que prodiga elespectáculo y la exhibición se juntan el festíncon las ganas de comer. La frontera comple-ja entre el yo y el nosotros, entre mundo psí-quico y transpersonal (experiencia subjetivaen dialéctica con experiencia social), traedurante el empuje pubertario -como expusi-mos en el parágrafo anterior- nuevos enig-mas y desafíos, conceptuales y prácticos.

Mucho se ha escrito y hablado de lasconsecuencias psíquicas que puede tener ladesaparición, en la modernidad, de los ritosiniciáticos con que las culturas tradicionalesconsagraban ceremonialmente el pasajeentre ser niño a ser miembro de la comuni-dad adulta. ¿Cuáles son hoy o cómo se sig-nifican estos procesos? Aunque he pensadomás desde el psicoanálisis que desde laantropología, más que ocuparme de cómola cultura marca al individuo (aunque esteenfoque es también imprescindible para laclínica actual), diré algo de cómo el sujetoque adviene se proyecta en su entorno. Sincuestionar la importancia de las marcas dela peripecia edípica y sus escollos e impas-ses, el empuje pubertario trae algo nuevoque no es reductible a una monocasualidad.

El debate académico acerca de si la crisisadolescente es una repetición de la peripe-cia edípica o una creación original me pare-ce un tanto bizantina. Yo creo que hay argu-mentos en ambas direcciones y que la buenatarea semiológica consiste en descubrir yponer en evidencia lo que hay de repeticióny lo que hay de creación, lo que troca el dile-ma por el desafío de una síntesis.

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Adolescencia y proyecto de vida

En el seno de ese proceso de reapropia-ción identitaria durante el empuje puberta-rio se tejen o traman las coordenadas y lositinerarios de un proyecto de vida, los dile-mas de la vocación, el parto de una singula-ridad y de un estilo. Este proceso, largo ydifícil, lejos de ser una reflexión metódica (ydiscursiva) es una mezcla entre la lucidez yla fantasía omnipotente o el delirio degrandeza, con momentos de tedio y de ano-nadamiento y otros de turbulencia y fulgu-ración, con cascadas y remansos, como unrío de montaña. Tal vez este proceso se rei-tere y se reformule miles de veces a lo largode la vida, pero ésta será la experiencia dela primera vez. Primera vez quiere decir laduplicación insistente y emocionalmentecomprometida que se reitera docenas deveces en la búsqueda de un personaje signi-ficativo y hasta heroico. Como dijo AndyWarhol: “Todo el mundo tiene derechoa ser mundialmente famoso al menosdurante 15 minutos” Y el cuarto de horade esa experiencia de exaltación suelesituarse en la adolescencia, tal vez, porencontrarse con una aldea planetariadonde prevalece la anomia, donde nadie esnadie para nadie. En el mundo actual, seña-laba Baudrillard no hay realidad y no hayhistoria, sino simulacro de aquella y nega-ción de ésta. El mundo mediático es el cons-tructor ideológico de una realidad virtual, através del ejercicio retórico de una hiperre-alidad. Lo mediático es tan fuerte que des-plaza y sustituye a lo que es.

Por consiguiente, lo que a nivel macrollamamos caída de las utopías o fin de lasideologías, es en la mente adolescenteausencia de referentes y horror al vacío.Construir un proyecto, una sensibilidad,

una ideología (no temamos al término), esel trabajo de un sujeto histórico concretopara darse coordenadas explicativas y nor-mativas que le permitan vertebrar orgáni-camente su vida práctica. O tal vez el dile-ma entre impulsos y cultura del adolescentepueda decirse con estas sabias palabras deTocqueville:

“Ningún hombre puede luchar fácil-mente con el espíritu de su época y desu país, y aún cuando sea poderoso esdifícil que pueda moldear los senti-mientos de los demás, si no es siguién-dolos. Es que nadie oye lo que es radi-calmente diferente y para modificar larealidad, hay que parecerse a ella”.

El diseño adolescente de una definiciónde sí mismo es una experiencia inaugural yfundante para siempre, en su forma y vigor.En la evocación resulta siempre un recuerdoindeleble -aunque en el durante puedaparecer ordinaria o anodina-, sin toma deconciencia por parte del sujeto que advienede que está “inventando” su mundo y seestá inventando a sí mismo: de que estáinventando su lugar en el mundo. Una hojade ruta que nunca se cumplirá, pero quequeda inscripta como capacidad de teneranhelos, proyectos y de darse los mediospara poder cumplirlos, aunque más no seaque cojeando y a tropezones.

El tomar conciencia del ingreso a la vidaadulta, de la conquista de un sentimientode futuro como horizonte y como proyecto,el oscuro sentimiento de querer cambiar almundo y dejar una marca propia de la resi-dencia en la tierra, resulta un momentorelevante de la experiencia interior de esaedad. Experiencia que es imperioso compar-tir, donde lo colectivo, como intenso senti-miento de pertenencia, de afiliación, prece-

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de e impregna lo propio, lo singular que seinscribe como similitud o como contrastecon el entorno disponible. El sentimientode masa, de multitud, es capital y losencuentros y desencuentros de esa etapadejan marcas, a veces tóxicas; otras, saluda-bles. Hay otros como yo y yo soy uno entreotros, pero también yo soy yo distinto aotros. Es en ese espacio consigo mismo ycon los otros en el que se construye la mis-midad y la ipseidad. Este sentimiento de serun átomo de la humanidad me parece undesfiladero, una bisagra propia del tiempocrucial de la construcción identitaria adoles-cente, y exaltada en esta etapa.

La experiencia del espejo, el valor heurís-tico que Lacan y Winnicott supieron darlepara los cimientos de la estructuración psí-quica en la primer infancia, merece ser pen-sada para el proceso adolescente como dia-léctica bipolar de un yo que se reformula enun crisol, cuya función es articular los obje-tos del mundo disponible con los apetecidosobjetos de la pulsión. Entre las exaltacionespasionales de esta época, están las adhesio-nes: el ansia de pertenecer, de adherir a ...con una intensidad desmesurada. Para unos,es el sentimiento patriótico; para otros, elreligioso o el político ideológico; para otros,la música o el deporte, quizás alguna otrapasión personal más exótica. Esto, en laesfera pública, es lo que los sociólogos lla-man los particularismos identitarios, que aveces se tramitan en la controversia y otrasveces en el frenesí. Procesos sin duda alie-nantes, cuna de los fanatismos y fundamen-talismos, cuando dejan de ser efímeros y setransforman en crónicos y definitivos. Lacreencia es axiomáticamente alienante,pero ¿acaso es mejor la descreencia? El tra-bajo es distinguir el carácter trófico y salu-dable de las pertenencias de aquellas for-

mas rígidas que empobrecen el discerni-miento. El problema es que esta ansia depertenecer de adherir a, varía de una gene-ración a otra. Es lo que Martin Hopenhaynllama el relevo valórico. Y con el vértigo civi-lizatorio la distancia con nuestros hijos esmayor que con nuestros padres. El pasado esuna referencia, a veces un imperativo:“Honrarás a tus ancestros”, marca el man-dato bíblico, referencia que puede ser faro oprisión. Pero, como bien puntualizaTodorow, ningún criterio axiológico avalaque respetar la tradición sea un ideal máslegítimo que la ruptura, que fundar uncamino propio e inédito. Desde la familiamedieval, donde los lugares en la fratríaestaban pre-asignados, la libertad biográfi-ca es hoy el valor prevalerte y admitido.

En la esfera íntima todos guardamos enel cofre de recuerdos algunas inscripcionesde esas primeras veces: cuando descubrimosla amistad, cuando descubrimos el amor y lapasión y nos empaparon las vocaciones máspregnantes, o en la política, o en la religióno en cierta música, o en los deportes; o expe-rimentamos algunos encuentros privilegia-dos: un maestro, un amigo, una novia, queserán luego modelos o referentes de nues-tros estilos relacionales, con otros y connosotros mismos. En la conjunción de laexperiencia interior y los avatares -logros y/ofracasos- en el espacio interpersonal es quese va conformado nuestro perfil singular.

Es una trama fundacional en un terrenofértil. Con parámetros de “normalidad”adulta podemos atisbar o leer estos proce-sos como la desmesura que expresa idealesheroicos o delirios de grandeza, cuya per-fección como nunca se logrará. Pero, comodice un músico de mi tierra, AlfredoZitarrosa: la canción y la verdad, son al

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comienzo, solo un ruido, un tarareo, quesolo más tarde toma forma y plenitud demelodía. Las verdades propias de esecomienzo son tenues e inciertas. Yo sospe-cho (y postulo como idea directriz a pensar)que este espacio potencial de grandiosidadque vengo de esbozar es una virtualidadsiempre existente en todo adolescente. Losospecho como un universal que no siemprese revela, que puede quedar secreto o hastamudo (con lo que se puede argumentar quees sólo mi imaginación o delirio lo que loconcibe). Este sentimiento de grandeza esun universal deseable y no una patología.En efecto, yo entiendo que estos momentosgrandiosos deben ser postulados como ele-mentos fisiológicos, normales y deseablesde la experiencia adolescente (como ingre-diente psicológico coextensivo al procesopubertario), a fin de que se despliegue loque Laurence Cornu llama la promesa denovedad, propia a cada generación. No esuna idea constatable, comprobable comoverdadera o falsa, pero es una idea legítima(como brújula), o lo que algunos autoresllaman idea directriz.

El espejo, en la acepción identificatoriaque le dieron Winnicott y Lacan para latemprana infancia, vuelve a tener en estaetapa una importancia ineludible, si reco-nocemos la especificidad de su semiología.Para un “teen ager” nada hay más impor-tante que su diario íntimo o su amigo con-fidente y/o su pandilla de pertenencia,como interlocutor primordial y privilegiado(como Otro privilegiado, objeto hiperinves-tido, se dice en la jerga psicoanalítica). Creaespacios de privacidad o intimidad, dondelas nociones de adentro y afuera (del psi-quismo) tienen otro valor que en las con-venciones adultas. El modo de vestirse, dehablar - verbal y gestualmente- son pautas

de esta porosidad. Los pactos de pertenen-cia y de lealtad, o su traición, tienen unafuerza inusitada mayor que en cualquierotra edad. A eso lo saben y lo denuncianhasta el pataleo, padres y docentes en todaslas culturas de las que tengo noticias. Aveces la ofuscación en la denuncia, el enojo,impide ver el aspecto saludable y trófico deeste tipo de lazo social, de estos vínculosprivilegiados, cuya violencia implica unaenergía disponible. Deberíamos, los adul-tos, destinar más tiempo a pensar cómoconfrontarla, encauzarla u orientarla ymenos empeños y recursos para concebircómo reprimirla.

El adolescente aburrido y sinbrújula la exclusión

También conozco una clínica y un esce-nario social antinómico de lo anterior,donde esta experiencia de turbulencia esdesértica: una patología del aislamiento, dela soledad y la desolación. Es una clínica deltedio o de la experiencia de vacío, en el poloopuesto de la desmesura frondosa y pletóri-ca que describíamos antes. Su fuente ocausa puede proceder de conflictos internosy ser relevantes de patología psíquica. Pero,atención, que también puede provenir defuentes exógenas: grupos minoritarios querelevan de la exclusión social por xenofobiaétnica o religiosa, o por pobreza. En nuestrocontinente multiétnico, la pobreza es elmotor más poderoso de la exclusión. Unaserie de factores convergentes -tales comola concentración de la riqueza y la expan-sión de la pobreza, producto del neolibera-lismo globalizado, es decir del aumento enla inequidad de los ingresos, más los fenó-menos de informatización y robotizaciónque implican una merma de la importancia

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de la mano de obra humana en el pasaje demateria bruta a producto elaborado- predi-cen (como lo indica Bauman en su libroWasted Lifes) que los fenómenos de exclu-sión social irán en aumento y, por consi-guiente, los trabajadores en salud mentaldeberemos incrementar nuestra atención aestos hechos como factores patógenos.

Proponemos que la definición filiatoria,o genealógica es condición de estructura-ción psíquica y de salud mental. De las dife-rentes maneras en que un sujeto construyelos relatos de su origen apoyado y munidode datos objetivos, pero que se organizansegún los subrayados y énfasis que cadauno selecciona y que tiñen sus construccio-nes fantasmáticas. En otros términos, cómoen cada situación cada sujeto se apropia desu historia o, más precisamente, se reapro-pia de ella de modo recurrente y en dondelo singular y lo propio -haciendo relieve ysurgiendo de una cultura- crea una memo-ria colectiva que modela una pertenencia.

Es diferente, tal vez antinómico, si en elentramado donde se traduce la experienciaen historia y en relato, si el grupo al que sepertenece transmite la opulencia de algotrófico, incluso exaltado, que cuando setransmite el oprobio y la humillación de ungrupo derrotado o expulsado de las coorde-nadas simbólicas del grupo hegemónico.

Sospecho que el sentimiento de ser “sereshumanos superfluos” (Human superfluity deArendt) es un factor decisivo como desesta-bilizador de la salud mental. No hay saludmental pensable cuando el sujeto es excluídode su condición de hombre político. Los psytenemos aún mucho para aprender y parainvestigar sobre las conexiones e interaccio-nes entre la patología del psiquismo y la clí-nica de lo social. Si no estamos advertidos de

esta zona de dificultad leeremos a ambasindiscriminadamente y aplicaremos nuestrascategorizaciones psicopatológicas a un uni-verso que desconocemos. Con este panoptis-mo puede ocurrir una deriva perversa en laque el poder político llama a la academiacon el pretexto de aprender de ella, pero laconsecuencia es que se utiliza y opera comojustificación tecnocrática de una políticaopresiva. En temas como la drogadicción y ladelincuencia juvenil, en los cuales la éticaprofesional y la ética ciudadana crean zonasde controversia, el debate entre la política ynuestro campo de reflexión no debe escati-marse. Ya Montaigne denunciaba hace cincosiglos que llamamos salvaje a todo lo que nocorresponde a nuestra cultura y valores. Enun mundo globalizado y un presente sobre-calentado, el respeto del pluralismo y ladiversidad cultural es un asunto complejo yesto no es sólo materia de diferencias geo-gráficas, políticas y culturales sino, segura-mente también, de intervalos generaciona-les.

El aspecto más manifiesto y visible de estaproblemática se expresa cuando los profesio-nales prodigan el diagnóstico de sociopatía yconducta antisocial (consumo de estupefa-cientes y otros comportamientos adictivos,juvenilización de actos delictivos en todas susvariantes) en la cual, según revelan las esta-dísticas, la morbilidad y la mortalidad estánen auge -en el mundo de hoy, sea la región,la ciudad, el barrio o la familia-. Una miradahacia el continente, como el crecimiento delas “maras” en El Salvador o de las pandillasdel tráfico en Río de Janeiro, y algunos suce-sos ocurridos en el primer mundo, como larevuelta estudiantil en los suburbios de Parísy las matanzas atroces en las institucioneseducativas de USA., pautan la magnitud dela pandemia, de la disfunción societaria

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intergeneracional. Sería erróneo pensardesde el prejuicio de la excepcionalidad delUruguay, desconociendo que la globaliza-ción rompe las fronteras también en estetipo de expresiones.

Yo creo, o todos sabemos, que el proble-ma existe. El asunto es no precipitarse enbuscar causas y explicaciones que, en estemundo tecnocrático, impliquen un uso sim-plificado y panfletario de la “ciencia” comofundamento político de medidas correctivasy planes de emergencia. Lo que no emergeen ese análisis de la problemática adoles-cente son los lugares del mundo adulto y dela organización societaria en cuyo senoemergen las epidemias de violencias mortí-feras para el adolescente. La prevención pri-maria en este tema es resorte de lo político.Mientras el neoliberalismo de mercadosecrete una sociedad insolidaria de winnersy de loosers (ganadores y perdedores) lostrabajadores de salud mental estaremosconfinados a la prevención terciaria (larehabilitación tardía) que es la más onero-sa, moral y financieramente, aunque resultemercantilmente rentable.

En mis tiempos mozos se hablaba de unporvenir radiante, efecto de la expansióncientífico-tecnológica y de un progreso enla equidad, en la distribución de bienes yoportunidades a pesar de la amenaza deguerra nuclear entre ideologías enemigas.Hoy se habla de catástrofe climática y eco-lógica, de agotamiento de recursos y mate-rias primas esenciales, de la inequidad deingresos y de oportunidades.Y la violencia yel genocidio en el planeta transitan y semultiplican por doquier. ¿No será la adoles-cencia el grupo más sensible a este mundoinhabitable que estamos construyendo?Habría que ser estadista y no psicoanalista

para mover el timón donde hoy navega latriste humanidad, pero aún en el consulto-rio pensar estas cosas condiciona nuestroposicionamiento. Es distinto mirar al otrocomo un enfermo desadaptado, que acom-pañarlo a transitar por el mundo haciéndo-se menos daño a sí mismo. “Yo no soy unenfermo” gritaba al salir del campo de con-centración Jean Amery,”soy la expresión demi tiempo y de mi mundo”.

Las crisis adolescentes suelen coincidircon la desilusión de la mitad de la vida queviven sus padres. Vivimos esa época que serotula solemnemente como “fin de las uto-pías” y “caída de los grandes relatos” quedaban cohesión a esas utopías. Los revolu-cionarios del sesentismo hemos visto cómoel mito del Hombre Nuevo dio lugar a loscrueles y cruentos totalitarismos del sigloXX, no sólo en la mitología de la raza supe-rior y xenofóbica del nazismo, sino creandoel sueño socialista que descarriló en el esta-linismo y en Pol Pot. Hoy el planeta se con-fronta entre el fundamentalismo cristianode la potencia militar y económica hegemó-nica con el fundamentalismo antagónicodel Islam. Esto provoca un repliegue y unadesimplicación del espacio político ciudada-no. En el sesenta nos sentíamos exaltadospor ser protagonistas de la historia (y asínos fue). Hoy, en las antípodas, el espaciopolítico aparece como el monopolio de diri-gentes o cúpulas poderosas que relegan a lainoperancia y a la impotencia la acción delciudadano común. Felizmente la pugnaentre implicarse y prescindir no es estable yuniforme y un retorno al quehacer colectivoexiste como contraparte.

Tengo la convicción de que la decepcióny el desconcierto es el mensaje prevalenteque reciben los adolescentes como expre-

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sión de un mundo adulto timorato y pres-cindente.

La autoridad del pater familia ha perimi-do y los jóvenes ya no enfrentan el airadoadversario que caracterizaba la cita deSócrates o Hesíodo del comienzo del capítu-lo, sino al demagogo o prescindente, quehuye de fijar límites y trastabilla sin poderdiscernir entre principio de autoridad yautoritarismo.

El conflicto intergeneracional que acom-paña el movimiento de la historia parecehoy modificado por ausencia de uno de loscontendores de la confrontación (por walk-over como se dice en boxeo). En mi trabajocon educadores y con padres, tengo laimpresión que la tónica dominante es la dela prescindencia y la evitación del conflicto,y para quien quiere o necesita derribar unobstáculo o un adversario, menudo es elporrazo que se pega si nada le ofrece resis-tencia. Yo creo que es mejor asumirnoscomo adultos en nuestras incertidumbres,en nuestra pequeñez y aún en nuestra estu-pidez, pero que no podemos rescindir de lafunción adulta de establecer límites y res-tricciones a una impulsividad hormonal-mente desbordante. Y que, aún si nos equi-vocamos, ellos podrán parir mejor su origi-nalidad con nuestra oposición de modomejor que con nuestra complicidad dema-gógica. Más que una postura timorata y evi-tativa de los adultos a la confrontaciónintergeneracional hoy es tan necesariacomo lo fue siempre en la historia, para quela nueva generación pueda parir su nove-dad y originalidad propias.

Toxicomanía y adicciones

También es un tema a interrogar en laencrucijada entre lo personal (la historia yestructura del sujeto), su grupo familiar(contemporáneo y transgeneracional) y elcontexto sociocultural, micro y macro, esdecir, los grupos cercanos y la urbe.

No todo consumidor se vuelve adicto, ladistinción es esencial y la frontera entreambos se establece por la perentoriedaddel consumo, por el síndrome de abstinen-cia, esto es la aparición de angustia y sínto-mas de descompensación frente a la priva-ción y por la tolerancia, esto es la necesidadde incremento progresivo del tóxico paraobtener el mismo efecto. La experimenta-ción animal muestra reacciones diferentesentre distintos individuos de la muestrafrente a la misma sustancia psicoactiva,como mostrando una diferente receptivi-dad en los receptores neurológicos y en la“recompensa del efecto”. Podríamos hablarde valores individuales ideosincráticos.

Tal vez, la importancia creciente de latelevisión, la insospechada magnitud delpoder mediático (el quinto poder) tendráque ingresar a nuestras asignaturas curricu-lares y no dejar su exploración librada en elterreno libre a quien lo manipula con finesmercantiles y políticos. Todo esto desbordamis competencias de psicoanalista y habráque acudir a la multi y trans - disciplina.

Lo que sí es de nuestro resorte en cues-tión de hábitos y patologías adictivas, esuna semiología rigurosa de la relación decada individuo ante el placer y sus reaccio-nes, ante la frustración y el displacer. Estefenómeno humano universal tiene un relie-ve especial en las adicciones.

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Filiación, adolescencia y exclusión

En la gran urbe anónima del planeta delsiglo XXI es cada vez más difícil tener unlugar propio en el mundo. Un lugar propioque me permita tener la oportunidad dellevar a cabo mis capacidades, un proyectode vida donde cada uno se sienta único, ori-ginal e insustituible. Sumergido en la multi-tud anónima, sofocado en la misma, cadaquien organiza su destino o su estrategiapara sobrevivir.

La palabra exclusión o excluido tienepoca presencia en las disciplinas psi (psico-patología, psicoanálisis, psiquiatría), aun-que está en auge en las ciencias sociales: elparia de Arendt, como sujeto político sinderecho a tener derechos; “Las vidas des-perdiciadas” de Z.Bauman, como un sectorcreciente de la población del mundo que,en las actuales condiciones de producciónmaterial y simbólica, transitará su vida sindestino ni proyecto. Como nuestro oficio nose ocupa de las multitudes sino de sereshumanos concretos y encarnados, nos tocaacoger en nuestros consultorios algunosejemplares de esa humanidad a la deriva,que vienen, lo sepan o no, desorientados apedirnos que les ayudemos a construir undestino, una estrategia de vida. Mal hace-mos cuando tratamos de ponerles el corset,de encorsetarlos en las categorías diagnós-ticas que aprendimos en la modernidad.Aunque el referente de la psicopatologíasigue siendo un eje de comprensión ineludi-ble, tampoco podemos desconocer los sóli-dos anudamientos entre psicopatología ycultura. Cuando el adolescente llega almundo del 3º milenio (del rock y de la infor-mática), ya no hay meta-relatos o discursosde utopía, encarnados en la autoridad sóli-da de las figuras patriarcales, sino los patro-

nes fluidos y cambiantes de la modernidadlíquida, ya no hay un establishment social alque adherir u oponerse, sino una sociedadfragmentada donde hay que inventar oconstruir un intersticio para introducirse ylograr un itinerario que dé consistencia ysentido a la existencia.

En el corpus teórico del freudismo lasnociones de novela familiar del neurótico,el Dichter, y la noción de contrato narcisistaque hemos tomado de Piera Aulagnier yCastoriadis, han sido para mí puntos fuertesde teorización para apoyar mis itinerariosde reflexión.

Es menester enfatizar que no sólo nace-mos de la unión de dos gametos, un óvulo yun espermatozoide (adjudicar el origenhumano a la fisiología del coito es una sim-plificación biologizante reductiva y empo-brecedora). Nacemos también del anhelo ydel proyecto de nuestros ancestros y somos-según muchos psicoanalistas- el efecto desus deseos conscientes y expresión de susdeseos reprimidos. Esta afirmación es conje-tural, pero al menos es más sabrosa y heu-rística, más trabajable y fecunda en nuestrocampo de trabajo que el esquema biológicoque al explicar todo no nos deja espaciopara pensar. Los que condenan la interrup-ción voluntaria del embarazo, aduciendo elderecho a la vida del embrión, privilegian laprimacía de lo biológico. Es también soste-nible que cuando el encuentro se produjopor anhelo de placer y no por voluntad deprocrear, la prosecución de ese embarazono deseado alberga dilemas éticos tan com-plejos como el aborto.

El telegrama filiatorio, como introductordel mito o el enigma de los orígenes, mepermite desplegar dos tipos de situaciones,que más que una oposición binaria permite

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establecer dos polos entre cuyos extremosse ordena una gama de posibilidades inter-medias para organizar la trama de la nove-la familiar. Un polo en que los ancestros y elmodelo familiar se inscriben desde elcomienzo, el otro, donde es la configura-ción estructural de base está desgarrada oestallada por condiciones de guerra o demiseria y donde en vez de un sujeto dividi-do y sujetado a un orden simbólico al quesubordinarse o rebelarse, surge la figura deun sujeto autoengendrado, quien ademásde construirse o inventarse debe construirlos códigos a los que referir su propia sin-gularidad.

Anexo

El “aparato psíquico” recoge informa-ción y construye sentidos. La antinomia oaporía entre los datos objetivos y el comoestos son articulados y teñidos por nuestrasensibilidad es más sutil y más compleja queun esquema binario que clasifica entre loreal y lo que es ficcional. En la percepción yvaloración de una situación y del escenariodinámico que se crea, el polo de la “verdad”del objeto (piénsese en la novela familiar) yde la propia construcción forman una alea-ción indestructible. Ella se puede reformu-lar, una o cien veces, pero no se puede supri-mir. Es a este fino bordado al que el psicoa-nálisis llama realidad psíquica, donde losobjetos son construidos con dos ingredien-tes heterogéneos, hasta cierto punto, incon-ciliables: aquello incoercible que viene de lapulsión y lo que desde la realidad exterior seimpone como ineludible. La realidad es loque resiste al deseo, aprendimos de Lacan apartir de la ficción freudiana de procesosprimarios y secundarios. Pero esta paradojainterior -endo psíquica- no es la única. El tú

de la intimidad es su proyección hacia elmundo exterior. Desde la ebullescencia deese caldero interior, que aumenta su tempe-ratura durante los procesos pubertarios hayque inventar y fabricar un proyecto de vida,por una parte congruente y accesible anuestras capacidades y, por otra, acoger loque está disponible en las circunstancias delmundo circundante.

Este trabajo de elección de un destino,término que hay que entender como direc-ción de búsqueda, como punto cardinal alque nunca se llega, marca una ruta. En elcómo se tramita y se administra esa bús-queda radica el éxito, la desadaptación o laenfermedad, en una conjunción de factoresintra y extra psíquicos.

Annie Birraux explora las produccionesculturales propias de la adolescencia, MaríaL. Pelento busca descifrar algunos de losenigmas que entrañan las inscripciones enla piel: piercing y los tatuajes. Ve en estos lanecesidad de hacer durables o perpetuas lasmarcas o inscripciones demasiado intensas ala vez que demasiado fugaces, efímeras oerráticas. Además, allí donde duele y dondemás temo, allí soy yo; experiencia de ponera prueba un heroísmo que reasegura y unasingularidad que nos arranca de la indeter-minación propia y de la masa informe yaburrida de adultos modernos. Si no ¿cómoentender las conductas de riesgo, colectiva-mente programadas y subjetivamente sus-critas, la obstinación en inventar comporta-mientos ordálicos y traumatófilos? Un cier-to espanto no exento de admiración o dedesesperación puede capturarnos y parali-zarnos (el “nos” se refiere al mundo adulto,de educadores, estadistas y psicoanalistas)¿Paralizarnos en la evitación o en promoverla condena y la sanción? Mejor haríamos en

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Texturas francesas Marcelo Viñar

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aprender de la historia, que insiste en queesa soberbia es producto de la desespera-ción. La provocación desafiante es el disfrazde la fragilidad. La salida no está en la evi-tación o en la condena, sino en la invencióno la propuesta de escenarios múltiples queencaucen esa energía incontenible de bús-queda de la originalidad. Sólo se me ocurrela reevaluación de la competencia deporti-va, del espíritu olímpico, no sólo buscandola pirámide de excelencia sino la extensiónen mancha de aceite de desafíos competiti-vos de alto valor local. Quizás también lamúsica, el teatro y mil actividades que noalcanzo a repertoriar pero que tienen encomún el devolver un rol de jerarquía pro-tagónica al modo de los jóvenes.

Rene Kaës encontró una fórmula opor-tuna del lugar que nos asigna el trabajo conadolescentes: Estar presentes (atentos ycálidos) sin ser ni demasiado intrusivos nidemasiado prescindentes. Lo que está casien las antípodas de lo que nos propone laurbe postmoderna y el modo de producciónneoliberal globalizado.

Resumen

La adolescencia no es una entidad -obje-to reificable- cuyas propiedades estables ocualidades intrínsecas son a desentrañar. Esla respuesta de un sujeto en transformación(física y mental) en circunstancias históricasconcretas, donde las turbulencias de la inti-midad, siempre perentorias pero parcial-mente opacas y enigmáticas para el sujetomismo, procuran ajustarse y desajustarse alos enunciados sociales en vigencia. Es laépoca del “desasimiento de las figurasparentales”, del derrumbe de la credulidaden su saber y poder y del inicio de un viajeinacabable y perpetuo destinado a cons-truir una autonomía dentro y fuera delorden vigente.

El texto procura desprenderse de un cor-set que privilegia el eje normal patológico,para proponer un tránsito más antropológi-co que psicopatológico, para mirar el pasode la endo a la exogamia, las experienciasde la primera vez y el diseño de un proyec-to de vida, desplegando un tiempo viven-cial en la diacronía de pasados y horizontesde futuro.

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Marcelo Viñar Texturas francesas

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Juventud, divino tesoro Dossier

Girl with Cat, Balthus

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Agradecemos a Jorge González y a Cecilia Curtino la colaboración

en la selección de imágenes y textos, respectivamente

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“Un observatorio desde el cual interrogar al mundo”,

entrevista a Mario Margulis* y Marcelo Urresti*

∗ Mario Margulis. Sociólogo (UBA). Ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Profesor Emérito de de la Facultad de CienciasSociales, UBA. Investigador del Instituto Gino Germani y director del proyecto UBACyT SO81. Ha sido profesor investigador de tiem-po completo en el Colegio de México (1976-1986).

Marcelo Urresti. Sociólogo (UBA). Realizó estudios de posgrado en la Universidad Humboldt de Berlín. Candidato a doctor por laFacultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde se desempeña como investigador y docente en Sociología de la Cultura integra elequipo de investigación del proyecto UBACyT SO81.

PUBLICACIONES

Mario Margulis

“La juventud es más que una palabra”. Ed. Biblos. 1996

“La Cultura de la Noche”. Espasa. Bs. As 1996

“Juventud, Cultura, Sexualidad”. Social Science. 2003

“Sociología de la cultura. Conceptos y problemas”. Ed. Biblos.2009

“Familia, hábitat y sexualidad en Buenos Aires”. Junto a Urresti,Levin y otros. Ed. Biblos 2007.

“La Segregación Negada”. Junto a Marcelo Urresti. Edit. Biblos.1999

Marcelo Urresti

“Ciberculturas Juveniles”. Edit. La Crujía. 2008.

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Lo extranjero, lo otro, en la medida mismaen que es lo otro, nos cuestiona, nos pre-gunta. Una perspectiva sociológica de laadolescencia y la juventud puede transfor-marse en algo verdaderamente otro cuandose encuentran los interlocutores precisos.Abocados a esa tarea, diversas lecturas ymúltiples referencias nos fueron acercandoal trabajo de Mario Margulis y MarceloUrresti, sociólogos, quienes en sus investiga-ciones se dejaron ellos mismos interrogarpor ese tema complejo e inquietante que esla juventud. El resultado fue una vasta pro-ducción, apoyada en la investigación socio-lógica desde una dimensión cultural. Ambospertenecen al Instituto de InvestigacionesGino Germani de la Facultad de CienciasSociales de la Universidad de Buenos Aires yhan publicado algunos títulos ineludibles alabordar esta temática.

Mario Margulis y Marcelo Urresti conce-dieron a Docta la entrevista que publicamosa continuación y abrieron la posibilidad deintroducirnos en una disciplina otra, lasociología cultural.

1- ¿Por qué puede resultar interesantepara la sociología de la cultura la temáticade la adolescencia y la juventud? ¿Quéaporta esta mirada en comparación conabordajes sociológicos más clásicos?

En primer lugar, puede ser interesanteporque permite aproximarse a la subjetivi-dad desde una perspectiva centrada en laevolución temporal, algo que la sociologíanormalmente deja de lado. Un sujeto tienehistoria y la experiencia que va adquiriendocon el tiempo lo transforma, configurandonuevos perfiles a medida que abandona ysupera momentos anteriores. El sujeto esuna construcción histórica que a su veztiene historia y la adolescencia, la juventud,

pero también la madurez, la infancia y lavejez, son épocas de la biografía, etapas dela evolución que se relacionan con diversosmodos de vincularse con los otros, con elentorno social, con el aprendizaje, con lasociabilidad y con el ejercicio de la voz. Noes igual una edad que otra, una etapa queotra, y por ello es que las temáticas aludidasson de interés para comprender la subjetivi-dad con mayor profundidad.

La adolescencia y la juventud a su vezson para nosotros un observatorio desde elcual interrogar al mundo social y sus trans-formaciones, nunca vividas de la mismamanera por los actores sociales, siemprediferentes en sus experiencias y horizontesde expectativas. Esa declinación etárea dela experiencia histórica y social nos hablan alas claras de las perspectivas y las interpre-taciones que se producen desde los diversosgrupos de edad, algo que en general quedade lado en las disciplinas sociales.

La Sociología de la Cultura se ocupaespecíficamente de lo que llamamos“dimensión cultural” o sea se concentra enlos signos y las significaciones. Respecto dela juventud y la adolescencia, pone énfasisen cómo en cada momento histórico ungrupo social posee y transmite códigos queha ido construyendo y que son internaliza-dos durante los procesos socializadores.Esos códigos inciden en los comportamien-tos, en las prácticas, en la comunicación, enlas emociones y sentimientos, en las formasde percibir el mundo material y social, a losotros y a nosotros mismos. Por lo que tantola adolescencia como la juventud son emer-gentes que revelan aspectos relevantes delas dinámicas culturales.

2- Juventud es un concepto comple-jo. ¿Cómo surge la necesidad de problema-

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tizarlo, incluso hasta constituir el título deuno de sus libros (“ La juventud es más queuna palabra”)?

Creemos que la argumentación presen-te en ese artículo -y otros similares, escritosa pedido para encabezar trabajos colectivoso aclarar algunos puntos específicos delmismo- ha sido suficientemente discutidapor nosotros y por lectores comprometidoscon su utilización. Para no reiterar argu-mentos diremos que el principal propósitodel mismo ha consistido en completar losplanteos de la moratoria social -necesariospero insuficientes cuando se generalizan-tratando de postular un concepto más abar-cativo de juventud basado en la moratoriavital, orientado fundamentalmente a“devolverle” la juventud a los sectorespopulares y restringir el alcance de la juve-nilización que experimentan los sectoresmedios y altos. De esta necesidad es quesurge la problematización de la visión tradi-cionalmente defendida por las cienciassociales, explícita o implícitamente vincula-da con la moratoria social, que es una con-ceptualización que a nuestro juicio encerra-ba muchos problemas y paradojas.

En especial, señalamos que “juventud”no puede ser definida desde un enfoquepositivista, como si fuera una entidad acaba-da y preparada para ser considerada focoobjetivo de una relación de conocimiento.Contrariamente, “juventud” como conceptoútil, debe contener entre sus capas de senti-do las condiciones históricas que determinansu especificidad como objeto de estudio.Asimismo es importante destacar que noexiste “una” juventud”, sino que habría quehablar de “juventudes”. Sobre todo tenien-do en cuenta que hay fuertes diferenciassociales y culturales entre los distintos secto-

res sociales. En nuestras investigacioneshemos diferenciado entre “sectores medios yaltos” y “sectores populares” y en un libromás reciente (Margulis, Urresti, Lewin y otros(2007) hemos puesto énfasis en que los sec-tores populares, si bien contrastan fuerte-mente en sus códigos culturales con los sec-tores medios, ostentan en su interior fuertesdiferencias. A partir de los diferentes hábi-tats que pueden encontrarse en los sectorespopulares de Buenos Aires y su conurbano,hemos realizado trabajos etnográficos quemostraron la influencia de las diferencias enel hábitat en lo que se refiere a las pautasculturales que intervienen en la vida familiar,el número de hijos, la sexualidad, la sociabi-lidad y las formas de convivencia y especial-mente las diferencias generacionales queson el terreno en el que se perciben, más alláde las tradiciones, los cambios culturales querenuevan la vida social.

3- Ustedes rodean el concepto de joven,aproximando variables y otorgando unvalor importante a la familia, considerándo-la quizás la institución principal en la que sedefine y representa la condición dejoven ¿Desde qué conceptualización defamilia sostienen esta afirmación?

No creemos que la familia sea tan impor-tante. La familia es el marco, el escenario enel que se expresa de manera directa elencuentro entre generaciones diferentes.Por lo tanto, allí se torna visible, aparece lajuventud. Pero no se constituye, sino que sehace perceptible y patente. Eso no tienepeso conceptual en el sentido epistemológi-co que puede adquirir el término desde eltrabajo teórico. Para nosotros es muchomás importante en ese punto el capitalvital, la distancia al nacimiento y la edadprocesada por la cultura, que también se

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expresa como memoria social incorporada.Por eso es que lo mencionamos al pasar enla última parte del capítulo aludido.

Sin embargo, ello no debe llevar a pen-sar que la familia no es importante paranosotros. No lo es para la definición dejuventud, pero sí para comprender la diná-mica social interpretada desde su dimen-sión cultural. Por esta razón es que aborda-mos el tema de la familia en nuestros librosmás recientes -Juventud, cultura y sexuali-dad (2003) y Familia, hábitat y sexualidad(2007)- aunque no desde un punto de vistaconceptual sino empírico, con investigaciónde campo de base etnográfica, con la quetratamos de analizar las diferencias entresectores sociales de nuestra ciudad en losrubros filiación, pautas de crianza, sexuali-dad y afectividad. En ese punto la familiafue un punto de observación como lo fueen su momento el de la juventud.

En relación con ello, y como enfoquemetodológico, consideramos que muchasprácticas sociales se entienden mejor si sonabordadas no en el nivel de individuos sinoen el plano de los hogares o unidadesdomésticas, que en general tienen su eje enla familia. Diferentes comportamientosencuentran una explicación más valedera sison analizados en el plano de las unidadesdomésticas, su dinámica, necesidades y con-flictos, con lo cual, más que una teoría -con-ceptual- sobre la familia, hacemos una tipo-logía -empírica- de hogares distinguidospor el hábitat, que es la expresión materialinmediata del sector social en el que vivencotidianamente los actores.

4- ¿Qué razones a su juicio justifican man-tener una categoría como “adolescencia”que tiene fronteras temporales tan difusas?

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Cien cepilladas antes de dormir, Melissa Panarello

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Más allá del aporte de la psicología, elpsicoanálisis, la psicología social y otrasramas vinculadas con el tema, consideramosfundamental el acercamiento a la adoles-cencia desde una perspectiva sociológica.De hecho, nosotros nutrimos nuestro acer-camiento sobre la base de las disciplinasnombradas, con el aporte de la antropolo-gía, de los estudios de comunicación, delconsumo y de la moda. Y que sea un campode fronteras difusas y cambiantes -igual quela juventud- no le quita interés ni atractivo.Desde una perspectiva sociológica, la ado-lescencia es la edad de la salida al mundo,de la exploración y de la primera concienciasobre las diferencias sociales. Por eso repre-senta un “laboratorio” subjetivo en el quenace -por decirlo convencionalmente- laconciencia histórica del sujeto, si lo contra-ponemos con el estadio infantil, normal-mente protegido y encerrado en la burbujafamiliar y escolar. En este sentido la expe-riencia de los grupos de pares es la primeraforma de autoorganización y de autonomíaque un sujeto vive, con las consecuenciasque ello produce para su vida futura.

También son difusas las fronteras tempo-rales de la juventud, y por ende la que defi-ne el inicio de la etapa siguiente. Varíansegún la clase social, la institución en la quese la ubica, o incluso entre los géneros.¿Cuando termina la juventud, cuando sepasa a ser “adulto” si es que esta categoriza-ción (igualmente imprecisa) es la que prosi-gue? Ciertas pautas han sido usadas paraindicar ese pasaje, por ejemplo el tener hijos,formar un nuevo hogar y asumir las respon-sabilidades consiguientes. Pero estos pará-metros varían entre clases sociales: las jóve-nes universitarias suelen prolongar el iniciode su maternidad y llevarlo más allá de los 30años, en cambio en las clases populares son

comunes los embarazos a temprana edad yse forman familias y se entra en el mundolaboral en edades en que los jóvenes deotras clases sociales siguen estudiando yviven en la casa de sus padres. En su célebreartículo Bourdieu señala (para sustentar quela juventud no es más que un signo) que sedice que un político es joven cuando asumecargos de responsabilidad a una edad, quepara otro tipo de consideraciones y desde laperspectiva de otros contextos instituciona-les (por ejemplo la familia) se lo consideraríade edad madura.

Por otra parte, y refiriéndonos a la ado-lescencia, hay consenso en precisar cuándose inicia. Esta frontera inicial surge de trans-formaciones en el cuerpo y en la psique, cla-ramente comprobables. ¿Pero cuándo ter-mina la adolescencia? ¿Cuándo se superanlos problemas e incertidumbres que carac-terizan esta etapa? ¿En qué etapa de la vidase halla respuesta a preguntas trascenden-tes que se plantean en adolescencia y cuán-do se logra un período de estabilidad y decalma en las encrucijadas que tornan frágilla identidad, las emociones y los afectos, lavocación y el esfuerzo cotidiano? ¿En unmundo cambiante y en crisis hay condicio-nes en la sociedad para superar la conflicti-vidad que caracteriza a la adolescencia, oacaso las respuestas más comunes no son larepresión y olvido de los ideales y las pre-guntas trascendentes y cierta sumisa apaci-bilidad y conformismo?

5- ¿Qué participación tienen en la “pro-blemática de la juventud y la adolescencia”los modelos que desde distintos ámbitostratan de explicarla o entenderla? Es decir:¿hasta qué punto es parte del problema ellugar desde donde se lo determina? (merefiero a entender la juventud a partir de

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generalizaciones de problemas- droga,delincuencia, embarazo, etc.-)

Siempre y cuando las llamadas “proble-máticas” no se esencialicen, puede ser unmodo válido de aproximarse al conjunto.Pero sabiendo que se trata de objetos par-ciales que se registran de un modo infre-cuente y que no deben llevar a postulacio-nes esenciales o generalizaciones estadísti-cas, como sucede muchas veces, dejandoimplícito que adolescencia y juventud pue-den aparecer como la edad de tal o cualcosa. Que la frecuencia mayoritaria de algu-nas ocurrencias -suicidio, delitos contra lapropiedad, abuso de sustancias tóxicas-tienda a fijarse en ciertas edades, no debellevar a hablar de “edades problema”.Muchas de esas cosas también suceden enotras edades y por lo general no se las estig-matiza como se lo hace en el caso de losadolescentes y los jóvenes. Lo ideal es cono-cer suficientemente bien esas atribuciones ytratar de comprender por qué se dan enalgunas circunstancias que involucran agrupos de edad específicos. Una primeracuestión es distinguir los problemas “en”los adolescentes y los jóvenes, de los pro-blemas “de” los adolescentes y los jóvenes,normalmente obnubilados por la prisa y lagravedad que producen los primeros. Es uncamino para evitar la falsa atribución, yaque unos problemas -los primeros- excedena los jóvenes, aunque se los vea exclusiva-mente entre ellos, y por lo tanto merecenuna solución que vaya más allá de ellos. Losproblemas de los jóvenes en cambio -sexua-lidad, espacios de encuentro, ganas y volun-tad de hacer cosas y no poder hacerlas, acti-vidades corporales, deportes, salidas, tiem-po libre, comunicación, entre otros tantos-por lo general olvidados o considerados demenor importancia, ni siquiera se ven como

temas de interés social.

Estos temas han sido empleados parapropiciar políticas y mensajes mediáticosque se orientan hacia constituir un “jovenpeligroso”, acentuando la necesidad decontrolar, judicializar y reprimir en lugar deavanzar en mejoras en el financiamiento yen lograr una educación de mejor calidad,más abarcativa, ambiciosa e imaginativa yen un cambio importante en los objetivos alograr en las instituciones que se ocupan dejóvenes carenciados, con déficit en el planosocial, educativo y familiar.

6- En términos sociológicos ¿hay algunafragilidad inherente a la etapa que conoce-mos como adolescencia? ¿Qué implicanciatiene?

No necesariamente. Es una cuestión vin-culada con una edad en la que se registranevidentes presiones sociales -hay que dejarde ser niño, hay que empezar a ser adulto-,dificultades de posicionamiento subjetivo -sobre la sexualidad, el objeto de deseo, lavocación futura- y conflictos generacionales-originados por la búsqueda de la autono-mía. Hay familias que cuentan con másrecursos –económicos, educativos, cultura-les, sociales- para gestionar ese período deturbulencia. Cuando eso no sucede la fragi-lidad que caracteriza ese interregno se hacemayor, pero eso no sucede de manera for-zosa, sino que depende de los recursos delas familias y los adultos significativos quese encuentren cerca de los adolescentes.

Pero es cierto que los adolescentes estánexpuestos a algunas situaciones socialesque habría que estudiar y definir mejor enel plano de nuestra cultura para apuntar asu superación. Se trata de una etapa forma-tiva en la cual están más receptivos a la

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influencia de los diferentes modos en quediscurren las formas socializadoras en lasociedad actual. Están expuestos a la malacalidad de los mensajes de los medios, a latelevisión basura, a los mensajes saturadosde violencia, o bien a la influencia queemana de las reiteradas comunicaciones delos medios o de la vida social en los que pre-valece el autoritarismo, la mentira, elabuso, la irresponsabilidad y la falta de res-peto a los semejantes.

7- La velocidad de los cambios cultura-les, entre los que se encuentran los acelera-dos cambios tecnológicos, ¿sólo contextua-liza las diferencias generacionales entreadultos y adolescentes o tiene consecuen-cias más profundas?

Los cambios culturales actuales son muyimportantes en la definición de las expe-riencias generacionales. Definen sin dudasun contexto, aunque éste es la base de lasocialización. Ser hijo de una época o deotra, es algo que en nuestros días se rela-ciona muy fuertemente con los cambios tec-nológicos que hacen visible y reconocibleuna situación histórica por el estado de laevolución y el consumo cotidiano de tecno-logía. Los significantes que componen uncuadro de época van variando con el tiem-po y en la actualidad la capacidad de nomi-nación que tiene la tecnología y especial-mente la de la comunicación, va dejandomarcas subjetivas muy profundas en lasgeneraciones. Ser hijo de la radio, la TV enblanco y negro, el cable o la Internet, sonalgunos ejemplos un poco burdos aunquemuy significativos de esta transformaciónde los modos de referencia y pertenencia auna época determinada. En esto la tecnolo-gía juega un rol de creciente importancia.

En relación con lo anterior, hay que des-

tacar que los cambios culturales se han ace-lerado, lo que es consistente con los vertigi-nosos avances tecnológicos, lo que si dudarepercute en las diferentes esferas de lavida social, en la cultura y en los procesos desocialización. Aparecen también nuevasperspectivas para pensarnos y pensar elmundo y nuevos instrumentos técnicos queaceleran la comunicación y facilitan el acce-so a la información, acortando los períodoshistóricos y permitiendo una más rápidatoma de conciencia de los mismos.

8- El grupo de pares es un ámbito depertenencia y construcción de identidad enlos adolescentes. ¿Hasta qué punto lasTribus Urbanas participan en esa función oconstituyen una categoría sociológica conimplicancias más amplias?

El grupo de pares es al grupo de perte-nencia, lo que las tribus son a los grupos dereferencia. Hay tribus que son grupos depares, grupos de pares que pertenecen agrupos más amplios -léase tribus- y tribuscompuestas por múltiples grupos de pares.Pero lo que no hay que hacer es generalizarlas dobles vinculaciones, ya que hay gruposde pares cuyos miembros no pertenecen auna sola tribu, sino a varias o incluso enalgunos casos a ninguna reconocible comotal. Las tribus se implican y se distancian almismo tiempo de los grupos de pares.

9- Para finalizar quisiera pedirles unareflexión sobre el tema que abordamos,teniendo en cuenta que estaría principal-mente destinada a psicoanalistas.

Las transformaciones actuales de las cul-turas contemporáneas se dan a una veloci-dad tal que exigen esfuerzos interdiscipli-narios, diálogos e intercambios constantes.Una sola disciplina no alcanza para com-

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prender esta compleja realidad en movi-miento. En ese sentido, la experiencia psico-analítica puede ser crucial para aproximarsea los nuevos desafíos que presenta la reali-dad social contemporánea y que el resto delas disciplinas espera compartir. Más allá dela clínica como fin, la mirada interpretativay la atención flotante propias del métodotienen mucho para aportarle a un campocomo el de las ciencias sociales que, parabien y para mal, sigue aún en construcción.Desde las ciencias sociales a su vez hay unaproducción local que puede ser de interéspara los psicoanalistas por la cercanía cultu-ral de la experiencia. En este sentido puedeser interesante consultar esa producción,confrontar puntos de vista y tender hacianuevas síntesis, algo que será mejor si sehace en conjunto.

El lugar de observación del psicoanalistaes sin duda muy interesante desde el planodel conocimiento, porque permite alcanzarun nivel de profundidad a partir de la expe-riencia prolongada con cada individuo, loque permite ahondar en el plano de los sen-timientos y las emociones así como en lasmotivaciones profundas. Otras disciplinassociales no pueden profundizar tanto encada individuo, pero abordan colectivos ypueden examinar, desde distinto nivel deabstracción y según la mirada que privile-gien, formas sociales (códigos, estructuras,discursos) articulados por los grupos huma-nos en su interacción (y en su conflictividad)a lo largo de procesos históricos, que inter-vienen en la subjetividad. Todas las discipli-nas sociales, sin excluir el psicoanálisis, sebenefician con el diálogo y la superacióndel encierro en la propia disciplina.

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Autor Juventud, divino tesoro Dossier

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El presente artículo se propone reflexionaracerca de las experiencias grupales que, enla literatura sociológica de los tardíos años’80 y de comienzos de los ’90, sonreconocidas bajo la categoría teórica detribus urbanas. En estas páginas, dichacategoría se constituye en referencia parael estudio del modo en que los sujetosgestan, construyen, de-construyen y re-construyen su identidad personal y social.Los ejes identificación-diferenciación,centrales en el análisis de procesos deelaboración identitaria, aportan el marcopara problematizar la tramitación de lasdiferencias al interior de los grupos y entreellos -cómo las conceptualizan, cómo seposicionan ante las mismas-. Finalmente, y apartir de las anteriores consideraciones,queda planteado de qué modo se imbrica laconceptualización de esas diferencias con lalucha por la definición de las identidadessociales. El trabajo apunta así a trascender

el plano descriptivo con el que se sueleasociar el concepto de tribu urbana, en elintento por promover discusiones quecontribuyan a reflejar la condición subjetivay social de la juventud en la actualidad.

La experiencia grupal en laadolescencia

Las tribus urbanas suelen convocar a unapoblación comprendida, generalmente,entre los 12 y los 20 años de edad. Sin duda,ello no es casual. El hecho de quefenómenos vinculados con la grupalidad sedesarrollen en este momento vital ha sidoabordado con detenimiento por disciplinascomo la Psicología y la Sociología,remitiéndose a la lógica y sentido de laconformación de grupos de pares.

Relacionado con la adolescencia en sucalidad de etapa del desarrollo evolutivo, el

Tribus urbanas: jóvenes e identidad(es). Entre laafirmación subjetiva y la diferenciación social

Constanza Caffarelli*

∗ Antropóloga (UNICEN)

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Juventud, divino tesoro Dossier

Mada Primavesi, Gustav Klimt

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Juventud, divino tesoro Constanza CaffarelliDossier

grupo de pares se presenta como unainstancia que permite la elaboración ycirculación de pensamientos y conductas encuyo marco cobra sentido la identidadpersonal, y que además facilita lacomposición de dicha pauta identitaria. Elgrupo se constituye en una especie de“familia en transición”, donde se recrean elafecto y los intereses y metas comunes.Pone en juego mecanismos sociales detransmisión y de comunicación quetrascienden lo discursivo y que semanifiestan especialmente en lainteracción, en un momento en que elsujeto se enfrenta a la reorganización tantode lo interno (sentimientos y pensamientos)como de lo externo (la fisonomía).

En las definiciones de Erikson (ed. 1993),clásica referencia en el estudio de laadolescencia, ésta representa un puntocrítico necesario en el desarrollo durante elcual el sujeto acumula recursos decrecimiento, de recuperación ante laadversidad y de diferenciación respecto delos otros. Se produce una modificaciónsustantiva en la relación del joven con elentorno: se va constituyendo yfortaleciendo el Yo. Paulatinamente setoma distancia de las opiniones y loscriterios de los padres y otros adultos, parair asumiendo los propios juicios yvaloraciones, la propia mirada sobre elmundo, aún a costa de desatender losmandatos y tradiciones familiares. Al decirde Rojas y otros (2008), de la misma formaen que “la geografía de su cuerpo se haconmovido y cambiado, la �pequeña aldea�-el recorrido hecho hasta ahora de la manode los padres- se ensancha y se proyecta enun mundo amplio… y ajeno. Es la verdaderasalida (…), la exogamia”.

El avance en terreno exogámico, en laconstrucción de un criterio y un derroteropropios, conduce a que caiga la idealizaciónde los modelos de identificación quegeneralmente ofrecen los padres u otrosadultos significativos. Esta des-idealizaciónse acompaña de la búsqueda de nuevosreferentes, reactivándose las preguntasrespecto de la propia identidad (¿quiénestoy siendo?-¿quién quiero ser?) yextendiéndose las redes de relaciones. Eneste proceso los pares -amigos, compañerosde estudios, de salidas u otras actividadesrecreativas- pasan a ocupar posiciones demayor relevancia que los referentesfamiliares, respecto de quienes aumenta ladistancia tanto física como afectiva. Losjóvenes trabajan para convertirse en ellosmismos, para componer su propia identidad,y esto implica, por un lado, diferenciarse -sobre todo, de los mayores- y, por otro,identificarse: reconocer a los semejantes,quienes atraviesan circunstancias similares,así como también descubrir nuevos modelossobre la base de los cuales organizar lopropio.

Justamente en el contexto deidentificación con el que se presenta comosemejante, los conflictos a los que losenfrenta el momento vital ven atenuado sudramatismo. La tensión entre obtenerautonomía, pero no haberse desprendidoaún completamente de la supervisión de losadultos; entre la necesidad de un modelo yfigura de identificación y el reconocimientode los mayores como inciertos e imperfectospuede relativizarse, en tanto se produce unencuentro con quienes atraviesan esa clasede situaciones. La experiencia grupal tomaprotagonismo; los jóvenes buscan reunirse,congregarse, fundamentalmente en tornode afinidades: ideales, expresiones y

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estéticas en común. Estos últimos sonalgunos de los elementos que permitenreconocer a las tribus urbanas.

Tribus urbanas: ser, parecer,pertenecer

La conformación de grupos de parespermite a los adolescentes crear a la vezque recrear un espacio personal y social, ydesarrollar un sentido de pertenencia. Setrata de ámbitos de contención afectiva,que vehiculizan la ampliación en la red derelaciones de los jóvenes y se constituyen enespacios de autonomía en los cuales seexperimentan las primeras búsquedas deindependencia (Urresti, 2002).

Las tribus urbanas representan enclavesde este tipo. Todas ellas detentan una seriede rasgos en común: una caracterizaciónfísica que los estudiosos del tema llaman“máscara”, la adhesión a ciertos consumosculturales (música, literatura, cine) y elestablecimiento de una distancia enrelación con el grupo social más amplio. Enellas los jóvenes avanzan en suautodefinición, tanto a partir de laexperimentación que involucra el uso deropas, peinados, accesorios, los gustosmusicales y las maneras de expresarse,como de la instauración de lugares deencuentro y del reconocimiento de ídolos,de expectativas e ilusiones comunes.

Michel Maffesoli (1990), sociólogofrancés que acuñó el concepto, define a lastribus urbanas en calidad de comunidadesemocionales. Señala que estas agrupacionesse basan en emociones intensas ycompartidas. Los sujetos asumen unapresentación, participan conjuntamente enactividades y toman actitudes que les

provocan sensaciones poderosas. Logranestablecer lazos amistosos, contacto ycomunicación. En el seno de estascomunidades es posible hallar un soporteafectivo, capaz de ofrecerles a los jóvenesun cierto resguardo y de ayudarlos a dotarde sentido a su experiencia.

Margulis y Urresti (1998) expresan que, enla dinámica de estos grupos, parece registrarseel retorno de los contactos cara a cara, lanecesidad de afiliación a grupos cálidos, laaparición de identidades no mediadas, elcuerpo a cuerpo y el imperio del contacto enceremonias de masas, donde se congreganmultitudes. De este modo se recrea una formaparticular de relacionarse. Se hace hincapié enlas experiencias internas, las que se generan ysuceden al interior del colectivo, y en losvínculos que se constituyen entre losintegrantes. Es fundamental la empatía, laproximidad, la “onda”. Así, en el marco delgrupo, se cimientan tiempos y espacios en loscuales compartir lo común de un modointenso, involucrando especialmente elcontacto físico.

La interacción no se desarrolla de modopermanente, sino que los encuentros tienenuna duración limitada. La cita de las tardeso las noches comienza y llega a su fin, y nosiempre los jóvenes concurren a la escuela oal trabajo vestidos del mismo modo en quelo hacen al encontrarse con sus pares. Apesar de ello, el sentido de pertenencia y lacercanía afectiva se mantienen constantes,y vuelven a ponerse en acto en cada ocasiónen la que se genera el encuentro. Lasreuniones bailables y los eventos musicales(por ejemplo, recitales) son escenariosprototípicos, los cuales dan cuenta ademásde una “energía subterránea” (Maffesoli,1990) que busca ponerse de manifiesto. Así,

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a través de esta serie de actividades, losjóvenes exponen su modo de sentir, sumodo de ser y estar en el mundo.

Las tribus urbanas resultan de interés paralas Ciencias Sociales y Humanas en tantoconstituyen dispositivos de construcciónidentitaria, y revelan algunas claves quepermiten comprender ese modo de ser yestar en el mundo. En su carácter deformación grupal, representan uninstrumento del que se valen los adolescentespara ir dotando de un significado y un ciertovigor a su experiencia; para desarrollar lazosen relación con otros sujetos; paraencontrarse y compartir con pares; para

ensayar la elaboración de su imagen social,de su aspecto, de la forma en que sepresentan y presentarán ante los demás. Enel marco de la tribu cada integrantecompone una imagen y desarrolla actitudesy comportamientos comunes a los del restodel grupo, gracias a los cuales deja de sertan sólo un sujeto anónimo, para pasar a seralguien que pertenece a un colectivo.

Ahora bien, en términos de construcciónidentitaria, no puede aludirse únicamente alo semejante y compartido, sino que el análisisde dicho proceso de construcción invita atener en cuenta el modo en que se procesanlas diferencias. Las tribus urbanas funcionancomo un ámbito que congrega, que produce

El cazador oculto, J.D. Salinger

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el encuentro con los “semejantes” (los queson como nosotros) y que establece un límite,que aparta o aún segrega a los diferentes (los“otros”, los que no son como nosotros). Comosucede en toda formación grupal, si bien lastribus se organizan sobre la base de lo común,y son estos elementos comunes los que sedestacan en sus miembros, los sujetos queconforman dichos grupos son diferentes, y endeterminadas situaciones estas diferencias sehacen manifiestas. A pesar de que predominelo compartido y se intente minimizar lo quedistingue, suponiendo que de este modo seeliminan los conflictos tanto al interior de losgrupos así como entre ellos, se hacenpresentes formas de diferenciación e inclusode rechazo. En el próximo apartado se aludiráa estas situaciones y a la dinámica queinvolucran.

Identidad(es). Modos de significary procesar la diferencia

Convertirse en parte de un grupo muestracómo se pone en marcha el mecanismo deidentificación, ya que los sujetos suelenincluirse en aquellos conjuntos que, en algúnaspecto, los representan. La participación enexperiencias grupales, si bien no defineíntegramente al sujeto, guarda especialrelación con sus pensamientos, sentimientosy deseos; con sus anhelos, sus expectativas ysu modo de entender el mundo en que vive,cuestiones que se conjugan en la definiciónde una posición subjetiva y que se vinculancon el reconocimiento del lugar que se ocupaen el espacio social. En este sentido puededecirse que pertenecer, sentirse y ser parte deun grupo constituyen instancias nodales en elproceso de construcción de la identidadpersonal y social.

Es preciso recordar que dicho proceso de

construcción de identidad involucra un doble

juego, puesto que así como se instituye sobre

la base de la identificación, también lo hace

sobre la base de la diferenciación. En el caso

de las tribus urbanas, el estilo, la

presentación en sociedad -ropa, maquillaje,

peinado y accesorios- se prepara y construye

afanosamente, procurando que caracterice a

cada agrupación y que a su vez permita

distinguir a unas de otras. Asimismo, esta

imagen social, la estética que se adopta,

resulta uno de los principales criterios de

admisión al interior del conjunto. De acuerdo

con éste, los jóvenes son reconocidos e

integrados al grupo de pares, o bien

rechazados y relacionados con otras

agrupaciones, que destacan distinto tipo de

atributos en ellas mismas.

La construcción de una estética particular,

así como la adhesión a una determinada

filosofía hablan aquí de una diferenciaciónque

se erige en reaseguro de la propia identidad.

Esta diferenciación se pone de manifiesto bajo

diversas modalidades, las cuales denotan la

forma en que se conceptualiza a quien es

considerado ajeno al grupo, y en que se

elabora un vínculo con éste. En efecto, puede

advertirse la presencia de un entramado

particular en la interacción con aquellos a

quienes se considera ajenos, “otros”. Las

características de estas interacciones dan

cuenta, al menos, de tres perspectivas que

subyacen a la conceptualización de estos

“otros”: la reificación de la diferencia, la

intención dialógica y la identificación en

relación con ella1.

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1 Se toma como referencia el desarrollo conceptual de Elena Achilli (1996), en especial su trabajo en torno de las matrices sociocultu-rales que se construyen acerca de la diferencia.

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Se reifica la diferencia cuando el mundode los “otros” es percibido como un campocerrado, homogéneo y remoto, a cuyacomprensión resulta sumamente difícilacceder. Dicen los jóvenes:

“Los floggers… qué tribu ni tribu,chabón, son todos caretas… Maricones…Re huecos, chabón, re caretas, con la pilchaque les compra mamá, todo de marca… Recaretas, todo mal…”(M., cumbiero).

“Ni ahí, no somos parecidos a los emos…Ellos la van de bajón, y lo nuestro es fiesta,pila, pila, pila… Y lloran, parecen minitas…No da…” (J., flogger).

La dificultad para comprender larealidad del otro conduce a establecer unadistancia relacional, la cual promuevemecanismos de connotación negativa quese reflejan en la rotulación yestigmatización.

“… Dicen acá (en los alrededores delpunto de encuentro) que (los cumbieros)roban… Al señor de la esquina le robaron,dicen… Si los ves parece que te van arobar…” (L., flogger).

Por lo general, los grupos tienden avalorar y a otorgar entidad a aquellasdiferencias que permanecen dentro deldominio del propio lenguaje; aquellas queconocen y, en algún sentido, controlan ocreen controlar. Al mismo tiempo, tienden arechazar las formas culturales, morales yestéticas alejadas de aquellas con las cuales sesienten identificados. Es decir que se reconocey valida todo aquello que puede ubicarse enel propio universo de sentido, que puedecomprenderse y compartirse, mientras que sesupone inferior, devaluado, amenazante y/opeligroso, aquello que no es parte de laexperiencia del grupo de pertenencia.

Tanto el rechazo de lo que se presentacomo diferente, como la magnificación deesa diferencia a través de la denegación delo común, dan cuenta de un proceso deproyección en “el otro” de lo que seconsidera poco deseable o desagradable yque puede ser reconocido en laexperiencia de quien lo proyecta. De estemodo, se intenta salvaguardar lo propio:sujetos y/o grupos tienden a lapreservación de sus identidadesreafirmando la diferenciación. Ello seregistra especialmente ante situaciones dedescrédito o descalificación, en las cualesel esfuerzo se dirige a no quedar asociadoa una condición negativa.

“(Los cumbieros) Son re-grasas… Nosvienen a provocar, pero no tienen ni idea delo que somos, son unos negros… Despuésnos dicen a nosotros que nos drogamos,¡ellos se drogan!...” (N., flogger).

La reificación se ve interpelada desdeotras concepciones, tal el caso de la intencióndialógica. La identificación de las limitacionesen la construcción de este vínculo con el otrocontribuye a la problematización de loscampos cerrados y homogéneos, de losobstáculos o fronteras demarcatorias,generándose “bordes” que pueden dar pasoa la interacción (Achilli, 1996).

“(Sobre las agresiones que sufren losemos) Yo tengo amigos que son heavies,que son �nu� (industrials), que son punks…No pasa por cómo te vestís o por la músicaque escuchás… Hay un montón de pibesque hacen otras cosas, pero no te molesta,los pibes son copados, lo pasás bien… Osea… Yo, si le quieren pegar a un pibe, acualquier pibe, no sé, le digo �no, chabón,qué te pasa�…” (P., emo).

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No obstante, la posibilidad de pensar enlo que siente y vive “el otro” y de esforzarsepor comprenderlo no siempre debeninterpretarse como la apertura de undiálogo, ya que cuando se trata depronunciarse públicamente en relación conese otro, los jóvenes tienden a manifestarse“políticamente correctos”.

“ -¿Y ustedes cómo se llevan con loschicos de otras tribus?

- Bien, todo bien, nosotros no losdiscriminamos…

- ¿No se pelean, no hay rivalidades,digo… celos, competencia entre ustedes?

- No, posta que no, nos llevamos bien,todo bien…” (E., gótica)

Resulta de interés señalar que, enmuchas de las expresiones de los jóvenes,aparece una noción de tolerancia ligada ala idea de misericordia por el otro,recreándose explicaciones relativistas quepropugnan el respeto a la diferencia. Lalegitimación de una “moral de latolerancia” (Novaro, 1999) -que reza que“hay que ser tolerante” y “hay que respetaral diferente”, más allá del verdaderoconvencimiento que se tenga al respecto-lleva de este modo a que los sujetosformulen explicaciones acerca delcomportamiento de los otros de acuerdocon lo que consideran propio de su clasesocial, de su cultura o del grupo al quepertenecen. Se adopta así una actitudpseudo piadosa a la que García Canclini(1981) sintetiza en un “a pesar de serdiferente, yo lo perdono”. Estaconstrucción de la diferencia se erige desdeuna visión esencialista, que soslaya elreconocimiento de las contradicciones queatraviesan la dinámica de relación entre

sujetos y entre grupos, tal como quedaexpuesto en los párrafos precedentes.

Existe además una tercera trama a partirde la cual se funda la relación con lodiferente: la identificación. Esta últimapone de manifiesto el reconocimiento deaquellas situaciones que alcanzan a la granmayoría de los jóvenes, más allá de la tribuen la cual se incluyan.

“… Nos miran medio mal, eso como quenos pasa a todos, los grupos, los que nosjuntamos acá (una plaza) somos �refreakies�(raros), te lo hacen sentir… Si nos quierenagarrar a todos juntos, vienen acá y listo…”(S., gótica).

“Vos ves el miedo, sobre todo en losmayores… Cuando pasás cerca de ellos, temiran con desconfianza, esperando que leshagas algo… Si vamos en grupo, es peor…Somos una amenaza para la sociedad,porque tenemos aros en la lengua… (…)Mihermana y las amigas son góticas y es igual,sale con las amigas es igual…” (B., emo).

Los jóvenes intentan minimizar aquellosaspectos negativos que socialmente losconvierten en peligrosos o amenazantes, yque los involucran. En ocasiones se suponeuna igualdad que lleva a que las diferenciasqueden subsumidas bajo un cierto mantohomogeneizante, tanto al interior de losgrupos como entre ellos.

“- … (Entre los miembros del grupo) nohay problemas, así, nada… Nos juntamosacá (se refiere al punto de encuentro) ynada, hablamos, cambiamos música, a losque no se conocen los conocemos, somosretranquilos…

- ¿Se han peleado con otros grupos? Oentre ustedes, por ahí…

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- A veces otros pibes buscan bardo,vienen a meter fichas, pero nosotros no,nosotros no peleamos, el grupo es piola, estodo retranqui acá…” (A., emo).

La relación que se establece con aquelloque se entiende como diferente, y que seplasma en las estrategias de diferenciaciónreseñadas, permite acceder al conocimientode las alternativas que signan el proceso deconstrucción de identidad(es), tanto a nivelsubjetivo como social. En este sentido, y talcomo lo ponen de manifiesto las cuestionesdocumentadas, resulta esclarecedor articularal estudio de las acciones y definicionesparticulares, el análisis de las tramas designificaciones en cuyo marco se define demodo negativo al diferente, significacionesque se hallan imbricadas en narrativassocialmente producidas. Parafraseando aTadeus da Silva (1997), la estigmatización y elprejuicio no constituyen una patología o unadesviación individual, sino que dependen decategorías y clasificaciones profundamenteinscriptas en la historia y en el tejido social.

La instauración de un Estado neoliberal,la conformación de un modelo de sociedadpara pocos y sus derivaciones políticas en elplano de la vida cotidiana -individualismo,competencia- plantean un terreno propiciopara la actualización de conflictos,alentando la discriminación. Avanza laproducción de un sentido común,instaurado y potenciado desde algunosmedios de comunicación y desde ciertossectores en el poder, que tiende a reforzarel sociocentrismo, el prejuicio y lasconcepciones estereotipadas del mundo.De esta manera, la relación “nosotros”-“otros” se presenta como una relaciónentre colectivos opuestos: un “nosotros”normal, frente a un “otros” desviado.

Egon Schiele

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Esta conflictiva subyace al modo en quese trazan fronteras entre tribus, entregrupos de jóvenes, en particular cuandoexiste una fuerte identidad de clase en ellos.Las estrategias de identificación ydiferenciación observadas participan de lapugna que los distintos sectores dirimen enel campo social, la cual se agudiza en uncontexto de desigualdad como el de laépoca actual. A continuación me referiré almodo en que se posicionan dichos gruposde jóvenes ante la situación, haciéndoseparte del complejo juego de relacionessociales que suele permanecer enmascaradotras la interpretación culturalista.

La(s) identidad(es) comoconstrucción social

“Tu hermano se hizo flogger / de pinta e�medio raro

Se arregla el pelito / se peina pal� costado.

Se clava los chupines / ahora escucha marcha

Qué gato, está zarpado / ¡miralo cómo salta!

¡Miralo cómo salta!

Y baila a las patadas / y mueve la cabeza

Ya no escucha más cumbia / No es más negrocabeza

Y baila a las patadas / Y mueve la cabeza

El cheto toma agua / No le gusta la cerveza

Ya no es más negro cabeza…”

(“Flogger”, cumbia, interpretada por El Perro)

Tal como afirma Urresti (2002), los gruposde pares representan verdaderos laboratoriosde actividad simbólica en los que se practicaconscientemente la diferenciación social. Enellos se produce el descubrimiento de losotros a nivel social, y se reconoce el lugarpropio y ajeno en dicho espacio social.

En este sentido, el estudio de las tribusurbanas pone de manifiesto cómo estosgrupos y los sujetos que los integran seidentifican no sólo generacionalmente, sinotambién socialmente. Es posible observaruna cuestión relativa a la definición de laidentidad de clase atravesando lasrelaciones entre grupos, relaciones signadaspor el prejuicio y la connotación negativa, eincluso por enfrentamientos -en especialentre floggers y cumbieros-, violencia y unacuota nada despreciable de discriminación.Una aproximación inicial a la cuestiónseñala que el prejuicio y la violencia seconstituyen en parte del proceso deconstrucción identitaria, en términos deafirmación de lo propio, y que ladiferenciación que unos grupos establecenen relación con otros expresa además ciertasalternativas de la histórica pugna entresectores medios y populares, pugna que seagudiza en tiempos de redefinición de laidentidad social como la poscrisis del 20012.

Se advierte un particular empeño porparte de ciertos grupos, que se reconocen yson reconocidos como emblemáticos hijos dela clase media (los floggers), por noasimilarse a y distanciarse de aquellos otrosque reivindican los valores de los sectorespopulares y se identifican abiertamente condichos valores (cumbieros y cultores del rockchabón). Si bien se entiende que las tribus nocomponen conglomerados homogéneos entérminos de clase, los testimonios expuestosconducen a interrogarse respecto de latrama que subyace a la estigmatización quepadecen ciertos grupos, la cual se construyeapelando a estereotipos y preconceptosfuertemente arraigados en el imaginariosocial. Por un lado, se intenta establecer unadistancia relacional respecto de los“desfavorecidos”. Por el otro, se produce un

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2 Esta hipótesis responde a una línea de trabajo actualmente en curso.

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repliegue en lo propio y una exacerbaciónde aquellos rasgos y/o situaciones que lodefinen.

Tal como ha sido documentado enoportunidades anteriores (Caffarelli, 2008),la situación de polarización y fragmentaciónsocial que signó la historia de nuestro país enlos últimos 20 años supo afectarparticularmente a sectores medios ypopulares, los cuales experimentaron undeterioro en sus condiciones objetivas deexistencia. Viendo cuestionada su históricamovilidad social ascendente y su centralidaden la estructura social, en el marco delproceso de conformación de una sociedadexcluyente (Svampa, 2005), la fragmentada ydebilitada clase media se enfrentó a lanecesidad de redefinir las estrategiasmateriales y simbólicas de inclusión en elcolectivo de clase y de definición del mismo.En este sentido, las modalidades dediferenciación descriptas en el apartadoanterior -tal el caso de la reificación de ladiferencia- pueden interpretarse comoestrategia simbólica de inclusión en dichocolectivo. En tanto la esfera material (accesoa bienes y servicios, esfera ocupacional) es laque aproxima y hasta homologa a sectorespopulares, nuevos pobres, clase media típicay clase media baja, la diferenciación seconstruye apelando a la dimensiónsimbólica, a las representaciones, reforzandolas imágenes socialmente circulantes,estigmatizando, recuperando estereotipos(cumbiero = villero = chorro).

La profundización de las desigualdadesentre sectores sociales a partir del año 2001motorizó, pues, el establecimiento de unadistancia relacional cada vez mayor entreestos últimos. El estigma, el rechazo a laidentificación cumplen, en este contexto,

un rol como estrategias de distanciamientoy diferenciación social, las cuales permitenpreservar y reorganizar la identidad declase cuando ésta entra en crisis.

De tribus, identidades yjuventudes. Acerca de la necesidadde pensar interdisciplinariamente

Habida cuenta de las diferentesdimensiones que se han vinculado en lainterpretación del fenómeno de las tribusurbanas, es menester plantear algunascuestiones que nos ubican en un escenariode debate e intercambio interdisciplinar, ynos convocan a pensar juntos.

Las situaciones de las aquí se da cuentaexponen la necesidad de atender al carácterrelacional de las identidades construidasactivamente por los sujetos, así comotambién a las razones históricas y socialesque atraviesan esta construcción (Padawer,2004). Ello resulta fundamental paraprofundizar el desarrollo de estudios sobrejuventud que la examinen crítica ycontextualizadamente, desprendiéndose devisiones esencialistas.

Cuestionar el esencialismo implica, entreotras cosas, entender la juventud como unmodo que tiene la sociedad y la cultura dehacer vivir una parte de la vida; como elmodo de explicar, de dar sentido, depracticar, de habitar ese espacio social de laexperiencia desde diferentes situaciones ydistintas posiciones sociales (Chaves y col,2006). Si bien uno de los criterios queparticipa en su construcción comorepresentación sociocultural y comosituación social es la distincióndemográfica, clasificación fundamentadaen la medición del tiempo de vida, es

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Demián, Hermann Hesse

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preciso insistir en que la juventud comocategoría analítica convoca a examinar lacondición juvenil, es decir, a explorar quésignifica ser joven en un tiempo histórico yun espacio determinados, de acuerdo conla peculiar posición que se ocupa en laestructura social. Dicha condición no eshomologable en la experiencia de losdistintos grupos sociales sino que, comoetapa vital, se valora socialmente demanera diferenciada en las capas medias yaltas y en los sectores populares, y al mismotiempo presenta variabilidad al interior decada uno de estos sectores.

Pensar las juventudes representa undesafío que compromete diferentes miradassobre su complejidad y su heterogeneidad.El análisis demanda tener en cuenta lasespecificidades subjetivas, las circunstanciassociohistóricas, el lugar que se ocupa en laestructura social. Sin duda, se trata de unalabor que actualiza la necesidad deencontrarnos profesionalmente, reflexionary producir desde el espacio interdisciplinar,entendiendo que, a partir de estaposibilidad de gestar la co-visión, seráfactible avanzar en la comprensión de lo quesienten, piensan y viven los jóvenes denuestro tiempo.

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The Golden Days, Balthus

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La industria (hollywoodense) de cine de ypara adolescentes constituye un modelodiscreto de subjetivación. Quienes tienenentre 12 y 18 ven un tipo de películas, seidentifican con personajes de su especie, semimetizan con modos de ornamentacióncaracterísticos de una tribu difusa peroreconocible y subscriben a un modo de vida.En efecto, hay toda una producción cine-matográfica destinada a este pueblo sinfronteras llamado Joven. High SchoolMusical 3 (2008), 17 otra vez (2009),Crepúsculo (2008), las interminables secue-las de El juego del medio, incluso HarryPotter y sus infinitas versiones. Es evidenteque la cultura del entretenimiento explotaa su cliente favorito y además induce alresto (niños, adultos, y si es posible abuelos)a asociarse a un devenir adolescente.

Es cierto que para el adolescente el cineya no es su primer ascesis. No es precisa-mente la sala de cine el territorio existencialque los seduce. El cine ya no es el espacio

preferencial para inventar en función de unaprendizaje un estilo de vida, lo que no sig-nifica que el cine no constituya una matrizde subjetivación colectiva. Como han suge-rido Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, elmundo se ha convertido en una película,pues la gramática que estructura el mundoes indudablemente cinematográfica. Nohay experiencia sin pantalla.

Un adolescente frente a una puesta desol puede decir: “¡Qué buena imagen!”, loque revela la matriz de su percepción: elmundo es una imagen, su comunidad esuna imagen, su yo es una imagen.Facebook, en ese sentido, opera como elviejo y perimido diario íntimo, una sustitu-ción con otras coordenadas: menos pala-bras, más imágenes, menos intimidad, másintersubjetividad electrónica.

En este universo simbólico, los límites ylas interdicciones son difusos e imprecisos.Los modelos de intercambio entre padres e

Sin ley

Roger Alan Koza*

* Crítico de cine

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hijos experimentan transformaciones detodo tipo. Mamá puede estar entre mis ami-gos del Facebook. En otras palabras, losroles se licúan en una supuesta democrati-zación de los vínculos orientada a una uto-pía privada general circunscripta al derechoincuestionable de cultivar un bienestar (ygoce) individual en el que se permite todo,más allá de la ley, más allá de cualquier lími-te que obligue a cualquier sujeto a exami-nar su deseo y la confrontación del mismofrente a Otro que lo oblitera. En ese senti-do, el consabido diagnóstico de los docen-tes sobre los adolescentes, ese intolerante yvencido veredicto según el cual el adoles-cente padece de una indiferencia invenci-ble, debe ser interrogado desde una pers-pectiva que sortee el secreto nihilismo quemerodea al docente que supone superiori-dad generacional y no se ve inscripto en unorden simbólico del que es cómplice. Enefecto, la indiferencia es el correlato deldeseo desenfrenado. Quererlo todo es con-natural a no querer absolutamente nada. Esun fenómeno complejo que el psicoanalistaJosé E. Milmaniene denominó “defecciónestructural de la figura paterna”. No sonmuchas las películas que dan cuenta delfenómeno, a pesar de que muchas películasde y para adolescentes participan de estalógica. Una de esas películas es argentina yse llama Glue (2006), de Alexis Dos Santos.

Incompresiblemente jamás estrenada ennuestro país, incluso habiendo ganadovarios premios en festivales, esta grisáceacomedia de iniciación es un retrato exactosobre la confusión e incertidumbre vincularentre padres e hijos, propias de las genera-ciones del período posdictadura. En elmodelo familiar que se divisa en Glue,padres e hijos se diferencian no por susprácticas sino por sus apariencias.

En efecto, esta “historia adolescente enmedio de la nada” que transcurre en Zapalasintetiza una modalidad de existencia,jamás juzgada pero sí examinada por DosSantos, en donde la experiencia predomi-nante de los jóvenes consiste en agotar elpresente, a veces flirteando con lo prohibi-do, otras asumiendo la nada sin resistenciaalguna. Los tres protagonistas sí divisan unasolidaridad efectiva entre ellos, socios en unmundo desprovisto de motivaciones y espe-ranzas, mientras sus padres, “adolescentes”mayores, más cómplices que tutores, son laprueba de que el futuro no es alentador.

Lucas (Nahuel Pérez Biscayart), Andrea(Inés Efrón) y Nacho (Nahuel Viale) pasansus días. Es tiempo de vacaciones. Lucas yNacho tienen una banda de música. Es qui-zás la única actividad que se desmarca deun peregrinaje sin dirección o de una exi-gencia hormonal típica de la edad: “Esteverano tengo que coger sí o sí. No meaguanta el cuerpo”, es lo primero que seescucha en boca de Lucas, mientras quevarios planos, a veces sobreexpuestos y cuyatextura en super 8 habrá de delimitardurante toda la película, en su forma, eldesorden del psiquismo adolescente, y, ensu contenido, las meditaciones físicas y casimetafísicas características del estadio quecorresponde a la adolescencia, muestranacciones intranscendentes de los protago-nistas (bañarse, andar en bicicleta, caminar,escuchar música con auriculares). Así, Lucascierra su soliloquio: “Uno puede ser huérfa-no aunque tenga padres. Si no coincidís ennada, de alguna manera estás solo”. Losmonólogos se repiten a lo largo de toda lapelícula y siempre denotan las respetablesdivagaciones de los adolescentes, razona-mientos filosóficos básicos, acaso un exis-tencialismo elemental con aristas cosmoló-

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Las penas del joven Werther, Goethe

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gicas que merece respeto, y es así como loentiende Dos Santos.

La familia de Lucas podría representaruna típica unidad familiar disfuncional,vocablo que se suele aplicar a las familiasdel cine independiente. Más que disfuncio-nal el modelo familiar responde a unageneración y a una clase social específica.Familias como la de Lucas, padres que seconvirtieron en adultos y progenitores entiempos de una democracia reconquistada,exceden una convención representacionaldel cine independiente, sea lo que fueraque éste término signifique. Se trata de unageneración para la cual la transgresión hasido un modo de conjura de una violenciaestructural heredada, caracterizada por laobediencia a un Orden totalitario y even-tualmente al ordenamiento de una Causacuya promesa era subvertir ese orden.

La versión micropolítica familiar de esteprocedimiento de adaptación y reacción esprecisamente una disolución de la funciónpaterna en el esquema familiar. Los hijos ylos padres quiebran la distancia generacio-nal y funcional y constituyen una alianza:son amigos, o, en su defecto, enemigos,pero lo que se revoca es la asimetría quelegitima la ley y el móvil subjetivo de supráctica. Glue incluye varias escenas endonde este fenómeno se patentiza. Lamadre de Lucas se trompea con una vecinaque se acuesta con su marido. Más tarde,todos los miembros de la familia miran tele-visión acostados en la cama. La madre des-conoce si los hijos han cenado: como unahermana mayor, pregunta cómo se puedenarreglar, y avisa, al pasar, que mañanaregresa su padre. Lucas reacciona, puesentiende muy bien que no hay límite algu-no para su madre, que todo vale y que el

padre puede seguir acostándose con la veci-na y su madre olvidando su malestar y suviolencia. No se trata de un problema dedecencia y moral, sino de coherencia y cui-dado, como también de privacidad.

A continuación, con la llegada del padre,Lucas viaja a un departamento que aquéltiene en Neuquén. Pretenden organizaruna fiesta, pero su agenda es específica: evi-tar encontrarse con su padre mientras ésteregresa a la casa. No habrá fiesta, pero él yNahuel habrán de inhalar todo el pega-mento que encuentran en la casa mientrasven pornografía. Es el clímax de la película,pues allí Dos Santos no solamente insistiráen la exploración sexual adolescente y lacuriosidad sensorial de dicha edad, para loque encuentra una forma cinematográficacapaz de materializar la experiencia, sinoque cerrará la escena con la llegada delpadre por la mañana. El encuentro padre ehijo condensa un modelo paterno. No hayreprimenda, no hay enojo, no hay límite, nohay sermón; el padre simplemente limpia elpegamento de las manos de su hijo y comoun buen amigo le aconseja ser cuidadoso.Su preocupación máxima pasa por ofrecerleuna remera para regresar.

Así descripto, éste es un mundo sombrío,pero Dos Santos le imprime cierto tono lúdi-co y cómico al dramático contexto de suscriaturas, y se permite experimentar formal-mente e improvisar narrativamente. Elresultado es eficaz, pues Glue es una de laspocas películas argentinas que representana los jóvenes sin hacer de ellos ni nihilistasextraviados ni iluminados incomprendidos;son, en todo caso, una expresión subjetivade un tiempo histórico específico.

Hay una escena en Glue que se repite enalgunas películas de adolescentes, las pocas

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que no participan de este ejercicio de subli-mación (capitalista) por el cual Eros se dise-mina en la magia, la competencia deportivao artística, o en un vampirismo fashion.Después de un concierto casero de la bandade los chicos, Lucas, Nacho y Andrea tienenun momento de sexo compartido; se reú-nen en un baño, se besan, se tocan, cogen(en fuera de campo), de lo que se predicauna instancia que poco tiene que ver con ladepravación y la promiscuidad. Se trata,más bien, de una prueba de límites y laposibilidad de conquistar un propio sistemade demarcación. No hay remordimiento,tampoco un deseo de repetición. La escenay sus consecuencias sugieren un modo par-ticular de ir conquistando la autonomíapersonal, es decir, la capacidad de darse a símismo la propia ley. Es una apuesta extre-ma, pero no admite ambigüedades.

Algo de esto sucede en Navidad (2009),del chileno Sebastián Lelio, película infinita-mente superior a su film precedente, La sagra-da familia (2006); aquí, Lelio explora la subje-tividad adolescente chilena de clase media enuna noche previa al festejo de un 25 dediciembre. Tres personajes bastan: dos ami-gos casi novios y la aparición inesperada deuna joven que busca a su padre, al que jamásha visto. No será una noche de pan dulce,sino más bien de una arriesgada indagaciónfísica y simbólica sobre la libertad, los deseose incertidumbres propios de una edad. Es unfilm honestamente provocativo, y si se sostie-ne en su metraje es porque hay un cuidadoinmenso en la construcción de los personajes.La autenticidad es su secreto.

Navidad es una de esas películas en lasque un pasaje determinado resignifica latotalidad de los planos precedentes y poste-riores. En efecto, hay una ménage à trois

adolescente de una intensidad erótica y,paradójicamente, de una ética incuestiona-ble, si se entiende por ética un cuidado delotro sin renunciar al cuidado de sí, quehabrá de vigorizar la totalidad de la trama.En esta ocasión, Lelio no apela a la irritaciónbarata, algo de lo que padecía su óperaprima. Su puesta es precisa, y hay un traba-jo verificable en la escritura del film, que enparte se debe a su guionista Gonzalo Maza.

Casi en el límite de la pornografía light,el realizador estadounidense Larry Clark, enKen Park (2002), su película más arriesgaday sólida, repite motivos de Glue y Navidad,tanto respecto del lugar de los padres comode la promesa reduccionista del sexo comoconquista de la autonomía y liberador efi-ciente de un cosmos irrespirable, decaden-te, consumido por el consumo. En su últimanovela, nada menos que el maestro de laprovocación, Michel Houellebecq, critica elnihilismo juvenil del controversial largome-traje del director de Kids (1995). Que el

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Egon Schiele

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autor de La posibilidad de una isla reaccio-ne ante este film puede explicar en partepor qué ha estado prohibido indirectamen-te en varios países, pues el conjunto de his-torias que vertebran esta película sobreadolescentes suburbanos estadounidensescontiene muchos pasajes en los que el sexoestá desvinculado del amor romántico y enlos que la vida humana se regula en torno ala nada que anonada, temas clásicos en laobra de Houellebecq, aunque su miradafilosófica es opuesta a la de Clark.

Sin moralismo cínico, ni nostalgia meta-física, Clark presenta un mundo desprotegi-do y sin mitos que lo resguarden, en dondela única actividad que neutraliza su sinsen-tido es la llana y desacralizada fornicación,una forma de felicidad ligera y transitoria,como lo sugiere perversamente la perturba-dora aunque jovial penúltima escena en laque los tres protagonistas comparten unacama cual paraíso para almas impenitentes.

Pero no todo es sexo en el universo ado-lescente. A veces, la supervivencia se reduce aobtener un empleo. Rosetta (1999) cuenta lahistoria de una adolescente de 17 años per-teneciente a la clase trabajadora que intentatrabajar para mantenerse y para mantener asu madre, una alcohólica compulsiva. El rela-to se circunscribe a mostrar la cotidianidad deRosetta (Émilie Dequenne) dividida entrerituales de supervivencia y su rutinaria bús-queda de empleo. Puede ser la experienciade cualquier púber del gran Buenos Aires,aunque el film transcurre en Seraing, una ciu-dad de Bélgica que supo ser industrial.

Rosetta pertenece a una generación quedesconoce la pertenencia al movimientoobrero y sus luchas sociales. Su percepciónde sí es solitaria, atómica, desvinculada deuna conciencia de clase. Una mónada sin

historia, una existencia inmediata. Por eso,la aparición de un otro, un joven llamadoRiquet (Fabrizio Rongione), a quien conoceen el paso fugaz por un puesto de trabajo,le permite reconsiderar su identidad enotros términos. Debe ser una de las escenasmás conmovedoras del cine contemporá-neo: Rosetta, antes de dormir, repite sunombre en primera y tercera persona. Es undiálogo, un monólogo. Tiene un amigo,tiene un trabajo. No es más un fantasmaante el gran Otro. Es alguien para otro, yano está sola, al menos por un tiempo.

Diríase que los Dardenne postulan unnuevo universo laboral que consideran unazona de guerra: conseguir un empleo es par-ticipar en un combate. Si en la Ópera de lostres centavos Brecht decía que el pan vieneantes que la moral (debo esta cita al análisisde Jonathan Rosenbaum de este film publi-cado en Essential Cinema, 2004), aquí la sen-tencia adquiere una materialidad opresiva.Tal sensación es conquistada por una cons-trucción formal subordinada al relato. Lacámara persigue a Rosetta como si éstafuera un soldado en el frente: planossecuencia, cámara en mano, nada de músicaextradiegética. El sentido de urgencia sematerializa en la respiración del combatien-te, acaso el efecto sonoro más contundentedel cine de los hermanos Dardenne. Lacámara sólo se aquieta cuando Rosetta con-sigue un empleo y un amigo. Pero en la gue-rra la quietud es una pausa en la disputa.

Lo sabemos: el desempleo disciplina,provoca comportamientos vergonzosos.Véase la escena en la que Rosetta deliberasobre dejar hundir en el río-pantano a suúnico amigo o salvarlo: ¿supervivencia osolidaridad? Esta escena se repite directa-mente en el espacio por antonomasia en

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donde se lucha cuerpo a cuerpo: un puesto.El enfrentamiento entre Rosetta y Riquet,tras una táctica legítima de combate, impli-ca en el orden de la trama una suspensiónbiológica de la ética, y una decisión filosófi-ca y narrativa por parte de los realizadorespara ver hasta dónde puede socavar estenuevo estado de guerra la decencia dequienes combaten, compiten. En este senti-do, como lo entendiera Bresson (acasoRosetta sea una lectura materialista y actua-lizada de su Mouchette), lo que se puededecir con el sonido y la imagen es suficien-te. Aquí, el sonido de la motoneta deRiquet deviene, en la escucha de Rosetta,en el repiqueteo musical de un redoblanteperteneciente a un ejército imaginario queanuncia la cercanía del enemigo. La puestaen escena de los Dardenne es precisa y aus-tera, pero lo que ocurre entre los planos ycon los planos habla de un dominio delmedio propio de maestros. ¿O no se trans-fiere a quien mira el peso de una garrafa, elsabor de un huevo duro, la angustia locali-zada en la panza, el barro que hunde? Lacoherencia entre forma y contenido haceque el espectador experimente con su pro-pio cuerpo la materialidad de la película.

Rosetta apuesta a un tipo de dignidadcondensada en el último pasaje de sutrama, en donde ambos personajes son tes-tigos, como nosotros, de una metamorfosis.Es el gesto que convierte a un animal mori-bundo como Rosetta en un agente libre queimpugna toda injusticia.

Quien hace justicia con los adolescentes esGus Van Sant. Paranoid Park (2007), su pelí-cula anterior a Milk (2008), es sin duda suobra más acabada para observar la vida espi-ritual adolescente, un tema que le obsesionadesde su ópera prima, Mala noche (1985).

Paranoid Park podrá estar situada enPortland, Oregon, pero nunca deja de seruniversal y absolutamente contemporánea.Pocos directores son capaces de amar un esta-dio de la vida como la adolescencia y buscartraducir un sentimiento y una disposición aní-mica en planos cinematográficos. ParanoidPark es antes que nada la captación respe-tuosa y amante de la subjetividad adolescen-te en todo su esplendor, un retrato que nodesprecia la radical superficialidad de suobjeto, ni pontifica sobre la profundidad desus criaturas. Sensual y atmosférica, la pelícu-la de Van Sant circula a través de una subjeti-vidad específica y hace tangibles los procesospsíquicos que la constituyen.

Basada en la novela de título homónimo,de Blake Nelson, Paranoid Park está asenta-da en una historia mínima: un adolescentellamado Alex (Gabe Nevins), involuntaria-mente, queda involucrado en la muerte deun guardia que patrulla en las inmediacio-nes de la estación del ferrocarril. La películasigue el proceso secreto (y no lineal) de ela-boración de un trauma. ¿Cómo superar eldoloroso recuerdo de un hombre literal-mente rajado? La respuesta es una cifra.

Pero Van Sant no está interesado en undilema policíaco moral, sino en el contextosocial en general y en la imprecisa comuni-dad particular que visita y aviva ParanoidPark, un centro al aire libre donde los skatersde Portland van a patinar. Al igual que eldetective que interroga a los jóvenes en elcolegio, a propósito de la investigación delcaso, Van Sant “quiere saber más sobre lacomunidad de patinadores”. Para eso, inten-ta establecer una forma de aproximarse sen-siblemente a esa pasión ascética y casi místi-ca, aunque desprovista de toda teología, quese predica del skate. A través de planos

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secuencia en ralentí intenta aprehender unasensación de deslizamiento. El skater dominalas superficies irregulares, condición quepone a prueba su potestad sobre el espacio.En su traslación el skater estetiza su vaga-bundeo callejero, doblega en sus propios tér-minos un destino incierto, tal vez sombrío.Hay un pasaje sublime en el que los patina-dores giran en semicírculos en un tubogigante. Parece un túnel y una compuerta aotro mundo, algo enfatizado por el diseñosonoro de Leslie Shatz y la maestría de ChrisDoyle, quien hace de la luz una presenciaextraña y diáfana. Pocas películas se ven así,pocas películas suenan así. A veces los skatersmiran a la cámara. En algunas ocasiones, soninterrogados por la policía en plena calle. Losubjetivo y lo objetivo se entremezclan en elregistro, y se armonizan coherentementecon el ritmo narrativo del film.

Quizás Paranoid Park sea el film quemejor comprende el mundo adolescenteporque no pretende juzgarlo ni tampocojustificarlo. Los adolescentes deambulan ensus escuelas. Los padres, ensimismados ensus problemas, casi siempre aparecen enfuera de foco o en un plano en profundidadsituándose entonces hacia el fondo delplano. Sin subrayar, Van Sant sugiere unaposición definida de los adultos en la vida:ausentes, o acaso adolescentes envejecidosque no pueden responder ni por ellos mis-mos. El síntoma es preciso, el inconscienteestá expuesto. Dice una amiga de Alex: “Ésees el problema. La indiferencia”. Pero VanSant no la condena, pues detrás de la cata-tonia espiritual existe vida inteligente y sen-sible en el extraño mundo adolescente.

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La naranja mecánica, Anthony Burgess

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Varias veces durante los últimos sesentaaños, sociólogos y antropólogos así comohistoriadores, han destacado que los ritosde pubertad poseen una significación espe-cial para la evolución de la sociedad y de lacivilización. Heinrich Schurtz expresó, en1902, que las fiestas de iniciación constitu-yen el acontecimiento más importante enlas sociedades primitivas y tienen una dura-ción mayor que las ceremonias del naci-miento y del matrimonio1. J. G. Frazer afir-ma que los ritos de iniciación son “el miste-rio central de la sociedad primitiva”2. Sobrela base de estas y otras muchas investiga-ciones antropológicas, y apoyándome espe-cialmente en Tótem y Tabú 3 de Freud, tratéde mostrar (en 1915) la significación psicoa-

nalítica de tales ritos para la evolución reli-giosa y la organización social de las tribussalvajes4. Luego de un intervalo de casi cin-cuenta años, retomé los hilos de aquellasprimeras direcciones de pensamiento cuan-do ensayé presentar la narración bíblica delÉxodo y la revelación del Sinaí como unarelación deformada de las ceremonias deiniciación de los hebreos5. Casi simultánea-mente, Mirca Eliade expuso el sentido reli-gioso de la iniciación y sus efectos en todaslas sociedades, desde las tribus primitivas alas modernas civilizaciones6.

Pese a la existencia de esos y otros librosy monografías, tan cuidadosos como deta-llados, sobre los ritos de iniciación en las

El gran misterio tribal

Theodor Reik*

* Reik, Theodor: “La creación de la mujer”, capítulo XII, pág. 91, Ed. Peuser, Bs. As., 1962

1 Alterklassen und Männe bünde (Clases antiguas y relaciones humanas), Berlín, 1902

2 James Frazer, The Golden Bough (La rama dorada), vol. II, tercera edición, Londres, 1913, p. 278

3 Viena, 1918. Traducción inglesa, Nueva Cork, 1918.

4 “The Puberty Rites of Savages” (Los ritos de pubertad de los salvajes), Imago, vol. X, 1913, y ahora en Reik, The Ritual, NuevaCork, 1931.

5 Reik, Mystery on the Mountain, Nueva Cork, 1959.6 Mirca Eliade, Birth and Rebirth, Nueva York, 1958.

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civilizaciones antiguas y entre los pueblosprimitivos, el impacto y la significación detales ritos están lejos de haberse compren-dido y evaluado correctamente. ¿Por qué?Ciertamente, hay razones por entero inde-pendientes de la renuencia casi proverbialde los estudiosos a aceptar nuevas ideas,que sacuden los fundamentos de las nocio-nes tradicionales. Una de las razones princi-pales para esta falta de comprensión seencuentra en la naturaleza misma de lamateria. Esos ritos son secretos inviolables,lo cual significa que los forasteros -mujeresy miembros no iniciados de la tribu, asícomo misioneros y antropólogos- se hallanexcluidos de ellos y no pueden obtenerinformación alguna ni siquiera sobre losdetalles más irrelevantes de los ritos. Porotra parte, los novicios, los iniciados en losmisterios tribales, deben jurar solemnemen-te no divulgar nada respecto del contenido,formas y funciones de los ritos de iniciación.

Casi todos los expertos se hallan deacuerdo en que los ritos de pubertad, talescomo los encontramos bajo diferentes for-mas en las sociedades que no conocen laescritura, contienen el germen y el patrónconforme al cual evolucionaron posterior-mente los misterios de los egipcios y losgriegos. Esos “ritos de tránsito”, para usarla expresión de van Gennep, se hallabantambién en el núcleo de las diversas socie-dades secretas tan ampliamente extendidasentre los pueblos salvajes y semicivilizadosde Australia, África y América7.

Hay un cuerpo de ritos y enseñanzas quese supone ha de producir un cambio decisi-vo en el status social y en la conducta de losnovicios. En esos “ritos de tránsito”, el niñoes separado de su madre y pasa por una

serie de ordalías que lo sacan de la infanciay lo introducen en la vida adulta. El indivi-duo se convierte en un miembro responsa-ble de la tribu. La iniciación marca el térmi-no de un período de la vida y el comienzode una nueva fase, una vita nuova. Losmomentos culminantes del misterio son -sila paradoja es permisible- los ritos de“muerte y resurrección”, como Frazer yotros antropólogos llaman al drama, de“muerte y renacimiento”, según lo denomi-nan otros.

La caracterización de los ritos nos hacever que no hay contradicción entre ambasdescripciones. Para la mente primitiva, lamuerte iniciatoria suministra como unatabla rasa en que se irán escribiendo lasrevelaciones sucesivas cuyo término final esla formación de un hombre nuevo8. MircaEliade, cuyo reciente libro trata el significa-do religioso de la iniciación, apunta a la cre-encia primitiva de que un estado del ser nopuede cambiarse a menos que se aniquilepreviamente la forma de existencia ante-rior. Por consiguiente, la muerte en la ini-ciación es indispensable para comenzar unanueva vida. Es notable, sin embargo, que enmuchas tribus primitivas el símbolo de esamuerte iniciatoria sea la oscuridad o lanoche, a veces la entraña de un monstruo oaún de la matriz.

Pese a la gran variedad de ritos en lasdiferentes civilizaciones, los rasgos funda-mentales de la iniciación son muy semejan-tes en todas ellas. Los antropólogos haninsistido recientemente en los fines socialesy psicológicos que persiguen los ritos de ini-ciación y que presentan sorprendentessemejanzas. B. Malinovski9 describe lossiguientes caracteres comunes: “…los novi-

7 A. Van Gennep, Les Rites de Passage (Los ritos de tránsito), París, 1909.

8 M. Eliade, Birth and Rebirth, p. XIII

9 Magic, Science and Religion, and Other Essays (Magia, ciencia y religión, y otros ensayos), Glencoe, Illinois, 1948, p. 21

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cios deben pasar por un período más omenos protegido de aislamiento y prepara-ción. Luego viene la iniciación propiamentedicha, en la cual el joven, pasando por unaserie de ordalías, es sometido finalmente aun acto de mutilación física: en los caso mássuaves, una leve incisión o la extracción deun diente; en otros más severos, una circun-cisión; o, en los más crueles y peligrosos auna operación tal como la subincisión prac-ticada en algunas tribus australianas. Laordalía es generalmente asociada con laidea de la muerte y el renacimiento del ini-ciado, idea que a veces se expresa por mediode una representación mimética.” La segun-da y más importante parte de la iniciación esla prolongada instrucción de los novicios enlos mitos y misterios sacros de la tribu y eldescubrimiento de ciertos objetos sagradoshecho por los ancianos de la misma.

La primera fase de las ceremonias de ini-ciación consiste en la segregación de losnovicios de sus madres y de todas las muje-res. Se los lleva al bosque o a un camposeparado donde se los instruye en las tradi-ciones y en la ciencia infusa de la tribu.Según los expertos, las representacionesdramáticas y miméticas durante esas opera-ciones constituyen “sólo la repetición demodelos ejemplares”10, lo cual significarepetición de acontecimientos que tuvieronlugar en la época mítica o en el “tiempo delsueño”, como lo llaman los aborígenes aus-tralianos. En la representación de las cere-monias de iniciación se reproduce y renue-va la historia de los antepasados míticos.

El iniciado, según él mismo y todos lospresentes lo entienden, “no es ya él mismo,sino el gran héroe del “tiempo del sueño”,cuyo rol se repite, así sea sólo por pocosminutos”11.

La separación de los novicios de susmadres se representa a menudo en escenasdramáticas; a veces los novicios son simple-mente “robados de su madre”12. Los jóve-nes son llevados al lugar sacro, de donde seexcluye a las mujeres y a los niños. Entre losKurnai australianos, yacen de espaldas,cubiertos con mantas. Se supone que noven ni escuchan nada y que duermen. Unjefe Kurnai expresó a A. W. Howitt: “Si unamujer viera a los muchachos, o escuchara loque nosotros les decimos, la mataría”13.

La segregación respecto de las madressignifica una solución de continuidad o aveces una ruptura violenta con el mundo dela infancia. Se convence a las madres de quesus hijos serán muertos y comidos por algúndios o monstruo divino. Pero los noviciosque se sienten intimidados y aterrorizadoscreen también que serán muertos. Segúnun mito recogido por R. G. Matthews14 eldios Daramalun, de las tribus Wiradjuri deAustralia, mata a los jóvenes, los corta enpedazos, los abrasa en el fuego y los resuci-ta a la vida como “nuevos seres, pero cadacual con un diente menos”. En muchas tri-bus tiene lugar una farsa dramática en quese simula la muerte de los novicios; en otrastribus, se los hace dormir. La muerte y elrenacimiento de iniciación se complemen-tan recíprocamente en los ritos de la puber-

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10 Eliade, Birth and Rebirth, p. 6

11 A. P. Elkin, Aboriginal Men of High Degree (Aborígenes de elevada condición), Sidney, 1946, p. 13

12 D. F. Thompson, “The Hero Cult, Initiation and Totemism on cape York” (El culto del héroe, iniciación y totemismo en el CaboYork), Journal of the Royal Anthropological Institute, 1933, p. 474

13 The Native Tribes of South-East Australia (Las tribus aborígenes del sudeste de Australia), Londres, 1940, p. 626.

14 R. G. Matthews, “The Berbung of the Wiradjuri Tribes” (Rito de quema de las tribus Wiradjuri), Journal of The RoyalAnthropological Institute, 1896, p. 311

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tad. En otras palabras, la resurrección de losnovicios corresponde a un nuevo nacimien-to. En realidad, en la India antigua, los novi-cios de la iniciación brahmánica son llama-dos los “nacidos dos veces”15. En la imagi-nería budista el segundo nacimiento escomparado, mediante la ruptura de la cás-cara de un huevo, con el del pollo. La mismaimagen se encuentra entre los Kavirondobantúes, los cuales pronuncian esta frase alos iniciados: “El blanco polluelo sale delcascarón, somos ahora como nuevas lum-bres”16.

En la tribu Tabim de Nueva Guinea, lainiciación de los jóvenes tiene lugar a inter-valos de varios años. La parte más conspicuade los ritos consiste en la circuncisión, prac-ticada en la reclusión de la selva. A las muje-res se les dice que los novicios han sidodevorados por un monstruo de nombreBalum, el cual los vomita nuevamente y, alhacerlo, los muerde o araña, infligiéndolesla herida de la circuncisión. Después devarios meses de aislamiento, los jóvenesregresan a la aldea, donde se comportancomo niños recién nacidos. He ahí “por quélos jóvenes papúes circuncisos vuelven a susaldeas con los ojos cerrados, y por qué,cuando se les manda sentarse, permanecende pie, rígidos, como si no comprendiesenla orden o la acción”17. Los muchachos de laisla de Ceram, admitidos a la sociedadKakiana, caminan con paso vacilante cuan-do regresan a sus casas “y entran en ellas deespaldas, como si hubieran olvidado laforma correcta de caminar…Si se les da unplato de comida, lo ponen del revés.

Permanecen mudos, limitándose a indicarpor señas sus deseos…Sus padres tienenque enseñarles de nuevo las cosas más sim-ples de la vida, como si fueran criaturasrecién nacidas”18.

En vez de ser circuncidados, los hombresjóvenes de muchas tribus sufren toda clasede mutilaciones; por ejemplo, se les extraenlos dientes o arrancan los cabellos, se lesperforan los labios o las orejas. Es de granimportancia el que los novicios, inmediata-mente después de la iniciación, o del nuevonacimiento, como podemos decir ahora,reciban un nuevo nombre. Esta difundidacostumbre, se encuentra no sólo entre lastribus del sudeste de Australia, sino tam-bién entre pueblos muy primitivos; porejemplo, los Yamana y los Halakwulup deTierra del Fuego19. En la mayoría de las tri-bus de Africa, Oceanía y América del Norte,el olvido del pasado después de la iniciaciónllega al punto de que los novicios no reco-nocen ni a sus familias ni a sus amigos, nirecuerdan ya sus antiguos nombres. Entrealgunas tribus de los Kuta, de Kyoye(Ndassa), el novicio es severamente golpea-do en la inteligencia de que esto “matará”su nombre anterior de modo que puedarecibir uno nuevo20.

En la mayoría de las sociedades que noconocen la escritura, el varón posee así dosnombres, uno antes y otro después de la ini-ciación. Podemos comprender fácilmente elotorgamiento de un nuevo nombre si recor-damos que con él surge una persona nueva,puesto que el nombre es una parte inminen-

15 Eliade, Birth and Rebirth, p. 53

16 Ibíd., p. 54

17 James Frazer, The Belief in Inmortality (La creencia en la inmortalidad), Londres, 1913, vol. I, p. 250.

18 James Frazer, The Golden Bough, Londres, 1913, vol. II, p. 249.

19 Cf. Eliade, Birth and Rebirth, pp. 28 y 31.

20 E. Anderson, Contribution a L’ethnographie des Kuta (Contribución a la etnografía de los Kuta), Upsala, p. 213.

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te del hombre. El novicio recién nacido tieneque poseer, pues, un nombre diferente.

En las tribus Arunta, Kaitish y Vumatjera,cada individuo posee dos nombres, unopersonal, corriente, y otro secreto. Entre lastribus Waramunga, el nombre sagrado sólose da a un hombre totalmente iniciado21.

En muchas tribus primitivas, el final de lainiciación se caracteriza por licencias sexua-les. En la tribu Amayosa, así como entre losBazutos zulúes, el joven circunciso puedeposeer a cualquier muchacha núbil. Ciertastribus australianas creen que los hombresiniciados deben tener relación sexual inme-diatamente después de los ritos, o morir.Tales creencias no son, por cierto, genera-les, pero en todos los casos existe para losjóvenes la permisión de casarse. A. Bartonsostiene la opinión22 de que entre los semi-tas la circuncisión se practicó al principiosobre los varones en el momento del matri-monio, y varios pasajes de la Biblia, porejemplo, Génesis XXXIV: 22, parecen confir-mar este punto de vista. El vocablo arábigo“hatuma”, como el hebreo “chosan”,ponen la circuncisión en íntima conexióncon el noviazgo y el matrimonio. Según C.M. Doughty23, algunos árabes no circunci-dan al joven, pero cuando éste llega a laedad de tomar esposa, la operación es prac-ticada en presencia de la joven con quienpretende casarse.

La descripción de los ritos de pubertadque acaba de hacerse no es más que unesbozo. Destaca determinados rasgos de lainiciación, pero omite mencionar otrosaspectos iguales o aún más importantes de

esas ceremonias. No se consideran aquí elsignificado religioso, la iniciación de losvarones en los mitos y costumbres tribales,las características peculiares de los ritos enlas diferentes tribus y su evolución haciaceremonias de iniciación en sociedadessecretas.

Sólo puedo dar dos razones de esta pre-sentación aparentemente arbitraria.Primero, esos aspectos aquí omitidos de losritos de pubertad fueron ampliamente dis-cutidos, y demostrada su significación, entres libros míos anteriores24.

Una nueva explicación no haría más querepetir lo que allí se dijo. En segundo lugar,una presentación de ese tipo sería aquí ina-propiada. Mi deseo es comparar ciertos ras-gos de la historia de la creación de Eva en elGénesis con determinados aspectos de lainiciación púber; reconstruir la leyenda ori-ginal de Eva entre las tribus semíticas,leyenda muchas veces deformada y oral-mente transmitida, a partir de la cual sedesarrolló la versión hebrea. Para este pro-pósito, sería no sólo superfluo, sino ademásconfusionista el presentar un cuadro com-pleto de los ritos de pubertad en las tribussalvajes y semisalvajes. Un esbozo es sufi-ciente, pues tales ritos se usan aquí comosimple material comparativo, apenas comoladrillos para la construcción, o más bienpara la reconstrucción del edificio.Pertenece a la naturaleza de un esbozo elque solamente ciertos rasgos sean destaca-dos, mientras otros se descuidan o dejan delado. Felix Frankfurter, Juez de la SupremaCorte, dijo de un abogado que tratabatodos los hechos como si hubieran nacido

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21 E. O. James, Primitive Ritual and Belief (Ritos y creencias promitivos), Londres, 1915, pp. 16-17.

22 El artículo sobre la circuncisión en la Enciclopedia of Religión and Ethics (Enciclopedia de Religión y Etica) de Hastings, vol. III, p.679.

23 Arabia Deserta (Arabia Desierta), Cambridge, 1887-1888, vol. I, p. 128.

24 The Ritual, Londres, 1931; Myth and Guilt, Nueva Cork, 1957; y Mystery on the Mountain, Nueva York, 1959.

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iguales. Evitando el error de atribuir lamisma significación a todos los aspectos delos ritos de pubertad, hemos seleccionadoen ellos tan sólo algunos trazos de interéspara nuestro estudio comparativo.

Biografía de Theodor Reik:

Nació en Bohemia en 1888, en el seno deuna familia de condición modesta.Theodor Reik realizó estudios de literaturay de psicología en Viena. En el año 1910comienza su fructífera relación con Freud.Después de la Primera Guerra Mundial seestablece como psicoanalista y esnombrado Secretario de la SociedadPsicoanalítica de Viena. En 1928, se radicaen Berlín. El régimen hitleriano lo obliga ahuir de Alemania. Se detiene un tiempoen Holanda para luego radicarse en losEstados Unidos, donde se hace ciudadanoen 1938; reside allí hasta su muerteacaecida en 1969. Theodor Reik es autorde numerosos estudios psicoanalíticos,especialmente sobre neurosis obsesiva ysadomasoquismo. Entre sus obraspodemos citar: “El ritual”, La creación dela mujer”, “Aventuras en la investigación

psicoanalítica”, “El amor visto por un

psicólogo”, “El masoquismo en el hombre

moderno”, “Psicología de las relaciones

sexuales”, “Treinta años con Freud”,

“Psicoanálisis del crimen-El asesino

desconocido”, “Diferencias emocionales

de los sexos”.

Helene Klimt. Gustav Klimt

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Adolescentes de película

Hacer una lista puede ser algo complicado,¿qué criterio, qué recorte? Aun así, esta listade películas puede representar un pasajehacia el universo adolescente, sin escalas, entoda su diversidad y complejidad.El orden es cronológico, dejando a criteriode cada lector otros órdenes posibles.

* Los Olvidados (1950) - Luis Buñuel: ado-lescencia marginal en el México de lossuburbios.

* Mouchette (1967) - Robert Bresson:duro retrato de la vida de una adolescen-te en el ámbito rural.

* Pauline en la playa (1982) - EricRohmer: iniciación a la vida de una ado-lescente en vacaciones.

* Rebeldes (1983) (The Outsiders) - F. F.Coppola: adaptación de la novela de S. E.Hinton, pandillas, vida en la calle, apren-dizaje.

* Cuenta conmigo (1986) - Bob Reiner:papel del grupo de iguales en el creci-miento adolescente.

* Mi mundo privado (My own privateIdaho) (1991) - Gus Van Sant: desamparode los jóvenes frente a un mundo hostil.La temática homosexual es dejada atráspor las necesidades de dos adolescentesque sufren la alienación de la riqueza yde la pobreza.

* Europa, Europa (1992) - AgniezskaHolland: el problema de la asunción de laidentidad personal y social en el contextode la Segunda Guerra Mundial.

* Los juncos salvajes (1994) - AndréTechiné: tres adolescentes en la Francia delas tensiones colonialistas con Marruecos,maduran, descubren la amistad y el amora pesar de sus ideas diferentes.

* Kids (1994) - Larry Clark: polémica pelí-cula que relata 24hs. frenéticas en la vidade un grupo de adolescentes neoyorqui-nos.

* La vendedora de rosas (1999) - VíctorGaviria: niños y adolescentes de la calleen Colombia.

* American Beauty (1999) - Sam Mendes:adolescentes desencantados en mediodel declive del imperio Americano.

* Las Vírgenes suicidas (1999)- SofíaCoppola: fábula muy sugestiva sobre elfin de la infancia.

* La ciénaga (2000) - Lucía Martel: asfixian-te película sobre la degradación social dedos familias, con adolescentes como pro-tagonistas.

* Y tu mamá también (2000) - AlfonsoCuarón: dos adolescentes y una joven,huyen en busca de una playa soñada.Anhelos de libertad absoluta, expresadossobre todo en el terreno de una sexuali-dad sin prejuicios.

* Felices dieciséis (sweet sixteen) (2002) -Ken Loach: retrato de un joven adoles-cente que decide cargarse el futuro de sufamilia a sus espaldas.

* Elephant (2003) - Gus Van Sant : análisisácido y crítico sobre la matanza deColumbine.

* Thirteen (2003) - Catherine Hardwicke:descubrimiento de un mundo adolescen-te distinto, oscuro, por parte de una niñaque comienza a alejarse del hogar.

* Entre muros (2008) - Laurent Cantet:Una película que se interroga sobre laeducación. Un grupo de actores no pro-fesionales, seleccionados entre los estu-diantes de una escuela media de París,recrean la vida en la escuela.

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Películas Juventud, divino tesoro Dossier

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Mi profesión de profesor de filosofía en laescuela secundaria me hace estar pendiente(atento, pero también sostenido) por estosdos términos: el saber filosófico, por unlado, y las características del pensamiento yla acción de alumnos que se encuentran enplena adolescencia, por el otro. En ciertaforma no puedo reclamarme como especia-lista de ninguno de los dos: no soy filósofoa la manera algo extemporánea de cómohoy podría ser entendida la filosofía comoprofesión, ni tampoco soy un psicólogoconocedor de las complejidades que mani-fiestan el comportamiento de los jóvenes.Es esta posición intermedia la que me insta-la en una pregunta fundamental: ¿es posi-ble establecer alguna relación entre lascaracterísticas del pensamiento filosó-fico y las peculiaridades de esa etapadel ciclo vital llamada adolescencia? Depoder ser respondida, esta pregunta medesplaza a otra: ¿podríamos encontrar elfundamento para una orientacióndidáctica en el reconocimiento de esta

relación, al menos como delimitaciónde un campo de posibilidades quequizá sólo pueda ofrecer el mundo ado-lescente?

Éstas han sido, en resumidas cuentas, lascuestiones que me han pre-ocupado duran-te estos últimos tiempos. Y en esta oportu-nidad intentaré hacer un recorrido, sin nin-guna pretensión de exhaustividad, abor-dándolas desde dos perspectivas: primero,la recuperación de una visión sobre la reali-dad adolescente -posible entre muchasotras- próxima al discurso adulto o “científi-co” de la psicológica social y, segundo, ungiro hacia la escucha del discurso propio delos jóvenes, sabiendo que esto último nopuede llegar a sobrepasar el umbral de lasactitudes y de las sospechas, muy lejos de loque suele considerarse un conocimiento sis-temático o riguroso.

Los alumnos de bachillerato tienenmayoritariamente entre 16 y 18 años. Seencuentran todavía en ese período del ciclo

La filosofía y los adolescentes

Alejandro Sarbach*

∗ Profesor de Filosofía.

(Barcelona)

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Alejandro Sarbach Juventud, divino tesoro Dossier

vital llamado adolescencia, aunque en unafase avanzada, ya próximo a convertirse enjóvenes adultos. Esto hace que, si se definea la adolescencia como el período en que elniño realiza el tránsito de la infancia a lamadurez, nuestros jóvenes alumnos yacomienzan a definir sus rasgos adultos, aun-que aún conservando restos de su pasadoinfantil.

Esta construcción de la identidad adultaes llevada a cabo por el adolescente bus-cando una continuidad entre su identidadinfantil que comienza a perder y los nuevoscambios físicos, cognitivos y sociales quecomienza a experimentar. Normalmente lascosas no suelen ser sencillas. El adolescentetiene que elaborar la pérdida simbólica dela sobrevalorada imagen paterno-maternalque tenía durante la infancia, y a su vez lospadres tienen que elaborar la pérdida delhijo-niño que comienza a hacerse mayor.Este complejo proceso se manifiesta en rela-ciones no siempre fáciles entre el adoles-cente y el mundo adulto, marcadas por laambivalencia -por ejemplo, necesidad deautonomía y al mismo tiempo de protec-ción, afecto y rechazo, decisiones terminan-tes y arriesgadas e inseguridad- y las dificul-tades para comunicarse. Este panoramaproblemático, que inicialmente puede loca-lizarse en la relación con los padres, seextiende a todo el mundo adulto, incluidoprofesores; y si bien tiene como escenario

inicial el hogar familiar, acaba extendiendosus efectos también al aula.

Para Inhelder y Piaget1 el carácter fun-damental de la adolescencia es la insercióndel individuo en la sociedad de los adultos.Esta inserción requiere instrumentos inte-lectuales y afectivos diferentes de los queusan los niños, es decir, necesitan de unanueva estructuración lógica que se identifi-ca con la capacidad para realizar operacio-nes formales.

La novedad central en el pensa-miento del adolescente será la capaci-dad de reflexionar más allá del presen-te, es decir, tomar como objetos de susrazonamientos situaciones que puedenno haberse encarnado aún en la reali-dad. El adolescente construye teoríasque le llevan a razonar sobre él mismoy sobre la sociedad.

Las características generales del pensa-miento formal, que gradualmente comien-zan a ponerse de manifiesto en los adoles-centes son:

- A partir de captar hechos, razonar sobreposibilidades, suponer “mundos posi-bles”. Cuando la expresión del pensa-miento de los alumnos tiene la posibili-dad de expresarse, suele poner de mani-fiesto una gran capacidad creativa, a lahora de imaginar situaciones alternativas

1 INHELDER, B; PIAGET, J. (1955). De la lógica del niño a la lógica del adolescente. Buenos Aires. Paidós, 1972.

Lolita, Vladimir Nabokov

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a las propuestas por el discurso docente olas teorías explicadas en los textos. Enestas situaciones, la actitud del profesorsuele ser correctiva; cuando a veces con-vendría sacrificar la corrección en aras dela creatividad; o, en todo caso, permitirque el pensamiento se exprese para quellegue por sí mismo a encontrarse con elerror o la contradicción

- Esta capacidad para pensar en “mundosposibles” se suele proyectar hacia el futu-ro, mediante el análisis de consecuenciasy la propuesta de predicciones. Estosrecursos cognitivos embrionarios, seríaconveniente que fuesen promovidos, sinpriorizar tanto la corrección de los conte-nidos, sino más bien como ejercicio crea-tivo de la capacidad para proponer hipó-tesis, realizar inferencias deductivas eimaginar alternativas. De esta forma sefortalece ese “balbuceo”, que el adoles-cente realiza de una manera espontánea,de aquello que en otro nivel puede plan-tearse como método “hipotético deducti-vo” o científico.

- En los momentos más avanzados de esteproceso evolutivo, que es posiblementedonde se encuentran la mayoría de nues-tros alumnos de bachillerato, se llega a lacapacidad para el desarrollo del pensa-miento de segundo grado, al pensamien-to que tiene por objeto el propio pensa-miento. Está de más decir que es precisa-mente éste el rasgo distintivo de la refle-xión filosófica.

La presencia de todos estos recursos cog-nitivos no puede ser considerada como rasgoinherente y normativo de un determinadoperíodo del ciclo vital. Con el tiempo, elmismo Piaget matizó sus supuestos generales

aceptando que el medio social puede media-tizar considerablemente las pautas del desa-rrollo evolutivo. Diríase que las transforma-ciones apuntadas por Inhelder y Piaget sonmás progresivas, menos generalizadas y másdependientes de los problemas concretos, dela intervención socio-educativa y del contex-to en general.

Por otra parte, es importante tener encuenta que todas estas nuevas capacidadesintelectuales, por parte de los adolescentes,se van adquiriendo en un proceso gradual.El acceso a ellas no implica pericia en su uti-lización desde el primer momento; por elcontrario, los jóvenes necesitan poner aprueba sus nuevas herramientas cogni-tivas, experimentar sus posibilidades ysus límites. Esto produce muchas vecesun uso desmesurado y contradictorio.Es así como podemos captar muestrasde un gran sentido común y, al mismotiempo, la defensa a ultranza de teorí-as que pretenden explicar lo que suce-de de una manera descabellada o fan-tasiosa. Piaget describía la adolescen-cia como la “edad metafísica”, y éste esprecisamente un rasgo presente ennuestros alumnos que puede ser consi-derado como una condición de posibili-dad más, en el ámbito de las caracterís-ticas psicológicas individuales, para lainvestigación y la reflexión filosófica.

Otra perspectiva para el estudio del desa-rrollo de las capacidades cognitivas en losadolescentes es el punto de vista del “pro-cesamiento de la información”. Destacoaquí, en el marco de esta corriente, las expli-caciones de Limón y Carretero (1996)2 sobrelas Teorías previas. Los adolescentes constru-yen teorías que suelen permanecer implíci-

2 LIMON, M; CARRETERO, M. (1996). “Las ideas previas de los alumnos. ¿Qué aporta este enfoque a la enseñanza de las ciencias?”.En: CARRETERO, M. Construir y enseñar. Las ciencias experimentales. Buenos Aires: Aique.

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tas, es decir que las ponen de manifiesto ensus actuaciones e incluso en algunas mani-festaciones verbales, aunque por lo generalno son materia de reflexión consciente.Como producto de esta falta de toma deconciencia, estas teorías pueden resultarincoherentes o contradictorias. Suelen serademás resistentes al cambio. Su papelcomo guías para la acción, su carácter implí-cito y los valores que puedan comportardeterminan que no se modifiquen si no seencuentran otras teorías más satisfactoriasen los aspectos intelectuales o vivenciales.Por otra parte, aunque los adolescentes,gracias a sus aprendizajes, hagan avances yaproximen sus conocimientos implícitos alconocimiento científico, este resultado noestá asegurado.

La adolescencia también se caracterizapor una mayor comprensión de situacionesrelacionadas con las personas, con sus ideas,sentimientos y conductas, en definitiva unamejor comprensión del mundo social. Eldesarrollo de este conocimiento social semanifiesta en la paulatina adquisición delas siguientes capacidades:

a) Conocimiento del yo y los otros. Mientrasque los niños valoran a los demás a partirde lo que ven, y hacen clasificaciones máso menos estables, los adolescentes, encambio, comienzan a ser capaces detener una concepción de los demás másinteraccionistas, tener en cuenta lascaracterísticas personales y los factoressituacionales. Son capaces de ver que encada individuo puede haber una mezclade características a menudo contradicto-rias, dando lugar a impresiones falsassobre aspectos aparentes. Desarrollan lacapacidad de ver el mundo desde la pers-pectiva de las otras personas, reconocien-

do la existencia de diferentes perspecti-vas delante de una misma cuestión. Lacapacidad de ponerse en el punto devista de las otras personas facilita laempatía, el control de la agresividad y lainvestigación de soluciones a los conflic-tos sociales.

Este rasgo fundamental, si bien encuen-tra en esta edad las condiciones para sudesarrollo, como todos los demás, necesi-ta ser promovido y cultivado. Los adoles-centes conservan aquel mecanismo pri-mario del aprendizaje por imitación;lamentablemente no siempre encuen-tran en el mundo adulto, ya sean padreso profesores, esa capacidad de empatía ycomprensión del punto de vista del otro,que les pueda servir de modelo o de refe-rente. Sin embargo, su desarrollo es labase para la asimilación de valores comola tolerancia o el respeto a la diversidad.Resulta poco eficaz la transmisión discur-siva de estos valores; los adolescentes tie-nen la capacidad para su desarrollo efec-tivo y práctico, para ello necesitan ejerci-tarlos y ver cómo los adultos también lohacen.

b) Interés por cuestiones que trascienden lasrealidades inmediatas, tales como las ins-tituciones sociales o políticas, las costum-bres, los sistemas normativos, la informa-ción sobre hechos que ocurren más alládel instituto y del barrio. Los adolescen-tes buscan información, evalúan y cons-truyen valoraciones, toman partido. Esmuy frecuente constatar el aparentedesinterés de los alumnos por la política,lo cual podría parecer contradictorio conlo anterior. Sin embargo, a poco que sepreste atención se podrá ver que la indi-ferencia no es tal, sino que, por el con-

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trario, normalmente ocultan razones, lasque, cuando pueden ser expresadas,ponen de manifiesto elaboradas argu-mentaciones.

c) Inhelder y Piaget (1975) definen la etapaadolescente como el momento en que lapersona pasa a considerarse igual a losadultos y a juzgarlos en un plano deigualdad y reciprocidad. Este comporta-miento se corresponde con lo que Piagethabía denominado moral autónomafrente a la moral heterónoma de lainfancia guiada por el respeto y la obe-diencia a los adultos.

Decía que los adolescentes recorren unperíodo de transición en el que tienen queabandonar su identidad infantil y comenzara construir una identidad adulta. Esto impli-ca hacer elecciones respeto de: valores y cre-encias, metas educativas y profesionales,orientaciones de género. No se debe olvidar,por otra parte, que la identidad en generalse construye a partir de la “imagen” que nosdevuelven los demás en nuestras interrela-ciones cotidianas; en consecuencia, los ado-lescentes construyen su nueva identidad enrelación interdependiente a una red de vín-culos familiares, de amistad, a un entornoeducativo y socio-cultural.

El juguete rabioso, Roberto Arlt

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El concepto de identidad está estrecha-mente ligado a las ideas de “auto concep-to” y de “autoestima”. El auto concepto seconstruye a partir del conjunto de percep-ciones que el individuo se hace de unomismo, y la autoestima sería el resultado dela evaluación que el individuo mismo reali-za de esas percepciones. Si los adolescentesestán en el período caracterizado por lacapacidad de “crear teorías”, diríase que el“auto concepto” es la teoría que constru-yen respecto de sí mismos. En este sentido,todas las facilidades y dificultades que sue-len tener respecto de la aplicación de susfacultades cognitivas, que comentábamoscon anterioridad, pueden ser también con-sideradas respecto de la construcción delauto concepto y la autoestima, en definiti-va de la identidad. Los adolescentes piensanque son lo que son en función de cómo per-ciben aquello que los demás les retornan desu propia imagen.

Esta dialéctica entre la valoraciónde sí mismos y la percepción de la valo-ración de los demás, sumado al descu-brimiento de cambios físicos, intelec-tuales y emocionales, y la escasa peri-cia para gestionar todas estas nuevascapacidades, lleva a que el adolescenteaumente su actividad introspectiva. Adiferencia del niño, cuyas valoraciones esta-ban determinadas por las acciones propias yde los demás, en el adolescente comienzana contar principalmente los pensamientos ylas intenciones; el adolescente desarrollauna compleja “vida interior”. Tomaconciencia de la multiplicidad de aspec-tos que integran el Yo y de la posibleexistencia de conflictos, ambivalencias,contradicciones. Reflexiona sobre dife-rentes maneras posibles de ser o com-

portarse, y dibuja un Yo ideal. Se pro-yecta hacia el futuro.

Todo esto tiene un efecto fundamentalque influirá en su manera de actuar, en sussentimientos y actitudes, también en lamanera de plantearse la actividad escolar:percibe que puede actuar de diferentesmaneras, que tiene alternativas y quepuede escoger por él mismo. (En aquellassociedades o culturas en las que las posibili-dades de elección están reducidas al míni-mo para el conjunto de la población, y lositinerarios vitales se encuentran fuertemen-te determinados por las normas sociales, elperíodo de la adolescencia se reduce a unrápido tránsito de la infancia a la edadadulta, tal como lo explica Mead a partir desus investigaciones en la isla de Samoa.3)

Con frecuencia los padres o los profeso-res se quedan asombrados ante un estu-diante que durante su trayectoria en la pri-maria se había mostrado como un alumnoaplicado y con excelentes resultados, y queahora en el bachillerato su rendimientoescolar ha caído en picado y que inclusopresenta serios problemas de relación. Enmuchos casos esta situación puede ser expli-cada porque para este joven el mundo hadejado de tener una única vía -aquella tra-zada por sus padres y que resultaba fácil detransitar-, para convertirse en un enjambrede itinerarios posibles, respecto del cual esél mismo quien debe decidir el rumbo aseguir. El cuadro se completa si tenemos encuenta que en cada decisión el adolescentetendrá que poner en juego aquello quesabe o reconoce, mal o bien, de sí mismo yde sus capacidades. Se da la paradoja quecomienza a ser consciente de que puedeescoger entre varias posibilidades justamen-

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Alejandro Sarbach Juventud, divino tesoro Dossier

3 MEAD, M. (1928) Coming of age in Samoa. Nueva York: New American Library. [Trad. cast.: Adolescencia, sexo y cultura en Samoa,Barcelona: Laia, 1972.]

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te en el momento en el cual se encuentramás confundido respecto de su capacidadpara realizar una cosa u otra, en definitiva,cuando tiene menos claro quién es él y quées lo que puede llegar a ser

La escucha atenta de lo que dicen losalumnos puede aportarnos significados másprofundos si se tienen en cuenta las contri-buciones que la psicología y la psicologíasocial han realizado al estudio de la adoles-cencia como período del ciclo vital de laspersonas. Es importante escuchar lo quedicen y hacen nuestros alumnos en clasesabiendo que, por ejemplo, están haciendosus primeras experiencias en la realizaciónde operaciones formales o en el desarrollodel pensamiento abstracto; o que, desde elpunto de vista social, a diferencia de cuan-do eran niños, reconocen a los demás comoseres complejos e incluso contradictorios,que comienzan a ser capaces de valoraralternativas, que intentan ser autónomosen sus decisiones y a la vez reconocen laimportancia de las normas, que tienen unacompleja vida interior y que, en muchoscasos, esa complejidad es proyectada en lapercepción del mundo. Que, en definitiva,están abocados a la reconstrucción de unaidentidad que entró en crisis cuandocomenzaron a dejar de ser niños.

Sin embargo, aunque las explicacio-nes y los pronósticos de la ciencia pue-dan ser de mucha utilidad para com-prender aquello que dicen y hacennuestros jóvenes alumnos, cuandodesde una actitud lo más desprejuicia-da posible hacemos el esfuerzo porescuchar atentamente, e intentamosrelacionarlo con todo lo que venimosescuchando desde hace tiempo, y ade-más procuramos recordar aquello que

decíamos y hacíamos nosotros mismos,los profesores, cuando éramos adoles-centes, es posible que reconozcamosque también puede haber otra manerade entender el discurso discente: aque-lla que surge desde la perspectiva desus propios emisores.

Todo lo que dice la psicología sobrela adolescencia no deja de formar partedel discurso adulto, aquel que a menu-do subraya las características que fal-tan más que las que se tienen; y esrazonable que así sea puesto que paralos adultos la madurez es una finalidadinsoslayable, no una alternativa que sepueda escoger. Y aunque está bien queasí sea, y aunque incluso no pueda serde otra manera, es importante para laescucha tener en cuenta que es posibleque no sea tan así para los adolescen-te, y que para ellos pueda haber un dis-curso diferente, más en positivo, sobrela construcción de su propia identidad.Por otra parte, profundizar en estaperspectiva puede tener significativasimplicaciones didácticas en cuanto a lamotivación y la participación de losalumnos en la clase.

Si lo que se pretende es realizar unaaproximación discursiva al mundo ado-lescente, y sobre todo, tratar de com-prender muchas de sus manifestacio-nes en el aula, sería conveniente tam-bién adoptar, dentro de lo posible, unaposición excéntrica respecto de la mira-da adulta. Esto no quiere decir que el pro-fesor-investigador pueda sustituir su miradade adulto por una mirada adolescente. Sinembargo, sí creo que puede asumir unacierta suspensión fenomenológica respectode muchos de los juicios que la ciencia suele

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inferir de sus hipótesis, por cierto, en granmedida fundadas y comprobadas. Por ejem-plo, no se puede negar que la adolescenciaes un período de transición en el cual losrasgos que conforman la identidad infantilentran en crisis, y deben ser gradualmentesustituidos por aquellos que definirán unaidentidad adulta. Sin embargo, aunque estabreve afirmación resulte indiscutible, hayun aspecto que, por omisión, nos da ele-mentos para tomar, respecto de ella y detodas sus implicaciones, una cierta distanciacrítica. La omisión estaría en no consi-derar aquellos aspectos de la crisisadolescentes relacionados con la ima-gen que el discurso adulto retorna a losjóvenes de la propia crisis y del propioperíodo adolescente; imagen, de lacual, por cierto, el propio discurso cien-tífico no sería ajeno.

Desde la visión de la adolescencia comouna etapa de Sturm und Stress 4 hasta pers-pectivas teóricas más recientes, se ha conce-bido la identidad adolescente en negativo,como una “no-identidad”, que debía sergradualmente llenada con la identidadmadura, equilibrada, responsable y autóno-ma de los adultos. La identidad adolescentees definida desde todo aquello que no es oaún le falta por desarrollar: los adolescentesson físicamente inmaduros, emocionalmen-te inestables, moralmente poco responsa-bles y dependientes.

Sólo pueden auto-identificarse comoindividuos que se preparan para lo quetodavía no son, es decir, adultos. Al malestarproducido por todo aquello que no se lesdeja hacer por considerar los adultos que losadolescentes aún no están preparados, se

suma la incertidumbre por un camino quedeben recorrer y que no saben a ciencia cier-ta cuál puede llegar ser, por unos modelosconfusos y unas instrucciones que, provi-niendo de la familia o de los profesores, confrecuencia se superponen y contradicen.

Con estos precarios materiales, un impor-tante número de adolescentes, intentanconstruir una identidad que les pertenezca.Una identidad que, lejos de definirse a par-tir de lo que no se es o de lo que no se tieney se ha de conseguir, integre valores quegeneralmente cuestionan los del mundoadulto.

Durante el período adolescente sepuede distinguir dos niveles de socializa-ción, uno vertical, que consiste en la trans-misión de los valores y las normas delmundo adulto, y otro horizontal que es pre-cisamente donde los adolescentes tienen laposibilidad de reconvertir la identidadnegativa en positiva; es el grupo de amigosel lugar en el cual muchos jóvenes desarro-llan rasgos de identidad propios y, con fre-cuencia, en clara oposición o resistencia alos propuestos desde la escuela o la familia.Estos últimos ya han dejado de ser los fac-tores principales de socialización, y enmuchos casos más bien se han convertidoen espacios de simulación: se actúa en res-puesta al deseo de los adultos, es donde serealiza la negociación y se paga por todoaquello que aún no se tiene -dinero, vivien-da, protección, afecto- con una conductaque no es para sí sino para otro. Los adultospueden ser más o menos conscientes de queestán cometiendo una suerte de chantaje, ylo suelen justificar pensando que es “por supropio bien”. Los jóvenes acceden porque

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4 Denominación que significa “Tempestad y tensión”, que G. Stanley Hall va acuñar inspirándose en la denominación Sturm und Drungdel romanticismo alemán del finales del siglo XVIII, y que hacía referencia a la idea de la adolescencia entendida como un períodoconflictivo y turbulento por definición.

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no hay más remedio y porque, con estospadres y profesores, la mayoría hijos de losaños 60 tampoco se está tan mal. Pero elespacio real y propio es el de los amigos, allíes donde se intercambian las experiencias ylos descubrimientos, donde se valoran y sereinterpretan la información que provienedel mundo adulto, ya sea desde sus repre-sentantes directos (familia y escuela) o desus voceros, los medios de comunicación.(Curiosamente son estos últimos los que,como resultado de aplicar un hábil criteriocomercial, al utilizar un lenguaje pseudojuvenil, tienen más entrada y más peso en laintimidad del grupo de amigos).

Los modelos ecológicos de Tikunoff yDoyle5 han explicado con gran perspicaciala existencia de esta situación de simulacióny negociación entre adolescentes y adultosen los contextos educativos. Para estosautores los participantes -alumnos y profe-sores- negocian significados poniendo enjuego elementos alejados o discontinuos delas finalidades estrictamente educativas.Para Doyle el carácter intencional y evalua-dor del contexto escolar es generador designificaciones: finalmente se acaba nego-ciando la aceptación de normas de compor-tamiento a cambio de conseguir aprobados.

Se podría considerar que este contextoevaluador se extiende a todas las relacionesque el adolescente establece con el mundoadulto, es la característica principal de losprocesos de socialización verticales. En cam-bio, aunque pueda haber componentesevaluadores, incluso también de negocia-ción y simulación, en aquellos contextosinformales tales como el grupo de amigos olas “redes sociales”, su función de socializa-ción horizontal -y posiblemente también su

carácter prescindible- hace que sean vividoscomo espacios más propios y de algunaforma también “más auténticos”.

Resulta interesante observar que, aveces, la asignatura de filosofía tieneuna cierta entrada en este mundo de losjóvenes, discontinuo respecto delmundo adulto. La razón se me ocurrepensarla en relación a la existencia deun cierto isomorfismo entre la situaciónvital de los adolescentes y la posiciónfilosófica en general. Entiendo como“posición filosófica” a una especial manerade relacionarse con las incógnitas de la viday del mundo, puesta de manifiesto principal-mente en tres actitudes vitales, tales como:primero, el reconocimiento de un saber queno se tiene, lo cual es condición del asombroy la curiosidad, pero también del desconcier-to y la confusión; segundo, una actitud ambi-gua frente a la verdad, cuya búsqueda seasume como programa de vida y su defensacomo actitud moral pero, al mismo tiempo,se reconocen los límites y las dificultadespara alcanzarla, sin renunciar, no obstante, ala exigencia de coherencia lógica y de consis-tencia en el discurso; tercero, un cierto carác-ter marginal o “a contracorriente”, dado porsu improductividad material, su extempora-neidad (una posición que se anticipa a sutiempo y que suele ser reconocida tiempodespués); su talante intempestivo (posiciónque suele ser inesperada, o que suele ser vivi-da como fuera de lugar por el pensamientocorriente).

Por otra parte, la “identidad adoles-cente” sería aquella que se constituyepor lo que no se es, por lo que falta ole adolece. Falta que le sumerge en laincertidumbre o el desconcierto, y que

5 PÉREZ GÓMEZ, A.: “Paradigmas contemporáneos de investigación didáctica”, en GIMENO SACRISTÁN, J. y PEREZ GÓMEZ, A.(1985), La enseñanza: su teoría y su práctica, Madrid: Akal editor. pp. 125 - 138.Ver también Capítulo I, apartado 2.2: La investiga-ción educativa, página 87.

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le aleja del dogmatismo frecuente en laverdad adulta. Ese individuo al cual lavaloración extrema de la honestidad y de lacoherencia -“es un tío legal”- le lleva alenfrentamiento o a la rebeldía hasta el lími-te de lo no razonable -que no es necesa-riamente de lo irracional-. Ese ser que sóloencuentra justificación a sus actos en elfuturo, en la preparación para ser otro; yque aquella conducta llevada a cabo en elpresente, y por sí misma, la realizará bajo elsigno de la extemporaneidad o la torpeza.

Esta reflexión sobre el discurso ado-lescente nos lleva a considerar quequizá es en sus articulaciones donde sepueden encontrar condiciones de posi-bilidades efectivas para el desarrollode la investigación filosófica. Un cam-bio de perspectiva didáctica podríareconvertir todo aquello que suele apa-recer como dificultad y deficiencia enposibilidad real y positiva; ver la mane-ra de que aquellos rasgos percibidospor el mundo adulto como deficienciapuedan llegar a ser condición para unaactividad intelectual creativa.

La pregunta que surge de forma inme-diata es ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo hacer deaquello que es característico en los adoles-centes (la construcción de una identidadprecaria y rebelde) el punto de partida yfundamento de un trabajo de investigaciónfilosófica en el aula?

Hemos observado con frecuencia que laasignatura de filosofía suele generar en losalumnos sentimientos bien diferentes.Puede producir aburrimiento o bien ser vivi-da como una clase algo descabellada, en laque se habla de cosas incomprensibles ycarentes de todo sentido común. Una asig-natura que, como en la mayoría, se deben

memorizar unos contenidos y que, en estecaso, por su peculiar imprecisión, los alum-nos consideran importante reproducirlosutilizando las mismas palabras del profesoro del libro de texto. Esto finalmente se refle-jará en el resultado de los exámenes: notasaltas para los reproductores fieles, suspensospara los imprudentes que se atrevieron aintercalar material de cosecha propia, con laconsecuente impresión de arbitrariedad,tantas veces manifestada en las charlasinformales mantenidas con alumnos.

Pero también, y no en todos losalumnos, ni en todas las clases, ni entodos los temas, la filosofía suele gene-rar procesos de identificación conside-rables, entusiasmos que se manifiestanen una participación intensa. Cuandose dan estas poco frecuentes circuns-tancias tenemos la sensación de que elespacio de simulación y negociación alque pertenece el aula resulta invadidopor el territorio propio de los alumnos,aquel del grupo de amigos, aquel delas “redes sociales”, aquel celosamentepreservado de la mirada adulta. El ori-gen de esta reconversión posiblemente estéen el hecho de haber conseguido poner,muchas veces sin proponérnoslo, el foco dela actividad del aula en algún elementogenuino de sus esquemas de referencia, desus maneras de ver la vida y de estar en elmundo. La frecuente reacción docente esvolver rápidamente a “poner orden”.Cuando lo interesante sería, precisamenteen esos momentos, agudizar la escucha. Locual no significa dejar de intervenir, sinohacerlo principalmente para ayudar a pro-fundizar, para indicar las contradicciones ylos avances, para subrayar las relacionesque van apareciendo y sugerir nuevas. Pero,sobre todo, haciendo el esfuerzo por com-

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prender y retener (sensibilidad, atención ymemoria, tres facultades indispensablespara ello). Puede que no podamos utili-zar de inmediato todo ese saber preca-rio que, confiadamente, los alumnoshan ido depositando en nuestras cla-ses. Con el tiempo, y con paciencia,conseguiremos retornarlo, muchasveces con la exclusiva finalidad dehacerlo expreso, algunas otras, enri-quecido con las aportaciones reconoci-das de la tradición filosófica.6

6 SARBACH, A. (2009) Filosofar con Jóvenes, Córdoba: Salida la Mar Ediciones y Villa María: EDUVIM.

La lección de guitarra, Balthus

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