dispositivotiqqun - podría nacer cierta metafísica crítica como una ciencia de los dispositivos

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DispositivoTiqqun - Podría Nacer Cierta Metafísica Crítica Como Una Ciencia de Los Dispositivos

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  • Podra nacer cierta metafsica crtica como una ciencia de los dispositivos I Qu pasa exactamente en Teora del Bloom? Una tentativa de historizar la presencia, de tomar acto, para empezar, del estado actual de nuestro ser-en-el-mundo [tre-au-monde]. A Teora del Bloom le han precedido otras tentativas, de las cuales, la ms notable, tras Los conceptos fundamentales de la metafsica de Heidegger, es ciertamente El mundo mgico de De Martino. Sesenta aos antes de la Teora del Bloom, el antroplogo italiano ofreca una contribucin hasta hoy inigualada para la historia de la presencia. Pero mientras que filsofos y antroplogos conducen a esto, a la constatacin de dnde estamos en lo que respecta al mundo, a la constatacin de nuestro propio hundimiento, nosotros consentimos en esto puesto que es de ah desde donde partimos. De Martino hace como si creyera en toda la fbula moderna del sujeto clsico, del mundo objetivo, etc., siendo en esto un hombre de su poca. Distingue por tanto entre dos pocas de la presencia, la que transcurre en el mundo mgico , primitivo, y la del hombre moderno . Todo el malentendido occidental en lo que respecta a la magia y ms en general a las sociedades tradicionales, dice en sustancia De Martino, se debe al hecho de que pretendemos aprehenderlos desde fuera, a partir del presupuesto moderno de una presencia adquirida, de un ser-en-el-mundo garantizado, sostenido en una neta distincin entre el yo y el mundo. En el universo tradicional mgico, la frontera que constituye al sujeto moderno como un sustrato slido, estable, asegurado en su ser-ah, ante el cual se extiende un mundo relleno de objetividad, es an un problema. Est por conquistar, por fijar; la presencia humana est constantemente amenazada, se experimentan en un perpetuo peligro. Y esta labilidad la pone a merced de toda percepcin violenta, de toda situacin saturada de afectos, de todo acontecimiento inasimilable. En casos extremos, conocidos bajo diversos nombres en las civilizaciones primitivas, el ser-ah est totalmente engullido por el mundo, por una emocin, por una percepcin. Es eso que los Malayos llaman latah, los Tunguses olon, ciertos Melanesios atai, y lo vinculado, llamndolo los mismos Malayos, el amok. En tales estados, la presencia singular disminuye completamente, entra en indistincin respecto a los fenmenos, se deshace en un simple eco, mecnico, del mundo de alrededor. As un latah, un cuerpo afectado de latah, pone la mano sobre la llama apenas esbozado el gesto de hacerlo o, encontrndose de golpe frente a un tigre al final de un sendero, se pone l mismo a imitarlo furiosamente, posedo como est por esta percepcin inesperada. Se relatan tambin casos de olon colectivo: durante el entrenamiento de un regimiento cosaco por un oficial ruso, los hombres del regimiento, en vez de ejecutar las rdenes del coronel, se ponen repentinamente a reflejarlas repitindolas a coro; y cuanto ms los injuria el oficial, irritndose por su rechazo a obedecer, ms le reflejaban ellos sus injurias y ms imitaban su clera. De Martino caracteriza as el latah, usando estas categoras aproximativas: la presencia tiende a permanecer polarizada sobre un cierto contenido, no alcanza a ir ms all y por consiguiente desaparece y abdica en tanto que presencia. La distincin entre presencia y mundo que se torna presente se desploma . Existe por tanto, para De Martino, un drama existencial , un drama histrico del mundo mgico , que es un drama de la presencia; y el conjunto de las creencias, tcnicas e instituciones

  • mgicas estn ah para responder a ello: para salvar, proteger o restaurar la presencia mermada. Esas cosas estn por tanto dotadas de una eficacia propia, de una objetividad inaccesible para el sujeto clsico. Una de las maneras que tienen los indgenas Mota de superar la crisis de la presencia provocada por cierta reaccin viva emocional, ser de este modo asociar, con el que ha sido la vctima, la cosa que ha sido la causa de todo, o algo que la represente. En el curso de una ceremonia, tal cosa ser declarada atai. El Chamn instituir una comunidad de destino entre estos dos cuerpos que en adelante estarn indisoluble y ritualmente unidos, hasta el punto de que en el idioma indgena atai significa lisa y llanamente alma. La presencia que se arriesga a perder todo horizonte se reconquista incorporando su unidad problemtica a la unidad problemtica de la cosa , concluye De Martino. Esta prctica banal, la de inventarse un alter ego objetal [objectal], es lo que los Occidentales escondern bajo el apodo de fetichismo , rehusando comprender que el hombre primitivo se recompone mediante la magia, reconquista una presencia. Volviendo a representarse el drama de su presencia en disolucin, aunque esta vez acompaado, sostenido por el Chamn por ejemplo en el trance pone en escena esta disolucin de tal modo que vuelve a ser su dueo. Lo que el hombre moderno reprocha tan dolorosamente al primitivo , despus de todo, no es tanto su prctica de la magia como la audacia de otorgarse un derecho juzgado obsceno: el de evocar la labilidad de la presencia, y con ello hacerla participable. Y es que los primitivos se han dado los medios de superar el tipo de desamparo cuyas imgenes ms familiares son el moderno despojado de su porttil, la familia pequeo-burguesa privada de tele, el automovilista con el coche rallado, el cuadro sin oficina, el intelectual sin la palabra o la Jovencita sin su bolso. Pero De Martino comete un error inmenso, un error de fondo sin duda inherente a toda antropologa. De Martino ignora la amplitud del concepto de presencia; la concibe an en tanto atributo del sujeto humano, lo cual le lleva inevitablemente a oponerle el mundo que se hace presente . La diferencia entre el hombre moderno y el primitivo no consiste, como dice De Martino, en que el segundo se encontrara en falta [en dfaut] con respecto al primero, no habiendo an adquirido la seguridad de ste. Consiste por el contrario en que el primitivo demuestra tener mayor apertura, una mayor atencin hacia el VENIR A LA PRESENCIA DE LOS ENTES, y por tanto, en consecuencia, mayor vulnerabilidad a las fluctuaciones de sta. El hombre moderno, el sujeto clsico no es un salto fuera de lo primitivo, es solamente un primitivo que se ha hecho indiferente al acontecimiento de los seres, que ya no sabe ms acompaar el venir a la presencia de las cosas, que es pobre en mundo. De hecho, toda la obra de De Martino est atravesada por un amor infeliz hacia el sujeto clsico. Infeliz porque De Martino tiene, como Janet, una comprehensin demasiado ntima del mundo mgico, una demasiado infrecuente sensibilidad al Bloom, como para no sentir plenamente, secretamente, sus efectos. Lo que ocurre es que cuando en la Italia de los aos cuarenta se es un macho, es cierto que ms bien se tiene inters en callar esta sensibilidad y en confesar una pasin desenfrenada por la plasticidad majestuosa y en adelante admirablemente kitsch del sujeto clsico. As, De Martino se ha acorralado en la postura cmica de denunciar el error metodolgico de querer aprehender el mundo mgico desde el punto de vista de una presencia asegurada, conservando sta como horizonte de referencia. En ltima instancia, hace suya la utopa moderna de una objetividad purificada de toda subjetividad y de una subjetividad exenta de toda objetividad. En realidad la presencia no es un atributo del sujeto humano, y lo es tan poco que es lo que se da. El fenmeno a retener, aqu, no es ni el simple ente, ni su modo de ser presente, sino la entrada en presencia, entrada siempre nueva, cualquiera que sea el dispositivo histrico donde aparece lo

  • dado (Reiner Schrmann, El principio de anarqua). As se define el ek-stasis [ek-stase] ontolgico del ser-ah humano, su co-pertenencia a cada situacin vivida. La presencia en s misma es INHUMANA. Inhumanidad que triunfa en la crisis de la presencia, cuando el ente se impone en toda su aplastante insistencia. La donacin de la presencia, entonces, no puede ya ser ms acogida; toda forma-de-vida, es decir, toda manera de acoger esta donacin, se disipa. Lo que hay que historizar no es entonces el progreso de la presencia hacia la estabilidad final, sino las diferentes maneras en que sta se da, las diferentes economas de la presencia. Y si hay hoy, en la era del Bloom, una crisis generalizada de la presencia, es solo en virtud de la generalidad de la economa en crisis: LA ECONOMA OCCIDENTAL, MODERNA, HEGEMNICA, DE LA PRESENCIA CONSTANTE. Economa donde lo propio es la denegacin de la posibilidad misma de su crisis por el chantaje al sujeto clsico, regente y medida de todas las cosas. El Bloom acusa histricamente el fin de la efectividad social-mgica de este chantaje, de esta fbula. La crisis de la presencia entra de nuevo en el horizonte de la existencia humana, pero no SE la responde de la misma forma que en el mundo tradicional, no SE la reconoce como tal. En la era del Bloom la crisis de la presencia se cronifica y se objetiva en una inmensa acumulacin de dispositivos. Cada dispositivo funciona como una prtesis ek-sistencial que SE administra al Bloom para permitirle sobrevivir en la crisis de la presencia sin que se aperciba de ella, para permitirle permanecer ah da tras da sin no obstante sucumbir un porttil, un psi, un amante, un sedante o un cine, son el tipo de muletas, del todo razonables, y con tal que se puedan recambiar a menudo. Tomados de forma singular, los dispositivos son otras tantas murallas erigidas contra el acontecimiento de las cosas; tomados en masa, son el hielo seco que SE esparce sobre el hecho de que cada cosa, en su venir en presencia, porta consigo un mundo. Lo objetivo: mantener a toda costa la economa dominante mediante la gestin autoritaria, en todo lugar, de la crisis de la presencia; instalar planetariamente un presente contra el libre juego del venir a la presencia. En una palabra: EL MUNDO SE ACARTONA. Desde que el Bloom se ha insinuado en el corazn de la civilizacin, SE ha hecho todo lo posible para aislarlo, neutralizarlo. Muy a menudo, y muy biopolticamente, se lo ha tratado como una enfermedad: primero se lo ha llamado psicastenia, con Janet, y luego esquizofrenia. Hoy SE prefiere hablar de depresin. Las calificaciones cambian, ciertamente, pero la maniobra es siempre la misma: reducir las manifestaciones demasiado extremas del Bloom a puros problemas subjetivos . Circunscribindolo como enfermedad, SE lo individualiza, SE lo localiza, SE lo reprime [refoule] de tal manera que ya no pueda ser asumible de forma colectiva, comnmente. Si se mira bien, la biopoltica nunca ha tenido otro objeto: garantizar que nunca se constituyan mundos, tcnicas, dramatizaciones compartidas, magias en el seno de las cuales la crisis de la presencia pueda ser superada, asumida, pueda devenir un centro de energa, una mquina de guerra. La ruptura de toda transmisin de la experiencia, la ruptura de la tradicin histrica est en ello salvajemente mantenida para asegurar que en todo el Bloom sea siempre librado, remitido a s mismo , a su propia y solitaria burla, a su agobiante, mtica libertad . Existe todo un monopolio biopoltico de los remedios a la presencia en crisis, que est siempre presto a defenderse con la ltima violencia. La poltica que desafa este monopolio toma como punto de partida y centro de energa la crisis de la presencia, el Bloom. Esta poltica la calificaremos de exttica. Su objeto no es el de reflotar abstractamente, a golpe de representaciones, la presencia humana en disolucin, sino el de la elaboracin de magias participables, de tcnicas de habitacin ya de no de un territorio, sino de

  • un mundo. Y es esta elaboracin, la del juego entre las diferentes economas de la presencia, entre las diferentes formas-de-vida, lo que exige la subversin y la liquidacin de todos los dispositivos. Aquellos que an reclaman una teora del sujeto, como una ltima prrroga ofrecida a su pasividad, haran mejor en comprender que en la era del Bloom, una teora del sujeto ya no es posible sino como teora de los dispositivos.

  • II He credo durante mucho tiempo que lo que distingua la teora de, pongamos, la literatura, era su impaciencia al transmitir contenidos, su vocacin de hacerse comprender. Esto especifica efectivamente a la teora, la teora como la nica forma de escritura que no sea una prctica. De ah la incumbencia infinita de la teora, que puede decir de todo sin que finalmente esto nunca conlleve consecuencias; para los cuerpos, se entiende. Se ver bastante bien cmo nuestros textos no son ni teora ni su negacin, simplemente son otra cosa. Cul es el dispositivo perfecto, el dispositivo-modelo a partir del cual ya no podra subsistir ningn malentendido sobre la propia nocin de dispositivo? El dispositivo perfecto me parece que es la AUTOPISTA. En ella coinciden el mximo de circulacin y el mximo del control. Nada se mueve en ella que no sea incontestablemente libre y a la vez est estrictamente fichado, identificado, individuado en un fichero exhaustivo de matriculaciones. Organizado en red, dotado de sus propios puntos de abastecimiento, de su propia polica, de espacios autnomos neutros, vacos y abstractos, el sistema de autopistas representa directamente el territorio, como registrado en bandas que atraviesan el paisaje, una heterotopa, la heterotopa ciberntica. Todo ah ha sido cuidadosamente parametrizado para que nunca pase nada. El fluir indiferenciado de lo cotidiano solo es puntuado por la serie estadstica, prevista y previsible de los accidentes de los que SE nos tiene tanto ms informados cuanto que nunca somos testigos de ellos, cuanto que no son entonces vividos ya como acontecimientos, muertes, sino como una perturbacin pasajera de la que todo rastro ser borrado en una hora. Por lo dems, nos recuerda la Seguridad en carreteras, se muere bastante menos sobre las autopistas que sobre las nacionales; y apenas los cadveres de animales aplastados, que se advierten por la ligera dislocacin que inducen en la direccin de los coches, nos recuerdan qu es lo que quiere decir PRETENDER VIVIR AH DONDE LOS DEMS PASAN. Por otra parte, cada tomo de flujo molecularizado, cada una de las mnadas impermeables del dispositivo, no tiene ninguna necesidad de que se le recuerde que su inters es el de desfilar [filer: fluir, etc.]. La autopista, con sus largas curvas, su uniformidad calculada y sealizada, est por entero configurada para reducir todas las conductas a una sola: la cero-sorpresa, prudente y lisa, encaminada hacia un lugar de llegada, habiendo recorrido el total a una velocidad media y regular. Sin embargo, un ligero sentimiento de ausencia, de una punta a otra del trayecto, como si no se pudiera permanecer en un dispositivo sino atrapado por la perspectiva de salirse de l, sin nunca haber estado verdaderamente ah. Al final, ms que la abstraccin de toda distancia, el puro espacio de la autopista expresa la abstraccin de todo lugar. En ninguna parte SE ha realizado tan perfectamente la sustitucin de los lugares por su nombre, por su reduccin nominalista. En ninguna parte la separacin habr sido tan mvil, tan convincente, y habr estado tan armada de un lenguaje, el de la sealizacin viaria, tan poco susceptible de subversin. La autopista, entonces, como utopa concreta del Imperio ciberntico. Y pensar que hay gente que ha podido or hablar de autopistas de la informacin sin presentir ah la promesa de una total 'policiamiento' [del francs (jerga): flicage; de flic = poli, madero] El metro, la red metropolitana, es otra suerte de megadispositivo, esta vez subterrneo. No tenemos ninguna duda de que, vista la pasin policial que desde Vichy nunca abandon el RATP [consorcio de transportes en Pars], se haya insinuado en todas sus plantas y hasta en sus entresuelos una cierta conciencia de este hecho. Es as como podramos interpretar hace algunos aos, en los corredores del metro de Pars, una extensa comunicacin de la RATP, adornada con

  • un len ostentando una pose real. El ttulo de la noticia, escrito en caracteres gruesos y extraordinarios, estipulaba: AMO DE SUS LUGARES ES QUIEN LOS ORGANIZA . Quien se dignaba a pararse se vea informado por la intransigencia con la cual esta concesin administrativa se aprestaba a defender el monopolio de la gestin de su dispositivo. Desde entonces, parece que el Weltgeist [ espritu del mundo ] haya tambin realizado progresos entre los mulos del servicio de Comunicacin de la RATP, ya que todas las campaas fueron firmadas en lo que sigue con RATP, el espritu libre . El espritu libre singular fortuna de una frmula que ha pasado de Voltaire hasta la reclamacin por los nuevos servicios bancarios, pasando por Nietzsche, tener el espritu libre ms que ser un espritu libre: he aqu lo que exige el Bloom, vido de bloomificacin. Tener el espritu libre, es decir: el dispositivo se hace cargo de aquellos que se le someten. Existe un confort asociado con ello, y es el de poder olvidar, hasta nueva orden, que se est en el mundo. En cada dispositivo hay una decisin que se esconde. Los Amables Cibernticos [Gentils Cybernticiens] del CNRS [ el centro nacional de investigacin cientfica francs] transforman esto as: el dispositivo puede ser definido como la concretizacin de una intencin mediante la puesta en prctica de entornos acondicionados (Herms, n 25). El flujo es necesario para el mantenimiento del dispositivo, puesto que es detrs suyo donde se esconde dicha decisin. No hay nada tan bsico para la supervivencia del shopping [ir de compras] como un flujo regular de clientes y productos , observan los cabrones [salopard] del Harvard Project on the City *. Pero asegurar la permanencia y la direccin del flujo molecularizado, enlazar entre s los diferentes dispositivos, exige un principio de equivalencia, un principio dinmico distinto al de la norma en curso en cada dispositivo. Este principio de equivalencia es la mercanca. La mercanca, es decir, el dinero como aquello que individa, que separa todos los tomos sociales, que los coloca solos frente a su cuenta bancaria como el cristiano lo estaba ante su Dios: el dinero que nos permite al mismo tiempo entrar continuamente en todos los dispositivos y, en cada entrada, dejar rastro de nuestra posicin, de nuestro paso. La mercanca, es decir, el trabajo, que permite contener al mayor nmero de cuerpos en un cierto nmero de dispositivos estandarizados, de forzarlos a pasar dentro y a permanecer ah, cada uno organizando su propia trazabilidad mediante el CV no es cierto, por lo dems, que trabajar hoy no es ya tanto hacer cierta cosa como ser cierta cosa, y de entrada estar disponible? La mercanca, esto es: el reconocimiento [reconnaissance: reconocimiento, agradecimiento] gracias al que cada cual se autogestiona su sumisin a la polica de las cualidades, y mantiene, con los dems cuerpos, una distancia prestidigitadora, lo suficientemente grande como para neutralizarse pero nunca tanto como para excluirlo de la valorizacin social. Guiado de esta forma por la mercanca, el flujo de los Bloom impone como quien no quiere la cosa la necesidad del dispositivo que lo comprende. Todo un mundo fsil sobrevive en esta arquitectura que no tiene ya necesidad de celebrar el poder soberano, ya que ella misma es, en adelante, el poder soberano: le basta con configurar el espacio, la crisis de la presencia hace el resto. Bajo el Imperio, sobreviven las formas clsicas del capitalismo, pero como formas vacas, como puros vehculos al servicio del mantenimiento de los dispositivos. Su cualidad de remanente no debe engaarnos: no se basan en s mismos, han devenido funcin de otra cosa. EN ADELANTE, EL MOMENTO POLTICO DOMINA AL MOMENTO ECONMICO. El envite supremo no es ya el de la extraccin de plusvala, sino el del Control. El nivel de extraccin de la plusvala ya solamente indica el nivel de Control que localmente es su condicin. El Capital no es ya ms que un medio al servicio del Control generalizado. Y si an existe un imperialismo de la mercanca,

  • se hace sentir ante todo como imperialismo de los dispositivos: imperialismo que responde a una necesidad: la de la NORMALIZACIN TRANSITIVA DE TODAS LAS SITUACIONES. Se trata de extender la circulacin entre los dispositivos, puesto ella es el mejor vector de la trazabilidad universal y del orden de los flujos. Ah tambin, nuestros Amables Cibernticos tienen el arte de la frmula: de forma general, el individuo autnomo, concebido como portador de una intencionalidad propia, aparece como la figura central del dispositivo. [] Ya no se orienta al individuo, es el individuo quien se orienta en el dispositivo . Y nada tienen de misterioso las razones por las cuales los Bloom se someten tan masivamente a los dispositivos. Por qu, algunos das, en el supermercado, no robo nada; bien suceda que me sienta demasiado dbil o bien que est perezoso: no robar es un confort. No robar supone disolverse absolutamente en el dispositivo, conformarse con l para no verse obligado a sostener la relacin de fuerzas que conlleva: la relacin entre un cuerpo y el agregado compuesto por empleados, guardia de seguridad y, eventualmente, la polica. Robar me fuerza a una presencia, a una atencin, a un nivel de exposicin de mi superficie corporal al cual, en ciertos das, no puedo recurrir. Robar me fuerza a pensar mi situacin. Y hay veces que no tengo la energa para ello. Entonces pago, pago para ser dispensado de la experiencia misma del dispositivo en su realidad hostil. Lo que de hecho adquiero es un derecho a la ausencia. * http://www.gsd.harvard.edu/people/faculty/koolhaas/research.html

  • III Aquello que puede ser mostrado no puede ser dicho Wittgenstein El decir no es lo dicho (le dire n'est pas le dit) Heidegger Existe un enfoque materialista del lenguaje que parte de que lo que percibimos no es separable de lo que sabemos de ello. La Gestalt ha mostrado desde hace tiempo cmo, frente a una imagen confusa, el hecho de que se nos diga que puede representar o bien un hombre sentado sobre una silla o bien una lata de conservas a medio abrir, nos basta para hacer que aparezcan ante nosotros bien una cosa, bien la otra. Las reacciones nerviosas de un cuerpo, y por ello, ciertamente, su metabolismo, estn estrechamente ligados al conjunto de sus representaciones, si no directamente dependen de l. Debemos admitir esto no tanto para admitir el valor de cada metafsica como su significacin vital, su incidencia en trminos de formas de vida. Tras esto, imaginemos una civilizacin cuya gramtica llevara en su centro una suerte de vicio, especialmente en el empleo del verbo ms corriente de su vocabulario; un defecto tal que todo sera percibido no solo falsamente, sino en la mayor parte de los casos de una forma mrbida. Imaginemos qu ocurrira entonces con la comn fisiologa de sus usuarios, con las patologas mentales y relacionales, con la disminucin vital a la que stos se veran expuestos. Una tal civilizacin sera ciertamente inviable, y por all por donde se extendiera no producira ms que desastre y desolacin. Esta civilizacin es la occidental y el verbo es, simple y llanamente, el verbo ser. El verbo ser no ya en sus empleos de auxiliar o de existencia esto es, empleos que son relativamente inofensivos, sino en los empleos de atribucin esta rosa es roja y de identidad la rosa es una flor, que permiten las ms puras falsificaciones. En el enunciado esta rosa es roja , por ejemplo, presto al sujeto rosa un predicado que no es el suyo, que es ms bien un predicado de mi percepcin: soy yo, que no soy daltnico, que soy normal , quien percibe esta longitud de onda como rojo . Decir percibo la rosa como rojo , ya sera menos capcioso. En cuanto al enunciado la rosa es una flor me permite borrarme de forma oportuna tras la operacin de clasificacin que yo hago. Convendra ms bien decir: clasifico esta rosa entre las flores que es la formulacin comn en las lenguas eslavas. A continuacin, se hace bien evidente que los efectos del es de identidad tienen un alcance emocional muy distinto cuando permiten decir, de un hombre que tiene la piel blanca, es un Blanco , de alguien que tiene dinero, es un rico , o de una mujer que se comporta algo libremente, es una puta . Y esto no se dice en absoluto para denunciar la supuesta violencia de tales enunciados, preparando as el advenir de una nueva polica de la lengua, de una political correctness ampliada, que esperara que cada frase llevara consigo su propia garanta de cientificidad. De lo que se trata es de saber qu se hace, que SE nos hace, cuando se habla; y de saberlo juntos. Korzybscki califica de aristotlica a la lgica que subyace a estos empleos del verbo ser. Nosotros la denominaremos simplemente la metafsica . Y de hecho no estamos lejos de pensar, como Schrmann, que la cultura metafsica en su conjunto se revela como una universalizacin de esa operacin sintctica, la atribucin predicativa . Lo que se juega en la metafsica, y especialmente en la hegemona social del es de identidad, es tanto la negacin del devenir, como del acontecimiento de las cosas y de los seres estoy fatigado? De entrada esto no quiere decir gran cosa. Puesto que mi fatiga no es ma, no soy yo quien est fatigado. Hay lo fatigante . Mi fatiga se inscribe en el mundo bajo la forma de una consistencia objetiva, de un

  • blando espesor de las propias cosas, del sol y la carretera que asciende, del polvo y las piedras. (Deleuze, Dires et profiles. 1947). En lugar del acontecimiento ( hay lo fatigante ) la gramtica metafsica nos forzar a decir un sujeto y luego a aplicarle su predicado: [yo] estoy fatigado esto es: el acondicionamiento de una posicin de repliegue, de elipsis del ser-en-situacin, de borramiento de la forma-de-vida que se enuncia tras su enunciado, tras la pseudo-simetra autrquica de la relacin sujeto-predicado. Naturalmente que es a la justificacin de este escamoteo a lo que se dedica el comienzo de la Fenomenologa del espritu, piedra angular del rechazo [refoulement] occidental de la determinidad y de las formas-de-vida, auntica propedutica para toda ausencia futura. A la cuestin qu es el ahora? escribe nuestro Bloom en jefe responderemos, por ejemplo: el ahora es la noche. Para probar la verdad de esta certeza sensible ser suficiente con una simple experiencia. Anotamos por escrito esta verdad. Una verdad no pierde nada siendo escrita, y tampoco por ser conservada. Veamos de nuevo esta verdad a medioda, deberemos decir que vol . Aqu, la grosera jugarreta consiste en reducir como quien no quiere la cosa la enunciacin al enunciado, postular la equivalencia entre el enunciado hecho por un cuerpo en situacin, esto es, del enunciado en tanto acontecimiento, y el enunciado objetivado, escrito, que perdura como rastro, en la indiferencia respecto a toda situacin. Entre el uno y el otro, se cuelan, por el desage, el tiempo, la presencia. En De la certeza, el ltimo escrito de Wittgenstein, cuyo ttulo suena como una suerte de respuesta al primer captulo de la Fenomenologa del espritu, ste profundiza en la cuestin. Es en el pargrafo 588: Pero empleando las palabras 'S que esto es un', no se tratara de unas palabras donde digo que me encuentro en un cierto estado? Mientras que la simple afirmacin: 'Esto es un' no lo dice. Y sin embargo, tras una afirmacin de este gnero, a menudo se suele preguntar: 'Cmo lo sabes?' 'Pero de entrada, por esta sola razn: el hecho de que lo afirme da a conocer que creo saberlo.' Lo que se podra expresar as: en un zoolgico, se podra poner el letrero: 'S que esto es una cebra.' 'S' solo tiene sentido cuando sale de la boca de una persona. El poder, que se ha hecho heredero de toda la metafsica occidental, el Imperio, extrae de ella toda su fuerza as como la inmensidad de sus debilidades. Por su propio exceso, el lujo de aparatos de control, de equipos de vigilancia continua con los que ha cubierto el mundo, revela el exceso de su ceguera. La movilizacin de todas esas inteligencias que se vanagloria de tenerlas entre sus filas solo confirma la evidencia de su necedad. Es sorprendente ver, de ao en ao, cmo los seres se escurren cada vez ms entre sus predicados, entre todas las identidades que SE les hacen. Es seguro que el Bloom progresa. Todas las cosas se indistinguen. A UNO le cuesta cada vez ms trabajo hacer del que piensa, un intelectual , del que trabaja, un asalariado , del que mata, un asesino , del que milita, un militante . El lenguaje formalizado, aritmtico, de la norma, no embraga en ninguna distincin sustancial. Los cuerpos ya no se dejan reducir a las cualidades que se les quiso atribuir. Rechazan el incorporarlas. Fluyen en silencio. El reconocimiento, que nombra de entrada una cierta distancia entre los cuerpos, se encuentra desbordado por todos lados. No alcanza ya a dar cuentas de lo que pasa, precisamente, entre los cuerpos. Por tanto, son necesarios dispositivos, cada vez ms dispositivos: para estabilizar el vnculo entre los predicados y los sujetos que se les escapan obstinadamente, para oponerse a la creacin difusa de vnculos asimtricos, perversos, complejos, entre estos predicados; para producir la informacin, para producir lo real como informacin. Es obvio que los intervalos que mide la norma y a partir de los cuales SE individualizan-distribuyen los cuerpos, no son ya suficientes para el mantenimiento del orden; es preciso adems hacer reinar el terror, el terror de alejarse demasiado de las normas. Para garantizar la estabilidad

  • artificial de un mundo en implosin, se han tornado necesarias toda una polica indita de las cualidades, toda una ruinosa red de micro-vigilancia de todos los instantes y de todos los espacios. Obtener el autocontrol de cada cual exige una densificacin indita. Una difusin masiva de dispositivos de control siempre ms integrados, siempre ms hipcritas. El dispositivo: una ayuda para las identidades en crisis , escriben los cerdos del CNRS. Pero comoquiera que SE haga para asegurar la embotada linealidad del vnculo sujeto-predicado, para someter todo ser a su representacin, a pesar de su desprendimiento historial, a pesar del Bloom, esto no sirve de nada. Los dispositivos bien pueden fijar, conservar, economas de la presencia caducas, hacerlas persistir ms all de su acontecimiento, pero son impotentes al intentar que cese el asedio de los fenmenos, que tarde o temprano acabar por sumergirlas. Por el momento, el hecho de que no sea el ente [tant] quien ms a menudo porte las cualidades que le prestamos, sino ms bien nuestra percepcin, siempre se comprueba ms ntidamente en el hecho de que nuestra pobreza metafsica, la pobreza de nuestro arte de percibir, nos hace experimentar todo como sin cualidades, nos hace producir el mundo como desprovisto de cualidades. En este desfondamiento historial, las cosas mismas, libres de todo apego, vienen cada vez ms insistentemente a la presencia. De hecho, es en tanto dispositivo como nos aparece cada detalle de un mundo que ha devenido extrao para nosotros, precisamente, en cada uno de sus detalles.

  • IV Nuestra razn es la diferencia de los discursos. Nuestra historia la de los tiempos. Nuestro yo la de nuestras mscaras. Michel Foucault. La arqueologa del saber. Es propio de un pensamiento abruptamente mayor el saber qu hace, saber a qu operaciones se libra. Y ello no con las miras puestas en alcanzar cierta Razn final, prudente y medida, sino, al contrario, con el fin de intensificar la potencia dramtica que porta consigo el juego de la existencia en sus fatalidades mismas. La cosa es evidentemente obscena. Y debo decir que, all donde se vaya, en el medio en que nos encontremos, todo pensamiento de la situacin es inmediatamente conjurado y entendido como perversin. Para apartar este enojoso reflejo siempre hay una salida presentable: hacer que este pensamiento se d en la forma de la crtica. En Francia, tal cosa es algo de lo que SE est vido. Revelndome hostil a aquello en cuyo funcionamiento y en cuyos determinismos he penetrado, coloco eso mismo que quisiera destruir a salvo de m mismo, a salvo de mi prctica. Y es precisamente esta inocuidad lo que se espera de m cuando se me exhorta a declararme crtico. En todas partes, la libertad que acarrea la adquisicin de un saber-poder infunde terror plenamente. Este terror, el terror del crimen, es algo que el Imperio destila sin medida en los cuerpos para asegurarse el monopolio de todos los saberes-poderes, o bien, en ltimo trmino, el monopolio de todos los poderes. Dominacin y crtica conforman desde siempre un dispositivo inconfesablemente dirigido contra un hostis comn: el conspirador, el que acta a cubierto [sous couverture], que usa todo lo que se le reconoce y se le da como si se tratara una mscara. El conspirador es odiado por todos, pero no SE le odiar nunca tanto como se odia el placer con el que juega. Seguramente forme parte del placer del conspirador una cierta dosis de lo que comnmente se denomina perversin , porque aquello de lo que goza es entre otras cosas de su opacidad. Pero no es esta la razn por la cual no SE le deja de plantear, al conspirador, que se haga crtico, que se subjetive como crtico, ni tampoco la razn del odio que normalmente SE le tiene. Esta razn, es simplemente el peligro que encarna. El peligro, para el Imperio, son las mquinas de guerra: que uno o varios hombres se transformen en mquinas de guerra, ENLAZANDO ORGNICAMENTE SU GUSTO POR VIVIR Y SU GUSTO POR DESTRUIR. El moralismo de toda crtica, a su vez, no es algo a criticar: basta conocer un poco nuestras inclinaciones para ver lo que se trama verdaderamente en l: amor exclusivo de los afectos tristes, de la impotencia, de la contricin, deseo de pagar, de expiar, de ser castigado, pasin por el proceso, odio del mundo, de la vida, pulsin gregaria, espera del martirio. Todo este asunto de la conciencia nunca ha sido realmente comprendido. Efectivamente existe una necesidad de la conciencia que no es para nada una necesidad de elevarse , sino una de educar, refinar, estimular nuestro disfrute [jouissance], de aumentar nuestro placer. Una ciencia de los dispositivos, una metafsica crtica es absolutamente necesaria, pero no para plantar una cierta certeza belleza tras la cual poder borrarse, ni tampoco para aadirle a la vida su pensamiento, como tambin se dice. Tenemos necesidad de pensar nuestra vida para intensificarla de manera dramtica. Qu me importa un rechazo que no sea al mismo tiempo un saber de la destruccin?

  • Qu me importa un saber que no llegue a acrecentar mi potencia, por ejemplo eso que SE denomina prfidamente lucidez ? En lo que toca a los dispositivos, la propensin ms basta, la del cuerpo que ignora la alegra [joie], ser la de reducir la presente perspectiva revolucionaria a la de la destruccin inmediata de los mismos. Los dispositivos nos proveen entonces de una suerte de chivo expiatorio objetal [objectal] sobre el cual todo el mundo se entendera de nuevo de manera unvoca. Y se reanudara entonces el ms viejo de los fantasmas modernos, el fantasma romntico que cierra El lobo estepario: el de una guerra de los hombres contra las mquinas. Reducido a esto, la perspectiva revolucionaria volver a ser de nuevo una abstraccin frgida. Ahora bien, el proceso revolucionario o es un proceso de acrecentamiento generalizado de la potencia o no es nada. Su Infierno es la experiencia y la ciencia de los dispositivos; su purgatorio es el compartir dicha ciencia y el xodo fuera de los dispositivos; su Paraso es la insurreccin, la destruccin de stos. Y a cada cual le toca recorrer esta divina comedia, como una experimentacin sin retorno. Pero por ahora reina an uniformemente el terror pequeo-burgus del lenguaje. Por un lado, en la esfera de lo cotidiano , SE tiende a tomar las cosas por palabras, es decir, como parece orse, por lo que son un gato es un gato , un cntimo es un cntimo [usan un proverbio equivalente: como queriendo decir que no se debe despilfarrar], yo, soy yo , y, por otro lado, desde el momento en que SE subvierte y que el lenguaje se desencaja para convertirse en agente de desorden potencial en la regularidad clnica de lo ya conocido, SE proyecta a ste lejos, en las nebulosas regiones de la ideologa , la metafsica , de la literatura o, de forma ms corriente, de las frusleras . Hubo y habr sin embargo momentos insurreccionales en los cuales, bajo el efecto de un desmentido flagrante de lo cotidiano, el sentido comn supera este terror. Uno SE apercibe entonces de que lo que hay de real en las palabras no es lo que designan un gato no es un gato ; un cntimo es menos que nunca un cntimo ; yo no soy ya m-mismo . Lo que hay de real en el lenguaje son las operaciones que efecta. Describir un ente en tanto que dispositivo, o como algo que es producido por un dispositivo, es una prctica de desnaturalizacin del mundo dado, una operacin de poner a distancia aquello que no es familiar o que se quiere tal cosa. Y bien lo sabis. Poner a distancia el mundo dado ha sido hasta ahora lo propio de la crtica. Slo la crtica crea que una vez hecho esto ya estaba todo dicho [la messe [misa] tait dite [estaba dicha]]. Y es que en el fondo le importaba menos poner el mundo a distancia que ponerse fuera del alcance de l, precisamente en alguna regin nebulosa. Quera que SE supiera acerca de su hostilidad hacia el mundo, de su trascendencia innata. Quera que SE la creyera, que SE la suponga ms all, en algn Gran Hotel del Abismo o en la Repblica de las Letras. Lo que nos importa, a nosotros, es exactamente lo inverso. Imponemos una distancia entre el mundo y nosotros no ya para hacer or que nosotros estaramos ms all, sino para estar ah de forma diferente. La distancia que introducimos es el espacio de juego que necesitan nuestros gestos; unos gestos que son compromisos o liberaciones, amor y exterminio, sabotajes y abandonos. El pensamiento de los dispositivos, la metafsica crtica, llegan por tanto como aquello que prolonga el gesto crtico, desde hace tiempo paralizado, y que, prolongndolo, lo anulan. Particularmente, anulan aquello que desde hace ms de setenta aos constituye el centro de energa de todo lo que el marxismo puede an contener de vivo, quiero decir, el famoso captulo del Capital sobre el carcter fetiche de la mercanca y su secreto . No hay mejor lugar que el de estos pargrafos para ver

  • cunto fracas Marx en pensar ms all de la Ilustracin, cunto su Crtica de la economa poltica no fue en efecto ms que una crtica. Marx tropieza con la nocin de fetichismo ya desde 1842, por la lectura del clsico de las Luces del presidente de Brosses: El culto de los dioses fetiches. Desde su famoso artculo sobre los robos de madera [vols de bois], Marx compara el oro con un fetiche apoyando dicha comparacin en una ancdota extrada del libro de de Brosses. Este ltimo es el inventor histrico del concepto de fetichismo, el que ha extendido la interpretacin iluminista de ciertos cultos africanos a la totalidad de las civilizaciones. Para l, el fetichismo es el culto propio de los primitivos en general. Los mismos hechos similares, o del mismo gnero, establecen con la meridiana claridad que tal y como es hoy la Religin de los Negros Africanos y otros Brbaros, as era antao la de los pueblos antiguos; y en todos los tiempos as como por toda la tierra hemos visto rechazar este culto, directo, sin forma, a las producciones animales y vegetales. . Lo que ms escandaliza al hombre de las Luces, y especialmente a Kant, en el fetichismo, es la manera de ver de un Africano que registra Bosman, en su Viaje de Guinea (1704): Hacemos y deshacemos Dioses, y [] somos los inventores y los amos de aquello a lo cual hacemos ofrendas. Los fetiches son esos objetos o esos seres, esas cosas en todo caso, a las cuales el primitivo se liga mgicamente para restaurar una presencia que vacila ante algn fenmeno extrao, violento o solo inesperado. Y en efecto, esta cosa puede ser cualquiera que el Salvaje divinice directamente , como lo explica el Aufklrer conmocionado, que solo ve ah cosas, y no la operacin mgica de restauracin de la presencia. Y si no puede ver dicha operacin es por que para l, no menos que para el primitivo aparte del brujo, claro, el vacilar de la presencia, la disolucin del yo, no son asumibles: la diferencia entre el moderno y el primitivo debindose solo a que el primero se impide a s mismo el vacilar de la presencia, se ha establecido en la negacin existencial de su fragilidad, mientras que el segundo la admite a condicin de remediarlo por todos los medios. De ah el vnculo polmico, todo menos tranquilo, del Aufklrer con el mundo mgico cuya sola posibilidad le llena de pavor. De ah, tambin, la invencin de la locura para los que no pueden someterse a tan ruda disciplina. La posicin de Marx en este primer captulo del Capital no es diferente de la del presidente de Brosses, pues se trata del gesto tpico del Aufklrer, del crtico. Las mercancas tienen un secreto, yo lo desenmascaro. Vais a ver, no lo van a tener ya ms! Ni Marx ni el marxismo han salido nunca de la metafsica de la subjetividad: es por ello por lo que al feminismo, o a la ciberntica, les ha costado tanto desmontarlos [ont eu si peu de mal les dfaire]. Marx concibe el valor de intercambio del mismo modo en que Charles de Brosses en el siglo XVIII miraba los cultos fetiches en los primitivos : porque ha historizado todo salvo la presencia humana, porque ha estudiado todas las economas salvo las de la presencia. No quiere comprender lo que est en juego en el fetichismo. No ve mediante qu dispositivos SE hace existir la mercanca en tanto que mercanca, no ve cmo, materialmente por acumulacin de stocks en la fbrica; por la puesta en escena individuante de best-sellers en una tienda, tras una vitrina o sobre un anuncio; por el arrase de toda posibilidad de uso inmediato tanto como de toda intimidad con los lugares, SE producen los objetos en tanto objetos, las mercancas en tanto mercancas. l hace como si todo ello, todo lo que deriva de la experiencia sensible, no tuviera importancia alguna en este famoso carcter fetiche , como si el plan de fenomenalidad que hace existir a las mercancas en tanto que mercancas no fuera l mismo materialmente producido. Marx opone su incomprensin de sujeto-clsico-con-la-presencia-asegurada, que ve las mercancas en tanto materias, es decir, en tanto que valores de uso , a la en efecto misteriosa obcecacin general de

  • los explotados. Incluso si se apercibe de que es preciso que stos sean de una forma u otra inmovilizados como espectadores de la circulacin de las cosas para que los vnculos entre ellos aparezcan como vnculos entre cosas, no ve el carcter de dispositivo del modo de produccin capitalista. No quiere ver lo que ocurre entre esos hombres y esas cosas desde el punto de vista del ser-en-el-mundo; l, que quiere explicar la necesidad de todo, no comprende la necesidad de esta ilusin mstica , su arraigamiento en el vacilar de la presencia, y en la represin [refoulement] de tal vacilar. Solo puede despedir este hecho remitndolo al oscurantismo, al retraso teolgico y religioso, a la metafsica . En general, el reflejo religioso del mundo real solo podr desaparecer cuando las condiciones del trabajo y de la vida prctica le presenten al hombre, transparentes y racionales, los vnculos con sus semejantes y con la naturaleza. Aqu estamos en el B-A-BA del catecismo de las Luces, con todo eso que tiene de programtico para el mundo tal y como se ha construdo desde entonces. Como no puede evocar su propio vnculo con la presencia, la modalidad singular de su ser-en-el-mundo, ni aquello en lo que est comprometido hic et nunc, inevitablemente se convocan los mismos trucos usados que los ancestros: confiarse a una teleologa tan implacable como abocada a ejecutar la sentencia que en ese momento se pronuncia. El fracaso del marxismo, as como su xito histrico, estn absolutamente ligados a la postura clsica de repliegue que autoriza; al hecho de finalmente haber permanecido en el regazo de la metafsica moderna de la subjetividad. La primera discusin llevada con un marxista basta para comprender la verdadera razn de su creencia: el marxismo sirve de muleta existencial a mucha gente que teme tanto, que teme de tal manera, que su mundo deja de estar dado por sentado. Bajo el pretexto de materialismo, cubierto con los hbitos del ms fiero dogmatismo, permite pasar de contrabando la ms vulgar de las metafsicas. Es bien cierto que sin el aporte prctico, vital, del blanquismo, el marximo no hubiera podido llevar a cabo solo la revolucin de Octubre. Para una ciencia de los dispositivos el asunto no ser por tanto el de denunciar el hecho de que stos nos posean, de que habra en ellos algo de mgico. Sabemos muy bien que al volante de un automvil es muy raro que no nos comportemos como automovilistas, y no necesitamos para nada que se nos explique cmo nos condicionan la televisin, una playstation o un ambiente acondicionado . Ms bien, una ciencia de los dispositivos, una metafsica crtica, levanta acta de la crisis de la presencia, y se prepara para rivalizar con el capitalismo en el terreno de la magia.

  • V Una ciencia de los dispositivos solo puede ser local. Solo puede consistir en sacar a la palestra, regionalmente, el funcionamiento circunstancial y circunstanciado de uno o varios dispositivos. No puede sobrevenir ninguna totalizacin a espaldas de sus cartgrafos, puesto que su unidad no reside en una sistematicidad robada, sino en la cuestin que determina cada uno de sus avances, la de cmo funciona esto? . La ciencia de los dispositivos mantiene un vnculo de rivalidad directa con el monopolio imperial de los saberes-poderes. Por eso es por lo que el compartir, la comunicacin y la circulacin de sus descubrimientos son esencialmente ilegales. En ello se distingue de entrada del bricolaje, pues el manitas es aquel que solo acumula saber sobre los dispositivos para acondicionarlos mejor, para hacerse ah su nicho, que acumula por tanto todos los saberes sobre los dispositivos que no son poderes. Desde el punto de vista dominante lo que denominamos ciencia de los dispositivos o metafsica crtica no es otra cosa finalmente que la ciencia del crimen. Y en esto como en otras cosas no hay iniciacin que no sea inmediatamente experimentacin, prctica, NUNCA SE EST INICIADO A UN DISPOSITIVO, SINO SOLO A SU FUNCIONAMIENTO. Los tres estados del camino de esta singular ciencia son sucesivamente: el crimen, la opacidad y la insurrecin. El crimen corresponde al momento del estudio, necesariamente individual, del funcionamiento de un dispositivo. La opacidad es la condicin del compartir, de la comunicacin, de la circulacin de saberes-poderes adquiridos en el estudio. Bajo el Imperio, las zonas de opacidad donde sobreviene esta comunicacin son por naturaleza algo a arrancar y defender. Este segundo estado contiene por tanto la exigencia de una coordinacin ampliada. Toda la actividad de la S.A.S.C. participa de esta fase opaca. El tercer nivel es la insurreccin, el momento en que la circulacin de los saberes-poderes y la cooperacin de las formas-de-vida en vistas de la destruccin-goce de los dispositivos imperiales puede hacerse libremente, a cielo abierto. A la vista de esta perspectiva, este texto solo puede tener un carcter propedutico, algo as como entre el silencio y la tautologa. La necesidad de una ciencia de los dispositivos se hace sentir en el momento en que los hombres, los cuerpos humanos, terminan por instalarse en un mundo enteramente producido. Pocos de entre aquellos que tienen algo que decir frente a la miseria exorbitante que SE nos querra imponer, no han comprendido todava verdaderamente lo que querra decir vivir en un mundo enteramente producido. De entrada esto quiere decir que incluso lo que a primer golpe de vista nos haba parecido autntico , se revela, en el contacto, como producido, es decir, como gozando de su no-produccin en tanto modalidad valorizable en la produccin general. Lo que lleva a cabo el Imperio, tanto del lado del Biopoder como del del Espectculo me acuerdo de ese altercado con una negrista de Chimres, vieja bruja a la moda gtica, bastante simptica, y que sostena como adquisicin indiscutible del feminismo y de su radicalidad materialista el hecho de que no haba educado a sus dos nios, sino que los haba producido, es la interpretacin metafsica del ente como siendo algo producido, o si no nada; producido: es decir, conducido hacia el ser de manera tal que su creacin y su ostensin seran una sola y la misma cosa. Ser producido quiere decir siempre estar a la vez ser creado y ser hecho visible. Entrar en la presencia, en la metafsica occidental, no ha sido nunca distinto de entrar en visibilidad. Es inevitable por consiguiente que el Imperio, que se apoya sobre la historia productiva, se apoye tambin sobre la histeria transparencial. El mtodo ms seguro para prevenir el libre advenir de las cosas a la presencia es tambin el provocarla en todo momento, tirnicamente.

  • Nuestro aliado, en este mundo librado al reconocimiento [arraisonnement] ms feroz, librado a los dispositivos, en este mundo que de manera fantica gira alrededor de una gestin de lo visible que se quiere gestin del Ser, no es otro que el Tiempo. Lo tenemos para nosotros Tiempo. El tiempo de nuestra experiencia, el tiempo que conduce y desgarra nuestras intensidades, el tiempo que desbarata, pudre, destruye, estropea, deforma, el tiempo que es un abandono, que es el elemento mismo del abandono, el tiempo que se condensa y se ensancha en un haz de momentos cuya unificacin se encuentra retada, arruinada, truncada, rayada en la superficie por los propios cuerpos. TENEMOS TIEMPO. Y ah donde no lo tenemos, podemos an drnoslo. Darse el tiempo, tal es la condicin de todo estudio comunizable de los dispositivos. Localizar las regularidades, los encadenamientos, las disonancias; cada dispositivo posee su pequea msica propia, la cual se trata de desacordar ligeramente, de retorcer incidentalmente, de hacer entrar en decadencia, en peligro, de sacar de quicio. Aquellos que desfilan en el dispositivo no notan esta msica, su paso obedece de demasiado de cerca a la cadencia como para or claramente nada. Es preciso para ello poder partir de una temporalidad diferente, de una ritmicidad propia, para, pasando al dispositivo, hacerse un odo para la norma ambiente. Es el aprendizaje del ladrn, del criminal: desacordar la marcha interior y la exterior, desdoblar, hojaldrar su conciencia, ser a la vez mvil y estar parado, estar al acecho y engaosamente distrado. Asumir la disolucin de la presencia en el sentido de una desmultiplicacin [buscar desmultiplicar en mesetas.net] simultnea, asncrona, de sus modalidades. Desviar la esquizofrenia impuesta por el autocontrol en instrumento ofensivo de conspiracin. DEVENIR BRUJO. Hay una va para parar la disolucin: ir deliberadamente al lmite de la presencia propia, asumir tal lmite como el objeto por venir de una praxis definida; colocarse en el centro de la limitacin y hacerse su amo; identificar, representar, evocar los espritus , adquirir el poder de convocarlos a voluntad y de aprovechar su obra para los fines de una prctica profesional. El brujo sigue precisamente esta va: transforma los momentos crticos del ser-en-el-mundo en una decisin valiente y dramtica, la de situarse en el mundo. Considerado en tanto que dato, su ser-en-el-mundo se arriesga a disolverse: no ha sido an dado. Con la institucin de la vocacin y la iniciacin, el mago deshace por tanto este dato para rehacerlo en un segundo nacimiento; vuelve a descender al lmite de su presencia para restituirse a s mismo de forma nueva y bien delimitada: las tcnicas apropiadas como para favorecer la labilidad de la presencia, el propio trance y los estados parecidos, expresan justamente este ser-ah que se deshace para rehacerse, que vuelve a descender a su ah para reencontrarse en una presencia dramticamente sostenida y garantizada. Adems, el dominio al cual llega le permite al mago hundirse en su propia labilidad, e igualmente en la de otro. El mago es aquel que sabe ir ms all de s-mismo, pero no en el sentido ideal, sino verdaderamente en el sentido existencial. Aquel para quien el ser-en-el-mundo se constituye en tanto que problema y que tiene el poder de procurarse su propia presencia, no es ya una presencia ms entre otras, sino un ser-en-el-mundo que puede hacerse presente en todos los dems, que puede descifrar su drama existencial e influenciar el curso del mismo . Tal es el punto de partida del programa comunista. El crimen, contrariamente a lo que insina la Justicia, no es nunca un acto, un hecho, sino una condicin de existencia, una modalidad de la presencia, comn a todos los agentes del Partido Imaginario. Para convencerse de ello basta reflexionar sobre la experiencia del robo o del fraude, que son las formas elementales y ms corrientes de crimen HOY, TODO EL MUNDO ROBA. La experiencia del robo es fenomenolgicamente algo diferente de los por as decirlo motivos que se reputan como lo que nos empuja hacia ello, y que nosotros mismos nos

  • alegamos. El robo no es una transgresin, sino, desde el punto de vista de la representacin: es una operacin sobre la presencia, una reapropiacin, una reconquista individual de sta, una reconquista de s como cuerpo en el espacio. El cmo del robo no tiene nada que ver con su hecho aparente, legal. Este cmo es la conciencia fsica del espacio y del entorno, del dispositivo hacia donde me conduce el robo. Es la extrema atencin del cuerpo en fraude en el metro, alertado por el menor signo que podra indicarle la presencia de una patrulla de controladores. Es el conocimiento casi cientfico de las condiciones en las cuales opero, lo que exige la preparacin de cierto retiro de amplitud [forfait d'ampleur: ayuda]. Se da toda una incandescencia del cuerpo, una transformacin de ste en una superficie de impacto ultrasensible que yace en el crimen y que es su autntica experiencia. Cuando robo, me desdoblo en una presencia aparente, evanescente, sin espesor, absolutamente cualquiera, y una segunda, entera, intensiva e interior esta vez, donde se anima cada detalle del dispositivo que me rodea, con sus cmaras, su vigilante, la mirada de su vigilante, los ejes de visin, los dems clientes, el estilo de los dems clientes. El robo, el crimen, el fraude son las condiciones de existencia solitaria en guerra contra la bloomificacin, contra la bloomificacin mediante los dispositivos. Es la insumisin propia del cuerpo aislado, la resolucin de salir, incluso solo, incluso de manera precaria, mediante una puesta en juego voluntarista, de un cierto estado de sideracin, [buscar, igual que con 'desmultiplicar'] de duermevela, de esa ausencia de s que conforma el fondo de la vida en los dispositivos. La cuestin, a partir de ah, a partir de esta experiencia necesaria, es la del pasaje al complot, a la organizacin de una autntica circulacin del conocimiento ilegal, de la ciencia criminal. Este paso a la dimensin colectiva es lo que debe ser facilitado por la S.A.S.C.

  • VI El poder habla de dispositivos: dispositivo vigi-pirate [el sistema nacional de alerta en Francia], dispositivo RMI [un subsidio francs], dispositivo educativo, dispositivo de vigilancia esto le permite darle a sus incursiones un aire de tranquilizante precariedad. Despus, cuando el tiempo recubre la novedad de su introduccin, lo notable es ms bien la precariedad de aquellos cuya vida fluye [coule, 'es evacuada', 'transcurre'] por all. Los vendidos que se expresan en la revista Herms, particularmente en su n 25, no han esperado a que se les pida nada para empezar el trabajo de legitimacin de esta dominacin, a la vez discreta y masiva, que est en condiciones de contener y distribuir la implosin general de lo social. Lo social, dicen, busca nuevos modos reguladores que estn en condiciones de hacer frente a estas dificultades. El dispositivo aparece como una de estas tentativas de respuesta. Permite adaptarse a esta fluctuacin balizndola [] es el producto de una nueva propuesta de articulacin entre individuo y colectivo asegurando un mantenimiento mnimo de la seguridad sobre un fondo de fragmentacin generalizada . Frente a todo dispositivo, por ejemplo un portillo giratorio en las entradas del metro de Pars, la mala pregunta es: para qu sirve? , y la mala respuesta, en este caso concreto, es: para impedir el fraude . La cuestin exacta, materialista, la cuestin metafsica-crtica, es por el contrario: qu hace, qu operacin realiza este dispositivo? . La respuesta ser entonces: el dispositivo singulariza, extrae, de entre la masa indistinta de 'usuarios', unos cuerpos fraudulentos, forzndolos a realizar algn movimiento fcilmente reconocible (saltar por encima del portillo, deslizarse tras un 'usuario en regla'). As, el dispositivo hace que exista el predicado 'defraudador', es decir, que hace que exista un cuerpo determinado en tanto que 'defraudador' . Lo esencial, aqu, es el en tanto que, o, ms exactamente, la manera en que el dispositivo naturaliza, escamotea, el en tanto que. Debido a que el dispositivo tiene una manera de hacerse olvidar, de borrarse tras el flujo de los cuerpos que pasan en su seno, goza de una permanencia que se sostiene en la actualizacin continua de la sumisin de los cuerpos a su funcionamiento, a su existencia relajada, cotidiana y definitiva. El dispositivo, acomodado, configura as el espacio de tal modo que la propia configuracin permanece como en retirada, en tanto puro dato. As, debido a la manera en que vemos que va de suyo, se deriva el hecho de que lo que hace existir no se muestra como algo que ha sido materializado por l. As es como, antes que impedir el fraude, el portillo anti-fraude realiza el predicado fraudulento . EL DISPOSITIVO, PRODUCE, MUY MATERIALMENTE, UN CUERPO DADO EN TANTO QUE SUJETO DEL PREDICADO DESEADO. El hecho de que cada ente, en tanto que ente determinado, est en adelante producido por dispositivos define un nuevo paradigma de poder. En Los Anormales, Foucault proporciona la villa apestada como modelo histrico de este nuevo poder, de este poder productivo de los dispositivos. Es por tanto en el seno mismo de las monarquas administrativas donde habra sido experimentado el modelo que iba a sustituirlas. Dicha forma de poder no procede ya por exclusin sino por inclusin, no mediante ejecucin pblica sino con castigo teraputico, no por extraccin arbitraria sino por maximizacin vital, no por soberana personal sino por aplicacin impersonal de normas sin rostro. Segn Foucault, el emblema de este poder es la gestin de los apestados en oposicin al destierro de los leprosos. En efecto, los apestados no son excluidos de la ciudad, recluidos en un afuera, como s lo eran los leprosos. Por el contrario, la peste permite desplegar todo un aparato imbricado, todo un escalonamiento, toda una gigantesca arquitectura de dispositivos de vigilancia, identificacin y seleccin. La ciudad, cuenta Foucault, estaba

  • dividida en distritos, stos a su vez en barrios, y luego, de estos barrios se aislaban las calles, y en cada calle haba vigilantes, en cada barrio inspectores, en cada distrito responsables de distrito, y en la propia ciudad o bien un gobernador nombrado a tal efecto, o bien ya los regidores [chevin], que en el momento de la peste haban recibido un plus de poder. Tenemos por tanto un anlisis del territorio en sus elementos ms finos; tenemos la organizacin de un poder continuo a travs del territorio as analizado; un poder que era continuo en su ejercicio, y no solo debido a su pirmide jerrquica, ya que la vigilancia deba ser ejercida sin interrupcin alguna. Los centinelas deban estar siempre presentes en los extremos de las calles; los inspectores de los barrios y los distritos deban hacer su inspeccin dos veces al da, de modo que nada de lo que ocurriera en la ciudad se pudiera escapar de su mirada. Y todo lo as observado deba ser registrado, de forma permanente, con esta especie de examen visual, e igualmente mediante la retranscripcin de todas estas informaciones sobre grandes registros. Al comienzo de la cuarentena, todos los ciudadanos que estuvieran presentes en la ciudad deban haber dado su nombre. Los nombres eran escritos en una especie de registros. [] Y los inspectores deban pasar todos los das delante de cada casa, parndose y llamando. Cada individuo tena asignada una ventana en la cual deba aparecer, y cuando se le llamaba por su nombre deba presentarse en la ventana, entendindose que si no se presentaba es que estaba en la cama, y que si estaba ah es que se encontraba enfermo, y si se encontraba as es que era peligroso, de modo que era preciso intervenir. Lo que describe Foucault con esto es el funcionamiento de un paleo-dispositivo, el anti-peste, cuya naturaleza es, mucho antes que la de luchar contra la peste, producir tal cuerpo o tal otro en tanto apestados. Con los dispositivos se pasa, de tal modo, desde una tecnologa de poder que expulsa, excluye, destierra, margina, reprime, a un poder positivo, un poder que fabrica, que observa, que sabe y que se multiplica a partir de sus propios efectos. [] Un poder que no acta mediante la separacin en bastas masas confusas, sino por distribucin segn individualidades diferenciales . Durante mucho tiempo, el dualismo occidental ha consistido en plantear dos entidades adversas: divino y mundano, sujeto y objeto, razn y locura, alma y carne, bien y mal, dentro y fuera, vida y muerte, ser y nada, etc. etc. As planteadas las cosas, la civilizacin se construa entonces como la lucha de una contra otra. Esto vena a ser una lgica demasiado costosa. Es evidente que el Imperio procede de otro modo. Se mueve an en estas dualidades, pero ya no cree en ellas. Se contenta con utilizar cada pareja de la metafsica clsica con el fin de mantener el orden, esto es: como mquina binaria. Entonces, por dispositivo se entender un espacio polarizado por una falsa antinomia, de tal modo que todo lo que ocurre o pasa por ah sea reductible a uno u otro de sus trminos. En este sentido, el ms gigantesco dispositivo nunca realizado era evidentemente el macro-dispositivo geo-estratgico Este-Oeste, en el que se oponan punto por punto el bloque socialista y el bloque capitalista . Toda rebelin, toda alteridad que llegara a manifestarse por donde quiera que fuera, deba o bien rendir fidelidad a una de las identidades propuestas, o bien ser asimilada contra su voluntad al polo enemigo del poder que afrontaba. Podemos medir la increble nocividad de la metafsica occidental en putrefaccin y la violencia de las corrientes que pasan por todo dispositivo, fijndonos en la potencia residual de la retrica estalinista del le haces el juego a Le Pen, la derecha, la mundializacin, qu importa, retrica que no es ms que una transposicin refleja del viejo clase contra clase . Un lugar comn de geo-poltico es el burlarse de esas ex-guerrillas marxista-leninistas del tercer mundo , que tras el hundimiento del macro-dispositivo Este-Oeste se habran reconvertido en simples mafias o que habran adoptado una ideologa que se juzga como demente con el pretexto de que los seores de la calle Saint-Guillaume no comprenden su lenguaje [en dicha calle est por ejemplo el instituto

  • de estudios superiores sobre Amrica latina]. De hecho, lo que se muestra en este momento es ms bien el efecto insostenible de reduccin, de obstruccin, de formateo y de disciplinarizacin que todo dispositivo ejerce sobre la anomala salvaje de los fenmenos. A posteriori, las luchas de liberacin nacional aparecen no tanto como astucias de la URSS, un traje que conviene, sino ms como la astucia de algo diferente que reta el sistema de representacin y rehsa colocarse en l [hay que retraducir esta ltima frase]. Lo que es preciso comprender es que todo dispositivo funciona a partir de una pareja [couple] e inversamente, la experiencia demuestra que una pareja que funciona es una pareja que hace dispositivo. Una pareja, y no un par o un doblete, ya que toda pareja es asimtrica: comporta un trmino mayor y otro menor. El mayor y el menor no son solo nominalmente distintos dos trminos contrarios pueden perfectamente designar la misma propiedad, y lo ms corriente es que sea este el caso; nombran dos diferentes modalidades de agregacin de los fenmenos. El mayor, en el dispositivo, es la norma. El dispositivo agrega lo que es compatible con la norma por el simple hecho de no distinguirlo, de dejarlo inmerso en la masa annima, como soporte de lo normal . As, en una sala de cine, aquel que no grite, que no canturree, que no se desvista, etc., permanecer como alguien indistinto, agregado a la masa [foule] indistinta de espectadores, significante en tanto que insignificante, ms ac de todo reconocimiento. El trmino menor del dispositivo ser entonces lo anormal. Esto es lo que el dispositivo hace que cobre existencia, lo que singulariza, asla, reconoce, distingue, y lo que despus vuelve a agregar, pero en tanto que desagregado, separado, diferente del resto de los fenmenos. El trmino menor est entonces compuesto por el conjunto de lo que el dispositivo individa, predica, y por ello desintegra, espectraliza, suspende; un conjunto que de este modo UNO SE asegura que nunca se condense, que no se reconozca [retrouve], que no conspire, eventualmente. Es en este punto donde la mecnica elemental del Biopoder se conecta directamente con la lgica de la representacin tal y como sta domina la metafsica occidental. La lgica de la representacin es la de reducir toda alteridad, de hacer desaparecer lo que est ah, lo que viene a la presencia en su pura ecceidad, y que da qu pensar. La lgica de la representacin comienza por plantear la idea de lo Mismo, y, en adelante, toda alteridad, toda diferencia radical, ser aprehendida como negacin de lo Mismo. Aquello que difiere abruptamente, y que por ello no posee nada en comn con lo Mismo, es as conducido, proyectado sobre un plano comn que no existe, y en el cual figura una contradiccin de la cual se teme uno de sus trminos. En el dispositivo, lo que no es la norma es de este modo determinado como su negacin, como anormal. Aquello que es simplemente algo otro, diferente, es integrado como otro respecto a la norma, como lo que se opone a ella. El dispositivo mdico har que exista el enfermo en tanto aquel que no est sano. El dispositivo escolar har que existan zoquetes como aquellos que no son obedientes. El dispositivo judicial har que exista el crimen como lo que no es legal. En la biopoltica, lo no normal ser de este modo tomado como patolgico, cuando sabemos por experiencia que la patologa, es, ella misma, para el organismo enfermo, una norma de vida, y que la salud no est asociada con una norma de vida particular sino con un estado de fuerte normatividad, con una capacidad de afrontar y crear otras normas de vida. La esencia de todo dispositivo es de este modo la de imponer un reparto autoritario de lo sensible donde todo lo que adviene a la presencia se enfrenta con el chantaje de su binariedad.

  • El aspecto temible de todo dispositivo es que toca a la estructura de la presencia humana: el que somos llamados, requeridos por el mundo. Todas nuestras cualidades , nuestro ser propio , se establecen en un juego con los entes tal que nuestra disposicin hacia ellos no es primera. Por tanto, en el seno de los dispositivos ms banales, como un sbado por la tarde rodeados de parejas pequeo-burguesas en un quiosco de las afueras, nos sucede, de forma corriente, experimentar ya no el carcter de requerimiento, sino de posesin, o incluso de extrema posesividad, asociado a todo dispositivo. Y donde esto se experimentar es en las discusiones superfluas que vienen a subrayar esta velada lamentable. Uno de los Blooms presentes comenzar su tirada contra los funcionarios-que-estn-todo-el-tiempo-en-huelga; una vez esto planteado, el turno est listo para que aparezca algn otro bloom exhibiendo una contra-polarizacin de tipo social-demcrata, y que tocar su partitura con mayor o menor placer, etc. etc. En esto no nos las habemos con cuerpos que se hablan, sino que se trata de un dispositivo funcionando. Cada uno de los protagonistas activa en serie las pequeas mquinas significantes listas para el uso, y que ya estn siempre inscritas en el lenguaje corriente, en la gramtica, en la metafsica, en el SE. La nica satisfaccin que podemos extraer de este tipo de ejercicio es la de haber tocado en el dispositivo con bro. El virtuosismo es la nica libertad, irrisoria, que ofrece la sumisin a los determinismos significantes. Cualquiera que hable, acte, viva , en un dispositivo est en cierta manera autorizado por ste. Es realizado como el autor de sus actos, de sus palabras, de su conductas. El dispositivo asegura la integracin, la conversin en identidad de un conjunto heterogneo de discursos, gestos, actitudes: ecceidades. La reversin de todo acontecimiento en identidad es aquello por lo cual los dispositivos imponen un orden local tirnico al caos global del Imperio. La produccin de diferencias, de subjetividades, tambin obedece al imperativo binario: la pacificacin imperial descansa por entero en la puesta en escena de otras tantas falsas antinomias, de otros tantos conflictos farsantes: con o contra Miloevi? , con o contra Saddam , con o contra la violencia . Su activacin tiene el efecto bloomizante que conocemos y que acaba obteniendo de nosotros la indiferencia omnilateral sobre la que se apoya la injerencia a toda marcha de la polica imperial. Lo que experimentamos ante cualquier debate televisivo no es otra cosa que una pura sideracin ante el juego impecable, o la vida autnoma, la mecnica artista, de los dispositivos y las significaciones, por poco que los actores tengan un poco de talento. As, los anti-mundializacin opondrn sus argumentos previsibles a los neo-liberales , los sindicatos volvern a tocar sin fin 1936 frente a un eterno Comit des Forges [comit creado en Francia en el 1864 para defender intereses de grandes industriales siderrgicos]. La polica combatir la concentracin. Los fanticos confrontarn a los demcratas . El culto de la enfermedad creer desafiar al de la salud. Y toda esta agitacin binaria ser el mejor garante del sueo mundial. Es as como da a da SE nos ahorra cuidadosamente el penoso deber de existir. Janet, que hace un siglo ha estudiado todos los casos precursores del Bloom, ha consagrado un volumen a lo que l llama automatismo psicolgico . Ah contempla todas las formas positivas de crisis de la presencia: sugestin, sonambulismo, ideas fijas, mediumnismo, hipnosis, escritura automtica, desagregacin mental, alucinaciones, posesiones, etc. La causa, o ms bien la condicin, de todas estas manifestaciones heterogneas la encuentra en lo que denomina miseria psicolgica . Por miseria psicolgica entiende una debilidad general del ser, inseparablemente fsica y metafsica, que se asemeja por entero a lo que nosotros denominamos Bloom. Este estado de debilidad, como hace notar, es de este modo el terreno de la cura, y especialmente de la cura por hipnosis. Cuanto ms bloomificado est el sujeto, ms accesible es a

  • la sugestin, y ms se puede curar de esta manera. Y cuanto ms recobra la salud, menos operativa es esta medicina y menos sugestionable es. El Bloom es por tanto la condicin de funcionamiento de los dispositivos, nuestra propia vulnerabilidad con respecto a ellos. Pero a la inversa de la sugestin, el dispositivo nunca apunta a obtener cierto retorno a la salud, sino ms bien a integrarse en nosotros como prtesis indispensable de nuestra presencia, como muleta natural. Hay una necesidad de dispositivo que ste solo encierra y estanca para acrecentarla. Para hablar como los enterradores del CNRS: los dispositivos alentan la expresin de las diferencias individuales . Debemos aprender a borrarnos, a pasar desapercibidos en la banda gris de cada dispositivo, a camuflarnos tras su trmino mayor. Aunque nuestro impulso espontneo sea el oponer el gusto de lo anormal al deseo de conformidad, debemos adquirir el arte de devenir perfectamente annimos, de ofrecer la apariencia de una pura conformidad. Para dirigir nuestras operaciones debemos adquirir este puro arte de la superficie. Esto viene a ser por ejemplo despedir la pseudo-transgresin de las no menos pseudo-convenciones sociales, revocar el partido de la sinceridad , de la verdad y del escndalo revolucionarios, en provecho de una tirnica cortesa, con la cual mantener a distancia tanto al dispositivo como a sus posedos. La transgresin, la monstruosidad, la anormalidad reivindicadas forman la trampa ms retorcida que nos brindan los dispositivos. Querer ser, es decir, ser singular, en un dispositivo, es nuestra principal debilidad, con la cual se nos mantiene y se nos engrana. Inversamente, el deseo de ser controlado, tan frecuente en nuestros contemporneos, expresa de entrada el deseo de ser. Para nosotros, este deseo ser ms bien el deseo de estar locos, monstruosos o criminales. Pero este deseo es justo aquello por lo cual SE tiene control de nosotros y se nos neutraliza. Devereux ha mostrado que para los que se quieren escapar de ella cada cultura dispone de una negacin modelo, de una salida balizada, mediante la tal esta cultura captura la energa motriz de todas las transgresiones en una estabilizacin superior. Es el amok en los malayos, y en occidente la esquizofrenia. El malayo est precondicionado por su cultura quiz sin saberlo, pero seguramente de una forma casi automtica a reaccionar ante casi cualquier tensin violenta, interna o externa, por una crisis de amok. En el mismo sentido, el hombre moderno occidental est condicionado por su cultura para reaccionar a todo estado de estrs con un comportamiento en apariencia esquizofrnico. [] Ser esquizofrnico supone la forma 'conveniente' de estar loco en nuestra sociedad. (La schizophrnie, psychose ethnique, ou l'schizophrnie sans larmes). Regla n 1: Todo dispositivo produce la singularidad en tanto monstruosidad. As se conforta. Regla n 2: Nunca nos liberamos de un dispositivo comprometindonos con su menor. Regla n 3: Cuando SE os predica, se os subjetiva, se os asigna, jams reaccionar y sobre todo jams negar. La contra-subjetivacin que se os arrancar entonces ser siempre algo de donde ser ms difcil evadirse. Regla n 4: La libertad superior no consiste en la ausencia de predicado, en el anonimato por defecto. La libertad superior es el resultado, por el contrario, de la saturacin de predicados, de su acumulacin anrquica. La sobrepredicacin se anula definitivamente en una impredicabilidad definitiva. Ah donde ya no tenemos secreto, no tenemos nada que esconder. Somos nosotros los que devenimos un secreto, nosotros los que estamos escondidos (Deleuze-Parnet. Dialogues). Regla n 5: el contraataque no es nunca una respuesta, sino la instauracin de una nueva situacin [donne].

  • VII Lo posible implica la realidad correspondiente junto con, adems, algo que se le aade, ya que lo posible es el efecto combinado de la realidad una vez aparecida, y de un dispositivo que la rechaza hacia atrs. Bergson. El pensamiento y lo moviente. Los dispositivos y el Bloom se coimplican como los dos polos solidarios en la suspensin epocal. Nada sucede nunca en un dispositivo. Nada sucede, es decir, que TODO LO QUE EXISTE EN UN DISPOSITIVO EXISTE EN L BAJO EL MODO DE LA POSIBILIDAD. Los dispositivos tienen incluso la capacidad de disolver en su posibilidad un acontecimiento efectivamente sobrevenido, por ejemplo lo que SE denomina catstrofe . Que un avin de lnea defectuoso explote en pleno vuelo, y de inmediato SE desplegar una gran cantidad de dispositivos que se pondrn a funcionar a base de hechos, historiales, declaraciones, estadsticas, y que reducirn el acontecimiento de la muerte de cientos de personas al rango de accidente. En nada de tiempo se habr disipado la evidencia de que la invencin de las vas frreas habra sido necesariamente tambin la invencin de las catstrofes ferroviarias; de que la invencin del Concorde habra sido tambin la de su explosin en pleno vuelo. De tal modo que de cada progreso se separar lo que se desprende de su esencia y lo que se desprende, precisamente, de su accidente. Y contra toda evidencia, esto ltimo SE ver expulsado de l. Al cabo de algunas semanas, SE habr absorbido el acontecimiento del crash [aterrizaje forzoso] en su posibilidad, en su eventualidad estadstica. En lo sucesivo un crash no es ya lo que sucede; esto es lo que ocurre: ES SU POSIBILIDAD, NATURALMENTE NFIMA, LO QUE SE HA ACTUALIZADO. En dos palabras, no ha pasado nada: la esencia del progreso tecnolgico est a salvo. El monumento significante, colosal y heterogneo, que SE habr bosquejado para la ocasin, cumple aqu la vocacin de todo dispositivo: mantener la compostura del orden fenomnico. Puesto que es ese el destino de todo dispositivo en el seno del Imperio: gestionar y regir un cierto plan [recordad: plan en francs es plan y plano] de fenomenalidad, asegurar la persistencia de una cierta economa de la presencia, mantener la suspensin epocal en el espacio que le es debido. De ah ese carcter tan impresionante que cobra la existencia en el seno de los dispositivos, el de la ausencia, de somnoliencia, de ah ese sentimiento bloomesco de dejarse llevar por el mullido flujo de los fenmenos. Decimos que en el seno de los dispositivos el modo de ser de cualquier cosa es el de la posibilidad. La posibilidad se distingue por una parte del acto y por otra de la potencia. Por ejemplo en la actividad que supone escribir este texto, la potencia es el lenguaje, el lenguaje como facultad genrica de significar, de comunicar. La posibilidad es la lengua, es decir, el conjunto de enunciados que se juzgan correctos segn la sintaxis, la gramtica y el vocabulario francs, en su estado actual. El acto es el habla, la palabra, la enunciacin, la produccin hic et nunc de un enunciado determinado. A diferencia de la potencia, la posibilidad es siempre posibilidad de alguna cosa, de algo. Que en el seno de un dispositivo todo exista en el modo de la posibilidad significa que cualquier cosa que suceda, que sobrevenga en el seno de un dispositivo sobreviene en tanto que actualizacin de una posibilidad que le era previa, y que por ello es MS REAL que dicha cosa. Todo acto, todo acontecimiento, es as reabsorbido en su posibilidad, y aparece como consecuencia previsible, como pura contingencia de sta. Lo que ocurre no es ms real por el hecho de haber ocurrido. Es de este modo como el dispositivo excluye el

  • acontecimiento; y lo excluye en la forma de su inclusin: por ejemplo declarndolo posible a toro pasado. Lo que materializan los dispositivos no es ms que la ms notoria de las imposturas de la metafsica occidental, que se condensa en el adagio: la esencia precede a la existencia . Para la metafsica la existencia no es ms que un predicado de la esencia; incluso, segn ella, cualquier existente solo estara actualizando una esencia, esencia que sera lo primero. Segn esta doctrina aberrante, la posibilidad, es decir, la idea de las cosas, las precedera: cada realidad sera un posible que por aadidura ha adquirido la existencia. Cuando se pone de pie al pensamiento, obtenemos que es la realidad plenamente desarrollada de una cosa lo que plantea de sta la posibilidad en el pasado. Es preciso por supuesto que un acontecimiento advenga en la totalidad de sus determinaciones para poderle aislar algunas, para poderle extraer la representacin que le har figurar como habiendo sido posible. Lo posible, dice Bergson, solo es lo real y, adems, un acto del espritu que proyecta en el pasado la imagen de lo real una vez que se ha producido. En la medida, aade Deleuze, en que lo posible se propone a la 'realizacin', es l mismo concebido como la imagen de lo real, y lo real, como lo que se asemeja a lo posible. A esto se debe que se comprenda tan poco lo que la existencia aade al concepto, doblando lo semejante con lo semejante. Tal es la tara de lo posible, tara que lo denuncia como algo producido a toro pasado, fabricado retroactivamente, l mismo a la imagen de lo que se le asemeja. Todo lo que es, en un dispositivo se ve reconducido o bien hacia la norma, o bien hacia el accidente. Mientras el dispositivo dura nada puede sobrevenir en l. El acontecimiento, este acto que guarda consigo su propia potencia, solo puede venir de fuera, como lo que pulveriza aquello mismo que debera conjurarlo. Cuando la msica Noise explota SE dice: esto no es msica . Cuando el 68 irrumpe SE dice: esto no es poltica . Cuando el 77 acorrala Italia SE dice: esto no es comunismo . Frente al viejo Artaud SE dice: esto no es literatura . Luego, cuando el acontecimiento lleva un tiempo, SE dice: a fe ma que esto era posible, es una posibilidad de la msica, de la poltica, del comunismo, de la literatura . Y finalmente, tras el primer momento de inestabilidad por el inexorable trabajo de la potencia, el dispositivo se reforma: SE incluye, se neutraliza y reterritorializa el acontecimiento, SE le asigna a una posibilidad, a una posibilidad local, por ejemplo la del dispositivo literario. Los imbciles del CNRS, que manejan el verbo con una prudencia tan jesutica, concluyen dulcemente: Si el dispositivo organiza y hace posible algo, no garantiza sin embargo su actualizacin. Simplemente consigue que exista un espacio particular en el cual este 'algo' pueda producirse. No SE podra ser ms claro. Si la perspectiva imperial tiene una consigna, sera TODO EL PODER A LOS DISPOSITIVOS ! . Y es cierto que en la insurreccin que viene a menudo bastar con liquidar los dispositivos que sostienen a los enemigos que en otro tiempo se hubiera tenido que abatir. Esta consigna, en el fondo, deriva menos del utopismo ciberntico que del pragmatismo imperial: las ficciones de la metafsica, estas grandes construcciones desrticas que no inspiran ya ni la fe ni la admiracin, no alcanzan ya ms a unificar los pedazos de la desagregacin universal. Bajo el Imperio, las antiguas instituciones se degradan una a una en cascadas de dispositivos. Lo que se opera y que es propiamente la tarea imperial, es un desmantelamiento concertado de cada Institucin en una multiplicidad de dispositivos, en una arborescencia de normas relativas y cambiantes. La Escuela, por ejemplo, ya no se toma la molestia de presentarse como orden coherente. Ya no es ms que un agregado de clases, de horarios, materias, edificios, trmites, programas y de proyectos que son otros tantos dispositivos que apuntan a inmovilizar los

  • cuerpos. A la extincin imperial de todo acontecimiento corresponde de tal modo la diseminacin planetaria, gestionadora, de dispositivos. Entonces, vemos elevarse bastantes voces en contra que deploran esta poca tan detestable. Unos denuncian una prdida de sentido , que ha devenido algo constatable por todos lados, mientras que los otros, los optimistas, se juran todas las maanas darle sentido a una u otra miseria, para, invariablemente, fracasar. Y todos, de hecho, acuerdan en esto: querer el sentido sin querer el acontecimiento. Hacen como si no vieran que los dispositivos son por naturaleza hostiles al sentido, y que, ms bien, tienen la vocacin de administrar su ausencia. Todos aquellos que hablan de sentido sin darse los medios de hacer saltar los dispositivos son nuestros enemigos directos. Darse los medios, es, a veces, meramente renunciar al confort del aislamiento bloomesco. La mayor parte de los dispositivos son en efecto vulnerables a cualquier insumisin colectiva, no habiendo sido estudiados como para poder resistirla. Hace algunos aos, bastaba con ser una decena de personas determinadas a ello, en una Caja de Accin Social o en una Oficina de Ayuda Social, como para poder arrancar de all de inmediato una ayuda de un millar de francos por persona inscrita. Y no es preciso ser muchos ms hoy para hacer una autorreduccin [queda patente lo que significa esta palabra por el texto, pero es, claro: forma de extraccin colectiva de recursos, esto es, vamos: llevarse cosas de all en grupo] en un supermercado. La separacin de los cuerpos, la atomizacin de las formas-de-vida son la condicin de subsistencia de la mayor parte de los dispositivos imperiales. Querer el sentido , hoy, conlleva inmediatamente los tres estados de los que hemos hablado, y lleva necesariamente a la insurreccin. Ms ac de las zonas de opacidad y de la insurreccin, se extiende el mero reino de los dispositivos, el imperio desolado de las mquinas de producir significacin, de hacer significar todo lo que pasa en ellas segn el sistema de representaciones en vigor localmente. Hay ciertas personas, que se dan a ser muy maliciosas los mismos que deban pedir, hace un siglo y medio, qu cosa fuera el comunismo, que nos piden hoy a qu se le poda parecer eso que denominamos nuestras famosos reencuentros ms all de las significaciones . Es preciso que tantos cuerpos nunca hayan conocido el abandono, la ebriedad del compartir, el contacto familiar con los dems cuerpos ni el perfecto reposo en s, como para poder plantear tales cuestiones con este aire tan entendido? Y en efecto qu inters puede haber hacia el acontecimiento, hacia el prescribir las significaciones y a romper sus correlaciones sistemticas, en aquellos que no han llevado a cabo la conversin ek-sttica de la atencin? Qu puede querer significar el dejar-ser, la destruccin de aquello que hace pantalla entre nosotros y las cosas para aquellos que nunca han percibido el requerimiento del mundo? Qu pueden comprender de la existencia sin el 'por qu', del mundo, aquellos que son incapaces de vivir sin 'por qu'? Seremos lo suficientemente fuertes y numerosos en la insurreccin como para elaborar la rtmica que impida a los dispositivos reformarse, reabsorber lo que adviene? Estaremos lo bastante preados de silencio como para poder encontrar el punto de aplicacin y la escansin que garanticen un autntico efecto PO-GO? Sabremos acordar nuestros actos a la pulsacin de la potencia, a la fluidez de los fenmenos? En un sentido, la cuestin revolucionaria es en adelante una cuestin musical. Traduccin y fuente Mesetas.net