dis cur so obama nobel de la paz 10 dic 09

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  • 8/14/2019 Dis Cur So Obama Nobel de La Paz 10 Dic 09

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    DISCURSO DEL PRESIDENTE BARACK OBAMA EN LA CEREMONIA DEENTREGA DEL NOBEL DE LA PAZ

    Sus Majestades, Sus Altezas Reales, distinguidos miembros del Comit Nbel deNoruega, ciudadanos de Estados Unidos y ciudadanos del mundo:

    Recibo este honor con profunda gratitud y gran humildad. Es un premio que habla sobrenuestras mayores aspiraciones: que a pesar de toda la crueldad y las adversidades denuestro mundo, no somos simples prisioneros del destino. Nuestros actos tienenimportancia y pueden cambiar el rumbo de la historia y llevarla por el camino de la

    justicia.Sin embargo, sera una negligencia no reconocer la considerable controversia que sugenerosa decisin ha generado. (Risas.) En parte, esto se debe a que estoy al inicio y noal final de mis labores en la escena mundial. En comparacin con algunos de losgigantes de la historia que han recibido este premio Schweitzer y King; Marshall yMandela mis logros son pequeos. Y luego hay hombres y mujeres alrededor delmundo que han sido encarcelados y golpeados en su bsqueda de la justicia; gente que

    trabaja en organizaciones humanitarias para aliviar el sufrimiento; millones en elanonimato cuyos silenciosos actos de valenta y compasin inspiran incluso a loscnicos ms empedernidos. No puedo contradecir a quienes piensan que estos hombres ymujeres algunos conocidos, otros desconocidos para todos excepto para quienesreciben su ayuda merecen este honor muchsimo ms que yo.Pero quiz el asunto ms controversial en torno a mi aceptacin de este premio es elhecho de que soy Comandante en Jefe de un ejrcito de un pas en medio de dosguerras. Una de esas guerras est llegando a su fin. La otra es un conflicto que EstadosUnidos no busc; uno en que se nos suman otros cuarenta y dos otros pases incluida

    Noruega en un esfuerzo por defendernos y defender a todas las naciones de ataquesfuturos.

    De todos modos, estamos en guerra, y soy responsable por desplegar a miles de jvenesa pelear en un pas distante. Algunos matarn. A otros los matarn. Por lo tanto, vengoaqu con un agudo sentido del costo del conflicto armado, lleno de difcilesinterrogantes sobre la relacin entre la guerra y la paz, y nuestro esfuerzo porreemplazar una por la otra.

    Bueno, estas interrogantes no son nuevas. La guerra, de una forma u otra, surgi con elprimer hombre. En los albores de la historia, no se cuestionaba su moralidad;simplemente era un hecho, como la sequa o la enfermedad, la manera en que las tribus

    y luego las civilizaciones buscaban el poder y resolvan sus discrepancias.Y con el tiempo, a medida que los cdigos legales procuraban controlar la violenciadentro de los grupos, los filsofos, clrigos y estadistas tambin procuraban controlar el

    poder destructivo de la guerra. Surgi el concepto de guerra justa, que propona que laguerra solamente se justifica cuando cumple con ciertas condiciones previas: si se libracomo ltimo recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en lamedida posible, si no se somete a civiles a la violencia.

    Por supuesto, sabemos que durante gran parte de la historia, se ha cumplido pocas vecescon este concepto de guerra justa. La capacidad de los seres humanos de idear nuevas

    maneras de matarse unos a los otros result ser inagotable, como tambin nuestracapacidad para tratar sin ninguna piedad a quienes no lucen como nosotros o le rinden

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    culto a un Dios diferente. Las guerras entre ejrcitos dieron lugar a guerras entrenaciones: guerras totales en que la distincin entre combatiente y civil se volva borrosa.En el transcurso de treinta aos, este continente se sumi dos veces en matanzas de esetipo. Y aunque es difcil pensar en una causa ms justa que la derrota del Tercer Reich ylas potencias del Eje, la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto en el que el nmero

    total de civiles que murieron super al de soldados que perecieron.

    Como consecuencia de esa destruccin y con la llegada de la era nuclear, qued claropara vencedores y vencidos, por igual, que el mundo necesitaba instituciones para evitarotra guerra mundial. Y, entonces, un cuarto de siglo despus de que el Senado deEstados Unidos rechazara la Liga de Naciones, una idea por la cual Woodrow Wilsonrecibi este premio, Estados Unidos lider al mundo en el desarrollo de una estructura

    para mantener la paz: un Plan Marshall y Naciones Unidas, mecanismos para regir lamanera en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos humanos,evitar el genocidio y restringir las armas ms peligrosas.

    De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. S, se han librado guerras terriblesy se han cometido atrocidades. Pero no ha habido una Tercera Guerra Mundial. LaGuerra Fra concluy con una muchedumbre jubilosa que derrumb un muro. Elcomercio teji lazos entre gran parte del mundo. Miles de millones han salido de la

    pobreza. Los ideales de libertad, autonoma, igualdad y el imperio de la ley hanavanzado a tropezones. Somos los herederos de la fortaleza y previsin de generaciones

    pasadas, y es un legado por el cual mi propio pas legtimamente siente orgullo.

    Pero an asi, transcurrida una dcada del nuevo siglo, esta antigua estructura estcediendo ante el peso de nuevas amenazas. El mundo quiz ya no se estremezca ante la

    posibilidad de guerra entre dos superpotencias nucleares, pero la proliferacin puedeaumentar el peligro de catstrofes. El terrorismo no es una tctica nueva, pero latecnologa moderna permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme iraasesinen a inocentes a una escala horrorosa.

    Es ms, las guerras entre naciones con mayor frecuencia han sido reemplazadas porguerras dentro de naciones. El resurgimiento de conflictos tnicos o sectarios; elaumento de movimientos secesionistas, las insurgencias y los estados fallidos todasestas cosas progresivamente han atrapado a civiles en un caos interminable. En lasguerras de hoy, mueren muchos ms civiles que soldados; se siembran las semillas deconflictos futuros, las economas se destruyen; las sociedades civiles se parten en

    pedazos, se acumulan refugiados y los nios quedan marcados de por vida.No traigo hoy una solucin definitiva a los problemas de la guerra. Lo que s s es quehacerles frente a estos desafos requerir la misma visin, arduo esfuerzo y

    perseverancia de aquellos hombres y mujeres que actuaron tan audazmente hace variasdcadas. Y requerir que repensemos la nocin de guerra justa y los imperativos de una

    paz justa.

    Debemos comenzar por reconocer el difcil hecho de que no erradicaremos el conflictoviolento en nuestra poca. Habr ocasiones en las que las naciones, actuando individualo conjuntamente, concluirn que el uso de la fuerza no slo es necesario sino tambin

    justificado moralmente.

    Hago esta afirmacin consciente de lo que Martin Luther King dijo en esta misma

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    ceremonia hace aos: La violencia nunca produce paz permanente. No resuelve losproblemas sociales: simplemente crea problemas nuevos y ms complicados. Comoalguien que est parado aqu como consecuencia directa de la labor a la que el Dr. Kingle dedic la vida, soy prueba viviente de la fuerza moral de la no violencia. S que nohay nada dbil, nada pasivo, nada ingenuo en las convicciones y vida de Gandhi y King.

    Pero en mi calidad de jefe de Estado que jur proteger y defender a mi pas, no mepuede guiar solamente su ejemplo. Enfrento al mundo como lo es, y no puedo cruzarmede brazos ante amenazas contra estadounidenses. Que no quede la menor duda: lamaldad s existe en el mundo. Un movimiento no violento no podra haber detenido losejrcitos de Hitler. La negociacin no puede convencer a los lderes de Al Qaida adeponer las armas. Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamado al cinismo;es reconocer la historia, las imperfecciones del hombre y los lmites de la razn.Menciono este punto, comienzo con este punto porque en muchos pases hoy en da hayun profundo cuestionamiento del accionar militar, independientemente de la causa. Y aveces, a esto se suma una suspicacia automtica por tratarse de Estados Unidos, la nica

    superpotencia militar del mundo.

    Sin embargo el mundo debe recordar que no fueron simplemente las institucionesinternacionales no slo los tratados y las declaraciones los que le dieron estabilidad almundo despus de la Segunda Guerra Mundial. Independientemente de los errores quehayamos cometido, hay un hecho clarsimo: Estados Unidos de Norteamrica haayudado a garantizar la seguridad mundial durante ms de seis dcadas con la sangre denuestros ciudadanos y el podero de nuestras armas. El servicio y sacrificio de nuestroshombres y mujeres de uniforme han promovido la paz y prosperidad desde Alemaniahasta Corea, y permitido que la democracia eche races en lugares como los pases

    balcnicos. Hemos sobrellevado esta carga no porque queremos imponer nuestravoluntad. Lo hemos hecho por un inters propio y bien informado: porque queremos unfuturo mejor para nuestros hijos y nietos, y creemos que su vida ser mejor si los hijos ynietos de otras personas pueden vivir en libertad y prosperidad.

    Entonces, s, los instrumentos de la guerra tienen un papel en mantener la paz. Sinembargo, este hecho debe coexistir con otro: que independientemente de cun

    justificada, la guerra conlleva tragedia humana. La valenta y el sacrificio del soldadoestn llenos de gloria, expresan devocin por la patria, la causa y los compaeros dearmas. Pero la propia guerra nunca es gloriosa, y nunca debemos exaltarla como si lofuera.

    Entonces, parte de nuestro desafo es reconciliar estos dos hechos aparentementeirreconciliables: que la guerra a veces es necesaria y que la guerra es, de cierta manera,una expresin de desatino humano. Concretamente, debemos dirigir nuestros esfuerzosa la tarea que el Presidente Kennedy propuso hace tiempo. Concentrmonos, dijo, enuna paz ms prctica, ms alcanzable, basada no en una revolucin repentina de lanaturaleza humana, sino una evolucin gradual de las instituciones humanas. Unaevolucin gradual de las instituciones humanas.

    Qu apariencia cobrara esta evolucin? Cules podran ser estas medidas prcticas?Para comenzar, considero que todos los pases, tanto fuertes como dbiles, deben

    cumplir con estndares que rigen el uso de fuerza. Yo, como cualquier jefe de Estado,me reservo el derecho de actuar unilateralmente si es necesario para defender a mi pas.

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    No obstante, estoy convencido de que cumplir con estndares, estndaresinternacionales, fortalece a quienes lo hacen y asla y debilita a quienes no.El mundo respald a Estados Unidos tras los ataques del 11 de septiembre y continaapoyando nuestros esfuerzos en Afganistn, debido al horror de esos atentados sinsentido y el principio reconocido de defensa propia. De la misma manera, el mundo

    reconoci la necesidad de confrontar a Sadam Husein cuando invadi Kuwait, unconsenso que envi un mensaje claro a todos sobre el precio de la agresin.Es ms, Estados Unidos -- de hecho ningn pas -- puede insistir en que otros sigan lasnormas si nosotros nos rehusamos a seguirlas. Pues cuando no lo hacemos, nuestrosactos pueden parecer arbitrarios y menoscabar la legitimidad de intervenciones futuras,

    por ms justificadas que sean.

    Esto pasa a ser particularmente importante cuando el propsito de la accin militar seextiende ms all de la defensa propia o la defensa de una nacin contra un agresor.Ms y ms, todos enfrentamos difciles interrogantes sobre cmo evitar la matanza deciviles por su propio gobierno o detener una guerra civil que puede sumir a toda una

    regin en violencia y sufrimiento.

    Creo que se puede justificar la fuerza por motivos humanitarios, como fue el caso en lospases balcnicos o en otros lugares afectados por la guerra. La inaccin carcomenuestra conciencia y puede resultar en una intervencin posterior ms costosa. Es poreso que todos los pases responsables deben aceptar la nocin de que las fuerzasarmadas con un mandato claro pueden ejercer una funcin en el mantenimiento de la

    paz.

    El compromiso de Estados Unidos con la seguridad mundial nunca flaquear. Pero enun mundo en que las amenazas son ms difusas y las misiones ms complejas, EstadosUnidos no puede actuar solo. Estados Unidos por su cuenta no puede lograr la paz. sees el caso en Afganistn. Es el caso en estados fallidos como Somalia, donde elterrorismo y la piratera van de la mano con la hambruna y el sufrimiento humano. Ylamentablemente, seguir siendo la realidad en regiones inestables en el futuro.Los lderes y soldados de los pases de la OTAN y otros amigos y aliados demuestraneste hecho por medio de la habilidad y valenta que han mostrado en Afganistn. Peroen muchos pases, hay una brecha entre los esfuerzos de los militares y la opininambivalente del pblico en general. Comprendo por qu la guerra no es popular. Perotambin s lo siguiente: la conviccin de que la paz es deseable rara vez es suficiente

    para lograrla. La paz requiere responsabilidad. La paz conlleva sacrificio. Es por eso

    que la OTAN contina siendo indispensable. Es por eso que debemos reforzar esfuerzosde mantenimiento de la paz a nivel regional y por la ONU, y no dejar la tarea en manosde unos cuantos pases. Es por eso que les rendimos homenaje a quienes regresan a casade misiones de mantenimiento de la paz y entrenamiento en el extranjero, en Oslo yRoma; Ottawa y Sydney; Dhaka y Kigali; los homenajeamos no como artfices deguerra sino como promotores, como promotores de la paz.

    Permtanme un punto final sobre el uso de la fuerza. Incluso mientras tomamosdecisiones difciles sobre ir a guerra, tambin debemos pensar claramente sobre cmolibrarla. El Comit del Nbel reconoci este hecho al otorgar su primer premio de paz aHenry Dunant, el fundador de la Cruz Roja, y un promotor del Tratado de Ginebra.

    Cuando la fuerza es necesaria, tenemos un inters moral y estratgico en obligarnos acumplir con ciertas normas de conducta. Incluso cuando enfrentamos crueles

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    adversarios que no cumplen con ninguna regla, creo que Estados Unidos deNorteamrica debe seguir dando el ejemplo respecto a estndares en conducta de guerra.Eso es lo que nos diferencia de quienes combatimos. sa es la fuente de nuestra fuerza.Es por eso que prohib la tortura. Es por eso que orden que se clausure la prisin en laBaha de Guantnamo. Y es por eso que he reiterado el compromiso de Estados Unidos

    de cumplir con el Tratado de Ginebra. Perdemos nuestra identidad cuando nocumplimos los ideales mismos que estamos luchando por defender.

    Y honramos honramos dichos ideales al cumplir con ellos no slo cuando es fcil,sino cuando es difcil.

    He hablado extensamente sobre asuntos que debemos sopesar con la razn y el corazncuando optamos por librar guerra. Pero permtanme pasar ahora a nuestro esfuerzo porevitar opciones tan trgicas y hablar sobre tres maneras en que podemos promover una

    paz justa y duradera.

    En primer lugar, al tratar con aquellos pases que trasgreden normas y leyes, creo quedebemos desarrollar alternativas a la violencia que son suficientemente firmes como

    para cambiar la conducta, pues si queremos una paz duradera, entonces las palabras dela comunidad internacional deben tener peso. Se debe hacer que aquellos regmenes quevan en contra de las normas rindan cuentas por sus actos. Las sanciones deben conllevarun escarmiento real. La intransigencia debe combatirse con mayor presin, y esa

    presin existe slo cuando el mundo acta al unsono.

    Un ejemplo urgente es el esfuerzo por evitar la proliferacin de armas nucleares y lograrun mundo sin ellas. A mediados del siglo pasado, las naciones acordaron regirse por untratado con un objetivo claro: todos tendrn acceso a la energa nuclear pacfica; quienesno tienen armas nucleares deben renunciar a ellas, y quienes tienen armas nuclearesdeben procurar el desarme. Me he comprometido a plasmar este tratado. Es el eje de mi

    poltica exterior. Y estoy trabajando con el Presidente Medvedev para reducir lasreservas de armas nucleares de Estados Unidos y Rusia.

    Pero tambin nos incumbe a todos insistir en que pases como Irn y Corea del Norte nojueguen con el sistema. Quienes afirman respetar las leyes internacionales no debenhacer caso omiso de cuando se incumplen dichas leyes. Quienes se interesan por su

    propia seguridad no pueden cerrar los ojos ante el peligro de una carrera armamentistaen el Oriente Medio o el Extremo Oriente. Quienes procuran la paz no pueden

    permanecer cruzados de brazos mientras los pases se arman para una guerra nuclear.El mismo principio se aplica a quienes incumplen con las leyes internacionales al tratar

    brutalmente a su propio pueblo. Cuando hay genocidio en Darfur; violacionessistemticas en el Congo, o represin en Birmania, deben haber consecuencias. S,habr acercamiento; s, habr diplomacia pero tienen que haber consecuencias cuandoesas cosas fallen. Y mientras ms unidos estemos, menores las probabilidades de quenos veamos forzados a escoger entre la intervencin armada y la complicidad con laopresin.

    Esto me lleva al segundo punto: el tipo de paz que buscamos. Pues la paz no es

    simplemente la ausencia de un conflicto visible. Solamente una paz justa y basada en

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    los derechos inherentes y la dignidad de todas las personas realmente puede serperdurable.

    Fue este entendimiento lo que motiv a quienes redactaron la Declaracin Universal delos Derechos Humanos despus de la Segunda Guerra Mundial. Tras la devastacin,

    reconocieron que si no se protegen los derechos humanos, la paz es una promesa vana.Sin embargo, con demasiada frecuencia, se ignoran estas palabras. En algunos pases, laexcusa para no defender los derechos humanos es la falsa sugerencia de que stos son

    principios occidentales, extraos a culturas locales o etapas de desarrollo de una nacin.Y dentro de Estados Unidos, desde hace tiempo existe tensin entre quienes sedescriben como realistas o idealistas, una tensin que polariza las opciones: una meralucha en defensa de nuestros intereses o una campaa interminable por imponernuestros valores alrededor del mundo.

    Rechazo estas opciones. Creo que la paz es inestable cuando se les niega a losciudadanos el derecho a hablar libremente o practicar su religin como deseen; escoger

    a sus propios lderes o congregarse sin temor. Los agravios que no se ventilanempeoran, y la supresin de identidad tribal y religiosa puede llevar a la violencia.Tambin sabemos que lo opuesto es cierto. Slo cuando Europa obtuvo la libertad pudofinalmente encontrar la paz. Estados Unidos nunca ha librado una guerra contra unademocracia, y nuestros amigos ms cercanos son los gobiernos que protegen losderechos de sus ciudadanos. Independientemente de la frialdad con que se definan, nose satisfacen los intereses de Estados Unidos ni del mundo con la negacin de lasaspiraciones humanas.

    Entonces, incluso mientras respetamos las culturas y tradiciones particulares dediferentes pases, Estados Unidos siempre ser una voz para las aspiracionesuniversales. Daremos testimonio de la silenciosa dignidad de reformistas como AungSang Suu Kyi; de la valenta de los zimbabuenses que emitieron sus votos a pesar degolpizas; de los cientos de miles que han marchado silenciosamente por las calles deIrn. Dice mucho el que los lderes de estos gobiernos les teman a las aspiraciones desus propios pobladores ms que al poder de cualquier otra nacin. Y es laresponsabilidad de todas las personas libres y los pases libres dejarles en claro a estosmovimientos que la esperanza y la historia estn de su lado.

    Permtanme decir esto tambin: la promocin de los derechos humanos no puedelimitarse a la exhortacin. A veces, debe ir acompaada de laboriosa diplomacia. S que

    el trato con regmenes represivos carece de la grata pureza de la indignacin. Perotambin s que las sanciones sin esfuerzos de alcance y la condena sin discusinpueden mantener un status quo agobiante. Ningn rgimen represivo puede ir por unnuevo sendero a no ser que tenga la opcin de una puerta abierta.En vista de los horrores de la Revolucin Cultural, la reunin de Nixon con Mao parecainexcusable, pero no hay duda de que ayud a llevar a China por un camino en el cualmillones de sus ciudadanos han podido salir de la pobreza y conectarse con sociedadesabiertas. Los lazos del Papa Juan Pablo con Polonia cre un espacio no slo para laIglesia Catlica sino tambin para lderes sindicales como Lech Walesa. Los esfuerzosde Ronald Reagan por el control de armas y la aceptacin de la perestroika no slomejoraron las relaciones con la Unin Sovitica sino que les otorg poder a disidentes

    en toda Europa Oriental. No existe una frmula simple. Pero debemos tratar de hacer loposible por mantener el equilibrio entre el ostracismo y la negociacin; la presin y los

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    incentivos, de manera que se promuevan los derechos humanos y la dignidad con eltranscurso del tiempo.

    En tercer lugar, una paz justa incluye no slo derechos civiles y polticos, sino que debeabarcar la seguridad econmica y las oportunidades, pues la paz verdadera no es

    solamente la falta de temor, sino tambin la falta de privaciones.

    No hay duda de que el desarrollo rara vez echa races sin seguridad; tambin es ciertoque la seguridad no existe cuando los seres humanos no tienen acceso a suficientealimento, el agua potable o los medicamentos que necesitan para sobrevivir. No existecuando los nios no pueden aspirar a una buena educacin o un empleo decente quemantenga a una familia. La falta de esperanza puede corromper a una sociedad desde suinterior.

    Y es por eso que ayudar a los agricultores a alimentar a su propia gente, o a los pases aeducar a sus nios y a cuidar a los enfermos no es simplemente caridad. Tambin es el

    motivo por el cual el mundo debe unirse para hacerle frente al cambio climtico. Haypocos cientficos que no estn de acuerdo en que si no hacemos algo, enfrentaremosms sequas, hambruna y desplazamientos masivos que alimentarn ms conflictosdurante dcadas. Por este motivo, no son slo los cientficos y activistas los que

    proponen medidas prontas y enrgicas; tambin lo hacen los lderes militares de mi pasy otros que comprenden que nuestra seguridad comn est en juego.

    Acuerdos entre naciones. Instituciones slidas. Apoyo a los derechos humanos.Inversiones en desarrollo. Todos stos son ingredientes vitales para propiciar laevolucin de la cual habl el Presidente Kennedy. Sin embargo, no creo que tendremosla voluntad, la determinacin o la resistencia para concluir esta labor sin algo ms: estoes, la expansin continua de nuestra imaginacin moral; una insistencia en que hay algointrnseco que todos compartimos.

    Al reducirse el mundo, uno pensara que iba a ser ms fcil que los seres humanosreconozcamos lo similares que somos; que comprendamos que todos nosotros queremos

    bsicamente lo mismo; que todos anhelamos la oportunidad de vivir con cierto grado defelicidad y satisfaccin para nosotros y nuestra familia.

    Sin embargo, dado el vertiginoso ritmo de la globalizacin y la homogenizacin culturalpromovida por la modernidad, no debera sorprendernos que la gente tema perder lo que

    aprecia de su identidad particular: su raza, su tribu y quiz ms que nada, su religin. Enalgunos lugares, este temor ha producido conflictos. A veces, incluso parecemos estarretrocediendo. Lo vemos en el Oriente Medio, donde el conflicto entre rabes y judos

    parece estar agravndose. Lo vemos en los pases donde las divisiones tribales causanestragos.

    Y ms peligroso aun, lo vemos en la manera en que se usa la religin para justificar elasesinato de inocentes por personas que han distorsionado y profanado la gran religindel Islam, y que atacaron a mi pas desde Afganistn. Estos extremistas no son los

    primeros en matar en nombre de Dios; hay amplia constancia de las atrocidades de lasCruzadas. Pero nos recuerdan que ninguna Guerra Santa puede ser jams una guerra

    justa, pues si uno realmente cree que cumple con la voluntad divina, entonces no haynecesidad de templanza, no hay necesidad de perdonarle la vida a una madre

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    embarazada o a un asistente mdico, o trabajador de la Cruz Roja, ni siquiera a unapersona de la misma religin. Una perspectiva tan distorsionada de la religin no slo esincompatible con el concepto de la paz, sino tambin creo que es incompatible con el

    propsito de la fe, pues la regla de vital importancia en todas las principales religioneses tratar a los dems como te gustara que te traten a ti.

    Cumplir con esta ley de amor siempre ha sido el foco en la lucha de la naturalezahumana. No somos infalibles. Cometemos errores y caemos presa de las tentaciones delorgullo y el poder, y a veces la maldad. Incluso aquellos de nosotros con las mejoresintenciones a veces dejamos de rectificar los errores ante nosotros.

    Pero no tenemos que pensar que la naturaleza humana es perfecta para continuarcreyendo que se puede perfeccionar la condicin humana. No tenemos que vivir en unmundo idealizado para seguir aspirando a los ideales que lo haran un lugar mejor. Lano violencia que practicaban hombres como Gandhi y King quiz no sea prctica o

    posible en todas las circunstancias, pero el amor que predicaron, su fe en el progreso

    humano, siempre debe ser la estrella que nos gue en nuestra travesa.

    Pues si perdemos esa fe, si la descartamos como tonta o ingenua, si existe un divorcioentre sta y las decisiones que tomamos sobre asuntos de guerra y paz entonces

    perdemos lo mejor de nuestra humanidad. Perdemos nuestro sentido de lo que se puedelograr. Perdemos nuestro comps moral.

    Al igual que las generaciones anteriores a la nuestra, debemos rechazar ese futuro.Como dijo el Dr. King en una ceremonia similar hace tantos aos, Me rehso a aceptarla desesperanza como la respuesta final a la ambigedad de la historia. Me rehso aaceptar la idea de que la realidad actual de la naturaleza humana haga que el hombre seamoralmente incapaz de alcanzar las aspiraciones eternas que siempre enfrenta.Aspiremos al mundo que debera existir: esa chispa de divinidad que an llevamoscomo inspiracin en el alma.

    Hoy en algn lugar, en estos precisos momentos, en el mundo como lo es, un soldado veque alguien lo sobrepasa en potencia de fuego pero permanece firme para mantener la

    paz. Hoy en algn lugar de este mundo, una joven manifestante aguarda la brutalidad desu gobierno, pero tiene la valenta de seguir marchando. Hoy en algn lugar, una madreenfrenta una pobreza devastadora pero de todos modos se da tiempo para ensearle a suhijo, junta las pocas monedas que tiene para enviar a ese nio a la escuela porque cree

    que un mundo cruel todava puede dar cabida a sus sueos.Vivamos siguiendo su ejemplo. Podemos reconocer que la opresin siempre estar entrenosotros y aun as, esforzarnos por lograr la justicia. Podemos admitir la inflexibilidadde la depravacin y aun as, esforzarnos por lograr la dignidad. De ojos abiertos,

    podemos comprender que habr guerras y aun as, esforzarnos por lograr la paz.Podemos hacerlo, pues sa es la historia del progreso humano; sa es la esperanza detodo el mundo, y en este momento de desafos, sa debe ser nuestra labor aqu en laTierra.

    Muchas gracias.