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1 CIRCUITO DE LA COMUNICACIÓN Identifica el emisor-receptor-canal-código-mensaje Actividad de clase

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CIRCUITO DE LA COMUNICACIÓN Identifica el emisor-receptor-canal-código-mensaje

Actividad de clase

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1. Observa la siguiente ilustración y responde a las preguntas.

a. ¿Quién habla?

b. ¿A quién se dirige?C. ¿Qué dice? d. ¿Sobre qué tema habla? e. ¿En qué idioma lo hace? f. ¿Se comunica de manera oral o escrita?

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Actividades

a- ¿Cómo interpreta el gesto de la Muerte el jardinero, y qué actitud toma frente al hecho?

b- ¿Qué expresó la Muerte con su gesto?c- ¿Logran comunicarse el jardinero y la Muerte?d- Marcá con una cruz la opción correcta y explica:El jardinero tuvo dificultades con:-La competencia lingüística.-La competencia paralingüística.-La competencia cultural.

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FUNCIONES DEL LENGUAJE. Lee atentamente cada enunciado y determina qué función del lenguaje predomina y qué intención tiene el emisor.

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a)........................................................................................................................................................

b).....................................................................................................................................................

c).........................................................................................................................................................

d)........................................................................................................................................................

e).........................................................................................................................................................

f).........................................................................................................................................................

Leyendas

Leyenda del calafate

Se dice que cierta vez Koonex, la anciana curandera de una tribu de tehuelches, no podía caminar más, ya que sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha no se podía detener. Entonces, Koonex comprendió la ley natural de cumplir con el destino. Las mujeres de la tribu confeccionaron un toldo con pieles de guanaco y juntaron abundante leña y alimentos para dejarle a la anciana curandera, despidiéndose de ella con el canto de la familia.Koonex, de regreso a su casa, fijó sus cansados ojos a la distancia, hasta que la gente de su tribu se perdió tras el filo de una meseta. Ella quedaba sola para morir. Todos los seres vivientes se alejaban y comenzó a sentir el silencio como un sopor pesado y envolvente.El cielo multicolor se fue extinguiendo lentamente. Pasaron muchos soles y muchas lunas, hasta la llegada de la primavera. Entonces nacieron los brotes, arribaron las golondrinas, los chorlos, los alegres chingolos, las charlatanas cotorras. Volvía la vida.Sobre los cueros del toldo de Koonex, se posó una bandada de avecillas cantando alegremente. De repente, se escuchó la voz de la anciana curandera que, desde el interior del toldo, las reprendía por haberla dejado sola durante el largo y riguroso invierno.Un chingolito, tras la sorpresa, le respondió:- “nos fuimos porque en otoño comienza a escasear el alimento. Además durante el invierno no tenemos lugar en donde abrigarnos.”- “Los comprendo”, respondió Koonex, “por eso, a partir de hoy tendrán alimento en otoño y buen abrigo en invierno, ya nunca me quedaré sola” y luego la anciana calló. Cuando una ráfaga de

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pronto volteó los cueros del toldo, en lugar de Koonex se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas.Al promediar el verano las delicadas flores se hicieron fruto y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azulmorado de exquisito sabor y alto valor alimentario.Desde aquél día algunas aves no emigraron más y las que se habían marchado, al enterarse de la noticia, regresaron para probar el novedoso fruto del que quedaron prendados. Los tehuelches también lo probaron, adoptándolo para siempre.Desparramaron las semillas en toda la región y, a partir de entonces, “el que come Calafate, siempre vuelve.”

Origen del calafate

Cuando los Selknam habitaban Tierra de Fuego se agrupaban en diversas tribus.

En ese tiempo dos de ellas se encontraban en gran conflicto pues los jefes de ambas

comunidades se odiaban hasta la muerte.

Uno de ellos tenía un joven hijo, que gustaba de recorrer los campos y en una ocasión en

que paseaba se encontró con una bella niña de ojos negros intensos y nada más verla se

enamoró de ella.

Lamentablemente la bella jovencita era la hija del enemigo de su padre. Al saberlo se

lamentaron mucho más no pudieron impedir el amor que sentían.

Desde ese día la única manera de verse era a escondidas y así fue un tiempo. Pero el brujo

de la tribu de la niña los descubrió y trató de separarlos pues estaba enamorado de ella.

Ninguno de sus hechizos surtió efecto y cuando al fin comprendió con rabia y envidia que

no podría separarlos, condenó a la niña, transformándola en una planta que conservó toda

la belleza de sus ojos negros, pero con espinas, para que el joven enamorado no pudiera

tocarla. Pero el amor era tan fuerte que el joven nunca se separó de esta planta y murió a

su lado.

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Por eso desde entonces se sabe que quien logre comer el fruto de este arbusto está

destinado a regresar a la Patagonia, pues uno no puede separarse del poder de amor que

hay en el calafate, nos atrae a él y no nos permite que nos marchemos por mucho tiempo.

Título:.......................................

Cuentan los viejos cuentacuentos del Sur, de muy, muy al Sur... De lo más al sur del

mundo...que los antiguos habitantes, que se llamaban selknam y que hoy conocemos

como Onas, cuando veían a lo lejos, en el mar, acercarse una ballena, acampaban en la

playa durante varios días porque eso significaba comida y alegría por mucho tiempo. Y

entonces, para calentarse, prendían un lindo fuego. ¡Pero aquella vez no se trataba de

una ballena, sino de un barco! Eran unos marineros, que estaban cumpliendo la hazaña

de dar la vuelta al mundo por primera vez. Y mirando la costa no dudaron al poner el

nombre a la nueva tierra: ¡Tierra del Fuego!

Desde la costa, una familia ona decidió acercarse a los visitantes en canoas a darles la

bienvenida.

-¡Atrapadlos!- rugió el capitán del barco- Servirán para diversión de los reyes en la corte!

Y así la familia Ona fue hecha prisionera. Pero no todos en el barco estaban felices con

esto, y, en medio de una feroz tempestad, un grumete llamado Miguel, los ayudó a

escapar, y mientras los marineros temblaban de miedo porque creían haber llegado al fin

del mundo, los Onas se arrojaron al mar para llegar nadando hasta sus playas.-

Preferimos nadar, antes que ser esclavos...

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Pero el mar es inmenso, y por más que nadaran muy bien, nunca llegarían. Así que algo

pasó, algo fantástico, algo increíble: ¡Los Onas se transformaron en delfines! ¡Sí! ¡Así

nacieron los primeros delfines! Nadan como peces, pero respiran y piensan como

personas, y, como los Onas, viven y crecen juntos, ayudándose en una gran comunidad.

FÁBULAS

El león enamorado

Un león de alto linaje, se enamoró de un pastora y le pidió en matrimonio. El padre de la muchacha hubiera deseado un yerno menos temible. Entregársela le parecía doloroso, negársela, poco seguro. Hasta fuera posible que ante su negativa, una buena mañana se juntos, pues, además de que la muchacha sentía predilección por los arrogantes, una doncella se encapricha fácilmente de un enamorado de hermosa cabellera.No atreviéndose a negarse, le dijo con precauciones:- Mi hija es muy delicada. Con esas garras podríais herirla al acariciarla. Permitid que os las corten. Y al mismo tiempo que os limen los dientes. Así vuestros besos serán más dulces.El león estaba tan ciego de amor que a todo consintió. Al cabo de un rato, sin uñas ni dientes, parecía un fuerte desmantelado. En ese momento, le soltaron unos perros y el inválido león apenas pudo defenderse.¡Amor, amor!. Cuando nos subyugas ya podemos decir ¡Adios, prudencia!

Jean de La Fontaine

…..*……..*………..*…………*…….*…….*………*………*………*……….*…………..**……

El perro y el pedazo de carne

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Un perro llevaba en la boca un pedazo de carne, cuando se disponía a

pasar un rió, vio reflejada la sombra del pedazo de carne que llevaba en

el hocico, viendo que la carne que se veía en el agua era más grande y

jugoso que el que llevaba consigo.

El perro se quedó quieto un rato mirando fijamente la imagen, hasta que

abrió la boca para agarrarlo; al hacer esto, el pedazo de carne que llevaba se le cayó al

agua, quedándose el pobre perro sin ambos.

MORALEJA:.......................................................................................................... Esopo.

El león y el ratón

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.-- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos. Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.

La liebre y la tortuga.

Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y la lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó: -Puede que seas veloz como el viento, pero en una competición yo te ganaría.- La liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.

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Llegado el día de la carrera, emprendieron ambas la marcha al mismo tiempo. La tortuga en ningún momento dejó de caminar y, a su paso lento pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio como la tortuga había llegado tranquilamente al final y obtenido la victoria.

Con constancia y paciencia, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.

EL PERRO Y EL ASNO Cierto día caminaba un perro en compañía de un asno cargado con alforjas llenas de pan.

El camino, ya demasiado largo, despertó el hambre de ambos. El burro, sin más ni más, se

detuvo y comió unos pastos que crecían al borde del camino. El perro, el cachorro aún y

con el vacío en el estómago, corría a su alrededor, pero no encontraba nada y ni siquiera

miguitas caían de las alforjas. Cuando no pudo más, le pidió al asno un pedazo de pan de

los que llevaba en su carga. Muy soberbio, le respondió el otro que si tenía hambre

buscara, como él algo para comer, ya que el pan no se podía desperdiciar. El perro bajó la

cabeza y siguió su camino, pero para sus adentros pensaba que el compañero de viaje era

realmente un egoísta. La tarde avanzaba y todavía faltaba un buen trecho para llegar a

destino.

Andando, andando, llegaron a un sitio donde alcanzaron a divisar a lo lejos un lobo que

avanzaba hacia ellos. Apenas lo vio. El asno se puso a temblar de los pies a la cabeza y le

suplicaba al perro que no se alejase de su lado y que lo defendiera de la bestia. El perro

aprovechó la ocasión y le dijo:

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-No hace falta. Los que comen solos deben ser lo suficientemente fuertes como para

luchar también solos.

Y diciendo esto se alejó rápidamente del lugar.

Versión libre de una fábula de Esopo

El mensajero del Rey

Era un joven mensajero del rey llamado Teobaldo, que para hacer su trabajo cruzaba ríos y montañas y sorteaba toda clase de peligros. Pero no era persona sino personaje. Era el personaje del primero de los cuentos de un libro que en total tenía cinco relatos.El libro estaba en la biblioteca de una escuela y era uno de los preferidos de los alumnos. Sin embargo, los chicos lloraban en el último cuento porque trataba sobre una princesa que estaba encerrada en una cueva.Un ogro maligno la había encerrado allí. Al final la chica comenzaba a llorar y sus lágrimas inundaban a todo el reino: el Ogro, ella y todo el mundo morían ahogados.Como los chicos de la escuela solían leer en voz alta, Teobaldo prestaba atención a ese cuento. Así llegó a enamorarse de la princesa y un día decidió hacer una expedición para salvar a la princesa.Teobaldo caminó páginas y páginas. Atravesó un cuento sobre un incendio, otro de laboriosos animalitos que hablaban y otro, muy tonto, sobre hadas. Al fin llegó al cuento de la princesa.En la entrada de la cueva donde un Ogro mantenía cautiva a la princesa había un espantoso dragón. El dragón lanzó sobre él sus potentes llamas para convertirlo en un chicharrón derretido pero Teobaldo usó un matafuego que había tomado en el cuento del incendio. El dragón, sin fuego, era más inofensivo que una gallina.En el fondo de la caverna estaba el Ogro. Teobaldo sacó de su bolsillo las cien abejas de las que se había hecho amigo en el cuento de los animalitos y ellas se encargaron de correrlo al Ogro durante veinte páginas.

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A continuación, Teobaldo desató a la princesa un segundo antes de que comenzara a llorar e inundara el reino. Con la varita mágica que le había prestado una de las hadas tontas hizo aparecer un carruaje y en él escaparon los dos, se casaron y fueron felices.Desde entonces el último cuento tuvo final feliz y para Teobaldo el trabajo fue doble, si los chicos estaban por leer el primer cuento corría para participar de mensajero; si en cambio se les daba por leer el último, corría para hacer de héroe que salvaba a la princesa.Y los chicos que leían rápido hasta llegaban a verlo en los demás cuentos, mientras tomaba el matafuegos, hablaba con las abejas o le pedía la varita a las hadas tontas.

RICARDO MARIÑO

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UN CUENTO TRADICIONAL ARGENTINO

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CUENTOS

LA COLA DEL GATO

Don Roque Pérez es el hombre más flemático de Salta. Tiene cuarenta años. Hace veinte que está empleado en una oficina de la casa de Gobierno. Es solterón, metódico, cumplidor y beato.Su vida es simple y redundante, como el rodar monótono de los días provincianos, o bien como marcha circular y pacífica de un macho de noria.La historia de este hombre contiene dos etapas, separadas entre sí por un acontecimiento trascendental que dejó en su espíritu una perplejidad perdurable.La primera etapa comprende su juventud, los diez años que pasó de dependiente en la tienda de Don Pepe Sarratea. La segunda etapa comprende su madurez, sus veinte años de empleado público.Con una sonrisa indefinible y calmosa, mientras fuma un cigarrillo, don Roque Pérez cuenta su caso a un grupo de oficinistas.Cuando él era dependiente, dormía en la trastienda. El negocio de Sarratea ocupaba una vieja casuca que todavía existe en una esquina de la plaza.El dependiente barría la vereda todas las mañanas, plumereaba los estantes y aguardaba al patrón, que se presentaba a las ocho.Sarratea despachaba personalmente, detrás del mostrador; pero si había que bajar alguna pieza de un alto estante, colocaba la escalera y el dependiente se encaramaba por ella.A las nueve de la noche, Sarratea despedía a sus contertulios del barrio; guardábase el dinero en el bolsillo y se marchaba a su casa. Entonces el dependiente trancaba las dos puertas de la tienda, rezaba su rosario y se metía en cama.Una noche entre las noches, Roque Pérez, después de acostarse, dirigió la vista al techo, y vio que colgaba una cola de gato por una rotura del cañizo.El agujero quedaba perpendicularmente sobre su cabeza, y la cola de gato apuntaba, naturalmente, a sus narices.-¿Qué será eso?- pensó el dependiente -. ¿Qué será...?Apagó la vela y se durmió.

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Varias noches después del descubrimiento, Roque Pérez volvió a mirar la cola de gato. Al cabo de una hora de contemplación, pensaba: "Que será esa cola...?" Y se decía: "Mañana voy aponer la escalera para ver lo que es..." Y apagaba la vela y se dormía.Todas las mañanas, al despertar, Roque Pérez se desperezaba y miraba la cola de gato. La miraba todas las noches al acostarse. Y siempre pensaba: "En uno de estos días voy a poner la escalera".Pero Roque Pérez era indolente, con esa profunda indolencia de los seres palúdicos. El había tenido una idea: aquella cola de gato debía significar algo. Para saber qué era había tiempo.Así pasaron dos años, y pasaron cinco años, ¡y pasaron diez años...!El señor Sarratea murió de tabardillo; los herederos liquidaron el negocio, Pérez tuvo que abandonar la vieja casuca.Salió de allí con quinientos pesos de sueldos economizados y se contrató en la tienda de enfrente.A poco de esto, alquiló la casa de Sarratea un boticario alemán que llegó a Salta con su mujer. Lo primero que hizo el boticario, naturalmente, fue preocuparse por la limpieza del chiribitil, para instalar su botica.Un día el boticario entró en la trastienda, y al revisar las paredes y los techos, vio la cola de gato. El alemán llamó a su mujer y le mostró aquello. Pidieron prestada una escalera en la tienda de enfrente. Roque Pérez, en persona, trajo la escalera. El boticario, ayudado por Pérez, la afianzó sobre un cajón para que alcanzase al techo, y se trepó.Mientras el pobre Roque sostenía la escalera, el boticario, allá arriba, asió de la cola, tiró y cayó al suelo una moneda de oro. Tiró más, y cayeron algunos cascotes y varias monedas. Luego, metiendo el brazo en un agujero del techo, sacó un zurrón lleno de onzas de oro, y se lo arrojó a su mujer. Buscó más, y encontró otro zurrón, y cargando el pesado fardo, bajó al suelo.- Bueno - dijo el alemán todo sofocado, entregándole a Pérez una monedita -; aquí tiene usted su propina. Y gracias por la escalera.Ahora, don Roque, ante la rueda de empleados, da un chupón formidable a su cigarrillo, sonríe con calma, y con las barbas llenas de humo, dice:- Entonces fue cuando comprendí que mi destino era ser empleado público.

De: "Cuentos y Relatos del Norte Argentino".

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Flemático: adj. Que actúa con calma y lentitud:Metódico: adj. Hecho con método, ordenado:Beato: Que se dedica a hacer obras de caridad y se aleja de los placeres mundanos. Que muestra una religiosidad exagerada:Redundante: adj. Que está de más o que es una redundancia:Macho de noria: En las ferias, instalación recreativa consistente en una rueda que gira en vertical y de la que cuelgan cabinas donde van sentadas las personas.Contertulios: m. y f. Persona que participa en una tertulia:Cañizo: Armazón de cañas entretejidas que se usa para cobertizos y techos o como sostén del yeso o la escayola en la construcción:Palúdicos: Que padece paludismo. Enfermo Tabardillo : insolación. Persona alocada, inquieta y molesta.Zurrón : Cualquier bolsa de cuero.Onzas: Antigua moneda española.

La muerte de un pajarito

En un pueblecito de la provincia de Jujuy llamado Yavi, en una de sus ambulancias por las orillas, en compañía de un muchacho callejero, gran perseguidor de nidos, entró Boris conducido por él, a un terreno baldío encerrado por un cerco de piedra.- Aquí hay muchos nidos- dijo el muchacho-. El otro día tapé uno de rabia por no poderlo sacar; estaba muy hondo; voy a ver si lo encuentro.Buscó un rato, dio con el sitio, retiró una piedra del hueco y se vio detrás de ella un pajarito, parado, muerto, ya seco... Tenía la cabeza caída y los ojos abiertos; Boris reconstruyó en su mente, ante el tristísimo espectáculo, la tragedia que había ocurrido en el nido; vio los pichones con los picos abiertos en escuadra, piando, muriéndose de hambre y a la madre yendo y viniendo de sus polluelos a la puerta del nido cerrado; calculó sus angustias, su desesperación ante el terrible conflicto, sintiéndose ella misma desfallecer; su resignación, en fin, al situarse en la puerta para morir de pie como ningún héroe lo ha hecho hasta ahora...Echó una mirada de cólera y de reproche al muchacho, bandido y cruel, privado de todo sentimiento humano; le pareció un monstruo horrible y, sin decir palabra, huyó de su lado para no verlo nunca más.La escena del pajarito, con todos sus detalles, quedó grabada en la memoria de Boris para siempre.

Eduardo Wilde.

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a) Coloca un título al cuento.

--------------------------------------

A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril.

Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos

canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.

Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del

campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta

el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que

hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la

Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en

que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el

viejo bien podía ir a ver los otros partidos que se jugaban a la misma hora en las

canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.

Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos.

Roberto Fontanarrosa, “Viejo con árbol” en: Usted no me lo va a creer.Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2.003. (Fragmento).

b) Responder.

1) ¿Quién se ubicaba debajo del árbol?

2) Subraya en el texto la descripción del lugar.

3) ¿Cómo iba vestido el viejo? Describe.

4) ¿Por qué lo consideraron “hinchada propia”?

5) Este cuento es realista porque ______________________________________

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El Cautivo

En Junín o en Tapalqué refieren la historia. Un chico desapareció después de un malón; se dijo que

lo habían robado los indios. Sus padres lo buscaron inútilmente; al cabo de los años, un soldado que

venía de tierra adentro les habló de un indio de ojos celestes que bien podía ser su hijo. Dieron al fin

con él (la crónica ha perdido las circunstancias y no quiero inventar lo que no sé) y creyeron

reconocerlo. El hombre, trabajado por el desierto y por la vida bárbara, ya no sabía oír las palabras

de la lengua natal, pero se dejó conducir, indiferente y dócil, hasta la casa.

Ahí se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron. Miró la puerta, como sin entenderla. De

pronto bajó la cabeza, gritó, atravesó corriendo el zaguán y los dos largos patios y se metió en la

cocina. Sin vacilar, hundió el brazo en la ennegrecida campana y sacó el cuchillito de mango de asta

que había escondido ahí, cuando chico. Los ojos le brillaron de alegría y los padres lloraron porque

habían encontrado al hijo.

Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero el indio no podía vivir entre paredes y un día fue a

buscar su desierto. Yo querría saber qué sintió en aquel instante de vértigo en que el pasado y el

presente se confundieron; yo querría saber si el hijo perdido renació y murió en aquel éxtasis o si

alcanzó a reconocer, siquiera como una criatura o un perro, los padres y la casa.

J. L. Borges

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Mil grullas

Un cuento de Elsa Bornemann

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Por que ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien que era lo que esta pasando. Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la cuidad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada anochecer en torno a las noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas partes. Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo. ¡Ah…y también se estaban descubriendo uno al otro! Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podrían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos. Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio… Pero Naomi, sabía que quería a ese muchacho delgado, que más de una vez se quedaba sin almorzar para darle a ella la ración de batatas de había traído de su casa. -No tengo hambre-le mentía Toshiro, cuando veía a la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía.-Te dejo mi vianda-y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración. Naomi… Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún… El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llego puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares. Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que dejar de verse durante un mes y medio inacabable. A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos un de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.

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Acabó junio y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque… Se fue julio y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque Y aunque no lo supieran ¡Por fin llegó agosto!-pensaron los dos al mismo tiempo. Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto con sus padres, hacia la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones del local. Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra… -decía el abuelo.- Todo acaba algún día... – comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro se sentía que la paz debería ser algo muy hermoso, porque los ojos de sus madres parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a el se le aclaraban los suyo cuando recordaba a Naomi. ¿Y Naomi? El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba, sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un desierto helado y ella atravesándolo. Abandonó el tatami, se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. ¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozó las mejillas. Ella le devolvió un suspiro. El dos y tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus. Lento se apaga el verano. Enciendo lámparas y sonrisas. Pronto florecerán los crisantemos. Espera, Corazón. Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros de curiosidad de sus hermanos. El cuatro y cinco de agosto se los pasó ayudando a su madre y a las tías. ¡Era tanta la ropa para remendar! Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimo para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar el deseo para que se cumpliese. La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de papá, el pedido de que Toshiro no la olvidara nunca… Y los dos deseos se cumplieron. Pero el mundo tenía sus propios planes… Ocho de la mañana seis de agosto en el cielo de Hiroshima. Naomi se ajusta su obi de su kimono y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora? “Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?

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En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima. En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez en el cielo. El cielo de Hiroshima. Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad. En ella, una mamá amanta a su hijo por última vez. Dos viejos trenzan bambúes por última vez. Una docena de chicos canturrea: “Donguri Koro Koro- Donguri Ko…” por última vez. Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez. Miles de hombres piensan en mañana por última vez. Naomi sale para hacer unos mandados. Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río. Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegraron esta mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el paso de Hiroshima. Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino requerido. Nadie será ya quien era. Hiroshima arrasada por un hongo atómico. Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando. Recién en diciembre logró Toshiro averiguar donde estaba Naomi ¡Y que aún estaba viva, Dios! Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en la localidad próxima de Hiroshima. Como tantos otros cientos de miles que también había sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ellos, en sus misma sangre. Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana. El invierno insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era el frío exterior o sus pensamientos lo que le hacía tiritar. Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Con los ojos abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura. Sobra su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas. -Voy a morirme, Toshiro… -susurró, no bien sus amigo se paró, en silencio, al lado de su cama. –Nunca llegaré a plegar las mil grullas que hacen falta… Mil grullas… o Semba-Tsuru, como se dice en japonés. Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. Sólo veinte. Después, las juntó cuidadosamente en un bolsillo de su chaqueta. -Te vas a curar, Naomi- le dijo entonces, pero su amiga no lo oía ya: se había quedado dormida. El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas.

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Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporariamente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí. Hojas de diarios, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos. En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las mantas. Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho. La tijera la llevaba oculta entre sus ropas. Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía. El muchacho se encontraba pasando hilos a través de la silueta de papel. Separó en grupos de diez frágiles grullas del milagro y las aprestó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra. Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de su primo. No había tiempo perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas. -Prohibidas las visitas a esta hora- le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala de uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga. Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su lecho. Por favor… Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió que entrara: -Pero cinco minutos, ¿eh? Naomi dormía. Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso en su silla sobre la mesa de luz luego se subió. Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielo raso. Pero lo alcanzó. Y en un rato estaba las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres. Fue al bajarse de su improvisada escalera advirtió que Naomi lo estaba observando. Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos. -Son hermosas, Toshi-Chan… Gracias…

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-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas-y el muchacho abandonó la sala sin darse cuenta. En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó colar, al entreabrir por unos instantes la ventana. Los ojos de Naomi seguían sonriendo. La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre? Febrero de 1976. Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres. Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle porqué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar. Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo. Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular. Grullas surgidas de servilletitas con impresos de los más sofisticados restaurantes… Grullas y más grullas. Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe creer en aquella superstición japonesa. -Algún día completará las mil…-cuchicheaban entre risas-. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio? Ninguno sospecha, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida de Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.

Extraído de “No somos irrompibles, doce cuentos de chicos enamorados” Elsa Bornemann, Editorial Alfaguara.

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TEXTOS NO FICCIONALES

LA NOTICIA

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Actividad

1. Resume en una oración el tema del texto.

2. Responde a las siguientes preguntas:

¿Qué pasó? ¿Dónde pasó? ¿Quién/es protagonizó/aron el hecho? ¿Cómo pasó?

¿Cuándo pasó? y ¿Por qué pasó?

3. Señala las partes de la noticia.

4. ¿Qué partes le faltan? Menciónalas

5. ¿Crees que el autor se desvía mucho al contar el tema?

6. ¿Cuál es la función del lenguaje que predomina?

7. ¿Qué persona utiliza el autor para escribir?

8. ¿El vocabulario te parece difícil de entender? ¿Por qué?

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A la siguiente noticia le faltan elementos característicos de estos textos. Completa los datos que le faltan y coloca el nombre a las partes de esta noticia (volanta, copete, título, etc).

• Fecha de la noticia: 24 de enero de 2007 (La Nación)

¿Cuál es el hecho “noticiable” que da origen a este texto?

Responde las seis preguntas básicas. Contesta con oraciones bien redactadas.¿Qué ocurrió?

¿Quiénes protagonizaron el hecho?

¿Cuándo ocurrió?

¿Cómo sucedió?

¿Dónde ocurrió?

¿Por qué ocurrió?

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TEXTOS EXPOSITIVOS

La papa, Cenicienta vegetal

La papa (Solanum tuberosum) es una planta herbácea, anual, de la familia de las solanáceas, cultivada en casi todo el mundo por su tubérculo comestible.

El lugar de origen de esta Cenicienta entre los vegetales, cara sucia y de cutis picado, hermanastra apagada del tomate y de la berenjena (también solanáceas), es el continente americano, en la región del altiplano andino en un área que coincide aproximadamente con el sur del Perú.

Ocho mil años antes de Cristo ya la consumían los incas. Los primeros conquistadores españoles descubrieron esta extraña planta cuyo fruto crecía bajo la tierra y la llevaron a España hacía

1550. Desde allí se extendió por toda Europa durante el siglo XVI.Francia fue el país europeo que más se resistió a aceptarla por desconfiar de ella como alimento.

Sólo la belleza de sus flores permitió su permanencia, pues se dice que María Antonieta las convirtió en el adorno favorito para su cabello. Luego, el farmacéutico y gastrónomo Antoine Parmentier popularizó el consumo de la papa en ese país ofreciéndola como novedad alimenticia en sus banquetes.

Posteriormente, en el siglo XVII, se adoptó su cultivo en Irlanda. Pero, en dicha centuria, Europa soportó unos inviernos duros que afectaron a la producción agrícola; a ello se unieron las enfermedades y las guerras, lo que redujo sensiblemente la mano de obra disponible para el campo.

En el siglo XVIII la papa era ya considerada como un artículo de primera necesidad, aunque la inestabilidad social y política de Francia, incidió negativamente en la producción del vegetal.

Durante el siglo XIX llegó a ser el alimento base de la población -Napoleón I pudo reunir y alimentar grandes ejércitos merced al rendimiento de la papa como alimento-y cuando se desató en las Islas Británicas una plaga de tizón de la papa, entre 1846-1848, que destruyó todas las cosechas, se produjo una gran hambruna que causó la muerte de más de un millón de irlandeses y la emigración de otro millón.

En la actualidad, la papa ocupa un lugar sustancial en la economía de los países y constituye el alimento básico de mucho» de ellos, pero la tasa de crecimiento de la producción papera es inferior a la de la población.

Alejandra Groba, Revista Rumbos nº 236, 2 de marzo de 2008 (texto adaptado)

1. ¿Qué tipo de texto es? ¿Por qué piensas que colocaron ese nombre?

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2. ¿Cuál es el tema del texto? Seleccionen el que mejor se adecua:

La papa, aumento fundamental - Producción de la papa - Origen e historia de la papa

3. ¿Cuál es la intención del autor? ¿Qué función del lenguaje emplea?

4. Marquen la estructura en el texto.

5. La definición es un procedimiento de los textos expositivos. Identifiquen la que aparece en este texto.

6. Identifica y numera los párrafos, coloca un título a cada uno.

7. Identifica los elementos paratextuales.

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Los flamencos son aves gregarias altamente especializadas, que habitan sistemas salinos de donde obtienen su alimento (compuesto generalmente de algas microscópicas e invertebrados) y materiales para desarrollar sus hábitos reproductivos. Las tres especies de flamencos sudamericanos obtienen su alimento desde el sedimento limoso del fondo de lagunas o espejos lacustre-salinos de salares, El pico del flamenco actúa como una bomba filtrante. El agua y los sedimentos superficiales pasan a través de lamelas en las que quedan depositadas las presas que ingieren. La alimentación consiste principalmente en diferentes especies de algas diatomeas, pequeños moluscos, crustáceos y larvas de algunos insectos.

Para ingerir el alimento, abren y cierran el pico constantemente produciendo un chasquido leve en el agua, y luego levantan la cabeza como para ingerir lo retenido por el pico. En ocasiones, se puede observar cierta agresividad entre los miembros de la misma especie y frente a las otras especies cuando está buscando su alimento, originada posiblemente por conflictos de territorialidad. ‘‘

Omar Rocha

1) Ordena el siguiente texto y copia en tu carpeta.

2) Coloca un título: ....................................

Son muy peligrosos ya que, además de las pérdidas materiales, pueden herir

gravemente u ocasionar la muerte de las personas.

Los incendios son fuegos fuera de control que, muchas veces, se producen por

negligencia o descuidos.

El fuego es muy útil para el hombre, pero también puede ser el causante de

grandes daños: los incendios.

3) Agrega ejemplos de descuidos que puedan provocar incendios.

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TEXTOS FICCIONALESLA NOVELA

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FRANKENSTEIN O EL PEQUEÑO PROMETEO

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Capítulo V

Una triste noche del mes de noviembre pude, por fin ver realizados mis sueños. El reloj había dado la una de la madrugada, y la lluvia caía quedamente en los cristales de mi ventana. Con ansiedad casi agónica, dispuse todos los instrumentos necesarios para infundir vida en el ser inerte que reposaba a mis pies. De pronto, los ojos de la criatura se abrieron; respiró hondo, y sus miembros se agitaron. Luego, comenzó a estremecerse, a agitarse en convulsiones.

Quisiera poder describir los sentimientos que hicieron presa de mí ante semejante catástrofe, o tan solo dibujar al ser despreciable que tantos esfuerzos me había costado formar.

Aquella criatura que yo había soñado bella... ¡Santo cielo! Si bien sus miembros eran proporcionados a su talla, la piel era enfermiza y amarillenta; apenas lograba cubrir la red de músculos y arterias; su cabello, negro y abundante, era lacio: sus dientes mostraban la blancura de las perlas... Sin embargo, esta mezcla no conseguía sino poner más de manifiesto lo horrible de sus vidriosos ojos, de color blanco sucio como sus cuencas, y de todo su rostro arrugado, donde se destacaban los labios finos y oscuros. Durante dos años me había esforzado por dar vida a este ser inmundo: ahora que lo conseguía, la realidad caía sobre mí. Incapaz de soportar la visión de aquella obra repugnante, huí del taller a mi dormitorio.Durante horas, intenté en vano dormir.

Cuando por fin el cansancio me venció, tuve horribles pesadillas. Creí ver a Elizabeth

desbordante de salud, paseando por las calles de Ingolstudt; yo, sorprendido y feliz iba a abrazarla, pero, cuando besaba sus labios fríos, su cara palidecía como la de un muerto, y su cuerpo se convertía en el de mi propia madre, envuelta en su sudario, por el que corrían los gusanos. Desperté horrorizado, tembloroso. Y entonces surgió él; el engendro que yo había creado, quien apartó las cortinas de mi cama y se quedó mirándome.

Abrió su boca y emitió unos sonidos, mientras una mueca espantosa contraía sus mejillas. Una de sus manos se extendía hacia mí, pero de u n salto logré escapar hasta el patio, escaleras abajo. Allí, pasé el resto de la noche, dando vueltas, atento al menor ruido, sin poder creer que había dado vida a un cadáver demoníaco, a un miserable monstruo.¡No hay ser sobre la Tierra capaz de soportar la visión de aquel rostro!

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Mientras no estaba terminado, me hacía la ilusión de que la vida lo dotaría de una belleza celestial, sin embargo, se transformó en algo tan horrible que ni el mismo Dante hubiera sido capaz de imaginarlo en su descenso a los infiernos.

Pasé la noche más amarga de mi vida.Al día siguiente, en cuanto el portero abrió las puertas del patio, me

lancé a la calle con paso rápido para alejarme del monstruo, al que creía ver en cada esquina. Solo tenía un plan: alejarme y alejarme de mi casa, del monstruo, y no me preocupaba la llovizna que de pronto, fue lluvia y me empapó. Enfermo de pánico, no volví la cabeza atrás. Recordé unos versos de Coleridge:

Como aquel que en el camino solitarioavanza lleno de miedo y temor,

y tras mirar atrás sigue marchando sin ya nunca volver la cabeza porque sabe que un horrible enemigo muy cerca, a su espalda, le acecha [...].

Capítulo VI

Clerval puso en mis manos aquella carta, escrita por Elizabeth y que decía lo siguiente:

Ginebra. 18 de marzo 17… Mi querido primo:

Sé que has estado enfermo y ni siquiera las numerosas cartas que nos envió Herry aliviaron mi preocupación por ti. Sé también que no te han permitido escribir; pero una sola palabra de tu puño y letra bastaría para dejarnos tranquilos. Durante días y días esperé en cada correo la llegada de tus cartas. […]

Cúrate pronto y vuelve con nosotros: aquí encontrarás un hogar feliz y seres que te amaron siempre. La salud de tu padre es excelente, y su único deseo es verte, porque solo de esa forma podrá convencerse de que estás curado. Tu hermano menor, Ernest, tiene ya dieciséis años, y su sueño es entrar en el ejército, en el Servicio Exterior; está lleno optimismo quiere ser un buen ciudadano suizo. […]

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Querido primo, al escribirte, me siento mejor; te di noticias y ahora espero las tuyas. […] ¡Escríbenos!

Ehzabeth Lavenza

POESÍAS

ROMANCES Y CANCIONES

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Letra de la canción

El oso Intérprete: Moris

Yo vivía en el bosque muy contento, caminaba, caminaba sin parar. Las mañanas y las tardes eran mías, por la noche me tiraba a descansar.

Pero un día vino el hombre con sus jaulas, me encerró y me llevó a la ciudad. En el circo me enseñaron las piruetas, y así yo perdí mi amada libertad.

"Conformate" me decía un tigre viejo, "nunca el techo y la comida han de faltar, sólo exigen que hagamos las piruetasy a los niños podamos alegrar".

Han pasado cuatro años de esta vida, con el circo recorrí el mundo así. Pero nunca pude olvidarme de todo, de mis bosques, de mis tardes y de mí.

Ahora piso yo el suelo de mi bosque, otra vez el verde de la libertad. Estoy viejo, pero las tardes son mías, vuelvo al bosque, estoy contento de verdad.En un pueblito alejadoen una noche sin lunaalguien no cerró el candadoy yo dejé la ciudad.

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Letra de la canciónMuchacha (Ojos de papel) Intérprete: AlmendraAutor: Luis Alberto Spinetta

Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas? Quédate hasta el alba. Muchacha pequeños pies, no corras más. Quédate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manoshasta que por la ventana suba el sol. Muchacha piel de rayón, no corras más. Tu tiempo es hoy. Y no hables más, muchachacorazón de tiza. Cuando todo duermate robare un color. Muchacha voz de gorrión, ¿adonde vas? Quédate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más. Quedate hasta el día. Duerme un poco y yo entretanto construiréun castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reírhasta llorar, hasta llorar. Y no hables más, muchachacorazón de tiza. Cuando todo duermate robare un color.

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Callejero

Era callejero por derecho propio su filosofía de la libertad fue ganar la suya sin atar a otros y sobre los otros no pasar jamás. aunque fue de todos nunca tuvo dueño que condicionara su razón de ser libre como el viento era nuestro perro nuestro y de la calle que lo vio nacer. Era un callejero con el sol a cuestas fiel a su destino y a su parecer sin tener horario para hacer la siesta ni rendirle cuentas al amanecer Era nuestro perro y era la ternura, esa que perdemos cada día más y era una metáfora de la aventura que en el diccionario no se puede hallar. Digo nuestro perro porque lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad y era de los niños y del viejo Pablo a quien rescatara de su soledad. Era un callejero y era el personaje de la puerta abierta en cualquier hogar y era en nuestro barrio como del paisaje el sereno, el cura y todos los demás. Era el callejero de las cosas bellas y se fue con ellas cuando se marchó se bebió de golpe todas las estrellas se quedó dormido y ya no despertó Nos dejó el espacio como testamento lleno de nostalgia, lleno de emoción vaga su recuerdo por los sentimientos para derramarlos en esta canción. Al fin y al cabo amigos míos,

no era más que un perro...Alberto Cortez

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