cristianismo protestante nº61

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LXXIV Sínodo General iglesia evangélica española ... aumentará el Señor bendición sobre nosotros... salmo 115:14 (preparándonos para crecer) Palma de Mallorca 29 de octubre - 1 de noviembre julio - septiembre 2011 nº61

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Revista oficial de la IEE

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LXXIVSínodoGeneral

iglesiaevangélicaespañola

...aumentaráel Señor bendiciónsobre nosotros...

salm

o 115

:14(preparándonos para crecer)

Palma de Mallorca29 de octubre - 1 de noviembre

julio - septiembre2011

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Me sorprenden con frecuencia algu-nas de las “coletillas”, que resumen como refuerzo una posición o una afirmación. En muchas de estas formas de hablar se encuentran recogidas esencias de pensamien-to o de posición ideológica. Como predicador he estado pendiente de muchas de ellas y he procurado ver en mis sermones su coincidencia con el Evangelio. He rechazado de plano expresiones, como “ese no es mi pro-blema” o “búscate la vida”, algunos refranes también, en los que a pesar de su sabiduría se esconden posi-ciones poco acordes con la revisión permanente a la que nos exhorta el Evangelio.Una de estas expresiones es “esto es lo que hay”, lo decimos, lo integramos en nuestras expresiones, como una forma absoluta de afirmar que no existen más opciones y me preocu-pa como una inercia que nos arrastra y no nos alarma, yo mismo me he visto muchas veces aceptando esa expresión y pronunciándola.Todavía me he visto más alarmado cuando un apreciado teólogo, José María Mardones, recoge en uno de sus libros la expresión afirmado que se ha instalado una “tiranía de lo que hay”, hablando del economicismo y consumo que campan a sus anchas, como único criterio del bien y del mal. Afirma que estamos en una coloniza-ción económica.En la Biblia, la expresión “lo que hay” aparece desde el principio, desde el Génesis, para expresar la totalidad y para reflejar la radicalidad de la obe-diencia a Dios en mandatos, obser-vancias y rituales, como en la Pas-cua. Pero también aparece referido a Jonás y a Salomón, el absoluto de Dios pasa por reconocer en ambas comparaciones, que “lo que hay”, las personas en Nínive, o la persona de Jesús. El único absoluto en este tiem-po de tiranías, es Dios, quien conoce “lo que hay” en los corazones de las personas. En un mundo como el que vivimos el 15M ha sido un movimiento profético, que nos recuerda que para salvar al

mundo, las personas deben ser lo pri-mero y no lo último. Como cristianos la persona de Jesús es el criterio final y no debemos dejarnos arrastrar por los falsos dioses que se han alzado como únicos criterios, consumo o economicismo, como señala Mardo-nes, pero también el apropiarse de la representación del pueblo que gene-ran los políticos. La representatividad es legítima cuando escucha de forma activa, y permite la participación, de forma concreta, aunque el proceso sea más largo y más exigente, pero reclama de nosotros poner en valor la persona de Jesús, reconciliador y sanador.Nosotros no podemos dejar de ser firmes en lo que nos corresponde como iglesia, pero debemos de ser leales a la esencia de nuestra fe, que pone la dignidad de la persona por delante. Esto no hace falta que nos lo diga el movimiento del 15M, lo llevamos en la sangre, como criterio de política, economía y estilo de vida. Jonás se fue muy enfadado, porque estaba convencido de que el queda-ba muy cuestionado, nuestros polí-ticos también, ante los movimientos de la sociedad civil. Pero la sabiduría es reconocer y rectificar y hacer sitio a los demás. Lo que hay, en Nínive, en Sol, en cual-quiera de los países empobrecidos por la codicia de los más ricos, son personas, y en particular la persona de Jesús, el único absoluto.

Alfredo Abad

sumarioLa Actualidad: Vivir el Evangelio Alfredo Abad, 2

Editorial: El crecimiento de la Iglesia, 3

Nuestro Sínodo: ¿Cómo entiendes la misión de la Iglesia? Carlos Capó, Jonathan Navarro, Israel Flores, Juana Ortega, 4-5

El tiempo llamado hoy: De mercaderes y mercados Gerson Amat, 6

Iglesia y Sociedad: Un gigante con pies de barro (II) Carlos Capó, 7

Espiritualidad: Pedro, impulso, fe y dudas Josué Sintes, 9

Papeles de archivo. José Luis Fernández, 10-11

Biblia abierta Cristo, ¿un ser hecho energía? Jean Claude Diez, 12

REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:Casa de l’Església,

c/ Tallers, 26.08001 BARCELONA

Tel. 93 301 89 38E-mail:

[email protected]: Iglesia Evangélica

Española (I.E.E.)DIRECTOR: Enrique Capó

CONSEJO DE REDACCIÓN:Carlos Capó, Joel Cortés, Carmen Capó, Pau Sais,

Narcís de Batlle,Ignacio Simal.

SUSCRIPCIONES:Cristianismo Protestante,

c/ Tallers, 26.08001 BARCELONA

Tel. 93 301 89 38Dep. Legal: B-22365-96

– Periodicidad Trimestral –MAQUETACIÓN: Dpto. de Comunicación de la IEE

La ActualidadVivir el EvangelioEsto es lo que hay

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Sobre el crecimiento de la Iglesia todo está dicho. La bibliografía es extensa aunque, en su gran mayoría, de muy baja calidad. Si hacemos uso de un buscador de Internet, encontraremos toda una serie de recetas, modelos, estrategias, caminos a seguir que se nos proponen para fortalecer y engran-decer las iglesias, ya que propiamente hablando deberíamos decirlo así, en plural, pues en ningún momento se trata de la Iglesia de Cristo, en sentido teológico. Estamos hablando en tér-minos sociológicos que, en el fondo de los fondos, es de lo que se trata. Toda institución tiene, como fin primor-dial, asegurar su continuidad y, en un tiempo de crisis de fe, esto se agudiza notablemente en el mundo religioso. También afecta de forma muy profunda a nuestra Iglesia Evangélica Española.El lema de nuestro Sínodo: “Prepa-rándonos para crecer” constituye un llamamiento a los sinodales a que pongan este asunto en sus agendas de trabajo. Es un mensaje que han de llevar a sus congregaciones de origen y una invitación a estructurar la vida de la comunidad en torno a este asunto. Es dudoso que el Sínodo pueda hacer algo más que esto. No sería una buena estrategia dedicar las escasas horas que tenemos a nuestra disposición a enfrascarnos en buscar fórmulas de crecimiento. En primer lugar, porque no las hay y, en segundo lugar, porque las que se aplican con éxito sólo tienen cabida en círculos netamente extremis-tas (fundamentalistas fanáticos, Opus Dei, e-Cristianos, camino neocatacu-menal, etc.).Sin embargo, es también dudoso que la elección del lema haya sido acerta-da. La preocupación de la Comisión Permanente es muy comprensible dada la situación que estamos atra-vesando, y llamar la atención sobre la necesidad de afianzar nuestras congregaciones es algo que, desde el centro administrativo de la Iglesia, es lógico que se haga. Pero esto no resolverá ninguno de nuestros proble-mas de fondo. Poner a la Iglesia, es decir, a nosotros mismos, como centro de nuestras preocupaciones no hará sino empeorar nuestra situación. Una iglesia que se predica a si misma y se pone en el centro como objetivo de su acción no tiene futuro. No luchamos por una iglesia grande y fuerte, aunque

todos quisiéramos tenerla, sino por la salvación del mundo.Lo preocupante de nuestra situación no es que las congregaciones se re-duzcan, sino cuales son las razones para que esto ocurra. Y en esto sí que el Sínodo debería insistir. Es urgente revisar nuestras prioridades: dónde re-side la fuerza de ser cristianos, cuáles son nuestros objetivos, en qué medida reproducimos la vida de Cristo y vivi-mos para los demás, qué y para quien predicamos. Hay dos esferas que de-beríamos analizar cuidadosamente y

obrar en consecuencia. 1) La vida del Espíritu en nuestras congregaciones, la piedad, es decir, la comunión con Dios y con los hermanos, la persistencia en la oración; 2) La proyección exterior. ¿Vivimos para nosotros mismos o vivimos para los demás? ¿Estamos preocupados por la salvación de la Iglesia o por la salvación del mundo? ¿Hacia donde va dirigida nuestra ac-ción?En el avivamiento del siglo XIX, al que debemos tantas cosas, no siempre buenas, se hablaba de “pasión por las almas”. Posiblemente esto no cuajaría en nuestro contexto eclesial actual, en el que tratamos de evitar este lenguaje alienante que habla de las almas, pero la pasión no debería faltar en nuestro servicio al mundo, recordando que cuando hablamos de “mundo” nos referimos al conjunto de hombres y mujeres de carne y hueso con los que

compartimos la vida y a los que nos debemos para aportarles el mensaje liberador del evangelio, que va dirigido a la persona humana en su totalidad en su proyección presente y futura, mate-rial y espiritual, si así queremos decirlo. Nuestro futuro ¿Cuál va a ser? No so-mos agoreros para adivinar qué nos espera en estos tiempos de cambios. Pero, venga lo que venga, lo que nos importa es recordar que no existimos para crecer sino para servir. El creci-miento lo dará Dios. No podemos vivir mirando hacia dentro, nuestros pro-blemas, nuestras carencias, nuestros números. Esto está ahí y lo habremos de solucionar, pero lo que nos ha de preocupar realmente es si realizamos la obra de Dios, si nos preocupamos verdaderamente por la salvación del mundo que nos rodea. Pablo nos dirá que su celo por la conversión de sus conciudadanos es tal que incluso esta-ría dispuesto a ser separado de Cristo por amor a ellos (Ro 9,3). ¿Es así como lo vemos nosotros? ¿Es esta nuestra pasión? ¿Qué porcentaje de nuestro esfuerzo va dirigido hacia adentro y qué hacemos para los demás? ¿Cómo los ayudamos? ¿Cómo les hacemos llegar el evangelio de Cristo?Nuestra misión es anunciar las buenas nuevas del evangelio “a toda criatura”, pero no para hacer prosélitos, sino por amor a los hombres y mujeres que viven a nuestro alrededor sin fe y sin esperanza, a veces en situacio-nes humanas de extrema miseria. Por tanto, nuestra preocupación no ha de ser “ad intra”, para hacer iglesia, sino “ad extra”, es decir, orientada al servicio de Dios y de la humanidad. Y en esto posiblemente reside nuestra debilidad: la proyección exterior de muchas de nuestras comunidades es tan escasa que, prácticamente apenas existe. Preocupadas por la lucha por la supervivencia olvidan que la razón de su existencia no es la de perpetuarse, sino la de ser fieles a su ministerio. Una iglesia existe para servir, por lo que “una iglesia que no sirve no sirva para nada”. Lo que nos ha de preocupar no es si somos pocos o muchos en nuestras iglesias, sino si los que esta-mos en ellas cumplimos la misión que Cristo nos ha encomendado.

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EditorialEl crecimiento de la Iglesia

“nuestra preocupación no ha de ser

“ad intra”, para hacer

iglesia, sino “ad extra”, es

decir, orientada al servicio de Dios y de la humanidad”c

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Nuestro Sínodo¿Cómo entiendes la misión de la Iglesia?

El Sínodo es el espacio de encuentro y relación entre comunidades que han decidido “caminar juntas” (en griego “sun” = juntos “odos” = camino) en su testimonio y misión.

Una iglesia sinodal está formada por comunidades unidas por una misma confesión de fe, con unas bases y reglamento, e identificadas en su teología, liturgia, y eclesiología.

Las iglesias sinodales comparten sus recursos y de-sarrollan un principio de solidaridad, con el desarrollo de proyectos comunes al servicio de la misión de la iglesia.

Hablar de sinodalidad es referirse al modelo de gobier-no de las iglesias reformado-presbiterianas. El sínodo reúne a quienes por delegación son elegidos por las diferentes instancias eclesiales para representar a las comunidades locales que constituyen la base de la iglesia.

El sistema sinodal procura tres elementos básicos en el gobierno de la iglesia: representatividad, participa-ción, y democracia. Para que estos se den es necesa-ria y conveniente que se lleve a cabo con regularidad una renovación en los órganos de gobierno a todos los niveles. Dicha renovación favorece la objetividad y la imparcialidad en la toma de decisiones, evitando el desarrollo de excesivos personalismos, causa de conflictos en el gobierno de la iglesia.

El sínodo, con la regularidad establecida por sus pro-pios reglamentos y normativas, elige a los miembros que han de formar el órgano de dirección llamado comité ejecutivo, o comisión permanente. Este tiene la responsabilidad de cumplir con los mandatos del sínodo y velar por las necesidades de pastoración que se presentan en las comunidades.

Carlos Capó

Para explicar cómo entiendo la misión de la Iglesia en el s. XXI, en un ejerci-cio de síntesis, voy a proponer tres ejes que me parecen claves:

1. La misión de la reconciliación: En una sociedad que zozobra desde el individualismo extremo a la soledad, multiplicando el conflicto y el sálvese quien pueda, este ministerio es hoy especialmente relevante para la Iglesia: reconciliar al hombre, y a la mujer, consigo mismo, con su prójimo, con la creación y claro está, con Dios. (2 Cor. 5:18–19 Cf. Rom 8:19–22). Una reconciliación que debe ser por supuesto ad extra pero también ad intra:

2. Esto nos lleva a la renovación (Deut:11:2, 19 Cf. Jos 4:21–22). La evangelización hacia adentro, es otro punto de misión para la Iglesia que tiene como objetivo que la reconciliación sea vivida no como algo heredado sino como algo con sentido propio para cada generación, consiguiendo que el mensaje del evangelio sea siempre actual; reno-vando, siempre que sea necesario, las formas y el lenguaje, pero preservando el fondo y el contenido. La proclamación que acontezca de una forma in-teligible, provocará que el diálogo sea posible.

3. Como consecuencia de lo anterior tenemos la misión del seguimiento, la Iglesia debe ser el lugar desde donde se promueva, se provoque y se enseñe el camino del seguimiento de Jesús de Nazaret como algo transformador de nuestra cotidianidad.

Jonathan Navarro

Foto: Archivo Gráfico Documental EvangélicoFotógrafo: Quique Esteban

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Me resulta bastante inquietante que, des-pués de tanto tiempo de existencia de la iglesia, la interroga-ción sobre cuál es su misión siga siendo in-

cluso más vigente que en el siglo I. Parece, de acuer-do con los textos que tenemos a nuestra disposición, que la iglesia antigua tenía muy clara cual era esa misión y su razón de ser. Pero, después de 20 siglos de existencia como tal, y sin haber tenido la habili-dad de adquirir una clara identidad, esa iglesia sigue interrogándose sobre cual es su lugar en el mundo y en la historia.

Debo confesar que la pregunta sobre cual es la misión de la iglesia me resulta incómoda por la obviedad de la respuesta: la misión de la iglesia es ser iglesia. Pero eso nos lleva a otra pregunta no menos incómoda (cuya respuesta puede llevarnos a otra pregunta, y así sucesivamente): ¿Qué es ser iglesia? Creo que Gerhard Lohfink hace una definición muy acertada: ser iglesia es ser “la comunidad de aquellos que están dispuestos a vivir en el pueblo de Dios congregado por Jesús y santificado por su muerte.” (La iglesia que Jesús quería, p. 7). La misión de este pueblo es, a mi entender, el seguimiento de Jesús, el cual hace posible una sociedad de contraste que nos permite “vislumbrar el milagro del Reino de Dios y, fascinados por el regalo de una nueva posibilidad de comunión humana, recorrer con radicalidad el camino de Jesús.” (p. 192).

Joana Ortega Raya

Es poco el espacio que tenemos para compartir nuestro sentido de la misión de la Iglesia, por ello nos vemos en la necesidad de plantearlo de una manera muy sucinta. Nos parece que la misión de la iglesia está ligada totalmente con la missio Dei (misión de Dios), es decir, que la misión de iglesia está vinculada a

la historia de la salvación, y que tiene su punto cul-minante en la obra realizada por Jesús de Nazareth al dar testimonio de la irrupción de la salvación de Dios en este mundo con la llegada de su Reino. Es pues, en los dichos y los hechos de Jesús, en quien encontramos el paradigma de la misión de la iglesia, si bien, en toda la tradición bíblica hay testimonio de esta missio Dei.

Esta misión es integral, es decir que está interesa-da por toda la vida del ser humano como hombre y mujer, como una persona (y no solamente como un alma a la que hay que rescatar) con sus necesidades físicas, emocionales, sociales, económicas, culturales y espirituales. En este sentido la misión de la iglesia ha de ser también integral. Lo que implica que la iglesia ha de tomar muy en cuenta su contexto para realizar coherentemente con la misión que tiene. Siguiendo el paradigma de Jesús, la iglesia ha de saber compartir la esperanza del Reino en medio de las necesidades que existen en su tiempo, en especial con los más necesitados de este mundo, y estar al lado de los que luchan de diversas maneras para la promoción de la vida plena, anunciando la esperanza y denunciando lo que causa dolor y muerte en su contexto y en el mundo.

La misión de la iglesia se dibuja así, para nosotros, en el envío a todo lugar (de ahí la universalidad) para proclamar la llegada Reino de Dios en Jesús (de ahí la promoción de la esperanza) con vida plena para todos y todas, incluso la creación misma (de ahí que sea integral). Finalmente, la misión de la iglesia es misión de todos los miembros de las comunidades cristianas, no solo sus los dirigentes.

Pastor Israel Flores Olmos.

Foto: Archivo Gráfico Documental EvangélicoFotógrafo: Quique Esteban

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Recuerdo que hace ya algunos años (¡cómo pasa el tiempo!), cuando se estaba discutiendo esa especie de “constitución” europea que parece haber pasado a la historia, muchos, de distintas procedencias y de diversos pelajes, alzaron sus voces advirtiendo del destino que nos aguardaba a los europeos si nuestro semi-continente político acababa configurándose como una “Europa de los mercaderes”. Con-cretando más, lo que algunos temían era perder la identidad europea fun-damentada sobre el sólido derecho occidental, construida con todas las herramientas de nuestro pensamiento filosófico-político, y adornada con las siete artes aquí llevadas a su máximo esplendor. Todo ello aromatizado con el incienso del culto a los antepasados. Porque por debajo (o por atrás) de la Europa que se quería construir queda-ban las ruinas de todos los enfrenta-mientos, de los conflictos solapados y las guerras abiertas, y los cadáveres de todas las víctimas, desde tiempos inmemoriales. Se intentaba construir Europa. Para los españolitos de siempre venía a ser como otra “unidad de destino en lo uni-versal”, también “una y libre”, pero ésta más grande, y sobre todo democrática y defensora de los derechos humanos. Justo todo lo que aquí nos había fal-tado durante mucho más de cuarenta años, y que atisbábamos cuando nos asomábamos a mirar por encima de los Pirineos. Muchos de esos que siempre descon-fían de todo advirtieron que todo eso de Europa, la unidad de los pueblos, la abolición de las fronteras, la democra-cia, los derechos humanos y la historia sublime, no iba a ser sino una tapadera para esconder un gran mercado. Dicho de otra manera, mientras que en los distintos pisos de la Europa que se es-taba construyendo se suponía que la mayoría íbamos a disfrutar más o me-nos de la “sociedad del bienestar”, en el subterráneo se estaba preparando un gran garito donde los mercaderes europeos (banqueros, ejecutivos y ca-pitalistas de todas clases) iban a rea-lizar sus grandes negocios jugándose nuestros ahorros.Ha pasado el tiempo. Se sigue cons-truyendo Europa. Aunque en su día se

perdieron los planos, muchos quieren ser arquitectos y el personal no ter-mina de ponerse de acuerdo. Pero hay algo más. Parece que los que empezaron todo esto se olvidaron de urbanizar el terreno. Me explico. Ha-bía otras propiedades (léase países, y pueblos, y gentes) en la aldea global. Otras fincas, urbanas unas y rústicas la mayoría. Unas edificadas y otras sin edificar. Unas en plena construcción y otras en estado de ruina. Europa que-ría edificarse olvidándose del resto del planeta. ¿O aprovechándose del resto del planeta? En cualquier caso, los mercaderes del sótano que jugaban a los naipes con nuestros ahorros se han visto obligados a admitir al casino a otros mercaderes. Al principio por cortesía. Porque había juego para todos, y los jugadores de siempre creían que iban a desplumar a los nuevos, que traían los ahorros de otros. Algún tiempo después, porque “los otros” empezaban a ganar, y ha-bía que recuperar las pérdidas. Al final, porque los mercaderes “de aquí” han tenido que empeñar hasta la camiseta por deudas de juego, de esas que son sagradas y hay que pagar caiga quien caiga. ¿Y nuestros ahorros, con los que jugaban los mercaderes europeos? ¡Vete a saber quién los tiene! Cuando preguntas a los banqueros, echan la culpa a los constructores. Si vas a los constructores, te dicen que han sido los financieros. Los financieros señalan a los políticos. Y los políticos dicen que la culpa de todo la tienen “los merca-dos”. ¡Ojo! No los mercaderes, sino “los mercados”. Y cuando preguntas quiénes son “los mercados” a los me-dios de comunicación, que se supo-ne que todo lo saben, te responden: “¡Vaya usted a saber!”.Son gajes del neocapitalismo neolibe-ral globalizado. Antes, cuando lo que había era el capitalismo industrial y el proletariado, todo el mundo en Alcoy (o en Tarrasa, es un suponer), sabía quién tenía el dinero. Con nombre, apellidos, bigote y sombrero. Y como sabían quién era “el amo”, los anar-quistas iban y le pegaban fuego a su casa y los marxistas se declaraban en huelga salvaje.

Ahora por aquí ya no quedan marxistas de los de Marx y el Manifiesto. Sólo quedan, en algunos lugares de la tierra, de esos otros que se llaman marxistas y se dedican a organizar desfiles milita-res en los que sacan a pasear sus mi-siles mientras someten a sus gentes a la esclavitud y ni siquiera se presentan al examen de democracia y derechos humanos. Pero marxistas, marxistas, de los de “¡en pie, famélica legión!”, ya no quedan. Y los anarquistas ca-muflados de siempre se han pasado del bolígrafo al ordenador, para escribir en sus “blogs” y seguir y ser seguidos en el Twitter.Por eso hay gente que se indigna y se echa a la calle. Porque no saben o no pueden hacer otra cosa. Porque aquí nadie entiende nada, y los ahorros han desaparecido. Y hay una inmensa mayoría que como sigan las cosas así nunca van a poder ahorrar ni un cénti-mo. Unos porque ya no tienen trabajo y otros porque todavía no lo han tenido. Y a los indignados que se han echado a la calle, y a todos los demás que no lo han hecho pero no por falta de ganas, les gustaría echarse a la cara a “los mercados” esos, cogerlos por la solapa y pedirles explicaciones, y que les devuelvan sus ahorros o les den la oportunidad de tenerlos. Pero nadie sabe quiénes son.Éste es el mundo, nuestro mundo. El que nos ha tocado a nosotros, a los que vivimos aquí y ahora. También a los cristianos. Recuerdo la parábola del trigo y la cizaña, que leíamos uno de estos domingos. Un mundo lleno de trigo. ¡Del bueno, oiga! Pero con un montón de cizaña. Me parece que no ganamos nada preguntando quién ha metido aquí la cizaña. Tampoco pi-diendo a cada uno el carnet para ver quién es trigo y quién cizaña, porque no se trata de eso. Pero yo sigo pensando que todo lo que pasa sigue teniendo que ver con Jesús de Nazaret. Y con aquello del Reinado de Dios, y lo del Sermón del Monte, y lo de las Bienaventuranzas. Y si ya no nos acordamos de dónde lo hemos puesto, pues habrá que buscarlo, y desenterrarlo. Como lo del tesoro que uno se encontró, y que alguien debió perderlo antes.

Gerson Amat

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El tiempo llamado hoyDe mercaderes y mercados

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Los pies de barroDominique Bourg considera el pedes-tal sobre el cual se dan las causas de la crisis ecológica actual1. Según él, los elementos que en él encuentra no son de tipo material sino espiri-tual. En ellos se definen los aprioris-mos de percepción que dan lugar a nuestra manera de ver el mundo, de entenderlo, y de actuar en él. Estos apriorismos se dan en occidente. Uno de ellos es la idea de progreso, “inventada” por Francis Bacon, filó-sofo inglés (1561 - 1626), el otro, el individualismo. Para Bacon el progreso debía insti-tuirse como principio de la actividad del hombre. Y a partir del progreso se trataba de “vencer a la naturaleza mediante el trabajo”. Y resulta alta-mente significativo comprobar los componentes espirituales presentes en el pensamiento de Bacon. Para él, el progreso debe permitir la reins-tauración del orden de la creación antes de la caída. El hombre es lla-mado a recuperar el paraíso perdido. Las ciencias y las técnicas se lo van a permitir. Se trata para Bacon de volver, gracias a la ciencia moderna, a la condición adámica original, de antes de la caída, y de recuperar así la perfección humana. Y Bacon va más allá: lo que está en juego es la trans-formación de la condición humana, para arrancarla de todas sus imper-fecciones que pesan sobre ella, de todo lo que la condena a la infelicidad, empezando por la misma muerte2. El progreso se lo debe permitir. El espíri-tu baconiano sigue vivo. Las ciencias y las técnicas heredadas de él han dado forma a nuestra sociedad, y la idea que la ciencia, con las técnicas y con el mercado, podrá superar todas las dificultades, persiste.Otra de las causas de la situación actual está en la relación que se establece entre el ser humano y el progreso técnico, relación en la que el bien individual pasa por encima del colectivo. Se da un ejemplo de

1 Technologie, environnement et spiritualité, in Crise Ecologique, crise de valeurs?. Défis pour l’anthropologie et la spiritualité. Labor et Fides, 2010, pp. 25-38. 2 Dominique Bourg: op. cit. 27-28.

lo contrario en China, cuando al ser inventada la imprenta, o la pólvora, las autoridades imperiales habrían prohibido su difusión, so pena de muerte, para mantener la estabilidad social. En Europa, sin embargo, al mismo tiempo, donde se encuentran pequeños estados rivales, sin una autoridad política suficiente que los englobara, muy pronto se instituye un mercado abierto que da libre curso a la expresión de opciones e intereses individuales. Así se desarrolla una actividad en la que aparecerán y au-mentarán las “necesidades relativas” al lado de las “necesidades absolu-tas”. En 1930 Keynes define las nece-sidades absolutas como aquellas que experimentamos independientemen-te de la situación de nuestros seme-jantes. Las relativas sin embargo son las que nos producen una sensación de superioridad en relación a nuestros semejantes.3 Estas nos han llevado a un tipo de consumo bien conocido en el que, el mimetismo, el “no querer ser menos que el vecino”, la envidia, o la rivalidad se han convertido en importantes motores de consumo de bienes superfluos, de necesidad más que relativa. Hemos concebido el mundo como un depósito de re-cursos técnicamente e infinitamente manejables con el fin de satisfacer nuestras necesidades relativas por la vía del mercado. A la idea de progreso y al individua-lismo se añaden elementos propios del espíritu moderno. Estos tienen una primera expresión en el natura-lismo de Aristóteles según el cual los seres humanos están separados de todos los otros seres naturales. Pos-teriormente se da en la herencia del judeo-cristianismo otro elemento. La divinidad es anterior y exterior a la na-turaleza. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, participa de su exterioridad en relación con el mun-do. Esta exterioridad pasará a cons-tituir la condición de su proyecto de dominación del mundo. La técnica da continuidad a la creación. La ci-vilización occidental es la única entre todas las otras, en haber separado radicalmente al ser humano de todos

3 Ibid., p. 31-32.

los otros seres naturales. El hombre se ha desnaturalizado.Si tenemos en cuenta el concepto de libertad, en un sentido individualista se afirma que la libertad del otro es el único límite a mi libertad. Esta afir-mación en el contexto de crisis actual tiene implicaciones que sugieren su revisión, ya que “la libertad de pro-ducir y consumir de unos puede a partir de ahora alterar gravemente las condiciones biosféricas de la existen-cia de todos. La biosfera condiciona la existencia de todos, por lo tanto trasciende nuestra libertad”4. En conclusión, la idea de progreso, con la del ser humano separado de la naturaleza, que se considera superior a ella; la primacía del interés indivi-dual por encima del colectivo, con un concepto de libertad individual que se define tan sólo en relación a la del otro, todo ello constituye el pedestal sobre el que reposa nuestra manera de ver el mundo, entender nuestro lugar en él, y relacionarnos con él. Al final constatamos que el gigante científico-tecnológico con el que in-teractuamos para sostener nuestro modelo de vida y de desarrollo occi-dental, reposa sobre un ser humano que corre tras el paraíso perdido in-tentando conquistarlo de nuevo, con el progreso tecnológico y científico como instrumento de transformación de los bienes terrestres puestos al servicio de su objetivo final: recuperar la perfección y la inmortalidad.Esta manera de estar en el mundo y relacionarnos con él se sostiene pues sobre unos elementos culturales y espirituales que ya no corresponden a nuestra realidad. Hoy están des-fasados, no nos sirven, la lógica de su argumentación es relativa. Hoy, al considerarlos, vemos su fragilidad. Son como pies de barro. Y el gigante parece ya no poder sostenerse sobre ellos.

Carlos Capó

4 Ibid. p. 37

Iglesia y SociedadUn gigante con pies de barro (II)

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EspiritualidadPedro, impulso, fe y dudasMateo 14:13-33

Jesús, después de recibir la noticia de la muerte de Juan el Bautista, se aparta en una barca a un lugar de-sierto, en privado, quiere vivir estos momentos delicados. Jesús necesi-ta retirarse para estar a solas con el Padre, observamos que aún siendo Dios, tomó la forma de hombre con todas sus consecuencias.Jesús es también humano, sensible, experimentado en quebrantos, cerca-no, amante de las relaciones perso-nales y auténticas, prueba de ello, el detalle de despedir a la multitud que le sigue antes de apartarse para la oración privada.Horas antes los discípulos han sido testigos del milagro de la multiplica-ción de los panes y los peces. Ahora se enfrentan a una nueva adversidad, como seres humanos, tienen miedo. El mar en la noche y con fuerte vien-to adverso, atemoriza a cualquiera, como muchas de las cosas que nos ocurren en la vida, no entendemos, nos entra el miedo, las miramos de frente y apartamos nuestra mirada de Jesús.Pedro quizá por impulso, por probar, por fe, etc. no sabemos ciertamente lo que pudo pasar por su cabeza, se lanza a andar sobre las aguas, quiere

imitar a Jesús. Pedro impulsivo, da unos pasos, pero al sentir los efectos del viento, duda y se hunde, Jesús tiene que ayudarle a salir, tiene que salvarle. Pedro ha dejado de mirar a Jesús (Heb 12.2).Finalizada la travesía, los discípulos, visto lo visto, se arrodillan ante Jesús y le adoran, como lo que es, el Hijo de Dios. Han experimentado en sus propias carnes, el miedo, el temor, la impotencia, la oscuridad y han visto el poder de Jesús.La parte positiva de la experiencia vivida: han aprendido un poco más acerca de su maestro, de su auténtica y real naturaleza divina y han salido mejor preparados para futuras bata-llas que deberán librar por causa de Jesús. En cada relato de los evangelios hay multitud de enseñanzas para nuestra vida de fe, útiles para nuestro diario vivir.Creo que somos en muchas ocasio-nes como esos discípulos, capaces admirar la grandeza, el amor y la fi delidad de Dios, y al poco tiempo, ante nuevas adversidades, volver a experimentar la falta de confi anza, apartamos los ojos de Jesús y nuevas dudas nos invaden, nos hundimos, la

oscuridad no nos deja ver a Jesús, ¿será un fantasma quien está cerca? ¿Son sensaciones? ¿Es una autosu-gestión? Nada de todo esto, ¡No es un fantasma¡ es El, quien de una ma-nera sobrenatural siempre está cerca de nosotros en cualquier necesidad y circunstancia actuando con poder. No importa cuan cerrada sea la noche, ni la fuerza del viento adverso, YO SOY está aquí, por ello, no tengáis miedo. Cuan pronto olvidamos, frente a la adversidad, que Dios es fi el, que El siempre nos mira y está cercano, que Jesús intercede constantemente por nosotros, sus hijos. Nos identifi camos con Pedro: en ocasiones nuestra se-guridad e impulso nos permiten saltar de la barca y andar sobre el mar, en otras ,dejamos de mirar a Jesús y dudamos, aún así podemos clamar, como hizo Pedro, y Jesús extiende su mano para salvarnos, de nuestro orgullo, de nuestra falta de fe. Apren-diendo de Pedro y de los demás discí-pulos, podemos hoy reconocer nues-tra débil fe y postrarnos para declarar que Jesús es el Hijo de Dios, el único que puede salvarnos de la adversidad y de nosotros mismos.

Josué Sintes

Tintoretto (1518–1594).

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de El Salvador, ̈no declaró que era evangélico –nos dice don Carlos- por temor a no ser admitido o a ser expulsado más tarde¨. Son los años de la inmediata postguerra,

años durísimos para la mayoría de la población, pues había una gran escasez de todo, desde alimentos hasta medicinas, pasando por el carbón y otros combustibles para combatir el frío; es decir, todo aquello que era necesario para satisfacer lo más básico para so-brellevar la dura vida diaria. Los enfermos de asilos y hospitales – sobre todo si eran de la benefi -cencia- no se salvaron de aquella escasez. Fueron también años de dura represión política y de into-lerancia religiosa, pues la católica fue declarada inmediatamente la religión ofi cial del Estado y restau-rada en sus derechos y privilegios

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“Fueron también

años de dura represión

política y de intolerancia

religiosa, pues la católica

fue declarada inmediatamente

la religión oficial del Estado y

restaurada en sus derechosy privilegios”

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Entre los muchos documentos que han pasado por mis manos para registrarlos y ordenarlos, uno de los que más me emocionó fue una carta, escrita con clara cali-grafía, destinada al pastor Carlos Araujo, y en cuyo encabezamiento se podía leer: “Atocha 91; Asila-do nº 131”. Lo fi rmaba Vicente Baca. Se complementaba este documento con otra carta más larga del pastor Araujo, en la que comentaba los últimos días de la existencia de Vicente. Con estos dos escritos, más algún trabajo de investigación, he armado esta tris-te historia, una más de otras mu-chas historias, algunas también penosas, que se van acumulando en las estanterías del Archivo de la Iglesia Evangélica Española.En la calle de Atocha, a la altura de Antón Martín, se encuentra uno de los edifi cios más antiguos de Madrid que, aunque rehabilitado en 1987, conserva la fachada del edifi cio original de fi nales del siglo XVI. Destinado a colegio de niños procedentes de la Inclusa y a ni-ños huérfanos de padre y madre, a mediados del siglo XIX los niños fueron trasladados al Hospicio �hoy Museo Municipal de la Villa- y el edifi cio se convirtió en asilo para enfermos incurables, con el pomposo nombre ofi cial de ¨Hos-pital de enfermos incurables de Ntra. Sra. del Carmen¨, hasta que se cerró en 1949. En su fachada destaca una gran placa en relieve, una especie de pequeño retablo, que nos recuerda que en ese lugar estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta, en donde se imprimió en 1604 la ¨edición príncipe de la pri-mera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”.Pues bien, en este asilo ingresó en 1941 Vicente Baca Díaz; le aloja-ron en la llamada ¨sala de pensio-nistas¨, en donde ocupó la cama número 131. Miembro de la Iglesia

con todas las consecuencias que ello tuvo; entre otras, el ingreso de religiosos y religiosas en las juntas provinciales de benefi cencia, a la que pertenecía el asilo de hom-bres incurables de Atocha.Mientras sus fuerzas se lo permi-tieron, Vicente salía los domingos por la mañana para acudir al culto de la iglesia de El Salvador, evitan-do la asistencia a misa; pero cuan-do su salud decayó, fue el pastor Araujo quien acudió a visitarle los jueves y los domingos, que eran los días permitidos. En agosto de 1942 la salud de Vicente sufrió un importante deterioro que fue acentuándose con el paso del tiempo. Un día, Vicente escribió en una hoja de cuaderno unas letras dirigidas a don Carlos Araujo, en las que se traslucía su angustiosa situación: ¨Me encuentro enfermo e imposibilitado de poder ir a ver-le, pues llevo en cama desde la última vez que le vi. Desearía por caridad que viniera el domingo de 3 a 5 de la tarde ¨. No sabemos con certeza de qué fecha es esta carta, pero debió de ser lo último que escribió. Don Carlos acudió a verle el domingo 27 de septiembre y vio que la situación de Vicente era crítica. Al día siguiente Vicente falleció, pero su pastor no lo supo hasta unos días después. Según el parte médico la causa de la muerte fue ¨caquexia senil¨; es decir, extrema desnutrición, atrofi a muscular, fa-tiga, debilidad, todo ello agravado por la edad: tenía setenta y cinco años. Cuando el pastor Araujo fue al asilo para recabar alguna infor-mación sobre la muerte de Vicen-te, la monja le dijo que le habían dado el viático, pero el pastor dejó escrito que ̈ seguramente no con-fesó porque el día anterior apenas podía hablar¨. Según nos relata éste – y así consta en los libros de cuentas— , la Iglesia ¨socorría

Papeles de archivoVicente Baca

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al hermano Baca en lo posible, y del Fondo del Hospital se le daban 30 pesetas para ayuda de su pen-sión¨. Terminaba su nota con cierto tono de tristeza: ¨…de todos mo-dos, los últimos meses de su vida fueron de una pobreza extrema y de una condición verdaderamente penosa¨. La monja también le dijo que unas sobrinas de su difunta esposa – don Carlos desconocía de la existencia de tales familiares- le hicieron un modesto entierro. El cuerpo de Vicente Baca Díaz fue llevado al cementerio de la Almu-dena, en donde se le inhumó en sepultura temporal. En febrero de 1953 sus restos fueron traslada-dos al osario común.

Vicente Baca vivió teniendo que ocultar su condición de no cató-lico -de protestante- tanto de las monjas que regentaban el asilo como de los propios compañeros enfermos, por temor a que alguno pudiera cometer una indiscreción si llegaban a conocer su verda-dera fe cristiana. Vicente vivió el mismo miedo que otros muchos protestantes ante el totalitarismo religioso – el nacionalcatolicismo- impuesto a partir de 1939. Miedo como el que también padecieron los paisanos heterodoxos de su Llerena natal, cinco siglos antes, en donde Tomás de Torquema-da creó en 1485 el tribunal de la Inquisición para la provincia de Extremadura. El miedo obligó a Vicente a vivir en soledad pero a convivir con la pobreza, la en-

fermedad y la vejez. Sólo así se explica la angustiosa carta que le dirigió a su pastor, al bueno de don Carlos Araujo, que fue el refu-gio de Vicente, el asidero al que se pudo agarrar en los momentos de zozobra y de inseguridades ante la vida y ante su fe. Don Carlos le proporcionó sosiego espiritual y ayuda material en forma de do-nativos. Sólo en el pastor deposi-tó su confianza porque sabía que don Carlos nunca le defraudaría.Y este punto también merece re-saltarse en la historia de Vicente: la figura del pastor como referente de los miembros de su Iglesia. Un referente moral, un asesor pruden-te que tranquilice el ánimo, y un

eficaz trans-misor del mensaje del Evangel io. Carlos Arau-jo reun ía estas tres cualidades. Nunca es-cuché a na-die que no tuviera una m e n c i ó n e l o g i o s a hacia él. Por eso, cuando

falleció, allá en la primavera de 1957, Ramón Taibo, entonces su colaborador, definió el trabajo rea-lizado por el pastor Araujo como ¨un ministerio ejemplar en todos los aspectos¨.

José Luis Fernández.

Fachada del antiguo asilo de incurables de Atocha, 91 (actualmente, 87)

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Biblia AbiertaCristo, ¿un ser hecho energía?

Un día en que Jesús se encontra-ba entre la gente, que le oprimía por todas partes, sintió que una energía salía de él. Este mimo día, una mujer, enferma desde hacía 12 años, pretendía ser curada simplemente tocado sus vesti-duras (Lc 8,40-56). Y esto ocu-rrió. Más tarde, después de su resurrección, el Señor apareció a Saulo de Tarso en el camino de Damasco en una luz cegadora. Estas dos historias nos presentan una cuestión: ¿Sería Jesús un ser hecho de energía? En los días que siguieron a su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos reunidos en el Aposento Alto, encerrados con llave, para desaparecer luego delante de sus ojos. De la misma manera, los discípulos de Emaus, después haber compartido el pan con ellos, lo que les permitió com-prender que era Jesús mismo que les había acompañado, el Señor despareció en un instante de de-lante de ellos.Así, pues, Cristo parece compor-tarse como estas partículas de energía que aparecen y se trans-forman en materia, gravitando alrededor del núcleo atómico, y

que desaparecen para volver a ser energía en el corazón del vacío subatómico. Esta particularidad de la mecánica cuántica, descu-bierta en el siglo XX, parece darnos una explicación de las apariciones y desapariciones del Resucitado. En efecto, Jesús parece someter, por su espíritu, la materia de su cuerpo espiritual a su voluntad. Él es a la vez “cuerpo”, porque él come y bebe con sus discípulos, invita incluso a Tomás, el incrédu-lo, a que le toque para recobrar su confianza, pero al mismo tiempo es el cuerpo de energía que está libre del espacio y del tiempo. Este cuerpo de energía, “cuerpo espi-ritual”, para usar la expresión de Pablo, me confirma que la ener-gía y la materia llevan consigo el mismo mensaje fundamental: ¡Cread la vida! Como explican los hermanos Bogdanov1 en su última obra titulada “el rostro de Dios”, con prefacio de Robert W. Wilson, premio Nobel de física 1978.Esta energía de la resurrección parece mucho más que anecdó-tica. Nos da a comprender que el

1 Bogdanov Igor et Crichka, Le visage de Dieu, Paris, Grasset, 2010.

poder que había en Jesús, para resucitarle de entre los muertos, este mismo poder podrá hacer lo mismo con nosotros, porque esta fuerza divina es la misma ayer, hoy y eternamente. La resurrección es, pues, según yo lo veo, la entra-da de una consciencia –fuera de su antiguo cuerpo carnal- en un cuerpo espiritual, a la imagen del del Señor, y no la revificación de un cadáver. Ser “cuerpo espiritual” tiene, entre otras consecuencias, la de liberar nuestras conciencias de la angustia del sufrimiento de la muerte que en esta tierra todos conocemos. Ser cuerpo espiritual es entrar tanbien en plena comu-nión con los seres de luz y el con el mismo Señor en su gloria. Es, en fin, esperar la verdadera identidad que el Dios de todos los tiempos había reservado para nosotros, sus hijos e hijas. Pero este mérito no nos pertenece; depende de la sola voluntad de Aquel que será todo en todos, el Cristo resucita-do, el viviente por los siglos de loa siglos. ¡A El sea la gloria!

Pastor Jean Claude DiezReproducido de Mosaïque

Julio 2011

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