clínica con la muerte [alcira mariam elizalde]

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De Alcira ariam Alizade e n esta biblioteca

a sensualidad femenina

línica con l muerte

Jcira Mariam lizade

wrrortu editoresHtu nosAires

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.. -.1 ..

l u ice general

1:1 Prólogo

17 Primera parte. Uno morirá

1 Los idearios e l muerte

l. Introducciónt II. Antropología de la muerte

: :1 2 Uno morirá

: : L Introducción1111 II. Las marcas de ser mortal1111 lII. La vejez como pre-muerte una marca de ser

mortal fisiológicalV Etica y muerteill> V. La representación de la muertel l VI. La sacra lidad de la muerter. 1 VII. La festividad de la muerte

r : 1 :J Los tiempos con l muerte

r :1 Crono logía de la muerte

r :¡ l. La mu e rte durante la vidaÍ1•llit)

\0:1

JI Las pre-muertesIII. El moribundoIV. La mu erteV. La pos-muerte

1i7 VI. El viviente y sus muertos

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70 1. La muerte p sú¡ uica

79 I Introducción81 II. Muerte psíquica y resurrección84 III. Muerte psíquica en sentido negativo

93 5. l narcisismo tercia rio

93 l Introducción97 II. El nar cisis mo terciar io

109 Segunda parte. Clínica con la muerte

111 6. Saber y no saber

111 I. Los espacios del saber . Metapsicología del saber

118 II. Construir la vida o el desafío diagnóstico.Observación de Leo

120 II I . El aborar y no elaborar la muerte

125 7 a angustia el narcisismo y / os mecanismosde defensa

125 I La angustia

126 II. El nar cisismo y la libidinización d el yo128 III. Los m eca nismos de defensa

131 8. l sUenci.o. Las envolturas de silenci.o

131135137

151

I. IntroducciónII. Semiología del silenciollI. Las envolturas de sil encio Oas envolturas de la

mu erte

9. a primera entrevista en tre un analista y u n

paciente con la vi da amenaza.da

159 O Aportes del psi.coanál is is a la técnica

159 I Introducción162 , II. Premisas técnicas

10

// , / '' couvade o de la intersubjetividad

I 1 1 i1 c•ouvade en los tiempos de la muerteM 1 < l 1Horvación de Vera. Pre-duel o , couvade

l11n11wicnte y mecanismos primitivos

/ 1 < cmstrui r la muerte

1 1 11 amenaza de la muerte como crisis. El sistemacl1111poyo El «entre dos crisis» o «entre dos muertes»

Notas sobre el dolorCons truir la muerte

V Morir solo-morir acompañadoV Observació n de Pedro Oa construcción de u n

n111t.inente paliativo)

1 l libliografíaIKI Indi e de casos

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11t4l libro fue naciendo de a poco, por efecto de la refle 1•11Lreuna clínica que lidiaba con la muerte y una teoría

•1111ntrelazaba con ella. Fue creciendo a través de múl- • notas y observaciones llevadas a cabo a lo largo de los

h1111H quince años. Darlo a conocer se trasforma en unarf,, de imperativo. Tengo la impresión de que podrá ser

11l 11idad no solamente para los especialistas en el campo111 pHicología, sino también para el equipo tratante que

11fr1•11tn a diario una multiplicidad de situaciones difíciles¡111 tc•quieren de la mayor cantidad de herramientas posi-1h lhda clínica, en tanto aproximación a un sujeto vivien

l111plica la participación de la ausente presencia de la11• rt 11. En el registro de pacientes qu e . forman parte deI• l1liro, la muerte física tanto se yergue como realidad11111 nte como se asoma en el horizonte de las posibilida

t111•1liatas. Su título podría también haber sido «Clínica11 111 muerte natural». El agregado de la palabra <<natural»1f11l l1 11que no habrá de tratarse de la muerte intencional

1111111lquiera de sus formas, sino de aquella muerte que,vll nble, nos ha de alcanzar un día a todos los aún vivos.1111110H de lado la consideración de la fascinación por la

llH 1 •• y la importante temática del potencial genocida hu -1111111 l•iH un libro acerca de la cotidianidad de la muerte.

U• l111brá de emerger en su vertiente r ~ á t i cy escan 11111111 por un lado, y en su vertiente natural o «familiar>>,

1 11 1•1 ot.ro.111111 pregunta se impone en esta semiología introduc-

1 11111do la muerte: lvamos a vérnoslas en estas páginaslo r la muerte física, con la amenaza al esta do de vi

t rito, C on el aniquilamiento del cuerpo orgánico, ovamos a11111111dPr11rtambién los vericuetos de la muerte psíquica,v11l1 rl1•dr, la dimensión de lo inerte, de lo destruido, de lo11111q11il11do•en el mundo interno?

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Si bien el énfas is de este libro está puesto en consideraral <<p0r morir» en su condición humana de mortal, enfre ntado a la inmin e ncia de la descomposición de su carne, nohe podido evitar la inclusión de un capítu lo de reflexionesacerca de la muerte psíquica. En esas líneas se hace presente la otra muerte, la de adentro, la que mata potencia

lidades vivientes, la que nos enseña acerca de la visita de lamuerte dentro de nuestras mentes, muerte que empobrecela calidad de la vida.

Vivir implica un constante combate lúdico contra lasamenazas de la pulsión de destrucción vertida sobre nosotros mismos. El «oficio de vivir>>, como lo denominaba Pavese, exige un reto perpetuo, un afianzar palmo a palmo el estado de viviente, cultivando la vida y sorteando los obstáculos negativos. La muerte misma puede ser experimentadacomo una experiencia final mayor dentro del contexto de lavida o servir de pretexto para empobrecer la calidad de la vida cotidiana.

El dualismo freudiano opone la vida y la muerte, la construcción y la destrucción, lo positivo y lo negativo. Muchosconceptos del campo de la teoría, tales como masoquismoprincipio del Nirvana, dolor psíquico, pulsión d e s o b j e t l i ~

zante (Green, 1986), núcleos aletargados (Cesio, 1958) hacen hincapié en los procesos que desgarran, rompen, ~ i d e -

r an el aparato psíquico. Lú «no vivido», lo «no permitido vivir>> constituyen espacios del dominio de lo muerto.

Mi experiencia clínica con pacientes <<p0r morir>> se realizó principalmente en el campo de la oncología. En 1980asistí en la ciudad de Boston a un works op sobre «Stress,factores emocionales y cáncer». Lo l ideraba el grupo Simonton. En su centro de trabajo, las estadísticas revelabanuna sobrevida en pacientes graves del doble de lo esperado.Mi veta de in v estigadora recibió un estímulo y ya en Buenos Aires decidí intentar corroborar por mí misma ciertas

premisas planteadas. Me acerqué con esos fines a LALCEC(Liga Argentina de Lucha Contra el Cáncer), donde el doctor di Paola fomentó mi interés invitándome a tomar contacto con el Hogar San Francisco. Allí empecé a entrevistarpacientes. Concomitantemente asistía a la sala de Ginecología del Hospital de Clínicas, cuyo jefe era el doctor di Paolahijo, y u ego trabajé en el Hospital Rivadavia con el doctor

IJ 11111• Calan dra. Un nuevo proyecto de investigación tuvol11111 r l n un servicio de oncólogía del Hospital de Clínicas

loK doctores Perazzo, Brosio y Sparrow. A todos ellos leslt l 11 ol haber podido moverme cómodamente explorando en\.111•t1ivas entrevistas distintas situaciones y distintos acon-

1•r11Hpsíquicos .l•:I c:uer p o, ese poderoso regidor de nuestro destino, emer-

• 1•11esta s páginas en primer plano im poniendo su viva11 mncia mortal. El mundo de las e p r e s e n t c i o n e ~~ e n t e

111mu erte , el campo de los afectos donde la angustia Juega1111 1111 predominante habrán de ser investigados. Pero el li-1u11 110 se detiene en el muerto mismo. Va a explorar tam- t 11 ol duelo, o sea, el territor io del dolor psíquico en los sol v vicntes , e igualmente considerará, desde los aportes del 1 1111lropología, los idearios d e la muerte para ubicarla en1llwr11oscontextos socioculturales. Se abre camino entonces

h 1 111 t l luto, los rituales de la muerte, el o n e p ~?el ca-1l11v1•1• las ceremonias funerarias, los actos eutanas1cos, el111 111po de la agonía, el problema del dolor. En algunas de1 l r t.omáticas me detendré especialmente. Otras aflora-11 11 111 correr de la pluma dando cuenta de la complejidad1h l lnnómeno muerte.

l•:n inherente a la vida lidiar con el sufrimiento que, comol1h 1111t1ñalaba Freud en 1930, procede de ú l t i p l ~ sfuentes:111 l mundo externo natural, donde la catástrofe es moneda

i

111prc posiblebajo múltiples formas (maremotos, inun-

11111 l111ws, incendios, terremotos, tornados, huracanes, tor-111 .11111H et c .); del mundo externo humano (guerras, ases i-1111l11H nccidentes, pérdida de seres queridos, etc.); del pro-1'1 nlllrpo (enfermedades, amenazas de muerte, etc. ; d ~las•• l111·11mes entre los hombres (desamparos, peleas, r1val1da-1l1 , 11linndonos, separaciones, malos tratos, etc.). E l sufri -11111·11lA>en tanto lucha frente a los obstáculos de la existen 111 11woca a la vida. La muerte, en cambio, se dirige a la in -11111vilidnd y al «nunca más».

l'11rnbién está el hombre como un gran matador ya sea1 11 1111·1ialidad ya sea en la fantasía. El deseo vehemente de, 1•·1T1•r la muerte se expresa a través de sus deseos incon-1 11·11l1•Ho conci entes de dar muerte a otros o a sí mismo. La1111111rnlPza violenta humana se manifiesta de diversas for -1111111 MuC rte física y muerte psíquica se entrelazan. Freud( lf>u, pñg. 684) e nuncia al respecto impactantes frases

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como: «Somos los descendientes de una incontable sucesiónde asesinos» o « a sed de matar está en nuestra sangre».

a pulsión de vida Eros) triunfa decididamente cuandoel sujeto opera intrapsíquicamente el movimiento de tras-formación del narci sismo Alizade, 1987, véase cap. V) queda acceso a un cierto montante de sabiduría y a un estar en

positivo en lavida

tomando en consideración alsemejante.

a alteridad cobra relevancia en el marco de una ética. Laexistenc ia se inserta en la primacía del principio de la re-latividad y la pulsión de destrucción logra ser domesticadaFreu d, 1937). A esta trasformación del narcisismo habré de

dedicarle un lugar de importancia.Como en un rompecabezas, los capítulos se irán orde-

nando desde un caos inicial. Un cierto comando inconcientedictará las secuencias de escritura dando forma final al li-bro. l lector le está encomendada la tarea de hojear el índi-

ce y elegir de acuerdo con sus intereses y su inserción cientí-fica qué lí n eas habrá de leer, cuáles le podrán servir en elmanejo de sus pacientes ya provenga del territorio de lamedicina, de la enfermería, de la asistencia social, de la psi-cología, del psicoanálisis, etc., y cuáles le podrán servir qui-zás en el sendero de reflexión acerca de su propia vida.

lt Pra parte. Uno morirá

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l.oH idc •arios de la muerte

ltalt111 l11cc ión

11111110 primer capítulo se enriquece el psicoanálisis con• • 1lc1otras disciplinas que destacan la complejidad fe

c·11 qu e rodea al suceso «muerte».l n 11111ropología de la muerte pone sobre el tapete el en -

111 nntre vertientes intrapsíquicas y socioculturales.U

uvulares constitutivos se entrecruzan la filogenia ylllHU t 11 in.l 111• tclonrios de la muerte comprenden las ideas y los

Lo• qu o determinado contexto sociocultural engendra1i t• elo e lla. La manera de considerar a la muerte depen-

11111111t •mente de los aspectos sociales del superyó de-1l1111clopor las creencias sociales y <<la opinión pública»1cl. 1 ll4).

1 nMI páginas s e tomarán en cuenta el pasaje entre lal 1 y muerte, la manipulación del cadáv er, los ritos fu

l11111

y la categoría de ex viviente.l l lpología de las muertes muestra cuánto depende elm li11• de su entorno tanto para vivir como para morir.

1 11 111 pon sar inmersos en el trajín de una vida de Occi- 111•• fin es del siglo XX, que morir pudi e ra haber consti-

11111111lf{una vez una experiencia de máxima trascendencia11111•111cl11 en gran medida voluntariamenw con un mínimo

1 llllf< ll Hia y un máximo de cortesía en un ámbito de natu-1ni t11111iliur idad.

1 • dnmarcación entre vida y muerte no es siempre de

m1111l11do pre cis a. Los que se van influyen sobre los que que-11111 v lrn• que quedan di alogan imaginariamente con los quevn 111111 pmiido. Se constituyen territorios ps íquicos interme-11111• clondo vivos y mu ertos interactúan y se comunican. Lasr. llu1011e•H y la s c r ee nci as primitivas facilitan es ta circula' 11111 l 11H ritu a les de l luto y el proceso de duelo están im-

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pregnados de un intercambio necesario con el muerto comopresencia psíquica con quien deben lleva rse a cabo dete rm inadas ceremonias en el mundo externo y en el mundo in·terno. El muerto está activo y «Vive» desde su lugar de muerto.

La inmortalidad privilegio de los dioses, es consideradaun máximo bien desde una fantasía que inventa un lugar

sin sufrimiento alguno. Es interesante al respecto consig·nar lo que en nuestro medio ha investigado Cordeu (1983)en sus trabajos de campo con los ishir y chamacocos, quie nconcluye que la condición edénica resaltada por MirceaEliade como la «nostalgia del paraíso» no es en el fondo ta lpues a a manera del retorno de lo reprimido- en los mitos paradisíacos, «la inmovilidad primordial es semejanteen todo a la de la muerte». La muerte vuelve a aparecer a llídonde la creíamos destituida para siempre. La vida edénica,libre, plena, donde no hay pesares n i esfuerzos, resulta una

vida no-humana aburrida y carente de interés ya que nofavorece el despliegue de las fuerzas vitales. En la vida terrena con sus obstáculos y luchas, la muerte emerge como«una experiencia extrema fundante de sentido» y adquierevalor en su contrapunto existencial con la vida.

Muerte y vida constituyen un par dialéctico en interacción permanente; cada uno de estos términos obtiene su riqueza semántica en su vinculación con el otro.

La historia da pruebas de la circulación entre vivos ymuertos. En la lengua medieval, la palabra «iglesia» com·prendía «la nave el campanario y el cementerio». Estoslugares se fueron convirtiendo en lugares públicos. El cementerio era también un lugar de asilo que con el tiempo seconvirtió en lugar de encuentros y reuniones, como el forode los romanos . Pegados a los osarios, se instalaban a veces mercachifles y tenderetes. En 1231 el concilio de Ruánprohíbe que se baile en el cementerio o en la iglesia so penade excomunión. En 164 7, un texto expresa el malestar generado por la coexistencia en un mismo lugar de sepulcros y de«las quinientas diversiones que abundan bajo estas galerías

( En medio de tanto barullo (escritores públicos, lenceras libreros y merceras) había que proceder a una inhumación, abrir una tumba y sacar cadáveres que aún no se habían consumido, dándose el caso de que, aun en época demu,cho frío, el suelo del cementerio exhalara olores mefíticos» (Aries, P.ág. 30).

r1111l11 un milenio la gente había tolerado perfecta-111q110 Aries denomina «la promiscuidad entre vivos y

• Y lo que es más importante aún es que «el espec-l 11I• loH muertos, cuyos huesos afloraban a la superficie

1 r nwnlcrios, como la calavera de Hamlet no desper·1111 los vivos más sobresalto que la idea de su propia

' lhn familiares les eran los muertos como familiari• l 11lmn con su propia muerte».

111 rnpología de la muerte

/ ¡ 111111 i uo y l muerte

l 11 de• distinguir el hombre primitivo, por un lado, y el11111 nt o primitivo, por el otro, perteneciente este al

1h1,. el< antaño y muchas veces presente en el hombre1 1 110 romo restos inconcientes vinculados con afectos e1 111 nlicas.l v 1kuhl (1922) se ha ocupado de recabar información

111 mentalidad primitiva. Al leer su obra, uno debe in-1 1rp11nc trar en formas de pensamiento que nos resultan111 1· P n tanto se alejan de los procesos de pensamiento

11ll1111lt •1i del hombre civilizado y se manejan por un pen- t ~ mágico que es indiferente a las causas mediatas y

11 11plic·11 un juicio de máxima certeza fundado en un ima-fl 111 0 bizarro. Indígenas de distintas partes del planetapi 1 u n t na la muerte de la misma manera: no se mue 11 1111mrte natural uno es siempre muerto por una poten -

1 • 111111ticainvisible. Coexisten para ellos e l mundo de la1 111 p1•16n sensib le (visible) y el mundo de los espíritus (in·

1 llilo) El cuerpo se presta como receptáculo para dar en-1 11tn o Hnlida a un espíritu en una suerte de circulación sinf1111dc 11·11H.Al soñar uno se trasforma en un recién muer -1 • v ,.¡ PHpíritu visita a los ancestros y dialoga con el otro1111111do . Por eso Lévy-Bruhl es taxativo cuando enuncia que(p H lií>) «para comprender la mentalidad primitiva es ne-

• 111 10 renunciar de antemano a la idea que nosotros tene-11111 • do la muerte y de los muertos . Una persona es del l11rncl11 11 veces muerta antes de morir cuando se considera11111 11111•Hpíritu ya ha partido y es enterrada viva; una perso-

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1 1 1 1~ 1 1 1v 1 1 1 1 1t 1 • 1 1 1 1 f o r m ade no morir de n m e d i a ~es.abani11111111111

11 Ht mi sma pues el estado de pre-muerte mm1nente11 ttH' torLu inspira terror. El muerto se convierte en malo Yduna, castiga, etcétera. .

iCuán extrañas nos parecen estas formas de pensamiento Freud (1919) nos enseña que estos mecanismos «superados» en el hombre civilizado no lo están totalmente Y retor

nan adoptando el carácter de lo siniestro en múltiples ocasiones. Impera en esos momentos la omnipotencia de lasideas, el pensamiento mágico, el reinado d e l ~s o b r e n ~ t u -

ral el animismo, etc. Los límites entre fantas1a y realidadse desdibujan. Los seres civilizados no han desalojado porcompleto al hombre primitivo con su narcisismo ilimitado Ysu trato con las fuerzas naturales y sobrenaturales.

Lo siniestro se mezcla con lo espe luzn ante cuando entraen relación con cadáveres, con el animismo de lo muerto,con espectros, con fantasmas. La vida de l?s u ~ semer

ge en su doble carácter de invisible y de eficaz. Se JUega conprácticas de muerte y resurrección para c u ~ a renfermedades (magia homeopática o imitativa). Escribe J. Frazer,(1890, pág. 48): «Hay una rama prolífica de la ~ homeopática que obra por medio de los muertos; del nnsmo modoque un muerto no puede ver, oír ni ha?l.ar, así.se puede, basado en la regla de la magia homeopatica, deJar a la genteciega, sorda y muda por el uso de huesos de d i f u n t o ~o decualquier otra cosa que esté contagiada por la corrupc1on dela muerte: por ejemplo, entre los galeses, cuando un mozo

va a galantear por la noche, coge un poco de tierra de unatumba y la esparce sobre el techo de la casa de su noviaexactamente sobre el lugar donde los padres duermen. Imagina que así prev endrá que no se des p ierten mientras él ha:bla con su amada, puesto que la tierra de la tumba les daraun sueño tan profundo como el de la muerte».

Muerto no quiere decir inexistente o ineficaz. o muertohace Hace con lo que queda de él, con la materialidad sobrante (huesos, cenizas, restos), y con una parte de sí que nodesaparece nunca. Me refiero al espíritu,_al « a l m a > ~~ u e

sigue planeando sobre la superficie de la tierra. Invisibleacorporeidad que debe temerse, reverenciarse y llamar aveces en nuestro auxilio.

El pensamiento salvaje (Lévi-Strauss, 1962) está dominado por la ciencia de lo concreto. En los ritos funerarios de

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1 .. fox, por ejemplo, tienen lugar ceremonias de adopción1 • medio de las cuales se sustituye u pariente muerto por

1111 vivo, lo que permite la partida defmitiva del alma dellllttnLo. Los ritos funerari os muestran la gran preocupación1 r deshacerse de los muertos, para asegurarse de que el

1111t11sma» del muerto no retorne a vengarse o a molestar a¡,.. vivos. Los vivos «deben mostrarse firmes ante los muer-

1 los vivos harán comprender a estos que no han perdido1111111 nl morir, pues recibirán regularmente ofrendas de tale 110 y de alimentos. En cambio, se espera de ellos que a t íl 1111 de compensación de esta muerte, cuya realidad recueril1111 11 los vivos, y del pesar que les causan por su deceso,

1 1 1 1 ~les garanticen una larga existencia, vestido y algo que1 •1111•1 »(págs . 56-7).

l•:I nlma y el cadáver interac túan. Sus poderes deben ser111111miados.

' l u mbién se simboliza a la muerte con propiedades de la

t 1m1leza. En Portuga l, a todo lo largo d e la costa de Gales\ 1·11 nlgunas partes de la costa bretona prevalece la creen-1111do que los nacimientos se verifican cuando sube lama-11•11y ele que la gente muere cuando está bajando (Frazer,¡111¡,¡ fi:3). El fenómeno mu erte recibe desplazamientos y con-111 l t1.nciones en los múltiples sucesos de vida y muerte que' 111-r1•n en la vida natural.

lhclo en la naturaleza vive, muere, y renace bajo formas1111·t11morfoseadas. El fantasma o espíritu del muerto impli' 11 11nn metamorfosis imaginaria. El cadáver también se

l 111Hl orma, el alma emigra y se trasmuta .1m i muertos constituyen una suerte de especie oculta:• llt 11rns, eternos, positivos o negativos, omnipresentes

11 llpología e la muerte (semantización cultural de la111111wLe)

l Jna mirada a vuelo de pájaro sobre distintas formas de• 111•11rar la muerte en diferentes épocas de la humanidad po

ljihtlit a relativizar el contrapunto vivo-muerto.Aries (1977), en sus investigaciones sobre tumbas y ritosl1111orarios, ha contribuido en gran medida a echar lu z acer' do esta fascinante cuestión. Distingue la muerte amaesl rnd11, la muerte propia, la muerte ajena y la muerte prohi -

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~ á starde para modificar el significado do Ju mu(•rlA• y r

virtuar su naturalidad.

a muerte propi aEsta tipología de la muerte aparece en el siglo XII.Distin tos fenómenos observados por Aries en los ritoH fu

nerarios y en el minucioso registro de lápidas y sepult.urn

lo conducenal trazado del camino hacia la

personalizacióde la muerte.

La representación del Juicio final sufre modificacionc1En un principio los muertos pertenecientes a la Iglesia ha•brán de despertar un día en el Paraíso. No hay juicio ni con•dena. No hay responsabilidad individual. Más tarde unabalanza rigurosa pesa las buenas y las malas acciones. Lavida se extiende. Ya no cuenta tanto el momento preciso delmorir sino el último día del mundo al final d e los tiempos.

Otro elemento que interviene junto al lecho del agoni·

zantees la última prueba que sustituye al

Juici o final. Losg r b d o ~de época (siglo XV) así lo atestiguan. Esta prueba «consiste en una última tentación . El agonizante verá latotal_id_ad de su propia vida, tal como la contiene el libro, y sesentira tentado bien sea por la desesperación de sus faltaso o ~la gloria vanan de sus buenas acciones, o por el amo;apasionado de las cosas y los seres. Su actitud, en la exhalación de este momento fugaz, borrará de golpe los pecados detoda su vida, si rechaza la tentaci ón, o, por el contrario an u -lará todas sus buenas acciones, si cede». '

Empiezan los tiempos de la interrogación personal.. . Coincide con el interés por lo macabro. La descomposicion de la carne la figura del cadáver cobran relevancia. «Lamorte seccan (huesos, es queleto) se propaga por todas las

tumbas Yhasta penetra en el interior de las casas, instalándose en muebles y chimeneas» (Aries, 1977, pág. 37).

Algunos autores (Tenenti, Aries) entienden este horrorde la muerte como un síntoma del amor a la vida. El horrora la descomposición se hace presente en la poesía (siglos XVY XVI). Pero el horror no se reserva a la putrefacción sinoq ~ e

«está intr vit m en la enfermedad y en la vejez» (Aries,pag. 37).

Se toma conciencia de la presencia universal de la co-rrupción. El esquema cristiano se altera. El hombre de finesde ~ Edad Media tenía una conciencia aguda de ser un

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n pin 1111111 y ul mi mo t.iempo scnt.ía una pasión inv1v1r, lo qui• IP hacía rechazar con espanto todo

1 11 11 1111H1 t •mpro próximo. Ese hombre sentía un de-11111111111·1 11r lo que se entendía por las temporali a que111111n l11H p<'rsonas, los animales el jardín vale de-

l11n c•l\IH rCS terrenales que procuraban placer de

111111•1 11•propia implica un reencuentro con la tumbaf 1111111111 surge la vivencia de fracaso. El hombre deja11 1·11nHust.anciado con la naturaleza y se instala en lalld11cl qu e impera en la segunda Edad Media, donde1111mundo ávido de riquezas y honores, mundo que

1111 1 Higlos XIV y XV, cuando el carácter perecedero del 11rovocadesilusión y sensac ión de fracaso. La muerte1lc 11e1r rendición de cuentas para trasformarse en la

lt• llHica, la carroña la muerte macabra. )

I 1 1111 wrte jenfi ¡1111 1ir del siglo XVI, el hombre ya no se preocupa tanto111 ropia muerte y la muerte es ante todo la muerte aje

,, trata de la ausencia del otro cuya añoranza y re-11111inspiran durante los siglos XIX y XX el nuevo cultot 11111hns y cementerios» (Aries, pág. 43). Sobre el otro se

1111111 In muerte y se la colma tanto de romanticismo comolooma cabr o. La muerte queda asociada al amor; la ago-

1•,111 t.rance amoroso. Sexo y muerte se alían intensamen-1 l•:I duelo adquiere un carácter ·ostentoso.

Hu hace del morir un culto y se lo adorna de atributos11111H11íficos Cuenta Aries (pág. 45): «Dos novios de esta fa-11111111,que no llegan a veinte años, se pasean por los maravllloHos jardines romanos de Villa Pamphil i. Nos pasamos111111hora hablando -comenta el muchacho en su dia r io¡1,. 1·l'ligión, de inmortalidad y de qué dulce sería morir, de' 111mos, en estos jardines tan hermososn. Y añadía : Morir jo\'1•11, siempre lo deseén. Se cumplirían sus deseos. Unos me,.,.,. después de su boda, el mal del siglo , la tuberculosis, lo11..varía a la tumba. Su mujer una alemana protestante

111onta así su último suspir o: Sus ojos, ya fijos, se habíanv11Plto hacia mí y yo, su mujer, sentí lo que nunca hubiese, rc iído, sentí que / q. muerte er la felicidad>> Y comenta ensel{Uida Aries: « ~ u i é nse atrevería a leer semejante texto enIn América actual?».

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El cult.o a los muertos les confiere una suerte de inmorta·lidad en el recuerdo. Abundan los monument.os conmemora .tivos que indican la idea de perennidad.

a muerte prohibid

Según Aries, los cambios a través de los siglos en lo quela muerte e s ~ c t ason tan lent.os que no son advertidos polos contemporaneos. Desde hace un tercio d e siglo, la mue r

te, otrora familiar, «se ha convertido en algo vergonzoso q uees causa de interdict.o».

E l embuste, la mentira al enfermo acerca de su enferme·dad, el cerco de silencio, se t.ornan moneda corriente. Ya nose muere en casa sino en el hospital, a solas. La vida obliga ·a.amente e l i zd e b ~alej ar t.oda ide a de muerte. Las aparie n·cias de «siempre vivo» predominan en la sociedad.

.«Todas estas muertecillas silenciosas han remplazado yeclipsado la gran acción dramática de la muerte» (pág. 56).Se esconde el paso de la muerte, se la disfraza a los niños. E lmuerto debe ser evacuado lo antes posible. Ent.onces el lut.ose hace en la intimidad y se comparte poco el dolor.

Escrib e Aries: «Se equivocaría por complet.o quien ident ificara esta huida ante la muerte con una indiferencia hacial o ~muertos. En realidad, lo que de verdad ocurre es al reves. En la sociedad de antaño, los clamores del duelo ocultaban apenas una resign ación rápid a: cuánt.os viudos volvía na casarse pocos meses despu és del fallecimient.o de su m ujer. Hoy, ~ nc a m b i ~prohibido ya el lut.o, comprobamos quela mortahdad de vmdos y viudas al año siguiente de la de

función del cónyuge es mucho más frecuente que la de lamuestra testigo de la misma edad».

La muerte prohibida p e ~ n e c ea una sociedad industrializada donde priman los valores narcisistas de felicidadpoder, lucro. '

a muerte desorbitada

Observada en diferentes culturas - a m o k malayo, olónde los tunguses, locura ártica (Cordeu y Montevech io,1992}-, esta muerte se singulariza por carecer de toda nor

ma y, como su nombre lo indica, por presentar características de desborde: crisis de despersonaliz ación convulsionesefusiones emocionales intensas, etc. Son d ~ e l o st r á g i c o ~d o ~ d ese manifiesta un terror sagrado, un sentimient.o de

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11111111111 muerte, y se padece la «sumersión desidenti d11 loH 1>cres primordiales» (Pagés Larraya, 1982,O, 1·1l 111lo por Corde u y Montevechio, 1992, pág. 16).

•r/1• súbit111 111 1 1 ~ r c g a resta forma de morir dentro de la tipolo-

1111• muertes. E l individuo es tomado por sorpresa sinh dt1 despedida y sin agonía previa. Es una muerte to -

1 t imprevista que impregna de estupor a los deu-1\ 11111He para los sobrevivie n tes, de una experiencia de

11 v lorpresiva máxima ruptura.h• do un saber inconciente, poco antes de morir suelenl 11 111ovimientos de despedida sin entender ellos mis-

1 ' qué lo hacen , como si presintieran oscuramente (inh 11tnmente) que la muerte se avecina. En aparienciat 1. 11 nivel inconciente la muerte fue haciendo señalesfl11·rnn registradas y que llevaron a que esa persona ac' ,¡,,una manera que luego, una vez muerta, será resig

,,¡,, por los sobrevivientes como de aviso y preparación1 111 pnrtida.

1 t muerte suele ser envidiada por muchos pacientes¡o11rlocen enfermedades largas e invalidantes como el

1111 . ya que evita el sufrimient.o de tomar conciencia del11 1 ln ro orgánico, el dolor físico y el dolor psíquico ante la1 111111lnd de la muerte .

1 erte en la actualidad un mir d desde el

l 'f • ílisis

ll111fücnan en m pensamient.o la diversidad de muertes111 111•breve e intenso recorrido a través de la hist.oria y sus

1 1 111111bres.1•:11(•[fenómeno muerte se entrecruzan niveles: somáti-

1u, P 41cológico, social, cultural.ll1•ílcxiono acerca de la muerte desde mi praxis. Si bien

1·11•1 Lo que la muerte prohibida impera, las tabicaciones11111111n rígidas. También hoy día alguien muere en forma do ~ ticada. La muerte del ser humano del s iglo XX ha sidoHI m wsada por esta prof usa legión de tipologías. Las formas11nimbrican y los movimient.os de englobamient.o y de discri-1111r111ción entre unas y otras se suceden. Encontramos así

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sujetos que mueren <le muerte propiu (individuu l) domcada en una conjunción sincrónica y diacrónicu C'orr11•diente a estas dos formas. Están solos (como el timonfrente de su barco) y se despiden con adecuados rituulc •necesariamente religiosos. En todo caso, son mucr .t•H l

nas y singu la r es para ese sujeto y nadie más.a cons ideración de los fenómenos del incon cientci n

plía el abanico conceptual de las maneras de morir. El p14i

análisis presenta así su contribución a la investig aciónlos fenómenos psíquicos a la hora de morir.

En cuanto a la muerte ajena, siempre constituyó unpejo donde uno miraba la muerte del otro y en ese espeJaprehendía vivencialmente en forma parcial que tambiera mortal aun en los casos de negación extrema. Lo pecedero (hombre, animal, árbol, casa, etc.) de la materia viviente e incluso de lo inanimado pone «ante los ojos» la realidad de la polaridad vivo-muerto.

La muerte ajena es muerte propia proyectada y provocacuriosidad. A veces una parte del propio cuerpo que muere(amputación, anestesia parcial, etc.) también es catalogadadel lado de la muerte ajena.

En el imaginario se puede ju g a r fácilmente la fantasíade inmortalidad. Las religiones apuntalan el psiquismo yaportan aliviadoras respuestas. Aun as í, al acercarse a mo·r i r el cuerpo, el sujeto al final se entrega pero no sin ciertoescozor ante tanto desconocido acechante, tanta aventurade desintegración, de trasmigración, de viaje al más allá to

davía por vivir. La muerte se convierte en el tiempo de otravida, en el inicio de una temporada diferente donde se espera persistir en el «ser» y en el «estar>> no importa cuáles sea nlas condiciones imperantes.

Al psicoaná lisis le interesa prioritariamente esclarece rlos efectos que la representación de la muerte ejerce e n l a vida. Sobre todo en lo que respecta a las vicisitudes del narcisismo y a la perversidad humana (véase cap. 5). a «locurarazonante» de los hombres en pugna por poseer bienes terre-nales en desmesura como si fueran eternos o como si esta

posesión calmase las ansiedades de muerte da cuenta denumerosos estragos socia les.

La omnipotencia narcisista interviene en las patologíasdel racismo y de los nacionalismos destructivos. En la crestadel furor narcisista, mato al enem igo por poder. El individuo

1

11ilp11l1·111 111 n i upnronl.<• dominio ele la

11 111111 wrntmlo mítico (Aulagni er, 1979).111111 ' l'I el< un tc mano cómo habrá de

111111 I H 111l11. : cuc •rpo entero somete. a vecest ud• do i·onfu s ión o de dolor que rmpreg-

111 l 1111 IOH tornando imposible toda bu_ena1 V, ,,14, 1,¡ ps iquismo desobedece, por as1 de-

1t 1lt kr lor o y el suje to extrema los actos de la .

1ti,11 11 di •l muri ente caen todas ~ tipologías de11 11 i•xpori encia única, defirutiva , ~ plasma

lt •(1111l11<'Las , emociones y palabras smgulares

11 1I

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t lt 1 IJ ll{ J iendo un orden admirable crea el espacior 1 N ¡ nacen. Muerte mor y uida están ligados y

u11 l w r /Jien determinado en el tiempo y en la gr nI tl1 I n·ino viviente sobre l a tierra del cual nosotros

t 1 1 1n 1 lc•rior ca p ítulo consideré <<las m u e rtes» según los1 y lwc t<l<•ología s, lo cual permitió observar e l amplio

n 1 11e111 la muerte se inserta y las innum erables fan-1tMI••11111 qu e la acompañan.

Mr 111 14 11n acontec imiento cierto futuro que incide ma

l 1 11 M1l >ropLiciamente en los aconteceres del presente.11111111111 fin d el siglo es difícil observar su sabia acep-

V •o rd en a dmirable» descrito por Fliess s e contra-1111 rnu ndo on admirable desorden y confusión donde

11r111111 muorU:ls provocadas y violencias ul t r a ja n tes.t fl 1111 l rulmjo ante rior dije (Alizade, 1988): «Morir está1 111111 otro, al extrañ o. Un o morirá no es nunca uno

11111, 11, 1•n ol mejor de los casos, es uno inmensamente di-1 1111 1•11 il'mpo. Uno morirá es la muerte en la crónica

~ rl111noH t>l conocido de alguien, algún ser querido en11otlrnnil'nLo anLe la p é rdida quedamos marcados en

runrlo chmloi.. • ~ spor lo tanto una muerte ajena que remit muc 1w111lmonu1 a la m u erte propia. Paral e la m e nte , elf• 11• 1M 111rnorLuliclad des d e sus raíces inconcientes.1 1 lcl1 111 d . d1•j11r d o e xi s t ir es rechazada, ne g ad a, y la

111 1 i H•J 11111v11•rlAi on un acto no propio, m e ntiro so, temi-

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do. Cuando su representación emerge, la fuerza vivencia}lleva a extremar mecanis mos defensivos. Y aun cuando laapariencia sea de indiferencia, la idea de «ser mortal» ejerceimportantes efectos. Es así frecuente observar en la vida co·tidiana a hombres y mujeres en la edad media de la vidabuscando febrilmente la unión con seres mucho más jóve·

nes, hipotéticos garantes de salud y juventud, en un movi·miento de huida de la intolerable realidad de la muerte. E nlos signos de envejecimiento que se rechazan asoma el es·panto ante el irremediable sendero hacia la tumba.

Al respecto dice Tolstoi en a muerte e Iván Illitch: «Elhecho en sí del fallecimiento de una persona muy conocidadespertaba en todos, como siempre , un sentimiento de a le·gría, pues resulta que ha muerto otro y no yo ».

En nuestro medio occidental predomina una <<Voluntadde ignorancia» (G. Raimbault, 1975) que deja ver sus efectos

en la sociedad mientras un cierto saber sobre la muertecircula silencioso. Nuestra cultura preconiza los valoresnarcisistas (prestigio, poder, entre otros), y morir, dentro deese contexto exitista y pujante, es, burlonamente hablando,una desprolijidad.

Es «con el otro allí muerto» con quien «hago la muerte» , ocon el otro a mi lado amenazado. Hay un otro neces ario vivoo muerto con quien bordear una experiencia que aproxima alo imposible, a lo irreprese ntable. Gr acias a la circulación deseres muertos, a la mirada en <<locadáver», algo se vivencia

de la certera aniquilación. Se roza lo impensable y uno apre·hende que también uno morirá.

Escribe Heidegger (1926, pág. 260), desde la filosofía: «Elser ahí Dasein) puede conseguir una experiencia de la

muerte sobre todo dado que es esencialmente ser con losotros». E l otro, ya cadáver, posibilita una imaginería de in·tercambio entre vivos y muertos.

Si bien «nadie pu ede tomarle a otro su morir» (Heideg·ger, 1926, pág. 262), cada uno se escuda con un saber super·ficial sobre la universalidad de la muerte del saber profun ·

do, vivencial. El ambiguo saber no vivencia} acerca de lacotidianidad de la muerte ayuda a encubrirla. Cuando setrasforma en cierta, adopta la forma de una amenaza quese hace carne.

, Retomo la palabra de Heidegger (1926, pág. 176): «Día adía y hora a .hora mueren desconocidos. La muerte hace

h c•mno sabido accidente que tiene lugar dentro dell d111 l•:ncuanto tal, permanece en e no sorpren er ca·

r1 t w o de lo que hace frente cotidianamente» ( . . «El111tcloresquivarse ante la muerte domina la cotidiani-

l 11111oncarnizadamente que en el ser uno con otro se111 los allegados a hablarle y convencerle justamente

u 11·1 undo de que escapará a la muerte y de que pronto1 111 11 la tranquila cotidianidad . . .

111111topología espacial permite circunscribir el ámbito¡111 111 muerte tendrá lugar. Surge la cuestión de dónde

11 In muerte. Mientras el muriente hace su propia1111,los que lo acompañan hacen la muerte ajena. No sÓ·ll1•v11 a cabo en el espacio concreto de los cuerpos (cuer-1il11wrpor un lado, cuerpos en llanto por el otro), y en

l 111111 l.(OOgráficodonde alguien muere, sino también en el111li1111Lcrnode los que quedan vivos, en el circuito íntimo

11 rnpr esentaciones y afectos que se entrelazan entre1p1111•nvuelven al cadáver. Se genera un espacio vivo·tu inLrapsíquico donde circula la comunicación entre

111111focierta y la muerte demorada.1111111muerte (súbita o lenta, conciente o inconciente) re·

111 1 MU es pacio necesario.1 1 111ucrte como broche de la vida da testimonio acerca

1 1111111del sujeto que la vive. Vivir la muerte es un arte es·l 1l ql l l ' solicita un montante de creatividad. Las muertest 11 HO entremezclan con las muertes tanáticas. Si b ien

11111111fosumerge al hombre en la universalidad de un sut 11111viLable, su inserción como sujeto ha b lante le otorga

1 11111pliomargen desde donde hacer con su muerte un11111o un acto cobarde. Respetar los límites del otro forma

ti•• ilnIn tarea de quien habrá de acercarse a escuchar yt111111p11ñarla travesía hacia «elotro mundo». No es fácil1 t Ir 11 la propia desintegración material de l cuerpo. Se111 cl11rl'choal miedo y a la pusilanimidad.r 1•rv11nLcspone en boca del famoso Qui jote la expresión

I ' v cl11para mi muerte y qué premio a mis servicios» (vol.l H 1O)al referirse a una muerte gloriosa gracias a las

11111 >1 on vida. No hay melanco lía sino orgullo de enfren·1 1 1 1 l ll < Onesplendor.

1 cuc vnlorcs opuestos se inscriben sobre el «pensar la11111 • ••: uno, de máximo coraje en tanto se enfrenta el mie·

y 1111 1111r11 de fren te lo perecedero de la existencia y la cas·

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tración universal de la especie. Otro, de máxima coben tanto constituiría una defensa frente a un miedogrande aún que el de morir: el miedo a la vida. Resultaque la relación vivencia del hombre con la muerte geun complejo campo de representaciones y de afectos.

La muerte presenta dos facetas siguiendo la dualipulsional: una positiva , constructiva; otra negativa, dtructiva. Desde la primera faceta se constituye en una epañía psíquica que ayuda a sortear los obstáculos de laY a tolerar las frustraciones. Conduce en muchos casos asabiduría. Desde la segunda faceta, es vehículo de desción. En este punto se abre el tema de la fascinación pormuerte presente en múltiples experiencias (deportes ri

gosos, traumat ofili a, actos fallidos que rozan la muertecétera). '

El hombre primitivo que yace en nuestro interior pde mecanismos no superados (Freud, 1919) revive en lagia Y en la omnipotencia del pensamiento vivencias de dade castigo, de violencia, de amenazas espantosas, de cued e s p e d a ~ a d oe ~ .El hombre narcisista, en cambio, pregod e s d ~~ l mconc1ente que <<nunca morirá». Con furia y doln ~ c 1 s 1 s t aenfrenta las señales del paso del tiempo que dm1ent.en Y ponen en jaque desde el principio de r ea lidad 1fantasía del inconciente.

~ s sistemas de creencias y el fértil mundo de las religin ~ s~ n t e n t a n~ o n f i r m a r

una cierta inmortalidad procurandahv10 y seguridad interior.

II. Las marcas de ser mortal

Toda vida implica necesariamente toparse con las <<marc ~ sde ser ~ r t a l » .Por tales entiendo situaciones que apro·xrman vert1gmosamente a l sujeto la idea de su finitud a tra•

vés de experiencias o vivencias direct as que lo ponen en con·lado con su estado viviente de ser perecedero. Las marcasque quiero privilegiar son las «carnales» o somáticas. Pe·ro ~ t á nt ~ ~ b i é nlas marcas de la muerte que emergen enla vida erotica y en los sucesos que obligan al psiquismo aenfrentarse con las pérdidas: duelos, ausencias, etc. Estasmarcas graban en el psiquismo improntas de «ser mortab.

11 1111 b t ~ rintelectual o de un vivenciar la111 tt , · rncláver a jeno o la mirada sobre hipot.é-1 11111 filmes, en los diarios, en la mu erte de

1 4 11111nt.oceresde muerte de la naturaleza. La

1 111urt 111» siempre se ejecuta sobre la propialllH '· 111111función del cuerpo son señalados con1 1111 1, mueren. Numerosos ejemplos salen al111111111l<>t·alizaciónde pérdida, una suerte de an

l 1 11 1 1d11general que acaecerá c?n la muerte to-11 11 , pueden asimismo denominarse «muertes

\ ..,,., nH HOntemporaria s, otras definitivas. Así,11 , p111•dorestablecer la función del miembro d

111• ¡r11·11n11lesión permanente. En ambos a s ~ sel111v1«'HH una exper iencia de ruptura con la ima

l , p111•nLero y sano, no importa cuán niño, o v e ~

11 1 vulnerabilidad corporal se manifi esta. Se si-

l 11111,tlP nic•ga,se apela a los mecanismos. e ~ e n s i v o s

111111 , 1,.t·ola marca está o estuvo y el s i q ~ i s m ore-1 doun saber que hiere y a la vez ensena, un sal I• , 1dt11icndohilo de la sabiduría, por un lado, f>er?

ll 1 d11lornsnmente a atravesar los senderos psiqm-l 1 1 1 t t'lll'iÓn.

, 111, cl11d1•H accidentes imprevistos, disfunciones, en-1 1h 11111 11n u dan una trama de marcas que escriben so-

11 111 un discurso difícil de asimilar.

111n111.

11Losde recepción de la «marca de ser mortal»11 1 11 trnln vida, tarde o temprano. Ahora r e ~ e n t el ~

t l1K'I' 1C'Uerpoe imprime su signo de e r c a r u ~ .L a ~1 1 .¡, mcnaza. Se despiertan fantasias p r 1 ~ a r i a s

•1111,111tv11ic, pnranoides), penosas por un lado Y enriquece 11 ,1 utro. El yo recibe un cimbronazo que lo enfrenta

¡ 11111ltl tot1perecedera. Esto puede dar lugar a ~ ae l a ~ o -

11 y • •l41¡¡nificaciónde la historia vivida. Se redimens10-I I 11cl11y se relativiza la existencia.

1 1 1liut1nl11Hmarcas forman episodios de a p r e h e n ~ e r s e

1¡ 1I 1111¡ uedcn ampliar la cosmovisión al introducir : in1111111 11

H el< principio de realidad y, por ende, de prm-1111 ¡1, , ,.t11tividnd (véase cap. 5, sección II). Insisto: _nose

1t 1 , ¡, 1111Hnlwrintelectual sino de u n saber corporizado,11111r11•11c•,Hnhcr de u n cuerpo propio que será ~ s p o j ~~ e

ll 1 111po finito. Estas marcas pueden llegar_ a imprm:n_r11 1 11111·vud1n11micaa la cotidianidad de un sujeto al facih-

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tar la trasformación narcisista y unn ci<•rtu muyor lur.1frente al misterio de la existencia. Crece la os;1dí11 1•0

conciencia de la posible lleg a da inesperada del fin dv i ~ a . l mero e c ~ ode estar vivo es fuente de bi e nest.nr ygmen m p r ~ n d e ra.ctos psíquicos nuevos, jamás imngldos . Como s1 la cualidad de lo perecedero se hubiese inporado al yo en forma positiva.

En la clínica no hay que apresurarse siempre en comtlrar ne.gativo u ~ hecho corporal que ataque la integridm ~ ~ r 1 a l.TI-aba3ar con la idea de una integración psicm a ~ 1 c ae incluso psicosomático-social permite evaluar 1accidentes sobre el cuerpo con una visión que relativizae.fccto dañino. E. Pichon-Riviere solía destacar que el psi'.<'<>< n. un medio familiar er a , por un lado, el más vulnernb

H1l.um·1on11lmC nw; Ulmbién era el más sano en tanto denu• In .nf< rmcdad fa milia r imperante. Con el cuerpo 8

« « <fe. lo ,m1smo. Las «m uerte s parciales», cuando no revisun cnracter destructivo importante, pueden actuar comoa z . a d o ~ e se . ~ z i m á t i c o spsíquicos que aceleran 0 propicia

la cristahzac10n e determinado cambio psíquico para mejopro:echo de la vida y, aun cuando suene paradoja}, para ex

perimentarla con mayor alegría.Cuando el cuerpo erógeno es atravesado por vivencias el

n:1?rtandad . advienen las experiencias de despersonalizac10n en la : ida amorosa . El goce pone en juego la pulsión em u ~ r t e :tiene lugar la regresión hacia el sueño, el vi a jahacia la entrega donde uno se pierde, la fusión de erotismosen los o:gasmos (Alizade, 1992a). Se ha llamado al orgasmo«pequena muerte». La experiencia es de triunfo sobre la~ u e r i : e ,de m_uerte y resurrección, de placentero desafío yvictoria. La vida sexual puede tanto constituir una fuenteprotectora frente a ansiedades de muerte como ser vehíc ul ode angustia al poner en evidencia el carácter perecedero dela carne.

una marca de ser

11111, 1•11rrotera de brasas y no de cenizas . .»,1 1 m11ica, 1961).

p111 111 wjez no solamente se explica por cau-1¡111• ponen a determinada persona fuera del111 cl11 lo joven; las señales de vejez apuntan en

1 111•rpo profundamente repelente, temido,p1111l11. í tase del cuerpo-cadáver. En lo viejol lw1os t.cmpranos de la futura descomposición,

11 111 de• prcaviso de la podredumbre futura del1 111111111-lode la célula, la muerte de la tersura de la

111 cl11 In firmeza muscular, la muerte de la agi-111111·1lo do la agudeza de los sentidos en especial,

1 111do), la menopausia, metaforizan «pequeñasli 11•vc1rsiblesque anuncian, desde el deterioro del

~ 1 1 ,1•l 11<lvcnimiento inexorable del cuerpo muerto.l11\ • 11 l 11d puede proyectarse imaginariamente la in -

1lh1111I, 1 n la vejez no puede dejar de «concretarse» la1 11111 o In carne de la certeza de la mortalidad. Ga

l 1 l l 1 e lmi lo pone así en poesía: «en mis sienes jaspea la1 ¡111•1·11:1.de la muerte».

1 1 d1 u•Hperación por mantenerse joven que se obser- 11111 11frecuencia en nuestra civilización occidental

Ir 1·11 I furioso rechazo narcisista (dolor mediante) a acep-1111111 HI lns marcas de la castración que escriben sobre

1111rugn o sobre la elasticidad de la carne la ley de lacas-1 11111 El espejo deja asomar el incipiente perfil de la de -1cl111•ioncorporal. La «opinión pública» desde el superyó

1 n 11d, 1Hl4) observa con susto y rechazo a ese cuerpo que111plt11.11a denominarse <<Viejo». La representación intole-

1 · Pvocada remite siempre a una exigencia de trabajo del11l111l llción. La madurez biológica es un buen tiempo para

1 l 11clvonimiento de la madurez psíquica.1 11 vojcz se dirige alternativamente hacia el campo de lo

11l1v1•d.o y hacia el de la sabiduría. Es un tiempo fértil, rico• 111 uventura de la vida, que indica el final y permite poner• )u< go una cosmovisión nueva.

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Saber vivencialmente acerca de las limitadas posibilides de gozar de la vida la tornan todavía más preciosaconvertirse n t o n e ~la muerte en la sabia compañera de 1vida. Habla de la instantaneidad y fugacidad de los díassusurra consejos para disfrutarlos, alejados de idea les speryoicos, expectativas narcisistas y querellas estér il e1Enseña a mirar de frente un destino de olvido, d espojadde ropajes empobrecedores. Los representantes narcisisse yerguen y caen eJ'l. este trabajo de elaboración por don dasoma la condición mortal del ser. La energía ocupada esostener la representación de His o Her Majesty the Ba b(Freud, 1914) es drenada hacia una mayor exogamia, de legación narcisista, excentración del sujeto y consiguientetrabajo en la cultura.

El sujeto puede asimismo preguntarse acerca de su su •pervivencia simbólica, a través de los hijos, de las creado·

nes, etc., todas formt:1.s de pensar en una prolongación de lavida en la memoria de los hombres por un tiempo más. Es loque P Aulagnier (1979) conceptualiza como «Una pequeñaparte separable de la..muerte» . Las religiones ocupan un lu ·gar primordial al proponer el prolongamiento de la vida enuna vida eterna.

El levantamiento de la desmentida respecto de la mu e r ·te ese <<yalo sé . . pero aun así» (Gri nberg de Ekboir, 1983)con que se suele trarisitar los días invita a atreverse a pro·fundos cambios. Por de pronto implica atreverse a escuchar

y a sentir repercutir en uno el solitario grito en el vacío deser humano herido e:n la fibra narcisista más íntima, la in ·mortalidad del yo. Aquí se abre la dimensión del hombre,desgarrado en las incógnitas de lo real de su cuerpo, atravesado por el saber de l)n destino que lo conduce a una seguradisolución.

Escribe Portella Ñ unes (1988): «Creemos que la perspectiva más importante abierta por Freud con la introduccióndel instinto de muerte ha sido poco utilizada en el sentidodel trabajo clínico. No se acostumbra aprovechar el mate

rial de la muerte, quei casi diariamente nos llega. l ver i -dero trauma del nacim iento consiste en lanzar l ser hum -

no a la muerte». Las bastardillas son mías. Esta frase puedeservir de introduccióo al abordaje de las temáticas clínicascop. la muerte. El autoir echa una mirada a la perspectiva deltiempo u i ~ oen un a-nálisis, integrando pasado, presente y

1 111mañana podrá estar la dicha, el cumplimiento1 , o nuevo, la continuación de la aventura de vivir,11t11mhién, y con certeza, la muerte.11•rlPza es a veces una idea, otras veces un afecto,

1111111•1on,un extraño sentimiento.

~ 1 1 1 •ltion, qué virtud subyace al tener que morir? fQué-111tt11•11, quó idea, qué interjuego de instancias podra pro·

1 ..111ll'optación y otorgar el valor necesario para enfren·11111111orte y acercar se a los múltiples sentidos que ad·

1 11 lu lnrgo de una vida?l11 .tu 111vertiente aristotélica, la ética es una ciencia

1d1111n

d sentido común. Indica el estilo de vida necesa·11 lograr la felicidad, que es el bien por excelencia.

1111·1·1•difícil hacer comparec er a la felicidad en la expe·111111d11l tener que morir. Escribe Aristóteles en la Etica a

111111m: «( el bien propio del hombre es la actividad del111111llngida por la virtud; y si hay muchas virtudes, diri·l 1 por lu más alta y perfecta de todas . Añádase tamb ién, 1 t llH condiciones deben ser realizadas durante unaIn ..1itoni y completa porque una sola golondrina no hace1111111,t'omo no lo hace un solo día hermoso y no puede de ·

, t11mpoco que un solo día de felicidad, n i aun una tem·1 11111111bnsie para hacer a un hombre dichoso y afort:mado».

111111 tmln golondrina no hace verano» es una bella rmagen1111 1 mHar el último acto de la vida e l o r i r ~engarzado

n 111din1ímica de «todos los veranos» de una vida. Ya cerca11111r1r,los proyectos identificatori os se derrumban, salvo

n 11111tinonte a la delegación narcisista trófica en los hijos,l1 11l1rn realizada, el recuerdo en los sobrevivientes. Tam·¡,¡. 11 pit>rclcn consistencia los atributos que derivan del tet l f 1 H1 uno pronto no estará más con vida, todo lo que uno

1111111•11no es más que un resto que poco sostiene. El atributo111 M••r uelquiere preeminencia en este momento . Ser, Yen es-1 1 111KiHIAmcia del ser, abrirse a lo real de la muerte, al caml1l1111np<mHnblcpor donde se retorna a lo inorgánico.

J 1 1 1 1 t ~ 1ron Heidegger, podemos enunciar que «la angus·l 1111111 0 In muerte es angustia ante el poder ser más

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peculiar,irreferentee irrebasable.El ante qué de esagustia es el ser en elmundo mismo».Más adelante agre«Nohay queconfundir conel temor de dejar de vivir lagustia ante la muerte. Este no es un sentimiento cualq ulra y accidentalde debilidad del individuo,sino,en cuanfundamental encontrarse del ser ahí , el estadode abito ( . . En la angustia ante la muerte resulta puesto elahí ante sí mismo en cuanto entregado a la responsabilldad de la posibilidadirrebasable»(1926,pág.274).

En su estudiosobre la ética,Spinoza (citadopor Fulla1984)plantea que en la naturaleza no existen ni el Bienel Mal, tampocolibertad, sinonecesidad,un orden lógicoalque se debeacceder. El único imperativo éticoes la ley delconatus porla cual «cada cosase esfuerza( . . por perseverar en su ser».La virtud reside en el poder,en la potencia e

accióndelser.

¿Qué accióndebe ejercerese ser cuando el finalde la vi·da se aproximainexorable?¿Qué alegría,qué deseopuedeconjugarse conel sa b erse mortal desde la carne herida enlas horas de la muerte?

La apelaciónética resulta harto insuficiente.Aun cuan·do, en tanto coronaciónde una vida, la muerte, siempre de·masiado temprana, siempre injusta, abre un espaciopara eldesplieguedevirtudes éticas tales comova l entía, magnani·midad, dignidad,y poneen juegoal ser trascendiéndose, fiela sí mismo.El sujeto se contemplaentero, capaz de atrave·

sar «conlos ojos abiertos»esa experiencia difícil,escapadode la falta de virtud (cobardía,pusilanimidad, negación extrema). El individuopuede hacer conella un «don identificatorio»para los que lo sobreviven.En esa función de sostener al otro, al qu e seguirá viviendo «hasta con la propiamuerte», se ejerce la base de la ét ica (Amati-Sas, 1993).La muerte así entendida es acción y perfección.Pero nosiempre la muerte da tiempo aeste despliegue.

La autoestima se eleva. El <<por morir» ha de elegir susúltimos actos ypalabras, decidir sobresu fin, impartir órde

nes Y deseos, exigiendo, libre e imbuidode la dolorosaimportancia delpaso que media entr e estar en el mundo y yano estarlo nunc a más. Dueñode sí , re afirma de esta manerala dignidad de su ser,más allá del dolor,la mutilación u otraherida corporal.El es más que su cuerpo yse sostiene en elsentimiento de integridad. La mu erte consu cortejode an-

l l111rduntesha sido d o m a d ~_El sujeto s ~h ~tl•

1,1111 él conducey dirigeel ultuno r ~ o . don, . art d t· ne la nura a en

l11111111onc1ade su p l a, sos ie d d didl 1 \Ltimativamente en su mun?o e. espe_ .a,

111111111,i el cambioque lo devolveraa lo m o r g ~ 1 ~

1 ' 11 .cdcl lado del mundo»,en esa n t e ~ a l a~ ,ah 1111, l d e dondese contempla en ~ ad i m e n s ~ o ~

• l11l111nmdo, desarrollando el espaciode r . e l ~ t i v 111•••rv11ndo el carácter mortal de todoser i v 1 e n ~

. 'ta a discurrir sobre elrol de la eutanasia1 111l111111HIOVl d ·i•1•1'ciÓn de la muerte cuando el cuerpo .eviende

l d d amiento dolorosomun a,1 11111l1iriur a y e espe az . rtelm111cl11111dole las adecuadas ceremoniasde su mue .

Pl tó n en bocade Sócrates que «esnece-1 11 1111pone a rte

l 111111•mantengáis la esperanza ante la mue y, · n f do en que nolil• • •I H como una verdad unica, co ian .b b ni mientras vive

11l11H1mmal para el hom re ueno, . . 1. 1 . t tes antes de mgerir a1111111n1ucre»? E incuso, ins an , te

O l di '. lo que me está acon -11 111111·111I proclama: « s0 re. .' . d be star en lociertocuan-In1lil11 H<r un bien, yno e mose . b 1t 11111Hqu e la muerte es un tr iste destino,pues ca e a

1 111111.11di' qu e sea algo favorable». b ' ,, . t Apo logía de Sócrates se encuentra taro Ien_una

' 11111111nHa en sus alcances: «Temer ala muerte, anul gos,b.d ' aparentar saber o que

1111ill111· on una falsa sa i ur1a,y . ºd. 1 rte n i se consi era para•• i·1111oco . Nadie conoce amue ' l te11111lrrool mayor de todoslosbienes, pues o ~ o s?y roen

1111i11rnnd er que es el mayor de o d o ~los mabes.~ q ~ :~ ~• ' 111 ma y or ignorancia cuando se i e n s a s ~er

1 '/ vo atenienses - y en ellome diferenciode la mayo·11

•1

' ' - bº otros111 cl1· loHhomb r es- i dijera qu e soymas sa io qu : Íli ' 111on cs io, ya que, desconociendocuanto suce e en e

111 1114 11firmo ignorarlo». - s• , d l rte pero s1 mo -No 111l<•nio ha cer una apologia e amu e , 1 hl1 11 1111hombr e «qu e se diferencia de la may_oriade os\11; •• vulo dec ir, mostrar cómo, en tanto su1etosp e n ~ a ~s,111u1:11•rlc• form ará parte de nuestros valores y a_n ~ o ~y1r1il111•u11l ir á hacia el la de acuerdo conla trama ~ i q : a ~ ~ ;1111111<lo HU vida. Desde esta vertiente de : : - 1 e : u ~ r t e s1 111111<1111\eHadscrita s a la muerte de un SfrUJe d. s ª ~ c r a t e sen

d. y cobardesLa ase e o1111•1urPH y püorcs, 1gnas : , _'1 il111l11¡.:oclo Fcdón cuando dice «Siempreoi que es necesa

43

(

~

r

, tos. Propongo reflexionar ~

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rio morir con alegría» puede parecer excesiva. Sin embcomporta un dejo de verdad. A partir de ella se puede ntinguir las muertes alegres o vitales de las muertes me lcólicas o mórbidas.

Aunque suene extraño, se puede enunciar la «gran dede morir» o el «amor del destino» cualquiera este sea qpregona Nietszche.

En la misma línea podemos incluir la dimensión de l alencio en el sentido (véase cap. 8) de un imperativo é t ifrente a lo desconocido.

La dimensión de vacío se asoma al ser al reconocer lcontingente de su estadía en la tierra. Pero no se t ra ta dvacío que nihiliza, sino del Vacío con mayúsculas que <<abreel espacio del ser>> (La porte, 1975). En un cuento de J. P. Sart re titu lado «El muro», un condenado a muerte reflexionafrente a sus verdugos: «Estos dos tipos adornados con s uslátigos y sus botas eran también hombres que iban a morir.Un poco más tarde que yo, pero no mucho más». Lucidez im ·placable, aparente privilegio de los que de una u otra mane·ra reconocen su marca de mortales y, si el tiempo aún es ge·neroso, se sirven de este impactante reconocimiento paraincrementar la alegría de vivir.

Escribe A. Kojeve (1987), refiriéndose a la idea de lamuerte en Hegel: «l,a Muerte es lo que engendra al Hombreen la Naturaleza y es la muerte la que lo hace progresarhasta su destino final, el del Sabio plenamente autoconciente y, por tanto, conciente de su propia finitud. De tal manera, el Hombre no llega a la Sabiduría o a la plenitud de laautoconciencia mientras, como el vulgo, finja ignorar la Negatividad, que es el fondo mismo de su existencia humana, yque se manifiesta en él y a él no sólo como lucha y trabajo,sino también como muerte o finitud absoluta. El vulgo tratala muerte como algo de lo cual se dice: no es nada o no escierto ; y volviéndose rápidamente se apresura a pasar a locotidiano . Pero si el filósofo quiere alcanzar la Sabiduría,<H>t> mirar lo Negativo de frente y permanecer cerca de él ;

yes

t 'n la contemplación discursiva de la Negatividad que serevela por la Muerte donde se manifiesta la potencia de lSabio autoconciente que encarna el s p í r i t u ~(pág. 63).

Si dedico este breve apartado al lado filosófico de lamuerte, es porque considero que adquiere desde esa disciplina una jerarquía que muestra la importancia de mirar

, tos. Propongo reflexionarV u sbeneficos f e c t ra cultura de la rigi-

1111\>losc o n s e c u e n c i a : ~ ~ u ~ :probable que la inca ''ºº con que e l ~a ~ e r t ey su negación extrema

ili• tolerar la propia m t dad humana. n el otro. 1 destruc ivl ' fi . mmor -

\1 i a1mino en a , d bala) yo rat1 ico nu. (<le ha:rnbre, de frio, e E l otro quien muere, a

,. d muerte. s e tu -l ini o d e ~de r8: ecto la sentencia de muerte nat1111to

en quien p y a mí mismo.ih r11hle de aceptar par

i 1•presentación de la muerte. , de la muerte» es u n te -

1 11·HLiónde la r e p r e s e n t ~ c ~ ~ ~la muerte e s un con-d fu troca ivo. . . . l es

implojo. Freu e . e ativo para el cua no nos' 11\iHLracto de contenidolntg1'vo en lo inconciente» (1923d).

da corre a ' ·ca e1111.. ••ncontrarna . rime una huella _mnemi -•1 vive su muerte» e imp d r constituirse en expe' • rte al no po e . l p ru 1111l1-cer. La ~ ' ·verso e p r e s e n t a ~ 1 ? 1 : ª·. o1 <\ueda excluida d ~ lunid l muerte remitir1a s1em -

, . l idea e a t a1 111r1ón metaf orica, a l tración . Esto se encuen r

· ' de a cas · ' · trol \11 rcpresentacion . . . , de representacion m , .' . la definicion . del p · nali

' r.t•111·ordancia c O I ~' tad en el Diccionario sicoa .d1111111por Lalande ,c1 o lo que forma el conteni o

' .\o que uno se representa'. to y especialmente a ~ ~ -1 to de pensamien N h percepcion

1111•·lo de u n ac · , anterior». 0 ay

l t i1\111'1·ión de n a _ p e r c e ~ ~ ~ ~ i c i ó nde la muerte ~ m ~en11 111tnuerte propia_ po:la por siempre el aparato plsh1qu1cobr.e

que aniqui te para e om1 11110 uceso . a seguramen ' d ·a• 1 11 muerte propia e 'ble e inverosímil como to av1i 1111nrdial, tan _inim;g::otros» (Freud, 19:5b)S - l las

\111 pura cu a lquiera e anizador psíquico. ena o .1 11 diferencia e ~un o r \ e/mujer, ausencia/presencia,

,. »llcsdiferencias: hom r ares excluye al otro. Son111in1'' rto Cada uno de estos p f ente a los sexos esy v11 mue · . E n lo re erti i 1111nos absolutos, p r e c l i s o ~ ~ i e n t o sentre uno y otro de es -

ar desp azo..i...., . la asun -h ,.,·11l'nt..eobserv el rechazo al r o p 1 ~s e x o l e ~ha por' li•rminos, ya sea en l . aginar1a, en a uc .

11 ilt• una bisexualidad rea ~ patologías del travest1s-1 11111 . . , d l otro sexo, en as1 1 11pr11¡>HlClOUe' · i•h't•tA•ru.

45

11i t 1t. (ln75)destaca otras representaciones en

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La polaridad vivo/muerto no admite alternancias.puede ~ u g a ra la muerte», desafiarla,buscarla, pero, uvez que adviene, no hay retorno. En la muerte se patentza una moneda imposible de intercambiar. Implicaun codefinitivo.Es exactamente lo que desafían las teorías do )reencarnación.La continuidadque establecen es incesanYla muerte constituye simplemente un cambiode estadoun «descarne»que promete un nuevo«reencarne».El hombre pasa a ser mujer;el muerto , vivo; la mujer, hombre;olvivo, muerto, etc.,en un engendramiento circularinfinitoEstos sistemas representacionalesson altamente aliviadores frente a las ansi edades de muerte.

La muerte propia no tiene representación.En psicoanálisisse ha confundido «representación»con

«experiencia». Nadie tiene experienciade su propia muerteen formadi r ecta, sí en cambio representaciones delobjeto<<muerte» que se inscribenen los sistemas mnémicos.De lamisma man era en que se tienen representaciones de luga·

res que no se conocen, de estadosque no se han vivenciado,de sucesosque no han acaecidoy e la mu rt el otro dolextraño o del ser querido.Ante la muerte de un m a d ~ ,«elhombre primitivo ya no podía desmentir la muerte , ·puespor sí mismoya la había experimentadoparcialmente en sudolor,perono quería reconocerloporque no podíapensarsea sí mismo muerto» (Freud,1915a).Sin embargo, «experi·mentaba entonces en sí mismo que se puede morir, puesc ~ d auno de estosseres queridosera una porción desu pro·p10 yo, pero por otro lado, en cada una de estas personasqueridas también había algode alteridad»En estas líneasF r ~ u d ~ aesbozala ideade una cierta o ~ apeculiar que eÍSUJOto tienepara exper imentar-re presentar su muerte. Ex{ > < r io n ~ ~ ap a r ~ i ~ ly representación<<parcial» así comoreprescntac 1on ant1c1pada deun futuro inevitable.

De este modose ent iende la aparente contradiccióndeFreud, quien por un ladososteníaque no existeposibilidadalguna de representarse la muerte propia,pero por otro la·doha cíaalusión a representaciones dela muerte al escribirpor e j e ~ p l o(1909):«la mudez se hizoen este sueño repre·sentac10nde la muerte»,o: «El silencioha de ser entendidocomorepresentación de la muerte». Para Freud, palidezm u ~ e z ,silencio,flores cortadas son algunas de las r e p r e ~sentacionesque remiten a muerte.

46

1 11111( ) ot as p

hn d• runos próximos·amorir:soledad,d e s p ~ d ~ z a ·vn• 10, IAlmor a no despertar, é r d i ~ adel o ~ e n

1 • 11l11los del mundo, del pensarruento,~ t e r ~' · · 1 u n, tH 1•onst.ituyeuna representacion«especi::i: »J •

1 1111 . . . r < ~ s o n t a c i o n e s ,tales comola castracion o elrl1 madre (Le Guen, 1992).Lo r r e p r e s e ~ t a b l e

1 1.,

4111s privilegiadas e p r e s e n t a ~ i o n ~ ~que tienden

..11110

que se ejercedesdela imagmacion,que no de·1 K 1icmcia perosí de percepciónsobre e ~o_tro. i:e111111 ionesnacidas no de lo directamente vividosmo1' l11nn11 de la anticipaciónimaginaria de un acontecer11 .

'' do,pues,enunciar que no hay r e ~ r e s e n t a c i o n e s

l111

11rlA.l pero sí,en cambio, representacionescerc e

\ 1 A l. , •~ l · r oconsid erar ahora otra u e ~ t ~ o n :l ~representati-

1 l il1•l nfecto. Sabidoes que la pulsionesta representada

11n•sontacionesy por afectos, yque ~ sdestinos de lost H<m los más importantes. M. Fai.n (1985)~ aob·t lu las repercusionesde un traumatismo ocasionado

1pérdida dememoria. Mostróc ~ m ouna r e o c ~ p a ~

lt ufl'<:tiva inconcientemotivauna serie_ de e s p l ~ z a m i e ny1 usformacionesde la representacion coni r a ~ ,a re-

1 • rol conflictopsíquico.El afecto yla e p r e s e n t a ~ i o nes·111t.imamente entrelazados aun cuando se m_anifiesten

1 il11 iliversasinstancias psíquicas ya v e c e ~s?lo una de1

dosvertientes de la pulsiónpueda ser ob3et 1vada.l ri• ud (1923)enuncia que «adiferencia de las e ~ r e s e ~ -

111 111

ncs no ex iste, en lo que respecta al afecto, ?asa3e obb·11

través del preconciente».Green (1984,citadopor C.1

111vi rl)consideraque esta aseveraciónes rica en o n s e c ~ e n -

11114 Dice: «Si el afectopuede cortocircuitearel pr econcien-1• puedeentonces plantears e comoun representante del,, ,: nncienteen estado puro,valedecircomou n e p r e ~ e n t a n :

t• rli•I sistema memoria,dado que el sistema perceptivoestá· · iente del afectoll¡¡iulo a la conciencia».La memoria mco1:1c .,

11tla estab lecida.El afecto,para exteriorizarse Y «com-di · ' · g n o palabraI ••n<ler se», requiere de una me acion:rma e . ·

•; 1•\ inconcienteplanean «afectosPU:os», f ~ ~ t o saislados,'11ll.uraspuras de afectocuya funcione s p e c 1 f ~ c ade repre-i·nlación,la representatividad que les es propia,se ex acer·

47

ba por el hecho mismo dl'l 111Hl1111111111lod1• 111d1•H111H1•r<1

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p(C. David, 1985). Se crea en la csc ucJu frunccsa / a ml 7 n

e reprosentante del afecto. El afecto, desde esta óptku,portador de un saber latente, inconciente. Lo inefable., o

figurable, pero al mismo tiempo lo activo desde un (•gi•otro, se incluyen desde esta perspectiva teórica. Las n•psentaciones de cosa y de palabra sirven de soporte parusarrollos posteriores.

Pero, ¿y la muerte? ¿cómo intervienen estas disqul1ciones en lo que concierne a los afectos que despierta? L> 1tolerable de su representación conciente y la desmesurulos afectos displacenteros que evoca dan cuenta de diverHcombinatorias. En primer lugar, la muerte emerge como UI\nombre cuyas letras generan significantes. Los significad1>1quo irfín germinando en el cultivo de estas combinator ia son lnzun con múltiples afectos que van desde el espanto máximo, la s vivencias de lo siniestro y de la despersonalizaciónhasta la aquiescencia de la muerte, el sentimiento de ho

roísmo, o, simplemente, la dignidad y serenidad.Precisemos más: Freud, en sus trabajos de metapsico·

logía, utiliza dos t.érminos para referirse a la representación:representante de la pulsión y representante-representati·vo. Como bien lo indican Laplanche y Pontalis (1968), unasveces ambos t.érminos son empleados como sinónimos, otrasveces el representante de la pulsión adquiere un sentidomás amplio incluyendo también al afecto. Se puede conjeturar desde esta diversificación conceptual que la pulsión demuerte (no la muerte misma sino la energía que tiende hacia ella) busca una expresión psíquica, y que la encuent raen el dominio del afecto y de una representatividad de un orden diferente de la representación convencional.

A. Green (1984, citado en C. David) ha escrito: «Se dice:existe la representación y no hay que olvidar el afecto que laacompaña. Pero ¿qué nos asegura tanto que el afecto tengael rol de acompañan te? ¿y por qué no pensar por el contrarioque la naturaleza profunda del afecto consiste en ser unacontecimiento psíquico ligado a un movimiento en esperade una forma?». Desarrolla a continuación su teoría sobreun representante afecto emanado de la inducción afectiva deun otro mediador que aporta el potencial representacional.

Puede ser de utilidad incorporar la rica distinción de lostres registros (imaginario, simbólico y rea l) aportada por

48

1111¡H1clP pHH <>unuliHiH. Ciertas representaciones111 111 h11hrun do H<>guir las vertientes de confonna-

1111< 11 1rnuginurio (mudez, silencio, flores ~ ~ ~ a st 1 , l11H lt•yc•s de organización del orden r m b o ~ i c ~

tndrm 1111 In idea de castración. Remiten a corte, hrru- l1111pdublc de «tener que morir». En lo referente a

1 1111111 ulhi do la realidad tangible de la muerte expre -

1 ' , 1 1•11<1ávcrpor un dedos ~ p a r a d ?

delc u e ~

etc.,1 11 ltTt•prcsentable, lo imposible , lo m a p r e ~ e n s i b l e :

111111110lu representación de la muerte a d ~ m ~ r e~ a c -

111111111.icoel sujeto expuesto a un dolor psiqmco mten- 11111.n ospacios internos represe ntacion ales Y se su -

' ol campo de lo irrepresentable. El dolor hace, agu\ , 1 wjoto rompe series de pensamiento. Retomare ~ t e

1111 dPH<io la vertiente clínica al considerar los mecamsdc. c(pfcnsa extremos . El individuo clama por a n e s ~

lr 1111 t.o a la intolerabilidad del dolor. A veces en el grito

1lulor físico se esconde este otro dolor «sin palabras» ante11111ort.o.El dolor hace de afecto. .1 , muerte de cada sujeto será siempre su muerte posible.

VI, 1 a sacra lidad de la muerte

l•:lcuerpo muerto ha sido alcanzado por un_ c ~ t r a s c ~ n -

1111 11 ~ 1Le ha sucedido algo del orden de lo mister10so e m-11111otante. Ritos previos y ritos o s t e r i o r e ~al o m n ~final11111 rcan la importancia del suceso. Lo mas alto, lo mas podnroso imaginado por mente human_a se hace r e ~ e n t e .Es111111 hora de Dios, de ángeles, de esplritus, de a n t i d a d ~de11111lcficio. A la quietud del cadáver se contrapone la ª; Pta' Ion de las almas de los sobrevivientes frente al espectáculo1ilwupto de la ruptura, del corte defmitiv?. .

La religión interviene en forma m a m f i e s ~o marginal,Intente . Es muy difícil sustraerse de la apelac101,1 ~ u norden1mperior, a la magia suprema de unos seres rruticos, u l ~ a

l ~ } r r e n o ssupranaturales, lejanos, eternos . . Inconcebibleun mundo sin sacralidad, sin rituales ordenadores p l e n o ~

de sentido. Cuando se lo piensa sin dios, abandonado a simismo, surgido de la nada, de un azaroso big-bang, lo realde lo que no se puede ni comprender ni aprehender amena-

;m con hacer brotar un manantial de angustia del cora· h 1 • • • > al frenesí impactante del paso vivo· muerto, a

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;m con hacer brotar un manantial de angustia del cora·del hombre.

Las ideas acerca de dioses y demonios, de premio s y etigos más allá de la vida alivian la existencia. Conformun espacio psíquico ordenado, que explica hasta lo inexplcab le y que organiza los caóticos vislu mbres de una creacidesconocida.

VII. La festividad de la muerte

«No hay ninguna fiesta, aunque esta por definición sea trite, que no incluya al menos un principio de exceso y francachela; basta evocar los banquetes funerarios en el campoAyer y hoy, la fiesta se caracteriza por la danza, el canto, laagitación, el exceso de comida y de bebida. Hay que darse elgusto, hasta agotarse, hasta caer enfermo. Es la ley mismade la fiesta», Roger Caillois (1939, pág. 110).

La fiesta es una «ape lación a lo sagrado» (Caillois, 1939),Son numerosos los ejemplos en distintas culturas en la scuales se festeja la muerte. Con ella irrumpe el exceso, laviolencia, la trasgresión, e l desborde.

En la pa labra <<fiesta» subsumo los elementos de trasgre·sión y desborde así como un cierto afecto de alegría que con·trabalancea el rigor <Wliente de la situación.

La categoría de lo frenét ico constituye una suerte de ecoo de respuesta del hombre vivo frente a la violencia i s ~

iiva de la muerte. A la vio lencia de la muerte se respondecon la violencia de la vida. Al exceso puesto en acto e n lamuerte se contr apone el exceso maníaco festivo.

El baile del ange lito en la Argentina es un ejemplo defiesta a consecuencia de la muerte de un niño. Los entierroscon música Gazz en el de L. Armstrong) también acercanla fiesta a la muerte. En las islas Sandwich, l conocerse lamuerte de l rey el pueblo se lanza a comet.er todos los actosconsiderados crimina les en tiempos de rutina: incendia, sa·quea, mata y obliga a las mujeres a prostituirse pública·mente. Al exceso desorganizativo de la muerte se contra·pone el e x e ~ otrasgresivo de lo festivo. Lo frenét ico de la

50

p p ,dt• la aparición brusca del cadáver.

lh 111pose suspende, el mundo se recrea, se vuelve aitl 1"º"' primigenio. El cese de la fiesta señala el retor·1 1·11

¡ •Hios se tocan: vida y muerte, como caras de una11111110da.

1111°

de tenerme a considerar al elemento festivo in·1q1111•11mente en los tiempos de hacer la muerte con a l·

1 l rnr una fiesta de la propia muerte es un acto míti·111·vecomo representac ión narcisista trófica. En vez·1 ln, avanzar hacia ella con tranquila sonrisa exorc i·loH antasmas agresivos de despedazami ento corpo·

d1·11niquilamiento. Es retornar a la «muerte amaestra·( 1• Ho pág. 24) y constatar la propia elaboración de la111·

1 11l1lnr -Ross (1984) ha escrito que la muerte es un nuevo' ' 'or. Al recorrer las cortas páginas del libro pareciera11111rires una delicia y uno no quisiera por nada perder

t• • 11m a ese maravilloso acontecer. La autora presenta a111111wiccomo un acto de trasformación, de creación hacia11 wma nueva . Desde esta óptica, «se muere y no se mue-111111ulose muere». Cierta continuidad queda garantiza-

l 1 por Hsa otra forma prometida que espera después de la111• detritus de vida, descomposición para recomponer

v11 materia, reencarnación, etcétera./\ oportunidad de haber nacido , de haber «hecho la vi·

l 1•, w suma ahora la muerte como otra oportunidad (J.

lh•uHiori, 1980, comunic ación personal). Al describirla co-11111 oportunidad queda ubicada en un sitial lúdico, como un

11111locer trófico, como destino final a toda orquesta. He¡ re sonancias de lo festivo. La despedida adquiere un to·

1111 h1dico. Ala lágrima se mezcla la sonrisa y el adiós se ex·l 1 1 sin m elancolía.

«Si empre oí que es necesario morir con alegría», dice Só-11 •H en el Fedón l e qué alegría podría tratarse si unoVlvnncia que está muriendo y por ende perdiendo todo,111·rdi<;ndose uno mismo como ser viviente? No habría de¡ reírse, qu é festejar a menos que se considere la serena

•111i11fncción por la vida realizada. La fiesta es la del cierredo acto trascendente por consumarse, la del gran rituaÍ.ivo do la despedida. Ahuyentada la melancolía, el mu -

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'i1•11l1• m i ~ m odispone sus últimos saludos y consejosl l U < r t cd j iti l b i i t i 1 Pmpos con la muerte

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l ~ l U < r t cdeja marca positiva en los sobrevivientes sin .c·1ar duelos patológicos. P

La muerte emerge como acontecimiento En l. . e espap r ~morir que se constituye para cada sujeto, la retiradala vida acaece con sa ludos finales, aplausos y hasta bcheos. a muerte es vivida creativamente y en su in tm:hay lugar para la sublimación y para desplegar el artemorir.

1 Pmpos con la muerte

111/0 i.ría e / a mu rt

111 uerte durante la vida

l 1 Hiempre presente aunque en apariencia muda y a111110 He ignore su influencia sobre el cotidia no vivir.

1 1 11iño pregunta Freud, 1908): «¿De dónde vienen los,.·1. Latente subyace una segunda pregunta: «¿De dón' º la vida?». Emerge el vivir como pregunta y la duplal•·m·ial prínceps: vida-muerte.

1 I muerte se exterioriza en la planta, en el animal, en1111·1 humano muerto. El estado de cadáver, el esqueleto,

l11• 1 ·cho se ofrecen a la mirada y al saber. La descomposi-111d11 la materia es un hecho inevitab lemente visible. Los

l111·lm1 mismos pueden morir en el sentido de rompei-se,1 l rm;urse, desaparecer.

l 11 naturaleza también presentifica a la muerte. En sul11l1111C iae merge la amenaza letal.

t 11Hcrisis de la mitad de la vida llevan implícita en la :pal 1111 11 «mitad» la problemática del tiempo de vida. Por ende,

pondcn en gran medida de los efectos que el saber sobre111111ucrte y la finitud provocan en las profundidades del al-11111humana.

1 ns marcas de ser mortal a las que me referí páginas111rnH confrontan al hombre con la posibilidad de ser «irune-11l11lumente muerto» en cualquier instante. Esta mortalidadil1•Hligadadel tiempo puede en ciertos casos negarse con fa - il1dud rápida recuperación de un accidente, por ejemplo).l•:I drnma del envej ecimiento consiste en la cronicidad del1li•t11rioro físico y su irreversibilidad, que impiden negar tanl1wilm1>nt.c quo el sendero de la vida tiene un fin.

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••.

II. Las pre-muertes

Lo que denomino pre-muerte es u n movimiento psimcoque deriva de una «amenaza», vale decir, de un hechodemuestra que la vida peligra (enfermedad, catástrofotural, guerras, situaciones límites diversas). Las defohabituales que permiten negar la mortalidad se debili

Los avisos anticipados de la pre-muerte convierten amuerte en una realidad y disipan la negaci ón y las dist infantasías.

El vivo deja de estar «compl etamente vivo» al estar nnazado por la aniquilación. Queda instalado en una su cde antesala de la desaparición.

La pre· muerte puede ser nada más que una falsa alay ol sujeto o bien se salva del peligro o bien en forma má

monos lenta avanza hacia el fin. Las pre-muertes pucddusificarse en: a) transitorias, b) definitivas, y a su v

1111hdividirse en: lentas y rápidas.El tiempo de la pre-muerte varía en duración. Pue

íluetuar desde un par de segundos (cuando la muerte es sbita pero da un margen de conciencia de su inminencia,mo por ejemplo en un derrumbe), meses (en una enfermdad terminal con vaivenes de mejoría y empeoramiento)incluso años cuando a raíz de un padecimiento el sujetoinstala en la espera de la muerte. En otros casos, la amenaza cesa o da un respiro al amenazado y, atravesado por esa

experiencia fundamental, el sujeto continúa sus días sobrela tierra.

La antesala de la muerte genera sufrimiento. Los otrol(parientes, amigos) acompañan como mejor pueden al ame·nazado que yace en su estadio de pre-muerte. El saber (véa·se cap. 6) sobre el fin circula. Los cercos de silencio o el sabercompartido son distintos perfiles vinculares que la fami liaintercambia con el paciente.

<<La manera de sufrir es el mejor testimonio que un almada acerca de sí misma», escribió alguien alguna vez. En lashoras póstumas el sujeto atestigua su templanza, su va lor,su dignidad, su fuerza, su debilidad, su miedo, su necesidadde ser engañado, la calidad de su atravesamiento por losdesfiladeros del narcisismo.

Cuanto más haya incluido en sí el saber sobre su muertemás preparado lo encontrará esta cuando vaya en su busca.

,1 1

11nda frecue nte de la mortalidad posible e inmedia·la travesía de la vida en salud suele ser un pode·

I ., vontivo de derrumbe psíquico cuando la muerte se

rt•• l O una realidad.lnl.Presa consid erar los est ados de larga pre-:nuerte

lill nn a una persona a convivir por meses o anos con

11t.wmedad de mal pronóstico y desagradable nombre

, 1 , Hiela, etc.). Cuando las remisiones no sono t a l ~ s

el1 mo está vulnerable y cierta s actividades o funciones\¡ s no pueden llevarse a cabo en forma _normal. El

11 11 ele la enfermedad va produciendo cambios: ~ o l o : ~ s

, nmputación de una parte del cuerpo, i s c ~ p a c i t a c i o n

I• r ns áreas de funcionamiento (traba O, vida sexual,

11111mía, etc.). Los familiares y el propio c i e ~ ~deben

1111

r el duelo de la irreversibilidad de la s ituac10n. ~ u n ·

11111K esa persona recobrará la salud y con ella el ~ t i l od;, ,

0el mundo que lo caracteri zaba. A lo sumo me1orara,

111 1·icrtas secuelas lo acompañarán por el resto de sus11'.n el consultorio, un familiar se conduele, desesperado

1111poder reencontrar «al ser querido de antes»: ~ l d u ~ l o

1 ,. instala no es frente a alguien que ya n? esta vivo smo1 . a alguien que ya no s más como hacia poco era, al·

111•11

que ha modificado su carácter, su ~ u e r p oen formal ¡¡uLiva. El duelo de la muerte es precedido por s ~ ed ~ ; -

1i1tnLicipado que incluye elementos de despersonahzac1on\ , 11 no lo reconozco, ya no es el de antes»). El n f e ~ oYsus

i liares asisten a la pérdida de la «imagen del a c i e ~ t een1aclo de salud». El cuerpo enfermo se refleja en el espeJO con

11metamorfosis insalubres. Llamo, a este duelo, pre·due·

/, 1 diferencio del duelo anticipatorio (Lindeman, 1 9 ~ ~ ;

h•t1negra de Jaramillo, 1989), que implica un duelo antici·

111i orio de la muerte. El pre-duelo en cambio, es un ~ e l ?

, 111npleto en sí mismo que consiste en que ha muerto defmi:11v11

mente el ser querido «en estado de salud>>. El que estáhorn a nuestro lado ha sido trasformado por la enf ~ e d d

11t punto que en algunos casos no se lo reconoce mas. ?e

nl1n' un hiato taxativo entre el de antes Y el c ~ u a l .La n1

·

11111persona ha perdido irremediablemente atributos pos1tl·

v1114

y se presenta distinta. El cuerpo enfermo se presenta, sus metamorfosis insalubres. El pre-duelo se da en ~i · o n l . < ~ x t ode intercambio entre el paciente y sus seres queri·

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dos Dentro del lí it d potencialidades l d l 1noribundo habita su tiempo de morir y ejerce la pul·

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dos. Dentro del límite de sus potencialidades el amenazadpuede, aun afeado, deteriorado en su estado de pre-muertesustraer al entorno de un pre-duelo negativo. En esos casOIembellece a su entorno, ayudando él a sus seres queridos yal mundo a elaborar el estado de amenaza y la muert.e qu

ya se dibuja sobre su biología. El enfermo logra sustraersesu propia muert.e más o menos cercana para atender a su

seres queridos y facilitarles la despedida inevitable. Lofantasmas de la melancolía se alejan: un consejo, una admonición sabia, un reto a los dolientes futuros deudos, sontodas posibles formas de combatir la «piedad patógena•(Dolto, 1982).

Vivir la muert.e quiere decir aproximarse en estado de vi·gilia, de curiosidad lúcida, a una experiencia que no es nun·ca la experiencia de la muert.e misma sino más bien la expe·r ienda de las vivencias de los tiempos previos a su adveni·miento. Es participar de la pre·muert.e propia forjando ac·ciones con miras al dejar de vivir que se aproxima.

Cuando alguien accede al hecho de vivir su muert.e, esealguien puede dirigir su atención a los preparativos deltránsito vivo-muerto. Habrá de atender los movimientos in·ternos de un cuerpo ora desfalleciente, ora dolido, etc., elcual, por múltiples carriles endógenos, comunica en unasuert.e de partes instantáneos los cambios biológicos que es·tán sucediendo. El cuerpo dice que está transitando el cami·no que lleva al final de su vida y a pesar de ello, la catecti

zación del entorno no cesa y el último acto recibe tumultuo·sos y numerosos sucesos anímicos.

El sujeto que vive su muert.e, actúa. La muert.e por venires esperada en forma activa. Existe una toma de decisiones,una serie de actos que espontáneamente exigen ser llevados a cabo. Conforman estos el trabajo preparatorio de lamuert.e. Trátase de un territorio psíquico que pone a prue·ba al sujeto en tanto lo insta a ejercer figuras de despedida:testamento, legados, donaciones, regalos en vida , consejos,aprestos familiares, venganzas finales, justicias, etc. Lo externo se pone en orden como una vía preparatoria para quea su vez lo interno también lo esté. La casa se ordena, las valijas para la partida se preparan. Lejos de estar vacías, contienen preocupaciones, dudas, avisos, esperanzas, opinio·nes, 'ilusiones, proyectos para los que quedan, creencias enel más allá, etcétera.

l 1noribundo habita su tiempo de morir y ejerce la pul1 ¡ vida hasta casi último momento. El tiempo de estar

' 111 0 permite que se lleve a cabo cierta elaboración del111clo perder la vida y que penetre en el alma el sentí·11111 de aceptación de la finitud. Cuando la muert.e se

1 •k ltna, esta elaboración ayuda a que la pulsión de vidaw111·ie ya a su actuar preparatorio y dé cabida a la inva·11 ltf cesaria de l pulsión e muerte, la cual, de manera

11111conduce a ese sujeto a su morada final. Distingo en1 ¡1unto netamente la pulsión de muert.e con su función

11hjolalizante trófica (Green, 1986) de la pulsión de des·' , 11ínque no trabaja en el sentido de retorno natural a lo

winico (véase cap. 7) sino que trabaja en el sentido de1111 1 roducción de horrores humanos. En este punto se abre

p11orta a la convocatoria de lo sinies tro, a la pulsión asesi·1, 11 la destructividad gratuita, a los fenómenos de ext.er·

111110de un hombre contra el otro, a l goce en el sufrimiento

l 1•mo a la búsqueda del espanto en vida.t•:n el advenimiento de una buena muert.e, la aventura

1 111orir se conviert.e en un acontecimiento interesante , iné·lll•11i importante por el mero hecho de su carácter relevan·

1 Irreversible. Se presenta como un arrojarse a la aventurali 1 no ser, un asomarse al inaudito cercano tiempo de dejar

l • xistirl .os otros, los que constituyen el entorno del «por morir »

¡ 11yudan a hacer la valija. Son los que lo mantendrán en1

t11do de supervivencia simbólica a través del recuerdo y de111 11fcctos residuales. Muchas veces se erigen en obstáculo, 11l 11nto no allanan el camino hacia la muert.e del moribun·ol11Mno que lo frenan con sus propios miedos, con sus peque·1111 111 psíquicas, asustados e incrédulos al asistir al espec·l111'll lo de u n ser que puede partir entero, imbuido de la tras' 1·11dencia de su último paso, aun a pesar de la fatiga, de laolofolidad del cuerpo, de dolores múltipl es, etc. El sujeto pa·I• 111 iza e n este acto su condición de animal de lenguaje, d e1·r humano elevado de su cuerpo instintivo hacia dominios

il11ndc la bestialidad ha sido domesticada. En intercambio, 1111 Jos otros que lo miran morir, se enfrenta, grupalm ente11In realidad de la mortandad universal.

l os vivientes dirán sus palabras, solicitarán tal bien delproximo muerto, expresará n su pesar y su agradecimiento

11111 huy.

La codicia, las envidias, el deseo de apropiarse de lo qu

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, , p p qel por morir va a dejar, vale decir, de sus bienes í.etrenalo1que permanecerán en herencia de los vivos, estallan m uchas veces. A la hora de la cercanía de la muert.e, el por mor i r continúa aprendiendo. A veces, el cuerpo del cadáveres sede de fantasmas familiares que se mat.erializan en el«cuerpo del dinero». Como si el mismo cadáver y su cargatransgeneracional se repartiesen en los pedazos de bienes,en la forma que adopta la imagen de la sucesión y lo que ha·brá de cotresponderle a cada deudo.

Hay vida hasta en la muert.e. Y lo que queda exorcizadoen el morir erótico no es la muert.e en sí, concreta, en su facticidad, sino la muert;e psíquica, el devastamiento melancólico, la muert;e ant.es de la muert.e. Una parte de vida se conserva cual chispa encendida que da sabor a la muert.e, quela enhebra en el collar de los días trasCUITidos y que proclama la primacía de Eros sobre Tánatos.

Morir deviene un arte, un trabajo creativo, una epopeyafascinant.e. Es el aspec to festivo de la muert;e que linda conlo sagrado . Vivir la muert.e genera optimismo en los queasisten a esa muert.e cuando se trasmit;e vida y se eslabonala muert;e como un paso natural. El «no temáis», «no es nada, es simplemente la muert.e» alivia a los espectadores. E lmurient.e oficia de mediador entre la vida y la muert.e, detrasmisor de un real inaprensible. La muert;e física acaeceen presencia de vida psíquica. El sujeto es más humano quenunca, su disociación córporo-psíquica es máxima. Mien

tras el soma se va det.eriorando, el psiquismo se sostiene ín-t.egro. La dignidad deviene una constelación representacional-afectiva. Más tarde el cuerpo y la psiquis se reúnen enla común descomposición. La masa persona se entrega a lodesconocido. El gran protagonista ahora es esa mat.eria queva a dejar de latir con vida. Se crea una expectativa en elentorno acerca de la proximidad del instante fatal que marcará la entrada en el camino hacia lo inorgánico. Increiblemetamorfosis, asombrosa realidad trastornant.e. Lo sencilloy lo misterioso se dan la mano. ¿Quién es ese que yace ya ca·

si sin conciencia de sí, débil y agonizante? ¿Hacia dónde sedirige con sus quejidos y estertores? ¿Qué dice esa vida queaún es vida aunque se halle en el borde de no ser más?

El asombroso enigma de la creación es atravesado pormiradas sorprendidas.

58

•; moribundo

·ven en comunidades te·1:n general, los seres h u z ; i = s amor y de odio. La fa·11do redes relacionales, vm os e tro "gnificativos»

i1lt11 nuclea a los seres queridos, a los «o s si

'" qui ene s se recotre la i ~ a . tancias el mundo circun·

Al nacer , salvo e n o s a s A l c i r c ~ d v i e n ~una segunda ex·l 11110 recibe al nuevo ser. morir a1 111ncia trascendent.e, lID:ite. d la inmediat.ez de la

' d 1 an acto esta por suce er,Aum o e gr . L ta regresiva llega a sutt1111t..o se torna acuciant.e. a cuen

, ( i la hay) va a cesar.lt 1rnu etapa. La agorua s . e en buenas condicio·

lhclo sujeto tiene derech? a_rettoirarsdel ri tual de la partida.1 iertos movmuen s

" y u p anear c hombre enfermo del•:I m o r i b u n ~ oque nos ~ p ae ~~ oque da cuenta de la

11111rLe. Ya no mt.eresa ~ l i a g n ~ ~ omismo. El dolor físico' a v c ~ d a dde su estado, smo u ~ te de una agonía tortu·

1111 clP en ciertas ocasiox:ies ~ e r en rea de los cuidados pa·r r t~ Las nuevas o ~ t ~ i b u c ~ o ~ : 1 : : : n aespecial considera·

11il ivos otorgan al ah:io e . . tod sufrimiento, contra·' Paliar quiere decir dismmui: o .

tod us manifestaciones.1 ' alur e l dolor en as s to bre en la existencia,,/\ caso no es ~ s t eund mb.omento:i=e enormes recaudos1 a? 1. y no e ieran

1un a person . . . to al revés» t.enga ugar. t e este «nacimien ,1111·11 mten a r ~ , . , uidadosa posible? No solo

,¡, In manera mas sohc1ta, ; a s c también al que parte deiilnndcr al que llega.al mun o, slmotado de la inminencia de

1 Jo J estado de moribundo es e es .' ' es un estado de <<Urgencia».¡,, mucrt.e. Por lo a n ~ 'b do a veces se asusta yl 'l t 1 que mira al mori un ' . .

• o ro, e , . 'l N quiere confundirse m110110 distancia psiqu1ca con e . o . te a su amigo, etc.

le sucede a su parien 't ' '., que eso que dí 'l Múltiples combina-. · 1 toe ' suerte un a a e ·1 1111IHcn e ara en b en el par vivo-por mo-, l rn •s vinculares puede? o .servarse consolar al que conti-

A 1 mor morir>> t iene que111 \ veces e ~ t

1 f mi"lia eJ·erce sobre e, d , · otras veces a an1111rn to av i a vivo, ·1 cio al sentirse incapaz de en-111111·1bundo un cerco de s1 en t . de la despedida. Se

1 ~ to y represen ac10nesl11·11t11r os aiec s .

1· latomadecon-

t 1·11 un paclomutuo de mentiras para a eJar

• inrwi11 compartida de una muerte. . - e t a María de 901 t con una vm · 'qui<'ro i lustrar.e ema h llamado a su lecho de

11111114, c>HL1í por morir: uno a uno a

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muerte a sus hijos, nietos, bisnietos, para decirles unas pala b ras finales donde ha mezclado consejos con adverte ncias.Luego queda sola. Son sus últimos momentos. Silenciosa entra una de sus hijas y se acerca a ella. Con su habitua lcarácter enérgico, le espeta: «No se molesta a los moribundos». Sus familiares solían recordar riendo esta frase muchotiempo después de que María hubiese muerto. Tratóse evidentemente de una muerte con vida, vale decir, de lo que ll amo una muerte erótica.

Quiero recordar la figura de los despenadores, correspondientes a la vieja eutanas ia nativa (Vivante, 1953) . Esesta una curiosa práctica que consiste en acelerar la muertede los moribundos. Esta tarea es llevada a cabo por especialistas llamados «despenadores». La idea es procurar unamuerte piadosa, y el homicidio no es considerado tal pues seaplica a enfermos muy graves que exper iment an doloresmuy agudos. Escribe Vivante: «Al estudiar esta costumbre

q u e también es objeto del derecho pena l - , se ve que en elfenómeno folklórico no se trata, en realidad, de verdaderaeutanasia sino de algo muy distinto, es decir, de una maniobra de precaución contra el moribundo para evitar q ue estecontagie la muerte a sus familiares y amigos. Esta prácticaes anterior al descubrimiento de América. El despenador odespenadora vive ai s lado y gozando de la consideración delos vecinos . Cuando es llamado para realizar la macabraliberación, procedería así: bebe una copa de aguardiente ybendice a l moribundo haciéndole una cruz en la frente. Lue

go lo toma entre ambas manos, apoyá ndolas , r espectivamente, en el estó:mago y en la espa lda, y con un ligero movimiento le rompe e l espi n azo. Muerta la víctima, le cierra losojos y de pie, pronuncia un as oraciones. Para despedirse,concluye dici endo: Fu lano de tal, descansa en paz". Por sutrabajo cobra honorarios o recibe obsequios. La gente del lugar, llegada la circunstancia, lo encubre de la persecuc iónpolicial».

A veces el despenador puede ser el propio padre o el propio hijo.

Agonía y cadáver se suceden, el clima es displacentero, elpanorama reviste las cualidades de lo siniestro y de lo doloroso. Es natural entonces que el otro, enfrentado a l fenómeno de la muerte, niegue, tome distancia psíquica, o se alegre,como escribía Tulstoi, depositando tod / a mu rt en el pró-

60

1imo muriente , lo cual imaginariamente lo eximiría a él de11 .ravesar ese trance.

Tambié n existe la muerte compartida, entre un moribundo que saluda con su postrero adiós y seres queridosqu e, muy cerca de él, lo acompañan y despiden entre lágrimas y serenidad, concientes todos de la importancia y grandeza del acto de la muerte.

Pero a veces alguien muere súbitamente y no da tiempo111 otro a prepararse para su muerte. El que partió se evitólos trámites de la partida. El otro, cuando lo encuentra, oc·uando lo ve pasar de vivo a muerto en breve maniobra, permanece perplejo, enfrentado a un real que se le impone.

Otras veces, el «por morir» pierde la conciencia tiempountes de su muerte física. Está allí, ante nuestros ojos, vivopero ya muerto, aún respirando pero ya nunca más despierto para compartir nada con uno. Ya se ha ido y todav ía está.He espera el desenlace y ya se du ela su partida. Se le dice

11diós se le habla pero él ya no escucha. Está recorriendo lasr1'giones límites de acceso a la aniquilación.

Estas súbitas muertes o desapariciones causan perp lejidad, dolor intenso, sentimiento de incredulidad, vivencia dehnber sido objeto de una broma, que no es cierto , no puede11er hace poco vivía . .

IV. La muerte

Al considerar a esta exper iencia en su m ateria lidad, co-mo <<hecho en sí», cesan por un instante las palabras y «sehnce la muerte de alguien». La intensidad del silencio repr e-11onta muchas veces lo indecible de este acontecer.

En el preciso instante del pasaje de cuerpo vivo a cad1íver el muerto deja un resto, un cuerpo extraño, una perl••nencia identificatoria que a la ve z «es y no es más él» yc>l viviente, al ver morir, asiste al crucial tránsito de vivo amuerto: una nueva presencia, siniestra, violenta, vandáli-1·11 fascinante en cierta medida, está por entrar en escena: elrncláver. Se presenta como cobertura material, ahora inerte,frio, presente . Es el último tiempo de presencia del amado.Sobre el cadáver se vuelca un trabajo de duelo incipiente,unn toma de conciencia de que <<nunca más se lo verá vivo».

El «_por_morU:> ~ o _ nsu último suspiro ha generado un sal 111111 l nmpanilla suena durante media hora» (Jacques

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gto cualitativo al iniciar las peripecias del cuerpo muerto. sb:e la_ ~ emuerta se mantiene la forma que se des-formara proxunamente.

S ~ n;mbargo, ¿ha sucedido realmente la muerte? ¿Resplra aun. La semiología de la muerte nos sale al encuentro.Las.formas vegetativas de vida generan polémicas acercade si se trata de vida o si es ya una forma disfrazada de estarmuerto.

~ l velo:io, ese tiempo de acompañar al muerto hasta sue n t ~ e r r oti:ne por función confirmar que el muerto muertoe ~ t e .El m 1 e ~ oa ser enterrado vivo parece haber existidosiempre y la instantaneidad de la muerte invita una y otravez a un profundo asombro.

C u e ~ t aV i n c e n t - T h o m ~ s.(1980, pág. 47) que «a lo largode los siglos, se o m a r o ~distintas precauciones para asegu·rarse del deceso. La mas antigua consistía en no enterrar

hasta que se manifestara la putrefacción; los persas, segúnHerodoto, no enterraban sus cadáveres hasta que los olore1~ s t i l e n t e satraían a las aves de presa. Se impusieron dis~ m t a sr e ~ l a m ~ n t a c i o n e sconcernientes a los plazos de Jamhumac10n: Licurgo (390-324 a. C.) requería once días paralos e s p ~ n o s ;los romanos exigían siete. Platón pedía quelos cadaveres fueran retenidos durante tres días para ase~ r s e?e la realidad de la muerte . Recién en 1545 Calvmo c r ~ oel cuerpo de inspectores de / os muertos, cuya tareaconsistia ~ n:xaminar cuidadosamente el estado de los difuntos. As1m1smo, en 1792 en Weimar, en 1797 en Berlín, en1803 _ n Maguncia Y en 1818 en Munich, se construyeronl a~ cam_aras mortu? ias W espera (Vitae dubiae azilia) uob1tuar10s: el guardian podia ser alertado en casos de falsasmuertes por medio de un cordón sujeto alrededor de sumano y atado al difunto.

»En .1901, K a r n i c e - K ~ i c k ytraumatizado por los gritosde. una Joven enterrada :'1-va, propuso el siguiente dispositi~ º ·se coloca una pequena bola de vidrio sobre el pecho del

mhu_n:ado Y se liga a un resorte que comunica con una cajan:etahca colocada sobre el ataúd por medio de un largo tubo.Si el muerto llega a moverse, el movimiento de la bola haceque el ~ e s o r t ese distienda; entonces la tapa de la caja seabre ~ J a n _ d oentrar aire y luz en la tumba: una bandera seeleva a mas de ~ nmetro sobre el nivel del suelo, mientras

1111 , «Si se despierta usted en su ataúd », Crapauillot,j111110-julio de 1966, citado por Vincent-Thomas, 1980,

111)

• t 1·u carne cambia rápidamente de naturaleza, nuestro11"1 rnmbia de nombre; se trasforma en un no sé : ~q ~ e

1111l111nenombre en ningún idioma», Bossuet (Oracion fúl 11• por Enriqueta de Inglaterra, 1670).

I / ·cién muerto. l hombre y el cadáver

1r.1hombre se enfrenta al cadáver. La mirada sobre el cal , r Pnuncia en el psiquismo del vivo la categoría de la1111

r 1 ~ ~ .Al alcance de su mano puede tocar una carne muer 1 1 , mirada sobre el muerto envuelve la categoría del con-

11110 ele efectos de vivencias, de fenómenos materiales que'11i voca ese que yace ante uno y que acaba de dejar de vivirI' 1111 ncr «eso» que llamamos cadáver . ~ g odel orden .de lol 111 ·1 l o imposible se encuentra ante la vista. Las emociones

lutt Hcnsac iones se despliegan. Es una carne muerta queli. 11, que deja con su muerte la impronta simbólica de su

11111111 porla tierra. Pero, ante todo, es una carne a mano: n

t ' porcidad que todavía se puede mirar, tocar, acariciar,, 1111·1• la cual se puede hacer rodar una lágrima Y evocar u n

11 1 11ordo. Trátase de la etapa más o menos breve, según los, 111111Hdel cadáver visible. Este cadáver visible permite el1 I•wdcio de la sensibilidad sobre su u p e ~ i c i ese r e s ~ apor¡1 o clPcir, como testimonio de una verdad irrefutable e m e x ~ -

1111111': él es la muerte que ha invadido lo que otrora fue la VI -

1111 l u carne muerta se ofrece en su extrañamiento, por u n

lucio, y en su peligrosidad, por el otro. El cambio de estado1·111r1·o una ruptura e instala una dimensión otra. Oler, senl 1r, 11C'ariciar, vestir, preparar al muerto para }º.s f u n ~ r a l e s .

l 'o•tTibir los cambios (manchas, rigidez cadaverica, frio).l•:Hc que está y es pero a la vez ya no es lo que era no por

111 111 •1'1.o deja de actuar. Trátase de la vida del muerto en la

f11nt111-1111d1• loHHolir.viv11•nt-t•H.1 c 1 ~nw1•11111M1111Hpl'unltJven facilitado el camino paro ontr11r on at '<'Í<Ín.l•:I muadquiere poder Algo extraño ha sucedido un snlto l ual

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;::•··....

adquiere poder. Algo extraño ha sucedido, un snlto l ual

tivo ha tenido lugar y esa carne vacía de vida contionaefectos de la violencia de la muerte. El reinado de los u•ptus entabla un diálogo entre vivos y muertos. Hay quo u

car al muerto, desactivar su poder de contagiar la muu

Escribe Vincent-Thomas (1980, pág. 152): «Privadolenguaje y de en ergía vital, en pleno proceso de descoms ~ c i ó nel cadáver es objeto de temor y repulsión, pero tabien de respeto, de amor y de odio . ¿Hasta qué punto esuna cosa o todav ía una persona?».

Difícil respuesta. La muerte «es la hora cero del cadáv(Vincent-Thomas, 1980): un nuevo cuerpo entra en acci<ínAhí presente, el cadáver hace repercutir en el psiquismo <lel

«aún vivo» la categoría de lo inerte. Pero trátase de un inorat s ~ n s i b l evale decir, de una cosa que fue persona, ahoracadaver, hace un instante un ser viviente y palpitante.

Y, súbitamente, yace ante una mirada sorprendida u

cu erpo que inicia la travesía hacia las metamorfosis de lamateria.

«El cadáver es ultrasignificante : ausencia de los senti·dos, lugar imposible de focalizar, depósito de todos los rechazos posibles, el muerto evoca, de pronto, la falla del razo·namiento» J. T. Maertens, e jeu u mort, citado por Vin·cent-Thomas, 1980).

. ~ l cadáver fascina. Abre las puertas a loimpensable, a lodific1lmente represent able, a la omnipotencia (puedo matar,el otro muere, yo nunca seré cadáver, etc.). Vehiculiza asi·misn:o los deseos asesinos del hombre en esa violencia quele es inherente. Por el mero hecho de matar un sujeto, puedesentirse asumiendo un falo imaginario. La muerte la castración son para el otro. La perversa curiosidad del

1

asesino(Bollas, conferencia sobre la maldad, APDEBA, abril de1992) consiste en asir en detalle muy cerca de su víctima e lmisterio de ese fugaz instante de cambio de estado de vivo amuerto.

Todo sujeto tiene en su historia sus «cadáveres». Por tal

entiendo la serie de cuerpos muertos de los seres significativos que dejaron la vida antes que él.

64

1111, V<lllH Hl'rQZ semb}ab}e a cette ordureh11111l1ltom f ~ t i o n

'º f•t1Ht1ot ma passion», Baudelaire Les fieurs du

di 11111lm1formas de la tanatomorfosis adjudican al11 111111verdadera personería (Vincent-Thomas, 1980) .

ll l • loru r epugnante ahondar en esta temática. Creo

11 111, Hin embargo , considerar este aspecto u tanto111ol11clo: la vida del cadáver y sus movimientos.

• n •rpo in erte inicia con la muerte un verdadero trat .. 111uorte, en el cual la vida interviene n t e n s , ~ e n t e

IN 1111do nuevos pasajes: de sólido a líquido, de i q u i d o ~

' ' ' • ele cu erpo con carne a esqueleto, de huesos a cem-1.os depredadores del cadáver dan cuenta de estos

11111lmtqu e toman deforme, horribl e y desconocido al cuer' 111t rofacción y mineralización forman parte de los proce-

do destrucción.l•:n lu mirada hacia el muerto se produce un movimiento

tl11l1ln: de lejanía (el otro ha muerto, nada tiene que v ~ rel

1¡, tino de ese cuerpo quieto con el mío, etc.) y de ~ r c a m aen11111111uerte de doble espe cular siniestro . En el cadaver se re-111•11 ol destino del «aún vivo».

A1 ecién muerto no se lo nombra con la palabra cadáver.Alud e demasiado a la descomposición y resulta intolerable, 1Homarse a esa representación cuando un ser c a b ~de ins-1u urse en el dominio de lo muerto. Se huye de la idea delt rnbajo trasformador de la muerte pues indica una descom-1>0siciónde la carne y su sustitución por r o ~ u ~ t o s: a n ~deelcsecho como de renovación. El mismo proposito dio origen

11 la palabra «cementerio», que designa «el .lugar donde sedu erme» y no el lugar donde uno se pudre (Vmcent-Thomas,L980). , .

Sin embargo, el movimiento del cada ver, u transitar ~ o r

tantos procesos (cadaverización, p u t r e f a c c i ~ ~ ,destruccion,mi n eralización) hasta llegar a la e s c o m p o s i c i o ~final, a r -

ca un alboroto en la carne muerta con una fmahdad de i d a :

restituir a la materia lo que ella le ha prestado por un tiem-

65

po persistir en un proceso cíclico de vida y muerte inho 11 rum iito del muerto a la muerte ha tenido lugar: El

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,

..•

.

po, persistir en un proceso cíclico de vida y muerte inhote a la existencia humana misma.

Incluso hoy día el tema de la donación de los órganconcretiza la circulación de la materia viva, la difícil ideacontar con una propiedad (el cuerpo) qu e sólo es propiamanera relativa . Es más bien un préstamo temporario.materia se organiza en forma de ser humano, el aliento vi

le es insuflado (misterio de la creación). Habrá que devolel don recibido y restituirlo al territorio común a todo lo exltente animado e inanimado).

c. l c dáver tr nquilo

El fin de la descomposición permite que se instale la ngura del cadáver tranquilo . Es cribe Bataille (1957, pág. 54)<<Para los pueblos arcaicos, el momento de la extrema an

gustia permanece vin culado con la fase de descomposiciónlos huesos calcinados ya no tienen el aspecto intolerable dtlas carnes corrompidas, alimento de gusanos. Los sobrevivientes ven confusamente, en la angustia vinculada con lqcorrupción, la expresión del rencor cruel y del odio de queson objeto por parte del muerto, y que los ritos del duelo tionen como finalidad apaciguar. Pero piensan que los hueso 1calcinados responden al apaciguamiento de este odio . Dichos huesos , que les parecen venerables, introducen un pri ·mer aspecto d ecente -solemne y soport ab l e de la muer ·te. Este aspecto sigue siendo angustioso, pero sin el excesode virulencia activa de la podredumbre».

El cadáver reciente, todavía no podrido, cadáver activo,se distingue del cadáver seco o calcinado, cadáver sin carnt•,o cadáver tranquilo. Por ello, en Oceanía, según describoCaillois (1939), la hora de la muerte de un r,ey determina uninstante crítico que desencadena un movimiento de orgía,de desenfreno . La catástrofe sobrevenida se corporiza en olfrenes í popular. Thdo esta permitido: saquear, robar, matar.

Las mujeres se prostituyen públicamente . El desorden sucede curiosamente durante el período en que el cadáver sodescompone, representando la violencia, la pestilencia y elpeligro de contagio y culmina «con la elimin ac ión completade l qs elementos putrescibles del real cadáver, cuando de losdespojos sólo 9ueda un duro y sano esqueleto incorruptiblei..

11 rum iito del muerto a la muerte ha tenido lugar: El, r portenece ahora al dominio de lo u ~Ysu f i ~ -

11111 los vivientes se llevará a cabo a traves de relacio-1,. i ~ í f i cs donde interviene el mundo de lo e l i ~ o s oYla

In 1111goría de los espíritus. La vida del m u ~ : t omaugu\1 l rnycctoria. Sólo lentamente, de generacion en gene- · ~ icaye ndo en el olvido .

1 · ~ viviente y sus muertos

,, 11icl a e os muertos

l 1111qu 'il y aura des vivants111nrLs vivront, les morts vivront>>, Vincent van Gogh.

i 111 ras haya se res vivientes11111ortos vivirán, los mu e rtos vivirán.)

1 ,Hmuertos viven copiosam ente , y de diversas man eras,

1, 111 memoria de los vivos. Ora son espíritus con poderes es

I , 111les polarizados hacia el mal o hacia el _?ien, or _a .son111 111ncias invisibles interiores que c o m p a n ~ na l viv1CnI

11HU reco rrido por la existencia. A vec es se incorporan a

111,mlirev ivient e , quien lleva adentro, bajo la form a de una¡1

i111 ficación acompañante , «la m emoria h echa ca rn e» de

111rm1go del mu erto. . . . .1:1muerto t i ene ubicuid ad . Esta ubicuid ad se halla divi-

tllt111:por un lado, su cadáver o lo que queda de él; por otrol rdo , AU S pertenencias, y por el otro, su alma, el espectro

111111.ilde sus poderes psíquicos.t Jbicar el lugar de la sepultura ayuda a elaborar el _duelo

1 11 t 11nto otorga materialidad a un resto c u ~ ~ e s p e d i ~es1111rn1is o menos largo trabajo de desprendimiento e mter-11rd 1u1ción . Para ello están la tumba, el nicho, o ~huesos, las• • ·nl i :l\ S. Ese aspecto material del muerto e ~ ~ i e r eser_ c ~ n -

t 111lmlo. De acuerdo con el pensamiento prlIDltlvo, la lapida

111¡.ruraría que el muerto no retomase para vengar a sus

1U•l t-1inoA.l':Hcribe Vincent-Thomas (1975, pág. 8): « . . o m p r o b a r ~

11111tt ( • • • qu e para el hombre mod e rno los muertos o est n

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Llegados a este punt;o, es fundamental considerar la A 11111(1978), la hipercatectización de los recuerdos

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ación preexistente entre el muerto y su deudo. La amblencia natural de los sentimient:os, la calidad del vínetc. intervienen en la conformación del espacio del recucNo es lo mismo perder a un ser intensamente amadop e r d e r ~un ser cuya hostilidad cercenó la alegría de vivirsus parientes cercanos. O perder a un ser crónicamente

fermo que produc e mucha zozobra en una familia. Su mte puede proporcionar enorme a livio al núcleo familiar.Distingo varios tiempos. El primero es el del anonn

m i e n ~El vivo queda at.ónit;o frente al amado que se hn 1Es el tiempo de la sorpresa y del desconcierto. so sucodLa ruptura se instala con el dolor punzante del filo dopuñal clavado en el alma del sufriente. Nunca más. lotorabie idea. «Quiero que vuelva», decía un niño refiriénda su madre recién muerta. El muerto parece irremplazubl~ oha e m p e z ~ d oaún a circular por las redes represenc ~ o ~ a l e _ s - ~ e c t i v a svitales y t:odavía no se ha conformado 1sitial ludico de muerto que sigue viviendo entre los vivos.

En el segundo tiempo (a veces casi simultáneo con el J>

mero), el endeudado (porque de deuda se trata) empiezn 1

~ e c o r r e ~l o ~pasos de los recuerdos para intentar establecapmtraps.1qmcamente el espacio trófico de persistencia do la~ e m o r i aLa. muerte como aniqui lación simbólica es dcsafiada y exorc izada en el trabajo de duelo. En este tiempo olde ;1do suele n?mbrar con frecuencia al muerto, y así, nom

brandolo enp u ~ l i c o

hablando de él, lo hace aparecer y prt Ise n ta su ausencia en forma de fugaz compañía. Lo present.11a cada rato como si reafirmase con este constante nombrnrque «todavía» está con él. En la desesperación del duelo< < n om r ~al amado» calma. Se· le sigue siendo fiel, se lo al'gue m e n d oal lado, se recorre junt;o a él caminos del pcnsarment:o.

P o r ~ u enada, salvo las propias limitaciones, puede cor·tar el hilo de la imaginación del hombre, su poder de conser·var ei: su intimidad psíquica un lugar con el muerto, un lu ·gar vivo, respetuoso, amigable. Se in augura la vida con t>I

muerto y, por sobre t:odo, se inauguran los misterio sos diálo·gos imagina rios a través de los cuales el ya no vivo no sólo su?ace presente sino que también interviene, ayuda, aconscJa, hace act;o de presencia y acompaña para que la vida sigafluyendo alegr.emente.

' 111111defensa frente- al montante defusionado den d11 muerte liberada al retirarse la libidinización

In p1ordido (Freud, 1915d). Esta idea guarda estre-l 1111111nm el movimiento de «descenso al Hades» que

1 1 11 1•1u¡)artado siguiente , en el cual el sujet;o «sin de' 1u-orca al territ:orio imaginario del objet:o perdido

• dci loa muertos) enfrentando los embates de la pul-1111111rtc.

liipnrcatectización de los recuerdos puede adoptar1•1111omaníacas a través de las cuales el «aún vivo»

1 111ilmar su angustia.1d iHfacciones directas con el ser querido han desa

id11 Ti enen lu g ar movimient:os sublimat:orios. Se ins-1 11111.uarios psíquicos, espacios sublimes y lúdicos, con111ll 1plcs recuerdos, vivencias y objetos que el mu erto

1 J11do.

1 1 11flicción se va retirando con la m etamorfos is deluln nn el marco del principio de realidad. No se lo olvidaqll« ' ae lo recuerda con serenidad y con alegría. Trátase

l 1 ldu con el muerto cuando este ha sido verdaderamen-1111.1110. La aflicción deviene un moment:o de homenaje alI• ' lo, un reconocimient:o de su importancia en la vida psí-1· 1 lol deudo.l 11 libido sustrae cargas de las huell as inconcientes

1 1 111 I, J915d) adscritas al ser muerto. Pero no sólo las sus

'' 1no que también adviene un proceso de trasformación.'' lo «vivido co n» se teje u n complejo representacional¡, • l1vo recordat:orio, un espacio trófico lúdico, que pregona

1 ml>tlranía del recuerdo y la renovación incesante de u n11111110 que desafía a la muerte psíquica. Los recuerdos se

1l1•11urm pero persisten hasta que el sobreviviente muera a11 voz, y están sometidos a las leyes de la trasmisión trans-

11 111 •rncional.l•:J alma habrá cicatrizado y se apresta a renovar víncu-

1. ' dP amor con la vida, a nuevos encuentros. La gran aven-111 rn ele la muerte de un otro significativo se habrá conV• ·rt ido en un jalón fuente de enriquecimient:o y sabiduría11111·11 los sobrevivientes capaces de operar en ellos esta suer¡, dt1 alquimia psíquica restauradora de la alegría de vivir.

1111111rt..e tanática siembra destrucción y caos. Asoma

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c. Muertes eróticas y muertes tan áticas

La vida del muerto 1 · 1 .incide eno , e e1emp o identi.ficatorio del munnemente en la calidad d l d l

sus seres cercanos Ante 1 e ue o que poser que trasmitió ~ e rí ~ ª ta : l i d ~ ~de vida, anteduelo tranquilo. g a vital, es mas fac1l llevar a cabo

Distingo por lo tanto co .muertes eróticas de las u ~ya ~ ~ n u n c 1 a r aantes,prevalece el erotismo no sólo d ; t a na t i c a s . n las prime1 d d

1a muerte smo tamb ·

a v1 a e a persona que murió E , . ienpronta de vida y una orden de . s ~s ~ rerobco deja unaa sus s?brevivientes amados. r i :1s t i r en ~ ~ l e g r í ade visobrevivientes a duelarlo , uerto erot1co ayuda a 1

l, Y as1 recuperarse po te .

para os placeres de la vid El , . s r1ormonuna impronta mórbida ª ~ ~ se tanatico, en cambio, d, eiuenn1za culpas y huna orden de persistir e 1 ' reproc es,vida mortífera En este n a amlarg ura y en el dominio do

· caso e mu rto tde los sobrevivientes l ·t , d e ac ua en el supo

I m l an o sus placer · .una suerte de obediencia d . . es e rmporuenfrutar demasiado de la vid e r r s ; s t i r duelando y de no dica, el muerto señala a sus a. n e c a ~ ode una muerte erót.Ide ser dichosos sin él de sere; ~ e r ~ d o sla responsabilidudgría de vivir que les ha ereco_: dar o sm melancolía en la nie nsena o o procurado

uando un ser ama la vida . .lo rodean, la muerte se le to y se siente amado por los qu orna menos t · ·tural, pues naturalmente tamb. , raumatica, más nnde la memoria en su ento ~ e n~ n ~de la persistencias ~ b i t a m e n t eha vivido s ~ ~ e ~ f o 1icabvo._ Aunque muor11siempre en sus amad , que esta presente para

os as1 como ellos lo e tarmoria si alguno muriera antes s ian en su rno

Marie Langer es un j e m p l ~de muerte , .(1988), en un comentario póstum di erot1ca. F. Ulloata que vivió hasta su muerte». A o, ~ q ufue U ~ aanaliM•decir que la muerte d t l grega. «No es un sinsentido

e a es personas m .por eso, por lo de vivame te arca vivamente y

d n , no suelen de1·ar el dmuerto e las cicatrices s· 1 d . , man ato

t d' mo a onac1on de c · f ·

a ores para propios recorridos». aromo s ac1h·El muerto en su cultivo de la 1 . ,

ejemplo de vida y de muerte La pu s10n de vida dona sufi n 'al a una vida para la v d .La muerte ha hecho de brochnvida. . 1 a. muerte también fue para 111

ylt 11 ro y la tragedia. La her encia es traumática y ·el

,, hnce difícil. Baranger (1961) ha conceptualizado11111 rnuerto-vivo. Escribe: «En los estados de la serie

1v11el proceso del duelo no puede llevarse a cabo y el1 • q1wda, en forma más o menos encubierta, atado a

l••l1>que no puede ni revivir ni morir del todo. Diríamo s

1 111wHona en estado depresivo vive sometida a un objell•Wlü-vivo . . . »(pág. 217). Más adelante dice :« . . el su' 11 hubitado por un objeto interno casi muerto, pero lan pnrsecución que ejerce este r eside en sus exigencias

1 • on el sujeto. Lo mantiene esclavizado y lo obliga a una1 1d111lreparatoria estér.il. . . »(pág. 219).

1 / •Hcenso l Hades

l l11y Hiempre un quantum de duelo que pone sobre el ta -l• 111uccionar de la pulsión de muerte, cabalgando sobre

11r11cteres de la melancolía. Se expresa en ambivalencia,111111,irreproches y en los efectos de la «desne utralización

111pulsión de muerte» (Aslan, 1978). a pulsión de vidal 11111aliada a la de muerte en el vínculo erótico con el ex

1vl1 11\.c. Al sustraerse las cargas libidinales de este, la pul-11111 110 muerte queda libre y se pone a trabajar defusio-111111. Su expresión es máxima cuando la muerte ha sido]• 1dda desde el «bramido de la pulsión de muerte» (Hei-

1111111n citado en Granel). Pienso en los suicidios, en los ho-111\. 111ios, en los accidentes violentos, en las desapariciones

1 11111·11s etcétera.oy a referirme a este aspecto de tipo pesadilla donde

h 111mpen el ámbito de lo siniestro y una multiplicidad de fe-111m1•nos derivados de los efectos del recién muerto sobre el11l1n•vivienteque quedó vivo amándol o. Llamo a esta expe-

1 h ·11dn «el descenso al Hades». E n ella el muerto llama al vivo , lo reclama desde un imaginario apuntalado en la pul

•l11n 1le muerte. Se produce un tiempo de atracción por la111111 •rle y de identificación con el muerto en estado de muer-111, A1lvienen la s identificaciones «tanáticas» (Aslan, 1978,11111(1204). El clima psíquico es de tormenta. Tiene lugar un11111viinitmlo regresivo importante. El sujeto está capturado1)111unu dimensión siniestra y se percibe vulnerable, inde-

fenso incluso. Envuelto en pulsión de muerte, se aproal dominio del muerto. Por tal entiendo la hipercatoción residual en todo lo que conformó la vida del ex vivl

tura mortí·if ·¡ mas es una aven1 il 11 ul Hades es i ~ . 1 ofrecerá a Ulises las

·tal Tires1as e bll d ~ l l

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Al

'1,...

ción residual en todo lo que conformó la vida del ex vivlNo sólo se trata de recuerdos, sino también de objct.<11deja, ropa, utensilios, hijos, obra, gestos, consejos, estllvida, etc. Vale decir, de toda una imaginería psíquica ymaterialidad concreta que están ahí, vacías de ese st•rlas habitó.

El sujeto convocado al Hades no debe resistirse. Bndescenso (regresión mediante) ha de enfrentar y accc•dla invitación mortal del accionar de la pulsión de muoEsta experiencia tiene una faceta negativa, de intenso dpsíquico por un lado pero también una faceta positivucuanto permite, si se aprende de la experiencia, un enri1¡cimiento férti que colabora con el proceso de trasformnl'idel narcisismo (cf. cap. 5). El descenso al Hades es una 1 ¡peya que deja filtrar un haz de sabiduría una vez recupordos de la tormenta y calma fría de la muerte.

El Hades es un espacio poblado de fantasmas descarndos. Clima irreal, los personajes se mueven espectralmcncon voz pero con cuerpo etéreo, fuera de las potencialidnderógeno-conservativas de la materia viva.

Homero ha escrito sobre él en la Odisea. En la rapsodlXI se ocupa de la nequia o evocación de los muertos. La O it

sea incluye inevitablemente un viaje a la morada del HadtY la vida, acaso, jugada del lado de una odisea o travcsín¿no invita casi siempre a esa visita?

En el Hades está el saber. Ulises debe descender al Hudes para consultar el alma del tebano Tiresias a fin de lograr el término de s u Odisea y e l regreso a Itaca con el consecutivo reencuentro con Penélo pe y Telémaco, su hijo.

Ulises, en su viaje al más allá ofrece un sacrificio. Li1sombras se juntan alrededor de la sangre del sacrificio. Elbeber de esa sangre les permite conversar con Ulises. Un«pálido terror se enseñoreó de mí», dice Ulises al aparecérsele los muertos de esa «región desapacible».

Dice Anticlea, madre de Ulises: (pág. 81) «iHijo mío Wómo

hasbajado

en vida a esta oscuridad tenebrosa? DifícilCH

que los vivientes puedan contemplar estos Jugares, separ¡¡.dos como están por grandes ríos, por impetuosas corrient<•Hy, principalmente, por el Océano que no se puede atravesara pie s ino en una n ave bien construida .

74

f• rnllados v1 ~ de la dicha sorteando los o s·111111 llegar al pu_e bl Por eso Anticlea le ha·te te msalva es. · · d losn1111r<ln men ) ta es la condic1on e(p , 82. « es .

111 manera ag. · · · · . ya no mantienen uru·le l'lHmdo fallecen: los nlervios ume la viva fuerza de

h Pues os cons 1' 111110 y los uesos, 1 vi· da desampara a

ta ronto como a -l1t•nl.<1s llamas n p lando como un sueno.

1 lma se va vo , , b.1 wmment a; y e a tes sible a la luz y llevate sa l·

1111wura volver l oan pol 1 s refieras a tu con-que uego ad 1 1 1 ~ostas cosas para

. seedor de un saber que tras-1 Il 11 H partirá o ~ _ l e c 1 d o ,~ d y da y muerte muestrant ac1on de la l a. 1

111 11 In perpe _ -1 , . ntrelazamiento. .• Hla historia su mtuno e . untuar los benefic10sT · quiero pV11lviondo al s i c o a ~ a s s A der y dejarse arrastrar

¡111c·os de este movimiento. ~ ~ i m i e n t omimético con e l111 pulsión de muerte en un l a r auna profunda regre·0 ya lo sena • ·

I• i lo produce? com . 1 s a lo temprano, a lo a r c ~ ? º11" tiempos mmemor1a. e ,estigadores en psicosomat1ca111 ula es para todos ~ s i ~ ;entre pérdida de un ser que·

11111mlon, 1978) la o r r ~ac1on después en el deudo de una111Y establecim iento ~ 1 ~ m ~ e n s oque sufrir intensam ei:·

t 1v11 onfermedad somat1ca. 1 rando los vericuetos ps1·• un resistirse al dolor» y e b ~ Pd e n t r ode lo posible, en

nen en descu ie l . ar unal l lmH que se po . . 1 previene de rea iz~ r t · lps1coana is1s . o

1 mnpo de un ie 1 rto de entonces, morir un' ' ' nl .1ficación real con el mlue_ toyse d ~ f i e n d emucho contrab . · Cuando e su1e · · o fa.1•10111.otam ien. , . ga bajo una apar1enc1a1d1u•lo, juega con la a ~ 1 a ,n;:cU:sde la pulsión de u e ~ .

'l111tlu de vida, desconoce º:7da síquica, va a ir a traba1ar,\ Pilla , desconectada d e ª Las ~ t a d í s t i c a sde r a v e ~enfer-11l111ria y muda, al o ~ . 1 r te de un ser querido son- medio de a mue111•dades al ano y

ll11rnnlivas. . . , esiva (Marty, 1980, 1990) con·1.11 d e s o r g a r u z a c 1 0 ~?rogr ncial (Marty, 1966) es concep·

'" 'uliva a una depres10n ese 11ºgrosa ya que conduce ate autor como pe ' - 1 · 1 fa·luilizada por es 1 la defusion pu swnad rte en os que · · ' de11wvimientos e mue 1 . , de muerte Y a apar1c10 n. · · d la pu s1on . e-vorPt·o la intrus10n e b , son positivas las regrd d s En cam 10• si · · elt:ruves enferme a e : lado pero troficas porn111noH, dcsorganizativas por u n

otro, ya que implican un temporario pasaje por el dolormbates de la pulsión de muerte

lt• c«mocer y aceptar los e .d La doble etimología de la

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, y q p p p j pmiras a una reconstitución posterior.

La regresión que quiero dejar planteada implica la itificación psíquica y física con el muerto. Se sufre inte<lamente en mente y cuerpo. La vitalidad decrece. E n eljarse avasallar sin resistir el doliente atraviesa las li nde fuego de la muerte y la padece para extraer un sacorporizado. La vida se paraliza, «Se s t á ~en la m u een la quietud, en la incapacidad de establecer proyvitales, en la falta de fuerzas, hasta en la fugaz despersolización. El muerto arrastra al vivo a un imaginariotorio de almas en pena. Se vivencia el frío, la angustia, lasolación, el «descarne» (por tal entiendo la cuasi exti n cide los efluvios del cuerpo vivo: hambre, sueño, deseo sexused, etc.). A veces coexisten ideas de pronta muerte, lasfensas inmunológicas disminuyen. El dolor es muy gr a n dSe convierte en una «prueba» más que en una «experienci•(Anzieu, 1985, pág. 203). El sujeto se sumerge en la pu ls ióftde muerte, no se le resiste, la encarna incluso, sin falsa q ueeja ni lamento vano. Ella desata su ferocidad sobre el sufriente y lo arrastra a playas borrascosas. Pero, imperceptiblemente, la pulsión de muerte se va reencontrando con suhermana, la pulsión de vida, y la fusión, lenta pero segura,puede volver a instalarse. El sujeto emerge entonces libre ymás sabio. Se ha retirado del Hades y ha sido recuperadopara la vida.

M. Enriquez (1984) habla de un «cuerpo en sufrimiento».Ella lo adscribe a sujetos muy enfermos, estados psíquicoslímites en los cuales el cuerpo no tiene «propietario», no esvivenciado como una pertenencia, y lo único que permite lasupervivencia es una envoltura de sufrimiento imprecisaque invade todo el espacio psíquico. En la encarnación de lsufrimiento se trasluce la figura de calvario, de sacrific io.

En el descenso al Hades, el cuerpo se envuelve en sufrí·miento (depresión, angustia, etc.). Esta envoltura provisio·nal es una suerte de manto necesario que el sujeto se echaencima en su trabajo de duelar. La envoltura podrá tenerdesgarros, restauraciones, lo importante es que se estab lez·ca para que, dentro de ese continente, puedan desplegar·se movimientos psíquicos metapsicológicos e identificato·rios que constituyen la base del trabajo importante de bienduelar.

f\11·11 estar e ~lado de ~ ~ a : ·1978, pág. 1201) remite a

ttliril duelo (citado por ' bate y hay que com -duellum guerra, coro · , 1'' · c\olor Y a ' . armas no oponiendose e

1 n la muerte con sus propias ue vu'.elva a encontrarseu onduciéndola, lentamente, a qto ces sí libres del duelo

. , d ·d para que en n ,1 \, 1 pulsion e V l a 1' potencialidades vitales.

••• puedan recuperar las p enas

\ti/11er a ignorar. as alabras al olvido, ese escurri-

quiero e d i c a r ~ ealgun bp t• io en el alma de los hom·h o 1 t e oque se instala su rep ic al1 11 veces para i e ~a v e c ~ sp ~ ~ ~f ~ r m aparte de la co·

¡ ¡\olvido es un f n o m ~ n om?1: 1.ª 1 0 Uama «decatectiza

.d D d el psicoana isis se . ,tlillnna Vl a. es e , . ltado de la elaboracion' Ion de las huellas mnemicas)>, resu,¡, 1 iluelo, etcétera. . ambio la muerte es una

¡.a vida se experunenta y ~ nc a g i n e r íreligiosa,M

° n c ó g n i t ap a r ~los e ~ e s e ; ~ ~ ~ ~ ~ n e senarbolan leyendas111 cbversas c r e e n c i a ~o s p o del asaje de vivo a muerto.,\,.\o que sucede detras del vel . p . a famosa frase

1 d la ignorancia.,a única certeza es a , e d se aplica al saber sobre el

11111-rática «sólo sé que no se na a»lllllH allá de la i d ~ . r también cierta humildad,

En la ignorancia se e s piega l t ación simbólica all amiento por a cas rvnlo decir, e atraves . . to fundamental de su

c·nfrentarse el sujeto al desconoclmlene t11r en el mundo. . dar a la vida desde su

Lo único que nos c o m p ~ t e d e scdu1 lo relativo de nuestra. d d a sab1en as e d lnliNma precarie a , - l grandeza de to o o

. d l pequenez y a a vezn1tislencia Y e ª · ble

n f ta do a un cosmos inasi .humano e ren

El olvido es soberano. . .zar los efectos de la. uiere decir suavi u l

Volver a ignorar q de la defusión de la P ·

ldo recuperarse -

¡l\•rdidade serama d l uerteporunratomas,rte triunfantes e a ro .111ón de mue , y . . da a proyectos, ilusiones yrolornar el hilo de la vida enraiza· · ~ p c i o screativos .

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ac 'rte psíquica

111l11 ,. agobiado de quehaceres en n d se ocupa menos1 1•11Jtr, y eso que .a ciencia de vivir es .a más difícil11 M ha de aprender tod .a vida»

1, I • l brevedad de .a vida

l t roducción

C1111oste capítulo se articula parcialmente el tema delt I• dn vivir» a la luz del psicoanálisis. Este rte implica111111· 11 Eros por las astas», vale decir, instalarse en el pre-

11il11io de la pulsión de vida y en el imperio de lo positivo.f11dl decatectización de los eventos traumáticos, la poca

1tlw11ívidad libidinal a las experiencias penosas, la capaci 111 lo elaborar duelos, el cultivo de las relaciones objetales

1111 1•scaso montante de la pulsión de destrucción forman¡111 I•• de los elementos intervinientes en la «Vida» psíquica.

l urto de la idea de un s í mismo pasible de experimentar11tl•msiones grandes, ampliaciones de sí fértiles y más o me'' constantes a lo largo de la vida, explosiones vitales en-111111ocedoras, trasformaciones y metamorfosis renovado' · rejuvenecimientos psíquicos torrenciales. Parto, por lol 111to, de una concepción optimista de las potencialidadesli urnanas, de la idea de que el ser puede expandirse y su ám-

l11to

de exploración ser enorme en condiciones favorables.1 m d ono lo son, surgen los frenos, los detenimientos, lasp11rálisis (las defensas , las resistencias, los puntos ciegos, lo1n11nalizable, etcétera).

La aventura analítica va en pos de esos puntos de deten -1·ión para abrir al sujeto a la exploración de sí mismo en unprimer tiempo, lo que deriva seguidamente en una apertura

exploratoriadelentorno,en u n at.reversou rl•mnocorcspocios diferentes,adentrarse en territorios psíquicosvírgono1hasta ese instante.

l•:n loH nltilmjoHinevitables entre una y otra posición, co·1111111 1uorpolas organizaciones creativas.

Al pnrlir de un sí mismocontanto poderde extensión,mi

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Las potencialidadesvirtuales de cada ser humano esllín«comomuertas» comoel cuento de la bella durmiente dolbosque),esperando quietas un movimiento audaz que ln1despierte yponga en acción.Cada cual funcionacon el cau·dal funcionalque ha logrado desarrollar, asabiendas de quehay más subyacente.

Alguienpuede querer no saber nada con eseplus poten·cial.Su derecho tiene.No todas las vidas despliegan la mis·ma vitalidad.

Otros quieren y no pueden. Chocan contra obstáculosmás omenos infranqueablesque detienen el movimientodevidaqu e intenta emerger.

Las estructuraciones pato lógicastienen su palabra qu edecir en este punto.El psiquismoes un delicadoengranajeque posee un caudal grande de mecanismos de funciona

miento y que sufre inevitablemente de desperfectosa lo largo dela vida.Unos se subsanan fácilmente, otrosrequierende la ayuda del psicoanálisis,otras son descomposturas «sinarreglo»que irremediablemente bloquean el potencialvitalde ese individuo.

Y está el grupo,el entorno en que cada sujeto despliegasu existencia.Lo decía Ortega: «Unoes uno y sus circunstancias».En la palabra «circunstancias»se plasma la realidad exterior:la geografía,el tiempode vivir,la clase social,la estructura familiar,el contexto sociocultural,la ampliagama de las seriescomplementarias Freud,1916).

Existeuna voluntad de ignorar , voluntad conciente o inconciente)de cultivar el estado de cerrado defensivo,de sostener la vida en el encierroesperando que trascurra con lamenor pena y la menor gloria.La voluntad de ignorar escondeora un miedoa la vidaora un odioradical a los movimientos de vida. El miedose juega del ladode la fobia; elodio,del lado dela pulsionalidadtanática en la que predomina tanto la vivenciade impotenciaycobardíafrente a las

aventuras del vivircomola en v idia primaria y ferozcontratoda potenciacreativa ajena, contra tododinamismo tras·gresortrófico.También existeuna voluntad de explorar,unirresistibleimán hacia lo nuevoaun cuando asomelo peligroso desconocido.

1

¡1l11nu•o inevitablementepresupone que cierta amputación.i,, HÍ mismo sucede siempre.El qu ntum amputado dará lanwdidade salud o enfermedad.

1 istingo distintossubcapítulosen el tema de la muertep111quica.

1. muerte psíquica yresurrección muerte psíquicaen1umlido positivo) ode la muerte de la muerte;

2. muerte psíquica en sentido negativo. Vivir sin vivirde la vida desprovistade pulsiónde vida).Muerte de la

vida.

a muerte psíquica yanestesia vital núcleospsicóticos,núcleoaletargado [Cesio,1958],objeto muerto-vivo[Baran·uor, 1961]).Vida en moribundez.La exploraciónvital de

l•mida.La destructividadcentrípeta.Observación de Paula;b muerte psíquica traumática abuso sexua l, golpes,nbandonos, genocidios,guerras, etc.).El culto de lo destruc·1vo comoaprendizaje incorporado.Las fijaciones sado-ma·

mquistas.Observación deNatalia;c un espaciopara la maldad.El bramido de la pulsión de

mu erte P. Heimann, citadoen Granel) . Notas sobr e el infiern o . El erotismotanático o el escándalo mortal.La des·t.ructividad centrífuga.

U. Muerte psíquica y resurrección

Desde la acepciónpositiva,la muerte psíquica se jue·ga en estrecha vinculación con la idea de cambio.Al «matarla muerte», morir deja pasoa un movimiento de vida. Lamuerte va seguida de resurrección.La trasformación impli·ca matar o dejar ir, hacer desaparecer del horizonte psíquico

propio complejos psíquicos,historias de antaño. La decatectizaciónnecesaria puede equipararse a muerte psíquica.Lomuerto se torna en un hechoimprescindible para dar na -cimientoa lo nuevo.Una antigua forma de reaccionar frente a determinadas circunstancias desaparece,otra emerge .

Entretenida balanza de vida y muerte psíquica,dondctl de el mundo

. eno es uno mismo. Uno mismo en relaciónn ; k p o s i b i l i d a dde matar l a muerte aparecev como cerco f l miedoa

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la aventura de estar en el mundo.La repetición(esa insistencia psíquicatantas V(l<'C

tructiva) finalmente dejaasomar lo nuevo en el escomala vida . Se ha elaboradouna forma otra de produciruceres. Librede la feroz gotahoradante de la repetidnática, esta se ha volcadohacia el terreno de la repotlerótica . De esta manera, un sujetopodrá adquirir propldes diferentesy enriquecer su mundo interno . El cauchabidinal fluyeincesante e invita al sujetoal atrevimiento.repr esivo aburrimiento de vivirse diluyeen la exponavital.El estado de abierto es trófico,está exentode locnóestéril, del desierto psíquico delaburrimiento, del tí cl

vitae. Es un abrirse para crear, para explorar,para innarse en países psíquicoshasta ahora nunca hallados.VI

se torna interesante .Muerte se desliza imperceptiblemente a «mudanza•.

actos de muerte despiertan automáticamente nuevasformaciones psíquicas. Comosi se t iraran los trastos vioJde un período de la vidapara acceder ala creaciónde unpacio psíquicodond e pueda gestarse la alegría de futuadvenimientos positivos.Se mata, muere lo mortífero.Mtar se convierteen un bien necesario.Matar l persistcru

e l memoria traumática los recuerdos negativosque cualpi edras en el send ero coartan la vitalidad del paso.Un «huita », un <<fue» provocanun a ruptura, una discontinuidadtn

xativa, definitiva.Tuda despedida aporta un encuentro , un a nueva manornde sostenerse en la vida. Matar muerte psíquicaconllev11 n

potencialidad de cambio.Por supuesto, se pu ede pasar dctmuerto a más muerto, pero siempre tendrá lugar un cam hioy en ese cambiose d la categoría e la oportunidad.

Hay duelo. Inevitable.Uno de los peoresen emigos det H

te movimiento psíquicoes la viscosidad oadhesividad de ha

libido (Freud, 1916).Adherenciaprofunda, conciente einconciente, a lo conocidopor aburrido y paralizante que S M .

Amor a lohabitual, fidelidad a la historia,a la tradición fumiliar,por un lado, pero, por el otro,miedoa lo por venir , 11

separarse de loya muerto dentro de uno , a la vida en su d< 'Hbordante despliegue. Se prefiere a vecesla pequeña tumbnde los senderos ya transitados, la parálisis psíquica y 111

queja monótonay repetida de la imposibilidadde cambiar.

v tl. comou n cercoprotector frente al miedoa11111l defensa, di · · te ella(Bo·de esconder un o o mconcien aIn 1

1~ ~ ~ ~ i d ode la frustracióny del sentimiento de e ·111 · d . potenciafrente a los movimientos de vidaI'""º Y

1e un uJ·etose siente excluido, abandonado, re·1 c•ua es ese s

1110 · · • l lt do de una. to de «resurreccion»e s e resu at l movlffilen . . 1 1 difica. d t asformacion graciasa a. cua se mo.l ~ c i l m aeter una parte de uno mis:m.o. U n objetom ~ r

l111ll't a en f t nmocio·1 . presentacional-aec iv o , se ve co

1111 comp e J ~re odifica conm a y o r o menor velo·11 11n sus raices Y se m . . f du·

b. Advienela destrucc1on de la orma ca1 1<le cam io. . te ·1· nte Asimismo los diversos' .ble nociva,es ri iza . ' . -111 11c r v i d . nen en el trascurso de u n a vida a raiz de ~

I• luHque a vie sdisplacenteros(pérdidas de bienes,eXl·111n cntar suceso etc). - ~ e r m e d a d e sabandonos amorosos, ·

1tccid entes, eru _ d ya sea• se a <<pequenas muertes», y pue en' ilen comparar . . tido negat ivo ya sea ela·

muerte psiquicaen sen 1 d1 1 1v

~ ? 1 di te dar lugar a efectosd e e n a c i m i ~ r i : ~ei111r1on me an ' . . positivas E n la positiviza·

adenas de experiencias . d11111vas c .d l base del acceso a momentos e

11111 .de ldo n e g a t i v o m : e ~ : o~ e ~fragor de l a difícillucha de la, lind a aun en

iiln. . tantes aconteceres exige el trabajol .a vida con sus cons , . sr .dar cuentas con conformaciones psiquica '

ilumatarºb

.q u ~

aparato psíquico.La plasticidad de este es• i1ge cam ios aa· · de salud mental. , , .• 11n ic10n d nformacion psicopatologica, nosCada estructura, ca a co . . .

sicoanalistasa diversos proc edimientospan11frenta como p l' ta y paciente la operatividadne·l ar juntos, ana is ' d

11 ª canz b 1trabajo d e matar ese pe azoi•ni;aria para llevar a ca o eÍquicode muerte activa. 1 delo1 C 'd u'ti'l pensar en este momento en e mo

onsi ero . . (Fr d l912) comofreudiano del analista comoc ~ r u 1 a n l ~eu '1· d ~ linte·

1 , . trumento eficazque extirpa e "J.vzoma ignor lO ins bl t ' 'd d1 . . mo conimplaca e opera ivi a . .r1or de p ~ i q u i s . trasformación . Inclusola misma

No existemuerte sm eso defísicaabre el camino aformas nuevas, al r ~ . A

mu erte . . . y permutación de la mater ia organica.inorgani;acionci·o'nen el psiquismole doy el nombrede rel H LA tras1orma

surrección. Lo muerto renace trasformado por la experien

cia de la muerte.

El letargo, nos enseña Cesio 1964, pág. 19), es «la identificación con el cadáver objet.o aletargado) de u n objet.o

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En la naturaleza puede observarse cómo los cambios susurran ecos de aniquilamient.o de «algo» para de ja r paso aotra cosa. El niño se hace adolescente, un árbol cae, una casa es demolida y emerge un edificio, se termina u n día, etcétera.

III. Muerte psíquica en sentido negativo

a. Vivir en moribundez

La expresión que más se acerca a los concepto s q u e q u iero abordar en este apartado es <<Vivir sin vivir». O vivir con

poca vitalidad, con mucha represión de la pu ls ión de vida,de los movimient.os eróticos.Desde la teoría del trauma, estos han sido ejercidos por

la violencia de la vida, pueden ser tempranos o no y son resignificados de acuerdo con las leyes de las neuropsicosis .Los objet.os «malos» nacen de los víncu los tempranos, de laambivalencia, del odio inconciente, de las fantasías sadomasoquistas, del dominio de la pulsión de muerte, de la re alidad psíquica y no de traumat izacio nes excesivas provenientes de l a re lid d material. Lo que los diferencia de la muer

te psíquica traumática propiamente dicha es su carácterdeducible a posteriori, en historias clínicas de personas queno muestran haber sido objeto ni del horror histórico en forma directa ni del horror familiar. Los rest.os transgeneracionales, las resignificaciones patológicas, las series comp lementarias y las estructuras clínicas dan cuenta del acontecimient.o de muerte psíquica centrípeta.

La moribundez del ser se expresa en la apatía, la fa lta deentusiasmo, de proyect.os vitales. El cuerpo acompaña a est os movimientos de muerte y aparece desenergizado, carga

do de pesadumbre. Los núcleos aletargados Cesio, 1958), e lobjet.o muerto -vivo JV. Baranger, 1961) son algunos concept os psicoanalíticos que se acercan a bordear el tema de unavida plagada de muerte psíquica, de amputaciones de lasf u n i ~ n e svitales, de destructividad centrípeta.

fundamental perdido representante de los constituyentesmás arcai cos del yo. Estos contenidos arcaicos del yo pertenecen a lo que con el desarrollo del yo pasa a constituir el yoideal, de modo que podemos decir que el letargo es una identificación con el cadáver del yo-ideal abortado ».

Para W Baranger, el objeto muerto-vivo es un objeto que

no puede vivir ni morir del todo. Presenta diversas variedades despertando angustia paranoide, culpa, inhibiciones ylas defensas comunes a los estados depresivos. Implica lainelaborabilidad del duelo y el sometimiento en muchos casos a u n superyó sádico que paraliza e impotentiza al sujeto.

Estas dos concepciones teórico-clínicas señalan algunasmaneras en que lo arcaico se entrelaza a lo muerto, a lo cadavérico intrapsíquico, a lo siniestro. Los pacientes habitados por un considerable qu ntum de muerte psíquica padecen de ansiedades paranoides y depresivas intensas con elagregado de la viscosidad de la libido .

La muerte psíquica mora en sus mentes construida conlos materiales primeros del psiquismo. Las fantasmagoríasde los cadáveres, de las putrefacciones de la carne, de la repulsión, de los muertos que ret.ornan, de los diálogos conesos objet.os internos/externos pueblan el universo de lasrepresentaciones y de los afectos.

El sujet.o capturado por la muerte psíquica aun siendomuy joven se muestra cansado de vivir, mu erto en vida , des

libidinizado, rígido, como anestesiado para disfrutar y experimentar las sensaciones del cotidiano vivir . La exploraciónvital se detiene y la existencia trascurre con una dosis grande de moribundez. La pulsión de muerte se ha adherido acomplejos representativo-afectivos sufrientes de los cualesol sujeto parece estar por siempre apresado, en una suertede caracteropatía anestésica vital.

Ob servación de Paul.a

En el análisis de Paula llegamos a construir juntas una1•s cena fantasmática rectora de su vida: ella está quieta,paralizada, en la tumba como lo está su padre. Ella fracasann la vida como fracasó su padre. Ella se envuelve en sufri-

mienro M. Enriquez, 1984) y yace como muerta. La : i ~ r t e

psíquica se materializa en esta a n t ~ s í ade muerte f i s i c ~

E n estos «accesos de muerte» se detienen rodos sus movisuerte de segundo nacimienro, renacer, esta vez para deslizarse psíquicamente por experiencias positivas y conocer el

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E n estos «accesos de muerte» se detienen rodos sus movimienros de vida: no vale la pena intentar nada pues seguramente saldrá rodo mal, nadie la va a querer nunca, etc. Alinsistir en sus sucesivas derrotas, reafirma su identidad conel padre y su lealtad hacia él. .

Su adolescencia tumultuosa estuvo signada por e x p ~

riencias traumáticas de muerte ajena y temor a la propiaque favorecen sus i d e n t i f i c a c i o n e ~con l ? ~muertos. en el«rasgo de rigidez, de anestes ia, de mmovi_h_dad». Varios d_e

sus amigos desaparecen en el tumulto pohtico y ella se exilia preventivamente no sin antes dejar su casa abruptamente por temor de ser apresada y m:iei:a. En el ~ l i ovivenci_ael desamparo, la necesidad economica apremiante, el «fr10psíquico» de la desolación. .

Paula teme a la vida, por una parte porque en ella existela amenaza, la muerte real, el horror histórico K r i s t e ~ a ,

1993, comunicación personal). Por otra parte teme a la i d

porque ha construido una piel común r o t e c ~ ~CAI:izieu1985) con la muerte psíquica, y en esa construccion reside suidentidad. Vivir la vida implica desasirse, cortar los lazoscon los muertos y quedar desnuda, expuesta, vulnerable,desconocida para sí misma. Se refugia enron.ces en _a ~ u e r -

te psíquica que congela sus ansiedades arcaicas, s ~ ? o t i c a s ,

y le provee un refugio defensivo. La tumba en sesion c e

muchas veces en posición de cadáver, tiesa, las manos Jun

tas, silenciosa) imaginaria le procura una ilusión ~ c o n ~ ~ -ción psíquica. Ella percibe la adhesividad a - ~ s t ammovihdad psíquica negativa que la sume en depresion y/ o angust ia paralizantes . Nada de sí misma le gusta, el mundo esgris, vacío, amenazador. También ~ p r e smuchas veces temerle a la muerte y a contraer un cancer. Se aferra a su convencimienro de que su estado psíquico es inalterable. Su escasa capacidad elaborativa me hace temer que el análisis sevuelva interminable.

Habiendo «vivido» expe riencia s negativas, las ha adoptado psíquicamente en tanro caudal identificatorio: ella e s »

esa negatividad que la acosa. Si se sustrae a ella, habra domorir. Vivir ha adquirido una valencia negativa pues, paradójicamente, para desplegar la vida psíquica debe «matarsus muertos», romper la «piel común» con ellos y en unu

p q p p p ylado sano de la vida. El apego a lo negativo Anzieu, 1990)se demuestra estructurante: busca, en lo bueno, lo malo; enla vida, la destrucción acec han te. Y est;o en forma permanente: cuando el panorama se vuelve positivo, repentinamente se asusta, busca volve r a lo conocido: el sufrimienro,

el fracaso, la muerte psíquica.En Paula, la muerte psíquica se juega del lado de la quietud, de la postergación, del no querer saber y del pánico a lcambio. El trabajo de la pulsión de vida está reprimido.

El análisis consiste en ir desligando los hilos psíquicosque la atan a lo mortífero «sin prisa y sin pausa» y con ca utela dado que estas defensas mortuorias se han instaladopara proteger su psiquismo de un mal mayor, de una desin -tegración o despersonalización extremas. Más que un cult;ode lo destructivo , se observa en Paula una necesidad de «novida>> como espacio vacío reasegurador de que no pasa nadade lo terrible que puede suceder cuando se vive. No hay espacio psíquico para considerar las experiencias felices v itales . Paula las desestima pues el acceso a ellas la enfrenta conansiedades de desintegración basadas en el pánico a l cambio anteriormente mencionado.

b. uerte psíquica traumát ica

Estos pacientes han recibido golpes psíquicos y físico smuy tempranamente, cuando el aparat;o psíquico e ra muyvulnerable y dependiente de los obje ros primarios. En ciertos casos han sido estos mismos obj e tos primarios los ag enles de destrucción . En gran medida han vivido sus primerosaños literalmente «a golpes». Tien e lugar el socavamienrode la confianza primaria dentro del propio núcleo familiaro d esde el marco social. El poder patógeno de los acontecimienros se inserta en el marco de la organización psíquica

peculiar a cada sujeto. Se hace difícil determinar cuánta patología observada corresponde a la segunda serie complementaria sucesos de la infancia) y cuánta corresponde a laprimera seri e constitucional. En el trabajo psicoanalítico nohay que apresurarse a un pronóstico, ya que recién cuando

instala un vínculo saludabl e analista-paciente y se em-

. (J\nZieU,199Ü)do a lo negatl lº . dicialesejerci-uedar apega efectospenu rtido en u n

piezan a neutralizar losnúcleostraumáticos puede llevrunoh a de q cialJnentelos f vo se h a conve E el ras-a cabo un «diagnósticode analizabilidad»,crucial para <a.es u P ; r ~ { ~ t ode lo destrUC

1r desactivado. ~ sobser

l í Y b Yal, u n

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,1

·

terminar el futuro psíquicode ese paciente. sobre l . rporado Y e b e.¿:planche YPon;a i _no ale·Cuando hablo de muerte psíquicatraumática, incluyc.endiza1e_incod este término, ternente el te;rn1trªducir·. . ' tico e . , referen dria ... 1odos los su1etosque padecieron«cuerpoa cuerpo» traumo sernan ·n utihZO P ·te alJnentePo duce e

ticos (seduccionesperversas, violaciones,abusos sexuale.nque M. 1(1.;l achung, u eh b reno», lo ~ u a lprºuerte· Ogolpes varios, etc.). Al traumatismo psíquico se agrega in wie ergu rn convertir en loue la pulsion de r al ob·traumatismo físico. El aflujoexcesivo de excitación (teori por ((volver ~ s i ó nde vida so · e t o r n a l o ,vale l e c r ~ a l i d a de c o n ó ~ i c adel : ª ~ ª 'Freud, 1 9 ~ 0 )actúa como_ g ~ ~ t ec\unfode la P : acer ~ e n °al a ~odioso desde ;arniliar·A.efraccwndel ps1qu1smoque no solo anula el prmc1p10d ~ a ,proceder la arnbivalenci . pera el horror d atectiza·placer y adhiere peligrosamente la libido del sujeto (sobrttoodiadoP1° r objetos u ~ ~ ou onsiste ~ la ee ue estastodocuando la situación traumática se instala por años y ~r n olo son °; proceso r i n c i p ~t).cas,connuras ª ibe ren alcronifica)al culto de lo negativo comoaprendizaje incorpo'\ientender, e eriencias r a U J n : ~ · v o spatógenos Y ec uenciasrado, sino que deja fuera de su alcanceel potencial vivencialiónde las e){P s efectos re p eti,1uico con sus ,consrnetido dede las experiencias de vida, territorio psíquico anulado detescarguen su denarnientopsiqtrario se e r i ~ ,so la necesi·su campo experiencia . ;ujeto del ene; cual en caso c ~ ~hace hinca.pie ~ abajo con

De acuerdo con mi observación, se pueden distinguir mortíferas, ª ~ r t s c h e r l i c h(19 { realidad en su r s a fin de

tres mecanismos psíquicosprincipalesen las personas que pori d a . ~ -~ o b je t o

rna:o enª

s socialese1Ctrernaerar la i·han sido sometidas a experienciastraumáticas extremas y dad de odiar ª decieron 1 1 . o l e ~ ~ ay por ende, e ~ ~ i z )para elque son derivadas a tratamiento psicoanalíticouna vez ale· jóvenesquepa ividad contenl ª diteS)) (Freud,jadas del foco traumático: liberar la ~ ~ l a d aen sus, escon

bido ( ~ n e a s1 etalidad troflca. ción indi cal a identificacióncon el agresor:identificadoscon los traba)º de ob) d cent.ea la e p a r ~ndo elabo·

personajes oel medioviolento,estas personas infringen a su . elaborativo o n ~t r a u x n á t i ~0 va ~ ~ a rsobrevez las leyessocialesy, en un movimiento psíquicode rebel· E l r a ~ a ) ~ asalud n e ~ t ; a l . dvida habra de fi

1aciay el su·

día y asociabilidad,se declaran francamente del lado de la la via hacia tado, la pulsion : ,genos pierden e i ~ a \os acon·marginalid ad exhibiendolas distintas caracterís ticas de las rado Y c e ~Los núcleosP ª n.do para concurl" ecibir eJtpe·psicopatías yde las sociopatías. la de rnue b ~ r a n d oy P ; ~ p a r ~ ela vida Y . ~ ªr Al reparar ª

2. a inhibición.Es lo que se observa en Natalia (véase j e t o s ~va i no trauxnaticos ria de \o p o s i t ~ v o .tificarse conpág. 90). Los sucesivostraumas han det e nido el procesode t e c i n u e n ~ sadas por la catego ohabrán de ~ e nn la vida a· s1gn - d o n ·ha co ddesarrollo delpensamiento,la .expansión de los afectosy el rienc1as los han dana ~ » los reconcl n rnanos e

edenexci·

o questi tu·leñ o s

ente

'\, d edor,'s de'· .~ t i -

~ s

flujo comunicativo con el medio social.Entonces se retraen, \os seres ~ eabajo e p a r a t o ~ i ociaS padecidas esuerte de in·se aíslan, en una suerte de estado de «mínimointercambio,. ellos. E l yna\as eJtperientización.E n n ~ supriJnirelcon el entorno.Se encierran en una coraza defensivaesqui· pesar ~ e ª s objetosde ~ t e ~ a n t a s i a ,en vez l :bjeto priJna·zoide para no seguir sinti endo los potencialesadvenimien· sus i ; r n ~ ~contenido de ªse le h a a u s ~ d o:){ eriencias etos traumáticos. vers1on . aginariarnente han e-it.ist1do1

~ j e t opriJnar10

3. a reparación. Como escriben Laplanche y Pontalis rnal que un sucede u a n ~ ~n:i . el rnal que e 0 adopara ~ u -

(1971),es el «mecanismo,descritopor Melanie Klein, en vir· rio -coJnO e debe reeons1 er ynayoroyne":"or ~ · cierta n d i f ~ -

tud del cual el sujeto intenta reparar los efectosde sus fan· horror-• s do al pacienteen un paso ynas ª ªc'arga trauxna·. h causa 1 ' o·)eto o, traer

tasn:as destruc:-oressobreun b 1 ~ t ode ~ o r »En los casos le ª a bondad de o e sibilitasusaluq1dos,el «ob1etode amon) ha sido danmo y acceder a su p e r ~l el objeto,lo qu Poreparación requiere esfuerzos psíquicos especialessi el su· rencia con 89

piezan a neutralizar los núcleos traumáticospuede llevarsea caboun «diagnóstico deanalizabilidad»,crucial para de

í i i

jetono ha de quedar apegado a lo negativo~ ~ e u1 ~ ~ha de superar parcialmente los efectos e r 1 u d i c 1 a l ~ se1erc1-

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terminar el futuro psíquicode ese paciente.Cuando hablode muerte psíquica traumática., incluyo a

t.odoslossujetosque padecieron«cuerpo a cuerpo»traumáticos (seducciones perversas, violaciones, abuso¡¡¡ sexuales,golpesvarios, etc.).Al traumatismo psíquicose agrega eltraumatismo

físico.El

aflujo excesivode excitación

(teoríaeconómica deltrauma, Freud, 1930)actúa como agente deefraccióndel psiquismoque no sólo anula el principio delplacer y adhiere peligrosamentela libido del sujeto (sobret.odocuando la situacióntraumática se instala po:raños y secronifica)al cultode lonegativo comoaprendizaje incorporado, sinoque deja fuera de su alcance elpotencial vivenciade las experienciasde vida, territorio psíquico 8-0.uladodesu campo experiencia .

De acuerdo con mi observación,se pueden <l.istinguirtres mecanismospsíquicos principalesen las per¡¡¡0nas quehan sido sometidas a experienciastraurnáticas e}Ctremasyque son derivadas a tratamiento psicoanalíticou na vez alejadas del foco traumático:

l La identificación con el agresor:identificad()s conlospersonajes o el medio violento,estas personas infritigen a suvez las leyessocialesy, en un movimientopsíquico de rebeldía y asociabilidad,se declaran francamente del lado de lamarginalidad exhibiendolas distintas a r a c t e r í s t i < ~ a sde las

psicopatías yde las sociopatías.2. La inhibición.Es lo que se observa n Natal ia (véase

pág. 90). Los sucesivostraumas han detenido el Pl'ocesodedesarrollo del pensamiento,la .expansión de los af c t o sy elflujo comunicativo con elmediosocial. Ent-Oncess retraen,se aíslan,en una suerte de estado de <<mÍnimointel'cambio•con el entorno.Se encierran en una corazadefens i a esquizoidepara no seguir sintiendo lospotenciales advenimientos traumáticos.

3. La reparación. Comoescriben Laplanche y l?ontalis(1971),es el «mecanismo, descritopor Melanie Klein en virtud del cual el sujeto intenta reparar los efectos d e u sfantasmas destructores sobreun objeto deamor». E n los casosaludidos,el «objeto de amor»ha sidodañino y accecJ.er asureparación requiere esfuerzos psíquicose s p ~ i a l e s¡¡¡ el su·

dossobreél. El culto de lo destructivose ha convertidoen unaprendizaje incorporado ydebe ser desactivado.E ~el rastreo semánticode este término,La planche y Ponta11s observan que M. Klein utilizópreferentemente el r m i n oal.emán Wiedergutmachung que literalmente podr1atraducir

se por «volver aconvertir en bueno»,l o ~ u a l

produce eltriunfode la pulsión devida sobre la pulsion de m':1erte.Osea, proceder ahacer bueno al objetomalo,vale decrr, objetoodiadopor la ambivalencia uodiosodesde la e a ~ i d a d

como loson los objetos cuandoimpera el horror a m i l i ~Ami entender,el proceso principal consisteen la decatectización delas experienciastraumáticas, conmiras a ':lueestasdescarguen sus efectosrepetitivos patógenos y liberen.alsujeto delencadenamiento psíquico consus c o n s e c u ~ n c 1 a

mortíferas, al cual en casocontrario se e r i ~sometidod ~

por vida. M. Mitscherlich (1976) hace.hincapieen la ~ e s 1 -dad de odiar al objetomalo en la realidad en su trabajo conjóvenesque padecieron violencias socialesextremas a fin ~

liberar la agresividad contenida y, por ende,recuperar la libido «encastilladaen sus escondites» (Freud, 1912)para eltrabajode objetal idad trófica.

El trabajo elaborativo conducenteª ~ r e p a r ~ c i ó nindicala vía hacia la salud mental. Lo traumatico va siendoelaborado y aceptado,la pulsiónde vidahabrá de r i ~ a rsobre¡ demuerte. Los núcleos patógenospierden eficacia Yel su)l to se va liberando y preparando para concurrirª. ~ saconu·cimientosno traumáticos de la vida y para recibrr experienciassignadas por la categoríade lopositivo.Al reparar alos seres que loshan dañado,no habrán ~ i ~ e n t i f i c a r s ~conPilos. El «trabajoreparatorio» los reconcilia conla vida a¡wsar de las malas experiencias padecidas en manos .det1UH primeros objetosde catectización.En una u e ~d ~mvt•rsióndel contenido dela fantasía, en vez de suprurur el

mal que imaginariamente se le haa u s ~ d o

alb j ~ t o~ r i m a

rio ---comosucedecuando no han existido experiencias dehorrol -, se debe reconsiderar elmal que el objeto primariolt• ha c·ausadoal pacienteen mayor o menor gradopara recupt'rar la bondad del objetoo, un paso más allá,cierta n d i f ~ -

n •rwi11 conel objeto, loque posibilitasustraer carga trauma-

tica de representacio n es y afectos para dejar a la libido libreen su trascurrir hacia n u evas catectizaciones más positivas.

El trauma ha alcanzado la psiquis y el soma. Las heridaspsíquicas dan como resultado un retraimiento general, unenlentecimiento de las operaciones psíquicas que pueden

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Obse r uaci ón de atalia

Si en Pa u la imperan experiencias indirectas de horrorhist.órico, Natalia ha vivido su primera infancia sumida en

el horror f amiliar.1Natalia t iene en la actualidad 14 años. Su madre, ap a

rentemente psicótica, era sistemáticamente golpeada por elpadre, alcohólico y violento. Es la hi ja mayor de varios hermanos. El padre golpeaba ferozmente a la madre y tambiénla golpeaba a ella: «él me pegó con un palo, en la cara, mesangró la nariZ». Además, la violó reiteradas veces desde pequeña, vaginal y analmente, causándole daños vesicales yanales. A raíz de los golpes, Natalia pierde un ojo. Es obligada a sostener juegos sexuales con el padre y la madrastra.Dice en sesión: El me hacía acostar con mi madrastra, ellatenía miedo, entonces me pellizcaba pero para que yo hiciera, sino nos pegaba a las dos, nos besábamos las tetas, medecía que yo le diga a ella, me deje chuparla a ella, mi madrastra me chupaba a mí las tetas y abajo la concha, m ipapá el pito me ponía adelante y atrás me dolía, piñas y t i-rar de los pelos, yo le decía que me estaba haciendo caca q uedeje y ella me pellizcaba y me lastimaba, atrás me lastimó yme salió sangre, me ardía y dolía cuando hacía caca, todavía

me duele».En una de las tantas querellas familiares, Natalia sa le ala calle a pedir ayuda. Acude la policía. Interviene Minor idad. El padre es encarcelado y los niños son enviados a unafamilia sustituta y derivados para recibir tratamiento psicológico.

Escuchemos el dolor de Natalia en sesión: «Me du e lenlos huesos, me duele el hombro izquierdo, me duele la gar-ganta, siempre me agarro angina y cuando toso me du e le lafrente, cuando mi m adrastra me hacía lavar los platos era

mucho, yo me sentía dé b il , ahora me duele todo el brazo ..

1 El material de Natalia llegó a mi observación a través de la supervi ·sión de 1la licenciada A. Ca lvo, quien atiende pacientes en un Instituto doMinoridad .

enlentecimiento de las operaciones psíquicas que puedenremedar una seudooligofrenia. Al cúmu lo excesivo de excitaciones patógenas producido por el trauma reiterado ~ u e

produjo efracciones psíquicas y trastornos en la consti:u-ción de su psiquismo se sucede ahora, pasados los anostraumáticos, el refugio defensivo en una coraza envolventeprotectora. En dolencias somáticas (dolores de cabeza, deespalda), Natalia ubica al perseguidor, al diario torturador,y ha b la así desde su cuerpo de dolores psíquicos difíciles, ~

mentalizar. Atenta a evitar todo nuevo desarrollo tr a um at ico se defiende patológicamente me d iante angust ias difusas(señales de angustia repet idas e n d i e n ~ sa p ~ rt o d ~posible acercamiento a un nuevo trauma , rmprec1sas, nacidasde las cargas de las huellas mnémicas hiperactivas que intentan alejar la renovación del sufrimiento padecido otrora.

A la patología neurótica normal del desarrollo se sumaen estos casos la patología provocada por los intensos traumas externos. Se observa el socavamiento de la confianzabásica necesaria para establecer un buen objeto interno.Amati-Sas (1986), en un trabajo sobre torturados políticos,hace hincapié en que para salvarse del «terror sin nombre»,«el prisionero debe poder apelar a sus objetos internos , a lasidentificaciones que constituyen la propia identidad, a losideales del yo, a todo aquello que constituye el sí mismo am-pliado: la familia, los amigos ».La violencia fami l iar res

quebraja, daña el establecim iento de las d e n t i f i c a c ~ o nypor ende, la constituc ión del yo. No puede en nmgun casoconstituirse un Yo-piel (Anzieu, 1974, 1985) sano. Los desgarros y heridas de la piel psíquica son una o n s ~ a n t eSe -

ganizan en diversas formas de acuerdo con la ps1copatologiaque se estructure. ·

Freud (1930) dice que en situaciones límites de sufri-miento también tienen lugar mecanismos de defensa espel iales tales como el embotamiento o la confusión. Algo de est.o se muestra en Natalia. Sus defensas son patológicas Ypatógenas como lo fueran otrora los golpes que recibió, yaqu e la aíslan y la condenan a una soledad negativa donden•siclcn vivencias de desamparo y de desolación.

Sin embargo, el pronóstico es bueno. En primer lugarporque Natalia trabaja en la sesión intentando elaborar lo

traumático. Asocia y revive los nódulosrepresentacionalesf ti d l l j d i l ió A i i

5. El narcisismo terciario

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y afectivos delcomplejode la violación. Asimismo,expresadeseosreparatorios: desea ser maestra jardinera de grande,cuidar a los chicos.

c. Un espacio paro la maWad o notas sobre el infierno

Este apartado será muy breve.Aunque por su importan·cia es enorrne.Pese a que este libro trata sobre la muertenatural, no puedo hablar de muerte psíquicasin mencionar·lo. Aquí interviene lo que P Heimann Suarez, citado enGranel) denomina «el bramido de la pulsión de muerte» entoda su ferocidad.Trátase de la pulsiónde destrucciónquedesencadena el horror en sus múltiples variantes.

En la maldad, el sadismose alía a la pulsiónde dominioY a la de destrucción para armar «lo peor de loque el serhumano es capaz.

He trabajado con un grupo de colegas Alizadeet al.1993)el tema del psicoanalista enfrentado al horror des·de la trasferencia y la contratrasferencia.El fanatismo,elracismo, losodios arcaicos, elpotencial homicida delhom·bre encu ent ran un espaciopara desplegarse. J Kristevanoshizo llegar unas palabras luego deleer el trabajo:« . . elhorror histórico movilizala contratrasferencia y hace quelos pacientes que han sidosus víctimassean difícilinenteanalizables. Salvo, tal vez,si se reactualiza en la curo -pa ·ra ser in t e rp re tada- esta abyección.Pero, lcuántos de en·tre nosotros somos capaces desostener esta perversión y

sustraerse a e l l a aunque más no fuera en forma microcÓs·mica?Si el psicoanálisis deberechazar esta experiencia,meu•mo que también deba renunciar a su rol histórico. .

El horror histórico plantea un desafíoal psicoanálisisalabrir las puertas a una investigaciónque linda conel espan·lo y losiniestro, con el potencialgenociday conlosextremis·mosdestructivos.

«Yo creo que el futuro del psicoanálisis es formidable . .creo que es a trovés del psicoanálisis que podremos lle gar auna prevención de l violencia que es una erotización de lasrelaciones arcaicas de los seres humanos ent re ellos, una ero-tización perversa que el psicoanálisis en tiempos cercanosllegará a comprender . . el estudio de l libido y el ser humano no aporta a l humanidad lo que podría porque somostodavía mamífe ros perversos que no ponemos nuestra libidoen el lenguaje al servicio de la socied<u1» Frani;oise Dolto,entrevista diarioLa Razón Buenos Aires, domingo14 de se·tiembre de 1986.

I Introducción

Retomo con este ensayo sobre narcisismo propuestaspresentadas en un anterior trabajo Alizade, 1987).Poste ·riormente, al ocuparme deltema de la muerte 1988, 1992b,1993),me fueútil recurrir al conceptootrora esbozadode unnarcisismo terciarioal intentar dar cuenta de las distintasmaneras en que un sujetose enfrenta conlosavatares de lacastración.

«Narcisismo»constituyeun eje articulador teórico-clínicodel psicoanálisis. Nacido conFreud, se ha arborizadoconaportes pos-freudianos, que ahondan en la comprensiónpsicopatológicade los trastornos narcisistas pero a la veztambién extienden tanto el concepto que,en ocasiones,conla misma palabra se designan cosas diferentes. Retomolaidea de «anasemia»,acuñada por Abraham y Torok 1978)para expresar la complejidadde poner en palabras movi·mientos psíquicos yestructuras que no existen para el sen·tido común.Losconceptos psicoanalíticosconstituyen mu -

chas veces <<productos de de-significación y conforman nuevas figuras ausentes en los tratados de retórica. Estas figuras antisemánticas ( requieren una denominación pro

rianLes para ilustrar características del narcisismo. Por ende , es fácil observar cómo los orígenes y las raíces del concepto de narcisismo se hunden de entrada en el campo de lo

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ras antisemánticas ( . requieren una denominación propia que indique su estatuto y que a falta de otra propongollamarlas con la palabra anase mia » (pág. 211).

El campo de abordaje del narcisismo es muy extenso ycierta anasemia transita por él. Engloba estados, estructu-ras, movimientos. Es un concepto dinámico, nodal, entrela-zado con múltiples soportes de la teoría tales como libido,pulsión, instancias tópicas (yo, yo ideal, id eal del yo), objeto,complejo de Edipo, etc. Es considerado alternativamentecomo una fase, un componente permanente de todas lasetapas evo lutivas desde su esencia energética libidinal, Y unordenador estructurante básico de las instancias psíquicas

Proponer el concepto de un narcisismo terciario se tornanecesario para dar cuenta de satisfacciones libidinales nar-cisistas de un orden diferente. Exige un nivel importante deteorización y convierte la empr esa de transitar por él en unasuerte de aventura del pensamiento.

El psiquismo individual, objeto del psicoanálisis, abrepaso a la consideración de lo colectivo en un tiempo segundo. Futuros estudios interdisciplinarios ayudarán a develarlos arduos enigmas de la r e lación del hombre con el otro, elque no es uno, el que hace de espejo y a la vez es lo ajeno, loextran jero, lo displacentero o lo indiferente, lo que no nosimporta.

El narcisismo terciario es la resultante de un movimien

to trasformador qu e determina un efecto estructurante enel aparato psíquico. Este efecto tiene implicancias clínicas yderivaciones psicosociales a nivel d el contro l de la destructividad y de la modalidad narcisista terciaria de r elación conlos objetos, dond e asoma la vinculación con objetos lejanosfuera del registro de la percepción inmediata.

Este concepto se articula por la vereda de enfrente con lacandente temática del horror y de la perversidad enraizadosen patologías narcisistas que repercuten n egativamente enla vida de la comunidad humana. En 1899, Nacke utilizó

por vez primera el término «narcisismo» referido a la perversión consistente en amar al propio cuerpo como uno amael cuerpo del otro. Freud lo menciona a l insta lar al narcisis-

1 mo en el corazón de la teoría psicoanalítica. Recurre asimismo, < n 1932, al mito griego de Narciso con sus div ersas va -

cepto de narcisismo se hunden de entrada en el campo de loperverso y en el mórbido encierro en una especularidadtanática. A poco de andar, el famoso «nuevo acto psíquico»~ e u ~1914) estructurante del yo deja ver su inherente pehgros1dad . No hay que realizar mucho esfuerzo para percibir el olor a encierro que se desprende de tanta energía dedicada a sostener el círculo cerrado de una libido estancadapor más que se desplace del yo a los objetos. Numerosos psicoanalistas pos-freudianos se abocaron a dilucidar e ilust rar la florida patología del narcisismo Kernberg, 1974,1975; Kohut, 1965, 1971, entre otros).

No fue descuidado empero el a specto trófico del narcisismo primario y secundario (Rosolato, 1983; Lichtenstein,1964; Green, 1983; Anzieu, 1983, entre otros).

Empecé a organizar la idea de un narcisismo terciarioleyendo los trabajos de Kohut (1965, 1971) acerca de la trasformación del n a r c i ~ i s m oEn su obra se abre una líne a depe nsamiento basada en la teoría del s l{ desde la psicologíadel yo, donde habla de una posible trasformación del narcisismo en un narcisismo cósmico. Dice: « .la genuina derivación de las catexis h ac ia un narcisismo cósmico es el resultado creativo, sostenido, de las constantes actividades deun ego autónomo, y sólo muy pocos son capaces de lograrlo.El narcisismo cósmico implica una decatectización del sel{» ~ o s i g u(pág. 267): «Una decatectización genuina del s l{

solo puede llevarse a cabo lentamen te gracias a un ego intacto en buen funcionamien to; se acompaña de tristeza cuan-do la catexis es trasferida del querido s l{ sobre los id ea lessupraindividuales y sobre el mundo con e l cual uno se identifica. Las más profundas formas de humor y de narcisismocósmico por lo tanto no presentan un cuadro de grandiosidad Y elación sino el de un tranquilo triunfo interior con elagrega do de una in n egable m elanco lía>>.

La renuncia narcisista que tiene lugar en la trasforma-ción narcisista conduce a la sabiduría y a la aceptación del

fin de la vida. El ego domina al selfnarcisista y puede incluso ironizar acerca de los logros de una existencia individual.Se trasforman «las const e laciones narcisistas en nuevasconstelaciones psíquicas de mayor nivel de diferenciación»al decir de Kohut. '

Encontré una reflexión de A Green (1983) quo rozubutangencialmente esta cuestión. Se refiere a Leonardo y lodefine (pág. 11) como «ese curioso Narciso que se sintió mucho más fascinado por la forma del Otro y los enigmas del

Huc·rificio propios de la idealización del narcisismo en susprimeras formas. La forma terciaria es una forma simple,tranquila, coexistente con un «estar en el mundo» donde pri

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cho más fascinado por la forma del Otro y los enigmas delMundo que por su propia imagen .

Es constitutiva del narcisismo terciario una espontáneaactitud de «curioso Narciso», tal vez incluso de incomprensible Narciso. Constituido en la especularidad estructurantede un narcisismo primario imprescindible, movido por losvaivenes de un narcisismo secundario inevitable, accedióigualmente al narcisismo terciario, y este narcisismo lo condujo más allá de sí mismo a preocuparse por sus semejanU H, por C l fut.uro de la humanidad y por el potencial uso dan ino ele> HUH inventos se encuentran notas al respecto en susr n ~ C r i U > H ) .

En un breve trabajo dedicado a la normalidad psíquica,J< reud {1931) distingue tres tipos libidinales básicos: el erótico, el obsesivo y el narcisista. Al referirse al tipo narcisista,Freud oscila: por un lado le atribuye un signo negativo y porel otro le otorga numerosas cualidades sorprendentes; corresponde a personas independientes cuyo interés cardinalestá orientado hacia la autoconservación, su yo dispone douna considerable suma de agresividad y de disponibilidadpara la acción, prefieren amar a ser amadas, impresionancomo «personalidades», son «particularmente aptas par11servir de apoyo al prójimo, para asumir el papel de conductores y para dar nuevos estímulos al desarrollo cultural oquebrantar las condiciones existentes» (pág. 516). En est.u

descripción se perfilan elementos articulables con el concepto de un narcisismo terciario.El narcisismo terciario implica un salto cualitativo y un

movimiento de trascendencia. Expresa un retomo a la inmensidad del narcisismo primario con su mágica ilusión docomunión con el todo antes del corte unificador de un yo(Andreas-Salomé, 1921), el retomo al narcisismo ilimitadoFreud, 1930, pág. 7) y, al mismo tiempo, mediado por

organización psíquica adquirida («madurez», diría F. Dolto),denota un alto nivel de discriminación en sus manifestacio

nes de interés por el Otro, por el mundo.e

observa fácilmente en muchas personas en l vida cotidiana y en la pruxis analítica se evidencian las consecuencias de su fundonamiento. No conlleva los elementos de exaltación o clt>

96

q , pmnn el principio de realidad y el principio de relatiVidad. A

omnipotencia se contrapone la sencilla potencia de un sujoto que sabe algo de sus límites y de la transitoriedad de sudevenir. Dispone parte de sus energías para sembrar exogámicamente en dirección a sus semejantes, los que comparttm con él la condiGión de seres vivientes en la actualidad, ytumbién hacia aquellos que vendrán más adelante en unaIAimporalidad que le concierne aun cuando é l ya no ocup om1is el espacio material de los vivos.

U El narcisismo terciario

«porque conozco que no conoceré el único verdadero transi

torio poder>>, T S. Eliot Ash-Wednesday, 1930).

Pasaré revista a los elementos fundamentales que constituyen al narcisismo primario y secundario antes de metermo de lleno con el narcisismo terciario.

La conocida fase intermedia entre autoerotismo y amorobjotal narcisismo fase, Freud, 1911) se funda en ese famoso «nuevo acto psíquico» recientemente mencionado queda origen al yo. La unificación pulsional conforma un yohasta ese entonces apenas esbozado y disperso. Esta suertedo neta de nacimiento de una instancia psíquica engloba un~ · u e r p oprimario.

Dos posiciones narcisistas primarias se desprenden de• conceptualizaciones freudianas. La que se dirige al Uno

Oruon, 1983) «surgido den pulsiones parciales, gracias a laIón de Eros» (pág. 13) y el otro, absoluto, anobjetal, nar

l•mo primario ilimitado, «opuesto a la persona individual-.mo tal>> (Andreas-Salomé, 1921), que se corresponde con

m1tado en que el incipiente ser yacía «en ese ámbito enUtt, untes de adquirir conciencia, equivalía a todo, así como

lo ora universal para él». Artificios de una mente inci-1nt.tl indiscriminada movida principalmente por el princidrl Nirvana. Remanentes de esta etapa pueden pensar-

se desde el sentimiento oceánico descrito por Romain Ro l-

land y que Freud cita en 1930. Trátase de la fusión indiscriminada con el mundo, el universo, el cosmos, la vivencia de

Retomo la idea de la peligrosidad inherente a la dimen-sión narcisista del hombre. El narcisismo de muerte mere-ce una especial consideración en el campo teórico-clínico.

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minada con el mundo, el universo, el cosmos, la vivencia deformar parte indisoluble con la materia en una suerte deeternidad totalizante.

El narcisismo pri mario dirigido hacia el Uno da pie a lasegunda teoría pulsional freudiana. Nace el yo, se libidinizay puede tomarse a sí mismo como objeto de amor. Yo-soy introduce un yo-no-soy y la dimensión consiguiente de unapérdida. Como escribe L Andreas-Salomé (1921), «aquelloque fue considerado mar debe resignarse a ser el estrechocauce de un río». El ser humano incorpora sus límites y de lestado primero de expansión que todo lo incluye desprendeuna individualidad. El pequeño niño a quien Lou AndreasSalomé observa, se irrita, sufre, modifica su carácter duran-te el tiempo en que empieza a denominarse <<yo» Juega alternativamente en primera y tercera persona yo, nene) enuna especie de parto de sí mismo. El sujeto nace y el trabajode duelo lo acompaña. Uno es meramente uno. Los objetosestán afuera. Se marcan barreras afuera/adentro, yo/ob-jeto, propio/ ajeno, etcétera).

Desde el caos primigenio, el primer corte narcisista haceacto y marca una diferencia. Fenómeno narcisista estructu-rante por un lado pero catastrófico por el otro, ya que meotorga un ser sólo (acompañado por objetos exte rnos e internos desde luego) nunca más fusionado vivencialmente conla inmensidad de un estado de ab ierto cuasi infinito, ilimitado. Un Yo-piel (Anzieu, 1985) le confiere unidad pero sustrae la comp letud imaginaria de la comunión con el todo.

El sujeto ha nacido a su condición humana. El lenguajeoficia de determinante, de barrera, de organizador.

La libido se ha centrado, se ha circularizado alrededor deese yo-sujeto.

Se inician sus múltiples movimientos: libido del yo v -

u libido objeta , narcisi smo del yo versus narci sismo volcado hacia los objetos. Narcisizaci ón máxima en el enamora-miento y en la hipnosis (Freud, 1921), en los fenómenos demasa, intervención de los altos ideales, sumisión al líder,dar la vida por una causa considerada justa.

Se distingue un narcisismo primario de fusión cósmica,un narcisismo primario de individuación, y un narcisismoseeundario interactivo Oibido del yo versus libido objeta ).

ce una especial consideración en el campo teórico clínico.Green (1986) enfatizó el carácter desobjetalizante de la pulsión de muerte. Otra vertiente por considerar es la unión dela pulsión de muerte con la pulsión de dominio. El narcisismo de muerte a dquiere entonces una función objetalizantedestructiva constante con miras a desplegar técnicas de aniquilamiento, sufrimiento o _ ometim iento vil del objeto.

Cu a ndo impera el narcisismo de muerte, por una idea semata, lo propio es defendido a ultranza, se desprecian lasopiniones ajenas, se destruye para trepar por el muro de lasambiciones, se hace trizas lo que no coincide con los anhelosnarcisistas, se usa al semej ante como a un objeto sin valor.Incluso en el amor, se manifiesta en esa extrema demandaal otro para que complete las fracturas narcisistas o paraque reedite desde las necesidades primordiales las bondades de los objetos primari os madre nutricia, padre protector, Freud , 1914).

Lacan (1949) destacó la función del semejante en laasunción jubilatoria de la imagen unificada en el infans. Lointrapsíquico y lo interpsíquico se intrican profundamente.Distingue (1953-54) dos narcisismos: e l primero se refiere ala imagen corporal. Otorga unidad al sujeto y da cabida al«sentimiento de sí». El segundo implica la identificación conel otro. <<Elsujeto ve su ser en una reflexión en relación con elotro » pág. 145). El primer narcisismo, o corporal, estávinculado con el concepto de narcisismo p rimario est.ablcC'ido por Freud tanto en su vertiente objeta (1913), e n la cunlel niño se toma a sí mismo como objeto de amor, como en suvertiente anobjetal, donde el yo y el ello están indiferenciados y falta toda relación con un objeto o con el medio (1921).El segundo narcisismo se corresponde con el narcisismo secundario. La rigurosidad clínico-teórica de estos conceptos

s irrefutable.Todos los estudios sobre el narcisismo enfatizan la im

portancia de esta organización psíquica, por así llamarla~d e l i c a d a > >vulnerable, proclive a dar pasos en falso.

Por ejemplo, tomemos la novela familiar (Freud, 1908).Preanuncia los ensayos freudianos posteriores sobre narciHismo y los estragos que esta organización psíquica puedel ovar a cabo si no logra un adecuado metabolismo. El niño

1111 I "11 •do renu nciar a los beneficios de las vivencias n,.111t11s exultantes y grandiosas. Si ya no es más <<His oMnjcsty the Baby», no es por falla propia sino por falla de

1 ltwipio de realidad, difícil de aprehender, se va ha -1111rne lentamente. Como escribiera el poeta T. S.

n ttus Cuatro cuartetos (1930):

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1;:

objetos primarios. Sus padres no son los reales, son reprincesas que moran en un imaginario reino que no sesigna a perder. Padres idealizados suplen a los padresles. La castración deviene una representación esencialmte intolerable. Por la hiancia de la carencia se confofantasías grandiosas (el Príncipe Azul, los sueños diucompensatorios, etcétera).

Muchas veces, cuando Freud describe los movimiende libido narcisista y libido objeta (1914), el vaivén de ulibido siempre dispuesta a retraerse de los objetos patornar al yo, se tiene la impresión de una mera aparienc

e objetalidad. La elección objeta narcisista se presencomo una simple proyección del propio narcisismo secundarío. Se busca en e l otro a uno mismo, a una parte de unomismo, a algo que uno hubiera querido ser, o que fue, etc.(Freud, 1914), o si no a la madre nutricia o al padre protecto r . A mi entender, si este fuera el único modelo, los indivi·duos estarían en cierta forma condenados a investir bajo laégida de la endogamia en un círculo bastante limitado . Elnarcisismo serviría únicamente para dar cuenta de las múl·t i p l < ~ soperaciones por medio de las cuales un sujeto se ocu·p11 dl' sí mismo, de su autoestima, del logro de sus metasid1•11 h s , otc. El otro no sería nunca más que un pretexto, unaüXCU ' R, o un modelo a quien imitar para provecho propio.

Tal vez Kohut (1965) pensara en este sentido cuando es·cribía que (pág. 245): <<laantítesis del narcisismo no es la relación de objeto sino el amor de objeto». El narcisismo se a líaa una aparente antítesis de sí mismo, ya que podrá a vecesamar a un objeto más que a sí mismo.

El exceso narcisista inunda al yo, lo asfixia, lo enferma.El yo es el gran re s ervo rio de libido (Freud, 1923) desde don·de fluye a los ·objetos. Pero existe una problemática de unexceso residual estructurante para el infans (véanse, de locontrario, las patologías generadas por los déficit narcisis·

tas B l e i ~ h m a r1981; Alizade, 1984)) que debe ser delegado,vale decir, entregado como simiente al mundo . Debido a lad elegación narcisista advenida en el narcisismo terciario«tma parte de uno mismo» se proyecta en la exter ioridad e ~

la cu1tura. Lejos de uno también está lo propio. '

( )

111111, váyanse, dijo el pájaro,l 1111rhumano no tolera mucha realidad.

l t 1•1tlidad pone en jaque todos los sueños omnipoten·

1¡, ..1 nmascara la grandilocuencia de los supuestos po·h lllre toda convicción narcisista de una única certeza

ln ;111rusiempr e: los imperios caei:, el cuerpo es e ~ e c e _ d e

ln iuv cntud, efímera; los paradigmas son transitorios,

mnndmientos se trasmutan. . . . .l• l nurcisismo terciario se abre a lo ajeno Y l ~ le1ano, di-

1ulc•, HC dispersa, se extiende. Como si los - s p e 1 1 s m o s~ -

h1l11Kse disolvieran o como si por la hendiJa de un espeJoh11111 roto se vislumbrara lo Otro, el Mundo, los e r e ~que lo11lill11n, las especies, el cosmos. La ameba ha x t e n d i d ~sus

11 .topodos en tal medida que sus x t r e m ~ sse ~ abierto

11ol intento por circunscribir y abrazar la_mmei:s1dad de lottt• c tntamente dado. Se roza el infinito, lo rmposible , lo real.l 1i puerta-espejo se abre, y lo nuevo, lo i l i m i ~ d olo no pro¡1111fo no investido por los narcisismos n f a ~ t i l e saparece.

MI narcisismo primario tendiente a la urudad y el secun·

1¡ .-1 remite n a figuras cerro das: el espejo, el u ~ v ~la ame-1111 1·on sus seudópodos. La envoltura tiene u n l I D l ~ -E n a

1111111{Cnde la fusión cósmica del narcisismo r n : i a r i ~p ~ e v i o

11

111 individuación, la envoltura se pierde en el mfinito~

11111urio de un a comunión con todo . El narcisisni:o terciario

1, •111¡te en cambio a una figura abierta: me viene m m:ente la111111 gen de cueva descrita por D. Anzieu (1983), referida a la1•nvoltura sonora de sí. La envoltura, antes de cerrarse, se11xt.iondehacia el afuera y cobra una dimensión de cerrado Y11 111vez abierto.

Diferentes operaciones psíquicas dan u ~ ~ t a~ ~ lprocesot rnsformador narcisista terciario: desnarcisizacion del yo,11xcentramiento del yo, organización de nuevas u e s t a _ l ~del

yo lchgesta ltung en, Freud, 1923), acceso a la e ~ a c i o ndeobjeto con lo que denominaré «objeto ~ j ~ n o »traba10 de u e

lo y rcsignificación, principio de e _ l ~ t i v i d a ~_ r e o r d e n ~ i e °

<lol sistema narcisista (delegacion narcisista), f ~ h a r i

zndón con la castración, domesticación de las pulsiones

Freud, 1937), nueva representación de la idea de poder, m·ceso a la sabiduría, sentido del humor.

Algunos observables clínicos son: sentimiento de solidu·ridad y responsabilidad, libertad interior y creatividad, ma -

t ió d l i i d d d l id d

Pl l HllH do los ideales del yo, creen en la omnipotencia del11odor y niegan la relatividad de la existencia. Parecen niñosl{rundes imbuidos de narcisismo estéril. Suelen ser poco1{1mcrosos y tan sólo hacia aquellos que adulan su yo ideal.l i t bié t i ó t

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yor aceptación de la transitoriedad de la vida y de sus nosiempre agradables peripecias, y control de la destructivi·dad- Como telón de fondo, emerge tibiamente el territorioexcelso de la sabiduría. Sabiduría profana la mayoría de lasveces, nacida de la experiencia cotidiana de constatar una y

otra vez lo finito de la vida, la inmensidad de la muerte, y laparticipación activa o pasiva que cada sujeto tiene en losmovimientos de vida o muerte, de civilización o barbarie co·tidianos.

Ahora el sujeto vivencia que pertenece a un momentocircunstancial, contingente, transitorio de organicidad. Enesa llamarada de vida se existe en forma finita. Sólo posicio·nándose en el lugar de efímeros, como formand o parte de lagran masa inorgánica a la cual se habrá de retomar en unplazo más o menos largo siempre breve), sólo «mirándosevivir» de a ratos, se accede a la dimensión de relatividad ne·cesaría y fundamental en el ejercicio de la alegría a pesar delos pesares y duelos, lo cual permite persistir cultivando lafuria de la vida, en el cuidado del trabajo, del amor y de lapaciencia.

La trasformación consecutiva al narcisismo terciariocompromete t an sólo un determinado qu ntum libidinal.Siguiendo el modelo de las erupciones de lava citado porFreud respecto de las pulsiones 1915c), coexisten remanen·tes de narcisismo primario con su tendencia regresiva a es·tados de placentera fusión; interjuegos entre la libido del yoy a libido objetal con sus observables clínicos (enamora·miento, hip nosis , sumisión al líder), o sea, narcisismo se·cundario y esta nueva forma o dirección del narcisismo quedenomino narcisismo terciario. E n el narcisismo terciario,el sistema narcisista ha reordenado sus componentes y tie·ne lugar una vuelta trasformada hacia las tendencias delnarcisismo prim ario. Lo escribía Freud en 1914: «La evolu·ción del yo consiste en un alejamiento del narcisismo prima·

rio y crea una tendencia a conquistarlo de nuevo». No creoque sea un proceso tan difícil d e lograr. Es cierto que abun·dan los seres con enorme experiencia de vida dominados porun narcisismo de corte netamente infantil. Permanecen

1 2

l•:xisten también seres monstruosos, psicópatas perversos.El narcisismo terciario implica un reencuentro con el

narcisismo originario mediatizado por la maduración, porn organización de l yo y por las experiencias de la vida. La

uutofilia ilimitada Freud, 1919) se convierte en una suerte

de heterofiUa natural La pulsión de muerte, integrada en~ s enarcisismo terciario, colabora para que lo que prime en

la existencia sean las muertes naturales, y no las artificial·mente provocadas por las locuras razonantes de los hom·bres disfraz adas bajo racionalizaciones diversas al serviciode pretextos narcisistas destructivos.

La articulación entre agresión y narcisismo se toma ne·cesaría. La agre sión positiva, el «odiar bien>> que puntualizaKemberg 1974) como elemento valorado en toda relaciónele objeto conjuntamente con un «amar bien>> no debe con·fundirse con el odio destruc tivo que conduce a las depreda·ciones de unos contra otros en nombre de racionalizacionesdivers as nacionalismos, racismos, superioridades, inferio·ridades, etc.), o que conduce a aberraciones individuales.

No se debe olvidar tampoco el pesimismo freudiano alconstatar los temibles deseos asesinos Freud, 1915a) quemoran en el inconciente y la dificultad de su domesticación.Ahora bien, o difícil no implica obligatoriamente o imposi·ble Aceptar desde el psicoanálisis de una vez y para siem·pre la irreductibilidad destructiva social del ser humanoconl leva un peligro: el de eximirnos de toda responsabilidadacerca de un posible cambio, aceptando cómodamente undeterminismo psíquico irreversible. Que Freud 1937) hayallegado al final de su vida pidiendo auxilio «a las brujas» pa·ra que le expliquen cómo puede lograrse domesticar a laspulsiones indica su preocupación y su estado de abierto antepreguntas para las cuales él no iba a tener respuesta. Acep·t r demasiado rápidamente la proposición pesimista freu·diana no deja margen para lo imprevisible y para potencia·

les «mutaciones psíquicas». Implica epistemológicamenteuna postura cerrada. Escribe Konrad Lorenz 1983): «Mu·chas personas creen que el curso de los acontecimientosmundiales está predeterminado y encauzado hacia un ob-

103

jetivo . En realidad, el devenir de la creación orgánica tran·sita por caminos imprevisibles . En esta idea se fundamentanuestra fe tanto en la posibilidad de un acontecer verdade·ramente creador como en la libertad y, sobre todo, en la res-

El tercer afecto que quiero señalar es el de amor, o de intHrés (cabalgando sobre la pulsión sexual y de autoconser·vnción). En este punto se juega la trasformación narcisistaol narcisismo terciario.

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ramente creador como en la libertad y, sobre todo, en la respons bilid d del hombre» .

Ciertos movimientos del ahna, ciertas formas de funcionar libidinales denotan que un sujeto puede obtener satisfacciones narcisistas de un orden diferente, catectizando re

presentaciones que lo llevan a trabajar «para el mundo»más allá de las gratificaciones autofílicas inmediatas, enuna suerte de satisfacción e imperativo ético hacia lo lejano.

El estudio del narcisi smo terciario obliga a reconsiderarla noción de objeto en psicoanálisis. a verdadera objetali·dad requiere del reconocimiento del semejante y del esta-blecimiento de lo que llamo, en lugar de relación de objeto,<<relación con el semejante» o «relación interhumana».

El objeto cambia de categoría. No debe necesariamenteestar ubicado en lo «inmediatamente dado», en lo visible y

accesible al alcance de los sentidos, ni estar investido poratractivas cualidades narcisistas secundarias. La funciónobjetalizante de Eros puede otorgar la categoría de objetos aelementos que no posean estrictos atributos de objeto peroen cuyo movimiento hacia ellos <<tenga lugar una catectiza·ción significativa>> (Green, 1986, p ág. 55).

La problemática del objeto yY. Baranger, 1980) adquiereun giro nuevo. El objeto con relación al narcisismo terciarioamplía su radio de acción, ya que incluye un Otro desconoci·do pero presente (no a mi percepción, sí a mi conocimiento).

Una pulsión desexualizada en el ámbito de la sublimacióntrabaja en esta ansia pulsional hacia el «objeto l ejano»

Tres afectos priman en relación con el objeto lejano. Enprimer lugar, el odio que instala <<relaciones interhumanasasesinas» concientes o inconcientes , actuadas o fantasea-das. En segundo lugar, las relaciones de indiferen cia fértilesen consecuencias sociales. El semejante es un vacío. Emer·ge una suerte de narcisismo negativo (Green, 1986), selecti·vo hacia lo extraño. a mirada se vuelca indiferente sobrelas vidas ajenas que traspasan los muros del cerco de los se·res inmediatamente significativos. Pueden constituir formas defensivas útiles de «estar en el mundo» y de encarar lahostilidad del entorno. Se genera una isla íntima de afectospositivos y ~ presume ignorar lo qu e yace fuera de ella.

104

ol narcisismo terciario.El amor adquiere un sentido amplio , importa aquel que

no se conocerá jamás, el que vivirá cuando uno ya haya part,ido. Es el reverso de la expresión francesa «Apres-moi le déluge». Prima la sublimación de la pulsión y la ética. Los pro

cesos discriminatorios inherentes a los vínculos sublimadosincluyen el respeto por el semejante, la dignidad del vínculoy el reconocimiento de los deseos ajenos aunque contradigan e incluso hieran las convicciones narcisistas propias.

«His o Her Majesty the Baby>>no desciende del trono sinoque reparte sus riquezas como en el famoso cuento de OsearWilde en que una golondrina, a pedido de la estatua delpríncipe, va extrayendo de su lujoso atuendo una a una laspiedras preciosas que lo adornan para llevarlas hacia los quelas necesitan. Al don se agrega una generosidad espontánea

y automática. La satisfacción narcisista es cualitativamente distinta de aquella que requiere de un logro individual. Ellogro será para el otro y la satisfacción consiste en habercolaborado en que el otro pueda acceder a él.

El narcisismo terciario es un narcisismo que se entregasin esperar reciprocidad, en un accionar que supera el inte·rés personal. Deriva naturalmente en un quehacer de compromiso y solidaridad.

El objeto (o los objetos, en este caso) trasciendo In indi ·vidualidad. El individuo nace por medio de este «nuovo 1 1 1 ~ >

psíquico» que da cabida al narcisismo Lercinrio on ol ord11nsocial. Freud le escribió a Marie Bon apa rtc (citad o por KJones): «Cuando el narcisismo tr asci end e des de o l suj olo yla agresión se internaliza, el sujeto ha nacido para el ord ensocial». En este movimiento ins e rto al narcisismo terciario.

El yo ha conformado nuevas est lts Fr eud, 192 3),vale decir, organizaciones psíquicas más complejas que lehan permitido emerger del infantilismo psíquico y «enten·der>>algo de su «estar en el mundo». La relatividad de las pequeñas miserias cotidianas es cotejada con las grandes miserias sociales del mundo. La domesticación de las pulsionesse ha llevado a cabo en el dominio de la pulsión de muerte.

El narcisismo terciario implica por lo tanto que el suj e toha atraves ado «el punto más espinoso del sistema narcisis·

ta la inmortalidad del yo» (Freud, 1914). En alguna do 1

regiones psíquicas ha jugado con su mortandad, sabe qpuede ser inmediatamente morible (A. Perez, 1992, comucación personal) y, en vez de melancolizarse por ello, ap

. luidos en la realidad psí• 1OH «para los otros» son me

li . . como el centro del mundo. l1•:1 .¡ujeto ya no se 1 v ~ n c i a aña a la trasformacion

d 1 i d d

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vecha cada día para s í y para los semejantes, los quo 1acompañan en el camino de la vida y los que seguramonlo sobrevivirán.

La delegación narcisista consecutiva al narcisismociario pone fin en cierta medida a la insaciabilidad narcisita. l excedente narcisista es depositado en nuevos objot.oeal advenir la desnarcisización del yo. l yo pierde carga nn 'Icisista y no recupera todas las catexis enviadas hacia lo

objetos del mundo ext.erno. Cierta irreversibilidad en estaoperación es constitutiva del narcisismo terciario.

La desnarcisización del yo implica un acceso más amplioa la realidad, va le decir, un cierto bordear lo real y aprehender la ubicación de un sujeto en la vastedad del espacio, y ensu inserción en la especie. La cosmovisión se va ampliando

gradualmente. El narcisismo secundario es aceptado comobien necesario pero ubicado en un lugar «secundario» e in·cluso risueño. Produce hasta gracia la introspección de loslogros narcisistas obtenidos, importantes en un cierto nivelpero ínfimos respecto de este otro nivel de acceso a la comprensión del mundo.

l anonimato emerge como u n bien . Los sentimientos doinsignificancia adquieren valor positivo al predominar elprincipio de relatividad y asumirse (realidad mediante) lapequeñez y la grand iosidad concomitantes de todo lo huma-

no en su dimensión comparativ a con la inserción en el cosmos. El «grandor del yo» Ichgrosse, Freud, 1914) o tamañodc•J yo cobr-a pr-oporciones a la medida del hombre y no serál11n Hign ificativo lograr obj etivos «grandes» como poner enjuc •gci lu grnnd ez fl del se r humano. Los términos de fama ygl orin individu a l serán consid erados en una medida siempr e muy poco trascendente en relación con una verdad deun orden difer ent e . «Lo importante» desde la infatuaciónnarcisista suena irrisorio, ridículo.

La expansión narcisista trófica que adviene es de provecho para la cultura y para la vida en general. Se teje unasuerte de red narcisista exogámica: objetos diversos de ahora en más se convierten en significativos aunque no pertenezcan al íntimo círculo de los seres queridos. « l otro» y los

106

. to de s1 mismo acomp . d d• ont.rruruen . creat ivo en la soc1e a .

'dHi s ta. AdvieD;e el r a b ~ ~ ~se acepta mejor a la muerte.o envejece mas r a ~ q u 1: da

. dimensiona · 11 it existencia es re . 1 dioses gestados en a( uando el yo se d e s n a r c i s ~ z aos del Edipo descienden' d los tiempos11f11n cia y decanta os en nas se resignifican, y en su des-

11 11us pedestales, las esce d d lo transitorio de su deve-1 · t o a p r e n e e "1Lramiento e SUJe · rtalidad en la esiera: ~ ydelega la i l u s ~ ó ~e poder e mmo

11 11 In sublimación hb1dinal. . . n narcisista del narcisismo1 e no suceder la tras_formlac1oable para servir a las pato-

1 . toesmasvuner ta f tordar io, e su1e depresiones narc1s1s s rud Para caer en di unh i rías del po er o ideal del yo gran oso yd11ext r emas tensiones enftre : e n colmar la desmesura de

amente se es uerzo qu e van

11 propósitos. . . e r la liberación del exceso d eE ste proceso se distmgu po 1 . prime una cualidad. . ta lo que e im . .i•urga libidinal n ~ c 1 s 1 s. tetiza y diluye fronteras, m1ru-

. 1 El o mtegra, sm rte depurt1cu ar. y . . d las diferencias en una su e .rnizando el n a r c 1 s 1 s ? 1 ~e . , parente cuando en r ealidadr1 •tomo a la n d i s c r i m ~ n a c 1 na

Hucede todo lo contrario. di dad omnipotente de cr< 'C<'n,La idealización y la gran os1 ende m e ramcnlo po

l humano y, por ' . •1Lodo lo grande es o ~ . las cr eencias taxativa s, <t,cnte. Las verdades mcolumes, caen «como Jos dient es. to fanático «a ultranza»pensamien de acto estructur antc. ,de leche» en una suerte t tura Nar ciso no se ahogara

Producido el efecto de ~ _ruc. ue tolerará los límit.este plac1on smo q ·dest a vez en su con m drá de pie para trasformar y cu1 arqu e lo recortan Y se pon

la naturaleza.

Segunda parte. Clínica con l muerte

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«Los v o desfilar ante mis ojos con sus pretendidas ignorancias, sus lucideces dignas, sus angustias, sus miedos, oradefendidos, ora abiertos al gran misterio, y me v o intentando escuchar algo del entrevero de sus pensamientos, de sussentimientos encontrados. nte el desamparo, me ofrezcocomo testigo-soporte de la parti.da. E llos me enseñan. Vayacon estas páginas mi recuerdo agradecido».

H Saber y no saber

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r Los espacios del saber. Metapsicología e l saber

Tant:o del l ado del pacient.e como del medio c ixcundanteol saber es un tema que se pone en uego de e : i ~ r a d ay a ~

lnrgo del proces o de t:oda enfermedaden forma i r rern.ediabley acuciante.

Las categorías del saber debenserarticulada..s: l u é importa saber? l e qué saber se trata? lQué s e n t i d o t iene?l.'l'rátase de un saber linea l o de unsaber { l a s hes ¿Cómo

He modifica?No hay respuestas exactas sino aproximaciones teórico-

clínicas que habrá que adaptar a cada caso.Todos sabemos que vamos a morir. Fer? la.. ca l idad de

este saber es generalmente intelectual vaclí\ de contenidovivencia . En la muerte de un ser amado por e j e m p l o , se ex-perimentan efluvios de la propia muert.e pero l a s defensasae instalan rápidamente y la hora de la muerte e s remiti-da a un futuro hipoté tico, siempre lejano. P r a c t i c a r el ejercicio del saber del estado de «inmediatamente mo:ribl es encua lquier instante» es indudablemente b eneficioso, pero ennuestro medio est:o no ocurre a menudo Ygenera l tnen te seLransita la vida con cierta seguridad hipüOlan.íaca internade una garantía de salud proyectada a unfut:u:ro le j a no.

Cuando el cuerpo es perturbado en su funcionanüento desa lud, la persona que lo habita empiezaª «:saber» de ma-nera no intelectual de la amenaza a su vida. Amenaza quepodrá ser vivida o no con distintoS ~ ª ? º5 d e patología enforma paranoide , esquizoide, melancohca , etc.) que siem

pre acerca al sujet:o representaciones afectos vinculadoscon la idea de su morir certero.

El sa ber se presenta como un cont.enido idea t ivo -afecti-vo construido con barreras, con niveles cognitivos diversos.1 orquc, como me decía u paciente, «Ullacosa e s saber y otra

es subcr bien». E n eso «bi< ni. 8 0 p11u 11Liiu lo viv1•tw111l, lo e¡se sabe desde la carne, desde la cxpcrionci 11 vivicln.

o que nos interesa, desde la in v estigac ión psiconnul(tca, es cómo se procesa ese material bruto de saberse 111« nnzado en el cuerpo cómo incide en la calidad de la vida y 1•n la

1 11 t4l lifo{udo con la información propioceptivo-visceral que11rnu onvín al psiquismo y que le cuenta, como en un par·

nwdico de la evolución de la enfermedad y de su grave' /i;ste informe oculto es patrimonio del paciente Ello ex

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zado en el cuerpo, cómo incide en la calidad de la vida y 1•n lac ~ l i d a d . d ela u e ~ cómo interactúa en los distintos C8Jlftcios de mtercamb10 de la vida cotidiana.. Mentira, verdad y certeza son conceptos que van a partl

cipar de este apartado. También es necesario tener presentola noción de movimiento psíquico, de instantaneidades J>HIquicas, d ~p s i c o d i n ~ s m o scambiantes a veces en el lapHode una mis?1a entrevista. Nada queda quieto en el psiquiH ·mo. Los estimulos son fuertes y las ansiedades suelen no sorfáciles de manejar.

~ l saber de la mentira o saber engañoso puede adquirirc a r a c ~ rde certeza. Este saber, construido en la encrucijadnde ansiedades y defensas, coexiste con el saber de la verdadprofundo, preconciente o inconciente, saber que se podrri

ocultar un tiempo pero que insiste y no se equivoca.El saber, en sus vicisitudes, dibuja espacios por donde

circulan la ignorancia, la mentira, l lucidez implacable la c ~ p t a c i ó nla relatividad. Con los otros (objetos i n t e r n o ~yobjetos externos) se dibujan figuras del saber singulares deacuerdo con cada caso.

Cuando un paciente tiene amenazada la vida por unaenfermedad, inicia diálogos importantes con el afuera cír·cundante y con su mundo interno a fin de lograr un quan-tu de saber adecuado y un quantum de ignorancia necesaria.

E x i s ~un saber obvio, primero, inmediato, inevitable,compartido generalmente, saber burdo, de sentido común~ r e v i oo no a la o n s u l t amédica): algo en el cuerpo no andabien. El <miensaje del cuerpo» se vehiculiza a través de alguna señal exte rna o interna de anomalía, de disfunción, demalestar. La persona que la recibe manejará esta señal deacuerdo con su código de posibilidades haci endo de entradafuncionar sus mecanismos de defensa fr ente a la di sp lacentera realidad.

Distingo diversos tipos de saber: un saber narrativo odiscursivo, conciente, manifiesto, concreto; un saber latente, escondido entre las palabras, preconciente, con aspectosverbales y metaverbal es, y un saber inconciente estrec ha -

l lll u cómo a veces un diagnóstico l a p i ~ ~ i opor parte delnu·dico no se corresponde con la evolucion de la enfermerlucl, y viceversa (véase «Observación de Leo»). a cautela

ronóstica por parte del médico debe basarse ei: un o n ~

14· de ignorancia positiva en lo que respecta a como ese SUJet 0 un su singularidad habrá de cursar su enf r m e d a ~ .1 '.°11110 caracteriza al saber preconciente f á ~ i lde ser concientiw<lo) es la coexistencia de dos t e ~ d ~ n c i a sen forma alter-1111nte en el yo defensivamente escindido: la que sabe la ver-dnd (que es grave) y la que la niega defensivamente . .

Por ello es muy importante manejar con e s e r v ~los mi . . ~ r c a m b i o sde información médico-paciente o equipo tra-1.nnte-paciente tanto en lo que respecta al diagnóstico o ~ o

la evolución pronóstica de una enfermedad. Este manejoi'S complejo pues una extensa red o m ~ n i c a c i o : n ~ lse establece entre el paciente, el médico, el equipo aux1har y.el entorno ambiental (familia, allegados). a escuela americana,años atrás tan proclive a procurar i n f o r m a c ~ ó n?irecta Ytaxativa, se replantea en la actualidad los c r i ~ r 1 o sY modos de informar al paciente, basados en los s t u d i ~ ~sobre lainterrelación de depresión psíquica y disminucion de lasdefensas inmunológicas. No existen reglas fijas y, una vezmás, se debe enfatizar que la singularidad del caso Y la -

ricia del médico en captar las necesidades y los recursos yo1-cos del paciente aparecen como elementos r e p o n d ~ r a n i e ~

Sutherland (1956), en un trabajo clásico en oncologia, escr ibe: «El médico debe ser particularmente cuidadoso cuandose t ra ta de dar respuestas directas a ciertas r e g u ~ t a s .especialmente diagnóstico, pronóstico, r ~ s u l t a d ode biops.ias,etc. a pregunta puede tener connotaciones para el paciente que el médico ignora totalmente. ~ n ap r e ~ n t atal comol tengo cáncer? puede a veces encubrir la necesidad de escu-char una respuesta negativa>>. .

Elena, de 43 años, operada de un cáncer de cuello a quienveo en un servicio de ginecología, estaba aparentementetranquila pues el médico le había dicho , frente ~ sus temores, «que no se trataba de eso» Me dice: <<Porque:<, sabe, doctora, cuál es el miedo que tenemos todas las mu) eres en esta

sala? Tuner un cáncer. Hablamos siempre todas de eso . .mismo. El noventa por ciento de las mujeres tiene mio

Cuando le pregunto a Fernanda, informada de su dlnóstico de cáncer, si le teme a su enfermedad, responde:en especial a esa todo el mundo le tiene terror» Esa la

t t o ~ o <<terror sin nombore» (Amati-Sas, 1986; Winnicott,• , nó dulo de represeJJn.taciones-afectos intolerables que

ri vnn en síntomas a lai. puerta de la muerte. Dolores dif\0111H, m utismo, rechazo aa los seres queridos, irritabilidad,

' HO if t i ff t d t i t l i l b

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en especial a esa todo el mundo le tiene terror». Esa lanombrable, cuya sola mención asusta.

El saber provoca la emergencia de afectos: pánico, sonidad, callada furia , etcétera .

El saber puede ser solitario (saber únicamente para {compartido parcial o totalmente con algunas personas 1

nificativas o no. El saber compartido suele expresarseinstantes, para seguidamente volver a hacer uso de lapresión, de la escisión, de la negación, etc . A veces este copartir recae precisamente sobre una persona aparentemte anodina, una mucama del hospital, un amigo no dema ai1do c ercano, por ejemplo. «Ellos creen que no lo sé», le dice U lpaci ente a un amigo que lo visita refiriéndose al diagnósti OIy a la gr avedad de su estado.

Qui ero señalar una distinción que retomo en la parte ttécnica pero que ya quiero adelantar. Se refiere a la verb alización d el aspecto que sabe. Defendiéndose del montan t:AI

de angusti a por momentos insostenible que lo acosa , el paciente ún conciente de su padecimiento no tolera su uerb e

lización más que dur nte determinados instantes. La t

lenciación aparece como un mecanismo defensivo (véa 11pá g . 129). El paciente necesita u n analista o trabajador de l asalud que sea un interlocutor válido que lo acompañe tantoen el esclarecimiento y comprensión de sus ansiedad es 1

ideas frente a la enfermedad y la muerte como en el fortal e•cimi ento de la esperanza en su recuperación, aunque fuerapa r cial, olvidando, en compañía de su médico o terapeuta,por un ti empo que su vida está seriamente amenazada.

Se obs e rva al saber ci r culando entre ideas apaciguado ·r as y v erd a des inquiet antes . La religión ayuda como siste ·ma cierto. He observado asimismo en varios casos alguna •cre enci as con valor de certeza indeclinable que aliviabanpsíquicam ente al enfermo . En el caso de Roberto, este esta ·

ba seguro de reencontrarse en el más allá con su madre, quohabía muerto al nacer él, y esta seguridad lo sostenía en sutránsito hacia la muerte .

El ,sa b er sobre la muerte puede además adquirir carácu irtraumático. Se lo enquista defensivamente. Es el «trauma

' HOn manifes t aciones ffruto de esta intolerancia al saber.<:orno acabo de señalrur, cuando la muerte se aproxima el

•n lior intelectual de ser IT.:1.0rtal es remplazado por un sabervlvonc ial. Y así como los rniños no pueden <<Saber» de la se• u11lida d más que lo tolEBrable y se aferran a sus teorías•••xuales infantiles (Freuocl, 1908) aun cuando les haya sidoxpl ica da en detalle la fisüología de la sexualidad adulta, de

1 m isma forma ante la m :rnerte muchas personas elaboran• 1111 pr opias teorías causaa les defensivas que les sirven de

ot.ccci ón y atemperan eIJ aflujo de excitaciones proveni enl••H del «complejo de la muierte ». La pulsión de saber se detie-1111 on su camino y hace u giro engañoso . Se pone al servh io del principio del placer con miras a atenuar el dolor¡udquico .

l{ecordemos con P. Auilagnier (1979) que el fin de vida es1111 m omento mítico <<porqTUe nadie puede saber cómo el yo lovivirá ni en qué forma en-centrará su mu erte» . Este mito sed11Hvanece cuando se escui..cha a un paciente por morir, pero,

m as í, queda un m a rg e n amplio para las vivencias secrel11H in t rasmis ibles, propias de ese su jeto, únic a s e íntimas.

Ante s de pasar a las viñetas clínicas, escuchemos laspu labr as de algunos pacientes respecto de esta temática:

• No sé nada, no me dicen nada; pienso que tengo algo malo,41110 n o me voy a componer» (Ana, 47 años).•Me parece que tengo algo jodido, supongo que debe ser11íncer por las drogas que me dan , pero no sé» (Arn a ld o, 53111\0S).•N i siquiera sé cuánto me queda de vida » (Alm a, 43 año s) .•Hu pongo que es algo m a ligno porqu e m e a plic ar on cob alto »

~ s t eb a n 33 años).•No pi enso nada, no sé» (Ernesto, 45 años).·Hi sé que es cáncer, me t i ro por la ventana> > Jorge, 36 años).

•l•:llos creen que no sé nada» (Marcelo , 51 años) .•No sé, los médicos no me dicen nada, son todos unos menti

rosos>> (Franco, 59 a ños).•l·ló qu e mi marido quier-ie que me muera de una vez portodas» (Ern es t in a , 34 años ).

a. Observación de Nora

Nora se palpó un nódulo de mama al ducharse doH uno•antes de acudir a la consulta. Es una profesional exitoHn,vive en la provincia. Cuando la entrevisto a pedido del ginccólogo, expresa: «Se va a morir si le digo, he sido lo más igno

probl1 1m H . l•:xig11 por onde, la silenciación compartida. Su1111gudón suonu ridícula, el dolor es intensísimo, está tornnndo drogas quimioterápicas, se está atendiendo en un11orvicio oncológico. Nada de eso va a cambiar el discurso deFederico: con su tenaz aferramiento al diagnóstico de «mi-1·osis» nos ordena callar todo otro posible diagnóstico Mori

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cólogo, expresa: «Se va a morir si le digo, he sido lo más ignorante, lo más cobarde. Hace años que me tocaba ese bultono quise ver al médico porque temía que fuera eso ».

Su política del avestruz dirigida a intentar «no saben Hobre su cáncer le procuró dos años de relativa tranquilidnd

psíquica mientras el tumor crecía y se diseminaba. Vivió s

un tiempo más en la ignorancia natural del cuerpo mort.nldesmintiendo día a día la amenaza visible. Durante esa únlca entre\tista psicológica que mantuvimos me pidió no hnblar de su enfermedad y me relató la larga serie de d''venturas por las que transitó su vida alejándose ella derelaciones objetales y somatizando (fibroma uterino, úlccrnduodenal luego de la muerte de su madre, etc.). Cuando dijo«no me integro en la vida» refiriéndose a su aislamiento ya su carencia de vínculos libidinales, inferí un deseo inconciente de darse muerte enmascarado por el presunto miedoa tener un cáncer.

b. Observación de ederico

Federico tiene un cáncer pulmonar con metástasis ccrvica les que le producen intenso dolor. Su padre murió dola misma enfermedad, con la misma sintomatología, año•

atrás. Federico tiene miedo y acepta las mentiras diagnósti·cas que circulan profusamente: el cáncer es una micosislos dolores de las metástasis son producto de una descalci·ficación, o sea, «es problema de otra cosa», según sus propi111palabras. Federico cree a pie juntillas estas aseveraciones.En su aferramiento tenaz a un diagnóstico fútil que con·trasta con la severidad del cuadro clínico se patentiza su in·tolerancia a un saber conciente. No quiere hablar de su hi s·toria. Está refugiado en mecanismos de defensa de negacióny de aislamiento. En las pocas entrevistas que concede al

equipo psicológico del servicio de oncología, la tarea consisteen acompañarlo en su discurso engañoso. Las entrevista•son muy breves. Federico asegura sentirse bien y no tener

1

116

1 osis» nos ordena callar todo otro posible diagnóstico. Mori ~ íde la misma muerte que su padre pero con otro nombre.Sus miradas durante la entrevista psicológica son escurrid izas, su actitud es harto huraña. Sabe que del «otro lado»

e juega una idea .diferente acerca de su padecer, más aún,1\l oscuramente sabe que una micosis no puede provocar semejantes dolores, pero exige y su derecho tiene) morir ~

que se articule el diagnóstico temido, aquel que lo identifica .1:orporalmente con su padre en una siniestra unión. Es suosposa siempre presente a su la do quien sostiene la posibilidad de funcionamiento eficaz de la mentira con miras a procurarle alivio psíquico a su joven marido.

e. Observación de lan

Alan es plenamente conciente de la inminencia de sumuerte. Lo sabe hace varios años, cuando recibió el diagnóstico lapidario, y su saber se hizo vivencial cuando la cnformedad se fue desplegando. Para sostener su calidad de vida, utilizaba el mecanismo de negación necesario y planea buontonces cortos viajes o hacía compras con proyecto de ful.uro. Al mismo tiempo arreglaba sus papeles y dictaba susdisposiciones testamentarias. Se observaba claramente

una adecuada escisión del yo en lo concerniente al saber ylos vaivenes (en un mismo día, en una misma hora) entre elHaber la verdad de la cercana muerte y el no saber de ellapara persistir viviendo, explorando, descubriendo la vida.i\simismo, la verba lización de su muerte se realizaba fugazmente cuando las circunstancias y la presencia del interlocutor así lo permitían. Compartía fugazmente este saberpara retomar seguidamente su funcionamiento psíquico na -1ural negador sin querer instalarse en ningún espacio melnncolizante o de falsa piedad.

7

d Observación e Sofía

Sofía es una joven mujer que cae abruptamente enferma. La enfermedad neurológica la llevará a la muerte en

Continúa su testimonio: «Entonces, mi mujer y yo hablamos con nuestros hijos, nuestro médico clínico, amigos y parientes. Leímos literatura médica con gran interés y consultamos otros médicos para obtener distintas opiniones, ya

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gpocas semanas. Tiene una linda familia y niños pequeños.Tudos saben de su próximo fin, todos sufren perderla. Ellano habla casi, está muy débil. Muestra con su cuerpo postrado su saber de la muerte que se impone con fuerza. Laslágrimas del marido, las expresiones dolientes familiares,su propio silencio hablan más elocuentemente que todo discurso. El saber es silenciosamente compartido entre todos.Nadie podía dudar de que todos sabían. Nadie necesitabapreguntar nada. La verdad estaba a la vista.

II . Construir la vida o el desafío diagnóstico.Observación de Leo

A veces, el diagnóstico es reservado y el paciente pronosticado para la muerte no cumple con este pronóstico y laenfermedad remite . Tambien existen relatos de remisionesespontáneas no previstas desde el punto de vista del conocimiento científico actual. En el caso de Leo, él eligió su tratamiento tras informarse exhaustivamente acerca de su enfermedad. Para ello recurrió a diversos profesionales y se

internó en bibliotecas médicas para estudiar las estadísticas y los últimos adelantos en los abordajes terapeúticos.T<lo so hizo cargo activamente de su enfermedad. Su sabersobre l enfe rmed d determinó la elección del tratamiento.

Loo ha dado testimonio escrito de las peripecias de suenfermar. Es oriundo de los Estados Unidos y viaja allí paratratarse. En un primer momento le extraen dos tumores dela vejiga a través de la uretra y le recomiendan la pronta ex·tirpación de la vejiga. Da cuenta Leo: «No acepté la ope·ración porque era muy peligrosa y porque la calidad de vidadespués no es buena - 1 0 a 20% de las personas mueren debido a la operación y sólo un 50% vive de 2 a 3 años con unabolsa para recolectar la orina- . También existía la posibilidad de trasmitir las células cancerígenas a otras partes delcuerpo dura .nte la operación>>.

tamos otros médicos p obtener opiniones, ycon información fehaciente para hacer las preguntas adecuadas. Otros urólogos también consideraron que me tenían que sacar todo inmediatamente. Mis investigaciones através de la literatura indicaban que la operación que losmédicos recomendaban era adecuada. Nuestras investigaciones incluyeron visitas a bibliotecas médicas. Recibimoslibros, artículos y comentarios de amigos y parientes. Tuvimos largas conversaciones con nuestros hijos y con un amigo que está estudiando la reproducción de las células . Fuimos a X, donde estaban investigando el cáncer de vejiga.Allí conocimos a un médico de Beirut. Me hizo una segundaoperación y sacó un tercer tumor de la vejiga ubicado en unazona sospechosa. El médico libanés ofreció una operación

total. Pero antes de la operación debía hacer un tratamientocon rayos para debilitar las células cancerígenas y achicarla vejiga. Nuevamente la rechacé, pero esta vez conociendoel riesgo y con el apoyo de mi familia. Entonces el médico meofreció recibir quimioterapia experimental o tratamientosde inmunología experimentales. Elegí interferón, y me convertí en el experimento número 16 y fui el primero en recibir trescientos millones de unidades por semana. ' res vcc< Rpor semana manejaba cien millas hasta X para recibir unainyección en la vejiga con un catéter, a través de lu ur<'l.rn ».

Extraigo estas líneas de una larga carta escri a m ion tr n Hlos análisis evidenciaban una y otra vez la dPRnpnrición di'células cancerígenas en vejiga y su cur a ción S< dom0 Hlrnl111cierta. Fue dirigida a numerosos amigos y a profcsionalm1de la salud, Mientras vivió en Buenos Aires, lo conocí en elmarco de una psicoterapia. Quería profundizar en sus psicodinamismos para colaborar m ejor en su re s ta b leci mi ento.

La calidad de la vida de Leo cambió sustancialmente debido a su enf erme dad. Inició un trabajo de elaboración de lamuerte y de catectización de nuevos proyectos vitales. Empezó la construcción de una nueva vida menos estresante(era un ejecutivo importante y llevaba una vida agitada) reconsideran do su r elació n con el dinero. 'frasformó en granmedida su narcisismo y empezó a disfrutar de la vida congran intensidad. Intervino en trabajos sociales de solidari-

dad y se siente muy agradecido por la OpQrluniclad quo luvoy que supo aprovechar para cambiar su cosmovisión a pnr·t i r de una experiencia de sufrimiento.

Es convoni(•nl<i diAlinguir la elaboración de la muerte en1mlud de los procesos psíquicos que se ponen en marcharuando una enfermedad empieza a desplegar su curso. Unacosa es saber que uno va a morir y otra cosa es vivenciar queese morir está muy cerca más cuando hay que soportar el

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III. Elaborar y no elaborar la muerte

Elaborar la muerte es un trabajo que se le ofrece tanto alque va a morir como al aún viviente. No siempre tiene lugar.No importa: cada cual muere como mejor puede. En reali·dad, elabora más fácilmente aquel que ha tenido presenteen su vida la hora de su muerte y en cierta forma se ha idopreparando para ella. A pesar de que concuerdo con Aulagnier (1979) en que nadie sabe cómo se habrá de comportarexactamente en el momento de la muerte ni cómo será esta,cierto es que la forma de estar en el mundo de un ser huma-

no y la trasformación de su narcisismo con el consiguienteacceso al narcisismo terciar io (véase cap. 5) permiten inferiren salud la posible calidad de su muerte.

Dado que todos vamos a morir, sería de desear que todosejerciéramos anticipadamente cierto trabajo elaborativo denuestra propia muerte. El estado de salud, la juventud, losmecanismos de defensa tales como la negación y las mura-llas narcisistas impiden que este trabajo se vaya llevando acabo con la intensidad que merece.

La conocida frase «si quier es disfrutar la vida, prepárate

para la muerte» adquiere pleno significado. En el ejerciciode la relatividad, en el descentramiento de sí mismo, en ladelegación narcisista se pone de relieve la trasformación delnarcisismo con la ganancia psíquica consecuente. En nues-tro mundo occidental, la vida trascurre en gran medida enel rechazo de la idea de la propia muerte. Recién cuando elcuerpo es tocado en su viva materialidad perecedera nosconmocionamos frente al saber de la propia finitud. He vistopacientes impactados, sorprendidos por la vivencia de esesaber, enfrentados a un diagnóstico que connota la proximi

dad de la muerte. No lo pueden creer, por qué a ellos?Morir, una vez más, parece reservado al otro, al semejante.Dominados por el infantilismo y el narcisismo, vivenciaronhasta ese momento muy escasamente la mortalidad del yo.

120

ese morir está muy cerca, más cuando hay que soportar eldesfallecimiento del cuerpo y sus graduales deterioros camino a la extinción.

Elaborar la muerte no implica meramente derivar el exceso de carga y ligar con asociaciones las representaciones ylos afectos vinculados a ella. Impli ca tomar conciencia (in-sight) y reordenar los senderos psíquicos de t l manera quese produzca un cambio psíquico, una nueva forma de aprehensión de la realidad y una modificación cuantitativa ycualitativa del vivenciar de los afectos. Desde esta perspectiva elaborar quiere decir resolver, solucionar un atasca-miento psíquico que deriva en síntomas y en malestar. Estrasformar, captar nuevas conexiones en el marco dol vínculo trasfer encia cuando hay un tratamiento >n m11rch11

En alemán, la palabra elaboración es DurclwrlJl it1•11,que puede descomponerse en durch a través y arlwif •

trabajar. La idea de trabajo confiere a la elaboración 111 t ll ·

goría de esfuerzo, de constancia. El complejo de la ffiU(WU

requiere de trabajo psíquico para ser metabolizado en el psi ·quismo dando lugar a la creación de lo nuevo en la forma deestar en el mundo con conocimiento vivencia de la inmediatez potencial constante de la muerte. La conceptualizacióncognitiva y la conceptualización meta psicológica trabajan al

unísono.No siempre la muerte se elabora. Tanto en la muerte sú

bita en sujetos muy jóvenes como en personalidades nar-cisistas la muerte acaece sin dar tiempo al trabajo de la

muerte.Quiero destacar cómo en muchos casos la amenaza a la

vida parece facilitar el trabajo elaborativo de la muerte Y de

l,a vida. En la viñeta de Carla muestro la importancia parala paciente de poder hablar e intentar elaborar experienciastraumáticas del pasado desligadas del tema de su enfermedad. En la misma línea, M Uzan (1976) resalta «el ardor del

deseo», «la intensidad de vida», «la fiesta maníaca» quesuele acompañar al último tramo de la existencia. El ha observado intensas catectizaciones objetales en el umbral dela muerte: una joven se enamora apasionadamente, otra de-

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sarrolla una int.ensa trasferencia regresiva con su terapeuta. Constituyen estas últimas experiencias relaciones queforman part.e del trabajo de la elaboración del tránsito. Elpeligro es que el otro, el que hace la muert.e con el murient.e,se asuste de esta int.ensidad o no la quiera percibi r o no la

Hoberto acude angustiado y t.emeroso a la consulta: lehnn diagnosticado sida a raíz de una gripe pertinaz que nol uraba Es joven no se esperaba una amenaza a la vida

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q pentienda dificultando la tarea elabor ativa del pacient.e.

a. Obs ervación e Jgna ci o

Ignacio padece un cáncer que lo tiene postrado en su lecho d e muert.e. Está furioso. Irritado, me cuenta de la desventura de su enfermedad justo ahora cuando ha regresadoal país lleno d e riquezas . Es todavía joven y no acepta laidea de morir. S e engaña con falsos diagnósticos suministr ados por los m édicos. No quiere pensar ni hablar de su enfer m edad, sólo quiere saber cómo se puede comprar su salud. Jamás pensó que una enfermedad tan invalidant.e lopudiera alcanzar a él.

El trabajo terapeútico acompañant.e se redujo al de unapresencia aliviadora. Ignacio d es cargaba sus emociones, setranquilizaba. No había posibilidad de producir metamorfosis psíquicas elaborativas. Si había de morir, quería ent.erarse de ello lo m enos posible. La her ida narcisista era importante: él, que había triunfado, que había alcanzado susambiciones de poder, se veía reducido a no poder caminara sopor tar dolores, y su fortuna no servía de nada frent.e asu cuerpo enfermo. El dolor psíquico era grande e Ignacio se

refugiaba en la negación. No cedía su omnipot.encia. ApenasI_os m éd icos le di s eñaran el corsé que le permitiría caminar,el enviaría a co mprar veint.e corsés. Al avanzar la enfermedad, se encerró e n un mutismo irritado. Rechazó todo intercambio psíquico tanto con el analista como con sus familiares . Vivcnciar su próxima muerte y compartir un ciertosaber sobre e lla le resultaba intolerable . De esa maneramurió, encerrado defensivament.e en su mecanismo de «silenc iación» (véase pág. 129), sabiendo sólo para sí de la impotencia y de la cert.eza de su fin.

122

l uraba. Es joven , no se esperaba una amenaza a la vida.l labía vivido siempre despreocupado de su salud.

En la primera entrevista le nombro a la muert.e, le pr egunto concretament.e cómo piensa encararla. Est.e «nombrar la muert.e» de entrada abruptament.e, lo sobresalt a.Unas sesiones más adelant.e, me dice que est.e impacto fuemuy positivo para él. e permitió desencadenar en sí el trabajo de elaboración de la muert.e. Acepta su destino, modifica sus representaciones-expectativa de larga vida e inicialas ceremonias int.ernas y ext.ernas de la despedida. En sesión se despliegan nombres para la muerte: partida separación, reencuentro con seres queridos en el otro mundo, cnchiver, etc. Roberto hace t.estamento, y disfruta lm1 m< H< H qu<aún le restan vivir. Est.e disfrutar d er iva clirc•c·l11montA1do 111

elaboración del caráct.er mortal de todo lo vivic•ntA1

l .o vivo Ylo muerto se entrelazan y Roberto adquiere ol Hmüido dP ro •lativi dad.

Roberto, en esta etapa tan productiva d e su vidu, tiu tr11Hforma en una suert.e de héroe para sus amigos, quienes admiran la serenidad y la fortaleza con que se enfrenta a sumuert.e. Habrá de honrar su muert.e hasta el último suspiro.Concient.e de la importancia trascendent.e del acto de morir ,lo vivirá con plenitud sin amago alguno de melancolía, dejando la estela de su ejemplo a todos los que tuvieron la

oportunidad de conocerlo y de recibi r los beneficios de la trasmisión de su trasformación narcisista.

c. Observación e Car/ a

Carla acude a la consulta a pedido del médico tratant.edebido a un cuadro depresivo reactivo . Está enferma de cáncer con metástasis óseas. Las primeras sesiones fueron dedicadas al t.ema de su enfermedad y a su impacto en el psi

quismo. Muy pronto nos sumergimos en su historia familiar. Carla fu e abusada sexualment.e por el padre: cuando selo contó a su madre se enojó mucho . No sólo no le creyó sinoque la ac usó de embust.era y de intentar disgustarla con su

marido. A partir de entonces, Carla no habló más del temaaunque seguía viéndose obligada a someterse a los requeri-mientos sexuales del padre. Esto duró hasta el inicio de suadolescencia. Después de almorzar debía encerrarse con el

7 La angustia, el narcisismo y losmecanismos de defensa

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padre en su cuarto de trabajo y allí prestarse a diversos jue-gos sexuales. E n una oportunidad se lo había contado alma-rido. Carla revivió en sesión las escenas de sufrimiento yplacer y culpa del difícil escenario de la seducción. La enfer-medad actual quedaba atrás. Ella necesitaba hablar y ela-borar los efectos traumáticos de aquellas escenas: su inhibi-ción sexual actual, su timidez en participar en conversacio-nes cuando estaba en sociedad, su autodescalificación cons-tante. Esta tarea elaborativa y abreactiva cobró un carácterimperioso. Como si Carla supiese que era su última oportu-nidad de liberarse aunque más no fuese parcialmente de lapesada carga traumática. Sabiéndose gravemente enferma,con dolores óseos, venía a sesión para levantar represionesy al iviar su sufrimiento psíquico. Este trabajo elaborativoduró algunos meses. Cuando la enfermedad se agravó, lapaciente se vio obligada a permanecer en su casa. Entoncestambién se hizo silencio entre nosotras. El nálisis de suneurosis dio paso a la sistenci de su muerte. Antes de de-saparecer, Carla pudo introducirse en su mundo internotraumát ico con gran facilidad. Dice MUzan (1976, pág. 212):«En la aproximación que puede hacerse entre elaboracióndel duelo y elaboración del tránsito es preciso tener en cuen-ta una diferencia de peso, es decir que, contrariamente alque realiz a el duelo, el moribundo no dispone más que de untiempo muy escaso para realizar su tarea y que, además, setrata de la última que realizará>>.

Es importante tener estas consideraciones presentes alabordar un paciente gravemente enfermo para no desesti-mar la fuerza de la libido en su trabajo final de catectizar lavida como una forma más de elaborar el final de esta.

l. La angustia

«El miedo a la muerte nos domina más frecuentemente de loque advertimos», Freud (1915a).

El cuerpo enfermo genera múltiples sensaciones corpo-rales displacenteras que se traducen por angustia. Pue deser manifiesta o estar latente. Está vinculada a la defensa

del yo, esa gran sede de angustia (Freud, 1926). La angustiaconstituye una suerte de velo que cubre «las ideas negras»,al decir de una paciente. Como si al aparato psíquico le re-sultase más soportable por momentos el displacer del afec -to que la conciencia de la representación. Ante la represen-tación, no de la propia muerte impensable sino de algo quese llama muerte, de una x que implica la idea del aniquila-miento, un aflujo de estímulos invade al sujeto.

Estar ante la muerte hace emerger en el psiquismo el or-den de lo nuevo. Aparece la «espera ansiosa» Freud, 1926),espera de algo que será llenada por una fantasmagoría dediverso contenido que por momentos se trasforma en espe-ra de algo sin objeto, impreciso. La señal de angustia serágatillada cada vez que se reactive un símbolo afectivo frentea una situación de sufrimiento que todavía no está presentepero cuya inminencia se aguarda y se trata de evitar.

La amenaza que viene de adentro es vivida como exte-rior al yo. El imaginario se vuelca en las «imagos del cuerpodespedazado» (Lacan, 1948), de castración, de mutilación,de devoración, de estallido del cuerpo, etc. Estas imagosdespiertan angustia y vivencias de lo siniestro. Asoma loque Winnicott (1974) desc ribiera como angustia inconcebi-ble, angustia sin nombre, invasora e invalidante, que un pa-t iont.c solía denominar «momentos de desespe ración total».

Jaime soñaba que era fusilado«comoen los cuadros deGoya».Esos sueños repetitivosen medio deun intenso dolorfísico revelaban la fantasmática presente y el deseo inconciente de lograr una muerte súbita que le evitase lidiar conla angustia y con el dolor.

lidez o la palabra diagnósticaque se ha instalado sobre él.<<El bienestar físico desdela perspectiva delnarcisismo esvisto como un mérito del yo» escribe H. Bleichmar(1981).E n la misma línea, Kernberg (1975) escribeque <<tanto lasalud física comola enfermedad influencian significativa

ilib i i i d l

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La hora de morir es una hora de miedofrente al gran objeto fobígeno, la castración (Freud, 1926). Castración ya noproyectadaen una parte del cuerpocomolos ojos oel miembro viril (Freud, 1919), sinocastracióndel cuerpoen su totalidad, castracióndel yo, definitiva, irreversible.El objetode cuya posiblepérdida reaccionael sujetocon angustia esnada menosque el yo y todo loque muere con él.Es una pé rdida con mayúsculas, pérdida de 'lbdo. Emerge la dimensión de lo impensable y lo irrepresentable. Se resignificananteriores pérdidas (delvientre materno al nacer, del destete, etc.). El yo se siente abandonado por el superyó protectory libradoa los poderesdel destino, constituyéndoseesto enuna nueva fuente de angustia.

II. El narcisismoy la libidinización delyo

<<Es la muerte la mayor crisisque enfrenta el hombre inexorablemente.Pone a prueba su aparato psíquico yel intrincadomanejo del narcisismo», S.Freud (1923).

En 1914 Freud enuncia la famosa frase:<<El punto más

espinosodel sistema narcisista, la inmortalidad del yo, tanduramente negada por la realidad . Cuando de morir setrata, todo el sistema narcisista se ve conmocionado. Comosi el narcisismo recibiese una suerte de provocación,unapuñalada allí donde su vulnerabilidad es mayor: nuestrosideales,nuestro ligamenconel yo ideal yconel superyó.La

intensa herida narcisista resquebraja el equilibriodel yo.El yo se enfrenta al cuerpo,ese extraño al yo, ese aparen

temente autónomo regidorde nuestro destino,ese poderosoimitador. Frente al espejo(espejo de azogue perotambién

espejoen el rostro del semejante),el narcisismoenraizadoen el cuerpo se desmorona.La imagen aparece maltrecha:cuerpo pobladode dolor concicatrices quirúrgicas,cuerpocon sondas, mutilado, asolado por la medicación, la inva-

126

mente el equilibrio de las catectizaciones delnarcisismonormal y patológico».

Heridoen su imagen visible,el «pormorin ocupa un lugar de exclusiónen relación conel grupo de losno enfermos

o no amenazados en los cuales algunos pacientes suelenproyectarla envidiada continuidad de la vida.

Ubicadosen una suerte de t ierra de nadie,de antecámara de la desaparición , lejoshan quedado «His MajestytheBaby» y la egofilia ilimitada de los primeros tiemposde lavida. La imagen especular se colma de un imaginario, oradepresivo, ora persecutorio. En el otro enfermocon quiencomparte espacios salas de espera de consultorios ode radioterapia, internaciones,etc.) se ve a sí mismoen la exclusión y el horror narcisista. En el otro sano que lo visita oacompaña se juega por momentosla tensión de agresividadcon la imagen del semejante a quien quisieraarrebatarl e eltrofeo ahora más preciado: la salud.

Una viñeta viene al caso: Olaf yace en la cama tullido.Una enfermedad cuyodiagnóstico disfraza de milman erasha caídosobreél en el momento en que, rico ytriunfante, haregresadoal país a disfrutar de sus posesiones. «ÜncovoceHrecorríEuropa de punta a punta»,vociferatratando <lo asirrepresentaciones que calmen su narcisismo herido. DeHdola omnipotenciay la furia narcisista exclamaenojado:«Queme den un corsépara volver a caminar y yome mando comprar veinte corsés».

La afrenta narcisista intolerablees comprensibleen parte dadoque el objetoque caesobreel yo en esas circunstancias suele ser siempre demasiado pesado. Debellevar se acabo un duelo que linda con lo imposible:pérdida del cuerpo, del yo, delmundo, de los seres queridos.Se detectan diversos grados de lesión de la integridad narcisista que alcanza su máxima expresiónen el colapsonarcisista donde

He manifiesta la extrema debilidaddel yo ante el enormecaudal de afectos yrepresentacionesque se movilizan.

En el enfermo,las formacionesintrapsíquicas herederas<lol narcisismo (ideal del yo, superyó)ejercen cierta cruel-

127

dad l mostrar la enorme distancia que media cntr( las fan·tasías del primitivo yo ideal y ese cuerpo cuyos atractivosdecaen estrepitosamente. Representaciones anticipatoriasdisplacenteras agregan su cuota al rozar la difícil idea deuno mismo en tanto cadáver y la descomposición del cuerpo.

El superyó es también fuente de sufrimiento: el sujeto no

npuntan tant,o al ufcct,o como a la representación. Es decapital importancia tener en cuenta la oscilación de losmovimiento s defensivos en relación con las vicisitudes de laenfermedad. En una primera etapa, cuando la esperanza derecuperar la salud no ha sido abandonada y cuando el prin·cipio del placer rige la lectura de los síntomas, se .observan

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p y jcumple con el ideal de estar sano, el sujeto no ha podido evitar enfermarse, él ha tenido culpa en el proceso de su enfer·mar, etc. Emergen autorreproches en los cuales el pacientese

responsabilizapor

suestado

yexpresa por

ejemplo que,para curar, de ahora en más «debe ser más bueno». La en·fermedad se ha entrometido en su vida como un accidentedel destino y el superyó acusa l accid.entado considerándoloculpable. Es tanta la exigencia superyoica en algunos casosque la tarea del analista suele ceutrarse en trabajar sobreesta probl emátic a como punto de urgencia. Algunos autoresBild y Perez, 1987; Popkin, 1989) enfatizan la importancia

de que el paciente logre en estos casos una especie de «per·miso para morir>> libre de culpa y cargo por haberse enfer·

mado y por abandonar a sus seres queridos.Considero que la menor intensidad de negación y lamayor aceptación de la finitud se encuentra en personasque dura_nte la vida han trasformado su narcisismo véasecap. 5, pag. 166). Esta trasformación puede llevarse a caboentre el enfermar y el morir en una suerte de movimientoacelerado por la vivencia de la proximidad de la muerte. Lamuerte es aceptada con menor furia narcisista y enojo. Muchas formas diferentes de morir se engarzan con la proble·mática del narcisismo desde la singularidad de cada caso.

III. Los mecanismos de defensa

«Ante situaciones de máximo sufrimiento también se ponenen función determinados mecanismos psíquicos de protección», S. Freud 1930).

¿cómo no habría de defenderse el yo enfrentado con an·gusti.a e inerme a la espera de un advenir que sólo le prome·te la unpensable aniquilación? Las defensas que se instalan

\

128

p p g ,alternativamente, según el caso, diversos mecarusmos:. e

negación por ejemplo, diagnóstico q ~ i v o c a d o ,~ ~ n e ~ a c 1 0 ~

Grinberg de Ekboir, 1983), disociacion, proyecc1on, ideah·

zación (cura mágica), entre otros.Más adelante, cuando los estúnulos endógenos corpora·les indicadores de gravedad superan cierto umbral, asisU·mos a la aparición de defensas de otro orden, tales como elembotamiento o la silenciación. He observado el mecanismode la sil enci ación y lo considero un mecanismo de defensaprivilegiado. En el próximo capítulo, dedicado al i l e i : ~ i ohede volver a citarlo. No es un mecanismo de defensa t pico enla medida en que no es producido por el yo inconciente sinodesde el preconciente. Consiste en una suerte de aislamien·

to del paciente, quien no tolera la verbalización sobre suamenaza de vida. No quiere escuchar o escucharse pronun·ciar lo que ya sabe evitando evocar huellas mnémicas pro·fundamente dolorosas. Pide, en cambio, circular entre re·presentaciones superficiales y escasas. N e c e s i ~de interlo·cutores de mucho tac to y calidez que lo acompanen en estostiempos tan proclives a la angustia y a vivencias de inermi·

dad.E n los tramos finales días, horas, minutos) se observan

movimientos regresivos que tienden a recrear estadios Y º ~ ·

cos arcaicos en una especie de retorno al yo corporal pr1m1·tivo. La regresión se presenta bajo las tres formas descritaspor Freud 1900): tópica regresión hacia i m á g e r : ~ s s e ~

riales), formal regresión hacia modos de expres10n .pr1m1·tivos) y cronológica regresión hacia los orígenes). Es t e r ~ ·

sante notar que en el idioma alemán Freud utilizó al escr1·bir sobre la regresión tanto el término Regression como laspalabras Ruckbildung o Ruckwendung que llevan en eltérmino Ruck la idea de dirección regrediente, de empren·

der el camino de regreso.Los componentes narcisistas de la regresión dan cuenta

de los casos en que se manifiesta la retracción libidinal, eldesinterés por lo que sucede en el mundo circundante e

129

incluso el rechazo o la indiferencia hacia los seres queridos.Otras veces emerge el embo tamient o psíquico como defensanarcisista para evitar pensar y sentir que está llegando lahora de morir. En una intensa preocupación por el dolorocupando el primer plano de la vida psíquica del enfe rmo

d l l d l i t d l ió d l

8. El silencio. Las envolturas de silencio

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puede leerse el desplazamiento de la representación de lamuerte próxima.

En lo que concierne a las defensas frente al afecto, ora setrasforman en lo contrario o en un afecto diferente la an-

gustia se muda en agresión; la indefensión, en sentimientosparanoides, etc.), ora se desplazan o se suprimen A. Freud,1950) . Recuerdo a una joven y bella mujer exclamando re-poLidnmon o con furia desde la camilla que la trasportaba

quirófano: «Es una injusticia>>. Y me miraba a los ojos rei-vindicando en su furia un i;l.erecho a la vida que le había sidoarr ebatado, reclamando una suerte de deuda que el mundotenía con e lla. Mundo que la dañaba irremediablemente y alcual le exigía con perentoriedad una in d emnización.

Algunas consideraciones acerca del yo completan esta

temática. Piera Aulagnier 1980) hace hincapié en que «res-guardar la catect ización por el yo de su estado de ser vivien-te» constituye un proyecto identificatorio vital. a preguntaque se plantea es saber cómo habrá de catectizar el yo uncambio que implica su destrucción. Para ello, «es necesarioque el yo pueda preservar la catexia de ciertas referenciassimbólicas al abrigo de todo peligro». Ante la posibilidad defaltar, el yo tiene el recurso de operar esta proyección de símismo en una supervivencia simbólica desde el recue rdo delos otros que seguirán viviendo un tiempo más, desde la

obra creada, los hijos . El yo se alivia con la representaciónde no ser olvidado después de su muerte. Es una promesa desobrevida simbólica. El yo se espeja en otros yo en los cualesél se sabe involucrado como figura permanente, incorporadoa las huellas mnémicas del otro. Esto conforma un área deintersubjetividad tranquilizadora.

130

« i único propósito es arremeter contra los límites del len-guaje>>

L . Wittgenstein 1930)

I Introducción

En este capítulo abordo el silencio y la «envoltura de si-lencio» en el trabajo de <<hacer la muerte». Consideraré loselementos básicos intervinientes en una senúología del si-lencio desde el p sicoanálisis al pie del lecho de un paciente«por morir».

Parto de una prenúsa obvia: las palabras «no lo dicen to-do». Lo no verbalizable pertenece al dominio de un entendi-miento y de una comprensión de un orden otro. Es cuerposensorial en trasnúsión. Constituye una vía de comunica-ción trascendente y a veces sublime que no puede formali-zarse en los carriles habitu ales del lengua je.

lQué es el silencio? Es la pausa de las emergencias desonidos, de palabras, es la quietud transitoria o permanentedel bullicio de la vida, es el espacio mental que se genera en-tre interrupciones de palabras, de fonemas. Abre un espaciode detención, de mudez, d e potenci a silenciosa. Es la expre-sión de lo invisible, lo inefable, lo indetectable por los me-dios convencionales, lo que subyace extramuros de la pala-bra y de los afectos. El silencio marca lo que la palabra hacallado o lo que nunca empezó a registrarse en un discursoposible. Expresa en lenguaje cifrado lo apenas descifrable.Emerge como un código precioso, oculto, rico en matices y envoces sonoras inaudibles. Hay un silencio que hace de línútea las palabras con significado o sin é l y a los sonidos tonos

131

musicales, vibraciones, ecos, resonancias, etc.). Hay un silencio que es constitut ivo del lenguaje forjado por pausas ycadencias, ritmos y escansiones. Que haya silencio no quiere decir que no sucedan fenómenos «en silencio» tan r á v i ~

dos en consecuencias como los fenómenos de los ruidos.

ol contenido es silenciado expresamente guardar silencio),o cuando «el silencio asiste a la acción precisamente por losriesgos inherentes a esta o por la incertidumbre de su resultado. La ausencia de palabra ahora no significa ya que la regulación verbal sea innecesaria; antes bien, por el contrario,

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Así como los ruidos , los silencios son pasibles de diversosgrados de organización que transitan desde lo más prima-rio, «exento de lenguaje», hasta el nivel de mayor organiza

ción y trasmisión en forma de mensajes o codificaciones conpalabras mudas o sin palabras y con diversos sentidos.Del silencio de «no s ~emerge un sujeto a la oportuni

dad de « s ~cuando adviene desde la concepción hasta elnncimionto. La muerte es «no ser más».

Lo inexplicable se traduce en silencio. ¿Qué decir ante loque se ignora? Vale más callar. <<Delo que no se puede ha -blar hay que callar», escribía Wittgenstein desde la filosofía.El silencio se planteó como un imperativo frente a lo desconocido. Imperativo ético que se ejerce en una su erte de «con

sign:;i de silencio».La muerte, en tanto nos enfrenta con un sustancial des

conocimiento, nos pone a las puertas del silencio. Al hacer lamuerte con alguien, silenciar juntos puede jugarse del ladodel respeto de una defensa o como complicidad ética ya queninguno de los participantes (ni el que está por morir ni elque morirá un tiempo más adelante) tiene palabras con lascuales recortar lo que no tiene representación.

Por otra parte, el silencio «Sería más bien indicio de en -contrarnos ante algo profundo e importante, algo ante locual habríamos de interrumpir la cháchara para prestaroídos a otro tipo de voz que la palabra, pues lo que no puedeser dicho aún puede ser mostrado » (Muguerza, 1992, refiriéndose a Wittgenstein, pág. 138). El paciente <<por o r ~

no necesita hablar de lo que le sucede cuando «muestra» vívidamente su estado de muriente . Se muestra entonces ante nuestra mirada sorprendida, entristecida, indiferente,as ustada , maléfica, etcétera.

En el silencio se dibuja una ética casi «como empresa trá-gica» (Wittgenstein) y el silencio en tanto «estado ético» denota una voluntad de entrar en sí o de sostener un diálogointangible, invisible y presente.

Las conductas del silencio (Fiero, 1992) advienen oracuando la acción no necesita regulación verbal, ora cuando

g ; , p ,significa que no hay ninguna regulación verbal disponible :es el silencio que acompaña a momentos y acciones bajo unaamenaza catastrófica, o de tensa espera del desenlace, pro

picio o trágico, de una situación sin garantía de control mediante la acción» (pág. 65). La muerte, objeto de nuestra mira, se adecua a las condiciones recién enunciadas.

Nacht (1964) considera al silencio como un factor integrativo. En su lúcido trabajo pone de relieve el discurso viviente en el marco de una profunda relación torupoúlirnemitie ndo la audaz idea de que algunoH nfc•dm4 H<Ílo ílorPc-Pnen el silencio y que la actitud inu•rn11 dc•l llMl c•H Mdecisiva para el progreso de un arniliHiH quP l M l lir Mformuladas en las interpr etaciones. Lo prl' oli¡ol I, f rni

primar ia se reviven gracias a la prcscnc111 dol Hlc•1w10 P11t n•los participantes de la aventura an a lítica . l r ollo, clwoNacht, el analista no le debe temer, de lo contrurio ol ilo ·cio se torna resistencia . Concluye preguntando: «¿Acaso lo ·do lo que vive no emerge del silencio y el fin no es tambi é nsilencio?». D. Anzieu (1970) se refiere también a este aspecto al elaborar el concepto de s nti y enunciar taxativamente(pág. 156): «'lbdos s abemos que la entonación de la interpre-tación es para el paciente por lo menos tan importante comosu contenido . .» No estoy segura de que todos lo sepan yaque el psicoanálisis está con frecuencia demasiado impregnado por el dominio de la palabra. Reik (1926) ha escrito:«En música , lo más importante no se encuentra en la parti-tura». Reconoce que en psicoanálisis sucede lo mismo: lo dicho no es lo más importante.

Vida y muerte hacen melodía y el silencio, lejos de expresar vacío y nada (cosa que también expresa a veces), espasible de escribir en su textura blanca un sinfín de resonancias pertenecientes tanto al dominio de lo conocido comoal otro del cual provenimos y hacia el cual vamos inexorablemente, marcado por el desconoc imi ento o por la magia delas creencias.

El psicoanálisis no existe como tal en su acepción clásicacuando un analista se acerca a un paciente próximo a em·

prender el último viaje. Una variable fundamontal quedairremediablemente excluida, a saber, el tiempo, y con él larepresentación anticipatoria por parte del yo de un proyectovital que lo sostenga en una temporalidad viviente Aulagnier, 1979). Por otra parte puede no haber demanda del pa

f

11 Semiología del silencio

«Debemos suponer que el silencio es esencial y que l apalabra ha nacido de silencio, como la vida nació de lo inorgánico, de la muerte. Si nuestra vida no es más que tránsito

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ciente de tratamiento psicológico y son frecuentes las consultas por parte de la familia o del equipo tratante. Sí, encambio, es factible que exista heITamienta psicoanalítica enacción o, si se quiere eficacia psicoanalí tica posible entreese analista que escucha y ese sujeto que padece su muerte.Lo que suele escucharse en primer plano es silencio. De sufértil aprovechamiento se abren senderos psíquicos que intentan procurarle al paciente una «buena muerte».

Se puede curar a un sujeto de una neurosis pero no se lopuede curar de la condición humana y de la angustia de serinherente al estado de viviente.

A la famosa talking cure freudiana contrapongo la dimensión de la silent cure. ¿Acaso la trasmisión de incon

ciente a inconciente no se lleva a cabo en silencio? ¿No consiste acaso en fiashes fugaces por intermedio de los cualessuceden trasmisiones más rápidas que las palabras y queestán constituidas tanto por intuic iones como por mensajesinformativos enviados por este canal energético-espacialcomunicacional instantáneo? La metáfora del teléfono esbozada por Freud en 1912 para explicar el trabajo analíticonos sale al paso. Pero es un teléfono esta vez sin voz, es unhilo mudo que sin embargo trasmite habla a su manera.

Debemos considerar asimismo a la palabra como ruido

pantalla de silencio, materialidad invoca nte de vacío. Estapalabra desprovista de significación o palabra-pretexto sostiene con frecuencia el «estar ahí» entre analista y paciente«por morir>> y es altamente importante en la clínica véanselas viñetas de Yvonne y de Teo). Escribe Cesio 1982): « etrata de sonidos, del componente sonoro que representa a lapalabra». Priman las cualidades sensoriales de la voz y lafunción envolvente protectora del «baño de palabras» Anzieu, 1970) .

nuestra palabra no es más que fugitiva interrupción del silencio eterno», T Reik 1926, pág. 25).

El gran silencio es el de la muerte. En el «descansa enpaz» se alude dos veces a la tranquilidad del cese de la vida:a la lucha de la agonía se agrega la vida bulliciosa del cachíver hasta su trasformación en huesos y cenizas. Duruntoesos tiempos de pre-muerte y recién muerto el cuerpo osmovimiento y frenesí. Una vez advenida la muerte y terminada la putrefacción, el resto es materia libre de las vicisitudes de la carne y recién entonces se instala el gran silenciodefinitivo.

Lucha puede equipararse con conciencia-acción-actividad-pulsión de vida. Reposo puede equipararse con inconciencia-inacción-inactividad-pulsión de muerte. El silenciopuede estar de uno o de otro lado.

Diversas «voces de silencio» abren la puerta a posiblesclasificaciones.

Una primera distinción semiológica delimit a silencios devida, activos, abiertos, y silencios de muerte pasivos, cerrados. Los primeros emiten hacia afuera y facilitan los intercambios comunicacionales de inconciente a inconciente.

Son centrífugos. Los segundos son centrípetos y se caracterizan por cierta impenetrabilidad y aislamiento.

Los silencios poseen materialidad aun cuando esta seainvisible. Algunas de sus cualidades son: espesor, cargaenergética, atmósfera, corporeidad, etc. Reik 1926) hablade silencios fríos, opresivos, de desaprobación o implacables así como de silencios de aprobación, humildes, indulgentes.

R Fliess 1949) biologiza al silencio. Escribe pág. 63): «siel habla es un sustituto de la actividad esfinteriana el silencio por su parte sería el equivalente de un cierre esfinteriano». Clasifica a los silencios en correspondencia con lasfases libidinales: erótico-uretral, erótico-anal y erótico-oral.Si bien esta minuciosa clasificación es altamente interesan-

te en sus manifestaciones clínic a s, consid ero aún m ás ri cala semiología que se desprende de sus observaciones acer cade los comienzos de las pausas en el discurso, los tipos deoposición que se desprenden del interjuego entre silencio yhabla, el comportamiento durante el período de silencio y lareacción del i t a la h t ió del li t a t

rars o d( •j and o ubun<lonados a los s e res queridos? El frecuente horror de la impensab le imagen de uno mismo entanto cadáver puede ser rechazada enérgicamente, o compartida con espanto y divers as sensaciones. Dado qu e volver a lo inorgánico es retornar a los orígenes, se observatambién desde la aceptación de la muerte un apacib le su

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reacción del paciente a la exhortación del analista a retomar la verbalización. Sus observaciones permiten reflexionar acerca de los movimientos entre pausa y palabra, cortey retome. Las pausas o silencios, las palabras-silencio, lossilencios-palabra, los huecos de pensamiento, la simbolización del vacío, las palabras de lo innombrable (Schust-Briat,1991), los gritos del sil encio conforman figuras fantasmáLit llR y simb ólic as a la s cu a les se aproxima el analista paraPjo rcPr con ese paciente en t r anc e de vivo a muerto la eficaciu p oi:;ible e n el encuentro entre sus inconcientes. frátasedel pod er activo del silencio (Reik, 1927). La semiología delsilencio incluye necesariamente el espacio intermed io sonoro instalado entre silencio y palabra. o sonoro dice (como lamúsica) . Habla directamente al inconciente sin la intermediación figurativo -acústica organizada en una red semióticaconstitutiva de la palabra hablada.

La trasferencia entre analista-paciente muriente estáinmersa en un campo de desarrollo emocional primitivo (Etchegoyen, 1986, pág. 197) .

El analista o aquel que se posiciona en ese momento enese lugar) oficia a la vez de sostén protector y de siniestromensajero de la muerte (Freud, 1919). Callado, escucha lossilencios con que la muerte es anunciada, invocada, recha

zada, exorcizada. Entre ambos ejecutan movimientos psíquicos que la rodean con nombres y con silencios, que lainsinúan con referencias tangenciales, la callan desde la ignoranci a existencial. En el espejo de la mirada del analista, el paciente ve reflejado su destino. Sostener una miradatranquila, trasparente, es buen presagio. Como si entre losdos supieran del acontecimient o violento que se aveci na y loavizoraran con calma. La inevitable tormenta final de la vida es aceptada con sabia resignación. Ninguna piedad patógeµa (Dolto, 1982, pág. 312) se insinúa en los gestos del ana

lista. En una especie de ritual se lleva a cabo un diálogo conlo desconocido. o imaginario entra a tallar; lqué sucederádespués de la muerte? lHay algo esperando más allá? l sacaso la muerte un fracaso? lTiene uno el permiso de reti-

también desde la aceptación de la muerte un apacib le sumergirse en ella.

El analista escucha con el tercer oído (Reik, 1926) rumores de lo real.

El silencio simboliza la castración máxima, ya no de unaparte narcisísticament e catecti zada del cuerpo, sino de todolo que uno es (Alizade, 1993).

A continua ción voy a intentar integrar lo expuesto d entro del concepto de envoltura psíquica d e s ilencio .

III. Las envolturas de silencio (las n v o u r m dola muerte)

El concepto de envoltura psíquica es eminentem en te espacial. Despliega formas tridimensionales circulares. In teractúa con la linealidad que se dibuj a como corte, punto, núcleo, fisura, agujero, desgarro, etc. La geometría viene enauxilio del psicoanálisis. A D. Anzieu (1974, 1985, 1987) sedeben los principales aportes sobre este concepto y su desarrollo . El aparato psíquico y los contactos intersubjetivosse despliegan según las coordenadas de un modelo espacial.

En el trabajo clínico, el silencio se torna envoltura . La envoltura psíquica (Anzieu , 1985, 1987) presenta dos hojas:una interna cont inente y una externa de mayor permeabil idad donde se efectúan los intercambio s con el exterior.

La envo ltura puede ser individua l o grupal, puede recubrir un solo Yo-piel o puede envolver a va r ios al mismo tiempo. La noc ión de espacio inherente al modelo de envo lturaspsíquicas va de la mano con la de movimiento. Las envolturas fluyen; como en capas de hojaldre (Guillaumin, 1987),enuncian su categoría de ser numerosas, pero a la vez cam

biantes, dinámicas, pasibles de trasformaciones tanto ensenti do positivo como negativo.

Al nacer, e l inf ns pone en acción su pre-yo corporal (Anzieu, 1985, cap. V) y mediante un impulso integrador va al

encuentro del objeto primario constituyendo el fantasma deuna piel común con la madre, paso previo a la constitucióndel Yo-piel.

He aplicado (Alizade, 1992a) el concepto de pulsión almovimiento de envolver. Quiero recordar los tres movimien

Envolver en silencio implica el trabajo de arrojar capasenvolventes sobre el paciente hechas del fino hilo de lo preverbal que genera comunión y fusión entre las partes actuantes recreando tiempos pre-objetales, como señalaraNacht (1964). Estas envolturas comprenden tanto el uni

é (

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tos de la pulsión de envolver que se desarrollan cronológicamente desde los inicios de la vida: 1 se es envuelto. El in-fans en su desprotección, requiere de un imprescindibletrabajo de envolturas que le proveen los objetos primarios(táctiles, olfatorias, visuales, de prosodia, etc.); 2) uno seenvuelve a sí mismo. Al fantasma de una piel común le sucede en este punto e l esbozo de un Yo-piel que va otorgandoa l pequeño la sensación de ser único, la noción de individualidad. Es un tiempo reflexivo que da lugar a la internalización de la función de envo lver; 3) uno envuelve a otro. El sujeto va adquiriendo la potencialidad de comunicar e interactuar con otros significativos trasmitiéndoles las funcionesdel Yo-piel. Es un tiempo activo.

A la hora de la muerte o de la pre-muerte, la pulsión lleva a cabo un circuito inverso. En la intersubjetividad pulsional, y durante el movimiento regresivo sobreviniente, lapersona, en el tránsito entre vida y muerte, necesita volvera ser envuelta. De allí la importancia del semejante queacompaña en el momento de la gran partida.

l 11 debilidad, el dolor, la invalidez, etc. según cada casoprodurnn un movimiento de recogimiento sobre sí, una reHrt>MicinpHÍc¡ui<'uy corporal.

11 prox11nid11dd1 1 In muerte remeda un parto al revés.l• n l11H11r dnl l{rito 111nnc<•r, le escuchan los gemidos de la111{1111111q11c•h11l>r11ndo cle1mmbocar en el silencio definitivo.l• l 11111r1ln111do y 1• n•chín nuc ido presentan similitudes. Am-lwHH011 1•xLn•mndumente sensibles a las envolturas tantooxu•rnn s como internas. Las externas interactúan con lasinternas. Comprenden la multiplicidad de movimientos envolventes diversos con que se protege al moribundo del desgarro final. Intentan paliar la violencia de la muerte. Paralas externas, nos sirve una vez más el concepto de senti cki-zieu, 1970). Para las internas , el concepto de envoltura tutelar (Anzieu, 1987, pág. 95): « esta envo ltura, introyecciónde una persona familiar que respeta y protege mi soledad,garantiza una presencia simbólica tranquilizadora y toleran\,e de ángel guardián en el seno del aparato psíquico».

138

verso cenestésico o senti (Anzieu, 1970; envolturas térmicas, olfatorias, visuales, táctiles, gustativas, sonoras «bañode prosodia», sonidos del silencio, etc.) como lo indecibl e enmedio de las palabras. El silencio se torna presencia demuerte en vida. Emergen telés (Pichon-Riviere), empatíasvarias que conforman capas envolventes y cambiantes.

El auxiliar psíquico del muriente se envuelve con él (véase, sobre la couvade págs. 177-8) formando un cuerpo acompañante conjunto y lo ayuda a envolverse «sólo en sí» paracometer su último acto. Sucesivos movimientos de envoltura común y envolturas propias únicas a ese sujeto por partirse ponen en acción.

Se regresa a las vivencias primarias, y el otro, la presencia significativa que colabora en hacer la muerte, se presta para envo lverse con el muriente recreando el fantasmade una piel comú n. El sentido de la realidad se trastoca, laatmósfera psíquica muta y otra realidad, lindante con loirreal, lo increíble, lo mágico, viene a cubrir ol campo dll 111partida. El analista presta su Yo-piel y, en C'l mPjor d1• lnHcasos, acompaña a su paciente en su camino rq.p·1•dit•nl.11,Soatenúan el desmantelamiento trf\umiít.ico dc•IpHiquil4mo,1•1miedo, las fantasías persecut.or ins, y p) murit·nt.1•, 1<01<trn11d11

por un otro, «vive su muerte».La envoltura de silencio const.it,uy c unn Pnvolt.L1r11pr1v1

legiada que contribuye lentamente a que e l pacic•nt..ct>f<•dúc•con placidez los movimientos regresivos hacia la extinción.La amortiguación de los ruidos y la escasez de palabras devuelven al paciente la ilusión de las primeras envolturasembrionarias placenteras. El grupo humano íntimo que «hace la muerte» con una persona determinada se presta comomatriz envolvente que detiene las excitaciones y actúa de yocontinente. El silencio se torna cuerpo invisible, manto secreto que sostiene el espacio de lo inefable y misterioso.

En lo que respecta al contenido, el silencio constituye unespacio-pantalla neutro propicio a la expansión de los códigos metaverbales, del nivel de lo infralingüístico. Circulanpor el silencio frases, deseos, fantasías que son trasmitidos

sin palabra sonora, de inconciente a inconciente y sin verbalización posterior . En este secreto e íntim o intercambio, a lamanera de un «block maravilloso», el silencio se presta comopantalla de inscr ipción y borramiento inmediato de representaciones subliminales y afectos nuevos rápidamente

permita que en su seno se desplieguen emisiones vocales,formaciones incipientes de palabras, movimientos de ruido,gritos sin nombre, palabras-escudo, etcétera.

Se pueden esquematizar dos man eras polares de morir :

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sentaciones subliminales y afectos nuevos rápidamentesuprimidos. Y la sustancia del silencio, su viva materiali-dad evanescente, se presta a un compartir cualitativamentemuy especia l en la medida en que no queda rastro tangiblede lo sucedido en esos su b limes instantes.

Las envo lturas se mueven. La película continente en elfantasma de una piel común con los otros significativosaporta la «ilusión reaseguradora de un doble Yo-piel nar-cisista omnisciente a su permanente disposición» (Anzieu,1985, pág. 43). Los contenidos se intercambian en el juegode membranas flexibles que dejan vivir en el magma silencioso las más trágicas ideas , los afectos más penosos, losafectos bienaventurados de agradecimiento por haber cumplido una vida plena, etc. La «piel del otro» constituye un asuerte de mágico soporte que procura una ilusión fusionacompartida.

La envoltura de silencio une en su interior elementos devida y de muerte en forma heterogénea y compleja.

En el sostén formado por la envoltura emanan sonidos.Estos ya no fluyen «ausentes de límites» (Lecourt, 1987),sino que la propia ingravidez sonora está contenida en esapiel común entre analista y muriente. Se emiten hacia afuern quejidos, suspiros, gritos, susurros, llantos, estertores (la

11goní11 también tione sus sonidos). En el silencio, los prota¡.¡on 1Hl UH di' neto último hablan sin palabras y se tocan sinl 111fo «'H•j iclo1 1 difor cnles de so nidos y de silencios» (Lecour t,

>87) <'roun div ersas figuras de despedida singulares paracudu sujeto. a envo ltura de silencio procura el marco propicio para que advengan los intercambios comunicacionales~ s i b l e s .En el silencio, se siente la respiración, la puntua-c1on de las palabras, el ritmo de los sonidos finales que haceese cuerpo en vías de morir. Desde la envoltura de silenciolos sonidos silenciosos variarán en calidad. Sin ella, sólo ~

be el desborde y es difícil pensar en una buena muerte. Allíyace subsumido el holding (Winnicott, 1953) . El silenciocerrado da acceso a la teorización acerca de la importanciadel establecimiento de una envoltura de silencio que contenga la a u s e n ~ i ade límites de lo sonoro (Lecourt, 1987) y

l Morir en caparazón. Es la muerte cerrada, defendida,a veces enojada, solitaria. Puede expresar furia, rechazo deldestino y de la aceptación de la finitud. a envoltura es te nsa, de sufrimiento o de anestesia según el caso. Se el ige morir envuelto en sí mismo.

2 Morir entregando la piel. Es la muerte abierta. Se pasa de un estado sensorial de piel común con los otros que están ahí en presencia o en el m u ndo interno) sosteniendo,cuidando, protegiendo, a la entrega de la propia piel, en eltránsito hacia un estado donde la «piel por venir» es imaginaria y realmente la envoltura cósmica de la Madre Tierra,la gran envoltura del mundo inorgánico.

Destaco seguidamente algunas funciones de las envolturas de silencio:

Función de alteridad: la no irrupción de la palabra, delas preguntas, de la precisión de un dato, etc. permite crearun espacio de respeto por la alteridad y por los secretos queel «por morir>> no habrá de revelar o habrá de trasmitir secretamente gracias a ese mismo silencio. En el desplieguede esta función, cada uno conserva su «piel para sí» y lasáreas de <<piel común» son mínimas.

Función comuni.cacional: mucho se puede decir sin ne c esidad de emplear palabra alguna. a experiencia de «diálogos silenciosos», de resonancias de afectos, de ecos de vivencias, etc. conforma diversas <<Voces de silencio». El paciente ysu entorno están comunicados, envueltos, unidos, a tal punto que no necesitan de mucha conversación para saber enqué anda cada uno.

Función regresivante: venimos del silencio del vientrematerno. Pocas palabras , pocos ruidos. a fusión de envol

turas es máxima. El oficiante de analista acompaña y asisteel movimiento regresivo del muriente (véase cap. 11, dondeme extiendo sobre la couvade .

Función ilusoria: en primer lugar, de fusión con la vida yde tranquilidad ausencia de estúnulos directos). El analis -

ta se mete dentro de la envoltura del paciente. Recreanjun·tos una «piel com ún» que consuela.

Función acompañante: el silencio posee en estos casosgran fuerza de ligadura. Es una presencia que se imponequeda. Actúa la presencia del analista tal como fuera defini·da por Lacan (1964): «La presencia del analista es en s í mis·

µaciuloH y Lrutlu ce n m e tafóricamente una confi¡u' Ción ~hparticular del espacio psíquico, metamorfoseado JXlbe ~ - · C·

peri encia del morir. «A menudo el significante rorm&rsl· .¡ivido por el paciente como un sueño a r t i c u l a n ne n t e~ s ·S·t ioso, como una pesadilla despierta» (pág. 28). ~~ ~ ·Íi·cantes formales están investidos sobre todo porla¡c.swn rn

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mu unn mnnifcstndón ele inconcionlc». E s ta presencia sed i r i ~ 1 ·11 • lu11·Pr 111 m111•rt11 con otro » on el acto de nombrar·111 d , l11l11ir11rl11 v. f1111il1111 n l ~ ~ .d1• ace p t a rla aun en medio de1111 il• 111 111 q111 • d1 ·1111111t 1z 11 d límite y lo inentendib le de la11111tl1111111 1111111111111

l•,I 11p111 11w1 · 1t-» w s tá solo, hay un ser a su lado, quien,1 1l l11d11111111 1•11 medio del intercambio de palabras, tranqui·l1 11 1 1111 H ll pre se ncia y «acompaña», vale decir, hace camino ·11111 1•1 muri cnte hasta la puerta misma de la muerte, en laq111 1 HO se paran finalmente.

El s ilencio que se instala en los postreros momentos esun s ilencio sin voz, sin presencia, un «silencio anorgánico»,total: c ede la memoria, se desuj e ta el ser, se repliega hacia

la nad a, se e ntr ega, se deshace de s í y parte.Funci ón de f ensi va he planteado (véase cap. 7, secció n

III) e l mecanismo de «silenciacióro> como m ecanismo de de·fensa. El silencio defensivo es de tipo cerrado, tenso. Puedeconv ert ir s e en una verdadera murall a de ai s lamiento, hos·til, aparentemente inexpugnable (véase «Observación deTeo»). Considerando que los efectos de la «pa labra hablada»no son los mismos que la «palabra dicha hacia dentro sólopara uno mismo», la silenciación actúa como u n bálsamo ale vitar el verbalizar doliente de las ansiedades de muerte alac echo.

No son los significantes verba les los que pueden dar me·jor cuenta de los sucesos que acaecen cuando la pa labra ca·lla. El silencio exp lora las dimensiones del espacio y delti em po . En su cuerpo (vale decir, en lo que he denominadosu invisible materialidad) se escriben «cosas» . Esas «cosas»qu e pueden parecer misteriosas es t á n subsumidas en elconcepto de significante formal (Anzieu, 1987). Los signi·ficantes forma les son principalmente representaciones decontinen te s psíquicos que «constituyen e lementos de unalógica formal apropiada a los procesos primarios y a una tópic a psíquica arcaica». Son muchas vec es significantes es·

142

de apego y por la de autodestrucción. Pueden con-<iifarse ~e

como variantes o especificaciones de e c a n i s mo s ~fe n - · 'l.·

sa psicótica . ,

Si consideramos que «el espacio posee p r o pi e d i ~psi- .;í-quicas» (Anzieu, 1987, pág. 20) y que lo i n e f a bJ e e 1~ en ~n

juego en e l despliegue de estos significantes confiJUl¡tivqs )S

(pág. 24), no es difícil inferir que, en la situación ~ ª de ~e

estar frente a la muerte, los funcionamientos re gresil\Sque ~ e

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estos significantes que pueden ora verbalizars e, r a ~' { ~ r e .e -sarse metaverbalmente a través de canales collluni;ltlvos ¡)S

sensoriales, plásticos, gestuales, espaciales, u o Un paradigma de los significantes formal es eJ liSª e l [el

arrancamiento de una piel común (pág. 29). En el(JiO~ e l telsujeto <<p0r morir», es la piel común con la vid nsu>mul- 1-tiples objetalidades y catectizaciones lo que se ráenbreve e

violentamente arrancado .El paciente experimenta movim ientos c ó r p o a c i a · ,a.

les que puede o no traducir con palabras (un apoyocide, ~ ~n

agujero aspira , una bolsa agujereada pierde, un 'lleJ1>0s ~ P·

lido es atravesado, un objeto desaparece y reapare:eiun h· ~l í -

mite se interpone, mi doble me abandona, un objetoque se ~ e

acerca me persigue, u n objeto que se aleja me abandona, 11a,etc., pág. 30). Estos diálogos con el cuerpo enfr enail . ª l amuerte, estas circulaciones fantasmáticas en el territorio de (ilelos procesos primarios y arcaicos debieran poder e r~ p a r ,1Lidos con palabras o sin ellas con el analista n su 1 e~ e n · . ti.-

cía viva acompañante, en su trabajo activo d e c o r n ~r r lo Qoimposible, de asomarse con el muriente al alu cin nte real naly recuperarse seguidamente enteros ambos par aro te n er wra ni v e l simbólico lo irremediable de la condición h Jlllina.

En la instalación de una envoltura de silenci oentJe~ n ~ .¡a-

lis ta y paciente a la hora de morir (a veces con a ra Q Br l s ~ i - tir as de envoltura sonora ya que el silencio circula enmedio Jio<le sonidos, suspiros, exclamaciones varias, p a Ja b r ~s · g ~ s fs ·Los, etc.), no sólo se instala la envol tura de prot:ecrion smo ~l l . o

143 ~ 3

ta se m ote dentro do lu onvolLurn dol p · • t ~ · lú·1·r1•1111¡untos una «piel común» que consuela.

Función aeompañante el silencio posee en estos l 1tH01

gran fuerza de ligadm-a. Es una presencia que se imponoqueda. Actúa Ja presencia del analista tal como fuera dofini ·da por Lacan 1964): «La presencia del analista es en s í miK·ma una manifestación del in conciente». Esta presencia 1:1

¡1111·i1tlc• y t r111h11·cmnwt l r m t ~1 unu configura c iónpnrticulur dol 1•1p11n11p 1quu ·o, m oLamorfoseado por la expori oncin del morir. « m enudo e l significante formal es vivido por el paci e nte como un sueño particularmente angustioso, como una pesadilla despierta» pág. 28). Los significantes formales están investidos sobre todo por la pulsiónde apego y por la de autodestrucción. Pueden cons iderars e

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dirige a «hacer la muerte con otro» en el acto de nombrar·la, de e laborarla y finalmente, de aceptar la aun en medio doun silencio que dramatiza el límite y lo inentendible de lu

condición hWJlana.El «por morir» no está solo, hay un ser a su lado, quien,

callado aun ell medio del intercambio de palabras, tranqui·liza con su presencia Y «acompaña», vale decir, hace caminocon e l muri e nte has ta la puerta misma de la muerte, en laqu e s e se parafl finalmente.

El silencio que se instala en los postreros momentos esun silencio sin voz, sin presencia, un «silencio anorgánico» ,total: c e de la m emoria, se desujeta el ser, se repliega haciala nada, se e n tr e ga, se deshace de s í y parte.

Función fensiva he planteado véase cap. 7, secciónIII) el me c anismo de «silenciación» como mecanismo de defensa. El sil e ncio defensivo es de tipo cerrado, tenso. Puedeconvertirse en una verdadera muralla de aislamiento, hostil, aparenterri e nte inexpugnable véase «Observación deTeo»). Consid e rando que los efectos de la «palabra hablada»no son los mismos que la «palabra dicha hacia dentro sólopara uno misrrio», la silenciación actúa como un bálsamo a levitar el verbalizar doliente de las ansiedades de muerte alacecho.

No son los significantes verbal es los que pueden dar mejor cuenta de }os s ucesos que acaecen cuando la pa labra calla. El si l e ncio e xplora las dimensiones del espacio y delti empo. En su cu erpo val e decir, en lo que he denominadosu invisibl e materialidad) se escriben «cosas». Esas «cosas»que pued e n p a recer misteriosas están subsumidas en elconcepto de significante formal Anzieu, 1987). Los significantes formal e s son principalmente representaciones decontinentes psíquicos que «constituyen elementos de unalógica formal apropiada a los procesos primarios y a una tópica ps íquica Brcaica». Son muchas vece s significantes es-

142

como variantes o especificaciones de mecanismos de defensa psicótica.

Si consideramos que «el espacio posee propiedades psí

quicas» Anzieu, 1987, pág. 20) y que lo inefable entra enjuego en el despliegue de estos significantes configurativospág. 24), no es difícil inferir que, en la situación extrema do

estar frente a la muerte, los funcionamientos regresivos qu esuelen instalarse at raen y promueven el movimi enLodoestos significantes que pueden ora verbalizarse, ora expr esarse metaverbalmente a través de canales comunicativossensor iale s, plásticos, gestuales, espaciales, u otros.

Un paradigma de los significantes formales expresa elarrancamiento de una piel común pág. 29). En el caso delsujeto <<parmorir>>es la pi el común con l vida en sus múltiples obje t alidades y catectizaciones lo que será en breveviolentamente arrancado.

El paciente experimenta movimientos córporo-espaciales que puede o no traducir con palabras un apoyo cede, u nagujero aspira, una bolsa agujereada pierde, un cuerpo sÓ·lido es atravesado, un objeto desaparece y reaparece, un límite se interpone, mi doble me abandona, u n objeto que seacerca me persigue, un objeto que se aleja me abandona,etc., pág. 30). Estos diálogos con el cuerpo enfrentado a lamuerte, estas circulaciones fantasmáticas en el territorio delos procesos primarios y arcaicos debieran poder ser compartidos con palabras o sin ellas con el analista en su presencia viva acompañante, en su trabajo activo de compartir loimposible, de asomarse con el muriente a l alucinante realy recuperarse seguidamente enteros ambos para sostenera nivel simbólico lo irremediable de la condición humana.

En la instalación de una envoltura de silencio entre ana·l ista y paciente a la hora de morir a veces con características de envoltura sonora ya que el silencio circula en mediode sonidos, suspiros, exclamaciones vari a s, palabras-gestos, etc.), no sólo se instala la envoltur a de protección sino

143

c¡uo a través de múltiples ro1mnun cias (rique za semiológicadel silencio mediante) et ovocada, por un lado, la tragediade la condición vivie nte , y, por otro, / a a/.egrí.a e h ber esta-do e h ber tenido / a oportunid d por corta o larga que se

e «hacer / a vi.da» vale decir, de haber experimentado el estado de viviente.

d l d l l l d f

oral, diría quizá Fliess), o silencio de vida. C:estos, miradasmás cálidas de bienestar de sentirse acompanad o Y hasta deagradecimiento fueron los indicadores clí1:11cos fenoménicosdel cambio producido . Un silencio se habia trasformado enotro de una cualidad diferente . Dialogábamos fuera del dominio de la palabra . No la necesitábamos a esta a l ~ u r ade

í l d bí

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Retoma ndo el modelo musical, la muerte es el acorde final. Luego de los despliegues de la música, de la ejecución~ e~ ssus movimientos (adagios, alegros, largos, etc.), la

ultuna nota marca el silencio definitivo de la partitura. Elaplauso de los asistentes al concierto es el saludo de los quequedan vivos y que sostendrán al muerto con vida en suspsiquismos mediante la supervivencia simbólica.

Presentaré a continuación tres viñetas donde abordaréla temática del silencio al pie del lecho del paciente.

a. Observacwn de ho (envoltura de silencio «de piel a piel»)

Lo conozco en un hospital municipal, en su lecho demuerte. El oncólogo me ha pedido que lo vea porque no tien efamiliares y está, por lo tanto, solo. Es un hombre de mediana edad, de mirada hosca, retraído, que me recibe con unsilencio cerrado, casi impenetrable. R. Fliess (1949) lo designaría como un silencio erótico-anal. Escrib e al respecto:< M i ~ n t r a seste silencio dura e l apso es muy variable--, el

paciente presenta un estado de tensión y de conflicto. Laexpresión de su rostro, su postura, evocan las de un individuo atribulado o aun presa de un dolor físico: la pérdida evi<lontc d e contacto se asemeja a un estado subcomatoso»

A s í se p r esentaba 'Tho, enfrascado en su silencio. f r ~ t á -

ba so do un silencio «guardián de la Nada un silencio depiod .ª• . n silencio de muerte» (Moulin, 1988). Mi trabajocons1si10 en acercarme con palabras y con movimientos intentando generar una envoltura de palabras y de gestos quet r ó ~ c a m e n t enos involucrara a ambos. leo poco a poco empez o a contestar con breves palabras a mis observacionessobre temas triviales. Entre s o ~ i d o sy silencios iniciamosnuestra comunicación. Nunca mencionamos su enfermedadn menos aún la gravedad de su estado.

Gradualmente, el silencio cerrado se fue modificando yse ~ etrasformando en un silencio abierto (silencio erótico-

144

nuestro vínculo. Los dos sabíamos muy bien que estábamoshaciendo juntos la muerte que ya se avecinaba . ~ m p o c o

faltaron mínimos contactos corporales un apretón de su

brazo o un tocar su pierna al despedirme). Con las miradasy los gestos nos dijimos en i l e ~ c i ? _ m u c h a s~ s ~inexpresables de otra manera . a sil.encw.cwn aparecw pnmer mentecomo mec nismo de defensa y luego pasó a constituirse enel carril privilegiado de nuestra comunicación al pasar ~

convertirse en una envoltura de silencio proveedora d e alivio psíquico. Mientras tanto, en la superficie de u e s t r o s ~ ? -

cuentros fluían distintas palabras, las que, ellas tamb1enutilizando el código del secr eto y del silencio para atenuarel dolor de saberse por morir, hablaban de su cercano fin .

El silencio transitaba entre las palabras y decía lo que dehaber sido pronunciado en voz alta hubiera generado unsufrimiento intolerable. Gracias a él , todo fue serenamentedicho y también aceptado. Hubo muchos o n i d o sentre nosotros. 'Tho suspiraba frecuentemente o errut1a un «Ay d ~ l o r o -

so. Yo chasqueaba la lengua respondiendo s ~mensaJe . ~ -

sisto: la envoltura de silencio que nos envolvia en una 1 ~ l

común dejaba fuera a la melancolía. Con a l l a d ~energiasosteníamos cotidianamente el saber acerca del fm de Te?que se aproximaba irremediablemente. ~ o Y yo aprendf·mos que se podía morir sin desesperac10n, que ~ ~podiaaceptar el límite de la vida. Eso sí, con una condic10n : noverbalizar abiertamente la muerte. No hizo falta. Teo tuvouna buena muerte . Entregó mansamente su pi el somatopsíquica y fue devuelto a la inorganicidad.

b. Observacwn de Yvonne (morir en envoltura en

caparazón)

Es una mujer joven derivada a través de la interconsultahospitalaria por una anemia. La m oe ~p s i c o ~ r a p i aY_alti empo resulta que la anemia requiere diversas mtemacio-

145

nes y que en realidad se trata de una leucomiu. l it vi duran-te un año y medio hasta su muerte. Fue el primer caso enque me vi enfrentada con otro ante la muerte . Yo era aúnmás joven que Yvonne en ese entonces y estaba embarazadade mi primer hijo . Recuerdo que, cuando tomé licencia hospitalariapor maternidad cité a Yvonne a mi consultorio pri

cos le ocultaban que padecía un cáncer. René aceptaba eldiagnóstico sustitutivo aun cuando solía decir que «Los médicos son todos unos mentirosos». Seguidamente rechazabaentrar en detalles acerca del contenido de esta aseveración.Se podía observar la escisión del yo y la o n ~ i g u i e n t eo x i ~ -

tencia en forma alternante de dos tendencias: la que sabia

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pitalaria por maternidad cité a Yvonne a mi consultorio privado y la vi un par de veces gratuitamente antes de reincorporarme al hospital. No sabíamos todavía que se trataba de

leucemia, pero entre las dos fuimos conjeturando que erauna enfermedad no fácilmente curable.Nuestro vínculo era altamente positivo. Pero la enferme

dad avanzaba e Yvonne inició en su última internación unmovimiento regresivo defensivo con embotamiento psíquicoy rechazo manifiesto a mí (silencio cerrado) y a su queridahija, a quien el día antes de morir no quiso ver. Con su envoltura de silencio, Yvonne se arrancó anticipadamente delmundo de los vivos. Esta envoltura era sólo para ella. Fuepara mí importante comprender esto. En vez de sentirmerechazada

aceptésu manera

de morir,retraída

yencerrada

en sí misma. En una de las últimas sesiones con palabrasYvonne había manifestado profundo enojo ante tamaña in·justicia: iTengo 37 años , exclamó indignada ese día como sino hubiera derecho a que la vida le fuera quitada siendo tanjoven . Yo tampoco la podía salvar de la muerte. Dijo unadiós muy rápido y para sí misma antes de cubrirse en silencio y retraimiento. Nunca olvidaré la mañana en que fuia verla en el hospital y encontré su cama vacía.

Yvonne había entrado en el gran silencio.

c Observación e René (o del manejo del silencio en laentrevista psicológica)

Ya he hablado de René en anteriores trabajos (Alizade,1992b, 1993).

Trátase de una mujer de unos 65 años que se atendía enun servicio de oncología en un hospital municipal. Desde eltrabajo en equipo se realizaron entrevistas psicológicas espaciadas cuando acudía a los controles clínicos. Podía, enesas oportunidades, vehiculizar ansiedades y expresar algunas de las fantasías que la acosaban. Siempre un pocohermética se resistía a hablar de su enfermedad. Los médi-

146

te c a e a te a te de dos te de c as: que sab ala verdad (que era una enfermedad grave y que la muerte seavecinaba) y la que la negaba defensivamente. Sus defensasfueron respetadas. Sí, en varias oportunidades, le arrimé «re·presentaciones tangenciales» haciéndole saber que estabadispuesta a compartir con ella ideas y afectos penosos.

La enfermedad avanzaba. René dejó de concurrir a lasentrevistas. La saludaba al verla en el pasillo para su con·trol clínico . Un buen día insiste en verme. Inmediatamentele abro un espacio de escucha. René entra en silla de ruedasvisiblemente desmejorada. Al cruzar nuestras miradastuve la impresión de que intercambiábamos súbitamenteun saber sobre la proximidad de su muerte. No necesitamoi:>palabras para

ello. . .Trascribo una síntesis r econstruida de la ses10n.

A: ¿Qué tal René? . .R Y aquí me ve . No estoy bien. El doctor me camb10 elremedio. Tengo dolor se toca el vientre).A Está preocupada.R Sí, m e da pena ver a la nena son todos tan buenos rompea llorar. En silencio, René llora un rato largo).A: Está preocupada por el estado de su enfermedad.R En parte sí se me cruzan ideas negras aunque eldoctor me aseguró que con estas pastillas iba a mejorar. V eoque no voy para atrás ni para adelante. Nu evo silencio.)A: Es difícil, ¿verdad?

René asiente en silencio. Este silenc io empático y tran·quilo que se instala entre ambas abierto, vital, nos e ~ i t e

compartir el sa ber sobre su muerte de una manera trofica,no violenta, menos dolorosa que el saber abrupto de la pala·bra concreta verificando un diagnóstico de muerte. El silencio consti tuye una herrami enta de simbolización de un real

inaprensible.

A René, sé qu e es un momento difícil.

147

René asiente nuevamente. Compartimos que morir noes tarea fácil.

A: ¿Tiene miedo?R: No sé, no sé si tengo miedo a sufrir, a lo que pase.

Nuevo silencio. Me h dicho que sabe que va a morir

muy pronto.)

A: Dígame René, ¿es tan difícil?

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g p

La palabra «difícil» y la pregunta por el miedo ya nombran a la muerte sin nombrarla. Tangencialmente, en unaespecie de trabajo de borde (véase cap. 10), rozamos el núcleo de la representación intolerable de la finitud. Es lapropia René quien al enunciar «a lo que pase» me da pie apenetrar con la palabra en el núcleo mismo de la palabramuerte. Digo entonces:

A: ¿y a la muerte?R: También, soy religiosa pero igual. Nuevo sikncio.)

Juntas sabemos de su muerte y el diálogo prosigue en elsilencio en el cual se condensan múltiples temores y fantasías que no serán exploradas mediante palabras.

A: Ocupar su lugar no ha de ser fácil para nadie. Sobre todocuando uno se ve cada vez más débil , con menos fuerzas .R: Asiente más tranquila. Aoo.bo de repetirk que sé que sabeque está por morir y / e estoy expresando mi val.oración al ob-servarla atravesar el difícil trance.)A: Saberse enfermo y ver que uno no mejora aunque unopuoda morir en cualquier momento, tener un súbito accidente o en la guerra [estamos en abril de 1982, en plenaguC rrn de la s Malvinas]. Fíjese ahora en esos soldados quecsti1n cayendo en el frente. Aunque claro, es distinto cuandouno siente que está grave, que le está por suceder a uno.

Ahora la muerte circula y se generaliza. Uno morirá perotambién «todos moriremos». Juntas hacemos la muerte deotros, mirando el destino común de los mortales miramos laya por advenir muerte de René.

R: Sí alivia.da). Todos esos chicos que muerenA: Y seguramente hay ideas negras que a usted le cuestacompartir vinculadas con su propia guerra.R ¿sabe? Yo sé que voy para peor

René me mira profundamente y no responde. El i l e n ~ i o

es de máxima apertura. Largo rato permanecemos s1lenc10

sas quietas tranquilas ambas. La muerte ya nos asustatanto podemos compartirla, sabemos que nadi e puede esca-par a ella a su debido tiempo .

A: ¿Quiere decirme algo?R: Muchas gracias.

Nos despedimos. Está todo dicho. Afectos varios i r u l ~ -

ron entre nosotras. La v irse entera digna, más fuerte a v i -

vir su muerte. Falleció dos días después de este encuentro,serena. La familia concurrió al servicio a notif icar U muer-

te y a agradecer.

9. La primera entrevista entre un analista 1

y un paciente con la vida amenazada

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De entrada queda recortado un campo de trabajo.A veces el intercambio se reduce a un solo encuentro. In-

cluso cuando tiene lugar una psicoterapia el «cada encuen-tro» adquiere una peculiar personería en tanto puede sercada vez el último. Por encuentro entiendo el choque y la in-teracción que se producen entre los participantes de la en-trevista.

El paciente es el enfermo que padece e l analista esquien lo asiste hace presencia.

Habrá analista pocas veces análisis en el sentido usualo convencional del término sobre todo si el paciente presen-ta un esta do avanzado en su enfermedad. Sí puede habereficacia analítica y aplicac ión del análisis al trabajo con lamuerte.

El analista debe examinar el caso en su singularidad pa-ra determinar si ese paciente requiere o no de psicoterapia ode intervenciones psicoanalíticas. La demanda de ser es-cuchado es muchas veces efímera frágil o inexistente. Lasconsultas obedecen al consejo de u n familiar o del equipo

tratante. El paciente simplemente accede.Es importante que el profesional de la salud mental quese acerque a un paciente cuya vida está amenazada lo hagacon la menor cantidad de prejuicios posible y con la menorcompasión patógena posible. Sabido es que en la compasiónexcesiva se canalizan tendencias agresivas y que los prejui-cios obturan una escucha fértil. El analista crea un campojunto con e l paciente. La subjetividad del analista intervie-ne en la calidad de constitución de ese campo.

1 Todo mi estudio está enfocado desde el psicoanálisis. Empero en gran

medida las consideraciones presentadas en estos capítulos se hacen ex·tensivas a todos los trabajadores de la salud mental y al equipo médico yparamédico que participa en la tarea de cuidar curar y acompañar al pa·ciente.

151

Cada paciente, al acercarse en forma espontánea o inducida a un terapeuta, busca alivio, un cierto saber y un ciertono saber. a realidad de la enfermedad interviene en la instalación de los fenómenos trasf erencial es iniciales ororgándoles un cierro carácter acuciante pleno de ansiedades y de

l i d id i l l i i i d f

var adelante un intercambio de afectos, de ideas conmovedoras, de ansiedades extremas, de defensas inevitables.Ambos van a convocar a la vida en su dimensión más intensa, allí donde roza lo innombrable. Es la vida en su relacióncon la muerte del cuerpo, y también en relación con la muer-

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preguntas. El tiempo de vida potencial, las vicisitudes futuras de la enfermedad, la distancia generada por el par sano

analista)/enfermo paciente) son variables inherentes al

espacio psíquico que construyen en cada encuentro los par-ticipantes.

Se debe considera r l p rte escénic de la entrevista. Portal considero la inmediata composición de lugar acerca delpanorama situacional. El analista debe dejarse penetrarpor la atmósfera que se despliega en el escenario del primeroncucmtro y debe evaluar los distinros elementos que integran la escena de la enfermedad en el ambiente familiar delpaciente.

La entrevista seguirá dos tendencias en forma alternati-va o predominante según el caso: abier ta, vale decir, libra ndo al flujo asociativo de ambos participantes el desarrollodel discurso, o cerrada, val e decir, dirigida en un interrogatorio que busca puntuar determinados parámetros Bleger,1964).

Dos metas princeps inciden en la entrevista del lado delanalista: la investig ción en el sentido de recabar información, casuística y experiencia en un terreno roda vía asaz virgen a la exploración psicoanalítica y la efic ci con el fin desituarnos lo más rápidamente posible en los puntos de ur -gencia del paciente.

La metáfora del cirujano Freud, 1912) que postula queun analista debe ser frío, preciso e implacable a fin de resultar eficaz sirve para pensar en el primer encuentro. Másallá de los afectos que el paciente despie rte, del dolor, del espanro, de la lástima , del a s c odel rechazo, etc., el analistadebe posicionarse de manera de poder dictaminar prioritariamente si ha de serle útil o no al paciente sostener encuentros psicológicos. ·

Durante este primer encuentro se instala una situaciónen la cual palabras calladas arman la atmósfera de prohibición y trasgres ión de nombrar, de tabú y de castigo, de miedo Y de deseo de comparti r los pensamientos . Enfrentados,ambos miden sus fuerzas, se observan. Van a intentar lle-

152

te psíquica.Esto habrá de suceder aun en la forma más precaria, va·

le decir, cuando las defensas extremas del paciente e inclusosu pensami ento operatorio Marty, 1980) impidan una ricacomunicación de entrada. Hasta en el rechazo flagrante aser escuchado un paciente «muestra» su desventura y dicede su padecer.

Hay un gran protagonista: la enfermedad y su evolucióninstalada en el cuerpo de un sujeto que la padece. Este tercero presente el ruido, decía Pichon-Riviere, 1970) ocupaun lugar prioritario instalado entre ambos participantes dela entrevista.

Las múltiples vertientes del saber se vuelcan en la en·trevista véase cap. 6).

Es un encuentro que pone sobre el tapete la carne mortal, resaltando el carácter de lo perecedero. Es inevitableque el entrevistador, inmerso en el campo de ansiedades demuerte, de defensas ante esta herida narcisista y este dolorpsicofísico de un saber intolerable, también se asome a supropia muerte.

El paciente muestra su cuerpo al entrar a la entrevista yexpresa con gestos y movimienros un estado actual preocupante.

La permeabilidad del analista, la conexión con el incon·

ciente del paciente y el registro tanto de la vivencia como delas palabras van conformando un cuadro inicial que permite ubicar de entrada el punto de urgencia. Este «tiempo ini·cial» marca el comienzo del vínculo y deja entrever sus potencialidades futuras.

La escucha de las defensas el respeto por ellas va organizando distintas modalidades de tratamiento y permiteuna clasificación de diversos abordajes terapeúticos.

A lo largo de mi quehacer clínico he organizado un modelo de historia clínica adaptado a estas problemáticas. Estemodelo, en forma de ficha, me permitió organizar el calidos·copio de datos que recibía en cada encuentro desde la singu·laridad de cada caso. Este modelo de entrevista jerarquiza

153

algunas líneas de pensamiento y cada en trevi stador irü t•onformando su propio arsenal de interrogaciones.

A continuación enumero algunas cuestiones clave •nuna anamnesis con pacientes somáticos graves.

l ¿Qué sabe usted acerca de su enfer meda d? Relat.o dola enfermedad por parte del paciente.

l .a forma dt• oncurur lu muerte o la gravedad orgánica esmuC has veces impredecible al acortarse la distancia entrefnntasía y realidad.

De la constelación de la enfermedad, destaco varios ele·mentos: 1) gravedad; 2) conciencia de enfermedad; 3) exis·tcncia o no de dolor; 4) sistema de apoyo; 5) debilidad o fuer ·za psíquica. Estos elementos permiten detectar el grado de

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p p p2. Grado de conocimiento y desconocimient.o acerca de lu

enfermedad. Fantasías asociadas. Principales me canismos

de defensa.3. Beneficio secundario de la enfermedad.4. Sistema de creencia. ¿Por qué cree que enfermó? ¿cree

que puede influir sobre el curso de la enfermedad?5. Sistema de apoyo. Vínculos familiares.6. Antecedente s heredi tarios y mit.os familiares.7. Acontecimientos estresantes 6 a 18 meses antes del

inicio de la enfermed ad. ¿Qué tipo de e strés? ¿Referido a quésituación? ¿En qué área se manifestaba?

8. Principales situaciones de estrés a lo largo de la vida.

9. Religión. Idea acerca de la muerte.10. Nivel de vivencia traumática de la muerte.11. Deseos manifiestos de vivir. Proyecto vital. Expe cta

tivas.12. lQué pronóstico se da? ¿cómo se imagina de aquí a

un año?13. Breve historia familiar y principales acontecimientos

vitales.14. Diagnóstico. Pers onal idad previa.15. Observaciones.

Algunas preguntas capitales en estos primeros encuen·tros remiten a lo que el paciente sabe acerca de su enfer·meda d .

El trabajador de la salud mental hace en esta primeraentrevista «acopio de información» a fin de plantearse unproyecto terapeútico adecuado al caso.

~ lo que concierne al g n ó s t i c ode personalidad previa,está a veces enmascarado por la gravedad del cuadro somático, sobre todo en los casos de severa discapacitación y / o de

dolor. Como en la travesía de un bosque con malezas, hayq u ~apartar las ramas de los síntomas y padecimientos so·m t i c o ~para atisbar más allá y reconocer con quién esta mos.

154

p q p gurgenc ia desd e el inicio.

a gravedad emerge tanto desde los carriles de la infor·

mación organizada que suministra el derivador o el propiopaciente como desde los ca rriles metaverbales que circulande incon ciente a inconci ente y que suministran una información subliminal que el analista recoge muchas veces enforma t.otalmente silenciosa. No es lo mismo tratar a un pa·ciente con una enfermedad grave pero de buen pronósticode vida que lidiar con un paciente en un grado avanzado dedete rioro físico. Hay que tener presente que existen excep ·ciones que confirm an las reglas y que, por lo tanto, las esta-dísticas deben ser manejadas por un analista con Rumo cui·

dado.a

interrelación psique-soma es compleja, no linoul.a clínica nos enfrenta con sorpresas de vida y do mum·u•por efecto de esta interrelación.

a conciencia de enfermedad (y de gravedad) interactúaestrechamente con la debilidad o fuerza psíquica. Nos per·mite evaluar los me c anismos de defensa prevalentes en elpaciente y nos sirve para orientarnos en cómo acompañar aestas defensas. El cuadro situacional de la primera entre·vista se irá modificando a medida que la enfermedad avance y haga funcionar nu evas defensas útiles para ese nuevo

momento.Una excesiva intelectualización en lo que concierne aldiagnóstico y pronóstico puede encubrir una profunda nece·sidad de ser convencido de que «no es tan grave la enferme·dad ya va a pasar>>, et c . Por ende el conocimiento de lametapsicología es sumamente útil no solamente para teorizar respecto de lo que les sucede intrapsíquicamente a estospacientes sino y por sobre todo para basados en esa com·prensión, operar con tacto y destreza.

De la intensidad del dolor se derivan indicaciones técn i·cas. El dolor es un afecto-sensación misterioso, errático, va·riable, un verdadero desafío muchas veces para el equipotratante (cap. 12). Puede impedir t.odo abordaje psíquico o,

155

por el contrario, constituirse en un aliado, en un indicadorque alerta y guía sobre los temas y los matices con que se debe trabajar con el paciente. El dolor en un primer encuentropuede alejar al analista del pacien te o, por el contrario,acercarlo. En el síntoma dolor se dicen sin palabras muchas

dignas, muertes eróticas, muertes tanáticas muertes ejemplares muertes alegres, muertes tristes, muertes furiosas,etc. a psicopatología queda para el bullicio de la vida. A lahora de cierre, nuevos parámetros entran a correr dentrodel psiquismo. El cuerpo, una vez seriamente alcanzado en

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cosas, se juegan verdades intrasmisibles de otra manera.El dolor se convierte en un condensado de información y tie

ne que ser examinado, estudiado, compar tido y conocido exhaustivamente. Tampoco hay que apresurarse en atenuarlocompasivamente: en el caso de Mara el dolor era un acom-pañante imprescindible que sostenía una identificación materna «fusionan e» y tranquilizadora a la hora de su muerte.Ella iba a morir de la misma muerte que su madre, a la misma edad en que su madre murió. La presencia del dolorreconfirmaba el nexo íntimo visceral con su objeto primario.No quería que se lo aliviaran. Siempre tuvo la r pr s nt -cwn expectativa de que su muerte iba a ser idéntica a la desu madre.

Otras veces el dolor constituye un objeto temido. DiceMario: «Quisiera vivir sin sufrir. Mi miedo es al sufrimiento,a que aparezca un dolor muy fuerte>>.

El sistema de apoyo resulta fundamental véase cap. 12 .Puede dividirse en externo e interno: a su vez tanto el externo como el interno pueden comprender a personas o a co-sas. El apoyo externo está constituido por los familiares, losamigos, los allegados, el equipo tratante el espacio geográfico, la casa, un determinado objeto cargad o de recuerdos, eldi n ero, etc. El apoyo inter no se conforma con la suma de laspersonas o rasgos de personas internalizadas de manerapositiva y con toda la vida interior de creencia religión filo-sofía de vida pensamientos como apoyo), etc. Tudo pacientetiene algún tipo de sistema de apoyo y todo tratamiento de-be tomar en consideración el fortalecimiento de dicho sistema.

a debilidad o fuerza psíquica deriva de una serie de variables. Hay que ser cautos al reflexionar sobre este puntoya que la apariencia de fuerza puede esconder una debilidad extrema y viceversa. Es el aspecto más difícil de deter

minar en los primeros encuentros y puede modificarse sorpresivamente con la evolución de la enfermedad.

Catplogo las muertes dentro de una constelación diferente a la de la ~ i c o p a t o l o g í amuertes dignas, muertes in-

su vulnerabilidad, fuerza al psiquismo a conducirse dentrode un registro otro.

El diagnóstico predictivo respecto de qué terapia recomendar no es siempre posible después de una primera entrevista. A menudo, la enfermedad confina al paciente a unterritorio donde toda tentativa terapeútica suena casi ri -sueña en contraposición con las escasas esperanzas de vida.¿Qué sentido tendría someterse a un tratamiento psicológico cuando quedan meses de vida? ¿Para qué? ¿Para sufrirmás al tomar compartida conciencia de que se está a laspuertas de la muerte? lPara constatar que los otros estánsanos mientras uno se está muriendo? lQué beneficios traeun intercam bio psíquico en una situación tan extrema?

a primera entrevista marca las pautas del posible tra-tamiento. Su rigor y su estudio pos-entrevista permiten establecer cierto nivel de predicción acerca de las potencialidades terapeúticas y del abordaje que se habrá de implementar.

10. Aportes del psicoanálisis a la técnica

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«Ante el muer to mismo a doptamos un ctitud singul r co-mo de admiración a alguien que h lleva do a cabo algo muydifícil>>

S. Freud 1915a)

«7bdos tenemos que morir de lgun manera Por eso digo:el que esté a tiempo de reír que ría»

Emest.o, 55 años

l. Introducción

La teoría psicoanalítica sale al encuentro de la clínicacon pacientes severamente amenazados por la muerte. Surgen de esa área de intercambio algunas ideas sobre aplica-ciones técnicas que quiero poner a consideración de los lec-t.ores. La intervención del analista y de t.odo agente de saludmental habrá de requerir máximo tact.o y arte a fin de respetar las defensas y al mismo tiempo facilitar los cambiospsíquicos cuando las circunstancias son favorables .

Voy a intentar trasmitir el manejo clínico de est.os pacientes a través de viñetas clínicas que ilustren distintas si-tuaciones en el campo de trabajo de la trasferencia y en ldiversidad de los momentos psíquicos El tratamiento psico-lógico puede darse en forma directa o indirecta, individual,grupal o familiar. Cada caso y cada período de la enfermedad requieren una peculiar organización terapeútica.

El tratamiento directo es aquel que se realiza con el enfermo. Son raras las demandas de análisis. En general y deacuerdo con la gravedad del caso, los pacientes desean tra-

159

~ e n t ops cológico debido a la ansiedad vinculada al pro-nostico de vida Incluso la demanda de análisis (véase «Obs e r v ~ ~ i ó nde Leonarda») está subsumida en la idea de quemod1f1cando las condiciones psicológicas, la enfermedadpueda remitir o quedar detenida. La evolución de la enfermedad y la proximidad de la muerte condicionan el tratamiento

gue (1990a) cuando escribe que <<noes lo mismo temer a lamuerte que morir». En el primero, el paciente se enfrentacon la «irreal realidad» del fin de la vida a nivel intelectual oa n ivel vivencial. En el segundo tiempo, se trata nada más ynada menos que de vivir la muerte inexorable. Si en el primero puede haber psicoterapia, en el otro, en cambio, hay

i i d fi l d id d d d

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miento.E l tratamiento indirecto es aquel que se realiza con uno o

varios familiares del enfermo. Este no desea tener entrevistas o está demasiado débil como para sostener un intercambio terapeútico. A través del trabajo con un familiar se incide indirectamente en el bienestar mental del paciente alprocurar mejoría psicológica al grupo familiar. Es lo queSchavelzon (comunicación personal, agosto de 1994) denomina «el emergente del grupo».

A la función continente del marco psicoterapeútico seagrega el contenido de los intercambios psíquicos. Estos tratamientos varían ampliamente en sus alcances porque laconstelación de situac iones psicológicas es muy amplia. Elanalista deberá deslizarse a través de los espejismos de unyo u ~se s i n d eentre el saber, la negación y la esperanzadebera estrmar la capacidad de elaboración de la muerte delpaciente, la fragilidad o utilidad de sus mecanismos de defensa, el rol que cumple el dolor, etcétera.

El continente implica la puesta en ejercicio de las envo_lturas de ali_vio psíquico durante el trabajo de acompañamiento con miras a procurar una mejor calidad de vida yuna buena calidad de muerte. El trabajo se centra en paliarla herida narcisista del enfermar y del tener que morir, en

procurar una cierta elaboración de la muerte y en sostenerl ~calidad de ~ a v i d aEsta última depende de los proyectosv1t.11lt•1 1por mm1mos que sean del cultivo de las relacionesolij11l11lc•Hy do interés por las actividades de la vida. El anal 11t 11c·omp11n11 ul pu ciente en los «saltos psíquicos» quellud u11n ont..ni ol «csu1r todavía en la vida» y el <<prepararsep11r11lu muerte».

Pensar sobre la muerte temerla desearla negarla etc.constituyen vicisitudes en el trabajo terapeútico. Un nuevo

espacio psíquico se abre cuando la persona en una fase muyavanzada de la enfermedad se entrega al morir. Son dostiempos psíquicos distintos que Gauvain-Picquard distin-

160

asistencia de final de vida o asistencia de despedida. Freudescribía en 1904 (t. 11 pág. 400) que «no se acudirá tampoco

al psicoanálisis cuando se trate de la rápida supresión de fenómenos amenazadores .». La terapia cesa en la mismamedida en que la vida está y cesando Al tiempo de laterapia le sucede el tiempo de la asistencia. Los objetivos deltrabajo con pacientes al borde de la muerte apuntan a:

l Sostener o mejorar la cali dad de l vid en medio de latormenta de los fenómenos devastadores del psiquismo derivados del det erioro físico o de la amenaza a la vida. El trabajo comprende tanto el alivio de los dolores físicos a travésdel equipo médico como el alivio del sufrimiento psíquicomediante los distintos abordajes terapeúticos. En las sesiones se trabaja alternativamente con los proyectos de vidaposibles y co n el complejo de la muerte. Por tal entiendo elcúmulo de representaciones afectos vinculados con el saber acerca de la proximidad de la muerte. Desatar el o -

plejo de l muerte no solamente procura alivio psíquico entanto se libera una carga energética reprimida que limita lavida psíquica del paciente sino que también permite unamejor circulación entre los sistemas psíquicos y por endeuna mejor calidad de vida. La «identidad de la enfermedad»no inunda el psiquismo, y el individuo puede ocuparse depersistir lidiando con ideas de vida. La calidad de la vida sejuega «día a día» en medio de las múltiples displacientes vivencias provocadas por el hecho de estar enfermo. Tampocose debe olvidar que en esta perentoria fase de la vida los pacientes pueden percibir que se está jugando su última oportunidad vital, lo cual los lleva a atreverse a contar en sesiónsecretos guardados celosamente a lo largo de la vida (véase«Observación de Renata» , e incluso a llevar a cabo actosnuevos e intrépidos.

2. Organizar en la asistencia global del enfermo unabuena c lid d de muerte Este punto tiene implicancias éti-

161

cas y morales. Empleo el término asistencia para designarla operatividad psicoterapeútica en los momentos finales deuna vida. Se observa la regresión, l a defusión pulsional,junto a fenómenos somáticos que van indicando el tránsitohacia la inorganicidad.

ficar así los puntos anteriormente enunciados. E n algunosse tratará de una psicoterapia; en otros, de atención de situaciones urgentes véase «Observación de Camila»), Y enotros de abordaje indirecto a través de la familia.

creatividad es soberana en la medida en que las situaciones son múltiples y requieren muchas veces de la pre

i d li ió l d i i

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II . Premisas técnicas

Enumero a continuación algunas premisas básicas:

l cuidado de las defensas y observación de la oscilaciónde los movimientos defensivos a medida que la enfermedadavanza;

2. manejo del dolor;3. estimulación narcisista. El analista como espejo narci

sista trófico;4. trabajo con el silencio véase cap. 8);5. trabajo con «representaciones tangenciales» que ro

cen, gracias a desplazamientos metafórico-metonímicos oen sucesivas capas, como en el modelo de las catáfilas de cebolla esbozado por Freud, el complejo de la muerte. Estaratento a la riqueza de matices que vehiculizan los mensajesverbales y metaverbales y la «sensibilidad al saber» delpaciente. Por ende, se torna relevante cuidar las palabrasL. Popkin, 1989);

6. trabajo circu lar inclusión de campos abarcativos: fa.milia, amigos, entorno, instituciones, equipo tratante,

otros);7. inclusión de magia y brujería. Manejo técnico;8. rol de la creatividad;9. simbolización de las vivencias traumáticas Benyakar

1004). ,

1Al llHiH A•nciapsicológica puede adoptar diferentes formnH: PHÍ<'OU'rapiade enfoque pgjcoanalítico, psicoterapia den p o ~ ops icoterapias grupa les, grupos de reflexión para elc ~ u ~t r ~ t _ a n t et:erapia familiar, ejercicios de relajación y

v1suahzac10n, etcétera.En las distintas observaciones que presentaré a conti

nuación, t e n t a r éprecisar los ítems en juego para ejempli-

162

sencia de un analista «en acción», vale decir que se sustraiga de la regla de abstinencia tradicional para poder inter

venir activamente cuando la situación así lo requiera. Porejemplo, el trabajo circular que planteo puede ser ~ c e s a r i o

de implementar e implica intercambiar con el e q u ~t r ~ -

tante, con los amigos, con los familiares, y moverse en amb1-tos geográficos diversos a fin de construir un o n ~ i n e n ~paliativo apropiado. El encuadre interno cobra primac1a. Sebasa en la trasmisión de inconciente a inconciente, en el rolde la presencia del analista, en la regla de libre asociaci ón Yen la atención flotante. El analista trasporta este encuadreforjado a través de su formación y lo pone a t rabajar en e lmarco de la terapia o de la asistencia.

a. bservación de Sara los impactos despersonalizantes,la lucha por desasirse de la identidad cancerosa, vivir

hasta morir)

Sara es derivada tanto por la famili a como por el médicooncólogo. Todos coinciden en que es prioritario tratar su depresión ante la enfermedad. Está con metástasis óseas o -

lo r osas de un cáncer primitivo de mama operado dos anos

atrás. Su profunda depresión la inhabilita para vivir. P a s ~el día en cama llorando desesperada al verse enferma. Estarecibiendo quimioterapia y r a d i o t e r ~ p . i a .Tiene c ~ a r a c ~ ~ -

ciencia de la gravedad de su cuadro chruco mas «quiere vivirlo que le queda de vida». Se siente excluida del grupo de lo.svivientes y rechaza los intercambios afectivos con las a m 1

gas. En una suerte de antesala de la muerte, Sara ya se dapor pre-muerta y actúa en consecuencia. Un domingo por l amañana sufre una crisis de angustia al lavarse la cabeza Yobservar cómo se caen mechones enteros de pelo dejándola

calva por partes. El impacto despersonalizante ~ ~ e r t e .~ ose reconoce en ese espejo del baño en que se ve «distinta, vieja, horrible».

163

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c. ~ b s e r v ~ w ne lberto (elaboración de la muerte yestunulac10n narcisista

A l b ~ r t oha recibido el impacto traumático del diagnósti-c ~de sida. Este le ha dejado anonadado, confuso <<no lo po-día r e e ~ .Busca ayuda analítica, a nivel privado, en estado de extrema g u s t i a .Es un hombre joven de apenas

tristeza, con el consiguiente alivio psíquico. Fue asumiendosu muert.e como acto trasce ndente. lbmó recaudos prácticos{herencia, disposiciones últimas y pudo conversar con susamigos acerca de su fin mientras disfrutaba en compañía suúltimo verano (alquiló una hermosa quinta donde reunía afamiliares y amigos). Esta suerte de expansión del yo lo lle-

ó l l j l d hé l d i

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tado _de extrema g u s t i a .Es un hombre joven, de apenas30 anos. En la primera entrevista expresa sus ansiedades

su enormeo ~ r e s a

ante la enfermedad dado que, si bien~

h ~ m o s e x u a l ,tiene desde hace más de cuatro años una pa-reJa establ_e. Teme por su futuro. Le pregunto si teme a lamuerte. D1as después me dirá que le impactó que yo no m -brase a la muert.e tan directamente desde el primer encuen-tro pero q_ue a partir de ese momento algo empezó a modifi-c ~ s een el. La palabra <mmerte» constituyó una especie de~ ~ p a r a d o rque le permitió iniciar el trabajo de la elabora-c1on de su muerte.

Pude investigar en este paciente la dinámica del superyófrente al c ~ e r p oque progresivamente iba perdiendo fuer-~ a s .Se castigaba pensando que el pecado de su homosexua-hd_ad era castigado con la enfermedad. Se reprochaba ade-mas el haber contagiado a su pareja.

l b ~ ~ha de aceptar la compañíay el trabajo terapeútico anahtico hasta el último momento de su vida. Los instantes de absoluta desesperación lo dejan exhausto, y una yotra vez se asombra frente a este golpe del desti no tan ines-perado.

. E ~el trabajo con Alberto, fue relevante focalizar un im a -g m ~ 1q u ~lo ayudaba a tolerar la idea de la muert.e. El

hab1a perdido a su madre cuando tenía un año de edad a supadre, h a ~ í avarios años, y a una hermana, muy o v e ~ .Ens ~ fantas1a, apoyado por la religión, todos sus seres que-r1d?s lo estaban aguardando. Esta fantasía de reencuentroestimulaba el _narcisismo primario y lo reconciliaba con lamuert.e a traves de la idea de un retorno a los orígenes. Unavez muerto, la a d r ~lo recibiría en sus brazos.

La trasformación de su narcisismo se llevó a cabo rápi-damente. Pudo elaborar la muerte en sus dos vertientes· lade la e p r e s ~ n t a c i ó ny la del afecto. Durante el trabajo -

~ r a t i v ofue integrando paulatinamente en cadenas asocia-tivas las _representaciones intolerables. En lo que concierneal afecto, la n g u s ~ i afue dejando lugar a otros afectos: furia,

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vó a ocupar el lugar ejemplar de héroe proa a lo desconoci-do. Desde la trasferencia, yo ocupaba alternativamente el

lugar de la trasferencia materna sostenedora, y desde latrasferencia paterna marcaba el límite y la ley de «tener quemorir>>.

Quisiera detenerme en una de las últimas sesiones e .nque lo hallé muy deprimido. Se sentía en el límite de susfuerzas yaciendo en su lecho de muerte. Sabía que podíamorir en cualquier momento y se veía abandonado, inservi-ble. Ya se había despedido de su pareja. Esperaba la muerteque tardaba en llegar. Presa de dolores musculares, con fati-ga, sólo deseaba morir pronto para liquidar definitivamente

el sufrimiento. El tono de mi intervención fue casi de reto,como una madre que se enoja con un hijo berrinchudo. Re -capitulamos juntos acerca del proceso de aceptación de suenfermedad y abiertamente, le expresé mi admiración porsu fortaleza y valentía en aceptar la muerte. Hablamos delas flores de jacarandá, árbol de una plaza cercana a mi con-sultorio al pie del cual amaba sentarse un rato antes de ca-da sesión. € dije que lo recordaría en esas flores y quetambién su ejemplo me iba a servir cuando me llegase a míla hora de morir. La muerte circuló entonces entre amboscomo un acontecimiento universal y natural. Cuando en eseencuentro me preguntó por qué era tan difícil morir, l e de-volví la pregunta con un «Dígamelo usted a mí que sabe másde eso». Albert o y yo reímos. El era ahora el ma e s tro, el granprotagonista Recuerdo sus palabras al retirarm e : «U s tedme ha cambiado el dí a ».

El efecto de este apoyo narcisista trófi co en el marco deun profundo vínculo terapeút ico sostuvo a Alb e rto hasta elfinal. Le permitió confirmar una vez más que -desde la su-pervivencia simbólica- no moriría del todo.

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d. Observación de Valeria (un espacio de escucha frent.e ala desesperación, apoyo t.erapeútico, abreacción ymostración)

Su lucidez y su dolor impactan. Sabe que tiene cáncer ysu autopronóstico se demostrará cierto. Dice al respecto:«Días o meses según est;é o no tomado el hígado». Ella sentíaya de tiempo atrás «que algo despertaba, que algo me ame

le da la «máquina de los rayos». ? ~ -me relata el . e ~ o rque ·n ue ha recibido escasa educac1?nmila es una muJer senc1 a q t ami to se focalizó en el sm-

1 po El t ra en ·y que vive en e cam f tasías asociadas a la a d i o t . e r a ~ 1 atoma del dolor Y en a ~an_l taba asustada, era muy JO·y a su enfermedad. ~ a es taba en la máquina sus

, h . pequenos y proyec . . .ven, t.erua lJOS . Decidí incluir algunos e J e r c c i o ~fantasmas p e r s e c u t o r 1 ~ s ltado positivo fue casi

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nazaba en el cuerpo, lloraba de dolor». Le pide a Dios que sela lleve, «me quiero morir porque para qué sufrir así».

Las entrevistas hospitalarias le sirven para poder ha -blar desde la intimidad de sus vivencias d e desolación. Elespacio de escuch a conforma una presencia psíquica reaseguradora. lbdavía está de pie, todav ía la muert;e no ha venido a buscarla. Se enfrenta con su tremendo dolor de morir,con la impot.encia frent.e a lo inevitable. « i hija se va l departamento de arriba a llorar, es un drama».

Juntas nos acercamos al escenario de ese drama. Valeriano quiere compartir ninguna idea, menos una int.erpretación. Viene a ser escuchada en su clamor, a descargar y dara conocer su complejo de la muert.e. En las heridas del cuerpo se mat.erializan las heridas de su alma. Habla de ellascon vehemencia, son sus últimos discursos ant.es de que laenfermedad le quit.e las fuerzas y deba entregarse al trabajode morir. «Tengo llagas en la boca, t.engo llagas en la vagina,me duele mu cho el vientre». La realidad de la vecina muert;eestá a la vista. Valeria la muestra. No habrá consuelo posible ni alivio psíquico. Ella sostien e invencible el agudo doloren su lúcida aprehensión de la realidad. Sólo puedo ofrecerle un espacio t.estigo donde compartir est.e saber al desnudo.

e. Observación de Camil a (esclarecimiento , apoyo yejercicios de relajación)

l 11 conozco en ol Hogar San Francisco dependient.e de1.1\1 CI•:c. Moacerco a el la en el vasto salón que reúne a dis-1 n tos pndontcs con cáncer a pedido del equipo tratant.e. Camilu padece de fuert.es dolores de cabeza que no ceden conunalgésicos. Le ha sido extirpado un tumor craneal. Sus dolores están estrechament.e vinculados con Ja hora en que vaa recibir radioterapia. En las entrevistas que sost.enemos,

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fantasmas p _, ltado positivo fue caside visualización y r e l a J a c d i 1 ~ ~ ·El r e ~ ~ e r a ra la radiot.erapia

di to e ila apren °ª

consi d d Elinme a . am . d r di con su enferme a .como un aliado en el traba o le 1 1ar +-nuación de la ansie-

. l del do or Y a ª 'component .e t.ens1ona . . a meJ·or tolerancia de la pato · permitieron un bldad persecu ria ~ l disminuyeron nota e·d . •·- ·a Las ceia eascient.e a la ra ioi..t::rap1 . , Camila fue dada de altament.e en int.ensidad. Poco despues,y retornó a su pueblo.

f Observacwn na, de eo rda (del psicoanálisis a la magia)

la consulta con una aparente de-Leonarda concurre ~ su fantasía es que, deve-manda de análisis. Está n f e r m ~y . nt.es el análisis le

t· ciones inconc1e ,lando profundas mo iva 1. .d d defensiva con el medicodevolverá la salud. En compd1c1l a nfermedad. La muerte es

· el avance e a eque la trata, ruega . l ble injusto, precoz. Sus serespara ella un suceso mto era .e , bles agonías y este era el

h b · uerto con rri ·ueridos a ian m l ba Leonarda se res1s-l d erte que a acosa · ,

t.emido mode ~ e mu cual no hay escape», segu:1 s ~ ste a «ese destmo fatal del rte ngustiada» dira mas

. 1 b KE pero la mue a

1ropias pa a ras. s l n1·smos de defensa de ad l avarse os meca .tarde cuan o a agr La t.e · n de agresividad se m·. , . a fallar. ns10 . . dnegac10n empiezan , dan los vivos envidia osS su fantas1a, que

1__

crementa. egun . t r ella injustamente dcuu mo-y felices en ~_ m u n ? o e ~ : :l : ~ r a s f e r e n c i a .De omnipotenterir. Esta tens1on se JU g 1 . . tra mensajera de lasalvadora paso a representar a smies

muerte. . os rimitivos no superados (Freud,Reaparece n mecarusm p . a sobre drogas supues-

1919). Acude ~ c u r a ~ ~ : a 1 : s i l i ~ : : ' 1profesionales y p a r a ~ s i -

tamente curativas,l ~ l

b . La trasferencia negativacólogos, ingiere extranos bre = ~ e = ~ s i o n e sde análisis no sir·se acentúa al constatar que d dvieron para detener su enferme a .

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Leonarda no acepta mo r ir. Cuando la enfermedad lainvalida y debe permanecer postrada hace una profundaregresión. Se aísla en un silencio cerrado, distante implaca-ble. En esta etapa final se observa cierto embotamiento ps í -quico, el rechaz o a los seres queridos y a la persona de l ana-lista. Su débil despedida no está exenta de furia. Se retiraenfurruñada sin saludar a nadie

h. Observación e Marcos o de la trasmisión deinconciente a inconciente en el marco de una terapiafamiliar)

Me he referido a este caso en un anterior trabajo Aliza-de, 1988). Consultó toda la familia compuesta por el pa c ien-te su esposa y sus tres hijos con la queja de que Marcos es

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enfurruñada sin saludar a nadie.

g. Observación e sear el trabajo en dos tiempos)

Osear solicita, a través de su oncó logo, asist encia psico ló-gica. Su enfermedad está avanzada y no puede desp lazarsea mi consultorio. Durante aproximadamente seis meses pu-dimos trabajar sus ansiedades de muerte su furia narcis is-ta su rencor hacia su destino, su dolor de eventualmente te-ner que separarse de su familia, sus preocupaciones econó-micas. Por momentos, cuando la lucidez, o sea, la conciencia

certera de su fin, emergía plena por momentos, Osear ex-presaba su deseo de morir pronto, de tirarse bajo un coche ode que yo le proveyese los medios de hacerlo. El dolor psíqui-co se volvía intolerable. Con su esposa mantenía una espe -cie de pacto de silencio acerca de la gravedad de la enfer -medad. Las sesiones oficiaban como espacio abi erto de ver-balización. Osear quería hablar de su sufrimiento y de sudesesperanza. Poco le servía la negación cuando la inva-lidez y el dolor le «confirmaban» u n sombrío pronóstico. a

función compañía y de testigo del analista ocuparon el pri-mer plano.

Al agravarse debe ser internado. Aun en esas circuns-tancias sólo escucha de sus médicos expresiones que pro-meten un restablecimiento. Osear las acepta de la mismamanera que acepta los manipuleos salvadores sondas, ca-nalización, medicaciones, etc.). Un cerco de silencio le impi-de compartir sus ansiedades con su mujer y con sus hijos.La agravación de la enfermedad marca un segundo tiempode trabajo. Ahora incorporamos al silencio como un nuevoparticipante y compartimos el saber sobre su inminentemuerte. Osear me agradece en una última entrevista el tra-

bajo realizado juntos. Entiendo entonces que ya no nos vere-mos mas.

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te su esposa y sus tres hijos, con la queja de que Marcos es-taba deprimido cuando su enfermedad ya había sido curada

se le había extirpado un tumor canceroso) y los médicos lohabían dado definitivamente de alta. Este discurso hipoma-níaco contrastaba con la seriedad de Marcos, con su silencioelocuente. Yo supe en esa primera entrevista que Marcos es-taba por morir. Durante la secuencia de la sesión que he re -construido y que trascribo a continuación, yo simplementeenuncié como hipót esis esta idea que se me imponía con ca-rácter de certeza. Marcos asintió aliviado al compartir estesaber. Muchas veces me pregunté de dónde había extraídoyo esa convicc ión que hizo innecesario que me comunicara

con los médicos tratantes. En febrero de 1994 compartí conD. Anzieu una hora de reflexiones en su consultorio en Parísy coincidimos en que faltaban referentes metapsicológicosque dieran cuenta desde el psicoanálisis de la riqueza feno-menológica en juego en la trasmisión de inconciente a in -conciente.

En el caso de Marcos, el diagnóstico de extrema grave-dad me fue en cierta forma trasmitido por el propio Marcosdesde el primer momento. Constaté una vez más que es elpaciente quien «sabe» acerca de cuán grave está su cuerpo,cuán cerca está su muerte.

Marcos pudo gradualmente compartir este saber con susseres queridos en los pocos meses de vida que le quedaban.

Reproduzco a continuación un fragmento de una de lasprimeras entrevistas de la familia.

Esposa Bueno, aquí estamos, todos muy preocupados por-que Marcos está cambiado, no tiene ganas de hacer nada yano ríe nunca casi no escucha ni participa de nuestras char-las. Nosotros somos una familia muy alegre, conversadora,siempre estamos con amigos, visitas, y ahora que ya pasó la

operación y que el médico le dio el alta no entendemos porqué Marcos está siempre triste caído, como sin fuerzas.Hijo Yo estoy al frente ahora del trabajo pero lo necesito, y

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la i;olcdad del muro de silencio ante determinados afectos yrepresentaciones directamente vinculados con su estado depaciente terminal. Sobre todo son útiles cuando la enferme·dad ha sido negada durante mucho tiempo y es el cuerpo en·formo quien ahora ha levantado los mecanismos de defensay deja al sujeto aislado en un saber difícil de compartir.

cultades en m anejar la rela ción dado el carácter huraño ac·tual de Iris y su rechazo a conversar con él. Este trabajo con·tinúa a lo largo del desenlace final d e Iris . El agradecimien·to de Pablo es muy grande. Las entrevistas sostenidas lehan ayudado a ayudar a Iris y a elaborar él la muerte de sumujer.

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y j pEl lugar psíquico vulnerable de René tiene que ver con la

verbalización de la gravedad de su enfermedad. Hablar so·bre su pronóstico de vida ha constituido siempre un temaevasivo. René ha dicho que los médicos mienten pero no hadicho lo que ella piensa respecto de esa mentira y de la ver·dad subyacente a esta. Cuando pide un espacio de escucha,la muerte está muy cerca, y es este apremio de la muerte loque la decide a intercambiar sus «ideas negras» conmigo.

El trabajo de borde requiere de mucho tacto y arte paralograr, apoyados en un paulatino develamiento, tocar y com·partir el saber de la paciente de que está por morir. El tra·bajo de borde puede detenerse en un tiempo previo si las de·fensas de la paciente así lo disponen . El analista nunca vamás allá, nunca fuerza el develamiento. Si parece hacerl o aveces, es porque el paciente ya ha hablado sin palabras o seha acercado con representaciones afines a lo que el analis·ta ahora le comunica. Entonces el saber no recibe impactotraumático alguno sino que se convierte en una tranquilaconstatación de un evento inevitable. Este calmo compartirno sólo procura alivio psíquico al paciente sino que lo abrea la posibilidad de vivir su muerte con lucidez, dignidad ymejor aceptación.

k. Observación e ris o un caso de abordaje indirecto)

Iris sólo acepta una entrevista psicológica. Rechaza mipresencia pero no así la medicación antidepresiva que le in·dico. Muy conciente de la gravedad de su enfermedad, estáenojada, encerrada defendida. Necesita construir su «murode silencio» desde dqnde sobrevivir hasta su muerte.

Pablo, su marido, la acompaña. A través de él y al princi·pio basados en la necesidad de qu e le extienda nueva receta

del medicamento, me voy enterando de la evolución de Iris yacompañando a Pablo en su profundo dolor ante la idea deperder su esposa. Al mismo tiempo, me ex presa sus difi·

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11. 1Al C (JU v de o de la intersubjetividad

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ILa

couv deen los tiempos de la muerte

«Couvade» deriva del francés «couver», que significa empollar. De acuerdo con Hill citado por Gilkes, 1974), «couvade» es una palabra arawa k que significa li teralmente«durmiente de la tribu». Es un ritual mágico que practicanmuchos pueblos primitivos; consiste en que el padre imita ala madre durante el embarazo y el parto se acuesta hacelos movimientos y prorrumpe en los gritos propios del parto.En algunos casos, ciertos rituales protegen la salud del fu

turo niño . Es una costumbre ampliamente difundida en diversas áreas culturales y por lo tanto incomunicadas histórica y geográficamente Figueroa, 1961).

La couv de constituye un acto simbólico con la inclusiónde rituales. El trabajo de la couv de es un movimiento decompañía que implica un vínculo afectivo profundo.

Se le atribuyen diversos significados: en la mayoría delas investigaciones se lo categoriza como la resultante de undeseo de fecundación por parte del hombre, de participaciónen el acto de nacimiento con cierta finalidad de protección.Abadi 1976) lo estudia desde la vertiente de la envidia delpadre a la imposible maternidad corporal y desde la fantasía de «robo del hijo».

Voy a plantear el fenómeno de la couv de dentro de uncontexto que no es el del interjuego maternidad-paternidad.El tercero no es un hijo sino l a enfermedad o la mismamuerte. La ley de participación» Lévy-Bruhl, citado por Figueroa, 1961) atañe en esta forma de couv de al trabajo del a muerte en lugar del trabajo de la vida. Un requisito básico se observa en todos los casos : la comunión profunda entreel ser por morir y el acompañante que se ve llevado in concientemente a hacer couv de con e l amado amenazado demuerte. Se «hace síntoma coro> como una manera de acoro-

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pañar desde la misma carne. Hay devoción por ese otro escarne de la ~ o p i acarne. Con el cuerpo se dice el amor r o -

fundo, se actua una suerte de somatización intencional inconciente, se despliegan conflictivas arcaicas donde participan la culpa, la ambivalencia, la intolerancia a duelar, etcétera.

El u ~ ~del. sano funciona en sincronía con el cuerpo

rido, vale decir, morir por el amado, intercambiar los roles,extrayéndole mágicamente la muerte que se avecina. Elallegado toma la muerte sobre sí, la recorre en su cuerpo, laconoce, comunica de cuerpo a cuerpo con el muriente en unaimitación imaginaria y cierta a la vez. Se canalizan las ansiedades depresivas extrapsíquicamente en una especie deinicio de duelo en que no dejan de estar presentes, como ya

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del ser s1gruficativo. La identificación con los síntomas cor

i:orales se hace carne sin que muchas veces el propio familiar repare en ello.Las ansiedades de muerte se comparten de esta peculiar

manera. Profunda empatía de dos seres que están por separarse. El sano corre con su cuerpo al encuentro del otro y u ncuerpo sano se pone a trabajar funcionalmente al unísonodel cuerpo enfermo remedando los síntomas del amado.

~ ~objeto amenazado no es para nada contingente. Es y~ e r llTemplaz,able, «toca» la viva materia orgánica del sujeto ~ u elo está viendo morir. A lo sumo será desplazable atraves de un trabajo sublimatorio.

La couu de va haciendo su camino durante la pre-muerte, habla de una intimidad de las carnes, de la concreción des ~ r«dos en uno», del rechazo a la discriminación y a untiempo de muerte diferente. Rompe mágicamente las fronteras de ser a ser, une mágicamente cuerpo con cuerpo.

Se «es» enfermo como el amado, se lo retiene del lado dela i d a se dice con el cuerpo que en parte se lo habrá de segmr del lado de la muerte.

a couu de se materializa en el cuerpo y aparecen diarrea, o dolores, o fatiga, o sueño, de acuerdo con las vicisit . ~ d c ssomáticas del muriente. Inexplicablemente se somat 1 z 1 ~ nlos mismos síntomas del. ser amado o síntomas que1 • s t 1 1 ~< Hlrcchamente asociados con el padecimiento del serqu1•r11lo. e• ucompaña al moribundo desde lo primario, desdl I' yo rnrporul, los tejidos, las mucosas, los fluidos interiorl s . l.)< c ~ e r p oen cuerpo se establece una comunicación en11pur1cnc ia muda pero decididamente profunda.

. couu de implica u n enfrentamiento corporal con lacr1s1s ante l posible pérdida. El síntoma corporal intentaborrar la diferencia entre cuerpo sano y cuerpo amenazado

o entre uno y otro cuerpo, y funcionar al ritmo delm e n z ~

do. El elemento sublime de la identificación corporal se expresa en ,la fantasía de «robarle la muerte» al enfermo que-

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lo señalara, los sentimientos de culpa y la ambivalencia na

tural.Es frecuente observar cómo en algunas parejas simbióticas muy unidas (padre-hijo, esposo-esposa, madre-hijo, etc.)la muerte de uno va seguida, poco tiempo después, de lamuerte del otro. No se trata entonces de couu de sino del acto mismo de muerte frente a u n duelo inelaborable psíquicamente.

La couu de de muerte, en cambio, implica un intento a lavez empático y elaborativo a nivel arcaico. Los cuerpos deambos hacen imaginariamente un solo cuerpo y se dicen,desde las profundidades del psiquismo y del soma, que en lafusión imaginaria nada podrá separarlos.

Se roza el tema del complejo del semejante Merea, 1980,pág. 7). El semejante «es al mismo tiempo el primer objetode satisfacción, el primer objeto hostil y la única fuerza auxiliar». El semejante, en el momento de la muerte, se convierte en la última fuerza auxiliar. Por eso, así como sueledecirse que no es bueno que el ser humano esté solo, no esbueno que el ser humano muera solo.

En el análisis de Mara, era notable observar cómo ellapadecía insomnio o palidez extrema al igual que su mari

do, enfermo renal en diálisis. Mara no era conciente de estacomunión y acompañamiento con el cuerpo. E n su registromanifiesto, solía quejarse de la t iranía a la que la exponía lagrave enfermedad del marido y huía a través de actuacioneseróticas de la representación dolorosa de la vida amenazada

de su compañero.U n padre es operado del corazón y, mientras está en

quirófano, la hija cae en la calle sangrándole la pierna. Inmediatamente asocia en sesión esa sangre con la sangre delpadre. Si bien este no es un caso típico de couv de como el de

Mara, permite ver la necesidad de poner el cuerpo: de hacerle hablar al cuerpo en su carne, y de mostrar as1 la comunión intensa con otro ser.

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~ no ~ oc a ~ ode couuade por mí obimrvuclu, tu t•i pmm intensifico los smtomas de precordialgias durante la onfomwdad de su marido. La fantasía inconci ente era la de morircon él, la de acompañarlo hasta la mu erte misma. Amboi.cuerpos estaban alcanzados por la amenaz a a la vida. u

falta de fuerzas y la poca actividad a la que la reducían estosdolores eran similares a las qu e padecía el marido enfermo.

Damián es un hombre exitoso que ha construido una linda familia. Sus aspectos infantiles y su patología narcisis

l t•ro 01111 omnipou•nlo y obsesiva, se cuelga de la identidad cuncormm del marido. Dice concientemente estar pre·parada para sobrevivir a la muerte de este pero i n c o n c i ~ ? -

temente en su couuade manifiesta su profunda comun1oncorporal con el amado y su deseo inconciente de morir jun·to a él.

Gradualmente, Vera se va enojando. El marido camb iade carácter con ella y se torna, con el curso de la enferme·dad, cada vez más malhumorado y exigente. La vida sexual

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da a a. Sus aspectos a t es y su p g a c s sta fueron motivo de análisis durante aproximadamente dos~ o sde r a t ~ e ~ t o~ ú b i ~ e n t ese desencadena la tragedia cuando su uruco hIJO varon cae enfermo con un síndromenefrótico. Al avanzar la enfermedad del pequeño, Damiánhace un colapso narcisista. En su depresión le resulta intolerable la idea de que este hijo, de quien esperaba tanto anivel identificatorio lleve una vida invalidante. Recono;cor á p i d a m e ~ t el o ~síntomas de la couuade Damián pierdefuerzas, deJa de r a trabajar (el hijo tuvo que dejar de asistira la escuela), y se siente morir. Cuando le señalo estos aspectos identificatorios acompañantes, asiente y agrega: «Ysabe, a veces hasta me duelen los riñones». En este caso lacouuade presentaba intensos elementos de cu lpa expiato riapor <<pecados» otrora cometidos y elementos de ambivalencia, como el deseo de que su hijo muriera, ya que con su enfermedad incierta y crónica mantenía en vilo a la familiae n ~ r ac r e ~ n d o s eun clima de vida familiar de pesadilla psíqmca continua.

II. Observación de Vera. Pre-duelo, couvadeinconciente y mecanismos primitivos

Vera y Eduardo se conocen de adolescentes y viven un idos desde hace casi cuarenta años. Cuando él enferma dcáncer, la vida de Vera es sacudida profundamente. Sólo v

la enfermedad del marido y sigue de cerca sus vicisitudesatendiendo a su amado, aterrorizada con la idea de perder-1 ~ Concomitantemente, agrava su estado de obesidad inic ~ d ocuadros de precordialgias que la obligan a tomar vas ~ l a t a d o r e sY betab loqueantes. Su hipertensión se intensifica.

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dad, cada vez más malhumorado y exigente. La vida sexualcesa totalmente . «Ya no tengo marido», expresa Vera. La

cronicidad de la enfermedad le resulta intol erable. Llora ensecreto y se siente morir. Pasa la noche en vela hu y entando a las Parcas - , pendiente de las mínimas seña les domalestar que él pudiera dar. «Esto no es vida», se queja onsu terapia. Indudabl emente, esto es vida muriendo, espuesta en escena como en un teatro del drama de la muerteacechante. La aterra literalmente la cercanía de la muerte,la idea de tener que asistir a la pre-muerte inminente de sumarido. El futuro entierro se convierte en una representación intolerable. Quisiera desaparecer morir súbitamente,sin darse cuenta) y evitarse el mal trance. No puede «vivir lamuerte» del marido y «mata la vida» cotidiana con su dolor Ysu furia. Impotente, para exorcizar la muerte se dedica o ~-

pulsivamente a matar toda alegría de vivir . El aparato psi·quico está invadido de muerte psíquic a.

Experimenta en su cuerpo vivencias de muerte a l hace:picos de hipertensión y siente en esos momentos que e ~ t a

por estallar>>. Se vivencia viv iendo con un cartel . u e ~ i e

«cáncen> sobre su frente desde el día en que conoc10 el diagnóstico y pronóstico de Eduardo.

Muchas veces manifiesta que desearía huir Y dejar almarido abandonado. El amado en estado de gravedad leproduce terror . e cuento que así sucede en las s ~ i e d a d e s

primitivas de acuerdo con las narraciones de Lévy-Bruhl(1922, pág. 255 y sigs.). El enfermo grave, perdidas ya lasesperanzas de que sane, es consider ado como un muerto dehecho y se le deja de prestar toda atención. Esta cruel creencia se acompaña de un sentimiento de terror profundo puesese muerto aún vivo puede dañar y amenazar a su vez a losfamiliares . Vera asiente. Ha aprendido desde niña a temer·le a la muerte y a los moribundos. No puede sustraerse delpánico nocturno que la invade en presencia de su amado

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ah_ora _trasf ?rmado por la enfermedad. l pre-duelo y a 108~ s c o ~ a n u s m o s~ la couv_ade se agrega la patología de la

Frmvas10n de mecanis mos ps1quicos primitivos no superad08

eud, 1919).

12. Construir la muerte

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l. La amenaza de la muerte como crisis. Elsistema de apoyo. El «entre dos crisis» o «entredos muertes»

La amenaza de muerte inherente al enfermar provocaun estado de crisis en tanto es un acontecer de ruptura. Lacrisis implica un «cambio brusco y decisivo» Kaes, 1979). Serompe con el estado de sano, de «no inmediatamente amenazado». El esquema corporal se fragmenta algunas partes

funcionan bien, otras andan mal, algún trozo del cuerpo deberá ser amputado quirúrgicamente , o habrá de perdersecabello en la quimioterapia, masa muscular en el adelgaza

miento, etcétera .Veamos una viñeta; la persona en cuestión se enfrenta

a un diagnóstico que remite a peligro de muerte en formaabrupta. A César el médico le diagnostica un mieloma. Haido solo a la consulta y queda anonadado. El golpe diagnós-ti o rompe la continuidad imaginaria de su ser. Sobrevieneuna sorpresa catastrófica. Sus representaciones-expectati

va de futuro se desmoronan, sus proyectos pierden sentidoa la luz de este saber. Queda a partir de ese momento apar-tado del grupo de los vivientes sanos que sólo se ocupan envivir. El se ve enfrentado a morir, a vivir en la experienciade la proximidad de la muerte. Se sienta en la escal e ra dela entrada del edificio donde atendía su médico sin atinara pensar en nada. «La cabeza me daba vueltas, no podíacreerlo, me sentía perdido». César entra en crisis a partir deese momento.

El sistema de apoyo habitual recibe una conmoción. Escribe Kaes 1979): « a crisis produce la necesidad de buscarapoyo , de encontrar refuerzo y confortación, y la pertur-bación, a su vez, la necesidad de crear nuevas regulacionesque produzcan placer>> Desde sus estudios sobre la estruc-

turación grupal del psiquismo, enuncia cuatro espacios fundamentales de apoyo, a sab er: sobre el cuerpo, sobre la ma -dre, sobre el grupo y sobre sí mismo o sobre ciertas formaciones psíquicas. Es útil, a mi entender, considerar tambiénel apoyo sobre el continente material: el hábitat geografíadel lugar, geografía de la casa , los objetos materiales, elsoporte económico, etcétera .

consigo aun en caso de tener que morir lejos de su .hogar, ensituaciones imprevisibles. Como la muerte no s i ~ m p r eseanuncia ni da tiempo a crear un sistema de apoyo bien regulado «contar con uno mismo» o «estar preparado en saludp r ~morir» son adquisiciones psíquicas que garantizanparcialmente una buena muerte aun en caso de que l ~ n

los objetos tangible,s que enmarquen una buena apoyatura.

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soporte económico, etcétera .El resquebrajamiento del sistema de apoyo introduce al

sujeto a vivir la crisis para crear dentro de sus posibilidadesuna respuesta viable, una reorganizac ión trófica. El movimiento de catástrofe intenta dar paso a un movimiento decreación de una nueva configuración psicosomático-social.En el estado de crisis no sólo se dispersan los contenidos delpsiquismo, sino que también el continente psíquico puedeverse desbordado, y el psiquismo, invadido por significantesformales Anzieu, 1987). Enumero algunos que suelen observarse en estas circunstancias: un apoyo cede, un agujeroaspira, un límite se interpone, un objeto que se aleja me

abandona, etc. El desorden impera en este estado de catás-trofe que requiere, como señalara Kaes, «una nueva regulación>>

La apoyatura múltiple del psiquismo necesita reorde-narse. En primer lugar, el cuerpo pierde calidad de apoyo.Está herido de muerte y gradualmente se i rá hundiendo enel deterioro. El apoyo sobre el cue rpo se debilita y se buscareforzar los otros elementos del apoyo, especialmente elapoyo sobre la madre, sobre el grupo y sobre sí mismo. Voy apensar el «apoyo sobre la madre» entendiendo por <<madre»a un objeto princeps, un objeto casi irremplazable, del ordende los objetos primar ios. Ese lugar lo pueden ocupar una ma -dre, un padre, un hijo, un esposo, un hermano, etc. Juntosvan a construir la dí d priuilegi ada elemento fundamental en el nuevo contrato de apoyatura Kaes, 1979) que seinstalará gradualmente en la vida del amenazado. Este contrato presenta una asimetría fundamental en tanto uno delos sujetos está vulnerado en su existencia. Es, además, uncontrato transitorio, ya que la muerte lo anulará definitivamente. El n f e r m ~en ocasiones apoyará a su vez al amadoen este trabajo de dupla de armar la despedida y elaborar

juntos la separación.No se conocen las circunstancias en que va a acaecer lamuerte. El «apoyo en sí» es aquello que una persona lleva

184

j g , q q p yEntre la amenaza a la vida y la muerte misma hay un es

pacio témporo-espacial. El sujeto vive en la a r : ~ s a l ade l ~muerte. De la crisis de saberse amenazado, se dirige a la crisis de la propia muerte. Se crea un espacio «entre dos r i ~ i s »

0 «entre dos muertes». La primera es una muerte parcia\ ,un pre-duelo de sí mismo y de la vida que habrá de dejar enbreve, la segunda es el acontecimiento en sí, la muerte _eal.

Si la enfermedad o el peligro externo cesan, volve::a a lavida imaginariamente continua. De lo contrario, sera arrojado a la discontinuidad aparente de la muerte.

Es común escuchar en los pacientes amenazados el sen

timiento de envidia hacia aquellos que mueren súbitamen-te sin tener que transitar los movimientos psíquicos de crisis con los consiguientes miedos, angustias y demás f e c ~ s

penosos, amén de los dolores físicos _Recuerdo a ~ ~ a quienme recibió un día en su casa mostrandome u n diario dondese relataba la explosión de un avión y la muerte s ~ b i t a?enumerosos pasajeros. «Así me hubiera gustado morir a mi Yno tener que pasar por todo esto». Se refería a su n v a l i ~ e ~

a los fuertes dolores de las metástasis óseas, a su calviciepos-quimioterapia

II. Notas sobre el dolor

En sí mismo el dolor es misterioso. Las vías neuronalesno explican siempre la intensidad del dolor que acompañaun cuadro clínico ni la remisión en otros casos . La concepción afectiva del dolor predominó hasta el siglo XIX, siendoentonces modificada por una concepción médica que consideraba que la intensidad del dolor es proporcional a la le

sión que lo determina. Los nuevos estudios en neuroci encias reconfrrmaron la hipótesis afectiva del dolor. No existeuna relación simple entre el estímulo nocioceptivo Y la per-

85

cepción del dolor. Una nueva definición de dolor fu e enun-ciada en 1979 por la Asociación Internac ional para el Estu-dio del Dolor. Dice así: «El dolor es una experiencia sensorialy emocional desagradabl e, asociada a un daño tisular real ovirtual o descrita en términos de aquel daño». sta defini-ción afirma el carácter irreductiblemente subjetivo del dolor(Gauvain-Picquard, 1990b .

l d l fí i d h d l j

relaciones de objeto, fulmina. Al respecto escribe Freud(1926): «En el dolor físico nace una elevada carga narcisistadel lugar doloroso del cuerpo, carga que aumenta cada vezmás y vacía , por decirlo así, al yo»

¿ne qué manera entablar un diálogo cuando la pantallade dolor es máxima y el yo está inundado en ella , cuando losafectos del dolor acusan una sensibilidad extrema y muest i id d <<U ió di i

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El dolor físico puede hacer desaparecer al sujeto swner-

gido en el dolor mismo o debido a los efectos de la medicación analgé sica cuando lo duerme o lo desconecta de la vidade vigilia. El dolor s e adueña de la situación de moribund ezy ocupa el prim er plano.

El dolor «habla» sin palabras: cuenta en los quejidos, alaridos o sil encios el drama que esa persona está padeciendoin tensam ent e : dic e de la soledad, del miedo, de la angustia,del espanto . . El dolor fí s ico s e une al dolor psíquico paraconfigur ar el «síndrom e de sufrimiento» E . Morita, 1984,comunic ac ión personal).

El dolor tambi én suele conten er esc enas fantasmáticasen s entido positivo. Cito el caso de Eisa, a quien entrevistéen su lecho de muerte en un hospital municipal. Padecía uncáncer de hí gado con metástasi s. 'Thnía fuerte s dolores. Sum adre, a la misma edad que ella en ese momento, habíapadecido la misma enferme dad con la misma evolución. Es -to la confirmaba en su identidad y aceptaba su destino co-mo un «destino generacional» que la fusionaba placenteramente con su objeto primario. Cuando toqué el tema de losdolores e in s in u é la posibilidad d e ser medicada con anal?é s ic?s, _se n egó rotundamente: toleraba su dolor porque le

imprmu a una «marca identificatoria» con la madr e . Si sumadre sufrió y ella había de seguir su mismo d estino, ellatambi én d ebía sufrir . El dolor se había t r as formado en unaco n tece r cargado af ec tivam ente y valorizado .

Hay grada cion es de dolor . Así como Eisa podía tolerarsus u rt c•s dol or es, o n otro s casos el dolor es t an agudo co-mo I n «dc•srn rga do un r ayo» (Freud, 1895 , pág. 899) perma- c n t El p aci en te deviene un grito vivo que inunda el ambien te Ycons tr u ye una su er te de muralla sonora alrededord ~ paciente_ ~ i s t i m o sa la desolación extr ema , a la imposib1hd a d de dialogo. La persona está viva pero el dolor la ausent a , la confina a su diálogo interno con la pr esencia d e e seotro ~ e se enraíza en el som a . El dolor siderante coarta las

186

tran con intensidad ser <<Una sensación extraordinaria no

prevista en el lenguaje»? (Gauvain-Picquard , 1990b .Los pacientes temen más al dolor físico que a la mismamuerte . El dolor físico se presenta como un instrum ento extraño, un visitante siniestro y poderoso llegado para torturar el cuerpo, que puede surgir de improviso y atacar cuando menos se lo espera. Esta nefasta presencia r esta calidadde vida.

Cuando puede ser controlado, el paciente entra en unatregua que le permite seguir insertado en la vida de rela-ción un tiempo más. Una interesante casuística demuestraen niños graves que estos logran mantener hasta muy poco tiempo antes de la muerte las catectizaciones objetalessiempre y cuando el dolor no se vuelva obstáculo (GauvainPicquard, 1990a). Tal niño pudo esquiar hasta cuarenta yocho horas antes de su muerte teniendo metástasis masivasen huesos y pulmones, tal adolescente pasó con notas brillantes un examen bajo dosis elevadas de morfina antes demorir unos días más tarde . Tenía una enorme metástasisintratorácica. «Este mantenimiento de la vida instintivadurante toda la fase preterminal sólo es posible si el entornodel niño colabora y pu ede continuar consid e rándolo com o

enteramente vivo» (Gauvain-Picquard, 1990b . Por supu esto, este ti empo de actividad pr etermin a l coexi ste con m o-mentos de r etraimiento y d e tristeza fr ente a la perc epci óndel fin que se avecina.

187

III. Construir la muerte

a. Introducción

Construir la muerte qu iere decir trabajar con un paciente y sus múltiples espacios psíquicos para lograr un producto: la mejor muerte posible. Para ello es necesario que se ar

interno. Puede ser tangible u ocupar un lugar psíquico fan·tasmáticamente eficaz. El objeto es lo otro dentro o fuera deuno mismo, pero lo otro que en su facticidad puede tornarfeliz o infeliz la vivencia de estar vivo. El objeto externo esante todo presencia, c orporeidad visible, emisor psíquico ensu estar ah í . Entre el objeto externo y el objeto interno secrea en el trabajo de acompañar al muriente un espaciotransicional Winnicott, 1953) que sostiene una cierta il u ·

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j p qme organizada o espontáneamente un marco de contenciónútil, un andamiaje en varios niveles que dé apoyo, comp añía y alivio físico y psíquico. El equipo t ratante debe ac t u arcomo equipo solidario entrenado en los menesteres básicosrequeridos por un sujeto enfrentado a la catástrofe final.

A los nive les médicos y paramédicos se suma la impor~ c i de los familiares , de los amigos íntimos, de la geograf a amiga Oa casa, los objetos de la vida, las comidas case·ras, los sonidos familiares). Se construye así una red de vidaque sostiene la muerte y que posibilita que la persona «pormorir» se entregue tranquila y pueda lograr una muerte

plácida, con el dolor controlado y la agonía acompañada.Con mayor propiedad, deberíamos decir «construir e l

pasaje» entre vida y muerte, o sea, el tiempo crucial «entredos muertes» al cual me he referido párrafos atrás. No setrata únicamente del momento del último suspiro sino deltiempo más o menos largo, más o menos abrupto, en que lamuerte se va anunciando, imponiendo. En esta pre-muerteel individuo puede volver a la vida, remitir de su n f e r m e ~

dad, recibir una tregua nuevo espacio de tiempo de salud) oprecipitarse en el desenlace póstumo de la muerte.

b. l objeto el sujeto y .a muerte

Consideremos un acto de muerte: de un lado está el serla persona, la masa viviente, el cuerpo que padece su s t d ~

de inminencia de ruptura con la vida, y del otro, los vivien·tes que cuidan y atienden los aconteceres últimos. Entre to·dos forman una circularidad vital, un entrecruzamiento deideas y de afectos . Se plantean dos posiciones: la de sujeto yla de objeto.

~ objeto siempre está del lado de enfrente, es el otro, yaest.é ubicado en el mundo externo, ya forme parte del mundo

188

, ) qsión en medio de los movimientos regresivos y la conmociónde la partida.

El objeto externo actúa:

como presencia en sí desprovista de cualidad. Se ofr ec ecomo cuerpo acompañante, posible anclaje de un apego, como contacto presente;

como presencia generadora de cualidades. Por ejemplo,una presencia puede generar nostalgia si representa a otroser que no puede estar ahí en ese momento muerte lejos decasa, en un frente de batalla, etcétera);

como objeto de comunicación en intercambios múltiplesde información.

El sujeto depende de la lectura íntima que lleva a cabo delas señales que emiten sus objetos en tanto constituyen loselementos actuantes productores de placer, de displacer ode do lor psíquico Pontalis, 1977b). El dominio de lo imagi·nario, la domesticación del narcisismo la fuerza de la pulsión de vida dibujan cambiantes figuras afectivo-representacionales que inciden en forma positiva o negativa sobre elpsiquismo de un sujeto

confrontadopermanentemente

a sumundo objetal.El sujeto posiciona a sus objetos desde su universo cenes

tésico: los percibe, los busca con las pulsiones, se identificacon ellos, etcétera.

En la intercomunicación entre sujetos, suele instalarseuna suerte de couvade o empatía corporal. Su finalidad inconciente es la identificación corporal y la comunión máxima. Sujetos y objetos se fusionan y u n cuerpo entra psicocorporalmente «dentro del otro» para refugio de ambos, para protegerse y evitar la desunión de la muerte.

189

c l sujeto y sus objetos

l n la Pre muerte: La pre-muerte implica un sujeto queaún realiza actividades vitales pero seriamente amenazadode muerte. Teresa me decía de su marido, con quien iba aemprender un viaje al extranjero en busca de una consultamédica especializada: «Mi hija llora todo el día porque m

marido ya es terminal. El acaba de ir a la agencia de viajes a

rentes y dolorosas de percibir en tanto son la manifestaciónde la enfermedad y dicen de una vida en peligro. En estepre duelo se inicia la elaboración de la muerte ajena. El propio paciente, en la mirada del otro y en la propia frente alespejo, aprehende que su cuerpo ha cambiado en dirección ala destrucción, a su descomposición, que ha perdido cualidades vitales. Entonces el paciente también inicia movimientos internos de duelo de s í mismo en ese juego alternante de

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jbuscar los Pasajes de mañana» Ese sujeto está tan vivo como cualquiera, es su c lid d de vida lo que ha virado en neg t i ~ oal pender sobre él la espada de Damocles de un saber«casi seguro» de una muerte vecina.

Para ese sujeto, la vida no es fácil al tener que lidiarconstantemente con representaciones muy penosas, aquellas que cada uno de nosotros desecha en el fondo de la conciencia niega para sost ener en el proyecto de vida la fantasía aliviadora de longevidad en la cual subyace a nivelinconciente la inmortalidad del yo. Asomado a la pre-muerte, val e decir, en la antesala de la desaparición el sujeto, see ~ t r e t i e n eCOtno puede. Su configuración psíquica le permitira c ~ rmano de la manía, de la psicopatía, todo vale en latraves1a por ese hilo tenue que lo sostiene a la vida en un clima de incertidumbre y de temor ante un nuevo sorpresivoataque de la enfermedad.

El objeto traumático para ese sujeto es tener que saberinsistentemente que la muerte puede estar muy cerca. Esesaber le impide manejar de manera habitual los mecanismos naturales de negación y debe echar mano a «lo que puede» para sobrevivir con calidad de vida distinta del resto desu tiempo. Es ta calidad de vida exige valor frente al dolor depensar sent i r que pronto no se será más».

Los familiares se ven muchas veces llevados a realizarun trabajo de pre-duelo. La enfermedad modifica al enfermotanto en su Vertiente corporal como en su vertiente psicológica. Está débil, ha adelgazado de manera notoria, ha perdido una parte de su cuerpo, ha modificado el carácter. Ya noes el marido de antes, o el amante, o el padre cariñoso. Algode lo irreconocible se dibu ja psicosomáticamente sobre eseser. Y el familiar empieza un trabajo de duelo frente a lairrecuperabilidad del objeto amado sano, vital, con plenaspotencüilidades. Tiene frente a sí a un recuerdo vivient..o Yuun ser m p u t d ~de sí, menoscabado, con propiedades di fo·

90

j gsaber y no querer saber de su vecina muerte.

2. A las puerta.s de la muerte

Los objetos de la percepciónLa presencia de los objetos de la percepción sostiene al

muriente. Si Freud, 1926) la pérdida de los objetos de lapercepción acarrea sufrimiento psíquico, podemos inferirque la presencia estable de estos acarrea bienestar psíquico.Por el mero hecho de «estar ahí», el conjunto de los seresacompañantes emiten mensajes gestuales, metaverbales,que vehiculizan señales y elementos del orden de los sensibles Merleau-Ponty, 1945). Una cierta trasmisión de inconciente a inconciente, salvaje, intuitiva, inevitable, transitaen el encuentro cuerpo a cuerpo, mirada a mirada, o silencioso y oscuro saber con un otro presente en el lugar dondeuna muerte está por acontecer.

También está el universo de los objetos inanimados, delespacio geográfico, entorno soporte o no en el cual yace el sujeto: la casa, el hospital, el frente de guerra, la calle, u otros.Existen objetos útiles, otros inútiles, objetos preferidos, objetos indiferentes, temidos, amados, etcétera.

Conforman el marco perceptivo de cuya calidad se desprenderán matices placenteros o displacenteros.

Los objetos de las pulsionesLas nombro en plural. Habré de considerar:

l La pulsión de aprehensión Hermann, 1930) o pulsiónde apego Bowlby, 1969), fuerza ligadora que lleva a que elsujeto se apegue a los objetos de apoyo. El estado de vulnerabilidad del moribundo requiere que se le suministre unadosis extra de cuidado. Bowlby y Hermann hicieron sus observaciones con recién nacidos y primates.

2. La pulsión de vida .se observa muchas veces indómitaaun en medio de las agonías. Escribe Ferenczi (1914, págs.111-2): «Para nosotros, médicos, la agonía de la muerte nopresenta jamás un carácter sereno o pacífico, como su nombre lo indica. Aun un organismo ya casi enteramente incapaz de vida lucha contra la muerte. Quizá solamente ennuestras fantasías sometidas al instinto de muerte existauna muerte natural , dulce, imperturbable manifestacióndel instinto de muerte; en la realidad, la vida se termina

pulsión de muerte para que ejerza sus efectos de ruptura.Con eficacia va logrando la decatectización paulatina delsujeto con los objetos que lo rodean. Estos se desdibujan, losafectos se van apagando, el interés por el mundo decae, losmenesteres cotidianos pierden sentido.

La pulsión de muerte va desprendiendo paciente los hilos que todavía unen al muriente a su estar vivo hasta quela vida cesa y el cuerpo ya cadáver es trasportado rotunda-mente al país definitivo del gran silencio.

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siempre de una manera catastrófica, así como comenzótambién con la catástrofe del nacimiento. Tudo ocurre comosi, incluso en los síntomas de la agonía, pudiesen detectarsecaracterísticas regresivas que intentaran modelar la muer-te a imagen del nacimiento para trasformarla en algo menos doloroso. Unicamente en los instantes que preceden alúltimo suspiro (tal vez un poco antes) se observa la reconcili.ación total con la muerte e, incluso, a veces, ciertas expresiones de satisfacción que señalan el acceso a un perfectoestado de reposo, como sucede en el orgasmo luego de la lucha sexual». M'Uzan (1976) ha observado una intensa objetalidad en el último tramo de la vida. El paciente, en suelaboración del tránsito hacia la muerte, « obreinviste~ u ~objetos de amor, pues estos le son indispensables en suultuno esfuerzo por asimilar todo aquello que antes no hapodido hacer en su vida pulsional, como si intentara introducirse completamente en el mundo antes de desaparecen. Destaca la fuerza de la pulsión de vida como estallidofmal antes de morir: un paciente se enamora intensamentedesde ~ l e c ~ ode u ~ r t eotro pide a su analista que lleveun vestido ro10 despues de su muerte, etcétera.

3. La pu _sión de muerte debe hacer su mejor trabajo. EsU turno trofico, su momento de privilegio ya que se trata de

un momon to natural. Defusionada, camina sola buscandol volvc1r u se cuerpo a lo inorgánico de donde proviene.

Mo n t o ~ ~ s ad i s t i n ~ i rla pulsión de muerte de la pulsión<lo d c ~ t r u c c i o nLa primera es un componente pulsional na-tural inherente a la condición humana de mortales. La se~ d a en cambio, actúa en el mundo externo generalmentefusionada con la pulsión de dominio, y es causante de lasperversidades y los horrores históricos.

. En algún momento de su trayectoria, toda vida debe ren-dirse al acto de la muerte. Entonces le deja tjerra libre a la

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g4. La pulsión a envolverse (Alizade, 1992a) se materiali

za en observables clínicos que denotan su trabajo: la adopción de posiciones fetales, actit udes de retraimiento, de indefensión y de vulnerabilidad que invitan a recubrir al muriente con envolturas sensoriales protectoras, etcétera.

os objetos e identificaciónVienen en auxilio del paciente como soportes identifica

torios desde la legión de muertos y de vivos que pueblan sugenealogía.

Son importantes los modelos de muerte que ha conocido,sus tipologías, la enseñanza recibida de ellas y cómo ha fan·taseado una muerte para sí mismo. El yo hace entonces sumuerte: de miedo, de negación, de aislamiento, de dignadespedida, depresiva, dolorosa, furiosa (véase cap. 3).

IV Morir solo-morir acompañad o

Distingo varios niveles de soledad: una negativa, en el

cual el sujeto no está acompañado por ningún soporte trófico, y está vacío de objetos internos portadores de afecto yconfianza. Otra positiva en cuanto remite a la fortaleza yoica, a la capacidad de estar en sí, de contenerse, de hacerseacompañar por objetos internos protectores, de poseer por lotanto un Yo-piel (Anzieu, 1974, 1985) firme. Esta última soledad es incuestionablemente importante. Tanto para vivircomo para morir existen espacios trascendentes que únicamente se recorren desde esta soledad. H. Hesse, el poeta, es·cribe: «El último paso debes darlo solo». Esto quiere decir

que, por más acompañado que se esté a la hora de la muer·te, hay un lugar donde nadie puede seguir al por morir, don-

193

de este tramita solo las últimas perip<.. Cim1 de Hu vidu. fü to

lugar solitario no sólo debe ser comprendido sino tambiénrespetado (véase ca p . 8) .

Morir acompañado se juega desde dos vertientes: acompañado en la realidad por seres significativos o acompa ñadopor seres internos, objetos que desde adentro procuran presencia objeta , dibujan fantasías tranquilizadoras atenúanlas ansiedades de muerte .

En el morir acompañado por seres significativos quierodestacar la importante función de la fusión con un amado

murionl.t• por los extraños vericuetos de una pr e-m u ertemuy vital. . . . .

Por otra parte l a muerte nos arranca de la mdividuah-dad (discontinuidad, dice Bataille, 1957) para devolvemos ala unión con lo inorgánico (continuidad, dice Batail le, 1957).Al morir bien acompañado, el sujeto fusionado en su amores ayudado, por así decir, a la gran fusión de la muerte.la fusión en vida pasa a la fusión en muerte. El amado oficiade entregador , de eslabón mediador, y guía en la travesía

hacia lo desconocido.

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destacar la importante función de la fusión con un amado

cuando se avecinan los tiempos de la muerte . El enamoramiento y, en mayor grado, el amor generan movimientosanímicos d e simbiosis. Yun ser deja de estar solo para sentirse íntimamente acompañado por la presencia psíquic a yreal de otro ser que se pone a funcionar a su lado en estrecha comunión psico-corporal. Esto permite que tenga lugaruna expansión narcisista fusiona máxima.

De la misma forma en que se observan compañías calificadas, útiles, positivas, las hay también innecesarias o inútiles que no facilitan la calidad de la muerte sino que desme

recen el valor trascendente del tiempo de morir. Dentro dela categoría de objeto inútil podemos citar al excesivamentelagrimeante al piadoso inservible, al cobarde, al mísero, alenvidioso.

MUzan (1976) enfatizó el rol del semejante en el trabajode elaborar el tránsito hacia la muerte. Dice al respecto:«Desde lo más profundo de su ser, el moribundo espera queno nos sustraigamos a esta relación, a este compromiso recíproco que él propone de una forma casi secreta a veces sinsaberlo, y de la que dependerá / a elaboración del tronsito En efecto, él se compromete , en virtud de lo que yo imaginocomo un saber de la especie , en una última experiencia relacional. Mientras los vínculos que lo unen a los demás estána punto de deshacerse totalmente, aparece paradójicamente animado por un poderoso movimient o que en ciertos aspectos es pasional. De esta forma, sobreinviste sus objetosde amor, pues estos le son indispensables en su último esfuerzo por asimilar todo aquello que antes no ha podido hacer en su vida pulsional como si intentara introducirsecompletamente en el mundo antes de desaparecer». Desdeestas ideas, adquiere relevancia la presencia de un otro cali

ficado, auxiliar intrépido que se atreva a internarse con el

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hacia lo desconocido.

A veces, el moribundo protege al que continuará vivo. Nosólo le da consejos y mensajes de consuelo y de buenos deseos para su vida futura cuando él ya no esté vivo, sino quotambién se preocupa de que su mu erte le resulto lo m onosdolorosa posible. En este caso trabaja no sólo para sí ~ l

aceptación de su muerte sino para sus amados, fortale,c1endolos, ironizando a veces acerca de sus flaquezas, cortándole el paso a los movimientos melancólicos, haciendo gala dehumor y de un sentido de realidad impactante, el cual cobraen el filo de la navaja entre vida y muerte una dimensiónenergética extraordinaria. Por ende, el ás débil no es for-zosamente el que está muriendo

Cuando un sujeto muere tan entero que parece un héroe(como en el caso de Pedro que presento en el apartado siguiente), su muerte deja una estela de vida en ~ sque i u ~ n

viviendo. Y la muerte no será enton ces lo mortífero, lo morbido, lo mortuorio, lo macabro, lo pestilente, lo espantoso, lodesgraciado, sino que emergerá como lo desconocido, lo i ~ e -

vitable, lo verdadero, lo tristemente cierto, lo suave lo rm-pensablemente alegre. Estas muertes eróticas inscritas e?la ética trasforman a la muerte en vida, conllevan un matiz

de muerte y resurrección, de eternidad de recuerdo, de trasmisión de vida. La muerte es despojada de sus oropeles lastimosos, la piedad patógena es repudiada; el sado-maso-quismo, exorcizado.

El sujeto muere generoso

195

V. Observación de Pedro (la construcción de uncontinente paliativo)

Pedro es portador de sida durante varios años en los cua-les oculta el diagnóstico a su familia de origen. En su traba-jo de elaboración de la muerte, alternativamente se ocupade disfrutar la vida, de informarse acerca de su enfermedady de tomar recaudos para cuando ya est.é muerto (disposi-ciones testamentarias, etc.). Asimismo, no deja de conservar

u n puente de afecto privilegiado. Ella no se e p ~ de su le-cho de muerte en los tres días que dura ~ agoma. Pedro yano puede hablar, sólo mirar y apenas presionar su mano co-municándole sus profundos afectos.

Pedro deja el modelo de una buena muerte.

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la esperanza en un plan de vacunación que aparezca a tiem-po y lo salve de morir joven.

l enfermar hace un cuadro infeccioso grave del cual serecupera. Ahora informa a su familia de su enfermedad, yano es posible ocultarla. Sus familiares habrán de acompa-ñarlo hasta su muerte.

Pedro está débil y ha adelgazado mucho. Empero fanta-sea con casarse estaba separado), con emprender nuevosestudios y proyectos de vida. La elaboración del tránsito(M Uzan, 1976) está en marcha. a familia se ilusiona conque se recupere de la enfermedad y pueda vivir unos años

más al verlo vivir con tanta intensidad.Pedro emprende un corto viaje de negocios. Niega la gra-

vedad de su estado y necesita sentir que todavía puede vivirla vida con cierta intensidad . En sus conversaciones con lafamilia, apoya con entusiasmo los proyectos vitales de sushermanos, padres o sobrinos. Mientras tanto, se preparapara la muerte.

Un nuevo cuadro infeccioso agrava el estado de Pedro.a pasión por la vida cede. Pedro, en silencio, se va despi-

diendo de sus seres queridos. Manifiesta en cortas verbali-zaciones su plena conciencia de que pronto morirá y diceestar preparado para ello. Pedro rechaza toda actitud lagri-meante y melancolizante por parte de sus familiares. Tam-poco quiere recibir ya a sus ºntimos amigos. a regresiónhacia lo inorgánico se instala lentamente en tanto el cuerpose va dirigiendo a su aniquilación.

En la construcción de la muerte de Pedro participan losdistintos sistemas de apoyo: las enfermeras, el médico decabecera, el personal doméstico de la casa paterna, el entor-no ambiental (los objetos materiales familiares) y por su-puesto, los miembros de la familia. Se instituye un conti-

nente paljativo alta.mente eficaz. Con la madre construye

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