charles tritten - heidi y pedro

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H E I D I C H A R L E S

Y

P E D R O T R I T T E N

Ediciones elaleph.com

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HEIDI Y PEDRO

PREFACIO Debe haber requerido un valor considerable por parte de Charles Tritten para que pudiera cumplir con la promesa virtual que significa el ltimo captulo, de "Heidi", uno de los libros ms queridos entre los nios, y alcanzar una feliz continuacin de las felices aventuras de la niita que fue creciendo all en lo alto de las montaas de Drfli. Aun para quien haba traducido todas las obras de Johanna Spyri al francs, para quien el pas y los pobladores que describe resultan tan familiares como a la ilustre autora, habr sido necesario una prolongada observacin antes de proceder a asumir la placentera tarea de escribir la continuacin de Heidi. Mas a pesar de todas las dificultades haba muchas razones para que el segundo libro de "Heidi"3

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fuese escrito. Millones de nios, lo mismo que millones de los que son "como nios" (para quienes siempre fueron dedicados los libros de Johanna Spyri), rogaron ante ella durante su vida, para que revelara cul haba sido el destino de la niita alpina, del to del Alm, de Pedro, de Clara y de todo el resto. Como la obra no fue continuada en los veintin aos que corrieron entre la publicacin de "Heidi" y el fallecimiento de su autora en la ciudad de Zurich en 1901, el pblico comenz a dirigirse a los muchos traductores de Johana Spyri (cuyos libros eran ya aceptados como clsicos en Alemania y en Suiza), para hacerlos accesibles a los nios de otros pases, alejados de las montaas, los valles y los lagos, donde la autora vivi siempre. Con el tiempo estas historias, surgidas, de los inagotables y maravillosos recuerdos de la infancia de la propia Frau Spyri, por una razn u otra fueron de dominio pblico y el personaje de Heidi, como el de David Copperfield, el de D'Artagnan, el de Ivanhoe, el de Alicia, el de Hans Brinker y el de Jim Hawkins, constituyeron la propiedad de nuevas generaciones de nios en el mundo entero. Tan poco es lo que se sabe de la vida y carrera de Johanna Spyri, que no muchos saben que Heidi co4

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menz su vida literaria poco despus de 1870, mientras Europa se vea castigada por la guerra franco-prusiana. Johanna tena entonces cuarenta y tres aos, y por espacio de dieciocho aos haba sido la esposa de Bernbard Spyri, consejero del Cantn de Zurich. No obstante, el libro no fue publicado hasta 1880. Muchos de los personajes y de las escenas inolvidables de la obra eran queridos recuerdos de su propia niez en la aldea de Hirzel, donde naci en la casa del "doctor" en julio de 1827. La casa blanca sobre la montaa verde, que fue el lugar de su nacimiento, todava se conserva a pocos kilmetros de la ciudad de Zurich. Desde las ventanas del piso superior se obtiene una vista de pinos oscuros junto al famoso lago de Zurich. "Hanneli' era la cuarta hija del doctor Johann Jacob Heusser y su esposa Meta Schweizer. Jobann Heusser era el mdico principal de la aldea y Meta gozaba de una buena reputacin local como poetisa y escritora de canciones. La escuela aldeana, a la cual concurri primero Johanna y luego, sus hermanos y hermanas, haba sido un granero en medio de un sembrado. Seguramente su primer maestro debi haber sido poco hbil, para confundir su timidez con holgazanera,5

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humillndola continuamente ante toda la clase. El resultado fue que la sac de all finalmente y la envi a otra escuela que funcionaba en casa del Pastor de la villa. Como la misma Frau Spyri, Charles Tritten trat de reflejar los episodios de la vida de Johanna en su trazado de la adolescencia de Heidi. De tal modo, los das escolares de Heidi y sus posteriores tareas como maestra en la aldea de Drfli, segn se relatan en este volumen, tienen mucho que ver con la propia adolescencia de Johanna Spyri. As su inters por la msica, su amor por los pjaros y las flores de los campos alpinos y de bosques cercanos a su hogar. Lo mismo que Johanna, la Heidi seorita alent muy poca curiosidad por lo que haba ms all de las montaas que la rodeaban. Regres de la escuela de Hawthorn con la alegra de pensar que pasara el resto de su vida entre los queridos amigos de su infancia. Sabemos que Frau Spyri vivi feliz y contenta en aquel permetro de pocos kilmetros en torno a Zurich. Cuatro aos despus de la publicacin de "Heidi" su querido esposo y compaero comprensivo falleci. Su Unico hijo haba muerto pequeo, pocos6

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aos antes. Viuda a los cincuenta y tres aos, Frau Spyri vivi serenamente en Zurich escribiendo muchos cuentos de los chicos de las montaas, aquellos chicos que hacan sus juguetes de madera con las propias manos o cuidaban de las cabras en las praderas alpinas durante el verano. Y como aquellos relatos comenzaron a adquirir fama en el mundo exterior, la autora de "Heidi" evadi cada vez ms el contacto con el pblico. Deseaba sinceramente evitarlo, porque, prefera "no exponer los aspectos ms ntimos y profundos de su alma ante los ojos humanos", deseo que en general los autores de nuestros das no estn acostumbrados a ofrecer como ejemplo. Y as, despus de una vida rica, plena y llena de frutos, Johanna Spyri muri a pocos kilmetros del lugar en que haba nacido, pocos das antes de cumplir sus setenta y cuatro aos, justamente cuando el hermoso verano de los Alpes entibiaba los pastos de su amado valle. Tal vez haya sido proftico que el ltimo captulo de "Heidi" se titulara en el original de la obra: Parting to Meet Again?": Ahora, aos despus, cuando los primeros lectores entusiastas del primer libro tienen nietos ya, el teln vuelve a descorrerse y nos7

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encontramos otra vez" con la pequea Heidi que dejamos tanto tiempo atrs en la cabaa de la montaa con sus amigos, y asistimos al espectculo de verla convertida en una seorita encantadora, cumpliendo todas las dulces promesas que nos ofreci su infancia. Los chicos de hoy da, lo mismo que sus padres, tienen una deuda de gratitud con Charles Tritten, no simplemente porque l haya sido el encargado de descorrer el teln y cumplir la promesa virtual del ltimo captulo de "Heidi", sino por la forma en que lo ha hecho, por la intensidad con que nos ha hecho sentir nuevamente el tibio sol y el aroma de las flores primaverales all en los prados montaeses, por su sencillez y por la comprensin que muestra hacia las criaturas que emprenden la tremenda aventura de crecer.

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CAPITULO I LA ESCUELA DE ROSIAZ A LAS NUEVE de la noche, una nia pequea, de aspecto muy tmido, baj del tren en la gran estacin de Lausana. Permaneci un momento mirando en torno, indecisa, una manta arrollada y una maleta a sus pies, la caja de su precioso violn aprisionada fuertemente bajo su brazo. Su nombre era Heidi y haba hecho el trayecto desde Drfli, una pequea aldea montaosa all en los altos Alpes. El abuelo y el buen doctor, que compartan el albergue de ellos en la aldea, quisieron que terminase su educacin en una escuela superior. Pero no era sino con gran sacrificio que se la enviaba a la distinguida escuela de pupilos en la cual su amiga Clara terminaba de graduarse.9

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Clara haba viajado con ella y ahora, mientras el enorme tren permaneca resoplando y sibilante en la estacin, se asomaba por la ventanilla abierta y sonrea. Clara saba todo lo referente a la escuela y Heidi hubiese deseado que su amiga continuase el viaje con ella y permaneciera al menos en su compaa en aquel primer curso que la esperaba. Tal vez la nia mayor adivin tales pensamientos porque haca lo posible por animarla, hablando en voz muy alta para que se oyera por encima de los ruidos de la resollante locomotora. -Ya vers cmo se divierte una all! -le grit alegremente.- Hay lecciones de baile y todo. Me gustara saber si es que vas a ser alumna del exquisito Monsieur Lenoir, que siempre tiene un aspecto muy elegante. "Levemente, seoritas, y con suma gracia nos deca a cada paso. Heidi, t puedes imaginarte qu maravilla era para mi el poder bailar "levemente" y con gracia. Pero a ti no hay mucho que ensearte en eso -aadi.- T siempre has bailado. -Pero no siempre he tocado el violn -respondi Heidi. -Vas a querer mucho a Monsieur Rochat -continu Clara con entusiasmo.- Se parece al doctor en10

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muchas cosas. Y en otras cosas se parece tambin al abuelo. Tiene las mismas cejas hirsutas. Heidi tuvo un estremecimiento de gusto, viendo ya la figura en su imaginacin. -Mademoiselle Raymond es muy simptica tambin -continu Clara.- Todos son simpticos en la escuela, aunque algunos puedan parecerte muy severos cuando los conozcas. No vayas a olvidarte de darle mis recuerdos a Mademoiselle Larbey! En aquel momento, Clara distingui la silueta de elevada estatura, muy inglesa, de una mujer que apuraba el paso por el andn en direccin a ellas. -Ah, Miss Smith! -llam en tanto que la profesora se acercaba-. Buenas noches, cmo est usted? Aqu tiene a mi amiga Heidi. Como es la primera vez que viene se siente un poco extraa. Ha hecho el viaje desde Drfli, all en Maienfeld... Ya se va el tren! -grit en el momento en que el vagn se estremeca como previniendo su salida.- Adis, Heidi! Escrbeme pronto. Adis! Adis! La seorita Smith movi la mano enguantada en un gesto de saludo hasta que el tren estuvo fuera de la estacin. Pero Heidi permaneci inmvil. Slo abraz su violn con ms fuerza, sintindose com11

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pletamente abandonada ahora que Clara, su ltimo lazo con el hogar, haba desaparecido. La inglesa se volvi a ella. -De manera que t eres la nueva estudiante, la amiga de Clara. Nos ha hablado mucho de ti, de tu abuela, lo mismo que de Pedro, el muchacho pastor de cabras y del doctor que lleg de Francfort para vivir en Drfli. Debe ser una aldea encantadora. -Es el hogar -respondi simplemente Heidi. -La escuela pronto ser el hogar para ti tambin -le asegur la profesora.- Todas nuestras muchachas son muy felices. No encontrars difciles las lecciones. Sabes un poco de francs? -No ensean francs en Drfli -respondi Heidi-, pero el doctor me ha enseado algo en casa. -Esplndido! Entonces te ser fcil. La seorita Smith abri la marcha para salir de la estacin, seguida por la chica y un changador que llevaba el equipaje. -Tomaremos un coche aqu para ir a la escuela. La escuela est en Rosiaz, justamente sobre Lausana, como seguramente te ha referido Clara. -"Oui, Mademoiselle" -replic Heidi con cortesa, pensando que ahora deba hablar en francs.12

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-Mi nombre es "Miss Smith" y as es como debes llamarme -le explic la profesora.- Asegrate de pronunciar bien la "th" de Smith, colocando la lengua entre los dientes. Las estudiantes tienen la enloquecedora costumbre de llamarme "Miss Miss", porque no se toman el trabajo de pronunciarlo adecuadamente. Ayud a Heidi a subir el alto escaln del coche y se sent a su lado. Mientras el coche avanz, los verdes campos trajeron a la mente de Heidi las verdes praderas del Alm y la imagen de su abuelo, solo en su cabaa junto a los pinos. No permanecera mucho tiempo en la montaa ya, pens para consolarse. Cuando las nieves cayeran, el anciano bajara, como siempre, a pasar el invierno con el doctor y los vecinos de Drfli. Porque el otrora amargado to del Alm se haba tornado un ser querido para los aldeanos por su creciente preocupacin y los cuidados que prodig a Heidi, la huerfanita. Muy pequea an, Heidi haba sido prcticamente arrojada en el umbral de la cabaa por su ta Dete, cuando a sta se le ofreci una esplndida ocasin para emplearse y la hija de su hermana Adelheid le resultaba una carga molesta. Heidi haba sido bautizada como Adelheid en ho13

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nor a su madre, pero a nadie se le haba ocurrido nunca llamarla por aquel nombre, excepto a la severa Frulein Rottenmeier, en la oportunidad en que Heidi vivi con Clara en Francfort. La jovencita esperaba ahora que ninguna de sus profesoras de Rosiaz se pareciera a Frulcin Rottenmeier. Por cierto que la seorita Smith era distinta, decidida como se mostraba, a ser agradable y conversadora. Heidi permaneci sentada en un rincn del coche slo escuchando a medias la charla ininterrumpida de la profesora, que saltaba de un tema a otro con sorprendente velocidad. Sus antepasados... Parece que uno de ellos habla venido de Miln ... Mademoiselle, la directora, que era bondadosa pero enrgica... Clara... Mops... Aquello era una maraa de palabras bondadosas que dejaron asombrada a Heidi. -Mops es muy afectuoso. Mademoiselle le va a gustar mucho. Todava no ha araado a nadie -termin inesperadamente en el instante en que Heidi pensaba que Mops" resultaba un nombre muy extrao para un profesor. -Oh! Mops, es un gato -dijo en tanto se le iluminaba el rostro.- Me gusta mucho que haya un gato14

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en la escuela. Nosotras tuvimos unos gatitos en casa de Clara. Por fin llegaron a "Hawthorn", como se llamaba la escuela, y Heidi, todava aturdida por la larga jornada, la charla de la seorita Smith y la extraeza de todas las cosas que la rodeaban, se encontr a si misma en un enorme saln de recepcin donde era saludada por una dama cincuentona de porte muy digno. La mujer le habl en tono bondadoso a pesar de su severa apariencia. -Bienvenida a Hawthorn, Heidi. Nos sentimos muy contentas de tenerte con nosotras. Espero que hayas tenido un viaje agradable y que nos brindes tantas y tan legitimas satisfacciones como tu amiga Clara. Tienes hambre? Louise, la cocinera, ha preparado un poco de carne fra y fruta para ti. Qu es lo que tienes ah debajo del brazo? Ah! Un violn... Tu abuelo me escribi dicindome que has aprendido a tocar el violn. Parece que te gusta mucho. Aqu sers puesta en muy buenas manos para que perfecciones tus conocimientos musicales. Se volvi hacia la profesora de ingls. -Miss Smith, quiere usted hacer el favor de mostrar a Heidi su habitacin y ocuparse de que15

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disponga de todo lo necesario? Buenas noches, Heidi, que duermas bien. La campana para levantarse suena a las siete de la maana. -Hasta maana -respondi Heidi en tono tmido. -Debes decir: "Buenas noches, Mademoiselle -la corrigi inmediatamente la directora. Heidi mir uno de los rostros extraos que tena delante de s y luego al otro. Deba llamar "Miss a la profesora de ingls y "Mademoiselle" a la directora. Y en su casa le haban enseado siempre que deba llamar Frulein a la maestra! Cmo podra llegar a manejarse en forma correcta alguna vez? Confundida y cansada, sigui a "Miss" Smith por un largo corredor. La habitacin que iba a compartir con una joven inglesa, Eileen, se encontraba en el primer piso. Las otras habitaciones estaban cerradas y silenciosas. Todos parecan estar durmiendo. -Camina con cuidado para no despertar a las nias. Es mejor que arregles tus cosas maana. Bien... vamos al comedor? -Gracias, pero ... es que no tengo hambre -respondi Heidi.

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-Debes comer la carne fra y la fruta como te ha indicado la directora -insisti con firmeza Miss Smith. Cuando Heidi hubo comido lo que pudo volvieron al piso alto. Llegaron a la habitacin. Heidi ech una mirada a la luz dbil que all haba y vio dos camas de madera, dos armarios, una mesa y dos sillas... todo pintado de un blanco reluciente. La habitacin daba la sensacin de comodidad, pero en el momento en que la seorita Smith cerr la puerta, una ola de aoranzas hogareas invadi el espritu de Heidi. A pesar de todo su valor, las lgrimas llenaron sus ojos. Fue a la ventana y con toda suavidad, abri las persianas. -Oh! -exclam entonces impulsivamente.- El lago! Las montaas! Todo estaba en calma, tan sereno que casi pareca aquello su propio pas. Una luna llena andaba por el firmamento y trazaba un sendero dorado sobre el agua. Heidi se sec las lgrimas para ver mejor. Ya amaba el lago y se senta contenta de que estuviese all. La puerta de la habitacin se abri sin el menor ruido y seis curiosas cabezas se asomaron por ello.17

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-Entren. Yo soy Heidi -dijo la nia en un murmullo.- Quines son ustedes? Las seis se deslizaron dentro en puntas de pie y una muchacha morena se adelant para presentar a las otras. -sta es Eva Muller, de Hamburgo -dijo presentando a la rubia seorita alemana.- Es la ms alta de todas nosotras y por eso le tenemos mucho respeto. Dijo la ltima frase con una risita graciosa, mientras sealaba a las dos chicas que seguan por orden. -Edith y Molly, dos amigas ntimas que llegaron de Inglaterra; detrs de ellas est Jeanne-Marie, una chica hngara... Le hemos achicado el nombre por la escasa estatura que tiene y ahora se llama Jamy. Y aqu est Mademoiselle Annes de Fauconnet. Uno de sus antepasados, Gaeton, se bati en el combate de Issus con San Luis en el ao 6000 antes de Cristo. -Oh, Lise! Mi antepasado no se llamaba Gaeton. Jams se bati con San Luis y lo del ao 6000 antes de Cristo es un disparate. Cmo puedes decir cosas semejantes? -protest Anne rindose. La joven no estaba enojada en absoluto, porque haca tiempo haba descubierto que su compaera18

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encontraba gran placer en hacer aquellas bromas inocentes. -Y ahora yo misma -continu Lise.- Yo soy Lise Brunet, suiza, vagamente relacionada con Mademoiselle la directora, quien no me quiere ni pizca por esa circunstancia. Cuando llegue Eileen estaremos todas. Ahora cuntame de ti. En pocas palabras, Heidi les cont su vida con el abuelo all en las alturas de los Alpes y la temporada que pas con Clara en Francfort. -En Drfli, la maestra estaba entusiasmada con mi msica, pero cuando ella se fue, el nuevo maestro no quiso molestarse en seguir ensendome a tocar el violn. Era muy severo y muy duro. Todo lo que se propona era ensear a los chicos lo indispensable y mantenerlos en orden. El abuelo vio que yo no era feliz en semejante escuela, de manera que l y mi padrino, el doctor, decidieron enviarme a Lausana para que pudiera estudiar con un buen profesor. Al principio no quera irme de all y dejarlos, pero ellos pensaron que as era mejor. Son muy buenos conmigo. -Nosotros vamos a ser buenas contigo tambin -le asegur Lise.- Y ahora, de regreso a la cama. Te veremos maana.19

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Una despus de otra fueron saliendo de la habitacin. Jamy, la ltima sonri tan cariosamente a Heidi que la recin llegada se olvid de que estaba nostlgica y una tibia felicidad vino en su ayuda. Se desvisti rpidamente y arrodillndose junto a la cama, comenz a decir sus oraciones. -Querido Dios, te doy las gracias! Te doy las gracias por haberme guiado hasta aqu! -fue todo lo que pudo decir al principio. Y despus aadi con dulzura:- Te ruego que me ayudes a trabajar tan bien, que cuando regrese a Drfli pueda hacer que el abuelo se sienta orgulloso de m. Y te ruego tambin que lo cuides y que cuides tambin al doctor... y al buen Pastor y a su esposa y a todos los aldeanos de Drfli. Haz que el maestro sea bueno y los chicos felices. Bendice a la querida abuela que est en el Cielo y cuida especialmente a Brgida y a Pedro, "el general de las cabras". No permitas a Turk que lo tope y no dejes que l se acerque demasiado al borde del precipicio. Cuida mucho de Pequeo Cisne, de Osito, de Jilguero y de Pompn de Nieve. As, una por una, fue nombrando a todas las cabras hasta que se sinti muy cansada y se ech en la cama para dormir.20

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CAPITULO 2 LA LECCION DE VIOLIN EL SOL, brillando a travs de la celosa de las ventanas, despert a Heidi antes de que se oyera la campana. Un da atareado sigui, lleno de acontecimientos agradables y desagradables. Heidi conoci a la profesora de francs, Mademoiselle Raymond, que era muy alta, muy delgada y muy miope. Usaba un cuello alto y el pelo peinado en rodete sobre la coronilla; por la espalda le bajaba una larga hilera de botones que parecan pequeos escarabajos. Se detuvo para observar a Heidi y murmur: -Soy muy estricta, especialmente en lo que se refiere al dictado. Tu amiga Clara aprendi mucho y muy bien.21

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Heidi comenz a temer el no poder alcanzar el nivel de Clara como estudiante, ya que su amiga gozaba de una gran reputacin y ms se convenci al respecto cuando convers con Frulein Feld. -Buenos das, Heidi! Espero que seamos una familia feliz y que t seas tan alegre y encantadora como tu amiga. Clara tena un temperamento delicioso. Dijo aquello para impresionar a Heidi sobre la importancia de la buena conducta pero, ntimamente, Frulein Feld sinti una gran simpata por la sencilla campesina de catorce aos, que se presentaba en la escuela con sus dos largas trenzas y su vestidito de algodn. Cmo la recibiran sus condiscpulas? Todas ellas eran chicas de muy buena familia y ms o menos en condiciones econmicas superiores. Frulein Feld no tena el hbito de traicionar sus ms ntimos pensamientos, pero no obstante, se encogi de hombros y dijo en voz alta: -Bueno, ya veremos... La primera maana, Heidi cometi cincuenta y dos errores en el dictado sobre el cual Mademoiselle Raymond era tan estricta. No entendi una de las22

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rdenes de Frulein en la clase de gimnasia e hizo una mancha en el mantel sin mancha del almuerzo. Mademoiselle Larbey, la directora, le dedic una severa mirada. -No estamos viviendo en una aldea -coment.Tienes que aprender a comer correctamente. -Disclpeme, Mademoiselle -dijo Heidi.- Fue un accidente. -No debes contestar cuando se te corrige. Es impertinente -prosigui entonces la directora. Heidi, que no habla intentado parecer impertinente, qued silenciosa y confundida. Mademoiselle Larbey volvi a tomar la palabra: -Esta tarde hars un paseo con Miss Smith. A las cuatro y media despus que Eileen haya llegado, nos encontraremos en la sala de estudio y les leer en voz alta el reglamento de la escuela. Sean especialmente bondadosas con Eileen, nias. Su padre acaba de fallecer en Buenos Aires donde era Cnsul General y su madre se encuentra enferma. Despus del paseo, Heidi fue a su habitacin y conoci a Eileen, la nueva alumna, rodeada de un sinfn de vestidos, sombreros, chinelas, libros, guantes y maletas.23

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-Buenas tardes, Eileen. Yo soy Heidi, tu compaera de dormitorio. -Buenas tardes -respondi Eileen muy tiesa y sin molestarse en levantar la cabeza. -Quieres que te ayude con tus cosas -ofreci Heidi, recordando que la directora les haba recomendado especialmente ser agradables con aquella nia. -No, gracias. Me hara falta s disponer de esta habitacin para mi sola. No puedes pedir que te cambien? -pregunt Eileen. -Me temo que no -respondi Heidi.- Las otras chicas estn aqu desde hace mucho ms tiempo que yo y todas tienen compaera de dormitorio ya. -Qu fastidio! Y Eileen volvi la espalda con descortesa, mientras continuaba desempacando sus maletas. En la galera Heidi encontr a Jamy, Lise, Anne y Eva. -Eileen est en la escuela -les anunci. -S? Cmo es? -pregunt Lise. -Alta, delgada, con el pelo negro y los ojos verdes -respondi Heidi. -Es simptica? -pregunt Jamy.24

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-Vayan ustedes y juzguen por s mismas. Despus me dicen qu es lo que piensan de ella -respondi Heidi. Las cuatro chicas desaparecieron por las amplias puertas que daban a la galera. -Oh! Hola... Por qu tengo que estar en la misma habitacin con esa paisanita -se quej la nueva alumna. -Pero sa es Heidi! -protest Lise. -"Quin" es Heidi? -La amiga de Clara -explic Eva. -La nieta del to del Alm, all arriba en las montaas -aadi Anne. -Toca muy bien el violn -dijo Jamy. -Entonces es una artista..., aldeana y artista qu espantoso! Por qu no me habrn dado una habitacin con alguna de ustedes? -coment Eileen volvindose hacia Anne, cuyos cultos antepasados franceses la hacan aparecer como una nia distinguida. -Imposible! Por mi parte, desde que llegu hace tres das, he sido afligida con la compaa de esta chica que se llama Lise. Nos pasamos el da discutiendo -continu con una carcajada- pero yo no la cambiara por nada del mundo.25

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-Qu lstima! Y t? -persisti Eileen volvindose a Eva. -Yo? -respondi Eva tomada un poco de sorpresa.- Yo tengo una buena compaera en Jamy. Yo soy grande y ella es chiquita, de manera que nos equilibramos a la maravilla. De todos modos, Heidi es muy simptica y a todos nos gusta. -Pues a m no me satisface -respondi Eileen majestuosamente. -Es una verdadera lstima -concluy Lise. Y abandon el dormitorio con un alegre guio en los ojos. Heidi haba sido atacada y todas haban tenido la oportunidad de defenderla. En un extremo de la clase estaban las nuevas estudiantes para or la solemne lectura del reglamento. Una puerta muy grande, abierta sobre un jardn maravillosamente cuidado. Mientras estaban esperando que llegara Mademoiselle Larbey, Heidi se escurri hacia el jardn para contemplar los racimos de primaveras rodeados de csped muy corto, los frutos regordetes en los castaos que estaban florecidos y una nubecilla que flotaba en el firmamento y que pareca haber llegado desde el otro lado de las montaas. Pareca Pequeo Cisne, la diminuta cabra26

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hurfana que haba sido la favorita de Heidi la primera vez que subi al pastoreo con Pedro. -Heidi! Ah viene! -previno una compaera. Heidi tuvo el tiempo necesario para volver a su sitio, cuando Mademoiselle Larbey entr. La directora comenz a leer con voz solemne: Reglas de la Escuela de Hawthorn: 1. La urbanidad es la regla permanente. 2. A las nueve y media todas las luces estarn apagadas. 3. Queda prohibido tocar el piano cuando las ventanas estn abiertas. 4. No est permitido colgar cuadros ni fotografas en las paredes. 5. Est prohibido... 6. No est permitido... 7. Las estudiantes deben... 8. Las nias ms jvenes no deben... ...y as, as, as por espacio de dos largas pginas. Despus vena la enumeracin de las penalidades: exclusin de paseos; multas, de diez cntimos a un franco; confinamiento en el dormitorio; notificacin a los padres; expulsin. Todas las alumnas quedaron profundamente impresionadas y quedaron mirndose unas a otras27

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despus que Mademoiselle Larbey abandon el recinto. Pero Lise, mas traviesa que las dems, salv la situacin remarcando en el tono pedante de la directora... -...y sobre todo, queda prohibido tomar estas normas demasiado en serio. Las chicas se estaban riendo cuando Mademoiselle Raymond entr en la clase y se vio precisada a imponer silencio con un dedo en alto. -Vayan a trabajar ahora -indic en tono de reproche.- T, Lise, al piano. Heidi, Monsieur Rochat est aqu y te va a dar la primera leccin de violn. Eileen, t puedes ir a arreglar tu habitacin. Anne y Eva tendrn su leccin de ingls y el resto se quedar a estudiar conmigo. Monsieur Rochat tom paternal inters en Heidi y le hizo una cantidad de preguntas en cuanto a su vida en Drfli. La nia respondi con franqueza y sencillez, segn era su costumbre. Despus l, a su vez, le cont muchas cosas de las montaas que conoca y amaba. Pasaba sus vacaciones en los Alpes todos los aos, sirviendo de gula a las estudiantes de la escuela, cuando stas queran subir a las cumbres.28

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-Cunto tiempo llevas tocando el violn? -pregunt por fin a Heidi. -Dos aos. -Y quin te dio la idea de ponerte a tocar el violn? -continu Monsieur Rochat, sintiendo que su inters por la criatura iba en aumento. -Primero el murmullo del viento en los pinares all arriba en las montaas... y despus... Clara me regal un violn. -Muy bien! Ahora veamos lo que eres capaz de hacer. Heidi quera complacer a su nuevo profesor en tal forma, que sus dedos se entorpecieron y toc muy mal. -Mi querida nia -observ el profesor- tienes que hacer un largo camino antes de que te conviertas en una buena ejecutante. -El violn no suena as cuando lo toco all en el Alm -declar Heidi contemplando el instrumento con aire perplejo. -El violn est bien -dijo el profesor.- Se trata de la ejecutante, que es quien extraa las cosas que la rodean. -Cuando miro hacia el lago -coment Heidi- no me siento extraa.29

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-Entonces toca junt a la ventana. -S que lo har! -exclam Heidi corriendo a abrir las persianas.- Ahora tocar para el abuelo, para el buen doctor, para Brgida y para Pedro que estn en las montaas. Hasta tocar para la abuelita ciega que est en los maravillosos jardines del Cielo. -Dnde? -En el lugar donde los ciegos ven -explic Heidi devotamente.- La abuela sola contarme de ese sitio cuando le lea los himnos y as aprend a tocar para ella porque eso la haca feliz. Pero ahora ella escucha solamente msica celestial. -Qu dulce fe! -murmur el profesor tomando su pauelo para reprimir las lgrimas. Despus dijo con tono afectuoso: -Tienes que tocar, Heidi y llegars a tocar bien. Pero siempre, tus mejores ejecuciones sern para aquellos que ms necesitan de tu msica.

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CAPITULO 3 MIEINTRAS HEIDI ESTABA AUSENTE ERA LA PRIMAVERA en Drfli. Azafranes de tono prpura y blanco florecan por las laderas, los senderos estaban bordeados de tuslagos y la msica de arroyuelos atareados se escuchaba por todas partes. Esa maana, cuando el to del Alm mir hacia los picos de las montaas ms altas, la ltima mancha de nieve haba desaparecido del camino. -Doctor, las cabras y yo iremos a las montaas maana -anunci alegremente. -No estar pensando seriamente en subir tan pronto, to. Tal vez no me encuentre yo en situacin de darle consejos, pero la verdad es que usted ya no31

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es tan joven. Por qu no quedarse aqu y confiar sus cabras a Pedro? -pregunt su amigo. -Ah, doctor! -suspir el hombre ms viejo.- Usted no comprende que "debo" ir, y tanto mas cuando que quiz sea la ltima vez que vaya. Necesito estar all arriba para pensar y meditar. All me siento ms cerca de Dios. -Pero espere un poco ms -urgi el doctor- las tardes todava son fras y las noches son indudablemente heladas. -He soportado mucho ms que eso, mi querido amigo -replic el to.- De todos modos le agradezco su inters, pero las montaas me llaman Y maana ir hacia ellas. Dndose cuenta de que era completamente intil insistir, el doctor no volvi sobre el tema, pero permaneci observando ansiosamente al anciano mientras ste haca preparativos para la partida. Despus de un momento de vacilacin, el buen doctor fue en busca de Pedro. Lo encontr aplicado al intento de cubrir un agujero que se habla hecho en el techo de la casa de su madre, donde el viento haba estado haciendo de las suyas. Pedro no era muy hbil en aquel tipo de trabajo, pero se haba32

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dicho a si mismo que aquel techo en otro invierno ms sera la ruina de la cabaa. -El to sola arreglarlo -se quejo. -Pedro, el to es viejo -indic el doctor.- Los vientos helados all arriba en el Alm no pueden hacerle mucho bien. Sin embargo, est decidido a irse a la montaa maana con las cabras. Qu podemos hacer para detenerlo? -Nada! -Por qu nada? Es que quieres que el viejo se congele? -No -replic el muchacho.- Lo que yo s es que es imposible cambiarlo. Y usted se va a quedar solo? -Me quedar solo realmente -contest el doctora menos que t y tu madre abandonen esta cabaa y quieran venir a mi casa para cuidarla. Pedro mir con aire de duda el techo que estaba tratando de arreglar. Ya podra l poner tablas y tablas y ms tablas, para despus cubrir todo con papel embreado y luego mezcla, pero todo era intil porque los cimientos de la casa estaban deshechos y ya no eran un sostn para las vigas principales. S, se dijo, es trabajo perdido el querer arreglar esto. Brgida, sera feliz cocinando para el doctor. l mismo33

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se sentirla feliz de sentarse a la mesa del doctor, donde tantas veces lo haba hecho en compaa de Heidi. -Iremos -dijo bajando del techo. -Esplndido! Pero antes debes ayudar al to con su equipaje. Es muy pesado para que l lo lleve solo ... Pero... -aadi- no se lo digas. Pedro comprendi. El to del Alm se pona melanclico cuando constataba que sus fuerzas disminuan. Esa tarde, Pedro anduvo dando vueltas por la casa de Drfli, observando y esperando -Puedo ir con usted a ordear las cabras, to? -pregunt tan pronto como apareci el anciano. -Buen da "general de las cabras". Por cierto que si, ven conmigo -declar el to del Alm de buen humor. -Parece como si las cabras se hubieran baado -observ el muchacho cuando los animalitos fueron sacados del establo. -Tienen que estar limpias para saludar al sol, Pedro -replic el anciano.- El sol se ha tomado el trabajo de preparar una nueva montaa para nosotros, con nuevo csped verde y fresco y brillantes flores, as como ha lavado la cabaa con nieve. Las cabras34

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y yo no podemos ir all maana para que el sol tenga que avergonzarse de nuestra presencia. -Me gustara ir maana con usted. Puedo ir pregunt Pedro. -Y la escuela? -Nunca se va a acordar usted de que yo va he terminado la escuela? De todos modos, maana es domingo -agreg Pedro rpidamente. -Muy bien -replic entonces el anciano -si eso te hace feliz, puedes venir. A la maana siguiente, la pequea cabaa del Alm abri sus puertas y ventanas de par en par como si quisiera beber el sol tempranero. Los das transcurrieron. La tibieza del sol de primavera despert primero a las pequeas gencianas azules, las que tienen la estrella blanca en el centro; despus, una por una, todas las otras flores encantadoras fueron separando sus ptalos. Todas florecieron con sus brillantes colores mientras Pedro contemplaba el milagro, como siempre lo haba admirado en todas las primaveras hasta donde le alcanzaba la memoria. No obstante, nunca haba parado mientes en la verdadera belleza de aquella maravilla, hasta que Heidi se la seal.35

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La hierba en las praderas se tornaba brillosa y fresca, tendindose como un verdadero festn para las traviesas cabras. Pedro se levantaba con el sol todas las maanas y por la tarde cuando bajaba de la ladera encontraba al to esperndolo, sentado en el banco ubicado junto a la puerta de la cabaa. -No has visto al halcn, general? -pregunt ansiosamente una tarde el anciano. -S, to -respondi Pedro, lo veo muy a menudo. -No ha conseguido robarte ningn cabrito? -No, to. Usted sabe que soy fuerte -contest Pedro.- Si el halcn se acerca demasiado al rebao, lo golpeo con mi cayado y le tiro piedras. Es lo bastante prudente como para mantenerse lejos. -Eres ms valiente que Gerard, el pastor de Ragatz. He visto a menudo a los halcones robando cabritos de sus rebaos. Pero, con quin hablas t all arriba en el apacentadero? -Se est burlando de m, to -replic Pedro. -Pero no -contest el anciano.- Yo tambin estoy solo durante el da. A m tambin me gusta una buena charla por la tarde. Si Heidi estuviese aqu ira a la montaa contigo y entonces no estaras solo36

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con las cabras y el halcn. Cmo le gustaba ir all arriba! Pequeo Cisne y Osito, las cabras que eran propiedad del to del Alm, sintieron la tristeza que haba en su voz y fregaron los hocicos contra sus piernas como si quisieran decirle: -Nosotras estamos aqu, nosotras estamos aqu. Ahora no ests solo. El to las acarici y despus las obsequi con sal. -A Heidi le gustara darles de comer sal a las cabras otra vez -dijo suspirando. Pedro pas una mano por su pelo rizado, tratando de pensar en algo que pudiera decir a fin de distraer al abuelo conduciendo sus pensamientos hacia un tema ms alegre. Pero toda su conversacin acerca de las flores brillantes que se abran en las praderas, acerca de la hierba verde y acerca de las cabras saltarinas, no traan sino la misma respuesta: -A Heidi le gustara volver a verlas. El martes fue un da particularmente feliz para el to del Alm. Ese da Pedro suba a paso firme la montaa, apretando en su diestra la carta que todos los domingos Heidi escriba para el -abuelo. En la37

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escuela no poda escribir cada vez que se le ocurra, sino, precisamente, los das domingos. Muy a menudo, antes de que saliera el sol, el abuelo haca la mitad del camino para encontrarse con el rebao. No ley la carta enseguida, sino que esper a encontrarse cmodamente instalado en el banco junto a la puerta de la cabaa. Desde all tena a su disposicin el espectculo de todo el valle. Pensaba que de aquel modo poda ir al encuentro de Heidi con slo seguir con la mirada la prolongacin del camino que, torcindose por entre las montaas, avanzaba hacia Lausana. "Querido abuelo -deca la carta -estoy trabajando con toda dedicacin para poder regresar pronto al hogar. Monsieur Rochat est complacido conmigo y lo mismo Mademoiselle Raymond, aunque simula que no s pronunciar mis r correctamente. Te ruego que des un beso a Pequeo Cisne y a Osito en mi nombre. Bsalas con fuerza sobre el hocico y no olvides de darle sal a Jilguero cuando Pedro pase con el rebao. Siempre tiene ese aspecto esbelto en demasa, que hace pensar como que necesita ponerse ms fuerte.38

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"Muchas veces me inquieto por ti, solo all arriba en la cabaa. Y deseo fervientemente estar all contigo. Esta noche, cuando ests sentado afuera, en el banco, escucha el viento que corre por entre la copa de los rboles y acurdate de m. En ese momento estar en la habitacin de la torrecita tocando el violn para Monsieur Rochat. Pero me imaginar que estoy en la cabaa contigo y ser como si tocara para ti." La carta continuaba tres hojas ms, con una enorme lista de las cosas que se supona que el to deba atender en la cabaa. Tambin quera Heidi que recogiera algunas flores montaesas, que las sacara y que se las enviara para decorar su habitacin del mismo modo que habla decorado su dormitorio en el altillo. Deca que la escuela le gustaba. Pero el abuelo ley entre lneas un gran sentimiento de nostalgia, as como una fuerza extraordinaria de espritu. El abuelo ley muchas veces aquella carta durante la semana. Medit cada frase, encantado cuando su pequea se mostraba alegre y feliz y deprimido cuando le pareca que estaba triste.39

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Pedro no estaba contento. El rostro del abuelo comenzaba a tener un aspecto grisceo. Los ojos perdan aquel brillo misterioso. Un martes, el abuelo no sali por el camino al encuentro del rebao y Pedro se sinti alarmado. Corri hacia la cabaa, pensando que seguramente algo le habra ocurrido, pero el anciano estaba simplemente sentado en el banco, esperando su arribo. -Me traes una: carta, general? -S, to -replic Pedro -pero usted tiene aspecto de cansancio. Le sucede algo? -No me sucede nada y no estoy cansado -replic el anciano.- Es que ya soy muy viejo. -Pero usted ha sido viejo mucho tiempo. -Antes no senta que era viejo -respondi el to del Alm.- Ahora lo siento. Lleg julio. La escuela de Drfli fue cerrada por un tiempo y ahora el abuelo observaba todos los das las bandadas de jvenes que trepaban por la falda de la montaa, para ayudar a sus padres en la cosecha del heno. Ya el abuelo haba cortado por s mismo las hierbas que crecan detrs de la cabaa, las haba puesto a secar y, por fin, haba llevado el heno a cuestas en grandes manojos hasta su pequeo granero. Habla estado escribiendo cartas muy40

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breves a Heidi, pero llenas de cario y a menudo inclua en ellas flores secas de los Alpes. Un da le dijo a Pedro: -Lleva las cabras un poco ms arriba hoy. Llvalas a la derecha de la gran roca, donde el pasto es ms tierno y ms sabroso. Asegrate de que Pequeo Cisne y Osito se alimenten bien con ese pasto. Su leche va a ser especialmente buena y con ella har un pequeo queso para Heidi. No te parece que es una buena idea, general? Pedro, como todos los pastores desde la antigedad, comparta el gusto por el buen queso y, por lo tanto, aprob de todo corazn.

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CAPITULO 4 UN REGALO DEL ABUELO SE ESTABA acercando el final de aquel curso en la escuela y algunas de las nias estudiantes salan de vacaciones. Lise se iba al campo a pasar un mes con sus padres. Anne se iba a su casa en Bretaa. Eva iba a reunirse con unas amigas que pensaban pasar las vacaciones en las montaas. Pero Eileen, Heidi, Jamy y las dos chicas inglesas se quedaban en la escuela. Ahora que Eva se haba ido, a Heidi le hubiese gustado pasar a compartir su dormitorio con Jamy, que se transform en su mejor amiga durante aquellos meses, pero no quera solicitar permiso para el cambio por miedo a molestar a Eileen.42

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Un da, cerca del comienzo de las vacaciones, recibi un pequeo paquete de Drfli, hermosamente envuelto y atado con hilo. Las chicas se sintieron muy curiosas y trataron de enterarse del contenido. -Es chocolate! -No, se trata de un paquete redondo. -Tal vez sea un ramo de flores. Deben estar bastante estropeadas. -Estn equivocadas. Estoy segura de que es una torta. -Aprate, Heidi! -rogaron a un tiempo.- brelo y veamos quin tiene razn. Heidi cort el hilo y abri el paquete. Ante el asombro de todas sus compaeras, all se vio un queso de cabra, redondo y blanco. -Queso de crema! -exclamaron arrugando la nariz. -Huele mal -aadi una de las chicas inglesas.Pobre Heidi! Tu abuelo debe haber pensado que ests murindote de hambre! -Es un buen chiste -coincidieron todas comenzando a rerse. Slo Heidi no se ro. Por un momento dese poder arrojar al infortunado queso por la ventana porque todas su burlaban de ella. Pero inmediatamente43

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se sinti avergonzada de si misma. Su imaginacin le present el cuadro de la pequea cabaa en el Alm y a su abuelo trabajando en la gran olla de cobre. Record con que alegra trepaba ella a la silla que l le haba hecho, cuando la llamaban a comer. Y generalmente, en aquel entonces no haba otra cosa que pan duro, queso y leche de cabra para alimentarse. Con qu apetito haban comido quesos como aqul tanto ella como Pedro cuando suban a apacentar las cabras en la montaa! Las dos cabras del abuelo, Pequeo Cisne y Osito haban proporcionado la leche para hacerlo y el abuelo mismo la habla revuelto con su gran cuchara de madera hasta convertirla en una masa con la consistencia de la nieve. Heidi confes su gusto por aquel tipo de queso tan familiar. -Buen provecho te haga! -se burlaron las compaeras. Riendo y bromeando, dejaron la habitacin sujetndose las narices. -Puf! Qu olor! -Pronto! Necesito aire! -Abre la ventana y deja que entre el viento!44

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-Yo no quiero permanecer en esa habitacin. Probablemente va a querer guardar ese queso de recuerdo y yo no puedo soportar semejante aroma -declar Eileen. Todas dejaron de rer. Edith, tan corts, tan elegante, tan refinada que todas la copiaban, mir a Eileen con sorpresa. -Pero, Eileen, espero que no hables en serio. Nosotras estbamos bromeando. -Oh, t puedes hablar! Heidi no est en tu habitacin -replic Eileen. -Si no estuviera con Molly, a quien conozco de hace tanto tiempo, me encantara compartir el dormitorio con Heidi -replic Edith calurosamente. -Bueno, pues yo no -solt Eileen.- Ya tengo bastante de ella. Le voy a pedir a Mademoiselle Larbey que me cambie de habitacin. -No sers capaz! -Por cierto que s. Ya vers! La campana de clase son y puso trmino a la conmocin. A pesar de estar en vacaciones, las alumnas estudiaban todos los das entre cinco y seis y media de la tarde. Se pusieron en marcha hacia sus clases, con el aire de quien ha participado en un acontecimiento desagradable.45

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Heidi pareca especialmente triste cuando entr en la sala de msica donde la estaba esperando Monsieur Rochat. -Qu sucede, Heidi? -pregunt el profesor con profunda inquietud.- Has recibido malas noticias de Drfli? -Gracias a Dios no -respondi Heidi.- El abuelo y el doctor estn bien y Pedro y su madre son muy felices en casa del doctor. -Entonces debe ser aqu donde algo no anda bien -persisti el profesor. Monsieur Rochat no le hizo ms preguntas, pero resolvi ntimamente aclarar aquel misterio. Senta un gran afecto por Heidi y no poda soportar la idea de verla triste. Despus de la clase se fue a la biblioteca como era su costumbre, para aguardar la hora de la cena. All encontr a un grupo de profesoras hablando excitadas y moviendo la cabeza en una y otra direccin. Ahora estaba seguro de que algo suceda. Pero qu? -Es inconcebible -estaba diciendo la directora en tono de indignacin. -Alguien podra suponer que mis estudiantes se estn muriendo de hambre porque no les doy lo46

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bastante para comer. Qu pensar la gente de mi escuela? No s qu es lo que debo hacer. La directora se apretaba las manos trgicamente. -Qu se puede hacer? -preguntaba Miss Smith en tono igualmente trgico. Algo haba sobre la mesa de la biblioteca. Todas estaban examinando aquello, pero el profesor desde su rincn, no alcanz a ver de qu se trataba. -A m me parece que la cuestin no consiste en saber qu es lo que se hace con... con esta... atrocidad -seal Mademoiselle Raymond- sino en saber qu se hace con Eileen. No quiere permanecer en el mismo dormitorio con Heidi. -Ah! Bien que puedo comprenderlo! -suspir la directora.- Una criatura tan delicada, tan sensitiva! Cul es su opinin de todo esto, Miss Smith? Qu habitacin podramos darle a Heidi? Por cierto que nadie va a querer estar con una aldeana que guarda queso de cabra en su habitacin. Monsieur Rochat haba escuchado hasta aquel momento sin comprender. Ahora entendi todo. Sus labios se torcieron un poco pero no dijo nada. -Es imposible dormir en la misma habitacin con Heidi -opin la profesora de ingls- si es que insiste en conservar ese queso. No sera saludable.47

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-Pero de todos modos -la interrumpi Frulein Feld -la nia no es responsable por ese extraordinario regalo. El profesor de msica se haba acercado un poco ms, sus labios an torcindose bajo su bigote. -Y usted, Monsieur Rochat, qu piensa de este asunto? -pregunt la directora por fin. -No tengo nada que decir, al menos por el momento -replic el profesor. -Haga venir a Jamy, a Edith y a Molly. A ver si arreglamos esto en alguna forma -dijo Mademoiselle Larbey despus de una pausa. Frulein Feld se apresur a ir en busca de las aludidas. Las tres estaban en el dormitorio de las nias inglesas, sosteniendo una acalorada discusin. -Seoritas -comenz la directora cuando Frulein Feld las hubo conducido a la biblioteca- ustedes saben lo que ha sucedido. Vuestra compaera Eileen rehusa continuar albergndose en el mismo dormitorio con Heidi. Alguna de ustedes tendra inconveniente en compartir su habitacin con Eileen? Por un momento se produjo un profundo silencio, despus Edith levant la vista del suelo Y dijo:48

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-Mademoiselle, a cualquiera de nosotras le gustara compartir la habitacin con "Heidi"! Y pronunci con fuerza el nombre de Heidi. Despus habl Jamy. -Molly y Edith son amigas. Mientras Eva est de vacaciones, yo me encuentro sola. No podra Heidi venir a mi dormitorio? -Bien, decidiremos eso mas tarde -manifest la directora un poco desconcertada.- Pueden irse ahora. Se volvi a Monsieur Rochat, quien haba estado gozando profundamente de la pequea escena. -Ya ve usted que tena mis razones para no intervenir. Todo se ha arreglado maravillosamente por si mismo. -Usted puede pensar eso -replic la directora -pero "nada" se ha arreglado. Qu le voy a decir a Eileen? Se le destrozar el corazn, pobre nia! aadi en un tieso intento de simpata. -Posiblemente, pero le har un bien al mismo tiempo -opin firmemente el profesor.- Alguno ha pensado en el corazn de Heidi? Las profesoras se miraron unas a otras, confundidas y el profesor abandon la biblioteca rindose para sus adentros.49

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Cuando se encontr con Heidi a la hora de la cena, Monsieur Rochat la llam aparte y le habl con dulzura: -He odo decir que has recibido una especialidad de Drfli, un hermoso quesito. Podremos probarlo? Estoy seguro de que tus compaeras jams lo han gustado y en cuanto a mi, te aseguro que no lo he podido hacer muy a menudo. Heidi se sonroj, mirando a las chicas que estaban ya sentadas a la mesa. Por todas partes vio sonrisas de animacin y, una vez ms, Edith habl por las otras. -Djanos que lo probemos, Heidi -rog. Todos, excepto Eileen, que no lo habra probado por nada del mundo, comieron un pedazo de "aquella especialidad de Drfli". Algunas lo encontraron delicioso y los dems hicieron lo posible para simular que les gustaba. Heidi se dio cuenta cuando se trat de una simple cortesa, por el tono de las voces, y no pudo menos que sonrer al ver la cara con que Molly, reuniendo todo su valor, trataba de terminar su parte. Despus de la cena, Mademoiselle reuni a las chicas en la sala.50

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-Eileen -dijo -hemos decidido permitirte que tengas una habitacin sola. Ninguna de las chicas de tu clase quiere compartir la habitacin contigo. No obstante, todas han expresado su deseo de compartirla con Heidi. Me parece a m que se trata de algo que comprenders mejor si lo reflexionas un poco. Ms tarde hablar contigo en mi despacho. Puedes venir a las ocho y media. En cuanto a ti, Heidi, puedes mudarte a la habitacin de Jamy y llevarte lo que ha quedado de tu quesito de cabra. -Oh, gracias, Mademoiselle! -exclam Heidi agradecida. -Heidi! -Jamy! Las dos nias se abrazaron. Heidi no pudo decir nada ms, pero sus ojos se llenaron de lgrimas de alegra y felicidad.

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CAPITULO 5 UNA CARTA A LA DIRECTORA CUANDO el doctor encontr a Pedro en la aldea, le pidi noticias del to del Alm, que estaba en la montaa. -Est muy triste -suspir Pedro. -Triste? Por qu? -pregunt el doctor sorprendido.- Qu es lo que te hace pensar que est triste? -Est triste porque est solo -respondi sencillamente Pedro. -Pero eso es justamente lo que l quera -explot el doctor.- No crees que hice todo lo posible para evitar que se fuera solo a esa cabaa? Est triste porque extraa a Heidi -aadi Pedro. -Cmo sabes eso? -pregunt el doctor. -Porque lo s -replic Pedro.52

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-Eso no es una respuesta -declar el doctor impaciente.- Ven aqu: qu es lo que anda mal? Pedro pens un momento antes de responder. -El to jams se re. Se sienta en su banco y cuando yo paso con l rebao, me dice: "A Heidi le gustara ir contigo a la montaa hoy", Algunas veces dice como para s mismo: "Es mejor que no venga tal vez... pero no estoy seguro". -Gracias, Pedro, ir yo mismo a verlo. A la maana siguiente, a eso de las diez, cuando el doctor lleg a la cabaa, el banco estaba vaco. Tal vez el to del Alm estaba en la parte de atrs de su cabaa arreglando sus herramientas. Pero tampoco estaba all. Sintindose inquieto, el doctor entr a la cocina y lo que vio le hizo permanecer inmvil por un instante. El anciano estaba sentado frente a la mesa, la cabeza apoyada sobre los brazos doblados. Pareca dormido. -Buenos das, to. No me ha odo llegar -dijo el doctor.- Espero no haber venido a molestarlo. -Oh, amigo mo! Es usted? -exclam el anciano irguindose.- Es usted muy bienvenido. No tiene noticias de nuestra pequea Heidi esta semana? Y all comenz nuevamente con su tema favorito.53

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-No le ha contado su ltima aventura? Escribe que todas las nias han ido a la ciudad y se detuvieron frente a una vidriera para contemplar un cuadro que representa las montaas. Heidi se qued tan -absorta mirndolo, que no oy a Mademoiselle Raymond que las llamaba y de pronto se encontr sola. Pero en lugar de regresar enseguida a la escuela, confiesa que se quedo un largo rato mirando el cuadro porque le record su casa. Despus anduvo por toda la ciudad. Heidi ha tomado esas ideas independientes de Pequeo Cisne y de Osito, pero yo me alegro, en medio de todo, de que sea capaz de encontrar su camino cuando se pierda, aun en la ciudad. Tengo su ltima carta justamente aqu -aadi sacndola del bolsillo y depositndola en la mesa.- Parece que le encanta la clase de costura y bordados y se propone aprovechar las lecciones como para venir a ensear a las nias de Drfli a coser. Podra utilizar la habitacin grande de su casa, doctor, para su clase... Esa habitacin grande que hay debajo del techo mismo y que no se usa para nada. Qu le parece? El solo pensamiento de Heidi hacia brillar sus ojos de felicidad. Estaba orgulloso de la inteligencia de su nieta y de su espritu de independencia. Ahora54

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miraba maliciosamente al doctor, seguro de la aprobacin. -Transformar mi laboratorio en un cuarto de costura! -exclam el doctor.- Y yo? Adnde ir con mis frascos y mis tubos de ensayo? Tal vez pretenda usted que aprenda a coser yo tambin bajo su experta direccin! Los chicos son una prueba muy severa, to. Tendr que mudarme al stano. Hablaron por horas del plan de enseanza de costura de Heidi. Hablaron tambin de su msica y acerca de las amigas que haba hecho en la escuela. Los ojos del abuelo estaban muy brillantes mientras conversaba, pero cuando el doctor se levant para regresar a Drfli, pareci deprimirse. -Me dara ms tiempo -le dijo el buen amigo -pero ya son las cuatro de la tarde y he prometido ir a ver al viejo Seppeli. El pobre se est acercando al fin. -Seppeli y yo somos de la misma edad -musit el to del Alm. Los dos tenamos veinte aos cuando nos encontramos por primera vez all en el valle... Pareci como que tena algo ms que decir, pero se contuvo, perdido en medio de sus pensamientos. Tal vez estaba pensando en su juventud perdida, en sus padres desaparecidos tanto tiempo atrs, o en55

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los aos que haba pasado como un ermitao solo en aquella cabaa, antes de la llegada de Heidi. Despus de permanecer un largo rato en silencio, dijo en voz muy baja: -S somos de la misma edad y l est llegando a su fin ... Ahora el doctor saba lo que estaba pasando por la mente del anciano. Despus que hizo la visita prometida al vicio Seppeli, el doctor se apresur a llegar a su casa y escribi la siguiente carta: Mi estimada Mademoiselle: Tuve el propsito de dejar a mi ahijada, Heidi, para que pasara las vacaciones en la escuela, a fin de aprovechar ms sus lecciones de msica. Descubro ahora que debo cambiar los planes. El abuelo de Heidi la extraa muchsimo. Es un hombre entrado en aos Y creo que no tengo derecho de privarlo por ms tiempo de su adorada nieta. Por lo tanto le ruego que disponga lo necesario a fin de que la nia pueda hacer el viaje a Drfli por el mes de agosto. Estoy muy atareado para ir a buscarla yo mismo y le quedara muy agradecido si puede enviarla con al56

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guien hasta Maienfeld, si es que no es posible hasta Drfli. S que Heidi quiere mucho a su compaera Jamy y nos encantara tener a esa nia tambin como husped durante unas semanas. Usted me conoce lo bastante como para poder recomendarme a sus padres. Agradecera muchsimo su cooperacin en cuanto pueda facilitar el pronto viaje de las dos nias. Con toda consideracin, reciba usted mi cordial saludo, Doctor Reboux. La carta lleg a la escuela el sbado, por la tarde, en el correo de las cinco. Heidi estaba esperando en la entrada con Jamy cuando lleg el cartero. -No hay nada para m? -pregunt. Desde que las otras nias estaban de vacaciones, el cartero se haba tornado ms amistoso. Tal vez senta un poco de pena por aquellas que haban tenido que quedarse en la escuela. De modo que, contra las rdenes estrictas de Mademoiselle Larbey, mostr a las nias un montn de cartas dirigidas a la escuela.57

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-Una carta de mi padrino el doctor! Y est dirigida a la directora! Es extrao. Y nada para m! -exclam Heidi reconociendo la letra tan familiar a ella. -Una tarjeta postal de mam -coment Jamy.Est en la costa con unas amigas... amigas de ellas, no mas. Despus de un instante de silencio, Jamy continu: -Es muy amable al mandarme una fotografa del hotel, sin duda el mejor que hay all. Tiene planes hechos para el otoo y no podr venir a verme. Pero no importa, ya estoy acostumbrada. Hablaba en voz muy baja y conmovida, que no concordaba con las palabras que deca. Heidi, que estaba pensando en la otra carta que haba visto, slo escuchaba a medias a su amiga, pero de pronto, sorprendida por el tono, levant la cabeza. Jamy nunca hablaba de su familia y Heidi solamente saba que su padre estaba en el servicio diplomtico. -Qu sucede, Jamy? -pregunt.- Si tu madre no viene es porque realmente tiene algo muy importante que hacer. Seguramente la vers para el da de Navidad.58

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-No -replic Jamy.- Para ese entonces ya tendr otra excusa para no venir y yo saldr para Inglaterra el ao que viene, sin pasar por mi casa y sin tener oportunidad de ver a nadie de mi familia, ni siquiera a mi padre o a mi hermanita. Heidi estaba asombrada. Era posible tener una mam y sin embargo no tenerla? Era posible carecer del cario maternal y sin embargo no ser hurfana? Heidi saba bien lo que significa que nadie quiera a una nia, por los aos que haba vivido con su ta Dete, antes de que sta la llevara a la cabaa del to del Alm, su abuelo. Significa que a nadie le importa si come o no; a nadie le importa si los ojos estn enrojecidos o si tiene mal aspecto; nadie que la oiga toser y se preocupe por ello; nadie que le hable cariosamente, que vaya a la habitacin, que abra las persianas, que se incline sobre la cama para darle un beso de las buenas noches. Comprender que a pesar de los catorce aos con que se cuenta se es una criatura que necesita cario y proteccin. Pobre Jamy! Tal vez no hubiera nadie en el mundo que se interesar por ella especialmente... Y tal vez sta fuera la razn por la cual Jamy estaba siempre tan triste. Heidi pas su brazo en torno al cuello de su amiga Y le dijo afectuosamente:59

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-Jamy, me voy a quedar en la escuela por las vacaciones yo tambin. Hace tiempo estaba rogando para que me hicieran ir a mi casa, pero ahora me doy cuenta de que el buen Dios sabe cundo es mejor no acceder a lo que le piden. Ahora estoy contenta de tener que quedarme. -Pero por qu, Heidi? -T me necesitas aqu -replic Heidi.- No tendras con quin hacer cosas si no fuera por m. Pero juntas podremos pasar una hermosa temporada. Podremos hacer viajes a la montaa con Monsieur Rochat. Primero iremos a las Rocas de Nave y pasaremos la noche en el "chalet" de Sauaodoz, como para que podamos ver desde all la salida del sol. No tienes idea de lo hermosas que se ponen las montaas cuando sale el sol! Y encontraremos toda clase de flores silvestres. Despus cruzaremos el lago en lancha y subiremos al Diente de Oche. Monsieur Rochat tal vez pueda llevarnos hasta el Hospicio de San Bernardo y en ese caso podremos ver el monumento de la Marcha de Napolen a travs de la montaa con su ejrcito. Los monjes viven all arriba todo el ao, con aquellos perros enormes que van por la nieve salvando a los viajeros perdidos. Han salvado ya muchsima gente de la que se60

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aventura a cruzar el pico durante la poca de la nieve. Adems hay montones de otras cosas para ver: los precipicios de Bex, la gruta encantada de San Mauricio. Ya vers que tendremos un hermoso verano sin que nos sintamos nostlgicos ni una sola vez! Heidi se mostraba tan entusiasta, que Jamy se sinti contagiada y su espritu se alegr. -Qu es eso de la gruta encantada? -Es un largo corredor en la montaa, que conduce a un lago Interior. Monsieur Rochat me cont sobre eso. La entrada es muy pequea, muy estrecha. Se llega a ella trepando por una ladera sobre el ro Rhone y hay una casita prendida all en las alturas para las monjas. Hay guas que te llevan. Te dan una lmpara para que la enciendas cuando entras al corredor, que es oscuro -explic Heidi. -Y las hadas? -No puedes verlas, pero puedes orlas -respondi Heidi misteriosamente.- Tienen su albergue en lo ms profundo de la montaa y nadie sabe cmo se puede llegar all. Si pones la oreja contra el muro de piedra oyes el sonido de un tambor. Dicen que es el toque de atencin para los curiosos que pretenden61

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acercarse a su retiro. Monsieur Rochat lo ha escuchado claramente. -T crees en las hadas, Heidi? pregunt Jamy que para aquel momento ya haba recobrado su espritu. -No exactamente, pero mi abuelo conoce muchas leyendas y relatos mitolgicos... y te confieso que me encanta orlos. -A m me encantan tambin las leyendas. -Tal vez en alguna ocasin puedas venir a Drfli a visitarme y entonces puedas or esas leyendas. -T no vas a vivir en Drfli toda tu vida no es cierto?- dijo Jamy mirndola sorprendida. -Por qu no?- quiso saber Heidi. -Despus de un tiempo te sentirs solitaria y pensars que ests encerrada con respecto al resto del mundo... como un monje... o como una monja. -Encerrada en esas montaas! Nunca! exclam Heidi.- No hay nada que me haga ms feliz en el mundo, que ir con Pedro a las cumbres cuando lleva sus cabras. Puede que pienses que soy rara, Jamy, pero cuando encuentras algo como eso, no quieres perderlo. Al contrario, quieres conservarlo para siempre.62

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-Pero ir de nuevo a las montaas- protest Jamy -no es... til. Qu vas a hacer con tu educacin? -La abandonar- replic Heidi con ligereza.- Ensear a todos los chicos de Drfli todo lo que aprenda aqu en Lausana: a coser, a cocinar, a tejer y tal vez aun a pintar y a tocar el violn. Oh, ya vers! No estar ociosa. Hasta es posible que mande a buscarte para que me ayudes. -Me encantara ir... aunque... por un tiempo -dijo Jamy.- Pero no creo que pap me permita estar all. Tiene sus ideas con respecto a la vida social y a la gente con quien una debe relacionarse. Supone que yo lo voy a ayudar en la embajada cuando haya aprendido a hablar francs e ingls correctamente. Y despus tendras que venir a visitarme en Budapest, en Viena o en Berln. Tal vez en Pars o en Londres. -Tal vez -respondi pensativa Heidi -. Monsieur Rochat dice que yo tendra que ir a Pars si es que quiero continuar mis estudios de violn pero no estoy segura del todo sobre si deseo ir a Pars, mientras que los que ms quiero en el mundo se encuentran en Drfli.

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CAPITULO 6 BUENAS NOTICIAS MIENTRAS Heidi y Jamy todava estaban conversando en el portn de la entrada, Mademoiselle Raymond apareci en el otro extremo del sendero y llam a Heidi con un gesto de la mano, sin levantar la voz. Jams levantaba la voz sucediera lo que sucediese. -Heidi, Heidi, dnde ests? Ah, aqu ests! Lleg hasta el portal y pregunt muy preocupada: -Tu aldea est a gran altura en la montaa? Se sube all a pie o en mula? A cuntas horas se encuentra desde Maienfeld? -Para usted, Mademoiselle, seran unas ocho horas -replic Jamy.64

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-Jamy, no seas atrevida! -reproch la profesora.Heidi, contstame! -Disclpeme, Mademoiselle -respondi suavemente Jamy.- Heidi y yo estbamos hablando de nuestros proyectos para las vacaciones y me senta tal vez excesivamente alegre. -Creo que, a pie seran unas dos o tres horas respondi a su vez Heidi. -A pie, dices? -exclam Mademoiselle Raymond.- Tiene que haber una forma ms fcil. -Si -coincidi Heidi -se puede tomar la diligencia del correo en Maienfeld. -Hay una diligencia postal? Por qu no me lo dijiste enseguida -Gracias a Dios! Mademoiselle Raymond suspir evidentemente aliviada. Entretanto Heidi esperaba llena de curiosidad su explicacin. Cuando vio que la profesora se daba vuelta para alejarse sin pronunciar una sola palabra ms, corri tras ella diciendo con toda cortesa: -Perdneme, Mademoiselle, pero puedo preguntarle el porqu de esa pregunta? -Se propone usted pasar sus vacaciones en Drfli, -pregunt riendo Jamy.65

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-No lo permita Dios! Te muestras muy traviesa hoy, Jamy. Encuentras un placer especial en hacerme bromas -se quej la vieja profesora.- Es que tendr que hacer un viaje a Drfli y yo no soy tan joven como ustedes. Jamy se sinti inmediatamente avergonzada de su propia malicia y no dijo nada ms, pero Heidi herva de impaciencia y curiosidad. -Por qu tendr usted que viajar a Drfli pregunt. Le ha sucedido algo a mi abuelo Se ha enfermado alguien? -No te preocupes, nia. Tu abuelo y tu padrino y todos tus amigos de Drfli, en cuanto a mis noticias se refiere, se encuentran bien. No he tenido intenciones de alarmarte. -Pero qu es lo que ha sucedido? -persisti Heidi. -Madeimoiselle Larbey te lo dir cuando ella crea que ha llegado el momento de decrtelo. Y con estas palabras dej a las dos nias intrigadas y ms asombradas que nunca. -Jamy, qu piensas de todo esto? -Pues nada bueno -manifest Jamy.- Tengo la impresin de que te mandan a buscar. Me parece66

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que todos nuestros planes se han estropeado y tendr que quedarme sola aqu todo el verano. -Crees realmente que es sobre eso que mi padrino le ha escrito a la directora? -Estoy segura. Probablemente sea Mademoiselle Raymond quien debe acompaarte hasta Drfli y es por eso que se encuentra tan preocupada. Espero que pases al menos t unas buenas vacaciones. Heidi permaneci en silencio. Ansiaba volver a ver a su abuelo y al doctor. Saba que Pedro la echaba de menos y esperaba da a da que ella fuese a acompaarlo, con el rebao hasta la montaa. Pero ella no deseaba dejar sola a su amiga. Pobre Jamy! Que nadie se ocupara de si pasaba una buena temporada o no! Heidi le tom la mano y juntas regresaron hacia el edificio de la escuela. Heidi descubri, al ir a hacer su hora de prctica con el violn, que la msica tena un tono dulce pero triste. Era como si las montaas y el lago la llamaran al mismo tiempo... Jamy y su propia familia reclamando su presencia. -Ests tocando muy bien -observ Monsieur Rochat. Pero Heidi senta que no estaba tocando ella misma. Era su violn. Todava se encontraba sumer67

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gida en el hechizo de su propia msica, cuando Mademoiselle Larbey lleg hasta ella y le dijo: -Nia, tengo un mensaje para ti de parte de tu padrino. Quieres venir a mi despacho, Jamy ech una mirada a su compaera como si quisiera decirle: -Por fin vas a saber qu es lo que deca en esta carta. Heidi estaba silenciosa y subyugada por sus emociones cuando segua a la directora por el largo corredor hasta el despacho. Diez minutos despus sali corriendo de all y rpidamente cerr la puerta. Despus corri. Atraves el vestbulo y trep las escaleras como una gil cabrita montaesa. Irrumpi en su dormitorio y grit: -Jamy! Jamy! Me voy a Drfli por el mes de agosto y tu vienes conmigo! El doctor se lo pidi a Mademoiselle Larbey, y ella telegrafi a tu padre, y tu padre ha otorgado el permiso. No es maravilloso? Dnde est mi maleta? Qu necesito llevar? No mucho, de todos modos, porque tengo trajes mucho ms apropiados en casa. Jamy se apoy contra la pared, aturdida. Por un momento no pudo moverse ni hablar. Heidi la sacudi por los hombros y repiti:68

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-T vienes conmigo, no entiendes? Salimos maana por la maana. Mademoiselle Raymond nos llevar hasta Drfli, donde nos espera el doctor. Probablemente pasemos la noche en su casa y pasado maana a la maana iremos a la cabaa del abuelo en la montaa con Pedro y las cabras. Por qu no dices alguna cosa? -pregunt Heidi por fin.No ests contenta? -Me siento demasiado feliz para hablar, mi querdsima Heidi -fue la respuesta. Poco tiempo despus Jamy recobr la voz y ya nadie pudo impedir que hablara sin cesar. Durante toda la tarde las dos nias trataron de hablar por encima de la conversacin de la otra mientras preparaban sus maletas. Si Jamy hubiese escuchado a Heidi, no habra empacado ms que una poca ropa interior y un solo vestido de lino. Pareca como que la gente de Drfli no usara ni zapatos, ni sombreros, ni tapados de ninguna naturaleza. Afortunadamente, Mademoiselle Raymond supervis las valijas. A las diez y media de la noche el equipaje fue llevado al vestbulo y se produjo un relativo silencio en el dormitorio, aunque de tanto69

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en tanto ciertos murmullos iban de una cama a la otra. -Te acordaste de mi bastn de alpinista? -Dnde pusiste mis chinelas? -Habr tarjetas postales en Drfli para que pueda mandarles a pap y a mam? A medianoche todo estaba en calma y silencio, salvo la suave respiracin de las dos nias. Pero todos en la escuela no estaban durmiendo. En su pequea habitacin en el piso ms alto del edificio, Mademoiselle Raymond yaca despierta e inquieta. La directora le haba pedido que llevara a las dos alumnas hasta Drfli; sera imposible regresar en el mismo da, de manera que probablemente tendra que pasar la noche all. Para la pobre mujer, aquello era una verdadera calamidad, una desgracia, casi una catstrofe. Ya no era joven y por lo tanto la aterrorizaba la idea de tener que hacerse responsable de dos nias enloquecidas. Recordaba muy bien un viaje al Simpln del ao anterior, cuando se empap hasta los huesos y tembl permanentemente de fro. Con un profundo suspiro haba empacado sus pesados zapatones con clavos en las suelas, un camisn muy grueso, una capa amplia y un sombrero de fieltro, tambin planeaba llevar un enorme70

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paraguas. Cuidadosamente habla envuelto un chal de lana, un sacn de franela y un abrigado gorro de dormir... No porque usara siempre gorro de dormir! Es que no deseaba correr riesgos con los peligrosos aires de la montaa.

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CAPITULO 7 NUEVAMENTE EN EL HOGAR ERA UNA placentera tarde de verano cuando, a hora todava temprana, las dos chicas salieron de la estacin de Maienfeld y tomaron el estrecho camino que suba suavemente al principio para, despus, hacerse ms y ms empinado a medida que se acercaba a Drfli. Despus de todas sus tribulaciones, Mademoiselle Raymond no iba subiendo aquella ladera. Luego de asegurarse de que las dos nias alcanzaran la pequea aldea antes de oscurecer y que no corran el menor riesgo en el camino, se qued en la estacin esperando agradecida el prximo tren para Lausana. En el primer recodo del sendero, Heidi y Jamy se detuvieron para contemplar el esplndido panora72

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ma. Desde all podan divisar toda la ciudad de Maienfeld, con sus extraas casas bajas, sus elevados campanarios y sus calles afanosas. Una bandada de gansos se diriga a su retiro; carros tirados por bueyes avanzaban perezosamente. De vez en cuando vean algn carruaje esplndido, tirado por caballos y a la distancia de pronto, el silbido de la locomotora de un tren que parta y poco despus el penacho de humo blanco que denunciaba su avance por el valle. En las afueras de la ciudad, ricos campos de pastoreo llenos de vacas y cabras; despus, rocas y bosques de pinos, con ms rocas y bosques de pinos en ascensin. -La vista no es tan alegre desde aqu -observ Jamy mientras suban. -Espera! Cuando llegaron a una determinada altura, el aire comenz a hacerse ms picante, trayendo el perfume de hierbas y flores. Los prados eran una fiesta de colores. Despus, al volver un codo del camino, se encontraron de pronto frente al Falknis, iluminado por los ltimos rayos del sol. Se elevaba por sobre los dems picos, majestuoso e imponente, como se73

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reflejara la gloriosa brillantez del cielo en su cumbre cubierta de nieves eternas. Heidi se detuvo en medio del sendero y lgrimas de emocin llenaron sus ojos a la vista de sus amadas montaas. -Qu hermoso es! -exclam Jamy.- Hasta la nieve all arriba parece estar incendiada. Ahora s que entiendo tu profundo amor por los Alpes, Heidi! Permanecieron contemplando el firmamento hasta que el esplendor se desvaneci. Entonces se dieron cuenta de cmo haba transcurrido el tiempo echaron a andar ms y ms rpido, con el propsito de llegar a la aldea antes de que oscureciera por completo. De pronto Jamy se detuvo sin aliento y se llev las manos a la garganta. -Oh, Heidi! -exclam.- He perdido algo! -Tu cruz de oro! -grit Heidi viendo que faltaba la cinta que la sostena del cuello de su amiga. Jamy usaba generalmente una sencilla cruz de oro pendiente de una estrecha cinta de terciopelo ya bastante gastada. Aparentemente la cinta se haba terminado por cortar y la cruz desaparecido. -Es una prdida que me duele ms que cualquiera otra en el mundo! -gimi Jamy.- Era de mi74

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abuela y ella me la regal pidindome que la usara siempre. Mi abuela fue muy buena conmigo, lo mismo que t dices que tu abuelo lo es contigo, pero ella no est en este mundo ahora y la cruz era todo lo que tena como recuerdo. Oh! Qu puedo hacer? Mi hermosa cruz! E inmediatamente Jamy qued envuelta en lgrimas. Se sent en una roca que estaba en el borde del camino y llor como si el corazn se le destrozara. Heidi trat de consolarla como pudo y a pesar de que buscaron por todos los alrededores, no pudieron encontrar la joya. Retornaron hasta Maienfeld buscndola y regresaron, todava buscando. Pero no haba trazas de la cruz ni de la cinta que la haba sostenido. -Es intil -manifest Jamy por ltimo.- Ha desaparecido y jams la encontrar. No dir ni pensar ms en ella, para no estropearme las vacaciones. La simpata de Heidi, en esta oportunidad, fue una simpata silenciosa mientras suban y suban por el sendero. Las dos se sentan muy cansadas Y muy deprimidas cuando, desde una buena distancia ms arriba, lleg el sonido de un cantar tirols muy alegre. Las chicas levantaron su linterna y miraron, pero no pudieron ver a nadie, slo el camino75

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zigzagueante detrs de grandes matorrales y las rocas sobresalientes. Despus, una cantidad de formas en movimiento aparecieron entre las matas confusas, mientras la cancin creca y creca en poder. -Mira, Heidi! Oh, mira! Aqu y ms all! Oh! Qu es eso? -exclam Jamy deleitada olvidando su joya perdida y sealando muy excitada. Antes de que Heidi pudiera volverse, cuatro cabras dieron la vuelta para tomar el camino hacia abajo. Detrs de ellas venan otras y otras ms. Cada una tena una campanita colgada del cuello y el tintineo se multiplicaba por todas partes. En aquel momento, el pastor apareci a la vista, bailando en medio de un grupo de traviesas cabras y cantando no en su lengua nativa sino en francs y con todo el poder de sus pulmones: "Arriba en la montaa hay una casita nueva porque Jean, tan valiente y tan constante, la ha hecho con sus manos. Arriba en la montaa hay una casita nueva.. Despus de aquello hubo un estribillo tirols. El cantor brincaba y bailaba con los pies desnudos, tan vivamente y con tanta agilidad como las caprichosas76

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cabras y en un instante se acerc al lugar donde se encontraban las dos nias. -Buenas noches -salud alegremente. Pero enseguida hizo una pausa y se qued mirando. Heidi lo reconoci primero y de un salto cay en sus brazos. -Pedro! -Heidi! -exclam el pastor.- Jams se me ocurri que podra encontrarte aqu. Mi madre y el doctor las estn buscando desde hace horas. -Se nos hizo tarde -comenz Heidi, pero distingui el gesto de silencio que Jamy hizo llevando un dedo a los labios, como si quisiera decir: No se lo digas. Es intil estropearlo todo por una joya que se ha perdido. -Se nos hizo tarde. Y t, Pedro? -pregunt Heidi enseguida.- Por qu tienes que hacer ahora todo el trayecto hasta Maienfeld? -He agregado algunas cabras a mi rebao -replic el muchacho.- Pertenecen al maestro de la escuela y las traigo y las llevo a su establo en Maienfeld. Esta pequea es demasiado chiquita para el viaje completo -aadi tomando en sus brazos a una cabrita blanca y rascndole la cabeza.- Pobre Meckerli77

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-continu dirigindose a la cabrita -el da es muy largo para ti? La montaa demasiado empinada -Cmo le has llamado a la cabrita? -pregunt Jamy acercndose a Pedro. -Meckerli -replic el mozo.- Quiere decir la pequea que bala". Todas las cabras tienen nombre y cada nombre tiene un significado. -Heidi me cont de Pequeo Cisne y de Osito, las cabras de su abuelo. Estn sas en tu rebao? -Ahora no -contest Pedro -pero maana a la maana, si vas a la montaa con Heidi, las vers. -Me encantar ir! -exclam Jamy.- Puedo ir yo? Y querrs cantar toda la letra de esa preciosa cancin de la casita? -Si es que Heidi lleva su violn.. . -T sabes que lo llevar, Pedro -interrumpi la aludida.- Yo te ense esa cancin, no es as? ... Cuando t y yo estudibamos francs con el doctor. Y por otra parte siempre he tocado el violn cuando me lo has pedido. -Eso era antes de que te fueras a la escuela -fue la breve rplica. -Bueno! T crees que yo deseaba irme? Eso fue porque el maestro de la escuela de aqu era tan cruel. Pedro -aadi ansiosamente -no ha cambiado?78

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El muchacho sacudi negativamente la cabeza. -No creo en realidad que pueda cambiar nunca -dijo Heidi.- Te dir, Jamy -continu volvindose a su amiga -tendr que estudiar duramente y aprender lo suficiente para venir a ensear a la escuela. Cuando llegaron a Drfli, Pedro -que haba decidido que las cabras pernoctaran en la aldea se fue con el rebao para acomodarlo convenientemente. Pero Heidi y Jamy corrieron hacia la casa y llegaron a ella sin respiracin. El doctor las estaba esperando en la puerta. Abraz tiernamente a Heidi y salud a Jamy con una sonrisa afectuosa. Inmediatamente Heidi quiso saber del abuelo y qued encantada de saber que se encontraba bien y que el doctor haba planeado aquel viaje para sorprenderlo a la maana siguiente. Brgida haba preparado una deliciosa sopa de queso y carne y todos se sentaron muy contentos a la mesa. Pedro lleg con un jarro de leche de cabra y lo dej sobre la mesa. -Vamos, Pedro -le dijo la madre -debes tener hambre. El muchacho se sent con ellos y se sirvi una buena cantidad de queso. Habl poco durante la comida, pero Heidi tena tanto que decir acerca de la79

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vida en la escuela y todos los acontecimientos del viaje con Mademoiselle Raymond, que nadie not su silencio y la velada pas rpidamente. Muy temprano a la maana siguiente Jamy fue despertada por una cancin de ecos que cruzaba la plaza de la aldea. -Debe ser el pastor de las cabras! -exclam saltando de la cama y corriendo a la ventana donde ya se encontraba Heidi mirando hacia afuera. Vieron a Pedro, sus mejillas frescas y rosadas, avanzando por el sendero con la pequea tropa delante de l. Hizo estallar su ltigo en el aire para que el rebao se detuviera y apoy el cuerno contra sus labios. Ya, por las puertas abiertas de los establos, salan las cabras corriendo para reunirse con el rebao. -Aprense! Rpido! Tienen que apurarse si es que quieren ir con el doctor y con Pedro, Vstanse pronto! -grit Brgida. -Estaremos listas enseguida -respondi Jamy ajustndose el corpio.- Quiero que el pastor cante entera la cancin de anoche. Diez minutos despus, el doctor, Jamy y Heidi se unieron a Pedro con su rebao, que ahora inclua a todas las cabras de Drfli.80

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El muchacho hizo sonar su cuerno y partieron montaa arriba. Rosadas nubes tempranas se velan aun en el firmamento y el aire de la montaa era fresco y suave. Cuanto ms alto suban, ms hermoso era el espectculo. De tiempo en tiempo, Pedro arriesgaba una mirada hacia Heidi para ver si la escuela la haba cambiado y luego sonrea al constatar que su amiga era la misma muchachita de siempre. Todo era nuevo para Jamy y en ningn momento dej de hacer preguntas sobre las nieves eternas, los nombres de las flores y especialmente acerca de las guilas de las cuales haba hablado Heidi tan frecuentemente. De pronto, siguiendo una curva del sendero, se encontraron a la vista de la cabaa del abuelo. -Oh! Es igual a lo que t me contaste! -grit Jamy deleitada. Luego en medio de su excitacin quiso abrazar a Heidi, pero Heidi haba divisado al abuelo y ech a correr. -Abuelo! Abuelo! -llamaba.- He vuelto a casa! Tu Heidi ha vuelto a casa! El anciano se volvi en el banco junto a la puerta donde se encontraba sentado, se frot los ojos con el dorso de la mano como para asegurarse de que81

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no estaba viendo visiones. Primero reconoci al doctor, despus vio a Heidi y entonces su rostro rompi en sonrisa mientras lgrimas de alegra rodaban por sus arrugadas mejillas. La nia lleg hasta donde el estaba y lo abraz muy fuerte antes de presentarle a su amiga de la escuela. -Qu le parece la sorpresa que le prepar? -pregunt el doctor estrechndole la mano.- Heidi y Jamy han venido a pasar un mes aqu. Yo s que a Heidi le gustar estar con usted al principio, pero planean para hoy una subida al apacentadero. -Ah! Me parece magnfico! -respondi el abuelo.- Ven, Pedro, ordea mis cabras y tendremos algo para comer. Heidi ya estaba sentada en el banco, su cabeza apoyada en el hombro del anciano. -Sabas t -pregunt el abuelo acariciando el pelo de la nia -sabas t que la alegra ms grande de mi vida se produce los das martes cuando Pedro sube trayndome tus cartas? Qu feliz me siento de tenerte de nuevo conmigo! Dime: todava tienes aquel proyecto de volver a Drfli a ensear cuando hayas terminado la escuela? Es verdad que quieres quedarte conmigo?82

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-Por cierto, abuelo -respondi sonriendo Heidi.-Quiero vivir en Drfli por el resto de mis das! Jamy le dedic una sonrisa de extraeza, como si quisiera decirle: -Cambiars de idea... Pero Heidi era demasiado feliz para notarlo. Slo Pedro capt la idea y aun ley en la expresin de Jamy mucho ms de lo que sta quiso expresar. El doctor se qued con el abuelo para hacerle compaa mientras Heidi y Jamy suban con Pedro. Poco tiempo despus llegaron al sitio donde Pedro sola detenerse para que sus cabras descansaran y pastorearan. Era una pequea plataforma verde que sobresala de la ladera de la montaa y que ofreca una vista completa de todo el valle. All pasaba Pedro largas horas, contemplando la naturaleza y silbando o cantando mientras los animalitos mordisqueaban las sabrosas hierbas. Cuidadosamente deposit su almuerzo en una cuevecita que l mismo haba cavado como para que los golpes de viento no lo arrastraran e invit a las chicas a hacer lo mismo. Despus se tendi sobre el pasto para gozar del aire y del sol. El cielo era profundamente azul. En torno a los jvenes se levantaban los picos de las montaas,83

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brillando de nieve y hielo, mientras muy lejos, all abajo, el profundo valle an permaneca envuelto en las penumbras de la aurora. Heidi y Jamy, sentadas juntas en la elevada plataforma, sentan los golpes del viento, fuertes y fros sobre el rostro. Por encima de sus cabezas los pjaros trazaban crculos en el aire. Meckerli, la nueva favorita de Pedro, se acerc a frotar su cabeza contra el cuerpo de las nias, emitiendo a la vez pequeos balidos amistosos; despus se puso a danzar delante de Pedro y se frot contra el hombro del pastor. Una por una, las cabras se fueron acercando para trabar amistad. Cada una tena su manera propia de saludar. Jamy se senta encantada. Osito, la ms oscura de las dos cabras del abuelo, examinaba a cada persona por separado con un aire ansioso, luego qued muy quieta y los mir hasta que le dijeron. -S, s, Osito, est bien. Puedes irte a comer tu hierba. Pedro dijo el nombre de todas las cabras y Jamy se asombr de que pudiera retenerlos a todos en la cabeza. Aquellos nombres difciles en alemn le pa84

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recan a ella ms arduos de recordar que las lecciones de historia en la escuela. Mientras sus nombres eran pronunciados, las cabras saltaban en derredor llenas de su espritu travieso. Pequeo Cisne y Jilguero, que eran delgadas y esbeltas de fsico, tenan la costumbre de cargar sobre Pedro hasta derribarlo si el muchacho no se mantena tendido en el suelo. Centella, la madre de Meckerli, era muy orgullosa. Se ubic a dos pasos de las dos extraas y levant la cabeza para mirarlas con el aire de quien desdea las familiaridades, alejndose luego con movimientos llenos de dignidad. Turk, que era el macho cabro ms viejo del rebao y por esto se encontraba revestido de gran importancia, embisti a todas las otras cabras para que le abrieran paso y despus se qued balando como para demostrar que l era el jefe sobre todos sus congneres y que era capaz de mantener el orden. Pero Meckerli no quera que la embistieran. Cuando el enorme Turk se acercaba a ella, corra en busca de la proteccin de Pedro; all se senta perfectamente a salvo, aunque si llegaba a encontrarse frente al viejo Turk a solas, se echaba a temblar de los pies a la cabeza.85

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Y as transcurri la asoleada maana. Pedro tom su almuerzo y permaneci apoyado en su cayado, muy silencioso, comiendo y pensando, mientras las dos nias desenvolvan el almuerzo que el abuelo les haba preparado. Despus del almuerzo Pedro decidi que le gustara probar un nuevo camino hacia las plataformas superiores, porque para esa tarde haba planeado llevar el rebao a una altura mayor en la montaa. Finalmente se resolvi por el camino que naca a la izquierda porque de ese lado exista un prado pequeo con hierbas que gustaban particularmente a las cabras. El sendero era sumamente empinado especialmente al llegar arriba. All haba algunos lugares muy peligrosos a lo largo del borde de las rocas, pero Pedro conoca muy bien el camino y alentaba a las cabras recordndoles el rico manjar que las esperaba arriba, siguindolas desde muy cerca y evitando que se extraviaran. Seal pues el camino hacia lo alto y las nias lo siguieron, en tanto las cabras salvaban los obstculos con facilidad, una tras otra. La pequea Meckerli se mantena junto a Pedro y de tanto en tanto el pastor la tomaba por el pescuezo y la levantaba colocndola en un escaln demasiado alto para que86

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ella lo saltara. Por fin llegaron al prado a salvo y las cabras comenzaron a morder las hierbas favoritas con fruicin. Jamy contuvo la respiracin cuando lleg a lo que pareca la cumbre de todo el mundo. No poda imaginar un panorama ms hermoso. El aire estaba saturado del aroma de las flores alpinas que crecan por todas partes: flores de vainilla, gencianas cargadas de flecos, pequeas campanillas azules, primaveras y dorados cistos. -Se marchitarn antes de que lleguen a casa -dijo Heidi a Jamy -pero si quieres, el abuelo las disecar para que te las lleves. La observ mientras la nia recoga ms flores y ms flores hasta que tuvo lleno el delantal, recordando con qu placer ella misma haba recogido sus primeras flores en aquella misma montaa, aunque las flores se marchitaran y sus esplndidos colores se desvanecieran. -Cuidado, cuidado all -dijo Pedro a las cabras.Mejor es que se queden quietas y no se embistan unas a otras, porque en un minuto de descuido cualquiera de ustedes estar en el fondo del precipicio con las patas rotas. Jilguero, adnde quieres ir? -grit mirando hacia arriba entre las rocas.87

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El pequeo animalito llamado Jilguero se habla trepado en una roca sobresaliente. All trepada muy cerca del abismo, permaneci quieta mirando a Pedro como si quisiera decirle: -Mira qu atrevida soy! Mira hasta qu punto me puedo arrimar al borde de las rocas! Otro paso ms y ya no estara apoyada en la roca! Pedro trep tras ella con toda la rapidez que pudo; en pocos segundos pudo alcanzar la sobresaliente, asi a la imprudente cabra por una pata y tir hacia atrs. Heidi se encontraba muy cerca de l, recordando cmo era Jilguero de indisciplinada y todo el trabajo y las dificultades que proporcionaba siempre a su pastor. Entre los dos consiguieron hacerla bajar para reunirse con el resto del rebao, pero Pedro la retuvo de la pata hasta que estuvo seguro de que sus intenciones consistan en pastorear y no en hacer otra de sus escapadas. -Dnde est Meckerli? -grit Jamy. Centella, la madre de la cabrita, estaba parada, sola, mirando hacia abajo por el borde de las rocas. Jamy observ su actitud al ver que Meckerli no se encontraba con Pedro, porque en esos casos la cabrita se pegaba a la madre.88

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-Qu has hecho con tu beb, Centella? -pregunt Heidi mientras corra hacia ella alarmada. Centella se comportaba de manera harto extraa. No estaba pastando, sino que permaneca perfectamente inmvil y sus orejas echadas hacia adelante como escuchando. Pedro mir hacia abajo. Oy en ese momento un triste y angustioso balido desde abajo ... una vocecita dbil que peda auxilio. -No llores, Meckerli, pequea, ya voy a buscarte -grit como si pudiera hablar con la cabrita. Tendindose sobre el estmago a todo lo largo de su cuerpo, espi por el borde del precipicio. All abajo algo se mova. Despus vio a su favorita columpiada en una rama que creca por entre las grietas de la roca. Lloraba desesperadamente. La rama habla detenido su cada. Aun ahora, si la rama llegaba a ceder, la cabrita caera quebrndose todos los huesecitos. Temblando de ansiedad, Pedro llam: -Espera, Meckerli! Ya voy a buscarte! Pero cmo podran alcanzar aquel sitio? Pedro se dio cuenta enseguida que era intil intentar la bajada desde el sitio donde se encontraba. El borde de la roca estaba cortado a pico y no ofreca posibili89

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dad alguna de apoyo. Pero Heidi seal la roca que estaba ms abajo. "La Roca del Da de Lluvia", la llamaba, porque ella y Pedro se haban cobijado all muchas veces contra las tormentas. Pedro poda tal vez alcanzar a Meckerli si suba desde all. La sugerencia era buena y Pedro ya estaba bajando por el camino. -Jamy, cuida t de las cabras. Vamos a rescatar a Meckerli -grit Heidi corriendo tras l. Heidi se haba dado cuenta del cario que su amigo haba depositado en la cabrita y as, mientras bajaban, musit una oracin: -Oh, Seor, te ruego que ayudes a Pedro a recobrar su querida Meckerli! Sin temor alguno, el muchacho trep luego por las rocas sin mirar una sola vez hacia abajo, hasta que lleg a la rama. All plant slidamente sus pies desnudos contra la "Roca del Da de Lluvia" y estirndose, se las arregl para asir al animal temeroso y estremecido, alcanzndoselo luego a Heidi, que estaba detrs de l. Una vez que se encontraron nuevamente en el prado, Pedro se mostr muy contento y Heidi musit otra oracin, esta vez de agradecimiento, mien90

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tras los dos estaban sentados sobre el csped, acariciando y calmando a la asustada cabrita. Ya era la hora del regreso, de manera que treparon a la plataforma superior, y encontraron a Jamy muy nerviosa en sus cuidados sobre el rebao. Se senta muy satisfecha, en medio de todo, de que ninguna cabra se le hubiera despeado. Al sonido del cuerno de Pedro, todas las cabras echaron a andar. Pedro llevaba a Mecker