borges y la muerte y la brújula

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    AUTOR Y LECTOR IMPLICITOS

    EN 

    LA MUERTE Y LA BRUJULA DE JORGE LUIS BORGES

    Si una de las notas fundamentales de la lite-ratura moderna es la indeterminación, pocossistemas o técnicas más apropiados para crearlaen una obra que la inclusión de distintos nivelesde creación o de lectura en su interior, lo quepuede suponer, utilizado con la maestría precisa,

    una acumulación de posiciones que conduce alescrito a una buscada imprecisión.

    Pero esa característica no sólo deriva de lamateria y la técnica novelescas, sino también, ysobre todo, de la tonalidad del relato, en concre-to de los posibles usos irónicos.

    Pocas obras de arte tan adecuadas para re-presentar esas dos notas del arte postmodernocomo “La muerte y la brújula”, uno de los relatosde Artificios de Jorge Luis Borges.1 

    El relato en cuestión es una de las obras de

    Borges de temática policíaca que, ni que decirtiene, remite automáticamente al proceso deinvestigación o búsqueda, lo que supone desco-nocimiento e incertidumbre iniciales. En él sepueden observar distintos niveles de creación (oautoría) ficcional y también de lectura o recep-ción. Incluso se podría decir que es ese procesode escritura-lectura lo que constituye el relato ensí, ya que en realidad surge por lecturas erróneaso innecesarias que se van superponiendo. Co-menzaré precisando y analizando el proceso.

    El relato comienza con la presentación del

    personaje protagonista que, desde nuestro pe-culiar modo de penetración, se configura tam-bién como el lector implícito fundamental:Lönnrot. Ya en esas primeras líneas se califica aese personaje de perspicaz, aunque se juzgue su

    1 BORGES, J. L. Ficciones. Alianza-Emecé, Madrid, 1987.

    perspicacia de temeraria2. También en ese pri-mer párrafo se le llama “puro razonador” y se lecompara con Augusto Dupin. Desde el mismoarranque del relato tenemos pues definidas lascualidades más relevantes de nuestro lector deficción.

    El segundo párrafo del relato desarrolla ya ladescripción del primer crimen de una serie queva a ocupar a nuestro brillante detective, a la vezrazonador y perspicaz. Se trata del asesinato deun docto judío, asesinato del que se ofrecentodos los datos pertinentes: lugar, día, circuns-tancias... incluso el comisario encargado del casoadelanta una explicación convincente: la posibi-lidad de una equivocación:

    -No hay que buscarle tres pies al gato -decía Trevi-ranus, blandiendo un imperioso cigarro-. Todos sa-bemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien, para robarlos, habrá penetrado aquí por error. Yarmolinsky se ha levan-tado; el ladrón ha tenido que matarlo. ¿Qué le pare-ce? 3 

    Lönnrot, sin embargo, ha reparado en los li-bros que se encuentran en la habitación y de losque es autor la víctima, Marcelo Yarmolinsky,que se enumeran a continuación4  y lee la frase

    2 Pág. 147. En concreto el texto dice “temeraria perspicacia “

    anteponiendo el adjetivo, con lo cual el lector pocoavisado reparará en la sustancia y muy poco en la cua-lidad.

    3 Pág. 149.

    4 ...una Vindicación de la cábala,  un Examen de la filosofía deRobert Fludd; una traducción literal de Sepher Yezirah; una “Biografía del Baal Shem  “ ; una Historia de la sectade los Hasidim:  una monografía (en alemán) sobre el Tetragrámaton; otra, sobre la nomenclatura divina delPentateuco. Pág. 149.

    Cartaphilus 2 (2007), 54-57Revista de Investigación y Crítica Estética. ISSN: 1887-5238 

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    que aparece en la máquina de escribir “La prime-ra letra del Nombre ha sido articulada” , por lo quedecide dedicarse a la lectura de esos estudioscomo forma de acercarse a las circunstancias deesa muerte.

    Así pues el primer autor ficcional es la vícti-ma de un crimen y el primer lector de esos textoses precisamente el policía encargado de la inves-tigación del caso. No estamos, no obstante, antela utilización de la técnica en abismo o de cajaschinas porque ninguno de estos textos se inclu-ye en nuestro relato ni siquiera parcialmente, porlo que nosotros, lectores reales, no podemosentrar en ese mundo más que de la mano delinspector Lönnrot, o sea que apenas tenemos unligero conocimiento de su temática y del tipo delectura que está realizando de esos datos el ins-pector, que considera el asesinato relacionadocon ciertas supersticiones judías.

    A esta altura del relato el narrador nos ad-vierte, en primer lugar, de la publicación de unartículo, en un diario judío, en el que se dice queel inspector intenta aclarar el sentido del asesi-nato a partir de las doctrinas de los libros encon-trados y, en segundo, de la publicación, en unaedición de bolsillo, de la Historia de la secta de losHasidim, uno de los libros de Yarmolinsky, con lo

    que el número de los lectores de esa obra puedeampliarse, aunque nuestro relato sigue sin ofre-cer ningún fragmento de ese libro que pareceacaparar en tan alto grado el interés de los per-sonajes de ficción. Por otra parte, el número deautores de ficción también ha aumentado alentrar en esa nómina el periodista autor del artí-culo y también probablemente los lectores po-tenciales de éste, aunque todavía no se precisenada al respecto en el relato.

    Como “La muerte y la brújula” sólo consta de26 páginas en una edición de bolsillo (como la

    que manejo), el narrador, a la vez que presenta-ba al personaje principal en el primer párrafo, sehabía apresurado a adelantar en gran medida latrama argumental del relato, advirtiendo que elinspector investigó una serie de crímenes y que,si bien no pudo evitar el último, por lo menos sílo había previsto. También la brevedad del relatoobliga a que, ya en la quinta página se dé cuentadel segundo de los crímenes de la serie, crimen

    que guarda enorme relación con el primero enmuchos aspectos, pero que, sobre todo, estáunido a él por la inscripción “La segunda letra delNombre ha sido articulada”  , lo que hace suponeruna continuidad, respecto del anterior, aunquela víctima en esta ocasión no es un judío, sino unconocido representante del mundo del hampa.

    El primer crimen, el del llamado Yarmolinskytuvo lugar el tres de diciembre en el Hôtel duNord. El segundo “la noche del tres de enero, en elmás desamparado y vacío de los huecos suburbiosoccidentales de la capital” 5. 

    Si ya la presencia del número tres, númerocabalístico por excelencia, unida a las inscripcio-nes, era suficientemente indicadora, los aconte-

    cimientos que siguen lo van a confirmar, cuandoel tres de febrero, una llamada telefónica dicequerer ofrecer información sobre esta cadena deasesinatos, llamada localizada por la policía queremite a un secuestro y a una nueva inscripción:“La última de las letras del Nombre ha sido articu-lada” .

    El comisario Treviranus sospecha que lo queen principio se muestra como un secuestro pue-da ser sólo un simulacro, pero el “lector” Lönnrotha encontrado subrayada una frase en un librode la víctima:

    “Erik Lönnrot sonrió y le leyó con toda gravedadun pasaje (que estaba subrayado) de la diserta-ción trigésima tercera del Philologus: Dies Juda-corum incipit a solis occasu usque ad solis occa-sum diei sequentis. Esto quiere decir -agregó-, Eldía hebreo empieza al anochecer y dura hasta elsiguiente anochecer.6 

    Los tres sucesos habían ocurrido el día tresde meses sucesivos (diciembre, enero y febrero)y en lugares que configuraban un triángulo equi-

    látero en el plano de la ciudad, tal y como sedeclara en una nota, acompañada del corres-pondiente plano, enviada oportunamente alcomisario, y que da el proceso por concluído.

    5 Pág. 151.

    6 Pág. 154.

    ANA GONZÁLEZ ESCUDERO 

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    Pero Lönnrot, ya no como simple lector, sinootra vez como estudioso (tal y como se precisaen el texto) de todo este proceso, pone estasdeclaraciones en relación con el fragmento sub-rayado encontrado en la habitación de la taber-na, en que se decía que el día hebreo empieza alanochecer, por lo cual los asesinatos, si forman-ban parte de una maquinación hebraica, habíantenido lugar los días cuatro de diciembre, eneroy febrero, lo que, unido a la idea del Tetragráma-ton (JHVH), a la que han ido aludiendo las sucesi-vas inscripciones, supone necesariamente quehabrá un cuarto asesinato y que éste tendrá lu-gar al sur de la ciudad a fin de conformar en elplano de la misma un cuadrado armónico conese número cuatro de las fechas sucesivas. Con

    eso tiempo y espacio coincidirían en un diseñoacorde en esta serie de hechos de sangre.

    Es así como Lönnrot anticipa al comisario Treviranus que va a resolver el asunto y se en-camina al sur de la ciudad, zona en la que reinauna especie de “capo” mafioso barcelonés apo-dado Red Scharlach, enemigo acérrimo de nues-tro detective. Lönnrot se dirige a la quinta Triste-le-Roy, que Borges describe como un espaciolaberíntico, no tanto por la construcción en sí,sino por el efecto que causa en el detective surecorrido7 y allí cae en la emboscada que Schar-

    lach el Dandy le había tendido con sumo cuida-do.

    Es en este momento, ya en el cierre del rela-to, cuando se nos presenta el segundo gran lec-tor de “La muerte y la brújula”, que no es otroque Red Scharlach, quien había jurado vengarsede Lönnrot por haber apresado a su hermano yhaberlo herido a él mismo gravemente. Schar-lach, al saber por el periódico judío que el detec-tive buscaba pistas del primer crimen en los li-bros encontrados en la habitación, lee a su vez laHistoria de la secta de los Hasidim  y es así comoidea el plan de ofrecer a Lönnrot un simulacro de

    7  “Lönnrot exploró la casa. Por antecomedores y galeríassalió a patios iguales y repetidas veces al mismo patio.Subió por escaleras polvorientas a antecámaras circula-res; infinitamente se multiplicó en espejos opuestos; secansó de abrir o entreabrir ventanas que le revelaban,afuera, el mismo desolado jardín desde varias alturas yvarios ángulos...”. Pág. 158.

    diagrama jalonado de crímenes en el que el in-grediente principal fuese la doctina del Nombrerecóndito. Lönnrot, siguiendo como hilo deAriadna estos datos penetra en el centro dellaberinto donde lo espera Scharlach, que ha rea-lizado una serie de realidades a la medida de losdeseos del detective. Así pues el segundo lectorha tomado la delantera para dar lugar a un relatodel cazador-cazado de extraordinaria efectivi-dad.

    Curiosamente todo se nos había adelantadoirónicamente desde el principio. El narrador, alpresentarnos al personaje del detective, lo habíacalificado de temerario (si bien es cierto quehabía unido esa apreciación a su perspicacia,enmascarándola además al anteponerla como sise tratase de un epíteto)8. Por otra parte habíaafirmado que “se creía un puro razonador” . Esaopinión tan benévola de sí mismo y la califica-ción anterior definen bastante bien al personaje:confía en la razón como valor, aunque (segúnnos ha señalado el narrador) él no es un hombrelógico, tan sólo se lo cree, por eso, dejando a unlado las sucesivas apreciaciones de Treviranus,que se revelarán exactas, se dedica a leer-estudiar pruebas circunstanciales: una frase deun escrito ocasional de la vigilia de Yarmolinsky ysus escritos anteriores, lo que, conocido por su

    enemigo, servirá para urdir la trampa.

    Los escritos en los que se enfrasca Lönnrotnada tienen que ver con los hechos, ya que elasesinato de Yarmolinsky no ha sido más queuna equivocación. Por consiguiente Lönnrot,que presume de lógico, con su afán de lector einvestigador no ha hecho más que trazar en tor-no a la investigación un laberinto complicado ypara nada relacionado con la verdad, cosa que,conocida por su enemigo, le servirá para com-pletar el tan complicado diagrama a fin de atraeral detective hasta el centro mismo de esa com-plicación caprichosa. Más que el hilo de Ariadna,dado el aspecto ridículo que adquiere Lönnrot(atrapado en la propia red que cree levantar)parece que lo que Scharlach ha utilizado sean las

    8 El epíteto en español no añade nada a la sustancia, por locual un adjetivo en posición epitetal suele pasar bas-tante desapercibido.

    AUTOR Y LECTOR IMPLÍCITOS 

    EN 'LA MUERTE Y LA BRÚJULA' DE JORGE LUIS BORGES

     

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    migas de Pulgarcito que, en lugar de ofrecer lasalida del laberinto van a significar lo contrario.El detective, siguiendo pistas engañosas, pene-trará en un laberinto que supone su muerte.

    Nada más sarcástico que esta burla de losmodos aparentemente lógicos y razonadorespersonificados por Lönnrot, ya que su utilizaciónlleva nada menos que a la muerte.

    La parodia de los métodos deductivos poli-cíacos resulta así absoluta. Con la utilización deun método riguroso y llegando a descubrimien-tos aparentemente sorprendentes no se ha con-seguido otra cosa que caer en una trampa urdidaadelantándose a esas especulaciones. Así la

    indeterminación del curso del relato, basado endos lecturas y dos sucesivos personajes lectores,hace que se llegue desde la lógica al laberinto

    (que sería su antítesis más fuerte) y a la muerte.Creo que “La muerte y la brújula”, desde esta

    perspectiva, puede proponerse como un acaba-do ejemplo de las creaciones denominadaspostmodernas, en las que las utilizaciones iróni-cas, sobre todo, crean conjuntos muy especialesy de un grato atractivo.

    ANA GONZÁLEZ ESCUDERO 

    Universidad de Murcia

    ANA GONZÁLEZ ESCUDERO