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Antonio Gramsci

La política y el Estado moderno

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Introducción

«Tenemos que impedir durante veinte años que este cerebrofuncione.» Esta frase, pronunciada por el fiscal del tribunalespecial que condenó en 1928 a Antonio Gramsci, indica a lasclaras el doble propósito que albergaban las autoridadesfascistas: encarcelar a quien en aquel entonces era máximodirigente del Partido Comunista Italiano y liquidar al máscapacitado teórico del movimiento obrero de aquella época. Queel fascismo no consiguió este último propósito lo prueban losCuadernos de la cárcel (Quaderni del carcere), 2 848 páginasmanuscritas que Gramsci escribió entre 1929 y 1935, en medio deincontables penalidades, primero en la cárcel de Turi (Bari) ydespués en la clínica de Formia.

Los Cuadernos de la cárcel no salieron a la luz hasta después de laSegunda Guerra Mundial, cuando hacía más de diez años que Gramscihabía muerto. Los criterios que se siguieron en esta primera edición sonde orden temático, y de esta manera los Cuadernos fueron desglosadosen los siguientes seis volúmenes: El materialismo histórico y la filosofíade Benedetto Croce (II materialismo storico e la filosofía di BenedettoCroce, 1948); Los intelectuales y la organización de la cultura (Gliintellettuali e lorganizzacione della cultura, 1949); El Risorgimento (IIRisorgimento, 1949); Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobreel Estado moderno (Note sul Machiavelli, sulla política e sullo Statomoderno, 1949); Literatura y vida nacional (Letteratura e vitanazionale, 1950) y Pasado y presente (Passato e presente, 1951).

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Posteriormente, se editaron en cinco volúmenes los escritos deGramsci anteriores a su encarcelamiento. A esta obra ingentecabe agregar las Cartas desde la cárcel (Lettere dal carcere, editadasen 1947 y, de forma completa, en 1965) y nuevas colecciones deartículos. En 1975 apareció una edición critica de los Cuadernos dela cárcel a cargo de Valentino Gerratana.

La política y el Estado moderno presenta una selección de escritospertenecientes a El materialismo histórico y la filosofía de BenedettoCroce y a Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estadomoderno. El interés de Gramsci por estas dos figuras, Maquiaveloy Croce, aunque surgido de motivaciones diferentes, responde auna misma intención: someter a crítica la tradición culturalitaliana e insertar dicha crítica en la lucha política concreta contrael fascismo dominante.

Como es sabido, Mussolini, en tanto que duce o «conductor» delfascismo, se había presentado desde 1925 como un dictadorprogresista, encarnación viva y actualizada de aquel prínciperenacentista que Maquiavelo modeló como el único sujeto capazde llevar a cabo la unificación italiana. Gramsci, movido por unaintencionalidad política, combate esta identificación por dosmotivos. El primero porque, como se explica más abajo, elmoderno «Príncipe» no puede ya encarnarse en la figura de unestadista. El segundo, porque la tradición unificadora quearranca de Maquiavelo estaba lejos de haberse culminado ydesde luego no era una tarea histórica que pudiera acometer elrégimen fascista.

Desde el punto de vista gramsciano, el Risorgimento fue unproceso histórico en el que se logró la unificación política deItalia, pero esta unificación tenía que completarse todavía en un

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sentido nacional-popular, puesto que estaba basada en unaescisión entre el Norte industrial y el Sur agrario; o, dicho enotras palabras, en una alianza entre la burguesía industrial delNorte y los terratenientes del Mezzo- giorno. La llamada«cuestión meridional», que constituye una de las preocupacionescentrales del pensamiento gramsciano, se define, de esta manera,como una expoliación de los obreros agrícolas y de loscampesinos pobres del Mezzogiorno por parte de una clase degrandes propietarios territoriales, que ejerce una funciónintermediaria en relación con los intereses del capitalismoseptentrional.

Pero para el mantenimiento de esta suerte de «colonia» interiorde los industriales del Norte que es el Mezzogiorno italiano, parala conformación de este bloque industrial- agrario que surge conel Risorgimento, ha sido, es, de primera importancia la función delos intelectuales. En su crítica, Gramsci no apunta tanto a losintelectuales de la pe- quena y media burguesía rural —esospeones de la reproducción ideológica que son los curas, losmaestros, los jueces de pueblo— cuanto a los grandesintelectuales. El paradigma de gran intelectual meridional esBenedetto Croce.

Croce, el introductor del hegelianismo en Italia, el filósofo querecorre una veta de pensamiento —Vico, Hegel, el marxismo através de Labriola— que luego será incorporada en parte por elpropio Gramsci, es calificado por éste como una de las mayoresfiguras de la reacción italiana. Al decir de Gramsci, Croce«separó a los intelectuales radicales del Sur de las masascampesinas, haciéndolos participar en la cultura nacional yeuropea». Mediante este trasvase, esos intelectuales radicalesprobablemente perdieron gran parte del bagaje provinciano que

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les caracterizaba, pero lo importante para Gramsci no es esto,sino el hecho de que al incorporarse a la cultura europea «fueronabsorbidos por la burguesía nacional y, por lo tanto, por elbloque agrario».

La importancia que Gramsci concede a los intelectuales y a loscampesinos está en relación con el análisis que hace de lasituación política en Italia y, más en general, en las sociedadesoccidentales del período de entreguerras. Por lo que hace a lasituación internacional, la experiencia fallida de las revolucioneseuropeas después de 1918 y particularmente el fracaso de losconsejos de fábrica en Turín le llevan a Gramsci, como a otrosdirigentes de la Komintern, a la elaboración de una nuevaestrategia del movimiento comunista internacional. Se trata depotenciar la alianza entre el proletariado industrial y loscampesinos (por esta época Mao Tsé-tung, aunque en otrocontexto, hablará de la necesidad de cercar la ciudad por partedel campo), porque la revolución en Occidente no puedeproducirse como en Rusia, no puede ser un simple golpe defuerza militar, no puede definirse únicamente como toma delpoder político. Las sociedades occidentales, a diferencia de lasorientales, contrapesan el poder de la sociedad política (elEstado) con una compleja «sociedad civil» (o «conjunto deorganismos vulgarmente llamados "privados" que correspondena la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en todala sociedad»).

Por consiguiente, es necesario, desde un punto de vistaestratégico, pasar de la «guerra de maniobra» a la «guerra deposiciones». En Italia esto significa que no es posible derribar elfascismo mediante un ataque frontal —sería suicida, piensaGramsci—. En el plano táctico, la guerra de posiciones debe

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traducirse en una política de amplias alianzas que tiene sucorrelato, en el plano ideológico, en la necesidad de atraer a losintelectuales, eslabón débil del bloque burgués, que en Italiaejerce una función mediadora muy particular: la de unir alcampesino del Sur con el gran propietario terrateniente.

La crítica que Gramsci hace de Croce cobra todo su sentido desdela perspectiva aludida. El proletariado no podrá conquistar elpoder si no lo logra asimilar a los intelectuales tradicionales y, almismo tiempo, no forma una capa propia de intelectuales(«intelectuales orgánicos»). En la teoría gramsciana, el conceptode intelectual, que hay que entender en un sentido muy amplio,tiene, pues, una enorme importancia y se enlaza con laconcepción del partido político. Este debe ser organizado por lapropia clase obrera, por cuanto es «parte» de la clase obrera. Elpartido político revolucionario, el partido comunista, es un«intelectual colectivo». Si al principio se ha dicho que el«Príncipe moderno» no podía encarnarse en la figura de un jefe,es porque sólo un intelectual colectivo puede llevar a cabo en laItalia del siglo xx las misiones que Maquiavelo asignó a supríncipe renacentista.

Gramsci entiende que este «Príncipe moderno» debe ejercer unadoble función, a fin de crear un nuevo bloque histórico queposibilite la unificación italiana en un sentido nacional-popular.De un lado, debe asumir una dirección política; de otro, debeimplantar progresivamente su hegemonía en el frente cultural.

El concepto de hegemonía, que es central en la teoría gramsciana,está conectado con la distinción entre sociedad política ysociedad civil a que antes se ha hecho mención, es decir, con elanálisis que Gramsci hace del Estado. La esfera propiamente

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política del Estado es coercitiva, mientras que la sociedad civilconforma la esfera ideológica del mismo. En las sociedadesoccidentales no es posible un cambio revolucionario si antes nose ha desarrollado una lucha hege- mónica en el seno de lasociedad civil; es decir, si previamente a la toma del poderpolítico, el proletariado, a través del partido, no ha desplegadosu propia concepción del mundo y ha obtenido para ella el«consenso activo» de otras clases y capas sociales.

A lo largo de este proceso, al proletariado, a fin de convertirse enclase hegemónica, le es preciso descubrirse como tal. Lahegemonía, de esta manera, comprende una primera fase deautoconsciencia, en la que el proletariado se conoce como clase«para sí», abandonando mediante una verdadera «catarsis» elplano económico-corporativo, meramente sindicalista, en el quehasta entonces había actuado, y ascendiendo al plano ético-político, el de su más alta cons- ciencia.

Este paso del nivel económico, «egoísta-pasional», al nivelideológico, ético-político, se produce para Gramsci como«elaboración superior de la estructura en superestructura en laconsciencia de los hombres». El núcleo de la teoría gramsciana, eleje en el que se articulan sus máximas aportaciones alpensamiento marxista contemporáneo es éste: no hay oposición,como reclama el marxismo vulgar, entre estructura económica ysuperestructura ideológica; las relaciones de producción soninseparables de la forma como se organiza la producción; loeconómico se hace inteligible para aquellos que participan en laproducción y se convierte en objeto de transformacionesconscientes (tal y como lo demostró la experiencia de los consejosde fábrica turineses en 1919-1920). Para decirlo brevemente: «Los

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hombres toman consciencia de los conflictos de estructura en elterreno de las ideologías».

Esta articulación dialéctica entre estructura y superestructuraconstituye para Gramsci, además, el punto de partida de lafilosofía, de la única posible, que él denomina «filosofía de lapraxis», y que considera que está todavía por elaborar. Esto noquiere decir que no exista en Marx una concepción del mundo,pero ésta no se despliega de forma sistemática, debido a queMarx consagró sus energías a los problemas económicos.

Ahora bien, la filosofía, además de ser concepción del mundo estambién acción, surge de la reflexión sobre la acción y, en tantoque conocimiento, produce un saber, que es saber de la acción.De esta manera, la filosofía es para Gramsci política, y el mejorfilósofo es el político. «Los filósofos —dice Gramsci haciéndoseeco de la última tesis marxiana sobre Feuerbach— han explicadoel mundo y se trata ahora de transformarlo.» La filosofía de lapraxis se ha de elaborar partiendo de esta equivalencia entrefilosofía y política y se ha de construir como ciencia de la historia,puesto que filosofía e historia son indisociables.

Más que desarrollar las consecuencias del historicismo absolutoque plantea la filosofía de la praxis, Gramsci le asigna a ésta unafunción previa: la de la crítica del «sentido común», esaconsciencia sedimentada en el hombre por las filosofíastradicionales y que se opone a la consciencia que en él surge de laacción. Esta labor crítica Gramsci la aplica también desde lacárcel a las contribuciones teóricas realizadas en el campo delpensamiento marxista.

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En la antología que aquí se presenta hay un magnífico ejemplodel análisis crítico gramsciano, aplicado en este caso a La teoríadel materialismo histórico de Bujarin. Este «ensayo popular desociología», que en los años veinte apareció como la síntesis máscompleta del marxismo soviético, es criticado por Gramsci,debido a que concibe la dialéctica como una «subespecie delógica formal», una suerte de «escolástica elemental». Lapolémica de Gramsci se dirige sobre todo hacia el carácterpositivista del marxismo de Bujarin, nada acorde con lo que tieneque ser una auténtica filosofía de la praxis. Sin entrar en losperfiles de esta polémica gramsciana, baste recordar que en 1938,un año después de la muerte de Gramsci, Stalin confirmó enSobre el materialismo histórico y sobre el materialismo dialéctico lastesis de Bujarin.

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CRONOLOGÍA

1891 22 de enero: Antonio Gramsci nace en Ales, Cagliari, en laisla de Cerdeña. Es el cuarto de los siete hijos de un modestoempleado del Estado.

1895 Una caída le causa una deformación de la columnavertebral.

1898 El padre de Gramsci es detenido; se le acusa de desfalco yfalsedad en documentos públicos. La familia Gramsci, hundidaen la miseria, se establece en Ghi- larza. El pequeño Antonio, enquien ya es visible la deformación de la columna vertebral, acudea la escuela elemental de esta población sarda.

1902 Durante el verano, Gramsci, a fin de ayudar a su familia,trabaja en la oficina del catastro de Ghilarza.

1903 Concluye sus estudios primarios. Las dificultadesfinancieras de su familia le impiden seguir estudiando. Trabajade modo permanente en el catastro.

1904 El padre de Gramsci es puesto en libertad.

1905 Reemprende sus estudios en el gimnasio de Santu-lussurgiu.

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1908 Tras aprobar los exámenes finales en el gimnasio, Gramsciempieza sus estudios secundarios en el Liceo de Cagliari. Vivecon su hermano Gennaro én medio de penosas dificultadeseconómicas.

1910 Inicia su colaboración con el periódico L'Unione Sarda.Finaliza sus estudios en el Liceo de Cagliari. Gramsci, que poresta época se define como «sar- dista», lee a Croce, Salvemini yMarx. Su hermano Gennaro le pone en relación con los mediossocialistas de Cagliari.

1911 Tras obtener una beca, se inscribe en la Facultad de Letrasde Turín, en la especialidad de Filología Moderna. Conoce aAngelo Tasca y a Palmiro Togliatti.

1912 Vive en precarias condiciones, debido a la escasa

cuantía de su beca. Se dedica intensamente a los estudios delingüística.

1913 Gramsci sigue atentamente la huelga de más de tres mesesque protagonizan los obreros de la industria automovilísticaturinesa. Debido a su mala salud, no concurre a los exámenes defin de curso. A finales de este año, ingresa en el Partido SocialistaItaliano (P.S.I).

1914 Militancia activa de Gramsci en el Círculo Socialista deTurín. En relación con la guerra mundial en curso, escribe suprimer artículo político, «Neutralidad activa y operante», en IIGrido del Popolo. Pierde su beca, tras haberle impedido laenfermedad presentarse a numerosos exámenes.

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1915 Gramsci abandona definitivamente sus estudiosuniversitarios. Escribe asiduamente para II Grido del Popolo einicia su colaboración en Avanti!, órgano periodístico del P.S.I.

1916 Ejerce la crítica teatral en las páginas de Avanti! Publica«Socialismo y cultura» en II Grido del Popolo.

1917 Por encargo de las Juventudes Socialistas de Turín, apareceLa Cittá Futura, redactada en su totalidad por Gramsci. Comienzaa asumir responsabilidades políticas: en agosto, tras lainsurrección de los obreros de Turín contra la guerra, Gramsci esnombrado secretario del comité provisional del P.S.I. que seencarga de la dirección del movimiento obrero turinés; asimismo,se hace cargo de la dirección de II Grido del Popolo.

En Avanti! publica su artículo «La revolución contra El Capital».

1918 II Grido del Popolo -deja de publicarse, pero antes Gramsci hallevado a cabo una intensa campaña destinada a popularizar elpensamiento de Lenin y los principales acontecimientos de laRevolución Rusa.

1919 Aparece el semanario L'Ordine Nuovo, del que Gramsci essecretario de redacción. En las páginas del mismo, propone lacreación de «consejos de fábrica», a los que pronto se adhiere laFederación Italiana de Obreros Metalúrgicos. A finales de año,hacen su aparición los primeros consejos de fábrica en Turín.

1920 Ocupaciones de fábricas en Turín, lock-out de la patronal yhuelga general de los obreros turineses.

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Gramsci, líder del movimiento consejista, publica en L'OrdineNuovo «Por una renovación del Partido Socialista». Se integra enla fracción comunista del P.S.I.

1921 En el Congreso de Livorno, se consuma la escisión entresocialistas y comunistas en el seno del P.S.I. Nace el PartidoComunista de Italia (P.C.I.). Gramsci es miembro del ComitéCentral y director de L'Ordine Nuovo, a partir de ahora órganoperiodístico del P.C.I.

1922 Agudización de la crisis económica en Italia. El fascismo searticula como movimiento político. Gramsci, nombrado delegadodel P.C.I. en la Internacional Comunista, viaja a Moscú. Conoceallí a Julia Schucht, que se convertirá en su mujer. Eshospitalizado en el sanatorio de Serebrianibor.

1923 El gobierno fascista de Mussolini pone en marcha una vastaoperación policial contra los comunistas y la izquierda italiana.Gramsci se instala en Viena a petición de la InternacionalComunista e intenta desde allí recomponer la dirección del P.C.I.

1924 Gramsci dirige desde Viena L'Ordine Nuovo, que apareceahora quincenalmente. En abril, resulta elegido diputado porVenecia. Amparado por la inmunidad parlamentaria, regresa aItalia.

1925 Interviene en el Parlamento italiano. Junto con Togliatti,redacta las tesis políticas para el III Congreso del P.C.I. Su mujery su hijo, Delio, se reúnen con él en Roma.

1926 En el III Congreso del P.C.I., celebrado en Lyon, Gramsci,tras ver aprobadas sus tesis políticas, es elegido secretario

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general del partido. Comienza a redactar La cuestión meridional(Alcuni temi della questione meridionale). En noviembre, tras ladisolución de todos los partidos políticos decretada porMussolini, Gramsci es detenido pese a su inmunidadparlamentaria. En un primer momento es condenado a cincoaños de destierro en Ustica.

1927 Un Tribunal Militar dicta auto de detención contra Gramsci,que es trasladado a una cárcel de Milán.

1928 Comienza en Roma el proceso contra Gramsci y otrosdirigentes comunistas. Gramsci es condenado a veinte años deprisión. Se le traslada a la cárcel de Turi (Bari).

1929 Empieza a redactar los Cuadernos de la cárcel (Quademi delcarcere).

1931 Empeora su salud (sufre repetidas crisis de hemoptisis).

1933 Tras un ataque de arteriosclerosis, Gramsci es ingresado enuna clínica de Formia.

1935 Pese a su estado crítico, hasta este año no se autoriza sutraslado a una clínica romana.

1937 27 de abril: Antonio Gramsci fallece en Roma, aconsecuencia de una hemorragia cerebral.

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BIBLIOGRAFÍA

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Primera Parte

NOTAS CRÍTICAS SOBRE UN INTENTO DE

«ENSAYO POPULAR DE SOCIOLOGIA»

I. INTRODUCCIÓN

Una obra como el Ensayo popular,l destinada a unos lectores queno son intelectuales de profesión, debería haber partido delanálisis crítico de la filosofía del sentido común, la «filosofía delos no filósofos», es decir, la concepción del mundo absorbidaacríticamente por los diversos ambientes sociales y culturales enque se desarrolla la individualidad moral del hombre medio. Elsentido común no es una concepción única, idéntica en el tiempoy en el espacio: es el «folklore» de la filosofía y, al igual que ésta,se presenta en innumerables formas. Su rasgo fundamental ymás característico es el de ser una concepción (incluso en cadacerebro individual) disgregada, incoherente, inconsecuente,conforme a la posición social y cultural de las multitudes de las

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que constituye la filosofía. Cuando se forma en la historia ungrupo social homogéneo, se elabora también, contra el sentidocomún, una filosofía homogénea, es decir, coherente ysistemática.

El Ensayo popular se equivoca al partir (implícitamente) delpresupuesto de que a esta elaboración de una filosofía original delas masas populares se oponen los • grandes sistemas de lasfilosofías tradicionales y la religión del alto clero, es decir, laconcepción del mundo de los intelectuales y de la alta cultura. Enrealidad, estos sistemas son ignorados por la multitud y notienen una eficacia directa sobre su modo de pensar y de actuar.Esto no quiere decir que carezcan de eficacia histórica: pero esuna eficacia de otro género. Estos sistemas influyen en las masaspopulares como fuerza política externa, como elemento de fuerzacohesiva de las clases dirigentes, es decir, como elemento desubordinación a una hegemonía exterior, que limitanegativamente el pensamiento original de las masas popularessin influir en él positivamente, como fermento vital detransformación íntima de lo que las masas piensan embrionaria ycaóticamente sobre el mundo y la vida. Los elementosprincipales del sentido común son suministrados por lasreligiones y por esto la relación entre el sentido común y lareligión es mucho más íntima que la relación entre el sentidocomún y los sistemas filosóficos de los intelectuales. Perotambién hay que hacer distinciones críticas en lo que concierne ala religión. Toda religión, incluso la católica (y especialmente lacatólica, por sus esfuerzos para permanecer unitaria«superficialmente», para no escindirse en Iglesias nacionales y enestratificaciones sociales) es, en realidad, una multiplicidad dereligiones distintas y a menudo contradictorias: hay uncatolicismo de los campesinos, un catolicismo de los pequeños

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burgueses y de los obreros de la ciudad, un catolicismo de lasmujeres y un catolicismo de los intelectuales, abigarrado einconexo a su vez. Pero en el sentido común no sólo influyen lasformas más toscas y menos elaboradas de estos diversoscatolicismos, actualmente existentes: han influido y soncomponentes del actual sentido común las religiones precedentesy las formas anteriores del catolicismo actual, los movimientosheréticos populares, las supersticiones científicas ligadas a lasreligiones del pasado, etc. En el sentido común predominan loselementos «realistas», materialistas, es decir, el productoinmediato de las sensaciones elementales, lo cual no está encontradicción ni mucho menos con el elemento religioso; peroestos elementos son «supersticiosos», acríticos. Éste es, porconsiguiente, el peligro que ofrece el Ensayo popular: a menudoconfirma estos elementos acríticos, que hacen que el sentidocomún permanezca todavía en la fase ptolemaica,antropomórfica, antropocéntrica, en vez de criticarloscientíficamente.

Lo que acabamos de decir a propósito del Ensayo popular —quecritica las filosofías sistemáticas en vez de partir de la crítica delsentido común— debe entenderse como acotación metodológicay dentro de ciertos límites. No debe entenderse, naturalmente, enel sentido de que haya que dejar de lado la crítica de las filosofíassistemáticas de los intelectuales. Cuando un elemento de masasupera críticamente el sentido común en el plano individualacepta, por esto mismo, una nueva filosofía: de aquí la necesidadde que en una exposición de la filosofía de la praxis se polemicecon las filosofías tradicionales. Cabe decir, incluso, que por sucarácter tendencial de filosofía de masas, la filosofía de la praxissólo puede concebirse en forma polémica, de lucha perpetua. Sinembargo, el punto de partida tiene que ser siempre el sentido

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común, es decir, la filosofía espontánea de las multitudes que setrata de hacer ideológicamente homogéneas.

En la literatura filosófica francesa se trata más del «sentidocomún» que en todas las demás literaturas nacionales: esto sedebe al carácter más estrictamente «popular-nacional» de lacultura francesa, es decir, al hecho de que los intelectualestienden más que en otros países, por determinadas condicionestradicionales, a aproximarse al pueblo para guiarloideológicamente y mantenerlo ligado al grupo dirigente. Porconsiguiente, en la literatura francesa se podrá encontrar muchomaterial sobre el sentido común, material que habrá que utilizary elaborar; la actitud de la cultura filosófica francesa hacia elsentido común puede ofrecer un modelo de construcciónideológica hegemónica. También la cultura inglesa y la americanapueden ofrecer muchos elementos, pero no de modo tancompleto y orgánico como la francesa. El «sentido común» hasido considerado de diversas maneras: como base de la filosofía ocriticado desde el punto de vista de otra filosofía. En todos loscasos, el resultado ha sido, en realidad, la superación de undeterminado sentido común para crear otro más adecuado a laconcepción del mundo del grupo dirigente. En «Les NouvellesLittéraires» del 17 de octubre de 1931, Henri Gouhier publica unartículo sobre la filosofía de León Brunschvicg en el que se dice:«// ti'y a qu'un seul et méme mouvement de spiritualisation, qu'ils'agisse de mathématiques, de physique, de biología, de philosophie et demorale: c'est l'effort par lequel l'esprit se débarasse du setis commun etde sa méthaphysique spontanée qui pose un monde de choses sensiblesréelles et l'homme au milieu de ce monde.»2

No parece clara la actitud de Croce hacia el «sentido común». EnCroce, la proposición de que todo hombre e$ filósofo pesa

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demasiado en el juicio sobre el sentido común. Parece que Crocese complace a menudo en que determinadas proposicionesfilosóficas sean compartidas por el sentido común, pero ¿quépuede significar esto en concreto? El sentido común es unagregado caótico de concepciones diversas y en él se puedeencontrar todo lo que se quiera. Por otro lado, esta actitud deCroce hacia el sentido común no ha llevado a una concepciónde la cultura fecunda desde el punto de vista nacional- popular,es decir, a una concepción más concretamente historicista de lafilosofía, lo. cual, por lo demás, sólo puede ocurrir con lafilosofía de la praxis.

Sobre Gentile se debe ver su artículo La concezione umanistica delmondo (en «La Nuova Antología» del primero de junio de 1931);Gentile escribe: «La filosofía se podría definir como un granesfuerzo del pensamiento reflexivo para conquistar la certezacrítica de las verdades del sentido común y de la concienciaingenua, de las verdades que todo hombre puede decirse quesiente naturalmente y que constituyen la estructura sólida de lamentalidad de que se sirve para vivir.» Esta frase parece otroejemplo de la confusa elementalidad del pensamiento gentiliano:la afirmación parece «ingenuamente» derivada de lasafirmaciones de Croce sobre el modo de pensar del pueblo comoconfirmación de la verdad de determinadas proposicionesfilosóficas. Más adelante Gentile escribe: «El hombre sano cree enDios y en la libertad de su espíritu.» En estas dos proposicionesde Gentile vemos, pues: a) una «naturaleza humana» ahistóricaque no se sabe en qué consiste exactamente; b) la naturalezahumana del hombre sano; c) el sentido común del hombre sanoy, por consiguiente, un sentido común del hombre no sano. ¿Yqué querrá decir hombre sano? ¿Físicamente sano, no loco? ¿Obien que piensa sanamente, que es moderado, filisteo, etc.? ¿Y

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qué querrá decir esto de la «verdad del sentido común»? Lafilosofía de Gentile, por ejemplo, es todo lo contrario del sentidocomún, tanto si por éste se entiende la filosofía ingenua delpueblo, que aborrece todas las formas de idealismo subjetivista,como si se entiende como buen sentido, como actitud dedesprecio por las cosas abstrusas, complicadas, por la oscuridadde ciertas exposiciones científicas y filosóficas. Este coqueteo deGentile con el sentido común es muy divertido. Lo que hemosdicho hasta ahora no significa que el sentido común no contengaverdades. Significa que el sentido común es un conceptoequívoco, contradictorio, multifor me, y que referirse al sentidocomún como prueba de la verdad es absurdo. Se podrá decir conexactitud que cierta verdad es ya de sentido común para indicarque se ha difundido más allá del círculo de los gruposintelectuales, pero con esto no se hace más que una constataciónde carácter histórico y una afirmación de racionalidad histórica;en este sentido, y a condición de que se utilice con sobriedad, elargumento tiene valor, precisamente, porque el sentido común esmezquinamente misoneísta y conservador y hacer penetrar en éluna nueva verdad es la demostración de que esta verdad tieneuna gran fuerza de expansión y de evidencia.

Recuérdese el epigrama de Giusti: «El buen sentido — que un díafue jefe de escuela — en nuestras escuelas ha muerto del todo. Laciencia, su hija — lo ha matado para ver cómo estaba hecho.»Puede servir para ver cómo se utilizan los términos de buensentido y de sentido común de forma equívoca: como «filosofía»,como determinado modo de pensar, con cierto contenido decreencias y de opiniones, y como actitud benévolamenteindulgente, en su desprecio por lo abstruso y complicado. Poresto era necesario que la ciencia diese muerte a un determinadobuen sentido tradicional, para crear un «nuevo» buen sentido.

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En Marx se encuentran a menudo referencias al sentido común ya la solidez de sus creencias. Pero no se trata de referencias sobrela validez del contenido de estas creencias sino sobre su solidezformal y, por consiguiente, sobre su imperatividad cuandoproducen normas de conducta. En las referencias se afirmaimplícitamente la necesidad de nuevas creencias populares, esdecir, de un nuevo sentido común y, por consiguiente, de unanueva cultura y de una nueva filosofía que se enraicen en laconciencia popular con la misma fuerza y la mismaimperatividad que las creencias tradicionales.

NOTA I. Respecto a las proposiciones de Gentile sobre el sentidocomún, debe añadirse que el lenguaje del escritor esexpresamente equívoco por un oportunismo ideológico pocodigno de alabanza. Cuando Gentile escribe: «El hombre sano creeen Dios y en la libertad de su espíritu» como ejemplo de una delas verdades de sentido común cuya certeza crítica es elaboradapor el pensamiento reflejo, quiere hacer creer que su filosofía esla conquista de la certeza crítica de las verdades del catolicismo,pero los católicos no muerden el anzuelo y sostienen que elidealismo gentiliano es simple paganismo, etc., etc. Sin embargo,Gentile insiste y mantiene un equívoco que no deja de tenerconsecuencias para la creación de un ambiente de cultura demi-monde, en la que todos los gatos son pardos, la religión se abrazacon el ateísmo, la inmanencia coquetea con la trascendencia yAntonio Brues se regodea porque cuanto más se complica lamadeja y más se oscurece el pensamiento, tanto más reconoceque ha tenido razón con su «sincretismo» macarrónico. Si laspalabras de Gentile significasen en realidad lo que dicenliteralmente, el idealismo actual se habría convertido en «elsiervo de la teología».

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NOTA II. En la enseñanza de la filosofía que no se proponeinformar históricamente al discente sobre el desarrollo de lafilosofía del pasado sino formarle culturalmente, ayudarle aelaborar críticamente su propio pensamiento para participar enuna comunidad ideológica y cultural, es necesario partir de loque el discente conoce ya, de su experiencia filosófica (despuésde haberle demostrado precisamente que posee esta experiencia,que es «filósofo» sin saberlo). Y dado que se presupone un ciertonivel medio intelectual y cultural de los discentes, queverosímilmente sólo han recibido con anterioridad informacionesintermitentes y fragmentarias y carecen de toda preparaciónmetodológica y crítica, no puede dejarse de partir del «sentidocomún», en primer lugar, y de la religión, en segundo lugar. Sóloen un tercer momento puede partirse de los sistemas filosóficoselaborados por los grupos intelectuales tradicionales.

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II. CUESTIONES GENERALES

Materialismo histórico y sociología. Una de las observacionespreliminares es que el título no corresponde al contenido deltítulo. «Teoría de la filosofía de la praxis» tendría que significarsistematización lógica y coherente de los conceptos filosóficosque se engloban de modo disperso bajo el nombre dematerialismo histórico (y que son a menudo espúreos, dederivación extraña y como tales se deberían criticar). En losprimeros capítulos se deberían tratar las cuestiones siguientes:¿qué es la filosofía?; ¿en qué sentido puede llamarse filosofía unaconcepción del mundo?; ¿cómo se ha concebido hasta ahora lafilosofía?; ¿la filosofía de la praxis innova esta concepción?; ¿quésignifica una filosofía «especulativa»?; ¿podrá tener nunca lafilosofía de la praxis una forma especulativa?; ¿qué relacionesexisten entre las ideologías, las concepciones del mundo, lasfilosofías?; ¿qué relaciones existen o deben existir entre la teoría yla práctica?; ¿cómo conciben estas relaciones las filosofíastradicionales?, etc., etc. La respuesta a estas y otras preguntasconstituye la «teoría» de la filosofía de la praxis.

En el Ensayo popular ni siquiera se justifica de modo coherente lapremisa implícita en la exposición y explícitamente formulada enalgún lugar, casualmente, de que la verdadera filosofía es elmaterialismo filosófico y de que la filosofía de la praxis es unapura «sociología». ¿Qué significa realmente esta afirmación? Sifuese cierta, la teoría de la filosofía de la praxis sería elmaterialismo filosófico. Pero, en este caso, ¿qué significa que la

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filosofía de la praxis es una sociología? ¿Y qué será estasociología? ¿Una ciencia de la política y de la historiografía? ¿0bien una colección sistemática y clasificada según un cierto ordende observaciones puramente empíricas de arte político y dereglas externas de investigación histórica? En el libro no seencuentra respuesta a estas preguntas, pero sólo esta respuestaconstituiría una teoría. No se justifica, pues, el nexo entre el títulogeneral de Teoría, etc., y el subtítulo Ensayo popular. El subtítulosería el título más exacto si se diese al término de «sociología» unsignificado muy circunscrito. Se plantea, en realidad, la cuestiónde qué es la «sociología». ¿No es un intento de una llamadaciencia exacta (es decir, positivista) de los hechos sociales, esto es,de la política y de la historia? ¿No es, por tanto, un embrión defilosofía? ¿No. ha intentado la sociología hacer algo parecido a lafilosofía de la praxis? Pero es preciso entenderse: la filosofía de lapraxis ha nacido en forma de aforismos y de criterios prácticospor pura casualidad, porque su fundador dedicó sus fuerzasintelectuales a otros problemas especialmente de ordeneconómico (en forma sistemática), pero en estos criteriosprácticos y en estos aforismos está implícita toda una concepcióndel mundo, una filosofía. La sociología ha sido un intento decrear un método de la ciencia histórico-política, en dependenciade un sistema filosófico y elaborado, el positivismo evolucionista,sobre el cual la sociología ha influido a su vez, pero sóloparcialmente.

La sociología se ha convertido, pues, en una tendencia en sí, se haconvertido en la filosofía de los no filósofos, en un intento dedescribir y clasificar esquemáticamente hechos históricos ypolíticos según criterios construidos con el modelo de las cienciasnaturales. La sociología es, pues, un intento de determinar«experimentalmente» las leyes de la evolución de la sociedad

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humana para poder «prever» el futuro con la misma certeza conque se prevé que de una bellota saldrá una encina. Elevolucionismo vulgar constituye la base de la sociología que nopuede conocer el principio dialéctico con el paso de la cantidad ala cualidad, paso que perturba toda la evolución y todas las leyesde uniformidad, entendidas en sentido vulgarmenteevolucionista. En todo caso, cada sociología presupone unafilosofía, una concepción del mundo, de la cual es un fragmentosubordinado. No se debe confundir con la teoría general, esdecir, con la filosofía, la «lógica» interna particular de lasdiversas sociologías, la lógica que les permite adquirir unacoherencia mecánica. Esto no quiere decir, naturalmente, que labúsqueda de las «leyes» de uniformidad no sea útil e interesantey que un tratado de observaciones inmediatas de arte político notenga su razón de ser; pero hay que llamar al pan pan y presentarlos tratados de tal género como son.

Éstos son los problemas «teóricos» y no los que el autor delEnsayo presenta como tales. Las cuestiones que él plantea soncuestiones de orden inmediato, político, ideológico, entendiendola ideología como fase intermedia entre la filosofía y la prácticacotidiana, son reflexiones sobre hechos histórico-políticosaislados, inconexos y casuales. Al autor se le presenta unacuestión teórica desde el principio, cuando se refiere a unatendencia que niega la posibilidad de construir una sociología dela filosofía de la praxis y sostiene que ésta sólo puede expresarseen trabajos históricos concretos. La objeción, importantísima, sóloes resuelta por el autor con frases. Es cierto que la filosofía de lapraxis se realiza en el estudio concreto de la historia pasada y enla actividad actual de creación de nueva historia. Pero se puedehacer la teoría de la historia y de la política porque aunque loshechos sean siempre individuales y mudables en el flujo del

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movimiento histórico, los conceptos se pueden teorizar; de otromodo ni siquiera se podría saber lo que es el movimiento ni ladialéctica y se caería en una nueva forma de nominalismo.'

La reducción de la filosofía de la praxis a una sociología harepresentado la cristalización de la tendencia errónea ya criticadapor Engels (en sus cartas a dos estudiantes publicadas en el«Sozial Akademiker»), que consiste en reducir una concepcióndel mundo a un formulario mecánico que da la impresión detener toda la historia en el bolsillo. Esta tendencia ha constituidoel mayor incentivo para las fáciles improvisaciones periodísticasde los «genialoides». La experiencia en que se basa la filosofía dela praxis no puede esquematizarse; es la historia misma en suinfinita variedad y multiplicidad, y cuyo estudio puede dar lugaral nacimiento de la «filología» como método de la erudición en elestablecimiento de los hechos particulares, y al nacimiento de lafilosofía entendida como metodología general de la historia.Quizá es esto lo que quieren decir los autores a los que se refierede pasada, muy apresuradamente, el primer capítulo del Ensayo,que niegan la posibilidad de construir una sociología de lafilosofía de la praxis y afirman que la filosofía de la praxis sólopuede vivir en los ensayos históricos particulares (la afirmación,así tan desnuda y cruda, es ciertamente errónea y constituye unanueva y curiosa forma de nominalismo y de escepticismofilosófico).

Negar la posibilidad de construir una sociología —entendidacomo ciencia de la sociedad, es decir, como ciencia de la historiay de la política— que no sea la misma filosofía de la praxis nosignifica que no se pueda elaborar una compilación empírica deobservaciones prácticas que amplían la esfera de la filología, talcomo se entiende tradicionalmente. Si la filología es la expresión

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metodológica de lo importante que es comprobar y precisar loshechos particulares en su inconfundible «individualidad», no sepuede excluir la utilidad práctica de la identificación de ciertas«leyes de tendencia» más generales, que correspondan en políticaa las leyes estadísticas o de los grandes números, tan útiles parahacer avanzar algunas ciencias naturales. Pero no se ha puesto derelieve que la ley estadística sólo se puede utilizar en la ciencia yen el arte políticos en la medida en que las grandes masas de lapoblación permanezcan esencialmente pasivas —respecto a lascuestiones que interesan al historiador y al público— o sesuponga que permanecen pasivas. Por otro lado, la aplicación delas leyes estadísticas a la ciencia y al arte políticos puede tenerconsecuencias muy graves en la medida en que sirve paraconstruir perspectivas y programas de acción; si en las cienciasnaturales la ley sólo puede determinar despropósitos y errores debulto, que se pueden corregir fácilmente con nuevasinvestigaciones y lo único que hacen es cubrir de ridículo alcientífico individual que la ha utilizado, en la ciencia y en el artepolíticos puede producir verdaderas catástrofes, de cuyos dañosno podremos nunca resarcirnos. De hecho, en política laelevación de la ley estadística a la categoría de ley esencial, deacción fatal, no sólo constituye un error científico sino que es unerror práctico en acto; además, favorece la pereza mental y lasuperficialidad programática. Debe observarse que la acciónpolítica tiende, precisamente, a hacer salir a la multitud de lapasividad, es decir, a destruir la ley de los grandes números;¿cómo se puede considerar a ésta, por tanto, una ley sociológica?Si se reflexiona a fondo, la misma reivindicación de unaeconomía regulada o dirigida de acuerdo con un plan estádestinada a destruir la ley estadística mecánicamente entendida,es decir, producida por el agregado casual de infinitos actosarbitrarios individuales; aunque tenga que basarse en la

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estadística, ya no es lo mismo; en realidad, la conciencia humanasustituye la «espontaneidad» naturalista. Otro elemento que en elarte político lleva a la destrucción de los viejos esquemasnaturalistas es la sustitución de los individuos aislados, de losjefes individuales (o carismáticos, como dice Michels) pororganismos colectivos (los partidos políticos) en la funcióndirigente. Con la extensión de los partidos de masa y su adhesiónorgánica a la vida más íntima (económico-productiva) de lamasa, el proceso de uniformización de los sentimientospopulares, que era mecánico y casual (es decir, producto de laexistencia en el ambiente de condiciones y de presionessimilares) se hace consciente y crítico. El conocimiento y el juiciode estos sentimientos no provienen ya de los jefes por unaintuición apuntalada por la identificación de leyes estadísticas, esdecir, por vía racional e intelectual, muy a menudo falaz —intuición que el jefe traduce en ideas-fuerza, en palabras-fuerza— sino que es obra del organismo colectivo por «coparticipaciónactiva y consciente», por «compasionalidad», por experiencia delos particulares inmediatos, por un sistema que se podría llamarde «filología viva». Así se forma un vínculo estrecho entre lasgrandes masas, el partido, el grupo dirigente; y todo el complejo,bien articulado se puede mover como un «hombre-colectivo».

Si el libro de Henri de Man tiene algo de valor es, precisamente,en este sentido: que incita a «informarse» particularmente sobrelos sentimientos reales y no sobre los que se suponen según lasleyes sociológicas, de los grupos y de los individuos. Pero DeMan no ha hecho ningún descubrimiento nuevo ni haencontrado un principio original que pueda superar la filosofíade la praxis o demostrar científicamente que es errónea o estéril:ha elevado a principio científico un criterio empírico de artépolítico ya conocido y aplicado, aunque quizá insuficientemente

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definido y desarrollado. De Man no ha sabido siquiera limitarexactamente su criterio porque ha terminado creando una nuevaley estadística e incons cientemente, con otro nombre, un nuevométodo de matemática social y de clasificación externa, unanueva sociología abstracta.

NOTA I. Las llamadas leyes sociológicas, consideradas como causa—tal hecho se debe a tal ley, etc.— no tienen ningún alcancecausal; casi siempre son tautologías y paralogismos.Normalmente, no son más que un duplicado del mismo hechoobservado. Se describe el hecho o una serie de hechos con unproceso mecánico de generalización abstracta, se deriva unarelación de similitud, se da a esto el nombre de ley y se asumenen función de causa. Pero, en realidad, ¿qué se ha encontrado denuevo? Lo único nuevo es el nombre común dado a una serie dehechos, pero los nombres no constituyen ninguna novedad. (Enlos tratados de Michels se puede encontrar toda una rama deestas generalizaciones tautológicas: la última y más famosa es ladel «jefe carismático»). No se ve que de este modo se cae en unaforma barroca de idealismo platónico, porque estas leyesabstractas se parecen extrañamente a las ideas puras de Platón, lapsencia de los hechos terrestres reales.

Las partes constitutivas de la filosofía de la praxis. Un tratadosistemático de la filosofía de la praxis no puede dejar de ladoninguna de las partes constitutivas de la doctrina de sufundador. Pero, ¿en qué sentido debe entenderse esto? Debetratar toda la parte general filosófica, es decir, debe desarrollarcoherentemente todos los conceptos generales de unametodología de la historia y de la política y, además, del arte, dela economía y de la ética, y debe encontrar en el nexo general ellugar para una teoría de las ciencias naturales. Una concepción

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muy difundida es que la filosofía de la praxis es una purafilosofía, la ciencia de la dialéctica, y que las demás partes son laeconomía y la política; por ello se dice que la doctrina estáformada por tres partes constitutivas que son, al mismo tiempo,la coronación y la superación del grado más alto que habíaalcanzado hacia 1848 la ciencia de las naciones más avanzadas deEuropa: la filosofía clásica alemana, la economía clá sica inglesa,la actividad y la ciencia políticas francesas.

Esta concepción, que es más una búsqueda genérica de lasfuentes históricas que una clasificación nacida del seno mismo dela doctrina, no puede contraponerse como esquema definitivo atoda otra organización de la doctrina más adecuada a la realidad.Uno se pregunta si la filosofía de la praxis no es, precisamente,una teoría de la historia y la respuesta es que sí; pero por esto nopueden separarse de la historia la política y la economía, nisiquiera en las fases especializadas de ciencia y arte de la políticay de ciencia y arte económicas. Es decir: después de haberllevado a cabo la tarea principal en la parte filosófica general —que es la filosofía de la praxis verdadera y propiamente dicha: laciencia de la dialéctica o gnoseología, en la que se anudan enunidad orgánica los conceptos generales de la historia, de lapolítica, de la economía—, es útil, en un ensayo popular, dar lasnociones generales de todo momento o parte constitutiva, inclusocomo ciencia independiente y distinta. Si se observa bien, se veque en el Ensayo popular hay referencias a todos estos puntos,pero de modo casual, no coherente, de modo caótico e indistinto,porque falta el concepto claro y preciso de lo que es la propiafilosofía de la praxis.

Estructura y movimiento histórico. No se trata este puntofundamental: cómo nace el movimiento histórico sobre la base de

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la estructura. Sin embargo, en los Problemas fundamentales dePlejanov hay por lo menos una referencia a la cuestión y se podíadesarrollar. Es, por lo demás, el punto crucial de todas lascuestiones surgidas en torno a la filosofía de la praxis y sinresolverlo no se puede resolver el otro, el de las relaciones entrela sociedad y la «naturaleza», al cual se dedica en el Ensayo uncapítulo especial. Se tendrían que haber analizado en todo sualcance y en todas sus consecuencias las dos proposiciones delprefacio a la Crítica de la Economía Política: a) la humanidad seplantea siempre los problemas que puede resolver; el problemamismo sólo surge cuando ya existen las condiciones materialesde su solución o, por lo menos, están en proceso de gestación; b)una formación social no desaparece antes de que se hayandesarrollado todas las fuerzas productivas que caben en su senoy nunca aparecen nuevas y más elevadas relaciones deproducción antes de que hayan madurado las condicionesmateriales de su existencia en el seno de la sociedad antigua. Sóloen este terreno se puede eliminar todo mecanicismo y toda huellade «milagro» supersticioso; sólo en este terreno se puedeplantear el problema de la formación de los grupos políticosactivos y, en última instancia, el problema de la función de lasgrandes personalidades en la historia.

Los intelectuales. Tendría que compilarse una lista «ponderada»de los científicos cuyas opiniones se citan o se combaten concierta extensión acompañando cada nombre con notas sobre susignificación y su importancia científica (esto incluso para lospartidarios de la filosofía de la praxis, que no se citan,ciertamente, en proporción a su originalidad y su significación).En realidad, las referencias a los grandes intelectuales sonfugacísimas. Se plantea la cuestión de si no sería conveniente, alcontrario, referirse tan sólo a los grandes intelectuales

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adversarios y dejar de lado los secundarios, los simplesrepetidores de frases hechas. Se tiene la impresión de que sólo sequiere combatir a los más débiles y luchar contra las posicionesmenos sólidas (o peor defendidas por los más débiles) paraobtener fáciles victorias verbales (puesto que no se puede hablarde victorias reales). No quiere decirse que exista semejanza entreel frente ideológico y el frente político-militar (en todo caso, lasemejanza es formal y metafórica). En la lucha política y militarpuede convenir la táctica de atacar los puntos de menorresistencia para poder asaltar el punto más fuerte con el máximode fuerzas disponibles, después de haber eliminado los auxiliaresmás débiles, etc. Dentro de ciertos límites, las victorias políticas ymilitares tienen un valor permanente y universal y el objetivoestratégico se puede alcanzar de modo decisivo con efectosgenerales para todos. En cambio, en el frente ideológico laderrota de los secuaces menores tiene una repercusióninsignificante; hay que luchar contra los más eminentes. De otromodo, se confunde el periódico con el libro, la pequeña polémicacotidiana con la labor científica; hay que abandonar los secuacesmenores a la infinita casuística de la polémica periodística.

Una ciencia nueva alcanza la prueba de su eficiencia y de suvitalidad fecunda cuando demuestra que sabe enfrentarse con losgrandes campeones de las tendencias opuestas, cuando resuelvecon medios propios las cuestiones vitales que éstos hanplanteado o demuestra perentoriamente que estas cuestiones sonproblemas falsos.

Es cierto que una época histórica y una sociedad determinadason representadas, más bien, por el término medio de losintelectuales y, por consiguiente, por los mediocres, pero laideología difusa, de masas, se debe distinguir de las obras

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científicas, de las grandes síntesis filosóficas —las cuales son, porlo demás, su verdadera clave— y éstas deben superarsenetamente, bien por vía negativa, demostrando su falta defundamento, bien por vía positiva, contraponiéndoles síntesisfilosóficas de mayor importancia y significación. Leyendo elEnsayo se tiene la impresión de uno que no puede dormir por laluz de la luna y se esfuerza por matar el mayor número posiblede luciérnagas, convencido de que la luz disminuirá odesaparecerá.

Ciencia y sistema. ¿Es posible escribir un libro elemental, unmanual, un «ensayo popular» de una doctrina que todavía seencuentra en la fase de la discusión, de la polémica, de laelaboración? Un manual popular sólo puede concebirse como laexposición, formalmente dogmática, estilísticamente asentada,científicamente serena de un tema determinado; tiene que serforzosamente una introducción al estudio científico y no laexposición de investigaciones científicas originales, destinada alos jóvenes o a un público que, desde el punto de vista de ladisciplina científica, se encuentra en las condiciones preliminaresde la edad juvenil y, por esto, tiene necesidad inmediata de«certezas», de opiniones que se presenten como verídicas y sindiscusión, por lo menos formalmente. Si una doctrinadeterminada no ha llegado todavía a esta fase «clásica» de sudesarrollo, todo intento de «manualizarla» tiene que fracasarnecesariamente; su sistematización lógica es sólo aparente eilusoria y se tratará en cambio —como ocurre precisámente en elEnsayo— de una yuxtaposición mecánica de elementos diversos,que siguen inexorablemente inconexos y desvinculados pese albarniz unitario que les da el texto literario. Por qué no plantear,entonces, la cuestión en sus justos términos teóricos e históricos ycontentarse con un libro en el que se exponga monográficamente

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la serie de los problemas esenciales de la doctrina? Sería másserio y más «científico». Pero se cree vulgarmente que cienciaquiere decir absolutamente «sistema» y por esto se construyensistemas gratuitos, porque sí, es decir, conjuntos que no tienen lacoherencia íntima y necesaria del verdadero sistema sinoúnicamente su apariencia exterior mecánica.

La dialéctica. En el Ensayo falta un examen de la dialéctica. Ésta sepresupone, muy superficialmente, pero no se expone, cosaabsurda en un manual que debería contener los elementosesenciales de la doctrina tratada y cuyas referencias bibliográficasdeben tender a estimular el estudio para ampliar y profundizar eltema, y no a sustituir aquél por el manual en sí. El hecho de queno se trate de la dialéctica puede deberse a dos causas: la primerapuede ser el hecho de que se supone la filosofía de la praxisescindida en dos elementos: una teoría de la historia y de lapolítica concebida como sociología, es decir, que tiene queconstruirse según el método de las ciencias naturales(experimentales, en el sentido mezquinamente positivista), y unafilosofía propiamente dicha, que sería el materialismo filosófico ometafísico o mecanicista (vulgar).

El autor del Ensayo no parece que haya modificado mucho elplanteamiento del problema filosófico ni siquiera después de lagran discusión contra el mecanicismo. Como se ve por lamemoria presentada en el Congreso de Londres de Historia de laCiencia, sigue considerando la filosofía de la praxis escindida endos partes: la doctrina de la historia y de la política, y la filosofía(que ahora dice que consiste en el materialismo dialéctico y no yaen el viejo materialismo filosófico). Planteada de este modo lacuestión, no se comprende ya la importancia y el significado dela dialéctica: de doctrina del conocimiento y sustancia medular

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de la historiografía y de la ciencia de la política, sé degrada a unasubespecie de la lógica formal, a una escoiasuca elemental. Lafunción y el significado de la dialéctica sólo se pueden concebiren toda su fundamentalidad si se concibe la filosofía de la praxiscomo una filosofía integral y original que inicia una nueva faseen la historia y en el desarrollo mundial del pensamiento, porcuanto supera tanto el idealismo como el materialismotradicionales, expresiones de las sociedades anteriores (y alsuperarlos se apropia de sus elementos vitales). Si la filosofía dela praxis se concibe como subordinada a otra filosofía, no sepuede concebir la nueva dialéctica, en la cual se efectúa y seexpresa, precisamente, dicha superación.

La segunda causa parece que es de carácter psicológico. Se sienteque la dialéctica es muy ardua y difícil, porque pensardialécticamente va contra el sentido común vulgar, que esdogmático, ávido de certezas perentorias y tiene la lógica formalcomo expresión. Para comprenderlo mejor se puede pensar loque ocurriría si en las escuelas primarias y secundarias seenseñasen las ciencias naturales y físicas a base del relativismode Einstein y acompañando la noción tradicional de «ley de lanaturaleza» de la de ley estadística o de los grandes números.Los niños no entenderían nada de nada y el choque entre laenseñanza escolar y la vida familiar y popular sería tan grandeque la escuela se convertiría en objeto de escarnio y deescepticismo caricaturesco.

Creo que este motivo constituye un freno psicológico para elautor del Ensayo; capitula ante el sentido común y elpensamiento vulgar porque no se ha planteado el problema enlos términos teóricos exactos y, por consiguiente, se encuentraprácticamente desarmado e impotente. El ambiente inadecuado y

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basto ha dominado al educador, el vulgar sentido común se haimpuesto a la ciencia y no al contrario; si el ambiente es eleducador, se le debe educar a su vez, pero el Ensayo nocomprende esta dialéctica revolucionaria. La raíz de todos loserrores del Ensayo y de su autor (cuya posición no ha cambiadoni siquiera después de la gran discusión, a consecuencia de lacual parece que ha repudiado su libro, según se deduce de lamemoria presentada al Congreso de Londres) consisteprecisamente en esta pretensión de dividir la filosofía de la praxisen dos partes: una «sociología» y una filosofía sistemática. Si sesepara de la teoría de la historia y de la política, la filosofía tieneque ser forzosamente metafísica, cuando la gran conquista de lahistoria del pensamiento moderno, representada por la filosofíade la praxis, es precisamente la historificación concreta de lafilosofía y su identificación con la historia.

Sobre la metafísica. ¿Puede extraerse del Ensayo popular una críticade la metafísica y de la filosofía especulativa? Debe decirse que alautor se le escapa el concepto mismo de metafísica, por cuanto sele escapan los conceptos de movimiento histórico, de devenir y,por tanto, de la dialéctica misma. Concebir una afirmaciónfilosófica como verdadera en un determinado período histórico,es decir, como expresión necesaria e inseparable de unadeterminada acción histórica, de una determinada praxis, perosuperada y «hecha vana» en un período posterior, pero sin caeren el escepticismo y en el relativismo moral e ideológico, es decir,concebir la filosofía como historicidad, es una operación mentalun poco ardua y difícil. En vez de ello, el autor cae de lleno en eldogmatismo y, por tanto, en una forma, aunque sea ingenua, demetafísica; esto se ve claramente desde el principio por elplanteamiento del problema, por la voluntad de construir una«sociología» sistemática de la filosofía de la praxis: en este caso,

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sociología significa precisamente metafísica ingenua. En elpárrafo final de la introducción el autor no sabe contestar laobjeción de algunos críticos que sostienen que la filosofía de lapraxis sólo puede vivir en obras de historia concretas. Noconsigue elaborar el concepto de filosofía de la praxis como«metodología histórica» y ésta como «filosofía», como la únicafilosofía concreta; es decir, no consigue plantearse y resolver,desde el punto de vista de la dialéctica real, el problema queCroce se ha planteado y ha intentado resolver desde el punto devista especulativo. En vez de una metodología histórica, de unafilosofía, construye una casuística de cuestiones particulares,concebidas y resueltas dogmáticamente, cuando no verbalmente,con paralogismos tan ingenuos como pretenciosos. Estacasuística podría ser útil e interesante si se presentase como tal,sin otra pretensión que suministrar esquemas aproximativos decarácter empírico, útiles para la práctica inmediata. Por lo demás,se comprende que así debe ser porque en el Ensayo popular lafilosofía de la praxis no es una filosofía autónoma y original sinoque es la «sociología» del materialismo metafísico. Para él,metafísica sólo significa una determinada formulación filosófica:la especulativa del idealismo, y no toda formulación sistemáticaque se presente como verdad extrahistórica, como un universalabstracto, fuera del tiempo y del espacio.

La filosofía del Ensayo popular (implícita en éste) puede calificarsede aristotelismo positivista, de aceptación de la lógica formal alos métodos de las ciencias físicas y naturales. La ley decausalidad, la búsqueda de la regularidad, de la normalidad, dela uniformidad, sustituyen la dialéctica histórica. Pero, ¿cómo sepuede deducir de este modo de concebir la superación, la«transformación» de la praxis? Desde el punto de vista mecánico,el efecto no puede superar nunca la causa o el sistema de causas;

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en consecuencia, no puede existir otro desarrollo que el achatadoy vulgar del evolucionismo.

Si el «idealismo especulativo» es la ciencia de las categorías y dela síntesis a priori del espíritu, es decir, una forma de abstracciónantihistoricista, la filosofía del Ensayo popular es un idealismo alrevés, en el sentido de que los conceptos y las clasificacionesempíricas sustituyen las categorías especulativas, tan abstractas yantihistóricas como aquéllos.

Una de las huellas más visibles de la vieja metafísica en el Ensayopopular es el intento de reducirlo todo a una causa, la causaúltima, la causa final. Se puede reconstruir la historia delproblema de la causa única y última y demostrar que constituyeuna de las manifestaciones de la «búsqueda de Dios». Contra estedogmatismo debe recordarse también las dos cartas de Engelspublicadas en el «Sozial Akademiker».

El concepto de «ciencia». El planteamiento del problema como unabúsqueda de leyes, de líneas constantes, regulares, uniformes, valigado a una exigencia, concebida de modo un poco pueril eingenuo, de resolver perentoriamente el problema práctico de laprevisibilidad de los acontecimientos históricos. Dado que, poruna extraña inversión de las perspectivas, «parece» que lasciencias naturales permiten prever la evolución de los procesosnaturales, la metodología histórica sólo se ha concebido«científicamente» en la medida en que permite abstractamente«prever» el futuro de la sociedad. De aquí la búsqueda de lascausas esenciales, de la «causa primera», de la «causa de lascausas». Pero las Tesis sobre Feuerbach ya habían criticado poranticipado esta concepción simplista. En realidad, sólo se puedeprever «científicamente» la lucha pero no los momentos

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concretos de ésta, que son forzosamente el resultado de fuerzasopuestas en continuo movimiento, irreductibles a cantidadesfijas, porque en ellas la cantidad se transforma continuamente encualidad. En realidad, se «prevé» en la medida en que se actúa,en que se aplica un esfuerzo voluntario y, por consiguiente, enque se contribuye concretamente a crear el resultado «previsto».Por tanto, la previsión no se revela como un acto científico deconocimiento sino como la expresión abstracta del esfuerzo quese hace, el modo práctico de crear una voluntad colectiva.

¿Y cómo podría ser la previsión un acto de conocimiento? Seconoce lo que ha sido o es, no lo que será, porque es un «noexistente» y, por tanto, es incognoscible por definición. Preversólo es, por tanto, un acto práctico que sólo puede tener laexplicación que acabamos de exponer — en la medida en que nosea una futilidad o una pérdida de tiempo. Es necesario plantearexactamente el problema de la previsibilidad de losacontecimientos históricos para poder criticar a fondo laconcepción del causalismo mecánico, para privarla de todoprestigio científico y reducirla a puro mito, un mito que quizá fueútil en el pasado, en un período atrasado del desarrollo de ciertosgrupos sociales subalternos. Pero es el concepto mismo de«ciencia», tal como resulta del Ensayo popular, lo que hay quedestruir críticamente: se ha tomado enteramente de las cienciasnaturales, como si éstas fuesen la única ciencia o la ciencia porexcelencia, tal como ha establecido el positivismo. Pero en elEnsayo popular el término ciencia se utiliza en muchos sentidos,algunos explícitos, otros sobreentendidos o apenas formuladosde refilón. El sentido explícito es el que la palabra ciencia tiene enlas investigaciones físicas. Pero en otros momentos parece queindique el método. Ahora bien, ¿existe un método en general? Ysi existe, ¿significa algo más que filosofía? Podría significar en

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otras ocasiones la lógica formal, pero ¿se puede llamar a ésta unmétodo y una ciencia? Debe dejarse claro que toda investigacióntiene su método determinado y construye su cienciadeterminada, y que el método se ha desarrollado y se haelaborado juntamente con el desarrollo y la elaboración de dichainvestigación y de dicha ciencia y forma un todo con éstas. Creerque se puede hacer avanzar una investigación científicaaplicándole un método tipo, elegido porque ha dado buenosresultados en otra investigación, a la que se adaptabanaturalmente, es una extraña alucinación que tiene muy pocoque ver con la ciencia. Existen, sin embargo, criterios generalesque puede decirse que constituyen la conciencia crítica de todoslos científicos, cualquiera que sea su «especialización», y quedeben estar siempre presentes espontáneamente en su labor.Puede decirse, por ejemplo, que no es un científico el quedemuestra escasa seguridad en sus criterios particulares, el queno comprende plenamente los conceptos utilizados, el que tieneescasa información y comprensión del estado anterior de losproblemas tratados, el que no es muy cauto en sus afirmaciones,el que no avanza de modo necesario sino arbitrariamente y sinconcatenación, el que no sabe tener en cuenta las lagunasexistentes en los conocimientos ya alcanzados sino que calla y secontenta con soluciones o nexos puramente verbales, en vez dedeclarar que se trata de posiciones provisionales que se podránvolver a examinar y desarrollar, etc.

Un reproche que se puede hacer a muchas referencias polémicasdel Ensayo es el desconocimiento sistemático de la posibilidad deerror por parte de los autores citados; por ello se atribuyen a ungrupo social, del que los científicos serían siempre losrepresentantes, las opiniones más diversas y las voluntades máscontradictorias. Este reproche va ligado a un criterio

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metodológico más general, a saber: no es muy «científico», nisiquiera «muy serio», escoger los adversarios entre los másestúpidos y mediocres o escoger entre las opiniones de losadversarios las menos esenciales y más ocasionales y presumirque se ha «destruido» «todo» el adversario porque se hadestruido una de sus opiniones secundarias e incidentales, o quese ha destruido una ideología o una doctrina porque se hademostrado la insuficiencia teórica de sus adalides de tercer ocuarto orden. Más aún: «hay que ser justos con los adversarios»,en el sentido de que hay que esforzarse por comprender lo quehan querido decir realmente y no detenerse maliciosamente enlos significados superficiales e inmediatos de sus expresiones.Esto, naturalmente, si lo que nos proponemos es elevar el tono yel nivel intelectual de los propios seguidores y no hacer eldesierto en torno a nosotros, por todos los medios. Hay quecolocarse en el siguiente punto de vista: que nuestro seguidortiene que discutir y sostener nuestro punto de vista frente aadversarios capaces e inteligentes y no sólo frente a personastoscas e impreparadas que se convencen «autoritariamente» opor vía «emocional». Debe afirmarse y justificarse la posibilidadde error, sin que con ello se disminuya el valor de nuestra propiaconcepción, porque lo que importa no es ya la opinión de Fulano,de Mengano o de Zutano sino el conjunto de opiniones que sehan convertido en colectivas, en un elemento y una fuerzasociales: son éstas las que hay que destruir en sus exponentesteóricos más representativos y dignos de respeto por su altura depensamiento e incluso por «desinterés» inmediato y no pensandoque se ha «destruido» con ello el elemento y la fuerza socialescorrespondientes (lo cual sería puro racionalismo iluminista) sinoúnicamente que se ha contribuido: a) a mantener y a reforzar enel bando propio el espíritu de diferenciación y de escisión; b) acrear el terreno para que el bando propio absorba y vivifique una

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doctrina original y propia, correspondiente a sus condiciones devida.

Debe señalarse que muchas deficiencias del Ensayo popular serelacionan con la «oratoria». En el prefacio, el autor recuerda,casi como un título de honor, el origen «hablado» de su obra.Pero, como ya observó Macaulay a propósito de las discusionesorales entre los griegos, las superficialidades lógicas y deargumentación más sorprendentes se relacionan precisamentecon las «demostraciones orales» y con la mentalidad de losoradores. Por lo demás, esto no disminuye la responsabilidad delos autores, que no revisan, antes de entregarlas a la imprenta, lasexposiciones orales, a menudo improvisadas, cuando laasociación de ideas mecánica y casual sustituye a menudo elnervio lógico. Lo peor es cuando en esta práctica oratoria lamentalidad facilona se solidifica y los frenos críticos dejan defuncionar. Se podría hacer una lista de las ignorantiae, mutationes,elenchi del Ensayo popular, debidas probablemente a la«fogosidad» oratoria. Me parece que un ejemplo típico es elpárrafo dedicado al profesor Stammler, uno de los mássuperficiales y sofísticos.

La llamada «realidad del mundo exterior». Toda la polémica contra laconcepción subjetivista de la realidad, con la «terrible» cuestiónde la «realidad objetiva del mundo exterior» se plantea mal, selleva peor y es en gran parte fútil y ociosa (me refiero incluso a lamemoria presentada en el Congreso de Historia de la Ciencia,celebrado en Londres en junio-julio de 1931). Desde el punto devista de un «ensayo popular» toda la exposición responde más aun prurito de pedantería intelectual que a una necesidad lógica.El público popular no creo que ni siquiera se pueda plantear elproblema de si el mundo exterior existe objetivamente. Basta

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enunciar el problema de este modo para oír en seguida unacarcajada irrefrenable y estruendosa. El público «cree» que elmundo exterior es objetivamente real, pero aquí surgeprecisamente la cuestión: ¿cuál es el origen de esta «creencia» yqué valor crítico tiene «objetivamente»? En realidad, esta creenciaes de origen religioso, aunque la compartan personasindiferentes a la religión. Todas las religiones han enseñado yenseñan que el mundo, la naturaleza, el universo han sidocreados por Dios antes de la creación del hombre y que, portanto, el hombre ha encontrado el mundo ya hecho, catalogado ydefinido una vez para siempre, por esto dicha creencia se haconvertido en un dato férreo del «sentido común» y vive conplena solidez, aunque el sentimiento religioso haya desaparecido.Por ello, fundarse en esta experiencia del sentido común paradestruir con la «comicidad» la concepción subjetivista tiene unsignificado más bien «reaccionario», de retorno implícito alsentimiento religioso; de hecho los escritores y los oradorescatólicos recurren al mismo medio para obtener el mismo efectode ridículo corrosivo.4 En la memoria presentada en el Congresode Londres, el autor del Ensayo popular contesta implícitamenteeste reproche (que es de carácter exterior, aunque tenga suimportancia) señalando que Berkeley, a quien se debe la primeraenunciación completa de la concepción subjetivista, era unarzobispo (de lo cual parece que debe deducirse, porconsiguiente, el origen religioso de la teoría) y diciendo despuésque sólo un «Adán» que se encuentre por primera vez en elmundo puede pensar que éste existe únicamente porque él lopiensa (también aquí se insinúa el origen religioso de la teoría,pero con muy poca o ninguna convicción).

El problema, por el contrario, es el siguiente, a mi parecer: ¿cómose puede explicar que esta concepción, que no es ni mucho

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menos una futilidad ni siquiera para un filósofo de la praxis, sóloprovoque hoy, al exponerla ante el público, la risa y la burla? Meparece el ejemplo más típico del foso que se ha ido formandoentre la ciencia y la vida, entre ciertos grupos de intelectuales,situados, pese a todo, en la dirección «central» de la alta cultura,y las grandes masas populares; es también una demostración deque el lenguaje de la filosofía se ha convertido en una jerga queproduce el mismo efecto que el lenguaje de Arlequín. Pero si el«sentido común» se ríe, el filósofo de la praxis debe buscar unaexplicación no sólo del verdadero significado de la concepciónsino también de por qué ha nacido y se ha difundido entre losintelectuales e incluso de por qué hace reír al sentido común. Escierto que la concepción subjetivista es propia de la filosofíamoderna en su forma más completa y avanzada, y que de ésta ycomo superación de ésta ha nacido el materialismo histórico, elcual, con li teoría de las superestructuras, formula en lenguajerealista e historicista lo que la filosofía tradicional expresaba enforma especulativa. La demostración de esto, que aquí semenciona sólo de paso, tendría un gran alcance cultural porquepondría fin a una serie de discusiones tan fútiles como ociosas ypermitiría un desarrollo orgánico de la filosofía de la praxis,hasta convertirla en el exponente hegemónico de la alta cultura.Es más bien sorprendente que no se haya afirmado nunca ydesarrollado convenientemente el nexo entre la afirmaciónidealista de que la realidad del mundo es una creación delespíritu humano y la afirmación de la historicidad y la caducidadde todas las ideologías por parte de la filosofía de la praxis,porque las ideologías son expresiones de la estructura y semodifican al modificarse ésta.

La cuestión está estrechamente ligada —y se comprende— a ladel valor de las ciencias llamadas exactas o físicas y a la posición

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que éstas han venido asumiendo en el marco de la filosofía de lapraxis de un cuasi-fetichismo, cuando no de única y verdaderafilosofía o conocimiento del mundo.

Pero, ¿qué debe entenderse por concepción subjetivista de larealidad? ¿Podrá asumirse una cualquiera de las tantas teoríassubjetivistas elucubradas por una serie de filósofos y profesores,hasta las solipsistas? Es evidente que la filosofía de la praxis debeponerse forzosamente, incluso en este caso, en relación con elhegelismo —que representa la forma más completa y genial deesta concepción—, y que de las teorías sucesivas sólo habrá quetomar en consideración algunos aspectos parciales y los valoresinstrumentales. Habrá que buscar también las formas extrañas yextravagantes que ha asumido la teoría, bien en sus seguidores,bien en sus críticos más o menos inteligentes. Debe recordarse alrespecto lo que escribe Tolstoi en sus Memorias de infancia y dejuventud: cuenta que estaba tan convencido de la concepciónsubjetivista de la realidad que a menudo sentía vértigo porquevolvía súbitamente la cabeza persuadido de que podría captar elmomento en que no vería nada porque su espíritu no podíahaber tenido tiempo de «crear» la realidad (o algo parecido; elpárrafo de Tolstoi es característico y muy interesante desde elpunto de vista literario).5 Del mismo modo, en sus Linee difilosofía critica (p. 159) Bernardino Varisco escribe: «Abro unperiódico para informarme de las novedades; ¿sostendréis quelas novedades las he creado yo al abrir el periódico?» Puedeexplicarse que Tolstoi diese a la proposición subjetivista unsignificado tan inmediato y mecánico. ¿Pero no es sorprendenteque pueda haber escrito esto un autor como Varisco, que aunquehoy se haya orientado hacia la religión y el dualismotranscendental, es un estudioso serio y tendría que conocer sumateria? La crítica de Varisco es la del sentido común y es

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notable que los filósofos idealistas descuiden precisamente estacrítica, cuando tiene en realidad una importancia extrema paraimpedir la difusión de un modo de pensar y de una cultura.Puede recordarse un artículo de Mario Missiroli en «ItaliaLetteraria» donde escribe que se vería con dificultades si tuvieseque sostener ante un público común un debate con unneoescolástico, por ejemplo, en defensa del punto de vistasubjetivista: Missiroli observa que el catolicismo tiende, enconcurrencia con la filosofía idealista, a acaparar las cienciasnaturales y físicas. En otro lugar Missiroli ha previsto un períodode decadencia de la filosofía especulativa y una difusión cada díamayor de las ciencias experimentales y «realistas» (pero en estesegundo escrito, publicado por «II Saggiatore», prevé tambiénuna ola de anticlericalismo, es decir, no parece creer ya en que elcatolicismo acapare las ciencias). Debe recordarse también la«polémica de la calabaza» en el volumen Scritti vari de RobertoArdigó, ordenado por G. Marchesini (Lemonnier, 1922): en unperiodiquillo clerical de provincia, un escritor (un sacerdote de laCuria Episcopal), para descalificar a Ardigó ante un públicopopular, dijo, poco más o menos, que era «uno de aquellosfilósofos que sostienen que la catedral (de Mantua o de otraciudad) sólo existe porque ellos la piensan y que cuando ellos nola piensan, la catedral desaparece, etc.», con gran resentimientode Ardigó que era positivista y estaba de acuerdo con loscatólicos en el modo de concebir la realidad exterior.

Debe demostrarse que la concepción «subjetivista», después dehaber servido para criticar la filosofía de la transcendencia, porun lado, y la metafísica ingenua del sentido común y delmaterialismo filosófico, por otro, sólo puede encontrar suverificación y su interpretación historicista en la concepción de

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las superestructuras, y que en su forma especulativa no es másque una novela filosófica,

El reproche que debe hacerse al .Ensayo popular es haberpresentado la concepción subjetivista tal como aparece según lacrítica del sentido común y haber elegido la concepción de larealidad objetiva del mundo exterior en su forma más trivial yacrítica, sin sospechar siquiera que se puede hacer a ésta laobjeción de caer en el misticismo, como efectivamente se hahecho.7 Ocurre, además, que al analizar esta concepción noresulta tan fácil justificar un punto de vista de la objetividadexterior entendida de forma tan mecánica. Parece que puedeexistir, al parecer, una objetividad extrahistórica y extrahumana.¿Pero quién juzgará esta objetividad? ¿Quién podrá situarse enesta especie de «punto de vista del cosmos en sí» y quésignificará este punto de vista? Se puede sostener muy bien quese trata de un residuo del concepto de Dios, precisamente en suconcepción mística de un Dios ignoto. La formulación de Engelsde que «la unidad del mundo consiste en su materialidad,demostrada... por el largo y laborioso desarrollo de la filosofía yde las ciencias naturales» contiene, precisamente, el germen de laconcepción justa, porque se recurre a la historia y al hombre parademostrar la realidad objetiva. Objetivo significa siempre«humanamente objetivo», lo cual puede corresponderexactamente a «históricamente subjetivo»; es decir, objetivosignificaría «universal subjetivo». El hombre conoceobjetivamente en la medida en que el conocimiento es real paratodo el género humano históricamente unificado en un sistemacultural unitario; pero este proceso de unificación histórica seproduce con la desaparición de las contradicciones internas quelaceran la sociedad humana, contradicciones que constituyen lacondición de la formación de los grupos y del nacimiento de las

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ideologías no universales concretas, pero que el origen prácticode su sustancia hace inmediatamente caducas. Existe, por tanto,una lucha por la objetividad (por liberarse de las ideologíasparciales y falaces) y esta lucha es la misma que se libra por launificación cultural del género humano. Lo que los idealistasllaman «espíritu» no es un punto de partida sino un punto dellegada, el conjunto de las superestructuras en devenir hacia launificación concreta y objetivamente universal y no ya unpresupuesto unitario, etc.

La ciencia experimental ha constituido hasta ahora el terreno enque esta unidad cultural ha llegado a su máxima amplitud: hasido el elemento de conocimiento que más ha contribuido aunificar el «espíritu», a hacerlo más universal; es la subjetividadmás objetivada y universalizada concretamente.

El concepto de «objetivo» del materialismo metafísico parece quequiere significar una objetividad que existe incluso fuera delhombre, pero cuando se afirma que existiría una realidad aunqueel hombre no existiese o bien se hace una metáfora o bien se caeen una forma de misticismo. Sólo conocemos la realidad enrelación con el hombre y así como el hombre es un devenirhistórico, el conocimiento y la realidad también son un devenir,también la objetividad es un devenir, etc.

La expresión de Engels de que «la materialidad del mundo esdemostrada por el largp y laborioso desarrollo de la filosofía y delas ciencias naturales» se debería analizar y precisar. ¿Qué seentiende por ciencia? ¿La actividad teórica o la actividadpráctico-experimental de los científicos o la síntesis de ambas? Sepodría decir que el proceso unitario típico de lo real se tiene en laactividad experimental del científico, el primer modelo de

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mediación dialéctica entre el hombre y la naturaleza, la célulahistórica elemental mediante la cual el hombre, poniéndose enrelación con la naturaleza a través de la tecnología, la conoce y ladomina. Es indudable que la afirmación del métodoexperimental separa dos mundos en la historia, dos épocas, einicia el proceso de disolución de la teología y de la metafísica yde desarrollo del pensamiento moderno, cuyo coronamiento seencuentra en la filosofía de la praxis. La experiencia científica esla primera célula del nuevo método de producción, de la nuevaforma de unión activa entre el hombre y la naturaleza. Elcientífico-experimentador es también un obrero, no un pensadorpuro, y su pensar es controlado continuamente por la práctica yviceversa, hasta que se forma la unidad perfecta entre la teoría yla práctica.

El neoescolástico Casotti (Mario Casotti, Maestro e scolaro, p. 49)escribe: «Las investigaciones de los naturalistas y de los biólogospresuponen ya existentes la vida y el organismo real», expresiónque se aproxima a la de Engels en el Anti-Dühring.

Acuerdo entre el catolicismo y el aristotelismo en la cuestión dela objetividad de lo real.

Para entender exactamente los significados que puede tener elproblema de la realidad del mundo exterior, quizá sea oportunodesarrollar el ejemplo de las nociones de «Oriente» y«Occidente», que no dejan de ser «objetivamente reales» aunqueel análisis demuestre que no son más que una «construcción»convencional, es decir, «histórico-cultural» (a menudo lostérminos «artificial» y «convencional» indican hechos históricos,producidos por el desarrollo de la civilización, y noconstrucciones racionalísticamente arbitrarias o individualmente

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artificiosas). Recuérdese también el ejemplo que da BertrandRussell en una de sus obras.8 Dice así, poco más o menos: «Sin laexistencia del hombre en la Tierra no podemos pensar en laexistencia de Londres y de Edimburgo, pero podemos pensar enla existencia de dos puntos en el espacio, donde hoy seencuentran Londres y Edimburgo, uno al norte y otro al sur.» Sepuede objetar que sin pensar en la existencia del hombre no sepuede pensar que se «piensa», no se puede pensar en general enningún hecho o en ninguna relación que sólo existan cuandoexiste el hombre. ¿Qué significaría norte-sur, este-oeste sin elhombre? Son relaciones reales pero no existirían sin el hombre ysin el desarrollo de la civilización. Es evidente que el este y eloeste son construcciones arbitrarias, convencionales, es decir,históricas, porque fuera de la historia real todo punto de la Tierraes este y oeste al mismo tiempo. Esto puede verse claramente porel hecho de que estos términos han cristalizado no desde el puntode vista de un hipotético y melancólico hombre en general sinodesde el punto de vista de las clases cultas europeas, que los hanhecho aceptar por todos gracias a su hegemonía mundial. ElJapón es el Extremo Oriente no sólo para Europa sino quizátambién para el americano de California y para ei mismojaponés; éste, por la influencia de la cultura política inglesa,podrá llamar a Egipto Próximo Oriente. De este modo, a travésdel contenido histórico que se ha ido aglutinando al términogeográfico las expresiones oriente y occidente han terminado porindicar determinadas relaciones entre diversos complejos decivilización. Los italianos, por ejemplo, hablan a menudo deMarruecos como un país «oriental», para referirse a lacivilización musulmana y árabe. Sin embargo, estas referenciasson reales, corresponden a hechos reales, permiten viajar portierra y mar y llegar a donde se quería ir precisamente, permiten«prever» el futuro, objetivar la realidad, comprender la

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objetividad del mundo externo. Lo racional y lo real seidentifican.

Creo que sin haber comprendido esta relación no se puedecomprender la filosofía de la praxis, su posición frente alidealismo y al materialismo mecanicista, la importancia y elsignificado de la doctrina de las superestructuras. No es exactoque en la filosofía de la praxis la «idea» hegeliana haya sidosustituida por el «concepto» de estructura, como afirma Croce.La «idea» hegeliana se resuelve tanto en la estructura como en lassuperestructuras y todo el modo de concebir la filosofía ha sido«historificado», es decir, se ha iniciado un nuevo modo defilosofar, más concreto e histórico.

NOTA. Debe estudiarse la posición del profesor Lukács ante lafilosofía de la praxis. Parece que Lukács afirma que sólo se puedehablar de dialéctica en lo que se refiere a la historia de loshombres, no en lo que concierne a la naturaleza. Puedeequivocarse o puede tener razón. Si su afirmación presupone undualismo entre la naturaleza y el hombre, se equivoca porque caeen una concepción de la naturaleza propia de la religión y de lafilosofía greco-cristiana e incluso del idealismo, el cual sóloconsigue unificar y poner en relación el hombre y la naturalezaen el plano verbal. Pero si la historia humana debe concebirsetambién como historia de la naturaleza (incluso a través de lahistoria de la ciencia), ¿cómo se puede separar la dialéctica de lanaturaleza? Quizá por reacción contra las teorías barrocas delEnsayo popular Lukács ha caído en el error contrario, en unaforma de idealismo.

Juicio sobre las filosofías del pasado. La superficial crítica delsubjetivismo en el Ensayo popular se relaciona con una cuestión

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más general: la de la actitud hacia las filosofías y los filósofos delpasado. Juzgar todo el pasado filosófico como un delirio y unalocura no sólo constituye un error de antihistoricismo, porquecontiene la pretensión anacrónica de que en el pasado se teníaque pensar como hoy, sino que es un verdadero residuo demetafísica, porque supone un pensamiento dogmático válido entodas las épocas y en todos los países y en función del cual sejuzga todo el pasado. El antihistoricismo metódico no es más quemetafísica. Que los sistemas filosóficos hayan sido superados noexcluye que hayan sido históricamente válidos y hayan cumplidouna función necesaria: su caducidad debe considerarse desde elpunto de vista del desarrollo histórico global y de la dialécticareal; que fuesen dignos de desaparecer no es un juicio moral o dehigiene del pensamiento, emitido desde un punto de vista«objetivo», sino un juicio dialéctico-histórico. Se puedeconfrontar con la presentación que hace Engels de la proposiciónhegeliana de que «iodo lo racional es real y todo lo real esracional», proposición que sería válida incluso para el pasado.

En el Ensayo se juzga el pasado como «irracional» y«monstruoso» y la historia de la filosofía se convierte en untratado histórico de teratología, porque se parte de un punto devista metafísico. (En cambio, en el Manifiesto Comunista se hace elmayor elogio del mundo moribundo.) Si este modo de juzgar elpasado es un error teórico, si es una desviación de la filosofía dela praxis, ¿podrá tener algún significado educativo, seráinspirador de energías? No lo parece, porque la cuestión sereduciría a presumir que Sólo se es algo porque se ha nacido enla época actual y no en uno de los siglos pasados. Pero todaépoca ha sido un pasado y una contemporaneidad y el ser«contemporáneo» sólo es un buen título para los chistes.9

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La inmanencia y la filosofía de la praxis. En el Ensayo se señala queen la filosofía de la praxis se utiliza efectivamente los términos de«inmanencia» e «inmanente», pero que esta utilización esúnicamente «metafórica». Muy bien. ¿Pero se ha explicado quésignifican «metafóricamente» los conceptos de inmanencia y deinmanente? ¿Por qué se siguen utilizando estos términos y no sesustituyen? ¿Sólo por la aversión a crear nuevos vocablos?Habitualmente, cuando una nueva concepción del mundo sucedea otra anterior se sigue utilizando el lenguaje precedente, pero demanera metafórica precisamente. Todo el lenguaje es uncontinuo proceso de metáforas y la historia de la semántica es unaspecto de la historia de la cúltura: el lenguaje es, a la vez, unacosa viva y un museo de fósiles de la vida y de la civilización.Cuando utilizo la palabra «desastre» nadie puede acusarme detener creencias astrológicas y cuando digo «por Baco» nadiepuede creer que sea yo un adorador de las divinidades paganas;sin embargo, estas expresiones son una prueba de que lacivilización moderna es un desarrollo incluso del paganismo y dela astrologfa. El término «inmanencia» tiene en la filosofía de lapraxis un significado preciso, oculto bajo la metáfora, y es esto loque había que definir y precisar; en realidad, esta definiciónhabría sido realmente «teoría». La filosofía de la praxis continúala filosofía de la inmanencia pero la depura de todo su aparatometafísico y la conduce al terreno concreto de la historia. El usosólo es metafórico en el sentido de que la vieja inmanencia hasido superada, pero se sigue suponiendo como eslabón en elproceso de pensamiento del que ha nacido el nuevo. Por lodemás, ¿es totalmente nuevo el nuevo concepto de inmanencia?Parece que en Giordano Bruno, por ejemplo, se encuentranmuchas huellas de esta nueva concepción; y los fundadores de lafilosofía de la praxis conocían a Bruno. Lo conocían y se hanconservado ejemplares de las obras de Bruno anotadas por ellos.

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Por lo demás, Bruno no dejó de ejercer influencia en la filosofíaclásica alemana, etc. He aquí una serie de problemas de lahistoria de la filosofía que no dejarían de tener utilidad.

La cuestión de las relaciones entre el lenguaje y las metáforas noes sencilla, ni mucho menos. El lenguaje siempre es metafórico.Quizá no pueda decirse exactamente que todo discurso esmetafórico en relación con la cosa o el objeto material y sensibleindicado (o con e) concepto abstracto), para no ampliardemasiado el concepto de metáfora, pero sí puede decirse que ellenguaje actual es metafórico respecto a los significados y alcontenido ideológico que las palabras han tenido en los períodosanteriores de la civilización. Un tratado de semántica —el deMichel Breáis, por ejemplo— puede dar un catálogo histórico ycríticamente reconstruido de las mutaciones semánticas dedeterminados grupos de palabras. Por no tener en cuenta estehecho, es decir, por no tener un concepto crítico e historicista delfenómeno lingüístico, surgen muchos errores, ya sea en el campode la ciencia, ya sea en el de la práctica: a) un error de carácterestético que se va corrigiendo cada día más pero que en elpasado ha tenido una doctrina dominante es el de considerar«bellas» en sí ciertas expresiones, a diferencia de otras en lamedida que son metáforas cristalizadas; los retóricos y losgramáticos se derriten ante ciertas palabras, en las que descubrenprofundas virtudes y esencialidades artísticas abstractas. Seconfunde la «alegría» libresca del filólogo, que cae en espasmosante el resultado de algunos de sus análisis etimológicos osemánticos, con el goce propiamente artístico: recientemente hahabido el caso patológico del escrito Linguaggio e poesía de GiulioBertoni; b) un error práctico que tiene muchos seguidores es lautopía de las lenguas fijas y universales; c) una tendenciaarbitraria al neolalismo, que surge de la cuestión planteada por

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Pareto y los pragmatistas a propósito del «lenguaje como causade error». Tanto Pareto como los pragmatistas —en la medidaen . que creen haber originado una nueva concepción del mundoo, por lo menos, haber innovado una determinada ciencia (y porconsiguiente, haber dado a las palabras un significado o, por lomenos, un matiz nuevo o haber creado nuevos conceptos)— seencuentran ante el hecho de que las palabras tradicionales, sobretodo en el uso común, pero también en el de la clase culta eincluso en el de los sectores de especialistas que tratan la mismaciencia, siguen conservando el antiguo significado, pese a lainnovación del contenido, y reaccionan. Pareto crea un«diccionario» propio manifestando la tendencia a crear unalengua propia «pura» o «matemática». Los pragmatistas teorizanabstractamente sobre el lenguaje como causa de error (véase ellibrito de G. Prezzolini). Pero, ¿es posible quitar al lenguaje sussignificados metafóricos y extensivos? Desde luego que no. Ellenguaje se transforma al transformarse toda la civilización, alentrar nuevas clases en la cultura, al ejercer una lengua nacionalla hegemonía sobre las otras, etc. y asume metafóricamente laspalabras de las civilizaciones y de las culturas precedentes.Nadie piensa hoy que la palabra «des-astre» está ligada a laastrología; nadie se considera inducido a error sobre lasopiniones del que la usa. Del mismo modo, un ateo puede hablarde «des-graci.a» sin que se le considere partidario de lapredestinación, etc. El nuevo significado «metafórico» seextiende al extenderse la nueva cultura; ésta, por lo demás, creapalabras nuevas y flamantes y toma otras a préstamo de otraslenguas con un significado preciso, es decir, sin el halo extensivoque tenía en la lengua original. Es probable, por ejemplo, quemuchas personas sólo conozcan, comprendan y utilicen porprimera vez el término de «inmanencia» con el nuevo significado«metafórico» que le ha dado la filosofía de la praxis.

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Cuestiones de nomenclatura y de contenido. Una de lascaracterísticas de los intelectuales como categoría socialcristalizada (es decir, que se concibe a sí misma como unacontinuidad ininterrumpida en la historia y, por tanto,independiente de la lucha de los grupos, y no como expresión deun proceso dialéctico por el cual todo grupo social dominanteelabora su propia categoría de intelectuales) es, precisamente, lade vincularse, en la esfera ideológica, a una categoría intelectualprecedente mediante la misma nomenclatura de conceptos. Todonuevo organismo histórico (tipo de sociedad) crea una nuevasuperestructura, cuyos representantes y abanderadosespecializados (los intelectuales) no pueden dejar de concebirsetambién como «nuevos» intelectuales, surgidos de la nuevasituación y no como continuadores de la intelectualidadprecedente. Si los «nuevos» intelectuales se presentan comocontinuación directa de la intelligentsia anterior no son enrealidad «nuevos», es decir, no están ligados al nuevo gruposocial que representa orgánicamente la nueva situación históricasino que son un residuo conservador y fosilizado del gruposocial históricamente superado (que es lo mismo que decir, endefinitiva, que la nueva situación histórica no ha llegado todavíaal grado de desarrollo necesario para poder crear nuevassuperestructuras, sino que vive todavía bajo la envolturaapolillada de la vieja historia).

Debe tenerse "en cuenta, sin embargo, que ninguna situaciónhistórica nueva aunque haya sido provocada por el cambio másradical, transforma completamente el lenguaje, por lo menos ensü aspecto externo, formal. Pero el contenido del lenguaje tieneque haber cambiado, aunque sea difícil tener conciencia exacta einmediata de esta mutación. Por lo demás, el fenómeno eshistóricamente complejo y se complica por la existencia de

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diversas culturas típicas en los diversos estratos del nuevo gruposocial, algunos de los cuales, en el terreno ideológico, estáninmersos todavía en la cultura de situaciones históricasanteriores, incluso, a la que se acaba de superar. Una clase conestratos que permanecen todavía en la concepción ptolemaica delmundo puede ser, sin embargo, la representante de una situaciónhistórica muy avanzada; estos estratos están ideológicamenteatrasados (por lo menos en algunos aspectos de la concepción delmundo, que todavía es en ellos disgregada e ingenua) pero estánavanzadísimos en la práctica, es decir, como función económica ypolítica. Si la tarea de los intelectuales consiste en determinar yorganizar la reforma moral e intelectual, es decir, en adaptar lacultura a la función práctica, es evidente que los intelectuales«cristalizados» son conservadores y reaccionarios. Porque elgrupo social nuevo siente, por lo menos, que es distinto delprecedente y, en cambio, ellos no sienten ni siquiera estadistinción; al contrario, creen que se pueden vincular al pasado.

Por lo demás, nadie ha dicho que tenga que rechazarse toda laherencia del pasado: existen «valores instrumentales» que tienenque acogerse íntegramente para seguir elaborándolos yrefinándolos. Pero, ¿cómo distinguir el valor instrumental delvalor filosófico caduco, que debe rechazarse sin más? Ocurre amenudo que por haberse aceptado un valor filosófico caduco deuna determinada tendencia del pasado se rechaza un valorinstrumental de otra tendencia, porque se opone a la primera,pese a que este valor instrumental habría sido útil para expresarel nuevo contenido histórico cultural.

Por ejemplo, el término «materialismo» ha sido acogido con elcontenido pasado y, en cambio, el término «inmanencia» ha sidorechazado porque en el pasado tenía un determinado contenido

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histórico cultural. La dificultad de adecuar la expresión literariaal contenido conceptual y la confusión de las cuestiones determinología con las cuestiones sustanciales y viceversa sonrasgos característicos del diletantismo filosófico, de la carencia desentido histórico en la captación de los diversos momentos de unproceso de desarrollo cultural, es decir, son rasgos característicosde una concepción antidialéctica, dogmática, prisionera de losesquemas abstractos de la lógica formal.

En los primeros cincuenta años del siglo xix el término«materialismo» debe entenderse no sólo en el sentido técnicofilosófico estricto sino también en el sentido más amplio queasumió polémicamente en las discusiones habidas en Europa conel surgimiento y el desarrollo victorioso de la cultura moderna.Se llamó materialismo a toda doctrina filosófica que excluyese latranscendencia del dominio del pensamiento y, por consiguiente,todo el panteísmo y el inmanentismo; pero además se llamómaterialismo a todas las actitudes prácticas inspiradas en elrealismo político, es decir, que se oponían a ciertas corrientesinferiores del romanticismo político, como las doctrinaspopulares de Mazzini, que sólo hablaban de «misiones», de«ideales» y de otras nebulosidades y abstracciones sentimentalesparecidas. En las polémicas actuales de los católicos el terminomaterialismo todavía se utiliza, a menudo, en este sentido; elmaterialismo es lo contrario del espiritualismo en sentidoestrecho, es decir, en sentido de espiritualismo religioso; porconsiguiente, se incluye en él todo el hegelismo y toda la filosofíaclásica alemana en general, además del sensismo y el iluminismofrancés. Así, en términos del sentido común, se llamamaterialismo a todo lo que tiende a encontrar en esta tierra y noen el paraíso el fin de la vida. Todas las actividades económicasque se salían del marco de la producción medieval eran

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«materialismo», porque parecían «fines en sí mismas», laeconomía por la economía, la actividad por la actividad; delmismo modo, para el europeo medio de hoy Norteamérica es«materialista» porque la utilización de las máquinas y elvolumen de las fábricas y de los negocios excede a un ciertolímite considerado «justo» por el europeo medio: aquel en que nose mortifican las exigencias «espirituales». Vemos, pues, que lacultura burguesa europea hace propia una retorsión polémica dela cultura feudal contra la burguesía en desarrollo, frente a uncapitalismo más'desarrollado que el europeo, por un lado, y porotro lado, frente a la actividad práctica de los grupos socialessubalternos, para los cuales, a¡ principio y durante toda unaépoca histórica —es decir, hasta que no hayan construido unaeconomía y una estructura social propias— la actividad tiene queser por fuerza predominantemente económica o tiene queexpresarse, por lo menos, en términos económicos y deestructura. En el lenguaje se encuentran huellas de estaconcepción del materialismo: en alemán, geistlich significatambién «clerical», propio del clero, lo mismo que en rusodujovietz. Que ésta es la concepción predominante se puede veren muchas obras de filosofía de la praxis, para las cuales,precisamente, la religión, el teísmo, etc. son los puntos dereferencia para reconocer a los «materialistas consecuentes».

Una de las razones, quizá la predominante, de la reducción delmaterialismo histórico al materialismo metafísico tradicional,debe buscarse en el hecho de que el materialismo histórico nopodía dejar de ser una fase prevalentemente crítica y polémica dela filosofía, cuando lo que se necesitaba era un sistema yacompleto y perfecto. Pero los sistemas completos y perfectossiempre son obra de filósofos individuales y en éstos, junto a laparte históricamente actual, es decir, correspondiente a las

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condiciones de vida contemporáneas, existe siempre una parteabstracta, «ahistórica», en el sentido de que está ligada a lasfilosofías precedentes y responde a las necesidades exteriores ypedantes de la arquitectura del sistema o se debe a lasidiosincrasias personales; por esto la filosofía de una época nopuede ser ningún sistema individual o de tendencia: es elconjunto de todas las filosofías individuales o de tendencia, máslas opiniones científicas, más la religión, más el sentido común.¿Puede formarse un sistema de este tipo artificialmente, por obrade individuos y de grupos? La única actividad posible es laactividad crítica, especialmente en el sentido de plantear yresolver críticamente los problemas que se presentan comoexpresiones del desarrollo histórico. Pero el primero de losproblemas a plantear y comprender es el siguiente: que la nuevafilosofía no puede coincidir con ningún sistema del pasado,llámese como se llame. La identidad de los términos no significaidentidad de conceptos.

Un libro que se debe estudiar al respecto es la Historia delmaterialismo de Lange. La obra estará ya más o menos superadapor los estudiosos ulteriores sobre los diversos filósofosmaterialistas, pero su importancia cultural sigue intacta desde unpunto de vista: que a ella se han referido toda una serie departidarios del materialismo histórico para informarse de losprecedentes y para conocer los conceptos fundamentales delmaterialismo. Esquemáticamente, puede decirse que se hapartido del presupuesto dogmático de que el materialismohistórico es sin más el materialismo tradicional ligeramenterevisado y corregido (corregido con la «dialéctica» que se asume,de este modo, como un capítulo de la lógica formal y no comouna lógica en sí, es decir, como una teoría del conocimiento); seha estudiado en la obra de Lange lo que ha sido el materialismo

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tradicional y se han considerado los conceptos de éste comoconceptos del materialismo histórico. Puede decirse, pues, quepara la mayoría de los conceptos que se presentan bajo laetiqueta del materialismo histórico, el jefe de escuela y fundadorha sido Lange y nadie más. Por esto el estudio de dicha obratiene un gran interés cultural y crítico, sobre todo porque Langees un historiador concienzudo y agudo que tiene un conceptomuy preciso, definido y delimitado del materialismo y por esto—con gran estupor y casi con el desdén de algunos (comoPlejanov)— no considera materialistas ni el materialismohistórico ni la filosofía de Feuerbach. También aquí se podrácomprobar que la terminología es convencional, pero tiene suimportancia en la determinación de errores y de desviacionescuando se olvida que hay que acudir siempre a las fuentesculturales para identificar el valor exacto de los conceptos,porque bajo los mismos sombreros pueden cobijarse distintascabezas. Sabido es, por otro lado, que el jefe de escuela de lafilosofía de la praxis nunca llamó «materialista» a su concepcióny que criticó el materialismo francés, diciendo que la críticatendría que ser más exhaustiva. Nunca utilizó la fórmula de«dialéctica materialista» sino la de «racional» en contraposición a«mística», lo cual da al término «racional» un significado muypreciso.10

La ciencia y los instrumentos científicos. En el Ensayo popular seafirma que los progresos de la ciencia dependen, como el efectode la causa, del desarrollo de los instrumentos científicos. Es uncorolario del principio general aceptado por el Ensayo —deorigen loriano— sobre la función histórica del «instrumento deproducción y de trabajo» (con el cual se sustituye el conjunto delas relaciones sociales de producción). Pero en la cienciageológica no se utiliza otro instrumento que el martillo, y los

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progresos técnicos del martillo no se pueden comparar,ciertamente, con los de la geología. Si la historia de las cienciaspuede reducirse, como afirma el Ensayo, a la historia de susinstrumentos particulares, ¿cómo se podrá construir una historiade la geología? No sirve decir que la geología se funda tambiénen los progresos de otras ciencias y que, por ello, la historia delos instrumentos de éstas sirve para indicar el desarrollo de lageología, porque con esta escapatoria se terminaría afirmandogeneralidades vacías y refiriéndose a movimientos cada vez másvastos, hasta las relaciones de producción. Es justo que el lema dela geología sea mente et malleo.

En general, se puede decir que el progreso de las ciencias no sepuede documentar «materialmente»; la historia de las cienciassólo puede revivirse en el recuerdo, y no para todas, con ladescripción del perfeccionamiento sucesivo de los instrumentosque han constituido uno de los medios del progreso y con ladescripción de las máquinas que han constituido la aplicación delas ciencias en sí. Los principales «instrumentos» del progresocientífico son de orden intelectual (e incluso político),metodológico, y Engels ha escrito justamente que los«instrumentos intelectuales» no han nacido de la nada, no soninnatos en el hombre, sino que se han adquirido, se handesarrollado y se desarrollan históricamente. ¿Cuánto hacontribuido al progreso de las ciencias la expulsión de laautoridad de Aristóteles y de la Biblia del campo científico? ¿Yno se debió esta expulsión al progreso general de la sociedadmoderna? Recuérdese el ejemplo de las teorías sobre el origen delos manantiales. La primera formulación exacta del modo en quese forman los manantiales se encuentra en la Enciclopedia deDiderot, etc.; se puede demostrar que los hombres del pueblo yatenían antes opiniones exactas al respecto, mientras que en el

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campo de los científicos se sucedían las teorías más arbitrarias yextravagantes para poner de acuerdo la Biblia y Aristóteles conlas observaciones experimentales del buen sentido.

Otra cuestión es la siguiente: si fuese cierta la afirmación delEnsayo, ¿qué diferencia habría entre la historia de las ciencias y lahistoria de la tecnología? Con el desarrollo de los instrumentoscientíficos «materiales», iniciado históricamente con la aparicióndel método experimental, se ha desarrollado una cienciaparticular, la ciencia de los instrumentos, estrechamentevinculada al desarrollo general de la producción y de latecnología.11 Se puede comprobar hasta qué punto es superficialla afirmación del Ensayo con el ejemplo de las cienciasmatemáticas, que no tienen ninguna necesidad de instrumentosmateriales (no creo que se pueda aducir al respecto el desarrollodel ábaco) y que son, a su vez, «instrumento» de todas lasciencias naturales.

El «instrumento técnico». La concepción del «instrumento técnico»es completamente errónea en el Ensayo popular. Por el ensayo deBenedetto Croce sobre Achille Loria (Materialismo Storico edEconomía Marxista) parece que Loria fue el primero que sustituyóarbitrariamente (o por pueril vanidad de descubrimientosoriginales) la expresión «fuerzas materiales de producción» o«complejo de relaciones sociales» por la de «instrumentotécnico».

En el prefacio a la Crítica de la Economía Política se dice: «En laproducción social de su vida los hombres entran en relacionesdeterminadas, necesarias e independientes de su voluntad,relaciones de producción, que corresponden a una determinadafase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El

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conjunto de estas relaciones de producción fórma la estructuraeconómica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta lasuperestructura jurídica y política y a la que correspondendeterminadas formas de conciencia social... Al llegar a una fasedeterminada de desarrollo, las fuerzas productivas materiales deía sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o,con lo que no es más que su expresión jurídica, con las relacionesde propiedad en que se habían desarrollado hasta entonces. Deformas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relacionesse convierten en trabas suyas. Se abre entonces un período derevolución social. Al cambiar la base económica, se transformamás o menos rápidamente toda la inmensa superestructuraerigida sobre ella... Ninguna formación social desaparece antesde que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas quecaben en su seno, y nunca aparecen nuevas y más altas relacionesde producción antes de que hayan madurado en el seno de lasociedad antigua las condiciones materiales de su existencia.» (Latraducción italiana es de Antonio Labriola; véase su obra Inmemoria.) 12 Y he aquí cómo ha rehecho el concepto Loria (en Latérra e il sistema sociale, p. 19, Verona, Drucker, 1892; pero Croceafirma que hay más ejemplos en otros escritos de Loria): «A undeterminado estadio del instrumento productivo corresponde, ysobre él se erige, un determinado sistema de producción y, portanto, de relaciones económicas, las cuales forjan todo el modo deser de la sociedad. Pero la incesante evolución de los métodosproductivos genera tarde o temprano una metamorfosis radicaldel instrumento técnico, la cual hace intolerable aquel sistema deproducción y de economía, basada en el estadio anterior de latécnica. La forma económica envejecida es destruida entoncesmediante una revolución social y es reemplazada por una formaeconómica superior, correspondiente a la nueva fase delinstrumento productivo.» 13

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Croce añade que en el El Capital (vol. I, p. 143 n. y pp. 335-336 n.)y en otros puntos se pone de relieve la importancia de lasinvenciones técnicas y se invoca una historia de la técnica, perono existe ningún escrito en el que se haga del «instrumentotécnico» la causa única y suprema del desarrollo económico. Elfragmento de Zur Kritik contiene las expresiones «fase dedesarrollo de las fuerzas productivas materiales», «modo deproducción de la vida material», «condiciones económicas de laproducción» y otras similares: todas ellas afirman, efectivamente,que el desarrollo económico es determinado por las condicionesmateriales, pero nunca reducen a éstas a la «metamorfosis delinstrumento técnico». Croce añade que el fundador de la filosofíade la praxis nunca se propuso indagar sobre la causa última de lavida económica. «Su filosofía no era tan barata. No había"coqueteado" en vano con la dialéctica de Hegel para buscardespués las "causas últimas".»

Se observará que en el Ensayo popular no se reproduce elfragmento del prefacio a Zur Kritik ni se hace referencia alguna almismo. Lo cual es más bien extraño tratándose de la fuenteauténtica más importante para una reconstrucción de la filosofíade la praxis. Por otro lado, el modo de pensar expuesto en elEnsayo no difiere, al respecto, del de Loria: en todo caso, es máscriticable y superficial. En el Ensayo no se comprendeexactamente lo que es la estructura, la superestructura, elinstrumento técnico: todos los conceptos generales son en élnebulosos y vagos. El instrumento técnico se concibe de modotan genérico que tanto significa el arnés y el utensilio elementalcomo los instrumentos utilizados por los científicos en susexperimentos... y los instrumentos musicales. Este modo deplantear la cuestión complica inútilmente las cosas.

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Partiendo de este modo de pensar barroco, se plantean una seriede cuestiones barrocas: por ejemplo, las bibliotecas, ¿sonestructuras o superestructuras? ¿Y los gabinetes experimentalesde los científicos? Si se puede sostener que un arte o una cienciase desarrollan por el desarrollo de los respectivos instrumentostécnicos, ¿por qué no se podría sostener precisamente locontrario o afirmar que ciertas formas instrumentales son almismo tiempo estructura y superestructura? Se podría decir queciertas superestructuras tienen una estructura propia yparticular, pese a seguir siendo superestructuras: así, porejemplo, el arte tipográfico sería la estructura material de todauna serie de ideologías —e incluso de todas—, y bastaría laexistencia de la industria tipográfica para justificarmaterialísticamente toda la historia. Quedaría, sin embargo, elcaso de la matemática pura, del álgebra, que al no tenerinstrumentos propios no podrían desarrollarse. Es evidente quetoda la teoría del instrumento técnico en el Ensayo no es más queun abracadabra y puede compararse con la teoría de la «memoria»excogitada por Croce para explicar porqué los artistas no secontentan con concebir mentalmente sus obras sino que lasescriben o las esculpen, etc. (con la fenomenal objeción de Tilghera propósito de la arquitectura, cuando dice que sería un pocofuerte afirmar que para conservar la memoria de un palacio, elarquitecto tenga que construirlo). Todo esto es una desviacióninfantil de la.filosofía de la praxis, determinada por la convicciónbarroca de que cuanto más se recurre a los objetos «materiales»más ortodoxo se es.

Objeción contra el empirismo. La indagación de una serie de hechospara encontrar las relaciones presupone un «concepto» quepermita distinguir esta serie de hechos de otras series posibles:¿cómo será posible elegir los hechos que deben aducirse para

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demostrar la verdad de nuestro asunto si no preexiste el criteriode elección? Pero, ¿qué será este criterio de elección sino algosuperior a todos los hechos concretos indagados? Una intuición,una concepción, cuya historia tiene que concebirse compleja, unproceso que debe conectarse con todo el proceso de desarrollo dela cultura, etc. Esta observación debe relacionarse con la obrasobre la «ley sociológica», en la que no se hace más que repetirdos veces el mismo hecho, una vez como hecho, otra como ley(sofisma del doble hecho y no ley).

Concepto de «ortodoxia. De algunos de los puntos tratadosanteriormente se deduce que el concepto de «ortodoxia» tieneque renovarse y volverse a referir a sus fuentes auténticas. Laortodoxia no debe buscarse en tal o cual seguidor de la filosofíade la praxis, en tal o cual tendencia ligada a corrientes extrañas ala doctrina original, sino en el concepto fundamental de que lafilosofía de la praxis «se basta a sí misma», contiene en sí mismatodos los elementos fundamentales para construir no sólo unaconcepción del mundo total e integral, una filosofía y una teoríatotales de las ciencias naturales, sino también para vivificar unaorganización práctica integral de la sociedad, es decir, paraconvertirse en una civilización total, integral.

Este concepto renovado de la ortodoxia sirve para precisar mejorel atributo de «revolucionario», que se suele aplicar con tantafrecuencia a diversas concepciones del mundo, teorías, filosofías.El cristianismo fue revolucionario frente al paganismo porquefue un elemento de completa escisión entre los sostenedores delviejo mundo y los del nuevo. Una teoría es «revolucionaria» en lamedida en que es un elemento de separación y distinciónconsciente en dos campos, en la medida en que es un vérticeinaccesible al campo adversario. Considerar que la filosofía de la

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praxis no es una estructura de pensamiento completamenteautónoma e independiente, opuesta a todas las filosofías yreligiones tradicionales, significa, en realidad, no haber roto loslazos con el viejo mundo, cuando no significa, lisa y llanamente,haber capitulado. La filosofía de la praxis no necesita apoyosheterogéneos; es tan robusta y tan fecunda en nuevas verdadesque el viejo mundo recurre a ella para proveer su arsenal con lasarmas más modernas y eficaces. Esto significa que la filosofía dela praxis empieza a ejercer una hegemonía sobre la culturatradicional, pero ésta, que es todavía robusta y, sobre todo, esmás refinada y amanerada, intenta reaccionar como la Greciavencida, para terminar derrotando al tosco vencedor romano.

Puede decirse que una gran parte de la obra filosófica deBenedetto Croce representa este intento de reabsorber la filosofíade la praxis e incorporarla como sierva a la cultura tradicional.Pero, como puede verse por el Ensayo, también algunos secuacesque se llaman «ortodoxos» de la filosofía de la praxis caen en latrampa y conciben su filosofía como subordinada a una teoríageneral materialista (vulgar), del jnismo modo que otros la creensubordinada a la teoría idealista. (Esto no quiere decir que entrela filosofía de la praxis y las viejas filosofías no existan relaciones,pero son menores que las existentes entre el cristianismo y lafilosofía griega.) En el librito de Otto Bauer sobre la religión sepueden encontrar algunas referencias a las combinaciones a queha dado lugar este erróneo concepto de que la filosofía de lapraxis no es autónoma e independiente sino que necesitaapoyarse en otra filosofía materialista o idealista. Bauer sostiene,como tesis política, el agnosticismo de los partidos y el permisode que los miembros se agrupen en idealistas, materialistas,ateos, católicos, etc.

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NOTA I. Una de las causas del error que lleva a buscar unafilosofía general que constituya la base de la filosofía de la praxisy a negar implícitamente a ésta una originalidad de contenido yde método es, al parecer, la siguiente: que se confunde la culturafilosófica personal del fundador de la filosofía de la praxis, esdecir, las corrientes filosóficas y los grandes filósofos por los quese interesó fuertemente en su juventud y cuyo lenguajereproduce a menudo (pero siempre con espíritu dedistanciamiento y haciendo notar a veces que con ello quierehacer comprender mejor su propio concepto), que se confundeesto, decimos, con los orígenes o las partes constitutivas de lafilosofía de la praxis. Este error tiene toda una historia,especialmente en la crítica literaria, y sabido es que hubo unaépoca en que la fatiga máxima de muchos eruditos insignesconsistía en reducir las grandes obras poéticas a sus fuentes. Ensu forma exterior, la cuestión se plantea en los llamados plagios,pero sabido es también que en algunos «plagios» e incluso enalgunas reproducciones literales no se excluye la posibilidad desostener la originalidad de la obra plagiada o reproducida.Pueden citarse dos ejemplos insignes: a) el soneto de Tansilloreproducido por Giordano Bruno en Eroici furori (o en Cena delleCeneri), «Poiché spiegate ho l'ali al bel desio» (que en Tansillo era unsoneto de amor por la marquesa del Vasto); b) los versos por losmuertos de Dogali ofrecidos por D'Annunzio como propios paraun número único y que había copiado literalmente de unaantología de cantos servios de Tommaseo. Sin embargo, enBruno y en D'Annunzio estas reproducciones adquieren un gustonuevo y original que hace olvidar su origen. El estudio de lacultura filosófica de un hombre como Marx no sólo es interesantesino también necesario, siempre y cuando no se olvide que esteestudio forma parte exclusivamente de la reconstrucción de subiografía intelectual y que los elementos de spinozismo, de

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feuerbachismo, de hegelismo, de materialismo francés, etc., noson partes esenciales de la filosofía de la praxis ni ésta se reduce aaquéllas sino que lo que más interesa es, precisamente, lasuperación de las viejas filosofías, la nueva síntesis o loselementos de una nueva síntesis, el nuevo modo de concebir lafilosofía, cuyos elementos se encuentran en los aforismos o estándispersos en los escritos del fundador de la filosofía de la praxisy que es preciso entresacar y desarrollar coherentemente. En elplano teórico, la filosofía de la praxis no se confunde con, ni sereduce a ninguna otra filosofía: no sólo es original, por cuantosupera las filosofías precedentes, sino especialmente por cuantoabre una vía completamente nueva, es decir, renueva totalmenteel modo de concebir la filosofía misma. En el plano de lainvestigación histórico-biográfica se estudiará cuáles son losintereses que han movido al fundador de la filosofía de la praxisen su filosofar, teniendo en cuenta la psicología del jovenestudioso, que se deja atraer intelectualmente por todas lasnuevas corrientes que estudia y examina y se forma unaindividualidad por este mismo errar de un lado a otro, errar quecrea el espíritu crítico y la potencia de pensamiento originaldespués de haber experimentado y comparado tantospensamientos opuestos (y que elementos ha incorporado a supensamiento, haciéndolos homogéneos, pero especialmente losque constituyen nueva creación). Es cierto que el hegelismo es elmás importante (relativamente) de los motivos que mueven anuestro autor a filosofar, especialmente porque el hegelismointentó superar las concepciones tradicionales de idealismo y dematerialismo en una nueva síntesis que tuvo, indudablemente,una importancia excepcional y representa un momento hístórico-mundial de la investigación filosófica. Por esto cuando en elEnsayo se dice que el término de «inmanencia» es utilizado en lafilosofía de la praxis en sentido metafórico no se dice, de hecho,

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nada; en realidad, el término de inmanencia ha adquirido unsignificado peculiar que no es el de los «panteístas» ni tiene otrosignificado metafísico tradicional, sino que es un significadonuevo que hay que establecer. En una expresión muy común 14 seha olvidado que hay que cargar el acento en el segundo término—«histórico»— y no en el primero, de origen metafísico. Lafilosofía de la praxis es el «historicismo» absoluto, lamundanización y la terrenalidad absoluta del pensamiento, unhumanismo absoluto de la historia. Por esta línea debe excavarseel filón de la nueva concepción del mundo.

La «materia». ¿Qué se entiende por «materia» en el Ensayopopular? En un ensayo popular —y especialmente en éste quepretende ser el primer trabajo en su género— hay que definir conmás exactitud incluso que en los libros para lectores doctos, nosólo los conceptos fundamentales sino también toda laterminología, para evitar las causas de error ocasionadas por lasacepciones populares y vulgares de las palabras científicas. Esevidente que en la filosofía de la praxis la «materia» no debeentenderse ni en el sentido que resulta de las ciencias naturales(física, química, mecánica, etc., significados que por lo demás hayque registrar y estudiar en su desarrollo histórico) ni en lossentidos que resultan de las diversas metafísicas materialistas. Seconsideran las diversas propiedades físicas (químicas, mecánicas,etcétera) de la materia que constituyen en su conjunto la materiamisma (a menos que no se recaiga en una concepción del«noúmeno» kantiano), se consideran estas propiedades, decimos,pero sólo en la medida en que se convierten en «elementoeconómico» productivo. Por consiguiente, la materia no tiene queconsiderarse como tal sino como social e históricamenteorganizada para la producción; la ciencia natural es, pues,esencialmente una categoría histórica, una relación humana. ¿Ha

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sido siempre el mismo el conjunto de las propiedades de todoslos tipos de materia? La historia de las ciencias técnicasdemuestra que no. ¿Durante cuánto tiempo fue desconocida lafuerza mecánica del vapor? ¿Y puede decirse que está fuerzamecánica existía antes de ser utilizada por las máquinashumanas? Entonces, ¿en qué sentido y hasta qué punto no esverdad que la naturaleza no da lugar a descubrimientos y ainvenciones de fuerzas preexistentes, de cualidades preexistentesde la materia, sino únicamente a «creaciones» íntimamenteligadas a los intereses de la sociedad, al desarrollo y a lasnecesidades ulteriores de desarrollo de las fuerzas productivas?Y el concepto idealista de que la naturaleza no es más que lacategoría económica, ¿no podría, si se le depurase de sussuperestructuras especulativas, reducirse en términos de filosofíade la praxis, demostrando que está históricamente ligado a ésta,que es un desarrollo de ésta? En realidad, la filosofía de la praxisno estudia una máquina para conocer y establecer la estructuraatómica de su material, las propiedades físico-químico-mecánicas de sus componentes naturales (objeto de estudio delas ciencias exactas y de la tecnología) sino que la estudia comomomento de las fuerzas materiales de producción, como objetode propiedad de determinadas fuerzas sociales, como expresiónde una relación social que corresponde a un determinadoperíodo histórico. El conjunto de las fuerzas materiales deproducción es el elemento menos variable en el desarrollohistórico, el que puede ser comprobado y medido con exactitudmatemática y puede dar lugar, por consiguiente, a observacionesy criterios de carácter experimental y, por consiguiente, a lareconstrucción de un robusto esqueleto del devenir histórico. Lavariabilidad del conjunto de las fuerzas materiales de producciónes también mensurable y se puede establecer con una ciertaprecisión cuando su desarrollo pasa de cuantitativo a cualitativo.

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El conjunto de las fuerzas materiales de producción es, a la vez,una cristalización de toda la historia pasada y la base de lahistoria presente y futura, es un documento y, a la vez, unafuerza activa y actual de propulsión. Pero el concepto de laactividad de estas fuerzas no se puede confundir ni tan sólocomparar con la actividad en el sentido físico o metafísico. Laelectricidad es históricamente activa pero no como mera fuerzanatural (como descarga eléctrica que provoca incendios, porejemplo), sino como un elemento de producción dominado por elhombre e incorporado al conjunto de las fuerzas materiales deproducción de propiedad privada. Como fuerza naturalabstracta, la electricidad existía ya antes de su reducción a fuerzaproductiva, pero no operaba en la historia y era una hipótesis enla historia natural (y antes era la «nada» histórica, porque nadiese ocupaba de ella, todos la ignoraban).

Estas observaciones sirven para hacer comprender que elelemento causal asumido por las ciencias naturales para explicarla historia humana es un puro arbitrio, cuando no un retorno alas viejas interpretaciones ideológicas. Por ejemplo, el Ensayoafirma que la nueva teoría atómica destruye el individualismo(las robinsonadas). Pero ¿qué significa esto? ¿Qué significa estaaproximación de la política a las teorías científicas si no que lahistoria es movida por estas teorías científicas, es decir, por lasideologías, con lo cual, por querer ser ultramaterialistas se cae enuna forma barroca de idealismo abstracto? Y no se puederesponder que no es la teoría atómica la' que ha destruido elindividualismo sino la realidad natural que la teoría describe yconstata sin caer en las más complicadas contradicciones, porqueesta realidad natural se supone anterior a la teoría y, por tanto,operante cuando el individualismo estaba en pleno auge. ¿Cómoes que la realidad «atómica» no ha operado siempre, si es una ley

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natural, y en cambio ha tenido que esperar para operar a que loshombres construyesen con ella una teoría? ¿Cabe decir, entonces,que los hombres sólo obedecen las leyes que conocen, como sifuesen leyes emanadas de un Parlamento? ¿Y quién puede hacerobservar a los hombres las leyes que ignoran, según el principiode la legislación moderna de que la ignorancia de las leyes noexcusa de su cumplimiento? (Y no se puede decir que las leyes deuna determinada ciencia natural son idénticas a las leyes de lahistoria o que, al ser todo el complejo de las ideas científicas unaunidad homogénea, se puede reducir una ciencia a otra o una leya otra, porque en este caso, ¿por qué privilegio puede ser esteelemento determinado de la física y no otro reductible a launidad de la concepción del mundo?) En realidad, éste no es másque uno de tantos elementos del Ensayo popular que demuestranla superficialidad del planteamiento del problema de la filosofíade la praxis y que demuestran también que no se ha sabido dar aesta concepción del mundo su autonomía científica y la posiciónque le corresponde frente a las ciencias naturales o, peor aún,ante el vago concepto de ciencia en general propio de laconcepción vulgar del pueblo (para el cual, incluso los juegos deprestidigitación son ciencia). ¿Es la teoría atómica moderna unateoría «definitiva», fijada de una vez para siempre? ¿Quién, quécientífico, se atrevería a afirmarlo? ¿O no es, al contrario, más queuna simple hipótesis científica que podrá ser superada, es decir,absorbida por una teoría más vasta y comprehensiva? ¿Por qué lareferencia a esta teoría tiene que ser, pues, decisiva y debe ponerfin a la cuestión del individualismo y de las robinsonadas?(Aparte del hecho que las robinsonadas pueden ser en ocasionesesquemas prácticos construidos para indicar una tendencia opara una demostración ad absurdum: incluso el autor de laeconomía crítica ha recurrido a las robinsonadas.) Pero hay otrascuestiones: si la teoría atómica fuese lo que pretende el Ensayo,

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¿cómo es que la sociedad no ha obedecido siempre esta ley si setiene en cuenta que la historia de la sociedad es una serie derevoluciones y alteraciones y que las formas de sociedad hansido numerosas y, en cambio, la teoría atómica sería el reflejo deuna realidad natural siempre igual a sí misma? ¿0 se pretendeque el paso del régimen corporativo medieval al individualismoeconómico ha sido anticientífico, un error de la historia y de lanaturaleza? Según la teoría de la praxis es evidente que no es lateoría atómica la que explica la historia humana sino al contrario,es decir, que la teoría atómica y todas las hipótesis y opinionescientíficas son superestructuras.15

Cantidad y cualidad. En el Ensayo popular se dice (de modoocasional porque la afirmación no se justifica ni valora, noexpresa un concepto fecundo, sino que es casual, sin nexosanteriores y posteriores) que toda sociedad es algo más que lasimple suma de sus componentes individuales. Esto es verdad enun plano abstracto, pero ¿qué significa concretamente? Laexplicación que se ha dado, empíricamente, es a menudo barroca.Se ha dicho que cien vacas, una por una, son muy distintas decien vacas juntas, las cuales forman un rebaño: pero esto esconvertir el problema en simple cuestión de palabras. Se ha dichotambién que en la numeración al llegar a diez tenemos unadecena, como si no existiesen igualmente el par, el trío, elcuarteto, etc., es decir un modo distinto de numerar. Laexplicación teórico-práctica más concreta se encuentra en elvolumen I de El capital, donde se demuestra que en el sistemafabril existe una cuota de producción que no se puede atribuir aningún trabajador individual sino al conjunto de los trabajadores,al hombre colectivo. Algo parecido ocurre en la sociedad:, ésta sebasa en la división del trabajo y de las funciones y, porconsiguiente, vale más que la suma de sus componentes. El

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proceso de «concreción» de la ley hegeliana de la cantidad que seconvierte en cualidad por parte de la filosofía de la praxis es otrode los nudos teóricos que el Ensayo popular no desarrolla,dándolo por sabido, cuando no contentándose con simplesjuegos de palabras como aquel del agua que al cambiar latemperatura cambia de estado (sólido, líquido, gaseoso), que esun hecho puramente mecánico, determinado por un agenteexterno (el fuego, el sol, o la evaporación del ácido carbónicosólido, etc.)

¿Existirá en el hombre este agente externo? En la fábrica hay ladivisión del trabajo, etc., es decir, unas condiciones creadas por elhombre mismo. En la sociedad, hay el conjunto de las fuerzasproductivas. Pero el autor del Ensayo no ha pensado que si todoagregado social es algo más que (o algo distinto a) la suma de suscomponentes, quiere decirse que la ley o el principio que explicael desarrollo de la sociedad no puede ser una ley física porque enla física sólo se sale de la esfera de la cantidad metafóricamente.Sin embargo, en la filosofía de la praxis la cualidad siempre estávinculada a la cantidad y puede decirse incluso que estavinculación constituye su parte más original y fecunda.

De hecho, el idealismo hipostatiza este algo de más, la cualidad,y lo convierte en un ente en sí, en el «espíritu», como había hechola religión con la divinidad. Pero si en la religión y en elidealismo se trata de una hipótesis, es decir, de una abstracciónarbitraria y no de un proceso de distinción analíticaprácticamente necesario por razones pedagógicas, también hayhipóstasis en el materialismo vulgar, que «diviniza» una materiahipostática.

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Debe confrontarse este modo de ver en la concepción de lasociedad con la concepción del Estado de los idealistas actuales.Para éstos, el Estado termina por ser, precisamente, dicho algosuperior a los individuos (bien que después de las consecuenciasque ha sacado el Espíritu, a propósito de la propiedad, de laidentificación idealista del individuo y del Estado, como precisaprudentemente Gentile en «Educazione fascista», agosto de1932). La concepción de los actualistas vulgares había caído tanbajo, en la pura verborrea de papagayos, que la única críticaposible era la caricatura humorística. Se podía pensar en unrecluta que expone a los oficiales de la Caja la teoría del Estadocomo ente superior a los individuos y les pide que dejen libre supersona física y material y enrolen aquel algo que contribuye aconstruir el algo nacional que es el Estado. O recuérdese tambiénla historia del «Novellino» en la que el sabio Saladino dirime ladisputa entre el vendedor de asados que quiere que le paguen eluso de las emanaciones aromáticas de sus manjares y el mendigoque no quiere pagar: Saladino ordena que se pague con elretintín de las monedas y dice al vendedor que se embolse elsonido, dado que el mendigo ha comido los efluvios aromáticos.

La teleología. En la cuestión de la teología se ve todavía con mayorclaridad el defecto del Ensayo al presentar las doctrinas filosóficasdel pasado en el mismo plano de trivialidad y banalidad, demodo que el lector llega a creer que toda la cultura pasada hasido una fantasmagoría de bacantes en delirio. El método esreprobable desde muchos puntos de vista: un lector serio, queamplíe sus nociones y profundice sus estudios, cree que se hanburlado de él y extiende la sospecha al conjunto del sistema. Esfácil dar la impresión de que se ha superado una posiciónrebajándola, pero se trata de una pura ilusión verbal. Presentarlas cuestiones de este modo, burlescamente, puede tener un

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significado en Voltaire, pero no es Voltaire quién quiere, es decir,no es un gran artista quién quiere.

El Ensayo presenta la cuestión de la teleología en susmanifestaciones más infantiles y olvida, en cambio, la solucióndada por Kant. Quizá se podría demostrar que en el Ensayo haymucha teleología inconsciente, que reproduce sin saberlo elpunto de vista de Kant: por ejemplo, el capítulo titulado «Elequilibrio entre la sociedad y la naturaleza».1"

Sobre el arte. En el capítulo dedicado al arte se dice que incluso lasobras sobre estética más recientes afirman la identidad de laforma y el contenido. Esto se puede considerar como uno de losejemplos más visibles de incapacidad crítica en el establecimientode la historia de los conceptos y en la identificación delsignificado real de los conceptos mismos según las diversasteorías. De hecho, la identidad del contenido y la forma esafirmada por la estética idealista (Croce) pero sobre presupuestosidealistas y con terminología idealista. Por consiguiente,«contenido» y «forma» no tienen el significado que el Ensayosupone. Que la forma y el contenido se identifiquen significa queen el arte el contenido no es el «sujeto abstracto», es decir, laintriga novelesca y la masa particular de los sentimientosgenéricos, sino el arte mismo, una categoría filosófica, unmomento «distinto» del espíritu, etc. Por consiguiente, tampocola forma significa «técnica», como supone el Ensayo.

Hay que recoger y analizar todas las notas y referencias sobre laestética y la crítica artística contenidas en el Ensayo. Pero puedeservir de ejemplo el párrafo dedicado al Prometeo de Goethe. Eljuicio que se da es superficial y extremadamente genérico. Por loque parece, el autor no conoce la historia exacta de esta oda de

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Goethe ni la historia del mito de Prometeo en la literaturamundial antes de Goethe y especialmente en el períodoinmediatamente anterior a la actitud literaria de Goethe y en estemismo período concreto. Pero, ¿se puede formular un juiciocomo el del Ensayo sin conocer estos elementos precisamente?¿Cómo distinguir entonces lo que es estrictamente personal deGoethe de lo que es representativo de una época y de un gruposocial? Este tipo de juicios se justifican en la medida en que noson generalidades vacías en las que pueden entrar las cosas másdiversas sino que son precisos, demostrados, perentorios; de otromodo sólo preden difamar una teoría y suscitar una manerasuperficial de tratar las cuestiones (debe recordarse siempre lafrase de Engels en la carta a un estudiante publicada por el«Sozial Akademiker».

Segunda ParteEL PRINCIPE MODERNO

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Notas sobre la política de Maquiavelo. El carácter fundamental delPríncipe es el de no ser un tratado sistemático sino un libro«vivo», en el que la ideología política y la ciencia política sefunden en la forma dramática del «mito». Entre la utopía y eltratado escolástico, las formas en que la ciencia política seconfiguraba hasta Maquiavelo, éste dio a su concepción la formafantástica y artística, personificando el elemento doctrinal yracional en un condottiero que representa plástica y«antropomórficamente» el símbolo de la «voluntad colectiva». Elproceso de formación de una determinada voluntad colectivapara un determinado fin político no es representado a través dedisquisiciones y clasificaciones pedantes de principios y criteriosde un método de acción sino como cualidades, rasgoscaracterísticos, deberes, necesidades de una persona concreta, locual pone en movimiento la fantasía artística del individuo quese quiere convencer y da una forma más concreta a las pasionespolíticas.1

II Principe de Maquiavelo se podría estudiar como un ejemplohistórico del «mito» soreliano, es decir, de una ideología políticaque se presenta no en forma de fría utopía o de raciociniodoctrinario sino como una creación de fantasía concreta queopera sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar yorganizar su voluntad colectiva. El carácter utópico de II Principeradica en el hecho de que el Príncipe no existía en la realidadhistórica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres deinmediatez objetiva, sino que era una pura abstraccióndoctrinaria, el símbolo del jefe, del condottiero ideal; pero loselementos pasionales, míticos, contenidos en todo el volumen,con un movimiento dramático de gran efecto, se resumen y sehacen vivos en la conclusión, en la invocación de un príncipe

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«realmente existente». A lo largo del volumen, Maquiavelo tratade cómo tiene que ser el Príncipe para conducir un pueblo a lafundación del nuevo Estado y la exposición se hace con rigorlógico, con distanciamiento científico; en la conclusión,Maquiavelo se hace pueblo, se confunde con el pueblo, pero nocon un pueblo «genéricamente» entendido, sino con el puebloque Maquiavelo ha convencido con su argumentaciónprecedente, es decir, con el pueblo del que se ha hecho y se sienteconciencia y expresión, con el que se siente identificado: da laimpresión de que toda la labor «lógica» no es más que unaautorreflexión del pueblo, un razonamiento interno, que se haceen la conciencia popular y que concluye con un grito apasionado,inmediato. La pasión deja de ser razonamiento sobre sí mismapara convertirse nuevamente en «afecto», en fiebre, en fanatismode acción. Por esto el epílogo de II Principe no es algo extrínseco,«pegado» desde fuera, retórico, sino que debe explicarse comoun elemento necesario de la obra; más aún: como el elemento quereverbera su verdadera luz sobre toda la obra y la convierte enuna especie de «manifiesto político».

Puede observarse que Sorel no ha llegado a la comprensión delpartido político partiendo de la concepción de la ideología-mito,sino que se ha detenido en la concepción del sindicatoprofesional. Es cierto que para Sorel el «mito» no encontraba suexpresión más alta en el sindicato como organización de unavoluntad colectiva sino en la acción práctica del sindicato y deuna voluntad colectiva ya operante, acción práctica cuya máximarealización debería haber sido la huelga general, o sea, una«actividad pasiva», por así decir, de carácter negativo ypreliminar (el carácter positivo sólo viene dado por el acuerdoalcanzado en las voluntades asociadas), de una actividad que noprevé una fase «activa y constructiva» propia. Por consiguiente,

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en Sorel se combatían dos necesidades: la del mito y la de lacrítica del mito, por cuanto «todo plan preestablecido es utópicoy reaccionario». La solución se abandonaba al impulso de loirracional, de lo «arbitrario» (en el sentido bergsoniano de«impulso vital»), o sea de la «espontaneidad».2

Ahora bien, ¿puede un mito ser «no constructivo»?, ¿puedeimaginarse en el orden de intuiciones de Sorel que produzcaefectos un instrumento que deja la voluntad colectiva en su faseprimitiva y elemental del mero formarse, por distinción (por«escisión»), aunque sea con violencia, es decir, destruyendo lasrelaciones morales y jurídicas existentes? Pero esta voluntadcolectiva, formada de este modo, elementalmente, ¿no dejará enseguida de existir, dividiéndose en una infinidad de voluntadesaisladas que, en la fase positiva, siguen direcciones diversas yopuestas? Está además la cuestión de que no puede existirdestrucción, negación sin una construcción y una afirmaciónimplícitas, no en sentido «metafísico» sino prácticamente, esdecir, políticamente, como programa de partido. En este caso seve que detrás de la espontaneidad se supone un puromecanicismo, detrás de la libertad (arbitrio-impulso vital) unmáximo de determinismo, detrás del idealismo un materialismoabsoluto.

El príncipe moderno, el mito-príncipe no puede ser una personareal, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, unelemento de sociedad complejo en el que ya se haya iniciado laconcreción de una voluntad colectiva reconocida y afirmadaparcialmente en la acción. Este organismo ha sido creado ya porel desarrollo histórico: es el partido político, la primera célula enla que se reúnen unos gérmenes de voluntad colectiva quetienden a convertirse en universales y totales. En el mundo

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moderno, sólo una acción histórico política inmediata einminente, caracterizada por la necesidad de un procedimientorápido y fulminante, puede encarnarse en un individuo concreto;la rapidez sólo puede llegar a ser necesaria ante un gran peligroinminente, un gran peligro que caldea de modo fulminante laspasiones y el fanatismo, aniquilando el sentido crítico y lacorrosividad irónica que pueden destruir el carácter«carismático» del condottiero (así ocurrió en la aventura deBoulanger). Pero una acción inmediata de este tipo, por sumisma naturaleza, no puede tener un vasto alcance y un carácterorgánico: será casi siempre del tipo de la restauración y de lareorganización y no del tipo de la fundación de nuevos Estados yde nuevas estructuras nacionales y sociales (como ocurría con IIPrincipe de Maquiavelo, en el cual el aspecto de restauración noera más que un elemento retórico, es decir, ligado al conceptoliterario de la Italia descendiente de Roma, que debía restaurar elorden y el poder de Roma);' será de tipo «defensivo» y nocreador original, es decir, un tipo en el que se supone que unavoluntad colectiva, ya existente, se ha debilitado, dispersado, hasufrido un colapso peligroso y amenazador, pero no decisivo ycatastrófico y es preciso reconcentrarla y robustecerla, pero noque se debe crear una voluntad colectiva ex novo, originalmente,y conducirla hacia metas concretas y racionales, pero de unaconcreción y una racionalidad todavía no verificadas y criticadaspor una experiencia histórica efectiva y universalmente conocida.

El carácter «abstracto» de la concepción soreliana del «mito» secomprueba por la aversión (que asume la forma pasional de unarepugnancia ética) por los «jacobinos», que fueron sin duda una«encarnación categórica» del príncipe de Maquiavelo. El Príncipemoderno debe tener una parte dedicada al «jacobinismo» (en elsignificado integral que esta noción ha tenido históricamente y

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debe tener conceptualmente), como ejemplificación de cómo seha formado en concreto y ha operado una voluntad colectivaque, en algunos aspectos por lo menos, fue creación ex novooriginal. Y es preciso definir la voluntad colectiva y la voluntadpolítica en general en sentido moderno, la voluntad comoconciencia operativa de la necesidad histórica, como protagonistade un drama histórico real y efectivo.

Una de las primeras partes tendría que dedicarse, precisamente,a la «voluntad colectiva» planteando la cuestión de este modo:¿Cuándo puede decirse que existen las condiciones para quepueda suscitarse y desarrollarse una voluntad colectiva nacional-popular? Para ello se requeriría un análisis histórico (económico)de la estructura social del país en cuestión y una representación«dramática» de los intentos hechos a lo largo de los siglos parasuscitar esta voluntad y las razones de los sucesivos fracasos.¿Por qué en Italia no hubo una monarquía absoluta en tiemposde Maquiavelo? Hay que retroceder hasta el Imperio romano(cuestión de la lengua, de los intelectuales, etc.), comprender lafunción de los Municipios medievales, el significado delcatolicismo, etc.; en resumen, hay que hacer un esbozo de toda lahistoria italiana, sintético pero exacto.

La razón del fracaso sucesivo de los intentos de crear unavoluntad colectiva nacional-popular debe buscarse en laexistencia de determinados grupos sociales que se forman con ladisolución de la burguesía comunal, en el carácter particular deotros grupos que reflejan la función internacional de Italia comosede de la Iglesia y depositaría del Sacro Imperio Romano, etc.Esta función y la posición consiguiente determinan una situacióninterna que se puede llamar «económico-corporativa», es decir,desde el punto de vista político, la peor de las formas de

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sociedad feudal, la forma menos progresiva y más estancada:siempre faltó y no pudo constituirse una fuerza «jacobina»eficiente, o sea, la fuerza que en las demás naciones ha suscitadoy organizado la voluntad colectiva nacional popular y hafundado los Estados modernos. ¿Existen finalmente lascondiciones para esta voluntad? O sea, ¿cuál es la relación actualentre estas condiciones y las fuerzas opuestas? Tradícionalmente,las fuerzas opuestas han sido la aristocracia terrateniente y, másen general, la propiedad territorial en su conjunto, con su rasgoitaliano característico, que es una «burguesía rural» especial,herencia de parasitismo legada a los tiempos modernos por ladisolución, como clase, de la burguesía comunal (las cíenciudades, las ciudades del silencio). Las condiciones positivasdeben buscarse en la existencia de grupos sociales urbanos,convenientemente desarrollados en el terreno de la producciónindustjial y que han alcanzado un determinado nivel de culturahistórico- política. Toda formación de una voluntad colectivanacional-popular es imposible si las grandes masas de loscampesinos cultivadores no irrumpen «simultáneamente» en lavida política. Esto es lo que se proponía Maquiavelo con lareforma de la milicia; esto es lo que hicieron los jacobinos en laRevolución francesa. En esta comprensión debe identificarse unjacobinismo precoz de Maquiavelo, el germen (más o menosfecundo) de su concepción de la revolución nacional. Toda lahistoria desde 1815 hasta nuestros días muestra el esfuerzo de lasclases tradicionales por impedir la formación de una voluntadcolectiva de este género, por mantener el poder «económico-corporativo» en un sistema internacional de equilibrio pasivo.

Una parte importante de la actuación del Príncipe modernodeberá dedicarse a la cuestión de una reforma intelectual ymoral, es decir, a la cuestión religiosa o de una concepción del

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mundo. También en este terreno se encuentra en la tradición unafalta de jacobinismo y un miedo al jacobinismo (la últimaexpresión filosófica de este miedo es la actitud malthusiana deBenedetto Croce hacia la religión). El Príncipe moderno debe serobligatoriamente el pregonero y el organizador de una reformaintelectual y moral, lo cual significa que debe crear el terrenopara un ulterior desarrollo de la voluntad colectiva nacionalpopular hacia una forma superior y total de civilizaciónmoderna.

Estos dos puntos fundamentales —la formación de una voluntadcolectiva nacional-popular, de la que el Príncipe moderno es almismo tiempo el organizador y la expresión activa y operante, yla reforma intelectual y moral— deberán constituir la estructuradel trabajo. Los puntos concretos del programa debenincorporarse a la primera parte, es decir, deben resultar«dramáticamente» de la argumentación, no ser una exposiciónfría y pedante de raciocinios.

¿Puede existir una reforma cultural, es decir, una elevación de losestratos hundidos de la sociedad, sin una previa reformaeconómica y un cambio en la posición social y en el mundoeconómico? Por esto una reforma intelectual y moral tiene que irligada forzosamente a un programa de reforma económica; másaún: el programa de reformá económica es, precisamente, elmodo concreto en que se presenta toda reforma intelectual ymoral. El Príncipe moderno, al desarrollarse, trastorna todo elsistema de relaciones intelectuales y morales por cuanto sudesarrollo significa, precisamente, que todo acto es consideradoútil o dañino, virtuoso o perverso en la medida en que su puntode referencia es el Príncipe mismo y sirve para incrementar supoder u oponerse al mismo. El Príncipe ocupa, en las conciencias,

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el puesto de la divinidad o del imperativo categórico, seconvierte en la base de un laicismo moderno y de una completalaicización de toda la vida y de todas las relaciones habituales.

La ciencia de la política. La innovación fundamental introducidapor la filosofía de la praxis en la ciencia de la política y de lahistoria es la demostración de que no existe una «naturalezahumana» abstracta, fija e inmutable (concepto que proviene delpensamiento religioso y de la transcendencia), sino que lanaturaleza humana es el conjunto de relaciones socialeshistóricamente determinadas, es decir, un hecho históricamenteverificable, dentro de ciertos límites, con los métodos de lafilología y de la crítica. Por consiguiente, la ciencia política debeconcebirse en su contenido concreto (y también en suformulación lógica) como un organismo en desarrollo. Debeobservarse, sin embargo, que todavía hoy se discute y secontradice el planteamiento dado por Maquiavelo a la cuestiónde la política (o sea, la afirmación, implícita en sus escritos, deque la política es una actividad autónoma, con unos principios yunas leyes propios, distintos de los de la moral y la religión, conlo cual renueva toda la concepción del mundo); es decir, esteplanteamiento no ha conseguido todavía convertirse en «sentidocomún». ¿Qué significa esto? ¿Significa únicamente que larevolución intelectual y moral, cuyos elementos existen in nuceen el pensamiento de Maquiavelo, todavía no se ha realizado, nose ha convertido en una forma pública y manifiesta de la culturanacional? ¿O bien tiene un mero significado político actual, sirvepara indicar la separación existente entre los gobernantes y losgobernados; para indicar que existen dos culturas, la de losgobernantes y la de los gobernados; y que la actitud de la clasedirigente —como la de la Iglesia— hacia las gentes sencillasviene dictada por el doble imperativo de no separarse de ellas,

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por un lado, y de mantenerlas en la convicción de queMaquiavelo no es más que una aparición diabólica?

Se plantea, pues, el problema del significado que Maquiavelotuvo en su época y de los fines que se proponía al escribir suslibrqs, especialmente II Principe. La doctrina de Maquiavelo noera, en su época, una cosa puramente «libresca», un monopoliode pensadores aislados, un libro secreto que circula entreiniciados. El estilo de Maquiavelo no es el de un tratadistasistemático, como los que existían en la Edad Media y en elHumanismo; al contrario: es el estilo de un hombre de acción quequiere mover a la acción; es el estilo de un «manifiesto» departido. La interpretación moralista hecha por Foscolo ¿sindudablemente errónea; sin embargo, es verdad queMaquiavelo «reveló» algo y no se limitó a teorizar sobre larealidad; pero ¿cuál era et objetivo de la revelación? ¿Un objetivomoralístico o político? Se suele decir que las normas dadas porMaquiavelo para la actividad política «se aplican pero no seproclaman»; los grandes políticos —se dice— empiezanmaldiciendo a Maquiavelo, declarándose antimaquiavélicos parapoder aplicar sus normas «santamente». ¿No habría sidoMaquiavelo poco maquiavélico, uno que «conoce el juego» ytontamente lo enseña y, en cambio, el maquiavelismo vulgarenseña a hacer lo contrario? Es cierta, abstractamente, laafirmación de Croce de que el maquiavelismo es una ciencia yque, por lo mismo, tanto sirve a los reaccionarios como a losdemócratas, del mismo modo que el arte de la esgrima tantosirve a los gentilhombres como a los bandidos para defenderse yasesinar, y de que en este sentido debe entenderse el juicio deFoscolo. El mismo Maquiavelo señala que lo que él escribe esaplicado —y siempre lo ha sido— por los hombres más grandesde la historia; por esto no parece que quiera sugerir algo a quien

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ya lo sabe ni su estilo es el de una actividad científicadesinteresada; tampoco puede pensarse que llegó a sus tesis deciencia política por la vía de la especulación filosófica, pues sihoy encuentra todavía tanta oposición y tanta divergencia, en suépoca esto habría tenido algo de milagroso.

Puede suponerse, por consiguiente, que Maquiavelo pensaba en«el que no sabe», que se proponía educar políticamente «al queno sabe», pero educarle políticamente no de modo negativo,enseñándole a odiar a los tiranos, como parece entenderloFoscolo, sino de modo positivo, de quien debe reconocer comonecesarios determinados medios, aunque sean propios de lostiranos, porque quiere alcanzar determinados fines. El que naceen la tradición de los hombres de gobierno, por todo el complejode la educación que absorbe del ambiente familiar, en el quepredominan los intereses dinásticos o patrimoniales, adquierecasi automáticamente las características del político realista.¿Quién es, pues, el que «no sabe»? La clase revolucionaria de laépoca, el «pueblo» y la «nación» italianos, la democracia urbanade cuyo seno surgen los Savonarola y los Pier Soderini y no losCastruccio y los Valentino. Puede considerarse que Maquiaveloquiere persuadir a estas fuerzas de la necesidad de tener un«jefe» que sepa lo que quiere y cómo conseguirlo, y de lanecesidad de aceptarlo con entusiasmo aunque sus acciones seano parezcan contrarias a la ideología difusa de la época, lareligión.

Esta posición de la política de Maquiavelo se repite en el caso dela filosofía de la praxis. Se repite la necesidad de ser«antimaquiavélico», desarrollando una teoría y una técnica de lapolítica que pueda servir a los dos bandos en lucha, aunque sepiense que terminarán por servir especialmente al bando que «no

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sabía», porque se considera que en éste existe la fuerzaprogresiva de la historia, y con ello se obtiene en seguida unresultado: se destruye la unidad basada en la ideologíatradicional, sin cuya ruptura la fuerza nueva no podría adquirirconciencia de su propia personalidad independiente. Elmaquiavelismo ha servido para mejorar la técnica políticatradicional de los grupos dirigentes conservadores al igual que lapolítica de la filosofía de la praxis; pero esto no debe ocultarnossu carácter esencialmente revolucionario, que todavía hoy sesiente y que explica todo el antimaquiavelismo, desde el de losjesuítas hasta el pietista de Pasquale Villari.

La política como ciencia autónoma. La cuestión inicial a plantear yresolver en un estudio sobre Maquiavelo es la cuestión de lapolítica como ciencia autónoma, es decir, del lugar que la cienciapolítica ocupa o debe ocupar en una concepción del mundosistemática (coherente y consecuente), en una filosofía de lapraxis.

El progreso que Croce ha hecho hacer, a este respecto, a losestudios sobre Maquiavelo y sobre la ciencia política consisteprincipalmente (como en otros sectores de la actividad críticacrociana) en la disolución de una serie de problemas falsos,inexistentes o mal planteados. Croce se ha basado en sudistinción de los momentos del espíritu y en la afirmación de unmomento de la práctica, de un espíritu práctico, autónomo eindependiente, aunque ligado circularmente a toda la realidadpor la dialéctica de los distintos. En una filosofía de la praxis, ladistinción no se hará ciertamente entre los momentos del Espírituabsoluto sino entre los grados de la superestructura y se tratará,por consiguiente, de establecer la posición dialéctica de laactividad política (de la ciencia correspondiente) como

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determinado grado superestructural: podría decirse, comoprimera referencia y aproximación, que la actividad política es,precisamente, el primer momento o el primer grado, el momentoen que la superestructura se encuentra todavía en la faseinmediata de la mera afirmación voluntaria, indistinta yelemental.

¿En qué sentido se puede identificar la política y la historia y, portanto, toda la vida y la política? ¿Cómo se puede concebir todo elsistema de las superestructuras como distinciones de la política yse justifica, por consiguiente, la introdución del concepto dedistinción en una filosofía de la praxis? Pero, ¿se puede hablar dela dialéctica de los distintos? ¿Y cómo se puede entender elconcepto de círculo entre los grados de la superestructura?Concepto de «bloque histórico», es decir, de unidad entre lanaturaleza y el espíritu (estructura y superestructura), unidad delos contrarios y de los distintos.

¿Puede introducirse también en la estructura el criterio dedistinción? ¿Cómo deberá entenderse la estructura? ¿Cómo sepodrá distinguir en el sistema de las relaciones sociales elelemento «técnica», el elemento «trabajo», el elemento «clase»,etc. entendidos históricamente y no «metafísicamente»? Críticade la posición de Croce, para el cual la estructura se conviertepara los fines de la polémica, en un «dios oculto», en un«noúmeno» en contraposición a las «apariencias» de lasuperestructura. «Apariencias» en sentido metafórico y ensentido positivo. ¿Por qué «históricamente», y como lenguaje, seha hablado de «apariencias»?

Es interesante ver cómo Croce ha sacado de esta concepcióngeneral su doctrina particular del error y del origen práctico del

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error. Para Croce, el error tiene su origen en una «pasión»inmediata, es decir, de carácter individual o de grupo; pero, ¿quéproducirá la «pasión» de alcance histórico más vasto, la pasióncomo «categoría»? La pasión-interés inmediato que está en elorigen del «error» es el momento que en las Tesis sobre Feuerbachse llama schmutzig-jüdisch. Pero, así como la pasión-interésschmutzig-jüdisck determina el error inmediato, la pasión delgrupo social más vasto determina el «error» filosófico (entreambos está el error-ideología, que Croce trata aparte): loimportante en esta serie «egoísmo (error inmediato)-ideología-filosofía» es el término común «error», ligado a los diversosgrados de pasión y que habrá que entender no en sentidomoralista doctrinario sino en el sentido puramente «histórico» odialéctico de «lo que es históricamente caduco y digno dedesaparecer», en el sentido del carácter «no definitivo» de todaslas filosofías, de la «muerte- vida», del «ser-no ser», es decir deltérmino dialéctico que hay que superar en el desarrollo.

El término de «aparente», de «apariencia» significa precisamenteesto y nada más que esto y tiene que justificarse contra eldogmatismo: es la afirmación de la caducidad de todo sistemaideológico, junto a la afirmación de una validez histórica y deuna necesidad de todo sistema. («El hombre toma conciencia delas relaciones sociales en el terreno ideológico»: decir esto ¿no esafirmar la necesidad y la validez de las «apariencias»?)

La concepción de Croce, de la política-pasión, excluye lospartidos porque no se puede pensar en una «pasión organizada ypermanente: la pasión permanente es una situación de espasmoque imposibilita para actuar. Excluye los partidos y excluye todo«plan» de acción concertado previamente. Sin embargo, lospartidos existen y los planes de acción se elaboran, se aplican y a

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menudo se realizan en notable proporción: por consiguiente,existe un «vicio» en la concepción de Croce. Y no sirve decir queno tiene mucha importancia «teórica» que los partidos existan,porque en el momento de la acción el «partido» que opera no esya lo mismo que el «partido» que existía antes; en parte estopuede ser verdad, pero entre los dos «partidos» las coincidenciasson tantas que se puede decir en realidad que se trata del mismoorganismo.

Pero la concepción, para ser válida, tendría que poder aplicarsetambién a la «guerra» y, por consiguiente, deberla explicar elhecho de los ejércitos permanentes, de las academias militares,de los cuerpos de oficiales. También la guerra en acto es«pasión», la más intensa y febril; es un momento de la vidapolítica, es la continuación, bajo otras formas, de unadeterminada política; es preciso, por tanto, explicar de qué modola «pasión» se puede convertir en «deber» moral y no en deberde moral política sino de ética.

Sobre los «planes políticos» relacionados con los partidos, comoformaciones permanentes, recuérdese lo que Moltke decía de losplanes militares: que no se pueden elaborar y fijar previamenteen todos sus detalies sino únicamente en su núcleo central,porque las particularidades de la acción dependen en ciertamedida de los movimientos del adversario. La pasión semanifiesta, precisamente, en los detalles particulares, pero noparece que el principio de Moltke pueda justificar la concepciónde Croce: siempre quedaría por explicar el tipo de «pasión» delEstado Mayor que ha elaborado el plan con mente fría y«desapasionada».

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Si el concepto crociano de la pasión como elemento de la políticachoca con la dificultad de explicar y justificar las formacionespolíticas permanentes, como los partidos y, más todavía, losejércitos nacionales y los Estados Mayores, porque no se puedeconcebir una pasión organizada permanentemente sin que seconvierta en racionalidad y en reflexión ponderada, es decir, sinque deje de ser pasión, la solución sólo puede encontrarse en laidentificación de la política y la economía. La política es acciónpermanente y da origen a organizaciones permanentes en lamedida, precisamente, en que se identifica con la economía. Perose diferencia de ésta y por ello puede hablarse separadamente deeconomía y de política y puede hablarse de «pasión política»como un impulso inmediato a la acción que nace en el terreno«permanente y orgánico» de la vida económica pero lo superahaciendo entrar en juego sentimientos y aspiraciones en cuyaatmósfera incandescente el cálculo mismo de la vida humanaindividual obedece a leyes distintas de las del provechoindividual, etc.

Junto a los méritos de la moderna «maquiavelística», derivada deCroce, debe señalarse también las «exageraciones» y lasdesviaciones a que ha dado lugar. Se ha formado la costumbre deconsiderar a Maquiavelo como el «político en general», como el«científico de la política», actual en todas las épocas.

Debe considerarse, sobre todo, a Maquiavelo como la expresiónnecesaria de su tiempo, como un hombre estrechamente ligado alas condiciones y a las exigencias de su época, que resultan: a) delas luchas internas de la república florentina y de la estructuraparticular del Estado, que no sabía liberarse de los residuoscomunales-municipales, es decir, de una forma de feudalismoque se había convertido en un estorbo; b) de las luchas entre los

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Estados italianos por imponer un equilibrio en el ámbito italiano,obstaculizado por la existencia del Papado y de los demásresiduos feudales, municipalísticos de la forma estatal urbana yno territorial; c) de las luchas de los Estados italianos, más omenos solidarios, por un equilibrio europeo, o sea, de lascontradicciones entre las necesidades de un equilibrio internoitaliano y las exigencias de los Estados europeos en lucha por lahegemonía.

En Maquiavelo influye el ejemplo de Francia y de España, quehan conseguido ya una fuerte unidad estatal territorial;Maquiavelo hace una «comparación elíptica» (para utilizar laexpresión crociana) y deduce las reglas para un Estado fuerte engeneral e italiano en particular. Maquiavelo es un hombreplenamente ligado a su época; y su ciencia política representa lafilosofía de la época, que tiende a la organización de lasmonarquías nacionales absolutas, la forma política que permite yfacilita un ulterior desarrollo de las fuerzas productivasburguesas. En Maquiavelo se puede descubrir in nuce laseparación de los poderes y el parlamentarismo (el régimenrepresentativo): su «ferocidad» va contra los residuos del mundofeudal, no contra las clases progresivas. El Príncipe debe ponertérmino a la anarquía feudal y esto es lo que hace Valentino enRomaña, apoyándose en las clases productivas, los mercaderes ylos campesinos. Dado el carácter militar-dictatorial del jefe delEstado, como se requiere en un período de lucha por lafundación y la consolidación de un nuevo poder, la indicación declase contenida en L'Arte delta guerra debe entenderse referidatambién a la estructura estatal general: si las clases urbanasquieren poner fin al desorden interno y a la anarquía externadeben apoyarse en los campesinos como masa, constituyendouna fuerza armada segura y fiel de tipo absolutamente distinto a

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las compañías mercenarias. Puede decirse que la concepciónesencialmente política domina tanto en Maquiavelo que le hacecometer errores de carácter militar: piensa especialmente-en lasinfanterías, cuyas masas pueden enrolarse con una acciónpolítica, y por esto desconoce el significado de la artillería.

Russo señala justamente (en Prolegomeni a Machiavelli) que L'Artedella guerra completa II Principe pero no saca todas lasconclusiones de su observación. También en L'Arte della guerra sedebe considerar a Maquiavelo como un político que tiene queocuparse de arte militar; su unilateralidad (con otras«curiosidades», como la teoría de la falange, que dan lugar afáciles chabacanadas, como la tan difundida de Bandello) seexplica por el hecho de que el centro de su interés y de supensamiento no es la cuestión técnico-militar sino que trata deella únicamente en la medida en que es necesario para suconstrucción política. Pero no sólo debe relaciones con II PrincipeL'Arte della guerra sino también las Istorie fiorentine, que debeservir, precisamente, como un análisis de las condiciones realesde Italia y de Europa, de las que se derivan las exigenciasinmediatas contenidas en II Principe.

De una concepción de Maquiavelo más ligada a la época deriva,subordinadamente, una valoración más historicista de losllamados «antimaquiavélicos» o, por lo menos, de los más«ingenuos» de ellos. No se trata, en realidad, deantimaquiavélicos sino de políticos que expresan exigencias desu tiempo o de condiciones distintas a las que operaban sobreMaquiavelo; su forma polémica es un puro accidente literario. Elejemplo típico de estos «antimaquiavélicos» debe buscarse, a mientender, en Jean Bodin (1530-1596), que fue diputado a los

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Estados Generales de Blois en 1576 e hizo que el tercer estadorechazase los subsidios pedidos por la guerra civil.'4

Durante las guerras civiles en Francia, Bodin es el exponente deltercer partido, llamado de los «políticos», que se sitúa en elmundo de vista del interés nacional, es decir, de un equilibriointerno de las clases en el que la hegemonía pertenece al tercerestado a través del monarca. Me parece evidente que clasificar aBodin entre los «antimaquiavélicos» es una cuestión puramenteextrínseca y superficial. Bodin funda la ciencia política en Franciaen un terreno mucho más avanzado y complejo que el que Italiahabía ofrecido a Maquiavelo. Para Bodin, no se trata de fundar elEstado unitario-territorial (nacional), es decir, de volver a laépoca de Luis XI, sino de equilibrar las fuerzas sociales queluchan dentro de este Estado ya fuerte y arraigado; a Bodin no leinteresa el momento de la fuerza sino el del consentimiento. ConBodin tiende a desarrollarse la monarquía absoluta: el tercerestado es tan consciente de su fuerza y de su dignidad, sabe tanbien que el destino de la monarquía absoluta está ligado a supropio destino, a su propio desarrollo, que «pone condiciones asu consentimiento», presenta exigencias, tiende a limitar elabsolutismo. En Francia, Maquiavelo servía ya a la reacción,porque podía servir para justificar el perpetuo mantenimientodel mundo en la «cuna» (según la expresión de BertrandoSpaventa); por ello era necesario ser «polémicamente»antimaquiavélico.

Debe señalarse que en la Italia estudiada por Maquiavelo noexistían instituciones representativas ya desarrolladas ysignificativas para la vida nacional como la de los EstadosGenerales de Francia. Cuando hoy se dice tendenciosamente quelas instrucciones parlamentarias en Italia han sido importadas

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del exterior, no se tiene en cuenta que esto refleja únicamente unasituación de atraso y de estancamiento de la historia política ysocial italiana desde el 500 hasta el 700, situación que se debía engran parte a la preponderancia de las relaciones internacionalessobre las anteriores, paralizadas y entumecidas. El hecho de quela estructura estatal italiana, por la preponderancia de loextranjero, se haya detenido en la fase semifeudal de un objeto desuzeraineté extranjera ¿es quizá una «originalidad» nacionaldestruida por la importación de las formas parlamentarias, quedan, en cambio, una forma al proceso de liberación nacional y alpaso al Estado territorial moderno (independiente y nacional)?Por lo demás, existían instituciones representativas,especialmente en el Mediodía y en Sicilia, pero con un caráctermucho más restringido que en Francia, por el escaso desarrollodel tercer estado en estas regiones. Por esto los Parlamentos eraninstrumentos para mantener la anarquía de los barones contra losintentos innovadores de la monarquía, la cual tenía que apoyarseen los lazzari por falta de una burguesía.' Se comprende que elprograma y la tendencia de ligar la ciudad al campo sólo tuvieseen Maquiavelo una expresión militar si se piensa en que eljacobinismo francés sería inexplicable sin el presupuesto de lacultura fisiocrática, con su demostración de la importanciaeconómica y social del cultivador directo. Las teorías económicasde Maquiavelo han sido estudiadas por Gino Arias (en los«Annali d'Economia» de la Universidad Bocconi), pero cabepreguntarse si Maquiavelo tuvo realmente teorías económicas: setratará de ver si el lenguaje esencialmente político de Maquiavelopuede traducirse en términos económicos y a qué sistemaeconómico se puede reducir. Habrá que ver si Maquiavelo, quevivió en el período mercantilista, se anticipó políticamente a laépoca y avanzó algunas de las exigencias que más tardeencontraron expresión en los fisiócratas.6

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Elementos de política. Debe decirse que los primeros que seolvidan son precisamente los elementos primeros, las cosas máselementales; por otro lado, al repetirse infinitas veces, éstos seconvierten en las columnas de la política y de cualquier accióncolectiva.

El primer elemento es que existen realmente gobernados ygobernantes, dirigentes y dirigidos. Toda la ciencia y todo el artepolíticos se basan en este hecho primordial, irreductible (enciertas condiciones generales). Los orígenes de este hechoconstituyen un problema en sí, que deberá estudiarse en símismo (por lo menos se podrá y se deberá estudiar la manera deatenuar y hacer desaparecer el hecho, cambiando ciertascondiciones identificables como operantes en este sentido), peroqueda el hecho de que existen dirigentes y dirigidos, gobernantesy gobernados. Dado este hecho, habrá que ver cómo se puededirigir del modo más eficaz (en función de ciertos fines) y, porconsiguiente, cómo se pueden preparar de la mejor manera losdirigentes (y en esto consiste, precisamente, el primer capítulo dela ciencia y del arte político), y cómo, por otro lado, se conocenlas líneas de menor resistencia o líneas racionales para obtener laobediencia de los dirigidos o gobernados. En la formación de losdirigentes es fundamental la premisa siguiente: ¿se quiere queexistan siempre gobernados y gobernantes o bien se quierencrear las condiciones para que desaparezca la necesidad de estadivisión? Es decir, ¿se parte de la premisa de la perpetua divisióndel género humano o se cree que ésta es únicamente un hechohistóñco, que responde a ciertas condiciones? Debe estar claro,sin embargo, que la división entre gobernados y gobernantes,aunque equivalga en última instancia a una división de grupossociales, también existe, tal como están hoy las cosas, en el senode un mismo grupo, incluso de un grupo socialmente

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homogéneo; en cierto sentido puede decirse que esta división esuna creación de la división del trabajo, es un hecho técnico. Sobreesta coexistencia de motivos especulan los que en todo venúnicamente «técnica», necesidad «técnica», etc., para noplantearse el problema fundamental.

Dado que también en el seno de un mismo grupo existe ladivisión entre gobernantes y gobernados, debemos fijar algunosprincipios inderogables, y es precisamente en este terreno dondese producen los «errores» más graves, es decir, donde semanifiestan las ineptitudes más criminales, más difíciles deenderezar. Se cree que al proclamarse el principio del grupo encuestión, la obediencia tiene que ser automática, debe producirsesin tener que recurrir a una demostración de «necesidad» y deracionalidad; más aún., se cree que la obediencia debe serindiscutible (hay quien piensa o, peor aún, actúa según esta idea,que la obediencia «se dará» sin tener que exigirla, sin tener queindicar la vía a seguir). Es difícil, pues, extirpar en los dirigentesel «cadornismo», es decir, la convicción de que una cosa se haráporque el dirigente considera justo y racional que se haga: si nose hace, la «culpa» es atribuida a quien «debería haber», etc. Esdifícil, también, extirpar el hábito criminal de no preocuparse porevitar los sacrificios inútiles. Sin embargo, el sentido comúnmuestra que la mayoría de los desastres colectivos (políticos)ocurren porque no se ha intentado evitar el sacrificio inútil, o seha demostrado que no se tenía en cuenta el sacrificio de otro y seha jugado con la piel ajena. Todos hemos oído contar a oficialesdel frente que los soldados arriesgaban de verdad la vida cuandoera necesario, pero se rebelaban cuando se considerabandesatendidos. Por ejemplo: una compañía era capaz de ayunardurante muchos días si veía que los víveres no podían llegar por

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causa de fuerza mayor, pero se amotinaba si se saltaba una solacomida por negligencia y burocratismo, etc.

Este principio se aplica a todas las acciones que exigen unsacrificio. Por ello, después de una derrota, hay que indagar laresponsabilidad de los dirigentes, en sentido estricto (porejemplo: un frente está constituido por diversas secciones y cadasección tiene sus dirigentes; es posible que sean másresponsables de una derrota los dirigentes de una sección que losde la otra, pero se trata de más o de menos, nunca de exclusiónde responsabilidad para alguno).

Formulado el principio de que existen dirigidos y dirigentes,gobernantes y gobernados, es innegable que los «partidos» son,hasta ahora, el modo más adecuado para formar los dirigentes yla capacidad de dirección (los «partidos» pueden presentarsebajo los nombres más diversos, incluso bajo el de antipartido yde «negación de los partidos»; en realidad, incluso los llamados«individualistas» son hombres de partido; lo único que ocurre esque quisieran ser «jefes de partido» por la gracia de Dios o por laimbecilidad de sus seguidores).

Desarrollo del concepto general contenido en la expresión«espíritu estatal». Esta expresión tiene un significado bienpreciso, históricamente determinado. Pero se plantea el siguienteproblema: ¿existe algo similar a lo que se llama «espíritu estatal»en todo movimiento serio, es decir, en todo movimiento que nosea la expresión arbitraria de individualismos más o menosjustificados? El «espíritu estatal» presupone la «continuidad», yasea hacia el pasado, es decir, hacia la tradición, ya sea hacia elfuturo; esto es, presupone que todo acto es el momento de unproceso complejo, que ya se ha iniciado y continuará. La

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responsabilidad de este proceso, de ser actores de este proceso,de ser solidarios de fuerzas materialmente «ignotas» pero que sesienten operantes y activas y que se tienen en cuenta como sifuesen «materiales» y corporalmente presentes, se llamaprecisamente en ciertos casos «espíritu estatal». Es evidente queesta conciencia de la «duración» tiene que ser concreta y noabstracta, es decir, que no debe, en cierto sentido, ir más allá deciertos límites; pongamos que los límites más reducidos sean unageneración anterior y una futura, lo cual no es poco porque lasgeneraciones no deberán contarse como treinta años antes ytreinta años después de hoy, sino orgánicamente, en sentidohistórico, lo cual es fácil de comprender, por lo menos, en lo querespecta al pasado: nos sentimos solidarios de los hombres quehoy son viejísimos y que representan para nosotros ei «pasado»que todavía vive entre nosotros, el pasado que debemos conocer,con el que hay que ajustar cuentas, y que constituye uno de loselementos del presente y una de las premisas del futuro. Tambiénnos sentimos solidarios de los niños, de las generaciones quenacen y crecen y de las que somos responsables. (Otra cosa es el«culto de la tradición», que tiene un valor tendencioso, implicauna elección y un fin determinado, es decir, constituye la base deuna ideología.) No obstante, si se puede decir que en todos estápresente un «espíritu estatal» entendido de este modo, hay quecombatir una y otra vez las deformaciones o las desviaciones delmismo.

«El gesto por el gesto», la lucha por la lucha, etc. y especialmenteel individualismo mezquino y limitado, que no es más que unasatisfacción caprichosa de impulsos momentáneos, etc. (Enrealidad, la cuestión es, siempre, la del «apoliticismo» italiano,que asume estas formas, pintorescas y extravagantes.) Elindividualismo no es más que un apoliticismo animalesco, el

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sectarismo es «apoliticismo» y, si se observa bien, el sectarismo esuna forma de «clientela» personal, mientras falta el espíritu departido que es el elemento fundamental del «espíritu estatal». Lademostración de que el espíritu de partido es el elementofundamental del espíritu estatal es una de las tareas másimportantes; y viceversa: el «individualismo» es un elementoanimal, «admirado por los forasteros», como los movimientos delos habitantes de un parque zoológico.

El partido político. Se ha dicho que el protagonista del nuevoPríncipe no puede ser en la época moderna un héroe personalsino que debe ser el partido político, es decir, en cada caso y enlas diversas relaciones internas de las diferentes naciones, elpartido político determinado que se propone fundar un nuevotipo de Estado (y ha sido racional e históricamente fundado coneste fin).

Debe señalarse que en los regímenes que se presentan comototalitarios, la función tradicional de la institución de la Coronaes asumida, en realidad, por el partido determinado, el cual estotalitario, precisamente, porque ejerce esta función. Aunquetodo partido es la expresión de un grupo social y de un sologrupo social, hay partidos que representan, precisamente, unsolo grupo social en determinadas condiciones, cuando ejercenuna función de equilibrio y de arbitraje entre los intereses delpropio grupo y los demás grupos y procuran que el desarrollodel grupo representado se produzca con el consentimiento y conla ayuda de los grupos aliados, cuando no de los gruposdecididamente adversos. La fórmula constitucional del rey o delpresidente de la república que «reina pero no gobierna» es lafórmula jurídica que expresa esta función de arbitraje, lapreocupación de los partidos constitucionales de no «descubrir»

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la corona o el presidente; las«fórmulas sobre la irresponsabilidaddel jefe del Estado pollos actos de gobierno pero sobre laresponsabilidad de los ministros son la casuística del principiogeneral de tutela de la concepción de la unidad estatal, delconsentimiento de los gobernados a la acción estatal, cualquieraque sea el personal inmediato de gobierno y su partido.

Con el partido totalitario estas fórmulas pierden significado y,por consiguiente, resultan disminuidas las instituciones quefuncionaban en el sentido de estas fórmulas; pero la función esejercida por el partido, el cual exaltará el concepto abstracto de«Estado» e intentará de diversas maneras dar la impresión deque la función de «fuerza imparcial» es activa y eficaz.

¿Es necesaria la acción política (en sentido estricto) para que sepueda hablar de «partido político»? Puede observarse que en élmundo moderno, en muchos países, los partidos políticosorgánicos y fundamentales, por necesidades de la lucha o porotra causa, se han dividido en fracciones, cada una de las cualestoma el nombre de «partido» e incluso de partido independiente.Por esto, el Estado Mayor intelectual del partido orgánico nopertenece, a menudo, a ninguna de estas fracciones sino queopera como si fuese una fuerza dirigente que se sostiene por símisma, superior a los partidos y a veces considerada como talpor el público. Esta función se puede estudiar con más precisiónsi se parte del punto de vista de que un periódico (o un grupo deperiódicos), una revista (o un grupo de revistas), también son«partidos» o «fracciones de partido» o «función de un partidodeterminado». Piénsese en la función de «The Times» enInglaterra, en la que tuvo «II Corriere della Sera» en Italia ytambién en la función de la llamada «prensa de información»,pretendidamente «apolítica», e incluso en la de la prensa

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deportiva y técnica. Por lo demás, el fenómeno ofrece aspectosinteresantes en los países donde existe un partido único ytotalitario de gobierno, porque este partido no tiene ya funcionesdeclaradamente políticas sino tan sólo funciones técnicas, depropaganda, de policía, de influencia moral y cultural. Lafunción política es indirecta, pues si no existen otros partidoslegales siempre existen otros partidos de hecho y tendenciaslegalmente incoercibles, contra los que se polemiza y se luchacomo en una partida de gallina ciega. En todo caso, es indudableque en estos partidos predominan las funciones culturales,dando lugar a un lenguaje político de verdadera jerga: es decir,las cuestiones políticas se revisten de formas culturales y comotales resultan insolubles.

Pero hay un partido tradicional que tiene un carácteresencialmente «indirecto», es decir, se presenta explícitamentecomo puramente «educativo» (lucas, etc.), moralístico, de cultura(sic): es el movimiento libertario. Incluso la llamada accióndirecta (terrorista) se concibe como «propaganda» mediante elejemplo; esto puede reforzar todavía más el juicio de que elmovimiento libertario no es autónomo, sino que vive al margende los demás partidos, «para educarlos». Se puede hablar de un«libertarismo» inherente a todos los partidos orgánicos. (¿Quéson los «libertarios intelectuales o cerebrales» sino un aspecto deeste «marginalismo» en relación con los grandes partidos de losgrupos sociales dominantes?) La misma «secta de loseconomistas» era un aspecto histórico de este fenómeno.

Se presentan, por consiguiente, dos formas de «partido» queparecen hacer abstracción de la acción política inmediata comotal: el partido constituido por una élite de hombres de cultura,que, tienen la función de dirigir desde el punto de vista de la

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cultura, de la ideología general, un gran movimiento de partidosafines (que son en realidad fracciones de un mismo partidoorgánico); y, en el período más reciente, el partido no de élite sinode masas, que como masas no tienen otra función política que lade la fidelidad genérica, de tipo militar, a un centro políticovisible o invisible (a menudo el centro visible es el mecanismo demando de fuerzas que no desean mostrarse a plena luz sino quequieren operar indirectamente, por persona interpuesta y por«ideología interpuesta»). La masa es simplemente de «maniobra»y es «ocupada» con prédicas morales, con incentivossentimentales, con mitos mesiánicos de espera de tiemposfabulosos en los que todas las contradicciones y miserias actualesse resolverán automáticamente.

Cuando se quiere escribir la historia de un partido político hayque enfrentarse, en realidad, con toda una serie de problemas,mucho menos simples de lo que cree Robert Michels, porejemplo, pese a que se le considera como un especialista en lamateria. ¿Qué será la historia de un partido? ¿Será la simplenarración de la vida interna de una organización política, sunacimiento, los primeros grupos que la constituyen, laspolémicas ideológicas a través de las cuales se forma suprograma y su concepción del mundo y de la vida? En este casose tratará de la historia de grupos intelectuales limitados cuandono de la biografía política de una sola individualidad. El cuadrotendrá que ser, pues, más vasto y comprehensivo.

Deberá hacerse la historia de una determinada masa de hombresque ha seguido a los promotores, les ha rodeado de su confianza,de su lealtad, de su disciplina, o les ha criticado«realísticamente», dispersándose o permaneciendo pasiva frentea determinadas iniciativas. Ahora bien, ¿está compuesta esta

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masa, únicamente, por los miembros del partido? ¿Bastará conseguir los congresos, las votaciones, etc., es decir, todo elconjunto de actividades y modos de existencia con que una masade partido manifiesta su voluntad? Evidentemente, habrá quetener en cuenta el grupo social del que el partido en cuestión' esexpresión y parte más avanzada; es decir, lá historia de unpartido tendrá que ser forzosamente la historia de undeterminado grupo social. Pero este grupo no está aislado; tieneamigos, simpatizantes, adversarios, enemigos. La historia de undeterminado partido sólo resultará del complejo cuadro de todoel conjunto social y estatal (y a menudo con interferenciasinternacionales); por esto puede decirse que escribir la historia deun partido significa ni más ni menos escribir la historia generalde un país desde un punto de vista monográfico, para poner derelieve un aspecto característico. Un partido habrá tenido mayoro menor significado y peso en la medida en que su actividadparticular haya pesado más o menos en la determinación de lahistoria de un país.

Por esto, del modo de escribir la historia de un partido resulta elconcepto que se tiene de lo que es un partido y de lo que debeser. El sectario se exaltará ante los hechos internos menores, quetendrán para él un significado esotérico y le llenarán de místicoentusiasmo; el historiador, pese a dar a cada cosa la importanciaque tenga en el cuadro general, cargará el acento sobre todo en laeficiencia real del partido, en su fuerza determinante, positiva ynegativa, en el hecho de que haya contribuido a crear unacontecimiento o a impedir que se cumpliesen otrosacontecimientos.

La cuestión de saber cuándo está formado un partido, es decir,cuándo tiene una tarea precisa y permanente, da lugar a muchas

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discusiones y, a menudo, a una forma de orgullo no menosridículo y peligroso que el «orgullo de las naciones» de que hablaVico. Cierto es que se puede decir que un partido nunca estáformado, en el sentido de que todo desarrollo crea nuevas tareasy misiones y también en el sentido de que para algunos partidoses cierta la paradoja de que sólo están plenamente formados, sóloson completos cuando ya no existen, es decir, cuando suexistencia resulta históricamente inútil. Así, dado que todopartido es solamente una nomenclatura de clase, es evidente quepara el partido que se propone anular la división en clases, superfección y su plenitud consisten en haber dejado de existir,porque ya no existen clases ni, por tanto, la expresión de éstas.Pero aquí queremos referirnos a un momento particular de esteproceso de desarrollo, al momento que sigue a aquel en que unhecho puede existir o no existir, en el sentido de que la necesidadde su existencia todavía no es «perentoria» sino que depende en«gran parte» de la existencia de personas de extraordinario podervolitivo y de extraordinaria voluntad.

¿Cuándo un partido se hace necesario», históricamente? Cuandolas condiciones de su «triunfo», de su inevitable hacerse Estadoestán, por lo menos, en vías de formación y dejan prevernormalmente sus desarrollos ulteriores. Pero, ¿cuándo puededecirse, en tales condiciones, que un partido no puede serdestruido con medios normales? Para responder hay quedesarrollar un razonamiento: para que exista un partido esnecesario que confluyan tres elementos fundamentales (es decir,tres grupos de elementos):

1. Un elemento difuso, de hombres comunes, medios, cuyaparticipación viene dada por la disciplina y la fidelidad, no por elespíritu creador y altamente organizativo. Sin ellos, el partido no

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existiría ciertamente, pero también es verdad que «sólo» con ellosel partido tampoco existiría. Son una fuerza en la medida en quehay quien les centraliza, organiza, disciplina; si faltase esta fuerzacohesiva, se desperdigarían o se anularían en un polvilloimpotente. No se niega que cada uno de estos elementos puedaconvertirse en una de las fuerzas cohesivas, pero se habla de ellosprecisamente en el momento en que no lo son ni están encondiciones de serlo, o si lo son lo son únicamente en un círculolimitado, políticamente ineficiente y sin consecuencias.

2. El elemento cohesivo principal, que se centraliza en elámbito nacional, que da eficiencia y potencia a un conjunto defuerzas que si se abandonasen a sí mismas no contarían paranada o para casi nada; este elemento está dotado de una fuerzaaltamente cohesiva, centralizadora y disciplinadora y también —y quizá por esto mismo— inventiva (si se entiende «inventiva»en un determinado sentido, según ciertas líneas de fuerza, ciertasperspectivas, ciertas premisas). Es verdad que este elemento porsí solo tampoco formaría el partido, pero lo formaría más que elprimer elemento considerado. Se habla de capitanes sin ejército,pero, en realidad, es más fácil formar un ejército que formarcapitanes. Lo demuestra el hecho de que un ejército ya formadoes destruido si faltan los capitanes, mientras que un grupo decapitanes que estén de acuerdo entre ellos y tengan finescomunes no tardan en formar un ejército, incluso cuando este estotalmente inexistente.

3. Un elemento medio que articula el primer elemento con elsegundo que los pone en contacto, no sólo «físico» sino tambiénmoral e intelectual. En la práctica, para cada partido existen«proporciones definidas» entre estos tres elementos y se llega al

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máximo de eficacia cuando estas «proporciones definidas» serealizan.

Por todas estas consideraciones, se puede decir que un partidono puede ser destruido con medios normales cuando, al existirnecesariamente el segundo elemento —cuyo nacimiento estáligado a la existencia de las condiciones materiales objetivas (y sieste segundo elemento no existe, es inútil todo razonamiento)—,aunque sea en un estado disperso y fluido, no pueden dejar deformarse los otros dos, el primero de los cuales formanecesariamente el tercero como su continuación y su medio deexpresión.

Para que esto ocurra, es preciso que se haya formado laconvicción férrea de que es necesaria una determinada soluciónde los problemas vitales. Sin esta convicción no se formará elsegundo elemento, cuya destrucción es la más fácil por loreducido de su número; pero es necesario que este segundoelemento, si es destruido, haya dejado como herencia unfermento que permitirá su reproducción. ¿Y dónde subsistirámejor este fermento, dónde podrá formarse mejor que en elprimer y en el tercer elementos, que son, evidentemente, los máshomogéneos respecto al segundo? Por esto es fundamental laactividad del segundo elemento para la constitución de estoselementos. El criterio para juzgar el segundo elemento deberábuscarse: a) en lo que hace realmente; b) en lo que prepara, antela hipótesis de su destrucción. Es difícil decir cuál de estos doshechos es más importante. En la lucha siempre se tiene queprever la derrota; por esto la preparación de los propiossucesores es un elemento tan importante como todo lo que sehace para vencer.

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A propósito del «orgullo» del partido, se puede decir que es peorque el «orgullo de las naciones» de que habla Vico. ¿Por qué?Porque una nación no puede no existir y por el hecho de queexiste siempre es posible —aunque sea con buena voluntad einterpretando debidamente los textos— encontrar que laexistencia está llena de destino y de significación. En cambio, unpartido puede no existir por fuerza propia. No se debe olvidar«nunca» que en la lucha entre las naciones cada una de ellas estáinteresada en que las luchas internas debiliten a la otra y que lospartidos son, precisamente, los instrumentos de las luchasinternas. Por tanto, para los partidos siempre es posible lapregunta de si existen por fuerza propia, como necesidad propia,o si, al contrario, existen únicamente por un interés ajeno (y dehecho este punto no se olvida jamás en las polémicas; al contrariose insiste en él, especialmente cuando la respuesta no of.'ecedudas, lo cual significa que penetra y hace dudar).Naturalmente, sería estúpido el que se dejase lacerar por estasdudas. Desde el punto de vista político, la cuestión sólo tiene unarelevancia momentánea. En la historia del llamado principio denacionalidad, las intervenciones extranjeras en favor de lospartidos nacionales que perturban el orden interno en losEstados adversarios son innumerables, hasta el punto de quecuando se habla, por ejemplo, de la política «oriental» de Cavouruno se pregunta si se trataba de una «política», es decir, de unalínea de acción permanente, o de un estratagema dei momentopara debilitar a Austria con vistas al 59 o al 66. Así también, enlos movimientos mazzinianos de principios de 1870 (por ejemplo,el episodio Barsanti) se ve la intervención de Bismarck, el cualcon vistas a la guerra con Francia y ante el peligro de una alianzaitalo-francesa pensaba debilitar a Italia con conflictos interiores.Del mismo modo, en los hechos de juni„ de 1914 algunos ven laintervención del Estado Mayor austríaco con vistas a la guerra

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inminente. Como se ve, la casuística es numerosa y hay que tenerideas claras al respecto. Admitiendo que hagamos lo quehagamos siempre hacemos el juego de alguien, lo importante esintentar por todos los medios hacer bien nuestro propio juego, esdecir, vencer netamente. En todo caso, se debe despreciar el«orgullo» del partido y sustituir el orgullo por los hechosconcretos. El que sustituye los hechos concretos por el orgullo ohace la política del orgullo es hombre sospechoso de pocaseriedad. No es necesario añadir que los partidos deben evitarhasta la apariencia «justificada» de que hacen el juego de alguien,especialmente si este alguien es un Estado extranjero; que luegose especule es cosa que nadie puede evitar.

Es difícil excluir que un partido político (tanto de los gruposdominantes como de los grupos subalternos) cumpla tambiénuna función de policía, es decir, de tutela de un cierto ordenpolítico y legal. Si esto se demostrase taxativamente, la cuestióndebería plantearse en otros términos, es decir, en términos de lasformas y la orientación con que se ejerce dicha función. ¿Se ejerceen un sentido de represión o de difusión, es decir, tiene uncarácter reaccionario o un carácter progresivo? El partido encuestión, ¿ejerce su función de policía para conservar un ordenexterior, extrínseco, obstaculizador de las fuerzas vivas de lahistoria, o la ejerce en el sentido que tiende a elevar al pueblo aun nuevo nivel de civilización, del que el orden político y legal esuna expresión programática? En realidad, una ley encuentrainfractores: a) entre los elementos sociales reaccionarios que laley ha desposeído; b) entre los elementos progresivos que la leycomprime; c) entre los elementos que no han alcanzado el nivelde civilización que la ley puede representar. La función depolicía de un partido puede ser, pues, progresiva o regresiva: esprogresiva cuando tiende a mantener en la órbita de la legalidad

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las fuerzas reaccionarias desposeídas y a elevar al nivel de lanueva legalidad a las masas atrasadas. Es regresiva cuandotiende a comprimir las fuerzas vivas de la historia y a manteneruna legalidad superada, antihistórica, convertida en extrínseca.Por lo demás, el funcionamiento del partido en cuestiónsuministra criterios de discriminación: cuando el partido esprogresivo funciona «democráticamente» (en el sentido de uncentralismo democrático); cuando el partido es regresivofunciona «burocráticamente» (en el sentido de un centralismoburocrático). En este segundo caso, el partido es un puroejecutante, no un cuerpo que delibera: entonces es, técnicamente,un órgano de policía y su nombre de «partido político» es unapura metáfora de carácter mitológico.

Industriales y agrarios. Se plantea el problema de si los grandesindustriales tienen un partido político permanente y propio.Creo que la respuesta tiene que ser negativa. Los grandesindustriales se sirven de todos los partidos existentes, según laocasión, pero no tienen un partido propio. Esto no quiere decirque sean «agnósticos» o «apolíticos»: lo que les interesa es undeterminado equilibrio, que obtienen precisamente reforzandocon sus medios, en cada ocasión, ora uno, ora otro de los partidosdel multivario tablero político (con la excepción, naturalmente,del partido antagonista, cuyo reforzamiento no les interesa nisiquiera desde el punto de vista táctico). Ahora bien, si esto es loque ocurre en la vida «normal», en los casos extremos —que sonlos que cuentan, en definitiva (como la guerra en la vidanacional)— el partido de los grandes industriales es el de losagrarios, los cuales, en cambio, tienen un partido propiopermanente. La ejemplificación de lo que decimos se puede veren Inglaterra, donde el partido conservador ha engullido el

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partido liberal, que aparecía tradicionalmente como el partido delos industriales.

El hecho se explica por la situación inglesa, con sus grandesTrade Unions. Es cierto que en Inglaterra no existe formalmenteun partido antagonista de los industriales en gran estilo, peroexisten las organizaciones obreras de masas y se ha observadoque éstas, en los momentos decisivos, se transformanconstitucionalmente de abajo a arriba, rompiendo el envoltorioburocrático (por ejemplo, en 1919 y en 1926). Por otro ladoexisten estrechos intereses permanentes entre los agrarios y losindustriales (especialmente ahora que el proteccionismo se hahecho general, agrario e industrial); y es innegable que losagrarios están «políticamente» mucho mejor organizados que losindustriales, atraen más a los intelectuales, son más«permanentes» en sus directivas, etc. La suerte de los partidos«industriales» tradicionales, como el «liberal-radical» inglés y elradical francés (que siempre fue, empero, muy diferente delprimero) es interesante (y lo mismo cabe decir del partido«radical italiano», de buena memoria): ¿qué representaban? Unnexo de clases grandes y pequeñas, no una sola gran clase; estoexplica la diversidad de su desarrollo y de su desaparición; latropa de «maniobra» estaba constituida por la clase pequeña, quesiempre se encontró en condiciones diversas en el nexo hasta quese transformó completamente. Hoy suministra la tropa a los«partidos demagógicos» y se comprende.

En general se puede decir que, en esta historia de los partidos, lacomparación entre los diversos países es muy instructiva ydecisiva para encontrar el origen de las causas detransformación. Esto incluso en las polémicas entre los partidos

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de los países «tradicionalistas», es decir, de los países dondeestán representados «retazos» de todo el «catálogo» histórico.

Un criterio primordial para juzgar tanto la concepción delmundo como —y especialmente— las actitudes prácticas es elsiguiente: ¿puede concebirse la concepción del mundo o el actopráctico «aislado», «independiente», con toda la responsabilidadde la vida colectiva sobre él, o esto es imposible y la concepcióndel mundo o el acto práctico puede concebirse como«integración», perfeccionamiento, contrapeso, etc. de otraconcepción del mundo o de otra actitud práctica? Si se reflexionase ve que este criterio es decisivo para un juicio ideal sobre losmovimientos ideológicos y sobre los movimientos prácticos; seve también que tiene un alcance práctico nada pequeño.

Uno de los ídolos más comunes es el de creer que todo lo queexiste es «natural» que exista, no puede por menos de existir, yque nuestros intentos de reforma, por muy mal que vayan, nointerrumpirán la vida, porque las fuerzas tradicionales seguiránoperando y continuarán la vida. Es indudable que hay algo dejusto en este modo de pensar; y malo si así no fuese. Sinembargo, más allá de ciertos límites, este modo de pensar resultapeligroso y, en todo caso, como se ha dicho, subsiste el criterio dejuicio filosófico, político e histórico. Cierto que, si se observa afondo, algunos movimientos sólo se conciben a sí mismos comomarginales, es decir, presuponen un movimiento principal al quese incorporarán para reformar algunos males, presuntos overdaderos. Dicho de otra manera: ciertos movimientos sonpuramente reformistas.

Este principio tiene importancia política porque la verdad teóricade que toda clase tiene un solo partido se demuestra, en los

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momentos decisivos, por el hecho de que diversosagrupamientos, cada uno de los cuales se presentaba como unpartido «independiente», se reúnen y forman un bloque único.La multiplicidad existente con anterioridad era sólo de carácter«reformista», es decir, se refería a cuestiones parciales; en ciertosentido era una división del trabajo político (útil, dentro de suslímites); pero cada parte presuponía las demás, hasta el punto deque en los momentos decisivos, esto es, cuando se han puesto enjuego las cuestiones principales, la unidad se ha formado y se haverificado el bloque. De aquí proviene la conclusión de que en laconstrucción de los partidos hay que basarse en un carácter«monolítico» y no en cuestiones secundarias; por consiguiente,debe observarse atentamente que exista homogeneidad entre losdirigentes y los dirigidos, entre los jefes y la masa. Si en elmomento decisivo los jefes pasan a «su verdadero partido», lasmasas quedan truncadas, inertes, ineficaces. Se puede decir queningún movimiento real adquiere conciencia de su totalitariedadde golpe, sino únicamente por una experiencia sucesiva, es decir,cuando se da cuenta, por los hechos, de que nada de lo que existees natural (en el sentido extravagante de la palabra) sino queexiste, únicamente, porque se dan ciertas condiciones, cuyadesaparición no deja de tener consecuencias. De este modo elmovimiento se perfecciona, pierde los caracteres dearbitrariedad, de «simbiosis», se hace realmente independiente,en el sentido de que para tener ciertas consecuencias crea laspremisas necesarias y en la creación de estas premisas empeñatodas sus fuerzas.

Algunos aspectos teóricos y prácticos del *economicismo».Economicismo — movimiento teórico por el librecambio—sindicalismo teórico. Habrá que ver en qué medida elsindicalismo teórico ha tenido su origen en la filosofía de la

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praxis y en qué medida lo ha tenido en las doctrinas económicasdel librecambio, o sea, en última instancia, en el liberalismo. Poresto debe verse si el economicismo, en su forma más completa,no proviene por filiación directa del liberalismo, habiendo tenido—incluso en sus orígenes— muy pocas relaciones con la filosofíade la praxis o, en todo caso, relaciones puramente extrínsecas yverbales.

Desde este punto de vista debe verse la polémica Einaudi-Croce7

provocada por el nuevo prefacio (de 1917) al volumen IIMaterialismo historico; la exigencia, presentada por Einaudi, detener en cuenta la literatura de historia económica suscitada porla economía clásica inglesa, puede satisfacerse en este sentido:que dicha literatura, por una contaminación superficial con lafilosofía de la praxis ha originado el economicismo.

El nexo entre las ideologías librecambistas y el sindicalismoteórico es especialmente evidente en Italia, donde es conocida laadmiración que sienten por Pareto sindicalistas como Lanzillo ycompañía. Ahora bien, el significado de estas dos tendencias esmuy distinto: la primera es propia de un grupo social dominantey dirigente; la segunda de un grupo todavía subalterno, quetodavía no ha adquirido conciencia de su fuerza y de susposibilidades y modos de desarrollo y por esto no sabe salir de lafase de primitivismo.

El planteamiento del movimiento librecambista se basa en unerror teórico cuyo origen práctico no es difícil de identificar; esdecir, se basa en la distinción entre sociedad política y sociedadcivil, que de distinción metodológica se convierte en (y espresentada como) distinción orgánica. Se afirma, de este modo,que la actividad económica es propia de la sociedad civil y que el

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Estado no debe intervenir en su reglamentación. Pero, dado queen la realidad concreta la sociedad civil y el Estado se identifican,la conclusión es que también el liberalismo es una«reglamentación» de carácter estatal, introducida y mantenidapor vía legislativa y coercitiva: es un hecho de voluntadconsciente de los propios fines y no la expresión espontánea,automática del hecho económico. Por consiguiente, el liberalismoes un programa político, destinado a modificar, en cuantotriunfe, el personal dirigente de un Estado y el programaeconómico del Estado mismo, es decir, a modificar ladistribución de la renta nacional.

Distinto es el caso del sindicalismo teórico, por cuanto se refiere aun grupo subalterno al que, con esta teoría, se impide llegar a serdominante, desarrollarse más allá de la fase económico-corporativa para elevarse a la fase de hegemonía ético-política enla sociedad civil y dominante en el Estado. En lo que concierne alliberalismo, estamos ante una fracción del grupo dirigente quequiere modificar no la estructura del Estado sino únicamente laorientación del gobierno; que quiere reformar la legislacióncomercial y sólo indirectamente la industrial (porque esinnegable que el proteccionismo, especialmente en los países demercado pobre y restringido, limita la libertad de iniciativaindustrial y favorece morbosamente el nacimiento de losmonopolios): se trata de la rotación de los partidos dirigentes enel gobierno; no de la fundación y la organización de un nuevotipo de sociedad política y menos todavía de un nuevo tipo desociedad civil. En el movimiento del sindicalismo teórico lacuestión se presenta con mayor complejidad; es innegable que enéste la independencia y la autonomía del grupo subalterno quese dice expresar se sacrifican a la hegemonía intelectual delgrupo dominante, porque el sindicalismo teórico no es más que

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un aspecto del liberalismo, justificado con algunas afirmacionesmutiladas —y, por consiguiente, banalizadas— de la filosofía dela praxis. ¿Por qué y cómo se produce este «sacrificio»? Latransformación del grupo subordinado en dominante se excluyeporque el problema ni siquiera se plantea (fabianismo, De Man,una parte notable del laborismo) o bien porque se presenta enformas inadecuadas e ineficientes (tendencias socialdemócratasen general) o bien porque se afirma el salto inmediato delrégimen de los grupos al de la igualdad perfecta y de laeconomía sindical.

Es extraña, como mínimo, la actitud del economicismo hacia lasexpresiones de voluntad, de acción y de iniciativa política eintelectual, como si éstas no fuesen una emanación orgánica denecesidades económicas o, incluso, la única expresión eficientede la economía; es incongruente, por tanto, que el planteamientoconcreto de la cuestión hegemónica se interprete como un hechoque subordina el grupo hegemónico. El hecho de la hegemoníapresupone indudablemente que se tenga en cuenta los intereses ylas tendencias de los grupos sobre los cuales se ejercerá lahegemonía, que se forme un cierto equilibrio de compromiso, esdecir, que el grupo dirigente haga sacrificios de ordeneconómico- corporativo; pero también es indudable que estossacrificios y este compromiso no pueden referirse a lo esencial,porque si la hegemonía es ético-política no puede dejar de sertambién económica, no puede dejar de tener su fundamento en lafunción decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleodecisivo de la actividad económica.

El economicismo se presenta bajo muchas otras formas, ademásde la del liberalismo y del sindicalismo teórico. A él pertenecentodas las formas de abstencionismo electoral (ejemplo típico de

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ello es el abastecimiento de los clericales italianos después de1870, cada vez más atenuado a partir de 1900 hasta 1919 y lafundación del Partido Popular: la distinción orgánica que losclericales hacían entre la Italia real y la Italia lega! era unareproducción de la distinción entre el mundo económico y elmundo político-legal), muy numerosas —en el sentido de quepuede haber un semiabstencionismo, un cuarto deabstencionismo, etc. Al abstencionismo va ligada la fórmula del«tanto peor, tanto mejor» y también la fórmula de la llamada«intransigencia» parlamentaria de algunas fracciones dediputados. E! economicismo no siempre es contrario a la acciónpolítica y al partido político, pero considera a éste como un meroorganismo educativo de tipo sindical. Un punto de referenciapara el estudio del economicismo y para comprender lasrelaciones entre la estructura y la superestructura es el párrafo deLa miseria de la filosofía donde se dice que una fase importante enel desarrollo de un grupo social es aquella en que loscomponentes individuales de un sindicato no luchan yasolamente por sus intereses económicos sino también por ladefensa y el desarrollo de la organización misma.8 Deberecordarse también la afirmación de Engels de que la economíasólo «en última instancia» es el resorte de la historia (en sus doscartas sobre la filosofía de la praxis),9 que debe relacionarsedirectamente con el párrafo del prefacio de la Crítica de laeconomía política donde se dice que los hombres toman concienciade los conflictos que se verifican en el mundo económico en elterreno de las ideologías.

En diversas ocasiones se ha afirmado en estas notas 10 que lafilosofía de la praxis está mucho más difundida de lo que sequiere admitir. La afirmación es exacta si se entiende en elsentido de que se ha difundido el economicismo histórico —

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como llama ahora el profesor Loria a sus concepciones más omenos descoyuntadas— yt que, por consiguiente, el ambientecultural ha cambiado completamente respecto a la época en quela filosofía de la praxis inició sus luchas; con terminologíacrociana se podría decir que la mayor herejía surgida en el senode la «religión de la libertad» también ha sufrido —como lareligión ortodoxa— una degeneración, se ha difundido como«superstición», es decir, ha entrado en combinación con elliberalismo y ha producido el economicismo. Debe verse,empero, si al contrario de la religión ortodoxa, que se haagostado, la superstición herética no ha conservado siempre unfermento que la hará renacer como religión superior, es decir, silas escorias de superstición no son fácilmente liquidables.

Algunos puntos característicos del economicismo histórico: a) Enla búsqueda de los nexos históricos no se distingue lo que es«relativamente permanente» de lo que es fluctuación ocasional yse entiende por hecho económico el interés personal o depequeño grupo, en sentido inmediato y «sórdidamente judaico».Es decir, no se tiene en cuenta las formaciones de claseeconómica, con todas las relaciones inherentes, sino que seasume el interés mezquino y usurario, especialmente cuandocoincide con formas delictivas previstas por los códigos penales,b) La doctrina que reduce el desarrollo económico a la sucesiónde los cambios técnicos en los instrumentos de trabajo. Elprofesor Loria ha hecho una exposición brillantísima de estadoctrina aplicada en el artículo sobre la influencia social delaeroplano, publicado en la «Rassegna contemporánea» de 1912.c) La doctrina que hace depender inmediatamente el desarrolloeconómico e histórico de los cambios producidos en un elementoimportante cualquiera de la producción, el descubrimiento deuna nueva materia prima, de un nuevo combustible, etc. que

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llevan consigo la aplicación de nuevos métodos en laconstrucción y en el accionamiento de las máquinas. En estosúltimos tiempos se ha publicado toda una literatura sobre elpetróleo: puede verse, como muestra típica, un artículo deAntonino Laviosa en «La Nuova Antología» del 16 dé mayo de1929. El descubrimiento de nuevos combustibles y de nuevasenergías motrices, al igual que el descubrimiento de nuevasmaterias primas a transformar, tiene ciertamente granimportancia, porque puede transformar la posición de losdiversos Estados, pero no determina el movimiento histórico, etc.

Ocurre a menudo que se combate el economicismo históricocreyendo combatir el materialismo histórico. Éste es el caso, porejemplo, de un artículo del «Avenir» de París del 10 de octubrede 1930 (reproducido en la «Rassegna Settimanale della StampaEstera» del 21 de octubre de 1930, pp. 2.303-2.304) y que se puedeconsiderar típico al respecto: «Desde hace mucho tiempo, perosobre todo después de la guerra, se dice que las cuestiones deinterés dominan a los pueblos y llevan el mundo adelante. Sonlos marxistas los que han inventado esta tesis, bajo ladenominación un poco doctrinaria de "materialismo histórico".En el marxismo puro los hombres tomados en masa no obedecena las pasiones, sino a las necesidades económicas. La política esuna pasión. La patria es una pasión. Estas dos ideas exigentessólo tienen en la historia una función de apariencia, porque enrealidad la vida de los pueblos, en el curso de los siglos, seexplica por un juego cambiante y siempre renovado de causas deorden material. La economía lo es todo. Muchos filósofos yeconomistas "burgueses" han adoptado este estribillo. Adoptanun cierto aire de explicarse la gran política internacional por elcurso de los cereales, del petróleo o del caucho. Se las ingenianpara demostrar que toda la diplomacia está regida por cuestiones

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de tarifas aduaneras y de precios de coste. Estas explicacionesestán muy en auge. Tienen una pequeña apariencia científica yproceden de una especie de escepticismo superior que quisierapasar por elegancia suprema. ¿La pasión en política exterior? ¿Elsentimiento en materia nacional? ¡Vamos hombre! Esto está bienpara la gente común. Los grandes espíritus, los grandes iniciadossaben que todo está dominado por el dar y el tener. Ahora bien,esto es una pseudoverdad absoluta. Es completamente falso quelos pueblos sólo se dejan guiar por consideraciones de interés yes completamente cierto que obedecen sobre todo aconsideraciones dictadas por un deseo y una fe ardiente deprestigio. Quien no comprende esto no comprende nada.» Lacontinuación del artículo (titulado La manía del prestigio) recurreal ejemplo de la política alemana e italiana, que sería de«prestigio» y no vendría dictada por intereses materiales. Elartículo resume una gran parte de los puntos más banales de lapolémica contra la filosofía de la praxis, pero en realidad lapolémica va dirigida contra el economicismo descoyuntado detipo loriano. Por otro lado, el autor no domina mucho el tema: nocomprende que las «pasiones» pueden no ser nada más que unsinónimo de los intereses económicos y que es difícil sostenerque la actividad política es un estado permanente deexasperación pasional y de espasmo; precisamente, la políticafrancesa es presentada como una «racionalidad» sistemática ycoherente, es decir, depurada de todo elemento pasional, etc.

En su forma más difusa de superstición economicista, la filosofíade la praxis pierde una gran parte de su expansividad cultural enla esfera superior del grupo intelectual, por mucha que adquieraentre las masas populares y los intelectuales medios, que quierenparecer sagacísimos pero sin fatigarse el cerebro, etc. Tal comoescribe Engels, es muy cómodo para muchos tener en el bolsillo

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por poco precio y sin ninguna fatiga, toda la historia y toda lasabiduría política y filosófica concentrada en unas cuantasfórmulas.11 Al olvidar que la tesis según la cual los hombresadquieren conciencia de los conflictos fundamentales en elterreno de las ideologías no es de carácter psicológico omoralístico sino que tiene un carácter orgánico gnoseológico, seha creado la forma mentís de considerar la política y, por tanto, lahistoria como un continuo marché de dupes, un juego deilusionismos y de prestidigitación. La actividad «crítica» se hareducido a revelar trucos, a suscitar escándalos, a ajustar cuentasa los hombres representativos.

Se ha olvidado, por tanto, que al ser o pretender ser tambi'én el«economicismo» una regla objetiva de interpretación (objetiva-científica) la investigación en el sentido de los interesesinmediatos debería ser válida para todos los aspectos de lahistoria, tanto para los hombres que representan la «tesis» comopara los que representan la «antítesis». Se ha olvidado, además,otra proposición de la filosofía de la praxis: que las «creenciaspopulares» o las creencias del tipo de las creencias popularestienen la validez de las fuerzas materiales. Los errores deinterpretación en el sentido de la búsqueda de los intereses«sórdidamente judaicos» han sido a veces groseros y cómodos yhan influido negativamente en el prestigio de la doctrinaoriginaria. Por esto hay que combatir el economicismo no sólo enla teoría de la historiografía sino también y especialmente en lateoría y en la práctica políticas. En este terreno, la lucha puede ydebe llevarse desarrollando el concepto de hegemonía, tal comose ha llevado prácticamente en el desarrollo de la teoría delpartido político y en el desarrollo práctico de la vida dedeterminados partidos políticos (la lucha contra la teoría de lallamada revolución permanente, a la que se contraponía el

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concepto de dictadura democrático-revolucionaria; laimportancia que se ha tenido por el apoyo dado a las ideologíasconstituyentistas, etc.). Se podría hacer un estudio sobre losjuicios emitidos a medida que se desarrollaban ciertosmovimientos políticos, tomando como tipo el movimientoboulangista (de 1886 a 1890 aproximadamente), o el procesoDreyius o incluso el golpe de Estado del 2 de diciembre (unanálisis del libro clásico sobre el 2 de diciembre, para estudiarqué importancia relativa se da al hecho económico inmediato yqué lugar ocupa, en cambio, el estudio concreto de las«ideologías»). Frente a estos acontecimientos, el economicismo sehace la pregunta: ¿a quién aprovecha inmediatamente lainiciativa en cuestión? Y responde con un razonamiento tansimplista como paralógico. Aprovecha inmediatamente a unacierta fracción del grupo dominante y, para no errar en laidentificación, cae sobre la fracción que tiene evidentemente unafunción progresiva y de control sobre el conjunto de las fuerzaseconómicas. Se puede estar seguro de no equivocarse porque,necesariamente, si el movimiento examinado llega al poder, mástarde o más temprano la fracción progresiva del grupodominante terminará controlando el nuevo gobierno yconvirtiéndolo er» instrumento para utilizar el aparato estatal enbenelicio propio.

Se trata, por consiguiente, de una infalibilidad muy barata queno sólo no tiene significado teórico sino que tiene un alcance yuna eficacia prácticos escasísimos: en general, no produce másque prédicas moralísticas y cuestiones personales interminables.Cuando se produce un movimiento de tipo boulangista elanálisis debería conducirse realísticamente según esta línea: a)contenido social de la masa adherida al movimiento; b) ¿quéfunción tenía esta masa en el equilibrio de fuerzas que se va

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transformando, como lo demuestra el nuevo movimiento con suaparición misma?; c) ¿qué significado tienen política ysocialmcnte las reivindicaciones que presentan los dirigentes yque encuentran consentimiento?; ¿a qué exigencias efectivascorresponden?; d) examen de la conformidad de los medios al finpropuesto; e) sólo en última instancia, y presentada en formapolítica y no moralística, se formula la hipótesis de que estemovimiento será necesariamente desnaturalizado y servirá afines muy distintos de los que esperan de él las multitudes que losiguen. En cambio, esta hipótesis se afirma previamente, cuandono existe todavía para sufragarla ningún elemento concreto (esdecir, ningún elemento que lo parezca con la evidencia delsentido común y no por un análisis «científico» esotérico), demodo que la hipótesis aparece como una acusación moralísticade doblez y de mala fe o de poca sagacidad, de estupidez (en loque respecta a los secuaces). La lucha política se convierte, deeste modo, en una serie de hechos personales entre los que tienengramática parda y los que son engañados por sus propiosdirigentes y no quieren convencerse de ello por su incurablenecedad. Por otro lado, mientras estos movimientos no hanllegado al poder, siempre se puede pensar que fracasan yalgunos han fracasado de hecho (el mismo boulangismo, quefracasó como tal y fue definitivamente aplastado con elmovimiento dreyfusard; el movimiento de Georges Valois; el delgeneral Gaida); la investigación debe dirigirse, pues, hacia laidentificación de los elementos de fuerza pero también de loselementos de debilidad que dichos movimientos contienen en suseno: la hipótesis «economicista» afirma un elemento inmediatode fuerza, es decir, la disponibilidad de una cierta aportaciónfinanciera directa o indirecta (un gran periódico que apoye elmovimiento también es una aportación financiera indirecta) ybasta. Demasiado poco. También en este caso el análisis de los

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diversos grados de la correlación de fuerzas sólo puede culminaren la esfera de la hegemonía y de las relaciones ético-políticas.

Un elemento a añadir como ejemplificación de las llamadasteorías de la intransigencia es el de la rígida aversión de principiopor los llamados compromisos, cuya manifestación subordinadaes lo que se puede designar con la expresión de «miedo a lospeligros». Es evidente que la aversión de principio a loscompromisos está estrechamente ligada al economicismo, porquela concepción en que se funda esta aversión no puede ser otraque la convicción férrea de que existen leyes objetivas deldesarrollo histórico que tienen el mismo carácter que las leyesnaturales, y además con la persuasión de un íinalismo fatalistade carácter similar al religioso: puesto que las condicionesfavorables se verificarán fatalmente y determinarán, de modomás bien misterioso, acontecimientos palingenéticos, todas lasiniciativas voluntarias que tiendan a predisponer esta situaciónde acuerdo con un plan no sólo son inútiles sino tambiénperjudiciales. Junto a estas convicciones fatalistas está, sinembargo, la tendencia a confiar «sucesivamente», de modo ciegoe indiscriminado, en la virtud reguladora de las armas, lo cual nodeja de tener una lógica y una coherencia, dado que se piensaque la intervención de la voluntad es útil para la destrucciónpero no para la reconstrucción (ya en acto en el mismo momentode la destrucción). La destrucción se concibe mecánicamente, nocomo destrucción-reconstrucción. En este modo de pensar no setiene en cuenta el factor «tiempo» y no se tiene en cuenta, enúltima instancia, la misma «economía», en el sentido de que nose comprende por qué los hechos ideológicos de masa estánsiempre atrasados en relación con los fenómenos económicos demasa y que, por consiguiente, en ciertos momentos el impulsoautomático debido al factor económico es frenado, obstaculizado

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e incluso destruido momentáneamente por elementosideológicos tradicionales; que por esto debe existir una luchaconsciente y dispuesta de antemano para hacer «comprender» lasexigencias de la posición económ ca de masas que pueden estaren oposición con las directivas de los jefes tradicionales. Siemprese requiere una iniciativa política apropiada para liberar elimpulso económico de las trabas de la política tradicional, esdecir, para cambiar la dirección política de las fuerzas que debenabsorberse necesariamente para realizar un bloque histórico-económico-político nuevo, homogéneo, sin contradiccionesinternas; y dado que dos fuerzas «similares» sólo puedenfundirse en un organismo nuevo a través de una serie decompromisos o por la fuerza de las armas, uniéndolas en unplano de alianza o subordinando la una a la otra con la coerción,la cuestión es si se tiene esta fuerza y si es «productivo»emplearla. Si la unión de dos fuerzas es necesaria para vencer auna tercera, el recurso a las armas y a la coerción (si se disponede ellas) es una pura hipótesis metodológica y la únicaposibilidad concreta es el compromiso, porque la fuerza puedeemplearse contra los enemigos pero no contra una parte de símismo que se quiere asimilar rápidamente y de la cual serequiere «buena voluntad» y entusiasmo.

Previsión y perspectiva. Otro punto a fijar y a desarrollar es el de la«doble perspectiva» en la acción política y en la vida estatal.Grados diversos en que puede presentarse la doble perspectiva,desde los más elementales hasta los más complejos, pero quepueden reducirse teóricamente a dos grados fundamentales,correspondientes a ¡a doble naturaleza del Centauromaquiavélico, fiera y humana, de la fuerza y del consenso, de laautoridad y de la hegemonía, de la violencia y de la civilización,del momento individual y del universal (de la «Iglesia» y del

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«Estado») de la agitación y de la propaganda, de la táctica y de laestrategia, etc. Algunos han reducido la táctica de la «dobleperspectiva» a una cosa muy mezquina y banal, simplemente ados formas de «inmediatez» que se suceden mecánicamente en eltiempo con mayor o menor «proximidad». Puede ocurrir, encambio, que cuanto más «inmediatísima», elementalísima sea laprimera «perspectiva», más «lejana» tenga que ser la segunda(lejana no en el tiempo sino como relación dialéctica), máscompleja y elevada; es decir, puede ocurrir como en la vidahumana, que cuanto más un individuo se ve obligado a defendersu propia existencia física inmediata, tanto más sostiene y secoloca en el punto de vista de les valores más complejos yelevados de la civilización y de la humanidad.

Es cierto que prever significa únicamente ver bien el presente y elpasado como movimiento: ver bien, es decir, identificar conexactitud los elementos fundamentales y permanentes delproceso. Pero es absurdo pensar en una previsión puramente«objetiva». El que hace la previsión tiene, en realidad, un«programa» que quiere hacer triunfar y la previsión es,precisamente, un elemento de este triunfo. Esto no significa quela previsión tenga que ser siempre arbitraria y gratuita opuramente tendenciosa. Al contrario: puede decirse que sólo enla medida en que el aspecto objetivó de la previsión se relacionacon un programa adquiere objetividad: a) porque sólo la pasiónagudiza el intelecto y contribuye a hacer más clara la intuición; b)porque al ser la realidad el resultado de una aplicación de lavoluntad humana a la sociedad de las cosas (del maquinista a lamáquina), prescindir de todo elemento voluntario o calcularúnicamente la intervención de la voluntad ajena como elementoobjetivo del juego general es mutilar la realidad misma. Sólo el

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que quiere fuertemente identifica los elementos necesarios parala realización de su voluntad.

Por esto, considerar que una determinada concepción del mundoy de la vida tiene por sí misma una superior capacidad deprevisión es un error de grosera fatuidad y de superficialidad. Escierto que en toda previsión está implícita una concepción delmundo y por ello no deja de tener importancia que ésta sea unaserie inconexa de actos arbitrarios del pensamiento o una visiónrigurosa y coherente, pero la importancia la adquiere en elcerebro vivo del que hace la previsión y la vivifica con su fuertevoluntad. Esto se ve en las previsiones de los llamados«desapasionados»: abundan en futilidades, en minucias sutiles,en elegancias conjeturales. Sólo la existencia en el «previsor» deun programa a realizar hace que se atenga a lo esencial, a losúnicos elementos que son realmente previsibles porque son«organizables», pueden ser dirigidos o desviados. Esto va contrala forma ordinaria de considerar la cuestión. Se piensageneralmente que todo acto de previsión presupone ladeterminación de leyes de regularidad del tipo de las de lasciencias naturales. Pero, dado que estas leyes no existen en elsentido absoluto o mecánico que se supone, no se tiene en cuentala voluntad ajena y no se «prevé» su aplicación. Por consiguientese construye sobre una hipótesis arbitraria y no sobre la realidad.

El «excesivo» (y por tanto superficial y mecánico) realismopolítico lleva a menudo a afirmar que el hombre de Estado debeoperar sólo en el ámbito de la «realidad efectiva» y no debeinteresarse por el «deber ser»: sólo por el «ser». Esto significaríaque el hombre de Estado no debe tener perspectivas que vayanmás allá de su propia nariz. Este error ha llevado a Paolo Través

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a encontrar el «verdadero político» en Guicciardini y no enMaquiavelo.

Además de distinguir entre el «diplomático» y el «político» hayque distinguir entre el científico de la política y el político enacto. El diplomático no puede dejar de moverse únicamente en larealidad efectiva, porque su actividad específica no consiste encrear nuevos equilibrios sino en conservar dentro de ciertosmarcos jurídicos un equilibrio existente. También el científicodebe moverse únicamente en la realidad existente, como merocientífico. Pero Maquiavelo no es un mero científico; es unhombre de partido, un hombre de pasiones poderosas, unpolítico en acto, que quiere crear nuevas correlaciones de fuerzasy por esto no puede dejar de ocuparse del «deber ser», aunqueno en sentido moralístico, desde luego. La cuestión no debeplantearse, pues, en estos términos; es más compleja: es decir, setrata de ver si el «deber ser» es un acto arbitrario o necesario, sies voluntad concreta o veleidad, deseo, amor ilusorio. El políticoen acto es un creador, un suscitador, pero no crea de la nada ni semueve en el vacío túrbido de sus deseos y sueños. Se funda en larealidad efectiva; pero ¿qué es esta realidad efectiva? ¿Es quizáalgo estático e inmóvil? ¿O es, más bien, una correlación defuerzas en continuo movimiento, en continuo cambio deequilibrio? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevoequilibrio de las fuerzas realmente existentes y activas,basándose en la fuerza determinada que se considera progresivay potenciándola para hacerla triunfar significa siempre moverseen el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla ysuperarla (o contribuir a esto). El «deber ser» es, por tanto,concreción; más aún: es la única interpretación realista ehistoricista de la realidad, es la única historia en acto, la únicafilosofía en acto, la única política.

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La oposición Savonarola-Maquiavelo no es la oposición entre elser y el deber ser (todo el párrafo de Russo sobre este punto espura literatura) sino entre dos deber ser: el abstracto y fumoso deSavonarola y el realista de Maquiavelo, realista aunque no seconvirtiese en realidad inmediata, porque no se puede es perarque un individuo o un libro modifiquen toda la realidad; lo únicoque se puede esperar es que la interpreten e indiquen la posiblelínea de acción. El límite y la angustia de Maquiavelo consistenúnicamente en el hccho de haber sido una «persona privada», unescritor, y no el jefe de un Estado o de un ejército, es decir, unapersona que aunque sea una sola dispone de las fuerzas de unEstado o de un ejército y no sólo dé ejércitos de palabras. Perotampoco se puede decir que Maquiavelo fuese un «profetadesarmado»: sería una muestra de ingenio barato. Maquiavelonunca dice que piensa o se propone cambiar por sí mismo larealidad; lo único que dice en concreto es que quiere mostrarcómo tendrían que haber actuado las fuerzas históricas para sereficientes.

Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas. El estudio decómo se deben analizar las «situaciones», es decir, de cómo sedeben establecer los diversos grados de la correlación de fuerzas,puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y de artepolíticos, entendidos como un conjunto de reglas prácticas deinvestigación y de observaciones particulares, útiles paradespertar el interés por la realidad efectiva y suscitar intuicionespolíticas más rigurosas y vigorosas. Al mismo tiempo, se debeexponer lo que hay que entender en política por estrategia ytáctica, por «plan» estratégico, por propaganda y agitación, porciencia de la organización y de la administración en política.

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Los elementos de observación empírica que se acostumbran aexponer sin orden, confusamente en los tratados de cienciapolítica (se puede tomar como ejemplo la obra de G. Mosca,Elementi di scienza política) deberían incluirse, en la medida en queno sean cuestiones abstractas o gratuitas, en los diversos gradosde la correlación de fuerzas, empezando por la correlación de lasfuerzas internacionales (en la que se podrían incluir las notasescritas sobre lo que es una gran potencia, sobre el concepto deindependencia y de soberanía en lo que se refiere a las potenciaspequeñas y medias),13 para pasar luego a las correlacionessociales objetivas, es decir, al grado de desarrollo de las fuerzasproductivas, a las correlaciones de fuerzas políticas y de partido(sistemas hegemónicos dentro del Estado) y a las correlacionespolíticas inmediatas (o sea, potencialmente militares).

Las relaciones internacionales, ¿preceden o siguen (lógicamente)a las relaciones sociales fundamentales? Es indudable que lassiguen. Toda innovación orgánica en la estructura modificaorgánicamente las relaciones «absolutas» y «relativas» en elcampo internacional, a través de sus expresiones técnico-militares. Ni siquiera la posición geográfica de un Estadonacional precede ?< las innovaciones estructurales sino que esconsecutiva (lógicamente), pese a reaccionar sobre éstas en ciertamedida (en la medida, precisamente, en que las superestructurasreaccionan sobre la estructura, la política sobre la economía, etc.).Por otro lado, las relaciones internacionales reaccionan pasiva yactivamente sobre las relaciones políticas (de hegemonía de lospartidos). Cuanto más subordinada está a las relacionesinternacionales la vida económica inmediata de una nación, másrepresenta un determinado partido esta situación y la aprovechapara impedir la supremacía de los partidos adversos (¡recuérdeseel famoso discurso de Nitti sobre la imposibilidad «técnica» de la

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revolución italiana!). De esta serie de hechos se puede llegar a laconclusión de que a menudo el llamado «partido del extranjero»no es el que se indica vulgarmente como tal sino precisamente elpartido más nacionalista, el cual, más que representar las fuerzasvitales del propio país representa, en realidad, su subordinacióneconómica a las naciones o a un grupo de nacioneshegemónicas.1'1

Para llegar a un análisis justo de las fuerzas que operan en lahistoria de un determinado período y determinar su correlaciónse debe plantear exactamente y resolver el problema de lasrelaciones entre la estructura y las superestructuras. Debemosmovernos en el ámbito de dos principios: a) que ningunasociedad se plantea tareas para cuya solución no existen ya oestán, por lo menos, en vías de aparición y desarrollo, lascondiciones necesarias y suficientes; b) que ninguna so ciedaddesaparece y puede ser sustituida si antes no se han desarrolladotodas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones.15

De la reflexión sobre estos dos cánones se puede llegar adesarrollar una serie de otros principios de metodologíahistórica. En el estudio de una estructura hay que distinguir losmovimientos orgánicos (relativamente permanentes) de losmovimientos que se pueden llamar «de coyuntura» (y que sepresentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Losfenómenos de coyuntura también de-, penden, naturalmente, delos movimientos orgánicos pero no tienen una vasta significaciónhistórica: dan lugar a una crítica política menuda, cotidiana,referida a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidadesque tienen la reponsabilidad inmediata del poder. Losfenómenos orgánicos dan lugar a la crítica histórico-social,referida a las grandes agrupaciones, van más allá de las personasinmediatamente responsables y del personal dirigente. AI

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estudiar un período histórico se ve la gran importancia de estadistinción. Se verifica una crisis, que a veces se prolonga durantedecenas de años. Esta duración excepcional significa que en laestructura se han revelado (han alcanzado la madurez)contradicciones incurables y que las fuerzas políticas que operanpositivamente para la conservación y la defensa de la estructuramisma se esfuerzan, sin embargo, por curar, dentro de ciertoslímites, y por superar. Estos esfuerzos incesantes y perseverantes(porque ninguna forma social confesará nunca que ha sidosuperada) forman el terreno de lo «ocasional», en el cual seorganizan las fuerzas antagónicas que tienden a demostrar(demostración que, en última instancia, sólo se impone y es«verdadera» si se convierte en nueva realidad, si las fuerzasantagonistas triunfan, pero en lo inmediato se desarrolla enforma de una serie de polémicas ideológicas, religiosas,filosóficas, políticas, jurídicas, etc. cuya concreción se puedevalorar en la medida en que son convincentes y desplazan laanterior disposición de las fuerzas sociales) que ya existen lascondiciones necesarias y suficientes para que determinadastareas puedan y, por tanto deban, resolverse históricamente(deban porque todo lo que no sea estar a la altura del deberhistórico es aumentar el desorden necesario y prepararcatástrofes más graves).

El error en que se cae a menudo en los análisis histórico-políticosconsiste en no saber encontrar la justa relación entre lo orgánicoy lo ocasional: de este modo se llega a exponer como causasinmediatamente operantes algunas que sólo lo son de modoinmediato o a afirmar que las causas inmediatas son las únicaseficientes; en un caso se cae en el exceso del «economicismo» odel doctrinarismo pedante; en el otro, en el exceso del«ideologismo»; en un caso se sobrevaloran las causas mecánicas;

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en otro se exalta el elemento voluntarista e individual. Ladistinción entre «movimientos» y hechos orgánicos ymovimientos y hechos de «coyuntura» u ocasionales debeaplicarse a todos los tipos de situación, no sólo a aquellas en quese verifica un desarrollo regresivo o de crisis aguda sino tambiéna aquellos en que se verifica un desarrollo progresivo o deprosperidad y a aquellos en que hay un estancamiento de lasfuerzas productivas. El nexo dialéctico entre los dos órdenes demovimiento y, por tanto, de investigación difícilmente seestablece con exactitud; y si el error es grave en la historiografíamás grave es todavía en el arte político, cuando no se trata dereconstruir la historia pasada sino de construir la presente y lafutura; 18 los propios deseos y las propias pasiones bajas einmediatas son la causa del error, en la medida en que sustituyenel análisis objetivo e imparcial, y esto no como «medio»consciente para estimular la acción sino como autoengaño.También en este caso la serpiente muerde al charlatán, o sea queel demagogo es la primera víctima de su demagogia.

Estos criterios metodológicos pueden adquirir visible ydidácticamente todo su significado si se aplican al examen dehechos históricos concretos. Se podrían aplicar útilmente alestudio de los acontecimientos que conmovieron Francia desde1789 hasta 1870. Me parece que para mayor claridad de laexposición es necesario abarcar todo este período. De hecho, sóloen 1870-1871, con el intento comunalista, se agotanhistóricamente todos los gérmenes nacidos en 1789, es decir, lanueva clase que lucha por el poder no sólo derrota a losrepresentantes de la vieja sociedad, que no quiere confesarsedecididamente superada, sino que derrota incluso a los gruposnovísimos que consideran ya superada la nueva estructuraaparecida con la conmoción iniciada en 1789; con ello demuestra

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que es una clase vital frente a lo viejo y frente a lo novísimo.Además, con los hechos de 1870- 1871 pierden eficacia losprincipios de estrategia y táctica políticas nacidos prácticamenteen 1789 y desarrollados ideológicamente en torno a 1848 (losprincipios que se resumen en la fórmula de la «revoluciónpermanente»; 17 sería interesante estudiar hasta qué punto estafórmula ha pasado a la estrategia mazziniana —por ejemplo, lainsurrección de Milán en 1853— y si esto ha ocurridoconscientemente o no). Un elemento que muestra la justeza deeste punto de vista es el hecho de que los historíadores no estánde acuerdo (y es imposible que lo estén) en la fijación de loslímites del grupo de acontecimientos que constituyen laRevolución francesa. Para algunos (Salvemini, por ejemplo), laRevolución termina en Valmy: Francia ha creado el nuevo Estadoy ha sabido organizar la fuerza político-militar que afirma ydefiende su soberanía territorial. Para otros, la Revolucióncontinúa hasta Termidor, y algunos hablan incluso de variasrevoluciones (el 10 de agosto sería una revolución en sí, etc.).18 Elmodo de interpretar Termidor y la obra de Napoleón da lugar alas más ásperas contradicciones: ¿se trata de una revolución o deuna contrarrevolución? Para otros, la historia de la Revolucióncontinúa hasta 1830, 1848, 1870 e incluso hasta la guerra mundialde 1914. En todos estos puntos de vista hay una parte de verdad.Realmente, las contradicciones internas de la estructura socialfrancesa que se desarrollan después de 1789 sólo se resuelvenrelativamente con la III República, y Francia conoce sesenta añosde vida política equilibrada después de ochenta años deconmociones de onda cada vez más larga: 1789, 1794, 1799, 1804,1815, 1830, 1848, 1870. Es, precisamente, el estudio de estas«ondas» de distinta oscilación lo que permite reconstruir lasrelaciones entre la estructura y las superestructuras, por un lado,y, por otro, las relaciones entre el desarrollo del movimiento

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orgánico y el del movimiento coyuntural de la estructura. Sepuede decir, mientras tanto, que la mediación dialéctica entre losdos principios metodológicos enunciados al principio de estanota puede encontrarse en la fórmula político-histórica derevolución permanente.

Un aspecto del mismo problema es la cuestión de la llamadacorrelación de fuerzas. A menudo se lee en las narracioneshistóricas la expresión genérica: «correlación de fuerzasfavorables o desfavorables a tal o cual tendencia». Así,abstractamente, esta formulación no explica nada o casi nada,porque no se hace más que repetir el hecho que debe explicarsepresentándolo una vez como hecho y otra vez como ley abstractay como explicación. El error teórico consiste, por consiguiente, enpresentar como «causa histórica» una regla de investigación y deinterpretación.

En la «correlación de fuerzas» hay que distinguir diversosmomentos o grados, que fundamentalmente son:

1. Una correlación de fuerzas sociales estrechamente ligada ala estructura, objetiva, independiente de la voluntad de loshombres, que puede medirse con los sistemas de las cienciasexactas o físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de lasfuerzas materiales de producción se forman las agrupacionessociales, cada una de las Cuales representa una función y ocupauna posición en la producción misma. Esta correlación es lo quees, una realidad rebelde: nadie puede modificar el número de lasfábricas y de los hombres que en ellas trabajan, el número de lasciudades y la población urbana existente, etc. Esta situaciónfundamental permite estudiar si en la sociedad existen lascondiciones necesarias y suficientes para su transformación, es

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decir, permite controlar el grado de realismo y de actuabilidadde las diversas ideologías nacidas en su mismo terreno, en elterreno de las contradicciones que ha generado en su desarrollo.

2. Un momento sucesivo es la correlación de las fuerzaspolíticas, es decir, la valoración del grado de homogeneidad, deautoconciencia y de organización alcanzado por los diversosgrupos sociales. A su vez, este momento se puede analizar ydividir en varios grados, que corresponden a los diversosmomentos de la conciencia política colectiva, tal como se hanmanifestado hasta ahora en la historia. El primero y máselemental es el económico-corporativo: un comerciante sienteque «tiene que» ser solidario de otro comerciante, un fabricantede otro fabricante, etc., pero el comerciante no se siente todavíasolidario del fabricante; es decir, se siente la unidad homogénea,y el deber de organizaría, del grupo profesional, pero todavía nola del grupo social más vasto. Un segundo momento es aquel enque se llega a la conciencia de la solidaridad de los intereses detodos los miembros del grupo social, pero todavía en el terrenomeramente económico. En este momento ya se plantea lacuestión del Estado, pero sólo en ei terreno de llegar a unaigualdad político-jurídica con los grupos dominantes, puesto quese reivindica el derecho a participar en la legislación y en laadministración e incluso el derecho a modificarla, a reformarla,pero en los marcos fundamentales existentes. Un tercer momentoes aquel en que se llega a la conciencia de que los propiosintereses corporativos en su desarrollo actual y futuro, superan elcírculo corporativo, de grupos meramente económicos, y puedeny deben convertirse en los intereses de otros grupossubordinados. Ésta es la fase más claramente política, que marcala transición neta de la estructura a la esfera de lassuperestructuras complejas; es la fase en que las ideologías que

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han germinado anteriormente se convierten en «partido», seenfrentan y luchan hasta que una sola de ellas o, por lo menos,una sola combinación de ellas tiende a prevalecer, a imponerse, adifundirse en toda el área social, determinando además de launicidad de los fines económicos y políticos la unidad intelectualy moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cualeshierve la lucha, no sólo en el plano corporativo sino en un plano«universal», y creando de este modo la hegemonía de un gruposocial fundamental sobre una serie de grupos subordinados. ElEstado se concibe efectivamente como un organismo propio deun grupo, destinado a crear las condiciones favorables para lamáxima expansión de dicho grupo; pero este desarrollo y estaexpansión se conciben y presentan como la fuerza motriz de unaexpansión universal, de un desarrollo de todas las energías«nacionales», es decir, el grupo dominante es coordinadoconcretamente a los intereses generales de los grupossubordinados y la vida estatal es concebida como una formacióny una superación continuas de equilibrios inestables (en elámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y losde los grupos subordinados, equilibrios en que los intereses delgrupo dominante predominan, pero hasta cierto punto, es decir,no hasta el mezquino interés económico-corporativo.

En la historia real estos momentos se implican recíprocamente,como si dijéramos horizontal y verticalmente, o sea, según lasactividades económicas sociales (horizontales) y según losterritorios (verticalmente), combinándose y escindiéndosediversamente: cada una de estas combinaciones se puederepresentar por una expresión organizada propia, económica ypolítica. Hay que tener en cuenta, además, que a estas relacionesinternas de un Estado-nación se mezclan las relacionesinternacionales, creando nuevas combinaciones originales e

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históricamente concretas. Una ideología nacida en un país másdesarrollado se difunde en países menos desarrollados,incidiendo en el juego local de ¡as combinaciones.19

Esta relación entre las fuerzas internacionales y las fuerzasracionales se complica, todavía, por la existencia dentro de cadaEstado de sectores territoriales de estructura diversa y con unacorrelación de fuerzas diversa en todos los grados (así, porejemplo, la Vendée estaba aliada con las fuerzas internacionalesreaccionarias y las representaba en el seno de la unidad territorialfrancesa; otro caso era Lyon, que en la Revolución francesarepresentaba un nudo particular de relaciones, etc.).

3. El tercer momento es el de la correlación de las fuerzasmilitares, inmediatamente decisivo en cada caso. (El desarrollohistórico oscila continuamente entre el primer y el tercermomentos, con la mediación del segundo.) Pero tampoco éste esalgo indistinto e identificable inmediatamente en formaesquemática; también en él se pueden distinguir dos grados: elmilitar en sentido estricto o técnico-militar y el grado que puedellamarse político-militar. En el desarrollo de la historia estos dosgrados se han presentado en una gran variedad decombinaciones. Un ejemplo típico que puer de servir comodemostración-límite es el de la relación de opresión militar de unEstado sobre una nación que intenta alcanzar su independenciaestatal. La relación no es puramente militar, sino político-militar;de hecho, este tipo de opresión sería inexplicable sin el estado dedisgregación social del pueblo oprimido y la pasividad de sumayoría; por consiguiente, la independencia no podrá alcanzarsecon fuerzas puramente militares, sino con fuerzas militares ypolítico-militares. Si la nación oprimida tiene que esperar, parainiciar la lucha por la independencia, que el Estado hegemónico

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le permita organizar un ejército en el sentido estricto y técnico dela palabra tendrá que esperar mucho tiempo (puede ocurrir quela nación hegemónica satisfaga la reivindicación de contar con unejército propio, pero esto significa que ya se ha ganado una granparte de la batalla en el terreno político-militar). Al principio,pues, la nación oprimida opondrá a la fuerza militar hegemónicauna fuerza que sólo es «político-militar», es decir, opondrá unaforma de acción política que tenga la virtud de determinarreflejos de carácter militar en el sentido: a) que sea eficaz paradisgregar íntimamente la eficiencia bélica de la naciónhegemónica; b ) que constriña la fuerza militar hegemónica adiluirse y a dispersarse en un gran territorio, anulando granparte de la eficacia bélica. En el Risorgimento italiano se puedenotar la desastrosa falta de vina dirección político-militar,especialmente en el Partido de Acción (por incapacidadcongénita) pero también en el Partido piamontés moderado,tanto antes como después de 1848, no por incapacidadciertamente sino por «malthusianismo económico-político», esdecir, porque no se quiso ni oír hablar de la posibilidad de unareforma agraria y porque no se quiso convocar una asambleanacional constituyente, sino que se tendió únicamente a que lamonarquía piamontesa, sin condiciones ni limitaciones de origerpopular, se extendiese a toda Italia, con la simple sanción deplebiscitos regionales.

Otra cuestión relacionada con las precedentes es la de ver si lascrisis históricas fundamentales están determinadasinmediatamente por las crisis económicas. La respuesta a lacuestión está contenida implícitamente en los párrafos anteriores,donde se tratan cuestiones que no son más que otra manera depresentar la que ahora examinamos; sin embargo, siempre esnecesario, por razones didácticas y teniendo en cuenta el público

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particular, examinar todas las formas en que se presenta unamisma cuestión como si fuesen otros tantos problemasindependientes y nuevos. Puede excluirse que, por sí mismas, lascrisis económicas inmediatas produzcan acontecimientosfundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable parala difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y resolver lascuestiones que complican todo el desarrollo ulterior de la vidaestatal. Por lo demás, todas las afirmaciones relativas a losperíodos de crisis o de prosperidad pueden dar lugar a juiciosunilaterales. En su compendio de historia de la Revoluciónfrancesa, Mathiez, oponiéndose a la historia ^ulgar tradicional,que «encuentra» apriorísticamente una crisis coíncidente con lasgrandes rupturas del equilibrio social, afirma que hacia 1789 lasituación económica era más bien buena en lo inmediato; poresto no se puede decir que la catástrofe del Estado absolutista sedebiese a una crisis de miseria y empobrecimiento. Cabe señalarque el Estado se debatía en una crisis financiera mortal y seplanteaba la cuestión de sobre cuál de los tres órdenes socialesprivilegiados deberían caer los sacrificios y las cargas para ponerorden en las finanzas estatales y reales. Además, si la posicióneconómica de la burguesía era floreciente, no se puede decir quefuese buena la situación de las clases populares de la ciudad ydel campo, especialmente de las que sufrían la tortura de lamiseria endémica. En todo caso, la ruptura del equilibrio defuerzas no se produjo por causas mecánicas inmediatas deempobrecimiento del grupo social que estaba interesado enromper el equilibrio y lo rompió de hecho, sino, que se produjoen el marco de conflictos superiores al mundo económicoinmediato, relacionados con el «prestigio» de clase (intereseseconómicos futuros), con una exasperación del sentimiento deindependencia, de autonomía y de poder. La cuestión particulardel malestar o del bienestar económico como causa de nuevas

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realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de lacorrelación de fuerzas en sus diversos grados. Pueden producirsenovedades, bien porque una situación de bienestar es amenazadapor el mezquino egoísmo de un grupo adversario, bien porque elmalestar se ha hecho intolerable y no se ve en la vieja sociedadninguna fuerza capaz de mitigarlo y de restablecer unanormalidad con medios legales. Puede decirse, por consiguiente,que todos estos elementos son la manifestación concreta de lasfluctuaciones de coyuntura en el conjunto de las correlacionessociales de fuerzas, en cuyo terreno se produce el paso de éstas acorrelaciones políticas de fuerzas para culminar en la correlaciónmilitar decisiva.

Si falta este proceso de desarrollo de un momento al otro —y setrata, precisamente, de un proceso que tiene por actores a loshombres y la voluntad y la capacidad de los hombres—, lasituación es inoperante y pueden darse dos conclusionescontradictorias: la vieja sociedad resiste y se asegura un períodode «respiro», exterminando físicamente la élite adversaria yaterrorizando a las masas de reserva; o bien se produce ladestrucción recíproca de las fuerzas en conflicto con lainstauración de la paz de los cementerios, quizá bajo la vigilanciade un centinela extranjero.

Pero la observación más importante que se puede hacer apropósito de todo análisis concreto de la correlación de fuerzases que estos análisis no pueden ni deben ser fines en sí mismos(a menos que no se escriba un capítulo de historia del pasado)sino que sólo adquieren significado si sirven para justificar unaactividad práctica, una iniciativa de voluntad. Muestran cuálesson los puntos de menor resistencia donde puede aplicarse conmayor fruto la fuerza de la voluntad; sugieren las operaciones

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tácticas inmediatas; indican cómo se puede plantear mejor unacampaña de agitación política, qué lenguaje entenderán mejorlas multitudes, etc. El elemento decisivo de toda situación es lafuerza permanentemente organizada y dispuesta desde hacetiempo que se puede hacer avanzar cuando se considera queuna situación es favorable (y sólo es favorable en la medida enque esta fuerza existe y está llena de ardor combativo); por estola tarea esencial es la de procurar sistemática y pacientementeformar, desarrollar, hacer cada vez más homogénea, máscompacta y más consciente de sí misma esta fuerza. Esto se veen la historia militar y en el cuidado con que en cada época seha preparado a los ejércitos, para que estuviesen a punto deiniciar una guerra en cualquier momento. Los grandes Estadoshan sido grandes Estados precisamente porque en todomomento han estado preparados para insertarse eficazmente enlas coyunturas internacionales favorables y éstas lo eranporque existía la posibilidad concreta de insertarse eficazmenteen ellas.

Observaciones sobre algunos aspectos de la estructura de los partidospolíticos en los períodos de crisis orgánica. Al llegar a un cierto puntode su vida histórica, los grupos sociales se separan de suspartidos tradicionales; es decir, los partidos tradicionales, en sudeterminada forma organizativa, con los hombres determinadosque los constituyen, los representan y los dirigen, dejan de serreconocidos como expresión propia por su clase o su fracción declase. Cuando se producen estas crisis, la situación inmediata sehace delicada y peligrosa, porque queda abierta a las solucionesde fuerza, a la actividad de potencias oscuras, representadas porhombres providenciales o carismáticos.

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¿Cómo se forman estas situaciones de contraste entre «losrepresentados y los representantes», que partiendo del terreno delos partidos (de las organizaciones de partido en sentido estricto,terreno electoral-parlamentario, organización periodística) sereflejan en todo el organismo estatal, reforzando la posiciónrelativa del poder de la burocracia (civil y militar), de la altafinanza, de la Iglesia, y en general de todos los organismosrelativamente independientes de las fluctuaciones de la opiniónpública? En cada país el proceso es distinto, pero el contenido esel mismo. Y el contenido es la crisis de la hegemonía de la clasedirigente, producida o bien porque la clase dirigente hafracasado en alguna gran empresa política suya en la que hapedido o impuesto por la fuerza el consenso de las grandesmasas (como en el caso de la guerra) o bien porque vastas masas(especialmente de campesinos y de pequeños burguesesintelectuales) han pasado súbitamente de la pasividad política auna cierta actividad y plantean reivindicaciones que en suinorgánico conjunto constituyen una revolución. Se habla de«crisis de la autoridad» y en esto consiste precisamente la crisisde la hegemonía, o la crisis del Estado en su conjunto.

La crisis crea situaciones inmediatas peligrosas, porque losdiversos estratos de la población no poseen la misma capacidadde orientarse rápidamente y de organizarse con idéntico ritmo.La clase dirigente tradicional, que cuenta con un numerosopersonal adiestrado, cambia los hombres y los programas y sehace nuevamente con el control que se le estaba escapando de lasmanos, y puede hacer todo esto con mayor celeridad que lasclases subalternas; hace sacrificios, si es preciso, se expone a unfuturo oscuro con promesas demagógicas, pero conserva elpoder, lo refuerza de momento y lo utiliza para aplastar aladversario y para dispersar su personal de dirección, que no

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puede ser muy numeroso ni muy adiestrado. El paso de lastropas de muchos partidos bajo la bandera de un partido único,que representa y resume mejor las necesidades de la clase entera,es un fenómeno orgánico y normal, aunque su ritmo searapidísimo y casi fulminante en comparación con las épocastranquilas: representa la fusión de un grupo social entero bajouna sola dirección, la única que se considera capaz de resolver unproblema existencial dominante y de alejar un peligro mortal.Cuando la crisis no encuentra esta solución orgánica sino la deljefe carismático, significa que existe un equilibrio estático (cuyosfactores pueden ser diversos, pero en el que predomina lainmadurez de las fuerzas progresivas); significa que ningúngrupo, ni el conservador ni el progresista, tiene fuerza parahacerse con la victoria, y que incluso el grupo conservador tienenecesidad de un amo.20

Este orden de fenómenos va ligado a una de las cuestiones másimportantes en relación con el partido político, es decir, con lacapacidad del partido de reaccionar contra el espírituconsuetudinario, contra las tendencias a la momificación y a caeren el anacronismo. Los partidos nacen y se constituyen enorganizaciones para dirigir la situación en momentoshistóricamente vitales para sus clases; pero no siempre sabenadaptarse a las nuevas tareas y a las nuevas épocas, no siempresaben desarrollarse según la evolución de las correlacionesglobales de fuerza (y, por tanto, la posición relativa de sus clases)en el país determinado o en el campo internacional. Al analizarestos desarrollos de los partidos hay que distinguir: el gruposocial;la masa del partido; la burocracia y el Estado Mayor delpartido. La burocracia es la fuerza consuetudinaria yconservadora más peligrosa; si llega a constituir un cuerposolidario, autosuficiente, si se siente independiente de la masa, el

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partido termina por ser anacrónico y en los momentos de crisisaguda es vaciado de su contenido social y queda comosuspendido en el aire. Puede verse lo que les ha ocurrido a unaserie de partidos alemanes por la expansión del hitlerismo. Lospartidos franceses son un terreno rico para este tipo deinvestigaciones: todos están momificados, todos son anacrónicos,todos son documentos histórico-políticos de las diversas fases dela historia francesa, cuya terminología envejecida repiten; sucrisis puede llegar a ser más catastrófica todavía que la de lospartidos alemanes.

Al examinar este orden de acontecimientos se acostumbra a nodar la importancia debida al elemento burocrático, civil y militar,y no se tiene presente, además, que en este análisis deben entrarno sólo los elementos militares y burocráticos en acto sinotambién los estratos sociales en donde se reclutatradicionalmente la burocracia —en los complejos estatalesexistentes. Un movimiento político puede tener carácter militaraunque el ejército como tal no participe en el gobierno. Endeterminadas situaciones puede ocurrir que convenga no«descubrir» el ejército, no hacerlo salir de la constitucionalidad,no hacer política entre los soldados, como se dice, para mantenerla homogeneidad entre oficiales y soldados en un terreno deaparente neutralidad y de superioridad sobre las fracciones; sinembargo, es el ejército, es decir, el Estado Mayor y la oficialidad,el que determina y domina la nueva situación. Por otro lado, noes cierto que el ejército, según las Constituciones, no debe hacernunca política; el ejército debe, precisamente, defender laConstitución, es decir, la forma legal del Estado, con lasinstituciones conexas; por esto la llamada neutralidad significaúnicamente apoyo a la parte retrógrada; pero, en estassituaciones hay que plantear la cuestión de este modo para

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impedir que en el ejército se reproduzca la disensión existente enel país y desaparezca, con ello, el poder determinante del EstadoMayor por la disgregación del instrumento militar. Estoselementos de observación no son, naturalmente, absolutos; en losdiversos momentos históricos y en los diversos países su peso esmuy distinto.

Lo primero que hay que investigar es si en un país determinadoexiste un estrato social extenso para el cual la carreraburocrática,, civil y militar, sea un elemento muy importante devida económica y de afirmación política (participación efectiva enel poder, aunque sea indirectamente, por «chantaje»). En laEuropa moderna este estrato se puede identificar en la burguesíarural, media y pequeña, más o menos extensa en los diversospaíses según el desarrollo de las fuerzas industriales, por unlado, y de la reforma agraria, por otro. Es cierto que la carreraburocrática (civil y militar) no es un monopolio de este estratosocial; pero se adapta particularmente a la función social que elmismo desempeña y a las tendencias psicológicas que la funcióndetermina o favorece; estos dos elementos dan al conjunto delgrupo social una cierta homogeneidad y energía en sus directivasy, por consiguiente, le dan un valor político y una función amenudo decisiva en el conjunto del organismo social. Loselementos de este grupo están habituados a mandardirectamente núcleos de hombres, aunque sea exiguos, y amandar «políticamente», no «económicamente»; es decir, en suarte de mandar no entra la aptitud de ordenar las «cosas», deordenar «hombres y cosas» en un todo orgánico, como ocurre enla producción industrial, porque este grupo no cumple funcioneseconómicas en el sentido moderno de la palabra. Goza de unarenta porque jurídicamente es propietario de una parte del suelonacional y su función consiste en impedir «políticamente» al

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campesino cultivador que mejore su propia existencia, porquetoda mejora de la posición relativa del campesino seríacatastrófica para su propia posición social. Para él, la miseriacrónica y el trabajo prolongado del campesino, con elconsiguiente embrutecimiento de éste, constituyen una necesidadprimordial. Por esto despliega la máxima energía en laresistencia y en el contraataque en cuanto se produce el másmínimo intento de organización autónoma del trabajo campesinoy en cuanto hay un movimiento cultural campesino que salga delos límites de la religión oficial. Este grupo social encuentra suslímites y las razones de su debilidad interna en su dispersiónterritorial y en su falta de «homogeneidad», íntimamenterelacionada con esta dispersión; esto explica también otrascaracterísticas: la volubilidad, la multiplicidad de los sistemasideológicos seguidos, la extravagancia de algunas de lasideologías seguidas. La voluntad se encamina hacia un fin, peroes lenta y requiere, habitualmente, un largo proceso paracentralizarse organizativa y políticamente. El proceso se aceleracuando la «voluntad» específica de este grupo coincide con lavoluntad y los intereses inmediatos de la clase alta; entonces nosólo se acelera el proceso sino que se manifiesta en seguida la«fuerza» militar de este estrato, que se organiza y llega a dictarleyes a la clase alta, por lo menos en lo que respecta a la «forma»de la solución, cuando no en lo relativo al contenido. Se venfuncionar en este caso las mismas leyes que se han observado enlas relaciones ciudad-campo, por lo que se refiere a las clasessubalternas: la fuerza de lá ciudad se convierte automáticamenteen fuerza del campo, pero dado que en el campo los conflictostoman en seguida una forma aguda y «personal», por la ausenciade márgenes económicos y por la presión normalmente másfuerte que se ejerce de arriba a abajo, dado todo esto, decimos, enel campo los contraataques tienen que ser más rápidos y

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decididos. Este grupo comprende y ve que el origen de sus malesestá en la ciudad, en la fuerza de las ciudades, y por esto cree que«debe» dictar la solución a las clases altas urbanas, para apagar elfoco principal, aunque esto no convenga inmediatamente a lasclases altas urbanas, bien porque sale demasiado caro, bienporque es peligroso a la larga (estas clases ven ciclos dedesarrollo más amplios, en los que es posible maniobrar, y nosólo el interés «físico» inmediato). En este sentido, y no ensentido absoluto, es como debe entenderse la función dirigentede este estrato; pero no es pequeña cosa.21 Es de observar que estecarácter «militar» del grupo social en cuestión, que constituíatradicionalmente un reflejo espontáneo de ciertas condiciones deexistencia, es ahora conscientemente cultivado y planeadoorgánicamente. En este movimiento consciente entran losesfuerzos sistemáticos por hacer surgir y por mantener establesdiversas asociaciones de militares excedentes o de excombatientes de los diversos cuerpos y armas, especialmente deoficiales, asociaciones que están ligadas a los Estados Mayores yse pueden movilizar en caso necesario, sin tener que movilizar elejército permanente, que conserva de este modo su carácter dereserva vigilante, reforzada e inmunizada contra ladescomposición política por estas fuerzas «privadas», que nopodrán dejar de influir en su «moral», sosteniéndola yrobusteciéndola. Puede decirse que se verifica un movimiento detipo «cosaco», no en formaciones escalonadas según las fronterasde cada nacionalidad, como ocurría con los cosacos zaristas, sinosegún las «fronteras» del grupo social.

Por consiguiente, en toda una serie de países la influencia delelemento militar en la vida estatal no significa sólo influencia ypeso del elemento técnico militar sino también influencia y pesodel estrato social de donde proviene especialmente el elemento

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técnico militar (especialmente los oficiales subalternos). Estasobservaciones son indispensables para analizar el aspecto másíntimo de la forma política que se suele llamar cesarismo obonapartismo, para distinguirla de otras formas en las que elelemento técnico militar, como tal, predomina, en formas quizámás aparentes y exclusivas todavía.

En el análisis del tercer grado o momento de la correlación defuerzas existente en una determinada situación se puede recurrirútilmente al concepto que en la ciencia militar se llama de la«coyuntura estratégica», o sea, más exactamente, del grado depreparación estratégica del teatro de la lucha, uno de cuyoselementos principales viene dado por las condiciones cualitativasdel personal dirigente y de las fuerzas activas que se puedenllamar de primera línea (entre ellas las de asalto). El grado depreparación estratégica puede dar la victoria a fuerzas«aparentemente» (es decir, cuantitativamente) inferiores a las deladversario. Puede decirse que la preparación estratégica tiende areducir los llamados «factores imponderables», es decir, lasreacciones inmediatas de sorpresa por parte, en un momentodado, de las fuerzas tradicionalmente inertes y pasivas. Entre loselementos de la preparación de una coyuntura estratégicafavorable hay que mencionar los ya considerados en lasobservaciones sobre la existencia y la organización de una capamilitar junto al organismo técnico del ejército nacional.22

Otros elementos se pueden deducir a partir del siguientefragmento del discurso pronunciado en el Senado el 19 de mayode 1932 por el ministro de la Guerra, general Gazzera (véase «IICorriere della Sera» del 20 de mayo): «En virtud del régimenfascista, el régimen de disciplina de nuestro ejército aparece hoycomo una norma directiva válida para toda la nación. Otros

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ejércitos han tenido y conservan una disciplina formal y rígida.Nosotros tenemos siempre presente el principio de que el ejércitoestá hecho para la guerra y debe prepararse para ésta; ladisciplina de paz debe ser, por tanto, la misma que la de tiempode guerra: ésta, a su vez, debe encontrar en el tiempo de paz sufundamento espiritual. Nuestra disciplina se basa en un espíritude cohesión entre los jefes y los subordinados que es un frutoespontáneo del sistema seguido. Este sistema ha resistidomagníficamente durante una larga y durísima guerra hasta lavictoria; el mérito del régimen fascista es haber extendido a todoel pueblo italiano una tradición disciplinaria tan insigne. De ladisciplina de los individuos depende el éxito de la concepciónestratégica y de las operaciones tácticas. La guerra ha enseñadomuchas cosas aunque exista una profunda distancia entre lapreparación del tiempo de paz y la realidad de la guerra. Esindudable que, cualquiera que sea la preparación, lasoperaciones iniciales de la campaña sitúan a los beligerantes anteproblemas nuevos que dan lugar a sorpresas para ambos lados.Pero no se debe llegar a la conclusión de que no es útil tener unaconcepción a priori y que no se puede sacar ninguna enseñanzade la pasada guerra. Se puede deducir de ella una doctrina de laguerra, entendida como disciplina intelectual y como medio parapromover modos de razonamientos no discordes y unauniformidad de lenguaje que permita a todos comprender yhacerse comprender. Si en algún momento -la unidad dedoctrina ha amenazado con degenerar en esquematismo, se hareaccionado en seguida imprimiendo a la táctica una rápidarenovación (impuesta también por los progresos de la técnica).Esta regulación no es, pues, estática, no es tradicional, comoalgunos creen. La tradición se considera únicamente como fuerzay los reglamentos están sujetos continuamente a revisión, no pordeseo de cambio sino para poderlos adecuar a la realidad.» (Un

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ejemplo de «preparación de la coyuntura estratégica» se puedeencontrar en las Memorias de Churchill, donde habla de la batallade Jutlandia.)

El cesarismo. César, Napoleón I, Napoleón III, Cromwell, etc.Habrá que compilar un catálogo de los acontecimientos-históricos que han culminado en una gran personalidad«heroica».

Puede decirse que el cesarismo expresa una situación en la quelas fuerzas en lucha se equilibran de modo catastrófico, es decir,se equilibran de modo que la continuación de la lucha sólo puedeterminar con la destrucción recíproca. Cuando la fuerzaprogresiva A lucha contra la fuerza regresiva B puede ocurrir nosólo que A derrote a B o que B derrote a A sino también que noganen ni A ni B, y se destruyan recíprocamente, y que una tercerafuerza C intervenga desde fuera sometiendo lo que queda de A yde B. En Italia esto es lo que ocurrió precisamente tras la muertedel Magnífico.

Pero si el cesarismo expresa siempre la solución «arbitral»,confiada a una gran personalidad, de una situación histórico-política caracterizada porun equilibrio de fuerzas con unaperspectiva catastrófica, no siempre tiene el mismo significadohistórico. Puede haber un cesarismo progresivo y uno regresivo,y el significado exacto de toda forma de cesarismo sólo puedereconstruirse, en última instancia, a base de la historia concreta,no de un esquema sociológico. El cesarismo es progresivocuando su intervención ayuda a las fuerzas progresivas atriunfar, aunque sea con ciertos compromisos y con ciertaslimitaciones de la victoria; es regresivo cuando su intervenciónayuda a triunfar a las fuerzas regresivas, aunque también sea con

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ciertos compromisos y limitaciones (cabe decir, sin embargo, quedichos compromisos y limitaciones tienen en este caso un valordistinto a los del caso anterior). César y Napoleón I son ejemplosde cesarismo progresivo; Napoleón III y Bismarck de cesarismoregresivo.

Se trata de ver si en la dialéctica «revolución-restauración»prevalece el elemento revolución o el elemento restauración,pues es indudable que en el movimiento histórico no se vuelvenunca atrás y no existen restauraciones in toío. Por lo demás, elcesarismo es una fórmula polémico-ideológica y no una regla deinterpretación histórica. Puede existir una solución cesarista sinun César, sin una gran personalidad «heroica» y representativa.También el sistema parlamentario ha dado un mecanismo paraestas soluciones de compromiso. Los gobiernos «laboristas» deMacDonald eran soluciones de este tipo hasta cierto punto; elgrado de cesarismo se intensificó cuando se formó el gobiernopresidido por MacDonald con mayoría conservadora. Lo mismoocurrió en Italia en octubre de 1922 hasta la separación de los«populares» y después, gradualmente, hasta el 3 de enero de1925 e incluso hasta el 8 de noviembre de 1926; hubo unmovimiento político-histórico en el que se sucedieron diversosniveles de cesarismo hasta llegar a una forma más pura ypermanente, aunque tampoco ésta sea inmóvil y estática. Todogobierno de coalición es un grado inicial de cesarismo, quepuede desarrollarse o no hasta los grados más significativos(naturalmente, la opinión vulgar es que los gobiernos decoalición son, al contrario, el «baluarte más sólido» contra elcesarísmo). En el mundo moderno, con sus grandes coalicionesde carácter económico-sindical y político de partido, elmecanismo del fenómeno cesarista es muy distinto del quefuncionó hasta Napoleón III. En el período que culminó en

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Napoleón III, las fuerzas militares regulares o de línea era unelemento decisivo para la aparición del cesarismo, que severificaba con golpes de Estado precisos, con acciones militares,etc. En el mundo moderno, las fuerzas sindicales y políticas, conmedios financieros incalculables, de los que pueden disponerpequeños grupos de ciudadanos, complican el problema. Losfuncionarios de los partidos y de los sindicatos económicospueden ser corrompidos o aterrorizados sin necesidad derecurrir a acciones militares de gran estilo, tipo César o 18Brumario. Se reproduce en este terreno la misma situación queexaminamos a propósito de la fórmula jacobino-cuarentiochescade la llamada «revolución permanente».23 La técnica políticamoderna ha cambiado completamente después de 1848, despuésde la expansión del parlamentarismo, del régimen asociativosindical y de partido, después de la formación de vastasburocracias estatales y «privadas» (político-privadas, de partidoy sindicales) y después de las transformaciones habidas en laorganización de la policía en sentido amplio, es decir, no sólo delservicio estatal destinado a la represión de la delincuencia sinodel conjunto de las fuerzas organizadas por el Estado y losparticulares para tutelar el dominio político y económico de lasclases dirigentes. En este sentido, hay partidos «políticos»enteros y otras organizaciones económicas y de otro tipo que sedeben considerar como organismos de policía política, decarácter investigador o preventivo. El esquema genérico de lasfuerzas A y B en lucha con una perspectiva catastrófica, esto es,con la perspectiva de que no gane A ni B en el combate paraconstituir (o reconstituir) un equilibrio orgánico, es decir, elesquema de que nace (puede nacer) el cesarismo es una hipótesisgenérica, un esquema sociológico (cómodo para el arte político).La hipótesis se puede concretar cada vez más, se puede llevar aun grado cada vez mayor de aproximación a la realidad histórica

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concreta y esto puede obtenerse precisando algunos elementosfundamentales.

Así, por ejemplo, al hablar de A y de B sólo se ha dicho que sonuna fuerza genéricamente progresiva y una fuerzagenéricamente regresiva: se puede precisar de qué tipo de fuerzaprogresiva y regresiva se trata y obtener así una mayoraproximación. En el caso de César y de Napoleón I se puededecir que A y B eran distintas y opuestas pero no hasta el puntode no poder llegar «absolutamente» a una fusión y a unaasimilación recíprocas después de un proceso molecular; lo cualocurrió, de hecho, por lo menos en cierta medida (suficiente, sinembargo, para los fines histórico-políticos de la cesación de lalucha orgánica y, por tanto, de la superación de la fasecatastrófica). Es éste un elemento de aproximación fundamental.Otro elemento es el siguiente: la fase catastrófica puede surgirpor una deficiencia política «momentánea» de la fuerzadominante tradicional y no por una deficiencia orgánicanecesariamente insuperable. Así ocurrió en el caso de NapoleónIII. La fuerza dominante en Francia desde 1815 hasta 1848 sehabía escindido políticamente (facciosamente) en cuatrofracciones: la legitimista, la orleanista, la bonapartista, lajacobino-republicana. Las luchas internas de las fracciones hacíanposible el avance de la fuerza adversaria B (progresista) en forma«precoz»; sin embargo, la forma social existente todavía no habíaagotado sus posibilidades de desarrollo, como lo demostróabundantemente la historia posterior. Napoleón III representó (asu manera, según la estatura del hombre, que no era muyelevada) estas posibilidades latentes e inmanentes: su cesarismotiene, pues, un color particular. El cesarismo de César y deNapoleón I-fue, por así decirlo, de carácter cuantitativo-cualitativo, es decir, representó la fase histórica de paso de un

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tipo de Estado a otro tipo, un paso en el que las innovacionesfueron tantas y de tal índole que representaron un cambiocompleto. El cesarismo de Napoleón III fue única ylimitadamente cuantitativo, no hubo un paso de un tipo deEstado a otro tipo; hubo sólo «evolución» del mismo tipo, segúnuna línea ininterrumpida.

En el mundo moderno los fenómenos de cesarismo sontotalmente diversos, tanto en relación con los del tipo progresivoCésar-Napoleón I como en relación con los del tipo Napoleón III,aunque se aproximen a este último. En el mundo moderno elequilibrio con perspectivas catastróficas no se verifica entrefuerzas que en última instancia se podrían fundir y unificar,aunque fuese después de un proceso fatigoso y sangriento, sinoentre fuerzas cuyo contraste es históricamente incurable; alcontrario, la aparición de formas cesáreas no hace más queagudizarlo. Sin embargo, el cesarismo también tiene en el mundomoderno un cierto margen, más o menos grande, según lospaíses y su peso relativo en la estructura mundial, porque unaforma social tiene «siempre» posibilidades marginales de des-rrollo ulterior y de sistematización organizativa; puede contar,especialmente, con la debilidad relativa de la fuerza progresivaantagonista, por la naturaleza y el modo de vida peculiar de ésta,debilidad que debe mantener: por esto se ha dicho que elcesarismo moderno, más que militar es policíaco.

Sería un error de método (un aspecto del mecanismo sociológico)considerar que en los fenómenos de cesarismo —sea progresivo,sea regresivo, sea de carácter intermedio episódico— todo elnuevo fenómeno histórico se debe al equilibrio de las fuerzas«fundamentales»; también hay que ver las relaciones existentesentre los grupos principales (de diversos tipos, social-económico

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y técnico-económico) de las clases fundamentales y las fuerzasauxiliares guiadas por la influencia hegemónica o sometidas aésta. Así, por ejemplo, no se comprendería el golpe de Estado del2 de diciembre sin estudiar la función de los grupos militares yde los campesinos.

Un episodio histórico muy importante desde este punto de vistaes el llamado movimiento por el asunto Dreyfus en Francia;también éste entra en la anterior serie de observaciones, noporque llevase «cesarismo» sino precisamente por lo contrario:porque impidió la instauración de un cesarismo que se estabapreparando, de carácter netamente reaccionario. Sin embargo, elmovimiento Dreyfus es característico porque son elementos delmismo bloque social dominante los que impiden el cesarismo dela parte más reaccionaria del bloque apoyándose no en loscampesinos, en el campo, sino en los elementos subordinados dela ciudad guiados por el reformismo socialista (pero también enla parte más avanzada del campesinado). Encontramos otrosmovimientos histórico-políticos modernos del tipo Dreyfus, queno son revoluciones, ciertamente, pero que tampoco sonreacciones del todo, por lo menos en el sentido de que tambiénen el campo dominante destruyen cristalizaciones estatalessofocantes e introducen en la vida del Estado y en las actividadessociales un personal diverso y más numeroso que el precedente:también estos movimientos pueden tener un contenidorelativamente «progresivo» en la medida que indican que en lavieja sociedad estaban latentes unas fuerzas activas y operantesque los viejos dirigentes no supieron aprovechar, aunque se tratede «fuerzas marginales», pero no absolutamente progresivasporque no pueden «hacer época». Llegan a ser históricamenteeficientes por la debilidad constructiva del antagonista, no poruna fuerza propia interior; por consiguiente están ligadas a una

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situación determinada por el equilibrio de las fuerzas en lucha,ambas incapaces en su propio campo de expresar una voluntadreconstructiva propiamente dicha.

Lucha política y guerra militar. En la guerra militar se obtiene lapaz cuando se ha alcanzado el fin estratégico, la destrucción delejército enemigo y la ocupación de su territorio. Debe señalarse,además, que para que termine la guerra basta que el finestratégico se haya alcanzado potencialmente; es decir: basta quesea indudable que un ejército ya no puede combatir y que elejército victorioso «puede» ocupar el territorio enemigo. La luchapolítica es enormemente más compleja; en cierto sentido, sepuede comparar con las guerras coloniales o con las viejasguerras de conquista, es decir, con las guerras en que el ejércitovictorioso ocupa o se propone ocupar establemente todo elterritorio conquistado o una parte de éste. El ejército vencido es,entonces, desarmado y dispersado, pero la lucha continúa en elterreno político y de «preparación» militar.

Así, por ejemplo, la lucha política de la India contra los ingleses(y en cierta medida la de Alemania contra Francia o la deHungría contra la Pequeña Alianza) conoce tres formas deguerra: de movimiento, de posiciones y subterránea. Laresistencia pasiva de Gandhi es una guerra de posiciones que seconvierte en guerra de movimiento de algunos momentos y ensubterránea en otros; el boicot es una guerra de posiciones, lashuelgas son una guerra de movimiento, la preparaciónclandestina de armas y de elementos combativos de asalto es unaguerra subterránea. Hay una forma de escuadrismo,24 pero seutiliza con mucha ponderación. Si los ingleses estuviesenconvencidos de que se prepara un gran movimientoinsurreccional destinado a destruir su actual superioridad

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estratégica (que consiste, en cierto sentido, en su posibilidad demaniobrar por líneas internas y de concentrar sus fuerzas en elpunto «esporádicamente» más peligroso) con el sofocamiento demasa —es decir, obligándoles a diluir las fuerzas en un teatrobélico que se ha hecho súbita y simultáneamente general—, lesconvendría «provocar» la salida prematura de las fuerzascombatientes indias para identificarlas y decapitar el movimientogeneral. Del mismo modo, a Francia le convendría que la derechanacionalista alemana se viese mezclada en un golpe de Estadoaventurero que obligaría a la organización militar ilegalsospechosa a manifestarse prematuramente, permitiendo unaintervención, oportuna desde el punto de vista francés. Por estoen dichas formas mixtas de lucha, de carácter militarfundamental y de carácter político preponderante (pero todalucha política tiene siempre un sustrato militar) la utilización delas escuadras de asalto exige un desarrollo original, para cuyaconcepción la experiencia de guerra sólo puede ser un estímulo,no un modelo.

Debe examinarse aparte la cuestión de los comitagi balcánicos,ligados a condiciones particulares del medio físico-geográficoregional, a la formación de las clases rurales e incluso a laeficiencia real de los gobiernos. Lo mismo cabe decir de lasbandas irlandesas, cuya forma de guerra y de organizaciónestaba muy ligada a la estructura social irlandesa. Los comitagi,los irlandeses y otras formas de guerra de guerrillas debenexaminarse aparte de la cuestión de las escuadras de asalto,aunque parezcan tener con éstas puntos de contacto. Estasformas de lucha son propias de minorías débiles, peroexasperadas, contra mayorías bien organizadas. En cambio, elescuadrismo moderno presupone una gran reserva, inmovilizada

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por diversas razones, pero potencialmente eficiente, que losostiene y lo alimenta con aportaciones individuales.

La relación existente en 1917-1918 entre las escuadras de asalto yel ejército en general puede llevar y ha llevado ya a los dirigentespolíticos a plantear erróneamente los planes de lucha. Se olvida:a) que las escuadras de asalto son simples formaciones tácticas ypresuponen un ejército poco eficiente pero no completamenteinerte, pues si la disciplina y el espíritu militar se han amortecidohasta aconsejar una nueva disposición táctica, existen todavía encierta medida, en la medida a que corresponde, precisamente, lanueva formación táctica; de otro modo se habría producido ya laderrota y la fuga; b) que no se debe considerar el escuadrismocomo un signo de la combatividad general de la masa militarsino al contrario, como un signo de su pasividad y de su relativadesmoralización. Esto, naturalmente, manteniendo implícito elcriterio general de que las comparaciones entre el arte militar y lapolítica tienen que hacerse siempre cum grano salis, es decir, comoestímulo para el pensamiento y como términos simplificativos adabsurdum: de hecho, en la milicia política falta la sanción penalimplacable contra el que se equivoca o no obedece'exactamente,falta el consejo de guerra; además, la disposición política no sepuede comparar, ni de lejos, con la disposición militar.

En la lucha política, además de la guerra de movimiento y de laguerra de asedio de posiciones, existen otras formas. Elverdadero escuadrismo, es decir, el escuadrismo moderno, espropio de la guerra de posiciones, como se ha demostrado en1914-1918. También la guerra de movimiento y la guerra deasedio de los períodos precedentes tenían sus escuadras deasalto, en cierto sentido: la caballería ligera y pesada, losbersaglieri, etc.; en general, las armas ligeras y rápidas cumplían,

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en parte, una función de escuadras de asalto; así, por ejemplo, enel arte de organizar las patrullas existía ya el germen delescuadrismo moderno. Este germen se encontraba más en laguerra de asedio que en la guerra de movimiento: un servicio depatrullas más extenso y, especialmente, el arte de organizarsalidas de improviso y asaltos improvisos con elementosescogidos.

Otro elemento que se debe tener presente es éste: que en la luchapolítica no se deben imitar los métodos de lucha de las clasesdominantes si no se quiere caer en fáciles emboscadas. En lasluchas actuales se verifica a menudo este fenómeno: unaorganización estatal debilitada es como un ejército enflaquecido;entran en escena las escuadras de asalto, es decir, lasorganizaciones armadas privadas, que tienen esta tarea: utilizarla ilegalidad, mientras que el Estado parece permanecer en elmarco de la legalidad, como medio para reorganizar el Estadomismo. Creer que se puede contraponer a la actividad ilegalprivada otra actividad similar, es decir, combatir el escuadrismocon el escuadrismo es una necedad; quiere decir creer que elEstado permanecerá eternamente inerte, cosa que no ocurrejamás, aparte de las demás condiciones. El carácter de clase llevaa una diferencia fundamental: una clase que debe trabajar cadadía con un horario fijo no puede tener organizaciones de asaltopermanentes y especializadas; sí puede tenerlo, en cambio, unaclase que dispone de amplios recursos financieros y cuyosmiembros no están adscritos en su totalidad a un trabajo fijo.Estas organizaciones, convertidas en profesionales, puedenasestar golpes decisivos y coger de improviso a cualquier horadel día y de la noche. La táctica de las escuadras de asalto nopuede tener, por consiguiente, la misma importancia para unasclases que otras; para ciertas clases es necesaria, porque es

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propia, la guerra de movimiento y de maniobra que, en el casode la lucha política, puede combinarse con un empleo útil, yquizá indispensable, de la táctica de las escuadras de asalto. Peroes necio fijarse únicamente en el modelo militar: también en estecaso la política debe ser superior a la parte militar y sólo lapolítica crea la posibilidad de la maniobra y del movimiento.

Por todo lo que se ha dicho, resulta que en el fenómeno delescuadrismo militar hay que distinguir entre la función técnicade arma especial ligada a la moderna guerra de posiciones y lafunción político-militar: como función de arma especial, hahabido escuadrismo en todos los ejércitos de la guerra mundial;Como función político-militar ha existido en los paísespolíticamente no homogéneos y debilitados, cuya expresión es,por tanto, un ejército nacional poco combativo y un EstadoMayor burocratizado y fosilizado en la carrera.

A propósito de la confrontación de los conceptos de guerra demaniobra y de guerra de posiciones en el arte militar y de losconceptos relativos del arte político, debe recordarse el librito deRosa 25 traducido al italiano (del francés) por C. Alessandri en1919.

En el libro se teorizan, algo apresurada y superficialmente, lasexperiencias históricas de 1905: de hecho, Rosa no prestó lasuficiente atención a los elementos «voluntarios» y organizativos,que fueron mucho más extensos y eficientes en aquellosacontecimientos de lo que Rosa cree, movida por un ciertoprejuicio suyo «economicista» y espontaneísta. Sin embargo, estelibro (y otros ensayos de la misma autora) es uno de losdocumentos más significativos de la teorización de la guerra demaniobra, aplicada al arte político. El elemento inmediato (crisis,

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etc.) se considera como la artillería campal que en una guerraabre brecha en las defensas enemigas, brecha suficiente para quelas propias tropas irrumpan y obtengan un éxito definitivo(estratégico) o, por lo menos, un éxito importante en la direcciónde la línea estratégica. Naturalmente, en la ciencia histórica laeficacia del elemento económico inmediato se considera muchomás compleja que la de la artillería pesada en la guerra demaniobra, porque este elemento se concebía como de dobleefecto: a) que abre brecha en las defensas enemigas después dehaber desconcertado al enemigo y de haberle hecho perder laconfianza en sí mismo, en sus fuerzas y en su futuro; b) queorganiza de modo fulminante la tropas propias, crea los cuadroso, por lo menos, coloca los cuadros existentes (formados hastaentonces por el proceso histórico general) en su puesto deencuadradores de las tropas diseminadas, y esto de modofulminante; c) que crea, también fulminantemente, laconcentración ideológica de la identidad de fines a alcanzar. Erauna forma de férreo determinismo economista, con el agravantede que se concebían los efectos como rapidísimos en el tiempo yen el espacio; por esto era un verdadero misticismo histórico, laespera de una especie de fulguración milagrosa.

La observación del general Krasnov (en su novela)28 de que laAlianza (que no quería una victoria de la Rusia imperial para queno se resolviese definitivamente en favor del zarismo la cuestiónoriental) impuso al Estado Mayor ruso la guerra de trincheras(absurda, dada la enorme extensión del frente, desde el Bálticohasta el mar Negro, con grandes zonas pantanosas y cubiertas debosque) cuando la única guerra posible era la guerra demaniobra, es una bobada. En realidad, el ejército ruso intentó laguerra de maniobra y de profundización, especialmente en elsector austríaco (pero también en Prusia oriental) y obtuvo éxitos

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brillantes, aunque efímeros. La verdad es que no puede escogerla forma de guerra que se quiere, a menos de contar en seguidacon una aplastante superioridad sobre el enemigo, y sabido escuántas pérdidas costó la obstinación de los Estados Mayores alno querer reconocer que la guerra de posiciones era «impuesta»por la correlación general de las fuerzas en presencia. La guerrade posiciones no está constituida únicamente por las trincheraspropiamente dichas, sino por todo el sistema organizativo eindustrial del territorio que se encuentra detrás del ejércitodesplegado; y viene impuesta especialmente por el tiro rápido delos cañones, de las ametralladoras, de los fusiles, por laconcentración de las armas en un punto determinado y por laabundancia de los suministros, que permite sustituirrápidamente el material perdido después de una derrota y deuna retirada. Otro elemento es la gran masa de hombres queparticipan en el despliegue, de valor muy desigual y que sólopueden operar, precisamente, como masa. En el frente oriental sepudo comprobar que no era lo mismo hacer irrupción en elsector alemán o hacerla en el sector austríaco; se comprobótambién que al reforzarse el sector austríaco con tropas alemanasescogidas y al ponerlo bajo mando alemán, la táctica del ataqueimpetuoso terminó en desastre. Lo mismo se vio en la guerrapolaca de 1920, cuando el avance que parecía irresistible fuedetenido frente a Varsovia por el general Weygand, en la líneamandada por oficiales franceses. Los mismos técnicos militaresque ahora propugnan la guerra de posiciones, como antespropugnaban la de maniobra, no sostienen que el tipq anteriortenga que considerarse borrado de la ciencia sino que en lasguerras entre los Estados más avanzados industrial y civilmentedebe considerarse reducida a una función táctica, más queestratégica, en ¡a misma posición en que se encontraba antes dela guerra de asedio frente a la de maniobra.

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La misma reducción debe hacerse en el arte y en la cienciapolítica, por lo menos en lo que respecta a los Estados másavanzados, donde la «sociedad civil» se ha convertido en unaestructura muy compleja y resistente a las «irrupciones»catastróficas del elemento económico inmediato (crisis,depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil soncomo el sistema de las trincheras de la guerra moderna. En éstaocurre que un fuerte ataque de artillería parece haber destruidotodo el sistema defensivo adversario, pero sólo ha destruido, enrealidad, la superficie externa y en el momento del ataque y delavance los asaltantes se encuentran frente a una línea defensivatodavía eficiente; lo mismo cabe decir de la política durantelas.grandes crisis económicas; ni las tropas asaltantes seorganizan fulminantemente en el tiempo y en el espacio porefecto de la crisis ni adquieren un espíritu agresivo; y a lainversa: los defensores no se desmoralizan ni abandonan lasdefensas, aunque sea entre las ruinas, ni pierden la confianza ensus propias fuerzas y en su propio futuro. Es cierto que las cosasno permanecen como antes, pero también es cierto que falta elelemento de la rapidez, del tiempo acelerado, de la marchaprogresiva definitiva, como esperarían los estrategas delcadornismo político.

El último hecho de este tipo en la historia de la política ha sido laserie de acontecimientos de 1917. Han significado un girodecisivo en la historia del arte y de la ciencia de la política. Porconsiguiente, se trata de estudiar con «profimdidad» cuáles sonlos elementos de la sociedad civil que corresponden a lossistemas de defensa en la guerra de posiciones. Se dice con«profundidad» a propósito, porque estos elementos ya han sidoestudiados pero desde puntos de vista superficiales y banales,del mismo modo que ciertos historiadores del vestido estudian

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las extravagancias de la moda femenina, o bien desde un puntode vista «racionalístico», es decir, con la convicción de que ciertosfenómenos resultan destruidos en cuanto se explican«realísticamente», como si fuesen supersticiones populares (lascuales tampoco se destruyen, por lo demás, con la simpleexplicación).

Debe examinarse si la famosa teoría de Bronstein sobre la«permanencia»27 del movimiento no es el reflejo político de lateoría de la guerra de maniobra (recuérdese la observación delgeneral de los cosacos Krasnov) y, en última instancia, el reflejode las condiciones generales económico-culturales-sociales de unpaís en el que los cuadros de la vida nacional son embrionarios ylaxos y no pueden convertirse en «trinchera o fortaleza». Si fueseasí, se podría decir que Bronstein, que aparece como un«occidentalista» es, al contrario, un cosmopolita, es decir, unhombre superficialmente nacional y superficialmenteoccidentalista o europeo. En cambio, Ilich era profundamentenacional y profundamente europeo.

En sus memorias Bronstein recuerda que le dijeron que su teoríahabía resultado correcta... al cabo de quince años, y responde alepigrama con otro epigrama. En realidad, su teoría como tal noera correcta ni quince años antes ni quince años después: comoocurre con los obstinados de que habla Guicciardini, acertó en lasgrandes líneas, es decir, tuvo razón en la previsión práctica másgeneral, como cuando se predice que una niña do cuatro añosserá madre y ál serlo efectivamente a los veinte años se dice «lopredije», sin recordar que se quería estuprar a la niña cuandotenía cuatro años, con la convicción de que ya entonces seríamadre. Me parece que Ilich había comprendido que había quepasar de la guerra de maniobra, aplicada victoriosamente en

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Oriente28 en 1917, a la guerra de posiciones, la única posible enOccidente, donde, como señala Krasnov, los ejércitos podíanacumular en un breve espacio enormes cantidades demuniciones y donde los cuadros sociales podían convertirsetodavía en trincheras bien provistas y fortificadas. Éste es, a miparecer, el significado de la fórmula del «frente único», quecorresponde a la concepción de un solo frente de los aliados, bajoel mando único de Foch.

Sólo que Ilich no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aunteniendo en cuenta que sólo podía profundizarla teóricamente,mientras que la tarea fundamental era de orden nacional, esdecir, exigía un reconocimiento del terreno y una fijación de loselementos de trinchera y de fortaleza representados por loselementos de la sociedad civil, etc. En Oriente el Estado lo eratodo, la sociedad civil era primordial y gelatinosa; en Occidente,entre el Estado y la sociedad civil había una justa relación y en eltemblor del Estado se discernía en seguida una robustaestructura de la sociedad civil. El Estado no era más que unatrinchera avanzada, detrás de la cual había una robusta cadenade fortalezas y de casamatas; esto variaba de Estado a Estado,naturalmente, pero por ello se requería un cuidadosoreconocimiento de carácter nacional.

La teoría de Bronstein puede compararse con la de ciertossindicalistas franceses sobre la huelga general y con la teoría deRosa en el folleto traducido por Alessandri: por lo demás, elfolleto de Rosa y las teorías de ésta han influido en lossindicalistas franceses, como puede verse por ciertos artículos deRosmer sobre Alemania en «La Vie Ouvriére» (primera serie defascículos): también depende en parte de la teoría de laespontaneidad.

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El concepto de revolución pasiva. El concepto de «revoluciónpasiva» debe deducirse rigurosamente de los dos principiosfundamentales de ciencia política: a) que ninguna formaciónsocial desaparece mientras las fuerzas productivas que se handesarrollado en su seno encuentran sitio todavía para sudesarrollo progresivo ulterior; b) que la sociedad sólo se planteatareas para cuya solución se hayan gestado ya las condicionesnecesarias, etc. Naturalmente, estos principios tienen quedesarrollarse antes críticamente en todo su alcance y debendepurarse de todo residuo de mecanicismo y de fatalismo. Así,por ejemplo, deben relacionarse con la descripción de los tresmomentos fundamentales en que se puede distinguir una«situación» o un equilibrio de fuerzas, con una valoraciónmáxima del segundo momento, o equilibrio de las fuerzaspolíticas, y especialmente del tercer momento, o equilibriopolítico-militar.

Puede observarse que Pisacane, en sus Saggi, se preocupaprecisamente de este tercer momento: a diferencia de Mazzini,comprende toda la importancia que tiene la presencia en Italia deun aguerrido ejército austríaco, siempre dispuesto a intervenir encualquier punto de la península y que, además, tiene detrás suyotodo el poderío militar del Imperio de los Habsburgo, es decir,una matriz constantemente dispuesta a formar nuevos ejércitosde refuerzo. Otro elemento histórico a aducir es el desarrollo delcristianismo en el seno del Imperio romano; lo mismo cabe decirdel fenómeno actual del gandhismo en la India y de la teoría dela no resistencia al mal de Tolstoi, que tanto se parecen a laprimera fase del cristianismo (antes del edicto de Milán). Elgandhismo y el tolstoianismo son teorizaciones ingenuas y detinte religioso de la «revolución pasiva». También se pueden citaralgunos movimientos llamados «liquidacionistas» y las

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reacciones que suscitan, en relación con las épocas y las formasde determinadas situaciones (especialmente del tercermomento). El punto de partida del estudio será el tratado deVincenzo Cuoco; pero es evidente que la expresión de Cuoco apropósito de la revolución napolitana de 1799 no es más que unescorzo, una referencia circunstancial, porque el concepto ha sidocompletamente modificado y enriquecido.

El concepto de «revolución pasiva» en el sentido que le daVincenzo Cuoco a propósito del primer período del Risorgimentoitaliano ¿puede ponerse en relación con el concepto de «guerrade posiciones» frente a la guerra de maniobra? Es decir, ¿hansurgido estos conceptos después de la Revolución francesa y sepuede justificar el binomio Proudhon-Gioberti por el pánicocreado por el terror de 1793, del mismo modo que el sorelismo sepuede justificar por el pánico que siguió a las matanzas parisinasde 1871? ¿Existe una identidad absoluta entre la guerra deposiciones y la revolución pasiva? O, por lo menos, ¿existe opuede concebirse todo un período histórico en el que los dosconceptos deban identificarse, hasta el punto en que la guerra deposiciones vuelva a convertirse en guerra de maniobra?

Debe hacerse un juicio «dinámico» de las «restauraciones», queserían una «astucia de la providencia», en sentido viquiano. Seplantea el siguiente problema: en la lucha Cavour-Mazzini, en laque Cavour es el exponente de la revolución pasiva —guerra deposiciones— y Mazzini de la iniciativa popular —guerra demaniobra—, ¿no son indispensables ambas en la misma medida?Hay que tener en cuenta, sin embargo, que así como Cavour eraconsciente de su tarea (por lo menos en cierta medida), porcuanto comprendía la tarea de Mazzini éste no parece que fueseconsciente de la suya y de la de Cavour; si Mazzini hubiese

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tenido esta conciencia, es decir, si hubiese sido un políticorealista y no un apóstol iluminado (es decir, si no hubiese sidoMazzini), el equilibrio resultante de la confluencia de las dosactividades habría sido distinto, más favorable el mazzinismo: esdecir, el Estado italiano se habría edificado sobre bases menosatrasadas, más modernas. Y dado que en todo acontecimientohistórico se verifican, casi siempre, situaciones similares, debeverse si no se puede sacar de esto algún principio general deciencia y de arte políticos. Se puede aplicar al concepto derevolución pasiva (y puede documentarse en el Risorgimentoitaliano) el criterio interpretativo de las modificacionesmoleculares que, en realidad, modifican progresivamente lacomposición anterior de las fuerzas y se convierten, por tanto, enmatrices de nuevas modificaciones. Así, por ejemplo, en elRisorgimento italiano se vio que el paso al cavourismo (despuésde 1848) de un número creciente de elementos del Partido deAcción modificó progresivamente la composición de las fuerzasmoderadas liquidando el neogüelfismo, por un lado, yempobreciendo, por otro lado, el movimiento mazziniano (a esteproceso corresponden también las oscilaciones de Garibaldi,etc.). Este elemento es, por consiguiente, la fase inicial delfenómeno que más tarde se ha llamado «transformismo» y cuyaimportancia no ha sido puesta hasta ahora suficientemente enrelieve, por lo que parece, como forma de desarrollo histórico.

Debe insistirse en el desarrollo del concepto de que así comoCavour era consciente de su tarea por cuanto era críticamenteconsciente de la tarea de Mazzini, éste, por su escasa o nulaconciencia de la tarea de Cavour, era también poco consciente desu propia tarea: esto explica sus vacilaciones (en Milán, porejemplo, durante el período que siguió a las Cinco Jornadas y enotras ocasiones) y sus iniciativas extemporáneas que, por

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consiguiente, sólo eran útiles para la política piamontesa. Es unejemplo concreto del problema teórico de cómo se debe entenderla dialéctica, problema planteado en La miseria de la filosofía: quecada miembro de la oposición dialéctica debe intentar serlo todoy lanzar a la lucha todos sus «recursos» políticos y morales, y quesólo de este modo se tiene una superación real. Esto no loentendían ni Proudhon ni Mazzini. Se dirá que tampoco loentendían Gioberti y los teóricos de la revolución pasiva o«revolución-restauración»,29 pero la cuestión no es la misma: enéstos, la «incomprensión» teórica era la expresión práctica de lanecesidad de la «tesis» de desarrollarse totalmente hasta llegar aenglobar una parte de las antítesis, para no dejarse «superar» enla oposición dialéctica; sólo la tesis desarrolla, en realidad, todassus posibilidades de lucha, hasta hacerse con los sedicentesrepresentantes de la antítesis: en esto consiste, precisamente, 1arevolución pasiva o revolución-restauración. En este punto debeconsiderarse, ciertamente, la cuestión del paso de 1c luchapolítica de la «guerra de maniobra» a la «guerra de posiciones»,que ocurrió en Europa después de 1848 sin que Mazzini y losmazzinianos lo comprendiesen —al contrario de otros, que sí locomprendieron—; lo mismo ocurrió después de 1871, etc. Lacuestión era difícil de comprender entonces por hombres comoMazzini, porque las guerras militares no habían suministrado elmodelo; al contrario: las doctrinas militares se desarrollaban en elsentido de la guerra de movimiento. Habrá que ver si hayreferencias en este sentido en Pisacane, que fue el teórico militardel mazzinismo.

También debe verse la obra de Pisacane por otro aspecto: porquefue el único que intentó dar al Partido de Acción un contenido nosólo formal sino sustancial, de antítesis superadora de lasposiciones tradicionales. No puede decirse que para obtener

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estos resultados históricos fuese apremiantemente necesaria lainsurrección armada popular, como creía Mazzini hasta laobsesión, es decir, no con realismo sino a la manera delmisionero religioso. La intervención popular no fue posible en laforma concentrada y simultánea de la insurrección, perotampoco se produjo en la forma «difusa» y capilar de la presiónindirecta, lo cual sí que era posible y habría sido, quizá, lapremisa indispensable de la primera forma. La formaconcentrada o simultánea resultaba imposible —pero sólo enparte— por la técnica militar de la época; es decir, laimposibilidad existía porque la forma concentrada y simultáneano se hizo preceder por una preparación política ideológica delargo alcance, orgánicamente planeada para despertar laspasiones populares y hacer posible su concentración y suestallido simultáneo.

Después de 1848 sólo los moderados criticaron los métodos queprecedieron al fracaso y, de hecho, todo el movimientomoderado se renovó, el neogüelfismo fue liquidado y una seriede hombres nuevos ocuparon los principales puestos dedirección. En cambio, por parte de los mazzinianos no huboninguna autocrítica o, mejor dicho, hubo una autocríticaliquidadora, en el sentido de que muchos elementosabandonaron a Mazzini y formaron el ala izquierda del partidopiamontés. El único intento «ortodoxo», es decir, hecho desdedentro mismo, fueron los ensayos de Pisacane, pero nunca seconvirtieron en una plataforma de una nueva política orgánica,pese a que el propio Mazzini reconoció que Pisacane tenía una«concepción estratégica» de la revolución nacional italiana.

La relación «revolución pasiva - guerra de posiciones» en elRisorgimento italiano se puede estudiar también en otros

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aspectos. Es importantísimo el que se puede llamar del«personal» y en el de la «concentración revolucionaria». El del«personal» puede compararse con lo que ocurrió en la guerramundial respecto a las relaciones entre los oficiales de carrera ylos oficiales de complemento, por un lado, y entre los soldadosde reemplazo y los voluntarios-escuadristas, por otro. En elRisorgimento los voluntarios de carrera correspondieron a lospartidos políticos regulares, orgánicos, tradicionales, etc., que enel momento de la acción (1848) demostraron ser ineptos o casiineptos y en 1848-1849 fueron sumergidos por la ola popular-mazziniania-democrática, ola caótica, desordenada,«extemporánea», por así decir, pero que detrás de unos jefesimprovisados o casi improvisados (en todo caso, no de formaciónprevia, como el partido moderado) obtuvo éxitosindudablemente mayores que los obtenidos por los moderados:la República romana y Venecia dieron muestras de unacapacidad de resistencia muy notable. En el período que siguió a1848 la correlación entre ambas fuerzas —la regular y la«carismática»— se organizó en torno a Cavour y a Garibaldi ydio el máximo resultado, aunque este resultado fuese luegoconfiscado por Cavour.

Este aspecto se relaciona con el otro, el de la «concentración».Debe observarse que la dificultad técnica con que chocaronsiempre las iniciativas mazzinianas fue, precisamente, la de la«concentración revolucionaria». §ería interesante estudiar desdeeste punto de vista el intento de invasión de Saboya conRamorino y el de los hermanos Bandiera, de Pisacane, etc.,comparados con la situación que se le presentó a Mazzini en 1848en Milán y en 1848 en Roma y que él no supo organizar. Estosintentos de unos pocos tenían que ser forzosamente aplastadosen germen, porque habría sido realmente sorprendente que las

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fuerzas reaccionarias, que estaban concentradas y podían operarlibremente (es decir, no encontraban ninguna oposición engrandes movimientos de la población) no aplastasen lasiniciativas del tipo Ramorino, Pisacane, Bandiera, aunque éstashubiesen estado mejor preparadas de lo que lo fueron enrealidad. En el segundo período (1859-1860) la «concentraciónrevolucionaria», como la de los Mil de Garibaldi fue posibleporque Garibaldi se había acoplado a las fuerzas estatalespiamontesas y también porque la flota inglesa protegió de hechoel desembarco de Marsala y la toma de Palermo y esterilizó laflota borbónica. En Milán, después de las Cinco Jornadas, y en laRoma republicana Mazzini habría podido crear plazas de armaspara destacamentos orgánicos, pero no se propuso hacerlo. Estoexplica su conflicto con Garibaldi en Roma y su inutilización enMilán frente a Cattaneo y al grupo democrático milanés.

De todos modos, el proceso del Risorgimento, aunque puso derelieve la enorme importancia del movimiento «demagógico» demasas, con jefes improvisados, circunstanciales, etc., fueabsorbido por las fuerzas tradicionales orgánicas, es decir, porlos partidos formados desde hacía tiempo, con una preparaciónracional de los jefes, etc. El mismo resultado dieron todos losacontecimientos políticos de este tipo (así, por ejemplo, enFrancia, en 1830, los orleanistas se impusieron a las fuerzaspopulares, radicales y democráticas; lo mismo cabe decir, en elfondo, de la Revolución francesa de 1789, en la que Napoleónrepresenta, en última instancia, el triunfo de las fuerzasburguesas orgánicas contra las fuerzas pequeño-burguesasjacobinas). Lo mismo ocurrió en la guerra mundial, con elpredominio de los viejos oficiales de carrera sobre los decomplemento, etc. En todo caso, la falta en las fuerzas radicales-populares de una conciencia de la tarea del otro bando les

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impidió tener plena conciencia de su propia tarea y, porconsiguiente, les impidió pesar en el equilibrio final de lasfuerzas, en proporción a su peso efectivo de intervención; esdecir, les impidió determinar un resultado más avanzado, poruna línea de mayor progreso y modernidad.

A propósito del concepto de «revolución pasiva» o «revolución-restauración» en el Risorgimento italiano debe señalarse tambiénla conveniencia de plantear exactamente el problema que algunastendencias historiográficas llaman de las relaciones entre lascondiciones objetivas y las condiciones subjetivas del hechohistórico. Parece evidente que nunca pueden faltar las llamadascondiciones subjetivas cuando existen las condiciones objetivas,por cuanto se trata de una simple distinción de carácterdidáctico: por consiguiente, la discusión sólo puede versar sobrelas dimensiones y la intensidad de las fuerzas subjetivas, o sea,sobre la relación dialéctica entre las fuerzas subjetivas opuestas.

Debe evitarse plantear la cuestión en términos«intelectualísticos» y no histórico-políticos. Es indispensable,naturalmente, la «claridad» intelectual de los términos de lalucha. Pero esta claridad es un valor político en la medida en quese convierte en pasión extendida y es la premisa de una fuertevoluntad. En los últimos tiempos, en muchas publicaciones sobreel Risorgimento, se ha «revelado» que algunas personalidadesveían claro, etc. (recuérdese la revalorización de Ornato por PieroGobetti); pero estas «revelaciones» se destruyen por sí mismasprecisamente porque son revelaciones; demuestran que setrataba de elucubraciones individuales, que hoy representan unaforma del «ya lo decía yo». De hecho, nunca se cimentaron en larealidad efectiva, nunca se convirtieron en conciencia popular-nacional difundida y operante. Entre el Partido de Acción y el

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partido moderado ¿cuál representó las «fuerzas subjetivas»efectivas del Risorgimento? Es indudable que el partidomoderado, precisamente porque tuvo conciencia incluso de latarea del Partido de Acción: por esta conciencia, su«subjetividad» era de cualidad superior y más decisiva. En laexpresión de Víctor Manuel II «Nos hemos metido el Partido deAcción en el bolsillo», aunque sea una expresión de sargentomayor, hay más sentido histórico-político que en todo Mazzini.

Sobre la burocracia. J. El hecho de que en el desarrollo histórico delas formas políticas y económicas se haya ido formando el tipodel funcionario de «carrera», técnicamente preparado para eltrabajo burocrático (civil y militar), tiene un significadoprimordial en la ciencia política y en la historia de las formasestatales. ¿Se ha tratado de una necesidad o de una degeneración,frente al autogobierno (selfgovernment) como pretenden losliberales «puros»? Es cierto que toda forma social y estatal hatenido un problema de funcionarios, un modo peculiar deplantearlo y resolverlo, un sistema propio de selección, un tipopropio de funcionario a educar. Tiene una importancia capitalreconstruir el desarrollo de todos estos elementos. El problemade los funcionarios coincide en parte con el problema de losintelectuales. Pero, si bien es cierto que toda nueva forma socialha necesitado un nuevo tipo de funcionario, también lo es que losnuevos grupos dirigentes nunca han podido prescindir, por lomenos durante cierto tiempo, de la tradición y de los interesesconstituidos, es decir, de las formaciones de funcionarios yaexistentes y constituidas antes de su acceso al poder (estoespecialmente en la esfera eclesiástica y en la militar). La unidaddel trabajo manual e intelectual y una vinculación más estrechaentre el poder legislativo y el ejecutivo (que haga que losfuncionarios elegidos se interesen no sólo por el control sino

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también por la ejecución de los asuntos del Estado) pueden sermotivos inspiradores de una nueva orientación en la solución delproblema de los intelectuales y del de los funcionarios.

2. Relacionada con la cuestión de la burocracia y de Suorganización «óptima» está la discusión sobre los llamados(centralismo orgánico» y «centralismo democrático» (que, porotro lado, no tiene nada que ver con la democracia abstracta,hasta el punto de que la Revolución francesa y la III Repúblicadesarrollaron formas de centralismo orgánico que no habíanconocido ni la monarquía absoluta ni Napoleón I). Habrá queinvestigar y examinar cuáles son las verdaderas relacioneseconómicas y políticas que encuentran su forma organizativa, suarticulación y su funcionalidad en las diversas formas decentralismo orgánico y democrático en todos los campos: en lavida estatal (unitarismo, federación, unión de Estados federados,federaciones de Estados o Estado federal, etc.); en la vidainterestatal (alianzas, formas diversas de .«constelación» políticainternacional); en la vida de las asociaciones políticas y culturales(masonería, Rotary Club; sindicales, económicas (carteles, trusts);en un mismo país, en países diversos, etc.

Polémicas surgidas en el pasado (antes de 1914) a propósito delpredominio alemán en la vida de la alta cultura y de algunasfuerzas políticas internacionales: ¿era real éste predominio? ¿Enqué consistía realmente? Puede decirse: a) que ningún nexoorgánico y disciplinario establecía esta supremacía, la cual era,por consiguiente, un mero fenómeno de influencia culturalabstracta y de prestigio muy lábil; b) que esta influencia culturalno tocaba para nada la realidad efectiva, la cual era, por elcontrario, disgregada, localista, falta de una orientación deconjunto. Por esto no se puede hablar de ningún centralismo, ni

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orgánico, ni democrático, ni de otro tipo o mixto. La influenciaera sentida y sufrida por escasos grupos intelectuales, sinninguna relación con las masas populares; esta falta de lazos eralo que caracterizaba, precisamente, la situación. Sin embargo,este estado de cosas es digno de examen porque ayuda a explicarel proceso que ha llevado a formar las teorías del centralismoorgánico, teorías que constituyen, precisamente, una críticaunilateral y hecha por intelectuales de aquel desorden y deaquella dispersión de fuerzas.

Mientras tanto, en las teorías del centralismo orgánico debedistinguirse entre las que ocultan un programa preciso depredominio real de una parte sobre el todo (ya sea la parteconstituida por una capa social como la de los intelectuales, yasea la constituida por un grupo territorial «privilegiado») y lasque son una pura posición unilateral de sectarios y fanáticos, queaunque puedan ocultar un programa de predominio(habitualmente de una individualidad singular, como la del Papainfalible, que ha transformado el catolicismo en una especie deculto del pontífice) no parece que lo oculten de modo inmediato,como hecho político consciente. El nombre más exacto sería el decentralismo burocrático. La «organicidad» sólo puede darse en elcentralismo democrático, que es un «centralismo» enmovimiento, por así decir, o sea, una continua adecuación de laorganización al movimiento real, un contemperar los impulsosde la base con el mando de arriba, una inserción continua de loselementos que provienen de las profundidades de la masa en elmolde sólido del aparato de dirección que asegura lacontinuidad y la acumución regular de las experiencias; estecentralismo es «orgánico» porque tiene en cuenta el movimiento,es decir, el modo orgánico de revelación de la realidad histórica,y no se entumece mecánicamente en la burocracia y, al mismo

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tiempo, tiene en cuenta todo cuanto es relativamente estable ypermanente o que, por lo menos se mueve en una dirección fácilde prever, etc. Este elemento de estabilidad en el Estado seencarna en el desarrollo orgánico del núcleo central del grupodirigente, como ocurre, aunque en escala más reducida, en lavida de los partidos. El predominio del centralismo burocráticoen el Estado indica que el grupo dirigente está saturado, se estáconvirtiendo en una especie de consorcio augusto que tiende aperpetuar sus mezquinos privilegios regulando o impidiendo laaparición de fuerzas contrastantes, aunque haya homogeneidadentre éstas y los intereses dominantes fundamentales (porejemplo, en los sistemas proteccionistas a ultranza en lucha conel liberalismo económico). En los partidos que representangrupos socialmente subalternos el elemento de estabilidad esnecesario para asegurar la hegemonía no a los gruposprivilegiados sino a los elementos progresivos, orgánicamenteprogresivos frente a otras fuerzas afines y aliadas, pero diversasy oscilantes.

En todo caso, debe tenerse en cuenta que las manifestacionesmorbosas de centralismo burocrático se han producido por unadeficiencia de iniciativa y de responsabilidad en la base, es decir,por la primitiva política de las fuerzas periféricas, incluso cuandohay homogeneidad entre éstas y el grupo territorial hegemónico(fenómeno del piamontesismo en los primeros decenios de launidad italiana). La formación de estas situaciones puede serextremadamente perjudicial y peligrosa en los organismosinternacionales (Sociedad de Naciones).

El centralismo democrático ofrece una fórmula elástica, que sepresta a muchas encarnaciones; vive en la medida en que esinterpretada y adaptada continuamente a las necesidades:

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consiste en la búsqueda crítica de lo que es igual en la aparentediversidad y de lo que es diferente, e incluso contrario, en laaparente uniformidad para organizar y conectar estrechamentelo similar, pero de modo que la organización y la conexiónaparezcan como una necesidad práctica e «inductiva»,experimental, y no como el resultado de un procesoracionalístico, deductivo, abstracto, es decir, propio deintelectuales puros (o de asnos puros). Esta labor continua porseparar el elemento «internacional» y «unitario» en la realidadnacional y local es, de hecho, la acción política concreta, la únicaactividad que da lugar a un progreso histórico. Exige una unidadorgánica entre la teoría y la práctica, entre las capas intelectualesy las masas populares, entre los gobernantes y los gobernados.Las fórmulas de unidad y de federación pierden gran parte de susignificado desde este punto de vista y, en cambio, conservan suveneno en la concepción burocrática que termina por destruir launidad, sustituyéndola por una charca estancada,superficialmente tranquila y «muda», y por destruir lafederación, sustituyéndola por un «saco de patatas», es decir, poruna yuxtaposición mecánica de «unidades» aisladas, sin ningúnnexo entre ellas.

El teorema de las proporciones definidas. Este teorema se puedeemplear últimamente para hacer más claros, más esquemáticos,muchos razonamientos sobre la ciencia de la organización (elestudio del aparato administrativo, de la composicióndemográfica, etc.) y también sobre la política general (en elanálisis de las situaciones, de las correlaciones de fuerzas, en elproblema de los intelectuales, etc.). Debe recordarse siempre queel recurso al teorema de las proporciones definidas tiene un valoresquemático y metafórico, es decir, no se puede aplicarmecánicamente porque en los agregados humanos el elemento

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cualitativo (o de capacidad técnica e intelectual de loscomponentes singulares) tiene una función predominante, perono puede ser medido matemáticamente. Por esto se puede decirque todo agregado humano tiene un principio «óptimo»particular de las proporciones definidas.

La ciencia de la organización puede recurrir a este teorema conespecial utilidad, como puede verse claramente en el ejército.Pero toda forma de sociedad tiene su propio tipo de ejército ytodo tipo de ejército tiene su principio de proporciones definidas,el cual, por lo demás, cambia según las diversas armas oespecialidades. Existe una determinada proporción entre loshombres de tropa, los graduados, los suboficiales, los oficialessubalternos, los oficiales superiores, los Estados Mayores, elEstado Mayor General, etc. Existe una proporción entre lasdiversas armas y especialidades, etc. Todo cambio en una de laspartes determina la necesidad de un nuevo equilibrio con el todo,etc.

En el plano político, el teorema se puede ver aplicado en lospartidos, en los sindicatos, en las fábricas; se puede ver que todogrupo social tiene su propia ley de proporciones definidas, quevaría según el nivel de cultura, de independencia mental, deespíritu de iniciativa y de sentido de la responsabilidad y de ladisciplina de sus miembros más atrasados y periféricos.

La ley de las proporciones definidas es resumida de este modopor Pantaleoni en los Principi di economía pura: «Los cuerpos sólose combinan químicamente en proporciones definidas y todacantidad de un elemento que supere la cantidad requerida parauna combinación con otros elementos, presentes en cantidadesdefinidas, queda «libre»; si la cantidad de un elemento es

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insuficiente en relación con la cantidad de los demás elementospresentes, la combinación sólo se da en la medida en que essuficiente la cantidad del elemento presente en "menor" cantidadque los demás.»30 Se podría utilizar metafóricamente esta leypara comprender cómo un «movimiento» o tendencia de laopinión se convierte en partido, es decir, en fuerza políticaeficiente desde el punto de vista del ejercicio del podergubernativo: en la medida, precisamente, en que posee (haelaborado en su interior) dirigentes de diversos niveles y en lamedida en que es'tos dirigentes han adquirido determinadascapacidades. El «automatismo» histórico de ciertas premisas (laexistencia de ciertas condiciones objetivas) es potenciadopolíticamente por los partidos y los hombres capaces: existenabstractamente las premisas, pero las consecuencias no seproducen porque falta el factor humano. Por esto se puede decirque los partidos tienen la tarea de formar dirigentes capaces, sonla función de masa que selecciona, desarrolla y multiplica losdirigentes necesarios para que un grupo social definido (que esuna cantidad «fija», por cuanto se puede establecer el número delos componentes de todo grupo social) se articule y deje de serun caso tumultuoso para convertirse en un ejército políticoorgánicamente predispuesto. Cuando en una serie de eleccionessucesivas del mismo grado o de £iado diverso (por ejemplo, enAlemania antes de Hitler: elecciones para la presidencia de laRepública, para el Reichstag, para las dietas de los Lander, para losconsejos municipales y así sucesivamente hasta los comités defábrica) un partido oscila en la masa de sufragios obtenidospasando de unos máximos a unos mínimos que parecen extrañosy arbitrarios, puede deducirse que sus cuadros son deficientescuantitativa y cualitativamente. Un partido que obtiene muchosvotos en las elecciones locales y menos en las de mayorimportancia política es cualitativamente deficiente en su

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dirección central: posee muchos subalternos o, por lo menos,posee un número suficiente, pero no cuenta con un EstadoMayor adecuado al país y a su posición en el mundo, etc.

Sociología y ciencia política. La fortuna de la sociología guardarelación con la decadencia del concepto de ciencia política y dearte político producida en el siglo xix (más exactamente en susegunda mitad, con el éxito de las doctrinas evolucionistas ypositivistas). Lo que hay de realmente importante en lasociología no es más que ciencia política. «Política» se convirtióen sinónimo de política parlamentaria o de camarillas personales.Existía la convicción de que con las constituciones y losparlamentos se había iniciado una época de «evolución»«natural», de que la sociedad había encontrado sus fundamentosdefinitivos, porque eran racionales, etc. La sociedad podíaestudiarse, al fin, con el método de las ciencias naturales. Estemodo de ver provocó el empobrecimiento del concepto deEstado. Si la ciencia política significa la ciencia del Estado y elEstado es todo el complejo de actividades prácticas y teóricas conque la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominiosino que consigue obtener el consentimiento activo de losgobernados, es evidente que todas las cuestiones esenciales de lasociología no son nada más que las cuestiones de la cienciapolítica. Si existe un residuo, sólo puede ser de falsos problemas,es decir, de problemas ociosos. La cuestión que se le planteaba,pues, al autor del Ensayo popular31 era la de determinar quérelación debía establecerle entre la ciencia política y la filosofía dela praxis; si existe identidad entre ambas (cosa insostenible, osostenible únicamente desde el punto de vista del positivismomás mezquino), o si la ciencia política es el conjunto deprincipios empíricos o prácticos que se deducen de unaconcepción más vasta del mundo o filosofía propiamente dicha, o

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si esta filosofía es únicamente la ciencia de los conceptos ocategorías generales que nacen de la ciencia política, etc.

Si es cierto que sólo se puede concebir al hombre como unhombre históricamente determinado, es decir, que se hadesarrollado y vive en ciertas condiciones, en un determinadocomplejo social o conjunto de relaciones sociales, ¿puedeconcebirse la sociología únicamente como el estudio de estascondiciones y de las leyes que regulan su desarrollo? Puesto queno se puede prescindir de la voluntad y de la iniciativa de losmismos hombres, este concepto tiene que ser forzosamente falso.Debe plantearse el problema de lo que es la «ciencia» misma.¿No es la ciencia «actividad política» y pensamiento político, enla medida en que transforma los hombres, los hace distintos a loque eran antes? Si todo es «política» es preciso —para no caer enuna fraseología tautológica y aburrida— distinguir conconceptos nuevos la política que corresponde a la ciencia quetradicionalmente se ha venido llamando «filosofía» de la políticay que se llama ciencia política en sentido estricto. Si la ciencia esun «descubrimiento» de una realidad antes ignorada, ¿no seconcibe esta realidad como transcendente en cierto sentido? ¿Yno se pienáa que existe todavía algo «ignoto» y, por tanto,transcendente? ¿Y el concepto de ciencia como «creación» nosignifica concebirla como «política»? Todo consiste en ver si setrata de una creación «arbitraria» o racional, es decir, «útil» a loshombres para ampliar su concepto de la vida, para hacersuperior (desarrollar) la vida misma.32

El número y la cualidad en ios regímenes representativos. Uno de loslugares comunes más banales que se repiten contra el sistemaelectivo de formación de los órganos estatales es que el «númeroes en él la ley suprema» y que «las opiniones de un imbécil

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cualquiera que sepa escribir (e incluso de un analfabeto, enciertos países) pesen tanto, a efectos de determinar el cursopolítico del Estado, como las de los que dedican sus mejoresfuerzas al Estado y a la nación», etc.33 Pero el hecho es que no esverdad, en modo alguno, que el número sea la «ley suprema» nique el peso de la opinión de todos los electores sea«exactamente» igual. También en este caso los números son unsimple valor instrumental: dan una medida y una relación y nadamás. ¿Y qué es lo que se mide? Se mide precisamente la eficacia yla capacidad de expansión y de persuasión de las opiniones deunos pocos, de las minorías activas, de las élites, de lasvanguardias, etc.; es decir, se mide su racionalidad o historicidado funcionalidad concreta. Esto quiere decir que no es cierto que elpeso de las opiniones de los individuos aislados sea«exactamente» igual. Las ideas y las opiniones no «nacen»espontáneamente en el cerebro de cada individuo: han tenido uncentro de formación, de irradiación, de difusión, de persuasión,un grupo de hombres o incluso un solo individuo que las hanelaborado y presentado en la forma política de actualidad. Lanumeración de los «votos» es la manifestación final de un largoproceso en el que la influencia máxima correspondeprecisamente a los que «dedican sus mejores fuerzas al Estado ya la nación» (cuand<? son realmente sus mejores fuerzas). Si estepresunto grupo de proceres pese a las poderosas fuerzasmateriales que posee, no cuenta con el consenso de la mayoría,deberá considerársele inepto o no representativo de los intereses«nacionales», que no pueden dejar de prevalecer a la hora dedecidir la voluntad nacional en un sentido y no en otro.«Desgraciadamente» todos tienden a confundir su interés propioy «particular» con el interés nacional y, por tanto, a encontrar«horrible», etc. que sea la «ley del número» la que decida; esmejor, indudablemente, convertirse en élite por decreto. No se

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trata, pues, de que los que «tienen mucho» intelectualmente sesientan reducidos al nivel del último analfabeto, sino de que hayquien presume de tener mucho y quiere quitar al hombre«cualquiera» incluso la infinitésima fracción de poder que poseepara decidir el curso de la vida estatal.

De la crítica (de origen oligárquico y no de élite) del régimenparlamentario (es extraño que a éste no se le critique porque laracionalidad historicista del consenso numérico essistemáticamente falsificada por la influencia de la riqueza) estasafirmaciones banales se han extendido a todos los sistemasrepresentativos, incluso a los no parlamentarios y no forjadossegún los cánones de la democracia formal. Pero dichasafirmaciones son todavía menos exactas en este caso. En estosregímenes el consenso no tiene su fase final en el momento delvoto, al contrario.34 El consenso se supone permanentementeactivo, hasta el punto de que los que consienten puedenconsiderarse como «funcionarios» del Estado y las eleccionescomo una forma de enrolamiento voluntario de funcionariosestatales de determinado tipo, que podría relacionarse en ciertosentido (en planos diversos) con el selfgovernment. Las eleccionesno se hacen sobre programas genéricos y vagos sino sobreprogramas de una labor concreta inmediata; por ello, el queconsiente se compromete a hacer algo más que el ciudadanolegal, común, para realizar este programa y convertirse, de estemodo, en una vanguardia de labor activa y responsable. Elelemento «voluntariedad» en la iniciativa no se puede estimularde otro modo en las más extensas multitudes, y cuando éstas noestán formadas por ciudadanos amorfos sino por elementosproductivos calificados se comprende la importancia que puedellegar a tener la manifestación del voto.35

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La proposición de que «la sociedad sólo se plantea los problemaspara cuya solución existen ya las condiciones materiales» seencuentra en íntima e inmediata relación con el problema básicode la formación de una voluntad colectiva. Debe analizarsecríticamente lo que significa la proposición; importa buscar,investigar cómo se forman, precisamente, las voluntadescolectivas permanentes y cómo estas voluntades se proponenfines inmediatos y mediatos concretos, es decir, una línea deacción colectiva. Se trata de procesos de desarrollo más o menoslargos, y raramente de explosiones «sintéticas» súbitas. Tambiénhay «explosiones» sintéticas pero, si se observa de cerca, se veque se trata más de destruir que de reconstruir, de eliminarobstáculos mecánicos y exteriores que frenan el desarrolloautóctono y espontáneo: como ejemplo de ello puede aducirse lasVísperas Sicilianas.

Se podría estudiar en concreto la formación de un movimientohistórico colectivo, analizándolo en todas sus fases moleculares,cosa que no se acostumbra a hacer porque haría pesada todaexposición: en vez de esto, se asumen las corrientes de opinión yaconstituidas en torno a un grupo o a una personalidaddominante. Es el problema que modernamente se expresa entérminos de partido o de coalición de partidos afines: cómo seinicia la constitución de un partido, cómo se desarrolla su fuerzaorganizada y su influencia social, etc. Se trata de un procesomolecular, muy minucioso, de análisis extremo, capilar, cuyadocumentación viene constituida por una enorme cantidad delibros, de folletos, de artículos de revista y de periódico, deconversaciones y de debates a viva voz que se repiten infinitasveces y que en su conjunto gigantesco representan esta labor dela que nace una voluntad colectiva de un cierto grado dehomogeneidad, concretamente del grado necesario y suficiente

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para determinar una acción coordinada y simultánea en eltiempo y en el espacio geográfico en que se verifica el hechohistórico.

Importancia de las utopías y de las ideologías confusas yracionalísticas en la fase inicial de los procesos históricos deformación de las voluntades colectivas: las utopías, elracionalismo abstracto tienen la misma importancia que las viejasconcepciones del mundo históricamente elaboradas poracumulación de experiencias sucesivas. Lo importante es lacrítica a que someten este complejo ideológico los primerosrepresentantes de la nueva fase histórica; a través de esta críticase tiene un proceso de distinción y de cambio en el peso relativoque tenían los elementos de las viejas ideologías: lo que erasecundario y subordinado, e incluso incidental, se asume comoprincipal, se convierte en el núcleo de un nuevo complejoideológico y doctrinal. La vieja voluntad colectiva se disgrega ensus elementos contradictorios, porque de éstos se desarrollansocialmente los elementos subordinados, etc.

Después de la formación del régimen de partidos, fase históricaligada a la estandarización de las grandes masas de la población(comunicaciones, periódicos, grandes ciudades, etc.), losprocesos moleculares se producen con más rapidez que en elpasado, etc.

La cuestión del «hombre colectivo» o del «conformismo social». Tareaeducativa y formativa del Estado, cuyo fin es siempre crearnuevos y más altos tipos de civilización, adecuar la «civilización»y la moralidad de las más vastas masas populares a lasnecesidades del desarrollo continuo del aparato económico deproducción y, por consiguiente, elaborar, físicamente incluso,

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nuevos tipos de humanidad. Pero ¿cómo conseguirá cadaindividuo concreto incorporarse al hombre colectivo y cómo seejercerá la presión educativa sobre los individuos singularesobteniendo su consenso y su colaboración, convirtiendo lanecesidad y la coerción en «libertad»? Cuestión del «derecho»,cuyo concepto deberá ampliarse, comprendiendo en él inclusolas actividades que hoy se engloban bajo la fórmula del«indiferente jurídico» y que son del dominio de la sociedad civilque opera sin «sanciones» y sin «obligaciones» taxativas, pero nopor ello deja de ejercer una presión colectiva y obtiene resultadosobjetivos de elaboración en las costumbres, en los modos depensar y de operar, en la moralidad, etc.

Concepto político de la llamada «revolución permanente»,aparecido antes de 1848 como expresión científicamenteelaborada de las experiencias jacobinas desde 1789 hastaTermidor. La fórmula es propia de un período histórico en el queno existían todavía los grandes partidos políticos de masas y losgrandes sindicatos económicos y la sociedad se encontrabatodavía, por así decir, en estado de fluidez en muchos aspectos:mayor atraso del campo y monopolio casi completo de laeficiencia político-estatal por parte de unas pocas ciudades,cuando no de una sola (París, en el caso de Francia); aparatoestatal relativamente poco desarrollado y mayor autonomía de lasociedad civil respecto a la actividad estatal; sistemadeterminado de las fuerzas militares y del armamento nacional;mayor autonomía de las economías nacionales respecto a lasrelaciones económicas del mercado mundial, etc. En el períodoposterior a 1870, con la expansión colonial europea, todos estoselementos cambiaron, las relaciones organizativas internas einternacionales del Estado se hicieron más complejas y macizas yla fórmula de la «revolución permanente», propia de 1848, fue

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elaborada y superada en la ciencia política con la fórmula de la«hegemonía civil». En el arte político ocurrió lo que en el artemilitar: la guerra de movimiento es cada vez más guerra deposiciones y se puede decir que un Estado gana una guerra en lamedida en que la prepara minuciosa y técnicamente en tiempode paz. La estructura masiva de las democracias modernas, yasea como organizaciones estatales, ya sea como complejo deasociaciones en la vida civil constituyen para el arte político algoasí como las «trincheras» y las fortificaciones permanentes delfrente en la guerra de posiciones; reducen a elemento «parcial»únicamente, el elemento del movimiento que antes constituía«toda» la guerra, etc.

La cuestión se plantea en los Estados modernos, no en los paísesatrasados y en las colonias, donde siguen vigentes todavía lasformas que en los primeros resultan ya superadas y anacrónicas.También debe estudiarse en un tratado de ciencia política lacuestión del valor de las ideologías "(como puede extraerse de lapolémica Malagodi-Croce)38 —con las observaciones de Crocesobre el «mito» soreliano aducibles contra la «pasión».

Fase económica corporativa del Estado. Guicciardini representa unpaso atrás en la ciencia política respecto a Maquiavelo. El mayor«pesimismo» de Guicciardini significa únicamente esto.Guicciardini vuelve a un pensamiento político puramenteitaliano, mientras que Maquiavelo se había elevado a unpensamiento europeo. No se comprende a Maquiavelo si no setiene en cuenta que supera la experiencia italiana en laexperiencia europea (internacional, en aquella época): su«voluntad» sería utópica sin la experiencia europea. Por estehecho, la concepción de la «naturaleza humana» es distinta enambos autores. En la «naturaleza humana» de Maquiavelo está

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comprendido el «hombre europeo» y este hombre, en Francia yen España, ha superado efectivamente la fase feudal disgregadaen la monarquía absoluta: por consiguiente no es la «naturalezahumana» la que se opone a que en Italia surja una monarquíaabsoluta unitaria sino unas condiciones transitorias que lavoluntad puede superar. Maquiavelo es «pesimista» (o, mejordicho, es «realista» al considerar a los hombres y los motivos desu acción; Guicciardini no es pesimista sino escéptico ymezquino. Paolo

Treves" comete muchos errores al juzgar a Guicciardini y aMaquiavelo; no distingue bien la «política» de la «diplomacia» yen esta no distinción se encuentra, precisamente, la causa de suserróneas apreciaciones. De hecho, en la política el elementovolitivo tiene mucha mayor importancia que en la diplomacia. Ladiplomacia sanciona y tiende a conservar las situaciones creadaspor el choque de las políticas estatales; sólo es creadora pormetáfora o por convención filosófica (toda la actividad humanaes creadora). Las relaciones internacionales se refieren a unequilibrio de fuerzas en el que cada elemento estatal singularsólo puede influir débilmente. Florencia podía influirreforzándose a sí misma, por ejemplo, pero aunque estereforzamiento pudiese haber mejorado su posición en elequilibrio italiano y europeo no se podía considerar decisivopara modificar totalmente el conjunto del equilibrio. Por esto eldiplomático tiende, por hábito profesional, al escepticismo y a lamezquindad conservadora.

En las relaciones internas de un Estado, la situación esincomparablemente más favorable para la iniciativa central, parauna voluntad de mando, tal como la entendía Maquiavelo. Eljuicio dado por De Sanctis sobre Guícciardini es mucho más

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realista que lo que creía Treves. Debe plantearse la cuestión depor qué De Sanctis estaba mejor preparado que Treves para dareste juicio histórica y científicamente más exacto. De Sanctisparticipó en un momento creador de la historia política italiana,en un momento en que la eficiencia de la voluntad política,dedicada a suscitar fuerzas nuevas y originales y no sólo acalcular sobre las tradicionales, consideradas incapaces dedesarrollo y de reorganización (escepticismo políticoguicciardiniano), había mostrado toda su potencialidad no sóloen el arte de fundar un Estado desde dentro sino también en elarte de dominar ias relaciones internacionales renovando losmétodos profesionales y consuetudinarios de la diplomacia (conCavour). La atmósfera cultural era propicia a una concepciónmás comprensivamente realista de la ciencia y del arte políticos.Pero, en caso de que no hubiese existido esta atmósfera, ¿eraimposible para De Sanctis comprender a Maquiavelo? Laatmósfera del momento histórico concrete enriquece los ensayosde De Sanctis con un pathos sentimental que hace más simpáticay apasionante la argumentación, más artísticamente expresiva ycautivadora la exposición científica, pero el contenido lógico dela ciencia política se podría haber concebido incluso en losperíodos de más negra reacción. ¿No es quizá la reacción un actode voluntad constructivo, también? ¿Y no es un acto voluntariola conservación? ¿Por qué sería, pues, «utópica» la voluntad deMaquiavelo? ¿Por qué es revolucionaria y no utópica la voluntaddel que quiere conservar lo existente e impedir el surgimiento yla organización de fuerzas nuevas, que perturbarían y destruiríanel equilibrio tradicional? La ciencia política abstrae el elemento«voluntad» y no tiene en cuenta el fin a que se aplica unavoluntad determinada. El atributo de «utópico» no es propio dela voluntad política en general sino de las voluntadesparticulares que no saben conectar el medio con el fin y, por

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consiguiente, no son ni siquiera voluntades, sino Veleidades,sueños, deseos, etc.

El escepticismo de Guicciardini (no el pesimismo de lainteligencia, que puede ir unido a un optimismo de la voluntaden los políticos realistas activos) tiene diversos orígenes: a) elhábito diplomático, es decir, el hábito de una actividadsubalterna, subordinada, ejecutivo-burocrática, que debe aceptaruna voluntad ajena (la voluntad política del gobierno o delpríncipe propios sobre las convicciones particulares deldiplomático (el cual puede, ciertamente, sentir esta voluntadcomo propia en la medida en que corresponda a sus propiasconvicciones, pero puede también no sentirla: al haberseconvertido necesariamente la diplomacia en una profesiónespecializada, ha llevado a la consecuencia de poder separar deldiplomático de la política de los gobiernos mudables, etc.); estoexplica el escepticismo y los prejuicios extracientíficos en laelaboración científica; b) las convicciones del propio Guicciardini,que era conservador, en el marco general de la política italiana; ypor esto teoriza sus propias opiniones, su propia posiciónpolítica, etc.

Los escritos de Guicciardini son más un signo de su tiempo queobras de ciencia política y éste es el juicio de De Sanctis; comosigno del tiempo y no ensayo de historia de la ciencia política estambién el escrito de Paolo Treves.

Hegemonía (sociedad civil) y división de los poderes. La división delos poderes y toda la discusión habida para su realización y ladogmática jurídica nacida con su instauración son el resultado dela lucha entre la sociedad civil y la sociedad política de undeterminado período histórico, con un cierto equilibrio inestable

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de las clases, determinado por el hecho de que ciertas categoríasde intelectuales (al servicio directo del Estado, especialmente laburocracia civil y militar) están todavía demasiado ligadas a lasviejas clases dominantes. Es decir, en el interior de la sociedad severifica lo que Croce llama el «perpetuo conflicto entre la Iglesiay el Estado», en el que la Iglesia viene a representar la sociedadcivil en su conjunto (cuando no es más que un elemento cada díamenos importante) y el Estado representa todos los intentos decristalizar permanentemente una determinada fase de desarrollo,una determinada situación. En este sentido, la Iglesia mismapuede convertirse en Estado y el conflicto puede manifestarseentre la sociedad civil laica o laicizante y el Estado-Iglesia(cuando la Iglesia se ha convertido en una parte integrante delEstado, de la sociedad política monopolizada por undeterminado grupo privilegiado que incorpora a sí mismo laIglesia para sostener mejor su monopolio con el apoyo de la zonade la «sociedad civil» representada por la Iglesia).

Importancia esencial de la división de los poderes para elliberalismo político y económico; toda la ideología liberal, consus puntos fuertes y sus puntos débiles, se puede resumir en elprincipio de la división de los poderes; así se ve cuál es la causade la debilidad del liberalismo: es la burocracia, es decir, lacristalización del personal dirigente, que ejerce el podercoercitivo, y que al llegar a un punto determinado se convierte encasta. De aquí la reivindicación popular de la elegibilidad detodos los cargos, reivindicación que es una manifestación deliberalismo extremo y, a la vez, la disolución de éste (principio dela Constituyente en permanencia, etc.; en las Repúblicas, laelección por un período determinado del jefe del Estado da unasatisfacción ilusoria a esta reivindicación popular elemental).

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Unidad del Estado en la distinción de los poderes: el Parlamentomás ligado a la sociedad civil, el poder judicial entre el gobiernoy el Parlamento, representan la continuidad de la ley escrita(incluso contra el gobierno). Naturalmente, los tres poderes sontambién órganos de la hegemonía política, pero en distintamedida: a) Parlamento; b) magistratura; c) gobierno. Debeobservarse que en el público producen una impresiónespecialmente desastrosa los errores de la administración dejusticia: el aparato hegemónico es más sensible en este sector, enel cual pueden incluirse también las arbitrariedades de la policíay de la administración política.

Concepción del derecho. Una concepción del derecho que debe seresencialmente renovadora no se puede encontrar íntegramenteen ninguna doctrina preexistente (ni siquiera en la llamadaescuela positiva y, particularmente, en la doctrina de Ferri). Sitodo Estado tiende a crear y a mantener un cierto tipo decivilización y de ciudadano (y, por consiguiente, de convivenciay de relaciones individuales), si tiende a hacer desaparecerciertas costumbres y actitudes y a difundir otras, el derecho seráel instrumento para este fin (junto a la escuela y a otrasinstituciones y actividades) y debe elaborarse de modo queresulte conforme al fin, y sea máximamente eficaz y productor deresultados positivos.

La concepción del derecho tendrá que liberarse de todo residuode transcendencia y de absoluto; prácticamente, deberá liberarsede todo residuo de fanatismo moral. Pero no creo que se puedapartir del punto de vista de que el Estado no «castiga» (si sereduce este término a su significado humano) sino que luchacontra la «peligrosidad» social. En realidad, el Estado debeconcebirse como «educador», por cuanto tiende precisamente a

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crear un nuevo tipo o nivel de civilización. Del hecho de que seopera esencialmente sobre las fuerzas económicas, de que sereorganiza y se desarrolla el aparato de' producción económica,de que se innova la estructura no debe sacarse la consecuencia deque los hechos de la superestructura deben abandonarse a símismos, a su desarrollo espontáneo, a una germinación casual yesporádica. También en este terreno el

Estado es un instrumento de «racionalización», de aceleración yde taylorización, opera de acuerdo con un pían, presiona, incita,solicita y «castiga», porque una vez creadas las condiciones enque un determinado modo de vida es «posible» la «acción o laomisión criminales» deben tener una sanción punitiva, dealcance moral, y no sólo comportar un juicio de peligrosidadgenérica. El derecho es el aspecto represivo y negativo de toda laactividad positiva de civilización llevada a cabo por el Estado. Ala concepción del derecho deberían incorporarse también lasactividades, «premiadoras» de individuos, de grupos, etc. Sepremia la actividad laudable y meritoria del mismo modo que secastiga la actividad criminal (y se castiga con formas originales,haciendo intervenir a la «opinión pública» como sancionadora).

Política y derecho constitucional. En «La Nuova Antología» del 16de diciembre de 1929 se ha publicado un artículo de un tal M.Azzalini, La política, scienza ed arte di Stato, que puede serinteresante como presentación de los elementos en que se debateel esquematismo científico.

Azzalini empieza afirmando que una de las glorias«fulgidísimas» de Maquiavelo fue «haber circunscrito al Estadoel ámbito de la política». No se entiende bien lo que quiere decirAzzalini. Cita el párrafo del Capítulo III de II Principe.-.

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«Habiéndome dicho el cardenal de Ruán que ¡os italianos noentendían nada de la guerra le respondía que los franceses noentendían nada de las cosas del Estado», y en esta única cita basala afirmación de que, «por tanto», para Maquiavelo «la políticatenía que entenderse como ciencia y como ciencia del Estado», yque su gloria consistió, etc. (parece que el término de «ciencia delEstado» por «política», en el correcto significado moderno, sólofue utilizado antes de Maquiavelo por Marsilio de Padua).Azzalini es muy ligero y superficial. La anécdota del cardenal deRuán, separada del contexto, no significa nada. En el contextoadquiere un significado que no se presta a deduccionescientíficas: se trata, evidentemente, de una demostración deingenio, de una réplica inmediata. El cardenal de Ruán habíaafirmado que los italianos no entendían nada de la guerra; amodo de réplica, Maquiavelo responde que los franceses noentienden nada de las cosas del Estado, porque, de otro modo, nohabrían permitido que el Papa ampliase su poder en Italia,ampliación que iba contra los intereses del Estado francés.Maquiavelo estaba lejos de pensar que los franceses no entendíannada de las cosas del Estado; al contrario: admiraba la forma enque la monarquía (Luis XI) había reducido Francia a una unidadestatal y ponía la actividad estatal francesa como un ejemplopara Italia. En el párrafo sobre el cardenal de Ruán hacía«política» en acto y no «ciencia política», porque, según él, si elreforzamiento del Papa era perjudicial para la «política exterior»francesa más lo era todavía para la política interior italiana.

Lo curioso es que, partiendo de una cita tan poco adecuada,Azzalini siga diciendo que «pese al enunciado do que aquellaciencia estudia el Estado, se da una definición [!?] totalmenteimprecisa [!] porque no se indica con qué criterio debeexaminarse el objeto investigador. Y la impresión es absoluta si

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se tiene en cuenta que todas las ciencias jurídicas en general y elderecho público en particular se refieren indirecta o directamentea dicho elemento».

¿Qué quiere decir todo esto referido a Maquiavelo? Nada denada: confusión mental. Maquiavelo escribió libros de «acciónpolítica inmediata» no una utopía en la que se describiese unEstado ya constituido, con todas sus funciones y sus elementosconstituidos. En su exposición, en su crítica del presente deentonces, expresó conceptos generales, los cuales se presentan,por consiguiente, en forma aforística y no sistemática, y expresóuna concepción del mundo original, que también se podríallamar «filosofía de la praxis», o «neohumanismo» en la medidaen que no reconoce elementos transcendentes o inmanentes (ensentido metafísico) sino que se basa enteramente en la acciónconcreta del hombre que, por sus necesidades históricas, actúa ytransforma la realidad. No es cierto, como parece creer Azzalini,que Maquiavelo no tiene en cuenta el «derecho constitucional»,porque a lo largo de su obra se encuentran dispersos losprincipios generales del derecho constitucional e incluso afirma,muy claramente, la necesidad de que en el Estado domine la ley,dominen unos principios fijos que permitan a los ciudadanosvirtuosos actuar con la seguridad de no caer víctimas de laarbitrariedad. Pero, justamente, Maquiavelo lo reduce todo a lapolítica, es decir, al arte de gobernar a los hombres, de obtener suconsenso permanente, de fundar, por tanto, los «grandesEstados» (debe recordarse que Maquiavelo sentía que el Estadono era el Municipio, ni la República ni la Señoría comunal,porque todos ellos carecían de un territorio vasto y, por tanto, deuna población capaz de constituir la base de una fuerza militarque permitiese una política internacional autónoma: sentía queen Italia, con el Papado, seguía existiendo una situación de no-

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Estado y que esta situación duraría hasta que la religión seconvirtiese en «política» del Estado y dejase de ser política delPapa para impedir la formación de fuertes Estados en Italia,interviniendo en la vida interna de los pueblos que no dominabatemporalmente en función de intereses que no eran los de losEstados y que, por esto, eran perturbadores y disgregadores).

Se podría encontrar en Maquiavelo la confirmación de lo que heseñalado en otro lugar: que la burguesía italiana no supo salir dela fase corporativa para entrar en la fase política, porque no supoliberarse completamente de la concepción medieval cosmopolitarepresentada por el Papa, el clero e, incluso, los intelectualeslaicos (humanistas); es decir, no supo crear un Estado autónomosino que permaneció en el marco medieval, feudal y cosmopolita.

Azzalini escribe que «basta la definición de Ulpiano y, mejor aún,los ejemplos que da en el Digesto para poner de relieve laidentidad extrínseca [¿y entonces?] del objeto de las dos ciencias."lus publicum ad statum rei (publicae) romanae spectat. Publicum ius,in sacris, in sacerdotibus, in magistratibus consistit." Se tiene, pues,una identidad de objeto en el derecho público y en la cienciapolítica, pero no una identidad sustancial porque los criterios conque una y otra ciencia estudian la misma materia son totalmentediversos. Diversas son, de hecho, las esferas del orden jurídico ydel orden político. Mientras que la primera observa el organismopúblico desde un punto de vista estático, como el productonatural de una determinada evolución histórica, la segundaobserva el inismo organismo desde un punto de vista dinámico,como un producto que puede valorarse en sus méritos y en susdefectos y que, por consiguiente, debe modificarse de acuerdocon las nuevas exigencias y con la evolución ulterior». Por esto sepodría decir que «el orden jurídico es ontológico y analítico,

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porque estudia y analiza las diversas instituciones públicas en suverdadero ser» y que «el orden político es deontológico y críticoporque estudia las diversas instituciones no tal como son sino talcomo deberían ser, es decir, con criterios de valoración y juiciosde oportunidad que no son ni pueden ser jurídicos».

¡Y este cabezota, este sabihondo cree ser un admirador deMaquiavelo, un discípulo e, incluso, un perfeccionador!

«De esto se deduce que a la identidad formal que acabamos dedescribir se opone una diversidad sustancial tan profunda ynotable que hace inviable, quizás, el juicio formulado por uno delos máximos publicistas contemporáneos que consideraba difícil,por no decir imposible, crear una ciencia política completamenteseparada del derecho constitucional. A nosotros nos parece queeste juicio sólo es válido si el análisis del aspecto jurídico y delaspecto político se detiene en este punto pero no si se sigueadelante, circunscribiendo el terreno ulterior que es decompetencia exclusiva de la ciencia política. En realidad, ésta nose limita a estudiar la organización del Estado con un criteriodeontológico y crítico, aunque distinto al utilizado por el derechopúblico para el mismo objeto, sino que amplía su esfera a unterreno que le es propio, indagando las leyes que regulan elsurgimiento, el devenir y el declinar de los Estados. No sirveafirmar que este estudio es propio de la historia [!] entendida ensentido general [!] porque, aun admitiendo que sea unainvestigación histórica la búsqueda de las causas, de los efectos,de los vínculos mutuos de interdependencia de las leyesnaturales que rigen el ser y el devenir de los Estados, siempreserá exclusivamente política —no histórica ni jurídica, por tanto— la búsqueda de los medios idóneos para dirigir prácticamentela orientación política general. La función que Maquiavelo quería

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realizar y que sintetizaba diciendo: "Examinaré cómo se puedegobernar y conservar estos principados" ( I I Principe, cap. II), porla importancia intrínseca del argumento y por especificación, nosólo legitima la autonomía de la política sino que permite, por lomenos bajo el aspecto que hemos delineado, una distinciónincluso formal entre ésta y el derecho público.» ¡Esto es lo queentiende por autonomía de la política!

Pero —dice Azzalini— además de una ciencia existe un artepolítico. «Existen hombres que extraen o han extraído de laintuición personal la visión de las necesidades y de los interesesdel país gobernado, que en la obra de gobierno han hechorealidad en el mundo externo la visión, la intuición personal. Conesto no queremos decir que la actividad intuitiva y artística sea laúnica y la predominante en el hombre de Estado; queremos decirúnicamente que en éste, junto a las actividades prácticas,económicas y morales, debe subsistir también la actividad teóricamás arriba indicada, ya sea bajo el aspecto subjetivo de laintuición, ya sea bajo el aspecto objetivo [!] de la expresión y que,si faltan estos requisitos, no puede existir el hombre de gobiernoy menos aún [!] el hombre de Estado, cuyo apogeo se caracterizaprecisamente por esta inadquirible [?] facultad. Por consiguiente,incluso en el terreno político, junto al científico, en el queprevalece la actividad teorética cognoscitiva, subsiste el artista,en el que prevalece la actividad teorética intuitiva. Pero con estono se agota totalmente la esfera de acción del arte político, queademás de ser observada en relación con el estadista queexterioriza la representación interna, con las funciones prácticasdel gobierno, puede ser valorada en relación con el escritor querealiza en el mundo exterior [!] la verdad política intuida, no conactos de poder sino con obras y escritos que traducen la intuicióndel autor. Tal es el caso del indio Kamandaki (siglo ni d. C.), de

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Petrarca en el Trattatello peí Carraresi, de Botero en la Ragion diStato, y, en cierto sentido, de Maquiavelo y de Mazzini.»

Es, realmente, un buen pastel, digno de... Maquiavelo, pero sobretodo, digno de Tittoni, director de «La Nuova Antología».Azzalini no sabe orientarse ni en b. filosofía, ni en la ciencia de lapolítica. Pero he querido tomar todas estas notas para intentardesenredar el embrollo y llegar a conceptos claros por mi propiacuenta.

Debe desentrañarse, por ejemplo, lo que puede significar«intuición» en la política y la expresión «arte» político, etc.También se deben recordar algunos puntos de Bergson: «Lainteligencia sólo nos da una traducción de la vida (la realidad enmovimiento) en términos de inercia. Gira a su alrededor,tomando desde fuera el mayor número posible de visiones delobjeto que atrae hacia ella, en vez de entrar en él. Pero es laintuición la que nos llevará al interior mismo de la vida, quierodecir el instinto desinteresado.» «Nuestro ojo percibe los rasgosdel ser vivo, pero aproximados entre sí, no organizados. Laintención de la vida, el movimiento simple que corre a través delas líneas, que las liga unas a otras y les da un significado, se leescapa; y es ésta la intención que el artista tiende a captarcolocándose dentro del objeto con una especie de simpatía,eliminando con un esfuerzo de la intuición la barrera que elespacio coloca entre él y el modelo. Es cierto, sin embargo, que laintuición estética sólo capta lo individual.» «La inteligencia secaracteriza por una incapacidad natural de comprender la vida,porque sólo representa claramente lo discontinuo y lainmovilidad.»

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Separación, por consiguiente, entre la intuición política y laintuición estética o lírica o artística: sólo metafóricamente sehabla de arte político. La intuición política no se expresa en elartista sino en el «jefe», y debe entenderse por «intuición» no el«conocimiento» de los individuos sino la rapidez con que serelacionan hechos aparentemente ajenos entre sí y con que seconciben los medios adecuados al fin para encontrar los interesesen juego, suscitar las pasiones de los hombres y llevar a éstoshacia una determinada acción. La «expresión» del «jefe» es la«acción» (en sentido positivo o negativo: desencadenar unaacción o impedir que se produzca una determinada acción,congruente o incongruente con el fin que se quiere conseguir).Por otro lado, el «jefe», en política, puede ser no sólo unindividuo sino también un cuerpo político más o menosnumeroso: en este último caso la unidad la conseguirá unindividuo o un pequeño grupo interno y, dentro de este último,un individuo, que puede cambiar en cada ocasión sin que elgrupo pierda su unidad y su coherencia en la obra continuada.

Si hubiese que traducir en lenguaje político moderno la nocióndel «Príncipe», tal como se utiliza en el libro de Maquiavelo,habría que hacer una serie de distinciones: el «Príncipe» podríaser un jefe de Estado, un jefe de gobierno, pero también un jefepolítico que quiere conquistar un Estado o fundar un nuevo tipode Estado; en este sentido, el «Príncipe» se podría traducir enlenguaje moderno por el «partido político». En la realidad dealgunos Estados, el «jefe del Estado», es decir, el elementoequilibrador de los diversos intereses en lucha contra el interéspredominante, pero no exclusivista en sentido absoluto, esprecisamente el «partido político». Pero a diferencia de lo queocurre en el derecho constitucional tradicional, éste no reina nigobierna jurídicamente: tiene «el poder de hecho», ejerce la

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función hegemónica y, por tanto, equilibradora de interesesdistintos, en la «sociedad civil»; pero ésta está de tal modoentrelazada de hecho con la sociedad política que todos losciudadanos sienten que reina y gobierna de verdad. Sobre estarealidad, que está en continuo movimiento, no se puede crear underecho constitucional del tipo tradicional sino únicamente unsistema de principios que afirmen como fin del Estado su propiofinal, su propia desaparición, es decir, la reabsorción de lasociedad política en la sociedad civil.

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Tercera Parte

NOTAS SOBRE LA POLÍTICA

Y EL ESTADO MODERNO

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Internacionalismo y política nacional. Escrito (redactado en formade preguntas y respuestas) de Giuseppe Bessarione1 enseptiembre de 1927 sobre algunos puntos esenciales de la cienciay el arte políticos. El punto que debe desarrollarse, es a mientender, el siguiente: que según la filosofía de la praxis (en sumanifestación política), tanto en la formulación de su fundador2

como —y especialmente— en la precisión de su más grandeteórico reciente,3 la situación internacional debe considerarse ensu aspecto nacional. La correlación «nacional» es realmente elresultado de una combinación «original», única (en ciertosentido), que debe comprenderse y concebirse en estaoriginalidad y unicidad si se quiere dominar y dirigir. Es ciertoque el desarrollo tiende hacia el internacionalismo, pero el puntode partida es «nacional» y en este punto de partida hay quetomar pie. Pero la perspectiva es internacional y no puede dejarde serlo. Por tanto se debe estudiar exactamente la combinaciónde fuerzas nacionales que la clase internacional deberá dirigir ydesarrollar según la perspectiva y las directrices internacionales.La clase dirigente sólo lo es si interpreta exactamente estacombinación, de la que ella misma es un componente y, como talprecisamente, puede dar al movimiento una cierta orientación enfunción de ciertas perspectivas. Sobre este punto gira, a mientender, la disensión fundamental entre Leone Davidovici 4 yBessarione como intérprete del movimiento mayoritario.5 Lasacusaciones de nacionalismo carecen de sentido si se refieren alnúcleo de la cuestión. Si se estudia el esfuerzo llevado a cabodesde 1902 hasta 1917 por los mayoritarios6 se ve que suoriginalidad consiste en depurar el internacionalismo de todoelemento vago y puramente ideológico (en sentido peyorativo)para darle un contenido de política realista. Las exigencias decarácter nacional se anudan en el concepto de hegemonía; escomprensible, pues, que ciertas tendencias no hablen de este

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concepto o sólo lo mencionen de pasada. Una clase de carácterinternacional en la medida en que guía estratos socialesestrechamente nacionales (intelectuales) y, a menudo, menos quenacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos) debe«nacionalizarse» en cierto sentido, y este sentido no es, por lodemás, muy estrecho porque antes de que se formen lascondiciones de una economía regida según un plan mundial esnecesario pasar por una serie de fases múltiples en las que lascombinaciones regionales (de grupos de naciones) pueden serdiversas. Por otro lado, no debe olvidarse nunca que el desarrollohistórico sigue las leyes de la necesidad hasta que la iniciativapase netamente al lado de las fuerzas que tienden a laconstrucción según un plan de división del trabajo pacífica ysolidaria. Que los conceptos no nacionales (es decir, no referiblesa ningún país en concreto) son equivocados se ve por reducciónal absurdo: han llevado a la pasividad y a la inercia en dos fasesmuy distintas: a) en la primera fase, nadie creía que tenía queempezar él, es decir, consideraba que si empezaba se encontraríaaislado; mientras se esperaba que todos se moviesen al mismotiempo, nadie se movía ni organizaba el movimiento; b) lasegunda fase es quizá peor todavía, porque se espera una formade «napoleonismo» anacrónico y antinatural (porque no todas lasfases históricas se repiten en la misma forma). Las debilidadesteóricas de esta forma moderna del viejo mecanismo sonenmascaradas por la teoría general de la revolución permanente,que no es otra cosa que una previsión genérica presentada comodogma y que se destruye por sí misma, por el hecho de que no semanifiesta en la realidad efectiva.

El Estado. El profesor Giulio Miskolczy, director de la AcademiaHúngara de Roma, escribe en la «Magyar Szemle» 7 que en Italia«el Parlamento, que antes estaba, por así decirlo, fuera del

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Estado, ha seguido siendo un colaborador precioso pero se haincorporado al Estado y ha sufrido un cambio esencial en sucomposición, etc.».

Que el Parlamento puede «incorporarse» al Estado es undescubrimiento de ciencia y de técnica políticas digno de losCristóbal Colón del autoritarismo moderno. Sin embargo, laafirmación es interesante para ver cómo conciben el Estadoprácticamente muchos políticos. Y, en realidad, cabe hacerse lapregunta: ¿forman parte los Parlamentos de la estructura de losEstados incluso en los países donde parece que los Parlamentostienen una eficiencia máxima o cuál es su función real? Y, si larespuesta es positiva, ¿cómo forman parte del Estado, cómoejercen su función particular? Sin embargo, ¿cabe decir que laexistencia de los Parlamentos, aunque no formen parteorgánicamente del Estado, carece de significado estatal? ¿Y quéfundamento tienen las acusaciones que se hacen alparlamentarismo y al régimen de partidos, inseparable delparlamentarismo? (fundamento objetivo, naturalmente, es decir,ligado al hecho de que la existencia de los Parlamentos, por símisma, obstaculiza y retrasa la acción técnica del gobierno).

Se comprende que el régimen representativo pueda «molestar»políticamente a la burocracia de carrera; pero no se trata de esto.Lo que se trata de saber es si el régimen representativo y de lospartidos, en vez de ser un mecanismo idóneo para seleccionarfuncionarios elegidos, que se integran con los burócratasnombrados y los equilibran para impedir su petrificación, se haconvertido en un obstáculo y en un mecanismo de efectoscontrarios, y por qué razones. Por lo demás, la respuestaafirmativa a estas preguntas no agota la cuestión: porque, aunquese admita (y debe admitirse efectivamente) que el

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parlamentarismo se ha convertido en algo ineficaz e inclusoperjudicial, no debe llegarse a la conclusión de que con ello serehabilita y exalta el régimen burocrático. Debe verse si elparlamentarismo y el régimen representativo son lo mismo y sies posible otra solución distinta a la del parlamentarismo que nosea el régimen burocrático, con un nuevo tipo de régimenrepresentativo.

Debe verse la discusión habida en este año a propósito de loslímites de la actividad del Estado: es la discusión más importantede doctrina política y sirve para fijar los límites entre los liberalesy los no-liberales.

Puede servir de punto de referencia el volumen de Cario AlbertoBiggini, II fondamento dei limiti all'attivitá dello Staío.s Laafirmación de Biggini de que sólo existe tiranía si se quiere reinarfuera «de las reglas constitutivas de la estructura social» puedeampliarse de modo muy distinto a lo que Biggini supone,siempre y cuando no se entienda por «réglas constitutivas» losartículos de las constituciones, como parece, por lo demás, queno lo entiende ni siquiera Biggini (tomo la referencia de unarecensión de «L'Italia che scrive» de octubre de 1929, escrita porAlfredo Poggi).

El Estado es soberano en la medida en que es la misma sociedadordenada. No puede tener límites jurídicos: no puede tenerlímites en los derechos públicos subjetivos ni puede decirse quese autolimite. El derecho positivo no puede ser un límite para elEstado porque éste puede modificarlo en cualquier momento ennombre de nuevas exigencias sociales, etc. A esto Poggi respondeque está muy bien y que ya sé encuentra implícito en la doctrinadel límite jurídico, es decir, que mientras existe un ordenamiento

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jurídico el Estado está sometido a él; si lo quiere modificar, losustituirá por otro ordenamiento, es decir, el Estado sólo puedeactuar por vía jurídica (pero, dado que todo lo que hace el Estadoes, por esto mismo, jurídico, se puede continuar hasta el infinito).Debe verse qué parte de las concepciones de Biggi es marxismocamuflado y hecho abstracto.

Para el desarrollo histórico de estas dos concepciones del Estadocreo que debe ser interesante el librito de Widar Cesarini-Sforzá.9

Los romanos forjaron la palabra ius para expresar el derechocomo poder de la voluntad y entendieron el orden jurídico comoun sistema de poderes no contenidos en su esfera recíproca pornormas objetivas y racionales: todas las expresiones que usaron—aequiias, iustitia, recta o naturalis ratio— deben entendersedentro de los límites de este significado fundamental. Elcristianismo, con su tendencia a subordinar la voluntad a lanorma, a transformar el poder en deber, ha elaborado más elconcepto de directum que el de ius. El concepto de derecho comopotencia sólo es referido a Dios, cuya voluntad se convierte ennorma de conducta inspirada por el principio de la igualdad. Laiustitia no se distingue ya de la aequitas y ambas implican larectitudo, que es una cualidad subjetiva de la voluntad deconformarse a lo que es recto y justo. He sacado estos apuntes deuna recensión (publicada en «Leonardo» de agosto de 1930) deGioele Solari, que hace algunas objeciones apresuradas aCesarini-Sforza.

En las nuevas tendencias «jurídicas» representadasespecialmente por «Nuovi Studi» de Volpicelli y Spirito debeseñalarse, como reproche crítico inicial, la confusión entre elconcepto de Estado-clase y el concepto de sociedad regulada.Esta confusión es especialmente notable en la memoria La libertá

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economica expuesta por Spirito en la XIX reunión de la Sociedadpor el Progresó de las Ciencias, celebrada en Bolzano enseptiembre de 1930 y publicada en «Nuovi Studi» en septiembre-octubre de 1930.

Mientras exista el Estado-clase no puede existir la sociedadregulada, como no sea metafóricamente, es decir, en el sentido deque también el Estado-clase es una sociedad regulada. Losutopistas, en la medida en que expresaban una crítica de lasociedad existente en su época, comprendían muy bien que elEstado-clase no podía ser la sociedad regulada, hasta el punto deque en los tipos de sociedad presentados por las distintas utopíasse introduce la igualdad económica como base necesaria de lareforma proyectada: ahora bien, en esto los utopistas no eranutopistas sino científicos concretos de la política y críticoscoherentes. El carácter utópico de alguno de ellos venía dado porel hecho de que creían posible introducir la igualdad económicacon leyes arbitrarias, con un acto de voluntad, etc. Pero elconcepto es exacto, el concepto, que se encuentra también enotros escritores políticos (incluso de derecha, es decir, entre loscríticos de la democracia, en la medida en que ésta utiliza elmodelo suizo o el danés para demostrar que el sistema esracional en todos los países), de que no puede existir igualdadpolítica completa y perfecta sin la igualdad económica: en losautores del siglo xvn se encuentra este concepto (por ejemplo, enLudovico Zuccolo y en su libro II Belluzzi, y creo que también enMaquiavelo). Maurras considera que en Suiza es posible estaforma de democracia precisamente por la mediocridad de lasfortunas económicas en dicho país, etc.

La confusión entre el Estado-clase y la sociedad regulada espropia de las clases medias y de los pequeños intelectuales, que

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acogerían con gusto cualquier regulación que impidiese lasluchas agudas y las catástrofes: es una concepción típicamentereaccionaria y regresiva.

Creo que lo más sensato y concreto que se puede decir apropósito del Estado ético y de cultura es que todo Estado esético en la medida en que una de sus más importantes funcioneses la de elevar la gran masa de la población a un determinadonivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a lanecesidad de desarrollo de las fuerzas productivas y, porconsiguiente, a los intereses de las clases dominantes. La escuelacomo función educativa positiva, y los tribunales como funcióneducativa represiva y negativa, son las actividades estatales másimportantes en este sentido; pero, en realidad, tienden al mismofin muchas otras iniciativas y actividades pretendidamenteprivadas, que forman el aparato de la hegemonía política ycultural de las clases dominantes. La concepción de Hegel espropia de un período en el que podía parecer ilimitado eldesarrollo extensivo de la burguesía y en que, por tanto, se podíaafirmar la eticidad o la universalidad de ésta: todo el génerohumano será burgués. Pero, en realidad, sólo el grupo social quese plantea como objetivo a conseguir la desaparición del Estado yde sí mismo puede crear un Estado ético, un Estado que tienda aponer fin a las divisiones internas de dominados, etc. y a crear unorganismo social unitario técnico-moral.

La doctrina de Hegel sobre los partidos y las asociaciones comotrama «privada» del Estado. Derivó históricamente de lasexperiencias políticas de la Revolución francesa y tenía que servirpara dar una mayor concreción al constitucionalismo. Gobiernocon el consenso de los gobernados, pero coii el consensoorganizado, no ei consenso genérico y vago que se afirma en el

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instante de las elecciones: el Estado tiene y pide el consenso, perotambién «educa» este consenso con las asociaciones políticas ysindicales, las cuales son, sin embargo, organismos privados,dejados a la iniciativa privada de la clase dirigente. En ciertosentido, Hegel supera ya el puro constitucionalismo y teoriza elEstado parlamentario con su régimen de partidos. Su concepciónde la asociación no puede dejar de ser todavía vaga y primitiva,entre la política y la economía, según la experiencia histórica dela época, que era muy limitada y sólo daba un ejemplo acabadode organización, el «corporativo» (política injertada en laeconomía).

La Revolución francesa ofrece dos tipos principales: los clubs,organizaciones no rígidas, del tipo «asamblea popular»,centralizadas por individualidades políticas, cada una de lascuales tiene su propio periódico con el que mantiene despiertosla atención y el interés de una determinada clientela de contornosborrosos, que sostiene las tesis del periódico en las reuniones delclub. Es cierto que entre los asiduos de los clubs debían existirgrupos reducidos y seleccionados de personas que se conocíanrecíprocamente, que se reunían aparte y preparaban la atmósferade las reuniones para sostener una u otra corriente según losmomentos e incluso según los intereses concretos en juego.

Las conspiraciones secretas, que tuvieron después tanta difusiónen Italia, antes de 1848, debieron desarrollarse después deTermidor en Francia entre los secuaces de segunda fila deljacobinismo, con muchas dificultades en el período napoleónico,por el estrecho control de la policía, y con más facilidades desde1815 hasta 1830 bajo la Restauración que fue bastante liberal en labase y no tenía determinadas preocupaciones. En este período de1815 a 1830 debió producirse la diferenciación del campo político

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popular, ya notable en las «gloriosas jornadas» de 1830, en lasque aparecieron a la superficie las formaciones que se habían idoconstituyendo en los quince años precedentes. Después de 1830 yhasta 1848 este proceso de diferenciación se perfecciona y datipos bastante completos y definidos, con Blanqui y PhilippeBuonarroti.

Es difícil que Hegel pudiese conocer de cerca estas experiencias;para Marx, en cambio, eran más vivas.10

La revolución realizada por la burguesía en la concepción delderecho y, por tanto, en la función del Estado, consisteespecialmente en la voluntad de conformismo (de aquí laeticidad del derecho y del Estado). Las clases dominantesanteriores eran esencialmente conservadoras en el sentido de queno tendían a elaborar el paso orgánico de las demás clases a lassuyas, es decir, a ampliar su esfera de clase «técnica» eideológicamente: la concepción de casta cerrada. La claseburguesa se presenta como, un organismo en continuomovimiento capaz de absorber a toda la sociedad, asimilándola asu nivel cultural y económico: toda la función de) Estado estransformada, el Estado se convierte en «educador», etc.

¿Por qué se ha producido una interrupción? ¿Por qué se havuelto a la concepción del Estado como fuerza pura, etc.? Laclase burguesa está «saturada»: no sólo no se extiende sino que sedisgrega; no sólo no asimila nuevos elementos sino quedesasimila una parte de sí misma (o, por lo menos, lasdesasimilaciones son enormemente más numerosas que lasasimilaciones). Una clase que se presente como capaz de asimilara toda la sociedad y sea, al mismo tiempo, capaz de expresar esteproceso lleva a la perfección dicha concepción del Estado y del

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derecho, hasta el punto de concebir el fin del Estado y delderecho por haber llegado a ser inútiles y haber agotado su tareay haber sido absorbidos por la sociedad civil.

Que el concepto común del Estado es unilateral y lleva a erroresdescomunales es cosa que se puede demostrar hablando delreciente libro de Daniel Halévy, Décadence de la liberté, del que heleído una recensión en «Les Nouvelles Littéraires». Para Halévyel «Estado» es el aparato representativo y descubre que loshechos más importantes de la historia francesa desde 1870 hastanuestros días no se han debido a iniciativas de organismospolíticos derivados del sufragio universal sino a iniciativas deorganismos privados (sociedades capitalistas, estados mayores,etc.) o de grandes funcionarios desconocidos por la gente delpaís, etc. Pero, ¿qué significa esto sino que por «Estado» debeentenderse no sólo el aparato gubernamental sino también elaparato «privado» de «hegemonía» o sociedad civil? Es deseñalar que de esta crítica del «Estado» que no interviene, que vaa remolque de los acontecimientos, etcétera, nace la corrienteideológica dictatorial de derecha, con su reforzamiento delejecutivo, etc. Sería necesario, sin embargo, leer el libro deHalévy para ver si también él ha entrado por esta línea: no esdifícil, en principio, dados sus precedentes (simpatías sorelianas,simpatía por Maurras, etc.).

En la introducción a su volumen Técnica del colpo di Stato, pareceque Curzio Malaparte afirma la equivalencia de la fórmula:«Todo en el Estado, nada fuera de) Estado, nada contra elEstado», y de la proposición: «Donde hay libertad no hayEstado.» En esta proposición, el término «libertad» no seentiende en el sentido corriente de «libertad política, o sea, deprensa, etc.» sino en el de término opuesto a «necesidad» y se

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relaciona con la proposición de Engels sobre el paso del reino dela necesidad al reino de la libertad. Malaparte ni siquiera hahusmeado el significado de la proposición.

En la polémica (superficial, por lo demás) sobre las funciones delEstado (entiendo el Estado como organización político-jurídicaen sentido estricto) la expresión de «Estado-veiíZeur de nuit»corresponde a la italiana de «Estado-carabinero» y quieresignificar un Estado cuyas funciones se limitan a la tutela delorden público y del respeto a la ley. No se insiste en el hecho deque en esta forma de régimen (que, en realidad, no ha existidonunca o sólo ha existido como hipótesis-límite, sobre el papel) ladirección del desarrollo histórico pertenece a las fuerzasprivadas, a la sociedad civil, que también es «Estado», o, mejordicho, es el Estado.

Parece que la expresión «veilleur de nuit» —que debería tener unvalor más sarcástico que la de «Estado-carabinero» o la de«Estado-policía»— se debe a Lassalle. Su contrario debería ser el«Estado ético» o «Estado intervencionista» en general, peroexisten diferencias entre una y otra expresión; el concepto deEstado ético tiene un origen filosófico e intelectual (propio de losintelectuales: Hegel) y, en realidad, se podría ligar con la deEstado-vez7ZeMr de nuit, porque se refiere más bien a laactividad autónoma, educativa y moral del Estado laico encontraposición al cosmopolitismo y a la ingerencia de laorganización religioso-eclesiástica como residuo medieval; elconcepto de Estado intervencionista es de origen económico y serelaciona, por un lado, con las corrientes proteccionistas o denacionalismo económico y, por otro, con el intento de hacerasumir a un personal estatal determinado, de origen agrario y

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feudal, la «protección» de las clases trabajadoras contra losexcesos del capitalismo (política de Bismarck y de Disraeli).

Estas diversas tendencias pueden combinarse de muy distintasmaneras y, de hecho, se han combinado. Naturalmente, losliberales («economistas») están en favor del «Estado-veilleur denuit» y quisieran que la iniciativa histórica se dejase en manos dela sociedad civil y de las diversas formas que en ella pululan conel «Estado» guardián de la «lealtad del juego» y de las leyes deéste; los intelectuales hacen distinciones muy importantescuando son liberales e incluso cuando son intervencionistas(pueden ser liberales en el terreno económico e intervencionistasen el cultural, etc.). Los católicos quisieran un Estadointervencionista totalmente en favor suyo, pero a falta de éste ocuando constituyen una minoría piden un Estado «indiferente»,para que no apoye a sus adversarios.

Debe meditarse el tema de si la concepción del Estado-gendarme-vigilante nocturno (dejando de lado la especificaciónde carácter polémico: gendarme, vigilante nocturno, etc.,) no es laúnica concepción del Estado que supera las fases «corporativo-económicas» extremas.

Estamos siempre en el terreno de la identificación del Estado ydel gobierno, identificación que constituye precisamente unareaparición de la forma corporativo-económica, es decir, de laconfusión entre la sociedad civil y la sociedad política, porquedebe señalarse que en la noción general del Estado entranelementos que deben referirse a la noción de sociedad civil (eneste sentido se podría decir que el Estado es igual a la sociedadpolítica más la sociedad civil, es decir, la hegemonía reforzadapor la coerción). En una doctrina del Estado que conciba a éste

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como tendencialmente susceptible de agotamiento y dedisolución en el seno de la sociedad regulada, la cuestión esfundamental. El elemento Estado-coerción puede imaginarseagotándose a medida que se afirman elementos cada vez mássobresalientes de la sociedad regulada (o Estado ético o sociedadcivil).

Las expresiones de «Estado ético» o de «sociedad civil» vendríana significar que esta «imagen» del Estado sin el Estado estabapresente ya en los más grandes científicos de la política y delderecho en la medida en que se situaban en el terreno de laciencia pura (utopía pura, porque se basaba en la presuposiciónde que todos los hombres son realmente iguales y, por tanto,igualmente razonables y morales, es decir, susceptibles deaceptar la ley espontáneamente, libremente y no por coerción,como algo impuesto por otra clase, como algo externo a laconciencia).

Debe recordarse que la expresión «vigilante nocturno» paradesignar el Estado liberal es de Lassalle, es decir, de unestatalista dogmático y no dialéctico (debe examinarse bien ladoctrina de Lassalle sobre este punto y sobre el Estado engeneral, en contraste con el marxismo). En la doctrina del Estado-sociedad regulada, deberá pasarse de una fase en la que «Estado»será igual a «gobierno» y «Estado» se identificará con «sociedadcivil» a una fase de Estado-vigilante nocturno, es decir, de unaorganización coercitiva que tutelará el desarrollo de loselementos de sociedad regulada en continuo incremento y que,por tanto, reducen gradualmente sus intervenciones autoritariasy coactivas. Esto no puede hacer pensar en un nuevo«liberalismo», aunque sea el comienzo de una era de libertadorgánica.

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Si es verdad que ningún tipo de Estado puede dejar de atravesaruna fase de primitivismo económico-corporativo, el contenido dela hegemonía política del nuevo grupo social que ha fundado elnuevo tipo de Estado debe ser prevalentemente de ordeneconómico; se trata de reorganizar la estructura y las relacionesreales entre los hombres y el mundo económico o de laproducción. Los elementos de superestructura tienen que serforzosamente escasos y su carácter será de previsión y de lucha,pero con elementos de «plan» todavía escasos: el plan culturalserá sobre todo negativo, de crítica del pasado, tenderá a hacerolvidar y a destruir: las líneas de la construcción serán todavía«grandes líneas», esbozos, que se pueden (y deben) cambiar encualquier momento para que sean coherentes con la nuevaestructura en formación. Esto es lo que no se produceprecisamente en el período de los Comuni; al contrario: la cultura,que sigue siendo una función específica de la Iglesia, es decarácter antieconómico precisamente (de la economía capitalistanaciente), no se orienta a dar la hegemonía a una nueva clasesino a impedir que ésta la adquiera: el Humanismo y elRenacimiento son, por esto, reaccionarios, porque sellan laderrota de la nueva clase, la negación del mundo económico quele es propio, etc.

Otro elemento a examinar es el de las relaciones orgánicas entrela política interior y la política exterior de un Estado. ¿Es lapolítica interior la que determina la exterior o viceversa?También en este caso se deberá distinguir entre las grandespotencias, con una relativa autonomía internacional, y las demáspotencias; o también entre las diversas formas de gobierno (ungobierno como el de Napoleón III tenía dos políticas,aparentemente: reaccionaria en el interior, liberal en el exterior).

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Condiciones de un Estado antes y después de una guerra. Esevidente que en una alianza cuentan las condiciones en que seencuentra un Estado en el momento de la paz. Puede ocurrir,pues, que el que ha tenido la hegemonía termine por perderlapor la debilitación sufrida en la lucha y tenga que ver cómo un«subalterno» que ha sido más hábil o «afortunado» se convierteen hegemónico. Esto ocurre en las «guerras mundiales», cuandola situación geográfica obliga a un Estado a poner en juego todossus recursos: vence gracias a las alianzas, pero la victoria leencuentra en plena postración, etc. Por esto en el concepto de«gran potencia» se deben tener en cuenta muchos elementos y,especialmente, los «permanentes», es decir, la «potencialidadeconómica y financiera» y la población.

Organización de las sociedades nacionales. Ya he señalado que enuna sociedad determinada nadie está organizado y sin partido,siempre y cuando se entiendan los conceptos de organización yde partido en sentido amplio y no en sentido formal. En estamultiplicidad de sociedades particulares, de carácter doble .—natural y contractual o voluntario— una o más predominanrelativa o absolutamente, constituyendo el aparato hegemónicode un grupo social sobre el resto de la población (o sociedadcivil), base del Estado entendido estrictamente como aparatoguberñativo-coercitivo.

Ocurre siempre que los individuos pertenecen a más de unasociedad particular y a menudo a sociedades que se contradicenobjetivamente. Una política totalitaria tiende, precisamente: a) aconseguir que los miembros de un determinado partidoencuentren en éste todas las satisfacciones que antes encontrabanen una multiplicidad de organizaciones; es decir, tiende a rompertodos los hilos que ligan a estos miembros a organismos

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culturales ajenos; b) a destruir todas las organizaciones restanteso a incorporarlas a un sistema del que el partido sea el reguladorúnico. Esto ocurre: a) cuando el partido en cuestión es portadorde una nueva cultura, en cuyo caso estamos en una faseprogresiva; b) cuando el partido en cuestión quiere impedir queotra fuerza, portadora de una nueva cultura, se convierta en«totalitaria»; se tiene entonces una fase regresiva y reaccionariaobjetivamente, aunque la reacción (como ocurre siempre) noconfiese serlo e intente parecer portadora de una nueva cultura.

En la «Riforma Sociale» de mayo-junio de 1931, Luigi Eínaudihace la recensión de un libro francés, Les sociétés de la nation.Étude sur les éléments constitutifs de la nation franfaise, de EtienneMartin Saint-Léon,11 en el que se estudian una parte de estasorganizaciones, pero sólo las que existen formalmente. (Porejemplo, los lectores de un periódico, ¿forman o no unaorganización, etc.) Si se quiere desarrollar el tema habrá que vertanto el libro como la recensión de Einaudi.

Las costumbres y las leyes. Es opinión muy extendida, e inclusouna opinión considerada realista e inteligente, que las leyesdeben ir precedidas por la costumbre, que la ley sólo es eficaz enla medida en que sanciona las costumbres. Esta opinión va contrala historia real del desarrollo del derecho, que siempre ha exigidouna lucha para afirmarse y es, en realidad, una lucha por lacreación de una nueva costumbre.

En la citada opinión existe un residuo muy visible de moralismointruso en la política. Se supone que el derecho es la expresiónintegral de toda la sociedad, lo cual es falso: las expresiones másfieles de la sociedad son, al contrario, las reglas prácticas deconducta que los juristas llaman «jurídicamente indiferentes», y

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cuya zona cambia con las épocas y con la extensión de laintervención estatal en la vida de los ciudadanos. El derecho noexpresa toda la sociedad (de otro modo los violadores delderecho serían seres antisociales por naturaleza o serespsíquicamente menores) sino que expresa la clase dirigente, lacual «impone» a toda la sociedad las normas de conducta másligadas a su razón de ser y a su desarrollo. La función máximadel derecho es la de presuponer que todos los ciudadanos debenaceptar libremente el conformismo marcado por el derecho,porque todos pueden convertirse en miembros de la clasedirigente —es decir, el derecho moderno lleva implícita la utopíademocrática del siglo xvin.

Existe, sin embargo, algo de verdad en la opinión de que lacostumbre tiene que preceder al derecho: en las revolucionescontra los Estados absolutos existía ya como costumbre y comoaspiración una gran parte de lo que después se convirtió enderecho obligatorio: el carácter obligatorio del derecho fueaumentando con la aparición y el desarrollo de lasdesigualdades; al mismo tiempo, fue aumentando la zona de laintervención estatal y del obligacionismo jurídico. Pero en estasegunda fase, pese a seguir afirmando que el conformismo debeser libre y espontáneo, se trata de algo muy distinto: se trata dereprimir y sofocar un derecho naciente, y no de conformar.

La cuestión es parte de otra más general, la de la diversa posiciónque han tenido las clases subalternas antes de convertirse endominantes. Algunas clases subalternas tienen que tener un largoperíodo de intervención rigurosa y después atenuada, adiferencia de otras; también existen diferencias en los modos: enalgunas clases la expansividad no cesa nunca, hasta la absorcióncompleta de la sociedad; en otras, el primer período de

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expansión es seguido por un período de represión. Este caráctereducativo, creador, formador del derecho ha sido puesto poco derelieve por algunas corrientes intelectuales: se trata de un residuodel espontaneismo, del racionalismo abstracto que se basa en unconcepto de la «naturaleza humana» abstractamente optimista yfacilón. A estas corrientes se les plantea otro problema: ¿cuáldeberá ser el órgano legislativo «en sentido lato»?; es decir, elproblema de la necesidad de llevar la discusión legislativa atodos los organismos de masa: una transformación orgánica delconcepto de referéndum, aunque dejando en manos del gobiernola función de la última instancia legislativa.

Moral y política. Se produce una lucha. Se formula un juicio sobrela «equidad» y la «justicia», de las pretensiones de las partes enconflicto. Se llega a la conclusión de que una de las partes notiene razón, que sus pretensiones no son equitativas e, incluso,que carecen de sentido común. Estas conclusiones son elresultado de modos de pensar extendidos, populares,compartidos por la misma parte que es objeto de reprobación.Sin embargo, esta parte sigue afirmando que «tiene razón», queestá en lo «justo» y, lo que es más importante, sigue luchando,haciendo sacrificios; esto significa que sus convicciones no sonsuperficiales, a flor de labios, no son razones polémicas, parasalvar las apariencias, sino que son convicciones realmenteprofundas y activas en la conciencia.

Esto significará que la cuestión está mal planteada y mal resuelta;que los conceptos de equidad y de justicia son puramenteformales. De hecho, puede ocurrir que las dos partes en luchatengan ambas razón, «tal como están las cosas» o que unaparezca tener más razón que la otra «tal como están las cosas»pero no tengan razón «si las cosas cambiasen». Ahora bien, lo

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que se debe valorar en un conflicto no es, precisamente, las cosastal como están sino el fin que las partes en lucha se proponen conel conflicto mismo; ¿y cómo podrá juzgarse este fin, que todavíano existe como realidad efectiva y juzgable? ¿No se convertirá eljuicio mismo en un elemento del conflicto, es decir, no serásimplemente una fuerza del juego, favorable o perjudicial parauna u otra parte? En todo caso, se puede decir: a) que en unconflicto, todo juicio de moralidad es absurdo, porque sólopuede fundarse en los datos de hecho existentes, es decir, en losdatos que el conflicto tiende, precisamente, a modificar; b) que elúnico juicio posible es el «político», es decir, de conformidad delmedio al fin (lo cual implica una identificación del fin o de losfines graduados según una escala sucesiva de aproximación). Unconflicto es «inmoral» en la medida en que aleja del fin o no creacondiciones que aproximan al fin (es decir, no crea medios másadecuados para la obtención del fin), pero no es «inmoral» desde,otros puntos de vista «moralísticos». No se puede juzgar, pues, alhombre político por el hecho de que sea más o menos honesto,sino por el hecho de que mantenga o no sus compromisos (y eneste mantenimiento de compromisos puede estar comprendido el«ser honesto», es decir, que el ser honesto puede ser un factorpolítico necesario y en general lo es, pero el juicio es político y nomoral). Es juzgado no por el hecho de que actúa equitativamente,sino por el hecho de que obtiene o no resultados positivos o evitaun resultado negativo, un mal; en esto puede ser necesario«actuar equitativamente», pero como medio político y no comojuicio moral.

Separación entre dirigentes y dirigidos. Toma diversos aspectossegún las circunstancias y las condiciones generales.Desconfianza recíproca: el dirigente duda, cree que el «dirigido»le engaña, exagerando los datos positivos y favorables a la

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acción: por esto en sus cálculos debe tener en cuenta estaincógnita que complica la ecuación. El «dirigido» duda de laenergía y del espíritu de resolución del dirigente y por estotiende, incluso inconscientemente, a exagerar los datos positivosy a ocultar o a disminuir los datos negativos. Es un engañorecíproco que da lugar a nuevas dudas, a desconfianzas, acuestiones personales, etc.

Cuando esto ocurre, significa que: a) existe una crisis de mando;b) la organización, el bloque social del grupo en cuestión no hatenido tiempo todavía de consolidarse, creando la confianzarecíproca, la recíproca lealtad; c) pero hay un tercer elemento: laincapacidad del «dirigido» de cumplir su cometido, lo cualsignifica incapacidad del «dirigente» para escoger, controlar ydirigir su personal.

Ejemplos prácticos: un embajador puede engañar a su gobierno:a) porque quiere engañarlo por interés personal; caso dedeslealtad por traición de carácter nacional o estatal: elembajador es o se convierte en agente de un gobierno distinto alque representa; b) porque quiere engañarlo por ser adversario dela política del gobierno y partidario de la política de otro partidogubernamental de su propio país, es decir, porque quiere que ensu país ejerza el gobierno un partido y no otro: caso de deslealtadque, en última instancia, puede ser tan grave como el primero,aunque pueda ir acompañado de circunstancias atenuantes,como ocurriría en el caso de que el gobierno no haga una políticanacional y el embajador tenga de ello pruebas incontestables: eneste caso, sería desleal a unos hombres transitorios para poderser leal al Estado inmanente; es una cuestión terrible porque estajustificación ha sido utilizada por hombres moralmente indignos(Fouché, Talleyrand y, en menor medida, los mariscales de

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Napoleón); c) porque no sabe cumplir su función, porincapacidad o incompetencia o por incorrección (descuida elservicio), etc. En este caso, la responsabilidad del gobierno debemedirse según que: á) teniendo la posibilidad de elecciónadecuada haya elegido mal por razones extrínsecas al servicio(nepotismo, corrupción, limitación de gastos en los serviciosimportantes, para los cuales se elige, en vez de personas capaces,a personas «ricas» o «nobles» para la diplomacia; etc.; b) si notiene posibilidad de elección (Estado nuevo, como en Italia en1861- 1870) y no crea las condiciones generales para remediar ladeficiencia y procurarse la posibilidad de elección.

Religión, Estado, partido. En Mein Kampf, Hitlei escribe: «Lafundación o la destrucción de una religión es un gestoincalculablemente más relevante que la fundación o ladestrucción de un Estado; y no digo que de un partido...»Superficial y acrítico: los tres elementos: religión (o concepcióndel mundo «activa»), Estado, partido son indisolubles y en elproceso real del desarrollo histórico-político se pasa de uno aotro necesariamente.

En Maquiavelo —con la forma y el lenguaje de la época— seobserva la comprensión de esta necesaria homogeneidad y deesta interferencia de los tres elementos. Perder el alma parasalvar la patria o el Estado es un elemento de laicismo absoluto,de concepción del mundo positiva y negativa (contra la religión oconcepción del mundo dominante). En el mundo moderno, unpartido lo es —integralmente y no, como ocurre, una fracción deun partido mayor— cuando es concebido, organizado y dirigidocon unos modos y unas formas que le llevan a desarrollarseintegralmente en un Estado (integral y no en un gobiernotécnicamente entendido) y en una concepción del mundo. El

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desarrollo del partido en Estado influye sobre el partido y exigede él una reorganización y un desarrollo constantes, del mismomodo que el desarrollo del partido y del Estado en concepcióndel mundo, es decir, en transformación total y molecular(individual) de los modos de pensar y de operar, influye sobre elEstado y sobre el partido obligándolos a reorganizarsecontinuamente y planteándoles problemas nuevos y originales aresolver. Es evidente que esta concepción obstaculiza eldesarrollo práctico a causa del fanatismo ciego y unilateral de«partido» (en este caso de secta, de fracción de un partido másamplio, en cuyo seno se lucha), es decir, por la falta de unaconcepción estatal o de una concepción del mundo capaces deexperimentar un desarrollo porque sean históricamentenecesarias.

La vida política actual ofrece un amplio testimonio de estasestrecheces y restricciones mentales que, por otro lado, provocanluchas dramáticas, porque son el modo en que se verificaprácticamente el desarrollo histórico. Pero el pasado, y el pasadoitaliano que más interesa, de Maquiavelo en adelante, no esmenos rico en experiencias; porque toda la historia es untestimonio del presente.

El hombre individuo y el hombre masa. El proverbio latino Senatoresboni viri, senatus mala bestia se ha convertido en un lugar común.¿Qué significa este proverbio y qué significado ha adquirido?Que una multitud de personas dominadas por los interesesinmediatos o movidos por la pasión suscitada por lasimpresiones del momento transmitidas acríticamente de boca enboca, se unifica en la peor decisión colectiva, en la decisión quecorresponde a los más bajos instintos bestiales. La observación esjusta y realista en lo que se refiere a las multitudes casuales,

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formadas como un «gentío bajo un cobertizo durante unaguacero», compuestas por hombres que no están ligados porvínculos de responsabilidad hacia otros hombres o grupos dehombres o hacia una realidad económica concreta, cuya ruinarepercuta desastrosamente en los individuos. Por esto se puededecir que en estas multitudes el individualismo no sólo no sesupera sino que se exaspera por la certidumbre de la impunidady de la irresponsabilidad.

Pero también es una observación común que una asamblea «bienordenada» de elementos levantiscos e indisciplinados se unificaen decisiones colectivas superiores al promedio individual: lacantidad se convierte en cualidad. Si no fuese así, sería imposibleel ejército, por ejemplo; serían imposibles los inauditos sacrificiosque grupos humanos bien disciplinados saben realizar endeterminadas ocasiones, cuando su sentido de responsabilidadsocial es fuertemente estimulado por el sentido inmediato delpeligro común y el futuro parece más importante que el presente.

Una asamblea en la plaza pública, por ejemplo, es distinta a unaasamblea en sala cerrada y a una asamblea sindical de categoríaprofesional, etc. Una reunión de oficíales de Estado Mayor serámuy diferente de una asamblea de soldados de un pelotón, etc.

Tendencia al conformismo en el mundo contemporáneo, másextendida y profunda que en el pasado: la estandarización delmodo de pensar y de actuar toma dimensiones nacionales eincluso continentales.

La base económica del hombre colectivo: grandes fábricas,tayiorización, racionalización, etc. Pero, en el pasado ¿existía o noel hombre colectivo? Existía bajo la forma de la dirección

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carismática, para decirlo con los términos de Michels: es decir, seobtenía una voluntad colectiva bajo el impulso y la sugestióninmediata de un «héroe», de un hombre representativo; pero estavoluntad colectiva se debía a factores extrínsecos y se componíay descomponía continuamente. El hombre- colectivo actual seforma, en cambio, de abajo a arriba, sobre la base de la posiciónocupada por la colectividad en el mundo de la producción: elhombre representativo todavía tiene una función en la formacióndel hombre- colectivo, pero muy inferior a la del pasado, hasta elpunto de que puede desaparecer sin que el cimiento colectivo secuartee y la construcción se derrumbe.

Se dice que «los científicos occidentales consideran que la psiquede la masa no es más que el resurgimiento de los antiguosinstintos de la horda primitiva y constituye, por tanto, unaregresión a fases culturales superadas desde hace tiempo»; estodebe referirse a la llamada «psicología de las multitudes», esdecir, de las multitudes casuales: la afirmación espseudocientífica y está ligada a la sociología positivista.

Sobre el «conformismo» social debe señalarse que la cuestión noes nueva y que la alarma lanzada por ciertos intelectuales esrealmente cómica. El conformismo siempre ha existido: se tratahoy de una lucha entre «dos conformismos», es decir, de unalucha de hegemonía, de una crisis de la sociedad civil. Los viejosdirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que seles hunde el terreno bajo los pies, se dan cuenta de que sus«prédicas» se han convertido precisamente en «prédicas», esdecir, en algo ajeno a la realidad, en pura forma sin contenido, enlarva sin espíritu; de aquí su desesperación y sus tendenciasreaccionarias y conservadoras: la forma particular de civilización,de cultura, de moralidad que ellos han representado se

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descompone y por esto proclaman la muerte de toda civilización,de toda cultura, de toda moralidad y piden al Estado que adoptemedidas represivas, y se constituyen en un grupo de resistenciaapartado del proceso histórico real, aumentando de este modo laduración de la crisis, porque el ocaso de un modo de vivir y depensar" no puede producirse sin crisis. Por otro lado, losrepresentantes del nuevo orden en gestación, por odio«racionalístico» contra lo viejo, difunden utopías y planesdescabellados. ¿Cuál es el punto de referencia para el nuevomundo en gestación? El mundo de la producción, el trabajo. Enla base de todos los análisis de las instituciones morales eintelectuales a crear y de los principios a difundir debe existir elmáximo utilitarismo: la vida colectiva e individual debeorganizarse con vistas al máximo rendimiento del aparatoproductivo. El desarrollo de las fuerzas económicas sobre lasnuevas bases y la instauración progresiva de la nueva estructuraresolverán las contradicciones que no pueden dejar de existir y,al crear un nuevo «conformismo» desde abajo, permitirán nuevasposibilidades de autodisciplina, es decir, de libertad inclusoindividual.

Centralismo orgánico, centralismo democrático, disciplina. ¿Cómodebe entenderse la disciplina si con esta palabra nos referimos auna relación continuada y permanente entre los gobernantes ylos gobernados, que realiza una voluntad colectiva? No debeentenderse, ciertamente, como una aceptación pasiva y supina deórdenes, como una ejecución mecánica de una consigna (lo cualpuede ser, sin embargo, necesario en determinadas ocasiones,como por ejemplo en medio de una acción ya decidida e iniciada)sino como una asimilación consciente y lúcida de las directrices arealizar. La disciplina no anula, pues, la personalidad en sentidoorgánico sino que limita únicamente el arbitrio y la impulsividad

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irresponsable, para no hablar de la fatua vanidad del que quieresobresalir. Si se reflexiona bien, se ve que ni siquiera el conceptode «predestinación», propio de algunas corrientes delcristianismo, anula el llamado «libre arbitrio» en el conceptocatólico, porque el individuo acepta «voluntariamente» lavoluntad divina (así plantea la cuestión Manzoni en laPentecoste), a la cual no puede oponerse, desde luego, perocolabora con ella con todas sus fuerzas morales. Por tanto, ladisciplina no anula la personalidad y la libertad: la cuestión de la«personalidad y libertad» no se plantea en relación con el hechode la disciplina sino en relación con el «origen del poder queordena la disciplina». Si este origen es «democrático», es decir, sila autoridad es una función técnica especializada y no un«arbitrio» o una imposición extrínseca y exterior, la disciplina esun elemento necesario de orden democrático, de libertad. Seráuna función técnica especializada cuando la autoridad se ejerceen un grupo socialmente (o nacionalmente) homogéneo; cuandola autoridad la ejerce un grupo sobre otro, la disciplina seráautónoma y libre para el primero, pero no para el segundo.

En caso de acción iniciada e incluso ya decidida (sin que hayatiempo para poner últimamente a discusión la decisión) ladisciplina puede parecer también extrínseca y autoritaria. Perootros elementos la justifican entonces. Es observación de sentidocomún que una decisión (orientación) parcialmente equivocadapuede causar menos daños que una desobediencia justificada conrazones generales, porque a los daños parciales de la orientaciónparcialmente equivocada se acumulan los de la desobediencia yde la duplicación de las directivas (esto ha ocurridofrecuentemente en la guerra, cuando ha habido generales que nohan obedecido órdenes parcialmente erróneas o peligrosas,provocando catástrofes peores y a menudo irremediables).

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Continuidad y tradición. Un aspecto de la cuestión a que noshemos referido en otro lugar, Diletantismo y disciplina,12 desde elpunto de vista del centro organizativo de un grupo, es el de la«continuidad» que tiende a crear una «tradición», entendidanaturalmente en sentido activo y no pasivo: como continuidad encontinuo desarrollo, pero «desarrollo orgánico». Este problemacontiene in nuce todo el «problema jurídico», es decir, eiproblema de asimilar todo el grupo a la fracción más avanzadade éste: es un problema de educación de las masas, de su«conformación» según las exigencias del objetivo a alcanzar. Éstaes, precisamente, la función del derecho en el Estado y en lasociedad; a través del «derecho», el Estado hace «homogéneo» elgrupo dominante y tiende a crear un conformismo social que seaútil a la línea de desarrollo del grupo dirigente. La actividadgeneral del derecho (que es más amplia que la actividadpuramente estatal y gubernamental y engloba incluso laactividad directiva de la sociedad civil en aquellas zonas que lostécnicos del derecho llaman de indiferencia jurídica, es decir, enla moralidad y en la costumbre en general) sirve paracomprender mejor, concretamente, el problema ético que es, en lapráctica, la correspondencia «espontánea y libremente aceptada»entre los actos y los principios admitidos por cada individuo,entre la conducta de cada persona y los fines que la sociedad seplantea como necesarios, correspondencia que es coactiva en laesfera del derecho positivo técnicamente entendido y esespontánea y libre (más estrictamente ética) en aquellas zonas enque la «coacción» no es estatal sino de opinión pública, deambiente moral, etcétera. La continuidad «jurídica» del centroorganizado no debe ser de tipo bizantino-napoleónico, es decir,según un código concebido como perpetuo, sino de tipo romano-anglosajón, cuya característica esencial consiste en el método,realista, siempre adaptado a la vida concreta, en perpetuo

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desarrollo. Esta continuidad orgánica exige un buen archivo,bien equipado y de fácil consulta, en el que toda la actividadpasada se puede encontrar y «criticar» fácilmente. Lasmanifestaciones más importantes de esta actividad no son tantolas «decisiones orgánicas» cuanto las circulares explicativas yrazonadas (educativas).

Existe el peligro de «burocratizarse», es verdad; pero todacontinuidad orgánica presenta este peligro y debe vigilarse.Mayor es todavía, el peligro de la discontinuidad, de laimprovisación. El órgano tiene que ser el «Boletín», con tressecciones: a) artículos que tracen las directrices; b) decisiones ycirculares; c) crítica del pasado, es decir, comparación continuadel presente con el pasado para mostrar las diferencias y lasprecisiones y para justificarlas críticamente.

Grandes ambiciones y pequeñas ambiciones. ¿Puede existir política,es decir, historia en acto, sin ambición? La «ambición» haasumido un significado peyorativo y despreciable por dosrazones principales: a) porque se ha confundido la ambición(grande) con las pequeñas ambiciones; b) porque la ambición hallevado demasiado a menudo al más bajo oportunismo, a latraición de los viejos principios y de las viejas formacionessociales que habían dado al ambicioso las condiciones para pasara un servicio más lucrativo y de más rápido rendimiento. En elfondo, este segundo motivo puede reducirse al primero: se tratade pequeñas ambiciones, porque tienen prisa y no quieren tenerque superar dificultades demasiado grandes o correr peligrosdemasiado grandes.

Una de las características de todo jefe es la de ser ambicioso, esdecir, la de aspirar con todas sus fuerzas al ejercicio del poder

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estatal. Un jefe no ambicioso no es un jefe, es un elementopeligroso para sus seguidores: es un inepto o un bellaco.Recuérdese la afirmación de Arturo Vella: «Nuestro partido noserá nunca un partido de gobierno», es decir, siempre será unpartido de oposición. Pero ¿qué significa esto de proponersepermanecer siempre en la oposición? Significa preparar lospeores desastres porque si estar en la oposición es cómodo paralos oponentes no es «cómodo» (según las fuerzas de la oposicióny su carácter, naturalmente) para los dirigentes del gobierno, loscuales deberán plantearse, al llegar a un cierto punto, elproblema de destruir, al llegar la oposición. La gran ambición,además de ser necesaria para la lucha, no es ni mucho menosdespreciable desde el punto de vista moral; al contrario: tododepende de si el «ambicioso» se eleva después de haber hecho eldesierto a su alrededor o si su elevación se condicionaconscientemente a la elevación de todo un estrato social y de si elambicioso ve precisamente su propia elevación como unelemento de la elevación general.

Habitualmente, las pequeñas ambiciones (del individuoparticular) luchan contra la gran ambición (inseparable del biencolectivo). Estas observaciones sobre la ambición se pueden ydeben relacionar con otras sobre la llamada demagogia.«Demagogia» quiere decir muchas cosas: en sentido peyorativosignifica utilizar las masas populares, sus pasiones sabiamenteexcitadas y alimentadas, para los propios fines particulares, paralas pequeñas ambiciones propias (el parlamentarismo y eleleccionismo ofrecen un terreno propicio para esta formaparticular de demagogia, que culmina en el cesarismo y en elbonapartismo con sus regímenes plebiscitarios). Pero si el jefe noconsidera las masas humanas como un instrumento servil, buenopara alcanzar sus propios objetivos y para arrojar a la cuneta una

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vez alcanzados, sino que tiende a alcanzar objetivos políticosorgánicos de los que estas masas son el necesario protagonistahistórico, si el jefe lleva a cabo una obra «constituyente»constructiva, se tiene, entonces, una «demagogia» superior; lasmasas no pueden dejar de ser ayudadas a elevarse con laelevación de individuos aislados y de estratos «culturales»enteros. El «demagogo» en sentido peyorativo se presenta comoinsustituible, crea el desierto a su alrededor, destruye y eliminasistemáticamente los posibles concurrentes, quiere entrar enrelación con las masas directamente (plebiscito, etc.; granoratoria, efectos teatrales, aparato coreográfico fantasmagórico:se trata de lo ^ae Michels ha llamado el «jefe carismático»). El jefepolítico de gran ambición, en cambio, tiende a suscitar un estratointermedio entre él y la masa, a suscitar posibles «concurrentes»e iguales, a elevar el nivel de capacidad de las masas, a crearelementos que puedan sustituirle en la función de jefe. Piensa deacuerdo con los intereses de la masa y éstas quieren que unaparato de conquista y de dominio no se derrumbe por la muerteo la incapacidad del jefe único, precipitando nuevamente a lamasa en el caos y en la impotencia primitiva. Si es cierto que todopartido es partido de una sola clase, el jefe debe apoyarse en éstay formar con ella un estado mayor y toda una jerarquía; si el jefees de origen «carismático» debe renegar de su origen y laborarpara hacer orgánica la función de dirección: orgánica y con loscaracteres de permanencia y de continuidad.

Estado y partidos. La función hegemónica o de dirección políticade los partidos se puede valorar por el desarrollo de la vidainterna de los partidos mismos. Si el Estado representa la fuerzacoercitiva y punitiva de reglamentación jurídica de un país, lospartidos —que representan la adhesión espontánea de una élite aesta reglamentación, considerada como el tipo de convivencia

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colectiva para el que debe educarse toda la masa— debenmostrar en su vida interna particular que han asimilado comoprincipios de conducta moral las reglas que constituyen en elEstado obligaciones legales. En los partidos la necesidad se haconvertido ya en libertad y a esto se debe el grandísimo valorpolítico (es decir, de dirección política) de la disciplina interna deun partido y, por tanto, el valor de criterio que tiene estadisciplina para valorar la fuerza de expansión de los diversospartidos. Desde este punto de vista, los partidos se puedenconsiderar como escuelas de la vida estatal. Elementos de vida delos partidos: carácter (resistencia a los impulsos de las culturassuperadas), honor (voluntad intrépida en el sostenimiento delnuevo tipo de cultura y de vida), dignidad (conciencia de actuaren función de un fin superior), etc.

Manifestaciones de sectarismo. Una de las manifestaciones mástípicas del pensamiento sectario (pensamiento sectario es aquelque impide ver que el partido político no sólo es la organizacióntécnica del partido en sí sino todo el bloque social del que elpartido es guía porque es su expresión necesaria) es la de creerque siempre se pueden hacer determinadas cosas inclusodespués de haber cambiado la «situación político-militar».Fulano lanza un grito y todos aplauden y se entusiasman: al díasiguiente la misma gente que ha aplaudido y se ha entusiasmadoal oír lanzar el grito, finge que no oye nada, se esquiva, etc.; altercer día, la misma gente reprende a Fulano, le humilla y llegaincluso a golpearle y a denunciarle. Fulano no comprende nada;pero Mengano, que ha dado órdenes a Fulano, le reprocha queno ha gritado bien o le acusa de ser un villano o un inepto, etc.Mengano está convencido de que el grito, elaborado por suexcelentísima capacidad teórica, tiene que entusiasmar yarrastrar siempre, porque los miembros de su camarilla siempre

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fingen que se entusiasman, etc. Sería interesante describir elestado de ánimo de estupor e incluso de indignación del primerfrancés que vio rebelarse al pueblo siciliano de las Vísperas.

Paso de la guerra de maniobra (y del ataque frontal) a la guerra deposiciones, también en el terreno político. Ésta es, a mi parecer, lacuestión de teoría política más importante que ha planteado elperíodo de postguerra, y la más difícil de resolver justamente. Serelaciona con las cuestiones planteadas por Bronstein1» que, deun modo u otro, se puede considerar el teórico político delataque frontal en un período en que éste sólo es causa de derrota.En el ámbito de la ciencia política este paso se relaciona sóloindirectamente (mediatamente) con el ocurrido en el ámbitomilitar, aunque existe indudablemente una relación, una relaciónesencial. La guerra de posiciones exige enormes sacrificios aimponentes masas de la población; por esto se requiere unaconcentración inaudita de la hegemonía y, por tanto, una formade gobierno más «intervencionista», que tome más abiertamentela ofensiva contra los adversarios y organice permanentemente la«imposibilidad» de la disgregación interna: controles de todotipo, políticos, administrativos, etc. reforzamiento de las«posiciones» hegemónicas del grupo dominante, etc. Todo estoindica que se ha entrado en una fase culminante de la situaciónpolítico-histórica, porque en la política, cuando se gana la«guerra de posiciones» se decide definitivamente. Es decir, en lapolítica subsiste la guerra de movimiento hasta que se trata deconquistar posiciones no decisivas y, por consiguiente, no sonmovilizables todos los recursos de la hegemonía del Estado; perocuando por una razón u otra estas posiciones han perdido suvalor y sólo tienen importancia las decisivas, se pasa a la guerrade asedio, dura, difícil, en la que se requieren cualidadesexcepcionales de paciencia y del espíritu inventivo. En la política

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el asedio es recíproco, pese a las apariencias, y sólo el hecho deque el dominante tenga que apelar a todos sus recursosdemuestra el caso que hace del adversario.

«Una resistencia que se prolonga demasiado en una plazaasediada es desmoralizadora por sí misma. Implica sufrimientos,fatigas, privaciones de reposo, enfermedades y la presenciacontinua no ya del peligro agudo que templa los ánimos sino delpeligro crónico que abate» (Carlos Marx, La cuestión oriental,artículo del 14 de septiembre de 1855).14

Política y arte militar. Táctica de las grandes masas y tácticainmediata de pequeños grupos. Entra en la discusión sobre laguerra de posiciones y la de movimiento, en la medida en que serefleja en la psicología de los grandes jefes (estrategas) y de lossubalternos. Es también (si así puede decirse) el punto deconexión entre la estrategia y la táctica, tanto en la política comoen el arte militar. Los individuos aislados (aunque sea comocomponentes de vastas masas) son llevados a concebir la guerrainstintivamente, como «guerra de guerrillas» o «guerragaribaldina» (que es un aspecto superior de la «guerra deguerrillas»). En la política el error se debe a una comprensióninexacta de lo que es el Estado (en el significado integral:dictadura más hegemonía); en la guerra hay un error parecidotransportado al campo enemigo (incomprensión no sólo delpropio Estado sino también del Estado enemigo). En uno y otrocaso, el error va ligado al particularismo individual, demunicipio, de región, que hace infravalorar el adversario y suorganización de lucha.

El trabajador colectivo. En la exposición crítica de losacontecimientos que siguieron a la guerra y a los intentos

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constitucionales (orgánicos) de salir del estado de desorden y dedispersión de las fuerzas, se debe mostrar cómo el movimientopor la valorización de la fábrica,15 en oposición a (o mejor, almargen de) la organización profesional correspondíaperfectamente al análisis que se hace del desarrollo del sistemafabril en el primer volumen de la Crítica de la economía política.19

Los presupuestos del movimiento de fábrica que tiende a hacer«subjetivo» lo que ya existe «objetivamente» son que unadivisión del trabajo cada vez más perfecta reduce objetivamentela posición del trabajador en la fábrica a movimientos de detallecada vez más «analíticos», de modo que al trabajador individualle escapa la

complejidad de la obra común y en su conciencia se deprecia supropia contribución hasta parecer sustituible en cualquiermomento; que, al mismo tiempo, el trabajo concertado y bienordenado da una mayor productividad «social» y que el conjuntodel personal de una fábrica debe concebirse como un «trabajadorcolectivo». ¿Qué quiere decir en este caso «objetivo»? Para eltrabajador individual «objetivo» es el encuentro de las exigenciasdel desarrollo técnico con los intereses de la clase dominante.Pero este encuentro, esta unidad entre el desarrollo técnico y losintereses de la clase dominante no es más que una fase deldesarrollo industrial y se debe concebir como algo transitorio. Elnexo puede escindirse; la exigencia técnica se puede pensarconcretamente no sólo separada de los intereses de la clasedominante sino también unida a los intereses de la clase todavíasubalterna. Que esta «escisión» y esta nueva síntesis estánhistóricamente maduras lo demuestra perentoriamente el hechomismo de que la clase subalterna comprenda este proceso;precisamente por esto dicha clase ya no es subalterna, o sea queda muestras de que tiende a salir de su condición subordinada.

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El «trabajador colectivo» comprende que lo es y no sólo en cadafábrica concreta sino en esferas más amplias de la división deltrabajo nacional e internacional, y manifiesta externa ypolíticamente esta conciencia adquirida en los organismos querepresentan la fábrica como productora de objetos reales y no debeneficios.

Sobre la verdad, o sea, sobre el decir la verdad en política. Es opiniónmuy extendida en algunos ambientes (y esta difusión es un signode la estatura política y cultural de dichos ambientes) que en elarte político es esencial mentir, saber ocultar astutamente laspropias opiniones, los verdaderos fines a que se tiende, saberhacer creer lo contrario de lo que se quiere realmente, etcétera. Laopinión está tan arraigada y extendida que nadie cree que se digala verdad. En el extranjero se considera a los italianos, en general,como maestros en el arte de la simulación, etc. Recuérdese laanécdota hebrea: «¿Adonde vas? —pregunta Isaac a Benjamín.

"A Cracovia" —responde Benjamín. "¡Embustero! Dices que vas aCracovia para que yo crea que vas a Lemberg. Pero sé muy bienque vas a Cracovia. ¿Qué necesidad tienes, pues, de mentir?"» Enpolítica se podrá hablar de reserva, no de mentira en el sentidomezquino que muchos piensan: en la política de masas decir laverdad es una necesidad política precisamente.

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Primera Parte

NOTAS CRITICAS SOBRE UN INTENTO DE «ENSAYOPOPULAR DE SOCIOLOGIA»

1. Se trata del libro de N. BUJARIN, La teoría del materialismohistórico. Manual popular de sociología marxista, publicado enMoscú por primera vez en 1921. Existe una traducción francesa(1927), hecha sobre la cuarta edición rusa. Gramsci utilizó,probablemente esta traducción (N. BUJARIN, La théorie dumatérialisme bis tonque. Manuel populaire de sociologiemarxiste, traduction de la 4¿me. édition suivie d'une note sur la«Position du probléme du matérialisme historique», Bibliothéquemarxiste, num. 3. Éditions Sociales Internationales, 3 rué Valette,París.) (Nota de los editores italianos.) (Recientemente se hapublicado una nueva edición de esta traducción francesa. La haeditado, con el mismo título, Éditions Anthropos, París, 1967.)(N. del T.).

2. «No hay más que un sólo movimiento de espiritualización,trátese de las matemáticas como de la física, de la biología, de lafilosofía y de la moral: es el esfuerzo con que el espíritu se liberadel sentido común y de su metafísica espontánea que concibe unmundo de cosas sensibles reales y el hombre en medio de estemundo.» Obras de Léon BRUNSCHVICG: Les (tapes de laphilosophie mathématique, L'expírience humaine et lacausalité physique, Le progrés de la conscience dans laphilosophie occidental, La connaissance de soi.

3. El no haber planteado con exactitud la cuestión de lo que es la«teoría» ha impedido plantear la cuestión de lo que es la religión

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y formular un juicio histórico realista de las filosofías del pasado,todas ellas presentadas como un delirio y una locura.

4. La Iglesia (a través de los jesuítas y, especialmente, de losneoescolásticos: Universidad de Lovaina y Universidad delSagrado Corazón de Milán) ha intentado absorber el positivismoy utiliza este razonamiento para ridiculizar a los idealistas antelas multitudes: «Los idealistas son los que creen que estecampanario existe - solamente porque tú lo piensas; si tú no lopensases, el campanario dejaría de existir.»

5. Cf: TOLSTOI, Racconti autobiografici, vol. I (Infanzia -Adolescenta, ed. Slavia, Turín, 1930), p. 232 (cap. XIX de laAdolescenza, titulado precisamente L'Adolescenza)-. «Peroninguna corriente filosófica me fascinó tanto como elescepticismo, que en ciertos momentos me llevó a un estadopróximo a la locura. Imaginaba que fuera de mí no existía nadieni nada en todo el mundo, que los objetos no eran objetos sinoimágenes, que sólo se me aparecían cuando fijaba en ellas miatención y que en cuanto dejaba de pensar en ellas las imágenesse desvanecían inmediatamente. En una palabra: estaba deacuerdo con Schelling en que no existen los objetos sino nuestrarelación con ellos. Había momentos en que bajo la influencia deesta idea fija llegaba a rozar la locura, hasta el punto devolverme de golpe con la esperarla de sorprender el vacío (lenéant) allí donde yo no estaba.» Además del ejemplo de Tolstoi,recuérdese la forma chistosa con que un periodista presentaba alfilósofo «profesional o tradicional» «presentado por Croce en elcapítulo «II filosofo»), sentado desde hace años ante su mesa,mirando y remirando el tintero y preguntándose: «Este tintero,¿está dentro de mí o fuera de mil»

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6. Puede encontrarse una referencia a una interpretación algomás realista del subjetivismo en la filosofía clásica alemana enuna recensión de G. De Ruggiero de los escritos postumos (de lascartas, me parece) de B. Constant, publicados en la «Crítica» hacealgunos años. [ Journal intime et lettres i sa famille de B.Constant, la recensión se publicó en «Critica» el 20 de enero de1929. (Nota de los editores italianos).]

7. En la memoria presentada al Congreso de Londres el autor delEnsayo popular se refiere a la acusación de misticismo,atribuyéndola a Sombart y rechazándola con desprecio: Sombartla tomó indudablemente de Croce.

8. Bertrand RUSSELL, I Problemi della Filosofía, traducciónitaliana, núm. 5 de la Collezione Scientifica Sonzogno.

9. Se cuenta la anécdota de un burguesote francés que en sutarjeta de visita había hecho imprimir el título de«contemporáneo»: creía no ser nada y un día descubrió que eraalgo: un «contemporáneo».

10. Sobre esta cuestión, habrá que volver a ver lo que escribeAntonio Labriola en sus ensayos.

11. Sobre este tema, véase G. BOFFITO, Gli instrumenti dellascienza e la scienza deglí strumenti, Librería InternazionaleSeeber, Florencia, 1929.

12. La parte más substancial de este célebre prefacio se hapublicado recientemente en castellano. Véase, Karl MARX, Teoríaeconómica, Ed. Península, Barcelona, 1967, pp. 29-31 y K. MARX,

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Sociología y filosofía social, Ed. Península, 1967, pp. 71-73. (N.del T.)

13. Loria ha escrito un ensayo brillantísimo y merecedor de famasobre las virtudes maravillosas del instrumento técnico en elartículo L'influenza sociale dell'aeroplano, publicado en«Rassegna Contemporánea» del duque de Cesaró en un númerode 1912.

14. «Materialismo histórico.» (Nota de los editores italianos.)

15. La teoría atómica serviría para explicar el hombre biológico

como agregado de cuerpos diversos y para explicar la sociedadde los hombres. ¡Esto sí que es una teoría comprehensiva!

16. De las Xenie de Goethe: «El Teleólogo: Adoramos el buenCreador del mundo, que cuando inventó el corcho inventótambién el tapón» (trad. por B. Croce en el volumen Goethe, p.262). Croce añade la siguiente nota: «Contra el finalismoextrínseco, de aceptación general en el siglo xvm, que Kant habíacriticado hacía poco sustituyéndolo por un concepto másprofundo de la finalidad.» En otro lugar y en forma distintaGoethe repite este tema y dice que lo ha tomado de Kant: «Kantes el más eminente de los filósofos modernos, el filósofo cuyasdoctrinas han influido más en mi cultura. Comparto con Kant ladistinción entre el sujeto y el objeto y el principio científico deque todas las cosas existen y se desarrollan por una razón propiae intrínseca (que el corcho, para decirlo proverbialmente, no nacepara servir de tapón a todas nuestras botellas); por esto me heaplicado mucho al estudio de su filosofía.» ¿No se podríadescubrir una raíz ideológica en la concepción de una «misión

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histórica»? En muchos casos, esta concepción adquiere unsignificado equívoco y místico. Pero en otros casos tiene unsignificado que, según el concepto kantiano de la teleología,puede ser sostenido y justificado por la filosofía de la praxis.

SEGUNDA PARTE EL PRINCIPE MODERNO

1. Habrá que investigar si en los escritores políticos anteriores aMaquiavelo existen figuras como la del Príncipe. Incluso laconclusión de II Principe está ligada a este carácter «mítico» dellibro: después de haber delineado el condottiero ideal,Maquiavelo, en un párrafo de gran eficacia artística, invoca elcondottiero real que lo personifica históricamente; estainvocación apasionada se refleja en todo el libro confiriéndoleprecisamente el carácter dramático. En los Prolegomeni de L.Russo se dice que Maquiavelo es el artista de la política e inclusose encuentra una vez la expresión «mito», pero no precisamenteen el sentido más arriba indicado.

2. Aquí se podría señalar una contradicción implícita entre elmodo en que Croce plantea su problema de historia yantihistoria y otros modos de pensar de Croce: su aversión a los«partidos políticos» y su manera de plantear la cuestión de la«previsibilidad» de los hechos sociales (cf. Conversazionicritiche, primera serie, pp. 150-152, recensión del libro deLudovico LIMENTANI, La previsione dei fatti sociali, Turín,Bocea, 1907): si los hechos sociales son imprevisibles y elconcepto mismo de previsión es una mera palabra, lo irracionaltiene que dominar forzosamente y toda organización de hombreses antihistórica, es un «prejuicio»: no queda otra solución queresolver caso por caso y con criterios inmediatos los problemasprácticos concretos que plantea el desarrollo histórico (C/. el

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artículo de CROCE, II partido come giudizio e come pregiudizioen Cultura e vita' morale) y la única vía posible es el

oportunismo.

3. Además del modelo ejemplar de las grandes monarquíasabsolutas de Francia y España lo que impulsó a Maquiavelo aadoptar su concepción política fue la necesidad de un Estadounitario italiano, por el recuerdo del pasado de Roma. Debeseñalarse, sin embargo, que no por esto se debe confundir aMaquiavelo con la tradición Iiterario-retórica. Primero porqueeste elemento no es exclusivo y ni siquiera dominante y lanecesidad de un gran .Estado nacional no se deduce de él;segundo, porque la referencia a Roma es menos abstracta de loque parece, si se sitúa exactamente en el clima del Humanismo ydel Renacimiento. En el libro VII de L'arle della guerra se lee:«Esta provincia (Italia) parece nacida para resucitar las cosasmuertas, como se ha visto en la poesía, en la pintura y en laescultura»; ¿por qué no volverá, pues, a encontrar 1a virtudmilitar?, etc. Sería conveniente reagrupar todas las referencias deeste tipo para establecer su carácter exacto.

4. Obras de BODIN: Methodus ad facilem historiarumfognitionem (1566), donde se indica la influencia del clima en laforma de los stados, sugiere una idea del progreso, etc.; LaRépublique (1576), donde formula las opiniones del tercerestado sobre la monarquía absoluta y sobre las relaciones con elpueblo; Heptaplomeres (inédito hasta la época moderna) en elque compara todas las religiones y las justifica como expresionesdiversas de la religión natural, la única razonable, y todasigualmente dignas de respeto y de tolerancia.

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5. Recuérdese el estudio de Antonio PANELLA sobre losAntimachia- vellici publicado en el «Marzocco» de 1927 (¿otambién de 1926?, en once artículos): ver cómo se juzga en él aBodin en comparación con Maquiavelo y cómo se plantea engeneral el problema del antimaquiavelismo. (Los tres primerosartículos se publicaron en 1926; los demás en 1927. Nota de loseditores italianos.)

6. ¿Habría sido posible el mismo Rousseau sin la culturafisiocrática? No me parece justo afirmar que los fisiócratasrepresentaron meros intereses agrícolas y que sólo con laeconomía clásica se afirmaron los intereses del capitalismourbano. Los fisiócratas representaron la ruptura con elmercantilismo y con el régimen de las corporaciones y son unafase para llegar a la economía clásica, pero me parece queprecisamente por esto representan una sociedad futura muchomás compleja que la sociedad contra la cual combaten e inclusoque la que resulta inmediatamente de sus afirmaciones: sulenguaje está demasiado ligado a la época y expresa el contrasteinmediato entre la ciudad y el campo, pero deja prever unaextensión del capitalismo a la agricultura. La fórmula del«dejad hacer, dejad pasar», es decir, de la libertad industrial yde iniciativa no está ligada ciertamente a intereses agrarios.

7. Cf. «Riforma sociale» de julio-agosto de 1918, p. 415. (Notade los editores italianos,)

8 Véase la afirmación exacta: La miseria de la filosofía es unmomento esencial de la formación de la filosofía de la praxis; sepuede considerarse como el desarrollo de las Tesis sobreFeuerbacb; La sagrada familia, en cambio, es una faseintermedia, indistinta y de origen ocasional, como se puede ver

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por los párrafos dedicados a Proudhon y especialmente almaterialismo francés. El fragmentó sobre el materialismo francéses ante todo un capítulo de historia de la cultura y no unfragmento teórico, como se interpreta a menudo; y cabe decir quecomo historia de !a cultura es admirable. Recuérdese laobservación de que la crítica contenida en La miseria de lafilosofía contra Proudhon y su interpretación de la dialécticahegeliana se puede extender también a Gioberti y al hegelismode los liberales moderados italianos en general. El paralelismoProudhon-Gioberti puede ser interesante y fecundo, pese a querepresenten fases histórico-políticas no homogéneas y quizá poresto, precisamente.

9. Se refiere a las cartas de F. Engels a J. Bloch (21-22 deseptiembre de 1890) y a K. Schmidt (27 de octubre de 1890).Existe una versión española dé estas cartas en K. MARX-F.ENGELS, Obras escogidas en dos tomos, Ediciones en LenguasExtranjeras, Moscú, s. f., vol. II, pp. 520-522 y 523-529. (N. delT.)

10. Véase A. GRAMSCI, II materialismo storico e la filosofía di B.Croce, Ed. Einaudi, Turín, 1948, 1.' ed. (Nota de los editoresitalianos.) (Las partes II, III y IV de la presente antologíaproceden, precisamente, de la citada obra.) (N. del T.)

11. Véase, por ejemplo, la ya citada carta de F. Engels a E. Blochde 21-22 de septiembre de 1890. (N. del T.)

12. El 18 Brumario de Luis Napoleón, de MARX. (Nota de loseditores italianos.)

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13. Véase A. GRAMSCI, Note sul Macbiavelli, sulla política esullo Stato moderno, Einaudi, Turín, 1.* edición, 1949, pp. 141,167 y ss. (Nota de los editores italianos y del traductor.)

14. En los artículos publicados por G. VOLPE en «II Corriere dellaSera» de 22 y 23 de marzo de 1932 se encuentra uno que hacereferencia a este elemento internacional «represivo» de lasenergías internas.

15. «Ninguna formación social desaparece antes de habersedesarrollado todas las fuerzas productivas que caben en su senoy nunca aparecen nuevas y más elevadas relaciones deproducción antes de que hayan madurado en el seno de lasociedad antigua las condiciones materiales de su existencia. Poresto la humanidad se propone siempre únicamente los objetivosque puede alcanzar pues, bien miradas las cosas, estos objetivossólo aparecen cuando ya existen o, por lo menos, se estángestando las condiciones materiales de su realización» (MARX,prefacio a Contribución a la crítica de la economía política).

16. El hecho de no haber considerado el momento inmediato dela «correlación de fuerzas» está ligado a los residuos de laconcepción liberal vulgar, de la cusí el sisdicaliemo es unamanifestación que creía ser más avanzada cuando daba, enrealidad, un paso hacia atrás. De hecho, la concepción liberalvulgar, al dar importancia a la correlación de las fuerzas políticasorganizadas en diversas formas de partido (lectores deperiódicos, elecciones parlamentarias y locales, organizacionesde masas de los partidos y de los sindicatos en sentido estricto)era más avanzada que el sindicalismo, que daba una importanciaprimordial a la relación fundamental económico-social y sólo aésta. La concepción liberal vulgar también tenía en cuenta

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implícitamente esta relación (como lo demuestran tantossíntomas), pero insistía más en la correlación de las fuerzaspolíticas, que era una expresión de la otra y en realidad lacontenía. Estos residuos de la concepción liberal vulgar sepueden observar en una serie de estudios que se dicen ligados ala filosofía de la praxis y que han dado lugar a formas infantilesde optimismo y de tontería.

17. El término de revolución permanente es utilizado aquí porGramsci para indicar que Trotski dio una interpretación errónea(es decir, en el sentido de revolución política realizada por unaminoría sin el apoyo de las grandes masas) a esta fórmula deMarx. Por esto el autor la pone entre comillas. (Nota de loseditores italianos.)

18. Cf. La Révolutiun <rvt(aise de A. MATHIEZ en la colección A.Colín.

19. La religión, por ejemplo, ha sido una fuente de estascombinaciones ideológico-políticas nacionales e internacionales ycon ella las demás formaciones internacionales, la masonería, elRotary Club, los hebreos, la diplomacia de carrera, que sugierenexpedientes políticos de distinto origen histórico y los hacentriunfar en determinados países, funcionando como partidopolítico internacional que opera en cada nación con todas susfuerzas internacionales concentradas; una religión, la masonería,el Rotary Club, los hebreos, etc. pueden englobarse en lacategoría social de los «intelectuales», cuya función a escalainternacional es la de medir entre los extremos, de «socializar»los descubrimientos técnicos que hacen funcionar todas lasactividades de dirección, de excogitar compromisos y vías desalida entre las soluciones extremas.

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20. Cf. El. 18 Brumario de Luis Napoleón.

21. En la actividad ideológica <le los intelectuales conservadores,de derecha, se puede ver un reflejo de este grupo. El libro deGaetano MOSCA, Teórica dei governi e governo parlamentare(segunda edición de 1925, primera edición de 1883) es ejemplar alrespecto; desde 1883, a Mosca le aterrorizaba la perspectiva de unposible contacto entre la ciudad y el campo. Por su posicióndefensiva (de contraataque) Mosca comprendía en 1883 la técnicade la política de las clases subalternas mejor que losrepresentantes de estas fuerzas subalternas (incluso las urbanas)no sólo en aquel momento sino también algunas décadas mástarde.

22. A propósito de la «capa militar» et interesante lo que escribe

T. TiTTONt en Ricordi personali di política interna, «NuovaAntología» 1-16 abril de 1929. Tittoni cuenta que le hizo meditarel hecho de que para reunir la fuerza pública necesaria parahacer frente a los tumultos que habían estallado en una localidadhubiese que desguarnecer otras regiones: durante la semana tojade junio de 1914, para reprimir los motines de Ancona se hablatenido que desguarnecer Ravena, donde el prefecto, privado dela fuerza pública, había tenido que encerrarse en la prefecturaabandonando la ciudad a los revoltosos. «Muchas veces mepregunté qué habría podido hacer el gobierno si hubieseestallado al mismo tiempo un movimiento de revuelta en toda lapenínsula.» Tittoni propuso al gobierno el enrolamiento de los«voluntarios del orden», ex combatientes encuadrados poroficiales retirados. El proyecto de Tittoni pareció digno deconsideración, pero no se llevó a la práctica.

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23. Véase la nota 17 de esta misma parte. (Nota de los editoresitalianos y del traductor.)

24. Hemos traducido la palabra ardilismo por escuadrismo y lapalabra arditi por escuadras o grupos de asalto. En efecto, losarditi eran formaciones de combatientes escogidos, generalmentevoluntarios, que luchaban junto a las fuerzas regulares como unaverdadera vanguardia de éstas en las misiones especialmentepeligrosas. (N. del T.)

25. Rosa LUXEMBURG, LO sciopero generóle. II partito e isindicati. Societá Editrice «Avanti!», Milán, 1919. (Nota de loseditores italianos.) (Recientemente se ha publicado una nuevaedición de esta obra en Rosa LUXEMBURG, Scritti politici, con unprefacio de Lelio Basso, Editori Riuniti, Roma, 1967. Véase pp.283-368.) (N. del T.)

26. P. KRASNOV, Dall'aquila imperiale alia bandiera rossa,Florencia, Salani, 1928. (Nota de los editores italianos.)

27. La teoría de Trotski de la «revolución permanente». (Nota delos editores italianos.)

28. En Rusia. (Nota de los editores italianos.)

29. Habrá que ver la literatura política sobre 1848 publicada porestudiosos de la filosofía de la praxis, pero no parece que sepueda esperar mucho en este sentido. Los acontecimientositalianos, por ejemplo, sólo fueron examinados con la guía de loslibros de Bolton King, etc.

30. Maffeo PANTALEONI, Principi di economía pura, Milán, 1931,párrafo 5, p. 112. (Nota de los editores italianos.)

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31. Bujarin. (Nota de los editores italianos.) (La crítica de estaobra constituye la parte IV de la presente antología. (N. del T.)

32. A propósito del Ensayo popular y de su apéndice, Teoría ypráctica debe verse en «La Nuova Antología» del 16 de marzo de1933 la reseña filosófica de Armando Carlini, de la que resultaque la ecuación «Teoría : práctica = matemática pura : matemáticaaplicada» ha sido enunciada por un inglés (creo que fueWittaker).

33. Las formulaciones son muy numerosas, algunas mis felicesque la citada, que se debe a Mario de Silva y se ha publicado en«Critica Fascista» del 15 de agosto de 1932; pero el contenido essiempre el mismo.

34. Alusión al sistema soviético del control permanente de lo»elegidos por los electores. (Nota de los editores italianos.)

35. Estas observaciones se podrían desarrollar con más amplitudy organicidad, poniendo de relieve también otras diferenciasentre los diversos tipos de eleccionismo, según el cambio de lasrelaciones generales, sociales y políticas; relación entrefuncionarios elegidos y funcionarios de carrera, etc.

36. Véase en CROCE, Conversazioni critiche, serie IV, Barí, 1932,pp. 143-146. (Nota de los editores italianos.)

37. Cf. II realismo político di Francesco Guicciardini en«Nuova Rivista Storica», noviembre-diciembre, 1930.

38. BERGSON, L'évolutions créatrice, París, 1907, passim. (Notade los editores italianos.)

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Tercera Parte

NOTAS SOBRE LA POLITICA Y SOBRE EL ESTADOMODERNO

1. Giuseppe Bessarione: Josip Vissarionovich, es decir, Stalin.(Nota de los editores italianos.)

2. Marx. (N. del T.)

3. Lenin. (N. del T.)

4. Leone Davidovici: Lev Davidovich, es decir, Trotski. (Nota delos editores italianos.)

5. El bolchevismo. (Nota de los editores italianos.)

6. Los bolcheviques. (Nota de los editores italianos.)

7. Artículo reproducido en la «Rassegna della Stampa Estera»del

3-10 enero de 1933.

8. Citrá di Castello, Casa Ed. «II Soleo», p. 150.

9. "Ius» et «directum». Note sull'origine storica dell'idea didiritto, Bolonia, Stab. Tipogr. Riuniti, 1930.

10. Sobre esta serie de hechos véase como primer material laspublicaciones de Paul Louis y el Dizionario político de MauriceBLOCS; sobre la Revolución francesa véase especialmenteAULARD; véase también las notas de ANDLER al Manifiesto.

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Sobre Italia, el libro de Luzio, La massoneria e il Risorgimento,muy tendencioso.

11. Ed. Spes, París, 1930, 415 páginas.

12. Cf. Antonio GRAMSCI, Gli intellettuali e l'organizzazionedella cultura, Einaudi, Turín, 1949, pp. 139-141. (Nota de loseditores italianos.) (Traducción castellana en Antonio Gramsci,Cultura y literatura, Ed. Península, Barcelona, 1967, p. 91.) (N.del T.)

13. Trotski. (Nota da los editores italianos.)

14. Los artículos incluidos en La cuestión oriental son, enrealidad, obra de F. Engels, Éste los firmaba con el nombre deMarx para proporcionarle ayuda económica. La hija de Marx,Eleanor

Avelíng los atribuyó a su padre y los publicó con el nombre deéste. (N. del T.)

15. El movimiento de los consejos de fábrica, promovido por larevista «L'Ordine Nuovo». (Nota de los editores italianos.)

16. MARI, El Capital. (Nota de los editores italianos.)