despertar de pupilas rotas - libro media carta
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8/19/2019 Despertar de Pupilas Rotas - Libro Media Carta
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DESPERTAR DE
PUPILAS ROTAS
SAÚL GÓMEZ MANTILLA
2014
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A la memoria de Hernando Cruz
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Al brillar un relámpago nacemosy aun dura su fulgor cuando morimos;
¡tan corto es el vivir!
La Gloria y el Amor tras que corremossombras de un sueño son que perseguimos
¡despertar es morir!
Gustavo Adolfo Bécquer
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APARTAESTUDIO
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Arturo regresa a su hogar, si es quehogar se le puede llamar a un lugar habitado
por cosas, por el recuerdo que traen las cosas;
descarga en el estudio su maleta y extrae de
ella algunas páginas escritas a mano entre elafán de las clases y el autobús, aprovechando
los semáforos, los cambios del rojo al verdepara esbozar algunas ideas. Este lugar, su
refugio, donde las paredes anteriormente
blancas, hoy día rayadas con númerostelefónicos, nombres, correos electrónicos ydirecciones, hacen las veces de una agenda.
Anaqueles y estantes abarrotados de libros y
detrás de ellos, más libros, sin un orden
aparente; sin embargo, para su habitante, susolitario residente, existe allí un orden oculto,
casi mágico, que da cuenta de ciertosmomentos de su vida. Los libros están
organizados por recuerdos, por sucesos y
lugares.Como un pequeño ritual se dirige a la
cocina. Allí hay una cafetera que, desde la
mañana hasta la noche, tiene en su interior
reservas de café, durante el día esperapacientemente la llegada de su dueño, quien
la vaciará en la noche para dejar listo el café
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de la mañana; toma el último pocillo de labebida y abre la nevera, encuentra embutidos,
alimentos congelados, bebidas instantáneas,
alimentos que no requieran mayor cocción,
que no roben el tiempo a la introspección, a la
reconstrucción de una vida. El orden en eselugar es estricto, los pocos platos y vasos, así
como las ollas, se encuentran siempre limpias,organizadas, en este caso, por tamaños y
colores.
Luego de tomar café y preparar algode comer se dirige a su cuarto. La pequeña
habitación principal, con un viejo guardarropa
que en su interior alberga tonos oscuros querecorren entre pantalones, camisas, sacos y
chaquetas las variedades del gris al negro ylas diversas tonalidades del marrón. Una
cama doble, sin tender y vestida con sábanasque no concuerdan con las fundas de las
almohadas, soporta con serenidad todo el
peso de la soledad. Frente a ella, en unescritorio color wengue, un viejo televisor
conectado a un dvd, y sobre él un arrume de
películas que esperan ser vistas. Enciende eltelevisor, busca un canal que le hable del país,que muestre imágenes de lo que sucede en su
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país, por ello baja todo el volumen ycontempla rostros gesticulantes, eufóricos,
tristes; toma un libro y empieza a leer, busca
en él sus recuerdos, se busca entre las páginas
y entre los personajes de sus libros.
Antes de dormir se dirige al baño, lavasus dientes y durante algunos minutos se
contempla en el espejo; una barba de hacevarios días, desarreglada y con algunas canas
que le dan un aire de descuidado; el cabello ya
requiere ser cortado y los dientes muestrancontornos de placa y el efecto del tinto y el
cigarrillo. El baño tiene varias toallas
multicolores, el piso de un vivo color azul, laducha enchapada de naranja en las paredes y
con adornos de peces mariposa y pecespayaso, la poceta y el lavamanos de tonos
rojizos; dan cuenta de un espacio vivo, de unapersona alegre y dinámica, como diciendo que
quien habita en este lugar todavía puede ser
feliz. Lleva varios años viviendo en ese
apartaestudio y aún no se relaciona con los
vecinos, nada de reuniones y fiestas en surecinto, nada que perturbe el silencio que loaboca y que es interrumpido en las
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conversaciones cotidianas o en su trabajo. Haestipulado un horario de llegada y salida de
modo que no se cruce con los niños de las
rutas o con los ejecutivos que corren en busca
de un taxi. Por ello recurre siempre al
transporte público, ya que es un anónimoentre tanta gente, cada persona ensimismada
en sus asuntos, en sus problemas, volcadassobre sí mismas como una especie de barrera
para no mostrar la fragilidad que los habita.
Se considera un pasajero, un extranjero en suciudad, perdido en sus recuerdos.
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HECHIZO
Cómo imaginar que unas palabras,
escuchadas sin ser esperadas, con malaentonación y cortadas, pudiesen suscitar una
pasión. Acaso estas palabras, vueltas poema,
despertaron una inquietud, develaron unrumbo y una entrega. Cómo describir que de
pronto la música era una con el sentido delpoema, porque esos sonidos articulados, ese
lenguaje antes misterioso, ahora aparecíadesnudo, ya sin velo alguno; era comprensible
y admirable, hablaba a una sensibilidad,
exploraba un alma, de alguna manera ocurríaun nuevo nacimiento y el mundo era creado
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nuevamente, era visto por primera vez através de eso que el hombre ha llamado
poesía.
Una mañana, soleada y silenciosa,
caminando en círculos por el patio del colegio
entre almendrones y cujíes, los poemas deGustavo Adolfo Bécquer, sus golondrinas,
representaron un despertar, un asombro.Aquellas palabras, escritas ciento cincuenta
años atrás, definían a un adolescente, lo
parían nuevamente. Una voz en medio delbullicio del recreo, torpemente repetía unos
versos, monosilábicamente cada palabra era
pronunciada con su peso, como si susignificado fuese una caída, una forma de
atarse al mundo y de arrojarse fuera de éstepara ingresar a uno nuevo, habitado por las
palabras. Moviéndose al compás como un estúpidamáquina el corazón / la torpe inteligencia del
cerebro dormida en un rincón.
Este nuevo nacimiento, ocurrido porobra del azar, ¿pudo haberse retrasado o
adelantado? acaso era necesario estar bajo ese
cielo, una tarde de agosto con el vientofavorable para elevar cometas; era aquel unmomento dado, único, para que el asombro
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por el lenguaje, para que la invención llamadapoema, pudiese dialogar con la
incertidumbre, el miedo y los deseos de
aquellos años. Cómo describir la sorpresa, a
quién hablarle de ese suceso, imperceptible
para todos, pero único y tal vez irrepetible.Acaso era una dádiva o un castigo el
permanecer absorto tratando de descifrar loocurrido, el saberse de pronto arrojado a un
lugar aparentemente deshabitado, sin
compañía alguna que socorriese en esemomento de desconcierto.
Buscaría encontrarse en las palabras,
volcado a los libros esperaba verse reflejadoallí. En una pequeña habitación, inmerso en el
calor de la noche y el zumbido de losmosquitos, esperaba saberse acompañado,
comprendido en otro tiempo y en otro lugar.Pero, al siguiente día ya el milagro no tuvo
realización, en vano volvía a leer aquellos
versos, en vano recorría el mismo patio yrepetía cronológicamente las acciones del día
anterior. Pareciese que la armonía había
desaparecido, que ese momento de ensueño seperdía para siempre, que la cotidianaoscuridad tomaba su lugar y la rutina le
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impedía a la poesía apoderarse nuevamentede su espíritu, abarcar a un cuerpo e
inundarlo de luz. El alma que hablar puede conlos ojos, también puede besar con la mirada.
Desde entonces la noche sería
cómplice, y en un alejado cuarto seempezarían a gestar, como por arte de magia,
unos intentos de poemas. Plagados deingenuidad, esos textos intentarían poner en
claro una conmoción, invocar de alguna
manera un estado emocional. A falta de ideas,eran las vivencias diarias las que vendrían a
aparecer entre tachones y borradores; el
colegio, los ojos de una mujer, los sueños y lasfrustraciones por no ser el hijo amado, el
amigo incondicional, el leal hermano. Díasdespués se escuchaba el tecleo de una viejamáquina de escribir, de ella manaban papeles
convertidos en poema, que puestos uno sobre
otro iban haciendo parte de una carpeta, libro
se llamaría después, que contendría toda unaadolescencia en busca de ser afirmada. En
esos posibles poemas, aparecerían los miedos,
las angustias y sueños de quien hasta esemomento se sabía solo, pero ahora con la
compañía de las palabras era posible llegar a
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los ojos y buscar las palabras que confortan lavida, dónde huir del diario hastío si no existen
páginas a que volcarse en la madrugada, a
quién recurrir cuando se busca en las hojas de
un libro la explicación para los duros sucesos
del día. Por fortuna, una biblioteca pública enel centro de la ciudad, un viejo edificio
colonial que se imponía sobre los almacenes yel comercio fue una tabla de salvación. Allí en
la primera visita, como perdido entre estantes
y libros, recorriendo pasillos y salas queimponían su silencio, bajo la mirada dudosa
de funcionarios que ocultaban su tedio por la
lectura, ocurrió nuevamente el milagro. En lasección de poesía, en un desordenado anaquel
sin un orden supuesto para tristeza del señorDewey, con libros detrás de libros,
encuadernaciones desgastadas, polillas yrastros de mutilaciones, un nuevo libro sería
un despertar. Un pequeño objeto oscuro,
delgado y quebradizo, contenía algunospoemas, mutaciones, biografías imaginarias,
un pequeño tratado de retórica vendría a
llenar los sueños y las necesidades de poesía.Poemas extraños que utilizaban el hablacotidiana, que se mofaban de los poetas y
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dudaban de la poesía como una salvación;esos poemas vendrían a transformar el
mundo, a derruir lo construido, a barrer con
todo lo dicho y escrito.
En el asombro transcribió el libro en su
totalidad, no le importaba la forma, queríadescifrar ese bello y extraño lenguaje. Esas
páginas las atesoró y guardó en su maletín, lasleyó y releyó; llevado por la emoción
intentaría interpretarlos, buscaría el momento
ideal para que el aire, el sol, los planetas,permitiesen ese descubrimiento, para que el
mundo fuese cómplice y detonante de
aquellas palabras, de ese lenguaje cercano yoscuro que bullía dentro de sí. A cada nueva
lectura estas palabras, disonantes y musicalesparecían escritas para él, pensaba que como
una botella al mar, estos poemas tenían unmensaje oculto, que esperaban a un lector que
hiciese de ellos todo un hogar. Si me oyera, no
me permitiría que les contara a ustedes estas cosas, / aunque es posible que guardara un silencio teñido
de vacío, aunque es posible que abriera los ojos de
su sueño / y hablara de animales de fuego y dijera
que siente que en su boca está el mar de los
Sargazos.
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Luego, se le vería caminando, ido,repitiendo fragmentos de poemas, orando al
dios de las palabras, pidiendo que ese milagro
llamado poema habitase en él, que ese caos
representado en la escritura tuviese un orden,
que en la hoja en blanco las letras fuesenacomodándose, tomando forma, que con vida
propia plasmasen el día a día entre los libros,la nueva aventura que iniciaba entre los
versos. La casa se convirtió en una aventura,
se empezó a crear una biblioteca y los librosaparecían en la cocina, en la sala, el patio,
debían estar en cualquier lugar ya que esas
páginas guardaban secretos, esperaban a unlector. Por ello, durante el día tenía por oficio
la lectura, tomaba un libro y leía algunaspáginas, picaba un texto y otro, algunos
poemas acompañaban la tarde, como en unaceremonia que lo preparaba para la noche.
Sobre su cama, pequeñas hojas dobladas se
esparcían y allí entre palabras llegaba elsueño; al otro día se debía dar un orden a esos
textos y convertirlos en poema, debía obrar
como un arcano y darle vida a esa materiainerte que es el lenguaje.
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De la lectura a la escritura, esepequeño salto representaba todo un
despojarse, debía desaprender lo aprendido
en el colegio, abandonar las clases de
literatura que impartieron docentes sin
pasión, que hablaban de libros que no habíanleído, de un entusiasmo inexistente. Sabía que
la educación corría por su cuenta, que lossentidos debían estar prestos a descifrar el
mundo, a robar emociones, sensaciones; para
ello debía educar el oído, el tacto, la vista,debía disfrutar el día a día y encontrar lo
maravilloso dentro del tedio del existir. Y en
esta búsqueda pasó la primera temporada enel infierno, se convirtió en vidente de sí
mismo, en el augur de su propio destino. Entodo caso, él sabría que algo suyo mantendría
fluyendo / algo suyo que no podría recordar, dos o
tres instantes que tal vez, quién lo sabrá / todavía
no han llegado.
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EL AMIGO
De pronto apareció el amigo, en unatediosa clase de cálculo, entre números y
formulas, extraviados entre ingenieros yrespuestas exactas, perdidos los ojos se
encontraron y un comentario al aire, una
pregunta absurda fue una comunión. Alatardecer de ese caluroso día de marzo, en
una caseta afuera de la universidad,compartiendo un par de cervezas, la música ylos libros fueron uno solo. La risa y los
recuerdos, palabras que volaban al igual queel reloj, hacían de ese encuentro una extraña
fascinación. Aquella tarde hasta la ausencia
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del padre representaba una semejanza, losmiedos de la niñez, la lucha interna contra
dios y las contradicciones entre pensamiento y
acción sellaban una amistad. En sus ojos como
en sus palabras estaba la entrega, como una
espera que da término a las decisiones delazar, a dos puntos que ninguna carretera une,
en la que el común extravío y las decisionesequivocadas pusieron en contacto a dos almas
malogradas.
Luego sería el caminar, recorrían laciudad en horas de la noche, se sabían
frecuentados en las imágenes del cine, en el
alcohol y el vagabundear, como en labúsqueda de una angustia que no se podía
evadir. La distancia, los viajes y las vacacionesvendrían a hermanar aquellos recuerdos; en la
madrugada, de parque en parque vaciandobotellas de vino, abrazando mujeres y
cantando la música de los padres; se
declaraban abuelos, viejos para el mundo y lasobligaciones que se les imponían. Buscaban
errar, caer en la tentación, hacer del diálogo
un efímero encuentro con los recuerdos.Tenme despierto hasta las cinco sólo porque todas
tus estrellas han aparecido y no por ninguna otra
razón…
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Cada día aparecía el amigo, en cualquierlugar y hora, se daban los encuentros sin
planeación alguna. En un concierto, una
conferencias, en las marchas, siempre su
rostro y su bicicleta; una antigua bicicleta de
campo, de color oscuro, con su parrilla y susguardabarros, sobre ella llegaba anunciando
que esperaba a una mujer, su amor de un día,para ella tendría algunas frases, le leería
poemas y algunas páginas de sus libros
favoritos. Ambos sabían que esta mujeraliviaría sus penas por un tiempo, luego, al
abandonarla, dejaría un agujero más hondo en
su corazón y convocaría el llanto para lavarsea sí mismo y buscar una nueva entrega, otro
cuerpo al que arrojarse.Ya sin máscaras no quedaba otra cosa que
ser uno solo, como frente a un espejo semiraban a sí mismos, para cada uno, era otro
rostro, otro cuerpo, pero eran un reflejo
personal, aquellas palabras, discursos ycanciones sabidas de memoria, las opiniones
sobre la música y el cine eran similares, así
como el deseo de acariciar un cuerpo, de pasarla tarde con una bella mujer, de encontrar enla poesía una mirada, de ver en las palabras la
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búsqueda de sí mismo, de dejar todo ylargarse como en un sueño no realizado. Las
contradicciones que los envolvían y la pereza
como una acción ante el mundo, la
contemplación de lo bello como una forma de
vida y de ser, sumergidos en la música y en laliteratura como si la vida fuese una
proyección de veinticuatro imágenes porsegundo. Temeroso de pasiones sin una razón deaguas hondas, desconcertado y arisco, en la ciudad
donde el amor se llama con todos los nombres detodas las calles, de todas las casas, de todos los
pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas,
de todos los sueños, de todos los olvidos o los
recuerdos.
Para la amistad, la verdadera amistad,el tiempo es una invención humana y el
espacio es solo un pretexto para el encuentro.Cada uno había emigrado en busca de susueño, vivían en ciudades distintas, cada uno
con palabras pretendía la vida, seguían siendo
el uno para el otro, como un reflejo, una
proyección. Siempre estaban en laconversaciones, ebrios se llamaban y se
juraban amor eterno; cuando se encontraban,
buscando el escándalo se besaban y luego,
cada uno con una mujer, emprendían la huida
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para despojar a esa noche de la soledad quelos envolvía. Algunas llamadas y correos
daban cuenta de sus días, de sus aventuras.
― Me ocupo de mis cosas, debo hacerlo por
todos, es mi sacrificio en este juego que
llamamos país― Diría él. ―Me refugio en las
palabras, de otra manera no soportaría un
nuevo amanecer ― Respondía el otro.Luego vendría el horror, una noche ese
cuerpo amado desaparecería. Como en tantas
otras historias llegaron a su casa, rompieronlas puertas y a la fuerza se llevaron al amigo,
intimidaron a su familia y el país mostró su
verdadero rostro. Un domingo de ramos elmiedo hizo su entrada, tomó lo que no le
pertenecía y dejó huérfanos a muchasfamilias. Durante esos días, algunas personas
no regresaron a sus casas, luego del trabajo ode la jornada escolar eran abordados por
siniestros vehículos y nadie volvería a verlos.
Simplemente desaparecían.El último recuerdo sería su cuerpo
abandonado junto a una carretera, su bello
cuerpo abaleado, el cabello cortado, el ojoizquierdo destrozado. Vendría el miedo y eldolor, la ausencia de quien era una vida, de
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quien en la distancia compartía el amor y losrecuerdos. Su cuerpo era un bello texto leído
en el escenario de la vida, en el baile y el
teatro, era la entrada de la pasión por vivir, de
las palabras aladas que atravesaban toda
coraza y derrumbaban los muros de lainfamia. No hubo despedidas, un siempre
juntos, un para no olvidar, una sonrisa paratanta dicha compartida, para que el horror
que fue su último día no pudiera ocupar el
sitio destinado al abrazo.Una noche llegó el sueño, un
encuentro onírico, una despedida en un
pueblo sin nombre, en una vieja casa. En elsueño un hombre se acerca y dice que es
posible ver a quien tanto se extraña, que él seencuentra en un refugio, en una especie de
limbo. El hombre dice que es necesario ir a unpueblo alejado, solo, al caer la tarde. Allí,
esperar en el parque una camioneta color
verde, subir a ella sin decir palabra. En elsueño suben otras personas a la camioneta,
sus rostros esperanzados, temerosos, miraban
hacia abajo, no querían hablar con nadie,guardaban sus palabras para ese últimoencuentro. Al llegar al lugar, una vieja casa en
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una carretera olvidada, en el patio había unaespecie de sótano, escaleras que descendían a
las profundidades de la tierra, a otro infierno,
a un nuevo purgatorio de una arena rojiza y
compacta.
De pronto apareció él, vestía unafranela blanca y con una enorme sonrisa
estrecharon sus brazos, sus palabras fueron unconsuelo, secaron sus lágrimas y se dijeron
que nada era gratuito, que todo lo bello tenía
su lugar en otro tiempo, que las palabrasdebían darle vida a tantas noches de entrega,
que debían revivir aquellos recuerdos, los
viajes y amores, que el dolor, por encima delamor, sería un aliciente para soportar la vida.
Y los gestos del amor, ese dulce museo, esa galeríade figuras de humo. Consuélese tu vanidad: la
mano de Antonio buscó lo que busca tu mano, y ni
aquélla ni la tuya buscaban nada que ya no hubiera
sido encontrado desde la eternidad. Pero las cosas
invisibles necesitan encarnarse, las ideas caen a la
tierra como palomas muertas.
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EL PADRE
Aquella noche, a la espera delautobús en una transitada carretera, era laoportunidad de un abrazo, de algunas
palabras que permitieran abrir y extender la
relación, que tanto padre e hijo supiesen delotro, no de los hechos del pasado, no de los
reclamos por la ausencia del uno y del otro,sino de lo que se piensa y se siente. Pero elrespeto y el miedo, el acercarse a diálogos
nunca iniciados eran todo un impedimento.Cómo abrirse al otro si eran desconocidos,
aunque presentían los sueños de cada uno, y
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entre las calles que recorrieron por años algose habría insinuado, algo del cariño estaba en
las charlas sobre libros y cine, sobre política y
violencia; pero nunca sobre ellos, nunca eran
los protagonistas de aquello que se contaban
el uno al otro. Se hablaban a partir de otrascosas, se conocían por la música, por las
canciones que daban cuenta de una visión demundo, del dolor y del amor, por lo libros
leídos y compartidos, por las palabras de otros
que reflejaban al ser que las escuchaba. Bajó lacabeza el viejo y acariciando al muchacho, dice
tienes razón hijo, el odio todo ha cambiado, los
piones se jueron lejos y el surco está abandonao a
mí ya me faltan juerzas, me pesa tanto el arao y tú
eres tan sólo un niño pa'sacar arriba el rancho.Mientras las luces pasaban una detrásde otra, surgió el recuerdo de una cantina, una
vieja tienda con un árbol de ciruelas, el afiche
de una vaca mostrando sus posaderas invadíael ambiente ―para todos los gustos― decía el
cartel. Aquella noche en medio de la carretera,
el frío invitaba a recordar aquel día en que eldolor tuvo su límite. Cerveza tras cerveza las
lágrimas cubrían el rostro del viejo, doce años
atrás, un pequeño camión cargaba con pocascosas, una máquina de coser, una estufa a gas,
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un catre y dos perros. La madre no soportómás el maltrato y la pobreza, estaba decidida,
con sus hijos afrontaría la vida y sus miserias.
Para el viejo, el llanto era una forma de asumir
la culpa, de compartir ese dolor por aquello
que nunca fue, ninguna otra mujer llegaría aconsolar ese cuerpo, ninguna otra espantaría a
la noche.En otras ocasiones, la cita era con los
amigos, la saga del 007, Ian Fleming, un
hombre llamado caballo, elemental miquerido Watson, libros y canciones, eran
invocados por la cerveza; los desmanes de la
hegemonía conservadora y los recuerdos de lainfancia, la juventud buscando oro y
esmeraldas, vendiendo historietas en unaantigua plaza de mercado, daban cuenta de
un pasado desconocido, de otro ser, unboxeador, un futbolista, un lector, que vivió
toda una juventud con otros ojos, en otro país,
con el tango y las palizas. Aquellos recuerdoshablaban de una época de hombres rudos, de
honor y guerra, de un país que hervía con
hombres agresivos y cultos, que no dudabanen hacer de la fuerza una consigna diaria, aligual que disfrutaban del insomnio entre las
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páginas del libro o lloraban al son de pasillosy boleros. Igual que a las espumas que lleva elancho rio, se van tus ilusiones siendo destrozadas
por el remolino.Bajo el árbol, en la casa que ayudó a
construir, los domingos tenía una cita noprogramada, se ubicaba en medio del patio,
llegaba con el diario que página a página eraleído completamente entre el café y los
cigarrillos. Luego vendría el almuerzo y el
recuento de la semana, lo más cercano a esollamado familia, a ese sueño roto llamado
hogar. En otras ocasiones, las tardes del
domingo eran dedicadas a las salidas al cine, adisfrutar del western, o alguna película de
cartelera, por lo general un remake de unaantigua cinta que el viejo disfrutó en su
juventud. También era el tiempo de las ferias
mecánicas, carros chocones, pocillos, sillas
voladoras, rueda de chicago, todo esto para
cumplir con la función de padre, dulces yregalos llegaban como una forma de pago, de
suplir la ausencia, de compensar la falta; pero
nunca, nunca hablar desde el corazón, de esemonstruo llamado amor, que en verdad, era
solo una herida entre tantas otras que no
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cicatrizaban, que mostraban la fragilidad deun padre al que la soledad y el alcohol
consumían a diario.
Años más tarde, ya mayores, de igual
tamaño e insolencia, los encuentros y
caminatas se dieron en otra ciudad. La citadominical iniciaba con la visita al cementerio,
flores en la tumba de la abuela y algunasmonedas a espíritus benefactores; luego el
almuerzo con las tías, el repetido discurso de
siempre, las palabras aprendidas desde chicoque hablaban del bienestar. Al llegar la noche,
el alcohol hacía su monumental presencia,
como un aliciente para tanta vidadesperdiciada, como un compañero de
derrota, un aliado para la vida que caía de lasmanos. Luego de varios tragos la voz subía de
tono, discutían sin tocar el tema, coneufemismos el ambiente se llenaba de
reclamos, de indirectas a través de diálogo y
situaciones vistas en alguna película otomadas de un libro compartido. Si apuestas alamor, cuantas traiciones, cuantas tristezas cuantos
desengaños, te quejas, cuando el amor se aleja,
como en las noches negras sin luna y sin estrellas.
Por último llegaría la llamada, una
supuesta enfermedad había fulminado al
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viejo, de un momento a otro su corazón sehabía detenido y se quedó dormido para
tranquilidad de la familia. Un viaje
intempestivo había agotado el llanto, doce
horas de un tortuoso recorrido por tierra para
asistir al funeral y ser el centro de todas lasmiradas. Allí estaba el hijo, había llegado el
único varón; sin una lágrima, ni tristeza en elrostro, llevó a la familia en brazos y sepultó al
cadáver. Igual de altanero y orgulloso que el
viejo, pedante por el odio y el rencor, soberbioporque se había forjado solo, porque era hijo
de sí mismo al igual que su padre, no le debía
nada material a ese cuerpo que sedescomponía; aunque el abandono había
forjado su carácter, los obstáculos le habíanhecho recio y solitario, lo habían volcado
sobre sí mismo. Como si ese entierro fueseuna liberación, una carga menos, saludó a
todos los asistentes, sin percatarse de que ese
saludo era ante todo una despedida, ya quecon el padre se enterraba también a la familia,
a su familia paterna, sin el vínculo ya no eran
necesarias las hipocresías y mentiras de lado ylado.
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Realmente no hubo despedida, alinicio de las vacaciones reaparecía con fuerza
ese abrazo nunca dado, se instalaba en el
cuerpo destrozando las mañanas, arruinando
los planes y llenado de amargura otra
temporada. Ese miedo por expresar el cariño,por acercarse a una roca, a un desconocido
que ofreció libros, que entregó la lectura comoun regalo, como única ofrenda, sigue presente
al verse al espejo, ve en sus ojos el rostro del
viejo, algo en la sonrisa, un gesto altivo, lapenetrante mirada que indaga por sí mismo,
que reclama atención, palabras y afecto. Yo laquise, muchachos, y la quiero y jamás yo la podré
olvidar; yo me emborracho por ella y ella quién
sabe qué hará. Eche, mozo, más champán, que todomi dolor, bebiendo lo he de ahogar; y si la ven,
muchachos, díganle que ha sido por su amor que
mi vida ya se fue.
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TRABAJAR CANSA
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El enigma de William Shakespeare, lainvención de lo humano, la traición, la venganza,
el amor, los celos, la codicia, todo eso que somos
hoy día, lo que configura al hombre moderno se lo
debemos a un solo hombre, a unas cuantas obras deteatro, a un público que se identificó con ellas y que
quiso ser un personaje, que quiso hacer de su vida
algo parecido a lo que veía en el escenario. Este
genio, un hombre que desconocemos quién fue, si
era alfabeto o no, aunque si era actor debió
aprender a leer, más no sabemos si aprendió a
escribir, ya que no hay un solo manuscrito, ni
siquiera en su testamento menciona sus obras. Pero
este hombre, este Shakespeare, hace parte de
nuestra cotidianidad, así no lo sepamos, está más
vivo que quienes se encuentran en este recinto,
puesto que día a día transforma al mundo y a
quienes en él habitan. Puedo asegurarles que
quienes osan leerlo no son los mismos al cerrar el
libro, porque algo ha escrito en sus almas.
Es como ofrecer caviar a los cerdos,piensa Arturo, aquellas duras palabras se las
decía en ciertas ocasiones a otros docentes,
quienes agotados por años de ejercicio,volcaban al silencio, arrepentidos porque la
mitad de sus vidas fue arrojada a las cuatro
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paredes de un aula, de una especie de cárcelque ahoga y extingue todo tipo de
comunicación. Aquello de la vocación, de
nacer para algo, de construir una mejor
sociedad, un mundo nuevo, de sembrar en sus
cabezas la inquietud y la curiosidad, era unafalacia. Esa vieja historia de que una sociedad
educada avanza, que la relación entreeducación y progreso es proporcional al
desarrollo de los pueblos, moría cada día en
las clases, en los continuos llamados enatención, en el intento de dar luz, (por algo los
llaman alumnos), de ofrecer una pasión, de
compartir la seducción que producen ciertaslecturas, de atravesar la vida con poemas y
cuentos, de ser otro a partir de novelas, desaber quién se es porque en los libros se
reconoce quién no se es.Ese sueño que llaman educación es
una farsa, se lamentaba para sí mismo, es un
negocio muy lucrativo, no había libertad allí,en esas cuatro paredes; ese rito de tiza y
tablero era un intento por homogeneizar, por
hacer de todos aquellos jóvenes verdaderasfotocopias humanas; ese hombre integral quesabía de todo, realmente desconocía al
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mundo. En la era del internet educar era unsalto al vacío, mucha información, pero de
conocimiento, reflexión y análisis, nada. Para
qué tantas luchas, el mayo del 68, las revueltas
en la universidad, la libertad de catedra, los
debates y asambleas, si para ellos, losalumnos, los alimentados, ser autónomo era
tener la potestad de no asistir a clase, de no irmás allá de los contenidos, de no ser
autosuficientes y autodidactas, de no
arriesgarse a otras fronteras intelectuales, noexigirse en las reflexiones, en los postulados y
hacer caer la mentira en que la sociedad los
tenía como animales de engorde.Este tipo de reflexiones le llegaban en
desbandada al finalizar otra semana detrabajo, de entregarse a un montón de rostros
que fingían ver pero que no escuchaban nada,obnubilados por la luz, enceguecidos por el
ruido y el alcohol, por la facilidad que daba la
vida. No en vano estudiaban en unauniversidad privada, no en vano sus padres se
encargarían de sus vidas, forjarían un futuro
para ellos, acorde a sus necesidades ylimitaciones.
El poeta moderno es consciente de su
escisión de la sociedad, de que ha perdido su
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aureola y ya no representa nada, que sus palabras
serán arrojadas al vacío y que el silencio será su
triunfo. De ello da testimonio Rimbaud, luego de
dos libros que cambiarían el curso de la poesía en
occidente, vendría su silencio, el abandono de la
poesía y del mundo literario, escribiría cartas ynotas sobre geografía, pero ni un solo verso. El
poeta moderno es el profeta de sí mismo, canta para
sí el declive del mundo, el fin de los sueños y
vaticina el inicio de la tragedia, su propia tragedia.
Todas estas palabras arrojadas alviento, un viernes en la tarde en que el mundose consume y todo parece morir, fatídico
momento para una clase de poesía. Al quedar
vacío el salón cuan oportuno era volver alpasado, aprender de los errores y volver a
cometerlos, caer una y mil veces en la
tentación; para eso ha de servir la literatura,para no sentir vergüenza de vivir, para
sobrellevar la pena de ser, de existir a pesar de
sí mismo, de levantarse día a día como otro
poseso, para cumplir con las obligaciones,para contagiar una pasión que hace años
murió, que solo es una excusa para cobrar un
sueldo a fin de mes y saldar las deudas de esoque llaman la vida.
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En medio de la ceguera, en el país delos tuertos, algunos rostros bellos parecen
seducidos, aletargados por tanta palabrería,
por lo bien que suena una frase, así no se
entienda qué es lo que dice. Aquellos rostros
embebidos son una tabla de salvación,extraviados en versos aprendidos de
memoria, citados para no sucumbir y caer enla futilidad de la cafetería, en las estériles
reuniones de maestros, inútiles a la hora de
confrontar el problema, de ocultar la otra carade la moneda, el profesorado también es una
masa sin forma, que se mueve atónita según
los vientos y los contratos.Cómo exigir lo que no se puede dar, lo
que no se tiene. Eso era la universidad, unpotrero y dentro de él, muchas especies que
alimentarían el statu quo, docentes que hablande aquello que desconocen, que como loros
repiten lo que otros dicen. En sus clases no
hay nada propio, no hay opinión ni puntos devista sobre lo que se enseñan, ellos también
son una carga, una peste que azota esta tierra
sin ningún Edipo que se saque los ojos paralibrarse de ella.
Por ello hoy día es más fácil ignorar ese
momento, pasar por alto aquellos años donde la
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inteligencia fue acogida, que atreverse a reflexionar
sobre aquellos jóvenes y sus sueños. Es más fácil
cerrar los ojos, embeberse en la modorra y la
inmovilidad que tomar sus banderas y ser dignos
de ese legado, que aventurarse intelectualmente,
exigirse a sí mismo en el día a día sin másambiciones que hacer lo correcto, lo que nuestra
época nos impele a realizar, evitar que ese espíritu
romántico se convierta en la última fábula de la
casa.
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LA ESCUELA
Oculto bajo la cama, envuelto enlágrimas, aquel niño esperaba no ser
encontrado. Unido a la pared, con el cuerpocurvo sobre sí, esperaba esta vez escapar a la
tortura llamada escuela. Cada mañana se
afanaba en levantarse, bañarse pronto yalistarse como es debido, la camisa por dentro
del pantalón, los zapatos lustrados y las tareasresueltas. Tomaba su desayuno a prisa ycaminaba a paso seguro repitiendo para sí,
susurrándose, que el hijo de rana, Rin Rinrenacuajo, que salió esta mañana muy tieso y
muy majo. Al llegar se encontraba con los
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amiguitos, intercambiaban risas, dulces ycaramelos antes de ingresar al salón donde lo
esperaba la profesora Beatriz, conocida por su
severidad y firmeza en el cumplimiento de su
deber como maestra, de forjar estas pequeñas
almas para hacerlos hombres y mujeres debien.
Ya en el interior de las clases, en elencierro de aquellos muros, aquel entusiasmo,
ese deseo por ser el mejor del curso
desaparecía. Cada día la felicidad era rota porlos llamados de atención y los golpes. Aquel
lugar de juego y aprendizaje, esa libertad que
permitía el patio escolar, ausente de murosque impidieran ingresar a ella desde cualquier
sitio, tenía un lado oscuro, los niños erangolpeados por no hacer la tarea, responder de
forma incorrecta y portarse como lo que eran,niños.
Aquella mañana la razón del castigo
había sido un pequeño juego con un lápiz, lamirada de la profesora detectó las risas y acto
seguido, para mantener el orden y la
disciplina, golpeó las manos y borró lassonrisas de los implicados. Al dar ella laespalda, mientras escribía una nueva lección
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en el tablero y la tiza garabateaba sumas yrestas, el niño guardó sus útiles, salió del
salón y caminó presuroso rumbo a casa, cien
metros y una calle polvorienta lo separaban
de su hogar. Llegó llorando a casa, atravesó el
enorme patio que separaba la casa de la calle,se dirigió al cuarto que compartía con su
madre y su hermana, y sin dudarlo,nuevamente se escondió bajo la cama. Allí
agazapado, no comprendía el objeto de tanto
sufrimiento, por qué insistían en que fuese aun lugar donde era maltratado, por qué no
podía disfrutar de la casa de la abuela y pasar
allí sus días en medio de los juegos con losprimos y vecinos.
Todo aquello pasaba por su mentecuando sintió unas manos que lo asían por los
tobillos, los brazos de uno de sus tíos loarrastraron fuera de la cama, lo subieron a los
hombros y lo llevaron nuevamente a la
escuela. De nada valían las explicaciones y elllanto, la risa en la casa y en la calle, ya que
otra vez se repetía la escena. Allí la profesora
tomó las manos del niño y estampó en cadauna un golpe con su regla de madera. Loenvío a su puesto y continuó su día, no sin
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antes amenazar a los estudiantes que se rieranpor el incidente, que ya por su recurrencia
había perdido toda significación.
En otras ocasiones, la escuela era un
lugar de ensueño, las festividades religiosas y
patrias eran una ruptura con el tedio de laenseñanza. Se salía a otros lugares y en la
calle, los maestros no golpeaban a losestudiantes, los reprendían, les llamaban la
atención en medio de sonrisas a quienes
observaban el espectáculo. En la hora delrecreo el patio se convertía en múltiples
canchas de futbol, balones rodaban de lado a
lado, mientras otros corrían presurosos por unbuen lugar para esconderse. Las esquinas eran
propicias para los juegos del trompo y lasmetras, según la temporada y las existencias
en las tiendas circundantes.También, durante el descanso, en el
inmenso patio colorido por las pequeñas
flores amarillas que escondían espinas, lossueños le llegaban como una suerte entre los
dedos, recorría el patio con pequeñas bolsas
de helados vikingo y las colocaba sobre lasflores como una campana. De pronto emergíauna abeja y volaba en busca de una salida.
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Esta pequeña campana se posaba sobre otrasflores, una y otra vez, aumentando el número
de insectos, hasta escuchar un zumbido.
Al sonar el timbre y retornar al salón de
clases, con el cuidado que requería aquella
maniobra, sellaba la bolsa con un endeblenudo que pudiese contener a los insectos. Un
pequeño objeto colmaba el tiempo del juego,escondido en el bolsillo del pantalón
acompañaba las clases y misas. Aquel bolsillo
era un aliado, guardaba una nadería, que valíaen ese entonces, el mundo entero. Creía que
las abejas podían hacer volar a la pequeña
bolsa o que con sus aguijones podían hacer unagujero por donde escapar. Por ello, muy
cuidadosamente las supervisaba, no fuese aser objeto de otro castigo.
A la hora de la salida, al medio día y conel sol sobre las cabezas se realizaba una
formación en el patio, era el momento
propicio para liberar el tesoro. Con laspalabras de despedida del rector y antes de
romper filas, empezaban a zumbar las abejas y
a volar libremente en busca de su hogar. Deotras filas también emergían abejas quevolaban rápidamente en la dirección del
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viento. La algarabía por el fin de las clases seconfundía con el miedo a ser picado y al igual
que los insectos, buscaba una salida para
retornar a la seguridad de su casa.
Por qué no se podía ser como en los
cuentos, vivir como vivían los niños de loslibros; por qué aquellas historias que leía en
clase eran tan lejanas a la vida. Si había allíárboles, por qué no treparlos, subir hasta la
copa y contemplar desde lo alto a la escuela;
por qué no disfrutar de los mangos ymamones que había en el patio. Por qué no
hacer de las vigas extensos pasamanos, subir a
los techos y saltar de un salón otro hasta elfinal de ellos. Por qué no hacer de la biblioteca
el sitio propicio para esconderse y no serencontrado, perderse en las historias de los
libros y ser aquel niño que desea guardar elcampo de centeno para evitar que los niños
que corren por él sin ninguna precaución,
caigan al precipicio. Darles la seguridad de su juego, porque saben que al final estará allí
para protegerlos. Eso es lo que me gustaría hacertodo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián
entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es
lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es
una locura.
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UN SUICIDA
Como un meteorito vio caer el cuerpoaquella mañana, atónito contempló en silencioaquella llamarada que se arrojó desde el
segundo piso de la casa ubicada frente a la
escuela, su casa. Mientras veía correr al sujetoen llamas se preguntaba por la persona que
desapareció de pronto en una caída que en sumemoria todavía pervive. Para todos en laescuela fue un acontecimiento que silenció la
hora del recreo, profesores y estudiantesestaban sorprendidos por el espectáculo que
terminó con el descanso y empezó las clases
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mucho antes de lo previsto. Un hombre enllamas se vio correr y caer sobre un árbol. Una
bola de fuego recorrió una azotea y luego se
lanzó al vacío, oía mientras se dirigía a su
salón ante las miradas de sus compañeros que
le preguntaban insistentemente si había sidosu abuelo, su tío, su padre. Ante el acoso
decidieron enviarlo a casa, acompañado de unprofesor que sería el encargado de informar al
regreso sobre el llamativo suceso.
Un hombre en llamas es la muerte de lossueños, la pérdida irremediable del escenario, el no
volver a estar sobre las tablas de un teatro,
abandonar las máscaras y las palabras que daban
vid. Un hombre en llamas es resignarse a no usar
otra máscara que no sea el rostro, a recorrer losdías siendo el mismo hombre que abandonó sus
sueños para morir por dentro.
Al llegar a casa supo del accidente, enla terraza mientras preparaba algunas
pinturas, una chispa incendió las pimpinas de
gasolina que se guardaban allí, alcanzando aun miembro de la familia, quien en su
desespero se arrojó sobre un árbol florido y
allí fue bajado y apagado con mantas y cobijaspor sus hermanos. Subió a la terraza, veía la
forma del cuerpo, extendidos los brazos y
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piernas sobre el follaje de aquel árbol que novería otra primavera, sería cortado, ya que su
presencia era un recuerdo doloroso, sus flores
rojas eran un símbolo mortuorio y sus espinas
eran pequeños dardos que se clavaban en el
rostro de la familia y no permitían un nuevoamanecer. Recorría la escena y contaba los
pasos hasta quedar a la orilla del segundopiso y allí durante horas, el niño veía la figura
de un hombre acostado sobre el árbol,
imaginaba cada paso, pensaba en aquellahuida, en aquel terrible escape hacia la nada.
Un hombre en llamas es un pago por una
actuación de extra, un dinero convertido en
lágrimas, recibido por ser el anónimo pasajero en
una película, en la posibilidad de aferrarse a lasquimeras y a las pesadillas. Un hombre en llamas
es recordar el pasado, el esfuerzo, las noches de frío
y hambre en la capital, de tomar un nombre
prestado, de suplantar los estudios y ser de tiempo
completo una máscara.
Al otro día en la escuela, tanto niñoscomo profesores fijaron su atención en él,
preguntaban por las razones, los pormenores
del suceso, los detalles para recrear en suimaginación aquella llamarada. El niño más
que triste estaba desconcertado, intentaba
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armar en su cabeza la mañana del día anterior,evocaba su despertar y sus acciones en busca
de una señal, de un indicio del suceso, como
una forma de imaginar un desenlace distinto,
otro final para aquella historia. No le
afectaban algunos insultos y sonrisas de partede otros niños, ni el insidioso acoso del que
era objeto, le molestaba ser el centro de lasmiradas que esperaban de él el llanto, el
inconsolable dolor y no verlo correr y jugar
como otros días, cumplir con sus deberes y serel mismo niño tímido y siempre listo para
disfrutar del recreo.Un hombre en llamas es amar la vida,
esposa e hijos como un regalo; es sacrificarse por la
felicidad de los otros, entregarse día a día porqueellos puedan ser, porque no tengan que mentir y
sonreír, porque no tengan que llevarse el pan agrio
a la boca y disfrutarlo y compartirlo. Un hombre
en llamas son los sueños que buscan cobijar a sus
seres queridos, son los libros y las películas como
una ofrenda al futuro.
El día anterior luego de ver las peleas y
discusiones familiares. Cumplió con el rito de
tomar a escondidas un libro con imágenes demujeres desnudas a lo largo de la historia y
dibujos obscenos sobre prácticas sexuales
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alrededor del mundo. Tomó otro libro ycontempló las fotografías que hablaban de
películas antiguas, imaginó historias en torno
a una mujer con su rostro sangrando; un
hombre pálido con unas enormes uñas que
contemplaba a una mujer dormida; una cararisueña que se asomaba por el agujero de una
puerta rota; y la luna con un cohete clavadoen uno de sus ojos. Nada le hablaba del
suceso, en sus recuerdos todo estaba en orden,
su madre que salía temprano a trabajar, elruido de las máquinas del taller en el patio de
la casa, la familia que empezaba su trajín
diario; nada en el cielo ni en los sueños,ningún animal negro en el camino o
mariposas oscuras posadas tras las puertasque advirtiesen de aquella ráfaga cruzando
los recuerdos.Un hombre en llamas es el encierro, la
tortura diaria al contemplar los sueños y verse
vencido por el amor, por la entrega a un cuerpo quesucumbirá al paso del tiempo. Un hombre en
llamas es la dádiva, la afirmación de un carácter
por encima de los avatares del mundo y sus
engaños.
Tres días después la muerte se alojó en
el cuerpo del incendiario, de nada sirvieron
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los intentos de los médicos por preservar lavida de quien deliraba entre cortinas. Las
palabras le habían abandonado en una
habitación de un viejo hospital, y entregado al
dolor un último gesto representó su adiós.
Mientras estaba en clase un rostro familiar, suprima envuelta en lágrimas le anunció del
deceso. Caminaron en silencio y lentamente,no había nada qué decir. Llegó a casa y allí en
medio del dolor, supo quién realmente era su
tío, el muerto, escuchó de su amor por elteatro y el cine, de las noches de frío y hambre
en la capital en busca de un sueño; supo de la
ingratitud de la familia y de los amores porquien había llevado a casa a actores y actrices
de la televisión; contaban que una nochecompartieron vino y anécdotas con algunos
desconocidos que representaban obras deteatro a lo largo del país. Recordaron
navidades, juguetes y miedos en torno a un
cuerpo calcinado.
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LECTOR DE EVANGELIOS
El domingo después de la misa de lasnueve de la mañana, se acercó al atrio de laiglesia, fue a la sacristía para decirle al
sacerdote que deseaba ser un monaguillo, que
asistía regularmente a la iglesia y estudiaba enun colegio católico de monjas franciscanas.
Luego de responder a las preguntas sobre sufamilia, el lugar donde vivía y las razones porlas cuales quería servir en la iglesia, recibió su
hábito, un traje blanco, sucio, manchado, conel dobladillo suelto y de una talla mayor que
lo hacía ver ridículo. Lo tomó como si fuese
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una prueba, un obstáculo que sobrepasar paraingresar a aquel grupo de niños y jóvenes que
día a día en la misa de la noche y los
domingos, eran admirados por su entrega y
su disposición a la parroquia y a los feligreses.
Con el hábito bajo el brazo corrió hasta su casarepitiendo para sí: Este es el Cordero de Dios,que quita el pecado del mundo. Dichosos los
invitados a la cena del Señor. Este es el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo. Este es el
Cordero de Dios… Al llegar a casa, la madre se sorprendió
nuevamente con esta otra locura, los scout o eldeporte eran pasables, pero, ―monaguillo, con
lo que se comenta de los sacerdotes―, pensaba
ella. Aunque la familia se consideraba muyfiel y católica, muy cumplida en las misas ylos eventos religiosos, no habían pensado en
un hijo con esas inclinaciones, ―¿y si resultase
cura? ―se decían unos a otros― ¿Habrá que ir
a misa todos los domingos? ¿La limosna seráuna obligación? ¿Tendremos al cura y a las
monjas metidos en la casa?― Eran las
preguntas que se hacían ante la sorpresa del
suceso, ―Aunque algo de cielo habrá en esa
entrega, una buena parcela para toda la
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familia, con ese sacrificio, con esa rezaderatodos los días.
El cuerpo de Cristo era una insípida
galleta que se deshacía en la boca. Muchas
personas lo recibían y paladeaban mientras
sus mentes estaban en la tierra, recordando losavatares de la semana y los problemas
domésticos. Caminaban hasta su banca y sesentaban a orar, a hablarle al señor de las
tormentas con la esperanza de que su sordera
terminara de una vez y aquellas palabras,aquellas peticiones, fueran posibles. Señor, nosoy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme. Una palabra
tuya bastará para sanarme. Una palabra tuya, solo
una. De rodillas repetían para sí esa pequeñaletanía, con los ojos cerrados, las manos juntasy un fervor único, éste era el momento en que
Cristo llegaba a su cuerpo y podía
comunicarse, era allí donde las súplicas
debían ser oídas y los pecados dejados a unlado. Pero cuando llegaban a casa nada había
ocurrido, el cielo no se había inmutado.El cuerpo de Cristo en la tierra eran las
manos del sacerdote acariciando sutilmente el
cuerpo de los jóvenes. Aquellos abrazos
iniciales, esas muestras de afecto a través de
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regalos a aquellos pobres adolescentes quedisfrutaban por primera vez de la ropa de
moda, de asistir a las premier de las películas,
de los restaurantes y la comida del mundo,
todo ello era una muestra de generosidad a
ojos de sus familiares. Era una especie de pagopor los servicios prestados a la santa iglesia.
No imaginaban que tras las puertas delrecinto sagrado, en la sacristía, aquellas
manos, ese cuerpo de Cristo en la tierra se
posaba sobre las piernas y acariciaba loscuerpos delgados de los muchachos. Por ello
las confesiones mensuales del séquito de
acólitos, para disfrutar de los detalles y lavergüenza por el despertar del sexo, por las
masturbaciones y los juegos con las primas. Elsacerdote tomaba sus manos y los absolvía
con tres avemarías y cinco padrenuestros, losveía arrodillados frente a la figura de Cristo
crucificado y se dirigía a paso lento a la casa
cural. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestrobien y el de toda su santa Iglesia. Este sacrificio
para nuestro bien, este sacrificio en nuestras
manos.
Los domingos se esperaban loselegidos para la lectura, ¿quién leería el
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ovnis, supersticiones, metamorfosis ymitologías nadie pedía cuentas o resúmenes.
Cuando la enfermedad tomaba el
cuerpo del sacerdote, venían otros párrocos a
reemplazarlo, generando un nuevo orden,
otra forma de llevar lo ritos, de profesar la fe.Intentando guiar al rebaño en la ausencia de
su pastor las homilías se hacían eternas y lasexplicaciones de las escrituras fuera de la misa
postergaban los juegos en el campanario, las
excursiones por el cuarto de los trastos, dondeángeles y santos de tamaño natural esperaban
su tiempo litúrgico o la semana santa para
salir y recorrer las calles cargados sobre loshombros de los penitentes. El día domingo la
misa era dada por varios sacerdotes, lo queimplicaba estar muy atento a las costumbres
de ellos, su forma de tomar el misal, susgestos y como era llevado a cabo el misterio
de la transustanciación, como se elevaba la
ostia y se recitaban palabras para convertir encarne aquella insípida galleta. El agua unida alvino sea signo de nuestra participación en la vida
divina de quien ha querido compartir nuestra
condición humana. De quien ha querido compartir
nuestra condición humana. Nuestra pobre y débil
condición humana.
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Un buen día, así como inició laaventura religiosa ésta tuvo su término. La
pasión cambió de rostro y se instaló en los
ojos de una compañera de clase. Para estar
cerca de ella era necesario usar el tiempo de
los domingos para hacer las tareas y losdeberes que la escuela imponía.
Eventualmente asistía a los actos litúrgicos,pero cada vez más lejano, desconfiando de las
palabras allí dichas y de aquellos hombres que
encarnaban la presencia de Cristo en la tierra,de aquellos hombres de dios, sin poder
alguno, débiles a los placeres y tentaciones.
Sentía compasión por ellos, por una fe queataba y juzgaba, que no permitía la libertad y
el sentir. Recordaba ciertos momentos vividos,cómo la inocencia era arrancada al ver las
contradicciones entre el mundo real y lassagradas escrituras, al escuchar diversas
interpretaciones de lo que dios dijo o de lo
que cada persona cree que el dios del olvidodice para él, en su largo monologo
malversado para la salvación y para condenar
al otro, a ese que llamamos el prójimo. Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu
Sangre no sea para mí un motivo de juicio y
condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche
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para defensa de alma y cuerpo y como remedio
saludable. No sea para mí un motivo de juicio y
condenación la defensa del alma y el cuerpo.
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CONTEMPLACIÓN
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El agua, inmenso lago en que Arturose contempla desde una banca de un
humedal, este espacio de vida y agua en que
Narciso, así como él, se arrojaría sin dudarlo
en la falsa intención de atrapar aquello que seama, de atar para siempre al ser amado, un
aliciente para los días que se acercan. Estelugar, curioso espacio para la fauna silvestre,
para aquellas raras especies que se reúnen
aquí y se acompañan en su extinción. Se sabensolas en medio de la gran ciudad, en espera deser olvidadas, dejadas a un lado como una
forma de vivir sin ser percibido, ya que lo
contrario sería una amenaza para su
supervivencia. Lo raro, lo exótico, laexhibición de la preservación, el turismo para
apreciar lo poco queda y destruirlo despuésde visto. Los souvenires y baratijas guardados
para alardear a las nuevas generaciones, se
estuvo allí antes de que lo destruyeran, antesde las lluvias y los terremotos, antes delapocalipsis, de las vivencias y los recuerdos.
Añora los fines de semana, estar en
cama sin obligación alguna, mirar el techo ybuscar nuevamente el sueño. Tomar un libro y
leer una página al azar, por el placer de posar
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los ojos sobre algunas palabras, cerrar el libroy quedarse perplejo ante lo leído. Levantarse
muy lentamente, evadiendo todo apuro. En
estos días, piensa Arturo, el tiempo transcurre
lento, sin peso alguno, leve como ha de ser la
vida. Sale a caminar para disfrutar del sol, delos olores y el calor de una mañana en que el
mundo debería dejar de girar y permitirle a lavida el verdadero descanso, alejarse de ese
infierno que son los encuentros con los otros.
Tantos lugares visitados, fotografías yviajes, tantos sueños realizados, forjarse metas
y luego alcanzarlas para sentir en las manos la
nada, para que la amargura se posara en laboca. A esta edad, sentado en la banca de un
parque, contempla el lago y como relámpagosle llegan muchas reflexiones, ideas y
remembranzas. A veces, piensa que hace faltala rutina para llenar las horas, para ahuyentar
los problemas; encerrado en un salón de clase
al solucionarlo todo con los libros, con citas ylecturas. Para él, es el fracaso el más bello
recuerdo, la pérdida es el sentimiento más
placentero al llegar a la vejez, porque esesentimiento implica una nueva cumbre, unnuevo intento, otro salto a un lugar
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desconocido, una mirada extraviada que secruza y marca un nuevo despertar.
Mientras los ancianos caminan dando
círculos alrededor de éste lugar, motivándose
en su decrepitud, en su lento acercarse a la
muerte, algunos niños recogen hojas deárboles según su forma, recolectan corazones
y estrellas que luego serán balsas; las venflotar, ven como las suaves corrientes las
llevan a otra orilla, a otro destino. Curioso
contraste de mundos opuestos, para los niños,la naturaleza es un asombro, acostumbrados
al concreto, se descubren extranjeros en un
bosque en medio de la ciudad; por su parte,los abuelos rememoran su infancia, el verde
como sinónimo de inmensidad, de infinito,montaña tras montaña, como una colcha de
retazos los tonos del verde se multiplican; enla ciudad, los tonos del gris invaden hasta a
las nubes.
De qué forma se puede evitar esa vidaestática que otorga la madurez, sin caer en la
ridícula imagen del anciano que huyendo a la
edad corteja a las jóvenes, haciendo alarde desu pensión, del tiempo libre, mostrándoseenérgico y vital tras una sudadera y unos tenis
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de moda. La edad debería otorgar el don de lacontemplación, de ensimismase con el paso
lento de las horas y el disfrute de la pasividad
de la naturaleza, de las flores que poco a poco
abren sus pétalos como una ofrenda para los
ojos, de las hojas que día a día se marchitan,dando vueltas sobre sí, girando
continuamente hasta posarse en la tierra. Esedebería ser un logro para el día, caer sobre un
mismo eje, al sitio donde todos caen, y allí
esperar a la muerte, sin miedo ni impaciencia,como si fuese una de tantas visitas.
En sus manos algunas gotas le
anuncian el caer de la tarde, mojan las hojasdel libro que lleva como una excusa para salir
del encierro. Los ojos posados en las letras ypágina tras páginas la lectura no avanza,
detenida, porque la mente está encerrada enlos recuerdos, intenta armar una vida, dar
cuenta de los hechos que han dado sentido a
los años del desconcierto y la felicidad, quepermitieron a un niño que huía de la escuela y
la familia pudiese encontrar un refugio en las
palabras. La lluvia hace que todos los abuelosy niños corran y retornen a sus hogares, Separan frente a las ventanas y contemplan el
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lago. Anhelan estar allí, bajo la lluvia, sinmayores preocupaciones, limpiando las
culpas por existir, por ser lo que todos
esperaban, un buen hijo, padre y esposo; una
madre y esposa abnegada. En todas las
ventanas las personas inmóviles ocultan suslágrimas, así como a Arturo, para ellos la vida
ha sido un persistente llanto bajo la lluvia.
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LA CASA
En aquella enorme casa, Villa Marcelala llamarían, había un bus abandonado,dejado a la intemperie por muchos años, sin
dueño alguno que lo reclamara. Ese bus se
convertiría en el lugar de los juegos, allí sereunía en las tardes junto con sus primos y los
vecinos; luego de regresar de la escuela yhacer las tareas, empezaban sus largas
jornadas de viaje. Recorrían el país de cabo a
rabo, visitaban otros países e incluso los viajesinterplanetarios estaban permitidos. Un chofer
designado recogía a cada uno de los pasajeros,
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quienes pagaban con un pedazo de madera ydebían, al abordar, bajar sus pantalones. Cada
uno ocupaba un lugar junto a una ventana y
gritaba emocionado ante lo que sus ojos veían,
dinosaurios, extraterrestres, muertos
vivientes, brujas, duendes; todos seguían esasvisiones, buscando cada uno ser más
ingenioso, cruel, tierno, intentando prolongarla visita al lugar elegido.
Los juegos terminaban al caer de la
tarde ante la llegada de un extraño habitante,un anciano que pernoctaba en el autobús,
madrugaba todas las mañanas con sus
pertenencias en un costal y recorría las callesen busca de comida. El viejo Cruz, así lo
llamaban, era la prueba viviente de laexistencia del Coco, aquel espanto que en un
costal se llevaba a los niños mal portados y losabandonaba en las tomateras cerca al rio. El
viejo no profería palabras, con gritos sacaba a
los niños del bus y empezaba a acomodarnuevamente su cama, sacaba sus cosas del
costal y las regaba por el piso para hacer el
recuento de lo conseguido en el día. La abuelale llevaba un vaso de aguapanela y un panque el viejo agradecía y comía callado. Un
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buen día no se volvió a saber del anciano,salió muy temprano y no regresó. Los
mayores afirmaban que había regresado a su
pueblo, que unos familiares lo habían
reconocido y se lo llevaron a su casa. Él creía
que el Coco seguía recorriendo el mundo, talvez había otro lugar donde los niños se
portaban mal y el anciano debía ir areprenderlos.
Cuando el abuelo de la familia
enfermaba por problemas de circulación en laspiernas, la abuela tomaba un sapo grande y
verde, lo bañaba en aguardiente y pasaba la
panza del animal sobre la piel del anciano, dearriba hacia abajo, varías veces, hasta que el
sapo absorbía la enfermedad del abuelo.Luego, el anfibio era colgado de sus ancas
dentro del bus y allí se secaba poco a pocomientras el abuelo mejoraba. Durante esos
días, el temor que producía ese sapo, estirado
y seco no permitía los juegos y los niñosdebían utilizar otras partes de la casa para sus
invenciones. Aunque cada mañana y al
atardecer competían por quién era tanvaliente de ingresar al bus y atravesarlo con elsapo adentro. De emprender una carrera con
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los ojos cerrados y llegar al otro lado sin seratacado por el sapo de la noche, como lo
llamaban en sus pesadillas.
La casa de la abuela estaba ubicada en
el centro de un enorme lote, circundada por
diversos patios, con un árbol gigante ubicadoentre la entrada principal y la casa. Este árbol
era el hogar de azulejos, cachitos, ardillas,osos perezosos y todo animal que pudiese
pernoctar allí y hacer de sus ramas un hogar.
Era un símbolo de fortaleza y de unión, sussemillas eran pequeñas orejas que sonaban al
agitarlas y de sus ramas pendían columpios
que surcaban el cielo y permitían trepar porsus ramas y soñar con una casita sobre su
tronco. Decían los mayores, que cuando elabuelo compró el lote, lo primero que hizo fue
plantar ese árbol en todo el centro del terrenoy que tenía la edad de su hijo menor. Con
cada año sus raíces se extendían bajo la tierra
y sus ramas cubrían el cielo, hasta convertirseen una enramada natural, que protegía del sol
y permitía trabajar en las tardes, bajo el sol del
verano.Esa antigua casa tenía otros árboles
que eran el disfrute de los niños. Guanábanas,
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mangos, higos, guayabas, naranjas,tamarindos, caían a palazos ante la ausencia
de los mayores. A veces los niños
madrugaban a treparlos y bajar los frutos
maduros. También allí llegaban muchos
pájaros a comer de ellos y los niños hacíanpequeñas pajareras y les dejaban agua con
azúcar y frutas para que allí anidaran.Recordaban que antes, la higuera estaba
cercada con una malla de alambre y dentro de
ella volaban muchos pájaros. Una enorme jaula en la que a veces él se metía y se sentaba
muy quieto para que las aves descansaran en
sus hombros o en su cabeza, como lo habíavisto en los dibujos de san Francisco de Asís,
aquel varón que tenía corazón de lis, alma dequerube y lengua celestial. Hasta que un día,
sin querer, tropezó al interior de la jaula y alcaer rodo con la malla, dejando un agujero
que le permitió a los pájaros volar libremente
y desaparecer.También había un baño viejo, con un
enorme tanque de agua que abastecía el lugar.
Cada tres meses debía lavarlo junto con susprimos. En tan poco tiempo la lama cubría lasparedes por lo que debían rasparlas y sacar
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paladas de una pasta verdosa, el fondo eracomo una espesa sopa de espinacas que era
removida en un día y que requería de un
arduo trabajo. Ellos tomaban manotadas de
esa sustancia y la arrojaban a las niñas que por
allí pasaban, escondiéndose para no ser vistos.Al interior del baño existía un lavadero hecho
con una enorme piedra de laja y varios tubosgalvanizados que recorrían las paredes y eran
como lianas, que soportaban el peso de los
niños, quienes abrían las llaves del agua y sebalanceaban de un lado a otro golpeando con
los pies los chorros de agua.
De noche la casa era el lugar de losespantos. Cuando el viento pasaba entre las
ramas del árbol se oían extraños ruidos,susurros de seres mágicos que allí habitaban.
Las brujas esperaban la medianoche parahacer sus aquelarres y sobrevolar los tejados
en busca de niños que no estuviesen
dormidos. Pasaban sus alas por las tejas deetenit y arañaban la corteza de los árboles.
Cuando la luna no aparecía en el cielo y la
noche era muy oscura, los duendes bajabandel árbol y recorrían la casa, se escondían enlos cuartos y ataban los cordones de los
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árbol fue talado para dar paso a un centrocomercial, sus ramas cayeron al compás de los
recuerdos. De las historias que se adentraban
más en aquel niño, haciendo que su silencio
fuese más prolongado a la par que se alejaba
de su pasado para ir busca de sus sueños.
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fichas para competir con autos, luchadores,naves espaciales y monstruos. Sabía que
nunca le darían dinero para gastar de esa
manera, pensaba reponerlo de algún modo, y
que su madre nunca se diera cuenta de aquel
robo. Cada semana su madre echaba billetesde cincuenta pesos en aquel cerdito rosado,
para inculcarles a sus hijos el hábito delahorro. Pensaba ella que un día especial
podían destapar la alcancía y disfrutar de ese
dinero, darse un gustico, ir a un parque dediversiones o comprar los juguetes que sus
hijos deseaban. Ellos verían que ese esfuerzo
tenía su recompensa y que poco a poco sellega a Roma, como les decía cuando les
contaba sus sueños y proyectos.La madre era una mujer delgada y
fuerte, que había abandonado a su esposo porel maltrato y el alcoholismo de quien había
sido su amado. Cada mañana ella se levantaba
muy temprano y alistaba a su par de hijospara que fuesen a la escuela. Vestían sus
uniformes, limpios y planchados, sin
remiendos ni machas; tomaban su desayuno ycaminaban entre juegos a la escuela. Luegoella se alistaba para ir a su trabajo como
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modista de una prestigiosa tienda de ropa.Allí se sentaba a pedalear durante ocho horas
en una máquina de coser Singer, llegando
como diría el poeta hasta Java, Burdeos, e
incluso el pueblo de Gales. Ya de noche
llegaba a casa y preparaba la cena, revisaba lastareas de sus hijos, lavaba la ropa y se
preparaba para descansar. Dormían todos enun solo cuarto en la casa de la abuela.
Los fines de semana eran también para
trabajar, como madre soltera que no queríadepender sus hermanos, ni deberle favores a
nadie, incluso a su propia madre. Ella atendía
a sus clientas, señoras que llegaban a hacersus vestidos, idénticos a los de la tienda de
ropa donde trabajaba la madre, pues ellassabían quién los cosía y que hechos en casa
eran más baratos que en el almacén. La madrepedía las telas y periódicos para hacer los
moldes, tomaba las medidas y empezaba su
labor. Primero leía los periódicos y revistas,recortaba alguna noticia de interés y le pedía a
sus hijos que las guardaran junto a otras
noticias pasadas, les pedía que le leyeran envoz alta, mientras sintonizaba la emisora radioreloj, que le traía su música de juventud:
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Sandro de América, Nicola di Barí y todas lascanciones del festival de San Remo en
español. Extendía el papel en la mesa del
comedor y con sus reglas empezaba a medir y
hacer trazados con tiza. Luego cortaba con
delicadeza y se sentaba en la máquina, aseguir en su loco pedaleo, hasta Nepal y el
pueblo de Gales.Mientras ella seguía encorvada al
pedal de la Singer, sus hijos jugaban con las
tijeras, las convertían en motocicletas yrecorrían la mesa; las agujas eran fechas de
tribus indígenas que se enfrentaban a los
invasores de la conquista; los rulos setransformaban en legos y de ellos salían
robots, aviones, carros y muñecas; de losconos de hilos se armaban edificios, pequeños
rascacielos para una ciudad amurallada por lapobreza. Sus hijos también le leían su pequeña
biblioteca, conformada por pequeños cuentos,
historias mínimas o resúmenes de historias decaperucitas, lobos, príncipes, dragones,
duendes y bailarinas que eran leídas de una
sentada. A veces tomaban un libro de españoly literatura de quinto grado de educaciónbásica primaria, que contenía otras historias,
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como la de Los cinco hermanos Liu, El sueñode Ícaro, Los motivos del lobo, que venían
acompañadas de dibujos en tinta china y
bombardeaban a la madre con preguntas
sobre otros países, sobre la comida y las
costumbres que mostraban esos dibujos. Lamadre buscaba en sus recortes de periódicos y
revistas, alguno que pudiera responder a losinterrogantes de los hijos y les leía noticias
sobre aquellos extraños países.
Al finalizar el año escolar, luego deasistir a la reunión de padres y recibir con
agrado las menciones y reconocimientos
académicos de sus hijos, ella, llena de orgullodecidió que el día había llegado. La madre
reunió a sus hijos y sacó del escaparate laalcancía, tomó el cerdito rosado entre sus
manos y les dijo que esa tarde saldrían adivertirse, que ellos se lo habían ganado por
su esfuerzo y como recompensa, los ahorros
de ese año los gastarían en diversiones y juguetes. Cuando rompió el cofre vio que en
su interior solo había un par de billetes,
indignada y sorprendida preguntó qué pudohaber ocurrido hasta que el hijo mayor, elniño, confesó su falta y esperó su castigo, pero
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lo que vio fue el llanto en los ojos de la madre.La decepción y la impotencia ante el hecho la
trastornaron y pareciera que ella se fue
apagando lentamente, hasta quedar dormida
en la cama, esperando que ese mal sueño
pasara y fuera solo un recuerdo lejano.
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LOVE STORY
Como de la nada, el amor hizo suirrupción tras una piel morena, preguntando
por una dirección, una tienda cercana,buscando hilos de colores para un proyecto
del colegio. Movido por la tierra la acompañó
hasta el lugar, esperó que ella hiciera suscompras y allí le preguntó cómo se llamaba,
sin dejar de mirar sus ojos color café. Ella ledijo su segundo nombre, de modo que no sevolvieran a ver, ya que ese no era su barrio y
no eran esas calles las comunes en su andar.La acompañó a tomar un autobús y la vio
alejarse. Regresó a casa pensativo, un
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encuentro no esperado, hecho de casualidadesque desconocía, de cielos que se abrían para
juntar a dos seres desconocidos. Como una
aparición, un día cualquiera, sin esperarlo,
llegó el amor a su vida.
Ahora la mujer soñada tenía un rostro,un cuerpo y un nombre a quien llamar en el
silencio. Días después buscó su casa y no laencontró, nadie sabía de ella, no recordaban a
una joven con esa descripción, así que regresó
a la tienda, preguntó a la empleada y supocuál era el barrio donde ella vivía, el lugar
donde poner una cruz en su mapa. Fue al
bario señalado, lo recorrió casa por casa hastaque la encontró, la invitó a caminar, le habló
de su infancia y de su propensión por lapoesía. Le contó de su familia, de la casa de
sus abuelos. Mientras ella, indiferente, loescuchaba como pensando en otra cosa, era
raro escuchar a un joven que pareciera en
cada palabra querer condensar la vida. Ellaera una niña de quince años que despertaba al
mundo. Disfrutaba del cortejo de un joven
cinco años mayor que ella. Permitía sus visitasacompañada de sus hermanos y le pedíapequeños detalles que él accedía a llevar.
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Todos los martes en la tarde se daba la citasemanal, al salir de la universidad, iba a su
casa, platicaba con ella hasta la llegada de sus
padres y emprendía el regreso a casa. Hasta
que una tarde tras el inesperado robo de un
beso ella cerró la puerta de su casa y no quisosaber más de aquel enamorado.
Con el paso del tiempo el corazóntomaría otros cuerpos, otros ojos llamarían la
atención de aquel joven que siguió su vida
persiguiendo un aroma y una piel. La mujeramada tenía tantos rostros y era tan sencilla
como imposible. Sabía que no la hallaría en su
ciudad, no en una esquina leyendo letreros, nibajo el sol drogado de tristeza. Por ello
emprendió el viaje y de ciudad en ciudad fuebuscando el rostro que le hablaba en sus
sueños. De cada mujer que encontraba tomabauna parte de su cuerpo para recrear aquel
amor; con sus lecturas armaba a la amada de
juventud e imaginaba un encuentro furtivo ylargos paseos por ciudades inciertas.
Años después, en una ciudad ajena, en
un encuentro inesperado en que coincidieronretrasos y esperas, se encontraronnuevamente. ―Son los juegos del destino― le
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diría él. ―Es la ausencia de mis amigos―
respondería ella. Sentada en la banca de un
parque, cansada de esperar, aceptó su ayuda
para conocer la ciudad. La tomó de la mano y
la llevó por los lugares de costumbre, el centro
histórico, los museos y las catedrales. Eltiempo los había cambiado, él ahora más
callado y ella ahora más espontánea y risueña.Se pusieron como meta compartir las
vacaciones y disfrutar del tiempo juntos.
En uno de los cine clubes de la ciudad,una noche luego de una película, invadido por
las imágenes y las palabras la llevo fuera de la
sala, cruzaron un jardín artificial, no sin antesadvertirle que allí la besaría. Ella accedió y
sobre un rustico puente de madera porsegunda vez se estrecharon sus labios. Las
imágenes de la pantalla les trajeron recuerdosy vislumbraron un futuro lejano. Incluso elamor es simplemente una cuestión de fisiología. No
tiene nada que ver con la voluntad. Los jóvenesquieren ser fieles y no lo son; los viejos quieren ser
infieles y no pueden: eso es todo lo que cabe decir. A partir de esa noche, ella le contaba
de su pasado, de sus hombres, de cómo los
veía hundirse y ahogarse entre sus brazos. Ledecía que había perdido el sueño y solo en la
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madrugada conseguía dormir, que era unanoctambula y le costaba mucho despertar
temprano al día siguiente. Al dormir, ella veía
rostros, brazos que forcejeaban y escuchaba
una voz que la esperaba. En ocasiones junto a
la cama veía la figura de un hombre que lacontemplaba, al encender la luz esa presencia
desaparecía, pero en sueños le hablaba a ella.No recordaba nada de los que le decía, pero
era como un ángel guardián, que cada noche
la protegía en las calles, evitando a loshombres que obscenos se le mostraban,
indicándole recorridos más seguros a casa.
Tenían en común el abandono de lospadres y la figura materna como un
estandarte. La música y el cine los acercaba,así como algunas lecturas de la infancia: un
retrato que envejecía y un descoloridopríncipe con un corazón de plomo. Se
encontraban para almorzar en algún parque
cercano, cada uno traía algo de comer, frutas ycereales para la prisa de la ciudad, los
pequeños picnics eran la excusa para que las
manos se juntaran y la risa fuera la causa pararodar y terminar abrazados bajo el sol delmediodía; luego recorrían la ciudad, buscando
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ELEVACIÓN
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En su habitación, contemplando eltecho, ido entre las cuatro paredes que siguen
acumulando números telefónicos y versos que
le vienen a la mente, pequeñas sentencias que
tratan de desenmascararlo, allí, Arturoimagina otra vida. Si sus decisiones hubiesen
sido otras, se preguntaba, ¿estaría en esemismo lugar? Si hubiese emprendido otro
camino, buscado otra ciudad mejor que esta,
lejos de sus demonios internos, de sus miedosy añoranzas, tal vez, el amor estaría aunpresente y su vida no sería la reiterada
evocación de un pasado; la constante
presencia de su infancia que llega en
desbandada y se apodera de cualquierespacio, que irrumpe en su trabajo y le impele
a renunciar, a buscar a ese niño que perdidohuye de sí mismo.
La forma del poema devela al ser que lo
escribe, más que su contenido, más que sus
palabras, es la imagen visual lo que queda en
nosotros. Esos caminos plagados de silencios,
aquellos saltos y olvidos llenan al lector, cubren
sus necesidades sin que este las perciba.
Para Arturo otro lugar no existe,
aunque así no lo crea, su destino estaba escrito
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en cada uno de los libros que leyó, su vidaarruinada por los recuerdos, por la infancia y
la adolescencia que lo habitan. Por su familia
y el lastre heredado de las costumbres y las
buenas intenciones, por las cadenas que se
impuso a sí mismo y a las que se acostumbró. ―Si por lo menos hubiese publicado lo escrito,
si hubiese enfrentado el miedo ante la hoja enblanco y arriesgado páginas enteras sin lector
alguno, solo por el placer de teclear como
cuando descubrí la poesía―, se reprochaba a símismo. Pero el mundo se le vino encima y le
plantó en la cara el miedo y las obligaciones.
Se llenó de excusas para no hacer lo quequería hacer, para encajar en el trabajo y hacer
amigos. De ahí su adicción al cigarrillo y alalcohol, sus drogas legales que le permitieron
ingresar al
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