viviendas experimentales, estudio y proyecto de nuevos modelos tomo 5

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VIVIENDAS EXPERIMENTALES

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V SUSTANCIAS TRANSVERSALES I

TOMO V SUSTANCIAS TRANSVERSALES I

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�VIVIENDAS EXPERIMENTALES

TEP 1�1

Andrés López FernándezFrancisco J. Montero FernándezJuan Luis Trillo de Leyva

Otros investigadores:Jose A. Alba DoradoAntonio Martínez GarcíaÁngel Martínez García-Posada

JUNTA DE ANDALUCÍAConsejería de Obras Públicas y Transportes. Dirección General de Arquitectura y Vivienda�006-�008

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V SUSTANCIAS TRANSVERSALES I

INDICE

LÉEME.txt

ANTECEDENTES

SUSTANCIAS TRANSVERSALES

Compacidad Geometría y cálculo aritmético Antropometríatopográficadoméstica Espacios de intersección Estructuras de comunicación Instalaciones Interiores virtuales La movilidad de las casas

COMPONENTES DE LA VIVIENDA EN TORNO A LA VIVIENDA Y SU ASOCIACIÓN VIVIENDA INCONTENIDA

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COMPACIDADUna cualidad eminentemente arquitectónica

Juan Luis Trillo de Leyva

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Frente a la levedad, la porosidad, la transparencia..., que se han mostrado como cualidades es-pecíficas que organizan el proyecto contemporáneo, la compacidad en cuanto requiere de un orden acumulativo y de una mínima organización geométrica se presenta como una de las bases formales más recurrentes de la arquitectura de todos los tiempos. La compacidad es una cualidad limitativa, por ejemplo, frente a la dispersión que tiene como condición básica la libertad, la desconexión aparente entre sus elementos. A pesar de la simplicidad de este enunciado y antes de “esponjarlo” con algunos ejemplos parece necesario llegar a un acuerdo sobre el significado de este término en relación con la arquitectura, ya que su definición lingüística y científica no es muy clara, encontrando en la oposición a otros términos su propia concreción como la descrip-ción que hace de “compacto” el diccionario de la Real Academia Española:

“Dícese de los cuerpos de textura apretada y poco porosa”.

Según la RAE, la compactibilidad es la cualidad opuesta a la porosidad, aquello que no es poroso es compacto, y viceversa. Más determinante es el resto de acepciones más tangenciales y menos genéricas, como es el uso de este término en imprenta:

“Dícese de la impresión que en poco espacio tiene mucha lectura”.

Ésta sería una magnífica descripción de todo buen proyecto; según esta definición podríamos convenir que la compacidad es una cualidad de ahorro, es la capacidad de ordenar objetos o cuer-pos, incluso palabras, gastando la menor cantidad de espacio o de papel, una escritura compacta sería aquella en la que existe un gran número de palabras en muy poca superficie. Esta cualidad es la misma que interviene en el arreglo de un armario, tras ordenar un armario obtendremos un interior más compacto, o lo que es igual, más espacio libre. Los objetos se ordenan por su

5.1.01 Fases de dispersión y compacidad, ilus-tración de J. Alba Dorado

5.1.02 Página de texto en polaco

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forma y volumen con el criterio de evitar los espacios residuales entre ellos, de esta manera obtendremos de un interior aparentemente colmatado un armario con dos zonas de llenos y vacíos. En este punto debemos señalar una cualidad del orden de compactación que afecta al entendimiento del espacio arquitectónico, para ordenar el armario doblaremos cuidadosamente la ropa, reuniremos las cajas por tamaño, colgaremos la ropa según su altura y apilaremos todo de la mejor manera posible, advirtiendo que si lo hemos hecho varias veces y con los mismos objetos siempre encontraremos una manera más compacta –comprimida- de ordenarlos, incluso podríamos superponer objetos: colgar dos camisas en la misma percha o llenar una maleta vacía con objetos que no utilizaremos de manera inmediata. En esos casos se introduce una cualidad diferente de la simple agrupación por yuxtaposición, una caja menor en el interior de una caja mayor no existe como volumen ocupado, ha desaparecido y, sin embargo, es posible rescatarla de ese limbo transitorio y usarla nuevamente. Ésta forma de compactación concéntrica o inscrita es consustancial con la arquitectura: el armario donde está la caja oculta se encuentra en una habitación, la habitación se inscribe en una vivienda, la vivienda en un edificio, el edificio en una calle, la calle en un barrio..., y todos ellos en una ciudad.

En los elementos arquitectónicos concéntricos existe, como en las series matemáticas, una razón de escala, cada elemento es de menor tamaño que el precedente y mayor que el conse-cuente. Condición física imprescindible para introducir unos en otros, no obstante apreciamos otra condición que no está vinculada con las formas y las medidas: en arquitectura los conte-nedores y los contenidos pertenecen a sustancias diferentes. Ésta afirmación necesita de una mayor explicación. Una ciudad está constituida por casas y calles, las casas tienen llenos y va-cíos, los llenos están formados por habitaciones y corredores…, parece que al trasladarnos de un elemento a otro de la serie aceptamos junto con el cambio de escala un cambio cualitativo. Nadie ni nada nos obliga a ello, también podríamos inscribir elementos que aunque tuvieran necesariamente menor tamaño fueran esencialmente similares, como la caja dentro de la caja, el diseño de una habitación dentro de otra habitación. Ésta libertad creativa de la actividad del proyecto aunque se haya producido en todo tiempo y lugar es esencialmente moderna. Mu-chos de los descubrimientos espaciales de la modernidad estarían comprendidos en este crite-

5.1.03

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5.1.03 Compacidad Concéntrica, ilustración de J. Alba Dorado

5.1.04 Favelas de Río de Janeiro, Brasil

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rio de compactación espacial, mientras la ciudad antigua debía su densidad a la yuxtaposición de arquitecturas, tanto la ciudad como la casa contemporánea añaden una mayor complejidad al su-mar a la yuxtaposición la superposición o inscripción, elementos que desaparecen unos en otros como los segmentos de un catalejos, deslizándose entre sí. Mientras la ciudad medieval quedó encerrada en el interior de la ciudad del siglo XX, en un caso típico de crecimiento arbóreo de la cultura occidental, en la cultura oriental el fenómeno urbano se hace más complejo y las ciu-dades se yuxtaponen, superponen y deslizan. Las vanguardias modernas siempre utilizaron esta compactación por superposición que introdujo en sus proyectos alteraciones semánticas que han permanecido hasta la arquitectura actual. Quizá el ejemplo más conocido sea la “planta libre” de las casas-manifiestos de Le Corbusier, más evidentes en su representación gráfica, en los dibujos de plantas, que en los espacios construidos, en los que Le Corbusier manipulaba una especie de escenografía aparente. Mies van der Rohe en sus casas de habitación única, inscribía la cocina o el baño en el interior del espacio universal de la casa. En los espacios servidores de Louis I. Kahn, que constituyen al mismo tiempo habitaciones y cerramientos, podemos analizar una ordenación más compleja y elaborada que las propuestas por Le Corbusier y Mies, una forma de orden de compactación que utiliza todos los recursos estructurales posibles y una jerarquía previa en la distinción espacial entre elementos servidos y elementos servidores.

5.1.05

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Como podemos comprobar una estricta condición de ahorro espacial, de compresión ar-quitectónica, al ser observada de manera interesada y atenta, puede proporcionarnos claves para el entendimiento y el desarrollo de los proyectos. Los espacios concéntricos, la caja dentro de la caja, desde su utilidad física inicial se transforma directamente en una ope-ración semántica de proyectos, así Le Corbusier, confiere a sus elementos interiores a la “planta libre” formas curvas, blandas, que subrayan su aislamiento y la apariencia de flotar en el interior de un cuadrado reticulado de pilares; Mies van der Rohe cuida de que sus “cajas” internas no “toquen” las líneas de fachada y el edificio aparente estar vacío; en Louis I. Kahn, se produce una ocultación de los espacios servidores al quedar transformados en gruesas materias de cerramiento, el edificio está constituido por grandes espacios servidos que pueden ser tallados por el lleno de la estructura, los cerramientos y los espacios ser-vidores, que para el proyecto son utilizados como si se tratara de una única materia. Louis I. Kahn observa con curiosidad las arquitecturas clásicas y sustituye los espesores pétreos de sus cerramientos por una clasificación de los espacios interiores, con ello mantiene cua-lidades espaciales que en la construcción industrial no son posibles, como la de leer en un escritorio cobijado entre las jambas de una ventana, espacio y actividad que se encuentra en algunos edificios antiguos, como en las ventanas – cierro de las casas tradicionales gaditanas y que Kahn re-inventa en la biblioteca de Exeter.

Un ejemplo muy conocido y utilizado por la arquitectura para distintos fines, es el grabado de San Jerónimo de Antonello da Messina, en el que la “habitación de trabajo” del santo se inscribe en el interior de un templo renacentista. En este caso la compactación por yuxtaposición del pupitre, de la estantería, de la tarima y de la biblioteca de San Jerónimo crea el confort de un lugar de trabajo que se inscribe en la inmensidad de la perspectiva de la iglesia. El título del grabado de Antonello da Messina (1456-60): San Jerónimo en su estudio, contribuye a explicar sin dudas la intención del autor por representar estos mundos superpuestos donde lo público y lo privado son posibles. Al margen de los símbolos que acompañan esta representación y que hacen alusión a la vida del santo, el mueble compacto: tarima, armario, mesa y biblioteca, donde trabaja San Jerónimo, tiene algunas de las cualidades de las habitaciones inscritas propuestas por

5.1.05 Cróquis de interiores de Le Corbusier

5.1.06 Plantas Villa Savoye, 1928. Le Corbusier

5.1.07 Cróquis 1 de Louis I. Kahn

5.1.08 Cróquis 2 de Louis I. Kahn

5.1.07

5.1.08

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5.1.09 San Jerónimo en su lectorium (1474) de Antonello da Messina

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la vanguardia moderna. La tarima mediante huecos abovedados o rectangulares se independiza del profusamente decorado pavimento de la iglesia, de forma que parece levitar contribuyendo a independizar el mueble de su entorno arquitectónico. A esto también contribuye la asimetría del espacio que se aprecia tras el estudio. Como en las formas circulares que subrayan las plantas libres de Le Corbusier, aquí las bóvedas del templo contrastan con la regularidad y austeridad ortogonal de unos muebles sin ornamentación, en contra de la tendencia de la época. La túnica que viste San Jerónimo, que se despliega sobre el plano iluminado del estudio, recupera la rea-lidad orgánica de la luz que envuelve la escena, llena de elementos superpuestos: la fachada de piedra abre una gran puerta que ilumina el suelo y el estudio, en primer plano; en su interior la iglesia, en ella el mueble y en él, San Jerónimo y su túnica. Cada vez que pasamos a un elemento menor se produce un cambio cualitativo, de la austeridad de la fachada muy iluminada a la oscu-ridad sugerente y llena de perspectivas fugadas del interior de la iglesia; del mueble compacto y racionalista a la túnica, imagino roja, que recupera los contrastes luminosos y los movimientos de la arquitectura renacentista de la iglesia. Existen varios grabados que representan esta misma escena y que mantienen la superposición entre el templo, en la mayoría de los casos gótico, y el estudio de San Jerónimo, hemos preferido utilizar para ilustrar esta idea el grabado de Antonello da Messina porque es el que aparece en el artículo de Alison Smithson: “Saint Jerome. The De-sert… The Study”1 y nos muestra de una forma más evidente la estructura espacial concéntrica. De todas las representaciones del león al que se supone que curó San Jerónimo tras entrar el animal en el monasterio en busca de ayuda por tener una espina clavada en una de sus zarpas, es ésta la más arquitectónica; mientras en las representaciones de Durero, el león posa delante del escritorio, en ésta el animal se aventura en el inmenso espacio de intersección entre la iglesia y el estudio, dejando claramente expuesto el refugio que representa el mueble- estudio frente al exterior universal del templo.

La ciudad “compacta” la arquitectura que en el medio rural encontramos diseminada y lo hace descubriendo nuevos elementos espaciales específicos: la calle, la plaza, la tienda, el polideporti-vo, la vivienda, el consulado, el rascacielos, el jardín, los tipos... Si nos detenemos en el concepto de vivienda podemos apreciar cuánto es su forma consecuencia directa del orden de compacta-

Smithson, Alison y Peter. From the House of the Future to the House of Today. 010 Publishers. Rotterdam, 2004. p.176.

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ción que impone la ciudad a todo sus componentes, podemos imaginar una actividad doméstica inicial y extendida sobre un territorio, tal vez entorno a un fuego que se prende sobre los rescol-dos del anterior para preparar alimentos, o para calentarse e iluminarse cuando se hace la noche. No muy lejos de allí debe haber un arroyo, un río o un pozo con agua; algún árbol nos proveerá de sombra y cobijo de la lluvia, una porción de roca emergente servirá de superficie dura, de asiento y pavimento cuando el terreno esté mojado o embarrado. En ese lugar-casa, apenas existe algún elemento construido, la roca plana a la que se le ha tallado un asiento, el árbol con las ramas recortadas o unidas como una cubierta, una especie de trinchera que hará las veces de letrina y que por su olor estará alejada del lugar de reunión alrededor del fuego y, como elementos más ar-quitectónicos el hogar, en medio de una explanada, fijado por un círculo de piedras y una vasija u oquedad en la roca para almacenar agua. En esta casa territorial, no me atrevo a llamarla primera porque posiblemente nunca haya existido una casa primera, no existen espacios y sí elementos, daría igual que la imagináramos en un terreno abierto o en una cueva ganada a algún otro animal. Tras las instalaciones que preceden y dan sustancia al espacio doméstico, el fuego como origen y fin y posteriormente las herramientas y las vasijas, surge como primera y urgente necesidad el almacenamiento de los útiles. No es el techo el que confiere a la vivienda sustancia arquitectónica sino los cerramientos, aquellos que encierran nuestros animales y nuestros utensilios. Los muros ejecutados con las piedras que se han desplazado del lugar de reunión y que nos separan de los animales y del resto de la naturaleza haciéndonos creer en un primer sentimiento de posesión que acompaña de forma inseparable a todo lo doméstico. La cubierta o el techo, a pesar de su relación filológica con la técnica, es un elemento mucho más complejo y difícil de situar como precedente del muro, basta repasar los dibujos tendenciosos de las primeras cabañas del hombre, como los de Laugier o Choissy, para darnos cuenta de esta falacia, los investigadores de la Casa de Adán en el Paraíso tratan de dar forma a las ramas de un árbol para aproximarlas a la construcción de una cubierta, en las que incluso el orden clásico y los elaborados tímpanos de los templos grie-gos están ya esbozados, hipótesis muy populares entre los historiadores de la arquitectura pero absurdas en su pretensión de cubrir de forma inmediata la distancia entre el territorio natural y la arquitectura como lenguaje clásico y convencional. Es más lógico pensar que en la primera acción arquitectónica como la describió Vittorio Gregotti:

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“el hombre colocó la piedra sobre la tierra para reconocer un emplazamiento en medio de un universo: para tenerlo en cuenta y modificarlo”.

Existe toda una labor de reconocimiento, apropiación y técnica; esta fase comprende la elección de la piedra y el estudio de su forma para buscar la base de su colocación. Una vez colocada la primera piedra de la primera casa, de forma real y no conmemorativa, el hombre simula con el muro los límites que ya existían en la naturaleza, creando el recinto y con él la propiedad y la pri-vacidad. Los corrales comienzan ha fragmentar y jerarquizar el territorio. Si el fuego y su entor-no radiante son suficientes para generar actividades domésticas, se puede afirmar que existen tres componentes básicos de la casa: el vacío, donde se desarrolla la actividad, el equipamiento, ligado a las instalaciones y que en nuestra hipótesis es el fuego, y el almacenamiento, único elemento que fija la casa con el lugar. Debemos suponer que la dispersión de actividades en principio es manifiesta y que la evolución del espacio doméstico se identifica con un proceso de compacta-ción, los primeros muros ponen límites a las actividades hasta llegar a crear recintos y delimitar la dispersión inicial. Es posible que los primeros muros de piedras sirvan para contener las tierras y establecer niveles diferentes del terreno, con el muro el espacio doméstico divide el mundo en dos, algo muy similar a lo que ocurrirá posteriormente con la dualidad entre privacidad y comunidad. Un paso muy posterior es la cubrición de estos recintos que obligará a construirlos con las medidas de los elementos vegetales de los que se dispongan, una compactación excesiva que llevará a confinar el fuego en un interior, a ejecutar una chimenea y a identificar la cabaña con la casa, pero no todas las actividades quedarán confinadas en este espacio interior, el exterior más inmediato seguirá condicionado por el espacio doméstico y las actividades del trabajo o las letrinas marcarán otros límites de la casa. Mientras la tecnología no permita otras posibilidades, la casa sufrirá un continuo movimiento formal de expansión y compresión, del territorio disper-so inicial llegaremos al confinamiento de la cabaña y tras ella a una nueva dispersión mediante la multiplicación de cabañas con actividades específicas, que terminarán compactándose de nuevo con el invento del forjado y, por tanto, de la planta alta que permitirá el alojamiento del trabajo y los animales en la planta inferior y la vida nocturna en la planta superior.

5.1.10 San Jerónimo de Rembrandt Harmens-zoon van Rijn (1606 –1669)

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Aunque para este trabajo no interese la prospección de los orígenes de la casa, si parece oportuno anotar que las hipótesis históricas realizadas hasta la fecha se empeñan en convertir la primera ca-baña en una construcción exenta, todo lo más ligada a un árbol pero sin relación con el territorio sobre el que se apoya. Las hipótesis sobre la forma de las primeras construcciones dan la sensación de que la adaptación del territorio se produce con posterioridad a la creación de la cabaña, como si se tratara de una construcción sobre una parcela urbana, pero esto es contrario a toda nuestra ex-periencia. La ocupación inicial de un lugar que se produce mediante la explanación, la creación de terrazas horizontales. En la naturaleza los únicos planos horizontales que encontramos son los que produce la superficie del agua y no son pisables. Para construir superficies horizontales donde po-damos plantar y regar plantas o, simplemente acostarnos, tenemos que hacer muros de contención de las tierras y son estos los que definirán inicialmente los recintos y con posterioridad las cabañas, relacionadas con las tapias de los límites, como se asocian las casas medievales a las murallas de las ciudades. La liberación de la cabaña como construcción exenta del territorio es posterior y arrastra una sencilla tecnología experimental aprendida en la manipulación inicial del terreno, es el territo-rio el que nos enseña en primer lugar las cualidades del espacio doméstico.

Podríamos concluir este apartado señalando que la compactación y reducción de la superficie del espacio doméstico no es una regresión en el desarrollo humano sino que forma parte de él, si echamos una mirada a la evolución histórica de la casa comprobaremos que cualquier avance tecnológico supone un avance en la compactación de las viviendas. La incorporación del ascensor a la tecnología constructiva es responsable directa de la altura de los edificios y de la densidad actual de nuestras ciudades.

Con el fin de ampliar las acepciones del término “compacto” y sus cambios conceptuales, con-tinuando con la analogía que nos ofrecía el diccionario sobre la escritura compacta, podríamos referirnos a una escritura concentrada en el caso de un escrito realizado en taquigrafía, mediante el uso de símbolos y abreviaturas; en este caso, la compacidad se produce no por el tamaño de la letra ni por la reducción de espacio entre renglones, sino por la superposición a la escritura de 5.1.11 Texto en taquigrafía

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unas reglas convencionales que garantizan su economía, que en el caso de la taquigrafía se refiere al tiempo y no al espacio, a la rapidez de la escritura más que a la cantidad de papel utilizada. Ya no se trata de una economía del espacio físico que nos lleve a apretujar los elementos, sino a un cambio de dimensión, podríamos señalar que de la cantidad pasamos a la cualidad, en el caso de la taquigrafía se altera la escritura mediante una especie de idioma gráfico convencional que economiza la palabra escrita. Con este último ejemplo nos hallamos muy próximos a desvelar la

5.1.12 Película Powers of them (1968), Colo-minas

5.1.13 Rodaje de Powers of them (1968), Co-lominas

5.1.12

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pertinencia de este término en arquitectura y, sobre todo, su adecuación al proyecto arquitectó-nico, su importancia en la conformación de las viviendas y de las ciudades.

El orden y la racionalidad que se derivan de la compactación es una ley natural que tiene presencia en todas las dimensiones de nuestro entorno. Los diferentes estados de una misma materia se correspon-den con el grado de compactación y libertad de sus átomos. El paso de materiales sólidos a líquidos y a gaseosos se produce por una pérdida de compactibilidad, o como en el caso del agua por un incre-mento de energía. Las ciencias químicas nos ofrecen una visión del mundo a escala inversa, mientras en arquitectura reducimos la escala real 1:1 a un espectro que se encuentra entre el 1:10 o 1:20 de los detalles hasta el 1:1000 o 1:5000 de los planos de situación, en las ciencias químicas la ampliamos hasta límites sorprendentes. Existe una simetría escalar entre el universo y las distancias siderales enfrentadas a los microcosmos de los que entiende la química; mientras el hombre y la arquitectura se encuentran en el mundo visible e inmediato para el ser humano, la escala 1:1, el átomo se mide en Angstron (10 -10 m) y las distancias interestelares se calculan en 10 10 m. En resumen, que un mapa cartográfico que representara al universo debería estar a una escala 1:10 000 000 000 y el mapa de las moléculas a 10 000 000 000:1. Frente a estas magnitudes, la representación arquitectónica, 1:50; 1:100 o 1:500, sería inapreciable y pertenecería a la escala de la realidad, que se diferencia de las dos representaciones extremas, 1:10 10 o 10 10:1; en que su dibujo es analógico y no simbólico como el que se produce en la representación de los átomos o las constelaciones.

Antes de abandonar el mundo científico de la materia añadir que los estados sólidos y líquidos en los elementos conocidos son muy similares, diferenciándose sus estructuras sólo en las relaciones de largo alcance, mientras las de corto alcance se mantienen invariables, esto quiere decir que al pasar al estado líquido los elementos rompen los enlaces que no son inmediatos, perdiendo compacidad y ganando en fluencia o inestabilidad formal. Al estado sólido pertenece el máxi-mo empaquetamiento y la máxima rigidez geométrica, de los enlaces. Sorprendentemente la compacidad de la materia (aquella que se refiere a la estructura molecular de los cuerpos) no es la misma que la compacidad física, un ejemplo de esto es el diamante que tiene una estructura

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o número de coordinación 4, el más bajo, mientras los metales oscilan entre 8 y 12, lo que nos indica que el diamante mantiene una gran rigidez y estabilidad formal unida a una estructura muy poco compacta, cada molécula es un tetraedro rodeado por otros cuatro y gran cantidad de vacío interno, por lo que podemos afirmar que aunque posee una gran dureza no es muy denso. Igual ocurre con el agua, con el mismo número de coordinación 4 y que al convertirse en hielo presen-ta un material tan poco denso que flota sobre si misma e incrementa su volumen, interviniendo activamente en la “sostenibilidad” de la naturaleza.

A pesar de los controvertidos datos que nos ofrecen las ciencias químicas sobre los conceptos de compacidad y densidad. La geometría en cuanto ciencia que entiende de las “relaciones rígidas” en-tre los cuerpos, está íntimamente relacionada con la compactibilidad y la densidad. Si observamos atentamente la realidad que nos rodea, lo que hemos llamado escala 1:1 o escala antropológica, podemos captar un número considerable de redes geométricas cuya forma se crea por efecto de la compactación. Es muy popular la constitución de las celdillas de un panal en hexágonos que cubren, matemáticamente y sin vacíos, todo el plano que ocupan. No quiero yo, aquí, enfriar la admiración de los textos escolares sobre la arquitectura de las abejas pero debemos apuntar que la forma del hexágono proviene de la compactación máxima, si tomamos un mazo de cigarrillos y los apretamos, advertiremos que su forma redonda al perder los intersticios se convierte, poco a poco, en una forma hexagonal. Existe una relación física y material entre formas geométricas y densidad. La arquitectura de todos los tiempos ha producido formas derivadas más de estas cualidades de compactación y economía espacial que del deseo formal de un determinado autor. En los orígenes de la arquitectura encontramos poblados cuya constitución formal es idéntica al de las “favelas” bra-sileñas, sin que exista entre ambas experiencias mayor conexión que la necesidad de concentrar en el menor espacio posible el máximo número de casas, con una elemental tecnología constructiva.

La densidad que es un concepto más específico de la arquitectura y de la materia, “número de individuos de la misma especie que viven por unidad de superficie” o “magnitud que expresa la relación entre la masa y el volumen de un cuerpo” (DRAE), no es por tanto una cualidad

5.1.14

5.1.15

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formal aunque afecte a la forma sino que depende de la rentabilidad espacial. Una ciudad con un gran número de habitantes por metro cuadrado será a la vez muy densa y muy compacta. Casi sin querer nos hemos encontrado con otro término: “rentabilidad”, que afecta a la forma arquitectónica y que se confunde con la densidad y la compactación. Este concepto queda muy claro si pensamos en la agricultura y en su lógica productiva, en su capacidad para rentar. No imaginamos a un agricultor a las seis de la mañana arando figuras, estableciendo futuras manchas de trigo o dejando vacíos intersticiales que no vengan ordenados por una estricta necesidad de la producción. Cuando surge la bellísima geometría compacta de los campos arados, como en el caso de las abejas, es resultado de una operación casi automática, del tamaño y necesidad de las raíces del elemento sembrado, del soleamiento, de la dirección del viento predominante, de las posibilidades de riego, de la calidad de la tierra, de la topografía, de los accidentes geográficos, etc., nunca de una voluntad personal o de una acción ceativa y artística. Si comparamos las imá-genes de los campos racionalmente arados con las acciones del Land Art, podremos comprobar cómo los resultados sensibles de percepción de estos territorios, entendidos ambos como una manifestación intelectual, son muy similares, incluso podríamos pensar que pocas instalaciones del Land Art igualan la belleza geométrica de un trigal en primavera, una densa formación de es-pigas inestables superpuesta a los accidentes naturales y a la topografía del terreno. La conclusión es evidente, nuestra percepción de la belleza está ligada a la compactación, a la densidad, al orden geométrico, a la rentabilidad productiva y, en definitiva, a la utilidad más inmediata. Como se ha dicho muchas veces en el siglo pasado: reconocemos la belleza en aquello que nos es útil. En este mismo sentido podemos trasladarnos a otra forma de producción, a la producción industrial que requiere de la arquitectura para almacenar sus máquinas y sus cadenas de montaje. Tanto en la agricultura como en la industria es la “seriación”, la utilización de formas repetidas, la que impone un orden formal tanto de los objetos como de los espacios.

Por utilizar una ilustración próxima a nuestros trabajos de investigación más recientes podemos referirnos a la producción del vino y a los espacios resultantes, un trabajo que suma tanto el cul-tivo del terreno mediante las vides como la elaboración posterior de la uva, mediante uno de los procesos industriales más antiguos que existen. Las bodegas utilizan una unidad constructiva que

5.1.14 Valle del río Red, Dakota del Norte

5.1.15 Franjas de trigales de secano, Havre Montana

5.1.16 A line and tracks in Bolivia, Richard Long, Land art

5.1.16

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es la nave o “casco de bodega”, edificación muy simple constituida por un prisma de planta rec-tángular ajustado a las medidas de las “andanas”, fila de toneles apilados. Desde el punto de vista constructivo el rectángulo está formado por dos altos muros y una cubierta de cerchas. Como en las ciencias químicas, el casco de bodega es, en este caso, una unidad estructural que define la unidad de la bodega. Una sencilla aspiración a reducir los gastos, aprovechar el espacio disponible o, simplemente, una “economía de medios”, deseable en toda actividad humana, nos lleva a den-sificar, apretar, los cascos hasta el límite de su utilidad. En estos casos aparece un nuevo espacio que no habíamos previsto inicialmente: el almizcate (denominación utilizada en las bodegas de Jerez), un patio de servicio que recorre el lado mayor de los cascos de bodega, las separa, ventila y facilita su acceso y equipamiento. Por lógica, el ancho de estos estrechos senderos entre bode-gas viene condicionado por la medida necesaria para “rodar” una bota. Las bodegas más complejas son análogas a una ciudad racionalista, con su orden orientado, sus naves repetidas y sus estrechas calles y plazas, con medidas que parten del diámetro y longitud del tonel. Si pensamos que las bo-degas más antiguas que conocemos son el resultado de un proceso continuado de ensayo – error en el que se han verificado cambios formales de los que sólo se han mantenido aquellos que han mostrado su utilidad, tendremos que admitir que para la construcción de una nueva bodega será necesario observar, medir, e incluso imitar, las estructuras formales ya utilizadas en las bodegas precedentes. A este cúmulo de información abstracta, apta para ser utilizada, es a lo que denomi-namos en la jerga arquitectónica “tipo”. Teniendo en cuenta las relaciones entre los objetos y no su forma concreta, los tipos nos aportan conocimientos que nos serían imposibles de conseguir mediante el estudio pormenorizado de cada caso o modelo. Aunque no entremos en detalle, ca-bría apuntar aquí la importancia que para la “teoría del proyecto” desarrollada por el Movimiento Moderno ha tenido el estudio de la tipología de la vivienda. Las investigaciones de Alexander Klein, Walter Gropius, Alexander, Nuno Portas..., o los congresos CIAM de entreguerras, que se apoyan en las tablas didácticas y comparativas de los siglos XVIII y XIX, de Leroy y, fundamen-talmente, de Durand. En la actualidad el grupo holandés MvRdV es el más beligerante en el uso de la densidad como argumento de sus proyectos, como ejemplo baste recordar sus inicios con el primer premio del Europan del año 1991 de viviendas en Berlín. Todos los términos que bre-vemente hemos referido en relación con la arquitectura, la densidad, la rentabilidad, la seriación, la economía de medios o la tipología, tienen su origen en la compactación.

5.1.17 Planta de las Bodegas de Sánchez Roma-te en Jeréz (Cádiz)

5.1.17

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5.1.18 5.1.19

5.1.18 Tipos de cuartos de baño de Alexander Klein

5.1.19 Proyecto de viviendas Europan, maque-ta de MVRDV

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5.1.20 Campomarzio de Piranesi

5.1.20

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V SUSTANCIAS TRANSVERSALES I

Giovanni Battista Piranesi, en 1761 publica su proyecto sobre Campo Marzio, una serie de grabados apoyados en un plano virtual de Roma en el que se aprecian, en planta, los restos arqueológicos de la ciudad romana. Este trabajo es la prolongación de su estudio sobre la arquitectura romana, iniciado con Antichitá en 1756. El proyecto realizado no es un intento de “levantamiento” documental de la antigua ciudad de Roma, sino un proyecto especulativo en el que, tras los conocimientos adquiridos por el autor sobre la manera de reproducirse de la arquitectura romana, crea un plano nuevo de la ciudad vieja haciendo “crecer” desmesuradamente los vestigios preexistentes, hasta el punto de ha-cerlos chocar unos con otros. Como en un campo arado la ciudad se llena y compacta con edificios monumentales que tratan, en sus límites, de imponerse a los circundantes: una batalla de fronteras. Sólo el curso del río Tiber, el Panteón, el vacío de la plaza Nabona, el mausoleo de Adriano (actual castello Sant’Angelo) y el teatro Marcello, son identificables. Pocos ejemplos encontraremos en la historia de la arquitectura tan ilustrativos como este de la aportación que la compactación hace al proyecto arquitectónico. Es ella la que conforma las hileras de casas, las calles, las manzanas, los barrios, las plazas…, en resumen, la cualidad formal que da origen a la ciudad.

La compacidad es posible porque reconocemos unidades diversas que se articulan en una unidad mayor de distinta entidad. En la arquitectura residencial las habitaciones constituyen el edificio y los edificios se agrupan para formar los barrios y las ciudades. Una cualidad positiva de la com-pacidad en la arquitectura es la de encontrar en cada interior un paisaje diferente al del espacio contiguo, la red de relaciones que agrupa los espacios arquitectónicos no disminuye la privacidad y autonomía de estos. Desde el punto de vista funcional, cada edificio es un contenedor de activi-dades que oscilan entre la Privacidad y la Comunidad, como en la conocida viñeta de la Rue del Percebe cada espacio arquitectónico es capaz, funcional y formalmente, de constituir un paisaje completo yuxtapuesto a los demás. En la ciudad se agrupan espacios públicos y privados, plazas y calles, patios y casas..., un buen ejemplo de ello es el cuadro de Mclintosh de 1940 en el que la acción de tender la ropa en un pequeño corral nos hace comparar la privacidad doméstica con la contigua ciudad, con sus calles, sus edificios industriales, sus chimeneas..., el cuadrado que for-man las ropas tendidas, circunscrito al patio arbolado, subraya la independencia de esta escena. Podríamos concluir que la compactación de los espacios y materiales produce la fragmentación

5.1.21

5.1.21 13 Rue del Percebe, de Francisco Ibá-ñez

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múltiple de los episodios arquitectónicos y que, al contrario de lo que pudiera parecer en un principio, ésta condensación es el origen de la diversidad espacial de nuestras ciudades.

Algunos proyectos arquitectónicos parecen realizados en dos fases diferentes, como las casas de labranza que se apoyan en un muro de piedra preexistente, así se observa cómo tras una primera ocupación densa de espacios mayores, existen otros espacios que ocupan los vacíos intersticiales que dejan los anteriores. En las iglesias, las escaleras de caracol que suben a la cubierta se alojan en el espacio inexistente ocupado por la piedra. Naturalmente el proyecto se ha hecho en un acto único y esta diferenciación entre sus espacios pertenece más a una técnica formal de compacta-ción, que llevada a todas las manifestaciones de la arquitectura evita la deformación de cada uno de los espacios en su encuentro y compactación. Como anteriormente hemos indicado Louis Kahn se refería, en sus obras, a espacios servidores y espacios servidos, mezclando la compacta-ción intersticial con la función principal a la que estaba destinada la construcción.

Si aplicamos esta cualidad de concentración y ahorro de la arquitectura a la iluminación, a la luz natural, advertiremos que su presencia está en función de su control en el interior de los espacios, como si tratáramos de construir una cámara fotográfica la luz en el interior de la arquitectura queda limitada y, en algunos casos, tamizada, es entonces cuando la luz y sus cualidades quedan al descubierto. La luz confinada, presionada y disminuida casi hasta su inexistencia se manifiesta en sus cualidades de manera más evidente que en su existencia libre de límites, en el espacio abierto del exterior. Desde el uso generalizado de la luz eléctrica, la ciudad y los espacios públicos sufren una fuerte metamorfosis, entre el día y la noche. La arquitectura moderna del siglo pasado supo utilizar las cualidades nocturnas de la luz eléctrica para producir sus proyectos, en tanto que la arquitectura contemporánea, a través de la sección, trata de confinar y manipular la luz solar.

Como conclusión de este capítulo podemos establecer que el proyecto arquitectónico no es ajeno a una ley general de la naturaleza que trata de producirse mediante el mayor ahorro de

5.1.22 The City Garden, 1940, James MacIn-tosh Patrick

5.1.22

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energía, de espacio y de tiempo. La economía de medios es una constante en la transformación de nuestro entorno, sólo las actividades realizadas por el hombre incumplen, a veces, esta ley universal. En el caso de la arquitectura, la búsqueda formal exenta de los conceptos derivados de la idea de compactación que hemos ido enumerando: la densidad, la seriación, la economía de medios, la tipología, la relación privacidad / comunidad, la construcción de los intersticios, la luz confinada..., se convierte en una banalidad, y en el peor de los casos en una monstruosidad. La arquitectura de la vivienda requiere en grado máximo la atención a estos conceptos ya que su esencia funcional es la formación de agrupaciones jerarquizadas. El aspecto que más nos interesa para el proyecto de una vivienda experimental es que la compactación, cuando se produce en un grado extremo, nos requiere cambios cualitativos en la forma que afectan a la ruptura con las pautas más convencionales y a la exigencia de una mayor tecnología. Baste comparar la vivienda con las cabinas de viajes, por ejemplo los aseos comprimidos de los aviones o del Ave se resuelven mediante una tecnología muy desarrollada, o al menos más desarrollada que la utilizada en la vivienda, por ello pensamos que la reducción de la superficie de las viviendas actuales, su com-pactación, debe ir acompañada de un esfuerzo técnico que amplíe el equipamiento de las mismas y, sobre todo, nos permita volver a pensar el proyecto doméstico, prácticamente congelado en los últimos ochenta años.

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GEOMETRÍA Y CÁLCULO ARITMÉTICO

Juan Luis Trillo de Leyva

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5.2.01

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La geometría en cuanto ciencia que entiende de las “relaciones rígidas” entre los cuerpos, está íntimamente relacionada con la compactibilidad y la densidad. Si observamos atentamente la realidad que nos rodea, lo que hemos llamado dimensión antropológica, podemos captar un número considerable de redes geométricas cuyas formas se crean por efecto de la compacta-ción, como vimos con los ejemplos de las celdillas de un panal de abejas y de la compactación de un mazo de cigarrillos. Existe pues, una relación física y material entre formas geométricas y densidad. La arquitectura de todos los tiempos ha producido formas derivadas más de estas cualidades de compactación y economía espacial que de un deseo formal. Todos conocemos los planos de la ciudad hipodámica clásica, ciudades ordenadas conforme a un módulo repetido que se registraba a través de estrechas y regulares calles de acceso. También la ciudad mediterránea medieval mantiene esta economía de espacios, aunque en este caso se superpongan los espacios públicos con los espacios privados, produciendo tramas semireticulares que garantizan una gran diversidad de accesos.

En el plano catastral de una ciudad, comprobaremos que en manzanas muy profundas, o calles importantes, las parcelas suelen tener una fachada muy corta y una gran profundidad. En cual-quier caso, las parcelas suelen ser más estrechas que profundas, en lo que se ha dado en llamar en urbanismo: loteamiento gótico, término del que no estoy seguro de la racionalidad de su uso. La forma geométrica de la parcela depende de las condiciones urbanas de su ubicación. En la ciudad de Sevilla, el trazado medieval intramuros que tiene su origen en largas calles que salen o entran de las antiguas puertas de las diferentes murallas que la ciudad ha tenido en diversas épocas, ha generado manzanas interiores grandes, triangulares e informes, que se subdividen en parcelas irregulares que 5.2.01 Plantas de la ciudad de Mileto

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��VIVIENDAS EXPERIMENTALES

5.2.02

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mucho tienen que ver con las actividades que las colmataron en origen. Es muy conocido, por el estudio que hizo Carlos A. Oliver en 1987, la formación de la manzana donde por vez primera se instaló la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla y que dio lugar en 1845, tras su derribo, al proyecto de la actual Plaza de San Pedro; en esta manzana la racionalidad de los molinos de tabaco se super-pusieron a las irregularidades formales de su trazado, delimitado por calles que convergían en la antigua puerta de la muralla donde hoy se encuentra la iglesia de Santa Catalina. También en Sevilla encontramos una trama de parcelas rectangulares, profundas y estrechas, en el barrio de Triana, más regulares y profundas cuanto más cercanas al río Guadalquivir, parcelario que contrasta por su racionalidad con la irregular distribución parcelaria de la otra orilla del Guadalquivir, de la ciudad intramuros; la razón de este trazado proviene de la actividad laboral de sus habitantes entorno al servicio del muelle de Sevilla, por ello se comprende que entre las calles Betis y Pureza se encuen-tren las parcelas más regulares, estrechas y compactas, para que el mayor número de ciudadanos tengan acceso o fachada a la orilla del río, fuente de su trabajo.

Las dos condiciones de formación de la trama urbana de las manzanas son muy simples: el acceso desde las calles perimetrales a todas las fincas y la colmatación final de toda su superficie. En la mayoría de los cascos históricos el trazado de los caminos que van y vienen de las puertas de la ciudad precede en su construcción a la formación del catastro de propiedades, de ahí la irregula-ridad geométrica que se observa en los mismos. La necesidad de acceder a todas las casas desde el exterior, desde la calle, y la especulación sobre el terreno, producen la compactación de las fachadas en los límites de las calles y la sorpresa, muy habitual, de encontrarnos construcciones de muy poca fachada y gran superficie en el interior de la manzana. En las manzanas de nueva formación existe otro concepto, en este caso de índole técnico, que condiciona y compacta su trazado, la fachada además de ser el límite de contacto entre el espacio público y el privado es la piel que pone en contacto el interior con el exterior, el lugar donde se establece la frontera entre las inclemencias del tiempo y el cobijo de la arquitectura. La lluvia, el calor, el frío, el viento, el ruido, deben ser retenidos o paliados en esta piel o fachada que requiere del máximo de tec-nología y, por ello, del mayor costo. Por esta razón las parcelas no cuadradas se ubican siempre, siempre, con fachada en sus lados menores y medianerías en los lados mayores.

5.2.02 Planta de la Fábrica de Tabacos de San Pedro de Sevilla en 1726

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En los módulos de viviendas e incluso en las habitaciones de éstas, se reproduce la misma con-formación geométrica, ordenada por la densidad y la compactación: se trata de obtener la mayor superficie con la mínima fachada. Si queremos construir una habitación para un dormitorio con una superficie de 10 metros cuadrados y una anchura crítica de dos metros y medio, obtendre-mos un rectángulo de cuatro metros por dos y medio. En el noventa y cinco por ciento de los casos la fachada deberá situarse en uno de los lados cortos, lo contrario sería ilógico dado que para una misma prestación espacial de la habitación gastaríamos más y aumentaríamos el riesgo al exponer una superficie mayor en contacto con el calor, el frío, el agua y los ruidos, sólo que-daría justificada la posición “a lo largo” de una habitación si necesitáramos contar con una ventana que excediera en tamaño el lado menor del rectángulo. Todos los estudios de tipología sobre la vivienda están afectados por esta razón de densidad geométrica y economía de medios que hemos descrito, el espesor de los edificios de viviendas depende de la posición de las habitaciones, del mantenimiento de una o dos orientaciones y de la conectividad interior de sus espacios, de forma muy genérica se puede asegurar que el espesor de un edificio residencial fluctúa entre siete y doce metros. La necesidad de que todas las habitaciones estén ventiladas e iluminadas directa-mente y la economía derivada de una máxima compactación de espacios da como resultado los diferentes tipos de edificios de viviendas, que cambian sólo por la forma en la que agrupamos las viviendas:

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1 Vivienda orientada a una dirección

Son los más estrechos (entre siete y nueve metros) corresponden a viviendas de una única planta, orientadas hacía un solo lado y con ventilación cruzada, por ejemplo:

habitaciones (4m) + pasillo (1m)+ servicios (2m)+ espesor cerramientos (1m) = 8m

5.2.03 Planta módulo de vivienda del Concurso de Ideas para Viviendas para jóvenes y mayores en Sevilla. A. Martínez y JL. Trillo

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2 Vivienda orientada a dos direcciones. Doble crujía

Corresponden a viviendas de una única planta cuyas habitaciones se orientan a dos lados opuestos y cuentan con ventilación cruzada, por ejemplo:

habitaciones (4m) + pasillo (1m)+ habitaciones (4m)+ espesor cerramientos (1m) = 10m

5.2.04 Planta módulo de vivienda del Concurso de Ideas Edificio de Viviendas en Jaén. A. Mar-tínez y JL. Trillo

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3 Viviendas orientadas a un sólo lado. Doble crujía

Corresponden a viviendas de una única planta cuyas habitaciones se orientan a un lado y no cuen-tan con ventilación cruzada, por ejemplo:

habitaciones (4m) + pasillo (1m)+ medianera + pasillo (1m) + habitaciones (4m)+ espesor cerramientos (1m) = 11m

5.2.05 Planta módulo de vivienda del Proyecto de Viviendas en Jerez. A. Martínez y JL. Trillo

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4 Vivienda de dos plantas. “Dúplex”

Viviendas de dos plantas con doble orientación y ventilación cruzada. En este tipo de viviendas los módulos suelen asociarse a una galería exterior que forma parte de una de las fachadas del edificio, por ejemplo:

Planta alta: habitaciones (4m) + servicios (2m) + habitaciones (4m) + cerramientos (1m).

Planta baja: Salón (5m) + cocina (3m) + galería de acceso (2m) + cerramientos (1m)

Existe la posibilidad de liberar huecos horizontales interiores que amplían el espesor del bloque, su dimensión puede alcanzar los doce metros.

5.2.06 Planta módulo de vi-vienda de calle Amor de Sevilla.

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El resto de tipologías comerciales como bloques en “H”, agrupaciones en estrella, manzanas cerradas o torres, son edificaciones que utilizando las cuatro secciones básicas que hemos des-crito tratan de apurar las superficies colectivas de espacios comunes, con el mismo criterio de densidad geométrica citado. Por la densidad final obtenida podríamos afirmar que a igualdad de condiciones los más económicos serán aquellos que obtienen un mayor espesor de edificación.

5.02.07 Asociación de viviendas en un bloque vertical del proyecto deJerez.. A. Martínez y JL. Trillo

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��VIVIENDAS EXPERIMENTALES

El proyecto de viviendas mantiene la incertidumbre que es inherente a todo proyecto de arquitec-tura, el acuerdo entre objetivos opuestos, siendo su forma geométrica junto a su materialización la encargada de resolver estas incompatibilidades. Recuerdo un viejo ejemplo que proporcionaba Oriol Bohigas en su libro Proceso y erótica del diseño, para referirse a esta contraposición que continuamente se detecta en el proceso de proyecto, Bohigas pone el ejemplo del diseño de una cafetera, el diseñador deberá procurar que el recipiente donde se calienta el café tenga un coeficiente de transmisión térmica muy elevado para calentarlo con la menor energía posible, pero una vez calentado y hecho el café, el recipiente debería comportarse como un termo, con el fin de mantener el café caliente el mayor tiem-po posible. Si pensamos en una cafetera tradicional es imposible compaginar ambos requerimientos mediante la utilización de un solo material y una sóla forma. Los proyectos de edificios de viviendas deben alcanzar un nivel de acuerdo entre la compacidad y la porosidad, acuerdo que haga posible la satisfacción tanto de la rentabilidad del edificio como de su ventilación e incorporación al exterior. Dar prioridad a cualquier objetivo del proyecto sobre todos las demás ocasiona un resultado anómalo y descompensado que se opone a cualquier avance arquitectónico. Es posible que el equilibrio entre objetivos contrapuestos sea una de las garantías de desarrollo y consecución de los mejores modelos.

Con la puesta en marcha del Código Técnico y su complejidad normativa se ha extendido la denomi-nada lectura oblicua, que tomada de la crítica arquitectónica se refiere al análisis superpuesto de varios documentos, de forma que sea posible detectar incongruencias o aparentes normas positivas que bajo la perspectiva de otras materias o dimensiones, resultan ser nocivas o imposibles de cumplir. En ge-neral toda norma de diseño, previa al proyecto, por muy positiva y clara que parezca su aportación, genera una potenciación de una única dimensión formal, condicionando los resultados e impidiendo, los proyectos ilógicos o fuera del sentido común con aquellos que jugando en el límite pudieran signi-ficar una aportación valiosa. Las normas de diseño, incluso las más evidentes y positivas, al tener como base el resultado de una experiencia anterior, tienden a prolongar en el tiempo una forma de hacer, a convencionalizar las propuestas futuras, obstaculizando los proyectos más innovadores y a veces ha-ciéndolos imposibles. Por ello es importante que la Administración al mismo tiempo que garantiza con sus normativas un nivel mínimo común en su producción de viviendas, experimente proyectos innova-dores que no queden condicionados por la normativa vigente, que siempre pertenecerá al pasado.5.02.08 Diseños de cafeteras italianas

5.02.08

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Entre las Normas de Diseño que deben cumplir los proyectos de viviendas protegidas en An-dalucía, en las fichas de “tipologías de edificios” (modelo G-419-2) existen tres ÍNDICES DE DISEÑO que tratan de de evaluar el grado de compacidad del proyecto de viviendas propuesto. Se parte de cuatro cantidades de superficies diferentes definidas con precisión en la normativa:

Superficie útil ∑U m2 (*)

Superficie construida ∑C m2

Superficie fachadas SF m2

Superficie cubierta SO m2

(*) Resultado de medir tanto la superficie interior de la vivienda como la exterior asociada a la vivienda (balcones y terrazas) en condiciones formales muy concretas.

Con ello se obtienen tres coeficientes:

El Índice de Aprovechamiento ∑C/∑U, el coeficiente entre la superficie construida y la útil.

El Índice de Forma SF/∑C, el coeficiente entre la superficie de fachada y la construida.

El Índice de altura SO/∑C, el coeficiente entre la superficie de cubierta y la construida.

Es evidente que una edificación compacta significa una arquitectura pragmática que obtiene una máxima superficie útil en relación con la superficie construida, que es la que cuenta en el precio de la vivienda. Una mínima superficie de fachada y cubierta (índices de forma y altura) nos garan-tiza un menor riesgo de humedad, frío o calor y, también una mayor rentabilidad de la superficie útil obtenida. A pesar de estas evidentes ventajas también tenemos que señalar que la persecución

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de los índices de diseño menores también nos conduce a modelos “empaquetados” y convencio-nales, a postergar la tecnología e industrialización de la vivienda en favor de la forma. De una forma que se ofrece de manera fragmentaria: arquitectura y muebles, espacios privados y espa-cios públicos, zona de noche y zona de día, estructura y albañilería. Podríamos asegurar que entre el usuario que pretende una vivienda flexible, cómoda, innovadora y, ¿por qué no?, divertida, y el promotor que pretende construir el mayor número de viviendas posibles, al menor precio y con la mayor seguridad, la Administración se ha colocado del lado del promotor. No tenemos la menor duda de que es necesario cubrir las necesidades de nuevas viviendas, pero ello no puede ser justificación suficiente para el inmovilismo que mantienen las Normas de Diseño actuales.

La prueba de que existe la confianza en un modelo único de geometría compacta y tecnología decimonónica (el numero de “tubos” de las instalaciones parece ser la única diferencia entre la vivienda de Promoción Pública contemporánea y la de los años cincuenta del siglo pasado) son las correcciones a las que se someten los factores que constituyen los índices de diseño. La superficie útil (∑U) no es la superficie interior utilizada, sino la suma de ésta más el 50% o el 100% de las áreas al aire libre. No basta cumplir con los estrechos márgenes fijados por los índices sino que para evitar la porosidad obtenida por la habilidad de algún proyecto innovador, se institu-ye como superficie interior útil superficies externas que de hacerse mejorarían las condiciones climáticas del edificio y aportarían espacios de expansión y flexibilidad funcional. Aquello que pone más en evidencia la arbitrariedad e incongruencia de estos índices es el 50%, ¿por qué no el 30% o el 80%? Es evidente que la norma se apoya en un modelo concreto de construcción compacta, convencional y retrograda. He seguido con interés las publicaciones de los proyectos ganadores de los concursos promovidos por la Dirección General de Arquitectura, los concursos resueltos por EPSA con posterioridad son aún más crípticos. En todos ellos se comprueba que las propuestas se limitan a “resolver” plantas, la técnica constructiva que es en la actualidad clave para construcción de oficinas o cualquier otro edificio, aún no forma parte de los concursos de viviendas. ¿Ya no es posible creer en la seriación o racionalización industrial como medio para abaratar los productos?

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El MoMA, Museo de Arte Moderno de New York, se caracterizó desde su fundación en 1929 por la exposición y explicación de la Arquitectura Moderna, también por su interesada manipu-lación. Aprovechando la coyuntura de contar con un jardín mucho mayor que su espacio interior expositivo, realizó exposiciones de viviendas experimentales que en algunos casos se construye-ron a escala 1:12. Puede que para nuestro discurso la vivienda más adecuada como ejemplo sea la que se expuso en 1941: la DDU, Dymaxion Deployment Unit, proyectada y ejecutada por el ar-quitecto R. Buckminster Fuller. Aunque Fuller había realizado en 1927 la Dymaxion House, una casa circular de una considerable belleza, suspendida de un pilar central y construida en acero, la casa Dymaxion presentada en el MoMA poco tenía que ver con aquella, aunque mantenía la ex-perimentación técnica que caracterizó a su autor. Era una vivienda horrible, compuesta por dos módulos circulares muy similares a los silos de grano. Desde luego aquello no podía ser expuesto en un museo y justificarse por su calidad artística. La prensa, el departamento de arquitectura del museo y el propio arquitecto justificaron su presencia en el Jardín de las Esculturas, por sus avances técnicos, la facilidad de su construcción, su equipamiento, su durabilidad y su precio, 1250 $. La necesidad de justificar la aparición de aquella máquina metálica cerrada, próxima a un bunker, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, condujo a proponerla como refugio bélico, como nos dice María Fullaondo:

“La prensa especializada y el Museo resaltaron la capacidad de la DDU para convertirse en refugio contra bombas”.

Aprovechando su seguridad, aislamiento y prefabricación, una fábrica de Kansas realizó en serie la DDU para su utilización por el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. La in-dependencia de la vivienda con su entorno se convirtió en su cualidad mayor para insertarse en paisajes inhóspitos. Citamos esta casa como ejemplo de las posibilidades que la tecnología puede ofrecernos aún para resolver la paradoja de la realización de un número elevado de viviendas en poco tiempo y a bajo coste. Lamentablemente nuestra Administración sigue empeñada en resol-ver esta situación a través de la forma, y en las periferias de nuestras ciudades y nuestros pueblos

Fullaondo Buigas, María. Desarrollo de la Arquitectura Moderna a través de las exposiciones de arquitectura del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Tesis doctoral. ETSAM, 2004.

2.

5.2.09 Dymaxion Diployment Unit (DDU) de Buckminster Fuller, en el jardín del Moma, 1941

5.2.09

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aparecen extrañas viviendas de dos plantas de ladrillo y mortero. Tan ridículas en su versión ra-cionalista de “volúmenes blancos mediterráneos expuestos al sol” como en las neo postmodernas de balcones, torres y arcos simulados.

5.2.10 Anuncio de la DDU

5.2.10

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Se ha producido tal estancamiento en la evolución de la vivienda que muchas veces en este texto echaremos la vista atrás, hacia mediados o principios del siglo XX, para añorar el comienzo de una actividad investigadora que no hemos sabido o podido continuar. Mucho más conocida que las DDU son las experiencias holandesas de los años treinta. Quiero destacar aquí la experimentación radical que supuso la construcción del Bergpolder en el año 1934, en Amsterdam, posiblemente el edificio más ligero del mundo. Construido por Brinkmann, Van der Vlught y Van Tijen. Un bloque de diez plantas de altura con estructura principal de acero y forjados de madera. Primer edificio de bajo coste con ascensor. A pesar de la flexibilidad estructural y constructiva del conjunto, aún hoy es posible admirar su belleza y utilidad. Los módulos prefabricados de las viviendas para cuatro personas tienen una planta admirable, es un modelo aún no superado de flexibilidad, equipamiento, insonorización y tendido de instalaciones. Cabría destacar el final de la primera mitad del siglo pasado, en torno a la Segunda Guerra Mundial, como el periodo en el que se produce una mayor concentración de esfuerzos por incluir la vivienda en el desarrollo industrial.

5.2.11 Planta de un módulo de las viviendas Bergpolder, Amsterdam, 1934

5.2.12 Fachada sur Bergpolder, Amsterdam, 1934

5.2.11

5.2.12

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5.2.13

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Dentro del interés formal que persiste como objetivo de la vivienda moderna, bastaría aplicar los índices aritméticos de diseño descritos a los proyectos más reconocidos como aportaciones válidas en la historia de la arquitectura del siglo XX, Unidad de Habitación de Le Corbusier, casas de Alejandro de la Sota o viviendas de Alvar Aalto, para constatar su reiterado incumplimiento y, por tanto, su incoherencia como índice de control de la calidad de la arquitectura residencial. Ya que el mejoramiento o mantenimiento de la calidad de los proyectos debe ser la única excusa o razón para la imposición de estas normas. La norma más válida debería ser la reducción o anulación de las Normas de Diseño, y la confianza en la racionalidad del proceso de proyecto y de su gestión administrativa. En todo caso las normas aplicables deberían quedar refrendadas por su constatación y comprobación en los modelos precedentes, testar la ley en obras construidas y detectar si su abstracto cumplimiento o incumplimiento concuerda con la mayor o menor calidad de las obras analizadas. Lo que no parece estar en duda es que el sistema adoptado de modelos formales con-vencionales y sistemas constructivos obsoletos pero comerciales, garantiza un menor riesgo en la inversión, es por eso que tanto los promotores privados como la Administración no colaboren en “educar” al ciudadano en un mayor conocimiento del espacio doméstico, en su flexibilidad, en sus posibilidades técnicas, en el equipamiento con nuevas instalaciones, y en cambio se mantenga una inculta tendencia hacia la identificación entre antigüedad y confortabilidad, o en basar la elección de una casa y su uso en el “buen gusto” o en la acumulación de objetos decorativos, muebles y cortinas. Ni siquiera la buena orientación parece contar entre los criterios para seleccionar una vivienda. Esto me recuerda la afirmación que se le atribuye al pintor Gustavo Torner: “la gente en España tiene mucho gusto, aunque no sea necesariamente bueno”. Es la seguridad de unas ventas, la pésima formación arquitectónica de los usuarios y la comodidad sin riesgo de un funcionariado técnico la base para prolongar esta situación de inmovilismo que afecta a la vivienda, cada vez más separada de la arquitectura no residencial que continúa avanzando en su tecnología. En esta situación es posible que lleguemos a separar la vivienda de la arquitectura, a considerar como en el siglo XIX que las casas no forman parte del arte de construir.

“La investigación teórica en la disciplina arquitectónica puede dividirse en dos grandes líneas, la que se dirige a facilitar de forma directa el diseño de objetos arquitectónicos, y la que analiza los resultados y

5.2.13 Terraza de la Unidad de Habitación de Marsella, Le Corbusier

5.2.14 Plantas tipo de las viviendas de la Unidad de Habitación de Marsella, Le Corbusier

5.2.14

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evalúa las experiencias. El objeto de ambas, sin embargo, es único: mejorar las condiciones y elementos de trabajo del proyectista ante los problemas que ha de resolver. Su indiferencia estriba en la inmediatez de la aplicabilidad de sus hallazgos. Por otro lado, estas dos líneas, la instrumental y la crítica, son comunes a todas aquellas disciplinas que se basan en actos creativos.” 3

Así, en 1977, introducíamos nuestra tesis doctoral sobre la vivienda de postguerra: Un méto-do de análisis de los sistemas espaciales. Análisis de la vivienda en España (1939-64), con este párrafo hacíamos una clara alusión a una época que trató de recuperar el estancamiento que se producía en la vivienda desde la década de los veinte. Los años sesenta presenciaron un acelerado desarrollo de las aplicaciones del cálculo matemático en el origen de los ordenadores. Aparecie-ron multitud de métodos que, con base en el cálculo, intentaban servir de ayuda inmediata para mejorar los problemas de proyectos. No parece útil entrar aquí en la discusión planteada en la época de si la necesidad de utilizar estos nuevos instrumentos nos conducía a aquellas sistemati-zaciones o la arquitectura requería de esta colaboración “metodológica”. De cualquier forma esta aportación instrumental tuvo como consecuencia la activación de la crítica tipológica, aplicada fundamentalmente a la arquitectura de la vivienda.

“En cualquier campo, (se analiza) un conjunto aparentemente caótico de individuos, sucesos u objetos. En la mayoría de los casos la cantidad de datos hace inabordable su elaboración y análisis; surge inmediatamente la necesidad de su reducción, es decir, de su asimilación a un número limitado de grupos o categorías. Esta agrupación de elementos no es en ningún caso aleatoria, de estar en función de la información que preten-damos obtener; de este modo pasamos a manejar grupos o metaelementos (…) podemos definir como tipo el conjunto de invariantes de un grupo de elementos (individuos, objetos, sucesos, etc…) pertenecientes a una misma clase (…) Es interesante subrayar la entidad puramente teórica del tipo, al no incluir las caracterís-ticas individualizadoras de los elementos a los que representan, siendo tan sólo la suma de sus invariancias relevantes, tema éste en el que se centran prácticamente todas las críticas realizadas al uso del método tipo-lógico (¿son más importantes los rasgos comunes que los diferenciadores del elemento?)” .4

Trillo de Leyva, Juan Luis. Un método de análisis de los sistemas espaciales. Análisis de la vi-vienda en España (1939-64). Tesis doctoral (no publicada). Sevilla, 1977.

Trillo de Leyva, Juan Luis. op. cit.

3.

4.

5.2.15 Fichas de la tesis Análisis de un modelo espacial. La vivienda española de posguerra, de JL Trillo de Leyva

5.2.15

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Con este texto se resume de forma sencilla las condiciones regresivas de la aplicación de las clasifi-caciones tipológicas y la extensión de su uso en la práctica de proyectos en materia de viviendas. Los tipos se clasifican y representan en plantas funcionales que no ponen en duda la unidad habitación/función, estableciendo sus diferencias sólo en la relación o asociación de estas. Por ello la recuperación tipológica de la década de los setenta no aportó ninguna reflexión creativa al espacio doméstico y si una uniformidad de soluciones convencionales que nos ha llevado a creer que la vivienda no admite ya cambios sustanciales. Las plantas y sus fragmentos representan la actividad funcional, a través de los etiquetados de habitaciones (dormitorios, baños, cocinas, salones, distribuidores) y de la posición de los muebles. La representación en sección que se libera de la función y asume las cualidades más espa-ciales, nunca ha formado parte de la experiencia aportada por la investigación tipológica.

El proyecto de viviendas se encontrará siempre entre la estimación práctica de los invariantes de la experiencia arquitectónica y la individualidad de cada proyecto mediante la valoración cualita-tiva de las diferencias. Las dimensiones del lugar y del entorno condicionaran la universalidad de una propuesta determinada. Como afirma Giorgio Grassi5, en realidad la clasificación viene a ser el punto en el que la reflexión y el proyecto se acercan hasta tocarse, en su común finalidad de conocimiento. En la base de toda clasificación subsisten las ideas de sistematización y globalidad, que no son estrictamente imprescindibles para su uso instrumental.

Alexander Klein inició un estudio sistemático de optimización proyectual de la vivienda, consi-derando la funcionalidad como base de todas sus clasificaciones. De todos es conocida la serie de cuartos de aseo que Klein optimiza alterando posiciones y medidas de los aparatos sanitarios, ésta tendencia al pragmatismo distinguirá las posteriores clasificaciones de tipos apoyadas en esque-mas de plantas. La ingenuidad que reflejan estas clasificaciones de asociaciones de habitaciones y funciones, se debe a la exclusión de las restantes dimensiones significativas del proyecto, entre las que se encuentra la innovación tecnológica. Como ya hemos indicado acerca de las Normas de Diseño, la referencia tipológica se basa en la experiencia, en el pasado, y la mayoría de los casos supone un obstáculo para el avance y la evolución de la vivienda.

Grassi, Giorgio. La construcción lógica de la arquitectura. Padua, 1967.5.

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ANTROPOMETRÍA Y TOPOGRAFÍA DOMÉSTICA

Juan Luis Trrillo de Leyva

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En la vivienda existen cotas o niveles que definen todas las actividades. En el paisaje interior de nuestra habitación podemos detectar líneas que como las curvas de nivel de la representación de un territorio, se mantienen a nuestro alrededor sin que las apreciemos. Estas líneas se conforman por la insistencia en que mantienen a una misma altura los diferentes muebles y objetos que ocu-pan una casa. En el nivel de medio metro (45 cm) encontramos: las camas, el retrete, la bañera, los asientos, el cubo de la basura, la banqueta del cuarto de baño, la mesa del sofá, el asiento del sofá... Entre 75 y 90 cm, una mesa de trabajo, el teclado y el ratón de un ordenador, un lavabo, los fregaderos, una placa de cocina, una taca de entrada, un aparador, el respaldar de un sofá, la mesa del comedor, la superficie de preparación de los alimentos... A 2m el dintel de las puertas, la zona superior de los armarios, el dintel de las ventanas, la parte superior de los cuadros, un altillo, maleteros, espejos... En todas las viviendas hay una especie de topografía que relacionada con las medidas antropométricas define los planos de las diversas actividades y marca la posición de las instalaciones y las alternativas formales de los vacíos, equipamientos y almacenamientos. Si atendemos al diseño del interior de un coche podemos anotar la existencia de una imaginaria línea de tierra que divide el espacio verticalmente en dos mitades, la más baja pertenece al motor y sus mecanismos de transmisión, a los asientos, a los pedales, al almacenamiento del capó, a la consola, a los indicadores de la conducción, al alumbrado, a la guantera, y que se caracteriza por estar construida con materiales opacos y por su compactación u ocupación masiva. Apenas queda sitio, vacío en su interior para situar las piernas de los pasajeros en la cabina y pequeños huecos en el motor para su desmontaje y arreglo. Por el contrario la mitad superior es muy diferente, el coche por encima de lo que hemos denominado línea de tierra se caracteriza por el vacío y la transparencia. Dependiendo del tipo de coche y el uso al que esté destinado, esto es más o menos

5.3.01 Enseres y alturas de actividad. Dibujo de J. Alba Dorado

5.03.02 Coche Saab 9-3 Sport Sedan

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evidente. Un “turismo deportivo” y descapotable, marcará con nitidez una cota horizontal, por encima de la cual sólo existirá el vacío, vidrios transparentes y la capota móvil, mientras un “todo terreno” establecerá una división menos clara entre zona inferior y zona superior. De todas for-mas el nivel inferior de las ventanas definen, en todos los vehículos, la línea que separa la mitad consciente de nuestro cuerpo: el torso, los brazos y la cabeza, del resto. La dificultad que tienen las personas mayores o discapacitadas para acceder al interior de un coche tiene que ver con esta división: opaca / transparente que caracteriza el funcionamiento y utilización de los coches. La necesidad de establecer una economía volumétrica da como resultado un habitáculo antropo-métrico, los vacíos de un vehículo se conforman en relación con el motor y con sus sistemas de instalaciones y con el cuerpo humano, de esta manera el coche se encuentra en un estadio inter-medio entre los vestidos y las casas. Esta división horizontal se mantiene en cualquier sistema de transporte: coches, barcos, trenes y aviones; recuerdo cómo el diseño de los aviones atendiendo a esta cualidad de tallar y limitar el vacío a la zona que ocupa el torso y la cabeza de una persona sentada, afectó a una huelga que se declaró en un vuelo entre la ciudad de Buenos Aires y Ma-drid: los pasajeros decidieron en postura de protesta ante el trato recibido por la tripulación y la compañía aérea (Air Madrid), ponerse de pie en pleno vuelo y con todos los asientos ocupados. No me apetecía levantarme, aunque estaba de acuerdo con la protesta, pero no tuve más reme-dio que hacerlo a los pocos instantes porque no resistía tener la cabeza sumergida entre aquellos cuerpos, me levanté, y a los pocos minutos de estar levantado, todo el mundo abandonó aquel tipo de protesta porque el almacenamiento superior en la cabina nos impedía estar erguido, a la par que el aire en la zona superior del avión estaba cada vez más viciado y nos hacía difícil la respiración. Era evidente que aquel avión estaba diseñado para mantener a los viajeros sentados y que el resto del espacio estaba moldeado sobre el volumen de 300 pasajeros sentados, sólo el nivel de la cabeza y el torso se mantiene vacío y en las condiciones óptimas de habitabilidad. Algo parecido a lo que ocurre con los niños pequeños cuando los metemos en una bulla.

Frente a la inmovilidad del hogar, a la reiteración de los ritmos cotidianos, el desplazamiento y la duración de los viajes ha hecho necesario el proyecto de habitáculos aptos para la estancia y al mismo tiempo mínimos para facilitar su movimiento y el menor consumo energético. Las

5.03.03 Ilustración de El Modulor (fig.25, p.62), Le Corbusier, Buenos Aires, 1962

5.03.04 y 05 Montaje interior de un avión

5.03.04 y 05

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cabinas para viajar se diseñan desde presupuestos extremos en dimensiones y habitabilidad. De ahí que toda la industria relacionada con el transporte haya servido siempre de referencia para la construcción de la vivienda. Desde los primeros trenes, los coches camas, los recientes AVES, los aviones para largos vuelos, las caravanas..., hasta los submarinos nucleares, han producido una gran seducción para la construcción inmobiliaria o fija; la arquitectura espacial de las cons-trucciones móviles siempre ha evitado el uso de muebles independientes, por razones obvias de economía y seguridad todos los objetos necesarios, derivados de actividades concretas, han sido fijados a la unidad principal. Si utilizáramos el aseo de un avión y al abrir la puerta nos encon-tráramos con un cuarto de baño dotado de sanitarios “Roca”, con un retrete de cerámica dotado de cisterna o un lavabo con pedestal, rechazaríamos la imagen no sólo por ser inusual, sino, fundamentalmente, por su irracionalidad. El mueble en su adaptación al espacio habitacional produce perdidas técnicas y espaciales que un avión o un vehículo no podrían aceptar. Las cabinas sanitarias de los aviones se desarrollan alrededor del volumen de un cuerpo y teniendo en cuenta la división entre la mitad de la conciencia: cabeza, brazos y mitad superior del torso y la mitad locomotriz: piernas y caderas. En muchos casos el diseño de estas cavidades modeladas como un objeto único y poli funcional, tienen en la obtención de una fácil limpieza su segunda razón formal, la primera es la economía espacial. Los míticos recorridos de los trenes, el más popular el Orient Express que unía París con Estambul desde el año 1883, han desarrollado una antigua y eficaz asimilación entre algunos muebles y su incorporación a un espacio cápsula. Los coches-cama resuelven con eficacia: camas, armarios, sofás, lámparas, mesillas, ceniceros..., sin que su funcionalidad rebaje la sensación de confortabilidad y la apariencia de lujo (concepto opuesto). La fijación e integración de los muebles convencionales suponen dos acciones de proyecto: la su-perposición de funciones: el sofá que se convierte en cama, y los desplazamientos y giros, como el respaldar del asiento que se convierte con un sencillo movimiento de giro en una segunda cama. Todo con el objeto de compactar la materia de equipamiento y moldear el vacío habitable. Un ejemplo muy utilizado de arquitectura residencial anexa a la economía espacial que reporta el viaje, es la caravana; que recientemente ha sido tomada como ejemplo para el diseño de ingenuas viviendas prefabricadas apilables (Compact habit, ETRA: Vivienda flexible 2025, Casa solar De-cathlon 2007), que simplifican las dimensiones de un edificio de viviendas y no aportan ninguna novedad apreciable al espacio interior de los módulos habitacionales.

5.3.07 Plantas del módulo (3-4 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Florida, noviembre 2007. A. Martínez García y JL. Tri-llo de Leyva

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La vivienda, quizá por un exceso de espacio o por una menor industrialización y capacidad téc-nica, está afectada sólo indirectamente por esta antropometría topográfica. Los espacios domés-ticos se habilitan a través de los muebles y son estos los que se adaptan a las medidas del cuerpo humano. Al separar arquitectura, muebles y habitantes se produce una pérdida significativa de espacio. El análisis y dibujo de las tres líneas de nivel que hemos definido anteriormente: 0.45, 0.90 y 2.0 m, sobre la volumetría de cualquier vivienda conocida y reconocida por la crítica arquitectónica, pone en evidencia esta dificultad de adaptación formal entre los habitantes y los espacios domésticos, provocada por la existencia de un tercer objeto: el mueble. La forma cúbica de la habitación y su uso como contenedor de diversos muebles, con diferentes construcciones y alturas, produce una atomización de espacios residuales que puede considerarse una de las cualidades del espacio doméstico. Aquí se podría citar de nuevo la tan utilizada escultura de Neu-mann: El espacio que hay debajo de mi silla. Tomando como referencia una de las experiencias residenciales más conocidas del siglo pasado, la Unidad de Habitación de Le Corbusier, hemos detectado mediante la representación de los vacíos a diferentes alturas la perdida residual de espacios no utilizados, hemos optado por dibujar los tres niveles antropométricos reseñados uti-lizando el mobiliario representado en las plantas del proyecto original. De estos dibujos se puede deducir que la utilización de la vivienda como un único plano, el del suelo, sobre el que se sitúan los muebles y se hacen todos los recorridos, produce un exceso de espacio inútil. Es posible que este espacio inútil fuera conveniente como almacenamiento de aire para la mayor confortabilidad de sus habitantes, pero cuando se pretende utilizar las técnicas contemporáneas de sostenibilidad, domótica e instalaciones especiales, este argumento carece de validez y el exceso de espacio inútil es simplemente un error de planteamiento.

Podemos utilizar estos tres niveles antropométricos de la vivienda, no sólo como índice de aná-lisis crítico del estado actual, sino como base para realizar un diseño más ajustado en las futuras viviendas. Nuestra propuesta es estandarizar el nivel de las mesas a una sola medida, desde los setenta y cinco centímetros usuales en las mesas de escritorios hasta los noventa centímetros que tienen las encimeras de las cocinas para permitir el trabajo de pie, se podría tender hacia esta última medida porque es mucho más fácil elevar el asiento de trabajo que forzar la posición

5.3.08 Plantas del módulo (3-4 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Florida, noviembre 2007. A. Martínez García y JL. Tri-llo de Leyva

5.3.09 Esquema volumétrico del módulo (3-4 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Florida, noviembre 2007. A. Martínez Gar-cía y JL. Trillo de Leyva

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de la persona que está cocinando, por otro lado los noventa centímetros coinciden con la altura mínima de las protecciones o barandillas entre espacios a diferentes alturas. Recuerdo un hotel londinense “de medio pelo” en el que la zona de desayuno se servía en una habitación de semisó-tano que tenía la cualidad de estar hundida 90 cm bajo el nivel de un pequeño jardín interior con césped y ardillas, una de las mesas, que era fija y situada junto a la cristalera del jardín, te permitía desayunar a la misma altura de la hierba y las ardillas. Todos se podrán imaginar que aquella mesa era la más solicitada y que incluso llegaba a existir un turno de espera, mientras otras mesas permanecían vacías. Se trataría de imaginar una vivienda cuya actividad se desarrollara en los dos niveles principales: sobre la cota cero y sobre la más noventa centímetros, configurando dos espacios diferentes como ocurría con los coches, uno inferior donde se produciría el lugar del motor y el capó, en nuestro caso parte de las instalaciones, el equipamiento completo y parte del almacenamiento. Y otro superior, iluminado frente a la opacidad del espacio inferior, donde se realizaría el ocio y los juegos. La altura restante, por encima de los dos metros, se destinaría a espacio habitable cuando se estuviera al nivel de los noventa centímetros, o a almacenamiento estacional. Una parte de la biblioteca de Berlín de Scharounn, nos muestra también esta idea de espacio sumergido, bajo la rasante, que permite nuestra posición a ras de los jardines exteriores, en la biblioteca unas mesas periféricas talladas en un plano de mármol, permite a los lectores un punto de vista similar al de las ardillas, estar situados en esa posición privilegiada que nos aísla por completo de la plataforma de la actividad de los coches y de los peatones .

La diferencia entre esta propuesta y la habitual de un único plano de movimiento es la de obtener posiciones diversas, no se trata tanto de ampliar la integración visual del vacío interior como de situar al usuario en diferentes posiciones según la actividad que esté realizando. La vivienda del siglo XX ha desarrollado un único plano de funcionamiento, que en algunos casos ha duplicado superponiéndolos e integrándolo con patios internos, con dobles altura (duplex). En todo caso, el plano arquitectónico es único y es el mueble el encargado de establecer el plano de las diversas actividades: la cama a medio metro para dormir; el mueble de cocina y la encimera a algo menos de un metro para preparar los alimentos, cocinar y limpiar; la mesa del comedor para comer y charlar; el escritorio para el ordenador y la pantalla como puesto de trabajo, etc. En esta esci-

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5.3.10 Plantas del módulo (6-8 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Florida, noviembre 2007. A. Martínez García y JL. Tri-llo de Leyva

5.3.11 Esquema volumétrico (6-8 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Flori-da, noviembre 2007. A. Martínez García y JL. Trillo de Leyva

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sión entre arquitectura y muebles, las instalaciones que prestan servicio a las distintas actividades quedan fijadas por los paramentos verticales del contenedor arquitectónico, sin trasvasarse a los muebles. Creando con ello un pequeño problema de terminales de redes, casi todas eléctricas, que enmarañan los planos de actividad y los espacios intermedios. Existen muy pocos muebles que se hayan incorporado al equipamiento funcional, ninguno si exceptuamos los de cocina que se limitan a dividirse entre aparatos electrodomésticos y armarios de almacenamiento, no obstante la “enci-mera” y, sobre ella, el trozo de pared que queda libre entre los muebles bajos y los muebles altos, entre noventa centímetros y metro y medio, son el único ejemplo existente de espacio equipado en nuestras viviendas actuales, con bases de enchufes de alumbrado y fuerza, plano de extracción de aire, mandos de control, placa vitrocerámica, grifos de agua caliente y fría, pantalla de televisión. Los últimos modelos de frigorífico incorporan en la puerta la pantalla de TV en un intento claro por eliminar muebles y ofrecer un equipamiento más compacto. Entre el contenedor arquitectónico y las actividades domésticas existe un intervalo que lo ocupan los muebles, pero mientras las insta-laciones queden fijadas a los planos, verticales u horizontales del contenedor, siempre existirá una maraña de cables de conexión que entorpecerán los movimientos y la propia actividad a desarrollar. La nueva vivienda debe plantearse, como los fabricantes de frigoríficos con televisión, la definición de los planos de actividad integrados en el contenedor arquitectónico, para ello es importante el análisis y estandarización de los planos de actividad, no sólo de su normalización en alturas fijas sino en su utilización multi-funcional.

Algunas casas de vanguardia, sobre todo de arquitectos japoneses como en el caso de Gary Chang en el Hotel Casa Maleta y Jin Taira + Takayuki Mioshi en la Casa sin muebles, utilizan la idea de suelos o techos técnicos que se ha desarrollado para los espacios de oficinas, aunque en la ar-quitectura doméstica estos espacios no sólo quedan ocultos para albergar redes de instalaciones registrables sino que voluntariamente se incorporan al espacio vacío de la casa. En el caso de la vivienda proyectada por Gary Chang, el espacio queda dividido en dos partes por un suelo re-movible, en la superior queda el vacío general mientras en la inferior está el equipamiento para desarrollar cualquier actividad, los usuarios se sumergen a media altura en el plano sustentante que se convierte así en el plano de actividad. Como vemos en el caso de la Casa sin muebles de

5.3.12 Perspectiva interior (3-4 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Florida, noviembre 2007. A. Martínez García y JL. Tri-llo de Leyva

5.3.13 Perspectiva interior (6-8 personas) de Vivienda Experimental, Concurso La Florida, noviembre 2007. A. Martínez García y JL. Tri-llo de Leyva

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Jin Taira + Takayuki Mioshi, este ocultamiento voluntario del equipamiento y del espacio de la actividad puede darse en planos horizontales y verticales. En la arquitectura desarrollada por el arquitecto brasileño Mendes da Rocha, existe como denominador común el uso de dobles forja-dos en suelos y techos, que aprovecha para ampliar el espacio interior, para alojar las instalaciones y, en su caso, para resolver con pretensado la cubrición de grandes luces.

Si comparamos los adelantos técnicos incorporados en los últimos años a los espacios de trabajo, como la existencia de suelos o techos técnicos, o ambos, para el tendido de instalaciones y la fle-xibilidad para los cambios, advertiremos que las viviendas se mantienen congeladas, no sólo con técnicas y construcciones decimonónicas sino sometidas a proyectos amanerados que encuentran en una mínima variabilidad formal la justificación de su creatividad, mientras los “tubos” se en-tierran en las “rozas” de los muros sin posibilidad de acceso a ellos, salvo la destrucción de parte de la arquitectura. Como afirma Ignacio Paricio:

“El proyecto residencial es terriblemente conservador en la previsión del tendido de las instalaciones (...) El promotor de vivienda se suele desvincular rápidamente de los costes de mantenimiento que quedan en manos de la comunidad de propietarios” .6

Existe una diferencia funcional importante entre suelos y techos técnicos, constructivamente es más costoso y complejo el suelo técnico frente al techo técnico, pero la actividad que requiere de las redes de instalaciones y de sus tendidos se produce en el suelo, razón por la cual el techo técnico no conecta directamente con las mesas de trabajo y requiere de terminales que ocupan parte del espacio habitable. Aunque los techos formados de placas registrables son más asequibles para la economía doméstica, su aportación como equipamiento o área para el tendido de las instalaciones no es siempre el más adecua-do, salvo para la impulsión del aire acondicionado frío. “Ese blando bajo vientre” según una cita de Ban-ham que recuerda Paricio en el libro referido, no contacta con los planos donde se produce la actividad del usuario exigiendo el uso de cerramientos verticales que rigidizan las actividades a desarrollar. Las

Joan Lluis Fumadó, Juan Luis y Paricio, Ignacio. El tendido de las Instalaciones. Bisagra. Barcelona, 1999. p.69.

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instalaciones, según este estudio, exigen la convivencia horizontal y vertical con los espacios habitables, espacios anejos de instalaciones que deberían ser registrables en todo su trazado y mejor si el acceso a los mismos se realiza desde el exterior. Podríamos pensar que toda vivienda estaría compuesta por la interrelación de dos viviendas, una para los habitantes y otra para las instalaciones.

En un curso de proyectos muy elemental, de los primeros cursos de la escuela, hemos utilizado como “programa” de proyectos el requerimiento de una familia que vivía con un animal salvaje, un tigre, un león o un tiburón, según la preferencia de cada estudiante. El objetivo docente era obtener un espacio doméstico más complejo donde la fiera mantenía contactos puntuales con el espacio de la casa, por ejemplo a través de una doble ventana, aunque viviera en un lugar autó-nomo. Como resultado final se obtenían conjuntos formados por dos recorridos independientes pero con lugares de encuentro. El tigre poseía su espacio propio con puntos de encuentro con-trolados con los habitantes de la casa humana y con encuentros visuales fortuitos, la fiera podría pasar por delante de la ventana del salón ocupando el espacio de un doble cerramiento exterior. Pienso ahora que las instalaciones son muy similares a las necesidades de la casa de la fiera, autó-noma pero sometida a conexiones con la casa del hombre, mientras no proyectemos dos casas en paralelo, una de las cuales contenga las redes de instalaciones, los equipamientos y el almacenaje, y la otra, el vacío donde se desarrollan las actividades, no resolveremos la vivienda del futuro.

5.3.14 Turning the apring

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