viaje a una provincia desconocida

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VIAJE A UNA PROVINCIA DESCONOCIDA. (Parte 1/2) "En algún momento dudé en venir, Mariana me pidió que lo piense pero yo insistí. Recuerdo haber sentido sus lágrimas sobre mi rostro cuando nos abrazamos en el aeropuerto, pero mi interés por las ciencias ocultas me incitaba a seguir indagando. Soy médico practicante, en el hospital San Sebastián Merino, en Lima. Trabajo allí desde hace muchos años y los pocos momentos libres entre turno y turno y las largas charlas con el doctor Otten hicieron que emerja un desbordante interés con la magia, la nigromancia y el esoterismo. Pero si hubieran escuchado las mismas historias que escuché, si pudieran ver el brillo en los ojos del doctor cada vez que narraba sus viajes por la sierra peruana, me entenderían. Fue un veintisiete de marzo cuando sucedió, estaba de turno en emergencias y faltaba poco para medianoche. Me encontraba bastante sosegado; solo una niña con quemaduras y un tipo en coma etílico habían sido parte de aquella noche. Hasta que sonaron las campanadas. El doctor estaba hablando por teléfono con una de sus tantas amantes mientras bebía un café del dispensador cuando las puertas principales reventaron de par en par. El equipo entero de emergencias traían a un sujeto ensangrentado, con heridas profundas y múltiples por todo el cuerpo. Parecía el ataque de algún animal, pero el sujeto se encontraba fuera de sí, no podía pronunciar nada coherente. El doctor Otten colgó el teléfono abruptamente, se acerco a la cuadrilla y con su linterna de bolsillo, comenzó a alumbrar los parpados del pobre sujeto. "Cuéntame que ha pasado" le decía, sin embargo, el hombre parecía muerto. Y digo parecía porque la cantidad de sangre que desbordaba era espeluznante. Tenía mordidas por todo el cuerpo. El doctor insistía en seguir examinándolo camino a la sala de emergencias, hasta que noto algo. Nunca supe que fue, pero vio algo en el hombre que lo congelo. Yo seguí sosteniendo el suero que conectaba con su intravenosa mientras llegábamos al fondo del pasillo. Pero el doctor se quedó allí, inmóvil. Al llegar a la sala de cirugías, cogí un bisturí y corte toda su ropa, dejándolo listo para cirugía. El horror me invadió, por primera vez sentí que nada que pudiera hacer por el paciente serviría de algo. Tomé unas cuantas fotografías para mi colección personal, se que va en contra de la ética médica pero sabía que no volvería a ver nada igual, o al menos eso esperaba. El hombre había sido atacado por una manada de animales, alguna diabólica jauría había tenido un festín con el pobre sujeto. Le faltaban dedos, pedazos de abdomen y hasta secciones de cuero cabelludo. El ataque había sido feroz. Al retirarle los pantalones y la camiseta gris que vestía, revise sus bolsillos. Tenía

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Page 1: Viaje a Una Provincia Desconocida

VIAJE A UNA PROVINCIA DESCONOCIDA. (Parte 1/2)

"En algún momento dudé en venir, Mariana me pidió que lo piense pero yo insistí. Recuerdo haber sentido sus lágrimas sobre mi rostro cuando nos abrazamos en el aeropuerto, pero mi interés por las ciencias ocultas me incitaba a seguir indagando. Soy médico practicante, en el hospital San Sebastián Merino, en Lima. Trabajo allí desde hace muchos años y los pocos momentos libres entre turno y turno y las largas charlas con el doctor Otten hicieron que emerja un desbordante interés con la magia, la nigromancia y el esoterismo. Pero si hubieran escuchado las mismas historias que escuché, si pudieran ver el brillo en los ojos del doctor cada vez que narraba sus viajes por la sierra peruana, me entenderían.

Fue un veintisiete de marzo cuando sucedió, estaba de turno en emergencias y faltaba poco para medianoche. Me encontraba bastante sosegado; solo una niña con quemaduras y un tipo en coma etílico habían sido parte de aquella noche. Hasta que sonaron las campanadas. El doctor estaba hablando por teléfono con una de sus tantas amantes mientras bebía un café del dispensador cuando las puertas principales reventaron de par en par. El equipo entero de emergencias traían a un sujeto ensangrentado, con heridas profundas y múltiples por todo el cuerpo. Parecía el ataque de algún animal, pero el sujeto se encontraba fuera de sí, no podía pronunciar nada coherente.

El doctor Otten colgó el teléfono abruptamente, se acerco a la cuadrilla y con su linterna de bolsillo, comenzó a alumbrar los parpados del pobre sujeto. "Cuéntame que ha pasado" le decía, sin embargo, el hombre parecía muerto. Y digo parecía porque la cantidad de sangre que desbordaba era espeluznante. Tenía mordidas por todo el cuerpo. El doctor insistía en seguir examinándolo camino a la sala de emergencias, hasta que noto algo. Nunca supe que fue, pero vio algo en el hombre que lo congelo. Yo seguí sosteniendo el suero que conectaba con su intravenosa mientras llegábamos al fondo del pasillo. Pero el doctor se quedó allí, inmóvil.

Al llegar a la sala de cirugías, cogí un bisturí y corte toda su ropa, dejándolo listo para cirugía. El horror me invadió, por primera vez sentí que nada que pudiera hacer por el paciente serviría de algo. Tomé unas cuantas fotografías para mi colección personal, se que va en contra de la ética médica pero sabía que no volvería a ver nada igual, o al menos eso esperaba. El hombre había sido atacado por una manada de animales, alguna diabólica jauría había tenido un festín con el pobre sujeto. Le faltaban dedos, pedazos de abdomen y hasta secciones de cuero cabelludo. El ataque había sido feroz. Al retirarle los pantalones y la camiseta gris que vestía, revise sus bolsillos. Tenía un juego de llaves, una identificación, un boleto de autobús interprovincial y unas credenciales. Era periodista.

Lo habían encontrado en un descampado, abandonado a su suerte, al final de un pequeño rastro de sangre mezclada con tierra muerta. Al parecer, se había arrastrado unos cuatro o cinco metros, sabe dios para qué. Unos jóvenes turistas lo vieron a lo lejos y lo trajeron inmediatamente al hospital. Eran cuatro muchachos provenientes de Inglaterra. Cuando hable con el líder del grupo, me dijo que si no hubiera sido por su novia, nunca lo hubiera visto tirado en medio de la carretera.

El muchacho me preguntó si podía irse, que tenía que volver a su destino ya que se encontraba en una investigación científica. Me explico algunos detalles pero mi ingles no era

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tan bueno como para entenderle. Me entregó unas cuantas bolsas que encontraron junto con el cuerpo, entre ellas un libro. Llevé todas las cosas al área de recepción para que sean entregadas a la policía en el momento que lo soliciten, de seguro aparecerían en cualquier momento a iniciar alguna investigación.

Cuando me dispuse a llevar el libro sin portada al área de recepción, decidí revisarlo antes . Era un libro negro, sin portada ni información editorial. Parecía ser alguna clase de publicación independiente realizada de manera muy rustica. De pronto lo reconocí, era el Omron. Un libro nigromántico del cual solo había escuchado historias y mitos urbanos que por exceso de detalles parecía solo existir en las leyendas más famosas del oscurantismo. Era un libro de magia, lleno de rituales y pociones mórbidas escrito por el líder de una secta.

Inmediatamente lo oculté en mi ropa interior. Dejé el resto de cosas en recepción y me dispuse a llevarlo donde el doctor Otten, estaba seguro que él gozaría del momento al igual que yo ya que lo único que nos unía a parte de la medicina era nuestra extraña pasión por lo oscurantista. Entre a su oficina y se lo enseñe, él se encontraba bebiendo whisky de una licorera camuflada en un estuche. Supuse que algo le ocurría, él solo bebía cuando algo malo le pasaba.Al enseñarle el libro pareció no prestarle mucha atención, al menos no la que yo esperaba. Le dije que me encontraba fascinado de haber encontrado el libro del que tanto me había hablado y comencé a explicarle las mil teorías locas que se me habían ocurrido cinco minutos antes de entrar a su oficina. Este no era un paciente cualquiera, era un periodista encontrado en medio de una carretera, abandonado agonizante y con el Omron en su maletín. Aquí había algo extraño y yo tenía que averiguarlo.

Él pareció no interesarse por nada de lo que yo le decía, hasta que le dije que me encargaría personalmente de la investigación. Justo faltaban dos días para irme de vacaciones y aprovecharía el tiempo en hacer una pequeña investigación personal tratando de descifrar el mensaje oculto detrás de todo esto, y que aplicaría todos los conocimientos que él me había transmitido. El doctor Otten me miró fijamente a los ojos, como tratando de decirme algo sin siquiera pronunciar algo. Me quedó mirando fijamente, en silencio, hasta que sonrió. De un momento a otro cambio la expresión en su rostro y pareció alegrarse.

Me dijo "Alejandro, creo que estas listo para una aventura. ¿Recuerdas de aquel pueblo en la sierra que te conté? ¿Donde había una vieja bruja ciega que sabe leer el Omron en el orden correcto? Te daré su dirección." Yo me encontraba más feliz que nunca, le había pedido en reiteradas ocasiones que me de la dirección de aquella vieja pero él parecía convencido de nunca hacerlo. Pensé que no lo hacía porque simplemente no existía pero ahora me encontraba con la oportunidad perfecta para vivir la aventura que siempre soñé.

El doctor Otten arrancó una hoja de su libreta de recetas medicas, anoto la dirección, realizo un pequeño mapa señalándome coordenadas que debía descifrar y me dio doscientos dólares. "Tómalo como un premio" me dijo. Al llegar a casa y contarle todo lo de aquella noche a mi novia, ella insistió que no lo haga. Era muy peligroso ir a lugares desconocidos y mucho menos por motivos tan perturbadores, sin embargo insistí. Ella me exigió que la lleve, pero yo no lo permití, no podía involucrarla en algo tan personal. Al día siguiente, hice un par de mochilas pequeñas, subí al carro y después de una emotiva despedida, emprendí el viaje