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Industria cultural y patrimonio cultural Puntos de sujeción posibles desde la economía política de la comunicación

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Medios de comunicacin y patrimonio cultural

Industria cultural y patrimonio cultural

Puntos de sujecin posibles desde la economa poltica de la comunicacin

ResumenEste artculo busca indagar en una reconstruccin de los lazos entre una crtica de la ideologa y los aportes posibles del cruce entre los el concepto de industria cultural hoy y la economa poltica de la comunicacin y la cultura, observando a manera de ejemplo los procesos de produccin y consumo de discursos y prcticas asociados (positiva o negativamente) a procesos de legitimacin poltico y social de las transformaciones que acaecen actualmente en la ciudad de Valparaso asociados al desarrollo de polticas culturales basadas en el concepto de patrimonio cultural, realizando una interpretacin y comprensin del fenmeno local y despejando algunos de los factores que inciden en su sobredeterminacin ideolgica y social. Palabras clave: Valparaso, polticas culturales, patrimonio cultural, ideologa, economa poltica, estudios culturalesIntroduccin

Durante los ltimos aos 10 aos las transformaciones ligadas en parte a la declaracin de su casco histrico como Patrimonio de la Humanidad por parte de UNESCO, han desencadenado efectos sociales complejos. Transformaciones en sectores de la matriz productiva de la ciudad desde la actividad portuaria pblica a la industria privada relacionada con el turismo y las actividades de promocin y desarrollo cultural han tenido su contraparte con un dispositivo que ha tenido efectos en la llamada gestin cultural de la ciudad, la cual deviene (por quien sabe cunto tiempo) alrededor de las potencias de la cultura y el patrimonio como factor de desarrollo local. Con ms o menos aciertos, la idea de que Valparaso es una ciudad patrimonial, con lo que eso conlleve, se ha convertido ya en sentido comn, parte del horizonte de sentido de la ciudad, en herramienta de futuro, de desarrollo y tambin de identidad y cohesin social.

En este sentido, este artculo busca indagar posibles puntos se sujecin para realizar una reconstruccin de los lazos entre una crtica de la ideologa y los aportes de la economa poltica de la comunicacin y la cultura, observando los procesos de produccin y consumo y prcticas asociados a procesos de legitimacin poltico y social de las transformaciones que acaecen actualmente en la ciudad de Valparaso a raz de la declaracin de parte de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad, buscando una mirada en profundidad del fenmeno local y de los factores que inciden en su sobredeterminacin ideolgica, econmica y social.

Para esto, en un primer lugar har una descripcin de los procesos de transformaciones que acarrea la patrimonializacin de la ciudad de Valparaso, abriendo el camino para una conceptualizacin desde la economa poltica y as, finalmente, tras una reconstruccin de la teora de la ideologa llegar a rescatar los enlaces posibles y deseables entre los estudios culturales, la teora crtica y la economa poltica de la comunicacin para comprender el alcance de los procesos asociados al las polticas culturales patrimoniales desde el anlisis de los lmites de posibilidad de la produccin, circulacin y consumo de las mercancas patrimoniales en la ciudad de Valparaso.

Legitimacin poltica y transformaciones econmicas: sobrevuelo de la cuestin patrimonial en Valparaso

Para poder comprender mejor la cuestin patrimonial, tenemos que empezar por describir, al menos de manera espontnea, el marco social, poltico, econmico y cultural en el cual esta se sumerge, marco complejo que podemos sintetizar en una palabra ya bastante conocida: globalizacin. En este sentido, recurrimos a Castells cuando lo define en sentido estricto, como el proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar como unidad a tiempo real en escala planetaria (Castells, 2005: 15). La globalizacin como fenmeno complejo es difcil situarlo temporalmente hace ms de 30 aos, debido a que necesariamente vino asociado a un determinado estado de desarrollo de las tecnologas de comunicacin e informacin, como tambin a ciertas condiciones polticas y econmicas (y de aqu, incluso ticas y valorativas) que han logrado extenderse ms all del mercado para imponer su lgica y sus tcnicas. Este nuevo sistema globalizado posee la caracterstica, segn el autor, de ser a la vez extremadamente incluyente, en tanto que en su globalidad alcanza a cubrir a un nmero significativo de los habitantes del mundo, quienes antes de su advenimiento no tenan la posibilidad de contactarse con determinados avances tcnicos y prcticos tal que ahora se habla de brecha digital y se busca su disminucin constantemente como smbolo de desarrollo e integracin a las dinmicas globales de intercambio, como tambin es extremadamente excluyente, en tanto operara sobre una primera divisin infranqueable respecto de que se puede, que no se puede y que no se debe hacer, comunicar, intercambiar, y que refiere a los valores e intereses asociados a los flujos mundiales ordenados por los llamados programas dominantes. Estos flujos van orientados principalmente a la rentabilidad econmica como el eje principal que domina la definicin de pertenencia o exclusin al sistema global de comunicaciones, por lo que todo lo que no fuese econmicamente rentable quedara automticamente excluido del circuito global de circulacin de mercancas.

En este sentido se puede entender la declaracin de Garca Canclini (2007) respecto a la construccin espectacularizada, teatralizada o, al menos concdame, mediatizada, de la nocin de lo popular y del folclor, y de ah a su relacin con el poder y la hegemona en las sociedades contemporneas, siempre en el contexto de la globalizacin y el llamado multiculturalismo, refierindonos a la existencia de ciertas culturas populares prsperas, en el sentido de que han logrado encontrar una forma de interaccin con las culturas de lites y las industrias culturales (Garca Canclini, 2007:203), generalmente en la forma de produccin de mercancas, de pequeos fetiches culturales, artesanas tpicas, festivales de danza, discos de msica tradicional, todas estas manifestaciones que han ayudado tanto al desarrollo econmico de dichas comunidades como tambin muchas veces a olvidar el concebir lo popular como prcticas sociales y procesos comunicativos, reducindolos a estos fetiches y encasillndolos a una determinada etnia o clase (cfr. Garca Canclini, 2007:204-205). Al respecto, el norteamericano George Ydice (2002) nos propone el notar de qu manera se ha ido desplegando, en contrapartida con estos fetiches materiales, un proceso de desmaterializacin de fuentes de crecimiento econmico que est asociado a una distribucin de bienes simblicos en el mercado en escala global tal que quepa hablar con conceptos como desarrollo cultural, economa cultural o incluso de una ciudadana cultural. Desde esta perspectiva, el patrimonio cultural asoma de manera tal que permite una suave armonizacin entre estos conceptos en el contexto de un aumento de la capacidad performativa de los individuos y las organizaciones de la sociedad civil bajo las actuales condiciones tecnolgicas y de globalizacin (Ydice, 2002: 45). Si bien no comparto muchas conclusiones que surgen de este libro, sin dudas que la simpleza del profundo detalle que nos resalta Ydice lleva a observar la forma en que la cultura como recurso se presenta en las sociedades contemporneas ya no restringido a lo econmico, sino que posee tambin la capacidad de legitimar polticamente convirtindose segn Garca Canclini (2007: 186) en escenario clave para la produccin de valor, de identidad y la distincin de los sectores hegemnicos modernos, ms aun si consideramos la advertencia que realiza Bell (1994: 47) cuando seala que se ha dado a la 'cultura' un cheque en blanco, y se ha reconocido firmemente su primaca en la promocin del cambio social .

En este sentido, el hablar de un dispositivo patrimonial refiere a la serie de estrategias polticas, legales, econmicas, y culturales, al desarrollo de instituciones, de programas comunicacionales, informacionales y pedaggicos, de aparatos represivos y sistemas de representacin, de todas la herramientas y elementos, preexistentes o no, que son puestos en disposicin en torno a una emergencia especfica, en este caso siendo el objetivo la expansin y autosustentacin del modelo de gestin patrimonial dominante en la ciudad de Valparaso: en resumen, a la aplicacin particular de la gubernamentalidad para resistir y superar una emergencia. Para efectos de esta artculo nos enfocaremos en dos elementos particulares que utilizaremos para contrastar con el discurso del medio de comunicacin: en primer lugar, aquel que tiene que ver con la reconstruccin de la identidad en torno al elemento mistificador que el patrimonio pondra sobre el territorio y la memoria; en segundo lugar, a las estrategias de desarrollo local enmarcadas sobre transformaciones productivas de la ciudad que se enmarcan en el paso de la ciudad desde una modernidad slida basada en la actividad portuaria tradicional hacia una economa de flujos basada en la venta de servicios y la mercantilizacin de la cultura patrimonial.

La capacidad de mediatizar adecuadamente su capacidad de producir elementos con rentabilidad patrimonial, logrando posicionarse estratgicamente dentro del campo de la cultura como recurso patrimonial disponible es una misin fundamental para el correcto funcionamiento del discurso patrimonial en tanto que representacin que intenta unir el pasado tradicional en el presente, mostrndolo como eje de desarrollo econmico y cultural hacia el futuro. Esta representacin de lo patrimonial, al menos aquella sobre la cual se toman las decisiones polticas a nivel nacional e internacional y su consiguiente asignacin de fondos vitales para su propio mantenimiento, tiene en Valparaso al discurso asociado con la institucionalidad ligada al Estado en cualquiera de sus manifestaciones como la tendencia dominante en Valparaso (cfr. Aravena y Sobarzo, 2009). En la construccin misma de la nocin de patrimonio se ha transitado, segn Muriel (2008) de una funcin privada -patrimonio hacienda- a una pblica -patrimonio cultural- lo que ha ampliado las formas valorativas del patrimonio, extendindose tambin a los campos simblicos e inmateriales, pero siempre circunscribiendo su forma a una relacin con el pasado a manera de herencia, pudiendo definirse el patrimonio en una posesin valiosa legtimamente heredada y legalmente protegida. El patrimonio cultural, a pesar de que formalmente pertenezca a todos y est disponible para el uso de todos, no es generado ni apropiado por todos los sectores sociales de la misma manera. El patrimonio cultural as definido nos remitira de esta forma a un proceso de desarrollo de redes expertas para la gestin de identidades y su consecuente produccin de subjetividades (cfr. Muriel, 2008) enmarcadas en este nuevo contexto, configurndose segn este autor como dispositivo de reconstruccin de sentido ah donde este ha sido vaciado, y si tomamos en cuenta que el vaciamiento de sentido y el surgimiento generalizado del riesgo corresponde a una de las caractersticas de las sociedades contemporneas desde la mitad del siglo pasado, el patrimonio se convertira, siempre segn este autor, en una tecnologa biopoltica al servicio de el modelo neoliberal de gubernamentalidad posmoderna (cfr. Muriel, 2008).

Existiran cuatro formas, segn esta propuesta (Muriel, 2008), sobre las cuales el patrimonio se manifiesta como tecnologa que acta sobre las identidades, a) como una forma extrema de biopoder, que logra traer de vuelta mundos sociales y realidades que no podran existir bajo las condiciones actuales, una suerte de puesta en escena de un pasado congelado e imposible; b) haciendo de la identidad algo manejable, que es posible de ser transcrito bajo los cdigos de la homologacin, de la reconstruccin y de la gestin; c) convirtiendo el patrimonio en un lugar de resolucin de eventuales conflictos respecto de la identidad y la memoria de un determinado lugar, aplanando el terreno y las contradicciones asociadas a un mismo territorio bajo la bandera de lo polticamente correcto, de la imposibilidad de negar totalmente el patrimonio; y d) actuando como un instrumento que permite explorar los lmites de la representacin de la memoria. Lo interesante de esta postura es que nos abre el panorama de investigacin no solamente al estudio del patrimonio como configuracin de un conjunto de bienes simblico-materiales que conforman el sustrato del valor diferencial de una identidad (Muriel, 2008: 75) sino tambin a observar los procedimientos, las prcticas sociales que hacen de esas cosas algo valioso en detrimento de otras. El patrimonio en Valparaso posee, desde mi punto de vista, tres matrices desde las cuales genera sus significados: una matriz externa, la UNESCO, que propone una versin mistificada del patrimonio, asociada en este caso al pasado de la ciudad como ejemplo de globalizacin cuando no exista la globalizacin; en segundo lugar una matriz interna, el Estado, que propone una versin pragmtica del patrimonio, orientada directamente a estrategias puntuales de desarrollo (econmico en primer lugar) local asociadas a lo que pueda extraerse desde lo patrimonial; y, finalmente, una matriz de base, la comunidad, los habitantes que transitan por el territorio, quienes se sienten alejados de las definiciones propuestas por las dos matrices anteriores, pero que an as construyen sus sentidos frente al panorama de la patrimonialidad, reconstruyendo entre recuerdos su propia identidad local, reforzada ahora tras la legitimacin de la importancia (real o imaginaria, distincin que en este caso se difumina) que alguna vez tuvo la ciudad, y desde ac construyendo posibilidad de futuro, en un movimiento que articula la dimensin social (o prctica), lingstica (o discursiva) y material de la comunicacin.

Es importante notar que las polticas asociadas al patrimonio contienen los peligros asociados a cualquier poltica cultural: en este caso en particular, cuando no se trata con cuidado la patrimonializacin deriva en la museificacin de territorios vivos, en la negacin y la seleccin de pedazos del pasado de acuerdo a criterios asociados al poder, escondiendo tras un futuro periodo de bonanza econmica un presente que muchas veces excluye y desintegra. Cuando el patrimonio deviene anticuario se convierte en perjudicial para la vida.

Hacia una consideracin compleja en los estudios patrimoniales desde la Economa Poltica de la Comunicacin y la CulturaLa investigacin enfocada en el anlisis de los fenmenos de masas se convierte en una preocupacin para las ciencias sociales desde Spencer y Saint-Simon hasta Le Bon y Freud, pasando por la estadstica y la gestin de las multitudes de Qutelet, el estudio del comportamiento de las masas, de sus cambios en la direccin de los flujos de su desarrollo y la bsqueda de explicacin y puesta en ley. En el caso especfico del estudio de medios, tras los desarrollos tericos y metodolgicos generados durante las primeras dcadas del siglo pasado en la llamada Escuela de Chicago, se abre paso el funcionalismo acrrimo: es el tiempo de Lasswell de Merton y de Lazarsfeld, de Lewin y Hovland, de estudios sobre propaganda, opinin pblica, elecciones, y la influencia de los medios de comunicacin sobre la configuracin de las opiniones (a travs de la influencia de los llamados grupos primarios), de agujas hipodrmicas, de dinmicas y flujos de informacin en los grupos que fueron la tnica de los estudios en comunicacin norteamericanos. Solamente la disidencia de C. Wright Mills pareca pensar una forma diferente de entender los procesos comunicativos mediados para las masas volviendo a pensar la relacin de la cultura con el poder, la ideologa y la subordinacin, apelando a un nuevo despertar de la imaginacin sociolgica adormecida tras el hlito tecnoburocrtico de la sociologa devenida ingeniera social de mitad del siglo XX.

Paralelamente, en Europa se estaba revitalizando el estudio cultural con races crticas, inspiradas en lecturas marxianas alejadas de la ortodoxia sovitica, donde un grupo de filsofos se rene fundando la que ser conocida como la Escuela de Frankfurt. Rpidamente exiliados tras el ascenso del fascismo en Alemania, encuentran en los Estados Unidos un terreno frtil donde poner a prueba sus conjeturas y teorizaciones respecto al estado del desarrollo de lo que denominaron la industria cultural, realizando uno de los aportes ms profundos en la conceptualizacin de una teora crtica de la cultura que perme los estudios sobre los fenmenos de masas desde la mitad del siglo XX hasta nuestros das. En una mencin aparte, los desarrollos generados por el esquivo Walter Benjamin, quin corriendo paralelo a los frankfurtianos (siendo a veces incluso confundido por uno de ellos) logra entregar una contracara a la visin marcadamente pesimista del diagnstico de Adorno/Horkheimer, apelando a la apropiacin, a travs de las tcnicas modernas de reproduccin de las obras de arte, por parte de las clases que histricamente habran sido solamente receptoras de los contenidos, abriendo la puerta para un estudio propositivo de los medios de comunicacin desde lo popular.En la industria cultural, suerte de institucionalizacin totalizante de la cultura por parte de la estructura econmica de determinados atributos y caractersticas superestructurales (culturales, estticas, polticas, ideolgicas, lo que lee en ese espritu de Marx), se opera de tal forma que ya ella trata por igual al todo y a las partes (Adorno y Horkheimer., 2005: 138). Aparece una razn totalizante, instrumental, negadora mediante rpida asimilacin de la oposicin en la mezcla hertica de la cultura de masas la condicin de posibilidad de esta ltima. La Cultura (con mayscula) ocurre producida y mediatizada por la industria cultural, y como toda produccin circunscrita a una formacin social capitalista posee un componente ideolgico velado tras su apariencia de neutralidad. Esta lgica sera lo que los autores desenmascararan tras la dialctica de la ilustracin: el dominio, mediado esta vez por la razn ilustrada, del hombre sobre la naturaleza y la magia, cae de vuelta mistificado nuevamente, como dominio sobre los hombres. El mundo entero -declaran- es pasado por el cedazo de la industria cultural (Adorno y Horkheimer, 2005: 166). As, desde la ltima seguidilla de estrenos hollywoodenses hasta la parrilla programtica de la radio ms popular de la ciudad poseen dentro de s atributos que persiguen este inters homogeneizante que tanto importara, segn los autores, en el contexto del proceso de produccin capitalista de sentido, obligando a quienes estn en su tiempo libre a seguir consumiendo y produciendo segn los mismos estndares que lo haran en la fbrica. De esta forma las masas tienen lo que quieren y reclaman obstinadamente la ideologa mediante la cual se las esclaviza (Adorno y Horkheimer, 2005: 162).La visin de Benjamn de apropiacin y resignificacin por parte de las masas se complejiza con la entrada de la reproduccin digital, posibilitando otra forma del desarrollo de ese sensorium que ya ley en el moderno Baudelaire, pero tambin haciendo surgir nuevas vicisitudes en el tratamiento de las formas de reproduccin cultural mediatizada en las sociedades capitalistas contemporneas ahora bajo estas nuevas reglas de difusin y apropiacin mediadas por el desarrollo tecnolgico que atraviesan desde los medios a las audiencias y de vuelta, borrando cada vez ms la lnea entre uno y el otro en trminos de capacidad de produccin cultural. De esta manera, observando bajo este prisma el desarrollo de las tecnologas de la comunicacin e informacin, podemos apreciar el aumento de la posibilidad de uso por parte de sectores de la sociedad que hace una o dos dcadas se encontraban excluidos del circuito de produccin de contenidos multimediales preparados para ser diseminados en el espacio pblico. En este sentido, durante los ltimos veinte aos hemos asistido a un desarrollo sostenido de iniciativas populares tanto de inters pblico-comunitario como tambin de desarrollo de iniciativas privadas, por ejemplo el nacimiento de emisoras de televisin y radio comunitarias, iniciativas soportadas en plataformas de desarrollo digital, desde blogs, zines, revistas digitales, como tambin una integracin de los medios tradicionales con estas nuevas tecnologas permitindoles un aumento considerable en el radio de alcance de sus contenidos, acercndose a recorrer el globo para todo aquel que cuente con un dispositivo capaz de conectarse a internet, desde un computador hasta un celular. Por otra parte, en el Reino Unido se vena montando tambin una propuesta de interpretacin de la cultura que intentaba superar las dicotomas instauradas a fines del siglo XIX por Arnold, distincin que dur casi intocable en ese pas hasta la mitad del siglo XX, en donde se caracterizaba la distincin entre cultura refinada, mediocre y brutal, cada una asociada de manera ms o menos directa a la posicin de clase del individuo productor/consumidor (Mattelart, 1997:70). Frente a esto, durante la dcada de los sesenta y setenta, muy atentos tambin a los desarrollos de los frankfurtianos, pero sin dudas instalados en su propia tribuna, acadmicos como Stuart Hall y Raymond Williams propusieron un quiebre doble respecto a la concepcin de cultura: primero, rompiendo con la crtica literaria tradicional, que conceba a las manifestaciones culturales como algo aparte al movimiento de la sociedad, dan un giro para integrar dichos fenmenos dentro de un esquema que conceba a la cultura como parte de un proceso global a travs de las cuales las significaciones se construyen social e histricamente, donde la literatura y el arte no seran ms que manifestaciones de la comunicacin social. De la misma manera, en especial desde los aportes de Williams, el Centro de Estudios Culturales de Birmingham (que as se llamaba su escuela formal) propuso un estudio de la cultura desde una revitalizacin del marxismo haciendo una lectura, al igual que los frankfurtianos, que intentase comprender la relacin entre cultura y las dems prcticas sociales alejada de los determinismos econmicos, absorviendo material desde diversas fuentes de marxismo crtico: redescubren a Lukacs y a Bajtin, releen a Sartre, traducen a Benjamin, comparten con Althusser, Barthes y Gramsci (cfr. Mattelart, 1997:73), logrando conjugarlos de una manera original y provocativa, generando un terreno frtil de investigacin y desarrollo. As, sus preocupaciones giran en torno a los estudios de recepcin de los mensajes televisivos, de percepcin de las audiencias, la prensa, la publicidad, la crtica literaria, la construccin de la mujer en los medios. Detengmonos un momento en esta revisin histrica de las formas en las cuales se ha intentado aprehender el fenmeno de la comunicacin de las masas para intentar una entrada alternativa. Desde las ciencias sociales en general, y desde la sociologa en particular, se ha tomado consciencia desde hace tiempo ya de que todo proceso social que anse sostenerse en el tiempo necesita en algn momento obtener una legitimacin en las bases sociales de manera tal que pueda desarrollarse en la persecucin de su propia supervivencia, lo que bajo la forma actual del capitalismo puede sintetizarse a travs de los procesos de expansin, acumulacin y control, de la produccin, la circulacin, y el consumo de los bienes y del capital. En la construccin de dicha legitimacin poltica se encuentra latente un acto de violencia (fsica o simblica) reveladora de una relacin de poder. La legitimacin se convierte, finalmente, un acto de dominacin.

Desde la teora sociolgica clsica de orientacin weberiana, la dominacin sera la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos especficos (o para otros mandatos) (Weber, 2008, p.170), un giro de la voluntad de un grupo y todos sus miembros de adherirse, de mayor a menor grado, pero siempre de manera aparentemente libre a actitudes y prcticas coherentes con una idea que no es propia, la cual pasa, tras un necesario periodo de ajuste estructural interno (factor que contribuye, creo, a que Weber parta la descripcin desde una probabilidad), a ser una idea propia. Se crean sistemas de representaciones, sostenidos en la comunicacin interpersonal y en aparatos e instituciones de socializacin, enfocados principalmente a mantener el equilibrio y descartar las contradicciones, en una reproduccin positiva de un determinado orden social.

Si considersemos solamente la reflexin weberiana sobre la dominacin, nos encontramos con un panorama bastante sombro. Su unilateralidad en la definicin, y la prcticamente nula capacidad de contrarrestar dicha dominacin, a menos que se logre construir un eje de dominacin (diferente, pero finalmente igual, aunque con distinta direccin) es incapaz de poder comprender de manera compleja las formas actuales y su relacin con las estructuras de poder en las sociedades contemporneas, especficamente cuando nos encontramos frente a un anlisis sociolgico desde la cultura. Esta discordancia se ha intentado superar en los desarrollos realizados desde la teora crtica de inspiracin marxista e incluso el psicoanlisis, desde donde se ha intentado enfatizar en la multilateralidad de los conflictos por el poder y la construccin de un determinado orden social: ya no se tratara de una accin pasiva dominantes-dominados, sino que habran contradicciones que atraviesan toda relacin de poder y que son constitutivas y constituyentes de los sujetos, as como estructurantes y estructuradas de la formacin social. El poder y las resistencias a ste no pueden ser pensados como polos insalvables, sino como parte del mismo orden, un orden que no se manifiesta limpiamente frente a los sujetos que tras l viven, que necesita inexcusablemente de un fundamento ideolgico que otorgue sentido ms all de lo evidente, que justifique las prcticas con una apelacin al sentido comn.Independientemente de lo que se pudiese decir en distintas reas del debate pblico respecto del fin de las ideologas, como si la ideologa fuese un subproducto de las dicotomas polticas que englobaron el espectro mundial en un tiempo lejano (socialismo/capitalismo, con apariciones especiales del fascismo y otros ismos), en este artculo partimos en directa negacin de dicha tesis, y ms an, declarando que el papel que juegan las ideologas en la construccin y el mantenimiento de las formaciones sociales es tan o ms importante que nunca, simplemente por el hecho mismo de su invisibilizacin y reduccin a un conflicto superado tras las puertas del siglo pasado, tras la disolucin del cual la ideologa no quedara ms que como un residuo, un estorbo frente a la pragmtica que debiese primar en aquellas reas donde la ideologa tena algo antes que decir, yendo con Barthes cuando declaraba en sus Mitologas que uno de los mayores triunfos de la burguesa es el hecho de que ya no exista como clase, que se haya mistificado, despolitizado y finalmente naturalizado, naturalizando tambin su relacin de dominio y su propia posicin de clase. En resumen, cualquier crtica respecto del concepto de ideologa que no sea capaz de superar la dicotoma planteada Una primera definicin que intente superar la nocin de falsa conciencia podra caracterizarla como fundamento de las representaciones sociales compartidas de los grupos sociales (Van Dijk, 1998 en Van Dijk, 2005:285), como la forma especfica de los sistemas cognitivos de carcter inconsciente que orientan y otorgan sentido a las acciones de los sujetos colectivos. Cuando Van Dijk caracteriza las ideologas como el conocimiento comn de grupos especficos que est en la base de las representaciones sociales colectivas (cfr. Van Dijk, 2005), se discute inmediatamente una cierta ahistoricidad de las ideologas de esta manera contempladas, como justificaciones lingsticas que generan el lazo social necesario para el reconocimiento del individuo en tal o cual grupo, como si estas hubiesen surgido casi de manera espontnea o, si no as, al menos desligadas de su contexto social, dejando de lado el tema de la sobredeterminacin, trmino clave introducido por Althusser desde el psicoanlisis freudiano que nos permite conceptualizar de manera compleja la ideologa, alejndola de cualquier clase de determinacin en ltima instancia. La clase de definiciones mencionadas anteriormente, en su nfasis por superar el idealismo de la falsa consciencia, no son capaces de despegarse completamente del idealismo, de una cierta pureza lingstica de la ideologa que la asla del resto de las manifestaciones sociales, dejando de esta manera a un lado tres cosas muy importantes, y en absoluto nuevas, que permiten una comprensin ms cabal de la compleja relacin entre ideologa, discurso y estructura social. Ya nos menciona Voloshinov que el carcter sgnico es la determinacin general de todo fenmeno ideolgico (Voloshinov, 1992:33), y en tanto tal vive en sus prcticas (sociales), en sus instituciones (sociales) y en el lenguaje. En primer lugar tenemos la dimensin prctica de la ideologa. Lo ideolgico vive de lo social, necesita de un colectivo, por lo que el pensamiento abandona el refugio de la conciencia individual. Esto hace que sea, finalmente, sobredeterminado socialmente. Volviendo al mismo Voloshinov (1992:36-37), la conciencia individual no es el arquitecto de la superestructura ideolgica, sino tan solo un inquilino alojado en el edificio social de los signos ideolgicos. El lenguaje es la puerta trampa, es en su manifestacin con otro (interno o externo), en la profundidad de la palabra en discurso, donde se encuentra la llave para poner al descubierto a lo ideolgico como tal.

Esto nos lleva al segundo punto: la ideologa, en tanto signo posible de ser representado mediante el lenguaje, es parte del proceso de comunicacin, es omnipresente socialmente. Se hace necesario comprender los puntos de apoyo de los discursos, interpretar sus movimientos y analizar las formas. Ver ah donde no hay nada, hurgar con cautela. La ideologa es una "representacin deformante", un "desconocimiento", la ideologa no se reconoce nunca a s misma como ideologa, declarndose incluso como estrictamente no ideolgica haciendo que cualquier identificacin traiga, velada, una forma de negacin, naturalizando de esta manera su formaciones y prcticas discursivas donde no hay sino "una arbitrariedad histrica del poder" (Belln, 2003: 7) Existe entre los fenmenos sociales una relacin histrica, poltica, cultural y econmica, son actos y relatos sobre actos, puntos de vista, opiniones, comentarios, nfasis, y sobre todo afectos, procedentes de los intercambios y generados mediante relaciones intersubjetivas, en un movimiento de acciones comunicativas recprocas entre individuos ms que reacciones a algo dado externo a ellos, todos velados tras la aparente neutralidad del lenguaje. La ideologa en si no posee carga valrica, est ms all del bien y del mal. Es casi inevitable el realizar distinciones, racionalizar y reprimir las elecciones, ensoar relaciones entre las cosas y confundir las causas con los efectos. La ideologa es un objeto de sospecha. Oculta. Ah donde est, tiene propsitos no declarados, no posee verdad, pero si genera efectos de verdad. Tercer punto: La ideologa, desalojada ya de su naturaleza puramente idealista y necesariamente falsa, no puede ni debe ser concebida como alejada de una materialidad que la sustenta. La naturaleza de la ideologa es tambin material. Ya lo reconoca Althusser cuando declaraba que la ideologa siempre existe en un aparato, en su prctica o prcticas y dicha existencia es material en tanto esas ideas son actos materiales insertos en prcticas materiales, reguladas por rituales materiales, a su vez, por el aparato ideolgico material del que proceden las ideas de (un) sujeto (Althusser, 1971: 35). La ideologa, por tanto, existe solamente en y por sus prcticas y por otro lado es siempre una naturalizacin del orden simblico (Barthes, 1950 en Zizek, 2006: 2). Este pensamiento fue ya desarrollado por Gramsci, quin vea la ideologa como un todo orgnico y relacional encarnado en aparatos e instituciones que suelda en torno a ciertos principios articulatorios bsicos la unidad de un bloque histrico (Laclau y Mouffe, 1987: 119). La ideologa sera el cemento orgnico de un determinado momento, una ideologa que ya no se corresponde directamente con una asociacin inalienable con una clase determinada, sino que permea la totalidad de la estructura social articulndose de manera hegemnica con los distintos elementos en dominancia de una determinada formacin social.Hemos llegado a un punto crucial: mientras los estudios culturales, con su riqueza terica innegable y sus desarrollos temibles en pos de la comprensin de los fenmenos culturales en las sociedades contemporneas han centrado sus esfuerzos en estudiar el consumo y la cultura popular, han dejado en un lugar marginal el anlisis de la determinacin estructural, de las instituciones, de los procesos de la democracia, y del papel de la cultura dentro de ellos. La industria cultural pertenece al tipo de estructuras y organizaciones de poder de las sociedades contemporneas, y la investigacin de los estudios culturales no aborda esta problemtica: no analiza los productores culturales, y los modos y maneras en que stos ejecutan su poder a travs de los contenidos mediticos. En su inters por destacar la actividad de las audiencias y la libertad de la interpretacin, han puesto en espera el anlisis de cmo se construyen los smbolos que circulan en nuestra cultura, y de cul es el alcance y las consecuencias del cambio que se est produciendo en la produccin cultural, en esta etapa de comunicacin transnacional y de globalizacin. Por otra parte, los estudios frankfurtianos pecaron de pesimismo y clasismo al rechazar la validez de las formas de manifestacin de la cultura popular, encerrando toda manifestacin masiva bajo los intereses del capital; sin embargo, su acierto consiste justamente en el reconocimiento del proceso, cristalizado en la conceptualizacin de industria cultural, de la colonizacin de las lgicas capitalistas a la superestructura. En este sentido, a pesar de que tiende a hablarse en plural de industrias culturales considero que la lgica recin propuesta sigue en pie, y que su pluralizacin no es ms que un desarrollo posterior que responde a la diversificacin del portafolio con el cual las mercancas culturales responden a un escenario cada vez ms globalizado. El hablar incluso de mercancas culturales no es ms que una muestra del xito de dicha colonizacin.

De esta manera, a pesar de que la economa poltica de la comunicacin (EPC) no es en absoluto una tendencia nueva dentro de los estudios de comunicacin, su relativo olvido por parte de la academia durante las ltimas dcadas, justificado sobre todo por una sobrecarga de algunos de sus exponentes a cerrarse sobre el tema de la propiedad de los medios de comunicacin, como tambin por una necesidad de alejarse de todo lo que oliera a determinismo econmico aejo, hace refrescante el volver a revisar la contingencia del anlisis de los medios de comunicacin desde la economa poltica, ms an si consideramos que en el ncleo de esta propuesta se encontrara la preocupacin por explicar de qu manera la dinmica del capitalismo moldea la elaboracin y la captacin del significado de la vida cotidiana, a travs de los marcos de produccin y consumo, cmo facilitan o bloquean la construccin de una verdadera cultura democrtica comn (Del Rey, 2000: p. 135). La EPC supone que existirn algunos significados que sern generados aleatoriamente, y que otros no, por tanto, que algunos sern ms predecibles que los otros, dando forma a aquello que solemos llamar cultura compartida o sentido comn. En este punto Del Rey seala que incluso en el sentido comn se puede apreciar un mecanismo de control social, en tanto las decisiones respaldadas por ellos tienen razonables expectativas de encontrar obediencia (op. cit, p. 137), haciendo surgir nuevamente la pregunta por la dominacin. Cuando el sentido comn se desmorona, cuando esos significados fracasan en su reconocimiento por parte de los sujetos, se revela su verdadera naturaleza como smbolos de poder, poder localizable y localizado, contingente, histricamente determinado, violento, circunscrito a un determinado inters poltico y econmico que genera la distincin entre qu significados circulan, y qu significados no circulan, qu relatos se exhiben, y sobre qu asuntos sociales, con qu argumentaciones se resguardan y legitiman, qu recursos culturales se hacen circular, y para qu receptores. El enfoque de la EPC comparte el origen de los estudios culturales, en los que, al principio, hay un concepto central: el poder. En contraste con el enfoque de los estudios culturales asociados a la investigacin del desarrollo y despliegue de la industria cultural bajo las condiciones actuales del capitalismo, especficamente en el campo del estudio del papel de los medios de comunicacin, donde dichas investigaciones se han centrado histricamente en el papel del consumo cultural y del lugar de la cultura popular dentro del sistema de produccin cultural ms que en las condiciones de produccin de dichos bienes culturales, la economa poltica de la comunicacin pretendera devolver el centro en el momento de articulacin de produccin y consumo. Es recuperando el momento del anlisis en el momento de la produccin, de las condiciones, los modos y las formas de produccin de la mercanca especfica producida por los medios de comunicacin desde donde se puede desentraar cmo se construyen los smbolos que circulan en nuestra cultura, as como el alcance y las consecuencias del cambio que se est produciendo en la produccin cultural de manera ms general. La EPC permite recuperar el enfoque en la industria cultural como herramienta del poder de un determinado grupo social que decide que contenidos circulan y cuales son silenciados, de qu forma son distribuidos e incluso tambin los lmites que la interpretacin de estos contenidos tienen en una audiencia determinada. Observando el momento del cmo son producidos los contenidos puede llegar a desvelarse tambin el momento de accin de la ideologa oculta tras la trasparencia del lenguaje comn, de cmo se inscribe en aparatos y prcticas concretas limitadas por las condiciones polticas, econmicas y culturales de la formacin social especfica donde estas se producen, algo que los estudios culturales, con su nfasis en los estudios de consumo y de interpretacin de dichas mercancas culturales tiende a dejar de lado. Esto no significa de modo alguno alguna prevalencia de la EPC por sobre los estudios culturales, sino por el contrario sirve como recordatorio de su necesaria sinergia y complementariedad entendiendo que ambas sirven a un objetivo comn: el anlisis de las relaciones de poder, de dominacin de clase y de dependencia, sin dejar de lado ni situar por encima de la otra las esferas de la poltica, la economa y la cultura, entendindolas desde su propia complejidad.

Conclusiones

Frente a las transformaciones que vienen de la mano con la patrimonializacin de la ciudad, un anlisis cuidadoso, anatmico, debe tener tambin en cuenta la dimensin estructural del proceso, los lugares de sobredeterminacin, de origen de los efectos, sin por esto presuponer una linealidad ni una causalidad directa. Tradicionalmente se considera que la economa poltica estudia el producto que ingresa en el intercambio, y que se considera una mercanca por el hecho de que est asociado a una relacin entre dos personas: productor y consumidor. Pero la economa poltica no trata tanto de cosas, de productos, de mercancas, cuanto de relaciones entre las cosas, entre sujetos, medios, discursos, prcticas y la estructura en un sentido mplio, irreductible a solamente su condicin econmica, pero tampoco desplazndola completamente, observando tanto al productor como al consumidor. Ya deca Marx en sus Grundrisse que produccin es tambin inmediatamente consumo.

Es por esto que, si nos vemos enfrentados al desafio de comprender e interpretar el fenmeno ya mencionado a travs de un estudio de los medios de comunicacin, quedarse con el mensaje es solamente la mitad de la moneda. La EPC nos invita a concentrar nuestra atencin en la condicin de posibilidad del discurso, en cmo los aspectos econmicos, polticos, legales y tambin los internos a la organizacin entendiendo que cada productor es tambin sujeto, consumidor de los bienes transmitidos por las industrias culturales. El mensaje de un medio comunitario es, por tanto, respuesta a un estmulo, contra-respuesta si se quiere. Suponemos que busca una salida, una alternativa al modelo propuesto, es su propia raison d'tre, pero las sospechas abundan. Crtica o reafirmacin? Dnde y cmo? Si se pretende responder en algn grado esas preguntas, debemos acercarnos con sigilo ah donde no deberamos entrar, en bsqueda de lo que no se dice, lo que se asume como cierto, lo incuestionable.

La EPC plantea la posibilidad de complejizar la comprensin de la produccin de las mercancas especficas de los medios, abriendo con esto un frente nuevo de anlisis que bien vale la pena volver a visitar.BibliografaAdorno, Theodor y Horkheimer, Max La dialctica de la Ilustracin, Trotta, Madrid, 2001

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La performatividad o capacidad performativa alude a los procesos mediante los cuales se constituyen las identidades y entidades de la realidad social por reiteradas aproximaciones a los modelos (esto es, a la normativa) y tambin por aquellos residuos (exclusiones constitutivas) que resultan insuficientes (Ydice, 2002:46)

Al respecto, y ya que no estn incluidos en la bibliografa, no est de ms recordar los tpicos de discusin tradicionales de autores como Beck (1998, en Muriel, 2008: 75), Baudrillard (1984, en Muriel 2008:75) o Bauman

Existe un informe desarrollado por el economista Pablo Trivelli a pedido del BID titulado La sustentabilidad de preservacin del patrimonio histrico: Intervenciones para apoyar inversiones econmicas y residenciales en reas patrimoniales de Amrica Latina y el Caribe: El caso de estudio de Valparaso donde llega a conclusiones que soportan estas afirmaciones.

Ya nos mencionaba Weber como [...] ninguna dominacin se contenta voluntariamente con tener como probabilidades de su persistencia motivos puramente materiales, afectivos o racionales con arreglo a valores. Antes bien, todas procuran despertar y fomentar la creencia en su legitimidad. Segn sea la clase de legitimidad pretendida es fundamentalmente diferente tanto el tipo de la obediencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla, como el carcter que toma el ejercicio de la dominacin. Y tambin sus efectos. (p. 170)

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