tesis gilberto magaÑa sobre carlos pereyra

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INSTITUTO TECNOLGICO Y DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTEReconocimiento de validez oficial, acuerdo SEP No. 15018 Publicado en el Diario Oficial de la Federacin el 29 de noviembre de 1976 DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS SOCIOCULTURALES

MAESTRA EN COMUNICACIN DE LA CIENCIA Y LA CULTURA

LA OPININ DE CARLOS PEREYRA BOLDRINI EN LA PRENSA: PRESENCIA Y SENTIDO A PARTIR DE UNA MUESTRA.Tesis que para obtener el grado de Maestro en Comunicacin de la ciencia y la cultura presenta:

Lic. Gilberto Magaa HernndezDirector de Tesis: Dr. Ral Fuentes Navarro

Tlaquepaque, Jalisco. Enero 2006

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Para Dulce

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NDICEPRESENTACIN ........................................................................................... 5 CAPTULO 1 La opinin y lo pblico: una aproximacin conceptual a laprensa mexicana (1959-1988) .................................................................... 9 1.1 Perspectivas tericas.................................................................................. 9 1.1.1 Hermenutica y disciplinas sociales ................................................ 10 1.1.2 Empirismo, criticismo y consumo cultural ........................................ 15 1.2 Preguntas e hiptesis de este estudio para la investigacin de la prensa17 a) La produccin periodstica y los gneros de opinin. ........................ 17 b) La circulacin de peridicos y revistas. ................................................ 19 c) La lectura............................................................................................... 20 1.2.1 Hiptesis........................................................................................... 21 1.3 Acerca de los procesos situados de opinin pblica crtica..................... 22 1.3.1 La temperatura de la poltica............................................................ 23 1.3.2 Las tendencias de la investigacin acadmica en comunicacin poltica ....................................................................................................... 25 1.3.3 Desarrollismo, liberalismo y socialismo en torno a la prensa .......... 26

CAPTULO 2 Reflexiones metodolgicas sobre el periodismo crtico enMxico ....................................................................................................... 31 2.1 Si el ro no suena: traer sordina? Elementos transdisciplinarios de las relaciones prensa y gobierno. ........................................................................ 31 2.1.1 Hacia una articulacin de los mtodos cualitativos y cuantitativos en la historia de la prensa mexicana.............................................................. 34 2.2 Indicadores de la evolucin de la prensa, las comunidades intelectuales alimentadoras y sus sentidos independientes................................................ 36 2.2.1 La prensa, el poder y la sociedad desde los aos 60 ..................... 37 2.2.2 Las races del pensamiento y la participacin social de Pereyra .... 38 2.2.3 El referente de Coso Villegas.......................................................... 41 2.2.4 Pereyra ingresa a la lite del articulismo ......................................... 44 2.3 La muestra analizada: criterios de formacin........................................... 47

CAPTULO 3 El sentido discursivo del periodismo de Pereyra.................... 503.1 De lo electoral como tpico ...................................................................... 51 3.2 Posicionamiento estratgico..................................................................... 54 3.3 La crtica de los medios y las incomunicaciones ..................................... 57

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3.3.1 Hacia la unificacin de la izquierda partidista .................................. 61

CONCLUSIONES......................................................................................... 64 REFERENCIAS ............................................................................................ 68 ANEXOS ........................................................................................................ 781 TABLAS, GRFICAS Y ESQUEMAS .................................................... 78 2 CRONOLOGA ....................................................................................... 84

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La lucidez crtica, aunque proporcione aparentes armas a la reaccin temporalmente, es la nica salida antropolgica, para los callejones en que se introduce la praxis del gnero humano Vevia 1990, 311.

PRESENTACIN

El presente estudio de la opinin de Carlos Alberto Pereyra Boldrini (cd. de Mxico 1940-1988) realiza abordajes en varias dimensiones de la prensa mexicana como difusora y formadora de opinin pblica. Se parte de que, en tanto construccin simblica la prensa genera prcticas, procesos de significacin y estructuras discursivas determinadas -como son los artculos o tambin llamados comentarios y anlisis polticos en periodismo- que condicionan la configuracin de los debates pblicos en una esfera de grupos sociales, personas, momentos y espacios. Hablando como lector de la prensa conciente y preocupado por nuestro rumbo sociocultural, quiero apuntalar una lnea de investigacin apenas esbozada y fomentar la reflexin acerca del papel histrico de los escritores mexicanos en este campo. Dara la impresin que comienzan a desarrollarse proyectos comunicativos solventes, sobretodo a partir de la superacin del maniquesmo reduccionista que divide al campo acadmico. Y que con ello, la discusin metodolgica e ideolgica puede prosperar hacia otros sitios en la vida pblica, urgidos de las armas de la crtica. Inclusive, la velocidad de los cambios econmicos, polticos y del contexto histricogeogrfico puede indicrnoslo, pero el reto por superar contradicciones abiertas aos atrs es grande, pues estn en juego actitudes interpretativo - valorativas de la historia mexicana. No obstante, la sensacin que de ello encuentro estimulante, es la de propiciar un estado de nimo renovado, como puede pensarse a partir de recuperar la realidad vivida por Pereyra Boldrini, en el supuesto de que la misma contribuya ms humanamente a la reflexin social y a la intervencin en procesos de comunicacin. Particularmente, este estudio me ha abierto varias posibilidades de abordar los medios de comunicacin impresos del pas: su historicidad, su tecnicidad, su lingicidad. As como tambin las relaciones de afinidad entre los grupos sociales

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alternativos y oposicionales, sus intelectuales orgnicos, sus prcticas cohesivas, hegemnicas y contestatarias, tanto hacia su interior, como hacia lo exterior1. Por otra parte, encuentro mucho sentido en el hecho de cuestionar

sistemticamente las relaciones entre la ciencia en construccin y la ideologa siempre y cuando se enfatice en lo propositivo de esta prctica (Vevia 1990, 309). Como se ver por las delimitaciones de: sujetos a estudiar y, espacio-temporal -que fundamentalmente cubre un periodo entre el triunfo de la Revolucin Cubana (1959) y el ocaso del Socialismo Real (1988), el territorio del continente americano y, ms en general, la configuracin geopoltica mundial de entonces- existen protagonistas que, a la vez fueron o sern testigos (y viceversa) de virajes en la conduccin econmica, poltica, las relaciones sociales y en lo cual involuntaria o voluntariamente estamos an implicados. A grandes rasgos, este ser el marco delimitador de esta empresa, en la cual se ubica la publicacin sistemtica de artculos por Pereyra, y sobre lo que versarn los captulos siguientes. Hoy en da, con el empuje de la revolucin tecno-informativa se hace ms necesario tener herramientas de anlisis, estudios y argumentos crticos que nos permitan descubrir prcticas poltico-culturales de construccin de significaciones: examinar su racionalidad, su disputa de sentido frente a las tendencias

propagandsticas, irracionales y de pensamiento nico. Ello justifica que se elija como eje de la presente tesis el supuesto de que las formas mediatizadas del lenguaje son instrumentos para crear o transmitir sentido, ya sea desde la prensa como plataforma semitica, ya desde el artculo de opinin como gnero periodstico y unidad de anlisis comunicativo. Quiero exponer aunque sea brevemente algunas razones por las que esta labor se ha hecho posible. Primeramente, aunque abundar en ello ms adelante, sealo que el empuje y trabajo sistemtico lo busco en teoras contemporneas como las de Nstor Garca Canclini (1999a) y Zygmunt Bauman (1997); aunque al primero loLa aplicacin del calificativo hegemnico en este trabajo tiene en mente un sentido gramsciano directo (Gramsci, 1986); en l se reconoce el trabajo de los intelectuales como fuerza social directiva arraigada a un grupo o clase social. En este sentido, se reconoce tambin filiacin terica con los estudios de la subalternidad: de lo marginal en Gonzlez Casanova (1965) y de la prensa marginal en Ral Trejo (1980). Otras analogas que encuentro importantes son con las ideas de otredad de Cristina Romo (1990) y Rossana Reguillo (1991) y con Cecilia Cervantes (1999, 2000). Por el lado de estudio de las audiencias, est el concepto de decodificaciones oposicionales que utiliza David Gonzlez H. -en su muy sugerente estudio de los pblicos juveniles de televisin en la frontera de Mxico- para escapar -escribe- de la centralidad de la categora de reproduccin ideolgica (Gonzlez H. 2004, 9).1

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conoca por sus trabajos de renovacin de la esttica -mediante conceptos como los de cultura popular y hegemona, con mucho sentido en la tradicin latinoamericana de discusin del marxismo- y de que el segundo me alert sobre los peligros del maniquesmo, fueron las eficientes guas de Rossana Reguillo y Ral Fuentes durante el curso de la Maestra las que entonces me ayudaron a interpretar dichas lecturas, as como a poner a prueba esta tesis en tanto proyecto. Igualmente fueron centrales Carlos Enrique Orozco y Diana Sagstegui cuando, en aquellos primeros abordajes me comenzaron a inquietar con sus cuestionamientos a los ambientes de los que provena y que pretenda continuar, as como con su amabilidad y no menor rigor en diversas asesoras2. En posteriores ciclos, creo haber reconocido con ms detalles la compleja articulacin de la investigacin acadmica en comunicacin desde problemas precisos: los desafos de la esttica o la comunicacin pblica de la ciencia, la recepcin crtica y la pedagoga de los medios, las polticas pblicas y las industrias culturales en nuestro contexto libre-comercial, as como los anclajes disciplinarios de la semitica, el anlisis de contenidos, la pragmtica lingstica o la retrica. Mis guas de entonces fueron Alejandra Aguilar, Jess Martn Barbero, Mara Martha Collignon, Godfrey Guillaumin, Gerardo Gutirrez, Susana Herrera, Alfonso Islas, Guillermo Orozco, Enrique Snchez, adems de contar con el apoyo de Cecilia Cervantes y la confianza de Rebeca Meja. Los agrupo sencillamente porque, en el fondo, pretend descubrir y recuperar ideas acerca de las relaciones entre procesos de distincin cultural, agentes y estructuras sociales, cercanamente a las planteadas por Pierre Bourdieu, Anthony Giddens, Raymond Williams o Roger Chartier. Ya en este punto reconoc que emerga la doble necesidad de sacar a flote y poner al da las crticas a las ideologas desde la obra filosfica del mismo Carlos Pereyra, con la ayuda de metodologas integradoras (Lozano 1994). Volva entonces a ese renovador y revelador terreno de las ciencias sociales y la filosofa siguiendo a creadores intelectuales latinoamericanos de la talla de Renato Ortiz y Anbal Ford (en el orden en el que los le) quienes me siguen persuadiendo para buscar preguntas y respuestas atinadas.

Tanto Ral, Carlos como Rossana estuvieron siempre dispuestos a facilitarme materiales de consulta cuando se los solicit, que ya son difciles de conseguir en acervos pblicos e incluso en el de esta Universidad, lo cual es otro motivo ms de agradecimiento. El estmulo de Diana en momentos crticos, con su apertura ideolgica y acadmica, fue determinante. Antes de ingresar a la maestra estaba en el medio de la representacin de editoriales universitarias y centros de investigaciones.

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Adems de ello, tengo como mayor gratificacin la calidez y generosidad de compaera(o)s, su empeo por mejorar nuestro nivel educativo, as como tambin el buen ambiente de estada en el ITESO, pues as fue que hice contacto pleno con este campo acadmico. Muy de particular provecho fueron haber presenciado exmenes de grado y -luego- haber ledo tesis de varios compaeros, como David Gonzlez Hernndez y Too Lpez Mijares quien, adems de leer partes del borrador y estar al pendiente de mi trabajo, me hizo oportunas sugerencias. Agradezco tambin los apoyos financieros que me otorgaron el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa (CONACYT) y la Sociedad de Fomento a la Educacin Superior (SOFES, S.A. de C.V.) durante los dos aos de trayecto en la Maestra. A la familia le aprecio infinitamente sus afectos, valores, paciencia y cario. Sera largo reconocer tambin las compaas y apoyos amistosos y apuntar aquellas aportaciones de las que me he valido an en algunos periodos alejado de las aulas; quede ello para los tiempos en que, junto con otros recuerdos, festejemos y nos guardemos de preocuparnos de alguna pasin.

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CAPTULO 1

La opinin y lo pblico: una aproximacin conceptual a la

prensa mexicana (1959-1988)

1.1

Perspectivas tericas

A travs de los cursos y discursos por los que transcurre nuestra vida social, como seres humanos enfrentamos el reto de saber elegir aquello que se adapta mejor a nuestras necesidades o deseos. Las actitudes que entonces ponemos en marcha dejan una huella pblica a travs de una trama contradictoria de juicios y perjuicios, consensos y conflictos, resoluciones y descuidos. Nuestros posicionamientos -algunos ms evidentes que otros- evidencian disposiciones afectivas y cognitivas, regulatorias, comprometidas, pactadas que van moldeando nuestras visiones la cultura en el transcurrir del tiempo y el espacio. Recurdese as mismo que con los filsofos griegos antiguos se estableca una distincin -a veces sutil, ritual e inicitica- entre opinin, verosimilitud y verdad, distancias dramticas para la cotidianidad y el destino, que hoy quiz como nunca estn vigentes con el ritmo acelerado del flujo informativo y su premisa: la sntesis noticiosa como construccin de la realidad. Desde una mirada histrica se sostiene que, la llamada modernamente opinin pblica ha sido analizada a partir de enfoques como los de: la filosofa de la Ilustracin de Kant, la psicologa de los pblicos de Gabriel Tarde o la crtica de lo racional en lo pblico-masivo de J. Habermas (1999/1962 y 2002/1981)3. As mismo, destaca el trabajo de John B. Thompson (1990, 60-67) que analiza procesos comunicativos en los que realizamos valoraciones de las construcciones simblicas existentes, pues -se dice- hay una produccin comunicativa en medios masivos que genera a su vez otras ms4. Pero, los procesos reales de conflictos y/o regulaciones de opinin, solamenteCfr. Swingewood 1998, Mattelart, A. 1995 y Mattelart A. y Mattelart Michle 1997/1995. Clifford Geertz inspir a Thompson a pensar el anlisis cultural como el estudio del carcter simblico de la vida social (cfr. 1990, cap. 3 y p.162). Una crtica a ello a partir de las ideas de la Escuela de Tart en: Haidar, 2003.4 3

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seran explicados cientficamente si se revisaran en lo particular. En otros trminos, dado que Thompson reconoce e integra lo conflictivo, como presencia situacional de la opinin pblica, queda su concrecin terica como un gran desafo e histricointelectual. El planteamiento general de Thompson sobre los media y lo pblico se aplica metdicamente al estudio de ciertas estrategias de construccin simblica tpicas como veremos ms adelante. Se ocupa de estudiar las relaciones de dominacin que influyen en los sistemas, grupos culturales y en los individuos; por nuestra cuenta, esa perspectiva toma forma y profundiza analticamente en prcticas de actores sociales como el caso de Carlos Pereyra Boldrini. Dicho a la manera de Giddens (1991/1984, 310), nos situaremos en campos sociales de investigacin y marcos de sentido que se interconectan, ya como discursos cientficos y mediatizados, ya como gneros y estilos precisos del periodismo de opinin. En un primer momento, para identificar y describir el proceso de formacin y emergencia del discurso periodstico de Pereyra, se recuperan estas perspectivas hermenuticas y se apunta la compleja actitud de dicho discurso como objeto de estudio para otras disciplinas. 1.1.1

Hermenutica y disciplinas sociales

la labor de investigacin se emprende en un intento de aclarar cuestiones muy diferentes, en armona con la naturaleza de los problemas que el investigador se propone esclarecer

Giddens (1991/1984, 350).

Existe un sesgo alentador en el epgrafe anterior que de mltiples formas alimenta el inters acadmico o cientfico en general. Es evidente que las presiones y tensiones para desarrollar los marcos de sentido en los que -por ejemplo- Giddens apoya su doble hermenutica pueden incidir en la reproduccin de esta estimulante perspectiva, o, por el contrario, derivar hacia un destino desafortunado. De cualquier forma, detener la indagacin en esta problemtica epistemolgica o de sociologa de las comunidades cientficas no hara sino validar aquello que Marx reprochaba a los filsofos como meros intrpretes del mundo, segn su Tesis 11 sobre Feuerbach. Los usos de la interpretacin y las transformaciones del mundo han cambiado de tal forma que la humanidad casi por completo, se ha sacudido en polmicas que, si bien merecen aliento, as mismo requieren de cauces apropiados para su esclarecimiento. Lo siguiente tiende a sacar a la luz aquellos avances tericos que cohesionan la

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prctica de la investigacin cientfica en comunicacin, especficamente a partir de los marcos de Giddens, Thompson y Jensen, es decir: las hermenuticas doble y profunda y a la semitica social respectivamente. Partiendo de Giddens y su definicin de hermenutica doble (op. cit., 396)

podramos considerar al fenmeno periodstico como la interseccin, mediacin o deslizamiento de los marcos de sentido de unas supuestas comunidades doctas de escritores, editores y en productores general-, con las comunidades legas -de lectores, traductores, intrpretes o consumidores en general. No obstante este esquema hace abstraccin de otros actores que en esos y otros contextos variados influyen en la interseccin sealada -de los voceadores a los publicistas y las redes sociales implicadas-, se establece una jerarqua tpica con relativa funcionalidad para desarrollar esquemas aproximados a la realidad. Pasemos ahora a un esquema que John B. Thompson desarrolla, partiendo de una revisin de la idea de campo de Bourdieu y con nfasis en las consecuencias metodolgicas de la misma; con l busca experimentar el estudio de estrategias tpicas de valoracin simblica operadas por agentes sociales en un campo de interaccin. El esquema que presenta Thompson (1990, 158) permite ubicar -a manera de cartografa- y comparar crticamente las posiciones dentro de un campo de interaccin comunicativo:Algunas estrategias tpicas de valoracin simblica Posicin dentro de un campo de interaccin Dominante Estrategias de valoracin simblica Distincin Burla Condescendencia Moderacin Pretensin Devaluacin Sentido prctico Resignacin respetuosa Rechazo

Intermedia

Subordinada

As por ejemplo: Las estrategias de valoracin simblica perseguidas por los individuos en lasposiciones intermedias se caracterizan usualmente por la moderacin: los individuos valoran positivamente aquellos bienes que saben que forman parte de su cometido; y,

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como individuos cuyo futuro no es enteramente seguro, podrn valorar la mayora de esas formas simblicas que les permitan emplear su capital cultural mientras que preservan sus recursos econmicos limitados (1990, 159 cursiva original, trad. GMH).

En resumen, la identificacin, realizacin y/o cruce de tales posiciones con determinadas estrategias de valoracin simblica del campo, propicia una idea-tipo del mismo, y nos permite imaginar que existe una aproximacin a lo que aqu se llama opinin5. Una de las implicaciones que llaman la atencin del esquema anterior es la dinmica de transmisin cultural que desde el campo se suscita pues, ms adelante con H. Innis y A. Giddens- Thompson enfatizar la importancia de espacio y tiempo para la teora social y para el anlisis de sistemas de comunicacin (ibd., 168 ants. y ss.). En otro momento habra que revisar la implicacin o reformulacin metodolgica de esto, que le lleva a replantear (ibd, cap. 6) las formas de investigacin hermenutica (cfr. infra Anexo 1, Tabla 1, p.78) y al anlisis de la comunicacin de masas. Por lo que a nosotros aqu compete, est el sealar una alusin directa a la historia social; y es que la composicin ideolgica de la clase media urbana inglesa -dice Thompson- durante la segunda mitad del siglo XX, se caracteriz por buscar cauces de participacin y tolerancia (1990, cap.4 163-216). Con ello en mente se puede ubicar la valoracin del campo cultural y comunicativo ingls en torno a las posiciones y estrategias desde el centro hacia abajo de la tabla6. Pero quiz el hecho ms significativo est en las implicaciones poltico-culturales del fenmeno, hacia los medios de comunicacin contemporneos, sobretodo en mbitos situados fuera del contexto aludido, como es en el mexicano. Ya habr oportunidad de explorar esta veta (cfr. infra cap.2.1.1, p.34 y ss). Por lo tocante a la comprensin de la funcin del periodismo durante la misma poca, en palabras de Luis Nez Ladevze ella queda establecida como, por una parte:

Esta semejanza alude a tensiones poltico-ideolgicas, particularmente dentro del campo de la prensa, frente a un modelo de comunicacin imperante. Como ms adelante se ver, implica un gran reto el pretender visualizar delimitaciones e interconexiones entre los campos de la ciencia, el periodismo, la poltica y la ideologa. 6 As por ejemplo, para el campo literario de esa nacin, recientemente la premio Nobel Toni Morrison confirm esa tesis al afirmar que el canon de la literatura inglesa fue construido para que la clase trabajadora en Inglaterra pudiera estudiar y deconstruir esos libros que con los aos se volvieron clsicos en Mural, suplemento PerFil 28/11/2005, p.3, nota de Erika P. Bucio (cursiva GMH).

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una manifestacin del proceso de divisin social cognoscitivo y funcional, y, en esesentido, es ella misma una manifestacin de ese proceso (...) una tarea especializada y por ello reservada a profesionales que prestan un servicio social a quienes necesitan de ese servicio pero no pueden realizarlo por si mismos.

Por otra parte: como especializacin destinada a conectar las diversas especializaciones y aglutinarlasen torno a un centro de referencia unitario, su funcin es crear un espacio de relaciones comunes, lo que se suele llamar un espacio pblico de expectativas dependiente de la accin del medio de comunicacin (Nez 2004, 22 parntesis GMH) .7

Ya se van estableciendo as las definiciones que nos servirn para justificar los mtodos de anlisis de los artculos periodsticos de Carlos Pereyra, as como el tipo de esquema o cartografa que nos sirve de apoyo. Junto al proyecto de hermenutica profunda de Thompson encuentro muy sugerentes las ideas de Julieta Haidar y Pedro Reygadas (2001) en una de esas reas que el terico ingls aborda; es decir, respecto a configurar un campo de los estudios de la argumentacin; as como las de Silvia Gutirrez (1989) sobre los modelos de anlisis argumentativo, entre cuyos tericos de origen, estaran Gimnez, Toulmin y Vignaux. Vase tambin a Haidar (1998) para establecer las problemticas epistemolgicas, tericas y metodolgicas del anlisis del discurso. Pero surge la duda: cmo saber si esos esquemas y perfiles terico metodolgicos se pueden aplicar a nuestra historia? Indudablemente, estamos ante varias dimensiones epistemolgicas de lo real, entre las cuales buscamos articular un sentido -valga decir- entre lo fctico y lo ideal, la disposicin de marcos tericos o estudios de caso y el diseo de modelos generales. Pensemos por ejemplo en acontecimientos como los que durante 1968 ocurrieron en Mxico y en buena parte del globo: ello implica contrastar a fondo ideas como las de Thompson. Es sabido que entonces chocaron formas codificadas de expresin y comunicacin de una clase social media, sobre todo urbana, alternativa u opositora -o sectores de ella; contra las de sectores gobernantes y los sub-grupos que las integraban, de manera que sus consecuencias eran entonces casi impredecibles. En otras palabras, el supuesto

Comprese con la definicin de periodismo de V. Leero y C. Marn (1986, 17) como una forma de comunicacin social a travs de la cual se dan a conocer y se analizan los hechos de inters pblico. Cfr. t. el Prlogo de Daz Nosty a Len G. 1996, 3-6.

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carcter anlogo mexicano que adquiere la participacin ciudadana en el ambiente pblico y meditico, en comparacin con el ingls, los intereses de grupo o clase particulares y, la mucha o poca distancia que entonces mostraron agentes sociales como los escritores para definir sus posiciones frente al autoritarismo oficial, conduce a reexaminar el esquema que Thompson estableci. Una consecuencia de lo anterior es que buena parte de las bsquedas tericas en el campo mexicano de las ciencias de la comunicacin -etnografa, historia, sociologa, etc.- se identifican con y nutren de los motivos de la democracia poltica como modelo sociocultural transitable y deseable. En ello tiene mucho que aportar la nocin de intersubjetividad entendida como una propuesta metodolgica: una alfabetizacin para la comunicacin, o estrategia con los sujetos que reciben, transmiten o emplean mensajes por los medios de comunicacin (Orozco G. 1996 y Jensen, K. 2002, 17). Klaus Jensen destaca que transmitir un mensaje equivale a proyectar una visin del mundo, de forma tal que los espectadores invierten su subjetividad e identidad en el universo discursivo que se ofrece con lo cual se realiza una fusin entre las culturas altas y bajas (ibd., 28). De igual manera, su investigacin de medios y de la comunicacin se ve orientada por la intertextualidad, entendida como la forma de significacin acontecida en prcticas de interconexin de textos, gneros, series de trabajos y en instancias de pluralidad semitica. Con ello propicia un espacio colaborativo con las disciplinas humansticas de la comunicacin, adems de avalar una metodologa integradora8. Por otra parte, una caracterizacin de los procesos sociopolticos globales a partir del pluralismo regulado, es planteada en una obra posterior del mismo Thompson (1998/1997, 312 n.8). Con base en ella introduce otro dinamismo en su mtodo: se estudia el pluralismo desde la produccin, transmisin y consumo meditico, as como desde los procesos de ciudadanizacin o participacin democrtica9. LasDesde las humanidades se ha delineado una coordinacin entre las culturas antagnicas (ciencias / artes, etc.) y se han fortalecido las nociones de textos, gneros y medios como recursos culturales a la vez materiales y discursivos (Jensen 2002, 38). La teora de los actos de habla (Austin 1962 y Searle 1969) da pie a un programa de investigacin conciliador, con 3 caractersticas sumarias: 1) concepcin performativa de comunicacin, 2) categora general de textos y 3) nocin secular de cultura. Su experiencia aplicada a la decodificacin del gnero de las noticias televisadas a mediados de la dcada de los 80, documentadas y analizadas a travs de entrevistas a profundidad y anlisis de su discurso, concluye que la decodificacin es una fuente para las acciones polticas y sociales, para audiencias diferenciadas socioeconmicamente (Jensen 1995, 74). 9 En un ya clsico estudio sobre la democracia mexicana (Gonzlez C. 1965, 62-77) se entiende el pluralismo como un punto intermedio entre el polo desarrollado de la sociedad mexicana y el marginal; adems es una alternativa de investigacin -frente al dualismo- en el8

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consecuencias epistmicas de dicho dinamismo se expresarn slo tangencialmente aqu, pues ante todo revelan la fuerza adquirida por un paradigma metdico interdisciplinario que puede partir de la hermenutica y revitalizarla. Pasemos ahora a revisar otros aportes tericos. 1.1.2 Empirismo, criticismo y consumo cultural

A ms cuarenta aos de que Habermas (1999/1962), pretendiera demostrar la racionalidad de la opinin pblica, los estudios sobre la relacin entre medios y ambiente pblico apenas han permitido entrever dicha realidad desde ngulos empricos y crticos10. A manera de excepciones, pienso en los estudios de las mediaciones de Martn-Barbero (2003/1987); los de la sociedad de la informacin de Castells (1999); o los que se ocupan del periodismo cvico latinoamericano como los de Miralles (2001 y 2002). Aunque sepamos que son raros los estudios acerca de las relaciones entre medios, Estado y pblico -tanto en Inglaterra, Francia o Espaa (Santos, 2000)-, la mayor urgencia con respecto a los mismos que existe en Mxico, se debe -en gran medida- a la ofensiva desatada por las dos grandes concesionarias de televisin abierta y la situacin de marginalidad prevaleciente para grandes sectores de la ciudadana: los pobres fundamentalmente11. Advirtase que la descalificacin o ausencia de estudios acerca de ello ocasiona valoraciones moralizantes del tipo: la prensa est politizada y es pusilnime (Santos ibd.). Pese a esto, la disposicin por articular saberes y prcticas, de parte de acadmicos e intelectuales aguzados en nuestro medio, ha producido tambin concepciones orientadoras fundamentales. Es el caso del enfoque del consumo cultural, como un proceso vivo, mismo que queda definido como: el conjunto decual son relevantes indicadores como la disposicin de informacin, la votacin o la afiliacin a partidos y sindicatos. Las discusiones que suscit remiten a la crtica de la teora de la dependencia y del colonialismo interno. 10 Para la revisin del planteamiento habermasiano cfr.: Habermas (prlogo de 1990 a ibd.; 2002/1981, esp. 1[3] Excurso sobre la teora de la argumentacin); Calhoun, C. J. (ed.) (1992); la revista Metapoltica vol. 4, abril/junio 2000, esp. los estudios de Joshua Cohen o Leonardo Avritzer que amplan las perspectivas de anlisis. Contra el empirismo ingenuo cfr.: Rubn Jara (citado en Fuentes N. 1991, 103-4). 11 Al momento de escribir esto, el senado mexicano haba decidido tomar con tiempo la iniciativa de reformas a la legislacin en materia de comunicaciones que entre los diputados haban aprobado por unanimidad. La presin de grupos de la sociedad, en el sentido de frenar la misma, encauzada por personajes como el columnista Germn Dehesa ha sido totalmente oportuna y eficaz.

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procesos de apropiacin y usos de productos en los que el valor simblico prevalece sobre los valores de uso y cambio, o donde al menos estos ltimos se configuran subordinados a la dimensin simblica (Garca Canclini 1993, 42 (cursivas origs.)). Por lo dicho hasta aqu, desde la hermenutica y semitica de los medios, pasando por los abordajes emprico-crticos de la prensa, hasta el enfoque del consumo cultural, se espera quede ms claro cmo se articulan los anlisis sobre la opinin pblica. Ms an si a ello sumamos la comprensin de la prensa -particularmente- a partir del ideal de servir al pblico, o como la adquisicin de una responsabilidad social (Keane 2004) reforzamos la idea de que existe una esfera pblica, la cual se define como:un tipo particular de relacin espacial entre dos o ms personas, usualmente vinculadas por algn medio de comunicacin (televisin, radio, satlite, fax, telfono, etc.), en la cual se producen controversias no violentas, durante un tiempo breve o ms extendido, referidas a las relaciones de poder que operan dentro de su medio de interaccin y/o dentro de los mbitos ms amplios de estructuras sociales y polticas en las cuales los disputantes estn situados (John Keane citado en Garca C. 1999b, 9)12.

La prensa -que podra ser mencionada ah, a travs de gneros como el anlisis, la interpretacin o la opinin-, cobra mayor fuerza pues representa un compromiso ciudadano acorde con Norberto Bobbio:El proceso de ampliacin de la democracia en la sociedad contempornea [se presenta] sobre todo, mediante la extensin de la democratizacin entendida como institucin y ejercicio de procedimientos que permiten la participacin de los interesados en las deliberaciones de un cuerpo colectivo, en cuerpos diferentes de los polticos. (Bobbio

1991/1985, 218 corchetes y cambio de letra G.M.H.).

Esta participacin dinmica y corprea, en y de la prensa redondea nuestro eje conceptual. Mientras tanto, quede constancia de una buena provocacin, en el eje de la sociedad civil -que lleva a Bobbio a distinguir los conceptos de esfera pblica y social- pues ahora debemos dejarla para otra reflexin. En cambio pinsese que ahora, desde este macro-universo pblico, somos capaces de identificar y mostrar acciones particulares de quienes acuerdan-disputan sobre lo pblico. ValoracionesFundamentalmente -dice Keane (2004)- la prensa busca unidad en torno a preocupaciones compartidas y en contra de la disparidad social y la dispersin geogrfica. Keane nos remite a las clsicas obras de Tocqueville, J. S. Mill, Gabriel Tarde, Ferdinand Tnnies, John Dewey, Walter Lippmann, etc.12

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simblicas y prcticas sociales y personales, como las que realiza la prensa al fijar los temas importantes, o implicar lo violento (erosivo), lo absurdo, cmico, etc. En cualquier caso, este marco apunta articulaciones entre agentes sociales, medios de comunicacin, economa y tica poltica a travs de aspectos como la contextualidad, autora, codificacin, circulacin, recepciones, etc., lo cual permitir coger mejor la presa que perseguimos.

1.2

Preguntas e hiptesis de este estudio para la investigacin de la prensa

Si bien las fisonomas de la prensa y el ambiente global que le rodea, estn cambiado velozmente, esta investigacin pretende aportar ideas para despejar preguntas como: de qu manera el conocimiento de Carlos Pereyra como articulista en diarios y revistas impresas (prensa) nacionales, permite observar rasgos distintivos de la dinmica histrica de la esfera pblica mexicana? Es posible conocer desde el periodismo el sentido social de sus propuestas -los consensos y formas alternativas de participacin ciudadana por ejemplo?13 Estos procesos dialgicos y de interaccin social, dados en o motivados por la prensa o -para ser exactos- ciertos espacios ocupados en ella, parten de -como en general se ha dicho- actos situados de escritura, pasan por la publicacin, circulacin, derivan en lecturas y suscitan adhesiones o inducen actitudes. Abordaremos a continuacin y a grandes rasgos tres aspectos o factores del estudio de la prensa en Mxico, que nos llevarn a la posterior formulacin y sustentacin de la hiptesis.

a) La produccin periodstica y los gneros de opinin.

Es preciso destacar la voz de un profesional pionero en redaccin periodstica como Jos Luis Martnez Albertos, quien ha establecido principios y distinciones, cuya influencia se observa en generaciones de egresados de universidades de EspaaSe ha especulado y difundido que las secciones de opinin de los diarios estn ntimamente relacionadas con las percepciones de quienes dirigen los medios y la sociedad, ms que con las preocupaciones de los lectores. Aunque volveremos sobre ello, adelantemos que ellas son espacios destinados a otorgar el prestigio (legitimidad, venta, credibilidad, etc.) a una publicacin, no obstante que sus ndices de lectura suelan ser bajos. En este sentido se analizar el elitismo como formador de contenidos.13

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(Madrid, Navarra y Pas Vasco principalmente): la tarea de los peridicos consiste en preparar a sus lectores para las transformaciones de la sociedad (Presentacin a Santamara 1997, 11)14. As el periodista adquiere licencia para prevenir el futuro, lo vaticina; ms precisamente dichas funciones competen al periodismo genricamente llamado de opinin que Martnez define como: un ejercicio intelectual destinado a preparar el futuro mediante la lenta y constanteadecuacin de la psicologa colectiva a los cambios que se van a producir en los prximos aos. Al lado del periodista como notario de la historia -periodismo informativo-, al lado del periodista como filsofo de la historia -periodismo interpretativo-, est tambin el periodista como profeta del futuro -periodismo de opinin (ibd. 12, guiones y cursivas originales).

No obstante la claridad (mitificadora) de los estereotipos, hay una debilidad conceptual que deriva en el tono prescriptivo, y una falsa tensin o desequilibrio entre los tipos de periodistas aludidos, que obedece a la esquematizacin a priori, es decir que no se apoya en la evolucin histrica y estilstico-cultural de los gneros ni de los sujetos de opinin, sobre la cual ya se ha avanzado (Len 1996) y habr que volver en otro lugar15. Conviene adems advertir la problematizacin en dos sentidos que Carlos Pereyra realiz sobre el sujeto social. Por un lado: el papel del filsofo como quien apela a la racionalidad para transmitir un mensaje, construir un sentido, polemizar o gestionar adhesiones al mismo. Si bien en su trayectoria profesional y pblica Pereyra reutiliz las preguntas del marxismo de Gramsci -por ejemplo sobre las adscripciones a grupos y militancias en movimientos y partidos polticos, el lugar de poder ocupado en ellas, as como las formas de comunicacin e interaccin desarrolladas-, son cuestiones que requieren documentarse y explicarse detalladamente, como prueban los empeos de ya varios expertos (Carr 2000/1982; Snchez Rebolledo 1989a y b; Monsivis 1998). En segundo lugar, Pereyra (1984) redefini la manera en que losAmbos autores redactaron el Manual de estilo del Centro Tcnico de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP/IAPA, 1993, Indianpolis, EUA). 15 El de Martnez pareciera un esfuerzo por buscar el reconocimiento ms a los gneros y lenguajes periodsticos en s mismos, ideales, que a su desarrollo real. Vase t. infra p.45 as como las definiciones siguientes: [l]os gneros periodsticos son las modalidades estilsticas particulares que adoptan los mensajes de informacin de actualidad y que deben ser estudiadas en el marco de los fenmenos de la comunicacin de masas. Y llamamos precisamente lenguaje periodstico al lenguaje profesional que utilizan los expertos para dar forma a estos mensajes, unos mensajes dirigidos a diseminar relatos y comentarios mediante instrumentos tcnicos de difusin colectiva (Martnez A. 2004, 59-60 corchetes GMH). Es de destacar que, por su parte, Silvia Gutirrez V. (1989) en nuestro pas haya estudiado el mesianismo en el discurso de los presidentes norteamericanos, lo cual viene a revisar la relacin entre ideologa y acto discursivo.14

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sujetos sociales entran en relaciones sociales, por las cuales stos personifican lugares socio-econmicos y son por lo tanto portadores de determinadas relaciones sociales e intereses de clase (Haidar 1998, 137); o tambin contribuy a formular categoras sociales como la de praxis (ibd. 138). Por su parte, desde el campo mismo del periodismo nacional la sistematizacin y reflexin sobre su quehacer tuvo un auge notorio -sin pretender exhaustividad algunacon Granados Chapa (1980, 1986) Vicente Leero y Carlos Marn (1986) y contina. Desde otras esferas acadmicas se ha puesto nfasis en el papel de los escritores como lderes de opinin, idea que Luisa Santamara (1997) dice fue formulada por Lazarsfeld, Berelson y Gaudet (El pueblo elige) y retomada por Robert K. Merton. Un continuador de este enfoque en nuestra tradicin mexicana para los medios de comunicacin ha sido Roderic Ai Camp (1988/1985). Ntese la convergencia de campos culturales distintos -academia, grupos polticos y periodismo, nacionales o extranjeros- para expresarse sobre una forma de comunicacin como la prensa mexicana.

b) La circulacin de peridicos y revistas.

Adquirir peridicos o revistas, discernir sus contenidos, compartirlos, debatirlos, reprobar o reafirmar algo comn, as como confiar en ellos han sido actos que, adems de ocurrir principalmente en sitios pblicos, tuvieron lugar hasta hace poco mayormente en ciudades. En consecuencia, se traza ahora un perfil comparado del lugar social que ocup la prensa de circulacin nacional hacia los aos 70. Para ello apelamos en primer lugar, a una encuesta pionera, realizada en Mxico por la Facultad de Comercio y Administracin de la UNAM, entre agencias de publicidad, anunciantes y pblico, que demostr que la prensa frente a otros medios: 1) tiene las mejores noticias, 2) es ms verdica, 3) difunde menos valores negativos y 4) debera impulsarse ms (Fernndez A. et al. 1971, 58-60).

No obstante lo excepcional y estimulante ah expresado, hay varias razones para fundar un escepticismo, entre ellas: 1) la falta de repeticin de levantamientos de informaciones con procedimientos similares; 2) la poca realizacin de estudios en

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localidades distintas a la ciudad de Mxico16 y 3) la indistincin de las preferencias de lectura de los contenidos (secciones) de la prensa aludida. Estamos as ante un tpico garbanzo de a libra: un estudio que seguramente gener una expectativa respecto al alcance social y el poder de esta informacin pero, en todo caso desconocemos en qu medida la misma pudo o tuvo implicaciones prcticas. Mucho menos existe un modelo de periodizacin, referencial o precedente, que indique regularidades o marque contrastes con momentos relevantes para el campo comunicativo en general. Como ya se apunt, el empleo histrico de material emprico y documental que produjo indicadores significativos qued reflejado en el trabajo de Pablo Gonzlez Casanova (1965)17; luego Pablo Arredondo y Enrique Snchez desarrollaron otros, por ejemplo, sobre la dependencia en importacin de papel y la produccin de peridicos con respecto ello (1986, 42), hasta que otro trabajo como el de Gilberto Fregoso y Enrique Snchez Ruiz (1993) se ocup del sentido de la opinin editorial en la prensa tapata. As mismo, con trabajos como los de Miguel A. Granados, Mara A. Rebeil o Florence Toussaint, el anlisis de Jos Luis Gutirrez E. y Ma. Petra Lobato (1988, 221) considera: desde la densidad periodstica18, la tasa de crecimiento de diarios, o las preferencias de lectura. Finalmente existen algunas investigaciones relativas a la zona metropolitana de Guadalajara en cuanto a circulacin de prensa (Arredondo 1986, 25-36).

c) La lectura.

En nuestro medio son bsicamente especulaciones de todo tipo las que se dicen de la lectura de la prensa -medios, consumos, tipos de audiencias situadas-, pues son muy recientes los estudios sobre la historia del peridico y del libro, como se ve en las imprescindibles Carmen Castaeda o Alicia Peredo. Ellas reconocen mtodos que, adems de ocuparse de la produccin y circulacin, como los de Roger Chartier muestran la existencia misma de debates y deliberaciones, y la importancia de las

Excepciones al respecto son las ENCUP: Encuestas Nacionales sobre Cultura Poltica y Prcticas Ciudadanas 2001 y 2003: cfr. Gutirrez V. (2003, 109 n.4); Escobedo, J. (2004). 17 Las variables que el autor utiliza abarcan la marginacin desde: el tipo de poblacin (rural o urbana), (no) consumo de pan de trigo, (no) consumo de leche / huevos / carne, andan descalzos, (no) usan zapatos, el (an)alfabetismo y hasta: la (des)informacin y la (no) afiliacin en partidos y sindicatos (pp.76-7). 18 Empleado por la UNESCO, indica la proporcin que resulta de dividir la cantidad de diarios puestos a circular en una localidad y el nmero total de habitantes de la misma (Gutirrez E. y Lobato 1988, 223).

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competencias, usos, cdigos e intereses de los lectores de la prensa. Junto con una constelacin de estudios de las prcticas de lectura, Chartier ha buscado indicadores sobre, por ejemplo: la jerarqua de los centros de circulacin de los mismos, la desigual posesin de los materiales de lectura y dar razn de las diferencias culturales: (...) la pertenencia a un gnero o una generacin, las adhesiones religiosas, las solidaridades comunitarias, las tradiciones educativas o corporativas, etc. (Cavallo y Chartier 1998/1997, 13-15 parntesis mo; cfr. t. Alberto Cue (ed.) 2003/1999). Por otro lado tmese en cuenta la ruta de investigacin que sigue la huella de la ciudadana crtica: Hay dos formas en que se afronta el problema relacionado con las audiencias: la perspectiva del mercado que busca la construccin de nichos de consumidores o la perspectiva de ciudadana, que busca la configuracin de comunidades de sentido (Miralles 2002, 169 comillas origs.). Esta disyuntiva deja un sabor agridulce de reposicionamiento tctico: con valenta se establece una trinchera de sentido, se desafa la displicencia sobre las audiencias, echndose a cuestas algo de ingenuidad, espritu provocativo, presuncin o un poco de todo. Muy sugestivo para nuestros fines, queda adems por mostrar el desarrollo de mtodos y tcnicas historiogrficas para reconstruir las agencias discursivas, los protagonismos y las coyunturas que formaron el contexto de recepcin y sentido a partir de Pereyra. 1.2.1 Hiptesis

Ya hace tiempo que M. Bakhtin -de acuerdo con Alan Swingewood (1998, 113)propuso en su obra la unin de interaccin, dilogo, agentes activos, [conduciendo a] una sociologa cultural construida en torno a la produccin de cultura y su naturaleza dialctica y subversiva (corchetes G.M.H.). Bakhtin revela una empata por el lenguaje vivo que tericamente supera la esencia colectiva del lenguaje mostrada por Saussure: Todo autntico conocimiento es por naturaleza dialgico (BakhtinVolosinov en ibd. 122). Esta peculiar viveza y naturaleza dialgica de lo cultural, es entendida como posibilidad de subversin y premisa del presente anlisis, de la interpelacin y de la interrogacin por el sentido de un acontecimiento, de la negociacin de sus significados y de la posibilidad de consensos o pactos sobre las implicaciones necesarias o probables de los discursos. Con base en estos elementos se busca construir una visin reticular de la obra producida por Pereyra para la prensa, en tanto codificacin comunicativa (Martnez A.

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1983, 201, 203 y ss). Se han considerado los avances de los estudios sobre la circulacin y la lectura de la prensa, como factores imprescindibles de la metodologa de investigacin y para la imaginacin de proyectos viables; as como el papel de los agentes sociales en la formacin de la esfera pblica que conducen a formular historias, sociologas, etnografas, etc. de las comunidades de sentido implicadas y aludidas. Pero tambin la aqu pretendida visin reticular opera como metfora de la ciencia de la comunicacin contempornea, de investigaciones de manifestaciones actuales en la esfera de lo humano, dialgico y pblico, como se ve con la interpretacin sobre la comunicacin mediada por computadoras que Lvy, Virilio o Renaud han promovido. Esto nos lleva a formular la hiptesis de que el proceso de publicacin de textos que Pereyra Boldrini desarrolla con mayor regularidad -desde 1972- en la prensa mexicana (principalmente artculos de opinin, pero tambin anlisis, comentarios, interpretaciones, valoraciones, ensayos, etc.) -hasta 1988-, permite entender mejor los procesos, periodos y fundamentos de una opinin pblica crtica y plural que hoy disputa por sobrevivir desde Mxico19. Junto a ello, se busca demostrar que su trayectoria evidencia una intencin sistemtica por desarrollar un modelo de interaccin y protagonismo poltico alternativo, propiciar la reflexividad, el debate racional y los procesos participativos de la ciudadana, con fines de mejorar las condiciones de convivencia entre las clases sociales del pas. Represe en que es en dicho ambiente pblico, en sus dimensiones y diferencias de clases y grupos sociales, intereses personales, as como en lo temporal y espacial, (lo micro- meso- o macropblico) que el sentido de la cotidianidad real entra en disputa, se regula y/o reproduce. Los textos que en la prensa se expresan, circulan, leen, debaten y/o negocian adhesiones y conductas, implican la participacin, la propuesta, la denuncia, la inhibicin o la exclusin sociales; modelos estos de comunicacin entre colectivos reales (escritores, directores, editores, voceadores, lectores, polticos, acadmicos, etc.).

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Acerca de los procesos situados de opinin pblica crtica

Considrese que Pereyra public principalmente en los peridicos Novedades, Unomsuno, La Jornada, Excelsior, el suplemento de Siempre! La Cultura en Mxico, adems en Proceso, Solidaridad, Cuadernos Polticos, As Es, entre otras. Mientras no se diga otra cosa, crtica se utilizar como sinnimo de libertad de expresin, independencia o autonoma.

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En el sentido de lo dicho hasta ahora, es de destacarse el hecho que Thompson haya puesto atencin en la forma especial que tiene el estudio de la comunicacin meditica, la ideologa y la cultura moderna en Hispanoamrica. En sus esquemas se sealan claramente la antigedad y novedad de las formas de dominio cultural y dependencia, con alusin directa al carcter hbrido de culturas como la nuestra (Thompson 1998/1997, 121). Ese dominio -seala- en la forma de globalizacin de la comunicacin a travs de medios electrnicos, es slo el ms reciente de una serie de encuentros culturales que marcan un patrn de subyugacin complejo (ibd., 226). Ello nos hace pensar en la forma como los mismos medios han creado condiciones para la renovacin de la tradicin a una escala que excede ampliamente cualquiera que haya existido en el pasado (ibd., 247). 1.3.1

La temperatura de la poltica

Parte del asombro que deriva de estudiar las prcticas mediticas y discursivas que otorgan realidad a la entelequia llamada opinin pblica, proviene de pensar el enfriamiento de las pertenencias polticas (Lechner), el desencanto como fenmeno de las juventudes actuales -paradjicamente lectoras voraces de Harry Potter-, marginadas a la manera de Martn Barbero (2002, 111) y atemorizadas a la de Reguillo Cruz. En este marco Ana Rosas Mantecn (2001) escribi:La declinacin parcial de los movimientos urbanos ms politizados y el surgimiento posterior de otros movimientos y redes (ecologistas, de jvenes, de mujeres, etc.) ha complejizado la percepcin de las culturas urbanas. Tambin la expansin de las industrias culturales, junto al desarrollo ms sofisticado de estudios comunicacionales y antropolgicos sobre ellas, llev a tomar en cuenta que las relaciones identitarias y de solidaridad locales (sustentos de la utopa alternativista) se entretejen con los comportamientos de los mismos sectores en tanto espectadores y consumidores. Al estudio de boletines y peridicos populares, carteles y graffitis, se comenzaba a sumar lo que sucede en los comportamientos de apropiacin de lo que ofrecen la radio, el cine, la televisin, el video, y ltimamente Internet.

En contraparte en los estudios de la opinin pblica contempornea -en general- se vuelve necesario identificar las formas de colaboracin y de crtica social, ante el desquiciamiento que imponen las tendencias fetichistas de la informacin, el

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positivismo dogmtico. En suma, se trata de enfrentar -citando al maestro Jess Martnez Palillo a los:Mentecatos, mndigos, sanjuanletranescos, esdrjulos, archipilagos, cafiaspironmicos, pitufos! Mndigos estafilococos hijos de su endurecida robusta, reventados hijos de las poquianchis, jijos de su Pepn chamaco, jijos de su Machu Pichu!20.

Del juego verbal al humor experimental rabiosamente atinado, sirva la parrafada para aligerar nuestra bsqueda de un ejercicio terico heurstico e integral. Mediante la constatacin y contraste de otros actores sociales -a partir de sus intenciones, convenciones, estructuras, referencias y contextos (Thompson 1990, 154)- descubrimos un simbolismo ms complejo y presente que el que tercos personajes ya aludidos se han figurado. Se trata de proponer o recuperar inventivas que reconozcan y potencien la creatividad acadmica inmersa en esa segunda revolucin industrial (De Sola Pool cit. en Ortiz 2002/1996, 116), que nuestras hibridaciones, segmentaciones e implicaciones ticas sean abordadas

consecuentemente. Las condiciones sociales de reflexividad se enrarecen en la medida en que la agenda de la investigacin se desarraiga de lo actual-sociocultural: [l]o que sociedad de la informacin significa entonces es algo no pensable en trminos demera tcnica -instrumentos, mquinas, aparatos- ni tampoco en trminos del espacio/tiempo de la sociedad nacional, que ha sido hasta ahora la categora central de las ciencias sociales (Martn Barbero 2004).

Como intrpretes de los medios de comunicacin sabemos que las formas pre- y para-industrial, industrial, post-industrial coexisten hoy como vivencias en varios ambientes y con efectos inciertos: desde las grandes ciudades, las narrativas de simulacin, las redes virtuales, o las provincias rurales dependientes, hasta las tribus diferenciadas, condicionando la (in)comunicacin y mltiples procesos de fusin. Por una parte, de ello se sigue -como acertadamente el marxismo apuntara- el carcter de eventualidad del capitalismo como parte de la cultura contempornea -si bien la hegemnica (Gramsci). Por otra parte, el enfoque de Nstor Garca Canclini hacia lo cultural-hbrido, en el contexto de la comunicacin masiva en Latinoamrica, aporta elementos para advertir que, ni siquiera la industrializacin capitalista de la cultura en s ha sido la regla:

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En Garca Oropeza (2005) apoyado en el libro de Alejandra Hernndez Maldonado.

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Quiz lo ms serio del asunto sea que la ausencia de las industrias culturales y de los procesos de comunicacin masiva implique una distorsin del papel que adquieren otros actores sociales -la escuela y la familia- dentro de una teora de la reproduccin social que ignora el lugar de formas posescolares y posfamiliares de socializacin. (Garca C.

1999b, 61)

Aunque no es el caso de Garca, hay que insistir en que no han dejado de difundirse desviaciones doctrinarias enquistadas en el discurso marxista:

tergiversaciones y descalificaciones -de paso!- a buena parte de la labor crtica racional. Luchar as mismo por que se exploren rutas alternas al agnosticismo histrico: que se haga autntico frente al choro del fin de la historia de HegelFukuyama (Negrete 2005, 19-64). En otras palabras nuestra investigacin propone una estrategia de revaloracin, un viraje desde la incredulidad hacia la crtica de los medios, as como una identificacin y correspondencia con quienes desde la prensa cuestionaron la crisis de sentido en la esfera pblica mexicana21. 1.3.2 Las tendencias de la investigacin acadmica en comunicacin poltica

Por otra parte, de acuerdo a los estudios revisados, se confirma que la investigacin acadmica en comunicacin ha privilegiado ciertos temas en sus aproximaciones a la prensa como son: las coberturas desiguales o preferencias partidistas durante las fechas de eleccin poltica, las tradiciones caudillescas y familiares, las agendas noticioso-informativas, algunas condiciones socioeconmicas de los medios (o de sus directores) o los cambios tecnolgicos. En contraste, suscribimos que:pensar la relacin entre comunicacin y democracia, conduce necesariamente a considerar lo ms recientemente escrito sobre el tema en nuestro pas, en donde al parecer hay dos fascinaciones que han surgido y se han desarrollado una junto a la otra: la fascinacin de apostar todo a los procesos electorales como el acto mgico para alcanzar la tan ansiada democracia, y la fascinacin por contabilizar los espacios otorgados en los medios a los diferentes partidos polticos, lo cual se ha constituido en gran medida, en la prueba de falta de democracia en los medios (...). Ambas fascinaciones han desembocado

Pinsese en el caso de Daniel Coso Villegas hacia mediados de los aos 60 y, como veremos ms adelante del grupo periodstico comandado por Julio Scherer (infra. p.28 y 41) y Krauze, E. (2001, 277 y ss.).

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en la misma salida: la sobresimplificacin de los procesos hacia la democracia y el reduccionismo de la misma (Rodrguez D. 1995, 34 parntesis G.M.H.)22.

Si, como vemos, entre los factores que condicionan la interaccin comunicativa de los medios impresos nacionales existe una agenda que deriva de intereses creados, la investigacin acadmica tiene la posibilidad de desembozarlos y combatirlos. Por ello urge abordar discursos alternativos y hacer viables nuevas apropiaciones de sus contenidos (discursos, gneros, formatos, secciones), de autores en particular, de las formas actuales de presencia, a travs de la circulacin de los mensajes, as como conocer los perfiles educativos y los imaginarios culturales de la poblacin lectora (Fuentes 2003, 22-28 y 125-6). Se deduce entonces que, quiz por la necesidad reprimida de realizar estudios empricos o -cuando los hay- de darlos a conocer, cierta investigacin cualitativa ha derivado en teoricismo y normativismo, ratificando viejos pronsticos como el de Rubn Jara (cfr. supra n.10). Y ah estn los motivos poltico-ideolgicos mediante los cuales conviene preservar la fantasa de la inexistencia -o aminorar la presencia- de una opinin pblica crtica y alternativa. Como se har evidente ms adelante el esfuerzo de Pereyra por figurar en el mbito de opinin pblica tiene una intencionalidad democrtica opositora, que se observa muy bien desde el marco terico aqu planteado. Finalmente la especificidad de la esfera pblica que ya empezamos a visualizar, tiene tambin rasgos de la Repblica de las letras que algunos intelectuales suelen reclamar como su madre patria. Esto ha representado un gran atractivo para la polmica si se deja de lado la dificultad para definir y abordar la misma, ms all de la disputa ocasional y la virulencia anecdtica de algunos republicanos. Trascender la discusin estril por las definiciones ha supuesto pues: disear y aplicar mtodos, realizar investigaciones hemerogrficas y anlisis de contenidos tan cuidadosos y apasionados como la magnitud de la empresa misma reclama. 1.3.3 Desarrollismo, liberalismo y socialismo en torno a la prensa

Para mayor preocupacin, se denuncia que este no es un problema endmico como pudiera parecer: de seguro, el pblico y el cuerpo electoral no equivalen a opinin pblica (Ferry 1992/1989, 22).

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Es tiempo ahora de darle la razn a quienes han insistido en que dentro de la sociedad mundial contempornea, las estructuras cognitivas, de investigacin y de significacin desarrolladas en las comunidades acadmicas estn mediadas por la transformacin en los modos cmo circula el saber (Martn Barbero 2002, 81). El mismo Jess Martn B. habl de saltos cognitivos a raz del alzamiento armado neo-zapatista mexicano (ibd. cap. III)23. Ya ello es motivo para asumir con mayor claridad el campo de la opinin pblica situada (tempo-espacialmente) como objeto de estudio, con sus normalidades, comunidades de interpretacin, contrastes territoriales o temporales24. Por ejemplo, entre las seas de identidad mundialmente dadas al fenmeno de la prensa moderna, estn las cicatrices del discurso desarrollista. Al desarrollismo Martn Barbero lo describi as:[v]ersin renovada de la idea de progreso, el desarrollo es concebido como un avance objetivo, esto es, un crecimiento que tendra su exponente cuantificable en el crecimiento econmico y su consecuencia natural en la democracia poltica (2003/1987, 244-245,

comillas origs.).

Relativo a los medios l mismo comenta que aunque la simulacin estaba ya en el origen de su puesta en escena, algo va a cambiar como tendencia en ellos (...) en el mismo sentido que tomar el desarrollo: el del crecimiento esquizoide de una sociedad cuya objetivacin no corresponde a sus demandas (ibd., 247, parntesis G.M.H.). No obstante -como confirm el estudio de Fernndez A. (et. al)- particularmente la prensa reflej siempre la diferenciacin social y cultural como parte del modelo liberal y de pluralismo de la sociedad civil a pesar de sus masas, clases o estratos (Martn B. ibd., 248 cursiva G.M.H.). La corrosin de lo poltico estaba presente, mas los medios fueron tambin sus combatientes:La crisis de identidad de los partidos polticos tradicionales y la ausencia de una interpelacin eficaz a lo popular desde la izquierda va a facilitar que los medios masivos, y en especial la radio, pase a convertirse en agente impulsor de unas identidades sociales que responden ms al nuevo modelo econmico que a una renovacin de la vida poltica.

(Ibd., 250). Nada ms precisa que esa alusin mordaz a la izquierda oportunista realmente existente sobre la que habr que volver. As mismo, son bien conocidos losCfr. t. Gutirrez Ch. 2004. Los periodos revolucionarios de T. Kuhn (1985/1962) en las instituciones de investigacin complementan ese abordaje.24 23

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mecanismos de disuasin y coercin a la produccin de la prensa mexicana desde las prcticas oficiales, como fueron el monopolio y racionamiento del papel importado, con el agravante del boicot publicitario25. Con esto buscamos probar que los textos ms propositivos de Pereyra fomentan la crtica del autoritarismo social y su tendencia al desmontaje de la opinin pblica, a travs de minar los espacios de comunicacin alternativos. Por ello se habla del protagonismo opositor de la prensa y los escritores crticos en ella. Un elemento central a considerar es el entendido del escape de la poltica de sus lugares sagrados -el palacio, el congreso, el sindicato, el partido (Reguillo 2000)-, movindonos a pensar en otros escenarios de la comunicacin, especialmente en las ciudades latinoamericanas. Para el caso local, los referentes o cdigos tradicionales de la poltica abarcan un simbolismo peculiar: del charrismo sindical, las cargadas electorales o los candidatos tapados, objetos de las magnficamente mordaces pinceladas de Abel Quesada, de Gabriel Vargas o de Rius, y tambin autnticos horizontes culturales para las crticas de Pereyra. En su momento nuestro filsofo responder a las inercias de la despolitizacin y la violencia apelando sobretodo a los medios impresos como plataforma para la participacin y la paz. Pereyra busc difundir una argumentacin creble y realizable, la de fuerzas opositoras socialistas nacionales -antes y despus de las purgas internas y las crceles-, adems de realizar una militancia poltica e investigacin acadmica casi igual de intensa26. Una primera ojeada a ello permite sugerir que persisti una bsqueda de legitimidad social y poltica autntica; de ah que sea necesario mirar las realidades de las letras y culturas peridicas impresas, retomar o construir sus ejes conceptuales, los marcos referenciales y biogrficos de las comunidades que publicaron suplementos como Mxico en la cultura, peridicos como Exclsior; y de personalidades directivas como Fernando Bentez, Jos Pags o Julio Scherer, artfices de esas publicaciones. Adems, el sentirse parte de grupos que, desde la Universidad, el partido o el sindicato promovieron un rescate-debate intelectual de la poltica, sent un precedente de autonoma en las prcticas periodsticas actuales, en los oficios de la interpretacin y la filosofa y ante las quimeras y laberintos palaciegos, la bohemia o la demagogia.Por ello adquieren gravedad los ahora reaparecidos actos de intimidacin y censura hacia la revista Proceso, a raz de la corrupcin que evidenci de parte de los hijos de la consorte presidencial, as como de los suspirantes a la gubernatura de Jalisco en 2006. 26 Prueba de ello son sus dos primeros libros Poltica y violencia (1974) y Configuraciones (1979) y sus constantes participaciones en sesiones de debate acadmico y docencia (Ortiz P. 2001).25

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Varias de las formas del carcter que los intelectuales han desarrollado en la sociedad mexicana y, sus disputas en y frente a los ambientes tambin a veces hostiles del cine, la radio o la televisin, ha comenzado a revelarse con estudios desde muy diversos ngulos (Zaid, 1986/1975; Krauze, 1983 y 2001; Camp, 1988/1985; Monsivis, 1988; Rodrguez L., 2001; Snchez Rebolledo, 1989a y b, 2002; Prez O., 1999; Anderson, 1996). Nuestra investigacin ha encontrado que, desde principios de su ejercicio periodstico (en Poltica, Solidaridad, La Cultura en Mxico o Novedades) Pereyra busca crearse un perfil de izquierda nacionalista, atenta y congruente con la defensa y transformacin del intelectual que proyecta la poltica como un campo de debate racional27. Quiz sea poco lo recuperado sobre la transformacin de la esfera pblica y meditica, en escenarios como el de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM) o a travs de sus agentes, publicaciones, foros, manifestaciones y dems formas de ejercer la libertad de expresin. Para entender los aos previos a la formacin superior de Pereyra desearamos saber ms y mejor, por ejemplo, sobre el papel de la UNAM durante el cardenismo28, pues sabemos de su aval a la formacin de la Universidad Autnoma de Guadalajara. As mismo sabemos de su generosidad para con los transterrados espaoles y exiliados latinoamericanos, algunos de los cuales apoyaron a la Universidad de Guadalajara (infra p.39, esp. n.39). La recreacin de los ambientes que durante los aos 60 marcaron de ideales pro-cubanos a la generacin estudiantil, y que llevaron al rector Javier Barros a encabezar la demanda por la autonoma y la solidaridad universitaria, necesitan discutirse articuladamente y no quedar slo documentados (Garca Cant 1973/1972; Gonzlez de Alba 2002; Nexos 1988, #121). En resumen, nos hemos ocupado en este apartado de mostrar las bases de la actividad que Pereyra despleg -particularmente desde la prensa de opinin mexicanapara contener la escapatoria de la poltica de la esfera pblica hacia el solipsismo y reencausarla. Es desde una reconstruccin de esa trayectoria, a travs del anlisis de la colaboraciones regulares y del sentido de sus tesis y argumentos, como se descubre y se enfrenta la trgica transfiguracin de la poltica en doctrina y fanatismo, o bien su sometimiento a la ley de la visibilidad compulsiva-arte del buen efecto que la

Esta actitud libertaria fue la que lo enfrent a Octavio Paz quien juzgara su libertad de expresin desde un antiestalinismo en Plural (Letras, Letrillas y Letrones). Cfr. La Cultura... #548, (09/ago/1972) y los comentarios de O. Paz: Plural #11 (ago 72). 28 Las posiciones oficiales o dominantes frente el movimiento henriquista por ejemplo.

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televisin ha mantenido para las democracias occidentales (Thompson 1998, 184), incluida la sociedad en transicin nuestra (Zacaras 2003, 47-8)29. Se presume que los progresos en materia de libertad de expresin sentaron las bases para una cultura de las responsabilidades intelectual y poltica y que pusieron al centro la importancia de ciudadanizar o pluralizar la vida pblica. Qu obstculos presentaron las disputas por el sentido? Un botn de muestra sobre el que volveremos en el captulo siguiente: la presencia entonces creciente de publicaciones (o contenidos) extranjeros en los medios electrnicos nacionales, con su popularidad y concentraciones de capitales, es algo que la opinin pblica crtica enfrentara.

[L]a racionalidad, el debate pblico y la eleccin por suma de voces constituyen el fundamento terico del sistema de democracia occidental (Gringras 1998/1995, 37; corchete mo).

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CAPTULO 2 Mxico

Reflexiones metodolgicas sobre el periodismo crtico en

2.1 Si el ro no suena: traer sordina? Elementos transdisciplinarios de las relaciones prensa y gobierno.

Existen varios factores que demuestran que no es evidente que la prensa hecha en la capital de Mxico, de circulacin nacional de mediados de los 60 y durante los aos 70 y 80, haya mantenido independencia crtica. Por un lado, el papel general de mediacin poltica que estudiosos le atribuyen a la prensa (como L. Goms en Abril 1999, 36-7) parece ser parte de la capacidad reguladora que implican la autonoma o la libertad de expresin. Una impresin que deja el analizar la prensa de entonces es la de descubrirse ante una oferta muy variada. Adems, como se abundar en seguida, se ve que en esos aos surgieron y desaparecieron en Mxico numerosos diarios y revistas pero, un indicador poltico y social como la perduracin del partido gobernante, puede sugerir que el discurso de ste revesta una impermeabilidad a sus opositores. Qu medios, por qu motivos y cmo apoyaban las ideas alternativas? Para responder a ello echamos mano de la historia cultural global: sabemos que desde un poco antes de esa poca, la prensa mundial se caracteriz por la presencia poderosa de las agencias internacionales de noticias, por el auge de la competencia en las audiencias que estimularon las empresas de medios electrnicos -cine, radio y tv; as como por una arraigada influencia de publicaciones norteamericanas (Thompson 1990, 180-1; Gonzlez C. 1965, 52). Pero al analizar dichos flujos informativos, sus desigualdades y su impacto sociocultural, se comprueba que el Estado norteamericano, asumi un rol general protector de sus medios -especialmente de las cadenas transnacionales-, estableci un liderazgo y fue radicalmente agresivo

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frente a los medios de orientacin ideolgica opuesta -comunista (Schiller 1995; Arredondo y Snchez 1986, 43). Se trat de un fenmeno comunicativo desarrollado sin comparacin histrica por pas alguno, que se volvi presente en nuestra esfera pblica y que apenas hasta ahora comienza a contrarrestarse por alianzas entre grupos disputantes: equipos con ofertas multimedia alternativas o tecnolgicamente influyentes, e incluso de algunos Estados nacionales en confrontacin30. En esta lnea se crey -incluso- que en materia de comunicacin en Mxico existi un equilibrio entre el sector pblico y el privado, pero la descarada concentracin oligrquica en el pas, y un desentendimiento estatal cmplice casi general han disipado cualquier sospecha en aqul sentido. Lo que nos ocupar aqu es determinar en qu medida resulta pertinente ver la globalizacin desde mtodos y conceptos que ataen a dilucidar el tan trado asunto de la prensa crtica. Para ello revisaremos algunos conceptos de la teora de la comunicacin, as como, ms adelante, algunos mtodos de abordaje a la prensa. Es en fechas recientes que se han transformado los conceptos de la comunicacin latinoamericana para hablar, en especfico de una oposicin lite / masa (Ortiz R. 2002/1996), tesis que aplica a la prensa mexicana. Permtasenos afianzar mejor nuestro argumento con la comparacin siguiente de lo sucedido en el contexto ingls. J. B. Thompson (1990, 178-9) seal que en Inglaterra hacia 1937 el peridico Daily Mirror contribuy a que el tiraje conjunto de las publicaciones peridicas rondara los 20 millones de ejemplares, si bien el pico mximo de tiraje en esos diarios alcanz cerca de los 30 millones hacia mediados de los aos 50. Con ello ejemplific la existencia de una tendencia masificadora, concentradora de la demanda, y alcista en los tirajes de la prensa. Mas distintos fenmenos como la segmentacin de las prcticas de lectura, o la competencia de otros medios contribuyeron a que dicha tendencia se frenara y decayera, llegando el nmero de ejemplares en la Inglaterra de mediados de los 80 a la cifra aproximada de slo 22 millones (ibd.). Para entonces el tiraje total de diarios mexicanos era apenas superior a los 11 millones de ejemplares (Gutirrez y Lobato, 1988), a lo cual adase que a mediados de los aos 60 ocurre el principio del fin de la prensa como medio hegemnico y masivo en Mxico. Adems de esta situacin, la dcada 1966 - 1976 coincide con un

Aunque el llamado bloque socialista encabezado por Rusia aliment la fantasa de la propiedad pblica de los medios, fue la burocracia la principal beneficiaria del capital de los mismos. Considrese que algunos gobiernos actuales latinoamericanos como Venezuela pretenden hacer de Telesur un proyecto alternativo de comunicacin pblica.

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cambio en el trato de preferencia que los gobiernos emanados del PRI haban mostrado. Hasta la primera mitad de los 60 quiz todos los diarios nacionales y centralizados -editados en la capital federalcontaban con estrategias

propagandsticas y de sobrevivencia econmica en las cuales la publicidad oficial jugaba un papel clave. Pero en los aos subsiguientes el gobierno decidi trasladar la publicidad pagada a medios impresos en beneficio de los medios electrnicos, como se aprecia claramente a continuacin:Cifras de publicidad pagada por el gobierno federal a medios (1966-1976) (en millones de pesos; con datos de Fernndez Ch. 1982, 203-4) MEDIO prensa radio televisin AO 1966 1966 1966 GASTO 778.7 m.d.p. 519.1 m.d.p. 908.5 m.d.p. AO 1976 1976 1976 GASTO 720 m.d.p. 899.8 m.d.p. 3,179 m.d.p. VARIACIN -58.7 m.d.p. +380.7 m.d.p. +2,270.5 m.d.p.

Se observa as que el flujo de recursos no desapareci: las relaciones entre prensa y gobierno fueron -en general- por muchos aos las de una convergencia de intereses o intercambio de favores; pero luego del 66 el favoritismo debi acentuarse ms, quedando directamente condicionadas las aportaciones de acuerdo a la codificacin que cada medio hiciera. Esto se evidenci en la trayectoria de una de las cadenas de medios ms influyentes: la que administraban las familias OFarrill y Alemn, Novedades Editores, dueas del peridico Novedades as como del 90% aprox. de la historietas (Fernndez Ch. 1982; Arredondo, P. y Snchez R. 1986, 50)31. Ello les permiti un crecimiento y diversificacin de sus actividades inslito, llegando a poseer el porcentaje principal de las acciones del grupo televisivo ms importante del pas (Arredondo y Snchez op cit., 55) y tener un perfil de contenidos plural. Sin embargo, su trnsito al pluralismo opinativo en Novedades no dependi ya exclusivamente de sus pactos con los gobiernos diazordacista (1964-1970) ni echeverrista (1970-1976) (cfr. t. Bohmann 1989/1986, 81) sino adems del trabajo de lites intelectuales que legitim su oferta plural. En otras palabras, lo que Novedades busc ofrecer -por ejemplo desde sus espacios de Colaboraciones especiales- fueron artculos que

Esto aos antes de que se pusiera de moda el negocio de la convergencia tecnolgica (De Miguel, Juan 2003).

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compitieran con los que el diario Exclsior haba logrado mostrar, convocando a escritores y pblicos lectores afiliados a las lites crticas de la poca32. Por otra parte, el fenmeno de la competencia antes apuntado pone el inters en quines eran esas lites que suscitaban el inters de empresarios y gobernantes y con las cuales instrumentaron el pluralismo?. Advirtase que los datos muestran que la preferencia mayoritaria en la lectura ha estado en publicaciones como las historietas, o en secciones como la deportiva -que triplicaba o cuadruplicaba al nmero de lectores de los espacios de opinin (Rebeil, Mara A. cit. en Gutirrez y Lobato op. cit., 231). Volveremos sobre este importantsimo tema una vez que cumplamos con analizar la cuestin que anunciamos primero: la de metodologa. 2.1.1 Hacia una articulacin de los mtodos cualitativos y cuantitativos en la historia de la prensa mexicana

El desafo epistemolgico que la articulacin de mtodos cualitativos y cuantitativos ha enfrentado es de gran envergadura para la ciencia contempornea, en cualquiera de sus disciplinas (Ibez 1994; Bericat 1998). En nuestro medio han existido intentos notables por moderar las imgenes impresionistas, a partir de mtodos como el anlisis de contenidos33, como puede apreciar cualquiera que lo desee; pero quiz haga falta reparar en los intentos por estudiar los campos de la argumentacin y la discursividad o retrica34. Es necesario pues reconocer que no se ha alentado a los estudiantes lo suficiente para consolidar una tradicin o programas formales de investigacin acadmica con una u otra metodologa explcita. Nuevamente son datos conocidos a partir de La democracia en Mxico (Gonzlez C. 1965) sobre la sociedad plural mexicana hacia 1961, tales como ndices de marginalidad y desarrollo, los que confirmaron que: [si bien] existe una proporcinPereyra -como otros muy reconocidos acadmicos de la UNAM- particip en Novedades (de agosto de 1972 a marzo de 1975), luego pas a colaborar en Exclsior. 33 Una primera generacin de anlisis de contenidos seran los de Delgado, M. Jurez, R. E. et al. (1981); Fregoso, G. (1992-1993); Fregoso, G. y Snchez Ruiz, E. (1993) y Agudelo, I. (1996). Las tesis de licenciatura con temas de anlisis de contenidos de la prensa, durante los ltimos 10 aos, al menos en Guadalajara, podran alcanzar ya la media centena. 34 Destacan los trabajos de Gonzlez Reyna, Gutirrez Vidrio, Julieta Haidar y el de Ignacio Corona. Desde Espaa nos llega el anlisis retrico del artculo de opinin con Len Gross, quien dice: Un cierto grado de personalizacin y literaturalizacin, valores generalmente asociados pero no necesariamente identificados, es consustancial al articulismo, tanto como su intencionalidad opinativa y consiguientemente persuasiva. El anlisis retrico de los recursos lingstico-literarios es, por tanto, imprescindible puesto que no bastar el anlisis de contenido para determinar el modelo. (Len G. 1996, 181-2).32

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menor de poblacin marginal, sin embargo, en nmeros absolutos, hay una cantidad mayor de mexicanos marginales, que constituyen un problema -econmico, cultural y poltico- de magnitud nacional (ibd. 68, corchetes G.M.H.). As se llega a saber que, para el caso de cobertura de informacin periodstica, sta apenas abarcaba al 50% de la poblacin total en 1961 (ibd. 77). El pas tena casi 35 millones de habitantes, de los cuales casi 6 vivan en las 3 grandes ciudades (Mxico: 4500,000; Guadalajara: 738,000 y Monterrey: 600,609). Los principales peridicos eran 7, todos en lengua castellana, con un tiraje cercano a los 700,000 ejemplares, distribuido el 80% en la capital y 20% en el interior. As por ejemplo, Exclsior tiraba hacia 1961 arriba de 164 mil ejemplares, de los cuales 122,297 circulaban en la capital35. Para el caso del estado de Jalisco, se dice que haba 75 peridicos -entre locales y capitalinos- por cada 1,000 habitantes. Es interesante adems que Gonzlez Casanova muestre un porcentaje de votantes muy similar (cerca del 51%, ibd., 79) pues entre ambos factores -informacin y votacin- hay implicaciones que ocuparon a articulistas como Daniel Coso Villegas, a Pereyra y a otros -lo encararon con igual lucidez?36 La misma virtud requerimos ahora para -como Gonzlez advirti- no aventurar conclusiones (ibd. 80). Aunque estamos lejos de poder determinar las diferencias entre las preferencias lectoras de la capital y de la regin occidente (no es tampoco propsito del presente trabajo), comienzan a configurarse las tendencias de la lite lectora, el lugar de gneros de opinin -los artculos de interpretacin, explicacin- etc. Basten pues estas cifras para evaluar los indicadores sobre cobertura de peridicos. Lo que tambin es bien sabido es que entre los sectores crticos, independientes o alternativos, tanto de la prensa y editorial como de la audiencia mexicanos entonces emergentes -y que se proyectarn en la revista Proceso (1976- ) o diarios como Unomsuno (1977-1984) y La Jornada (1984- )- se ha conseguido consolidar un mercado frgil -y no tan plural como el pblico lector demanda- pero perdurable. Dice el refrn que si el ro suena, agua trae, porque reconocer la presencia que en nuestra sociedad tiene el periodismo crtico implica un compromiso libertario en todos niveles, cosa que no ocurre frecuentemente. En ese sentido existe un visible aumento en la presencia de las corporaciones de medios nacionales (oligarquas) -ms incluso desdeCifras muy similares a La Prensa, Novedades o El Universal, los cuatro con ms tiraje entonces (ibd. 77 y 220). 36 Es clsico el despegue de Coso en Exclsior hacia 1965; mientras que Pereyra comenzara a colaborar en Poltica hacia 1961 aproximadamente como encargado de la seccin de cine (cfr. infra p.38).35

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el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) a la fecha-, o en la absorcin o desaparicin de grupos de prensa regionales, debido a condiciones que persisten desde aquellos aos. Los estudios que esto apoyan -smese el de Negrete (2005, 50) a los antes citados- coinciden mediante indicadores y mtodos discernibles en mostrar que los intereses plasmados en el Artculo 25 de la Constitucin mexicana son muy distintos de los creados por la intereses de los grupos gobernantes: ya como mecenas publicitarios, proveedores de materia prima (papel), fuentes de informacin, o socios.

2.2 Indicadores de la evolucin de la prensa, las comunidades intelectuales alimentadoras y sus sentidos independientesHemos sostenido que mediante la creacin y desarrollo de ndices es posible ir delimitando y midiendo la presencia productiva de la prensa, su pluralismo, libertad o trayectoria. Reconocemos as mismo que dicha presencia representa un capital cultural -en el sentido de Bourdieu y Thompson- que ha logrado contrarrestar condiciones de competencia inequitativas prevalecientes para la produccin, circulacin y lectura de ideas y alternativas discursivas. El tipo de organizacin social que ha derivado en la capitalizacin de la libertad o independencia crtica en la prensa se ha documentado apenas esquemticamente y, para nuestro caso, se realizarn las correspondencias entre los grupos sociales en los que colabor Pereyra y las obras que produjo. En principio, es necesario mirar la evolucin de la prensa con el transcurrir de esta poca, pues es as que los indicadores empleados nos servirn para comprender el ritmo de produccin de contenidos, su sentido ideolgico y la trascendencia de nuestro autor. Como el esquema siguiente pretende mostrar, estableceremos conexiones entre la vida social (contexto indexicado) y los contenidos de los artculos de Pereyra, pues investigaciones en marcha nos sugieren que los resultados de ello pueden ser de gran importancia37.

Un primer apoyo lo obtuve de Susana Gonzlez Reyna (2002) quien ha transitado del anlisis de los gneros de opinin en periodismo, al examen de los procesos intelectuales e, incluso las formas de argumentacin.

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Contexto indexicado

Mtodos y tcnicas de anlisis (decontenidos, discurso, lingstico, retrico, estilstico, argumental etc.)

Corpus textual registrado Muestra seleccionada

rea de estudio (interseccin)

2.2.1 La prensa, el poder y la sociedad desde los aos 60

No obstante su valor imprescindible, algunos indicadores son difciles de utilizar, tal es el caso del referente al consumo de papel en el terreno de la produccin general de materiales impresos en el pas. Este material mantuvo histricamente un doble carcter adverso para los editores pues, en muy alto nivel, dependa de la importacin de la produccin extranjera, as como de un monopolio por parte del Estado mexicano quien controlaba dicha importacin. La historia nos dice que durante 1968 el porcentaje de importacin de papel alcanz su menor nivel con 79.4% sobre el consumo total, creando escenarios optimistas (Arredondo y Snchez 1986, 42). Sin embargo, a pesar del incremento en la demanda del mismo, durante los 4 aos siguientes la importacin rebasara al 80% y las graves consecuencias no se hicieron esperar38. A partir de la tasa de crecimiento de diarios, es decir el nmero de ellos circulando comparativamente en el pas desde 1965 -que eran 205 y consuman 113 mil toneladas de papel peridico- se registra un ligero repunte una dcada despus -con 256 y 214.6 mil toneladas consumidas del mismo insumo (Gutirrez y Lobato 1988, 221. Cfr. Anexo 1, Tabla 2, infra p.79). La tendencia de crecimiento en el nmero de

La fijacin del precio del papel ha sido un generador de presiones fiscales y de tipo ideolgicas.

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diarios se mantiene hasta 1985, si bien creci ms el nmero de la poblacin (ibd. 223). Estn por verse cmo estos factores impactaron a un tipo de pblico lector especfico, as como a los aspectos tales como: presencia de autores, de espacios opinativos y gneros afines. Pero puede ya deducirse que: a) los directivos de peridicos o revistas enfrentaron a una audiencia nmada o emigrante a otros medios y mensajes, fragmentada en sus preferencias (de informacin, reflexin,

entretenimiento, etc.); y b) que la capacidad de ofrecer un discurso autnticamente crtico era la condicin ms evidente para ganarse audiencias frente a la prensa barragana del gobierno. Detengmonos ahora en la trayectoria y las formas como quienes, junto a Carlos Pereyra definieron el sentido de su ideologa. Por las fuentes testimoniales publicadas -sobre todo- a raz del prematuro fallecimiento de Pereyra (04/06/1988) sabemos de sus profundas afiliaciones ideolgicas y profesionales, de quien sera uno de los primeros filsofos mexicanos publicados por editoriales espaolas en activo. Para ello es necesario presentar una descripcin minuciosa como la siguiente. 2.2.2 Las races del pensamiento y la participacin social de Pereyra

Pereyra contaba con poco ms de 20 aos -a principios de los 60- cuando se encarga de la redaccin de la seccin cinematogrfica de Poltica, revista dirigida por Manuel Marcu P. y en la que tambin participaban Demetrio Vallejo, Valentn Campa y, hasta el 26 de julio de 1964: Fernando Bentez, Vctor Flores Olea, Carlos Fuentes, Enrique Gonzlez Pedrero y F. Lpez Cmara (Snchez Rebolledo 1989a, 19; Trejo 1980, 66 y 70). Los estudios no nos dicen ms acerca de sus colaboraciones, ni siquiera la forma en que Pereyra firmaba, y no hemos localizado dichas publicaciones en las hemerotecas consultadas durante esta investigacin. Para entonces haba cambiado la carrera de Economa por la de Filosofa en la UNAM, la cual contaba con acadmicos como Wenceslao Roces (1897-1992), Eugenio Imaz (1900-1951), Jos Gaos (1900-1969), Juan David Garca Bacca (1901-1992), Adolfo Snchez Vzquez (1915-), Ramn Xirau (1924-), transterrados espaoles ellos; adems de Fray Alberto de Ezcurdia (1917-1970), Eli de Gortari (1918-1991),

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Alejandro Rossi (1932-) o miembros del Grupo Hyperion: Ricardo Guerra, Jorge Portilla, Emilio Uranga, Luis Villoro o Leopoldo Zea39. Snchez Rebolledo, quien fuera amigo y compaero cercano de Pereyra, escribe sobre personajes como Demetrio Vallejo, admirados y seguidos por nuestro autor, as como de la amalgama formada entre las condiciones sociales, las personalidades y las publicaciones de la poca. Sabemos adems que la Ciudad Universitaria unamita ya era el territorio propicio para la expansin de la oferta y demanda educativas, pues an no se haba sobrepoblado. Entre otros personajes de esa poca figuraron los genios autodidactas de: Jos Revueltas (1914-1976) cuyos trabajos en revistas se remiten a Ruta, Taller, Letras de Mxico y El Popular, haba escrito cuento y novela (Vaca 2001, 338-40; Trejo 1980, 62); as como tambin el de Juan Jos Arreola (1918-2001) quien haba sido actor, escritor, editor, becario y haba residido en Francia y La Habana (Arreola 1998). Cuntense tambin a Jess Silva Herzog (1892-1983) conocido como el Patricio revolucionario en Economa y a Enrique Gonzlez Rojo (Snchez Rebolledo 1989a 58; Carr 1982/2000, 245). Por el lado de generaciones ms noveles Snchez Rebolledo mismo cuenta a: Max Rojas, Sergio Pitol (1933-), Juan Garzn y Jos Carlos Becerra (1937-1970) quienes a su vez frecuentaban centros de reunin como la cafetera de Filosofa y Letras de la UNAM, y los cine-debates organizados por Paul Leduc desde Difusin Cultural (Snchez Rebolledo 1989a, 71). Se dice que por este tiempo Pereyra se acerca al dirigente ferrocarrilero Demetrio Vallejo -al que a pesar de su encarcelamiento acompaara en su labor proselitista de 1964 (Snchez R. 1989a, 60-1 y 64-5)- y cuntese su amistad con Carlos Monsivis. Sus relaciones con agrupaciones polticas lo ubican con sectores juveniles con ideas revolucionarias e irreverentes del sistema poltico y social: del mexicano y del comunista, en las que -pese a los sectarismos realmente existentes- el enemigo nmero uno, [era] la Solemnidad pattica (ibd. 59, corchete G.M.H.). Son valiosos los testimonios del tipo de materiales de lectura que circulaba entonces, de los que se conjetura que creca una inquietud por renovar el marxismo, el freudismo, el existencialismo, mientras se propagaban el descontento hacia el nacionalismo revolucionario oficial y las figuras de autoridad social en general. Estas formas de pensar se tradujeron en conductas polticas que buscaban su plataforma pblica enCfr. Snchez Rebolledo 1989a, 59; 1989b, 5 y Snchez Vzquez: http://www.ucm.es/info/eurotheo/filosofia/a_sanchezvazquez/existencia.htm. Algunos como de Ezcurdia, Gaos, Snchez Vzquez, o Villoro tambin fueron profesores de la recin fundada (07/01/1957) Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Guadalajara (Negrete 2005, 17).39

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medios impresos; necesidad que, casi una dcada despus, Novedades -por ejemplosupo captar y capitalizar. Como complemento a ello obsrvese el aumento en la demanda total nacional de educacin superior, particularmente en el D.F., e imagnese cmo pudo impactar la formacin de un pblico lector diverso, con un claro rasgo centralista (Carr 1982/2000, 234; cfr. Anexo 1, Tabla 3, infra p.79). Como veremos luego, poco a poco su agenda analtica-periodstica se fue configurando con estas experiencias. Un listado ms completo de los grupos polticos y universitarios en los que particip incluye a: el Movimiento Amrica Latina (MAL), Movimiento de Liberacin Nacional (MLN, conformado por miembros del PPS, las juventudes del PCM y escritores y profesores como Carlos Fuentes, Eli de Gortari, Hebert