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LA FIESTA DEL “CORPUS CHRISTI” 34 CATEQUESIS SOBRE LA FE MONS. ESTEBAN ESCUDERO OBISPO DE PALENCIA

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LA FIESTA DEL “CORPUS CHRISTI”

34CATEQUESIS SOBRE LA FE

MONS. ESTEBAN ESCUDEROOBISPO DE PALENCIA

El origen de la fiesta

El canto del “Pange Lingua”

El canto del “Adoro te devote”

Eucaristía y adoración eucarística

Eucaristía y caridad

El origen de la fiesta

Hay un dicho popular que indica la

importancia que la fiesta del Corpus tiene

para el pueblo cristiano: “Hay tres jueves en el año que relucen más

que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día

de la Ascensión”.

El cambio de la fiesta del Corpues al domingo

no ha disminuido el profundo arraigo que

esta solemnidad litúrgica tiene en

nuestros pueblos y ciudades.

La celebración de la fiesta del Corpus surge en la Edad Media como una festividad en honor al cuerpo y la sangre de Cristo presentes en la

Eucaristía.

En el año 1263, mientras un sacerdote celebraba la

misa en la localidad de Bolsena (Italia), al partir la hostia consagrada brotó

sangre. Este hecho milagroso, muy difundido

en toda la cristiandad de la época, dio el impulso

definitivo para el establecimiento de la

fiesta litúrgica del Corpus Christi por el papa Urbano

IV en el año 1264.

Santo Tomás de Aquino

A Santo Tomás de Aquino se le encargó preparar los textos

para el oficio y la misa propia del día. Dos de ellos han

alcanzado gran popularidad entre el pueblo cristiano por su

profundidad teológica y su belleza musical:

el Pange lingua y el Adoro te devote.

Pange, lingua, gloriosiCórporis mystériumSanguinísque pretiósi,Quem in mundi prétiumFructus ventris generósiRex effúdit géntium.Nobis datus, nobis natusEx intácta Vírgine,Et in mundo conversátus,Sparso verbi sémine,Sui moras incolátusMiro clausit órdine.In supremæ nocte coenæRecumbens cum frátribus,Observata lege pleneCibis in legálibus,Cibum turbæ duodenæSe dat súis mánibus.Verbum caro, panem verumVerbo carnem éfficit,Fitque Sanguis Christi merum,Et, si sensus déficit,Ad firmandum cor sincerumSola fides súfficit.Tantum ergo Sacraméntum,Venerémur cérnui:Et antíquum documentumNovo cedat rítui;Præstet fides suppleméntumSénsuum deféctui.Genitori Genitóque,Laus et iubilátio;Salus, honor, virtus quoque,Sit et benedíctio;Procedénti ab utróqueCompar sit laudátio.Amen.

Canta, lengua,el Sacramento glorioso del cuerpoy de la sangre preciosaque el Rey de las naciones,Fruto de un vientre generoso,Derramó como rescate del mundo.Nos fue dado,nos nació de una Virgen sin mancha;y después de pasar su vida en el mundo,una vez propagada la semilla de su palabra,Terminó el tiempo de su destierroDando una admirable disposición.En la noche de la Última Cena,Sentado a la mesa con sus hermanos,Después de observar plenamenteLa ley sobre la comida legal,se da con sus propias manosComo alimento para los doce.El Verbo encarnado, pan verdadero,lo convierte con su palabra en su carne,y el vino puro se convierte en la sangre de Cristo.Y aunque fallan los sentidos,Solo la fe es suficientepara fortalecer el corazón en la verdad.Veneremos, pues,Postrados tan grande Sacramento;y la antigua imagen ceda el lugaral nuevo rito;la fe reemplaceLa incapacidad de los sentidos.Al Padre y al Hijosean dadas alabanza y gloria,Fortaleza, honor,poder y bendición;una gloria igual sea dada aaquel que de uno y de otro procede.Amén.

El canto del “Pange Lingua”

El canto del “Adoro te devote”Adoro te devote, latens Deitas,

Quae sub his figuris vere latitas:

Tibi se cor meum totum subiicit,

Quia te contemplans totum deficit.

Visus, tactus, gustus in te fallitur,

Sed auditu solo tuto creditur.

Credo quidquid dixit Dei Filius:

Nil hoc verbo Veritatis verius.

In cruce latebat sola Deitas,

At hic latet simul et humanitas;

Ambo tamen credens atque confitens,

Peto quod petivit latro paenitens.

Plagas, sicut Thomas, non intueor;

Deum tamen meum te confiteor.

Fac me tibi semper magis credere,

In te spem habere, te diligere.

O memoriale mortis Domini!

Panis vivus, vitam praestans homini!

Praesta meae menti de te vivere

Et te illi semper dulce sapere.

Pie pellicane, Iesu Domine,

Me immundum munda tuo sanguine.

Cuius una stilla salvum facere

Totum mundum quit ab omni scelere.

Iesu, quem velatum nunc aspicio,

Oro fiat illud quod tam sitio;

Ut te revelata cernens facie,

Visu sim beatus tuae gloriae.

Amen

Te adoro con devoción, Dios escondido,

oculto verdaderamente bajo estas apariencias.

A Ti se somete mi corazón por completo,

y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;

pero basta el oído para creer con firmeza;

creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:

nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,

pero aquí se esconde también la Humanidad;

sin embargo, creo y confieso ambas cosas,

y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás

pero confieso que eres mi Dios:

haz que yo crea más y más en Ti,

que en Ti espere y que te ame.

¡Oh Memorial de la muerte del Señor!

Pan vivo que das vida al hombre:

concede a mi alma que de Ti viva

y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno,

límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,

de la que una sola gota puede liberar

de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego,

que se cumpla lo que tanto ansío:

que al mirar tu rostro cara a cara,

sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

Eucaristía y memorial de la Pasión

En la primera carta a los Corintios, San Pablo explica a sus lectores el

sentido profundo de la última cena del señor, que él a su vez ha

recibido en Jerusalén de los testigos presenciales:

“Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros...

Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre...

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz,

proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva” (1 Cor 11, 23-26).

Fieles a la recomendación del Salvador

La institución de la Eucaristía en la última cena es el testamento

de Jesús a la Iglesia.

Su muerte, ocurrida en tiempos de Poncio Pilato, se hace presente

en el altar

Cada vez que los cristianos, fieles a la recomendación del Salvador,

anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección, en la espera de su venida gloriosa.

Eucaristía y adoración eucarística

La profundización en el misterio de la Eucaristía es lo que motivó la aparición de la fiesta del Corpus

Christi para resaltar la presencia de Nuestro Señor Jesucristo en las especies sacramentales del pan y del vino consagrados y para rendirle el homenaje

de adoración que como Dios se merece.

La oración ante el sagrario, la exposición del Santísimo y la procesión del Corpus expresan la fe

de la Iglesia en la presencia real de Cristo en la Eucaristía y buscan adorar al Señor, como continuación de la comunión de la misa.

“Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el arte de la oración,

¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en

adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?”

(Juan Pablo II).

Comunión y adoración son, pues, complementarias.

Eucaristía y caridad

“En la fracción del pan, la Iglesia celebra la pascua del Señor y queda

hecha un solo pan.

No se puede celebrar la cena del Señor y dar la espalda a los pobres. Comulgar con Cristo es darse con él a los demás, amar hasta el extremo.

La Eucaristía es fuente y culmen de la misión, centro y raíz de la

comunidad cristiana.

En el sacramento de la fe, el discípulo es transformado y se compromete a trabajar en la realización de un mundo más

conforme con el reino de Dios” (Conferencia Episcopal Española,

2005).

Se debe, por lo tanto, rechazar la tentación de una espiritualidad

intimista e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de

la caridad.

No se puede celebrar la Eucaristía olvidándose de las necesidades de los demás. El amor de Cristo nos

invita a la caridad efectiva con los hermanos”

ORACIÓN

Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos

nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que

experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas

con Dios padre en la unidad del Espíritu santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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