sartre j p critica de la razon dialectica libro i ocr

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    1 1 [J i L I O T E C A F I L O S F I C A

    P CO LE CCI N ' FUN DAD A P O R

    I FRANCISCO ROMERO J

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    JEAN - PAUL SARTRE

    CRITICA DE LARAZN DIALCTICA

    PRECEDIDA DE

    CUESTIONES DE MTODO

    TO MO ITEORA DE LOS CONJUNTOS PRCTICOS

    LIBRO I

    DE LA "PRAXIS" INDIVIDUALA LO PRCTICO INERTE

    Traduccin de

    M A N U E L L AMA N A

    4

    E D I T O R I A L L O S A D A , S . A .

    B U E N O S A I R E S

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    Titulo del original francs

    Critique de la raison dialecliquc

    precede de Question de mthodc)

    T>~ ; I: Thorie des ensembles practiques

    (C) Librnirie Gallimnrd, 19G0

    Q'Jeda hecho el depsito que

    prev ien e ln ley nm. 11.723

    (g) Editorial Losada, 3. A.

    Buenos Airea, 10G3

    PRINTED IN ARGENTINA - IMPRESO EN LA ARGENTINA

    Este libro se termin de imprimir el dia 18 de agosto deJ963, en Macagno, I.anda y Ca., Aroz 164, Buenos Aires

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    AL CASTOR

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    P R L O G O

    Me temo que las dos obras que componen este volumenparezcan de importancia desigual y de ambicin desigual tam-bin. En buena lgica, el segundo debera preceder al pri-mero, del que pretende constituir los cimientos crticos. Perotem que esa montaa de pliegos pariese un ratn; acaso hayque mover tanto aire, desgastar tantas plumas y llenar tanto

    papel para no llegar sino a formular unas cuantas considera-ciones metodolgicas? Y como de hecho el segundo trabajoha nacido del primero, he preferido mantener el orden cro-nolgico, que con una perspectiva dialctica es siempre el

    ms significativo.Cuestiones de mtodo es una obra de circunstancia; esto

    es lo que explica su carcter un tanto hbrido; y por estarazn tambin, parece que siempre se abordan sus problemasoblicuamente. En el invierno ele 1957 una revista polaca de-cidi publicar un nmero dedicado a la cultura francesa;quera ofrecer a sus lectores un panorama de lo que entre nos-otros an se llama "nuestras familias espirituales". Pidi sucolaboracin a varios autores y a mi me propuso tratar el

    tema siguiente: "Situacin del existencialismo en 1957".No me gusta hablar del existencialismo. Lo ms propio

    de una investigacin es que sea indefinida. Nombrarla y defi-nirla es lo mismo que cerrar un crculo. Qu queda despus?Un munclo finito y ya periclitado de la cultura, algo as comouna marca de jabn; con otras palabras, una idea. Hubieradeclinado la peticin de mis amigos polacos si no hubiesevisto que la contestacin sera la manera de expresar las con-tradicciones actuales de la filosofa en un pas de cultura

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    marxista. Creo que con esta perspectiva pude agrupar losconflictos internos que la desgarran alrededor de una opo-

    sicin mayor: la de la existencia y del saber. Pero tal vezhabra sido ms directo si a causa de la economa del nmero"francs" no hubiese sido necesario que hablase ante todode la ideologa existencialista, de la misma manera que a un

    filsofo marxista, Henri Lefebvre, se le peda que "situase"

    las contradicciones y el desarrollo del marxismo en Franciadurante estos ltimos aos.

    Reproduj despus mi articulo en la revista Temps Mo-dernes, aunque modificndolo considerablemente para adap-tarlo a las exigencias de los lectores franceses. sta es la

    forma que mantengo en la publicacin de hoy. Lo que enun principio se llamaba Existencialismo y marxismo, se lla-ma ahora Cuestiones de mtodo. Y, finalmente, es una cues-tin lo que planteo. Slo una: tenemos hoy los medios nece-

    sarios para constituir una antropologa estructural e histrica?Encuentra su lugar esta pregunta en el interior de la filosofamarxista porque como luego veremos considero al mar-xismo como la filosofa insuperable de nuestros tiempos yporque creo que la ideologa de la existencia y su mtodo"comprensivo" estn enclavados en el marxismo, que los en-

    gendra y al mismo tiempo los rechaza.La ideologa de la existencia hereda del marxismo, que

    la ha resucitado, dos exigencias que en l se originan por

    medio del hegelianismo: si algo asi como una Verdad debepoder existir en la antropologa, tendr que llegar a ser, ten-dr que hacer su totalizacin. Desde luego que esta dobleexigencia define al movimiento del ser y del conocimiento(o de la comprensin) que desde Hegel se llama "dialctica".Asi es que he dado por aceptado en Cuestiones de mtodo quesemejante totalizacin est perpetuamente en marcha comoHistoria y como Verdad histrica. He intentado mostrar, par-tiendo de este acuerdo fundamental, los conflictos internos de

    la antropologa filosfica, y en algunos casos he podido esbo-zar en el terreno jnetodolgico escogido las soluciones pro-visionales de estas dificultades. Pero indudablemente las contra-diciones y sus superaciones sintticas pierden- todo significado

    y toda realidad si la Historia y la Verdad no son totalizadoras,si, tal y como lo pretenden los positivistas, hay Historias y

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    Verdades. Me ha parecido, pues, necesario que al mismo tiem-po que redactaba esa primera obra, abordase por fin el pro-blema fundamental. Hay una Verdad del hombre?

    Nadie ni siquiera los empiristas ha llamado nuncaRazn a la simple ordenacin sea la que fuere de nues-tros pensamientos. Para llegar a un "racionalismo", es nece-

    sario que esta ordenacin reproduzca o constituya el ordendel ser. Asi la Razn es cierta relacin del conocimiento ydel ser. Segn este punto de vista, si la relacin entre la tota-lizacin histrica y la Verdad totalizadora debe poder exis-tir, y si esta relacin es un doble movimiento del conocimien-to y del ser, ser legitimo que a la doble relacin moviejitela llamemos una Razn; el fin dLMi investigacin, ser, pues,establecer si la Razn positiva de las Ciencias naturales estambin la que encontramos con el desarollo de la antropo-

    loga, oj_el conocimiento y la comprensin del hombre porel_ hombre implica no slo unos mtodos especficos, sino tam-bin una nueva Razn, es decir, una ?iuevji_j:elacijj entre_el._

    pensamiento y su objeto. Con otras palabras, hay ma Razndialctica?

    De hecho, no se trata de descubrir una dialctica: poruna parte, el pensamiento dialctico se ha vuelto conscientede si mismo, histricamente, desde comienzos del siglo pasado;por otra, la simple experiencia histrica o etnolgica bastapara que se vean los sectores dialcticos en la actividad hu-mana. Pero, por una parte, la experiencia en general slo

    puede fundamentar por si sola verdades parciales y contin-gentes; por otra, el pensamiento dialctico, a partir de Marx,se ha ocupado ms de su objeto que de si mismo. Volvemosa encontrar en este punto las dificultades que encontr la

    Razn analtica a fines del siglo XVIII, cuando hubo que pro-bar su legitimidad. Pero el problema es ynenos fcil, ya quetenemos detrs de nosotros la solucin del idealismo crtico.

    El conocimiento es un modo del ser pero con la perspectivamaterialista no puede tratarse de reducir el ser a lo conocido.

    No importa: la antropologa seguir siendo un confuso mon-tn de conocimientos empricos, de inducciones positivistas

    y de interpretaciones totalizadoras, hasta que no hayamos esta-blecido la legitimidad de la Razn dialctica, es decir, hasta que710 hayamos adquirido el derecho de estudiar a un hombre, a

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    un grupo ele hombres o a un objeto humano en la totalidadsinttica de sus significados y de sus referencias a la totaliza-cin en marcha, hasta que no hayamos establecido que todo

    conocimiento parcial o aislado ele esos hombres o de sus pro-ductos tiene que ser superado en una totalidad, o se reducira un error por ser incompleto. Nuestro intento ser, pues,crtico porque tratar de determinar la validez y los lmitesde la Razn dialctica, lo que supone indicar las oposiciones

    y los lazos de esta Razn con la Razn analtica y positivista.Pero adems tendr que ser dialctico porque slo la dialc-tica es competente cuando se trata de, problemas dialcticos.Como veremos ms adelante, no hay ninguna tautologa en

    este punto. Me limitar en el primer tomo ele esta obra aesbozar la teora de los conjuntos prcticos, es decir, de las

    series y de los grupos en tanto que momentos de la totaliza-cin. En el segundo tomo, que aparecer posteriormente, abor-dar el problema ele la totalizacin en s, es decir, de la Histo-ria en marcha y de la Verdad en devenir.

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    CUESTIONES DE METODO

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    MARXISMO Y EXISTENCIALISMO

    La Filosofa se les presenta a algunos como un me-di o hom ogne o: los pensamientos nacen y mu er en en ella,los sistemas se edifican para despus hundirse. Para otros es

    cierta actitud que siempre tenemos la libertad de adoptar. Paraotros, en fin, un sector determinado de la cultura. Para nos-otros, la Filosofa no es; la consideremos de una manerao de otra, esta sombra de la ciencia, esta eminencia gris dela humanidad no es ms que una abstraccin hipostasiada.De hecho, hay filosofas. O ms bien porque nunca se en-contrar ms de una que est viva, en ciertas circunstanciasmuy definidas, una filosofa se constituye para dar su expre-sin al movimiento general de la sociedad; y mientras vive,

    ella es la que sirve de medio cultural a los contemporneos.Este objeto desconcertante se presenta a la vez con unos as-pectos profundamente distintos, cuya unificacin est hacien-do constantemente.

    En primer lugar es cierta manera de tomar conciencia des 1 de la clase "ascendente"; y esta conciencia puede ser netao confusa, indirecta o directa: en los tiempos de la noblezade toga y del capitalismo mercantil, una burguesa de juristas,

    1 Si no menciono aqu a la persona que se objetiva y se descubre

    en su obra, es porque la filosofa de una poca desborda con muchopor grande que l sea al filsofo que le lia dado su primera fi gur a.Pero, inversamente, veremos que el estudio de las doctrinas singulareses inseparable de una profundizacin real de las filosofas. El cartesia-nismo ilustra a una poca y sila a Descartes en el interior del desarrollototalitario de la razn analtica; a partir de entonces, Descartes, comopersona y como filsofo, ilustra hasta el corazn del siglo xvin al sentidohistrico (y por cons igui ente singular) de la nueva raci onal idad .

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    de comerciantes y de banqueros, algo capt de s misma atravos ccl cartesianismo; siglo y medio despus, en la fase

    primitiva de la industrializacin, una burguesa de fabricantes,tic ingenieros y de sabios se descubri oscuramente en la ima-

    gen ccl hombre universal que le propona el kantismo.Pero para ser verdaderamente filosfico este espejo se tieneque presentar como la totalizacin del Saber contemporneo:el filsofo lleva a la unificacin de todos los conocimientosregulndose gracias a ciertos esquemas directores que tradu-cen las actitudes y las tcnicas de la clase ascendente ante supoca y ante el mundo. Ms adelante, cuando los detalles deeste Saber hayan sido discutidos y destruidos uno por uno,el progreso de las luces, el conjunto, permanecer como uncontenido indiferenciado: tras haber estado unidos por unosprincipios, estos conocimientos, aplas tados, casi indescifrables,unirn a los principios a su vez. El objeto filosfico, reduci-do a su ms simple expresin, quedar en el "espritu obje-tivo" bajo la forma de Iclea reguladora que indica una tareainfinita; as se habla hoy entre nosotros de la "Idea kantiana",o entre los alemanes de la Weltanschaunng de Fichte. Es queuna filosofa, cuando est en plena virulencia, nunca se pre-senta como una cosa inerte, como la unidad pasiva y ya ter-mi na da del Saber; ha nac ido del movim ien to social, es movi-

    miento ella misma, y muerde en el porvenir: esta totalizacinconcreta es al mismo tiempo el proyecto abstracto de conti-nuar la unificacin hasta sus ltimos lmites; as considerada,se caracteriza la filosofa como un mtodo de investigaciny de explicacin; la confianza que pone en s misma y en sudesarrollo futuro no hace ms que reproducir las certidum-bres de la clase que la lleva; toda filosofa es prctica, aunqueen un principio parezca de lo ms contemplativa; el mtodoes un arma social y poltica: el racionalismo analtico y cr-

    tico de grandes cartesianos los ha sobrevivido; naci de lalucha y se volvi sobre ella para iluminarla; en el momentoen que la burguesa empezaba a minar las instituciones delAntiguo Rgimen x, atacaba a los significados periclitados quetrataban de justificarlas; ms adelante sirvi al liberalismo y

    i En el caso del cartesi anis mo, la accin de la "fi los of a" se man-tiene de una manera negativa: despeja el terreno, destruye y hace en-trever las infinitas complicaciones y lps particularismos del sistema feu-

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    di una doctrina a las operaciones que trataban de realizarla "atomizacin" del proletariado.

    Entonces la filosofa sigue siendo eficaz mientras se man-

    tiene viva la praxis que la ha engendrado, que la lleva y queella ilustra. Pero se transforma, pierde su singularidad, sedespoja de su contenido original y con fecha, en la medida enque impregna poco a poco a las masas, para convertirse enellas y por medio de ellas en un instrumento colectivo deemancipacin. As es como el cartesianismo aparece en el sigloXVIII bajo dos aspectos indisolubles y complementarios: poruna parte, como Idea de la razn, como mtodo analtico, ins-

    pira a Holbach, Helvetius, Diderot y hasta Rousseau, y es elcartesianismo lo que se encuentra en los orgenes de los pan-

    fletos antirreligiosos junto con el materialismo mecanicista;por otra parte, entra en el anonimato y condiciona las acti-tudes del Estado Llano; la Razn analtica y universal se su-merge en todos para salir bajo la forma de "espontaneidad":esto significa que la respuesta inmediata que d el oprimidoa la opresin habr de ser critica. Esta rebelin abstracta pre-cede en algunos aos a la Revolucin Francesa y a la insurrec-cin armada. Pero la violencia dirigida de las armas derrum-bar unos privilegios que se haban disuelto ya en la Razn.

    Las cosas van tan lejos que el espritu filosfico llega msall de los lmites de la clase burguesa y se infiltra en losmedios populares. Es el momento en que la burguesa fran-cesa pretende ser clase universal; las infiltraciones de su filo-sofa le permitirn ocultar las luchas que empiezan a desga-rrar al Estado Llano y encontrar un lenguaje y unos gestoscomunes a todas las clases revolucionarias.

    Si la filosofa tiene que ser al mismo tiempo totalizacindel saber, mtodo, Idea reguladora, arma ofensiva y comuni-

    dad de lenguaje; si esta "visin del mundo" es tambin uninstrumento que est en actividad en las sociedades apolilladas,si egta concepcin singular de un hombre o de un grupo dehombres se convierte en la cultura y a veces en la naturalezade toda una clase, bien claro resulta que las pocas de crea-cin filosfica son raras. Entre el siglo xvn y el xx, veo tres

    dal, la universalidad abstracta de la propiedad burguesa. Pero en otrascircunstancias, cuando la lucha social adopta otras formas, la contri-bucin de la teora puede ser positiva.

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    que sealar con nombres clebres: estn el "momento" deDescartes y de Locke, el de Iant y Hegel, y finalmente el deMarx. Estas tres filosofas se convierten a su vez en el humorde todo pensamiento particular y en el horizonte de todacultura, son insuperables en tanto que no se supera el mo-mento histrico del cual son expresin. He visto ms de unavez que un argumento "antimarxista" no es ms que el rejuve-necimiento aparente de una idea premarxista. Una pretendida"superacin" del marxismo no pasar de ser en el peor de loscasos ms que una vuelta al premarxismo, y en el mejor, elredescubrimiento de un pensamiento ya contenido en la ideaque se cree superar. En cuanto al "revisionismo", es una ver-dad de Perogrullo o un absurdo: no se puede readaptar unafilosofa viva a la marcha del mundo; se adapta por s mismagracias a mil iniciativas, mil investigaciones particulares, por-

    que est identificada con el movimiento de la sociedad. Losque pretenden hablar en nombre de sus predecesores, a pesarde su buena voluntad no hacen simplemente ms que trans-formar las palabras que quieren repetir; los mtodos se mo-difican porque tienen que aplicarse a nuevos objetos. Si estemovimiento de la filosofa ya no existe, ocurre una de las doscosas siguientes: o ha muerto, o est "en crisis". En el primercaso ya no se trata de revisar, sino de derruir un edificio po-drido; en el segundo caso, la "crisis filsofica" es la expresin

    part icular de una crisis social y su atascamiento est condi-cionado por las contradicciones que desgarran a esa socie-dad; una pretendida "revisin" llevada a cabo por unos "ex-

    pertos", no sera, pues, ms que un engao idealista y sinalcances reales; el pensamiento cautivo ser liberado por elmismo movimiento de la Historia, por la lucha de los hom-bres en todos los planos y en todos los niveles, y de estamanera podr alcanzar tambin su pleno desarrollo.

    No es conveniente llamar fi lsofos a los hombres de cul-tura que siguen a los grandes desarrollos y que tratan dearreglar los sistemas o de conquistar con los nuevos mtodos te-rritorios an mal conocidos; estos hombres son los que danfunciones prcticas a la teora y se sirven de ella como si fuerauna herramienta para construir o destruir: explotan la pro-piedad, hacen el inventario, suprimen algunos edificios, yhasta llegan a hacer algunas modificaciones internas; pero

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    siguen alimentndose con el pensamiento vivo de los grandesmuertos. Este pensamiento, sostenido por las multitudes enmarcha, es lo que constituye su medio cultural y su porvenir,lo que determina el campo de sus investigaciones, y hasta elde su "creacin". Propongo que a estos hombres relativos les

    llamemos idelogos. Y ya que tengo que hablar del existen-cialismo, habr de comprenderse que para m sea una ideolo-ga-, es un sistema parsito que vive al margen del Saber, alque en un primer momento se opuso y con el que hoy tratade integrarse. Para comprender mejor sus ambiciones pre-sentes y sus funciones, habr que retroceder a los tiempos deICierkegaard.

    La ms amplia totalizacin filosfica es el hegelianismo.El Saber est en l elevado a su ms eminente dignidad: no

    se limita a observar el ser del exterior, sino que se lo incor-pora y lo disuelve en s mismo; el espritu se objetiviza, sealiena y vuelve a s sin cesar, se realiza a travs de su propiahistoria. El hombre se exterioriza y se pierde en las cosas, perotoda alienacin est superada por el saber absoluto del fil-sofo. As pues, los desgarramientos y las contradicciones quecausan nuestra desgracia, son unos momentos que aparecen

    para ser superados; no slo somos sapientes, sino que en eltriunfo de la conciencia, que es intelectual de por s, aparece

    que somos sabidos; el saber nos atraviesa de una a otra partey nos sita antes de disolvernos, quedamos integrados vivosen la totalizacin suprema; de tal manera, el puro vivido deuna experiencia trgica, de un sufrimiento que conduce a lamuerte, queda absorbido por el sistema como una determi-nacin relativamente abstracta que debe ser mediatizada, comoun pasaje que lleve hacia el absoluto, nico concreto ver-dadero 1 .

    i No cabe dud a de qu e se pued a colocar a He ge l del lado delexistencialismo, e Hyppolite lia tratado de hacerlo con cierto xito ensus tudes sur Marx el Hegel (Estudios sobre Marx y Hegel). No esHegel el primero en mostrar "que hay una realidad de la apariencia entanto que tal"? Y su panlogicismo, no va acompaado por un pantra-gicsmo? No puede escribirse con derecho que para Hegel "las existen-cias se encadenan en la historia que hacen y que como universalidadconcreta es lo que las juzga y las trasciende"? Puede hacerse cmodamen-te, pero no es sta la cuestin; lo que opone Kierkegaard a Hegel esque para este ltimo lo trgico de una vida est siempre superado. Lo

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    Enfrentado con Hegel, Kierkegaard apenas si parece con-tar; seguramente no es un filsofo; por lo dems, l mismorehus este ttulo. De hecho es un cristiano que no se quiere

    dejar encerrar en un sistema y que afirma sin descanso contra"el intelectualismo" de Hegel la irreductibiliclad y la especi-ficidad de lo vivido. No hay duda, como lo ha hecho ver JeanWahl, ele que un hegeliano no hubiera asimilado esta con-ciencia romntica y empecinada con la "conciencia infeliz",momento ya superado y conocido en sus rasgos esenciales; perolo que Kierkegaard discute es precisamente este saber objeti-vo: para l la superacin de la conciencia infeliz se mantieneen un plano puramente verbal. El hombre existente no puede

    ser asimilado por un sistema de ideas; por mucho que sepueda pensar y dec ir sobre l, el sufrimiento escapa al saberen la medida en que est sufrido en s mismo, por s mismo,y en que el saber es impotente para transformarlo. "El fil-sofo construye un palacio de ideas y vive en una choza." Claroque Kierkegaard quiere defender a la religin; Hegel no que-ra que el cristianismo fuese "superado", pero por eso mismoha hecho de l el ms alto momento de la existencia humana;Kierkegaard, por el contrario, insiste en la trascendencia deDios; pone entre el hombre y Dios una distancia infinita, laexistencia del Todopoderoso no puede ser el objeto de unsaber objetivo, sino el fin de una fe subjetiva. Y a su vez, esta

    vivido se desvanece en el saber. Ilegel nos habla del esclavo y de sumiedo a la muerte. Pero sta, que es sentida, se convierte en el simpleobjeto del conocimiento y el momento de una transformacin superadoa su vez. Para Kierkegaard importa poco que Hegel hable de "libertadpara morir", o que describa correctamente algunos aspectos de la fe; loque reprocha al hegelianismo es que desdee la insuperable opacidad dela experiencia vivida. El desacuerdo no est ni solamente ni sobre todo

    en el nivel de los conceptos, sino ms bien en el de la crtica del sabery de la delimitacin de su alcance. Por ejemplo, es perfectamente exactoque Hegel seala profundamente la unidad y la oposicin de la vida yde la conciencia, pero tambin es cierto que son dos formas incompletasya reconocidas como tales segn el punto de vista de la totalidad. Ocon el lenguaje de la semiologa moderna, para Hegel el Significante(en cua lqu ier mo me nt o de la historia) es el mo vi mi en to del Espri tu (que

    se constituir como significante-significado y significado-significante, esdecir, abs olut o-su jeto) ; el Significado es el hombre vivo y su objetiva-cin; para Kierkegaard el hombre es el Significante; l mismo producelas sig nif ica cio nes y ni ng un a signi ficac in le alcanza desde fuera (Abrahamno sabe si es Ab ra ha m) ; n unca es el significado (ni siquiera por Dios).

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    fe, con su fuerza y su afirmacin espontnea, nunca se redu-cir a un momento superable y clasificable, a un conocimien-to. Tiene, pues, que reivindicar la pura subjetividad singular

    contra la universalidad objetiva de la esencia, la intransigen-cia estrecha y apasionada ce la vida inmediata contra la tran-quila mediacin de toda realidad, la creencia, que a pesardel escndalo se afirma obstinadamente contra la evidenciacientfica. Busca armas en todas partes para escapar a la te-rrible "mediacin"; descubre en s mismo oposiciones, inde-cisiones, equvocos que no pueden ser superados: paradojas,ambigedades, discontinuidades, dilemas, etc. En todos estosdesgarramientos no vera Hegel sin duda ms que contradic-ciones en formacin o en desarrollo; pero esto es justamentelo que le reprocha Kierkegaard; aun antes de tomar concien-cia de ello, el filsofo de Jena habra decidido considerarlascomo ideas tronchadas. De hecho, la vida subjetiva, en la me-dida en que es vivida, nunca puede ser el objeto de un saber;escapa al conocimiento por principio y la relacin del cre-yente con la trascendencia slo puede ser concebida bajo laforma de la superaciii. A esta interioridad que pretendeafirmarse contra toda filosofa en su estrechez y su profundi-dad infinita, a esta subjetividad encontrada ms all del len-

    guaje como la aventura personal de cada cual frente a losotros y frente a Dios, a eso es a lo que Kierkegaard llama laexistencia.

    Como se ve, Kierkegaard es inseparable de Hegel, y estanegacin feroz de todo sistema slo puede nacer en un campocultural enteramente ordenado por el hegelianismo. Este da-ns acorralado por los conceptos, por la Historia, se defiendea s mismo; es la reaccin del romanticismo cristiano contrala humanizacin subjetivista de la fe. Resultara muy fcilrechazar esta obra en nombre del subjetivismo; lo que hayque sealar ms bien, situndose en la poca, es que Kierke-gaard tiene tanta razn frente a Hegel como Hegel tienerazn frente a Kierkegaard. Hegel tiene razn: en vez deempecinarse como el idelogo dans con unas paradojas es-tancadas y pobres que finalmente llevan a una subjetividadvaca, lo que el filsofo de Jena quiere alcanzar con sus con-ceptos es lo concreto verdadero, presentndose siempre lamediacin como un enriquecimiento. Kierkegaard tiene razn:

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    el dolor, la necesidad, la pasin, la pena de los hombres sonuna serie de realidades brutas que no pueden ser ni supera-das ni cambiadas por el saber; claro que su subjetivismoreligioso puede parecer el colmo del idealismo, pero en. cuantoa Hegel, indica cierto progreso hacia el realismo, ya que in-siste sobre todo en la irreductibilidad de algo real en el pen-

    samiento y en su primada. Hay entre nosotros psiclogos ypsiquiatras 1 que consideran a ciertas evoluciones de nuestravida ntima como el resultado de un trabajo que ejerce sobres misma; en este sentido, la existencia kierkegaardiana es eltrabajo de nuestra vida interior resistencias vencidas y rena-cientes sin cesar, esfuerzos renovados sin cesar, desesperacio-nes sobrellevadas, fracasos provisionales y victorias precarias,siempre y cuando^ste trabajo se oponga directamente al cono-cimiento intelectual. Tal vez fuese Kierkegaard el primero en

    sealar, contra Hegel. y gracias a l, la inconmensurabilidaddel saber y de lo real. Y esta inconmensurabilidad puede estaren la base de un irracionalismo conservador; hasta es una delas maneras en que puede comprenderse la obra de este ide-logo. Pero tambin puede comprenderse como la muerte delidealismo absoluto; lo que cambia a los hombi-es no son lasideas, no basta conocer la causa de una pasin para suprimir-la; hay que vivirla, hay que oponerle otras pasiones, hay quecombatirla con tenacidad; en una palabra, hay que trabajarse.

    Llama la atencin que el reproche que el marxismo lehace a Hegel sea el mismo, aunque con otro punto de vista.Para Marx, en efecto, Hegel ha confundido la objetivacin,simple exteriorizacin del hombre en el universo, con la alie-nacin, que hace que la exteriorizacin se vuelva contra elhombre. Considerada en s misma Marx insiste varias vecessobre ello, la objetivacin sera una apertura, le permitiraal hombre, que produce y reproduce su vida sin cesar y quese transforma cambiando a la naturaleza, "contemplarse a smismo en un mundo que l ha creado". Ninguna prestidigi-tacin dialctica puede hacer que la alienacin salga de ah;es que no se trata de un juego de conceptos sino de la Histo-ria real. "En la produccin social de su existencia, los hom-bres forman unas relaciones determinadas, necesarias, indepen-

    1 Cf. L A G A C H E : Le travail du deuil (El trabajo del duelo).

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    dientes de su voluntad; estas relaciones de produccin co-rresponden a un grado del desarrollo dado de sus fuerzas pro-ductivas materiales, y el conjunto de estas relaciones de pro-duccin constituye la base real sobre la cual se eleva una su-

    perestructura jur dida y poltica y a la cual corresponden unasformas de conciencia social determinadas". Ahora bien, en lafase actual de nuestra historia, las fuerzas productivas estnen conflicto con las relaciones de produccin, el trabajo crea-dor est alienado, el hombre no se reconoce en su propioproducto y su labor, agotadora para l, aparece como unafuerza enemiga. Como la alienacin surge como resultado deeste conflicto, es una realidad histrica y perfectamente irre-ductible a una idea; para que los hombres se liberen de ellay para que su trabajo se convierta en la pura objetivacin deellos mismos, no basta con que "la conciencia se piense a s

    misma", sino que hace falta el trabajo material y la praxisrevolucionaria. Cuando Marx escribe: "de la misma maneraque no se puede juzgar a un individuo por la idea que nosfor mamos de l, no podemos juzgar a u n a . . . poca de agita-cin revolucionaria por su conciencia de s", indica la prio-ridad de la accin (t raba jo y praxis social) sobre el saber, ytambin su heterogeneidad. Tambin l afirma que el acto hu-mano es irreductible al conocimiento, que tiene que vivirsey producirse-, pero no lo confunde con la subjetividad vaca

    de una pequea burguesa puritana y engaada; hace de elloel tema inmediato de la totalizacin filosfica y lo que poneen el centro de su investigacin es el hombre concreto, esehombre que se define a la vez por sus necesidades, por lascondiciones materiales de su existencia y por la naturalezade su trabajo, es decir, por su lucha contra las cosas y conti'alos hombres.

    Marx tiene as razn a la vez contra Kierkegaard y contraHegel, ya que es el primero en afirmar la especificidad de

    la existencia humana, y porque toma con el segundo al hom-bre concreto en su realidad objetiva. Con estas condicionesparecera natural que el existencial ismo, esta protesta idealis-ta contra el idealismo, haya perdido toda utilidad y no hayasobrevivido a la decadencia del hegelianismo.

    De hecho, sufre un eclipse; en la lucha general que man-tiene contra el marxismo, el pensamiento burgus se apoya

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    en los poskantianos, en ICant mismo y en Descartes; no sele ocurre dirigirse a Kierkegaard. El dans reaparecer a prin-cipios del siglo xx, cuando piensen en combatir a la dialctica

    mnrxista oponindole pluralismos, ambigedades, paradojas,es decir, a partir del momento en que el pensamiento burgusse ve por primera vez reducido a mantener la defensiva. Laaparicin de un existencialismo alemn en el perodo com-prendido entre las dos guerras, corresponde seguramente pol-lo menos en Jaspers1 a una solapada voluntad de resucitarlo trascendente. Ya Jean Wahl lo ha indicado poda uno

    preguntarse si Kierkegaard no arrastraba a sus lectores a lasprofundidades de la subjetividad con el nico fin de hacerlesdescubrir la desgracia del hombre sin Dios. Esa trampa nonos extraara en "el gran solitario", que negaba la comuni-cacin entre los hombres, y que para influir sobre su semejanteno vea ms medio que la "accin indirecta".

    Jaspers pone las cartas encima de la mesa: no ha hechoms que comentar a su maestro, y su originalidad consistesobre todo en poner ciertos temas de relieve y en ocultar otros.Lo trascendente, por ejemplo, parece primero ausente de este

    pensamiento, aunque de hecho lo frecuenta; se nos ensea apresentirlo a travs de nuestros fracasos, y ste es su sentidoprofundo. Esta idea se encuentra ya en Kierkegaard, perotiene menos relieve porque ese cristiano piensa y vive en loslmites de una religin revelada. Jaspers, mudo sobre la Re-velacin, nos hace volver por lo discontinuo, el pluralismoy la impotencia a la subjetividad pura y formal que se des-cubre y descubre a la trascendencia a travs de sus derrotas.En efecto, el xito logrado como objetivacin permitira a lapersona inscribirse en las cosas y al mismo tiempo la obli-gara a superarse. La meditacin del fracaso le conviene per-fectamente a una burguesa parcialmente descristianizada peroque echa de menos la fe porque ha perdido confianza en suideologa racionalista y positivista. Ya Kierkegaard conside-raba que toda victoria es sospechosa porque aparta al hombrede s. Kafka volvi a tomar este tema cristiano en su Diario,donde se puede encontrar cierta verdad, dado que en un mundo

    1 El caso de Heidegger es demasiado complejo como para quepueda exponerlo aqu.

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    de alienacin el vencedor individual no se reconoce en suvictoria ya que se convierte en su esclavo. Pero lo que leimporta a Jaspers es deducir un pesimismo subjetivo y hacerlodesembocar en un optimismo teolgico que no se atreva adecir su nombre; lo trascendente, en efecto, queda velado, slose prueba por su ausencia; no se superar el pesimismo, se

    presentir la reconciliacin quedando al nivel de una contra-diccin insuperable y de un desgarramiento total; esta conde-nacin de la dialctica ya no est apuntando a Hegel, sino aMarx. Ya no es la negacin del Saber, sino de la praxis. Kier-kegaard no quera figurar como concepto en el sistema hege-liano, Jaspers se niega a cooperar como individuo en la his-toria que hacen los marxistas. Kierkegaard realizaba un pro-

    greso cobre Hegel porque afirmaba la realidad de lo vivido,pero en Jaspers hay una regresin sobre el movimiento his-trico, porque huye del movimiento real de la praxis por me-dio de una subjetividad abstracta cuyo nico fin es alcanzarcierta cualidad ntima 1. Esta ideologa de repliegue expresababastante bien, an ayer, la actitud de cierta Alemania consus dos derrotas y la de cierta burguesa europea que quiere

    justificar los privilegios por medio de una ar istocrac ia delalma, escapar de su objetividad por medio de una subjetivi-

    dad exquisita y fascinarse con un presente inefable para nover su porvenir. Filosficamente, este pensamiento blandoy disimulado no es ms que una supervivencia, no ofrecemucho inters. Pero hay otro existencialismo que se ha des-arrollado al margen del marxismo y no contra l. A l perte-necemos y de l voy a hablar ahora.

    Por su presencia real, una filosofa transforma las estruc-turas del Saber, provoca ideas y, aun cuando define las pers-

    pect ivas prcticas de una clase explotada", polariza la cultura

    de las clases dirigentes y la cambia. Marx escribe que las ideasde la clase dominante son las ideas dominantes. Formalmentetiene razn; cuando yo tena veinte aos, en 1925, no habactedra de marxismo en la Universidad, y los estudiantes co-munistas se cuidaban mucho de recurrir al marxismo y hastade nombrarlo en sus disertaciones; no habran aprobado nin-

    1 Es esta cualida d a la vez in ma ne nt e (puest o qu e se ext ien de atravs de nuestra subjetividad vivida) y tras cend ente (pu est o qu e seman ti ene fuer a de nuestro alcance) lo que Jaspers lla ma la existencia.

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    gn examen. Era tal el horror a la dialctica que hasta Hegelnos era desconocido. Desde luego que nos permitan leer aMarx y hasta nos aconsejaban su lectura: haba que conocer-lo "para refutarlo". Pero nuestra generacin, como las prece-dentes y como la siguiente, sin tradicin hegeliana y sin maes-tros marxistas, sin programa, sin instrumentos de pensamiento,

    ignoraba todo del materialismo histrico1

    . Por el contrario,se nos enseaba minuciosamente la lgica aristotlica y la logs-tica. Hacia esta poca le El capital y La ideologa alemana;comprenda todo luminosamente y en eso no comprendaabsolutamente nada. Comprender es cambiarse, es ir ms allde s mismo; pero esta lectura no me cambiaba. Pero lo quepor el contrario empezaba a cambiarme era la realidad delmarxismo, la pesada presencia, en mi horizonte, de las masasobreras, cuerpo enorme y sombro que viva el marxismo, que

    lo practicaba, y que ejerca a distancia una atraccin irresis-tible sobre los intelectuales de la pequea burguesa. Esta filo-sofa, cuando la leamos en los libros, no gozaba para nosotrosde ningn privilegio. Un sacerdote 2, que acaba ele escribir so-bre Marx una obra copiosa y adems llena de inters, declaratranquilamente en las primeras pginas: "Es posible estudiar(su) pen samien to tan segu ramente como se estud ia el de ot ro

    filsofo o el de otro socilogo". Eso era lo que pensbamos;mientras este pensamiento nos apareca a travs de las pala-

    bras escritas, nos mantenamos "objetivos"; nos decamos:"Son las concepciones de un intelectual alemn que viva enLondr-es a mediados del siglo pasado". Pero cuando se dabacomo una determinacin real del proletariado, como el sen-tido profundo para s mismo y en s de sus actos, nos atraairresistiblemente sin que lo supisemos y deformaba toda nues-tra cultura adquirida. Lo repito: lo que nos turbaba no erala idea; tampoco era la condicin obrera} de la cual tenamosun conocimiento abstracto pero no la experiencia. No; era launa unida a la otra, era, como habramos dicho entonces connuestra jerga de idealistas en ruptura con el idealismo, el pro-

    1 Esto es lo qu e expl ica qu e los intelectuales marxis tas de mi ed ad(comunist as o 110) sean tan malos dialcti cos; han vu el to sin saber loal materialismo mecanicista.

    2 C A L V E Z : (El pensamiento de Carlos Marx) La pensee de KarlMarx, ditions du Seuil.

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    Ietariado como encarnacin y vehculo de una idea. Y creoque aqu hay que completar la frmula de Marx: cuando laclase ascendente toma conciencia de ella misma, esta tomade conciencia acta a distancia sobre los intelectuales y separalas ideas en sus cabezas. Negamos el idealismo oficial en nom-

    bre del "sentimiento trgico de la vida"1

    .Este proletariado lejano, invisible, inaccesible pero cons-ciente y actuante nos daba la prueba oscuramente para muchosde nosotros que todos los conflictos no estaban resueltos.Nos habamos educado en un humanismo burgus, y este hu-manismo optimista estallaba, porque adivinbamos, alrededorde nuestra ciudad, a la inmensa multitud de los "sub-hombresconscientes de su sub-humanidad"; pero nuestra forma de sen-tir este estallido era todava idealista e individualista: los

    autores que nos gustaban nos explicaban por esta poca quela existencia es un escndalo. Sin embargo, lo que nos inte-resaba eran los hombres reales con sus trabajos y sus penas;reclambamos una filosofa que diese cuenta de todo sin dar-nos cuenta de que ya exista y de que era precisamente ellala que provocaba esta exigencia en nosotros. Hubo un libroque tuvo mucho xito entre nosotros en aquella poca: Versle concret, de Jean Wahl. Pero estbamos un poco decepcio-nados por ese "hacia" (vers); queramos partir de lo concreto

    total, y queramos llegar a lo concreto absoluto. Pero la obranos gustaba porque embarazaba al idealismo descubriendo pa-radojas, ambigedades, conflictos an no resueltos en el uni-verso. Ap re nd im os a presen tar el plu ral ism o (ese concepto dederecha) contra el idealismo optimista y monista de nues-tros profesores, en nombre de un pensamiento de izquierdaque an se ignoraba. Adoptamos con entusiasmo todas lasdoctrinas que dividan a los hombres en grupos estancos. Co-mo ramos demcratas "pequeo-burgueses", nos negbamos a

    aceptar el racismo, pero nos gustaba pensar que el universodel nio o del loco seguan siendo para nosotros perfecta-mente impenetrables. Influidos por la guerra y por la revo-lucin rusa, oponamos claro que slo tericamente la

    i Era una pala bra pue sta de moda por el fil so fo espaol Mig uelde Unamuno. Claro est que este trgico no tenia nada en comn conlos verdaderos conflictos de nuestra poca.

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    violencia a los dulces sueos de nuestros profesores. Era unaviolencia mala (insultos, peleas, suicidios, asesinatos, catst ro-fes irreparab les) con la qu e corramos el peli gro de desembo-

    car en el fascismo; pero para nosotros tena la ventaja deponer el acento en las contradicciones de la realidad. As elmarxismo, como "filosofa devenida mundo" nos arrancabade la cultura difunta de una burguesa que malviva desu pasado; nos metamos a ciegas por la peligrosa senda deun realismo pluralista que intentaba alcanzar a las personasy a las cosas en su existencia "concreta". Sin embargo, segua-mos en el marco de las "ideas dominantes"; an no tenamosla idea ele considerar primero al hombre que queramos co-

    nocer como un trabajador que produce las condiciones de suvida. Confundimos durante bastante tiempo lo total y loindividual, el pluralismo que tan bien nos haba servidocontra el idealismo del seor Brunschvicg nos impidi com-prender la totalizac in dialctica; nos complaca describir esen-cias y tipos aislados artificialmente, antes que reconstruir elmovimientos sinttico de una verdad "devenida". Los hechospol t icos nos llevaron a utilizar el esquema de la "lucha declases" como una especie de verja, ms cmoda que verdadera;

    pero hizo falta toda la historia sangrienta de este medio siglopara que llegsemos a alcanzar su realidad y para situarnosen una sociedad desgarrada. Lo que hizo que saltase el en-vejecido marco de nuestro pensamiento fue la guerra. Laguerra, la ocupacin, la resistencia, los aos que siguieron.Queramos luchar al lado de la clase obrera, comprendamos

    por fin que lo concreto es la historia y la accin dialctica.Renegamos del pluralismo por haberlo encontrado entre losfascistas, y descubrimos el mundo.

    Por qu, pues, ha mantenido su autonoma el "existen-cialismo"? Por qu no se ha disuelto en el marxismo?Lukacz crey contestar a esta pregunta en un librito titu-

    lado Existencialismo y marxismo. Segn l, los intelectualesburgueses tuvieron que "abandonar el mtodo del idealismoconservando sus resultados y sus fundamentos: de donde nacela necesidad histrica de un tercer camino (en tre el mate-rial ismo y el idea lismo) en la exis tencia y en la concienciaburguesa durante el perodo imperialista". Ms tarde mostra-

    r los destrozos que ha causado en el seno del marxismo esta28

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    voluntad de conceptuacin a priori. Observemos aqu simple-mente que Lukacz no da cuenta en absoluto del hecho prin-cipal: estbamos convencidos a la vez de que el materialismohistrico nos daba la nica interpretacin vlida de la his-

    toria y de que el existencialismo era ya la nica aproximacinconcreta a la realidad. No pretendo negar las contradiccionesde esta actitud; simplemente digo que Lukacz ni siquiera losospechaba. Ahora bien, muchos intelectuales y muchos estu-diantes vivan y siguen viviendo con la tensin de esta doblerealidad. De dnde proviene? De una circunstancia que Lu-kacz conoca perfectamente pero de la que por entonces nopoda decir nada; tras habernos visto atrados por l comola luna atrae a las mareas, tras haber transformado todas nues-

    tras ideas, tras haber liquidado en nosotros las categoras delpensamiento burgus, el marxismo, bruscamente, nos dejabaen el aire; no satisfaca nuestra necesidad de comprender; enel terreno particular en que nos encontrbamos, ya no tenanada nuevo que ensearnos, porque se haba detenido.

    El marxismo se ha detenido; precisamente porque estafilosofa quiere cambiar al mundo, porque trata de alcanzar"el devenir-mundo de la filosofa", porque es y quiere ser

    prctica, se ha hecho en ella una autntica escisin, que ha

    dejado a la teora por un lado y a la praxis por el otro. Enel momento en que la U.R.S.S., rodeada, solitaria, empezabasu gigantesco esfuerzo de industrializacin, el marxismo nopoda dejar de sufrir el contragolpe de estas nuevas luchas,de las necesidades prcticas y de los errores que le son casiinsepa rables . En este per odo de repl egamiento (para laU.R.S.S.) y de reflujo (para los proletariados revoluciona-rios) , la ideologa qued aba tambin sub ord ina da a una dobleexigencia: la seguridad es decir, la unidad y la construc-

    cin del socialismo en la U.R.S.S. El pensamiento concretotiene que nacer de la praxis y tiene que volverse sobre ellamisma para iluminarla, y no al azar y sin reglas, sino comoen todas las ciencias y todas las tcnicas conforme a unosprincipios. Ahora bien, los dirigentes del Partido, empeadosen llevar la integracin del grupo hasta el lmite, temieronque el devenir libre de la verdad, con todas las discusionesy los conflictos que supone, llegase a romper la unidad decombate; se reservaron el derecho de definir la lnea y de

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    interpretar los hechos; adems, por miedo de que la expe-riencia llevase sus propias luces, cuestionase algunas de susideas directrices y contribuyese a "debilitar la lucha ideol-gica", colocaron a la doctrina fuera de su alcance. La separa-cin de la doctrina y de la prctica tuvo por resultado questa se transformase en un empirismo sin principios, y aqullaen un Saber puro y estancado. Por otra parte, la planifica-cin, impuesta por una burocracia que no quera reconocersus errores, se converta en una violencia que se haca a la reali-dad, y ya que la produccin futura de una nacin se deter-minaba en las oficinas, y muchas veces fuera de su territorio,esta violencia tena como contrapartida un idealismo absoluto:se someta a priori los hombres y las cosas a las ideas; sila experiencia no confirmaba las previsiones, no tena razn.El subterrneo de Budapest era real en la cabeza de Rakosi; si

    el subsuelo de Budapest no permita que se construyese, es queeste subsuelo era contrarrevolucionario. El marxismo como in-terpretacin filosfica del hombre y de la historia, tena quereflejar necesariamente las ideas preconcebidas de la planifica-cin: esta imagen fija del idealismo y de la violencia ejercisobre los hechos una violencia idealista. El intelectual mar-xista crey durante aos que serva a su partido violando laexperiencia, desdeando los detalles molestos, simplificandogroseramente los datos y sobre todo conceptualizado los hechos

    antes de haberlos estudiado. Y no quiero hablar solamentede los comunistas, sino de todos los dems simpatizantes,trosquistas o trosquizantes porque han sido hechos por susimpata por el Partido Comunista o por su oposicin. El 4dt noviembre, en el momento de la segunda intervencinsovitica en Hungra, y sin disponer an de ningn informesobre la situacin, cada grupo tena ya formada su idea pre-via: se trataba de una agresin de la burocracia rusa contrala democracia de los Consejos obreros, de una rebelin de las

    masas contra el sistema burocrtico o de un intento contra-rrevolucionario que haba sabido reprimir la moderacin so-vitica. Despus llegaron las noticias, muchas noticias; pero110 he odo que cambiase de opinin ningn marxista. Entrelas interpretaciones que acabo de citar, una muestra el m-todo al desnudo, la que reduce los hechos hngaros a una"agresin sovitica contra la democracia de los Consejos obre-

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    ros" 1 . Desde luego que los Consejos obreros son una insti-tucin democrtica, hasta se puede sostener que en ellos resi-de el porvenir de la sociedad socialista. Pero no impide queno existiesen en Hungra en el momento en que tuvo lugarla primera intervencin sovitica; y su aparicin, durante laprimera insurreccin, fue demasiado breve y demasiado con-fusa como para que pueda hablarse de democracia organizada.No importa: hubo Consejos obreros y se p ro du jo una inter-vencin sovitica. A partir de ese momento, el idealismo mar-xista procede a dos operaciones simultneas: la conceptuali-zacin y el pasaje al lmite. Se lleva la nocin emprica hastala perfeccin del tipo, el germen hasta su desarrollo total; yal mismo tiempo se rechazan los datos equvocos de la expe-riencia: slo pueden extraviar. Nos encontraremos, pues, anteuna contradiccin tpica entre dos ideas platnicas: por unlado, la poltica vacilante de la U.R.S.S. ha sido sustituida porla accin rigurosa y previsible de la entidad "Burocracia so-vitica"; por otra, los Consejos obreros desaparecen ante estaotra entidad: "la Democracia directa". Voy a llamar a estosdos objetos, "singularidades generales": se nos presentan comorealidades singulares e histricas cuando no hay que ver enellas ms que la unidad puramente formal de relaciones abs-tractas y universales. Se acabar esta fetichizacin procurando

    poderes reales a uno y otro: la Democracia de los Consejosobreros contiene en s la negacin absoluta de la Burocraciaque reacciona aplastando a su adversario. Marx, convencidode que los hechos no son nunca apariciones aisladas, de quesi se producen juntos siempre lo son dentro de la unidad su-perior de un todo, de que estn unidos entre s por lazos in-ternos, y de que la presencia de uno modifica al otro en sunaturaleza profunda, abord el estudio de la revolucin defebrero de 1848 o del golpe de Estado de Luis Napolen Bona-parte con un espritu sinttico; vea en el los totalidades des-

    garradas y producidas, al mismo tiempo, por sus contradic-ciones internas. Sin duda que tambin la hiptesis del fsicoes un desciframiento de la experiencia cuando an no hasido confirmada por la experimentacin; rechaza al empirismopor la senci lla razn de que es mudo. Pero el esquema cons-

    1 Sostenida por ant iguo s trosquistas.

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    unitivo de esta hiptesis es universalizador; no es totalizador;determina una relacin, una funcin, y no una totalidad con-creta. El marxista aborda el proceso histrico con unos esque-mas universalizadores y totalizadores. Y como es natural, latotalizacin no estaba hecha al azar; la teora haba determi-nado la perspectiva y el orden del acondicionamiento, estu-diaba tal proceso general dentro del marco de un sistema gene-ral en evolucin. Pero en los trabajos de Marx, esta perspec-tiva en ningn caso pretende impedir o volver intil la apre-ciacin del proceso como totalidad singular. Cuando Marxestudia, por ejemplo, la breve y trgica historia de la Rep-blica de 1848, no se limita como se hara hoy a declarar

    que la pequea burguesa republicana traicion al proletaria-do, su aliado. Por el contrario, trata de mostrar esta trage-dia en sus detalles y en su conjunto. Si subordina los hechosanecdticos a la t ota lidad (de un movimient o, de una acti-tud ) , quier e des cubrir sta a travs de aqullos. Dicho deotra manera, a cada hecho, adems de su significado particu-lar le da una funcin reveladora; ya que el principio quedirige la investigacin es buscar el conjunto sinttico, cadahecho, una vez establecido, se interroga y se descifra como

    parte de un todo; y es sobre l, por medio del estudio de susfaltas o de sus "sobre-significados" como se determina, a ttu-lo de hiptesis, la totalidad, en el seno de la cual encontrarsu verdad. De tal manera, el marxismo vivo es heurstico; enrelacin con su bsqueda concreta, sus principios y su saberanteriores aparecern como reguladores. Nunca se encuentranentidades en Ma rx : las totalidades (por ejemplo, "la peque-a burguesa" en El 18 Brinnario) estn vivas; se definenpor s mismas en el marco de la investigacin Si no fuese

    1 El con cept o de "peq uea burg uesa" existe, claro est, en lafilosofa marxista bastante antes del estudio sobre el golpe de Estadode Lus-Napolen. Pero ocurre que esta pequea burguesa existe comotal clase desde hace tiempo. Lo que importa es que evoluciona con lahistoria, y que en 1848 presenta unos caracteres singulares que el con-cepto no puede deducir de s mismo. Veremos cmo Marx vuelv sobrelos rasgos generales que la definen como clase, y a la vez determinaa partir ele este punto y a partir de la experiencia los rasgos especficosque la determinan como realidad singular en 1848. Para tomar otro ejem-plo, veamos cmo en 1853, a travs de una serie de artculos (The liritish

    Rule 71 India), trata de mostrar la fisonoma original del Industn.

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    as, no se comprendera la importancia que conceden los mar-xistas (a n hoy) al "anli sis" de la situac in . Clar o que esteanlisis no puede bastar y que es el primer momento de un

    esfuerzo de reconstruccin sinttica. Pero tambin aparece comoindispensable para la reconstruccin posterior de los conjuntos.

    Ahora bien, el voluntarismo marxista que se complaceen hablar de anlisis ha reducido esta operacin a una simpleceremonia. Ya no se trata de estudiar los hechos con la pers-

    pectiva general del marxismo para enriquecer el conocimien-to y para aclarar la accin; el anlisis consiste nicamente endesembarazarse del detalle, en forzar el significado de algunossucesos, en desnaturalizar hechos o hasta en inventarlos para

    volver a encontrar, por debajo, y como substancia suya, unas"nociones sintticas" inmutables y fetichizadas. Los concep-tos abiertos del marxismo se han cerrado; ya no son llaves,esquemas interpretativos; se plantean por s mismos como sa-ber ya totalizado. Del marxismo, de estos tipos singularizadosy fetichizados, resultan como dira Kant, unos conceptos cons-titutivos de la experiencia. El contenido real de estos concep-tos tpicos es siempre Saber pasado; pero el marxismo actuallo convierte en un saber eterno. En el momento del anlisis,

    su nica preocupacin ser "colocar" esas entidades. Cuantoms convencido est de que representan a priori a la verdad,menos exigente ser con la prueba: la enmienda de Kerstein,los llamamientos de "Radio Europa libre", han bastado unosrumores a los comunistas franceses para "colocar" la entidad

    Ma xi mi li en Ru be i cita en su excel ent e libro este texto tan curioso (tanescan dalos o para nue stro s mar xis tas con tem por ne os) : "Esta rara com-binacin de Italia y de Irlanda, de un mundo de voluptuosidad y deun mundo de sufrimiento, se encuentra anticipada en las viejas tradi-

    ciones religiosas del Indostn, en esa religin de exuberancia sensual yde feroz ascet ismo. . ." ( M A X I M I L I E N R U B E L , Karl Marx, pg. 302. Eltexto de Marx apareci el 25 de junio de 1853 con el ttulo On India) .Encontramos detrs de las palabras, claro est, los verdaderos conceptosy el mtodo, la estructura social y el aspecto geogrfico: lo que recuerdaa Italia, la colonizacin inglesa; lo que recuerda a Irlanda, etc. No im-porta, da una realidad a esas palabras de voluptuosidad, de sufrimiento,de exuberancia sensual y de feroz ascetismo. An mejor, muestra lasituacin actual del Indostn "anticipada" (antes de los ingleses) por susviejas tradiciones religiosas. Poco nos importa que el Indostn sea aso de otra manera, lo que aqu cuenta es la ojeada sinttica que da vida

    a los objetos del anlisis.

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    "imperialismo mundial" en los orgenes de los sucesos de Hun-gra. En lugar de la bsqueda totalizadora tenemos una esco-lstica de la totalidad. El principio heurstico "buscar el todoa travs de las partes" se ha convertido en la prctica terro-rista 1 "liquidar la particularidad". Si Lukacz Lukacz, quetantas veces ha violado a la historia encuentra en 1956 la

    mejor definicin del marxismo estancado, no es una casuali-dad. Los veinte aos de prctica que tiene le confieren todala autoridad que necesite para llamar a esta seudo filosofaun idealismo voluntarista.

    Hoy la experiencia social e histrica del saber quedafuera del Saber. Los conceptos burgueses apenas se renuevany se desgastan rpidamente; los que se mantienen, carecende fundamento: las adquisiciones reales de la Sociologa ame-ricana no pueden disimular su incertidumbre terica; tras uncomienzo fulminante, el psicoanlisis se ha estancado. Los co-nocimientos de detalles son numerosos, pero falta la base. Encuanto al marxismo, tiene fundamentos tericos, abarca a todala actividad humana, pero ya no sabe nada: sus conceptos sondiktats; su fin no es ya adquirir conocimientos, sino consti-tuirse a priori en Saber absoluto. Frente a esta doble igno-rancia, el existencialismo ha podido renacer y mantenerse por-que segua afirmando la realidad de los hombres, como Kier-kegaard afirmaba contra Hegel su propia realidad. Slo que

    el dans negaba la concepcin liegeliana del hombre y de loreal. Por el contrario, existencialismo y marxismo pretendenalcanzar el mismo objeto, pero el segundo ha reabsorbido alhombre en la idea y el primero lo busca dondequiera que est,en su trabajo, en su casa, en la calle. No pretendemos desde lue-go como haca Kierkegaard que este hombre real sea incog-noscible. Lo nico que decimos es que no es conocido. Siescapa al Saber provisionalmente, es que los nicos conceptosde que disponemos para comprenderle estn tomados del idea-

    lismo de derecha o del idealismo de izquierda. No hay peli-gro de que confundamos estos dos idealismos: merece su nom-bre el primero por el contenido de sus conceptos, y el segun-do por el uso que hace hoy de los suyos. Tambin es verdad

    i Este terror inte lect ual correspondi durante alg n tiem po a "laliquidacin fsica" de los particulares.

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    que la prctica marxista en las masas no refleja, o reflejapoco, la esclerosis de la teora; pero es precisamente el con-flicto existente entre la accin revolucionaria y la escolsticade justificacin lo que impide que el hombre comunista, enlos pases socialistas y en los pases burgueses, pueda tomaruna conciencia clara de s: uno de los ms sorprendentes ca-racteres de nuestra poca es que se hace la historia sin cono-cerse. Podra decirse que siempre ha sido as; y es verdad has-ta la segunda mitad del siglo pasado. Es decir, hasta Marx.Pero lo que constituye la fuerza y la riqueza del marxismoes que ha sido el intento ms radical para aclarar el procesohistrico en su totalidad. Pero por el contrario, desde haceveinte aos su sombra oscurece a la historia: es que ha deja-do de vivir con ella y que, por conservadorismo burocrtico,trata de reducir el cambio a la identidad 1.

    Sin embargo, hay que comprendernos: esta esclerosis nocorresponde a un envejecimiento normal. Ha sido producidapor una coyuntura mundial de un tipo particular; el mar-xismo, lejos de estar agotado, es an muy joven, casi est enla infancia, apenas si ha empezado a desarrollarse. Sigue sien-

    1 Ya he dad o mi opi ni n sobre la tragedia hn gara y no voy avolver sobre ello. Segn el punto de vista que nos ocupa, importa pocoque los comunistas hayan credo a priori que tenan que justificar laintervencin sovitica. Lo que por el contrario parecer lamentable esque sus "anlisis" hayan suprimido totalmente la originalidad del hechohngaro. No hay duda, sin embargo, de que una sublevacin ocurrida enBudapest doce aos despus de la guerra, menos de cinco aos despusde la muerte de Stalin, tena que presentar unos caracteres muy parti-culares. Qu hacen nuestros esqueinatizadores? Subrayan las faltas delPartido, pero sin definirlas, esas faltas indeterminadas toman un carctereterno y abstracto que las arranca del contexto histrico para conver-tirlas en una entidad universal; es "el error humano"; indican la pre-sencia de elementos reaccionarios, pero sin mostrar su realidad hngara,y Lodos ellos pasan en el acto a la Reaccin eterna, son hermanos delos contrarrevolucionarios de 1793, y su nico rasgo definido es la

    voluntad de perjudicar. Y por fin, estos comentadores presentan al impe-rialismo mundial como una fuerza inagotable y sin rostro cuya esenciano varia, sea el que fuere su punto de aplicacin. Con estos tres elementosse cons tit uye una inter pre tac in qu e sirve para tod o (los errores, la-reaccin-local-que-se-aprovecha-del-descoiUento-popular y la-expl o taciu-de-esta-situacin-por-el-iniperialismo-inundial), que se aplica bien que mala todas las sublevaciones, comprendidas las revueltas de la Vende de 1793,con la nica condicin de reemplazar "imperialismo" por aristocracia.Es decir, que no ha pasado nada. Eso es lo que haba que demostrar.

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    do, pues, la filosofa de nuestro tiempo; es insuperable porquean no han sido superadas las circunstancias que lo engen-draron. Cualesquiera que sean, nuestros pensamientos no pue-

    den formarse ms que sobre este humus; tienen que mante-nerse en el marco que les procura, o se pierden en el vaco oretroceden. Tanto el existencialismo como el marxismo abor-dan la experiencia para descubrir en ella sntesis concretas;el existencialismo no puede concebir estas sntesis ms queen el interior de una totalizacin en movimiento y dialcticaque es la historia o con el punto de vista estrictamente cul-tural en que aqu nos colocamos el "devenir-mundo-de-la-filo-sofa". Para nosotros la verdad deviene, es y ser devenida. Es

    una totalizacin que se totaliza sin parar; los hechos particu-lares no significan nada, no son ni verdaderos ni falsos encuanto no estn referidos por la mediacin de diferentes to-talidades parciales a la totalizacin en marcha. Vayamos mslejos: cuando Garaudy escribe (Hurnanit, del 17 de mayo de1955) : "e l marx ismo f orma hoy el slo sistema de coordena-das que permite situar y definir un pensamiento en cualquierdominio, desde la economa poltica hasta la fsica, desde lahistoria hasta la moral", estamos de acuerdo con l. Y tambin

    lo habramos estado si hubiese extendido su afirmacin perono era su tema a las acciones de los individuos y de lasmasas, a las obras, a los modos de vivir, de trabajar, a lossentimientos, a la evolucin particular de una institucin ode un carcter. Para ir ms lejos, tambin estamos plenamentede acuerdo con Engels cuando escribe en la carta que paraPlekhanov supuso la ocasin de realizar su famoso ataque con-tra Bernst ein : " No, es, pues, como se qu ie re imagi nar , aq u yall, por simple comodidad, un efecto automtico de la situa-cin econmica; por el contrario, los que hacen la historia sonlos hombres, pero en un medio dado que les condiciona, en

    base a unas condiciones reales anteriores entre las cuales lascondiciones econmicas, tan influidas como puedan estarlopor las otras condiciones polticas e ideolgicas, en lt imainstancia no dejan de ser las condiciones determinantes, quecondicionan de una a otra punta el hilo rojo que slo l nos

    permite comprender". Y ya se sabe que no concebimos lascondiciones econmicas como la simple estructura esttica deuna sociedad inmutable: son sus contradicciones las que for-

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    man el motor de la historia. Tiene gracia que Lukacz, en laobra citada, haya credo distinguirse de nosotros recordandoesta definicin marxista del materialismo: "La primaca de

    la existencia sobre la conciencia", cuando el existencialismosu nombre lo indica bastante bien hace de esta primacael objeto de una afirmacin de principio 1 .

    i El princi pio metodolgico que hace que la certidumbre empiececon la reflexin, no contradice en absoluto al principio antropolgico quedefine a la persona concreta por su materialidad. La reflexin, paranosotros, no se reduce a la simple inmanencia del subjetivismo idealista;slo es un punto de partida si nos arroja en el acto sobre las cosas ylos hombres, en el mundo. La nica teora del conocimiento que puede

    ser vlida hoy en da es la que se funda sobre esta verdad de la micro-fsica: el experimentador forma parte del sistema experimental. Es lanica que permite apartar toda ilusin idealista, la nica que muestraal hombre real en medio del mundo real. Pero este realismo implicaindudablemente un punto de partida reflexivo, es decir, que el descu-brimiento de una situacin se hace en y por la praxis que la cambia. Nosituamos los orgenes de la accin en la toma de conciencia, no vemosen ella un momento necesario de la accin: la accin se da sus propiasluces cuando se va cumpliendo. Lo que no obsta para que esas lucesaparezcan en y por la toma de conciencia de los agentes, lo que implicaque se haga necesariamente una teora de la conciencia. La teora delconocimiento sigue siendo, por el contrario, el punto dbil del marxismo.

    Cuando Marx escribe: "La concepcin materialista del mundo significasimplemente la concepcin de la naturaleza tal y como es, sin ningunaadicin extraa", se convierte en mirada objetiva y pretende contemplara la naturaleza tal y como es de manera absoluta. Despojado de todasubjetividad y habindose asimilado a la pura verdad objetiva, se paseapor un mundo de objetos habitado por hombres-objetos. Por el contrario,cuando Lenin habla de nuestra conciencia, dice: "No es ms que elreflejo del ser, en el mejor de los casos es un reflejo aproximadamenteexacto", y al mismo tiempo se quita el derecho de escribir lo que escribe.En ambos casos se trata de suprimir la subjetividad: en el primero, co-locndose ms all, y en el segundo, ms ac. Pero estas dos posiciones

    se contra dicen: cmo pue de convertirse en la fu en te del racionalismomaterialista "el reflejo aproximadamente exacto"? Se juega en dos ta-bleros. En el marxismo hay una conciencia constituyente que afirmaa priori la raciona lidad del mund o (y qu e de hec ho cae en el ide ali smo ) ;esta conciencia constituyente determina la conciencia constituida porhom bres particular es como sim ple reflejo (lo qu e termina en un idea-lism o escptico) . Ta nt o una como otra conce pci n vue lv en a rom per larelacin real del hombre con la historia, ya que en la primera el cono-cimiento es teora pura, mirada no situada, y ya que en la segunda essimple pasividad. En sta ya no hay experimentacin, slo hay un em-pirismo escptico, el hombre se desvanece y el desafo de Hume nopuede ser recogido. En aqulla la experimentacin es trascendente al

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    Para ser an ms precisos, nos adherimos sin reservas a estafrmula de El capital, por medio de la cual Marx define su"materialismo": "El modo de produccin de la vida materialdomina en general el desarrollo de la vida social, poltica e

    sistema experimental. Y que no se trate de unir una a otra por mediode una "teoria dialctica del reflejo", porque ambos conceptos sonanlidialcticos por esencia. Cuando el conocimiento se vuelve apodcticoy cuando se constituye contra toda discusin posible, sin definir nuncani sus alcances ni sus derechos, se corta del mundo y se convierte enun sistema formal; cuando queda reducido a una pura determinacinpsicolgica, pierde su carcter primario, que es la relacin con el objeto,para convertirse l mismo en puro objeto de conocimiento. Ningunamediacin puede unir al marxismo como enunciado de principios y deverdades apod cticas con el reflejo p sico fisio lgi co (o "dialctico"!) .Estas dos concepciorfc s del c on oc im ie nto (el dog ma tis mo y el conoci-

    mie nto -do ble te) son, tanto la una como la otra, premarxistas. En el mo-vimiento de los "anlisis" marxistas, y sobre todo en el proceso de tota-lizacin, asi como en las observaciones de Marx sobre el aspecto prcticode la verdad y en las relaciones generales de la teora y de la praxis, re-sultar fcil encontrar los elementos de una epistemologa realista queno ha sido desarrollada nunca. Pero lo que se puede y debe construirpartiendo de estas nociones desparramadas es una teora que sita alconocimiento en el mundo (como trata de hacerlo torpemente la teoradel refle' o) y qu e la det erm ina en su negatividad (esta negatividad queel do gm at is mo stalini sta llev a al abs ol uto y qu e transforma en negaci n) .Slo entonces se comprender que la conciencia 110 es conocimiento delas ideas, sino conocimiento prctico de las cosas; entonces podr supri-

    mirse el reflejo como intermediario intil y aberrante. Entonces podremosdarnos cuenta de esta conciencia que se pierde y se aliena durante laaccin para encontrarse de nuevo por y en la accin misma. Pero qunombre se podra dar a esta negatividad situada, como momento de la

    jiraxis y como pura relacin en las cosas mismas, si no es precisamenteel de conciencia? Hay dos maneras de caer en el idealismo: una con-siste en disolver lo real en la subjetividad, la otra en negar toda subje-tividad real en beneficio de la objetividad. La verdad es que la objetivi-dad no es ni todo ni nada; representa un momento del proceso objetivo(el de la interi orizac in de la exte rior ida d) y ese mo me nt o se eli mi na

    sin cesar para renacer sin cesar completamente nuevo. Ahora bien, cada

    uno de esos momentos efmeros que surgen a lo largo de la historiahumana y que nunca son ni los primeros ni los ltimos est vividocomo un punto de partida por el sujeto de la historia. La "concienciade clase" no es la simple contradiccin vivida que caracteriza objetiva-mente a la clase considerada: es esta contradiccin ya superada por lapraxis y por 1 mismo conservada y negada al mismo tiempo. Pero esprecisamente esta negativa develadora, esta distancia en la proximidadinmediata, lo que constituye de una vez lo que el existencialismo llama"conciencia del ob je to" y "co nci enc ia no ttica (de) s".

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    intelectual"; y no podemos concebir este acondicionamientobajo otra forma que la de un movimiento dialctico (contra-dicciones, superacin, totalizaciones). Rubel me reprocha queen mi artculo de 1946 Materialismo y revolucin no hagaalusin a ese "materialismo marxiano". Pero l mismo da larazn de esta omisin: "Verdad es que este autor considerams bien a Engels que a Marx". S. Y sobre todo a los mar-xistas franceses de hoy. Per o la proposicin de Ma rx me

    parece una evidencia insuperable en tanto que las transfor-maciones de las relaciones sociales y los progresos de la tc-nica no hayan liberado al hombre del yugo de la rareza. Esconocido el pasaje de Marx que alude a esta poca lejana:"Ese reino de la libertad de hecho slo empieza donde ter-mina el trabajo impuesto por la necesidad y la finalidad ex-terior; se encuentra, pues, ms all de la esfera de la produc-cin material pro pia men te dicha". (Das Kapital, III, pg. 873.)En cuanto exista para todos un margen de libertad real msall de la produccin de la vida, el marxismo habr vivido;ocupar su lugar una filosofa de la libertad. Pero no tenemosningn medio, ningn instrumento intelectual, ninguna ex-

    periencia concreta que nos permita concebir esta libertad niesta filosofa.

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    II

    EL PROBLEMA DE LAS MEDIACIONES Y DE LASDISCIPLINAS AUXILIARES

    Qu es lo que hace que no seamos simplemente marxis-tas? Es que para nosotros las afirmaciones de Engels y deGaraudy son principios directores, indicaciones de tareas, pro-blemas, y no verdades concretas; es que nos parecen insuficien-temente indeterminadas, y por lo tanto susceptibles de nume-rosas interpretaciones; en una palabra, para nosotros son ideasreguladoras. Por el contrario, el marxismo contemporneoencuentra que son claras, precisas, unvocas; para l, consti-tuyen ya un saber. A nosotros, por el cotrario, nos parece que

    todo est an por hacerse: hay que encontrar el mtodo yconstituir la ciencia.No dudamos que el marxismo permita situar un dis-

    curso de Robespierre, la poltica de la Montaa en cuantoa los sans-culottes, la reglamentacin econmica o las leyesde "mximum" votadas por la Convencin, tan fcilmentecomo los Poemas de Valry o La leyenda de los siglos. Peroqu es situar? Si me refiero a los trabajos de los marxistascontemporneos, veo que creen determinar el lugar real del

    objeto considerado en el proceso total: se establecern las con-diciones materiales de su existencia, la clase que lo ha pro-du cido , los intereses de esta clase (o de una fracc in de estaclase), su movimiento, las formas de su lucha contra las otrasclases, la relacin de fuerzas que estn en presencia, lo quesupone por ambas partes, etc. El discurso, el voto, la accinpoltica o el libro aparecen entonces, en su realidad objetiva,como cierto momento de este conflicto; se definir a partirde los factores de los que depende y por la accin real que

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    ejerce; y de esta manera se le har entrar, como manifesta-cin ejemplar, en la universalidad de la ideologa o de la

    poltica, a su vez consideradas como superestructuras. Y asse situar a los girondinos referidos a la burguesa de comer-ciantes y de armadores que provoc la guerra por imperia-lismo mercantil y que casi en seguida quiso detenerla porque

    perjudicaba al comercio exterior. Y de los hombres de laMontaa se har, por el contrario, los representantes de unaburguesa ms reciente, enriquecida con la compra de los bienesnacionales y del material de guerra, que en consecuencia estinteresada en prolongar el conflicto. Y, por lo tanto, los actosy los discursos de Robespierre se interpretarn partiendo deuna contradiccin radical: este pequeo burgus se tiene queapoyar en el pueblo para continuar la guerra, pero a causade la disminucin de valor de los papeles, a causa de los

    acaparadores y de la crisis de las subsistencias, el pueblo re-clama un dirigismo econmico que perjudica a los interesesde la Montaa y repugna a su ideologa liberal; tras esteconflicto se descubre la ms profunda contradiccin del par-lamentarismo autoritario y de la democracia directa 1.

    Se quiere situar a un autor de hoy en da? El idealismoes la tierra nutricia de todas las producciones burguesas; eseidealismo est en movimiento porque refleja a su manera lascontradicciones profundas de la sociedad; cada uno de sus

    conceptos es un arma contra la ideologa ascendente elarma es ofensiva o defensiva segn la coyuntura. O an me-

    jor, primero es ofensiva y se vuelve defensiva despus. Poreso distinguir Lukacz la falsa quietud de la primera pre-guer ra, que se expresa "con un a especie de car nav al per-manente de la interioridad fetichizada", de la gran peniten-cia, el reflujo de la posguerra, en la que los escritores bus-can "el tercer camino" para disimular su idealismo.

    Este mtodo no nos satisface. Es a priori. Y sus conceptos

    no los deduce de la experiencia o por lo menos de la nueva

    i Estas indica ciones y las qu e van a seguir me han sido ins pira daspor la obra tan discutible pero apasionante y rica de nuevas perspectivasque ha titulado Daniel Gurin La Lutie des classes sous la premire R-publique. Con todos sus errores (de bid os a su dese o de forzar a la his to-ria) es un o de los pocos apor tes enriquecedores de los estudios histricosdebidos a marxistas contemporAneos.

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    experiencia que trata de descifrar, sino que ya los ha for-mado, est seguro de su verdad, les dar la funcin de losesquemas constitutivos: su nico fin es que los acontecimien-tos, las personas o los actos considerados entren en los moldes

    prefabricados. Veamos a Lukacz : para l, el existencialismo

    de Heidegger se transforma en activismo bajo la influenciade los nazis; el existencialismo francs, liberal y antifascista,expresa por el contrario la rebelin de los pequeo-burgue-ses sojuzgados durante la ocupacin. |Qu precioso cuento!Desgraciadamente no ha tenido en cuenta dos hechos esencia-les. En primer lugar, en Alemania exista por lo menos unacorriente existencialista que se neg a toda connivencia con elhitlerismo y que sin embargo ha sobrevivido al Tercer Reich:la de Jaspers. Por qu no se conforma esta corriente indis-

    ciplinada con el esquema impuesto? Tendra acaso un "re-flejo de libertad" como el perro de Pavlov? Adems, en filo-sofa hay un factor esencial: el tiempo. Hace falta muchotiempo para que se escriba una obra terica. Mi libro El ser

    y la nada, que se refiere a l explcitamente, era el resultadode unas investigaciones llevadas a cabo desde 1930; le porprimera vez a Husserl, Scheler, Heidegger y Jaspers en 1933,durante mi estada de un ao en la Casa Francesa de Berln,y fue en ese momento (mientras Heidegger deba de estar

    en ple no "activismo") cuan do sufr su inf luenc ia. Du ra nt eel invierno de 1939-1940 me encontr por fin en posesindel mtodo y de las conclusiones principales. Y qu es el"activismo", sino un concepto formal y vaco que permitel iquidar al mismo tiempo a cierta cantidad de sistemas ideo-lgicos que entre s no tienen ms que semejanzas superficia-les? Heidegger nunca ha sido "activista" o por lo menos se-gn se ha expresado en sus obras filosficas. La palabramisma, por mu y vaga que sea, muestra la incomp rens in totaldel marxista para las otras formas de pensamiento. S, Lukacztiene los instrumentos que hacen falta para comprender aHeidegger, pero no le comprender, porque tendra que leer-le, captar el sentido de sus frases una tras otra. Y eso, que yosepa, no hay ya ni un marxista que sea capaz de hacerlo

    1 Es que no pueden despojarse de ellos mismos: niegan la fraseenem iga (de mi edo , de rabia, por pereza) justo en el mom en to en q uequieren abrirse a ella. Esta contradiccin les bloquea. Literalmente, no

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    Y, finalmente, hay toda una dialctica -y muy compleja- deBrentano a Husserl y de Husserl a Heidegger: influencias,oposiciones, acuerdos, nuevas oposiciones, incomprensiones,

    malentendidos, retractaciones, superaciones, etc. Todo eso, endefinitiva, compone lo que podra llamarse una historia re-gional. Hay que considerarlo como un puro epifenmeno?Entonces, que lo diga Lukacz. O existe algo as comoun movimiento de las ideas, y la fenomenologa de Husserlentra en el sistema de Heidegger a ttulo de momento con-servado y superado? En este caso, los principios del marxis-mo no se han modificado, pero la situacin se ha vuelto mu-cho ms compleja.

    De la misma manera, los anlisis de Gurin han sidodeformados por la voluntad de llevar a cabo la reduccin delo poltico a lo social: resulta difcil aceptarle que la guerrarevolucionaria sea clesde 1789 un nuevo episodio de la rivali-dad comercial entre franceses e ingleses. El belicismo giron-dino es poltico por esencia; y los girondinos expresan sinduda alguna en su poltica a la clase que les ha producido ya los intereses del medio que les sostiene: su ideal desde-oso, su voluntad de someter al pueblo, que desprecian, bajo

    la lite burguesa de las luces, es decir, de conferir a la bur-guesa el papel de dspota ilustrado, su radicalismo verbaly su oportunismo prctico, su sensibilidad, su atolondramien-to, todo ello lleva una marca de fbrica, pero lo que as seexpresa no es la prudencia altanera y ya antigua de los arma-dores y los negociantes, sino la embriaguez de una pequeaburguesa intelectual en vas de tomar el poder.

    Cuando Brissot lanza a Francia a la guerra para salvara la Revolucin y desenmascarar las traiciones del rey, ese

    inocente maquiavelismo expresa perfectamente a su vez laactit ud gi rond in a qu e acabamos de describir Per o si volve-

    comprenden ni una palabra de lo que leen. Y no censuro esta incom-prensin en nombre de no s qu objetivismo burgus, sino en nombredel marxismo mismo; rechazarn y condenarn an ms precisamente,refutarn an ms victoriosamente porque sabrn primero qu es loque condenan y lo que refutan,

    i Sin emba rgo no habra qu e olvida r que Robespi erre, perteneci entea la Montaa, sostuvo las propuestas de Brissot hasta los primeros das

    de diciembre de 1791. Es ms, su espritu sinttico agravaba los decretos

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    mos a situarnos en ia poca y si consideramos los hechosanteriores: la tuga del rey, 1a matanza de los republicanos enel Champ-de-Mars, el viraje a la derecha de la Constituyentemoribunda y la revisin de la Constitucin, la incertidumbre

    de las masas asqueadas de la monarqua e intimidadas por larepresin, el abstencionismo en masa de la burguesa de Pa-rs (10.000 votante s en vez de 80.000 qu e ha b a ha bi do enlas elecciones municipales), en una palabra, la Revolucinal pairo; y si tambin tenemos en cuenta la ambicin giron-dina, ser necesario que escamoteemos en seguida la praxispoltica? Hace falta recordar la frase de Brissot: "Tenemosnecesidad de grandes traiciones"? Hace falta insistir sobre lasprecauciones tomadas durante el ao 92 para que Inglaterra

    se mantuviera fuera de la guerra que, segn Gurin, debadirigirse contra ella? 1 Es indispensable considerar esta em-

    puestos a votacin porque iba directamente a lo esencial: el 28 de no-viembre reclama que no se considere a las "pequeas potencias" y que sedirijan directamente al Emperador para hablarle del siguiente modo: "Lecon min amo s a que disuelva (las reuniones) o le declaramos la g u e rr a . . . "Es importante tambin que poco despus cambiase de opinin bajo lainfluencia de Billaud-Varennes (que insisti, ante los jacobinos, sobre elpoder de los enemigos de dentro y sobre el estado desastroso de nuestradefensa en las fronteras); parece ser que los argumentos de Billaud to-

    maron su autntico valor ante Robespierre cuando se enter del nombra-miento del conde de Narbona en el Ministerio de la Guerra. A partir deentonces le pareci que el conflicto era una trampa sabiamente preparada,una mquina infernal; a partir de entonces discerni bruscamente elvnculo dialctico del enemigo del exterior y del enemigo del interior.El marxista no debe descuidar esos pretendidos "detalles": muestran queel movimiento inmediato de todos los polticos era el de declarar la guerrao por lo menos correr ese riesgo. En los ms profundos se dibuj en se-guida el movimiento contrario, pero su origen no est en la voluntad depaz, sino en la desconfianza.

    1 Rec ord emo s que las vacila ciones y los arreglos cont inua ron aun

    despus del decreto del 15 de diciembre de 1792. Brissot y los girondinoshacan cuanto podan para impedir la invasin de Holanda, el banqueroClavire (am igo de los de Brissot) se op on a a la idea de intr oduci r va-lores en papel en los pases ocupados, Debry propona que se declarasecjue la patria ya no estaba en peligro, y que se revocaran todas las me-didas que haba impuesto la salvacin pblica. La Gironda se dabacuenta de que la guerra impona una poltica ms democrtica cadavez, y eso era lo que tema. Pero no tena salida, porque le recordabanda tras da que era ella quien la haba declarado. De hecho, el decretodel 15 de diciembre tena unos fines econmicos, pero se trataba, si sepuede decir, de una economa continental: hacer soportar las cargas de

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    presa que denuncia por s misma su finalidad y su sentido, atravs de los discursos y los escritos contemporneos comouna apariencia inconsistente que disimula el conflicto de losintereses econmicos? Un historiador aunque fuese marxis-ta no podra olvidar que para los hombres del 92 la realidad

    poltica era un absoluto, un irreductible. Cierto es que co-

    meten el error de ignorar la accin de fuerzas ms sordas,menos fcilmente declaradas pero infinitamente ms podero-sas; pero eso es precisamente lo que les define como burgue-ses del 92. Hay alguna razn que lleve a cometer el errorinverso y a negar una irreductibilidad relativa a su accin ya los mviles polticos que define? Adems no se trata dedeterminar de una vez para siempre la naturaleza y la fuerzade las resistencias opuestas por fenmenos de superestructuraa los intentos de reduccin brutal: sera oponer un idealismo

    a otro. Simplemente, hay que rechazar el apriorismo: slo elexamen sin prejuicios del objeto histrico podr determinaren todos los casos si la accin o la obra reflejan los mvilessuperestructurales de grupos o de individuos formados porciertos acondicionamientos bsicos o si slo se les puede expli-car refirindose inmediatamente a las contradicciones econ-micas y a los conflictos de intereses materiales. La guerrade Secesin, a pesar del idealismo puritano de los hombresdel Norte, se tiene que interpretar directamente en trminos

    de economa, de lo cual hasta los contemporneos tuvieronconciencia; por el contrario, la guerra revolucionaria, aunquetuviese desde el 93 un sentido econmico muy preciso, no esdirectamente redncible en el 92 al conflicto secular de loscapitalismos mercantiles: hay que pasar por la mediacin delos hombres concretos, del carcter que les ha hecho el acon-dicionamiento bsico, de los instrumentos ideolgicos queusan, del medio real ele la Revolucin; y sobre todo no debeolvidarse que la poltica tiene por s misma un sentido social yeconmico, ya que la burguesa lucha contra las trabas del feu-dalismo envejecido que impide que en el interior se realice supleno desarrollo. Igualmente absurdo resulta reducir dema-siado de prisa la generosidad de la ideologa a los intereses

    la guerra a los pases conqu ista dos. As el aspecto econ mico (desastrosopor lo dennis) de la guer ra con Ingl ater ra no apareci hasta 1793, cua nd oya se haban tirado los dados.

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    de clase; simplemente, se acaba por dar la razn a los anti-marxistas que hoy se llaman "maquiavlicos". Cuando la Le-gislativa se decide a hacer una guerra de liberacin, no cabeninguna duda de que se lanza a un proceso histrico com-

    plejo que f inalmente la conducir a hacer guerras de conquis-ta. Pero sera un triste maquiavlico el que redujese la ideo-loga del 92 al papel de una simple cubierta echada porencima del imperialismo burgus; si no reconocemos su reali-dad objetiva y su eficacia, volvemos a caer en esa forma deidealismo burgus que Marx denunci muchas veces y que sellama economismo

    Por qu estamos decepcionados? Por qu reaccionamoscontra las demostraciones brillantes y falsas de Gurin? Por-que el marxismo concreto tiene que profundizar a los hombresreales en lugar de disolverlos en un bao de cido sulfrico.

    i En cua nto a la burg ues a de la Monta a, for mad a por compra-dores de Bienes nacionales y por proveedores del ejrcito, creo que estinventada por necesidades de la causa. Gurin la reconstruye a partir deun hueso, como Cuver. Y este hueso es la presencia en la Convencindel rico Cambn. Cambn, en efecto, perteneca a la Montaa, y era beli-cista y comprador de Bienes nacionales. Desde luego que el inspirador deldecreto del 15 de diciembre, que Robespierre desaprob claramente, fueCambn. Pero estaba influido por Dumouriez. Y su decreto al cabode una larga historia en la que este general y los proveedores del ejrcitoestn complicados tena por finalidad permitir la confiscacin y la

    venta de los bienes eclesisticos y aristocrticos que haban de permitirla circulacin de valores franceses en Blgica. Se vot el decreto a pesardel peligro de guerra con Inglaterra, pero en s mismo, para Cambn ypara todos los que le sostenan, no tena ninguna relacin positiva con lasrivalidades econmicas de Francia e Inglaterra. Los compradores de Bienesnacionales eran acaparadores y profundamente hostiles al "mximo". Notenan ningn inters en provocar una guerra a muerte, y muchos deellos, en 1794, se habran contentado con un compromiso. Los proveedoresdel ejrcito, sospechosos, estrechamente vigilados, detenidos a veces, noconstituan una fuerza social. A gusto o a disgusto hay que admitir queentre 1793 y 1794 la Revolucin se escap de las manos de la alta bur-

    guesa para caer en las de la pequea burguesa. sta sigui la guerra yllev el mo