salazar cuauhtemoc
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historia del arteTRANSCRIPT
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CUAUHTMOC:
rAzAresisTenCiAy
TerriTOriOs
C i t l a l i S a l a z a r
Cuauhtmoc, el llamado ltimo emperador de Mxico, representa en el imaginario
nacional mexicano la resistencia frente al invasor; una condicin guerrera vinculada
a la lucha armada instituida, grupal y disciplinada. Cuauhtmoc tambin qued
asociado al martirio patritico, al valor fsico y moral frente a la felona del extran-
jero. Estas son slo dos de las condiciones ms divulgadas del hroe intachable,
erigido a partir de un mito histrico persistente y que forma parte de la pica fun-
dacional mexicana. No obstante, Cuauhtmoc es un arquetipo mucho ms compli-
cado y aqu se destacar la multivalencia de su gesta vista en las imgenes y en las
narraciones; su heroicidad (como la de sus similares) est cimentada en determina-
dos valores que estuvieron presentes en la arena social y que prefiguran la identifi-
cacin colectiva. Nuestro hroe, adems de mrtir, es el profeta y sobre quien rebo-
san, paradjicamente, las virtudes del vencido.
El propsito de analizar un mito o la realidad de un mito (en expresin ms
precisa de Peter Burke1) a travs de las manifestaciones visuales, es explicar sus sig-
nificados simblicos, en este caso, el bien supremo de dimensiones extraordinarias
en sus diferentes acepciones religioso-militares. El cruce fundamental de los objetos
con los lugares, los personajes y los sucesos precisos, ser la manera de explorar la
posible explicacin, la interpretacin, la definicin de la realidad del mito. Por prin-
cipio nos percatamos del carcter narrativo de las representaciones, esto es, de la
referencia a una gesta en la cual hay momentos anecdticos que han quedado petri-
ficados en una larga temporalidad, mismos que condensan valores claves que han
establecido a Cuauhtmoc. Aunque la gesta ha sido una, y las escenas conservan
cierta constancia (salvo contadas excepciones), veremos que las cualidades distin-
guidas y valoradas estn determinadas por la pertinencia de blandirlas por quienes
las han expuesto; entonces, encontraremos la realidad del mito en representaciones
de dos tipos, en las que se refieren a la gesta y en las que interpretan la trascendencia
del personaje.
Debo advertir que este ensayo tiene un carcter asincrnico, su orden respon-
de a los tpicos del registro en las imgenes que caracterizaron la heroicidad del
personaje y que construyeron su persona. Me detengo en varias figuraciones, no
obstante, no me refiero en extenso a las partes. La intencin ltima es caracterizar
un modelo mitolgico, busco exponer a un hroe materializado en objetos plsticos,
mismos que ostentan sus propias especificidades instrumentales. As, Cuauhtmoc F i g . 3 : detalle
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es corporeizado en dispositivos visuales de distinto gnero y en contextos especficos;
el hroe como vehculo del poder en el arte, en la grfica y en la fotografa, en la
publicidad y en el mercado. Se trata de mostrar las estrategias discursivas practicadas
en una extensa secuencia, protagonizadas por el ltimo emperador mexica.
Profeta y mrtir
Todo hroe procede de una nocin religiosa, evocacin originaria de una tradicin
cristiana o precristiana que hace efectiva la identificacin; es por ello que los hroes
son arquetipos que se desprenden de sus similares divinos o beatficos. l es un
modelo edificante, su ejemplo es moral y se evidencia en la arena de la cvitas. A cada
uno le corresponde un lugar dentro de la particular historia de las comunidades.
De forma paralela, cada momento, cada prodigio, que se promueve como
memorable es respaldado por un marco mitolgico de referencia ya que los hechos
no estn sueltos: anteceden y se suceden. As pues, los acontecimientos trascenden-
tales protagonizados por personajes destacados ubicados en lugares significativos
y presentados en un proceso, pretenden dotar de valores colectivos seculares mis-
mos que, paradjicamente, poseen antecedentes religiosos. Por ejemplo, pensemos
en una condicin base de toda narracin nacional: la libertad. La cualidad de au-
toderminacin de un colectivo es una idea vieja y frecuente en los relatos de origen
de los pueblos; en una secuencia, implica que hay dos momentos: el de la esclavitud
y el de la liberacin.
En la teologa de la alianza (donde la obediencia a Dios es una mxima), es
precisamente la alianza de un grupo de gente con la deidad la que transforma una
turba de esclavos a una nacin disciplinada (santa)2. Activar la memoria colectiva,
acatar los rituales y la norma, instituir en fin, una cultura poltica y religiosa3 signi-
fica exaltar una forma de convivencia y obediencia y, as, hacer efectiva la asociacin
de la comunidad juda con Dios. El pueblo elegido, es el pueblo liberado de los egip-
cios y el que establece cierta relacin con la deidad. Parecera una irona que un pue-
blo libre es uno sometido al canon divino, no obstante, hay que entender aquello que
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Dios exige, que es conciencia de las responsabilidades que en-
traa la libertad; por ello el xodo es tan prolongado y la meta
de la tierra prometida es un don que hay que merecer.
Este proceso, como metfora, nos remite a la conforma-
cin de las nacionalidades americanas; en algn momento las
paulatinas liberaciones avizoraban un futuro portentoso, mis-
mo que prometa materializarse a partir de la experiencia
comprometida y responsable de la libertad.
Los relatos libertarios de las naciones suponen, como ya
fue apuntado, un antecedente de esclavitud. El comienzo de la
sujecin como un momento clave en la mitologa de este pas,
es al que me he de referir a continuacin.
Eplogo: La santidad tiende a la libertad y a la justicia.4
El inicio de la sumisin
En un escenario acutico concurren bergantines y canoas, no es un encuentro tran-
quilo, se trata de una irrupcin. El mando de un bergantn increpa a su similar de
la canoa y busca abordarla. Es una aprehensin. Este hecho marca el final de una
batalla de resistencia y el comienzo de la esclavitud. El personaje aprisionado es el
rey de la ciudad cada; con l, la autoridad legtima, las instituciones y la reaccin
contra el conquistador son tambin subyugadas. Durante la Colonia el ciclo corte-
siano de la conquista se represent en una serie de proezas donde el prendimiento
de Cuauhtmoc se coloc al final, ya que fue la culminacin de una empresa, cuan-
do caa un imperio.
Ya en el siglo XIX se convertir en una parte de otra pica, una narracin de la
derrota. Existen numerosas versiones de la escena de la aprehensin, varan en cuan-
to al nmero de personajes involucrados, los atuendos y las fisonomas. Las cons-
tantes son, un escenario acutico y la aquiescencia del emperador Cuauhtmoc tras
ser sorprendido en la malograda fuga. Hay un rasgo que resulta el ms significativo
de tal encrucijada: la actitud del emperador que, si bien es siempre pacfico, en al-
gunas representaciones, que van de los siglos XVII al XIX, se convierte en el defensor
de la honra de las mujeres que viajan en la canoa, haciendo hincapi en la reina como
su consorte. ( F i g s . 1 , 2 y 3 )
Tal conducta galante es del todo comn en las figuracio-
nes decimonnicas del acontecimiento, mientras que en los
siglos anteriores (salvo excepciones) el pasaje narrativo es la
sujecin del personaje con atavos de realeza. Durante el siglo
de la independencia el hroe tambin es un hombre virtuoso,
adjetivo que estaba dentro de los cnones de la sociedad deci-
monnica.
He aqu un mismo momento: la aprehensin, que sim-
boliza el inicio de la esclavitud pero que, con la presencia de
las mujeres en la canoa, cambia del todo la dignidad de quien
es preso. Nos hace pensar que, tal vez, si no estuvieran las da-
mas, el emperador rechazara la sujecin, pero sus cometidos
masculinos hacen imposible la resistencia.
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Hemos dicho que se analizara la realidad del mito y que lo haramos con la
produccin plstica como impulso, no obstante, es preciso referirnos a las crnicas
de la poca, ya que ellas, junto a las imgenes, nos darn la visibilidad del mito.
Sobre el episodio de la aprehensin Francisco Lpez de Gomara en la Historia
de las Indias y Conquista de Mxico dice: Quhatimoc [sic] se puso en pie en la popa
de su canoa para pelear. Mas como vio ballestas armados, espadas desnudas y mucha
ventaja en el navo, hizo seal de que iba el seor y rindiose.5 En el testimonio de
viso de Bernal Daz del Castillo tambin se da cuenta del episodio, el emperador
entonces dijo: No me tire, que soy el rey de esta ciudad y me llaman Guatemuz; que
lo que te ruego es que no llegues a cosas mas de cuanto traigo ni a mi mujer, ni a
mis parientes, sino llvame luego ante Malinche.6 O bien, Diego Durn y su Histo-
ria de las Indias de Nueva Espaa e islas de tierra firme, donde narra que Cuauhtmoc
se meti en una canoa, cubierto con un petate, con un solo remero que lo sacaba
de la ciudad 7, siendo as aprehendido.
Vemos pues, que tanto en relatos escritos como en visuales, no hay uniformi-
dad sobre el comportamiento de Cuauhtmoc; lo cual es significativo para nuestros
fines, ya que nos permite entender mejor que la interpretacin de un suceso y su
persistencia ser el sntoma para ubicar cuando una accin o ancdota es utilizada
y la manera en que se reconfigura, haciendo verosmil una parte del mito.
Esto lo entenderemos mejor en el episodio posterior al prendimiento: el en-
cuentro con Corts (que a su vez es la contrapartida de otro clebre encuentro que
se verific en la entrada de la ciudad de Mxico). Durante la Colonia no fue recu-
rrente su figuracin salvo excepciones como el enconchado que aqu se reproduce y
que es pieza del siglo XVII ( F i g . 4 ) ; en el acontecimiento coinciden ambos dirigen-
tes en un abrazo que tambin recuerda al que Corts le dio a Moctezuma. El sufrido
abrazo de Cuauhtmoc simboliza la claudicacin. Una vez ms, durante el siglo XIX,
las figuraciones de la misma escena son muy distintas. Es constante la actitud del
monarca mexica tan digna y segura ante la presencia del conquistador: Cuauhtmoc
se adelanta al encuentro y con gestos retricos seala con el ndice la daga que el
capitn espaol lleva al cinto, al tiempo que sus labios se abren puesto que est pro-
nunciando una arenga donde solicita a Corts que le d muerte. El conquistador,
conmovido por el valor de Cuauhtmoc, lo deja vivir. ( F i g s . 5 y 6 ,verpag.XX)
Hay varias crnicas que dan cuenta del momento cuando conquistador y em-
perador se ven por primera vez de frente; una de las piezas histricas que fue clave
para valorar la escena est en el ledo texto de Antonio de Sols, Historia de la Con-
quista de Mxico, donde las palabras del emperador son reveladoras: Qu aguardas,
valeroso capitn, que no me quitas la vida con ese pual que traes al lado? Prisione-
ros como yo son embarazosos al vencedor, acaba conmigo de una vez, tenga yo la
dicha de morir a tus manos, ya que me ha faltado la de morir por mi patria8.
Llamo la atencin respecto al gesto del emperador que hace la diferencia en un
mismo momento anecdtico: la resignacin y la entrega propias de un abrazo no son
anlogas a la valiente exigencia de muerte que hace el vencido. Pero aqu hay un
elemento ms importante, que es la arenga de Cuauhtmoc, o en frase mejor ajusta-
da de Andrs Lira, diremos que son las palabras de Cuauhtmoc 9 a modo de un
axioma religioso o un testamento poltico donde se verbaliza un principio. Varios
cronistas ponen en su boca distintas voces que justifican la peticin de muerte: la mal
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lograda defensa de su ciudad, o de su reino y/o de sus vasallos son palabras
atribuidas en las primeras crnicas, que cambian entrado el siglo XIX. Por ejemplo,
en interpretacin de Jos Mara Luis Mora, Cuauhtmoc dice: en defensa de mi
honor, del de mi patria, y de la felicidad e independencia de mis sbditos, he hecho
cuanto de m podra exigirse y de lo que era capaz; pero [] el destino ha contraria-
do mis votos privndome a m de mi corona y a mi pas de su independencia10. O
bien, Demetrio Meja, funcionario del Ayuntamiento en 1887, describe un momento
lleno de dramatismo: Qu pide ante el general espaol? Que le arranque, con su
pual, una vida que ya no necesita para defender pueblos esclavos! Deba apurar
hasta su muerte la ltima gota del cliz de amargura11.
Para el caso del encuentro vemos uniformidad en su representacin a partir
de la dcada de los cuarenta del siglo XIX;12 no es que el libro de Sols (en el que se
basaron la mayora de los artistas para construir la escena) no fuera ledo antes, sino
que era el momento de ser representado as. Las ltimas frases descritas e imputadas
a nuestro hroe, portan concepciones que lo hacen sabedor de la existencia de una
patria atemporal mexicana y de la mxima responsabilidad de defender la libertad
de su pueblo, ante la esclavitud que les aguarda; tales argumentos caracterizan a
nuestro hroe en el papel de un profeta, como veremos a continuacin.
Los profetas, personajes venerables, se identifican por representar los reque-
rimientos ticos de la comunidad; son quienes predican el orden supremo sujeto a
la ley y denuncian a los detractores, tienen un fuerte rol pedaggico dentro del cual
su principal tarea, es convocar a la participacin e incitar a la accin. Los profetas
defienden la idea de la responsabilidad colectiva. Ser un agente moral no implica
actuar correctamente, sino ser capaz de actuar correctamente; dentro de su rol
pedaggico recogen lo significativo del pasado y pueden llegar a ser visionarios,
aunque su principal compromiso est en el presente; ellos son protagonistas que
declaran, argumentan y califican respecto a lo comn.13
El momento del encuentro donde Cuauhtmoc pronuncia la reveladora aren-
ga no es el nico donde aparece el profeta. El antecedente ms evidente para tal
caracterizacin est durante el mismo siglo XIX al filo de la dcada de los treinta
(septiembre de 1839) con el poema de Ignacio Rodrguez Galvn llamado Profeca de
Guatimoc, obra que ha sido calificada como pilar para la literatura romntica de
Mxico. El interesante poema de Galvn publicado en 1840 en El ao nuevo,14 nos
induce a una literatura que conforma el mito del hroe con caractersticas muy
peculiares. A las faldas de Chapultepec, en un escenario nocturno alumbrado por la
luna, el poeta convoca al fantasma del sufrido emperador Cuauhtmoc que se pre-
senta en vaporosas formas, lamentante y sufrido; y entonces se verifica un escalo-
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friante discurso. Las cualidades del poema recuerdan a la literatura de influencia
osinica, vigente a finales del siglo XVIII e inicios del XIX que tuvo por origen la obra
del escocs James MacPherson de 1765 llamada The Works of Ossian donde se cons-
truye una pica de guerreros honorables; sus proezas blicas son transmitidas y se
inscriben en la identificacin con sus supuestos sucesores, las naciones combativas
y sacrificadas en cierto momento de su historia: El estado melanclico de los poe-
mas osinicos, su cualidad lunar, los ambientes vagos y brumosos, las acciones he-
roicas e irreflexivas y la filosofa fatalista encajaron perfectamente en el nimo de la
sociedad francesa durante los aos culminantes del periodo napolenico.15
De forma similar, el poema de Rodrguez Galvn se acomod en el contexto
de un pas que acababa de sufrir una absurda reclamacin extranjera, esta vez fran-
cesa (preludio de otras, unos aos despus), y un sonado ataque en el puerto de
Veracruz (repelido con la llamada heroica defensa) que termin con la derrota de las
fuerzas mexicanas y con un tratado firmado por las dos partes con desventajas para
Mxico.
En el poema, Cuauhtmoc, que est afianzado en la funcin del profeta, hace
un extenso pronunciamiento; uno de los prrafos ms reveladores es en el que re-
conoce una ley de justicia divina respecto a la libertad, de la cual se vuelve vocero:
Que aun del caos la tierra no sala,
cuando a los pies del Hacedor radiante
escrita estaba en slido diamante
esta ley, que borrar nadie podra:
el que del infeliz el llanto vierte,
amargo llanto verter angustiado;
el que huella al endeble, ser hollado;
el que la muerte da, recibe muerte;
y el que amasa su esplndida fortuna
con sangre de la vctima llorosa,
su sangre beber, si sed lo seca,
sus miembros comer, si hambre lo acosa.
Antes de continuar con la personalizacin del profeta, hay que advertir que estamos
encaminndonos a dos cuestiones: la primera, durante el virreinato Cuauhtmoc
era parte de un ciclo; figura importante s, que simbolizaba transes definidos; pero
an no era construido como el protagonista de una gesta como lo sera durante el
siglo XIX cuando, eventualmente, la retrica sobre su persona se consagr. Segunda,
no nos resultar extrao que durante la centuria decimonnica el ltimo emperador
mexica destaque en otros momentos anecdticos sin antecedentes durante la colonia
o donde, si acaso se present, fue como mero sujeto secundario o accidental, sin
personalizacin. Tales sucesos fueron los de la batalla, es decir, durante la defensa de
un territorio; a esta parte de la historia nos dirigimos para llegar a una caracteriza-
cin consistente del hroe como profeta.
Eplogo: Y as, preso ese seor, luego en ese punto ces la guerra, a la cual plugo
a Dios Nuestro Seor dar conclusin martes, da de San Hiplito, que fueron 13 de
agosto de 1521 aos.16
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El dios de la guerra
Un hombre altivo, de bronce, avanza a nuestro encuentro mirndonos de frente;
porta un espectacular casco que tiene en la cimera largas plumas (es el yelmo del
guerrero que lo protege y que a la vez lo anuncia por su tamao y su suntuosidad),
viste la coraza de escamas de serpiente velada por un manto de estampado simtri-
co; sandalias, brazaletes y orejeras completan su atavo. Este caballero es una mezcla
romana y prehispnica; es un emperador-guerrero que ha sustituido la diadema real
(xihuitzolli) por el casco que recuerda al de Marte, dios romano de la guerra. En la
mano derecha levanta amenazante una lanza, con la otra mano estruja una hoja de
papel, que es un mensaje del conquistador donde solicita la denigrante rendicin.
La escultura, obra de Miguel Norea,17 congela a Cuauhtmoc en un momen-
to durante el sitio de Tenochtitlan, el poeta Eduardo del Valle se inspira para poner
las palabras precisas en boca del guerrero:
Vuelve y di a tu seor, que mientras tanto
quede un hombre con vida en esta tierra,
os mandar la muerte y el espanto
a la sagrada voz de Patria y guerra!
El entusiasmo varonil y santo
que en nuestras almas frvidas se encierra,
har que conquistemos la victoria
cubriendo a la nacin de eterna gloria.
Di a tu seor que los aztecas fieros,
antes que la indigna paz, quieren la muerte;
que acabarn cual cumple a los guerreros
si los destina a perecer la suerte.
Que sern impotentes los aceros
del enemigo numeroso y fuerte,
mientras le quede a mi robusta mano
un dardo vengador para el tirano.18
La decisin de figurar a Cuauhtmoc en una doble condicin, estaba acorde con un
homenaje que solicitaba destacarlo como defensor de la ciudad de Mxico; qu
mejor que recurrir al panten romano y dentro de l a Marte como deidad guerrera.
( F i g . 7 ) El atuendo decoroso, el manto-toga que, a la romana, fue un recurso de
sobriedad para conmemorar a destacados guerreros envueltos en la toga triunfal
y que, tratado a lo mexica, sirvi tambin para dotar a nuestro personaje de la ms
comn presentacin del emperador. La lanza, arma estilizada y airosa remplaz a la
macana o al arco con flechas, que conllevaran reminiscencias del salvaje.
Cuando Norea fabric este emperador-guerrero, ante necesidades precisas
de reconocimiento en estatuara pblica y monumental, marc un precedente para
futuras representaciones de Cuauhtmoc en activo, en lucha frente al conquistador,
blandiendo su arma con una mano y empuando su coraje (o su escudo) con la otra.
Este tipo de figuraciones se diferencian de aquellas donde Cuauhtmoc est en pose,
sereno, asumiendo como principal atavo su xihuitzolli, smbolo de su realeza; ya sea
con el manto anudado sobre un hombro o como capa cubrindole toda la espalda
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y siempre con sus armas en descanso. Imgenes de este tipo son muy anteriores al
Cuauhtmoc guerrero, lo cual tiene lgica, ya que hemos argumentado que la con-
tundente caracterizacin como defensor fiero de la ciudad fue decimonnica. El
Cuauhtmoc pasivo est basado en el clebre retrato de Moctezuma del siglo XVII.19
( F i g s . 8 , 9 y 1 0 )
El episodio del exhorto a la pacificacin hecha por el capitn espaol al em-
perador mexica est registrada en las crnicas, en ellas Cuauhtmoc se vuelve un
necio que elige el sufrimiento del pueblo: As Cuauhtmoc, con deseo de reinar y
mostrar valor de su persona, propuso de defender su ciudad hasta la muerte. El cual
no admiti ni quiso condescender a los mensajes y ruegos que el Marqus le envia-
ba para [] que no fuese causa de la destruccin y muertes que se haban de seguir
de su rebelda y mala intencin.20
En otro documento de Jos de Acosta, el ltimo rey de los mexicanos, ese
reyezuelo, es amonestado por Corts ya que su porfa tan loca tena la culpa de
tanto mal y destruccin como haban padecido.21 Desde el punto de vista de algunos
personajes del virreinato, la decisin de combatir hasta la muerte result una mala
tctica, fue egosta e insolente. Despus, durante el siglo XIX, se vuelve el nico re-
curso de redencin moral del pueblo vencido.
En este punto de la defensa de la ciudad es cuando comienza la iconografa del
ltimo tlatoani; mientras en el discurso escrito, el ciclo tiene inicio con la muerte de
Moctezuma a manos del propio Cuauhtmoc. No he querido seguir una secuencia
cronolgica debido a que no hubo una construccin que tuviera la correspondencia
entre narracin e imagen; para seguir la realidad del mito me estoy basando en las
interpretaciones histricas de la poca que tocan los instantes trascendentales que
fueron figurados como condensadores de mensajes.
Alfredo Chavero, importante historiador de la poca prehispnica, quien para
la segunda mitad del siglo XIX goza de reputacin como experto en su campo, nos
presenta el relato de los momentos significativos que nos interesan: primero, la so-
licitud de Moctezuma hacia su pueblo de pacificarse ante los espaoles: Al orle, el
joven emperador [es decir, Cuauhtmoc] ardiendo en ira patria, llamndole con
soberbio desprecio manceba de los castellanos, le tir una pedrada que lo derrib
baado en sangre [] el rey que entregaba la Patria a los extraos, era menos que
un hombre.
Ms significativo es el momento en que, una vez nombrado emperador y es-
tando al mando de la resistencia, Cuauhtmoc convoca a los pueblos cercanos para
que formen un frente comn en la defensa, solamente [l] comprenda que haba
una patria comn para todos y que todos deban perder; y al verse abandonado se
resolva, ya que triunfar no era posible, a sucumbir por esa patria ideal.22
A estos escenarios les siguen la clarividencia frente a la misiva de rendicin, la
aprehensin y el encuentro que en el siglo XIX son figurados y comentados con la
concordancia retrica que se ha descrito respecto al ciclo.
El sumario de sus acciones, es consecuente con la ideologa que se le fabric
en el siglo de la independencia; en la empresa de guerrero-emperador se comport
(como qued mencionado antes) como un profeta. Cuauhtmoc ejemplifica el deber
hacer de un hombre honorable ante la amenaza de la esclavitud, l encarna las vir-
tudes ticas ideales de la sociedad decimonnica; es predicador de un orden supre-
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mo: la libertad, y denuncia al detractor de ella, que es Moctezuma; llama a la
participacin y a la alianza; sabe que la victoria es difcil (si no imposible)
pero la virtud est en ser capaz de actuar correctamente; una vez cerca
del final, l vislumbra el terrible panorama de un pueblo sometido.
Con las cualidades del profeta en el mito de origen de la es-
clavitud, se busca tender un lazo fuerte con un siglo de reiteradas
intervenciones, de dispersin de lealtades, de compromisos di-
sueltos y de desprestigio de la corporacin militar; aspectos que
se veran medianamente subsanados ya entrado el porfiriato.
No es casual, entonces, que fuera durante su rgimen cuando
se caracteriza y consolida al hroe de la resistencia frente al
invasor.
Aunada a esta personificacin, hay otra cualidad desta-
cada de Cuauhtmoc como prisionero que presenta muy bien
el poema de Rodrguez Galvn, quien describe las cualidades del
hroe en una evidente dualidad: es vulnerable y desvalido y siem-
pre es digno y correcto, con su actitud se manifiesta un acto de
ultraje consumado por el conquistador.
Eplogo:Y esto tienen los indios, que si se proponen de hacer una
cosa y empiezan a menospreciar la vida y a tenerla en poco, no temen ni
deben, y hasta morir o salir con su inters, lo llevan adelante, cualquier mal
propsito o rencor.23
Suplicio en el fuego
Dos hombres se enfrentan al cadalso, estn sufriendo un tormento postrados junto
a vivas hogueras que les abrasan los pies; son sometidos por varios verdugos que
atienden sus gestos y vigilan sus palabras, esperan el instante en que, dominados por
el dolor, confiesen el escondite de un mtico tesoro. Uno de ellos, el aliado rey de
Tlacopan, Tetlepanquetzal (en la mayora de las crnicas), voltea la cabeza con mue-
ca suplicante hacia su compaero de martirio, quien se sostiene en su entereza y
responde al ruego con una frase que se ha hecho clebre: Estoy yo acaso en un bao
o en un lecho de rosas? Ni Cuauhtmoc ni su acompaante pronunciaron ms
palabras.
La escena del tormento en el fuego es, sin duda, la ms clebre y la ms re-
presentada.
Es probable que las primeras representaciones no fueran en pintura o escul-
tura, sino en teatro; escenas asociadas a la llamada leyenda negra.
En los teatros del siglo XVIII se entretejan historias fantsticas que ocurran en
el continente americano; en general, para el caso de la gesta mexicana vista por los
europeos, fue Moctezuma el infortunado personaje al que ms se recurri para dra-
matizar, aunque hubo excepciones como en 1787 cuando se escenifica Guatimozin
ossia la conquista de Mxico, por una compaa italiana, ejemplo de una tragedia
perfecta para colocar al buen salvaje en oposicin a los crueles conquistadores. El
caso teatral donde pudo concretarse la puesta en escena del martirio fue en la obra
llamada Mxico rebelado, con una sola funcin el ao de 1790 en la ciudad de Mxi-
co; aquella representacin acab con los nimos caldeados ya que los espectadores
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empezaron a tomar partido por los personajes formndose dos
bandos opuestos y es que la obra tena como tema el cautiverio,
tortura y ejecucin de Cuauhtmoc.24
Ya en el siglo XIX, es en la dcada de los cuarenta cuando la esce-
na se registra en grfica haciendo compaa al texto traducido al
espaol (en 1844) de la Historia antigua de Mxico y la de su con-
quista de William H. Prescott. Una de las ediciones la realiz Igna-
cio Cumplido quien invit al Director del Museo Nacional, Isidro
R. Gondra, a ilustrar (en un tomo aparte) la obra de Prescott para
la mejor inteligencia, perfeccin y hermosura de la obra.25 Gondra
hace reproducir en lminas algunas obras que eran propiedad de
la instancia a su cargo, con ello pretenda: El arte de transferir los
hechos por medio de pinturas.26 Las 71 imgenes publicadas se dividen en tres
apartados: Monumentos e historia antigua, poca de la conquista y Retratos.27
La lmina con el nmero 45 pertenece a la serie de la conquista y lleva el nom-
bre de Sacrificio de Cuauhtemotzin ( F i g . 1 1 ) . Es reproduccin de un leo de
autor annimo que por esos aos (dcada de los cuarenta del siglo XIX) decoraba un
despacho de la Secretara de Guerra. Se sabe que originalmente perteneci al Gene-
ral Jarero (probablemente Jos Mara Jarero, gobernador de Jalisco en 1843) y que
ste lo don al Museo Nacional. Tambin se conoca algo de su procedencia: Ha
sido pintado en la Habana, segn los pocos datos que ofrece Isidro R. Gondra.28 La
labor del Director del Museo Nacional es significativa, ya que dot a la imagen de
un estatus al colocarla junto al discurso histrico de Prescott. Es necesario referirnos
a la obra escrita de tal autor, ya que no es casual que Gondra se remita al pasaje del
martirio de Cuauhtmoc para colocarlo como parte de las ilustraciones.
Josefina Garca Quintana ha llamado la atencin sobre la importancia de Pres-
cott como una gua para los historiadores mexicanos de la segunda mitad del siglo
XIX; es precisamente l quien expone una valoracin moral sobre el ltimo monar-
ca mexica, juicio que se repetira al correr el siglo: Este historiador norteamericano
fue quien ms elogiosamente se expres de Cuauhtmoc antes de que el hroe fuera
elevado a la cspide por los propios mexicanos.29
Uno de los prrafos en el que Prescott se refiere al hroe de la ltima defensa
dice: Tal era el joven monarca llamado a ocupar el trono de los aztecas, digno por
su magnanimidad y valor de empuar el cetro de Mxico en la poca ms florecien-
te de su gloria, puesto que en la de luto y de desgracia se determin como un prn-
cipe patriota a recibir su moribunda fortuna, o a perecer valerosamente con l.30 Si
bien el protagonista de la historia que construye Prescott es Hernn Corts, en Cuau-
htmoc encuentra un justo contrapeso; similar al de dos guerreros clsicos oponin-
dose. El momento de su enfrentamiento moral es durante el martirio en el fuego;
aqu, Prescott narra el dilema del capitn espaol y la actitud del monarca mexica:
Corts no estaba dispuesto a este acto de violencia tan contrario a la proteccin
recientemente prometida al prncipe, y se neg a tal demanda, hasta que los
soldados [] acusaron al general de secretas inteligencias con Cuauhtemoctzin
[] Estas no merecidas sospechas picaron a lo vivo a Corts y en hora mengua-
da entreg al prncipe en manos de sus enemigos [] pero el hroe que haba
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desafiado la muerte en sus ms tremendas formas, no haba de intimidarse con
un sufrimiento fsico. [Una vez que se consum la tortura] Corts, avergonzado
del papel tan bajo que se la haba hecho representar, libr al prncipe azteca de
las manos de sus verdugos, antes de que fuese demasiado tarde, que ya lo era,
para que su propio honor no sufriese una mancha indeleble, por este trato dado
a su real prisionero.31
La frmula de flaqueza versus dignidad como oposiciones de cualidades masculinas,
se manifiesta en ciertos episodios y ser un recurso explotado con recurrencia como
se ver en detalle en las pginas de este ensayo.
Otro caso temprano de figuracin del martirio es el que se publica en un ca-
lendario popular en 1861, la lmina se titula Emperador y mrtir ( F i g . 1 2 ) . 32 La
imagen parece ser protagonista ya que es la nica que acompaa el pequeo impre-
so; es notable, adems, su tamao que al ser desplegable resulta ser mayor que el
calendario. El texto que la acompaa (y que se titula como la estampa) se coloca
despus del santoral y se trata de la transcripcin de un extracto de la novela hist-
rica Guatimozin, ltimo emperador de Mjico, de Gertrudis Gmez de Avellaneda
donde se describe la tortura sufrida por el hroe y su compaero. Resulta evidente
que la imagen se ha desprendido parcialmente de la interpretacin que ha hecho
Avellaneda de la escena y que es la que se publica; esto lo podemos asegurar debido
a los originales instrumentos de tortura que se describen y que son similares a los
que se representan: Ests sentenciado [dijo un soldado a Cuauhtmoc] a tener hoy
por tlamo regio unas parrillas candentes Entiendes ahora? Vas a ser quemado a
fuego lento.33 As, Gmez de Avellaneda hace de los cuerpos enteros, los objetos del
calvario: Llegaron al sitio escogido para el martirio [] Preparadas tenan ya las
parrillas en que deban sufrir el tormento del fuego, y se las sealaban aquellos br-
baros dicindoles sarcsticamente: Mirad, qu magnficos lechos vais a tener.34 En
la imagen correspondiente, las parrillas estn representadas fielmente, pero las lla-
maradas, slo les abrasan los pies.
Las dos estampas que se han des-
crito anteriormente tienen una cualidad
en comn, que es la asociacin figurati-
va con escenas de martirologios seme-
jantes, formas de representar el sufri-
miento y el estoicismo, donde el cuerpo
llev la peor parte.
En la primera imagen, Cuauht-
moc est de pie, ha sido despojado de su
manto y su corona, atado por la espalda
a un madero y situado sobre una peque-
a fogata (en la misma situacin est su
compaero de suplicio); lo rodean sus
verdugos: varios espaoles y el fraile
Bartolom de Olmedo que funge como
testigo impasible; tambin estn algunos
indgenas entre los que destacan una
VIDASEJEMPLARES:MARTIRIOSPREMATUROS
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mujer y un nio (acaso esposa e hijo), quienes visiblemente alarmados ruegan a los
conquistadores sealando la cruel escena. Al fondo: la ciudad, el ejrcito invasor y
la sumisin de los conquistados.
La figuracin de Cuauhtmoc de este modo recuerda a la forma en que fue
representado, durante el virreinato, el martirio de san Sebastin: de pi, semidesnu-
do, atado a un rbol, el joven centurin de la guardia pretoriana del emperador
Dioclesiano resisti el tormento ocasionado por las flechas encajadas en su cuerpo.
El motivo del martirio no es el mismo, tampoco lo es el aparato o instrumentos de
tortura, no obstante, la forma de presentar sus sufridos cuerpos, su semidesnudez,
su juventud y sobre todo su resistencia y hasta indiferencia al sufrimiento, tienden
un puente entre el santo y el hroe.35
La segunda imagen, Emperador y mrtir, ofrece otra composicin: en medio
de un paisaje extico y diverso (que rene rboles, palmeras y magueyes) se desa-
rrolla el martirio del ltimo emperador mexica y su afligido acompaante (en la
crnica correspondiente a la ilustracin, el aliado de Cuauhtmoc es llamado Net-
zalc, rey de Tacuba). En general, los elementos son los mismos, la ciudad prehisp-
nica se dibuja a lo lejos, los testigos espaoles son numerosos y se ubican en varios
planos, mientras una familia de indgenas se lamenta al contemplar el tormento y
as se desarrolla el relato por todos conocido: el compaero de tormento se vuelve
hacia Cuauhtmoc y gesticula una splica; aquel le responde sin voltear y esta vez
con un discreto ademn. La asociacin figurativa es ms fuerte entre esta presenta-
cin del martirio y la correspondiente a san Lorenzo, quien fuera condenado a muer-
te por el emperador Decio; la sentencia fue llevada a cabo por el prefecto Valeriano
con la mayor crueldad: a travs del fuego. En una de las versiones en la biografa del
santo, la pena fue impuesta por no entregar a los romanos las riquezas de la iglesia
que a Lorenzo, como dicono, le corresponda resguardar. En lugar de eso, el santo
exhibi ante las autoridades a los pobres de la ciudad como la riqueza de la Iglesia,
lo cual fue interpretado como un insulto y de ah la sentencia.36 En la figuracin del
martirio, el santo est recostado semidesnudo sobre una parrilla, bajo ella un vivo
fuego le abrazara todo el cuerpo. Son varias las representaciones en las que San
Lorenzo se apoya sobre la parrilla con una mano o con el antebrazo para incorpo-
rarse, mientras eleva la palma opuesta en un gesto retrico; no obstante, conserva la
apariencia propia del estoicismo, que queda demostrado en una frase irnica (se-
mejante la que presuntamente pronunci el emperador prehispnico) al pedir a sus
verdugos que le dieran vuelta a su cuerpo ya que su carne estaba cocida.37
Los santos Sebastin y Lorenzo, activos en el imaginario catlico mexicano
cumplan con los preceptos tradicionales y oficiales que les daban el carcter de
mrtires: en los dos casos exista como contraparte un opresor (la ms alta figura de
autoridad del Imperio romano) que estaba en contra de la religin que ellos defen-
dan siendo la causa por la cual fueron perseguidos y finalmente muertos; adems,
existi en ellos una voluntad de ser vctimas, de entregarse al martirio antes que
evitarlo de alguna manera.38
En el caso del tormento de Cuauhtmoc se presentan componentes semejan-
tes; el ms evidente es la oposicin moral con el tirano; si atendemos la secuencia
anterior, veremos que en el encuentro el emperador cautivo solicita la muerte a
Corts quien, conmovido por el gesto de valor, le anuncia que no lo matar. Acto
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seguido el tlatoani es martirizado por los espaoles, motivados por la ambicin de
hallar las riquezas del imperio mexica. Tal evento coloca a los conquistadores como
crueles y ventajosos al aprovecharse de la condicin del sometido. El rey mexica no
era cualquier cautivo; Corts, como capitn de los conquistadores, lo haba dejado
vivir en aprobacin a su vala, reconocindolo como su par en un rango militar y
poltico, no obstante, fue maniatado y torturado; en lugar del sacrificio digno, le
daban un sufrimiento por motivos rapaces. Ante esta circunstancia ofensiva para un
prisionero de su calidad, Cuauhtmoc se comporta con ecuanimidad, resiste el cas-
tigo y no busca evitarlo confesando el lugar del tesoro.
Podra parecer una mala estrategia visual la decisin de figurar los trances del
vencido: la aprehensin, el encuentro con el capitn espaol y el martirio, forman
un ciclo de la derrota. No obstante, Cuauhtmoc ha sido exaltado como un hroe
nacional que se activ en el imaginario colectivo de forma efectiva. Por qu pudo
ser as?
Una de las causas posibles es el encuentro entre la esfera religiosa y la civil,
donde los modelos iconogrficos se comparten, encaminndose con ms seguridad
hacia la memoria colectiva.
Otra circunstancia que ayuda son los grandes relatos universales, donde se
desarrollan las acciones de acuerdo a una causa y con consecuencias que devienen
hacia los sucesos actuales. Este desarrollo tiene sus arquetipos dentro de los que
caben ciertas figuras locales o nacionales como nuestro infortunado hroe. Y tam-
bin est, por supuesto, una tendencia coyuntural que posibilita el repunte de la
fabricacin de los vencidos, veamos esto.
Figurar una ruina fue digerible, en el campo de los hroes nacionales, a partir
del romanticismo cuando los derrotados empezaron a adquirir una importancia
iconogrfica en las representaciones guerreras como nunca la haba tenido antes. La
verdadera victoria empieza a situarse, ms bien, en el herosmo manifestado en la
resistencia, antes que en el desenlace favorable o desfavorable para determinada
causa.39 El herosmo entonces, era moral, no efectivo y estaba a tono con una serie
de figuras trgicas venerables en el ramo de lo civil y de lo militar. Pensemos que la
centuria decimonnica fue de enfrentamientos internacionales, de inestabilidades
nacionales y de reiteradas derrotas y victorias; las constantes son las prdidas. Las
figuras ejemplares se levantan de entre los muertos para reparar la sacudida moral
y los desgastes sociales, se establecen mitos que responden a la realidad inmediata;
en este sentido el siglo XIX pertenecer a los individuos destacados, hroes de batalla,
de sacrificio y de muerte; el XX ser para las masas y los hroes annimos.
Si este planteamiento fuera correcto, la comunidad tendra ms elementos de
identificacin con la construccin del mito que se est fabricando en el momento;
el hroe aciago sera slo un aspecto Qu otros valores especficos entraa la cons-
truccin de este mito que aluden a la sociedad que lo est fabricando y asimilando,
apropindoselo?
Al hacer propuestas a este respecto estaremos yendo y viniendo entre aquello
que es lo comn y lo que es individual, es decir, la fabricacin de un mito compete
a una comunidad, pero la posibilidad de identificacin tambin se ubica a nivel
individual por los valores a los que alude Existen virtudes, mritos, sentimientos,
comprensiones, tipificaciones, que lleguen a la poblacin ms dismil que forma una
VIDASEJEMPLARES:MARTIRIOSPREMATUROS
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colectividad? Los aspectos mencionados
son creados y son instituidos, dependen
de usos y costumbres tanto como de la
educacin formal e informal trasmitida
por el Estado. Una impronta bien esta-
blecida se ver en un valor cimentado
colectiva e individualmente.
Para el caso del mito de Cuauht-
moc he de explorar uno de los valores
ms evidentes que transmite su gesta
construida en el siglo XIX, a saber: la ho-
norabilidad del vencido.
Eplogo: Qu horror! entre las
nieblas se descubren / Llenas de sangre sus
tostadas plantas / En carbn convertidas;
aun se mira / Bajo sus pies brillar la viva
lumbre40
Apologa del vencido
El honor de Cuauhtmoc se entiende como el de un hombre de alto grado militar y
poltico que se enfrenta en la derrota ante sus similares; y es que, si bien los espao-
les ganaron la guerra, el comportamiento y la correcta compostura del ltimo tla-
toani, exiga un trato meritorio, segn las reglas de las corporaciones guerreras des-
de antiguo y de acuerdo a la diplomacia. ( F i g . 1 3 )
As pues, este personaje se identific con actores sociales del mismo nivel y de
las esferas correspondientes. Pero hay otro componente que hasta ahora se ha igno-
rado y que tiene gran peso para la filiacin, que es la calidad indgena del protago-
nista. No obstante, se trata de un componente racial que en el siglo XIX consideraron
perdido; Cuauhtmoc era un indgena ejemplar que formaba parte de un mtico
pasado. Los indgenas reales haban quebrantado las cualidades de aquel que fuera
su antecesor. A pesar de ello, ahora encontramos elementos que ligan el tiempo
mtico y el de los sucesores, veremos.
La honorabilidad se refiere a una apariencia apropiada de la masculinidad
decimonnica; el honor, por regla, deba ser visible, se ejerca, se exhiba, se pona a
prueba y los dems podan reconocerlo: una figura dinmica de fuerza y bro, la
voluntad y la potencia, la cualidad de mando, ser protector y proveedor (en una
arena ms personal), eran evidencias de mrito masculino. La definicin personal
de honorabilidad se entrelaz con una autodefinicin nacional, prueba de ello es el
ciclo de Cuauhtmoc ya que cada lance se refiere al valor citado, incluso en los epi-
sodios que no se figuraron pero que se narraron, por ejemplo, la ejecucin de Moc-
tezuma por ser manceba de los castellanos, por comportarse (en palabras de Cha-
vero) como menos que un hombre, frase a modo de un ultraje de gnero.
La honorabilidad pues, era distinta por gnero y tambin por clase social, fue
el terreno por excelencia para medir la virilidad. Al ser el honor masculino muy
apreciado, es reflejo de una sociedad altamente estratificada, donde los hombres
acaudalados fueron los ms honorables. Pero sera un error pensar que las clases
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subalternas no tuvieron un rasgo semejante, slo que ellos configuraron un tipo
paralelo para expresar una forma de virilidad apropiada. La valenta o la humilla-
cin, por ejemplo, fueron aspectos comunes a los hombres pero que se manifestaban
de diferente manera, segn las clases sociales de pertenencia.
El honor era una posesin que se poda perder y que continuamente se
pona a prueba con los semejantes de raza y gnero. Un hombre de posicin su-
perior no discuta con un subalterno ya que al hacerlo le otorgara la igualdad de
rango. No era lo mismo arreglar una desavenencia grave en un duelo, que en una
ria. Cuando dos hombres de distinta clase se disgustaban, lo comn era que el
de posicin alta tomara el caso como un agravio y como insolencia de parte del
subalterno y tena el poder de castigarlo ms que de enfrentarlo. En tal situacin
de degradacin masculina para el subordinado, ste tena un margen de accin
para rescatar la honorabilidad de su posicin: evitar un comportamiento de vi-
sible temor o intimidacin [] responder a la humillacin no tragndosela de
inmediato y para siempre [] crearse una reputacin de altivez que condujera a
la sospecha de que uno podra ser capaz de vengarse, aun contra un superior, si
era provocado demasiado.41
Mostrar valor y entereza en cualquier situacin, fueron rasgos de masculinidad
honorable (aunque fuera, virilidad de calidad subalterna). Los valores as exteriori-
zados se traducan como signos de poder frente al otro. Siendo la masculinidad
honorable un hecho tangible y en nada trivial, se entender muy bien el fenmeno
del duelo como una efervescencia para demostrar virilidad. El duelo fue el enfren-
tamiento honorable por excelencia, resquicio de una colectividad que tena en alta
estima la cultura guerrera o militar y, a pesar de que estuvo prohibido por el Estado
y era reprobado por la Iglesia, fue prctica comn entre los hombres de alto estatus
social durante el siglo XIX.
La valenta en el enfrentamiento armado no fue exclusiva de los hombres
acaudalados o de los pertenecientes al ejrcito; en la interpretacin de la experiencia
colectiva, haba otro grupo que alegaba tal cualidad: los indgenas. Herederos del
ejrcito prehispnico y del indmito Cuauhtmoc o de su antecesor Xicotncatl, otro
guerrero joven y rebelde al que venci la muerte. Los indgenas eran calificados y
autodefinidos como valientes defensores de la nacin mexicana, son numerosos los
relatos que los colocan en este papel: slo para destacar algunos momentos crono-
lgicos que le siguieron a la defensa de la ciudad en el sitio de Tenochtitlan, mencio-
naremos las dos ms clebres intervenciones a Mxico en el siglo XIX, la estadouni-
dense y la francesa.
Despus de ocurrida la primera, se divulgaron las proezas de un joven coronel
descendiente de un clebre hroe tlaxcalteca y llamado precisamente como su an-
cestro: Felipe Santiago Xicotncatl. La justificacin de sus altas cualidades se ubica
ms del lado racial: su corazn magnnimo le hizo odiar por instinto la tirana, y
siempre estuvo dispuesto a sacrificarse por las libertades pblicas.42
Guillermo Prieto da cuenta de la expectacin que tena el mismo Santa Anna
por el batalln de Xicotncatl y de las demostraciones de valor sucedieron durante
la decisiva batalla en Chapultepec, donde perdi la vida el infortunado coronel y
algunos miembros de su batalln: Haban muerto, luchando como leones [] El
general Santa Anna segua con ansiedad las peripecias de aquel encuentro formida-
VIDASEJEMPLARES:MARTIRIOSPREMATUROS
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ble. De pronto vio venir hacia la puerta a un soldado de Xicotncatl; le pareci un
desertor, un cobarde [] el soldado hizo alto; vio a Santa Anna; sin decir palabra,
rodaron dos lgrimas de sus ojos; quit la mano de sobre su pecho, despedazado por
las balas, y cay muerto frente al general.43
Al filo de la dcada de los cuarenta (en contexto oportuno) hallamos un do-
cumento donde se expone una peticin oficial que supuestamente beneficiara a una
comunidad indgena, lo interesante de este texto es el argumento de indigenismo
dignificante que lo sustenta:
No, los indgenas no corren, mueren en su puesto, y valientes y decididos, imitan-
do a sus heroicos antepasados, se burlan y mofan de los cobardes oficiales que no
son de su raza, que los abandonan, y lejos de imitar el ejemplo de los soldados de
otros cuerpos [] se ren de su cobarda, y en vez de seguirlos en su carrera, se
lanzan al enemigo y les gritan dirigindoles el ms cruel sarcasmo: el indio no
corre, el indio, si no puede vencer, muere en su puesto. 44
Ms activa en el imaginario colectivo hasta hoy est la accin heroica del batalln
de indios zacapoaxtlas en el clebre enfrentamiento del 5 de mayo de 1862 en Puebla,
durante la intervencin francesa.
Tambin hemos de referirnos a otra cualidad anunciada y en alto grado va-
lorada en episodios donde se juega el honor: es la entereza, la severidad, el estoi-
cismo. Este es un rasgo tambin imputado a la raza indgena. Sin embargo hay que
subrayar su ambivalencia: cuando se trata de los lances guerreros es positiva, pero
referida a una particularidad racial se transforma en negativa al ser los indgenas,
en definicin de su carcter, incapaces de mostrar afecto y sensibilidad, reprimien-
do con fuerza sus emociones y encerrndose en su indiferencia. El desapasiona-
miento y una actitud equilibrada frente a la adversidad o al goce, son rasgos que
ya haban sido identificados en Cuauhtmoc y valorados en alta estima por Carlos
de Sigenza y Gngora quien seguramente identific en el hroe rasgos de un
caballero al estilo espaol por la bizarra y la compostura del tlatoani; en el Teatro
de virtudes polticas que constituyen a un prncipe de 1680, Sigenza se refiere a la
admiracin de su constancia augusta. En la caracterizacin que hace Sigenza del
ltimo emperador, la firmeza y perseverancia de sus decisiones y la seguridad con
que se enfrenta a sus enemigos (que son la guerra, el hambre y la muerte) son las
cualidades que lo hacen sublime para ganarse el siguiente eptome: La mente
permanece inconmovible.45
En sntesis, vemos que la honorabilidad, a la que pertenecen el valor y la en-
tereza como principales caractersticas, no era exclusiva de una clase social, y segua
ciertos sistemas dependiendo de la pertenencia social y racial de los involucrados.
Lo que podemos asegurar es que el ciclo de Cuauhtmoc es una apologa de la ho-
norabilidad del vencido donde se rescata una actitud ejemplar llevada ante trances
difciles, humillantes y desventajosos. Los actos del vencido enaltecan su virilidad,
mientras que las acciones de los conquistadores que rechazaban los preceptos del
honor, eran del todo reprobados segn las convenciones decimonnicas. ( F i g . 1 4 )
Una vez ms recurro a Ignacio Rodrguez Galvn quien en su poema, Profeca de
Guatimoc, increpa a Corts sobre lo que hizo con Cuauhtmoc:
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Conquistador! Aventurero impo!
As trata un guerrero a otro guerrero?
As un valiente a otro valiente? Dije,
y agarrar quise del monarca el manto:
pero l se deslizaba, y aire solo
con los dedos toqu.
Hemos visto que la caracterizacin y asimilacin de un hroe
digno (aunque derrotado) est muy ubicada por pertinencia
en un momento histrico y en una colectividad que reconoce
los mximos valores imputados; una comunidad que es capaz
de interiorizar la gesta individualmente y de identificarse en
la interpretacin de la experiencia colectiva. Ahora veremos
las formas en que circul la figuracin de Cuauhtmoc.
Eplogo: La muerte no es eterna; el deshonor, s.46
Las estrategias de la imagen
Se ha dicho que la escena del martirio ha sido la ms difundi-
da del ciclo de Cuauhtmoc y para asentarlo ofrecemos una
serie de imgenes, mismas que brindan la oportunidad de co-
nocer los diferentes soportes y los diversos contextos en que
circularon.
La grfica fue uno de los vehculos para la escena, un medio accesible para tran-
sitar numerosos caminos: prensa, libros y calendarios fueron algunas de sus rutas. Se
presentaban como ilustracin de textos, complementos aleccionadores y atractivos;
excepcionalmente fueron protagonistas. Lo que llama la atencin, de entrada, es la
intencin de referir en cada uno de estos medios la historia prehispnica y, de manera
particular, el ciclo de la conquista. Es importante destacar esto ya que esta parte de la
historia fue rescatada por algunos intelectuales de la oligarqua intelectual y poltica,
republicanos y liberales sobre todo. Los conservadores preferan recurrir a otros episo-
dios histricos (la etapa colonial) para dotar de identificacin a los mexicanos. Dicho
as, como una historia con dos extremos, resultara un tanto desmedido, ya que es
restringir los foros, las personalidades y sus ideas donde, en realidad, caban discrepan-
cias y contradicciones. Lo que podemos asegurar es que, durante el siglo XIX, es decir,
durante los primeros aos de difusin masiva de las estampas del martirio de Cuau-
htmoc, no haba un proyecto de historia nacional de consenso (se consolidara visual-
mente, como ya lo mencionamos, durante el porfiriato). Para el caso de la gesta del
ltimo emperador mexica haba disidencias sobre la ponderacin de su identificacin
(incluso ya entrado el siglo XIX), y esto ocurra por la asociacin con lo indgena. Cuan-
do se estableci el 21 de agosto para conmemorar su nombre, esta fecha rivaliz con
otra conmemorativa (pica, tambin, de un fracaso): la cada de Churubusco durante
la intervencin norteamericana. En agosto de 1899, el diario catlico El Tiempo publi-
c una nota que celebraba la derrota de Churubusco como de las verdaderas glorias
de Mxico, mientras que la festividad para Cuauhtmoc les resultaba un error, ya que
algunos, dando pruebas de su ignorancia, quieren colgarle a la actual nacionalidad
mejicana glorias que fueron de otra raza.47 A este punto volveremos ms adelante.
VIDASEJEMPLARES:MARTIRIOSPREMATUROS
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Por lo pronto hay que destacar que al presentar una parte del mito de Cuau-
htmoc se estaba rescatando al mismo tiempo, la etapa prehispnica para la confor-
macin de una historia de la nacionalidad mexicana. Los libros en los que aparece
la imagen del martirio dan cabal cuenta de ello: Historia antigua de Mxico y de su
conquista, el Libro Rojo y La biblioteca del nio mexicano son parte de este proceso.
El lugar en la prensa es un tanto distinto, aqu la imagen tiene un carcter ms
marcado de atractivo y de incentivo ya que el texto que la acompaa es menos ex-
tenso y, en algunos casos, se reduce a hacer un recordatorio de la festividad corres-
pondiente al hroe, haciendo de la imagen la mejor reminiscencia.
El caso del calendario popular es muy interesante. Estos objetos eran de con-
sulta, ofrecan informacin til pero de forma distinta a los libros. Al estar dirigidos
a las clases populares, los objetos por lo general eran pequeos, manejables, concre-
tos y de contenido atractivo; incluso haba calendarios especializados, dirigidos a
ciertos intereses; como aquellos astronmicos que buscaban indicar sobre los ciclos
agrcolas. Para nuestros intereses es necesario destacar aquellos casos en que se bus-
c promover la historia prehispnica por medio de algunas escenas como la del
martirio de Cuauhtmoc.
El martirio de Cuauhtmoc en el calendario popular de 1861 acompa,
como ya lo vimos, las listas de los santorales para todo el ao y no fue la nica
ocasin en que ocurri esto. El calendario de Daz Triujeque para 1851 tambin
coloc la litografa llamada Sacrificio de Cuautemotzin entre sus pginas. Se
trata de la misma estampa que ilustra la edicin en espaol de la Historia antigua
de Mxico y la de su conquista de William H. Prescott que ya se describi aqu, en
pginas anteriores. Esta vez la estampa, form grupo con otras imgenes del mis-
mo tema como un empeo por ilustrar ese calendario con evocaciones a la poca
prehispnica y de la conquista.48
Lo que se desprende de lo dicho hasta aqu son dos cuestiones, la primera, el
claro inters aleccionador que esta escena busc. Una intencin no exenta de direc-
cin ideolgica y posicin poltica una vez que hemos mencionado que la historia
prehispnica form parte de un modelo identitario no ajeno a lo racial (lase ind-
gena) como antecedente de lo mexicano. Y la segunda cuestin, est en el campo de
la estrategia de la imagen, en este caso, las ventajas de la grfica como un medio de
divulgacin masiva en objetos que tuvieron circulacin entre grupos especficos: los
calendarios para clases populares, la prensa y los libros para los letrados y junto con
estos los libros especializados para educar a los nios. A veces no era el martirio sino
el encuentro o la aprehensin lo que ilustraba el texto, ejemplo de ello lo tenemos
en Lecturas histricas mejicanas: la conquista de Anhuac de Carlos Pereyra. 49
La grfica pues, ofreca la oportunidad de divulgacin y tambin la de repro-
duccin. Muchas veces, las ilustraciones fueron copias de cuadros o de relieves que
por sus dimensiones y su materialidad no tenan la circulacin fsica que tuvieron
las publicaciones; no obstante pudieron recorrer camino ya fuera en reproducciones
o como modelos que inspiraron las escenas (generalmente ms simplificadas) en
estampas. Estas versiones nos sirven para conocer obras hoy perdidas.
El martirio figurado en escultura o en pintura tuvo caractersticas especficas; el
tema result protagonista ejecutado en estos medios. Debemos comenzar por el relie-
ve hecho por Gabriel Guerra, pensado para exhibirse de forma permanente en un
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lugar pblico, ya que es parte del monumento conmemorativo a Cuauhtmoc en el
Paseo de la Reforma inaugurado en 1887. El relieve del martirio tiene una excelente
composicin, posee contundencia retrica y dramtica ya que es evidente lo que ocu-
rre en la escena y el papel que ocupa cada personaje; la atmsfera es simplificada y
precisa, no se necesita ms, todo ocurre alrededor del acto violento que presenciamos
como testigos, con la posibilidad de aprehenderlo muy de cerca, en cualquier momen-
to, una y otra vez. El martirio de Cuauhtmoc es presencia pblica en la ciudad, depa-
rado para cualquiera que se detenga un momento a contemplarlo; su lugar ser deci-
sivo en el monumento: refiere la culminacin del ciclo del hroe de la conquista, se
presenta casi de forma narrativa junto a la escena de la misiva de rendicin y el en-
cuentro con Corts. La obra en conjunto, fabrica los instantes anecdticos que se di-
rigen a la memoria y a la exaltacin del ejemplo viril del vencido, el valor y el estoicis-
mo en oposicin a la avaricia y a la indecencia.50 El relieve de Guerra del monumento
a Cuauhtmoc fue la primera composicin del martirio que tuvo consecuencias im-
portantes. Unos aos despus (en 1893) Leandro Izaguirre pintara El suplicio de Cuau-
htmoc inspirado en el trabajo de Gabriel Guerra, aunque menos resuelto que el relie-
ve. Esta vez tambin se trat de un encargo; el martirio formara pareja con la escena
pintada del encuentro del ltimo tlatoani con Corts (encargada a Joaqun Ramrez)
para que viajaran a la Exposicin Universal Colombina en Chicago el ao de 1893.
El ciclo de la conquista se present reinterpretado en los foros internacionales,
Cuauhtmoc se convertira en una especie de embajador del honor mexicano en el
extranjero (con sus evidentes evocaciones negativas del aquel otro, del conquistador)
que ocup un lugar en el mito de origen de la nacin, un hroe guerrero primigenio.
Otros aos viaj Cuauhtmoc para ser representante en el extranjero; an
hoy, un leo muy atractivo puede apreciarse en la Embajada de Mxico en Francia,
obra de ngel Zrraga donde est Cuauhtmoc ( F i g . 1 5 ), el hroe sublime y
espiritualizado; ya no necesita a los verdugos para oponer valores morales, se
mira enteramente santificado en la iconografa del martirologio por fuego, el
elemento del suplicio ahora es un smbolo de pureza a partir del cual brota como
sereno y convincente profeta.
Sometimiento
Ahora he de referirme a otra imagen oportunamente situada como ilustracin; en
tal sitio, no fungi como protagonista, siendo el argumento escrito lo ms impor-
tante; no obstante, su presencia ser pieza clave para demostrar que el hroe est
en relacin con aquellos que lo fabrican, lo reformulan, lo blanden y lo encumbran
para sus propios objetivos. El hroe as, es una entelequia histrica, un artilugio a
oportunidad del momento.
Concurrimos a testificar un acto solemne, se trata de un rito inicitico que se
verifica en un sitio improvisado para el efecto, cerrado por fragmentos de estructu-
ras ptreas, a modo de ruinas simtricas, decoraciones como muros y un dosel rojo
en un extremo como resquicio de escenario ceremonioso; todo sobre un magnfico
alfombrado; la concurrencia es nutrida y la mayora asisten como espectadores,
aunque tambin hay quienes desempean tareas especficas: un escribiente que re-
gistra el suceso y, en lo ms alto, hay tres hombres tocando instrumentos musicales
de distinta variedad. Al centro de la escena, una gran pila es depositaria del simb-
VIDASEJEMPLARES:MARTIRIOSPREMATUROS
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lico lquido que ofrece la renovacin
espiritual. El sujeto que acepta la inicia-
cin a una nueva fe, se inclina suave-
mente, baja la cabeza y junta las manos;
la docilidad de su gesto es remarcada
con el acto de su acompaante ms cer-
cano, quien, a modo de protector, apoya
su mano en la espalda del hincado. Un
fraile vierte sobre la cabeza del iniciado
el lquido precioso que sella una alianza
de dos partes, compromisos de obedien-
cia y de amparo.
El bautizo de Cuauhtmoc por fray
Bartolom Olmedo, es un leo de gran-
des dimensiones hecho por Jos Vivar
de Valderrama hacia la primera mitad
del siglo XVIII. La obra form parte de
un programa pictrico en la capilla de
los Talabarteros.51 No resulta extrao ni
novedoso el tema del bautizo de un no-
ble indgena ni la forma de presentarlo;
hay numerosos cuadros similares que
tenan acomodo en el contexto colo-
nial, cuando se buscaba legitimar la
dominacin.
Es muy difcil asegurar si se llev a cabo este bautizo; hasta ahora, no se ha
hecho un trabajo historiogrfico amplio sobre la biografa de Cuauhtmoc.52 Debi-
do a la ausencia de estudios, no hay respuestas a preguntas como Qu sucedi en
el lapso que va del martirio del tlatoani (1521) a su muerte en 1524 o 1525? Fernndo
de Alva Ixtlilxchitl lo coloca en esos aos como vnculo entre los conquistadores y
el pueblo, Cuauhtmoc los exhorta a pacificarse y a obedecer. Alvarado Tezozmoc
ofrece una posibilidad interesante: antes de morir, el emperador derrotado fue bau-
tizado y nombrado cristianamente Hernando de Alvarado Cuauhtemoctzin o, en
otra versin, Fernando Cuauhtemoctzin.53 El hecho de que Cuauhtmoc fuera bau-
tizado, admite importantes implicaciones para la realidad del mito de un hroe ho-
norable, construido en el siglo XIX como ya lo vimos. As pues, resulta inquietante
que la reproduccin del colosal leo se publicara precisamente a finales del siglo XIX
en una obra historiogrfica muy importante: Mxico a travs de los siglos ( F i g . 1 6 )
aparecida en cinco partes entre 1884 y 1889 con el objetivo de presentar condensada
la narracin de las diferentes evoluciones de una sociedad.54
El segundo tomo, donde fue reproducido El bautizo de Cuauhtmoc, se refie-
re a la etapa Colonial y fue escrito por Vicente Riva Palacio; para este autor, en la
Colonia se conform una individualidad social y poltica que, sintindose viril y
robusta, proclam su emancipacin en 1810. El periodo que va del 13 de agosto
de 1521 hasta el 27 de septiembre de 1821 es del desarrollo y del desenvolvimiento
para el pueblo mexicano.55
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A decir de Riva Palacio, una nacin se defina por la hechura de una raza
propia y a medida; no del predominio numrico de un grupo racial o del podero
de uno sobre otro, sino de un espritu, alma y cuerpo visibles y verificables como
particulares: hombres que sienten y piensan y creen y quieren, no slo segn su
particular organismo, sino segn la raza a la que pertenecen.56 Para nuestro autor,
la raza valedera para Mxico era la mestiza, mezcla de espaoles con indgenas. El
componente ms importante de la nacionalidad mexicana, as caracterizada, reque-
ra de ancestros fundadores, los padres primigenios de los que se sac la semilla, uno
de ellos fue Cuauhtmoc, segn Vicente Riva Palacio.
Aqu por primera vez, se identifica oficialmente al ltimo tlatoani mexica
como el ancestro ms viejo de los mexicanos. Cuauhtmoc se ubica justo al inicio
de una etapa de formacin (que comienza en 1521). Como parte del discurso sobre
el mestizaje, es que se exhibe la ilustracin del bautizo de Cuauhtmoc, representan-
do el perfecto convenio de dos partes de las que nace la nacin mexicana.
El padre del mestizaje tambin tiene presencia en otra obra de Riva Palacio,
esta vez literaria: la novela llamada Martn Garatuza aparecida por primera vez en
1868. En esta obra el autor ya expone los argumentos que ocupar aos despus en
su obra de historiografa. En la trama literaria, Cuauhtmoc no tiene un papel
central, no es caracterizado como valeroso guerrero; lo presenta como el ascen-
diente de uno de los protagonistas, como un futuro padre que avizora su lugar y
as lo enuncia: El tronco carcomido dejar lugar al retoo vigoroso; si mi nombre
muere, mi sangre fecundar esta tierra.57
El nacionalismo mestizo fue til en varios foros, como en el internacional;
pero no fue siempre bienvenido en otras arenas que rechazaban el mtico paren-
tesco con lo indgena, aunque fuera con el indgena herico que haba muerto en
la conquista, segn la propuesta. En un momento de estratificacin racial y clasi-
ficacin por fenotipos, la apariencia mestiza tuvo que ser construida con mucho
cuidado para que funcionara como espritu, alma y cuerpo visibles y verificables.
Este planteamiento no tuvo mucho xito, de ah el papel secundario que tuvo
Cuauhtmoc como representante racial de todos los mexicanos durante el siglo
XIX. La calidad de padre primigenio se recuper, sobre otros aspectos, ya en el siglo
XX, cuando el componente racial indgena fue una cualidad y ya no pesaban tanto
los valores de la honorabilidad del vencido.
Se hace necesario llamar la atencin sobre la contra-
diccin en la constitucin de la verdad del mito. Cmo po-
dan convivir escenas opuestas sobre la proeza del hroe en
la misma temporalidad? Ms an, es intrigante cuando se
seala que Vicente Riva Palacio (que ilustra su ideologa na-
cionalista y racial con el bautizo de Cuauhtmoc) tambin
fue quien, unos aos antes, concret el homenaje a Cuauht-
moc en estatuara monumental en el Paseo de la Reforma del
que resultaron dos clebres representaciones que ya hemos
descrito: la del indmito y honorable guerrero defensor de
la ciudad y la del ms logrado mrtir estoico en la hoguera.
La respuesta est en el sujeto que fue un estratega del mito,
en su ideologa, en su postura, en sus cargos, en sus obras;
VIDASEJEMPLARES:MARTIRIOSPREMATUROS
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ah aparecer claramente deshilvanada una parte en la construccin de la pica
cuauhtemista en un momento decisivo.
Vicente Riva Palacio y Guerrero fue un conocido general, miembro de un
cuerpo militar que tuvo una importante participacin para repeler la intervencin
francesa. Riva Palacio se ubic en una genealoga de hombres pblicos y reconoci-
dos; llevaba sobre s la huella de la relacin sangunea con un hroe libertador: Vi-
cente Guerrero, su abuelo por lnea materna. Fue el hijo de Mariano Riva Palacio,
personaje conocido y apreciado por sus cargos y sus iniciativas en carteras adminis-
trativas. Vicente tambin fue funcionario, hombre de poltica que ejerci cargos
locales y federales poniendo en prctica una ideologa definida: convencido liberal
y republicano. Tambin fue literato e historiador, y tom como misin de sus escri-
tos la instruccin. Estos son tan solo algunos de los cometidos que posibilitaron a
Riva Palacio primero, construir y luego, darle visibilidad a un mito heroico. Dentro
de la complicada ideologa de Vicente Riva Palacio y Guerrero, no haba contradic-
cin en el hroe Cuauhtmoc, pues operaba dignamente en los distintos campos en
que era ubicado, y as fue exhibido en los varios foros de su discurso poltico-militar-
racial-histrico-literario, lo fabric o lo adapt segn las posibilidades.
Sin embargo la verdad del mito no est slo en quien lo fabrica, tambin est
en quienes lo asimilan, lo consumen, lo reinterpretan, lo adaptan y, en algunas
ocasiones, lo niegan.
Eplogo: Quien en la sacra fuente cristalina vencedor se corona del abismo
[Parte de la leyenda del leo El bautizo de Cuauhtmoc por fray Bartolom Olmedo
de Jos Vivar de Valderrama]
La circulacin del sentido de un hroe
Una de las herramientas ms efectivas para calcular la apreciacin de una figura
pblica, es a travs de la irona; la caricatura es, por ello, uno de los medios ms
valiosos para resignificar a los personajes. Y tiene otra cualidad: al ser directa, debe
simplificar la personalizacin de los retratados destacando unos cuantos rasgos re-
conocibles por todos.
Cuauhtmoc en la caricatura est, por lo general, figurado con la frmula
que ide Norea para el monumento en el Paseo de la Reforma, algunas veces,
incluso, es todo ese monumento el que, como smbolo, alude a la gesta del tlatoani.
En Una fiesta a Cuauhtmoc ( F i g . 1 7 ,verpag.XX) , obra
de Daniel Cabrera publicada el 25 de agosto de 1889, el cari-
caturista hace burla de la conmemoracin al hroe frente al
altar patritico que es el monumento en la glorieta del Paseo
de la Reforma. Ah se presenta una comitiva del Ayuntamien-
to; todos sus miembros van ataviados a modo de los mexicas
y rinden exagerada pleitesa al ltimo emperador mexicano,
que es Porfirio Daz quien recibe cmodamente el homenaje;
todos los presentes ignoran de manera categrica a Cuauht-
moc ubicado en el ltimo plano. En esta caricatura se juzga
que todo el tinglado fabricado para lo prehispnico (como
una festividad conmemorativa), es slo la apariencia para
contener al verdadero homenajeado de oportunidad.
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Otra caricatura es El xodo de una raza ( F i g . 1 8 ) del
15 de diciembre de 1895, donde se critica al clero por un inci-
dente racista ocurrido en la Villa, y es que se inform que en
la fiesta de la Emperatriz de Mxico del 12 de diciembre haban
concurrido muy pocos indgenas; situacin extraa, ya que
era una festividad preferida de los naturales. Al buscar una
explicacin se record lo ocurrido meses antes en el mismo
lugar, el 12 octubre de ese ao, cuando se efectu la fiesta de
los artificiales, una solemnsima ceremonia donde se coron
la imagen de la virgen. A tal acto tan selecto, concurrieron
ilustres personalidades de ciertos estratos y en la ceremonia
principal no hubo cabida para los indgenas, quienes tuvieron
que salir del templo.58 La caricatura correspondiente est di-
vidida en dos partes, en una de ellas hay una familia de ind-
genas saliendo pesarosos del templo, el hombre trae sobre su
espalda una carga de oprobios y prejuicios imputados a su
raza. En otra parte de la lmina estn un par de monumentos
a hombres ejemplares: Cuauhtmoc y Jurez como pruebas de
la vala de los indgenas; ambas personalidades en oposicin
al falso hroe que ocupa el tercer pedestal.
En la siguiente lmina titulada Lo que hara Cuauhtmoc
si tuviera a su alcance a don Emilio, nuestro hroe se apersona
como el guerrero de Norea, esta vez deja de empuar la misiva ofensiva del con-
quistador para dar un jaln de oreja a un elegante caballero. De nueva cuenta es en
el mes de agosto, con motivo de la festividad cvica en su honor, que se publica la
caricatura. En esta ocasin Cuauhtmoc, como representante de los sometidos, cas-
tiga a Emilio Castelar quien personifica a los que en esos das, a travs de artculos
en peridicos espaoles, les haba dado por enaltecer la figura de Hernn Corts y
de paso, asentaban algn raspn a Cuauhtmoc. El Hijo del Ahuizote lanza una
doble advertencia a sus colegas periodistas, una con la caricatura, otra con un claro
mensaje: Nosotros opinamos porque no toquen esa cuestin [] porque an no
se acallan en la garganta de los pueblos el expresivo grito de guerra que simboliza el
odio al conquistador59
Finalmente en el mismo tono patriota frente al extran-
jero se dirige la imagen de abril de 1899 llamada Las creden-
ciales de Aspiroz ( F i g . 1 9 ) . Ese ao, por primera vez, Esta-
dos Unidos concede al representante de Mxico la calidad de
embajador, el gobierno mexicano hace el nombramiento de
Manuel Aspiroz para tal cargo, quien viaja a Washington.
Como era costumbre, se deba ofrecer un recibimiento cordial
por parte de los otros embajadores, cosa que no sucedi ya
que el representante mexicano fue desairado por sus similares
de Inglaterra, Alemania, Francia, Rusia e Italia. El malestar
pudo estar en el desacuerdo de otorgarle a Mxico la categora
de embajada que lo coloc a la par de los pases mencionados.
No obstante, haba otra interpretacin que fue la que circul
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en Mxico y la que expone la caricatura que presentamos.
Aspiroz tena una trayectoria poltica dentro del partido libe-
ral mexicano que presuntamente ofenda a los representantes
de aquellos pases: en 1867 haba desempeado el cargo de
juez fiscal en la sentencia contra Maximiliano que fue conde-
nado a la pena de muerte, como se recordar. De esta mane-
ra, dej en la historia un ejemplo de su energa y patriotismo
[] baste decir que comprendi las necesidades de la Rep-
blica y dej que la justicia descargara su mano sobre los trai-
dores y el aventurero.60 En la caricatura, Manuel Aspiroz est
parado frente al Capitolio en Washington, sostiene con una
mano el monumento a Cuauhtmoc a modo de trofeo que
lleva una corona de encino con el lema patriotismo mexica-
no; tambin lleva puestas sus credenciales que son dos gran-
des carteles con los emperadores que quisieron gobernar a
Mxico y que acabaron metafricamente en la horca, ellos
fueron Iturbide y Maximiliano. Aqu Cuauhtmoc (y ms
precisamente su monumento) se hace smbolo del patriotis-
mo frente al extranjero y expresa, tambin, el orgullo liberal
del embajador mexicano.
El ejemplo que sale de la tendencia de figurar a Cuau-
htmoc con el modelo de Norea est en El Mundo Ilustrado
con una imagen titulada Patitas asadas ( F i g . 2 0 ,verpag.
XX) , donde se hace una irona del cuadro del Suplicio de Cuau-
htmoc de Leandro Izaguirre. En la caricatura se simplifica la composicin para
convertir al verdugo que atiza la hoguera, en un cocinero que rostiza varios pies
humanos junto a los de Cuauhtmoc y Tetlepanquetzal; con lo cual resulta, en lugar
de la horrible tortura, un ocurrente cuartel de canbales; y hace de los prisioneros
unas vctimas sin motivo especial, pues ah slo interesa asar pies.
En los casos que ahora se presentan de las ilustraciones del Hijo del Ahuizote
y El Mundo Ilustrado, nos damos cuenta que la crtica mordaz que exponen est
ubicada fuera de la figura de Cuauhtmoc, siendo el hroe un elemento para carac-
terizar una situacin o para dirigir una opinin, sin colocarlo en el centro de la s-
tira. El ltimo tlatoani se asom a la caricatura como ancestro racial del indgena,
como smbolo del orgullo patrio, representante de la poca prehispnica y en opo-
sicin a las ofensas o atrevimientos de algunos extranjeros.
Lugar a parte amerita considerar otra propuesta de estas imgenes: el monu-
mento del Paseo de la Reforma como una referencia de reconocimiento visual para
Cuauhtmoc, aspecto que hoy se ha perdido. Una excelente forma de ilustrar la
asimilacin del objeto en el imaginario colectivo, nos la brinda la festividad oficial
cada 21 de agosto, el foro donde se llev a cabo desde el primer da de instituida (21
de agosto de 1887), fue ese monumento. Esto lo convierte en un hito, le dio ubicuidad
geogrfica al hroe y tambin lo hizo un escenario.
Para entender mejor este punto est la imagen ms temprana que encontra-
mos del monumento emplazado, donde se da cuenta del da de su revelacin
( F i g . 2 1 ) . La magnfica escena nos deja ver un momento de algaraba, con m-
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sica y mucho movimiento, algunos ritmos acompasados por el desplazamiento de
caballos con jinetes y al son de la banda militar, o bien al fondo, en el lento caminar
de algunos paseantes mientras otros tantos permanecen en atenta vigilancia o en
quieta contemplacin. En primer plano hay personas, de distintas edades y de cual-
quier clase social; en los siguientes planos los cuerpos se insinan con trazos dbiles
sugiriendo la lejana y la indeterminacin por cantidad, porque la vista no los alcan-
za a definir entre las idas y vueltas de una multitud aglomerada. Tambin se figuran
los follajes de rboles rebosantes, propios de un sitio de recreacin para el cuerpo y
la mirada, ajustados a un lugar de paseo. Al centro y en medio de la escena se levan-
ta el motivo de la concurrencia, el nuevo monumento del Paseo de la Reforma sur-
ge por encima de las cabezas de los presentes y entre las copas de los rboles. Ese da
de fiesta se repetira por aos subsecuentes y tuvo por contexto los mismos elemen-
tos: rboles, caminos en recta para desfilar, caminar y contemplar objetos monu-
mentales y perspectivas naturales cerradas a lo lejos por cadenas montaosas o por
un cerro que tiene en la cima un castillo. Pero esto no durar mucho, la fiesta cvica
se desgasta y el paseo slo conservar el nombre; paulatinamente los linderos mudan
rboles por mansiones y personas de a pie por vehculos. El cambio es dramtico,
pasadas un poco ms de seis dcadas como lo testifica la litografa de Vita Castro
( F i g . 2 2 ) ; en el mismo lugar slo se reconoce el monumento circundado por
autos; algunos enflaquecidos rboles son opacados por el destello del alumbrado
pblico y por algn anuncio luminoso. El monumento del honorable tlatoani ha
perdido su magnificencia y su cualidad de objeto de contemplacin, ahora se empe-
queece en el paisaje urbano ante las construcciones y la altura de los edificios que
lo cercan; pero no ha desaparecido la vitalidad del entorno, en esta ocasin son los
automviles los que pululan a su alrededor.
El monumento funcion como escenario del ritual cvico de una conmemora-
cin, con apoyo del Ayuntamiento, cada 21 de agosto por un poco ms de dos dcadas.
En esas festividades se podan observar escenas significativas de las cuales quedaron
algunas evidencias, una de ellas es la crtica de Daniel Cabrera que caricaturiz en
Una fiesta a Cuauhtmoc en 1889, como
ya lo vimos. Otro ejemplo es el reportaje
grfico de Manuel Ramos para el ao de
1900 publicado en El Mundo Ilustrado y
que ahora se expone.
Hemos sealando que el monu-
mento es smbolo y referencia de un h-
roe; hasta ese momento (1887) no hay
otra obra donde se reconozca fielmente
a Cuauhtmoc, el monumento es el ob-
jeto que, en gran medida, contribuy a
consagrar su gesta, es su contenedor. Por
ello, ser reveladora la demostracin de
interaccin con l y ante l: la comunica-
cin; el acudir (llegar hasta su lugar, des-
plazarse hacia l); la retroalimentacin
entre las personas y el objeto, acto que lo
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resignifica y lo dota de valoraciones que no se previeron; tal situacin se ubica en el
campo de la sinergia, de la forma elocuente en que tiene vida un objeto artstico.
La maana del 21 de agosto de 1900 se hizo, como cada ao, la festividad cvi-
ca en la segunda glorieta de Paseo de la Reforma. Esta vez llegaron, en un tren espe-
cial de los ferrocarriles del Distrito, cuarenta nios varones del Asilo Hunt Corts,
todos asistieron ataviados con trajes aztecas muy lujosos y apropiados. El nutrido
grupo se coloc en torno del monumento, depositaron ramilletes de flores y cuan-
do termin la ceremonia oficial, entonaron cnticos en nhuatl y el himno nacional
mexicano.61 En una de las fotografas, Moctezuma y su regia comitiva ( F i g . 2 3 ) ,
los pequeos posan (formales y serios) ante la cmara de Ramos, quien hace un
perfecto encuadre teniendo como teln de fondo un costado del
monumento. El infortunado Moctezuma est al centro de la
comitiva, sentado casi de perfil, ataviado con su diadema real y
con su macana en reposo; Cuauhtmoc, est parado junto a l
y se inclina un poco para mirarlo a la cara. Salvo este par y al-
gunos guerreros parados en la escalinata, todos los dems miran
al fotgrafo. Es una agrupacin ordenada con muy diversas fi-
sonomas y de diferentes estaturas; algunos ms pequeos aso-
man sus rostros de entre sus compaeros; tambin hay variedad
en los atuendos, se presentan todas las jerarquas guerreras y, al
parecer, toman el lugar justo dentro del grupo: un par de gue-
rreros tigre en los primeros planos introducen al espectador
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mirando a la comitiva de frente y dndonos la espalda; dos caballeros guila, tambin
en las escalinatas, mantienen guardia al emperador, seguidos de un par de abande-
rados. En suma, el orden, el arreglo, la compostura y la actitud de este encantador
grupo nos evidencia que emular a personajes prehispnicos en un contexto festivo
es cosa muy solemne y requiere del nimo preciso.
Sin duda la imagen ms elocuente del reportaje es donde el joven Jos Gue-
rrero se coloca frente al relieve del martirio y posa copiando con su persona la es-
cultura de Miguel Norea, aquella que corona el monumento y donde el ltimo
tlatoani rechaza la rendicin. Se esperara que el joven Guerrero adoptara la posicin
de la escultura y junto con su atuendo, penacho y armas, hacerse reconocible como
Cuauhtmoc; no obstante, la imagen expresa ms, y es que el imitador tambin
comunica la actitud orgullosa, estoica y valiente del monarca en bronce, lo cual
sugiere una comprensin o asimilacin de aquello que repite.
Las estatuas griegas buscaron expresar a travs de su postura congelada ciertos
ideales de conducta; un gesto de lucha deba manifestar la esencia del personaje:
ejemplificando un hecho especial ponen en evidencia una forma de accin ms
general.62 Figurar y colocar estatuas honorficas en la trama urbana no fue un hecho
trivial; su proyeccin y construccin se hacan sobre pautas conocidas e incluso fa-
miliares, el contexto de localizacin en relacin a la posibilidad de reconocimiento;
la feliz convergencia de estos elementos posibilitaban a las esculturas ser modelos de
accin. Y esto se refiere a las cualidades imputadas en la conducta de los homena-
jeados e incluso, concretamente, en la postura fsica. Al evocar una figura heroica,
los detalles se despliegan en una imagen mental, siempre y cuando apariencia y ac-
cin (adherida una a la otra) se encuentren instituidas. Asumir la postura de Cuau-
htmoc signific, primero, aceptar que haba una apariencia con la que el hroe se
reconoca, luego implicaba arrogarse su actitud, ejecutar una simbiosis con su per-
sona. Emular un modelo de accin refiere acogerse en su aire heroico y ejemplar,
propio de un arquetipo: Jurez y su rgido e inexpresivo porte o Hidalgo en activo
con su boca a grito y con estandarte en mano.
Lo cierto es que Cuauhtmoc, por algn tiempo, fue reconocido exitosamen-
te en el modelo de Norea, aunque no fue la primera escultura votiva a su persona.
El primer monumento a Cuauhtmoc se inaugur el 13 de agosto de 1869 en la glo-
rieta de Jamaica del Paseo de la Viga; obra del escultor Manuel Islas ( F i g . 2 4 ) , el
homenaje en piedra constaba de un busto sobre un pedestal con un guila al frente
y con inscripciones en los costados (en nhuatl y en espaol): Al ltimo monarca
azteca, heroico en la defensa de la Patria, sublime en el martirio: el ayuntamiento
constitucional en 1869.63 El regidor Abraham Olvera fue quien propuso la ereccin
del busto argumentado as sobre tal hroe: se distingui [] defendiendo palmo a
palmo las libertades e independencia de la Patria [es] un ejemplo a imitar por la