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RIESGOS CLIMÁTICOS EN ESPAÑA 1) Lluvias torrenciales con efectos de inundación Es el riesgo climático que mayor pérdida de vidas causa en España, y, junto a las secuencias de sequía, el que provoca más daños económicos. Los episodios de lluvia torrencial se caracterizan por la precipitación de grandes volúmenes de agua en un breve intervalo de tiempo, lo que se acompaña de crecida en los cursos fluviales, desbordamiento e inundación de terrenos situados en los tramos medio y bajo. Coincide además que estos sectores son los más antropizados en virtud del aprovechamiento histórico que el hombre ha hecho de los cursos fluviales para la actividad agraria o el propio abastecimiento de núcleos urbanos. A ello se ha sumado la ocupación intensa de las áreas litorales en las proximidades de la desembocadura de los ríos que se ha realizado en nuestro país desde los años cincuenta con fines de ocio y turismo. Si se añade a ello la propia configuración orográfica del territorio español, con sistemas de relieve próximos, y la abundancia de cursos menores que en corto espacio deben salvar grandes desniveles, lo que supone una gran capacidad de arrastre, se explicará por qué España es uno de los países europeos con mayor superficie afectada por riesgo de inundación y algunas de sus áreas (litoral mediterráneo) ocupan un puesto relevante a nivel mundial en cuanto a la magnitud de sus efectos. La tipología de las inundaciones que azotan el territorio español incluye: a) Inundaciones provocadas por precipitaciones torrenciales (>100 mm/24 h) o intensas (30 mm/media hora), hablándose, si la respuesta del aparato fluvial afectado es casi instantánea, de inundaciones “relámpago”. b) Inundaciones masivas, que afectan a grandes colectores (Ebro, Guadalquivir, Guadiana, etc.), causadas por lluvias abundantes y regulares, generalmente de origen frontal, que, tras varias jornadas, provocan un crecimiento desmesurado de los caudales, cuyo nivel llega a sobrepasar los lechos, anegándose campos y áreas urbanas. c) Desbordamientos causados por deshielos rápidos en cursos de montaña a raíz de lluvias convectivas de primavera o frontales de invierno, menos frecuentes que los anteriores. Por último, no faltan en España ejemplos de avenidas provocadas por rotura de embalses, generalmente por efecto de lluvias muy copiosas que rebasan la capacidad de acogida de los vasos. Sobresalen al respecto los episodios de Puentes, en 1802, en el curso del Guadalentín y de Tous, en el Júcar, en octubre de 1982. De todas estas modalidades, las inundaciones causadas por lluvias intensas o torrenciales son las más frecuentes en España, siendo las tierras de la fachada mediterránea las más castigadas por sus catastróficos efectos. La franja mediterránea peninsular, desde la frontera con Francia hasta la punta de Tarifa, y el archipiélago balear es el espacio que presenta una mayor frecuencia en el desarrollo de episodios de lluvia intensa y torrencial. En ella se concentra el 75 % de los registros máximos diarios de precipitación en España a lo largo del presente siglo. En esta franja se reúnen, además, los registros más elevados en una sola jornada (871 mm en Jávea -Alicante-, el 2 de octubre de 1957; 817 mm en Oliva -Valencia-, el 3 de noviembre de 1987 y 600 mm en Zurgena -Almería- y Albuñol -Granada-, el 19 de octubre de 1973). La época del año de máxima frecuencia de los episodios de lluvia torrencial varía según la región. a) En la fachada mediterránea peninsular las lluvias torrenciales tienen lugar en los meses tardoestivales, de septiembre a noviembre, cuando las aguas marinas presentan una notable anomalía térmica positiva, tras el largo verano. b) En el área pirenáica son las tormentas de verano y otoño las que provocan crecidas en los cursos fluviales de montaña. c) Las inundaciones de los grandes colectores ibéricos (Guadalquivir, Guadiana, Tajo y Duero) tienen lugar, sobre todo, en invierno, a favor de temporales de lluvia prolongados y extensos, que provocan un gran volumen total de agua. d) En la fachada cantábrica las crecidas fluviales suelen ir vinculadas a las jornadas de lluvias abundantes con la entrada de borrascas profundas en invierno, pero algunos de los episodios más dañinos han tenido lugar en el centro del verano. e) En el archipiélago canario las precipitaciones torrenciales van ligadas al desarrollo de los denominados “temporales de Canarias”, que tienen lugar en los meses de invierno cuando el

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RIESGOS CLIMÁTICOS EN ESPAÑA 1) Lluvias torrenciales con efectos de inundación

Es el riesgo climático que mayor pérdida de vidas causa en España, y, junto a las secuencias de sequía, el que provoca más daños económicos.

Los episodios de lluvia torrencial se caracterizan por la precipitación de grandes volúmenes de agua en un breve intervalo de tiempo, lo que se acompaña de crecida en los cursos fluviales, desbordamiento e inundación de terrenos situados en los tramos medio y bajo.

Coincide además que estos sectores son los más antropizados en virtud del aprovechamiento histórico que el hombre ha hecho de los cursos fluviales para la actividad agraria o el propio abastecimiento de núcleos urbanos. A ello se ha sumado la ocupación intensa de las áreas litorales en las proximidades de la desembocadura de los ríos que se ha realizado en nuestro país desde los años cincuenta con fines de ocio y turismo.

Si se añade a ello la propia configuración orográfica del territorio español, con sistemas de relieve próximos, y la abundancia de cursos menores que en corto espacio deben salvar grandes desniveles, lo que supone una gran capacidad de arrastre, se explicará por qué España es uno de los países europeos con mayor superficie afectada por riesgo de inundación y algunas de sus áreas (litoral mediterráneo) ocupan un puesto relevante a nivel mundial en cuanto a la magnitud de sus efectos. La tipología de las inundaciones que azotan el territorio español incluye: a) Inundaciones provocadas por precipitaciones torrenciales (>100 mm/24 h) o intensas (30

mm/media hora), hablándose, si la respuesta del aparato fluvial afectado es casi instantánea, de inundaciones “relámpago”.

b) Inundaciones masivas, que afectan a grandes colectores (Ebro, Guadalquivir, Guadiana, etc.), causadas por lluvias abundantes y regulares, generalmente de origen frontal, que, tras varias jornadas, provocan un crecimiento desmesurado de los caudales, cuyo nivel llega a sobrepasar los lechos, anegándose campos y áreas urbanas.

c) Desbordamientos causados por deshielos rápidos en cursos de montaña a raíz de lluvias convectivas de primavera o frontales de invierno, menos frecuentes que los anteriores. Por último, no faltan en España ejemplos de avenidas provocadas por rotura de embalses, generalmente por efecto de lluvias muy copiosas que rebasan la capacidad de acogida de los vasos. Sobresalen al respecto los episodios de Puentes, en 1802, en el curso del Guadalentín y de Tous, en el Júcar, en octubre de 1982. De todas estas modalidades, las inundaciones causadas por lluvias intensas o torrenciales son las más frecuentes en España, siendo las tierras de la fachada mediterránea las más castigadas por sus catastróficos efectos.

La franja mediterránea peninsular, desde la frontera con Francia hasta la punta de Tarifa, y el archipiélago balear es el espacio que presenta una mayor frecuencia en el desarrollo de episodios de lluvia intensa y torrencial. En ella se concentra el 75 % de los registros máximos diarios de precipitación en España a lo largo del presente siglo. En esta franja se reúnen, además, los registros más elevados en una sola jornada (871 mm en Jávea -Alicante-, el 2 de octubre de 1957; 817 mm en Oliva -Valencia-, el 3 de noviembre de 1987 y 600 mm en Zurgena -Almería- y Albuñol -Granada-, el 19 de octubre de 1973). La época del año de máxima frecuencia de los episodios de lluvia torrencial varía según la región. a) En la fachada mediterránea peninsular las lluvias torrenciales tienen lugar en los meses

tardoestivales, de septiembre a noviembre, cuando las aguas marinas presentan una notable anomalía térmica positiva, tras el largo verano.

b) En el área pirenáica son las tormentas de verano y otoño las que provocan crecidas en los cursos fluviales de montaña.

c) Las inundaciones de los grandes colectores ibéricos (Guadalquivir, Guadiana, Tajo y Duero) tienen lugar, sobre todo, en invierno, a favor de temporales de lluvia prolongados y extensos, que provocan un gran volumen total de agua.

d) En la fachada cantábrica las crecidas fluviales suelen ir vinculadas a las jornadas de lluvias abundantes con la entrada de borrascas profundas en invierno, pero algunos de los episodios más dañinos han tenido lugar en el centro del verano.

e) En el archipiélago canario las precipitaciones torrenciales van ligadas al desarrollo de los denominados “temporales de Canarias”, que tienen lugar en los meses de invierno cuando el

régimen de los alisios es sustituido por la llegada de advecciones frías de origen polar. En estas jornadas los barrancos que descienden por los relieves volcánicos se convierten en cursos de agua violentos.

El catálogo de situaciones atmosféricas que originan estos diluvios resulta variado. Todas ellas se vinculan, de algún modo, con la existencia de aire frío en las capas medias o altas de la troposfera, cuya presencia se manifiesta, sinópticamente, bajo la forma de configuraciones de vaguada y depresiones frías en altitud.

Los episodios de inundación tienen, en cuanto a los destrozos que producen, no sólo causas atmosféricas o climáticas, sino también otras de origen antrópico, como es la ocupación histórica de áreas próximas a cauces o, incluso, de los mismos lechos de inundación, para aprovechamiento agrario o urbano.

2) Sequías La sequía es un hecho natural que se manifiesta, con cierta regularidad y efectos diversos, en todas las regiones españolas. Ningún espacio del país escapa a sus manifestaciones, que no se limitan a una mengua de los totales pluviométricos anuales, sino que repercute –y de ahí su interés geográfico- en los volúmenes de agua necesarios para el mantenimiento de cultivos y el propio abastecimiento de agua potable en las ciudades, industria, centrales hidroeléctricas, amén de sus repercusiones ambientales en los caudales de los ríos y en las láminas de agua de los humedales.

Aunque las secuencias secas afectan a todas las regiones españolas, son, por lo común, aquellos territorios donde las lluvias anuales no superan 600 mm los que sufren en mayor medida las consecuencias de la reducción de las precipitaciones, más aún cuando los totales anuales se concentran en una o dos estaciones, como corresponde a los climas de raigambre mediterránea, y, dentro de ellas, en muy pocos días, resultando las lluvias escasas el resto del año.

La causa atmosférica de estos episodios se asocia a la instalación, con una frecuencia elevada, de situaciones anticiclónicas que imponen subsidencia, crean condiciones de abrigo aerológico y desplazan, a mayor latitud, la trayectoria de las borrascas de estructura frontal.

La sequía supone un desajuste, por defecto, en el ritmo anual de las precipitaciones, de manera que las cantidades que se acumulan en un territorio durante las épocas lluviosas del año se reducen de forma significativa, consolidándose así un déficit pluviométrico, que se traduce sucesivamente en una merma de volúmenes para el abastecimiento del hombre y sus actividades económicas. Este desajuste no presenta, sin embargo, intervalo fijo de aparición. En ocasiones, la alteración del régimen de lluvias dura un año ("año seco"), de manera que, tras varios meses de lluvia significativamente inferior a la media (hasta un 50% en algunas regiones), se recuperan los valores normales de lluvia. Otras veces, el desajuste pluviométrico se prolonga durante más de un año, agravándose así la disminución de agua disponible, en lo que puede denominarse secuencia de indigencia pluviométrica, de graves efectos socioeconómicos.

Los valores de reducción de lluvias respecto a la precipitación media anual resultan significativos para entender cómo se ha manifestado tradicionalmente la sequía en unos territorios y otros, puesto que la sequía comienza siempre como fenómeno atmosférico y va manifestando sus efectos, de modo gradual, en la reducción de recursos hídricos disponibles (sequía hidrológica), en la mengua de cosechas (sequía agraria) y en el desabastecimiento en el suministro de los espacios urbanos (sequía urbana).

3) Jornadas de frío intenso Compartiendo protagonismo, por su frecuencia de aparición y extensión territorial afectada, con los sucesos atmosféricos de precipitaciones torrenciales e inundaciones, las jornadas de frío intenso provocan graves pérdidas económicas para la actividad agraria y crean trastornos en la vida cotidiana, manifestados, sobre todo, en problemas de tráfico.

Se distinguen dos situaciones que tienen al frío intenso como elemento atmosférico protagonista: a) los temporales de frío y nieve. b) las jornadas de heladas fuertes.

Las primeras están relacionadas con advecciones de masas de aire muy frías en invierno (polar o ártico marítimo), que provocan la precipitación de abundante nieve en buena parte del territorio peninsular.

Las segundas tienen que ver con la instalación, durante varias jornadas, de anticiclones invernales, que crean condiciones de fuerte irradiación nocturna, con bajada de temperaturas y aparición de fenómenos de helada y escarcha.

Las áreas peninsulares, exceptuando las mayores elevaciones, donde es más frecuente el registro de temperaturas negativas son: Castilla y León, con más de 50 días de helada al año, cifra que se eleva hacia los bordes de la región en relación con la presencia de los relieves cantábricos, ibéricos y de la cordillera Central; la fosa Calatayud-Teruel, con unos 120 días al año en los lugares más fríos; el sector central de La Mancha (Campos de Calatrava, Montiel, San Juan), con 60 días, que se prolonga hacia el sur englobando el nudo hidrográfico subbético (sierras de Segura, Taibilla, Sagra); los valles pirenaicos, con más de 50 días, y, por último, el valle del Ebro, donde no se desciende de 40 días al año con temperaturas mínimas negativas. Estas áreas son, por tanto, las que presentan una estación libre de heladas más reducida. Para la Meseta norte y La Mancha el período libre de heladas ocuparía desde mediados de mayo a primeros de octubre ("nueves meses de invierno y tres de infierno"). Idéntica duración tendría la estación libre de heladas en el área pirenaica. Los registros térmicos negativos extremos en el último siglo se han registrado en las citadas áreas, destacando los –30ºC de Calamocha, durante el episodio de frío intenso de diciembre de 1963, -28,2ºC en Molina de Aragón, en enero de 1952, y -24ºC en Albacete, en las Navidades de 1970-71. La temperatura más baja reconocida por el Instituto Nacional de Meteorología se alcanzó, sin embargo, en el alto Pirineo de Lérida, en Estany Gento, el 2 de febrero de 1955, con -32ºC.

El calendario de riesgo de las jornadas de frío intenso: a) Heladas tempranas, ocurridas desde finales de noviembre a mediados de diciembre, de efectos

negativos en cultivos hortícolas (tomate y alcachofa, sobre todo) y uva de mesa. b) Período central de heladas, que va desde la segunda quincena de diciembre hasta la primera

quincena de marzo, agrupando los episodios de frío intenso con un mayor volumen de pérdidas en la actividad agraria, puesto que quedan dañados cultivos frutales que conocen entonces la floración o la maduración de sus productos (almendro, albaricoque, níspero y, sobre todo, los cítricos) (los sucesos de frío intenso de efectos más dañinos para las producciones agrarias de temporada acaecidos en el siglo XX fueron las heladas de las Navidades de 1926, de febrero de 1956, de diciembre de 1963, de las Navidades de 1970-71 y de la primera quincena de enero de 1985.

c) Heladas tardías, desde la segunda quincena de marzo hasta la primera quincena de mayo, conocidas como "heladas de primavera", que comportan graves daños en las producciones frutícolas del campo español, la mayoría en floración, según especies y variedades, a finales de marzo y, sobre todo, en abril (ciruela, melocotón, cereza, manzana, variedades tardías de almendra y uva de vino).

4) Olas y golpes de calor Son episodios atmosféricos vinculados, en las tierras ibéricas, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla a la llegada de la masa de aire sahariano. Se trata de una masa de aire tropical, cálida y seca, que en verano causa temperaturas muy elevadas, pudiendo rebasar en algunas localidades los 40ºC.

Los rasgos básicos que caracterizan este episodio atmosférico son: breve duración, puesto que no suelen exceder los 3 días; amplio espacio geográfico afectado (el que queda bajo el campo de acción de la configuración atmosférica causante del episodio) y, por último, temperaturas muy elevadas, las más altas del año meteorológico, y valores exiguos de humedad relativa.

Las olas de calor se producen en los meses estivales y aledaños; julio y agosto son los meses de máximo riesgo. No obstante, advecciones intensas de aire sahariano pueden presentarse en todos los meses de año, causando serios trastornos en la salud de los cultivos y de las personas.

Dos son las circulaciones atmosféricas que originan estos episodios: a) Cresta sahariana centrada, situación sinóptica paradigmática de las olas de calor. b) Cresta sahariana mediterránea o circulación mixta (vaguada-cresta), cuya advección de aire

sahariano afecta a la mitad oriental de la Península Ibérica y la cuenca del Mediterráneo occidental, pero no a la mitad occidental de España.

c) Relacionadas con el registro de temperatura elevadas se encuentran también las llamadas “ponentadas” o advecciones de aire muy recalentado que, especialmente en los meses centrales del verano, acceden a las tierras levantinas y del sureste de España desde el centro de la Península a través de circulaciones del oeste.

5) Tormentas de granizo

Son el riesgo meteorológico de mayor frecuencia de aparición a lo largo del año en el conjunto de las tierras ibéricas, aunque estos procesos tormentosos tienen siempre un carácter local, esto es, afectan a un territorio no muy extenso, causando, por el contrario, enormes daños.

Es un fenómeno estival en gran parte de España, entre los meses de abril y octubre, y dentro de este período es posible establecer dos picos de máxima frecuencia: los meses de mayo y junio, por un lado, y el intervalo comprendido entre mediados de agosto y mediados de septiembre.

La instalación, sobre el espacio sinóptico peninsular, de dinámicas atmosféricas asociadas a expansiones de masas de aire frías resulta esencial para el desencadenamiento de tormentas de granizo.

En virtud de la época anual de riesgo señalada (abril a diciembre) es amplia la gama de cultivos más afectados por estos fenómenos tormentosos. A afectan a variedades de naranja tardía, al níspero, a la cereza y a hortalizas, uva de vinificación y de mesa, frutales (melocotón, pera, manzana, etc), en plena maduración en esta época del año, hortalizas de temporada, tomate de invierno. Junto a estos cultivos hay que mencionar las cuantiosas pérdidas que las tormentas de granizo causan en la horticultura de ciclo manipulado que se practica en las tierras ibéricas, dado el alto valor comercial de sus cultivos y las costosas inversiones que conllevan, sobre todo cuando se efectúan bajo plástico.

Frente a las tormentas de granizo los sistemas de defensa practicados en España incluyen mallas sobre los cultivos, cohetes antigranizo y siembra de nubes con yoduro de plata mediante estufas o avionetas.

6) Episodios vinculados con vientos fuertes

Variedad de episodios en función de la disposición de los vientos y la línea de costa: los temporales de viento que causan daños en las costas españolas son de componente oeste, en Galicia, noroeste, en la fachada cantábrica, de levante, en el litoral mediterráneo, y del suroeste, en el litoral atlántico andaluz. Cambio en la percepción del riesgo frente a los temporales de viento en la costa que se ha producido en las poblaciones mediterráneas. Así, de ser episodios temidos por las gentes de la mar, que obtenía de ella el sustento, desde los años setenta, con la generalización del fenómeno turístico, los temporales de levante se ven como agente perturbador de las actividades de ocio (playas, paseos marítimos, puertos deportivos).

Las situaciones atmosféricas que originan los episodios de viento fuerte y el calendario de riesgo está en relación con la franja litoral afectada:

a) Para los temporales de viento del noroeste que afectan al norte de Galicia y la fachada cantábrica las situaciones sinópticas generadoras se relacionan con la influencia de borrascas profundas de procedencia atlántica, con gradientes horizontales de presión muy elevados.

b) Los temporales de levante que azotan la fachada mediterránea y las Baleares presentan un calendario de desarrollo preferente en los meses de otoño e invierno, cuando la frecuencia de circulaciones atmosféricas de índice bajo es mayor y, con ella, la instalación de altas de bloqueo en el espacio sinóptico europeo, causa básica de los vientos fuertes del este en las áreas citadas.

c) Por último, los temporales de viento del suroeste se relacionan con borrascas atlánticas que se sitúan en el sector marítimo del golfo de Cádiz, imprimiendo direcciones del tercer cuadrante a los vientos que acceden a las tierras ibéricas. Estas borrascas son el reflejo de la instalación de depresiones frías en altura sobre dicho espacio sinóptico. Los temporales del suroeste suelen desarrollarse en los meses de noviembre y diciembre y se acompañan, generalmente, de tiempo inestable con lluvias copiosas.

Un riesgo meteorológico vinculado a la aparición de vientos de gran velocidad son los tornados. En España no se ha dado la verdadera importancia que tienen estos episodios hasta fechas recientes, cuando una serie de tornados han causado graves, aunque localizados, daños en masas forestales, campos de cultivo o viviendas rurales y una cierta alarma social.

Desde 1989 se habrían contabilizado en España 66 fenómenos, de los cuales el 45% se registraron en las islas Baleares, donde se realiza un seguimiento detallado de las trombas marinas y fenómenos similares. Junto a este ámbito existen otras áreas de aparición de tornados: la fachada mediterránea, la depresión del Guadalquivir, el tramo final del río Guadiana y un sector central conformado por las provincias de Madrid, Guadalajara, Soria y Teruel.

La época más propia para el desarrollo de estos fenómenos coincide con los meses cálidos del año, entre mayo y octubre, y se relacionan con la instalación de vaguadas de aire polar/ártico marítimo con su eje situado al oeste o en el centro de la Península Ibérica.