revista anthropos, 224, hannah arendt

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Filosofía

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  • r e v i s t a

    H U E L L A S D E L C O N O C I M I E N T O

    Hannah ArendtPluralidad y juicio. La lectura secreta de un pensar diferente

    224

  • p r o g r a m a

    2 0 0 9

    N . 2 2 2(enero-marzo)

    VIO LEN CIA COLECTIVA Y E X TRA EID A D La otredad com o m bito de una complejidad negada

    N . 2 2 3(abril-junio)

    R E IN H A R T K O SE LLE C KLa investigacin de una historia conceptual

    y su sentido socio-poltico

    N . 2 2 4(julio-septiembre)

    H A N N A H A R E N D T Pluralidad y juicio. La lectura secreta de un pensar diferente

    N . 2 2 5(octubre-diciembre)

    W ALTER B E N JA M IN

    Suscripcin ao 2009 (N.os 222 a 225)Precio sin IVA: 54,81 Precio Espaa (IVA incluido): 57

    Gastos de envo:Europa: 15,20 Otros pases:

    Va superficie: 19,25 Va area: 58

    Caractersticas tcnicasPrecio ejemplares sueltos ISSN: 1137-3636Espaa (IVA incluido): 15,50 Formato: 17 x 24 cmExtranjero: 14,91 (+ gastos de envo) Pginas: 224

    Ventas y suscripcionesREVISTA ANTHROPOS

    Apartado de Correos, 224 08191 RUB (Barcelona, Espaa)Tel.: (34) 93 697 22 96 Fax: (34) 93 587 26 61

    [email protected] www.anthropos-editorial.com

  • r e v i s t a

    A nthroposH U E L L A S D E L C O N O C I M I E N T O

    N. 224, 2009

    Mas busca en tu espejo al otro>, Al final de la vida se revela loal otro que va contigo. qUe a v ia es ese el principio:

    Hoy es siempre todava. contingencia.A . M a cha d o A . O rtiz- O ss

    s u m a r i o

    EditorialHannah Arendt. Pensar de nuevo la contemporaneidad............................................. 3

    Proceso de Investigacin y AnlisisHANNAH ARENDT

    PERCEPCIN INTELECTUAL DE UN PROCESO HISTRICOBiografa de Hannah Arendt, por Celso Snchez Capdequ...................................... 41Breve topografa de una imaginacin reciclada, por ngela Lorena Fuster Peir.. 45Cronologa cientfica de Hannah Arendt, por Celso Snchez Capdequ................. 57Bibliografa de y sobre Hannah Arendt, por Celso Snchez Capdequ................... 59

    ARGUMENTODe la banalidad a la licuefaccin del mal: relectura actual del totalitarismo,

    por Celso Snchez Capdequ................................................................................... 62Emocracia, propaganda y martirio en el nacionalsocialismo,

    por Jess Casquete.................................................................................................... 80Qu hacemos con la poltica?, por Manuel C ruz ....................................................... 92Pensar la poltica y la comunicacin desde la apariencia,

    por Daniel H. Cabrera ................................................................................................. 100

    ANLISIS TEMTICOUna pedagoga del mundo. Aproximacin a la filosofa de la educacin

    de Hannah Arendt, por Fernando Brcena ............................................................ 113La desconfianza de Hannah Arendt: consideraciones crticas respecto

    a su pensamiento educativo, por Jos Mara Prez-Agote A gu irre ................... 139Notas sobre Hannah Arendt y los feminismos, por Fina B iru ls ............................... 151La eutanasia a travs del pensamiento de H. Arendt, por Javier Gil G imeno 158

    Colaboradores........................................................................................................................ 172

  • Laberintos: transcurso por las seas del sentidoLa voz silenciada de un Continente - Abya Y a la .......................................................... 175

    Documentacin Cultural e Informacin BibliogrficaProgreso y declive. Apndice a la historia de dos conceptos,

    por Reinhart Koselleck............................................................................................... 177La antropologa en dilogo con las humanidades, por Manuel Gonzlez de vila ... 187

    SELECCIN Y RESEA............................................................................................................. 193Recensiones...................................................................................................................... 193Noticias de edicin............................................................................................................ 220

    COMUNICACIN CIENTFICA Y CULTURAL............................................................................... 223

    Coordinador: Celso Snchez Capdequi'

    Ideacin, editorial y coordinacin general:ngel Nogueira Dobarro

    Director: Ramn Gabarros Cardona Documentacin: Assumpta Verdaguer Autonell

    Diseo grfico: Javier Delgado Serrano Comit Cientfico Asesor: Maya Aguiluz Ibargen, Hctor Arenas, Enrique Baena,

    Josetxo Beriain, Jess Camarero, Jos A. Gonzlez Alcantud, Manuel Gonzlez de Avila, Reyes Mate, Manuel Medina, Andrs Ortiz-Oss, Csar Rodrguez Garavito, Carlota Sol

    Edicin y realizacin: Anthropos Editorial. Nario, S.L.Apartado 224. 08191 Rub (Barcelona)

    Redaccin y publicidad: Tel.: (34) 93 697 28 92 revista@anthropos-editorial. com

    Administracin, ventas y suscripciones:Tel.: (34) 93 697 22 96 / Fax: (34) 93 587 26 61

    [email protected] www.anthropos-editorial.com Impresin: Novagrfik. Vivaldi, 5. Monteada i Reixac

    ISSN: 1137-3636 Depsito legal: B. 15.318-1981

    Publicacin incluida en la base de datos ISOC de Ciencias Sociales y Humanidades del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas

    Esta revista ha recibido una ayuda de la Direccin General del Libro, Archivos, y Bibliotecas del Ministerio de Cultura para su difusin en bibliotecas, centros culturales y universidades de Espaa, para la totalidad de los nmeros editados en el ao 2009

    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacin de informacin, en ninguna forma ni por ningn medio, sea mecnico, fotoqumico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.

  • e d i t o r i a l

    Hannah Arendt

    Pensar de nuevo la contemporaneidad como un proyecto excluyente de la experiencia

    histrica del sufrimiento y su actualidad. La formulacin de una filosofa poltica ms all

    de las tradiciones culturales negadas

    E n los captulos precedentes hemos recalcado repetidas veces que no slo los medios de dominacin total son ms drsticos, sino que el totalitarismo difiere esencialmente de otras formas de opresin poltica que nos son conocidas, como el despotismo, la tirana y la dictadura. All donde se alz con el poder, desarroll instituciones polticas enteramente nuevas y destruy todas las tradiciones sociales, legales y polticas del pas. Fuera cual fuera la tradicin especficamente nacional o la fuente espiritual especfica de su ideologa, el gobierno totalitario siempre transform a las clases en masas, suplant el sistema de partidos no por la dictadura de un partido, sino por un movimiento de masas, desplaz el centro del poder del ejrcito a la polica y estableci una poltica exterior abiertamente encaminada a la dominacin mundial. Los gobiernos totalitarios conocidos se han desarrollado a partir de un sistema unipartidista; all donde estos sistemas se tomaron verdaderamente totalitarios comenzaron a operar segn un sistema de valores tan radicalmente diferente de todos los dems que ninguna de nuestras categoras tradicionales legales, morales o utilitarias conforme al sentido comn pueden ya ayudamos a entenderlos, o a juzgar o predecir el curso de sus acciones.

    Si es cierto que pueden hallarse elementos de totalitarismo remontndose en la historia y analizando las implicaciones polticas de lo que habitualmente denominamos la crisis de nuestro siglo, entonces es inevitable la conclusin de que esta crisis no es una simple amenaza del exterior, bien de Alemania o de Rusia, y que no desaparecer con la muerte de Stalin ms de lo que desapareci con la cada de la Alemania nazi. Puede ser incluso que los verdaderos problemas de nuestro tiempo slo asuman su forma autntica aunque no necesariamente la ms cruel slo cuando el totalitarismo se haya convertido en algo del pasado.

    Es en la lnea de tales reflexiones donde cabe suscitar la cuestin de si el gobierno totalitario, nacido de esta crisis y, al mismo tiempo, su ms claro y nico sntoma inequvoco, es simplemente un arreglo temporal que toma sus mtodos de intimidacin, sus medios de organizacin y sus instrumentos de violencia del bien conocido arsenal poltico de la tirana, el despotismo y las dictaduras, y debe su existencia slo al fallo deplorable, pero quizs accidental, de las fuerzas polticas tradicionales-liberales o conservadoras, nacionalistas o socialistas, republicanas o monrquicas, autoritarias o democrticas. O si, por lo contrario, existe algo tal

    anthropos224

  • EDITORIAL !

    como la naturaleza del gobierno totalitario, si posee su propia esencia y puede ser comparado con otras formas de gobierno, que el pensamiento occidental ha conocido y reconocido desde los tiempos de la filosofa antigua, y definido como ellas. Si esto es cierto, entonces las formas enteramente nuevas y sin precedentes de la organizacin totalitaria y su curso de accin deben descansar en una de las pocas experiencias bsicas que los hombres pueden tener all donde viven juntos y se hallan ocupados por los asuntos pblicos. Si existe una experiencia bsica que halla su expresin poltica en la dominacin totalitaria, entonces, a la vista de la novedad de la forma totalitaria del gobierno, debe ser sta una experiencia que, por la razn que fuere, nunca ha servido anteriormente para la fundacin de un cuerpo poltico y cuyo talante general aunque pueda resultar familiar en cualquier otro aspecto nunca ha penetrado y dirigido el tratamiento de los asuntos pblicos. [...]

    En la interpretacin del totalitarismo, todas las leyes se convierten en leyes de movimiento. Cuando los nazis hablaban sobre la ley de la naturaleza o cuando los bolcheviques hablaban sobre la ley de la historia, ni la naturaleza ni la historia son ya la fuente estabilizadora de la autoridad para las acciones de los hombres mortales; son movimientos en s mismas. Subyacente a la creencia de los nazis en las leyes raciales como expresin de la ley de la naturaleza en el hombre, se halla la idea darwiniana del hombre como producto de una evolucin natural que no se detiene necesariamente en la especie actual de seres humanos, de la misma manera que la creencia de los bolcheviques en la lucha de clases como expresin de la ley de la historia se basa en la nocin marxista de la sociedad como producto de un gigantesco movimiento histrico que discurre segn su propia ley de desplazamiento hasta el fin de los tiempos histricos, cuando llegar a abolirse por s mismo. [...]

    Todas las ideologas contienen elementos totalitarios, pero stos slo se encuentran desarrollados completamente por los movimientos totalitarios y ello crea la impresin engaosa de que slo el racismo y el comunismo son totalitarios en su carcter. La verdad es, ms bien, que la verdadera naturaleza de todas las ideologas se revelaba slo en el papel que la ideologa desempea en el aparato de dominacin totalitaria. Vistos desde este aspecto, aparecen tres elementos especficamente totalitarios que son peculiares a todo el pensamiento ideolgico.

    En primer lugar, en su reivindicacin de una explicacin total, las ideologas muestran una tendencia a explicar no lo que es, sino lo que ha llegado a ser, lo que nace y perece. En todos los casos se ocupan exclusivamente de los elementos en movimiento, es decir, de la historia en el sentido habitual de la palabra. Las ideologas se hallan siempre orientadas hacia la historia, incluso cuando, como en el caso del racismo, parten aparentemente de la premisa de la naturaleza; aqu la naturaleza sirve simplemente para explicar cuestiones histricas y para reducirlas a cuestiones de naturaleza. La reivindicacin de explicacin total promete explicar todo el acontecer histrico, la explicacin total del pasado, el conocimiento total del presente y la fiable prediccin del futuro. En segundo lugar, en esta capacidad, el pensamiento ideolgico se toma independiente de toda experiencia de la que no puede aprender nada nuevo incluso si se refiere a algo que acaba de suceder. Por eso, el pensamiento ideolgico se emancipa de la realidad que percibimos con nuestros cinco sentidos e insiste en una realidad ms verdadera, oculta tras todas las cosas perceptibles, dominndolas desde este escondrijo y requiriendo un sexto sentido que nos permita ser conscientes de ella. [...]

    En tercer lugar, como las ideologas no tienen poder para trasformar la realidad, logran la emancipacin del pensamiento con respecto a la experiencia a travs de ciertos mtodos de demostracin. El pensamiento ideolgico ordena los hechos en un procedimiento absolutamente lgico que comienza en una premisa axiomticamente aceptada, deduciendo todo a partir de ah; es decir, procede con una consistencia que no existe en ninguna parte del mbito de la realidad. La deduccin puede proceder lgica o dialcticamente; en cualquier caso supone un proceso consistente de argumentacin que, porque lo considera en trminos de un proceso, se supone ser capaz de comprender el movimiento de procesos suprahumanos naturales o histricos. La comprensin se logra imitando mentalmente, bien lgica o bien dialcticamente, las leyes de los movimientos cientficamente establecidos, con los que se integra a travs del proceso de imitacin. La argumentacin, siempre un tipo de deduccin lgica, corresponde a los dos elementos de las ideologas ya mencionados el elemento de

  • EDITORIAL

    movimiento y el de emancipacin de la realidad y de la experiencia, primero, porque su pensamiento sobre el movimiento no procede de la experiencia, sino que es autogenerado, y segundo, porque transforma el nico y exclusivo punto que es tomado y aceptado de la realidad experimentada en una premisa axiomtica, dejando a partir de entonces el subsiguiente proceso de argumentacin completamente inalterado por cualquier experiencia ulterior. Una vez establecida su premisa, su punto de partida, la experiencia ya no se injiere en el pensamiento ideolgico, ni puede ser ste modificado por la realidad. [...]

    Las condiciones bajo las cuales existimos hoy en el campo de la poltica se hallan, desde luego, amenazadas por estas devastadoras tormentas de arena. Su peligro no es que puedan establecer un mundo permanente. La dominacin totalitaria, como la tirana, porta los grmenes de su propia destruccin. De la misma manera que el miedo y la impotencia de la que surge el miedo son principios antipolticos y lanzan a los hombres a una situacin contraria a la accin poltica, as la soledad y la deduccin lgico-ideolgica de lo peor que procede de ella representan una situacin antisocial y albergan un principio destructivo para toda la vida humana en comn. Sin embargo, la soledad organizada es considerablemente ms poderosa que la impotencia desorganizada de todos aquellos que son regidos por la voluntad tirnica y arbitraria de un solo hombre. Su peligro estriba en que amenaza asolar al mundo tal como nosotros lo conocemos un mundo que en todas partes parece haber llegado a un final antes de que un nuevo comienzo surja de ese final y tenga tiempo para afirmarse por s mismo.

    Al margen de tales consideraciones que como predicciones son de escasa utilidad y de menor consuelo, queda el hecho de que la crisis de nuestro tiempo y su experiencia central han producido una forma enteramente nueva de gobierno que, como potencialidad y como peligro siempre presente, es muy probable que permanezca con nosotros a partir de ahora, de la misma manera que otras formas de gobierno monarqua, repblica, tirana, dictadura, despotismo que surgieron en diferentes momentos histricos y se basan en experiencias fundamentalmente diferentes han permanecido con la humanidad al margen de sus derrotas temporales.

    Pero tambin permanece la verdad de que cada final en la historia contiene necesariamente un nuevo comienzo: este comienzo es la promesa, el nico mensaje que el fin puede producir. El comienzo, antes de convertirse en un acontecimiento histrico, es la suprema capacidad del hombre; polticamente, se identifica con la libertad del hombre. Initium ut esset homo crecitus est (para que un comienzo se hiciera fue creado el hombre), dice Agustn. Este comienzo es garantizado por cada nuevo nacimiento; este comienzo lo constituye, desde luego, cada hombre.

    [Hannah Arendt, Los orgenes del totalitarismo, Prlogo de Salvador Giner, Alianza Editorial, Madrid, 2007, pp. 617-618, 621, 630, 631, 639-640.]

    * * *

    Con la expresin vita activa me propongo designar tres actividades fundamentales: labor, trabajo y accin. Son fundamentales porque cada una corresponde a una de las condiciones bsicas bajo las que se ha dado al hombre la vida en la tierra.

    Labor es la actividad correspondiente al proceso biolgico del cuerpo humano, cuyo espontneo crecimiento, metabolismo y decadencia final estn ligados a las necesidades vitales producidas y alimentadas por la labor en el proceso de la vida. La condicin humana de la labor es la misma vida.

    Trabajo es la actividad que corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre, que no est inmerso en el constantemente repetido ciclo vital de la especie, ni cuya mortalidad queda compensada por dicho ciclo. El trabajo proporciona un artificial mundo de cosas, claramente distintas de todas las circunstancias naturales. Dentro de sus lmites se alberga cada una de las vidas individuales, mientra que este mundo sobrevive y trasciende a todas ellas. La condicin humana del trabajo es la mundanidad.

    La accin, nica actividad que se da entre los hombres sin la mediacin de cosas o materia, corresponde a la condicin humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo. Mientras que todos los aspectos de la condicin humana estn de algn modo relacionados con la poltica, esta pluralidad es

    anth ropos 224

  • 6 EDITORIAL

    especficamente la condicin no slo la conditio sine qua non, sino la conditio per quam de toda vida poltica. [...]

    Estas tres actividades y sus correspondientes condiciones estn ntimamente relacionadas con la condicin ms general de la existencia humana: nacimiento y muerte, natalidad y mortalidad. La labor no slo asegura la supervivencia individual, sino tambin la vida de la especie. El trabajo y su producto artificial hecho por el hombre, concede una medida de permanencia y durabilidad a la futilidad de la vida mortal y al efmero carcter del tiempo humano. La accin, hasta donde se compromete en establecer y preservar los cuerpos polticos, crea la condicin para el recuerdo, esto es, para la historia. Labor y trabajo, as como la accin, estn tambin enraizados en la natalidad, ya que tienen la misin de proporcionar y preservar prever y contar con el constante aflujo de nuevos llegados que nacen en el mundo como extraos. [...]

    La condicin humana abarca ms que las condiciones bajo las que se ha dado la vida al hombre. Los hombres son seres condicionados, ya que todas las cosas con las que entran en contacto se convierten de inmediato en una condicin de su existencia. El mundo en el que la vita activa se consume, est formado de cosas producidas por las actividades humanas; pero las cosas que deben su existencia exclusivamente a los hombres condicionan de manera constante a sus productores humanos. Adems, de las condiciones bajo las que se da la vida del hombre en la Tierra, y en parte fuera de ellas, los hombres crean de continuo sus propias y autoproducidas condiciones que, no obstante su origen humano y variabilidad, poseen el mismo poder condicionante que las cosas naturales. Cualquier cosa que toca o entra en mantenido contacto con la vida humana asume de inmediato el carcter de condicin de la existencia humana. De ah que los hombres, no importa lo que hagan, son siempre seres condicionados. Todo lo que entra en el mundo humano por su propio acuerdo o se ve arrastrado a l por el esfuerzo del hombre pasa a ser parte de la condicin humana. El choque del mundo de la realidad sobre la existencia humana se recibe y siente como fuerza condicionadora. La objetividad del mundo su carcter de objeto o cosa y la condicin humana se complementan mutuamente; debido a que la existencia humana es pura existencia condicionada, sera imposible sin cosas, y stas formaran un montn de artculos no relacionados, un no-mundo, si no fueran las condiciones de la existencia humana.

    Para evitar el malentendido: la condicin humana no es lo mismo que la naturaleza humana, y la suma total de actividades y capacidades que corresponden a la condicin humana no constituye nada semejante a la naturaleza humana... El cambio ms radical que cabe imaginar en la condicin humana sera la emigracin de los hombres desde la Tierra hasta otro planeta. Tal acontecimiento, ya no totalmente imposible, llevara consigo que el hombre habra de vivir bajo condiciones hechas por el hombre, radicalmente diferentes de las que le ofrece la Tierra. Ni labor, ni trabajo, ni accin, ni pensamiento, tendran sentido tal como los conocemos. No obstante, incluso estos hipotticos vagabundos seguiran siendo humanos; pero el nico juicio que podemos hacer con respecto a su naturaleza es que continuaran siendo seres condicionados, si bien su condicin sera, en gran parte, autofabricada. [...]

    Las condiciones de la existencia humana la propia vida, natalidad y mortalidad, mundanidad, pluralidad y la Tierra nunca pueden explicar lo que somos o responder a la pregunta de quines somos por la sencilla razn de que jams os condicionan absolutamente. sta ha sido desde siempre la opinin de la filosofa, a diferencia de las ciencias antropologa, psicologa, biologa, etc. que tambin se preocupan del hombre. Pero en la actualidad casi cabe decir que hemos demostrado incluso cientficamente que, si bien vivimos ahora, y probablemente seguiremos viviendo, bajo las condiciones terrenas, no somos simples criaturas sujetas a la Tierra. La moderna ciencia natural debe sus grandes triunfos al hecho de haber considerado y tratado a la naturaleza sujeta a la Tierra desde un punto de vista verdaderamente universal, es decir, desde el de Arqumedes, voluntaria y explcitamente considerado fuera de la Tierra. [...]

    Theoria o contemplacin es la palabra dada a la experiencia de lo eterno, para distinguirla de las dems actitudes, que como mximo pueden ataer a la inmortalidad. Cabe que el descubrimiento de lo eterno por parte de los filsofos se viera ayudado por su muy justificada duda sobre las posibilidades de la polis en cuanto a inmortalidad o incluso permanen

  • EDITORIAL 7

    cia, y cabe que el choque sufrido por este descubrimiento fuera tan enorme que les llevara a despreciar toda lucha por la inmortalidad como si se tratara de vanidad y vanagloria, situndose en abierta oposicin a la antigua ciudad-estado y a la religin que haba inspirado. Sin embargo, la victoria final de la preocupacin por la eternidad sobre toda clase de aspiraciones hacia la inmortalidad no se debe al pensamiento filosfico. La cada del Imperio Romano demostr visiblemente que ninguna obra salida de manos mortales puede ser inmortal, y dicha cada fue acompaada del crecimiento del evangelio cristiano, que predicaba una vida individual imperecedera y que pas a ocupar el puesto de religin exclusiva de la humanidad occidental. Ambos hicieron ftil e innecesaria toda lucha por una inmortalidad terrena. Y lograron tan eficazmente convertir a la vita activa y al bios politikos en asistentes de la contemplacin, que ni siquiera el surgimiento de lo secular en la Edad Moderna y la concomitante inversin de la jerarqua tradicional entre accin y contemplacin bast para salvar del olvido la lucha por la inmortalidad, que originalmente haba sido fuente y centro de la vita activa. [...]

    [Hannah Arendt, La condicin humana, Introduccin de Manuel Cruz, Editorial Paids, Barcelona, 1993, pp. 21-24, 25, 33.]

    * * *Al comienzo de estas consideraciones, previne de un defecto caracterstico de todos los anlisis crticos de la facultad de la voluntad. Se trata de un defecto obvio, pero fcil de pasar por alto cuando se discuten los argumentos y contraargumentos concretos: simplemente que toda filosofa de la Voluntad es concebida y articulada no por hombre de accin sino por filsofos [...] De todos los filsofos y telogos examinados, slo Duns Escoto estaba dispuesto a pagar el precio de la contingencia por el don de la libertad capacidad espiritual que tenemos de iniciar algo nuevo, algo que sabemos que igual podra no ser. Sin duda, los filsofos se han sentido ms satisfechos con la necesidad que con la libertad porque para tratar sus asuntos necesitan una tranquilinas animae (Leibniz), una paz de espritu que fundada en la aquiescencia sibi de Spinoza, el acuerdo consigo mismo slo puede ser garantizada de manera efectiva por un consentimiento con el orden del mundo. El s mismo que la actividad de pensar descuida al retirarse del mundo de las apariencias es afirmado v garantizado por la reflexividad de la Voluntad. Del mismo modo que el pensamiento prepara el s mismo para el rol de espectador; la voluntad lo modela en un yo duradero que dirige todos los actos particulares de volicin; crea el carcter del s mismo y por ello ha sido interpretada a veces como el principium individuationis, la fuente de la identidad especfica de la persona.

    Con todo, precisamente esta individuacin originada por la Voluntad es la que da lugar a nuevos y serios problemas relativos a la idea de libertad. [...]

    A diferencia del poder espiritual de la voluntad para afirmar o negar y cuya ltima garanta prctica es el suicidio, el poder poltico, incluso si los partidarios del tirano consienten el terror es decir, el uso de la violencia es siempre un poder limitado, y dado que el poder y la libertad en la esfera de la pluralidad humana son, de hecho, sinnimos, esto significa tambin que la libertad poltica es siempre una libertad limitada.

    La pluralidad humana, el ellos sin rostro del que el S mismo individual se separa para estar solo, se divide en un gran nmero de unidades, y nicamente en tanto que miembros de tal unidad, esto es, de una comunidad, los hombres estn listos para la accin. La multiplicidad de estas comunidades se muestra en muchas formas y configuraciones, cada una de ellas obedeciendo a leyes diferentes, teniendo distintos hbitos y costumbres y acogiendo recuerdos diversos del pasado, es decir, un amplio abanico de tradiciones. [...]

    El nico rasgo comn a todas estas formas y configuraciones de la pluralidad humana es el simple hecho de su gnesis, es decir, que en algn momento y por alguna razn un grupo de gente tiene que haber llegado a pensar en s mismo en trminos de un Nosotros. Al margen de cmo se experimente y articule este Nosotros, parece que siempre se necesita un comienzo, y nada parece ms envuelto en la oscuridad y en el misterio que aquel En el principio; no slo el de la especie humana en tanto que distinta de los dems organismos vivos, sino tambin el de la enorme variedad de sociedades indudablemente humanas. [...]

    Como sabemos, segn Agustn de Hipona, Dios cre al hombre como una criatura temporal, homo temporalis; el tiempo y el hombre fueron creados conjuntamente, y esta tempo

    anthropos 224

  • EDITORIAL

    ralidad quedaba afirmada por el hecho de que todos deban su existencia no slo a la multiplicacin de la especie, sino al nacimiento, la llegada de una criatura nueva que hace su aparicin en medio del continuum temporal del mundo en tanto que algo enteramente nuevo. El propsito de la creacin del hombre era hacer posible un comienzo'. Con el fin de que ste (un principio) existiera fue creado el hombre, anterior al cual no existi ninguno (Initium [...] ergo ut esset, creatus est homo, ante quem nullus fuit). La capacidad misma de comenzar se enraiza en la natalidad, y en modo alguno en la creatividad; no se trata de un don, sino del hecho de que los seres humanos, los nuevos hombres, aparecen una y otra vez en el mundo en virtud de su nacimiento.

    Soy plenamente consciente de que este razonamiento, incluso en la versin agustiniana, es hasta cierto punto opaco y que parece no decimos ms que estamos condenados a ser libres por el hecho de haber nacido, sin importar si nos gusta la libertad o si abominamos de su arbitrariedad, si nos complace o si preferimos escapar a su espantosa responsabilidad adoptando alguna suerte de fatalismo. Este impasse, si es tal, slo puede ser solucionado o deshecho apelando a otra facultad espiritual, tan misteriosa como la facultad de comenzar: la facultad del juicio; un anlisis de la misma, como mnimo, podra decimos qu est en juego en nuestros placeres y displaceres. [...]

    Sabemos, gracias al propio testimonio del filsofo, que el momento decisivo de su vida fue el descubrimiento (en 1770) de las facultades cognitivas del espritu humano y de sus limitaciones, cuya elaboracin le llev ms de diez aos y que public como Crtica de la razn pura. A travs de su correspondencia sabemos tambin lo que esa inmensa labor de tantos aos supuso para el resto de sus planes o ideas. Dice, refirindose a este tema primordial, que le aplaz y obstruy como una presa todas las dems materias que haba esperado concluir y publicar; que fue como una piedra que le cerraba el camino, que slo quedara libre una vez que hubiera sido apartada. [...] Antes del acontecimiento de 1770, Kant haba proyectado escribir, y publicar de inmediato, La metafsica de las costumbres, obra que sera escrita y publicada treinta aos despus. Sin embargo, en esa fecha temprana, el libro se anunci bajo el ttulo de Crtica del gusto moral. Cuando Kant volvi a trabajar en la tercera crtica, sigui llamndola al principio Crtica del gusto. Sucedieron, as, dos cosas: tras la cuestin del gusto, tema predilecto del siglo xvm, Kant haba descubierto una facultad humana completamente nueva, el juicio. Y, al mismo tiempo, sustrajo las proposiciones morales de la competencia de esta nueva facultad. En otras palabras: ahora es algo ms que el gusto lo que va a discernir entre lo bello y lo feo; pero la cuestin (moral) del bien y del mal no ser resuelta ni por el gusto ni por el juicio, sino slo por la razn.

    [Hannah Arendt, La vida del espritu, Editorial Paids, Barcelona, 2002, pp. 428-429, 435-436,450-451,453.]

    * * *

    Por lo que respecta a sus poetas en lengua no juda, el pueblo judo ha sido tan generoso como irreflexivo. Se los ha dejado quitar sin protestar y los ha donado a la apologa de otros pueblos, sin haber podido evitar con ello que se cargara escrupulosamente en su cuenta ser el origen de falsificadores de cheques y comerciantes. Sin duda, los ltimos intentos de reunir y catalogar a todas las celebridades de origen judo imaginables han sido tiles para los filosemitas o antisemitas profesionales, pero en la historia del pueblo figuran ms como fosas comunes en las que enterrar a los olvidados que como monumentos erigidos a aquellos a los que se recuerda y quiere. [...]

    De la desmembracin del pueblo judo (en realidad un nico cuerpo) los peor parados fueron los que, viviendo en los pases de la emancipacin, en vez de ceder a la tentacin del mimetismo estpido o de la carrera de parven, intentaron tomarse el gozoso mensaje de la emancipacin ms en serio de lo que nadie haba pretendido nunca y ser en su condicin de judos seres humanos. [...]

    Cualquiera que experimentara la ambigua libertad de la emancipacin y la an ms ambigua igualdad de la asimilacin tena clara conciencia de que el destino del pueblo judo en Europa no slo era el de un pueblo oprimido, sino tambin el de un pueblo paria (Max Weber). La existencia poltica como pueblo se reflejaba en la condicin socialmente paria, fuera de la sociedad, de sus individuos. Por eso los poetas, escritores y artistas

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    judos crearon la figura del paria, una nueva idea del ser humano muy importante para la humanidad moderna. La influencia de esta figura en el mundo no judo contrasta grotescamente con el silenciamiento espiritual y poltico al que su propio pueblo ha condenado a estos grandes judos. Sin embargo, para el historiador que mire retrospectivamente forman una tradicin, aunque sea oculta, basada no tanto en el cultivo consciente de la continuidad como en la persistencia y profundizacin durante ms de un siglo de unas determinadas condiciones, bsicamente las mismas, a las que se ha respondido con un concepto, fundamentalmente el mismo, pero cada vez ms extenso. Puede que la base sobre la que la figura del paria se cre y se fue renovando con cada generacin fuera reducida, pero precisamente entre los judos asimilados era ms grande de lo que podra suponerse por la historia juda oficial. En las pginas que siguen queremos destacar, de una evolucin que empieza con Salomon Maimn y termina con Franz Kafka, slo cuatro conceptos esenciales del paria como figura popular juda. Nos parece que entre el Schlemihl y el Seor del mundo de los sueos de Heine, el paria conciente de Bemard Lazare, la representacin grotesca del sospechoso de Charlie Chaplin y la recreacin potica del destino de un ser humano, que no es sino alguien de buena voluntad, de Kafka, existe una relacin plena de sentido que caracteriza a todos los conceptos genuinos y todas las ideas esenciales, una vez que los alumbra la historia. []

    Mientras los judos europeos slo fueron parias sociales, gran parte de ellos pudo salvarse gracias a la servidumbre interior de la libertad exterior (Achad Haam), a una existencia de parven constantemente amenazada. Pero la parte restante, los que creyeron que ste era un precio demasiado alto a pagar, pudieron gozar con relativa tranquilidad de la libertad e invulnerabilidad de una existencia de paria; un paria que, si bien no pintaba nada en la realidad poltica efectiva, al menos conservaba aunque fuera en una pequea esquina perdida del mundo la conciencia de la libertad y la humanidad. En este sentido, la existencia de paria, a pesar de su inesencialidad poltica, no era absurda.

    No lo fue hasta que en el transcurso del siglo XX el suelo se abri bajo los pies de los judos y los cimientos de la poltica se hundieron en el vaco, convirtiendo al paria social y al parven social en outlaws polticos en todas partes. En la lengua de nuestra tradicin oculta esto significa que la proteccin del cielo y la tierra no protege del asesinato y que a uno se le puede ahuyentar de calles y plazas antao abiertas a todo el mundo. Slo ahora resulta claramente comprensible para todos que la libertad absurda, la temeraria invulnerabilidad del individuo slo haban sido el comienzo del absurdo sufrimiento de todo un pueblo.

    En este mundo del siglo XX nadie puede arreglrselas fuera de la sociedad, ni como Schlemihl ni como Seor del mundo de los sueos. Ya no hay salidas individuales; ni para el parven que firma por su cuenta la paz con un mundo en el que no se puede ser humano siendo judo, ni para el paria que cree poder renunciar individualmente a este mundo. El realismo del uno no es menos utpico que el idealismo del otro.

    El tercer camino, el sealado por Kafka, el camino por el que uno intenta con la mayor modestia y renunciando a la libertad y a la invulnerabilidad alcanzar su pequeo propsito, no es utpico pero como mucho cosa que el mismo Kafka deja bien clara conduce a aleccionar al mundo, no a cambiarlo (y adems sobrepasa las fuerzas del ser humano). En efecto, este propsito mnimo, hacer realidad los derechos del ser humano, es, precisamente por su sencilla elementalidad, el ms grande y difcil que puede hacerse el ser humano. Slo dentro de un pueblo puede un ser humano vivir como ser humano entre humanos (si no quiere morir de agotamiento), Y slo en comunidad con otros pueblos puede un pueblo ayudar a constituir en esta tierra habitada por todos nosotros un mundo humano creado y controlado por todos nosotros en comn. [...]

    Lo que en Kafka resulta tan moderno y al mismo tiempo es tan inusual entre sus contemporneos y en su crculo de escritores de Praga y de Viena es precisamente el hecho de que l jams se present a s mismo como un genio ni como la encamacin de ninguna grandeza objetiva, y que por otra parte se neg radicalmente a someterse a todo tipo de destino. l no estaba enamorado del mundo tal como es, y de la naturaleza deca que su superioridad sobre el hombre slo durara mientras yo os deje en paz. Lo que de verdad le importaba era la posibilidad de un mundo construido por los hombres, un mundo en el que la accin del hombre no dependiese de otra cosa ms que de l mismo, de su propia espon

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    taneidad, y en el que la sociedad humana se rigiese por las leyes instituidas por los hombres, y no por fuerzas ocultas, fuesen stas buenas o malas. Y en este mundo, que no era un simple sueo, sino un mundo que haba que empezar a construir inmediatamente, Kafka no quera en modo alguno ser alguien excepcional, sino un ciudadano ms, un miembro de la comunidad.

    [Hannah Arendt, La tradicin oculta, Editorial Paidos, Barcelona, 2004, pp. 49-51,73-74,106.]k 1c ie

    1. La poltica se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Dios ha creado al hombre (Mensch), los hombres son un producto humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana. Puesto que la filosofa y la teologa se ocupan siempre del hombre, puesto que todos sus enunciados seran correctos incluso si slo hubiera un hombre, o dos hombres, o nicamente hombres idnticos, no han encontrado ninguna respuesta filosficamente vlida a la pregunta: qu es la poltica? Peor todava: para todo pensamiento cientfico slo hay el hombre tanto en la biologa o la psicologa como en la filosofa y la teologa, as como para la zoologa slo hay el len. Los leones seran una cuestin que slo concernira a los leones.

    En todos los grandes pensadores incluido Platn es llamativa la diferencia de rango entre sus filosofas polticas y el resto de su obra. La poltica nunca alcanza la misma profundidad. La ausencia de profundidad de sentido no es otra cosa que la falta de sentido para la profundidad en la que la poltica est anclada.

    2. La poltica trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos. Los hombres se organizan polticamente segn determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias. En la medida en que se construyen cuerpos polticos sobre la familia y se los entiende a imagen de sta, se considera que los parentescos pueden, por un lado, unir a los ms diversos y, por otro, permitir que figuras similares a individuos se distingan las unas de las otras.

    En esta forma de organizacin, efectivamente, tanto se disuelve la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos los hombres. En ambos casos, la ruina de la poltica resulta del desarrollo de cuerpos polticos a partir de la familia. Con esto ya se da a entender lo que en la imagen de la Sagrada Familia es simblico, la opinin de que Dios ha creado no tanto al hombre como a la familia.

    3. Cuando se ve en la familia ms que la participacin, esto es, la participacin activa, en la pluralidad, se empieza a jugar a ser Dios, es decir, a hacer como si naturaliter se pudiera escapar del principio de la diversidad. En vez de engendrar a un hombre, se intenta, a imagen fiel de s mismo, crear al hombre.

    Desde un punto de vista prctico-poltico, sin embargo, la familia adquiere su arraigado significado por el hecho de que el mundo est organizado de tal modo que en l no hay ningn refugio para el individuo, para el ms diverso. Las familias se fundan como albergue y fortificacin en un mundo inhspito y extrao en el que uno desea establecer parentescos. Este deseo conduce a la perversin fundamental de lo poltico, porque, a travs de la introduccin del concepto de parentesco, suprime, o ms bien pierde, la cualidad fundamental de la pluralidad.

    4. El hombre, tal como filosofa y teologa lo entienden, slo existe o se realiza en la poltica con los mismos derechos que los ms diversos se garantizan. En esta garanta voluntaria y en la concesin de una exigencia de igualdad jurdica, se reconoce que la pluralidad de los hombres, que deben su pluralidad nicamente a s mismos, tiene que agradecer su existencia a la creacin del hombre.

    5. La filosofa tiene dos buenos motivos para no encontrar nunca el lugar donde surge la poltica. El primero es:

    a) Zoon poltikon: como si hubiera en el hombre algo poltico que perteneciera a su esencia. Pero esto no es as; el hombre es a-poltico. La poltica nace en el Entre-los- hombres, por lo tanto completamente fuera del hombre. De ah que no haya ninguna substancia propiamente poltica. La poltica surge en el entre y se establece como relacin. As lo entendi Hobbes.

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    -------------- --------------------------- " J , b) La rePresentacin monotesta de Dios, a cuya imagen y semejanza debe haber do creado el hombre, los hombres son una repeticin ms o menos afortunada del

    mismo El hombre creado a semejanza de la soledad de Dios es la base del hobbesiano State o fn a tu re as a w ar o fa ll against all. Es la guerra de uno contra todos los otros que son odiados porque existen sin sentido sin sentido para el hombre creado a imagen de la soledad de Dios...6. Es tan difcil darse cuenta de que debemos ser realmente libres en un territorio deli

    mitado, es decir, ni empujados por nosotros mismos ni dependientes de material dado alguno. Slo hay libertad en el particular mbito del entre de la poltica. Ante esta libertad nos refugiamos en la necesidad de la historia. Una absurdidad espantosa.

    7. Podra ser que la misin de la poltica fuera elaborar un mundo tan transparente para la verdad como la creacin de Dios. En el sentido del mito judeo-cristiano esto significara: el hombre, creado a imagen de Dios, ha recibido una fuerza generadora para organizar al hombre a semejanza de la creacin divina. Esto probablemente es un disparate. Pero sera la nica demostracin y justificacin posible de la idea de una ley natural.

    En la absoluta diversidad de todos los hombres entre s, que es mayor que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en la pluralidad, est contenida la creacin del hombre por Dios. Ah, sin embargo, la poltica no tiene nada que hacer. Pues la poltica organiza de antemano a los absolutamente diversos en consideracin a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los relativamente diversos.

    [Hannah Arendt, Qu es la poltica?, Introduccin de Fina Biruls, Editorial Paids, Barcelona, 1997, pp. 45-47.]

    L o s orgenes del totalitarismo y su naturaleza ideolgica. Se refiere la autora, en este prim er texto, al concepto de totalitarismo respecto a otras form as histricas de opresin poltica. Una de sus funciones m s sealadas ha sido la eliminacin de todas las instituciones sociales, legales y polticas del pas. Otro aspecto, no m enos im portante, fue la transform acin de las clases en masas. E n este sistem a de poder, ste pas del ejrcito a la polica y, asimismo, la poltica exterior se orient siem pre a la dom inacin m undial. Por otra parte, sus valores son siem pre de constante intim idacin. Y as todas las leyes de esta teora poltica pasan a ser constantem ente leyes del m ovimiento ideolgico.

    La ideologa se m uestra nicam ente en la funcin que desem pea en el aparato de dom inacin totalitaria. Lo cual se concreta en tres elementos peculiares. En el prim ero, dice relacin a una explicacin total, a aquella que ha llegado a ser, lo que nace y perece. En segundo lugar, el pensam iento ideolgico se to m a independiente de toda experiencia. Por ltimo, las ideologas, logran la em ancipacin del pensam iento con respecto a la realidad social. Con todo, hem os de tener en cuenta que la dominacin totalitaria..., porta los grm enes de su propia destruccin.

    Ahora bien, la teora poltica y antropolgica de H annah Arendt, se funda en el siguiente pensam iento que ilum ina e innova todo el sentido de su obra: cada final en la historia contiene necesariam ente un nuevo comienzo que configura u na promesa. Lo cual constituye, a su vez, la suprem a capacidad del hom bre y polticam ente se identifica con su libertad.

    La condicin hum ana y sus tareas fundamentales: labor, trabajo y accin corresponden a las condiciones bajo las que el hom bre vive actualm ente en la tierra. Las tres tareas form an parte de la estructura del ser hum ano desde m atices y actividades diferentes: el proceso biolgico; el surgim iento y creacin de lo artificial y, finalmente, la accin correspondiente sin otras m ediaciones a la condicin hum ana de la pluralidad. Por consiguiente, dichas actividades bsicas de la condicin hum ana estn ntim amente relacionadas... con el nacim iento y m uerte, natalidad y m ortalidad.anthropos224

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    Im portante en su teora, especialmente poltica, es tener en cuenta que el hombre es siem pre un ser condicionado, pese a su capacidad de creacin y produccin de cosas. Con todo, nos advierte la autora algo m uy preciso: la condicin hum ana no es lo m ismo que la naturaleza hum ana. Por eso m ism o las condiciones de la existencia hum ana... nunca pueden explicar lo que somos y m enos todava quines somos. Pero no estam os condicionados de form a absoluta y, en consecuencia, nos hallam os abiertos a lo eterno. No podem os olvidar que en otra poca, tanto la accin com o la contemplacin nos enfrentaron con la inm ortalidad, fuente y centro de la vita activa.

    La vida del espritu y la funcin filosfica de las facultades cognitivas y experiencia- les. Generalmente, carecemos de voluntad para pagar el precio que se nos exige por el ejercicio de la libertad y asum ir as la contingencia com o una form a adecuada de decidir o proyectar la vida en el m bito del tiem po histrico. Todo lo cual se expresa en la capacidad espiritual que tenem os de iniciar algo nuevo, algo que podra no ser. Pese a todo, el poder poltico es siempre un poder limitado. De este modo, poder y libertad en la esfera de la pluralidad hum ana son, de hecho, sinnimos.

    De todas formas, los hom bres estaran listos para la accin, nicam ente como m iem bros de una unidad, de una com unidad. La m ultiplicidad de estas comunidades se m uestra en infinidad de configuraciones. El elemento com n es su gnesis que culm ina en un nosotros. Esta tesis que form ula aqu la autora es sum am ente im portante.

    H annah Arendt dice: el propsito de la creacin del hom bre era hacer posible un com ienzo y esta facultad o potencia aparece intrnsecam ente en la natalidad. Y as los nuevos hom bres, aparecen una y o tra vez en el m undo en virtud de su nacimiento, no de la creatividad, estarem os condenados a ser libres? La lectura de los textos de H annah Arendt nos lleva a ciertos descubrim ientos cognitivos elaborados y m editados por Kant.

    La tradicin oculta y la experiencia del pueblo judo, su creacin intelectual y aportacin cultural a u n contexto social e histrico determ inado. El pueblo judo en las circunstancias del holocausto y exterm inio de su grupo tnico y cultural acta generosam ente con su entorno, pero, a pesar de todo es excluido y rechazado, desm em brado com o pueblo y etnia hasta aceptar sobre s el nom bre de paria.

    Y as cualquiera que experim entara la am bigua libertad de la em ancipacin y la an m s am bigua igualdad de la asim ilacin tena clara conciencia de que el destino del pueblo judo en Europa, no slo era el de un pueblo oprimido, sino tam bin de un pueblo paria. Y esta condicin se refleja en su existencia poltica.

    El silencio ha acom paado a las grandes figuras intelectuales judas. Kafka fue el intrprete y configurador de la conciencia y el espritu judo de esa poca. Y lo que de verdad le im portaba era la posibilidad de un m undo constituido por hom bres, un m undo en el que la accin, del hom bre no dependiese de o tra cosa m s que de l m ism o, de su propia espontaneidad. Y en definitiva, el hom bre pudiese vivir responsablem ente segn sus propias leyes y no som etido a fuerzas ocultas. En este clim a cultural y valorativo Kafka nicam ente quiere ser un ciudadano ms.

    * * *Qu es la poltica?, se pregunta H annah Arendt. Una cuestin que se despliega en el contenido y en la naturaleza de la pluralidad de hombres. Su fundam ento se asienta, en el hecho de la pluralidad de hombres. La poltica, as, es la vinculacin activa de los diversos. En la pluralidad est contenida la creacin del hombre.

    De esta form a la poltica organiza de an tem ano a los abso lu tam ente diversos en consideracin a un a igualdad relativa y para diferenciarlos de los relativamente diversos.

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    1. Hannah Arendt: una mirada nueva acerca de un pensar revelador de las ideas ocultas de la historia

    Nos parece que esta form ulacin epigrfica ofrece una visin panorm ica y sucinta del contenido de este nm ero de la Revista Anthropos.

    Una peculiaridad de H annah Arendt es que ella investiga y elige aquellos m bitos cognitivos y textos donde otros han dado por finalizado su m ensaje y revelacin histrica. Su m irada nueva y limpia descubre argum entos que se ocultan tras algunas ideas.

    El prim er estudio de Celso Snchez-Capdequi nos sita frente al texto de la biografa de H annah Arendt en el m bito de la modernidad. Parte el autor del hecho de que en dicho entorno ideativo se tena un concepto del conocimiento y de los saberes muy determinado y propio de ese m omento histrico. En ese tiempo el proyecto intelectual careca del sentido de la contingencia y de lmites. Entonces la m odernidad presentaba una visin integral y totalitaria de los saberes. Por lo cual hoy, debido a una diferente sensibilidad social y a una distinta funcin del conocimiento le interesaba ms a la pedagoga la bsqueda de competencias, habilidades y destrezas profesionales que las virtualidades positivas del conocimiento y el saber. Ahora lo que im porta es el sentido del saber en su totalidad. El pensam iento del que se parte para el anlisis de la m odernidad, es la idea del saber como un valor y fin en s mismo, ya sea ste como un control de la experiencia o bien como supervivencia en medio del desorden de la informacin. El conocimiento flua desde la lgica coherente de los grandes sistemas o desde las nefastas experiencias motivadas por los sueos y cegueras del hom bre moderno.

    Con todo, ha habido quienes han tom ado otro cam ino y una nueva form a de pensar. Se han centrado en el nuevo acontecer de los hechos sociales y en su curso errtico e imprevisible. Investigaron la naturaleza de su entorno con el fin de desentraar sus claves y sus causas. Son ellas personas que han pensado el m undo desde o tra posibilidad y dim ensin cognitiva y vital.

    Ciertamente que en los acontecim ientos de los ltim os tiempos ha habido hechos incom prensibles para la mente humana. Y esto es precisam ente lo que ha querido presentar y estudiar H annah Arendt en su abrum ada existencia (1906-1975).

    Su trabajo intelectual e investigativo se centr en buscar respuesta y explicacin a las inconsistencias de su entorno social. El cual le afectaba personalm ente de form a cruenta. Se senta paria en su propio pas y slo pudo considerar su condicin histrica desde una perceptible distancia y as pudo asum ir su proyecto vital com o un verdadero testim onio frente a la degradacin moral del proyecto ilustrado, nacido para liberar al gnero hum ano. Lo que ella se propone, pues, es entender las razones ocultas de sus trgicas actuaciones. Percibe perfectam ente la incoherencia de fenmenos sociales tan significativos como el imperialismo, el colonialismo, las guerras m undiales, etc.; pero, sobre todo, los totalitarism os tanto nazis como com unistas. Lo cual configura todo eso que ella llam a tiempos de oscuridad. Y la lleva a entender con toda claridad que com prender, adem s de ser una experiencia es, ante todo, una actividad sin fin, en constante cam bio y variacin, a travs de la cual aceptam os la realidad, nos reconciliamos con ella, es decir, tratam os de estar en casa, en el mundo, dice en sus Ensayos de comprensin (1930-1945).

    Su produccin intelectual m uestra una altsim a preparacin acadmica y el contacto directo con m aestros singulares que la han acom paado en su devenir terico hacia la com prensin de lo incomprensible, hacia acontecim ientos de tam aa gravedad que dejaba sin referente a la sociedad del momento. Celso Snchez-Capdequi, plantea en el propio eje de su biografa cmo la reflexin parte de una crisis que le hace replantear de nuevo alguna de las tesis de la m odernidad. Entre otros argum entos, la hegem ona delanthrnnoG PP4

  • yo moral. Y de este modo, la experiencia del nazism o la obliga a pensar m s all del proyecto ilustrado. Tiene que indagar el m undo sin los presupuestos ilustrados del hom bre autnom o, racional y juicioso, capaz de llevar las riendas de la evolucin histrica. En consecuencia, de la percepcin de todos estos hechos se abri paso en su vida la necesidad de la filosofa, de pensar despojndose de lo conocido y aventurndose a lo desconocido. H annah Arendt nom bra esta experiencia com o un pensar sin barandillas. De repente en este proceso y experiencia, se le revela su peor versin. Los agentes de la m odernidad no slo no eran portadores de un destino liberador, sino de un proceso degenerativo que anunciaba tragedia, terror y muerte. Ahora bien, ella era plenam ente consciente de que el sentido de esta degeneracin histrica provena de la propia civilizacin moderna. Y entiende que los actos hum anos estn en el origen de la banalidad del mal. Sus anlisis de esta versin prctica y operativa la llevan a form ular que vivir es convivir, de aqu surge la im portancia del estudio y reflexin sobre la accin. Y as es como pretende form ular que en la sociedad de masas, que alcanz a experim entar en su estancia am ericana dice se actuaba sin noticia del Otro, sin tener en cuenta la pluralidad, com o un a priori de la estancia de los hom bres en el mundo. Los actores se han quedado sin juicio y, entonces, siguen los pasos m arcados por las norm as legales, el Fhrer y el canon cientfico. Como contrapartida aparece en su pensam iento lo poltico y lo pblico. Con este planteam iento tra ta de superar la au sencia que advierte en su m undo com n y com partido. Segn ella estam os en una poca, en la que se perdi el potencial singular para iniciar inditos cursos de accin que residen en cada uno de los seres humanos. Se olvid ese tesoro de sorpresas humanas. No se deja arrastrar por los cantos de sirena que la llam an hacia la metafsica. Ella se concentra en la accin histrica. Y frente a Heidegger form ula su idea de la vida tal y com o sta surge de nuestra facultad de comenzar. Porque si los seres hum anos se igualan en la m uerte, al m ism o tiempo es la evidencia del nacim iento lo que perm ite singularizamos.

    Una am pliacin y profundizacin de este pensam iento y form ulacin pueden encontrarse en el libro de Fem ando Baena, Una filosofa de la natalidad. Cada vez redescubrim os con m ayor hondura que lo fundam ental del ser hum ano es el hecho de ser dado a y dador de inicios. De ah surgir posteriorm ente su antropologa poltica, la convivencia en el seno de una realidad transida de contingencia. Com prender que los totalitarism os logran socializar el terror, la desconfianza, la estigm atizacin del Otro, el am edrentam iento generalizado, la quiebra del juicio personal, la ignom inia m oral. En definitiva, vivimos en una sociedad en la que nos est prohibido practicar uno de los elementos m s peculiares del ser hum ano: iniciar, comenzar. En consecuencia la historia slo se puede entender com o desarrollo tecnolgico. Los accidentes que acontecen en la historia y en las cosas, hacen imposible la legitim idad de una nica narracin y un nico narrador atemporal. La historia entiende el tiem po como una realidad siem pre abierta a la novedad y, las brechas en el tiem po que ligan y separan el an no y todava no.

    El pensam iento de H annah Am edt no tiene miedo de la refundacin del mundo. As los otros y la accidentalidad derivada de la pluralidad social afirm an el protagonism o actual de la historia y trasladan toda su fuerza a la accin y a los actores reconociendo en ellos a los protagonistas de un relato, el del m undo hum ano, que no deja de iniciar y com enzar a cada m omento.

    Es m uy interesante el planteam iento de la biografa que el au tor de este estudio nos ofrece de H annah Arendt, porque se centra en el contenido de su obra y pensam iento. Con lo cual abre una nueva perspectiva a toda la filosofa occidental.

    Lorena Fuster piensa que es un a m aravilla com prender una vida sin entristecerse. Y esto es lo que adm ira precisam ente de la relacin de Mary McCarthy con su am iga

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    H annah Arendt en sus ltim os das de vida. Con sum a delicadeza le expresa todo su am or por ella con la intensidad de su deseo de resucitarla. Form ula un adis desde la perm anencia y la presencia. Recuerda sus gestos y acciones; valora de ella la audacia de todo su pensam iento por transitorio que pueda ser.

    Pero el deseo m s profundo de Mary McCarthy es que previamente, com o seala la autora de este estudio, a resucitarla como ser fsico que se m ostraba radiante en medio de lo que llam aba m undo de apariencia, la consideraba una pasajera solitaria en su tren de pensamiento. En algn sentido consideraba a H annah Arendt com o conservadora, porque tenda a conservar todo aquello que en algn m om ento pudiera tener algn valor. Y, en consecuencia, fue una entusiasta del reciclaje.

    Ella entiende con esta idea de reciclaje el proceso por el cual se da un nuevo ciclo de vida a los m ateriales y objetos, los cuales suelen estar destinados y transidos de temporalidad: a la destruccin o a la inutilidad. De este m odo, consideraba un delito tirar las cosas. Mary McCarthy piensa que los textos de H annah Arendt son retazos de pensam ientos sedimentados en el fondo de esa tradicin truncada que slo se puede recuperar a fragmentos. Destaca su capacidad para realum brar sentidos nuevos. El resultado final de su escritura es la produccin de textos tan heterodoxos com o polifnicos. As, es posible leer, en cada fragmento o tejido de realidad, la pluralidad.

    Un punto de vista im portante sera leer toda su obra desde esta intencin plural, ya que este concepto atraviesa continuam ente sus textos. De este modo, las ideas secretas de su investigacin salen a la luz en los conceptos de juicio y pluralidad. Para ella pensar es habitar el presente.

    Lo que pretende Lorena Fuster es ensayar una breve topografa que nos introduzca en uno de los m ovimientos de reciclaje m s originales llevados a cabo por H annah Arendt: el reciclaje de la imaginacin. Lo cual le conduce, a travs de la excentricidad, a ser fiel a la experiencia, a la com plejidad y a su impacto. De esta m anera los elementos de la im aginacin se encuentran vinculados con esa tarea de revalorizacin de las apariencias. As, la nocin de im aginacin dice relacin con el concepto de mundanidad, como espacio de apariencias o como m bito com n de la pluralidad y la diferencia. Pero sobre todo con la nocin de juicio.

    Me parece de sum o inters destacar la siguiente tesis que nos presenta en su estudio Lorena Fuster: la nocin de juicio es la piedra de toque de un haz conceptual que atestigua la unidad interna del proyecto que significa todo el quehacer intelectual de H annah Arendt. Esta tesis acta com o bisagra entre las esferas de la praxis y la theo- rein, esto es, entre las vocaciones de la teora poltica y de la filosofa. Ahora bien, la im aginacin [...] aparece como actividad indisociable de ese proceso de restitucin del pensam iento al m undo de los asuntos hum anos que descansa sobre el juicio. Lo que supone tener en cuenta que la interdependencia del juicio y la im aginacin es tarda, en la elaboracin de su pensam iento. Lo cual supone recordar que la im aginacin tena m ucho que ver con el ejercicio de una racionalidad adecuada, para afrontar los acontecimientos de quienes estn com prom etidos con ella.

    La profesora e investigadora Lorena Fuster intenta m ostrar la audacia de su nocin de imaginacin. Y dibuja grandes trazos, el panoram a con que se encontr Arendt.

    Desarrolla el estudio de su gnesis del cuerpo a travs de la historia de la cultura y de su coincidencia con el juicio.

    Me parece im portante destacar lo que Arendt considera la cifra constitutiva de la realidad, que no es otra que la novedad, lo inesperado. Por lo cual viene a decir que todo acontecim iento de la h istoria hum ana revela u n paisaje inesperado de acciones, sufrimientos y nuevas posibilidades. Y de esta forma, sus signos son precisam ente lasanthropos 224

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    diferencias fenomnicas que constituyen la evidencia de la novedad esencial que significa en la historia la dom inacin total: esa realidad inhum ana con la que el totalitarism o ha sustituido una realidad constitutivam ente contingente y frgil. La realidad del totalitarism o se nos aparece inimaginable e indecible. Y este silencio am enaza con anular el dilogo todava necesario si querem os convivir en un hogar para la existencia en plural de los seres humanos. Sera ste el nico lugar a donde nos podram os exiliar. De esta forma, surge la posibilidad m ism a de superar el sinsentido y de generar sentido m ediante el ejercicio de capacidades que, aunque podran ser adecuadas, se han revelado en psimas condiciones, para afrontar la b rum a que envuelve lo real.

    No cabe duda que su diagnstico es m uy desalentador. Pero ella lo que hace es confirm ar el pensam iento de Paul Valiy que dice: somos testigos, por tan to de una suerte de insolvencia de la imaginacin y de bancarrota de la comprensin y, as, la ausencia de sentido delata un pasado y un presente que se han de traer a la presencia. De esta m anera le hem os de d ar la razn de cuanto se nos presenta como ruina, como ausencia.

    Me parece sum am ente clarificador el siguiente texto: el ejercicio del pensam iento no es reductible al conocimiento como actividad del entendim iento, tam poco al uso de una racionalidad instrum ental para conseguir ciertos propsitos segn clculos y, m ucho menos, al logicismo al que se condena la vida del espritu cuando lo nico autorizado es sacar consecuencias y resolver ecuaciones a partir de principios autoevidentes, caracterstica de los puntales desde los que se levantan y legitim an las ideologas totalitarias.

    Algo fundam ental es la idea de H annah Arendt cuando afirm a que el corazn de la realidad es plural e imprevisible, indm ito al concepto en tanto que su totalidad es irre- presentable en una unidad sinttica, el pensam iento ha de ser algo m s que estas m iras estrechas del objetivismo, el instrum entalism o y el logicismo.

    Su originalidad, pues, consiste en la capacidad de iniciar una accin, en la praxis poltica y as el reto del pensam iento es afrontar la com plejidad de nuestra existencia en el m undo com n y soportar la extraeza de lo imprevisible y de lo nuevo, la oscuridad nsita en esa diversidad de acontecimientos y en la pluralidad de seres en que la existencia est siem pre envuelta. El dilogo se convierte, entonces, en fuente de historias, pero an as nunca satisfar la inagotable literalidad de ese todo. nicamente un corazn comprensivo, com o el m ayor don que u n hom bre pueda recibir y desear, est a la a ltura de captar al menos un destello de la siempre temible luz de la verdad. La im aginacin es sinnim o de visin y de poder. Por lo cual, la im aginacin ha de garantizar la libertad suficiente y necesaria para que la com prensin sea vlida, es decir, asegurar una representacin respetuosa con la estructura imprevisible y plural de la realidad. Esta es la actividad que habra de situam os en un punto de im parcialidad, distanciado pero arraigado en el m undo, desde el que afrontar una elaboracin racional de la experiencia [...] sin tener que renunciar a una voz propia, es decir, evitando la identificacin sentim ental con ninguna de las partes o sin dejarse arrastrar por una efectiva implicacin emocional. En sntesis afirma: De la potencia de nuestra im aginacin depende la am plitud y la com unicabilidad de nuestro mundo. As, imaginar de este m odo es el ejercicio que nos autoriza a decir nuestro y nosotros, incluso cuando esta relacin de pertenencia m utua est en peligro, es la nica brjula interna con que contamos cuando no quedan norm as vigentes con las que poder contar.

    Slo la imaginacin es capaz de garantizar las dos opciones de validez del juicio: ofrecer lamayor cantidad de puntos de vista que avala la comunicabilidad de los juicios y proponer losejemplos que se hallan en el poso de cultura comn que une a los que enjuician un mismo

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    acontecimiento. [...] Sin repetir la vida en la imaginacin no se puede estar del todo vivo, la falta de imaginacin impide que las personas existan. Imaginar para existir plenamente, repetir la vida sin sucumbir a la tristeza como hacen los grandes narradores y los poetas, pero hablar de esto abrira otro rastro de la historia, otra deriva oculta de esta topografa de la imaginacin reciclada que alguna vez tendr que ser contada.Un estudio e investigacin magnficos, capaz de adentram os en las ideas, a veces

    'curas, del pensam iento de H annah Arendt. Este estudio nos abre huecos de luz y de absorbente claridad respecto a cul es el nervio del pensam iento de H. Arendt.

    Una breve cronologa nos sita en el tiempo su tarea intelectual e igualm ente la bibliografa nos m arca las etapas m s significativas de su creatividad vital.

    La seccin Argumento se abre con un tem a clave: De la banalidad a la licuefaccin del m al: relectura actual del totalitarismo.

    El autor de este estudio, Celso Snchez-Capdequi parte, para la estructuracin de este trabajo de esta afirmacin: los m ateriales del pasado perduran. Y esto a pesar de los cambios que pueden producirse tan to en los acontecim ientos com o en las experiencias histricas.

    Dada la velocidad enorm e con que todo sucede en este contexto de fluidez lquida el olvido constituye hoy [...] un producto de rabiosa actualidad, debido a la sum a

    hiperactividad y com bate contra una com plejidad desmesurada. Sin em bargo, como ya nos lo adverta W. Benjamn, que nada de lo inventado por el hom bre a lo largo de la historia caa definitivamente en el olvido. Sus productos perseveran en el fondo oculto de cada presente. Ciertamente que las huellas del pasado dejan su m arca en la m em oria dormida de los actores actuales ocupados en gestionar la com plejidad cotidiana. Con todo, nos advierte el au to r del estudio que no todo es novedad en el im perio de la aceleracin. No todo cam bia. Hay cosas que perm anecen en el transcurrir del tiempo. Celso Snchez-Capdequi form ula la siguiente tesis de extraordinaria im portancia, debido a su actualidad y a las nuevas perspectivas intelectuales e ideativas que nos abre. Dice as: la indeterm inacin congnita que preside el destino abierto y en apertura de la circunstancia hum ana ha sido borrada por modelos de com portam ientos determ inistas que abocan a los actores a cam inar cm odam ente por una sola avenida.

    Esta es una de las ideas m s valoradas y trabajadas por H. Arendt al estudiar en profundidad las races y causas del totalitarism o. El com etido central de esta propuesta fue desactivar la creatividad posible de todo individuo y convertirlo en un ser superfluo, prescindible. De esta forma, uno de los secretos del totalitarism o fue convertir a toda la sociedad alem ana en una m asa disponible frente a la fuerza emotiva de la propaganda ideolgica del partido nico. E n consecuencia, la poblacin qued inerm e trente a la incertidum bre econm ica y espiritual y necesitada de certezas y seguridades slidas. Y as, las m asas seguan al lder carismtico, m uy inconscientes e irresponsables. E n esta situacin la nica herram ienta vlida era, para el logro de estos objetivos, la propaganda com o instrum ento de adoctrinam iento de las masas. De tal form a que

    el totalitarismo, no slo trataba de elim inar fsicamente a sus enemigos, sino tam bin de captar seguidores de su doctrina.

    El profesor Celso Snchez-Capdequi form ula una advertencia m uy precisa en su estudio al referirse a la actualidad del modelo totalitario, a su presencia sutil en nuestras sociedades. El paradigm a de este hecho lo constituye el carcter superfluo del individuo y [...] la dom esticacin de su espontaneidad. Bajo este aspecto hem os de tener en cuenta que los gestores polticos y, buena parte de la sociedad, necesitan ser liberados de la dim ensin contingente y provisional de todo lo tocado por el hom bre. El totalitarismo insiste en que no por eso el proceso de prom ocin de ese elem ento de lo superfluo en la biografa de los actores deja de estar presente.snthropos 224

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    Y as, de lo que se tra ta es, de la fabricacin del proceso social con arreglo a fines de control y dominio, con la idea de alcanzar una irresponsabilidad organizada y un caos orquestado y deliberado. E n este punto form ula el au tor una de las tesis m s centrales y originales de H. Arendt. Dice: el agente malvado que busca el exterm inio del otro no es una expresin ruda, p rim aria y dem ente de la condicin hum ana, sino alguien que se m uestra incapaz de hacerse un juicio propio de su experiencia y cuyos actos son llevados por autom atism os despojados de lucidez y raciocinio.

    Lo que el autor in tenta poner de m anifiesto en su artculo es la modificacin que se ha operado en la desactivacin de la espontaneidad en la sociedad actual. E n razn de ello, investiga tres mom entos: el ocultamiento de la verdad, la simulacin y el simulacro. Los tres casos com parten un m ism o suelo propiciatorio: la existencia de estructuras sociales autonom izadas que alivian a los actores en su tarea y destino contem porneos de decidir y hacer juicios en un horizonte cargado de contingencia. No podem os olvidar que, en verdad, el fenmeno totalitario prohbe y m odifica la capacidad de decidir y de hacer juicios singulares.

    Despus de esta lcida y esencial presentacin de su investigacin, discurre el autor por los siguientes temas: La incm oda presencia de la verdad en la vida social, La contingencia de los inicios, Las distorsiones de la verdad, La peligrosa presencia de la banalidad del mal y Eplogo. De de la banalidad a licuefaccin del mal.

    Resaltam os algunas ideas que nos parecen fundam entales en el pensam iento de H. Arendt, y as, nos dice que actuar polticamente es hacerse cargo de este todava no y realizarlo en un contexto plural y compartido. La imaginacin hace posible una distancia especficamente hum ana frente a lo fctico: y tal distancia tiene algo que ver con la m entira y con la libertad al m ismo tiempo. No cabe duda que la incorporacin de la verdad a la convivencia social tiene algo de catarsis. Con todo, quizs el pensam iento m s central de su propuesta sea entender al ser hum ano como alguien que inicia y comienza un curso de accin, que no slo le conduce a la muerte, sino, ms importante, a la experiencia fundam ental y recurrente [...] de iniciar y com enzar proyectos y empresas varios.

    La siguiente tesis nos parece fundam ental: la im aginacin es la facultad de hacernos presente lo que est ausente. Por lo cual es im portante su existencia en la idea de la contingencia. Y as sta ocupa un papel central en la obra de H. Arendt. No menos im portante es igualmente tener presente el siguiente hecho: el acontecim iento desafa al pensamiento.

    Pero siem pre hem os de tener en cuenta que las inercias sociales pueden vencer al individuo y sus capacidades creativas. Por eso, H. Arendt piensa que sin accin poltica tendente a iniciar y sentar nuevas bases de la convivencia, lo que espera es la prdida de la espontaneidad, la refutacin y, en el extremo, la banalidad de unos autom atism os ciegos ante el dolor y la injusticia.

    Este artculo est m uy bien escrito y elaborado. Nos presenta con sum a lucidez los trazos fundam entales y m s originales del pensam iento de H annah Arendt.

    Otros tem as seleccionados para este nm ero de la Revista Anthropos se nos ofrecen com o m uy actuales y en gran parte novedosos. E ntre ellos el de Jess Casquete que se titula Emocracia, propaganda y m artirio en el nacionalsocialismo, donde se refiere en su investigacin a los siguientes temas: irracionalism o de la masa; m rtires en la propaganda nazi: la m uerte dom esticada y retrica de los pocos contra los muchos, lustrado del m uerto; y por ltimo, a hom bros del legado judo-cristiano.

    Un artculo m uy bien trabajado y fundam entado docum entalm ente.Manuel Cruz se refiere en el siguiente estudio al problem a de la poltica que abre

    con una pregunta m uy incisiva: Qu hacemos con la poltica?. Un asunto sum am ente im portante en el contexto del pensam iento de H. Arendt.

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    Finalmente, cierra este apartado Daniel H. Cabrera con un tem a igualmente importante que titula Pensar la poltica y la com unicacin desde la apariencia. Un artculo com plem entario y en el que elabora los siguientes aspectos: para pensar en una filosofa de la comunicacin; la necesidad de pensar; accin y pensam iento; lo poltico y la com unicacin; el espacio de aparicin, pensam iento y com unicacin y por ltimo, la com unicacin desde una fenomenologa poltica.

    Quizs sea bueno finalizar con un pensam iento m uy querido de H annah Arendt que dice: una teora de la poltica im plica a la vez una teora de la accin y una teora de la apariencia. Todo esto es lo que el au tor ha nom brado com o fenomenologa poltica.

    E n la seccin Anlisis temtico se destacan los siguientes argum entos con los que se term ina de perfilar la investigacin y pensam iento crtico y novedoso de la personalidad intelectual de H annah Arendt: Una pedagoga del m undo. Aproximacin a la filosofa de la educacin de H annah Arendt, de Fem ando Brcena; La desconfianza de H annah Arendt: consideraciones crticas respecto a su pensam iento educativo, de Jos M ara Prez-Agote; Notas sobre H annah Arendt y los feminismos, de Fina Biruls y La eutanasia a travs del pensam iento de H. Arendt, de Javier Gil Gimeno.

    Nuestro agradecim iento m s sincero al coordinador de este nm ero de la Revista Anthropos, Celso Snchez-Capdequi, por su trabajo personal y la singular seleccin de autores y temas. Entendem os que ha llevado a cabo una labor extraordinaria al presentam os una estructura m uy coherente, novedosa y original del pensam iento de H annah Arendt. Gracias por su esfuerzo e inteligencia.

    2. Algunas ideas y comentarios acerca del pensamiento de Hannah Arendt

    Iniciamos un recorrido, un tanto laberntico, por la tram a del pensam iento de Hannah Arendt con un texto biogrfico, en que nos narra, en apretada sntesis, su estado de nimo y su posicin intelectual frente a determ inados eventos y acontecimientos que m arcan su vida de una form a definitiva y estimulante. En este texto se nos describe, entre otras cosas, el paso dram tico e intenso de un entonces su infancia a un ahora la adultez que le impone experiencialmente la historia poltica que va a ilum inar su vida. Seala tambin este texto algunos de los quienes fundamentales que han contribuido a su formacin intelectual y al posible devenir de sus ideas m s queridas, gua y testimonio de un com promiso poltico y personal. Su bigrafa Elisabeth dice lo siguiente:

    Durante los aos que vivi en los Estados Unidos, Hannah Arendt se refiri en contadas ocasiones a su niez. Mucho antes de que el ltimo de sus parientes hubiera abandonado la casa familiar en Knigsberg (Prusia Oriental), y de que la ciudad fuera destruida por los bombardeos y reconstruida con el nombre Kaliningrado, URSS, Arendt haba trazado varias veces una frontera en su vida, haba dividido sta repetidamente entre un entonces y un ahora. Con cada nueva divisin, el primer entonces, la niez, quedaba convertida en una cuestin ms secreta, ms privada. Cuando Arendt tena dieciocho aos y era estudiante de teologa en la Universidad de Marburgo, trazaba las divisiones temporales utilizando el potico lenguaje de su profesor, Martin Heidegger: ya no y an no. Terminados sus estudios acadmicos y su tesis doctoral, delimit un Entonces de Razn, divorciada de los asuntos pblicos y un Ahora en que la Razn exiga una praxis. El ao de 1933 dio a esta divisin un contenido poltico: Hannah Arendt haba sido una juda alemana y ahora se converta en una aptrida, en una refugiada juda.

    Cuando el Entonces de su niez se alz tras la gran lnea divisoria de la Segunda Guerra Mundial, Hannah Arendt se refiri a l como una cuestin de Mutterspache, de lengua materna. La lengua significaba la continuidad. A un entrevistador le dijo en 1964: despus de todo, no fue el idioma alemn el que se volvi loco. Que el alemn fuera el Heimat (el hogar) de

    a n f h r n n r >e O O A

  • Hannah Arendt hasta el fin de su vida era, por decirlo as, un hecho poltico. Pero recordar los poemas alemanes que siendo muchacha haba aprendido de memoria, era tambin un modo de no recordar, o de recordar slo indirectamente, cmo se haba escindido su niez con la muerte de su padre, vctima de la sfilis. Este episodio transcurri sin un clmax, pues el deceso de Paul Arendt se produjo despus de cinco aos agnicos, entre el segundo y el sptimo de la vida de su hija. Pero la muerte del padre puso tambin fin lentamente a una niez bella y feliz.

    Arendt habl con muy pocos de la muerte de su padre. Y muy pocos entre los que no se contaba siquiera su primer marido saban que ella escriba poesa. Sus poemas constituan la zona ms ntima de su vida. Hannah Arendt rechazaba lo que ella denominaba introspeccin: para el anlisis psicolgico tuvo palabras muy speras. Fue en la poesa y por medio de la poesa como lleg al conocimiento de s misma. En sus poemas de adolescencia, se haba cuestionado si saldra triunfante de su temprana prdida, su sentimiento de ser unheimlich, rara o extraa...

    La poesa no le devolvi lo que la muerte de su padre le haba arrebatado: un sentimiento de confianza. Este sentimiento no lo pudo recuperar tampoco con la ayuda de Martin Heidegger, quien sin embargo le dio el principio de una brillante formacin y un amor a la tradicin de la poesa romntica alemana. El talento filosfico de Arendt es ciertamente obvio en la tesis doctoral que redact en Heidelberg con Karl Jaspers. Sin embargo, lo ms llamativo de su trabajo es su anhelo, su visin de ese sentimiento comunitario que San Agustn llamara amor al prjimo. Tal amor lo experiment Hannah Arendt por primera vez en Pars, entre su tribu de emigrados y con su segundo esposo, Heinrich Blcher.

    Pero los cimientos de este sentimiento datan de los comienzos de su edad adulta, en Alemania, cuando, poco a poco, tuvo lugar en su nimo la transicin de la filosofa a la poltica, en compaa de Kurt Blumenfeld y con el apoyo de Karl Jaspers...

    Tanto para Hannah Arendt como para Karl Jaspers sus discusiones mejores, ms profundas y confiadas fueron las de despus de la guerra, cuando ella regresaba de visita a Europa. Ambos haban alcanzado entonces una concepcin nueva y compartida de la filosofa. La filosofa debe convertirse en concreta y prctica, sin perder por ello de vista, ni un solo momento, su origen, escribi Jaspers en una carta de 1946. Pero esta concepcin se inici en el nimo de los dos en 1933, cuando Hitler se alz con el poder en Alemania y ambos se dieron cuenta de que tambin el amor al prjimo deba convertirse en concreto y prctico.

    [Elisabeth Young-Bruehl, Hannah Arendt. Biografa, Edicions Alfons El Magnnim, Valencia, 1993, pp. 31-32, 33.]De este modo, el lenguaje potico del ya n o y an no acom paan sus sentim ientos y

    m em oria, com o un punto de referencia siem pre abierto al porvenir. Es en la estructura significativa del poem a donde alcanza el nivel de m ayor intim idad y el conocimiento de s mismo. Con todo, la poesa nunca le devolvi aquello que con la m uerte de su padre le haba arrebatado: su sentimiento de confianza. Con este bagaje hum ano e intelectual aborda H annah Arendt su vida de apatrida y la elaboracin de su pensam iento que desarrolla con sum o vigor y novedad.

    a) Fina Biruls y su acercamiento a l pensamiento de Hannah Arendt, desde el legado de su propia mirada y del orgullo de pensar

    Partimos de dos hechos m uy significativos y expresivos de las ideas que configuran el pensar de H annah Arendt, los cuales dan contenido e ilum inan toda su obra. Dice as: pensar siempre significa pensar crticamente. Pero esta m ism a dinm ica intelectual la expresa a travs del arte y su significacin antropolgica y as m ism o por m edio del concepto de libertad que queda siem pre orientada a la idea de apertura y decisin.

    Por lo que se refiere al arte dice lo siguiente: las obras de arte son la expresin de una capacidad especficam ente hum ana: hacer algo nuevo, creativo, inesperado, algo

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    que irrum pe e in terrum pe las percepciones y las respuestas rutinarias. Y as el arte es m ucho m s que norm a y disciplina: el arte es la libertad de la hum anidad. Y en consecuencia p iensa H annah Arendt que los seres hum anos son capaces de desviarse y transgredir, de apartarse y trascender, de liberarse de la determinacin y realizar actos de espontaneidad. Piensa igualm ente la au tora que la poltica, al igual que el arte significan... libertad. Por lo m ism o, la dignidad hum ana estara to talm ente im plicada con el arte y con la poltica. Y as ella concibe la accin poltica com o un fenm eno esttico. De todas m aneras Fina Biruls elabora en esta obra unas notas sobre el m al como supresin de la pluralidad. De este m odo, ya en 1945, escriba H annah Arendt: el problema del m al ser la cuestin clave de la vida intelectual de la Europa de la postguerra. Y se refiere a continuacin a unas reflexiones acerca de la especificidad del m al en el siglo XX. Y de esta m anera entiende el m al com o aquello que amenaza nuestra condicin humana.

    En sus notas Fina Biruls se refiere especialmente a un tem a notable: al totalitarismo y su superfluidad.

    Seala, m uy acertadam ente H annah Arendt, que habitualm ente la estructura del mal, en el pensam iento occidental, ha incluido en su concepto la idea de intencin maligna, sea en su expresin filosfica, teolgica o sim plem ente literaria o esttica. H annah Arendt difiere de esta tradicin de pensam iento. Ella se refiere a lo ocurrido en los regm enes totalitarios del siglo XX y ciertam ente que los califica de actos atroces sin m otivos monstruosos. El m al en los casos m s norm ales surge de la experiencia de una exageracin del propio inters y con la rup tu ra de la alteridad que todo acto h u m ano com porta. Es claro que H. Arendt tiene una idea del totalitarismo ms all de la comprensin humana. Piensa que los sentim ientos com o aquellos que se expresan en la bestialidad, el resentimiento, el sadismo y la humillacin tienen una larga historia, pero lo im portante es que todos ellos siguen siendo categoras propiam ente hum anas y com prensibles. Los totalitarismos constituyen una historia difcil de contar. E n definitiva, son una nueva forma de pensar hasta ahora desconocida. La funcin bsica de todo rgim en to talitario es convertir a los hom bres en superfluos. Su idea, m uy original, es que los totalitarism os constituyen una monstruosa mquina de masacre adm inistrativa... que funcion a la perfeccin... gracias a la participacin directa de un grupo de personas normales, simples empleados y, a la complicidad pasiva de un pueblo entero. La clave de todo este arm azn exterm inador no es o tro que la ideologa y su constante adoctrinam iento.

    Me parece im portante destacar el contenido del siguiente texto: los seres hum anos >on capaces de dar a luz algo tan nuevo que nadie hubiere podido predecir. Y as insiste Fina Biruls en sus acotaciones y com entarios al pensam iento de H annah Arendt: el ser hum ano es por una parte espontaneidad y, por otra, lo que im porta es su capacidad para dar inicio, para comenzar algo nuevo que no se puede explicar como simple reaccin al medio ambiente.

    En resum en, Fina Biruls dice lo siguiente:La dominacin total se alcanza cuando la persona humana, que de algn modo es siempre una mixtura particular de espontaneidad y condicionamiento, ha sido transformada en un ser totalmente condicionado cuyas reacciones pueden calcularse incluso en el momento de ser llevadas a una muerte segura. [...]

    La ideologa no es, pues, la mentira de las apariencias, sino ms bien la sospecha proyectada sobre las apariencias, la presentacin sistemtica de la realidad, que tenemos ante los ojos, como una pantalla superficial y engaosa; la caracterstica de la ideologa es la incredulidad y nunca la fe perceptiva. De este modo, ni el nazi ni el comunista convencidos son el sujeto ideal del rgimen totalitario, sino el individuo para el que ya no existen la

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    realidad de la experiencia ni la distincin entre hecho y ficcin, entre lo verdadero y lo falso. El propsito de la educacin totalitaria nunca ha sido inculcar convicciones, sino destruir la capacidad para formar alguna.

    [Fina Biruls, compiladora, Hannah Arendt, el legado de una mirada, Editorial Sequitur, Madrid, 2008, pp. 170, 171.]Desde el punto de vista del sistema totalitario, el ser hum ano es considerado un

    sujeto intil y superfluo. Im porta despojarle de todo atributo de calidad y hum anidad. Se le considera una m asa am orfa apta para cualquier tipo de destruccin. Es as como los campos de concentracin, son el ideal social de la dominacin total: el horror real y presente. La dom inacin totalitaria necesita convertir al ser hum ano en un instrumento, negarle su capacidad de juzgar. Y as este rgim en lo viene a despojar de su condicin hum ana, para ser, en verdad, ejecutores y vctim as. Y esta doble funcin es lo que define a la ideologa. Y esa form a de pensar desde la ideologa se independiza de cualquier experiencia por lo cual el sistem a totalitario no distingue entre hecho y ficcin. Entendemos que el propsito fundam ental de la educacin totalitaria nunca ha sido inculcar convicciones sitio, todo lo contrario, destruir la capacidad de decidir. Y as todo se nos m uestra con total claridad como lo viene a afirm ar el siguiente texto:

    Los campos desvelan verdades elementales sobre el ejercicio totalitario del saber, sobre la ideologa totalitaria: los hechos pueden cambiar, lo que hoy es verdadero maana puede ser falso, de modo que se habita en un mundo donde la verdad y la moral han perdido cualquier expresin reconocible. Son laboratorios vivos en los que se manifiesta que todo es posible que las viejas distinciones entre vivos y muertos, verdugos y vctimas pueden difuminarse de modo permanente, crendose de este modo un universo por completo autoconsciente, vaco de realidad e impermeable a toda refutacin fctica.

    [Ibd., p. 171.]E n consecuencia, la labor que lleva a cabo el totalitarism o como sistem a ideolgico

    consiste en elim inar el factor poltico y pblico con la finalidad de destruir la realidac hum ana, tan to en su concepcin de la libertad, com o en su percepcin de la realidad y sus hechos. Lo que pretende im poner dicho sistem a ideolgico es, nada m s y nada menos, que una humanidad sin m undo y una realidad exterior inverificable. Y es de esta form a que el m undo totalitario nos ofrece una realidad paralela a aquella propia de la experiencia y de la percepcin. En definitiva, un m undo paralelo, con el fin de dom inar la realidad objetiva. E n esta situacin quien es incluido en el m bito del sistema es incapaz de diferenciar entre ideologa y realidad.

    De esta m anera el concepto de juicio y responsabilidad quedan limitados a los obediencia y obligacin. Se entiende perfectam ente la lectura que H annah Arendt hace del juicio que se establece contra Eichmann:

    [...] el acusado, adems, no presentaba signos de convicciones ideolgicas slidas y quizas por ello, en su libro Eichmann en Jerusaln, en lugar de poner el acento en la importancia ct las ficciones ideolgicas [...] enfatiza la caracterstica proteccin contra la realidad ce Eichmann, su incapacidad para el juicio; cuanto ms se le escuchaba, ms evidente era que incapacidad para hablar iba estrechamente unida a su incapacidad para pensar, particuk?- mente para pensar desde el punto de vista de otra persona.

    [Ibd., pp. 173-174.]H annah Arendt se pregunta en su intim idad: cmo se puede juzgar a alguien con

    denado a m uerte cuando su capacidad de pensar y decidir est totalm ente anulada?

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    La poltica es, para Arendt, el mbito de lo contingente, esto es, el mbito