regreso a maikh’ sikh y otros cuentos cuento de benito

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Suplemento Cultural Mensual de La Jornada Veracruz 2 Domingo 26 de junio de 2016 2 Número 6 2 Coordinador: José Armando Preciado Vargas Los libros de Hyperión Adán Delgado Reseña de Luna llena y otros cuentos, de Yasushi Inoue Paisajes en el papel José Cruz Domínguez Osorio Antiguo patio de mi casa Regreso a Maikh’ Sikh y otros cuentos Francisco Morales Hoil Cuarta entrega del libro de relatos CMAS no se lleva los medidores Cuento de Benito Escudero

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Page 1: Regreso a Maikh’ Sikh y otros cuentos Cuento de Benito

Suplemento Cultural Mensual de La Jornada Veracruz 2 Domingo 26 de junio de 2016 2 Número 6 2 Coordinador: José Armando Preciado Vargas

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Page 2: Regreso a Maikh’ Sikh y otros cuentos Cuento de Benito

Domingo 26 de junio de 20162

Director: Tulio Moreno Alvarado

Subdirector: Leopoldo Gavito Nanson

Coordinador: José Armando Preciado Vargas

Diseño Editorial: Mayra Licona Aguilar

[email protected]

uién en sus recuerdos no evoca la presencia de los patios como un territorio de reunión con los amigos, para una vez acordado, dar rienda a gritos causados por la emoción y el juego. Territorio del juego entre la tierra y el polvo seco

por ser época de calor o charcos y pozas de una lluvia que recién había pasado. El patio como espacio para esconderse, perseguirse y gritar. El patio como un lugar para abrir caminos y carreteras para que el coche de juguete pudiera transitar libremente.

El patio como libertad de infancia y espacio para la risa. El patio de mi casa o de la tuya como extensión de un parque de juegos, tan lejano geo-gráficamente o que por la falta de tiempo de nuestros mayores se nos im-pedía visitar. El patio, que en ocasiones especiales, se habilitaba para ce-lebrar la fiesta: romper todas las piñatas del niño que cumplía años. ¿Qué es el patio de mi casa sino un recuerdo difícil de apartar y de olvidar?

El patio como un refugio. Los árboles como escenografía natural para medir cuán intrépido se es, y la aventura dentro del patio crece mientras se ha llegado a la parte más alta de un árbol. El patio se agranda o en-coge según la edad y las ganas por jugar, un paisaje abierto animado por gritos, por la fascinación y el asombro de quien lo juega y hace suyo, es el patio donde aprendimos la letra y la canción de las rondas, de la emoción a perseguirse y del misterio que había antes de ser encontrado por aquel niño a quien le había tocado buscar a los demás compañeros de juego. Jugar a las escondidillas nos ayudaba a explorar mejor al patio: ¿Qué hay aquí? ¿Qué hay por allá? ¿Qué hay de aquella ronda que nos recuerda que aún seguimos siendo dueños de nuestro patio? “El patio de mi casa / es particular…” y traspasaba esa individualidad para recibir a tantos niños.

¿Qué ha pasado actualmente con los patios? ¿Se han quedado solos? ¿Permanece el eco de esos niños que gritaban y reían mientras se per-seguían o compartían juegos y juguetes? ¿Es el patio todavía punto de encuentro entre los niños vecinos? ¿Por qué actualmente poco se ven los niños jugando en los patios de sus hogares? ¿Ya no conviven y comparten sus juegos y risas con sus vecinos, compañeros de escuela y amigos? ¿Ese patio de mi casa se ha particularizado tanto que sólo lo disfruto yo y mi familia? ¿Ha dejado el juego ser una oportunidad para socializar con otros niños?

Parece que actualmente los patios están un poco solos, salvo algunas coplas nos recuerdan que no: “Estaba la pájara pinta / sentada en el verde limón / con el pico recoge la hoja / con el ala recoge la flor…”.

Llegan pájaros por la tarde a descansar, es en las mañanas cuando los árboles del patio parece como si se sumaran al canto de las aves que ya están por salir, por volar.

El patio, lugar para la celebración gozosa del juego. Rara vez había llanto, y si había era porque un niño había tropezado. El patio como un lugar genuino para conocer el mundo inmediato, lo que existe fuera de casa, andarlo y sorprenderse, para descubrir a través del juego otro mundo que nos esperará en tiempos de juventud.

¿Cuántos patios conoces? ¿Cuál fue el patio de tu infancia? ¿Qué re-cuerdos tienes de esos juegos con los amigos en el patio de tu casa?

Que el rodar de las canicas por la tierra o el baile circular de un trompo de madera permitan recordar aquel tiempo de infancia y devuelvan el ánimo por regresar al patio, donde hace muchos años nos entregamos a la felicidad de niños.

Aquí se rompió una taza y cada quien para su casa…

[email protected]

Paisajes en el PaPel

José Cruz Domínguez osorio

◗ Antiguo patio de mi casa

Q Este lo habías escogido desde hace semanas, cuando lo viste recomendado en un sitio web literario. Y cuando lo tuviste

por primera vez en tus manos te per-diste un rato mirando las profundida-des del paisaje que adorna la portada, el lago quieto, las aves y la montaña muy al fondo. Tu librero tuvo que insistir para sacarte del ensimisma-miento en el que habías entrado. Ya te está gustando.

Lo comienzas a leer en un parque, de-bajo de una gran arboleda una tarde de mucho calor. Te agobian el sudor y la desesperación por encontrar inmediata-mente un nudo dramático en el primer cuento, pero no lo hay; el narrador, un reporte cultural, se niega por años a escribir la biografía de un pintor al que conoció. Más por vergüenza ante la insistencia de la familia del pintor, que por verdadero interés comienza con la tarea. Descubre así a un personaje único y crucial en la vida del pintor: un difuso amigo de juventud que termina-ría por falsificar sus cuadros.

Desde aquí te queda claro el estilo. Inoue registra con gran meticulosidad los sucesos aparentemente inocuos que poco a poco, con mucha paciencia, van formando el gran mural de una vida. Las transformaciones no están dramá-ticamente marcadas por un suceso sino que, como en la vida real, éstas van sucediendo lentamente, diluidas en la cotidianidad de los días. El reportero cultural pasa muchos años escribiendo la biografía y al final el pintor, el amigo y él mismo son ya otros.

Piensas en todo esto después de leer unas páginas mientras cuidas a tu hijo. Es tu ritual de todas las mañanas, mien-tras tu esposa está trabajando ustedes están en casa jugando y leyendo a ratos, o pateando una pelota en el parque. Armar un rompecabezas o atrapar la bola te resultan ejercicios perfectos para después de leer. Así notas cosas que durante la lectura se te escaparon, por ejemplo el trasfondo psicológico de “Obasute”, el segundo cuento. En él un anónimo protagonista ronda la idea de abandonar a su madre en el monte Obasute, un lugar en el que, según la leyenda, los hijos o los nietos suben a abandonar a las mujeres viejas cuando ya son inútiles en casa. Los personajes de esta historia tienen una vida rota, han abandonado a su familia o a su trabajo, viven en lugares grises y todo el tiempo están fastidiados. Los otros protagonistas del cuento son los pai-sajes, el narrador se detiene a describir con claridad el color de las copas de los árboles, las subidas y bajadas de un valle o la mugre de las chimeneas industriales.

Otra mañana, mientras tu hijo y tú arman el rompecabezas del paisaje de una montaña caes en cuenta del papel del paisaje en los cuentos de Inoue. Es a través de él que lo interior de las

personas se expresa, porque aunque el narrador va contando los hechos e incluso los pensamientos de los perso-najes, todo el tiempo está en el aire la sensación de que algo está oculto, sin decirse. El lector tiene que ir leyendo, tal como lo hacemos en el día a día, los gestos y los actos de los otros, pero también el cielo gris y el aire frío cuando hay soledad, el bosque húmedo y maloliente en donde se abandona a las mujeres viejas o el silencio de una noche de luna llena, como reflejo del interior de los personajes.

Es precisamente este el último cuento del libro, “Luna llena”. Nuestro escri-tor cambia los paisajes naturales por el citadino, un importante ejecutivo organiza anualmente una reunión de su empresa en un día de luna llena en otoño. Es en estas fiestas, extraña-mente tranquilas y silenciosas, donde las pasiones, rencores e intereses de los empleados y amigos del ejecutivo se dan rienda suelta. Abren las puertas del salón donde conviven para contemplar la luz de la luna llena con detenimiento. El mismo ejecutivo, Kagebayashi, rompe en esas excepcionales noches su estricto y sobrio comportamiento para involucrarse con personas en formas extrañas.

El rompecabezas del paisaje es más complejo de lo que parece, tu hijo pone la última pieza otra tarde de mucho ca-lor en la misma banca bajo la arboleda de siempre. Aunque casi estaba ar-mado, es una imagen nueva para ti. Tu hijo corre a jugar y te quedas ensimis-mado otra vez en la profundidad de un paisaje. Sucede igual con el libro, hay en el fondo de esos relatos, aparente-mente naturalistas, algo que no puedes nombrar ni conocer pero que no te deja quitarles la vista de encima.

Quiero agradecer a la Librería Hype-rión el apoyo para elaborar esta reseña. Recuerda que Luna llena y otros cuen-tos y otros libros con vista a las monta-ñas los encuentras en Octavio Vejar 59, Col. Encanto en Xalapa, puedes con-tactarlos en el (228) 8 41 26 59 o en la página facebook.com/hyperionlibreria

Luna llena y otros cuentosYasushi Inoue

Gustavo Pita Céspedes, traductorSexto Piso

los libros de HyPerión

Adán delgAdo

◗ Sólo viendo el paisaje

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Domingo 26 de junio de 2016 3

Nuestros tidjelmousts azules nos distinguen de cualquier otro pueblo y nos acercan al cielo. Acatamos nuestra encomienda que hace mucho ha dejado de ser un castigo: El hombre, todos lo saben, es nómada por naturaleza. Nuestra raza está habitada por el espíritu de Dios y el nuestro propio forma parte de Su aliento.

Kel Tademaket: la estructura del mundo, el tiempo que fluye, el viaje eterno. Todo forma parte de lo mismo, lo que está en todos nosotros, lo inevitable, lo inefable, lo etéreo. Nuestros caminos son siempre distintos; ensayamos todos los que sean posibles para alcan-zar la perfección. Llegará el día en que nada quedará por conocer. El silencio se intensifica a medida que transcurre el viaje. Al final, sólo puede romperlo la voz de mando de nuestro líder, siempre reservado, melancólico. Su profunda voz resuena en todos nosotros.

—Es tiempo —dice.Ïtïm Ysämäh se detiene nuevamente, y todos lo hacemos junto con él.La noche está a punto de cernirse sobre nuestras cabezas; los encargados preparan las

hogueras centrales y las piras perimétricas, que nos protegerán de los ataques del chacal, siempre al acecho. Los niños no tendrán permiso para jugar el día de hoy, el primero del ciclo, el más terrible, en que la luna se oscurece. Los pastores reúnen a su ganado; se ayudan entre sí para formar grupos de cinco o diez cabezas unidas con una cuerda, cuidando siem-pre que las marcas de cada propietario sean perfectamente distinguibles entre sí. Reúnen también el forraje, y lo compran y venden con rapidez, según sus necesidades. Son los más apurados por la noche que se viene. Los demás, observamos.

Hay un momento en que todo se vuelve sepia. Cientos de voces elevan su volumen hasta formar un murmullo indistinguible, que crece y se torna ensordecedor; un ronroneo agudo y metálico, un salmo conformado por gritos de vendimia, llantos y cánticos, que con-vergen en un solo y uniforme zumbido, y justo cuando uno presiente el estruendo...

Nada. Silencio absoluto. Es el momento en que cae la noche. Un momento de im-precisos límites, indistinguible de todos los demás. Resulta imposible calcular su duración. Un pestañeo, una eternidad. Se sabe de su existencia sólo cuando ya ha pasado. Inexpli-cablemente, uno no puede tampoco saber qué lo ha roto, si el lejano lamento de un crío indispuesto, si el golpe de la cuchara contra la cacerola, el zumbido de los insectos que la noche revive o el lastimero aullido del chacal hambriento. Pero todo eso deja de importar, y lo único que se sabe con certeza es que ha caído la noche. Noche oscura, noche espesa, no-che sin luna en el desierto. Nadie quiere dormir hoy, pues las pesadillas acechan, galopantes.

No transcurre mucho tiempo antes de que alguno de los ancianos comience una historia. Son comunes las distintas versiones del origen de nuestra caravana, la primera de todas, así como los cuentos del pasado verde del Sahara y las muchas leyendas misteriosas que envuelven a Shukbu Sheik Hamet, el fundador, el viajero original, el principio de todo, el creador de los guardianes del desierto, la gran semilla portadora, el poderoso, el hijo del hombre (todos estos nombres y más lo denominan).

Todos escuchamos, con ojos, oídos y espíritu abiertos. Los niños se han calmado —algunos se han dormido acurrucados junto a sus padres—. Ïtïm Ysämäh escucha también, y decide quién contará la siguiente historia, y qué historia habrá de contar. Sólo en estos días se puede ver a nuestro líder departir con nosotros. Él, sin embargo, no se queda mucho tiempo. Tras dos o tres historias, se disculpa con los ancianos y se va a dormir. Es de los pocos adultos que duermen las noches sin luna. Se dice que nada puede provocar su miedo.

En ese momento, las historias se sobrevienen una a una, tan largas como la noche que, a pesar de lo que se empeña en hacernos creer, no es interminable. Nunca falta, como he dicho, la historia que cuenta sobre nuestro santo señor Shukbu y lo verde del Ehén, ni tampoco, siempre procurando que se haya contado ya un número suficiente de historias como para que él se encuentre ya dormido, la que narra la llegada de Ïtïm Ysämäh, nuestro actual guía, a la caravana, procedente de la Ciudad Blanca. Comienza siempre aquél a quien le correspondía contar la historia cuando se levantó el velo de la anterior luna nueva para amanecer, a quien le sigue el que le sucede en edad, y así, consecutivamente. He escuchado las historias del hombre más viejo de la caravana en nueve ocasiones a lo largo de mi vida.

Un anciano, de frente, manos y voz arrugada dice las bendiciones y comienza una his-toria que a todos agrada, a pesar de conocerla, a pesar de prácticamente saberla de memoria. Los padres despiertan a los pocos niños que se han quedado dormidos.

IIEn el año 583 de la Hégira, tras la muerte de Harramin Ibn Shukbu Sheikh Hamet, a falta de un hombre en cuya sangre perviviera la grandeza de Nuestro Señor Shukbu Sheik Hamet, el liderazgo de la caravana quedó a la deriva, quedando finalmente en poder de Nazhim Ibn Abdul Ibn Abu Al Qasim Khalaf Ibn Al Abbas Al Zaharawi. No pasó, sin embargo, mucho tiempo, para que comenzaran a formarse grupos contrarios, producto de un sinnúmero de escisiones internas y peleas entre las familias, e incluso dentro de ellas. En suma hubo en la cáfila un caos generalizado, que llevaba milenios esperando suceder, que sólo se mantenía a raya por la confianza en el derecho de sucesión de sus dirigentes, y que hubiese sin duda desencadenado en la trágica disolución de la caravana más antigua del mundo de no haber sido por él.

Ïtïm Ysämäh tenía un don natural para el comercio, por lo que, aunque había sido comprado como esclavo desde su primera o segunda semana de nacido —fue escogido por el mismo Ibn Abdul Ibn Abu Al Qasim— y, por consiguiente, mientras fue pequeño se de-dicó a las correspondientes labores de agricultura y pastoreo, tan pronto como cumplió los trece años, Tuval Mesharak, quien para entonces había ya sucedido, orillándolo al exilio, a Ibn Abu Al Qasim en el liderazgo de la caravana, no tardó en utilizarlo, primero, como su administrador personal y, poco tiempo después, como el de toda la caravana.

Mesharak fue sólo el primero de una larga sucesión de fugaces líderes de la cáfila que tuvieron como principal consejero y administrador al joven Ysämäh, y que terminaron linchados, decapitados, quemados, empalados... muertos todos, de muertes espantosas, por sus enemigos directos. Cada vez que llegaba alguien nuevo a la tienda principal, no faltaba quien estuviera completamente a disgusto con ello, y no tardara en comenzar intrigas para

levantarse en contra del nuevo dirigente.Treinta o cuarenta hombres comunes habrán tenido a su cargo la guía de la caravana

antes de que el pueblo comprendiera y comenzara a aclamar a Ïtïm Ysämäh como el diri-gente ideal: él era, después de todo, el único entre todos los hombres elegibles que carecía de padres, el único que no despertaba en su contra rencores añejos ni suscitaba rencillas familiares producto de la envidia.

Para entonces, él estaba a punto de vivir su vigésimo quinto lapso lunar. El momento perfecto había llegado. La ceremonia de su iniciación, la envoltura de su cara en un tidjel-moust azul, se hizo coincidir con el inicio de sus días como líder supremo de la caravana Kel Tademaket. En el momento de su ascensión, que tuvo lugar en pleno desierto, catorce días al oeste del Árbol, en la vía que lleva de Agadez a Bilma, cayó una lluvia torrencial, que llenó las botas y toneles con agua que alcanzó para el resto del camino. Sabio es el Creador, que confirmó lo dicho por nuestros astrónomos, que consideraron este el mejor de los augurios, lo que se ha demostrado cada jornada desde el inicio de su mandato hasta hoy, a más de cincuenta años de ese día.

Regreso a Maikh’ Sikh y otros cuentos (parte 4)

FranCisCo morales Hoil

Noche de luna nueva en la caravana Kel Tademaket

Kel Tademaket ■ Ilustración de Pavel Santa Rosa

Ilustración de la portada:Malinali

Técnica: LitografíaMedidas: 76x112 cm

Año: 2015Lucía Prudencio Núñez

Contacto:

[email protected]

polypol.com.mx

@morshoil

Page 4: Regreso a Maikh’ Sikh y otros cuentos Cuento de Benito

Domingo 26 de junio de 20164

Pensaste que al crecer tendrías menos problemas, que todo se calmaría, que dejarías de correr y que, por fin, podrías acumular dinero. Qué idiota, qué optimista estúpido, al contrario, todo se puso peor, o ¿no? Claro que ahora ganas más, es una de las cosas que pensaste pasaría, pues sí, pero ahora te sacan dinero todo el tiempo y tal como imaginaste el país se puso peor. El gobierno le va a declarar la guerra al pueblo, eso dijiste, y la vida será carísima. Acertado, diste en el clavo y no fuiste el único. En eso no te equivo-caste. Debiste quedarte en Puebla, pero no aguantaste la soledad después del colegio universitario. Varios trabajos, y te quedaste solo. La única socialité que tenías se esfumó. Unos nos fuimos a trabajar a otras ciudades y los que se quedaron debían atender a sus novias o esposas. Para ti más dinero, tiempo libre, un minidepto y un bloque duro de soledad todas las noches y todo el día de descanso. Entonces cometiste el primer error, y lo supiste. Pero te-nías que huir, lo entiendo. Ni siquiera tenías novia, habías terminado con Alma. Pudiste conseguir otra chica, pero no, no te gusta cualquier chica, tiene que ser bella o no le entras. Te crees muy guapo y crees que meas colonia. Te entiendo, mereces lo que deseas. El error fue regresar a Xalapa, a la casa de tu madre. Terminaré la tesis, dijiste, me pondré a leer, quiero leer mucho tiempo, conseguir un trabajo sencillo. Te despedí en la central de Puebla y regresé a Cuernavaca satisfecho de verte de nuevo. Tenía que regresar al trabajo, sólo me habían dado tres días de descanso juntos, los malditos, no más.

No aguantaste ni dos años en casa de tu madre. Discutieron sobre los siete gatos que vivían con ella. Por qué tenías que ir a comprar el alimento cada dos días a la tienda del barrio, por qué. Por qué tú madre no podía comprar uno de esos bultos de veinte kilos. Ya lo sabías, tu madre no se administra, nunca se ha administrado como se debe, no como otras madres. Tu madre iba soltando el dinero poco a poco, entre la tienda de la es-quina, las mensualidades de Famsa, las cuentas de ropa, mucha ropa, porque una maestra debe verse flamante, no importa si por ello debe comprar alimento para gato más caro en la tienda de la esquina en vez del bulto de veinte kilos con el cual se ahorra un buen dinero. En fin, esto lo entendemos tú y yo, pero no tu madre. Así que aquel día no entendió el punto de vista y te echó de casa. Pero eres listo, macizo y trabajador como mesero, así que pediste asilo a un amigo, conseguiste trabajo en una veterinaria y por fin montaste en la sala de la casa de tu amigo la pequeña oficina de corrección de estilo, tu idea del millón de pesos. El camino hacia la independencia, no más jefes que atender, tu idea de yo soy el jefe, así que a mí nadie me molesta.

Por la mañana atender tu correctora, por la tarde a la veterinaria, ganar dinero para invertir. Después de colocar esos carteles que anuncian los servicios de tu correctora, mientras todos tus conocidos veracruzanos trabajaban en puestos como secretario de gobernación del estado o médico jefe de área o dueño de constructora, lograste, en dos años, un pequeño flujo de dinero, unas cuantas ganancias para tu horario de la mañana. Enton-ces llegó una sorpresa. Tu hermana te envió un mensaje al celular: mamá no ha contestado el teléfono desde el lunes. Ve a verla y me llamas. No te alarmaste, eso no es lo tuyo. Te fuiste caminando hasta casa de tu madre. Cuando abriste la puerta de su cuarto la viste tumbada en su colchón casi ahogándose en un charco de sangre y vó-mito. Estaba en ropa íntima. Creíste que se había bañado y luego tuvo que tumbarse por algún dolor o ataque. Le hablaste y logró contestarte sí, sí te escucho. Te recono-ció. Llamaste por teléfono al 066 y pediste una ambulan-cia. El paramédico del teléfono te dio instrucciones para que aguantaras antes de que la ambulancia llegara. Luego el IMSS, a la sala de urgencias. Ahí cometiste otro error; fuiste honesto. En vez de tomar la nueva Table Sony 21 de tu madre, un maldito aparato de quince mil pesos e ir por unos buenos de a mil de la tarjeta de débito de ella,

entregaste todo. Ni siquiera fuiste tan listo como para mentir a su esposo. No sé el nip, no, no me acuerdo, de-biste contestarle cuando te preguntó sobre la tarjeta. Lo que él sí hizo, porque fue más listo que tú, fue vaciar toda la cartera de tu madre, toda, las monedas, los billetes, las tarjetas, las estampillas de Jesús, el billete de emergencia de la bolsa secreta, todo. Qué gordo tan listo. Sólo tú y ella sabían el nip. Ésa fue tu oportunidad y alguien la puso ahí. Tal vez tu propia madre: hijo, esto es lo último que haré por ti antes de caer, toma la table y dinero de la tarjeta para que alquiles un local y dejes de ser un gato. No puedes ser un gato toda la vida. Debiste escuchar la voz de su último deseo. Ahí estaba la oportunidad. Ahora esa table está arrumbada en la casa de Veracruz. Ni el esposo ni tu madre tienen la energía para utilizarla. Los dos se han ido a otro mundo, tu madre más, un callejón oscuro sin ganas de nada. El dinero de la tarjeta, los veinticinco mil pesos, ya se los gastaron. Ni siquiera necesitabas todo, con unos diez mil era suficiente. Luego cometiste un error más. Cuando al mes y medio la ambu-lancia sacó a tu madre de Xalapa para llevarla a Veracruz para que la operaran del derrame cerebral, aceptaste las llaves de la casa. El esposo te las dio. Cuida la casa en lo que vemos qué hacemos, te dijo. Y en vez de negarte se te hizo fácil quedarte con ella. No sabías que una casa cuesta mucho dinero y tiempo. Hay que limpiarla, podar el jardín, quitar las telarañas, cuidar todas las malditas instalaciones, las tuberías. Qué ingenuo, qué estúpido. Me extraña de ti que siempre presumiste de vivir en sitios pequeños. Vivir así ahorra tiempo y un soltero como yo no necesita más espacio, solías decir en la universidad. Todos te creíamos; de verdad. Bilston sabe lo que dice, pensábamos todos, incluidas las chicas. Qué pasó, por qué aceptaste esa casa. Y más si llevaba veinte años sin reparaciones. Una casa oscura, llena de objetos, de engargolados, de discos con trabajos escolares, un sitio con miles cosas de más. Una casa sin luz. Por qué te metiste en ese agujero. Se te hizo fácil. Cuando por fin te diste cuenta de que un montón de instalaciones iban a descomponerse, cometiste otro error. Otro más, otro más. Entraste suave e ingenuo a la etapa de los errores. Uf, los errores cuestan mucho dinero y en un país como éste, más. Pronto te darías cuenta. Aceptaste cubrir a tu madre en su puesto de maestra, aceptaste el interinato. Así le dicen, ¿no?, cuando cubres a un maestro de la se-cretaría de educación. El sueño dorado de muchos; tener una plaza de maestro. No sabías nada de eso. No sabías que no iban a pagarte en la quincena, no. El primer pago por tus servicios llega a los tres, cuatro o seis meses. Ya estabas sustituyendo a tu madre, después de haber hecho un montón de trámites cuando un maestro del sindicato te lo dijo: no, maestro, usted va a cobrar pero no se sabe cuándo. Qué tal, ¿eh?, ni idea. Qué no sabías que el sistema es brutal. Si muchas veces lo dijiste en la uni-versidad. Aceptaste ese maldito interinato y entonces te cazaron. Víctima fácil en Xalapa, Veracruz. El vigilante del fraccionamiento te estuvo videando:

el cabrón baja a las ocho y media; regresa como a las cuatro. Su mamá está en el hospital. Pueden entrar en la mañana. Arrancan la protección de la ventana de atrás. Se meten acá por el parque y se van por toda la orilla de las casas, por atrás, junto al cerro. Aquí nadie se da cuenta. Todos son de lana y aunque pongan la denuncia, aquí nadie investiga. Tenemos viada. Nomás tranquis y no le digan al bueno. Esto es entre ustedes y yo. Ya saben.

Estás seguro?, mono. Si nos quedas mal tú tienes que pagar.

Nel, ni que no fuera el vigilante de aquí, de la Buenavista. Así me los traigo. Bien checados. Tú nomás entra. Les vale si escuchan que jalan fierros o que estén golpeando, les vale el ruido. Y tú ya le sabes bien; vas a estar callado, en silencio y te metes.

Sale, mono, ahi nos vamos a partes. Como siempre. Algo así debieron decir, ya los imagino. Te puso, el

maldito vigilante te puso, o como dicen ustedes, el puta vigilante. Pero corriste con suerte, hasta eso. Y claro, siempre has dicho que el karma, que el karma y si haces el paro a alguien el dharma. Los tipos entraron en la casa, pero el universo se había movido de tal forma para protegerte, por tu dharma, que habías empeñado la lap, el alma de tu pequeña compañía y todo porque el interinato te había obligado a renunciar a la veterinaria, tu único dinero seguro. No podías con las tres cosas. Así que los tipos se llevaron mil setecientos pesos, el Nintendo 64, el Game Boy, y un par de cosas que valen poco, pero no tu lap, eso te hubiera hundido un buen rato.

En diciembre casi te hundes pero, por fin, te llegó el cheque de la secretaría. Un respiro para mantenerse a flote, checar el barco, solo uno, porque tuviste que liquidar los tres mil pesos que te había prestado Meraz. Renuévame el préstamo, le pediste, pero él no quiso. Es que no soy prestamista, bueno, ya no, ja, ja, ja, te puso de excusa.

Como ya se te había ocurrido poner el curso de redacción, porque el interinato te presionó de más, qué soltero puede vivir sin paga, lograste acumular dos mil pesos y hasta le diste aguinaldo a Harry, tu primer em-pleado, y sacaste la lap del empeño. Una Navidad con pollo rostizado y vino tinto, cerveza. La tormenta se calmó un rato aunque no dejaste de correr. Ahora solo navegarías con la correctora; te corrieron del interinato porque sin título no hay trato.

En enero dos hermanos reforzaron tu curso, lle-gaste a cinco alumnos. La mamá te pagó por adelantado, 1770 pesos por dos, lo que nos da un total de tres mil qui-nientos y un pico, nada mal para acumular un poco, pero te habías atrasado con Telmex y también con el agua. Tu madre no dejaba de llamar: y ya pagaste el teléfono, ya pagaste el teléfono, ay, ese teléfono, ya págalo, van a poner en buró de crédito a Gregorio. Llevo años con ese teléfono, ay, Bliston, ya págalo. Tu madre te obligaba a mantener ese teléfono y con Telmex no se juega, si te atrasas son 248 de multa, 248 más el paquete de 380, y ya cortado siguen cobrando el paquete, la renta por tener el maldito Telmex. Incluso si pagas, vienen los 180 pesos de reconexión, mientras el agua ya había llegado a 1700 porque eran intereses de intereses y el nuevo impuesto de limpia del servicio sanitario porque en Noviembre empezarían los Juegos Centroamericanos y le saldrían carísimos a Veracruz, todos deben cooperar. Te cortan el agua. Has logrado bajar la luz a dos sesenta y ocho, pero debes comprar pintura para la oficina, tu nueva oficina en la cochera de la casa y el bóiler ya se descompuso. Así que tienes que soltar tu dinero, lo que has logrado acumular, unos cinco mil pesos, un pedazo de los casi nueve mil de los cursos más unas tesis y una novela. Pero ya empezaron a llegar los descompuestos, y cuando vas a pagar el agua, los del agua te dicen que CMAS no se lleva los medidores, que más bien te lo robaron. ¿No lo sabías?, pero cómo que no sabías, vives en México, aquí se roban de todo. Esos medidores, los viejos medidores, tienen un montón de bronce. Qué no viste el bronce que tenía debajo el reloj ése que va marcando el agua. ¿Qué no has visto que un montón de medidores de bronce los tienen detrás de una rejilla? Falta de experiencia, la expe-riencia sale cara. Ahora te estás dando cuenta, y todo por aceptar la casa. Se te hizo fácil, tendré una oficina y no pagaré renta, pensaste. Pero esto de los descompuestos, los siete gatos y el robo del medidor no te dejarían en paz, porque los de CMAS te cobrarían la válvula expulsora de aire que tú mismo compraste para el nuevo medidor de 574 pesos, la puerta del jardín se rompería y C and A te metería una multa de 219 pesos. Nada se calmó, ni has dejado de correr y aún falta un buen para que puedas acumular dinero. Aún no sabes lo que es tener novia ya grande, ya como estamos, y no te quiero contar lo que me cuesta mi hija. No Bliston, ibas bien, pero cometiste esos errores.

CMAS no se lleva los medidoresBenito esCuDero

Benito Tulio Cicerón Escudero Díaz es egresado de la carrera de Lingüística y Literatura Hispánica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Recientemente publicó El día de Lili en la revista Punto de Partida. Ha publicado en diferentes periódicos y revistas. En 1997 obtuvo la beca Jóvenes Creadores que otorga el Instituto Ve-racruzano de Cultura (IVEC). Ha leído sus cuentos en ferias del libro y algunos festivales. Algunos de sus cuentos se desarrollan en ciudades ficticias y, generalmente, los personajes pierden algo; el amor, el trabajo, la estabilidad o el dinero. Algunos títulos son: Curty llegó a casa, Walkman de corazón robado, La lengua lagarto, El whisky de-rramó un poco de sangre y El chico del centro. Escudero ha ejercido los trabajos de librero, profesor y corrector de estilo. Actualmente es el director de Correctores de Estilo Xalapa. Es autor de los libros de cuento Mi padre nunca telefoneó y La lengua lagarto, también es autor del cuento Lili apareció en la tienda de consumibles, todos inéditos.

[email protected]