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Andes 7 (2009): 337-358 (Re)produciendo un estado prehispánico: El caso de Pukara en la cuenca nor-oeste del Titicaca Henry Tantaleán Mediante el análisis de la investigación arqueológica sobre las sociedades tempranas en la cuenca nor-oeste del lago Titicaca (Puno, Perú) realizada durante el siglo XX y nuestros reconocimientos y excavaciones en esta misma área, se plantea desde el materialismo histórico una representación arqueológica en la que la temprana formación del Estado prehispánico se daría con la sociedad Pukara (250 a.C.–380 d.C.). rough the analysis of the archaeological research about the early societies of the north-west Titicaca basin (Puno, Peru) carried out in the 20th century and own surveys and excavations in this area we argue from a historical materialistic view an archaeological representation where the early prehispanic state formation will done in this area with Pukara society (250 B.C.–A.D. 380). L a arqueología peruana, como la de muchos otros países, ha sufrido el impacto de las teorías arqueológicas que se han aplicado sobre la materialidad social. Durante el siglo veinte se han sucedido una serie de aproximaciones teóricas que han pretendido explicar el devenir de las sociedades andinas y un balance de estas en el área de la cuenca norte del lago Titicaca sugiere que estas surgen bajo el ampa- ro y auspicio de las ideologías dominantes oficiales (Tantaleán 2002). En este caso, tres serían las principales corrientes teóricas que participaron en la investigación arqueológica en la cuenca norte del Titicaca: el historicismo cultural, el procesualis- mo y el materialismo histórico (Tantaleán 2002). En la actualidad, el procesualismo se encuentra vigente (por ejemplo, ver el reciente volumen editado por Stanish et al. 2005) y el materialismo histórico, tal como se originó en los años setenta del siglo pasado, hace ya algunos años que ha detenido su práctica y se encuentra marginado de los debates académicos (Tantaleán 2004). Asimismo, a pesar del paso de los años, el historicismo cultural permanece subyacente en ambos discursos. Como hemos observado, como producto de la aplicación de estas teorías arqueológicas en este área, actualmente los investigadores denominan a dichas sociedades bajo diferentes categorías sociopolíticas y conceptos antropológicos, muchos de los cuales no han sido debidamente confrontados con el registro arqueológico de la materialidad so- cial prehispánica de esta zona. Por ello, plantearemos en este artículo una represen- tación materialista histórica que tenga en consideración la dialéctica entre la teoría arqueológica y los restos de la materialidad social y nos conduzca a una superación de conceptos y categorías anacrónicas y estáticas. Henry Tantaleán ■ Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España/Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Jr. Vidal 414, Lima 05, Perú. E-mail: [email protected]

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Archaeology, Titicaca, State, Prehispanic, Pukara, Qaluyu, Historical materialism, Peru, andes

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Andes 7 (2009): 337-358

(Re)produciendo un estado prehispánico: El caso de Pukara en la cuenca nor-oeste del Titicaca

Henry Tantaleán

Mediante el análisis de la investigación arqueológica sobre las sociedades tempranas en la cuenca nor-oeste del lago Titicaca (Puno, Perú) realizada durante el siglo XX y nuestros reconocimientos y excavaciones en esta misma área, se plantea desde el materialismo histórico una representación arqueológica en la que la temprana formación del Estado prehispánico se daría con la sociedad Pukara (250 a.C.–380 d.C.). Through the analysis of the archaeological research about the early societies of the north-west Titicaca basin (Puno, Peru) carried out in the 20th century and own surveys and excavations in this area we argue from a historical materialistic view an archaeological representation where the early prehispanic state formation will done in this area with Pukara society (250 B.C.–A.D. 380).

La arqueología peruana, como la de muchos otros países, ha sufrido el impacto de las teorías arqueológicas que se han aplicado sobre la materialidad social.

Durante el siglo veinte se han sucedido una serie de aproximaciones teóricas que han pretendido explicar el devenir de las sociedades andinas y un balance de estas en el área de la cuenca norte del lago Titicaca sugiere que estas surgen bajo el ampa-ro y auspicio de las ideologías dominantes oficiales (Tantaleán 2002). En este caso, tres serían las principales corrientes teóricas que participaron en la investigación arqueológica en la cuenca norte del Titicaca: el historicismo cultural, el procesualis-mo y el materialismo histórico (Tantaleán 2002). En la actualidad, el procesualismo se encuentra vigente (por ejemplo, ver el reciente volumen editado por Stanish et al. 2005) y el materialismo histórico, tal como se originó en los años setenta del siglo pasado, hace ya algunos años que ha detenido su práctica y se encuentra marginado de los debates académicos (Tantaleán 2004). Asimismo, a pesar del paso de los años, el historicismo cultural permanece subyacente en ambos discursos. Como hemos observado, como producto de la aplicación de estas teorías arqueológicas en este área, actualmente los investigadores denominan a dichas sociedades bajo diferentes categorías sociopolíticas y conceptos antropológicos, muchos de los cuales no han sido debidamente confrontados con el registro arqueológico de la materialidad so-cial prehispánica de esta zona. Por ello, plantearemos en este artículo una represen-tación materialista histórica que tenga en consideración la dialéctica entre la teoría arqueológica y los restos de la materialidad social y nos conduzca a una superación de conceptos y categorías anacrónicas y estáticas.

Henry Tantaleán ■ Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España/Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Jr. Vidal 414, Lima 05, Perú. E-mail: [email protected]

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Así pues, desde esa materialidad social acumulada en todo este tiempo por los arqueólogos, el tema que aquí nos interesa explicar es el de la formación de las primeras sociedades estatales o, lo que es lo mismo, la aparición de las primeras disimetrías eco-nómico-sociales. La sociedad que se nos presenta como candidata para ser ese primer Estado altiplánico es Pukara (250 a.C–380 d.C.). Sin embargo, para entender Pukara como producto final de un desarrollo socioeconómico habrá que rastrear sus antece-dentes en lo conocido en la literatura arqueológica como Qaluyu (datación: 1400 a.C.) (Mohr-Chávez 1977). Ambas sociedades prehispánicas se desarrollaron en la cuenca noroeste del lago Titicaca en el actual departamento de Puno en Perú (Figuras 1 y 2).

Una representación materialista histórica de las sociedadesprehispánicas de la cuenca norte del Titicaca

Asimilando lo argumentado por los anteriores investigadores y, más allá de la crítica hacia sus modelos arqueológicos, brindaremos una representación arqueo-

Figura 1. Mapa de la Cuenca del Titicaca con los sitios arqueológicos más significativos.

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lógica materialista histórica de las sociedades prehispánicas de la cuenca norte del lago Titicaca. De este modo, nuestra alternativa explicativa espera superar la con-tradicción existente entre nuestra teoría y nuestra práctica arqueológica. Para ello, la confrontación de nuestros planteamientos se realizará mediante la materialidad social existente de las sociedades en cuestión y concretamente con los resultados obtenidos durante la excavación de un sitio con ocupaciones de las sociedades men-cionadas (Tantaleán 2005).

Sin embargo, tenemos el problema de abarcar espacios de tiempo muy gran-des para cada una de estas partes del desarrollo histórico, cuestión que obvia-mente no ha resuelto la producción de fases estilísticas cerámicas y, que más bien, han planteado contradicciones durante el desarrollo de nuevas investigaciones que traten de acomodarlas a sus hallazgos. Por esto, una cuestión que nos pa-rece importante resaltar es que una forma de superar las explicaciones basadas

Figura 2. Sitios arqueológicos en la cuenca del rio Ayaviri, Puno.

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exclusivamente en cronologías relativas o cruzadas sería mediante los fechados radiocarbónicos de contextos arqueológicos significativos. Lamentablemente, en la actualidad los mismos son mínimos para el área que nos ocupa y, generalmente, han sido realizados con muestras procedentes de pozos de sondeo, sin dar a cono-cer el contexto específico de su recolección1 lo que plantea serios problemas para el entendimiento de la prehistoria del área. Pese a ello, dejaremos de lado estas cuestiones que merecen nuestra atención pero para las cuales, quizá, este no sea el espacio adecuado para desarrollar y que seguro muchos colegas solucionarán en los siguientes años y empezaremos con nuestra representación arqueológica de estas sociedades altiplánicas.

En primer lugar, hay que precisar que para nosotros el cambio social se reali-za por la superación de contradicciones que aparecen históricamente en el seno de la misma sociedad. Así, los cambios sociales se producen en situaciones históricas, donde una serie de elementos se han de encontrar para que esto sea posible. En cual-quier caso, la sociedad cambiará cuando sus condiciones materiales de existencia lo permitan y, por ello, el trabajo social será el elemento clave en la transformación de la sociedad, como factor que media entre el ser social y la naturaleza y entre los mismos seres sociales. La arqueología, pues, se encontrará en una posición privilegiada para la explicación de estos cambios sociales, pues si las sociedades desarrollan sus capacida-des productivas, los restos materiales de las mismas han de ser reconocidos mediante las investigaciones arqueológicas.

Para el área concreta de nuestro estudio no existen fechados radiocarbóni-cos para la presencia humana más temprana, siendo los estudios relacionados con los cazadores/recolectores realizados en la cuenca del Titicaca aún escasos. Por ello, el sitio de Asana excavado por Aldenderfer (1998) se ha convertido en la referencia más importante para la ocupación temprana de esta zona alti-plánica. Sin embargo, hay que anotar que el campamento al aire libre de Asana pertenece a la cuenca alta del Río Moquegua y el traslado de las actividades allí realizadas al área circunlacustre es problemática. Sin embargo, en la zona que nos ocupa la presencia de espacios al aire libre, cuevas y abrigos, algunos de ellos con pinturas rupestres, asociados a artefactos líticos como puntas, raede-ras y otros, supone la existencia de sociedades con estrategias de susbsistencia cazadora/recolectora en el área de la cuenca norte del Titicaca. Por ello, se ha procedido a la construcción de secuencias tipológicas a partir de los útiles líti-cos hallados en dichos lugares (para el área de Ayaviri se puede consultar Calero 1998 y Arizaca 1999) para asociar dichas “industrias líticas” con otras del área andina. También se puede ver la reciente tipología de puntas líticas realizada por Klink y Aldenderfer (2005) para el área de Ilave.

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Lo que si parece probable es que la si la sociedad cazadora/recolectora, como parece ser por su largo tiempo de existencia, no desarrolló sus fuerzas productivas2, habría desarrollado prácticas sociales consensuadas colectivamente para controlar-las. En este caso, la población como parte de las fuerzas productivas, podría haber sido controlada socialmente para condicionar la explotación de los recursos natura-les de su medio ambiente, cuestión que como puede verse en estudios etnográficos e históricos se puede realizar, por ejemplo, mediante el infanticidio o el asesinato de los sujetos de sexo femenino, controlando así la reproducción biológica del grupo (Ruiz del Olmo y Briz 1998:87). Lo mismo, también, se podría haber realizado me-diante el control del número de parejas reproductoras, como por ejemplo mediante el matrimonio y sus diversas modalidades, en los que el número de mujeres para cada hombre podría haber sido definido por el grupo social con el objetivo de con-trolar la capacidad reproductiva de la mujer3.

De esta manera, el paso de las sociedades cazadoras/recolectoras a las agríco-las/ganaderas sería consecuencia de la superación de esta contradicción entre las condiciones sociales de producción de bienes materiales y los procesos de repro-ducción biológica y social (Estévez et al. 1998:11-12). Esta superación se realizará mediante el desarrollo de las fuerzas productivas (medios de producción y fuerza de trabajo) originándose una elevación de la productividad e incrementándose la fuer-za de trabajo del grupo social. Este desarrollo de las fuerzas productivas, materia-lizado objetivamente en la producción agrícola (Erickson 1983, 2000) y ganadera4, impulsará y condicionará nuevas formas de organización del trabajo (las relaciones sociales de producción) y la consecuente diferenciación laboral. Esto quiere decir que la producción de alimentos5, lograda a través del desarrollo tecnológico (do-mesticación de plantas y animales), provocará consecuentemente una nueva forma de organización social del trabajo. La misma promoverá que los grupos humanos puedan reproducirse biológica y socialmente sin temer a la precariedad que les imponía la forma de explotación del medio ambiente de tipo cazador/recolector. Mediante este nueva forma de producción, los grupos humanos también pudieron controlar y apropiarse del espacio natural, cuestión que devendría primero en pro-piedad colectiva y, posteriormente, en propiedad particular.

Así pues, se habría dado un gran salto cualitativo y cuantitativo, pues, el hu-mano se ha despojado de la dependencia absoluta que tenía con respecto a la natu-raleza: el hombre ha superado su contradicción principal con la naturaleza y puede producir sus propios alimentos. A la espera de mayor información de esta época, tendremos que señalar que dicho salto, se correlacionaría con lo que se ha venido en denominar “Qaluyu”6 a la que los investigadores dan un asombroso tiempo de existencia de casi un milenio. Sin embargo, este proceso social, sería anterior a la

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aparición de la misma cerámica Qaluyu, la misma que no puede ser homologable a un desarrollo sociopolítico. Sin embargo, el afán de los arqueólogos en ecualizar cerámica con sociedad (“cultura”) ha favorecido dicho normativismo.

Para nosotros, lo conocido como Qaluyu representaría, en primera instancia la existencia de aldeas y, consecuentemente la domesticación de un espacio natural concreto. Según estas aldeas conocidas (como el sitio de Qaluyu mismo, Balsaspa-ta, Qaqachupa o Santa María en Viluyo7) y los materiales asociados a ellas (Rowe 1956:144; Rowe 1963:298; Mohr-Chávez 1980, 1981; Mujica 1985; Fernández 1998; Arizaca 1999), podríamos hablar de una sociedad igualitaria, pues, los asentamientos no presentan sectores alejados de la producción de alimentos. De hecho, la mayoría de dichos asentamientos están relacionados a fuentes de agua o las orillas de los ríos, con el objetivo principal de controlar áreas para la producción agrícola y ganadera. Una pequeña prospección realizada por nosotros en el año 1997 en el sector de Ayaviri nos acercó a dicho fenomenología, que relacionaba a asentamientos con presencia de cerámica Qaluyu con áreas potenciales para su irrigación por los ríos y, donde en un caso, se podían observar vestigios de camellones (Figura 3). Asimismo, la mayoría de dichos asentamientos incluyen una serie de alfares de diferentes lugares de producción lo que nos remite al supuesto que la producción, distribución y consumo de cerámica no estaba controlado por un grupo social, por lo menos en el área de la cuenca norte del lago Titicaca8.

Asimismo, la extracción de mano de obra no constituyó la edificación de gran-des estructuras arquitectónicas. Si bien, al parecer, existió una ideología compartida por estos grupos circunlacustres como puede ser la “Tradición Yaya-Mama” plas-mada principalmente en escultura lítica (Chávez y Mohr-Chávez 1975), ésta sería una ideología que supuso la ordenación de la sociedad de manera igualitaria y cor-porativa. Podríamos sintetizar nuestro modelo para la sociedad relacionada con la cerámica Qaluyu como se representa en la Figura 4.

Asimismo, en Qaluyu se daría la primera división técnica del trabajo con el ob-jetivo de (re)producir las condiciones materiales de existencia del grupo. Esto sería observable, por ejemplo, en la producción de textiles, demostrada indirectamente por el hallazgo en los asentamientos de instrumentos de hilar (“piruros” elabora-dos a partir de fragmentos cerámicos) y de tejer (“espadas” o “wichuñas” de hueso de camélido) (Tantaleán 2005). Como, además, hemos observado, la producción cerámica aparece con Qaluyu y ésta aumenta de forma significativa cualitativa y cuantitativamente (Figura 5). Por ello, también se encuentran en los asentamien-tos gran cantidad de “alisadores” de cerámica e instrumentos para realizar la de-coración incisa en las mismas (Steadman 1995; Tantaleán 2005). Adicionalmente,

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Figura 3. El sitio de Balsaspata, Ayaviri (ubicado entre el río y la carretera)durante las excavaciones de 1998.

Figura 4. Esquema de la sociedad relacionada con el estilo Qaluyu. P=Produccion, D=Distribución y C=Consumo. El grosor de las flechas indica el volumen de productos que se movilizan.

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proliferación de obsidiana importada en los asentamientos (artefactos, núcleos y desechos) (Burger et al. 2000) supone una producción lítica especializada. Los nu-merosos fragmentos de ollas de cocina y morteros de piedras, son también una característica dentro del material excavado (Tantaleán 2005). Esta diversidad de ar-tefactos (medios de producción y reproducción) indicarían una especialización en la producción de objetos para el consumo de la misma sociedad y como parte del “intercambio comercial” con otras sociedades (Burger et al. 2000) como la de Mar-cavalle en el Cuzco o las de la parte sur del lago (Stanish et al. 1997)9. Para nosotros, la existencia de esta temprana división técnica del trabajo supondría la base para la posterior división socio-económica, situación originada cuando la producción ya no se hizo exclusivamente para la reproducción social sino más bien para la pro-ducción de excedentes (explotación). Estos excedentes al ser enajenados por algu-nos miembros de la sociedad devendrían en una diferenciación económico-social, dentro del mismo grupo, es decir, una distribución asimétrica de los productos en la cual hay explotación por parte de un grupo de la misma sociedad. Dicha distri-bución asimétrica bien se podría localizar en los originales espacios públicos como los “templetes semi-subterráneos” (como se habría dado en el área de Chiripa −Late Chiripa Phase− según Bandy 2004:330).

En el futuro, la investigación también se debería dirigir hacia la localización de los productores de nuevos instrumentos de trabajo y artefactos, los mismos que tendrían que tornarse primero en trabajadores desligados de la producción directa de alimentos y realizar sus actividades fuera de espacios domésticos para confirmar la hipótesis de su especialización. De esa manera, también podríamos conocer si los mismos eran propietarios o no de los medios y/o espacios de producción, es decir estaban o no controlados por un grupo de la misma sociedad. Esto será verificable, siempre y cuando demostremos que la producción de bienes ya no se realiza dentro de unidades domésticas sino en talleres especiales, es decir que, la producción ya no se realiza para la reproducción social sino para la producción de riqueza.

Asimismo, la significativa semejanza morfo-funcional de los artefactos cerá-micos e, incluso, la existencia de cerámica foránea (como la Marcavalle y otras aun no aisladas estilísticamente) en los asentamientos Qaluyu, relacionaría a sus socie-dades productoras mediante “relaciones de intercambio comercial” (Mohr Chavéz 1977; Lumbreras 1982; Burger et al. 2000). Esta relación, materializada en la cerá-mica, también estaría reflejada por la importación de obsidiana, un recurso que es extraño a la cuenca del Titicaca10. Como ha evidenciado el registro arqueológico, los textiles formarían un elemento relevante dentro de esta red comercial de materias primas y productos y que es más patente posteriormente en Pukara (Conklin 1983). Todo esto, no hace más que confirmar un rápido desarrollo en la transformación

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de materias primas para la producción de objetos con “valor de uso”11 y los conse-cuentes contactos sociales que supondría el desarrollo de un sistema económico que organice dichas relaciones sociales.

Sin embargo, dicha situación no fue inmutable y, por lo menos para sus tiempos tardíos, Qaluyu representaría una Transición y ésta bien podría ha-ber estado asociada con la cerámica Cusipata, como ya avanzó Mujica (1987) hace unos años atrás. Con el término Transición nos referimos a un desarrollo económico-social dinámico que deviene en una forma diferente (y no superior

Figura 5. Fragmentos cerámicos del estilo Qaluyu recuperados durante la excavación del sitio de Balsaspata, Ayaviri.

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o inferior) de formación económico-social. En el caso que nos ocupa, dicha Transición desembocará en la afirmación, legitimación e institucionalización de las asimetrías socioeconómicas, vale decir en un Estado. Asimismo, para noso-tros una Transición no representa una categoría socio-económico universal (no traspolable a otras realidades) sino que correspondería a una realidad concre-ta (fenomenológica)12. También gracias a este concepto esperamos superar en primera instancia el normativismo de las arqueologías procesuales anclado en un registro parcial y deficiente y que, por ejemplo, le otorga a Qaluyu la asom-brosa e inmanente longevidad de casi un milenio. Así pues, Qaluyu y Pukara conformarían un mismo proceso histórico donde la formación del Estado fue un fenómeno que siguió una trayectoria histórica basada en la existencia de una base socio-económica que la posibilitó.

El cambio de una sociedad aparentemente igualitaria a otra con relaciones sociales asimétricas, en nuestro caso de Qaluyu a Pukara, se daría durante dicha transición. En ella, la contradicción principal de la sociedad Qaluyu se tornaría dra-mática, la misma que como ya hemos señalado se habría dado entre las fuerzas productivas (incremento de fuerza de trabajo y medios de producción) y las re-laciones sociales de producción (división de la sociedad en productores (“objetos primarios”) y no productores de alimentos (o de “objetos secundarios”13).

Detengámonos a explicar esta contradicción en la sociedad Qaluyu. Como con-secuencia de la productividad alcanzada con Qaluyu, es decir en el desarrollo de las fuerzas productivas materializadas en la agricultura (camellones, cochas, andenes, etc), se posibilitará la capacidad real para que una parte de la población pueda alejarse de la producción de alimentos (“objetos primarios”). En este caso, el desarrollo de las fuerzas productivas posibilitó la existencia de productores con dedicación exclusiva de “objetos secundarios” (cerámica, textiles, sal - como objeto de intercambio más que como alimento, útiles líticos), los que conformaron un sector de la población que se alejó laboral y espacialmente de la producción original de subsistencia, constituyendo un grupo social diferenciado (aun no económicamente) por su especialidad dentro de la producción. Las relaciones sociales de producción en Qaluyu fueron igualitarias pues la distribución de los productos no permitía la acumulación o explotación del trabajo de otros, el mismo que no tenía por que existir mientras no hubiese obligación mediante la coerción (física o psicológica) que hiciese superar algo parecido a la deno-minada “ley de Chayanov” (el uso de esta misma ley desde el procesualismo se puede ver en Stanish 2003). Esas relaciones sociales de producción o forma de organizarse socialmente para el trabajo, se mantuvieron inmutables hasta que la ideología que controlaba que la distribución de los bienes fuese igualitaria (quizá relacionada con la “Tradición Yaya-Mama”), dejándose campo para la acumulación de las mismas.

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Por ello, para confirmar arqueológicamente esto, sería necesarío averiguar en que sitios arqueológicos se constituyeron los referidos espacios alejados de la produc-ción de alimentos para demostrar que los productores de objetos secundarios fueron los encargados de asumir el control de la producción de alimentos. Asimismo, los productores de “objetos secundarios” habrían enajenado las fuentes de las materias primas (su objeto de trabajo) controlando su distribución que antes se hacía colectiva-mente pero que en ese momento fue gestionado por ellos mismos. Un rápido análisis de los principales asentamientos Pukara, plantea que estos se ubicaron asociados a recursos principales para la producción de “objetos secundarios”, por ejemplo, Pukara estaba asociado a fuentes de arcilla, Arapa a canteras de sal e Incatunuhuiri a canteras de basalto olivino para la producción de azadas (Bandy 2001). Sin embargo, esto po-dría ser un fenómeno producido después que se constituyó el Estado Pukara.

Así pues, planteamos que en Pukara14 se tendrían las pruebas materiales de la existencia del primer Estado en la cuenca norte del Lago Titicaca. Dicho Estado es-taría caracterizado por la institucionalización, afirmación y reproducción de las di-ferencias socioeconómicas. Estas diferencias socio-económicas son producidas por una distribución desigual de la producción en la que una clase social no productora se apropia de los excedentes de producción de los productores (explotación). Asi-mismo, un aparato coercitivo amenazará o hará uso de la violencia para obligar a los productores a entregar parte de su producción y de su fuerza de trabajo. El esquema de la Figura 6 sintetiza lo que planteamos.

Para nosotros, al crearse la primera ciudad y capital (el asentamiento de Pukara) una clara división de grupos socioeconómicos (productores primarios/productores secundarios) se materializaría en la contradicción poblados rurales/ciudad. Dicha ciudad acumularía un capital (fuerza de trabajo y materiales empleados en su cons-trucción) manifiesto en la concentración de estructuras arquitectónicas y talleres de artesanos especializados (Kidder 1943; Chávez 1992). Asimismo, dichos talleres es-tarían produciendo artefactos estandarizados morfológica y decorativamente para el grupo social dominante. La existencia de talleres artesanos dentro de la misma ciudad acusaría la propiedad y control de los medios de producción por parte de ese grupo social15. En este caso, según la teoría del “valor de cambio”, el valor de estos artefactos, no solo representó lo que costó producirlos sino que tienen un valor agregado resul-tante de la apropiación del plustrabajo del trabajador. De momento, no se ha registra-do arqueológicamente que durante la presencia de la sociedad Pukara se hayan mejo-rado los medios de producción (plusvalía relativa), consecuentemente se habría dado un plustrabajo (plusvalía absoluta). En el caso concreto de la producción cerámica, los instrumentos de producción siguieron siendo los mismos con los que se produjo la cerámica Qaluyu, aunque como decíamos en la nota anterior, podría ser que el control

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exclusivo de las fuentes de arcilla de Pukara fuese un elemento que elevaría el costo de la producción con relación a sus consumidores. Esta teoría se puede sintetizar así:

MP + FT + PT = VC

Donde MP son los medios de producción, FT es la fuerza de trabajo mínima nece-saria para la producción, PT es plustrabajo y VC Valor de cambio.

Este tipo de valor se daría durante la existencia del Estado Pukara en el que los artefactos que incluyen diseños iconográficos (el objeto esta “cargado de ideas”) y otros, tienen un valor irreal y aumentado, puesto que son producidos en espacios controlados por el Estado. Así éstos, además de su mejor tecnología y su “belleza ar-tística”, poseen un valor ideológico que cobra sentido dentro de un sistema de creen-cias que reproduce la religión oficial, transmitiendo información a la población y a otras sociedades a través de variados soportes. Al ser producidos y distribuidos ex-clusivamente por el Estado se convierten en productos difíciles de obtener, cuestión que aprovechan las elites para reproducir el sistema económico (Figura 7).

Asimismo, el control del territorío Pukara como característica del control de la propiedad privada (Castro y González 1989; Lumbreras 1994) estaría representado

Figura 6. Esquema de la sociedad relacionada con el estilo Pukara. P=Produccion, D=Distribución y C=Consumo. El grosor de las flechas indica el volumen de productos que se movilizan.

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Figura 7. Vista desde el Sur de la pirámide de Qalasaya en el sitio de Pukara.

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en el emplazamiento de centros satélites o secundarios en la cuenca norte del Titica-ca (Mujica 1991), los cuales reproducen las características arquitectónicas generales del centro político principal de Pukara, así como los elementos más representativos de la materialización de su ideología (Kidder 1943; Chávez 1988; Mujica 1991; Tan-taleán y Pérez 1999). Además, muchos de estos asentamientos estarían relacionados directamente con la explotación agrícola realizada mediante técnicas como los came-llones, las lagunas artificiales o cochas (Flores Ochoa y Paz Flores1983) y las terrazas o andenes (Mohr-Chávez 1997), con la explotación de pastos para rebaños de camélidos (Mujica 1985), con la explotación de recursos lacustres y ribereños y con la explota-ción de materias primas para la producción de instrumentos de producción como, por ejemplo, el basalto olivino para producir azadas (Bandy 2001:597). Aquí habría que resaltar que la característica principal de un Estado sería el control y explotación de la propiedad privada de un recurso (un objeto de trabajo), en el caso de Pukara sería principalmente la tierra para la producción agrícola y ganadera. Dicho control del objeto de trabajo por un grupo social reside, además del hecho de su producción, en la capacidad de su reproducción. Esto quiere decir, que un grupo social dominan-te, además de explotar alguna materia prima, debe ser capaz de reproducirla (en este caso, aumentando su productividad) pues si no lo realiza está condenado al fracaso puesto que el sistema económico que dominan no se recrea.

El Estado Pukara también controlaría las rutas de intercambio, especialmente entre el altiplano y la costa del Pacífico, en busca de recursos naturales y artefactos necesaríos para satisfacer las necesidades del grupo social dominante16. Como con-secuencia de dichos intercambios, incluso se ha llegado a registrar artefactos Pukara en zonas tan alejadas de su núcleo principal, como el valle medio y la desemboca-dura del Río Moquegua (Goldstein 2000; Alcalde 2001), Arequipa (de la Veracruz 1996) o incluso Ica (Conklin 1983), en el sur del Perú, y Azapa, en el extremo norte de Chile (Mujica 1991), etc. Dicha aparición recurrente de artefactos Pukara tam-bién ha planteado la existencia de colonias altiplánicas en la costa (Feldman 1989), cuestión que no sería efectiva para San Pedro de Atacama como demuestran los estudios bioantropológicos (Sutter 2000; Rothhammer y Santoro 2001) pero que para el extremo sur de la costa peruana todavía no sería definitivo por la carencia de estudios, como por ejemplo, en el valle de Moquegua donde también se han hallado artefactos Pukara (Goldstein 2000).

Por otro lado, con Pukara se producirían y reproducirían las manifestaciones de coerción ideológica, encargadas de justificar y mantener las diferencias económi-co-sociales. Este tipo de coerción se observaría en la creación de un discurso religio-so que incluye seres mitológicos algunos de ellos visualmente terroríficos, y que fue plasmado de manera estandarizada en materiales tan variados como piedra (escultu-

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ras)17 (Chávez 1975, 1981; Chávez y Mohr-Chávez 1975; Rowe 1978 [1958]; Nuñez del Prado 1971; Hoyt 1975; Ponce Sanginés 1969:Figuras 13, 14, 15, 18, 19), cerámica (Lumbreras y Amat 1966; Mujica 1991; Chávez 1992), textiles (Conklin 1983), meta-les (McEwan 2000) y hueso (Alcalde 2001). Esta coerción, también estaría materiali-zada en los sacrificios humanos, inferidos por las denominadas “piedras de sacrificio” halladas en el mismo asentamiento de Pukara y, que en un caso, estaban asociadas a gran número de fragmentos de mandíbulas y cráneos humanos (Franco Inojosa 1940:131; Chávez 1992:64). Asimismo, las bolsas de textil Pukara conteniendo cabezas humanas seccionadas halladas en los valles del extremo norte de Chile (Mujica 1991) estarían relacionadas con estas actividades sacrificiales-coercitivas. Incluso, algunas huellas de uso en vasijas Pukara (con diseños de cabezas humanas decapitadas) serían producidas con el fin de utilizarlas como recipientes para cabezas humanas (Chávez 1992:512). Todo esto, probaría que en Pukara se realizaban efectivamente sacrificios humanos, una cuestión casi siempre abordada desde la iconografía y el “ritual” pero que nos permite reconocer que dichas acciones violentas se materializaban y estaban institucionalizadas por el Estado. Es más, habría un interés por parte de los ejecutores en que esta actividad fuese (re)conocida más allá de los lugares de ejecución (propa-ganda). De hecho, no se puede invalidar la hipótesis de la antropofagia, actividad que también puede ser argüida por la aparición de huesos humanos con huellas de cortes y quemado en contextos de desperdicios domésticos (Chávez 1992). Por todo esto, mientras no se pruebe lo contrario, se puede plantear que Pukara poseyó un cuerpo coercitivo (no necesariamente regular) que ejercía (o amenazaba con) la violencia fí-sica contra los individuos de la misma sociedad y/o sociedades cercanas.

El fin de Pukara no ha sido discutido con profundidad por los arqueólogos que han trabajado en el área. Sin embargo, dado el panorama que hemos planteado dentro de la sociedad Pukara, es muy posible que la contradicción creada entre los produc-tores y los no productores haya terminado con el abandono y ruptura del sistema estatal. De este modo, la capacidad de los no productores para subvertir dicho sistema se plasmó en el abandono de los principales sitios Pukara y todo su aparato estatal, sobre todo el ideológico que también fue abandonado sin dejar huellas en el registro arqueológico, cuestión que se conoce en arqueología como “estilos epigonales”.

Comentarios finales

Mediante este apretado análisis de la realidad arqueológica del área de la cuenca norte del Titicaca podemos llegar a plantear algunas conclusiones. Las primeras o generales con relación al tema de la teoría en la arqueología son que las ideologías dominantes han influido en las interpretaciones arqueológicas. Asi-mismo, en ellas subyacen los modelos idealistas y materialistas (Tantaléan 2002,

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2005). En ese sentido, dichas interpretaciones han detenido el avance de una ar-queología coherente con el objeto de estudio por su naturaleza hermenéutica. Por ello, en este articulo hemos planteado que el materialismo histórico y dialéctico puede ofrecer una alternativa a dichas interpretaciones.

Para el tema de estudio o conclusiones particulares podemos decir que Qa-luyu y Pukara conformarían una misma trayectoria histórica y que Qaluyu en un momento de su historia produjo las condiciones materiales necesarias para la formación del Estado.

Finalmente en Pukara, se observa materialmente la aparición del Estado, lo que plantea la existencia de los siguientes fenómenos socio-económicos y socio-políticos: propiedad privada, distribución diferencial de la riqueza (asimetría eco-nómico-social), explotación de la fuerza de trabajo (extracción de excedentes), pro-ducción de artefactos con “valor de cambio” y coerción ideológica.

Para acabar, creemos que más alla de las discrepancias teóricas que podamos tener entre los observadores de un mismo objeto de estudio, un análisis desde cualquier perspectiva supone la necesidad de encontrar espacios de discusión. Nuestro deseo es que este articulo sirva para construir ese espacio para una pos-terior y, esperamos, no muy lejana superación.

Agradecimientos

Quiero agradecer en primer lugar a Rolando Paredes, gracias a quien tuve la oportunidad de enfrentarme con el altiplano del Titicaca. A mis amigos y amigas del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona con quienes hemos tenido excelentes discusiones y, sobre todo, a Vicente Lull quien me ha inspi-rado con su conocimiento de la filosofía y la teoría arqueológica. A Marillyn Holmes quien ha sido mi compañera en todos mis “viajes”. A Justin Jennings por atender a mis correos electrónicos y darme la oportunidad de integrarme en el debate del área del Titicaca junto a sus compatriotas. A Charles Stanish por sus comentaríosy respuestas a variadas interrogantes y su apoyo bibliográfico.

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Notas

1 También habría que reconocer la procedencia y el material que componen la muestra fechada, así como también, las calibraciones realizadas por los mismos investigadores. Acerca de estas cuestiones y los problemas que pueden suponer y, especialmente, durante el Formativo en los Andes Centrales, se puede consultar Velarde 1998.

2 Fuerzas productivas = fuerzas de trabajo (individuos sociales) + medios de producción (instrumentos de producción, por ejemplo, útiles líticos).

3 Para una crítica de la presión demográfica como motor del cambio social utilizado por el procesualismo ver Gilman 1988:55-56.

4 En ninguna de las investigaciones revisadas (salvo Mujica y Wheeler 1981) pudimos encontrar alguna referencia significativa de la explotación intensiva de los camélidos como factor del desarrollo económico-social temprano de la cuenca norte del Titicaca, cuando por ejemplo, el mismo asentamiento de Qaluyu poseía una cantidad significativa de restos óseos de estos animales (el 34% del total de la dieta; Mohr-Chávez 1982:5) y, adicionalmente, se han hallado artefactos producidos en ese soporte, algunos de ellos utilizados en la producción textil y cerámica (Tantaleán 2005). De hecho, desconocemos en que momento se habría producido la temprana domesticación de animales en el área.

5 Si bien la agricultura y la ganadería de camélidos parecen ser las actividades que solucionaron el problema de la alimentación básica de la sociedad Qaluyu, la caza y la pesca siguen siendo actividades complementarias para la dieta humana (Mohr-Chávez 1980).

6 Los fechados para Qaluyu proceden de un pozo de sondeo excavado por Kidder y Chávez Ballón y son los denominados como P-155 con 640 ± 117 a.C. y P-156 con 1093 ± 124 a.C. (Mohr-Chávez 1980:241. Mohr anota que su conversión de vida media es de 5730). Suponemos que estos fechados se habrían calibrado, pues, según Rowe (1978:298 [1963]) el fechado P-155 tiene 565±114 a.C. y el P-156 tiene 1005±120 a.C.). Asimismo, Rowe señala que ambas muestras de carbón fueron tomadas a la misma profundidad y en el mismo pozo de sondeo, por lo que no deberían estar tan alejados temporalmente y plantea que ambas no pueden ser aceptados en el primer sigma. Aún con todo, asume que el fechado más antiguo es el que más se ajusta a la evidencia arqueológica (Rowe 1978:298 [1963]). También están los fechados de Karen Mohr-Chávez, también, conseguidos en pozos de sondeo en el sitio de Qaluyu (Mohr-Chávez 1980) y que son las muestras P-1585, que según la autora parece anómala, pues está entre los años 1441 y 1333 a.C. resultando muy temprana y alejada del rango de sus otras tres muestras; P-1584 que cayó en el rango de años de 1245 a 1129 a.C., la P-1583 de 1146 a 1020 a.C. y P-1582 de 1126 a 1000 a.C. (Mohr-Chávez 1980:242 y Figura 3). Para el año 2000, Burger y colegas (Burger et al. 2000) presentan los fechados de Kidder de esta manera: P-155 con 2522±114 a.P. y P-156 con 2962±120 a.P. A ellos se le suman los de Karen Mohr-Chávez que son las mismas muestras de P-1582 con 2925±61 a.P. y P-1583 con 2945±61 a.P. Así pues, actualmente sólo tenemos seis fechados absolutos para la sociedad relacionada con la cerámica Qaluyu y que, como observamos, han sido presentados de diversas formas y sin la indicación de las calibraciones realizadas. Además, para el caso de los fechados de Kidder, a pesar de que ambas muestras proceden de una misma capa arqueológica distan muchos años entre ellas. En el caso de los fechados de Karen Mohr-Chávez, uno de ellos sería muy temprano y no guardaría relación con los otros tres presentados originalmente y de los cuales solamente conservará dos.

7 Para la ubicación y descripción de algunos sitios relacionados con cerámica Qaluyu, ver Lumbreras y Amat 1966 y Mujica 1985.

8 Asimismo, los pocos entierros humanos asociados a cerámica Qaluyu conocidos (Mohr-Chávez 1969; Steadman 1995) no incluyen amortización o consumo pasivo de productos. Por el contrario, los individuos son enterrados individualmente en los mismos montículos sin ningún artefacto (que halla sobrevivido hasta su excavación) que plantee la acumulación de bienes por parte de un grupo social.

9 Aunque esta relación, se materializa en vasijas cerámicas éstas, además de ser productos intercambiables per se, también son contenedores de alimentos u otras sustancias que no siempre soportan el paso

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del tiempo. Por ello, nuestra posición materialista histórica se aproximará a la cerámica en su “tridimensionalidad”, vale decir como producto, medio de (re)producción y medio de distribución.

10 La obsidiana hallada en sitios asociados con cerámica Qaluyu provendría de la fuente de Chivay (Burger et al. 2000). Para los sitios relacionados con cerámica Pukara, además, se utilizaría la fuente de Alca (Burger et al. 2000), lo que supondría que si bien existe una utilización permanente de la primera fuente dada su cercanía relativa a estos sitios, será durante Pukara cuando se amplie la distribución y consumo centralizado de productos exóticos como la obsidiana.

11 Según la Teoría del Valor de Marx (1973 [1867]), existen dos tipos de valor: el “valor de uso” y el “valor de cambio”. El valor de uso es el valor real del objeto y que está relacionado principalmente con sus características materiales.

12 Para una discusión en esta perspectiva se puede consultar Bonilla 1980.13 Esta denominación utilizada aquí para señalar a dos diferentes tipos de “producción de objetos” esta

inspirada en Castro et al. 1996, Castro et al. 1998 y, sobre todo, en Lull (2005:23). En cualquier caso, que algo sea primarío o secundarío será históricamente contingente.

14 Para Pukara los fechados obtenidos se hicieron a partir de las muestras tomadas en 1955 por Kidder y Chávez Ballón en el sitio epónimo y que fueron P-152 (143±108 a.C.), P-170 (74±106 a.C.), P-154 (111±106 a.C.), P-217 (2±90 a.C.), P-172 (82±109 a.C.) y P-153 (83±107 a.C.) (Lumbreras y Amat 1966). Para este mismo sitio, Karen Mohr tiene el fechado de la muestra P-1581 y que arrojó un rango de años entre el 112 al 4 a.C. (Mohr-Chávez 1980:242 y Figura 3). La misma muestra (P-1581) fue presentada posteriormente con 1949±52 a.P. (Burger et al. 2000:315). Como en el caso de Qaluyu, se plantea la existencia de la sociedad Pukara desde los fechados realizados en el sitio epónimo donde se localizó por primera vez el estilo cerámico y, además, con muestras que estarían fechando a las estructuras monumentales (Mujica 1987) y que halló ocupaciones humanas más tempranas asociadas a cerámica Qaluyu. Pese a ello, se sigue manteniendo una diferenciación social entre Pukara y todo lo anterior, cuando muchos sitios de la misma cuenca demuestran continuidad: Qaqachupa (Rowe 1956), Balsaspata (Tantaleán 2005), y el mismo sitio de Qaluyu (Stanish 2003). Asimismo, se plantea la desaparición de Pukara a partir del fechado más reciente obtenido por Kidder, extendiéndolo para toda la sociedad que estuvo relacionada a este sitio principal.

15 Las fuentes de arcilla para la producción de las vasijas decoradas estarían dentro del área del sitio de Pukara (Chávez 1992:519). Esto es significativo para nuestro análisis, pues, habría un control directo y exclusivo sobre una materia prima. Las necesidades básicas de la población común estarían aseguradas por la producción agrícola y ganadera (Bandy 2001:593).

16 De hecho, el personaje del “Degollador” fue representado estandarizadamente en piedra. Ejemplos de este se encuentran en el sitio de Pukara (Valcárcel 1932:19 y 23), Japisi, Arapa (Chávez 1981:Figura 1), Altarane, Hatuncolla (Paredes 1984) e isla del Titicaca (¿Isla del Sol?) (Ponce Sángines 1969).