prÓlogo - diÓcesis de canarias

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PRÓLOGO

Las situaciones sociales de crisis nos hacen valorar la importancia del trabajo bien hecho por profesionales, trabajadores y tantas personas que realizan actividades no remuneradas, pero de enorme contribución al bien común. Al mismo tiempo experimentamos que no es suficiente, pues aparecen carencias u obstáculos relacionadoscon las instituciones, la legislación y la distribución de los recursos.

Muchos aspectos de las formas de vida dominantes propician una separación entre el llamado ámbito privado y el público de nuestra existencia. La tentación de “doble vida” no se trata así solo de un riesgo, sino de una propuesta. El origen griego de la palabra persona –prosopon-máscara– recupera esa dimensión de representación teatral y hoy está legitimado ponerse la careta correspondiente al lugar en donde se desarrolle nuestra vida.

Sin embargo persona dice de relacionalidad y, desde los debates sobre Cristo y la Trinidad, despliega todo el significado del ser humano en su identidad, relacionalidad ambiental –en el tejido habitual del amar y el hacer– y presencia en las instituciones donde familia (sociedad, pueblo, servicios) y trabajo (economía, política). Cuando esta triple dimensión de lo humano quiebra, el juego de las máscaras está asegurado y cualquier acción sobre la persona en la intimidad de su conciencia, o en los ambientes e instituciones de los que forma parte será siempre, además de insuficiente, fácilmente manipulable.

Por ello es tan importante realizar propuestas tanto en la Iglesia como en la plaza pública que respondan a la verdad de lo humano y a la inseparable relación entre vida personal, ambientes del amar (familia) y del hacer (trabajo) e instituciones. El punto fundante de estas propuestas es acoger la vida como un don que, fiel a su origen, se ofrece en respuesta a la llamada para realizar el bien común en esas mismas dimensiones de la existencia humana, en el mundo y en la historia.

Vocación es pues la palabra clave para entender el significado de la vida personal, familiar, profesional y política en un distinguir para unir. Toda la vida es vocación, llamada y respuesta. Y esta respuesta se va concretando en todas las dimensiones de la vida: vocación personal a la santidad en la caridad, estado de vida que descubre la formapermanente de amar, vocación profesional y acción política como forma eminente de realizar la caridad en favor de los demás.

Ninguno de los ámbitos se puede separar. La acción política se ejercita en abstracto, es decir solo ideológicamente, si la propia vida personal desmiente los valores que se abanderan; los programas de acción sociopolítica precisan del conocimiento de la realidad de sus diversos ámbitos de incidencia y así la vida familiar y profesional aportan las necesidades concretas que precisan acción institucional. El amor familiar se cierra en egoísmo compartido si no se abre a las preocupaciones del común; el trabajo profesional está realmente bien hecho cuando pone de manifiesto posibilidades, obstáculos y carencias que precisan la acción institucional, el trabajo profesional

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santifica en la medida en la que transforma, siguiendo los criterios del Reino de Dios, el mundo en el que se desempeña.

Por todo ello, estás páginas con los mensajes de San Juan Pablo II a diversos grupos de profesionales son muy oportunos en este momento de Iglesia en salida para evangelizar y como sencillo instrumento que ayude a impulsar la vocación laical en España después del Congreso nacional de laicos. El testimonio público de la caridad en la ciudad en todas sus dimensiones personales, ambientales e institucionales es respuesta adecuada a la llamada que el Amor realiza a instaurar su Reino de verdad, de justicia y de paz.

Luis J. Argüello

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Juan Pablo II

Laicos para evangelizar el Tercer Milenio

Las catequesis del papa obrero a las diversasprofesiones con motivo del Jubileo del año 2000

Dedicado a la memoria de D. Eugenio Merino y    D. Eduardo García Candela,

sacerdotes al servicio de la promoción de militantes cristianos pobres

Recopilamos aquí las catequesis que con motivo del Gran Jubileo del año 2000 dedicóJuan Pablo II a los distintos campos de la actividad profesional de los laicos y a lasdiversas edades de la vida. Como subrayó el Vaticano II en todos ellos se puede y debevivir la vocación universal a la santidad y el apostolado al servicio del Reino de Dios ysu justicia. Ya en los años 30 D. Eugenio Merino soñaba con que todos los cristianosasumieran esta sublime vocación, de modo que no solo los obreros evangelizaran a losobreros (según pedía ya Pío XI), sino que cada cristiano fuera protagonista en laevangelización de su ambiente; incluso los niños, los presos, los golfillos de las calles…

Con esta recopilación queremos facilitar a todos los bautizados un instrumento paraprofundizar en la mística de las 24 horas de vida honrada en gracia de Dios, de modoque nada en la vida quede fuera del Reinado de Cristo, que según el plan de Dios debellegar a ser cabeza de todo. No se trata solo de quedarse en la propia santificación, comohabía propugnado san Francisco de Sales o san Josemaría Escrivá, sino también dehacerse cargo de la transformación del mundo, viviendo la grandeza del trabajo y lalucha por la justcia, que son parte de la imagen de Dios en el hombre, ya que lo asociana la obra del Creador y del Redentor. Se trata de afrontar la misión de transformar elmundo con sus ambientes e instituciones, entrando en la lucha del bien contra el reinode Satanás, para poner estos ambientes e instituciones al servicio de la dignidad de todapersona y de la solidaridad entre todos los hijos del Padre. Un camino en el que lospobres, enfermos…    no solo son los primeros destinatarios sino sus principalesprotagonistas.

Los temas están odenados por orden alfabético para facilitar la búsqueda en el índice.Los preceden, como marco general, las catequesis del año jubilar sobre el apostaladoseglar y la vocación a extender el Reino de Dios.

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Estos documentos son una concreción del magisterio del Concilio y de los papas sobreestos temas y campos de la acción humana. En ellos hay referencias a las grandesencíclicas, exhortaciones sinodales o cartas apostólicas en los que se ilumina con mayorprofundidad desde la fe los retos que hoy plantean el hambre, la defensa de la vida, etc.

El drama de nuestro tiempo es la separación entre la fe y la cultura (Pablo VI), por esoen el Jubileo por los 2000 años de la Encarnación del Verbo Juan Pablo II nos llamó aencarnar en nuestra vida diaria la vocación que Cristo representa para cada hombre ensu actividad concreta, y a trabajar unidos por el Reino que Él trajo a la tierra. Nos llamaa ser una Iglesia en salida , a salir de las sacristías y de la vida interna de nuestrosgrupos y comunidades; a potenciar la vocación laical más allá de todo clericalismo y dela corrupción que sufre una Iglesia que se encierra en sí misma haciéndoseautoreferencial, como propone hoy el papa Francisco.

Estas páginas nos abren camino con propuestas muy concretas y valientes para la luchade la Iglesia contra la Bestia que somete al mundo a una cultura de muerte. Pararesponder a las estructuras de pecado con la construcción de estructuras de gracia.

P. José Ramón Peláez Sanz

Valoria la Buena (Valladolid) 23 julio 2013

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INDICEINDICE 3

EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS 4

AGRICULTURA 14

ANCIANOS 21

ARTESANOS 25

ARTISTAS 27

BANCA 30

CIENTÍFICOS 31

CÁRCELES 38

DEPORTISTAS 41

DISCAPACITADOS 44

ECONOMÍA 49

EDUCADORES 51

EMIGRANTES E ITINERANTES 53

ENFERMOS Y AGENTES SANITARIOS 55

ESPECTÁCULO 60

FAMILIAS 63

GINECÓLOGOS 69

HISTORIADORES 70

JÓVENES 73

JURISTAS Y MAGISTRADOS 89

MÉDICOS 94

MILITARES Y POLICÍAS 100

MINEROS Y SIDERÚRGICOS 103

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NIÑOS 104

ODONTÓLOGOS 106

PERIODISTAS 107

POLICÍA MUNICIPAL 111

POLÍTICOS 113

SORDOS (DEPORTISTAS) 123

TRABAJADORES    (Y EMPRESARIOS) 124

UNIVERSITARIOS 132

EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS

MENSAJE CONGRESO INTERNACIONALDEL LAICADO CATÓLICO

Al venerado hermano Cardenal JAMES FRANCIS STAFFORD Presidente del Consejopontificio para los laicos

1. En los próximos días se celebrará en Roma el Congreso del laicado católico,organizado por ese Consejo pontificio para los laicos, sobre el tema "Testigos de Cristoen el nuevo milenio". Se trata de una feliz iniciativa que, durante el gran jubileo,constituirá para los participantes una ulterior ocasión de crecimiento en la fe y en lacomunión eclesial. En efecto, la asamblea contará con la presencia de muchos laicos,además de cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, que representaránidealmente a todo el pueblo de los bautizados en el Señor, los christifideles que, enmedio de las tribulaciones del mundo y los consuelos de Dios (cf. 2 Co 1, 4), caminanhacia la casa del Padre. Así el congreso podrá ser un momento de reflexión y de diálogo,de comunión en la fe y de oración, bien insertado en el marco de las celebraciones deljubileo del apostolado de los laicos, que culminará con la santa misa en la plaza de SanPedro, el día de la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo.

A través de usted doy las gracias al Consejo pontificio para los laicos, que ha queridopromover esta estimulante iniciativa, la cual nos pone a la escucha de cuanto el Espíritudice a la Iglesia (cf. Ap 2, 7) mediante la experiencia de fe de tantos laicos cristianos,hombres y mujeres de nuestro tiempo.

2. El congreso constituye una continuación ideal de otros grandes encuentros de fieleslaicos que, durante los últimos cincuenta años, han marcado etapas importantes en el

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camino de promoción y desarrollo del laicado católico. En particular, pienso en losCongresos mundiales del apostolado de los laicos que se celebraron en Roma en 1951,en 1957 y luego en 1967, inmediatamente después del Concilio. Y pienso también en lasdos Consultas mundiales del laicado católico organizadas por el Consejo pontificio paralos laicos con ocasión del Año santo de 1975 y como preparación para la VII Asambleageneral del Sínodo de los obispos de 1987, cuyos resultados recogí en la exhortaciónapostólica Christifideles laici.

A este propósito, la actual asamblea, como ya tuve oportunidad de subrayar, "podráservir para recapitular el camino del laicado desde el concilio Vaticano II hasta el granjubileo de la Encarnación" (Discurso al Consejo pontificio para los laicos con ocasiónde su XVIII asamblea plenaria, 1 de marzo de 1999, n. 5: L'Osservatore Romano,edición en lengua española, 12 de marzo de 1999, p. 2). Partiendo de un balance de laaplicación de las enseñanzas del Concilio a la vida y al apostolado de los laicos, vuestroencuentro contribuirá seguramente a imprimir un nuevo impulso a su compromisomisionero. Dimensión esencial de la vocación y de la misión del cristiano es dartestimonio de la presencia salvífica de Dios en la historia de los hombres, como diceoportunamente el tema del congreso: "Testigos de Cristo en el nuevo milenio".

3. Durante los últimos decenios del siglo XX han florecido en la Iglesia las semillas deuna espléndida primavera espiritual. Debemos dar gracias a Dios, por ejemplo, porquelos fieles laicos, hombres y mujeres, han adquirido una conciencia más clara de sudignidad de bautizados convertidos en "criaturas nuevas"; de su vocación cristiana; de laexigencia de crecer, en la inteligencia y en la experiencia de la fe, como christifideles,o sea, como verdaderos discípulos del Señor; y de su adhesión a la Iglesia.

Pero, al mismo tiempo, en un clima de secularización generalizada, muchos creyentessienten la tentación de alejarse de la Iglesia y, por desgracia, se dejan contagiar por laindiferencia o aceptan componendas con la cultura dominante. Por otra parte, no faltanentre los fieles actitudes selectivas y críticas con respecto al Magisterio eclesial. Porconsiguiente, para despertar en las conciencias de los cristianos un sentido más vivo desu identidad, se necesita, en el marco del gran jubileo, el serio examen de conciencia delque hablé en la Tertio millennio adveniente (cf. n. 34). Hay preguntas esenciales, quenadie puede evitar: ¿Qué he hecho de mi bautismo y de mi confirmación? ¿Cristo esverdaderamente el centro de mi vida? ¿Encuentra espacio la oración en mis jornadas?¿Vivo mi vida como una vocación y una misión? Cristo sigue recordándonos: "Vosotrossois la sal de la tierra. (...) Vosotros sois la luz del mundo. (...) Brille así vuestra luzdelante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestroPadre que está en los cielos" (Mt 5, 13. 14. 16).

4. La vocación y la misión de los fieles laicos sólo pueden comprenderse a la luz de unarenovada conciencia de la Iglesia "como sacramento o signo e instrumento de la unióníntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1), y deldeber personal de adherirse más firmemente a ella. La Iglesia es un misterio decomunión que tiene su origen en la vida de la santísima Trinidad. Es el cuerpo místicode Cristo. Es el pueblo de Dios que, unido por la misma fe, esperanza y caridad, caminaen la historia hacia la definitiva patria celestial. Y nosotros, como bautizados, somos

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miembros vivos de este maravilloso y fascinante organismo, alimentado por los donessacramentales, jerárquicos y carismáticos que son co-esenciales para él. Por eso, hoy esmás necesario que nunca que los cristianos, iluminados y guiados por la fe, conozcan ala Iglesia tal como es, con toda su belleza y santidad, para sentirla y amarla como supropia madre. Para este fin, es importante despertar en todo el pueblo de Dios elverdadero sensus Ecclesiae, junto con la íntima conciencia de ser Iglesia, es decir,misterio de comunión.

5. En el umbral del tercer milenio Dios llama a los creyentes, de modo especial a loslaicos, a un nuevo impulso misionero. La misión no es una añadidura a la vocacióncristiana. Es más, el concilio Vaticano II recuerda que la vocación cristiana, por sumisma naturaleza, es vocación al apostolado (cf. Apostolicam actuositatem, 2). Espreciso anunciar a Cristo con el testimonio de vida y con la palabra, y, antes de sercompromiso estratégico y organizado, el apostolado implica la grata y alegrecomunicación a todos del don del encuentro con Cristo. Una persona, o una comunidad,madura desde el punto de vista evangélico, está animada por un intenso celo misioneroque la impulsa a dar testimonio de Cristo en todas las circunstancias y situaciones, entodo ambiente social, cultural y político. A este propósito, como enseña el concilioVaticano II, "los laicos tienen como vocación propia el buscar el reino de Diosocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. Viven en elmundo, en todas y cada una de las profesiones y actividades del mundo y en lascondiciones ordinarias de la vida familiar y social, que forman como el tejido de suexistencia. Es ahí donde Dios los llama (...) para que, desde dentro, como el fermento,contribuyan a la santificación del mundo" (Lumen gentium, 31).

Amadísimos hermanos y hermanas, la Iglesia os necesita y cuenta con vosotros. Lapromoción y la defensa de la dignidad y de los derechos de la persona humana, hoy másurgente que nunca, exige la valentía de personas animadas por la fe, capaces de un amorgratuito y lleno de compasión, respetuosas de la verdad sobre el hombre, creado aimagen de Dios y destinado a crecer hasta llegar a la plenitud de Cristo Jesús (cf. Ef 4,13). No os desaniméis ante la complejidad de las situaciones. Buscad en la oración lafuente de toda fuerza apostólica; hallad en el Evangelio la luz que guíe vuestros pasos.

La complejidad de las situaciones no debe desalentaros; al contrario, debe impulsaros abuscar con sabiduría y valentía respuestas adecuadas a la petición de pan y trabajo, y alas exigencias de libertad, paz y justicia, comunión y solidaridad.

6. Queridos fieles laicos, hombres y mujeres, estáis llamados a asumir también, congenerosa disponibilidad, vuestra parte de responsabilidad en la vida de las comunidadeseclesiales a las que pertenecéis. El rostro de las parroquias, llamadas a ser acogedoras ymisioneras, depende de vosotros. Ningún bautizado puede permanecer ocioso. Loslaicos cristianos, que participan en el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, yestán enriquecidos con múltiples carismas, pueden dar su contribución en el ámbito dela liturgia, de la catequesis y de iniciativas misioneras y caritativas de diferentes tipos.Además, algunos pueden ser llamados a desempeñar cargos, funciones o ministerios noordenados, tanto a nivel parroquial como diocesano (cf. Christifideles laici, 14). Se tratade un servicio valioso y, en varias regiones del mundo, cada vez más indispensable. Sin

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embargo, hay que evitar el peligro de desnaturalizar la figura del laico con una atenciónexcesiva a las exigencias intraeclesiales. Por tanto, es preciso respetar, por una parte, laidentidad propia del fiel laico y, por otra, la del ministro ordenado, mientras que lacolaboración entre fieles laicos y sacerdotes y, en los casos y según las modalidadesestablecidos por la disciplina eclesial, la suplencia de los sacerdotes por parte de laicosdeben realizarse con espíritu de comunión eclesial, en la que las tareas y los estados devida se consideran complementarios y se enriquecen recíprocamente (cf. Instrucciónsobre algunas cuestiones relativas a la colaboración de los fieles laicos en el sagradoministerio de los sacerdotes).

7. La participación de los fieles laicos en la vida y en la misión de la Iglesia semanifiesta y se apoya también en diversas asociaciones, muchas de las cuales estánrepresentadas en este congreso. Sobre todo en nuestro tiempo, constituyen unsignificativo medio para una formación cristiana más profunda y para una actividadapostólica más eficaz. El concilio Vaticano II afirma: "Las asociaciones no son un finen sí mismas, sino que han de servir a la misión que la Iglesia debe cumplir en elmundo; su eficacia apostólica depende de la conformidad con los fines de la Iglesia ydel testimonio cristiano, del espíritu evangélico de cada uno de sus miembros y de todala asociación" (Apostolicam actuositatem, 19). Por tanto, para permanecer fieles a suidentidad, las asociaciones laicales deben confrontarse siempre con los criterios deeclesialidad que describí en la exhortación apostólica Christifideles laici (cf. n. 30).

Hoy podemos hablar de una "nueva época asociativa de los fieles laicos" (ib., 29). Esuno de los frutos del concilio Vaticano II. Además de las asociaciones de larga ybenemérita tradición, observamos un vigoroso y diversificado florecimiento demovimientos eclesiales y nuevas comunidades. Este don del Espíritu Santo es un signomás de que Dios encuentra siempre respuestas adecuadas y prontas a los desafíosplanteados a la fe y a la Iglesia en cada época. También aquí hay que agradecer a lasasociaciones, a los movimientos y a los grupos eclesiales el empeño que ponen en laformación cristiana y el entusiasmo misionero que siguen mostrando en la Iglesia.

8. Amadísimos hermanos y hermanas, durante estos días compartís reflexiones yexperiencias, haciendo un balance del camino recorrido y dirigiendo la mirada al futuro.Al contemplar el pasado, podéis constatar claramente cuán esencial es el papel de loslaicos para la vida de la Iglesia. ¡Cómo no recordar aquí las duras persecuciones que laIglesia del siglo XX ha sufrido en vastas áreas del mundo! Sobre todo gracias al valientetestimonio de fieles laicos, a veces incluso hasta el martirio, la fe no ha sido erradicadade la vida de pueblos enteros. La experiencia demuestra que la sangre de los mártires setransforma en semilla de confesores, y los cristianos debemos mucho a esos "soldadosdesconocidos de la gran causa de Dios" (Tertio millennio adveniente, 37).

En cuanto al futuro, existen muchos motivos para encaminarnos al nuevo milenio confundada esperanza. La primavera cristiana, de la que ya podemos vislumbrar muchossignos (cf. Redemptoris missio, 86), es perceptible en la opción radical de la fe, en laauténtica santidad de vida y en el extraordinario celo apostólico de muchos fieles laicos,hombres y mujeres, jóvenes, adultos y ancianos. Por tanto, esta generación tiene lamisión de llevar el Evangelio a la humanidad del futuro. Vosotros sois los "testigos de

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Cristo en el nuevo milenio", como dice el tema de vuestro congreso. Sed muyconscientes de ello y responded con pronta fidelidad a esta urgente llamada misionera.La Iglesia cuenta con vosotros.

Os deseo éxito en los trabajos de vuestra asamblea y, a la vez que invoco sobre cada unola protección de María, Reina de los Apóstoles y Estrella de la nueva evangelización, leenvío de corazón a usted, señor cardenal, y a todos los participantes mi especialbendición, que extiendo de buen grado a vuestros seres queridos y a cuantos encontráisen vuestro apostolado.

Vaticano, 21 de noviembre de 2000

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HOMILÍA EN EN EL JUBILEO DEL APOSTOLADO DE LOS LAICOSDomingo 26 de noviembre de 2000 Solemnidad de Cristo, Rey del universo

1. "Tú lo dices: soy Rey" (Jn 18, 37).

Así respondió Jesús a Pilato en un dramático diálogo, que el evangelio nos haceescuchar nuevamente en la solemnidad de Cristo, Rey del universo. Esta fiesta, situadaal final del año litúrgico, nos presenta a Jesús, Verbo eterno del Padre, como principio yfin de toda la creación, como Redentor del hombre y Señor de la historia. En la primeralectura el profeta Daniel afirma: "Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendráfin" (Dn 7, 14).

¡Sí, Cristo, tú eres Rey! Tu realeza se manifiesta paradójicamente en la cruz, en laobediencia al designio del Padre, "que -como escribe el apóstol san Pablo- nos hasacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, porcuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados" (Col 1, 13-14).Primogénito de los que resucitan de entre los muertos, tú, Jesús, eres el Rey de lahumanidad nueva, a la que has restituido su dignidad originaria.

¡Tú eres Rey! Pero tu reino no es de este mundo (cf. Jn 18, 36); no es fruto deconquistas bélicas, de dominaciones políticas, de imperios económicos, de hegemoníasculturales. Tu reino es un "reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reinode justicia, de amor y de paz" (cf. Prefacio de Jesucristo, Rey del universo), que semanifestará en su plenitud al final de los tiempos, cuando Dios sea todo en todos (cf. 1Co 15, 28). La Iglesia, que ya en la tierra puede gustar las primicias del cumplimientofuturo, no deja de repetir: "¡Venga tu reino!", "Adveniat regnum tuum!" (Mt 6, 10).

2. ¡Venga tu reino! Así rezan, en todas las partes del mundo, los fieles que se reúnen hoyen torno a sus pastores para el jubileo del apostolado de los laicos. Y yo me uno conalegría a este coro universal de alabanza y oración, celebrando con vosotros, queridosfieles, la santa misa junto a la tumba del apóstol san Pedro.

Doy las gracias al cardenal James Francis Stafford, presidente del Consejo pontificiopara los laicos, y a vuestros dos representantes, que al comienzo de la santa misa haninterpretado los sentimientos de todos. Saludo a los venerados hermanos en elepiscopado, así como a los sacerdotes, los religiosos y las religiosas presentes. Enparticular, extiendo mi saludo a vosotros, hermanos y hermanas laicos, "christifideleslaici", dedicados activamente a la causa del Evangelio: al contemplaros, pienso tambiénen todos los miembros de comunidades, asociaciones y movimientos de acciónapostólica; pienso en los padres y en las madres que, con generosidad y espíritu desacrificio, cuidan la educación de sus hijos con la práctica de las virtudes humanas y

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cristianas; pienso en cuantos brindan a la evangelización la contribución de sussufrimientos, aceptados y vividos en unión con Cristo.

3. Os saludo de modo especial a vosotros, queridos participantes en el Congreso dellaicado católico, que se inserta muy bien en el ámbito del jubileo del apostolado de loslaicos. Vuestro encuentro tiene como tema: "Testigos de Cristo en el nuevo milenio".Continúa la tradición de los congresos mundiales del apostolado de los laicos, queempezó hace cincuenta años bajo el impulso fecundo de la conciencia más viva que laIglesia había adquirido tanto de su naturaleza de misterio de comunión como de suintrínseca responsabilidad misionera en el mundo.

En la maduración de esta conciencia, el concilio ecuménico Vaticano II marcó unaetapa decisiva. Con el Concilio, en la Iglesia llegó verdaderamente la hora del laicado,y numerosos fieles laicos, hombres y mujeres, han comprendido con mayor claridad suvocación cristiana, que, por su misma naturaleza, es vocación al apostolado (cf.Apostolicam actuositatem, 2). Treinta y cinco años después de su conclusión, yo osdigo: es necesario volver al Concilio. Hay que volver a leer los documentos delVaticano II para redescubrir su gran riqueza de estímulos doctrinales y pastorales.

En particular, debéis releer esos documentos vosotros, laicos, a quienes el Concilioabrió extraordinarias perspectivas de participación y compromiso en la misión de laIglesia. ¿No os recordó el Concilio vuestra participación en la función sacerdotal,profética y real de Cristo? Los padres conciliares os confiaron, de modo especial, lamisión de "buscar el reino de Dios ocupándoos de las realidades temporales yordenándolas según Dios" (cf. Lumen gentium, 31).

Desde entonces se ha producido un gran florecimiento de asociaciones, en el que,además de los grupos tradicionales, han surgido nuevos movimientos, asociaciones ycomunidades (cf. Christifideles laici, 29). Amadísimos hermanos y hermanas, vuestroapostolado hoy es más indispensable que nunca para que el Evangelio sea luz, sal ylevadura de una nueva humanidad.

4. Pero ¿qué implica esta misión? ¿Qué significa ser cristianos hoy, aquí y ahora?Sercristianos jamás ha sido fácil, y tampoco lo es hoy. Seguir a Cristo exige valentía parahacer opciones radicales, a menudo yendo contra corriente. "¡Nosotros somos Cristo!",exclamaba san Agustín. Los mártires y los testigos de la fe de ayer y de hoy, entre loscuales se cuentan numerosos fieles laicos, demuestran que, si es necesario, ni siquierahay que dudar en dar la vida por Jesucristo.

A este propósito, el jubileo invita a todos a un serio examen de conciencia y a unacontinua renovación espiritual, para realizar una acción misionera cada vez más eficaz.Quisiera citar aquí las palabras que, hace ya veinticinco años, casi al término del Año

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santo de 1975, mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, escribió en la exhortaciónapostólica Evangelii nuntiandi: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a lostestigos que a los maestros (...), o si escucha a los maestros es porque son testigos" (n.41).

Esas palabras tienen validez también hoy para una humanidad rica en potencialidades yexpectativas, pero amenazada por múltiples insidias y peligros. Basta pensar, entre otrascosas, en las conquistas sociales y en la revolución en el campo genético; en el progresoeconómico y en el subdesarrollo existente en vastas áreas del planeta; en el drama delhambre en el mundo y en las dificultades existentes para tutelar la paz; en la extensa redde las comunicaciones y en los dramas de la soledad y de la violencia que registra lacrónica diaria.

Amadísimos hermanos y hermanas, como testigos de Cristo, estáis llamados,especialmente vosotros, a llevar la luz del Evangelio a los sectores vitales de lasociedad. Estáis llamados a ser profetas de la esperanza cristiana y apóstoles de aquel"que es y era y viene, el Omnipotente" (Ap 1, 4).

5. "La santidad es el adorno de tu casa" (Sal 92, 5). Con estas palabras nos hemosdirigido a Dios en el Salmo responsorial. La santidad sigue siendo para los creyentes elmayor desafío. Debemos estar agradecidos al concilio Vaticano II, que nos recordó quetodos los cristianos están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección dela caridad.

Queridos hermanos, no tengáis miedo de aceptar este desafío: ser hombres y mujeressantos. No olvidéis que los frutos del apostolado dependen de la profundidad de la vidaespiritual, de la intensidad de la oración, de una formación constante y de una adhesiónsincera a las directrices de la Iglesia. Os repito hoy a vosotros lo que dije a los jóvenesdurante la reciente Jornada mundial de la juventud: si sois lo que debéis ser, es decir, sivivís el cristianismo sin componendas, podréis incendiar el mundo.

Os esperan tareas y metas que pueden pareceros desproporcionadas a las fuerzashumanas. No os desaniméis. "El que comenzó entre vosotros la obra buena, la llevaráadelante" (Flp 1, 6). Mantened siempre fija la mirada en Jesús. Haced de él el corazóndel mundo.

Y tú, María, Madre del Redentor, su primera y perfecta discípula, ayúdanos a ser sustestigos en el nuevo milenio. Haz que tu Hijo, Rey del universo y de la historia, reine ennuestra vida, en nuestras comunidades y en el mundo entero.

"¡Alabanza y honor a ti, oh Cristo!". Con tu cruz has redimido el mundo. Teencomendamos, al comienzo del nuevo milenio, nuestro compromiso de servir a estemundo que tú amas y que también nosotros amamos. Sostennos con la fuerza de tu

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gracia. Amén.

NOTA: Los días 11 de junio y 26 de noviembre con motivo del Regina caeli y delÁngelus se dirigió igualmente a los laicos.

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COOPERAR A LA LLEGADA DEL REINO DE DIOS EN EL MUNDO Audiencia general miércoles 6 de diciembre de 2000

1. En este año del gran jubileo, el tema de fondo de nuestras catequesis es la gloria de laTrinidad, tal como se nos reveló en la historia de la salvación. Hemos reflexionadosobre la Eucaristía, máxima celebración de Cristo presente bajo las humildes especiesdel pan y del vino. Ahora queremos dedicar algunas catequesis al compromiso que senos pide para que la gloria de la Trinidad resplandezca plenamente en el mundo.

Y nuestra reflexión toma como punto de partida el evangelio de san Marcos, dondeleemos: "Marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la buena nueva de Dios, diciendo: "Eltiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en elEvangelio"" (Mc 1, 14-15). Estas son las primeras palabras que Jesús pronuncia ante lamultitud: contienen el núcleo de su Evangelio de esperanza y salvación, el anuncio delreino de Dios. Desde ese momento en adelante, como observan los evangelistas,"recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la buena nuevadel Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mt 4, 23; cf. Lc 8,1). En esa línea se sitúan los Apóstoles, al igual que san Pablo, el Apóstol de las gentes,llamado a "anunciar el reino de Dios" en medio de las naciones hasta la capital delimperio romano (cf. Hch 20, 25; 28, 23. 31).

2. Con el Evangelio del Reino, Cristo se remite a las Escrituras sagradas que, con laimagen de un rey, celebran el señorío de Dios sobre el cosmos y sobre la historia. Asíleemos en el Salterio: "Decid a los pueblos: "El Señor es rey; él afianzó el orbe, y nose moverá; él gobierna a los pueblos rectamente"" (Sal 96, 10). Por consiguiente, elReino es la acción eficaz, pero misteriosa, que Dios lleva a cabo en el universo y en elentramado de las vicisitudes humanas. Vence las resistencias del mal con paciencia, nocon prepotencia y de forma clamorosa.

Por eso, Jesús compara el Reino con el grano de mostaza, la más pequeña de todas lassemillas, pero destinada a convertirse en un árbol frondoso (cf. Mt 13, 31-32), o con lasemilla que un hombre echa en la tierra: "duerma o se levante, de noche o de día, elgrano brota y crece, sin que él sepa cómo" (Mc 4, 27). El Reino es gracia, amor de Diosal mundo, para nosotros fuente de serenidad y confianza: "No temas, pequeño rebaño-dice Jesús-, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino" (Lc12, 32). Los temores, los afanes y las angustias desaparecen, porque el reino de Diosestá en medio de nosotros en la persona de Cristo (cf. Lc 17, 21).

3. Con todo, el hombre no es un testigo inerte del ingreso de Dios en la historia. Jesúsnos invita a "buscar" activamente "el reino de Dios y su justicia" y a considerar estabúsqueda como nuestra preocupación principal (cf. Mt 6, 33). A los que "creían que el

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reino de Dios aparecería de un momento a otro" (Lc 19, 11), les recomienda una actitudactiva en vez de una espera pasiva, contándoles la parábola de las diez minasencomendadas para hacerlas fructificar (cf. Lc 19, 12-27). Por su parte, el apóstol sanPablo declara que "el reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino -ante todo-de justicia" (Rm 14, 17) e insta a los fieles a poner sus miembros al servicio de lajusticia con vistas a la santificación (cf. Rm 6, 13. 19).

Así pues, la persona humana está llamada a cooperar con sus manos, su mente y sucorazón al establecimiento del reino de Dios en el mundo. Esto es verdad de maneraespecial con respecto a los que están llamados al apostolado y que son, como dice sanPablo, "cooperadores del reino de Dios" (Col 4, 11), pero también es verdad conrespecto a toda persona humana.

4. En el Reino entran las personas que han elegido el camino de las bienaventuranzasevangélicas, viviendo como "pobres de espíritu" por su desapego de los bienesmateriales, para levantar a los últimos de la tierra del polvo de la humillación. "¿Acasono ha escogido Dios a los pobres según el mundo -se pregunta el apóstol Santiago en sucarta- para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que prometió a los quele aman?" (St 2, 5). En el Reino entran los que soportan con amor los sufrimientos de lavida: "Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino deDios" (Hch 14, 22; cf. 2 Ts 1, 4-5), donde Dios mismo "enjugará toda lágrima (...) y nohabrá ya muerte ni llanto ni gritos ni fatigas" (Ap 21, 4). En el Reino entran los puros decorazón que eligen la senda de la justicia, es decir, de la adhesión a la voluntad de Dios,como advierte san Pablo: "¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el reino deDios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, (...) ni losavaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el reino de Dios"(1 Co 6, 9-10, cf. 15, 50; Ef 5, 5).

5. Así pues, todos los justos de la tierra, incluso los que no conocen a Cristo y a suIglesia, y que, bajo el influjo de la gracia, buscan a Dios con corazón sincero (cf. Lumengentium, 16), están llamados a edificar el reino de Dios, colaborando con el Señor, quees su artífice primero y decisivo. Por eso, debemos ponernos en sus manos, confiar ensu palabra y dejarnos guiar por él como niños inexpertos que sólo en el Padreencuentran la seguridad: "El que no reciba el reino de Dios como niño -dijo Jesús-, noentrará en él" (Lc 18, 17).

Con este espíritu debemos hacer nuestra la invocación: "¡Venga tu reino!". En lahistoria de la humanidad esta invocación se ha elevado innumerables veces al cielocomo un gran anhelo de esperanza: "¡Venga a nosotros la paz de tu reino!", exclamaDante en su paráfrasis del Padrenuestro (Purgatorio XI, 7). Esa invocación nos impulsaa dirigir nuestra mirada al regreso de Cristo y alimenta el deseo de la venida final delreino de Dios. Sin embargo, este deseo no impide a la Iglesia cumplir su misión en este

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mundo; al contrario, la compromete aún más (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n.2818), a la espera de poder cruzar el umbral del Reino, del que la Iglesia es germen einicio (cf. Lumen gentium, 5), cuando llegue al mundo en plenitud. Entonces, como nosasegura san Pedro en su segunda carta, "se os dará amplia entrada en el reino eterno denuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P 1, 11).

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EL VALOR DEL COMPROMISO EN LAS REALIDADES TEMPORALES Audiencia general miércoles 13 de diciembre de 2000

1. El apóstol san Pablo afirma que "nuestra patria está en los cielos" (Flp 3, 20), pero deello no concluye que podemos esperar pasivamente el ingreso en la patria; al contrario,nos exhorta a comprometernos activamente. "No nos cansemos de obrar el bien -escribe-; pues, si no desfallecemos, a su tiempo nos vendrá la cosecha. Así que, mientrastengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestroshermanos en la fe" (Ga 6, 9-10).

La revelación bíblica y la mejor sabiduría filosófica coinciden en subrayar que, por unlado, la humanidad tiende hacia lo infinito y la eternidad, y, por otro, está firmementearraigada en la tierra, dentro de las coordenadas del tiempo y del espacio. Existe unameta trascendente por alcanzar, pero a través de un itinerario que se desarrolla en latierra y en la historia. Las palabras del Génesis son iluminadoras: la criatura humanaestá vinculada al polvo de la tierra, pero al mismo tiempo tiene un "aliento" que la unedirectamente a Dios (cf. Gn 2, 7).

2. También afirma el Génesis que Dios, después de crear al hombre, lo dejó "en el jardíndel Edén, para que lo labrase y cuidase" (Gn 2, 15). Los dos verbos del texto originalhebreo son los que se usan en otros lugares para indicar también el "servir" a Dios y el"observar" su palabra, es decir, el compromiso de Israel con respecto a la alianza con elSeñor. Esta analogía parece sugerir que una alianza primaria une al Creador con Adán ycon toda criatura humana, una alianza que se realiza en el compromiso de henchir latierra, sometiendo y dominando a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo animalque serpea sobre la tierra (cf. Gn 1, 28; Sal 8, 7-9).

Por desgracia, a menudo el hombre cumple esta misión, que Dios le asignó, no como unartífice sabio, sino como un tirano prepotente. Al final se encuentra en un mundodevastado y hostil, en una sociedad desgarrada y lacerada, como también nos enseña elGénesis en el gran cuadro del capítulo tercero, donde describe la ruptura de la armoníadel hombre con su semejante, con la tierra y con el mismo Creador. Este es el fruto delpecado original, es decir, de la rebelión que tuvo lugar desde el inicio frente al proyectoque Dios había encomendado a la humanidad.

3. Por eso, con la gracia de Cristo Redentor, debemos volver a hacer nuestro el designiode paz y desarrollo, de justicia y solidaridad, de transformación y valorización de lasrealidades terrestres y temporales, delineado en las primeras páginas de la Biblia.Debemos continuar la gran aventura de la humanidad en el campo de la ciencia y latécnica, hurgando en los secretos de la naturaleza. Es preciso desarrollar -a través de laeconomía, el comercio y la vida social- el bienestar, el conocimiento, la victoria sobre lamiseria y sobre cualquier forma de humillación de la dignidad humana.

En cierto sentido, Dios ha delegado al hombre la obra de la creación, para que estaprosiga tanto en las extraordinarias empresas de la ciencia y de la técnica, como en el

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esfuerzo diario de los trabajadores, los estudiosos, las personas que con su mente y susmanos "labran y cuidan" la tierra y hacen más solidarios a los hombres y mujeres entresí. Dios no está ausente de su creación; más aún, "ha coronado de gloria y honor alhombre", haciéndolo, con su autonomía y libertad, casi su representante en el mundo yen la historia (cf. Sal 8, 6-7).

4. Como dice el salmista, por la mañana "el hombre sale a sus faenas, a su labranzahasta el atardecer" (Sal 104, 23). También Cristo valora en sus parábolas esta labor delhombre y de la mujer en los campos y en el mar, en las casas y en las asambleas, en lostribunales y en los mercados. La asume para ilustrar simbólicamente el misterio delreino de Dios y de su realización progresiva, aunque sabe que a menudo este trabajoresulta estéril a causa del mal y del pecado, del egoísmo y de la injusticia. La misteriosapresencia del Reino en la historia sostiene y vivifica el esfuerzo del cristiano en sustareas terrenas.

Los cristianos, implicados en esta obra y en esta lucha, están llamados a colaborar conel Creador para realizar en la tierra una "casa del hombre" más acorde con su dignidad ycon el plan divino, una casa en la que "la misericordia y la verdad se encuentren, lajusticia y la paz se besen" (Sal 85, 11).

5. A esta luz quisiera proponer a vuestra meditación las páginas que el concilio VaticanoII dedicó, en la constitución pastoral Gaudium et spes (cf. parte I, cc. III y IV), a la"actividad humana en el mundo" y a la "función de la Iglesia en el mundo actual". "Loscreyentes -enseña el Concilio- tienen la certeza de que la actividad humana individual ycolectiva, es decir, aquel ingente esfuerzo con el que los hombres pretenden mejorar lascondiciones de su vida a lo largo de los siglos, considerado en sí mismo, responde alplan de Dios" (n. 34).

La complejidad de la sociedad moderna hace cada vez más arduo el esfuerzo de animarlas estructuras políticas, culturales, económicas y tecnológicas que con frecuencia notienen alma. En este horizonte difícil y prometedor la Iglesia está llamada a reconocer laautonomía de las realidades terrenas (cf. ib., 36), pero también a proclamar eficazmente"la prioridad de la ética sobre la técnica, la primacía de la persona sobre las cosas y lasuperioridad del espíritu sobre la materia" (Congregación para la educación católica, Enestas últimas décadas, 30 de diciembre de 1988, n. 44: L'Osservatore Romano, ediciónen lengua española, 23 de julio de 1989, p. 12). Sólo así se cumplirá el anuncio de sanPablo:”La creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. (...) y alberga laesperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción, para participar en lagloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8, 19-21).

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AGRICULTURA

DISCURSO DEL DURANTE EL ENCUENTRO CON LOSAGRICULTORESSábado 11 de noviembre de 2000

Ilustres señores; amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra poder encontrarme con vosotros, con ocasión del jubileo del mundoagrícola, en este momento de "fiesta" y, al mismo tiempo, de reflexión sobre el estadoactual de este importante sector de la vida y de la economía, y sobre sus perspectivaséticas y sociales.

Agradezco al señor cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, las amables palabrasque me ha dirigido, interpretando los sentimientos y las expectativas que animan a todoslos presentes. Saludo con deferencia a las ilustres personalidades, también a las dediversa inspiración religiosa, que en representación de varias organizaciones estánpresentes aquí esta tarde para brindarnos la contribución de su testimonio.

2. El jubileo de los trabajadores de la tierra coincide con la tradicional "Jornada deacción de gracias", organizada en Italia por la benemérita Confederación de cultivadoresdirectos, a la que saludo muy cordialmente. Esta "Jornada" es un fuerte llamamiento alos valores perennes que conserva el mundo agrícola y, entre estos, sobre todo a sunotable sentido religioso. Dar gracias es alabar a Dios, que creó la tierra y cuanto ellaproduce, a Dios que se complació en ella como algo "muy bueno" (Gn 1, 12), y laconfió al hombre para que la administrara de modo sabio y activo.

Amadísimos hombres del mundo agrícola, a vosotros se os ha confiado la tarea dehacer fructificar la tierra. Es una tarea muy importante, cuya urgencia resulta cada vezmás evidente. La ciencia económica suele llamar "sector primario" a vuestro ámbito detrabajo. En el escenario de la economía mundial, en relación con los demás sectores, suespacio se presenta muy diferenciado, según los continentes y las naciones. Perocualquiera que sea su peso en términos económicos, basta el sentido común para ponerde relieve su "primado" real con respecto a las exigencias vitales del hombre. Cuandoeste sector es subestimado o descuidado, las consecuencias para la vida, la salud y elequilibrio ecológico son siempre graves y, en general, difícilmente remediables, almenos a corto plazo.

3. La Iglesia ha tenido siempre, una consideración especial por este ámbito de trabajo,que también se ha expresado en importantes documentos magisteriales. A estepropósito, no podemos olvidar la encíclica Mater et magistra del beato Juan XXIII. Élpuso oportunamente, por decirlo así, "el dedo en la llaga", denunciando los problemas

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que, por desgracia, ya en aquellos años hacían de la agricultura un "sector deprimido",tanto por lo que toca "al índice de productividad del trabajo" como por lo que respecta"al nivel de vida de las poblaciones rurales" (n. 124).

Ciertamente, no se puede decir que los problemas se hayan solucionado en el arco detiempo que va de la Mater et magistra a nuestros días. Más bien, hay que constatar quese han añadido otros, en el marco de las nuevas problemáticas que derivan de laglobalización de la economía y de la agudización de la "cuestión ecológica".

4. Obviamente, la Iglesia no tiene soluciones "técnicas" para proponer. Su contribuciónconsiste en el testimonio evangélico, y se expresa a través de la propuesta de losvalores espirituales que dan sentido a la vida y orientan las opciones concretas tambiénen el ámbito de la economía y del trabajo.

El primer valor en juego cuando se considera la tierra y las personas que la trabajan es,sin duda alguna, el principio que atribuye la tierra a su Creador: ¡La tierra es de Dios!Por tanto, se la ha de tratar según su ley. Si, con respecto a los recursos naturales, se haconsolidado, especialmente por el impulso de la industrialización, una culturairresponsable del "dominio" con consecuencias ecológicas devastadoras, no respondeciertamente al designio de Dios. "Henchid la tierra y sometedla; mandad en los pecesdel mar y en las aves de los cielos" (Gn 1, 28). Con estas conocidas palabras delGénesis Dios entrega la tierra al hombre para que la use, no para que abuse de ella.Según ellas, el hombre no es el árbitro absoluto del gobierno de la tierra, sino el"colaborador" del Creador: misión estupenda, pero también marcada por confinesprecisos, que no pueden superarse impunemente.

Es un principio que hay que recordar en la misma producción, cuando se trata depromoverla con la aplicación de biotecnologías, que no pueden evaluarseexclusivamente según intereses económicos inmediatos. Es necesario someterlaspreviamente a un riguroso control científico y ético, para evitar que desemboquen endesastres para la salud del hombre y el futuro de la tierra.

5. La pertenencia constitutiva de la tierra a Dios funda también el principio, tandestacado en la doctrina social de la Iglesia, del destino universal de los bienes de latierra (cf. Centesimus annus, 6). Lo que Dios dio al hombre, se lo dio con corazón dePadre, que cuida de sus hijos, sin excluir a nadie. Así pues, la tierra de Dios es tambiénla tierra del hombre, y de todos los hombres. Ciertamente, esto no implica lailegitimidad del derecho de propiedad, pero exige una concepción, y una consiguienteregulación, que salvaguarden y promuevan su intrínseca "función social" (cf. Mater etmagistra, 106; Populorum progressio, 23).

Todo hombre y todo pueblo tienen derecho a vivir de los frutos de la tierra. Es un

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escándalo intolerable, al comienzo del nuevo milenio, que muchísimas personas pasenaún hambre y vivan en condiciones indignas del hombre. Ya no podemos limitarnos areflexiones académicas: es preciso eliminar esta vergüenza de la humanidad conadecuadas opciones políticas y económicas de alcance planetario. Como escribí en elMensaje al director general de la Organización de las Naciones Unidas para laagricultura y la alimentación (FAO) con ocasión de la Jornada mundial de laalimentación, hay que "extirpar de raíz las causas del hambre y de la desnutrición"(Mensaje del 4 de octubre de 2000: L' Osservatore Romano, edición en lenguaespañola, 27 de octubre de 2000, p. 7). Como es sabido, son muchas las causas de estasituación. Entre las más absurdas figuran los frecuentes conflictos internos de losEstados, a menudo verdaderas guerras entre pobres. Existe asimismo la gravosaherencia de una distribución de la riqueza con frecuencia injusta, dentro de cada nacióny a nivel mundial.

6. Se trata de un aspecto al que precisamente la celebración del jubileo nos pide prestarespecial atención. En efecto, la institución originaria del jubileo, en su designio bíblico,estaba orientada a restablecer la igualdad entre los hijos de Israel, también a través dela restitución de los bienes, para que los más pobres pudieran levantarse, y todospudieran experimentar, incluso en el ámbito de una vida digna, la alegría de perteneceral único pueblo de Dios.

Nuestro jubileo, en el bimilenario del nacimiento de Cristo, no puede por menos demanifestar este signo de fraternidad universal. Constituye un mensaje dirigido no sólo alos creyentes, sino también a todos los hombres de buena voluntad, para que, en lasopciones económicas, se decidan a abandonar la lógica del mero interés, y conjuguenlos beneficios legítimos con el valor y la práctica de la solidaridad. Como he dicho enotras ocasiones, es necesaria una globalización de la solidaridad, que supone a su vezuna "cultura de la solidaridad", que debe florecer en el corazón de cada uno.

7. Por consiguiente, al mismo tiempo que seguimos solicitando a los poderes públicos, alas grandes fuerzas económicas y a las instituciones más influyentes a que actúen en esadirección, debemos estar convencidos de que todos debemos llevar a cabo una"conversión" personal.

Hemos de comenzar desde nosotros mismos. Por eso, en la encíclica Centesimus annus,además de los temas relativos a la problemática ecológica, señalé la urgencia de una"ecología humana". Con este concepto se quiere recordar que "no sólo la tierra ha sidodada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que esun bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don deDios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado"(n. 38). Si el hombre pierde el sentido de la vida y la seguridad de sus orientacionesmorales, extraviándose en la niebla del indiferentismo, ninguna política será capaz de

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salvaguardar conjuntamente las razones de la naturaleza y las de la sociedad. En efecto,es el hombre quien puede construir y destruir, respetar y despreciar, compartir orechazar. También los grandes problemas planteados por el sector agrícola, que osincumbe directamente, han de afrontarse no sólo como problemas "técnicos" o"políticos", sino antes aún como "problemas morales".

8. Por tanto, cuantos actúan con el nombre de cristianos tienen la responsabilidadineludible de dar también en este ámbito un testimonio creíble. Por desgracia, en lospaíses del mundo que se suele definir "desarrollado" se va extendiendo un consumismoirracional, una especie de "cultura del derroche", que se ha convertido en un estilogeneralizado de vida. Hay que contrastar esta tendencia. Educar para un uso de losbienes que no olvide jamás ni los límites de los recursos disponibles ni la condición depenuria de tantos seres humanos, y que, por consiguiente, forje el estilo de vida segúnel deber de la comunión fraterna, es un verdadero desafío pedagógico y una opción degran clarividencia. El mundo de los trabajadores de la tierra, con su tradición desobriedad, con su patrimonio de sabiduría acumulado incluso con grandes sufrimientos,puede dar aquí una contribución incomparable.

9. Por tanto, os agradezco sinceramente este testimonio "jubilar", que atrae la atenciónde toda la comunidad cristiana y de la sociedad entera hacia los grandes valores de quees depositario el mundo agrícola. Caminad en la línea de vuestra mejor tradición,abriéndoos a todos los avances significativos de la era tecnológica, pero conservandocelosamente los valores perennes que os distinguen. Este es el camino para dar tambiénal mundo agrícola un futuro de esperanza. Una esperanza fundada en la obra de Dios,que el salmista canta así: "Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida"(Sal 65, 10).

Invocando esta solicitud de Dios, fuente de prosperidad y paz para las innumerablesfamilias que trabajan en el mundo rural. Quiero impartir a todos la bendición apostólicacomo conclusión de este encuentro.

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HOMILÍA EN EL JUBILEO DEL MUNDO AGRÍCOLA Domingo 12 de noviembre de 2000

1. "El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente" (Sal 146, 6)

Precisamente para cantar esta fidelidad del Señor, que nos ha recordado el Salmoresponsorial, vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, os encontráis hoy aquí paravuestro jubileo. Me complace vuestro hermoso testimonio, que acaba de interpretar yexpresar el obispo monseñor Fernando Charrier, a quien doy las gracias de corazón.Saludo cordialmente también a las personalidades que han querido manifestar suadhesión, en representación de diversos Estados y, sobre todo, de las organizaciones yorganismos de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.

Saludo a los directivos y miembros de la "Coldiretti" y de las demás organizaciones deagricultores aquí presentes, así como a los miembros de las federaciones de panaderos,de las cooperativas agroalimentarias y de la Unión forestal de Italia. Vuestra múltiplepresencia, amadísimos hermanos y hermanas, nos hace sentir vivamente la unidad de lafamilia humana y la dimensión universal de nuestra oración, dirigida al único Dios,creador del universo y fiel al hombre.

2. La fidelidad de Dios. Para vosotros, hombres del mundo agrícola, se trata de unaexperiencia diaria, repetida constantemente en la observación de la naturaleza. Conocéisel lenguaje de la tierra y de las semillas, de la hierba y de los árboles, de la fruta y de lasflores. En los más diversos paisajes, desde las altas montañas hasta las llanuras regadas,bajo los más diversos cielos, este lenguaje tiene su encanto, que os resulta familiar. Eneste lenguaje captáis la fidelidad de Dios a las palabras que pronunció el tercer día de lacreación: ”Haga brotar la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales"(Gn 1, 11). Dentro del movimiento tranquilo y silencioso, pero lleno de vida de lanaturaleza, sigue palpitando la complacencia originaria del Creador: "Y vio Dios todolo que había hecho; y era muy bueno" (Gn 1, 12).

Sí, el Señor mantiene su fidelidad perpetuamente. Y vosotros, expertos en este lenguajede fidelidad -lenguaje antiguo y siempre nuevo-, sois naturalmente hombresagradecidos. Vuestro prolongado contacto con la maravilla de los productos de la tierraos permite percibirlos como un don inagotable de la Providencia divina. Por eso vuestrajornada anual es, por antonomasia, la "Jornada de acción de gracias". Este año, además,reviste un valor espiritual más alto, al insertarse en el jubileo que celebra el bimilenariodel nacimiento de Cristo. Habéis venido para dar gracias por los frutos de la tierra, pero,ante todo, para reconocer en él al Creador y, al mismo tiempo, el fruto más hermoso denuestra tierra, el "fruto" del seno de María, el Salvador de la humanidad y, en ciertosentido, del "cosmos" mismo. En efecto, la creación, como dice san Pablo, "estágimiendo toda ella con dolores de parto", y alberga la esperanza de ser liberada "de la

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esclavitud de la corrupción" (Rm 8, 21-22).

3. El "gemido" de la tierra nos lleva con el pensamiento a vuestro trabajo, amadísimoshombres y mujeres de la agricultura, un trabajo muy importante, pero también muyarduo y duro. En el pasaje que hemos escuchado del libro de los Reyes, se evocaprecisamente una situación típica de sufrimiento debida a la sequía. El profeta Elías, quepadecía hambre y sed, es protagonista y a la vez beneficiario de un milagro de lagenerosidad. Una pobre viuda lo socorre, compartiendo con él el último puñado deharina y las últimas gotas de su aceite; su generosidad abre el corazón de Dios, hasta elpunto de que el profeta puede anunciar: ”La vasija de la harina no se vaciará, la alcuzade aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra" (1 R17, 14).

Desde siempre la cultura del mundo agrícola ha estado marcada por el sentido delpeligro que se cierne sobre las cosechas a causa de las imprevisibles adversidadesatmosféricas. Pero hoy, a los contratiempos tradicionales, se añaden a menudo otrosdebidos a la negligencia del hombre. La actividad agrícola de nuestro tiempo ha tenidoque afrontar las consecuencias de la industrialización y el desarrollo no siempreordenado de las áreas urbanas, con el fenómeno de la contaminación ambiental y eldesequilibrio ecológico, los vertederos de residuos tóxicos y la deforestación. Elcristiano, aun confiando siempre en la ayuda de la Providencia, no puede menos deemprender iniciativas responsables para lograr que se respete y promueva el valor de latierra. Es necesario que el trabajo agrícola esté cada vez más organizado y sostenido porseguros sociales que compensen plenamente el esfuerzo que implica y la gran utilidadque lo distingue. Si el mundo de la técnica más refinada no se armoniza con el lenguajesencillo de la naturaleza en un equilibrio saludable, la vida del hombre correrá riesgoscada vez mayores, de los que ya vemos actualmente signos preocupantes.

4. Por tanto, amadísimos hermanos y hermanas, estad agradecidos con el Señor, pero, almismo tiempo, sentíos orgullosos de la tarea que os asigna vuestro trabajo. Resistid alas tentaciones de una productividad y de unos beneficios que no respeten la naturaleza.Dios confió la tierra al hombre "para que la guardara y la cultivara" (cf. Gn 2, 15).Cuando el hombre olvida este principio, convirtiéndose en tirano y no en custodio de lanaturaleza, antes o después esta se rebela.

Pero vosotros, queridos hermanos, comprendéis muy bien que este principio de orden,que vale tanto para el trabajo agrícola como para cualquier otro sector de la actividadhumana, está arraigado en el corazón del hombre. Por consiguiente, es precisamente el"corazón" el primer terreno que hay que cultivar. No por casualidad Jesús quisoexplicar la obra de la palabra de Dios recurriendo, con la parábola del sembrador, a unejemplo iluminador tomado del mundo agrícola. La palabra de Dios es una semilladestinada a dar fruto abundante, pero, por desgracia, a menudo cae en un terreno poco

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adecuado, donde el pedregal, los abrojos y las espinas -expresiones múltiples de nuestropecado- le impiden echar raíces y desarrollarse (cf. Mt 13, 3-23 y paralelos). Por esto,un Padre de la Iglesia, dirigiéndose precisamente a un agricultor, dice: "Por tanto,cuando estés en el campo y contemples tu finca, piensa que también tú eres campo deCristo, y presta atención a ti mismo como a tu campo. Del mismo modo que exiges a tuobrero que cultive bien tu campo, así también cultiva para el Señor Dios tu corazón"(san Paulino de Nola, Carta 39, 3 a Apro y Amanda).

Con vistas a este "cultivo del espíritu" habéis venido hoy aquí a celebrar vuestro jubileo.Más que vuestro esfuerzo profesional, presentáis al Señor el trabajo diario depurificación de vuestro corazón: obra exigente, que jamás lograríamos realizar solos.Nuestra fuerza es Cristo, de quien la carta a los Hebreos acaba de recordarnos que "seha manifestado una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir elpecado con el sacrificio de sí mismo" (Hb 9, 26).

5. Este sacrificio, realizado una vez para siempre en el Gólgota, se actualiza paranosotros cada vez que celebramos la Eucaristía. En ella Cristo se hace presente, con sucuerpo y su sangre, para convertirse en nuestro alimento.

¡Qué significativo debe ser para vosotros, hombres del mundo agrícola, contemplarsobre el altar este milagro, que corona y sublima las maravillas mismas de la naturaleza!¿No se realiza un milagro diario cuando una semilla se transforma en espiga, y muchosgranos de trigo maduran para ser molidos y convertirse en pan? ¿No es un milagro de lanaturaleza un racimo de uvas que cuelga de los sarmientos de la vid? Ya todo estoentraña, misteriosamente, el signo de Cristo, puesto que "por medio de él se hizo todo, ysin él no se hizo nada de lo que se ha hecho" (cf. Jn 1, 3). Pero mayor aún es elacontecimiento de gracia mediante el cual la Palabra y el Espíritu de Dios transformanel pan y el vino, "fruto de la tierra y del trabajo del hombre", en cuerpo y sangre delRedentor. La gracia jubilar que habéis venido a implorar no es más que sobreabundanciade gracia eucarística, fuerza que nos eleva y nos sana desde lo más profundo,injertándonos en Cristo.

6. Ante esta gracia, la actitud que debemos asumir nos la sugiere el evangelio con elejemplo de la viuda pobre que echa unas pocas monedas en el cepillo, pero en realidadda más que todos, porque no da de lo que le sobra, sino "todo lo que tenía para vivir"(Mc 12, 44). Esa mujer desconocida imita así la actitud de la viuda de Sarepta, queacogió en su casa a Elías y compartió con él su comida. A ambas las sostenía suconfianza en el Señor. Ambas encuentran en la fe la fuerza de una caridad heroica.

Esas dos viudas nos invitan a abrir de par en par nuestra celebración jubilar hacia loshorizontes de la caridad, abrazando a todos los pobres y necesitados del mundo. Lo quehagamos al más pequeño de ellos, lo haremos a Cristo (cf. Mt 25, 40).

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Y no podemos olvidar que precisamente en el ámbito del trabajo agrícola se dansituaciones humanas que nos interpelan profundamente. Pueblos enteros, que vivensobre todo del trabajo agrícola en las regiones económicamente menos desarrolladas, seencuentran en condiciones de indigencia. Vastas regiones son devastadas por lasfrecuentes calamidades naturales. Y, a veces, a estas desgracias se añaden lasconsecuencias de guerras que, además de causar víctimas, siembran destrucción,obligan a las poblaciones a abandonar territorios fértiles, y en ocasiones los contaminancon pertrechos bélicos y sustancias nocivas.

7. El jubileo nació en Israel como un gran tiempo de reconciliación y redistribución delos bienes. Ciertamente, acoger hoy este mensaje no significa limitarse a dar un pequeñoóbolo. Es preciso contribuir a una cultura de la solidaridad que, también en el ámbitopolítico y económico, tanto nacional como internacional, fomente iniciativas generosasy eficaces en beneficio de los pueblos menos favorecidos.

Queremos recordar hoy en nuestra oración a todos estos hermanos, proponiéndonostraducir nuestro amor a ellos en solidaridad activa, para que todos, sin excepción,puedan gozar de los frutos de la "madre tierra" y llevar una vida digna de los hijos deDios.

Nota: El Domingo 12 de noviembre de 2000 el papa despidió a los peregrinosresumiendo su mensaje en el Ángelus

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ANCIANOS

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LA TERCERA EDAD Domingo 17 de septiembre de 2000

1. "Vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Mc 8, 29). Esta es la pregunta que Cristoformula a sus discípulos, después de haberlos interrogado sobre la opinión común de lagente. Así profundiza el diálogo con sus discípulos, casi obligándolos a dar unarespuesta más directa y personal. En nombre de todos Pedro responde con prontitud yclaridad de fe: "Tú eres el Mesías" (Mc 8, 29).

El diálogo de Jesús con los Apóstoles, que hemos vuelto a escuchar hoy en esta plazacon ocasión del jubileo de la tercera edad, nos impulsa a ahondar en el significado delacontecimiento que estamos celebrando. En el Año jubilar que recuerda el bimilenariodel nacimiento de Cristo, toda la Iglesia eleva al Señor, de un modo muy particular, "unagran plegaria de alabanza y de acción de gracias sobre todo por el don de la encarnacióndel Hijo de Dios y de la redención realizada por él" (Tertio millennio adveniente, 32).

"Vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Ante esta pregunta, que nos sigue interpelando,estamos aquí para hacer nuestra la respuesta de Pedro, reconociendo en Cristo alVerbo encarnado, al Señor de nuestra vida.

2. Amadísimos hermanos y hermanas que habéis venido en peregrinación a Roma paravuestro jubileo, os doy mi más cordial bienvenida, feliz de celebrar con vosotros estesingular momento de gracia y de comunión eclesial.

Os saludo a todos con afecto. Dirijo un saludo particular al señor cardenal JamesFrancis Stafford y a todos los hermanos en el episcopado y en el sacerdocio aquípresentes. Envío un recuerdo afectuoso a todos los obispos y sacerdotes ancianos delmundo entero, así como a cuantos en la vida religiosa o laical han gastado sus energíasen el cumplimiento de los deberes de su estado. ¡Gracias por vuestro ejemplo de amor,de entrega y de fidelidad a la vocación recibida!

Deseo expresar mi aprecio a cuantos han afrontado dificultades y molestias con tal deno faltar a esta cita. Sin embargo, al mismo tiempo, mi pensamiento va también a todaslas personas ancianas, solas o enfermas, que no han podido salir de su casa, pero queestán espiritualmente unidas a nosotros y siguen esta celebración a través de la radio yla televisión. A cuantos se encuentran en situaciones precarias o en dificultadesparticulares, les aseguro mi cercanía cordial y mi recuerdo en la oración.

3. El jubileo de la tercera edad, que hoy celebramos, reviste una importancia particularsi se considera la presencia creciente de las personas ancianas en la sociedad actual.

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Celebrar el jubileo significa, ante todo, recoger el mensaje de Cristo para esaspersonas, pero, a la vez, atesorar el mensaje de experiencia y sabiduría que ellasmismas transmiten en esta etapa particular de su vida. Para muchas de ellas, la terceraedad es el tiempo de reorganizar la propia vida, haciendo fructificar la experiencia y lascapacidades adquiridas.

En realidad, como subrayé en la Carta a los ancianos (cf. n. 13), también la edadavanzada es un tiempo de gracia, que invita a unirse con amor más intenso al misteriosalvífico de Cristo y a participar más profundamente en su proyecto de salvación.Queridos ancianos, la Iglesia os mira con amor y confianza, comprometiéndose afavorecer la realización de un ambiente humano, social y espiritual en cuyo seno todaslas personas puedan vivir de forma plena y digna esta importante etapa de su vida.

Precisamente durante estos días, el Consejo pontificio para los laicos ha querido dar unacontribución a este aspecto de la pastoral, promoviendo una reflexión sobre el tema:”Eldon de una larga vida: responsabilidad y esperanza". He apreciado mucho estainiciativa, y espero que este simposio estimule a las familias, al personal religioso ylaico de las casas que acogen a los ancianos, así como a todos los agentes implicados enel servicio a la tercera edad, a contribuir activamente a la renovación de un compromisosocial y pastoral específico. En efecto, aún se puede hacer mucho para acrecentar laconciencia de las exigencias de los ancianos, para ayudarles a expresar mejor suscapacidades, para facilitar su participación activa en la vida de la Iglesia y, sobre todo,para lograr que se respete y valore siempre y en todo lugar su dignidad de personas.

4. Todo esto lo iluminan las lecturas de este domingo, que nos invitan a profundizar elmodo como se ha realizado el designio salvífico de Dios. Hemos escuchado en el librodel profeta Isaías la descripción del Siervo sufriente, que es el retrato de una personaque se pone totalmente a disposición de Dios. "El Señor me abrió el oído; yo no resistí,ni me eché atrás" (Is 50, 5). El Siervo de Yahveh acepta la misión que se le haencomendado, aunque es difícil y llena de peligros: la confianza que pone en Dios le dala fuerza y los recursos necesarios para cumplirla, permaneciendo firme incluso enmedio de la adversidad.

El misterio de sufrimiento y de redención anunciado por la figura del Siervo de Yahvehse realizó plenamente en Cristo. Como hemos escuchado en el evangelio de hoy, Jesúscomenzó a enseñar a los Apóstoles "que el Hijo del hombre tenía que padecer mucho"(Mc 8, 31). A primera vista, esta perspectiva resulta humanamente difícil de aceptar,como lo muestra también la reacción inmediata de Pedro y de los Apóstoles (cf. Mc 8,32-35). ¿Y cómo podría ser de otro modo? El sufrimiento no puede por menos de causarmiedo. Pero precisamente en el sufrimiento redentor de Cristo está la verdaderarespuesta al desafío del dolor, que tanto influye en nuestra condición humana. Enefecto, Cristo tomó sobre sí nuestros sufrimientos y cargó con nuestros

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dolores, iluminándolos, mediante su cruz y su resurrección, con una luz nueva deesperanza y de vida.

5. Queridos hermanos y hermanas, amigos ancianos, en un mundo como el actual, en elque a menudo se mitifican la fuerza y la potencia, tenéis la misión de testimoniar losvalores que cuentan de verdad, más allá de las apariencias, y que permanecen parasiempre porque están inscritos en el corazón de todo ser humano y garantizados por lapalabra de Dios.

Precisamente por ser personas de la llamada "tercera edad", tenéis una contribuciónespecífica que dar al desarrollo de una auténtica "cultura de la vida" -tenéis, o mejor,tenemos, porque también yo pertenezco a vuestra edad-, testimoniando que cadamomento de la existencia es un don de Dios y cada etapa de la vida humana tiene susriquezas propias que hay que poner a disposición de todos.

Vosotros mismos experimentáis cómo el tiempo que pasa sin el agobio de tantasocupaciones puede favorecer una reflexión más profunda y un diálogo más amplio conDios en la oración. Además, vuestra madurez os impulsa a compartir con los másjóvenes la sabiduría acumulada con la experiencia, sosteniéndolos en su esfuerzo porcrecer y dedicándoles tiempo y atención en el momento en el que se abren al futuro ybuscan su camino en la vida. Podéis realizar en favor de ellos una tarea realmentevaliosa.

Amadísimos hermanos y hermanas, la Iglesia os contempla con gran estima y confianza.La Iglesia os necesita. Pero también la sociedad civil necesita de vosotros. Eso lo dijehace un mes a los jóvenes y ahora os lo digo a vosotros ancianos, a nosotros ancianos.La Iglesia necesita de nosotros, pero también la sociedad civil nos necesita. Sabedemplear generosamente el tiempo que tenéis a disposición y los talentos que Dios os haconcedido, ayudando y apoyando a los demás. Contribuid a anunciar el Evangelio comocatequistas, animadores de la liturgia y testigos de vida cristiana. Dedicad tiempo yenergías a la oración, a la lectura de la palabra de Dios y a reflexionar sobre ella.

6. "Yo, por las obras, te demostraré mi fe" (St 2, 18). Con estas palabras el apóstolSantiago nos ha invitado a expresar en la vida diaria, abiertamente y con valentía,nuestra fe en Cristo, especialmente a través de nuestras obras de caridad y solidaridadpara con los necesitados (cf. St 2, 15-16).

Hoy doy gracias al Señor por nuestros numerosos hermanos que testimonian esa feoperante en el servicio diario a los ancianos, pero también por el gran número deancianos que, en la medida de sus posibilidades, siguen prodigándose aún por losdemás.

En esta alegre celebración del jubileo de la tercera edad queréis renovar vuestra

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profesión de fe en Cristo, único Salvador del hombre, y vuestra adhesión a la Iglesia,mediante el compromiso de una vida vivida con amor.

Juntos queremos hoy dar gracias por el don de la encarnación del Hijo de Dios y de laredención que realizó. Prosigamos la peregrinación de nuestra existencia diaria con lacerteza de que la historia humana en su conjunto y también la historia personal de cadauno forman parte de un plan divino, iluminado por el misterio de la resurrección deCristo.

Pidamos a María, Virgen peregrina en la fe y nuestra Madre celestial, que nos acompañea lo largo del camino de la vida y nos ayude a pronunciar como ella nuestro "sí" a lavoluntad de Dios, cantando junto con ella nuestro Magníficat, con la confianza y laalegría perenne del corazón.

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 ARTESANOS

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS ARTESANOSDomingo 19 de marzo., San José

1. Dios, "que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todosnosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?" (Rm 8, 32).

El apóstol Pablo, en la carta a los Romanos, formula esta pregunta, en la que destacacon claridad el tema central de la liturgia de este día: el misterio de la paternidad deDios. En el pasaje evangélico es el mismo Padre eterno quien se presenta a nosotroscuando, desde la nube luminosa que envuelve a Jesús y a los Apóstoles en el monte dela Transfiguración, hace oír su voz, que exhorta: "Éste es mi Hijo amado, escuchadlo"(Mc 9, 7). Pedro, Santiago y Juan intuyen -luego lo comprenderán mejor- que Dios lesha hablado revelándose a sí mismo y el misterio de su realidad más íntima.

Después de la resurrección, ellos, junto con los demás Apóstoles, llevarán al mundo esteimpresionante anuncio: en su Hijo encarnado Dios se ha acercado a todo hombre comoPadre misericordioso. En Cristo todo ser humano es envuelto por el abrazo tierno yfuerte de un Padre.

2. Este anuncio se dirige también a vosotros, amadísimos artesanos, que habéis llegadoa Roma de todas partes del mundo para celebrar vuestro jubileo. En el redescubrimientode esta consoladora realidad -Dios es Padre- os sostiene vuestro patrono celestial, sanJosé, artesano como vosotros, hombre justo y custodio fiel de la Sagrada Familia.

Lo contempláis como ejemplo de laboriosidad y honradez en el trabajo diario. En élbuscáis, sobre todo, el modelo de una fe sin reservas y de una obediencia constante a lavoluntad del Padre celestial.

Al lado de san José, encontráis al mismo Hijo de Dios que, bajo su guía, aprende eloficio de carpintero y lo ejerce hasta los treinta años, proponiendo en sí mismo el"evangelio del trabajo".

e ese modo, durante su existencia terrena, san José llega a ser humilde y laboriosoreflejo de la paternidad divina que se revelará a los Apóstoles en el monte de laTransfiguración. La liturgia de este segundo domingo de Cuaresma nos invita areflexionar con mayor atención en ese misterio. El mismo Padre celestial nos toma de lamano para guiarnos en esta meditación.

Cristo es el Hijo amado del Padre. Es, sobre todo, la palabra "amado" la que,respondiendo a nuestros interrogantes, descorre en cierto modo el velo que oculta elmisterio de la paternidad divina. En efecto, nos da a conocer el amor infinito del Padre

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al Hijo y, al mismo tiempo, nos revela su "pasión" por el hombre, por cuya salvación noduda en entregar a este Hijo tan amado. Todo ser humano puede saber ya que en Jesús,Verbo encarnado, es objeto de un amor ilimitado por parte del Padre celestial.

3. Una contribución ulterior al conocimiento de este misterio nos la da la primeralectura, tomada del libro del Génesis. Dios pide a Abraham el sacrificio de su hijo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo ensacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré" (Gn 22, 2). Con el corazóndestrozado, Abraham se dispone a cumplir la orden de Dios. Pero, cuando está a puntode clavar a su hijo el cuchillo del sacrificio, el Señor lo detiene y, por medio de unángel, le dice: "No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temesa Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo" (Gn 22, 12).

A través de las vicisitudes de una paternidad humana sometida a una prueba dramática,se revela otra paternidad, basada en la fe. Precisamente en virtud del extraordinariotestimonio de fe dado en aquella circunstancia, Abraham obtiene la promesa de unadescendencia numerosa: "Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tudescendencia, porque me has obedecido" (Gn 22, 18). Gracias a su fe incondicional enla palabra de Dios, Abraham se convierte en padre de todos los creyentes.

4. Dios Padre "no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte pornosotros" (Rm 8, 32). Abraham, con su disponibilidad a inmolar a Isaac, anuncia elsacrificio de Cristo por la salvación del mundo. La ejecución efectiva del sacrificio, quele fue ahorrada a Abraham, se realizará con Jesucristo. Él mismo informa a losApóstoles: al bajar del monte de la Transfiguración, les prohíbe que cuenten lo que hanvisto antes de que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. El evangelistaañade: "Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar deentre los muertos" (Mc 9, 10).

Los discípulos intuyen que Jesús es el Mesías y que en él se realiza la salvación. Pero nologran comprender por qué habla de pasión y de muerte: no aceptan que el amor deDios pueda esconderse detrás de la cruz. Y, sin embargo, donde los hombres verán sólouna muerte, Dios manifestará su gloria, resucitando a su Hijo; donde los hombrespronunciarán palabras de condena, Dios realizará su misterio de salvación y amor algénero humano.

Ésta es la lección que cada generación cristiana debe volver a aprender. Cadageneración, ¡también la nuestra! Aquí radica la razón de ser de nuestro camino deconversión en este tiempo singular de gracia. El jubileo ilumina toda la vida y laexperiencia de los hombres. Incluso la fatiga y el cansancio del trabajo diario reciben dela fe en Cristo muerto y resucitado una nueva luz de esperanza. Aparecen comoelementos significativos del designio de salvación que el Padre celestial está realizando

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mediante la cruz de su Hijo.

5. Apoyados en esta certeza, queridos artesanos, podéis fortalecer y concretar losvalores que desde siempre caracterizan vuestra actividad: el perfil cualitativo, elespíritu de iniciativa, la promoción de las capacidades artísticas, la libertad y lacooperación, la relación correcta entre tecnología y ambiente, el arraigo familiar y lasbuenas relaciones de vecindad. La civilización artesana ha sabido crear, en el pasado,grandes ocasiones de encuentro entre los pueblos, y ha transmitido a las épocassucesivas síntesis admirables de cultura y fe.

El misterio de la vida de Nazaret, del que san José, patrono de la Iglesia y vuestroprotector, fue custodio fiel y testigo sabio, es el icono de esta admirable síntesis entrevida de fe y trabajo humano, entre crecimiento personal y compromiso de solidaridad.Amadísimos artesanos, habéis venido hoy para celebrar vuestro jubileo. Que la luz delEvangelio ilumine cada vez más vuestra experiencia laboral diaria. El jubileo os ofrecela ocasión de encontraros con Jesús, José y María, entrando en su casa y en el humildetaller de Nazaret.

En la singular escuela de la Sagrada Familia se aprenden las realidades esenciales de lavida y se profundiza el significado del seguimiento de Jesús. Nazaret enseña a superar latensión aparente entre la vida activa y la contemplativa; invita a crecer en el amor a laverdad divina que irradia la humanidad de Cristo y a prestar con valentía el exigenteservicio de la tutela de Cristo presente en todo hombre (cf. Redemptoris custos, 27).

6. Crucemos, por tanto, en una peregrinación espiritual, el umbral de la casa de Nazaret,el humilde hogar que tendré la alegría de visitar, Dios mediante, la próxima semana,durante mi peregrinación jubilar a Tierra Santa.

Contemplemos a María, testigo del cumplimiento de la promesa hecha por el Señor "enfavor de Abraham y su descendencia por siempre" (Lc 1, 54-55).

Que ella, junto con José, su casto esposo, os ayude, queridos artesanos, a permanecer enconstante escucha de Dios, uniendo oración y trabajo. Ellos os sostengan en vuestrospropósitos jubilares de renovada fidelidad cristiana y hagan que vuestras manosprolonguen, en cierto modo, la obra creadora y providente de Dios.

La Sagrada Familia, lugar de entendimiento y amor, os ayude a realizar gestos desolidaridad, paz y perdón. Así, seréis heraldos del amor infinito de Dios Padre, rico enmisericordia y bondad para con todos. Amén.

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ARTISTAS

DISCURSO EN EL JUBILEO DE LOS ARTISTAS

viernes 18 de febrero

Señor cardenal; venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría me encuentro con vosotros en esta basílica, en la que trabajaronalgunos de los más grandes genios de la arquitectura y la escultura. ¡Bienvenidos!Saludo al señor cardenal Roger Etchegaray, que ha presidido la celebración de la santamisa. Saludo, asimismo, al arzobispo monseñor Francesco Marchisano, presidente laComisión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia, y a los demás prelados ysacerdotes. Saludo también a las autoridades civiles que han intervenido y a los artistaspresentes. Os expreso a todos mi aprecio por este intenso testimonio de fe. Nadie mejorque vosotros, queridos artistas, puede sentirse como en su casa aquí, donde la fe y elarte se encuentran de modo tan singular, elevándonos a la contemplación de la gloriadivina.Acabáis de experimentarlo en la celebración eucarística, corazón de la vidaeclesial. Si, como dijo el Concilio, "en la liturgia terrena pregustamos y participamos enla liturgia celeste" (Sacrosanctum Concilium, 8), eso es particularmente evidente en elesplendor de este templo, pues nos remonta con el pensamiento a la Jerusalén celestial,cuyos fundamentos, según la expresión del Apocalipsis, están "adornados de toda clasede piedras preciosas" (Ap 21, 19), y ya no hay necesidad de la luz del sol y de la luna,"porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero" (Ap 21, 23).

2. Me alegra renovaros a vosotros, hoy, los sentimientos de estima que expresé el añopasado en mi Carta a los artistas. Ya es hora de que se reanude la fecunda alianza entrela Iglesia y el arte que ha jalonado el camino del cristianismo en estos dos milenios.Esto supone vuestra capacidad, queridos artistas creyentes, de vivir a fondo la realidadde la fe cristiana, de manera que engendre cultura y dé al mundo nuevas "epifanías" dela belleza divina, reflejada en la creación.

Estáis hoy aquí precisamente para expresar vuestra fe. Habéis venido para celebrar eljubileo. Esto, en definitiva, significa fijar la mirada en el rostro de Cristo, para recibirsu misericordia y dejarse inundar por su luz. ¡El jubileo es Cristo! Él es nuestrasalvación y nuestra alegría, nuestro canto y nuestra esperanza. Quien entra en estabasílica por la Puerta santa lo encuentra, ante todo, dirigiendo la vista a la Piedad deMiguel Ángel, prácticamente fundiendo su mirada con la de María en su abrazo alcuerpo sin vida del Hijo. Ese cuerpo martirizado, y sin embargo dulce, del "máshermoso de los hijos de los hombres" (Sal 45, 3), es fuente de vida. María, figura de lahumanidad nueva, ella misma salvada, lo entrega a cada uno de nosotros como semillade resurrección. En efecto, nosotros, como nos enseña el apóstol san Pablo, "fuimos con

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él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fueresucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotrosvivamos una vida nueva" (Rm 6, 4).

3. El jubileo nos pide que acojamos esta gracia de resurrección, de manera que penetreen todos los ámbitos de nuestra vida, no sólo librándola del pecado, sino también de lasescorias que deja en nosotros incluso después de habernos reconciliado con Dios. Setrata, en cierto sentido, de "cincelar" la piedra de nuestro corazón, para que aparezcan enél los rasgos de Cristo, el Hombre nuevo.

El artista que puede hacer esto a fondo es el Espíritu Santo. Sin embargo, exige nuestracorrespondencia y docilidad. La conversión del corazón es, por decirlo así, obra de artecomún del Espíritu Santo y de nuestra libertad. Vosotros, los artistas, habituados amodelar las más diversas materias según el estro de vuestro genio, sabéis cuánto seasemeja al empeño artístico el esfuerzo diario por mejorar la propia existencia. Comoescribí en la Carta dedicada a vosotros, "en la creación artística el hombre se revela másque nunca imagen de Dios, y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupendamateria de su propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre eluniverso que le rodea" (Carta a los artistas, 1). Entre el arte de formarse a sí mismos yel arte de transformar la materia existe una analogía singular.

4. En ambas tareas el punto de partida es siempre un don de lo alto. Si la creaciónartística necesita una "inspiración", el camino espiritual requiere la gracia, que es el doncon que Dios se comunica a sí mismo, envolviendo con su amor nuestra vida,iluminando nuestros pasos y llamando a nuestro corazón, hasta morar en él y convertirloen templo de su santidad: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre loamará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14, 23).Este diálogo con la gracianos compromete sobre todo en el plano ético, pero abarca todas las dimensiones denuestra existencia, y adquiere una expresión peculiar en el ejercicio del talento artístico.Dios se deja vislumbrar en vuestro espíritu mediante el encanto y la nostalgia de labelleza. En efecto, no cabe duda de que el artista vive con la belleza una relaciónparticular; es más, se puede decir que la belleza es "la vocación a la que el Creador lellama" (Carta a los artistas, 3).

Si el artista es capaz de vislumbrar en las múltiples manifestaciones de lo bello un rayode la belleza suprema, entonces el arte se convierte en un camino hacia Dios, y loimpulsa a conjugar su talento creativo con el compromiso de una vida cada vez másconforme a la ley divina. Algunas veces, precisamente la confrontación entre elesplendor de la realización artística y la pesadez del propio corazón puede suscitar lainquietud saludable que hace sentir el deseo de superar la mediocridad y comenzar unavida nueva, abierta con generosidad al amor a Dios y a los hermanos.

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5. Entonces es cuando nuestra humanidad se eleva mediante una experiencia de libertad,podríamos decir, de infinito, como la que aún nos inspira Miguel Ángel en la cúpula quea la vez domina y corona este templo. Vista desde el exterior, parece que diseña unacurva del cielo sobre la comunidad recogida en oración, como si simbolizara el amorcon que Dios se acerca a ella. Por el contrario, contemplada desde el interior, en suvertiginoso impulso hacia lo alto, evoca el encanto y al mismo tiempo el esfuerzo deelevarse hacia el encuentro pleno con Dios.

Queridos artistas, precisamente a esta elevación os llama la celebración jubilar de hoy.Es una invitación a practicar el estupendo "arte" de la santidad. Si llegara a parecerosdemasiado difícil, os debería consolar el pensamiento de que en este camino no estamossolos: la gracia nos sostiene también mediante el acompañamiento eclesial, con el quela Iglesia actúa como madre de cada uno de nosotros, obteniendo del Esposo divinosobreabundancia de misericordia y de dones. ¿No es éste el sentido de la materEcclesia, que Bernini evocó eficazmente en el abrazo solemne de la columnata? Esosbrazos majestuosos son siempre brazos maternos, que se abren a la humanidad entera.Todo miembro de la Iglesia, acogido en ellos, puede sentirse aliviado en su paso deperegrino, en camino hacia la patria.

Así, nuestra reflexión vuelve al punto de donde partió, al esplendor de la Jerusaléncelestial, a la que aspiramos como pueblo peregrino de Dios.

Queridos artistas, os deseo que siempre os sintáis atraídos por ese esplendor, y, comoconfortación para vuestro compromiso, os imparto cordialmente mi bendición.

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BANCA

DISCURSO A DIRECTIVOS Y EMPLEADOS DEL BANCO DEROMA Sábado 11 de noviembre de 2000

Amables señoras y señores:

(…) 2. La finalidad de un banco como el vuestro consiste en administrar con esmero losrecursos que se le han confiado, para apoyar las actividades económicas de familias,empresas, instituciones y organismos que recurren a su mediación. Vuestra obra,considerada desde esta perspectiva, adquiere un importante valor social para sostener alas fuerzas vivas de la nación, que así pueden perseguir los objetivos necesarios enmateria de seguridad económica, crecimiento de la empresa, gestión honrada del frutodel propio trabajo, defensa del ahorro y acceso al crédito.

De aquí la importancia del sistema bancario, pero también la responsabilidad de quienlo gestiona en nombre de las personas, las familias y los grupos sociales que recurren aél. En efecto, aun persiguiendo sus finalidades institucionales, un banco no puede pormenos de tener como punto de referencia los valores éticos que presiden los diversosaspectos de la actividad humana. Si el banco busca únicamente el máximo provechopara sí, sin tener en cuenta estas exigencias superiores, ya no se presenta comoinstrumento de crecimiento y desarrollo para la comunidad, sino que más bienconstituye un peso y un freno.

3. La doctrina de la Iglesia afirma la prioridad del factor humano sobre las finalidadesfinancieras y crediticias propias de cada banco. En la rápida evolución de las dinámicaseconómicas actuales, muchas personas, además de no saber aprovechar las diversasformas de servicio ofrecidas por el sistema bancario, encuentran a veces dificultadespara orientarse en las opciones orientadas a proteger los ahorros realizadoshonradamente. La profesionalidad del agente bancario, unida a un notable sentido deequidad y justicia, podrá favorecer la serenidad de cuantos necesitan consejo o ayuda.

Por desgracia, no se puede negar que también hoy existen formas desviadas de crédito,capaces de poner en peligro no sólo actividades empresariales o propiedades familiares,sino también la vida misma de las personas que han caído en esta espiral perversa. Ya enotras ocasiones he subrayado las dificultades y las molestias que afrontan quienes sonvíctimas de especulaciones relacionadas con modalidades ilícitas de crédito.Ciertamente, un banco responsable, en virtud de su capacidad de escucha y de diálogocon la sociedad civil, puede hacer mucho en este ámbito.

Deseo de corazón que también vuestro banco, prosiguiendo el camino ya emprendido,

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siga brindando un sólido apoyo a todas las iniciativas serias en favor de las personas queatraviesan dificultades, de los jóvenes y del voluntariado. De este modo, responderéiseficazmente a las expectativas de las personas y de los grupos sociales, que encuentranen vuestra actividad un apoyo fundamental para sus legítimas necesidades de serviciosfinancieros y económicos.

4. Amables señores y señoras, vuestra visita me brinda la oportunidad de realizar unaútil pausa de reflexión. Para los que sois creyentes, esta es una ocasión providencialpara confrontar vuestra vida y vuestra actividad con la palabra de Cristo.

El paso por la Puerta santa representa uno de los momentos principales de vuestraperegrinación jubilar. Se trata de un acto profundamente espiritual, con el que queréisrenovar vuestra estrecha adhesión a Cristo y reafirmar vuestra determinación de dartestimonio de él en vuestras familias y en la sociedad de la que formáis parte. Enespecial, si os inspiráis siempre en sus enseñanzas, podréis ser sus testigos en el ámbitode vuestro trabajo. Ojalá que el evangelio de la justicia y de la caridad sea el parámetroconstante de vuestras opciones y acciones. Que el amor a vuestros hermanos,especialmente a los necesitados, inspire todos vuestros proyectos. Así seréisconstructores de una comunidad humana más libre y solidaria.

Que os acompañe la intercesión de María, Madre de Dios y Madre nuestra, a la que osencomiendo a vosotros y a vuestras familias. Con estos sentimientos, os bendigo a todosde corazón.

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CIENTÍFICOS

DISCURSO EN EL JUBILEO DEL MUNDO CIENTIFICO25 de mayo de 2000

Señores cardenales; queridos hermanos en el episcopado y el sacerdocio; queridosamigos representantes del mundo de la ciencia y la investigación:

1. Os acojo con profunda alegría con ocasión de vuestra peregrinación jubilar.Agradezco al cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo pontificio para la cultura,sus palabras de bienvenida y la organización de este jubileo, con su equipo decolaboradores. Expreso mi viva gratitud a su excelencia el profesor Nicola Cabibbo,presidente de la Academia pontificia de ciencias, por el saludo que acaba de dirigirmeen nombre de todos vosotros.

Durante los siglos pasados, la ciencia, cuyos descubrimientos son admirables, haocupado un lugar preponderante y se ha considerado a veces como el único criterio de laverdad o como el camino de la felicidad. Una reflexión basada exclusivamente enelementos científicos había intentado habituarnos a una cultura de la sospecha y la duda.Se negaba a considerar la existencia de Dios y a ver al hombre en el misterio de suorigen y de su fin, como si esa perspectiva pudiera poner en tela de juicio a la cienciamisma. Esta ha pensado a veces que Dios era una simple construcción de la mente,incapaz de resistir al conocimiento científico. Estas actitudes han llevado a alejar laciencia del hombre y del servicio que está llamada a prestarle.

2. Hoy "un gran reto que tenemos (...) es el de saber realizar el paso, tan necesario comourgente, del fenómeno al fundamento. No es posible detenerse en la sola experiencia;(...) es necesario que la reflexión especulativa llegue hasta su naturaleza espiritual y elfundamento en que se apoya" (Fides et ratio, 83). La investigación científica también sebasa en la capacidad de la mente humana de descubrir lo que es universal. Esta aperturaal conocimiento introduce en el sentido último y fundamental de la persona humana enel mundo (cf. ib., 81).

"Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos"(Sal 19, 2); con estas palabras, el salmista evoca el "testimonio silencioso" de laadmirable obra del Creador, inscrita en la realidad misma de la creación. Los que sededican a la investigación están llamados a realizar, en cierto modo, la mismaexperiencia que hizo el salmista y a sentir la misma admiración. "Es necesario cultivarel ánimo de tal manera que se promueva la capacidad de admiración, de comprensióninterna, de contemplación y de formarse un juicio personal, así como de cultivar elsentido religioso, moral y social" (Gaudium et spes, 59).

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3. Los científicos, basándose en una atenta observación de la complejidad de losfenómenos terrestres, y siguiendo el objeto y el método propios de cada disciplina,descubren las leyes que gobiernan el universo, así como su interrelación. Contemplancon admiración y humildad el orden creado y se sienten atraídos por el amor del Autorde todas las cosas. La fe, por su parte, es capaz de integrar y asimilar cualquier tipo deinvestigación, porque todas las investigaciones, a través de una profunda comprensiónde la realidad creada en toda su especificidad, dan al hombre la posibilidad de descubriral Creador, fuente y fin de todas las cosas. "Porque lo invisible de Dios, desde lacreación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras" (Rm 1, 20).

Al profundizar su conocimiento del universo, y en particular del ser humano, que estáen su centro, el hombre tiene una percepción velada de la presencia de Dios, unapresencia que es capaz de discernir, en el "manuscrito silencioso" escrito por el Creadoren la creación, reflejo de su gloria y su grandeza. Dios quiere hacerse oír en el silenciode la creación, en la que el intelecto percibe la trascendencia del Señor de la creación.Todos los que se esfuerzan por comprender los secretos de la creación y los misteriosdel hombre deben estar dispuestos a abrir su mente y su corazón a la profunda verdadque en ella se manifiesta y que "impulsa al intelecto a dar su consentimiento" (sanAlberto Magno, Comentario a san Juan, 6, 44).

4. La Iglesia tiene gran estima por la investigación científica y técnica, pues"constituyen una expresión significativa del dominio del hombre sobre la creación"(Catecismo de la Iglesia católica, n. 2293) y un servicio a la verdad, al bien y a labelleza. De Copérnico a Mendel, de Alberto Magno a Pascal, de Galileo a Marconi lahistoria de la Iglesia y la historia de las ciencias nos muestran claramente que hay unacultura científica enraizada en el cristianismo. En efecto, se puede decir que lainvestigación, al explorar tanto lo más grande como lo más pequeño, contribuye a lagloria de Dios que se refleja en cada parte del universo.

La fe no teme a la razón. Estas "son como las dos alas con las cuales el espíritu humanose eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombreel deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a él para que, conociéndoloy amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo" (Fides et ratio,introducción). Si en el pasado la separación entre fe y razón ha sido un drama para elhombre, que ha conocido el riesgo de perder su unidad interior bajo la amenaza de unsaber cada vez más fragmentado, vuestra misión consiste hoy en proseguir lainvestigación, convencidos de que "para el hombre inteligente, (...) todas las cosas searmonizan y concuerdan" (Gregorio Palamas, Theophanes).

Os invito, pues, a pedir al Señor que os conceda el don del Espíritu Santo, pues amar laverdad es vivir del Espíritu Santo (cf. san Agustín, Sermo, 267, 4), que nos permiteacercarnos a Dios y llamarle en voz alta "¡Abbá, Padre!". Que nada os impida invocarle

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de este modo, aun sumidos en el rigor de vuestros análisis sobre las cosas que él hapuesto ante nuestros ojos.

5. Queridos científicos, es grande la responsabilidad que estáis llamados a asumir. Se ospide que trabajéis al servicio del bien de las personas y de toda la humanidad, siempreatentos a la dignidad de todo ser humano y al respeto de la creación. Todos los enfoquescientíficos necesitan un apoyo ético y una sabia apertura a una cultura respetuosa de lasexigencias de la persona. Precisamente esto es lo que subraya el escritor Jean Guittoncuando afirma que en la investigación científica no se debería separar jamás el aspectoespiritual del intelectual (cf. Le travail intellectuel. Conseils à ceux qui étudient et àceux qui écrivent, 1951, p. 29). Recuerda, además, que por esta razón la ciencia y latécnica necesitan una referencia indispensable al valor de la interioridad de la personahumana.Me dirijo con confianza a vosotros, hombres y mujeres que os dedicáis a lainvestigación y al progreso. Al escrutar constantemente los misterios del mundo, abridvuestra mente a los horizontes que la fe descubre ante vuestros ojos. Enraizadosfirmemente en los principios y en los valores fundamentales de vuestro itinerario dehombres de ciencia y fe, podéis entablar un diálogo provechoso y constructivo tambiéncon quienes están alejados de Cristo y de su Iglesia. Por tanto, sed ante todoapasionados investigadores del Dios invisible, que es el único que puede satisfacer laaspiración profunda de vuestra vida, colmándoos de su gracia.

6. ¡Hombres y mujeres de ciencia, animados por el deseo de testimoniar vuestrafidelidad a Cristo! El rico panorama de la cultura contemporánea, en el alba del tercermilenio, abre inéditas y prometedoras perspectivas en el diálogo entre la ciencia y la fe,así como entre la filosofía y la teología. Participad con todas vuestras energías en laelaboración de una cultura y de un proyecto científico que reflejen siempre la presenciay la intervención providencial de Dios.

Al respecto, este jubileo de los científicos constituye un aliciente y un apoyo paracuantos buscan sinceramente la verdad; manifiesta que los hombres pueden serinvestigadores rigurosos en los diversos campos del saber y discípulos fieles delEvangelio. ¡Cómo no recordar aquí el compromiso espiritual de tantas personasdedicadas diariamente al arduo trabajo científico! Por medio de vosotros, aquípresentes, quisiera enviar a cada una de ellas mi saludo y mi más cordial aliento.

Hombres de ciencia, sed constructores de esperanza para toda la humanidad. Que Diosos acompañe y haga fructificar vuestro esfuerzo al servicio del auténtico progreso delhombre. Os proteja María, Sede de la sabiduría. Intercedan por vosotros santo Tomás deAquino y los demás santos y santas que, en diferentes campos del saber, dieron unanotable contribución a la profundización del conocimiento de las realidades creadas a laluz del misterio divino.

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Por mi parte, os acompaño con constante atención y cordial amistad. Os aseguro unrecuerdo diario en la oración y os bendigo de corazón, así como a vuestras familias y acuantos, de diferentes modos, contribuyen, con sincera y constante dedicación, alprogreso científico de la humanidad.

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DISCURSO A LA ASAMBLEA PLENARIA DE LA ACADEMIAPONTIFICIA DE CIENCIAS Lunes 13 de noviembre de 2000

Señor presidente; ilustres señores y señoras:

1. Con alegría os dirijo mi cordial saludo con ocasión de la sesión plenaria de vuestraAcademia, que, por el marco jubilar en el que se celebra, cobra un significado y unvalor especiales. Agradezco, ante todo, a vuestro presidente, profesor Nicola Cabbibo,las amables palabras que ha querido dirigirme en nombre de todos. Extiendo miprofundo agradecimiento a todos vosotros por este encuentro y por la competente yapreciada contribución que dais al progreso del saber científico para el bien de lahumanidad.

Prosiguiendo y casi completando las reflexiones del año pasado, habéis estudiadodurante estos días el estimulante tema: "La ciencia y el futuro de la humanidad". Mealegra constatar que en estos últimos años habéis dedicado, de modo cada vez másexplícito, las semanas de estudio y las asambleas plenarias a la profundización de ladimensión de la ciencia que podríamos calificar como antropológica o humanística.También se afrontó este importante aspecto de la investigación científica con ocasióndel jubileo de los científicos, celebrado el pasado mes de mayo, y más recientementedurante el jubileo de los profesores universitarios. Espero que la reflexión sobre larelación entre los contenidos antropológicos del saber y el necesario rigor de lainvestigación científica se desarrolle de manera significativa, ofreciendo indicacionesiluminadoras para el progreso integral del hombre y de la sociedad.

2. Cuando se habla de la dimensión humanística de la ciencia, generalmente se piensaen la responsabilidad ética de la investigación científica, por sus repercusiones sobre elhombre. El problema es real y ha suscitado una preocupación constante en el Magisteriode la Iglesia, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX. Pero es evidente quela reflexión sobre la dimensión humanística de la ciencia no se puede reducir a recordaresta preocupación. Eso podría incluso llevar a alguno a temer que se pretenda unaespecie de "control humanístico de la ciencia", como si, basándose en una tensióndialéctica entre estos dos ámbitos del saber, fuera tarea de las disciplinas humanísticasdirigir y orientar de modo extrínseco las aspiraciones y los resultados de las cienciasnaturales, que tienden a proyectar investigaciones siempre nuevas y a ensanchar elhorizonte de sus aplicaciones.

Desde otro punto de vista, el discurso sobre la dimensión antropológica de la cienciaevoca sobre todo una precisa problemática epistemológica; es decir, se quiere subrayarel hecho de que el observador está siempre implicado en el estudio del objetoobservado. Esto no sólo vale para las investigaciones acerca de lo extremadamente

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pequeño, donde ya desde hace mucho tiempo se mostraron y discutieron filosóficamentelos límites cognoscitivos debidos a esta estrecha implicación, sino también para las másrecientes investigaciones acerca de lo extremadamente grande, donde la particularperspectiva filosófica adoptada por el científico puede influir de modo significativo enla descripción del cosmos, cuando se tocan las cuestiones sobre el todo, sobre el origeny sobre el sentido del universo mismo.

En términos más generales, como nos muestra muy bien la historia de la ciencia, tantola formulación de una teoría como la intuición que llevó a numerosos descubrimientosestuvieron a menudo condicionadas por concepciones filosóficas, estéticas y, a veces,incluso religiosas o existenciales, ya presentes en el sujeto. Pero también con respecto aesta temática, la reflexión sobre la dimensión antropológica o el valor humanístico de laciencia no constituiría más que un aspecto peculiar, dentro del problema epistemológicomás general de la relación entre sujeto y objeto.

Por último, se habla de "humanismo en la ciencia" o "humanismo científico", parasubrayar la importancia de una cultura integrada y completa, capaz de superar la brechaentre las disciplinas humanísticas y las disciplinas científico-experimentales. Aunqueesta separación es ciertamente ventajosa en el momento analítico y metodológico decualquier investigación, se justifica mucho menos y presenta algunos peligros en elmomento sintético, cuando el sujeto se interroga sobre las motivaciones más profundasde su "hacer ciencia" y sobre las recaídas "humanas" de los nuevos conocimientosadquiridos, tanto a nivel personal como a nivel colectivo y social.

3. Sin embargo, más allá de estas problemáticas, hablar de la dimensión humanística dela ciencia nos lleva a analizar un aspecto, por decirlo así, "interior" y "existencial", queimplica profundamente al investigador y merece particular atención. Como recordé,hablando hace algunos años en la Unesco, la cultura y, por tanto, también la culturacientífica, posee en primer lugar un valor "inmanente al sujeto" (cf. L'OsservatoreRomano, edición en lengua española, 15 de junio de 1980, p. 11). Todo científico,mediante el estudio y la investigación personales, se perfecciona a sí mismo yperfecciona su humanidad. Vosotros sois un buen testimonio de ello. En efecto, cadauno de vosotros, al pensar en su vida y en su experiencia de científico, podría decir quela investigación ha forjado y, en cierto modo, marcado su personalidad. La investigacióncientífica constituye para vosotros, como para muchos otros, el camino para elencuentro personal con la verdad y quizá el lugar privilegiado para el encuentro conDios, Creador del cielo y de la tierra. Vista desde esta perspectiva, la cienciaresplandece con todo su valor, como un bien capaz de motivar una existencia, como unagran experiencia de libertad para la verdad, y como una obra fundamental de servicio. Através de ella, todo investigador siente que puede crecer él mismo y ayudar a los demása crecer en humanidad.

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La verdad, la libertad y la responsabilidad están unidas en la experiencia del científico.En efecto, al emprender su camino de investigación, comprende que debe recorrerlo nosólo con la imparcialidad exigida por la objetividad de su método, sino también con lahonradez intelectual, la responsabilidad y, diría, con una especie de "reverencia", comocorresponde al espíritu humano en su búsqueda de la verdad. Para el científico,comprender cada vez mejor la realidad singular del hombre con respecto a los procesosfísico-biológicos de la naturaleza, descubrir aspectos siempre nuevos del cosmos, ysaber más sobre la ubicación y la distribución de los recursos, sobre las dinámicassociales y ambientales y sobre las lógicas del progreso y del desarrollo, se traduce en eldeber de servir más a la humanidad entera, a la que pertenece. Por tanto, lasresponsabilidades éticas y morales relacionadas con la investigación científica puedenentenderse como una exigencia interna de la ciencia en cuanto actividad plenamentehumana, no como un control o, peor aún, como una imposición externa. El hombre deciencia sabe perfectamente, desde el punto de vista de sus conocimientos, que la verdadno puede negociarse, ocultarse o abandonarse a libres convenciones o acuerdos entregrupos de poder, sociedades o Estados. Así pues, por su ideal de servicio a la verdad,siente una responsabilidad especial en la promoción de la humanidad, no entendidagenérica o idealmente, sino como promoción de todo el hombre y de todo lo que esauténticamente humano.

4. Una ciencia concebida de este modo puede encontrarse sin dificultades con la Iglesiay entablar con ella un diálogo fecundo, porque precisamente el hombre es "el caminoprimero y fundamental de la Iglesia" (Redemptor hominis, 14). Entonces la cienciapuede mirar con interés la Revelación bíblica, que manifiesta el sentido último de ladignidad del hombre, creado a imagen de Dios. Finalmente, sobre todo puedeencontrarse con Cristo, el Hijo de Dios, Verbo encarnado, hombre perfecto; siguiéndoloa él, el hombre llega a ser también él más hombre (cf. Gaudium et spes, 41).

¿No es esta centralidad de Cristo lo que la Iglesia celebra en el gran jubileo del año2000? Al afirmar la unicidad y la centralidad de Dios hecho hombre, la Iglesia esconsciente de que tiene una gran responsabilidad: proponer la Revelación divina que,sin rechazar nada "de lo que es verdadero y santo" en las diversas religiones de lahumanidad (cf. Nostra aetate, 2), indica a Cristo, "camino, verdad y vida" (Jn 14, 6),como misterio en el que todo halla su plenitud y cumplimiento.

En Cristo, centro y cumbre de la historia (cf. Tertio millennio adveniente, 9-10), seencuentra también la norma del futuro de la humanidad. En él la Iglesia reconoce lascondiciones últimas para que el progreso científico sea también verdadero progresohumano. Las condiciones de la caridad y del servicio aseguran a todos los hombres unavida auténticamente humana, capaz de elevarse hasta el Ser absoluto, no sólo abriéndosea las maravillas de la naturaleza, sino también al misterio de Dios.

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5. Ilustres señores y señoras, al entregaros estas reflexiones sobre el contenidoantropológico y la dimensión humanística de la actividad científica, deseo de corazónque los coloquios y las profundizaciones de estos días sean útiles para vuestrocompromiso académico y científico. Espero que contribuyáis, con sabiduría y amor, alcrecimiento cultural y espiritual de los pueblos.

Con este fin, invoco sobre vosotros la luz y la fuerza del Señor Jesús, verdadero Dios yverdadero hombre, en quien se unen el rigor de la verdad y las razones de la vida. Osaseguro de buen grado mi recuerdo en la oración, por vosotros y por vuestro trabajo, eimparto a cada uno la bendición apostólica, que extiendo complacido a todos vuestrosseres queridos.

CÁRCELES

HOMILÍA EN EL JUBILEO EN LAS CÁRCELESDomingo 9 de julio

1. "Estuve (...) en la cárcel..." (Mt 25, 35-36). Estas palabras de Cristo han resonadohoy para nosotros en el pasaje evangélico que acabamos de proclamar. Nos traen a lamente la imagen de Cristo que estuvo efectivamente en la cárcel. Nos parece volverlo aver en la tarde del Jueves santo en Getsemaní: él, la inocencia personificada, escoltadocomo un malhechor por los esbirros del Sanedrín, capturado y llevado ante el tribunalde Anás y Caifás. Siguen las largas horas de la noche a la espera del juicio ante eltribunal romano de Pilato. El juicio tiene lugar la mañana del Viernes santo en elpretorio: Jesús está de pie ante el procurador romano, que lo interroga. Sobre su cabezapende la demanda de condena a muerte mediante el suplicio de la cruz. Lo vemos luegoatado a un palo para la flagelación. Sucesivamente es coronado de espinas... "Eccehomo", "He aquí al hombre". Pilato pronunció esas palabras, tal vez esperando que seprodujera una reacción de humanidad en los presentes. La respuesta fue: "¡Crucifícalo,crucifícalo!" (Lc 23, 21). Y cuando, por fin, le quitaron las cuerdas de las manos, fuepara clavarlas en la cruz.

2. Amadísimos hermanos y hermanas, ante nosotros, aquí reunidos, se presentaJesucristo, el detenido. "Estuve (...) en la cárcel, y vinisteis a verme" (Mt 25, 35-36).Pide que lo vean en vosotros, como en muchas otras personas afectadas por diversasformas de sufrimiento humano: "Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mishermanos menores, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Se puede decir que estas palabrascontienen el "programa" del jubileo en las cárceles, que hoy celebramos. Nos invitan avivirlo como compromiso en favor de la dignidad de todos, la dignidad que brota delamor de Dios a toda persona humana.

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Doy las gracias a todos los que han querido participar en este evento jubilar. Dirijo uncordial saludo a las autoridades que han intervenido: al señor ministro de Justicia, aljefe del departamento de la Administración penitenciaria, al director de esta cárcel, alcomandante de la policía, así como a los agentes que colaboran con él.

Sobre todo os saludo a cada uno de vosotros, detenidos, con afecto fraterno. Mepresento a vosotros como testigo del amor de Dios. Vengo a deciros que Dios os ama ydesea que recorráis un itinerario de rehabilitación y de perdón, de verdad y de justicia.Quisiera poder escuchar el relato de la historia personal de cada uno. Yo no puedohacerlo, pero sí lo pueden hacer vuestros capellanes, que os acompañan en nombre deCristo. A ellos va mi saludo cordial y mi aliento.

Saludo también a todos los que desempeñan esa tarea tan ardua en todas las cárceles deItalia y del mundo. Además, siento el deber de expresar mi aprecio a los voluntarios,que colaboran con los capellanes para estar cerca de vosotros con iniciativas oportunas.También con su ayuda, la cárcel puede adquirir un rasgo de humanidad y enriquecersecon una dimensión espiritual, que es importantísima para vuestra vida. Esta dimensión,propuesta a la libre aceptación de cada uno, se ha de considerar un elementodeterminante para un proyecto de reclusión más conforme a la dignidad humana.

3. Precisamente sobre ese proyecto arroja luz el pasaje de la primera lectura, en el que elprofeta Isaías traza el perfil del futuro Mesías con algunos rasgos significativos: "Nogritará, no hablará recio ni hará oír su voz en las plazas. No romperá la caña quebrada niapagará la mecha que se extingue. Expondrá fielmente el derecho, sin cansarse nidesmayar, hasta que establezca el derecho en la tierra" (Is 42, 2-4). En el centro de estejubileo está Cristo, el detenido; al mismo tiempo, está Cristo, el legislador. Él es el queestablece la ley, la proclama y la consolida. Sin embargo, no lo hace con prepotencia,sino con mansedumbre y con amor. Cura lo que está enfermo, fortalece lo que estáquebrado. Donde arde aún una tenue llama de bondad, la reaviva con el soplo de suamor. Proclama con fuerza el derecho, pero cura las heridas con el bálsamo de lamisericordia.

En el texto de Isaías otra serie de imágenes abre la perspectiva de la vida, de la alegría yde la libertad: el Mesías futuro vendrá a devolver la vista a los ciegos, a "sacar de lascárceles a los presos" (Is 42, 7). Queridos hermanos y hermanas, me imagino que sobretodo estas últimas palabras del profeta encuentran en vuestro corazón un eco inmediato,lleno de esperanza.

4. Sin embargo, es preciso acoger el mensaje de la palabra de Dios en su significadointegral. La "cárcel" de la que el Señor viene a sacarnos es, en primer lugar, aquella enla que se encuentra encadenado el espíritu. La cárcel del espíritu es el pecado. ¡Cómono recordar, a este respecto, aquellas profundas palabras de Jesús: "En verdad, en

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verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado"! (Jn 8, 34). Estaes la esclavitud de la que él vino en primer lugar a librarnos. En efecto, dijo: "Sipermanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, y laverdad os hará libres" (Jn 8, 31).

Por consiguiente, las palabras de liberación del profeta Isaías se han de entender a la luzde toda la historia de la salvación, que tiene su culmen en Cristo, el Redentor que cargósobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1, 29). Dios quiere la liberación integral delhombre. Una liberación que no sólo atañe a las condiciones físicas y exteriores, sino quees sobre todo liberación del corazón.

5. Como nos ha recordado el apóstol san Pablo en la segunda lectura, la esperanza deesta liberación se da en toda la creación: "La creación entera hasta ahora gime y sientedolores de parto" (Rm 8, 22). Nuestro pecado ha alterado el plan de Dios, y no sólo lavida humana; la creación misma se resiente. Esta dimensión cósmica de los efectos delpecado se percibe de forma casi palpable en los desastres ecológicos. No menospreocupantes son los daños provocados por el pecado en la psique humana, en labiología misma del hombre. El pecado es devastador. Quita la paz al corazón y producesufrimientos en cadena en las relaciones humanas. Me imagino que muchas veces,repasando vuestras historias personales o escuchando las de vuestros compañeros decelda, constatáis esta verdad.

De esta esclavitud viene a librarnos el Espíritu de Dios. Él, que es el Don porexcelencia que nos obtuvo Cristo, "viene en ayuda de nuestra flaqueza, (...) abogandopor nosotros con gemidos inenarrables" (Rm 8, 26). Si seguimos sus inspiraciones,produce nuestra salvación integral, "la adopción, la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8,23).

6. Así pues, es preciso que sea él, el Espíritu de Jesucristo, quien actúe en vuestrocorazón, queridos hermanos y hermanas detenidos. Es necesario que el Espíritu Santopenetre totalmente en esta cárcel en la que nos encontramos y en todas las prisiones delmundo. Cristo, el Hijo de Dios, quiso ser detenido, dejó que le ataran las manos y luegolas clavaran en la cruz, precisamente para que el Espíritu pudiera llegar al corazón detodo hombre. También donde los hombres están encerrados con los cerrojos de lascárceles, según la lógica de una justicia humana, por lo demás necesaria, es preciso quesople el Espíritu de Cristo, Redentor del mundo. En efecto, la pena no puede reducirse auna simple dinámica retributiva; mucho menos puede transformarse en una retorsiónsocial o en una especie de venganza institucional. La pena y la prisión tienen sentido si,a la vez que afirman las exigencias de la justicia y desalientan el crimen, contribuyen ala renovación del hombre, ofreciendo a quien se ha equivocado una posibilidad dereflexionar y cambiar de vida, para reinsertarse plenamente en la sociedad.

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Por consiguiente, permitidme que os pida que tendáis con todas vuestras fuerzas a unavida nueva, en el encuentro con Cristo. De este vuestro camino no podrá por menos dealegrarse la sociedad entera. Las mismas personas a quienes habéis causado dolorsentirán, quizá, que han obtenido justicia más mirando vuestro cambio interior quesimplemente por haber cumplido la pena.

A cada uno de vosotros deseo que haga la experiencia del amor liberador de Dios. Quedescienda sobre vosotros y sobre los detenidos de todo el mundo el Espíritu deJesucristo, que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5) e infunda en vuestro corazónconfianza y esperanza.

Que os acompañe la mirada de María, "Regina coeli", la Reina del cielo, a cuya ternuramaterna os encomiendo a vosotros y a vuestras familias.

Palabras del Santo Padre al terminar la misa:

Al despedirme de vosotros, queridos detenidos, deseo renovaros mi saludo, queextiendo también a vuestros familiares. Sé muy bien que cada uno de vosotros viveesperando el día en que, expiada la pena, podrá recobrar la libertad y volver a sufamilia. Consciente de ello, en el Mensaje que envié al mundo entero para esta jornadajubilar, siguiendo las huellas de mis predecesores y con el espíritu del Año santo, hepedido para vosotros un signo de clemencia, mediante una "reducción de la pena". Lohe pedido con la profunda convicción de que esa opción constituye un signo desensibilidad hacia vuestra condición, que puede impulsar el compromiso dearrepentimiento y estimular la conversión personal. Con esta perspectiva, dirijo a cadauno mi saludo más cordial.

Quisiera añadir unas palabras más: no podemos olvidar que esta cárcel romana se llama"Regina Coeli". Este nombre suscita una esperanza muy grande. Os deseo a todos estaesperanza, que viene de la "Regina Coeli". Gracias.

DEPORTISTAS

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS DEPORTISTAS Domingo 29 de octubre de 2000

1. "Ya sabéis que en el estadio todos los atletas corren, aunque uno solo se lleva elpremio. Corred así: para ganar" (1 Co 9, 24).

En Corinto, a donde san Pablo había llevado el anuncio del Evangelio, había un estadiomuy importante, en el que se disputaban los "juegos ístmicos". Por eso, muyoportunamente el Apóstol, para estimular a los cristianos de aquella ciudad a

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comprometerse a fondo en la "carrera" de la vida, alude a las competiciones atléticas.En el estadio -dice- todos corren, aunque sólo uno gana: corred así también vosotros...Mediante la metáfora de una sana competición deportiva, pone de relieve el valor de lavida, comparándola con una carrera hacia una meta no sólo terrena y pasajera, sinotambién eterna. Una carrera en la que todos, y no sólo uno, pueden ganar.

Escuchamos hoy estas palabras del Apóstol, reunidos en este estadio Olímpico deRoma, que una vez más se transforma en un gran templo al aire libre, como sucedió conocasión del Jubileo internacional de los deportistas, en 1984, Año santo de laRedención. Entonces, como hoy, es Cristo, único Redentor del hombre, quien nos acogey con su palabra de salvación ilumina nuestro camino.

A todos vosotros, amadísimos atletas y deportistas de todo el mundo, que celebráisvuestro jubileo, dirijo mi afectuoso saludo. Expreso mi gratitud más cordial a losresponsables de los organismos deportivos internacionales e italianos, y a todos los quehan colaborado en la organización de esta cita singular con el mundo del deporte y consus diversas secciones.

Agradezco las palabras que me ha dirigido el presidente del Comité olímpicointernacional, señor Juan Antonio Samaranch, y el presidente del Comité olímpiconacional italiano, señor Giovanni Petrucci, así como el señor Antonio Rossi, medalla deoro en Sydney y en Atlanta, que ha interpretado los sentimientos de todos vosotros,amadísimos atletas. Al veros reunidos con gran orden en este estadio, me vienen a lamemoria muchos recuerdos de mi vida relacionados con experiencias deportivas.Queridos amigos, gracias por vuestra presencia y, sobre todo, gracias por el entusiasmocon que estáis viviendo esta cita jubilar.

2. Con esta celebración el mundo del deporte se une, como un grandioso coro, paraexpresar con la oración, el canto, el juego y el movimiento un himno de alabanza yacción de gracias al Señor. Es la ocasión propicia para dar gracias a Dios por el don deldeporte, con el que el hombre ejercita su cuerpo, su inteligencia y su voluntad,reconociendo que estas capacidades son dones de su Creador.

Gran importancia cobra hoy la práctica del deporte, porque puede favorecer en losjóvenes la afirmación de valores importantes como la lealtad, la perseverancia, laamistad, la comunión y la solidaridad. Precisamente por eso, durante estos últimos añosha ido desarrollándose cada vez más como uno de los fenómenos típicos de lamodernidad, casi como un "signo de los tiempos" capaz de interpretar nuevasexigencias y nuevas expectativas de la humanidad. El deporte se ha difundido en todoslos rincones del mundo, superando la diversidad de culturas y naciones.

A causa de la dimensión planetaria que ha adquirido esta actividad, es grande la

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responsabilidad de los deportistas en el mundo. Están llamados a convertir el deporte enocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza ycultura. En efecto, el deporte puede dar una valiosa aportación al entendimiento pacíficoentre los pueblos y contribuir a que se consolide en el mundo la nueva civilización delamor.3. El gran jubileo del año 2000 invita a todos y a cada uno a emprender un seriocamino de reflexión y conversión. ¿Puede el mundo del deporte eximirse de esteprovidencial dinamismo espiritual? No. Al contrario, precisamente la importancia que eldeporte tiene hoy invita a cuantos participan en él a aprovechar esta oportunidad parahacer un examen de conciencia. Es importante constatar y promover los numerososaspectos positivos del deporte, pero también es necesario captar las diferentessituaciones negativas en las que puede caer.

Las potencialidades educativas y espirituales del deporte deben llevar a que loscreyentes y los hombres de buena voluntad se unan y contribuyan a superar cualquierdesviación que pudiera producirse en él, considerándola un fenómeno contrario aldesarrollo pleno de la persona y a su alegría de vivir. Hay que proteger con esmero elcuerpo humano de cualquier atentado contra su integridad y de toda forma deexplotación e idolatría.

Es preciso estar dispuestos a pedir perdón por lo que en el mundo del deporte se hahecho o se ha omitido, en contraste con los grandes compromisos asumidos en el jubileoanterior. Estos compromisos serán reafirmados en el "Manifiesto del deporte", que sepresentará dentro de poco. Quiera Dios que esta verificación ofrezca a todos -directivos,técnicos y atletas- la ocasión de encontrar un nuevo impulso creativo y estimulante, paraque el deporte responda, sin desnaturalizarse, a las exigencias de nuestro tiempo: undeporte que tutele a los débiles y no excluya a nadie, libere a los jóvenes del riesgo de laapatía y de la indiferencia, y suscite en ellos un sano espíritu de competición; un deporteque sea factor de emancipación de los países más pobres y ayude a eliminar laintolerancia y a construir un mundo más fraterno y solidario; un deporte que contribuyaa hacer que se ame la vida y que eduque para el sacrificio, el respeto y laresponsabilidad, llevando a una plena valorización de toda persona humana.

4. "Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares" (Sal 125, 5). El Salmoresponsorial nos ha recordado que para tener éxito en la vida es preciso perseverar enel esfuerzo. Quien practica el deporte lo sabe muy bien: sólo a costa de durosentrenamientos se obtienen resultados significativos. Por eso el deportista está deacuerdo con el salmista cuando afirma que el esfuerzo realizado en la siembra halla surecompensa en la alegría de la cosecha: "Al ir, iban llorando, llevando la semilla; alvolver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas" (Sal 125, 6).

En las recientes Olimpíadas de Sydney hemos admirado las hazañas de grandes atletas,que, para alcanzar esos resultados, se sacrificaron durante años, día a día. Esta es la

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lógica del deporte, especialmente del deporte olímpico; y es también la lógica de lavida: sin sacrificio no se obtienen resultados importantes, y tampoco auténticassatisfacciones.

Nos lo ha recordado una vez más el apóstol san Pablo: "Los atletas se privan de todo;ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no semarchita" (1 Co 9, 25). Todo cristiano está llamado a convertirse en un buen atleta deCristo, es decir, en un testigo fiel y valiente de su Evangelio. Pero para lograrlo, esnecesario que persevere en la oración, se entrene en la virtud y siga en todo al divinoMaestro.

En efecto, él es el verdadero atleta de Dios; Cristo es el hombre "más fuerte" (cf. Mc 1,7), que por nosotros afrontó y venció al "adversario", Satanás, con la fuerza del EspírituSanto, inaugurando el reino de Dios. Él nos enseña que para entrar en la gloria esnecesario pasar a través de la pasión (cf. Lc 24, 26 y 46), y nos precedió por estecamino, para que sigamos sus pasos.

Que el gran jubileo nos ayude a afianzarnos y fortalecernos para afrontar los desafíosque nos esperan en esta alba del tercer milenio.

5. "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 47). Estas son las palabras delciego de Jericó en el episodio narrado en la página evangélica que acabamos deproclamar. Ojalá que las hagamos nuestras: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión demí!". Fijamos, oh Cristo, nuestra mirada en ti, que ofreces a todo hombre la plenitud dela vida. Señor, tú curas y fortaleces a quien, confiando en ti, cumple tu voluntad.

Hoy, en el ámbito del gran jubileo del año 2000, están reunidos aquí espiritualmente losdeportistas de todo el mundo, ante todo para renovar su fe en ti, único Salvador delhombre.También los que, como los atletas, están en la plenitud de sus fuerzas,reconocen que sin ti, oh Cristo, son interiormente como ciegos, o sea, incapaces deconocer la verdad plena y de comprender el sentido profundo de la vida, especialmentefrente a las tinieblas del mal y de la muerte. Incluso el campeón más grande, ante losinterrogantes fundamentales de la existencia, se siente indefenso y necesitado de tu luzpara vencer los arduos desafíos que un ser humano está llamado a afrontar.

Señor Jesucristo, ayuda a estos atletas a ser tus amigos y testigos de tu amor. Ayúdales aponer en la ascesis personal el mismo empeño que ponen en el deporte; ayúdales arealizar una armoniosa y coherente unidad de cuerpo y alma.

Que sean, para cuantos los admiran, modelos a los que puedan imitar. Ayúdales a sersiempre atletas del espíritu, para alcanzar tu inestimable premio: una corona que no semarchita y que dura para siempre. Amén.

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NOTA: El jubileo de los deportistas tuvo otros momentos    con sucesivas audiencias: el8 de mayo y 11 de diciembre pidió a la FIFA que los futbolistas fueran ejemplo para lajuventud supernado la cultura del tener; el 12 de mayo a los participantes    en    el Girode Italia; el 27 de octubre al club Lacio de Roma que cumplia 100 años y el 30 denoviembre a la Roma; el 28 de octubre de    intervino ante el Congreso sobre el alma yespíritu del deporte y el domingo 29 de octubre despidió a los deportistas en el Angelus,oró por la paz en Oriente Medio y se presentó un Manifiesto jubilar del deporte.

DISCAPACITADOS

DISCURSO EN EL JUBILEO DE LAS PERSONASDISCAPACITADASDomingo 3 de diciembre de 2000

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Está a punto de concluir esta jornada jubilar de la "Comunidad con las personasdiscapacitadas", que tuvo su momento culminante esta mañana en la basílica de SanPablo extramuros con la celebración de la Eucaristía. Saludo a todos los presentes, asícomo a cuantos están en conexión con nosotros a través de la radio y la televisión. Estatarde de fiesta demuestra que la integración de las personas discapacitadas hamejorado, aunque aún quede mucho camino por recorrer. En efecto, existen algunasimportantes urgencias sobre las que es preciso reflexionar.

Ante todo, el derecho que tiene todo discapacitado, tanto hombre como mujer, encualquier país del mundo, a una vida digna. No se trata sólo de satisfacer determinadasnecesidades, sino, más aún, de que se les reconozca su deseo de acogida y deautonomía. Es preciso que la integración se convierta en mentalidad y cultura, y, almismo tiempo, que los legisladores y los gobernantes presten a esta causa su apoyocoherente.

2. La investigación científica, por su parte, está llamada a garantizar toda posible formade prevención, tutelando la vida y la salud. Cuando no es posible eliminar ladiscapacidad, siempre se pueden explotar las potencialidades que la minusvalidez nodestruye. Son potencialidades que se han de sostener e incrementar, pues larehabilitación, además de restituir funciones comprometidas, activa otras y pone undique a la decadencia.

Entre los derechos que es preciso garantizar no pueden olvidarse los derechos al estudio,al trabajo, a la casa, a la supresión de las barreras, no sólo arquitectónicas. Para lospadres, además, es importante saber que la sociedad se hace cargo del así llamado

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"después de nosotros", permitiéndoles ver a sus hijos o hijas disminuidos encomendadosa la atención solícita de una comunidad dispuesta a cuidar de ellos con respeto y amor.

3. La Iglesia, como solía decir mi venerado predecesor Pablo VI, es "un amor quebusca". ¡Cuánto quisiera que os sintierais acogidos y abrazados por ese amor! Ante todovosotras, queridas familias: las que tienen hijos discapacitados y las que comparten suexperiencia. Quiero repetiros hoy que estoy cerca de vosotras. Gracias por el testimonioque dais con la fidelidad, la fortaleza y la paciencia de vuestro amor.

Además de las familias en sentido propio, quisiera recordar a las comunidades yasociaciones en las que las personas afectadas por diversas discapacidades encuentranun ambiente adecuado para desarrollar sus potencialidades. ¡Qué don tan precioso de laProvidencia son, por ejemplo, las "casas-familia", donde encuentran cordial y generosaacogida personas antes abandonadas a sí mismas! Mucho más beneméritas son aún lasdiversas asociaciones en las que, con espíritu de participación generosa, los límites noconstituyen un obstáculo, sino un incentivo a crecer juntos. Y ¿qué decir de losvoluntarios, que acompañan a los hermanos y hermanas necesitados? Vosotros,amadísimos hermanos, sois un pueblo de testigos de la esperanza que, de formasilenciosa pero eficaz, contribuís a construir un mundo más libre y fraterno.

4. La palabra del Señor ilumina este camino de solidaridad. Hace poco ha resonado enesta sala el evangelio de las bienaventuranzas y sobre esta pantalla gigante hemospodido admirar el rostro de Jesús misericordioso. En el reino de Dios, como nosrecuerda Cristo, se vive una felicidad "contra corriente", que no se basa en el éxito y enel bienestar, sino que encuentra su razón profunda en el misterio de la cruz. Dios se hizohombre por amor; quiso compartir hasta el fondo nuestra condición, eligiendo ser, encierto sentido, "discapacitado" para enriquecernos con su pobreza (cf. Flp 2, 6-8; 2 Co8, 9).

"Bienaventurados los pobres, los afligidos, los perseguidos a causa de la justicia",porque será grande su recompensa en el cielo. Aquí radica la paradoja de la esperanzacristiana: lo que parece humanamente una desgracia, en el plan divino siempre es unproyecto de salvación.

olvamos reconfortados a nuestra casa, después de esta jornada jubilar, marcadaprofundamente por las bienaventuranzas evangélicas. Cristo, nuestro compañero deviaje, es nuestra alegría. Dentro de pocos días lo contemplaremos en el misterio de suNacimiento: desde Belén, donde eligió hacerse uno de nosotros, renovará su anuncio defelicidad. A nosotros corresponde la tarea de hacer que ese anuncio llegue a todas partes,para que sea para cada uno fuente de serenidad y de paz. Por esto ruego, mientras decorazón os bendigo a todos.

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HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LAS PERSONASDISCAPACITADASDomingo 3 de diciembre de 2000

1. "Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación" (Lc 21, 28).

San Lucas, en el texto evangélico presentado a nuestra meditación en este primerdomingo de Adviento, destaca el miedo que angustia a los hombres frente a losfenómenos finales. Pero, en contraste, el evangelista presenta con mayor relieve laperspectiva gozosa de la espera cristiana: "Entonces -dice- verán al Hijo del hombrevenir en una nube, con gran poder y majestad" (Lc 21, 27). Este es el anuncio que daesperanza al corazón del creyente; el Señor vendrá "con gran poder y majestad". Poreso, se invita a los discípulos a no tener miedo, sino a levantarse y alzar la cabeza,"porque se acerca vuestra liberación" (Lc 21, 28).

Cada año la liturgia nos vuelve a recordar, al comienzo del Adviento, esta "buenanueva", que resuena con extraordinaria elocuencia en la Iglesia. Es la buena nueva denuestra salvación; es el anuncio de que el Señor está cerca; más aún, de que ya está connosotros.

2. Amadísimos hermanos y hermanas, siento vibrar en el espíritu esta invitación a laserenidad y a la esperanza sobre todo hoy, celebrando junto con vosotros el jubileo delas personas discapacitadas. Lo celebramos en el día dedicado a vosotros por laOrganización de las Naciones Unidas, que, precisamente hace veinticinco años, publicóla "Declaración sobre los derechos de la persona discapacitada".

Os saludo con afecto, queridos amigos, que tenéis una o más formas de minusvalidez, yque habéis querido venir a Roma para este encuentro de fe y fraternidad. Agradezco avuestros representantes y al director de la Cáritas italiana las palabras que me handirigido al comienzo de la santa misa. Extiendo mi saludo cordial a todos losdiscapacitados, a sus familiares y a los voluntarios que, en este mismo día, celebran consus pastores, en las diversas Iglesias particulares, su jubileo.

En vuestro cuerpo y en vuestra vida, amadísimos hermanos y hermanas, sois portadoresde una fuerte esperanza de liberación. ¿No implica esto una espera implícita de la"liberación" que Cristo nos obtuvo con su muerte y su resurrección? En efecto, todapersona marcada por una discapacidad física o psíquica vive una especie de "adviento"existencial, la espera de una "liberación" que se manifestará plenamente, para ella comopara todos, sólo al final de los tiempos. Sin la fe, esta espera puede transformarse endesilusión y desconsuelo; por el contrario, sostenida por la palabra de Cristo, seconvierte en esperanza viva y activa.

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3. "Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar a todo lo que está por venir, ymanteneos en pie ante el Hijo del hombre" (Lc 21, 36). La liturgia de hoy nos habla dela segunda venida del Señor; es decir, nos habla de la vuelta gloriosa de Cristo, quecoincidirá con la que, con palabras sencillas, se llama "el fin del mundo". Se trata de unacontecimiento misterioso que, en el lenguaje apocalíptico, presenta por lo general laapariencia de un inmenso cataclismo. Al igual que el fin de la persona, es decir, lamuerte, el fin del universo suscita angustia ante lo desconocido y temor al sufrimiento,además de interrogantes turbadores sobre el más allá.

El tiempo de Adviento, que empieza precisamente hoy, nos insta a prepararnos paraacoger al Señor que vendrá. Pero ¿cómo prepararnos? La significativa celebración queestamos realizando nos muestra que un modo concreto para disponernos a ese encuentroes la proximidad y la comunión con quienes, por cualquier motivo, se encuentran endificultad. Al reconocer a Cristo en el hermano, nos disponemos a que él nos reconozcacuando vuelva definitivamente. Así la comunidad cristiana se prepara para la segundavenida del Señor: poniendo en el centro a las personas que Jesús mismo haprivilegiado, las personas que la sociedad a menudo margina y no considera.

4. Esto es lo que hemos hecho hoy, reuniéndonos en esta basílica para vivir la gracia yla alegría del jubileo junto con vosotros, que os encontráis en condiciones dediscapacidad, y con vuestras familias. Con este gesto queremos hacer nuestras vuestrasinquietudes y expectativas, vuestros dones y problemas.

En nombre de Cristo, la Iglesia se compromete a ser para vosotros cada vez más "casaacogedora". Sabemos que el discapacitado -persona única e irrepetible en su dignidadigual e inviolable- no sólo requiere atención, sino ante todo amor que se transforme enreconocimiento, respeto e integración: desde el nacimiento, pasando por la adolescenciay hasta la edad adulta y el momento delicado, vivido con conmoción por muchospadres, en que se separan de sus hijos, el momento del "después de nosotros". Queridoshermanos, queremos compartir vuestras pruebas y vuestros inevitables momentos dedesaliento, para iluminarlos con la luz de la fe y con la esperanza de la solidaridad y delamor.

5. Con vuestra presencia, amadísimos hermanos y hermanas, reafirmáis que laminusvalidez no es sólo necesidad, sino también y sobre todo impulso y estímulo.Ciertamente, es petición de ayuda, pero ante todo es desafío frente a los egoísmosindividuales y colectivos; es invitación a formas siempre nuevas de fraternidad. Convuestra realidad, cuestionáis las concepciones de la vida vinculadas únicamente a lasatisfacción, la apariencia, la prisa y la eficiencia.

También la comunidad eclesial se pone respetuosamente a la escucha; siente lanecesidad de dejarse interpelar por la vida de muchos de vosotros, marcados

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misteriosamente por el sufrimiento y por el malestar de enfermedades congénitas oadquiridas. Quiere estar más cerca de vosotros y de vuestras familias, consciente de quela falta de atención agrava el sufrimiento y la soledad, mientras que la fe testimoniadamediante el amor y la gratuidad da fuerza y sentido a la vida.

A cuantos tienen responsabilidades políticas en todos los niveles, quisiera pedirles, enesta solemne circunstancia, que traten de asegurar condiciones de vida y oportunidadesen las que vuestra dignidad, queridos hermanos y hermanas discapacitados, seareconocida y tutelada efectivamente. En una sociedad rica en conocimientos científicosy técnicos, es posible y obligatorio hacer mucho más, según los diversos modos queexige la convivencia civil: en la investigación biomédica para prevenir la minusvalidez,en la atención, en la asistencia, en la rehabilitación y en la nueva integración social.

Se deben tutelar vuestros derechos civiles, sociales y espirituales; pero es másimportante aún salvaguardar las relaciones humanas: relaciones de ayuda, de amistad yde comunión. Por eso hay que promover formas de asistencia y rehabilitación quetengan en cuenta la visión integral de la persona humana.

6. "Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos" (1 Ts 3,12).San Pablo nos indica hoy el camino de la caridad como camino real para ir alencuentro del Señor que vendrá. Subraya que sólo amando de modo sincero ydesinteresado podremos encontrarnos preparados "cuando Jesús nuestro Señor vuelvaacompañado de todos sus santos" (1 Ts 3, 13). Una vez más, el amor es el criteriodecisivo, hoy y siempre.

En la cruz, entregándose a sí mismo como rescate por nosotros, Jesús realizó el juicio dela salvación, revelando el designio de misericordia del Padre. Él anticipa este juicio enel tiempo presente: al identificarse con "el más pequeño de los hermanos", Jesús nospide que lo acojamos y le sirvamos con amor. El último día nos dirá: "Tuve hambre, yme diste de comer" (cf. Mt 25, 35), y nos preguntará si hemos anunciado, vivido ytestimoniado el evangelio de la caridad y de la vida.

7. ¡Cuán elocuentes son hoy para nosotros estas palabras tuyas, Señor de la vida y de laesperanza! En ti todo límite humano se rescata y se redime. Gracias a ti, la minusvalidezno es la última palabra de la existencia. El amor es la última palabra; es tu amor lo queda sentido a la vida.

Ayúdanos a orientar nuestro corazón hacia ti; ayúdanos a reconocer tu rostro queresplandece en toda criatura humana, aunque esté probada por la fatiga, la dificultad y elsufrimiento.Haz que comprendamos que "la gloria de Dios es el hombre que vive" (sanIreneo de Lyon, Adv. haer., IV, 20, 7), y que un día podamos gustar, en la visión divina,junto con María, Madre de la humanidad, la plenitud de la vida redimida por ti. Amén.

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NOTA: el domingo 3 de diciembre de 2000 despidió a los peregrinos de este jubileo enel Ángelus.

ECONOMÍA

MENSAJE AL PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIOJUSTICIA Y PAZ CON MOTIVO DEL SEMINARIO: "DE LAREDUCCIÓN DE LA DEUDA A LA DISMINUCIÓN DE LAPOBREZA" A mi venerado hermano Arzobispo François Xavier NGUYÊN VAN THUÂN Presidentedel Consejo pontificio Justicia y paz

Me alegra particularmente dirigirle este mensaje a usted y a los participantes en elseminario sobre el tema: "De la reducción de la deuda a la disminución de la pobreza",que el Consejo pontificio Justicia y paz está realizando actualmente en colaboración conotras organizaciones católicas.

Desde hace muchos años el Consejo pontificio Justicia y paz está en la vanguardia de lalucha para afrontar la cuestión de los efectos de la pesada carga que la deuda externaproduce para la vida de los habitantes de los países más pobres. Haciéndose eco delllamamiento que realicé en mi carta apostólica Tertio millennio adveniente, lapreparación y la celebración del gran jubileo del año 2000 ha sido para muchaspersonas, tanto cristianas como miembros de otras tradiciones religiosas, ocasión pararenovar sus esfuerzos por encontrar una solución definitiva a este problema (cf. n. 51).

Además de dar las gracias a todos los que han escuchado mis llamamientos, deseoanimarlos a asegurar que los esfuerzos y la buena voluntad mostrados en este Añojubilar sigan dando fruto en el futuro. No podemos permitir que el cansancio o la inerciadebiliten nuestro compromiso cuando está en juego la vida de los más pobres.

Los fundamentos de la tradición jubilar eran esencialmente religiosos. El jubileo era unaocasión para recordar a toda la comunidad que "sólo a Dios, como creador, correspondíael "dominium altum", esto es, el señorío sobre todo lo creado, y en particular sobre latierra" (Tertio millennio adveniente, 13). Hoy esta tradición atrae nuestra atención sobreel hecho de que sólo somos administradores de las riquezas de la creación, que en eldesignio de Dios son un bien común que todos han de compartir. Todos los que viven ennuestro mundo interdependiente pueden comprender y apreciar esta visión.

Nuestro mundo cada vez más globalizado requiere también una mayor solidaridad. Lareducción de la deuda es parte de un esfuerzo más amplio por establecer nuevasrelaciones entre los pueblos y crear un verdadero sentido de solidaridad y comunión

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entre todos los hijos de Dios, entre todas las personas. A pesar del gran progresocientífico, el escándalo de la gran pobreza sigue muy difundido en el mundo. Laconciencia de las posibilidades que el progreso científico moderno ofrece hace que esapobreza tan generalizada sea más escandalosa aún, especialmente cuando vaacompañada, como sucede a menudo, por el consumismo desenfrenado y la ostentaciónde la riqueza.

Espero que el Consejo pontificio Justicia y paz intensifique sus esfuerzos para que leescuchen en los debates sobre los modos de asegurar que la reducción de la deuda seconvierta en un instrumento eficaz en la lucha contra la pobreza en el mundo actual.Pido al Consejo pontificio que siga trabajando en colaboración estrecha con todos losque en las comunidades científicas y de desarrollo, así como en las organizacionesinternacionales, se esfuerzan por garantizar que el espíritu de cooperación suscitado porla experiencia del jubileo siga desarrollándose en el futuro. Por eso, es importante quelas iniciativas encaminadas a la reducción de la deuda emprendidas por las nacionesmás ricas y las instituciones internacionales den fruto lo más pronto posible, parapermitir que los países más pobres se conviertan en protagonistas de los esfuerzos porcombatir la pobreza y alcancen los beneficios del progreso económico y social para suspueblos.

Vuestro seminario es también un reconocimiento de que el progreso en la lucha contrala pobreza en los países en vías de desarrollo requiere los esfuerzos concertados detodos los sectores de la sociedad. En mi carta encíclica Centesimus annus me referí a lanecesidad de fomentar la "subjetividad de la sociedad" (n. 46), una sociedad quepermita a todas las personas ser sujetos activos, poniendo los talentos que Dios les hadado al servicio de la comunidad.

Las instituciones de la Iglesia católica, como muestra la amplia participación en vuestroseminario, aportan de buen grado la experiencia de su servicio a los más pobres paraluchar contra la pobreza. Lo hacen con sumo respeto a las tradiciones y valorespositivos, así como a las culturas de los pueblos a los que sirven.

Jesucristo vino a "proclamar la buena nueva a los pobres" (Lc 4, 18). Que él sea vuestroapoyo y vuestra inspiración durante estos días en que renováis, a la luz del gran jubileo,vuestro compromiso especial en favor de todos los pobres y marginados.Encomendándolo a la protección de María, Mater pauperum, le imparto cordialmentemi bendición apostólica.

EDUCADORES

AUDIENCIA A LOS PROFESORES Y ALUMNOS DE LA

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FACULTAD PONTIFICIA DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN"AUXILIUM" Viernes 19 de mayo

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido para encontraroscon el Sucesor de Pedro y volver a expresar vuestra comunión con él y vuestra fidelidadplena a la Iglesia. (…)    En este providencial tiempo jubilar, queréis uniros a la alabanzaeclesial con una especial nota de gratitud al Padre celestial por los treinta años de vidade vuestra Facultad. Facultad, por tanto, aún joven, que se está esforzando conentusiasmo por dar su colaboración en el campo de la educación, animada por la certezade contribuir así a realizar un futuro de esperanza para todos. Gracias por vuestraatención concreta a uno de los ámbitos privilegiados, hoy especialmente urgente, de laacción pastoral, como es precisamente la educación integral de la persona.

2. Al valorar vuestros recursos peculiares de hombres y mujeres comprometidos en lainvestigación, y al colaborar con otras instituciones, queréis compartir con la Iglesia elcompromiso de promover en nombre de Cristo, y con la ayuda de María, Madre yeducadora del Hijo de Dios, una "cultura de la vida". Con ocasión del trigésimoaniversario de vuestra Facultad, os invito a continuar creyendo en los recursosdiversificados y relacionales de la persona humana, hombre y mujer, con atención a sucomún dimensión trascendente. Al hacerlo, colaboráis cada vez más en la vida y en lamisión de la Iglesia, cuyo camino principal en la historia es, precisamente, el delhombre, del hombre vivo.

Haced vuestras las exigencias de la evangelización en el momento cultural que estamosviviendo, especialmente las relativas a la vida humana, a la persona, a la familia, a lapaz y a la solidaridad entre los pueblos. Ofreced a los jóvenes de la nueva generaciónuna cultura atenta a la vida humana desde sus inicios, para que trabajen con amor ycompetencia profesional en favor de la vida, sobre todo donde está amenazada. Laatención a la vida y a la persona requiere también una particular atención a la familia,"cuna de la vida y del amor en la que el hombre nace y crece" (Christifideles laici, 40).En efecto, la familia, precisamente porque es "iglesia doméstica", en analogía con laIglesia y participando en su misión, ha sido puesta en el mundo y en la historia para laconstrucción de una verdadera civilización del amor (cf. Familiaris consortio, 48). Si nonos comprometemos en la promoción de la vida, de la persona y de la familia, serádifícil realizar la paz en las comunidades y entre los pueblos.

3. El Año jubilar que estamos viviendo dirige al mundo un fuerte mensaje de vida yesperanza, porque en Jesús todos hemos recibido "gracia sobre gracia" (Jn 1, 16). Jesús,Hijo de Dios e Hijo del hombre, es el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal

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y todo proyecto encaminado a hacer cada vez más humana la vida (cf. Incarnationismysterium, 1).

Vuestra Facultad, que se inspira en el humanismo cristiano y pedagógico de san JuanBosco, considera a la persona según el designio de Dios creador, y promueve unproyecto de hombre y mujer enraizado en la visión cristiana de la vida. En vuestrasinvestigaciones e iniciativas académicas tened vuestra mirada fija en Jesucristo. En él,todo camino hacia la persona, considerada en su carácter sagrado y en su dignidad como"imagen de Dios" (Gn 1, 27), lleva, al mismo tiempo, al encuentro con el Padre y con suamor (cf. Dives in misericordia, 1). El ser humano, hombre y mujer, es imagen de Diosno sólo como ser inteligente y libre, sino también como ser relacional, que en lacomunión y en la entrega de sí encuentra la verdad y la plenitud de la propia realización.

4. El cambio cultural que estamos viviendo es para toda la Iglesia, y especialmente paravuestra Facultad de ciencias de la educación, un apremiante llamamiento a profundizarcon nuevos paradigmas culturales el "evangelio de la vida y de la persona". Frente a lasamenazas contra la vida, tanto las diarias como las "programadas de manera científica ysistemática" (Evangelium vitae, 17), que ponen en peligro el mismo significado de laconvivencia democrática, es necesario poner por obra propuestas educativas iluminadasy sabias, proyectos creativos y comunes. Este compromiso interpela vuestra previdenciaeducativa, cuyos caminos proféticos os trazaron san Juan Bosco y santa MaríaDomenica Mazzarello. El peligro constante del mundo contemporáneo es la pérdida delsentido de Dios y la consiguiente incapacidad para encontrar las huellas de su presenciaen la creación y en la historia. Ese peligro puede evitarse mediante el redescubrimientoy la promoción de la dimensión humana, profunda e interior de la educación integral,iluminada por la perspectiva evangélica.

Esta será una de las fronteras de esperanza que se abrirán a la humanidad en el nuevomilenio. El incesante desarrollo tecnológico necesita un apoyo espiritual, que sólopuede proporcionar el cultivo de la interioridad educativa.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, la Iglesia espera de vosotros una contribuciónespecífica en este sentido, porque sois una Facultad que afronta los problemas relativosal mundo de la educación con enfoques interdisciplinarios, captando su complejidad ysus implicaciones. Queréis, asimismo, cultivar el estudio y la investigación con unaparticular connotación femenina. "En el cambio cultural en favor de la vida las mujerestienen un campo de pensamiento y de acción singular y sin duda determinante: lescorresponde ser promotoras de un "nuevo feminismo" que, sin caer en la tentación deseguir modelos "machistas", sepa reconocer y expresar el verdadero espíritu femeninoen todas las manifestaciones de la convivencia ciudadana, trabajando por la superaciónde toda forma de discriminación, de violencia y de explotación" (Evangelium vitae, 99).

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El desafío que estáis llamados a afrontar, como profesores y como alumnos, esprecisamente el de dar un rostro a la visión antropológica de la persona, hombre-mujer,según el proyecto de Dios y traducirla a categorías pedagógicas adecuadas ycientíficamente válidas. Quiera Dios que la propuesta cultural a la que tiende vuestrareflexión mediante el diálogo respetuoso y crítico con las ciencias humanas sigaenraizándose en el Magisterio de la Iglesia y encuentre en María, la "primera creyenteque acogió plenamente la vida", a la Madre y Maestra. En su escuela es posibleaprender a amar, promover y defender la vida, incluso a costa de sacrificios y, quizá, deheroísmo. María, la Madre de los vivos, tiene vínculos profundos con el mundo de lavida y con el "evangelio de la vida" que Jesús vino a anunciar. Que ella, con supresencia, os ayude y guíe, y siga inspirando y bendiciendo vuestro camino.

Al mismo tiempo que os animo de corazón a proseguir vuestro trabajo, os imparto atodos una especial bendición, que extiendo de buen grado a todos los que frecuentanvuestra Facultad de ciencias de la educación.

EMIGRANTES E ITINERANTES

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS EMIGRANTES EITINERANTES   Viernes 2 de junio de 2000

1. "Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad" (Hb 13, 1-2).Elpasaje de la carta a los Hebreos que acabamos de escuchar relaciona la exhortación aacoger al huésped, al peregrino y al forastero con el mandamiento del amor, síntesis dela nueva ley de Cristo. "No os olvidéis de la hospitalidad". Este mensaje resuena demodo particular hoy, amadísimos emigrantes e itinerantes, mientras celebramos estejubileo especial.

Os saludo con gran afecto, y os agradezco el haber respondido en gran número a miinvitación y a la del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes.Saludo, de modo especial, a monseñor Stephen Fumio Hamao, presidente de vuestroConsejo pontificio, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre alcomienzo de la celebración. Saludo, asimismo, al secretario, monseñor Gioia, alsubsecretario, a los colaboradores y a cuantos han contribuido a la realización de estaimportante manifestación espiritual.

Entre vosotros se encuentran emigrantes de diversos países; refugiados, que han huidode situaciones de violencia y piden que se les reconozcan sus derechos fundamentales;alumnos extranjeros deseosos de perfeccionar su formación científica y tecnológica;gente del mar y del aire, que trabaja al servicio de los que viajan en barcos o en aviones;

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turistas interesados en conocer ambientes, costumbres y tradiciones diversos; nómadas,que desde hace siglos recorren los caminos del mundo; artistas de circo, que llevan a lasplazas atracciones y sana diversión. A todos y a cada uno, mi abrazo más cordial.

Vuestra presencia nos recuerda que el mismo Hijo de Dios, al venir a habitar en mediode nosotros (cf. Jn 1, 14), se convirtió en emigrante: se hizo peregrino en el mundo yen la historia.

2. "Venid, benditos de mi Padre. (...) Porque (...) era forastero, y me acogisteis" (Mt 25,34-35). Jesús afirma que sólo se entra en el reino de Dios practicando el mandamientodel amor. Por tanto, no se entra en él en virtud de privilegios raciales, culturales y nisiquiera religiosos, sino por haber cumplido la voluntad del Padre que está en los cielos(cf. Mt 7, 21).

Amadísimos emigrantes e itinerantes, vuestro jubileo expresa con singular elocuencia ellugar central que debe ocupar en la Iglesia la caridad de la acogida. Al asumir lacondición humana e histórica, Cristo se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. Nosha acogido a cada uno de nosotros y, con el mandamiento del amor, nos ha pedido queimitemos su ejemplo, es decir, que nos acojamos los unos a los otros como él nos haacogido (cf. Rm 15, 7).

Desde el momento en que el Hijo de Dios "puso su morada entre nosotros", todohombre, en cierta medida, se ha transformado en el "lugar" del encuentro con él. Acogera Cristo en el hermano y en la hermana que sufren necesidad es la condición para poderencontrarse con él "cara a cara" y de modo perfecto al final de la peregrinación terrena.bPor consiguiente, es siempre actual la exhortación del autor de la carta a los Hebreos: "No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, aángeles" (Hb 13, 2).

3. Hago mías, hoy, las palabras de mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI,quien, en la homilía de clausura del concilio ecuménico Vaticano II, afirmó: "Para laIglesia católica nadie es extraño, nadie está excluido, nadie está lejos" (AAS 58 [1966]51-59). En la Iglesia, como escribió desde el inicio el Apóstol de las gentes, no hayextranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios (cf.Ef 2, 19).

Por desgracia, se dan aún en el mundo actitudes de aislamiento, e incluso de rechazo,por miedos injustificados y por buscar únicamente los propios intereses. Se trata dediscriminaciones incompatibles con la pertenencia a Cristo y a la Iglesia. Más aún, lacomunidad cristiana está llamada a difundir en el mundo la levadura de la fraternidad,de la convivencia entre personas diferentes, que también hoy podemos experimentardurante este encuentro.

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Ciertamente, en una sociedad como la nuestra, compleja y marcada por múltiplestensiones, la cultura de la acogida se debe conjugar con leyes y normas prudentes yclarividentes, que permitan valorar los aspectos positivos de la movilidad humana,previniendo sus posibles manifestaciones negativas. Esto hará que efectivamente serespete y acoja a todas las personas.

Con mayor razón en la época de la globalización, la Iglesia tiene una propuesta precisa: trabajar para que nuestro mundo, del que se suele decir que es una "aldea global", seaverdaderamente más unido, más solidario y más acogedor. Esta celebración jubilarquiere difundir por doquier como mensaje que el hombre y el respeto de sus derechosdeben estar siempre en el centro de los fenómenos de movilidad.

4. La Iglesia, depositaria de un mensaje salvífico universal, está convencida de que sutarea primaria consiste en proclamar el Evangelio a todos los hombres y a todos lospueblos. Desde que Cristo resucitado envió a los Apóstoles a anunciar el Evangeliohasta los confines de la tierra, sus horizontes son los del mundo entero. Los primeroscristianos comenzaron a reconocerse y a vivir como hermanos, en cuanto hijos de Dios,en el escenario pluriétnico, pluricultural y plurirreligioso del Mediterráneo.

Hoy no sólo el Mediterráneo, sino también todo el planeta se abre a las complejasdinámicas de una fraternidad universal. Queridos hermanos, vuestra presencia aquí enRoma subraya cuán importante es que Cristo y su evangelio de esperanza iluminenconstantemente este fenómeno de crecimiento humano. Desde esta perspectiva debemosseguir comprometiéndonos, sostenidos por la gracia divina y la intercesión de losgrandes santos patronos de los emigrantes: desde santa Francisca Javiera Cabrini hastael beato Juan Bautista Scalabrini. Estos santos y beatos nos recuerdan cuál es lavocación del cristiano en medio de los hombres: caminar con ellos como hermano,compartiendo sus alegrías y esperanzas, sus dificultades y sufrimientos. Como losdiscípulos de Emaús, los creyentes, sostenidos por la presencia viva de Cristoresucitado, son, a su vez, compañeros de camino de sus hermanos que atraviesandificultades, ofreciéndoles la Palabra que reaviva la esperanza en los corazones ycompartiendo con ellos el pan de la amistad, de la fraternidad y de la ayuda recíproca.Así se construye la civilización del amor. Así se anuncia la esperada venida del cielonuevo y la tierra nueva, hacia los que nos encaminamos.

Invoquemos la intercesión de estos santos patronos en favor de todos los que formanparte de la gran familia de los emigrantes e itinerantes. Invoquemos, de modo particular,la protección de María, que nos ha precedido en la peregrinación de la fe, para que guíelos pasos de todos los hombres y mujeres que buscan la libertad, la justicia y la paz. Queella acompañe a las personas, a las familias y a las comunidades itinerantes. Que ellasuscite cordialidad y acogida en el corazón de los residentes, y favorezca la creación derelaciones de comprensión y solidaridad recíprocas entre cuantos están llamados a

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participar un día en la misma alegría en la casa del Padre celestial. Amén.

ENFERMOS Y AGENTES SANITARIOS

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS ENFERMOS Y AGENTESSANITARIOS

Viernes 11 de febrero de 2000

1. "Nos visitará el sol que nace de lo alto" (Lc 1, 78). Con estas palabras, Zacaríasanunciaba la ya próxima venida del Mesías al mundo. En la página evangélica queacabamos de proclamar, hemos revivido el episodio de la Visitación: la visitación deMaría a su prima Isabel, la visitación de Jesús a Juan, la visitación de Dios al hombre.

Amadísimos hermanos y hermanas enfermos, que habéis venido hoy a esta plaza paracelebrar vuestro jubileo, también el acontecimiento que estamos viviendo es expresiónde una peculiar visitación de Dios. Con esta certeza, os acojo y os saludo cordialmente.Estáis en el corazón del Sucesor de Pedro, que comparte todas vuestras preocupacionesy angustias: ¡sed bienvenidos! Con íntima emoción celebro hoy el gran jubileo del año2000 junto con vosotros, y con los agentes sanitarios, los familiares y los voluntariosque os acompañan con diligente abnegación.

Saludo al arzobispo monseñor Javier Lozano Barragán, presidente del Consejopontificio para la pastoral de los agentes sanitarios, y a sus colaboradores, que se hanocupado de la organización de este encuentro jubilar. Saludo a los señores cardenales yobispos presentes, así como a los prelados y sacerdotes que han acompañado a gruposde enfermos en esta celebración. Saludo a la ministra de Salud pública del Gobiernoitaliano y a las demás autoridades que han participado. Por último, saludo y doy lasgracias a los numerosísimos profesionales y voluntarios que han estado dispuestos aponerse al servicio de los enfermos durante estos días.

2. "Nos visitará el sol que nace de lo alto". ¡Sí, Dios nos ha visitado hoy! Él está connosotros en toda situación difícil. Pero el jubileo es experiencia de una visitación suyamuy singular. Al hacerse hombre, el Hijo de Dios ha venido a visitar a cada una de laspersonas y se ha convertido para cada una de ellas en "la Puerta": Puerta de la vida,Puerta de la salvación. Si el hombre quiere encontrar la salvación, debe entrar a travésde esta Puerta. Cada uno está invitado a cruzar este umbral.

Hoy estáis invitados a cruzarlo especialmente vosotros, queridos enfermos y personasque sufrís, que habéis acudido a la plaza de San Pedro desde Roma, desde Italia y desdeel mundo entero. También estáis invitados vosotros que, comunicados por un puentetelevisivo especial, os unís a nosotros en la oración desde el santuario de Czestochowa

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(Polonia): os envío mi saludo cordial, que extiendo de buen grado a cuantos, mediantela televisión y la radio, siguen nuestra celebración en Italia y en el extranjero.

Amadísimos hermanos y hermanas, algunos de vosotros estáis inmovilizados desdehace años en un lecho de dolor: pido a Dios que este encuentro constituya para ellos unextraordinario alivio físico y espiritual. Deseo que esta conmovedora celebraciónofrezca a todos, sanos y enfermos, la oportunidad de meditar en el valor salvífico delsufrimiento.3. El dolor y la enfermedad forman parte del misterio del hombre en latierra. Ciertamente, es justo luchar contra la enfermedad, porque la salud es un don deDios. Pero es importante también saber leer el designio de Dios cuando el sufrimientollama a nuestra puerta. La "clave" de dicha lectura es la cruz de Cristo. El Verboencarnado acogió nuestra debilidad, asumiéndola sobre sí en el misterio de la cruz.Desde entonces, el sufrimiento tiene una posibilidad de sentido, que lo hacesingularmente valioso. Desde hace dos mil años, desde el día de la pasión, la cruz brillacomo suprema manifestación del amor que Dios siente por nosotros. Quien sabeacogerla en su vida, experimenta cómo el dolor, iluminado por la fe, se transforma enfuente de esperanza y salvación.Ojalá que Cristo sea la Puerta para vosotros, queridosenfermos llamados en este momento a llevar una cruz más pesada. Que Cristo seatambién la Puerta para vosotros, queridos acompañantes, que los cuidáis. Como el buensamaritano, todo creyente debe dar amor a quien sufre. No está permitido "pasar delargo" ante quien está probado por la enfermedad. Por el contrario, hay que detenerse,inclinarse sobre su enfermedad y compartirla generosamente, aliviando su peso y susdificultades.

4. Santiago escribe: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de laIglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de lafe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, leserán perdonados" (St 5, 14-15). Dentro de poco reviviremos de modo singular estaexhortación del Apóstol, cuando algunos de vosotros, queridos enfermos, recibáis elsacramento de la unción de los enfermos. Él, devolviendo el vigor espiritual y físico,pone muy bien de relieve que Cristo es para la persona que sufre la Puerta que conducea la vida.

Queridos enfermos, éste es el momento culminante de vuestro jubileo. Al cruzar elumbral de la Puerta santa, uníos a todos los que, en todas las partes del mundo, ya la hancruzado, y a cuantos la cruzarán durante el Año jubilar. Ojalá que pasar a través de laPuerta santa sea signo de vuestro ingreso espiritual en el misterio de Cristo, el Redentorcrucificado y resucitado, que por amor "llevó nuestras dolencias y soportó nuestrosdolores" (Is 53, 4).

5. La Iglesia entra en el nuevo milenio estrechando en su corazón el evangelio delsufrimiento, que es anuncio de redención y salvación. Hermanos y hermanas enfermos,

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sois testigos singulares de este Evangelio. El tercer milenio espera este testimonio de loscristianos que sufren. Lo espera también de vosotros, agentes de la pastoral sanitaria,que con funciones diferentes cumplís junto a los enfermos una misión tan significativa yapreciada, apreciadísima.

Que se incline sobre cada uno de vosotros la Virgen Inmaculada, que nos visitó enLourdes, como hoy recordamos con alegría y gratitud. En la gruta de Massabielle confióa santa Bernardita un mensaje que lleva al corazón del Evangelio: a la conversión y a lapenitencia, a la oración y al abandono confiado en las manos de Dios.

Con María, la Virgen de la Visitación, elevamos también nosotros al Señor el"Magníficat", que es el canto de la esperanza de todos los pobres, los enfermos y los quesufren en el mundo, que exultan de alegría porque saben que Dios está junto a elloscomo Salvador.

Así pues, con la Virgen santísima queremos proclamar: "Proclama mi alma la grandezadel Señor", y dirigir nuestros pasos hacia la verdadera Puerta jubilar: Jesucristo, que esel mismo ayer, hoy y siempre.

NOTA: El 11 de febrero día del enfermo una procesión mariana que terminó también con palabras del papa

DISCURSO A LA XV CONFERENCIA INTERNACIONAL "SALUDY SOCIEDAD"

Viernes 17 de noviembre de 2000

Venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio; ilustres señores; amablesseñoras:

(…)    2. El tema del Congreso pone de relieve una realidad de gran alcance y encontinua transformación, que es necesario analizar atentamente. En particular, os habéisplanteado, por una parte, el problema de las relaciones entre sociedad e instituciones, y,por otra, el de los gestores de los medios de la asistencia sanitaria. Son profundos loscambios que están afectando a las estructuras tradicionales de una sociedad cada vezmás globalizada, a la que le resulta difícil prestar atención a cada persona, y a unamedicina comprometida en el desarrollo de medios diagnósticos y terapéuticos cada vezmás complicados y eficaces, pero que a menudo sólo están a disposición de gruposlimitados de personas. Además, hoy es muy conocido el papel de la causalidadambiental en la aparición de algunas enfermedades, debido a la presión de la sociedad yal fuerte impacto tecnológico sobre las personas. Por tanto, es preciso recuperar algunoscriterios de discernimiento ético y antropológico, que permitan valorar si las opcionesde la medicina y de la sanidad son verdaderamente a la medida del hombre al que debenservir.

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3. Pero antes la medicina debe responder a la cuestión de la naturaleza misma de sumisión. Conviene preguntarse si el acto médico-sanitario encuentra su razón de ser en laprevención de la enfermedad, y, cuando ya existe, en su curación, o si se debe aceptarcualquier petición de intervención en el cuerpo con tal que sea técnicamente posible. Elinterrogante es más amplio aún, si se considera el mismo concepto de salud. Por logeneral, hoy se reconoce la insuficiencia de una noción de salud limitadaexclusivamente al bienestar fisiológico y a la ausencia de sufrimiento. Como escribí enel Mensaje para la Jornada mundial del enfermo de este Año jubilar, "la salud, (...) lejosde identificarse con la simple ausencia de enfermedades, se presenta como aspiración auna armonía más plena y a un sano equilibrio físico, psíquico, espiritual y social. Desdeesta perspectiva, la persona misma está llamada a movilizar todas las energíasdisponibles para realizar su propia vocación y el bien de los demás" (n. 13: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de agosto de 1999, p. 5). Se tratade un complejo concepto de salud, más acorde con la sensibilidad actual, que tiene encuenta el equilibrio y la armonía de la persona en su globalidad: hacéis bien endedicarle vuestra atención.

El interrogante que acabo de plantear es importante, porque de él deriva el perfil de losagentes sanitarios que hay que formar, así como el estilo de los centros de salud que sepretende realizar e incluso el modelo de medicina que se quiere adoptar: una medicinaal servicio del bienestar integral de la persona o, por el contrario, una medicina quebusca únicamente la eficiencia técnica y organizativa. Vosotros sois conscientes de queuna ciencia médica desviada no sólo pondría efectivamente en peligro la vida de laspersonas, sino también la misma convivencia social. Una medicina que buscaraprincipalmente acumular conocimientos con vistas a su eficiencia tecnológica,traicionaría su ethos originario, abriendo la puerta a un desarrollo perjudicial. Sólosirviendo al bienestar integral del hombre, la medicina contribuye a su progreso y a sufelicidad, y no se transforma en instrumento de manipulación y de muerte.

4. Vosotros, ilustres cultivadores de las ciencias biomédicas, sabéis respetar muy bien envuestras actividades las leyes metodológicas y hermenéuticas propias de lainvestigación científica. Estáis convencidos de que no son una carga arbitraria, sino másbien una ayuda indispensable que garantiza la fiabilidad y la comunicabilidad de losresultados obtenidos. Sabed reconocer siempre con igual esmero las normas éticas, encuyo centro está el ser humano con su dignidad de persona: el respeto de su derecho anacer, a vivir y a morir de modo digno constituye el imperativo de fondo en el que debeinspirarse siempre la práctica de la medicina. Haced todo lo que esté a vuestro alcancepara sensibilizar a la comunidad social, a los sistemas sanitarios nacionales y a susresponsables, a fin de que los considerables recursos destinados a las investigaciones y alas aplicaciones técnicas tengan siempre como finalidad el servicio integral a la vida.

Sí, el centro de la atención y de los cuidados tanto del sistema sanitario como de lasociedad debe ser siempre la persona, a la que se ha de considerar concretamenteinsertada en una familia, en un trabajo, en un ambiente social y en un área geográfica.Así pues, salir al encuentro del enfermo quiere decir salir al encuentro de la persona quesufre, y no simplemente tratar un cuerpo enfermo. Por eso a los profesionales de lasalud se les exige un compromiso que tiene las características de una vocación. La

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experiencia os enseña que la petición de los enfermos va más allá de una simplesolicitud de curación de sus patologías orgánicas. Esperan del médico el apoyo paraafrontar el inquietante misterio del sufrimiento y de la muerte. Vuestra misión consisteen dar a los enfermos y a sus familiares razones de esperanza ante los apremiantesinterrogantes que los agobian. La Iglesia está cerca de vosotros y comparte esteapasionante servicio a la vida.

5. En una sociedad globalizada como la actual, con mayores potencialidades técnicas,pero también con nuevas dificultades, en los trabajos del congreso muy oportunamentehabéis dedicado especial atención a las nuevas enfermedades del siglo XXI. Habéisanalizado las condiciones en que se encuentra la sanidad en algunas regiones delmundo, donde no hay políticas de apoyo ni siquiera para los cuidados primarios. A estepropósito, he recordado muchas veces la responsabilidad de los gobiernos y de lasorganizaciones internacionales. Por desgracia, a pesar de notables esfuerzos, en losúltimos decenios se han acentuado mucho las desigualdades entre los pueblos. Hago unnuevo llamamiento a quienes dirigen el destino de las naciones, a fin de que hagan todolo posible por favorecer condiciones adecuadas para resolver esas situaciones tandramáticas de injusticia y marginación.

6. A pesar de las sombras que aún se ciernen sobre numerosos países, los cristianosmiran con esperanza al vasto y variado mundo de la sanidad. Saben que están llamadosa evangelizarlo con el vigor de su testimonio diario, convencidos de que el Espíriturenueva continuamente la faz de la tierra e impulsa siempre con sus dones a las personasde buena voluntad a abrirse a la invitación al amor. Quizá haya que recorrer nuevoscaminos para favorecer respuestas adecuadas a las expectativas de tantas personasprobadas. Confío en que a cuantos buscan con corazón sincero el bien integral de lapersona no les falte la luz de Dios necesaria para emprender oportunas iniciativas alrespecto.

Que la Virgen, Sede de la sabiduría y Salud de los enfermos, invocada en la tradicióncomo nueva Eva, guíe vuestro camino, amadísimos hermanos y hermanas. Estáiscomprometidos en una de las causas más nobles: la defensa de la vida y la promociónde la salud. El Señor os sostenga en la investigación y os dé siempre nuevo impulso enel servicio nobilísimo que prestáis en bien de vuestros semejantes. Con este deseo, quese convierte en oración, os imparto a todos mi bendición.

ESPECTÁCULO

HOMILÍA EN EL JUBILEO DEL MUNDO DEL ESPECTÁCULODomingo 17 de diciembre de 2000

1. "Alegraos. (...) El Señor está cerca" (Flp 4, 4. 5). Este tercer domingo de Adviento secaracteriza por la alegría: la alegría de quien espera al Señor que "está cerca", el Dioscon nosotros, anunciado por los profetas. Es la "gran alegría" de la Navidad, que hoygustamos anticipadamente; una alegría que "será de todo el pueblo", porque el Salvador

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ha venido y vendrá de nuevo a visitarnos desde las alturas, como sol que surge (cf. Lc 1,78).

Es la alegría de los cristianos, peregrinos en el mundo, que aguardan con esperanza lavuelta gloriosa de Cristo, quien, para venir a ayudarnos, se despojó de su gloria divina.Es la alegría de este Año santo, que conmemora los dos mil años transcurridos desdeque el Hijo de Dios, Luz de Luz, iluminó con el resplandor de su presencia la historia dela humanidad.

Por tanto, desde esta perspectiva, cobran singular elocuencia las palabras del profetaSofonías, que hemos escuchado en la primera lectura:”Regocíjate, hija de Sión; grita dejúbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tucondena; ha expulsado a tus enemigos" (So 3, 14-15): este es el "año de gracia delSeñor", que nos sana del pecado y de sus heridas.

2. Resuena con gran intensidad en nuestra asamblea este consolador anuncio profético: "El Señor tu Dios, en medio de ti, es un poderoso salvador. Él se goza y se complaceen ti, te ama" (So 3, 17). Él es el que ha venido, y es él al que esperamos. El Año jubilarnos invita a fijar la mirada en él, sobre todo en este Adviento del año 2000. Él, "elpoderoso salvador", se os presenta hoy también a vosotros, amadísimos hermanos yhermanas, que actuáis en diversos sectores del mundo del espectáculo. En su nombre osacojo y os saludo cordialmente. Agradezco con afecto las amables palabras que me handirigido monseñor John Patrick Foley, presidente del Consejo pontificio para lascomunicaciones sociales, y vuestros dos representantes. Extiendo mi saludo a vuestroscolegas y amigos que no han podido estar presentes.

3. El evangelio de san Lucas nos presentó el domingo pasado a Juan Bautista, el cual, aorillas del Jordán, proclamaba la venida inminente del Mesías. Hoy la liturgia nos haceescuchar la continuación de ese texto evangélico: el Bautista explica a las multitudescómo preparar concretamente el camino del Señor. A las diversas clases de personasque le preguntan: "Nosotros, ¿qué debemos hacer?" (Lc 3, 10. 12. 14), les indica lo quees necesario realizar a fin de prepararse para acoger al Mesías.

Esta página evangélica nos hace pensar, en cierto sentido, en los encuentros jubilarespara las diversas clases sociales o profesionales. Os hace pensar también a vosotros,queridos hermanos y hermanas: con vuestra peregrinación jubilar, también vosotroshabéis venido a preguntar: "¿Qué debemos hacer?". La primera respuesta que os da lapalabra de Dios es una invitación a recuperar la alegría. ¿Acaso no es el jubileo -término que deriva de "júbilo"- la exhortación a rebosar de alegría porque el Señor havenido a habitar entre nosotros y nos ha dado su amor?

Sin embargo, esta alegría que brota de la gracia divina no es superficial y efímera. Es

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una alegría profunda, enraizada en el corazón y capaz de impregnar toda la existenciadel creyente. Se trata de una alegría que puede convivir con las dificultades, con laspruebas e incluso, aunque pueda parecer paradójico, con el dolor y la muerte. Es laalegría de la Navidad y de la Pascua, don del Hijo de Dios encarnado, muerto yresucitado; una alegría que nadie puede quitar a cuantos están unidos a él en la fe y enlas obras (cf. Jn 16, 22-23).

Muchos de vosotros, queridos hermanos, trabajáis para entretener al público, en laideación y realización de espectáculos que quieren brindar momentos de sana distensióny esparcimiento. Aunque, en sentido propio, la alegría cristiana se sitúa en un plano másdirectamente espiritual, abarca también la sana diversión, que hace bien al cuerpo y alespíritu. Por tanto, la sociedad debe estar agradecida con quien produce y realizatransmisiones y programas inteligentes y relajantes, divertidos sin ser alienantes,humorísticos pero no vulgares. Difundir una auténtica alegría puede ser una formagenuina de caridad social.

4. Además, la Iglesia, como Juan Bautista, tiene hoy un mensaje específico paravosotros, queridos trabajadores del mundo del espectáculo. Un mensaje que podríaexpresarse en estos términos: en vuestro trabajo, tened siempre presentes a laspersonas de vuestros destinatarios, sus derechos y sus expectativas legítimas, sobretodo cuando se trate de personas en formación. No os dejéis condicionar por el merointerés económico o ideológico. Este es el principio fundamental de la ética de lascomunicaciones sociales, que cada uno de vosotros está llamado a aplicar en su ámbitode actividad. A este propósito, el Consejo pontificio para las comunicaciones socialespublicó el pasado mes de junio un documento específico: Ética en las comunicacionessociales, sobre el que os invito a reflexionar.

Especialmente aquellos de entre vosotros que son más conocidos por el público debenser siempre conscientes de su responsabilidad. Queridos amigos, la gente os observa consimpatía e interés. Sed siempre para ellos modelos positivos y coherentes, capaces deinfundir confianza, optimismo y esperanza.

Para poder realizar esta comprometedora misión, viene en vuestra ayuda el Señor, aquien podéis acudir mediante la escucha de su palabra y la oración. Sí, queridoshermanos, vosotros trabajáis con las imágenes, los gestos y los sonidos; en otraspalabras, trabajáis con la exterioridad.

Precisamente por eso debéis ser hombres y mujeres de fuerte interioridad, capaces derecogimiento. En nosotros mora Dios, más íntimo a nosotros que nosotros mismos,como decía san Agustín. Si dialogáis con él, podréis comunicaros mejor con vuestroprójimo. Si tenéis gran sensibilidad por el bien, la verdad y la belleza, las obras devuestra creatividad, incluso las más sencillas, serán de buena calidad estética y moral.

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5. La Iglesia os acompaña y cuenta con vosotros. Espera que infundáis en el cine, latelevisión, la radio, el teatro, el circo y en toda forma de entretenimiento la "levadura"evangélica, gracias a la cual toda realidad humana desarrolla al máximo suspotencialidades positivas. Es impensable una nueva evangelización en la que noparticipe vuestro mundo, el mundo del espectáculo, tan importante para la formación delas mentalidades y de las costumbres. Pienso aquí en las numerosas iniciativas quevuelven a proponer el mensaje bíblico y el riquísimo patrimonio de la tradición cristianaen el lenguaje de las formas, de los sonidos y de las imágenes mediante el teatro, el ciney la televisión. Pienso, asimismo, en las obras y en los programas no explícitamentereligiosos que, sin embargo, son capaces de hablar al corazón de las personas,suscitando en ellas admiración, interrogantes y reflexiones.

6. Amadísimos hermanos y hermanas, la Providencia ha querido que vuestro jubileo secelebre pocos días antes de la Navidad, la fiesta sin duda alguna más representada envuestro campo de trabajo, en todos los niveles, desde los medios de comunicación socialhasta los belenes vivientes. Así, este encuentro nos ayuda a entrar en sintonía con elauténtico espíritu navideño, muy diverso del mundano, que lo transforma en ocasión decomercio.

Dejad que María, la Madre del Verbo encarnado, os guíe en el itinerario de preparaciónpara esta solemnidad. Ella espera en silencio el cumplimiento de las promesas divinas, ynos enseña que para llevar al mundo la paz y la alegría es preciso acoger antes en elcorazón al Príncipe de la paz y fuente de la alegría, Jesucristo. Para que esto suceda, esnecesario convertirse a su amor y estar dispuestos a cumplir su voluntad.

Amadísimos amigos del mundo del espectáculo, os deseo que también vosotros hagáisesta experiencia consoladora. Así, con los lenguajes más diversos, seréis portadores dealegría, de la alegría que Cristo da a toda la humanidad en la Navidad.

NOTA: El domingo 17 de diciembre de 2000 el papa despidió a los asistentes conpalabras especiales a las bandas de música y a los artistas callejeros y circenses.

FAMILIAS

ENCUENTRO DEL SANTO PADRE CON LAS FAMILIAS Plaza de San Pedro, sábado 14 de octubre de 2000

1. (…) Recientemente tuve la alegría de ir en peregrinación a Nazaret, el lugar donde elVerbo se hizo carne. Durante aquella visita os llevé a todos en mi corazón, pidiendofervientemente por vosotros a la Sagrada Familia, modelo sublime de todas las familias.

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Esta tarde queremos revivir precisamente el clima espiritual de la casa de Nazaret. Elgran espacio que nos acoge, entre la basílica y la columnata de Bernini, nos sirve decasa, una gran casa al aire libre. Aquí, reunidos como una verdadera familia, "con unsolo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32), podemos intuir y experimentar la dulzura yla intimidad de aquella humilde casa, donde María y José vivían alternando la oración yel trabajo, y donde Jesús "estaba sujeto a ellos" (Lc 2, 51), participando gradualmente enla vida común.

2. La contemplación de la Sagrada Familia, queridos esposos cristianos, os estimula ainterrogaros sobre las tareas que Cristo os asigna en vuestra estupenda y ardua vocación.

El tema de vuestro jubileo -"Los hijos: primavera de la familia y de la sociedad"- puedeser para vosotros una significativa fuente de inspiración. ¿No son precisamente los hijosquienes "examinan" continuamente a los padres? No sólo lo hacen con sus frecuentes"¿por qué?", sino también con su rostro, unas veces sonriente y otras velado por latristeza. Es como si todo su modo de ser reflejara un interrogante, que se expresa deformas muy diversas, incluso con sus caprichos, y que podríamos traducir en preguntascomo estas: "Mamá, papá, ¿me queréis? ¿Soy de verdad un don para vosotros? ¿Meacogéis por lo que soy? ¿Os esforzáis por buscar siempre mi verdadero bien?".

Estas preguntas las formulan más con la mirada que con las palabras, pero obligan a lospadres a asumir su gran responsabilidad y, en cierto modo, para ellos son el eco de lavoz de Dios.

3. Los hijos son "primavera": ¿qué significa esta metáfora elegida para vuestro jubileo?Nos remite al horizonte de vida, de colores, de luz y de canto, típico de la estaciónprimaveral. Naturalmente, los hijos son todo esto. Son la esperanza que siguefloreciendo, un proyecto que se inicia continuamente, el futuro que se abre sin cesar.Representan el florecimiento del amor conyugal, que en ellos se refleja y se consolida.Al venir a la luz, traen un mensaje de vida que, en definitiva, remite al Autor mismo dela vida. Al estar necesitados de todo, en especial durante las primeras fases de suexistencia, constituyen naturalmente una llamada a la solidaridad.

No por casualidad Jesús invitó a sus discípulos a tener corazón de niño (cf. Mc 10, 13-16). Queridas familias, hoy queréis dar gracias por el don de los hijos y, al mismotiempo, acoger el mensaje que Dios os envía a través de su existencia.

4. Por desgracia, como bien sabemos, la situación de los niños en el mundo no essiempre como debería ser. En muchas regiones y, paradójicamente, sobre todo en lospaíses de mayor bienestar, traer al mundo un hijo se ha convertido en una elecciónrealizada con gran perplejidad, más allá de la prudencia que exige obligatoriamente unaprocreación responsable. Se diría que a veces a los hijos se les ve más como una

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amenaza que como un don.

¿Y qué decir del otro triste escenario de la infancia ultrajada y explotada, sobre la quetambién llamé la atención en la Carta a los niños?

Pero vosotros estáis aquí, esta tarde, para testimoniar vuestra convicción, basada en laconfianza en Dios, de que es posible cambiar esta tendencia. Estáis aquí para una"fiesta de la esperanza", haciendo vuestro el "realismo" operante de esta virtud cristianafundamental.

5. En efecto, la situación de los niños es un desafío para toda la sociedad, un desafíoque interpela directamente a las familias. Nadie puede constatar mejor que vosotros,queridos padres, cuán esencial es para los hijos poder contar con vosotros, con ambos -con el padre y la madre- en la complementariedad de vuestros dones. No, no es unprogreso en la civilización secundar tendencias que oscurecen esta verdad elemental ypretenden afirmarse también en el ámbito legal.

¿Acaso la plaga del divorcio no perjudica ya excesivamente a los niños? ¡Qué triste espara un niño tener que resignarse a compartir su amor con padres enfrentados entre sí!Muchos hijos llevarán para siempre el trauma psíquico de la prueba a la que los hasometido la separación de sus padres.

6. Ante tantas familias rotas, la Iglesia no se siente llamada a expresar un juicio severo eindiferente, sino más bien a iluminar los numerosos dramas humanos con la luz de lapalabra de Dios, acompañada por el testimonio de su misericordia. Con este espíritu lapastoral familiar procura aliviar también las situaciones de los creyentes que se handivorciado y se han vuelto a casar.

No están excluidos de la comunidad; al contrario, están invitados a participar en su vida,recorriendo un camino de crecimiento en el espíritu de las exigencias evangélicas. LaIglesia, sin ocultarles la verdad del desorden moral objetivo en el que se hallan y delas consecuencias que derivan de él para la práctica sacramental, quiere mostrarlestoda su cercanía materna.

Vosotros, esposos cristianos, tened la seguridad de que el sacramento del matrimonio osda la gracia necesaria para perseverar en el amor mutuo, que vuestros hijos necesitancomo el pan. Hoy estáis llamados a interrogaros sobre esta comunión profunda entrevosotros, mientras pedís la abundancia de la misericordia jubilar.

7. Al mismo tiempo, no podéis eludir el interrogante esencial sobre vuestra misión deeducadores. Habiendo dado la vida a vuestros hijos, también tenéis el deber deseguirlos, de modo adecuado a su edad, en las orientaciones y en las opciones de vida,velando por todos sus derechos.

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En nuestro tiempo, el reconocimiento de los derechos del niño ha experimentado unindudable progreso, pero sigue siendo motivo de aflicción la negación práctica de estosderechos, como lo manifiestan los numerosos y terribles atentados contra su dignidad.Es preciso vigilar para que el bien del niño se ponga por encima de todo, comenzandodesde el momento en que se desea tener un hijo. La tendencia a recurrir a prácticasmoralmente inaceptables en la generación pone de relieve la mentalidad absurda de un"derecho al hijo", que ha usurpado el lugar del justo reconocimiento de un "derecho delhijo" a nacer y después a crecer de modo plenamente humano. Al contrario, ¡cuándiversa y digna de apoyo es la práctica de la adopción! Un verdadero ejercicio decaridad, que antepone el bien de los hijos a las exigencias de los padres.

8. Queridos hermanos, comprometámonos con todas nuestras fuerzas a defender el valorde la familia y el respeto a la vida humana, desde el momento de la concepción. Se tratade valores que pertenecen a la "gramática" fundamental del diálogo y de la convivenciahumana entre los pueblos.

Expreso mi vivo deseo de que tanto los Gobiernos y los Parlamentos nacionales, comolas organizaciones internacionales y, en particular, la Organización de las NacionesUnidas, reconozcan esta verdad. A todos los hombres de buena voluntad que creen enestos valores les pido que unan eficazmente sus esfuerzos, para que prevalezcan en larealidad de la vida, en las orientaciones culturales y en los medios de comunicaciónsocial, en las opciones políticas y en las legislaciones de los pueblos.

9. A vosotras, queridas madres, que tenéis en vuestro interior un instinto incoercible dedefender la vida, os dirijo un llamamiento apremiante: ¡sed siempre fuentes de vida,jamás de muerte!

A vosotros juntos, padres y madres, os digo: habéis sido llamados a la altísima misiónde cooperar con el Creador en la transmisión de la vida (cf. Carta a las familias, 8); ¡notengáis miedo a la vida! Proclamad juntos el valor de la familia y el de la vida. Sin estosvalores no existe futuro digno del hombre.

Quiera Dios que el estupendo espectáculo de vuestras antorchas encendidas en estaplaza os acompañe durante mucho tiempo como un signo de Aquel que es la luz y osllama a iluminar con vuestro testimonio los pasos de la humanidad por las sendas delnuevo milenio.

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LAS FAMILIAS Domingo 15 de octubre de 2000

1. "Nos bendiga el Señor, fuente de la vida". Amadísimos hermanos y hermanas, estainvocación, que hemos repetido en el Salmo responsorial, sintetiza muy bien la oración

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diaria de toda familia cristiana, y hoy, en esta celebración eucarística jubilar, expresaeficazmente el sentido de nuestro encuentro. Habéis venido aquí no sólo comoindividuos, sino también como familias. Habéis llegado a Roma desde todas las partesdel mundo, con la profunda convicción de que la familia es un gran don de Dios, un donoriginario, marcado por su bendición. En efecto, así es. Desde los albores de la creación,sobre la familia se posó la mirada y la bendición de Dios. Dios creó al hombre y ala mujer a su imagen, y les dio una tarea específica para el desarrollo de la familiahumana: "Los bendijo y les dijo: Creced, multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1, 28).

Vuestro jubileo, amadísimas familias, es un canto de alabanza por esta bendiciónoriginaria. Descendió sobre vosotros, esposos cristianos, cuando, al celebrar vuestromatrimonio, os prometisteis amor eterno delante de Dios. La recibirán hoy las ochoparejas de diferentes partes del mundo, que han venido a celebrar su matrimonio en elsolemne marco de este rito jubilar.

Sí, que os bendiga el Señor, fuente de la vida. Abríos al flujo siempre nuevo de estabendición, que encierra una fuerza creadora, regeneradora, capaz de eliminar todocansancio y asegurar lozanía perenne a vuestro don.

2. Esta bendición originaria va unida a un designio preciso de Dios, que su palabra nosacaba de recordar: “No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien comoél que le ayude" (Gn 2, 18). Así es como el autor sagrado presenta en el libro delGénesis la exigencia fundamental en la que se basa tanto la unión conyugal de unhombre y una mujer como la vida de la familia que nace de ella. Se trata de unaexigencia de comunión. El ser humano no fue creado para la soledad; en su mismanaturaleza espiritual lleva arraigada una vocación relacional. En virtud de esta vocación,crece en la medida en que entra en relación con los demás, encontrándose plenamente"en la entrega sincera de sí mismo" (Gaudium et spes, 24).

Al ser humano no le bastan relaciones simplemente funcionales. Necesita relacionesinterpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. Entre estas, esfundamental la que se realiza en la familia: no sólo en las relaciones entre los esposos,sino también entre ellos y sus hijos. Toda la gran red de las relaciones humanas nace yse regenera continuamente a partir de la relación con la cual un hombre y una mujer sereconocen hechos el uno para el otro, y deciden unir sus existencias en un únicoproyecto de vida: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá asu mujer y serán los dos una sola carne" (Gn 2, 24).

3. ¡Una sola carne! ¡Cómo no captar la fuerza de esta expresión! El término bíblico"carne" no evoca sólo el aspecto físico del hombre, sino también su identidad global deespíritu y cuerpo. Lo que los esposos realizan no es únicamente un encuentro corporal;es, además, una verdadera unidad de sus personas. Se trata de una unidad tan profunda

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que, de alguna manera, los convierte en un reflejo del "Nosotros" de las tres Personasdivinas en la historia (cf. Carta a las familias, 8).

Así se comprende el gran reto que plantea el debate de Jesús con los fariseos en elevangelio de san Marcos, que acabamos de proclamar. Para los interlocutores de Jesús,se trataba de un problema de interpretación de la ley mosaica, que permitía el repudio,provocando debates sobre las razones que podían legitimarlo. Jesús supera totalmenteesa visión legalista, yendo al núcleo del designio de Dios. En la norma mosaica ve unaconcesión a la sklhrokard|a, a la "dureza del corazón". Pero Jesús no se resigna a esadureza. ¿Y cómo podría hacerlo él, que vino precisamente para eliminarla y ofrecer alhombre, con la redención, la fuerza necesaria para vencer las resistencias debidas alpecado? Jesús no tiene miedo de volver a recordar el designio originario: "Al principiode la creación Dios los creó hombre y mujer" (Mc 10, 6).

4. ¡Al principio! Sólo él, Jesús, conoce al Padre "desde el principio", y conoce tambiénal hombre "desde el principio". Él es, a la vez, el revelador del Padre y el revelador delhombre al hombre (cf. Gaudium et spes, 22). Por eso, siguiendo sus huellas, la Iglesiatiene la tarea de testimoniar en la historia este designio originario, manifestando que esverdad y que es practicable.

Al hacerlo, la Iglesia no desconoce las dificultades y los dramas que la experienciahistórica concreta registra en la vida de las familias. Pero también sabe que la voluntadde Dios, acogida y realizada con todo el corazón, no es una cadena que esclaviza, sinola condición de una libertad verdadera que tiene su plenitud en el amor . Asimismo, laIglesia sabe -y la experiencia diaria se lo confirma- que cuando este designio originariose oscurece en las conciencias, la sociedad sufre un daño incalculable.

Ciertamente, existen dificultades. Pero Jesús ha proporcionado a los esposos los mediosde gracia adecuados para superarlas. Por voluntad suya, el matrimonio ha adquirido, enlos bautizados, el valor y la fuerza de un signo sacramental, que consolida suscaracterísticas y sus prerrogativas. En efecto, en el matrimonio sacramental los esposos,como harán dentro de poco las parejas jóvenes cuya boda bendeciré, se comprometen amanifestarse mutuamente y a testimoniar al mundo el amor fuerte e indisoluble con elque Cristo ama a la Iglesia. Se trata del "gran misterio", como lo llama el apóstol sanPablo (cf. Ef 5, 32).

5. "Os bendiga Dios, fuente de la vida". La bendición de Dios no sólo es el origen de lacomunión conyugal, sino también de la apertura responsable y generosa a la vida. Loshijos son en verdad la "primavera de la familia y de la sociedad", como reza el lema devuestro jubileo. El matrimonio florece en los hijos: ellos coronan la comunión total devida ("totius vitae consortium": Código de derecho canónico, c. 1055, 1), que conviertea los esposos en "una sola carne"; y esto vale tanto para los hijos nacidos de la relación

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natural entre los cónyuges, como para los queridos mediante la adopción. Los hijos noson un "accesorio" en el proyecto de una vida conyugal. No son "algo opcional", sino"el don más excelente" (Gaudium et spes, 50), inscrito en la estructura misma de launión conyugal.

La Iglesia, como se sabe, enseña la ética del respeto a esta institución fundamental ensu significado al mismo tiempo unitivo y procreador. De este modo, expresa elacatamiento que debe dar al designio de Dios, delineando un cuadro de relaciones entrelos esposos basadas en la aceptación recíproca sin reservas. De este modo se respeta,sobre todo, el derecho de los hijos a nacer y crecer en un ambiente de amor plenamentehumano. Conformándose a la palabra de Dios, la familia se transforma así enlaboratorio de humanización y de verdadera solidaridad.

6. A esta tarea están llamados los padres y los hijos, pero, como ya escribí en 1994, conocasión del Año de la familia, "el "nosotros" de los padres, marido y mujer, sedesarrolla, por medio de la generación y de la educación, en el "nosotros" de la familia,que deriva de las generaciones precedentes y se abre a una gradual expansión" (Carta alas familias, 16). Cuando se respetan las funciones, logrando que la relación entre losesposos y la relación entre los padres y los hijos se desarrollen de manera armoniosa yserena, es natural que para la familia adquieran significado e importancia también losdemás parientes, como los abuelos, los tíos y los primos. A menudo, en estas relacionesfundadas en el afecto sincero y en la ayuda mutua, la familia desempeña un papelrealmente insustituible, para que las personas que se encuentran en dificultad, lossolteros, las viudas y los viudos, y los huérfanos encuentren un ambiente agradable yacogedor. La familia no puede encerrarse en sí misma. La relación afectuosa con losparientes es el primer ámbito de esta apertura necesaria, que proyecta a la familia haciala sociedad entera.

7. Así pues, queridas familias cristianas, acoged con confianza la gracia jubilar, queDios derrama abundantemente en esta Eucaristía. Acogedla tomando como modelo a lafamilia de Nazaret que, aunque fue llamada a una misión incomparable, recorrió vuestromismo camino, entre alegrías y dolores, entre oración y trabajo, entre esperanzas ypruebas angustiosas, siempre arraigada en la adhesión a la voluntad de Dios. Ojalá quevuestras familias sean cada vez más verdaderas "iglesias domésticas", desde las cualesse eleve a diario la alabanza a Dios y se irradie a la sociedad un flujo de amor benéficoy regenerador.

"¡Nos bendiga el Señor, fuente de vida!". Que este jubileo de las familias constituyapara todos los que lo estáis viviendo un gran momento de gracia. Que sea también parala sociedad una invitación a reflexionar en el significado y en el valor de este gran donque es la familia, formada según el corazón de Dios.

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Que la Virgen María, "Reina de la familia", os acompañe siempre con su mano materna.

NOTA: el domingo 15 de octubre despidió a los presentes en el Ángelus convocándolosal siguiente encuentro mundial de las familia en Manila, el 2003.

  GINECÓLOGOS

AUDIENCIA AL XVI CONGRESO INTERNACIONAL DEL INSTITUTO DE LA CLÍNICA GINECOLÓGICA Y OBSTETRICIA DE LA UNIVERSIDAD "LA SAPIENZA" DE ROMA

Lunes 3 de abril de 2000

Señoras y señores:

1. Me alegra tener esta oportunidad de daros la bienvenida al Vaticano, con ocasión devuestro congreso internacional. Agradezco al profesor Cosmi las amables palabras queme ha dirigido en vuestro nombre, y os aseguro el interés con que la Santa Sede sigue eldesarrollo de vuestro campo de competencia. Permitidme, ante todo, deciros cuánto mecomplace el tema de vuestro congreso: ”El feto como paciente". Al concentrar laatención en el feto como sujeto de intervención y terapia médica, vuestro congresoconsidera al feto en su plena dignidad humana, dignidad que el niño por nacer poseedesde el momento de la concepción.

2. En las últimas décadas, en las que la percepción de la humanidad del feto ha sidominada o distorsionada por interpretaciones limitativas de la persona humana y porleyes que introducen etapas cualitativas, científicamente infundadas, en el desarrollo dela vida concebida, la Iglesia ha afirmado y defendido repetidamente la dignidad humanadel feto. Con esto queremos decir que "el ser humano debe ser respetado y tratado comopersona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento sele deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable detodo ser humano inocente a la vida" (Donum vitae, I, 1; cf. Evangelium vitae, 60).

3. Las terapias embrionarias que se aplican ahora en los campos médico, quirúrgico ygenético ofrecen nuevas esperanzas de salvar la vida de quienes padecen patologíasincurables o muy difíciles de curar después del nacimiento. Así, confirman la enseñanzaque la Iglesia ha sostenido basándose tanto en la filosofía como en la teología. Dehecho, la fe no disminuye el valor y la validez de la razón; al contrario, la apoya y lailumina, especialmente cuando la debilidad humana o las influencias psicosocialesnegativas reducen su perspicacia.

Por tanto, en vuestra actividad, que debería basarse siempre en la verdad científica y

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ética, estáis llamados a reflexionar seriamente en algunas propuestas y prácticas quederivan de las tecnologías de procreación artificial. En mi carta encíclica Evangeliumvitae observé que las diferentes técnicas de reproducción artificial, aparentemente alservicio de la vida, en realidad abren la puerta a nuevos ataques contra ella. Además deser moralmente inaceptables, puesto que separan la procreación de la esfera plenamentehumana del acto conyugal, estas técnicas tienen un alto porcentaje de fracasos. Y estosfracasos no sólo atañen a la fecundación, sino también al sucesivo desarrollo delembrión, expuesto al peligro de muerte, generalmente dentro de muy poco tiempo (cf.Evangelium vitae, 14).

4. Un caso de especial gravedad moral, que a menudo deriva de estos procedimientosilícitos, es la así llamada "reducción embrionaria", o eliminación de algunos fetoscuando se producen simultáneamente concepciones múltiples. Este procedimiento esgravemente ilícito cuando las concepciones múltiples se realizan en el curso normal delas relaciones matrimoniales, pero es doblemente reprensible cuando son el resultado dela procreación artificial.

Los que recurren a métodos artificiales deben ser considerados responsables de unaconcepción ilícita, pero, cualquiera que sea el método de concepción, una vez que éstase ha realizado, se debe respetar absolutamente al niño concebido. Hay que proteger,defender y alimentar la vida del feto en el seno materno por razón de su dignidadintrínseca, dignidad que pertenece al embrión y no es algo que le confieren u otorgan losdemás, ni los padres genéticos ni el personal médico ni tampoco el Estado.

5. Distinguidos huéspedes, sois expertos en acompañar los comienzos maravillosos ydelicados de la vida humana en el seno materno. Por eso, sabéis muy bien que ladoctrina moral católica refuerza y apoya una ética natural basada en el respeto de lainviolabilidad de toda vida humana.

La doctrina moral católica arroja luz sobre cuestiones relativas al delicado proceso delcomienzo de la vida, rebosante de esperanza y rico en promesas para la vida futura, ycampo ahora maduro para los admirables descubrimientos de la ciencia médica. Confíoen que vuestra actividad se inspire siempre en un reconocimiento claro de la dignidadpropia de todos los seres humanos, cada uno de los cuales es un don incomparable delamor creativo de Dios.

Hoy deseo felicitaros por vuestros descubrimientos científicos y por el modo como losaplicáis para proteger la vida y la salud del niño por nacer. Invoco sobre vosotros ysobre vuestra actividad la ayuda constante de Dios todopoderoso y, como prenda de laasistencia divina, os imparto de buen grado mi bendición apostólica.

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HISTORIADORES

DISCURSO A LA UNIÓN INTERNACIONAL DE INSTITUTOSDEARQUEOLOGÍA, HISTORIA E HISTORIA DEL ARTE

Viernes 26 de mayo de 2000

Señoras y señores:  (…) 2. La difusión de la cultura artística e histórica en todos lossectores de la sociedad proporciona a los hombres de nuestro tiempo los medios pararecuperar sus raíces y hallar en ellas los elementos culturales y espirituales para edificarsu vida personal y comunitaria. El apóstol san Pablo, en el areópago de Atenas, ¿no hizodescubrir a sus oyentes que el arte manifiesta una búsqueda espiritual que impulsa alhombre más allá de la realidad material? (cf. Hch 17, 19-31). Todos los hombres y todaslas sociedades tienen necesidad de una cultura que se abra a un sano itinerarioantropológico, a la vida moral y espiritual. En efecto, como dijo oportunamente elteólogo Hans Urs von Balthasar, existe una relación entre la estética y la ética (cf. Lagloria y la cruz, Introducción). El arte invita a desarrollar la belleza de la existencia,viviendo plenamente sus exigencias morales, y a buscar incansablemente la verdad.

3. En su dimensión de gratuidad, el arte permite pensar que no se puede reducir alhombre y a la sociedad a la eficacia a toda costa. Los bienes culturales tienenprecisamente esta función de abrir al hombre al sentido del misterio y a la revelación delo absoluto, puesto que encierran un mensaje. Por su parte, el arte religioso anuncia consu mesaje lo divino y dispone el alma a la contemplación de los misterios cristianos,ayudando a comprender mediante la expresión simbólica lo que las palabras manifiestancon mucha dificultad, e invitando a la oración trinitaria y al culto de los santos.

Os agradezco toda la obra realizada por vuestra unión internacional y, encomendándoosa la intercesión de la Theotocos, cuyo misterio ha inspirado a numerosos artistas, osimparto de todo corazón, como prenda de mi estima, una particular bendiciónapostólica, que extiendo de buen grado a vuestras familias y a todos los miembros devuestras diferentes instituciones.

MENSAJE CON MOTIVO DEL 75 ANIVERSARIO DEFUNDACIÓNDEL INSTITUTO PONTIFICIO DE ARQUEOLOGÍACRISTIANA , 11 de diciembre de 2000

Al venerado hermanoZENON GROCHOLEWSKI Gran canciller del Instituto pontificiode arqueología cristiana

1. La feliz celebración del 75° aniversario de la fundación del Instituto pontificio dearqueología cristiana me brinda la grata ocasión de enviarle un saludo cordial a usted, alcuerpo de profesores, a los colaboradores y a los estudiantes. Deseo, además, manifestar

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mi profundo aprecio por la valiosa actividad cultural realizada por el instituto durantelos decenios pasados, que sigue siendo fecunda en estudios, encuentros, debates ypublicaciones.

Hoy conmemoráis con solemnidad el motu proprio "I primitivi cemeteri", con el que elPapa Pío XI, de venerada memoria, instituyó ese centro de investigación y formación.Deseo transmitiros a todos vosotros la seguridad de mi cercanía espiritual y mi másferviente estímulo a proseguir en el servicio que prestáis en favor de cuantos seinteresan por el conocimiento y el estudio de las ricas memorias históricas de lacomunidad cristiana.

La gran solicitud con que mi venerado predecesor Pío XI, siguiendo el ejemplo demuchos otros Papas, quiso promover la custodia y la profundización de la vastísimaherencia arqueológica de la Iglesia de Roma, se inserta muy bien en la tarea de lossagrados pastores de recoger con el máximo esmero los testimonios de fe y las riquezasde arte, de liturgia y de teología que fluyen del gran río de la Revelación comoinnumerables arroyos a lo largo de la historia del cristianismo. Esta tarea revisteparticular importancia al comienzo de este nuevo milenio. La celebración del granjubileo de la encarnación del Hijo de Dios ha proporcionado nuevo vigor a lacomunidad de los creyentes, decidida a proseguir con renovada confianza su obra deevangelización en favor de toda la humanidad.

2. "Sanguis martyrum, semen christianorum", afirmaba Tertuliano (Apol. 50, 13), paraindicar que la fecundidad de la adhesión incondicional a Cristo ha contribuido a laconstrucción del magnífico edificio vivo que es precisamente la Iglesia. Este testimonio,que se ha expresado también a través de la multiforme variedad de monumentosliterarios, arquitectónicos y pictóricos realizados en tantos siglos, es herencia elocuentede innumerables "soldados desconocidos" de la gran causa de Dios. La comunidad delos fieles no puede permitir que se pierda este rico patrimonio espiritual.

A este propósito, me complace recordar lo que mi santo predecesor Dámaso, cuyamemoria litúrgica se celebra hoy, recomendaba a los fieles. Los exhortaba a venerar loslugares que custodiaban las reliquias de quienes "Christum per astra secuti... aetheriospetiere sinus et regna piorum" (Carm. IX: PL 13, 382-383). Conocer la herencia de lasgeneraciones cristianas pasadas permite a las generaciones sucesivas mantenerse fielesal depósito recibido, de modo que en todo tiempo y en todo lugar resuene el únicoEvangelio que salva y da vida.

La vasta actividad literaria, cultural y académica, así como la intensa obra depreservación y conocimiento de los monumentos de la Roma cristiana, que vuestrobenemérito instituto realiza desde hace 75 años, han dado una valiosa contribución a laIglesia, tanto en los campos litúrgico, patrístico, hagiográfico, canónico y teológico,

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como en el sector de la construcción sagrada.

3. Aunque el objetivo principal del Instituto de arqueología cristiana es el estudio de losvestigios de la vida eclesial a lo largo de los siglos, no se puede olvidar la influenciabenéfica que ha ejercido en la investigación de las huellas dejadas por las demásculturas antiguas, que han contribuido al nacimiento y al desarrollo de las formasexpresivas del cristianismo de los primeros tiempos. Así, la actividad académica de esainstitución ha entablado un intenso diálogo científico con cuantos estudian lascivilizaciones del primer milenio cristiano, aportando ulteriores conocimientos yrecibiendo valiosas enseñanzas, en una relación de ósmosis cordial y fecunda. Esperoque prosiga el clima de confrontación serena de los decenios pasados y que contribuyaal crecimiento de una actitud de sincera búsqueda de la verdad. En efecto, es posiblealcanzar notables objetivos científicos y humanos, superando actitudes de enfoquesuperficial de acontecimientos y obras que no pueden menos de mostrar en su estructuraíntima las huellas de las pasiones, de los ideales, de los errores y de las concepciones desus artífices. Y gracias a la libertad, la honradez, la perseverancia y la humildad delestudioso actual se puede llevar a cabo una investigación capaz de llegar aconocimientos cada vez más profundos de cuanto nos ha legado la antigüedad.

4. Además de los resultados científicos, por lo demás importantes, vuestro institutopuede dar también una provechosa contribución al conocimiento y a la profundizaciónde la fe. Efectivamente, el estudio de los "vestigios del pueblo de Dios" facilita lareflexión sobre los contenidos de su fe y sobre el intenso proceso de su inculturación enel arco de muchos siglos. Este aspecto demuestra que la Iglesia es en verdad unestandarte elevado entre las naciones, constituida por quienes "son raza bendita delSeñor" (Is 61, 9).

Ojalá que la oportuna celebración del aniversario del Instituto de arqueología cristiana,valioso instrumento académico que colabora con la Comisión pontificia de arqueologíasacra, sea para las generaciones jóvenes motivo de renovado interés por el estudio de lanoble tradición que nos han dejado tantos cristianos como testamento de su adhesión aCristo.

A la vez que deseo el mayor éxito a los promotores, a los relatores y a los participantesen ese significativo acontecimiento, os encomiendo a cada uno a María, Madre de laIglesia, y de corazón le imparto a usted, venerado hermano, a los prelados, a losestudiosos y a cuantos asistan a la manifestación conmemorativa, una especialbendición apostólica, prenda de mi constante benevolencia.

JÓVENES

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HOMILÍA EN LA MISA PARA LOS JÓVENES EN EL  MONTE DELAS BIENAVENTURANZAS (Palestina)Viernes 24 de marzo

"¡Mirad, hermanos, vuestra vocación!" (1 Co 1, 26). 1. Hoy estas palabras de san Pablose dirigen a todos los que hemos venido aquí, al monte de las Bienaventuranzas.Estamos sentados en esta colina como los primeros discípulos, y escuchamos a Jesús.En silencio escuchamos su voz amable y apremiante, tan amable como esta tierra y tanapremiante como una invitación a elegir entre la vida y la muerte.

¡Cuántas generaciones antes que nosotros se han sentido conmovidas profundamentepor el sermón de la Montaña! ¡Cuántos jóvenes a lo largo de los siglos se han reunidoen torno a Jesús para aprender las palabras de vida eterna, como vosotros estáis reunidoshoy aquí! ¡Cuántos jóvenes corazones se han sentido impulsados por la fuerza de supersonalidad y la verdad apremiante de su mensaje! ¡Es maravilloso que estéis aquí!

Gracias, arzobispo Butros Mouallem, por su amable acogida. Le ruego que transmitamis saludos cordiales a toda la comunidad greco-melquita que usted preside. Extiendomi saludo fraterno a los numerosos cardenales, al patriarca Sabbah, así como a losobispos y sacerdotes presentes aquí. Saludo a los miembros de las comunidades latina,incluidos los fieles de lengua hebrea, maronita, siria, armenia, caldea y a todos nuestroshermanos y hermanas de las demás Iglesias cristianas y comunidades eclesiales. Enparticular, doy las gracias a nuestros amigos musulmanes, a los miembros de fe judía,así como a la comunidad drusa. Este gran encuentro es como un ensayo general de laJornada mundial de la juventud que se celebrará en Roma en el mes de agosto. El jovenque ha hablado ha prometido que tendréis otra montaña, el monte Sinaí.

2. Hace precisamente un mes, tuve la gracia de ir allí, donde Dios habló a Moisés y leentregó la Ley, "escrita por el dedo de Dios" (Ex 31, 18) en tablas de piedra. Estos dosmontes, el Sinaí y el de las Bienaventuranzas, nos ofrecen el mapa de nuestra vidacristiana y una síntesis de nuestras responsabilidades ante Dios y ante nuestro prójimo.La Ley y las bienaventuranzas señalan juntas la senda del seguimiento de Cristo y elcamino real hacia la madurez y la libertad espiritual.

los diez mandamientos del Sinaí pueden parecer negativos: "No habrá para ti otrosdioses delante de mí. (...) No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darástestimonio falso..." (Ex 20, 3. 13-16). Pero, de hecho, son sumamente positivos. Yendomás allá del mal que mencionan, señalan el camino hacia la ley del amor, que es elprimero y el mayor de los mandamientos: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tucorazón, con toda tu alma y con toda tu mente. (...) Amarás a tu prójimo como a timismo" (Mt 22, 37. 39). Jesús mismo dice que no vino a abolir la Ley, sino a cumplirla(cf. Mt 5, 17). Su mensaje es nuevo, pero no cancela lo que había antes, sino quedesarrolla al máximo sus potencialidades. Jesús enseña que el camino del amor haceque la Ley alcance su plenitud (cf. Ga 5, 14). Y enseñó esta verdad tan importante aquí,en este monte de Galilea.

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3. "Bienaventurados -dice- los pobres de espíritu, los mansos, los misericordiosos, losque lloráis, los que tenéis hambre y sed de justicia, los limpios de corazón, los quetrabajáis por la paz y los perseguidos". ¡Bienaventurados! Pero las palabras de Jesúspueden resultar extrañas. Es raro que Jesús exalte a quienes el mundo por lo generalconsidera débiles. Les dice: "Bienaventurados los que parecéis perdedores, porque soislos verdaderos vencedores: es vuestro el reino de los cielos". Estas palabras,pronunciadas por él, que es "manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29), plantean undesafío que exige una profunda y constante metánoia del espíritu, un gran cambio delcorazón.

Vosotros, los jóvenes, comprendéis por qué es necesario este cambio del corazón. Enefecto, conocéis otra voz dentro de vosotros y en torno a vosotros, una vozcontradictoria. Es una voz que os dice: "Bienaventurados los orgullosos y los violentos,los que prosperan a toda costa, los que no tienen escrúpulos, los crueles, los inmorales,los que hacen la guerra en lugar de la paz y persiguen a quienes constituyen un estorboen su camino". Y esta voz parece tener sentido en un mundo donde a menudo losviolentos triunfan y los inmorales tienen éxito. "Sí", dice la voz del mal, "ellos son losque vencen. ¡Dichosos ellos!"

4. Jesús presenta un mensaje muy diferente. No lejos de aquí, Jesús llamó a susprimeros discípulos, como os llama ahora a vosotros. Su llamada ha exigido siempreuna elección entre las dos voces que compiten por conquistar vuestro corazón, inclusoahora, en este monte: la elección entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. ¿Quévoz elegirán seguir los jóvenes del siglo XXI? Confiar en Jesús significa elegir creer enlo que os dice, aunque pueda parecer raro, y rechazar las seducciones del mal, aunqueresulten deseables o atractivas.

Además, Jesús no sólo proclama las bienaventuranzas; también las vive. Él encarna lasbienaventuranzas. Al contemplarlo, veréis lo que significa ser pobres de espíritu, sermansos y misericordiosos, llorar, tener hambre y sed de justicia, ser limpios de corazón,trabajar por la paz y ser perseguidos. Por eso tiene derecho a afirmar: "¡Venid,seguidme!". No dice simplemente: "Haced lo que os digo". Dice: "¡Venid, seguidme!".

Escucháis su voz en este monte, y creéis en lo que os dice. Pero, como los primerosdiscípulos en el mar de Galilea, debéis dejar vuestras barcas y vuestras redes, y estonunca es fácil, especialmente cuando afrontáis un futuro incierto y sentís la tentación deperder la fe en vuestra herencia cristiana. Ser buenos cristianos puede pareceros algosuperior a vuestras fuerzas en el mundo actual. Pero Jesús no está de brazos cruzados;no os deja solos al afrontar este desafío. Está siempre con vosotros para transformarvuestra debilidad en fuerza. Confiad en él cuando os dice: "Mi gracia te basta, pues mifuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9).

5. Los discípulos pasaron algún tiempo con el Señor. Llegaron a conocerlo y amarloprofundamente. Descubrieron el significado de lo que el apóstol san Pedro dijo una veza Jesús: ”Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68).Descubrieron que las palabras de vida eterna son las palabras del Sinaí y las palabrasde las bienaventuranzas. Este es el mensaje que difundieron por todo el mundo.

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En el momento de su Ascensión, Jesús encomendó a sus discípulos una misión y les diouna garantía: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haceddiscípulos a todas las gentes. (...) Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los díashasta el fin del mundo" (Mt 28, 18-20). Desde hace dos mil años los seguidores deCristo han cumplido esta misión.

hora, en el alba del tercer milenio, os toca a vosotros. Toca a vosotros ir al mundo apredicar el mensaje de los diez mandamientos y de las bienaventuranzas. Cuando Dioshabla, habla de cosas que son muy importantes para cada persona, para todas laspersonas del siglo XXI, del mismo modo que lo fueron para las del siglo I. Los diezmandamientos y las bienaventuranzas hablan de verdad y bondad, de gracia y libertad: de todo lo que es necesario para entrar en el reino de Cristo. ¡Ahora os corresponde avosotros ser apóstoles valientes de este reino!

Jóvenes de Tierra Santa, jóvenes del mundo, responded al Señor con un corazóndispuesto y abierto. Dispuesto y abierto, como el corazón de la más grande de las hijasde Galilea, María, la madre de Jesús. ¿Cómo respondió ella? Dijo: "He aquí la esclavadel Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).

Oh, Señor Jesucristo, en este lugar que conociste y amaste tanto, escucha a estoscorazones jóvenes y generosos. Sigue enseñando a estos jóvenes la verdad de losmandamientos y de las bienaventuranzas. Haz que sean testigos gozosos de tu verdad yapóstoles convencidos de tu reino. Permanece siempre junto a ellos, especialmentecuando seguirte a ti y tu Evangelio sea difícil y exigente. Tú serás su fuerza, tú serás suvictoria. Oh, Señor Jesús, tú has hecho de estos jóvenes tus amigos: mantenlos siemprejunto a ti. Amén.

XII JMJ - ACOGIDA DE LOS JÓVENES EN LA PLAZA DE SANPEDRO

NOTA: el 15 de agosto de 2000 el papa acogió a los jóvenes peregrinos en la basílica desan Juan de Letrán y en la plaza de san Pedro. En esta segunda ocasión dijo:

Queridos jóvenes y muchachas de la XV Jornada Mundial de la Juventud, queridoshermanos en el sacerdocio, religiosos, religiosas y educadores que los acompañáis:¡Bienvenidos a Roma! (…) Queridos amigos de los cinco Continentes, me alegra iniciarsolemnemente con vosotros esta tarde el Jubileo de los Jóvenes. Peregrinos tras lashuellas de los Apóstoles, imitadlos en la fe.

¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre!

1. Queridos amigos que habéis recorrido con toda clase de medios tantos y tantoskilómetros para venir aquí, a Roma, a las tumbas de los Apóstoles, dejad que empiecemi encuentro con vosotros planteándoos una pregunta: ¿Qué habéis venido a buscar?Estáis aquí para celebrar vuestro Jubileo, el Jubileo de la Iglesia joven. El vuestro no esun viaje cualquiera: Si os habéis puesto en camino no ha sido sólo por razones dediversión o de cultura. Dejad que os repita la pregunta: ¿Qué habéis venido a buscar?, o

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mejor, ¿a quién habéis venido a buscar?

La respuesta no puede ser más que una: ¡habéis venido a buscar a Jesucristo! AJesucristo que, sin embargo, primero os busca a vosotros. En efecto, celebrar el Jubileono tiene otro significado que el de celebrar y encontrar a Jesús, la Palabra que se hizocarne y vino a habitar entre nosotros.

Las palabras del Prólogo de San Juan, que acaban de ser proclamadas, son en ciertomodo su "tarjeta de presentación". Nos invitan a fijar la mirada en su misterio. Estaspalabras son un mensaje especial dirigido a vosotros, queridos jóvenes: "En el principioexistía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba en elprincipio con Dios" (Jn 1,1-2).

Al hablar de la Palabra consustancial con el Padre, de la Palabra eterna engendradacomo Dios de Dios y Luz de Luz, el evangelista nos lleva al corazón de la vida divina,pero también al origen del mundo. En efecto, la Palabra está en el comienzo de toda lacreación: "Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe" (Jn 1,3).Todo el mundo creado, antes de ser realidad, fue pensado y querido por Dios con uneterno designio de amor. Por tanto, si observamos el mundo en profundidad, dejándonossorprender por la sabiduría y la belleza que Dios le ha infundido, podemos ya ver en élun reflejo de la Palabra que la revelación bíblica nos desvela en plenitud en el rostro deJesús de Nazaret. En cierto modo, la creación es una primera "revelación" de Él.

2. El anuncio del Prólogo continúa así: "En ella estaba la vida y la vida era la luz de loshombres y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron" (Jn 1,4-5). Para elevangelista la vida es la luz, y la muerte - lo opuesto a la vida - son las tinieblas. Pormedio de la Palabra surgió toda vida en la tierra y en la Palabra encuentra sucumplimiento definitivo.

Identificando la vida con la luz, Juan tiene también en cuenta esa vida particular que noconsiste simplemente en las funciones biológicas del organismo humano, sino que brotade la participación en la vida misma de Cristo. El evangelista dice: "La Palabra era laluz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1,9). Esailuminación le fue concedida a la humanidad en la noche de Belén, cuando la Palabraeterna del Padre asumió un cuerpo de María Virgen, se hizo hombre y nació en estemundo. Desde entonces todo hombre que mediante la fe participa en el misterio de eseacontecimiento experimenta de algún modo esa iluminación.

Cristo mismo, presentándose como luz del mundo, dirá un día: "Mientras tenéis la luz,creed en la luz, para que seáis hijos de luz" (Jn 12,36). Es una exhortación que losdiscípulos de Cristo se transmiten de generación en generación, buscando aplicarla a lavida de cada día. Refiriéndose a esta exhortación San Pablo escribirá: "Vivid como hijosde la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad (Ef 5,8-9).

3. El centro del Prólogo de Juan es el anuncio de que "la Palabra se hizo carne y puso suMorada entre nosotros" (Jn 1,14). Poco antes el evangelista había dicho: "Vino a sucasa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, les dio poder dehacerse hijos de Dios" (Jn 1,11-12). Queridos jóvenes, ¿estáis vosotros entre los que han

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acogido a Cristo? Vuestra presencia aquí ya es una respuesta. Habéis venido a Roma, eneste Jubileo de los dos mil años del nacimiento de Cristo, para acoger dentro de vosotrossu fuerza de vida. Habéis venido para volver a descubrir la verdad sobre la creación ypara asombraros nuevamente por la belleza y la riqueza del mundo creado. Habéisvenido para renovar en vosotros la conciencia de la dignidad del hombre, creado aimagen y semejanza de Dios.

"Y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno degracia y de verdad" (Jn 1,14). Un filósofo contemporáneo ha subrayado la importanciade la muerte en la vida humana, llegando a calificar al hombre como "un ser-para-la-muerte". El Evangelio, por el contrario, pone de relieve que el hombre es un ser para lavida. El hombre es llamado por Dios a participar de la vida divina. El hombre es un serllamado a la gloria. Estos días, que pasaréis juntos en Roma en el ámbito de la JornadaMundial de los Jóvenes, os tienen que ayudar, a cada uno de vosotros, a ver másclaramente la gloria que es propia del Hijo de Dios y a la cual hemos sido llamados enÉl por el Padre. Por eso es necesario que crezca y se consolide vuestra fe en Cristo.

4. Esta fe es la que deseo profesar ante vosotros, amigos jóvenes, ante la tumba delApóstol Pedro, al cual el Señor ha querido que sucediera como Obispo de Roma. Hoyyo en deseo deciros, el primero, que creo firmemente en Jesucristo Nuestro Señor. Sí, yocreo y hago mías las palabras del Apóstol Pablo: "La vida que vivo al presente en lacarne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí"(Gal 2,20).

Recuerdo cómo desde niño, en mi familia, aprendí a rezar y a fiarme de Dios. Recuerdoel ambiente de la parroquia, San Estanislao de Kostka, que yo frecuentaba en Debniki,Cracovia, dirigida por los padres Salesianos, de los cuales recibí la formaciónfundamental para la vida cristiana. Tampoco puedo olvidar la experiencia de la guerra ylos años de trabajo en una fábrica. La maduración definitiva de mi vocación sacerdotalsurgió en el período de la segunda guerra mundial, durante la ocupación de Polonia. Latragedia de la guerra dio al proceso de maduración de mi opción de vida un matizparticular. En ese contexto se me manifestaba una luz cada vez más clara: el Señorquiere que yo sea sacerdote. Recuerdo conmovido ese momento de mi vida cuando, enla mañana del uno de noviembre de 1946, recibí la ordenación sacerdotal.

Mi Credo continúa con mi actual servicio a la Iglesia. Cuando, el 16 de octubre de 1978,después de ser elegido para la Sede de Pedro, se me dirigió la pregunta: "¿Aceptas?",respondí: "Obedeciendo en la fe a Cristo, mi Señor, confiando en la Madre de Cristo yde la Iglesia, a pesar de las grandes dificultades, acepto" (Redemptor hominis, 2). Desdeentonces trato de desempañar mi misión encontrando cada día la luz y fuerza en la feque me une a Cristo.

Pero mi fe, como la de Pedro y como la de cada uno de vosotros, no es sólo obra mía,adhesión mía a la verdad de Cristo y de la Iglesia. La fe es esencialmente y ante todoobra del Espíritu Santo, don de su gracia. El Señor me concede, como también hace convosotros, su Espíritu que nos hace decir "Creo", sirviéndose también de nosotros paradar testimonio de Él por todos los lugares de la tierra.

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5. Queridos amigos, ¿por qué al comenzar vuestro Jubileo he querido ofreceros estetestimonio personal? Lo he hecho para aclarar que el camino de la fe pasa a través detodo lo que vivimos. Dios actúa en las circunstancias concretas y personales de cadauno de nosotros: a través de ellas, a veces de manera verdaderamente misteriosa, sepresenta a nosotros la Palabra "hecha carne", que vino a habitar entre nosotros.

Queridos jóvenes, no permitáis que el tiempo que el Señor os concede transcurra comosi todo fuese casualidad. San Juan nos ha dicho que todo ha sido hecho en Cristo. Portanto, creed intensamente en Él. Él guía la historia de cada persona y la de lahumanidad. Ciertamente Cristo respeta nuestra libertad, pero en todas las circunstanciasgozosas o amargas de la vida, no cesa de pedirnos que creamos en Él, en su Palabra, enla realidad de la Iglesia, en la vida eterna.    Así pues, no penséis nunca que soisdesconocidos a sus ojos, como simples números de una masa anónima. Cada uno devosotros es precioso para Cristo, Él os conoce personalmente y os ama tiernamente,incluso cuando uno no se da cuenta de ello.

6. Queridos amigos, proyectados con todo el ardor de vuestra juventud hacia el tercermilenio, vivid intensamente la oportunidad que os ofrece la Jornada Mundial de laJuventud en esta Iglesia de Roma, que hoy más que nunca es vuestra Iglesia. Dejaosmodelar por el Espíritu Santo. Haced la experiencia de la oración, dejando que elEspíritu hable a vuestro corazón. Orar significa dedicar un poco del propio tiempo aCristo, confiarse a Él, permanecer en silenciosa escucha de su Palabra y hacerla resonaren el corazón.    En estos días, como si fuera una gran semana de Ejercicios Espirituales,buscad momentos de silencio, de oración, de recogimiento. Pedid al Espíritu Santo queilumine vuestra mente, suplicadle el don de una fe viva que dé para siempre un sentido avuestra vida, centrándola en Jesús, la Palabra hecha carne.

Que María Santísima, que engendró a Cristo por obra del Espíritu Santo, María SalusPopuli Romani y Madre de todos los pueblos; que los santos Pedro y Pablo y todos losdemás Santos y Mártires de esta Iglesia y de vuestras Iglesias os acompañen en vuestrocamino.

XII JMJ - VIGILIA DE ORACIÓN EN TOR VERGATA

Sábado 19 de agosto de 2000   

1. “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16,15). Queridos jóvenes, con granalegría me reúno de nuevo con vosotros, con ocasión de esta vigilia de oración, durantela cual queremos ponernos juntos a la escucha de Cristo, que sentimos presente entrenosotros. Es Él quien nos habla.

“Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Jesús plantea esta pregunta a sus discípulos enla región de Cesarea de Filipo. Simón Pedro contesta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Diosvivo” (Mt 16,16). A su vez el Maestro les dirige estas sorprendentes palabras:“Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni lasangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17).

¿Cuál es el significado de este diálogo? ¿Por qué Jesús quiere escuchar lo que los

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hombres piensan de Él? ¿Por qué quiere saber lo que piensan sus discípulos de Él? Jesúsquiere que los discípulos se den cuenta de lo que está escondido en sus mentes y en suscorazones y que expresen su convicción. Al mismo tiempo, sin embargo, sabe que eljuicio que harán no será sólo el de ellos, porque en el mismo se revelará lo que Dios haderramado en sus corazones por la gracia de la fe.

Este acontecimiento en la región de Cesarea de Filipo nos introduce, en cierto modo, enel “laboratorio de la fe”. Ahí se desvela el misterio del inicio y de la maduración de lafe. En primer lugar está la gracia de la revelación: un íntimo e inexpresable darse deDios al hombre; después sigue la llamada a dar una respuesta y, finalmente, está larespuesta del hombre, respuesta que desde ese momento en adelante tendrá que darsentido y forma a toda su vida.    Aquí tenemos lo que es la fe. Es la respuesta a lapalabra del Dios vivo por parte del hombre racional y libre. Las cuestiones que Cristoplantea, las respuestas de los Apóstoles y la de Simón Pedro, son como una prueba de lamadurez de la fe de los que están más cerca de Cristo.

2. El diálogo en Cesarea de Filipo tuvo lugar en el tiempo prepascual, es decir, antes dela pasión y resurrección de Cristo. Convendría recordar también otro acontecimientodurante el cual Cristo, ya resucitado, probó la madurez de la fe de sus Apóstoles. Setrata del encuentro con Tomás Apóstol. Era el único ausente cuando, después de laresurrección, Cristo fue por primera vez al Cenáculo. Cuando los otros discípulos ledijeron que habían visto al Señor él no quiso creer. Decía: “Si no veo en sus manos laseñal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano ensu costado, no creeré” (Jn 20,25). Ocho días después, estaban otra vez reunidos losdiscípulos y Tomás estaba con ellos. Entró Jesús estando la puerta cerrada, saludó a losApóstoles con estas palabras: “La paz con vosotros” (Jn 20,26) y acto seguido se dirigióa Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado,y nos seas incrédulo sino creyente” (Jn 20,27). Tomás le contestó: “Señor mío y Diosmío” (Jn 20,28).

También el Cenáculo de Jerusalén fue para los Apóstoles una especie de “laboratoriode la fe”. Lo que allí sucedió con Tomás va, en cierto sentido más allá de lo que ocurrióen la región de Cesarea de Filipo. En el Cenáculo nos encontramos ante una dialécticade la fe y de la incredulidad más radical y, al mismo tiempo, ante una confesión aúnmás profunda de la verdad sobre Cristo. Verdaderamente no era fácil creer queestuviese vivo Aquél que tres días antes había sido depositado en el sepulcro.

El divino Maestro había anunciado varias veces que iba a resucitar de entre los muertosy ya había dado también pruebas de ser el Señor de la vida. Sin embargo, la experienciade su muerte había sido tan fuerte que todos tenían necesidad de un encuentro directocon Él para creer en su resurrección: los Apóstoles en el Cenáculo, los discípulos en elcamino a Emaús, las piadosas mujeres junto al sepulcro... También Tomás lo necesitaba.Cuando su incredulidad se encontró con la experiencia directa de la presencia de Cristo,el Apóstol que había dudado pronunció esas palabras con las que se expresa el núcleomás íntimo de la fe: Si es así, si Tú verdaderamente estás vivo aunque te mataron,quiere decir que eres “mi Señor y mi Dios”.

Con el caso de Tomás el “laboratorio de la fe” se ha enriquecido con un nuevo

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elemento. La revelación divina, la pregunta de Cristo y la respuesta del hombre se hancompletado con el encuentro personal del discípulo con Cristo vivo, con el Resucitado.Ese encuentro pasa a ser el inicio de una nueva relación entre el hombre y Cristo, unarelación en la que el hombre reconoce existencialmente que Cristo es Señor y Dios; nosólo Señor y Dios del mundo y de la humanidad, sino Señor y Dios de esta existenciahumana mía concreta. Un día San Pablo escribirá: “Cerca de ti está la palabra: en tuboca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros proclamamos. Porque, siconfiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó deentre los muertos, serás salvo” (Rm 10,8-9).

3. En las lecturas de la Liturgia de hoy están descritos los elementos de los que secompone ese “laboratorio de la fe”, del cual los Apóstoles salen como hombresplenamente conscientes de la verdad que Dios había revelado en Jesucristo, verdad quehabría modelado su vida personal y la de la Iglesia en el curso de la historia. Esteencuentro romano, queridos jóvenes, es también una especie de “laboratorio de la fe”para vosotros, discípulos de hoy, para quienes confiesan a Cristo en los umbrales deltercer milenio.

Cada uno de vosotros puede encontrar en sí mismo la dialéctica de preguntas yrespuestas que hemos señalado anteriormente. Cada uno puede analizar sus propiasdificultades para creer e incluso sentir la tentación de la incredulidad. Al mismo tiempo,sin embargo, puede también experimentar una progresiva maduración de la convicciónconsciente de la propia adhesión de fe. En efecto, siempre en este admirablelaboratorio del espíritu humano, el laboratorio de la fe, se encuentran mutuamente Diosy el hombre. Cristo resucitado entra en el cenáculo de nuestra vida y permite a cada unoexperimentar su presencia y confesar: Tú, Cristo, eres “mi Señor y mi Dios”.

Cristo dijo a Tomás: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto yhan creído” (Jn 20,29). Todo ser humano tiene en su interior algo del Apóstol Tomás. Estentado por la incredulidad y se plantea las preguntas fundamentales: ¿Es verdad queDios existe? ¿Es verdad que el mundo ha sido creado por Él? ¿Es verdad que el Hijo deDios se ha hecho hombre, ha muerto y ha resucitado? La respuesta surge junto con laexperiencia que la persona hace de su divina presencia. Es necesario abrir los ojos y elcorazón a la luz del Espíritu Santo. Entonces a cada uno le hablarán las heridas abiertasde Cristo resucitado: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto yhan creído”.

4. Queridos amigos, también hoy creer en Jesús, seguir a Jesús siguiendo las huellas dePedro, de Tomás, de los primeros Apóstoles y testigos, conlleva una opción por Él y, nopocas veces, es como un nuevo martirio: el martirio de quien, hoy como ayer, esllamado a ir contra corriente para seguir al divino Maestro, para seguir “al Cordero adondequiera que vaya” (Ap 14,4). No por casualidad, queridos jóvenes, he querido quedurante el Año Santo fueran recordados en el Coliseo los testigos de la fe del siglo XX.

Quizás a vosotros no se os pedirá la sangre, pero sí ciertamente la fidelidad a Cristo.Una fidelidad que se ha de vivir en las situaciones de cada día. Estoy pensando en losnovios y su dificultad de vivir, en el mundo de hoy, la pureza antes del matrimonio.Pienso también en los matrimonios jóvenes y en las pruebas a las que se expone su

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compromiso de mutua fidelidad. Pienso, asimismo, en las relaciones entre amigos y enla tentación de deslealtad que puede darse entre ellos.

Estoy pensando también en el que ha empezado un camino de especial consagración yen las dificultades que a veces tiene que afrontar para perseverar en su entrega a Dios ya los hermanos. Me refiero igualmente al que quiere vivir unas relaciones de solidaridady de amor en un mundo donde únicamente parece valer la lógica del provecho y delinterés personal o de grupo. Así mismo, pienso en el que trabaja por la paz y ve nacer yestallar nuevos focos de guerra en diversas partes del mundo; también en quien actúa enfavor de la libertad del hombre y lo ve aún esclavo de sí mismo y de los demás; piensoen el que lucha por el amor y el respeto a la vida humana y ha de asistir frecuentementea atentados contra la misma y contra el respeto que se le debe.

5. Queridos jóvenes, ¿es difícil creer en un mundo así? En el año 2000, ¿es difícil creer?Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible,como Jesús dijo a Pedro: “No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padreque está en los cielos” (Mt 16,17).    Esta tarde os entregaré el Evangelio. Es el regaloque el Papa os deja en esta vigilia inolvidable. La palabra que contiene es la palabra deJesús. Si la escucháis en silencio, en oración, dejándoos ayudar por el sabio consejo devuestros sacerdotes y educadores con el fin de comprenderla para vuestra vida, entoncesencontraréis a Cristo y lo seguiréis, entregando día a día la vida por Él.

En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os esperacuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; esÉl quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar delconformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Élquien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar. EsJesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, lavoluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentíade comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y ala sociedad, haciéndola más humana y fraterna.

Queridos jóvenes, para estos nobles objetivos no estáis solos. Con vosotros tenéis avuestras familias, a vuestras comunidades, a vuestros sacerdotes y educadores y a tantosde vosotros que, en lo oculto, no se cansan de amar a Cristo y de creer en Él. En la luchacontra el pecado no estáis solos: ¡muchos como vosotros luchan y con la gracia delSeñor vencen!

6. Queridos amigos, en vosotros veo a los “centinelas de la mañana” (cf. Is 21,11-12) eneste amanecer del tercer milenio. A lo largo del siglo que termina, jóvenes comovosotros eran convocados en reuniones masivas para aprender a odiar, eran enviadospara combatir los unos contra los otros. Los diversos mesianismos secularizados, quehan intentado sustituir la esperanza cristiana, se han revelado después comoverdaderos y propios infiernos. Hoy estáis reunidos aquí para afirmar que en el nuevosiglo no os prestaréis a ser instrumentos de violencia y destrucción; defenderéis la paz,incluso a costa de vuestra vida si fuera necesario. No os conformaréis con un mundo enel que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, están sin trabajo.Defenderéis la vida en cada momento de su desarrollo terreno; os esforzaréis con todas

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vuestras energías en hacer que esta tierra sea cada vez más habitable para todos.

Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a todosvuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en la humanidaddel nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará lafuerza para seguirlo todos los días y en cada situación.

Que María Santísima, la Virgen que dijo “sí” a Dios durante toda su vida, que losSantos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas que han marcado el caminode la Iglesia a través de los siglos, os conserven siempre en este santo propósito.

A todos y a cada uno de vosotros os imparto con afecto mi Bendición.

Quisiera terminar mi discurso, este mensaje, diciéndoos que esperaba desde hace tiempoencontrarme con vosotros, veros, primero por la noche, y luego por el día. Os doy lasgracias por este diálogo, enriquecido con aclamaciones y aplausos. Gracias por estediálogo. En virtud de vuestra iniciativa, de vuestra inteligencia, no ha sido unmonólogo, ha sido un verdadero diálogo.

Al final de la celebración, el Papa dijo:

Hay un proverbio polaco que dice: «Si vives con los jóvenes, también tú deberás serjoven» Así, regreso rejuvenecido. Una vez más os saludo a todos vosotros,especialmente a los que están más al fondo, en la sombra, y no ven nada. Pero si no hanpodido ver, ciertamente han podido escuchar este bullicio. Este bullicio ha impresionadoa Roma y Roma no lo olvidará jamás.

XII JMJ - HOMILÍA MISA DE CLAUSURA Tor Vergata, domingo 20 de agosto de 2000

1. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn6,68).Queridos jóvenes de la decimoquinta Jornada Mundial de la Juventud, estaspalabras de Pedro, en el diálogo con Cristo al final del discurso del “pan de vida”, nosafectan personalmente. Estos días hemos meditado sobre la afirmación de Juan: “Lapalabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1,14). El evangelista nos hallevado al gran misterio de la encarnación del Hijo de Dios, el Hijo que se nos ha dado através de María “al llegar la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4).

En su nombre os vuelvo a saludar a todos con un gran afecto. Saludo y agradezco alCardenal Camillo Ruini, mi Vicario General para la diócesis de Roma y Presidente de laConferencia Episcopal Italiana, las palabras que me ha dirigido al comienzo de estaSanta Misa; saludo también al Cardenal James Francis Stafford, Presidente delPontificio Consejo para los Laicos y a tantos Cardenales, Obispos y sacerdotes aquíreunidos; así mismo, saludo con gran deferencia al Señor Presidente de la República yal Jefe del Gobierno Italiano, así como a todas las autoridades civiles y religiosas que

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nos honran con su presencia.

2. Hemos llegado al culmen de la Jornada Mundial de la Juventud. Ayer por la noche,queridos jóvenes, hemos reafirmado nuestra fe en Jesucristo, en el Hijo de Dios que,como dice la primera lectura de hoy, el Padre ha enviado “a anunciar la buena nueva alos pobres, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación y a losreclusos la libertad... para consolar a todos los que lloran” (Is 61,1-3).

En esta celebración eucarística Jesús nos introduce en el conocimiento de un aspectoparticular de su misterio. Hemos escuchado en el Evangelio un pasaje de su discurso enla sinagoga de Cafarnaúm, después del milagro de la multiplicación de los panes, en elcual se revela como el verdadero pan de vida, el pan bajado del cielo para dar la vida almundo (cf. Jn 6,51). Es un discurso que los oyentes no entienden. La perspectiva en quese mueven es demasiado material para poder captar la auténtica intención de Cristo.Ellos razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Jn 6,63). Jesús, en cambio,orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del espíritu: “Las palabras que os hedicho son espíritu y son vida” (ibíd).

Sin embargo el auditorio es reacio: “Es duro este lenguaje; ¿Quién puede escucharlo?”(Jn 6,60). Se consideran personas con sentido común, con los pies en la tierra, por esosacuden la cabeza y, refunfuñando, se marchan uno detrás de otro. El número de lamuchedumbre se reduce progresivamente. Al final sólo queda un pequeño grupo con losdiscípulos más fieles. Pero respecto al “pan de vida” Jesús no está dispuesto acontemporizar. Está preparado más bien para afrontar el alejamiento incluso de los máscercanos: “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67).

3. “¿También vosotros?” La pregunta de Cristo sobrepasa los siglos y llega hastanosotros, nos interpela personalmente y nos pide una decisión. ¿Cuál es nuestrarespuesta? Queridos jóvenes, si estamos aquí hoy es porque nos vemos reflejados en laafirmación del apóstol Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras devida eterna” (Jn 6,68).

Muchas palabras resuenan en vosotros, pero sólo Cristo tiene palabras que resisten alpaso del tiempo y permanecen para la eternidad. El momento que estáis viviendo osimpone algunas opciones decisivas: la especialización en el estudio, la orientación en eltrabajo, el compromiso que debéis asumir en la sociedad y en la Iglesia. Es importantedarse cuenta de que, entre todas las preguntas que surgen en vuestro interior, lasdecisivas no se refieren al “qué”. La pregunta de fondo es “quién”: hacia “quién” ir, a“quién” seguir, a “quién” confiar la propia vida.

Pensáis en vuestra elección afectiva e imagino que estaréis de acuerdo: lo queverdaderamente cuenta en la vida es la persona con la que uno decide compartirla. Pero,

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¡atención! Toda persona es inevitablemente limitada, incluso en el matrimonio másencajado se ha de tener en cuenta una cierta medida de desilusión. Pues bien, queridosamigos: ¿no hay en esto algo que confirma lo que hemos escuchado al apóstol Pedro?Todo ser humano, antes o después, se encuentra exclamando con él: “¿A quién vamos aacudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Sólo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y deMaría, la Palabra eterna del Padre, que nació hace dos mil años en Belén de Judá, puedesatisfacer las aspiraciones más profundas del corazón humano.

En la pregunta de Pedro: “¿A quién vamos a acudir?” está ya la respuesta sobre elcamino que se debe recorrer. Es el camino que lleva a Cristo. Y el divino Maestro esaccesible personalmente; en efecto, está presente sobre el altar en la realidad de sucuerpo y de su sangre. En el sacrificio eucarístico podemos entrar en contacto, de unmodo misterioso pero real, con su persona, acudiendo a la fuente inagotable de su vidade Resucitado.

4. Esta es la maravillosa verdad, queridos amigos: la Palabra, que se hizo carne hace dosmil años, está presente hoy en la Eucaristía. Por eso, el año del Gran Jubileo, en el queestamos celebrando el misterio de la encarnación, no podía dejar de ser también un año“intensamente eucarístico” (cf. Tertio millennio adveniente, 55). La Eucaristía es elsacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos ama. Él nos ama a cadauno de nosotros de un modo personal y único en la vida concreta de cada día: en lafamilia, entre los amigos, en el estudio y en el trabajo, en el descanso y en la diversión.Nos ama cuando llena de frescura los días de nuestra existencia y también cuando, en elmomento del dolor, permite que la prueba se cierna sobre nosotros; también a través delas pruebas más duras, Él nos hace escuchar su voz.

Sí, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama incluso cuando lodecepcionamos, cuando no correspondemos a lo que espera de nosotros. Él no noscierra nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a este Dios quenos ha redimido llegando incluso a la locura de la Cruz? ¿A este Dios que se ha puestode nuestra parte y está ahí hasta al final?

5. Celebrar la Eucaristía “comiendo su carne y bebiendo su sangre” significa aceptar lalógica de la cruz y del servicio. Es decir, significa ofrecer la propia disponibilidad parasacrificarse por los otros, como hizo Él. De este testimonio tiene necesidad urgentenuestra sociedad, de él necesitan más que nunca los jóvenes, tentados a menudo por losespejismos de una vida fácil y cómoda, por la droga y el hedonismo, que llevan despuésa la espiral de la desesperación, del sin-sentido, de la violencia. Es urgente cambiar derumbo y dirigirse a Cristo, que es también el camino de la justicia, de la solidaridad, delcompromiso por una sociedad y un futuro dignos del hombre.

Ésta es nuestra Eucaristía, ésta es la respuesta que Cristo espera de nosotros, de

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vosotros, jóvenes, al final de vuestro Jubileo. A Jesús no le gustan las medias tintas y noduda en apremiarnos con la pregunta: “¿También vosotros queréis marcharos?” ConPedro, ante Cristo, Pan de vida, también hoy nosotros queremos repetir: “Señor, ¿aquién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68).

6. Queridos jóvenes, al volver a vuestra tierra poned la Eucaristía en el centro de vuestravida personal y comunitaria: amadla, adoradla y celebradla, sobre todo el domingo, díadel Señor. Vivid la Eucaristía dando testimonio del amor de Dios a los hombres. Osconfío, queridos amigos, este don de Dios, el más grande dado a nosotros, peregrinospor los caminos del tiempo, pero que llevamos en el corazón la sed de eternidad. ¡Ojaláque pueda haber siempre en cada comunidad un sacerdote que celebre la Eucaristía! Poreso pido al Señor que broten entre vosotros numerosas y santas vocaciones alsacerdocio. La Iglesia tiene necesidad de alguien que celebre también hoy, con corazónpuro, el sacrificio eucarístico. ¡El mundo no puede verse privado de la dulce yliberadora presencia de Jesús vivo en la Eucaristía!

Sed vosotros mismos testigos fervorosos de la presencia de Cristo en nuestros altares.Que la Eucaristía modele vuestra vida, la vida de las familias que formaréis; que orientetodas vuestras opciones de vida. Que la Eucaristía, presencia viva y real del amortrinitario de Dios, os inspire ideales de solidaridad y os haga vivir en comunión convuestros hermanos dispersos por todos los rincones del planeta.

Que la participación en la Eucaristía fructifique, en especial, en un nuevo florecer devocaciones a la vida religiosa, que asegure la presencia de fuerzas nuevas y generosasen la Iglesia para la gran tarea de la nueva evangelización.

Si alguno de vosotros, queridos jóvenes, siente en sí la llamada del Señor a darsetotalmente a Él para amarlo “con corazón indiviso” (cf. 1 Co 7,34), que no se dejeparalizar por la duda o el miedo. Que pronuncie con valentía su propio “sí” sin reservas,fiándose de Él que es fiel en todas sus promesas. ¿No ha prometido, al que lo ha dejadotodo por Él, aquí el ciento por uno y después la vida eterna? (cf. Mc 10,29-30).

7. Al final de esta Jornada Mundial, mirándoos a vosotros, a vuestros rostros jóvenes, avuestro entusiasmo sincero, quiero expresar, desde lo hondo de mi corazón, miagradecimiento a Dios por el don de la juventud, que a través de vosotros permanece enla Iglesia y en el mundo. ¡Gracias a Dios por el camino de las Jornadas Mundiales de laJuventud! ¡Gracias a Dios por tantos jóvenes que han participado en ellas durante estosdieciséis años! Son jóvenes que ahora, ya adultos, siguen viviendo en la fe allí donderesiden y trabajan. Estoy seguro de que también vosotros, queridos amigos, estaréis a laaltura de los que os han precedido. Llevaréis el anuncio de Cristo en el nuevo milenio.Al volver a casa, no os disperséis. Confirmad y profundidad en vuestra adhesión a lacomunidad cristiana a la que pertenecéis. Desde Roma, la ciudad de Pedro y Pablo, el

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Papa os acompaña con su afecto y, parafraseando una expresión de Santa Catalina deSiena, os dice: «Si sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero!» (cf.Cart. 368).

Miro con confianza a esta nueva humanidad que se prepara también por medio devosotros; miro a esta Iglesia constantemente rejuvenecida por el Espíritu de Cristo y quehoy se alegra por vuestros propósitos y de vuestro compromiso. Miro hacia el futuro yhago mías las palabras de una antigua oración, que canta a la vez al don de Jesús, de laEucaristía y de la Iglesia:

“Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

Así como este trozo de pan estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia desde los confines de la tierra en tu reino [...]

Tú, Señor omnipotente, has creado el universo a causa de tu Nombre, has dado a los hombres alimento y bebida para su disfrute, a fin de que te den gracias y, además, a nosotros nos has concedido la gracia de un alimento y bebida espirituales y de vida eterna por medio de tu siervo [...] A ti la gloria por los siglos” (Didaché 9,3-4; 10,3-4).

Amén.

A LOS JÓVENES DE SICILIA QUE PEREGRINARON ALSANTUARIO DE LA VIRGEN DE LAS LÁGRIMAS Amadísimos jóvenes de Sicilia:

1. Me alegra dirigirme a vosotros, mientras estáis reunidos para realizar unaperegrinación jubilar especial al santuario de la Virgen de las lágrimas de Siracusa, queconsagré hace seis años. He sabido con gran satisfacción que vuestro jubileo se celebracon la participación de los obispos de Sicilia, al término de sus ejercicios espirituales.Este hecho expresa el carácter fuertemente eclesial de la iniciativa y, más en general, elamor y la atención de la Iglesia que está en Sicilia a las nuevas generaciones. A todosvosotros, jóvenes sicilianos, y a vosotros, amadísimos hermanos obispos y sacerdotes,os dirijo mi saludo más afectuoso.

Vuestro jubileo regional, queridos jóvenes, está relacionado con la reciente Jornadamundial de la juventud que se celebró en Roma y, en particular, con la memorablevigilia del pasado 19 de agosto, en la que participasteis muchos de vosotros. Con estemensaje, quisiera reanudar el diálogo que entablé con los jóvenes en Tor Vergata.Entonces os dije: "Queridos amigos, veo en vosotros a los "centinelas de la mañana" (cf.Is 21, 11-12) en esta alba del tercer milenio".

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"Centinelas de la mañana". Estas palabras del profeta Isaías os impresionaron, y lashabéis elegido como tema de vuestra vigilia-peregrinación, para que estimulen yorienten vuestro compromiso. Me ha complacido la generosa adhesión con que habéisacogido mi propuesta. El corazón del Papa se alegra y da gracias a Dios, porque losjóvenes no sólo escuchan, sino que también acogen, reflexionan y, sobre todo, seesfuerzan por poner en práctica la palabra recibida, que no es palabra de hombres, sinopalabra de Dios, operante en vosotros que creéis (cf. 1 Ts 2, 13).

2. Porque vosotros, queridos jóvenes, queréis creer en Cristo. Como recordaréis, la fefue el contenido fundamental de la gran vigilia de Tor Vergata. En Roma, ciudad de sanPedro y san Pablo, "encomendé" a la juventud de todo el mundo el compromiso de laprofesión valiente de la fe en Cristo, una profesión por la que los Apóstoles y losmártires dieron la vida. Jóvenes de Sicilia, ¿estáis dispuestos también vosotros a dar lavida por esta fe?

Algunos piensan que adherirse a Cristo significa perjudicar su humanidad,disminuyendo su valor. No hay nada más falso. Más aún, como afirmé en Tor Vergata,"diciendo "sí" a Cristo, decís "sí" a todos vuestros ideales más nobles" (n. 6).Ciertamente, elegir a Jesús implica renunciar al pecado, pero el pecado no es realizaciónde la naturaleza humana; al contrario, es su empobrecimiento. Dios no nos ha creadopara el mal, sino para el bien, la verdad y la belleza, es decir, para él, nuestro Creador yPadre. Como escribe san Agustín: "Nos has creado para ti y nuestro corazón estaráinquieto hasta que descanse en ti" (Confesiones, I, 1, 1).

Por eso, queridos amigos, no tengáis miedo de dar a Jesús un sí total, como Pedro,Pablo, Francisco y Clara de Asís, como Águeda de Catania y Lucía de Siracusa, comosanto Domingo Savio y Pier Giorgio Frassati, y como tantos otros testigos del Evangelioque han florecido a lo largo de los siglos también en vuestra Sicilia. En este siglo XX nohan faltado en vuestra tierra luminosas figuras de creyentes, y su ejemplo sigue siendopara vosotros un punto de referencia al que debéis mirar para orientar vuestras opcionesconcretas. Muchachos y muchachas sicilianos, sostenidos por el testimonio elocuente deestos paisanos vuestros, recorred con valentía el camino de la santidad personal,alimentándoos asiduamente de la palabra de Dios y de la Eucaristía. Cuanto más santosseáis, tanto más contribuiréis a edificar la Iglesia y la sociedad.

3. En vuestras comunidades parroquiales sed "piedras vivas" (1 P 2, 5), colaborandogenerosamente con los sacerdotes y entre vosotros. Aprended a asumir vuestrasresponsabilidades, y preparaos para ello en los grupos, en las asociaciones y en losmovimientos laicales, entre los cuales recomiendo, en particular, la Acción católica,escuela de compromiso eclesial y civil. De este modo, daréis vuestra importantecontribución al camino de la Iglesia en Sicilia, también con vistas al próximo Congresoeclesial regional, que se ocupará precisamente de los laicos.

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Sed misioneros. La fe es un don que, compartido con los demás creyentes, crece ymadura. Llevad el Evangelio a todos, especialmente a vuestros coetáneos y, enparticular, a quienes son menos apreciados y atraviesan más dificultades. Que vuestraspalabras vayan apoyadas siempre por las obras; que vuestra fuerza sea la de la verdad.

Resistid a las lógicas negativas que, por desgracia, dominan a veces en vuestro entorno.Recordad que Jesús dijo a sus Apóstoles: "Os envío como ovejas en medio de lobos.Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas" (Mt 10, 16). Noos contentéis con ser pan fresco y fragante: debéis ser levadura evangélica en la escuelay en la universidad, en el mundo del trabajo y en el del deporte, en vuestra familia yentre vuestros amigos. Con este propósito, comprometeos a participar en la vida públicay en las instituciones, manteniéndoos desprendidos de todo interés personal y trabajandosiempre y exclusivamente por el bien común.

4. El patrimonio natural y cultural de vuestra Sicilia es grande: está confiado, de modoparticular, a vosotros, jóvenes del tercer milenio. Conocedlo, reconocedlo, valoradlo.Tenéis la suerte de vivir en una región de las más ricas de historia: recurrid a esas raícespara acrecentar vuestra humanidad, asimilar y desarrollar los valores religiosos,artísticos, culturales y morales que habéis heredado. En esos valores también podéishallar un terreno de encuentro con personas de otras nacionalidades y culturas, yrenovar así la vocación de Sicilia a ser encrucijada de pueblos en el corazón delMediterráneo.

La herencia más valiosa de ese patrimonio es, sin duda alguna, la fe en Cristo y el amora su santísima Madre. El santuario al que os encamináis como peregrinos recuerda elmisterio de las lágrimas de María y de Jesús mismo: contemplad con el corazón estemisterio, para constatar el amor inmenso de Dios, que envió a su Hijo como víctima deexpiación por nuestros pecados. Que esas lágrimas os purifiquen interiormente y osinfundan la paz y la alegría que son don de Cristo y que nada ni nadie podrá quitaros.

Os pido que en vuestra oración también tengáis presentes mis intenciones; yo osaseguro mi cercanía espiritual. Como signo de mi gran afecto, os envío de corazón acada uno de vosotros y a vuestros obispos la bendición apostólica, extendiéndola debuen grado a los sacerdotes, a vuestros familiares y a cuantos os acompañan por elcamino de la vida diaria.

Vaticano, 18 de octubre de 2000

JURISTAS Y MAGISTRADOS

AUDIENCIA A LA UNIÓN INTERNACIONALDE JURISTAS

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CATÓLICOSViernes 24 de noviembre de 2000

Señor presidente; queridos amigos:

(…) 2. Con todo, es necesario reconocer que sobre el derecho se cierne el peligro delparticularismo. El particularismo actúa legítimamente para salvaguardar el genioespecífico de cada pueblo y de cada cultura; pero, muy a menudo, cuando pierde devista la unidad esencial del género humano, no sólo causa separaciones sino tambiénsituaciones injustificadas de fractura y conflicto.

Ciertamente, el enfoque mismo del estudio y de la teoría del derecho puedediferenciarse legítimamente, aunque la gran tradición científica del derecho romano, quela Iglesia católica ha apreciado mucho a lo largo de su historia, ha dejado una improntaante la cual ningún jurista, independientemente de la escuela a la que pertenezca, puedepermanecer indiferente. Pero por encima de cualquier distinción entre los sistemas, lasescuelas y las tradiciones jurídicas, se impone un principio de unidad. El derecho nacede una profunda exigencia humana, que está presente en todos los hombres y que nopuede resultar ajena o marginal a ninguno de ellos: se trata de la exigencia de justicia,que es la realización de un orden equilibrado de las relaciones interpersonales ysociales, aptas para garantizar que cada uno reciba lo que le corresponde y nadie seaprivado de lo que le pertenece.

3. El antiguo y siempre inigualado principio de justicia "unicuique suum" supone, enprimer lugar, que todo hombre tiene lo que le corresponde como propio y a lo cual nopuede renunciar: reconocer el bien de cada uno y promoverlo constituye un deberespecífico de todo hombre. El orden de la justicia no es un orden estático, sinodinámico, precisamente porque la vida de las personas y de las comunidades esdinámica; como decía san Buenaventura, no se trata de un ordo factus, sino de un ordofactivus, que exige el ejercicio continuo y apasionado de la sabiduría, que los latinosllamaban iurisprudentia, sabiduría que puede poner en acción todas las energías de lapersona y cuyo ejercicio constituye una de las prácticas virtuosas más elevadas delhombre. La posibilidad de dar lo debido no sólo al familiar, al amigo, al compatriota yal correligionario, sino también a todo ser humano, simplemente porque es una persona,simplemente porque lo exige la justicia, honra al derecho y a los juristas. Si existe unamanifestación de la unidad del género humano y de la igualdad entre todos los sereshumanos, es precisamente la del derecho, que no puede excluir a nadie de su horizonte,pues de lo contrario alteraría su identidad específica.

En esta perspectiva, los esfuerzos de la comunidad internacional desde hace algunosdecenios para proclamar, defender y promover los derechos humanos fundamentales sonel mejor modo para que el derecho realice su vocación profunda. Por eso, los juristas

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deben ser siempre los primeros en comprometerse en la defensa de los derechos delhombre, dado que a través de ellos se defiende la identidad misma de la personahumana.

4. Nuestro mundo necesita hombres y mujeres que, con valentía, se oponganpúblicamente a las innumerables violaciones de los derechos, que desgraciadamentesiguen constituyendo un desprecio hacia las personas y hacia la humanidad. Por suparte, los juristas están llamados -esta es una de las tareas de la Unión internacional dejuristas católicos- a denunciar todas las situaciones en las que se menoscaba la dignidadde la persona o en las que, aunque en apariencia se busque su defensa, en realidad se laofende gravemente. Con mucha frecuencia hoy no se reconoce a la libertad depensamiento y a la libertad de religión el estatuto jurídico de derechos fundamentalesque les corresponde; en numerosas partes del mundo, incluso a nuestras puertas, seviolan de manera injustificable los derechos de las mujeres y de los niños. Existen cadavez más casos en los que el legislador y el magistrado pierden la conciencia del valorjurídico y social específico de la familia, y en los que se muestran dispuestos a poner enel mismo plano legal otras formas de vida en común, que crean mucha confusión en elcampo de las relaciones conyugales, familiares y sociales, negando en cierto modo elvalor del compromiso específico de un hombre y de una mujer, y el valor social en elque se funda ese compromiso. Muchos de nuestros contemporáneos no respetan elderecho a la vida, derecho primordial y absoluto que no depende del derecho positivosino del derecho natural y de la dignidad de todo hombre, o lo subestiman como si setratara de un derecho disponible y no esencial; basta pensar en el reconocimientojurídico del aborto, que elimina a un ser humano frágil durante su vida prenatal ennombre de la autonomía de decisión del más fuerte sobre el más débil; y en lainsistencia con la que algunos hoy tratan de promover el reconocimiento de un supuestoderecho a la eutanasia, un derecho de vida y de muerte, para sí mismos o para losdemás. Existen también casos en los que el magistrado y el legislador toman decisionesindependientemente de cualquier valor moral, como si el derecho positivo pudiera teneren sí mismo su propio fundamento y hacer abstracción de los valores trascendentes. Underecho que se aparte de los fundamentos antropológicos y morales entraña numerosospeligros, dado que somete las decisiones al puro arbitrio de las personas que lasadoptan, sin tener en cuenta la dignidad insigne de los demás

Para el mundo jurídico es importante proseguir una línea hermenéutica y recordarconstantemente los fundamentos del derecho a la memoria y a la conciencia de todos,legisladores, magistrados y simples ciudadanos, ya que no está únicamente en juego elbien de una persona o de una comunidad humana determinadas, sino el bien común, quesupera la suma de los bienes particulares.

5. Así pues, el campo de acción de los juristas es vasto y, al mismo tiempo, está

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sembrado de asechanzas. Por su parte, los juristas católicos no son depositarios de unaforma particular de saber: su identidad católica y la fe que los anima no lesproporcionan conocimientos específicos, de los que estarían excluidos quienes no soncatólicos. Lo que poseen los juristas católicos y quienes comparten la misma fe es laconciencia de que su trabajo apasionado en favor de la justicia, de la equidad y del biencomún se inscribe en el proyecto de Dios, que invita a todos los hombres a reconocersecomo hermanos, como hijos de un Padre único y misericordioso, y que da a los hombresla misión de defender a toda persona, en particular a las más débiles, y de construir lasociedad terrena en conformidad con las exigencias evangélicas. Ciertamente, elestablecimiento de la fraternidad universal no podrá conseguirse sólo con los esfuerzosde los juristas; pero su contribución a la realización de esa tarea es específica eindispensable. Forma parte de su responsabilidad y de su misión.

Con este espíritu de servicio a vuestros hermanos realizáis vuestra peregrinación jubilar.Que el Espíritu Santo os asista en vuestra tarea. Os encomiendo a la intercesión de laVirgen María y de san Isidoro de Sevilla, que fue un eminente jurista, y os imparto detodo corazón la bendición apostólica, que extiendo a vuestras familias y a todos losmiembros de vuestra unión internacional.

DISCURSO A LA ASOCIACIÓN ITALIANA DE MAGISTRADOSViernes 31 de marzo

Ilustres señores; gentiles señoras: 

1. Al acogeros con ocasión de la celebración de vuestro jubileo, os doy a cada uno micordial bienvenida, expresándoos mi gran aprecio por la alta función con que estáisinvestidos. Saludo, en particular, al presidente de vuestra asociación, el doctor MarioCicala, y le agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme en vuestro nombre.

El jubileo, celebración del bimilenario del ingreso de Cristo en nuestra historia,compromete a los hombres de nuestro tiempo interpelándolos sobre su responsabilidaden el cumplimiento de las tareas que se les han confiado. Puesto que "todas lasactividades del hombre (...) deben ser purificadas y llevadas a la perfección por la cruz yla resurrección de Cristo" (Gaudium et spes, 37), los creyentes no pueden substraerse ala inspiración de este acontecimiento, no sólo por lo que respecta a la esfera privada desus acciones, sino también en lo que atañe a los compromisos en las relaciones públicas.

2. Vosotros, por vocación libremente aceptada, os habéis puesto al servicio de la justiciay, por eso, también al servicio de la paz. Los latinos solían decir: “Opus iustitiae pax".No puede haber paz entre los hombres sin justicia. Esta opus iustitiae, en la que se fundala paz, se realiza dentro de un preciso marco ético-jurídico, y siempre se puede mejorar.

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En efecto, incluso donde los derechos fundamentales del hombre, los derechosinalienables que ningún ordenamiento puede violar, están codificados en las leyes,queda siempre la posibilidad de una formulación jurídica más acabada de los mismos y,sobre todo, de una mejor aplicación efectiva en el ámbito concreto de la vida asociada.La historia muestra cuán arduo es el camino de la civilización jurídica, a causa de laslentitudes culturales y, sobre todo, a causa de las resistencias morales vinculadas alpecado del hombre, de las que brotan insidias que pueden turbar las reglas ydesestabilizar la paz. Basta pensar en todas las iniciativas de personas y gruposorganizados que, sin contentarse con transgredir la ley, atentando contra la vida y losbienes de los demás, tratan también de modificar el ordenamiento en función de suspropios intereses, por encima de los principios éticos y de la consideración del biencomún. Así se mina en su raíz la convivencia segura y pacífica.

Por tanto, una civilización jurídica, un Estado de derecho y una democracia digna deeste nombre no sólo se caracterizan por una eficaz estructuración de los ordenamientos,sino sobre todo por fundarse en las razones del bien común y en los principios moralesuniversales inscritos por Dios en el corazón del hombre.

3. En este marco adquiere gran significado también la distinción de los poderes típicadel Estado democrático moderno, en el  que  el poder judicial es paralelo a los podereslegislativo y ejecutivo, con  una  función  autónoma, protegida constitucionalmente. Larelación equilibrada entre los tres poderes, cada uno de los cuales actúa según suscompetencias y responsabilidades específicas, sin que uno prevarique jamás sobre elotro, es garantía de un correcto desarrollo de la vida democrática (cf. Carta a losobispos italianos, 6 de enero de 1994, n. 7).

A la magistratura compete hacer justicia, aplicando plenamente los derechos y losdeberes reconocidos y tutelando los intereses protegidos por la ley en el marco de losvalores éticos fundamentales, que en Italia, como sucede normalmente en los Estadosdemocráticos de nuestro tiempo, están reconocidos en la Constitución y representan labase civil y moral de la convivencia organizada.

4. Como bien sabéis, la misión del juez se realiza en el compromiso de desvelar, enrelación con el dictado de la ley, la verdad encerrada en el caso concreto. En estainvestigación el magistrado encuentra al "hombre", criatura de Dios, con su dignidad depersona y con sus valores inalienables, que ni el Estado ni las instituciones ni lamagistratura ni el magistrado mismo pueden menoscabar y, mucho menos, anular.

Las Constituciones de los Estados modernos, al definir las relaciones que deben existirentre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, garantizan a este último laindependencia necesaria en el ámbito de la ley. Pero esta independencia es un valor alque debe corresponder, en el foro de la conciencia, un vivo sentido de rectitud, y, en el

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ámbito de la búsqueda de la verdad, una serena objetividad de juicio. La independenciade la magistratura jamás podrá ejercerse descuidando los valores arraigados en lanaturaleza del ser humano, cuya dignidad inalienable y cuyo destino trascendente debenrespetarse siempre.

En particular, el respeto de los derechos de la persona excluye el recurso a unadetención motivada sólo por el intento de obtener noticias significativas para el proceso.La justicia, además, debe esforzarse por asegurar la rapidez de los procesos:  unaduración excesiva de los mismos resulta intolerable para los ciudadanos y termina porconvertirse en una verdadera injusticia.

simismo, es de gran importancia que en su relación con los medios de comunicación elmagistrado guarde la debida reserva, para evitar el riesgo de perjudicar el derecho quetienen los investigados a esa reserva, asegurando al mismo tiempo con eficacia elrespeto del principio de presunción de inocencia.

5. La búsqueda de la verdad de los hechos y de las pruebas y la correcta aplicación delas leyes son dos exigencias muy importantes de la función del juez, y exigen ausenciatotal de prejuicios y constante compromiso de estudio y profundización. Además, lareciente institución del juez monocrático aumenta la responsabilidad de cada magistradoy lo estimula a realizar su trabajo cada vez con mayor prontitud.

Por otra parte, es preciso afrontar un problema que se va delineando por el hecho de quela actividad legislativa a veces tiene dificultad para seguir el ritmo del desarrollotécnico-científico y de sus consiguientes implicaciones sociales, de modo que lainterpretación de la ley por parte de la jurisprudencia va cobrando cada vez más el valorde fuente de derecho. En muchos ambientes se reacciona con razón ante la idea de unasuplencia de la magistratura con respecto a las omisiones del poder legislativo, sobretodo cuando están en juego la vida y la muerte del hombre, las biotecnologías, losproblemas que atañen a la moralidad pública, y los temas esenciales de la libertad, lacual no puede degenerar nunca en el individualismo que no se interesa por el biencomún.6. Por último, quisiera subrayar que está siempre en juego la relación entreverdad y humanidad. La verdad que el juez está llamado a determinar no se refiereúnicamente a eventos y frías normas, sino al hombre concreto, marcado quizá porincoherencias y debilidades, pero dotado siempre de la dignidad insuprimible que derivadel hecho de que es imagen de Dios. También la sanción penal, en su naturaleza y en suaplicación, debe garantizar la seguridad social, tan justamente reclamada, sin ofender deningún modo la dignidad del hombre, amado por Dios y llamado a redimirse, si esculpable. La pena no debe eliminar la esperanza de la redención.

Ilustres señores, gentiles señoras, al mismo tiempo que os renuevo mi estima porvuestro trabajo tan valioso para el bien común, encomiendo vuestra actividad a la

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protección constante de Dios. Que la Virgen María, luminoso "Espejo de justicia", veledesde el cielo por vosotros que a lo largo del camino hoy particularmente arriesgado dela justicia, habéis visto caer a muchos de vuestros eminentes colegas, como vuestropresidente ha recordado oportunamente.

Con este deseo, de buen grado os imparto, como signo de estima y afecto, una especialbendición, que extiendo a todos vuestros seres queridos.

MÉDICOS

DISCURSO EN UN CONGRESO INTERNACIONAL DE LAASOCIACIÓN DE MÉDICOS CATÓLICOS ITALIANOSViernes 7 de julio

(…) 2. El tema que habéis elegido para vuestro congreso -Medicina y derechos delhombre- es muy importante no sólo porque manifiesta el esfuerzo cultural de conjugarel progreso de la medicina con las exigencias éticas y jurídicas de la persona humana,sino también porque reviste gran actualidad a causa de las violaciones efectivas opotenciales del derecho fundamental a la vida, en el que se basan todos los demásderechos de la persona.

Con la actividad que realizáis, prestáis día a día un noble servicio a la vida. Vuestramisión de médicos os pone a diario en contacto con la misteriosa y estupenda realidadde la vida humana, impulsándoos a interesaros por los sufrimientos y las esperanzas demuchos hermanos y hermanas. Perseverad en vuestra generosa entrega, asistiendo demodo particular a los ancianos, a los enfermos y a los discapacitados.

Comprobáis que en vuestra profesión no bastan la asistencia médica y los serviciostécnicos, aunque se realicen con profesionalidad ejemplar. Es preciso ofrecer al enfermotambién la especial medicina espiritual que consiste en el calor de un auténtico contactohumano. Ese contacto puede devolver al paciente el amor a la vida, estimulándolo aluchar por ella, con un esfuerzo interior que a veces resulta decisivo para su curación.

Hay que ayudar al enfermo a recuperar no sólo el bienestar físico, sino también elpsicológico y moral. Esto supone en el médico, además de competencia profesional, unaactitud de solicitud amorosa, inspirada en la imagen evangélica del buen samaritano. Elmédico católico está llamado a testimoniar a toda persona que sufre los valoressuperiores, fundados sólidamente en la fe.

3. Queridos médicos católicos, sabéis muy bien que vuestra misión imprescindibleconsiste en defender, promover y amar la vida de cada ser humano, desde su comienzo

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hasta su ocaso natural. Hoy, por desgracia, vivimos en una sociedad donde a menudodominan no sólo una cultura abortista, que lleva a la violación del derecho fundamentala la vida del concebido, sino también una concepción de la autonomía humana, que seexpresa en la reivindicación de la eutanasia como autoliberación de una situación que,por diversos motivos, ha llegado a ser penosa.

Sabéis que al católico jamás le es lícito hacerse cómplice de un presunto derecho alaborto o a la eutanasia. La legislación favorable a semejantes crímenes, al serintrínsecamente inmoral, no puede constituir un imperativo moral para el médico, quepodrá recurrir lícitamente a la objeción de conciencia. El gran progreso logrado duranteestos años en los cuidados paliativos del dolor permite resolver de modo adecuado lassituaciones difíciles de los enfermos terminales.

Toda persona verdaderamente respetuosa de los derechos del ser humano ha de afrontarcon valentía las múltiples y preocupantes formas de atentado contra la salud y la vida.Pienso en las destrucciones, en los sufrimientos y en las muertes que afligen apoblaciones enteras a causa de conflictos y guerras fratricidas. Pienso en las epidemias yenfermedades que se registran entre las poblaciones forzadas a abandonar sus tierraspara huir hacia un destino desconocido. ¡Cómo permanecer indiferentes ante tantasescenas conmovedoras de niños y ancianos que viven situaciones insoportables demalestar y sufrimiento, sobre todo cuando se les niega incluso el derecho fundamental ala asistencia sanitaria!

Es un amplio campo de acción que se abre ante vosotros, queridos médicos católicos, yexpreso mi profunda estima a cuantos de entre vosotros deciden valientemente dedicarun poco de su tiempo a quienes se encuentran en condiciones tan duras. La cooperaciónmisionera en el campo sanitario siempre ha sido muy apreciada y deseo de corazón quese intensifique ulteriormente este generoso servicio a la humanidad que sufre.

4. Por desgracia, numerosos hombres y mujeres, especialmente en los países máspobres, al entrar en el tercer milenio, siguen sin tener acceso a servicios sanitarios y amedicinas esenciales para curarse. Muchos hermanos y hermanas mueren diariamentede malaria, lepra, sida, a veces en medio de la indiferencia general de quienes podrían odeberían prestarles ayuda. Ojalá que vuestro corazón sea sensible a este clamorsilencioso. Queridos miembros de las asociaciones de médicos católicos, vuestra tareaconsiste en trabajar a fin de que el derecho primario a lo que es necesario para elcuidado de la salud y, por tanto, a una adecuada asistencia sanitaria, sea efectivo paratodos los hombres, prescindiendo de su posición social y económica.

Entre vosotros se encuentran investigadores de las ciencias biomédicas, las cuales, porsu misma naturaleza, están destinadas a progresar, a desarrollarse y a mejorar lascondiciones de salud y de vida de la humanidad. También a ellos les dirijo una

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apremiante exhortación a dar generosamente su contribución para asegurar a lahumanidad condiciones mejores de salud, respetando siempre la dignidad y el caráctersagrado de la vida. En efecto, no todo lo científicamente factible es siempre moralmenteaceptable.

Al volver a vuestras naciones respectivas, sentid el deseo de proseguir, con nuevoimpulso, vuestra actividad de formación y actualización, no sólo en las disciplinasrelativas a vuestra profesión, sino también en la teología y la bioética. Es muyimportante, particularmente en las naciones donde viven Iglesias jóvenes, cuidar laformación profesional y ético-espiritual de los médicos y del personal sanitario, el cualafronta a menudo graves emergencias que exigen competencia profesional y adecuadapreparación en el campo moral y religioso.

5. Amadísimos médicos católicos, vuestro congreso se ha insertado providencialmenteen el marco del jubileo, tiempo favorable para la conversión personal a Cristo y paraabrir el corazón a los necesitados. Quiera Dios que la celebración jubilar os deje comofruto una mayor atención al prójimo, una generosa comunión de conocimientos yexperiencias, y un auténtico espíritu de solidaridad y caridad cristiana.

Que la Virgen santísima, Salus infirmorum, os asista en vuestra compleja y necesariamisión. Os sirva de ejemplo san José Moscati, para que no os falte jamás la fuerza detestimoniar con coherencia, con total honradez y con absoluta rectitud el "evangelio dela vida".

Al tiempo que os agradezco una vez más vuestra visita, invoco la constantebenevolencia del Señor sobre vosotros, sobre vuestros familiares y sobre cuantos estánconfiados a vuestro cuidado, y os imparto a todos de corazón una especial bendiciónapostólica.

DISCURSO AL XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE LASOCIEDAD DE TRASPLANTESMartes 29 de agosto de 2000

Ilustres señoras y señores:

1. Me alegra saludaros con ocasión de este congreso internacional, en el que os habéisreunido para reflexionar sobre el complejo y delicado tema de los trasplantes.Agradezco a los profesores Raffaello Cortesini y Óscar Salvatierra las amables palabrasque me han dirigido. Saludo en particular a las autoridades italianas presentes.

A todos vosotros os expreso mi gratitud por la amable invitación a este encuentro, yaprecio vivamente la disponibilidad que habéis manifestado para confrontaros con la

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enseñanza moral de la Iglesia, la cual, respetando la ciencia y sobre todo atenta a la leyde Dios, busca únicamente el bien integral del hombre.

Los trasplantes son una gran conquista de la ciencia al servicio del hombre y no sonpocos los que en nuestros días sobreviven gracias al trasplante de un órgano. La técnicade los trasplantes es un instrumento cada vez más apto para alcanzar la primerafinalidad de la medicina: el servicio a la vida humana. Por esto, en la carta encíclicaEvangelium vitae recordé que, entre los gestos que contribuyen a alimentar unaauténtica cultura de la vida "merece especial reconocimiento la donación de órganos,realizada según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curacióne incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas" (n. 86).

2. Sin embargo, como acontece en toda conquista humana, también este sector de laciencia médica, a la vez que ofrece esperanzas de salud y de vida a muchos, presentaasimismo algunos puntos críticos, que es preciso analizar a la luz de una atentareflexión antropológica y ética.

En efecto, también en esta área de la ciencia médica, el criterio fundamental devaloración debe ser la defensa y promoción del bien integral de la persona humana,según su peculiar dignidad.

Por consiguiente, es evidente que cualquier intervención médica sobre la personahumana está sometida a límites: no sólo a los límites de lo que es técnicamente posible,sino también a límites determinados por el respeto a la misma naturaleza humana,entendida en su significado integral: "lo que es técnicamente posible no es, por esa solarazón, moralmente admisible" (Congregación para la doctrina de la fe, Donum vitae, 4).

3. Ante todo es preciso poner de relieve, como ya he afirmado en otra ocasión, que todaintervención de trasplante de un órgano tiene su origen generalmente en una decisión degran valor ético: "la decisión de ofrecer, sin ninguna recompensa, una parte del propiocuerpo para la salud y el bienestar de otra persona" (Discurso a los participantes en uncongreso sobre trasplantes de órganos, 20 de junio de 1991, n. 3: L'OsservatoreRomano, edición en lengua española, 2 de agosto de 1991, p. 9). Precisamente en estoreside la nobleza del gesto, que es un auténtico acto de amor. No se trata de donarsimplemente algo que nos pertenece, sino de donar algo de nosotros mismos, puesto que"en virtud de su unión sustancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede serreducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, (...) ya que es parte constitutivade una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta" (Congregación para ladoctrina de la fe, Donum vitae, 3).

En consecuencia, todo procedimiento encaminado a comercializar órganos humanos o aconsiderarlos como artículos de intercambio o de venta, resulta moralmente inaceptable,

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dado que usar el cuerpo "como un objeto" es violar la dignidad de la persona humana.

Este primer punto tiene una consecuencia inmediata de notable relieve ético: lanecesidad de un consentimiento informado. En efecto, la "autenticidad" humana de ungesto tan decisivo exige que la persona sea debidamente informada sobre los procesosque implica, de forma que pueda expresar de modo consciente y libre su consentimientoo su negativa. El consentimiento de los parientes tiene su validez ética cuando falta ladecisión del donante. Naturalmente, deberán dar un consentimiento análogo quienesreciben los órganos donados.

4. El reconocimiento de la dignidad singular de la persona humana implica otraconsecuencia: los órganos vitales singulares sólo pueden ser extraídos después de lamuerte, es decir, del cuerpo de una persona ciertamente muerta. Esta exigencia esevidente a todas luces, ya que actuar de otra manera significaría causarintencionalmente la muerte del donante al extraerle sus órganos. De aquí brota una delas cuestiones más recurrentes en los debates bioéticos actuales y, a menudo, también enlas dudas de la gente común. Se trata del problema de la certificación de la muerte.¿Cuándo una persona se ha de considerar muerta con plena certeza?

Al respecto, conviene recordar que existe una sola "muerte de la persona", que consisteen la total desintegración de ese conjunto unitario e integrado que es la persona misma,como consecuencia de la separación del principio vital, o alma, de la realidad corporalde la persona. La muerte de la persona, entendida en este sentido primario, es unacontecimiento que ninguna técnica científica o método empírico puede identificardirectamente.

Pero la experiencia humana enseña también que la muerte de una persona produceinevitablemente signos biológicos ciertos, que la medicina ha aprendido a reconocercada vez con mayor precisión. En este sentido, los "criterios" para certificar la muerte,que la medicina utiliza hoy, no se han de entender como la determinación técnico-científica del momento exacto de la muerte de una persona, sino como un modo seguro,brindado por la ciencia, para identificar los signos biológicos de que la persona ya hamuerto realmente.

5. Es bien sabido que, desde hace tiempo, diversas motivaciones científicas para lacertificación de la muerte han desplazado el acento de los tradicionales signos cardio-respiratorios al así llamado criterio "neurológico", es decir, a la comprobación, segúnparámetros claramente determinados y compartidos por la comunidad científicainternacional, de la cesación total e irreversible de toda actividad cerebral (en elcerebro, el cerebelo y el tronco encefálico). Esto se considera el signo de que se haperdido la capacidad de integración del organismo individual como tal.

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Frente a los actuales parámetros de certificación de la muerte -sea los signos"encefálicos" sea los más tradicionales signos cardio-respiratorios-, la Iglesia no haceopciones científicas. Se limita a cumplir su deber evangélico de confrontar los datos quebrinda la ciencia médica con la concepción cristiana de la unidad de la persona,poniendo de relieve las semejanzas y los posibles conflictos, que podrían poner enpeligro el respeto a la dignidad humana.

Desde esta perspectiva, se puede afirmar que el reciente criterio de certificación de lamuerte antes mencionado, es decir, la cesación total e irreversible de toda actividadcerebral, si se aplica escrupulosamente, no parece en conflicto con los elementosesenciales de una correcta concepción antropológica. En consecuencia, el agentesanitario que tenga la responsabilidad profesional de esa certificación puede basarse enese criterio para llegar, en cada caso, a aquel grado de seguridad en el juicio ético que ladoctrina moral califica con el término de "certeza moral". Esta certeza moral esnecesaria y suficiente para poder actuar de manera éticamente correcta. Así pues, sólocuando exista esa certeza será moralmente legítimo iniciar los procedimientos técnicosnecesarios para la extracción de los órganos para el trasplante, con el previoconsentimiento informado del donante o de sus representantes legítimos.

6. Otra cuestión de gran importancia ética es la de la asignación de los órganosdonados, mediante listas de espera o establecimiento de prioridades. A pesar de losesfuerzos por promover una cultura de donación de órganos, los recursos de quedisponen actualmente muchos países resultan aún insuficientes para afrontar lasnecesidades médicas. De aquí nace la exigencia de elaborar listas de espera paratrasplantes, según criterios claros y bien razonados.

Desde el punto de vista moral, un principio de justicia obvio exige que los criterios deasignación de los órganos donados de ninguna manera sean "discriminatorios" (es decir,basados en la edad, el sexo, la raza, la religión, la condición social, etc.) o "utilitaristas"(es decir, basados en la capacidad laboral, la utilidad social, etc.). Más bien, alestablecer a quién se ha de dar precedencia para recibir un órgano, la decisión debetomarse sobre la base de factores inmunológicos y clínicos. Cualquier otro criterio seríatotalmente arbitrario y subjetivo, pues no reconoce el valor intrínseco que tiene todapersona humana como tal, y que es independiente de cualquier circunstancia externa.

7. Una última cuestión se refiere a la posibilidad, aún en fase experimental, de resolverel problema de encontrar órganos para transplantar al hombre: los así llamadosxenotrasplantes, es decir, trasplantes de órganos procedentes de otras especies animales.

No pretendo afrontar aquí detalladamente los problemas suscitados por eseprocedimiento. Me limito a recordar que ya en 1956 el Papa Pío XII se preguntó sobresu licitud: lo hizo al comentar la posibilidad científica, entonces vislumbrada, del

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trasplante de córneas de animal al hombre. La respuesta que dio sigue siendoiluminadora también hoy: en principio -afirmó- la licitud de un xenotrasplante exige,por una parte, que el órgano trasplantado no menoscabe la integridad de la identidadpsicológica o genética de la persona que lo recibe; y, por otra, que exista la comprobadaposibilidad biológica de realizar con éxito ese trasplante, sin exponer al receptor a unriesgo excesivo (cf. Discurso a la Asociación italiana de donantes de córnea, clínicosoculistas y médicos forenses, 14 de mayo de 1956).

8. Al concluir, expreso mi esperanza de que la investigación científica y tecnológica enel campo de los trasplantes, gracias a la labor de tantas personas generosas ycualificadas, siga progresando y se extienda también a la experimentación de nuevasterapias alternativas al trasplante de órganos, como las prometedoras invencionesrecientes en el área de las prótesis. De todos modos, se deberán evitar siempre losmétodos que no respeten la dignidad y el valor de la persona. Pienso, en particular, enlos intentos de clonación humana con el fin de obtener órganos para trasplantes: esosprocedimientos, al implicar la manipulación y destrucción de embriones humanos, noson moralmente aceptables, ni siquiera cuando su finalidad sea buena en sí misma. Laciencia permite entrever otras formas de intervención terapéutica, que no implicarían nila clonación ni la extracción de células embrionarias, dado que basta para ese fin lautilización de células estaminales extraíbles de organismos adultos. Esta es la direcciónpor donde deberá avanzar la investigación si quiere respetar la dignidad de todo serhumano, incluso en su fase embrionaria.

Para afrontar todas estas cuestiones, es importante la aportación de los filósofos y de losteólogos. Su reflexión sobre los problemas éticos relacionados con la terapia de lostrasplantes, desarrollada con competencia y esmero, podrá ayudar a precisar mejor loscriterios de juicio sobre los cuales basarse para valorar qué tipos de trasplante puedenconsiderarse moralmente admisibles y bajo qué condiciones, especialmente por lo queatañe a la salvaguarda de la identidad personal de cada individuo.

Espero que los líderes sociales, políticos y educativos renueven su compromiso depromover una auténtica cultura de generosidad y solidaridad. Es preciso sembrar en elcorazón de todos, y especialmente en el de los jóvenes, un aprecio genuino y profundode la necesidad del amor fraterno, un amor que puede expresarse en la elección de donarsus propios órganos.

Que el Señor os sostenga a cada uno de vosotros en vuestro trabajo y os guíe a servir alverdadero progreso humano. Acompaño este deseo con mi bendición.

MILITARES Y POLICÍAS

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HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS MILITARES Y POLICÍASDomingo 19 de noviembre de 2000

1. "Entonces verán al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad" (Mc13, 26). En este penúltimo domingo del tiempo ordinario, la liturgia nos habla de lasegunda venida de Cristo. El Señor vendrá sobre las nubes revestido de majestad ypoder. Es el mismo Hijo del hombre, misericordioso y compasivo, que los discípulosconocieron durante su itinerario terreno. Cuando llegue el momento de su manifestacióngloriosa, vendrá a consumar definitivamente la historia humana. A través delsimbolismo de fenómenos cósmicos, el evangelista san Marcos recuerda que Diospronunciará, en el Hijo, su juicio sobre la historia de los hombres, poniendo fin a ununiverso corrompido por la mentira y desgarrado por la violencia y la injusticia.2. Amadísimos militares y miembros de las fuerzas de policía, muchachos y muchachas,¿quién mejor que vosotros puede dar testimonio sobre la violencia y las fuerzasdisgregadoras del mal presentes en el mundo? Vosotros lucháis a diario contra ellas. Enefecto, estáis llamados a defender a los débiles, proteger a los honrados y favorecer laconvivencia pacífica de los pueblos. Cada uno de vosotros tiene la misión de centinela,que mira a lo lejos para evitar el peligro y promover por doquier la justicia y la paz.

Os saludo a todos con gran afecto, amadísimos hermanos y hermanas, que habéisvenido a Roma desde todos los rincones de la tierra para celebrar vuestro jubileoespecial. Sois los representantes de ejércitos que se han enfrentado a lo largo de lahistoria. Hoy os dais cita ante la tumba del apóstol san Pedro para celebrar a Cristo,"nuestra paz, que de dos pueblos hizo uno solo, derribando el muro que los separaba: elodio" (Ef 2, 14). A él, presente misteriosa y realmente en el Eucaristía, habéis venido aofrecerle vuestros propósitos y vuestro compromiso diario de constructores de paz. Acada uno de vosotros expreso mi profundo aprecio por su entrega y su generosocompromiso. (…)

3. Vuestra experiencia diaria os lleva a afrontar situaciones difíciles y, a veces,dramáticas, que ponen en peligro las seguridades humanas. Pero el Evangelio nosconsuela, presentándonos la figura victoriosa de Cristo, juez de la historia. Él, con supresencia, ilumina la oscuridad e incluso la desesperación del hombre, y da a quienconfía en él la certeza consoladora de su asistencia constante.

En el Evangelio que acabamos de proclamar hemos escuchado una significativareferencia a la higuera que, con los primeros brotes de sus ramas, anuncia que laprimavera está cerca. Con estas palabras, Jesús anima a los Apóstoles a no rendirsefrente a las dificultades y las incertidumbres del tiempo presente. Más bien, los exhortaa saber esperar y a prepararse para acogerlo cuando vuelva. También a vosotros,queridos hermanos y hermanas, hoy la liturgia os invita a escrutar los "signos de los

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tiempos", como decía mi venerado predecesor el Papa Juan XXIII, recientementeproclamado beato.

Por más complejas y problemáticas que sean las situaciones, no perdáis la confianza. Enel corazón del hombre jamás debe morir el germen de la esperanza. Más bien, estadsiempre atentos a descubrir y fomentar todo signo positivo de renovación personal ysocial. Estad dispuestos a favorecer con todos los medios la valiente construcción de lajusticia y de la paz.

4. La paz es un derecho fundamental de todo hombre, que es preciso promovercontinuamente, teniendo en cuenta que "en la medida en que los hombres sonpecadores, les amenaza, y les amenazará hasta la venida de Cristo, el peligro de laguerra" (Gaudium et spes, 78). A veces esta tarea, como ha demostrado también laexperiencia reciente, requiere iniciativas concretas para desarmar al agresor. Quieroreferirme aquí a la así llamada "injerencia humanitaria", que, después del fracaso de losesfuerzos de la política y de los medios de defensa no violentos, representa el últimorecurso para detener la mano del agresor injusto.

Queridos hermanos, gracias por vuestra valiente labor de pacificación en paísesdevastados por guerras absurdas; gracias por la ayuda que prestáis, sin preocuparos porlos riesgos que ello implica, a poblaciones afectadas por calamidades naturales. ¡Cuánnumerosas son las misiones humanitarias que habéis llevado a cabo durante estosúltimos años! Al cumplir vuestro difícil deber, os exponéis a menudo a peligros ygrandes sacrificios. En todas vuestras intervenciones mostrad siempre vuestra verdaderavocación de "servidores de la seguridad y de la libertad de los pueblos", que"contribuyen realmente al establecimiento de la paz", según la feliz expresión delconcilio Vaticano II (Gaudium et spes, 79).

Sed hombres y mujeres de paz. Y, para poder serlo plenamente, acoged en vuestrocorazón a Cristo, autor y garante de la paz verdadera. Él os dará la fortaleza evangélicacon la que se puede vencer las atractivas tentaciones de la violencia. Os ayudará a ponerla fuerza al servicio de los grandes valores de la vida, la justicia, el perdón y la libertad.

5. Quisiera aquí rendir homenaje a tantos amigos vuestros que han pagado con su vidala fidelidad a su misión. Olvidándose de sí mismos, desafiando el peligro, han prestadoa la comunidad un servicio inestimable. Y hoy, durante la celebración eucarística, losencomendamos al Señor con gratitud y admiración.

Pero ¿de dónde han sacado la fuerza necesaria para cumplir a fondo su misión, sino desu adhesión total a los ideales profesados? Muchos de ellos creían en Cristo, y supalabra iluminó su existencia y dio valor ejemplar a su sacrificio. Tomaron el Evangeliocomo su código de conducta. Que os aliente el ejemplo de esos compañeros vuestros

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que, cumpliendo fielmente su deber, alcanzaron la cumbre del heroísmo y, a veces, de lasantidad.

Como ellos, también vosotros contemplad a Cristo, que os llama "a la plenitud de lavida cristiana y a la perfección de la caridad". Os llama a ser santos. Y, para realizarvuestra vocación, según la conocida expresión del apóstol san Pablo, "tomad las armasde Dios. (...) Estad firmes, abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos lajusticia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar la noticia de la paz. (...) Tenedembrazado el escudo de la fe. (...) Tomad por casco la salvación y por espada la delEspíritu, toda palabra de Dios" (Ef 6, 13-17). Sobre todo, "orad constantemente" (Ef 6,18).

María, la Virgo Fidelis, os sostenga y ayude en vuestra ardua actividad. Que vuestrocorazón no se turbe jamás; al contrario, que esté siempre pronto, vigilante y arraigadofirmemente en la promesa de Jesús, que en el evangelio de hoy nos ha aseguradosu ayuda y su protección: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"(Mc 13, 31). Invocando a Cristo, seguid cumpliendo con generosidad vuestro deber.Innumerables personas os contemplan y confían en vosotros, con la esperanza de poderdisfrutar de una vida marcada por la serenidad, el orden y la paz.

Nota: el 18 de noviembre 2000 recibió a los polacos con un discurso especial a quienesdesempeñaban misiones de paz de la ON y el domingo 19 en el Ángelus despidió a lasdelegaciones de todos los países partiucipantes.

MINEROS Y SIDERÚRGICOS

A LA ACADEMIA DE MINERÍA Y METALURGIA DE CRACOVIAQUE ENTREGA EL DOCTORADO HONORIS CAUSA A JUANPABLO II

Lunes, 03 de abril de 2000

Quisiera dar una cordial bienvenida a todos los presentes. Me complace poder albergar atan distinguido grupo de científicos encabezados por el Ministro de Educación.Agradezco al Rector Magnífico por sus amables palabras. Mi saludo a los Pro-rectores,a los decanos de las facultades y a todos los profesores, miembros del Senado de laAcademia de Minería y Metalurgia que han venido aquí.

Hemos escuchado la "laudatio", por lo cual agradezco al Prof. Ryszard Tadeusiewicz.Ciertamente, mis méritos en el campo de la ciencia y la tecnología no son tan grandescomo los que se pueden apreciar en el discurso del profesor. Sin embargo, es cierto, quesiempre he estado convencido de que las disciplinas humanísticas como la filosofía, la

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teología, la historia y la crítica literaria, las más cercanas a mi corazón, no puedendescribir completamente el ser complejo que es el hombre, o expresar totalmente larealidad en la que él existe y que él mismo crea, sin recurrir a las ciencias naturales y ala tecnología. Por esta razón, desde mi primer contacto con los centros académicos deCracovia, también he intentado, dentro de lo posible, incluir estos campos entre misintereses. Muchas personas con muy buena predisposición y paciencia me han ayudado-estudiantes, maestros y profesores- que incluso han creado su propio entorno particularpara tener una reflexión más profunda sobre el hombre dentro del amplio contexto delos avances de la física moderna, la química, la biología o la tecnología. Estos contactosno cesaron cuando fui llamado a ocupar la Silla de Pedro. Cada tanto nos encontramosen Castel Gandolfo.

Cuando en esas ocasiones escucho los informes y debates de los expertos, medeslumbro ante la maravilla de la sabiduría del Creador: este Creador que inscribe enel cosmos numerosas leyes de la naturaleza que están en la base de su estabilidad y, almismo tiempo, de su continuo desarrollo. Por otra parte, una reunión de este tipo con lasciencias, tras sus éxitos y sus nuevas perspectivas y retos, nos permite ver cómo elhombre está abierto al infinito. Parece que precisamente en el área de las cienciasnaturales podemos ver más claramente cómo el desarrollo de técnicas de investigación ydel aparato metodológico siempre crea nuevas posibilidades de conocimiento, y tambiénnuevas posibilidades para ir más allá de los límites de la razón humana.

En cierto sentido, esta consideración apela a que el hombre de gloria al Creador, que nosólo dejó una señal de su propio infinito en el mundo, sino también permitió al hombre -después de hacerlo a su propia imagen y semejanza- ahondar más y más profundamenteen este infinito a través del conocimiento racional del mundo, hasta que él mismo seencuentre con este infinito. Como escribe San Pablo: "Porque lo que de Dios se conocees evidente entre ellos, pues Dios hizo que fuese evidente. Porque lo invisible de Él -sueterno poder y deidad- se deja ver desde la creación del mundo, siendo entendido en lascosas creadas” (cf. Rom1: 19-20). En este sentido, las Ciencias sirven a los hombres nosólo como una fuente de desarrollo tecnológico y para la mejora incesante de lascondiciones de vida en la tierra. También pueden ser portadoras de la verdad acerca deDios, el instrumento de su revelación al hombre.

Agradezco a toda la Academia de Minería y Metalurgia de Cracovia por su amabilidadal adjudicarme el título de "Doctor Honoris Causa". Mi deseo para todos los profesoresy los estudiantes es que su conocimiento del mundo, cada vez más profundo, tambiénles acerque con alegría a la bondad y la sabiduría de Dios. Rezo para que los éxitoscientíficos de quienes trabajan en la Academia hagan su nombre famoso mundialmentepara que sirvan al crecimiento de la industria y de toda la economía de nuestra patria.

Bendigo cordialmente a todos los presentes y a toda la comunidad de la Academia deMinería y Metalurgia de Cracovia.

 NIÑOS

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ANGELUS JUBILEO DE LOS NIÑOSDomingo 2 de enero

Amadísimos niños, amadísimos muchachos y muchachas:

1. Me da mucha alegría encontrarme entre vosotros, que hoy celebráis vuestro jubileo.Gracias por el entusiasmo con que llenáis de alegría esta plaza, y también gracias por elmensaje que habéis querido dirigirme. Os saludo a todos con gran afecto. Saludo alasistente general de la Acción católica, monseñor Agostino Superbo, que con suspalabras me ha manifestado vuestros sentimientos. Saludo al cardenal Camillo Ruini, alos obispos y a los sacerdotes, así como a vuestros padres y educadores, que han queridoestar hoy con vosotros. Somos muchos. Y desde aquí no se ve hasta dónde llegáis:probablemente hasta el Tíber...

Vuestra presencia recuerda que el jubileo es tiempo de alegría. Dios es Padre bueno,siempre dispuesto a perdonar y a ofrecer a sus hijos ocasiones para recomenzar a vivir yesperar. Nos abre una vez más su corazón para que cada uno, arrepintiéndose de suspecados, haciendo buenos propósitos y realizando gestos de fe y amor, reanude elcamino que lo lleva a él.

Queridos niños y muchachos, habéis venido a Roma de Italia y del mundo para sellarcon Jesús una alianza de amistad, a imitación de jóvenes santos como Pancracio yTarsicio, que aquí dieron su vida para permanecer fieles a Cristo. El cansancio y lasincomodidades que habéis tenido que afrontar os han hecho comprender que seguir elEvangelio requiere sacrificio, pero también colma de alegría. ¡Feliz jubileo!

(En francés)    2. Queridos niños; queridos muchachos, esta mañana muchos devosotros, con vuestros padres y acompañantes, habéis participado en la misa jubilar enla basílica de San Pedro. Al entregarse a vosotros en la Eucaristía, Jesús os ha reveladoque la vida cobra todo su valor cuando se convierte en don para los demás. Eltestimonio de los santos y de los mártires, que se veneran en la ciudad eterna, os haayudado a comprender que sólo con Cristo es posible realizar grandes cosas y que sólocon él es posible ser felices y hacer felices a los demás.

Queréis gritar a todos vuestra alegría por el don que el Padre nos ha hecho enviándonosa su Hijo Jesús para que fuera nuestro hermano. Testimoniad al mundo que, acogiendo aJesús en medio de nosotros, es posible hacer que la humanidad se convierta en una granfamilia Muchos de vosotros habláis francés; probablemente todos hablan francés, sinexcepción.

(En inglés). Al inicio de un nuevo año, queridos niños y muchachos, no podemosolvidar a todos vuestros coetáneos que sufren a causa del hambre y la violencia, y a losque son víctimas de formas horribles de explotación. No podemos olvidar a los

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numerosos niños a los que se niega incluso el derecho a nacer. Cuando las personasquieren construir un mundo ignorando a Dios y su ley, de hecho crean una situación deinjusticia y sufrimiento cada vez mayores. Con el jubileo, el Señor nos invita a corregirestos errores, cooperando en el gran plan que tiene preparado para cada persona y paratoda la raza humana. Jesús también os necesita para esta misión. Os encomienda avosotros sus planes y os pregunta: ¿Queréis ser mis amigos? ¿Queréis ayudarme a hacerun mundo más hermoso y acogedor? ¿Queréis ser testigos de mi amor en la Iglesia y enel mundo? Decidle "sí" con entusiasmo y llevad la alegría del Evangelio al nuevomilenio. Pertenecemos más al nuevo milenio, al tercer milenio, que al segundo.(Enespañol) 4. Mis queridos muchachos, vosotros seguramente recordáis lo que sucediócuando Jesús, a los doce años, durante la peregrinación a Jerusalén, se quedó en eltemplo. María y José lo encontraron hablando con los doctores, sorprendidos por suinteligencia y sus respuestas (cf. Lc 2, 47-48). Recordaréis también cómo él mismo,siendo ya un incansable predicador del amor de Dios a los hombres, propuso ante losdiscípulos a los niños como modelo de los que acogen el reino de Dios (cf. Mc 10,14-15). Comenzando por vosotros, niños y adolescentes, la serie de las solemnescelebraciones jubilares, la Iglesia os pone en el centro de atención de los creyentes.Recibid el don del jubileo y volved a casa transformados por el amor de Jesús, que os hadado su amistad. Seguidlo con entusiasmo y ayudad a todos para que se acerquen a élcon toda confianza. Jesús es la Puerta santa que nos permite entrar en el reino de Dios.Se ve, se siente: los españoles están presentes; se ve que son muchos.

(En polaco) 5. Saludo a los niños que han venido de Polonia para este encuentro conocasión del gran jubileo del año 2000. Me alegra vuestra presencia aquí, en la plaza deSan Pedro, porque de este modo dais testimonio de que amáis a Jesús y deseáis caminarjunto con él durante la vida. También él os ama y quiere ayudaros. Queridos muchachosy muchachas, vosotros sois la esperanza de la humanidad. Que el amor de Cristo,gracias a vosotros, se extienda en vuestro ambiente, en vuestras familias y en todovuestro mundo. Os encomiendo a la protección de la Virgen. Transmitid mi saludotambién a vuestros coetáneos, a vuestros padres, a vuestros hermanos y hermanas, y atodos los niños de Polonia.

(En italiano) 6. ¡Feliz jubileo a todos vosotros, queridos niños y queridos muchachos!Os bendigo con afecto a vosotros, a vuestras familias y a vuestros educadores, y pido aDios que vuestro gran y fiel amigo, Jesús, haga de vosotros la esperanza y la alegría delmundo. ¡Feliz Año!

Nota: después del Ángelus entregó el premio Juan XIII a la asociación intercionalCuarto Mundo, fundada por el siervo de Dios P. José Wresinski.

ODONTÓLOGOS

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DISCURSO A LOS ODONTÓLOGOS ITALIANOS EN SUPEREGRINACIÓN JUBILAR

Martes 28 de marzo

 1. Os dirijo mi cordial saludo a cada uno de vosotros, ilustres profesores deodontología, que habéis venido en peregrinación a Roma de todas partes de Italia paracelebrar vuestro jubileo. ¡Gracias por vuestra visita! Doy las gracias, en particular, alprofesor Giovanni Dolci, presidente de vuestro congreso nacional, y extiendo missentimientos de estima y aprecio a los representantes de las asociaciones y de lasindustrias de este sector.

Os deseo de corazón a todos vosotros y a vuestras familias que el Año santo constituyapara cada uno una extraordinaria ocasión de gracia. El jubileo quiere ser precisamenteuna invitación urgente a responder al don de la salvación con una profunda renovacióndel corazón, que se exprese mediante un camino de íntima conversión. La Puerta santaes el símbolo elocuente de la vida nueva que Cristo mismo nos ha dado con su muerte ysu resurrección, y que vosotros habéis tenido la ocasión de cruzar con fe y devoción.

2. Muy oportunamente habéis deseado celebrar vuestro jubileo durante la asambleanacional de vuestra agrupación. Así, habéis querido poner de relieve que vuestraactividad no sólo tiene una dimensión técnica: es también una misión, que os exigeponer vuestra competencia profesional al servicio del prójimo, en el que, comocreyentes, sabéis ver transparentado el rostro de Cristo (cf. Mt 25, 40). La beneméritainstitución de la que formáis parte tiene como finalidad el progreso científico de laodontología y de la didáctica universitaria de los diversos cursos de perfeccionamiento:  asume, de este modo, una perspectiva más amplia, en beneficio de la persona humana.Por eso vuestra profesión requiere una actualización constante, tanto en el plano técnicocomo en el humano, con singular atención a las cuestiones éticas y morales que surgenen la actividad diaria.

En esta línea, durante los tres días de estudio y debate de vuestro congreso, habéistratado de descubrir los métodos y las técnicas más idóneos para prevenir lasinfecciones, pero, al mismo tiempo, os habéis preguntado de qué modo podéis poner enpráctica formas oportunas de solidaridad y cooperación internacional en favor dequienes se encuentran en situaciones de necesidad. Habéis ahondado en las nuevasposibilidades que ofrece la ciencia médico-sanitaria y, a la vez, habéis valorado cómoafrontar las necesidades de los pacientes minusválidos y de los ancianos. Al expresarosmi aprecio por estas perspectivas de compromiso, deseo invitaros a proseguir conconstancia vuestros propósitos generosos, para que cada uno de vosotros sienta siempreel servicio que presta a las personas y a la sociedad como un servicio al prójimo y,especialmente, a quienes sufren.

3. El icono que naturalmente se os presenta a vosotros, personas llamadas a ayudar a lagente que sufre, es el del buen samaritano, que se inclina con compasión sobre elhombre asaltado por los bandidos y abandonado al borde del camino. El buensamaritano por excelencia es Jesús. Que él sea vuestro modelo. Él, que pasó entre los

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hombres haciendo el bien y curando a todos los que se lo pedían (cf. Hch 10, 38), osayude a dedicaros con entrega generosa a cuantos recurren a vosotros.

Con todas vuestras posibilidades, sed promotores de solidaridad en Italia y en las demásnaciones mediante la formación y la actualización de nuevas generaciones deprofesionales preparados y responsables. Estudiad los métodos mejores paraproporcionar la ayuda científica y técnica que necesitan los países que no tienen accesoa la asistencia odontológica más actualizada. Con la creatividad que nace del amor,encontrad respuestas atentas a las urgencias del prójimo necesitado, respetando ladignidad propia de todo ser humano.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, el Año jubilar nos recuerda que Cristo vino atraer, también al hombre de nuestro tiempo, la gracia sobreabundante del Padre celestial.Acoged este don con disponibilidad, conscientes de que Dios quiere la salvación detodos sus hijos. Ante el misterio del sufrimiento, que afecta vitalmente a la existencia denumerosos hermanos, convertíos en instrumentos y en testigos de su bondad divina. Lamirada iluminada por la fe sabe descubrir en el rostro de quien atraviesa una prueba losrasgos del rostro de Cristo, "varón de dolores", que con la cruz redimió el mundo.

Que en vuestra actividad, animada por estos ideales, os acompañe siempre la Virgensantísima, refugio y salud de los enfermos. Con estos sentimientos, invoco sobrevosotros la asistencia divina y os imparto de corazón la bendición apostólica, que,complacido, extiendo a vuestras familias y a vuestros seres queridos.

PERIODISTAS

DISCURSO CON MOTIVO DEL JUBILEO DE LOS PERIODISTAS Domingo 4 de junio de 2000

Señoras y señores; amadísimos hermanos y hermanas:

1. En este año del gran jubileo la Iglesia celebra el acontecimiento de la Encarnación,anunciado por el evangelista san Juan con estas palabras: ”El Verbo se hizo carne yhabitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Un misterio verdaderamente grande, un misterio desalvación, cuyo vértice es la muerte y resurrección de Cristo. Este acontecimientoencierra el destino del mundo. De él, por el don y la fuerza del Espíritu Santo, brota laredención para los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos. A la luz de estemisterio, os saludo con afecto a todos vosotros que habéis venido aquí a celebrar eljubileo de los periodistas. (...)

He deseado vivamente este encuentro con vosotros, queridos periodistas, no sólo por laalegría de acompañaros a lo largo de vuestro camino jubilar, como estoy haciendo conmuchos otros grupos, sino también por el deseo de pagar una particular deuda degratitud hacia los innumerables profesionales que, durante los años de mi pontificado, se

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han esmerado por dar a conocer palabras y hechos de mi ministerio. Por todo esteesfuerzo, por la objetividad y la cortesía que han caracterizado gran parte de esteservicio, os estoy profundamente agradecido y pido al Señor que os dé a cada uno unaadecuada recompensa.

2. El mundo del periodismo vive un tiempo de profundos cambios. La proliferación denuevas tecnologías llega ya a todos los ámbitos e implica, en mayor o menor medida, atodos los seres humanos. La globalización ha aumentado la capacidad de los medios decomunicación social, pero también ha acrecentado su exposición a las presionesideológicas y comerciales. Esto os debe inducir a vosotros, periodistas, a interrogarossobre el sentido de vuestra vocación de cristianos comprometidos en el mundo de lacomunicación.

Este es el interrogante decisivo, que debe caracterizar vuestra celebración jubilar, enesta Jornada mundial de las comunicaciones. Vuestro paso, como peregrinos, a través dela Puerta santa expresa una opción de vida, y manifiesta que también en vuestraprofesión deseáis "abrir las puertas a Cristo". Él es el "evangelio", la "buena nueva". Éles el modelo para cuantos, como vosotros, se esfuerzan por hacer que la luz de la verdadpenetre en todos los ámbitos de la existencia humana.

3. A este encuentro con Cristo se orientaba el recorrido que habéis realizado duranteestos días. El jueves hicisteis oración en la capilla Sixtina, donde el esplendor del artepuso ante vuestros ojos el drama de la historia humana, desde la creación hasta el juiciofinal. En este gran viaje de la humanidad se manifiesta también la verdad de la personahumana, creada a imagen de Dios y destinada a la comunión eterna con él; y semanifiesta la verdad, que es el fundamento de toda ética y que estáis llamados aobservar también en vuestra profesión.

Ayer habéis orado ante la tumba de san Pablo, y hoy habéis venido a rezar ante la de sanPedro. Ellos fueron los grandes "comunicadores" de la fe en los orígenes delcristianismo. Su memoria os recuerda la vocación específica que os distingue comoseguidores de Cristo en el mundo de las comunicaciones sociales: estáis llamados aconsagrar vuestra profesionalidad al servicio del bien moral y espiritual de las personasy de la comunidad humana.

4. Este es el punto fundamental de la cuestión ética, que es inseparable de vuestrotrabajo. Con su influencia amplísima y directa en la opinión pública, el periodismo no sepuede guiar únicamente por las fuerzas económicas, por los beneficios y por losintereses particulares. Al contrario, hay que sentirlo como una tarea en cierto sentido"sagrada", realizada con la conciencia de que se os confían los poderosos medios decomunicación para el bien de todos y, en particular, para el bien de los sectores másdébiles de la sociedad: los niños, los pobres, los enfermos, los marginados y

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discriminados.

No se puede escribir o transmitir sólo en función del índice de audiencia, en detrimentode servicios verdaderamente formativos. Tampoco se puede recurririndiscriminadamente al derecho a la información, sin tener en cuenta otros derechos dela persona. Ninguna libertad, ni siquiera la libertad de expresión, es absoluta, puesencuentra su límite en el deber de respetar la dignidad y la legítima libertad de losdemás. Nada, por más fascinante que sea, puede escribirse, realizarse o transmitirse enperjuicio de la verdad. Aquí no sólo pienso en la verdad de los hechos que referís, sinotambién en la "verdad del hombre", en la dignidad de la persona humana en todas susdimensiones.

Como signo del deseo que tiene la Iglesia de estar junto a vosotros mientras afrontáiseste gran reto, el Consejo pontificio para las comunicaciones sociales acaba de publicarel documento Ética en las comunicaciones sociales. Se trata de una cordial invitacióndirigida a los periodistas para que se comprometan a servir a la persona humanamediante la construcción de una sociedad fundada en la solidaridad, la justicia y elamor; mediante la comunicación de la verdad sobre la vida humana y su cumplimientofinal en Dios (cf. n. 33). Agradezco al Consejo pontificio este documento, querecomiendo a vuestro estudio y a vuestra reflexión.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, la Iglesia y los medios de comunicación socialdeben caminar juntos para prestar su servicio a la familia humana. Por eso, pido alSeñor que esta celebración jubilar suscite en vosotros la convicción de que es posibleser auténticos cristianos y al mismo tiempo excelentes periodistas.

El mundo de los medios de comunicación social necesita hombres y mujeres que seesfuercen día a día por vivir mejor esta doble dimensión. Esto sucederá cada vez más, sisabéis tener vuestra mirada fija en aquel que es el centro de este Año jubilar, Jesucristo,"el testigo fiel, aquel que es, que era y que va a venir" (Ap 1, 4. 8).

Al invocar su ayuda sobre cada uno de vosotros y sobre vuestro trabajo particularmenteexigente, os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo complacido avuestras familias y a vuestros seres queridos.

DISCURSO A LOS DIRIGENTES, PERIODISTAS,TÉCNICOS YEMPLEADOSDE LA RADIO-TELEVISIÓN ITALIANA (RAI)Lunes 27 de noviembre de 2000

Ilustres señores y gentiles señoras:

(…) 2. Vivimos en la época de la "civilización de la imagen", en la que el medio

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radiotelevisivo, con sus enormes potencialidades, llega a los acontecimientos donde seproducen y a las personas donde se encuentran. Por esta razón, contribuye en granmedida a plasmar la vida diaria y las costumbres de la sociedad, cada vez más"globalizada", como se suele repetir hoy. Los formidables instrumentos que la técnicapone a vuestra disposición, os permiten transmitir mensajes que llegan a millones depersonas, influyendo en el ritmo de su existencia y contribuyendo a forjar opiniones yestilos de vida.

¡Cómo no reconocer los numerosos aspectos positivos del servicio que prestáis a lasociedad, a las familias y a las personas! A través de vuestra obra, los pueblos puedenencontrarse más fácilmente, las culturas pueden dialogar, los dramas de la humanidadllegan al conocimiento de todos, con vistas a intervenciones oportunas, y se compartenlos acontecimientos felices. No se puede negar tampoco el impacto educativo que tienede hecho una programación esmerada, atenta a los valores y que responda a lasexpectativas de la gente. Realmente constituís un taller de palabras y de imágenes. Soisagentes de la comunicación, agentes de primer orden en la tarea común de construir unasociedad a la medida del hombre. En este importante compromiso profesional buscadsiempre el bien común, sin ceder jamás a intereses meramente económicos.

3. Por otra parte, los creyentes que trabajan en este sector tienen, además, unaresponsabilidad añadida, puesto que, con su testimonio, pueden influir en los complejosmecanismos de la formación de la conciencia civil y social. Se trata de una misióndifícil, que exige valentía y a menudo heroísmo. A veces es preciso ir contra corriente yse puede sentir soledad, incomprensión e incluso marginación.

Ante una cultura de lo efímero, con frecuencia más atenta a las sensaciones que a losvalores, los cristianos están llamados a ser ministros de la inagotable novedad de lapalabra de Dios, transmitiendo, con su aportación, una sólida cultura de la vida, de lasolidaridad, de la familia y de los derechos humanos. Es un recorrido indispensable, sise quiere contribuir a edificar la civilización del amor.

La Iglesia, por su parte, consciente de su deber de evangelizar a la sociedad, conoce laimportancia de entablar una relación correcta y cordial con el mundo de lacomunicación, dado que los grandes medios de que dispone pueden favorecer en granmedida la difusión de la buena nueva en todos los ambientes.

Por eso, no se cansa de recordar la dimensión moral de la actividad de los medios decomunicación. Estimula, invita y anima a los agentes de la comunicación social a entraren una relación correcta y respetuosa con las personas, defendiendo y difundiendo losvalores humanos, morales y espirituales imprescindibles que forman también elpatrimonio del pueblo italiano. Y dado que el sentido religioso es uno de los elementosconstitutivos del hombre, la programación televisiva, con equilibrio y apertura serena,

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debe saber afrontar también los problemas de fondo de la existencia, dejando abierta lapuerta a soluciones iluminadas por la sana razón y por la fe.

4. Queridos amigos, en vuestra preparación para esta celebración jubilar, habéisrealizado un gesto de solidaridad concreta, recogiendo una suma destinada al rescate deniños-soldados en Sierra Leona. Con esta iniciativa habéis querido vivir plenamente elespíritu del jubileo, que es año de conversión, de reconciliación y de atención a los másnecesitados. Vuestro compromiso contribuye, además, a sensibilizar la opinión públicasobre uno de los problemas sociales más graves de nuestro tiempo, que afecta a lainfancia, amenazando su futuro. Espero de corazón que no se pierda ocasión demanifestar este aspecto social del Año jubilar, esforzándose con decisión por defender,respetar y amar a todo ser humano, especialmente a los débiles e indefensos.

María, Estrella de la evangelización, os ayude a ser fieles a vuestra misión, e intercedapor vosotros santa Clara de Asís, vuestra protectora. Os acompañe también mibendición, que de corazón os imparto a vosotros, a cuantos forman parte de la grancomunidad laboral de la RAI y a todos los que siguen diariamente vuestros programasen Italia y en muchos otros países del mundo.

POLICÍA MUNICIPAL

DISCURSO EN EL JUBILEO DE LA POLICÍA MUNICIPAL DEITALIA 20 de enero 2000

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría os doy una cordial bienvenida a cada uno de vosotros, miembros dela Policía municipal de Italia, que celebráis el jubileo en el día de la fiesta de vuestropatrono celestial, san Sebastián. (…)

Prestáis a la comunidad un servicio no fácil, pero indispensable, trabajando paraasegurar el desarrollo ordenado de la vida en las ciudades. Contribuís a que loshabitantes de los centros urbanos y del territorio circunstante respeten las leyes queregulan una convivencia serena y armoniosa; ayudáis eficazmente a las personas menosfavorecidas y a los menores en sus dificultades; protegéis el medio ambiente, los bienespúblicos y privados; y con una constante labor de prevención defendéis de formasignificativa la misma salud de los ciudadanos. Asimismo, facilitáis la relación de laspersonas con la autoridad municipal y con sus oficinas. Y, en momentos de particulardificultad, vuestra presencia se convierte en vehículo de la solidaridad concreta de todala comunidad.

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Como es fácil intuir, eso implica una gran cantidad de trabajo, que requiere firmeza yabnegación al servicio del bien común, así como atención a las personas, sentido deresponsabilidad, continua paciencia y espíritu de acogida para con todos. Son cualidadesdifíciles; por eso, es importante poder contar con la ayuda de Dios.2. Desde estaperspectiva de fe, habéis venido hoy de diversas partes de Italia para celebrar el jubileo,que es tiempo de misericordia, durante el cual el Señor ofrece la oportunidad de recorrerun intenso itinerario de purificación interior y confirmación de los buenos propósitos. Elcreyente, reconciliado íntimamente con Dios, puede transformarse en auténtico artíficede paz con los hermanos y hermanas que encuentra en su camino. Esta dimensiónprofunda y espiritual del acontecimiento jubilar debe llevar a cada uno a interrogarsesobre su compromiso real de responder a las exigencias de fidelidad al Evangelio, al queel Señor lo llama en su estado de vida.

El Año jubilar se convierte de este modo en una extraordinaria ocasión de examenpersonal y comunitario, con vistas a un renovado compromiso para la edificación de lanueva civilización que nace del Evangelio, la civilización del amor. La certeza quesuscitan en el cristiano las palabras del Señor: "Cuanto hicisteis a uno de estoshermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40) no puede por menos deinducirlo al correcto ejercicio de su profesión, como acto de amor a Cristo y al prójimo.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, el jubileo, invitando a cruzar la Puerta santa,símbolo de Cristo que nos acoge y nos introduce en la vida nueva, abre ante cada unoperspectivas de humanidad auténtica y de fe más firme en el ejercicio de las actividadesprofesionales diarias. De modo especial, os llama a respetar y hacer respetar la ley delos hombres cuando no está en contraste con la de Dios; os pide construir la armoníaque brota del cumplimiento de los deberes diarios y de la eliminación de los conflictosentre las personas; os impulsa a haceros promotores de solidaridad en todas lascircunstancias, especialmente con los más débiles e indefensos; y os exige ser custodiosdel derecho a la vida, mediante el compromiso en favor de la seguridad de la circulaciónvial y de la incolumidad de las personas.

Ojalá que en el cumplimiento de esta misión tengáis siempre presente que Dios ama atodas las personas, que son sus criaturas y merecen acogida y respeto. Todo ser humanoencierra en sí un patrimonio de ternura y esperanza, que a menudo, por desgracia, lainjusticia y los abusos menoscaban. Todos estamos llamados a tratar a los demás conbenevolencia responsable, porque sólo el amor que nace de Dios es capaz detransformar y hacer crecer a la persona. Que la gracia del jubileo renueve el espíritu defe con que os dedicáis a vuestra profesión, impulsándoos a vivirla con mayor atención,entrega y generosidad.

4. Estoy seguro de que, si actuáis así, además de descubrir la importancia de vuestrovalioso servicio a los ciudadanos, experimentaréis que se os ha confiado una misión

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educativa que, garantizando la calidad de la convivencia ciudadana, construye unacomunidad más acogedora y serena para todos. Con estos deseos, invoco sobre vuestraspersonas y sobre vuestro trabajo la asistencia divina, para que seáis auténticos artíficesde concordia y justicia. Os acompañe en el trabajo diario vuestro patrono, san Sebastián,que supo conjugar admirablemente la fidelidad a Dios con la fidelidad a las legítimasleyes del Estado, y aceptó entregar su vida y sufrir el martirio para realizar los valoresperennes, que había aprendido en el seguimiento de Cristo. Que su ejemplo os anime ysostenga siempre.

Os encomiendo a la protección materna de la Virgen santísima y de buen grado osimparto a cada uno de vosotros, a vuestros colegas y a vuestras familias una especialbendición apostólica.

POLÍTICOS

PROCLAMACIÓN DE SANTO TOMÁS MORO COMO PATRONODE LOS GOBERNANTES Y DE LOS POLÍTICOS

1. De la vida y del martirio de santo Tomás Moro brota un mensaje que a través de lossiglos habla a los hombres de todos los tiempos de la inalienable dignidad de laconciencia, la cual, como recuerda el Concilio Vaticano II, "es el núcleo más secreto y elsagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo deella" (Gaudium et spes, 16). Cuando el hombre y la mujer escuchan la llamada de laverdad, entonces la conciencia orienta con seguridad sus actos hacia el bien.Precisamente por el testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de laprimacía de la verdad sobre el poder, santo Tomás Moro es venerado como ejemploimperecedero de coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entrelos que están llamados a dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocidacomo fuente de inspiración para una política que tenga como fin supremo el servicio ala persona humana.

Recientemente, algunos Jefes de Estado y de Gobierno, numerosos exponentespolíticos, algunas Conferencias Episcopales y Obispos de forma individual, me handirigido peticiones en favor de la proclamación de santo Tomás Moro como Patrono delos Gobernantes y de los Políticos. Entre los firmantes de esta petición haypersonalidades de diversa orientación política, cultural y religiosa, como expresión devivo y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre degobierno.

2. Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en su País. Nacido en Londresen 1478 en el seno de una respetable familia, entró desde joven al servicio delArzobispo de Canterbury Juan Morton, Canciller del Reino. Prosiguió después losestudios de leyes en Oxford y Londres, interesándose también por amplios sectores de lacultura, de la teología y de la literatura clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo

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relaciones de intercambio y amistad con importantes protagonistas de la culturarenacentista, entre ellos Erasmo Desiderio de Rotterdam.

Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtud a través de una asidua prácticaascética: cultivó la amistad con los frailes menores observantes del convento deGreenwich y durante un tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los principalescentros de fervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vidafamiliar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatrohijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton,viuda con una hija. Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel,profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos.Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos enbusca de la verdad o de la propia vocación. La vida de familia permitía, además, largotiempo para la oración común y la lectio divina, así como para sanas formas de recreohogareño. Tomás asistía diariamente a Misa en la iglesia parroquial, y las austeraspenitencias que se imponía eran conocidas solamente por sus parientes más íntimos.

3. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento.Enrique VIII le renovó el mandato en 1510 y lo nombró también representante de laCorona en la capital, abriéndole así una brillante carrera en la administración pública.En la década sucesiva, el rey lo envió en varias ocasiones para misiones diplomáticas ycomerciales en Flandes y en el territorio de la actual Francia. Nombrado miembro delConsejo de la Corona, juez presidente de un tribunal importante, vicetesorero ycaballero, en 1523 llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la Cámara de losComunes.

Estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, sucarácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria, en 1529, en un momento decrisis política y económica del País, el Rey le nombró Canciller del Reino. Como primerlaico en ocupar este cargo, Tomás afrontó un período extremadamente difícil,esforzándose en servir al Rey y al País. Fiel a sus principios se empeñó en promover lajusticia e impedir el influjo nocivo de quien buscaba los propios intereses en detrimentode los débiles. En 1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII quequería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Se retiró dela vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que,en la prueba, se mostraron falsos amigos.

Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propiaconciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fuesometido a diversas formas de presión psicológica. Tomás Moro no se dejó vencer yrechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptaciónde una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sincontrol. Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología delas propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto delpatrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante elEstado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.

Con el paso de los siglos se atenuó la discriminación respecto a la Iglesia. En 1850 fue

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restablecida en Inglaterra la jerarquía católica. Así fue posible iniciar las causas decanonización de numerosos mártires. Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entreellos el Obispo Juan Fisher, fue beatificado por el Papa León XIII en 1886. Junto con elmismo Obispo, fue canonizado después por Pío XI en 1935, con ocasión del IVcentenario de su martirio.

4. Son muchas las razones a favor de la proclamación de santo Tomás Moro comoPatrono de los Gobernantes y de los Políticos. Entre éstas, la necesidad que siente elmundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de laverdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y gravesresponsabilidades. En efecto, fenómenos económicos muy innovadores están hoymodificando las estructuras sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en elsector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todassus expresiones, mientras las promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenosresultados a una opinión pública desorientada, exigen con urgencia opciones políticasclaras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados.

En este contexto es útil volver al ejemplo de santo Tomás Moro que se distinguió por laconstante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porqueen las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nosenseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes. Convencido de esteriguroso imperativo moral, el Estadista inglés puso su actividad pública al servicio de lapersona, especialmente si era débil o pobre; gestionó las controversias sociales conexquisito sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovióla educación integral de la juventud. El profundo desprendimiento de honores yriquezas, la humildad serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturalezahumana y de la vanidad del éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, ledieron aquella confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a lamuerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida enterade trabajo y de entrega a Dios y al prójimo.

Refiriéndome a semejantes ejemplos de armonía entre la fe y las obras, en laExhortación apostólica postsinodal Christifideles laici escribí que "la unidad de vida delos fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en lavida profesional ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, losfieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión deunión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a losdemás hombres" (n. 17).

Esta armonía entre lo natural y lo sobrenatural es tal vez el elemento que mejor define lapersonalidad del gran Estadista inglés. Él vivió su intensa vida pública con sencillahumildad, caracterizada por el célebre "buen humor", incluso ante la muerte.

Éste es el horizonte a donde le llevó su pasión por la verdad. El hombre no se puedeseparar de Dios, ni la política de la moral. Ésta es la luz que iluminó su conciencia.Como ya tuve ocasión de decir, "el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechoshumanos tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se enmarcan enel plan de la Redención. Podría decirse, con expresión atrevida, que los derechos del

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hombre son también derechos de Dios" (Discurso 7.4.1998, 3).

Y fue precisamente en la defensa de los derechos de la conciencia donde el ejemplo deTomás Moro brilló con intensa luz. Se puede decir que él vivió de modo singular elvalor de una conciencia moral que es "testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyojuicio penetran la intimidad del hombre hasta las raíces de su alma" (Enc. Veritatissplendor, 58). Aunque, por lo que se refiere a su acción contra los herejes, sufrió loslímites de la cultura de su tiempo.

El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes, señala cómo enel mundo contemporáneo está creciendo "la conciencia de la excelsa dignidad quecorresponde a la persona humana, ya que está por encima de todas las cosas, y susderechos y deberes son universales e inviolables" (n.26). La historia de santo TomásMoro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, ladefensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas ingerencias del Estado es, almismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de lapersona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo ordencivil de acuerdo con la naturaleza del hombre.

5. Confío, por tanto, que la elevación de la eximia figura de santo Tomás Moro comoPatrono de los Gobernantes y de los Políticos ayude al bien de la sociedad. Ésta es,además, una iniciativa en plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nosintroduce en el tercer milenio cristiano.

Por tanto, después de una madura consideración, acogiendo complacido las peticionesrecibidas, constituyo y declaro Patrono de los Gobernantes y de los Políticos a santoTomás Moro, concediendo que le vengan otorgados todos los honores y privilegioslitúrgicos que corresponden, según el derecho, a los Patronos de categorías de personas.

Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor del hombre, ayer, hoy y siempre.

Carta apostólica en forma de Motu proprio. Roma, junto a San Pedro, el día 31 de octubre de 2000, vigésimo tercero de mi Pontificado

DISCURSO EN EL JUBILEO DE LOS GOBERNANTES,PARLAMENTARIOS Y POLÍTICOS Sábado 4 de noviembre de 2000

1. Me alegra recibirles en esta audiencia especial, ilustres gobernantes, parlamentariosy administradores públicos, venidos a Roma para el jubileo. Les saludo con deferencia,a la vez que agradezco cordialmente a la presidenta del Senado de Polonia, señoraGrzeskowiak, la felicitación que me ha expresado en nombre de la Asamblea; alpresidente del Senado de la Argentina, Mario Losada y al presidente del SenadoItaliano, senador Nicola Mancino que se han hecho intérpretes de los sentimientoscomunes. Deseo expresar mi agradecimiento también al senador Francesco Cossiga,activo promotor de la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de los

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gobernantes y los políticos. Así mismo, saludo a las otras personalidades, entre ellas, alseñor Mijail Gorbachov, que han tomado la palabra. Doy la bienvenida de maneraespecial a los jefes de Estado presentes.

Este encuentro me ofrece la oportunidad de reflexionar con ustedes - teniendo en cuentalas mociones precedentemente presentadas - sobre la naturaleza y la responsabilidad queconlleva la misión a la que Dios, en su amorosa providencia, les ha llamado. En efecto,ésta puede considerarse ciertamente como una verdadera vocación a la acción política,concretamente, al gobierno de las naciones, el establecimiento de las leyes y laAdministración pública en sus diversos ámbitos. Es necesario, pues, preguntarse por lanaturaleza, las exigencias y los objetivos de la política, para vivirla como cristianos ycomo hombres conscientes de su nobleza y, al mismo tiempo, de las dificultades yriesgos que comporta.

2. La política es el uso del poder legítimo para la consecución del bien común de lasociedad. Bien común que, como afirma el Concilio Vaticano II, “abarca el conjunto deaquellas condiciones de la vida social con las que los hombres, familias y asociacionespueden lograr más plena y fácilmente su perfección propia” (Gaudium et spes, 74). Laactividad política, por tanto, debe realizarse con espíritu de servicio. Muyoportunamente, mi predecesor Pablo VI, ha afirmado que “La política es un aspecto [...]que exige vivir el compromiso cristiano al servicio de los demás” (Octogesimaadveniens, 46).

Por tanto, el cristiano que actúa en política —y quiere hacerlo “como cristiano”— ha detrabajar desinteresadamente, no buscando la propia utilidad, ni la de su propio grupo opartido, sino el bien de todos y de cada uno y, por lo tanto, y en primer lugar, el de losmás desfavorecidos de la sociedad. En la lucha por la existencia, que a veces adquiereformas despiadadas y crueles, no escasean los “vencidos”, que inexorablemente quedanmarginados. Entre éstos no puedo olvidar a los reclusos en las cárceles: el pasado 19 dejulio he estado con ellos, con ocasión de su Jubileo. En aquella oportunidad, siguiendola costumbre de los anteriores Años Jubilares, pedí a los responsables de los Estados“una señal de clemencia en favor de todos los presos”, que fuera “una clara expresión desensibilidad hacia su condición”. Movido por las numerosas súplicas que me llegan detodas partes, renuevo también hoy aquel llamado, convencido de que un gesto así lesanimaría en el camino de revisión personal y les impulsaría a una adhesión más firme alos valores de la justicia

Ésta tiene que ser precisamente la preocupación esencial del hombre político, la justicia.Una justicia que no se contenta con dar a cada uno lo suyo sino que tienda a crear entrelos ciudadanos condiciones de igualdad en las oportunidades y, por tanto, a favorecer aaquéllos que, por su condición social, cultura o salud corren el riesgo de quedarrelegados o de ocupar siempre los últimos puestos en la sociedad, sin posibilidad de una

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recuperación personal.

Éste es el escándalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, en las que los ricosse hacen cada vez más ricos, porque la riqueza produce riqueza, y los pobres son cadavez más pobres, porque la pobreza tiende a crear nueva pobreza. Este escándalo no seproduce solamente en cada una de las naciones, sino que sus dimensiones superanampliamente sus confines. Sobre todo hoy, con el fenómeno de la globalización de losmercados, los países ricos y desarrollados tienden a mejorar ulteriormente su condicióneconómica, mientras que los países pobres —exceptuando algunos en vías de undesarrollo prometedor— tienden a hundirse aun más en formas de pobreza cada vez máspenosas.

3. Pienso con gran preocupación en aquellas regiones del mundo afligidas por guerras yguerrillas sin fin, por el hambre endémica y por terribles enfermedades. Muchos deustedes están tan preocupados como yo por este estado de cosas que, desde un punto devista cristiano y humano, representa el más grave pecado de injusticia del mundomoderno y, por tanto, ha de conmover profundamente la conciencia de los cristianos dehoy, comenzando por los que, al tener en sus manos los resortes de la política, laeconomía y los recursos financieros del mundo, pueden determinar —para bien o paramal— el destino de los pueblos.

En realidad, para vencer el egoísmo de las personas y las naciones, lo que debe creceren el mundo es el espíritu de solidaridad. Sólo así se podrá poner freno a la búsqueda depoder político y riqueza económica por encima de cualquier referencia a otros valores.En un mundo globalizado, en que el mercado, que de por sí tiene un papel positivo parala libre creatividad humana en el sector de la economía (cf. Centesimus annus, 42),tiende sin embargo a desentenderse de toda consideración moral, asumiendo como únicanorma la ley del máximo beneficio, aquellos cristianos que se sienten llamados por Diosa la vida política tienen la tarea —ciertamente bastante difícil, pero necesaria— dedoblegar las leyes del mercado “salvaje” a las de la justicia y la solidaridad. Ese es elúnico camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacífico, arrancando de raíz lascausas de conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia.

4. Quisiera ahora, en particular, dirigir una palabra a aquellos de ustedes que tienen ladelicada misión de formular y aprobar las leyes: una tarea que aproxima el hombre aDios, supremo Legislador, de cuya Ley eterna toda ley recibe en ultima instancia suvalidez y su fuerza obligante. A esto se refiere precisamente la afirmación de que la leypositiva no puede contradecir la ley natural, al ser ésta una indicación de las normasprimeras y esenciales que regulan la vida moral y, por tanto, expresión de lascaracterísticas, de las exigencias profundas y de los más elevados valores de la personahumana. Como he tenido ocasión de afirmar en el Encíclica Evangelium vitae, “en labase de estos valores no pueden estar provisionales y volubles ‘mayorías’ de opinión,

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sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto ‘ley natural’inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la misma leycivil” (n. 70).

Esto significa que las leyes, sean cuales fueren los campos en que interviene o se veobligado a intervenir el legislador, tienen que respetar y promover siempre a laspersonas humanas en sus diversas exigencias espirituales y materiales, individuales,familiares y sociales. Por tanto, una ley que no respete el derecho a la vida del serhumano —desde la concepción a la muerte natural, sea cual fuere la condición en que seencuentra, sano o enfermo, todavía en estado embrionario, anciano o en estadio terminal— no es una ley conforme al designio divino. Así pues, un legislador cristiano no puedecontribuir a formularla ni aprobarla en sede parlamentaria, aun cuando, durante lasdiscusiones parlamentarias allí dónde ya existe, le es lícito proponer enmiendas queatenúen su carácter nocivo. Lo mismo puede decirse de toda ley que perjudique a lafamilia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal auniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con losmismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer.

En la actual sociedad pluralista, el legislador cristiano se encuentra ciertamente anteconcepciones de vida, leyes y peticiones de legalización, que contrastan con la propiaconciencia. En tales casos, será la prudencia cristiana, que es la virtud propia delpolítico cristiano, la que le indique cómo comportarse para que, por un lado, no desoigala voz de su conciencia rectamente formada y, por otra, no deje de cumplir su tarea delegislador. Para el cristiano de hoy, no se trata de huir del mundo en el que le ha puestola llamada de Dios, sino más bien de dar testimonio de su propia fe y de ser coherentecon los propios principios, en las circunstancias difíciles y siempre nuevas quecaracterizan el ámbito político.

5. Ilustres Señores y Señoras, los tiempos que Dios nos ha concedido vivir son en buenaparte obscuros y difíciles, puesto que son momentos en que se pone en juego el futuromismo de la humanidad en el milenio que se abre ante nosotros. En muchos hombres denuestro tiempo domina el miedo y la incertidumbre: ¿hacia dónde vamos? ¿cuál será eldestino de la humanidad en el próximo siglo? ¿a dónde nos llevarán los extraordinariosdescubrimientos científicos realizados en estos últimos años, sobre todo en campobiológico y genético? En efecto, somos conscientes de estar sólo al comienzo de uncamino que no se sabe dónde desembocará y si será provechoso o dañino para loshombres del siglo XXl.

Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aunparticipando en los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres dehoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de queJesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina

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nuestro camino, incluso en los momentos difíciles y oscuros.

El encuentro con Cristo transformó un día sus vidas y ustedes han querido renovar hoysu esplendor con esta peregrinación a los lugares que guardan la memoria de losapóstoles Pedro y Pablo. En la medida en que perseveren en esta estrecha unión con Élmediante la oración personal y la participación convencida en la vida de la Iglesia, Él, elViviente, seguirá derramando sobre ustedes el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad yel amor, la fuerza y la luz que todos nosotros necesitamos.

Con un acto de fe sincera y convencida, renueven su adhesión a Jesucristo, Salvador delmundo, y hagan de su Evangelio la guía de su pensamiento y de su vida. Así serán en lasociedad actual el fermento de vida nueva que necesita la humanidad para construir unfuturo más justo y más solidario, un futuro abierto a la civilización del amor.

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS GOBERNANTES,PARLAMENTARIOS Y POLÍTICOSDomingo, 5 de noviembre de 2000

1. "¡Escucha, Israel!" (Dt 6,3.4) La palabra de Dios, solemne y al mismo tiempoafectuosa, nos ha dirigido, hace un momento, la invitación a "escuchar". A escuchar"hoy", "ahora"; y a hacerlo no individualmente o privadamente, sino juntos: "¡Escucha,Israel!". Esta apelación os afecta esta mañana de modo particular, Gobernantes,Parlamentarios, Políticos, Administradores, llegados a Roma para celebrar vuestroJubileo. Saludo a todos cordialmente, especialmente a los Jefes de Estado presentesentre nosotros.

En la celebración litúrgica se actualiza, aquí y ahora, el acontecimiento de la Alianzacon Dios. ¿Qué respuesta espera Dios de nosotros?. La indicación recibida ahora mismoen la proclamación del texto bíblico es apremiante: es preciso ante todo ponerse a laescucha. No una escucha pasiva y desentendida. Los Israelitas comprendieron bien queDios esperaba de ellos una respuesta activa y responsable. Por esto prometieron aMoisés: "Nos dirás todo lo que el Señor nuestro Dios te haya dicho y nosotros loescucharemos y lo pondremos en práctica" (Dt 5,27).

Al asumir este compromiso, sabían lo que tenían que hacer con un Dios del cual podíanfiarse. Dios amaba a su pueblo y quería su felicidad. En cambio, Él pedía el amor. En el"Shema Israel", que hemos oído en la primera Lectura, junto a la petición de fe en elúnico Dios, se manifiesta el mandamiento fundamental, el del amor a Él: "Amarás alSeñor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (DT 6,5).

2. La relación del hombre con Dios no es una relación de temor, de esclavitud o deopresión; al contrario, es una relación de serena confianza, que brota de una libre

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elección motivada por el amor. El amor que Dios espera de su pueblo es la respuesta aaquel amor fiel y diligente que Él le ha manifestado primeramente a través de lasdistintas etapas de la historia de la salvación.

Precisamente por esto los Mandamientos, antes que como un código legal y unaregulación jurídica, han sido comprendidos por el pueblo elegido como unacontecimiento de gracia, como signo de la privilegiada y exclusiva pertenencia alSeñor. Es significativo que Israel no hable nunca de la ley como de un fardo, de unaimposición, sino como de un don y de un favor, "Felices nosotros, Israel, -exclama elprofeta-, porque lo que agrada a Dios nos ha sido revelado" (BAR 4,4).

El pueblo sabe que el Decálogo es un compromiso obligatorio, pero sabe también que esla condición para la vida: Mira, dice el Señor, yo pongo ante ti la vida y la muerte, esdecir el bien y el mal; te prescribo cumplir mis mandamientos, para que tengas vida (cfrDt 30,15). Con su Ley Dios no quiere coartar la voluntad del hombre, sino liberarlo detodo aquello que puede comprometer su auténtica dignidad y plena realización.

3. Me he detenido, ilustres Gobernantes, Parlamentarios y Políticos, a reflexionar sobreel sentido y sobre el valor de la Ley divina, porque éste es un argumento que os toca decerca. ¿No es quizás, vuestra tarea cotidiana, la de elaborar leyes justas y hacerlasaprobar y aplicarlas?. Al hacer esto estáis convencidos de rendir un importante servicioal hombre, a la sociedad, a la libertad misma. Y justamente. La ley humana en efecto, sies justa, no está nunca contra, sino al servicio de la libertad. Esto lo había intuido ya elsabio pagano, cuando sentenciaba: "Legum servi sumus, ut liberi esse possimus"-"Somos siervos de la ley, para poder ser libres" (Cic., De legibus, II,13).

La libertad a la que hace referencia Cicerón, todavía, se sitúa principalmente al nivel delas relaciones externas entre los ciudadanos. Como tal, esa corre el peligro de reducirsea un equilibrio congruente de intereses respectivos, y tal vez de egoísmos contrapuestos.La libertad a la que hace referencia la palabra de Dios, al contrario, se enraíza en elcorazón del hombre, un corazón que Dios puede liberar del egoísmo, haciéndolo capazde abrirse al amor desinteresado.

No en vano, en la página evangélica escuchada anteriormente, al escriba que le preguntacuál es el primero de todos los mandamientos, Jesús le responde citando el "Shema":"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu fuerza"(Mt 12,30). El acento está puesto en el "todo": el amor de Dios no puede más que ser"total". Pero sólo Dios tiene la facultad de purificar el corazón humano del egoísmo y«liberarlo» para dotarlo con plena capacidad de amar.

Un hombre con el corazón así «enriquecido» puede abrirse al hermano y hacerse cargode él con la misma solicitud con la que se preocupa de sí mismo. Por esto Jesús añade:

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"El segundo (mandamiento) es este: Amarás al prójimo como a ti mismo" (Mc 12,31).Quien ama a Dios con todo el corazón y lo reconoce como «único Dios», y por tantocomo Padre de todos, no puede ver a cuantos se encuentran en su camino más que comootros hermanos.

4. Amar al prójimo como a sí mismo. Estas palabras encuentran seguramente eco envuestras almas, queridos Gobernantes, Parlamentarios, Políticos y Administradores. Osplantean hoy a cada uno, con ocasión de vuestro Jubileo, una cuestión central: ¿de quémanera, en vuestro delicado y comprometido servicio al estado y a los ciudadanos,podéis dar cumplimiento a este mandamiento?. La respuesta es clara: viviendo elcompromiso político como un servicio. ¡Perspectiva tan obvia como exigente!. Esa nopuede, en efecto, reducirse a una reafirmación genérica de principios o a la declaraciónde buenas intenciones. El servicio político pasa a través de un diligente y cotidianocompromiso, que exige una gran competencia en el desarrollo del propio deber y unamoralidad a toda prueba en la gestión desinteresada y transparente del poder.

Por otra parte, la coherencia personal del político ha de expresarse también en unacorrecta concepción de la vida social y política a la que él está llamado a servir. Bajoeste punto de vista, un político cristiano no puede dejar de hacer constante referencia aaquellos principios que la doctrina social de la Iglesia ha desarrollado a lo largo detiempo. Esos, como es sabido, no constituyen una "ideología" y menos un "programapolítico", sino que ofrecen las líneas fundamentales para una comprensión del hombre yde la sociedad a la luz de la ley ética universal presente en el corazón de todo hombre eiluminada por la revelación evangélica (cfr Sollicitudo rei socialis, 41). A vosotroscorresponde, queridos Hermanos y Hermanas comprometidos en política, hacerosintérpretes convencidos y activos.

Ciertamente, en la aplicación de estos principios a la compleja realidad política, seráfrecuentemente inevitable encontrarse con ámbitos, problemas y circunstancias quepueden dar legítimamente lugar a diversas valoraciones concretas. Al mismo tiempo, sinembargo, no se puede justificar un pragmatismo que, también respecto a los valoresesenciales y básicos de la vida social, reduzca la política a pura mediación de losintereses o, aún peor, a una cuestión de demagogia o de cálculos electorales. Si elderecho no puede y no debe cubrir todo el ámbito de la ley moral, se debe tambiénrecordar que no puede ir "contra" la ley moral.

5. Esto adquiere particular relieve en esta fase de transformaciones intensas, que vesurgir una nueva dimensión de la política. El declive de las ideologías se acompaña deuna crisis de formaciones partidistas, que reta a comprender de modo nuevo larepresentación política y el papel de las instituciones. Es necesario redescubrir elsentido de la participación, implicando en mayor medida a los ciudadanos en labúsqueda de vías oportunas para avanzar hacia una realización siempre más satisfactoria

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del bien común.

En tal tarea el cristiano evitará ceder a la tentación de la oposición violenta, fuente, amenudo, de grandes sufrimientos para la comunidad. El diálogo se presenta siemprecomo instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, sea en las relacionesinternas de los Estados como en las internacionales. ¿Y quién podrá asumir esta «tarea»del diálogo mejor que el político cristiano, que cada día debe confrontarse con aquelloque Cristo ha denominado como «el primero» de los mandamientos, el mandamientodel amor?.

6. Ilustres Gobernantes, Parlamentarios, Políticos, Administradores, son numerosas yexigentes las tareas que esperan, al comienzo del nuevo siglo y del nuevo milenio, a losresponsables de la vida pública. Precisamente pensando en esto, en el contexto del GranJubileo, he querido, como sabéis, ofreceros la protección de un Patrono especial: elsanto mártir Tomás Moro.

Su figura es verdaderamente ejemplar para quienquiera que esté llamado a servir alhombre y a la sociedad en el ámbito civil y político. Su elocuente testimonio es más quenunca actual en un momento histórico que presenta retos cruciales para la conciencia dequien tiene la responsabilidad directa en la gestión pública. Como estadista, él se pusosiempre al servicio de la persona, especialmente del débil y del pobre; los honores y lasriquezas no hicieron mella en él, guiado como estaba de un distinguido sentido de laequidad. Sobre todo, él no aceptó nunca ir contra la propia conciencia, llegando hasta elsacrificio supremo con tal de no desoír su voz. ¡Invocadlo, seguidlo, imitadlo!. Suintercesión no os faltará para obtener, también en las situaciones más arduas, fortaleza,buen humor, paciencia y perseverancia.

Es el auxilio que queremos corroborar con la fuerza del sacrificio eucarístico, en el cualuna vez más Cristo se hace alimento y orientación para nuestra vida. Que el Señor osconceda ser políticos según su Corazón, imitadores de San Tomás Moro, testigo valientede Cristo e íntegro servidor del Estado.

NOTA: El 5 de noviembre el papa se dirigió igualmente a los asistentes tanto en elÁngelus como al final de la velada artística a la que asistieron varios premios Nobel.

SORDOS (DEPORTISTAS)

AUDIENCIA A LOS DIRIGENTES Y ATLETAS DE LAFEDERACIÓN ITALIANA DE DEPORTES PARA SORDOSLunes 15 de mayo

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1. Con mucho gusto os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, atletas sordos,acompañantes, intérpretes de gestos y miembros del Comité organizador de la próximaedición de los Juegos mundiales silenciosos, que tendrá lugar aquí, en Roma, en el año2001. Bienvenidos, y gracias por vuestra grata visita. Agradezco, de modo particular, avuestro presidente, el profesor Mario Carulli, las amables palabras que ha queridodirigirme en vuestro nombre, delineando al mismo tiempo las perspectivas de vuestraFederación.Os felicito, complacido por la obra que realiza vuestra Federación y por losideales que os guían. Esos ideales de solidaridad y atención al hombre os impulsan aacompañar, a través de la actividad deportiva, a tantos hermanos menos favorecidos,para promover su integración plena en los diferentes ámbitos de la vida social. Se tratade un compromiso de alto significado, que apoyo de corazón.

2. Habéis querido dedicar al "silencio" la importante manifestación deportivainternacional del año próximo. El "silencio", que caracteriza vuestra existencia, jóvenesatletas sordos, aunque os crea indudables dificultades de relación con el ambiente que osrodea, no os debe llevar a encerraros en vosotros mismos o a aislaros. Al contrario,apoyándoos en los valores interiores y en vuestras capacidades, aprovechad vuestrasenergías para dar una valiosa contribución, ciertamente diferente, pero no menossignificativa, al respeto y a la integración social de todas las personas.VuestraAsociación reúne a atletas sordos de más de ochenta países de los cinco continentes.

Estar juntos es, sin duda alguna, una gran oportunidad para conocerse mejor y ayudarserecíprocamente. Juntos podéis dar un testimonio de esperanza a cuantos se encuentranen vuestras mismas condiciones. Podéis manifestar con vuestro valor humano ydeportivo que pueden superarse incluso dificultades aparentemente insuperables. ¡Cómono reconocer que la atención a cuantos se encuentran en condiciones de menoreficiencia física y personal ayuda a la sociedad misma a crear en su seno relaciones másrespetuosas entre todos sus miembros!

Quiera Dios que vuestro trabajo alcance los objetivos que persigue, es decir, una mayoratención a los problemas de cuantos tienen dificultades de comunicación e integraciónen sentido amplio.De esta actitud surge un estilo de relaciones humanas favorables a lacooperación mutua entre personas y pueblos diversos. Así, se promueve también la tandeseada civilización de la acogida y del amor, la única que es capaz de anular entre loshombres toda marginación humillante.

3. Estamos viviendo el Año jubilar, durante el cual los cristianos, en virtud de su fe, sesienten particularmente impulsados a defender y promover el respeto a toda persona, encuyo rostro se refleja la imagen de Cristo. Comprenden mejor cómo las atencionesprodigadas a quien sufre lesiones físicas están indisolublemente vinculadas con eltestimonio de salvación y redención del hombre, en el que todos los discípulos de Cristodeben sentirse implicados.

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Cristo, que por amor entregó su vida por nosotros, nos dio ejemplo de cómo debemostratar a nuestros hermanos. Que él bendiga vuestros esfuerzos y los haga fecundos,concediéndoos abundancia de gracias, de paz y de consuelo.

Con estos sentimientos, al mismo tiempo que os expreso mis cordiales deseos de unaeficaz celebración del Año jubilar y una fructuosa prosecución de vuestra apreciableactividad, sobre todo con vistas a la próxima edición de los Juegos mundialessilenciosos, os renuevo a todos mi estima y mi solidaridad, y de buen grado os impartouna especial bendición a vosotros, a vuestros familiares y a cuantos dan a vuestraFederación la contribución de su competencia y dedicación.

TRABAJADORES (Y EMPRESARIOS)

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS TRABAJADORESTor Vergata (Roma) 1 de mayo de 2000

1. "Haz prósperas, Señor, las obras de nuestras manos" (Salmo responsorial). Estaspalabras, que hemos repetido en el Salmo responsorial, expresan bien el sentido de estajornada jubilar. Del vasto y multiforme mundo del trabajo se eleva hoy, 1 de mayo, unainvocación coral:  ¡Señor, haz prósperas y consolida las obras de nuestras manos!Nuestra tarea, en los hogares, en los campos, en las industrias y en las oficinas, podríaconvertirse en una actividad afanosa, en definitiva, vacía de significado (cf. Qo 1, 3).Pedimos al Señor que sea más bien la realización de su designio, de modo que nuestrotrabajo recupere su significado originario.

¿Y cuál es el significado originario del trabajo? Lo hemos escuchado en la primeralectura, tomada del libro del Génesis. Al hombre, creado a su imagen y semejanza, Diosle da este mandato: “Llenad la tierra y sometedla..." (Gn 1, 28). San Pablo, en su carta alos cristianos de Tesalónica, se hace eco de estas palabras: “Cuando estábamos entrevosotros, os  mandábamos  esto:  si alguno no quiere  trabajar, que tampoco coma", ylos  exhorta "a  que  trabajen con sosiego para comer su propio pan" (2 Ts 3, 10. 12).

Por tanto, en el proyecto de Dios el trabajo aparece como un derecho-deber. Necesariopara que los bienes de la tierra sean útiles a la vida de los hombres y de la sociedad,contribuye a orientar la actividad humana hacia Dios en el cumplimiento de su mandatode "someter la tierra". A este propósito, resuena en nuestro corazón otra exhortación delApóstol:  "Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlotodo para gloria de Dios" (1 Co 10, 31).

2. El Año jubilar nos impulsa a dirigir nuestra mirada al misterio de la Encarnación y, almismo tiempo, nos invita a reflexionar con particular intensidad en la vida oculta deJesús en Nazaret. Fue allí donde pasó la mayor parte de su existencia terrena. Con sulaboriosidad silenciosa en el taller de san José, Jesús dio la  más alta demostración de ladignidad del trabajo. El evangelio de hoy narra cómo lo acogieron con admiración los

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habitantes de Nazaret, sus paisanos, preguntándose unos a otros:  "¿De dónde saca esteesa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero?" (Mt 13, 54-55).

El Hijo de Dios no desdeñó la calificación de carpintero, y no quiso eximirse de lacondición normal de todo hombre. "La elocuencia de la vida de Cristo es inequívoca: pertenece al mundo del trabajo; tiene  reconocimiento  y  respeto por el trabajo humano;se puede decir incluso más:  mira con amor el trabajo, sus diversas manifestaciones,viendo en cada una de ellas un aspecto particular de la semejanza del hombre con Dios,Creador y Padre" (Laborem exercens, 26).

Del Evangelio  de  Cristo  deriva  la enseñanza de los Apóstoles y de la Iglesia; derivauna verdadera y característica espiritualidad cristiana del trabajo, que ha encontradouna expresión eminente en la constitución Gaudium et spes del concilio ecuménicoVaticano II (cf. nn. 33-39 y 63-72). Después de siglos de graves tensiones sociales eideológicas, el mundo contemporáneo, cada vez más interdependiente, tiene necesidadde este "evangelio del trabajo", para que la actividad humana promueva el auténticodesarrollo de las personas y de toda la humanidad.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, a vosotros, que hoy representáis a todo el mundodel trabajo reunido para la celebración jubilar, ¿qué os dice el jubileo? ¿Qué dice eljubileo a la sociedad, para la que el trabajo, además de ser una estructura basilar,constituye un terreno de verificación de sus opciones de valor y de civilización?

Ya desde sus orígenes judíos, el jubileo se refería directamente a la realidad deltrabajo, al ser el pueblo de Dios un pueblo de hombres libres, que el Señor habíarescatado de su condición de esclavitud (cf. Lv 25). En el misterio pascual, Cristoperfecciona también esta institución de la ley antigua, confiriéndole pleno sentidoespiritual, pero integrando su valor social en el gran designio del Reino, que como"levadura" hace desarrollar a toda la sociedad en la línea del verdadero progreso.

Así pues, el Año jubilar impulsa a un redescubrimiento del sentido y del valor deltrabajo. Invita, asimismo, a afrontar los desequilibrios económicos y sociales existentesen el mundo laboral, restableciendo la justa jerarquía de los valores y, en primer lugar, ladignidad del hombre y de la mujer que trabajan, su libertad, su responsabilidad y suparticipación. Lleva, además, a remediar las situaciones de injusticia, salvaguardandolas culturas propias de cada pueblo y los diversos modelos de desarrollo.

En este momento, no puedo por menos de expresar mi solidaridad a todos los que sufrenpor falta de empleo, por salario insuficiente, por indigencia de medios materiales. Tengomuy presentes en mi corazón a las poblaciones sometidas a una pobreza que ofende sudignidad, impidiéndoles compartir los bienes de la tierra y obligándolas a alimentarsecon lo que cae de la mesa de los ricos (cf. Incarnationis mysterium, 12). Comprometersea remediar estas situaciones es obra de justicia y paz.

Las nuevas realidades, que se manifiestan con fuerza en el proceso productivo, como laglobalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, jamás debenviolar la dignidad y la centralidad de la persona humana, ni la libertad y la democraciade los pueblos. La solidaridad, la participación y la posibilidad de gestionar estos

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cambios radicales constituyen, si no la solución, ciertamente la necesaria garantía éticapara que las personas y los pueblos no se conviertan en instrumentos, sino enprotagonistas de su futuro. Todo esto puede realizarse y, dado que es posible, constituyeun deber.

Sobre estos temas está reflexionando el Consejo pontificio Justicia y paz, que sigue decerca el desarrollo de la situación económica y social en el mundo, para estudiar susrepercusiones en el ser humano. Fruto de esta reflexión será un Compendio de ladoctrina social de la Iglesia, actualmente en elaboración.

4. Amadísimos trabajadores, la figura de José de Nazaret, cuya estatura espiritual ymoral era tan elevada como humilde y discreta, ilumina nuestro encuentro. En él serealiza la promesa del Salmo:  "¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. (...) Así será bendito elhombre que teme al Señor" (Sal 127, 1-2). El Custodio del Redentor enseñó a Jesús eloficio de carpintero, pero, sobre todo, le dio el ejemplo valiosísimo de lo que laEscritura llama "el temor de Dios", principio mismo de la sabiduría, que consiste en lareligiosa sumisión a él y en el deseo íntimo de buscar y cumplir siempre su voluntad.Queridos hermanos, esta es la verdadera fuente de bendición para cada hombre, paracada familia y para cada nación.

A san José, trabajador y hombre justo, y a su santísima esposa María, les encomiendovuestro jubileo, a todos vosotros y a vuestras familias.

"Bendice, Señor, las obras de nuestras manos". Bendice, Señor de los siglos y losmilenios, el trabajo diario con el que el hombre y la mujer se procuran el pan para sí ypara sus seres queridos. En tus manos paternas depositamos también el cansancio y lossacrificios vinculados al trabajo, en unión con tu Hijo Jesucristo, que ha rescatado eltrabajo humano del yugo del pecado y le ha devuelto su dignidad originaria. Honor ygloria a ti, hoy y siempre. Amén.

DISCURSO CON OCASIÓN DEL JUBILEO DE LOSTRABAJADORES

 Tor Vergata (Roma), 1 de mayo de 2000

1. Al término de este encuentro jubilar, quisiera una vez más dirigiros a todos mi máscordial saludo. Gracias a cuantos han organizado esta importante manifestación en estelugar, en el que se celebrarán otros encuentros durante el jubileo, sobre todo con ocasiónde la Jornada mundial de la juventud. (…)

2. La fiesta del trabajo trae a la memoria la laboriosidad de los hombres que,cumpliendo el mandato del Señor de la vida, quieren ser constructores de un futuro deesperanza, justicia y solidaridad para la humanidad entera. En este camino decivilización, gracias a las nuevas tecnologías y a la telemática, se abren hoyposibilidades inéditas de progreso. Sin embargo, surgen nuevos problemas, que seañaden a los anteriores y suscitan una legítima preocupación. En efecto, perduran, y a

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veces se agravan en algunas partes de la tierra, fenómenos como el desempleo, laexplotación de menores y la insuficiencia de los salarios. Es necesario reconocer que laorganización del trabajo no siempre respeta la dignidad de la persona humana, y que nose tiene debidamente en cuenta el destino universal de los recursos.

El compromiso de resolver, en cada región del mundo, estos problemas, implica atodos: a vosotros, empresarios y dirigentes; a vosotros, financieros; y a vosotros,artesanos, comerciantes y trabajadores dependientes. Todos debemos colaborar para queel sistema económico, en el que vivimos, no altere el orden fundamental de la prioridaddel trabajo sobre el capital, del bien común sobre el privado. Como acaba de recordar elseñor Juan Somavia, es muy necesario constituir en el mundo una coalición en favor del"trabajo digno". La globalización es hoy un fenómeno presente en todos los ámbitos dela vida humana, pero es un fenómeno que hay que gestionar con sabiduría. Es precisoglobalizar la solidaridad.

3. El jubileo ofrece una ocasión propicia para abrir los ojos a la pobreza y lamarginación, no sólo de las personas individualmente sino también de los grupos y lospueblos. En la bula de convocación del jubileo recordé que "muchas naciones,especialmente las más pobres, se encuentran oprimidas por una deuda que haadquirido unas proporciones que hacen prácticamente imposible su pago"(Incarnationis mysterium, 12). Sería de desear que se realizara un gesto jubilar dereducir o incluso condonar esta deuda.

Este llamamiento se dirige a las naciones ricas y desarrolladas; se dirige, asimismo, aquienes poseen grandes capitales, y a cuantos tienen la capacidad de suscitar solidaridadentre los pueblos.

Que resuene en este histórico encuentro, en el que se hallan unidos en un mismoempeño trabajadores creyentes y organizaciones laborales no confesionales. Queridostrabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unidvuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir unasociedad que respete al hombre y su trabajo. El hombre vale más por lo que es que porlo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad másvasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquiertipo de progreso en el campo técnico.

Amadísimos hermanos y hermanas, el Papa tiene muy presentes vuestros problemas,vuestras preocupaciones, vuestras expectativas y esperanzas. Aprecia vuestro esfuerzo,vuestro apego a la familia y vuestra conciencia profesional. Está cercano a vosotros envuestro compromiso en favor de una sociedad más justa y solidaria, os anima y osbendice de corazón.

Saludos (…)

DISCURSO A EMPRESARIOS Y SINDICATOS DETRABAJADORES

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2 de mayo de 2000

 Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra encontrarme nuevamente con vosotros al día siguiente del jubileo mundialde los trabajadores, que celebramos juntos ayer en Tor Vergata. Gracias por vuestrapresencia. Os saludo a todos cordialmente. En particular saludo a monseñor FernandoCharrier y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Eljubileo de los trabajadores, con motivo del cual se reunieron en Roma representantes yagentes del vasto campo del trabajo procedentes de todo el mundo, nos brindó laoportunidad de repasar las complejas realidades relacionadas con el empleo, tanto en sudimensión mundial como en sus diversos sectores. Nos dimos cuenta de cuán grande esaún la necesidad de intervenir de modo eficaz para lograr que el trabajo humano ocupeen la cultura, en la economía y en la política, el lugar que le corresponde, respetandoplenamente la persona del trabajador y su familia, sin perjudicar a ninguna de las dos.

La Iglesia sigue con gran atención estos problemas, sobre todo a través de la labor delConsejo pontificio Justicia y paz, que se mantiene en contacto con las organizacionesinternacionales de los trabajadores, de los empresarios y del mundo de las finanzas.Espero que esta fecunda colaboración prosiga para que favorezca una presencia cadavez más eficaz de la Iglesia en el mundo del trabajo.

2. Hablando con vosotros, queridos hermanos y hermanas, quisiera poner de relieve unaspecto característico del trabajo, que de ordinario se indica con el término "calidadtotal". Fundamentalmente, se trata de la condición del hombre en el procesoproductivo: sólo su participación efectiva en ese proceso puede  hacer que la empresasea una auténtica "comunidad de personas" (cf. Centesimus annus, 35). Es un desafíoque acompaña el gran progreso de las nuevas tecnologías, a las que se ha de reconocerel mérito de haber aliviado, al menos en parte, el elemento de fatiga humana en eltrabajo. Ese desafío se ha de afrontar de modo que el "dador de trabajo indirecto", esdecir, todas las "fuerzas" que determinan el entero sistema socio-económico o queresultan de él (cf. ib., 17), estén al servicio del hombre y de la sociedad.

Queridos empresarios, agentes de finanzas, sindicatos de trabajadores y todos los quecon la cooperación y el comercio os ponéis al servicio de un desarrollo digno delhombre, os compete realizar una tarea sumamente ardua, pero de gran trascendencia.Sin duda, el rescate del hombre frente al trabajo depende, en gran medida, de lasorientaciones de las finanzas y de la economía, las cuales deben captar cada vez más suelemento distintivo, es decir, el peculiar "servicio" que están llamadas a dar aldesarrollo. Ciertamente, el grave fenómeno del desempleo, que afecta a hombres,mujeres y jóvenes, y al que de muchas maneras se trata de encontrar solución, tendríaéxito si la economía, las finanzas y la misma organización nacional y mundial deltrabajo no perdieran nunca de vista el bien del hombre como su meta última.

3. La así llamada "globalización" contribuye hoy a hacer aún más complejo el mundodel trabajo. Se trata de un fenómeno nuevo, que es preciso conocer y valorar con unanálisis atento y puntual, pues se presenta con una marcada nota de "ambivalencia".Puede ser un bien para el hombre y para la sociedad, pero podría constituir también un

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daño de notables consecuencias. Todo depende de algunas opciones de fondo, es decir: si la "globalización" se pone al servicio del hombre, y de todo hombre, o siexclusivamente contribuye a un desarrollo desvinculado de los principios de solidaridady participación, y fuera de una subsidiariedad responsable.

Al respecto, es importante tener presente que cuanto más global sea el mercado, tantomás debe ser equilibrado por una cultura global de la solidaridad, atenta a lasnecesidades de los más débiles. Además, es preciso salvaguardar la democracia, inclusoeconómica, y a la vez una recta concepción de la persona y de la sociedad. El hombretiene derecho a un desarrollo que abarque todas las dimensiones de su vida. Laeconomía, incluso cuando está globalizada, se debe integrar en el entramado de lasrelaciones sociales, de las que constituye un elemento importante, pero no exclusivo.

También para la globalización es necesaria una nueva cultura, nuevas reglas y nuevasinstituciones a nivel mundial. En este campo, la política y la economía deben colaborarpara determinar proyectos, a corto, medio o largo plazo, que tengan como objetivo lacondonación, o al menos la disminución, de la deuda externa de los países pobres delmundo. En este sentido, ya se ha emprendido un loable camino de corresponsabilidad,que es necesario reforzar y, este sí, globalizar para que todos los países se sientanimplicados. Se trata de un camino arduo que, precisamente por eso, exalta laresponsabilidad de cada uno y de todos.

4. He aquí, amadísimos hermanos y hermanas, el vasto campo que se abre antevosotros; he aquí la contribución que debe dar cada uno de vosotros y, junto convosotros, las instituciones que representáis. La Iglesia aprecia vuestra labor y osacompaña en vuestro esfuerzo por crear, en un mundo marcado por complejasrelaciones de interdependencia, relaciones de colaboración solidaria y efectiva. A cadauno de vosotros aseguro mi recuerdo en la oración y encomiendo todos vuestrospropósitos a María y a José, cooperadores fieles de la obra de la salvación, mientras decorazón os bendigo a vosotros, así como a vuestros colaboradores y a vuestras familias.

AL MOVIMIENTO MUNDIAL DE TRABAJADORES CRISTIANOSREUNIDOS EN ASAMBLEA PLENARIA EN SÃO PAULO

Vaticano, 7 de mayo de 2000

Al señor Laurent Katame    presidente del Movimiento mundial de trabajadorescristianos1. En este momento, en que el Movimiento mundial de trabajadores cristianosestá reunido en São Paulo para su asamblea general, le envío a usted, señor presidente,así como a todas las personas presentes, mis saludos cordiales, asegurándoles mioración ferviente. Quiero animar a los participantes en la asamblea, y por medio de ellosa todos los miembros del Movimiento, en sus compromisos y responsabilidades detrabajadores cristianos. Estas reuniones constituyen un momento importante para elconjunto del Movimiento, pues brindan a sus militantes la ocasión de obtener un nuevodinamismo humano y cristiano, a fin de dar su contribución para afrontar los desafíosque se plantean hoy al mundo del trabajo.

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En la actividad de vuestro movimiento se atribuye gran importancia a la revisión devida, para dirigir una mirada evangélica a las personas y a las situaciones, a fin depermitir un compromiso cada vez más auténtico al servicio de la libertad y del respeto atodos los trabajadores, así como de su participación solidaria en la vida profesional. Estapedagogía debe contribuir a estructurar la vida personal y colectiva. Su punto de partidaes espiritual; en efecto, supone una relación profunda con Cristo, que llama a susdiscípulos a defender al hombre y a enraizar toda acción en los principios morales yevangélicos fundamentales. Por tanto, para consolidar mejor su misión al servicio delEvangelio en la sociedad, es particularmente oportuno que en este Año jubilar todotrabajador cristiano se acerque cada vez más a Cristo, Redentor del hombre y Señor dela historia, recibiendo de él las gracias necesarias para su obra humana. Con esteespíritu, la participación en la Eucaristía recuerda la misión específica del hombre en elseno de la creación redimida; la acción del hombre, unida al sacrificio de Cristo, alcanzasu dimensión plena, puesto que todo cristiano está invitado a ofrecer a Dios, como dicela plegaria del ofertorio, el "fruto de la tierra y del trabajo del hombre", para recibir desu Salvador el pan de la vida eterna.

2. Con su trabajo, los hombres tienen la misión de construir un mundo justo y fraterno,donde se reconozcan a los trabajadores el lugar y la dignidad a los que tienen derecho.Al preocuparse por la creación, conservan y desarrollan los bienes de la tierra. Por eso,el trabajo los lleva a Dios, cuya obra creadora prolongan (cf. Laborem exercens, 25), ycontribuyen  a  la  realización del plan divino en la historia (cf. Gaudium et spes, 34). Eltrabajo también impulsa al hombre hacia sus hermanos mediante la práctica del amor alprójimo y la posibilidad, para el conjunto de la sociedad, de beneficiarse de losproductos del trabajo de cada uno.

Para permitir que los trabajadores participen cada vez en la vida profesional, esimportante que vuestro movimiento se preocupe, en los diferentes niveles de susestructuras, por la formación espiritual, moral e intelectual de sus miembros,proporcionándoles así los medios para redescubrir el sentido y el valor del trabajo parala persona y para la colectividad (cf. Centesimus annus, 6; Laborem exercens, 8), ysuministrándoles también instrumentos de reflexión y análisis, y puntos de referenciapara su acción personal y colectiva. Del mismo modo, conviene que cada uno encuentresu lugar específico en las redes de relaciones profesionales o extraprofesionales, parapoder participar activamente en la vida de la ciudad. En efecto, cada persona es unelemento indispensable de la vida de la empresa y de la sociedad, y debe ser conscientede su papel al servicio de la colectividad.

Aunque ocupe un lugar importante en su vida, el trabajo no es todo para el hombre. Paraun mejor equilibrio de las personas, conviene estar atentos al tiempo libre, a la vidapersonal y familiar, y al descanso dominical, que permite dedicarse a Dios para podervivir más intensamente cada momento de la existencia. Esta atención evita situarseúnicamente en el círculo de la adquisición y el consumo desenfrenado de bienes,considerados con mucha frecuencia como el motivo humano primordial del trabajo, ycentrar diversamente su existencia.

3. Sois plenamente conscientes de las enormes transformaciones que afectan hoy a la

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economía y al mundo del trabajo, bajo el impacto del gran progreso tecnológico y de lasnuevas situaciones políticas y culturales. Nadie, ni los dirigentes de empresas, ni lostrabajadores, ni los responsables políticos o los protagonistas sociales, debe resignarse auna globalización fundada únicamente en criterios económicos ni puede aceptar lafatalidad de mecanismos ciegos. Con todos los interlocutores de la vida social, medianteel diálogo y la colaboración, los trabajadores están llamados a comprometerse paraevitar los daños de la globalización y de una tecnología que aplastan al hombre. Lanueva coyuntura económica implica poner a punto nuevos instrumentos de análisis yacción; sobre todo en este campo, las organizaciones de laicos deben contribuir a buscarrespuestas inspiradas en los valores evangélicos.

4. Hay que dedicar atención particular a los jóvenes que buscan empleo, a losdesempleados, a los que tienen un salario insuficiente o carecen de medios materiales;es esencial que todos se movilicen en favor de la inserción y de la reinserción delconjunto de la población en edad de realizar una actividad profesional, y que con unasolidaridad cada vez más activa se superen las situaciones de pobreza y miseria queofenden la dignidad. Hoy, con razón, se presta mayor atención a la protección de lostrabajadores, que no deben estar sometidos a presiones inhumanas, para que se respetenla dignidad inalienable de las personas y los derechos de cada uno, sobre todo elderecho a una vida decorosa (cf. León XIII, Rerum novarum, 4 y 34), así como el justodesarrollo de un plan de carrera. De igual modo, conviene afrontar con seriedad lacuestión de la jubilación de todos los trabajadores. Después de una vida de trabajo,tienen derecho a una jubilación digna (cf. Pío XI, Quadragesimo anno, 81), que lespermita vivir y mantener a quienes aún están a su cargo. Se trata de una expresiónnormal de la solidaridad, la equidad y la justicia entre las generaciones, que la Iglesiadesea recordar a todos nuestros contemporáneos.

5. El Año jubilar es particularmente oportuno para reflexionar en nuevas formas desolidaridad política, económica y social en todos los sectores de la sociedad. La culturade los trabajadores, a pesar de los obstáculos, debe seguir siendo una cultura solidaria: en la vida laboral de cada día, en los barrios y entre los jóvenes. Hoy más que nunca,gracias a vuestra caridad y a vuestro sentido de la justicia, esa solidaridad podráinstaurarse, consolidarse y dar frutos. El Año jubilar es también un tiempo favorablepara analizar los desequilibrios económicos y sociales existentes en el mundo, en elseno de cada país y en las relaciones entre las naciones, restableciendo una justajerarquía de valores, y poniendo en primer lugar la dignidad del hombre y de la mujerque trabajan, su libertad, su responsabilidad y su participación necesaria en la vida de laempresa. El jubileo es también una ocasión particularmente significativa parareflexionar en los medios de extender la solidaridad al mundo entero, sobre todo a lospaíses pobres y, en particular, a los que están aplastados por el peso de su deuda. Laglobalización de la economía y el desarrollo de las nuevas tecnologías ofrecenposibilidades reales de progreso, pero al mismo tiempo multiplican las situaciones dedesempleo, de marginación y de precariedad extrema en el trabajo, cuyas primeras yprincipales víctimas son las mujeres, que, en algunos países donde reina la economía dela subsistencia, constituyen uno de los fundamentos esenciales de dicha economía. Lasolidaridad y la participación son las garantías morales para que las personas y lospueblos no sean sólo instrumentos, sino que lleguen a ser protagonistas de su propio

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futuro.Por eso es necesario encaminarse hacia una "globalización de la solidaridad" yuna mundialización sin marginación de personas y pueblos. Un signo concreto de estasolidaridad debe ser la anulación de la deuda de los países más pobres, o, por lo menos,una reducción significativa, asegurando, mediante la transparencia de la sociedad civil,que la reducción de las deudas, los préstamos o las inversiones autorizadas se utilicenpara el bien común, y ofreciendo conjuntamente ayudas científicas y personal paraacompañar los cambios en la economía local. Este tipo de ayuda permitirá formarhumana y técnicamente al personal autóctono, con vistas a una verdadera promoción delos trabajadores y de los países en vías de desarrollo, y para que los habitantes de lospaíses implicados gestionen su propia economía. En este campo, vuestro movimiento,presente  en  todos los continentes, da una contribución particularmente valiosa.

Implorando a san José que os acompañe en vuestros trabajos, os imparto de todocorazón la bendición apostólica, que extiendo a todos los participantes en vuestraasamblea general, al conjunto de los miembros del Movimiento mundial de trabajadorescristianos y a sus familias.

NOTA: en el contexto del jubileo del mundo del trabajo el    4 de mayo de 2000 acogió alos trabajadores y directivos de la empresa    de hidrocauburos AGIP.

UNIVERSITARIOS

DISCURSO EN EL JUBILEO DE LOS PROFESORESUNIVERSITARIOSSábado 9 de septiembre

Amadísimos profesores universitarios:

1. Me alegra encontrarme con vosotros en este año de gracia, en el que Cristo nos llamacon fuerza a una adhesión de fe más convencida y a una profunda renovación de vida.Os agradezco sobre todo el compromiso que habéis manifestado en los encuentrosespirituales y culturales que han caracterizado estas jornadas. (…) Este encuentro jubilarha constituido para cada uno de vosotros una ocasión propicia para verificar en quémedida el gran acontecimiento que celebramos, la encarnación del Verbo de Dios, hasido acogido como principio vital que informa y transforma toda la vida.

Sí, porque Cristo no es el signo de una vaga dimensión religiosa, sino el lugar concretoen el que Dios hace plenamente suya, en la persona del Hijo, nuestra humanidad . Conél "el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios asume el rostrodel hombre" (Fides et ratio, 12). Esta "kénosis" de Dios, hasta el "escándalo" de la cruz(cf. Flp 2, 7), puede parecer una locura para una razón orgullosa de sí. En realidad, es"fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1 Co 1, 23-24) para cuantos se abren a la sorpresade su amor. Vosotros estáis aquí para dar testimonio de él.

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2. El tema de fondo sobre el que habéis reflexionado, La universidad para un nuevohumanismo, encaja muy bien en el redescubrimiento jubilar de la centralidad de Cristo.En efecto, el acontecimiento de la Encarnación toca al hombre en profundidad e iluminasus raíces y su destino, y lo abre a una esperanza que no defrauda. Como hombres deciencia, os interrogáis continuamente sobre el valor de la persona humana. Cada unopodría decir, con el antiguo filósofo: “Busco al hombre".

Entre las numerosas respuestas dadas a esta búsqueda fundamental, habéis acogido larespuesta de Cristo, que brota de sus palabras pero, mucho más, brilla en su rostro. Eccehomo: “he aquí el hombre" (Jn 19, 5). Pilato, mostrando a la muchedumbre exaltada elrostro desfigurado de Cristo, no imaginaba que se convertiría, en cierto sentido, enportavoz de una revelación. Sin saberlo, señalaba al mundo a Cristo, en quien todohombre puede reconocer su raíz, y de quien todo hombre puede esperar su salvación.Redemptor hominis: esta es la imagen de Cristo que, ya desde mi primera encíclica, hequerido "gritar" al mundo, y que este Año jubilar quiere hacer resonar en las mentes yen los corazones.

3. Inspirándoos en Cristo, que revela el hombre al hombre (cf. Gaudium et spes, 22), enlos congresos celebrados durante estos días habéis querido reafirmar la exigencia de unacultura universitaria verdaderamente "humanística". Y, ante todo, en el sentido de que lacultura debe ser a medida de la persona humana, superando las tentaciones de un saberplegado al pragmatismo o disperso en las infinitas expresiones de la erudición y, portanto, incapaz de dar sentido a la vida.

Por esta razón, habéis reafirmado que no existe contradicción, sino más bien un nexológico, entre la libertad de la investigación y el reconocimiento de la verdad, a la quetiende precisamente la investigación, a pesar de los límites y las fatigas del pensamientohumano. Hay que subrayar este aspecto, para no caer en el clima relativista que insidia agran parte de la cultura actual. En realidad, si no está orientada hacia la verdad, quedebe buscar con actitud humilde, pero al mismo tiempo confiada, la cultura estádestinada a caer en lo efímero, abandonándose a la volubilidad de las opiniones y, quizá,cediendo a la prepotencia, a menudo engañosa, de los más fuertes.

Una cultura sin verdad no es una garantía para la libertad, sino más bien un riesgo. Yalo dije en otra ocasión: “las exigencias de la verdad y la moralidad no menoscaban nianulan nuestra libertad, sino que, por el contrario, le permiten crecer y la liberan de lasamenazas que lleva en su interior" (Discurso a la III asamblea general de la Iglesiaitaliana en Palermo, 23 de noviembre de 1995, n. 3: L'Osservatore Romano, ediciónen lengua española, 1 de diciembre de 1995, p. 7). En este sentido, sigue siendoperentoria la advertencia de Cristo: “La verdad os hará libres" (Jn 8, 32).

4. Arraigado en la perspectiva de la verdad, el humanismo cristiano implica ante todo la

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apertura al Trascendente. Aquí residen la verdad y la grandeza del hombre, la únicacriatura del mundo visible capaz de tomar conciencia de sí, reconociéndose envuelta porel misterio supremo al que la razón y la fe juntas dan el nombre de Dios. Es necesarioun humanismo en el que el horizonte de la ciencia y el de la fe ya no estén en conflicto.

Sin embargo, no podemos contentarnos con un acercamiento ambiguo, como el quefavorece una cultura que duda de la capacidad de la razón de alcanzar la verdad. Poreste camino se corre el riesgo del equívoco de una fe reducida al sentimiento, a laemoción, al arte, en síntesis, una fe privada de todo fundamento crítico. Pero esta nosería la fe cristiana, que, por el contrario, exige una adhesión razonable y responsable acuanto Dios ha revelado en Cristo. La fe no brota de las cenizas de la razón. Os exhortovivamente a todos vosotros, hombres de la universidad, a realizar todos los esfuerzosposibles para reconstruir un horizonte del saber abierto a la Verdad y al Absoluto.

5. Sin embargo, debe quedar claro que esta dimensión "vertical" del saber no implicaningún aislamiento intimista; al contrario, se abre por su misma naturaleza a lasdimensiones de la creación. ¡No podía ser de otra forma! Al reconocer al Creador, elhombre reconoce el valor de las criaturas. Abriéndose al Verbo encarnado, acogetambién todo lo que ha sido hecho por él (cf. Jn 1, 3) y por él ha sido redimido. Por eso,es necesario redescubrir el sentido original y escatológico de la creación, respetándolaen sus exigencias intrínsecas, pero, al mismo tiempo, disfrutándola desde la libertad,responsabilidad, creatividad, alegría, "descanso" y contemplación.

Como nos lo recuerda una espléndida página del concilio Vaticano II, "gozando de lascriaturas con pobreza y libertad de espíritu, (el hombre) entra en la verdadera posesióndel mundo como quien no tiene nada y lo posee todo. "Pues todas las cosas sonvuestras, vosotros de Cristo, Cristo de Dios" (1 Co 3, 22-23)" (Gaudium et spes, 37).

Hoy la más atenta reflexión epistemológica reconoce la necesidad de que las cienciasdel hombre y las de la naturaleza vuelvan a encontrarse, para que el saber recupere unainspiración profundamente unitaria. El progreso de las ciencias y de las tecnologíaspone hoy en las manos del hombre posibilidades magníficas, pero también terribles. Laconciencia de los límites de la ciencia, considerando las exigencias morales, no esoscurantismo, sino salvaguardia de una investigación digna del hombre y al servicio dela vida.

Amadísimos hombres de la investigación científica, haced que las universidades setransformen en "laboratorios culturales" en los que dialoguen constructivamente lateología, la filosofía, las ciencias humanas y las ciencias de la naturaleza, considerandola norma moral como una exigencia intrínseca de la investigación y condición de supleno valor en el acercamiento a la verdad.

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6. El saber iluminado por la fe, en vez de alejarse de los ámbitos de la vida diaria, estápresente en ellos con toda la fuerza de la esperanza y de la profecía. El humanismo quedeseamos promueve una visión de la sociedad centrada en la persona humana y en susderechos inalienables, en los valores de la justicia y de la paz, en una correcta relaciónentre personas, sociedad y Estado, y en la lógica de la solidaridad y de la subsidiariedad.Es un humanismo capaz de infundir un alma al mismo progreso económico, para"promover a todos los hombres y a todo el hombre" (Populorum progressio, 14; cf.Sollicitudo rei socialis, 30).

En particular, es urgente que trabajemos para salvaguardar plenamente el verdaderosentido de la democracia, auténtica conquista de la cultura. En efecto, sobre este temase perfilan tendencias preocupantes, cuando se reduce la democracia a un hechopuramente de procedimiento, o cuando se piensa que la voluntad expresada por lamayoría basta simplemente para determinar la aceptabilidad moral de una ley. Enrealidad, "el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna ypromueve. (...) En la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles"mayorías" de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, encuanto "ley natural" inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativade la misma ley civil" (Evangelium vitae, 70).

7. Queridísimos profesores, también la universidad, al igual que otras instituciones,experimenta las dificultades de la hora actual. Y, sin embargo, sigue siendo insustituiblepara la cultura, con tal de que no extravíe su originaria figura de institución entregada ala investigación y, al mismo tiempo, a una función formativa vital y, diría, "educativa",en beneficio sobre todo de las jóvenes generaciones. Hay que poner esta función en elcentro de las reformas y de las adaptaciones que también esta antigua institución puedenecesitar para adecuarse a los tiempos.

Con su valor humanístico, la fe cristiana puede ofrecer una contribución original a lavida de la universidad y a su tarea educativa, en la medida en que se dé testimonio deella con fuerza de pensamiento y coherencia de vida, mediante un diálogo crítico yconstructivo con cuantos promueven una inspiración diversa. Espero que estaperspectiva se profundice también en los encuentros mundiales en los que participaránpróximamente los rectores, los dirigentes administrativos de las universidades, loscapellanes universitarios y los mismos alumnos en su foro internacional.

8. Ilustrísimos profesores, en el Evangelio se funda una concepción del mundo y delhombre que no deja de irradiar valores culturales, humanísticos y éticos para unacorrecta visión de la vida y de la historia. Estad profundamente convencidos de esto, yconvertidlo en criterio de vuestro compromiso.

La Iglesia, que ha desempeñado históricamente un papel de primer orden en el mismo

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nacimiento de las universidades, sigue mirándolas con profundo aprecio, y espera devosotros una contribución decisiva para que esta institución entre en el nuevo milenioreencontrándose plenamente a sí misma como lugar donde se desarrollan de modocualificado la apertura al saber, la pasión por la verdad y el interés por el futuro delhombre. Ojalá que este encuentro jubilar deje dentro de cada uno de vosotros un signoindeleble y os infunda nuevo vigor para esta ardua tarea. Con este deseo, en nombre deCristo, Señor de la historia y Redentor del hombre, os imparto a todos con gran afecto labendición apostólica.

HOMILÍA EN EL JUBILEO DE LOS PROFESORESUNIVERSITARIOS Domingo 10 de septiembre de 2000

1. "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Mc 7, 37).En el clima jubilar de esta celebración estamos invitados, ante todo, a compartir elasombro y la alabanza de cuantos asistieron al milagro narrado en el texto evangélicoque acabamos de escuchar. Como tantos otros episodios de curación, este testimonia lallegada, en la persona de Jesús, del reino de Dios. En Cristo se cumplen las promesasmesiánicas anunciadas por el profeta Isaías: "Los oídos del sordo se abrirán, (...) lalengua del mudo cantará" (Is 35, 5-6). En él se ha abierto, para toda la humanidad, elaño de gracia del Señor (cf. Lc 4, 17-21).

Este año de gracia atraviesa los tiempos, marca ya toda la historia; es principio deresurrección y de vida, que implica no sólo a la humanidad, sino también a la creación(cf. Rm 8, 19-22). Estamos aquí para renovar la experiencia de ese año de gracia, en estejubileo de las universidades, que os reúne a vosotros, ilustres rectores, profesores,administradores y capellanes, que habéis acudido de varios países, y a vosotros,amadísimos estudiantes, procedentes de todo el mundo. A todos vosotros os dirijo micordial saludo. Agradezco la presencia de los señores cardenales y obisposconcelebrantes. Saludo también al señor ministro de Universidades y a las demásautoridades aquí reunidas.

2. "¡Effetá!, ¡ábrete!" (Mc 7, 34). Esta palabra, pronunciada por Jesús en la curación delsordomudo, resuena hoy para nosotros; es una palabra sugestiva, de gran intensidadsimbólica, que nos llama a abrirnos a la escucha y al testimonio.    El sordomudo, delque habla el Evangelio, ¿no evoca acaso la situación de quien no logra establecer unacomunicación que dé sentido verdadero a la existencia? En cierto modo, nos hacepensar en el hombre que se encierra en una supuesta autonomía, en la que termina porencontrarse aislado con respecto a Dios y, a menudo, también con respecto a su prójimo.Jesús se dirige a este hombre para restituirle la capacidad de abrirse al Otro y a los

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demás, con una actitud de confianza y de amor gratuito. Le ofrece la extraordinariaoportunidad de encontrar a Dios, que es amor y se deja conocer por quien ama. Leofrece la salvación.

Sí, Cristo abre al hombre al conocimiento de Dios y de sí mismo. Lo abre a la verdad,porque él es la verdad (cf. Jn 14, 6), tocándolo interiormente y curando así "desdedentro" todas sus facultades. Amadísimos hermanos y hermanas comprometidos en elámbito de la investigación y del estudio, esta palabra constituye para vosotros unaexhortación a abrir vuestro espíritu a la verdad que libera. Al mismo tiempo, la palabrade Cristo os llama a convertiros en intermediarios, ante muchedumbres de jóvenes, deeste "effetá", que abre el espíritu a la acogida de uno u otro aspecto de la verdad en losdiversos campos del saber. Visto desde esta perspectiva, vuestro compromiso diario seconvierte en seguimiento de Cristo por el camino del servicio a los hermanos en laverdad del amor.

Cristo es aquel que "todo lo ha hecho bien" (Mc 7, 37). Es el modelo que debéiscontemplar constantemente para que vuestra actividad académica preste un servicioeficaz a la aspiración humana a un conocimiento cada vez más pleno de la verdad.3. "Decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios (...)que os salvará"" (Is 35, 4). Amadísimos profesores y estudiantes, en estas palabras deIsaías también se inscribe muy bien vuestra misión. Todos los días os comprometéis aanunciar, defender y difundir la verdad. A menudo se trata de verdades relacionadas conlas más diversas realidades del cosmos y de la historia. No siempre, como en losámbitos de la teología y de la filosofía, el discurso aborda directamente el problema delsentido último de la vida y la relación con Dios. Sin embargo, este sigue siendo elhorizonte más vasto de todo pensamiento. También en las investigaciones sobreaspectos de la vida que parecen completamente alejados de la fe, se esconde un deseo deverdad y de sentido que va más allá de lo particular y de lo contingente.

Cuando el hombre no es espiritualmente "sordo y mudo", todo itinerario delpensamiento, de la ciencia y de la experiencia le hace ver también un reflejo del Creadory suscita un deseo de él, con frecuencia escondido y quizá incluso reprimido, peroindeleble. Esto lo había comprendido muy bien san Agustín, que exclamaba: “Noshiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti"(Confesiones I, 1, 1).

Vuestra vocación de estudiosos y profesores que habéis abierto el corazón a Cristoconsiste en vivir y testimoniar eficazmente esta relación entre cada uno de los saberes yel "saber" supremo que se refiere a Dios y que, en cierto sentido, coincide con él, con suVerbo encarnado y con el Espíritu de verdad que él nos ha dado. Así, con vuestracontribución, la universidad se convierte en el lugar del effetá, donde Cristo, sirviéndosede vosotros, sigue realizando el milagro de abrir los oídos y los labios, suscitando una

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nueva escucha y una auténtica comunicación.

La libertad de investigación no debe temer este encuentro con Cristo. No perjudica eldiálogo y el respeto a las personas, ya que la verdad cristiana, por su misma naturaleza,se propone y jamás se impone, y su punto fundamental es el profundo respeto del"sagrario de la conciencia" (Redemptoris missio, 39; cf. Redemptor hominis, 12;Dignitatis humanae, 3).

4. Nuestro tiempo es una época de grandes transformaciones, que afectan también almundo universitario. El carácter humanístico de la cultura se manifiesta a veces demanera marginal, mientras que se acentúa la tendencia a reducir el horizonte delconocimiento a lo que es mensurable y a descuidar toda cuestión relativa al significadoúltimo de la realidad. Podríamos preguntarnos qué hombre prepara hoy la universidad.

Frente a los desafíos de un nuevo humanismo que sea auténtico e integral, launiversidad necesita personas atentas a la palabra del único Maestro; necesitaprofesionales cualificados y testigos creíbles de Cristo. Ciertamente, es una misióndifícil, que exige empeño constante, se alimenta de la oración y del estudio, y se expresaen la normalidad de la vida diaria.

Esta misión se apoya en la pastoral universitaria, que es al mismo tiempo atenciónespiritual a las personas y acción eficaz de animación cultural, en la que la luz delEvangelio orienta y humaniza los itinerarios de la investigación, del estudio y de ladidáctica.El centro de esa acción pastoral son las capillas universitarias, donde,profesores, alumnos y personal encuentran apoyo y ayuda para su vida cristiana.Situadas como lugares significativos en el marco de la universidad, sostienen elcompromiso de cada uno en las formas y en los modos que el ambiente universitariosugiere: son lugares del espíritu, palestras de virtudes cristianas, casas acogedoras yabiertas, y centros vivos y propulsores de animación cristiana de la cultura, mediante eldiálogo respetuoso y sincero, la propuesta clara y motivada (cf. 1 P 3, 15) y eltestimonio que interroga y convence.

5. Queridos hermanos, es para mí una gran alegría celebrar hoy con vosotros el jubileode las universidades. Vuestra multitudinaria y cualificada presencia constituye un signoelocuente de la fecundidad cultural de la fe. Al fijar su mirada en el misterio del Verboencarnado (cf. Incarnationis mysterium, 1), el hombre se encuentra a sí mismo (cf.Gaudium et spes, 22). Experimenta, además, una íntima alegría, que se expresa con elmismo estilo interior del estudio y de la enseñanza. La ciencia supera así los límites quela reducen a mero proceso funcional y pragmático, para encontrar de nuevo su dignidadde investigación al servicio del hombre en su verdad total, iluminada y orientada por elEvangelio.

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Amadísimos profesores y alumnos, esta es vuestra vocación: hacer de la universidad elambiente en el que se cultiva el saber, el lugar donde la persona encuentra perspectivas,sabiduría y estímulos para el servicio cualificado de la sociedad.

Encomiendo vuestro camino a María, Sedes sapientiae, cuya imagen os entrego hoy,para que la acojáis, como maestra y peregrina, en las ciudades universitarias del mundo.Ella, que sostuvo con su oración a los Apóstoles en los albores de la evangelización, osayude también a vosotros a animar con espíritu cristiano el mundo universitario.

DISCURSO EN LA INAUGURACIÓN DEL CURSO DE LAUNIVERSIDAD CATÓLICA DEL SAGRADO CORAZÓN Jueves 9 de noviembre de 2000

Rector magnífico; ilustres decanos; distinguidos profesores; señores médicos yauxiliares; amadísimos estudiantes:

(…) 2. Vengo a alegrarme con vosotros por el octogésimo aniversario de la Universidadcatólica del Sagrado Corazón y del Instituto "Giuseppe Toniolo" de estudios superiores,al que el padre Gemelli, el ardiente franciscano que está en vuestros orígenes, confió lafundación de esta Universidad católica y la tarea de sostenerla y velar por ella enadelante. A juzgar por la vitalidad que la Universidad ha demostrado durante estosochenta años, esa tarea se ha cumplido eficazmente. El hecho de dar al Instituto elnombre del venerable Toniolo, que preparó los tiempos y el terreno de la Universidadcon una vida entregada totalmente a la causa de la "cultura cristiana", fue una indicaciónprogramática puesta en el código genético de este ateneo. Consagrado con santa audaciaal Sagrado Corazón, vive desde entonces para mostrar la íntima armonía de fe y razón y,al mismo tiempo, para formar profesionales y científicos que sepan realizar una síntesisentre Evangelio y cultura, esforzándose por hacer del compromiso cultural un caminode santidad.

3. Cultura y santidad. Al pronunciar este binomio, no debemos temer establecer unarelación indebida. Al contrario, estas dos dimensiones, bien entendidas, se encuentranen la raíz, se alían con naturalidad en el camino y coinciden en la meta final.

Se encuentran en la raíz. ¿No es Dios, el tres veces Santo (cf. Is 6, 3), la fuente de todaluz para nuestra inteligencia? Si vamos hasta el fondo de las cosas, detrás de cadaconquista cultural se encuentra el misterio. En efecto, toda realidad creada remite, másallá de sí misma, a Dios, que es su fuente última y su fundamento. Además, el hombre,precisamente mientras investiga y aprende, reconoce su condición de criatura,experimenta una admiración siempre nueva ante los dones inagotables del Creador, y seproyecta con su inteligencia y su voluntad hacia lo infinito y lo absoluto. Una cultura

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auténtica no puede por menos de manifestar el signo de la saludable inquietud esculpidaadmirablemente por san Agustín al inicio de sus Confesiones: "Nos has creado para ti,y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti" (Conf., I, 1).

4. Por tanto, los compromisos cultural y espiritual, lejos de excluirse o de estar entensión entre sí, se sostienen recíprocamente. Ciertamente, la inteligencia tiene sus leyesy sus itinerarios, pero puede beneficiarse mucho de la santidad de la persona queinvestiga. En efecto, la santidad pone al estudioso en una condición de mayor libertadinterior, da mayor sentido a su esfuerzo, y sostiene su trabajo con la contribución de lasvirtudes morales que forjan hombres auténticos y maduros. ¡El hombre no se puededividir! Si tiene valor el antiguo dicho: "Mens sana in corpore sano", con mayor razónse puede decir: "Mens sana in vita sancta". El amor a Dios, con la adhesión coherente asus mandamientos, no mortifica, sino que exalta el vigor de la inteligencia, favoreciendoel camino hacia la verdad. Cultura y santidad es, por tanto, el binomio "vencedor" parala construcción del humanismo pleno cuyo modelo supremo es Cristo, revelador de Diosy revelador del hombre al hombre (cf. Gaudium et spes, 22). Las aulas de unauniversidad católica deben ser un laboratorio cualificado de este humanismo.

5. A este propósito, es providencial que mi encuentro con vosotros coincida con eldécimo aniversario de la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae, que firmé el 15 deagosto de 1990. Como es sabido, en ella describí las características imprescindibles deuna universidad católica, definiéndola "lugar primario y privilegiado para unprovechoso diálogo entre Evangelio y cultura" (n. 43). Permitidme que os vuelva aentregar este documento, confiando en que realicéis una relectura atenta ycomprometedora, para que vuestra Universidad, honrando plenamente la intuición de sufundador, encarne cada vez mejor este ideal. No os separa del estilo de las otrasuniversidades, y mucho menos del diálogo constructivo con la sociedad civil; alcontrario, os pide que estéis presentes en ella con una contribución específica, siendofieles a las exigencias cristianas y eclesiales inscritas en vuestra identidad. Seddiscípulos de la verdad hasta las últimas consecuencias, aun cuando debáis soportarla incomprensión y el aislamiento. Las palabras de Jesús son perentorias: "La verdad oshará libres" (Jn 8, 32).

6. Precisamente desde esta perspectiva, creo que tiene gran significado cuanto hoyhabéis querido realizar con dos iniciativas que me complacen mucho. Me refiero, antetodo, al nuevo Instituto científico internacional "Pablo VI" de investigación sobre lafertilidad y la infertilidad humana, que vuestra Universidad ha decidido constituirprecisamente en este hospital policlínico, como el rector magnífico acaba de anunciar.Este instituto desea reunir a investigadores cualificados en el sector de esta delicadaproblemática, para que encuentren soluciones cada vez más eficaces, en la línea de laética sexual y procreadora reafirmada constantemente por el Magisterio.

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Con este mismo espíritu, aprecio vivamente el testimonio que la Universidad católica haquerido dar hoy con el documento firmado por algunos de vuestros ilustres profesoressobre el tema: "Desarrollo científico y respeto al hombre", con una referenciaespecífica al problema del uso de embriones humanos en la investigación sobre lascélulas estaminales. En temas como este, no está en juego un aspecto secundario de lacultura, sino un conjunto de valores, de investigaciones y de comportamientos, del quedepende en gran medida el futuro de la humanidad y de la civilización.

7. Amadísimos profesores y alumnos, proseguid por este apasionante camino de unainvestigación cada vez más rigurosa desde el punto de vista científico, pero, al mismotiempo, atenta a las dimensiones de la ética, a las exigencias de la fe y a la promocióndel hombre.

En particular, deseo que este compromiso se traduzca también en un clima de vidaacadémica que sepa conjugar siempre el esfuerzo de la inteligencia con el de unaauténtica experiencia cristiana. La universidad no sólo está destinada a desarrollar elconocimiento, sino también a formar a las personas. No hay que subestimar jamás estamisión educativa. Por lo demás, para la misma transmisión de la verdad será muybeneficioso un clima de relaciones humanas impregnado de los valores de la sinceridad,la amistad, la gratuidad y el respeto recíproco.

Estoy convencido de que, si los profesores anhelan ser verdaderos formadores, debenserlo no sólo como maestros de doctrina, sino también como maestros de vida. Paralograr todo esto contáis con una tradición muy rica de testigos a quienes imitar. En estesentido, me ha impresionado un propósito del venerable Toniolo, recogido en su Diarioespiritual: "Tener la mayor solicitud por mis discípulos, tratándolos como depósitosagrado, como amigos queridos, a los que debo guiar por los caminos del Señor" (G.Toniolo, Voglio farmi santo, Roma 1995, p. 60).

Debéis inspiraros en este tipo de testigos. Por eso, me alegra saber que, dentro dealgunos días, en vuestro hospital policlínico, que aprecio particularmente también por loque ha representado para mí en momentos difíciles de mi vida, la nueva capilla sededicará al santo médico Giuseppe Moscati. Quiera Dios que su figura sea para vosotrosuna exhortación continua y un ideal concreto de vida: de las aulas de la Universidadcatólica deberían salir muchos médicos como él.

8. Ahora me dirijo a vosotros, amadísimos estudiantes, con especial afecto. El inicio delaño académico os brinda la ocasión para reflexionar en el sentido de vuestro estudio,con el fin de consolidar su perspectiva cristiana en beneficio de vuestro servicio futuro ala sociedad. Vosotros seréis los dirigentes del futuro, los agentes culturales, sociales ysanitarios de los próximos decenios. Aplicaos con amor al esfuerzo del estudio y de lainvestigación, sin limitaros a soñar en el éxito profesional, por lo demás legítimo, sino

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buscando la belleza del servicio que podréis prestar para la construcción de unasociedad más justa y solidaria. En particular vosotros, futuros médicos, dotaos no sólode la más rigurosa competencia científica, sino también de un estilo humano que separesponder a las expectativas profundas del enfermo y de su familia; un estilo quepermita percibir al que sufre la dimensión misteriosa y redentora del dolor. Aprendeddesde ahora a tratar a los enfermos como Cristo mismo.

También yo experimenté ese trato aquí, en el Gemelli. Y no puedo menos de recordar aldoctor Crucitti, que en paz descanse, y a muchos otros profesores, así como a sorAusilia. "Requiescant in pace".

9. Amadísima familia de la Universidad católica del Sagrado Corazón, han pasadoochenta años desde que el sueño del padre Gemelli comenzó a hacerse realidad. Estarealidad ha ido consolidándose gradualmente, de modo que hoy nos parece imponenteno sólo en sus dimensiones, sino también en la variedad y en la calidad de sus servicios.La Italia católica puede sentirse orgullosa de vosotros. Pero sé que todo el país os miracon respeto y aprecio. Es grande vuestra tradición y también es grande la tarea que osespera. Hoy estáis afrontando los desafíos de una fase histórica de cambios, en la queresultan necesarias adaptaciones e innovaciones también en las estructurasuniversitarias. Realizadlas con valentía e inteligencia, sin traicionar jamás el espírituque os anima desde siempre.

Os encomiendo una vez más en este camino a la Virgen santísima, Sedes sapientiae,implorando su protección materna sobre vosotros, sobre vuestros seres queridos y sobrevuestro trabajo. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos la bendiciónapostólica.

Nota: 13 de abril de 2000 el papa recibió el jubileo de la U. C. del Sagrado corazón a losque dirigió otro discurso.

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