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2013
Axel Cotón Gutiérrez
UNED - Mérida
01/04/2013
PREHISTORIA II – PED 2
PREHISTORIA II – PED 2 2013
Axel Cotón Gutiérrez – Centro Asociado de Mérida Página 1
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Figura 1:
En la figura reconocemos un vaso en de forma de copa honda caliciforme, sostenido
por un fino pie hueco sobre base circular. La copa y el pie están hechos de dos láminas de
oro diferentes. Las asas de la copa en su parte superior terminan en la cabeza de algún tipo
de animal. Este tipo de orfebrería es típica de la cultura micénica del período HR II B-III A1
(finales del siglo XV a.C.).
Durante el período micénico los únicos recursos de minerales metálicos del sur de
Grecia se encuentran en el este del Ática, en Laurión, que produce cobre y una galena con
cierto contenido en plata. Pese a esta pobreza en minerales preciosos, la sociedad micénica
los empleó en cantidades apreciables. El oro se aplicó a la realización de vasos como el de la
figura, joyas y anillos. La plata aparentemente fue menos empleada. En el trabajo en oro se
aplicaron técnicas complejas como el granulado y cloisonné (técnica de orfebrería
consistente en soldar un motivo realizado a base de hilos muy finos sobre una base plana
para rellenarlo después con piedras semipreciosas o pasta vítrea); estas dos técnicas eran de
origen oriental y permitieron producir objetos de gran delicadeza. Ambas técnicas requieren
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una gran destreza y un preciso control de la temperatura. Otra técnica aplicada al oro muy
usada fue el repujado muy usado en vasos. Los vasos de oro estuvieron presentes en la
cultura micénica hasta la destrucción de los palacios, según testimonian las tablillas de Lineal
B, aunque no serán tan abundantes como en la etapa formativa y antigua del mundo
micénico, como corresponde al vaso de la figura. Este tipo de vaso es frecuente encontrarlo
en tumbas micénicas
En concreto el vaso de la figura se encuentra en el Museo Arqueológico de Atenas y
pertenece al Tesoro de la Acrópolis de Micenas. En particular el hallado en tumbas del
exterior del círculo de tumbas A y está fechado sobre el siglo XV a.C.
Este vaso en forma de copa está realizado con dos láminas de oro. Estas dos partes
del cuerpo están unidas a la altura del fondo de la copa con 15 minúsculos clavos de oro y
uno de plata. La copa tiene dos finas y sólidas asas verticales, fabricadas en fundición. Sus
extremos inferiores, laminados en forma circular, están adosados a las paredes del vaso y
sujetos con sendos clavos de oro. Los extremos superiores terminan en cabeza de perro que
muerde el borde de la copa y están fijados con un minúsculo clavo que atraviesa el hocico y
mandíbula del animal. Las cabezas de los perros son de bulto redondo con algunos detalles
incisos como los ojos y los collares.
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En la figura se puede reconocer una urna bitroncocónica cineraria de cerámica. Este
tipo de urnas es típico del Bronce Final de las regiones costeras orientales y meridionales de
la Península Ibérica. Pertenece a la llamada cultura de “Campos de Urnas”. La figura tiene
cuerpo globular de base plana del que arranca el cuello, bastante elevado y de forma
troncocónica invertida que es rematado por un borde muy prominente coronada por una
tapadera discoidal troncocónica.
Este tipo de urnas solían realizarse a mano con una pasta de arcilla homogénea, en la
que no se suelen observar desgrasantes gruesos; su superficie de color marrón anaranjado,
suele indicar que fue cocida en un ambiente oxidante, cuando se estaba cociendo en el
horno se permitió la entrada de aire en el interior del mismo. La superficie, alisada, solía ser
tratada con una espátula u otro elemento para regularizarla.
Las técnicas decorativas que presentan son varias, aunque una de las más usadas es
del tipo denominado decoración "acanalada", realizada antes de la cocción mediante el uso
de un instrumento de punta roma (no afilada).
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Los "Campos de Urnas", que sirven para denominar esta cultura, son cementerios
que resultan de la práctica funeraria de cremación del cadáver en una pira y,
posteriormente, depositar sus huesos quemados y ceniza en una urna cerámica y enterrarla
junto a otros elementos cerámicos y metálicos como ofrendas o ajuar funerario. Junto al tipo
básico de enterramiento, el hoyo, como el que contenía la urna objeto de nuestro interés,
existieron otros tipos de tumbas más complejos.
La técnica y los motivos decorativos de la urna corresponden a la etapa más antigua
de la cultura de los Campos de Urnas, en cuanto a la técnica acanalada es característica de
esta etapa, aunque en algunos de los grupos de la península Ibérica, en un momento más
tardío, se observa también el uso de las técnicas de la incisión, básicamente igual al
acanalado pero usando un punzón de punta afilada y no roma, y de la excisión, consistente
en la extracción de parte de la pasta cerámica dando lugar a rehundimientos. En lo referente
a los motivos decorativos, en la etapa más antigua de los Campos de Urnas se observa un
predominio de las grecas y de las simples líneas acanaladas, todas ellas de marcada
tendencia geométrica, ejecutadas sobre todo en el cuello y en el hombro de la urna,
siguiendo los motivos típicos de los Campos de Urnas centroeuropeos y del sur de Francia
(Languedoc). No existen en la Península representaciones de elementos simbólicos como
soliformes (decoración con forma de sol), tan frecuentes en Europa central,
representaciones antropomorfas, etc.
En la Península, donde esta cultura tendrá un fuerte impacto desde 1300 a.C.,
aproximadamente, alcanzó las actuales Comunidades Autónomas de Cataluña, Aragón, sur
de Navarra, zonas orientales de Castilla y León y de Castilla-La Mancha (Guadalajara, Cuenca,
Albacete) la Comunidad Valenciana y quizás algunos sectores de Andalucía Oriental
Las necrópolis de la zona costera, que podemos ejemplificar en la de Can Missert
(Tarrasa), muestran las típicas incineraciones en urnas cerámicas de forma bitroncocónica
enterradas en el suelo sin protección especial, mientras que los cementerios descubiertos en
el valle del Segre ofrecen incineraciones en urnas cerámicas protegidas por una pequeña
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estructura tumular (ejemplos de Llardecans o Pedrós, en Lérida); esta variación en las
sepulturas hizo pensar a algunos autores en la penetración por los Pirineos de variadas
tradiciones culturales europeas, mientras que otros investigadores creen ver en estas
estructuras de piedra una revitalización de las viejas costumbres megalíticas plasmadas
ahora en forma tumular y asociadas al nuevo rito de la incineración.
Esta pieza en particular pertenece al yacimiento de Can Missert y se encuentra en el
Museo Arqueológico de Cataluña en Barcelona.
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Podemos observar que la figura 3 representa un vaso cerámico de pequeño tamaño y
forma globular con decoración impresa cardial. Presenta dos elementos de aprehensión
junto al borde y diametralmente opuestos, consistentes en dos apéndices con orificio
vertical como se puede apreciar en la figura. La decoración está formada por líneas paralelas
horizontales, obtenidas mediante la impresión del borde de la concha de un berberecho
(cardium edule), que alternan con frisos formados por líneas verticales y cortas realizadas del
mismo modo que las anteriores, aunque rematadas en este caso por la impresión del ápice
de la citada concha.
Este tipo de vasos con decoración cardial representan la primera cerámica que
aparece en la Europa Mediterránea, asociada a la nueva economía de producción neolítica.
La técnica decorativa cardial, cargada de significado cultural y cronológico en el contexto
mediterráneo, se convierte en uno de los elementos definitorios y más representativos,
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junto a otros elementos materiales, del registro arqueográfico de los primeros agricultores y
ganaderos que se asentaron en la Europa Mediterránea; tanto es así que en el plano de la
investigación se habla del “Horizonte de las cerámicas impresas”.
El vaso concreto de la figura tiene una altura de 10 cm y una anchura de 12,3 cm,
fechada en el Neolítico Antiguo y procede de la Cova de l’Or, un emblemático yacimiento
neolítico en el ámbito de la fachada mediterránea peninsular, cuya cavidad asistió al
desarrollo de las primeras comunidades agrícolas y ganaderas en nuestro ámbito, y de
donde proceden buenas series no sólo de materiales cerámicos sino también líticos, óseos,
etc.
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En la figura se puede reconocer una Sítula de bronce de la Edad de Hierro. Se observa
una rica decoración en cuatro tiras, donde se pueden observar escenas de la vida cotidiana
como la de dos hombres tirando de un caballo. La Sítula termina en una asa realizada con el
mismo material y unida mediante torsión una vez introducida en las dos protuberancias
huecas diametralmente opuestas dispuestas para tal fin.
La palabra latina Sítula significa cubo- son vasijas de los siglos VI a V a.C., hechas de
chapa de bronce. Usados con ocasión de grandes fiestas, son recipientes para mezclar el
vino con una rica decoración de escenas figurativas y motivos siguiendo modelos
mediterráneos. Las vivas escenas expuestas en forma de tira, muestran representaciones
muy detalladas: grupos de músicos, competidores, conductores de carros, jinetes, cazas,
escenas de sacrificios o cortejos. Con ello, ha quedado para la posteridad un enorme
volumen de información sobre la vida de la gente que vivía entre el río Po y el Danubio hace
2.500 años. Estos frisos con ilustraciones se consideran la “escritura en imágenes” narrativa
más antigua de Europa central, entonces carente de escritura.
La Sítula concreta de la figura pertenece a las halladas en Novo Mesto (Eslovenia) y se
encuentra en el Dolenjski Muzej de la misma ciudad. Está fechada en el siglo 5 a.C.
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Realicemos ahora un análisis comparativo de los cuatro recipientes en el marco
cultural que representan, priorizando los aspectos antropológicos y en concreto los
aspectos económicos, sociales e ideológicos que éstos representan, y su evolución a lo
largo de la Prehistoria.
La figura más antigua es la figura 3, perteneciente al Neolítico. El Neolítico
representa un cambio económico relevante en el devenir cultural de la Humanidad. Supone
el abandono paulatino de actividades económicas basadas en la caza y la recolección para
pasar a la agricultura y ganadería. Los cambios culturales de tal paso, en líneas generales
muy claros y suponen la aparición de la cerámica, las sedentarización de los asentamientos,
las estructuras de habitación más sólidas, así como la aparición de lugares de
almacenamiento o estabulación. Todo esto supuso profundos cambios en los aspectos
sociales y cosmogónicos de estos pueblos.
La introducción de las formas de vida Neolíticas en el centro y oeste del
Mediterráneo europeo resultó ser un proceso más gradual que el acaecido en el oriente
mediterráneo y en el centro del continente. Aunque existieron muchas culturas locales,
todas ellas pueden englobarse dentro del ya mencionado fenómeno de cerámicas impresas
o cerámicas cardiales. La aparición de este horizonte de cerámica cardial comienza a
observarse en la zona adriática alrededor del 7000 a.C., para encontrarse en las costas del
Levante de la Península Ibérica un milenio más tarde, en torno al 6000 a.C.
Con esta cerámica, que es adoptada muy rápidamente por los grupos mesolíticos, se
inicia un proceso gradual en la adopción del Neolítico y sus nuevas formas productoras en
muchas regiones. Comienza también a introducirse el sistema de producción de alimentos,
aunque este proceso será mucho más gradual que la adopción de la cerámica. Tiene especial
importancia la introducción de ovicápridos y suidos, junto al cultivo de cereales,
especialmente el trigo y la cebada.
En la Península Ibérica, a finales del VI milenio a.C. empezamos a encontrar las
primeras evidencias de neolitización. Al igual que sucede en otros lugares de Europa. Existe
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un debate sobre el papel desempeñado por las poblaciones indígenas mesolíticas en el
establecimiento y difusión de este nuevo sistema de producción. La hipótesis de la “ola de
expansión” planteada por Gordon Childe y actualizada por Cavalli-Sforza no parece
corresponder con lo que demuestra la evidencia arqueológica, donde según plantea J.
Bernabeu (1999) debería tratarse de un proceso en mosaico, donde diferentes escenarios y
realidades fueron posibles (colonización, aculturación. adopción,…)
Dentro de la Península Ibérica existen dos tradiciones culturales, la que corresponde
a la figura 3, es el llamado horizonte cardial centrado en el Levante peninsular, sobre todo
Cataluña y país valenciano, destacando los yacimientos como la Cova L´Or, Cendres o Cova
Sarsa, con una cerámica cardial representando bandas, motivos geométricos o figuras
antropomorfas.
De este horizonte Neolítico de la figura 3, y en orden a establecer una evolución en
los aspectos antes destacados, pasaremos a la Edad de Bronce de la figura 1, con los
correspondientes cambios culturales, económicos y sociales.
Es evidente que desde finales del III milenio a.C. se producen una serie de
transformaciones que darán lugar a una nueva etapa: La Edad de Bronce, sin que ello
suponga una nueva ruptura con la anterior calcolítica. La primera es la aleación de cobre con
estaño para dar lugar al bronce, de cuyo nombre deriva el período, y que, como en el caso
del Calcolítico con el cobre, no se generaliza hasta el final de la etapa.
La agricultura y la ganadería siguen siendo una base económica fundamental y, como
consecuencia de un aumento de la población, se necesitan más tierras para el cultivo, lo que
hace que se ocupen algunas menos adecuadas para este fin, pero que pueden usarse gracias
a los avances técnicos que ya se conocen y usan: alternancia de cultivos, uso del arado y
empleo de animales como fuerza de tiro. Por su parte la cabaña ganadera se amplía con el
caballo doméstico, procedente de las estepas pónticas, mientras que la caza se convierte en
ocasional y la industria textil se desarrolla con la lana como primer elemento, desplazando al
lino en las regiones mediterráneas. Como consecuencia de la demanda de estaño
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procedente de las regiones atlánticas europeas, pero también de otros productos como el
ámbar de las costas bálticas y la sal de las minas centroeuropeas se desarrollan importantes
rutas comerciales, que cruzan Europa de oeste a este y de norte a sur. El control de estas
será ejercido por algunos centros importantes cuyo poder aumentará y dará lugar a una
jerarquización creciente entre asentamientos y también dentro de ellos, con el consiguiente
nacimiento de las desigualdades ya iniciado en la etapa calcolítica.
Las diferencias entre necrópolis y poblados se hacen muy marcadas como
consecuencia de todo ello, y aparecen así unos asentamientos fortificados, que centralizan el
poder controlando los recursos y las actividades económicas, y una mayoría que son los
productores agropecuarios que alimentan al sistema. En las necrópolis ya no solamente se
notan las diferencias de ajuares sino que se construyen verdaderas tumbas principescas. Se
produce una desaparición progresiva del vaso campaniforme y del fenómeno megalítico. Se
usa cada vez más el metal, aunque no bronce sino cobre en la mayoría de los casos, con
nuevos tipos de armas, y en cambio la industria lítica se ve muy reducida. Existe un claro
desfase cronológico ya desde este III milenio a.C.; pues mientras que en Creta, las Cícladas y
el continente griego, en este milenio se están desarrollando las etapas de Bronce Antiguo:
Cicládico, Minoico y Heládico, en el resto de Europa están en pleno Calcolítico.
La Grecia continental al final del Heládico medio presenta un cambio organizativo
que ya preludia lo que será las sociedad micénica centralizada, y mientras que algunos
núcleos importantes hasta el momento (Lerna y Argos), verán decrecer su demografía e
incluso serán abandonados, otros como Micenas, comenzarán una etapa de gran
crecimiento y desarrollo con una minoría dirigente que será la protagonista de la nueva
etapa. Existen distintas hipótesis para explicar un cambio que permite pasar de una etapa
bastante pobre a este nuevo escenario, que veremos más abajo. Por lo tanto se produce un
desplazamiento de los centros de poder desde Creta a Micenas que desde este momento
tendrá importante presencia en el ámbito mediterráneo.
El vaso de la figura 1 es el segundo más antiguo, y se puede considerar como uno de
los mejores representantes de la orfebrería micénica. Como hemos comentado con
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anterioridad el vaso pertenece al Tesoro de la Acrópolis de Micenas y fue hallado en tumbas
del exterior del círculo de tumbas A y está fechado sobre el siglo XV a.C. Este período es el
llamado “período de las Tumbas de Fosa”. El círculo A (1600 – 1500 a.C.) del que estamos
hablando fue exhumado en 1876 por el famoso arqueólogo H. Schliemann, quien de manera
inmediata puso en relación el hallazgo con el período dorado de la realeza micénica,
representado por Agamenón y su corte, sin saber por aquel entonces que estas sepulturas
antecedían en unos dos siglos a la época del legendario monarca.
En esta época, por lo que respecta al ritual funerario, algunos cuerpos estaban
cubiertos con un sudario al que se fijaban hojas recortadas en oro. Máscaras de oro adultos
masculinos y un niño de sexo incierto. No había adultos femeninos. Los enterramientos
estaban señalizados en el exterior con estelas decoradas con motivos abstractos, y otras
representan escenas de carros como guerreros o juegos funerarios). Son elementos de estilo
continental que se alejan de la elegancia minoica. Los ajuares son los más ricos y variados de
todo el periodo. Armas como espadas, dagas, puñales, puntas de lanza y flecha, etc. Los
puñales tienen la hoja decorada con técnica de damasquinado o “pintura en metal”,
probablemente de origen local con animales o escenas de lucha y caza. Se empleaba oro,
plata y una especie de barniz negro (niello). Los vasos de metal fueron muy abundantes y
destacan los realizados en oro (como el de la figura 1), de estilo minoico y realizado por
artistas cretenses, y los de plata (por ejemplo el famoso rhyton en forma de cabeza de toro).
Las máscaras funerarias estaban hechas mediante el martilleado en lámina de oro y pueden
ser retratos de los fallecidos. La razón de esta gran riqueza contrasta con la pobreza
existente en el Heládico Medio y hay dos teorías:
1. Invasión extranjera, propuesta por A. Evans, que produjo cambios (minoicos cretenses
que invadieron la Argólida, grupos originarios del N o del NE de Europa o una nueva elite
militar.).
2. Factores internos, propuesta por C. Renfrew, aumento demográfico y el aumento de la
potencialidad agraria, que favorecieron el surgimiento de una sociedad palatina.
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Hoy en día las investigaciones más recientes hacen razonables sostener que la
emergencia de las sociedades complejas en la Grecia continental pudo deberse a factores
internos que se desarrollaron cuando las élites heládicas se hicieron con el control de las vías
de aprovisionamiento de materias primas de Europa centro-occidental junto con el
despegue demográfico, que hizo posible que las comunidades se reorganizaran. Estos
nuevos centros acogen las nuevas actividades de especialización económica, al mismo
tiempo que se convierten en las sedes de la élite que ostenta el poder. Micenas pudo tener
un papel importante como intermediario entre la Creta minoica y las áreas de producción de
productos estratégicos, como el oro o el estaño.
La economía micénica se basaba en el cultivo de cereales, vino, aceite y leguminosas,
así como en la ganadería, la producción de textiles, objetos metálicos, cerámicas, joyas e
incluso perfumes destinados al uso interno; pero sobre todo un activo comercio, con Chipre,
Macedonia, tierras ribereñas del Mar Negro, Mediterráneo central e Italia llegando a la
Península Ibérica.
De la misma manera que ha existido una evolución entre las dos primeras figuras
vistas, existe una evolución entre la figura 1 y la figura 2, tanto desde el punto de vista
geográfico, como cultural y cronológico.
Los grandes cambios producidos al final del Bronce reciente en las regiones orientales
del Mediterráneo aún no han sido explicados del todo, o al menos, no se aceptan de manera
unánime las diversas explicaciones enunciadas. Lo que es evidente es que hay una serie de
destrucciones en estas zonas en las que se desarrollaban brillantes culturas, como la
Micénica en el continente griego y las islas del Egeo, o Troya en la Península de Anatolia. Se
ha pensado en cataclismos naturales, en las ya famosas “invasiones de pueblos del mar” o
dorios, e incluso en conflictos internos, para explicar el final de Micenas. Creta, las islas
Cícladas y Micenas fueron durante toda la Edad de Bronce del Egeo, las intermediarias entre
las sociedades de la costa sirio-palestina y Egipto y el continente europeo aún en pleno
Calcolítico, y como ya hemos comentado controlaron las rutas comerciales con un gran
desarrollo de la navegación.
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Entrando en el I milenio a.C. las comunidades prehistóricas del Mediterráneo central
y occidental se ven influenciados por las sociedades históricas del Mediterráneo oriental a
través de lo que llamamos colonizaciones, que suponen el primer contacto con poblaciones
fenicias y griegas que fundan factorías y colonias, instalándose ya los comerciantes de
manera estable en las regiones indígenas.
En los últimos siglos del II milenio a.C. llegan a la Península Ibérica tres corrientes
socioculturales diversas que darán lugar a distintas manifestaciones en las zonas geográficas
a las que llegan: los primeros influjos de las gentes de los Campos de Urnas europeos, los
nuevos impactos del Mediterráneo y la corriente atlántica.
A nosotros nos interés estudiar la corriente centroeuropea que penetra por los
Pirineos y afecta fundamentalmente al cuadrante noreste peninsular: Cataluña, Valle del
Ebro, Navarra, País Vasco, llegando hasta Castellón por el norte y penetrando incluso en
zonas de Albacete. La máxima novedad que traen consigo es el rito de la incineración en
urnas bitroncocónicas de perfil carenado, generalmente con decoración acanalada,
agrupadas en extensas necrópolis, de las que podemos destacar la de Can Missert (de donde
proviene la figura 2), en Tarrasa (Barcelona) y la de Agullana, en el Ampurdá (Gerona) con
más de quinientas sepulturas y ajuares constituidos por cuchillos y navajas de afeitar para
los hombres y agujas, fíbulas y fusayolas para las mujeres, aunque la mayoría de las tumbas
carecen de ajuares. Hay algunos enterramientos de inhumación en cistas y con túmulos, de
perduración anterior.
El Bronce Final en la Península Ibérica es un momento clave en el que cuajan los
grupos que se conocerán en momentos históricos. Es un momento de apertura al exterior,
como la llegada por vía terrestre los Campos de Urnas, desde la Europa central, o por mar,
tanto el Bronce Atlántico como el Mediterráneo, como preludio de las colonizaciones de
fenicios y griegos, más tarde.
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Los fenómenos anteriormente expuestos actuaron sobre el sustrato preexistente,
variado a su vez. Algunos grupos desarrollaron sociedades complejas, mientras que otros
apenas innovaron, lo cual provocó el mosaico cultural que caracteriza la poca uniformidad
cultural que se dio. Tras el Bronce Final, casi todas las regiones de la Península reaccionaron
ante los estímulos, por lo tanto en el primer milenio a.C. ya existirán las diferentes
personalidades que llegarán a ser históricas.
La llegada de influencias y probables grupos humanos a finales del segundo milenio
a.C. fue un factor decisivo para los cambios socioeconómicos que se produjeron en las zonas
de Aragón, Cataluña, y gran parte del valle del Ebro. Se crearon nuevos modelos de
subsistencia, se produjo una mayor sedentarización, es decir, la población se fijó más al
terreno, y sentasen las bases de lo que más tarde sería el mundo Ibérico.
Este proceso comenzó durante el Bronce Final, hacia el 1300 a.C., su peso fue
diferente en relación a las áreas geográficas en los que se implantó, dadas las diferencias
topográficas y humanas de cada zona.
Anteriormente se veían los cambios producidos por, las invasiones de gentes a través
de los Pirineos. Actualmente no se cree que fuera tan simple, además, el sustrato del Bronce
no desapareció del todo, teniendo su propio protagonismo, hasta el punto de que no se sabe
si los cambios se produjeron por las influencias ultrapirenaicas, o por la propia evolución de
las poblaciones indígenas.
La cultura de los Campos de Urnas surgió en Centroeuropa y desde allí fue
desplazándose hacia el Oeste, algunos rasgos que lo distinguen son el tipo de ritual
funerario, de cremación, la introducción de las cenizas y el ajuar dentro de una urna
cineraria bajo el suelo. Encontramos influencias en parte de Italia, Bélgica, Francia. En esta
zona el paso natural por el Saôna-Ródano conduce a la Provenza y el Languedoc, llegando a
los Pirineos, atravesándolos por la Cerdaña y el valle del Segre, llegaría hasta Cataluña y el
Alto Aragón.
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Algunos de los elementos característicos de Campos de Urnas -la incineración en
urna, unos tipos de cerámicas, las bruñidas y las decoradas con acanaladuras, incluso las
casas de planta rectangular y división tripartita “casa indoeuropea”, se utilizaron para dar
por sentadas las “invasiones étnicas”, por grupos que fueron denominados según criterios
lingüísticos (indoeuropeos, célticos), o culturales (hallstátticos).
Pere Bosch Gimpera explicó la presencio de Campos de Urnas como el resultado de
un número variable de invasiones de pueblos centroeuropeos, desde según él, el 900 a.C.
Posteriormente Malaquer de Motes y Almagro Bash sólo matizaron la cronología y el
número de invasiones. Malaquer sitúa la entrada en el 750 a.C., ya que esta es la fecha más
antigua de los tres grupos localizados en Cataluña, mientras que Almagro de la un momento
sobre el 800 a.C. y no hablaba de sucesivas invasiones, sino de un proceso fluido y continuo
que permitió la celtización de gran parte de la Península Ibérica.
En los años sesenta la investigación toma nuevos rumbos, proliferan los estudios
regionales, ya que se llegó al convencimiento de que se necesitaban nuevos datos, más
pormenorizados. Los estudios se orientaron a zonas geográficas y yacimientos concretos, sus
precursores serían S. Vilaseca en Tarragona y Díez-Coronel y Pita en Lleida. Sus estudios
tuvieron como resultado una corriente que de detalla las evoluciones particulares y las
valora adecuadamente, admitiendo las influencias externas.
Estos factores sumados a la potenciación del sustrato de Bronce inicial, han
conseguido debilitar el invasionismo. Se aceptan influencias externas, incluso llegada de
gentes, pero sin admitir obligadamente que tengan un carácter masivo o belicoso. Son de
esta opinión Almagro Gorbea, quien fija la primera influencia en el primer momento de los
Campos de Urnas, Ruiz Zapatero, quien ha hecho su tesis doctoral sobre este tema, siendo el
más completo hasta hoy y Maya.
El tener en consideración las influencias externas, como los procesos internos hizo
que la cronología aumentase, hecho que se propició por un mejor conocimiento de las zonas
más allá de los pirineos con la publicación de una síntesis de J. Guilaine y la existencia
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posterior de las dataciones radio-carbónicas. Por ejemplo, Vilaseca retrasó los Primeros
Campos de Urnas al 1000 a.C., y Malaquer de Motes llegó a aceptarlo en 1971, poco después
la fecha llegaría a 1100 a.C., fecha que se confirmaría con las cronologías absolutas
(Carbono-14). La calibración a través de la Dendrocronología ha envejecido el proceso unos
200 años antes, una fecha real del 1300 a.C.
La existencia de diferentes identidades étnicas en el ámbito de los Campos de Urnas,
que puede tener su reflejo en las variaciones estilísticas en la decoración cerámica, surgen
debido a la evolución de esta cultura durante varios siglos en la península Ibérica, lo que
llevó a esta diferenciación, proceso que también hay que poner en relación con las
diferencias de sustrato, es decir, de los elementos culturales locales existentes en las
diferentes comarcas, adonde llega el influjo de los Campos de Urnas, y que llevan a la
aparición de manifestaciones culturales y materiales diferenciadas. No se ha podido indagar
en el significado ideológico o religioso de la decoración de la cerámica de los Campos de
Urnas en la península Ibérica, aunque posiblemente hay que ponerla en relación con
aspectos sociales, como el marcado igualitarismo de las necrópolis de los primeros Campos
de Urnas en Europa, y con el surgimiento de nuevas concepciones sobre el paso del alma del
difunto al más allá.
El sistema económico de la cultura de los Campos de Urnas es agropecuario, basado
en una agricultura y ganadería más intensivas y con mayores rendimientos; este sistema,
asociado a las nuevas creencias religiosas permitió un mayor crecimiento demográfico, por
tanto, una mayor capacidad expansiva a las poblaciones de Campos de Urnas, lo que
favorecía la ocupación de nuevas áreas, a no ser que las poblaciones locales adoptaran el
mismo sistema productivo, por toda la fachada oriental de la Península, caracterizándose
tanto por la fundación de nuevos poblados con rasgos "más puros" de Campos de Urnas,
como por la mezcla con las poblaciones locales y el surgimiento de formas culturales mixtas,
como por ejemplo, las necrópolis de cremación tumulares del bajo Aragón, donde se asocia
el nuevo rito de la cremación con el uso de túmulos, un rasgo típico de las poblaciones
locales de la Edad del Bronce.
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Por lo tanto, la economía se basa en la agricultura cerealista, intensificadas por el uso
de las nuevas técnicas de cultivo, posiblemente también del arado de tracción animal, y
ganadería de ovicápridos, bóvidos y la pesca complementan la dieta, y se conoce la
metalurgia del bronce, existiendo moldes de fundición de tipos locales en el Segre que hacen
pensar en una posible explotación de los recursos mineros del Prepirineo, así como los
objetos metálicos ya mencionados que aparecen en los ajuares funerarios.
El repertorio cerámico no se limita únicamente a los recipientes depositados en las
necrópolis y otros recipientes usados como ajuar; junto a estas piezas existen otras muchas
cerámicas que forman parte del ajuar doméstico de las casas de los poblados, donde junto a
las urnas ya mencionadas, existen toda otra serie de piezas, como los grandes recipientes de
almacenamiento con decoración digitada que hunden sus raíces en la cerámica propia de la
Edad del Bronce de la zona, las cazuelas carenadas, las ollas y las típicas tazas con asa de
apéndice de botón, uno de los elementos más característico de la cerámica de los Campos
de Urnas antiguos. Pero, además, estas cerámicas no se encontraban vacías, por mucho que
así sea como las encuentran los arqueólogos. En su momento contenían diversos productos,
como demuestran los análisis de residuos microscópicos y de compuestos orgánicos que han
permitido proporcionar nuevos datos sobre el uso específico de ciertas cerámicas y del tipo
de producto procesado o contenido en las mismas. Un estudio de estas características
efectuado en el poblado de Campos de Urnas de Genó (Aitona, Lérida) ha evidenciado la
presencia de granos de cereal, bellotas, sangre, grasas animales de bovinos, ovinos y
caprinos (conservantes), leche y productos lácteos, miel (conservante y antiséptico) y
cerveza, de lo que se deriva el carácter agrícola y ganadero de esta cultura de los Campos de
Urnas. Todo ello nos lleva a contemplar estas piezas no como objetos arqueológicos, sino
como objetos que en su momento fueron usados en la vida cotidiana de las personas, fueron
"vividos" y tuvieron por parte un papel activo en las relaciones sociales y económicas de las
poblaciones del pasado, como es el caso del poblado de Roquizal del Rullo en Zaragoza.
Por último en la figura 4, nos encontramos ya en plena Edad de Hierro. La Primera
Edad del Hierro en el Mediterráneo central y occidental está relacionada con la llegada de
colonizadores griegos y fenicios, lo que provocó grandes cambios en las poblaciones
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indígenas. La colonización originó una oleada de mestizaje cultural de múltiples
dimensiones, así como una interacción cultural que implicó los destinos de las comunidades
nativas.
En el siglo VIII a.C. el mundo indígena aún vivía según las costumbres y modos de vida
del Bronce Final que los colonizadores transformaron profundamente. Los colonos contaban
ya con un modelo de organización política estatal, con un sistema económico, de estado y
social bastante avanzado que contrastaba con el sistema de trueque y la estructura
sociopolítica de los indígenas. Acerca del papel de los colonos sobre los indígenas, su
influencia y consecuencias se ha generado mucha polémica entre los historiadores,
dividiéndose finalmente en dos tendencias:
1. La orientalista: Que defiende la colonización como causa determinante de los cambios y
evoluciones de los nativos de IX a VII a.C. Los primeros contactos habrían tenido lugar
con ocasión de pequeñas operaciones mercantiles ajenas a la instalación de colonias.
Eran trueques de pequeño volumen para la adquisición de materias primas. El comercio
que resultaba se conoce como precolonial, con travesías de corta duración. Era un tipo
de comercio que no necesitaba de instalaciones coloniales. La hipótesis que propone la
presencia remota de los orientales en las aguas occidentales se denomina “hipótesis
precolonial”
2. La autoctonista: Que ve en este hecho en segundo plano y da a los nativos todo el
protagonismo sobre su evolución.
La influencia greco-oriental sobre el mundo indígena de occidente resultó
determinante a partir del siglo VIII a.C., momento de implantación de las primeras colonias
en las costas mediterráneas. Su repercusión superó con creces el impacto precolonial, y le
sustituyó un marco estable de relaciones económicas que influyó en todos los ámbitos
(social, territorial, político…). La respuesta de los indígenas hacia los colonos fue dispar.
Hubo comunidades que no opusieron resistencia e incorporaron las costumbres de los
colonos a sus modos de vida, en cambio otras mostraron una mayor o menor resistencia
desde una oposición frontal hasta un pasivo aislamiento (Córcega). Otros pueblos mostraron
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una actitud más pragmática con una mayor capacidad de adaptación al hecho de la
colonización, lo que provocó un tipo de cultura que se llamó “orientalizante” y cuyas
mejores expresiones fueron La Cultura de los Príncipes (germen de la Cultura Etrusca), y la
hasta hace poco mítica Cultura Tartésica conocida como Tartessos.
El Orientalizante representó una interesante experiencia cultural, ya que no tardó en
adoptar los nuevos medios de producción socioeconómica, tanto en la producción de
alimentos como en la artesanía, lo que llevó a su avance social e ideológico. Esto provocó la
transición de estas sociedades del Bronce Final al Hierro. Este cambio se puede detectar en
la aparición de la cerámica a torno, proliferación de utensilios metálicos, delicada orfebrería
y especies domésticas hasta entonces desconocidas. También asumieron los modelos de
organización urbana en cuanto a planificación interna del poblado, organización jerárquica e
incorporación de construcción en piedra. Los poblados se organizaron en torno a un núcleo
central, que tenía dominio económico sobre los poblados adyacentes. Estos poblados
centrales se convirtieron en el lugar de residencia de la clase dirigente. Este era un sistema
beneficioso para implantar un nuevo orden económico con varias premisas: dominio
socioeconómico del territorio y centralización de las relaciones de producción.
Entre las innovaciones estaban la incipiente metalurgia del hierro; la incorporación de
técnicas de intensificación agrícola, el perfeccionamiento de los cultivos especializados (vid,
olivo, arboricultura; la introducción de sistemas de pesas y medidas). Todo ello provocó el
abandono de la antigua economía de subsistencia para dar paso a una economía orientada a
la rentabilización y maximización de los excedentes. Se favoreció la sectorización y
especialización productiva incorporando nuevos sectores profesionalizados: alfareros,
broncistas, herreros, comerciantes, etc.
Los cabecillas locales monopolizaron el dominio de la mano de obra para la
producción agrícola o minera. El componente medular de este concierto socioeconómico en
el modelo de intercambio asimétrico: los jefes indígenas proporcionaban materias primas
básicas a los colonos a cambio de exóticos objetos que traían los colonos, que representaban
el prestigio y el poder de quienes los poseían. De este modo los príncipes indígenas
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adoptaron costumbres foráneas adaptándolas a sus propios intereses con el objetivo de
mantener la autoridad política y la posición privilegiada en la sociedad. El proceso
orientalizante trajo consigo la aparición de sociedades mixtas que no tardarían en
convertirse en peculiares universos cosmopolitas, en núcleos par el estímulo
socioeconómico, lugares de reunión y convivencia de gentes de distintas procedencias
El norte de la península itálica acusó el impacto de oriente un siglo más tarde que el
resto de Italia (hacia el 625 a.C.), además cuando llegó ese impacto lo hizo a través de la
cultura Etruria y mantuvo un carácter indígena muy marcado. Desarrolló unos objetos que
son los que dan nombre a esta cultura: las situlae unas piezas de bronce batido, que tienen
forma de caldero o cubo. Son especialmente importantes porque su decoración nos han
transmitido detalles de cómo eran los comportamientos y vestimentas de la época, al
reflejar en sus decorados escenas de guerra, banquetes, etc. (figura 4). Se caracterizan por
sus numerosas protuberancias y por motivos geométricos que recuerdan la artesanía del
metal durante los Campos de Urnas.
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BIBLIOGRAFÍA
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