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Pradera de los Astros Poemas para mi hijo Alejandro Mariela Arvelo

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Pradera de los Astros

Poemas para mi hijo Alejandro

Mariela Arvelo

Pradera de los Astros

Poemas para mi hijo Alejandro

Mariela Arvelo

Pradera de los Astros Mariela Arvelo Diseño gráfico: Gustavo A. Rodríguez Primera edición (ebook): 2017 Hecho el depósito de ley Depósito legal: LA2017000134 ISBN: 978-980-12-9626-3 © Mariela Arvelo Todos los derechos reservados

A la memoria de mi esposo Antonio

A mis nietas Alexandra, Gabriela y Andrea A mi nuera Carolina

A mis hijos Gustavo, José Ángel y Mariela

Por Alejandro, siempre

Pradera de los Astros

— 5 —

Esta Obra

Alejandro partió a la pradera de los astros el 6 de junio del año 2009; en una noche de Montreal, una ciudad que amaba, que él había escogido para hacerla su hogar; para alejarse y no volver. Alejandro era músico y tenía cin-cuenta años.

Ha ya pasado mucho tiempo. Ocho años

exactos. Y hoy quiero echar a andar por todos los caminos este conjunto de poemas que escribí para él, en el terrible instante de mi desventu-ra…

El Tocuyo, junio de 2017

Pradera de los Astros

— 7 —

Introducción a la edición familiar,

realizada en el año 2014

Escribí estos poemas para Alejandro du-rante los primeros días y semanas después de su partida; entre junio y agosto de 2009.

Por diversas razones, principalmente por

mi estado de salud y recomendación médica, no pude terminar el manuscrito en ese entonces, como eran mis deseos. El poemario quedó in-concluso. Hasta ahora, cuando he conseguido revisarlo, pasarlo en limpio y sacarlo a la luz, en el mismo orden en el cual fue escrito.

“Pradera de los Astros” es un homenaje a la

imborrable memoria de mi hijo, cuando se cumple un lustro de su distancia.

El Tocuyo, 6 de junio, 2014

Pradera de los Astros

— 9 —

Pradera de los Astros Serán aves doradas, hijo mío, las que lleven tu espíritu a la pradera de los astros, donde Dios te ha llamado, para que te confundas con luceros silvestres y con los arreboles del más sublime cielo. Serán signos sonoros, inmortales, constelaciones zodiacales que descubriste, armonía de cometas y de estrellas errantes que han guardado en su centro los más inusitados resplandores. Tú representas voces del océano, madrigales hallados entre los lirios, entonaciones de unos pájaros que enseñaste a cantar por vez primera, para estrenar prodigios de los campos. Eres agua que fluye en el riachuelo con resonancia de cristales. Eres tierra que nutre los sembrados, viento que cruza el bosque hasta alcanzar el árbol de la vida.

Mariela Arvelo

— 10 —

Tú representas, hijo mío, los sonidos más puros de la alborada, intemperies floridas en espacios fecundos, donde Dios y los hombres suben juntos, hasta la cumbre de la montaña. Serán gotas de miel las que me dejas, serán lunas constantes, hijo mío, y el amor maternal que ha de llevarte al celestial azul de mi plegaria. El Tocuyo, 9 de junio, 2009

Pradera de los Astros

— 11 —

Rosa blanca Hoy te quiero escribir con una rosa blanca, que es el color de la victoria. Porque has sido elegido en el camino. Has triunfado con Cristo peregrino, en esta dimensión de eternidad donde sueñan los ángeles. Alejandro, has vencido, has vencido, hijo mío, en los amaneceres de prodigios en preludio naciente de los lirios, que apenas hoy comienzan a despertar. Y brillará tu luz por sobre tornasoles del crepúsculo, por sobre el horizonte de los siglos, por sobre la pradera de los astros donde te hallas erguido y comienza el instante de la gloria. No me quedan palabras para Dios. ¡Él las ha dicho todas! y yo las he escuchado con los ojos cerrados,

Mariela Arvelo

— 12 —

sin hacerle preguntas, comprendiendo. Con los ojos cerrados y el corazón dormido entre tanto silencio. No me queda sabor entre los labios en esta madrugada de penumbra. Ya no consigo lágrimas de junio capaces de cambiar la vida ni la muerte. Solamente me queda una brisa temprana para hacerte un poema en la mañana y bendecirte con la rosa blanca que es el color de la victoria.

Pradera de los Astros

— 13 —

Niño mío Quiero que me acompañes a la brisa del río, a las hojas que caen sin detenerse, para ofrecerte ahora, como siempre, mis canciones de ayer. Quiero que me acompañes, a la alegre vereda que los dos recorríamos tomados de la mano, entre hierba y espigas del estrecho camino. Tenías sólo dos años y te sentías dueño del mundo. Eras sol de mi mundo, niño mío. ¡Te quería yo tanto, desde el allá de la montaña hasta el espejo de la laguna!

Mariela Arvelo

— 14 —

Ahora te busco entre los árboles y la brisa del río. ¿Dónde te has escondido, niño mío?

Pradera de los Astros

— 15 —

Peregrino Luces de luna llena recuerdan el verano de los días felices… Caminamos a veces sin saberlo, como si el tiempo nos perteneciera, como si el corazón nos comprendiera y tuviera piedad. No sabíamos secretos del destino, y vivíamos ajenos a la profecía, a lo que Dios había firmado para su noble peregrino. Y lo vimos caer, muy cerca de tres niñas que querían levantarlo. Pero ya había partido, hacia el nuevo horizonte de los elegidos, hacia el celaje de los azulejos, hacia el canto de amor insuperable que llega más allá del infinito.

Mariela Arvelo

— 16 —

Luces de luna llena recuerdan el verano de los días felices, como si el corazón nos comprendiera…

Pradera de los Astros

— 17 —

Villa celeste Encontré tu mirada en la villa celeste. Hasta allí me llevaron las golondrinas y unas aves de paso que parecían zafiros, gotas de mar. Hasta allí me llevaron constelaciones nuevas, cánticos infantiles, querubines y cometas errantes que te habían alumbrado en esferas de paz. Encontré tu mirada en la villa celeste. Te contemplé sin acercarme, sin hacer ruido, sin moverme. Te vi de luz distante, de pequeños diamantes, maravillas. Y Jesús junto a ti. Encontré tu mirada en la villa celeste. Te encontré de nostalgia, de ternura infinita, de sonrisa Alejandro, te encontré de esperanza y me quedé dormida.

Pradera de los Astros

— 19 —

Plegarias Íngrima en el desierto yo he quedado. La ribera de Dios me ha abandonado, la ribera del sol. Se secaron los ríos, se doblaron las flores, oscurecieron las gotas de luz. Yo no entendí el presagio, no comprendí el anuncio que ya se había profetizado. Pero todos los astros lo sabían, y el agua en la quebrada lo sabía, y los niños del campo, y las flores silvestres, y la luna de junio. (Luna llena de junio que alumbró tu sendero solitario). Perdida en la tristeza, despojada, fui consolada por las margaritas. Y aconteció el prodigio:

Mariela Arvelo

— 20 —

Crecieron las vertientes, retornaron los ríos, volvieron a su esencia los instantes de luz. ¡Ya tú habías ascendido a los montes sagrados! Íngrima en el desierto me has salvado. Y entrego mis plegarias a Jesús.

Pradera de los Astros

— 21 —

Devocionario ¡Oh mi Señor! Yo encuentro estancias escogidas de tu cielo en el perfume de la tarde. Los rosales y lirios que creaste rezan las oraciones de los vientos. Pájaros y palomas de los campos eternizan sus vuelos sobre los manantiales de tus prodigios. ¡Oh mi Señor! Yo encuentro marcas de tus pisadas en el río, y me aferro de ellas, para pedirte misericordia. ¿Qué puedo yo entregarte, Señor mío, cuando Tú lo llamaste, sin decirme nada, sin anunciarme su partida hacia esferas distintas y lejanas?

Mariela Arvelo

— 22 —

Luna llena de junio. La llevo aquí conmigo, entre mis manos, y te la ofrezco como testimonio. Ya Tú lo has pregonado en aldeas de tu nombre: Que su espíritu puro es un diamante inacabado que tallarás Tú mismo, hasta volverlo sol de los veranos. Pero ahora, Señor, entre los labradores que rezan oraciones del sembrado, vengo a rogarte que no lo abandones, que lo lleves contigo por el mismo sendero de tus pasos sagrados; que cubras sus sandalias con arena bendita de los profetas y los pescadores; que alumbres su camino con las mismas promesas de tu voz. Paso en silencio a solas, con los ojos cansados. Callan cantos del mundo y vuelve la penumbra.

Pradera de los Astros

— 23 —

La vida se organiza en una sola sombra. Las estrellas se apagan; y me quedo dormida, temblorosa, arropada en el duelo del pobre corazón. 17 de junio

Pradera de los Astros

— 25 —

Puesta de Sol Escúchame, Alejandro, en la puesta de sol de este verano aparecen incendios del crepúsculo. Tú sabes alinearlos de mayor a menor, para que las gaviotas y las garzas no vayan a quemarse con tan inesperados resplandores: Tantos violetas y amarillos, tantos rosados y naranjas, ¡Tantas franjas radiantes de fuego vespertino! Eliges sinfonías de contrastes intensos; compones melodías de violines purísimos y de las flautas tristes que se oyen en la brisa. La tarde se embellece con música celeste.

Mariela Arvelo

— 26 —

Ángeles del crepúsculo agitan campanillas sobre la inmensidad. Y en la puesta de sol de este verano el Señor me bendice, con el instante de tu sonrisa.

Pradera de los Astros

— 27 —

La Cruz y el Relicario Hoy nos iremos juntos hacia los resplandores del verano. Fíjate como junio cuida las clavellinas que han venido naciendo en la colina, para que caminemos por el campo. (¡No más lágrimas! digo El dolor adormece los sentidos, hasta dejarme hecha de polvo. El dolor se agiganta, se hunde en lo más hondo, donde brota más llanto; libera mi conciencia de pecados y me deja morir). ¡Vámonos, hijo mío, el camino está cerca! El sendero de pinos y duraznos, camino de esperanza, por donde nos marchamos con los ojos dispuestos a cubrirlo todo.

Mariela Arvelo

— 28 —

¡Señálame tú el rumbo! Dime cuántos jilgueros deben levantar vuelo esta mañana. Dime cuántas montañas debo seguir subiendo para hallarte; cuántas nuevas tristezas deben ser arrancadas del corazón… Hoy todo se ha cumplido. Todo se ha terminado. Hoy quiero regalarte el Relicario de mis días floridos y la Cruz de mi infancia, que ha de llevarte al Cielo mi bendición. 25 de junio

Pradera de los Astros

— 29 —

Sol naciente Eres el sol naciente que vigila la llegada del alba. El que restaura la alegría, la música, la vida, y da su claridad al horizonte. El que atraviesa el cielo, con el canto del viento y alienta la faena de los pescadores. El que inicia su vuelo sobre las rocas de los altos cerros, y luego se levanta hasta el trono de Dios. Eres el sol naciente que alimenta los valles del verano y la jornada del labriego que te ama y bendice. Eres sol de los árboles dorados, el sol de las gacelas y venados y de fieras silvestres que renacen entre las hojas de la floresta.

Mariela Arvelo

— 30 —

Eres el sol naciente que me espera para alumbrar la fiesta de las flores que recién han nacido. Eres el sol naciente que regresa para trazar el rumbo de las aguas y de estrellas tempranas a la vera del río. Eres el sol naciente de los gallos que pregonan el alba. Eres Sol Alejandro. Sol naciente hijo mío. 25 de junio

Pradera de los Astros

— 31 —

Jardín del Limonero Sigue llegando la media noche agotadora y triste. Sigue llegando la madrugada, con cada uno de sus instantes que duelen como espinas en el pecho. Y yo espero en silencio, con los ojos callados de tanto llorar. La noche no termina, sino que se prolonga y me domina hasta que te hablo quedamente. Pero tú no despiertas… ¡Levántate, Alejandro! ¡Oremos a la Virgen de la Campiña para que nos devuelva los recuerdos! Mira la cuna de madera blanca. Oye los versos que yo te leía cuando tú me llamabas y después te dormías en mis brazos.

Mariela Arvelo

— 32 —

Entremos a la casa de los abrazos, a la fiesta de sol de tu alegría, a los días de vaqueros y caballos, indios apaches legendarios, que lanzaban sus flechas en el salón de las visitas. ¡Ahí van los mosqueteros blandiendo sus espadas! Y la pequeña reina, con vestido escarlata prefiere resguardarse tras la verja… ¡Levántate Alejandro! Vuelve para jugar con tus hermanos que te están esperando en el jardín del limonero, donde viven piratas y princesas. Volvamos a la escuela. Llévame a conocer tus primeros amores, el primer desengaño, el primer desafío. Llévame a conocer los paisajes secretos de la fantasía,

Pradera de los Astros

— 33 —

los primeros proyectos, cuando la luz del día te encontraba risueño, construyendo tus sueños y empezando a vivir. La noche se ilumina cuando te hablo Alejandro. Pero tú no despiertas.

Pradera de los Astros

— 35 —

Pájaro azul Amaneces en mí como la brisa que me refresca; como el pájaro azul que viene a darme aliento, cuando ve mi tristeza en la mañana. Amaneces en mí, pequeño mío, como el amor que encierro entre mis manos, para buscar con ellas la esperanza. No es posible pensar que ya te has ido. Permaneces de sol y de llovizna en esta soledad de mi ventana. Permaneces de nube, y de fragancias nuevas. Es el pájaro azul de mi tristeza donde guardas el alma.

Pradera de los Astros

— 37 —

Carta a mi Hijo Alejandro. 26 de junio, 09

Hace un mes me escribiste la última carta. Palomas mensajeras vinieron a traerla, y la guardé en un cofre lleno de flores.

Deseaba estar contigo porque sentía que me

necesitabas. Deseaba protegerte como cuando eras sólo mi niño pequeño que se acunaba en mi regazo.

Me inquietó la lectura de esa página. Te

sentí solo y triste, como jamás habías estado. Una sombra venía en esa carta. Una amargu-ra desconocida me hizo estremecer.

Era tanto el deseo de acudir a tu lado, que

mis brazos se abrieron, deseando ser un pájaro, y le pedí a Jesús que me llevara junto a ti.

No te quejabas ni pedías consejo. Nada más

me contabas. Existían problemas, pero tú esta-bas optimista, esperanzado… Enfrentarías los contratiempos y los resolverías, como siempre

Mariela Arvelo

— 38 —

habías hecho. Pero disimulabas, sin darte cuen-ta. Yo sí me daba cuenta.

Nunca quisiste darme sufrimiento; siempre

quisiste hacerme feliz. Y sin embargo, percibí la sombra de malos augurios que no podía identificar. Estaba allí, muy cerca, rodeándote los pasos, y se cruzaba en tu camino.

Ocultas entre líneas, entre letras dispersas,

percibí algunas frases de desaliento. Aunque me lo negabas, estabas abatido.

Después vino el silencio.

Hoy te escribo esta carta, hijo querido, a veinte días de tu partida a la pradera de los astros, donde Dios te ha llamado. Quiero que la recibas y la leas y recuerdes que te amo inmen-samente, y que sigues aquí, y vivirás conmigo eternamente, en el cofre de flores de tu carta, donde ha quedado mi corazón.

Pradera de los Astros

— 39 —

El Huerto Tardes de margaritas me invitan a tu encuentro. Caminamos de prisa pues ya los horizontes se han abierto para un nuevo espectáculo de soles. El olor a mastranto y hierbabuena nos indica el camino de la siembra, de los rebaños y pastores, hacia los huertos del verano. Levantas en los brazos un cesto de duraznos y me das el regalo para verme feliz. Me ofreces mandarinas, manzanitas del campo. Me ofreces pan de azúcar y pasteles de miel.

Mariela Arvelo

— 40 —

Tardes de margaritas me invitan a tu encuentro. Nos sentimos dichosos y junto a los pastores celebramos las bendiciones de este huerto.

Pradera de los Astros

— 41 —

Brisa de la Montaña Se me borran los ojos sin mirarte. La lluvia los disuelve, los deja reducidos a migajas que se deshacen en la niebla. ¿Será que he de morir en este duelo que llevo dentro? ¿Será que he de quedarme hundida para siempre en la penumbra? Pero surges del Sol y me levantas. Y me lavas el rostro con el agua bendita de la dorada fuente. Vuelven entonces los amores a mis aldeas vacías, a mis chozas calladas, a mis años perdidos, a mi rosa olvidada, que no tenía deseos de vivir.

Mariela Arvelo

— 42 —

Y nos marchamos juntos, Alejandro, como los personajes de viejas historias, para llevarle aliento a los caídos, a los menesterosos, a los encadenados, a los que ya perdieron toda la esperanza. Vienes como la brisa de la montaña. Tocas los instrumentos más antiguos en los albergues y los caseríos, y la gente vencida se hace triunfadora, y la gente que llora, que se estremece de abatimiento, se regocija y se levanta. Doy gracias a Jesús por la dorada fuente de agua pura, por la rosa de amor y la ternura, por la brisa que baja de la montaña.

Pradera de los Astros

— 43 —

Caminante Junio borra sus páginas con un signo sombrío. Remolino de gris bajo tus párpados cuando despierta el mundo y tú sigues dormido. ¡Es hora de partir! ¡Vayamos juntos! Llévame a conocer lejanos siglos, alumbrados por ángeles. Decide tú el camino, caminante. ¡Señala tú el camino! Yo volveré cargada de esperanza, la que tú me entregaste entre el valle y el río, en la sombra tranquila del más puro cariño.

Mariela Arvelo

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Yo contaré tu historia, caminante, para que la conozcan las esferas radiantes, las hadas encantadas y tus niñas. Junio enciende sus aves en honor a la vida, caminante, en honor a la vida.

Pradera de los Astros

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He venido He venido a secar gotas de mar que nacen en mis ojos. He venido a cubrirme con el velo ritual de las novicias. He venido a callar, a sentarme en la arena, ante lo incomprensible. He venido, hijo mío, a quedarme contigo en las costas azules que estrenamos una tarde lejana. He venido a encontrarte entre los labradores de la tierra, y músicos errantes, que amanecen cantándole a la Virgen. He venido a encontrarte con los encantadores de sirenas, que te recuerdan y te nombran, en melodía sublime,

Mariela Arvelo

— 46 —

que se escucha y se extiende entre las olas. He venido a entender lo que me dices, bajo el silencio de la luna, cuando callan los truenos, para escuchar tu voz. He venido a quedarme en tu esperanza, con ángeles del bien que te acompañan y las aves de nácar, en las costas abiertas que han de llevarte mi bendición. Domingo 28 de junio

Pradera de los Astros

— 47 —

Árbol que nunca muere Árbol que nunca muere, eso eres tú. Han podado tus ramas, tu tallo, tus raíces, y sin embargo creces, vigoroso, como la espiga de buena esperanza. Árbol que nunca muere, que prodiga su sombra redentora, para los que llegamos fatigados, los que venimos cabizbajos, después de la faena del desierto. Árbol de buenas nuevas eres tú, en la dorada luz de los retoños, olorosos a frutas y jazmines. Árbol de vida eterna. Eso eres tú, Alejandro, en el altar de rosas que florece, como la estrella de buena esperanza.

Pradera de los Astros

— 49 —

Viajero Era el puerto. En el barco apareces con un manto ligero. Los navegantes despedían a sus seres queridos que les decían adiós. Tú estabas entre ellos, un viajero risueño, que me miraba sin tristeza. Nos tocamos los dedos, sonreías; hacíamos un esfuerzo, con los dos brazos extendidos, por mantener nuestras manos unidas. Pero la nave comenzó a moverse. Te alejabas. “¡Yo no quiero que llores!”- me dijiste- Ahora debo marcharme… Contigo estaré siempre, en la pradera de la eternidad…”

Mariela Arvelo

— 50 —

Sonreías de nuevo como el muchacho bueno que siempre fuiste. Levantaste la mano y me dijiste adiós. El barco había partido. El puerto quedó solo. Únicamente yo permanecía, llena de tu presencia de tu mano extendida y de tu voz.

Pradera de los Astros

— 51 —

Nube de Oro Amaneció lloviendo en el remanso. Yo quisiera que vieras, hijo mío, una nube de oro que se quedó en el centro de mi patio. Yo quisiera que vieras cómo se congregaron los colores, debajo de la nube en un intento por decirme algo… …Que darás nueva vida a la naturaleza que te espera, prados de tierna hierba, vergeles y colinas en las rutas sagradas de los campos Los más pequeños seres, hormigas y libélulas, abejas y cocuyos tocan cristales de mi puerta, en el afán de consolarme.

Mariela Arvelo

— 52 —

Ellos te conocían, reconocían tu canto incomparable, tus escalas crecientes en brisa de mar, tus arpegios creados con las modulaciones campesinas, que saben de la vida y de la muerte. Estoy sentada a solas, hijo mío, estoy llorando a solas en el centro del patio, bajo la luz que de ti viene, que nace y se detiene en la nube de oro del remanso. 30 de junio

Pradera de los Astros

— 53 —

La Fuente Yo quisiera entregarte el corazón esta mañana. Yo quisiera ofrecerte gajos de mandarina, dulces de leche y miel, y una fuente encantada, en lo más alto de la colina, para que vengas a encontrarme. Yo quisiera, hijo mío, rescatar el espacio que perdimos, para atarlo en el tiempo, hasta hacerlo pradera de menudas flores, y verte corretear en mis jardines. Yo quisiera quitarte la rosa escarlata que pudiste arrancarle a la fortuna,

Mariela Arvelo

— 54 —

cuando supiste que te marcharías, cuando supiste que me dejarías en la fuente encantada bajo la luna. 1 de julio

Pradera de los Astros

— 55 —

Tus Cenizas Caravana de lentos carruajes; brisa temprana del amanecer. Caravana de amigos queridos, de canciones y lirios, para entonar las melodías que habías compuesto en ese mismo sitio, inspirado en la paz y la belleza. Tus cenizas son vida. Adelante tu esposa y tus tres hijas. Alexandra custodia la copa, mientras Gaby y Andrea, leen las palabras de despedida. Tus cenizas llegaban al borde del lago, como lo habías deseado, ellas se dispersaban en el viento, caían sobre el agua, y se iban deslizando hasta perderse. El viento ya te conocía, el agua ya te conocía las flores y las piedras,

Mariela Arvelo

— 56 —

las ardillas del bosque, el monte, la vereda y la arboleda del verano recogieron tu esencia, tu materia, para guardarla y recibirla como noble tesoro, el regalo de Dios. Ahora eres signo de la Naturaleza. desde hoy, hijo mío, perteneces al tiempo que no cesa y que nunca termina. Cada mínimo extracto de tus cenizas será parque extendido para las correrías de los niños; una cascada blanca, un nido entre la fronda. Cada fragmento de tus cenizas será franja de sol del universo que empieza a formarse a partir de tu espíritu.

Pradera de los Astros

— 57 —

Con la flor Alejandro, la raíz Alejandro, en el trino Alejandro, en el río Alejandro, el follaje Alejandro, en la tierra Alejandro, el camino Alejandro, la frescura Alejandro, las aves Alejandro, el paisaje Alejandro, los niños Alejandro, tus niñas Alejandro. A la orilla del lago la mañana de estío, se empezaron a alzar las mariposas empezaron a abrirse las violetas, y los helechos y campánulas, iniciaron su ciclo en el espacio. Tus cenizas se unieron a canciones de ángeles, a cantos que vinieron de muy lejos, desde la casa de tus padres, de tus abuelos y tus bisabuelos y permanecen en la fronda, en la selva infinita, en la ruta del sueño.

Mariela Arvelo

— 58 —

Tus cenizas abrieron surcos sagrados a los manantiales. Tus cenizas se unieron a la siembra de Dios, al alma de los lirios, a la vida del río, al ciclo de los vientos. Y yo miro extasiada tu comienzo de soles tu comienzo Alejandro tu comienzo de Cielo. 5 de julio

Pradera de los Astros

— 59 —

Ceremonia Nadie quiso privarse de tu cercanía. Y por eso vinieron, de los lugares más inesperados; de laderas erguidas, de cerros empinados, de púrpuras montañas, de vergeles floridos, para brindarte compañía a la orilla del lago. Los niños de la escuela, los poetas del barrio, los compañeros de tus melodías, músicos y hortelanos artistas y profetas vinieron a rendirte su tributo. Alejandro, hijo mío, se confirma en el Cielo una esperanza redentora. Se confirma en el Cielo la primera plegaria pronunciada, las gotas de cristal sobre tu frente…

Mariela Arvelo

— 60 —

El agua santa. El instante supremo de la ceremonia que habrá de convertirte en nuevo apóstol de Jesús. Y serás siembra buena sobre los campos, esperanza extendida en bondad infinita de la cruz. Brillan las intemperies del verano, cuando el Señor te indica el rumbo, y se retiran juntos, Alejandro, por transparencias de la luz.

Pradera de los Astros

— 61 —

¡Salve por ti, Hijo mío! Me acompaña tu espíritu, tu aliento de esperanza, y no voy a rendirme ante este desconsuelo, que quiere aniquilarme cuando llega la noche. Me has ayudado a levantarme y comprendo que no te has marchado, que te encuentras altivo y cercano, en la brisa y el sol de mi camino. La muerte se ha apagado, se ha rendido. Ha vencido la fe que has encontrado en la pradera de los astros, donde se oye tu voz. ¡Salve por ti, hijo mío! ¡Salve a ti y a tu nombre! ¡Salve por tu memoria bendecida por siempre, por siempre recibida en la villa de Dios!

Pradera de los Astros

— 63 —

Le he pedido al Señor Le he pedido al Señor que no vaya a ocultarte de mis ojos, que te deje venir a consolarme cuando la luna caiga entre las piedras. Le he pedido al Señor que no te lleve lejos, que te aloje en el Cielo más cercano, donde yo pueda verte, cada vez que se enciendan las luciérnagas. Le he pedido al Señor que te de la palabra, que me hables, que permita tu voz junto a mis penas, que permita tu acento en el centro del mundo, para que nadie, nunca, desfallezca. Le he pedido al Señor que pronto vengas al palacio de amor que te he guardado, a este panal de miel que he conquistado, para que estés conmigo en la tristeza.

Pradera de los Astros

— 65 —

Treinta Días ¡Treinta días han pasado! ¿Puede medir el tiempo este dolor profundo? Cada cuchillo que se clava dentro y no me deja respirar. ¿Puede medirlo el tiempo? El corazón presiente que perdió su rumbo, que extravió su camino que borró su destino solitario y ya no quiere latir más. El corazón decide detener su vuelo. Como pájaro herido cae y se fragmenta. Quedan sólo migajas entre las hojas. Pero él viene a salvarme. Mi hijo me levanta, me llena de coraje, de entereza,

Mariela Arvelo

— 66 —

permanece conmigo se levanta conmigo, y me invita de nuevo a vivir. 6 de julio

Pradera de los Astros

— 67 —

Madera quemada A veces siento que me desintegro, que me he desintegrado, que yo soy polvo y madera quemada, que soy ceniza como tú. Que mis cenizas viajan a un lado de las tuyas, en las aguas del lago tan apartado en el olvido. A veces siento que no existo, que no tengo lugar en este mundo, que la tristeza lo consume todo, sin ofrecerme un minuto de aliento. A veces siento que la vida se quedó detenida en un instante de infortunio, para dejarle el paso abierto a mi dolor sin esperanza. 10 de julio

Pradera de los Astros

— 69 —

Tu Recuerdo He recogido clavelitos rojos para llevarlos junto a tu recuerdo; para anidarlos en el pecho, donde ya te he guardado como el más adorado de mis tesoros. He recogido espigas del estero, ciruelas y duraznos perfumados, campanillas azules, rosas de oro, y las he colocado en el cielo sagrado que bendijo tu nombre y tu recuerdo.

Pradera de los Astros

— 71 —

Dulce Oración Se me viene el derrumbe como un volcán crecido, que me empuja la espalda, atropellándome, golpeándome las sienes, y me lanza al vacío. Me quedo sin conciencia, desvalida, con los ojos abiertos, el corazón vencido, aniquilado de tanto dolor. Se me viene el derrumbe para hundirme para quitarme el pensamiento, deshaciéndome, para arrancarme el primer cielo que nació de mi nombre. ¿Cuánto tiempo duró mi agonía? ¿Por cuánto tiempo estuve muerta, en la presencia de los antepasados? ¿Cuánto tiempo tardaste en volver?

Mariela Arvelo

— 72 —

Después de la tormenta regresamos tranquilos, hijo mío. El primer cielo regresó conmigo, para sanar mis amarguras, para volverme a la ternura, en la dulce oración de tu palabra.

Pradera de los Astros

— 73 —

Altar que llevo dentro El corazón ya no me alcanza para tanta penumbra que he guardado, para tantos rosarios de silencio. Y por eso me quedo, arrodillada ante el recuerdo, esperando la brisa que vienes a darme. ¿Tú quieres, hijo mío, que te confiese cuánto te he extrañado? ¿Quieres tú que te cuente las veces que he corrido hacia los bosques y hacia los riscos empinados que se eternizan en la montaña? ¿Tú quieres que te nombre los ríos crecidos que he cruzado los desiertos de sal que he recorrido para seguir tu huella?

Mariela Arvelo

— 74 —

Y te consigo al fin en la pradera de los astros, apóstol de Jesús, gloria de luz, en el altar que llevo dentro.

Pradera de los Astros

— 75 —

Espejismo Espejismo de árboles atraviesa el espacio, cuando Dios se encamina hacia el bosque infinito que ha creado. Espejismo de fuentes que se levantan. Madrigales antiguos y olvidados. Profetas que han partido sin contarme nada, sin escucharme ni decirme adiós. Espejismo el recuerdo que nunca muere. Tu presencia bendita alojada en la lluvia. Espejismo en la luna llena de árboles. Espejismo en tu voz. Es tu voz que se ha ido y se queda extendida entre los resplandores de la tarde.

Pradera de los Astros

— 77 —

Río Tocuyo Me han llevado al lugar que tú escogiste para fijar tu esencia en el recuerdo. Para que tus anhelos regresaran a las aguas del río que conoció la estirpe del abuelo. Y estuve en esa piedra un día domingo, en la roca y el musgo que te vieron junto a tus tres hermanos, tan queridos, durante la mañana del afecto. Yo caminé descalza junto al río, me arrodillé en la piedra del recuerdo y prometí a la brisa que traería este manojo de gardenias mías hasta el agua apacible del riachuelo. Y juré contemplarlas en la orilla, cuando guardara el río sus reflejos, corriendo aguas abajo con la espuma entre los remolinos y los vientos.

Mariela Arvelo

— 78 —

¡Sigue marcando rumbos, hijo mío! En veredas del agua estás viviendo, cuando te vuelves río de los campos, en la sagrada gloria de los cielos. 11 de julio

Pradera de los Astros

— 79 —

Duelo Este cielo tan gris se desvanece cuando vuelvo a mirarlo. Me recuerda parajes que siempre fueron desgraciados; me recuerda el paisaje desolado cuando saliste de la casa y me dijiste adiós. Este duelo de gris lo llevo dentro, hasta mis venas y mis huesos, hasta la más amarga pesadumbre que me cierra los pasos sin un aliento de misericordia. Hoy me entrego al vacío en las horas eternas de este duelo. Ya no he de conseguir aves azules ni ventanas abiertas ni balcones floridos, hasta que no renazca el dulce alivio en mi vencido corazón.

Pradera de los Astros

— 81 —

Palabras El tesoro de Dios me pertenece cuando yo te retengo en la memoria. Es la vida sin ti. Pero tus ojos luminosos me defienden del mundo, y sigues en mi historia hasta el fin de los siglos. Es la vida sin ti. Pero regresas, en las claras promesas del verano, en la simple verdad del universo y en las pobres palabras que te escribo.

Pradera de los Astros

— 83 —

Pájaros encantados Pájaros encantados van sembrando luceros cuando llevan tu espíritu a la pradera de los astros. Pájaros encantados reconocen el centro de universos dorados, por donde tú transitas sin detenerte. No conocías aún el imperio de luces que se abría a tu paso. No conocías aún la voluntad final de Jesucristo, cuando vino a llamarte para que lo siguieras junto los otros elegidos. Pájaros encantados van sembrando rocío.

Pradera de los Astros

— 85 —

Gaviotas Esperanza del mar son las gaviotas que refrescan el brillo de la tarde. ¿Puedes acaso verlas? ¿Puedes reconocer plumas de nácar como si fueran perlas? Y este lirio del campo que nos brinda su encanto ¿Lo recuerdas? Amaneció la luz cuando llegaste al Cielo y escogiste luceros para las tres niñas que todavía no vuelven del desamparo. Amaneció la luz cuando escogiste los colores radiantes de las rosas celestes. Amaneció la luz cuando mostraste cometas encendidos, claveles esparcidos en el final del universo.

Mariela Arvelo

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Esperanza del mar son las gaviotas. ¿Puedes verme, hijo mío? ¿Puedes acaso oírme en el instante de este verso?

Pradera de los Astros

— 87 —

Perteneces Perteneces al árbol de la buenaventura, a la savia que nutre los naranjos, a la raíz de hierba buena, a semilla sembrada por la mano de Dios. Perteneces al cielo de lejanas comarcas donde las aves y las nubes anhelan tu presencia, porque de ti viene la aurora. Perteneces al bosque de animales silvestres, de los jaguares de manchas oscuras y los leopardos vespertinos que cuidan nuestros pasos. Perteneces al campo de los frutos maduros, a las ciruelas y los tamarindos, al manantial purísimo que los sustenta, a la fuente de plata que los hace crecer sobre la brisa perfumada.

Mariela Arvelo

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Perteneces al tiempo de los ríos profundos, los que guardan estrellas entre las piedras y las ofrecen a los niños que se quedaron sin la claridad. Perteneces al soplo de la gloria infinita. Perteneces al oro de la profecía, cuando tú repetías oraciones del mar. 28 de julio

Pradera de los Astros

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En Estela de Brisa Vuelven los vendavales del otoño con desafiante poderío. Vuelve fuego prendido en fogonazos del relámpago. Vuelven truenos temibles que aturden la penumbra del caserío, y se estremece el mundo con la fuerza de Dios. Pero regresas tú. Acaricias mi frente, alivias mis quebrantos; vienes como los ángeles de los cuentos antiguos que bendicen la lluvia de la tarde. Me salvas del volcán que se avecina, sanas con tu sonrisa mis sollozos, y me llevas contigo, en estela de brisa hacia la claridad que te circunda.

Pradera de los Astros

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Vuelves Vuelves en cada resplandor, como si la ventisca no pudiera alejarte de las palmeras de mi patio. Vuelves en el momento de las aguas benditas, las que deja la lluvia en el cristal de mi ventana, y me invita a salir a visitar iglesias y jardines, hasta verte llegar. Vuelves entre los pájaros de los días eternos; vuelves en la alegría que encontré en la tarde, en las gotas de sol que ahora se encuentran entretejidas en tu nombre. Vuelves en los chubascos, entre luces y sombras que me da la vida, en este recorrido hacia la eternidad que he comenzado a transitar contigo.

Pradera de los Astros

— 93 —

¿Qué sucedió, Hijo mío? Me quedé de mentira, de palabras inútiles y mudas, de corazón perdido en noche triste. Me quedé de penumbra, de versos no escuchados, porque nadie ha venido a rescatarlos. ¿Qué sucedió, hijo mío? ¿Por qué tanta premura en despedirte? ¿Por qué el afán de no esperarme en tu camino abierto hacia la redención? Me quedé de morirme, de sentirme ya muerta, de oscuridad y sombra, en mis brazos desnudos y desamparados, en mis labios desiertos. Pero siempre retornas, con Cristo en la mirada, como si nada hubiera sucedido.

Mariela Arvelo

— 94 —

Regresas a mi lado, me revives, me levantas del sueño en que me he hundido y me llevas contigo, hasta las extensiones del adiós.

Pradera de los Astros

— 95 —

Ora por mí Las páginas de Dios cuentan tu historia con letras que semejan hilos de oro, cristales de colores, rosas blancas y una espiga de trigo, para escribir con ella. Las páginas de Dios tienen grabadas las iniciales de tu nombre y Él puso en ellas todas las bondades, los atributos de los pescadores, porque quiso llamarte apóstol de Jesús. ¡Ora por mí, hijo mío! Tú que escuchas el coro de las canciones bellas, tú que estás en el centro de todas las virtudes… Y bendíceme tú, que has alcanzado en instante de luz, el templo inalterable de las estrellas. 5 de agosto

Pradera de los Astros

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Rosales de tus Niñas Vengo de los hallazgos, Alejandro. Vengo de conseguirte en el ocaso, entre los amarillos y naranjas, entrelazados en el horizonte. Vengo de recordarte entre los pájaros, en el paisaje de las nubes tristes, donde te refugiaste aquel instante, en tu ascenso de luz al Paraíso. Vengo de acompañarte desde lejos a la primera dimensión del mundo, la que marcó Jesús con sus sandalias y reflejó sus huellas, para que caminaras sobre ellas, sin extraviar el rumbo. Vengo de bendecirte entre los árboles, vengo para pedirte en este día que seas el jardinero venturoso, que cuide los rosales de tus niñas, y conduzcas sus pasos y sus sueños por abiertos senderos de la dicha.

Mariela Arvelo

— 98 —

Vengo de los hallazgos, Alejandro. Vengo de tu sonrisa. 6 de agosto

Pradera de los Astros

— 99 —

Lluvia de Estrellas Una lluvia de estrellas has traído hasta los limoneros de la casa, hasta el muro que encierra los amores y las promesas de los días felices. Una lluvia de estrellas has dejado sobre los lirios y los nomeolvides, para que recojamos en las manos los más inusitados resplandores. Una lluvia de estrellas, Alejandro, en el jardín de todos los cariños. Esta noche encantada me recuerda tu primera mirada hacia los cielos, tu primera aventura por el bosque florido. …En la lluvia de estrellas de aquel bosque florido extendimos las manos para recogerlas.

Mariela Arvelo

— 100 —

Y nos fuimos corriendo a sacarlas del río, niño mío… 13 de agosto (Anoche hubo lluvia de estrellas)

Pradera de los Astros

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Tristeza Esta tristeza paraliza, reduce los sentidos a la nada, los diluye en la nada y te quedas flotando en el vacío, perdida dentro de ti misma. Esta tristeza se eterniza, te destruye por dentro, te aprieta la garganta hasta callarte, hasta dejarte muda de dolor. No es fácil conseguir una mañana de sosiego, una sola mañana de cordura, cuando el corazón grita y te atormenta. No es fácil escribir estas palabras, si los dedos no entienden el mensaje, y se quedan distantes en el olvido. Esta tristeza martiriza y rompe tus entrañas; te pone de rodillas sobre los peñascos y te quita el aliento de seguir viviendo.

Mariela Arvelo

— 102 —

Esta tristeza se clava en las sienes. Te destrozan la frente sus espinas, y quedas hecha de mentira, un retazo de ti, una migaja de ti misma, que es arrastrada por el viento.

Pradera de los Astros

— 103 —

Abandono Tal vez será mejor cortar de un solo tajo la realidad, abandonar las fuentes de agua dulce, de agua cristalina, y refugiarme en el delirio. Será mejor hundirme en esa suerte de abandono donde los ojos ya no sirven y los sonidos se diluyen en el preludio de la muerte. Será mejor amanecer con otra identidad otro apellido, otra razón del universo, donde nada merezca la pena donde nada me importe y el corazón no sufra.

Mariela Arvelo

— 104 —

Será mejor desconocerme, irme vagando por el mundo, desterrarme del mundo refugiarme en la niebla, y perderme en la noche.

Pradera de los Astros

— 105 —

Hacia el Olvido Mejor hubiera sido que el corazón no me perteneciera y me hubiera quedado vacía por dentro. Mejor hubiera sido que un hachazo certero me cortara en pedazos y me librara de esta pesadumbre. Mejor hubiera sido que me arrancaran las entrañas, me quitaran los ojos y los párpados y me impidieran respirar. Mejor hubiera sido que me dejaran sin memoria sin pensamiento ni palabras, sin ideas ni nostalgia, sin llanto de esperanza y después me lanzaran hacia el olvido. 17 de agosto, 09

Pradera de los Astros

— 107 —

Beso en la Frente Alejandro, hijo mío, quiero que tú regreses a la vida; que Dios esté presente en mis plegarias y te deje venir aquí de nuevo hasta mi templo de buena esperanza. Quiero mirar tus ojos, conseguirte, darte en la frente el beso que me falta, e irme contigo a recorrer historias de aquellas alegrías que no vuelven. Quiero seguir diciendo que tú vives que unimos nuestras manos en la línea del tiempo. Que recibes esta ofrenda de amor que yo te entrego. Quiero que estés conmigo nuevamente; quiero que permanezcas a mi lado en esta bendición de los domingos, en este instante de ahora y siempre.

Mariela Arvelo

— 108 —

Quiero que me sonrías y me hables que te quedes muy cerca, niño mío, para abrazarte y bendecirte, hasta morir contigo.

Pradera de los Astros

— 109 —

Nuevo Reino

He sabido de ti en los montes más altos, donde el Cielo y el Sol te representan. He sabido de ti en los verdes intensos que se vuelven recuerdos a la orilla del mar. Te reconozco en campo de granados por donde vas descalzo sin mirarme. Aparecen entonces rosas blancas, y un horizonte de cristales marca el rumbo. Pertenece tu nombre al reflejo del agua. Alejandro en el pozo de la luna clara, Alejandro en los astros del firmamento. He sabido de ti en el huerto de Dios; entre los limoneros que has sembrado y llevan mi oración, mi pobre corazón, hasta la estrella de tu Nuevo Reino.

Pradera de los Astros

— 111 —

Índice

Esta Obra .............................................................................. 5

Introducción a la edición de 2014 .......................................... 7

Pradera de los Astros ............................................................ 8

Rosa blanca ..........................................................................11

Niño mío ..............................................................................13

Peregrino .............................................................................15

Villa celeste .........................................................................17

Plegarias ..............................................................................19

Devocionario .......................................................................21

Puesta de Sol .......................................................................25

La Cruz y el Relicario.............................................................27

Sol naciente .........................................................................29

Jardín del Limonero ..............................................................31

Pájaro azul ...........................................................................35

Carta a mi hijo Alejandro. .....................................................37

Mariela Arvelo

— 112 —

El Huerto ..............................................................................39

Brisa de la Montaña .............................................................41

Caminante ...........................................................................43

He venido ............................................................................45

Árbol que nunca muere ........................................................47

Viajero .................................................................................49

Nube de Oro ........................................................................51

La Fuente .............................................................................53

Tus Cenizas ..........................................................................55

Ceremonia ...........................................................................59

¡Salve por ti, Hijo mío! .........................................................61

Le he pedido al Señor ...........................................................63

Treinta Días .........................................................................65

Madera quemada ................................................................67

Tu Recuerdo .........................................................................69

Dulce Oración ......................................................................71

Altar que llevo dentro ..........................................................73

Espejismo ............................................................................75

Pradera de los Astros

— 113 —

Río Tocuyo ...........................................................................77

Duelo ...................................................................................79

Palabras ...............................................................................81

Pájaros encantados ..............................................................83

Gaviotas ..............................................................................85

Perteneces ...........................................................................87

En Estela de Brisa .................................................................89

Vuelves ................................................................................89

¿Qué sucedió, Hijo mío? .......................................................93

Ora por mí ...........................................................................95

Rosales de tus Niñas ............................................................97

Lluvia de Estrellas.................................................................99

Tristeza .............................................................................. 101

Abandono .......................................................................... 103

Hacia el Olvido ................................................................... 105

Beso en la Frente ............................................................... 107

Nuevo Reino ...................................................................... 109

Índice ................................................................................. 111

Mariela Arvelo nació en Caracas

y es Licenciada en Letras por la

Universidad Central de

Venezuela. Su obra literaria

comprende los siguientes títulos:

Vitrales, relatos (Mención de

Honor Premio Municipal de

Literatura 1976); El Trueno fue

una de mis Tumbas, novela,

1979; Akaida, una novela en

torno a los waraos (Mención de

Honor, Premio Municipal de

Literatura 1981); Orasimi, novela sobre los Yanomami (Premio

Municipal de Literatura 1982); Irena 1987, sobre los Barí. Con

esta novela cerró su trilogía indígena. M.A. es “Honorary Fellow

in Writing” por la Universidad de Iowa, USA y su obra ha sido

estudiada en diferentes instituciones de Venezuela y España.

En 2004, la autora publicó la novela Azahara y El Califa, la cual

se desarrolla en la España musulmana del siglo X, y en 2017

publicó, como el primero de sus ebooks, la continuación de esta

novela: La Sultana Aurora. En 2016 se publicó el libro de M.A.

El Caballero Andante y La Pluma de Oro, sobre el periodista

venezolano, Rafael Arévalo González. También en 2017, la

escritora publicó, igualmente en versión digital, su Cuaderno del

Adiós, poemas en prosa, relatos, reflexiones y cartas, y poco

después, Aquella Vez un Campo, primer poemario propiamente

dicho que publica. Pradera de los Astros, es el segundo poemario

publicado por M.A. Actualmente (2017), la escritora trabaja en

un libro de memorias sobre su padre, el poeta Alberto Arvelo

Torrealba.

La autora, junto a su esposo y su

hijo Alejandro. Los Ángeles, 1960