politika nº79 15 agosto 2014

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POLITIKA POLITIKA 1 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014) No escuchéis lo que dicen, Mirad lo que hacen Julio Cortázar, cronopio genial

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Julio Cortázar cronopio genial

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POLITIKAPOLITIKA 1Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

No escuchéis lo que dicen, Mirad lo que hacen

Julio Cortázar, cronopio genial

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POLITIKAPOLITIKA2 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

Esa es la frase que escuchamos cada vez que nos enfrentamos a un desastre suplementario. Parien-te del conocido “Es lo que hay…”. Símbolo de la resignación, de la impotencia, de nuestra calidad de víctimas, de nuestra condición de objetos sometidos a la voluntad del destino, o más bien a la volun-tad de quienes mangonean en los poderes legislativo y ejecutivo.La calidad de la educación es pé-sima, su costo es uno de los más caros del mundo… ¡Qué le vamos a hacer!Nuestro sistema de previsión es una estafa legal y nos condena a una vejez pobre e incierta… ¡Qué le vamos a hacer!El sistema bancario y los forajidos del crédito abusan de quienes vi-ven colgados de una tarjeta de crédito y de los pequeños empre-sarios… ¡Qué le vamos a hacer!Los servicios de salud no son dig-nos de seres humanos, la migra-ción de los recursos públicos hacia un sistema basado en el lucro es imparable… ¡Qué le vamos a ha-cer!Las transnacionales someten al país al pillaje de sus riquezas bási-cas, particularmente del Cobre… ¡Qué le vamos a hacer!

A 26 años del término de la dic-tadura vivimos bajo el imperio de una Constitución gestada en ple-na satrapía y conforme a sus inte-reses… ¡Qué le vamos a hacer!El miércoles 13 un incidente téc-nico en el Metro generó insopor-tables molestias a las gentes más modestas, esencialmente traba-jadores/as que pasan largas horas en los incómodos transportes ca-pitalinos para ir a ganarse la vida.Estos incidentes no son necesaria-mente previsibles, aún cuando se-ría conveniente examinar el com-portamiento de los servicios de mantenimiento del Metro, terce-rizados como conviene a la moda del lucro en todo. Sin embargo, en el marco del desastre de un Tran-santiago que no cesa de degra-darse –basta con ver cada día las decenas de vehículos averiados en las calles de Santiago– el incidente cobra visos de calamidad pública.La televisión entrevista a los pa-sajeros que esperan haciendo lar-gas filas –¡ hasta cinco cuadras¡ – para subir a un autobús “remedio de contingencia”, y el comentario más oído es siempre el mismo: ¡Qué le vamos a hacer!La verdad, es como para pregun-tarse… ¿Qué le vamos a hacer?

¡Qué le vamos a hacer!

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POLITIKAPOLITIKA 3Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

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a l Transantiago visto por

Paul Kirchner

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POLITIKAPOLITIKA4 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

Cuando Julio Cortázar murió de cáncer en febrero de 1984 a la edad de sesenta y nueve años, el diario ma-drileño El País lo saludó como uno de los más grandes escritores latinoamericanos y durante dos días publicó once páginas de homenajes, reminiscencias y despedi-das.

Aún cuando Cortázar había vivido en París desde 1951, visitó regularmente su Argentina natal hasta que fue oficialmente exilado a inicios de los años 1970 por la jun-ta argentina que había objetado varios de sus cuentos.

Con la victoria, el otoño pasado, del gobierno de Alfon-sín electo democráticamente, Cortázar pudo hacer una última visita a su país de origen. El ministro de la Cultura de Alfonsín decidió no ofrecerle un recibimiento oficial, temeroso de que sus puntos de vista políticos fuesen demasiado izquierdistas, sin embargo el escritor fue acogido como un héroe de regreso.

Una noche en Buenos Aires, al salir de un cine después de ver una película basada en la novela de Osvaldo So-riano “No habrá más pena ni olvido”, Cortázar y sus ami-gos se encontraron con una manifestación estudiantil que venía hacia ellos y que se dislocó al ver al escritor para amontonarse en torno a él. Como las librerías de los bulevares aun estaban abiertas, los estudiantes com-praron apresuradamente los libros de Cortázar para que él los firmara. Un kiosquero, disculpándose de no tener más libros de Cortázar, le presentó una novela de Carlos Fuentes para que lo autografiase.

Cortázar nació en Bruselas en 1914. Cuando su fami-lia regresó a Argentina después de la guerra, creció en Banfield, no lejos de Buenos Aires. Obtuvo un diploma de maestro y fue a trabajar en un pueblo de la provin-cia de Buenos Aires hasta los inicios de la década de los años 1940, mientras escribía para sí mismo. Uno de sus primeros cuentos en ser publicado, “La casa tomada”, que vino a él como un sueño, apareció en 1946 en una revista editada por Jorge Luis Borges.

No obstante, no fue sino hasta después de su mudanza a París, en 1951, que comenzó a publicar en serio. En Pa-rís trabajó como traductor e intérprete para la UNESCO y otras organizaciones. Los escritores que tradujo inclu-yen a Poe, Defoe y Marguerite Yourcenar. En 1963, su segunda novela “Rayuela” –sobre una búsqueda exis-tencial y metafísica de un argentino a través de la vida nocturna de París y Buenos Aires– estableció realmente el nombre de Cortázar.

Aun cuando es conocido sobre todo como un moderno maestro del cuento, las cuatro novelas de Cortázar de-mostraron una madura innovación de forma mientras, al mismo tiempo, exploran cuestiones básicas sobre el hombre en sociedad.

Estas incluyen Los Premios (1960), 62: Modelo para ar-mar (1968), basada en parte en su experiencia como in-térprete, y Libro de Manuel (1973), sobre el rapto de un diplomático latinoamericano.

Pero fueron los cuentos de Cortázar los que más direc-tamente reivindicaron su fascinación por lo fantástico. Su cuento más conocido fue la base para el film homó-nimo de Antonioni Blow-Up.

A la fecha han aparecido cinco colecciones de sus cuen-tos en inglés, y la más reciente es Queremos tanto a Glenda. Justo antes de su muerte fue publicado un dia-rio de viaje, Los autonautas de la cosmopista, en el que colaboró con su esposa Carol Dunlop durante un viaje de París a Marsella en una camping van.

Publicado simultáneamente en español y en francés, Cortázar le cedió todos los derechos de autor y los ro-yalties al gobierno Sandinista de Nicaragua; el libro de-vino desde entonces un éxito de ventas. También fueron publicadas dos colecciones póstumas de sus artículos políticos sobre Nicaragua y Argentina.

A lo largo de sus años de exilio en París Cortázar vivió en diferentes barrios. En la última década los royalties de sus libros le permitieron comprar su propio aparta-mento.

Éste, en el ático de un edificio situado en un área de co-mercios mayoristas y tiendas chinas, podía haber sido el escenario para uno de sus cuentos: espacioso, aunque atestado de libros, sus muros forrados con cuadros de sus amigos.

Cortázar era un hombre alto, 1,93 m, aunque más del-gado de lo que revelan sus fotos. Los meses anteriores a esta entrevista habían sido particularmente difíci-les para él, habida cuenta que su última esposa, Carol, treinta años más joven que él, había muerto reciente-mente de cáncer.

Además, sus extensos viajes, especialmente a Latinoa-mérica, obviamente lo habían dejado exhausto. Había estado en casa apenas una semana y estaba finalmente descansando en su silla favorita, fumando su pipa mien-tras hablaba.

InterviewsJulio Cortázar, The Art of Fiction No. 83

Entrevistado por Jason Weiss (1984)

Paris ReviewTraducción del inglés de Luis Casado

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POLITIKAPOLITIKA 5Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de ma-nera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva per-pendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables.

Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón.

Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan parti-cularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respi-rando lenta y regularmente.

Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo ex-cepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie an-tes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.)

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimiento hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácil-mente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se move-rá hasta el momento del descenso.

(Historias de Cronopios y de Famas)

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POLITIKAPOLITIKA6 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

ENTREVISTADOR

En algunos cuentos de su más re-ciente libro, Deshoras, lo fantástico parece invadir el mundo real más que nunca. ¿Ha Ud. sentido como si lo fantástico y lo corriente estuvie-sen deviniendo uno?

JULIO CORTÁZAR

Sí, en estos cuentos recientes tuve la sensación de que hay menos distan-cia entre lo que llamamos fantástico y lo que llamamos real. En mis cuen-tos anteriores la distancia era mayor porque lo fantástico era realmente fantástico, y algunas veces tocaba lo sobrenatural.

Desde luego, lo fantástico acepta metamorfosis; cambia. La noción de fantástico que teníamos en la época de las novelas góticas en Inglaterra, por ejemplo, no tiene nada que ver con nuestro concepto de hoy. Aho-ra reímos cuando leemos el Castle of Otranto de Horace Walpole –el fan-tasma vestido de blanco, los esque-letos que caminan haciendo ruido con sus cadenas. En estos días, mi noción de lo fantástico está más cer-cana a lo que llamamos realidad. Tal vez porque la realidad se aproxima a lo fantástico cada vez más.

ENTREVISTADOR

En los últimos años mucho de su tiempo ha sido invertido apoyando varias luchas de liberación en Amé-rica Latina. ¿Eso no le ha ayudado también a acercar lo real y lo fantás-tico, y a hacerle más serio?

CORTÁZAR

Bueno, no me gusta la idea de “se-rio”, porque no pienso ser serio, al menos no en el sentido en que uno habla de un hombre serio o una mu-jer seria. Pero en estos últimos años, mis esfuerzos relativos a ciertos re-gímenes latinoamericanos –Argen-tina, Chile, Uruguay, y ahora sobre todo Nicaragua– me han absorbido a tal punto que he usado lo fantás-tico en algunos cuentos para tratar estos temas, en un modo que es muy próximo a la realidad, en mi opinión.

De modo que me siento menos libre que antes. Esto es, hace treinta años escribía cosas que me venían a la ca-beza y las juzgaba sólo con un crite-rio estético. Ahora, aunque continúo juzgándolas con criterio estético, primero que nada porque soy un es-

critor, soy un escritor atormentado, muy preocupado por la situación en Latinoamérica; por consiguiente eso se desliza a menudo en mi escritura, en modo consciente o inconsciente. Pero a pesar de los cuentos con muy precisas referencias a cuestiones ideológicas y políticas, mis cuentos, en esencia no han cambiado. Siguen siendo cuentos sobre lo fantástico.

El problema para un escritor enga-gé (comprometido. N del T), como les llaman hoy, es seguir siendo un escritor. Si lo que escribe se trans-forma en simple literatura con un contenido político, puede ser muy mediocre. Eso es lo que le ha ocu-rrido a muchos escritores. De modo que la cuestión es el equilibrio. Para mí, lo que hago debe ser siempre li-teratura, lo mejor que puedo… para ir más allá de lo posible. Pero al mis-mo tiempo, tratando de ponerle una mezcla de realidad contemporánea. Y ese es un equilibrio difícil. En el cuento Deshoras sobre las ratas, “Sa-tarsa” –que es un episodio basado en la lucha contra las guerrillas argenti-nas– la tentación era la de quedarse pegado solo al nivel político.

ENTREVISTADOR

¿Cuál ha sido la respuesta a esos cuentos? ¿Hubo mucha diferencia en la respuesta que obtuvo de los litera-tos y la que provino de los políticos?

CORTÁZAR

Por supuesto. Los lectores burgueses en Latinoamérica que son indiferen-tes a lo político, o aquellos que se ali-nean con la derecha, en fin, ellos no se preocupan con las cuestiones que me preocupan a mí -los problemas de explotación, de opresión y otros. Esa gente lamenta que mis cuentos adquieran a menudo un giro político. A otros lectores, sobre todo los jóve-nes –que comparten mis sentimien-tos, mi necesidad de lucha, y que aman la literatura– les gustan esos cuentos. A los cubanos les gusta “Re-unión”. “Apocalipsis en Solentiname” es un cuento que los nicaragüenses leen y releen con mucho placer.

ENTREVISTADOR

¿Qué ha determinado su creciente compromiso político?

CORTÁZAR

Los militares en América Latina, son ellos los que me hacen trabajar más.

Si fuesen removidos, si hubiese un cambio, entonces podría descan-sar un poco y trabajar en poemas y cuentos que fuesen exclusivamente literarios. Pero son ellos los que me dan que hacer.

ENTREVISTADOR

Ud. ha dicho varias veces que, para Ud., la literatura es como un juego. ¿En que sentidos?

CORTÁZAR

Para mi, la literatura es una forma de juego. Pero siempre agregué que hay dos formas de juego: el futbol, por ejemplo, que es básicamente un jue-go, y luego juegos que son profundos y serios. Cuando los niños juegan, aunque se divierten, lo toman muy en serio. Eso es importante. Es tan serio para ellos ahora como será el amor dentro de diez años. Recuerdo cuando era un niño y mis padres de-cían “Ya está bueno, ya jugaste bas-tante, ahora ven a bañarte”. Yo en-contraba eso completamente idiota, porque, para mí, el baño era una ton-tera. No tenía ninguna importancia, mientras que jugar con mis amigos era algo serio. La literatura es como eso, es un juego, pero uno en el que podemos poner la vida. Uno puede hacer cualquier cosa por ese juego.

ENTREVISTADOR

¿Cuándo se interesó Ud. por lo fan-tástico? ¿Cuándo era muy joven?

CORTÁZAR

Empezó en mi niñez. La mayor parte de mis compañeros de curso no te-nían el sentido de lo fantástico. To-maban las cosas como eran… esto es una planta, esto es un sillón. Pero para mí, las cosas no estaban tan bien definidas. Mi madre, que aun vive y es una mujer muy imaginati-va, me estimuló. En ves de decir “No, no, tienes que ser serio”, le gustaba que yo fuese imaginativo; cuando me giré hacia el mundo de lo fantás-tico me ayudó dándome libros a leer. Leí a Edgar Allan Poe por primera vez cuando tenía sólo nueve años. Robé el libro para leerlo, porque mi madre no quería que lo leyese; ella pensaba que era demasiado joven y tenía razón. El libro me aterró y estu-ve enfermo durante tres meses, por-que creí en él… dur comme fer (creer ciegamente. N del T) como dicen los franceses. Para mí, lo fantástico era perfectamente natural; no tenía nin

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guna duda. Así eran las cosas. Cuan-do le pasé ese tipo de libros a mis amigos decían “No, no, prefiero leer novelas de cowboy”. Los cowboys eran muy populares en ese tiempo. Yo no lo entendía. Prefería el mundo de lo sobrenatural, de lo fantástico.

ENTREVISTADOR

Cuando Ud. tradujo las obras com-pletas de Poe años más tarde, ¿des-cubrió cosas nuevas para Ud. en esa lectura tan cercana?

CORTÁZAR

Muchas, muchas cosas. Exploré su lenguaje, que es criticado por los in-gleses y los americanos porque lo en-cuentran demasiado barroco. Como no soy no inglés ni americano, lo vi con otra perspectiva.

Sé que hay aspectos que han enve-jecido, que son exagerados, pero eso no significa nada comparado con su genio. Escribir, en esos tiempos, “La caída de la casa de Usher” o “Ligeia”, o “Berenice”, o “El gato negro”, cual-quiera de ellos muestra un verdadero genio para lo fantástico y lo sobrena-tural. Ayer, visité a un amigo en la ca-lle Edgar Allan Poe. Hay una placa en la calle que dice, “Edgar Poe, escritor inglés”. ¡No era inglés! ¡Tenemos que cambiarlo, tenemos que protestar!

ENTREVISTADOR

En sus escritos, además de lo fantás-tico hay real calor y afección por sus personajes.

CORTÁZAR

Cuando mis personajes son niños y adolescentes, tengo mucha ternura para ellos. Pienso que están muy vi-vos en mis novelas y en mis cuentos; Los trato con mucho amor. Cuando escribo un cuento donde el persona-je es un adolescente, soy el adoles-cente mientras estoy escribiéndolo. Con los personajes adultos es otra cosa.

ENTREVISTADOR

¿Están muchos de sus personajes ba-sados en gente que ha conocido?

CORTÁZAR

No diría muchos, pero hay unos po-cos. Muy a menudo hay personajes que son una mezcla de dos o tres personas. Compuse un personaje fe-menino, por ejemplo, de dos mujeres que conocí. Eso le da al personaje en el cuento o el libro una personalidad que es más compleja, más difícil.

ENTREVISTADOR

¿Quiere Ud. decir que cuando siente la necesidad de espesar un persona-je, combina dos en uno?

CORTÁZAR

Las cosas no funcionan así. Son los personajes los que me dirigen. Esto es, veo un personaje, está ahí, y re-conozco a alguien que conocí, u oca-sionalmente dos que están un poco mezclados, pero luego eso para ahí. Enseguida, el personaje actúa por sí mismo. Dice cosas… Nunca sé qué

es lo que alguno de ellos va a decir cuando estoy escribiendo diálogos. Realmente, ellos deciden. Yo, yo es-toy apenas dactilografiando lo que están diciendo. A veces lanzo una carcajada, o descarto una página y digo, “Ahí, ahí Uds. están diciendo tonterías. Fuera!” Y pongo otra hoja y recomienzo una y otra vez con su diálogo.

ENTREVISTADOR

Entonces, ¿no son los personajes que ha conocido los que lo impulsan a escribir?

CORTÁZAR

No, de ningún modo. Frecuente-mente, tengo una idea para un cuen-to, pero aún no hay ningún persona-je. Voy a tener una extraña idea: algo va a ocurrir en una casa en el campo, veo… soy muy visual cuando escribo, lo veo todo, veo cada cosa. De modo que veo esta casa en el campo y de repente, abruptamente, comienzo a situar los personajes.

En ese punto, uno de los personajes podría ser alguien que conocí. Pero no es seguro. Al final, la mayor par-te de los personajes son inventados. También, desde luego, estoy yo. En Rayuela, hay varias referencias auto-biográficas en el personaje de Olivei-ra. No soy yo, pero hay mucho que proviene de mis primeros días de bo-hemia en París. Pero los lectores que lean Oliveira como Cortázar en París estarían equivocados. No, no, yo fui muy diferente.

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INSTRUCCIONES PARA CANTAR

Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese.

Cante una sola nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho des-pués) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor de pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo.

Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.

(Historias de Cronopios y de Famas)

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POLITIKAPOLITIKA8 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

ENTREVISTADOR

¿Esto es porque no desea que su escritura sea autobio-gráfica?

CORTÁZAR

No me gusta la autobiografía. Nunca escribiré mis me-morias. Me interesan las autobiografías de los otros, des-de luego, pero no la mía. Si escribiese mi autobiografía, tendría que ser veraz y honesto. No podría contar una autobiografía imaginaria. De ese modo estaría haciendo el trabajo de un historiador, siendo un auto-historiador, y eso me aburre. Porque prefiero inventar, imaginar. Por supuesto, muy a menudo cuando tengo ideas para una novela o un cuento, situaciones y momentos de mi vida se sitúan naturalmente en ese contexto. En mi cuento “Deshoras”, la idea del niño enamorado de la hermana mayor de su amigo está, en realidad, basada en una si-tuación autobiográfica. Entonces, hay una pequeña par-te de él que es autobiográfica, pero de ahí en adelante, es lo fantástico o lo imaginario que domina.

ENTREVISTADOR

¿Cómo comienza sus cuentos? ¿Con una entrada espe-cial, una imagen?

CORTÁZAR

Conmigo los cuentos y novelas pueden empezar en cual-quier sitio. En lo que toca a la escritura, cuando comienzo a escribir, el cuento ha estado rondando a mi alrededor por un tiempo, a veces durante semanas. Pero no es cla-ro en todos los sentidos; es una suerte de idea general del cuento. Tal vez esa casa donde hay una planta roja en una esquina, y sé que hay un viejo que camina en la casa.

Eso es todo lo que sé. Sucede así. Y luego están los sue-ños. Durante este periodo de gestación mis sueños están llenos de referencias y alusiones a lo que va a haber en el cuento. A veces todo el cuento está en un sueño. Uno de mis primeros y más populares cuentos, “Casa tomada”, es una pesadilla que tuve. Me levanté inmediatamente y la escribí. Pero en general, lo que proviene de los sueños son fragmentos y referencias. Esto es, mi subconsciente está elaborando un cuento cuando estoy soñando, está siendo escrito allí. Luego, cuando digo que empiezo en cualquier parte, es porque no sé qué, en ese punto, va a ser el principio o el fin.

Cuando comienzo a escribir, es el principio. No he deci-dido que el cuento tiene que empezar así; sencillamente comienza allí y continua, y frecuentemente no tengo una idea clara sobre el fin, no sé lo que va a pasar. Es solo gra-dualmente, a medida que el cuento avanza, que las cosas se aclaran y abruptamente veo el final.

ENTREVISTADOR

¿De modo que Ud. descubre el cuento mientras lo está escribiendo?

CORTÁZAR

Eso es. Es como improvisar en el jazz. Ud. no le pregunta a un músico de jazz, “¿Qué vas a tocar?”. Se reiría de Ud. Él tiene un tema, una serie de acordes que tiene que res-petar, y luego toma su trompeta o su saxo y comienza. No es una cuestión de idea. Él toca a través de una serie de diferentes pulsos internos. A veces viene bien, a ve-ces no. Es lo mismo conmigo. A ratos me siento aun poco mal al firmar mis cuentos. Las novelas no, porque en las novelas trabajo mucho; hay un montón de arquitectura.

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POLITIKAPOLITIKA 9Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

Pero mis cuentos, es como si me fuesen dictados por algo que está en mí, pero yo no soy el responsable. Bueno… como parece que son míos aún así, ¡supongo que tengo que aceptarlos!

ENTREVISTADOR

¿Hay aspectos en la escritura de un cuento que siempre le planteen un problema?

CORTÁZAR

En general, no, porque como estaba explicando, el cuen-to ya está hecho en algún sitio dentro de mi. Tiene su di-mensión, su estructura; si va a ser un cuento muy corto, o uno más o menos largo, es como si estuviese decidido de antemano. Pero en los últimos años he comenzado a experimentar algunos problemas. Reflexiono más fren-te a la página. Escribo más lentamente. Y escribo en un modo más sobrio. Algunos críticos me lo han reprocha-do, me han dicho que poco a poco estoy perdiendo fle-xibilidad en mis cuentos. Parezco estar diciendo lo que quiero decir con una mayor economía de medios. No sé si es para mejor o para peor, en todo caso ahora estoy escribiendo así.

ENTREVISTADOR

Ud. decía que en las novelas hay una arquitectura com-pleta. ¿Quiere decir que trabaja en un modo totalmente diferente?

CORTÁZAR

Lo primero que escribí en Rayuela fue un capítulo que ahora esta en el medio. Es el capítulo en el que los per-sonajes ponen un tablón atravesado de una ventana de un apartamento a otro. Escribí eso sin saber por qué lo estaba escribiendo. Vi los personajes, vi la situación, era en Buenos Aires. Hacía mucho calor, recuerdo, y estaba cerca de la ventana con mi máquina de escribir. Vi esa situación de un tipo que trata de hacer atravesar el ta-blón a su mujer –porque él mismo no lo va a hacer– para ir a buscar alguna tontera, unos clavos. Escribí todo eso, que es largo, unas cuarenta páginas, y cuando terminé me dije, “Está bien, ¿pero qué hice? Porque no es un cuento. ¿Qué es?” Luego entendí que estaba lanzado en una novela, pero que no podía continuar desde allí. Tuve que parar, volver atrás, y escribir toda la sección en Pa-rís que viene antes, que es toda la historia de Oliveira, y cuando llegué finalmente a este capítulo sobre caminar en el tablón, entonces avancé desde allí.

ENTREVISTADOR

¿Revisa mucho cuando escribe?

CORTÁZAR

Muy poco. Eso viene del hecho que las cosas ya han esta-do trabajando dentro de mi. Cuando veo los borradores de algunos escritores amigos , donde todo es revisado, cambiado, desplazado, y hay flechas por todos lados… no, no, no. Mis manuscritos son muy limpios.

ENTREVISTADOR

José Lezama Lima, en Paradiso, le hace decir a Cemí que “lo barroco . . . es lo que tiene real interés en España y en Hispano América.” ¿Por qué piensa que es así?

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l MARAVILLOSAS OCUPACIONES

Qué maravillosa ocupación cortarle una pata a una araña, ponerla en un sobre, es-cribir Señor Ministro de Relaciones Exte-riores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina.Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento so-bre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, y girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino.Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un mon-tón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los de-lantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas con-traídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas.Qué maravillosa ocupación tomar el ómni-bus, bajarse delante del Ministerio, abrir-se paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exac-tamente en el momento en que un ujier ves-tido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirán-dola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quie-re tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silban-do, anunciar en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entra-rán las tropas enemigas y todo se irá al dia-blo y será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.

(Historias de Cronopios y de Famas)

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lCORTÁZAR

No puedo responder como un experto. En verdad, lo ba-rroco es muy importante en Latino América, en el arte y también en la literatura. Lo barroco puede ofrecer una gran riqueza; deja dispararse la imaginación en to-das sus caracoleantes direcciones, como en una iglesia barroca con sus ángeles decorativos y todo eso, o en la música barroca. Pero desconfío del barroco. Los escri-tores barrocos, muy a menudo, se dejan ir demasiado fácilmente en su escritura. Escriben en cinco páginas lo que uno podría muy bien escribir en una.

Yo también debería haber caído en lo barroco porque soy latinoamericano, pero siempre desconfié de eso. No me gustan las frases ampulosas, voluminosas, llenas de adjetivos y descripciones, ronroneando y ronroneando en la oreja del lector. Sé que es muy encantador, desde luego. Es muy bonito, pero no es lo mío. Yo estoy más bien en el lado de Jorge Luis Borges. Él siempre ha sido enemigo de lo barroco; apretó su escritura, como con alicates. Bueno, yo escribo de manera muy diferente a la de Borges, pero la gran lección que me enseñó es la de la economía. Me enseñó cuando empecé a leerlo, cuando era muy joven, que uno tiene que tratar de decir lo que uno quiere decir con economía, pero con una be-lla economía. Es la diferencia, tal vez, entre una planta, que sería considerada barroca, con su multiplicación de hojas, a menudo muy bellas, y una preciosa gema, un cristal, que para mí es aún más bella.

ENTREVISTADOR

¿Cuáles son sus hábitos de escritura? ¿Hay algo que haya cambiado?

CORTÁZAR

Lo que no ha cambiado, y no cambiará nunca, es la anarquía total y el desorden. No tengo absolutamen-te ningún método. Cuando tengo ganas de escribir un cuento, abandono todo lo demás; escribo el cuento. Y a veces cuando escribo un cuento, el mes o los dos que siguen voy a escribir dos o tres más. En general los cuentos vienen en series. Escribir uno me deja en un estado receptivo, y luego agarro otro. Ud. ve la suerte de imagen que uso, pero es así; el cuento cae dentro de mí. Pero después puede pasar un año en que no escribo nada… nada. Desde luego, estos últimos años he pasa-do mucho tiempo en la máquina de escribir, escribiendo artículos políticos. Los textos que he escrito sobre Nica-ragua, todo lo que he escrito sobre Argentina, no tienen nada que ver con la literatura, son cosas militantes.

ENTREVISTADOR

Ud. ha dicho varias veces que fue la revolución cubana la que lo despertó a las cuestiones de Latinoamérica y sus problemas.

CORTÁZAR

Y lo digo nuevamente.

ENTREVISTADOR

¿Tiene lugares preferidos para escribir?

CORTÁZAR

En realidad, no. Al principio, cuando era joven y física-

mente más resistente, aquí en París por ejemplo, escribí gran parte de Rayuela en los cafés. Porque el ruido no me incomoda y, por el contrario, era un lugar muy sim-pático. Trabajé mucho allí, leí o escribí. Pero con la edad me puse más complicado. Escribo cuando estoy seguro de tener algún silencio. No puedo escribir si hay música, eso está absolutamente excluido. La música es una cosa y la escritura es otra. Necesito una cierta calma; pero, dicho esto, un hotel, un avión a veces, la casa de un ami-go, o aquí en casa, son lugares donde puedo escribir.

ENTREVISTADOR

¿Y París? ¿Qué le dio el coraje para recoger todo y mu-darse fuera de París cuando lo hizo, hace más de treinta años?

CORTÁZAR

¿Coraje? No, no necesité mucho coraje. Simplemente tuve que aceptar la idea que venir a París y cortar los puentes con Argentina en ese tiempo quería decir ser muy pobre y tener problemas para ganarse la vida. Pero eso no me inquietaba. Sabía que de un modo u otro lo lograría. Vine a París primeramente porque París, la cul-tura francesa como un todo, ejercía en mí una fuerte atracción.

Había leído la literatura francesa con pasión en Argen-tina, así que quería estar aquí y conocer las calles y las plazas que uno encuentra en los libros, en las novelas. Ir por las calles de Balzac o de Baudelaire… fue un viaje muy romántico. Yo era, soy, muy romántico. En reali-dad, tengo que ser más bien cuidadoso cuando escribo, porque suelo dejarme caer en… no diría el mal gusto, tal vez no, pero un poco en la dirección de un romanticismo exagerado. En mi vida privada no necesito controlarme. Soy realmente muy sentimental, muy romántico. Soy una persona tierna; tengo mucha ternura para dar. Lo que le doy ahora a Nicaragua, es ternura.

También es la convicción política que los Sandinistas tienen razón en lo que hacen y que están conduciendo una lucha admirable; pero no es sólo el ímpetu político, es que hay una enorme ternura porque es un pueblo que amo, como amo a los cubanos, y amo a los argentinos. Bueno, todo eso hace parte de mi carácter. En mi escri-tura tuve que vigilarme yo mismo, sobre todo cuando era joven. Escribí cosas entonces que eran lacrimóge-nas. Eso era verdadero romanticismo, la novela rosa. Mi madre los leía y lloraba.

ENTREVISTADOR

Casi todas las obras suyas que conoce la gente datan de su llegada a parís. Pero Ud. había escrito mucho antes, ¿no? Algunas cosas ya han sido publicadas.

CORTÁZAR

He estado escribiendo desde la edad de nueve años, du-rante toda mi adolescencia y mi primera juventud. En mis primeros años de juventud ya era capaz de escribir cuentos y novelas, que me mostraban que estaba en el camino correcto. Pero no quería publicar. Era muy seve-ro conmigo mismo, y sigo siéndolo. Recuerdo que mis colegas, cuando habían escrito algunos poemas o una novelita, buscaban inmediatamente un editor. Yo me decía, “No, tú no publicarás, tú te aguantas”. Guardé al-

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l gunas cosas y otras las tiré. Cuando publiqué por la pri-mera vez ya tenía más de treinta años de edad; fue justo antes de mi partida a Francia. Ese fue mi primer libro de cuentos, Bestiario, que salió en 1951, el mismo mes en que tomé el barco para venir aquí. Antes de eso, ha-bía publicado un pequeño texto llamado Los reyes, que es un diálogo. Un amigo que tenía mucho dinero, que hacía pequeñas ediciones para él mismo y sus amigos, había hecho una edición privada. Y eso es todo. No, hay otra cosa –un pecado de juventud– un libro de sonetos. Lo publiqué yo mismo, pero con un seudónimo.

ENTREVISTADOR

Ud. es el letrista de un reciente álbum de tangos, Trottoirs de Buenos Aires. ¿Qué lo llevó a escribir tan-gos?

CORTÁZAR

Bueno, yo soy un buen argentino y sobre todo un por-teño—esto es, un habitante de Buenos Aires, porque es el puerto. El tango era nuestra música, y yo crecí en una atmósfera de tangos. Los escuchábamos en la radio, porque la radio llegó cuando yo era pequeño, y ahí fue tango tras tango. Había gente en mi familia, mi madre y un tío, que tocaban tangos en el piano y los cantaban. A través de la radio comenzamos a escuchar a Carlos Gar-del y los grandes cantantes de la época. El tango se hizo parte de mi consciencia y es la música que me envía de regreso a mi juventud y a Buenos Aires. De modo que estoy muy inmerso en el tango, aún siendo muy crítico, porque no soy uno de esos argentinos que cree que el tango es la maravilla de las maravillas.

Pienso que, tomando todo en cuenta, el tango, especial-mente comparado con el jazz, es una música muy pobre. Es pobre, pero es bella. Es como esas plantas que son sencillas, que uno no puede comparar a una orquídea o a un rosal, pero que tienen una extraordinaria belleza en ellas mismas. En los últimos años, mis amigos han to-cado tangos aquí; el Cuarteto Cedrón son grandes ami-gos, y un buen bandoneonista llamado Juan José Mo-salini, así que hemos escuchado tangos, hablado sobre el tango. Luego un día un poema me vino así, y pensé que podría ser puesto en música, realmente no sabía. Y entonces, mirando los poemas no publicados (la mayor parte de mis poemas no han sido publicados), encontré algunos poemas breves que mis amigos podían musica-lizar, y lo hicieron. También hicimos lo contrario. Cedrón me dio un tema musical para el cual escribí la letra. Así es que lo he hecho de las dos maneras.

ENTREVISTADOR

Las notas biográficas de sus libros dicen que Ud. es tam-bién un trompetista aficionado. ¿Ha tocado alguna vez en algún grupo?

CORTÁZAR

No. Eso es una leyenda que fue inventada por mi muy querido amigo Paul Blackburn, que desafortunadamen-te murió muy joven. Él sabía que yo tocaba un poco la trompeta en casa, principalmente para mí mismo. Así es que siempre me decía, “Tú debieses juntarte con algunos músicos para tocar con ellos”. Y yo le decía, “No, como dicen los americanos ‘No tengo lo que hace falta’”. No

tenía el talento; tocaba sólo para mí. Ponía un disco de Jelly Morton, o Armstrong, o el joven Ellington, donde la melodía es más fácil de seguir, especialmente el blues que tiene un esquema dado. Y me divertía escucharles tocar agregando mi trompeta. Tocaba siguiéndoles… ¡pero ciertamente no tocaba con ellos! Nunca osé acer-carme a los músicos de jazz; ahora mi trompeta está perdida en algún lugar en la otra habitación. Blackburn puso eso en las contratapas. Y porque hay una foto mía tocando la trompeta, la gente pensó que yo podía tocar bien. Así como nunca quise publicar antes de estar se-guro, fue lo mismo con la trompeta, nunca quise tocar antes de estar seguro. Y ese día no llegó nunca.

ENTREVISTADOR

¿Ha trabajado en alguna novela después de Libro de Manuel?

CORTÁZAR

Desgraciadamente no, por razones que son muy claras. Se debe al trabajo político. Para mí, una novela necesi-ta una concentración y un cierto tiempo, al menos un año, trabajar tranquilamente y no abandonar. Y ahora no puedo. Hace una semana no sabía que estaría via-jando a Nicaragua en tres días. Cuando regrese no sabré qué ocurrirá enseguida. Pero esta novela ya está escrita. Está ahí, en mis sueños. Sueño todo el tiempo con esta novela. No sé qué ocurre en la novela, pero tengo una idea. Como con los cuentos, sé que será algo larga, con algunos elementos de lo fantástico, pero no muchos.

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lSerá en el género de Libro de Manuel, donde los ele-mentos fantásticos están mezclados; pero no será un li-bro político. Será un libro de pura literatura. Espero que la vida me dará una suerte de isla desierta, aunque la isla desierta sea esta pieza… y un año, pido un año. Pero mientras esos bastardos –los hondureños, los somocis-tas y Reagan– están destruyendo Nicaragua, no tengo mi isla. No podría comenzar a escribir, porque estaría constantemente obsedido por ese problema. Eso exige alta prioridad.

ENTREVISTADOR

Y puede ser muy difícil, como lo es equilibrar la vida y la literatura.

CORTÁZAR

Sí y no. Depende del tipo de prioridades. Si las priori-dades son, como aquellas que acabo de mencionar, y tocan la responsabilidad moral de un individuo, estaría de acuerdo. Pero conozco mucha gente que siempre se está quejando, “Ah, me gustaría escribir mi novela pero tengo que vender la casa, y luego están los impuestos, ¿qué voy a hacer?” Razones como, “Trabajo en la ofici-na todo el día, ¿cómo quiere que escriba?” Yo, trabaja-ba todo el día en la UNESCO y después llegaba a casa y escribía Rayuela. Cuando uno quiere escribir, escribe. Si uno está condenado a escribir, escribe.

ENTREVISTADOR

¿Trabaja Ud. aún como traductor o intérprete?

CORTÁZAR

No, eso se terminó. Llevo una vida muy simple. No ne-cesito mucho dinero para comprar las cosas que me gustan: discos, libros, tabaco. Así es que puedo vivir de mis derechos de autor. Me han traducido a tantos idio-mas que recibo suficiente dinero para vivir. Tengo que tener un poco de cuidado; no puedo ir y comprarme un yate, pero como no tengo ninguna intención de com-prarme un yate…

ENTREVISTADOR

¿La fama y el éxito han sido agradables?

CORTÁZAR

Ah, escuche, diré algo que no debiese decir porque na-die lo creerá, el éxito no es un placer para mí. Estoy con-tento de poder vivir de lo que escribo, así es que tengo que aceptar el lado popular y fundamental del éxito. Pero era más feliz cuando era desconocido. Mucho más. Ahora no puedo ir a América latina o a España sin ser reconocido cada tres metros, y los autógrafos, los abrazos… Es muy conmovedor, porque hay lectores que suelen ser muy jóvenes. Soy feliz de que les guste lo que hago, pero es terriblemente angustiante para mí en el ámbito de la privacidad. No puedo ir a la playa en Euro-pa; en cinco minutos hay un fotógrafo. Tengo una apa-riencia física que no puedo disfrazar; si fuese pequeño podría afeitarme y ponerme gafas de sol, pero con mi estatura, mis largos brazos y todo eso, me descubren desde lejos.

Por otra parte, hay cosas muy bonitas: estaba en Bar-celona hace un mes, caminando una tarde en el Barrio Gótico, y había una chica americana, muy bonita, to-cando la guitarra muy bien y cantando. Estaba sentada en el suelo cantando para ganarse la vida. Cantaba un poco como Joan Baez, una voz pura y clara. Había un grupo de jóvenes de Barcelona escuchando. Me detuve a escucharla, pero me quedé en la sombra. En un mo-mento, uno de esos jóvenes de unos veinte años, muy joven, muy apuesto, se me acercó. Tenía una tarta en su mano. Me dijo: “Julio, toma un trozo”. Así es que tomé un pedazo y me lo comí, y le dije: “Gracias por venir y dármelo”. Me respondió, “Escucha, te he dado muy poco comparado con lo que tú me has dado a mí”. Dije, “No digas eso, no digas eso”, y nos abrazamos y él se fue. Bueno, cosas como esa, son la mejor recompensa para mi trabajo de escritor. Que un joven o una chica se acerque a hablarte y te ofrezca un pedazo de tarta, es maravilloso. Vale la pena la molestia de haber escrito.

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Los ticos son siempre así, más bien calladitos pero llenos de sorpresas, uno baja en San José de Costa Rica y ahí están esperándote Carmen Na-ranjo y Samuel Rovinski y Sergio Ra-mírez (que es de Nicaragua y no tico pero qué diferencia en el fondo si es lo mismo, qué diferencia en que yo sea argentino aunque por gentileza debería decir tino, y los otros nicas o ticos). Hacía uno de esos calores y para peor todo empezaba ensegui-da, conferencia de prensa con lo de siempre, ¿por qué no vivís en tu pa-tria, qué pasó que Blow-Up era tan distinto de tu cuento, te parece que el escritor tiene que estar compro-metido? A esta altura de las cosas ya sé que la última entrevista me la ha-rán en las puertas del infierno y segu-ro que serán las mismas preguntas, y si por caso es chez San Pedro la cosa no va a cambiar, ¿a usted no le pare-ce que allá abajo escribía demasiado hermético para el pueblo?

Después el hotel Europa y esa du-cha que corona los viajes con un lar-go monólogo de jabón y de silencio. Solamente que a las siete cuando ya era hora de caminar por San José y ver si era sencillo y parejito como me habían dicho, una mano se me pren-dió del saco y detrás estaba Ernesto Cardenal y qué abrazo, poeta, qué bueno que estuvieras ahí después del encuentro en Roma, de tantos en-cuentros sobre el papel a lo largo de años. Siempre me sorprende, siem-pre me conmueve que alguien como Ernesto venga a verme y a buscarme, vos dirás que hiervo de falsa modes-tia pero decilo nomás viejo, el chacal aúlla pero el ómnibus pasa, siempre seré un aficionado, alguien que des-de abajo quiere tanto a algunos que un día resulta que también lo quie-ren, son cosas que me superan, me-jor pasamos a la otra línea.

La otra línea era que Ernesto sabía que yo llegaba a Costa Rica y dale, de su isla se había venido en avión por-que el pajarito que le lleva las noticias lo tenía informado de que los ticas me planeaban un viaje a Solentiname

y a él le parecía irresistible la idea de venir a buscarme, con lo cual dos días después Sergio y Óscar y Ernesto y yo colmábamos la demasiado colma-ble capacidad de una avioneta Piper Aztec, cuyo nombre será siempre un enigma para mí pero que volaba entre hipos y borborigmos ominosos mien-tras el rubio piloto sintonizaba unos calipsos contrarrestantes y parecía por completo indiferente a mi noción de que el azteca nos llevaba derecho a la pirámide del sacrificio. No fue así, como puede verse, bajamos en Los Chiles y de ahí un yip igualmen-te tambaleante nos puso en la finca del poeta José Coronel Urteche, a quién más gente haría bien en leer y en cuya casa descansamos hablando de tantos otros amigos poetas, de Roque Dalton y de Gertrude Stein y de Carlos Martínez Rivas hasta que llegó Luis Coronel y nos fuimos para Nicaragua en su yip y en su panga de sobresaltadas velocidades.

Pero antes hubo fotos de recuerdo con una cámara de esas que dejan salir ahí nomás un papelito celeste que poco a poco y maravillosamente y polaroid se va llenando de imáge-nes paulatinas, primero ectoplasmas inquietantes y poco a poco una nariz, un pelo crespo, la sonrisa de Ernesto con su vincha nazarena, doña María y don José recortándose contra la ve-randa. A todos les parecía muy nor-mal eso porque desde luego estaban habituados a servirse de esa cámara pero yo no, a mí ver salir de la nada, del cuadradito celeste de la nada esas caras y esas sonrisas de despe-dida me llenaba de asombro y se los dije, me acuerdo de haberle pregun-tado a Óscar qué pasaría si alguna vez después de una foto de familia el papelito celeste de la nada empezara a llenarse con Napoleón a caballo, y la carcajada de don José Coronel que todo lo escuchaba como siempre, el yip, vámonos ya para el lago.

A Solentiname llegamos entrada la noche, allí esperaban Teresa y Wi-lliam y un poeta gringo y los otros muchachos de la comunidad; nos

fuimos a dormir casi enseguida pero antes vi las pinturas en un rincón, Er-nesto hablaba con su gente y sacaba de una bolsa las provisiones y regalos que traía de San José, alguien dormía en una hamaca y yo vi las pinturas en un rincón, empecé a mirarlas. No me acuerdo quién me explicó que eran trabajos de los campesinos de la zona, ésta la pintó el Vicente, ésta es de la Ramona, algunas firmadas y otras no pero todas tan hermo-sas, una vez más la visión primera del mundo, la mirada limpia del que describe su entorno como un canto de alabanza: vaquitas enanas en pra-dos de amapola, la choza de azúcar de donde va saliendo la gente como hormigas, el caballo de ojos verdes contra un fondo de cañaverales, el bautismo en una iglesia que no cree en la perspectiva y se trepa o se cae sobre sí misma, el lago con botecitos como zapatos y en último plano un pez enorme que ríe con labios de co-lor turquesa.

Entonces vino Ernesto a explicarme que la venta de las pinturas ayudaba a tirar adelante, por la mañana me mostraría trabajos en madera y pie-dra de los campesinos y también sus propias esculturas; nos íbamos que-dando dormidos pero yo seguí toda-vía ojeando los cuadritos amontona-dos en un rincón, sacando las grandes barajas de tela con las vaquitas y las flores y esa madre con dos niños en las rodillas, uno de blanco y el otro de rojo, bajo un cielo tan lleno de estre-llas que la única nube quedaba como humillada en un ángulo, apretándose contra la varilla del cuadro, saliéndo-se ya de la tela de puro miedo.

Al otro día era domingo y misa de once, la misa de Solentiname en la que los campesinos y Ernesto y los amigos de visita comentan juntos un capítulo del evangelio que ese día era el arresto de Jesús en el huerto, un tema que la gente de Solentina-me trataba como si hablaran de ellos mismos, de la amenaza de que les cayeran en la noche o en pleno día, esa vida en permanente incertidum-

Apocalipsis en SolentinameJulio Cortázar

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bre de las islas y de la tierra firme y de toda Nicaragua y no solamente de toda Nicaragua sino de casi toda América Latina, vida rodeada de miedo y de muerte, vida de Guate-mala y vida de El Salvador, vida de la Argentina y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida del Para-guay, vida de Brasil y de Colombia.

Ya después hubo que pensar en vol-verse y fue entonces que pensé de nuevo en los cuadros, fui a la sala de la comunidad y empecé a mirar-los a la luz delirante de mediodía, los colores más altos, los acrílicos o los óleos enfrentándose desde ca-ballitos y girasoles y fiestas en los prados y palmares simétricos. Me acordé que tenía un rollo de color en la cámara y salí a la veranda con una brazada de cuadros; Sergio que llegaba me ayudó a tenerlos parados en la buena luz, y de uno en uno los fui fotografiando con cuidado, cen-trando de manera que cada cuadro ocupara enteramente el visor. Las casualidades son así: me quedaban tantas tomas como cuadros, ningu-no se quedó afuera y cuando vino Er-nesto a decirnos que la panga estaba lista le conté lo que había hecho y él se rió, ladrón de cuadros, contraban-dista de imágenes. Sí, le dije, me los llevo todos, allá los proyectaré en mi pantalla y serán más grandes y más brillantes que éstos, jódete.

Volví a San José, estuve en La Haba-na y anduve por ahí haciendo cosas, de vuelta a París con un cansancio lleno de nostalgia, Claudine calladi-ta esperándome en Orly, otra vez la vida de reloj pulsera y merci mon-sieur, bonjour madame, los comités, los cines, el vino tinto y Claudine, los cuartetos de Mozart y Claudine. En-tre tanta cosa que los sapos maletas habían escupido sobre la cama y la alfombra, revistas, recortes, pañue-los y libros de poetas centroameri-canos, los tubos de plástico gris con los rollos de películas, tanta cosa a lo largo de dos meses, la secuencia de la Escuela Lenin de La Habana, las calles de Trinidad, los perfiles del volcán Irazú y su cubeta de agua hir-viente verde donde Samuel y yo y Sarita habíamos imaginado patos ya asados flotando entre gasas de humo azufrado. Claudine llevó los rollos a revelar, una tarde andan-do por el barrio latino me acordé y como tenía la boleta en el bolsillo los recogí y eran ocho, pensé enseguida

en los cuadritos de Solentiname y cuando estuve en mi casa busqué en las cajas y fui mirando el primer dia-positivo de cada serie, me acordaba que antes de fotografiar los cuadri-tos había estado sacando la misa de Ernesto, unos niños jugando entre las palmeras igualitos a las pinturas, niños y palmeras y vacas contra un fondo violentamente azul de cielo y de lago apenas un poco más verde, o a lo mejor al revés, ya no lo tenía cla-ro. Puse en el cargador la caja de los niños y la misa, sabía que después empezaban las pinturas hasta el final del rollo.

Anochecía y yo estaba solo, Claudine vendría al salir del trabajo para es-cuchar música y quedarse conmigo; armé la pantalla y un ron con mucho

hielo, el proyector con su cargador listo y su botón de telecomando; no hacía falta correr las cortinas, la noche servicial ya estaba ahí encen-diendo las lámparas y el perfume del ron; era grato pensar que todo volve-ría a darse poco a poco, después de los cuadritos de Solentiname empe-zaría a pasar las cajas con las fotos cubanas, pero por qué los cuadritos primero, por qué la deformación profesional, el arte antes que la vida, y por qué no, le dijo el otro a éste en su eterno indesarmable diálogo fra-terno y rencoroso, por qué no mirar primero las pinturas de Solentiname si también son la vida, si todo es lo mismo.

Pasaron las fotos de la misa, más bien malas por errores de exposición, los

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Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad.» Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

(Historias de Cronopios y de Famas)

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l niños en cambio jugaban a plena luz y dientes tan blancos. Apretaba sin ganas el botón de cambio, me hubie-ra quedado tanto rato mirando cada foto pegajosa de recuerdo, pequeño mundo frágil de Solentiname rodea-do de agua y de esbirros como esta-ba rodeado el muchacho que miré sin comprender, yo había apretado el botón y el muchacho estaba ahí en un segundo plano clarísimo, una cara ancha y lisa como llena de incrédula sorpresa mientras su cuerpo se ven-cía hacia adelante, el agujero nítido en mitad de la frente, la pistola del oficial marcando todavía la trayecto-ria de la bala, los otros a los lados con las metralletas, un fondo confuso de casas y de árboles.

Se piensa lo que se piensa, eso lle-ga siempre antes que uno mismo y lo deja tan atrás; estúpidamente me dije que se habrían equivocado en la óptica, que me habían dado las fotos de otro cliente; pero enton-ces la misa, los niños jugando en el prado, entonces cómo. Tampoco mi mano obedecía cuando apretó el botón y fue un salitral interminable a mediodía con dos o tres coberti-zos de chapas herrumbradas, gente amontonada a la izquierda mirando los cuerpos tendidos boca arriba, sus brazos abiertos contra un cielo des-nudo y gris; había que fijarse mucho para distinguir en el fondo al grupo uniformado de espaldas y yéndose, el yip que esperaba en lo alto de una loma.

Sé que seguí; frente a eso que se re-sistía a toda cordura lo único posible era seguir apretando el botón, mi-rando la esquina de Corrientes y San Martín y el auto negro con los cuatro tipos apuntando a la vereda donde alguien corría con una camisa blanca y zapatillas, dos mujeres queriendo refugiarse detrás de un camión esta-cionado, alguien mirando de frente, una cara de incredulidad horroriza-da, llevándose una mano al mentón

como para tocarse y sentirse todavía vivo, y de golpe la pieza casi a oscu-ras, una sucia luz cayendo de la alta ventanilla enrejada, la mesa con la muchacha desnuda boca arriba y el pelo colgándole hasta el suelo, la sombra de espaldas metiéndole un cable entre las piernas abiertas, los dos tipos de frente hablando entre ellos, una corbata azul y un pull-over verde.

Nunca supe si seguía apretando o no el botón, vi un claro de selva, una cabaña con techo de paja y árboles en primer plano, contra el tronco del más próximo un muchacho fla-co mirando hacia la izquierda donde un grupo confuso, cinco o seis muy juntos le apuntaban con fusiles y pistolas; el muchacho de cara larga y un mechón cayéndole en la frente morena los miraba, una mano alza-da a medias, la otra a lo mejor en el bolsillo del pantalón, era como si les estuviera diciendo algo sin apuro, casi displicentemente, y aunque la foto era borrosa yo sentí y supe y vi que el muchacho era Roque Dalton, y entonces sí apreté el botón como si con eso pudiera salvarlo de la infa-mia de esa muerte y alcancé a ver un auto que volaba en pedazos en ple-no centro de una ciudad que podía ser Buenos Aires o São Paulo, seguí apretando y apretando entre ráfagas de caras ensangrentadas y pedazos de cuerpos y carreras de mujeres y de niños por una ladera boliviana o guatemalteca, de golpe la

pantalla se llenó de mercurio y de nada y también de Claudine que en-traba silenciosa volcando su sombra en la pantalla antes de inclinarse y besarme en el pelo y preguntar si eran lindas, si estaba contento de las fotos, si se las quería mostrar.

Corrí el cargador y volví a ponerlo en cero, uno no sabe cómo ni por qué hace las cosas cuando ha cruzado un límite que tampoco sabe. Sin mirarla, porque hubiera comprendido o sim-

plemente tenido miedo de eso que debía ser mi cara, sin explicarle nada porque todo era un solo nudo desde la garganta hasta las uñas de los pies, me levanté y despacio la senté en mi sillón y algo debí decir de que iba a buscarle un trago y que mirara, que mirara ella mientras yo iba a buscarle un trago. En el baño creo que vomité, o solamente lloré y después vomité o no hice nada y solamente estuve sen-tado en el borde de la bañera dejan-do pasar el tiempo hasta que pude ir a la cocina y prepararle a Claudine su bebida preferida, llenársela de hielo y entonces sentir el silencio, darme cuenta de que Claudine no gritaba ni venía corriendo a preguntarme, el si-lencio nada más y por momentos el bolero azucarado que se filtraba des-de el departamento de al lado. No sé cuánto tardé en recorrer lo que iba de la cocina al salón, ver la parte de atrás de la pantalla justo cuando ella llegaba al final y la pieza se llenaba con el reflejo del mercurio instantá-neo y después la penumbra, Claudi-ne apagando el proyector y echán-dose atrás en el sillón para tomar el vaso y sonreírme despacito, feliz y gata y tan contenta.

Qué bonitas te salieron, esa del pes-cado que se ríe y la madre con los dos niños y las vaquitas en el campo; espera, y esa otra del bautismo en la iglesia, decime quién los pintó, no se ven las firmas.

Sentado en el suelo, sin mirarla, bus-qué mi vaso y lo bebí de un trago. No le iba a decir nada, qué le podía decir ahora, pero me acuerdo que pensé vagamente en preguntarle una idiotez, preguntarle si en algún momento no había visto una foto de Napoleón a caballo. Pero no se lo pregunté, claro.

Cortázar, Julio

San José, La Habana, abril de 1976

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Los verdaderos hijos de Pinochet no tienen memoria de su papito; sin embargo son el fruto de la dictadu-ra, su lamentable obra hecha carne. Los padres de MJ se separaron cuan-do ella era niña. Son jóvenes aún; él, administrador de un salón de pool; ella, empleada bancaria. Consumidos diariamente, puedo imaginar, en la hoguera de la supervivencia o en la batalla por soñar con algo más, con los destellos de poder que irradia el dinero.

MJ fue creciendo ante sus ojos. Sin ser vista, imagino. Educada en el me-jor colegio particular que pudieron pagarle. En la mejor universidad con que pudieron endeudarse. Una cuyos dueños son los poderosos de siempre y que ahora le deja una deuda banca-ria por 360 mil pesos mensuales du-rante cinco años.

Así llegó a su primer trabajo, con su deuda y un trastorno bipolar diagnos-ticado. Con un entusiasmo a prueba de balas. ¡Hola, partner!, ¡Hola, chi-cos!, ¡Hola, equipo!, saluda antes de dar inicio al pequeño infierno cotidia-no que acecha a los que convivimos en oficinas donde la privacidad es poco menos que un delito.

No para de escuchar música. ¡Hoy es el día de Miguel Bosé!, anuncia. O de Luis Miguel. O de algún otro. Depen-derá de su estado de ánimo, lo que no es poco decir. Cada día debo hacerle ver que no quiero oír su música. Ella lo entiende y baja el volumen, e in-cluso a veces lo silencia. Pero al día siguiente es la misma historia, como si la historia del día anterior no hubie-ra tenido lugar. No se le ocurre usar audífonos.

Habla con soltura de su vida personal, a oídos de cualquiera. Habla de ella como de otra persona. Es como ente-rarse de un romance de la televisión o

el cine, así de caricaturesco. Allá afue-ra los hechos y las emociones, ajenos. Como si debiera mantenerse a dis-tancia de sí misma. Esa compulsión a vaciar lo íntimo me hace pensar en un intento de darle consistencia a la irrealidad, ilusión de suceso.

MJ cree en el mercado y la libre com-petencia. Es neoliberal y consumista confesa. El trabajo (un conjunto de órdenes y deberes incuestionables, vacíos) es su religión. Ella es todo eso pero al mismo tiempo no lo es. Maña-na podría ser trotskista, anarquista o vegana. El campo de sus experiencias no registra la experiencia política, los asuntos del poder. También eso es ajeno a ella. MJ es una especie de pollito feroz de 25 años que atraviesa muy consciente de sus leyes los pára-mos del individualismo, donde cada cosa tiene su precio y es intercambia-ble. Arrancado el humus de cualquier vertiente emancipadora, el terreno ha quedado a merced del poder y las canciones de amor.

Algunos días la fobia al encierro y los choclones del transporte público la fuerza a caminar dos horas de regre-so a casa, desde el centro hasta Peña-lolén. Como no la acompaño, trato de imaginarla. Y le concedo a la imagina-ción todo el poder del conocimiento: va escuchando música, su mejor ami-ga. No se despega del Smartphone y su batería de medios para seguir en contacto con los demás.

Tiene tiempo para ordenar en su ca-beza la vida. Pagar y ahorrar, comprar y cantar. Entretanto va oscureciendo y por las calles MJ se ve a sí misma desde afuera, como en una película: flaca y con abrigo, triste y frágil. Lin-da y querible, acurrucada en la his-toria de sí misma que se inventa, en el ombligo que se mira hipnotizada. Eterna y de mentira.

Los Pinochet boysescribe Daniel Pizarro

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La CONFEMIN me pregunta, muy oportunamente, ¿Cómo afectará la reforma tributaria a los trabajado-res de la minería? Intento responder aquí a esa interrogante. Debo co-menzar diciendo que es difícil ana-lizar un proyecto de ley que aún no adopta una forma definitiva, y cuyo aspecto final, una vez franqueada la fase de debate en el Congreso, po-dría ser irreconocible hasta para sus propios autores.

Los propósitos

Es sabido que en Chile la carga tribu-taria está terriblemente mal reparti-da: es uno de los elementos que con-tribuye a concentrar la riqueza del lado de un puñado de privilegiados, y las deudas del lado de la inmensa mayoría de la población. En el pre-sente año, el IVA, impuesto que afec-ta sobre todo a los salarios medios y bajos, contribuye con un 45% de los presupuestos del Estado. CODELCO aporta en torno a un 3-4%, y la gran minería privada aún menos. La re-forma tributaria tiene por objeto aumentar la recaudación fiscal en US$ 8 mil 200 millones, destinados principalmente a financiar la refor-ma de la Educación. Primera consta-tación: no se toca el Cobre. Dicho de otro modo, no se toca a las grandes multinacionales de la gran minería. ¿Qué efecto puede tener eso en el sector? Ninguno. O al menos ningún efecto perceptible en el corto pla-zo. Quienes anuncian una reducción de la inversión en la minería como consecuencia de la micro reforma intentada por el gobierno, mienten, levantan una campaña del terror. Tampoco es evidente que el aumen-to de la carga tributaria repose en las espaldas de quienes más ganan. Una vez conocido el resultado final de lo que Andrés Zaldívar llama “la co-cina” –en la que participan muy po-cos– es posible que sigan siendo los

más pobres lo que soporten el peso del aumento de la carga tributaria.

El volumen

El objetivo es recaudar US$ 8 mil 200 millones suplementarios. Ese monto ya es insuficiente para financiar la re-forma de la Educación. Ahora bien, la desaceleración de la economía trajo consigo una reducción de las entra-das fiscales. Algunos cálculos cifran esa reducción en US$ 2 mil 400 – 2 mil 700 millones en año pleno. En otras palabras, cualquiera sea la re-forma aprobada, no se alcanzarán los objetivos de aumento de la recauda-ción fiscal. Si el Cobre le aporta muy poco al erario, el precio constatado hasta agosto de este año muestra que se sitúa en los rangos retenidos para el cálculo de los presupuestos del Estado. El aporte final dependerá esencialmente de los resultados de CODELCO, y al respecto hay mucho que temer, esencialmente porque se ha puesto a su cabeza un presidente ejecutivo conocido por sus lazos con el sector privado y sus intereses.

Es útil señalar que la carga fiscal ac-tual está en torno al 20% del PIB, mientras que en los países de la OCDE el promedio está en torno al 40%, o sea el doble. La reforma del gobierno agregaría apenas 2,5% del PIB a la carga tributaria actual, lo que basta para calificarla de micro refor-ma.

El método

La creciente sensibilidad del gobier-no a las presiones del mundo empre-sarial señala una falta de voluntad y determinación. La gestación del pro-yecto de ley denota, hay qué decir-lo, improvisación. El gobierno tiene mayoría parlamentaria para aprobar sus proyectos, pero la coalición que sustenta a Michelle Bachelet está resquebrajada entre intereses con-

tradictorios. Si la Cámara de dipu-tados aprobó en primera lectura un proyecto, bastó con una reunión en casa de Andrés Zaldívar con repre-sentantes de la derecha económica para que ese trámite fuese anulado en la práctica. Es lo que Andrés Zal-dívar llama “la cocina”. Su cocina. La cocina del riquerío. El deseo de darle en el gusto a las multinacionales y al gran capital privado, bajo el pretexto de generar consenso, auguran muy mal del resultado final. No se legisla en el Parlamento, sino entre bamba-linas. Y es sabido que entre bueyes no hay cornadas.

Los resultados finales

¿Quién pudiese predecirlo? Perso-nalmente me atrevo a pensar que la micro reforma, pusilánime, insu-ficiente, y temerosa de los poderes financieros, saboteada en el seno de la propia coalición gubernamental, terminará por parir una laucha. Y los trabajadores tenemos mucho que temer, porque hasta ahora los únicos impuestos que han aumentado son los que pagan los ingresos salariales.

Las consecuencias

La reforma tributaria “progresiva” ni siquiera se proponía recaudar ahora, sino en el futuro. Y debía entrar en “régimen”, o sea en aplicación ple-na, en el año 2018, cuando la señora Bachelet y su gobierno ya se hayan ido. ¿Cómo puede hablarse en este caso de responsabilidad? Las con-secuencias de las reformas recaen en los gobiernos sucesivos. Lo cierto es que en el marco de este gobierno no habrá recursos financieros para la reforma de la Educación, ni para nin-guna otra. Desde ese punto de vista los trabajadores de la minería –ni de otros sectores– no pueden esperar ningún alivio para la pesada misión que consiste en educar a sus hijos y asegurarles un futuro mejor.

La reforma tributariay los trabajadores mineros

escribe Luis Casado

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EEUU ultima con Bank of America la mayor sanción

por las ‘subprime’

El banco pagaría más de 16 mil millones de dólares por engañar a inversores en la venta de paquetes de hipo-tecas tóxicas

Joder… Ya no se puede trabajar…

Incautados 127 kilos de co-caína en el buque escuela de la ArmadaLa droga estaba en el pañol donde se guardan las velas del ‘Juan Sebastián Elcano’ - Detenidos tres marineros del buque Juan Sebastián Elcano por tráfico de drogas

Lo dicho: ya no se puede trabajar…

Una red de hackers rusos roba más de 1.200 millones de contraseñasLa trama delictiva viola la seguridad de más de 420.000 páginas web de todo el mundo

Al lado de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de los Estados Unidos son unos principiantes…

¡No te fastidia!

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POLITIKAPOLITIKA22 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

¿Asumiendo una buena causa o dándose el buen rol?

Desde el viernes (08 de agosto), los EEUU decidieron volver a Irak con bombardeos aéreos. Estos ataques repentinos son la señal de que en Irak los EEUU están desamparados, y no son en nada el testimonio de su fuer-za. Sin embargo, la sorda excitación de la guerra se hace sentir de nuevo en las cancillerías occidentales que se precipitan a la brecha del belicismo americano, porque nadie tiene nada distinto que proponer, o porque bom-bardear “por la buena causa” ayuda a comprarse una consciencia.

Quién ose reflexionar sobre la jus-tificación de los ataques escuchará inmediatamente la réplica: “Si no, qué hacer contra esos locos?” Prime-ramente, “esos locos” no aparecie-ron durante la noche: ya estaban allí en el 2003, el 2004 y todos los años que siguieron. Los americanos y su coalición los combatieron, gastando millones de dólares en esta guerra “contra el terror” en la que perdieron varios miles de hombres. No lograron vencerles.

Después la jauría mediática se fue, porque los militares americanos se iban. Se instaló el silencio. Se instaló sobre las masacres de cristianos, que comenzaron hace ya diez años, sobre su éxodo.

Ese silencio vergonzoso pero impla-cable de los cristianos de Occidente dejó estupefactos, decepcionados y doloridos a los cristianos de Oriente. ¿Había que esperar esta estampida de hoy, estos miles de hombres y mu-jeres en las rutas, la toma de la aldea de Qaraqosh, para actuar?

La minoría yezidi vive en muy po-bres condiciones desde hace años, sus miembros son tratados de “sata-

nistas” por los musulmanes sunitas, pero, hasta el viernes, ningún funcio-nario americano se había dado por aludido.

Este silencio se instaló también a pro-pósito de las milicias djihadistas pro al-Qaida, esa mezcla de tribus iraquíes abandonadas por los americanos, ve-jadas de no estar ya en el poder, aso-ciadas a las bandas guerreras sin ley que bogan de combate en combate, con tal de que sea sucio, con tal de es-tar en el centro del agujero negro, con tal de que les dejen hacer lo que quie-ran, yendo hasta reclutar convertidos occidentales recién llegados a su tea-tro de operaciones y convertirlos en carne de cañón, siempre es más fácil con los extranjeros, dicen los djihadis-tas.

Todos estos “locos” no aparecieron de repente en Iraq, ya estaban. No se fueron en toda la década, sino para ir a guerrear en la vecina Siria, y dedi-carse a sus actividades preferidas, el pillaje, sembrar el terror, con el pre-texto de una religión que ensucian.

Esos “locos” ya se habían tomado Fallouja y toda la región iraquí de al-Anbar, fronteriza de Siria, a principios del año 2014, sin que eso provocase el menor ataque americano. El mundo entero había contemplado el horror un instante, para, rápidamente, des-interesarse y pasar a otra cosa. Cuan-do, los primeros días de junio, fue to-mada la ciudad de Mossoul, tampoco hubo reacción y el presidente Obama no se dejó influenciar por sus conse-jeros del Pentágono que le sugerían intervenir.

¿Por qué decidió hacerlo en esta pri-mera semana de agosto 2014?

Todos los elementos que llevaron los EEUU a largarse de Iraq hace dos años y medio, sin poder alardear de

haber logrado nada realmente peren-ne o positivo para la paz en la región, siguen estando de actualidad. Casi un decenio de ocupación no los resolvió. Ahora bien, los EEUU vuelven.

Si lo hacen, es porque su aliado más débil y más seguro en la región, las autoridades de la región indepen-dentista de Kurdistán, se lo pidieron. “Por fin, se felicitan los kurdos, ¡los americanos se implican!” Cuantas veces, en los años que siguieron la in-tervención americana del año 2003, escuché yo a esos mismos kurdos quejarse de la pusilanimidad ultra-atlántica.

Según ellos, con relación al respeto de las fronteras y la distribución de los recursos entre las diferentes et-nias iraquíes, los EEUU no hicieron sino respetar el statu quo ante, im-puesto por el dictador Sadam Hus-sein. ¿Cómo puede hoy la dirección del Estado americano tener la des-fachatez de afirmar que interviene porque algunos “americanos” están geográficamente amenazados?

¿Qué política es esta que sólo se in-teresa en los suyos, que opera una diferencia entre sus ciudadanos y los otros? ¿Por qué la vida de los ameri-canos sería más cara que la de un ira-quí, de un afgano, de un sitio?

Por otra parte, se escucha decir aquí y allí que los peshmergas kurdos que se apresuraron a tomar la ciudad pe-trolera de Kirkouk desde los prime-ros avances del EI ( ), no lo hacían sino con un propósito: proteger la re-gión del avance de los bárbaros.

Pero eso es olvidar que se entendie-ron con esos mismos bárbaros a es-paldas de los cristianos de Qaraqosh y de todo el norte de Iraq para lograr tranquilamente sus fines: tragarse la tercera ciudad más grande del país sin la menor reacción de occidente, lo que buscaban desde el año 2003.

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Iraq, el Califa y el imperioMás que de su fuerza, los bombardeos americanos en Irak son la señal de la angustia de los

EEUU frente a una situación de que son responsables. La reportera de guerra y periodista inde-pendiente Anne Nivat cuestiona los simplismos guerreros que ignoran el pasivo del pasado y la

complejidad del presente. Autora de numerosos libros, incluyendo Bagdad Zone Rouge (Fa-yard, 2008), ella cubre la guerra en Iraq desde 2003.

Publicado por Mediapart - Francia - Traducción de POLITIKA

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POLITIKAPOLITIKA 23Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

Kirkouk fue tomada sin violencia: los djihadistas de EI no combatieron, dejaron imponerse los peshmergas kurdos imponerse, a cambio de que esos mismos kurdos les dejaran carta blanca más al norte, en las regiones complicadas donde subsistían aun grandes sectores de cristianos.

Parecería así que los peshmergas kur-dos, musulmanes principalmente su-nitas, habrían “sacrificado” a los cris-tianos para satisfacer antiguas y poco confesables ambiciones: agrandar su Estado y apoderarse de la producción petrolera de Kirkouk, lo que nunca les fue autorizado durante la ocupación americana.

En fin, el avance ultra rápido de EI en Iraq debe ser medido con el rasero de la desintegración del Estado iraquí, no hay pues que sorprenderse. Este deterioro sigue una evolución hacia lo

peor desde hace meses y meses que los observadores no podían dejar de ver. Los combatientes de EI no nece-sitan armas extremadamente perfec-cionadas para imponer su dominio: primero, recuperan armas abando-nadas en la desbandada del ejército iraquí poco reputado ni por su coraje ni por su sentido de la organización. Esas armas son, por lo demás, restos que el ejército americano no pudo llevarse cuando se retiró a fines del 2011, como la pieza de artillería mó-vil que fue bombardeada el viernes. Notemos también que, después del pillaje del banco central de Mossoul, se encontraron con un botín de varios millones de dólares. Para hacerse te-mer y respetar, manejan sobre todo el cuchillo y el video, apostando –con razón– en el terror provocado por las difusiones de sus violencias sanguina-rias difundidas de teléfono celular a

teléfono celular.

Así, todos los iraquíes están conven-cidos, como lo prueban mis pasma-dos contactos, que nada detendrá a los djihadistas. Finalmente, Nouri Al-Maliki, primer ministro iraquí im-puesto por los americanos en el 2006 aunque no lo conocía nadie, se aferra lamentablemente a su puesto (entre-tanto dimitió – N del T) provocando un bloqueo político general que llevó, la mañana de los bombardeos, al gran ayatollah Ali Al-Sistani, sin embargo chiita como Maliki, a pronunciarse abiertamente a favor de su partida, una situación totalmente inédita en Iraq.

Los bombardeos americanos no ha-rán cesar los acontecimientos maca-bros en el país de los dos ríos, los mo-derarán. Y todos los problemas aquí evocados seguirán igual.

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Así acaba la multi-billonaria (en dóla-res) Guerra Global al Terror (GGT): no en un estallido, sino en un estallido gigante. La GGT, desde que fue con-ceptualizada hace 13 años, después del 11/9, es como un maná que nun-ca parase de llover.

Ningún regalo es mejor que una Al-Qaeda de Transformers con esteroi-des, más grande, más descarada y más rica que cualquier cosa con la que Osama Bin Laden y Ayman al-Zawahiri nunca soñaron: el Estado Is-lámico (antes llamado ISIS) del Califa Ibrahim, ex Abu Bakr al-Baghdadi. El presidente de los EEUU Barack Oba-ma, antes de partir para vacaciones de golf en Martha’s Vineyard, dijo, en tono casual, que el bombardeo contra los bandidos del Califa durará meses.

Eso puede entenderse como otra capa de la auto-confesa doctrina “No hagan ninguna mierda estúpida” de la política externa del gobierno de

Obama, de la cual la candidata pre-sidencial Hillary Clinton ya se mofó no muy sutilmente. La “Operación Choque y Pavor”, en 2003, destruyó toda la infraestructura de Bagdad en apenas unas horas.

Obama también confirmó que los EEUU están haciendo llover un bom-bardeo humanitario sobre Iraq, una vez más, “para proteger intereses norte-americanos” (en primer lugar y sobre todo) y también, para que no di-gan, “los derechos humanos en Iraq”.

Nadie esperaría que Obama declara-se que los EEUU bombardearían aho-ra a “nuestros” aliados de la Casa de Saud (rey de Arabia Saudí – N del T), que apoyaron/financiaron/armaron al Estado Islámico en Siria y en Iraq. El mismo ex-ISIL/ISIS que tanto se be-nefició con las maravillas del entre-namiento militar de los EEUU en una base secreta en Jordania.

Obama tampoco podría explicar por

qué los EEUU siempre apoyaron al ISIS en Siria y ahora, de repente, re-suelven bombardearlos en Iraq. ¡Ah, los riesgos de la política exterior de “No cometa más estupideces”!

Por todo eso, es necesario un poco de traducción rápida. Que Obama bom-bardee ahora los bandidos del Califa no tiene nada que ver con la doctrina de la R2P (‘responsabilidad de prote-ger’) que la embajadora de los EEUU en la ONU Samantha Power tanto ama – como en el caso de la respon-sabilidad de proteger los más de 150 mil yazidis, para no hablar de los cur-dos y cristianos remanentes, contra un ‘potencial’ genocidio cometido por los bandidos del Califa.

Todos los jets de combate + drones, en una acción que durará ‘meses’, sólo tienen que ver con el síndrome de Benghazi (en Benghazi, Libia, los djihadistas mataron al embajador de los EEUU y a cuatro funcionarios de su embajada – N del T).

Por qué Obama está bombardeando al CalifaEscribe Pepe Escobar - RT, Moscou – http://on.rt.com/r619c2

Fuente: Vila Vudu - Traducción al español de POLITIKA

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Los bandidos del Califa estaban mor-talmente decididos a conquistar Irbil – capital del Kurdistán iraquí. El Go-bierno Regional del Kurdistán (GRC) está liderado por el experto Massoud Barzani – cliente/vasallo de los EEUU desde hace ya mucho tiempo.

Los EEUU mantienen un consulado en Irbil. Super lleno de tipos de la CIA. O, en las simpáticas palabras del New York Times, “millares de norte-americanos”. Aquí es donde entra Benghazi. Es año electoral. Obama está absolutamente aterrado ante el riesgo de tener otro Benghazi – por la cual los Republicanos intentan ince-santemente culpar la incompetencia del gobierno de Obama. ¡La última cosa que necesita Obama es que los bandidos del Califa maten ‘diplomá-ticos’ en Erbil! Cualquier cosa que se le parezca levantaría un tsunami de preguntas sobre el trabajo de la CIA contrabandeando armas – armando ‘rebeldes’ sirios con armas venidas de Libia – cuando ocurrió Benghazi. Y es claro que la Secretaria de Estado Hillary Clinton también sabía todo sobre la ‘operación’. Pero en aquel momento, y mucho menos hoy, na-die puede saber que la CIA armó el núcleo de lo que luego se convertiría en el ejército del Califa.

Mudanza de régimen o muerte

Obama dice que su aventura de bombardeo humanitario podría du-rar “meses,” pero en realidad puede durar sólo días. El precio es baratito: cambio de régimen, bloqueándole un tercer mandato al ex-primer-mi-nistro iraquí Nouri al-Maliki.

Eso explica por qué comenzó el infier-no en Bagdad, cuando los parlamen-tarios iraquíes vieron claramente de qué lado soplaba el viento. Haider al-Abadi fue escogido por el nuevo presidente Fuad Masoum, kurdo, como nuevo primer-ministro – horas después de que Maliki posicionase las Fuerzas Especiales en puntos es-tratégicos y en torno a la Zona Verde y puede (tal vez no) haber intentado dar un golpe.

Maliki insiste que Masoum violó la Constitución de Iraq al no escogerlo para formar un nuevo gabinete; al fi-nal, su bloque “Estado Legal” obtuvo la mayoría de los votos en las eleccio-

nes parlamentarias de abril pasado.

Obama, como podía preverse, ado-ró. Pero no le gustó nada, nada, de lo que vino después: Maliki rechazó salir de la escena en silencio, para decir lo mínimo. La narrativa predo-minante entre los sunitas, entre una cantidad considerable de kurdos e incluso en algunos bloques políticos chiitas es que Maliki persiguió dema-siado a los sunitas; y eso es lo que los llevó a apoyar masivamente al Califa (aunque hoy algunos ya estén refor-mulando aquella posición).

En lo que toca al GRC y a Barzani, en el esquema del gobierno de Obama, lo que interesa es que no deben de-clararse independientes. Mientras Barzani le prometa a Obama que el Kurdistán continuará siendo parte de Iraq, el GRC continuará recibien-do regalos como bombas y drones, y la operación ‘humanitaria’ prosegui-rá y será ampliada. Fuerzas Especia-les de los EEUU ya están localizadas sobre el área donde el Califato hace frontera con el Kurdistán iraquí, en las posiciones llamadas de “para la futura operación en el desierto”. Y los EEUU son, para todos los fines prácticos, la Fuerza Aérea Iraquí con-tra el Califa.

Mirad el ‘Hillarator’

Esa operación del gobierno de Oba-ma bautizada “R2P – protección para norte-americanos, primero; refugia-dos, segundo – nada conseguirá, por una razón clave: ningún bombardeo – sea ‘humanitario’ o no – consigue exterminar ningún movimiento polí-tico/religioso, aunque haya sido tan completamente demente como el Estado Islámico. La verdad es que el Califato está prosperando, en cierta forma, y se expande, porque, a di-ferencia de aquel patético Ejército Sirio Libre, el Califato está ganando territorio, desértico y urbano, tanto en Siria como en Iraq; y ya controla un área mayor que Gran Bretaña, ha-bitada por, lo mínimo, 6 millones de personas.

En cuanto a las mentiras siempre repetidas en Washington de que ha-bría djihadistas ‘buenos’ y djihadis-tas ‘malos’, el Califato también aca-bó con ellas. Virtualmente, todos los djihadistas que fueron armados por

Washington – y Riad – y entrenados en Jordania en la frontera turco-siria ya están hoy alistados entre los ban-didos del Califa, pagados con dinero del contrabando de petróleo, chan-tajes y ‘donaciones’ hardcore, y ar-mados hasta los dientes, después de haber saqueado los armamentos de cuatro divisiones iraquíes y de una brigada siria.

En lo que concierne al maná de la Guerra Global al Terror, continuará alimentando estallidos cada vez más grandes y más grandes, porque en-gendró y hoy alimenta la narrativa de los sueños de cualqiuer djihadista multinacional: estamos defendiendo nuestro Califato contra nada menos que la Fuerza Aérea del Cruzado-del-Mal. Los EEUU perdieron la guerra en Iraq, miserablemente, sólo nueve días después de la caída de Bagdad, en abril de 2003. No hay bombardeo ‘humanitario’ que convierta aquella derrota en victoria. Y ningún bom-bardeo ‘humanitario’ le pondrá fin al Califato.

Por su parte, la probable candidata presidencial Hillary Clinton no hace prisioneros. Insiste en que los EEUU deberían haber bombardeado Siria desde el inicio; y no habría Califato. Pero, ahora, ella teme que el Califa ataque Europa y hasta los EEUU (“He pensado mucho sobre contención, detención, impedimento y derrota”).

Posicionándose ya, como se podía prever que lo haría, Clinton sólo po-dría descalificar completamente la política externa de Obama, conocida también como “No hagan ninguna mierda estúpida”: “‘No hagan ningu-na mierda estúpida’ no es un princi-pio de organización”. Siendo así, el mundo tendrá que esperar hasta el 2017, cuando ella, por fin, tendrá los medios para implementar su propio principio: “Vinimos, vimos, él murió”.

Eso puede entenderse como otra capa de la auto-confesa doctrina “No hagan ninguna mierda estúpida” de la política externa del gobierno de Oba-ma, de la cual la candidata pre-sidencial Hillary Clinton ya se mofó no muy sutilmente.

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Obama: ‘We Tortured Some Folks’

On Friday, the President offered his frankest admission of

post-9/11 interrogation tactics...

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Obama:“Torturamos a unos tipos...”

El viernes, el Presidente ofreció su más franca admisión de las tácticas en los interrogatorios después del 11 de septiembre... (2001)

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En 1973 todos fuimos pinochetistasEl que lo niegue es un mentiroso o está desinformado

Escribe Arturo Alejandro Muñoz

Un amigo, afamado caricaturista, me envió desde México una vieja fotografía en la que aparecen, son-rientes y felices (barruntando que el futuro les pertenecía), los principales periodistas y columnistas del popu-lar diario “Puro Chile”, enviado a las catacumbas por el golpe militar el año 1973.

Precisamente, de ese año es la fo-tografía en cuestión. En ella están inolvidables hombres y mujeres de prensa, como el desaparecido Eu-genio Lira Massi, la escrituralmente prolífica Lucía Sepúlveda, además de Juan Ostoic, José ‘Pepe’ Gómez López, René Pizarro Illanes, Togo Blaise, Jorge Varas, Patricio de la O, Jorge Mateluna, Carlitos Ossa, Ángel Castro, Hugo Gómez, José Antonio Gómez (el actual ministro de Justi-cia), María Eugenia Camus, Eduardo Soto Díaz, Gladys Quinteros, Sergio Pérez, Mario Barrios… en fin, puro ‘filete’ periodístico acompañando al nunca bien ponderado ‘enano maldi-to” que sonríe encabezando esa fila de profesionales de la prensa.

Todos ellos, sin excepción, fueron en ese momento 100% pinochetistas. Como yo. ¿De qué se extraña, ami-go lector? Me dirá seguramente que los chiquillos del ‘Puro Chile’ eran re-conocidos izquierdistas, allendistas. Sí pues, claro que sí, lo eran… como yo. Y todos, ellos y yo, éramos tam-bién pinochetistas. Bueno, al menos lo fuimos hasta la madrugada del día once de septiembre de ese año, cuando descubrimos la traición y nos percatamos, tarde ya, de cuánto

nos había engañado aquel tipejo de gafas oscuras e instintos genocidas.

De los muchachos y muchachas que aparecen en la añosa fotografía del ‘Puro Chile’, sólo uno de ellos conti-nuó siendo pinochetista hasta hoy: Juan Ostoic. Es decir, uno de die-ciocho… lo que es coherente con el actual porcentaje de adoradores del militar asesino: menos del El que 1% de la población trabajadora chilena manifiesta algún grado de simpatía por el tirano.

Cuando el 23 de agosto de 1973, el general Carlos Prats renunció a la

comandancia en jefe del ejército, en su carta dirigida al Presidente Allen-de, afirmaba: “Al apreciar, en estos últimos días que quienes me deni-graban habían logrado perturbar el criterio de un sector de la oficialidad del Ejército, he estimado un deber de soldado de sólidos principios no constituirme en factor de quiebre de la disciplina institucional y de dis-locación del Estado de Derecho, ni servir de pretexto a quienes buscan el derrocamiento del Gobierno insti-tucional”.

Muchas personas se preguntaron quién, en el Ejército, debía ser el sucesor de esa conspicua línea de conducta profesional y respeto irres-tricto a la Constitución, inscrita en la sangre del general René Schneider y prolongada por el general Carlos Prats. La gente de derecha sólo de-seaba un golpe de Estado, una ma-sacre de izquierdistas y el exilio para todos aquellos que habían ostentado algún cargo en el gobierno de la Uni-dad Popular. Esa gente odiaba al ge-

neral Prats y, por supuesto, también odió durante un mes a su sucesor: Augusto Pinochet Ugarte… mientras que nosotros, los de izquierda, los progresistas, aplaudíamos a Pinocho jurando que sería un estandarte den-tro de las fuerzas armadas para de-tener cualquier intento fascista por interrumpir el proceso democrático.

Hasta Miguel Henríquez y el ‘Chico’ Pérez (capos del MIR en esos años) concibieron tibiamente la posibilidad de que Augusto Pinochet –a fines del mes de agosto de 1973– pudiese con-tinuar la línea constitucionalista de Schneider y Prats.

Es así que desde el 23 de agosto hasta la madrugada del 11 de septiembre de 1973, la Unidad Popular fue 100% pinochetista. Desde las 07:00 horas de ese 11 de septiembre, hasta hoy día, es la derecha dura y el sector ul-tramontano de la DC quienes aman a Pinochet, le prenden velas y añoran sus ‘razones políticas’, tanto como sus ‘democráticas formas’ para eje-cutarlas. La carta enviada por Eduar-do Frei Montalva al Primer Ministro italiano, Mariano Rumor, confirma lo que digo. Tal cual puede deducir-se que, en el año 1973, por una u otra razón, todos fuimos pinochetistas. Y todos, sin excepción, fuimos trai-cionados por el tal Daniel López, que nos puso en fila india para violentar-nos y torturarnos uno por uno.

A la gente de izquierda la asesinó, encarceló, torturó y exilió. A la gen-te de derecha la utilizó implacable-mente, la estrujó sin misericordia, y se hizo finalmente de una mal habi-da fortuna en dólares, propiedades y acciones que ya quisiera Angelini. A muchos de sus subordinados milita

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res los traicionó dejándolos en la es-tacada. Y a algunos de los principa-les dirigentes de la DC de entonces, simplemente los despreció, lanzán-dolos más temprano que tarde a las covachas oscuras de la represión. Un traidor no confía en otro traidor. Así de claro.

Por ello, si en el año 1973 todos fui-mos –en una u otra forma– pinoche-

tistas, hoy, en el 2014, sólo algunas ancianas y unos pocos vejestorios inundados por la nostalgia de los años duros continúan siendo procli-ves a revivir el agotado recuerdo de un gobierno criminal. Si la Historia y los historiadores cumplen con su misión, Pinochet debe ser calificado como el ‘Tartufo Mayor’ de la política chilena a lo largo de sus dos siglos de vida dizque independiente.

Pero, hay algo más que debe desta-carse. Muchos de los actuales diri-gentes políticos ‘progresistas’ han hecho suya ‘la obra económica’ del dictador, arropándola como si el mo-delo impuesto a sangre y fuego fuese la panacea universal. Esos dirigentes son los que jamás abandonaron su admiración por Pinochet… aún es-tando en el exilio. Por ello, no mueve a asombro constatar que las tiendas

políticas que conforman el conglo-merado oficialista no hayan hecho el más mínimo intento por cambiar de raíz, y de verdad, el modelo here-dado. En esencia, luego de cuarenta años, muchos de nuestros actuales dirigentes pseudo-demócratas si-guen siendo pinochetistas hasta los huesos.

Aaaaamén...

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POLITIKAPOLITIKA30 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

Fort Lauderdale (EEUU): judíos manifestandocontra la agresión israelí y la ocupación de

los territorios palestinos

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POLITIKAPOLITIKA 31Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

Netanyahu... ¡No te olvidamos!

Ni olvidamos Gaza

El periodista Gideon Levy no se mueve sin un guardaespaldasEscribe Hélène Salon, enviada especial de Le Monde a Tel Aviv (fragmento).

Insultos y amenazas, el periodista israelí de Haaretz, Gi-deon Levy, ha recibido muchos en treinta años de una carrera consagrada a cubrir la política israelí en los terri-torios palestinos. Pero nunca como durante la operación “Borde protector”. El 14 de julio, entrevistado por une televisión en las calles de Ashkelon, ciudad meridional de Israel, el periodista de 61 años fue interpelado por un habitante: “¡Traidor, vete a vivir con Hamas!”, le grita el

hombre, arrojándole un billete a la cara. El artículo que escribió esa misma mañana, “El daño que hacen los pilo-tos”, le trajo una lluvia de amenazas por teléfono y en las redes sociales. “Son la crema de la crema de la sociedad is-raelí, (…) perpetran los actos más ruines, brutales, y los más despreciables. (…) Están sentados en sus cockpits y apoyan en el botón de su joystick, su juego de guerra”, escribió. En la calle, donde todos reconocen su imponente estatura y su cara bronceada por el sol, las miradas se hacen agrias y los insultos llueven.

“Escribí el mismo artículo durante la operación ‘Plomo en-durecido’ (2008-2009), y suscitó mucha cólera, pero nada comparable a lo que vivo en este momento. El ejército y la seguridad son la verdadera religión en este país. La gente quisiera que no se critique sino cuando la operación termi-nó”, subraya. No se mueve sino es con un guardaespaldas. Algunos le predicen la misma suerte que a Itzhak Rabin, asesinado por Yigal Amir el 4 de noviembre de 1995 du-rante un discurso público en Tel Aviv. Amir, un extremista de derecha, opuesto a los Acuerdos de Oslo que Rabin ha-bía firmado con los palestinos en 1993.

“LA SOCIEDAD ISRAELÍ ESTÁ ENFERMA”

Gideon Lévy no es el único que recibe amenazas, al límite de la agresión física. “La gente de izquierda tiene miedo de ir a las manifestaciones, de ser golpeada. La palabra smo-lani (“izquierdista”) se transformó en el peor de los insultos. No se puede expresar ninguna simpatía o empatía por los palestinos sin ser amenazado. Los verdaderos racistas ya no se ocultan”. El síntoma, según él, de años de expansión de la extrema derecha, del racismo y de la incitación al odio en Israel. “La sociedad israelí está enferma. Del sur del país a Tel Aviv, las imágenes de Gaza son recibidas con indi-ferencia, incluso con manifestaciones de alegría. Basta con mirar las redes sociales y los llamados a ‘quemarlos a todos’. Yo nunca había visto eso”, explica. “Finalmente, la palabra ‘fascismo’, que intento utilizar lo menos posible, merece su lugar en la sociedad israelí”, escribió el 19 de julio.

Page 32: Politika nº79 15 agosto 2014

POLITIKAPOLITIKA32 Año V - Edición Digital Nº 79 (15.08.2014)

POLITIKANo escuchéis lo que dicen, Mirad lo que hacen...

Editor general: Luis Casado.Colaboradores: Arturo A. Muñoz - Daniel Pizarro - Julio Cortázar - Pepe Escobar - Anne Nivat Jason Weiss (Paris Review) - Hélène Salon - Gideon Lévy - Paul Kirchner - PalomoDiseño gráfico: POLITIKA Traducciones: POLITIKA

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