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8/10/2019 Plutarco Lesky http://slidepdf.com/reader/full/plutarco-lesky 1/9 ALBÍN LESKY HISTORIA DE LA LITERATURA GRIEGA VERSIÓN ESPAÑOLA DE JOSÉ M. a  DÍAZ REGAÑÓN BEATRIZ ROMERO ñ EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

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ALBÍN LESKY

H I S T O R I A

DE LA

LITERATURA GRIEGA

VERSIÓN ESPAÑOLA DE

JOSÉ M.

a

  DÍAZ REGAÑÓN

BEATRIZ ROMERO

ñ

E D I T O R I A L G R E D O S , S. A.

M A D R I D

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©   EDITORIAL  GREDOS, S.  A . Sánch^ Pacheco, 81, Madrid, 1989, para la versión

española.

Título original: GES HI HTE

 DER GRlPCHISCHEN LITERATUR , 2.

edición, A. F J^NC KE

AG

  VERLAO,

  Bern 1963.

PRIMERA EDICIÓN,

  enero

  de 1969.

1.*

  reimpresión, abril de 1976.

2. reimpresión, febrero de 1983

3. reimpresión, abril de 1985.

Impreso en España. Printed in Spain.

Gráficas Cóndor S.   A . Sánchez Pacheco , 81, Madrid, 1989. - 6288.

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852

Época imperial

Museo: Ediciones: A.  LUDWICH,  Bonn, 1912 (Kl. Texte, 98).

  ENRICA

  MALCOVATI,  Milán,

1947.

  H.

  FÁRBER,  Munich, 1961 (Heimeran, bilingüe)

  con

 Pap. Rylands L ibr.

  486 y los

testimonios posteriores sobre

  la

  influencia

  del

  poema

  en los dos

 príncipes

  de la

  lírica

popular alemana.

  —

  Léxico,

  en la

  edición

  de A. M.

  BANDINI,

  Florencia, 1765.

  — G.

SCHOTT,

  Hero  und Leander  bei M usaios  und

 Ovid,  tesis doctoral, Colonia, 1957.

B .  PROSA

i.  PLUTARCO

En esta visión panorámica reclama Plutarco

  su

  lugar propio, pues frente

  a

las corrientes dominantes  de su época  él  adoptó  una  posición marginal.  El hom

bre que jamás trató   de conquistar  con ideas originales nuevos horizontes  ni  sacu

dir las barreras  de su  siglo estampó de tal  manera  el  sello de su personalidad en

el acervo de la tradición (que reelabora háb ilmen te), que hizo  de  ella algo perso

nal e  influyó en todas las  épocas.

Su vida transcurre en el período que se extiende en tre pocos años antes del 50

y pocos años después del 120, lo  cual significa que conoció el reinado de los F la-

vios,  la  decadencia bajo Domiciano  y el  renacimiento  del imperio  en  tiempos de

Trajano. Nació

  en

  Queronea

  de

  Beociá, donde

  su

  familia gozaba

  de

  gran repu

tación

4 8

. Estudió, naturalmente, en  Atenas. Gracias sobre todo  a su  maestro Am-

monio,  se  adhirió allí  a la  Academia,  y  durante toda  su  vida tuvo gran venera

ción hacia  su fundador.  De sus estudios matemáticos, emprendidos  con celo,  nos

habla  él  mismo (núm.  24, 7; 387 s. )

4 9

,  y  diversos escritos suyos testimonian su

dedicación  no  menos ardiente  a la  retórica. Conoció  la extensión  del  imperio gra

cias a   los viajes que emprendió a Asia y   Alejandría, pero sobre todo a  Italia. Esta

mos  mal informados sobre  la  fecha  y  duración  de sus estancias  en  Roma, pero

probablemente tuvieron lugar poco antes  del 80 y  poco después  del 90.  Nunca

duraron mucho, pues  en la  biografía  de  Demóstenes  (2)  dice Plutarco  que en

Roma había estado

  de tal

  manera absorbido

  por la

  política

  y la

  filosofía

 que no

pudo aprender correctamente el latín, y   por esto, sólo en  sus últimos años se con

sagró  a la  literatura romana. Sus relaciones con Roma fueron leales y carentes de

problemas;  él, en  cuya vida desempeñaron  tan  gran papel  los amigos,  los  tuvo

también romanos  e  importantes. Por ejemplo,  L.  Mestrio Floro,  que le  otorgó la

ciudadanía romana  y con ella  su nom bre gentilicio M estrio,  y Q.  Sosio Senecio,

el confidente  de  Trajano. Según  la

 Suda,

  Trajano  le  concedió  la  dignidad consu

lar  y  puso bajo  su autoridad  a los procónsules  de Iliria; según E usebio (hacia el

año 119), Adriano  le  nombró procónsul  de la  Hélade. Ambas noticias  no son

aceptables   en  esta versión

  5 0

;  es  difícil decidir  si  tras ellas  se  oculta alguna espe

cial distinción hecha

  a

  Plutarco

  en su

  vejez.

48

  K.  ZIEGLER,

  "Plutarchs Ahnen",

  Herm.,  82,

  1954 ,

  499.

49

  Citamos  los  escritos  que componen  las

  Mordía

  con los  números  de la  lista que

las sigue.

50

  Cf. las objeciones de K.  LATTE  en  Z IEGLER,

  RE y.

  abajo), 658, 1.

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Prosa

853

El hombre  que gracias  a sus viajes conoció territor ios im porta ntes  del impe

rio y al que se abrían  las casas de los  poderosos pasó  la  mayor parte  de su vida

en   la  pequeña localidad  que era su  patria. Ocurrió  con su  vida  lo que con su

actividad creadora:

  su

  mirada abarcó extensos espacios, pero

  él se

  mantuvo siem

pre voluntariamente dentro

  de los

  límites impuestos

  por su

  propia manera

  de

ser  y en ellos realizó  sus  mejores aspiraciones  sin  intentar aquello  que su  destino

le tenía vedado.  Lo que nos hace  tan simpático a  Plutarco  es la  riqueza  de valo

res humanos  que  desplegó dentro  de  esta limitación.  Su  fuente principal  fue

sobre todo

  una

  íntima vida familiar,

  de la que nos

  ofrece

  un

  testimonio suma

mente simpático  el  escrito consolatorio  a su  esposa Timóxena  en la muerte  de su

homónima hijita (núm.   45). Siguiendo  una  tradición cívica antigua , Plu tarco no

se apartó  de las  tareas  de su  ciudad, sino  que en  ella  se  puso  al  frente  de las

construcciones públicas

  y fue

  arconte epónimo. Todo esto suponía para

  él pe

queñas tareas;

  más le

  daban

  que

 hacer,

  sin

  duda,

  sus

 relaciones

  con el

  antiguo

centro  de la  vida religiosa griega, Delfos,  que  estaba  a un  paso  de  Queronea.

Estas relaciones  se reflejan  en su vida  y en sus escritos  y  llegaron  a su  culmina

ción cuando   fue  investido para largos años  con un  cargo  en el  doble sacerdocio

de Delfos,

  la

  dignidad

  más

 alta

  del

  culto. Además

  de la

  familia,

  de la

  actividad

comunal  y el  servicio deifico, llenaban esta vida  su  nutrido círculo  de  amigos.

La casa  de  Plutarco rara  vez estaba  sin  huéspedes, pues  fue su  hogar algo así

como el centro de un círculo interesado en  numerosos problemas, pero sobre todo

en cuestiones filosóficas.

La pluralidad   de  objetos científicos  que atraían  la  atención  de  Plutarco  se co

rresponde

  con la

  multitud

  de

 escritos

  que se

  agrupan bajo

  la

  denominación poco

feliz  de Morália. En  ellas  se contienen,  si incluimos  las B iografías,  sólo un  tercio

aproximadamente  de las obras de Plutarco, como nos m uestra  el  llamado catálogo

de Lamprias, lista  muy descuidada  e  incompleta,  que no  puede proceder  de un

Lamprias, hijo

  de

 Plutarco,

 por el

  hecho sólo

 de que tal

 hijo

 no

 existió

51

.

 No es

posible exponer aquí

  la

  multitud

  de

  temas tratados

  en las Moralia;

  intentaremos

sólo ofrecer  una ojeada  de  conjunto siguiendo  las indicaciones  de los títulos, que

daremos después,  y a los  cuales  nos  referiremos para decir algo sobre dichos

temas.

U n

 no

  pequeño grupo

  se

 destaca

  por su

  fuerte retoricismo,

 y

  esto permite

 fe

charlo  con  toda probabilidad  en sus  primeros años, cuando Plutarco  no  había

expresado todavía  su  posición moderadamente reservada contra  la  retórica. En

estos escritos aparecen declamaciones sobre Tyche,

  su

  papel

  en la

  vida

  de

  Ale

jandro  y en la  historia  de  Roma, sobre  los fundamentos  de la  gloria ateniense y

otras cosas más (núms.  8, 20-22, 27;   además, 32-34, 62). En tal  medida  se aparta

Plutarco  del  equilibrio  de  otros escritos,  que  investigadores como

  POHLENZ

  y

ZIEGLER  apuntan

  la

  posibilidad

  de que

 estos primeros prod uctos inma turos hayan

sido publicados sólo después

  de su

  muerte. Tratados

  de

  filosofía popular, cuyo

tono fundamental  lo  marca  el  hecho  de que  habla sobre  la  tranquilidad  de las

almas (núm.

  30),

 ocupan

  un

  gran espacio.

 En

 este

  y en

  otros muchos escritos,

 el

gran admirador  de Platón  se nos muestra fuertemente influido  por el  estoicismo.

La meta

  de la

  serena

  paz de las

  almas,

 a la que

 todos

  los

  sistemas helenísticos

51

  La  carta dedicatoria  que precede  en  algunos manuscritos  es una  falsificación  me

dieval: K.  ZIEGLER,  Rhein. Mus.,  63, 1908, 239 y 76, 1927, 20.

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5

4

Época imperial

aspiraban, es ensalzada aquí por un varón que en su propia intimidad reunía las

mejores condiciones para lograrla. Por el mismo motivo sabe Plutarco decir tam

bién (núm. 12) cosas útiies sobre el matrimonio, y hay que notar que en el  Eró

tico

  (núm. 47) es cierto que, siguiendo las huellas trazadas por Platón, proclama

a Eros como guía hacia le absoluto, pero en él relega a un plano muy secundario

al amor homosexual

52

. A cada paso notamos en las obras de Plutarco un marca

do temperamento didáctico. No es de extrañar que también se haya manifestado

directamente en cuestiones pedagógicas (núm. 2 s.).

Además de muchos escritos compuestos a la manera de la diatriba, tiene Plu

tarco obras en las que acomete serias discusiones filosóficas. Sin penetrar en los

últimos recovecos de los problemas, nos ha trasmitido cantidad apreciable de ma

teriales para la historia de la filosofía. El escrito sobre la teoría del alma del

  Timeo

platónico (núm.

  68

  s.) da una interpretación caprichosa y armonizadora, pero es

interesante por la discusión del problema de la perversa alma cósmica. Los

  Pro

blemas platónicos  (núm. 67) tratan determinados pasajes, entre los cuales reapare

ce en primer plano el  Timeo.  Es chocante que de los escritos polémicos de Plu

tarco contra estoicos y epicúreos (núm. 70-72, 73-75) hayamos conservado tres

contra los primeros y tres contra los segundos. La sospecha de  ZIEGLER,  según

el cual esto sería el resultado de una selección, es sugestiva.

Plutarco no escribió únicamente sobre el alma humana —sobre este tema te

nemos fragmentos de une obra extensa—; en el círculo de sus preocupaciones

también tuvieron cabida (núm. 63) cuestiones de psicología animal. Una pieza

curiosa y de autenticidad discutida es el diálogo sobre la razón de los animales,

con su envoltura mitológica (núm. 64), cuya tendencia satírica recuerda el estilo

cínico. Los dos libros contra la alimentación a base de carne (núm. 65 s.) guardan

analogías con las primeras obras afectadas de retoricismo. En ellos se aprecia in

flujo pitagórico.

Al terreno religioso, que tanta importancia tema para Plutarco, pertenecen los

diálogos píticos sobre la misteriosa  E  colocada a la entrada del templo de Delfos

(núm. 24), sobre el formulismo de los oráculos (núm. 25) y sobre su decadencia

(número 26). Uno de los escritos más interesantes es el que trata  Sobre Isis y

Osiris  (núm. 23)

5 3

, en el que Plutarco, que era  mista  de Dioniso (núm. 45, c. 10;

611 d), da una explicación, o mejor una maraña de explicaciones sincréticas y

alegóricas, de la religión de los misterios de Osiris. En ellos resalta Osiris como

dios principal que representa el Logos y lo existente sobre el mundo del devenir.

Isis, como diosa de la sabiduría, procura a los hombres el acceso al conocimiento

de lo Sumo; empero, Tifón es el principio hostil, padre de la mentira y de la

ofuscación, obstáculo en el camino que conduce a la comprensión. Como se ve,

la obra representa un importante testimonio de una religión mistérica que se ha

apropiado motivos de abolengo platónico y se propone como meta el conocimien

to de un principio supremo e inteligible (352 A:  f)

  TOU

  iipÓTou

  KCCI

  Kuptou

  KCU

vor)ToO yveomej

  54

. Más afín a nuestra sensibilidad es el diálogo  Sobre el tardío

52

  Otros escritos de filosofía popular, 4 -7 , 9 , n , 28 s., 31 , 35-4 0.

53

  T H . HOPFNER,  P. über Isis und Osiris. I. Die Sage. Monogr. des Archivs Orien

tal™,  9, Praga, 1940 (texto, trad., coment); // .  Die Deutungen der Sage,  1 9 4 1 .

54

  ANTONIE WLOSOK ,  Abh. Ak. Heidelb. Phil.-hist. Kl,  1 9 60/2, 56, lo pone bien de

manifiesto.

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856

Época imperial

Variada como el contenido es la forma de las  Moralia.  Muchas de ellas tienen

forma dialogada. Se advierte la aspiración a imitar a Platón en la presentación del

cuadro escénico, en la tendencia a dejar el diálogo en boca de un interlocutor, en

la ocasional introducción de mitos, pero el desenvolvimiento, de la parte dialogada

permite reconocer grandes diferencias, y no pocas veces reemplaza al diálogo la

exposición magistral continuada. Hemos separado como grupo de cuño personal

las declamaciones retóricas, engendros de sus primeros años. Otros escritos pre

sentan el carácter de tratados puramente objetivos, mientras que en los tratados

de filosofía popular resaltan rasgos de la diatriba.

No son las

  Moralia

  las que han cimentado la fama de Plutarco, sino más bien

su literatura biográfica. El mismo nos dice (Proem.   Emil.)  que se acercó a ella

empujado por otros, pero que luego tomó gusto por este género. En el mismo

pasaje explica el sentido de esta actividad: el contacto con los grandes hombres

del pasado infunde en nuestra propia naturaleza sus altas virtudes. Pero si alguna

vez nos presenta una pareja de dudosa moralidad, como Demetrio y Antonio (por

lo demás, uno de sus más brillantes paralelismos), luego nos asegura con ahínco

en la introducción que también los ejemplos negativos pueden excitar a la recta

conducta de la vida. Recientemente ha demostrado

  ALBRECHT DIHLE

  que la tra

dición biográfica en la que se sitúa Plutarco está profundamente influida por la

teoría peripatética, la cual en su sistema ético atribuye a las acciones de los hom

bres importancia decisiva. También  F R.  LEO  ha insistido en la importancia del Pe-

rípato para la biografía. Con esto no se pretende poner de relieve lo que es

evidente, es decir, que en las acciones se reflejan las cualidades morales, sino la

teoría aristotélica

59

  de que las "virtudes éticas" no se dan naturalmente con an

terioridad a su manifestación, sino que surgen como actitudes habituales (presu

puesta, por otra parte, la disposición a ellas) con el obrar y en virtud de éste.

Esta relación entre r¡0r) y irpá^Eic; determina en la biografía de Plutarco una

descripción del carácter que constantemente brota de las acciones de sus héroes;

en consecuencia, entra naturalmente en juego material histórico en cantidad. Con

frecuencia se ha censurado a Plutarco por su manera de utilizarlo. Sería realmen

te difícil hacer de él un historiador de categoría, pero Plutarco no pretendía serlo.

Sobre este particular se expresó clarísimamente en la introducción a su

  Alejandro,

en la cual califica a su tarea de "biografía", no de historia. A él no le preocuparon

jamás las conexiones históricas o la etiología política en el sentido de Tucídides:

a él sólo le interesan las grandes figuras humanas, cuyos rasgos —así lo dice en

el pasaje aludido— resaltan, sin embargo, no sólo en los grandes hechos, sino

también en muchos pequeños ademanes, en muchos dichos. Éste es el Plutarco

de las anécdotas, siempre dispuesto a hacer gran acopio de ellas y a dar a sus

biografías con un número sin fin de historietas una cautivadora variedad. En esto

radica en primer lugar la influencia que ellas han ejercido en todos los tiempos,

de tal manera que su pervivencia constituye precisamente un capítulo de la his

toria literaria europea. Añadamos aún la notable destreza de Plutarco en la na-

55

  S on imp ortantes para su estudio sobre todo los prime ros capítulos de la

  Ét. a Nic.

Con razón hace resaltar K . v.   FRITZ,  Gnom.,  28, 1956, 330, cuan singular es que pre

cisamente Aristóteles separe tan tajantemente la formación del "ethos" por medio del

obrar y la "physis". Se ha abandonado aquí una tradición que remonta a Píndaro y a

Sófocles. De Eurípides se infiere cuan problemática llega a ser.

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Prosa

857

rración dramática y destaquemos, como es debido, que estas biografías transpa

rentar una clara comprensión hacia los hom bres y un simpático optimismo m oral,

y con ello habremos caracterizado suficientemente su obra. En la cuestión relativa

a la medida en qu e Plu tarco , utilizó fuentes genuinas o se atuvo a resúmenes p re

existentes, la investigación se inclina hoy a reconocer su personal elaboración

60

.

Pero, como es natural, hay que suponer que también tuvo en sus manos colec

ciones que le brindaban apotegmas, anécdotas y citas de poetas. Él mismo pudo

haberse confeccionado estos medios auxiliares.

Poseemos 22

  Vidas paralelas,

 cuya enumeración damos más ad ela nte

6 1

; se ha

perdido la pareja Epaminondas-Escipión, en la que el segundo personaje debía

ser más bien Escipión el Viejo que Escipión Emiliano. Poseemos las biografías

separadas de Arato y Artajerjes y además las de Galba y Otón. El catálogo de

Lamprias menciona otras muchas, entre las cuales de poetas (Hesíodo, Píndaro,

Á rato) y una del filósofo Crates, que, como Hesíodo y Píndaro, era también be od o.

La idea de emparejar a un gran personaje griego y a otro romano correspon

de tanto a la época en que la tradición quizá trataba de afirmarse de cara al po

derío romano como a la naturaleza conciliadora de Plutarco, que pretendía incluir

en el marco de su concepción del mundo los acontecimientos históricos. Plutar

co,  al que era enteramente extraño el convencimiento de los modernos historió

grafos que no existen verdaderos paralelismos, fue a veces muy afortunado en

sus emparejamientos, como, por ejemplo, en el de Demetrio y Antonio, mientras

que en otros casos las posibilidades de comparación eran muy escasas, aunque no

falten del todo. En el caso de Pericles y Fabio Máximo puede servir de modesto

vínculo entre ambos su caudillaje en la guerra defensiva. Cuando Plutarco por

regla general concluye un par de biografías con una comparación-resumen, con

una síncrisis

6?

, deja transparentar en ella su tradición retórica. Hay en ella mu

chas cosas forzadas, otras inconsistentes, pero hoy no se propende, como hacía

R U D O L F H I R Z E L ,  a excusar a Plutarco de la responsabilidad de haber compuesto

estas partes.

En la época en que escribió Plutarco, el aticismo estaba en su apogeo, pero

también en este aspecto mostró su ponderación. El ciudadano honorario de Ate

nas supo valorar la cultura y la lengua ática, pero no se entregó a la caza de vo

cablos áticos raros ni prohibió la entrada en su dicción a elementos de la koiné.

Adoptó esta actitud ponderada frente a la retórica después de haber aprendido

a liberarse de sus cadenas, perceptibles en sus primeras declamaciones. En gene

ral es tan escrupuloso en la evitación del hiato, que puede tomarse como un

criterio de autenticidad. Se percibe la tendencia al período rítmico en el empleo

60

  E .

  BÜCHNER,

  Gnom.,  32, 1960, 306, hace un recorrido instructivo por la bibl. a

esta cuestión en relación con la vida de Pericles.

61

  Agis y Cleómenes están agrupados con los dos Gracos formando una tetrada.

Aquí no tocamos la cuestión de la cronología relativa de las  Vidas.  Ésta es muy difícil

por las citas alternadas, para las cuales hay que tener en cuenta las añadiduras poste

riores, cf.   ZIEGLER,  RE  (v. pág. 86o), 899. C.  THEANDER,  "Z ur Z eitfolge der B iographien

Pl.s",

  Éranos,

  56, 1958, 12.

62

  Para el concepto: F

  FOCKE,

  "Synkrisis",

  Herm.,

  58, 1923, 327. Para Plutarco:

H .

  ERBSE,

  "Die B edeutung der S ynkrisis in den Parallelbiographien Plutarchs ",

  Herm.,

84 ,  19 56, 398.

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Época imperial

de  los  tipos usuales  de  cláusula

63

.   La  lengua  de  Plutarco tiene características per

sonales, que se  revelan sobre todo en los  períodos larguísimos,  en  cuya acumula

ción interviene no  sólo el deseo  de  darnos  una extensa información, sino tam bién

la tendencia, común

  a

  toda literatura

 muy

 evolucionada,

  a

  darnos

  en el

  marco

 de

una frase amplia  el  mayor número  de  elementos conceptuales.

La considerable diferencia entre  el  catálogo  de  Lamprias  y lo  conservado demuestra

que  en los  siglos oscuros  se  perdieron muchas obras  de  Plutarco. Para  las  Vidas  se

puede asegurar

  la

  existencia

  de una

  edición

  en dos

  tomos, ordenada cronológicamente

(según   los  personajes griegos),  que  quizá remonte  a  fines  de la  Antigüedad.  Los  repre

sentantes  de  esta edición  son un  manuscrito  de  Seitenstetten (siglos xi-xn)  y  otro  de Ma

drid (Matrit.   55;  siglo  xiv). Además  de la  edición  en dos  tomos existió  en la  primera

época bizantina otra

  en

  tres tomos

  que

 ordenaba

  la

  materia primero

  por el

  lugar

  de na

cimiento

  de los

  personajes griegos

  y en

  segundo lugar cronológicamente. Existen manus

critos

  del

  siglo

  x que

  representan

  ya

  esta edición:

  Vat. Gr. 138,

  Laur. conv. soppr.

206,

  Laur.  pl. 69, 6,  cada  uno  para  un  libro.  En la  edición  de la  Coll.  des  Univ. de

France

  (cf.

  abajo), cuyas colecciones corrieron

  a

  cargo

  de M.

  Juneaux,

  se

  hace resaltar

la especial importancia

  del Par. gr. 1674

  (siglo

  xin) en la

  edición

  de los 3

  volúmenes.

Para   la  tradición  de las

  Moralia

  fue  decisivo  el que  Máximo Planudes,  en un  trabajo

redactado   a  fines  del  siglo  xm o a  comienzos  del xiv,  reuniese  en un  corpus  las  obras

trasmitidas  en  varios grupos  La  inexacta denominación  de  Moralia  tuvo  su  origen  en

el hecho

  de que

  Planudes puso

  al

  principio

  de su

  corpus

  las

  ' H G I K Ó .  Para

  las

  diversas

etapas

  de su

  actividad recopiladora,

  en el

  transcurso

  de las

  cuales Planudes incluyó tam

bién  las  biografías, tenemos testimonios sobresalientes  en el  Ambros.  859 (C 126 inf.;

poco antes  de  1296); París.  1671 (com pletado  en  1296); París.  1672  (poco después  de

r302).

  La

  tradición

  de las

  Mort ia

 es muy

 rica

  y

  diversa para cada

  uno de los

  escritos.

La antigua edición Teubner  de las Moralia de G. N.  BERNARDAKIS  en  siete vols. (Leip

zig,

  r888-96)

  ha

  sido casi totalmente reemplazada

  por la

  nueva,

  en la que

  trabajaron

C.

  H U BE R T ,

  W.

  NACHSTÁDT,

  W. R.

  PATÓN,

  M.

  POHLENZ,

  W.

  S IEVEKING,

  I.

  WEGEHAUPT

y  K.  ZIEGLER  (6  vols.,  el V  todavía incompleto, Leipzig, desde  1908; en  nueva impre

sión   han  aparecido repetidas veces  con  notas  de H.  DREXLER  los  fase.  V/i, 3;

  VI / 1 -3 ,

1957-60).

 En

  cuanto

  a las

  Vidas,

  la

  edición teubneriana

  de C.

  SINTENIS

  (5

  vols., Leipzig,

1852-55,

  reimpresa

  a

  menudo)

  ha

  sido reemplazada

  por la de C.  LINDSKOG  y K.  ZIEGLER

(4 vols.   en 8  partes, Leipzig, 1914-39,  1 en 3.

a

  ed., 1960; 2 en 2.

a

  ed.,  1959) .  En

la  Coll. des Un. de Fr.  (bilingüe): R.  FLACELIÉRE,  M.  JUNEAUX,  E.  CHAMBRY,  Plut. Les

vies parálléles. 1  (Thésée-Romulus. Lycurgus-Numa),  1957; 2  (Solon-Publicola. Thémis-

tocle-Camille),

  1961; basadas

  en

  nuevas colaciones

  de M.

  JUNEAUX.

  Damos

  a

  continuación

una sucinta relación  de la<-  obras plutarquian as conservadas.  Las  cifras encerradas  en

paréntesis  se  refieren  a las  ediciones modernas mencionadas; sólo para  una  pequeña parte

de   las  Moralia  remitimos todavía  a  BERNARDAKIS.  La  inautenticidad  se  expresa  por el

paréntesis

  que

  encierra

  el

  número

  de

  orden,

  la

  duda

  por el

  signo

  (?),

  pero

  hay que

advertir

  que

  existe todavía mucha inseguridad

  en el

  juicio

  de

  ciertos escritos.

Moralia:

(1.) De  liberis educaríais, rispi  nalbav  áyayí jc ,

  (I  1 ).

 —

 2.

  De  audiendis poetis.  ricoc,

S EÍ   TÓV

  véov itoi-quccTcov

  ÓKOÓEIV  (I

 28). —

 3. De

  audiendo.  riepl

  TOO <ÍKOÓEI.V  (I

  7 5 ) . —

4 .  De

  adulatore

 et

  amico.

  Í7c3c,  Sv  TIC, S taxpívE iE TÓV KÓXCÍKCC  TOO  <¡>ÍXOO  (I 97).—

5.

  De

  profectibus

  in

  virtute.

  nSq fiv

  TIC,

 OCÍO9OITO SOCUTOO

  TtpoKÓitTOVToc,

  su

ápeTf]

(I 14 9) . —

 6.

  De  capienda ex  inimicis utüitate. Tl c,  Sv

  TIC,

 áit ¿xQpñv  ¿K))EXOÍTO(I 172).

7 .  De

  amicorum multitudine.

  Usp\

  •noXixfnXlaq

 (I   1 8 6 ) . — 8 .  De

  fortuna. Tlspl

  TÓ/IC,

(I  197) .  — 9 .  De

 virtute

  et

  vitio.

  rispl ápETTJc,  KCCI  KaKÍac,  (I  204). — (10.)

  Consolatio

  ad

63

  Ditroquéo, crético

  y

  troqueo, crético doble, hipodoemio.