palti_el momento romántico
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El momentoromántico
Nación, historia y lenguajes políticos en laArgentina del siglo XIX
Elias José Palti
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S^eiideba Pulti, Elias
El momento romántico ; nación, historia y lenguajes políticos en la
Argentina del siglo XX . - la ed. - Buenos Aires Eude!a, "##$.
%&' p. ; "()%& crn. - *+ectores
B/ $0&-$1#-"(-%211-#
%. 3istoria Argentina. . 4ítulo 566$&"
Eude!a
7ni8ersidad de Buenos Aires Primera edición a!ril de "##$
9 "##$Editorial 7ni8ersitaria de Buenos Aires ociedad de Economía :i)ta
A8. i8adí
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AGRADECIMIENTOS
Este li!ro condensa un muy largo recorrido por la historia intelectual
argentina. ,a lista de ?uienes me acompa>aron por Fl es demasiado e)tensa
para poder dar cuenta a?uí de ella. /o ?uiero dejar de mencionar, sin
em!argo, a ?uienes !aliGaron mis primeras incursiones en el campo con una
temeridad ?ue sólo un aHn ine)perto Itero entusiasta a!ordaje del tema, y el
apoyo y riguroso control de mis e8entuales directores de los proyectos
respecti8os de donde estos te)r.os surgieron, e8itaron ?ue se 8iera
rápidamente desencaminado. 3ilda a!ato, como directora de mi tesis de
+icenciatura, tu8o ?ue soportar en primera instancia mi audacia para
internarme en temas tan centrales pata la historia intelectual argentina pero,
por ello mismo, tan tra!ajados. A ella la siguió 5arlos Altamirano, ?ue
pacientemente ayudó a dar Corma a mi tesis de maestría dedicada a la o!ra
de armiento. En todos esos a>os, y los ?ue siguieron, scar 4erán Cue ?uien
me sir8ió de modelo de historiador intelectual. in Fl, esta o!ra no ha!ría
tenido origen. Ahora ?ue Jnalmente sale pu!licada, no lo contará ya entre
sus lectores. Kuiero ?ue le sir8a, al menos, de homenaje, ?ue es un modo de
retri!uirle su sa!ía compa>ía y amistad de tantos a>os.
Linalmente, ?uiero agradecer a los jurados ?ue me halagaron con el
premio oy 3ora, il8ia igal, /Fstor 5arrillo y o!erto LernándeG Prini.
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Í NDICE
PRÓLOGO. El ROMANTICISMO COMO IDEA Y COMO LENGUAJE
PA4E EL MODELO GENÉTICO DE LA NACIONALIDAD Y SUS LÍMITES
INTRODUCCIÓNLA NACIÓN COMO PROLEMA...........................................
CAPÍTULO !El " RAGMENTO PRELIMINAR de Alberdi y el problemáticoPROYE!O PO"#!$O %E "A JO#EN GENERACIÓN
CAPÍTULO $La NACIÓN COMO ENIGMALa A#ENTURA INTELECTUAL DE SARMIENTO......................
PARTE II
LA DESCOMPOSICIÓN DEL MODELO GENÉTICO DE LA
NACIONALIDAD INTRODUCCIÓNEl PASADO EN DISPUTA. La POLÉMICA MITRE%LÓPE& Y LA DESESTAILI&ACIÓN DE LOS LENGUAJES...............................
CAPÍTULO 'La nación entre el ser y el acontecimiento& La ( ISTORIA DE ELGRANO de 'itre y el problema de los orígenes&&&&&&&&CAPÍTULO )
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LA NACIÓN IN(ALLALE. #ICENTE "IDEL LÓPE&El momento romántico.....................1
S^eiideba.................................1AGRADECIMIENTOS.........................4ÍNDICE................................!R"#OGO..............................14
!ARTE I...............................$$INTROD%CCI"N..........................$&CA!ÍT%#O I...........................$
El 'ro(ecto 'ol)tico de la JovenGeneración..........................&*El +iro a la o'o,ici-n ( ,,/ndamento, 0i,torici,ta,...........4$
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PRÓLOGOEl ROMANTICISMO COMO IDEA Y COMO LENGUAJE
MEl punto a?uí más !ien es ?ue, !ajo la presión de la
dicotomía idealismo = materialismo, hemos concentradotoda nuestra atención en el pensamiento como
condicionado por los hechos sociales Cuera del mismo, y
no hemos prestado ninguna al pensamiento como
denotando, reJriendo, asumiendo, aludiendo, implicando y
realiGando una 8ariedad de Cunciones de las cuales la de
contener y pro8eer inCormación es la más simple de todasM
N. O. A. Pococ, Politics, +angucige, and Time
Este li!ro se !asa en in8estigaciones realiGadas en momentos muy
distintos. :ientras ?ue los dos Hltimos capítulos Cueron ela!orados
recientemente, los dos primeros remiten a te)tos 8erdaderamenteprehistóricos, ?ue datan del siglo pasado.% /unca es Cácil para un autor
conCrontarse con escritos decididamente a>ejos. /o o!stante, su articulación
junto con otros mucho más cercanos a mi modo actual de 8er la historia
intelectual no resultaría en a!soluto CorGada. Al releerlos pude descu!rir, para
mi sorpresa, la persistencia de ciertas in?uietudes intelectuales más
Cundamentales. :ás allá de los cam!ios de enCo?ues y perspecti8as, a todos
ellos los transita por igual un mismo impulso crítico de las Cormas de
apro)imación al pasado propias de la historia de MideasM.
Esto se e)presa de Cormas a 8eces sutiles. 6e hecho, lo ?ue primero llamó
mi atención al 8ol8er so!re ellos Qie compro!ar un aspecto ?ue pueda ?uiGá
parecer menor. Al contrario de lo ?ue es la regla para este tipo de estudios, ?ue
! El primero corresponde a una parte de mi tesis delicenciatura presentada en ()*)+ el segundo, a una secciónde mi tesis de maestría presentada en ())&
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por lo general se hallan ordenados temáticamente, mis análisis seguirían desde
entonces una meticulosa secuencia temporal. Esta diCerencia relati8a aestrategias narrati8as es menos inocente de lo ?ue aparenta. 6icho aCán de
ce>irme escrupulosamente a Ia cronología contenía ya implícita una
redeJnición Cundamental del o!jeto de análisis.
En eCecto, para la tradición de historia de MideasM, la Cecha de una cita es
un mero dato ?ue sir8e para u!icarla indica dónde o cuándo aparece una idea
en un autor. Pero esto no impide reunir en un mismo capítulo, o incluso una
detrás de otra, citas correspondientes a períodos muy distintos entre sí. +o ?ue
importa, en todo caso, son las ideas, su presencia *o no en la o!ra o el
pensamiento de un determinado autor. +a reCerencia a la Cuente ser8iría
simplemente a los eCectos de corro!orar su presencia. :i rechaGo a colocar
juntas citas ?ue no Cueran estrictamente contemporáneas *al menos, no sin una
e)plicación respondía, en Hltima instancia, a una e)igencia de precisiónhistórico-conceptual. Pero esto hay ?ue entenderlo en un sentido !astante
menos e8idente ?ue lo ?ue el sentido comHn sugiere. e relaciona no
solamente con la 8oluntad de e8itar los anacronismos ine8ita!les ?ue el
procedimiento antes mencionado conlle8a, sino con cuestiones más
Cundamentales de índole epistemológica.
+os historiadores de ideas, en realidad, no son ajenos al hecho de ?ue las
ideas, así como aparecieron en un autor, !ien pudieron luego desaparecer y ser
reemplaGadas por otras. incluso ?ue las mismas ideas pudieron cam!iar su
sentido junto con el conte)to de su enunciación. Es cierto ?ue introducir un
Condo temporal en sus análisis siempre les resultaría complicado, puesto ?ue, a
Jn de poder toda8ía ha!lar de el pensamiento de un autor determinado, se
8erían ya o!ligados a introducir un conjunto de precisiones y, en deJniti8a, arealiGar una serie de operaciones intelectuales so!re su o!ra, como distinguir
en ella las ideas supuestamente MesencialesM *y ?ue Corman un sistema en su
pensamiento de las ?ue Cueron sólo circunstanciales, etc. A ?uienes este
proceder les resulta demasiado ar!itrario, siempre les ?ueda, de todos modos,
remitirse a las Camosas McontradiccionesM en ?ue los pensadores locales
ha!rían incurrido a lo largo de su trayectoria intelectual. :i FnCasis en la
cronología apunta!a, en cam!io, a otra cosa. e trata!a, en Hltima instancia,
de una re!elión contra la disolución de la noción de texto, su pul8eriGación y
reducción a un mero conjunto de MideasM *?ue es lo ?ue se encuentra en el
Condo de lo ?ue llamo el Msíndrome del JcheroM, instrumento Fste sumamente
Htil pero ?ue tiene el riesgo implícito de terminar con8irtiendo los te)tos en
puros colgajos de citas incone)as.
Algo ?ue entonces no sa!ía, aun?ue pro!a!lemente no Cuera incidental,
era ?ue esta preocupación mía con8ergía con una serie de desarrollos teóricos
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?ue por esos a>os esta!a transCormando proCundamente la disciplina, la cual
a!andonaría los patrones Jjados por la tradición de Mhistoria de ideasM dandolugar a la emergencia de lo ?ue suele denominarse Mnue8a historia
intelectualM." En eCecto, como Fsta ha!rá de demostrar, un te)to no se
conCunde con ningHn conjunto de enunciados o ideas en la medida en ?ue
consiste, justamente, en un dispositi8o para producirlos *es decir, nos remite a
un ni8el de segundo orden de discurso, a los modos de producción de los
enunciados; implica, en Jn, una do!le operación.
Por un lado, una operación sobre el lenguaje; un cierto tra!ajo por el cual
se recorta y recompone el uni8erso categorial disponi!le dentro de un
determinado horiGonte conceptual. 6e lo ?ue se trata, pues, es de desmontar
esta operación. Para ello es necesario, en primera instancia, reconstruir el
lenguaje de !ase so!re el cual un te)to dado pi8ota, atender a los
desplaGamientos signiJcati8os, cómo se Cue rcconJgurando el sentido de lascategorías nucleares del discurso político de la Fpoca, para luego, en segunda
instancia, comprender el tipo de operación realiGada so!re el mismo, cómo un
determinado te)to ha!rá de rearticular los elementos sim!ólicos e)istentes en
Fl con el Jn de in8estir signiJcati8amente la realidad.
Por otro lado, una operación sobre el contexto. 7n te)to no es un mero
reRejo de su conte)to de producción sino ?ue construye, de algHn modo, su
propio conte)to. @ esto hay ?ue entenderlo en un do!le sentido. Al in8estirlo
signiJcati8amente, el te)to produce simbólicamente su entorno. Para tomar un
ejemplo, si !ien es cierto ?ue una o!ra como el acundo no se comprende
desprendida del conte)to de la aJrmación de osas en el poder, este hecho,
por sí mismo, no nos dice aHn nada si no entendemos cómo lo e)perimentó
armiento, cuál Cue el signiJcado ?ue dicho hecho tu8o para Fl, lo ?ue nopuede hacerse, in8ersamente, sin un análisis del propio te)to. En Jn, el
conte)to al ?ue a?uí nos reCerimos, a?uFl rele8ante para la interpretación de un
te)to, no es algo ?ue e)ista con independencia de Fl, sino una suerte de
!m"elt *el tipo de interacción particular ?ue se esta!lece, en cada caso, entre
am!os.
4odo te)to construye tambi#n materialmente su conte)to; no es algo
separado de Fste sino ?ue participa de Fl. En tanto ?ue tal, un te)to es un
$ec$o *un acto de $abla, para decirlo en pala!ras de Austin alineado junto con
$-sta se organi.a básicamente alrededor de tres n/cleos0 la1Escuela de ambridge1, cuyos principales representantes son
2& 3& A& Pococ4 y 5uentin 64inner, la escuela alemana dehistoria de conceptos o *+ris+*s-i-t*, iniciada por Reinhart 7osellec4, y la llamada nue8a historia política9rancesa, cuya :gura más saliente es Pierre Rosan8allon&
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otros hechos de di8ersa índole, con los cuales se relaciona de maneras
complejas y cam!iantes. El conte)to, pues, no es algo ?ue e)ista conindependencia del te)to; Fste un Cactor inherente y constituti8o de a?uFl *tanto
sim!ólica como materialmente.
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se hallan ordenados temáticamente, mis análisis seguirían desde entonces una
meticulosa secuencia temporal. Esta diCerencia relati8a a estrategias narrati8ases menos inocente de lo ?ue aparenta. 6icho aCán de ce>irme
escrupulosamente a la cronología contenía ya implícita una redeJnición
Cundamental del o!jeto de análisis.
En eCecto, para la tradición de historia de MideasM, la Cecha de una cita es
un mero dato ?ue sir8e para u!icarla índica dónde o cuándo aparece una idea
en un autor. Pero esto no impide reunir en un mismo capítulo, o incluso una
detrás de otra, citas correspondientes a períodos muy distintos entre sí. +o ?ue
importa, en todo caso, son las ideas, su presencia *o no en la o!ra o el
pensamiento de un determinado autor. +a reCerencia a la Cuente ser8iría
simplemente a los eCectos de corro!orar su presencia. :i rechaGo a colocar
juntas citas ?ue no Cueran estricta- mente contemporáneas *al menos, no sin
una e)plicación respondía, en Hltima instancia, a una e)igencia de precisiónhistórico-conceptual. Pero esto hay ?ue entenderlo en un sentido !astante
menos e8idente ?ue lo ?ue el sentido comHn sugiere. e relaciona no
solamente con la 8oluntad de e8itar los anacronismos ine8ita!les ?ue el
procedimiento antes mencionado conlle8a, sino con cuestiones más
Cundamentales de índole epistemológica.
+os historiadores de ideas, en realidad, no son ajenos al hecho de ?ue las
ideas, así como aparecieron en un autor, !ien pudieron luego desaparecer y ser
reemplaGadas por otras. incluso ?ue las mismas ideas pudieron cam!iar su
sentido junto con el conte)to de su enunciación. Es cierto ?ue introducir un
Condo temporal en sus análisis siempre les resultaría complicado, puesto ?ue, a
Jn de poder toda8ía ha!lar de el pensamiento de un autor determinado, se
8erían ya o!ligados a introducir un conjunto de precisiones y, en deJniti8a, arealiGar una serie de operaciones intelectuales so!re su o!ra, como distinguir
en ella las ideas supuestamente MesencialesM *y ?ue Corman un sistema en su
pensamiento de las ?ue Cueron sólo circunstanciales, etc. A ?uienes este
proceder les resulta demasiado ar!itrario, siempre les ?ueda, de todos modos,
remitirse a las Camosas McontradiccionesM en ?ue los pensadores locales
ha!rían incurrido a lo largo de su trayectoria intelectual. :i FnCasis en la
cronología apunta!a, en cam!io, a otra cosa. e trata!a, en Hltima instancia,
de una re!elión contra la disolución de la noción de texto, su pul8eriGación y
reducción a un mero conjunto de MideasM *?ue es lo ?ue se encuentra en el
Condo de lo ?ue llamo el Msíndrome del JcheroM, instrumento Fste sumamente
Htil pero ?ue tiene el riesgo implícito de terminar con8irtiendo los te)tos en
puros colgajos de citas incone)as.
Algo ?ue entonces no sa!ía, aun?ue pro!a!lemente no Cuera incidental,
era ?ue esta preocupación mía con8ergía con una serie de desarrollos teóricos
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?ue por esos a>os esta!a transCormando proCundamente la disciplina, la cual
a!andonaría los patrones Jjados por la tradición de Mhistoria de ideasM dandolugar a la emergencia de lo ?ue suele denominarse Mnue8a historia
intelectualM.( En eCecto, como Fsta ha!rá de demostrar, un te)to no se
conCunde con ningHn conjunto de enunciados o ideas en la medida en ?ue
consiste, justamente, en un dispositi8o para producirlos *es decir, nos remite a
un ni8el de segundo orden de discurso, a los modos de producción de los
enunciados; implica, en Jn, una do!le operación.
Por un lado, una operación sobre el lenguaje; un cierto tra!ajo por el cual
se recorta y recompone el uni8erso categorial disponi!le dentro de un
determinado horiGonte conceptual. 6e lo ?ue se trata, pues, es de desmontar
esta operación, Para ello es necesario, en primera instancia, reconstruir el
lenguaje de !ase so!re el cual un te)to dado pi8ota, atender a los
desplaGamientos signiJcati8os, cómo se Cue reconJgurando el sentido de lascategorías nucleares del discurso político de la Fpoca, para luego, en segunda
instancia, comprender el tipo de operación realiGada so!re el mismo, cómo un
determinado te)to ha!rá de rearticular los elementos sim!ólicos e)istentes en
Fl con el Jn de in8estir signiJcati8amente la realidad.
Por otro lado, una operación sobre el contexto. 7n te)to no es un mero
reRejo de su conte)to de producción sino ?ue construye, de algHn modo, su
propio conte)to. @ esto hay ?ue entenderlo en un do!le sentido. Al in8estirlo
signiJcati8amente, el te)to produce simbólicamente su entorno. Para tomar un
ejemplo, si !ien es cierto ?ue una o!ra como el acundo no se comprende
desprendida del conte)to de la aJrmación de osas en el poder, este hecho,
por sí mismo, no nos dice aHn nada si no entendemos cómo lo e)perimentó
armiento, cuál Cue el signiJcado ?ue dicho hecho tu8o para Fl, lo ?ue nopuede hacerse, in8ersamente, sin un análisis del propio te)to. En Jn, el
conte)to al ?ue a?uí nos reCerimos, a?uFl rele8ante para la interpretación de un
te)to, no es algo ?ue e)ista con independencia de Fl, sino una suerte de
!m"elt *el tipo de interacción particular ?ue se esta!lece, en cada caso, entre
am!os.
4odo te)to construye tambi#n materialmente su conte)to; no algo
separado de Fste sino ?ue participa de Fl. En tanto ?ue tal, un te)to es un
$ec$o *un acto de $abla, para decirlo en pala!ras de Austin alineado junto con
'-sta se organi.a básicamente alrededor de tres n/cleos0 la1Escuela de ambridge;(, cuyos principales representantes
son 2& 3& A& Pococ4 y 5uentin 64inner, la escuela alemanade historia de conceptos o *+ris+*s-i-t*, iniciada por Reinhart 7osellec4, y la llamada nue8a historia política9rancesa, cuya :gura más saliente es
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otros hechos de di8ersa índole, con los cuales se relaciona de maneras
complejas y cam!iantes. El conte)to, pues, no es algo ?ue e)ista conindependencia del te)to; Fste un Cactor inherente y constituti8o de a?uFl *tanto
sim!ólica como materialmente.
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3, in8ersamente, el te)to no pree)iste a la propia serie de operaciones por la
?ue se constituye como tal; su conCormación se produce siempre en el interiorde a?uellas redes sim!ólicas y materiales por las cuales puede articularse
pH!licamente y circular socialmente.
+o ?ue esto muestra es ?ue analiGar un te)to no puede ya reducirse a
o!ser8ar ?uF dice. 6e lo ?ue se trata es de reconstruir esa do!le operación,
?ue es, justamente, el trabajo del texto.% En Jn, no !asta con entender ?uF dijo
un autor sino cómo Cue posi!le para Fste decir lo ?ue dijo. Pero tam!iFn, y
Cundamentalmente, ?uF esta!a $aciendo *tanto sim!ólicamente como
materialmente al decir lo ?ue dijo; esto es, reco!rar a?uella dimensión
per&ormati'a inherente a todo uso pH!lico del lenguaje.
@ ello supone una redeJnición Cundamental respecto de nuestro o!jeto, es
decir, la noción de te)to y su relación con su conte)to, en la cual am!os 8an a
im!ricarse y solaparse parcialmente. /o se tratará ya, pues, de la e)igenciatradicional de MsituarM los te)tos en su conte)to. Esta e)igencia tiene, de hecho,
aHn implícito el supuesto de ?ue lo lingQístico y lo e)tralingQístico conCorman
dos instancias di8ersas tout court. El Mconte)to histórico e)ternoM aparece a?uí
como un mero escenario para el despliegue de las ideas. Estas aparecen o no
en un momento y lugar particular, pero esto es una circunstancia e)terna a
ellas, no Corma parte de su deJnición *la ?ue podría así perCectamente
esta!lecerse a prion(. +as MideasM se nutren de otra sustancia, ?ue no es la del
tiempo. +a contingencia, el cam!io, es algo ?ue les 8iene, en todo caso, desde)El concepto 9reudiano de síntoma creo =ue e>presa bastantebien esto& En ei síntoma io =ue importa anali.ar no es elmodo en =ue ?ste se mani:esta, =ue es lo =ue tengo
inmediatamente ante mi 8ista @una conducta patológica dada,=ue puede e8entualmente cambiar, ni tampoco su causa/ltima @algo =ue el analista conoce de antemano+normalmente, alg/n hecho traumático ocurrido en la niBe. yde origen se>ual, sino lo =ue media entre ambos& Elsíntoma sería, precisamente, ese *s/a-io 0* tra1a2o, la seriede despla.amientos, condensaciones, etc&, =ue lle8a de unoa otro, y =ue es lo =ue el analista debe tratar de reconstruir&"o mismo puede decirse respecto del te>to& "o =ue importaanali.ar de un te>to no son los contenidos e>plícitos de iosdiscursos, io =ue el autor dado dijo @=ue es lo =ue tengoinmediatamente ante mi 8ista, pero tampoco a=uello =ueyace más allá de esos contenidos, su causa /ltima, su1conte>to e>terno1 @=ue es algo =ue el historiador intelectualconocería ya de antemano por otros medios, como la historia
social o política, sino lo =ue media entre ambos @cómo undeterminado conte>to resultó e8entualmente en la 9ormulaciónde determinadas Cdeas, ese tra1a2o =ue es, precisamente, eltrabajo del te>to&
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Cuera, del Mconte)to e)terno%% de su aplicación; en Jn, remite a circunstancias
de orden puramente empírico *?ue !ien podrían no ocurrir, no Corma unadimensión intrínseca suya.
+a Mnue8a historia intelectualM 8a a romper esta dicotomía entre te)to y
conte)to ampliando nuestra 8isión tanto del orden de lo material como de lo
sim!ólico. Por un lado, aun cuando es cierto ?ue la realidad histórico-social no
se agota en lo discursi8o, tampoco remitiría ya a un ám!ito de orden
puramente empírico, e)tra>o e independiente por completo a los modos en ?ue
Cuera in8estido signiJcati8amente. n8ersamente, por otro lado, el uni8erso de
lo sim!ólico tampoco conCormaría una esCera de ideas puras, meras
representaciones de una realidad separada de ella. +os modos en ?ue los
discursos se materialiGan e inciden prácticamente en la realidad no serían un
Cactor ?ue 8iene a adicionarse a entidades ya plenamente constituidas con
independencia de este Cactor. En suma, así como lo sim!ólico penetra el ordende lo empírico para pasar a ser una instancia constituti8a suya, del mismo
modo el Mconte)to históricoM penetra el plano discursi8o constituyendo una
dimensión inherente, ?ue determina la lógica de su articulación desde dentro *y
tam!iFn, e8entualmente, la disloca.
Esto tiene, a su 8eG, consecuencias historiográJcas. En la medida en ?ue lo
sim!ólico ya no consiste en meras representaciones de la realidad político-
social sino ?ue supone inter8enciones prácticas so!re Fsta, todo cuadro ?ue no
tome en cuenta los modos con ?ue los sujetos han !uscado comprenderla,
tornarla inteligi!le, resultará ine8ita!lemente deJciente. Esto e)plica por ?uF
los desarrollos producidos en el área de la historia político-intelectual han
impactado más allá de sus marcos disciplinarios especíJcos y aCectado a la
proCesión histórica en su conjunto *in8estigadores de los más di8ersos ám!itosse ha!rían 8isto así o!ligados a con8ertirse, a su modo y hasta cierto punto, en
historiadores intelectuales. Esto es algo ya ampliamente reconocido y
aceptado. Algo menos ad8ertido, sin em!argo, aun por los propios
especialistas, es cómo estos desarrollos aCectarían a la propia su!disciplina.
ncluso para muchos de los cultores de la Mnue8a historia intelectualM, a?uFllos
sólo darían una nue8a rele8ancia a una práctica ?ue se mantendría, en lo
esencial, inalterada, ce>ida aHn a los parámetros Jjados por la 8ieja tradición
de historia de ideas, perdiendo así de 8ista su signiJcado proCundo.
+o e)puesto, en eCecto, conlle8a un modo completamente di8erso de
a!ordar los te)tos. 6esde el momento en ?ue Fstos constituyen actos de $abla
siempre ya incrustados en un conte)to pragmático particular de enunciación,
en el plano de los discursos, al igual ?ue en cual?uier otro plano de realidad,
8endrían a condensarse pro!lemáticas históricas ?ue e)ceden su ám!ito
particular. +os te)tos, pues, no nos ha!larían sólo de sí mismos; considerados
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en tanto ?ue o!jetos culturales, es decir, por lo ?ue son y no sólo por lo ?ue
ellos representan, nos ha!larían de a?uello situado más allá de sus conJnesestrictos. ólo ha!ría ?ue aprender a interrogarlos. Esto es, más precisamente,
lo ?ue la llamada nue8a historia intelectual se propondría pro8eernos de ías
herramientas conceptuales ?ue permitan comprender los modos en ?ue
tensiones y contradicciones históricas más 8astas penetran el medio sim!ólico
y 8ienen a inscri!irse en Fl, descu!rir en los propios discursos las huellas
lingQísticas de su conte)to de enunciación, loor tales marcas discursi8as como
índices ?ue apuntan, al mismo tiempo, más allá de su ám!ito particular. ólo
así, ampliando nuestra perspecti8a del propio uni8erso sim!ólico, la historia
intelectual se 8ol8ería una empresa 8erdaderamente hermenFutica, aportando
cla8es ?ue permitan enri?uecer, a su 8eG, nuestras perspecti8as de la realidad
político-social *y no 8engan Hnicamente a conJrmar lo ?ue ya sa!emos de ella
por otros medios.1
Sol8iendo al origen de estos escritos, 8emos ahora por ?uF, como
entonces ya intuía auii?ue no podía toda8ía precisar las raGones, tal intento de
reco!rar la noción de texto me conducía más allá de la historia de ideas, me
coloca!a en la dirección hacia un uni8erso intelectual nue8o y, a mi entender,
mucho más Cecundo, ?ue podemos llamar una historia de los lenguajes
3omo seBala Pococ4, la oposición entre ;te>to(; y 1conte>to1,propia de la historia de ideas, conduce necesariamente a uncirculo argumentati8o& 1El slogan1, dice, 1=ue las ideasdeberían estudiarse en su conte>to social y político corre,para mí, el riesgo de con8ertirse en pura palabrería& "amayoría de los =ue lo pronuncian suponen, a menudo
inconscientemente, =ue ellos ya saben cuál es la relaciónentre las ideas y la realidad social& orn/nmente toma la9orma de una teoría cruda de la correspondencia+ las ideasen estudio se las supone =ue son características de a=uella9acción, clase o grupo al =ue su au tor pertenecía, y see>plica cómo tales ideas e>presan los intereses, esperan.aD,miedos o racionali.aciones típicas de dicho grupo& El peligroa=uí es el de argumentar en círculos& %e hecho, essumamente di9ícil identi:car sin ambigedad la adscripciónsocial de un indi8iduo, y aun mucho más la de una CdeaFsiendo la conciencia algo siempre tan contradictorioF y unotiende a sostener las suposiciones =ue uno hace respectocCe la posición social de dicho pensador con las suposiciones=ue uno hace de la signi:cación social de sus ideas, y luegoa repetir el procedimiento en la dirección contraria
produciendo una de:niti8amente deplorable per8ersiónmetodológica1 @2& 3& A& Pococ4, Politi-s, La4+5a+*, a40 Ti6*, hicago, !he Gni8ersity o9 hicago Press,()*), p& (2H&
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pol)ticos. El ahistoricismo de la tradición ede historia de ideas ?ue entonces
cuestiona!a no se relaciona!a con los modos en ?ue Fsta ha!ía sidoe8entualmente practicada, sino ?ue re8ela!a pro!lemas más proCundos e
inherentes a ella. En Hltima instancia, resulta!a de una concepción del
lenguaje ?ue reducía a Fste a su Cunción meramente reCerenciaT. 6e allí ?ue un
te)to apareGca para Fsta simplemente como un conjunto de moti8os o tópicos
*MideasM, los ?ue pueden, en eCecto, recurrir en los más di8ersos conte)tos
históricos y discursi8os. 6e allí tam!iFn ?ue los mFtodos propios a esta
traducción me resultaran radicalmente inapropiados en mi intento de reco!rar
a?uello ?ue singulariGa una o!ra, ?ue 3ace de ella un hecho plenamente
histórico *Hnico e irrepeti!le, y ?ue no radica, ciertamente, en la serie de
moti8os ?ue e8entualmente recoge.
E)istan toda8ía, sin em!argo, dos deri8aciones más de lo anteriormente
se>alado 5Uue hacen al o!jeto de la presente o!ra. 7na aCecta directamentelos nimios 8ii ?ue se a!orda tmdicionatmenle la historia político-intelectual
local. +a lHsionogiaíía Ne ideas en AmFrica +atina ha girado toda, desde sus
orígenes timu disciplina particular, en torno de un interrogante. En la medida
en ?ue, segHn normalmente se acepta, los autores en la región no han
realiGado ningHn aporte de importancia al pensamiento uni8ersal, la cuestión
?ue su estudio plantea es cómo 8ol8erlo rele8ante, cómo tornar signiJcati8os
culturalmente o!jetos poco densos intelectualmente, cuyo sentido no se
encuentra en su propia letra. +a Corma en ?ue a?uFlla intentará a!ordar este
dilema *al menos en lo relati8o al siglo XX, ?ue es el ?ue nos ocupa será
tratando de o!ser8ar cómo las ideas li!erales europeas, una 8eG trasladadas a
un medio ?ue le era alegadamente hostil, se des8iaron de su modelo originario
incorporando en Fl elementos conser8adores y centralistas e)tra>os a dichomodelo. En su aCán de 8ol8er rele8ante el estudio de las ideas locales, la
historiograCía de ideas se orientará, pues, a descu!rir las particularidades
ideológicas latinoamericanas, sin nunca, sin em!argo, poder lograrlo, puesto
?ue ellas no residen en este ni8el *está claro ?ue el centralismo o el
conser8adurismo no son in8entos latinoamericanos ni su meGcla con el
li!eralismo y el Cederalismo os índice de originalidad ideológica, una
peculiaridad local.
7na historia de los lenguajes pol)ticos reCormulará radicalmente la cuestión
*?ue, así planteada, resulta!a sencillamente insolu!le a!riendo las puertas
para salir de este atolladero sin desconocer por ello la marginalidad del
pensamiento local en el conte)to de la cultura occidental. +a rele8ancia del
estudio de los te)tos en tanto ?ue o!jetos histórico-culturales no será ya
relati8a estrictamente a sus contenidos ideológicos, sino ?ue in8olucra una
pluralidad de dimensiones tanto sim!ólicas como e)tra-sim!ólicas inherentes a
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toda producción te)tual.
En todo caso, recolocado en la perspecti8a de una historia conceptual de lo pol)tico,* el caso argentino no resulta ya menos complejo o diCícil de interpretar
?ue el CrancFs o el alemán. u estudio demanda marcos teóricos no menos
soJsticados ?ue los ?ue se re?uieren para estudiar estos Hltimos *como
se>ala!a +F8i-trauss, el estudio de una aldea de unos pocos ha!itantes
supone modelos conceptuales tan o más ela!orados ?ue los ?ue se necesitan
para estudiar sociedades modernas complejas. +os resultados de una
in8estigación tal serán tam!iFn mucho menos elementales y pre8isi!les ?ue
a?uellos a los ?ue el es?uema de los Mmodelos europeosM y las Mdes8iaciones
localesM da lugar. Así considerado, el análisis del caso argentino, al igual ?ue el
de cual?uier otro caso particular, nos planteará ine8ita!lemente pro!lemas
más 8astos, de orden epistemológico, cuya rele8ancia e)cede, por lo tanto, el
marco local, puesto ?ue hacen a la disciplina en cuanto tal, o!ligándonose8entualmente a reconsiderar los propios marcos analíticos en ?ue Fsta se
desen8uel8e *y ya no solamente su aplicabi$dad al caso particular.
+a segunda deri8ación antes mencionada reJere al pro!lema de la
historicidad de los conceptos. +a nue8a historia intelectual 8iene, en Hltima
instancia, a pro!lematiGar una cuestión ?ue en los marcos de la 8ieja historia
de ideas simplemente no parecía plantear pro!lema alguno. Para esta Hltima
los cam!ios conceptuales reJeren estrictamente a los giros ideológicos
o!ser8a!les en el pensamiento de un autor o una Fpoca, los ?ue, como resulta
pre8isi!le, Cueron muchos y Crecuentes. Esos giros, sin em!argo, !ien pueden
ocultar la persistencia, por de!ajo de los cam!ios de ideas, de las matrices
conceptuales ?ue los su!yacen; e in8ersamente, la e8entual recurrencia de
ciertas ideas o moti8os !ien puede encu!rir una reconJguración proCunda delos lenguajes políticos de !ase de los ?ue ellas toma!an su sentido. En
deJniti8a, la historia de ideas *y esto es su rasgo deJnitorio conCunde dos
instancias de lenguajes di8ersas, toma los desplaGamientos ideológicos por
cam!ios conceptuales. +a contracara de esto, su supuesto implícito, es ?ue los
7 El concepto de 1lo políticoI como algo distinto de Jlapolítica;( 9ue de:nido originalmente por laude "e9ori y luegoreiomado por Pierre Rosan8alíon& "o político ya no designaríauna práctica determinada sino =ue remite a los modos deinstitución de io sociai& Al respecto, 8?ase laude "e9ort, La i48*4-i94 0*6o-r:ti-a, Kuenos Aires, Nue8a Lision,()), y Pierre Rosan8alíon, Para 54a istoria -o4-*/t5al 0* lo /ol;ti-o, Kuenos Aires&
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tales desplaGamientos se producen so!re un terreno homogFneo, cuyas
coordenadas !ásicas *como historicismo, iluminismo, racionalismo ynacionalismo, etc. atra8iesan los di8ersos conte)tos conceptuales y pueden,
por lo tanto, esta!lecerse de antemano con independencia de ellos.
+a nue8a historia intelectual 8a a introducir un desglose de ni8eles de
lenguaje ?ue tendrá consecuencias Cundamentales en los modos de interrogar
los te)tos. 7n punto cla8e en lo ?ue hace a nuestro tra!ajo particular es ?ue,
como Fsta muestra, un mismo lenguaje político permite siempre innumera!les
Cormas de articulación en el ni8el de sus contenidos, es decir, da lugar a
inJnidad de ideologías di8ersas y aun contradictorias entre sí, lo ?ue signiJca
?ue no hay una correspondencia uní8oca entre lenguajes políticos e ideologías.
Esta indeterminación semántica es, precisamente, la ?ue a!re el campo al
trabajo de texto. Pero ello 8uel8e, al mismo tiempo, mucho más compleja la
comprensión del cam!io conceptual. /o !astaría ya con registrar un cam!ioideológico *?ue, como 8imos, es algo muy Crecuente para descu!rir una
alteración en los modos de comprensión de la realidad *lo cual, por el contrario,
es un Cenómeno inusual y sumamente complejo y pro!lemático de analiGar. En
deJniti8a, la pregunta ?ue una historia de los lenguajes políticos plantea es
cómo es posi!le ?ue cierto enunciado *una cierta operación te)tual pueda
e8entualraente poner en cues- t on a?uel aparato conceptual cuya 8alideG, al
mismo tiempo, presupone, puesto i Din const ituye su premisa, su condición de
posi!ilidad en cuanto tal. Para a!or- i hit la cuestión, ia historia intelectual
de!erá incorporar un concepto ya más liu4ie de la historicidad de las
Cormaciones discursi8as.
+os cam!ios conceptuales ni se reducirían a meros desplaGamientos
ideológicos ni deri8arían directamente de las transCormaciones conte)tHales*ningHn hecho histórico podría por sí mismo dislocar a?uel marco conceptual
por el cual a?uFl se 8uel8e signiJcati8o en cuanto tai. u comprensión nos
de8uel8e a los modos en ?ue estas transCormaciones conte)tHales son
procesadas conceptualmente. En Jn, la puesta en crisis de un determinado
8oca!ulario político supone tam!iFn un cierto trabajo. +o ?ue a!re el espacio a
este otro tra!ajo ya no es la indeterminación semántica de los lenguajes
políticos sino el hecho de ?ue Fstos, a diCerencia de los Mtipos idealesM, no
constituyen nunca sistemas cerrados, lógicamente integrados y racionalmente
Cundados, sino entidades sólo contingente y precariamente articuladas. En
Hltima instancia, un lenguaje político sólo entra en crisis cuando circunstancias
históricas precisas 8uel8en maniJestos a?uellos puntos ciegos ?ue le son
inherentes, lo o!ligan a conCrontarse con a?uello ?ue le resulta, sin em!argo,
impensa!le, desnudando así lo ?ue ningHn sistema conceptual puede admitir,
?ue de!e 8elar para poder conJgurarse como tal la radical contingencia *i.e.,
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ar!itrariedad Hltima de los orígenes y Cundamentos de su sa!er. Esto supone
dislocar la 8isión Cormalista de la historia de ideas para reco!rar la historicidad,la temporalidad con una dimensión inherente a la historia político- conceptual,
un Cactor constituti8o suyo *y no sólo algo ?ue le 8iene desde Cuera, del
Mconte)to e)teriorM de su aplicación.
Encontramos a?uí, Jnalmente, el o!jeto en Cunción del cual se ordena el
presente estudio. Este !usca identiJcar y analiGar un lenguaje político
particular, comprender cómo se conCormará un cierto 8oca!ulario político ?ue
marcará proCundamente la historia político-conceptual argentina del siglo XX,
la serie de 8icisitudes ?ue ese lenguaje atra8esará y cómo e8entualmente su
lógica se 8erá minada por la ocurrencia de acontecimientos ?ue no parecerían
dejarse asir conceptualmente o inscri!irse dentro de las categorías en Fl
disponi!les, ?ue parecerían, en Jn, re!elarse contra todo intento de 8ol8erlos
comprensi!les racionalmente, 8ol8iendo maniJestas las líneas de Jsura ?uetransita!an ese tipo particular de discursi8idad. 5omo 8eremos, esto nos a!rirá
la perspecti8a a ia presencia determinante de pro!lemáticas ?ue ya no pueden
simplemente atri!uirse a la persistencia de residuos tradicionalistas heredados
de la colonia *el Hnico tipo de e)plicación ?ue las 8isiones Cormalistas propias
de la historia de ideas alcanGan a conce!ir sino ?ue re8elarían contradicciones
e indicarían aporías inherentes al propio proceso de moderniGación política. +os
escritos ?ue siguen, a pesar de sus proCundas di8ergencias, se organiGan todos
en Cunción de una !Hs?ueda comHn Nuntos traGan así un recorrido intelectual
?ue es a la 8eG el resultado de un prolongado intento de reconstruir una
intrincada e)periencia histórica y el testimonio de un esCuerGo sostenido a lo
largo del tiempo por hallar las herramientas conceptuales ?ue permitan
hacerlo.
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PARTE I
EL MODELO GENÉTICO DE LA NACIONALIDADY 6G6 "$'$!E6
MEs cierto ?ue nosotros los alemanes no guardamos
un 8inculo con la historia de nuestro pue!lo.... Pero
Vdónde está la causaW En ?ue nuestra historia no tu8o
resultados, en ?ue no nos podemos considerar
producto de .su transcurso orgánico, como por
ejemplo los ingleses y los Cranceses, en ?ue a?uello
?ue sin duda de!emos llamar nuestra historia no es
historia de la 8ida, sino nuestra historia de la
enCermedad% Lriedrich 3e!!el
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INTRODUCCIÓN
La NACIÓN COMO PROLEMA
:ientras prepara!a su e)pedición li!ertadora, imón Bolí8ar e)presa!a el
sentimiento de reCundación *con las esperanGas, y tam!iFn incertidum!res, ?ue
esto conlle8a ?ue la idea de la ?uie!ra de 8ínculo colonial suscita!a. MVe pudo
pre8erM, decía, Mcuando el gFnero humano se halla!a en su inCancia, rodeado de
tanta incertidum!re, ignorancia y error, cuál sería el rFgimen ?ue a!raGaría para
su conser8aciónW VKuiFn se ha!ría atre8ido a decir tal nación será repH!lica o
monar?uía, Fsta será pe?ue>a, a?uFlla grandeW En mi concepto Fsta es la
imagen de nuestra situación. /osotros somos un pe?ue>o gFnero humano;
poseemos un mundo aparteM0. 3a!ía ?ue crear un nue8o mundo de la materia
inCorme. Poner un orden en la geograCía llana, ?ue ha!ía perdido todos suspuntos de reCerencia junto con la administración colonial, signiJca!a,
Cundamentalmente, deJnir los límites y la naturaleGa de los nue8os estados.
+as naciones latinoamericanas encontrarían, pues, un inicio claramente
identiJca!le en el calendario. A diCerencia de las europeas, cuyo origen mítico se
hunde en el Condo de los tiempos, en esta región del planeta ha!rían sido una
construcción reciente y, por lo tanto, relati8amente ar!itraria. in em!argo, una
8eG instalados, los nue8os estados re?uerirían, para su aJrmación, Cundarse en
principios de legitimidad menos contingentes ?ue los aGares de las !atallas en el
curso de las guerras de independencia. +a lucha contra el pasado colonial se
trocaría entonces en una lucha no menos ardua por negar *o, al menos, 8elar la
e8entualidad de sus orígenes y encontrarles !asamentos más permanentes *y,
por lo tanto, históricamente incontesta!les.urgiría así la idea de ?ue los nue8os estados sólo dieron Corma institucional
a naciones largamente pree)istentes cuyo linaje la historiograCía respecti8a
ha!ría de re8elar. 5ada historia nacional, tal como ha!ría de conce!irse a lo
largo del siglo XX, se nos descu!ría entonces como un curso unitario y e'oluti'o
por el cual a?uel principio particular ?ue supuestamente caracteriGa a la
respecti8a nacionalidad se desen8uel8e progresi8amente a tra8Fs de períodos
sucesi8os ?ue e)presan otras tantas Cases lógicas necesarias en su desarrollo.
in em!argo, conJgurar un concepto tal no sería en a!soluto sencillo en el
conte)to de sociedades posre8olucionarias como las nuestras.
En principio, la idea de una identidad nacional presupone las de unidad *es
<
6imón Kolí8ar, 1arta desde 2amaica1 @(*(H, en 2os? "uisRomero @comp&0 P*4sa6i*4to /ol;ti-o 0* la *6a4-i/a-i94 =!?%!@$3, aracas, Ayacucho, (), p& *)&
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"0
decir, la e)istencia de ciertos rasgos comunes ?ue pueden reconocerse por igual
en los connacionales de todos los tiempos, regiones y clases sociales y deexclusi'idad *?ue tales rasgos distinguen a Fstos de los miem!ros de las demás
comunidades nacionales. 7na característica adicional es ?ue tal principio
particular de!ería ser, sin em!argo, reconoci!le como uni8ersalmente 'alioso, es
decir, encarnar 8alores incontesta!les ?ue justiJ?uen por sí su e)istencia y su
deCensa ante cual?uier posi!le amenaGa interior o e)terior. +a historia nacional
genealógica tendrá, pues, además, un carácter eminentemente auto+
celebratorio. M7n pasado heroico, la gloriaM, decía enán, MFste es el capital
social so!re el cual se !asa una idea nacionalM.&
En la AmFrica hispánica, sin em!argo, ninguno de a?uellos elementos a los
?ue usualmente se apela como !ase para tales construcciones genealógicas
*lengua, etnicidad, tradiciones parecía suscepti!le de llenar las e)igencias de
unidad y exclusi'idad re?ueridas. Aparentemente, no ha!ría Corma de justiJcarracionalmente *más allá de la pura contingencia !Flica por ?uF Boli8ia o
Paraguay son naciones independientes y no lo son las pro8incias del litoral
argentino, por ejemplo; cuáles son, en deJniti8a, los Cundamentos o!jeti8os en
los ?ue se sostienen los nue8os estados. :enos aHn podía tal historia ser
cele!ratoria de tradiciones respecto de las cuales se ?uiso romper !rutalmente y
a las ?ue por mucho tiempo se !uscó erradicar.$
@Ernest Renán, B5é *s 54a 4a-i94, Kuenos Aires, Ele8ación,(), p& &>Resulta paradójico, pues, =ue Kenedict Anderson a:rme =ue enAm?rica "atina ías 1comunidades de criollos desarrollarontempranamente concepciones de la nacionalidad na9QonFnessj
65-o a4t*s a54 5* *4 la 6aFor /art* 0* E5ro/: =I6a+i4*0 Co6654ili*s, "ondres, Lerso, ())(, p& H& En realidad, seg/nmuestra 2os? & hiaramonte, la idea de 1nacionalidad1 hasta(*H 9ue por lo menos ambigua en nuestro país @8?asehiaramonte, El 6ito 0* los or;+*4*s *4 la istorio+raH;a lati4oa6*ri-a4a, en C5a0*r4os 0*l I4stit5to Ra8i+4a4$, KuenosAires, Ed& del $nstituto de istoria Argentina y Americana 1%r&Emilio Ra8ignanp, ())(& %e hecho, la lucha por la independencia9ue planteada en t?rminos de un en9rentamiento entre *s/aol*s% a6*ri-a4os y *s/aol*s%*5ro/*os, cada uno de ellosencarnando respecti8amente los principios de la libertad 8ersuslos del despotismo& 6eg/n sus mismos actores, no se tratabatanto de una lucha nacional como de un en9rentamiento entre/ri4-i/ios opuestos, Esos principios no se de:nían a/n -rit*rios0* i0*4ti0a0 6:s all: 0é la *s/o4t:4*a a0*si94 a la -a5sa
0* la i40*/*40*4-ia. Co6o *l 6is6o A40*rso4 s*ala =o/.-it., /. 73, *l i0*ario il56i4ista /o0;a s*r8ir 0* l*+iti6a-i94 ala l5-a /or la i40*/*40*4-ia, /*ro 4o oHr*-;a 54 6ar-oa0*-5a0o /ara 6ol0*ar Hor6as 0* K-o654i0a0*s i6a+i4a0as!
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"&
+a 8isión histórica de la Oeneración del (0, a pesar de su retórica
historicista, diCícilmente *y sólo tardíamente ha!rá de superar las limitaciones?ue surgían de a?uel rechaGo al pasado colonial en bloc ?ue se impuso por la
lógica misma del proceso re8olucionario, y ?ue las discordias ci8iles
su!secuentes ha!rían constantemente de reacti8ar. sta permanecerá así
desgarrada entre, por un lado, su 8ocación *?ue compartían con la generación
re8olucionaria ?ue la precedió por erradicar los principios sociales
tradicionalistas heredados de la colonia y, por otro, su crítica a la idea iluminista
de ?ue un pue!lo pueda modiJcar su naturaleGa y costum!res a 8oluntad Yidea
?ue, pensa!an, 110 podía sino lle8ar a la anar?uía. M+os pue!los tienen su ley de
progreso y desarrolloM,%# decía Al!erdi, ley ?ue los re8olucionarios de :ayo
ha!rían 8iolentado.
6e todos modos, y más allá de los ritmos ?ue la 8ocación iluminista
trastocó, ninguno de los miem!ros de la jo8en generación duda!a aHn, hacia%&(0, de ?ue la marcha espontánea de las Cormas nati8as de socia!ilidad se
encamina!a Catalmente hacia la completa realiGación de los principios y 8alores
esenciales a la especie humana. +as leyes del progreso uni8ersal ha!rían
tam!iFn a?uí de hacerse paso, aun cuando transitasen por senderos
aparentemente demasiado intrincados *es decir, los de la dictadura rosista, a la
?ue, con reser8as, inicialmente sostendrían. in em!argo, ya en el e)ilio, la
aJrmación, hacia %&'", del rFgimen rosista *al ?ue, aun?ue ahora reconocían
como !ár!aro, seguían, sin em!argo, identiJcando como la e)presión de la
realidad local y encarnación de la nacionalidad ha!ría de destroGar tam!iFn esta
Hltima con8icción. +a historia local se les aparecería entonces como empe>ada
en contradecir las más elementales e)igencias de la raGón y o!stinada en !urlar
las leyes uni8ersales ?ue guían su transcurso. En este conte)to, la ela!oraciónhistoriográJca del pasado argentino segHn el concepto genealógico de la
nacionalidad resultaría in8ia!le. V5ómo narrar una historia ?ue, sencillamente,
parecía no ha!er conducido a nada, o peor aHn, a osasW egHn decía entonces
:itre citando a NosF i8era ndarte, Mel sistema de osas es capaG de CalsiJcar los
monumentos nacionales y de hacer imposi!le la historiaM. %Z Lracasado el eCímero
proyecto de tornar al MtiranoM en una suerte de agente in8oluntario de la raGón,
para los miem!ros de la Oeneración del (0 mirar al pasado sería hundir la 8isca
en un 8acío tan proCundo como el desierto descrito por armiento en acundo.
+a Oeneración del (0 tomará su CuerGa e)presi8a precisamente de esa
misma diJcultad para conce!ir la nacionalidad. u producción se desplegaría a
partir de esa tensión ?ue emana!a de la simultánea necesidad e imposi!ilidad
0*l ti/o 0* las 4a-io4*s 6o0*r4as.!?2uan K& Alberdi, "ra+6*4to /r*li6i4ar al *st50io 0*l 0*r*-o.Kuenos Aires& Kibios& ()*, p& (&
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"$
de dar e)presión a un curso histórico ?ue no parecería ce>irse a ningHn orden
racional, ?ue desaJaría las leyes ?ue presiden el desarrollo de las sociedades,segHn estos mismos autores las conce!ían. +a producción del romanticismo
rioplatense presentará así una asimetría nota!le. :ientras ?ue su o!ra literaria y
doctrinaria se>ala una cima en America +atina, su o!ra historiográJca resultará
sumamente dF!il y tardía comparada incluso con la de otros países de la región,
como Brasil y 5hile.%% @ Fsta no era una carencia menor dentro de la economía
discursi8a del romanticismo, puesto ?ue la historia no era un registro más dentro
del uni8erso de ideas romántico, sino a?uel en Cunción del cual se organiGa!an
todos los demás gFneros *la no8ela, el pensamiento político, etc.. Esta suerte de
dese?uili!rio será, justamente, el rasgo más característico del romanticismo
local.
El análisis de la producción romántica argentina desde el punto de 8ista de
las transCormaciones ocurridas en el ni8el de los lenguajes políticos de!ería así tratar de reconstruir las serie de operaciones ?ue la Oeneración del (0 realiGará
so!re la matriG del pensamiento historicista romántico, las torsiones a ?ue
someterá el concepto genFtico-e8olucionista en su intento de CorGarlo a dar
cuenta de un desen8ol8imiento nacional perci!ido como inasi!le
conceptualmente, tratar, en Jn, de representar lo irrepresenta!le para el. +a
pregunta ?ue la producción de la Oeneración del (0 plantea, a?uella ?ue da
inicio al Mmomento románticoM en la Argentina, reJere así a la paradoja de cómo,
siguiendo las pautas del pensamiento historicista-romántico, Fsta ha!rá, sin
em!argo, de Jgurar su realidad como inasimila!le a esas mismas pautas.
CAPÍTULO I
El " RAGMENTO PRELIMINAR de Alberdi y el problemáticoproyecto político de la J O#EN G ENERACIÓN
+a emergencia del historicismo, se aJrma, a!rió una !recha en el
pensamiento occidental ?ue se prolonga hasta el presente y delimita dos
!!L?ase Elias Palti, 1$maginación histórica e identidad nacionalen Krasil y Argentina& Gn estudio comparati8o1, en R*8ista i1*roa6*ri-a4a "S$$&( @())T, pp& FT)&
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horiGontes conceptuales incompati!les entre sí. A una 8isión de tipo atomista,
?ue conci!e a las sociedades como integradas por indi8iduos originariamenteli!res, autónomos e iguales, ligados e)clusi8amente por 8ínculos contractuales
8oluntarios, se le opondrá a partir de entonces un concepto social organicista
?ue imagina a las sociedades como totalidades Cuncionales articuladas a partir
de 8ínculos o!jeti8os, independientes de la 8oluntad de sus miem!ros. 4al
oposición, ?ue recorre toda la historiograCía de ideas, co!rará pronto claras
connotaciones Ftico-políticas. 6istintos autores creerán así 8er en el
pensamiento de 3erder *el Mpadre CundadorM del historicismo ya MpreJgura*da
la teoría hitleriana de Blut und BodenM.%" e aJrmará entonces en la disciplina
una do!le ecuación entre historicismo *u organicismo, nacionalismo y
autoritarismo, por un lado, e iluminismo *o atomismo, cosmopolitismo y
democracia, por otro.%(
6e este modo, la entera historia intelectual moderna se 8ol8eráperCectamente legi!le. El organicismo historicista y el atomismo iluminista
constituirán los polos en torno de los cuales ella, supuestamente, oscilará. /ada
escapará a esta oposición ?ue la recorre de principio a Jn. 4odo sistema de
pensamiento ha!rá de deJnirse o !ien como racionalista- atomista-iluminista *y,
en consecuencia, orientado hacia un horiGonte democrático o !ien como
organicista-irracionalista-historicisia *y, por lo tanto, marcado por tendencias
autoritarias, o !ien, e8entualmente, como una meGcla en dosis 8aria!les de
historicismo e iluminismo.%' +a contingencia en la historia se inscri!irá, pues,
dentro de un marco de opciones determinadas a priori. +as Hnicas discusiones a
?ue este es?uema interpretati8o dará lugar reCerirán a dónde situar las ideas de
un autor dado dentro de esta grilla *es decir, cuán, iluminista o cuán historicista
era su pensamiento.+a interpretación del pensamiento de la Oeneración del (0 se 8a a
encuadrar toda dentro de este es?uema.' En la Jgura de Al!erdi se encarnaría
a?uella antinomia ?ue recorrería nuestra historia política hasta el presente.
!$'a> Rouch?, La Piloso/i* 0* l(istoir* 0* (*r0*r, París,
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5omo decía Lermín 5há8eG, MAl!erdi Cue una permanente oscilación entre el
historicismo ?ue lo apro)ima!a al país y a su pue!lo, y las a!stracciones de la Audarung ?ue penetró y alienó la 8ida espiritual argentina al JnaliGar la primer
dFcada de la e8olución de :ayoM.1 :ás allá de las 8aloraciones encontradas
?ue en cada caso ello merecerá, ha!rá una coincidencia entre los especialistas
en cuanto a la posición am!igua ?ue la o!ra del jo8en Al!erdi ocuparía en este
uni8erso ?ue no admite, sin em!argo, rincones ajenos a las coordenadas
dicotómicas en Cunción de las cuales se despliega y organiGa. e trataría, en
deJniti8a, de un pensamiento eclFctico, moti8ado por un impulso reconciliador
entre a?uellas CuerGas opuestas ?ue se disputa!an por entonces la hegemonía
en el país *unitarismo y Cederalismo.%1
+as discusiones entre los historiadores de ideas remitirán, en todo caso, a
cuál de am!os componentes primó en cada una de las Cases de su trayectoria
intelectual. 3l momento crítico alrededor del ?ue se centrarán los de!ates estarádado por el paso de Al!erdi a la oposición a osas producido en %&(&. Para una
corriente de interpretación, esto no supuso ningHn hecho rele8ante ?ue aCectara
su pensamiento; entre su o!ra ju8enil y su o!ra madura, asegura, no hu!o más
?ue cam!ios de estilo.%2 El Lragmento y las Bases, aJrma 5oriolano Al!erini,
constituyen Muna identidad !iCronte cara teórica y cara práctica de un mismo
pensamientoM.s Para otra corriente, en cam!io, dicho giro político se>aló un claro
y a!rupto desplaGamiento hacia el componente ilustrado de la Córmula y el
consiguiente oscurecimiento de los elementos románticos predominantes en su
proyecto inicial. Autores como Nulio raGusta creen perci!ir allí, en Jn, un punto
de inRe)ión ?ue te>irá toda nuestra historia político-intelectual posterior,
sellando un persistente di8orcio entre la Flite intelectual local y las aspiraciones
!3Esta a:rmación aparecerá, de hecho, con la contundencia deun hecho incontro8ertible& No importará incluso lo =ue el propioAlberdi dijera al respecto& omo seBala Natalio Kotana luego decomprobar su pro9undo recha.o a las doctrinas ecl?cticas, el
jo8en Alberdi era, en todo caso, 1un ecl?ctico =ue se ignora1@Natalio Kotana, La tra0i-i94 r*/51li-a4a. Al1*r0i, Sar6i*4to F las i0*as /ol;ti-as 0* s5 ti*6/o, Kuenos Aires& 6udamericana,()*, p& UHT&!76eg/n asegura ?ctor iapuscio, por debajo de estos 1cambiosde estilo;( subyace un 1n/cleo :losó:co1 unitario, =ue es el =uehabría =ue tratar de recobrar& 1Entendemos =ue, e9ecti8amente1,dice, 1la coherencia pro9unda de la obra de Alberdi, =ue e>plica
mejor =ue cual=uier otro 9actor su perdurabilidad mani:esta,responde a =ue en la base ha obrado un n/cleo :losó:cocertero, trasmitiendo secreta energía a toda la estructura de supensamiento1 @?ctor iapuscio, o/. -it, p& MM&
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("
y necesidades nacionales.%0
Am!os puntos de 8ista enCrentados descansan, no o!stante, en una mismaperspecti8a dicotómica ?ue sólo puede comprender la historia intelectual como
una oscilación permanente entre antinomias eternas. 6e este modo, sin
em!argo, terminan conCundiendo más ?ue lo ?ue aclaran. 6e hecho, el
componente racionalista *el Miluminismo en los JnesM del ?ue ha!la Al!erini no
era en a!soluto e)tra>o al pensamiento historicista *ni su presencia era, por lo
tanto, se>al ine?uí8oca de eclecticismo o hi!ridismo conceptual. NosF Pa!lo
Leininann se>aló lHcidamente este hecho
ULermínN 5há8eG se e?ui8oca por?ue Cundamenta su tesis en un error de5oriolano Al!erini. Este autor, cuyo magníJco tra!ajo so!re Al!erdi esimprescindi!le, encontra!a en el Lragmento un iluminismo de Jnes *los idea lesde :ayo y un historicismo de los medios *el Cederalismo. [%o uni8ersal*concluía se realiGa por medio de lo particularZ. uponemos ?ue pensa!a ?ue los
ideales de :ayo eran de una 8eG para siempre iluministas por?ue proCesa!an esaJlosoCía ?uienes hicieron la re8olución. Pero no es adecuado interpretar elelemento uni8ersal de Al!erdi con a?uello ?ue este posee de iluminismo, puesam!as JlosoCías coinciden, aun?ue de di8ersos modos, en aJrmar launi8ersalidad de los Jnes racionales. @ si !ien una los conci!e comotrascendentes a la historia, y otra inmanentes, am!as lo identiJcan con los8alores de la ci8iliGación !urguesa. Kueremos demostrar con esto ?ue Al!erdi nonecesita!a a!jurar del historicismo para a!jurar del país.%&
5omo 8emos, Leinmann, sin em!argo, en lugar de a!rir el análisis a las con-
secuencias de orden conceptual ?ue de esta compro!ación deri8an, lo cierra
inmediatamente situando su reRe)ión en un plano estrictamente Ftico-político.
u se>alamiento muestra, en Hltima instancia, ?ue el concepto historicista *y lo
mismo puede decirse del iluminista acepta di8ersas y aun encontradas
traducciones ideológicas *es decir, ?ue se podía ser Cederal o !ien unitario sin
alterar dicho concepto. @ ello impone un desglose de ni8eles de discurso. 5omo
se>ala icardo Orin!erg, Mel error interpretati8o surge al intentar sustancialiGar
discursos ?ue son eminentemente CormalesM%$ *deslinde ?ue le permitirá a este
autor realiGar la reconstrucción más e)hausti8a hasta el presente del discurso
implícito en el Lragmento preliminar de Al!erdi. +as transCormaciones de orden
conceptual ?ue supuso la emergencia del concepto historicista romántico
remiten, en eCecto, a un plano de realidad sim!ólica situado más allá de los
contenidos de ideas, esto es, al de los lenguajes pol)ticos de base. /o se trata,
!tocorresponde a esta edición&
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((
pues, de ?ue el historicismo haya sido más relati8ista, nacionalista o autoritario
?ue el concepto ilustrado, o, 8ice8ersa. +o ?ue cam!ió entre uno y otro Cue elmodo en que $abr)an de de-nirse, en cada caso, las nociones all) in'olucradas
*nación, raGón, democracia, etc., ?ue es justamente lo ?ue ca!ría tratar de
analiGar. 5omo 8eremos, sólo este deslinde permite reconstruir la trama
conceptual particular a partir de la cual co!ró Corma un te)to como el Lragmento
preliminar de Al!erdi, restaurar su sentido histórico, en Jn, restituir en Fl a?uello
?ue resiste a ser reducido al juego de antinomias eternas en ?ue la historia de
ideas tiende a situarlo.
"a 3eneración del U y el historicismo romántico
:ás allá de los matices ideológicos, las di8ersas escuelas dentro de la tradi-ción de historia de ideas tienden a coincidir en ?ue la o'en /eneración, más ?ue
marcar una ruptura con el legado ilustrado re8olucionario de :ayo, incorporaría
un principio de realidad ausente en Fl ?ue lle8ará a sus miem!ros a ser más
atentos a las características particulares del medio social y cultural local ?ue
determina!a las condiciones de aplicación de los modelos institucionales
\importadosM. +a Córmula de Al!erini de Miluminismo en los Jnes *ideales de
:ayo e historicismo en los medios *Cederalismo relati8oM es sólo la e)presión
sintFtica de esta 8isión generaliGada."# sta retoma!a, en realidad, la imagen
?ue los mismos autores analiGados tenían de sí. 5omo se>aló NosF +uis omero
+a Oeneración del (0 se considera!a sucesora de los ideales de :ayo, pero
repudia!a del unitarismo de medios puestos en práctica para hacer triunCar
sus concepciones; lo 8eía esteriliGado por su ciega adhesión a los principios,
y su incapacidad para adaptarlos a las necesidades reales U...]. ólo
comprendiendo am!as posiciones, sólo concillando la realidad nacional y los
ideales doctrinarios sería posi!le salir del estancamiento."%
Está claro, sin em!argo, ?ue los argumentos ?ue, en su aCán polFmico,
esgrimieron los propios cultores locales del romanticismo no pueden tomarse
literalmente."" 5iertamente, nunca nadie pudo ha!er llanamente desconocido el
$?oriolano Alberini @()*(,o/. -it., p (M&$!(U 2os? "uis Romero, Las i0*as /ol;ti-as *4 Ar+*4ti4a.Kuenos Aires,
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hecho de ?ue, por ejemplo, no toda constitución es aplica!le a cual?uier
conte)to social o cultural, como Fstos aJrma!an ?ue ha!ían hecho losunitarios"(.%0 En su carta a Nuan :aría OutiFrreG comentando los discursos
realiGados durante la sesión inaugural del alón 0iterario, Llorencio Sarela *líder
del partido unitario en el e)ilio le e)presa!a ya a a?uFl su desconcierto ante el
aCán de :arcos astre por reaJrmar principios con los ?ue nadie, decía, podía
estar en desacuerdo"'.%2 Esto no signiJca ?ue no hu!iera diCerencias
Cundamentales entre iluminismo e historicismo, pero deJnirlas no resulta tan
sencillo
+o ?ue el concepto historicista romántico sostenía no era ciertamente la
o!8iedad de ?ue haya ?ue adecuar los sistemas institucionales a las culturas y
tradiciones locales dadas sino, más precisamente, ?ue no se podría pretender
9uentes conlle8aría un borramiento de toda distancia crítica&"os historiadores de ideas, sin embargo, tienden a 8er estacoincidencia de sus interpretaciones con lo =ue los propiosautores anali.ados a:rmaron @=ue, en un límite e>tremo,terminan reduciendo esas interpretaciones a la merapará9rasis como una suerte de corroboración empírica dea=u?llas& !al entrecru.amíento de 8oces es, no obstante, másbien el resultado =ue la causa del marco categorial adoptado&%e acuerdo con su lógica binaria, toda Cdea o sistema depensamiento debe necesariamente caer dentro de uno u otropolo de la contradicción @iiuminismo e historicismo, o, cuantomucho, oscilar entre ambas alternati8as, =ue es, precisamente,lo =ue los mismos actores pensaban& "as coincidencias noson, pues, 9ortuitas+ e>presan una suerte de 1a:nidad electi8a((@8?ase Elias Palti& La i48*4-i94 0* 54a l*+iti6i0a0. Ra94 F r*t9ri-a *4 *l /*4sa6i*4to 6*i-a4o 0*l si+lo I =U4 *st50io 0* las Hor6as 0* 0is-5rso /ol;ti-o, '?>ico,
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imponFrseles un determinado curso e8oluti8o si Fste no Cormara ya parte de
ellas como una de sus alternati8as potenciales de desarrollo. +a acción políticasólo podría, pues, alentar o desalentar a?uellas tendencias e8oluti8as inherentes
suyas, pero no crearlas e) ni$ilo. 6e allí se concluiría ?ue, dado ?ue no podría
introducirse en una organiGación social o cultural nada ?ue no sea asimila!le a
su constitución orgánica, en su origen de!erían encontrarse ya preJguradas las
determinantes Cundamentales ?ue presidirían su Cormación"1. Acceder a ese
germen primiti8o de socia!ilidad a partir del cual se despliega una cultura dada
permitiría comprender la lógica ?ue ordena su desarrollo y captar las cla8es
Cundamentales de su e8olución Cutura. +os estudios históricos ad?uirirían así una
rele8ancia ?ue escaparía a su ám!ito especíJco, co!rando claras connotaciones
políticas.
El supuesto a?uí implícito es ?ue todo ser 8i8o, como serían las Cormaciones
sociales y culturales, incluidas las naciones, contiene dentro de sí los principiosde su propia Cormación, así como la CuerGa inherente 12ra&t( para realiGarlos. Esta
es la premisa para lo ?ue se conocería como Me8olucionismo históricoM *el
tFrmino e'olutio en su origen indica!a, precisamente, el proceso de
desen8ol8imiento progresi8o de lo ?ue se encuentra ya preCormado en el
em!rión y dará lugar a lo ?ue llamamos el concepto gen#tico de la nacionalidad.
El punto ?ue importa se>alar a?uí es ?ue el historicismo romántico, lejos de
representar un principio transhistórico enCrentado a otro igualmente intemporal,
se Cunda!a en una serie de supuestos precisos, desprendido de los cuales pierde
su sentido *termina reduciFndose a una serie de má)imas más o menos tri8iales
?ue podrían, en eCecto, encontrarse en los conte)tos discursi8os más di8ersos, NíW
y sólo resulta!a sosteni!le en el interior del horiGonte conceptual en el ?ue
dichos supuestos mantienen su eJcacia.Z$ En deJniti8a, es este caráctercontingente, históricamente localiGado, lo ?ue distingue a un lenguaje pol)tico de
todo sistema de ideas. :ás precisamente, lo anteriormente se>alado deJne un
lenguaje político particular, ?ue denominaremos el modelo gen#tico. Este
pro8eerá el marco categorial a partir del cual se articulará la o!ra de la
Oeneración del (0 y le permitirá a Fsta intentar dise>ar un concepto de la
nacionalidad. @ tam!iFn conce!ir su propio lugar en ella como grupo intelectual,
el primero en el ío de la Plata ?ue ha!rá de deJnirse a sí mismo primariamente
como tal, es decir ?ue legitimará su inter8ención en la escena política en Cunción
de la posesión de un capital sim!ólico, de un cierto sa!er de lo social. "2 Ella se
$ Dic0o de otra /orma en la medida 3e n e,tadio 0i,t-rico dado H?H nace nece,ariamentede n e,tadio anterior 2AH ( ,i de,cartamo, la acci-n de al+n a+ente ,'ernatral otran,0i,t-rico debemo, ace'tar 3e dic0o e,tado con,ecente e,tar)a de al+n modo (acontenido +erminalmente en , e,tado antecedente ( a,) ,ce,i8amente.$7L?ase !ulío alperin %onghi, 1$ntelectuales, sociedad y 8idap/blica en ispanoam?rica a tra8?s de la literatura
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propondrá, justamente, descu!rir ese principio oculto ?ue rige la e8olución
nacional, pro8eer una unidad de sentido a su aparentemente caótico transcurso,y dotarla así de una conciencia más precisa de su propia identidad"0."%
+o cierto es ?ue la apropiación ?ue Al!erdi hará del concepto historicista
tampoco 8a a ser tan superJcial como suele interpretarse. @ ello por?ue dicho
concepto le permitiría articular una imagen de una realidad local a la ?ue
tampoco perci!ía como Cácilmente reducti!le a es?uemas simplistas. Es esta
pro!lemática perspecti8a de su realidad y de su lugar en ella la ?ue 8a a
encontrar e)presión en su discurso, conJriFndole densidad histórica. @ tam!iFn
la ?ue dará lugar a interpretaciones encontradas de a?uFl, cada una de las
cuales tendrá, como 8eremos, cierto sustento te)tual en ?ue sostenerse.
1No se sabe =u? =uiso decir Alberdi1+a inter8ención de Al!erdi en la reunión inaugural del alón 0iterario no
puede decirse ?ue Cuera aCortunada"&." Z 4u8o el dudoso mFrito de suscitar
autobiográ:ca(;, en El *s/*2o 0* la istoria. Pro1l*6as ar+*4ti4os F /*rs/*-ti8as lati4oa6*ri-a4as, Kuenos Aires,6udamericana, ()*, pp& UFTU&$L $1. H%na naci-nH dec)a 2no e, na naci-n ,ino 'or la conciencia 'ro/nda (
re/le;i8a de lo, elemento, 3e la con,tit(en. Reci5n entonce, e, ci8ili6ada ante, 0ab)a,ido in,tinti8a e,'ontánea marc0aba ,in conocer,e 9=...: %n 'eblo e, ci8ili6adonicamente cando ,e ba,ta a ,) mi,mo cando 'o,ee la teor)a ( /-rmla de , 8ida la le(de , de,arrollo. #e+o no e, inde'endiente ,ino cando ePQ ci8ili6ado. !or3e el in,tinto,iendo inca'a6 do 're,idir el de,en8ol8imiento ,ocial tiene 3e interro+ar , marc0a a la,lce, de na inteli+encia e;traa ( lo 3e e, 'eor an tomar la, /orma, 'ri8ati8a, do la,nacione, e;tran'. 1$. HNo 0a( 8erdadera emanci'aci-n=in,i,t)a Hmientra, ,e e,t5 ba
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simFtrica desconfanza tanto en el bando rosista como el unitario.25 Un
destino paradój ico, si se quiere, para un texto que, se!n admit"an sus
cr"ticos, les resultaba incomprensible. Las palabras de #lorencio $arela
en su carta a %uan &ar"a 'uti(rrez del ) de aosto de )*+ -a citada
sintetizan mu- bien esta sensación de desconcierto que dejó su
exposición
El discurso del se>or Al!erdi será muy !ueno, o muy Calso, pero yo no puedo
decidirlo, por?ue a e)cepción de la idea dominante *?ue tam!iFn es Calsa
digo a usted, con la más sincera 8erdad, ?ue no comprendí una sola de sus
Crases, no sF lo ?ue ?uieren e)presar, ni a dónde se dirige su autor. Por
mucho ?ue ?uiera yo comprender en el abjiciamus opera tenebrarum, no
puedo disipar las ?ue cu!ren mi inteligencia, o las concepciones, y el estilo
del jo8en Al!erdi. A mi juicio su discurso no dice nada y nadie lo ha
entendido, no podría entenderle, aun haciendo Io ?ue dice la ad8ertenciapreliminar."$
Por detrás de ese \no se sa!e ?uF ?uiere decirM asoma!a, en realidad, una
duda muy concreta Vera su discurso prorrosista u antírrosistaW En deJniti8a, su
tono hermFtico, en el cual las distintas CuerGas políticas eran aludidas
elípticamente a tra8Fs de categorías JlosóJcas, las ?ue no siempre resulta!an
Cáciles de desciCrar y retraducir, sólo encu!riría la am!igQedad política de su
autor. Esta 8isión de los contemporáneos de Al!erdi, luego retomada por los
historiadores, aun?ue no del todo incorrecta, lle8a a perder de 8ista, sin
em!argo, el punto Cundamental ?ue hace del ragmento preliminar *pu!licado
tan sólo un mes despuFs de su discurso inaugural en el aídn 0iterario y en el
?ue dicho autor desarrolla y sistematiGa las ideas allí anticipadas, un documento
cla8e para comprender ei cHmulo de tensiones al ?ue se 8io sometido elproyecto político de la o'en /eneración. :ás ?ue del desgarro enere
racionalismo e historicismo, nacionalismo y cosmopolitismo, democracia y
autoritarismo, etc., y de su imposi!le conciliación, el Lragmento nos ha!la, pues,
de un momento particular de nuestra historia política, nos a!re una puerta para
penetrar el sentido de las proCundas contro8ersias ?ue lo agitaron. En Jn, no es
a?uella supuesta am!igQedad ideológica de su autor *?ue, como 8eremos, no
era realmente tal sino esta densidad histórica de su te)to la ?ue haría diCícil su
interpretación.
iguiendo los postulados historicistas, Al!erdi insistiría, en contra de los
/ala1ras a5s*4t*sQ /ara l**r ios E,crito, 'o,tmo, 0* Al1*r0i, ?eno,
Aire, CE $VV4. Sobre la de la Generaci-n del &L 85a,e Kor+eM(er, H#a re8olci-n en la, idea,$>
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unitarios, en ?ue Mla realidad es por?ue es y !astaM; Mla historia de los pue!los se
desarrolla con lógica admira!leM. Atri!uir la situación actual a meros accidenteshistóricos, pensa!a, es no entender nada; Mnuestra situación es, a nuestro 8er,
normal, dialFctica, lógica%Z, decía, Mse 8eía 8enir, era ine8ita!leM *p. %'0. Ahora
!ien, en el conte)to en ?ue aJrma!a esto, su sentido político parecía
inconCundi!le se trata!a de una clara justiJcación del rFgimen rosista. Así lo
entendieron, al menos, sus opositores. Al!erdi mismo, por otro lado, se
encargaría de hacer e)plícito el mensaje político ?ue estas pala!ras contenían
3emos pedido pues, a la JlosoCía, una e)plicación del 8igor gigantesco del
poder actual la hemos podido encontrar en su carácter representati8o. @ en
eCecto, todo poder ?ue no es e)presión de un pue!lo cae el pue!lo es
siempre más Cuerte ?ue todos los poderes *p. %(2.
El r. osas, considerado JlosóJcamente no es un dFspota ?ue duermeso!re !ayonetas mercenarias. Es un representante ?ue descansa so!re la
!uena Ce, el coraGón de su pue!lo *p. %'1.
El secreto del poder de osas sólo podría e)plicarse, pues, por su carácter
representati8o. u CuerGa emana!a, en Hltima instancia, del hecho de ?ue
encama!a la 'oluntad general. /egar esto, como hacían los unitarios, e?ui8alía a
pretender impugnar los hechos en nom!re de principios tomados 8aya a sa!er
de dónde y erigirse en clari8identes portadores de 8erdades recónditas, en Jn,
de restituir la idea tradicional del arcano.
5omo 8emos, la lectura segHn la cual se trata!a de un te)to claramente
prorrosista no es en modo alguno ar!itraria. in em!argo, resulta aHn parcial e
insuJciente. 6e hecho, el te)to del ragmento parece tam!iFn autoriGar una
interpretación opuesta. +o 8isto era, en eCecto, sólo un aspecto de la JlosoCía
política contenida en Fl. A la 'oluntad general Al!erdi le 8a a oponer la ra3ón
absoluta M?ue es superior a la 8oluntad, principio di8ino, origen Hnico de todo
poder legítimo so!re la tierraM. MAsíM, concluye, Mel pue!lo no es so!erano, sino
de lo justo%Z *p. "12. En suma, al Mhistoricismo de mediosM le opondrá la
Milustración de JnesM, ?ue lo lle8a a trascender lo meramente dado. +a
su!ordinación de la 'oluntad general a la ra3ón absoluta aparece ahora como la
cla8e para determinar la legitimidad de un go!ierno. +a 8oluntad general sería
una condición Cáctica de posi!ilidad del poder pero no su Cuente Hltima de
legitimidad *la ?ue reside en otro lugar. Este es el pasaje ?ue luego Al!erdi
rei8indicaría como el más claramente antirrosista de la o!ra *el cual, segHn
aJrmaría retrospecti8amente, lo lle8a!a a comparar a osas con atanás=
1
egHn 8emos, tampoco la interpretación del pensamiento jo8en al!erdiano
como una suerte de unitarismo encu!ierto carece completamente de sustento
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te)tual. Am!as interpretaciones opuestas, sin em!argo, han parecido a la
mayoría de los historiadores demasiado unilaterales. 5onjugando am!as seo!tendría, Jnalmente, una tercera perspecti8a distinta de las dos anteriores. El
partido unitario sería a?uí acusado de pretender instaurar Cormas institucionales
!asadas en principios democráticos con los cuales la jo8en generación acorda!a,
en lo esencial, pero sin ad8ertir ?ue no correspondían al estado moral e
intelectual de la sociedad rioplatense, conspirando así contra su mismo o!jeto.
5omo se>ala Al!erdi,
+a democracia es pues, como lo ha dicho 5hateau!riand, la condición Cutura
de la humanidad y del pue!lo. Pero ad8iFrtase ?ue es la Cutura, y ?ue el
modo ?ue no sea Cutura, ni presente, es empe>arse en ?ue sea presente *p.
%(#.(#
u proyecto político ca!ría así comprenderlo como !uscando instalarse en
un justo medio entre iluminismo e historicismo, entre unitarismo y Cederalismo.
4ales son los elementos esenciales de su constitución; despreciar la historia,
los hechos, la realidad, es oponerse a la CuerGa, y es negar a esta CuerGa su
dosis de 8erdad y legitimidad, pues ?ue no es CuerGa sino por?ue es o
miente ser legítima. 6espreciar lo racional, lo JlosóJco, lo uni8ersal, es
despreciar la Cuente de lo real, de lo histórico, de lo nacional, y por lo tanto,
es comprender mal todo esto es limitar la 8erdad a la realidad, la JlosoCía
de la historia, luego todo hecho es 8erdadero, legítimo justo, sin otra raGón
?ue es hecho.
4al es el error de la escuela histórica. in duda ?ue no es chico. El mejor
partido será siempre un temperamento medio entre los dos e)tremos de la
escuela histórica ?ue 8e la raGón en todas partes, y la escuela JlosóJca ?ue
no la 8e en ninguna *p. "1".
Este oscilaría entre dos 8ertientes opuestas y, en Hltima instancia,
incompati!les entre sí. +a imagen de am!igQedad ideológica se conciliaria !ien,
pues, con un discurso eclFctico, indeciso, ?ue no logra alinearse completamente
dentro de un sistema de pensamiento, ya sea claramente historicista o !ien
decididamente iluminista. in em!argo, esta perspecti8a, aun?ue ciertamente
menos sesgada ?ue las anteriores y perCectamente sosteni!le, tampoco hace
'?1intentamos principiar un camino por el :n, por=ue en e9ecto
la democracia1, insistía, 1es el :n, no el principio de lospueblos &&&W Es menester dejar pasar a nuestra democracia,por la ley de desarrollo sucesi8o a =ue todo está subordinadoen la creación1 @p& (&
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completa justicia a su te)to, el cual no sólo es !astante más intrincado ?ue lo
?ue tal imagen sugiere sino tam!iFn pro!lemático.En primer lugar, tal presunta am!igQedad ideológica no de!ería conCundirse
con eclecticismo JlosóJco. /o e)iste, de hecho, una relación directa entre sus
posturas políticas y su concepto JlosóJco. Por otro lado, en segundo lugar,
tampoco es cierto ?ue su postura política Cuera am!igua, lo ?ue no ?uiere decir
?ue no Cuera pro!lemática. Para comprender cuál es la lógica ?ue articula su
discurso, así como las tensiones ?ue lo transitan, es necesario, sin em!argo,
traspasar el ni8el de los contenidos ideológicos de su discurso y tratar de
desmontar el aparato argumentati8o ?ue lo su!yace.
@endo al primero de los puntos, la interpretación de su pensamiento como
desgarrado entre dos horiGontes conceptuales incompati!les *iluminismo e
historicismo entre sí parte, segHn 8imos, de un CorGamiento de la historia
intelectual. 5omo se>aló Leinmann, la in8ocación a la raGón ?ue hace Al!erdi noera en a!soluto e)tra>a al concepto historicista. n8ersamente, lo mismo puede
decirse respecto a la deJnición anterior de ?ue la o'en /eneración 8ino a
introducir el principio de la necesidad de adecuar las ideas a la realidad. 4al
principio, como 8imos, no era en a!soluto e)tra>o al pensamiento ilustrado.
3allar a?uello ?ue distingue a am!os horiGontes conceptuales no es tan sencillo;
e)ige un desplaGamiento del Coco de análisis. En eCecto, lo ?ue cam!ió con la
llegada del historicismo no puede descu!rirse en el plano de los contenidos
reCerenciales dado ?ue no reJere al tipo de respuestas ?ue ha!ría de dar a
am!as cuestiones antes mencionadas sino al modo mismo en ?ue ha!ría de
plantearlas *lo ?ue implicaría, a su 8eG, la redeJnición de las categorías en
juego.
6esde un punto de 8ista conceptual, el nHcleo pro!lemático en el primero deestos planteos *?ue el historicismo !ásicamente !uscó adecuar los principios
uni8ersales de la raGón a las realidades y condiciones históricas particulares
locales es ?ue presupone ya ?ue raGón e historia Cueran dos entidades ?ue se
pree)istieran mutuamente, plenamente constituidas, ?ue es, precisamente, lo
?ue el pensamiento historicista romántico 8ino a cuestionar. ste se Cundaría
todo, justamente, eneT postulado de la e)istencia de un 8ínculo interno, de tipo
conceptual, entre raGón ' historia. Para el pensamiento historicista romántico no
e)istía una raGón por Cuera de la historia; ella no era sino una lógica desplegada
en el propio encadenamiento o!jeti8o de los acontecimientos. En deJniti8a, lo
?ue llamamos el modelo gen#tico se sostenía en un concepto de la temporalidad
histórica por completo ajeno al pensamiento ilustrado.(%
'!-sta ya no sería percibida como un :uir abstracto yhomog?neo& Para el pensamiento historicista no e>istiríade8enir alguno independientemente de si+o =ue de8enga& El
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Análogamente, para Al!erdi ha!ría un 8ínculo interno entre 8oluntad
general y raGón absoluta; Fstas no podrían desprenderse una de otra sindestruirse como tales. M+a LuerGa y la aGón se suponen mutuamenteM, asegura.
+a 8oluntad general se constituye como tal sólo en la medida en ?ue se asienta
en un Cundamento racional, e, in8ersamente, la raGón a!soluta sólo se articula y
hace maniJesta en tanto es in8ocada por la 8oluntad general. El principio en ?ue
am!os encuentran su síntesis es la ra3ón colecti'a. Es en ella ?ue la soberan)a
popular 8endría a condensarse *Mla so!eranía del pue!lo no es pues la 8oluntad
popular, es la raGón colecti8a del pue!loM , asegura *p. "12. @ esto o!liga ya a
Al!erdi a una serie de desgloses conceptuales ?ue tendrán tam!iFn importantes
repercusiones en el plano ideológico *?ue!rando el paralelismo estricto entre
CuerGas políticas y los principios JlosóJcos ?ue supuestamente e)presan.
Para Fl, como 8imos, la 8oluntad general de la nación es el Hnico ár!itro
para decidir so!re la legitimidad de un go!ierno. Entre 8oluntad general y raGóna!soluta no puede ha!er conRicto más ?ue aparente desde el momento en ?ue
esta Hltima Corma parte de su mismo concepto. 6e allí su aJrmación ?ue,
i la 8oluntad se a!roga la supremacía en la tierra, ?ue no compete sino a
la raGón general, no de!emos de Celicitarnos menos, puesto ?ue la 8oluntad
general no irá más allá de la raGón general. +a raGón y la CuerGa *ha!lo en
grande son dos hechos ?ue se suponen mutuamente. Kuitad la CuerGa,
aca!ará la raGón, ?uitad la raGón, aca!ará la CuerGa *p. "2$.
Ahora !ien, la 'oluntad general, en ?ue se encarna la autFntica soberan)a
popular, se distingue para Fl de la 'oluntad popular. ólo en la medida en ?ue
participa de una empresa de discernimiento colecti8o, de un proceso dedeli!eración racional, la 8oluntad popular se constituye 8erdaderamente como
'oluntad general de la nación. Basado en la pura 8oluntad popular, el poder se
con8ertiría, pues, en una &uer3a sin sustento histórico, por lo ?ue no podría
sostenerse. Así, una 8eG introducida esta cu>a en el concepto de la 'oluntad, el
apoyo popular de ?ue goGa el go!ierno perdería su carácter de índice ine?uí8oco
de su legitimidad. ste de!ería !uscarse, pues, en otro lado.
3allarlo no será sencillo, sin em!argo, para Al!erdi. 4ampoco podrá
tiempo seria una dimensión inherente a cada tipo de ser uorganismo particular @a cada nación o cultura& -sle así sedesglosa y di8ersi:ca& abría, pues, tantas temporalidadescomo serea e>istentes& -ste sería, justamente, el rasgo
distinti8o de los seres 8i8os0 la capacidad de autogeneración yauto9ormación& omo decía 'ichel
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encontrarlo en la pura raGón. 7na raGón ?ue ha cortado sus amarras de la
8oluntad se 8uel8e etFrea, inmaterial. @ es a?uí ?ue introduce una segundadistinción. Esa raGón incapaG de encarnar empíricamente, o!jeti8arse, ?ue es
para Fl la de los ilustrados, no se conCunde con a?uella ra3ón absoluta a la ?ue
postula como Jn Hltimo del desarrollo humano. e trataría de una mera ra3ón
abstracta. ólo su in8ocación por la 'oluntad general ele8a Fsta a a?uella,
permite constituirse y reconocerla como tal, lo ?ue encierra a Al!erdi en un
círculo argumentati8o por el cual am!os tFrminos *raGón y 8oluntad se
reen8iarían permanentemente uno a otro. En deJniti8a, encontramos a?uí el
punto crítico ?ue, como 8eremos luego, hará estallar su discurso. Por esta
simultánea necesidad e imposi!ilidad de pensar ese plus ?ue separa la 'oluntad
general de la 'oluntad popular terminará aRorando en Fl su esencia pol)tica
negada.
e>alemos por el momento ?ue este desglose categorial entre 8oluntadgeneral y 8oluntad popular, por un lado, y raGón a!soluta y raGón a!stracta, por
otro, no es en a!soluto irrele8ante para la interpretación del sentido de su
proyecto político. Por detrás de su MeclecticismoM comienGa a asomar una
perspecti8a más compleja de su lugar en el mapa político de su tiempo. Al!erdi
distinguiría allí los principios ?ue las distintas CuerGas políticas e)istentes
encarnan de sus e)presiones materiales eCecti8as. /o se trataría, pues, tanto de
conciliar Fstas como de conjugar a?uFllos en un plano distinto -y superior- de
realidad *?ue es la ?ue designa como MraGón colecti8aM.(" Parece claro, en Jn,
?ue Al!erdi no sólo no creía ya ?ue Cuera posi!le un acuerdo entre unitarios y
Cederales. 4am!iFn sa!ía -no podía ignorarlo conRicti8o de la relación ?ue el
proyecto ?ue su Oeneración encarna!a guarda!a con las CuerGas en pugna ?ue
entonces domina!an la escena nacional.((
'$Esta opinión se e>presará luego en la paiabra (H del Do+6a so-ialista, atribuida a Alberai, en la =ue propugna la1abnegación de las simpatías =ue puedan ligarnos a ias dosgrandes 9acciones =ue se han disputado el poderío durante lare8olución1 @Esteban Eche8erría, 1%ogma socialista de iaAsociación de 'ayo1, en O1ras -o6/l*tas , Kuenos Aires,Xamora, ()M, p& (TM&''%e hecho, Alberdi no podía ignorar las presiones a las =uese 8eía sometido un proyecto =ue no parecía capa. dedespertar entusiasmos unánimes incluso entre sus jó8enescamaradas @algo de lo cual deja desli.ar en el te>to0 1nopodríamos disimular nuestro dolor1, a:rma, 0,si los espíritus
jó8enes para los cuales escribimos, recha.asen nuestrasCdeas1 @p&(T& %esde el e>ilio,
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in em!argo, donde mejor se e)presan las tensiones a ?ue se 8eía sometido
su proyecto es en un segundo desglose categorial ?ue Al!erdi realiGa. Elprecedente podemos decir ?ue consistía en la aplicación