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  • 7/23/2019 Palermo Mapuches, Pampas

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    Mapuches, Pampas y mercados coloniales (1)

    Artculoshttp://etnohistoria.naya.org.ar/htm/21_abstract.htm

    Miguel Angel Palermo2

    Durante mucho tiempo, la perspectiva antropolgica tradicional consider a las

    unidades tnicas como entidades aisladas. As fue como en la Argentina se sostuvo por

    dcadas una visin sobre los pueblos indgenas pampeano-patagnicos del actual

    territorio nacional que los encerraba dentro de los lmites de la actividad cazadora, del

    nomadismo y del autoabastecimiento. Autnomos, ms all de las fronteras del espacio

    controlado por el mundo hispano y posteriormente republicano, se les interpretaba

    como marginales a los procesos operados por ste, situacin extensiva a las

    parcialidades indgenas del centro-sur de Chile. Las evidentes innovaciones tecnolgicas

    ocurridas entre estas poblaciones durante el perodo colonial de la mano de la

    incorporacin del ganado de origen europeo -donde se resaltaba fundamentalmente elcaso del caballo-, se considera como un fenmeno traducible en trminos de consumo:

    transporte, alimentacin, indumentaria, etc., los efectos -en suma- del llamado

    "complejo ecuestre". El esquema cazador, segn esta ptica, reforzada por la prctica

    de la equitacin, habra tenido una fuerza capaz incluso de hacer "retroceder

    evolutivamente" hacia una existencia nmade, a los araucanos emigrados desde Chile a

    la pampa argentina en el transcurso de los siglos XVIII y XIX. Pero en un estudio

    desprejuiciado de las fuentes nos pone ante una realidad totalmente distinta. Los

    pueblos en cuestin experimentaron, a partir del siglo XVI, transformaciones en verdad

    mucho ms profundas que, pese a ocurrir sin compulsin hispana -ya que las tribus

    locales mantenan su independencia y el control de sus respectivos territorios-, slopueden entenderse cabalmente en relacin con el mundo hispano-criollo colonial. Un

    enfoque etnohistrico3que involucre el perodo colonial revela que la vasta rea que

    comprende la llanura pampeana, la Patagonia y el centro de Chile se caracteriza antes

    que nada por su complejidad.

    Esta empieza por la diversidad geogrfica, ya que dichas regiones presentan una notable

    variedad de ambientes4, pero en especial se manifiesta en el mosaico tnico local, de

    races a veces poco claras y que, en virtud de los procesos que luego abordaremos, se

    convierte frecuentemente en calidoscopio cuyas figuras cambiantes se superponen y

    mezclan. Grupos tnicamente mixtos, alianzas intertnicas que se arman y se desarman,

    activa circulacin de personas y bienes, constantes intercambios de productos sesuceden en intrincada trama, oscurecida por el fenmeno de la "araucanizacin" o

    influencia de la etnia araucana o mapuche, que con distinta intensidad, se extiende

    crecientemente sobre territorio nordpatagnico y pampeano desde al menos el siglo

    XVII. Todas estas circunstancias hacen imposible considerar aisladamente entre s a las

    etnas indgenas, pese a su diversidad; las caractersticas de sus procesos de cambio

    hacen igualmente inconducente tratarlas aparte de la sociedad colonial, como veremos

    a continuacin.

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    PANORAMA ETNICO

    Para el siglo XVI -punto de partida de este anlisis- dentro del panorama tnico del rea

    nos interesa resaltar la presencia de cinco grandes grupos. Al este de la Cordillera de los

    Andes, en el sector patagnico comprendido entre el estrecho de Magallanes y el ro

    Chubut, habitaban los tehuelches meridionales o Aonikenk; sus parientes, los

    tehuelches septentrionales o Gnn a kna (vinculados por una raz cultural y lingstica

    comn) se extendan desde aproximadamente dicho ro hacia la regin pampeana, hastallegar a los dominios de otro grupo tnico, el de los pampas5, inicialmente conocidos

    como "querandes" por los primeros contingentes hispanos, y de filiacin discutida quiz

    con nexos chaquenses 6. Al oeste, en la cordillera del Centro y el norte de la actual

    provincia del Neuqun y la correspondiente vertiente chilena, seoreaban los

    "pehuenches primitivos"7, tambin de dudosa filiacin tnica. Todos estos eran pueblos

    que seguan bsicamente un patrn econmico de caza y recoleccin, con

    desplazamientos estacionales de grupos relativamente pequeos y variaciones zonales

    en su actividad segn los recursos disponibles de fauna y flora. Por ejemplo, entre los

    pehuenches era notable la importancia de los piones de araucaria (Araucaria

    araucana), mientras que en la Pampa creca la significacin de las vainas de algarroba

    (Prosopis sp.). Entre los pampas del este la pesca tena una gravitacin, ausente en losdems grupos y el venado (Ozotoceros bezoarticus) supla frecuentemente al guanaco

    (Lama guanicoe), uno de los principales animales de gran porte cazados por los

    tehuelches8.

    Esto contrastaba notoriamente con lo que ocurra al otro lado de los Andes. All, desde

    el oeste del valle del Aconcagua hasta el archipilago de Chilo, se desplegaba un

    conjunto tnico de homogeneidad quiz ms aparente que real, al que englobamos con

    el rtulo de "araucanos"9, donde confluan elementos amaznicos, andinos, etc. Su

    economa era totalmente diferente de la hasta ahora aludida, ya que a las actividades

    de recoleccin, caza y pesca se sumaba una agricultura que explotaba gran variedad deproductos -fue la mxima extensin austral del cultivo prehispnico sudamericano y la

    cra de animales como aves de corral y camlidos domsticos (vase Palermo 1986-7)-.

    Con esta base econmica, los sedentarios araucanos presentaban una gran masa

    demogrfica repartida en aldeas independientes: entre medio milln y milln y medio

    de habitantes segn diversas estimaciones (Cooper 1946:694; Ribeiro 1985:365;

    Rosemblat 1954:102; Steward y Faron 1959:53; Hidalgo Lehuede 1981:239). El avance

    hispano en la Araucana chilena desde 1540 domin a las parcialidades ms

    septentrionales, pero al Sur del ro Bo Bo las tribus permanecieron independientes a

    pesar de la presencia de enclaves espaoles. A partir del siglo XVII partidas araucanas

    comenzaron a incursionar sobre la regin pampeana buscando intercambios de bienes;

    en el siglo siguiente ya se asiste a la instalacin definitiva de tribus de este origen tanto

    en el noroeste de la Patagonia como en distintas localidades pampeanas. As se produjo

    la antes mencionada araucanizacin que ha de entenderse tanto por estas migraciones

    como por la difusin de su idioma y otras muchas pautas culturales. Dicho proceso no

    fue homogneo y, pese a su singular intensidad, coexistieron hasta el siglo XIX pueblos

    con diferencias tnicas y culturales bien definidas. La influencia cultural se sinti con

    distinta fuerza segn los grupos, algunos de los cuales -como, por ejemplo los

    pehuenches de la cordillera- cambiaron incluso totalmente su lengua. Tales son, en una

    sntesis ms que escueta, las piezas en juego cuyos movimientos trataremos de seguir

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    durante el perodo colonial.

    BAJO EL SIGNO DEL CONTACTO

    Pese a la gran distancia entre las llanuras pampeanas y el rea andina, la conexin entre

    ambas fue ms frecuente de lo que a primera vista podra pensarse, situacin que

    seguramente se remonta al perodo prehispano. Los cazadores pampeanos efectuaban

    largos recorridos en busca de alimentos siguiendo "pulsos" estacionales determinadospor las ofertas en materia de caza y recoleccin, y si posiblemente en el verano ocurra

    una mayor concentracin de poblacin hacia la pampa hmeda (en el este) por la mayor

    disponibilidad en esa poca de venados y otros recursos, en otros momentos del ao

    aquella se dispersaba y se desplazaba hacia el occidente (ver Casamiquela y Moldes

    1980:32 y Palermo 1988:48-9). Gracias a ello, por ejemplo, en 1528 la gente de la

    expedicin espaola comandada por Sebastin Gaboto tuvo noticias acerca del mundo

    andino por parte de informantes querandes (o sea pampas) en las riberas del bajo ro

    Paran, casi en el otro extremo del pas (Ramrez 1908, I: 442-457). Es probable que -

    fuera de la caza y la recoleccin- estos recorridos peridicos fueran aprovechadas para

    actividades de intercambio de bienes con gente de otras sociedades. As, y quiz

    pasando por distintos intermediarios, fue seguramente como pudieron llegar hastalejanos sitios arqueolgicos del noroeste argentino valvas de moluscos como el pequeo

    Urosalpnix de la costa bonaerense (Martnez Soler 1958-59). Tal vez a cambio de ste y

    otros bienes obtuvieran manufacturas textiles o metales, y acaso alimentos de origen

    agrcola. Recordemos al respecto que los cazadores de las llanuras aprovechaban

    frecuentemente las oportunidades de conseguir granos producidos por sus vecinos

    como se puede apreciar en grupos de la actual provincia de Buenos Aires:

    probablemente, el cereal integrase su dieta con mayor asiduidad que la imaginable10.

    Pero aparte de estos contactos con los agricultores ms prximos del litoral fluvial

    oriental o, ms indirectamente, con los del rea andina en el actual noroeste del pas -

    por las vas de Cuyo (en el oeste) o de Santiago del Estero (en el centro argentino)- sehaya la evidencia rotunda del intercambio con poblaciones del Chile central. Ya en 1581,

    Juan de Garay, al llegar a Cabo Corrientes (en la costa de la provincia de Buenos Aires)

    da cuenta de su encuentro con indgenas y aclara que, pese a vestir mantos de pieles,

    "hallamos entre estos indios [pampas] alguna ropa de lana muy buena, dicen que la

    traen de la cordillera de las espaldas de Chile" (Garay 1915:427). Para esta poca, la

    presencia en la Araucana de indgenas provenientes de la Argentina era moneda

    corriente. En 1558, Gernimo de Bibar describa la participacin de stos en ferias de los

    llanos chilenos (el maz era uno de los productos que all adquiran) y desde 1563 los

    vemos registrados en las crnicas como participantes en ataques contra centros

    hispanos de esa regin. A partir del siglo XVII, los testimonio sobre su presencia en Chile,

    intercambiando sal, cueros, etc., son abundantes (Bibar 1979; Rosales 1877-78, II:129,

    132, 433; Mario de Lovera 1865:343; Palermo 1988:51-52). Los contactos con la

    Araucana chilena, por otra parte, probablemente reconozcan antecedentes bastante

    ms antiguos; a ellos quiz pueda atribuirse, por ejemplo, la presencia de una cermica

    arqueolgica neuquina datable dos mil aos antes de nuestra era (Hajduk 1981-2:7) y

    otros restos alfareros posteriores de tipo araucano que aparecen en la Pampa. Dentro

    de la Araucana, a su vez, el contacto y el intercambio entre las distintas parcialidades

    era tambin caracterstico, pese a la existencia de netas divisiones territoriales, con

    fronteras claras. Como los indgenas de Chile central ocupaban territorios con

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    variaciones ecolgicas, complementaban mediante el intercambio -cuando no con

    largas expediciones para obtener ciertos recursos directamente in situ- la disponibilidad

    de bienes, superando las tramas de solidaridad ms estrechas correspondiente a cada

    butamapuo "provincia" (literalmente "tierra grande")11. Todo este panorama, de por s

    considerablemente dinmico, se ver alterado y revitalizado por una innovacin

    agropecuaria ocurrida a partir de la introduccin de especies ganaderas y agrcolas

    aportadas por los espaoles e incorporadas tras una seleccin autnoma por estos

    grupos indgenas independientes.

    LA INNOVACION AGROPECUARIA

    El siglo XVI trae para los indgenas de estas regiones dos grandes novedades: el

    comienzo de la presencia hispana y el de un proceso de innovacin agropecuaria.

    Ambos trastornaron fuertemente la vida de las tribus y estn unidos indisolublemente,

    ya que esta ltima se inici a partir de las especies que trajeron los europeos las cuales

    se aaden y a veces desplazan a las preexistentes en este sector de la Amrica

    Precolombina, y en otras ocasiones inauguran las experiencias agrcolas y de cra de

    animales. El desarrollo de estas actividades, por otra parte, y como se anticip ya,

    cobrar una dimensin que en muchos casos solo puede explicarse por la presenciahispana, que por un lado es una amenaza para la integridad de estas sociedades y de sus

    territorios pero al mismo tiempo ofrece un mercado hbido de ciertos productos

    indgenas. La innovacin agropecuaria no tuvo un desarrollo parejo en todos los grupos

    de estas regiones: ni en sus ritmos de expansin ni en su intensidad. Esto se debe a

    diversos factores, entre los que se cuentan los distintos momentos con que se inicia la

    influencia estable espaola -adelantada cuarenta aos en Chile, desde 1540 respecto de

    la Pampa, por ejemplo-, el tipo de contacto intertnico y las diferentes economas de los

    pueblos receptores. En funcin de lo temprano de la instalacin colonial en Chile, del

    rpido avance sobre territorios indgenas y de la economa aborigen local que ya

    practicaba una agricultura muy diversificada as como la cra de animales domsticos,los araucanos resultaron pioneros en la materia. Por encima de una cruenta guerra

    pronto desatada las novedades tradas por los invasores llegaron a los rancheros

    araucanos de la mano de prisioneros indgenas fugados, desertores espaoles y

    cautivos.

    En parte, algunas de las nuevas especies disponibles tenan ventajas sobre otras

    tradicionales en cuanto a rendimiento o adaptabilidad a determinados ambientes. As,

    por ejemplo, el caballo, la mula o el burro superaban al antiguo camlido domstico (del

    gnero Lama y especie discutida) en cuanto a capacidad de carga, y la oveja o la cabra

    permitan ms esquilas y eran ms resistentes al clima y a las enfermedades que aqul,

    lo que llev a su desaparicin total en el siglo XVIII (Palermo 1986-87); trigo y cebada

    posibilitaban el cultivo en lugares relativamente fros y de suelos ms pobres que los

    que exiga el maz. Pero tambin la propia circunstancia de la guerra contra los europeos

    aceler algunas incorporaciones; el caballo era fundamental para enfrentar con ventaja

    la caballera hispana, y cultivar trigo y cebada (cereales de invierno cosechados en

    primavera) permita eludir los saqueos y destrozos de las tropas que por razones

    climticas ingresaban en territorio indgena nicamente en el verano (cuando, en

    cambio, estaba madurando el maz). En resumen, digamos que los araucanos chilenos ya

    tenan una caballera propia y superior a la espaola para fines del siglo XVI; que en la

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    misma poca posean rebaos de ovejas y cabras ms numerosos que los hispanos de la

    regin que criaban cerdos y al menos capturaban vacunos salvajes y que desde

    mediados del siglo cultivaban trigo y cebada (sin desechar por ello sus tradicionales

    papas, maz, frijoles y calabazas), al punto de que en la siguiente centuria este ltimo

    cereal era (junto con la papa) el principal sustento de los grupos ms pobres 12.Entre las

    etnias de las regiones argentinas de la Pampa y la Patagonia el proceso es tal vez ms

    notable an, dada la falta de experiencia prehispnica en materia de cra de animales y

    agricultura. Tambin se asiste aqu a tempranas innovaciones al respecto,especialmente en el caso del caballo. A partir de la reproduccin de los animales

    abandonados en el campo por los espaoles al despoblar el primer establecimiento de

    Buenos Aires en 1541 (y tambin, posiblemente, por difusin desde otros centros

    hispanos en Cuyo y Chile), las llanuras pampeanas fueron pronto hbitat de numerosas

    caballadas salvajes; en algn momento entre esa fecha y finales del siglo XVI, los

    indgenas pampas se hicieron no slo, diestramente ecuestres sino adems hipfagos

    (comedores de caballo). Seguramente el proceso fue contemporneo en Nordpatagonia,

    aunque no tenemos evidencia fehaciente hasta 1621; bastante posterior, en cambio, fue

    la difusin de la equitacin en el sur patagnico, donde al parecer los tehuelches

    meridionales se convirtieron en jinetes slo en la primera mitad del siglo XVIII.

    Los vacunos, de ingreso ms tardo en la Pampa (entre 1570 y 1580), eran ya

    aprovechados a causa de su carne y de su cuero por parte de indgenas pampeanos y

    nordpatagnicos en las primeras dcadas del XVII; en el siglo siguiente se registra el uso

    moderado de dicha especie entre los tehuelches meridionales de la actual provincia de

    Santa Cruz. Los ovinos, a su vez, avanzaron ms lentamente y de oeste a este entre los

    indgenas pampeanos-nordpatagnicos; su difusin -nunca espontnea como ocurri en

    parte con caballos y vacas libremente reproducidos en medio silvestre- sigui, al

    parecer, la influencia araucana en el rea, ya que sta importaba, entre otras cosas, el

    tejido, antes no practicado localmente. Con este caso tenemos evidencia de la

    inexactitud de ciertas rutinarias afirmaciones sobre la supuesta limitacin de laganadera indgena a la captura de animales salvajes ("cimarrones") o al robo de reses

    en las "estancias" (como se denomina en la zona a los grandes establecimientos rurales),

    ya que a mediados del siglo XVIII las ovejas de los indios eran superiores a las criollas en

    cuanto al largo del velln y volumen corporal. Es decir que aquellos haban logrado

    mejorar o al menos mantener las caractersticas somticas de las ovejas "churras"

    originariamente tradas desde Espaa dos siglos antes y que haban degenerado

    notoriamente entre la poblacin colonial; posiblemente entr aqu en juego la antigua

    experiencia araucana en materia de cra de camlidos, a la que se sumara la tecnologa

    hispana (Palermo 1986-87). Los cerdos, en cambio, fueron rechazados por los

    aborgenes pampeanos y patagnicos, aparentemente con un tab inicialmente

    asociado con un suido silvestre (el pecar de collar, Tajacu tayassu) antes con

    distribucin geogrfica que desde el norte del pas llegaba hasta el ro Negro; slo

    encontramos registros de consumo de cerdos entre algn grupo migrante araucano

    llegado desde Chile a la Pampa en el siglo XIX13. La araucanizacin trajo consigo no slo

    la tcnica textil a las tribus locales, sino tambin la agricultura. Esto hace derrumbar un

    clich tan viejo como extendido en la Etnologa tradicional argentina, que sostena que

    la difusin del llamado "complejo ecuestre" "complejo del caballo" o Horse complex -

    concepto que en otra oportunidad hemos desaconsejado vivamente (vase Palermo

    1986-87) habra hecho que los araucanos llegados a territorio argentino abandonasen el

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    sedentarismo y, con ste, la agricultura. Segn tal concepcin -en realidad verdadero

    prejuicio- la posesin de caballos habra producido una especie de fatalismo hacia la

    vida nmade y la economa cazadora, pero abundantes fuentes nos muestran con

    claridad que, en cambio, la expansin araucana y su influencia en general, hicieron

    irrumpir la agricultura en muchos grupos norpatagnicos y pampeanos que no la

    practicaban. Curiosamente, los primeros cultivos producidos por estos ltimos

    aborgenes fueron de origen no americano ya en la mitad del siglo XVII los pehuenches

    visitados por el P. Rosales, seguramente influidos por los araucanos transandinos,sembraban trigo y cebada, que complementaban a la recoleccin de los nutritivos

    piones de araucaria. En el siglo siguiente se suceden los registros de cultivos indgenas

    en los llanos del oeste pampeano y del sur de las actuales provincias de San Luis y

    Crdoba donde segn fuentes jesuticas se sembraba algo de trigo, habas y otras

    plantas, mientras que en 1782 las exploraciones del espaol Basilio Villarino en la

    cordillera del centro del Neuqun revelaban proliferacin de cultivo de trigo, cebada,

    habas, arvejas, chcharos, maz, etc., entre los pobladores de la zona del lago

    Huechulafquen (araucanos o araucanizados)14. Sin embargo, debe tenerse en cuenta

    que el desarrollo de la agricultura era muy desparejo segn los grupos; a la abundancia

    de cultivos recin anotada para la gente descripta por Villarino, se opone, sin ir ms

    lejos, el caso de las cercanas tribus del lago Nahuel Huapi (algo ms al sur en la regincordillerana) visitada 10 aos despus por el P. Menndez, quien nos explica en sus

    diarios que si bien consuman qunoa (pseudocereal, Chenopodium quinoa), trigo y maz,

    se limitaban arrojar semillas en cercanas de los arroyos, sin cuidar el crecimiento de las

    plantas ni realizar cosechas sistemticas (Menndez 1900:319). En otros casos, como el

    de los pampas bonaerenses, por ejemplo, se carece totalmente de agricultura en esta

    poca.

    LOS EFECTOS MAS EVIDENTES

    Todas estas innovaciones productivas, de introduccin, cronolgicamente despareja,tuvieron efectos variados segn las regiones o subregiones y las etnias involucradas, y

    no deben apresuradamente casos distintos por la sola concurrencia de alguna de estas

    novedades. Por ejemplo, tanto los grupos pampeano-norpatagnicos como los

    tehuelches meridionales del sur del ro Chubut incorporaron animales domsticos de

    origen europeo; sin embargo, la economa de estos ltimos no tuvo grandes

    alteraciones sustanciales durante el perodo colonial. La mayor novedad entre ellos fue

    el caballo, aunque tambin utilizaron algunos vacunos salvajes, lo hicieron en poca

    escala e incluso eran aparentemente poco hbiles en el manejo de dichos animales, por

    otro lado bastante escasos en su territorio15. Los tehuelches del sur se hicieron

    ecuestres, pero bsicamente continuaron siendo nmades, dependientes de la caza

    para su alimentacin, ya que no siempre disponan de una cantidad de cabalgaduras

    suficientes como para montar a todos los miembros de las tribus. Al respecto, se puede

    observar una disminucin de cabalgaduras a medida que se avanza hacia el sur,

    circunstancia tambin reflejada en la dieta: si los grupos del sur del valle del Chubut

    eran hipfagos, las tribus ms australes -como las de la zona del golfo de San Julin- no

    parecan disponer de este alimento cotidianamente, y el consumo de carne de yegua

    aparece restringido a las ceremonias fnebres de algunas familias16. Por otra parte, el

    sacrificio ritual de animales mermaba constantemente las existencias equinas, y junto

    con la pauta de destruccin de todos los bienes de los difuntos -incluyendo sus caballos-

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    , haca que la acumulacin lograda por un individuo -los caciques eran aparentemente

    los ms ricos en este sentido- se extinguiera con su muerte. Limitados de este modo, en

    un medio mezquino para la reproduccin de animales de este tipo, y necesitados de

    reabastecimiento peridico, los techuelches meridionales no llegaron a ser ganaderos

    sino que se conservaron como cazadores que dependan para sus tropillas del abasto

    proporcionado por las tribus del norte, circunstancia que explica la decreciente cantidad

    de caballos hacia el sur17. Y aunque los tehuelches participaran en las operaciones de

    intercambio de bienes, tanto con otras etnias norteas como con los establecimientoshispano-criollos, su aporte sera fundamentalmente el derivado de la caza -cueros,

    plumas, mantos de piel- a cambio de cabalgaduras, manufacturas, etc. Muy distinto es

    el panorama entre las tribus que se extendan por Norpatagonia y por la Pampa:

    generalizada prctica de la equitacin en traslados y guerra, consumo alimentario de

    yeguas -la carne preferida-, inclusin del equino en dotes nupciales y diferentes

    ceremoniales, uso de cueros caballares para confeccionar sogas, lazos, botas, al menos

    desde comienzos del siglo XVII. Paralelamente, existe un temprano aprovechamiento

    del vacuno (por su carne y por su cuero, usado para toldos, recipientes, sogas y coletos

    o armaduras defensivas) y de las lanas (desde los siglos XVII y XVIII, segn zonas, como

    vinos antes, a medida que se extenda la influencia araucana y su tejedura, impensable

    sin la disponibilidad de ovinos). En conjunto, esto significaba indiscutiblemente unfuerte aporte a la capacidad nutricional de estas poblaciones -complementada con la

    expansin agrcola en ciertos sectores y con las no abandonadas actividades de caza y

    recoleccin-, nuevas posibilidades de transporte y de confeccin de indumentaria. El

    ganado permita, adems, la acumulacin de riqueza, imposible en una economa slo

    cazadora-recolectora como las tradicionales del rea Pampa-Norpatagonia. Sin

    embargo, sin negar la importancia de todas estas innovaciones, no es esto -segn

    nuestra interpretacin- lo que modifica ms profundamente a estas sociedades hasta

    fines del siglo XVIII.

    LAS REPERCUSIONES DEL ENTORNO

    Del otro lado de las fronteras indias se desarrollaba un aparato colonial signado por el

    capitalismo mercantil, con intereses y orientaciones diversas segn sus distintos

    centros. En Sudamrica, uno de los polos de desarrollo era el Potos. El cerro del Potos,

    ubicado en el entonces llamado Alto Per (actual territorio boliviano), en el siglo XVI se

    revel a los espaoles como una gigantesca mina de plata. Su enorme valor hizo que

    desde las postrimeras de ese siglo y durante el siguiente, se convirtiera en una

    metrpoli local; su actividad minera concentr una gran masa de poblacin constituida

    por indgenas andinos forzados al trabajo, indios libres de distinta procedencia,

    capataces, funcionarios, comerciantes, etc. Esta nutrida poblacin requera una

    variedad de productos para la subsistencia y el trabajo: alimentos, vestidos, sebo para

    iluminar las galeras, correajes y maderas para las labores extractivas, mulas de carga,

    lana, etc. El ganado y sus derivados figuraban, pues, entre los principales rubros de su

    demanda, y as fue como hacia all se destinaba una gran parte del acopio de los

    comerciantes de las actuales provincias de Crdoba, Santa Fe y parcialmente Buenos

    Aires (adems, por supuesto, de los del noroeste argentino); la confluencia de partidas

    vaqueadoras18en busca de animales cimarrones sobre las llanuras, produjo cantidad de

    pleitos entre gente de dichos centros. Buenos Aires, asimismo, tena otros mercados, ya

    que gran cantidad de sus cecinas, sebos y cueros partan -por comercio legal o por

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    contrabando- rumbo al Brasil, las Antillas, etc. Por su parte, el Chile colonial creci como

    satlite econmico altoperuano; para satisfacer las necesidades del norte no le bastaba

    su propia produccin agrcola-ganadera, y nuevamente aparecan las llanuras

    pampeanas con sus abundantes rebaos como una fuente de aprovisionamiento. Pero

    ms all de que legalmente Chile no poda acceder a esta jurisdiccin -posiblemente lo

    hizo a veces desde Cuyo-, este espacio estaba celosamente controlado -incluso con

    riguroso secreto sobre pasos cordilleranos y rutas interiores- por las tribus

    independientes. Simultneamente, la produccin de distintas zonas coloniales buscabamercados: vinos y aguardientes, tabaco, yerba mate (Ilex paraguayensis, con la que se

    prepara una infusin), azcar, etc. Estaban disponibles junto con mercancas tradas de

    ultramar por los comerciantes 19. Los indgenas, adems de controlar el mbito de

    reproduccin de ganado silvestre, iban tambin formando sus rodeos propios mediante

    la cra, de modo que, de una u otra forma, disponan de miles de reses a las que en

    tiempos de guerra se aada el producto de los "malones" (o ataques). Pero tambin

    tenan otros bienes: sal -de gran demanda en Chile-, pieles de animales salvajes, plumas,

    manufactura en cuero o en fibra vegetal y, en especial y crecientemente a medida que

    avanzaba el siglo XVIII, textiles. El intercambio hispano-indgena se anud pronto, an

    en circunstancias de tensin fronteriza: los "indios amigos" -como se denominaba a las

    tribus que mantenan relaciones armnicas con las autoridades coloniales- solan ser losagentes de un intercambio que se haca imprescindible a contrincantes a veces

    irreconciliables.

    CAMBIOS MAS PROFUNDOS

    El ganado, entonces, adquiri para las tribus una dimensin de bien de cambio, mucho

    ms all de las inmediatas posibilidades de consumo; los abundantes rodeos registrados

    tantas veces entre ellas, sus grandes arreos, no tienen explicacin nicamente en el uso

    local; con poblaciones relativamente bajas -especialmente en los llanos argentinos-, son

    seal de su destino en el mercado. Por otra parte, los indgenas, que siempremantuvieron actividades de caza y recoleccin, a veces no consuman nada de sus

    rebaos, alimentndose con guanacos y otros animales, como hemos podido confirmar,

    por ejemplo, en algunos grupos de las proximidades del ro Limay en 179520. Los

    primeros pasos de ganado a Chile fueron aparentemente de caballos, que los araucanos

    necesitaban para la guerra; ya en la primera mitad del siglo XVII se documenta ese

    trfico y hacia mediados del mismo el vacuno es tambin objeto de transacciones.

    Pronto al destino final de estos animales cambia, y buena parte de ellos no queda entre

    los araucanos sino que sigue camino hasta las localidades fronterizas chilenas,

    conducido por intermediarios indgenas. A cambio, llegaban a las tolderas pampeanas

    herramientas, armas, bebidas alcohlicas, granos, ropa, etc. de procedencia tanto criolla

    como araucana, adems de productos de ultramar. Claro que el aporte indgena al

    mercado chileno no era solamente ganado; tambin sal, pieles plumas, talabartera,

    cermica, cestos y textiles se ofrecan all corrientemente. Como seala Len Sols

    (1991), se da aqu un peculiar fenmeno de inversin en los trminos del intercambio,

    ya que muchas veces los indgenas canjeaban manufacturas de su produccin por

    materia primas hispano-criollas. De este modo, Chile vena a absorber, en parte para

    consumo propio y en parte para la exportacin al norte, buena cantidad de la

    produccin indgena de la Araucana, La Pampa y Norpatagonia. Pero tambin en

    Buenos Aires los indgenas pampeanos intercambiaban bienes. Por esta va, a cambio de

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    trabajos en cuero, tejidos, etc. Y a veces tambin ganado, reciban yerba mate, tabaco y

    azcar, llegados al puerto desde el Paraguay; aguardiente y vinos cuyanos y

    manufacturas europeas.

    Este intercambio, desarrollado desde el siglo XVII, alcanza gran envergadura en el XVIIII.

    No debe, sin embargo, pensarse que en el siglo anterior fuese de poca monta (el P.

    Rosales habla entonces de 60.000 ponchos anualmente vendidos en la frontera chilena,

    y los tejidos de tipo araucano circulaban tambin en esa poca por la Pampa

    21

    ). Pero esen el siglo XVIIII cuando vemos claramente la marcada dependencia respecto del

    mercado colonial. Es aqu cuando conocemos la existencia de grupos neuquinos que

    conservan sus ganados para el mercado, sin consumirlos (a lo que aludamos antes), y

    cuando se tiene certeza de que algunos productos importados son ya de primera

    necesidad entre los indgenas. Adems del hierro, as ocurre con la yerba y el tabaco22,

    segn el capitn Pedro Andrs Garca; y con el ail, principal tinte textil para los indios,

    que se obtena exclusivamente por importacin y llegaba desde Asia. En interpretacin

    de Crivelli Montero (1987), fue la interrupcin del intercambio con Buenos Aires por una

    decisin poltica del virrey Vrtiz, lo que en la dcada de 1780 provoc una oleada de

    "malones" como forma de presin para restablecer la situacin anterior 23. Este

    fenmeno generaba una constante circulacin de bienes y personas por rutas fijas (las"rastrilladas"24) y complejos procesos de intermediacin; los productos solan pasar por

    varias manos antes de alcanzar su destino final, ocasionando adems el funcionamiento

    de verdaderas ferias indgenas estacionales. La ms conocida era la de la zona de los

    pasos cordilleranos del centro del Neuqun, en el rea conocida como "de las

    Manzanas" por la profusin local de manzanos silvestres, donde a comienzos del otoo

    austral (marzo) convergan indgenas de distintas etnias: grupos procedentes de la

    Pampa, con arreos de ganado; la poblacin de la zona, con sus productos agrcolas,

    ganaderos, de recoleccin y textiles; tehuelches meridionales con cueros, bolas de

    piedra para boleadoras, etc.

    En este contexto donde, durante el siglo XVIII, cobra cuerpo la figura de los

    conchabadores, bien descrita por Len Sols (1991) para la Araucana y zonas

    adyacentes, stos eran no slo criollos en buenas relaciones con los indgenas -con

    quienes no pocas veces estaban unidos por vnculos de parentesco- sino tambin indios

    que peridicamente cruzaban las fronteras con los "blancos" y regresaban con

    mercaderas que luego distribuan entre las tribus. Este fenmeno se puede apreciar en

    la documentacin del siglo XVIII desde los Andes hasta el ocano Atlntico. Es, adems,

    en funcin de este proceso cuando aparecen en el mundo indgena ciertos polos

    econmicamente especializados. Uno de ellos ha sido sealado por Mandrini (1987); es

    el que se consolida desde fines del XVIII entre las tribus del sur bonaerense y se dedica

    exclusivamente a la ganadera en un territorio de excelentes condiciones ecolgicas al

    respecto. Segn la interpretacin de dicho autor, la ausencia del cultivo en estos grupos

    (paralela a la difusin de dicha prctica entre las poblaciones indgenas de otras zonas

    pampeanas) hallara explicacin en la conveniencia de dedicar la mayor parte de las

    energas productivas a la explotacin ganadera basada en la cra de nutridos rodeos de

    vacunos y caballares25.

    En la misma poca se manifiesta asimismo otro polo, destacado por Len Sols (1991):

    es el de las tribus pehuenches que, junto con actividades pastoriles, presentaban una

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    creciente especializacin mercantil; en estos momentos, una fortsima proporcin de los

    bienes ingresados a territorios indgenas desde las fronteras de Chile haban sido

    introducidos por mercaderes o conchavadorespehuenches. Esto se explica en parte

    por su estratgica posicin junto a las fronteras chilena y cuyana que, adems de

    facilitarse el intercambio por mera cuestin de proximidad, les dio ventajas en las

    negociaciones con las autoridades coloniales; a cambio de resguardar la lnea fronteriza,

    stas les dieron, por ejemplo, el monopolio del comercio de sal con Chile. Muy

    posiblemente esta situacin sea la que d cuenta de la aparente falta de agriculturaentre los pehuenches de comienzos del siglo XIX (De la Cruz 1836a y b), que contrasta

    con sus prcticas de casi dos siglos antes, cuando -como ya hemos visto- se mostraban

    como pioneros de la agricultura indgenas en la zona; los cereales de produccin propia

    habran sido sustituidos en su dieta por los importados de Chile, sobre cuyo consumo

    hay evidencias (sobre el tema ver tambin Varela y Biset 1988 y Biset y Varela 1989).

    Para la segunda mitad del siglo XVIII, las actividades de intercambio tenan ya tal

    dimensin que su interrupcin provocaba verdaderas crisis en las tribus chilenas. As

    como en Buenos Aires, segn vimos hace poco, se lanzaron los "malones" del 80 para

    presionar a las autoridades a que restablecieran el trfico, en Chile se vivi una situacin

    anloga: el obispo de Concepcin razonaba en 1767 que uno de los medios para

    conquistar a los rebeldes araucanos "sera negarles todo comercio, sin el cual no puedensubsistir mucho tiempo". Poco despus, en ocasin de una ruptura de hostilidades, el

    gobierno colonial de Chile prohibi totalmente la actividad de los conchabadores. En un

    parlamento con las autoridades, el cacique Caniulevu (de la parcialidad "llanista")

    resumi la situacin: Que l en su tierra siempre haba dado buen pasaje al espaol

    dndolo continuamente a los conchavistas [o conchavadores] un hijo suyo para que los

    acompae hasta salir de su tierra, y que cmo haban de vivir los espaoles sin ellos ni

    ellos sin los espaoles? (Len Sols 1991:44-5). Un siglo despus, el cacique neuquino

    Foyel haca al viajero ingls George Ch. Musters una reflexin similar: Nuestro contacto

    con los cristianos en los ltimos aos nos ha aficionado a la yerba [mate], al azcar, a la

    galleta, a la harina y a otras regalas que antes no conocamos, pero que nos han sido yacasi necesarias. Si hacemos la guerra a los espaoles, no tendremos mercado para

    nuestras pieles, ponchos, plumas, etc. De modo que en nuestro propio inters est

    mantener con ellos buenos las relaciones ..." (Musters 1964:290-291).

    En otras palabras, la economa indgena se haba hecho dependiente del exterior en

    muchos aspectos, y para reproducirse (tanto en sus aspectos de consumo como incluso

    de produccin: recurdese el caso de insumos como el ail, hierro y otros) necesitaba

    mantener sus nexos con la sociedad hispano-criolla. Paralelamente, como vimos pginas

    antes, esta ltima necesitaba a su vez, intensamente, el aporte de ganado que los

    indgenas eran capaces de efectuar; tambin era importante el suministro de sal y -

    aunque quiz no tan vitalmente- de textiles y otros rubros artesanales. De ese modo se

    form un nico sistema que incorporaba a estos grupos indgenas con la sociedad

    colonial. Cua entre dos polos de desarrollo colonial competidores -Chile y Buenos

    Aires-, aqullos destinaban buena parte de su produccin a dichos mercados y

    funcionaban como adquirentes de bienes all ofertados. No obstante, han de hacerse

    salvedades dentro de esta generalizacin. Los tehuelches meridionales, aunque

    participantes en este sistema, lo hacan de manera marginal. Pese a sus intercambios de

    bienes con los primeros establecimientos hispanos de la costa patagnica en el siglo

    XVIIII, y aunque llegaran peridicamente hasta la cordillera neuquina para realizar tratos

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    con los indgenas locales o all convergentes en ciertas pocas del ao, esto no alter

    tan profundamente su antiguo patrn econmico como en las tribus septentrionales.

    Eran estas ltimas las que controlaban el circuito de intercambio en gran escala con las

    fronteras, al tiempo que disponan de los terrenos ecolgicamente ms aptos para la

    ganadera, en contraste, los tehuelches meridionales quedaron como una suerte de

    "parientes pobres" del sistema, siempre nmades, con poco equipaje.

    ARTICULACION Y FRICCIONES

    En la medida en que las sociedades indgena y colonial dependan entre s para la

    supervivencia, al menos desde el siglo XVII pasan a constituir un nico sistema. No se

    trataba de un simple fenmeno de contacto ms o menos intenso entre las distintas

    sociedades, con consiguientes y eventuales "aculturaciones", sino que estamos ante una

    verdadera articulacin de sectores diversos. Pero esta integracin distaba de ocurrir en

    un contexto armnico. Suceda en el marco de frecuentes hostilidades y competencias.

    Siguiendo parcialmente a Cardoso (1964, 1968, 1977), digamos que se desarrollaba en

    una "situacin de friccin intertnica". Participantes de un mismo sistema como actores

    contradictorios, indgenas y criollos competan y se enfrentaban y se hacan

    mutuamente imprescindibles. Ambos sectores se relacionaban objetivamente en unplano de relativa igualdad dado por la autonoma poltica y territorial de los indgenas

    (defendida a sangre y fuego), que es donde radica parte de la originalidad de la situacin

    si se la compara con otros procesos americanos, donde los aborgenes estaban

    sometidos; ello, sin embargo, no exclua en el plano ideolgico el estigma de

    "salvajismo" constantemente asignado a estos ltimos (y correspondido con un

    generalizado desprecio indgena por la cultura hispana), ni en el plano econmico el

    mayor control de las reglas del mercado fronterizo por parte de los criollos. Los

    conflictos armados se sucedan por roces en las fronteras, incursiones en los respectivos

    territorios, cadenas de represalias y violaciones de tratados (esto ltimo, normalmente

    por cuenta de los criollos). Durante tiempos de guerra, adems, la demanda chilenaincitaba a los indgenas pampeanos contra los establecimientos rurales de las llanuras.

    Al mismo tiempo, la expansin de la ganadera criolla pampeana fomentaba avances

    sobre territorios indgenas, con las lgicas fricciones siguientes.

    La situacin era variable segn los frentes; en la medida en que durante el siglo XVIII se

    afianza el flujo mercantil va Chile, se observa una mayor estabilidad de las relaciones

    pacficas -aunque fuera una paz armada- en ese flanco (como bien seala Len Sols,

    1991), al tiempo que en la fuente principal de abastecimiento ganadero -la regin

    pampeana- se suceden con ms frecuencia los conflictos. Obviamente, las necesidades

    generadas dentro de los espacios econmicos de los polos coloniales chileno y porteo

    o de Buenos Aires presionaban de manera diversa sobre las sociedades tribales.

    HACIA UN SISTEMA POLITNICO DE DIVERSAS MODALIDADES

    Este sistema constituido por las sociedades indgenas en cuestin y la sociedad colonial,

    y surgido bajo el signo contradictorio de la friccin intertnica, puede catalogarse -

    siguiendo a Barth (1976b)- como politnico. De por s, en principio esto no pasara de

    ser un rtulo ms o menos feliz si no se avanzara sobre lo que dicho autor propone:

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    abordar la diversidad de situaciones que pueden presentarse en este tipo de sistemas.

    En relacin con esto, creemos estar ante dos modalidades simultneas de sistemas

    politnicos.

    Una de ellas es la establecida entre la sociedad colonial y las sociedades indgenas del

    rea, someramente descrita hasta aqu. Restringe su articulacin al mercado (ms all

    del fenmeno de la recurrente utilizacin de las tolderas como lugar de refugio para

    perseguidos polticos o de la justicia, especialmente notable en el siglo XIX) y reserva, en

    cambio, una gran cantidad de reas de la vida social al mbito privativo de las distintasetnias. Casos similares ocurridos en otras partes de mundo son citados por Barth

    (1976b) e Itzikovitz (1976), justamente en ocasiones de integracin de etnias donde al

    menos una de ellas presenta mayor estratificacin social y tiene mayor control sobre el

    mercado, como sucede en este caso.

    Pero entre las distintas etnias indgenas del rea se desarroll paralelamente una

    situacin ms compleja y abarcativa, ahora entre sociedades con organizacin muy

    semejante y sin estratificacin; aqu, pese a la efectiva diferencia entre ricos y pobres

    visible al menos en el XVIII, se trata de sociedades abiertas, de estructura menos rgida,

    con posibilidades prcticas de ascenso social y una organizacin poltica laxa lo que abre

    el acceso a mayores articulaciones. A diferencia de lo ocurrido en la articulacinsociedades indgenas/sociedad colonial, fundamentalmente ceida a la actividad de

    mercado, aqu las esferas de la vida afectadas son tambin otras. Y, como trataremos de

    demostrar, en este proceso generoso en paradojas la explicacin radicara en las

    frecuentes fricciones y enemistades entre las distintas etnias, prolijamente detalladas

    por Len Sols (1982).

    CIRCULACION, CONFLICTO Y ESTRATEGIAS

    Las excursiones en busca de ganado -sea a las zonas de rebaos cimarrones, a los

    centros de intercambio o a las estancias durante los "malones"-, los arreos de animalesy el traslado de mercancas -de origen hispano o indgena- significaban, obviamente, una

    gran y permanente movilidad26. Estos desplazamientos, es claro, acarreaban las

    dificultades inmediatas propias de largos viajes con cargas y/o animales, a travs de

    cientos de kilmetros recorridos a caballo. Pero fundamentalmente entraaban para sus

    actores -muchas veces grupos llamativamente poco numerosos, de diez personas o

    menos- otros riesgos mayores, ya que el rea considerada no se caracterizaba

    justamente por una siempre cordial vinculacin entre distintas etnias que la

    habitaban27: fuertes enemistades solan oponerlas, y competan por espacio y recursos.

    De manera que los conchabadores o los arrieros indgenas podan enfrentar desde la

    simple prohibicin de paso o de acceso transitorio a pasturas y aguadas -vitales en estos

    viajes- hasta los ataques y los robos, puesto que exista una organizacin de tipo

    supratnico que moderara los conflictos y controlara el trfico y su seguridad. Se

    imponan, entonces, otras estrategias para contrarrestar esta situacin y para permitir,

    al mismo tiempo, la distribucin de bienes que -como hemos visto- era vital para todos.

    Una de ellas, creemos, fue el matrimonio intertnico, un fenmeno casi tan frecuente

    en el rea como poco tenido en cuenta por los investigadores 28. El matrimonio

    intertnico, que seguramente reconoce antecedentes prehispnico -se le registra muy

    tempranamente, en el siglo XVII (vase, por ejemplo, Casamiquela 1969)- admite varias

    lecturas. La primera, por supuesto, contiene la explicacin ms sencilla: la circulacin de

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    individuos por distintos territorios favoreca el contacto entre personas de ambos sexos

    y entre familias, y daba ocasin a casamientos. Otra faceta del asunto que tambin

    podra indagarse es la de los mecanismos de equilibrio demogrfico, sin duda presentes,

    que esta prctica entraaba. Pero aqu queremos resaltar otro aspecto (no excluyente ni

    contradictorio con los otros) y es que el lazo matrimonial significaba aliados en otros

    grupos tnicos que, obligados por la solidaridad del parentesco, prestaban apoyo y

    proteccin, favorecan contactos con determinadas zonas, etc., a quien se ocupaba de la

    circulacin de bienes. En sentido ms amplio, este mecanismo serva de igual modo paralas alianzas de tipo poltico entre jefes de distintas tribus o parcialidades. A veces, en un

    mismo individuo podan converger, por va del parentesco, varias lneas tnicas. En

    1750, por ejemplo, el cacique "Bravo" o Cacapol, tehuelche septentrional "serrano" (de

    las sierras del sur de la actual provincia de Buenos Aires), tena por pariente, "deudo

    muy cercano" al cacique Ayalep, jefe de un grupo picunche o pampa de los llanos de

    Crdoba y el sur de Cuyo; poco despus se tiene noticias de sus planes matrimoniales

    con una mujer tehuelche meridional de una tribu de la zona del golfo de San Julin

    (actual provincia de Santa Cruz). Otro buen ejemplo es el del cacique "Negro" o Chanel,

    del ro Colorado, que hacia 1780 tena una esposa "auca" (denominacin dada a grupos

    araucanos o araucanizados) y un primo cacique en el golfo de San Julin, territorio

    tehuelche meridional. En 1783, el cacique tehuelche septentrional Chulilaquin -de unacasi verdadera ubicuidad entre la costa patagnica y la cordillera sur neuquina- tena un

    yerno emparentado con los aucas del lago Huechulafquen, y diez aos despus se los

    registra con una esposa araucana (Snchez Labrador 1936:132; Barne 1837:24-25;

    Nacuzzi 1989; Viedma 1837; Villarino 1837/9:V y 1837b:104; Menndez 1900:424).

    Lo ms interesante de estos casos es que estos vnculos familiares se tendan por sobre

    fuertes enemistades tnicas: Chanel estaba frecuentemente en guerra con los aucas,

    aunque gracias a su matrimonio con mujer de ese origen encontr ocasional refugio

    entre stos; la gente del lago Huechulafquen sostena hostilidades de larga data con

    Chulilaquin y los suyos, a quienes consideraban como indeseables merodeadores a losque deba expulsar. Sin embargo, los lazos personales as tendidos permitan obtener

    informacin, mediacin de conflictos, etc., como largamente sealaba en sus diarios de

    exploracin el piloto Basilio Villarino en 1783, a propsito de las relaciones entre aucas y

    pehuenches neuquinos: "aunque estn contrarios tienen parientes casados unas

    naciones entre otras, y stos son los que les dan los avisos" de planes blicos y dems

    intenciones de las distintas tribus (Villarino 1837b:104). Casos similares se multiplican

    en el siglo XIX, pero ahora nos detendremos aqu.

    Por otro lado, y vinculadas en parte con la realizacin de estas uniones matrimoniales

    intertnicas, se producan con bastante frecuencia las "rotaciones" o "pasajes de

    personal": individuos sueltos o grupos familiares podan abandonar sus tribus de origen

    e instalarse con otras, a la sombra de otros caciques, en razn de conveniencias

    particulares de variada ndole. Y este paso no respetaba necesariamente las barreras

    tnicas, como puede verse, por ejemplo, en los testimonios de Barne (1837) en el siglo

    XVIIII (tehuelches meridionales de la zona del golfo de San Julin agregados a tribus de

    "serranos" bonaerenses) y en las declaraciones de ex cautivos a las autoridades

    coloniales en la misma poca (Cabildo de Buenos Aires 1752), que se repiten poco

    despus en los diarios del minucioso viajero De la Cruz (1836b).

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    Hechos como estos no resultan tan sorprendentes si se tiene en cuenta las

    caractersticas de la organizacin poltica de los indgenas del rea pampeano-

    norpatagnica, de jefaturas tpicamente laxas. Como en 1770 sealaba acerca de los

    pampas y aucas el capitn Juan Antonio Hernndez "No tienen subordinacin a sus

    caciques, pues cuando quieren dejan a uno y van a vivir con otro". (Hernndez 1836:60).

    Los caciques carecan de verdadero poder sobre sus gentes: su autoridad deba ser

    ratificada constantemente mediante sus dotes personales para garantizar al grupo la

    reproduccin social, y con su habilidad poltica, para la cual era fundamental -entreotras cosas- la oratoria (vase el tratamiento del tema en Bechis 1989), en caso

    contrario experimentaba tarde o temprano el desgranamiento de su tribu, cuyas

    familias buscaban ubicacin con jefes ms promisorios. En este aspecto, adems,

    coincidan las tribus araucanas y las de raigambre cazadora, aborgenes de territorio

    argentino, pese a la diversidad cultural en otros asuntos. As vemos cmo matrimonios

    mixtos y "rotaciones de personal" iban tendiendo lazos de integracin tnica.

    Un paso ms avanzado al respecto es la formacin de grupos tnicamente mixtos. Su

    forma ms elemental fue la asociacin temporaria de partidas o tribus de gente de

    distinta raz tnica para un fin determinado: guerra, arreo de ganado, etc., situacin

    frecuentemente reflejada por las fuertes del siglo XVIIII. Pero en una segunda instanciaalgunas de estas asociaciones tendan a hacerse estables bajo la forma de

    confederaciones como la de los pampas bonaerenses con algunos caciques "serranos"

    de habla y vestimenta araucana (no consta si eran araucanos procedentes de Chile o

    grupos araucanizados) en 1745, o la de los pampas del oeste o picunches con dos tribus

    araucanas instaladas en sus territorios hacia 1750. Tambin encontramos algunos casos

    peculiares de grupos mixtos: en 1779 se registran declaraciones de ex cautivos entre los

    indios que dan cuenta de la existencia de una toldera ranquel29-aucas en las Salinas del

    centro pampeano; el grupo reconoca como "primer cacique" al jefe auca Cachegua,

    pero en tiempo de guerra o expediciones tena como cabeza al ranquel Linco Pagni,

    presumiblemente por sus condiciones de "baqueano", es decir conocedor de la zona ysus fronteras con los criollos, ya que los ranqueles tenan mayor antigedad local que

    los aucas llegados posteriormente desde el oeste, posiblemente de Chile (vase todos

    estos casos mencionados en el testimonio del P. Joaqun Camao, cit. Clark 1937:114;

    en Nusdorfer 1936 -nota-; en Snchez Labrador 1936:200 -nota- y en Vrtiz 1780).

    Las asociaciones tribales temporarias y las fusiones ms o menos definitivas, sumadas a

    los matrimonios intertnicos y a las "rotaciones de personal", produjeron sin duda

    transformaciones socioculturales cuyo detalle est an por hacerse. El avance de la

    arqueologa -adems de la pesquisa en las fuentes- seguramente aportar informacin

    valiosa30. Por el momento, tal vez uno de los indicadores ms inmediatos sea el

    lingstico, a travs de la evidencia acerca del manejo de distintas lenguas en un mismo

    grupo, que aparece y va in crescendo en el siglo XVII y adquiere mximo vigor en el XIX,

    con casos de individuos que hablaban hasta cuatro lenguas -incluido el castellano-,

    como el referido para la zona de Carmen de Patagones (norte de la costa patagnica)

    por DOrbigny (1829) o las tribus trilinges -tehuelche meridional y septentrional, y

    araucano- registradas por el viajero Cox en 1863, en el Neuqun (DOrbigny 1945, II:689;

    Cox 1863).

    Enancada en estos mecanismos de interaccin tnica antes apuntados, avanz la

    araucanizacin hacia el este de los Andes, al menos desde el siglo XVII. De manera

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    unnime, los investigadores aceptan la existencia de esta araucanizacin, pero se

    desconocen los matices del fenmeno que -como bien seala Orquera (1981: XLIX)- se

    extendi por encima de antiguas divisiones tnicas pero no homogeneiz la complejidad

    preexistente.

    Por nuestra parte, proponemos que fueron dichas prcticas de asociaciones

    temporarias, fusiones tribales, rotaciones de personal y matrimonios intertnicos las

    nicas que pueden explicar la mecnica de la penetracin cultural araucana (ms all,obviamente, de la instalacin de contingentes llegados desde Chile), ya que no hubo

    aqu acciones de conquista ni de imposicin de pautas.

    Recapitulando, en nuestra interpretacin se desprende, pues, que las sociedades

    indgenas pampeano-patagnicas y centrochilenas constituyeron en el siglo XVIII -

    aunque con gestacin iniciada un siglo antes- un sistema politnico y policntrico con la

    sociedad colonial de los polos de desarrollo chileno y porteo o bonaerense. Ello ocurri

    en un marco de mutua autonoma poltica (de las unidades indgenas entre s y respecto

    del aparato colonial) y en un contexto de situacin de friccin intertnica, cuya tensin

    se agudizaba o se atenuaba fluctuantemente siguiendo el ritmo de las circunstancias

    histricas. Entre las sociedades indgenas e hispano-criolla, la articulacin del sistema seci fundamentalmente al mercado, su mbito de confluencia por excelencia. All

    converga gran parte de la produccin indgena, ex profeso destinada, fenmeno

    simultneo con una creciente dependencia hacia ese mercado para el

    aprovisionamiento de bienes (materias primas y manufacturas) provenientes de

    distantes reas coloniales o de ultramar.

    Dentro del mundo indgena, la articulacin del sistema tuvo aun mayores alcances y

    comprendi distintas esferas de la vida social. En lo econmico, la constante circulacin

    de bienes complement las producciones sectoriales, desembocndose hacia finales del

    siglo XVIII -como vimos- en la formacin de polos de especializaciones. Bienes deproduccin indgenas o importados se distribuan peridicamente, alcanzando los

    distintos puntos del sistema, dentro del cual no haba grupos autosuficientes (con las

    salvedades expuestas acerca de los tehuelches meridionales). Pero la integracin

    avanzaba ms all, por va de alianzas que involucraban a individuos, familias o grupos

    enteros, neutralizando en parte los enfrentamientos entre las diferentes etnias y

    permitiendo a su vez la circulacin de personas y bienes por territorios de distinta

    pertenencia31.

    Toda la innovacin productiva indgena relacionada con la ganadera y otras tecnologas,

    y las transformaciones sociales vinculadas con aqulla, se desarrollaron

    fundamentalmente al calor de dicha interdependencia. Esta, no obstante, reconoca

    gradaciones: en el caso de los tehuelches meridionales era mucho menos marcada y ello

    se corresponda con una alteracin mucho menor de los patrones tradicionales

    econmicos y sociales. Entre los grupos del norte, en cambio, la integracin y la

    interdependencia, as como las transformaciones sociales, son mucho ms netas.

    Las sociedades indgenas quedaron situadas entre las rbitas de influencia de los dos

    polos coloniales antes mencionados, Chile -satlite econmico del Alto Per- y Buenos

    Aires, los cuales tenan intereses parcialmente divergentes; de algn modo, las primeras

    aportaron para su reproduccin con nuevas pautas, a las contradicciones entre estos

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    ltimos. Pero si bien ambos gravitaron en la existencia de las tribus, en ltima instancia

    el polo occidental pes ms fundamentalmente: los procesos altoperuanos y sus

    demandas fueron decisivos -va Chile- en el desarrollo de las sociedades indgenas, as

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    en la costa oriental de Patagonia, el ao de 1782. En: De Angelis op. cit. 6.

    NOTAS

    1 Una primera versin de este artculo con el ttulo de "La Compleja interaccin hispano-indgena del sur

    argentino y chileno durante el Perodo Colonial" fue publicado en 1991 en Amrica Indgena 1:153-192.

    2 Museo Etnogrfico Juan B. Ambrosetti. Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de Buenos Aires.

    3 Considerada aqu la Etnohistoria como una lectura antropolgica de las fuentes histricas y no como

    una historia especial de los indgenas, en el sentido de que los procesos histricos concernientes a ellos

    no pueden aislarse del resto de los procesos contemporneos. Ver Santamara 19854 La Pampa, vasta regin de llanura herbcea de ms de medio milln de kilmetros cuadrados, involucra

    dos grandes subregiones -la Pampa Hmeda y la Pampa Seca, al oriente y al occidente respectivamente-

    con diferentes regmenes pluviales y consecuentemente diversas condiciones ambientales: si en la

    primera hay relativa abundancia de recursos de agua y lagunas temporarias o permanentes que facilitan

    la instalacin humana, en la segunda sta se ve restringida por la aridez imperante y se limitaba

    antiguamente a los alrededores de oasis prximos a algunas lagunas, aguas surgentes o pozos excavados

    por el hombre.

    La Patagonia abarca todo el resto del sur argentino, con una superficie an mayor que la pampeana, y

    presenta en su mayor parte ambientes de estepa con grandes extensiones sin agua; en su porcin

    occidental, en cambio, hacia la cordillera de los Andes, aparecen frtiles valles y densos bosques.

    La araucana chilena, entre los ros Bo Bo y el archipilago de Chilo, es una estrecha franja con mltiples

    microambientes segn la mayor cercana de la costa del Pacfico o de los Andes; presenta en general

    valles frtiles bien irrigados naturalmente, generosas lluvias y vasto sectores cubiertos por la llamada

    "Selva Valdiviana", espeso bosque de especies de gran porte.

    5 En sentido estricto; no debe confundirse con posteriores denominaciones genricas para los indgenas

    habitantes de las llanuras argentinas, ni con los tehuelches septentrionales o Gnn a kna, a veces as

    nombrados.

    6 El Chaco es una vasta regin comprendida entre el nordeste argentino, el oeste paraguayo y el oriente

    boliviano.

    7 Denominacin utilizada por Rodolfo Casamiquela y otros autores para distinguirlos de sus descendientes

    del siglo XVIII, araucanizados.

    8 Al trazar este esquemtico panorama seguimos globalmente a Casamiquela (1965, 1969) aunque

    modificando su planteo a la luz de sus propias rectificaciones presentadas en el Primer Congreso

    Internacional de Etnohistoria (Buenos Aires 1989) en el sentido de no asignar filiacin tehuelche

    septentrional a los querandes.

    9 El uso de este trmino es, por supuesto, discutible: en primer lugar por su origen espaol y en segundo

    por corresponder, en todo caso, a las parcialidades costeras del Arauco. Sin embargo, lo adoptamos -con

    la salvedad de que con l comprendemos al conjunto de parcialidades con un idioma comn, el

    mapudngum, en sus versiones dialectales- por razones prcticas y porque, en ltima instancia, el

    modernamente generalizado "mapuche" corresponda originariamente slo a un grupo y hoy en realidad

    designa a todo indgena u "hombre de la tierra" o "paisano", sin precisin tnica, de modo que es tan

    objetable como el tradicional "araucano" de la literatura antropolgica.

    10 El 12 de diciembre de 1537, por ejemplo, se vendi en el precario y temporario primer establecimiento

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    de Buenos Aires el "quinto" correspondiente al Rey de un botn de guerra tomado por los espaoles a un

    grupo querand : junto con mantos de piel, cueros de "nutria" (Myocastor coipus), de venado (Ozotoserus

    bezoarticus) y de yaguaret (Felis onca), pescado salado, caracoles, redes de pesca y otros efectos,

    figuraban "2 hnegas de maz". Es decir que se haban tomado a los indgenas al menos 10 fanegas de ese

    cereal, presumiblemente conseguido por intercambio con pueblos vecinos (Aguirre 1937-8, I:46 -nota-).

    En 1572, Barco Centenera describe en su peculiar crnica versificada el ingreso de la hueste de Ortiz de

    Zrate por el ro Paran : "llegamos a una gente cherendiana [...]. Despus mucho maz en abundancia /

    Trajeron por gozar de la ganancia" (Barco Centenera 1836:125).

    Y ya en el perodo temprano del definitivo establecimiento de Buenos Aires, en 1611 el jesuita Juan

    Romero explica cmo los indgenas de la regin prxima venan eventualmente a los alrededores de laciudad para hacer algunos trabajos "por el inters del retorno de trigo y lana"; de manera semejante, un

    ao despus Fray Sebastin Lozano relata la participacin de indios locales en la siega "porque llevan trigo

    que comer" ("Perimiento del Capitn ..."1915:318,337).

    11 Nuez de Pineda y Bascun, por ejemplo, da evidencia de esto en las primeras dcadas del siglo XVII

    (Nuez de Pineda y Bascun 1863:319, 329. Vase tambin la nota de Fonck en Menndez 1900:177).

    12 Para detalles sobre este tema ver nuestro trabajo de 1988, donde se enumeran las fuentes

    correspondientes.

    13 Idem; vase all tambin informacin sobre las aves de corral y la discusin acerca de los perros

    indgenas.

    14 Sobre la difusin de la agricultura en estas regiones, ver el trabajo de Mandrini (1986) y el ya citado de

    Palermo (1988)

    15 El contraste con la pericia en el manejo del ganado vacuno que se desarrollaba entre indgenas ms

    septentrionales se ve en un caso descrito por Viedma, cuando en 1781 y en la zona del golfo de San Julin

    (actual provincia de Santa Cruz), el cacique Julin Gordo le dijo "que a 3 das de camino de este

    establecimiento [espaol en el golfo] haba visto ganado vacuno, y que dos toros salan a la gente, por lo

    que no haban podido matar ninguna res. Que en caso que los hallase me dara aviso con su hermano para

    que enviando gente con fusiles y matando los toros, se condujese al establecimiento todo el ganado"

    (Viedma 1837:44).

    16 Viedma 1837:65,77.

    17 Deca Antonio de Viedma, que conoci a los diferentes grupos tehuelche meridionales en sus

    expediciones y establecimientos del litoral patagnico entre 1780 y 1783, que "aunque las yeguas [de los

    indios] paren todos lo aos, con todo, como dejan pocas, no hay suficientes caballos para surtirlos, si no

    fuera por que los indios pampas de Buenos Aires les cambian [animales] por los cueros que les llevan

    cuando bajan al Ro Negro, de que resulta tener los de [el golfo de] San Julin menos ganado de ste que

    los del golfo de San Jorge y Santa Elena [aproximadamente a 44 latitud sur] porque no pueden bajar alRo Negro con la continuacin que stos." (Viedma 1837:78)

    18 "Vaqueras" se denominaban localmente las expediciones criollas de caza de ganado salvaje, arreado o

    muerto en el campo para extraerle los cueros, la grasa y -no siempre- parte de la carne.

    19 Sobre el sistema de la economa colonial sudamericana hemos seguido a Assadourian 1982a y b, y a

    Cardoso y Prez Brignoli 1984.

    20 Gutirrez de la Concha 1795.

    21 Ver, por ejemplo, los datos de 1680, en Herrera (1689), aunque -por supuesto- hay informacin de cien

    aos antes en el ya citado registro de Juan de Garay (fundador del segundo establecimiento de Buenos

    Aires).

    22 La yerba mate (cuyo uso es de origen guaran, etnia del sur de Brasil y Paraguay y nordeste argentino),

    era consumida por indgenas pampeanos al menos desde 1619, cuando se registra para los grupos de los

    caciques bonaerenses Bagual y Tubichamin, dato que ha de interpretarse forzosamente como seales de

    intercambio, ya que dicha planta es propia de regiones ms septentrionales e inexistente localmente. La

    procedencia de este producto es aqu seguramente hispana, ya que para ese entonces el consumo estaba

    ampliamente difundido entre la poblacin criolla de Buenos Aires y otras regiones, que la traa desde el

    Paraguay.

    23 Sobre este intercambio econmico, ver Len Sols 1991, Mandrini 1985 y 1987, Palermo 1988 y Crivelli

    Montero 1987.

    24 El constante paso de los jinetes indgenas con sus arreos de animales marcaba claramente sus caminos,

    y las huellas dejadas por el arrastre de sus largas lanzas trazaban surcos como de rastrillo que fueron el

    origen de la denominacin criolla para estas vas.

    25 Hacia 1747, posiblemente este polo de especializacin ya se estaba gestando. Ese ao, el Cabildo

    Eclesistico de Buenos Aires deca que "as los pampas como los serranos de las naciones que comunican

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    con esta ciudad, tienen fundadas grandes fincas con las carnes y pieles de dichos animales [equinos],

    suministrndoselas por modo de vituallas y vveres a las naciones de Aucaes de tierra adentro, que

    sumamente las necesitan, con quienes cambias por ponchos y mantas de sus fbricas, que traen despus

    a vender a esta ciudad, y es los ms apreciable y de mayor entidad de su comercio" (Cabrera 1934:37).

    Donde vemos, adems, cmo con una especializacin productiva centrada en el ganado, estos grupos

    obtenan bienes de cambio que a su vez les serva para el intercambio con los criollos (por productos que,

    de retorno, iban para nuevas transacciones "tierra adentro").

    26 En la literatura antropolgica, esta situacin fue confundida frecuentemente con el nomadismo, al que

    es en realidad ajena. Aqu seguramente han pesado prejuicios ideolgicos: nunca se interpretaron como

    tal, por ejemplo, los largos recorridos de espaoles o criollos por explotacin, comercio o bsqueda deganado; sin embargo, es usual que as se los haya hecho cuando los actores eran indgenas, pese a que

    muchas veces las fuentes expresen claramente que estos desplazamientos eran obra de hombres solos no

    de tribus enteras. En ltima instancia se trata de una identificacin burdamente evolucionista: "salvaje"

    nmade.

    Claro est, por otra parte, que dada la complejidad social de estas reas exista una amplia gama en

    materia de sedentarismo o desplazamientos. Los tehuelches meridionales eran autnticos nmades y

    algunas parcialidades de tehuelches septentrionales hacan migraciones anuales para abastecerse de

    caballos en el este bonaerense y despus regresaban a sus territorios de "tierra adentro" (Falkner

    1836:43; Morris s/f: 61-62). Los pampas de las sierras del sur de Buenos Aires hacan en el siglo XIX una

    transhumancia estacional buscando pastos para sus ganados, movindose regularmente entre las faldas y

    el piedemonte (Garca 1836:112; Mandrini 1987). Los pehuenches cordilleranos del Neuqun tambin se

    desplazaban peridicamente por los valles de sus territorios tribales para aprovechar las pasturas y

    tambin incursionaban hasta las campaas de Buenos Aires para conseguir animales (Casamiquela

    1969:105-109). Pero otras poblaciones araucanas o araucanizadas de los siglos XVIII y XIX tenan

    asentamientos estables, lo que no exclua las expediciones de largo alcance por distintos motivos. En las

    tribus del lado chileno la estabilidad de los asentamientos era evidente con slo ver el tipo de viviendas,

    de grandes postes y buen tamao; en las ubicadas sobre actual suelo argentino los toldos eran de grandes

    dimensiones y solan tener "enramadas" o aleros de ramas (tipo de habitacin que en algunos grupos

    cordilleranos ceda lugar a casas de madera y paja), mientras que el relativamente abundante mobiliario,

    los corrales y las sementeras nos muestran un estilo de vida sedentario (vase ejemplos -entre muchos

    otros- en Villarino 1837a y b, Mansilla 1980 y Musters 1964).

    Las descripciones que proporcionan las fuentes de los siglos XVIII y XIX dan para el norte de Patagonia y

    para la Pampa un panorama de poblacin relativamente dispersa pero considerablemente uniforme, con

    variaciones en densidad segn las caractersticas ambientales (particularmente la oferta de agua potable)

    y grupos que oscilan entre la treintena de personas y ms de un millar, con una red de caminosprincipales y secundarios que unan las distintas tolderas. Para estos temas, vanse los trabajos de -

    Mandrini (1985, 1986, 1987); otros aspectos vinculados con la movilidad de los grupos, en Palermo 1986.

    27 Entre muchas otras fuentes, vase por ejemplo el panorama que plantea, a comienzos del siglo XIX,

    Luis de la Cruz (1836a y b) o la caracterizacin que hace Len Sols (1982).

    28 Con excepcin de Casamiquela, que en distintos trabajos sigui las genealogas de varios individuos,

    Nardi (1981/2:11-24) fue quiz el primero en llamar la atencin sobre el asunto.

    29 Ranquel=ranquelche=rankllche, literalmente, "gente de los carrizales" o "de las totoras". Conjunto de

    tribus de origen tnicamente no aclarado; de antigua raz cazadora prearaucana, son posiblemente un

    desprendimiento de la etnia pehuenche con la cual, sin embargo, tenan fuerte enemistad.

    Experimentaron una marcada araucanizacin en todos los aspectos de su vida social.

    30 Rafael Goi (1986-87), por ejemplo, seala la existencia de diversas tipologas lticas en determinados

    sitios arqueolgicos tardos del Neuqun.

    31 En el siglo XIX estos mecanismos se mantendrn, pero surgir una tendencia hacia una mayor

    centralizacin poltica de control del intercambio y de las vas de circulacin bajo la forma de algunas

    grandes confederaciones, tema abordado por Mandrini (1985), quien actualmente prosigue esta lnea de

    investigacin.