miranda - vindicando su inocencia

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    Coronel Laurens (!)Coronel Burr.Coronel Harrison, Secretario del Comandante en Jefe (!)Coronel Gouvion (!)Coronel Fleury (!)

    1785

    26. V I N D I C A NDO SU I N OC ENC I A Y D E NUNC I A NDO   LA PERSECUC ION  

    A Car l os I I I por vía de Flor i dablanca 

    Londres, 10 de abril de 1785

    Excmo. Señor.

    Muy señor mío:

    El empleo, integridad y real confianza que con general aplauso posee V.E.

    me hacen dirigir a sus manos la petición adjunta, para que puesta a los piesdel Soberano, haya yo cumplido fielmente con mi obligación.Dios guarde la importante vida de V. muchos años.Excmo. Señor, B.L.M. de V.E. su más humilde y obediente servidor.

    Francisco de Miranda 

    Excmo. Señor.Conde de Floridablanca.*

    Londres, 10 de abril de 1785

    Señor:

    Permítame Vuestra Majestad, que con el más profundo rendimiento pongaen sus reales manos esta petición, a que da motivo el injurioso y tropélicoprocedimiento que en mi persona ha querido también ejercer el Ministro delDepartamento de Indias, Don José de Gálvez.

    *José Moñino, Conde de Floridablanca. 1728-1808. Hombre de Estado y jurisconsulto español. Fiscal del Consejo de Castilla. Embajador ante la Santa Sede, ejerció presión sobre el Papa Clemente X IV para obtener la disolución de la Orden de los Jesuítas, ya expulsados ae España y sus Colonias. Primer Ministro de la Monarquía española de 1777 a 1792.

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    No quisiera molestar la benigna atención de Vuestra Majestad en una relación tediosa de hechos y circunstancias ocurridos en el tiempo que hace tengoel honor de estar empleado en el Real Servicio. Pero siendo indispensablepara el fundamento de mi súplica, dar una breve idea del curso de mi vida

    y objetos a que ha sido dedicada, diré sucintamente lo más substancial de ella,remitiendo su probanza a los documentos inclusos y que se citan adjunto,cuyos originales o copias auténticas paran en mi poder y en la Secretaría delDespacho Universal de Indias, pudiendo asegurar en mi honor a VuestraMajestad que nada diré que pueda tocar en engaño o exageración.

    Nacido de padres legítimos y familia distinguida, en la ciudad de Caracas,Provincia de Venezuela en América, tuve la felicidad de recibir clásica y temprana educación en el colegio y Real Universidad de Santa Rosa de dichaciudad, hasta que concluidos mis estudios de filosofía, derecho, historia, etc.

    pasé a Europa con designio y vocación de servir a Vuestra Majestad en elejército. Para este efecto, fijé mi residencia en Madrid, y con sumo ardor meapliqué al estudio previo de las matemáticas, principalmente en los ramosconducentes al arte militar, de las lenguas vivas de Europa, etc., buscando yhaciendo venir de países extranjeros, maestros y libros, los mejores y másadecuados para el asunto, en lo cual se expendió considerable parte de mipatrimonio, bien que con adelantos suficientes para remunerar cualquier gastoque se me hubiese ocasionado y que confieso, han sido después la base deun sólido entretenimiento y constante ocupación.

    En el año de 1772, a los 18 años de edad, conseguí por bondad de VuestraMajestad, el empleo de Capitán de Infantería en el Regimiento de la Princesa,que a la sazón se hallaba guarneciendo los presidios menores de Africa, conlo cual tuve la ventaja de comenzar haciendo el servicio práctico al frente delenemigo, y de hallarme después en toda la crítica defensa de la plaza de Me-lilla que atacó en persona el Emperador de Marruecos en el año de 1774-75;aunque con el disgusto de ver frustrados (sin embargo que aplaudidos) mismejores deseos, y de hallar al fin distribuidos los premios que la piedad de

     Vuestra Majestad destinó al mérito y al valor de aquella guarnición, entrevarios sujetos que por ningún camino debían merecerlos.. . ¡privando así los

    acreedores legítimos, no solamente de aquella recompensa, sino dándoles undesaire!

    De aquí pasé a reunirme con las banderas de mi regimiento en Málaga, ybuscando siempre cómo adelantar en la profesión viendo nuestras tropas, tácticas, fortificaciones, etc. Estuve por favor particular en la plaza de Gibraltar,donde, por dos meses logré examinar comparativamente aquella excelente escuela práctico-militar, sacando bastante instrucción. Enseguida me dirigí — conpermiso tácito de los jefes— al puerto de Santa María para solicitar personalmente del Inspector General Conde de O ’Reilly, la consecución de una

    Real licencia para pasar a Prusia, Alemania y otros países extranjeros, con elobjeto de examinar el sistema militar de toda Europa y formar cabal idea deuna profesión que con tanto ardor y esmero yo cultivaba. Pero en lugar deencontrar apoyo o protección en el Inspector General, lo hallé prevenido contra

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    mis adelantos y además, lleno de quejas y resentimiento, por haber yo desaprobado en conversación privada, su conducta sobre el manejo de la expedición contra Argel, que mandó Su Excelencia en el año de 75. Tuvo la flaquezade manifestármelo en conferencia secreta que tuvimos y la pequeñez de negar

    me una licencia que solicitaba yo con fines tan honestos y justos. . . ¡por loque me hallé tan disgustado que resolví luego pasar a la marina, para sustraerme de la dominación de jefe tan parcial e injusto! Pero no pude conseguirlo, como tampoco el transferirme a las milicias (que también solicité después) sin embargo de que tuve una respuesta honorífica y lisonjera de suInspector General Don Martín Alvarez de Sotomayor.

    En este tiempo pasó mi Regimiento de guarnición a Cádiz y el SegundoBatallón fue destinado para la expedición del Brasil, bajo el mando del Excelentísimo Señor don Pedro Ceballos, con cuyo motivo pretendí también em

    barcarme de voluntario o agregado en dicha expedición. Recibió con gustomi petición dicho jefe y me mandó hablase yo mismo sobre el particular alInspector Conde de O ’Reilly, pero no resultó más que lo que yo esperaba,esto es, que me negase enteramente mi pretensión, empeñado siempre en cortar todos mis adelantos, porque no se disponían por su mano, y deseoso, alparecer, de que abandonando los estudios, me entregase a la disipación queofrece la guarnición de Cádiz a un joven militar. Procurando para ello tambiénincomodarme por medios bien extraños e indecorosos, injiriéndose aun eninquirir si yo oía misa, si tocaba la flauta, si leía libros filosóficos, etc.. . .Mas se engañó Su Excelencia y mi carácter nunca pudo acomodarse a sus arbi

    trarios vanos principios.Finalmente, en el año de 1778 fue removido mi Primer Batallón y mar

    chamos de guarnición a Madrid, donde permanecí hasta principios del 80. Eneste intermedio logré las más altas satisfacciones del nuevo coronel, brigadierDon Juan Manuel de Cagigal, como asimismo la más vil persecución del sucesor inmediato, Don Juan Roca, cuya ínvida disposición e ignorancia me eranya muy conocidas por haberle visto servir al frente del enemigo, y tratadofamiliarmente cuando era Sargento Mayor del propio Regimiento. Resultó deesta fuerte contestación el que por punto final, mandase Vuestra Majestad

    que yo permutara mi empleo con otro capitán del Segundo Batallón del mismoRegimiento dirigiéndome inmediatamente a Cádiz donde se hallaba dichoCuerpo. . . Lo que no fue poco triunfo para mi justicia, si atendemos a que jamás pude conseguir el permiso de que se me oyese en justicia ante cualquiertribunal, donde sólo podría yo dar con pruebas, un contraste bien opuesto enel verdadero carácter del coronel acusador y su digno ayudante Don ManuelHerck.

    En fin, sacudido de tan malvada cábala y habiendo entregado las Cajas delRegimiento (de cuyos caudales fui varias veces depositario) salí de Madridpara dar cumplimiento a las órdenes de Vuestra Majestad.

     A mi llegada a Cádiz, estuve luego a presentarme según la Real Orden alInspector General Conde O ’Reilly, quien en substancia me dijo privadamente,con su acostumbrado tono magistral y decisivo, que yo intentaba subvertir

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    las leyes del Reino con mis solicitudes. .. que si quería pasar a América enel ejército de operaciones que se hallaba en aquel puerto para salir, a las órdenes del teniente general Don Victorio de Navia, me lo proporcionaría. Consideré la materia, y viendo que si insistía en que se me oyera, como yo quería,

    en el Consejo Supremo de la Guerra, para que al Coronel Roca se le castigasesegún merecía, no lo conseguiría tal vez jamás por la oposición que siempreexperimenté del Inspector General e influencia que dicho Coronel se habíaprocurado por apoyo en el Ministerio de la Guerra durante nuestra críticacontestación en Madrid, resolví, haciendo de la necesidad virtud, aceptar loque me ofrecía el oponente como favor y seguir agregado en el Regimientode Aragón.

     A la llegada de dicho ejército sobre las islas de Dominica y Guadalupe, fuinombrado por el Comandante General del Ejército, Don Victorio de Navia,

    Edecán del General Comisionado para entonces, Don Juan Manuel de Cagi-gal, en el desembarco de nuestras tropas, apresto de hospitales en dichas islas,etc. y con este carácter continué a sus órdenes todo el tiempo que estuvimoshaciendo aprestos de guerra en La Habana, embarques para Florida y hastala rendición de Pensacola, en cuya virtud merecí a Vuestra Majestad el rangode teniente coronel de sus Reales Ejércitos.

     Al regreso a La Habana, hallamos que Vuestra Majestad había nombradopor Gobernador de dicha plaza y capitán general de la isla de Cuba al mariscal de campo Don Juan Manuel de Cagigal, en cuyos ascensos no me cupopoca satisfacción, siendo yo una de las personas que estuvo siempre a su lado

    y confianza en todas sus transacciones militares desde que salimos de Europa,que tanta aprobación merecieron de Vuestra Majestad, del Ministro de Indiasy del público en general.

    Pasé poco después, por orden suya, a la isla de Jamaica para concluir yarreglar un cartel de canje de prisioneros de guerra, que tanto se deseaba porambas partes, sin haber aún podido convenirse las dos naciones en este importante asunto, con otras graves secretas comisiones que igualmente se pusieron a mi cuidado. Concluí todo en breve tiempo y traje a la isla de Cuba cuantos prisioneros españoles había en la de Jamaica, con documentos y noticias

    que me proporcionaron la más lisonjera recepción por parte del ExcelentísimoSeñor Gobernador y del comandante general del ejército de operaciones, DonBernardo de Gálvez, quien de contado me nombró su Edecán, remitiendo informe de oficio a Vuestra Majestad, de todos mis servicios, con solicitudespara que se me diese el grado y sueldo de coronel de infantería. . . ¡bien quenunca he visto resultas de cuantas promesas me hizo su Excelencia para misadelantos, tanto en esta ocasión como en la toma de Pensacola!

    Con este motivo y llegada de varios parlamentarios que conducían los prisioneros de la Jamaica, se tramó un enredo en La Habana, sorprendiendo miequipaje por disposición del Intendente de Hacienda Don Juan de Urriza,

    con pretexto de que en él venían efectos de contrabando. Pero examinadoéste por el administrador y vistas de la aduana, auditor de guerra, etc. se hallóde que Su Señoría procedía muy engañado y que si no se daba el nombre de

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    tal a libros, cartas, planos, papeles y ropa usada, no había absolutamente sobreque recayese el mencionado título de contrabando que se pretendía dar alcontenido del equipaje.

    Pero lo que fue más sensible para mí que todo, es una Real Orden que llegó

    poco después, comunicada por Don José de Gálvez, para que eí Gobernadorde La Habana me remitiese incontinenti a España, por hallarse vuestra Ma

     jestad informado de que a influjo mío y en mi compañía, se le habían enseñado las fortificaciones de esta Plaza al General Campbell, Gobernador quefue de Pensacola, a su paso por dicha capital. La falsedad del motivo y precipitado proceder del Ministro, sorprendió tanto al Gobernador (sabedor detodo lo contrario) que resolvió, informando la verdad a Vuestra Majestad,no dar curso a semejante disposición hasta la contestación, pidiendo ademása Vuestra Majestad una reparación formal del agravio que con ello se había

    hechoa.  su persona y la calumnia atroz con que se intentaba dañar mi honor,y siguiendo entretanto, para no atrasar el servicio, las operaciones de guerra

    que de antemano estaban combinadas con el Comandante General del Ejércitode Operaciones. Así procedimos a la toma de las islas de Bahama, cuya conquista se verificó con el mayor éxito en mayo del 82.

    De aquí pasé con despachos para Don Bernardo de Gálvez al Guarico yacompañarle desde allí en calidad de su Edecán a la expedición que teníamospreparada para la conquista de Jamaica. Pero cuál fue mi sorpresa, cuandohallé que el dicho General, y a su ejemplo e informes, la mayor parte delejército y guarnición, censuraban nuestra conquista por emulación e ignoran

    cia, encargándome Su Excelencia mismo confidencialmente, como para vindicarse, que puesto que me hallaba más bien instruido en el particular, procurasedesvanecer aquellas especies que tan infundadamente corrían, diciendo1yo laverdad en las concurrencias públicas, etc. No me fue difícil persuadir en brevelo contrario, comenzando por el Gobernador de la Plaza, señor de Belle-combe y que con su aprobación saliese un detalle verdadero en la Gaceta delCabo, único medio de informar a todos del suceso a derechas.

    Pero como no era esto lo que realmente quería el señor Gálvez, antes sí,estaba lleno de celos y puerilidades, se va, luego que vio la Gaceta, a casa delredactor y casi llorando le dio mil quejas porque celebraba los hechos delseñor Cagigal y no cantaba los de Don Matías en la toma de Rattan y lossuyos propios, como él lo había solicitado. A mí me hace buscar sobre lamarcha y sin más prevención me pide, con tono y aire de comandante, lasllaves de mis baúles y me envía con un ayudante, arrestado a bordo de unafragata correo que al día siguiente debía salir para La Habana, tomando porpretexto la Real Orden de Vuestra Majestad que he citado anteriormente ya la que nunca se había dado cumplimiento, ni por él, ni por el Gobernadorde La Habana, en atención a la Representación que se tenía hecha a VuestraMajestad, cuya respuesta favorable se aguardaba por instantes, siendo patente

    a entrambos la falsedad del fundamento. ¡. . .Pero no importa, disgustó laGaceta su ciega vana ambición y fue menester gratificar con su venganza!

     Al siguiente día del arresto me envió por su Edecán Ugarte, mi ropa, cria

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    dos y dinero que había en mis maletas, con un recado político de su parte ycarta del Secretario Paz, mas mis libros — que eran bastantes y escogidos— ,Reales Despachos, planos, etc., aún no han aparecido, ni yo concibo con quéderecho o facultad haya podido guardárselos hasta ahora Su Excelencia.

     A mi presentación en La Habana, tuvo notable disgusto el Gobernador,fue general la admiración de todos en reprobación de la conducta del señorDon Bernardo y al saber la acusación levantada contra mí, que a todos constaba ser falsa. El ilustrísimo obispo Echeverría me ofreció entonces, por elMarqués Justiz, un documento de su puño para vindicación mía y seguridadde que él no tenía parte en el testimonio, como se decía. ¡Yo tengo sin embargo pruebas de que todo fue tramado por este prelado intrigante y bullicioso, originado en que nunca me presté a su contemplación y le rechazaba ridículos perniciosos absurdos que en varias ocasiones pretendió insinuarme y no

    quise aceptarlo!Poco después llegó como de sorpresa, el Mariscal de Campo Don Luis de

    Unzaga, con órdenes para relevar de su gobierno de La Habana al señor Cagi-gal, con cuya oportunidad logré hacer ante el mismo nuevo Gobernador, información plena por personas de primera importancia en La Habana, de ser absolutamente falso el indigno informe que dieron contra mí a Vuestra Majestadmis émulos y ocultos enemigos. Me embarqué luego en compañía del Excmo.Señor Don Juan Manuel de Cagigal que seguía para el Guarico o España, segúnlas órdenes de Vuestra Majestad. Pero la contrariedad de los tiempos y unavarada que tuvimos nos obligó a arribar por dos veces a La Habana, dondefue preciso detenernos para reparar la embarcación.

    En este tiempo llegaron las noticias de la paz y con ellas una coyunturafavorable para que el mencionado Gobernador y el Juez de Residencia (enviado también a propósito por el Ministro de Indias) comenzasen abiertamentela práctica de sus secretas instrucciones. En el mes de abril de 1783 salió suprimera providencia reservada para el arresto de mi persona, en un modofurtivo e ilegal (no obstante haber tenido ya respuesta el señor Cagigal de laRepresentación citada, en que le avisa el Ministro de Indias quedar VuestraMajestad enterado de su disposición, sin advertir cosa en contra, lo que todos

    creimos ser en forma una Real aprobación), pero no lo pudieron conseguir,porque la inocencia mía y su malevolencia interesaron a muchos en mi protección, sin embargo de hallarse ellos con todo el poder y autoridad en lasmanos. Tuve puntuales avisos de sus tramas más secretas y me embarqué conseguridad para Charleston, en la Carolina Meridional, a fin de sustraerme poreste medio de üna cábala tan poderosa y aprovechar el tiempo al mismo paso,dando principio a mis viajes por los países más civilizados del mundo que yotanto había deseado.

    Di parte de todo el acontecimiento y de mis intentos, por carta al Excmo.

    Señor Don Juan Manuel de Cagigal, a cuya orden me hallaba, suplicándolese dignase comunicarme las suyas y los avisos de la Corte, a Filadelfia, dondelos aguardaría, a lo que se sirvió responderme su Excelencia en términos losmás honoríficos y sensibles a mi gratitud.

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    ¡Después de aguardar largo tiempo y haber escrito a Su Excelencia en variasocasiones, desde aquellos parajes, sea que mis cartas se hayan interceptado oextraviado, nunca tuve aviso suyo y así continué mi viaje por todos los Estados Unidos de América, visitando principalmente cuantos puestos y campossirvieron de teatro a las más brillantes acciones militares de la última guerray conversando despacio con los héroes y sabios que ejecutaron aquella obrainmortal!

    ¡En el mes de febrero último llegué a esta capital, y pasé luego a visitar alPlenipotenciario de Vuestra Majestad, Don Bernardo del Campo, creyendo encontrar en su poder algún aviso, pero nada me ha comunicado, de que infieroser tal vez ciertas las voces que corrieron por América de haber sido Su Excelencia el General Cagigal puesto en arresto a su llegada a España, dondedebía permanecer ínterin yo me presentaba y que el citado Juez de Residen

    cia en La Habana me había hecho cargo y sentenciado por sí mismo a unacrecida multa, privación de empleo, etc., cosas que no quise creer porqueserían actos de la mayor iniquidad! Primero, ni el señor Cagigal tuvo parteen mi retirada de La Habana, ni pudo en justicia y equidad hacer otra cosaal recibo de las infundadas órdenes de que representó a Vuestra Majestad,según previenen las leyes. Segundo, está demostrada la impostura por loque respecta al caso del general Campbell y muy comprobada mi integridaden la falsa suposición del Intendente Urriza. Si algún nuevo cargo se hubiese producido contra mí (de que no hallo el menor escrúpulo en conciencia)

    será precisamente levantado sobre los mismos falsos principios y así lo desprecio. . . a menos que no se hiciese por sujetos de más honor y probidad quelos que formaron los antecedentes, en cuyo caso lo satisfaría gustosísimo.

    En este estado pues, Señor, y con la desventaja mayor de todas para elascenso, que es ser “ americano” , según la opinión general de esos reinos yparticular del señor Ministro actual de Indias y del arzobispo que fue deMéxico, Don Francisco de Lorenzana, etc., cansado ya de lidiar con poderosos enemigos cuyos triunfos, aunque en hipótesis, logra completos, nuncapagarían los perjuicios que ocasionan siempre en la honra, hacienda, y loque es más, en el precioso tiempo que para ello se gasta fútilmente, pudien-

    do sacar inestimables ventajas si se dedicase a estudios sólidos y útiles ocupaciones, que son más análogas con mi genio.

     A Vuestra Majestad humildemente suplico se digne exonerarme del empleoy rango que por su Real bondad gozo en el ejército, de todo lo cual puestoa sus reales pies, hago “dejación” formal por la presente. Deseo solamenteconozca Vuestra Majestad, he procedido siempre con pureza y con altos deseos del mejor servicio y gloria de Vuestra Majestad en cuantos asuntos sehan puesto a mi cargo, sin que la emulación, persecuciones ni amenazas de

     jefes y ministros hayan podido torcer jamás mis sanas intenciones o doble

    gar mi ánimo a indecorosos sometimientos. Así también apreciaría que, siendo del mayor agrado de Vuestra Majestad, se me permitiese el beneficiaro reembolsar la cantidad de ocho mil pesos fuertes que me costó el empleo de Capitán con que comencé a servir en el ejército, a fin de reparar

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    algo los graves quebrantos que se me han ocasionado últimamente y desearía pudiesen servir al menos —igualmente que toda la serie de mis sueldos anteriores— para que conociendo mejor mis paisanos su situación actual, caminen con más experiencia en lo sucesivo y sepan moderar los altospensamientos a que comúnmente es guiada la noble “ Juventud Americana” .

    Podría acaso mi narración, por difusa o demasiado expresiva, haber infringido los términos de aquella reverente moderación con que he procurado exponer todo a Vuestra Majestad, constituido en el disgustoso dilema de faltar, refiriendo el simple hecho de la verdad, o de dejar debilitaday fría mi razón por falta de adecuada y humilde expresión con que manifestarla, a cuyo extremo sin embargo, he querido más bien inclinarme, yasí suplico rendidamente el perdón, como yerro procedido únicamente deeste principio inevitable.

     A. L. R. P. de Vuestra Majestad.

    F. de Miranda 

    27. B I EN SI TU ADO  

    A Francisco de Arr i eta 

    Londres, 20 de junio de 1785

    Nada ocurre de nuevo a más de la carta del Ministro de Estado, N? 3 ad junta, que recibí hace poco por mano de nuestro embajador aquí, quien mehace mil honras y distinciones.

    El antecedente pliego fue por mano de Don M. de Gandasegui, que loremitió a Don Juan Carrera en San Sebastián, para que con seguridad lodirigiese a V. Así puede escribirme por el mismo conducto, y bajo cubiertade dicho Gandasegui.

    Este clima es moderado y me sienta perfectamente. ¡La filosofía, el gobierno, las academias de ciencias, asambleas parlamentarias y sociedad desabios y hombres de Estado, dividen todo mi tiempo por el presente, consumo provecho y contribuyen en algún modo a mitigar el peso de la duraadversidad!

    Repito mis cordiales expresiones a toda la familia y amigos que lo seanaún.

    De V., como siempre.

    Pancho 

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    punto de vista todo lo que concierne a estas posesiones, repetiremos lo quehemos dicho ya en nuestro número 26, y es que desde la guerra han sidoconducidos al puerto de Providencia 176 bastimentos, de los cuales 137 tomados de los americanos, 24 de los franceses, 14 de los españoles y 1

    holandés.La humanidad y habilidad de Don Cagigal brillan igualmente en esta ope

    ración donde su prudencia ha sabido impedir que corriese la sangre humana; éstas habían ya aparecido con brillantez en el Cartel establecido con elGobernador de Jamaica para el intercambio de prisioneros respectivos. Suadopción por casi todas las colonias anglo-americanas bastaría para su elogio. Este Cartel firmado en Jamaica, el 18 del mes de noviembre de 1781por los señores J. Dalling, P. Parker y Don F. Miranda, autorizado para esteefecto, ha librado de los horrores de la prisión 1.600 españoles que tendían

    sus débiles manos hacia su patria, que en su dolor, acusaban de dureza yde ingratitud para con sus servicios.

    Traducido del francés.

    1783

    20. RESOLV I SUSTRAERME DE TAL AUT OR ID AD  

    A l Gener al ] uan Manuel Cagigal 

    En la mar, sobre el Puerto de Matanzas

    Isla de Cuba, 16 de abril de 1783

    Excmo. Señor.

    Muy señor mío y de mi mayor veneración:

    Un accidente inopinado y de extrañas circunstancias, da motivo a esta carta. Siento que el asunto pueda añadir, tal vez, alguna desazón y trastorno alcúmulo de negocios graves que sobre sí tiene V.E. en el día; pero quédamela satisfacción de que, ni he ministrado causa para ello, ni cabe en mí poderloremediar. Vamos al caso, y verá V.E. todo el suceso.

    Hallábame, con el permiso de V.E., en el lugar de Regla tomando los aires,ínterin se metía lastre y recorría un poco la fragata que nos conducía a España, (motivo por que arribamos) y anteayer se apareció en la casa donde asistía, un ayudante del señor Gobernador y Capitán General de esta isla, inquiriendo por mi persona que justamente estaba fuera de casa; y se fue ofreciendovolver luego. Poco después, y antes de llegar yo a ella, supe confidencialmenteque de positivo se había dado orden para arrestarme, privado de toda comu

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    nicación por escrito o de palabra, y que esto dimanaba de pliegos que la nocheanterior habían llegado en un correo del Guarico o España.

    Suspendí entonces la intención de volverme a la posada y me dirigí a la

    de un amigo, para evitar de contado el atropellamiento, indagar más el asunto,reflexionarlo mejor y tomar el partido más conducente. Allí me ratificaronvarios otros lo mismo; de suerte, que combinando todos estos antecedentescon las ocurrencias anteriores que sabe V.E. y el modo furtivo y extrañocon que el Gobernador procedía en su providencia de arresto, desviándoseenteramente del orden legal militar, pues hallándome yo en términos de servicio, ya embarcado a las órdenes e inmediación de la persona de V.E., era loderecho pasarle oficio manifestando el fundamento que hubiese para el procedimiento. No me quedó ya la menor duda de que el golpe venía dirigido contoda malicia, por la misma mano que disparó hace un año otro igual (o por

    mejor decir el mismo) fundado en la más solemne y más atroz calumnia quepudo levantarse, para denigrar mi honor y zaherir el de V.E. Hízose ver entonces, con pruebas incontestables y la misma publicidad del hecho, (ni aunlos niños por mi fortuna ignoraban en esa ciudad la impostura) ser falsa laacusación, manifestando al mismo tiempo el sujeto actor y ejecutor de la acción imputada Montesinos; pero lejos de ruborizarse de su ligereza y dar unasatisfacción proporcionada a la injuria, como debía esperarse, ni menos mencionar corrección o castigo alguno para el verdadero agresor, contestan desentendiéndose y dándose como por satisfechos al mismo paso que fraguan y se

    arrojan a repetir el golpe insidiosamente por distinta mano, cueste lo que costase y sea como fuere.. . ¡Efectos muy propios de la altivez y ciega emulación que les anima! ¡No es el delincuente a quien buscan, sino mi persona;sea más inocente y pura que Sócrates!

    En este supuesto, y precaver asimismo dañados designios, resolví sustraerme de tal autoridad, dirigiendo mi viaje hacia Europa por las provincias angloamericanas del Norte, desde donde escribiré a Su Majestad sobre el particular,suplicándole humildemente, se digne concederme su salvoconducto para poder,sin ofrecerme víctima al poder de mis tiránicos enemigos, pasar a España avindicar mi honor, en un consejo de guerra de hombres imparciales, exigiendoallí reparación formal de mis agravios.

    Nunca he temido (y V.E. es buen testigo) ni a los enemigos del Rey, ni alos émulos de V.E., ni a los míos propios, por más orgullosos y agigantadosque se me hayan manifestado, siempre que he considerado abiertas las puertasde la razón y de la justicia, pero ahora que veo al propio enemigo hecho un

     juez arbitrario en su propia causa, con la divisa si c vol o, sic ju veo ... no meparece prudente el compromiso; ¡es esto una precaución indispensable, no temor nimio!

    El adjunto documento de lo ocurrido en el Reino de Nueva España el añode 70, con don Miguel de Azanza y sus inculpados compañeros, es pruebairrefragable de mis fundados recelos y del carácter del adversario; cierta identidad en el procedimiento y una tan clara demostración de hechos públicos y

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    auténticos, no me parece pueden dejar duda, aun a los más parciales, de lasconsecuencias que debía yo esperar. . . Y si esto fue cuando su autoridadera precaria y limitada, ¿qué será ahora que es total y absoluta? Sin detenerme(por no ser prolijo) en citar a V.E. casi iguales ejemplos ocurridos con sujetosdel primer carácter en la Monarquía, que acaban de suceder y están sucediendocada día, con no pequeña admiración y escándalo de todos, ni tampoco injerirme en evidenciar lo pasado poco hace en el Guarico con cierto personaje dela propia estirpe, que dejarían quizás absortos aun a sus mismos sicofantes,como dejó a los extranjeros de aquella colonia que supieron el hecho de laverdad en bastante perjuicio del decoro y crédito nuestro nacional; por cuyarazón únicamente suprimiré yo ahora la exposición del hecho, ínterin la defensa natural y disparidad del contrario me llama al uso de todas armas.

     V.E. por larga experiencia, sabe con cuánto amor y celo he servido a Su

    Majestad y a mi patria, sin perdonar fatiga, gastos ni desvelos en adquirircuantos conocimientos he creído conducentes al intento. ¡Cónstale también lasfuertes persecuciones con que en vano ha procurado la emulación distraermesiempre de tan laudable objeto, y así espero tener la satisfacción de que veaigualmente hasta dónde llega el término de mi constancia y de mi fidelidad,pues a pesar de cuanto llevo expuesto y de las gravísimas injurias y atropella-mientos que tengo experimentado, sólo en el duro caso de negárseme el seroído y juzgado por tribunal competente, como cualquier vasallo lo tiene dederecho, miraría con otro semblante los intereses de aquella patria y Soberano

    por quienes tantas veces he ofrecido mis trabajos, mis bienes y mi vida!Conozco Señor Excmo., que mi carácter ni es abatido ni tiene aquel humil

    de sometimiento que tal vez se requiere para subir sin trabajo la cima de lafortuna, a expensas de la buena hombría, según el aforismo corriente de quepara quien ama la lisonja, es enemigo declarado el que no es adulador; y así jamás he apetecido recompensas ni premio que no viniese por el honroso camino de la virtud y el mérito. . . De otro modo, siempre he considerado elascenso desestimable y bochornoso para quien lo recibe. El decor o  y el respeto  personal son el primer premio a que se hace acreedor el hombre honrado, y loque con superior aprecio debe conservar. . . ¡piense como quiera el vulgo entodas clases!

    L e vice seul est bas; la ver tu fai t l e rang; 

    et l ’h omme l e pl us j uste est aussi l e pl us gr an d* 

    Los papeles y demás asuntos que V.E. tenía puestos a mi cargo, sehallan todos en la maleta número 2 que está en mi camarote; me prometo que lo encuentre V.E. con aquella exactitud y arreglo que me hasido posible y con que siempre he procurado servirle, por obligación,

    por afecto y por agradecimiento.

    *Sólo el vicio es bajo; la virtud confiere el rango; y el hombre más justo es también el más grande.

  • 8/18/2019 Miranda - Vindicando su Inocencia

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    Nuestro Señor conceda felicísimo viaje a V.E., y le prospere y guarde suvida los muchos años que mi afecto desea. Excmo. Señor, B.L.M. de V.E. sumás humilde servidor y súbdito.

    Francisco de Miranda 

    P. D. Si V.E. quisiese hacerme el honor de escribirme, podrá dirigir sus cartas a Filadelfia en las provincias angloamericanas, sirviéndose disimular lasomisiones que ha producido en ésta la prisa con que la escribo.

    Excmo. Señor

    Don Juan Manuel de Cagigal.

    21. L A OBRA M AGN A DE FORMAR UN HOMBRE SOL I-  DO Y D E PROVECH O 

    A l Gener al Juan Man uel Cagigal 

    16 de abril de 1783

    Confidencial.

    Excmo. Señor.Mi más venerado amigo y favorecedor:

    Por carta de oficio que con esta fecha escribo a V., habrá visto mi resolución de pasar al Norte de América y los motivos que me han movido a ello.

     Ahora me resta prevenirle, que siendo los designios de nuestros contrariostan manifiestamente depravados, no es regular desistan del empeño, malogrado su premeditado golpe, sin tomar primero otros resortes a fin de conseguir su intento; y así es indispensable, que sin pérdida de tiempo, informe

     V.E. a la Corte, para que con esta prevención, aguarden a lo menos por lo

    que yo escriba antes de resolver.

    Unido siempre al partido en todas estas emergencias, por elección y por justicia, seguiré constante hasta el fin y como he dicho a V., esperaré su avisoen Filadelfia, antes de tomar resolución alguna. Me prometo que no perdonando V. diligencia para el acertado manejo del negocio, tendré cuanto antesesta noticia, con todo el buen éxito que es de esperarse.

    Sin embargo, para que V. proceda con todo aquel conocimiento que es indispensable en los asuntos, a fin de que salgan conformes con la idea del interesado, le diré que la mía, en dirigirme a los Estados Unidos de América, no sólo

    fue por sustraerme a la tropelía que conmigo se intentó, sino para dar al mismo tiempo principio a mis viajes en países extranjeros, que sabe V. fue siempre mi intención concluida la guerra; con este propio designio he cultivado

  • 8/18/2019 Miranda - Vindicando su Inocencia

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    de antemano con esmero los principales idiomas de Europa que fueron laprofesión en que desde mis tiernos años, me colocó la suerte y mi nacimiento.Todos estos principios (que aún no son otra cosa), toda esta simiente quecon no pequeño afán y gastos se ha estado sembrando en mi entendimientopor espacio de treinta años que tengo de edad, quedaría desde luego sin frutoni provecho, por falta de cultura a tiempo. ¡La experiencia y conocimiento queel hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con inteligenciaprolija en el gran libro del universo; las sociedades más sabias y virtuosas quelo componen; sus leyes, gobierno, agricultura, policía, comercio, arte militar,navegación, ciencias, artes, etc. es lo que únicamente puede sazonar el fruto ycompletar en algún modo la obra magna   de formar un hombre sólido y deprovecho!

     Así he de merecer a V. que si pudiese por sí solo transigir mis asuntos,

    respecto a tener en su poder documentos suficientes, para pasar por cuatroaños a Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, Italia, etc. a viajar y perfeccionar mi incompleta educación.

    ¡Finalmente, en manos de V. quedan mi honor, mi suerte y mi fidelidadfutura; ningunas más sagradas y más propias para el depósito que las de mimejor amigo! Dios me conceda el acierto y a V. prospere y guarde felicísimosaños que desea.

    Su fiel y constante amigo,

    Miranda 

    Señor Don J. M. de Cagigal.

    22. COMO S I EL REDENTOR HUB IESE EN TRAD O EN  JERUSALEM 

    Diario sobre Washington 

    El 8 de diciembre entró en Filadelfia el general Washington, de paso parael Congreso que se hallaba congregado en Annápolis, a fin de hacer su dimisión en toda forma, habiendo ya tomado posesión de Nueva York y dispersadoel ejército, etc. La entrada fue a las doce del día en compañía del ministro1deFrancia y sus dos edecanes, coronel Humphreys y coronel Benjamín Walker,que venían con él desde Nueva York. El presidente Dickinson, Mr. R. Morris y algunos otros oficiales americanos que se hallaban en este tiempo enFiladelfia, y una compañía de milicias de caballería, que salieron a distanciade cuatro o seis millas a recibirle. ¡Niños, hombres y mujeres expresaban talcontento y satisfacción como si el Redentor hubiese entrado en Jerusalem!Tales son las nimias ideas y sublime concepto que este hombre fortunado ysingular logra en todo el continente. . . bien que no faltan filósofos que loexaminen a la luz de la razón y conciban más justa idea que la que el alto y