mijail bulgakov - morfina

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    vida de Mijal Bulgkov difcilmente alguien se habra atrevido a considerarlo un cl

    la literatura rusa, ya que, despus de haber gozado de un brevsimo perodo de

    rante la dcada de los veinte, Bulgkov fue vctima de constantes calumnias poltica

    rte de las autoridades soviticas. Hoy, se encuentra en un nivel parecido al de Turgu

    lsti o Chjov.

    s relatos reunidos en este volumen pertenecen al ciclo Notas de un mdico joven. T

    tn basados en experiencias reales del propio Bulgkov, que durante aos ejerci c

    dico rural en la provincia de Smolensk. En ellos se aprecia la voluntad narrativ

    lgkov, que acredita una notoria pero sutil capacidad introspectiva y de distanciam

    specto a la propia persona, con un toque inevitable de cierta comicidad, ya que el j

    dico narrador se halla constantemente en lucha contra su propia falta de conocimien

    ntra la inepcia e incultura reinantes en la sociedad rural rusa de la poca. Todo ello en m

    un paisaje dominado obsesivamente por la nieve y relatado con agilidad y calidez.

    encin aparte merece el relato ms extenso del libro y que le da ttulo, Morfina.

    ato tambin naci de una experiencia real, la adiccin del autor a la morfina, con la que

    mper hacia 1919. Se trata del diario de un compaero del protagonista, el mdico Polia

    e deja a su muerte el estremecedor relato de esas pginas confesionales, que son la cr

    una destruccin, referida en trminos turbadores. Quien escriba al comienzo de su te

    periencia: No puedo dejar de alabar a quien por primera vez extrajo la morfina d

    becitas de las amapolas. Es un verdadero benefactor de la humanidad, acaba por con

    a muerte de sed es una muerte paradisaca, beatfica en comparacin con la se

    orfina.

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    Mijal Bulgkov

    Morfina

    ePUB v1.0

    anbiar24.05.13

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    lo original: al Bulgkov, 1926duccin: Selma Ancira (1991)a editorial Anagrama

    or original: anbiar (v1.0)b base v2.1

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    LA TOALLA CON EL GALLO ROJO

    quien no haya viajado a caballo por perdidos caminos vecinales, no tiene sentido que le cuente nao: de todas formas no lo entendera. Y a quien ha viajado, prefiero no recordarle nada.Ser breve: mi cochero y yo recorrimos las cuarenta verstas que separan la ciudad de Grachovk

    spital de Mrievo exactamente en un da. Incluso con una curiosa exactitud: a las dos de la tarde dseptiembre de 1917 estbamos junto al ltimo almacn que se encuentra en el lmite de la magdad de Grachovka; a las dos y cinco de la tarde del 17 de septiembre de ese mismo e inolvidabl1917, me encontraba de pie sobre la hierba aplastada, moribunda y reblandecida por las lluvi

    ptiembre, en el patio del hospital de Mrievo. Mi aspecto era el siguiente: las piernas se me humecido hasta tal punto que all mismo, en el patio, repasaba confusamente en mi pensamien

    ginas de los manuales intentando con torpeza recordar si en realidad exista o lo haba soache anterior, en la aldea Grablovka una enfermedad por la cual se entumecen los msculos d

    rsona. Cmo se llama esa maldita enfermedad en latn? Cada msculo me produca un oportable que me recordaba el dolor de muelas. De los dedos de los pies ni siquiera vale la

    blar: ya no se movan dentro de las botas, yacan apaciblemente, parecidos a muones de maconozco que en un ataque de cobarda maldije mentalmente la medicina y la solicitud de ingresba presentado, cinco aos atrs, al rector de la universidad. Mientras tanto, la lluvia caa covs de un cedazo. Mi abrigo se haba hinchado como una esponja. Con los dedos de la mano detaba intilmente de coger el asa de la maleta, hasta que desist y escup sobre la hierba mojadados no podan sujetar nada y de nuevo yo, saturado de todo tipo de conocimientos obtenid

    eresantes libros de medicina, record otra enfermedad: la parlisis.Parlisis, no s por qu me dije mentalmente y con desesperacin.Hay que dije en voz alta con labios azulados y rgidos, hay que acostumbrarse a viaja

    os caminos.Al mismo tiempo, por alguna razn mir con enfado al cochero, aunque l en realidad no

    pable del estado del camino.Eh, camarada doctor respondi el cochero, tambin moviendo a duras penas los labiosrubios bigotillos, hace quince aos que viajo y todava no he podido acostumbrarme.

    Me estremec, mir melanclicamente la descascarada casa de dos pisos, las paredes de mtica de la casita del enfermero, y mi futura residencia, una casa de dos pisos muy limpiasteriosas ventanas en forma de atad. Suspir largamente. En ese momento, en lugar de las panas, atraves mi mente una dulce frase que, en mi cerebro embrutecido por el traqueteo y el

    ntaba un grueso tenor de muslos azulados: Te saludo refugio sagrado

    Adis, adis por mucho tiempo al rojizo-dorado teatro Bolshi, a Mosc, a los escaparatess.

    La prxima vez me pondr la pelliza pensaba yo con enojo y desesperacin, mientras trataancar la maleta sujetndola por las correas con mis dedos rgidos, yo aunque la prxima v

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    octubre y entonces ni dos pellizas sern suficiente. Y antes de un mes no ir, no, no achovka Pensadlo vosotros mismos fue necesario pernoctar por el camino! Habamos reconte verstas y ya nos encontrbamos en una oscuridad sepulcral, la noche, tuvimos que pache en Grablovka, el maestro de la escuela nos dio hospedaje Y hoy por la maana nos puscamino a las siete Y el coche viaja, por todos los santos, ms lento que un peatn. Una mete en un hoyo y la otra se levanta en el aire; la maleta te cae en los pies luego en un costado yde en el otro; luego, te vas de narices y un momento despus te golpeas en la nuca. Y la lluvia e, y no cesa de caer, y los huesos se entumecen. Acaso me habra podido imaginar que a mediadgris y acre mes de septiembre alguien puede congelarse en el campo como en el ms crudo inviees resulta que s. Y en su larga agona no ve ms que lo mismo, siempre lo mismo. A la derechmpo encorvado y rodo, a la izquierda un marchito claro, y junto a l, cinco o seis isbas grises y vrecera que en ellas no hay ni un alma viviente. Silencio, slo silencio alrededor.

    La maleta cedi por fin. El cochero se acost con la barriga sobre ella y la arroj directamente Yo quise sujetarla de la correa pero mi mano se neg a trabajar, y entonces mi hinchada y has

    mpaera llena de libros y de toda clase de trapos cay directamente sobre la hierba, golpenrtemente las piernas.

    Oh, Dios comenz a decir el cochero asustado, pero yo no le recrimin: mis piernas nvan para nada.Eh! Hay alguien ah? Eh! grit el cochero, y agit los brazos como un gallo que agita laEh, he trado al doctor!En ese momento, en las oscuras ventanas de la casa del enfermero aparecieron unos rostros

    garon a ellas; se oy el ruido de una puerta y vi cmo, cojeando por la hierba, se diriga hacia mbre con un abrigo roto y unas botas pequeas. El hombre se quit la gorra respetuesuradamente, lleg hasta unos dos pasos de donde yo me encontraba, por alguna razn sonri

    ato, y me salud con voz ronca:Buenos das, camarada doctor.Quin es usted? pregunt yo.Soy Egrich se present el hombre, el guardin de este lugar. Le hemos estado espera

    perandoAl instante cogi la maleta, se la ech al hombro y se la llev. Yo le segu cojeando, tra

    tilmente de meter la mano en el bolsillo de los pantalones para sacar la cartera.El ser humano necesita en realidad muy poco. Pero ante todo le hace falta el fuego. Al ponerm

    mino hacia el lejano Mrievo, cuando an me encontraba en Mosc, me haba dado a m mismabra de comportarme como una persona respetable. Mi aspecto juvenil me haba envenenado laun comienzo. Cuando me presentaba ante alguien, invariablemente deba decir:Soy el doctor tal.Y todos, ineludiblemente, arqueaban las cejas y preguntaban:De verdad? Hubiera credo que era usted un estudiante todava.No, ya he terminado la carrera responda con aire hosco, y pensaba: Lo que necesito es u

    gafas. Pero no tena para qu usar gafas, ya que mis ojos estaban sanos y su claridad an no

    o enturbiada por la experiencia de la vida. Al no tener la posibilidad de defenderme de las etnrisas condescendientes y cariosas con ayuda de unas gafas, trat de desarrollar unos h

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    peciales, que inspiraran respeto. Procuraba hablar pausadamente y con autoridad, intentaba conmovimientos bruscos, trataba de no correr como corren los estudiantes de veintitrs ao

    enas han terminado la universidad, sino de caminar. Transcurridos muchos aos, ahora compe todo eso se me daba, en realidad, bastante mal.

    En ese momento haba infringido mi tcita norma de conducta. Estaba sentado, hecho un ovillocetines, y no en el gabinete sino en la cocina, y, como un adorador del fuego, me acercabausiasmo y apasionamiento a los troncos de abedul que ardan en la estufa. A mi izquierda hab

    bo puesto al revs; sobre l estaban mis botas y junto a ellas un gallo pelado y con el csangrentado. Junto al gallo estaban, formando un montoncito, sus plumas de diversos colores. Peo es que, aun en ese estado de entumecimiento, haba tenido tiempo de realizar una serie de cosaga la vida misma. A Axinia, una mujer de nariz puntiaguda, esposa de Egrich, la haba confirmsu puesto de cocinera. Y, como consecuencia, a manos de Axinia pereci un gallo. Y d

    mrmelo yo! Ya haba conocido a todo el personal. El enfermero se llamaba Demin Lukichmadronas, Pelagueia Ivnovna y Ana Nikolievna. Tambin haba tenido tiempo de recorrer el hocon la ms absoluta claridad, me haba convencido de que su instrumental era abundantsimsmo tiempo, y con la misma claridad, tuve que reconocer (para m, por supuesto) que el uso de maquellos instrumentos que brillaban virginalmente me era por completo desconocido. No slo n

    ba tenido nunca en mis manos sino que, hablando con franqueza, ni siquiera los haba visto.Hmm murmur con aire de gran importancia, tienen ustedes un instrumental magn

    mmPor supuesto anot dulcemente Demin Lukich, es el resultado de los esfuerzos

    ecesor, Leopold Leopldovich. El operaba de la maana a la noche.Sent un sudor fro en la frente y mir con tristeza los pequeos armarios que brillaban como espDespus recorrimos las salas vacas y me convenc de que en ellas podran caber con facilidad

    arenta enfermos.Leopold Leopldovich tena a veces hasta cincuenta enfermos internados en el hospital

    nsol Demin Lukich, mientras Ana Nikolievna, una mujer que tena una corona de cabellos go:Usted, doctor, tiene un aspecto tan joven, tan joven En verdad es asombroso. Parece ust

    udiante.Diablos pens yo, como si se hubieran puesto de acuerdo, palabra de honor!.Y murmur entre dientes, con sequedad:

    Hmm no, yo es decir yo s, tengo un aspecto muy jovenLuego bajamos a la farmacia, y de inmediato vi que en ella no faltaba absolutamente nada. En la

    bitaciones un tanto oscuras ola fuertemente a hierbas y en las estanteras se encontraba toe se poda desear. Incluso haba medicamentos extranjeros de patente, y quiz no haga falta aadims haba odo hablar de ellos.

    Los encarg Leopold Leopldovich me inform orgullosamente Pelagueia Ivnovna.Ese Leopold Leopldovich era de verdad un genio, pens, y sent un enorme respeto hac

    sterioso Leopold, que haba abandonado el hospital de Mrievo.

    El hombre, adems del fuego, necesita poder habituarse. Me haba comido el gallo haca m

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    mpo. Egrich haba rellenado para m el jergn de paja y lo haba cubierto con sbanas. Una lma en el gabinete de mi residencia. Estaba sentado y, como encantado, miraba el tercer logrendario Leopold: la estantera estaba llena de libros. Cont rpidamente unos treinta tomos snuales de ciruga, en ruso y en alemn. Y cuntos tratados de terapia! Maravillosos

    cuadernados en piel!Se acercaba la noche y yo comenzaba a acostumbrarme.No tengo la culpa de nada pensaba de manera insistente y atormentadora; tengo un diplom

    nce sobresalientes. Yo les haba advertido en la ciudad que quera venir como segundo mdico. Ellos sonrieron y dijeron: Ya se acostumbrar. Vaya con el ya se acostumbrar. Y si alg

    ga con una hernia? Decidme. Cmo me voy a acostumbrar a ella? Pero, sobre todo, cmontirse el herniado en mis manos? Se acostumbrar, s, pero en el otro mundo (en ese momentonsacin de fro me recorri la columna vertebral)

    Y un caso de peritonitis? Ja! Y la difteria que suelen padecer los nios campesinos? Pundo es necesario practicar una traqueotoma? Tampoco me ir muy bien sin la traqueotoma

    los partos? Haba olvidado los partos! Las posiciones incorrectas! Qu voy a hacer? Ahrsona tan irresponsable soy! Nunca deb haber aceptado este distrito. No deb haberlo aceptad

    bieran podido conseguir a algn Leopold.En medio de la tristeza y el crepsculo, me puse a caminar por el gabinete. Cuando llegu a la la lmpara vi cmo, en medio de la ilimitada oscuridad de los campos, apareca en la ventanido rostro junto a las lucecitas de la lmpara.Me parezco al falso Dimitri, pens de pronto tontamente, y volv a sentarme al escritorio.Durante dos horas de soledad me martiric, y lo hice hasta tal punto que mis nervios ya no p

    portar los miedos que yo mismo haba creado. Entonces comenc a tranquilizarme e incluso a unos planes.

    Bien Dicen que ahora hay pocos pacientes. En las aldeas estn agramando el lino, los caminopracticables Justamente por eso te traern un caso de hernia retumb una voz severa eebro, porque alguien que tiene un resfriado (o cualquier enfermedad sencilla) no vendr por

    minos, pero a alguien con una hernia le traern, puedes estar tranquilo, querido colega!.La observacin no era nada tonta, no es verdad? Me estremec.Calla le dije a la voz, no necesariamente tiene que ser una hernia. Qu neurastenia es s

    ests aqu adelante!.Si ya ests aqu, repiti mordazmente la voz.

    Bien no me separar del manual Si hay que recetar algo, puedo pensarlo mientras me lavnos. Tendr el manual siempre abierto dentro del libro en el que llevar el registro de los pacier recetas tiles, pero sencillas. Por ejemplo: 0,5 de salicilato de sodio, tres veces al daPodras recetar bicarbonato!, respondi, burlndose abiertamente de m, mi interlocutor interQu tiene que ver aqu el bicarbonato? Tambin podr recetar ipecacuana, en infusin a 180

    0.E inmediatamente, aunque en mi soledad junto a la lmpara nadie me pidiera ipecacuana,

    meroso las hojas del vademcum, comprob lo de la ipecacuana y al mismo tiempo le que existe

    ndo una tal insipina, que no es otra cosa que el sulfato de quinina Pero sin el sabor de la qumo recetarlo? Qu es, polvo? Que el diablo se los lleve!

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    Estoy de acuerdo con la insipina pero qu ocurrir con la hernia?, segua importunndomacidad el miedo en forma de voz.Meter al paciente en la baera me defenda furiosamente, le meter en la baera y trata

    nerla en su lugar.Una hernia estrangulada, ngel mo! De qu te servir entonces la baera! Estrangulada ca

    n voz demonaca el miedo. Habr que operar.En ese momento me rend y por poco me echo a llorar. Elev una plegaria a las tinieblas del ext

    alquier cosa pero no una hernia estrangulada.Y el cansancio entonaba:Acustate a dormir, desdichado esculapio. Descansa y por la maana ya se ver qu h

    anquilzate, joven neurastnico. Observa: la oscuridad del exterior est tranquila, los cangelados duermen, no hay ninguna hernia. Por la maana se ver. Te acostumbrars Duermeatlas De todas formas ahora no entiendes nada. Un anillo de hernia.

    siquiera me di cuenta de cmo irrumpi en la habitacin. Recuerdo que la barra de la puerta reinia grit algo y fuera se oy el chirrido de una carreta.El hombre no llevaba gorra y tena abierto el abrigo, la barba enredada y una expresin de locu ojos.Se santigu, se arrodill y golpe el suelo con la frente. En mi honor.Estoy perdido, pens tristemente.Qu hace usted, qu hace, pero qu est haciendo! exclam, y trat de levantarle cogindo

    manga gris.Su rostro se contrajo y como respuesta, atragantndose, comenz a pronunciar atropelladam

    abras entrecortadas:Seor doctor, seor, es la nica, la nica, es la nica! grit de pronto, con una sono

    venil en la voz que hizo vibrar la pantalla de la lmpara. Ah, Dios! Ah! En medio teza se retorci las manos y nuevamente golpe los tablones del suelo con la frente, como si qu

    mperlo. Por qu? Por qu este castigo? En qu hemos ofendido a Dios?Qu? Qu ha ocurrido? grit yo, sintiendo que mi rostro se enfriaba.El hombre se puso de pie, se agit y murmur:Seor doctor lo que usted quiera le dar dinero Pida el dinero que quiera. El que quie

    oveeremos de alimentos Pero que no muera. Que no muera. Aunque est invlida, no importaporta! grit hacia el techo. Tengo suficiente para alimentarla, me basta.El plido rostro de Axinia se enmarcaba en el cuadrado negro de la puerta. La tristeza envolv

    azn.Qu? Qu ha ocurrido? Hable! grit dolorosamente.El hombre se calm y en un susurro, como si fuera un secreto, con ojos insondables me dijo:Cay en la agramaderaEn la agramadera En la agramadera? pregunt de nuevo. Qu es eso?

    El lino, agramaban el lino, seor doctor me aclar Axinia en voz muy baja

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    amadera, el lino se agramaAqu est el comienzo. Aqu est. Oh, por qu habr venido!, pens horrorizado.Quin?Mi hijita contest l en un susurro, y luego grit: Aydela! De nuevo se arrodill

    bellos cortados en redondo le cayeron sobre los ojos.

    lmpara de petrleo, con una torcida pantalla de hojalata, arda intensamente con sus dos quemavi en la mesa de operaciones, sobre un hule blanco de fresco olor, y la hernia palideci e

    moria.Los cabellos rubios, de un tinte algo rojizo, colgaban de la mesa secos y apelotonados. La trenz

    antesca, y su extremo tocaba el suelo.La falda de percal estaba desgarrada y haba en ella sangre de distintos colores: una mancha p

    a espesa, escarlata. La luz de la lmpara de petrleo me pareca amarilla y viva; su rostro parecpel, blanco, con la nariz afilada.

    En su plido rostro se apagaba, inmvil como si fuera de yeso, una belleza poco comn. No sie

    no es frecuente encontrar un rostro como aqul.En la sala de operaciones, durante unos diez segundos, hubo un silencio total, pero detrs d

    ertas cerradas se oa cmo alguien gritaba con voz sorda y golpeaba, golpeaba repetidamente cbeza.

    Se ha vuelto loco pens, y las enfermeras deben estarle dando alguna medicina Por qhermosa? Aunque tambin l tiene facciones muy correctas Se ve que la madre fue hermosado.Es viudo? susurr maquinalmente.

    Viudo contest en voz baja Pelagueia Ivnovna.En ese momento Demin Lukich, con un movimiento brusco y casi rabioso, rompi la falda de

    cia arriba dejando descubierta a la muchacha. Lo que vi entonces super todo lo que esperabrna izquierda prcticamente no exista. A partir de la rodilla fracturada, la pierna no era ms qasijo sanguinolento: rojos msculos aplastados y blancos huesos triturados que sobresalan en ecciones. La pierna derecha estaba rota entre la rodilla y el pie de tal suerte que los extremos desos haban desgarrado la piel y se asomaban. Como consecuencia la planta del pie yaca inerte, o independiente, apoyada sobre un costado.

    S dijo en voz muy baja el enfermero, y no aadi nada ms.En ese momento sal de mi inmovilidad y tom el pulso de la muchacha. No lo sent en su m

    ada. Slo despus de unos cuantos segundos logr encontrar una onda poco frecuente y arceptible. Pas sobrevino una pausa durante la cual tuve tiempo de mirar las azuladas aletas iz y sus labios blancos Quise decir: es el fin pero por fortuna me contuve La onda

    evamente como un hilillo.As se apaga una persona despedazada pens, aqu no hay nada que hacer.Pero de pronto dije con severidad, sin reconocer mi propia voz:

    Alcanfor.Ana Nikolievna se inclin hacia mi oreja y susurr:

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    Para qu, doctor? No la martirice. Para qu pincharla? Pronto morir No podr salvarla.La mir con rabia y un aire sombro y dije:Le he pedido alcanforEntonces Ana Nikolievna, con el rostro enrojecido por la ofensa, se lanz de inmediato ha

    sa y rompi una ampolla.El enfermero, por lo visto, tampoco aprobaba el alcanfor. Sin embargo tom la jeringuilla rp

    bilmente, y el aceite amarillo penetr bajo la piel del hombro.

    Muere. Muere pronto pens, muere. De lo contrario, qu har contigo?.Morir de un momento a otro susurr el enfermero, como si hubiera adivinado mi pensamr de reojo la sbana, pero por lo visto cambi de opinin: le dola mancharla de sangrebargo, unos segundos ms tarde hubo que cubrir a la muchacha. Yaca como un cadver, pero no erto. De pronto se hizo la claridad en mi cabeza, como si me encontrara bajo el techo de cris

    estro lejano anfiteatro de anatoma.Ms alcanfor dije con voz ronca.Una vez ms el enfermero, obedientemente, inyect el aceite.Ser posible que no muera? pens con desesperacin. Tendr acaso que?.Todo se aclaraba en mi cerebro y de pronto, sin ningn manual, ni consejos, ni ayuda, comprend

    nviccin de que haba comprendido era frrea que, por primera vez en mi vida, tendra que rea amputacin a una persona moribunda. Y esa persona morira durante la operacin. Sin duda mrante la operacin! Casi no le quedaba sangre! A lo largo de diez verstas la haba perdido toda prnas destrozadas. Yo no saba siquiera si ella senta algo en ese momento, si nos oa. Ella callaba

    or qu no mora? Qu me dira su padre enloquecido?Prepare todo para una amputacin dije al enfermero con voz ajena.La comadrona me lanz una mirada salvaje, pero en los ojos del enfermero apareci una chis

    mpata; ste comenz a ocuparse del instrumental. El reverbero rugi entre sus manosPas un cuarto de hora. Yo, con terror supersticioso, levantaba un prpado de la muchac

    servaba su ojo apagado. No comprenda nada Cmo puede vivir un semicadver? Las gotdor corran irrefrenables por mi frente, bajo el gorro blanco; Pelagueia Ivnovna me secaba con gdor salado. En la poca sangre que an quedaba en las venas de la muchacha, ahora nadaba tambfena. Habra que inyectarla otra vez o no? Ana Nikolievna acariciaba suavemente los monte se haban formado en las caderas de la muchacha como consecuencia del suero fisiolgico. Sn vida.

    Tom el bistur tratando de imitar (una vez en mi vida, en la universidad, haba visto una amputalguien Ahora le rogaba al destino que la joven no muriera en los siguientes treinta minutos era en la sala, cuando yo haya terminado la operacin.En mi favor trabajaba slo mi sentido comn, aguijoneado por lo inusitado de la situa

    bilmente, de forma circular, como un carnicero experto, cort con un afilado bistur la cadera; lsepar sin que saliera una sola gota de sangre. Si las arterias comienzan a sangrar, qu v

    cer?, pens, y como un lobo mir de reojo la montaa de pinzas de torsin. Cort un enorme pecarne femenina y una de las arterias con forma de tubito blancuzco, pero de ella no sali n

    a de sangre. La cerr con una pinza y continu. Coloqu esas pinzas de torsin en todos los lu

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    nde supona que deba haber arterias Arteria arteria Diablos, cmo se llama?. La saeraciones pareca un hospital. Las pinzas de torsin colgaban en racimos. Con ayuda de la gaantaron, y yo comenc, con una sierra de dientes pequeos, a aserrar el redondo hueso.Por qu no muere? Es sorprendente Oh, cunta vitalidad tiene el ser humano!.El hueso se desprendi. En las manos de Demin Lukich qued lo que haba sido una pierchacha. Jirones, carne, huesos! Pusimos todo eso a un lado. Sobre la mesa de operaciones yacchacha que pareca haber sido recortada en un tercio, con un mun extendido hacia un lado

    co, un poco ms No mueras ahora pensaba yo con ardor, espera hasta llegar a la habitrmteme salir con xito de este terrible suceso de mi vida.

    Luego la cosimos con puntadas grandes; luego, haciendo chasquear las pinzas, comenc a col con puntadas pequeas pero me detuve iluminado, comprend haba que dejar un pe

    ujero para que la herida drenara Coloqu un tapn de gasa El sudor me cubra los ojos y tenpresin de encontrarme en un bao de vaporSuspir. Mir pesadamente el mun y aquel rostro del color de la cera. Pregunt:Est viva?Est viva respondieron al unsono, como un eco sin sonido, Ana Nikolievna y el enferm

    Vivir unos segundos ms me dijo al odo el enfermero, sin voz, hablando nicamente coios. Luego titube y me aconsej con delicadeza: Quiz no deberamos tocar la otra pierna, dodramos envolvrsela con gasa de lo contrario no llegar a la habitacin Eh? Es mejor qera en la sala de operaciones.Dme yeso respond con voz ronca, empujado por una fuerza desconocida.

    suelo estaba lleno de manchas blancas, todos estbamos cubiertos de sudor. El semicadver

    mvil. La pierna derecha estaba enyesada y en el lugar de la fractura brillaba la ventanilla que yo ado en un momento de inspiracin.Vive dijo asombrado y con voz ronca el enfermero.Luego comenzamos a levantarla y bajo la sbana se vea una gigantesca hendidura: habamos d

    a tercera parte de su cuerpo en la sala de operaciones.Se agitaron unas sombras en el corredor, las enfermeras iban y venan; vi cmo, pegada a la pareva subrepticiamente una desarreglada figura masculina y lanzaba un gemido. Pero se lo llevar. Todo qued en silencio.

    En la sala de operaciones me lav las manos, ensangrentadas hasta el codo.Usted, doctor, ha hecho muchas amputaciones? pregunt de pronto Ana Nikolievna.

    y bien Tan bien como LeopoldEn sus labios, la palabra Leopold invariablemente sonaba como doyen.Mir los rostros de reojo. En todos tambin en el de Demin Lukich y en el Pelagueia Ivnov

    respeto y asombro.Hmm yo Lo he hecho slo dos vecesPor qu ment? Ahora no lo entiendo.

    El hospital qued en silencio. Absoluto.Cuando muera, enven a alguien a buscarme orden a media voz al enfermero; y ste, por a

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    n, en lugar de Est bien contest respetuosamente:A sus rdenesUnos minutos ms tarde me encontraba junto a la lmpara verde en el gabinete del apartament

    dico. La casa estaba en silencio.Un rostro plido se reflejaba en un cristal profundamente negro.No, no me parezco al falso Dimitri; yo en cierta forma he envejecido Tengo una arruga

    recejo No tardarn en llamar Me dirn: Ha muerto.

    S, ir y la ver por ltima vez Dentro de poco llamarn.

    amaron a la puerta. Pero fue dos meses y medio ms tarde. A travs de la ventana brillaba uno dmeros das de invierno.Entr l y slo en ese momento pude observarle con detenimiento. S, sus facciones eran en v

    rectas. Tena unos cuarenta y cinco aos. Sus ojos brillaban.Luego un rumor Saltando con ayuda de dos muletas, entr una muchacha de encantadora be

    a una sola pierna y llevaba una falda muy amplia, con un borde rojo cosido en la parte inferior.

    La muchacha me mir y sus mejillas se cubrieron de un tinte rojizo.En Mosc en Mosc Me puse a escribir una direccin. All en Mosc le har

    tesis, una pierna artificial.Bsale la mano dijo inesperadamente el padre.Yo me sent hasta tal punto confundido que en lugar de los labios le bes la nariz.Entonces ella, apoyada en las muletas, desenroll un paquetito de donde sali una larga toalla, b

    mo la nieve, con un sencillo gallo rojo bordado. As que eso era lo que esconda bajo la almoda vez que la visitaba! Record que haba visto hilos sobre su mesita.

    No lo aceptar dije severamente, e incluso mov la cabeza. Pero su rostro y sus ojos adopexpresin que la acept.Durante muchos aos esa toalla estuvo colgada en mi dormitorio en Mrievo; luego viaj con

    nalmente envejeci, se borr, se llen de agujeros y, por fin, desapareci, como se borsaparecen los recuerdos.

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    LA GARGANTA DE ACERO

    pues, me qued solo. Me rodeaban las tinieblas del mes de noviembre mezcladas con torbellinve que haba cubierto la casa; la chimenea aullaba. Yo haba pasado los veinticuatro aos de miuna gran ciudad y pensaba que la tormenta alla solamente en las novelas. Pero result que tamb

    realidad alla la tormenta. Aqu las veladas son extraordinariamente largas; la lmpara, bantalla verde, se reflejaba en la ventana negra y yo soaba despierto, mientras miraba la manchllaba a mi izquierda. Soaba con la ciudad del distrito, que se encontraba a cuarenta versttancia. Tena grandes deseos de escaparme de mi hospital para ir all. All haba electricidad, cdicos a quienes poda consultar, y en todo caso no era tan terrible. Pero no haba posibilidad alguapar y, por momentos, yo mismo comprenda que aquello no era ms que cobarda. Despus de tamente para eso haba estudiado en la facultad de medicina Y si trajeran a una mujer con complicaciones de parto? O, supongamos, a un enfermo c

    nia estrangulada? Qu hara yo en ese caso? Aconsejadme, por favor. Hace cuarenta y ocho damin la facultad con sobresaliente, pero el sobresaliente es una cosa y la hernia otra. En una ocasimo un profesor realizaba una operacin de hernia estrangulada. l operaba y yo estaba sentadofiteatro. Eso fue todo.

    Cada vez que pensaba en la hernia, un escalofro me recorra la columna vertebral. Cada nspus de tomar el t, me sentaba en una misma postura: bajo mi brazo izquierdo estaban todonuales de ciruga obsttrica, y encima de ellos, el pequeo Doderlein. A la derecha, unos diez tersos de ciruga prctica, ilustrados. Yo me lamentaba, fumaba, tomaba un t negro y fro

    Me qued dormido; recuerdo perfectamente esa noche, la del 29 de noviembre. Me desperruendo en la puerta. Cinco minutos ms tarde, mientras me pona los pantalones, no lograba aps ojos implorantes de los divinos libros de ciruga prctica. O el crujir de los patines de un trinpatio: mis odos se haban vuelto extremadamente sensibles. Result, quiz, algo peor an qurnia o que la posicin transversal de un beb: al hospital de Niklskoie, a las once de la neron a una nia. La enfermera dijo con voz sorda:Es una nia dbil, se est muriendo Doctor, venga al hospitalRecuerdo que atraves el patio y me dirig hacia la lmpara de petrleo que estaba junto a la en

    hospital y, como hechizado, no consegua apartar la vista de la luz parpadeante. La recepciaba iluminada y toda la plantilla de ayudantes me esperaba con las batas puestas. Eran: el enfermin Lukich, un hombre todava joven pero muy eficiente, y dos experimentadas comadronaskolievna y Pelagueia Ivnovna. Yo no era ms que un mdico de veinticuatro aos que se aduado dos meses atrs y que haba sido designado para dirigir el hospital de Niklskoie.

    El enfermero abri solemnemente la puerta y apareci la madre. Entr apresuradamente, patinbre sus botas de fieltro; la nieve an no se haba derretido en su pauelo. Llevaba en sus brazvoltorio que acompasadamente emita silbidos y respiraba produciendo un sonido sordo. El rost

    madre, que lloraba en silencio, estaba demudado. Cuando la mujer se quit la pelliza y el paui el envoltorio, vi a una nia de unos tres aos. La observ y por un momento me olvid de la ci

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    soledad, el intil bagaje universitario; me olvid definitivamente de todo a causa de la bellezaa. Con qu se poda comparar? Slo en las cajas de bombones dibujan nios as, con rizos natuel cabello, formando grandes bucles del color del trigo maduro. Los ojos azules, enormes; las m

    mo las de una mueca. As dibujaban a los ngeles. Pero una extraa turbacin anidaba en el fonojos y comprend que era miedo: la nia se asfixiaba. Morir dentro de una hora, pens

    soluta conviccin, y mi corazn se contrajo dolorosamenteCada vez que la nia respiraba, en su garganta se formaban pequeos hoyuelos, las ven

    chaban y el rostro pasaba de un tono rosado a uno ligeramente lilceo. De inmediato compreor ese cambio de color. Enseguida me di cuenta de lo que se trataba; mi primer diagnstic

    acto y, lo ms importante, coincidi con el de las comadronas, que tenan mucha experiencia: Lane garrotillo diftrico, la garganta ya est cubierta de falsas membranas y pronto se cmpletamente.

    Cuntos das lleva enferma la nia? pregunt en medio del atento silencio de mi personal.Es el quinto da, el quinto dijo la madre, y me mir profundamente con sus ojos secos.Garrotillo diftrico dije entre dientes al enfermero, y a la madre le dije: En qu es

    nsando? Eh? En qu estabas pensando?

    En ese momento se oy detrs de m una voz llorona:El quinto, padrecito, el quinto!Me volv y vi a la abuela de cara redonda, con la cabeza cubierta por un pauelo. Sera magn

    e estas abuelas no existieran en el mundo, pens con un lbrego presentimiento del peligro, y dijT, abuela, cllate; estorbas. A la madre le repet: En qu pensabas? El quinto da! EhDe pronto la madre, con un movimiento de autmata, entreg la nia a la abuela y se arrodill de

    m.Dale unas gotas a la nia dijo, y golpe el suelo con su frente, me ahorcar si se muere.

    Levntate inmediatamente le contest, de lo contrario no hablar contigo.La madre se levant rpidamente, recibi a la nia que le entregaba la abuela y comenz a mecebrazos. La abuela se puso a rezar en direccin a la puerta, mientras la nia continuaba respirand

    silbido de serpiente. El enfermero dijo:Siempre hacen lo mismo. El pueblo. Y al decir esto sus bigotes se torcieron hacia un costadQuiere decir que la nia morir? pregunt la madre mirndome con negra furia, o al men

    percib yo entoncesMorir dije en voz baja y con firmeza.

    La abuela inmediatamente cogi el borde de su falda y comenz a secarse con l los ojos. La msuplic con voz abatida:Dale algo, aydala! Dale unas gotas!Ya vea con claridad lo que me esperaba. Me mantuve firme.Qu gotas le voy a dar? Aconsjame t. La nia se est asfixiando, la garganta se ha cer

    rante cinco das seguidos has descuidado a tu hija a quince verstas de donde yo estoy. Ahora, eres que haga?T lo sabrs mejor, padrecito comenz a lloriquear la abuela en mi hombro izquierdo, co

    ctada. Cmo la odi en ese momento!Cllate! le dije. Me dirig al enfermero y le orden que cogiera a la nia. La madre entre

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    a a la comadrona. La nia comenz a agitarse y quera, por lo visto, gritar, pero la voz ya no sagarganta. La madre quiso defenderla, pero la apartamos; entonces pude examinar, a la luz

    mpara de petrleo, la garganta de la nia. Nunca hasta entonces me haba enfrentado con la divo en algunos casos leves que haba aliviado rpidamente. En la garganta haba algo que bullanco, desgarrado. La nia de pronto espir y me escupi en la cara, pero yo, ocupado como estabs pensamientos, no me preocup por mis ojos.Mira dije, sorprendindome por mi tranquilidad, el asunto es el siguiente. Ya es dema

    de. La nia se est muriendo. Slo hay una cosa que podra ayudarla: una operacin.Yo mismo me horroric. Para qu lo habra dicho? Pero no poda dejar de decirlo. eptan?, pas fugazmente por mi cabeza.

    Cmo una operacin? pregunt la madre.Es necesario hacerle un corte en la parte inferior de la garganta e introducir un tubito de plata

    r a la nia la posibilidad de respirar; as quiz podamos salvarla le expliqu.La madre me mir como a un loco y protegi a la nia con sus brazos mientras la abuela se po

    unfuar de nuevo:No! No dejes que la operen! No! Cortarle la garganta?!Lrgate, abuela! le dije con odio. Inyctele alcanfor! orden al enfermero.La madre no quiso entregar a la nia cuando vio la jeringuilla, pero le explicamos que la inyeccinada terrible.Quiz eso la ayudar? pregunt la madre.No, no la ayudar en absoluto.Entonces la madre se ech a llorar.Basta le dije. Saqu mi reloj y aad: Os doy cinco minutos para pensarlo. Si no est

    uerdo dentro de cinco minutos, yo ya no har nada.

    No estoy de acuerdo! dijo tajantemente la madre.No damos nuestro consentimiento! aadi la abuela.Bueno, como queris aad con voz sorda, y pens: Bien, esto es todo! Mejor para m. Y

    dicho, lo he propuesto; los ojos asombrados de las comadronas son testigos. Ellas no han aceptestoy salvado. No acababa de pensarlo cuando una voz ajena sali de mi interior:Os habis vuelto locas? Cmo que no estis de acuerdo? Mataris a la nia. Aceptad. No

    tima?No! grit nuevamente la madre.

    En mi interior pensaba: Qu estoy haciendo? Voy a degollar a la nia. Pero deca otra cosa.Pronto, pronto, aceptad! Aceptad! Ya se le estn poniendo azules las uas.No! No!Est bien, acompenlas a la sala; que se queden all.Las llevaron por el corredor casi a oscuras. Yo oa el llanto de las mujeres y el silbido de la ni

    fermero regres enseguida y dijo:Aceptan!En mi interior todo se petrific, pero dije con claridad:

    Esterilicen de inmediato el bistur, las tijeras, las grapas, la sonda!

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    Un minuto ms tarde, atravesaba a toda velocidad el patio donde la tormenta de nieve, commonio, volaba y chocaba contra las casas. Entr corriendo en mi gabinete y, contando los minutoslibro, lo hoje y encontr una ilustracin que representaba una traqueotoma. En ella todo era selaro: la garganta estaba abierta y el bistur clavado en la trquea. Me puse a leer el texto, pe

    mprenda nada, las palabras parecan brincar ante mis ojos. Jams haba visto cmo se hacqueotoma. Eh!, ahora ya es tarde, pens, y mir con melancola la luz azulada y la ilustraciro; sent que haba cado sobre m un asunto terrible y difcil y regres al hospital sin percatarme

    menta.En la recepcin, una sombra con falda redonda se peg a m y una voz comenz a lloriquear:Padrecito, qu es eso de que vas a cortarle la garganta a la nia? Acaso se puede pensar siq

    algo as? Ella es una tonta, por eso ha aceptado. Pero yo no te doy mi consentimiento, no. Estuerdo en que le recetes unas gotas, pero no permitir que le cortes la garganta.

    Saquen de aqu a esta mujer! grit, y en mi acaloramiento aad: La tonta eres t! T!ella es inteligente! Adems, a ti nadie te ha preguntado nada! Squenla de aqu!La comadrona abraz firmemente a la abuela y la empuj fuera de la sala.Listo! dijo de pronto el enfermero.Entramos en la pequea sala de operaciones y yo, como a travs de una cortina, observ los brill

    trumentos, la cegadora luz de la lmpara, el hule Sal por ltima vez a donde estaba la madryos brazos apenas lograron arrancar a la nia. O una voz ronca que deca: Mi marido no est. Eciudad. Cuando regrese y se entere de lo que he hecho, me matar!.

    La matar repiti la abuela, mirndome horrorizada.No las dejen entrar en la sala de operaciones! orden.Nos quedamos solos en la sala de operaciones. El personal, Lidka (la nia) y yo. La nia e

    snuda. La haban sentado sobre la mesa. Lloraba en silencio.

    Luego la acostaron, la sujetaron, le limpiaron la garganta y la untaron con yodo. Yo tom con decbistur, pero pensaba: Qu estoy haciendo?. Haba un profundo silencio en la sala de operacim el bistur e hice una lnea vertical por la regordeta garganta blanca. No sali ni una gota de sar segunda vez pas el bistur por la franja blanca que haba aparecido en la piel, que se parado. Ni una gota nuevamente. Despacio, intentando recordar ciertos dibujos de los atlas, comn ayuda de una sonda roma a separar los delgados tejidos. Entonces, de la parte inferior del cortea sangre oscura que inund de inmediato la herida y comenz a correr por el cuello. El enfermaba con tampones, pero la sangre no dejaba de correr. Recordando todo lo que haba visto

    versidad, comenc a apretar con pinzas los bordes de la herida, pero no obtuve ningn resultado. o y mi frente se humedeci. Me arrepent profundamente de haber ingresado en la facultad de medhaber aceptado venir a este remoto lugar. Con furiosa desesperacin met una pinza al azar en a

    rte prxima a la herida, la cerr y la sangre inmediatamente dej de correr. Absorbimos la sangreida con bolas de gasa y slo entonces la herida se me present limpia, pero completamomprensible. La trquea no estaba en ninguna parte. Mi herida no tena nada que ver con ninguilustraciones de los libros. Pasaron todava dos o tres minutos durante los cuales, de un

    cnico y totalmente incoherente, estuve hurgando en la herida, unas veces con el bistur y otras c

    nda, en busca de la trquea. Al final del segundo minuto comenc a desesperarme. Es el fin p

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    para qu habr hecho esto? Poda no haber propuesto la operacin y Lidka habra mnquilamente en su habitacin, mientras que ahora morir con la garganta desgarrada y nunca, jdr demostrar que de todas formas habra muerto, que yo no poda perjudicarla. La coma en silencio mi frente. Dejar el bistur y decir: no s qu hacer ahora, pens, e inmediatamenagin los ojos de la madre. De nuevo levant el bistur y, sin sentido alguno, cort profunuscamente a Lidka. Los tejidos se separaron e inesperadamente apareci ante mis ojos la trquea.

    Los ganchos! dije con voz ronca.El enfermero me los dio. Introduje un gancho en un lado de la herida y el segundo en el otro y

    o de ellos al enfermero. En ese momento slo vea una cosa: los anillos grisceos de la trquea. Hafilado bistur en la trquea y me qued inmvil. La trquea comenz a salirse de la herid

    fermero, pens, se ha vuelto loco, ha comenzado a extraer la trquea. Las dos comadronas grrs de m. Levant los ojos y comprend lo que ocurra: el enfermero se estaba desmayando por y, sin soltar el gancho, rompa la trquea. Todo est en mi contra, es el destino pens, que hemos degollado a Lidka. Y me dije: En cuanto llegue a casa me pegar un tiro. Etante, la comadrona principal, que por lo visto tena mucha experiencia, se lanz de un modo cia el enfermero y cogi el gancho que ste sostena; luego me dijo con los dientes apretados:

    Contine, doctorEl enfermero cay ruidosamente, dndose un golpe, pero nosotros no le miramos siquiera. Intr

    bistur en la trquea y luego met en ella un tubito de plata. El tubo entr con facilidad, pero rmaneci inmvil. El aire no haba entrado en su garganta, como debiera haber ocurrido. Reofundamente y me detuve: no tena nada ms que hacer. Slo quera pedirle perdn a algepentirme de mi ligereza, de haber ingresado en la facultad de medicina. Reinaba el silencio. Yomo Lidka se pona cada vez ms azulada. Quera abandonarlo todo y echarme a llorar. De pronto Lestremeci de un modo extrao, arroj como una fuente los sucios cogulos a travs del tubo y e

    n un silbido, entr en su garganta. La nia respir y comenz a llorar fuertemente. En ese instafermero se levant, plido y sudoroso, mir alelado y horrorizado la garganta abierta y se pudarme a coserla.

    A pesar del cansancio y del velo del sudor que me cubra los ojos, vi los rostros felices dmadronas. Una de ellas me dijo:

    Ha realizado brillantemente la operacin, doctor.Pens que se estaba burlando de m y la mir con aire sombro de reojo. Luego se abriero

    ertas y penetr el aire fresco. Sacaron a Lidka envuelta en una sbana. De inmediato, en la puer

    sent la madre. Sus ojos parecan los de una fiera salvaje. Me pregunt:Y bien?Cuando o el tono de su voz el sudor me recorri la espalda, y slo entonces me di cuenta de lo

    bra ocurrido si Lidka hubiera muerto en la mesa de operaciones. Pero le contest con una vozena:Tranquila. Vive y seguir viva. Eso espero. Slo que mientras no le saquemos el tubito no p

    onunciar ni una palabra, as que no os asustis.Entonces la abuela sali de debajo de la tierra y se santigu en direccin al pomo de la puerta,

    hacia el techo. Pero yo ya no me enfadaba con ella. Me volv y orden que le inyectaran alcandka y que por turnos hicieran guardia junto a ella. Luego me fui a mi apartamento. Recuerdo que

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    ulada arda en mi gabinete. All estaba el Doderlein, haba libros esparcidos. Me acerqu al divost vestido e inmediatamente dej de ver cualquier cosa. Me qued dormido y ni siquiera so.

    Pas un mes, otro. Yo haba visto ya muchas cosas y algunas ms terribles que la garganta de Lluso la haba olvidado. Estbamos rodeados de nieve y la consulta creca de da en da. En

    asin, ya al ao siguiente, entr en mi consultorio una mujer llevando de la mano a unaageradamente abrigada. Los ojos de la mujer brillaban. La mir con atencin y la reconoc.

    Ah, Lidka! Cmo est la nia?

    Bien.Dejamos al descubierto la garganta de Lidka. La nia se resista, tena miedo. Por fin logr levamentn y examinarla. En su cuello rosado haba una cicatriz vertical de color marrn y dos cicansversales delgadas, las de las costuras.Todo est en orden dije, podis dejar de venir.Se lo agradezco doctor, muchas gracias dijo la madre, y orden a Lidka: Dale las grac

    or!Pero Lidka no tena deseos de decirme nada.No volv a verla nunca ms. Comenc a olvidarla. Mi consulta segua creciendo. Y lleg el d

    e recib a ciento diez personas. Habamos comenzado a las nueve de la maana y terminamosho de la noche. Yo, tambalendome, me quit la bata. La comadrona principal me dijo:

    Tal cantidad de pacientes debe agradecrsela a la traqueotoma. Sabe lo que dicen en las ale a Lidka, en lugar de su garganta, usted le puso una de acero y se la cosi. Viajan especialmentea donde vive la nia para verla. Ya tiene usted fama, doctor, le felicito.De modo que creen que vive con la garganta de acero? pregunt.S, eso creen. Usted, doctor, es excelente. Es un encanto ver la sangre fra con que opera!S Yo, sabe usted, jams me pongo nervioso dije sin saber por qu, pero era tant

    nsancio que ni siquiera pude avergonzarme, simplemente volv la vista hacia otro lado. Me despdirig a mi apartamento. Caa una nieve gruesa que lo cubra todo; el farol arda y mi casa e

    itaria, tranquila y grave. Y yo, en el camino, slo deseaba una cosa: dormir.

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    BAUTISMO DE FUEGO

    pidamente pasaron los das en el hospital de N. y yo comenc poco a poco a acostumbrarmeeva vida.

    En las aldeas continuaban agramando el lino, los caminos seguan estando intransitables y

    nsulta no venan ms de cinco personas cada da. Las noches las tena completamente libres dicaba a poner en orden la biblioteca, a leer los manuales de ciruga y a tomar t, laritariamente, junto al samovar.La lluvia caa durante das y noches enteras y las gotas golpeaban inexorablemente el techo; el

    a con gran fuerza bajo la ventana y resbalaba por el canaln hacia un cubo. El patio estaba cubiergo, de niebla, de una negra penumbra en la cual, como manchas opacas y difusas, se iluminaba

    ntanas de la casita del enfermero y la lmpara de petrleo del portn.Una de aquellas noches estaba yo sentado en mi gabinete y estudiaba un atlas de ana

    ogrfica. A mi alrededor haba un completo silencio, interrumpido de vez en cuando por el roer dones detrs del aparador del comedor.Estuve leyendo hasta que mis prpados, ya pesados, comenzaron a cerrarse. Finalmente bostec

    un lado el atlas y decid acostarme. Me estir y, saboreando por anticipado un sueo pacompaado por el ruido y el golpeteo de la lluvia, me dirig a mi dormitorio, me desvest y me aco

    No haba tenido siquiera tiempo de rozar la almohada cuando, delante de m, en la penuolienta, apareci el rostro de Ana Prjorova, de diecisiete aos, de la aldea Tropovo. A jorova haba que extraerle un diente. El enfermero Demin Lukich se desliz suavemente con

    llantes tenazas en las manos. Record cmo deca aquesto en lugar de esto, llevado por ele profesaba al estilo elevado. Sonre y me qued dormido.

    Sin embargo, no haba pasado media hora cuando me despert de repente, como si me hubierantirn; me sent y, examinando con temor la oscuridad, me puse a escuchar con atencin.Alguien golpeaba con fuerza e insistencia la puerta exterior y desde un primer momento presen

    uellos golpes eran de mal agero.Llamaban a mi apartamento.Los golpes cesaron, reson el cerrojo; se oy la voz de la cocinera y, en respuesta, una voz

    ra; luego alguien subi por la escalera, provocando chirridos, entr silenciosamente en el gabinm en mi dormitorio.Quin es?Soy yo me respondi un respetuoso susurro, yo, Axinia, la enfermera.De qu se trata?Ana Nikolievna me enva a buscarle, pide que vaya enseguida al hospital.Qu ha sucedido? pregunt, y sent que el corazn me daba un vuelco.Han trado a una mujer de Dltsevo. Tiene complicaciones con el parto.

    Ya est. Ya comenzamos cruz por mi cabeza, mientras trataba intilmente de meter mis pizapatillas. Ah, diablos! Las cerillas no encienden. Bien, tarde o temprano tena que sucede

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    da pasarme toda la vida con las laringitis y los catarros estomacales.Est bien. Vete y dile que ahora mismo ir! grit, y me levant de la cama. Detrs de la p

    oyeron los pasos de Axinia y de nuevo reson el cerrojo. El sueo desapareci en un instantedos temblorosos encend la lmpara apresuradamente y comenc a vestirme. Las once y mediamplicaciones con el parto tendra aquella mujer? Hmm, posicin incorrecta, pelvis estrechaz alguna cosa peor. Tal vez tendr que utilizar los frceps. No sera mejor enviarla directameciudad? Impensable! Qu doctor tan bueno!, diran todos. Y adems, no tengo derecho a ha, tengo que hacerlo yo mismo. Hacer qu? El diablo lo sabe. Ser una tragedia si me confundogenza ante las comadronas. Aunque primero es necesario ver de qu se trata; no vale la uietarse antes de tiempoMe vest, me puse el abrigo y, confiando mentalmente en que todo saldra bien, corr bajo la l

    cia el hospital, pisando sobre tablones que al hundirse hacan saltar el agua del patio. Emioscuridad se distingua, junto a la entrada, una carreta; el caballo golpeaba con sus cascos las tdridas.

    Usted ha trado a la parturienta? pregunt a la figura que se mova junto al caballo.Yo s, yo, padrecito contest lastimeramente una voz de mujer.

    En el hospital, pese a lo avanzado de la hora, haba agitacin. En la recepcin arda, parpadeantmpara de petrleo. Por el angosto corredor que conduca a la seccin de maternidad, Axinia

    idamente junto a m, llevando una palangana. Detrs de la puerta se oy de pronto un dbil gemid inmediatamente. Abr la puerta y entr en la sala de partos. La pequea habitacin blanqaba intensamente iluminada por la lmpara del techo. En la cama, junto a la mesa de operacca una mujer joven, cubierta hasta el mentn por una manta. Su rostro estaba desfigurado poeca de dolor y hmedos mechones de pelo se le haban pegado a la frente. Ana Nikolievna, cmmetro en la mano, preparaba una solucin en un recipiente, mientras la segunda comad

    agueia Ivnovna, sacaba sbanas limpias del armario. El enfermero, apoyado contra la pared, epose de Napolen. Al verme, todos se animaron. La parturienta abri los ojos, se estruj las manuevo gimi lastimeramente.Qu ocurre? pregunt, y yo mismo me asombr del tono de mi voz. Hasta tal punto era seg

    nquilo.Posicin transversal contest rpidamente Ana Nikolievna, mientras continuaba echando

    la solucin.Bien dije alargando las slabas y frunciendo el entrecejo; bien, veamos

    El doctor tiene que lavarse las manos! Axinia! grit de inmediato Ana Nikolievna. Su rba adquirido una expresin seria y solemne.

    Mientras corra el agua y me quitaba la espuma de las manos enrojecidas por el cepillo, guntas poco importantes a Ana Nikolievna, como por ejemplo cundo haban trado a la parturidnde venaLa mano de Pelagueia Ivnovna levant la manta y yo, sentndome al borde de la cama y toc

    avemente, comenc a palpar el vientre hinchado. La mujer gema, se estiraba, crispaba los dugaba la sbana.

    Tranquila, tranquila, aguanta le dije, mientras apoyaba cuidadosamente las manos sobl estirada, ardiente y seca.

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    En realidad, despus de que la experimentada Ana Nikolievna me haba sugerido de qu se trae examen no era necesario. Por ms que continuara examinndola, no sabra ms que Ana Nikolidiagnstico era, por supuesto, correcto. Posicin transversal. Era evidente. Bien, y despus?Frunciendo el entrecejo, continu palpando el vientre por todos lados y de reojo observab

    tros de las comadronas. Estaban concentradas y serias y en sus ojos le aprobacin a lo que yo hefecto, mis movimientos eran seguros y correctos; intentaba ocultar mi intranquilidad en lo

    ndito de mi ser y no demostrarla de ninguna manera.

    Bien dije tras un suspiro, y me levant de la cama, ya que por fuera no se poda ver nada mgamos la exploracin interna.La aprobacin apareci de nuevo en los ojos de Ana Nikolievna.Axinia!De nuevo corri el agua.Eh, si pudiera leer ahora el Doderlein!, pens tristemente mientras me enjabonaba las manosimposible hacerlo en ese momento. Adems, cmo me podra ayudar en aquel momento Dode

    e quit la espesa espuma y me unt los dedos con yodo. La sbana limpia cruji bajo las managueia Ivnovna. Inclinndome hacia la parturienta comenc tmida y cuidadosamente a reali

    ploracin interna. En mi memoria surgi de manera espontnea la imagen de la sala de operacionmaternidad. Lmparas elctricas que ardan intensamente dentro de globos opacos, un brillante baldosas, el instrumental y los grifos que relucan por todas partes. El asistente, con una bata b

    mo la nieve, manipulaba sobre la parturienta; a su alrededor estaban tres ayudantes, los macticantes y una multitud de estudiantes. Todo estaba bien, era luminoso y sin peligro.

    Aqu, en cambio, estoy completamente solo y tengo en mis manos a una mujer que sufre; yo respr ella. Pero no s cmo ayudarla pues slo he visto de cerca un parto dos veces en mi vida. Emento estoy realizando una exploracin, pero eso no me hace sentir ningn alivio a m ni

    rturienta; no entiendo absolutamente nada ni consigo palpar nada en su interior.Pero haba llegado el momento de decidirse a hacer algo.Posicin transversal como se trata de una posicin transversal, entonces es necesario

    cesario hacerUn viraje sobre la piernecita no pudo contenerse y dijo, como para s misma, Ana NikolievUn mdico viejo y experimentado la habra mirado con desaprobacin por entrometerse y adelan

    n sus conclusiones Yo, en cambio, no soy una persona que se ofenda con facilidad.S confirm significativamente, un viraje sobre la piernecita.

    Y entonces desfilaron con rapidez ante mis ojos las pginas de Doderlein. Viraje directo, vmbinado, viraje indirecto

    Pginas, pginas y en ellas dibujos. La pelvis, bebs torcidos, asfixiados, con enormes cabeza manita que cuelga y en ella un lazo.

    Haca poco tiempo que haba ledo el libro. Y adems, lo haba subrayado, reflexionando atentambre cada palabra, imaginndome la correlacin de las partes y todos los mtodos. Al leerloreca que el texto quedara para siempre impreso en mi cerebro.

    Pero ahora, de entre todo lo ledo, slo surga una frase:

    La posicin transversal es una posicin absolutamente desfavorable.

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    Lo cierto, cierto. Absolutamente desfavorable tanto para la mujer que va a parir como para el me ha terminado la universidad slo seis meses atrs.

    Est bien, lo haremos dije incorporndome.El rostro de Ana Nikolievna se anim.Demin Lukich se dirigi al enfermero, prepare el cloroformo.Fue magnfico que lo dijera porque en ese momento yo no estaba seguro de si la operacin

    lizarse con anestesia o sin ella! Por supuesto que con anestesia. Acaso poda ser de otra manera

    Pero de cualquier forma tena que consultar el DoderleinMe lav las manos y dije:Bien, preprenla para la anestesia, colquenla en la mesa. Ahora vuelvo, voy a casa a b

    s cigarrillos.Est bien, doctor, est bien, hay tiempo contest Ana Nikolievna.Me sequ las manos, la enfermera me ech el abrigo sobre los hombros y, sin meter los brazos

    ngas, corr a casa.Una vez en mi gabinete encend la lmpara y, olvidando quitarme el gorro, me lanc hac

    antera.All estaba: Doderlein. Operaciones en obstetricia. Comenc a pasar rpidamente las lus

    ginas. el viraje representa siempre una operacin peligrosa para la madre.Un escalofro recorri mi espalda a todo lo largo de la columna vertebral. el peligro principal radica en la posibilidad de un desgarramiento espontneo del tero.Es-pon-t-ne-o. si el partero al introducir la mano en el tero, como consecuencia de la falta de espacio o p

    luencia de la reduccin de las paredes del tero, encuentra dificultades para llegar hasta la p

    be renunciar a intentos posteriores de realizar el viraje.Bien. Si por algn milagro llegara a ser capaz de determinar esas dificultades y de renun

    ntentos posteriores, qu hara con esa mujer anestesiada de la aldea de Dltsevo?Ms adelante: se prohbe terminantemente tratar de llegar hasta las piernas a lo largo de la espalda del fetoLo tomaremos en cuenta. sujetar la pierna que est arriba se considera un error, ya que al hacerlo el feto puede girar

    propio eje, lo que puede originar un grave encajamiento del feto y puede conducir a las ms t

    nsecuencias.Tristes consecuencias. Algo indefinidas, pero qu palabras tan impresionantes! Y si el mari

    mujer de Dltsevo se queda viudo? Me sequ el sudor de la frente, reun fuerzas y, saltnuellos terribles pasajes, trat de recordar slo lo esencial: qu es lo que deba hacer y por droducir la mano. Pero mientras recorra rpidamente los negros prrafos, una y otra vez me topabevas cosas terribles. Me saltaban a la vista:

    debido al enorme peligro de desgarramiento los virajes interno y combinado son deraciones obsttricas ms peligrosas para la madre.

    Y como acorde final:

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    con cada hora de retraso, crece el peligro.Basta! La lectura trajo sus frutos: todo se confundi definitivamente en mi cabeza y en un instan

    nvenc de que no entenda nada, y sobre todo, de que no saba qu tipo de viraje iba a reambinado, no combinado, directo, indirecto!Abandon el Doderlein y me dej caer en el silln, forzndome a poner en orden mis fug

    nsamientos Luego mir el reloj. Diablos! Llevaba veinte minutos en casa! En el hospitperaban.

    con cada hora de retraso.Las horas se componen de minutos y los minutos, en estos casos, vuelan a una velocidad incrroj el Doderlein y corr de regreso al hospital.Todo estaba listo. El enfermero estaba de pie junto a la mesita y en ella preparaba la mascarill

    sco con cloroformo. La parturienta ya estaba acostada en la mesa de operaciones. Un genterrumpido se extenda por toda la clnica.Aguanta, aguanta balbuceaba tiernamente Pelagueia Ivnovna, inclinndose hacia la mujer

    ctor te ayudar ahora mismo.No tengo fuerzas, no Ya no tengo fuerzas! No lo soportar!No temas, no temas balbuceaba la comadrona. Lo soportars! Ahora te daremos a

    o No sentirs nada.El agua sala ruidosamente de los grifos; Ana Nikolievna y yo comenzamos a limpiarno

    arnos las manos y los brazos desnudos hasta el codo. Ana Nikolievna, con un fondo de gemimentos, me contaba cmo mi antecesor un experto cirujano haca los virajes. Yo la escucsiosamente, procurando no perderme una sola palabra. Y esos diez minutos me dieron ms que toe haba ledo sobre obstetricia cuando me preparaba para el examen estatal, en el que justamenstetricia haba obtenido una nota sobresaliente. Por palabras aisladas, frases inconc

    inuaciones hechas de paso, me enter de lo ms necesario, de aquello que no se encuentra nungn libro. Cuando comenc a secarme las manos idealmente blancas y limpias con erilizada, la decisin ya se haba adueado de m y tena en la cabeza un plan firme y determinaduel momento ya no tena para qu pensar si el viraje iba a ser combinado o no combinado.

    Todos aquellos trminos cientficos ahora no venan al caso. Lo importante era una cosa: roducir una mano, con la otra ayudarme desde fuera para ejecutar el viraje y, confiando ya no eros sino en el sentido de la medida sin el cual el mdico no sirve para nada, deba cuidadosaistentemente hacer bajar una piernecita y, tirando de ella, extraer el beb.

    Deba estar tranquilo y ser cuidadoso pero al mismo tiempo ilimitadamente decidido y audaz.Comencemos le orden al enfermero, y empec a untarme los dedos con yodo.Pelagueia Ivnovna inmediatamente cruz los brazos de la parturienta y el enfermero cubri c

    scarilla el rostro extenuado. Del frasco amarillo oscuro comenz a gotear el cloroformo. Un olor auseabundo inund la habitacin. Los rostros del enfermero y de las comadronas se volvieron sev

    mo si estuvieran inspirados.Ah! Ah!! grit de pronto la mujer. Durante unos segundos se agit, intentando quitar

    scara.

    Sujtenla!

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    Pelagueia Ivnovna la sujet por los brazos, los dobl y los apret contra el pecho. La mujeras cuantas veces ms alejando el rostro de la mscara. Pero cada vez se mova menos, cadnos Luego balbuce sordamente:Ah! Sultame! Ah!Balbuceaba cada vez ms dbilmente. La blanca habitacin qued en silencio. Las gotas transpar

    guan cayendo sobre la gasa blanca.Pelagueia Ivnovna, el pulso?

    Es bueno.Pelagueia Ivnovna levant el brazo de la mujer y lo dej caer; ste, inanimado como una ramcipit sobre la sbana. El enfermero retir la mascarilla y mir las pupilas.Duerme.

    charco de sangre. Mis brazos estn ensangrentados hasta el codo. En las sbanas hay manguinolentas. Cogulos rojos y bolas de gasa. Y Pelagueia Ivnovna sacude al recin nacido y pecitos. Axinia hace ruido con los baldes al verter el agua en las palanganas. Sumergen al

    ernativamente en agua fra y caliente. El beb calla y su cabeza parece sujeta por un hilo, cuelga y se balancea de un lado a otro. Pero de pronto: se escucha algo como un chirrido, o un gem

    spus se oye el primer grito, ronco y dbil.Est vivo, est vivo murmura Pelagueia Ivnovna, y coloca al beb sobre una almohadY la madre tambin est viva. Por suerte no ha ocurrido nada terrible. Yo mismo le tomo el puls

    regular y claro; el enfermero sacude ligeramente a la mujer por el hombro y dice:Bueno, mujer, mujer, despierta.Arrojan a un lado las sbanas ensangrentadas y apresuradamente cubren a la madre con una s

    mpia; el enfermero y Axinia se la llevan a la sala. El beb, ya envuelto en sus paales, se marcha almohada. Una pequea carita marrn y arrugada mira desde el borde blanco sin dejar de emiudo llanto.

    El agua corre por los grifos de los lavabos. Ana Nikolievna fuma ansiosamente un cigarrillo, acara a causa del humo y tose.

    Doctor, ha hecho usted muy bien el viraje, con mucha seguridad.Me froto afanosamente las manos con un cepillo y la miro de reojo: estar burlndose? Pero

    tro hay una sincera expresin de orgullosa satisfaccin. Mi corazn rebosa alegra. Miro el bla

    ngriento desorden que hay a mi alrededor, el agua roja de la palangana y me siento vencedor. Pen recndito lugar de mi ser se agita el gusano de la duda.Todava debemos esperar a ver qu ocurre despus digo.Ana Nikolievna levanta asombrada la vista hacia m.Qu puede ocurrir? Todo ha salido bien.Murmuro cualquier cosa como respuesta. En realidad, lo que quisiera decir es lo siguiente:

    o intacto en el interior de la madre?, no la habr lastimado durante la operacin? Esto atormnfusamente mi corazn. Pero mis conocimientos de obstetricia son tan poco claros, tan librescam

    gmentarios! Un desgarramiento? Cmo debe manifestarse? Cundo se presentarn los primtomas, ahora o ms tarde? No, mejor no hablar sobre este tema.

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    Cualquier cosa puede ocurrir digo yo, no est excluida la posibilidad de una infeccipito la primera frase que se me ocurre de algn manual.Ah, eso! alarga tranquilamente las palabras Ana Nikolievna. Si Dios quiere nada ocu

    na infeccin? Todo est limpio y esterilizado.

    a ms de la una cuando regres a mi apartamento. Sobre el escritorio del gabinete, bajo la manc

    de la lmpara, yaca pacficamente el Doderlein, abierto en la pgina Peligros del viraje. Dui una hora, estuve bebiendo el t ya fro y hojeando el libro. Entonces ocurri algo interesante: pasajes que hasta ese momento me haban resultado oscuros se volvieron completamente claros,

    se hubieran llenado de luz, y all, bajo la luz de la lmpara, por la noche, en aquel lugar aparmprend lo que significa el verdadero conocimiento.

    Se puede adquirir una gran experiencia en la aldea pens mientras me quedaba dormido,y que leer, leer todo lo posible, leer.

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    LA TORMENTA DE NIEVE

    veces como fiera alla, a veces como nio llora.Toda esta historia comenz en el momento en que, segn las palabras de la omnipresente Axin

    ribiente Plchikov, que viva en Shalomtievo, se enamor de la hija del agrnomo. Era un

    diente, que secaba el corazn del pobre hombre. El escribiente fue a Grachovka, la capital del diencarg un traje. El traje result deslumbrante, y es muy probable que las franjas grises dntalones del escribiente decidieran el destino de ese desdichado. La hija del agrnomo anvertirse en su esposa.

    Yo, el mdico del hospital N., de la zona X, de cierta provincia, despus de haber amputado la pna muchacha que haba cado en la agramadera para el lino, adquir tal renombre que estuve a punrecer bajo el peso de mi fama. A mi consultorio comenzaron a llegar por el camino apisonado n campesinos al da. Dej de comer al medioda. La aritmtica es una ciencia cruel, pero supong

    e a cada uno de mis cien pacientes yo dedicara slo cinco minutos Cinco! Quinientos miuivalen a ocho horas y veinte minutos. Seguidas, tenedlo en cuenta. Adems, tena a mi carspital, donde estaban internados treinta pacientes. Y adems, realizaba operaciones.

    En una palabra, al regresar del hospital a las nueve de la noche, yo no quera ni comer, ni bebrmir. Lo nico que verdaderamente deseaba es que no viniera nadie a llamarme para atender un pel transcurso de dos semanas me llevaron cinco veces a diversos sitios por la noche, siguiend

    minos trazados por los trineos.En mis ojos apareci una oscura humedad y sobre el entrecejo penda una arruga vertical, pare

    gusano. Por las noches vea, en mis sueos, operaciones sin xito, costillas desnudas y mis prnos empapadas en sangre humana; me despertaba pegajoso y fro a pesar de la caliente andesa.Visitaba a los pacientes del hospital con paso rpido. Me seguan el enfermero y tres enferm

    da vez que me detena junto a una cama en la cual, derritindose por la fiebre y respitimeramente, yaca enfermo un ser humano, yo exprima mi cerebro para sacar todo lo que haba s dedos tanteaban la piel seca y ardiente, examinaba las pupilas, daba golpecitos en las cosuchaba cun misteriosamente lata el corazn en lo profundo, y tena un solo pensamiento:

    varle? Y a ste tambin. Y a ste! A todos!Era un combate que comenzaba cada da por la maana, a la plida luz de la nieve, y terminabaparpadeo amarillento de una ardiente lmpara de petrleo.

    Me interesara saber cmo terminar todo esto me deca a m mismo por la noche. Si las ntinan as, seguirn viniendo en trineo en enero, en febrero y en marzo.

    Escrib a Grachovka y les record con cortesa que estaba previsto un segundo mdico para laN.La carta se march en un trineo de carga y a travs del liso ocano de nieve recorri una distanc

    arenta verstas. Tres das ms tarde lleg la respuesta: escriban que s, que por supuestopuesto Con toda seguridad Pero no ahora, de momento nadie vendra. La carta terminab

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    os cuantos juicios agradables sobre mi labor como mdico, y deseos de futuros xitos.Alentado por ellos me dediqu a poner tapones, inyectar suero contra la difteria, abrir absces

    mensiones monstruosas, poner vendas de yesoEl martes ya no fueron cien sino ciento diez personas las que llegaron. Termin la consulta

    eve de la noche. Me qued dormido tratando de adivinar cuntos vendran al da siguiente, mir que venan novecientas personas.La maana se asom por la pequea ventana de mi dormitorio de una manera particularmente b

    r los ojos, sin comprender qu me haba despertado. Luego me di cuenta: llamaban a la puerta.Doctor reconoc la voz de la comadrona Pelagueia Ivnovna, est usted despierto?Hmm contest con voz hosca, an medio dormido.He venido a decirle que no se apresure a ir al hospital. No han venido ms que dos personas.No es posible! Est bromeando?Palabra de honor. Hay tormenta de nieve, doctor, tormenta de nieve repiti ella con aleg

    vs de la cerradura. Los que han venido tienen los dientes con caries. Demin Lukich sraer.Vaya Y sin saber por qu, me levant de la cama.

    La jornada result magnfica. Despus de hacer las visitas, estuve paseando el da entero poartamento (el apartamento del mdico tena seis habitaciones y, por alguna razn, era de dos plaba tres habitaciones en la planta de arriba y la cocina y tres habitaciones ms en la de abajo), silblodas de peras, fumando, tamborileando con los dedos en la ventana Detrs de las ven

    urra algo que yo no haba visto en mi vida. No haba cielo. Tampoco tierra. La blancura revolotba vueltas de arriba abajo, a lo ancho, a lo largo, como si el diablo se estuviera divirtiendo con ra los dientes.

    Al medioda di a Axinia que desempeaba los puestos de cocinera y sirvienta en el apartam

    doctorla orden de calentar agua en tres baldes y en el caldero. Haca un mes que no me ado.

    Axinia y yo sacamos de la bodega una tina de un tamao increble. La colocamos en el suelo cina (en N. no se poda siquiera pensar en tener baeras. Slo las haba en el hospital, pero eserioradas).A eso de las dos de la tarde la red giratoria que haba en el exterior disminuy notablemente

    aba sentado en la tina, desnudo y con la cabeza enjabonada.Esto s lo entiendo farfullaba con deleite, mientras me echaba agua hirviente sobre la es

    esto s lo entiendo! Y despus comeremos, y despus dormiremos una siesta. Si logro descficiente, ya pueden venir maana ciento cincuenta personas. Qu novedades hay, Axinia?

    Axinia se encontraba sentada detrs de la puerta, esperando que la operacin del bao concluyerEl escribiente de la hacienda Shalomtievo se casa contest Axinia.Qu dice! Ha aceptado la joven?Se lo juro. Y l est enamorado cant Axinia, haciendo sonar la vajilla.Es hermosa la novia?La ms hermosa! Es rubia, delgada

    Vaya!Y en ese momento la puerta retumb. Disgustado, me enjuagu y me puse a escuchar con atencin

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    El doctor se est baando dijo con voz cantarina Axinia.Brr brrr farfull una voz de bajo.Una nota para usted, doctor chill Axinia a travs de la cerradura de la puerta.Dmela por la puerta.Sal de la tina encogindome de hombros e indignndome contra el destino, y cog de man

    inia un sobre grisceo.Eso s que no. No saldr despus de haber tomado un bao. Tambin yo soy una persona m

    m mismo no demasiado convencido, y una vez de nuevo en la tina abr el sobre.Respetado colega (gran signo de admiracin). Le rue (tachado) Le pido encarecidamente que n urgencia. Una mujer ha sufrido un golpe en la cabeza y hay hemorragia por las cavidades (tachaiz y la boca. Est sin conocimiento. No he conseguido hacer nada. Le pido persuasivamente que vs caballos son magnficos. El pulso es malo. Hay alcanfor. Doctor (una firma ilegible).Tengo mala suerte en la vida, pens con tristeza, mientras miraba los ardientes leos de la estuUn hombre ha trado la nota?Un hombre.Que entre.Entr y me pareci un antiguo romano debido al brillante casco que llevaba colocado encima

    rro con orejeras. Se abrigaba con una pelliza de piel de lobo. Una corriente de aire fro me golpePor qu lleva casco? pregunt, cubriendo mi cuerpo a medio baar con una sbana.Soy un bombero de Shalomtievo. Tenemos un cuerpo de bomberos contest el romano.Quin es el doctor que escribe?Uno que ha venido como invitado a casa de nuestro agrnomo. Un mdico joven. Lo que ha p

    una desgracia, una desgraciaDe qu mujer se trata?

    De la novia del escribiente.Axinia dio un grito al otro lado de la puerta.Qu ha ocurrido? (O cmo el cuerpo de Axinia se pegaba a la puerta).Ayer se celebraron los esponsales y despus de eso el escribiente quiso pasear con su nov

    neo. Enganch el caballo, la sent en el trineo y se dirigi hacia el portn. Pero el caballo se lanope, hizo que la novia se sacudiera y se golpeara la frente contra la jamba del portn. La novia

    spedida del trineo. Es una desgracia tal que no se puede describir Estn vigilando al escribiena que intente ahorcarse. Ha perdido el juicio.

    Me estoy baando dije lastimeramente, por qu no la han trado? Y al decir esto meua en la cabeza y el jabn cay en la baera.

    Es impensable, respetado ciudadano doctor dijo el hombre con profundo sentimiento, y junnos como en una plegaria, no hay ninguna posibilidad. La muchacha morira.Y cmo iremos? Hay tormenta de nieve!Ya se ha calmado un poco. No! Se ha calmado por completo. Los caballos son fogosos,

    ganchados en fila india. En una hora llegaremosGem con mansedumbre y sal de la tina. Con furia me ech encima dos baldes de agua. L

    ntado en cuclillas ante las fauces de la estufa, met una y otra vez la cabeza en ella, para sec

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    nque fuera un poco.Definitivamente pescar una pulmona. Una bronconeumona, despus de un viaje as.

    ncipal: qu voy a hacer con ella? Ese mdico, se ve por la nota, tiene an menos experiencia quno s nada, solamente he aprendido algunas cosas en la prctica en estos seis meses, pero

    uiera eso. Se ve que acaba de salir de la universidad. Y me toma a m por un mperimentado.

    Pensando de esta manera, ni siquiera me di cuenta de cmo me vest. Vestirse no era sencillontalones y la camisa, las botas de fieltro, sobre la camisa una chaqueta de cuero, luego el abrcima de todo una pelliza de piel de cordero, la gorra y el maletn. (En el maletn: cafena, alcrfina, adrenalina, pinzas de torsin, material esterilizado, una jeringuilla, una sonda, un rev

    owning, cigarrillos, cerillas, el reloj y el estetoscopio).Cuando atravesamos el cercado, las cosas no me parecieron tan terribles, aunque ya oscurecase iba disolviendo. La tormenta pareca soplar con menos fuerza. Lo haca de costado, en una

    eccin, me golpeaba la mejilla derecha. El bombero me impeda ver la grupa del primer caballoballos resultaron verdaderamente fogosos; sus msculos se tensaron y el trineo se puso en mmbolendose en los baches. Me acomod en el trineo y me calent de inmediato. Pens

    onconeumona y en que era probable que el hueso del crneo de la muchacha se hubiera roto por dna astilla se le hubiera clavado en el cerebroLos caballos son del cuerpo de bomberos? pregunt a travs del cuello de la pelli

    rdero.Uhu, hu gru el cochero sin volverse.Y qu ha hecho el doctor con ella?Pues l, hu, hu, l, sabe, l ha estudiado enfermedades venreas, uhu, huHu hu reson en el bosquecillo la tormenta, luego silb desde un costado, cay la ni

    menc a cabecear, a cabecear, a cabecear hasta que me encontr en los baos Sandunvskosc. Y con la pelliza puesta, en el vestidor, me vi envuelto por el vapor. Luego se encendiorcha, entr un aire fro. Abr los ojos y vi que brillaba un casco rojizo. Pens que se trataba endio Luego me despert y me di cuenta de que habamos llegado. Me encontraba junto a la enun edificio blanco con columnas, por lo visto de la poca de Nicols I. A mi alrededor hab

    ofunda oscuridad. Me recibieron los bomberos y las llamas bailaban sobre sus cabmediatamente saqu del bolsillo de la pelliza mi reloj y vi que eran las cinco. Significaba que en una hora habamos viajado dos y media.

    Preprenme los caballos para regresar de inmediato dije.A sus rdenes contest el cochero.Medio dormido y hmedo, como si llevara una compresa bajo la chaqueta de cuero, entr

    gun. Desde un costado me golpe la luz de una lmpara cuya franja luminosa se extenda sobelo pintado. En ese momento sali un joven de cabello rubio y grandes ojos, vestido con ntalones recin planchados. La corbata blanca con lunares negros estaba torcida hacia un ladchera pareca una joroba, pero su chaqueta estaba reluciente, nueva, como si tuviera plitlicos.

    El hombre agit los brazos, se aferr a mi pelliza, me sacudi y comenz a gritar con cierta timidQuerido mo, doctor, rpido, se muere. Soy un asesino. El joven mir hacia un

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    i severamente sus negros ojos y dijo dirigindose a alguien: Soy un asesino, eso es lo que soyLuego se ech a llorar, se cogi de los escasos cabellos y comenz a arrancrselos. Yo vi cm

    ancaba mechones de pelo, enrollndolos entre los dedos.Basta le dije, y le apret el brazo.Alguien se lo llev. Salieron corriendo unas mujeres.Alguien ms me quit la pelliza. Me condujeron a travs de las alfombras de gala hasta una

    nca. A mi encuentro, se levant un mdico muy joven. Sus ojos estaban agotados y confundidos. P

    tante brill en ellos el asombro, al ver que yo era tan joven como l. En realidad nos parecamoss retratos de una misma persona, hechos en un mismo ao. Pero despus se puso tan contento de ve incluso se atragant.

    Qu contento estoy, colega, mire, el pulso se debilita, ve usted. Yo en realidadnerelogo. Estoy muy contento de que haya venido

    Sobre un trozo de gasa que estaba encima de la mesa haba una jeringuilla y unas cuantas ampn un aceite amarillo. El llanto del escribiente llegaba desde fuera; cerraron la puerta y una figujer, vestida de blanco, creci a mis espaldas. El dormitorio estaba en penumbra: haban cubierto la lmpara con un retazo de tela verde. En la sombra verdusca, yaca sobre la almohada un rostror del papel. Los cabellos rubios, revueltos, colgaban en mechones. La nariz se haba afilado ficios estaban tapados por trozos de algodn, rosado a causa de la sangre.El pulso me susurr el mdico.Cog la mueca inanimada y con un gesto ya habitual busqu el pulso. Me estremec. Bajo mis

    nt pulsaciones dbiles y seguidas que comenzaron a quebrarse, a convertirse en un hilillo. Cmpre que vea la muerte cara a cara, sent fro en la parte baja del pecho. Odio la muerte. Tuve tiromper el extremo de la ampolla y de absorber con la jeringuilla el espeso aceite. Pero lo inyeca manera maquinal, lo introduje intilmente bajo la piel del brazo de la muchacha.

    Su mandbula inferior se estremeci, como si se estuviera ahogando, luego se relaj; su cuerntrajo bajo la manta, pareci quedarse inmvil, y luego tambin se relaj. El ltimo hilillo se pre mis dedos.Ha muerto le dije al odo al mdico.La figura blanca de cabello cano se desplom sobre la lisa manta, se apret contra ella

    remeci.Calle, calle le dije al odo a aquella mujer vestida de blanco, mientras el mdico mirab

    gustia hacia la puerta.

    No ha dejado de torturarme dijo en voz muy baja el mdico.Hicimos lo siguiente: dejamos a la sollozante madre en el dormitorio y, sin decir nada a nadie

    vamos al escribiente a una habitacin alejada.All le dije:Si no se deja inyectar una medicina, no podremos hacer nada. Usted nos atormenta y eso es

    estro trabajo!Entonces el escribiente acept. Llorando en silencio se quit la chaqueta. Le subimos la manga

    gante camisa de novio y le inyect morfina. El mdico fue a ver a la difunta, supuestamente

    udarla, y yo me qued con el escribiente. La morfina ayud ms rpido de lo que me haba imagi

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    cuarto de hora ms tarde, el escribiente, quejndose y llorando cada vez ms dbilmente, comeormecerse; luego, coloc su lloroso rostro sobre las manos y se qued dormido. Ya no oytreos, los llantos, los murmullos y los ahogados lamentos.Esccheme, colega, es peligroso viajar ahora. Podra extraviarse me deca el mdico, e

    y baja, en el recibidor. Qudese, pase la noche aquNo, no puedo. Me marchar pase lo que pase. Me haban prometido que me llevaran de re

    mediatamente.Le llevarn, pero considreloTengo tres enfermos de tifus a los que no puedo abandonar. Debo verlos por la noche.ConsidreloEl mdico mezcl alcohol con agua y me lo dio a beber; y all mismo, en el recibidor, me com

    zo de jamn. Sent calor en el estmago y disminuy mi tristeza. Entr por ltima vez en el dormir a la difunta, pas a ver al escribiente, dej una ampolla de morfina al mdico y, bien abrigadoporche.

    La tormenta silbaba, los caballos haban bajado la cabeza, la nieve les azotaba. Una antorctaba.

    Conoce usted el camino? pregunt, cubrindome la boca.Conozco el camino contest muy tristemente el cochero (ya no llevaba el casco), pero de

    edarse a pasar la noche aquHasta las orejeras de su gorro dejaban ver que no tena ningunas ganas de llevarme.Debe quedarse aadi un segundo hombre, el que sujetaba la encolerizada antorcha, el ti

    muy malo.Son doce verstas gru sombramente, llegaremos. Tengo enfermos graves Y me

    rineo.

    Me arrepiento de no haber aadido que el solo pensamiento de quedarme en una casa donde cedido una desgracia, y donde yo era impotente e intil, me resultaba insoportable.

    El cochero se dej caer resignadamente en el pescante, se acomod, se balance y nos pusimrcha hacia el portn. La antorcha desapareci como si se la hubiera tragado la tierra o,

    mplemente se apag. Sin embargo, un minuto ms tarde otra cosa llamaba mi atencin. Volvinn dificultad pude observar que no slo la antorcha se haba desvanecido, sino que Shalomtievo eba desaparecido con todos sus edificios, como en un sueo. Esto me mortific de msagradable.

    Sin embargo es fantstico No s si lo pens o lo mascull. Saqu un instante la nariond nuevamente, tan malo era el tiempo. El mundo entero se haba hecho un ovillo y estaba sandeado en todas direcciones.Un pensamiento atraves mi mente: no sera mejor volver? Pero lo ahuyent, me acomod

    ofundamente an en el trineo, como si estuviera en una canoa, me encog y cerr los ojos. De inmeergi el retazo de tela verde sobre la lmpara y el rostro plido. De pronto mi cerebro se ilumebe haber sido una fractura de la base del crneo S, s, s S! Justamente eso!. Se encm la confianza de que se era el diagnstico correcto. Pero para qu serva? En ese momento

    va para nada y antes tampoco hubiera servido. Qu se puede hacer con una cosa as! Qu destinrible! Qu absurdo y tremendo es vivir en el mundo! Qu ocurrir ahora en casa del agrnomo?

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    nsarlo era desagradable y angustioso! Luego comenc a compadecerme: qu difcil era mi vidnte en estos momentos duerme, las estufas estn encendidas y yo, una vez ms, no he podido siqminar de baarme. La borrasca me lleva como si fuera una hoja. Ahora llegar a casa y, conguridad, me llevarn de nuevo a algn sitio. Yo soy uno, y los enfermos son miles Pescarmona y morir en estos lugares As, despus de haberme compadecido de m mismo, me sulas tinieblas, pero ignoro cunto tiempo pas en ellas. Esta vez no fui a dar a baos, y comenc a o. Cada vez ms fro, cada vez ms.

    Cuando abr los ojos, vi una espalda negra y despus ca en la cuenta de que no nos movamos.Hemos llegado? pregunt abriendo ms los ojos.El negro cochero se movi apesadumbrado. Baj del pescante y me pareci que el viento le

    ar en todas direcciones. De pronto, sin el menor respeto dijo:Hemos llegado Hemos llegado Debi haber hecho caso a la gente Ya lo ve!riremos nosotros y los caballos tambinNo encuentra el camino? Sent fro en la espalda.De qu camino habla respondi el cochero con voz desolada ahora todo el ancho muncamino para nosotros. Nos hemos perdido por nada Llevamos viajando cuatro horas, y adnve lo que nos ha pasadoCuatro horas. Comenc a hurgar en mis bolsillos, palp mi reloj y saqu las cerillas. Para qu

    til, ni una sola cerilla se encendi. Al frotarla se inflama, pero inmediatamente se apaga el fuego.Le he dicho que son cuatro horas dijo con aire fnebre el hombre, qu haremos ahora?En dnde nos encontramos?La pregunta era tan tonta que el cochero no juzg necesario responderla. Se volva en dis

    ecciones, pero por momentos me pareca que l se encontraba inmvil y era yo quien daba vuelttrineo. Sal con dificultad y enseguida descubr que la nieve me llegaba hasta las rodillas. El ca

    atrs estaba hundido hasta el vientre en un montn de nieve. Sus crines colgaban como el cabela mujer con la cabeza descubierta.

    Se han parado ellos solos?S. Estn agotadosDe pronto me acord de algunos relatos y, por alguna razn, sent rabia contra Tolstoi.El viva muy tranquilo en Ysnaia Poliana pens, a l no le llevaban a visitar moribundosTuve lstima del bombero y de m. Luego sent de nuevo una llamarada de miedo salvaje, pe

    agu en mi pecho.

    Eso es cobarda murmur entre dientes.Y una energa impetuosa apareci en m.Mire, buen hombre comenc a decir, sintiendo que los dientes me castaeteaban, no deb

    salentarnos, porque nos perderemos, nos perderemos irremediablemente. Los caballos han erados y han descansado un poco; debemos seguir adelante. Camine usted y lleve las riendas del caantero. Yo conducir el trineo. Tenemos que salir de aqu o nos sepultar la nieve.Las orejeras de su gorra tenan un aspecto desesperado, pero el cochero, de todas formas, se ar

    cia adelante. Cojeando y hundindose en la nieve logr llegar hasta el primer caballo. Nuestra s

    all me pareci infinitamente larga. La figura del cochero se desvaneca, mientras la nieve seca

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    menta me golpeaba en los ojos.Arre gimi el cochero.Arre! Arre! grit yo, haciendo restallar las riendas.Poco a poco los caballos se pusieron en movimiento y comenzaron a patalear en la nieve. El trin

    anceaba, como si estuviera sobre una ola. El cochero a veces creca, a veces se empequeminaba hacia adelante.

    Aproximadamente durante un cuarto de hora nos movimos de esa manera, hasta que por fin sentrineo cruja de una manera ms regular. La alegra brot en m cuando vi cmo aparec

    saparecan los cascos traseros de los caballos.Hay poca profundidad, es el camino! grit.Uhu hu respondi el cochero, que vino cojeando hacia m y recuper su estatura norm

    rece que s es el camino aadi con alegra, incluso con una especie de trino en la voz. Minos volvamos a perder OjalCambiamos de lugar. Los caballos marcharon con mayor viveza. Me pareci que la tormenta, co

    hubiera reducido, comenz a debilitarse. Pero arriba y a los lados no haba nada, nada, excepbla. Haba perdido la esperanza de llegar precisamente al hospital. Quera llegar a algn siti

    mino siempre conduce a algn sitio habitado.Los caballos de pronto tiraron con ms fuerza y movieron sus patas con mayor rapidez. Me a

    n sin conocer la causa de su conducta.Quiz han olfateado una vivienda? pregunt.El cochero no me contest. Me levant en el trineo y comenc a observar a mi alrededor. Un s

    rao, melanclico y amenazador surgi de algn lugar de la niebla, pero se apag rpidamenteuna razn tuve una sensacin desagradable y me acord del escribiente y de cmo emita gem

    udos con la cabeza entre las manos. De pronto a mi derecha distingu un punto oscuro que fue crec

    sta tener el tamao de un gato negro. Creci an ms y se acerc. El bombero de pronto se volvi y cuando lo hizo me di cuenta de que su mandbula temblaba; pregunt:Ha visto, ciudadano doctor?Un caballo se dirigi a la derecha, otro a la izquierda, el bombero cay encima de mis piernas,grito, se enderez y comenz a tirar de las riendas. Los caballos resoplaron y se desbocaron. Coas levantaban bolas de nieve, las arrojaban, galopaban irregularmente, temblaban.Varias veces sent un escalofro que me recorra el cuerpo. Dominndome, met la mano en mi p

    aqu la Browning, maldicindome por haber dejado en casa el segundo cargador. Si no haba acep

    edarme a dormir, por qu no haba cogido una antorcha?! Imagin la esquela en el peridico, combre y el del desdichado bombero.

    El gato adquiri el tamao de un perro y se deslizaba relativamente cerca del trineo. Me volvmuy cerca de nosotros, una segunda alimaa de cuatro patas. Puedo jurar que tena las

    ntiagudas y que corra con enorme facilidad detrs del trineo. Haba algo amenazador y descaraesfuerzos. Es una manada o son slo dos animales?, pens, y ante la palabra manada elinund debajo de la pelliza y los dedos de mis manos se desentumecieron.Sujtate con fuerza y controla los caballos, voy a disparar dije con una voz ajena, descon

    ra m.El cochero slo dio un grito en respuesta y encogi la cabeza entre los hombros. Vi un resplando

  • 8/12/2019 Mijail Bulgakov - Morfina

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    estrpito ensordecedor. Dispar una segunda y una tercera vez. No recuerdo cunto tiempandeado en el fondo del trineo. Oa el salvaje y estridente resoplido de los caballos y apretaowning. Mi cabeza se golpe contra algo cuando intentaba salir del heno y, mortalmente asunsaba que de un momento a otro se me echara encima un cuerpo enorme y musculoso. Yaginaba mis entraas destrozadasEn ese momento el cochero grit:Por fin! Por fin! All est, all Seor, slvanos, slvanos

    Por fin consegu librarme de la pesada pelliza de piel de cordero, saqu los brazos, me levantba fieras negras por ningn lado. La nieve caa y en medio de aquella