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El Hacedor de reyes y otros cuentos Víctor González

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    Cecilia fue al bosqueManuel L. AlonsoÁlvaro se tiene que ir del instituto y de la ciudad en la que vive. Llega a otra y a un bosque en el que ocurre algo que marcará su vida y la de su pandilla.

    El encuentroRita WirkalaRosa y Ernesto emprenden un largo viaje. Ella va hacia el Norte de América; él hacia el Sur. Sus propósitos son distintos, sin embargo, comparten muchas cosas.

    Reyes hechos por encargo, laberintos sin Minotauro, alfombras mágicas, serpientes de dos cabezas resfriadas, aves con luz propia o princesas extraordinarias aparecen en estos cuentos sutiles, cargados de humor, ocurrentes, divertidos, cultos, absurdos… y la lista de adjetivos podría ser tan amplia como sus propias lecturas.

    Algunos cuentos son breves, otros no tanto y todos ellos forman un sugerente conjunto que atrapará a los lectores.

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    El Hacedor de reyes y otros cuentos

    Víctor González

    Plan Lector Alhambra Joven:www.pearson.es/mascapaginas/

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    Nací en Orense (España) en 1960 y vivo en Vigo. He sido ilustrador, diseñador gráfico, fotógrafo de moda y director creativo de publicidad. Algunas personas

    bienintencionadas, como mis libreros, confundidos por el hecho de que tenga otros dos libros publicados, dicen además que soy escritor. También he diseñado joyas, alfombras, puzles y otros artilugios de dudosa utilidad.

    Me gustan las tormentas, los libros, el jazz, la danza, el cine, nadar, los pájaros, la cocina y unas cuantas cosas más que no debo decir aquí y no diré.

    De niño tuve entre otros amigos raros un erizo, algunos grillos, un pato, una colección de ranas, varios perros, un galápago, una tortuga de tierra, hámsteres, un ratoncito blanco, un canario y unos cuantos humanos. Nunca tuve peces de colores ni gato.

    Ahora vivo en un piso y tengo plantas. Entre otras una oreja de elefante, tres espadas de San Jorge, varias cunas de Moisés, dos lenguas de fuego, un jazmín del cabo, cuatro árboles de la goma, una zebra, una piña de flor y un alcatraz negro. Y cuando las riego siempre pienso lo mismo: «Si las plantas de interior corrientes que todos tenemos en casa se llaman así, ¿a quién podrán sorprender mis cuentos? A nadie».

    ISBN: 978-84-205-5869-1

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  • El hacedor de reyesy otros cuentos

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  • © Del texto: Víctor González© De esta edición: Editorial Pearson Educación, S. A., 2011Ribera del Loira, 2828042 Madridwww.pearsoneducacion.com/planlector

    ISBN: 978-84-205-5869-1Depósito legal: M-Impreso en España – Printed in SpainRealización gráfica: Safekat, S. L.

    Editora: Lupe Rodríguez Santizo

    Diseño de la colección: César de la Morena

    Coordinadora de Diseño: Elena Jaramillo

    Ilustración de cubierta: Eva Vázquez

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. Código Penal).

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  • Víctor González

    El hacedor de reyesy otros cuentos

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    sas de la historia para que le vinieran con esas. Se encaró con el pez y le dijo:

    —¿Basura, decís? En verdad sois un animal necio. No lo llamaríais así si supierais lo que es. Es la historia de Inglaterra lo que acaba de desaparecer bajo esas aguas... junto con todos mis sueños.

    Y estalló en sollozos.La carpa se encogió de hombros y se alejó de

    allí nadando lentamente, meditando acerca de la tozudez de algunos hombres y congratulándose por el acierto que habían tenido los habitantes del lago, en la última reunión de vecinos, al contratar los servicios de la dama, limpieza, recogida y reciclaje de residuos, s. a.

    El Hacedor de reyes

    Un hombre que vivía en China hacía reyes por encargo. Nadie sabe cómo, pero los hacía. Lo llamaban «el hacedor de reyes».

    Este hombre era muy rico, pues era el único en todo el mundo capaz de hacer reyes y los vendía

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    a precio de oro. Cuando un país necesitaba un rey, el gobierno enviaba una delegación a su casa para encargárselo.

    Cada país tenía sus propios gustos y cada uno pedía un rey a su medida. El hacedor hacía reyes de todas clases. Por ejemplo, un rey débil y sin carácter, fácilmente manejable, salía bastante barato; sin embargo un rey justo, sabio y longevo valía muchísimo dinero. Incluso había reyes de usar y tirar, porque muchas veces un país necesitaba derrocar a un rey y poner a otro rápidamente en su lugar, así que tenía que comprar dos. Para estos casos, el hacedor tenía una oferta es pecial 2 x 1 que salía muy bien. En cualquier caso, el precio final siempre era negociable.

    El hacedor trabajaba como un sastre. Cuando llegaba una delegación, primero les mostraba un catálogo de reyes para que eligieran uno. En el catálogo había reyes de todo tipo: altos, bajitos, rubios, gordos, malvados, con turbante, bondadosos, etc. Y por supuesto, de todas las razas.

    Una vez elegido el modelo de rey, la delegación le explicaba al hacedor para qué lo querían y el hacedor diseñaba un prototipo. Esto le llevaba un par de semanas. Cuando lo tenía listo, llamaba a la delegación para que lo examinara, pues era muy difícil que un rey saliera bien del

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    todo a la primera y el hacedor era un perfeccionista. Podía ocurrir que la delegación llegara ante su rey y se postrara diciendo:

    —Dios os guarde, Majestad.Y el rey contestara:—Levantaos, hijos míos queridos, y haré que

    os corten la cabeza de inmediato.Lo que quería decir que algo iba mal. Aquel

    rey no estaba bien hecho y el hacedor tenía que desmontarlo, descubrir el fallo, arreglarlo y po nerlo a punto. Con dos o tres pruebas como esta, el rey solía quedar acabado. Después la delegación pagaba al hacedor el precio convenido y se lo llevaba.

    Algunas veces venían a buscar un rey de un país tan lejano que el viaje de regreso llevaba muchos años. En esos casos, el hacedor hacía un rey bebé, para que llegara a su país con la edad apropiada.

    El laberinto

    Un niño debía entrar en un laberinto para rescatar a su hermana pequeña. Como tenía muchas

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