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1 Los alacranes republicanos Historia de La Reforma, La Intervención Francesa y el Segundo Imperio en el estado de Durango Antonio Avitia Hernández México, 2015

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Antonio Avitia Hernández. Los alacranes republicanos. Historia de La Reforma, La Intervención Francesa y el Segundo Imperio en el estado de Durango. Edición del autor. México, Primera edición 2015. 217 pp.

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Los alacranes republicanos

Historia de La Reforma, La Intervención Francesa y

el Segundo Imperio en el estado de Durango

Antonio Avitia Hernández

México, 2015

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Introducción

En el transcurso de la segunda década del siglo XXI, conceptos como: Estado

nacional, soberanía, ciudadanía, laicismo, separación de Iglesia y Estado,

eliminación de títulos nobiliarios, eliminación de fueros, sistema de propiedad

individual, república, imperio, gobierno civil, registro civil, federalismo, sentido de

pertenencia nacional, división de poderes, libertad de culto, educación gratuita,

derechos del hombre, entre otros, pueden parecer perogrulladas. Sin embargo, en

estos momentos, en el año de 2015, algunos de ellos, en el contexto del

neoliberalismo y la globalización, sobre todo el concepto de soberanía nacional, se

ven cuestionados y modificados, merced a las reformas constitucionales

estructurales, promovidas por los gobiernos de los últimos treinta años.

La importancia del periodo histórico de La Reforma, la Intervención Francesa y el

Segundo Imperio, que abarca los años de 1854 a 1867, en el contexto de la creación

de los Estados nacionales y la independencias de los países de América Latina, así

como la definición del mapa transnacional que dividía al mundo en los bloques

coloniales europeo y americano, es en el sentido de la definición de las formas de

vivir de la gente americana y mexicana; ya no como personas colonializadas por

España como novohispanos, ni tampoco como súbditos de los fallidos intentos de

instaurar gobiernos imperiales, sino del establecimiento del sistema en el que, al

menos en el papel, los ciudadanos podían ser los forjadores de su propio destino.

Los cambios generados durante ese periodo tuvieron su impacto en el actual estado

de Durango, en todos los momentos del periodo que nos ocupa.

El tema había sido trabajado solo de manera parcial y con poca profundidad, a pesar

de que tiene momentos verdaderamente apasionantes para cualquiera que se

dedique a la narrativa histórica del estado de Durango. Por lo anterior, durante años,

sin apoyo cual ninguno de institución o persona, de manera colateral con otras

labores acumulé materiales y fuentes sobre el asunto, mismo que, ya trabajado

como texto historiográfico, ahora se presenta en opciones diversas de publicación,

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destacándose la de la red virtual, abierto a quien lo quiera revisar, reenviar, editar y

/ o reproducir, sin costo alguno.

El capítulo I.- El nacimiento del estado de Durango. Tiempos de invasiones,

bandidos, apaches, masones y rebeliones; versa sobre los primeros treinta años del

Durango independiente, periodo en el que la parte novohispana de la Nueva Vizcaya

de la entidad se transformó en el estado de Durango, aparte de sus cambios de

división política así como de su forma mapográfica exterior e interior. La lucha

constante contra los apaches y comanches, la conformación y enfrentamientos de

los dos principales grupos antagónicos de liberales y conservadores y su

seguimiento de las líneas del liderazgo nacional en sus respectivos casos. Las

acciones de bandidos del orden común. La Invasión estadounidense y las iniciales

limitaciones en la relación entre la Iglesia Católica y los gobiernos estatales. La

transformación paulatina de los neovizcaínos en durangueños ponía en duda las

alternativas entre continuar siendo súbditos o conformarse como nuevos

ciudadanos. Esa sería la siguiente parte de la lucha de reacomodo de intereses e

ideas de los nuevos durangueños.

En el apartado II.- La instauración de la República Liberal en Durango, se relatan

los pormenores de la Revolución contra el dictador Antonio López de Santa Anna.

Se da cuenta de las diferencias entre las ideologías y proyectos conservador y

liberal. Los principales elementos de la Constitución de 1857 y la Guerra de Reforma

o Guerra de Tres Años en la entidad, con sus capítulos particulares de los bandidos

Tulises y los intentos de segregación de algunos municipios durangueños por parte

de las en entidades norteñas de Coahuila y Nuevo León, al tiempo que se hace la

reseña del paso de los trece gobernadores que, en el lapso de 1855 a 1861,

ocuparon el ejecutivo estatal durangueño.

Los alacranes republicanos a la defensa de la Patria Grande, que es el apartado III,

refiere los pormenores de las acciones de las tropas de la Guardia Nacional

durangueña en la defensa patriótica, en los estados de Veracruz, Tlaxcala y Puebla,

ante la invasión de las tropas francesas al territorio patrio. Destaca la actuación del

cuerpo de Los Lanceros de Durango a los que, en la Batalla de San Pablo del

Monte, les fue arrebatado un estandarte que aún hoy es el más importante emblema

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y trofeo de guerra de un cuerpo argelino del Ejército de ocupación francés. Por su

extraño ritualismo militar colonialista vigente, el estandarte en cuestión adorna la

portada y carátula de este trabajo. También sobresalió la actuación de la Infantería

que dirigió el general José María Patoni, en la defensa del sitio de Puebla en 1863.

En la cuarta parte; Los alacranes republicanos a la defensa de la Patria Chica, se

narra la llegada de las tropas francesas de ocupación al estado y a la ciudad de

Durango, la bienvenida que los conservadores imperialistas locales le hicieron a la

oficialidad invasora, las diversas acciones del Gobierno Imperial y la instauración de

la administración burocrática del Segundo Imperio en Durango. También se da

cuenta de las diversas acciones de guerra que se suscitaron en el estado de

Durango, sobre todo en el año de 1864 y se destaca la importante de La Batalla de

Majoma, en la que la derrota de los republicanos puso en camino franco hacia el

norte del país a las tropas imperialistas. Dada la importancia que, para los invasores,

tenía el avance contra el Gobierno Republicano, se logró localizar una buena

cantidad de imágenes fotográficas, grabados, tarjetas postales y demás tomadas

por los invasores.

El capítulo V. El desierto y la República perseguida, versa sobre el paso del gabinete

republicano por el territorio del noreste durangueño y sus vicisitudes en medio del

desierto, mientras se decidía la suerte bélica de la Batalla de Majoma, su huida

constante de sus persecutores del Ejército Francés, los dramáticos momentos del

Grito de Independencia y el desfile del 16 de septiembre de 1864, en el municipio

de Cuencamé, así como el decisivo momento del motín de la guardia juarista, en la

hacienda de La Zarca, como prueba de la persistencia y voluntad férrea republicana

del liderazgo juarista.

La sexta parte: Los zuavos de Castagny contra los partisanos republicanos, se

refiere a las acciones militares y de gobierno civil de los súbditos y las tropas de

ocupación del Imperio Mexicano, contra los partisanos y resistentes republicanos

en el estado de Durango, transformado en dos departamentos; de Nazas y Durango,

a partir de noviembre de 1864 y hasta noviembre de 1866 cuando los efectivos

franceses abandonaron la Perla del Guadiana, dejando la plaza en manos de los

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monarquistas nacionales mismas que, ante el avance inexorable de los

republicanos, también optaron también por dejar el lugar a las fuerzas nacionalistas.

En el capítulo se hace la relación de las conductas de los plutócratas en defensa de

sus propios intereses y propiedades ante las acciones del Gobierno Imperial, la

guerra de resistencia de los partisanos, así como las consejas generadas por la

Intervención Francesa en la entidad, de la misma manera se incluyen los relatos

sobre la expedición científica que acompañó a la Intervención y sus investigaciones

sobre el Observatorio Solar de El Zape, así como el fallido colaboracionismo del

sabio durangueño José Fernando Ramírez.

En la séptima parte: El retorno del águila republicana, se da cuenta del fin del

Gobierno Imperial y la restauración de la República con sus consecuentes acciones

en contra de los colaboracionistas y las historias colaterales del periodista

durangueño Francisco Zarco, El Benemérito de la Patria, y la descuadrada guerra

agrarista indígena antiliberal, pero no conservadora, de los guerreros: coras,

huicholes, tepehuanes y mexicaneros que, desde la Reforma hasta después del

triunfo de la República siguieron al incómodo líder Manuel Lozada.

La vida en México, y en el estado de Durango en específico, en lo que a relación

entre gobierno y sociedad civil se refiere, no se entendería como ha sucedido en los

últimos 150 años, con sus altibajos, sin los cambios suscitados merced al periodo

histórico republicano.

A pesar de los cambios neoliberales, algunos de los conceptos republicanos no han

perdido vigencia y siguen siendo parte importante de la vida cotidiana de los

ciudadanos que, sin reflexionar en el origen histórico de su calidad ciudadana, dan

por hecho su situación y no se cuestionan su vida como tales, al tiempo que

paulatinamente intentan ejercer y exigir sus derechos humanos, ante los diversos

poderes fácticos que intentan conculcarlos.

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I. El nacimiento del estado de Durango.

Tiempos de invasiones, bandidos, apaches,

masones y rebeliones

La independencia criolla

En la década de los 1810’s, como respuesta a las acciones de los diversos grupos

independentistas, el Clero, los peninsulares y los criollos del centro novohispano,

ante la juramentación de la Constitución de Cádiz, en España, en un intento por

evitar la influencia de la nueva ley en la Nueva España, cooperaron con su mejor

esfuerzo para acabar con la causa de la Independencia mestiza e indígena,

apoyando económicamente al Ejército Realista del virrey Félix María Calleja.

En 1820, en un intento de mantener aislada la Intendencia de Durango, de la Guerra

Insurgente, protagonizada por el recién formado Ejército Trigarante

independentista. Los monarquistas neovizcaínos proyectaban segregar a las

Provincias Occidentales del Virreinato, para mantenerlas bajo el dominio de la

Corona Española. Así, la ciudad de Durango se transformó en el refugio de las

tropas realistas de las intendencias que habían caído en manos del Ejército

Trigarante independentista. De hecho, la Nueva Vizcaya fue el último reducto

provincial de la Nueva España en adherirse al independentista Plan de Iguala.

De esta manera, en tanto sede del Obispado, de la Intendencia de la Nueva Vizcaya

y asiento de la Comandancia de las Provincias Internas de Occidente, Durango era

un preciado baluarte político, espiritual y militar de la Colonia, hasta el 4 de julio de

1821 cuando, a sangre y fuego, las tropas insurgentes del general Pedro Celestino

Negrete pusieron sitio a la ciudad de Durango y el 30 de agosto, al finalizar el sitio,

se aseguraba una independencia criolla de la América Septentrional, que

defendería los intereses del Clero y de los terratenientes neovizcaínos,

desvinculada de mestizos e indígenas.

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De acuerdo con Plan de Iguala, el 9 de septiembre de 1821, el Ayuntamiento y la

Diputación Provincial juraron la independencia de ese nuevo país, que aún no

alcanzaba a tener nombre propio.

El efímero Primer Imperio Mexicano

La instauración del Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide en 1822,

prometía la conservación de las canonjías y privilegios de la Iglesia, el ejército y los

tradicionalistas quienes, de inmediato, apoyaron el proyecto gubernamental de la

Corona Mexicana.

Con el Imperio de Iturbide, una nueva división política fraccionó al territorio de la

Nueva Vizcaya en las provincias de Durango y Chihuahua. No pasó mucho tiempo

antes de que se iniciara una larga sucesión de sublevaciones, rebeliones, asonadas

y cuartelazos. En medio de una constante inestabilidad política, el 6 de mayo de

1823, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Durango y el grueso de los

elementos de la guarnición militar se adhirieron al Plan de Casa Mata, promovido

por el general Antonio López de Santa Anna, contra el emperador Agustín de

Iturbide. A corto plazo, la insurrección acabaría con el primer gobierno del México

independiente.

La naciente República

Con la caída del Primer Imperio Mexicano, luego de un breve gobierno de triunvirato,

se dio paso a la instauración de la República Mexicana, y Durango se transformó

jurídicamente en un estado libre e independiente desde el 22 de mayo de 1824.

Esta personalidad jurídica se ratificó al promulgarse la Constitución de 1824. Es en

este momento cuando emergen los grupos políticos integrados a las llamadas logias

o partidos, cuya respuesta ideológica obedecía a su pertenencia a las facciones

federalistas y centralistas, antecedentes inmediatos de liberales y conservadores.

En esta circunstancia y bajo juramento, el primer día de septiembre de 1825 se

estrenaba la primera Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Durango;

presentada: En nombre de Dios Todopoderoso, Autor del Universo y Supremo

Legislador de las Sociedades. En su texto, la constitución durangueña reconocía a

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la católica como religión única, perpetua y excluyente para los durangueños.

Mantenía los fueros del Clero y el Ejército y, desconociendo el credo indígena,

otorgaba la propiedad individual de la tierra a los pueblos de indios.

Después del rompimiento de la dominación de la Corona Española, la Iglesia no

aceptó cambiar su régimen económico, ni tampoco que fueran limitadas sus

facultades y sus capacidades con respecto a los momentos fundamentales de la

vida de los hombres: el nacimiento, el matrimonio y la muerte. De la misma manera,

estableciendo exclusividad de conciencia, los jerarcas de la grey católica no

estuvieron de acuerdo en que pudiera permitirse otra religión en el país, que no

fuera la Católica Apostólica y Romana.

Dando inicio a los intentos de separación de la Iglesia y el Estado en la entidad, en

noviembre de 1826, durante su periodo de gobierno, el señor Santiago Baca Ortiz,

logró la promulgación de una ley, privando al Clero de su jurisdicción sobre diezmos

y declarando que; únicamente al gobierno civil incumbía la provisión de piezas

eclesiásticas. Baca Ortiz también presentó al Congreso Estatal una iniciativa de ley

sobre la ocupación de capitales píos destinados a obras públicas y además

reglamentó la inhumación de los clérigos, limitándola a los cementerios ordinarios,

dejando atrás la costumbre de inhumar a los jerarcas de la Iglesia en el interior de

los templos.

Cuchas liberales y chirrines de conserva

En 1827, según el censo del Gobierno del Estado, el territorio durangueño tiene

149,821 habitantes, de los cuales 556 son ministros religiosos regulares y seculares.

Una pequeña parte de los durangueños, siguiendo la corriente de la época, se

aglutinaron en dos organizaciones políticas, irreconciliables entre sí; la Logia

Yorkina, que integró a liberales republicanos y a quienes sus antagónicos pusieron

el apodo de cuchas; y la Logia Escocesa, en manos del Alto Clero, que estuvo

conformada por conservadores centralistas y, a su vez, a estos, sus antagónicos les

pusieron el mote de chirrines.

El encono de la lucha de las logias y su peligrosidad, obligó al parlamento a decretar

la disolución de las mismas, a partir del 25 de octubre de 1828. Por su parte la

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Iglesia Católica, mediante la publicación de la bula Quo Graviora, del Papa León

XII, el 13 de mayo de 1826, proscribió las sociedades masónicas, aunque estas

siguieron existiendo.

Cuchas y chirrines se enfrascaron en las luchas políticas que determinaba el centro

del país y, por lo general, coincidían con el predominio de los correligionarios del

gobierno del país, vinculándose, casi sincrónicamente, con las revueltas y

pronunciamientos de la tercera, cuarta y quinta décadas del siglo XIX.

Los casi 150,000 habitantes del estado no tenían más remedio que establecer

vínculos entre las muy pocas familias regionales, ante las opciones demográficas

tan limitadas del momento. Las cosas se estrechaban aún más, al pensar en la

división de la población en clases sociales. De hecho, para las relaciones de pareja,

no había mucho de dónde escoger.

De las pugnas entre escoceses y yorquinos, sobresale el cuartelazo de marzo de

1827, durante el cual, al grito de: “¡Dios Libertad y Ley!”, los rebeldes masones

escoceses ocuparon la ciudad de Durango, en un intento de limitar el poder de los

masones yorquinos. Al final de la jornada, el 11 de abril, los yorquinos recuperaron

el centro del poder estatal.

Haciendo efectiva la independencia criolla, en 1827, los habitantes españoles

radicados en la otrora Nueva Vizcaya fueron expulsados del país y esta situación

provocó la especulación económica, sobre todo en lo referente a bienes raíces, al

ponerse en oferta las propiedades que pertenecían a los peninsulares expulsados.

En marzo de 1830, con la ascensión de los centralistas al poder, los escoceses

chirrines retribuyeron los capitales eclesiásticos que, los yorquinos cuchas, durante

su estadía en el poder, habían enajenado.

En medio de las pugnas políticas de cuchas y chirrines, las incursiones de apaches,

comanches y bandoleros se presentaban como conflicto irresoluble y constante en

la entidad, sobre todo en los lugares más alejados de los centros de población del

estado.

El clero definido

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La reacción eclesiástica, ante la independencia de México, fue de negación del

reconocimiento de la misma y el Vaticano suspendió la designación de obispos

hasta 1831, por lo cual, la de Durango, entre otras diócesis, sólo recibieron nuevos

obispos hasta la reanudación diocesana. Antonio Zubiría y Escalante fue el elegido

para llevar la mitra del Guadiana y, fiel a su tradicionalismo, catolicismo y

conservadurismo, Zubiría se enfrentó a los liberales y sus hazañas le hicieron ganar

el mote de El Obispo Santo. Por otra parte, las pugnas entre centralistas y

federalistas y los cambios de límites estatales mueven los intereses territoriales de

terratenientes y suscitan las invasiones armadas delos potentados del estado de

Chihuahua al territorio de Durango. En la ocasión, los durangueños vencen a los

chihuahuenses hasta que los exaltados federalistas de Chihuahua calman sus

ánimos.

En 1834, la Iglesia duranguense contaba con un Seminario Conciliar y una escuela

lancasteriana, ambos centros educativos con relativo éxito de matrícula. De hecho,

el Seminario, en esos años, fue una de las instituciones educativas más importantes

del norte de México, con un menú de carreras que incluía Gramática latina, Filosofía,

Teología y Jurisprudencia civil y canónica.

Interviniendo en el Gobierno Eclesiástico, el 16 de abril de 1834, el presidente

Valentín Gómez Farías decretó la secularización de todas las misiones de la

República, las cuales se transformarían en curatos, cuyas jurisdicciones serían

demarcadas por los gobernadores de las entidades respectivas. En el estira y afloja

militarista, el 3 de noviembre de 1834, los liberales federalistas sofocaron otra

rebelión conservadora más y, en abril de 1835, con el pronunciamiento del Plan de

Cuernavaca, se reiniciaron las hostilidades.

En medio de la zozobra, de manera incipiente, la industria textil y el comercio

intentan su reactivación y en 1835, se inició formalmente la explotación de los

recursos madereros del estado.

Durango Centralista

El advenimiento de la Primera República Central elevó a los conservadores al poder

y estos, de inmediato, promulgaron la Constitución Centralista, también conocida

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como Las Siete Leyes. Sin tardanza, los conservadores reorganizaron la

administración pública y transformaron de nuevo la división política del país. Así, los

fragmentos llamados entidades federativas se transformarían en departamentos.

El gobierno de La República Central, junto con sus aliados eclesiásticos y militares,

sufrió de gran inestabilidad y burocratismo, por lo que sus enemigos, liberales

federalistas, no tardaron en realizar sus pronunciamientos correspondientes.

Mientras la Iglesia se mantenía como el principal factor financiero de la época, las

hipotecas, los bienes improductivos y los endeudamientos de la sagrada institución

menguaban la capacidad de acción de los capitales locales. Según Fernando

Ramírez, refiriéndose al periodo: “En Durango hay muy pocos grandes capitales, y

aunque es numerosa la clase medianamente acomodada, la casi totalidad de los

testadores dejan herederos legítimos.”

La guerra entre federalistas y centralistas, en la ciudad de Durango, se prolongó

hasta octubre de 1841 y como era de esperar, quienes ganaron la acción se

alinearon a los designios del gobierno central de Anastasio Bustamante y Antonio

López de Santa Anna, dando paso a la Segunda República Federalista.

De acuerdo a sus propios intereses y grupos, cada gobierno expide decretos y

enmiendas que favorecen o agreden al poder eclesiástico. Así, en el momento de

la Invasión Estadounidense, el comportamiento de la Iglesia fue de indiferencia a

los planes de defensa del territorio nacional, al negarse a aportar parte de sus

bienes para el financiamiento de la guerra.

Los estadounidenses, durante su invasión a México, pisaron territorio durangueño,

sólo de ladito, en la región de Mapimí, y siguieron de largo hacia el estado de

Coahuila, mientras que, en la capital del estado de Durango, el gobierno conformaba

los batallones de voluntarios patriotas de la Guardia Nacional, que serían destinados

a detener el avance de los invasores.

Sin embargo, a los 162,418 duranguenses que había en 1846, más que el drama

de la Invasión Estadounidense, les preocupaban las incursiones de indios del sur

de los Estados Unidos, por lo cual el Gobierno y el Congreso del Estado de Durango,

en peregrinación solemne, se encomendaron a San Francisco Javier, pidiéndole su

sagrada protección, ante los ataques de las etnias guerreras seminómadas.

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Contraria a los decretos oficiales del gobierno del país, para la defensa del territorio

nacional por la Invasión Estadounidense, la Iglesia prohibía a los durangueños

adquirir sus bienes, mientras que de la cuota de 1,000 hombres que el Gobierno

Central había solicitado al estado de Durango, para engrosar las líneas de defensa

nacional contra los estadounidenses, el gobierno estatal enviaba solamente 300

efectivos de la Guardia Nacional1 y estos combatieron a los invasores yanquis en

San Luis Potosí. A su retorno en el estado de Durango, los 300 durangueños de la

Guardia Nacional fueron enviados a pelear contra los comanches y los apaches. De

hecho, los únicos encuentros de fuerzas estatales contra los invasores

estadounidenses se suscitaron, en mayo de 1847, en la Hacienda de Sacramento,

perteneciente al municipio de Mapimí. En ese lugar, las fuerzas del general Antonio

Heredia fueron derrotadas por los 1,000 de tropa invasora del Ejército

Estadounidense. Una vez que la frontera de los Estados Unidos fue cambiada hacia

el sur del Río Bravo, en el estado de Durango, los tradicionalistas promulgaron una

nueva Constitución Política del Estado, en la que reafirmaban que, para los

durangueños, el catolicismo era la religión obligada y a perpetuidad, de la misma

manera, la Carta Magna retornaba los fueros eclesiásticos y cambiaba la división

política estatal, en doce partidos, a partir del 9 de diciembre de 1847.

En este contexto, estableciendo la diferencia de ámbito histórico con el centro del

país, de acuerdo con María del Carmen Velázquez: “Si el cambio de soberanía

hubiera convertido las tierras de guerra, en tierras de paz, quizá la colonización de

la frontera norte hubiera prosperado como habían ansiado los españoles y querían

los republicanos. Pero allá los indios seguían siendo motivo de intranquilidad y

desasosiego, de pérdidas y muerte. La vida de frontera no cambió con la

1 Por Guardia Nacional se entiende al cuerpo equipado con armamento que existe, o se crea según las necesidades, en diversas naciones o entidades federativas, con determinadas atribuciones y facultades que varían según la región. En algunos casos, la Guardia Nacional constituye una organización de civiles armados que busca defender una causa o garantizar la seguridad en un cierto territorio. En el siglo XIX, la Guardia Nacional en Durango era convocada y organizada por los gobernantes, sobre todo para la defensa de la Patria o el combate a las aguerridas etnias seminómadas. Es de entender que la organización de la Guardia Nacional, entre los ciudadanos del estado, era necesaria, al no contar con los efectivos suficientes en el ejército profesional de la nación, para la defensa de la soberanía. Los reglamentos para la organización y la convocatoria de la Guardia Nacional están bien especificados en las Cartas Magnas y leyes secundarias que al respecto ha tenido el país.

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independencia y para los mexicanos eran tierras incultas y peligrosas, donde sólo

aquellas, relativamente pocas, de los españoles y misiones tenían algún atractivo.”

Si bien el mestizaje seguía avanzando y el aculturamiento criollo progresaba, sin

considerar la configuración poblacional del partido de Mezquital, Fernando Ramírez

asentaba, a mediados del siglo XIX, que:

“En la clasificación por razas, ha desaparecido enteramente la indígena, más no

porque toda se haya destruido, como le ha sucedido generalmente, sino porque una

gran parte ha quedado refundida en otras clases, perdiendo sus costumbres y aún

el recuerdo de su idioma. Los pueblos del Tunal, Nayar y Bayacora, son los que

presentan hondas huellas de la destrucción que ha perseguido a esa infortunada

familia.”

Con objetivos claros, en esta época, el Clero durangueño seguía pugnando por el

control financiero y espiritual y sigue los pasos y golpes de sus aliados

conservadores nacionales que apoyaron al general Antonio López de Santa Anna

en la secuencia de los planes insurreccionales de Guadalajara y del Hospicio,

fallando en sus pretensiones cuando retorna la Revolución Liberal, en 1854. La irreal

separación de la Iglesia y el Estado, instancias unidas por el Real Patronato de la

Colonia se operaba, en tanto que el nuevo Estado Mexicano no lograba asumir la

sustitución de las funciones del Real Patronato.2

Si al principio de la vida independiente se adoptó como religión oficial a la Católica,

lo que llevaba virtualmente a un Estado confesional, el desenvolvimiento de las

ideas liberales y de democracia exigieron después un estado laico, aconfesional,

pero no anticonfesional.

Los apaches en Durango

Algunos de los pueblos nómadas y seminómadas del norte de México y el sur de

los Estados unidos, nombrados por los criollos, mestizos y peninsulares como indios

2 El Real Patronato era el derecho que tenían los reyes de España de proveer obispados, prelacías seculares y regulares, dignidades y prebendas en las catedrales o colegiatas y otros beneficios. Al establecerse la independencia y no haber rey en México se terminó lo real del patronato y este, durante varios años, no tuvo sustituto por lo que El Vaticano no acertaba a establecer una instancia que nombrara clérigos para el nuevo país independiente.

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bárbaros, entre los que se incluían: apaches, comanches, lipanes, mezcaleros,

chiricaguas, coyoteros y tontos, entre otros, aunque fueron desplazados de sus

territorios, nunca se sometieron al dominio español durante la Colonia y

representaron uno de los principales problemas para el establecimiento del

poblamiento, el gobierno virreinal y la Iglesia Católica en el norte novohispano y en

casi toda la Nueva Vizcaya.

En 1777, Hugo O’Conor informaba a Teodoro de Croix, que la guerra que se hacía

en Nueva Vizcaya a los apaches, desde 1740, continuaba con porfía. Por años

habían caído los apaches sobre los pueblos de indios y españoles causando

destrozos, muertes y otras clases de daños, por lo que muchos ranchos y

haciendas, habían quedado despoblados. O’Conor calculaba las pérdidas de la

Nueva Vizcaya, en los años de guerra, en 12 millones de pesos y pasaban de 4,000

los muertos de uno y otro sexo3 y a fines del siglo XVIII, los indios dieron muerte a

1963 personas, despoblaron 116 ranchos y colonias de ganado. Los riesgos del

poblamiento hispano neovizcaíno, tanto para clérigos, como para colonizadores,

son demasiados y la pérdida de vidas, trunca muchos de los esfuerzos de

asentamiento, sobre todo en las regiones serranas.

En el siglo XVIII, en los actuales estados de: Chihuahua, Nuevo León, Sonora y

Durango, los gobiernos locales combatieron a los desplazados apaches y

comanches, mediante el establecimiento de los presidios y las columnas volantes

de soldados realistas.

Al inicio del México independiente los soldados de los presidios dejaron de percibir

sus haberes y, por lo mismo, la seguridad realista desapareció.

A partir de los años treinta del siglo XIX, las incursiones de los apaches hacia los

estados del norte de México se multiplicaron y llegaron hasta Zacatecas. En

Durango sólo los terrenos de Mezquital, Pueblo Nuevo y San Dimas estuvieron

exentos del ataque de los comanches y los apaches.4

3 VELÁZQUEZ, MARÍA DEL CARMEN. El Marqués de Altamira y las Provincias Internas de la Nueva España, México, El Colegio de México, Colección Jornadas # 8, 1976, p. 108. 4 GÁMIZ, EVERARDO. Historia del estado de Durango, México, edición de Everardo Gámiz Fernández, 1953, p. 184.

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De esta suerte, el 29 de agosto de 1847, los apaches se hicieron presentes en la

propia capital del estado de Durango, en donde realizaron múltiples agravios. Así

como destrozos a los bienes materiales y a la población civil.

Además de conformar fuerzas de combate contra los apaches, los gobiernos de

diversos estados establecieron las llamadas contratas de sangre, sistema mediante

el cual, en Durango, a partir del 13 de julio de 1849, se pagaba a los civiles, en

primera instancia, cien pesos y, posteriormente, doscientos pesos, por cada

cabellera de apache que entregaran. Sin embargo la instauración de las contratas

de sangre propició que se organizaran algunos grupos de cazadores de cabelleras,

como los dirigidos por los estadounidenses: capitán Box, capitán John Dusemberry

y Thomas Cloaland quienes, con sus tropillas de aventureros estadounidenses, se

dedicaron a escalpar a los indígenas del estado, sin importar a qué pueblo

pertenecían, siendo el caso de que, en muchas ocasiones, las cabelleras que

entregaban al gobierno estatal eran de indígenas no apaches, sino de pacíficos:

tarahumaras, tepehuanes, coras, huicholes o mexicaneros.

Homicidios, incendios, masacres, robo de ganado, secuestros y violaciones fueron

los delitos más frecuentes durante las incursiones indígenas a los poblados

mestizos y criollos, mientras que los cazadores de cabelleras hacían lo propio en

poblados indígenas.

Ante el incremento de la delincuencia y la ausencia de gobernabilidad en el territorio

estatal, en las décadas de los 1840’s y 1850’s, el gobierno organizó diversas

partidas militares para combatir a los apaches, en situación de guerra irregular,

algunas de estas partidas fueron dirigidas por los jefes: Mariano Odriozola, José

Manuel Aponte, Francisco Padilla, Antonio Rico, Antonio Cepeda, Francisco

Narbona y el capitán estadounidense Fox.

Para noviembre de 1856, todavía tres de los bastiones de defensa en el estado de

Durango; Cuencamé, Santiago Papasquiaro y El Oro, reportaron 34, 102, y 68 bajas

respectivamente, por los ataques de los apaches.

En el siguiente cuadro se puede observar lo grave de la situación generada por los

ataques de los apaches, en los diversos partidos del estado.

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Dos tablas de bajas por los ataques de los apaches en los partidos de Durango

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Dos mapas de zonas de incursiones de los apaches que incluyen al estado de

Durango

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II.- La instauración de la República Liberal en

Durango

Después de su undécimo periodo de gobierno y tras diez años de represiones,

fusilamientos, convulsiones y asonadas, el 9 de agosto de 1855, el general Antonio

López de Santa Anna fue derrocado por los liberales abanderados con el Plan de

Ayutla, en el que se proponía la formación de un Congreso Constituyente que debía

dar al país una ley fundamental adecuada a sus necesidades. Los seguidores de la

Revolución de Ayutla fueron dirigidos por Ignacio Comonfort quien, en cumplimiento

del plan, a partir del 11 de diciembre de 1855, inició sus actividades como presidente

sustituto.

El pensamiento de los liberales y conservadores

En su ideario político, los conservadores pugnaban por un gobierno fuerte,

organizado y con disciplina, centralizado en la capital, sin autonomía de las

provincias, estados o departamentos, según el caso, para ejercer mayor control y

evitar el desorden y la desunión. Las opciones de gobierno preferidas por los

conservadores eran la monarquía y / o el centralismo, por lo que combatían a la

federación de estados y al sistema representativo y popular. Los conservadores

intentaban hacer prevalecer los privilegios de la Iglesia, el ejército, los comerciantes

y terratenientes, al tiempo que trataban de conservar algunas de las instituciones

coloniales. En el pensamiento conservador la única religión posible era la Católica

Apostólica y Romana, las formas de propiedad podrían ser privadas, de la Iglesia y

/ o comunales. En el caso de la inversión de capitales, para los conservadores

decimonónicos, el proteccionismo industrial y manufacturero, así como el cierre de

las fronteras a la inversión, daría seguridad a los capitales nacionales.

Por su parte, para los liberales mexicanos del siglo XIX, en teoría, México debía

tener un Estado fuerte y ser una federación de estados soberanos y autónomos,

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una república federal, democrática, representativa y popular, gobernada por tres

poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, a semejanza del modelo estadounidense.

Los liberales pugnaban por la suspensión de privilegios del clero y los militares y

por la igualdad de los ciudadanos ante la ley. El pensamiento liberal defendía la

libertad de credos y la separación efectiva de la Iglesia y el Estado, así como el

respeto de la propiedad privada individual y el rechazo de la propiedad comunal.

Pugnaban por la afectación de los bienes de la Iglesia y de las comunidades

indígenas, al tiempo que se declaraban a favor del libre mercado, la libre empresa

y la apertura de las fronteras a las inversiones extranjeras.

Como ya se apuntó, en la emergencia de la República se destacó la conformación

de dos sociedades secretas, o discretas, en el país, conocidas como logias

masónicas. Una, el Rito Escocés, integrado por antiguos militares realistas a

quienes, por su posición tradicionalista centralista y su preferencia política

monarquista, se les relacionó con los partidos conservadores. La otra, el Rito de

York, al que se integraron políticos de origen insurgente, que optaban por seguir las

líneas de las logias masónicas inglesas, dada su posición independiente,

federalista, de libre pensamiento y libre mercado. Los militantes de las logias

masónicas del Rito de York, pronto se transformaron en los grupos de élite de los

liberales.

La instalación del Congreso Constituyente, a partir del 18 de febrero de 1856,

produjo la promulgación de diversas leyes liberales que afectaban el poder de la

Iglesia y de los grupos conservadores, entre éstas, la Ley para Desamortizar los

Bienes de las Corporaciones Civiles y Eclesiásticas, también conocida como Ley

Lerdo, del 25 de junio de 1856.

La aplicación de la Ley Lerdo tuvo su oposición armada con la rebelión de los

religioneros, en los estados de: Guerrero, Michoacán, Jalisco, Puebla y San Luis

Potosí. Para febrero de 1857, la rebelión había sido sometida.

Acostumbrados a la guerra, en 1857, los durangueños también sufren la secuela

guerrera de los religioneros o cristeros de la Reforma, quienes al grito de: “Religión

y Fueros”, atacaron diversos poblados como Nombre de Dios, El Calabazal y

Graseros, entre otros.

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La aprobación de las diversas leyes liberales por parte del Congreso dieron como

resultado la Constitución Política de la República de 1857, promulgada por Ignacio

Comonfort: En el nombre de Dios y con la autoridad del pueblo mexicano. En la

Carta Magna se incluyó un capítulo de garantías individuales y derechos del

hombre, así como un sistema jurídico de protección de esas garantías y derechos.

Estipulaba, en su artículo 2º, la libertad de todos los habitantes de la República y la

protección de las leyes a los mismos. El artículo 3º preveía la libertad de enseñanza.

En los artículos 6º y 7º se garantizaba la libertad de ideas y la libertad de prensa. El

artículo 8º estipulaba el derecho de petición, mientras que el 9º establecía el

derecho de asociación. El 11º se refería a la libertad de tránsito y, de manera

especial, el 12º especificaba que: No hay ni se reconocen en la República, títulos

de nobleza, ni prerrogativas, ni honores hereditarios.

En la misma Constitución se declaraba la desamortización de la tierra de toda clase

de corporaciones con la finalidad de que subsistiera únicamente el sistema de

propiedad individual. De hecho, se abría el camino a la libre empresa y al sistema

de inversión de capital, con opción a la reinversión de las ganancias, que suplantaría

al sistema de inversión con atesoramiento que, a grandes rasgos, era el que hasta

ese momento, los conservadores y la Iglesia habían aplicado en la economía

mexicana. En el artículo 32º se establecía la preferencia a los mexicanos para los

empleos, cargos o comisiones de nombramiento de las autoridades. La Constitución

del 57, con respecto a la forma de gobierno, en su artículo 40º asentaba que

México, se constituía en una república representativa, democrática, federal,

compuesta de estados libres y soberanos, pero unidos en una federación según los

principios de la ley fundamental, al tiempo que estipulaba que, quien quisiera ocupar

el cargo de presidente o diputado, debería no pertenecer al estado eclesiástico.

El primer día de diciembre de 1857, Ignacio Comonfort fue electo presidente

constitucional de la República. Ante las limitaciones a los privilegios y a la vida

eclesial, el 17 de diciembre de 1857, los conservadores opusieron el Plan de

Tacubaya, en el que se abolía la Constitución de 1857. El Plan de Tacubaya fue

adoptado por las guarniciones militares de la ciudad de México por lo que,

Comonfort, como presidente liberal, se encontró en territorio conservador.

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Convencido de que no podría gobernar con la Constitución liberal, Ignacio

Comonfort, optó por defeccionar y adherirse a los conservadores.

Por la vía de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ante la

defección del presidente constitucional de la República, Benito Juárez, como

presidente substituto, estableció los poderes de la República liberal en Guanajuato,

al tiempo que los conservadores instalaban a Félix Zuloaga como presidente por su

bando. En enero de 1858, con la existencia de dos presidencias antagónicas, dio

inicio la Guerra de Reforma o Guerra de Tres Años, que enfrentó de nuevo a los

liberales contra los conservadores.

Entre el 9 de marzo de 1856 y el 22 de junio de 1857, José Patricio de la Bárcena

fue gobernador interino de Durango, a partir de la segunda fecha ocupó el cargo

con carácter constitucional. Durante su gestión le correspondió combatir la secuela

guerrera de los religioneros o cristeros de la Reforma. También reglamentó el cobro

de los sacramentos de la Iglesia Católica y exentó del pago de los mismos a los

indigentes notorios.

En la administración de Patricio de la Bárcena se implantó el Sistema Métrico

Decimal y se suprimieron los impuestos indirectos, así como el monopolio del

tabaco, el derecho de consumo y las aduanas interiores, mientras que en el catastro

se efectuó un nuevo avalúo de las propiedades, a partir del cobro del 3%.

El Palacio de Zambrano fue, en este periodo, el lugar en que se ubicó la sede del

Ejecutivo estatal, hasta la segunda década del siglo XXI. También se expidió la

nueva Constitución liberal estatal, el 3 de noviembre de 1857, y se promulgó el día

10 del mismo mes.

Atendiendo a intereses o presiones, el 30 de diciembre de 1857, mediante la

expedición de un decreto, Patricio de la Bárcena se adhirió al conservador Plan de

Tacubaya, situación que lo ubicó en medio de las tramas e intrigas nacionales de

liberales y conservadores. Lo anterior obligó a José Patricio de la Bárcena a declarar

a la ciudad de Durango en estado de sitio desde el 2 de enero de 1858, al tiempo

que, el 18 de marzo, combatió y sometió una conjura conservadora establecida en

el rancho de San Juan de Dios.

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José Patricio de la Bárcena, gobernador liberal interino de 1856 a 1857

Sin contar con la confianza de sus supuestos correligionarios conservadores, el

propio líder nacional antirreformista Félix María Zuloaga, a partir del 4 de abril de

1858, impuso al general José Antonio Heredia, como gobernador de Durango, en

sustitución de José Patricio de la Bárcena. El arribo de Heredia al poder marcó en

Durango el inicio de la Guerra de Reforma. El militar conservador Heredia ocupó el

puesto del 4 abril al 8 de julio, hasta el arribo de las tropas liberales del coronel

Esteban Coronado.

La fuerza militar conservadora nacional se esmeró en la persecución del gabinete

liberal y éste se vio en la necesidad de iniciar la trashumancia, de Guanajuato a

Guadalajara, donde Juárez estuvo a punto de ser asesinado, luego a Colima. De

allí a Manzanillo. En Manzanillo, el gabinete liberal se embarcó a Panamá y,

siguiendo la vía a los Estados Unidos, terminó su itinerario en Veracruz, donde el

gobierno liberal se instaló, a partir del 5 de mayo de 1858.

Por su parte, el abogado y coronel liberal José Esteban Coronado Hinojosa, que

operaba en el estado de Chihuahua, marchó con 600 hombres sobre la capital de

Durango, que era defendida por las tropas conservadoras del gobernador y general

José Antonio Heredia,

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José Antonio Heredia, gobernador conservador de Durango en tres ocasiones,

entre 1842 y 1858

Después de un sitio que se prolongó del 3 al 7 de julio de 1858, los liberales

ocuparon la capital del estado. En el corrido que celebra la acción se menciona al

coronel liberal Esteban Coronado y a los generales conservadores: José Antonio

Heredia y Manuel Arteaga, así como al alférez liberal José Tarango, Tagarno en el

corrido, quien, en desventaja numérica, se distinguió al cortar la retirada de los

conservadores con una mínima fuerza de 26 hombres.

¿A dónde vas Coronado?

Anónimo

¿A dónde vas Coronado,

dejas ahí a tu mujer?

“A tomar a Durango,

a morir o vencer”.

Por la calle del Moro

no se puede pasar,

porque ahí dice el Tagarno:

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“Arrincónemelo ahí”.

Si es Heredia, es lo mismo,

si es Arteaga, es igual;

a cualquiera que pase:

“Arrincónemelo ahí”.

Monumento, en la Avenida Reforma de la ciudad de México, al general

chihuahuense José Esteban Coronado Hinojosa, militar liberal quien, en 1858,

ocupó y gobernó Durango. Una calle de la ciudad de Durango y un municipio del

estado llevan su nombre.

El 8 de julio de 1858, los liberales de Coronado, entraron a la ciudad de Durango e

intentaron imponer la ley de la República. Bajo la presión constante del Clero;

jacobino y liberal, como gobernador, Coronado suspendió las alcabalas, al tiempo

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que dictó medidas para el fomento de la instrucción pública y de las industrias.

También suprimió diversas corporaciones religiosas; cofradías y hermandades. El

gobernador liberal hizo efectivas las leyes sobre la extinción de fueros y de la

desamortización de bienes de las corporaciones civiles y eclesiásticas.

Llamado por el general José Nemesio Francisco Degollado Sánchez, mejor

conocido como Santos Degollado, para el combate armado contra los

conservadores, Coronado dejó el gobierno estatal en poder del licenciado Juan José

Ignacio Zubízar Quintero, quien fue encargado del ejecutivo estatal del 12 de

septiembre de 1858 al 26 de octubre de 1859, y fue separado del cargo por decreto

de la legislatura y sustituido por el coronel Marcelino Murguía.

A la sazón, Juan José Ignacio Zubízar Quintero fue acusado de establecer las

alcabalas, de descuidar el combate y persecución de los bandidos Tulises, de

integrar a su gabinete a personajes de la facción conservadora y de malversación

de fondos públicos y contrabando. Y este, a su vez, fue sustituido por el coronel

José María Patoni Sánchez.

Mientras tanto, los 168,000 habitantes del estado de Durango, están pendientes del

extraño conflicto interestatal, en el que los terratenientes del vecino estado de

Coahuila intentaban anexar, dentro de los límites de su entidad, al partido de

Cuencamé. Entre septiembre y diciembre de 1858, los cuencameros y los guerreros

de San Juan de Guadalupe, liderados por el jefe Bernardo Saldaña, en lid formal,

triunfaban sobre los invasores estatales coahuilenses.

En el ámbito nacional, como consecuencia de una escisión al seno del Partido

Conservador, el general Miguel María Echegaray lanzó, en diciembre de 1858, el

Plan de Navidad, en Ayotla, mismo que fue secundado por la mayoría de los

conservadores y llevó a Miguel Miramón a la presidencia conservadora, en febrero

de 1859. El objetivo militar principal de Miramón se centró en la ocupación del

Puerto de Veracruz, capital del gobierno liberal, acción que fue impedida por las

maniobras defensivas de los generales y tropas liberales, por mar y tierra. En medio

de la guerra, en el mismo Puerto de Veracruz, entre el 12 de julio y el 11 de agosto

de 1859, el gobierno juarista publicó por primera vez las Leyes de Reforma.

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Mapa del Río Nazas, 1853

Bernardo Saldaña. Defensor de la soberanía estatal en 1858, al combatir a las

tropas de los hacendados coahuilenses y neoloneses que intentaban despojar el

territorio del este de Durango

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Mapa de la división de los estados de Coahuila y Durango. Autor Federico

Weidner, 1856

Mapa de la Región Lagunera en 1860

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Mapa de límites entre Chihuahua y Durango, 1858

Villa Lerdo de Tejada, actual Ciudad Lerdo, 1864

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Los bandidos conservadores

En medio del ambiente nacional de ingobernabilidad, por la constante guerra de

liberales contra conservadores, las incursiones de los comanches y los apaches,

así como las múltiples invasiones extranjeras, durante los primeros años de la

naciente República Mexicana, los Tulises fueron un grupo de bandoleros que

operaron en la década de los años cincuenta del siglo XIX, en los estados de

Durango y Zacatecas. Se supone que recibieron el nombre de Tulises por ser

evadidos de la cárcel de San Andrés de Teúl, Zacatecas. En su momento, los

bandidos fueron sacados de la prisión por una guerrilla del Partido Conservador,

con la intención de que actuaran a favor de su bando aunque, de inmediato, los

delincuentes se separaron de los conservadores para delinquir por su propia cuenta.

La pandilla de los Tulises se incrementó con la anexión de tres cuadrillas de

salteadores de caminos que merodeaban la región sur de Durango, bajo las órdenes

de Eutimio Serrato, Mucio Aquino y Francisco Valdéz, mejor conocido como El

Cucaracho. Reunidos en el poblado de Súchil, Durango, los Tulises reconocieron

como su jefe a Manuel Fernández y bajo su dirección saquearon El Mezquital, entre

otras poblaciones del sur del estado.

Fortalecidos y sin detenerse, el 11 de septiembre de 1859, los Tulises ocuparon la

ciudad de Durango. Como dueños de la ciudad, los Tulises fueron convocados por

los conservadores a una junta en el Palacio de Gobierno del Estado. En la reunión,

los bandoleros recibieron el apoyo y las bendiciones del cura del Sagrario, del

guardián del Convento de San Francisco y de diversas personas conservadoras

notables del comercio durangueño.

Por su parte, el Gobierno Liberal comisionó al capitán Tomás Borrego para combatir

a los Tulises y este, con sus tropas, logró expulsar a los bandidos de la capital del

estado. Los Tulises continuaron sus correrías y saquearon las poblaciones de

Santiago Papasquiaro y San Juan del Río y, posteriormente, se adhirieron a los

conservadores bajo la bandera del Plan de Tacubaya, obedeciendo las órdenes del

general conservador Domingo Cajén. Derrotados en San Juan de Guadalupe, los

Tulises se dispersaron y paulatinamente fueron cayendo en las manos de la justicia,

en diversos territorios durangueños y zacatecanos. Las acciones de los Tulises

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dieron lugar a la composición del siguiente corrido testimonial. Destaca la acción

del 25 de septiembre de 1863, cuando las fuerzas del Coronel de la Guardia

Nacional Gerónimo Cumplido Flores, Jefe Político del Partido de Nombre de Dios,

sorprendieron a los bandidos Tulises de Francisco Valdez, alias El Ranchero, en el

Llano de Los Anegados, de la Sierra de Michis, del municipio de Nombre de Dios.

En el combate murió Valdez, y su cabeza fue cortada y entregada al Gobierno del

Estado

Corrido de Los Tulises

Anónimo

Allá por sesenta y dos

pastoreando unas carretas

Los Tulises se acercaron

hasta el rial de Zacatecas.

Cuando me volví Tulís

mi padre me lo evitó.

“¡Uno sabe dónde nace,

pero donde muere, no!”

Bajaron los tulisanes

bajaron de tierra fría,

que por no robar de noche

robaron al medio día.

¡Que sí, que no,

Santa Lucía!

Por estar contigo, mi alma,

ya mero me amanecía.

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Yo tenía mi Tulisana

que me la quería robar

me dijo que la dejara

que ya se iba a presentar.

No llores Tulisanita,

no llores, ni hagas llorar,

quien te trajo de tu tierra

te ha de volver a llevar.

¿Qué dices, mi alma,

qué dices, pues?

echemos el pecho al agua,

lo echaremos de una vez.

Bonitos los Tulisanes

cuando empiezan a robar,

se embozan hasta los ojos

y empiezan a disfrutar.

Decía Francisco Valdéz

que nada lo acongojaba,

que estando en potrero doble

su caballo no brincaba.

¿Qué dices, mi alma,

qué dices, pues?

Los he de seguir robando

y aunque me afusile el juez.

Donde andan las aguilillas

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no rifan los gavilanes,

ni las naguas amarillas,

aunque les pongan olanes.

El jefe don Mucio Aquino

no era ningún gallina,

pues él entró a Sombrerete

y a Fresnillo, rial de minas.

Estando por Zacatecas,

una mañana de invierno,

los agarraron a todos

las cordadas del gobierno.

El meco Francisco era otro

de los que echaban pirata

quedó, cerca de Las Pilas,

suspendido de una reata.

Decía José María:

“¡El Santo Niño nos valga!

¡Que el caballo Cantarito

ya va herido de una nalga!”

¿Qué dices, mi alma?

Te lo decía

que andando por los caminos

se había de llegar el día.

Desde allá de Sierra Fría

vienen a robar los riales,

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y al amparo de la noche

entran hasta los portales.

En todo el camino real

ya se acabó la alegría;

mataron al negro Utimio

y al curro José María.

Doña Teodora Bañuelos

cuando supo la razón

luego ensilló se caballo

se lo echó a la comisión.

La cordada de Fresnillo,

también la zacatecana,

mataron cuatro Tulises,

el jueves por la mañana.

Vuela, vuela palomita,

paloma zacatecana,

anda llévale la nueva

a mi amada tulisana.

Vuela, vuela palomita,

y aunque se me enoje el juez,

si este corrido les gusta

se los cantaré otra vez.

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Dibujo de Xavier Gómez sobre los Tulises, bandidos del orden común, que

apoyaron a los conservadores y ocuparon la ciudad de Durango y algunas

cabeceras municipales

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Dos imágenes del capitán Tomás Borrego quien, con sus tropas liberales, logró

derrotar a los Tulises en 1858, en la ciudad de Durango

El coronel Gerónimo Cumplido Flores dirigió a las tropas de la Guardia Nacional

que el 25 de septiembre de 1863, vencieron a los bandidos Tulises, en el

municipio de Nombre de Dios.

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Historieta sobre los bandidos Tulises de Durango

En el escenario político de la Guerra de Reforma, a partir del 22 de octubre de 1859,

el coronel conservador Marcelino Murguía fue designado gobernador, apoyado por

la Diputación Permanente de la Legislatura del Estado de Durango. Sin embargo,

en evidencia de la inestabilidad política y de la ausencia de la soberanía estatal del

momento, a su vez, al mismo tiempo se presentó el coronel liberal Miguel Cruz Aedo

para ocupar el mismo cargo, éste nombrado por el general del Ejército Liberal

Santos Degollado.

Ante lo insostenible del caso, Marcelino Murguía decidió renunciar al cargo mientras

que la legislatura local aceptaba otra nueva propuesta liberal en el sentido de que

gobernase la entidad el coronel José María Patoni.

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Marcelino Murguía. Gobernador conservador interino en 1859

Miguel Cruz Aedo, coronel liberal quien, en 1859, fue gobernador de Durango.

Ante la solicitud de su dimisión, por parte del Gobierno Federal, Cruz Aedo optó

por la resistencia y sin más, fue acribillado por sus propios guardias

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Ante la situación, el general Degollado ordenó a los coroneles Cruz Aedo y

Francisco Otalora Arce5 que abandonaran el territorio estatal, mientras el nuevo

gobernador Patoni, a su vez, ordenaba a la tropa que no obedeciera órdenes del

destituido Aedo.

Al presentarse los coroneles Aedo y Arce, en el Cuartel, el oficial Pedro de Uranga

les comunicó las órdenes superiores. Ante la situación, Miguel Cruz Aedo,

indignado, desarmó al oficial y lo agredió. En consecuencia, los soldados de la

guardia dispararon contra Aedo y lo dejaron sin vida. Este pasional acontecimiento

político sucedió el 26 de diciembre de 1859.

La guerra de Cajén

Domingo Cajén fue un militar de origen español que se afilió al Partido Conservador

y, durante la Guerra de Reforma, Miguel Miramón, el presidente de los

conservadores, lo comisionó para desarrollar las operaciones militares contra los

liberales en el estado de Durango. En el año de 1859, Domingo Cajén, al mando de

400 soldados conservadores, atacó la población de San Juan de Guadalupe y fue

rechazado y derrotado por las tropas liberales del capitán Tomás Borrego, en El

Alamillo. Posteriormente, Cajén incorporó a sus fuerzas a los bandidos Tulises.

Como parte de la Guerra de Reforma, el general liberal José María Patoni se decidió

a combatir a los conservadores y bandidos de Cajén, Mientras el licenciado Jesús

Salas fue encargado de sustituir en el ejecutivo estatal a Patoni, por el bando liberal.

Sin dejar de combatir, después de derrotar a los liberales del coronel José María

Patoni en Santa Bárbara, para el 17 de febrero de 1860, Domingo Cajén entró a la

ciudad de Durango y, de inmediato, los conservadores le dieron el cargo de

gobernador del estado.

Ya en su papel de gobernador conservador del estado, Domingo Cajén volvió a

derrotar a los hombres del coronel José María Patoni en la Hacienda de La Flor,

5 Francisco Otalora arce fue un general republicano nacido en Guadalajara en 1831. Como coronel estuvo de Guarnición en Durango en 1859 bajo las órdenes de don Santos Degollado, Jefe Supremo del Ejército Liberal. Otalora logró hacer buenas relaciones con los liberales durangueños con quienes conformó una Logia Masónica en la ciudad de Durango. Posteriormente continuó su lucha contra la Intervención Francesa y fue gobernador del estado de Guerrero en diversas ocasiones.

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municipio de Nazas. El recalcitrante conservador de origen español continuó

persiguiendo a los hombres de Patoni y les dio alcance en Santa Bárbara, municipio

de Rodeo y los volvió a derrotar. El mismo Cajén combatió con brío a los

republicanos de Eulogio Núñez en Cilla Allende, Chihuahua y a otros jefes liberales

en territorio durangueño.

Domingo Cajén, militar conservador de origen español. Combatió a los liberales e

incluyó entre sus tropas a los, bandidos Tulises. Fue gobernador de Durango en

1860

Siguiendo la campaña bélica liberal, Patoni arribó a la ciudad de Durango, en julio

de 1860, con 500 de tropa, y volvió a abandonar la Perla del Guadiana para hacerse

de vituallas de guerra y boca. A su retorno, el jefe liberal durangueño logró derrotar

a las fuerzas conservadoras en el rancho de San Ignacio, en las inmediaciones de

la capital del estado. En medio de la ingobernabilidad, al conservador Crescencio

Romero, le tocó sentarse en el mejor escritorio del Palacio de Zambrano, del 17 de

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agosto a 12 de septiembre. Similar suerte tuvo su correligionario Jesús Chavarría

desde octubre hasta el 2 de noviembre del mismo año.

Paulatinamente Cajén y sus tropas fueron diezmadas y derrotadas, sobre todo en

la acción de El Espinal, en la Sierra Madre Occidental, al tiempo que los propios

conservadores le retiraron su apoyo en su intento de retomar el ejecutivo estatal y

ante tal pretensión su propia guarnición, liderada por el nuevo gobernador interino

Máximo González, se rebeló contra su jefe el 3 de noviembre de 1860: Así, el

general conservador, de origen español, Domingo Cajén, se vio obligado a

abandonar definitivamente la capital del estado.

En el Corrido de Domingo Cajén se hace mención a la expedición que organizó

Cajén hacia el estado de Sinaloa, con el objeto de ocupar el puerto de Mazatlán,

partiendo de la ciudad de Durango. En el sinuoso camino a Mazatlán, por la Sierra

Madre Occidental, Cajén fue emboscado por los liberales, quienes lo derrotaron en

el Espinazo del Diablo, El Espinal en el corrido. Después de la derrota, el jefe

conservador español fue perseguido y fusilado en la Laguna del Tanque.

Corrido de Domingo Cajén

Anónimo

Cajén partió de Durango

en su caballo alazán,

diciendo que entraba al puerto

bebiendo leche con pan.

La conserva de Durango,

para Mazatlán marchó

mas como era de membrillo

en El Espinal se agrió.

Con la vía franca, finalmente el día 19 de noviembre de 1860, las tropas del coronel

José María Patoni desfilaron triunfantes en la ciudad de Durango y la entidad tuvo

gobierno liberal y republicano, poco antes de la conclusión nacional de la Guerra de

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Tres Años. El 20 de julio de 1861, el coronel Patoni se enfermó y como de

casualidad pasaba por Durango el general Pedro Hinojosa, éste fue invitado que

sustituyera a Patoni, mientras que el coronel durangueño se reponía de sus males.

Cosa que sucedió para el 10 de agosto del mismo año.

En 1861, el general liberal Pedro Hinojosa sustituyó al coronel Patoni, en el

gobierno estatal, mientras este se reponía de una enfermedad.

En el ámbito nacional, los gastos de la Guerra de Reforma obligaron a los bandos

contendientes a contratar créditos y a establecer tratados, en condiciones muy

desventajosas, con los gobiernos extranjeros que reconocían la legitimidad de cada

grupo. Los conservadores diseñaron el Tratado Mon-Almonte, entre México y

España, que comprometía grandes indemnizaciones de México al Gobierno

Español, mientras que los liberales redactaron el Tratado MacLane-Ocampo, entre

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México y los Estados Unidos, en el que se estipulaba el libre tránsito

estadounidense a perpetuidad, por el Istmo de Tehuantepec y la ayuda mutua en

casos de guerra o peligro. Sin embargo, por diversas circunstancias, ninguno de los

dos tratados se llevó a la práctica.

Después de múltiples reveses, los liberales triunfaron en el terreno armado y,

concluyendo la Guerra de Tres Años, en enero de 1861, el gabinete del Gobierno

Liberal, con el liderazgo del presidente Benito Juárez, logró instalarse en la ciudad

de México.

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III. Los alacranes republicanos a la defensa

de la Patria Grande

Las constantes guerras de la primera mitad del siglo XIX habían dejado al país en

la ruina y con una deuda externa que sobrepasaba las posibilidades de pago de las

arcas nacionales. Ante la situación, el Gobierno de la República optó por declarar la

moratoria a la deuda ante los países acreedores; principalmente España, Inglaterra

y Francia, países que conformaron la llamada Alianza Tripartita, y los cuales, con

tropas apostadas en Orizaba y Jalapa, Veracruz, amenazaban con invadir el interior

de la República. Sin embargo, el 19 de febrero de 1862, entre el ministro de

Relaciones Exteriores de México, Manuel Doblado y el representante de la Alianza

Tripartita, Juan Prim, firmaron los Tratados Preliminares de La Soledad, en los que

las tropas de la Alianza Tripartita se comprometían a no ejercer acciones bélicas en

México. Los Tratados fueron cumplidos puntualmente por Inglaterra y España y no

así por Francia, cuyas tropas iniciaron su violento avance al interior del territorio

nacional. Se iniciaba la cruel Intervención Francesa, que a la larga establecería los

conceptos de nacionalidad, sentido de pertenencia y soberanía en las mentes y

corazones de la población del país.

El peor asunto a resolver por los liberales republicanos mexicanos del siglo XIX, fue

el de la Guerra de Intervención que el Imperio Francés, a partir de 1862, en vínculo

directo con los conservadores mexicanos, inició para transformar a los ciudadanos

mexicanos en súbditos, al imponer un gobierno imperial en la persona de

Maximiliano de Habsburgo, miembro de una de las más añejas familias reales

europeas a quien, por el único mérito de su inventada nobleza y alcurnia, los

conservadores monárquicos nacionales, le ofrecieron el extraño trabajo de

emperador de México, mismo que ejerció a partir del 10 de abril de 1864. A la sazón,

la esposa de Maximiliano, Carlota de Weimar, jugó el papel de emperatriz del

inventado imperio.

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A la instauración del imperio, como forma de gobierno, se presentó la constante

resistencia de los liberales republicanos mexicanos, liderados por el presidente

legítimo de México, Benito Juárez, quienes, a la larga, y con una inquebrantable

persistencia, lograron el triunfo contra los invasores franceses y los monarquistas

nacionales.

Las fuerzas francesas de ocupación estuvieron integradas por soldados belgas,

mamelucos de Egipto, zuavos argelinos, mercenarios multinacionales de la Legión

Extranjera, tropas francesas y soldados imperialistas mexicanos quienes, en su gran

mayoría, fueron miembros de la facción conservadora.

Los años más aciagos de este periodo de la Historia de México fueron los de la

ocupación del territorio nacional por parte de las tropas de invasión francesa,

durante los cuales, la población civil patriota, bajo el liderazgo de Benito Juárez,

organizó la resistencia y las guerrillas antiimperialistas, sobre todo de chinacos, que

no dieron tregua ni descanso a las fuerzas intervencionistas. El triunfo de las tropas

mexicanas sobre las francesas en la batalla del 5 de mayo de 1862, en Puebla, fue

una de las más importantes de la Intervención Francesa y marcó la confianza

republicana en el triunfo de su resistencia.

Cuando, en noviembre de 1861, llegaron a la ciudad de Durango noticias fidedignas

de la alianza concertada entre España, Inglaterra y Francia para intervenir en

México, el Congreso del Estado, con fecha 11 de noviembre de 1861, emitió un

manifiesto de apoyo al Gobierno de la República, ofreciendo poner en campaña a

todos los durangueños y agotar todos los recursos de la entidad para defender a la

Patria Grande.

Dos meses después, el Gobernador Coronel José María Patoni, el 11 de enero de

1862, lanzó una proclama donde convocaba a todos los durangueños a las armas

para defender la Soberanía Nacional. Posteriormente; cuando en abril de 1862 se

supo en Durango que las pláticas de conciliación se habían roto y se iniciaba la

intervención militar de Francia, José María Patoni, arengó a los ciudadanos

durangueños para que aportaran dinero y tropas para la defensa de la Patria federal.

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Llamado a las armas a los ciudadanos durangueños en abril de 1862

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Contingente de patriotas durangueños de cada partido que se integraron para

combatir contra los invasores de la Intervención Francesa

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De inmediato salió, a marchas forzadas, con destino a la Ciudad de México el

cuerpo de la Guardia Nacional nombrado Primer Regimiento de Caballería de

Durango, mejor conocido como Los Lanceros de Durango que, en las difíciles

condiciones propias de la época, se dirigió a los escenarios de la guerra en los

estados de Veracruz, Tlaxcala y Puebla.

Los jinetes durangueños en Acultzingo y Atlixco

El 28 de abril de 1862, el Primer Regimiento de Caballería de Durango, al mando

del Coronel Francisco G. Goyzueta, participó heroicamente en la Batalla de las

Cumbres de Acultzingo, en el estado de Veracruz, acción que resultó en derrota

para los republicanos. El 2º Escuadrón de Cazadores de África y el 2º Batallón de

Zuavos fueron los cuerpos de invasores franceses que combatieron a los

republicanos.

Un día antes de la famosa Batalla del Cinco de Mayo de 1862, Los Lanceros de

Durango, incluidos en la División de Caballería del Ejército de Oriente y dirigidos por

el Coronel Francisco G. Goyzueta, tuvieron acción en la Batalla de Atlixco, que se

suscitó en las inmediaciones de la Hacienda de las Traperas, en Atlixco, estado de

Puebla.

Los elementos republicanos del Ejército de Oriente, estuvieron bajo las órdenes de

los generales Antonio Carbajal y Tomás O'Horan y lucharon contra las tropas,

comandadas por los generales: José María Cobos y de Leonardo Márquez,

compuestas por soldados colaboracionistas conservadores mexicanos, que

intentaron apoyar el envío de refuerzos a los invasores franceses, para la ocupación

de la ciudad de Puebla, durante la Segunda Intervención Francesa en México.

Esta batalla culminó con una victoria republicana por lo cual, el grupo conservador

de Márquez, no pudo lograr su objetivo de auxiliar a las tropas francesas del Conde

de Lorencez en la Batalla de Puebla. Lo anterior facilitó que las armas nacionales

se cubrieran de gloria en la afamada jornada del día siguiente.

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Plano francés del combate de las Cumbres de Acultzingo6

6 BIBESCU. Au Mexique, 1862. Combats et retraits des six mille, Londres, Forgotten books, 2013, p. 122.

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La guerra en el Cerro del Borrego

La noche del 13 de junio de 1862, Los Lanceros de Durango, presentaron singular

resistencia en el ataque nocturno que los franceses hicieron al Cerro del Borrego

cerca de Orizaba, en el mismo estado de Veracruz, donde fue muerto por las armas

francesas el Teniente Coronel duranguense Fortunato Alcocer quien, aferrado a no

quitarse sus insignias y a mantener abotonada su casaca, defendió con bravura el

puesto que el General Jesús González Ortega había puesto su cuidado.

En esa ocasión el triunfo fue para las tropas de zuavos del Ejército francés, dirigidas

por el oficial Diétrie y su subalterno el capitán Ledére.

De acuerdo con el General González Ortega: “Las tropas francesas no subieron el

Cerro del Borrego debido a su valor, porque no han disputado palmo a palmo el

terreno que iban ocupando y por donde subían, ni debido tampoco a una ingeniosa

estrategia, que les haría más honor, sino a la circunstancia de conocer de antemano

el cerro citado y de encontrar dormidos a todos los individuos de que se componía

la gran guardia y si esta última circunstancia refluye en contra del jefe y oficiales

encargados de aquel punto, no aumenta en lo más mínimo la bien cimentada

reputación del ejército francés.

Éste no pudo ocupar el cerro sino hasta después de cuatro horas en que dio la

sorpresa -quizá con fuerzas inferiores a las nuestras porque no podía maniobrar

mayor número en aquel terreno; pero esto no se hizo por audacia sino por

conveniencia, lo mismo habría hecho yo y cualquier otro que anticipadamente

hubiera conocido aquel punto- y después también de que teníamos más de 80

heridos, de haber caído muertos y heridos todos nuestros jefes y de que el enemigo

pisaba ya sobre multitud de cadáveres de los nuestros.”7

En la acción del Cerro del Borrego, Goyzueta resultó herido en una pierna lo que le

provocó una abundante hemorragia. Se desconoce la cantidad de bajas de patriotas

durangueños que sucumbieron en ese campo veracruzano de la guerra.

7 González Ortega pretende justificar el fracaso de cerro del Borrego. Tehuacán, junio 26 de1862, en: http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1862_163/Gonz_aacute_lez_Ortega_pretende_justificar_el_fracaso_de_cerro_del_Borrego_printer.shtml

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Sobre el asunto, Goyzueta escribió a Patoni el siguiente parte:

“Primera Brigada de Durango.- Primer Batallón de Carabineros.-

Oportunamente di a Ud. Parte de las funciones de armas en que se halló el

cuerpo de mi mando; pero he sabido que este correo fue interceptado por las

gavillas r5eaccionarias entre Arroyo Zarco y Querétaro y por eso lo hago

ahora por duplicado. Lo que ocurrió es lo siguiente:

Después de una larga y penosa jornada, llegamos cerca del anochecer, al

Cerro del Borrego, con la tropa bastante fatigada, muertos de hambre y de

sed. Al concluir la jornada llegó el C. General Jesús González Ortega, Jefe

de la División a dar sus superiores órdenes al coronel Pedraza, que con el 4º

Batallón de Zacatecas que mandaba, cubría la vanguardia, permaneciendo

en esta posición hasta que, cosa de la una y media de la mañana, fueron

sorprendidos nuestros centinelas por una fuerza de zuavos; tan luego como

esta fue sentida por nuestros soldados se les rompió el fuego logrando

desalojar al enemigo; pero dos horas después aprovechándose tanto del

conocimiento que tenían del terreno, como de una fuerte neblina que cubría

el cerro, cargo doble fuerza el enemigo, y después de un largo combate en

que probaron al enemigo, los mexicanos su valor, tuvimos que hacer una

honrosa retirada, porque el terreno era bastante escabroso, y no podía

hacerse ninguna maniobra.

En esta desgraciada jornada, tenemos que lamentar la pérdida de los

coroneles del Cuarto y Primero Ligero de Zacatecas, del teniente coronel del

que mando C. Fortunato Alcocer; yo me encuentro herido por una bala de

fúsil, en el muslo izquierdo, lo que causó una hemorragia que me ocasionó

un desmayo, pero debido a la eficiencia y al cuidado del general Jesús

González Ortega, para que me asistieran, logré medio reponerme; el

subteniente Campa que se hallaba al frente de un cuerpo con la bandera de

él, también salió herido, aunque levemente. El comportamiento que ha tenido

el Cuerpo en general, nada dejó que desear pues cumplió con los deberes

de un buen soldado y de mexicanos; en virtud de esto, deben ser

considerados por ese Gobierno a quien recomiendo todos los individuos que

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lo componen y le ruego que hagan un esfuerzo, que esa benemérita

institución no carezca de recursos necesarios pues usted puede calcular el

estado en que se encuentra debido solo a la eficacia y cuidado del C. General

Jesús G. Ortega, no ha quedado sujeta a la mendicidad, porque ha impartido

a mi cuerpo recursos de los suyos hasta haberlos agotado.

Patria, Libertad y Reforma. Puebla, Julio 7 de 1862.- F. Goyzueta.- C.

Gobernador del Estado de Durango” 8

Por su parte el general González Ortega expresó sobre la conducta de Goyzueta:

“El valiente cuanto modesto coronel del batallón de Durango, ciudadano Francisco

Goyzueta, herido y desangrándose muchísimo, pues que estaba pasado de una

pierna, permaneció sereno desde el principio hasta última hora, en el lugar del

combate y al frente de su batallón, y ya cuando me disponía a abandonar el cerro,

se me acercó y me dijo: "General, estoy cayendo ya, me faltan las fuerzas, ¿que

más me ordena?".

Lo saludé entonces con respeto, le di públicamente y con entusiasmo, el título de

valiente, y le ordené que saliera del campo, porque había llenado sus deberes más

allá de lo que prudentemente podía exigirlo el honor.

Este valiente se halla en Puebla, sin que la prensa ni sus amigos hayan dicho de él

hasta hoy una sola palabra.”9

8 HERNÁNDEZ, CARLOS. Durango gráfico, Durango, Talleres de J. S. Rocha, 1903, p. 97. Ver también: SALAS, GONZALO. José María Patoni. Lealtad a los principios, Durango, IMAC, Ediciones conmemorativas del Primer Centenario de la Revolución en Durango, 2009, p. 70. 9 González Ortega pretende justificar el fracaso de cerro del Borrego. Tehuacán, junio 26 de 1862, en: http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1862_163/Gonz_aacute_lez_Ortega_pretende_justificar_el_fracaso_de_cerro_del_Borrego_printer.shtml

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Ilustración sobre la Batalla del Cerro del Borrego, aparecida en Le Monde Ilustré

Campamento francés en el Cerro del Borrego, cerca de Orizaba, Veracruz,

Ilustración aparecida en Le Monde Ilustré

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Los Lanceros de Durango y su venerada insignia

Antes de salir de la Perla del Guadiana, en 1862, para dar identidad, unidad y orgullo

a los cuerpos guerreros durangueños, hábiles personas bordadoras diseñaron y

elaboraron finamente y con hilos de oro, los bellos estandartes de Los Lanceros de

Durango.

Quienes bordaron esos estandartes jamás se imaginaron la importancia

emblemática de sus obras, en otra parte del mundo, todavía ciento cincuenta y

tantos años después.

El 5 de mayo de 1863; durante el sitio de Puebla, un año después de la famosa

Batalla del Cinco de Mayo de 1862, en la que los soldados mexicanos de Ignacio

Zaragoza vencieron a las tropas francesas, Los Lanceros de Durango, adscritos

ahora al Ejército del Centro y bajo las órdenes de Ignacio Comonfort, tuvieron acción

en la Batalla de San Pablo del Monte, Tlaxcala, cuando se enfrentaron contra El 6º

Escuadrón del Primer Regimiento de Cazadores de África, comandado por el Jefe

de Mando Oswald Bénigne de Montarby.

Los planes y las órdenes del jefe Ignacio Comonfort eran en el sentido de romper el

sitio, para lograr que las tropas nacionales recibieran vituallas de guerra y boca,

para seguir resistiendo. El Cerro de la Cruz, San Lorenzo y San Pablo del Monte

fueron los lugares en que se vio la acción de los jinetes republicanos durangueños

contra los invasores franceses.

Los relatos sobre la acción de San Pablo del Monte son, en su mayoría, del lado

francés y se establecen en el dudoso heroísmo de un ejército invasor colonialista,

con el cuestionable y ahora casi obsoleto derecho de conquista; que era el derecho

de propiedad que ejercía el conquistador de un territorio sobre la sección de tierra

despojada por la fuerza de las armas.

De los datos obtenidos y las reseñas se ha podido armar el siguiente relato sobre la

Batalla de San Pablo del Monte:

Una unidad mexicana de unos 500 hombres, pertenecientes al regimiento de

infantería de voluntarios de la región y 1500 de caballería del Regimiento de

Durango interceptaron a una columna francesa de infantería de unos 1500 hombres.

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El primer choque favoreció a los mexicanos, toda vez que hicieron retroceder a los

infantes franceses, quienes dejaron el camino para reagruparse ante la inminente

carga de la caballería de los de Durango, comandada por Francisco Goyzueta. Justo

cuando esta se lanza a la carga, se da la contra carga del 6º escuadrón del Primer

Regimiento de Cazadores de África, integrada por unos 600 hombres, comandados

por el Jefe de Mando Oswald Bénigne de Montarby. El choque fue durísimo, toda

vez que ambas unidades ya se conocían de un combate previo que tuvo lugar el 3

de diciembre de 1862, en esta ocasión ambos cuerpos de jinetes se entrecruzaron

y se atacaron con vehemencia, en la batalla murió el comandante en jefe francés

Aymard de Foucauld, atravesado por la lanza de un durangueño.

El empuje y mayor experiencia de la unidad francesa deshizo la formación de los

Lanceros de Durango y, en un momento, el abanderado mexicano cayó y un

chasseur (cazador) francés de apellido Bordes, se apoderó del estandarte

finamente bordado del Primer Regimiento de Caballería de Durango.

Así, el caos fue total y la unidad mexicana se retiró; de esta manera el 6º Escuadrón

se hizo ilustre cuando más de mil mexicanos se retiraron de la batalla que se tenía

perdida, abandonando 30 prisioneros en el campo.

Esta acción armada le valió al Regimiento francés el ser condecorado con la Cruz

de la Legión de Honor, hecho entonces único para este regimiento de caballería.

Con la derrota de Los Lanceros de Durango, las tropas del Ejército Mexicano que

defendían la sitiada ciudad de Puebla no pudieron recibir el avituallamiento

necesario y se vieron obligadas a rendirse.

El cuerpo de Lanceros de Durango nunca volvió ser mencionado, al menos con ese

nombre, en acción cual ninguna. Sin embargo su jefe Francisco Goyzueta vuelve a

aparecer en diversas acciones de guerra en los siguientes tres años, en el estado

de Durango.

Hasta donde se sabe, no fue uno, sino dos, los estandartes de Los Lanceros de

Durango, que fueron capturados por las tropas invasoras.

Uno permaneció en el Museo del Ejército Francés hasta el año de 1964, cuando el

gobierno de Francia lo devolvió a nuestro país, por conducto del general Jaques

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Lefort, con ceremonia y visita oficial del general y presidente francés Charles de

Gaulle.

La historia del segundo estandarte es por demás interesante, toda vez que

representa el principal trofeo de guerra y emblema de orgullo del Primer Regimiento

de Cazadores de África; actualmente, en el año de 2015, establecido en el Campo

Militar de Canjuers, Francia.

El 5 de mayo de cada año, los efectivos de ese cuerpo militar francés, en una

ceremonia por demás especial, rinden honores y guardias al estandarte de Los

Lanceros de Durango, en conmemoración a la Batalla de San Pablo del Monte,

considerada por ellos como de extremo heroísmo.

Así, las durangueñas o durangueños que bordaron esa insignia, jamás se

imaginaron que el grupo militar colonialista invasor de soldados de la Intervención

Francesa, de origen argelino del Continente Africano veneraría su trapo bordado, y

ahora sobreprotegido con un marco, a una distancia de más 150 años después de

que lo diseñaron, lo elaboraron y amorosamente lo entregaron como enseña a los

patriotas republicanos durangueños.

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Dos imágenes de Oswald Bénigne de Montarby. Jefe del 6º Escuadrón del Primer

Regimiento de Cazadores de África

Aymard Hippolyte de Foucauld, oficial francés caído en la Batalla de San Pablo del

Monte

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Pintura francesa sobre la Batalla de San Pablo del Monte, Tlaxcala, con Los

Lanceros de Durango, en 1863

Bandera del Primer Regimiento de Caballería de Durango, capturada por los

franceses en la Batalla de San Pablo del Monte, devuelta a México por el

presidente francés, general Charles De Gaulle, en 1964

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L’Illustration universal. Paris, julio de 1863. Grabado de Achille Cibot, sobre la

Batalla de San Pablo del Monte, Tlaxcala, el 5 de mayo de 1863

Una representación gráfica francesa ficcionalizada de la Batalla de San Pablo del

Monte

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Dos imágenes de una famosa tarjeta postal sobre la El Estandarte del Primer

Regimiento de Cazadores de África, capturado en la Batalla de San Pablo del

Monte

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Otra tarjeta postal sobre el Estandarte capturado a Los Lanceros de Durango

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Foto de 1870. Honores al Estandarte capturado a Los Lanceros de Durango

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Dos imágenes recientes de una ceremonia del Primer Regimiento de Cazadores

de África, actualmente, en el año de 2015, establecido en el Campo Militar de

Canjuers, Francia, rindiendo honores al Estandarte capturado a Los Lanceros de

Durango

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La infantería de Patoni

Mientras Los Lanceros de Durango y las tropas de patriotas republicanos liberales

arriesgaban su vida en la lucha contra los invasores. Las figuras provenientes del

Partido Conservador redoblaban esfuerzos para conseguir el respaldo político y

militar de Napoleón III, en Francia, con la finalidad establecer en México una

monarquía o un imperio que pudiera favorecer los intereses de la clase

conservadora.

En Durango los liberales republicanos atendían a la defensa de la Patria Grande y

en consecuencia el Ayuntamiento de la Ciudad lanzó un manifiesto, con fecha 12

de junio de 1862, dando su firme adhesión a los principios democráticos de la

República Mexicana.

El coronel José María Patoni, gobernador de Durango, había iniciado la

organización de una brigada de infantería, en el marco jurídico de la Guardia

Nacional, compuesta por 800 soldados en dos batallones, para dirigirse a la zona

de guerra en el estado de Puebla, donde los franceses, ya con refuerzos, habían

reiniciado los ataques a la plaza.

A partir del 6 de julio de 1862, Benigno Silva fue el ciudadano encargado de ocupar

la gubernatura estatal, ante la ausencia de Patoni. En su periodo interino, Silva optó

por reformar la constitución estatal con el o0bjeto de hacerla congruente, en sus

principios, con los de la Carta Magna nacional. La nueva Constitución Política del

Estado de Durango fue promulgada el 14 de mayo de 1863. En su texto, además

de incluir las disposiciones legales de la Reforma, se creó la figura de jefe de partido,

al tiempo que la jurisdicción política y administrativa de la entidad quedó dividida en

13 partidos, a saber: Durango, Mezquital, Nombre de Dios, San Juan de Guadalupe,

Cuencamé, Mapimí, Nazas, San Juan del Río, Santiago Papasquiaro, El Oro, Indé,

San Dimas y Tamazula.10

Mientras tanto, los efectivos de la milicia chihuahuense de la Guardia Nacional, de

apoyo a la República Mexicana, contra la Intervención Francesa, habían partido al

10 PACHECO ROJAS, JOSÉ DE LA CRUZ. Breve Historia de Durango, México, Fondo de Cultura Económica / Colegio de México / Fideicomiso Historia de las Américas, Series Breves Historias de los Estados de la República Mexicana, 2001, p. 181.

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interior del país desde mayo de 1862, en vísperas de la batalla de Puebla, pero en

el camino, en Palo Chino, Durango, los soldados se amotinaron reclamando el

cambio de jefes. Una vez que se restituyó el orden y la autoridad, se envió a los

líderes de los insubordinados a la ciudad de Durango en donde el gobernador Patoni

los mandó incorporar a su respectiva sección de la Guardia Nacional.

Las tropas de Chihuahua, unidas con las de Durango, bajo las órdenes del coronel

José María Patoni, iniciaron su viaje a la ciudad de México. En la capital de la

República, Patoni recibió el grado de general y a él, junto con sus efectivos, se les

integró a las brigadas del Ejército de Oriente, bajo el mando del general Jesús

González Ortega y de inmediato salieron al combate en la ciudad de Puebla, a

donde arribaron en los primeros días de enero de 1863.

Así, la Segunda Brigada del Ejército de Oriente, o Brigada Patoni, bajo las órdenes

del general José María Patoni, estuvo compuesta por el Primer Batallón de

Carabineros de Durango, bajo el mando del teniente coronel Manuel Porra; el

Segundo Batallón de Carabineros de Durango, que obedecía al coronel Pedro

Moreno y el Primer Batallón de Carabineros de Chihuahua, comandado por el

coronel Manuel Maya. El total de los efectivos de la Brigada Patoni fue de: 11 jefes,

69 oficiales y 1,004 individuos de tropa.

Dadas las duras condiciones del largo y sinuoso viaje desde Chihuahua hasta

Puebla, de quinientos hombres que iniciaron el recorrido, llegaron únicamente 370

soldados de la infantería chihuahuense, puesto que casi una tercera parte de la

tropa falleció en el trayecto de más de dos mil quinientos kilómetros que hicieron a

pie. Algo similar sucedió con las tropas durangueñas, aunque estas últimas solo

tuvieron que caminar alrededor de mil cuatrocientos kilómetros.

En Puebla, la Segunda Brigada del Ejército de Oriente participó activamente durante

el prolongado sitio que las tropas invasoras francesas impusieron a las tropas

mexicanas. El general Patoni solicitó actuar en la defensa del Fuerte de Ingenieros,

también conocido como Fuerte Totimehuacán. El sitio de Puebla duró del 16 de

marzo al 17 de mayo de 1863 y en todo ese lapso, el Fuerte de Totimehuacán, que

era el puesto más avanzado con respecto a las tropas francesas de asalto, sufrió y

resistió a diversos ataques. Llegado el momento, ante el Estado Mayor del Ejército

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de Oriente, el general Patoni externó su opinión en el sentido de que se debería

atacar a los sitiadores fuera de los diversos fuertes en los que se parapetaban las

tropas nacionales. Aunque la opinión general fue contraria a la idea de Patoni, se

autorizó al durangueño para que, con su Brigada, actuara en consecuencia. El

resultado de las cargas de la infantería de Patoni fue que las tropas norteñas

plantaron la bandera nacional en los puestos de avanzada de los franceses.

Plano en el que se localiza el Fuerte de Ingenieros o de Totimehuacán, en la

ciudad de Puebla, defendido por la Infantería de José María Patoni.

El hambre y la debilidad bélica, propiciados por el desabastecimiento de vituallas de

boca y guerra, obligaron a las tropas nacionales a la rendición, ante los invasores

franceses, a partir del 18 de mayo de 1863.

Tras la rendición de Puebla, el general Patoni, cayó prisionero, junto con otros

muchos jefes y oficiales del Ejército Mexicano. Su triste destino inmediato era el ser

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conducido a Europa. Sin embargo, el 25 de mayo, en Orizaba, Veracruz, 868

oficiales mexicanos, prisioneros de guerra de los franceses, lograron fugarse, entre

ellos el propio José María Patoni, mientras que 532 oficiales prisioneros no

consiguieron escapar y fueron trasladados a un campo de concentración en Lille,

Francia.

Tras un viaje complicado y lleno de vicisitudes, Patoni y otros oficiales mexicanos

sobrevivientes, lograron reunirse con el presidente Benito Juárez en San Luis

Potosí, de donde Patoni partió a hacerse de nuevo cargo del Gobierno del Estadio

de Durango.

Es de señalar que, al finalizar el año de 1864, el general Aquiles Bazaine, jefe de

las tropas invasoras francesas, contaba con más de 63,000 hombres, entre

expedicionarios franceses, voluntarios austriacos, belgas, egipcios, austriacos,

antillanos y mercenarios adscritos a la Legión Extranjera, así como 20,000

conservadores mexicanos, mientras que los efectivos republicanos liberales se

había visto sensiblemente mermados, por las deserciones y por la baja en la moral,

dado el inexorable avance de los intervencionistas.

Ante la superioridad técnica de las tropas de ocupación, en condiciones extremas,

los soldados de la República y su presidente Benito Juárez no tuvieron más opción

que desplazarse hacia el norte del país, bajo la constante persecución de las tropas

francesas.

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Dos imágenes del general José María Patoni Sánchez

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IV. Los alacranes republicanos a la defensa

de la Patria Chica

Los franceses llegaron ya

Mientras la infantería de Patoni luchaba contra los invasores en Puebla; en Durango,

diversas acciones armadas, apoyadas por la diputación local, sin bandera

completamente definida, y dirigidas principalmente por el coronel Tomás Borrego,

habían logrado que el licenciado Benigno Silva, a quien el general José María Patoni

había dejado en el cargo de gobernador interino del estado; a partir del 9 de junio

de 1863, dejara el puesto y que este fuera ocupado por el licenciado Juan José

Zubizar.

Juan José Zubizar. Gobernador de Durango en seis ocasiones; entre los años de

1848 y 1863

Al arribar Patoni a la ciudad de Durango, el 14 de julio de 1863, de inmediato y con

el aval del Gobierno Federal, según decreto expedido el 24 de julio de 1863, se

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desconoció la investidura espuria de Zubizar, con lo cual el general Patoni volvió a

ocupar el Poder Ejecutivo Estatal.

Leal a la República Mexicana y siguiendo puntualmente las instrucciones del

presidente Don Benito Juárez, el General José María Patoni organizó el gobierno y

la resistencia contra los invasores en el estado de Durango. Nombrado por Juárez,

comandante militar de los estados de Durango y Chihuahua, el 6 de marzo de 1864,

Patoni con sus tropas, abandonó el estado para proteger los poderes de la Unión y

combatir a los inoportunos rebeldes neoleoneses antirrepublicanos encabezados

por Santiago Vidaurri. En la ocasión, el general Patoni dejó en el gobierno estatal a

cargo de Cayetano Mascareñas.

En el ámbito nacional, a pesar de las múltiples derrotas en el terreno militar, los

ciudadanos liberales continuaron manteniendo el gobierno republicano, mientras

que los conservadores hacían tratos en Europa para que alguna de las familias

reales europeas les hicieran el favor de enviar a uno de sus miembros para ocupar

el puesto de emperador de México.

Como ya se apuntó, el cargo recayó en Maximiliano de Habsburgo quien, junto con

su esposa Carlota de Weimar, y apoyado por los monarquistas conservadores

mexicanos y las tropas francesas de ocupación, se asumió como nuevo emperador

de México, a partir del 10 de abril de 1864, iniciando así el periodo histórico conocido

como Segundo Imperio Mexicano, con un gobierno impopular que tuvo la constante

de la resistencia guerrillera liberal en la mayoría del territorio nacional.

Maximiliano ejerció una monarquía moderada, estableciendo algunas leyes

reformistas como la que establecía la tolerancia de cultos, el respaldo a parte de las

actas de desamortización y nacionalización de bienes que se habían dictado a partir

de la Leyes de Reforma, entre otras, mismas que fueron provocando que, entre sus

súbditos; los conservadores mexicanos, se experimentara un evidente rechazo a su

emperador.

Estrenando emperador, las tropas francesas y las imperialistas mexicanas

continuaron su avance para la ocupación total del territorio nacional y en su itinerario

se encontraba el estado de Durango, mismo que, a la sazón, tiempo después, en la

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nueva mapografía imperialista se transformó en los departamentos de Durango y

Nazas.

A partir del 2 de julio de 1864, arribó a Durango, para la defensa militar republicana,

el general Gaspar Sánchez Ochoa, con mil de tropa medianamente pertrechados.

Para la defensa, el gobernador interino Cayetano Mascareñas había ordenado

realizar obras de zapa y fortificación en las cuales participaron, de manera obligada,

algunos parroquianos de la ciudad.

Conocedor de la inutilidad bélica de ofrecer resistencia a las experimentadas tropas

francesas, Gaspar Sánchez Ochoa, optó por abandonar la ciudad ante el arribo

inminente de los invasores.

De esta suerte, dirigidas por el general Edmond L’Heriller,11 el 4 de julio de 1864,

las tropas del Ejército Francés de ocupación, sin combatir, al compás de las notas

de la marcha de: la Vivandera y el himno de La Marsellesa, hicieron su entrada

triunfal a la ciudad de Durango, en donde los nuevos súbitos conservadores

monarquistas y la población en general les hicieron un recibimiento apoteósico.

Paradas militares, bailes, banquetes y demás agasajos, fueron realizados por los

nuevos súbditos en honor a la oficialidad invasora.

La 1ª Brigada de la 2ª División del Ejército Francés en México, bajo las órdenes del

general de división Félix Douay e integrada por el Primer Batallón de Cazadores de

a Pie comandado por el oficial Philippe de Courcey, el 2º Regimiento de Zuavos,

bajo las órdenes del teniente Coronel Julio Martin y el 99º Regimiento de Infantería

que conducía el Coronel Saint Hilaire, fueron los cuerpos de tropas invasoras de

ocupación que desfilaron en las calles de la Perla del Guadiana.

Para el Segundo Imperio Mexicano de Maximiliano de Habsburgo, la ocupación de

Durango representaba un bastión importante para acabar con la resistencia

republicana en el norte del país. Diversas fotografías, dibujos, mapas, planos,

grabados, tarjetas postales y caricaturas francesas y mexicanas, dan fe de la

presencia y acciones de los invasores franceses en territorio durangueño.

11 El general de división Edmond-Aimable L´Heriller, durante su labor como oficial de las tropas invasoras en México, tuvo la ventaja de que uno de los idiomas que dominaba era el español.

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El día 15 de junio de 1864, el general Edmond L´Heriller convocó a una junta de

notables adictos al Imperio, con el objeto de conformar el gabinete de gobierno

imperial de la nueva Prefectura Política Superior de Durango, sin elección o consulta

popular de por medio. Este conjunto de miembros del gobierno departamental

quedó integrado por el súbdito Buenaventura González Saravia y Delgado de

Nájera, como Comisario Imperial y Prefecto Político Superior, el cargo fue ocupado

por Sarabia del 5 de julio de 1864 a febrero de 1865 y posteriormente; de septiembre

a octubre del mismo año. En el lapso intermedio Sarabia fue sustituido por el súbdito

Juan de Dios Palacios; por su parte el súbdito licenciado Bernardo de la Torre ocupó

el cargo de Secretario de la Prefectura. El organigrama departamental también tuvo

entre sus integrantes a los súbditos hacendados Juan Nepomuceno Flores,

Francisco Bracho, Ignacio Asúnsolo y Felipe Pérez Gavilán, entre otros encargados

de los puestos del Consejo Departamental, el Ayuntamiento y el Supremo Tribunal

de Justicia. De hecho, los invasores tenían en mente realmente hacer de México

una colonia francesa o por lo menos un protectorado, con la imagen de Imperio. Es

de notar que la afiliación política de los miembros del nuevo gobierno imperial en el

Departamento de Durango era, en lo general, de la facción conservadora.

De hecho, los empresarios y hacendados conservadores de la entidad abrigaban el

deseo de llegar a tener los títulos nobiliarios que los diferenciaran, desde el

nacimiento hasta la muerte, de la mayoría de la población, transformarse e

inventarse como nobles y establecer su diferencia con los a su vez inventados

plebeyos. Lograr recibir de su emperador los títulos de: condes, vizcondes, barones

o al menos caballeros; entre otros, al servicio de Su Majestad. Ser el conde de

Garavitos, el Barón de Guatimapé o el Caballero de Taxicaringa era un sueño

presente en el pensamiento conservador, para reproducir a las cortes europeas en

terrenos durangueños y establecer, aparte de las evidentes diferencias económicas,

las diferencias de la inventada alcurnia.

Sin experiencia política cual ninguna y con poco carisma, pero leal a la monarquía,

el súbdito Buenaventura González Saravia intentó desarrollar acciones de gobierno.

Una de ellas fue el reordenamiento de las fuerzas de la Policía rural para

incrementar la vigilancia y la protección a las haciendas, poblados y caminos, ante

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la constante amenaza de los bandidos y los apaches, al tiempo que intentó que el

dominio de los franceses se hiciera evidente en todo el territorio estatal.

No pasó mucho tiempo antes de que Buenaventura González Saravia se percatara

de su propia ineptitud para gobernar, toda vez que estaba más preocupado por la

atención de sus negocios personales, que por los de la cosa pública. Así lo hizo

saber a su jefe superior el emperador Maximiliano y en dos ocasiones le presentó

la renuncia a la prefectura, misma que el archiduque de Miramar no acepto.

Limitado en lo que a cuadros de liderazgo se refiere, Maximiliano no se podía dar el

lujo de aceptar las renuncias de la poca gente confiable y leal. A la sazón, el mismo

súbdito González Saravia viajó a la ciudad de México para tramitar personalmente

su dimisión, aunque a su regreso a la capital de Durango, además de la ratificación

del cargo de prefecto, traía consigo los nombramientos de: Visitador del

Departamento de Durango y Comisario Imperial de la 6ª División Territorial, con un

sueldo mensual de $300.00. Además recibió del emperador la Cruz de Comendador

de la Orden Imperial de Guadalupe, mientras que su esposa obtuvo de la emperatriz

Carlota el título de Dama de Palacio.12 Total, que Saravia siguió siendo el súbdito

preferido y encargado de gobernar Durango para el Imperio.

La prioridad militar de los invasores franceses era la de acabar con las tropas de la

resistencia republicana. Así, ante la noticia de que los republicanos de Patoni se

encontraban atascados en los lodazales de un camino en malas condiciones

cercano a la capital del estado, el general Edmond L’Heriller ordenó al comandante

Philippe de Courcey que dirigiera sus tropas, integradas por cuatro compañías del

1er Batallón de Cazadores de a Pie y tres pelotones del Escuadrón del 12º

Regimiento de Cazadores, a combatir a los partisanos republicanos de Patoni.

El 14 de julio de 1862, los invasores franceses arribaron a San Lucas de Ocampo y

al siguiente día se presentaron en San Juan del Río. En ese municipio y

precisamente en la Hacienda de Menores, fue donde las tropas francesas atacaron

a los guerrilleros rezagados del general Patoni. Aunque los republicanos sufrieron

12 ALTAMIRANO COZZI, GRAZIELLA. “Durango bajo el Imperio”, en: VILLA GUERRERO, GUADALUPE y FRANCISCO DURÁN (coordinadores). Durango. Tierra de retos. Tomo I. La Capital, México, Milenio / La Opinión / Multimedios, Biblioteca Milenio de Historia, 2009, pp. 202 a 203.

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varias bajas, el grueso de la tropa logró escapar, junto con las valiosas piezas de

artillería. Por su parte Philippe de Courcey retornó a la ciudad de Durango.

Otra acción guerrera en la entidad, fue la que tuvo lugar en la Hacienda de Juana

Guerra, cercana a Nombre de Dios, el 19 de julio de 1864, cuando dos compañías

del 2º Regimiento de Zuavos, bajo las órdenes del capitán Hurtel, se enfrentaron

con las tropas republicanas del general jalisciense Ramón Corona. En una frenética

persecución de más de cuatro kilómetros, los zuavos lograron hacer 30 prisioneros

y dar muerte a 45 soldados republicanos. Sin embargo la resistencia encabezada

por Corona no mermó y continuó las hostilidades contra los imperialistas, sobre todo

en los terrenos de la Sierra Madre Occidental. Tras la refriega, dos franceses; de

apellidos Bonhomme y Baril, que eran prisioneros de los republicanos y por los

cuales se había pedido rescate fueron liberados por las tropas invasoras.13

13 GARCÍA MAQUIVAR, JUAN RAMÓN. Intervención Francesa en Durango. 1ª parte, COCyTED / Universidad Popular de Analco. S. / l., S. / F. pp. 83 y 84.

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Mapa francés del Itinerario de tropas invasoras de México a Durango en 1864

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Dibujo francés sobre la apoteósica recepción a las tropas invasoras en Durango,

es de notar que el autor del dibujo se imaginó a los durangueños como árabes

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Dos fotografías con las tropas invasoras en la Plaza de Armas de Durango, el 4 de

julio de 1864

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Tres imágenes del general Edmond L’Heriller, comandante de las tropas francesas

de la Intervención que ocuparon Durango

Buenaventura González Saravia y Delgado de Nájera. Comisario Imperial y

Prefecto Político Superior de Durango bajo el Segundo Imperio

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Rodrigo Durán. Prefecto municipal del Segundo Imperio en Durango

Cartón de Xavier Gómez sobre el comportamiento de los notables liberales ante

los intentos de cooptación por parte del Segundo Imperio

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Dibujo de Xavier Gómez sobre la acogida que algunos ciudadanos durangueños

dieron a los invasores franceses

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Tarjeta postal con dibujo de zuavos del ejército invasor francés apostado en

Durango

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Fotografía francesa de la Acequia Grande de la ciudad de Durango, 1864

Fotografía francesa. Panorámica de la ciudad de Durango, 1864

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Plaza de Armas de Durango. Fotografía francesa, 1864

Fotografía, posiblemente francesa, de la Plaza principal de la ciudad de Durango,

1866 (circa)

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Imagen ideal francesa en grabado de la Catedral de Durango, 1865

Imagen francesa en grabado de la Plaza de armas y la Catedral de Durango, 1865

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Imagen francesa en grabado de vista panorámica de la ciudad de Durango desde

el Santuario de Guadalupe, 1865 (circa)

Imagen ideal francesa del paseo de Las Alamedas, 1865

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La Noria, actual Pedriceña, municipio de Cuencamé. Fotografía francesa, 1864

El General Ramón Corona combatió a los invasores franceses en Durango

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La Batalla del Cerro de Majoma

En una carta que don Benito Juárez envió desde Villa de Cinco Señores (hoy Nazas)

a don Matías Romero, quien se encontraba en Nueva York , con fecha del día 22

de Septiembre de 1864, en uno de sus párrafos dice: “El día 2 de Septiembre

llegamos a la Hacienda de Santa Rosa14, perteneciente a este Estado y allí formé

el Primer Cuerpo del Ejército de Occidente, compuesto de la División que había yo

organizado en Nuevo León, al mando del General Alcalde, de la División de

Zacatecas y de la División del General Patoni.

Nombré de General en Jefe al Sr. González Ortega y de su segundo al General

Patoni, y ordené que se abriese la campaña sobre Durango y Zacatecas. El día

doce emprendió el Ejército su marcha y yo me pasé a esta Ciudad (de Nazas) que

dista 60 leguas de la Capital de Durango.

Hoy se encuentran nuestras fuerzas interpuestas entre Durango y Zacatecas y

pronto ocuparán una de estas Capitales.”

Sobre el reclutamiento de tropas de ciudadanos republicanos en el estado de

Durango, la lírica narrativa popular difundió las siguientes cuartetas:

“Madre mía de Las Mercedes,

Virgen de imperial corona,

en ti mi experiencia pongo,

del Real del Oro patrona.

Ese don José María,

valido de la ocasión,

se lleva a todos los hombres

pa’ formar el batallón.

Ese general Patoni,

se lleva a toda la gente,

14 La Hacienda de Santa Rosa, se ubicó en los terrenos que actualmente ocupa la ciudad de Gómez Palacio.

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por sus purito calzones

pa’ formar el contingente.”15

En la Villa de Cinco Señores (Nazas), el Presidente Juárez permaneció más de ocho

días, esperando los resultados de las acciones bélicas del Primer Cuerpo del

Ejército de Occidente.

A mediados del mes de septiembre, las tropas republicanas habían avanzado hasta

Tapona (hoy Guadalupe Victoria), a cuatro leguas de Porfías, (hoy Jerónimo

Hernández), en el municipio llamado hoy Pánuco de Coronado, donde se

encontraba una fuerza francesa.

En Tapona, el general Jesús González Ortega recibió la noticia de que otra sección

de soldados franceses, procedente de Zacatecas, se encontraba en las

inmediaciones de San Miguel del Mezquital (hoy Miguel Auza), región de planicies

y pequeñas serranías del Estado de Zacatecas, colindante con el Municipio de

Cuencamé, Durango, que venía a dar auxilio a las fuerzas ubicadas en la Capital de

Durango. Ante esta situación, Jesús González Ortega decidió; en lugar de dirigir sus

fuerzas sobre la ciudad de Durango, hacer una marcha nocturna forzada, de 18

leguas16, con el fin de sorprender a la sección de auxilio de los invasores, destruirla,

y posteriormente regresar sobre Durango. El jefe del Primer Cuerpo del Ejército de

Occidente no tuvo éxito debido a que, avisados los franceses por algún traidor, estos

continuaron por un camino distinto al que se había trazado González Ortega.

Al llegar a las inmediaciones de San Miguel del Mezquital, Zacatecas, González

Ortega se dio cuenta de la retirada oportuna de aquellos, lo que lo hizo optar por

volverse hacía la Ciudad de Durango.

Este regreso dio de inmediato un desenlace no deseado; de manera inopinada, los

republicanos tenían enfrente al enemigo extranjero, que se había posesionado de

la Hacienda la Estanzuela. Los republicanos, tratando de lograr la mejor posición,

15 CASTILLO NÁJERA, FRANCISCO. “La Batalla de Majoma. Significación política y militar. Sucesos de la época”, en: FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, ANTONIO. Memoria de la Academia Nacional de Historia y Geografía. Boletín Número 5. Año quinto. Segunda época, México, Academia Nacional de Historia y Geografía, 1949, p. 24. 16 Una legua equivalía a 4,190 metros.

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se situaron en el Cerro de Majoma, ubicado a poco menos de una legua de distancia

de la Hacienda de Estanzuela.

El Cerro de Majoma se erige en los límites de los estados de Durango y Zacatecas,

correspondiendo la parte durangueña al Municipio de Cuencamé y la zacatecana al

Municipio de Miguel Auza (antes San Miguel del Mezquital) y como a 4 Kilómetros

de esta, al sur de este punto, se ubica la Hacienda de Estanzuela, dentro del

Municipio de Cuencamé. En este sitio, el 21 de Septiembre de 1864, tuvo lugar una

de las últimas y decisivas batallas en que los republicanos juaristas pelearon para

detener el avance de las fuerzas francesas en Zacatecas y Durango. De esta

confrontación armada dependía el control de los estados del norte de México.

Las fuerzas invasoras de combate enviadas por el general Edmond L’Heriller a la

zona de la batalla, bajo el mando del coronel Julio Martín, estuvieron integradas por:

cinco compañías del 2º Batallón del 2º Regimiento de Zuavos. La 2ª Compañía del

18º Batallón de Cazadores de a pie; dos obuses de montaña rayados, servidos por

una sección de la 1ª Batería del 5º Regimiento de Artillería y del 2º Escuadrón del

12º Regimiento de Cazadores de a Caballo. Un Escuadrón de Caballería Mexicana

imperialista, bajo las órdenes del Cura Jesús Meráz. En total, la fuerza imperialista

sumaba 531 tropas francesas y 80 mexicanos.

Por su parte los republicanos mexicanos, bajo las órdenes de los generales Jesús

González Ortega y José María Patoni estaban organizados en los siguientes grupos:

Tres divisiones de infantería que obedecían a González, Patoni y al general Alcalde;

una de caballería dirigida por el general Antonio Carbajal. Una brigada suelta al

mando del general Eugenio Castro y 20 piezas de artillería bajo la disciplina del

coronel Jesús Lalanne.

En los partes de guerra imperialistas se contabilizaba a las tropas republicanas con

un total de: 3,500 infantes y 700 de caballería.

La batalla era inminente y las tropas republicanas del general José María Patoni se

ubicaban en mejor ventaja estratégica en el Cerro de Majoma. Patoni se apostó en

el cerro, constituyéndose como el ala derecha del Ejército de Occidente; ahí en la

cima, se colocaron diez cañones bajo el mando del Comandante de Artillería

Coronel Jesús Lalanne, y el batallón de Chihuahua, a las órdenes del Coronel

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Manuel Ojinaga; defendiendo otra posición del Cerro, el General Gaspar Sánchez

Ochoa. Como reserva; Ortega y Alcalde con sus divisiones se situaron en la llanura;

en la División de Jesús González Ortega quedaban incluidos los batallones de

Zacatecas, el primero comandado por el Coronel Francisco Fernández, y el

segundo, por el Coronel Villagrana; ambas Divisiones formando el centro y ala

izquierda del Ejército; colocándose la Caballería en ambas alas. En el ala izquierda

estaba la Caballería de Castro y unos doscientos soldados; y en el ala opuesta, los

trescientos jinetes de Antonio Carbajal.

La batalla se dio la forma siguiente: Carvajal, al frente de una sección de

exploradores, avanzó para la Estanzuela. De esta salió al enfrentamiento el capitán

francés Fouré, con un escuadrón de cazadores montados. Se trabó un tiroteo de

corta duración. En esta primera acción la ventaja correspondió a los republicanos.

Los franceses perdieron algunos hombres y caballos, que quedaron del lado de los

republicanos.

En una segunda carga, el coronel francés Julio Martín, que comandaba el Segundo

Regimiento de Zuavos, consideró en principio que tenía que batirse con una corta

retaguardia. Este razonamiento era resultado de que no tenía a la vista a las otras

fuerzas republicanas que estaban ubicadas en la hacienda. Entonces Martín, con

sus tropas de zuavos, avanzó con ese error, hasta que descubrió que se hallaba

frente a todo el Ejército Republicano y no encontrando forma de retroceder, ordenó

el ataque. La artillería colocada en la cima de la loma abrió fuego sobre la columna

de soldados franceses y a los primeros disparos, el coronel Julio Martín quedó

destrozado al impactar en él la bala de un cañonazo. En medio de la refriega,

inmediatamente el fallecido Martin fue sustituido por el general Frédéric Benoit Japy,

quien prosiguió el ataque. El objetivo de los franceses era el Cerro que, de hecho,

resultaría ser la llave de la posición, pues quien lo tuviese en su poder tendría más

ventaja para ganar la batalla. Por lo pronto estaba en poder de los republicanos. En

esta segunda acción de armas, que fue impetuosa, las fuerzas republicanas hicieron

retroceder a los franceses, habiéndose distinguido el batallón de Chihuahua a las

órdenes del Coronel Manuel Ojinaga.

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Los franceses no se dieron por vencidos y volvieron a la carga, obstinándose en el

ataque hasta lograr que la posición fuera cedida por la División de José María

Patoni, no obstante los esfuerzos de su comandante y de otros jefes militares. En

esta tercera acción se tuvieron momentos difíciles, tanto así que fue necesario que

subieran a la loma los batallones de Zacatecas.

En este intento y arrojo sucumbieron sus comandantes los coroneles Fernández y

Villagrana. Por unos momentos parecía perdida la acción de armas para los

republicanos, pero una carga de caballería dada en la cima de la loma, logro inclinar

la balanza a favor del Ejército Republicano. En esta acción fueron lanceados varios

de los infantes franceses, otros se dispersaron y se recobraron las piezas de guerra.

Los imperialistas obtuvieron perdidas de consideración.

Un último enfrentamiento que se libró, cambió el aspecto del combate a favor de los

franceses. El Ejército republicano que en tres ocasiones los había rechazado, en

este último enfrentamiento era sacado de la posición por los franceses. La caballería

había quedado sola, y no podía defender la posición sin el auxilio de la infantería,

por lo que tuvo que abandonar el Cerro.

Varias circunstancias se atribuyeron al desastre que sufrieron los republicanos en

la última acción de armas, entre las más importantes: La muerte de los comandantes

de los batallones de Zacatecas en el tercer enfrentamiento, así como el hecho de

que tanto Aranda como Castro cayeran gravemente heridos, hechos que los

soldados republicanos lamentaron y que fueron provocando una profunda

desmoralización, pues fue patético observar que, a raíz de la herida de Castro, la

caballería abandonó el cerro. Se menciona también el hecho de que las tropas

comandadas por González Ortega observaron una pasmosa inacción, sobre todo

en los momentos en que más se requería su apoyo, para defender a sus camaradas

republicanos.

En la tragedia republicana de la noche del 21 de Septiembre de 1864, en San Miguel

del Mezquital se dio el caso inusitado de que un cuerpo armado que, a pesar de la

derrota, fue capaz de emprender una retirada ordenada por 15 kilómetros, al llegar

a San Miguel se desbandó, en lugar de proceder a reorganizarse para continuar la

lucha; la única explicación que se dio a este inusitado caso, fue la inconformidad de

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los soldados y oficiales subalternos hacia los altos mandos, que, los sometían a

marchas fatigosas sin proporcionarles alimentos, ni mucho menos cubrirles su

escaso sueldo.

Se decía que los soldados del Primer Cuerpo del Ejército de Occidente, lejos de

haber sido derrotados, se alejaban en el mejor orden del lugar de la batalla. La

convicción general entre amigos y enemigos, fue de que un último esfuerzo de parte

de los republicanos, seguramente hubieran logrado el triunfo.

Las informaciones salidas de los voceros del Imperio, en cuanto a la cantidad de

soldados que se enfrentaron de una y otra parte, fueron abultadas. En la prensa

oficial del Imperio, cuyo redactor era Antonio G. De Palacio, aparecieron algunos

encabezados como estos: “Honor y Gloria a los Vencedores de la Estanzuela”,

“Gratitud Eterna a los Defensores del Imperio”, “600 contra 4,200”.

El cadáver del coronel Martin fue llevado a la ciudad de Durango, donde los súbditos

imperialistas conservadores durangueños le rindieron honores de héroe.

Posteriormente el cadáver del coronel Julio Martín fue inhumado en el Panteón

Francés de la ciudad de México.

La versión histórica, por la información que recibió José María Iglesias de los propios

militares republicanos, fue en el sentido de que el Primer Cuerpo del Ejército de

Occidente no llegaba en su totalidad a 2,500 hombres, de los cuales sólo se batieron

entre 800 a 1000 hombres, resultando entre muertos y heridos 300 hombres y 130

prisioneros. Parece ser que los franceses eran 800; de los cuales, entre muertos y

heridos fueron poco más de 100.

José María Iglesias, atribuye la desbandada de la tropa al cansancio, y escasez de

alimentos y escribió:

“Por una fatalidad que no puede tener explicación satisfactoria, el Ejército de

Occidente, que se había retirado en tan buen orden del lugar de combate, se

desbando en una gran parte la misma noche del 21 de Septiembre de 1864. Esta

concurrencia se ha atribuido con generalidad a la fatiga ocasionada por una marcha

de siete leguas, que se caminaron para ir de San Miguel del Mezquital a las

inmediaciones de la Estanzuela; por la acción que hubo después, y por la nueva

marcha emprendida al terminar la batalla, otras siete leguas, para volver de la

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Estanzuela a San Miguel del Mezquital, y de otras tres más que anduvo la tropa, sin

habérsele dado alimento ni descanso. Ya desde días anteriores habían sido

penosas las marchas y contramarchas, además habían padecido los soldados

grandes trabajos, por no haber permitido socorrerlos sino muy pocos días, aparte la

suma escasez de fondos del erario.”

En la Villa de Cinco Señores (hoy Nazas), se encontraba el Presidente don Benito

Juárez. Derrotado en Majoma, el Ejército de Occidente regresó a Nazas. Ahí los

Generales Jesús González Ortega y José María Patoni, sin consultar al señor

Presidente, manifestaron a la tropa que quedaba la imposibilidad de continuar

haciendo la guerra, por falta de recursos y de gente, añadido esto a la evidente

inacción bélica de González Ortega, Benito Juárez, con indignación desaprobó la

medida y ordenó que la tropa quedara bajo el mando de los militares Antonio

Carbajal y Manuel Quezada, de origen tlaxcalteca y cubano respectivamente.

En una cuarteta del olvidado Corrido de la Batalla de Majoma, recogido por

Francisco Castillo Nájera, se cita la proverbial mala suerte o inacción bélica de

González Ortega en perjuicio de los alacranes republicanos:

Ortega perdió en dos cerros:

En Majoma y El Borrego.

“Muera el general Ortega

Pues por él perdí la guerra.”17

17 CASTILLO NÁJERA, FRANCISCO. “La Batalla de Majoma. Significación política y militar. Sucesos de la época”, en: FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, ANTONIO. Memoria de la Academia Nacional de Historia y Geografía. Boletín Número 5. Año quinto. Segunda época, México, Academia Nacional de Historia y Geografía, 1949, p. 44.

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Plano francés de la Batalla de Majoma, publicado en el periódico L’Ilustration-

Juornal Universel, 31 de octubre de 1864, París, Francia

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Dos imágenes del Cerro de Majoma

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Hacienda de Estanzuela, aledaña al Cerro de Majoma

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Dos dibujos franceses de la Batalla de Majoma, publicados en el periódico

L’Ilustration-Juornal Universel, 31 de octubre de 1864, París, Francia18

18 Estos dibujos también fueron publicados en Inglaterra, en el: Ilustrated Times, London, 14 de enero de 1865, p.13

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Dos dibujos españoles de la Batalla Majoma, publicados en Mundo militar, # 274,

5 de febrero de 1865, Biblioteca Nacional de España

Dibujo francés sobre la muerte del coronel Julio Martín, en la Batalla de Majoma,

en Le Monde Illustre. 26 de noviembre de 1864

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Tumba del Coronel Julio Martín, en el Panteón Francés de la ciudad de México19

19 PÉREZ SILLER, JAVIER. “Los franceses desde el silencio: La población del Panteón francés de la ciudad de México: 1865-1910”, en: Estudios Migratorios Latinoamericanos, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA) de Buenos Aires, Año 20, Vol. 61, 2006, p. 14.

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Banderas mexicanas capturadas por las tropas francesas en la Batalla de Majoma

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General Jesús González Ortega, dirigió a los republicanos mexicanos en la Batalla

de Majoma

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Una imagen y una foto del monumento, ubicado en el Paseo de la Reforma de la

ciudad de México, en honor al General tlaxcalteca Antonio Carbajal, quien

participó en la Batalla de Majoma y fue gobernador republicano de Durango

Monumento en el Paseo de la Reforma al Coronel republicano chihuahuense José

Manuel Ojinaga Castañeda, quien tuvo acción en Majoma

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El General republicano sinaloense Gaspar Sánchez Ochoa, en la Batalla de

Majoma salvó algunas piezas de artillería

El General poblano Miguel Negrete Novoa tuvo acción en Majoma

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Oficial francés Apollinaire Coiffie. Participó en la Batalla de Majoma

General francés Frédéric Benoit Japy. Participó en la Batalla de Majoma y con el

2º de Zuavos sustituyó en el mando al Coronel Julio Martín

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Capitán francés Pierron. También actuó en Majoma

El oficial francés Alexandre Francois Luzeux, dirigió la captura de la artillería

mexicana en Majoma

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V. El desierto y la República perseguida

Ante el avance militar de las tropas invasoras francesas, en persecución del

Gobierno de la República liderado por Benito Juárez, en septiembre de 1864, el

presidente encargó el Archivo de la Nación, para su custodia, al campesino lagunero

Juan de la Cruz Borrego quien, junto con un grupo de patriotas llamado Los Tulises

(no confundir con los bandidos Tulises), protegió el archivo para la posteridad,

escondiéndolo en la Cueva del Tabaco, en el municipio de Matamoros, Coahuila.

La invasión de las tropas francesas y los descalabros bélicos que habían sufrido las

tropas republicanas habían obligado al presidente Benito Juárez a mantener su

administración, en la medida de lo posible, en la trashumancia, en un inusitado viaje,

a bordo de un austero carruaje negro, por el norte del territorio nacional. A la sazón,

el 2 de septiembre de 1864, el presidente la República se encontró en la Hacienda

de Santa Rosa de Lima, en los terrenos de lo que actualmente es la ciudad de

Gómez Palacio, en la Región Lagunera, del estado de Durango. 20

20 De la estancia de Benito Juárez en la hacienda de Santa Rosa de Lima, durante los primeros días del mes de septiembre de 1864, dieron cuenta en sus obras historiadores como Vicente Rivapalacio, Victoriano Salado Álvarez y Justo Sierra. En este lugar, su presencia quedó marcada históricamente al nombrar a los generales Jesús González Ortega y José María Patoni, como jefe y subjefe del Cuerpo del Ejército de Occidente, respectivamente; eran días difíciles en los que la República atravesaba por una crisis existencial, ante el arrollador avance del Ejército Francés de ocupación, por el territorio nacional. Para las tropas de Napoleón III, Juárez era una codiciada pieza de cacería, lo querían atrapar vivo o muerto y en algunas ocasiones estuvieron a punto de lograrlo. Liquidado Juárez -decían los imperialistas-, moriría la institución republicana. La Comarca Lagunera que vio Juárez Desde su carruaje y en sus caminatas, el Héroe de la Reforma conocería los diversos paisajes de la Comarca Lagunera, vio los primeros plantíos de algodón que empezaban a dar fama y riqueza a la región, divisaría las inmensas y áridas planicies pobladas matorrales y cactáceas, contempló los umbrosos álamos y sabinos a lo largo de las riberas del río Nazas, seguramente avistaría los ejemplares de la fauna lagunera como la víbora de cascabel, el coyote, la liebre y el gato montés. Benito Juárez se enteró y constató que la riqueza de la Comarca Lagunera estaba concentrada en tres grandes terratenientes: Leonardo Zuloaga Olivares, Juan Ignacio Jiménez y Juan Nepomuceno Flores Alcalde. Zuloaga, era propietario del suelo lagunero correspondiente del lado de Coahuila. Jiménez y Flores Alcalde, fueron a su vez, dueños de las tierras sobre territorio duranguense; todo el engranaje económico de la región lagunera, estaba concentrado en las manos de este triunvirato financiero. Ellos fueron los pioneros y los únicos agricultores y comerciantes del algodón de 1850 a 1880. Zuloaga y Jiménez, construyeron represas para irrigar sus tierras, hecho que trajo después disputas por la repartición del agua y que provocó enconados litigios. (Haciendas de México. Autor Ricardo Rendón Garcini. Página 277 y 278. Edición de Grupo Financiero-Accival, S.A. de C.V. Fomento Cultural Banamex. México. 1994).

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Monumento a Benito Juárez en la Plaza de Armas de Gómez Palacio

Juan Ignacio Jiménez A diferencia de Leonardo Zuloaga y Juan Nepomuceno Flores Alcalde. Juan Ignacio Jiménez no se mostró abierto simpatizador del Imperio de Maximiliano, lo que le valió que Juárez no afectara sus bienes inmuebles. Para unos, mostró una postura neutral, para otros, estuvo "midiéndole el agua a los camotes" a ver para dónde se inclinaba el fiel de la balanza. Jiménez, tenía amistades y parientes que manifestaron su adhesión al Gobierno Imperialista y apoyaron al ejército invasor francés, como lo hizo su primo el abogado Rodrigo Durán Jiménez. Durán, quien luego fue su consuegro, lo asesoraba legalmente en sus negocios y fue nombrado Prefecto Municipal en la ciudad de Durango, alternó al lado de connotados duranguenses que colaboraron como integrantes del nuevo gobierno imperial de la entidad. Además de otros, estaban: Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Buenaventura González Sarabia, Toribio Bracho, Francisco Gurza, Ignacio Asúnsolo, Felipe Pérez Gavilán, Miguel Zubiría, Antonio Gómez del Palacio, Francisco Álvarez, Ramón Avila y Juan Francisco Escobar. (Durango Gráfico. Autor: Carlos Hernández. Página 100. Editado por Talleres de J. S. Rocha. Durango. 1903) A Zuloaga y Flores Alcalde, por el decidido apoyo moral y financiero que le brindaron al Imperio de Maximiliano y a la Segunda Intervención Francesa en nuestro país, el Benemérito de las Américas les confiscó y expropió bienes inmuebles. Esta decisión daría lugar al nacimiento como villas a las comunidades de Matamoros y Lerdo, el 8 de septiembre de 1864, mediante sendos decretos que ordenó y firmó en Mapimí. Juárez extiende nombramientos y traza estrategias Posteriormente, y en una de las tantas habitaciones de la hacienda de Santa Rosa de Lima, el presidente Juárez informó a sus ministros Lerdo de Tejada, Iglesias y Prieto, lo acordado en la reunión con sus principales asesores militares y la campaña a seguir en territorio duranguense. Luego de deliberar por varios minutos, Juárez y sus funcionarios tomaron la decisión de que la comitiva presidencial en lo sucesivo haría sus siguientes viajes de tramo en tramo, es decir, pernoctando de una población a otra y conforme se fueran teniendo noticias del panorama militar durante los días por venir; consecuentemente, se acordó salir con rumbo a Mapimí. DERAS TORRES, DOMINGO. “Benito Juárez, en la Hacienda de Santa Rosa (Gómez Palacio)”, en: El Siglo de Torreón, Torreón, Coahuila, domingo 31 de marzo de 2014. http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1032505.benito-juarez-en-la-hda-de-santa-rosa-gomez-palacio.html

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Como ya se apuntó, en ese lugar, Benito Juárez conformó el 1er Cuerpo del Ejército

de Occidente, cuyo jefe sería el general Jesús González Ortega, mientras que José

María Patoni actuaría como subjefe. La principal misión del nuevo cuerpo de ejército

era la recuperación de las plazas de Zacatecas y Durango, con el objeto de detener

al avance de los invasores. Una vez establecido el acuerdo, Benito Juárez se

trasladó a Mapimí, a donde arribó el 7 de septiembre de 1864.

En ese lugar, Juárez y su gabinete estuvieron hasta el 11 de septiembre y expidió

dos decretos. Uno dando categoría de Villa al pueblo de Matamoros, Distrito de

Parras, Coahuila y otro en el mismo sentido con la Hacienda de San Fernando,

Distrito de Mapimí, Durango, denominada en adelante Villa de Lerdo de Tejada.

Posteriormente, el convoy republicano, transportado a caballo, carreta y canoa; para

cruzar el Río Nazas, se dirigió a las haciendas de La Goma y La Loma, municipio

de Lerdo, donde permaneció desde el 11 al 14 de septiembre de 1864.

Casa de Mapimí, municipio del mismo nombre, en donde se hospedó Benito

Juárez, del 8 al 11 de septiembre de 1864

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Mapa de los recorridos del presidente Benito Juárez, en el estado de Durango. En

septiembre de 1864, ruta de evasión del Gobierno Republicano. Entre fines de

diciembre de 1866 y principios de 1867, retorno del Gobierno Republicano

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Ex hacienda de Las Loma, municipio de Lerdo, donde se hospedó Benito Juárez,

procedente de Mapimí, del 11 al 14 de septiembre de 1864

Monumento a Benito Juárez, ubicado enfrente de la Ex Hacienda de La Loma

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Coincidió la estancia del gabinete juarista, el día 15 de septiembre de 1864, en

Pedriceña, donde don Benito Juárez celebró la humilde pero digna y valerosa

ceremonia del Grito de Independencia, refrendando la soberanía de la Republica

perseguida.

Al respecto, Domingo Deras Torres hace el recuento de los testimonios sobre el

suceso:

El histórico Grito de Pedriceña, 1864

La noche del 15 de septiembre de 1864, en la hacienda San Juan de la Noria

Pedriceña, el presidente Benito Juárez y su comitiva celebraron el Grito de

Independencia, en compañía de los lugareños, en sorpresiva e improvisada

ceremonia; austero evento que estuvo permeado de emotivo patriotismo. Tal

suceso sería citado, a la postre, por las plumas de historiadores y escritores

como Victoriano Salado Álvarez, Fernando del Paso y Vicente Rivapalacio,

entre otros. La histórica noche patria de Pedriceña también fue recreada en

la telenovela El Carruaje, estelarizada por el actor José Carlos Ruiz, quien

representó al Benemérito de las Américas, acompañado de un gran elenco;

esta serie fue patrocinada por una institución oficial, en 1972, año al que por

decreto presidencial (…) se le denominó Año de Juárez.

La llegada de Juárez a Pedriceña (…)

La hacienda San Juan de la Noria Pedriceña (su nombre original), por

aquellos años, era un pequeño caserío inserto al norte del Estado de

Durango, en un paraje semiárido donde los mezquites y la gobernadora

siguen vistiendo su suelo. “…Mira el paisaje: inmensidad abajo / inmensidad,

inmensidad arriba / en el hondo perfil la sierra altiva…” así describió las

llanuras y los cerros desérticos de la Comarca Lagunera, Manuel José Othón,

en su famoso poema Idilio Salvaje, narración que se ajusta a la imagen

geográfica que por siglos ha prevalecido en los asoleados entornos de

Pedriceña. Desde kilómetros de distancia se puede atisbar la pintoresca

silueta de su capilla virreinal, centenaria y silente coprotagonista de la historia

de la región, en cuyo interior se pueden apreciar diversos óleos de arte sacro

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que datan del barroco mexicano. A pocos metros de distancia, serpentea el

Arroyo de Pedriceña, donde corren las aguas en la época de lluvias y que es

afluente del Río Nazas.

Los habitantes de la hacienda San Juan de la Noria Pedriceña,

constantemente eran atacados por las tribus de indios bárbaros que asolaban

el norte del país, su propietario Juan de la Pedriza y de la Hozeja, era un

español de origen montañés, quien también poseía una casona en la ciudad

de Durango, con marcos y cornisas de cantera labrada, la que aún se levanta

y podemos apreciar en la esquina noreste del crucero que forman las calles

de Bruno Martínez y Negrete.

El carruaje que llevaba al presidente Benito Juárez, arribó al histórico lugar,

el 15 de septiembre de 1864, en medio de una polvareda levantada por aquel

tropel de civiles y militares errabundos. Los vecinos y los trabajadores de la

hacienda ya esperaban al primer mandatario, a quien se le dio alojamiento

junto a sus ministros en la casa grande, ubicada frente a la capilla; el grupo

de militares del Batallón de Guanajuato –encargado de garantizar la

seguridad de Juárez- fue instalado en el interior del templo. El gris crepúsculo

del desierto con sus rojizas nubes preludiaba el final de la jornada, el fresco

del atardecer desplazó, al quemante calor del día, aquella vasta estepa

pronto sería cubierta por los oscuros telares de la noche y sus argentíferos

luceros; las mujeres del lugar se aprestaron a preparar la cena a sus

huéspedes. (México a Través de los Siglos. Autor: Vicente Riva Palacio.

Gráfica Impresora Mexicana. México, 1984).

Funcionarios olvidadizos

Después de cenar, Juárez se despidió de sus acompañantes y sus anfitriones

para retirarse a dormir y reanudar al día siguiente la marcha a la Villa de los

Cinco Señores (Nazas, Durango), donde ya era esperado por sus habitantes.

Minutos antes de la medianoche, el presidente y sus ministros escucharon

un agitado vocerío que interrumpió el silencio nocturno, llenos de curiosa

alarma se aprestaron a indagar el origen de aquel barullo; no fuera a ser que

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la tropa se estuviese insubordinando. El mandatario ordenó, al ministro

poeta, que fuera a inquirir el porqué andaba tan alborotada la gente y la tropa.

José Guillermo Ramón Antonio Agustín Prieto Pradillo, se apersonó ante el

gentío vociferante, nervioso y desconfiado inquirió a los soldados cuál era el

origen de esa alharaca.

-¿Qué es eso muchachos? ¿Qué buscan?

-Miren, -dijo un militar.

-‘Haiga’ -exclamó uno- ¿pues qué no sabe el día en que vive?

-¿Pues qué sucede?

-Que esta noche es la noche del Grito. ¿Qué nada le dice su corazón?

-Cierto hijo, -exclamó Prieto avergonzado de su olvido-.

-Noche divina, güero, la noche del Tata Cura Hidalgo.

-¡Bravo dolor… eso de dejar de celebrar el Grito…! ¡Si todavía nos

acobijamos con la Patria!

-¡Tiene razón! –concluyó el ministro de Juárez.

Prieto retornó veloz a la casa grande de la hacienda para informar el motivo

de aquel jolgorio a Juárez y su comitiva. Al ser enterado, el Presidente

también manifestó con pena haber olvidado la significativa fecha de la noche

del Grito libertario de Miguel Hidalgo, en Dolores, Guanajuato, en 1810. De

inmediato, el Indio de Guelatao giró instrucciones a sus colaboradores para

que lo acompañaran al exterior de la finca, a fin de atender la convocatoria

que le demandaba aquel gentío del que bullía un genuino y sincero

sentimiento patriótico. El grupo de funcionarios se plantó ante los moradores

de Pedriceña y la soldadesca, el inesperado festejo requería las voces del

Presidente y de algunos de sus funcionarios, para vitorear con ánimo a los

héroes de la Independencia de México.

Benito Juárez, narró el escritor y periodista Victoriano Salado Álvarez:

“Estaba en pie, metido dentro de un capotillo con esclavina que le daba

aspecto clerical… Negrete acababa de sacar de su baúl un riquísimo zarape

(sic) del Saltillo, verde, blanco y rojo, con su águila respectiva parada en el

nopal, destrozando a la víbora que yacía vencida y sojuzgada.”

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El aborigen patriarca de aquella falange errante, hizo uso de la palabra y

exaltó a los próceres que iniciaron la lucha libertaria de 1810, convocó a los

presentes a seguir peleando con valentía para defender la soberanía

mexicana que se encontraba amenazada ante el invasor francés; la

concurrencia aplaudió las frases presidenciales, y reclamó la presencia de un

orador que disertara con emotivas palabras para encender el alma patriótica

de la concurrencia. Acto seguido se escuchó el vibrátil grito de un

espontáneo:

-¡Arriba el güero!

-¡Sí, sí arriba el güero! ¡Que nos diga algo…!

-¡Arriba, arriba Guillermo!

-Pero… pero si no tengo nada preparado… -contestó el ministro-.

-¿Qué preparación se necesita para decir algo a estas gentes de buena

voluntad?, dijo un miembro del séquito presidencial.

La elocuencia de Guillermo Prieto

Al que fuera destacado político, escritor y periodista del diario liberal El Siglo

XIX, donde firmara sus colaboraciones con el seudónimo Fidel, no le quedó

otra alternativa que apersonarse ante el populacho ávido de escuchar sus

disertaciones.

Brillante tribuno, poseedor del poder de la palabra, seductor de masas y

laureado en 1890 como el poeta más popular de México, Prieto concluyó su

cívico discurso ante los vecinos de Pedriceña y las tropas republicanas, así:

“La patria es sentirnos y hacernos dueños, amplios y grandes con nuestro

cielo y nuestros campos, con nuestras montañas y nuestros lagos; es nuestra

asimilación con el aire y con los luceros, ya nuestros; es que la tierra nos

duela como carne y que el sol nos alumbre como si trajera en sus rayos

nuestro nombre y el de nuestros padres. Decir patria es decir amor y sentir el

beso de nuestra madre, las caricias de nuestros hijos y la luz del alma de la

mujer que dice: ‘yo te amo’. Y esa madre sufre y nos llama para que la

libertemos de la infamia y de los ultrajes de extranjeros y traidores”.

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La fuerza expresiva de Guillermo Prieto se adueñó de la noche, su mensaje

caló en los corazones de sus interlocutores, los rostros de los lugareños entre

los que había niños, mujeres y ancianos, delataron emotivo júbilo. De él, dijo

Ignacio Manuel Altamirano: “Cuando el pueblo lo ve aparecer en la tribuna

cívica, o en medio de la plaza pública, o ponerse en pie en cualquier altura,

se agrupa, se arremolina en torno a él, se calla y escucha conmovido de

antemano, porque aquella figura que ve alzarse es la del bardo que canta

sus dolores o sus esperanzas…”

Prieto el orador fue ovacionado con entusiasmo por sus escuchas, sus

palabras vibrantes gratificaron el alma de Juárez y sus acompañantes

quienes eufóricos se fueron sobre él para colmarlo de felicitaciones.

Así los emocionó el hombre que tuvo infancia huérfana, probó las penurias

de la vida, vivió y murió como impoluto funcionario con la decorosa sencillez

de su salario. (Las Herencias Ocultas. De la Reforma Liberal del siglo XIX.

Autor: Carlos Monsiváis. Litográfica Ingramex, S.A. de C.V. México, 2006).

Una verbena en el desierto

Cuentan las crónicas de la época que el clima que imperó durante la histórica

noche del 15 de septiembre de 1864, en la hacienda de San Juan de la Noria

Pedriceña, fue benigno. El cielo despejado dejó que la luz de la luna tendiera

su ropaje de plata sobre el paisaje nocturno del desierto duranguense, las

fúlgidas estrellas clavadas sobre la bóveda celeste eran incontables, en la

lejanía se divisaban las oscuras siluetas de las montañas que parecían

dormidas en la quietud de la noche; una refrescante ventisca y la algarabía

de los vecinos, templó las bélicas pasiones de los republicanos

trashumantes. Después del Grito y los discursos pronunciados, fue

encendida una gran fogata que iluminó al río humano, al caserío de la

hacienda y la fachada de su vetusta capilla novohispana; el súbito convite se

transformó en una verbena popular en el yermo terruño de Pedriceña.

Los celebrantes olvidaron, por unas horas, los angustiosos y trágicos

acontecimientos de la guerra contra el Ejército Francés y los conservadores;

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Salado Álvarez llamaba a los últimos “ranas pidiendo rey”. La grave voz de

una tambora y las cuerdas de un chillante violín, interpretaron canciones

mexicanas, hombres y mujeres bailaron danzas y jarabes vernáculos.

Juárez y sus funcionarios se habían retirado a sus aposentos, hasta la

ventana de su habitación se presentó el bullanguero gentío que seguía la

fiesta y con la música de la melodía La Paloma, cantó así:

“Si a tu ventana llega un papelito.

Ábrelo con cariño,

que es de Benito;

Mira que te precura felicidá,

Mira que le acompaña la libertá.”

Juárez y sus correligionarios quedaron satisfechos por el espíritu patriota que

demostraron todos los participantes en aquel inesperado evento. Brotó de la

espontaneidad, de la improvisación, de lo imprevisto; fue una fiesta de la

mexicanidad que protagonizaron la falange republicana peregrina y los

habitantes del yermo terruño de Pedriceña, histórico suceso que quedó

anotado en las páginas de la historia nacional. (Episodios Nacionales

Mexicanos. Autor: Victoriano Salado Álvarez. Fondo de Cultura Económica.

México, 1984).21

21 DERAS TORRES, DOMINGO. “El histórico Grito de Pedriceña, 1864”, en: El Siglo de Torreón, Torreón, Coahuila, 16 de septiembre de 2011, http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/660966.el-historico-grito-de-pedricena-de-1864.html

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Ex Hacienda de San Juan de la Noria Pedriceña, municipio de Cuencamé, actual

museo, donde Benito Juárez dio el Grito de Independencia, el 15 de septiembre de

1864

Placa conmemorativa, en la Ex Hacienda de San Juan de la Noria Pedriceña,

municipio de Cuencamé, actual museo, donde Benito Juárez dio el Grito de

Independencia, el 15 de septiembre de 1864

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Capilla de la Ex Hacienda de San Juan de la Noria Pedriceña, donde se alojó el

Batallón Guanajuato y donde, en 1864, Juárez celebró la humilde pero digna

ceremonia del Grito de Independencia

Al día siguiente, 16 de septiembre en la Hacienda de Guadalupe del Sobaco la tropa

que acompañó a la República itinerante, celebró la parada militar de festejo de la

soberanía mexicana. El mismo Domingo Deras escribió un sentido ensayo patriótico

sobre el asunto:

Benito Juárez, en una ranchería de Nazas, Durango

El festejo presidencial del Día de la Independencia de México, en 1864, se

celebró en una pequeña localidad rural del Estado de Durango. Fue en la

hacienda Guadalupe del Sobaco (hoy Santa Teresa de la Uña), cercana a la

población de Nazas (entonces Villa de los Cinco Señores), donde el

presidente Benito Juárez, sus ministros, sus tropas y los vecinos del lugar,

celebraron la conmemorativa fecha en improvisada ceremonia; se verificó,

como lo dijera el escritor José Fuentes Mares: "Cuando México se refugió en

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el desierto". Las contundentes y vibrátiles frases pronunciadas por el

abogado-poeta Guillermo Prieto, atizaron los sentimientos patrióticos de los

participantes en el informal pero relevante evento, inmarcesible noticia del

pasado; corrían los azarosos días de la invasión francesa a nuestro país que

apoyaba al Imperio de Maximiliano. Si Durango es tierra rica en historias y

leyendas, este acontecimiento que se suscitó en un rincón de su geografía,

marcó un capítulo con argumento de novela histórica, donde los actores

estelares fueron los liberales perseguidos, drama que concluyó con la victoria

republicana y que los llevó del heroísmo a la inmortalidad.

Juárez arriba a la hacienda Guadalupe del Sobaco

Después de haber pernoctado un día antes, el 15 de septiembre de 1864, en

la hacienda San Juan de la Noria Pedriceña donde el presidente Benito

Juárez (1806-1872), dio el Grito de Independencia, frente a la capilla

novohispana del lugar, ante sus leales acompañantes y los lugareños, la

falange que representaba a la república errabunda se dispuso durante la

mañana del día siguiente a reanudar la marcha hacia la hacienda Guadalupe

del Sobaco (ahora en ruinas), cercana a la población de Nazas.

Las últimas noticias que recibió el presidente Juárez sobre el avance de las

tropas francesas eran alarmantes. No quedaba otra alternativa que seguir la

estratégica retirada rumbo al norte del país, la institución republicana corría

peligro ante el acoso del invasor y quedaría como puerta de escape -recurso

final- la frontera con los Estados Unidos; fue Paso del Norte (hoy Ciudad

Juárez), la última de las poblaciones donde se refugiaron los liberales

defensores de la Constitución de 1857. (México a Través de los Siglos. Autor:

Vicente Rivapalacio. Editorial Cumbre, S. A. México, 1984).

El histórico tránsito de Juárez por las tierras de Durango, entre otras

entidades, causó alborozo, curiosidad y sorpresa. Los presidentes del México

del siglo XIX discurrían la mayor parte de su vida pública y privada entre las

habitaciones y los patios del Palacio Nacional, porque ahí, además de

gobernar, vivían acompañados de su familia. Eran rarísimas las ocasiones

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en que salían fuera de la ciudad de México a visitar alguna población de la

República; ello sucedía generalmente por situaciones de guerra o presiones

políticas. Cuando se hablaba del primer mandatario en las regiones

recónditas del territorio nacional, era como si se citara a un personaje

producto de la fantasía, un ser irreal bordado en los telares de la ficción;

impensable era conocer de carne y hueso a un presidente.

Juárez, quien durante su mandato presidencial acostumbró ser acompañado

por una comitiva austera y sencilla, en contraste con los presidentes de las

épocas priísta y panista, que siempre son seguidos de innúmeros cortesanos

con cargo al erario, hizo su entrada al caserío de la hacienda Guadalupe del

Sobaco, a bordo de su carruaje negro, entre los ladridos de los perros y la

mirada inquisidora de sus habitantes. (Las Herencias Ocultas. De la Reforma

Liberal del Siglo XIX. Autor: Carlos Monsiváis. Segunda edición. Impreso por

Litográfica Ingrames, S.A. de C.V. México, 2006).

El ministro José María Iglesias (1823-1891), fue uno de los primeros en

descender de los dos vehículos que eran custodiados por el Batallón de

Guanajuato, empezaba a caer la tarde cuando se dirigió a la casa grande de

la hacienda a solicitar les permitieran pasar la noche para continuar, al día

siguiente, el viaje a Nazas. Venían procedentes de los áridos semidesiertos

de Coahuila y Durango, donde las ígneas resolanas aguijonean la piel y el

calor soporífero agota la paciencia de los viajeros, la fatiga les reclamaba

descanso. Preguntó por el encargado de la finca rural, le informaron que no

se encontraba y llamaron a la esposa del mismo, Guadalupe era su nombre.

José María Iglesias, huérfano de padre a temprana edad de su vida; como lo

fueron sus correligionarios Benito Juárez, Guillermo Prieto, José María

Lafragua y Porfirio Díaz; y quien fuera el incorrupto y tenaz liberal que dijo:

"O soy representante de la legalidad o no soy ni quiero ser nada". Efímero

presidente de la República por casi tres meses (del 28 de diciembre de 1876

al 15 de marzo de 1877), quien al volver del destierro rechazara los altos

cargos que le ofreciera el gobierno porfirista que lo arrojó del poder y luego

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abriera su despacho de abogado, respetuoso se presentó ante doña

Guadalupe, y le dijo:

-Dispense usted, señora, vengo a hacerle una súplica.

-Pase usted, caballero. ¿Usted es el señor Iglesias?

-Sí señora, para servir a usted.

-Siéntese usted y mande lo que guste, que para eso estoy, para servir a tan

buenas personas.

-Gracias, muchas gracias.

El ministro Iglesias acompañó sus palabras con una exquisita sonrisa y una

discreta reverencia.

-Conque diga usted, caballero.

-Le suplico tenga la bondad de ofrecer en persona la mejor habitación que

pueda usted facilitarnos para el señor Presidente de la República.

-Con mucho gusto. Mire usted, aquella pieza que está en el rincón es la

mejor, y tiene dos camas.

-Está bien; entonces esa pieza que sea para el señor Presidente y don

Guillermo Prieto.

-¿Y, cómo? ¿También está aquí don Guillermo Prieto? ¿El poeta?

-Sí, señora, el poeta.

-¡Magnífico! Ya conocí a don Benito, ahora tendré el gusto de conocer a don

Guillermo.

-Yo tendré el gusto de presentarle a tan buen amigo.

-Gracias, señor Iglesias.

Mientras sucedía el diálogo entre Iglesias y la anfitriona, la soldadesca había

pedido permiso a sus superiores para tomar un refrescante baño en las aguas

del Nazas antes que anocheciera, los militares tenían días que no se aseaban

y ansiaban erradicar de sus cuerpos el terroso sudor seco de los polvorientos

caminos transitados. Como escuincles juguetones los integrantes de la tropa

se lanzaron al río, se zambullían y nadaban a placer entre gritos y sonrisas,

era un feliz paréntesis ante el amenazante avance del ejército francés.

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Doña Guadalupe, en compañía de las mujeres del lugar, dispuso organizar

la cena a tan importantes huéspedes. Ardía y tronaba la leña en la rústica

estufa, las humeantes cazuelas despedían el olor de los sugestivos guisos

que desataron el apetito de los visitantes, la masa de maíz se transformó en

infinidad de tortillas que invadieron los calientes comales, la loza y los

cubiertos ya lucían dispuestos sobre la mesa vestida por un albo mantel; eran

cerca de las ocho de la noche cuando Juárez, y sus principales

colaboradores, iniciaron el refrigerio.

Concluido el convite, el presidente invitó a los comensales a salir al patio de

la hacienda para desarrollar una ceremonia junto con la tropa y los vecinos,

a fin de celebrar durante las últimas horas de aquel 16 de septiembre de

1864, la Independencia de México. Instalaron una mesa y sillas a la

intemperie, se improvisó un templete con otra mesa donde subiría a

pronunciar un discurso algún disertador, se requeriría la emotiva voz de un

orador elocuente que exaltara a los héroes nacionales; así lo ameritaba la

crítica situación de la república y sus defensores.

El vibrante discurso de Guillermo Prieto

El Benemérito de las Américas ocupó el asiento principal del presídium. A su

lado se instalaron sus principales colaboradores como José María Iglesias,

Sebastián Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto y Manuel Ruiz.

Juárez le pidió a Guillermo Prieto que pronunciara unas palabras alusivas al

movimiento libertario convocado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, durante

la madrugada del 16 de septiembre de 1810, en Dolores, Guanajuato. El

erudito prosista y poeta se posicionó frente al expectante gentío que, en

solemne silencio, aguardaba atento a escuchar sus palabras.

Prieto, periodista polémico que fundara junto con Ignacio Ramírez, en 1845,

el periódico Don Simplicio de línea crítica y burlesca donde publicó incisivos

escritos por los que fue encarcelado. Activo colaborador de los impresos de

línea liberal El Siglo XIX y La Orquesta, y director del periódico oficial juarista

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durante la travesía peregrina hacia Paso del Norte, expresó en algunos

pasajes de su discurso:

"La patria es inmortal, es grande, es divina y en estos momentos, vos señor

presidente, representáis a la nación con firmeza y justicia, con vuestra fe y

abnegación, con vuestros sacrificios y esperanzas… La independencia es el

legado más cuantioso de nuestro padres, por eso luchamos por ella…

Aquí tenemos al hijo predilecto de la Patria, a su salvador, al gran Juárez que

no desfallece porque es de bronce, porque es como la robusta encina que no

tiembla ante los embates de la tempestad, como esas montañas que

soportan impasibles las descargas fulmíneas de los rayos…"

Brillante predicador que tenía el don de magnetizar a las masas que lo

escuchaban, Prieto hilvanó emotivas frases a la velocidad de su inteligente

imaginación, si había que elevar los ánimos patrióticos de sus oyentes estaba

en el día, lugar y momento precisos; supo hacer derroche de su efusivo y

talentoso verbo. El espectáculo nocturno de la campiña duranguense fue el

bello escenario natural de aquel popular evento iluminado por los plateados

rayos del astro Selene, la serpiente acuífera del río Nazas se divisaba al norte

del caserío de la hacienda en su silente y milenario trayecto hacia tierras

coahuilenses, las ramas de los frondosos árboles de sus riberas eran

mecidas por el céfiro de la noche; parecían tributar un alegre saludo al orador

y sus escuchas. Para concluir su alocución, el autor de la Musa Callejera

volteó su dominante mirada hacia los miembros de la tropa y sus jefes, a

quienes con tronante voz les expresó:

"Vosotros, soldados de la República, sed grandes en la prueba, estoicos en

el sufrimiento, valientes en la pelea, serenos en la derrota; mañana, al lucir

el nuevo sol de nuestros triunfos, seréis proclamados los heroicos, los

grandes, los vencedores ¡¡Vivan los chinacos!!" (Episodios Históricos de la

Guerra de Intervención y del II Imperio. Autor: Victoriano D. Báez. Primera

edición. Editor: Julián Soto. Talleres tipográficos de Julián Soto. Oaxaca,

1907).

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Juárez, disparado se levantó de su asiento entre los desbordantes hurras y

aplausos del populacho, alborozado se dirigió a Prieto a quien abrazó y

felicitó por sus palabras sahumadas de patriotismo. Así los arrobó el que

fuera liberal de modesto vivir, honrado funcionario, bibliófilo obsesivo y

prolífico literato.

El evento, inventariado en las obras de Iglesias

José María Iglesias, años después, escribiría sus interesantes crónicas sobre

la Segunda Guerra de Intervención Francesa en México a petición del general

Manuel Doblado. En uno de los capítulos de esta edición, redactó con

amenidad el relato de esa histórica noche del 16 de septiembre de 1864 de

la que fue coprotagonista, he aquí un fragmento de su reseña:

"La solemnidad del acto fue grandiosa por su sencillez. Las montañas que

limitaban el horizonte se elevaban majestuosas, como testigos mudos de

aquel imponente espectáculo. La luna, saliendo de entre unas nubes que la

habían ocultado poco antes, rielaba sobre el Nazas, que corría a poca

distancia. El cuadro de los concurrentes, formado junto a la puerta de la

hacienda se componía del gobierno, de la escasa cuanto leal comitiva que lo

ha acompañado en su tercera peregrinación, de los soldados del Batallón de

Guanajuato y del cuerpo de carabineros a caballo, fiel escolta del supremo

magistrado de la nación, y de los sencillos habitantes de la hacienda, que por

primera vez sin duda asistían a un acto semejante…" (Revistas Históricas

sobre la Intervención Francesa en México. Autor: José María Iglesias. Edición

de Conaculta. México, 1991).22

22 DERAS TORRES, DOMINGO. “16 de septiembre de 1864. Benito Juárez en una ranchería de Nazas, Durango”, en: El Siglo de Torreón, domingo 16 de septiembre de 2012. http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/787314.siglos-de-historia.html

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Dos imágenes del monumento conmemorativo a la estancia del presidente don

Benito Juárez en la Hacienda de Guadalupe del Sobaco, hoy Santa Teresa de la

Uña, municipio de Nazas donde, el 16 de septiembre de 1864, los republicanos

juaristas celebraron el emotivo desfile conmemorativo a la Independencia nacional

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El 17 de septiembre de 1864, el presidente Benito Juárez junto con su gobierno

republicano itinerante, arribó a Cinco Señores, hoy Nazas, Durango, atendiendo a

la invitación de los habitantes del lugar, quienes nunca en su vida habían visto a un

presidente de a deveras.

Los durangueños de Nazas ofrecieron lo mejor que tenían al representante de la

República Mexicana y por conveniencia y seguridad, el gabinete republicano

perseguido, se decidió esperar allí el resultado de las acciones emprendidas por el

1er Cuerpo del Ejército de Occidente.

Casa de Nazas en donde se hospedó Benito Juárez, en septiembre de 1864

En Nazas, Juárez recibió la noticia de la tragedia bélica de la Batalla de Majoma,

del 21 de septiembre de 1864, completamente contraria a las armas nacionales, así

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como las decisiones de los generales González Ortega y Patoni, en el sentido de

desbandar a la tropa por la imposibilidad de conseguir recursos para mantener la

guerra. Todo ello sin consultar al jefe del poder ejecutivo de la nación. Ante la

situación, indignado, Juárez destituyó del mando a González Ortega y ordenó que

el tlaxcalteca Antonio Carbajal23 y el cubano Manuel Quesada ocuparan el mando

militar. De la misma manera Carbajal recibió el cargo de gobernador republicano de

Durango, en sustitución del general José María Patoni, quien fue encargado de

diversas comisiones de índole militar. Poco después, el cargo de gobernador de

Durango, fue asignado a Manuel Quesada, toda vez que Carbajal solicitó permiso,

para atender asuntos personales.

Con la derrota de los republicanos en Majoma, las tropas francesas tuvieron el

camino franco hacia Nazas, por lo que los Poderes de la República se vieron

obligados a reiniciar la trashumancia. Así, para el día 26 de septiembre, con breves

descansos en Boca del Cobre (Hoy San Luis del Cordero) y San Pedro del Gallo,

Juárez se encontró en la Hacienda de La Zarca, municipio de Hidalgo.

El motín en La Zarca

En lo que fue tal vez el peor episodio de la Historia de la República Mexicana; en la

Hacienda de La Zarca, los soldados del 2º Batallón de Guardia Nacional del Estado

de Guanajuato, que custodiaba al gabinete errante republicano, dadas las muy

precarias condiciones de avituallamiento de guerra y boca, así como las largas y

penosas jornadas que tenían que recorrer, sin contar con la amenaza constante de

la cercanía de los apaches y los enemigos nacionales y extranjeros, se amotinaron,

azuzados por algunos sargentos. En la situación, la determinante actitud y conducta

del general Miguel Negrete, el coronel Pedro Meoqui Mañón, así como del teniente

23 Antonio Carbajal. Nació en San Pablo Apetitlán, Tlaxcala, el año de 1820 (circa). Como militar liberal participó en el Plan de Ayutla y en la Guerra de Reforma. Durante la intervención Francesa hizo campaña en El Bajío y el Occidente, siendo uno de los generales chinacos más famosos. Marchó al norte con la caravana republicana del presidente don Benito Juárez y tras la derrota de Majoma, fue comisionado como gobernador del estado de Durango. En febrero de 1865, durante la persecución francesa de la República en Chihuahua, Carbajal se reconcentró en Guadalupe y Calvo, de donde pasó a la ciudad de Chihuahua. En octubre de ese año marchó al extranjero para poner a salvo a su familia. A su regreso se le comisionó a combatir con el Ejército de Oriente. Alcanzó el grado de general de brigada, en noviembre de 1867. Murió en la ciudad de México en el año de 1872.

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coronel Pedro Yépez, entre otros oficiales, logró controlar el motín, se evitó la

desbandada y las deserciones, al tiempo que los instigadores del motín fueron

juzgados sumariamente y fusilados en el mismo lugar.

En premio a la conducta leal y patriótica de los jefes y oficiales, el 31 de octubre

siguiente, el Gobierno Nacional cambió el nombre al 2º Batallón de Guardia

Nacional del Estado de Guanajuato, por el de Batallón de Supremos Poderes.

El 28 de septiembre de 1864, Cerro Gordo o Comunidad de San Miguel de Cerro

Gordo, Hoy Villa Hidalgo, municipio de Hidalgo, fue el último punto durangueño en

el que se hospedó don Benito Juárez en su involuntario viaje de manutención moral

y física de la República perseguida en el desierto. La dotación de 35 sitios de ganado

mayor a la comunidad fue una de las acciones que Juárez hizo en su breve visita a

Cerro gordo. Al día siguiente, 29 de septiembre, el convoy republicano continuaría

su incierto y peligroso viaje por las extensas praderas del estado de Chihuahua.

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VI. Los zuavos de Castagny contra los

partisanos republicanos

La labor del prefecto imperial Buenaventura González Saravia y Delgado de Nájera

fue, casi en su totalidad, en el sentido de convocar y realizar juntas en diversos

partidos del estado con la finalidad de lograr la declaración de adhesión de sus

notables al Gobierno Imperial de Maximiliano de Habsburgo. Otra labor del súbdito

Saravia se centró en la organización de fiestas con la concurrencia de la oficialidad

francesa y las familias de los ricos durangueños, en un poco afortunado intento de

imitación de las celebraciones realizadas en las cortes europeas.

En el ejercicio legítimo del poder, por parte de los republicanos, como ya se apuntó;

tras la derrota de Majoma, en sustitución del general José María Patoni, el

presidente Juárez había nombrado al general tlaxcalteca Antonio Carbajal como

gobernador y comandante militar de la entidad. Al final del año, Carbajal solicitó

licencia por motivos familiares y el republicano de origen cubano, Manuel de

Quesada y Loynaz24 ocupó el ejecutivo estatal republicano, en la trashumancia y

fuera de la capital del estado.

24 Manuel de Quesada y Loynaz (1833-1884). Militar cubano. Alcanzó los grados de general en el ejército de México. General en jefe del Ejército Libertador de Cuba contra el colonialismo español. Nació en la ciudad de Puerto Príncipe, en la actual provincia de Camagüey, el 29 de marzo de 1833. Se inició en los trabajos conspirativos en su ciudad natal contra el colonialismo español, desempeñándose como agente de la Sociedad Libertadora, vinculada al movimiento separatista que encabezaba el líder camagüeyano Joaquín de Agüero, hasta la ejecución de este, el 12 de agosto de 1852. Tres años después se embarcó en una goleta rumbo a Nueva York y de ahí pasó a México, donde se alistó en el ejército liberal con el grado de alférez. Ascendió en su carrera militar hasta ser nombrado general de división y obtener el cargo de gobernador militar del estado de Durango, en 1864, empleo que ejercería en otros estados de la República Mexicana. Acompañó la la caravana republicana juarista en el desierto de Durango. Luchó contra la intervención Francesa hasta la reinstauración de la República. Posteriormente fue uno de los principales dirigentes de la lucha por la liberación de Cuba.

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Imagen del cubano general Manuel de Quesada y Loynaz, quien fuera gobernador

republicano de Durango en 1864

En la reorganización de las tropas francesas de apoyo al Segundo Imperio

Mexicano, a principios de noviembre de 1864, el general Edmond L’Heriller fue

llamado para retornar a Francia junto con sus zuavos egipcios y argelinos.

El lugar de L’Heriller, en lo que se refiere al gobierno militar imperial del estado de

Durango, fue ocupado por el General Armand Alexandre de Castagny, cuyas tropas

arribaron a la capital del estado los días 10 y 11 de noviembre de 1864. Por su parte,

con mucha nostalgia, por haberse engreído y acostumbrado a los modos

durangueños, los hombres de L´Heriller, y él mismo, abandonaron definitivamente

la ciudad de Durango el 28 de noviembre.

El general Castagny tenía el encargo principal de combatir a los reductos y guerrillas

republicanas en los estados de Sinaloa y Durango, misión que de inmediato se

dedicó a cumplir.

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Con variable suerte bélica en el estado de Sinaloa, los soldados franceses, aunque

combatían constantemente a los republicanos, no lograban acabar con su

persistencia guerrera en una serie de acciones de mar y tierra.

El General Armand Alexandre de Castagny con sus tropas, sustituyó a L´Heriller

en el mando militar de ocupación francesa de Durango en noviembre de 1864

El 21 de diciembre de 1864, en La Hacienda de Guadalupe, ubicada en el actual

municipio de Coronado, Chihuahua, en los límites con el estado de Durango, dos

Escuadrones de Cazadores de África, bajo las órdenes del teniente coronel Simone

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Antoine Sauterot-Dupart, sorprendieron y derrotaron a una fuerza republicana,

integrada por 400 efectivos durangueños y chihuahuenses, bajo las órdenes del

coronel Manuel Ojinaga, el mayor Cayetano Sáenz Pardo y el coronel cubano

Manuel de Quesada y Loynaz. El saldo fue de 20 patriotas republicanos muertos;

de estos, fueron fusilados: el mayor Cayetano Sáenz Pardo, el capitán Antonio

Cortázar, el teniente Mariano Flores y cuatro soldados. Además, los franceses se

llevaron prisionero a don Sotero de la Torre, secretario de gobierno de Durango. Los

invasores también hicieron 40 heridos y 20 prisioneros republicanos durangueños y

chihuahuenses; se apropiaron además de un cañón, armas y municiones. Tras la

refriega de la Hacienda de Guadalupe, Dupart continuó su labor de siega de

republicanos con destino a Río Florido.

Para el primer día de enero de 1865, la suerte llevó a los franceses de Castagny,

bajo las órdenes del coronel Isidoro Théodule Garnier a enfrentarse contra los

republicanos del general Ramón Corona, en el Espinazo del Diablo, en los límites

entre Sinaloa y Durango, en plena Sierra Madre Occidental. En el encuentro, tres

columnas francesas lograron Allanar las fortificaciones que los republicanos del

general Ramón Corona habían instalado para impedir el paso de los invasores. En

un extremo de crueldad, después de la refriega, Garnier ordenó el fusilamiento de

14 prisioneros republicanos, incluido un niño de 13 años, quien fungía como

escribiente de la secretaría de campaña de Corona. Actos como el anterior

intensificaron la barbarie y la ausencia de pundonor entre las tropas de ambos

bandos.

Ante la impotencia del Gobierno Imperial para acabar con la resistencia de las

guerrillas republicanas, para el Emperador Maximiliano, todo individuo alzado en

armas era simplemente un bandido. Por esta razón, Maximiliano publicó un decreto,

el 3 de octubre de 1865, en el que declaraba fuera de la ley a los guerrilleros que

seguían combatiendo al Imperio, y que todo hombre sorprendido con armas sería

remitido a las cortes marciales, para ser pasado por las armas dentro de las 24

horas después de su aprehensión. Paradójicamente esta ley, en lugar de disminuir

la resistencia republicana, provocó el incremento del número de grupos de

partisanos antiimperialistas en el país.

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Las tropas imperiales del Coronel Isidoro Théodule Garnier, vencieron a los

republicanos de Ramón Corona en el Espinazo del Diablo

En marzo de 1865, de acuerdo con la Ley sobre División Territorial del Imperio

Mexicano, el mapa del estado de Durango quedó dividido en los departamentos de

Nazas y Durango.

A medida que la ocupación francesa iba mostrando el verdadero rostro del

colonialismo y la imposición, la opinión pública y los apoyos a favor de las tropas

imperialistas, por parte de los durangueños, iba mermando hasta que las relaciones

entre los parroquianos, las tropas y oficialidad francesa otrora cálidas, se fueron

transformando en indiferencia y distanciamiento, al tiempo que el hambre y las

consecuencias propias de los sufrimientos de la guerra, comenzaban a hacer

estragos entre la sociedad civil en todo el territorio estatal. Según el propio general

Castagny, en carta al general Bazaine: “La opinión flota incierta y uno no sabe a qué

atenerse. No ejerzo ya acción moral ni tengo ninguna influencia sobre los habitantes

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de esta región porque no tienen confianza en nosotros y saben que están en

vísperas de que se les abandone.”

Mapa del estado de Durango dividido en los Departamentos de Durango y Nazas,

de acuerdo con la división política del Segundo Imperio

Al término de la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, el 9 de abril de 1865,

con el triunfo de los Estados de la Unión sobre los Confederados, la correlación

internacional de fuerzas puso en jaque a la ocupación francesa en México. Así, el

peligro de que el Imperio Francés se viera involucrado en una guerra no deseada

contra los Estados Unidos, cuya política internacional estaba señalada por la

Doctrina Monroe,25 marcó las siguientes decisiones del emperador Napoleón III, que

25 La Doctrina Monroe, sintetizada en la frase “América para los americanos”, fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe en el año 1823. Establecía que cualquier intervención de los estados europeos en América sería visto como un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos. La doctrina fue presentada por el presidente James Monroe durante su séptimo discurso al Congreso sobre el

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afectaron directamente la relación de apoyo de las tropas francesas al Imperio

Mexicano de Maximiliano de Habsburgo.

Otros factores que intervinieron en la decisión de Napoleón III, en el sentido de

retirar el apoyo militar a Maximiliano fueron: la amenaza que, en Europa, significaba

la provocación bélica de Alemania a Francia. Las desavenencias entre el mariscal

Aquiles Bazaine, jefe de las tropas francesas y el emperador Maximiliano, así como

la evidente incapacidad de Maximiliano para consolidar la hegemonía, la legitimidad

y la legalidad de su poder imperial en México, al no poder transformar mentalmente

a los ciudadanos en súbditos.

A mediados de 1865, el general Aquiles Bazaine, jefe del ejército invasor,

reestructuró a los efectivos franceses en dos grandes mandos militares. El segundo

de ellos, con sede en la ciudad de Durango, bajo las órdenes del general Castagny

y con influencia en los estados de Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Sonora y

Sinaloa, en todos estos estados los franceses continuaron combatiendo sin

descanso a las guerrillas republicanas. En los meses siguientes la administración

de los movimientos de las tropas intervencionistas fue por demás errática.

Si no fueron muy buenos para atender las necesidades de la población, los

gabachos si supieron organizar jolgorios y fiestas de postín. El más afamado del

periodo de la ocupación fue el que se celebró en conmemoración del cumpleaños

del emperador Maximiliano el 15 de agosto de 1865. Otro baile famoso por lo

contradictorio del motivo de la celebración fue el de la independencia nacional, en

medio de la ocupación extranjera, el 15 de septiembre del mismo año, patrocinado

tal vez por el hacendado Juan Nepomuceno Flores. Repiques de campanas,

desfiles, guerras de flores, salvas de cañones, paradas militares, carros alegóricos,

bailes, serenatas, conciertos, funciones de ópera y de teatro, limosnas oficiales a

los menesterosos, Té Deumes, peregrinaciones, banquetes, ceremonias,

imposición de condecoraciones, verbenas en la Plaza Imperial (Plaza de Armas

republicana), entre otros, fueron los elementos que caracterizaron los festejos de

Estado de la Unión. Fue tomado inicialmente con dudas y posteriormente con entusiasmo. Fue un momento definitorio en la política exterior de los Estados Unidos. La doctrina fue concebida por sus autores, especialmente John Quincy Adams, como una proclamación de los Estados Unidos de su oposición al colonialismo.

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los súbditos del Imperio de Maximiliano en Durango. Otro jolgorio notable fue el

celebrado con motivo del onomástico de Napoleón III.

De las acciones de las súbditas del Imperio, se destaca el hecho de que las damas

ricas de Durango se organizaron y conformaron la Asociación de Damas de la

Caridad y obtuvieron, por parte de la emperatriz Carlota, los fondos suficientes para

abrir, el 28 de abril de 1866, el Hospicio de San Carlos, santo de la devoción de la

emperatriz, destinado a atender a los niños pobres. No se conoce otra obra de

índole social que hiciera el Gobierno Imperial en la entidad.

En octubre de 1865, los movimientos de las tropas de Brincourt y de Billot en el

estado de Chihuahua, ya evitaban el enfrentamiento bélico con los republicanos y

el presidente Benito Juárez aprovechaba el cambio de la situación internacional

para afianzar el gobierno de la República Mexicana y avanzar, con el gobierno

republicano trashumante, hacia el centro del país.

En octubre de 1865 Buenaventura González Saravia entregó la prefectura

departamental (gobierno) a Juan de Dios Palacio, quien ocupó el cargo hasta agosto

del año siguiente, posteriormente los mismos, junto con el doctor Felipe Pérez

Gavilán, se alternaron en la prefectura en los siguientes meses hasta septiembre

de 1866.

El 8 de noviembre de 1865, al concluir su mandato constitucional, el presidente

Benito Juárez publicó un decreto, en uso de las facultades extraordinarias que le

había otorgado el Congreso de la Unión ante la Invasión Francesa, en el que

declaraba que continuaría ocupando el poder ejecutivo de la nación republicana,

mientras las circunstancias especiales no permitieran organizar elecciones en el

país. Sin embargo, un grupo de republicanos sostuvo que debía asumir la

Presidencia de la República el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien a

la sazón era el General Jesús González Ortega. Patoni, junto con otros

republicanos, fue de esta opinión, contraria a la del Gobierno de Benito Juárez, por

lo que González Ortega y Patoni, entre otros republicanos dejaron el servicio y se

exiliaron a los Estados Unidos.

Ante esta situación, Juárez, redactó otro decreto en el que se acusó a González

Ortega del delito de abandono voluntario del puesto de Presidente de la Suprema

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Corte de Justicia, en dicho texto se ordenaba su aprehensión para formarle juicio.

En lo político estos decretos juaristas representaron un grave momento de división

y merma de los partidarios de la República juarista.

Para los inicios de 1866, en los momentos más difíciles de la resistencia republicana

en el estado de Durango y atendiendo a la convocatoria de Benito Juárez, de

organizar guerrillas y combatir a los invasores, los grupos de partisanos patriotas

que operaban eran: En el norte de la entidad y cubriendo los municipios de Ocampo,

Hidalgo, El Oro, Indé, Guanaceví y San Bernardo, los dirigidos por los jefes: capitán

Sáenz Pardo, Manuel de Quesada y Loynaz, así como el entonces gobernador

republicano Antonio Carbajal. En la Región Lagunera, por las zonas de Mapimí,

Santa Rosa, Lerdo y San Juan de Guadalupe, los invasores eran hostigados por la

gente del jefe Jesús González Herrera, mientras que en la región de Cuencamé y

en la de Nombre de Dios, la bandera republicana era portada por los hombres de

Jesús Valdespino. En Tamazula, los invasores tenían que luchar contra los

guerrilleros del coronel Remedios Meza, mientras que en Santiago Papasquiaro y

Tepehuanes los republicanos eran dirigidos por Joaquín Lozoya. A su vez, los

guerreros del Ejército Francés combatían a los partisanos de Guadalupe J. Dolores

Colchado. Otro tanto hacían en Pueblo Nuevo en contra de los que mandaba Irineo

Niebla. Por su parte los patriotas partisanos de Nazas obedecían las órdenes de

Vicente Sarmiento.

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Felipe Pérez Gavilán. Gobernador monarquista en 1866 e interino en 1897

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Dos imágenes de Jesús González Herrera. Jefe guerrillero republicano de la

Región Lagunera

El 25 de mayo de 1866 los guerrilleros republicanos laguneros dirigidos por el jefe

Jesús González Herrera se enfrentaron contra las tropas francesas de Fresnillo y

fueron derrotados; en San Juan de Guadalupe, Durango y San Juan del Mezquital,

Zacatecas. Otro tanto sucedió al día siguiente; en esta ocasión con las acciones de

una columna ligera francesa que llegó a la zona, desde la ciudad de Durango.

Sobre la situación de las tropas de ocupación, en el año de 1866, José María

Iglesias escribió: “A pesar de encontrarse en Durango sin libertad para obrar, por la

presencia de una considerable fuerza francesa, casi todas las poblaciones del

estado se han levantado contra sus opresores. Con excepción de Nazas y Santiago

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Papasquiaro, punto en los que los franceses se han concentrado, todos los demás

pueblos se han vuelto a proclamar la causa republicana.”26

El impasse de los plutócratas

En el periodo imperial y ante la incertidumbre sobre la permanencia de los gobiernos

republicano o imperial, los hacendados y empresarios de Durango, comportándose

en consecuencia, hicieron lo necesario para; sin violentar las normas y más bien

con prácticas legaloides y dilatorias, evitar la aplicación de la revisión de los

contratos hechos a consecuencia de la desamortización de bienes eclesiásticos, lo

cual perjudicaba a quienes habían invertido en la compra de los bienes

desamortizados. Inútiles resultaron los recursos interpuestos por el agente imperial

de la Administración de Bienes Nacionalizados en Durango, ante los bloqueos y del

impasse propiciado por las autoridades locales y, en su momento, por el mismo

Prefecto Imperial. En los tres años y medio del inestable Gobierno Imperial, el

Emperador Maximiliano no pudo imponer su poder legal sobre las propiedades de

sus súbditos; los conservadores ricos de Durango, dada la protección velada de las

autoridades durangueñas a sus propios intereses y los de sus socios, toda vez que

las acciones de índole notarial y catastral afectarían sobre todo a las propiedades

de los grandes latifundios durangueños.

Paulatinamente el poder de las tropas francesas mermaba y sus instrucciones,

desde el Gobierno Imperial francés, las limitaban a cuidar los corredores más

importantes, para asegurar su retirada con las menores pérdidas. La consecuente

serie de fracasos militares de los invasores decidió finalmente, a partir del 16 de

junio de 1866, que el Gobierno Francés de Napoleón III decidiera retirar su apoyo

al gobierno Imperial Mexicano, violando así los Tratados de Miramar que

comprometían el apoyo francés al Imperio Mexicano hasta su total consolidación.

El 8 de julio de 1866, la ciudad de Durango cumplió el Tercer Centenario de su

fundación bajo la ocupación francesa, cuya tropa estaba a punto de desalojar para

26 LOZOYA CIGARROA, MANUEL. Historia mínima de Durango, Durango, Ediciones Durango, 1995, p. 296.

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siempre la Tierra de los Alacranes. No se tiene noticia de una celebración por la

mentada fecha.

El 4 de agosto de 1866 se inició la retirada de las tropas invasoras de la ciudad de

Durango, con rumbo a San Luis Potosí. Uno de los últimos partes de guerra

imperialistas, con protagonistas del Ejército Francés, refiere una acción en territorio

durangueño, que reza lo siguiente:

“Comandancia superior de Durango. Domingo 8 de septiembre de 1866. Sr.

Comisario Imperial: (…) en vuestro conocimiento un brillante triunfo obtenido

por las tropas francomexicanas, mandadas por el jefe de batallón Thoumini

de la Haulle, del 7º de línea.

355 cabecillas disidentes a las órdenes de Marcos Guerra, que habían

esperado nuestras tropas en Porfías, (municipio de Pánuco de Coronado)

han sido derrotadas completamente por el Primer Escuadrón de Cazadores

de África, su capitán Bischoff y por el Escuadrón Mexicano del comandante

Macías y perseguidos en su fuga hasta Santa Catalina, donde González

Herrera, que se encontraba allí con 125 hombres de caballería e infantería

se puso en precipitada fuga.

Los resultados de este hecho de armas son los siguientes: 1º de Cazadores

de África, un mariscal aposentador herido ligeramente, 4 caballos muertos y

dos heridos.

Disidentes, 45 hombres muertos, 60 heridos y gran número dispersos, 52

caballos, 27 sillas, 44 lanzas, 24 mosquetes y 5 fusiles tomados al enemigo.

La caballería mexicana ha rivalizado en ardor con los Cazadores de África y

el subteniente Cajén se ha conducido con brillante arrojo.”27

Para el día 3 de noviembre el último soldado del Ejército Francés de ocupación,

dejaba la Perla del Guadiana. Los efectivos franceses fueron sustituidos por

soldados imperialistas conservadores mexicanos integrados por un Batallón Mixto,

27 GARCÍA MAQUIVAR, JUAN RAMÓN. Intervención Francesa en Durango. 2ª parte (1864, 1865, 1866, 1867, 1868). COCyTED / Universidad Popular de Analco. S. / l., S. / F. p. 121.

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compuesto por trescientos hombres, un escuadrón de cien hombres de caballería,

más el Batallón Imperial, conformado por seiscientos de tropa.

Los zuavos no fueron franceses

Como se ha mencionado, a diferencia de la oficialidad, en su mayoría, las tropas

invasoras no eran de nacionalidad francesa, sino zuavos argelinos y egipcios,

soldados belgas y mercenarios de la Legión Extranjera, así como soldados

imperialistas conservadores mexicanos. Lo anterior debido a una ley francesa que

prohibía a los ciudadanos franceses el participar como las tropas de invasión a otros

países. De allí que los gobiernos franceses se ocuparan en contratar u organizar

cuerpos militares, oficiales o mercenarios, regulares e irregulares, en los países

donde habían establecido colonias.

Zuavo; en francés: zouave, es el nombre que se le dio a ciertos regimientos de

infantería en el ejército francés, a partir de la década de 1830. Originarios de Argelia,

tanto el nombre como el uniforme distintivo de los zuavos se extendió por las fuerzas

armadas de Estados Unidos de América, Estados Pontificios, España, Brasil y el

Imperio Otomano. Sirvieron en la mayoría de las campañas militares del Ejército

Francés entre 1830 y 1962. La etimología es del francés zouave, que por su parte

deriva de la palabra bereber zwāwī, la cual es el gentilicio de la tribu zwāwa, la cual

aportó soldados mercenarios.

A Durango, además de los oficiales; de nombres y apellidos franceses, arribaron

como soldados mercenarios intervencionistas de ocupación, sobre todo tropas de

efectivos argelinos. Es decir que la invasión francesa a Durango fue efectuada, en

su mayoría, por soldados mercenarios africanos. Esta situación echa por tierra la

famosa conseja francófila y racista, muy difundida en el imaginario colectivo

conservador durangueño, en el sentido de que un cuerpo de soldados del Ejército

Francés de ocupación; nunca se especifica qué cuerpo, se perdió en la región de

Santiago Papasquiaro. Se daba por hecho que los soldados del Ejército Francés;

todos, eran altos, güeros y tan guapos como modelos de revista. Cabe la aclaración

de que también existen muchos, muchísimos franceses panzones, chaparros y feos;

aparte de que no tenían la costumbre de bañarse. En la conseja durangueña, los

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imaginarios apuestos soldados franceses; nunca africanos, emparentaron de

inmediato con las damas de la zona, por lo cual, desde entonces, las muchachas

de Santiago Papasquiaro, en su mayoría, son güeras y muy bellas. Cuestión de

gustos.

Lo anterior implicaría que los franceses; que no africanos, al perderse en Santiago

Papasquiaro, más que guapos, serían muy tontos, por perderse en un lugar de fácil

acceso, al tiempo que los mexicanos, en general, seríamos muy feos y que los

invasores que llegaron a esa región eran, además de franceses; altos, güeros y

guapos. La conseja se ha esparcido tanto, que hay quien la narra como verdad

absoluta e incuestionable.

En la Intervención Francesa también se construyó la famosa leyenda de La Monja

de Catedral de Durango, en la que; Beatriz, una bella joven citadina durangueña, se

entrega amorosamente a los brazos de un alto, guapo y güero capitán francés,

mientras se encarga de atenderlo de una herida de la que ha sido víctima. Cuando

el capitán se recupera, éste regresa a sus deberes militares. Por su parte, la familia

de Beatriz, al percatarse de su arrebatado desliz amoroso, la recluye en un

convento. La novicia, al enterarse de que espera un hijo de su amado capitán, sube

todos los días a la torre del campanario de la Catedral y mira hacia la sierra, en

espera del regreso de su querido, quien ha sucumbido en la guerra y se le presenta

en espíritu orillándola a que se arroje de la torre hacia el piso, donde inevitablemente

la bella monja encuentra la muerte.

Desde entonces, el alma en pena de la monja, en todas las noches de luna llena,

sigue asomándose a la torre hasta hoy día y los asombrados turistas la pueden

observar, si se sitúan en el costado poniente de la Catedral, aprovechando el efecto

óptico que, por una suerte de luces y sombras, produce una imagen fantasmal

parecida a la silueta de una monja, con la proyección de la luz de la Luna sobre las

canteras labradas del campanario.

Ahora, con la iluminación que ex profeso se ha diseñado e instalado en el lugar, la

amigable imagen virtual del fantasma de la monja es visible en cualquier día del

año.

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Los últimos súbditos del 2º Imperio Mexicano

Mientras el Imperio de Maximiliano se sostenía solamente con los súbditos

nacionales y sin el apoyo francés, los republicanos se rehacían rápidamente,

logrando armar y aumentar los efectivos de su ejército con la ayuda de armas y

municiones que empezaron a recibir de los Estados Unidos. Es de destacar que

entre esas armas ya se encontraban los rifles de repetición que fueron

determinantes para el triunfo de los estados de la Unión en la Guerra de Secesión.

Por su parte los jefes republicanos que se ubicaban en el estado: Silvestre Aranda,

el legendario Francisco Otálora Arce, Jesús González Herrera y Miguel Auza

integraron sus tropas para ocupar la ciudad de Durango. Tras un breve desacuerdo

se nombró como jefe militar de los republicanos a José María Pereyra. 28

Ante el incontenible avance de los republicanos triunfantes y sin el apoyo de los

franceses, los monarquistas conservadores nacionales optaron por abandonar la

ciudad de Durango en los últimos días de noviembre de 1866. De manera

inexorable, los otrora súbditos durangueños del Segundo Imperio Mexicano de

Maximiliano de Habsburgo volvían a ser ciudadanos de la República Mexicana.

Inmediatamente después, las tropas republicanas dirigidas por el General Silvestre

Aranda ocuparon la capital del ahora de nuevo estado y el presidente Juárez

nombró a Aranda gobernador y comandante militar de la entidad. En su breve

gestión, el general Aranda procedió a imponer prisión, multas, préstamos forzosos

y confiscaciones a quienes habían sido colaboradores del Gobierno Imperial.

Algunas de los propietarios de las haciendas y fincas afectadas fueron las de:

Ramos, Guatimapé, La Sauceda, Navacoyán, Cacaria, El Ojo, Juana Guerra, San

Esteban, San Lorenzo Calderón, La Punta de los Padres, Labor de Guadalupe y

Atotonilco. Sin embargo, muchas de las acciones en contra los colaboracionistas

imperiales que realizó Aranda, dado el descontento generado entre la población,

fueron modificadas por el presidente Benito Juárez a su arribo a la ciudad, en el mes

de diciembre, al tiempo que Aranda fue cesado de su cargo, a partir del 31 de

diciembre de 1866.

28 El abogado y coronel republicano José María Pereyra, participó en diversos combates y fue gobernador de Durango del 3 de febrero al 31 de agosto de 1869

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El general jalisciense Francisco Otálora Arce, combatió a los franceses e

imperialistas mexicanos en Durango, en 1866.

General Silvestre Aranda, gobernador de Durango al momento de la

reinstauración del Gobierno Republicano, entre noviembre y diciembre de 1866

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Historias colaterales

La expedición al Observatorio solar indígena de El Zape

El ingeniero y explorador Edmond Guillemin-Tarayre pisó tierra mexicana durante

la ocupación francesa, entre los años de 1864 y 1866; era un joven ambicioso que

formaba parte de la Expedition Scientifique du Mexique, empresa encargada de

estudiar el territorio y la historia nacionales para beneficio de las potencias

imperiales aliadas (Austria y Francia) y para avanzar en el conocimiento ilustrado y

positivista que se imponía en la época. Guillemin-Tarayre exploró la Baja California,

el Estado de México, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Guanajuato, Zacatecas, Durango,

San Luis Potosí y otros estados. Sus escritos sobre arqueología, geografía y

antropología, costeados por la expedición, están reportados en los Archives (1867-

1869) de la misma.

Un texto de Guillemin-Tarayre, sobre el Observatorio solar indígena de El Zape,

traducido por Orozco y Berra está fechado en 1866, en el escrito se incluye un plano

del observatorio y el plano, según asienta en sus Materiales para una cartografía

mexicana, le fue entregado a Orozco y Berra, por el Coronel Doutrelaine,

representante oficial de la Expedition ante México.

Conocedores de la erudición de Manuel Orozco y Berra en temas de historia

prehispánica, antes de atreverse a publicar el texto en los Archives, los miembros

de la Expedition deben haberlo consultado respecto al descubrimiento que se

atribuían de las ruinas de El Zape, municipio de Guanaceví, cuyo diseño y

funcionalidad de las civilizaciones prehispánicas durangueñas, está relacionado con

los solsticios y los equinoccios. Orozco y Berra hizo notar que en la obra del jesuita

Francisco Javier Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España, se

asentaba que en el Zape habían existido monumentos religiosos, cuyas piedras

fueron utilizadas para la edificación de la iglesia, información que Guillemin introdujo

en una nota al pie de página en el artículo terminado. Orozco y Berra, en este

manuscrito, cita los pasajes pertinentes del texto de Alegre.

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Muro del Observatorio solar de El Zape

Penetración de los rayos solares en el Observatorio solar de El Zape, al mediodía

durante el solsticio de verano

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Panorámica del Observatorio solar de El Zape durante el solsticio de invierno

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Edmond Guillemin-Tarayre. Científico francés quien, en expedición, junto con la

Intervención Francesa, en 1866, dibujó el primer plano del Observatorio solar

indígena de El Zape

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Plano y perfil de las ruinas arqueológicas de El Zape, levantado en 1866 por

Edmond Guillemin Tarayre (Esta copia es la reproducida en el libro de Historia de

Durango de Arnulfo Ochoa Reyna)

Otra imagen del mismo plano obtenida de la original de la expedición francesa

depositada en la mapoteca Orozco y Berra

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José Fernando Ramírez. El infortunado colaboracionismo

ilustrado

El abogado, historiógrafo y político José Fernando Ramírez, nació el 5 de mayo de

1804 en la ciudad de Parral, Chihuahua, que entonces correspondía a la Nueva

Vizcaya. Muy pocos años tenía cuando sus padres se radicaron en la ciudad de

Durango, en donde hizo sus estudios y recibió el título de abogado, por lo que

siempre se consideró como durangueño. Desempeñó importantes cargos en la

judicatura; fue diputado al Congreso de la Unión en dos períodos, y la segunda vez,

en 1842, fue encargado de redactar el proyecto de Constitución Federal, que no se

discutió por haber sido disuelto aquel Congreso, pero al año siguiente formuló las

Bases Orgánicas como miembro de la Junta de Notables. En 1846 Ramírez resultó

electo senador y en el mismo año, después de varias otras comisiones, se le

encargó la Secretaría de Relaciones Exteriores en el gobierno de Valentín Gómez

Farías, cargo que desempeñó por un mes solamente.

Durante la Invasión Estadounidense, Ramírez demostró su patriotismo prestando

valiosos servicios, con su carácter de senador concurrió a las sesiones del

Congreso que se reunió en Querétaro, y formó parte de la Comisión encargada de

aprobar el Tratado de Paz con los Estados Unidos, retirándose después a Durango,

en donde volvió a desempeñar cargos en la Magistratura, y el de Rector del Colegio

de Abogados, hasta el año de 1851.

Sus actividades en la política no le impidieron dedicar su inteligencia a

investigaciones y estudios históricos, que son los que hicieron ilustre su nombre; su

gran biblioteca formada en Durango, la vendió al Gobierno del Estado, la que fue el

origen de la Biblioteca Pública, pero después en México formó una de las bibliotecas

más ricas en documentos y manuscritos antiguos que, con sus anotaciones,

sirvieron posteriormente a don Manuel Orozco y Berra y a don Alfredo Chavero, para

escribir sus obras sobre la historia antigua de México. Fue director del Museo

Nacional, autor de varios artículos que se publicaron en el Diccionario de Historia y

Geografía, y de muchas otras obras más, entre las que destacan: Noticias Históricas

y Estadísticas de Durango, Notas y Esclarecimientos de la Historia de la Conquista

de México de W. Prescott, Noticias de la vida y escritos de Fray Toribio de

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Benavente y diversos trabajos bibliográficos. Sus estudios sobre Arqueología fueron

notables, y los de interpretación de códices han sido fundamentales, pues fijó las

bases para la lectura de los códices náhuas; todo lo cual hizo que, sin haber llegado

a escribir una historia completa, se le considere como el primero de los historiadores

durangueños. Desempeñó nuevamente la Secretaría de Relaciones en el Gabinete

de don Mariano Arista, por cerca de un año. Sus opiniones de liberal moderado lo

hicieron adherirse a la Revolución de Ayutla. En la Intervención Francesa se le

designó miembro de la Junta de Notables que debía elegir a Maximiliano como

Emperador de México, cargo que no aceptó; pero durante el Imperio desempeñó

nuevamente el puesto de Ministro de Relaciones, del 3 de junio de 1864 a octubre

de 1865, por lo cual, a la caída del Archiduque, Ramírez tuvo que emigrar del país.

El sabio durangueño falleció en Bonn, Alemania, el 4 de marzo de 1871.29

En los inicios del siglo XXI, la Universidad Nacional Autónoma de México, publicó

las obras completas de Fernando Ramírez en una edición especial.

29 ROUAIX, PASTOR. Diccionario Geográfico Histórico y Biográfico del Estado de Durango, México,

Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Publicación # 80, 1946, 348 a 349.

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Tres imágenes de José Fernando Ramírez quien, por ser Ministro de Relaciones

Exteriores del Segundo Imperio, a la caída de este, se vio obligado al exilio

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Portadas de obras de José Fernando Ramírez

Ex Libris de José Fernando Ramírez

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VII. El retorno del águila republicana

El día 17 de diciembre de 1866; un día después del inicio del retiro de las tropas

francesas del territorio nacional, vía el puerto de Veracruz, el convoy republicano de

Benito Juárez arribó al estado de Durango, precisamente a la Hacienda La Parida,

ubicada en el entonces partido de Indé, en el actual municipio de Hidalgo, en los

límites con el estado de Chihuahua. Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias

Inzurruaga, Ignacio Luis Antonio Mejía Fernández de Arteaga, entre otros,

integraban el digno y soberano gabinete móvil republicano.

El mismo día, El Batallón de Supremos Poderes, sin novedad, siguió con su leal

custodia republicana, esta vez en Cerro Gordo, actualmente Villa Hidalgo, municipio

de Hidalgo y en ese lugar Benito Juárez pasó la noche.

Al día siguiente, sin mayores contratiempos, los representantes de los poderes de

la Nación viajaron hacia la Hacienda de La Zarca, en el mismo municipio de Hidalgo,

donde descansaron y pernoctaron, en el casco de la hacienda, los días 18 y 19 de

diciembre de 1866.

El día 20 de diciembre se continuó la marcha y se arribó a Cinco Señores, actual

Nazas. El día siguiente se permaneció en Nazas, donde los funcionarios liberales

recibieron la noticia del triunfo de las fuerzas republicanas contra los imperialistas

conservadores nacionales en Matamoros, Tamaulipas.

El 22 de diciembre la caravana soberanista salió de Cinco Señores y llegó a

Pedriceña, municipio de Cuencamé, lugar en el que pasaron la noche.

El 23, el itinerario continuó mientras las carretas sufrían diversos desperfectos, con

los frecuentes problemas ocasionados por la mala calidad de los caminos de

herradura. En esta ocasión el presidente, los ministros y los soldados llegaron a

Yerbanís, municipio de Cuencamé.

El 24, de Yerbanís, los liberales republicanos, sin contratiempo cual ninguno,

alcanzaron a llegar a la Hacienda de Santa Catalina del Álamo, en el actual

municipio de Guadalupe Victoria, y allí pasaron la noche.

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El 25 de diciembre de 1866, sin amenazas cercanas de los imperialistas, el gobierno

legítimo de México avanzó hasta la Hacienda de El Chorro.

Placa en Nazas que recuerda el paso de la Republica juarista, en 1864 y 1866

Placa en la casa de Nazas donde se hospedó Benito Juárez en 1866

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Casa en que se hospedó don Benito Juárez en Nazas, en diciembre de 1866

El 26 de diciembre de 1866, en el largo periplo de la República trashumante, el

presidente Benito Juárez llegó a la ciudad de Durango. En el artículo titulado

Juárez, de Luis Subiría y Campa y citado por José Ignacio Gallegos, se da cuenta

de la entrada del líder republicano decimonónico a la Perla del Guadiana:

“El 26 de diciembre de 1866 don Benito Juárez, hizo su entrada a la ciudad de

Durango, donde fue recibido con entusiasmo y arcos triunfales; las principales

personas del Partido Liberal, salieron a encontrarlo a la Garita del Norte, donde

se formó un templete para darle la bienvenida y pronunciar discursos alusivos

al acto; las campanas se echaron a vuelo y la artillería de la plaza hizo los

honores de ordenanza, disparando veintiún cañonazos. La comitiva oficial entró

en elegantes coches y el pueblo, delirante, pretendió arrastrar la carretela

presidencial y quitarle los caballos, pero el señor Juárez, de manera suplicatoria

se opuso a ello.

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La calle de mayor tráfico ha sido siempre la que hoy lleva el nombre de

Constitución y que en ese tiempo la apellidaban De los Conservadores, por

tener muchos de los connotados imperialistas sus residencias allí; la comisión

encargada del recibimiento no quiso que el presidente entrara por esa calle, sino

por la de Teresas, hoy Juárez. Al pasar por el lado oriente de la Plaza de Armas

se le extendió una gran bandera francesa, para que pasara sobre ella; al notarlo

don Benito, detuvo la carretela disgustado y ordenó que fuera levantado el

referido pabellón. Después se supo que la idea del hecho fue la señora Luz

Noriega de Arce, que había sido perseguida en la época de los franceses por

su labor patriótica a favor de la causa republicana; era esposa del general liberal

Francisco Otálora Arce. El séquito continuó y dio vuelta por la calle Real, hoy

calle de 5 de febrero, hacia la casa de Gobierno, donde se había preparado

alojamiento al presidente y sus acompañantes, que lo eran: el Licenciado José

María Iglesias, el General Ignacio Mejía, el General Francisco Ortiz de Zárate,

etcétera, y su escolta especial. Por la noche se dio un gran baile en el salón

principal del Palacio de Gobierno, al que asistieron las familias de los liberales,

distinguiéndose entre las damas, la señora Guadalupe Porras de Mascareñas,

con quien bailó una pieza el Presidente; la aristocrática señora Josefa Segura

de Santa María; la inteligente y sociable señora Carmen Itune de Santa María;

la arrogante señora Luz Noriega de Arce; la señora Francisca Asúnsolo de la

Peña llevando elegante traje tricolor; doña Cleofás Valles de Ríos y Valles, doña

Antonia Prado de Hernández, etc.. La misma noche hubo fiestas públicas

populares, un baile de la Plaza de Armas y los cohetes clásicos.

Al día siguiente se obsequió al señor Presidente con un suntuoso banquete; al

finalizar éste hubo varios brindis y el señor Cayetano Mascareñas aludiendo a

algunas personas que habían simpatizado con el régimen anterior y que

trataban de acomodarse al nuevo orden de cosas, pronunció unos versos que

terminaban así:

Brindo por las blusas rotas

en la guerra, no en la paz;

no por los falsos patriotas

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que gustan ponerse botas

al sol que calienta más.

El día 27 por la noche, la Compañía de Ópera Mexicana, que se encontraba en

Durango desde el mes de julio, dio una función de invitación, en el actual Teatro

Victoria, a la que concurrieron los liberales. Al entrar el Presidente se estrenó el

Himno a Juárez, composición durangueña, con música del director de la

compañía señor Miguel Meneses y letra del licenciado Antonio Verdugo.” 30

Desde ese momento el himno en cuestión se canta, el 21 de marzo de cada año,

en todas las escuelas públicas del estado de Durango y su letra es la siguiente:

Himno a Juárez 31

Música de Miguel Meneses.

Letra de Antonio Verduzco

Coro:

¡Viva Juárez! Mil ecos repitan,

porque Juárez la Patria nos dio.

Y ya rotas las férreas cadenas.

Impotente el tirano partió.

Estrofas:

Hoy la Patria levanta su frente

do la huella estampara

el dolor

y si aún llora,

30 GALLEGOS, J. IGNACIO. Compendio de Historia de Durango, 1821 – 1910, México, Editorial Jus, 1955, pp. 148 a 150. 31 ARREOLA VALENZUELA, ANTONIO. El presidente Juárez en Durango, Durango, Gobierno del Estado de Durango, 2006, p.120.

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su llanto es tributo

con que Juárez

demuestra su amor.

Entonemos sublimes cantares

dignos himnos de tal paladín,

que semeje al rugir de los mares

y al acento del patrio clarín.

Ya la América entera contempla

al campeón de la santa igualdad.

Y si Europa otro Juárez tuviera,

cantaría también libertad.

Para contrarrestar la influencia de los versos del Himno a Juárez, los

conservadores citadinos durangueños acomodaron una parodia con la misma

métrica que rezaba lo siguiente:

¡Muera Juárez! Chaleco de pita,

porque Juárez, la Iglesia robó. 32

32 CASTILLO NÁJERA, FRANCISCO. Corridos y canciones del siglo XIX. Glosa al programa de

Concha Michel (Palacio de Bellas Artes) 25 de mayo de 1946, Durango, Dgo. Editorial del

Supremo Tribunal de Justicia, 1987, p. 20.

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Palacio de Zambrano, en donde se hospedó el Presidente Juárez durante su

estancia en la ciudad de Durango en diciembre de 1866 y enero de 1867

Placa en el portal del Palacio de Zambrano, que recuerda la estancia de Benito

Juárez, en el lugar, a fines de 1886 y los inicios de 1867

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Programa de espectáculo de bienvenida a don Benito Juárez a Durango, al triunfo

de la República, 1867

Cartel de la función extraordinaria ofrecida por la Compañía Lírica Mexicana, en

honor a Benito Juárez en Durango, en enero de 1867

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Programa de función de ópera en honor a Benito Juárez en la que se entrenó el

Himno a Juárez en 1867

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Teatro Coliseo (Hoy Victoria) donde se estrenó el Himno a Juárez, en 1867

Monumento conmemorativo al triunfo de la República, en la Plazuela Baca Ortiz,

1867

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Monumento a Benito Juárez en la Plaza IV Centenario

Desde el inicio del México independiente y de la vida del estado de Durango, hasta

la sexta década del siglo XIX, muchos habían sido los intentos de diversos

gobiernos durangueños, sobre todo liberales, por establecer centros de educación

superior laicos en la entidad y en especial en la ciudad de Durango. Ello en

contraposición constante de las acciones de los grupos conservadores por

mantener la educación confesional católica, por sobre la educación científica y laica.

Fue solo durante la breve estancia del presidente Juárez en la ciudad de Durango,

cuando, por decreto del 3 de enero de 1867, se procedió a abrir el Instituto Literario

de Durango, para lo cual se le designaron el lugar y los fondos suficientes para el

caso. Pronto también se diseñaron los currícula correspondientes para cada

carrera. En 1872, al morir Benito Juárez,

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el Instituto Literario fue transformado en el Instituto Juárez y, para el año de 1957,

al mismo Instituto se le dio otra categoría académica y se le modificó su nombre por

el actual de Universidad Juárez del Estado de Durango, UJED.

El 14 de enero de 1867, Benito Juárez y su comitiva salieron de la ciudad de

Durango y llegaron a la Hacienda de San Quintín, municipio de Nombre de Dios, en

los terrenos del Malpaís y, sin haber otra opción, pasaron allí la noche. Al día

siguiente continuaron el viaje y alcanzaron la Hacienda de El Mortero, municipio de

Súchil donde, a su vez, pasaron la noche. El miércoles 16 de enero de 1867, la

Republica itinerante dejó la Hacienda de El Mortero y, en un momento dado,

atravesó los límites del estado de Durango con los de Zacatecas. Terminaba así la

presencia de Benito Juárez en la entidad.

El triunfo de la República

De acuerdo con Graziella Altamirano Cozzi: “Cuando el Imperio de Maximiliano se

desmoronaba, el comisario imperial de Durango, Buenaventura González Saravia

participó en las últimas decisiones tomadas por los consejeros del emperador en

cuanto a la suerte que tendría la monarquía. Estuvo presente en la junta del consejo

extraordinario celebrada el 14 de enero de 1867, en la capital del país, conformado

por poco más de 30 personas ‘convenientemente escogidas’ que debían decidir la

continuación de Gobierno Imperial y, por consiguiente, la prolongación de la lucha

contra las armas republicanas, en pro de la pacificación del país. González Saravia

fue de los pocos que propugnó por la abdicación del emperador ‘en atención a que

el orden actual de cosas no podría sostenerse’. Pero Maximiliano decidió

quedarse”33

Una vez que los imperialistas abandonaron la ciudad de Durango y Benito Juárez

se hospedara en la misma, se organizó un cuerpo de ejército nombrado Batallón

Durango, también conocido como Los Ligeros de Durango, que actuó bajo las

33 ALTAMIRANO COZZI, GRAZIELLA. “Durango bajo el Imperio”, en: VILLA GUERRERO, GUADALUPE y FRANCISCO DURÁN (coordinadores). Durango. Tierra de retos. Tomo I. La Capital, México, Milenio / La Opinión / Multimedios, Biblioteca Milenio de Historia, 2009, p. 208.

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órdenes del coronel sonorense Diódoro Corella. De la misma manera se reforzó la

Brigada de Caballería que fue dirigida por el general tlaxcalteca Antonio Carbajal.

En el caso del Batallón de Supremos Poderes, que durante la odisea republicana

se mantuvo leal al Gobierno juarista. Al arribar a la ciudad de Durango su cantidad

de efectivos se había reducido a solo 140 elementos. Por lo anterior se decidió

reorganizar ese cuerpo de ejército. Así, el 75% de sus nuevos elementos del

Batallón de Supremos Poderes fue integrado por ciudadanos durangueños,

quienes, junto con Los Ligeros de Durango se dirigieron al centro del país y tuvieron

acción en el memorable Sitio de Querétaro.

El 12 de mayo de 1867, durante una carga al fuerte imperialista llamado Casa

Blanca, en el sitio de Querétaro, los efectivos del cuerpo de Ligeros de Durango, en

lucha cuerpo a cuerpo, fueron severamente diezmados. Sin embargo, con

posterioridad, los durangueños del coronel Diódoro Corella fueron los encargados

de la derrota y aprehensión de los jefes conservadores imperialistas Miguel Miramón

y Tomás Mejía, en la fase final de la aventura imperial.

En la ocasión, el cuerpo volante de Cazadores de Galeana que dirigía el

durangueño Máximo Gámiz, también sufrió heridas y bajas y el mismo Gámiz resultó

herido en la refriega.

4 cabos, 2 sargentos y 42 de tropa; en total 48 durangueños perdieron la vida en el

Sitio de Querétaro. Aunque un tanto confuso, es digno de reproducción el parte de

guerra en que se da fe de las bajas de durangueños en la acción que dio el triunfo

a las armas republicanas.

“República Mexicana- Ejército de Operaciones- General en jefe-(...)

Muertos y heridos que han tenido las fuerzas de Durango en la presente

campaña...

12ª División de caballería 4a. Columna,

Sargento 2º Bernabé Tacira, herido.

Soldados heridos: José María Anguiano, Juan Estrada, Hilario Mata, Valentín

Ceniceros y José Almendrares.

Soldados muertos: Lino Pérez, Antonio Hinojosa.

1a. División 2ª Brigada 1er Batallón Ligero de Durango.

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Heridos: Sargento 1o Alejo Castro, en el combate del 1o de abril de 1867.

Cabos Inocencio Beltrán y Maximiano Palos.

En el del 14 de marzo. Soldados Hipólito Pérez, Lucio Reyes, Santiago

Hernández y Martín Meza, en el del 14 de Marzo. Julián Ceniceros, Pedro

Serrato, Pedro Limón, Jesús Flores, Genaro Medina, José María Ruiz

Marcelino Reyes.

En el del 1º De abril.

Muertos- Sargento 2o Tiburcio Durán.

En el combate del 14 de marzo de 1867. Sargento 2o. Marcos Delgado.

En el del 1º de abril. Cabos Eligió Zúñiga e Isidro Armenta, Francisco

Cárdenas, Miguel Acuña, Francisco Flores, Genaro Medina, José María Ruiz,

y Marcelino Reyes, en el del 1º de abril.

En el del 14 de marzo. Cabo Manuel Hernández en el del 1º de abril.

Soldados: Práxedes Padilla, Remigio Ramírez, Jesús María Herrera, Julián

Ruiz, Marcos Sánchez, Magdaleno Hernández, Concepción Guerra, Urbano

Díaz, Apolonio Valenzuela, Domingo Herrera, Luciano Álvarez, Eulogio

Gómez, Celso Vilma, Félix García, Doroteo Vázquez, Eduardo Velázquez,

Romualdo Barbosa, Domingo Hernández, Leonardo Samaniego, Sebastián

Domínguez, Benigno Orozco, Jesús Rangel, Antonio Villagómez, Florentino

Fernández y Leandro Vidaña en el del 14 de marzo.

Francisco Berumen, Tomás Valenzuela, Juan Andrade, Feliciano Pacheco,

Filomeno ares, Diego Cruz, Juan J. Cebreros, Francisco Buitrón, Simón

Velázquez, Mónico Hernández, Francisco Martínez, Jesús del Campo,

Eduardo Rentería, Andrés Reyes y Marín Cervantes, en el del 1º de abril.

Restauración Liberal- jueves 10 de mayo de 1867.

Sitio de Querétaro, Querétaro, mayo 16 de 1867

A su Excelencia el Sr. General Escobedo, comandante en jefe.”34

34 GARCÍA MAQUIVAR, JUAN RAMÓN. Intervención Francesa en Durango. 2ª parte, (1864, 1865, 1866, 1867, 1868). COCyTED / Universidad Popular de Analco. S. / l., S. / F. p. 132.

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Una vez que los republicanos vencieron a los súbditos conservadores

monarquistas. El 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas, ubicado en el

estado de Querétaro, tuvo lugar la ejecución del impuesto emperador de México,

Maximiliano de Habsburgo, junto con los generales conservadores Miguel Miramón

y Tomás Mejía. Terminaba así la monarquía y uno de los episodios más aciagos de

la historia nacional, que tuvo un costo de más de setenta mil hombres y enormes

pérdidas materiales. Para el 15 de julio, el presidente Benito Juárez entraba

triunfante a la Ciudad de México, lo que significó la restauración del Gobierno de la

República.

La restauración de la Segunda República Mexicana marcó un hito definitivo en la

vida pública de México, después de los años de la dictadura de Santa Anna. De la

separación de Texas. De la separación de las provincias de Centroamérica. De la

Guerra con Francia. De la Invasión Estadounidense. De la Guerra de Tres Años y

de la Intervención Francesa, así como de los múltiples levantamientos, asonadas,

cuartelazos y golpes de estado. De la promulgación de diversas constituciones,

leyes y decretos. En suma, la Patria se consolidó, sobre todo con las acciones

inteligentes de la generación de los liberales de la Constitución de 1857, que

marcaron el rumbo de la separación de la Iglesia y el Estado laico y que optaron por

que los mexicanos se identificaran a sí mismos como ciudadanos y no como

súbditos. La restauración de la República influyó en la forma de ser de diversos

países de América Latina.

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Placa conmemorativa al general José María Patoni, en el lugar de su asesinato

Francisco Zarco Mateos. El liberalismo durangueño ilustrado

El periodista, político, políglota, autodidacta, inventor de un sistema de taquigrafía,

traductor, editor, diputado del Congreso Constituyente de 1857, historiador, ministro

de diversas carteras, miembro del Partido Liberal, literato, ensayista y narrador;

Joaquín Francisco Zarco Mateos, nació en la ciudad de Durango, el 3 de diciembre

de 1829. Como autodidacta, Zarco realizó estudios de derecho, teología y diversas

ciencias sociales, de cuyos conocimientos dio muestra en sus escritos y discursos.

Cuando el gobierno mexicano marchó a Querétaro, en 1847, Luis de la Rosa, quien

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era ministro universal, le nombró oficial mayor del despacho de Relaciones.

Redactor de las actas del Consejo reveló sus dotes. Al regresar a México se dedicó

al periodismo político, sin que ello le impidiera la redacción de artículos literarios,

costumbristas y biográficos. En 1849 escribió para el Álbum Mexicano y en 1850

redactó El Demócrata y comenzó a usar el seudónimo de “Fortún”; en 1852 se

encargó de la revista literaria La Ilustración Mexicana hasta 1855; el tomo V es obra

suya.

En 1852 inició El Siglo Diez y Nueve, periódico al que dio gran prestigio y al que

consagró lo mejor de su vida. Colaboró en Las Cosquillas, en el que combatió al

presidente Arista. Sus ataques periodísticos lo llevaron a la cárcel. En El Presente

Amistoso, dedicado a las damas, publicó una gran cantidad de artículos, incluso de

modas. Su vida pública adquirió gran relieve en 1855, al ser nombrado director de

El Siglo Diez y Nueve, cargo que, salvo las interrupciones impuestas por la guerra

civil o extranjera, desempeñó por largos años, hasta poco antes de morir.

Electo diputado suplente en 1854 por Yucatán, tuvo que exiliarse en Nueva York,

por su oposición a Santa Anna. Regresó en 1855, al triunfo del Plan de Ayutla.

Representó al estado de Durango en el Congreso Constituyente de 1856, se

distinguió como uno de los más ilustres diputados y cronista de los debates en:

Historia del Congreso Constituyente Extraordinario de 1856-1857. Este libro, junto

con las actas del mismo Congreso, es considerado como clásico de la historia

política mexicana.

Perseguido después del golpe de estado de Comonfort, fue aprehendido el 30 de

julio de 1858; escapó y vivió oculto durante dos años. Publicó un Boletín Clandestino

y un folleto: Los Asesinatos de Tacubaya, que se difundió por todo el país y por el

extranjero. El 13 de mayo de 1860 sus enemigos políticos conservadores lo

aprehendieron y lo encarcelaron. Fue liberado el 25 de diciembre, al momento del

triunfo del general Jesús González Ortega en Calpulalpan y a la consecuente caída

del partido conservador.

En enero de 1861, Benito Juárez lo nombró ministro de Gobernación y después de

Relaciones. Publicó otra vez Las Cosquillas por poco tiempo. Renunció para ocupar

su curul en el Congreso y defendió a Juárez. Siguió al frente de su diario hasta el

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31 de mayo de 1863. Cuando los invasores franceses se acercaban a la capital del

país, Francisco Zarco marchó hacia diversas ciudades del norte de la República.

En San Luis Potosí publicó La Independencia Mexicana y en Saltillo La Acción. En

este periódico aparecieron una serie de artículos sobre los Tratados de Miramar,

que se coleccionan y se publicaron como folleto con ese título, en la ciudad de

Colima, al año siguiente.

En 1864 Zarco marchó a los Estados Unidos, donde formó el Club Mexicano,

escribió en defensa de la República Mexicana, en periódicos estadounidenses,

mexicanos y sudamericanos, al tiempo que proporcionó datos fidedignos a los

liberales europeos para que atacaran al Imperio de Maximiliano.

Al triunfar la República, Zarco retornó a México, y otra vez actuó como diputado al

Congreso. El 22 de noviembre de 1869, Francisco Zarco Mateos murió y dos días

después de su fallecimiento fue declarado Benemérito de la Patria.

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Tres imágenes de Francisco Zarco Mateos

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Autógrafo de Francisco Zarco

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Libros de narrativa de Francisco Zarco Mateos

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Monumento a Francisco Zarco en la ciudad de México

Monumento a Francisco Zarco en la ciudad de Durango

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Marcha compuesta en honor a Ignacio Zaragoza y a Francisco Zarco

Estampilla de correos en honor a Francisco Zarco

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La Guerra del Tigre de Alica. Una historia anexa

Nacido el 22 de septiembre de 1828, en San Luis, Cantón de Tepic, entonces

perteneciente al estado de Jalisco, Manuel Lozada, en calidad de arriero y

contrabandista, sirvió a la casa comercial Barrón, Forbes & Cía., y como guerrillero,

al mando de un fuerte grupo de indígenas coras, huicholes, tepehuanes y

mexicaneros, de la región que comprende los límites de los estados de Jalisco,

Zacatecas, Durango y Nayarit, combatió a los liberales desde 1857, toda vez que

las Leyes de Reforma afectaban los intereses de las propiedades de la tierra de las

comunidades indígenas.

En 1858 los guerrilleros de Lozada ocuparon Ixtlán y el rancho Ocotillo, donde

derrotaron a las tropas liberales regulares del coronel José María Sánchez. En su

revuelta, Lozada se fue apoderando de gran parte del entonces estado de Jalisco.

La fuerza de Lozada residía en que, en los territorios que iba ocupando, imponía

una serie de normas agrarias que beneficiaban a los indígenas de la zona. El 7 de

marzo de 1861, se inició una campaña a fondo, con más de tres mil hombres,

dirigida por el gobernador de Jalisco Pedro Ogazón y los coroneles: Antonio Rojas,

Ramón Corona y Herrera y Cairo, para terminar con la amenaza de los lozadistas

cuyos ataques, de acuerdo con los relatos y testimonios, se caracterizaban por la

crueldad extrema.

Los soldados que guerrearon contra los lozadistas fueron conocidos como Los

colorados, a los que hace mención el siguiente canto de guerra. Después de nueve

días de combate en el Paso de Alica, los persecutores de Lozada fracasaron en su

intento de acabar con los guerrilleros indígenas agraristas.35

Los colorados36

Anónimo

35 MEYER, JEAN. La tierra de Manuel Lozada, México, Universidad de Guadalajara / Centre d‟Etudes Mexicaines et Centreaméricaines, 1989, pp. 162 a 167. 36 VÁZQUEZ SANTA ANNA, HIGINIO. Fiestas y costumbres mexicanas, Tomo I, México, Ediciones Botas, 1953. pp. 160 a 161.

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Ahí vienen los Colorados

de la Sierra de Amarillas,

échame a tus brazos mi alma,

con esas venas azules.

Salieron los colorados,

Salieron de uno en uno,

y su chata les decía:

“Los que se van..; ¿pero uno?"

Salieron los colorados

salieron de dos en dos,

y su chata les decía:

“Porqué no dicen adiós".

Salieron los colorados,

salieron de tres en tres,

y su chata les decía,

"¡vamos matando un francés!”.

Salieron los colorados,

salieron de cuatro en cuatro,

y su chata les decía:

"Qué me traen de Guanajuato".

No quiero paz,

no quiero unión,

lo que quiero son balazos,

¡Viva la Revolución!

No quiero paz,

no quiero nada,

lo que quiero son balazos,

con el general Lozada.

En las primeras cuartetas de las Mañanas de Manuel Lozada. se narra el ataque de

los lozadistas, a Valparaíso, Zacatecas, el 26 de octubre de 1861, aunque en el

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corrido aparece la fecha de catorce de abril de 1860, durante la primera rebelión de

Manuel Lozada, misma que terminó con los Convenios de Pochotitlán, firmados

entre los liberales y los lozadistas, el primer día de febrero de 1862 y en los que

Lozada se comprometía a disolver sus fuerzas, a cambio de garantías y de que el

gobierno tomaría en cuenta la defensa de los indígenas regionales, en lo referente

a sus litigios por los terrenos con las haciendas colindantes al territorio de Lozada.

El corrido salta en su narración 13 años, hasta la muerte de Lozada. Durante el

lapso de 1862 a 1873, Lozada fue el personaje central de la historia de Nayarit y,

como ya se apuntó, la región que comprende los límites de los estados de Jalisco,

Zacatecas, Durango, Sinaloa y Nayarit. .

El 15 de agosto de 1863, Manuel Lozada firmó, en el pueblo de San Luis, hoy San

Luis de Lozada, que era su centro de operaciones, el Acta de Adhesión al Imperio

de Maximiliano; de quien recibió una espada con rica empuñadura e incrustaciones

finas, por los servicios prestados al Segundo Imperio Mexicano.

Al tomar el puerto de Mazatlán para el Imperio, Lozada recibió, a su vez, la Cruz de

la Legión de Honor enviada por el emperador francés Napoleón III. El Tigre de Alica

permaneció fiel al Imperio hasta 1866 y el primer día de diciembre del mismo año,

ante la debacle de la Intervención Francesa, se declaro neutral.

Lozada estableció en su territorio un cacicazgo casi absoluto y la compañía

comercial Casa Barrón, Forbes & Cía., aprovechó el dominio regional de Lozada y

la autonomía del cantón de Tepic, para sus negocios de contrabando de plata que,

al ser exportada por el puerto de San Blas, en buques de guerra ingleses, eludía el

control arancelario del Gobierno Central, al tiempo que avituallaba la guerra de

Lozada. Sin embargo, en 1867, Lozada reconoció al Gobierno de Benito Juárez y

Tepic fue transformado en Distrito Militar, segregado del estado de Jalisco e

independiente del centro.

Con la seguridad de la autonomía reconocida por el Gobierno del Centro, Lozada

dio la espalda a la Casa Barrón Forbes & Cía. y comenzó a restituir a los pueblos

de sus seguidores, las tierras que las haciendas les habían despojado. Los

beneficiarios fueron los pueblos: cora, huichol, tepehuán y mexicanero, de la región

en que limitan los estados de Nayarit, Jalisco. Zacatecas, Durango y Sinaloa.

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Lozada tuvo bajo su dirección, siempre directiva, jamás imperativa, a los

tepehuanes de Santa María Ocotán, San Francisco y Quiviquinta, a los de Santiago

Teneraca y a los de Tasquaringa (sic),37 a los huicholes que se distribuyen entre los

cuatro pueblos situados a lo largo del río Chapalagana Tensompan, Santa Catarina

Cuexcomatitán, San Sebastián Teponahuastán y San Andrés Cohamiata], a los

coras de Santa Teresa, Huazamota, Jesús María, Mesa del Nayar y San Juan

Peyotán. […] En torno a uno de sus pueblos, Guaynamota, se dieron los últimos

combates. […] Fuera de estos tres linajes [indígenas], desde luego no solidarios,

tras Lozada fueron pueblos mezclados como Pueblo Viejo, Durango, donde hay

aztecas y tepehuanes, Nostic, formado por aztecas que desde hace mucho tiempo

olvidaron su lengua, Milpillas Chico, San Francisco y otros más donde los coras, los

huicholes y los tepehuanes coexisten tranquilamente. Todo sin hablar de los

poblanos, indios venidos no se sabe de dónde y así llamados en las comunidades

que los acogieron.38

Los hacendados afectados con los deslindes agrarios de Lozada, iniciaron una

campaña de desprestigio contra el Tigre de Alica, en el Gobierno del Centro, a esta

campaña se anexaron la Casa Barrón Forbes & Cía. y el general Ramón Corona,

jefe del Ejército de Occidente, mientras que, a fines de 1869, Lozada creaba el

Comité de Estudios y Deslindes para resolver los problemas agrarios de su zona,

con el apoyo de integrantes de cada pueblo.

Las acciones de los enemigos de Lozada lograron que, a fines de 1872, el

presidente Lerdo de Tejada autorizara el inicio de una campaña militar contra

Lozada, con tropas de Jalisco y San Luis Potosí. Lozada, por su parte, inició su

resistencia el 17 de enero de 1873, como Jefe del Ejército Mexicano Popular y con

el sustento del Plan libertador de los Pueblos de la Sierra de Alica, firmado por 120

representantes de los pueblos bajo su dominio. Además de la defensa de sus logros

37 Se refiere a Taxicaringa, municipio de Mezquital, Durango. 38 JAUREGUÍ JIMÉNEZ, J. JESÚS. “Estudio etnohistórico acerca del origen de los mexicaneros (hablantes del náhuatl) de la sierra Madre Occidental”, en: Dimensión. Revista en línea Antropológica, Volumen # 26, México, octubre de 2002, www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/index.php, p. 7.

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agrarios, el Plan Libertador convocaba a la Nación a formar un gobierno

verdaderamente representativo, ya fuera república, imperio o reino.

Fuerte con sus seis mil de infantería y sus 300 jinetes, casi todos indígenas, Lozada

marchó sobre Guadalajara, donde "los tapatíos entran en trance. El Congreso se

pone a deliberar, el gobernador solicita facultades extraordinarias, el Ayuntamiento

organizó una guardia, los comerciantes, cuerpos de defensa, A la Mano Poderosa

imploran las damas, los niños lloran a gritos, pidiendo a Dios secretamente y desde

el fondo de su corazón que llegue la bola, siquiera un ratito, para conocer de deveras

a esos mecos, mote que se dio a los lozadistas en Guadalajara, de cara embijada,

con plumas de guajolote en la frente, y que no han visto, sino de palo, de los que se

compran a cuartilla en el portal"39

Los mecos40

Anónimo

Ya vienen los mecos,

vienen de Tepí,

el meco más grande,

se parece a ti.

Ya vienen los mecos,

pa' Guadalajara,

el meco más grande,

ya se bate en retirada

Después de triunfar en Tequila, Jalisco, Lozada llegó a siete leguas de Guadalajara.

El 28 y 29 de enero de 1873, el general Ramón Corona con las fuerzas del Ejército

de Occidente y los 600 hombres que el comercio de Guadalajara armó para su

defensa, logró derrotar a los lozadistas en La Mojonera, con las cargas de artillería

39 AZUELA, MARIANO. “Precursores”, en: Obras completas de Mariano Azuela, Tomo III, México, Fondo de Cultura Económica, Colección Letras mexicanas, 1976, p. 402. 40 VÁZQUEZ SANTA ANNA, HIGINIO. Cantares mexicanos, México, Ediciones de León Sánchez, s/f, p. 28 y 29.

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que dispersaron a la columna desorganizada, otro tanto sucedió con los lozadistas

en Sinaloa y Zacatecas

Ante la derrota militar, varios de los jefes lozadistas como: Domingo Nava, principal

ejecutor de la política agraria de Lozada, Agatón Martínez y Praxedis Núñez,

abandonaron la bandera del Plan Libertador o se amnistiaron y en algunos casos,

como el de Nava y Núñez, se pasaron a las filas del Gobierno.

Corrido sobre la traición a Lozada41

Anónimo

¡Ay, Lozada! te vendieron

a los hombres de Jalisco.

¡Ay, Praxedis! ¡Ay, Domingo!

la traición está en su frente.

¡Los entierran hoy en vida

con su fama de valientes!

A instancias .del general Ramón Corona, la campaña contra Lozada continuó,

mientras el Tigre de Alica trataba de rehacerse, en las serranías del norte de Jalisco,

sur de Durango, oeste de Zacatecas y este de Nayarit. Poco a poco, los lozadistas

fueron exterminados y el 15 de julio de 1873, en el cerro de Los Arrayanes, lugar

cercano a Huaynamota, tal vez el último centro de operaciones de Lozada, las

tropas gobiernistas comandadas por el general durangueño José Ceballos

sorprendieron al Tigre mientras se bañaba en un arroyo. Los años de guerra habían

hecho de Lozada un hombre: tuerto, tullido de un brazo, tuberculoso y enfermo de

un pie.

Trasladado a Tepic, Lozada fue juzgado sumariamente el 18 de mayo de 1873 y

fusilado el 19, en el Cerro de Los Metates. Con la muerte de Lozada, más que la

pacificación de Jalisco y Zacatecas, se logró desbaratar la política agraria del Plan

Libertador y asegurar la propiedad privada de los latifundios de la región, aunque

41 MEYER, JEAN. “El Tigre de Alica”, en: Revista de la Universidad de México, volumen XXVIII, # 8, México, UNAM, abril de 1973, p. 26.

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algunos seguidores de Lozada, como Marcelino Rentería, continuarían luchando

hasta 1885.

Corrido del Tigre de Alica42

(Fragmento)

Anónimo

"¡Ay madrecita del alma!

¿Por qué me dejas cruzar

solita la nopalera

donde se pierde cualquera

y ‘onde me van a matar?"

Cuando los carros estaban

al pie de la nopalera

los caballos se paraban

en sus patitas traseras.

Mañanas de Manuel Lozada43

Anónimo

Vamos en nombre de Dios

y de esta tierra afamada,

aquí empiezan las mañanas

del señor Manuel Lozada.

Era un catorce de abril,

aquel año del sesenta,

cuando entró a Valparaíso.

con más de ciento cincuenta.

42 MENDOZA, VICENTE T.. El romance español y el corrido mexicano (Estudio comparativo), México, UNAM, 1936, p. 564. 43 ESPARZA SÁNCHEZ, CUAUHTÉMOC. El corrido zacatecano, México, INAH, colección Científica # 46, 1976, p. 28.

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Llegaron a Los Portales

gritando en huichol y cora

que les dieran aguardiente

y tocaran la tambora,

Robaron cuarenta casas

y tres cajones de ropa,

se llevaron seis mujeres

y mataron a la tropa.

Manuel Lozada gritaba,

en su yegua La Mostrenca;

"No pierdo las esperanzas

de pasearme en Zacatecas".

No sólo en Valparaíso,

en Momax y El Plateado,

este bandido dejó

a todo el pueblo azorado.

Trece años consecutivos

a los pueblos asoló,

y sólo en Valparaíso

a más de ochenta mató.

Este bandido famoso

comenzó bien su carrera,

pero al fin fue derrotado

allá por La Mojonera.

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Y aunque se escapó a la sierra

muy pronto fue capturado,

y dicen que allá en Tepic

Lozada fue fusilado.

Aquí dan fin las mañanas

de un hombre que fue malvado,

nos libramos de esta fiera

¡Que Dios lo haya perdonado!

Manuel Lozada. El Tigre de Alica

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Sello del Juzgado lozadista de Huazamota, Durango 44

44 Sello del Juzgado de Huazamota. Archivo de Ramón Corona, Legajo 10, 1873, en: J. Meyer, La

tierra de Manuel Lozada, 1989, p. 356.

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Conclusiones

El presidente Benito Juárez. Diecinueve gobernadores; entre liberales,

conservadores, imperialistas y republicanos. El emperador Maximiliano de

Habsburgo. El dictador Antonio López de Santa Anna. Los Bandidos Tulises.

Terratenientes coahuilenses y neoleoneses. Apaches, Viajeros europeos.

Investigadores científicos franceses. Oficiales militares franceses, conservadores,

monarquistas conservadores y liberales republicanos. Soldados durangueños

patriotas de la Guardia Nacional. Cuerpo de soldados patriotas de Lanceros de

Durango. Cuerpos de infantería de durangueños patriotas de la Guardia Nacional.

Soldados argelinos africanos zuavos, del Ejército Francés de ocupación de la

Intervención Francesa. Hacendados y capitalistas durangueños. Damas de la

sociedad durangueña. Logias Masónicas. El general durangueño José María

Patoni. El desierto del Bolsón de Mapimí. Jerarcas de la Iglesia Católica

durangueña. Partisanos guerrilleros republicanos liberales durangueños. Líderes

agraristas durangueños. Gurreros indígenas coras, huicholes, tepehuanes y

mexicaneros seguidores del líder Manuel Lozada. El Ben emérito de la Patria

Francisco Zarco Mateos. El sabio durangueño José Fernando Ramírez, entre otros,

son los actores sociales y protagonistas de la complicada trama de la Historia de La

Reforma, La Intervención Francesa y el Segundo Imperio, que se narra en este

volumen y que sucede entre el transcurso de la sexta de las sexta y séptima

décadas del siglo XIX, tanto en el país, como en el estado de Durango.

Periodo de definición de la forma jurídica de país y de la organización que impactará

en la vida cotidiana del Estado y los ciudadanos mexicanos quienes, después del

periodo y hasta el presente, al menos en el texto constitucional, no volverían a ser

súbditos. Se establecería el gobierno civil, la libertad de empresa, la propiedad

privada, los derechos del hombre. Se eliminarían los privilegios y se establecería la

educación pública, entre otros cambios sociales fundamentales

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En la parte durangueña de la Historia de la Intervención Francesa, se presentan

momentos interesantes y heroicos, algunos de ellos hasta ahora poco conocidos,

de la participación de los olvidados guerreros durangueños, en la guerra contra las

tropas invasoras; en los estados de Tlaxcala, Veracruz y Puebla.

Se destaca la Batalla de San Pablo del Monte, Tlaxcala, que aún hoy día es

celebrada, con ceremonias anuales, por un cuerpo del Ejército Francés en las que

es importante la veneración a un hermoso estandarte republicano, bordado con hilos

de oro y elaborado por manos durangueñas y que, en su momento, fue arrebatado

por tropas africanas del Ejército invasor francés al cuerpo de Los Lanceros de

Durango.

La Batalla del Cerro de Majoma, en territorio durangueño, fue un punto de quiebre

en la Intervención Francesa y marcaba la aparente liquidación de la resistencia

republicana.

Los momentos más dramáticos del inusitado periplo de la República trashumante y

del jefe del ejecutivo Benito Juárez con su gabinete, en la huida de sus persecutores

del Ejército Francés; como el Grito de Independencia del año de 1864 y el Motín de

La Zarca, en el mismo año, que provocó la casi extinción del entonces muy frágil

Gobierno de la República, se suscitaron en el inhóspito desierto del norte

durangueño.

En el relato histórico también se analizan las diversidades de conductas de los

habitantes de la entidad, ante la invasión y ocupación, por parte de las tropas

francesas, en ese único momento del México independiente en que, mediante el

uso de las armas, la entidad fue ocupada por un extraño enemigo.

Uno importante concepto establecido por los republicanos del siglo XIX, fue el de la

soberanía nacional mismo que, en los tiempos del avance tecnológico, la alteración

del entorno geográfico y ecológico, así como de la globalización y de los gobiernos

neoliberales de las últimas tres décadas. Merced a las recientes reformas

constitucionales del tercer sexenio político del siglo XXI, el concepto patriótico de

soberanía nacional se ve casi obsoleto o eliminado por la apertura total de los

recursos naturales del suelo y subsuelo del país, a las inversiones e intervenciones

físicas y económicas, con todas las facilidades y sin restricciones para las

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corporaciones multinacionales, que ya no imperios o países extranjeros, en

condiciones muy desventajosas para la nación.

En algunos países del sur del Continente Americano ya se ha tratado de revertir

esta tendencia y se ha retornado al restablecimiento de la soberanía nacional, en la

protección de los bienes y recursos naturales y la sustentabilidad para las próximas

generaciones. Si bien, no hay Historia del futuro, el ejemplo de la sacrificada lucha

soberanista de los republicanos decimonónicos podría ser motivo de reflexión en lo

que se refiere al derrotero que tendría que seguir el país.

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207

Índice

Página

Introducción_____________________________________________3

I.- El nacimiento del estado de Durango. Tiempos de

invasiones, bandidos, apaches, masones y rebeliones_____________7

La independencia criolla________________________________7

El efímero Primer Imperio Mexicano_______________________8

La naciente República_________________________________8

Cuchas liberales y chirrines de conserva___________________9

El clero definido_____________________________________10

Durango Centralista__________________________________11

Los apaches en Durango______________________________14

II.- La instauración de la República Liberal en Durango___________21

El pensamiento de los liberales y conservadores____________21

Los bandidos conservadores___________________________32

La guerra de Cajén___________________________________41

III. Los alacranes republicanos a la defensa de la Patria Grande_____47

Los jinetes durangueños en Acultzingo y Atlixco____________51

La guerra en el Cerro del Borrego________________________53

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208

Los Lanceros de Durango y su venerada insignia___________57

La infantería de Patoni________________________________67

IV. Los alacranes republicanos a la defensa de la Patria Chica______73

Los franceses llegaron ya______________________________73

La Batalla del Cerro de Majoma_________________________92

V. El desierto y la República perseguida______________________111

El histórico Grito de Pedriceña, 1864____________________116

Funcionarios olvidadizos_____________________________117

La elocuencia de Guillermo Prieto______________________119

Una verbena en el desierto____________________________120

Benito Juárez, en una ranchería de Nazas, Durango________123

Juárez arriba a la hacienda Guadalupe del Sobaco_________124

El vibrante discurso de Guillermo Prieto__________________127

El evento, inventariado en las obras de Iglesias____________129

El motín en La Zarca_________________________________132

VI. Los zuavos de Castagny contra los partisanos republicanos____135

El impasse de los plutócratas__________________________146

Los zuavos no fueron franceses________________________148

Los últimos súbditos del 2º Imperio Mexicano_____________150

Historias colaterales_________________________________152

La expedición al Observatorio solar indígena de El Zape_____152

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209

José Fernando Ramírez. El

infortunado colaboracionismo ilustrado__________________157

VII. El retorno del águila republicana_________________________163

El triunfo de la República_____________________________174

Francisco Zarco Mateos. El liberalismo durangueño ilustrado_178

La Guerra del Tigre de Alica. Una historia anexa___________186

Conclusiones__________________________________________197

Fuentes_______________________________________________201